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Biografía de la Virgen María

La Virgen María nació en Nazaret. Sus padres fueron según la tradición, San
Joaquín y Santa Ana. María era de familia sacerdotal, descendiente de Aarón; ya
que Isabel, madre de Juan y esposa del sacerdote Zacarías, era su prima (Lc 1,5;
1,36). María y José eran de modestas condiciones económicas, pero ricos en
santidad y virtud cumplidores de la Ley como lo prueba el Evangelio según San
Lucas (Lc.1,22-24). [1]

Sabemos por la revelación y el magisterio de la Iglesia, que en Ella, la gracia divina se adelantó a
la naturaleza viciada; que ningún hálito impuro la contaminó jamás; que sola Ella, entre todas
las hijas de Adán, por un milagro de preservación redentora, fue preservada del universal
contagio del pecado original; que Dios pareció haber agotado los tesoros inmensos de su
omnipotencia, para embellecer y santificar su alma; y que la fidelidad perfecta de la Virgen,
correspondiendo con exacta cooperación a los continuos llamamientos de la gracia, acumuló en
sí méritos sobrenaturales sobre toda otra humana medida e hizo de Ella la más bella, la más
sublime y santa entre todas las puras criaturas salidas de las manos del Creador.

Fisonomía Exterior de María

El gran Padre y Doctor de la Iglesia, San Ambrosio, dice a este respecto:

"Era la Virgen María de alma prudente y corazón blando y humilde, grave y parca en el hablar,
aficionada a lecturas santas, modesta en sus palabras, muy atenta a lo que hacía, y buscando en
todo siempre agradar a Dios y no a los hombres.

A nadie molestó jamás, a todos quiso bien, y tuvo particular respeto y reverencia a los mayores.

Nada duro o provocativo había en sus ojos o en su mirar; nada de atrevido o inconsiderado en
sus palabras; y en sus acciones, nada que no fuese de todo punto digno y decoroso.

Sus gestos y su andar, nada tenían de ligero, suelto o petulante, antes bien, procedía con todo
orden y compostura, de suerte que, la modestia y continente exterior de su persona eran como
un bello reflejo de su alma, y podía servir como acabado ejemplar de toda probidad.

Era Ella la mejor guarda de sí misma, y tan apacible en su andar, en sus palabras y ademanes,
que con sus pasos y movimientos, más que avanzar en el camino parecía adelantar en la virtud.
Cuando hacía esta Virgen modestísima, podía tomarse como regla de buen proceder y de virtud.

Vida en Nazaret
Estando aún la Sagrada Familia en Belén, una noche un ángel del Señor ordenó a San José
tomara a Jesús y con la Santa Madre huyeran a Egipto porque Herodes buscaba al Niño para
darle muerte. ¡Qué afán! Mas qué obediencia y prontitud en emprender aquella huída. Años
después por aviso Angélico volvieron a Nazaret.

Siendo el Niño de doce años, fue llevado por sus padres al templo de Jerusalén en cumplimiento
de prescripciones santas de asistir a los sacrificios y oír explicar la Sagrada Escritura; mas por la
imprevista quedada del Niño Jesús en el templo, ---que ellos juzgaron que se les había
perdido---, ¡Cuánto sufrimiento hasta encontrarlo!. Estaba en medio de los doctores, oyéndolos
y enseñándoles...

En Nazaret continuó la Sagrada Familia la oscura y humilde vida: allí crecía el Niño en edad,
santidad y ciencia a vista de todos; allí aumentaba a diario la perfección de María y tuvo la pena
de ver morir a San José, a quién asistieron con Jesús en su último instante de vida humana; de
allí salió a los 30 años de edad, Jesús divino Maestro, a emprender la vida en público, de
enseñanzas, predicación, beneficios y continuo sacrificarse hasta la muerte.[2]

