La avalancha de avances técnicos y conceptuales que ha ocurrido en la última década en
inmunología y en las ciencias asociadas, ha traído nuevas oportunidades para la resolución de los problemas característicos de la disciplina. La inmunología de parásitos no sólo se ha recuperado, sino que muchos de los nuevos conceptos en inmunología han sido revelados con modelos parasitarios. En estos momentos, la relación parásito-hospedero se entiende en muchos casos con una precisión que era inimaginable hace sólo una década. Muchos problemas nuevos han aparecido, pero las alternativas para avanzar en el conocimiento actual son claras. El manejo de este conocimiento moderno es indispensable para el especialista en salud. No sólo porque determina nuevos parámetros de diagnóstico, tratamiento, pronóstico y control de las enfermedades parasitarias, sino que, también, porque le prepara para entender los extraordinarios avances que seguramente aparecerán en el futuro cercano. EL SISTEMA INMUNE El sistema inmune está a cargo de la identificación y eliminación de moléculas ajenas al organismo. A menudo estas moléculas son parte de virus, bacterias, o parásitos que invaden el organismo, o de tumores que crecen en el organismo como un elemento extraño. La tarea de eliminar estas moléculas requiere gran eficiencia y precisión. Eficiencia porque todas las moléculas extrañas deben ser identificadas y eliminadas, y precisión porque sólo las moléculas extrañas deben ser eliminadas. Para cumplir este encargo, el sistema inmune recurre a un gran número de elementos y a complejos métodos de regulación. LA ORGANIZACION DEL SISTEMA INMUNE Como corresponde a un sistema orgánico a cargo de la vigilancia en todo el organismo, el sistema inmune no está localizado en un lugar en particular, sino que distribuido en todo el cuerpo. Está compuesto por órganos centrales y periféricos. Los órganos centrales (médula ósea, timo y bolsa de Fabricio en las aves) son el lugar de origen y maduración de las células linfoides. La respuesta inmune no ocurre en estos órganos. Los órganos periféricos son los ganglios linfáticos, el bazo, y el tejido linfático asociado a las mucosas. En estos sitios es donde la respuesta inmune toma lugar. Los órganos periféricos, a su vez, pueden dividirse funcionalmente en sistémicos y locales. Órganos periféricos sistémicos. Son los ganglios linfáticos que drenan la linfa de los tejidos intersticiales sistémicos, y el bazo que filtra la sangre que recorre todo el organismo. Estos órganos poseen células procesadoras de antígeno, linfocitos B, y linfocitos T que interceptan los antígenos que se encuentran en la circulación. Ellos generan las respuestas inmunes que son expresadas en la circulación y en los tejidos sistémicos (producción de Igs M, G, A, y E, e inmunidad mediada por células). Los linfocitos recirculan permanentemente entre los ganglios linfáticos y el bazo a través de la sangre y la linfa. Esto permite que las respuestas inmunes que pueden haberse iniciado localmente se generalicen a todo el organismo. Órganos periféricos locales (o mucosos). Son el tejido linfoide nasofaríngeo (anillo de Waldeyer), los ganglios linfáticos bronquiales, las placas de Peyer, los ganglios linfáticos mesentéricos, y los tejidos linfáticos de la vejiga, glándulas salivares y glándulas mamarias. Estos tejidos también poseen células procesadoras de antígenos, linfocitos B, y linfocitos T que interceptan los antígenos que llegan a las superficies mucosas. Ellos generan respuestas inmunes que son expresadas en las mucosas, principalmente la producción de IgA, pero también de IgG e lgM. Aunque las respuestas de estos tejidos comúnmente se consideran respuestas locales de las superficies mucosas, los linfocitos estimulados por antígenos en estas localizaciones corrientemente migran a los ganglios linfáticos regionales y de allí a la sangre, en la cual circulan por un tiempo limita do. Como estas células poseen receptores especiales para las superficies mucosas, finalmente retornan y se alojan permanentemente en las mucosas. No obstante, esta migración les permite exportar respuestas inmunes que se iniciaron en una localización (mucosa intestinal, por ejemplo) a otras mucosas (mucosa bronquial, por ejemplo). LOS ELEMENTOS DEL SISTEMA INMUNE Antígenos (AG) y epítopos (E) Se llama antígeno o inmunógeno a cualquiera molécula que puede generar una respuesta inmune específica. La mayoría de los antígenos son proteínas o glicoproteínas que ingresan al organismo como parte de la composición de virus, bacterias, hongos, o parásitos (antígenos exógenos). Ocasionalmente, las propias células del hospedero pueden sintetizar antígenos cuando son estimuladas por una infección intracelular (por un virus, bacteria o parásito) o cuando sufren una transformación tumoral (antígenos endógenos). Los antígenos exógenos comúnmente inducen respuestas de anticuerpos o mediadas por células, mientras que los antígenos endógenos generalmente inducen sólo respuestas mediadas por células. La mayoría de los antígenos tienen un peso molecular superior a los 20 kilodaltons (kDa) y están constituidos por más de 200 aminoácidos. El sistema inmune no reconoce la molécula completa de antígeno, sino que sólo pequeñas porciones de ella (formadas por unos pocos aminoácidos) que se denominan epítopos. Dependiendo del tamaño de la molécula, un antígeno puede poseer varios epítopos, y algunos de ellos pueden incluso estar traslapados. En relación con los antígenos, es importante discutir el concepto de célula autóloga defectuosa. Esta es cualquier célula de un individuo que presenta en su superficie (accesible al sistema inmune) antígenos diferentes a los antígenos propios del individuo. Los epítopos de estos antígenos son reconocidos por el sistema inmune como moléculas extrañas, de modo que generan las correspondientes reacciones inmunes. Estas moléculas son comúnmente sintetizadas por las propias células del individuo cuando sufren infecciones por virus, bacterias o parásitos que alteran su metabolismo. Muchos tumores también producen neoantígenos que se expresan en la superficie de las células tumorales. Moléculas de la familia de las inmunoglobulinas Las inmunoglobulinas son glicoproteínas formadas por cadenas peptídicas con lazos que se repiten a lo largo de la molécula. Se supone que los genes que codifican para estas moléculas han derivado por multiplicación de un gen ancestral que codificaba para un péptido de unos l00 aminoácidos, con un solo lazo. Otras proteínas que parecen construidas de acuerdo a un padrón similar han sido agrupadas en lo que llamamos la familia de las inmunoglobulinas. Las principales proteínas en esta familia son las inmunoglobulinas mismas, los receptores de las células T, las proteínas de clase I o II del complejo principal de histocompatibilidad, y las proteínas de los complejos de diferenciación. Todas ellas ejercen funciones fundamentales en la respuesta inmune. Las inmunoglobulinas (lg). Las Igs o anticuerpos son glicoproteínas producidas por las células plasmáticas, que, a su vez, son productos de la diferenciación de los linfocitos B. La estructura básica de las Igs consiste en dos cadenas de polipéptidos de unos 440 aminoácidos cada una (cadenas pesadas), franqueadas por otras dos cadenas de unos 220 aminoácidos cada una ( cadenas livianas) (Figura 5-1 ). Al extremo distal de cada cadena pesada y su correspondiente cadena liviana, los aminoácidos respectivos forman una hendidura para acomodar un epítopo. Este es el lugar de combinación con el antígeno y sólo acepta epítopos cuya composición en aminoácidos es complementaria con su propia composición en aminoácidos. En los linfocitos, las Igs existen como proteínas en la superficie de los linfocitos B. Cada linfocito B posee unas I o s moléculas de Igs, todas idénticas. Sin embargo, durante la multiplicación de los linfocitos B originales, los genes que codifican para las Igs se reorganizan extensamente y terminan formando más de 108 moléculas de Igs diferentes, en otros tantos linfocitos B. El número total de epítopos que un individuo puede reconocer (y acomodar en sus Igs respectivas), por lo tanto, excede los 100 millones. Los receptores de las