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Ecos de trabajo político. Revisitando la dimensión electoral del vínculo social.

Resumen
En este artículo se recuperan aportes de la categoría de trabajo político y estudios
socioantropológicos del clientelismo para iluminar, a partir de un trabajo de campo
etnográfico, los recursos, destrezas y productos implicados en el trabajo político
desarrollado durante las campañas municipales (2016), en una comuna de Chile. Además,
se profundiza en este proceso a partir de la observación de las estrategias por las cuales un
concejal en búsqueda de la reelección esperaba obtener apoyo político, y cómo ello fue
recibido por distintos operadores. Los principales hallazgos abonan a la comprensión del
sustrato negociado, relacional y situacional, de la política tejida en períodos electorales, y
en la generación de nuevas vías de estudio a la política en su dimensión “vivida”.

Palabras clave: elecciones, clientelismo, trabajo político, movilización política.

Abstract
Echoes of political work. Revisiting the electoral dimension of the social bond.

Summary
In this article contributions from the category of political work and socioanthropological
studies of clientelism are recovered to illuminate, from an ethnographic fieldwork, the
resources, skills and products involved in the political work developed during the municipal
campaigns (2016), in a commune of Chile. In addition, this process is deepened by
observing the strategies by which a councilor in search of re-election hoped to obtain
political support, and how it was received by different operators. The main findings support
the understanding of the negotiated, relational and situational substratum of the politics
woven during electoral periods, and the generation of new ways of studying politics in its
"lived" dimension.

Key words: elections, clientelism, political work, political mobilization.

1
Introducción
Las imágenes sobre lo que transcurre durante las campañas políticas puestas en juego por
numerosos medios de comunicación, académicos, periodistas y organizaciones de la
sociedad civil, se debaten entre las denuncias de “clientelismo”, entendido como compra o
coacción del voto y vinculado al uso indebido de recursos públicos, y la formación libre e
informada de preferencias electorales, lo que a la postre permitiría elegir a representantes
políticos sin que los votantes sufrieran presiones económicas o de poder (Serra, 2016;
Shedler, 2004). En este panorama de discusión, apostamos en este ensayo que muchas de
estas imágenes estereotipadas y normativas que, más que ayudar a comprender el
entramado de relaciones en períodos electorales lo dificultan, pueden dislocarse y adquirir
un tamiz situacional, relacional y heterogéneo, gracias al método etnográfico.
Este artículo tiene el objetivo de recuperar algunos aportes de la categoría de trabajo
político y estudios socioantropológicos del clientelismo para iluminar, a partir de un trabajo
de campo etnográfico realizado en el período 2016-2017 en Chile, los recursos, destrezas y
productos implicados en el trabajo político desarrollado durante las campañas municipales
(2016), en una comuna de aquel país. Además, se profundiza en este proceso a partir de la
observación de las estrategias por las cuales un concejal en búsqueda de la reelección
esperaba obtener apoyo político, y cómo ello fue recibido por distintos operadores. Por lo
anterior, usamos la noción de “ecos” del trabajo político, para señalar cómo los discursos y
prácticas políticas se van resignificando y ensamblando, a manera de una polifonía, entre
distintos actores, escenarios y procesos.
Los hallazgos de campo de los que echamos mano forman parte de una
investigación doctoral recién concluida conducente a la obtención del título de Doctor en
Ciencia Social con Especialidad en Sociología por El Colegio de México, dirigida a
repensar la relación entre clientelismo, poder y construcción cotidiana del estado a partir de
un estudio de caso,1 la comuna de Avellaneda en Chile,2 cuyo nombre ficcionalizamos así
como el nombre de nuestros informantes para resguardar su identidad.
El trabajo de campo fue realizado durante junio-2016 a enero-2017, y consistió en
tres etapas. En primer lugar, se realizaron algunas entrevistas iniciales a los actores que
podrían ocupar un papel relevante en la constitución de relaciones clientelares: líderes de
organizaciones vecinales y otros espacios de representación de intereses locales (Consejo

1
A pesar de que dentro de las ciencias sociales la noción de “estudio de caso” ha sido criticada por estar
adherida a la suposición de que están divididas la teoría y su aplicación en un “caso”, como si la relación entre
teoría y evidencia no fuera de mutua dependencia (Walton, 2000), y que su uso imprime cierta confusión en
lo que se estudia cuando se habla de caso (Yin, 2009), aquí invocamos la categoría para señalar los límites
espaciales de nuestro escenario de estudio y a partir de los cuales mostramos la evidencia para refutar o
adherir a determinados argumentos.
2
Territorialmente, Chile se divide en regiones, provincias y comunas. Las últimas corresponden a las
unidades administrativas más bajas, similares a los municipios en México. Cabe mencionar además que Chile
es un país centralista, a diferencia de México que es federalista.

2
Comunal de Organizaciones de la Sociedad Civil, movimientos sociales), 3 políticos
profesionales,4 funcionarios municipales y vecinos de la comuna.
En una segunda etapa, hicimos uso de la etnografía política para registrar las
interacciones entre algunos concejales con la población local, en distintos escenarios (sus
oficinas de atención a público,5 visitas “a terreno”,6 campañas políticas). Así, acompañamos
a los concejales Ramón, de la Democracia Cristiana ( DC) y Óscar, de la Unión Demócrata
Independiente (UDI), en sus actividades políticas cotidianas. 7 En este período se buscó
contactar a dirigentes con relaciones cercanas a estos actores (es decir, con quienes tenían
contactos continuados y recibían bienes, servicios e intermediación política) para
entrevistarlos posteriormente.
En una tercera etapa, se entrevistaron (en la mayoría de los casos, más de una vez) a
dirigentes vecinales que conocimos a través de Ramón y Óscar, buscando explorar la forma

3
En este trabajo, entenderemos por dirigentes vecinales miembros que cumplen labores de liderazgo dentro
de organizaciones sociales formalmente instituidas (juntas de vecinos, centros de madre, clubes de adulto
mayor, clubes deportivos, entre otros) y enlazan las necesidades locales con las estructuras del estado. En la
literatura sociológica, son conocidos como brokers o intermediarios, que aquí usaremos indistintamente. Sus
posiciones contrastan con la de “patrón político”, quien distribuye bienes y servicios vía brokers, y “clientes”,
quienes son los destinatarios finales de las provisiones (Günes-Ataya, 1994). Los Consejos de Organizaciones
de la Sociedad Civil (COSOC), por otro lado, son espacios de participación ciudadana hacia el municipio y
que pueden integrarse por representantes de organizaciones gremiales, sindicales o indígenas. Más
información sobre la reglamentación formal en torno a organizaciones vecinales en: “Ley 19, 418 sobre juntas
de vecinos y demás organizaciones comunitarias”. Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Disponible en:
<http://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=70040> [Consultado el 26 de marzo de 2019]. Sobre los COSOC:
“¿Qué son los Consejos Comunales de Organizaciones de la Sociedad Civil (COSOC)?”. Disponible en:
<http://participacionciudadana.subdere.gov.cl/node/40> [Consultado el 26 de marzo de 2019].
4
Por políticos profesionales entenderemos a actores que ejercen una labor de representación popular (alcalde,
concejales, concejeros regionales). Aquí conviene señalar que las comunas en Chile son administradas por un
alcalde y un concejo municipal, que depende del número de electores registrados. El concejo municipal está
formado por los concejales más el alcalde, y es el encargado de aprobar leyes y otras regulaciones referidas a
la administración local. Las votaciones para alcalde y concejales se llevan a cabo cada 4 años (se eligen en la
misma fecha). Es elegido alcalde quien obtenga la mayoría absoluta, mientras que en el caso de los concejales
la distribución de escaños depende de un sistema en base a listas y altamente disperso. Además, no hay
límites a su reelección (ni de los demás actores políticos: alcalde, concejeros regionales, diputados,
senadores). Los concejeros regionales, por su parte, son los miembros del Concejo Regional, que se renueva
cada 4 años. Para más información sobre el rol del alcalde y los concejales en el gobierno local, consúltese:
“Manual de Gestión Municipal actualizado al año 2008”. Subsecretaría de Desarrollo Regional y
Administrativo, Gobierno de Chile. Disponible en: <http://www.subdere.cl/documentacion/manual-de-
gestion-municipal-actualizado-al-a%C3%B1o-2008-0> [Consultado el 26 de marzo de 2019].
5
Los concejales atienden regularmente solicitudes de la población local (una vez por semana), en sus oficinas
que llaman “de atención a público”. Se encuentran ubicadas cerca del edificio de la municipalidad (el
gobierno local). Ningún mecanismo formal obliga a estos actores a realizar tales actividades.
6
Cuando un actor político o burocrático acudía a observar una problemática personal o barrial in situ, es
decir, en el lugar en que acontecía, se denominaba en la comuna “visita a terreno”. Ahí estos actores
ensayaban algún camino de solución (hablar con tal o cual persona que podría resolver la situación, o
prometer ellos mismos resolverla).
7
El cuadro de partidos políticos en Chile actualmente se estructura de la siguiente manera. A la derecha,
tenemos a los partidos Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN). A la centro-
izquierda, tenemos a la heredera de la Concertación de Partidos por la Democracia, hoy llamada Nueva
Mayoría, y constituida por la Democracia Cristiana (DC), Partido Socialista (PS), Partido Comunista (PC) y
Partido por la Democracia (PPD). A la izquierda, tenemos a los sectores desencantados con las políticas de la
Concertación y Nueva Mayoría, que califican como muy tibias, e impulsan transformaciones más profundas:
Revolución Democrática (RD), Movimiento Autonomista, Partido Humanista (PH), entre otros.

