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La protección divina - Salmo 34

Saciado en Dios

La intención de David cuando se refugia en una cueva, sin embargo, no es precisamente la


búsqueda de nuevas aventuras. Habiendo salido corriendo del palacio del rey Saúl por las
repetidas intentonas de asesinarle, David ha perdido su empleo, su sueldo, su matrimonio, y
hasta la casa familiar de sus padres. Huye a una ciudad de los filisteos, pero los enemigos se
dan cuenta de que tienen presente entre ellos al guerrero estrella del ejército de Israel. David
se escapa por los pelos, fingiendo locura, y luego prosigue la búsqueda de un lugar seguro. En
eso llega a la cueva de Adulam (1 S 22:1-2).

La situación se pinta fea. Una cueva no ofrece ningún tipo de amenidades. Sin muebles y sin
luz, una cueva adolece de todo lo que pudiera hacer agradable la vida. Vivir en una cueva
representa el colmo de la falta de todo. No hay comida, no hay dinero, no hay familia, no hay
esperanzas de futuro. Cuando llegan cuatrocientos hombres a la boca de la gruta para unirse a
David -los afligidos, endeudados, y amargados de Israel- le nombran jefe. Se identifican con su
huida de los agentes del régimen de Saúl.

David tiene que decirles algo para animarles a seguir leales al Señor. A pesar de las
contradicciones inherentes a la situación -haber sido ungido rey pero obligado a huir del
palacio- David sabe que el Señor se ha comprometido con él. Por eso le llama por su nombre
personal, Jehová. "Yo soy el que soy" significa "yo te he llamado y también te ayudaré hasta el
fin". Siendo así el caso, David sabe que el Señor suplirá todo lo que necesite por el camino. De
momento no tienen para comer ni para el día siguiente, pero si le dan a Dios el primer lugar en
sus vidas, la ayuda llegará. Si se mantienen en el temor de Dios, él será su sustento. Dará su
dirección. Tratará con los enemigos. Los librará de todos sus temores, de todas sus angustias.
"Muchas son las aflicciones del justo" dice David (lo está aprendiendo en carne propia), pero
"de todas ellas le librará Jehová".

David elabora el Salmo 34 para animar a sus cuatrocientos hombres a confiar en Dios en un
momento de gran necesidad. El ha descubierto que el Señor ayudará. Siente alivio por la
liberación de las garras del rey filisteo, y se ve reconfortado por la llegada de tantos
compañeros de huida. Ese alivio personal se convierte en ánimo para los demás. Si él ha
experimentado que Dios suple para todas sus necesidades, también lo hará para los
cuatrocientos a su lado. También para ti y para mí.

La alabanza de uno será alegría para los demás

(Sal 34:1-3) "Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.
En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová
conmigo, y exaltemos a una su nombre."

La indicación al principio del salmo lo enlaza con la liberación de David del apuro en el palacio
del rey filisteo Aquis (o "Abimelec", su título oficial). Se salva de una muerte segura a manos de
los enemigos, y se refugia en la cueva de Adulam. El gran alivio que siente da lugar a la
composición del salmo: "Bendeciré a Jehová en todo tiempo". ¡Qué liberación! ¡Qué provisión!
¡Qué salvación! Habrá que repetirlo, cantarlo, gritarlo en voz alta una y otra vez. Habrá que
recordarlo siempre. Experimentar la salvación de Dios llena nuestra boca de palabras de
alabanza. Puede ser la liberación puntual de un gran peligro (un accidente, una enfermedad,
un desastre natural) o puede ser la conciencia de haber sido librado de la condenación eterna
por medio de la fe en Jesucristo. Lo cierto es que si Dios ha actuado así en un momento dado,
lo hará más veces: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Ro 8:32). La persona que ha
visto de cerca un peligro de muerte y se ha visto rescatado de ello, lo tiene que decir: "De ti
será mi alabanza en la gran congregación" (Sal 22:25).

David se da cuenta de que su alegría en Dios contagiará a otros: "Lo oirán los mansos y se
alegrarán". Está pensando en los cuatrocientos hombres que se han presentado a la boca de la
cueva para unirse a su causa. Son los mansos: los que se han visto privados de tierras, trabajos,
recursos, y familia bajo el reinado de Saúl. Son los afligidos, los endeudados, los amargados.
Son personas que sienten su necesidad de Dios, los "pobres en espíritu" de que habla Jesús
(Mt 5:3). Sentirnos así de necesitados es el comienzo de la bendición, porque la necesidad nos
lleva a clamar al Señor, y él "librará al menesteroso que clamare, y al afligido que no tuviere
quien le socorra" (Sal 72:12).

Cuando de un cristiano se desprende un espíritu de alabanza, esto anima a otros a confiar en


el Señor. De la misma manera, cuando un creyente se desespera, lo da todo por perdido, o se
entrega a la queja y la crítica, el negativismo arrastra a otros hacia la incredulidad. Los
creyentes influimos poderosamente los unos en los otros. Por eso la reunión habitual de un
grupo de cristianos -la iglesia local- es para que compartamos palabras de ánimo, de
enseñanza y de exhortación, todo con el fin de recordar la grandeza de la persona y la obra de
Jesucristo: "La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y
exhortándoos unos a otros en toda sabiduría" (Col 3:16).