células T (RCT). Los RCT son también proteínas de superficie, pero éstas se encuentran en la superficie de los linfocitos T Similar a las Igs, estos receptores también tienen una hendidura en el extremo distal para acomodar a aquel epítopo que posea una composición de aminoácidos complementaria a la del receptor mismo. Cada linfocito T posee unos 105 RCTs idénticos en su superficie Como en el caso de las Igs en los linfocitos B, durante la multiplicación de los linfocitos T ocurre una extensa reorganización de los genes que codifican para los RCTs que termina en la producción de quizás unos I os RCTs diferentes, en otros tantos linfocitos T. Es inevitable que durante estas reorganizaciones algunos de los RCTs que se generan tengan afinidad para combinarse con epítopos presentes en los tejidos del individuo. Estos RCTs son eliminados durante la diferenciación de los linfocitos T en el timo de modo que se evita la producción de reacciones autoinmunes. Los linfocitos que sobreviven aún tienen la capacidad de reconocer muchos millones de epítopos diferentes. Cada molécula de RCT en la superficie de los linfocitos T está siempre asociada con otros cinco péptidos, formando así lo que se llama el complejo CD3. La razón de esta asociación no se conoce, pero se ha especulado que la porción intracelular de los RCTs es demasiado corta para transmitir señales al interior de la célula y necesita las otras moléculas del complejo CD3 para cumplir esta función. Las proteínas de clase I o II (PI o PU). El complejo principal de histocompatibilidad (CPH) es un grupo de genes en el cromosoma 6 de los humanos (o el cromosoma 17 de los ratones) cuyos productos están asociados con el reconocimiento de las células propias o extrañas al organismo. Estos genes están distribuidos en grupos que codifican para tres clases de moléculas: I, II, y III. Las proteínas de clase I (PI) son glicoproteínas sintetizadas por virtualmente todas las células micleadas. Estas proteínas se combinan con los epítopos de las células propias del individuo que han sido alteradas por una infección o una transformación tumoral, y el complejo proteína de clase I + epítopo (PI+E) estimula a los linfocitos T citotóxicos. Las proteínas de clase JI (Pll) (Figura 5-1) son glicoproteínas producidas por las células presentadoras de antígenos (macrófagos, células dendríticas, linfocitos B). Estas proteínas se combinan con epítopos generados fuera de las células del individuo (pero procesadas por las células presentadoras de antígeno), y el complejo proteína de clase 11 + epítopo (PII+E) estimula a los linfocitos cooperadores. Las moléculas de clase III corresponden a componentes del complemento, factores de necrosis tumoral, y otras proteínas séricas: Las proteínas de clases I y II poseen una hendidura parecida a la de las Igs en su extremo distal que les permite combinarse con los epítopos correspondientes. Los loci del CPH son altamente polimórficos (es decir, cada locus puede tener una alternativa [ o alelo] entre muchas posibles alternativas para ese gen). Además, los alelos son codo minan tes (es decir, tanto el alelo materno como el paterno son expresados). Por último, la combinación de las proteínas de clase I o II es promiscua (es decir, diferente de las Igs, una misma molécula de proteína de clase I o II se puede combinar con numerosos antígenos diferentes). Estas características permiten que casi cualquier epítopo ( endógeno o exógeno) pueda encontrar una proteína de histocompatibílidad (clase I o II) con la cual combinarse para estimular los linfocitos ( cito tóxicos o cooperadores) hacia la producción de una respuesta inmune. Las proteínas de clase I y II son sintetizadas en el retículo endoplásmico de las células respectivas, y Juego transportadas al aparato de Golgí. Desde allí, las proteínas de clase I son transportadas directamente a la superficie de las células nucleadas mientras que las proteínas de clase II son transportadas primero al compartimento lisosomal y después a la superficie de las células presentadoras de antígenos. Esta es una diferencia importante porque las proteínas de clase I se combinan con antígenos endógenos (generados en la misma célula) en el retículo endoplásmico mientras que las proteínas de clase II se combinan con antígenos exógenos (generados fuera de la célula) pero procesados por la célula en el compartimento lisosomal Los complejos de diferenciación (CD). Los CD son un conjunto de unas 100 proteínas diferentes que se encuentran en las superficies de diferentes linfocitos y otras células. A medida que se iban descubriendo más y más de estas proteínas, su nomenclatura empezó a hacerse inmanejable. Finalmente, en 1982, se propuso una nomenclatura uniforme para estas moléculas bajo el nombre de complejos de diferenciación (CD). Indudablemente estas proteínas juegan algún rol en el funcionamiento de la célula respectiva pero su función específica aún no es conocida en la mayoría de los casos. Como diferentes linfocitos poseen algunos CD similares y otros diferentes, en la práctica se usa la presencia de ciertos CD para identificar el linfocito respectivo. La industria farmacéutica fabrica anticuerpos monoclonales que reaccionan específicamente con algunos CD. Los CD más relevantes para nuestros propósitos son: el CD3+ que está presente en todos los linfocitos T, el CD4+ que está presente en los linfocitos cooperadores, y el CDS+ que se encuentra en los linfocitos citotóxicos. Las células del sistema inmune Las células fundamentales del sistema inmune son los linfocitos, pero los macrófagos son esenciales como iniciadores, reguladores, o efectores de la inmunidad en muchas ocasiones. Otras células como los mastocitos, eosinófilos, neutrófilos, basófilos; células asesinas, etc., colaboran sustancialmente en algunos mecanismos inmunes. Aquí discutiremos brevemente las células más relevantes a la inmunidad contra parásitos. Las células presentadoras de antígenos (CPA). Los antígenos exógenos deben ser procesados por ciertas células (células presentadoras o procesadoras de antígeno, o CP A) para iniciar una respuesta inmune efectiva. Estas células capturan el antígeno por fagocitosis o endocitosis, lo. digieren en fragmentos pequeños (epítopos) en los lisosomas, permiten la conjugación de los epítopos con moléculas de clase II, y reexponen en su superficie el complejo epítopo-molécula de clase II. La mayoría de los macrófagos y monocitos, las células dendríticas, y aun los propios linfocitos B pueden actuar como CPA. La ingestión del antígeno o el contacto del complejo epítopo-molécula de clase II con los RCT activa la CPA para secretar las citocinas IL-1, IL-6, IL-12, y el factor de necrosis tumoral. Estas citocinas tienen funciones muy importantes en el desencadenamiento de la respuesta inmune. Los linfocitos. Son producidos originalmente en la médula ósea y adquieren sus características funcionales en el timo (linfocitos o células T) o en la misma médula ósea u otros órganos linfáticos (linfocitos o células B). Estas células ejercen diferentes e importantes funciones en la respuesta inmune. Pueden ser identificadas por la presenta de ciertas glicoproteínas en sus membranas externas. Linfocitos B. Son reconocidos por la presencia. de lgs y de ciertos CD (CD 19, CD20, y CD22) en su· superficie. Estas Igs tienen la capacidad de combinarse con antígenos (solubles o particulados) que contengan epítopos con una composición aminoacídica complementaria a la de la lg. Los epítopos que reaccionan con las Igs de los linfocitos B generalmente tienen una longitud de unos 15 a 22 aminoácidos. Comúnmente estos epítopos se encuentran en la superficie de proteínas mucho más grandes, de manera que son accesibles al sistema inmune. Como la cadena aminoacídíca de las proteínas grandes generalmente está plegada sobre sí misma ( estructura terciaria), es posible que un epítopo esté formado por la yuxtaposición de aminoácidos localizados en diferentes sitios de la proteína. Si es así, los aminoácidos quedarán separados cuando la proteína se desdobla al desnaturalizarse y el epítopo desaparecerá. En este caso, la proteína desnaturalizada no reaccionará con las mismas Igs que la proteína nativa. Linfocitos