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PROPUESTA DE SEGURIDAD, CONVIVENCIA CIUDADANA Y SEGURIDAD

NACIONAL

El gobierno de la COALICIÓN DE LA ESPERANZA controlará el territorio nacional, asegurando


el ejercicio pleno del Estado Social de Derecho y recuperando el monopolio legítimo de la fuerza;
ejecutará una política integral de seguridad y convivencia ciudadana, con transparencia y
participación social, y fortalecerá las capacidades de seguridad y defensa nacional, y de
ciberseguridad, lo anterior en el marco de la recuperación de la legitimidad y el fortalecimiento
de la fuerza pública.

Principios rectores de la política:

✔ El Estado, sus instituciones y sus servidores velarán por la promoción, defensa y


garantía para el ejercicio de los derechos y libertades de todos y cada uno de
las/los ciudadanos colombianos. Absoluto respeto a los DDHH, y a las normas del
DIH.
✔ La participación ciudadana será esencial para la construcción, ejecución y control
de todas las políticas concernientes a la seguridad y convivencia ciudadana.
✔ Habrá un claro enfoque de género en la construcción y ejecución de las políticas de
seguridad, convivencia ciudadana y defensa nacional.
✔ Habrá un claro enfoque en materia de seguridad y protección de los derechos de
los grupos étnicos y de las poblaciones fronterizas.
✔ La eficiencia de estas políticas está estrechamente ligada a la transparencia de la
gestión de los recursos. Habrá un enfoque transversal de lucha contra la corrupción.
✔ Ejercicio pleno y liderazgo del poder civil.

Seguridad Urbana y Convivencia Ciudadana

Diagnóstico

Seguridad no es solamente la ausencia o disminución de delitos, es un conjunto de condiciones


necesarias para que la ciudadanía considere (sienta) que vive, y convive, tranquilamente, tales
como: cultura de respeto y tolerancia, autoridades legales y legítimas, acatamiento de normas,
respeto a la autoridad, cultura de la prevención, ejercicio eficaz de la justicia, infraestructura
pública apropiada para la prevención, políticas de prevención y seguridad con claro enfoque
diferencial para las mujeres, niños, niñas y adolescentes, comunidad LGBTIQ+, personas con
capacidades diferentes, adultos mayores, etc.

Es frente a la debilidad o ausencia de estas condiciones integrales de la política de seguridad y


convivencia ciudadana, que se percibe un gran deterioro por parte de la ciudadanía. Con la
creciente ola de inseguridad urbana se escuchan muy variadas propuestas, desde el aumento
de policías, pasando por la reforma a la institución, la regulación y control de armas traumáticas,
por supuesto mayores esfuerzos de judicialización, y hasta más tipificaciones, pero poco se
escucha sobre educación y cultura de la prevención y de la convivencia pacífica, fundamento de
legitimidad de cualquier otra acción del Estado.
No obstante lo anterior, para la formulación de políticas públicas de seguridad ciudadana se
requiere las estadísticas, o indicadores confiables, lo que no parece arrojar la dispersión de
métodos y fuentes oficiales.

Según la Fundación Ideas para la Paz (FIP), “el control del homicidio en Colombia es el mayor
reto de política pública que viene afectando las condiciones de seguridad y convivencia durante
las últimas décadas. Una situación que se agrava por la falta de transparencia en el manejo y
acceso a los datos, lo que impide análisis profundos y el diseño de políticas que respondan, de
manera efectiva, a esta problemática”

De otra parte, y de acuerdo a la FIP “el hurto a personas ha venido aumentando en Colombia
durante los últimos diez años. En todas sus modalidades es uno de los comportamientos
delictivos que más preocupa a la ciudadanía y aumenta la percepción de inseguridad. Este delito
se concentra en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, reportando más del 50% de las denuncias
de hurto a personas a nivel nacional”

Según el DANE (Encuesta de Pulso Social de julio de 2021), el 50% de las personas se siente
insegura o muy insegura caminando sola de noche en su barrio y de día esta cifra solo se reduce
a un 44%.

Acciones para mejorar la seguridad y convivencia ciudadana

Diseñar una política de seguridad y convivencia ciudadana con un fuerte enfoque preventivo,
diferencial, territorial y participativo.