Pero ¿es posible bendecir al Señor en todo tiempo? ¿No invaden a veces sentimientos de
tristeza, de amargura, de confusión, o de duda? Ciertamente es así, pero el recuerdo de las
ocasiones en que Dios ha intervenido de una manera contundente para rescatarnos, ayuda a
superar las crisis emocionales. Jesús dice a sus discípulos "Regocijaos de que vuestros nombres
están escritos en los cielos" (Lc 10:20), y el apóstol Pablo dice algo parecido en sus cartas: "Dad
gracias en todo", "Regocijaos en el Señor siempre" (1 Ts 5:18) (Fil 4:4). El propósito de David
puede ser la experiencia del cristiano, si recuerda las liberaciones que ha experimentado
personalmente o medita en las grandes liberaciones que Dios ha realizado en el pasado con su
pueblo. La salvación de Israel puede consolar el corazón del cristiano, porque confirma que
Dios es Jehová: el que promete y el que cumple para los suyos.

David compone el salmo porque quiere transmitir su confianza en Dios a los que se han
juntado con él. Quiere traducir la situación de intensa necesidad de todo en un ejercicio de
renovada lealtad al Señor. Su intención es que toda la congregación espontáneamente reunida
practique lo que se lee en otro salmo: "Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de
Egipto" (es decir, recordar sus liberaciones, tanto a nivel personal como colectivo), y luego
"abre tu boca, y yo la llenaré", es decir, que la experiencia de hambre se convierta en súplica al
Señor, y entonces verán que Dios proveerá para sus necesidades (Sal 81:10).
La alabanza de David fomentaría la confianza en Dios entre los cuatrocientos, y puede hacer lo
mismo para nosotros.

La liberación del peligro recuerda que el Señor suple para los suyos

(Sal 34:4-10) "Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron
a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó
Jehová, y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le
temen, y los defiende. Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él.
Temed a Jehová, vosotros sus santos, pues nada falta a los que le temen. Los leoncillos
necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien."

¿Por qué Dios permite que sus hijos sufran necesidades? La necesidad aviva el temor a que
aquella cosa que falta nunca será suplida (salud, trabajo, amor, dirección, alegría). La carencia
insinúa al corazón que podría ocurrir lo peor: la muerte. Por eso David describe su liberación
del peligro de muerte como una salvación del miedo mismo: "Busqué a Jehová y él me oyó, y
me libró de todos mis temores".

Jesús afirma que el Padre sabe todo lo que necesitan sus hijos, incluso antes de que ellos le
pidan (Mt 6:8). Luego promete que el Padre proveerá todo lo que haga falta a los que buscan
primeramente su reino y su justicia, que dará buenas cosas a sus hijos que le pidan (Mt 6:33)
(Mt 7:11). De la misma manera, el apóstol Pablo recuerda que Dios suplirá todo lo que falta
conforme a sus riquezas en gloria (Fil 4:19).

David describe su petición de ayuda con varias palabras: buscar al Señor (Sal 34:4,10), mirar al
Señor (Sal 34:5), clamar al Señor (Sal 34:6), temer al Señor (Sal 34:7,9). Estos verbos resumen
la intensidad de un alma que se ha convencido de que su única fuente de ayuda en la situación
es Dios. Abarca una serie de cosas: 1) una petición polifacética5 y sostenida; 2) una
investigación seria en la Palabra de Dios, buscando luz sobre el asunto en cuestión; 3) un
esfuerzo por alinear tu voluntad con la voluntad de Dios ("no sea como yo quiero, sino como
tú", Mt 26:39); 4) una aceptación de una solución divina o de gracia para sobrellevar la
situación (2 Co 12:9). A veces la práctica de todas esta cosas requiere un tiempo de búsqueda
del Señor: como diez días; caso de Jeremías o de los 120 discípulos hasta el día de Pentecostés:
(Jer 42:7) (Hch 2:1), tres semanas (Dn 10:2), o más tiempo, incluso años (Lc 18:7-8).

