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Las propuestas y reflexiones que aquí conviven responden a una experiencia personal en torno a
la lectura. Como niño no lector de libros, como joven no lector de libros y como maestro no
lector de libros, curiosamente siempre pensé que la lectura de libros debía ocupar un lugar central
dentro de la escuela.
Mientras fui maestro frente a grupo traté de establecer una relación afectiva con mis alumnos que
Esto me llevó a instaurar en el salón de clases un tiempo diario de lectura en voz alta. Pero los
resultados no eran los deseados. La hora del cuento era el momento que los niños aprovechaban
para molestar, distraerse, interrumpir o hasta iniciar pleitos por cualquier cosa. Era muy difícil
lograr que se concentraran en lo que les leía y desgastaba todas mis energías en controlar la
disciplina. Cuando tenía oportunidad de reunirme con mis colegas en la sala de maestros era el
momento para descargarme y despotricar contra el grupo de niños que me había tocado ese año:
son insoportables, cada vez que les leo en voz alta se vuelven incontrolables, molestan,
interrumpen, gritan. Después de quejarme de los niños me ensañaba con sus padres, seguía con el
llegar hasta la guerra de las galaxias. Terminados estos encuentros “terapéuticos” regresaba al
salón con nuevas energías. De esta manera el estatus quo permanecía inalterable.
A la escuela llegó una persona a leer cuentos. La casualidad quiso que les leyera a mis alumnos
uno de los cuentos que yo había intentado contarles sin éxito. Pero extrañamente la atención de
los niños esa vez fue hipnótica, reaccionaban al cuento de forma muy positiva, escuchaban,
guardaban silencio o hacían comentarios pero siempre pertinentes dentro de la ficción narrada.
Yo no salí de mi asombro. Por supuesto que odié a ese lector que impunemente y en pocos
minutos me había arrebatado el liderazgo que tanto me había costado construir frente a mis
alumnos. Cuando el lector en voz alta se retiró encaré a los niños con celos y resentimiento. ¿Por
qué no se portaban conmigo como lo habían hecho con esa persona? ¿Por qué cuando yo les leí
ese cuento habían sido tan indisciplinados? ¿Qué tenía aquella persona que no tenía yo? Hubo
comentarios de distinto tipo, pero lo que pude sacar en claro de lo que me dijeron los niños ese
Quizás fue esa la primera vez que tomé conciencia de mi lectura. Por primera vez pensaba en
aquello no desde un punto de vista formal o estructural, sino desde un punto de vista estético y
semántico.
Desde entonces leer en voz alta comenzó a ser más que una herramienta y se transformó en una
Para llegar a esto tuve que aprender a leer bien en voz alta, y poco a poco fui descubriendo
algunas evidencias. Una buena lectura en voz alta ya no fue tan sólo lograr una entonación
correcta y expresiva, sino toda una interpretación. Una búsqueda en la que el lector toma riesgos
ante el texto y ante su auditorio. Ir más allá del significado literal de las palabras y sumarles un
sentido simbólico y emotivo, que no es ni más ni menos que la original interpretación del lector
que en ese acto abona el ciclo creativo de la literatura. Leer bien en voz alta es reconstruir con el
Poco a poco fui dándome cuenta de que durante mucho tiempo había sometido a los niños al
martirio diario de una pésima lectura en voz alta, al ponerle a las palabras leídas sonidos
inadecuados y estériles.
De pronto descubría algo que había estado ante mi vista todo el tiempo y que no había podido
reconocer. Como cuando el torero se para frente al toro en posición desafiante. Mientras más
cerca está del animal, éste menos lo ve. Los ojos del toro están a los costados de la cabeza, no
Desde ese momento inicié observaciones que fueron arrojando luces y sombras al problema.
La observación es una tarea que no me exigió tiempo extra. En el lugar donde trabajaba estaba
En general los adultos viven muy preocupados por orientar a los niños hacia las ideas que
dominan su cultura y que creen que son las correctas. Esas ideas que les permitirán sentirse
Pero muchas veces se confunde orientación con imposición, y no se respetan los modos de
entender y las conclusiones alternativas a las que los niños arriban sin necesidad de que un adulto
les de su aprobación.