Para prevenir la ocurrencia de delitos y de afectaciones a la convivencia pacífica de la


ciudadanía, es necesario contar con planes y programas que mejoren el entorno cultural y físico
de la ciudad y es necesario diseñar estos planes y programas distinguiendo los grupos
poblacionales más afectados.

Enfoque diferencial: las mujeres perciben mayor inseguridad, y son mayoritariamente más
afectadas por ciertos delitos que los hombres. Los niños, niñas y adolescentes son cada
vez más vulnerables; la comunidad de diversas orientaciones sexuales es, también, cada
vez más vulnerable. “Las ciudades no están pensadas para las mujeres”, porque, casi
todas, han sido planeadas por hombres, eso parece afirmar proyectos como “Her City”,
plataforma de ONU Hábitat y Global Utmaning que recoge una serie de herramientas para
poner el género en la planeación de proyectos, sin duda, una segura alianza con el
gobierno de La Esperanza.

Enfoque regional: Si bien la percepción de inseguridad es mayoritaria en todas las


regiones, éstas tienen siempre diferentes características de afectación y se deben
consagrar en la formulación de planes y programas en concordancia con las autoridades
políticas de los municipios.

La prevención activa: Se trabajará en la legitimidad de la Policía, en su acercamiento y


confianza con la ciudadanía, en la transparencia de sus actos, y en el control efectivo de
sus actividades, en su formación constitucional. Se promocionará la cultura del respeto,
la tolerancia por la diversidad, la cultura de los derechos y de los deberes ciudadanos, de
la denuncia, de la cooperación ciudadana. Se trabajará por la adecuación de la
infraestructura pública que otorgue mayores niveles de seguridad, con un claro enfoque
diferencial, particularmente en horas de la noche, en asocio con las autoridades locales
y con la empresa privada. Mecanismos alternativos de resolución de conflictos. Se
promoverán, en el marco de la política de convivencia ciudadana, los mecanismos legales
de amigables componedores, jueces de paz, casas de justicia y centros para la resolución
en equidad, así como centros de atención psicosocial en armonía con las políticas de las
secretarías de salud y del ICBF.

Participación ciudadana. Una condición fundamental es la participación ciudadana en la


construcción de acciones de prevención y autoprotección para la apropiación y
legitimación del proceso de cooperación con las autoridades. Teniendo en cuenta lo
inmediatamente anterior, se propone establecer un programa de Servicios Social con los
jóvenes “Nini” (que ni estudian ni trabajan) en el que encuentren, además de una labor
diaria, una cierta suma de remuneración.

Fortalecer los mecanismos de justicia, como la denuncia, judicialización y sanción.

En primer lugar, se priorizarán los delitos que más afectan la seguridad ciudadana, para el diseño
de estrategias de persecución y sanción, como los homicidios, los feminicidios, el hurto a mano
armada, la violencia intrafamiliar, la violencia contra niños, niñas y adolescentes, la violencia
contra la comunidad LGBTIQ, la extorsión, trata de personas; frente a ello se debe mejorar la
capacidad de atención diferencial por parte de las instituciones de seguridad, de tal manera que
la denuncia no se constituya en un proceso re-victimizante. Fortalecer los mecanismos de
denuncia en línea con la Fiscalía y centros de recepción, promover los mecanismos virtuales
(apps) de alerta asociados con la Policía y con los barrios, las comunidades, los centros
comerciales, las viviendas, los conjuntos, los colegios y escuelas. Además, se propone
establecer algunos controles no privativos de la libertad para quienes, aún no condenados, pero
que sean sujetos de investigación judicial, tienen un prontuario con antecedentes judiciales y/o
episodios de reincidencia.

Fortalecer la inteligencia técnica de la Policía y las cámaras y demás medios electrónicos de


vigilancia y alerta ciudadana.

La Policía debe estar al acecho de los delincuentes, y no en actitud reactiva. Para ello es
indispensable que la institución cuente con medios para fortalecer la inteligencia, especialmente
técnica, y cuente también con sofisticados sistemas de rastreo, vigilancia, en el mayor número
de puntos críticos, permitiéndoles información para la persecución y posterior judicialización de
los delincuentes. Deben priorizarse los focos de mayor amenaza asociados con el tráfico de
estupefacientes. Es importante que las plataformas tecnológicas de la Policía se articulen con
las de otras instituciones como las encargadas del tránsito y transporte, entre otras, para
desarrollar acciones de inteligencia de alcance intersectorial. Sin embargo, reconocemos
también que el uso de la tecnología debe ir más allá, por ejemplo, mediante la sistematización,
reconocimiento y uso de datos mediante el BigData y el Blockchain.
Fortalecer institucionalmente a la Policía Nacional