T. Son reconocidos por la presencia del RCT y del CD3 en su superficie. Diferente de las Igs, los RCTs sólo se combinan con epítopos que, aparte de ser complementarios con su propia compos1c10n en aminoácidos, están conjugados con moléculas de histocompatibilidad de clase I o II. Funcionalmente, los linfocitos T se dividen en tres clases. a) Linfocitos T cooperadores (Tea). Estas células producen una serie de secreciones (citocinas) que regulan las funciones de otras células inmunes. Sus RCT se combinan únicamente con epítopos que están conjugados con proteínas de clase 11 (restricción de clase II). Generalmente presentan el CD4+ en su superficie. Los epítopos que reaccionan con los RCT de los linfocitos Tco generalmente tienen una longitud de unos 1 O a 16 aminoácidos. Como estos epítopos son fragmentos de antígenos digeridos por las CPA, comúnmente son polipéptidos lineares de manera que la desnaturalización no afecta su reacción con el RCT respectivo. En todos los casos estudiados, los epítopos que estimulan las células B o T son diferentes, aunque se encuentren en el mismo antígeno. Cuando una célula Tco es estimulada por primera vez por un epítopo determinado (célula Tco precursora o TcoP), secreta sólo la citocina IL-2. Si la misma célula o su descendencia ( célula Tco activada o Tco0) es estimulada de nuevo por el mismo epítopo, esta vez secreta varias citocinas con funciones variadas. Si las células Tco0 son áctivadas nuevamente por el mismo epítopo, se diferencian en células Tco tipo 1 (Tcol), que secretan citocinas que promueven la inmunidad mediada por células, o en células Tco tipo 2 (Tco2), que secretan citocinas que promueven la inmunidad humoral. b) Linfocitos T citotóxicos (TC). Estos linfocitos producen secreciones que lisan células que poseen epítopos complementarios a sus RCT. Los RCT de las células TC sólo se combinan con epítopos que, aparte de ser complementarios con su propia composición en aminoácidos, están conjugados con proteínas de clase I (restricción de clase 1). Las células TC generalmente poseen el CDS+ en su superficie. Los epítopos que reaccionan con los RCT de los linfocitos TC tienen unos 9 aminoácidos de largo y son diferentes de los epítopos para las células B o Tco. c) Linfocitos T supresores (TS). Estas células fueron postuladas para explicar la inhibición de la respuesta inmune bajo diversas circunstancias, pero nunca han sido aisladas o clonadas. Esta inhibición podría ser simplemente una función de las células Tco bajo circunstancias especiales. Se sabe, por ejemplo, que las células Tcol y Tco2 son mutuamente antagonistas y se inhiben la unas a las otras. d) Células nulas. Estas células tienen la morfología de los linfocitos, pero carecen de los marcadores de superficie de las células B o T. Algunas de ellas corresponden a las células asesinas naturales. Otras pueden ser simplemente linfocitos inmaduros. Los macrófagos. Los macrófagos tisulares son sólo formas más maduras (y fisiológicamente más activas) de los monocitos circulantes. Aparte de actuar como CPA, los macrófagos son importantes elementos efectores en la respuesta inmune. Los macrófagos que no han sido estimulados no son muy activos fisiológicamente, condición que se denomina "estado de reposo". Una serie de circunstancias, sin embargo, pueden aumentar su capacidad para fagocitar, destruir patógenos, y secretar substancias reguladoras y efectoras (citocinas). Los macrófagos que han sido estimulados de esta manera se denominan "macrófagos activados". El estímulo activador más simple es la fagocitosis misma. Activadores más poderosos son diferentes citocinas y ciertos productos microbianos y parasitarios. Uno de los activadores más potentes es el interferón y (IFNy). Los macrófagos poseen receptores para el extremo caudal (Fe) de las Igs y para el factor C3b del complemento de manera que se adhieren preferentemente a los parásitos cubiertos por anticuerpos o por complemento. Si el parásito es pequeño, lo fagocitan fácilmente. Los macrófagos poseen varios mecanismos apropiados para la destrucción de parásitos. El más común es probablemente la fagocitosis. Los parásitos fagocitados son incluidos en una vacuola parasitófora que rápidamente se fusiona con los lisosomas del macrófago para formar un fagosoma. Los lisosomas poseen un pH alrededor de 5,0, enzimas hidrolíticas, lisozima, y defensinas (péptidos básicos pequeños que forman microporos en las membranas biológicas), todos los cuales pueden ejercer un efecto letal sobre los parásitos fagocitados. La activación de los macrófagos a menudo produce también un estallido respiratorio (respiratory burst) en la cual el oxígeno molecular (02) es reducido al anión su peróxido (Oi-) que es extremadamente tóxico para los parásitos. Este anión es producido en las membranas del fagosoma y en las membranas externas del macrófago de manera que puede ser vertido dentro del fagosoma para actuar contra los parásitos intracelulares, o al exterior para actuar contra los parásitos extracelulares. A partir del anión superóxido, se pueden formar también otros radicales de oxígeno como peróxido de hidrógeno (H2O2), hidroxilo (HO), y ácido hipocloroso (HOCl). Estas son poderosas sustancias oxidantes que también tienen la capacidad de destruir los parásitos. Aparte de los radicales de oxígeno, se ha encontrado últimamente que el macrófago activado también puede producir óxido nítrico (NO-) a partir de la L-arginina. El óxido nítrico por sí mismo es tóxico para muchos parásitos, pero, además, se puede combinar con el anión superóxido para formar radicales aún más reactivos como el bióxido de nitrógeno (NO2) y el ácido nitroso (HNO2). Los radicales de oxígeno y de nitrógeno actúan inespecíficamente sobre los parásitos y sobre las células del hospedero. Las células de los mamíferos comúnmente poseen enzimas que neutralizan la actividad de estos radicales (peroxidasas, dismutasa superóxido, catalasas, vitamina E). La susceptibilidad de los parásitos a estos componentes depende de su propia habilidad para neutralizar los radicales. Es interesante que el estudio de unas cuantas especies de nematodos ha demostrado que estos parásitos poseen escasas enzimas detoxicantes de los radicales oxidantes. A pesar de que los macrófagos secretan también una serie de sustancias no oxidantes, algunas de ellas con efectos líticos contra los tejidos del huésped, aún no se ha descrito ninguna que tenga un efecto letal contra los parásitos. Los neutrófilos. Son células fagocitarias de la circulación y de los tejidos. Comúnmente son las primeras células que llegan a un foco inflamatorio. Como los macrófagos, poseen receptores para combinarse con la porción caudal (Fe) de las Igs y con factores del complemento activado. Los neutrófilos ejercen fagocitosis y producen radicales de oxígeno y de nitrógeno de manera similar a lo que discutimos en relación a los macrófagos. Los neutrófilos son frecuentemente mencionados como efectores de la inmunidad contra bacterias. Hay considerable evidencia, sin embargo, de que ellos actúan como efectores muy eficientes contra una serie de helmintos de los tejidos. Los eosinófilos. Son células moderadamente fagocitarlas, mayormente localizadas en los tejidos. Como los macrófagos, su superficie contiene receptores para la porción caudal (Fe) de las Igs y para los componentes C3b y C4 del complemento. Secreciones producidas por macrófagos, linfocitos T, y mastocitos, los complejos antígeno-anticuerpo, el factor C5a del complemento, la IL- 5, y moléculas de origen parasitario pueden aceleran la maduración de los eosinófilos de la médula roja y su pasaje a la sangre, atraerlos a la localización del parásito, estimular su extravasación para formar focos de infiltración tisular, y aumentar su capacidad de fagocitar, liberar proteínas, y producir radicales oxidantes. Los eosinófilos pueden afectar a los parásitos mediante la liberación de proteínas básicas (particularmente la proteína básica principal) contenidas en sus gránulos, que son tóxicas para las membranas de varios parásitos (y, ocasionalmente, para las del hospedero). También pueden producir radicales de oxígeno Y, posiblemente de nitrógeno, como los macrófagos. Los eosinófilos