Solemos desvalorizar los saberes que los niños han adquirido en su aprendizaje informal y les
imponemos otros que les aseguramos que son más valiosos y necesarios. Uno de esos nuevos
Cada niño, según las experiencias de vida y los estímulos a los que haya estado expuesto, maneja
Sus formas de comunicación y uso del lenguaje son curiosos para los adultos.
Los niños tienen una forma de hablar entre ellos que difiere significativamente de la forma en la
El primer día de clases, ese día que nadie tiene planificado, la actividad de rigor suele ser:
redacción tema “¿Qué hice en mis vacaciones?” Lo más probable es que el niño no nos cuente
que despanzurró un gato, o que se robó un dulce de la tienda. Sabe que el adulto inmediatamente
lo reprenderá. Los adultos se sienten en la obligación permanente de educar a los niños. Todos
A nadie le gusta que lo estén fiscalizando continuamente, sin embargo asumimos que los niños
¿Por qué será que todos los adultos creen que están capacitados para educar a todos los niños?
Por eso los niños muchas veces se evitan la molestia y hablan con el adulto esforzándose por
utilizar el lenguaje que este utiliza y tocando sólo los temas que no le atraerán conflictos. Un
Los niños saben lo que los adultos queremos escuchar y se esfuerzan por complacernos o por
Por ejemplo, un niño de cinco o seis años de edad habla con otro, no termina las frases, utiliza
palabras medio inventadas, masculla, parece cambiar de tema sin ton ni son, tiene la boca
ocupada y su dicción es pésima. En síntesis: su discurso resulta ser casi incomprensible para el
adulto, sin embargo, el otro niño que lo escucha parece entender, y no solo eso, le contesta, con
Al observar a los niños noté que en sus formas de comunicación utilizan palabras, pero que éstas
no son el elemento principal de su discurso. Las palabras son adquisiciones tardías del lenguaje,
antes que ellas y que sus combinaciones ocupen un lugar preponderante en la comunicación
humana, los gestos, la expresión corporal y los ruidos son las herramientas fundacionales del
lenguaje.
Por eso los niños pueden entrecortar las frases y hablar en media lengua, porque sus palabras son
complementadas con ruidos, gestos, movimientos del cuerpo, y onomatopeyas que les dan
contexto y significado.
Los adultos hemos ido renunciando progresivamente a esos elementos para reemplazarlos por las
palabras. Aunque conservamos algunas expresiones que suelen formar parte del acervo colectivo
del medio cultural en el que nos encontremos inmersos, los niños tienen más recursos expresivos
Esta diversidad expresiva, aparentemente caótica, suele ser combatida en la escuela. El niño llega
Su maestra entiende que a ese niño le cae mal su compañero, que lo tiene cansado, que no
quisiera sentarse más junto a él, sin embargo la respuesta inmediata es: No te entiendo, explícate
mejor. Cuando frente a esa situación el adulto dice que no entiende está mintiendo. Y el niño se
hecho en el formato que el adulto valora. El adulto cree que negándose a la comprensión ayudará
a que el niño trate de expresarse de otra manera. No creo que así sea. Si estamos de acuerdo en
que la base del lenguaje está en los gestos, los ruidos y la expresión corporal, valorizarlos nos
dará más elementos para ascender desde allí los siguientes escalones hacia la abstracción de las
palabras.
Quizás la respuesta del adulto podría ser: Te entiendo, pero dime qué es lo que pasó. La
diferencia es sutil, pero fundamental. Le demostramos que se ha hecho entender y que valoramos
lo que él es. Le damos estímulos para que adquiriera nuevas maneras de expresarse sin desechar
las propias.
El intento por acercarme a una lectura que superase la barrera de la formalidad y dar el salto
hacia el interior me llevó a tratar de captar ese caudal expresivo inherente a la infancia.