1. Crear el Ministerio de Seguridad y Convivencia Ciudadana o llevar la Policía Nacional al


Ministerio de Justicia, o crear un Departamento Administrativo adscrito a la Presidencia
de la República, para darle a la Policía Nacional y demás agencias gubernamentales de
seguridad, un mejor sitio de coordinación y operación institucional. El presupuesto será
el mismo que utiliza la Policía Nacional.
2. Fortalecer la Comisión de Garantías de Seguridad creada en el marco del Acuerdo de
Paz.
3. Coordinar las agencias como la Unidad Nacional de Protección adscrita al Ministerio del
Interior; la Unidad de Investigación y Análisis Financiero adscrita al Ministerio de
Hacienda; el control sobre la actividad comercial de seguridad privada de la
Superintendencia de Seguridad Privada adscrita al Ministerio de la Defensa Nacional.
4. El Escuadrón Móvil Antidisturbios ESMAD debe adecuarse a un eficaz entrenamiento en
derechos humanos, apego irrestricto a protocolos de uso de armas o mecanismos de
disuasión no letales, control disciplinario estricto y externo a sus actuaciones, renuncia a
la jurisdicción penal militar en caso de dudas frente a violaciones de derechos humanos,
y apoyo psicosocial, y familiar, a los miembros del Escuadrón.
5. Coordinar mejor la investigación criminal, hoy en cabeza de la Fiscalía, pero con
operación repartida entre la Policía Nacional y el CTI de la propia Fiscalía. Reformar el
ART. 250 de la Constitución Política de 1991, buscando que obligue la investigación de
todos los delitos.
6. Modernizar el sistema de formación, educación continua y entrenamiento de todos los
niveles del personal de la institución, acorde con la doctrina de garantía de los derechos
y libertades de los/las ciudadanos.
7. Mejorar los procedimientos sobre incorporación en los distintos niveles de la institución.
8. Reformar el control disciplinario, tanto interno (Inspección General), independizándola del
mando y externo creando un sistema de control de participación comunitaria, junto con el
necesario control político del Congreso de la República.
9. Fortalecer la inteligencia y la contrainteligencia policial en función de la transparencia de
sus actos, el acopio de información relevante para la seguridad ciudadana, y el análisis
permanente de las condiciones variables de las amenazas en materia de seguridad.
10. Resolver la deuda histórica con el nivel ejecutivo que se tiene desde la Ley 62 de 1993.
11. La institución deberá mejorar todos los mecanismos y acciones para propender por una
buena salud física, mental o emocional de sus integrantes.
12. Se podría contemplar la opción de volver a darle el uniforme al personal retirado
voluntariamente que tuvieron carreras excepcionales de servicio, alineados a la
Constitución y la Ley.
13. El Ministerio de Seguridad y Convivencia Ciudadana desarrollará una política de
cooperación internacional presta a ofrecer servicios de capacitación, educación,
entrenamiento a la Policía Nacional.
14. Fortalecer los recursos técnicos y humanos de la Policía Nacional para enfrentar los
variables desafíos en materia ciberdefensa y crimen organizado transnacional.
15. Adecuar todo el esquema de indicadores de gestión y de éxito a la función policial de
protección de la ciudadanía y convivencia pacífica.
Seguridad Territorial y Defensa Nacional

Diagnóstico

La oportunidad de copar y controlar el territorio nacional a raíz del desarme y desmovilización de


la ex guerrilla de las FARC – EP no fue aprovechada por el Estado. Sumado a la débil
implementación del acuerdo de paz, el Estado sigue sin hacer presencia sostenida en vastas
zonas del país, sobre las cuales la influencia de diversas organizaciones criminales sigue siendo
preponderante.

El país asiste a un recrudecimiento de la violencia en extensas zonas en donde hacen presencia


grupos armados organizados y residuales (según la nomenclatura de este gobierno a narcos,
disidentes, guerrillas, y paramilitares), generando una tragedia humanitaria, entendida ésta como
la grave afectación de poblaciones (civiles) en medio de las confrontaciones armadas, dando
lugar a masacres, asesinato de líderes/as sociales, asesinato de defensores/as de derechos
humanos, asesinato de ex combatientes, de defensores/as del medio ambiente, reclamantes de
tierras y funcionarios, desplazamientos forzados, confinamientos , reclutamiento de menores,
accidentes con artefactos explosivos, ataques a misión médica, crisis que ya afecta a miles de
colombianos/as, particularmente a poblaciones indígenas, campesinas y afrodescendientes.