intervienen también en el control de las reacciones inflamatorias inhibiendo con sus enzimas los mediadores de la anafilaxis producidos por los basófilos y mastocitos, y los mediadores de la inflamación producida por los mastocitos. También fagocitan los complejos antígeno-anticuerpo (incluyendo IgE) y reducen la inflamación correspondiente. Los basófilos. Son células circulantes que invaden los tejidos sólo en el curso de los procesos inflamatorios. No son fagocitarías, sino que ejercen sus funciones mediante la descarga de sus gránulos en el espesor de los tejidos. Los basófilos poseen receptores de alta afinidad (>l0-9 mol/L) para el extremo caudal (Fd) de la lgE de modo que se combinan preferencialmente con los anticuerpos IgE aunque éstos se encuentren en muy baja concentración en los líquidos orgánicos. Cuando las moléculas de IgE en la superficie de los basófilos son aglomeradas por combinación con el antígeno (alergeno) correspondiente, los gránulos de las células se vuelcan en los tejidos vecinos y liberan una serie de mediadores de la alergia de tipo 1 (histamina, serotonina, leucotrienos, prostaglandinas, bradiquinina, citocinas IL-1, IL-2, IL-3, IL- 4, IL-5, IL-6, IL-8, y FNT, etc.). En el caso de las parasitosis, algunos de los fenómenos fisiológicos iniciados por estos mediadores ( vasodilatación, permeabilidad vascular, quemotaxis de eosinófilos y neutrófilos, agregación de plaquetas, activación del complemento, etc.), constituyen un foco inflamatorio que contribuye a destruir al parásito. Convencionalmente se les ha asignado a los basófilos una función particularmente efectiva en el rechazo de ectoparásitos, como las garrapatas, pulgas, y piojos. Hay alguna evidencia, sin embargo, dé que la falta de basófilos no disminuye el desarrollo de resistencia contra estos artrópodos. Los mastocitos. Son células pleomórficas del tejido conjuntivo. En la práctica, los mastocitos se comportan como la contrapartida tisular de los basófilos circulantes. Como los basófilos, los mastocitos fijan la IgE con muy alta afinidad y son degranulados por la aglomeración de estas Igs cuando ellas se combinan con sus antígenos específicos. Los gránulos ·de los mastocitos contienen una serie de sustancias que producen vasodilatación y aumento de la permeabilidad vascular (histamina, leucotrienos, prostaglandinas, factor activador de las plaquetas [F AP], otras que específicamente estimulan y/o atraen neutrófilos, eosinófilos y macrófagos (factores quemotácticos para neutrófilos [FQN], para eosinófilos [FQE], y F AP que atrae neutrófilos, eosinófilos y macrófagos), y una serie de citocinas (Ls 3, 4, 5, 6, 8, factor estimulador de colonias de granulocitos y macrófagos [FEC-GM], e interferón y [IFNy]). La degranulación de los mastocitos en la proximidad del parásito, por lo tanto, constituye un foco inflamatorio rico en proteínas plasmáticas (anticuerpos y complemento) y células (macrófagos, neutrófilos y eosinófilos). Muchos especialistas opinan que los mastocitos juegan un rol central en la defensa contra las infecciones por helmintos. Las citocinas Las citocinas son proteínas de tamaño pequeño o mediano (alrededor de 30 kDa) producidas por células y que influyen las funciones de otras células. Generalmente son producidas en cantidades minúsculas, actúan sólo en la vecindad inmediata donde se producen, y tienen una vida media de minutos. Constituyen un verdadero sistema hormonal a nivel de las células. Las primeras citocinas descubiertas fueron aquellas producidas por linfocitos y se les llamó interleucinas. Luego se encontraron citocinas producidas por los macrófagos/monocitos y se les llamó monocinas. Como ahora se sabe que el fenómeno de producción de estas hormonas celulares se extiende a muchas células, hoy se prefiere el nombre genérico de citocinas aunque el apelativo interleucina (o IL) ha resultado sorprendentemente persistente. Las citocinas más relevantes a la inmunidad contra parásitos Son las siguientes: lnterleucina 1 (IL-1) . Es producida par las CPAs cuando son activadas, y por muchas otras células cuando son dañadas (macrófagos, monocitos, endoteliocitos, fibroblastos, linfocitos B, etc.). Exhibe una serie de funciones, por ejemplo: promueve la producción de IL-2 y de receptores de IL- 2 en los linfocitos cooperadores; estimula la multiplicación y la maduración de los linfocitos B; aumenta la actividad de las células asesinas naturales; atrae macrófagos-monocitos y neutrófilos; promueve la permeabilidad vascular; aumenta la producción de moléculas de adherencia intercelular por los endoteliocitos; induce la producción de proteínas de fase aguda por el hígado y de prostaglandinas y ACTH por el hipotálamo. Interleucina 2 (IL-2). Es producida por las células TcoP, Tco0, y Tco l. Promueve la activación y multiplicación de los linfocitos Tco, TC, y B estimulados por un antígeno y aumenta la actividad de los macrófagos y células asesinas naturales. Interleucina 3 (IL-3). Es producida por las células Tco0, Tcol y Tco2. Estimula la multiplicación y maduración de todas las células hematopoyéticas, incluyendo los mastocitos. Interleucina 4 (IL-4). Es producida por las células Tco0, Tco2, los neutrófilos, y los mastocitos. Promueve la proliferación de linfocitos By T estimulados por un antígeno; favorece la diferenciación de los linfocitos B hacia plasmocitos productores de anticuerpos; estimula la producción de IgE ( o su equivalente, lgGI en ratones e IgG2a en ratas); estimula la proliferación de los mastocitos; aumenta la producción de moléculas de histocompatibilidad de clase II en los macrófagos y linfocitos B; e inhibe la formación de los linfocitos cooperadores de tipo l. La IL-4 es el principal efector de las células Tco2. Interleucina 5 (IL-5). Es producida por las células Tco0 y Tco2. Estimula la multiplicación y maduración de los eosinófilos; coopera con la IL-4 para inducir la producción de lgE; promueve la multiplicación de los linfocitos By su diferenciación hacia la producción de lgA. Interleucina 6 (IL-6). Es producida por los macrófagos, endoteliocitos, fibroblastos y células Tco2. Aumenta la permeabilidad vascular; promueve la multiplicación y maduración de linfocitos B; estimula la producción de proteínas de fase aguda por los hepatocitos. Interleucina 8 (IL-8). El efecto atribuido a una hipotética interleucina 8 es realmente ejercido por una serie de sustancias cercanamente relacionadas que ahora se denominan quemocinas. Son producidas por los macrófagos y endoteliocitos. Diferentes quemocinas estimulan la proliferación, extravasación, quemotaxis y degranulación de basófilos y eosinófilos. Interleucina 9 (IL-9). Es producida por las células Tco y Tco2. Promueve el desarrollo de los mastocitos y la proliferación de células TC en ausencia de antígeno. Inhibe la producción de proteínas de clases II por los macrófagos. Interleucina 10 (IL-10). Es producida por los macrófagos y las células Tco2. Inhibe la producción de IL-1, IL-6, FNT e IFN. Interleucina 12 (IL-12). Es producida por las CP A. Promueve la formación de células Tco I y TC, y la producción de IFN por los linfocitos y células asesinas naturales. Inhibe la formación de células Tco2. Factor de necrosis tumoral (FNT). Un tipo (a, antiguamente llamada caquexina) es producido por los macrófagos y otro (B, antiguamente llamado linfitoxina) por las células Tea I yTC. Ambos causan necrosis de ciertas células tumorales. El primero estimula la producción de IL-1 e IL-6, promueve la permeabilidad vascular y la extravasación de células sanguíneas, y es largamente el responsable por la caquexia de las enfermedades inflamatorias crónicas. El segundo contribuye al aumento de las fagocitosis por macrófagos y neutrófilos durante el proceso inflamatorio. Interferón (IFN-y). Los tres tipos de interferones que han sido descritos ( a, 8, y) inhiben la replicación de virus pero el interferón y tiene, además, funciones muy importantes en la regulación inmune. El IFN-y es producido por las células Tcol, TC, y células asesinas naturales. Estimula la actividad de los macrófagos y otras células fagocitarias, de las células TC, y de las células asesinas naturales; aumenta la producción de proteínas de histocompatibilidad