3
en que reconstruían algunos episodios de contacto con políticos y burócratas, su trayectoria
de vida, así como expectativas, creencias y aspiraciones en torno a la política, los
intermediarios y el estado.8 Esto fue complementado con una cuarta etapa en que buscamos
contextualizar los hallazgos precedentes entrevistando de nuevo a actores políticos y
sociales de la primera etapa en campo, así como otros que, por lo menos discursivamente,
tenían una postura crítica frente a los contactos entre concejales y vecinos en que se
intercambiaban favores. Algunos de ellos se enlazaban a movimientos sociales y afirmaban
perseguir una política más contestataria y colectiva, lo cual sirvió para contrastar distintas
formas de “hablar sobre” y vivir la política en Avellaneda. En total, se realizaron 58
entrevistas a dirigentes vecinales, en dos ocasiones (en total 116), más algunas contextuales
y conversaciones informales.
Este ensayo se divide en cinco partes. En la primera exponemos el marco teórico
sobre trabajo político y clientelismo desde una perspectiva socioantropológica. En la
segunda exponemos los escenarios y dinámica de la campaña política municipal, así como
el trabajo político invertido por el concejal Ramón en buscar granjearse el respaldo popular
e impulsar el voto hacia él. En una tercera, mostramos cómo ello fue recibido por distintos
dirigentes vecinales y algunas razones en torno a su lealtad o disenso. En una cuarta parte
realizamos una reconstrucción analítica de los hallazgos precedentes para señalar algunos
recursos, destrezas y productos del trabajo político, dialogamos con literatura sobre
clientelismo en Chile y la región así como mostramos cuál sería nuestra contribución a
estas aproximaciones. Las conclusiones, a manera de cierre, sintetizan las ventajas del
estudio de la política desde una perspectiva “vivida”.

Los actores, de carne y hueso, importan. Trabajo político y clientelismo desde una
visión socioantropológica.
La política desde un punto de vista “institucional”, es decir, como un escenario donde se se
enlazan estrategias, decisiones y reglas institucionales formales e informales, hoy domina el
panorama de la ciencia política (Downs, 1973; Kiewiet y McCubbins, 1991). No obstante,
el punto de vista “etnográfico”, es decir, que busca desentrañar los discursos y prácticas que
le construyen para hacer notar los significados, competencias necesarias, aprendizajes,
recursos, rutinas, tácticas, negociaciones y resonancias (es decir, la forma en que
interactúan expectativas y acciones recíprocas) ha sido revitalizado en sociología y
antropología (Joseph, Mahler y Auyero, 2007). Hay una apuesta aquí por desentrañar
sistemas de relaciones y mirar al actor social desde sus componentes racional-
instrumentales, morales y emocionales.
Dentro de los estudios sobre clientelismo, el debate entre perspectivas
institucionalistas y etnográficas se traslapa en distintas posiciones. Los formalistas tienden
a observar el clientelismo como un intercambio desigual de beneficios materiales (muchos
de ellos, de origen estatal) por votos, opuesto a procesos de distribución universales y
eficientes (Archer, 1990; Stokes y Medina, 2012). Además, opuesto al ejercicio de los
derechos, la ciudadanía, que responde a la ausencia de estado (en específico, su capacidad

8
Por razones metodológicas, aquí usamos la palabra “estado” en lugar de “Estado”, para abonar a aquellas
visiones que parten criticando que éste sea considerado como un ente con personalidad propia, es decir,
existencia real e independiente a los actores y sus prácticas sociales, como es común en numerosos análisis
políticos. Antes bien, su “poder” se invoca desde determinados lugares, actores y procesos, por lo que sus
efectos resultan inestables y heterogéneos (Abrams, 1988).

4
para hacer valer la ley o promover condiciones de desarrollo económico-social), aunque
puede favorecer la democratización (Kettering, 1988; van de Walle, 2007).
Desde la socioantropología, aportes clásicos en el estudio de sociedades
mediterráneas (Gellner y Watebury, 1977), y el tercer mundo (Schmitt, Guasti, Landé y
Scott, 1977), destacaron su componente interpersonal, asimétrico, difuso en obligaciones
recíprocas (pues no hay un tercero que dé garantía de los acuerdos), característico de
estados “débiles”, que representa una forma de organización con poca cohesión entre los
clientes (a diferencia de los supuestos lazos horizontales entre grupos de intereses y
movimientos ideológicos característicos de las sociedades “desarrolladas”). Exploraron
además por qué puede percibirse legítimo por los actores involucrados, aunque
públicamente se le denuncie. Por lo anterior, sospechamos en estas lecturas cierta teleología
en el mapa de los procesos políticos en el mundo, pues se asocia el fenómeno al atraso
económico y político que pretendidamente se derrumbaría con el avance de la
modernización política (los partidos políticos, vinculaciones horizontales), económica
(avance de las condiciones materiales de la población) y cultural (que el votante demande
políticas universales en vez de particulares). Así, coincidiría con la ciencia política en
destacar cierta ilegitimidad de los vínculos clientelares.
Más adelante, conservando algunos rasgos teleológicos, se profundizó en el aspecto
“moral” de las relaciones clientelares, entendido como las obligaciones y deudas
interpersonales sobre la base de favores recibidos y otorgados, además del lenguaje de
igualitarismo, cuidado, placer del contacto y fraternidad, que le rodea (Roniger, 1990;
Roniger y Günes-Ataya, 1994). La incursión de la etnografía política en el campo, en este
panorama, contribuyó a desmitificar muchas de las concepciones anteriormente señaladas y
señaló nuevas vías de estudio en la explicación del fenómeno. En un texto hoy clásico
(Gay, 1994), se estudió con profundidad la agencia y creatividad de los clientes para
avanzar en sus demandas colectivamente, lo que condujo a cuestionar la caracterización del
clientelismo como particularista (uno a uno) y de control arriba-debajo. Javier Auyero
(2001), después, hizo una notable disección al estudiar el solapamiento entre estructuras
político/partidarias y organizaciones sociales vinculadas a la resolución de problemas
cotidianos, así como el vínculo entre los performances en torno a la mediación política,
reglamentaciones morales, emociones y dominación. En lecturas posteriores, se amplió el
panorama de discusión hacia los criterios de justicia que rodean los intercambios en política
(Vommaro y Combes, 2016) y difuminó, a través de trabajos de campo intensivos, el
supuesto poder que rodea la actividad de patrones e intermediarios políticos, mostrando la
capacidad de negociación en doble vía (de arriba hacia abajo y viceversa), así como la
contestación y rebelión de los clientes (Auyero, Lapegna y Poma, 2009; Hurtado, 2013).
A través del método etnográfico, una línea de estudio que busca comprender de
mejor forma los significados, hechura y relaciones que intervienen en política, y que
permite analizar el clientelismo sin cargas valorativas (denunciarlo o considerarlo
ilegítimo), es la de trabajo político. Es una categoría nativa, es decir, usada por los propios
actores observados, que hace referencia a ese labrar cotidiano que involucra participar en
política. Se habla aquí de “la política en su dimensión vivida” (Quirós, 2011), “la política
del transcurrir” (Fernández, Gaztañaga y Quirós, 2017), para destacar “la pragmática de las
explicaciones, justificaciones, y críticas, que las personas dan en su hacer (política y otras
cosas)” (Quirós, 2011: 19). La idea de lo vivo remite a formas concretas de operación de
los procesos políticos, personalizados en actores de carne y hueso (con decisiones, pero
también sensaciones) en una malla de lazos sociales, de modo que resulta difícil

