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EDUCACION Y

ESPIRITUALIDAD EN LA
FAMILIA
I – CONTEXTUALIZACION
La realidad social y cultural del postmodernismo
ha llevado a vivir una ausencia de la vida en
familia bien ordenada:
Ceguera por la fascinación de vida a las
posibilidades ofrecidas por el dinero, el
consumismo y los adelantos tecno-científicos; se
ve, anotaba el Santo Padre en Tertio Millenium
Adveniente “internamente empobrecido por el
olvido y la marginación de Dios”.
Lo anterior lleva a una triple resistencia a la familia
católica expresada de la siguiente manera:
1. Ignorancia de lo que es la familia católica, por
tanto exclusión de ella por ausencia de la
cultura cristiana con la consecuente
descristianización de la cultura impregnada por
la secularización.
2. Tensión interior manifestada por un conflicto
que se expresa en un verdadero desasosiego
por parte de los padres de familia, alumnos y
profesores entre el deseo de seguir al verdad y
el deseo de agradar el mundo.
3. Esta resistencia compromete a la voluntad.
Consiste en una negación argumentada de la
familia católica y su identidad religiosa.
II - La familia católica está
perdiendo su identidad
La contextualización anterior nos aboca a un dilema grave: la familia
católica debe formar hombres y mujeres para Dios, con excelencia
integral, para servir a los demás; constatamos que la cultura ambiente
no permite que la familia católica lo haga, y ella misma está perdiendo
su identidad. ¿Entonces si la sal se vuelve insípida, quien educa para
Dios?.

Siendo esto ya un problema, al tratar de afrontarlo y resolverlo,


descubrimos que la familia católica debe reencontrar su identidad, su
quehacer y su responsabilidad; pero, lo más importante es que con
visión totalizante descubrimos que la responsabilidad de educar es
primaria y fundamentalmente de la familia, Iglesia domestica, lugar
privilegiado de evangelización, de catequesis y de quehacer cristiano.
1. La tarea educativa es parte de la vocación primordial de los
esposos en la obra creadora de Dios.

En Familiaris Consortio el Papa Juan Pablo II nos enseñaba que los


esposos al engendrar por amor a un hijo, asumen por vocación la
obligación de ayudarlo eficazmente a vivir una vida plenamente
humana (No. 36).

El Concilio Vaticano II en Gravissimum Educationis Nº 3 afirma que


los padres han dado la vida a los hijos y tienen la gravísima
obligación de educarlos, y por tanto, HAY QUE RECONOCERLOS
como los primeros y principales educadores de sus hijos. Si esto falta
difícilmente puede suplirse y queda el gran y grave vacío.

El Papa califica de esencial este derecho-deber educativo de los


padres como también de original y primario, respecto al deber
educativo de los demás como insustituible e inalienable no pudiendo
ser totalmente delegado o usurpado por otros.

Pero por encima de lo anterior el elemento más radical de este deber,


es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa
su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida.
2. COMO DEBEN EDUCAR LOS
PADRES
Los padres cristianos tienen como fuente nueva y específica el
sacramento del matrimonio, que los consagra a la educación
propiamente cristiana de los hijos, es decir, los llama a participar de
la misma autoridad y del mismo amor de Dios Padre y de Cristo
Pastor, así como del amor materno de la Iglesia, y los enriquece en
sabiduría, consejo, fortaleza y en los otros dones del Espíritu Santo
para ayudar a los hijos en su crecimiento humano y cristiano
(Familiaris Consortio Nº. 38).

La clave de este quehacer para que sea efectivo es el testimonio de


vida cristiano, en la Iglesia Católica, de una fe vivida traslúcida en
hechos concretos de servicio a los demás, especialmente a los más
necesitados para la gloria de Dios. De aquí se desprende una
coherente vida moral en todos los aspectos de la vida, de tal manera
que se convierte en clave de educación y formación de los hijos, la
siguiente sentencia: Que los valores proclamados vayan al unísono y
en total coherencia con los valores vividos.
III- CONTENIDO DE LA
EDUCACION
1. Los hijos deben ser educados en un sentido de la verdadera justicia que lleva a
amar a Dios sobre todas las cosas y el consecuente respeto de la dignidad
personal de cada ser humano por ser hijo de Dios.