de clases I y II; estimula la diferenciación de los linfocitos B de ratón hacia la producción de lgG2 e lgG3 (lgs no alergizantes); e inhibe la multiplicación de los linfocitos Tco2. El IFNy es el principal efector de las células Tcol y la contrapartida de la IL-4. LA RESPUESTA INMUNE Y SU EFECTO SOBRE LOS PARASITOS Diferencias entre la inmunidad contra parásitos y procariotes La inmunidad es un conjunto de reacciones automáticas que siguen un curso similar con independencia del origen del antígeno. Si el mismo antígeno es administrado de la misma manera a individuos idénticos, la inmunidad obtenida debería ser comparable. La simple observación, sin embargo, indica que existen diferencias marcadas entre el efecto de la inmunidad sobre virus y bacterias (organismos procariotes) o sobre parásitos (organismos eucariotes). Las infecciones virales y bacterianas son por lo general procesos agudos que se resuelven o matan al paciente rápidamente. En contraste, las infecciones parasitarias son característicamente procesos crónicos. Esta dramática diferencia depende de ciertas características biológicas de los parásitos que están ausentes en. los procariotes. Complejidad antigénica. Los parásitos producen antígenos químicamente más complejos y en mayor número y cantidad que los organismos procariotes. Aquellos antígenos que se generan del metabolismo del parásito se llaman antígenos metabólicos, de excreción-secreción (ES), o exo- antígenos. Estos son generalmente enzimas o catabolitos generados por el parásito vivo y floreciente. Aquellos antígenos que derivan de las estructuras del cuerpo del parásito se llaman antígenos somáticos, estructurales, o endoantígenos. Estos son comúnmente liberados cuando el parásito muere y su cuerpo se degrada. Muchos parásitos poseen también sustancias antigénicas que están ampliamente repartidas en la naturaleza (antígenos heterófilos). Finalmente, los parásitos pueden alterar las proteínas del huésped durante la infección de tal manera que se hacen antigénicas para el mismo hospedero. De todas estas sustancias, es probable que sólo los antígenos metabólicos contengan materiales que son esenciales para la vida del parásito. La neutralización inmune de estas sustancias es probablemente letal para el parásito. Pero estos antígenos deben competir con todos los otros antígenos del parásito por la atención del sistema inmune. Corno generalmente están menos concentrados y son más similares a los materiales del hospedero ( de modo que son menos inmunogénicos) que los otros antígenos, raramente inducen respuestas inmunes de magnitud, de manera que el parásito se mantiene a salvo de la inmunidad protectora. Complejidad fisiológica. Como los parásitos poseen una fisiología más compleja que los procariotes, tienen más alternativas para eludir la acción efectora de la inmunidad. Por ejemplo, algunos nematodos pueden tener diferentes versiones de una enzima (isozimas). Si se producen anticuerpos contra una versión, el parásito puede restringir su producción en favor de otra versión que no sea afectada por la inmunidad. Este fenómeno ha sido observado en Nippostrongylus brasiliensis. Complejidad estructural. Debido a su tamaño· · y a la complejidad de sus estructuras, los parásitos son menos susceptibles a mecanismos efectores que tienen éxito contra procariotes. Por ejemplo, la neutralización efectiva de los receptores que usa un protozoo para adherirse a su célula hospedera probablemente requiere muchas más moléculas de anticuerpo que la neutralización de los receptores de un virus o una bacteria. El complemento probablemente requiere también muchas más moléculas para lisar un protozoo que para lisar un procariote, y probablemente no funciona contra helmintos que pueden reparar su cubierta tan rápidamente como el complemento la daña. La fagocitosis, que es tan exitosa contra muchas bacterias, probablemente no tenga ningún efecto sobre los helmintos. Aun cuando parásitos moribundos pudieran liberar enzimas esenciales para el parásito y el hospedero pudiera producir anticuerpos contra ellas, los anticuerpos difícilmente podrían llegar al lugar de acción de la enzima en el espesor de los tejidos del parásito vivo. Si los macrófagos o anticuerpos ganaran acceso al parásito por la vía-digestiva, probablemente serían digeridos antes de poder causar daño importante. Complejidad biológica. Los nematodos penetran sus hospederos como larvas infectantes y proceden a desarrollarse hasta el estado adulto. Los estadios juveniles generalmente poseen una bioquímica característica y antígenos diferentes de los del adulto. Para el tiempo que el sistema inmune reacciona a estos antígenos, el parásito juvenil ya ha mudado a otro estadio que a menudo no es susceptible a esa inmunidad. Los formas juveniles y adultas de los platihelmintos también exhiben diferencias antigénicas (esta es la base de la inmunidad concomitante en Scltistosoma) pero, además, los antígenos superficiales de su tegumento se renuevan cada pocas horas de manera que los anticuerpos o células que se fijen en su superficie son eliminados antes de que puedan causar daño permanente. Localización. Muchos parásitos están localizados en el lumen digestivo donde el complemento es inactivo y los anticuerpos IgM, IgG, macrófagos y otros elementos efectores de la inmunidad son escasos. Otros parásitos están localizados dentro de células libres (Plasmodium, Babesia, Toxoplasma, etc.), que los protegen de la actividad de los anticuerpos. Otros están dentro de células de tejidos sólidos (quistes de Tricltinella, Sarcocystis, Toxoplasma, T. cruzi, etc.), que los protegen, además, de la fagocitosis. Por último, otros se rodean de una capa de tejido fibroso formada por el huésped (larvas de cestodos) que impide el paso a los elementos de la inmunidad, o se encuentran en órganos que están protegidos de la inmunidad (Toxoplasma y T. cruzi en el feto, Cysticercus celulosae en el cerebro, larva de Toxocara canis en el ojo). Movilidad. Muchos parásitos se mueven libremente dentro del organismo de modo que pueden escapar físicamente del lugar de infección, a menudo dejando atrás una estela de antígenos. Para el tiempo que la respuesta inmune local se hace efectiva, el parásito ya se desplazó a otro lugar. Esto se observaba frecuentemente en el caso de las larvas migrantes cutáneas. La antigua prescripción de tratar el extremo distal del surco inflamatorio de esta afección con una sustancia antihelmíntica rara vez daba resultado porque el parásito ya había avanzado algunos centímetros para el tiempo que la inflamación se expresaba macroscópicamente. Presentación de antígeno. Los parásitos comúnmente producen una gran cantidad de antígenos al mismo tiempo, lo que promueve la competencia entre estos antígenos por la atención del sistema inmune. Como los antígenos responsables por la protección son poco antigénicos ( de otra manera, los parásitos serían eliminados consistentemente), las respuestas inmunes son generalmente desviadas hacia los antígenos más potentes que no son protectores. Por otro lado, la liberación de antígenos en las mucosas induce la producción preferencial de IgA que no activa el complemento o promueve la fagocitosis. Los anticuerpos lgA actúan mediante la ocupación competitiva de receptores que son necesarios para la que el patógeno se fije y penetre en la célula hospedera. Dado que muchos parásitos son extracelulares y algunos intracelulares entran en las células hospederas mediante procedimientos mecánicos o enzimáticos (que no requieren receptores), los anticuerpos IgA son poco efectivos para proteger contra los parásitos. Hipobiosis. Muchos parásitos pasan durante su ciclo de vida en el hospedero por períodos de reducción metabólica o hipobiosis (larvas de Toxocara, Ancylostoma, Strongyloides, Tricltinello, nematodos gastrointestinales y respiratorios de los rumiantes, Toxoplosma, T. cruzi, Sarcocystis, en infecciones crónicas). Debido a la reducción metabólica la producción de antígenos es mínima durante estos períodos de manera que la respuesta inmune disminuye en gran medida. Por otra parte, cualquier mecanismo inmune efector que actúe sobre pasos metabólicos será mucho menos efectivo en esa