Llama la atención el verbo "mirar": "Los que miraron a él fueron alumbrados". El hecho de
mirar sin hacer nada, sin aportar ningún esfuerzo propio, resume bien la esencia de la fe. Es la
proyección del alma -en total dependencia- hacia la obra y el esfuerzo de otro. Abraham se
queda dormido y mirando en sueños mientras la antorcha de fuego pasa en medio de los
animales troceados (Gn 15:17). Los israelitas picados por víboras miran con fe a la serpiente de
bronce levantada en alto (Nm 21:9). Dios invita a todo el mundo a mirarle a él, confiando
exclusivamente en la obra de salvación que él realiza: "Mirad a mí y sed salvos, todos los
términos de la tierra" (Is

Esta porción termina con la certeza de que "nada falta a los que le temen". Dios suplirá. Dios
proveerá. Pero ¿cómo lo hace? ¿Manda un sueldo a casa mientras quedamos quietos orando?
Lo normal es que el ser humano también ponga de su parte: buscando, trabajando, haciendo.
La referencia a los leoncillos trae a mente otro salmo: "Los leoncillos rugen tras la presa, y para
buscar de Dios su comida... Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde" (Sal
104:21,23). Dios provee comida a los leoncillos, pero ellos tienen que salir a buscarlo. También
provee comida para el hombre, pero éste tiene que labrar la tierra. La idea es que la provisión
del Señor incluye el uso de medios. Dios provee maná para el pueblo de Israel, pero ellos
tienen que salir a buscarlo cada mañana. La providencia de Dios y el esfuerzo del hombre están
en perfecta armonía.

Esto significa que cuando David afirma que nada falta a los que temen al Señor, está diciendo
que el Señor indicará la parte que le corresponde al hombre, como también la parte en que
sólo tiene que esperar sin hacer nada. Es una combinación exquisita, y muy fácil de confundir
si no estamos conectados con Dios. Se puede trabajar mucho sin depender de Dios, y se puede
orar mucho sin asumir nuestra responsabilidad. Como dice (Pr 21:31): "El caballo se alista para
el día de la batalla, pero Jehová es el que da la victoria". Hace falta un esfuerzo (preparar el
caballo y luchar), y también hace falta confianza en Dios (sólo él puede dar un desenlace
propicio).

Para David, esta certeza se traduce en una política de seguir atacando a los filisteos, como
había hecho cuando estaba al servicio de Saúl (y luego a los amalecitas y otras tribus del
desierto), por ser los enemigos del pueblo de Dios. El botín serviría para alimentar a los
hombres de David. También se ofrecería para proteger a los pueblos de Israel, como cuando
defiende a los de Keila de los saqueadores filisteos (1 S 23:1-2). Lo normal era que los
protegidos aportaran para el sustento del ejército privado de David que les protegía; por ello
era tan degradante el desaire de Nabal (1 S 25:5-12).

Cuando el Señor promete suplir tu necesidad, también te enseñará la parte tuya. Dios obra
soberanamente, pero también se sirve de tu esfuerzo. Es alistar el caballo y esperar en él
(mientras peleas), sabiendo al mismo tiempo que sólo él dará la victoria. Orar como si todo
dependiera de Dios, y trabajar como si todo dependiera de ti.

Dios suplirá con creces si le pones en el primer lugar

(Sal 34:11-22) "Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré. ¿Quién es el hombre que
desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de
hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. Los ojos de Jehová están
sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen
mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de
todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos
de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová. El guarda
todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. Matará al malo la maldad, y los que
aborrecen al justo serán condenados. Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán
condenados cuantos en él confían."

David dice "Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré". Está pensando en los
cuatrocientos. La preparación más importante para un futuro incierto es que el corazón de
cada uno esté en condiciones, nutrido plenamente por el temor del Señor. Esto es algo que se
puede enseñar, se puede aprender. Es una disposición de corazón que alguien en sintonía con
Dios (como David en este momento) transmite con su ejemplo y con sus palabras. Tiene
ejemplo porque ha pasado un mal momento, ha confiado en Dios, y por ello puede servir de
estímulo a los demás. Como dice Pablo: "él nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para
que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación" (2 Co 1:4).

Cuando David pregunta "¿Quién es el hombre que desea vida?", quiere decir "¿Quién quiere
sobrevivir esta experiencia de la cueva, ser renovado de corazón ahora, y después gozar de
mejores circunstancias cuando el Señor así disponga?".

Frente a la necesidad, hay que buscar a Dios intensamente y presentarle todas las carencias
habidas y por haber. Pero también hace falta comprometerse a hacer su voluntad, a seguir sus
directrices, a tomar decisiones que le agradan en los asuntos eminentemente prácticos de la
vida diaria: "apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela". David dice a sus hombres
que no van a robar las gallinas de los vecinos israelitas. En momentos de necesidad es
demasiado fácil decir "bua, qué más da" y salirnos por la tangente. Seguir un camino que no
está bien, y lo sabemos perfectamente. Pecar porque estamos abrumados por la necesidad
urgente del momento.

Un aspecto de hacer el bien, una pieza del puzzle, es tener paciencia hasta que Dios trate
definitivamente con los malos. En el caso de David, era el rey Saúl y sus consejeros. David
anima a sus hombres respecto a este rey que se ha tornado malvado: "La ira de Jehová contra
los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos" y "Matará al malo la maldad".
Los hombres de David no van a buscar la venganza, no van a hacerle la guerra al rey que una
vez fue el ungido del Señor. Van a dejarle en manos de su Señor, que tratará con él en el
momento y de la manera más conveniente: "Al tiempo que señalaré, yo juzgaré rectamente"
(Sal 75:2).