Cuando comencé a manejarme de esta forma descubrí que si hablaba con los niños haciendo uso
de los recursos que ellos utilizan en su lenguaje, lograba hacerme entender mejor. Tanto con los
niños como con los adultos. Esto no significó renunciar a la complejidad o a mi propio lenguaje
de adulto, sino todo lo contrario. Al acompañar alguna palabra nueva o difícil con un gesto o un
sonido, esa palabra cobraba mayor sentido y podía ser comprendida más rápidamente que cuando
De la misma manera, frases o párrafos enteros acompañados de gestos y/o ruidos aportaban
elementos conocidos para los niños que así lograban entender el significado de un texto aunque
Si en el transcurso de una lectura surgía una palabra nueva o desconocida para los niños, por
ejemplo cimitarra, yo la decía acompañada del gesto de extraer una espada del cinto. Ese gesto
explicación definitiva.
Fui incorporando estos recursos a mis sesiones de lectura en voz alta y comprobé rápidamente la
importancia de regresarles a los niños su propio lenguaje para acercarlos poco a poco a otros más
estructurados.
Cuando un público neófito asiste a una conferencia en la que el disertante utiliza un lenguaje
especializado y no acerca sus palabras a las de su auditorio, esa persona en realidad no está
interesada en lograr los objetivos de su plática. Quizás prefiera mantener su discurso en el limbo
de la retórica para aparecer como una persona muy culta, o quizás tan sólo no se dé por enterado
que su auditorio no tiene porqué tener el mismo bagaje de información y sobreentendidos que él
posee y que si está hablando allí es justamente para acercar a la gente al tema que él dice
dominar. Cuando se producen esas fallas en la comunicación salimos de allí con fastidio y
sintiéndonos maltratados. Creo que lo mismo ocurre cuando les hablamos a los niños sin hacer un
intento por acercarnos a su lenguaje. El esfuerzo por comprender no debe ser sólo tarea del que
escucha, debe ser un esfuerzo compartido. Leer no sólo tratando de entender lo que se lee sino
Al hacer este intento descubrí que podía leerles a los niños casi cualquier tipo de texto literario
poco fui recordando métodos intuitivos que utilicé cuando era niño que me habían ayudado a
tenía graves problemas de atención y que para concentrarme me ayudaba leyendo en voz alta y al
hacerlo trataba de decirme las cosas que leía. Como si el texto me hablase. Para ello debía
adoptar algún tono de voz y la actitud de otra persona. Era como un juego de imitación. Me ponía
en el lugar del que escuchaba, tratando de leer como si fuese el profesor o la maestra quien leía
para mí. Sin proponérmelo jugaba con el sonido de las palabras apropiándome de ellas. Pero lo
que más me ayudó a entender la lectura fue la vergüenza de que me escucharan leer. Esa
vergüenza me llevaba a esconderme para leer en voz alta. Cuando alguien está leyendo se nota.
No es natural. Yo quería que si alguien llegaba a escucharme no notase que estaba leyendo. Me
esforzaba por leer sin que se notara, para que pareciera que las palabras eran mías, no de otro, y
Tratar de leer sin que se note es el mayor esfuerzo que se puede hacer en la búsqueda de los
Creo que este rescate de mis propias experiencias marcó mi reencuentro definitivo con los libros.
La escritura tiene sus reglas, algunas de ellas son claras y, ya sea que las dominemos o no,
funciones. En parte escuchamos, en parte suponemos, en parte reordenamos y a ello se suman los
Cuando leemos un cuento estamos en presencia de una forma depurada del lenguaje. Antes de su
publicación, ese material ha pasado por procesos de revisión, limpieza de erratas y corrección. Lo
que está ante nuestra vista es el resultado de todo ese proceso. En cambio, la oralidad pocas veces
se presenta ante nosotros como un modelo terminado, sino como un proceso en continua
el texto escrito con la oralidad, como en la lectura en voz alta, estos aspectos interaccionan dando
como resultado una forma singular de lenguaje. Estamos en presencia de un discurso oral que
cualidades. Al transitar desde una forma del lenguaje hacia otra es necesario tener en cuenta estas
diferencias y particularidades. Hay que combinar el código visual (estático y abstracto), con el
sonoro (en movimiento y concreto). La mayoría de la gente no realiza esta operación. Muchos
incluso niegan que tales distancias existan. Hay quienes plantean que el lenguaje escrito es la
representación gráfica del lenguaje oral. Nada más alejado de la realidad. El lenguaje escrito no
puede representar el sonido, aunque sí puede proyectarse hacia lo oral, como en la lectura en voz
alta.