5
comprenderlos sin este anclaje relacional y situacional. El transcurrir, por su parte, evoca el
estudio de distintos momentos, escenarios, vivencias, discursos y acciones, en que la
política se construye.
La contribución central de estos aportes es que la política es vista y sentida por los
actores como un trabajo, es decir, que involucra esfuerzo e inversión. El apellido “político”,
indica que este esfuerzo va dirigido a amasar capitales políticos (Hurtado, 2013). De esta
manera, participar en política demanda ciertos recursos, destrezas, habilidades y repertorios
de acción (Hurtado, Paladino y Vommaro, 2018), pero que no están dados sino son
aprendidos en la interacción social (con su universo de códigos implícitos), sujetos a
criterios específicos de justicia con que se pondera la cantidad de trabajo invertido, y dan
lugar a efectos no buscados. Por ello, el día a día del gobernar, el saber-hacer en política
movilizado por funcionarios del estado, políticos, profesionales, intermediarios locales y
vecinos, resulta contingente y fluido.
El trabajo político, según esta perspectiva, crea bienes o productos:
interconocimiento, obras públicas, votos, relaciones de representación, lazos partidarios,
promesas, fidelidades, en que se busca hacer marchar la máquina estatal (Combes, 2018;
Gaztañaga, 2008; Gené, 2018; Quirós, 2018). Además, lo político y lo institucional no se
oponen, vale decir, que operen según lógicas diferenciadas la asignación de bienes y
servicios estatales según reglamentaciones formales (esto es, lo institucional) vs. la
asignación que evoca la “lucha”, esgrimida por los actores involucrados, por obtener esos
recursos (esto es, lo político), sino que la lucha por acceder implica un trabajo incorporado
que crea los productos institucionales. Dicho de otro modo, para esta línea de investigación
el trabajo político produce, de algún modo, ese mundo institucional cuyos bienes no
estarían, sin la cuota de esfuerzo invertido, en el abanico de posibilidades de quienes
luchan, desde su punto de vista. Esta posición iría a contrapelo de las denuncias comunes
de numerosos académicos y medios de comunicación en torno a la capitalización individual
de obras estatales, como cuando un candidato se arroga la construcción de un bien público
en una campaña política para demandar legitimidad, fijándose más bien en las
articulaciones entre estado, gobierno y localidad (Quirós, 2018).
En estos estudios, se han realizado algunas aportaciones al análisis de campañas
políticas (Gaztañaga, 2008, 2013; Quirós, 2018). Aquí se destaca que la construcción de
capitales y compromisos políticos poseen una dimensión interpersonal irreductible pues el
interconocimiento (y las relaciones y compromisos que le suponen), posibilitan los vínculos
entre electores y candidatos, haciendo por ello hincapié en que la vida política-partidaria de
una campaña se estructura en dinámicas sociales y el valor producido por el trabajo
político: las obras, bienes y servicios publicitados se muestran como aquello que legitima la
actividad política y la dinámica de acompañamiento político (votar, convencer a otros para
votar por un candidato). Después de mostrar nuestros hallazgos de campo, regresaremos a
algunos aportes de esta perspectiva, además de otras socioantropológicas sobre el
clientelismo, para ubicar nuestra contribución a estos aportes.

El contexto de la campaña municipal


En Avellaneda, como en las demás comunas de Chile, hacia 2016 la legislación electoral
permitía el desarrollo de la propaganda electoral en plazas públicas, medios de
comunicación, la calle o recorridos puerta a puerta. Sin embargo, la campaña local
(votaciones por alcalde y concejales) se dirimió en otros espacios más privados que la
legislación no contempló y que, por lo menos debido a su estatus formal de espacios

6
“apolíticos”, se sancionaba el “proselitismo político”9: sedes de organizaciones vecinales
(juntas de vecinos, clubes de adulto mayor, centros de madre, clubes deportivos). 10 Esto ha
sido evidenciado también en otras comunas (Arriagada, 2009; de Cea y Fuentes, 2016;
Pérez, 2014), y da cuenta de la importancia central de estas organizaciones como escenarios
en que los actores político-partidarios se disputan el apoyo electoral.
Así, políticos que buscaban ser reelegidos o candidatos nuevos visitaron, por lo
menos una vez durante la campaña, distintos clubes de adulto mayor o centros de madre a
la hora de su “once”, 11 pues estos grupos suelen reunirse todo el año (a excepción del
verano) una vez a la semana, o se hacían onces a propósito de la visita de algún candidato.
En el caso de las juntas de vecinos o clubes deportivos que no tenían un itinerario de
reunión como las primeras organizaciones, se hicieron “bingos”, cursos (cortos) de yoga,
“operativos oftalmológicos”, cortes de pelo, entre otras actividades de circulación de
regalos. Todos estos eventos podían ser efectuados por distintos candidatos en la misma
organización vecinal, aunque en horarios distintos,12 y normalmente se eufemizaba
cualquier alusión al voto, por lo menos entre candidatos y electores que no se conocían o
conocían poco. Por parte de los primeros, decían que solamente querían de los vecinos “el
apoyo para seguir trabajando”. Estos últimos, por otro lado, eran muy cuidadosos en indicar
a los primeros que el hecho de que los “visitaran” no indicaba automáticamente apoyo o
compromiso político.13
Aunque para un observador externo tales regalos podrían ser indicados como
“compra de voto”,14 los beneficiarios (vecinos y dirigentes vecinales) involucrados eran
comúnmente refractarios a pensar sus intercambios de esta manera pues, para ellos, la
9
Véase “Regulación de las juntas de vecinos, uniones comunes y organizaciones comunitarias funcionales”.
Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Disponible en:
<https://www.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/20916/4/BCN_Juntas%20de%20Vecinos_org
%20comunitarias_oct2014%20rev%20GD.pdf> [Consulta: 21 de marzo de 2019].
10
Aunque no prohibían expresamente la actividad proselitista en estas organizaciones, no entraban dentro de
los lugares definidos como los “permitidos”. Para más detalles, véase “Diario Oficial publica Ley para el
Fortalecimiento y Transparencia de la Democracia”. Servicio Electoral de Chile. Disponible en:
https://servel.cl/diario-oficial-publica-ley-para-el-fortalecimiento-y-transparencia-de-la-democracia/
[Consultado el 21 de marzo de 2019]. Sobre las actividades de propaganda electoral permitidas y no
permitidas, véase “Manual de Consulta de Campaña y Propaganda Electoral. Elecciones municipales 2016”.
Servicio Electoral de Chile. Disponible en: https://www.servel.cl/wp-
content/uploads/2016/08/Manual_Consulta_Propaganda_Electoral_2016.pdf [Consultado el 21 de marzo de
2019].
11
La once refiere al acto de tomar té o café con algún complemento (pan, galletas, sándwich). Se suele
realizar por la tarde-noche.
12
Dentro de la misma “sede social”, es decir, el espacio en que realizan sus actividades juntas de vecinos y
otras organizaciones vecinales, pueden operar distintas agrupaciones. Por ejemplo, dentro de una sede de
junta de vecinos puede funcionar un club de adulto mayor y un centro de madre, cada una con su orgánica,
actividades y horarios independientes.
13
Resulta relevante señalar, a este respecto, que la reunión de los adultos mayores a la hora de su once evita el
costo para los políticos de movilizarlos para escuchar sus discursos de campaña: basta que acuda a visitarlos
con algún “regalo”.
14
Entendido según la legislación electoral como el acto de solicitar o vender votos a cambio de “paga, dádiva
o promesa de dinero u otra recompensa, o se cohechare en cualquier forma a un elector”, en cualquier
elección popular, primaria o definitiva. Los intentos por regular los intercambios en política se nota además
en que la legislación prohibía las donaciones “en dinero, o especies, en favor de organizaciones o de personas
jurídicas o de personas naturales distintas de su cónyuge o parientes”. Más información en Artículo 24, Ley
19, 884, “Sobre transparencia, límite y control del gasto electoral”. Disponible en: <https://www.servel.cl/wp-
content/uploads/2017/05/Ley_N_19_884_2016.pdf> [Consultado el 21 de marzo del 2019].

