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La Familia: Formadora de valores

humanos y cristianos

La Familia:

Formadora de Valores Humanos y Cristianos”. No es


un lema producto de la casualidad, sino que responde a
la más viva y cruda realidad del mundo en el cual
coexistimos.

Vivimos en una sociedad global donde los valores


dictan el destino de la humanidad en todos los campos,
pasando por el espiritual, social, cultural, económico y,
por supuesto, el político. Nos sumergimos en un
ambiente pleno de valores y el ámbito esencial donde
estos se asientan es la familia.

Cada día se hace más evidente que los valores hunden


sus raíces en el suelo del hogar. Pero es interesante que
reflexionemos acerca de nuestro rol como padres y
madres de familia. ¿Estamos realmente cumpliendo
con esa misión que tenemos encomendada?

Es muy fácil criticar desde afuera, pero es muy difícil


reflexionar desde dentro. Es cómodo decir que
nuestras instituciones educativas, políticas, religiosas
no funcionan, pero es incómodo evaluarnos y caer en
cuenta de lo que estamos fallando como doctores de
familia.

Por ejemplo, cuando juzgamos el gobierno del país, el


tribunal supremo de justicia, la asamblea nacional, la
fiscalía, la contraloría, etc., por actos de corrupción
administrativa, lo hacemos quizá con sobrada razón,
pero parece que ignorásemos que los miembros de esos
poderes proceden de una familia, y si ellos están
fallando es porque la familia también ha fallado
originalmente en su tarea formadora.

Pienso que no podemos caer en el craso error de


señalar la familia como el chivo expiatorio de todos los
males que aquejan a nuestra sociedad, pero tampoco
debemos soslayar la grande y grave responsabilidad
que tiene la familia en la transmisión de valores.

Las demás instituciones –escuelas, iglesias, etc.- solo


ayudan a definirlos y consolidarlos. En este sentido,
vale la pena considerar que la carga psicológica que
recibe el niño en sus primeros siete años de vida es
fundamental para la conformación de su personalidad
futura. La misma consideración es valedera para el
aspecto biológico, una adecuada alimentación es
crucial en esa primera fase de su existencia. Equivale a
concluir que si nuestros hijos no reciben los mejores
afectos y la mejor alimentación durante esta etapa,
luego no podrán asimilar con la misma eficacia lo que
podamos ofrecerle, aun cuando sea de excelente
calidad.

Recordemos que en esos primeros años es cuando se


supone que los niños permanecen más tiempo con sus
padres, lo cual significa una oportunidad de oro para
fijarles las mejores enseñanzas en lo que a valores y
hábitos se refiere.
Ahora bien, ¿estamos aprovechando al máximo esa
extraordinaria oportunidad? Si tomamos en cuenta
que para cubrir las necesidades materiales actuales, las
madres deben dedicarse en empleos formales fuera del
hogar, la consecuencia lógica es que los pequeños hijos
se quedan la mayor parte del tiempo con niñeras que,
en la mayoría de los casos, no son las más idóneas para
cumplir el rol que les encomendamos.

En la misma forma, la televisión se ha convertido en la


madre sustituta por excelencia, reemplazando los
cuentos y las canciones de cuna por las estridentes
programaciones y las consabidas cuñas publicitarias.
Es decir, estamos desperdiciando esos momentos
invaluables para tallar los más altos ideales en su
mente y en su corazón. Todo este panorama que luce
desalentador, no debe desanimarnos, sino por el
contrario, impulsarnos a luchar y defender la empresa
más maravillosa con la que puede contar un ser
humano, su familia.
. Es parte importante de esa gran inversión de la que
nos habla Cristo en la parábola del tesoro escondido
(Mt, 13,44) que cuando alguien lo descubre vende todo
lo que tiene para conservarlo.

Los padres y madres somos los vigilantes del presente


y futuro de la humanidad, esa magnifica riqueza que
son nuestros hijos. No nos dejemos arrebatar la
compleja pero fascinante misión por la que estamos
obligados a responder.

La Familia es la verdadera escuela de los valores


humanos y cristianos inspirados en la Sagrada Familia
de Nazareth, prediquemos con nuestro ejemplo y
enseñemos a nuestros hijos la honestidad, la
solidaridad, la sinceridad, el respeto, la
responsabilidad y la tolerancia, esa será la mejor
semilla que sembremos en sus corazones y la mejor
cosecha que recogerá la patria y la humanidad entera.

22/04/2010 FINAL.

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