Si el odio de los malos y el hambre (o cualquier necesidad intensa) nos quebrantan y nos
humillan, podemos estar seguros de que el Señor responderá pronto: "cercano está Jehová a
los quebrantados de corazón". Las experiencias de necesidad-súplica-provisión nos forman
para bien, porque acentúan nuestra dependencia y acaban forjando nuestra más
inquebrantable confianza en el Señor.

"Muchas son las aflicciones del justo" dice el salmista. El ciclo de necesidad-súplica-provisión
se repetirá muchas veces a lo largo de la vida del creyente. Lo necesitamos para que el
carácter de Jesucristo se forme en nosotros. El apóstol dice lo mismo: "Es necesario que a
través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (Hch 14:22). Pablo, como David
en el salmo, puede animar a otros en base a su propia experiencia, después de ser apedreado
en Listra y levantado por intervención divina.

La promesa final es que "ningún hueso será quebrantado". Significa que ningún daño
irreparable y permanente nos sobrevendrá. El cordero de la pascua lo anticipa en que no se
podía romper hueso del animal (Ex 12:46), y el Señor Jesucristo lo manifiesta cuando los
soldados deciden no romperle las piernas en la cruz (Jn 19:33,36). El mensaje del salmo es que
habrá épocas de necesidad, pero el Señor siempre proveerá para los suyos si le buscan con
intensidad y perseveran en sus caminos sin desviarse a la derecha ni a la izquierda.
Dios suplirá con creces si le buscas confiando
Salmo 34 - Dios Cuida de los Suyos. Salmos explicados por Charles Spurgeon

SALMO 34

Título: «Salmo de David, cuando mudó su semblante (conducta) delante de Abimelec, y él lo


echó, y se fue». De este suceso que no refleja crédito alguno en la memoria de David se nos da
un relato en 1º Samuel 21.

Aunque la gratitud del Salmista le hizo registrar por escrito la bondad del Señor al concederle
una liberación inmerecida, sin embargo, él no elabora ninguno de los incidentes de su escape
en el relato, sino que insiste sólo en el gran hecho de ser escuchado en la hora de peligro.

Podemos aprender de este ejemplo a no exhibir nuestros pecados delante de los demás, como
algunos vanidosos acostumbran, que exhiben sus pecados como si fueran veteranos de
campaña cargados de cruces y medallas. David se finge loco con gran habilidad, pero no estaba
tan loco como para cantar las hazañas de su propia locura.

Versículo 1. Bendeciré a Jehová en todo tiempo.

El que alaba a Dios por sus misericordias nunca carecerá de misericordia que alabar. El
bendecir al Señor es siempre oportuno; no hay sazones más apropiadas que otras. C. H. S.

El mártir Bradford, hablando a la reina Mary, en cuyo poder se hallaba, y por consiguiente bajo
su cruel clemencia, le dijo: «Si la reina se complace en soltarme, se lo agradeceré; si me
encarcela, se lo agradeceré; si me quema, se lo agradeceré», etc. Esto dijo un alma creyente:
«Hágame Dios lo que me haga, estaré agradecido.» Samuel Clarke

Versículo 2. En Jehová se gloriará mi alma.

El jactarse es una tendencia muy natural, y si nos hemos de jactar como en este caso, cuanto ti
mejor. La exultación de este versículo es más que mera jactancia de la lengua; el alma va
incluida, el gloriarse es algo que se siente antes de ser expresado. ¡Qué alcance tiene este
gloriarse santo en Jehová! C. H. S.

Versículo 4. Busqué a Jehová, y Él me escuchó.

Dios espera oírnos a nosotros antes que nosotros le oigamos a El. Si tú retienes la oración, no
es de extrañar que la misericordia prometida sea retenida.

La meditación es como el estudio que hace el abogado del caso, a fin de defenderlo ante el
tribunal; cuando tú has visto la promesa y tu corazón ha sido afectado por las riquezas de la
misma, entonces lánzate al trono de la gracia y preséntala delante del Señor. William Gurnall

Versículo 5. Los que miran hacia Él.

Cuanto más pensamos en nuestro Señor y menos en nosotros, tanto mejor. El mirarle a El,
sentado a la diestra del trono de Dios, va a ayudarnos a mantener firmes nuestras cabezas y
nuestros corazones cuando atravesamos las aguas turbias de la aflicción.

He pensado con frecuencia en esto al cruzar las aguas en el antiguo lugar de Langholm. Hallo
que cuando miro al agua siento vértigo, y por tanto fijo los ojos en un objeto distante, al otro
lado, y me siento tranquilo. David Smith

Versículo 6. Este pobre clamó.

Su oración era un grito, por la brevedad y la amargura, por la sinceridad y la sencillez, por la
naturalidad y la pena; era el grito de un pobre, pero no menos poderoso para el cielo, porque
el Señor le escuchó, y el ser escuchado por Dios es ser librado; y por ello se añade: El le libró de
todas sus angustias.