7
compra del voto indicaba una vinculación esporádica y sometida a criterios de costo-
beneficio económico. Antes bien, enunciaban que sus intercambios indicaban una relación
densa y estable cuya provisión estaba tamizada por elementos sociomorales: afecto,
cercanía social, económica y física,15 así como sacrificio (pues los políticos, mencionaban,
“gastaban mucho” de su bolsillo) y confianza. Por ello, preferían hablar de las cosas
entregadas como “donaciones” o “cooperaciones”.
Esta visión era reforzada por los mismos candidatos, que nombraban a tales objetos
“aportes” o “ayudas”. Héctor, concejal de la Democracia Cristiana ( DC) en búsqueda de la
reelección y después de entregar algunas bolsas de dulces recién iniciada la campaña a un
par de dirigentes, los cuales organizarían próximamente la celebración de fiestas patrias en
su vecindario, argumentó: “Ahora en la nueva legislación están comenzando a prohibir este
tipo de regalos como si fueran a comprar la voluntad del pueblo con una pelota, lo
encuentro ridículo”. No obstante, para evitar la mirada exterior sobre estos intercambios
que podría llevar a una sanción legal, mencionaban a sus donatarios que los regalos no
debían ser públicamente exhibidos, y tanto las invitaciones a las once como los regalos se
entregaban en espacios de mayor “confianza”: sedes de organizaciones vecinales o se
acordaba un punto de reunión.
Las campañas municipales (votación por alcalde y concejales), que abarcaron
oficialmente del 24 de agosto al 23 de octubre del 2016 (día de la jornada electoral),
representó el período de una historia más o menos larga de contactos entre vecinos,
dirigentes vecinales, candidatos nuevos y políticos en búsqueda de reelección. En el
contexto de Avellaneda, la atención rutinaria de demandas entre una campaña electoral y
otra fue la vía de acceso para que políticos profesionales, proveyendo favores e
intermediación política, conocieran vecinos y dirigentes vecinales, buscando capitalizarse a
partir de este trabajo político en campaña. Fue el caso, por ejemplo, del concejal Ramón,
sobre quien ahora profundizaremos, quien a partir de una base de datos con nombres y
teléfonos de dirigentes vecinales a quien había provisto favores antes de la campaña,
organizó sus actividades de promoción del voto.
Este concejal, miembro de la Democracia Cristiana (DC) y en búsqueda de la
reelección por primera vez (llevaba recién un periodo en su cargo, del 2012 al 2016, antes
de lo cual había sido funcionario municipal por varios años en un área de enlace entre las
demandas de los vecinos y la burocracia municipal), condujo su campaña junto a sus dos
secretarios (o asistentes): Lucas y Matías. El primero conocía bien a los dirigentes
beneficiados con los apoyos de Ramón, por lo que llamó a los más cercanos (es decir, con
quien escenificaba relaciones más intensas y continuas) en los albores de la campaña, para
preguntar si podía realizar en la organización social a que los dirigentes pertenecían un
“bingo” o “mujerazo”. Si la respuesta era afirmativa, se agendaba cita y hora. En ese
momento o después también se concertaba la entrega de las invitaciones, que debían
repartir el vecino o dirigente contactado en su vecindario.
Los mujerazos fueron eventos donde el concejal acudía con un artista local que
cantaba 3 o 4 canciones mientras se servía torta (en México, pastel) y refresco a los
asistentes, y los bingos consistían en hacer una rifa de algunos productos mientras se servía
“la once”. Ambos eventos eran pensados para un promedio de 15-20 personas. Además, el
concejal también efectuó “tallarinatas”, donde se servían tallarines con salsa en un recinto
municipal mientras el primero apelaba al apoyo político a un grupo más reducido que los

15
Tomamos esta categorización sobre la cercanía de Larissa Lomnitz (1975).

8
bingos y mujerazos (10-15 personas). Desde el punto de vista del concejal, las tallarinatas
eran espacios para gente con mayor “confianza” (es decir, de quienes podía razonablemente
esperar que promovieran el voto por él), en su mayoría dirigentes vecinales (en virtud de su
liderazgo en sus vecindarios, consideraba, podrían amasar un caudal de votos). Ahí,
solicitaba de forma directa el acompañamiento político (votar y animar a votar por él a, por
lo menos, 10 personas), mientras que en los bingos y mujerazos, grupos de mayor tamaño y
menor interconocimiento, usaba más eufemismos: “necesito su apoyo”, “se viene un
desafío”, por ejemplo.
Todos los eventos eran agendados por Lucas o Matías y normalmente, a las 16 y 18
horas, se realizaba un bingo o mujerazo, de lunes a domingo, mientras que las tallarinatas
se efectuaban de lunes a viernes a las 14 horas. Bingos y mujerazos duraban una media
hora, mientras las tallarinatas una hora, y fueron realizadas durante un par de meses hasta
algunos días antes de la elección municipal. Eran pagadas directamente por el concejal o
sus “contactos personales”. Siempre Ramón asistió a estos eventos personalmente. Mientras
que en los bingos y mujerazos solo aparecía para decir algunas palabras en torno a la
campaña, entregar los regalos (en el caso de los bingos) y presentar al artista (en el caso de
los mujerazos) mientras Lucas y otros llegaban más temprano para recibir a los asistentes y
servir la torta, en las tallarinatas solía estar toda la reunión, aunque su padre llegaba más
temprano para organizar la comida. No dejaba el concejal pasar la oportunidad de señalar
esto para invocar en los asistentes un aire de “familiaridad”: sugería que la comida que se
estaba sirviendo había sido servida a él cuando era niño.
Los asistentes que tomaban la palabra durante los bingos, mujerazos o tallarinatas a
veces expresaban que su vecindario estaba muy “abandonado” por las autoridades
(invitando con ello a Ramón a atender sus solicitudes), otras daban las gracias por el
evento. Los dirigentes más comprometidos políticamente con el concejal expresaban:
“siempre ha estado con nosotros cuando lo hemos necesitado (…) no miremos la política,
no miremos a qué partido pertenece, miremos el hombre, el alma, el deseo de trabajar y
nosotros el día de la votación le demos a un hombre que se lo merece todo”, o daban
certidumbre sobre el control de los votos en la organización que representaban: “ya los
tengo concientizados, a nuestro grupo”. Los menos comprometidos, por otro lado,
esgrimían: “si ustedes lo pueden apoyar en ese momento, bien por él, nada más que eso”.
Era común, de este modo, que los dirigentes promocionaran al candidato desmarcándolo de
lazos partidarios y personalizando el apoyo con base en el trabajo hecho por Ramón hacia
la comunidad.
Las invitaciones a los bingos y mujerazos que los dirigentes debían entregar a los
vecinos lucían según las Fotografías 1 y 2, mientras que las invitaciones a las tallarinatas
eran hechas por Lucas telefónicamente, a cada invitado. Si en las tallarinatas el
compromiso por asistir se establecía entre Lucas o Ramón y el asistente, en los bingos y
mujerazos el compromiso se establecía entre el dirigente vecinal y vecino.