Últimos años de la Virgen

Los últimos años vividos por María sobre la tierra, han permanecido envueltos en una neblina
tan espesa que casi no es posible entreverlos con la mirada, y mucho menos penetrarlos. La
Escritura calla y la tradición nos hace llegar solamente ecos lejanos e inciertos. Indudablemente
la Virgen, en aquellos años en que permaneció en la tierra, debió exclamar continuamente, con
mayor razón que San Pablo, dirigiéndose a los primeros cristianos: "Mi vida es Cristo y la
muerte sería para mí una ganancia. Mas, ¿qué escoger?. A la verdad, mucho mejor sería para mí
irme con Él; pero vuestra necesidad me manda quedar aquí... Permaneceré con vosotros para
provecho vuestro y gozo de vuestra fe" (Filipenses, 1, 21-26). ¡Si la Iglesia, hija de María era
todavía niña, y como tal, aún tenía necesidad de todos aquellos cuidados que sólo una madre
puede procurar, de todas aquellas finas y delicadas solicitudes que sólo un corazón de madre
puede percibir. Y María, consagrada enteramente al provecho de la Iglesia, prestó de continuo
hacia Ella, cuerpo místico de Cristo, todos aquellos cuidados y atenciones maternales que había
tenido para con su divino Hijo. A Ella, por consiguiente, como a la madre de una familia,
recurrían de continuo los Apóstoles y discípulos, todos los fieles especialmente en las horas de
duda, de dolor y de persecución. Ella aconsejaba a todos, sostenía a todos. Junto a Ella, aquellos
primeros fieles olvidaban las penas del destierro y se sentían animados para recorrer con ardor
el camino que conducía a la patria.

Fin del Destierro

Todo nos induce a creer que la vida terrena de María, así como tuvo su comienzo en la ciudad
santa, así también tuvo en ella su término. Ella pasó de la Jerusalén terrestre a la Jerusalén
Celestial. No se comprende bien, en efecto, cómo pudo morir la Virgen. Para nosotros es fácil,
demasiado fácil morir. Pero para María no sucede lo mismo.

Después de consolar, enseñar y amparar a los apóstoles y discípulos de Cristo, cuando fue
tiempo de salir de este mundo, abrasada en amor divino se durmió plácidamente.

No fue una sacudida violenta que arrancó el alma de María; fue el impulso de la caridad lo que la
separó dulcemente del cuerpo enviándola al Paraíso envuelta en una onda de deseo ardiente de
su Amado.

Después de su muerte la Santísima Virgen fue llevada a los cielos por los ángeles, donde
coronada de gloria y de poder y con trono sobre todos los coros angélicos y todos los santos,
permanece eternamente como Madre de Dios que es, y Señora y Madre nuestra, ejerciendo su
amabilísimo poder por los siglos de los siglos.
JOSÉ, DE LA CASA DE DAVID, ESPOSO DE LA VIRGEN MARIA
Y PADRE ADOPTIVO DE JESÚS
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
www.caminando-con-jesus.org
 
