un lema producto de la casualidad, sino que responde a la más viva y cruda realidad del mundo en el cual coexistimos.
Vivimos en una sociedad global donde los valores
dictan el destino de la humanidad en todos los campos, pasando por el espiritual, social, cultural, económico y, por supuesto, el político. Nos sumergimos en un ambiente pleno de valores y el ámbito esencial donde estos se asientan es la familia.
Cada día se hace más evidente que los valores hunden
sus raíces en el suelo del hogar. Pero es interesante que reflexionemos acerca de nuestro rol como padres y madres de familia. ¿Estamos realmente cumpliendo con esa misión que tenemos encomendada?
Es muy fácil criticar desde afuera, pero es muy difícil
reflexionar desde dentro. Es cómodo decir que nuestras instituciones educativas, políticas, religiosas no funcionan, pero es incómodo evaluarnos y caer en cuenta de lo que estamos fallando como doctores de familia.
Por ejemplo, cuando juzgamos el gobierno del país, el
tribunal supremo de justicia, la asamblea nacional, la fiscalía, la contraloría, etc., por actos de corrupción administrativa, lo hacemos quizá con sobrada razón, pero parece que ignorásemos que los miembros de esos poderes proceden de una familia, y si ellos están fallando es porque la familia también ha fallado originalmente en su tarea formadora.
Pienso que no podemos caer en el craso error de
señalar la familia como el chivo expiatorio de todos los males que aquejan a nuestra sociedad, pero tampoco debemos soslayar la grande y grave responsabilidad que tiene la familia en la transmisión de valores.
Las demás instituciones –escuelas, iglesias, etc.- solo
ayudan a definirlos y consolidarlos. En este sentido, vale la pena considerar que la carga psicológica que recibe el niño en sus primeros siete años de vida es fundamental para la conformación de su personalidad futura. La misma consideración es valedera para el aspecto biológico, una adecuada alimentación es crucial en esa primera fase de su existencia. Equivale a concluir que si nuestros hijos no reciben los mejores afectos y la mejor alimentación durante esta etapa, luego no podrán asimilar con la misma eficacia lo que podamos ofrecerle, aun cuando sea de excelente calidad.
Recordemos que en esos primeros años es cuando se
supone que los niños permanecen más tiempo con sus padres, lo cual significa una oportunidad de oro para fijarles las mejores enseñanzas en lo que a valores y hábitos se refiere. Ahora bien, ¿estamos aprovechando al máximo esa extraordinaria oportunidad? Si tomamos en cuenta que para cubrir las necesidades materiales actuales, las madres deben dedicarse en empleos formales fuera del hogar, la consecuencia lógica es que los pequeños hijos se quedan la mayor parte del tiempo con niñeras que, en la mayoría de los casos, no son las más idóneas para cumplir el rol que les encomendamos.
En la misma forma, la televisión se ha convertido en la
madre sustituta por excelencia, reemplazando los cuentos y las canciones de cuna por las estridentes programaciones y las consabidas cuñas publicitarias. Es decir, estamos desperdiciando esos momentos invaluables para tallar los más altos ideales en su mente y en su corazón. Todo este panorama que luce desalentador, no debe desanimarnos, sino por el contrario, impulsarnos a luchar y defender la empresa más maravillosa con la que puede contar un ser humano, su familia. . Es parte importante de esa gran inversión de la que nos habla Cristo en la parábola del tesoro escondido (Mt, 13,44) que cuando alguien lo descubre vende todo lo que tiene para conservarlo.
Los padres y madres somos los vigilantes del presente
y futuro de la humanidad, esa magnifica riqueza que son nuestros hijos. No nos dejemos arrebatar la compleja pero fascinante misión por la que estamos obligados a responder.
La Familia es la verdadera escuela de los valores
humanos y cristianos inspirados en la Sagrada Familia de Nazareth, prediquemos con nuestro ejemplo y enseñemos a nuestros hijos la honestidad, la solidaridad, la sinceridad, el respeto, la responsabilidad y la tolerancia, esa será la mejor semilla que sembremos en sus corazones y la mejor cosecha que recogerá la patria y la humanidad entera.