Al instante David se vio libre de todos sus males. El Señor barrió su aflicción como los hombres
destruyen un nido de avispas o el viento disipa la niebla. La oración puede aclarar nuestras
tribulaciones tan fácilmente como el Señor limpió de ranas y moscas a Egipto cuando Moisés
se lo pidió. C. H. S.
Una flecha tirada con plena energía se dirige rápidamente a su blanco; por tanto, las oraciones
de los santos son expresadas clamando sobre las Escrituras. Samuel Rutherford

Versículo 7. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.

No voy a hacer las preguntas que se han hecho en el pasado sobre silos ángeles pueden hacer
esto o aquello; tampoco me ocuparé de cuál es su sustancia, su virtud u operación.

Pero de esto el hombre piadoso puede estar seguro: que siempre que está en necesidad, a
pesar de puertas, cerrojos y barrotes, puede disponer de uno en un instante con sólo indicarlo.
Zachary Bogan

Versículo 8. Gustad, y ved cuán bueno es Jehová.

Nuestros sentidos ayudan a nuestro entendimiento; no podemos, mediante nuestro


entendimiento racional, percibir la dulzura de la miel; pruébala, y saboréala; esto basta.
Richard Alleine en Cielo abierto.

No basta con que la veas de lejos, si no la tienes, como le ocurrió al rico de la parábola; o
tenerla y no probarla, como el león de Sansón, que era un depósito de la misma, pero no
probaba su dulzura; sino que además de verla debes probarla. Thomas Payfere

No quieras tragarte 1Q5 buenos dones de Dios sin gustar el sabor de los mismos; ni los olvides
maliciosamente, sino usa tu paladar y considera su sabor. D. H. Mollerus

Versículo 10. Los potentados se empobrecen, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová
no tendrán falta de ningún bien.
No faltará plata en el saco de Benjamín si José la echa allí. La gracia no es como un huésped
pobre, que no paga su estancia. Cuando se adora al mejor de los seres, se gozan las mejores
bendiciones. William Secker

La carencia santificada es un medio notable de llevar al arrepentimiento, de obrar en nosotros


un cambio de vida; estimula a la oración; nos desteta del amor del mundo; nos mantiene
preparados siempre para el combate espiritual; revela si somos verdaderos creyentes o
hipócritas; impide mayores males de pecado y castigo futuros; nos hace humildes, conformes
para con Cristo, nuestra Cabeza; aumenta nuestra fe, nuestro gozo y agradecimiento, nuestra
sabiduría espiritual, y al mismo tiempo nuestra paciencia, como ya he mostrado en otro
tratado. Richard Young en El abogado de los pobres

Recuerdo que cuando pasé por el campo conocí a una pobre viuda cuyo marido había caído en
Bothwell; los soldados saquearon su casa, diciéndole que se llevarían todo lo que tenía. «No
dejaremos nada» -le dijeron-, «ni sobre ti, ni alrededor». «No me importa» -les contestó-, «no
lo necesito en tanto que tenga a Dios en los cielos». Esta fue la respuesta de un creyente.
Sermón de Alejandro Peden

Da una mirada al cielo y a la tierra y las cosas que hay en ellos, y todo lo que tenga base sólida
para creer que es bueno pídelo con confianza a Cristo; su amor no te lo negará. Si fuera bueno
para ti que no hubiera pecado, demonio, aflicción o destrucción, el amor de Cristo al instante
los aboliría.

Es más, si la posesión de todos los reinos del mundo fuera buena en absoluto para ser un
santo, el amor de Cristo al instante le coronaría como monarca de los mismos. David Clarkson

Versículo 11. Venid, hijos.

Cuando Dios hubo creado los cielos y la tierra, lo primero que hizo fue adornar el mundo con
luz y separarlo de las tinieblas. Feliz el niño para quien la luz del conocimiento salvador
empieza a alumbrar pronto.

Dios, en la ley, requiere el primogénito y las primicias, y lo mismo aun hoy quiere que le
ofrezcamos nuestros primeros días. Nathanael Hardy
David, en esta parte del Salmo emprende la educación de los niños; aunque era un hombre de
guerra y ungido rey, no pensaba que esto estuviera por debajo de su dignidad; aunque tenía la
mente llena de cuidados y asuntos en sus manos, podía hallar tiempo y corazón para dar
buenos consejos a los jóvenes, usando su propia experiencia. Matthew Henry

Observemos: 1º) Lo que Él espera de ellos: oídme, dejad vuestros juegos, y escuchad lo que
tengo que deciros; no sólo prestadme atención, sino observadme y obedecedme.

2º) Lo que intenta enseñarles: el temor de Jehová, incluidos todos los deberes de la religión.