La lectura en voz alta exige de quien la utiliza cuidado y entrenamiento. Es un hecho comprobado
Existen personas que tienen un talento intuitivo o adquirido por familiarización y que leen
excelentemente en voz alta, pero hay otras que no tenemos ese talento y para alcanzar una buena
lectura en voz alta debemos esforzarnos, realizar una transformación conciente y sistemática
desde el silencio absoluto del texto escrito hacia el sonido absoluto de la oralidad, ya sea que
queramos leer en voz alta o narrar. Porque leer no consiste únicamente en comprender lo que está
escrito sino, en sentir y comprender lo que forma parte del texto pero no está a la vista, lo que se
esconde en los espacios en blanco que hay entre las palabras o que está debajo de ellas. Allí hay
túneles. La realidad se conecta con nuestros sentidos a través de esos túneles que traza la ficción.
Leer en voz alta es un acontecimiento esencialmente colectivo. No hay que perder de vista este
dato. Leer en voz alta es leer con los otros, con los que escuchan y leen en el sonido. Hay que
El lector en voz alta debe hacer un esfuerzo por conocer el carácter de su auditorio.
Las consideraciones que a continuación expondré son de carácter general y por lo tanto no
responden a la infinita gama de posibilidades que pueden presentarse respecto de este tema. Lo
que haré será presentar las respuestas y conclusiones alcanzadas en numerosos talleres con
gente de la ciudad y del campo, a quienes he planteado las mismas preguntas y con quienes
hemos llegado a las siguientes conclusiones al revisar características generales de cuatro grandes
grupos de auditorios.
Cada uno de estos cuatro grandes grupos de auditorios, con las características aquí presentadas,
son tan sólo referenciales. El motivo por el cual están incluidos estos comentarios en este ensayo
ejemplos. La intención es ofrecer un marco de referencia para la reflexión sobre las prácticas
habituales que se aplican ante cada grupo, y que suelen ser asumidas sin autocrítica y por
costumbre.
Pensemos primero en los niños. ¿Cómo suelen reaccionar los niños de entre dos y diez años ante
la lectura de un cuento? He hecho esta pregunta una y otra vez en mis talleres y las respuestas de
los adultos coinciden: son inquietos, participativos, críticos, espontáneos, distraídos, alegres y
sinceros. Todos los adultos describen así el comportamiento de los niños. Sabemos, o por lo
menos creemos, que los niños son así ¿por qué entonces cuando les leemos, nos empeñamos en
exigirles que abandonen su naturaleza y se comporten de una manera que no les corresponde?
¿Por qué nos molestamos ante la participación y la crítica que surgen espontáneamente cuando
les contamos un cuento? ¿Por qué los metemos en rígidos formatos disciplinarios para que no
Un niño de cinco años que al escuchar un cuento repentinamente se pone de pie y hace un gesto o
grita recibe de inmediato una reprimenda, incluso llegamos a pedirle que se porte como un adulto
cuando no lo es. Los niños sufren una presión constante y sistemática en contra de su naturaleza
libre, curiosa y cuestionadora. En teoría valoramos esas cualidades en los niños, pero en los
Mientras más candaditos y normas les imponemos a los niños lo que estamos revelando son
comunicarnos con los niños. Si uno lee con emoción y honestidad, si juega con las palabras y sus
poner candados. Los niños estarán allí interactuando, gritando, riendo y opinando. Como debe
ser.
Si uno lee un cuento a un grupo de niños y no ocurre nada de eso, y por el contrario, estos
permanecen en silencio y correctamente sentados, sin dudas algo está mal. El momento de la
lectura en voz alta con los niños debe ser un espacio energético, es una estupenda oportunidad
para el desorden creativo. Permitir que las opiniones fluyan y que el entusiasmo se exprese sin
que se salga de cause es sin dudas mucho más difícil de manejar que un grupo de niños
reprimidos.