9
Fotografía 1. Invitación a bingo

Fuente: Archivo fotográfico propio

Fotografía 2. Invitación a mujerazo

Fuente: Archivo fotográfico propio

Como se observa en ambas invitaciones, no hay alusiones a elementos político-partidarios


sino solo se evoca el contacto entre vecinos y candidato a partir de un elemento de disfrute
común (una “tarde entretenida”, “compartir buena música”). Puesto que la legislación
formal prohibía la entrega de regalos, las invitaciones a los bingos señalaban simplemente
que en el evento se conversaría sobre “el desarrollo de la comuna”, aunque pedía a los
dirigentes que señalaran en el vecindario que se trataba en realidad de un bingo, haciendo
de la expectativa de regalos una motivación por asistir. También, el “certificado de
confianza” alude a una constante disposición, por el concejal, a escuchar y atender
solicitudes de los vecinos, pues lo que esperaba animar era la certidumbre sobre su
presencia en terreno y de manera constante. En la siguiente fotografía, puede apreciarse la
calendarización de la campaña de bingos y mujerazos en una semana, centrada en centros
de madre, clubes de adulto mayor y juntas de vecinos. Cada casilla contenía la dirección de
la sede social donde se haría el evento, la hora, y un número de contacto (para establecer
coordinación). Algunas casillas se encuentran en blanco porque Lucas no había encontrado,
para ese momento, organizaciones donde realizar actividades.

Fotografía 3. Agenda de campaña, del 6 a 17 de septiembre.

Fuente: Archivo fotográfico propio

Frente al vecino y dirigente, el concejal buscaba animar el compromiso político en virtud


de haber estado “trabajando” constantemente por acelerar las demandas locales dentro del
estado o resolver necesidades directamente, antes que invocar elementos político-
partidarios (es decir, solicitar el apoyo aludiendo a determinada solidaridad político-
partidaria). Como una vez lo refirió frente a un club de adulto mayor: “hoy día no estoy
haciendo un discurso sino contando parte de mi trabajo, de lo que he hecho y de lo que
hemos hecho en conjunto con los dirigentes, con la gente”. Así, al tenor de una obra recién
iniciada en el vecindario donde en ese momento se realizaba un bingo, se construía como
alguien definitorio para que comenzara, aderezándolo con alusiones a su efectividad como
solucionador de problemas:

10
cooperamos con nuestro granito de arena, yo lo vi, pasó por mi comisión, 16 y yo le
pongo la forma. Además, ya vino el alcalde a iniciar las obras del sector. Soy un
gestionador de estos proyectos, por ahí hicimos la gestión y conseguimos elementos para
habilitar la escala (escalera) que tanto necesitaban. Bueno, diferentes beneficios que nos
han solicitado, el concejo municipal aprueba, pero también hay gestión de parte nuestra
con la junta de vecinos.

Destacaba, además, así como en las tallarinatas, elementos que invocaban signos de
familiaridad, cercanía, conocimiento mutuo y amistad, para generar correspondencia.
Emilio, un conductor de radio local encargado de presentar a Ramón en las sedes sociales y
dirigir los bingos, lo expresó sintéticamente cuando señaló que el compromiso político se
buscaba establecer con base en el cariño antes que los lazos partidarios o programáticos:
“Don Ramón no viene a nada más que a saludarlas y no a comprometer más que el cariño
de ustedes con él, a cambio de eso, de una mejor comuna”. El cariño, como algo que se da
voluntariamente y es valioso por sí mismo (más allá de sus efectos político-electorales),
fundía así un imaginario en torno a la densidad y el componente emocional del lazo
sociopolítico en Avellaneda.

Relaciones fuertes y débiles


La campaña orquestada por Ramón también buscó movilizar el voto en formas de contacto
uno a uno, a diferencia de los bingos y mujerazos, a partir de la vinculación con dirigentes
con que se recreaban formas de intercambio recíproco intensas, principalmente, y se
buscaba que ellos fueran comprometiendo, de forma más continua, a los potenciales
electorales. Aquí toma relevancia hablar de los operadores o políticos o “activistas”. Poco
ante de llamarlos por teléfono, el concejal refirió que su invocación partía de la
consideración que “no se sabe si la gente se quedó con lo que uno le dijo o no, el que anda,
está ahí, uno sabe perfectamente con quién cuenta y con quién no, porque hay
organizaciones que reciben al que sea”.
Los operadores políticos (no pasaban de 20), casi todos dirigentes vecinales, fueron
elegidos por Ramón porque eran los más cercanos, es decir, participaban con él de
continuas formas de personalización de la política en torno a la circulación de regalos,
intermediación política y favores (acompañados de muestras de afecto y confianza), además
porque algunos ya habían trabajado en campañas políticas, para este concejal o su línea
política Ser un/una operador político, no obstante, no significaba que hubiera un pago
económico de por medio (por lo menos no en todos los casos). Antes bien, las acciones de
promoción del voto se entendieron como parte de la circulación de favores que acontecía
más allá de la campaña electoral, aunque también los operadores esperaban que, si Ramón
continuaba en el cargo, ellos podrían seguir accediendo al sistema y la representación
política a través de su mediación.
En general, dirigentes vecinales que tenían relaciones más o menos continuas con
concejales y otras autoridades políticas evaluaban su apoyo político mirando las
posibilidades de que cierto candidato tuviera más chance de ser elegido o por lo menos
16
Las comisiones municipales son instancias de deliberación entre funcionarios municipales y concejales (que
pueden o no invitar a dirigentes vecinales), previas a las sesiones de concejo municipal. Están divididas según
áreas de competencia: deportes, cultura, seguridad ciudadana, finanzas, entre otras. Más información en: “Ley
Orgánica Constitucional de Municipalidades”. Disponible en: <https://www.leychile.cl/Navegar?
idNorma=251693> [Consultado el 21 de marzo del 2019]

11
ascendiera en posiciones de representación política, que fuera afectuoso, cercano, y eficaz
solucionando problemas vecinales. Estos factores se ensamblaban de forma variable
dependiendo del sistema de relaciones en juego y la ponderación variable de distintos
factores. A modo de ilustración, Romina, una dirigente de una junta de vecinos, señaló en
una ocasión que no apoyó políticamente a Ramón porque, aunque era afectuoso, no tenía
estudios universitarios en derecho como Óscar, el concejal de la UDI, quien podría resolver
prontamente problemas jurídicos en su vecindario. En otros casos, algunos dirigentes
expresaron que, aunque había varios candidatos a concejal afectuosos y eficaces
intermediando políticamente y proveyendo favores, se comprometerían con Ramón porque
podría ser alcalde en un futuro, y con ello tendrían la oportunidad de acceder a más bienes y
servicios.
Eugenia ha sido dirigente de un Comité Social-Cultural por dos años, su primera
experiencia organizativa y que formó junto a Ramón. Ella se declara “apolítica” y que sólo
le gusta “lo social”, aunque ha hecho campaña por Ramón y el alcalde (de tendencia
política ubicada a la derecha). Sobre Ramón (cuya relación, nos dice, es más de “amistad”
que “política”), expresa que es su “concejal regalón”,17 pues “(el concejal) llamaba por
teléfono directamente a la persona (del municipio) y me mandaba a hablar con ella”,
“siempre ha estado, de repente necesito esto, él me lo soluciona, le he pedido a todos y
quien me lo soluciona es él, siempre apoyando en las buenas y las malas”. Por lo anterior,
para Eugenia, Ramón es una pieza clave para entrar al estado, sin lo cual el acceso sería
difícil o imposible, o solucionar problemas directamente.
Desde su punto de vista, la provisión de gestiones y favores constantes habilitó con
Ramón una relación de reciprocidad que debía ser continuada en campaña. Así, a pesar de
que lo único que le pidió el concejal (a decir de ella) fue “estar al pendiente de sus votos” y
organizarle un par de actividades de promoción del voto en su vecindario, ella hizo mucho
más: un par de reuniones con vecinos y les pidió recordar que Ramón los había apoyado,
repartió su propaganda, hizo “puerta a puerta” (labores de promoción por el concejal en los
domicilios) además que, durante la jornada electoral y cuando una persona con debilidad
visual pidió que se le auxiliara para registrar su voto, se ofreció a acompañarla. Dentro de la
casilla, marcó el voto por Ramón como por el alcalde, evento que, después señaló, le hizo
sentir después suma vergüenza.18
Eugenia es un caso que ilustra vívidamente algunas de las historias de los más
comprometidos con el voto hacia Ramón durante la campaña. Sus intercambios con él se
remontan a los orígenes de la organización que abanderan (algo que podría denunciarse,
pues el concejal promueve la formación de organizaciones solicitando a vecinos cercanos
sean los dirigentes de éstas, sobre todo cuando encuentra dificultades para “trabajar” con
algún dirigente ya establecido), el perfil de cercanía, familiaridad y continuidad en las
gestiones explican su lealtad, y frente a los favores otorgados practican distintos
mecanismos de reciprocidad en la arena electoral, muchos de los cuales no son solicitados
explícitamente por el concejal sino interpretados a partir de la intensidad percibida del lazo
sociopolítico. Este elemento hace notar que, desde el punto de vista de los operadores, sus

