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B i ü í c d n , =r>.

Amel t i l a i

•OSARIO !

í20C7.

Hoy t e m p r a n o
l'cdro Mairal

PEDRO M A I R A L

S a l i m o s t e m p r a n o . P a p á t i e n e u n P e u g e o t 4 0 4 bordó, recién
c o m p r a d o . Y o m e t r e p o a l a l u n e t a t r a s e r a y m e a c u e s t o ahí
a l o l a r g o . V o y cómodo. M e g u s t a q u e d a r m e c o n t r a e l v i d r i o
de atrás p o r q u e p u e d o d o r m i r . S i e g i p r e e s t o y c o n t e n t o d e i r a
p a s a r e l fin d e s e m a n a a l a q u i n t a , p o r q u e e n e l d e p a r t a m e n t o
d e l c e n t r o , d u r a n t e l a s e m a n a , l o único q u e h a g o e s p a t e a r u n a
p e l o t a d e t e n i s e n e l p a t i o d e l p o z o d e a i r e y l u z q u e está s o b r e
e l g a r a j e , u n p a t i o e n t r e c u a t r t ) p a r e d e s m e d i a n e r a s altísimas
y s u c i a s p o r e l hollín d e l o s i n c i n e r a d o r e s . S i m i r o p a r a a r r i b a ,
Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) cursó la carrera de Letras
en la tJSAL, donde fue profesor adjuiuo de Literatura
ese p a t i o p a r e c e q u e e s t u v i e r a a d e n t r o d e u n a c h i m e n e a ; s i g r i -
Inglesa. Su novela U n a noche con S u h r m a Love recibió el to, e lgrito a p e n a s sube pero n o llega h a s t a el c u a d r a d o d e cielo.
Premio 'üatín en 1998, con un jurado integrado por Roa E l viaje a l a q u i n t a m e saca d eese pozo.
Bascos, Bioy Casares y Cabrera Infante. Esta novela fue lle-
vada al cine en 2000. publicó además el volumen de cuentos
E n l a c a l l e h a y p o c o t r á n s i t o , quizá p o r q u e e s s á b a d o o p o r -
Hoy temprano (2001), dos libros de poesía: T'gre como les pá- q u e todavía n o h a y t a n t o s a u t o s e n B u e n o s A i r e s . L l e v o u n
jaros (1996) y Consumidor final (2003). En 2005 publicó su a u t i t o M a t c h b o x a d e n t r o d e u nfrasco p a r a c a p t u r a r insectos
segunda noveia: E l uño del desierto. Ha sido traducido y edi-
y u n o s c r a y o n e s q u e o r d e n o po.'- t a m a ñ o y q u e n o m e t e n g o q u e
tado en FiancJa, Italia, España, Portugal, Polonia y Alemania.
.Actiialmt:nte vive en Buenos Aires. Su página personal es olvidar a l s o lporque se derriten. A nadie l e parece peligroso
www.pedioinairal.blogspot.com q u e y o v a y a a c o s t a d o e n l a l u n e t a . M e g u s t a e l rincón p r o t e c t o r
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que se hace con el-vidrio de atrás, al lado de la calcomanía de bajo el dominio absoluto de Mozart. Miramos pasar hacia atrás
la Proveeduría Deportiva. E n el camino miro el frente de los el camino prolijo, los árboles podados ron los troncos pintados
autos porque parecen caras; los faros son ojos, los paragolpes de blanco, y escuchamos los quintetos para cuerdas, las si afo-
son bigotes, y las parrillas son los dientes y la boca. Algunos au- nías, los conciertos para piano, las óperas. Vicky lidera rebe-
tos tienen cara de buenos; oti'os, cara de malos. Mis hermanos liones para tapar a las sopranos de Las bodas de Fígaro o de D o n
prefieren que yo vaya en la luneta porque así tienen m á s lugar Giovanní con nuestro cántico filial favorito que dice: "Queremos
para ellos Yo no viajo en el asiento hasta más adelante, cuando comer, queremos comer, sangre coagulada revuelta en ensala-