Leer para niños requiere del lector una combinación de paciencia, actitud lúdica y respeto por los
modos de los niños. La lectura con ellos no necesariamente será lineal, ya que siempre habrá
reacciones diversas que arrojen el cuento hacia territorios insospechados. Leer para los niños es
escrito transformado en sonido crezca gracias a todas esas aportaciones que harán de ese cuento y
Pero lo niños crecen y llega la tan temida adolescencia. La pregunta es la misma: ¿cómo
adultos coinciden en decir que los adolescentes son: críticos, participativos, burlones, inquietos,
apáticos, excesivos, inestables, sinceros, boicoteadores, crueles, penosos. Como vemos hay
percepciones contradictorias. El adolescente está inmerso en un sin fin de fuerzas que han dejado
de ser unidireccionales. Su percepción del mundo se ha ampliado y los adultos cercanos han
dejado de ser el único modelo a seguir. Ya tienen la suficiente experiencia y orgullo personal
independencia.
La respuesta del adulto frente a este panorama suele ser de mayor control y rigidez. ¿Por qué?
¿Con qué afán el adulto arremete contra ese espíritu contestatario? ¿Qué clase de personas se
pretende formar al descalificar esas búsquedas? Todo lo que el adulto critica en los adolescentes
compartir, y que más que apoyar u orientar, sólo trata de imponer su punto de vista.
distantes con los adolescentes y no lograremos entenderlos jamás ni lograremos que ellos nos
quieran entender a nosotros. Mientras mayores sean las restricciones menores serán los logros
con los jóvenes. En los espacios rígidos cualquier detalle puede transformarse en una trasgresión.
Entre jóvenes y adultos existe una barrera que no pasa por lo intelectual, sino por lo lúdico
afectivo. Cuando uno logra atravesar esa barrera el adolescente comparte, aporta, participa y
defiende ese espacio con mayor entusiasmo que los niños y con menor cerrazón que los adultos.
Hay que alivianarse con los adolescentes. Aceptar su propio lenguaje, no asustarse con sus
La lectura en voz alta habrá de ser rica en matices. Si se da el caso, aprovechar los comentarios
de los jóvenes para confirmar o cuestionar de forma muy breve sobre lo que se esté opinando. El
buen uso de la voz, el ritmo y los contrastes emotivos que se desprendan del texto, son parte
sentido y franco cuestionamiento a los acontecimientos leídos. Leer para jóvenes es cuestionar,
Pero el tiempo sigue su marcha y en gran proporción, esos jóvenes que se han acostumbrado a
modelos sociales tan rígidos y estereotipados crecen, muchos olvidan su rebeldía y empiezan a
pensar según los modelos que antes cuestionaban. Pronto asumen su nuevo estatus social con
los nuevos adolescentes y creen que el cuidado de las formas es más importante que el cuidado de
la rebeldía y la curiosidad. Son los adultos que nos hemos encargado de formar.
¿Y cómo son esos adultos cuando escuchan una lectura en voz alta? Pasivos, silenciosos,
apáticos, críticos solapados (no expresan su opinión), escépticos, impacientes, distantes, penosos,
formales. Estas son las respuestas que transcribo de los talleres en los que adultos de distintas
haya preparado su lectura, pocas probabilidades habrá de que ese el adulto que llega por
obligación o por casualidad a ese espacio de lectura, se desprenda de ese aprendizaje represivo
dentro del cual ha sido moldeada su personalidad durante tantos años. Ese adulto no interrumpirá
al lector, por cortesía, ni opinará sobre lo que escucha, también por cortesía, ni hará comentarios
de viva voz ni con sus gestos, que serán secos y distantes…por cortesía. La cortesía entendida
Si uno está leyendo mal frente a un grupo de niños o adolescentes, estos inmediatamente se lo
harán saber, por medio de ruidos, movimientos e incluso groserías. Pero si la lectura defectuosa
se realiza ante adultos, permitirán que continúe y en cuanto puedan se escabullirán sin haber
hecho nada a favor o en contra para salvar ese momento. En el transcurso de una lectura en voz
alta el adulto puede estar sintiendo el mayor de los hastíos, y sin embargo fijará la vista en el
lector con gesto de atención haciéndole creer que lo está siguiendo, mientras su mente está