La falta de control de estos territorios extensos y de protección efectiva a estas comunidades


solo se puede entender porque la estrategia del gobierno es equivocada, al no saber leer que,
este inédito ciclo de violencia, tiene características muy diferentes a la confrontación
contrainsurgente y a que sus causas son múltiples y no es exclusivamente del narcotráfico.

El Estado debe acondicionar sus indicadores de gestión, en materia de seguridad, en torno a la


protección efectiva de las comunidades, procurando, en todo momento, la generación de
confianza y de seguridad por parte de los habitantes del territorio nacional. Focalizar los
esfuerzos lejos de este propósito es perpetuar una guerra sin fin. La estrategia contra los
denominados objetivos de alto valor estratégico debería estar acompañada de acciones de
sometimiento a la justicia, y en procesos de paz. Las acciones que enfrentan a la fuerza pública
con las comunidades en el cíclico, e interminable (fracasado), proceso de erradicación de la hoja
de coca, deberá revertirse en esfuerzos serios y sostenidos de sustitución voluntaria y de
oportunidades reales de desarrollo de estos territorios.

Estas estrategias, enmarcadas en el fracasado modelo de la Guerra Contra las Drogas, no


inciden, realmente, en la desarticulación del negocio del narcotráfico y, al contrario, terminan por
fortalecerlo.

De otra parte, hechos como los ataques recientes a una Brigada del Ejército y el atentado al
Presidente de la República y sus ministros, al parecer ejecutados materialmente por un ex oficial
del Ejército, y los hechos reseñados por Caracol Televisión Noticias sobre hackeos de
información sensible de seguridad nacional, ocurridos contra las Fuerzas Militares de Colombia
y el Ministerio de Defensa, dan cuenta de preocupantes fallas de nuestra inteligencia y de la
capacidad de ciberdefensa nacional.
Así mismo, Colombia cuenta con un material para su defensa en claro estado de obsolescencia
generando un desafío fiscal importante, al menos, para su repotenciación y modernización
electrónica, que le permita a la defensa nacional un cierto nivel de disuasión.

Se deberá garantizar un manejo soberano de las políticas de defensa nacional, resguardando la


autonomía operativa contra todas aquellas amenazas que desde cualquier origen constituyan un
peligro para el territorio. Entendiendo que la soberanía territorial no se deriva sólo de la presencia
de la fuerza pública, sino, entre otras, de la efectiva construcción de un Estado territorial y de una
política migratoria adecuada y robusta, articulada con una nueva política de fronteras que
responda a los retos actuales

La defensa de la soberanía no entra en contradicción con los necesarios acuerdos de


cooperación con otros países, especialmente vecinos, pero también con todos aquellos que
puedan dar apoyos técnicos o financieros desde un enfoque multilateral.

Acciones para mejorar la seguridad territorial y fronteriza.

La seguridad de la gente, y en particular de las comunidades étnicas y campesinas es el objetivo


de la seguridad territorial y fronteriza.

Luchar contra el narcotráfico y otras manifestaciones criminales de gran impacto es uno de los
medios, y no el objetivo de esta política. El Estado no puede seguir impasible frente a la aguda
crisis humanitaria, manifestando que todo eso es fruto de narcos que luchan entre sí por el control
de matas y rutas y preocupado solamente por los indicadores de hectáreas de coca. Las
comunidades que habitan los extensos territorios de mayor conflicto son ciudadanas/ciudadanos
con los mismos derechos de quienes habitan las grandes ciudades de Colombia. Ellas,
particularmente las comunidades étnicas, demandan conocimiento y respeto de todas las
autoridades nacionales y locales sobre sus formas de organización cultural, política, y
comunitaria. No son las enemigas, ni son cómplices de las organizaciones criminales, son
comunidades que sobreviven a un crónico y permanente asedio de toda clase de criminalidad, y
el Estado debe responder de manera asertiva, a partir de su conocimiento, respeto, y empatía,
garantizándoles sus derechos constitucionales. Es, en síntesis, el fundamento para la
recuperación de la legitimidad del Estado y sus autoridades.