oportunidad. Modulación de la inmunidad. Por último, debido a su mayor complejidad biológica, los parásitos poseen potencialidades para modificar, manipular o escapar de la inmunidad de maneras que a los protocariotes les están vedadas. Las diferencias en el efecto de la inmunidad sobre procariotes y parásitos, entonces, es sólo el resultado lógico de las potencialidades biológicas que posee cada clase de organismo para provocar y· enfrentarse con la respuesta inmune. La secuencia de reacciones inmunes en parasitología Clásicamente la inmunidad es un sistema de reconocimiento específico de moléculas extrañas al organismo. Enfrentados a una infección, sin embargo, los vertebrados ponen en juego una serie de respuestas específicas que son previas a las respuestas inmunes propiamente tales. El descubrimiento reciente de que las citocinas de la inmunidad tienen una participación trascendental en estos procesos iniciales de la infección ha mitigado un poco la diferenciación entre procesos de defensas inespecíficos y específicos. Es conveniente, de todas maneras, considerar la secuencia de reacciones que el organismo desenvuelve ante la invasión parasitaria, desde el mismo principio de ella. La serie de fenómenos Clásicamente la inmunidad es un sistema de reconocimiento específico de moléculas extrañas al <' organismo. Enfrentados a una infección, sin embargo, los vertebrados ponen en juego una serie de respuestas específicas que son previas a las respuestas inmunes propiamente tales. El descubrimiento reciente de que las citocinas de la inmunidad tienen una participación trascendental en estos procesos iniciales de la infección ha mitigado un poco la diferenciación entre procesos de defensas inespecíficos y específicos. Es conveniente, de todas maneras, considerar la secuencia de reacciones que el organismo desenvuelve ante la invasión parasitaria, desde el mismo principio de ella. La serie de fenómenos inespecíficos que se producen inmediatamente después de una infección se ha denominado respuesta de fase aguda. Si estas reacciones no son capaces de eliminar al invasor, entonces las respuestas inmunes toman control. Comúnmente, también las respuestas inmunes proceden en cierta secuencia. Es importante notar que los vertebrados usan diferentes estrategias para defenderse de las infecciones parasitarias: anticuerpos, citocinas, células citotóxicas y otros mecanismos citotóxicos. Dado que entre los parásitos existe una variedad de tamaños, fisiologías, localizaciones y capacidades de evadir la respuesta inmune, los mecanismos efectores son eficaces contra todos los parásitos. Por el contrario, esos mecanismos deben ser seleccionados de acuerdo al parásito en particular, a su estadio evolutivo, a su localización y, probablemente, a su capacidad de manipular la respuesta inmune. Entre ' los protozoos, por ejemplo, el sistema inmune puede emplear hasta siete mecanismos diferentes de ataque al parásito (Figura 5-2). Si consideramos, sin embargo, a un grupo relativamente homogéneo como son las formas intestinales de los coccidios, la inmunidad protectora producida por una infección previa es casi absoluta para Cryptosporidium, fuerte para Toxoplasma, moderada para Eimeria e Isospora, y casi nula para Sarcocystis. Esto demuestra la variedad de respuestas y la variedad de efectos de estas respuestas contra diversos parásitos La respuesta de fase aguda. La presencia de parásitos pequeños (protozoos) en el organismo es rápidamente detectada por los macrófagos que inician procesos de fagocitosis. La activación subsecuente de los macrófagos acelera la fagocitosis e intensifica la degradación de los parásitos, pero no es indispensable para iniciar la actividad macrofágica. En el caso de parásitos más grandes (helmintos), su sola actividad mecánica destruye células endoteliales y fibroblastos y agrega las plaquetas. Productos del metabolismo de los protozoos y helmintos seguramente también juegan un rol en la activación La respuesta de fase aguda. La presencia de parásitos pequeños (protozoos) en el organismo es rápidamente detectada por los macrófagos que inician procesos de fagocitosis. La activación subsecuente de los macrófagos acelera la fagocitosis e intensifica la degradación de los parásitos, pero no es indispensable para iniciar la actividad macrofágica. En el caso de parásitos más grandes (helmintos), su sola actividad mecánica destruye células endoteliales y fibroblastos y agrega las plaquetas. Productos del metabolismo de los protozoos y helmintos seguramente también juegan un rol en la activación los macrófagos pueden ejercer funciones parasitolíticas sin activación especifica previa y sugieren que lo mismo debe ocurrir en el foco inflamatorio de la respuesta de fase aguda. En previsión, sin embargo, de que esta respuesta pudiera ser insuficiente para eliminar al patógeno, la presencia de macrófagos y linfocitos en la zona permite la iniciación muy precoz de una respuesta inmune específica. Esta respuesta empieza con la activación de los linfocitos TcoP, continúa con la activación de los linfocitos TcoO, y, probablemente, después se especializa hacia una respuesta mediada por células o una respuesta humoral. Activación de los linfocitos TcoP. Muchos de los macrófagos reclutados durante la respuesta de fase aguda son CP A. Estas células ingieren el parásito completo o sus proteínas y las digieren en pequeños fragmentos (epítopos) en sus lisosomas. Aquellos epítopos (E) que encuentran en la CPA proteínas de clase II (PII) con las cuales tienen cierta afinidad química (las moléculas de clase I y II no son muy específicas) se combinan con ellas para formar complejos epítopo-proteína de clase II (E-PII) que migran a la superficie de la CPA. Cuando este complejo encuentra a un linfocito Tea con un RCT complementario en composición de aminoácidos a la suya propia, el E-PII se combina con el RCT correspondiente. Las proteínas CD3 y CD4 que rodean al RCT estabilizan la combinación del RCT y ayudan en la transmisión de señales al interior del linfocito. Aparte de la combinación del complejo E-PII con el RCT y sus proteínas asociadas, otra serie de proteínas de la CPA (CD58, CD54 y CD22) se acoplan con proteínas correspondientes del linfocito Tea (CD2, CD l la/ CD18 y CD45) y refuerzan la unión entre las dos células y facilitan la transmisión de señales al interior del linfocito. La combinación de los receptores de la CP A y de los linfocitos es facilitada porque ambas células residen en los mismos sitios (el infiltrado inflamatorio en tomo al parásito, en el caso de parásitos estacionarios, o los ganglios linfáticos, en el caso de parásitos circulantes) y porque los linfocitos recirculan en la sangre y la linfa. Estos múltiples contactos activan la CP A y son necesarios, pero no suficientes, para activar el linfocito Tea. El linfocito aún necesita de un par de estímulos. Estos son: la acción de las citocinas IL-1 y IL-6 producidas por la CP A activada, y la unión de la proteína de superficie B7 de la CPA con las proteínas de superficie CD28 o CTLA4 del linfocito. Cuando todos estos requisitos se cumplen, el linfocito Tea es activado. Esta complicada secuencia de necesaria para activar los linfocitos Tea es característica de la respuesta inmune. Las consecuencias de una inmunidad desbocada serían tan devastadoras para el individuo (como se ve en las enfermedades por autoinmunidad) que la naturaleza ha hecho esfuerzos para asegurarse de que la respuesta inmune esté bien regulada. En inmunología, activación de una célula significa que la célula incrementa habilidades previas o adquiere capacidades nuevas. En el caso de la CP A, la activación significa que esta célula empieza a secretar las citocinas ILs 1, 6 y 12. La IL-1 contribuye a la activación del linfocito Tea, estimula la actividad de los macrófagos, células asesinas naturales, mastacitas y linfocitos B y contribuye a la respuesta de fase aguda. La IL-6 contribuye a la activación del linfocito Tco, promueve la proliferación y diferenciación de linfocitos B y contribuye a la respuesta de fase aguda. La IL-12 estimula la actividad de las células asesinas naturales (Figura 5-4). El linfocito Tea que es estimulado por un epítopo