Incluso cuando los adultos llegan a un espacio por propia iniciativa a escuchar cuentos mantienen
una actitud pasiva. El adulto reacciona frente al lector no según su sentir, sino de acuerdo al
Por eso, el adulto pocas veces se da tantos permisos como cuando está con sus hijos escuchando
un cuento. El público mixto es el espacio donde se liberan los prejuicios. En ese ámbito el adulto
busca la manera de estimular a su hijo para que disfrute, trata por todos los medios de enriquecer
el momento y garantizar la alegría de sus pequeños. Grita, se ríe a carcajadas, responde a los
estímulos del cuento, hace voces e incluso se expone a pasar vergüenza. Esta actitud estimula al
mismo tiempo la participación de los niños que se liberan de las ataduras cotidianas impuestas
por sus padres y la sociedad, y se animan a hacer comentarios incluso más ocurrentes de los que
tienen acostumbrados a las personas de su entorno habitual. Curiosamente es el adolescente el
que se retrae ante esta situación extraordinaria. Ve con asombro y desconfianza cómo sus padres
han abandonado la solemnidad y como los niños se han vuelto ocurrentes y hacen demostración
de gran ingenio. En esta situación muchos adolescentes se desorientan, ya no son ellos los
trasgresores sino los otros, entonces por oposición asumen el rol de personaje serio y centrado, y
El público mixto no existe cuando los niños se sientan adelante y los adultos permanecen atrás
observando las reacciones de sus hijos. Sólo cuando los adultos se colocan entre los niños y
comparten el mismo espacio, se produce esta transposición de roles. Este público mixto es
En lo particular, sé que la idea previa que manejo sobre tal o cual tipo de auditorio puede no
coincidir con los participantes de ese día, por ello no establezco un orden de lectura rígido. Si la
idea de un encuentro es leer un cuento tendré preparados tres y de diversos tipos y temas, además
el orden en que sean leídos se irá resolviendo a partir de las reacciones del auditorio. Sólo hasta
ese momento en que el auditorio reacciona puedo saber cuales cuentos serán leídos ese día y
cuales no.
Frente a cada tipo de auditorio las estrategias de lectura se modifican. Con los niños propongo
una lectura muy energética. La utilización del espacio, los cambios de voces, los gestos y los
movimientos son el lenguaje concreto de los niños, echar mano de eso ayudará a alcanzar
mejores resultados.
Con los adolescentes la lectura en voz alta es similar, pero se suma un ingrediente a estas
perdido la ingenuidad y en gran medida cierta relación mágica con el mundo. Este juego de ironía
algunos momentos muy bien seleccionados o desaparece por completo. El esfuerzo mayor se
El público mixto admite todo. Juego, expresión corporal, doble sentido y momentos de sutileza
en el lenguaje o en la voz.
pautadas que arrojan resultados tangibles. Estos resultados señalan destrezas y niveles de
comprensión instantánea.
evalúan sus aspectos formales. Lectura de manuales, informes y textos literarios en función de un
¿Cuándo se leen cuentos en la escuela con el simple objetivo de leer y de pasar un rato
agradable? Haciendo una riesgosa generalización podría decir que en la escuela este tipo de
lectura sólo se realiza en esos diez o quince minutos que a veces sobran de una actividad y el
Creo que habría que diferenciar el trabajo que se hace en torno a la lectura, con la lectura en si
misma. La lectura de literatura no está asociada con planes, ni evaluaciones, ni con rumbos
prediseñados. Si se lee literatura, no se pueden esperar resultados evaluables, salvo los que se
refieren a aspectos formales. El único camino hacia la lectura es leer. El único resultado tangible
después de la lectura de un texto literario es que se ha estado en relación con un libro. Los
resultados son inconmensurables. No siempre es posible saber cuánto, cuándo y cómo esos
libro que sea de su gusto es un acontecimiento poco probable si no se encara la lectura como una
búsqueda cotidiana. Entre la gran abundancia de libros que se publican hoy en día, muchos se
presentan ante nosotros como una barrera para llegar al que nos va a brindar el placer de leerlo.