Construcción participativa y con enfoque diferencial de las políticas de seguridad territorial.

Nadie como las mismas comunidades saben que se debe hacer, y que no, en materia de
autoprotección. En el territorio, las políticas de seguridad se deben construir con el conocimiento
ancestral y con las lecciones aprendidas de tantas violencias, y deben tener, claramente, un
enfoque diferencial para mujeres, niños, niñas y adolescentes.

Implementación de las políticas de recuperación, estabilización y paz territorial, liderada por el


jefe/a de Estado.

Desde hace por lo menos cuatro décadas se habla de la necesidad de “llevar el Estado a los
territorios de forma integral” y, salvo contadas experiencias exitosas, los demás han sido
esfuerzos infructuosos, costosos y deslegitimadores del Estado. De ahí la importancia de que
todas las políticas concernidas en función de ejercer soberanamente el Estado social de derecho,
sean diseñadas y ejecutadas de manera participativa, coherente, sostenible, concurriendo en
ellas la fuerza pública, desde sus roles y funciones claramente definidos. Estas políticas y
acciones son las de: implementación integral del Acuerdo de Paz (desarrollo rural integral,
jurisdicción agraria, sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, jurisdicción electoral para las
víctimas, sistema integral de justicia transicional, programas de desarrollo con enfoque territorial,
programas de reincorporación para ex combatientes, etc.); justicia ordinaria, restaurativa y
métodos alternativos de prevención y resolución de conflictos; lucha contra los eslabones de
mayor valor agregado de la criminalidad, como el narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión, el
contrabando, etc.; política de paz y reconciliación; sometimiento a la justicia de organizaciones
criminales; políticas sociales y de desarrollo, como educación y emprendimientos agrícolas,
pecuarios, ganaderos, etc.; política de fronteras y de atención al/la migrante acorde con los
compromisos internacionales, el multilateralismo, la cooperación y el diálogo.

Fortalecimiento de la policía rural o de carabineros y creación de Fuerza Militar de Despliegue


Rápido

Existen muchas experiencias positivas de la labor de esta policía en el territorio nacional. La más
reciente, el papel que jugaron en el proceso de desmovilización, desarme y reincorporación a la
vida civil de los ex combatientes de la antigua guerrilla de las FARC EP, y el que juegan en la
protección de los espacios en los que aún se encuentran un buen número de estos ex
combatientes. Debe fortalecerse la ampliación y buena incorporación a esta especialidad policial,
promoviéndose en las comunidades étnicas y campesinas. Esta policía también desarrolla una
función primordial en la protección del recurso estratégico ambiental de la Nación. En el marco
de los procesos de reestructuración y fortalecimiento de la Policía Nacional, la dirección de
Seguridad Ciudadana y la Dirección de Carabineros deben confluir en planes y programas que
le permitan, a los carabineros, desarrollar sus actividades con suficiencia y seguridad. Las
Fuerzas Militares, en particular el Ejército y la Infantería de Marina, confluyen también en la
construcción de los anillos de seguridad rural para el ejercicio de la protección de las
comunidades y el medio ambiente.

Deberá ampliarse y fortalecerse, en función de protección rural, a la Policía de Carabineros, y


formular una política de servicios locales de seguridad comunitaria, en una integración de
guardas locales, justicia y resolución de conflictos alternativa, y participación ciudadana.

Adicionalmente y para áreas rurales especiales de transformación productiva como el


Catatumbo, Montes de María, la Altillanura, Magdalena Medio, Bajo Cauca, crear una fuerza
militar especial de despliegue rápido. Una unidad similar a la Fuerza de Despliegue Rápido o a
una Brigada contra el Narcotráfico pero con especificidad rural que prevenga, disuada, mantenga
el orden público y brinde seguridad ciudadana en la ruralidad.