¿Cómo y quien fue José, de la casa de David, esposo de la Virgen Maria y
padre adoptivo de Jesús?
¿Cuanto sabemos de José?, algunos dicen que no sabemos mucho, sin
embargo con lo que sabemos por los evangelistas, principalmente san
Mateo, podemos deducir mucho más de que se podemos imaginar.
Si pienso como hijo o como padre, me puedo dar cuenta de la gran
responsabilidad que le tenía preparado Dios a José, ser justamente el
custodio de su Hijo Jesucristo, y de ser esposo de María la madre de Jesús.
Pero antes de entrar en más detalles, analicemos lo que dicen los Evangelios.
José fue hijo de Jacob: “Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la
cual nació Jesús, llamado Cristo. (Mt 1:16) y descendía de la casa real de
David: Mientras reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en
sueños un ángel del Señor y le dijo: “José, hijo de David” (Mt 1:20) y tenía
el oficio de carpintero: ¿No es éste el hijo del carpintero? (Mt 13:55). El
estaba prometido con María: “La concepción de Jesucristo fue así: Estando
desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen” (Mt 1:18),
pero el niño Jesús no fue su hijo carnal, porque su madre: “se halló haber
concebido María del Espíritu Santo” (Mt 1:18) y sucedió que cuando tuvo
noticia del embarazo de María, quiso abandonarla, porque era justo: “José,
su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió mantener el secreto”
(Mt 1:19), sin embargo por recomendación divina; Mientras reflexionaba
sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo:
“José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido
en ella es obra del Espíritu Santo” (Mt 1:20), por tanto no la despidió.
Un ángel del Señor en sueños le hizo saber que su esposa concebiría un hijo
varón: “Dará a luz un hijo”, (Mt 2:21), y además él le pidió que le colocara
el nombre: “a quien pondrás por nombre Jesús”, (Mt 2.21) y además le
anuncio lo que Jesús iba hacer: “Porque salvará a su pueblo de sus pecados”.
(Mt 2:21) y que esto estaba profetizado: “Todo esto sucedió para que se
cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta que dice” (Mt
2:22).
José antes que naciera Jesús ya sabia que tendría que cuidar de María y
conocía el nombre de su hijo, ya que el ángel le dijo: “He aquí que la virgen
concebirá y parirá un hijo, Y le pondrá por nombre Emmanuel, Que quiere
decir “Dios con nosotros.” (Mt 2:23-24). Además sabemos de un hombre
extremadamente obediente a Dios, así fue como:”Al despertar José de su
sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibiendo a su
esposa (Mt 2: 25). Y también fue fielmente respetuoso: “Y sin haberla
conocido dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús”. (Mt 2: 25). Se
puede además destacar de esta frase, que dice que María “concebirá y parirá
un hijo”, es decir uno solo, no dos o muchos.
Nos detenemos un momento para comentar lo que algunos entienden por la
angustias de san José.
Cuando José descubre la concepción virginal milagrosa de Jesús, María
estaba sólo desposada con José, es decir aún no era su verdadera esposa.
Nos damos cuenta por las lecturas evangélicas que antes de que José llevase
a María a su casa — el matrimonio se solía celebrar al año siguiente del
desposorio —, antes de que conviviesen, en cuyo acto consistía el acto
jurídico matrimonial, se halló que María había concebido por obra del
Espíritu Santo. Este hecho produjo un desconcierto en José, pues su
desposorio era ya un cuasi-contrato formal de matrimonio. Seguramente
José se pregunto ¿Qué hacer?
Podría denunciarla ante un tribunal para que anulase “legalmente” el
desposorio; retenerla, celebrando el matrimonio y llevarla a su casa;
repudiarla, bien en público, excusándola y sin pedir castigo, o privadamente,