17
Regalonear, como verbo, significa tratar con cariño, dar mimos. Como adjetivo (“el concejal regalón” ),
denota un favoritismo por la persona, a quien se le da más cariño.
18
Con este acto se obtura la elección libre del voto que, siguiendo con su perspectiva, debe prevalecer, más
allá de sus sugerencias sobre este tema a los vecinos.

12
acciones son observadas como una manifestación de su voluntad, más que fruto de una
imposición.19
Debido a lo anterior, estos dirigentes señalaban frente a los vecinos que las cosas
serían más fáciles de conseguir (señalaban que Ramón es presidente del concejo municipal
o presidente de una comisión clave en la municipalidad 20), pues él tenía los contactos, la
información y la capacidad para mover los procesos dentro del estado. En otras ocasiones,
los mismos operadores buscaban dirigir los votos de su organización en función de a qué
concejal pertenecía qué comisión. Desde su punto de vista, esto permitía diversificar sus
fuentes de poder en el entendido que podían recurrir a distintos concejales dependiendo de
qué proyecto buscaban hacer marchar dentro del estado. Como Emilia, una dirigente
vecinal, señaló al respecto: “a veces no tienen todos los mismos temas”, es decir, no tienen
la misma especialidad o campo de influencia.
Eugenia, además, representa a los dirigentes que, en virtud de la cercanía y
familiaridad que percibían con el concejal y necesariedad de su labor como intermediario
con el estado, consideraban que tenían que ser más directos a la hora de pedir el voto por él
bajo la suposición que había hecho mucho por ellos/ellas. De esta manera, algunos de los
dirigentes más comprometidos pedían pruebas de la fotografía del voto a la familia, 21
defendían sus votos en las mesas de votación, decían a la primera oportunidad en su
organización que él había hecho tal gestión, ayuda o “quiero que vote por mi candidato”, a
veces pidiéndolo como un favor para ellos u otras como un apoyo para que la organización
siguiera accediendo al estado. A diferencia de ellos, la mayoría de los operadores políticos
señalaba que no era necesario pedir el voto directamente a los miembros de su
organización, aunque podían reconocer que la organización que lideraban ya tenía clara su
preferencia por las mismas razones que Eugenia expresó: cariño y gestión. Como señaló
Ricardo, un dirigente de club de adulto mayor: “nosotros no tenemos necesidad de
conversar; la gente le tiene cariño, aprecio, la gente sabe, no hay que decirle por quién
votar. Además, el voto es secreto, pero toda la gente nuestra (de nuestra organización) votó
por él”.
No obstante, igual consideraban que había que apoyar a Ramón y, así como los
intermediarios más comprometidos, lo invitaban a sus actividades (más que a los
competidores, pero sin dejar por ello de buscar mantener la imagen pública de una
organización que, democráticamente, acepta la visita de todas las autoridades como una
forma de respetar todas las preferencias políticas de los socios 22 ahí reunidos). También,
aconsejaban o recomendaban el voto por él señalando, por ejemplo: “mi candidato Ramón

19
La forma en que, paradójicamente, se concreta el ejercicio del poder político sin “imposiciones”, ha sido
bien detectada por James Scott (2016).
20
Así él se presentaba frente a los vecinos cuando hablaba sobre la marcha de los proyectos concursables a
nivel local (invocando sus posiciones de “poder” dentro de la estructura municipal para señalar que ellas
podrían potenciarse con sus atributos informales, como cercanía y confianza con las autoridades). El que los
dirigentes lo percibieran de este modo, y sobre lo cual se comprometieran con él políticamente, puede ser
visto como un efecto de poder.
21
La familia era escenificada comúnmente como el grupo de mayor cercanía y confianza para solicitar el
voto. No obstante, la mayoría de los comprometidos no pedía pruebas y señalaba que su solicitud estaba
abierta a negociación. Lucía, una dirigente de centro de madre, argumentó al respecto: “la familia es muy
grande, mis hijos me dicen mamá por quién hay que votar; mi hija no, ella ya tiene su manera de pensar y sus
motivos”.
22
“Socios” es la palabra con que en la reglamentación formal sobre las organizaciones vecinales se les
denomina a sus miembros, y usada comúnmente para referirse a ellos en el contexto local.

13
ha trabajado”; “este candidato a nosotros nos sirve, ya usted decide si lo vota o no”, o
preguntando qué había pasado con la promesa del voto, hecha colectivamente, hacia él.
Por las razones anteriores, el día de la elección algunos dirigentes iban señalándole
a Lucas quién de sus vecinos tenía dificultades (principalmente, de movilidad física) para
transportarse a su mesa de votación para que éste pudiera pasar por ellos en su auto y
llevarlos a votar. Esta práctica no fue exclusiva de Ramón o sus secretarios, pues fue
común que durante la jornada electoral distintos candidatos ofrecieran transporte para ir a
votar justificado en términos de necesidades sociales: decían que nadie iba a gastar en
transporte hacia su mesa de votación en lugar de comprar pan en situaciones de altas
carencias materiales, o como un apoyo a los “abuelitos”.
No todos los dirigentes comprometían los votos de su grupo para seguir accediendo,
en su perspectiva, al sistema colectivamente, esto es, como organización. También hubo
espacio para intitular demandas más particulares, como los de Maite, una dirigente de club
de adulto mayor. En campaña, le comentó (no en público) a Ramón que recientemente una
tubería de agua que daba servicio al vecindario y pasaba por debajo de su casa, se rompió,
dejando una parte del piso en malas condiciones. La empresa de suministro de agua potable
local puso una nueva tubería, aunque no respondió por los daños en su domicilio. Debido a
lo anterior, ella pidió un crédito al banco para pagar mano de obra y materiales y poder
reconstruir el piso. Después de argumentarle a Ramón por qué necesitaba la ayuda (tenía
que pagar medicamentos muy caros, recibía una pensión baja, le señaló), éste mencionó que
se encargaría del asunto. Días después, Lucas acudió a la casa de Maite para otorgarle 80
000 pesos (2 500 pesos mexicanos, aproximadamente), dejando 20 00 restantes (600 pesos)
para después de la elección, a petición de ella y en un ejercicio empático: “como estaba con
tanto problema (estaba gastando mucho en la campaña), le dije: ‘mijo comprometámonos
para después de la elección, usted me da los últimos 20 y yo pongo el resto’”. Sin tener que
hablar, por ninguna de las partes, de los votos, ella mencionó que este acuerdo se
correspondía con un compromiso político con el concejal de pedir a sus vecinos votar por el
concejal.
Además, no todas las relaciones entre dirigentes y el concejal tenían ese
componente denso de compromiso político durante la campaña. Hubo otros, con relaciones
interpretadas por los mismos dirigentes como más débiles (es decir, de contacto menos
continuado y donde no se moviliza con tanta fuerza el interconocimiento y afectos) o donde
la intermediación de Ramón con el estado se interpretaba como menos central, se
establecían relaciones más contenciosas, incluso con la posibilidad de salir de la relación.
La junta de vecinos donde el club de adulto mayor que lidera Maite se reúne tiene como
presidenta a Constanza. Trabaja en cuidado de adultos mayores en el Consultorio Local de
Salud, muchas veces por las noches, y es presidenta de junta de vecinos hace un par de
años, su primera experiencia en organizaciones vecinales. Además, su historial de contactos
con Ramón comenzó a partir de gestiones que hizo en el municipio.
Antes de iniciar la campaña, llegamos con este último a su sede social, y Constanza
recibió al concejal diciéndole que “no era como él pensaba”, mientras se deshacía en
disculpas y justificaciones. Más tarde, en el auto, Ramón explicó los antecedentes de aquel
recibimiento: ella le había llamado unos días antes por teléfono pidiéndole que gestionara la
poda de un árbol señalándole que, si no lo hacía, iría con otro concejal. Ramón le
respondió, en un tono molesto, que podría hacerlo, pero si lo hacía: “no volviera a buscarlo
más”. Todavía al teléfono, ella se disculpó y Ramón se ofreció a ver el asunto de la poda,
que vimos el día en que lo recibió en su sede. Eventualmente, Ramón no pudo hacer nada