David era un músico famoso, un hombre de estado, un soldado, pero no dice a sus hijos: «Os
enseñaré a tocar el arpa, o a manejar la espada o la lanza, o a disparar el arco», o bien: «Os
enseñaré las máximas de la política del Estado»; sino que dice: «Os instruiré en el temor de
Jehová», que es mejor que todas las artes y ciencias, mejor que todos los holocaustos y
sacrificios. Es esto lo que tendríamos que ser solícitos en aprender nosotros y enseñar a
nuestros hijos. Matthew Henry

El Maestro de las Sentencias insiste, a partir de este versículo, en las cuatro clases de temor:
mundano, servil, inicial y filial. Mundano, cuando tememos incurrir en pecado, simplemente
para que no perdamos algunas de las ventajas sociales e incurramos en algún inconveniente en
el mundo.

Servil, cuando tememos pecar, simplemente por temor del infierno, que es su castigo. Inicial,
cuando tememos cometer pecado, para no perder la felicidad del cielo. Filial, cuando tememos
sólo y exclusivamente, porque no queremos ofender a Dios, a quien amamos de todo corazón.

«El temor humano está lleno de amargura; el temor divino, lleno de dulzura; el uno lleva a la
esclavitud, el otro lleva a la libertad; el uno teme la prisión de la Gehena, el otro abre el reino
de los cielos», dice Casiodoro. J. M. Neale

Versículo 14. Haz el bien.

La bondad negativa no es suficiente para hacernos aptos para el cielo. Hay algunos en el
mundo cuya religión está fundada sólo sobre negaciones; no son borrachos, no juran, y, por
ello, se consideran bienaventurados.
Ve cómo el fariseo se extasía (Lucas 18:11): «Dios, te doy gracias que no soy como los demás
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, etc.» ¡Ay!, el no ser causa de escándalo no hará de un
hombre un cristiano, como un dígito no forma una suma.

Se nos manda, no que cesemos de obrar mal, sino que obremos bien. Será una alegación muy
pobre al final el decir: «Señor, me abstuve de mancharme en pecados graves: no hurté.» Pero,
¿qué bien hay en ti?

No basta que el siervo de la viña no haga daño en ella, que no destruya árboles ni setos; si no
trabaja en la viña, pierde su jornada.

No basta que digamos el último día: «No he hecho daño a nadie; he vivido sin cometer
pecados graves»; pero, ¿qué has hecho en la viña? ¿Dónde está la gracia que has recibido? Si
no puedes mostrar esto, has perdido tu paga y quedado corto de tu salvación. Thomas Watson

Busca la paz. La ira es un crimen tanto para uno mismo, como para el que es objeto de ella.

Y síguela. Búscala; persíguela con anhelo. Es posible que la pierdas pronto -no hay nada tan
difícil de retener-, pero haz lo que puedas, y si la enemistad aparece, que no sea por tu culpa.

Vete tras la paz cuando ésta se escabulle; haz la decisión de no tener un espíritu contencioso.
La paz que así procuras te será devuelta en tu propio seno, y será una fuente de consuelo
perenne para ti. C. H. S.

Las cosas más deseables no son las más fáciles de obtener. Lo más hermoso para la
imaginación es la tranquilidad y la paz. Pero esta gran bendición no se presenta por su cuenta
de modo voluntario; hemos de buscarla.

Incluso cuando la buscamos, con frecuencia nos esquiva; huye, y tenemos que perseguiría.
Condensado del sermón del DR. Waterland en J. R. Pitman's Course (Sermones sobre los
Salmos)
Vers. 18. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón. Cercano en amistad para aceptar
y consolar. Los corazones quebrantados creen que Dios está muy lejos, cuando en realidad
está muy cerca; sus ojos están nublados y no pueden ver a su mejor amigo. C. H. S.

Considera las ventajas de este corazón quebrantado. Un corazón quebrantado es aceptable y


agradable a Dios (Salmo 51:17). Compensa muchos defectos en tu servicio y deberes (Salmo
51:17). Hace al alma un receptáculo apto para que Dios resida en ella (Isaías 57:15).

Nos acerca a Dios (Salmo 34:18). Te prepara para la dulce curación de Cristo (Ezequiel 34:16).
Si, te pone en el camino recto para el cielo, donde todas tus heridas y golpes serán curados
(Apocalipsis 22:2). John Spalding en Sintaris Sacra, o colección de sermones

Tenemos tendencia a pasar por alto a los hombres en proporción a lo humilde de su posición
con respecto a nosotros. Dios los considera más en esta misma relación. Los vasos de honor
son hechos de un barro que es desmenuzado antes en partículas más pequeñas. George Horne

¡Oh, pobre pecador!, tú tienes una carga insoportable de pecado y culpa dentro de tu alma,
que te está oprimiendo hasta el infierno, y, con todo, no la sientes; tienes la ira de Dios
colgando sobre tu cabeza por el hilo de una vida corta, y es posible que se te caiga encima
antes de un año, quizá un mes, pero que no ves ahora; si la vieras, entonces gritarías como se
oyó en el campo de Bosworth: «¡Un caballo!, ¡un caballo!, ¡un reino por un caballo'» Y tú
exclamarías: «¡Nadie sino Cristo! ¡Nadie sino Cristo! ¡Diez mil mundos por Cristo!» James
Nalton

Contritos de espíritu -«dakkeey ruach»-. En ambas palabras va implicada la idea de un martillo;


el romper a pedazos el mineral, y luego el batir el metal que ha sido separado del mineral. Esto
recordará al lector Jeremías 23:29: «¿No es mi palabra como fuego dice Jehová y como
martillo que rompe la roca en pedazos?» Adam Clarke

Versículo 19. Le librará el Señor de todas ellas.