mediante “libelo de repudio” ante dos testigos y sin alegar motivo. Y por
fin, dejarla ocultamente marchándose de Nazaret y dejando que las cosas se
olviden.
Pero José es un hombre justo, es decir, porque era recto en su conducta ante
Dios y ante los nombres — aunque en este término caben muchos matices
—, determina “repudiarla en secreto,” darle el libelo de repudio
secretamente y sin fecha para que ella pudiese salvar mejor su honor. Pero
José ante los hechos confía y cree en el honor de María; si no, él hubiese
obrado de otra manera.
Así fue como José se llevó a María a su casa y con ella viajó a Belén. Talvez
por un sentido de honor, socialmente redundante en su Hijo, se puede pensar
que a esa altura el matrimonio con Maria, jurídicamente, ya se hubiese
celebrado. Es de este modo como José no solo recibe a María por esposa,
llevándola oficialmente a su casa, además, acepta la paternidad legal de
Jesús.
También es necesario insistir que añade el evangelista que no la “conoció”
“hasta que” dio a luz a su hijo, en otras palabras “María dio a luz sin
relación conyugal con José.”
Sabemos también que José, era muy considerado con las disposiciones
oficiales de los gobernantes, es así como para participar en el censo, viajó
con su esposa: “E iban todos a empadronarse, cada uno en su ciudad. José
subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que
se llama Belén, por ser él de la casa y de la familia de David, para
empadronarse, con María, su esposa, que estaba encinta. (Lc 2: 3-5). La
distancia que tuvo que recorrer son unos 140 km y para ello “sube,” frase
consagrada para ir de un lugar de Palestina a Jerusalén o cercanías de ésta,
ya que topográficamente es siempre una subida. Esta frase del evangelio
además confirma dos cosas, al decir por ser “de la casa”, se entiende por ser
de la tribu y al agregar y “de la familia de David”, que es de la misma
estirpe davídica.
Cuando el niño cumplió los ocho días, José lo circuncidó y le puso el
nombre a Jesús: “Cuando se hubieron cumplido los ocho días para
circuncidar al Niño, le dieron por nombre Jesús, impuesto por el ángel antes
de ser concebido en el seno”. (Lc 2:21). José, de acuerdo con María, debió
de ser el que le impuso el nombre. Ya el ángel lo había anunciado. Y se le
llamó Jesús, forma apocopada de Yehoshúa: “Yahvé salva.” “Era la misión
salvadora que tenía” (Mt 1:21). Y con la dolorosa circuncisión, Cristo
derramó ya la primera sangre redentora.
Luego nos encontramos con un esposo que además participa en todos los
eventos religiosamente importantes según la Ley de aquel entonces, la
madre que daba a luz quedaba “legalmente” impura por cuarenta días si lo
nacido era hijo, y ochenta si era hija (Lev 12:28). No podía en este tiempo
tomar parte en los actos religiosos públicos. Cumplido este período, debía ir
al templo y, en el atrio de las mujeres, recibir la declaración de estar
legalmente pura, por el sacerdote de turno. Por su purificación debía ofrecer
un cordero de un año y una tórtola o paloma; pero, si era pobre, se podía
sustituir el cordero por una paloma o una tórtola (Lev 12:8). “Así que se
cumplieron los días de la purificación, conforme a la ley de Moisés, le
llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor”, (Lc 2: 22-23)
Nos damos cuenta por este relato que ellos no tenían recursos económicos,
este es el caso de María; “Era pobre, por esos ellos fueron al templo para
ofrecer en sacrificio, según la ley del Señor, un par de tórtolas o dos
pichones”. (Lc 2:24) Aunque no era obligatorio, María aprovechó para
llevar consigo al Niño y a José para cumplir: según está escrito en la ley del
Señor que “todo varón primogénito sea consagrado al Señor”. (Lc 2:23).