Fortalecimiento de las Fuerzas Militares

1. Mejorar la capacidad de inteligencia y contrainteligencia militar, tanto humana como


técnica.
2. Fortalecer los controles estatales contemplados en la Ley de Inteligencia para esta
comunidad. (Ley 1621/13)
3. Fortalecer la operación de las fuerzas especiales, la interoperabilidad del Ejército, la
Armada y la Fuerza Aérea, y la cooperación con la Policía Nacional.
4. Revisar y mejorar la capacidad de ciberdefensa de la Nación.
5. Actualizar los medios de combate para lograr un nivel aceptable de disuasión.
6. Reestructurar el sistema educativo, de entrenamiento y reentrenamiento militar, en
función de mayor profesionalización y proyección en el tiempo.
7. Revisar el proceso de ascensos y selección de generales y almirantes, en función de sus
méritos profesionales, de su transparencia y de su respeto por los DD.HH y el DIH. Debe
proscribirse todo intento de manipulación política por parte de los civiles, particularmente
de los políticos, hacia el alto mando militar.
8. Revisar, actualizar y difundir masivamente todas y cada una de las directivas del sector
defensa, del Comando General y de las Fuerzas, en materia de Derechos Humanos,
Derecho Humanitario, Derecho Operacional, Asuntos Étnicos, género, entre otras.
9. Hacer de la acción unificada o acción integral un pilar fundamental para el relacionamiento
respetuoso con las diferentes comunidades.
10. Fortalecer las campañas internas anticorrupción, como Dante en el Ejército Nacional, y
otras en las demás fuerzas. Se fortalecerán los procesos de control interno, con mayor
capacidad disciplinaria y autonomía administrativa.
11. Crear o fortalecer las oficinas de género de cada una de las Fuerzas y del Comando
General, dependientes de sus comandantes y en línea con la política gubernamental de
género.
12. Generar directiva para el uso racional de los recursos, la supresión de gastos superfluos,
la gestión del recurso humano exclusivamente para la misionalidad.
13. Fortalecer la independencia administrativa, funcional y económica de la Unidad
Administrativa Especial de la Justicia Penal Militar.
14. Fortalecer todo el sistema de atención médica y emocional al talento humano; mejorar los
sistemas de beneficios para las familias de las y los militares; promover la
profesionalización del talento humano; promover el bilingüismo; promover la inserción
profesional calificada del personal retirado o de la reserva activa; promover un programa
integral de atención al veterano/a.
15. Reorientar el proceso de indicadores de éxito de gestión y de resultados, en la línea de
los procesos de revisión estratégica, prospectiva, y modernización, en el marco de sus
funciones constitucionales y legales.
16. Claridad meridiana con los roles y funciones entre las FF.MM y la Policía Nacional.

POLÍTICAS CONCURRENTES PARA UNA ESTRATEGIA COHERENTE EN MATERIA DE


SEGURIDAD, CONVIVENCIA Y DEFENSA NACIONAL:

❖ Fortalecimiento de la justicia para la lucha contra la impunidad.


❖ Fortalecer la lucha contra el crimen organizado, atacando los eslabones de mayor valor
agregado.
❖ Reorientar la lucha contra el narcotráfico en función de una mayor eficiencia sin causar
daño a las comunidades ni al medio ambiente, de tal manera que se trabaje en la
desarticulación de las redes de del negocio del narcotráfico.
❖ La política contra las redes del narcotráfico debe liberar la tensión y fractura entre el
Estado y las comunidades más vulnerables y tendrá un enfoque de salud pública. Deberá
mejorarse la capacidad de interdicción, destrucción de laboratorios, destrucción de
cocinas, decomisos, control de insumos, etc. Deberán afinarse todos los mecanismos
jurídicos y policivos en función de perseguir efectivamente el lavado de activos, el
enriquecimiento ilícito, el testaferrato, el contrabando o toda otra actividad ligada a la
cadena de valor del narcotráfico.
❖ Promoción y fortalecimiento de la justicia restaurativa, y de los mecanismos alternativos
de prevención y resolución de conflictos, particularmente en los territorios más afectados
por la violencia.
❖ Implementar el Acuerdo de Paz de manera integral.
❖ Contar con una política de paz y reconciliación nacional.
❖ Fortalecer los mecanismos de desmovilización individual y colectiva y fijar una política
eficaz de sometimiento judicial.
❖ Diseñar una política criminal coherente con la obligación de proveer seguridad y
convivencia ciudadana.
❖ Diseñar una política de intervención integral y estabilización territorial con base en
lecciones aprendidas.
❖ Política de riesgos y desastres fundada en la prevención a partir de hechos históricos.
❖ Contar con una política de relaciones internacionales fundada en los compromisos, en la
cooperación, en la multilateralidad, y en el diálogo.

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