2. Debe ser el niño educado en el sentido del verdadero amor, como solicitud
sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más
pobres y necesitados. El Papa nos dice “La comunicación y la participación
vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad,
representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa,
responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad”.
(Familiaris Consortio Nº. 37).

3. De la educación para el amor como don de sí mismo se desprende al deber de


los padres de ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. El Papa
Juan Pablo II presenta la sexualidad como una riqueza de toda la persona,
cuerpo, sentimiento y espíritu, manifestando su significado íntimo al llevar la
persona hacia el don de sí misma en el amor. La educación sexual, derecho y
deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección
solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados
por ellos.
4. Educar para vivir la Iglesia doméstica como sacramento de la
Iglesia Universal.

Deben los padres procurar mostrar a los hijos a cuán profundos


significados conducen la fe y la caridad de Jesucristo, con la
conciencia que el Señor confía a ellos el crecimiento de un hijo de
Dios, de un hermano de Cristo, de un templo del Espíritu Santo, de
un miembro de la Iglesia, al servicio de los demás. (Familiaris
Consortio Nº. 39).

La misión educativa de la familia cristiana se constituye así como un


verdadero ministerio, por medio del cual transmite e irradia el
Evangelio, hasta el punto de que lamisca vida de familia se hace
itinerario de fe, invocación cristiana y escuela de los seguidores de
Cristo. El papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi dice: “En la
familia, todos los miembros evangelizan y son evangelizadores”.
Son pues los padres los primeros mensajeros del Evangelio ante los
hijos.
Los padres de familia deben asegurarse de elegir una
escuela conforme con su fe religiosa. La familia debe
vigilar que no enseñen a sus hijos en forma destructiva
ideologías contrarias a la fe cristiana.

Los padres de familia deben percatarse que la escuela


católica fortalezca el conocimiento y la conciencia de su
identidad. De otro lado, igualmente se debe vigilar el que
la escuela católica abra siempre y más los espíritus y las
personas de los estudiantes a la realidad de la
fraternidad de todos los hombres. La escuela católica
educará en la verdad de la dimensión internacional,
despertando la conciencia de solidaridad humana de la
diversidad de las culturas y de las religiones. La escuela
católica debe dar cuenta de la esperanza que está en
ella (1 Pe. 3, 15).
IV- COMO EDUCA UN BUEN
PADRE DE FAMILIA
Tal como las virtudes de las madres son exaltadas universalmente y es difícil
encontrar una sola virtud que no sea adjudicada a la mujer, el sentido de la
paternidad se está perdiendo. Se ha desdibujado el rol del hombre en la
sociedad y en la familia. Pareciera que hoy todo vale, desde el padre
reproductor proveedor que rechaza cualquier responsabilidad moral frente a
sus hijos y su familia, pasando por el que cínicamente se siente libre de toda
obligación si no hay compromisos jurídicos vigentes, hasta el padre de familia
prudente y diligente del que habla el Derecho Romano.