Luego: Cumplidas todas las cosas según la ley del Señor, “se volvieron a
Galilea, a la ciudad de Nazaret” (Lc 2:33.)
Así fue como José, se encargo de la educación y formación de su hijo Jesús.
“El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba
en El”. (Lc 2:40). Seguramente Jesús se crió entre las virutas de la
carpintería de su padre y paseo muchas veces con él, es del todo posible que
José le enseño a leer, le canto los salmos, le enseño las escrituras, talvez le
hizo sus sandalias, lo tuvo en sus brazos, lo llevo a la sinagoga y otras
muchas actividades propias entre un padre y un hijo.
Cuando supo del peligro que le amenazaba a su hijo, huyó con él y con la
madre de éste, María, a Egipto: “Levantándose de noche, tomó al Niño y a
la madre y partió para Egipto” (Mt 2:14) y “permaneció allí hasta la muerte
de Herodes” (Mt 2:15).
El ángel del Señor se apareció a José en sueños y le ordena que tome al Niño
y a su madre y huya a Egipto. “Huye,” le dice. José, con toda prontitud, se
levantó, en la noche, y partió para Egipto. Entonces nos encontramos con un
José que conoció el exilio. Egipto era el país clásico de refugio político por
ser provincia romana. Había allí muchos judíos, colonias florecientes y
barrios habitados por ellos y prestaban socorro a sus con-ciudadanos.
Buen caminante y conocedor de las rutas es José, pero no conocemos con
precisión si hizo el viaje por la costa o por el desierto, como tampoco donde
se estableció, solo que estuvo en Egipto y que allí permaneció con su familia
hasta el nuevo aviso del ángel: Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se
apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma al niño y a
su madre y vete a la tierra de Israel” (Mt 2:19-20). Entonces levantándose,
“tomó al Niño y a su madre y partió para la tierra de Israel”. (Mt 2-22) como
gobernaba Arquelao, tuvo miedo de volver a su territorio (Judea), “y se
encaminó a Galilea, territorio de Herodes Antipas” (Mt 2:22). Y, advertido
en sueños, se retiró a la región de Galilea, yendo a habitar en una ciudad
llamada Nazaret, “para que se cumpliese lo dicho por los profetas, que sería
llamado Nazareno”. (Mt 2: 23)
Cuando Jesús cumplió los doce años, volvemos a oír hablar de José, con
ocasión de una peregrinación pascual, que practicaba regularmente: Sus
padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. “Cuando era ya de
doce años, al subir sus padres, según el rito festivo” (Lc. 2: 41-42), en ese
episodio se le pierde Jesús por algunos días, causándole mucha angustia,
pero cuando le encontró, el y Maria se alegraron y le hicieron saber a su hijo
su preocupación: “Cuando sus padres le vieron, se maravillaron”, y le dijo
su madre: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? Mira que tu padre y yo,
apenados, andábamos buscándote”. (Lc 2: 48.)
Más tarde ya no se le recuerda como un protagonista, sino que simplemente
se le menciona: “¿No es (Jesús) el hijo del carpintero?” (Mt 13:55).
Sin embargo a pesar de lo ya comentado, se puede decir aún que hay una
cierta escasez de datos, pero a su vez podemos deducir algunas cosas y
completar otras por lo que sabemos por la historia, las costumbres y
tradiciones y por la política de Israel.
La edad de José se puede deducir por el uso general. La edad de matrimonio
para los varones se situaba por entonces entre los 18 y los 20 años. Así pues,
cuando Jesús nació, José podía tener de 19 a 21 años. Cuando Jesús cumplió
los doce, José podría tener por los 31-33 años. Y cuando Jesús inició su
ministerio público a la edad de 33-37 años, José podía tener de 52 a 58.
Cabría suponer que fue la muerte de José la que motivó la salida de Jesús de
Nazaret.