14
porque, señaló a Constanza, se trataba de un árbol que necesitaba, por su grosor, una
máquina especial que no tenía el municipio.
Después, comenzando la campaña municipal, ella aceptó la invitación de Óscar, el
concejal de la UDI, de trabajar para él en actividades de “puerta a puerta” durante un mes,
con sueldo. Cuando Ramón se enteró, ella cuenta:

me mandó un mensaje, se enojó; pero, mira, si uno no tiene compromisos con nadie.
Además, me ofrecieron un sueldo, y le tengo cariño a Óscar (…) A lo mejor se enojó
Ramón porque detrás de mi hay gente. Yo no sé si votó o no la gente por Óscar, pero soy
conocida acá. Yo creo que las cosas se van a arreglar, si no al final no pierdo nada, yo
igual tengo que trabajar, lo hago por la junta de vecinos.

Una vez pasadas las elecciones, Constanza entró a la oficina de Ramón buscando hacer una
gestión, y Matías le reviró que “no tenía nada más que hacer ahí”, que fuera mejor a la
oficina de Óscar. Es curioso cómo Constanza recibió un mensaje “de molestia” por el
quiebre de una fidelidad que fue más interpretada por el concejal que seguida por ella.
Algunas semanas antes de la elección, Lucas llamó a distintos dirigentes vecinales
para recordarles la importancia de votar por el concejal y pidió a algunos de ellos, sobre la
base de la confianza, ser apoderados de mesa. 23 El día de la elección, además, ofreció
transporte hacia los lugares donde la gente tenía que votar, la mayoría ubicados en el centro
de la ciudad. No era, con todo, un gran aparataje de movilización, sino Lucas y Matías, en
sus autos respectivos, aunque no por ello demasiado visible pues se dejaba a la gente cerca
del lugar de votación. Aún con estas expectativas de control, los actores políticos no piden
pruebas del voto, pues ello destruiría la credibilidad de la escenificación colectiva en torno
al intercambio de afectos y confianzas y desnudaría las relaciones políticas que se ponen en
juego.
El día de la jornada electoral, Ramón invitó a algunos de los dirigentes enlazados
durante la campaña a una festividad en un local de la municipalidad. En total, hubo unos 40
asistentes en que el concejal agradeció a distintos operadores por su nombre. En un ánimo
de seguir invocando familiaridad invitó a su esposa e hijos a que lo acompañara, y en la
festividad inició el baile con uno propio con su esposa. Tiempo después y recordando ese
momento, esgrimió, “le tomé gusto al trabajo”, señalando cómo, a veces, es presa de la
incrustación emocional que él mismo busca movilizar en los dirigentes como medio de
poder. Cuando los resultados de votación se publicaron, el concejal había logrado la mayor
votación para este cargo, superando con un poco margen a Óscar, concejal de la UDI.
Por último, vale la pena mencionar que el mundo de los acuerdos entre candidatos y
dirigentes vecinales, donde se presentan acuerdos que dan más o menos certezas de
votación en las organizaciones sobre la base de una lealtad estratégica, es muy distinto al
mundo de los vecinos. Preguntándoles en sus organizaciones si sabían quién los había
visitado recientemente, muchos lo desconocían. Otros esgrimieron con certeza que no irían
a votar. En este sentido, resulta paradójico que la población de adultos mayores, aunque son
el grupo social donde más se enfocan los políticos de Avellaneda y que son la población
que más vota, a diferencia de los jóvenes que tienden a ubicarse en la indiferencia política o
23
El apoderado de mesa es el representante de cada partido político o candidatura independiente para observar
y auxiliar en el proceso eleccionario dentro de las mesas receptoras de sufragios. Más información en:
“Servicio Electoral de Chile”. Disponible en: <https://www.servel.cl/preguntas-frecuentes/> [Consultado el
21 de marzo del 2019]

15
los movimientos sociales, también sean los que, por problemas de memoria asociados a la
edad, con mayor dificultad puedan recordar el nombre de aquellos candidatos o autoridades
que acuden a sus organizaciones.

Recursos, destrezas y productos del trabajo político. Por una reconstrucción del lazo
sociopolítico en campaña electoral.
Llegados a este punto, rescataremos las observaciones etnográficas centrales anteriormente
señaladas para encuadrarlas en el marco teórico del trabajo político y perspectivas
socioantropológicas sobre el clientelismo, además de señalar dónde estaría nuestra
aportación al campo. Ello incluirá un diálogo con literatura sobre clientelismo en Chile.
La apuesta de la línea de trabajo político recae, como vimos al principio de este
ensayo, en desentrañar tanto las condiciones como los momentos de la interacción en que
las relaciones políticas se recrean. Una primera condición de las interacciones entre
competidores, dirigentes y vecinos, de este modo, recaía en la poca visibilidad de los
símbolos partidarios y la retórica anti-partido. Estos hallazgos son consistentes con lo
señalado en otros estudios en campañas parlamentarias (Díaz et. al, 2006; Giannini et. al,
2012, de Cea y Fuentes, 2012) o locales en perspectiva histórica (Valenzuela, 2016). Por lo
anterior, en Chile muchas de las campañas se estructuran acentuando los atributos de los
candidatos y que se explican por la baja identificación político-partidaria que en este país
prevalece, sobre todo en los vínculos entre ciudadanos y representantes locales (Morales,
2016).
Una segunda condición tiene relación con las expectativas y aspiraciones de la
ciudadanía que sobre los representantes pesan a la hora de establecer, como lo señala
Julieta Quirós (2011), valencias positivas o negativas en el campo político. Como vimos, en
Avellaneda tanto la capacidad de intermediar políticamente como proveer bienes y
servicios de manera constante y en terreno, justificado en términos de necesidades sociales,
establecen los criterios de legitimidad de la actividad política y que, a la postre, construye
capitales políticos. Así, en otros contextos y otro tipo de campañas (parlamentarias) en
Chile, también se ha destacado ese tránsito entre atención rutinaria de demandas y
capitalización política en campañas electorales (de Cea y Fuentes, 2016). Esta atención
invoca con mucha fuerza la protección y el cuidado, que reciben con especial agrado los
adultos mayores. En un nivel general, estas aserciones van a contrapelo de aquellas visiones
sobre la política de corte institucionalista y que abrevan del rational-choice, las cuales
conciben los votos como producidos por cierta sintonía ideológica o programática con los
partidos políticos (Downs, 1957), o la relación de representación uno a uno sin contenidos
sociales o estructuras organizativas (Pitkin, 1985).
Con estas dos condiciones, bingos, mujerazos y otros escenarios de interacción de
promoción del voto se despliegan sobre la movilización de determinados recursos,
destrezas y productos del trabajo político. En cuanto los recursos, podemos mencionar que
los candidatos invocan el interconocimiento, familiaridad, gestiones continuas y cercanía,
para aumentar su popularidad y, de formas subrepticias (aunque claras para quien conoce el
universo de códigos implícitos) solicitar el voto. Los recursos aquí señalados tienen como
condición de posibilidad, a su vez, contactos cara a cara, lo que permitiría argumentar que
es el interconocimiento y la familiaridad invocada entre actores en una situación de
copresencia física, más que la propaganda y los medios de comunicación, lo que estructura
una campaña política, tomando el caso de Avellaneda. De aquí, que sea la “confianza” que
Ramón deposita en un grupo de cercanos para hacer parte del trabajo político, la