En la escuela y en muchos hogares, falta un espacio para ese tipo de lectura. Me imagino a un
maestro de cualquier área, que todos los días antes de entrar en tema les lee a sus alumnos un
cuento. Al terminar no realiza ninguna pregunta y deja que los niños si quieren hagan
observaciones espontáneas sin tratar de guiar sus comentarios. Luego de unos minutos da inicio a
su clase de matemática o de español o de música o de lo que sea. Esta actividad no le echa por
tierra su planificación a nadie. Ese cuento de apertura cotidiana se transformará en poco tiempo
en una necesidad para todos. Lo esperarán con ansiedad y con el placer de saber que no tendrán
que hacer ningún ejercicio con él. Leer por el placer de hacerlo, escuchar por el gusto de escuchar
un cuento. Sin actividades. Sin imaginarse antes lo que puede ocurrir, sin pensar en lo que se hará
con lo leído. Sin aproximaciones, sin suposiciones, sin cuestionarios de comprensión ni ningún
otro tipo de exigencias por más inteligentes y adecuadas que nos parezcan. Sólo el libre albedrío
de la lectura.
Las formas para seleccionar un libro son muchísimas, y todas son válidas. Hay quien toma un
libro y lo deshecha sólo porque la portada no le gusta, y abre otro al azar y tras leer quince
palabras lo cierra para buscar otro que le llama la atención por sus ilustraciones, pero lee el título
y también lo abandona. El siguiente lo empieza a leer por el final, o por el medio, pero de pronto
le llama la atención el libro que está leyendo otro y se pone a leer por encima del hombro de su
métodos, sabiendo que no se les hará ninguna pregunta antes, durante o después sobre lo que han
leído, lo más probable es que si han encontrado algo bello quieran contarlo, compartirlo. Ya
habrá tiempo en otro momento para realizar todas esas actividades a los que los tenemos tan
acostumbrados, pero no con esas lecturas libres. Lecturas espontáneas que han escapado a la
Pero ¿por qué querría uno transformarse en lector de literatura, si esto no es una condición
camino nos ha llevado al espacio y al fondo del océano, a la medicina y al arte. Es la curiosidad
la que educa a los niños. Por eso rompen sus juguetes, emprenden exploraciones riesgosas, se
trepan a los árboles y juegan a asustarse. Eso les genera sensaciones, les proporciona información
descubrimiento. Los niños son curiosos y lectores por naturaleza. Un bebé que entre sus juguetes
doblará y lo arrojará lejos varias veces para volverlo a alcanzar. Lo rayará con sus lápices de
colores, y quizás hasta le desprenda alguna hoja. Así lee un niño pequeño. Después de unos
meses de tratar al libro sin ningún respeto comenzará a buscar nuevas formas de explorarlo.
Imitará el uso que le dan al libro las personas con las que convive. Irá lentamente descubriendo
las ilustraciones y reconociendo las formas familiares que se esconden allí. Será emocionante
identificarlas, y aún más emocionante será más tarde descubrir lo qué son esas otras formas que
no representan nada conocido: las palabras. Querrá que le cuenten, querrá escuchar. Querrá decir
momento la lectura ingresó a su vida con la misma naturalidad con la que adquirió su gusto por
una comida, el placer por ver un programa de televisión, o su entusiasmo por un juego.
imponen numerosas trabas a la lectura, para que esta se enfoque especialmente en la lectura de
textos utilitarios con el objetivo de formar personas eficaces, productivas y exitosas. La utilidad
arcón de las cosas inútiles por que tiene que ver con el placer. Aquellos que siempre buscan la
utilidad en todas las cosas se vuelven torpes para disfrutar de la literatura. Por eso los lectores y
escritores que sólo esperan una ganancia, se aburren con la lectura de literatura. No le encuentran
utilidad, y lo que no logran comprender es que la belleza que vive en la literatura también es una
manuales, revistas y periódicos. Pero es en la literatura donde se reúnen todos los lenguajes. Allí
es donde encontramos las llaves para acceder con mayores posibilidades a la compresión de
temas que no son de nuestra especialidad pero que se presentan ante nosotros cotidianamente. En
Leer literatura es estar en presencia del mundo conocido, el mundo supuesto y de otros mundos
Leer literatura es atreverse a leer la complejidad de todos esos mundos con todos los sentidos y