Por supuesto que esto último es un cuadro hipotético, del mismo modo
como hay quien supone que José era viudo, y que tenía varios hijos de su
primer matrimonio. Es una opinión que prevaleció hasta el siglo IV, y que
cuenta con muchos argumentos a su favor, si reflexiona sobre todos los
datos que poseemos. José podría haber tenido varios hijos, si todos los
“hermanos” y “hermanas” de Jesús (Mc 6:3; Mt 13:55) han de entenderse en
el sentido de hermanastros de Jesús. Cabría suponer en tal caso que José
andaba por los 30 años, cuando nació Jesús; y naturalmente también podría
haber sido mayor.
Así las cosas, cuando Jesús empezó su ministerio público, José ya habría
alcanzado los 63-67 años de edad. Mas como, al desposarse con María, muy
bien podría haber tenido quince años más, también es posible que al
comparecer Jesús en público, ya tuviera José más de 80 años, edad que muy
pocos hombres alcanzaban entonces. Con ello podría explicarse
perfectamente el silencio de los evangelistas sobre el resto de la vida de
José.
Para la caracterización de José es fundamental la afirmación de que era
“justo” (Mt 1:19.) Pero, ¿en qué sentido era “justo” José? ¿Era un escriba
docto en la Escritura? ¿Pertenecía al grupo de los fariseos? El conocimiento
extraordinario que Jesús tiene de las Escrituras podría sugerir que José era
un carpintero conocedor de los libros sagrados y que se esforzaba por
cumplir las prescripciones de la Escritura: era un “justo.” Difícilmente pudo
pertenecer a los democráticos fariseos. Como descendiente de David más
bien debió de estar en oposición a los mismos, con lo cual hasta podría
explicarse por razones familiares la actitud de Jesús hacia los fariseos. Más
aún, tal vez podría decirse que José era un hombre nada irrefutable, de gran
humanidad y conocedor de las Escrituras, que en sus conversaciones sobre
los libros santos habría sido un referente que preparó a Jesús para su misión.
Un ejemplo de su postura humanista y nada dogmática sería la indicación de
Mt 1:19, José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió
repudiarla en secreto, a propósito de su deseo de abandonar a María por el
supuesto adulterio.
José descendía de la casa de David (1:6.20; Lc 1:27). Pero, según el
Evangelio de Lucas (2:4), no habitaba en Belén, la ciudad de David, sino en
el pueblo galileo de Nazaret. Según el Evangelio de Mateo (Mt 2:22-23),
quiso sin embargo regresar de Egipto a Judea, es decir, a Belén; sólo que al
saber que allí reinaba Arquelao, como gobernante de Judea, temió ir allí y se
dirigió a Nazaret. De todo ello parece desprenderse el cuadro siguiente:
José era betlemita. Y en el territorio de Herodes el Grande corría algún
peligro como descendiente de David, dado que con ocasión de las
expectativas mesiánicas su familia podía ser el centro de sospechas de algún
amotinamiento de tipo mesiánico. Y así se retiró a Galilea, o tal vez ya lo
habían hecho sus padres. Pero quizá con ocasión del censo ordenado por
Augusto quiso regresar a Belén. El miedo sin embargo al celoso Arquelao,
empeñado en eliminar a todos sus posibles competidores — entre los que se
contaban los descendientes de David — le hizo volver de nuevo a Nazaret.
Como conclusión final sobre el motivo de que sepamos tan poca cosa del
davídico José se debe al hecho de que para los evangelistas esa condición de
descendiente del gran rey sólo importaba de cara a la descendencia davídica
de Jesús, y por tanto como importante característica mesiánica. José era, en
cualquier caso, el padre legal de Jesús. Y para la descendencia davídica
bastaba la relación legal de José con Jesús, según aquello de la Misnah: “Si
alguien dice: Éste es mi hijo, se le ha de creer” (Baba batra 8:6). Por la
adopción de José con la fórmula “Éste es mi hijo,” Jesús era un auténtico
descendiente de David.
Mientras más repasemos los evangelio, podemos descubrir muchas cosa
nuevas de san José, un santo del silencio, un silencio de mucho respeto,
como el que tiene el que sabe oír, o el que es prudente en las actitudes y las
palabras, para reflexionar con sensatez, para profundizar y conocer cual es la
voluntad de Dios.
San José nos enseña que lo importante no es realizar grandes cosas, sino
hacer bien la tarea que corresponde a cada uno. "Dios no necesita nuestras
obras, sino nuestro amor" (santa Teresa del niño Jesús), la grandeza de san
José reside en la sencillez de su vida. “San José es la prueba de que, para ser
bueno y auténtico seguidor de cristo, no es necesario hacer "grandes cosas",
sino practicar las virtudes humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas”
(Pablo VI).
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
La Virgen María nació en Nazaret. Sus padres fueron según la tradición, San Joaquín y Santa
Ana. María era de familia sacerdotal, descendiente de Aarón; ya que Isabel, madre de Juan y
esposa del sacerdote Zacarías, era su prima (Lc 1,5; 1,36).