por primera vez es convencionalmente llamado linfocito Tea precursor (TcoP). La activación de las células TcoP resulta en la producción de IL-2 y en la expresión de receptores para la IL-2 en la superficie de las mismas células. Este es un ejemplo interesante de autoestimulación porque la IL-2 actúa sobre sus receptores específicos en la misma, o en otras células. La combinación de la IL-2 con sus receptores estimula la multiplicación de las células TcoP y su diferenciación hacia linfocitos Tea activados (TcoO). La activación de los linfocitos TcoP ocurre dentro de los primeros dos días de la infección parasitaria y constituye simplemente el paso inicial de. ampliación de la respuesta inmune. El fenómeno predominante en este momento es aún la promoción de un foco de inflamación inespecífica ( como en la respuesta de fase aguda) pero ya se inicia la expansión de linfocitos TcoP y B que anuncia el comienzo de la reacción inmune específica. Activación de los linfocitos TcoO. Si, pese a la respuesta inespecífica, el parásito (o sus antígenos) están presentes luego de un par de días, sus antígenos tienen la oportunidad de estimular nuevamente a los linfocitos TcoO que ya habían experimentado este contacto como TcoP. Esta vez, los linfocitos TcoO responden con la producción de IFN e lLs 2, 3, 4, 5, 9 y 10. El IFN activa los macrófagos/monocitos, células asesinas naturales, y linfocitos TC que se consideran elementos efectores de la inmunidad mediada por células (Figura 5-5). La IL-2 estimula la proliferación y activación de macrófagos/monocitos, células asesinas naturales y linfocitos. La IL-3 estimula todas las células hematópoyéticas. Las lLs 4, 5 y 9 estimulan la producción de anticuerpo, eosinófilos y mastocitos (estas células se consideran elementos efectores de la inmunidad humoral). El IFN y la IL-1 O, además, son elementos de balance: el primero promueve el desarrollo de las células Tcol y el segundo el de las células Tco2. Además, ambos se inhiben mutuamente. La activación de las células TcoO parece ser un paso intermediario de organización de la respuesta inmune y el primer ataque especifico contra el parásito. Aunque aún se observa una estimulación generalizada de las células inmunes (mediante las Ls-2 y 3), ya existe la estimulación concurrente pero específica de la inmunidad mediada por células (mediante el IFN y la IL-2) y de la inmunidad humoral (mediante las lLs 4, 5 y 9). Diferenciación de los linfocitos Tcol y Tco2. Si el parásito (o sus antígenos) aún están presentes hacia el final de la primera semana de infección, sus antígenos tienen la oportunidad de reestimular las células TcoO. Esta estimulación crónica provoca la diferenciación de los linfocitos TcoO en una de dos direcciones: hacia linfocitos Tco tipo 1 (Tcol) o hacia linfocitos Tco tipo 2 (Tco2). Las células Tcol producen IFNy, IL-2 y FNTB que son activadores de la inmunidad mediada porcélulas (macrófagos; (Figura 5-6A). Las células Tco2, en cambio, producen ILs 4, 5, 6, 9 y 10 que son activadoras de la inmunidad humoral (linfocitos B, lgG, lgE, lgA, mastocitos y eosinófilos) e inhibidoras de la inmunidad mediada por células (células Tco 1, macrófagos, IFN y FNT) (Figura 5- 6B). Ambos tipos de linfocitos producen también IL-3 que mantiene el reclutamiento de células hematopoyéticas durante la respuesta inmune. Las células Tcol y Tco2 no sólo son mediadoras de modalidades diferentes de la respuesta inmune sino que, además, son mutuamente inhibitorias. Una vez que el parásito ha sido eliminado y la estimulación por sus antígenos cesa, las células T revierten a células de memoria (TM). Los linfocitos TM son células de larga vida, muy susceptibles a la estimulación antigénica y que producen sólo IL-2 (como amplificadora de la respuesta inmune) cuando son reestimuladas por su antígeno específico. Rol de las citocinas en las infecciones parasitarias. Las citocinas tienen funciones reguladoras y efectoras en la respuesta inmune. Por ejemplo, la IL2, el IFN y el FNT de los linfocitos Tcol son activadores de los macrófagos, linfocitos TC y células asesinas naturales. Estas células, a su vez, son efectivas para combatir el parasitismo intracelular. Por el contrario, las ILs 3, 4, 5 y 9 de los linfocitos Tco2 son importantes en la generación de mastocitos, IgE y eosinófilos que son importantes en la defensa contra helmintos. Parece, por lo tanto, que los linfocitos Tco 1 están particularmente asociados a la defensa contra el parasitismo intracelular mientras que los linfocitos Tco2 están especialmente relacionados con el parasitismo extracelular por helmintos. El rol de las citocinas en infecciones parasitarias se ha estudiado por tres métodos principales: 1. Mediante inoculación de la citocina al comienzo o durante el curso de la infección. 2. Reduciendo los niveles circulantes de la citocina mediante la inyección de su anticuerpo específico. 3. Trabajando con cepas de ratones que producen preferentemente una u otra citocina. La observación de los cambios producidos por estos tratamientos en comparación con una infección normal ha permitido inferir el rol de la citocina respectiva. Efecto de las citocinas de los linfocitos Tea 1 en el parasitismo intracelular. Como comentábamos arriba, estas citocinas parecen ser particularmente efectivas contra el parasitismo intracelular. Hay un número de ejemplos que ilustran este efecto: - La inyección de IFN o del FNT en ratones infectados con Leishmania majar estimula a los macrófagos a producir radicales de oxígeno libre que matan al parásito dentro del macrófago: Por el contrario, la inyección de IL-4 (inhibidor de las células Tco 1) previene la activación de los macrófagos y determina una leishmaniasis diseminada que finalmente mata al ratón. - La neutralización del IFN con inyecciones de anticuerpos específicos ha demostrado que esta citocina protege contra parásitos intracelulares de células que no son necesariamente macrófagos, tales como Eimeria, Toxoplasma y Cryptosporidium. Los linfocitos de pollos infectados con Eimeria tenella producen IFN cuando son estimulados con antígenos específicos. Además, la presencia del IFN inhibe la invasión de las células hospederas por los esporozoitos y el desarrollo de los parásitos en cultivos de células. Los ratones BALB/c, que son normalmente resistentes a la Eimeria vermiformis, muestran un aumento en la producción de oocistos, de la pérdida de peso y de la mortalidad cuando sus niveles circulantes de IFN son deprimidos con inyecciones de anticuerpos específicos. Un efecto protector similar del IFN ha sido demostrado en tripanosomiasis, malaria, toxoplasmosis y criptosporidiosis experimentales. - Hay alguna evidencia de que las citocinas de los linfocitos Tcol pueden proteger también contra algunas infecciones por helmintos. Existe una correlación estrecha, por ejemplo, entre los niveles de IFN y la protección producida por una vacuna irradiada contra Schistosoma miansoni en ratones. El tratamiento de los ratones con anticuerpo anti-IFN inhibe parcialmente la protección otorgada por la vacuna. Los ratones que responden a una infección de Trichinella con proliferación de linfocitos Tcol expulsan los parásitos de un desafío más rápido que los ratones que no demuestran proliferación de células Tco 1. Los macrófagos activados con IFN matan los escolices de Eclzinococc11s m11ltiloc11laris in vitro mediante la producción de radicales de nitrógeno. El mecanismo de acción del IFN sobre los parásitos no se conoce aún. Se sabe, sin embargo, que promueve la producción de anticuerpos no alergizantes y la activación de macrófagos y neutrófilos, pero que no es tóxico para los parásitos por sí mismo. Los anticuerpos clásicos son opsoninas muy efectivas que facilitan la fagocitosis por macrófagos y neutrófilos. Por otra parte, la presencia de IFN está frecuentemente asociada con la producción de radicales de oxígeno o de. nitrógeno por los macrófagos, neutrófilos y eosinófilos. La combinación de estas acciones sugiere que el IFN facilita la ingestión y destrucción de los parásitos unicelulares (Figura 5-7). Ratones y pollos han mostrado un notable paralelismo entre la producción de radicales de oxígeno por las células intestinales