hace demasiado calor o cuando ya no quepo en la luneta porque da..." Pero después Vicky empieza a traer libros para el viaje y
crecí un poco. Tomamos una avenida larga. No sé si es porque los lee sin prestarle atención a nadie, en silencio, cada vez m á s
hay muchos semáforos pero vamos despacio, además después enojada, porque la obligan a venir, hasta que le dan permiso
ya el Peugeot está medio roto, tiene el caño de escape libre y para quedarse los ñ n e s de semana en el centro para ir al cine
hay que gritar para hablar; una de las puertas de atrás está con sus amigas, que ya salen con chicos, y entonces Miguel y yo
falseada y m a m á la ató con el hilo del barrilete de Miguel. tenemos cada uno su ventana indiscutible, aunque invitemos
E l viaje es larguísimo. Sobre todo cuando no e s t á n sincro- a un amigo.
nizados los semáforos. Nos peleamos por la ventana, ninguno Sentimos que no vamos a llegar nunca. Hay largas esperas
de los tres quiere sentarse en el medio. E n la General F a z nos . a medio camino mientras m a m á compra muebles de jardín o
turnamos para sacar la cabeza por la ventana con las antipa- plantas, aprovechando que papá se quedó trabajando en casa.
rras de agua de Vicky, para que no nos lloren los ojos por el Con Miguel jugamos en el asiento de atrás a ver quién aguanta
viento. Papá y m a m á no dicen nada. Salvo cuando pasamos más sin respirar; cada uno le tapa el tubo del snorkel al otro
por la policía, ahí hay que sentarse derechos y estar callados. para que no haga trampa, o, si no, improvisamos un partido de
Cuando ya tenemos el Renauit 12, a Miguel se le vuela por la paleta con un bollo de papel y las. dos patas de rana. Esperamos
ventana medio pilón de figuritas de Titanes en el Ring y papá tanto que Tania se pone a ladrar, porque no aguanta m á s en-
frena en la banquina para juntarlas porque Miguel grita como cerrada en la parte de atrás de la Rural Falcon que tenemos
un enloquecido. Yo veo de repente que se nos acercan dos solda- después del Renault. Entonces aparece mamá, con pla,ntas o
dos apuntándonos con la metralleta, diciendo que estamos en macetas o algún mueble que hay que atar al techo, y seguimps
zona militar. L e hacen preguntas a papá, lo palpan de armas, le viaje. ^
revisan los documentos y después tenemos que seguir viaje sin Los amigos que invita Miguel van cambiando. Yo los miro
juntar las figuritas que quedan ahí desparramadas, incluso la con asombro, con ansiedad perversa, porque sé que cuando lle-
autografiada por Martín Karadagián. guemos van a empezar a caer en las trampas que Miguel deja
Papá busca música clásica en la radio, a veces consigue sin- siempre preparadas: el ratón muerto dentro de las botas de
tonizar bien la emisora del Sodre. Nosotros estamos a las pa- goma para el invitado, el fantasma del galpón, la farsa de los
tadas en el asiento de atrás cuando de repente papá sube el chanchos asesinos, el pozo tapado con hojas y ramas al lado de
volumen y dice "escuchen esto, escuchen esto" y hay que hacer la fiJa de palmeras que se ve desde la casa. Dentro del auto, en
una pausa silenciosa en medio de una toma de judo para es- los embotellamientos de la ruta a media mañana, yo miro a los
cuchar una parte de un aria o de un adagio. Después, cuando amigos de Miguel y paladeo por primera vez el mal. Prefiero a
llegan los pasacasetes para autos, el viaje a la quinta se hace los confiados y prepotentes, porque sé que les va a resultar más
)