En algunas ocasiones, el debilitamiento del concepto de la paternidad ha


llevado a pensar, que la irresponsabilidad frente a los compromisos y
obligaciones de la paternidad es lo normal. Se ha llegado a tal nivel de
aberración moral, que se está tomando como natural, conductas que hace
poco eran rechazadas aun en las culturas más liberales, como la venta de
semen humano a bancos de esta especialidad. Degradándose el hombre por
debajo de la categoría de insecto. De aquí la importancia de determinar las
dimensiones de una paternidad antropológicamente recta.
Conviene aclarar, que no se pretende una superioridad del
hombre sobre la mujer. Se trata de destacar lo natural en
una complementariedad sublime entre iguales que se
pertenecen, y que necesariamente deben formar unidad en
una alianza eterna de amor, que pende del respeto mutuo
entre pares. La idea es escrutar de la naturaleza humana
los valores vertebradores de la familia, como fuente ética
de fiar, liberando a la sociedad del relativismo de esas
construcciones culturales que algunos toman como norma.
Tampoco se dice que las madres solteras, abandonadas,
viudas o superadas no podrán educar bien a sus hijos, lo
que se afirma es que les va a quedar más difícil.
1. El buen padre de familia es la complementariedad en la familia de la
visión del mundo. Es la actitud reflexiva en el hogar por excelencia.
Es el que por su carácter amoroso y espíritu paternal, sus hijos
varones serán más hombres y las niñas más mujeres.

2. El buen padre de familia es el que confirma con hechos y ejemplos,


los consejos y observaciones de la madre a los hijos.

3. El buen padre de familia, además de esposo es el compañero,


confidente y amigo de su mujer. Es quien la cuida, comprende,
aconseja, oye, respalda, ayuda en los problemas y necesidades.

4. El buen padre de familia, es aquel que da apoyo emocional y físico


a su mujer, y quien, por regla general, da el soporte económico
principal a la familia.
5. El buen padre de familia, es el que entiende que su mayor contribución a la
humanidad son sus hijos, conscientes de que el triunfo del mal depende del
silencio de la gente de bien. Es aquel que forma unos hijos capaces de
soñar con construir un mundo mejor.

6. Un buen padre de familia, es el que sabe dar ejemplo de carácter al aceptar


con humildad su error cuando ella le llama la atención.

7. El buen padre de familia es quien estimula el diálogo preventivo y oportuno


en el hogar, consciente de que cuatro ojos ven más que dos, sobre todo
cuando se trata de personas diferentes, en formación, experiencias y
carácter.

8. El buen padre de familia, entiende que la idea es que él sea suplemento


oportuno y eficiente en los quehaceres ordinarios de la casa, haya o no
haya hijos.
9. El buen padre de familia, es el hombre bueno, prudente, diligente, alegre y fiel al
que acuden necesariamente en la familia.

10. El buen padre de familia es aquel que con su vida, transparente – refleja – la
mano de Dios. Es aquel por quien los hijos podrán llegar a entender – claro, a su
nivel – las dimensiones de la paternidad de Dios. Por él podrán llegar a visualizar
el alcance y lo que significa que los hombres tenemos un Dios que es a la vez
Padre nuestro. Es aquel que sabe que de la imagen que tengan sus hijos de él
como padre recto y bueno, podrán comprender, deducir y visualizar la imagen de
ese Padre Celestial, amoroso y misericordioso. Es aquel en el que los hijos ven el
significado de la redención de Cristo, al ver su lucha por la verdad, por la verdad,
por crecer, por superar el dolor, por levantarse de los fracasos permanentes y
dificultades del día a día. Es aquel por quien los hijos llegan a asimilar el sentido
de ser cocreadores del universo con nuestro Padre Eterno. Ese por quien – en
comunidad con su mujer – los hijos podrán entender ese amor que es la vida
misma, entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Es aquel por quien, por su amor
a la vida y a la familia, sus hijos entenderán que la alianza entre Dios y los
hombres adquiere su plenitud en el hogar, al ser sus padres partícipes de su amor,
como cocreadores con Él.

La familia debe discernir cómo educar cristianamente a sus hijos en la perspectiva


clara de que a esa formación, nada humano le debe faltar pero a la vez muy
conscientes que nada solamente humano nos es suficiente.
V- ESPIRITUALIDAD DE LA
FAMILIA CATÓLICA
1. El Espíritu Santo principio de vida familiar.
2. Matrimonio y santidad de vida.
3. La alianza matrimonial necesidad de un vínculo
estable.
4. Los derechos de los hijos.
5. La familia comunidad de vida y amor.
6. La familia se evangeliza evangelizando.
7. La vida sacramental.
8. La oración.
9. La caridad cristiana

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