16
“confianza” de los operadores depositada en los vecinos para asistir a las actividades de
promoción del voto, y la “confianza” solicitada por los electores a representantes políticos e
intermediarios para orientar el voto de sus cercanos en una determinada dirección, el
elemento que articula los lazos sociopolíticos en campaña. Por lo anterior, la manera en que
se construye, mantiene y negocia la confianza en política, merece una mayor atención en
perspectivas socioantropológicas sobre el clientelismo.
Este tipo de conclusión que deriva del componente central atribuido al
interconocimiento, no obstante, tendría que matizarse o problematizarse con campañas a
otros niveles donde, a mayor nivel de población, las relaciones cara a cara e
interconocimiento se hacen más difíciles, lo cual sienta un campo de discusión para
investigaciones futuras. Lo que observamos en el contexto de Avellaneda a este respecto es
que los actores políticos ubicados en escalas mayores de agregación (diputados, senadores),
se articulan con el vecindario vía dirigentes y políticos que pueden movilizar en mayor
grado capitales políticos con base en el interconocimiento. Es el caso de Ramón, por
ejemplo, quien poco después de la elección presentó a la candidata de su partido a la
Presidencia de la República dentro de Avellaneda en las organizaciones “queridas”.
Por otro lado, para que los recursos aquí señalados tengan el efecto esperado, se
demandan ciertas destrezas. Como vimos en la forma en que Ramón pide el voto, el trabajo
político requiere que el compromiso político se escenifique desde una relación voluntaria
más que coercitiva, donde la actualización del vínculo, es decir, el disfrute que produce la
interconexión (a través de actividades lúdicas como bingos y mujerazos), se escenifique
como más importante que sus usos políticos (aunque, por el lado de los dirigentes
vecinales, la coerción establecida hacia abajo emerge con mayor potencia, pues algunos
piden pruebas del voto a sus familiares). También, hacerse familiar demanda cierta destreza
para invocar elementos en común, hacerse “cariñoso” determina cierta destreza para que
éste sea percibido como auténtico más que como un medio de poder. Mostrarse eficaz, de
igual manera, demanda la habilidad para prometer acelerar los caminos de entrada al estado
o la directa solución de problemas sin que esto sea visto como el simple uso de una retórica
que hace del “engaño” una estrategia de capitalización electoral. Como lo expresó Maite en
una ocasión, refiriéndose al actuar de los políticos: “la honestidad es mucho más generosa
que la promesa”, señalando con ello cómo valoraba más que un político le argumentara
cuando no podría ayudarla, que le prometiera cosas que no podría resolver.
Por el lado de los dirigentes vecinales, sus destrezas también merecen una especial
atención, pues personalizar la relación, establecer vínculos hacia arriba, granjear lealtades,
a quién pedir y cómo pedir el voto, requiere el conocimiento del vecino y los principios de
la relación que guían los intercambios en política. A modo de ejemplo, la confianza anima
solicitudes directas sobre el voto, de modo que solicitarlo demanda cierta destreza por
mostrarlo como algo que no rompe un acuerdo tácito en torno a la voluntariedad del
intercambio. Todos estos elementos han sido bien detectados por la de nuestro marco
teórico y merece una mayor manufactura para aumentar nuestra comprensión de los
momentos de la interacción sociopolítica en campaña.
Una cuestión en que percibimos que la literatura sobre trabajo político y
perspectivas socioantropológicas sobre el clientelismo no ha destacado con la suficiente
fuerza son los modos de funcionamiento de la “polifonía” del trabajo político. Aquí hemos
señalado la forma en que se van enganchando las estrategias de movilización electoral con
cómo son reapropiadas por distintos operadores y sirven de vía de entrada para comprender
su subjetividad y las razones detrás de su lealtad política, como argumentamos en el caso de

17
Eugenia. No todos los casos son de un enganche sin fisuras, como fue claro en el caso de
Constanza, pues cuando se interpreta con menor centralidad el poder de un intermediario y
la relación con éste se va tornando más flexible (dando lugar a establecer vínculos con
varios intermediarios a la vez), la salida de la relación se puede interpretar como viable. En
el límite de una relación percibida como nada fructífera, las palabras de Constanza “al final
no pierdo nada” ilustran este proceso.
En los estudios sobre clientelismo en Chile, éste se ha conceptualizado como medio
para producir relaciones políticas asimétricas. Hay, por un lado, estudios de índole más
politológica donde examinan el papel de las cosas dadas en la producción de un
intercambio desigual, tanto en términos económicos como de poder (Barozet, 2000). Otros
exploran con detenimiento el componente moral en las relaciones de mediación política
personalizada (Arriagada, 2003; Pérez, 2014). Una última línea de estudio refiere a los
aspectos históricos, acaecidos en dictadura militar, que delinearon la transformación de un
clientelismo “de partidos” a otro centrado en el municipio y de cuño despolitizado
(Valdivia, 2012). En ellos la discusión está centrada en el papel del clientelismo,
normalmente entendido como negativo, en la democracia, la participación y la formación
de una ciudadanía autónoma. Este trabajo aporta una dimensión no centrada en los efectos
del clientelismo en las instituciones y la democracia sino en cómo se produce a escala
micro.
Por último, los repertorios y prácticas aquí mostradas no son muy diferentes de las
relaciones clientelares mostradas en otros contextos. Sin embargo, sí hay algunas
diferencias que vale hacer notar. El clientelismo observado en Chile es uno donde los
vínculos entre estado y ciudadanía se nutren vía intermediarios que son funcionarios del
estado o actores político-partidarios, a diferencia del contexto brasileño donde los
intermediarios son también traficantes de drogas (Desmond, 2007). También las relaciones
clientelares en Chile son menos contenciosas y de un talante menos colectivo (es decir, que
las demandas sean estipuladas colectivamente con un tono beligerante) de lo observado en
México (Hurtado, 2013) o Argentina (Auyero, Lapegna y Poma, 2008). Esta situación se
explica por factores históricos de los que nos ocuparemos en otro ensayo.

A manera de cierre
El estudio del trabajo político representa una vía adecuada para traer el análisis a la
comprensión de la política vivida, dando centralidad a la relación tensionante entre
discursos y prácticas políticas en distintos escenarios, niveles y momentos. Además, es útil
para señalar cómo el mundo político-partidario no puede entenderse sin ese sustrato
interpersonal que le prefigura, y con ello actores que no solo persiguen intereses desde una
supuesta racionalidad instrumental sino también con dimensiones morales y emotivas. En
suma, si el estudio de la política se ha buscado desde distintas posturas buscando la
simplicidad, abstracción y estilización matemática, la perspectiva etnográfica puede
abordar la complejidad y heterogeneidad en que la política se construye sin perder rigor
metodológico y la señalización de nuevas vías para entender la relación entre agente y
estructura.
Por lo anterior, en contraposición a perspectivas formalistas, la perspectiva etnográfica en
política permite explorar la dimensión cotidiana, situacional y relacional, del lazo
sociopolítico, introducir el punto de vista del actor con profundidad y fluidez (más allá de
concepciones normativas que reproducen estereotipos) revirar explicaciones que se centran
demasiado en los intereses como factor explicativo del comportamiento o que subsumen los

18
fenómenos políticos a categorías dicotómicas como las de clientelismo pasivo vs.
ciudadanía activa o dependencia vs. autonomía. Además, lidiar metodológicamente con la
ambigüedad, silencios, aprendizajes, efectos no buscados, condicionantes situacionales, así
como efectos de poder, que caracterizan las relaciones sociales en general y las relaciones
políticas en particular.

Bibliografía:
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