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TEXTO: 143:1-12
INTRODUCCION: Creo que, a todos en la vida, de alguna manera u otra, por alguna razón u otra, nos ha
tocado suplicar y rogar para pedir ayuda, o que me hagan algún favor; lo triste es tener que suplicarle al
hombre porque a veces no funciona. Pero hay una diferencia grande cuando le suplicamos y le rogamos a
Dios, porque el si nos oye y viene en nuestra ayuda. Aquí vemos al salmista suplicándole y rogándole a Dios, y
no al hombre porque sabía que independientemente de la situación que estemos viviendo, nuestro socorro
viene del señor que hizo los cielos y la tierra.
La relación nos habla de la comunión intima que existía entre el salmista y Dios, su oración lo delata
óyeme, escucha mi ruego; pero no pretende ser escuchado por sus propios méritos (como a veces
ocurre con nosotros) sino por los méritos de Dios, por eso apela a su verdad y su justicia; sabiendo que
no puede justificarse delante señor. Nuestra justicia delante de Él no vale nada sino la justicia de cristo.
Es así como nos podemos presentar delante del señor, con un corazón contrito y humillado buscando
su rostro.