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intensa la humillación de esas trampas en las que yo colaboro de digo, porque Vicky ya está viviendo en Boston. Para mí la ruta
un modo oblicuo, indefinido. Los invitados de Miguel casi nun- se empieza a enrarecer porque manejo el Taunus amarillo del
ca vuelven a venir. padre del Chino, en el que dejamos cerradas las vent?.nas, no
Cuando terminan el primer tramo de la autopista y ponen por miedo a que nos roben sino para que el humo de la mari-
el peaje, el tráfico avanza mejor. Vicky va por su cuenta, con huana no pierda densidad. Escuchamos "Wild Horses" y hay
amigas que tienen auto. Papá ya casi no viene. E n la Rural momentos casi espirituales en los que la velocidad total de la
destartalada, mientras mamá maneja, Miguel me usa el cua- ruta parece cobrar una lentitud serena en el paisaje enorme y
derno de dibujo garabateando planos y elaborando estrategias chato. D e s p u é s manejo el auto de la madre de Gabriela, que
para espiar a las amigas de Vicky cuando se cambian. Después por suerte es gasolero y no gasta demasiado en las escapadas
Miguel empieza a venir cada vez menos, y yo tengo todo el que nos hacemos cualquier día de semana para estar solos un
asiento de atrás para dormir. Mamá firena y me despierta para rato. Ya se está hablando el tema de la expropiación pero es
que le ponga agua al radiador, que pierde y recalienta el motor. apenas una advertencia, faltan todavía dos gobiernos. Gabriela
Compramos una sandía al costado de la ruta. se pone unos vestiditos que me obligan a manejar con una sola
E n la barrera del tren, donde antes había uno o dos vendedo- mano y a acariciarle los muslos con la otra, subiendo desde las
res ambulantes, ahora h^y amputados o paralíticos que piden rodillas lentamente, sin necesidad de poner los cambios porque
limosna y otros que ofirecen revistas, pelotas, biromes, herra- dejo el motor a fondo mientras Gabriela me pide al oído que no
mientas, muñecosi También en los semáforos del pueblo que me apure, que esperemos a llegar. Nunca se hizo tan largo el
atravesamos piden una moneda o venden flores y latas de ga- viaje. L a quinta está allá lejos, malcanzable.
seosa. A papá le dieron el Ford Sierra de la empresa, que tiene Más adelante, a Gabriela ie empieza a crecer la panza y via-
botones automáticos y, como a Miguel lo asaltaron hace poco, janitts para tratar de integrarnos a la vida familiar. Vamos en
mamá me hace bajar los seguros y cerrar las ventanas en los el Wolkswagen que nos presta su hermano. Ya usamos cinturón
semáforos porque le danjniedo los vendedores. Dice que se le de seguridad, ya empezamos a tener miedo de morirnos y fal-
tiran encima y que, además. Duque los puede morder. Después, tan pocos kilómetros. Los años pasan hacia atrás cada vez más
la excusa del aire acondicionado ayuda a que ya no vayamos rápido. Hay muchos m á s autos en la ruta y m á s peajes. Están
más con la ventana abierta. E l auto comienza a ser una cápsula terminando la autopista. Frenamos en una estación de servicio,
de seguridad, con un microclima propio. Afuera cada vez hay discutimos. Gabriela llora en el baño. Tengo que pedirle que
más basura, m á s pintadas políticas. Adentro, la música suena salga. D e s p u é s compramos el baby-seat para Violeta y ella va
nítida en el estéreo nuevo y mamá tol^jra con paciencia los ca- chiquitita y dormida en el asiento de atrás, también con cintu-
setes que yo pongo de Soda o de Pólice.^ rón de seguridad. Los tres atados.
E l auto es m á s rápido y todo el tiempo parece que estamos Piso el acelerador porque luiero llegar temprano para al-
por llegar. Sobre todo cuando empiezo a manejar yo, que au- morzar. Gabriela dice que no importa, que podemos parar en
mento la velocidad sin que mamá se dé cuenta porque viene el McDonald's. Discutimos. Gabriela me desprecia. Yo me pon-
tranquila en el asiento del acompañante mirándose en el es- go los anteojos negros y acelero más. Aprovecho el viaje para
pejo su último ¡ifting, que le tira la piel para atrás como si fue- escuchar demos de jingles para radio. Aprieto con las manos el
ra un efecto de la aceleración. Después, cuando muere papá, volante del Escort. Falta poco. Gabriela me pide que vaya más
mamá prefiere que maneje Miguel, que volvió como el hijo pro- despacio, después deja de venir, se va con Violeta a lo de la
tnadre los nne'--- de «jecnana. Manejo solo, escucho los concierto;;
p a r 3 piano d e Mozart en cciv.pacts qtie suenan perfectos. E l ¡no-
cor de la 4 x 4 no hace ruido. L a autopista está t¿-i.-min!ida, co\
alaijibre a los costados para que no cruce la gente. Voy por ol
carril rápido. Miro el velocímetro: ciento sesenta y cinco. Estoy
por pasar por el lugar exacto. Veo de lejos las tres palmeras y
espero a que se alineen. Se iioercan, me acerco, hasta que la irÁ-
mera palmera topa a las otias dos y digo "acá", y es cofrio si lo
grití.ra, pero lo digo despacio, lo digo en el punto exacto donde
estsba la casa antes de la eripropiación, antes de que la demo-
lieran y construyeran arriba la autopista. Siento que por una
milésima de segundo paso por adentro de los cuartos, por arri-
ba de la cama donde jugábamos con Miguel a Titanes en el
lüng, pa.so por las tumbas de Tania y Du;me entre las plantas
de m.araá, paso por un olor húmedo y metálico, por un sabor a
ciruelas verdes tiradas en el fondo de la pileta para biicearlas
m á s tarde, paso por el miedo a una culebra que salió cuando
dimos vuelta una chapa, por la noche de lluvia en que jugamos
a embocar una pelota en el .único cuadrado roto de la ventana .
para obligarnos a buscarla.con linterna entre los sapos y los '
charcos. Ahora es un malón>)ncesante de autos que pasa por en-
cima del fantasma de la casa. Son las doce en punto y el sol res-
plandece en el asfalto. Soy un hombre divorciado, un pubücista
que va al counbyáe SM hermano por primera vez y se olvidó las
instrucciones de cómo llegar y está perdido, un hombre que no
sabe dónde frenar y sigue viajando en el auto desde que salió
hoy temprano, hace mucho, acostado en la luneta de atrás. ^

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