El abogado puede librar a su cliente en un pleito; el médico puede librar al paciente de una
enfermedad, el amo puede librar a su siervo de la servidumbre, pero el Señor nos libra de
todas las aflicciones. Como cuando Moisés fue a liberar a los israelitas no quería dejar
absolutamente nada detrás, lo mismo cuando el Señor viene para liberar a los justos no deja
ninguna tribulación detrás.
El que dice: «Quité de en medio todas tus iniquidades», también dirá: «He quitado de en
medio todas tus enfermedades y aflicciones.» Henry Smith.

Versículo 20. El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado.

La eternidad va a curar todas sus heridas. Ni un hueso del cuerpo místico de Cristo será
quebrantado, incluso su marco corporal fue conservado intacto. El amor divino vela sobre cada
creyente como veló sobre Jesús; ninguna herida fatal ocurrirá.

Ni seremos detenidos ni hechos inútiles en el reino, sino que seremos presentados después de
las pruebas de la vida sin mancha ni arruga ni cosa semejante, preservados en Cristo Jesús y
guardados por el poder de Dios por la fe para salvación. C. H. S.

Los huesos de Jesús podían ser fracturados en hipótesis, pero en realidad no podían serlo por
toda la violencia del mundo, porque Dios había decretado de antemano: «Ningún hueso suyo
será fracturado».

Así confesamos que los hijos de Dios son mortales; pero todo el poder del diablo o del hombre
no puede, no debe, matarlos antes de su conversión, en conformidad con la elección de Dios
para vida, que por necesidad ha de ser realizada. Thomas Fuller
I. DIOS QUIERE QUE LE ADOREMOS (Salmo 34:1-6)

“La adoración es el reconocimiento de que Dios es digno de ser adorado. Es la respuesta


humana a la naturaleza divina”. Solamente Dios es digno de nuestra adoración y servicio. En la
adoración a Dios involucramos todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. Se debe adorar a Dios
en todo tiempo, sin importar las circunstancias: pobreza, enfermedad, dolor u otra situación.
Al fin de cuentas, Dios puede ayudarnos aunque perdamos la vida por su causa. No hay nada
imposible para Dios

BENDECIR A DIOS EN TODO TIEMPO (34:1)

“Bendecir”, “bendito”. Estas palabras se derivan principalmente del término hebreo “baruk” y
del término griego “eudokía”. En algunas ocasiones “bendecir” quiere decir enriquecer,
prosperar, proteger, multiplicar. En el Salmo 34:1, el término “bendecir” es una expresión de
gratitud y adoración a Dios. El escritor expresa su disposición a agradecer a Dios en una
manera permanente. Las circunstancias de la vida no son la condición para bendecir a Dios; se
puede agradecer a Dios aun en circunstancias adversas. El salmista sabía que Dios lo
comprendería; por lo mismo no se aparta de Él.

Al igual que el salmista, nosotros también tenemos quién nos comprenda. Hebreos 4:15-16
dice que tenemos un sumo sacerdote, Jesucristo, que puede compadecerse de nuestras
debilidades. Por esa razón podemos acercarnos confiadamente a Él para encontrar protección.

EXALTAR SU NOMBRE (Salmo 34:3)

Exaltar el nombre de Dios significa elevarlo a un lugar de honor lo más alto posible. De hecho,
en el universo Dios ocupa un lugar prominente. Él es glorioso, soberano e infinito. No hay nada
que no esté bajo su control. En nuestra vida, Dios debe ocupar un lugar de honor. Por eso
debemos exaltar su nombre viviendo vidas santas, alejados de todo tipo de pecado. No
exaltamos el nombre de Dios cuando en el Templo damos apariencia de piedad, y en nuestra
vida privada practicamos la mentira, el odio, la avaricia u otro tipo de pecado. ¡Vivamos vidas
santas agradables a Dios!

RECONOCER SU OBRA PROTECTORA (Salmo 34:4-7)

Vss. 4-5. Estos versículos relatan un verdadero milagro en favor de sus siervos. Esto implica
que cuando dependemos de Dios, anticipadamente disfrutamos de una victoria segura.
Lástima que muchas veces, cuando tenemos problemas, en lugar de buscar a Dios en oración,
acudimos a los recursos humanos, y dejamos a Dios de último. Esto no debe ser así. El mundo
actual está sumergido en grandes crisis económicas y sociales. Hay guerras, hambre,
enfermedades, y muchos viven atemorizados. Si tan solamente buscaran a Dios, el temor
desaparecería y habría sanidad para todos. Todo aquel que mira a Dios no es avergonzado.
¡Solamente Dios tiene la respuesta para los problemas del mundo!