María y José eran de modestas condiciones económicas, pero ricos en santidad y virtud
cumplidores de la Ley como lo prueba el Evangelio según San Lucas (Lc.1,22-24).

“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José,
antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su
marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y
pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo:
José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Espíritu Santo es”. Mateo 1:18-20

En la Biblia hay muchas historias que seguramente bendicen nuestra vida, nos motivan
a imitar, una de ellas es la historia de Maria y José, los instrumentos que utilizo Dios
para traer a su hijo Jesús al mundo.

Y es que la Biblia tiene historias de toda clase de género, y en especial la historia de


José y Maria yo la tildaría de una “Historia de Amor”.

Es que se necesita amar verdaderamente a una mujer para hacer lo que José hizo,
además de que nos demuestra una obediencia pura al mandado de Dios.

La mayoría de nosotros hemos leído, escuchado y hasta visto esta maravillosa historia,
pero pocos son los que han visto en ella una verdadera historia de amor. Y es que es así:
“Una Maravillosa historia de amor”, mejor que las que hollywood promociona, y que
mas allá que la propaganda da como resultado realizar el propósito de Dios para sus
vidas.
Es que es lindo enamorarse y mas cuando ese sentimiento hacia otra persona fue
impulsado por Dios mismo, y es que Dios es amor y por ello nosotros también
tenemos la posibilidad de poder experimentar ese maravilloso sentimiento el cual es el
amor, y lo podemos experimentar en varias facetas, en el amor filial, en el amor eros y
podemos experimentar el amor ágape de Dios.

En la historia de Maria y José no solo podemos ver al amor eros sobre las vidas de ellos
dos, sino también el amor ágape manifestado a sus vidas por parte del Señor.

Era difícil para una mujer como Maria que esta comprometida experimentar ese
episodio en el cual un ángel viene y le dice que esta esperando un hijo y todo por
obra y gracia del Espíritu Santo. ¿Qué le diría a su prometido?, ¿Cómo
reaccionaria?, ¿Le creería?

En el antiguo tiempo el hecho de que una prometida saliera embarazada antes de casarse
y peor aun que no sea de su prometido era razón hasta de muerte. José al comprender
humanamente lo que sucedía seguramente se sintió mal, pues el amor de su vida había
salido con una excusa poco creíble, pues jamás nunca había sucedido algo como eso, era
la primera y única vez en la historia que pasaría algo similar.

La Biblia describe a José como un hombre justo, su misma justicia lo llevo a


querer huir para no difamar a Maria, para que la gente creyera que el la había
embarazado y había huido para no hacerse cargo. Sin duda una muestra más que su
amor por Maria era tal, que prefería ser el malo de la película, antes que Maria fuera
objeto de juicios.

Pero Dios es tan lindo que sabe muy bien a que parejas elegir para cumplir sus
propósitos, y esta pareja era una de esas que se expresan mutuo amor, los cuales están
dispuestos a hacer cualquier cosas el uno por el otro.

Dios mando a un ángel en sueños de José para que le explicara lo que estaba
sucediendo, ahí fue donde entra la FE que tuviera José para creer o no lo que había
soñado.

José decidió creerlo, arriesgarse por obediencia al Señor y estoy más que seguro
que también POR AMOR A MARIA.

Creo que es difícil que humanamente nosotros podamos aceptar a nuestra prometida
embarazada de alguien que no somos nosotros, solo el verdadero amor y la obediencia
al Señor pueden hacer de esta historia, una verdadera historia de AMOR.

Creo que después de este episodio el amor de Maria por José creció aun mas, y no decir
el amor de José por Maria, esto es una muestra que no siempre el amor te hace hacer
locuras, sino que también el amor te lleva a hacer lo correcto cuando ese amor viene
guiado por Dios.

Para mi José es uno de esos hombres a imitar, de esos que a pesar que no se habla
mucho de ellos o que no se les da la importancia debida, son un ejemplo vivo de
obediencia a Dios y amor hacia su mujer, ¡Cuánto necesitamos ser como José!
José jugo un papel muy importante para la vida de Maria y seguramente para la
vida de Jesús a tal punto que el mismo Jesús aprendió el oficio de su Padre de
crianza José.

Verdaderamente la Biblia nos sorprende con toda clase de historia, pero una de mis
historias favoritas es esta, porque verdaderamente se necesita ser OBEDIENTE A DIOS
y AMAR de una forma sobrenatural a tu prometida como para hacer lo que este hombre
hizo.

Creemos nuestra propia historia de amor, OBEDEZCAMOS y a la vez AMEMOS para


que los propósitos de Dios se lleven a cabo en nuestra vida tal y como El los ha trazado.

Autor: Enrique Monterroza

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