Vss. 6. El salmista testifica que ante el peligro que lo asediaba, clamó a Jehová. La respuesta de
Dios fue inmediata. Lo libró de todos sus temores. El mundo en que vivimos no es agradable,
pues los problemas y los peligros aumentan constantemente: Los secuestros, los robos,
asesinatos y tantas formas de maldad que nos rodean. Si clamamos a Dios estamos seguros de
que Él nos puede librar no sólo de nuestros temores, sino también de que seamos víctimas del
mal. Como Iglesia debemos clamar a Dios y a la vez debemos proclamar su nombre entre la
gente que no le conoce. Suponiendo que Él no nos librara de una situación triste aquí en la
tierra, aun así debemos serle fieles. Debemos guardar la esperanza de que llegará el día
cuando Él reinará con justicia, y entonces nosotros seremos premiados con ir al cielo en la
misma presencia.

El versículo 7 describe el cuidado del que gozan los que temen a Dios: “El ángel de Jehová
acampa alrededor de los que le temen, y los defiende”. Muchas veces salimos a la calle y
regresamos a nuestro hogar en paz, pensando que nada ha sucedido. Sin embargo, ha sido el
ángel de Jehová quien nos ha librado. Reconozcamos esta verdad.

Debemos aclarar, sin embargo, que es a Dios a quien tenemos que clamar, no a los ángeles. Es
prohibido clamar a los ángeles. Cuando pidamos algo a Dios, debemos pedirlo en nombre de
nuestro Señor Jesucristo. Así lo enseñó Cristo en su santa Palabra (Juan 14:13-14; Mateo 6:5-
13).

II. DIOS QUIERE QUE CONFIEMOS EN ÉL (Salmo 34:8-14)

DIOS QUIERE QUE DISFRUTEMOS DE SUS BENDICIONES (Salmo 34:8-11)

Vs. 9-11. Para recibir todas las bendiciones de Dios, se requiere que nuestra reverencia ante Él
sea permanente. Lo que se nota aquí es que a la par de la bendición va la condición. La
afirmación bíblica las presenta de la siguiente manera: “Temed a Jehová vosotros sus santos”
(vs. 9a), “Venid, hijos oídme; el temor de Jehová os enseñare” (vs. 11). El temor aquí no es el
terror que experimentan los que están ante un peligro. Es una actitud de respeto hacia el Dios
bueno y santo. Los que le respetan disfrutan de una abundancia. El salmista describe las
bendiciones de Dios en términos absolutos: “Pues nada falta a los que le temen” (vs. 9b); “Los
que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien” (vs. 10c).

DIOS QUIERE QUE TENGAMOS VIDA ABUNDANTE (Salmo 34:12-14)


Vs. 12. En este versículo se hace una pregunta retórica que tiene incluida la respuesta. “¿Quién
es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? La respuesta es todo ser
humano normal desea vida. Dios puede dar vida abundante.

Vss. 13-14. En este versículo se nos dan los requisitos para obtener la vida abundante y para
permanecer en ella:

Guardar la lengua del mal (vs. 13a).

No hablar engaño o decir mentiras (vs.13b).

Apartarse del mal (vs. 14a).

Hacer el bien (vs. 14b).

Buscar la paz y seguirla (vs. 14c).

III. BENEFICIOS QUE OBTENEMOS CUANDO HACEMOS LO QUE DIOS QUIERE (Salmo 34:15-22)

Los cristianos experimentados, que han caminado por muchos años con el Señor, saben que
andar a lado de Dios haciendo su voluntad, es la gloria más grande del ser humano.

No hacer la voluntad de Dios tiene que ser un resultado tremendamente terrible. Las
declaraciones de los versículos 16 y 21 describen la aplicación de la justicia de Dios a los
individuos que considerándose autosuficientes se deleitan en hacer el mal. “La ira de Jehová
contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos” (vs. 16). “Matará al
malo la maldad, y los que aborrecen al justo serán condenados” (vs. 21). Los hombres sólo
tienen la libertad de escoger entre hacer el bien o el mal; pero no tienen libertad de decidir
cuáles serán las consecuencias de sus hechos. Ningún hombre que hace cosas malas escapará
del castigo de Dios.

Los versículos 15, 17-20 y 22 no necesitan mayor explicación: Mencionan claramente los
beneficios de la protección de Dios para el justo. Dios protegerá a los que se esfuerzan por
agradarle, a pesar de las circunstancias adversas.

"Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos" (vs. 15).

"Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias" (vs. 17).

"Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de Espíritu" (vs.
18).

"El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado" (vs. 20).

“Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en Él confían” (vs. 22).
CONCLUSIONES

Nuestra adoración a Dios no debe estar subordinada a las circunstancias. Debemos adorar a
Dios, aunque no tengamos salud, dinero u otro tipo de comodidad.

Debemos exaltar el nombre de Dios en la iglesia, en el trabajo, en la calle y en todo lugar.

Para disfrutar plenamente de los beneficios de Dios, debemos andar en santidad.

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