y la resistencia contra las infecciones con Eimeria. Estos radicales son también tóxicos para Eimeria in vitro lo cual es sugestivo porque este parásito es relativamente deficiente en las enzimas dismutasa superóxido y catalasa, que pueden detoxificar los radicales. La mortalidad de Leishmania, Schistosoma y la expulsión de Nippostrongylis brasiliensis del intestino y la resistencia contra Fasciola hepática han sido todas relacionadas con la producción de óxido nítrico por células parasitarias o células en la vecindad del parásito. Los radicales de oxígeno y/o de nitrógeno pueden inactivar los parásitos directamente, degradar sus ácidos nucleicos o generar carbonilos que son tóxicos para las membranas parasitarias. Aparte de estos radicales, deben existir otros mecanismos para la acción letal del IFN porque esta citocina es capaz de inhibir in vitro el desarrollo de Eimeria o Plasmodium aun en la ausencia de producción de radicales oxidantes por las células hospederas. Cualquiera que sea este mecanismo, parece actuar más sobre las células hospederas que sobre los parásitos porque los parásitos intracelulares son inhibidos pero los esporozoitos extracelulares son poco afectados. Hay también evidencias claras de que el IFN inhibe la IL-4 y viceversa. Ratones C57BL/6, que normalmente responden a la infección con L. majar con producción de IFN y desarrollan lesiones locales transitorias, sufren una infección diseminada y producen niveles aumentados de IL-4 y de IgE cuando se les trata con anticuerpos contra el IFN. Contrariamente, ratones BALB/c, que típicamente secretan IL-4 contra L. majar y desarrollan una enfermedad diseminada, empiezan a producir IFN y eliminan la infección cuando son tratados con anticuerpo contra la IL-4. Efecto de las citocinas de los li11focitos Tco2 en el parasitismo por helmintos. Diferentes de los protozoos, los helmintos presentan al sistema inmune superficies grandes que no pueden ser fagocitadas. Muchos autores opinan que los anticuerpos anafilácticos, los mastocitos y los eosinófilos evolucionaron como una respuesta defensiva contra los parásitos multicelulares. Estos elementos efectores son estimulados por las citocinas de las células Tco2. Hay numerosos ejemplos de que estas citocinas protegen contra infecciones por helmintos: Los eosinófilos se pueden adherir a la superficie de Trichinella spiralis, Schistosoma, u otros helmintos mediante fijación a la porción caudal (Fe) de las Igs E o G que están combinadas específicamente con los parásitos. Seguidamente, los gránulos del eosinófilo que contienen proteínas básicas se vierten al exterior y las proteínas destruyen las membranas parasitarias externas y matan al parásito. Este efecto es neutralizado por tratamiento de los animales infectados con anticuerpos contra los eosinófilos o contra la IL-5. Los ratones comúnmente sufren infecciones crónicas luego de una primera exposición al trichostrongilideo Heligmosomoides polygyrus (Nematospiroides dubius) pero desarrollan consistentemente resistencia contra las reinfecciones. La neutralización de la IL-4 o de sus receptores, mediante inyecciones de sus anticuerpos específicos, inhibe la inmunidad contra las reinfecciones. La inyección de IFN (que inhibe la IL-4) también disminuye la habilidad del hospedero para limitar la infección primaria. - El tratamiento de ratones infectados con Strongyloides o Angiostrongylus cantonensis con anticuerpos contra IL-5 o sus receptores inhibe la respuesta eosinofilica y favorece la sobrevida de las larvas de los nematodos en los pulmones o el cerebro. - Los ratones BALB/k responden a la infección con Trichuris muris con proliferación de células Tco2 y eliminan rápidamente los parásitos del intestino. Los ratones B I O.BR, por el contrario, responden con proliferación de las células Tco I y desarrollan infecciones crónicas. El tratamiento de estos últimos ratones con anticuerpos contra IFN disminuye la carga parasitaria. - Las infecciones con Hymenolepis nana en ratones inducen la producción de lgE y la infiltración local por mastocitos. El parásito es comúnmente expulsado espontáneamente en 2 a 5 semanas. La abrogación de la producción de IgE o dé mastocitos, sin embargo, demora la expulsión aunque no la suspende totalmente. El mecanismo de acción de las citocinas de las células Tco2 contra los helmintos no se conoce completamente pero los resultados de múltiples experimentos y observaciones clínicas sugieren que los eventos ocurren en la siguiente secuencia (Figura 5-8): 1. Al comienzo de la infección, las actividades físicas y bioquímicas del helminto en los tejidos provocan una respuesta de fase aguda con acumulación local de componentes plasmáticos ( complemento) y de células (macrófagos, linfocitos y neutrófilos). 2. A continuación, el parásito y sus antígenos provocan la formación y estimulación sucesiva de las CP A, linfocitos TcoP, linfocitos TcoO y linfocitos Tco2. Las citocinas que se producen durante estas faces provocan al comienzo una infiltración con neutrófilos, macrófagos, linfocitos B y mastocitos en tomo al parásito. La predominancia de las células Tco2 más tarde promueve un infiltrado rico en mastocitos (mediante las ILs 3, 4 y 9) y eosinófilos (mediante la IL-5). La IL-4, mientras tanto, estimula la producción local de anticuerpos anafilácticos y clásicos, y la-!Ls6 se asegura que los anticuerpos circulantes y el complemento continúan vertiéndose en el área inflamada. 3. Los anticuerpos anafilácticos se combinan con los mastocitos por sus receptores Fe y con epítopos del parásito por sus lugares de combinación con el antígeno. La aglomeración de las lgs anafilácticas sobre los mastocitos desencadena la degranulación de estas células con liberación de mediadores de la hipersensibilidad de tipo I. 4. Estos mediadores inducen un aumento de la permeabilidad vascular (que significa el influjo de más anticuerpos circulantes y complemento) y atraen y activan eosinófilos, neutrófilos y macrófagos. En el caso de los parásitos de los lúmenes digestivo o respiratorio, la sola inflamación local puede formar un ambiente bioquímicamente tan inhóspito para el parásito que éste puede desprenderse y ser expulsado. 5. El complemento es activado por la vía alternativa por materiales parasitarios y proteasas de los mastocitos y por la vía clásica por los complejos antígeno-anticuerpo. Los anticuerpos y factores del complemento se depositan sobre el parásito y constituyen puentes para que los eosinófilos, neutrófilos y macrófagos se adhieran al parásito. Una vez en estrecho contacto con él, estas células vierten sobre el parásito radicales oxidantes que alteran sus moléculas y proteínas que ejercen un efecto lítico sobre sus membranas externas. 6. El mecanismo de resolución de la inflamación una vez que el parásito ha sido destruido tampoco se conoce en detalle, pero se sabe que los eosinófilos fagocitan los complejos anticuerpo anafiláctico-antígeno y secretan sustancias que neutralizan muchos de los mediadores de la anafilaxia producidos por los· mastocitos. Alguna literatura parasitológica enfatiza el rol de los eosinófilos y de los anticuerpos IgE en la destrucción de los helmintos. Aunque es efectivo que los eosinófilos y la IgE intervienen en la protección contra muchos parásitos (Schistosoma, Trichinella, y Trypanosoma cruzi, por ejemplo), en los últimos años se han comunicado numerosas instancias de neutrófilos o macrófagos que se adhieren a los helmintos mediante anticuerpos lgG y/o factores del complemento y los destruyen. Los neutrófilos y macrófagos, por ejemplo, han probado ser letales para el Schistosoma en la ausencia de eosinófilos; los eosinófilos, por el contrario, no afectan la sobrevida de las larvas de Toxocara canis y la falta de anticuerpos IgE o de mastocitos tiene un efecto mínimo sobre la habilidad de los ratones para desarrollar resistencia contra Heligmosomoides polygynis. El concepto que está emergiendo ahora es que los macrófagos, neutrófilos, anticuerpos IgG y el complemento son elementos importantes en la defensa contra parásitos multicelulares. Respecto a los eosinófilos, sus capacidades defensivas parecen ser más bien modestas y, en varios casos, son más elementos de daño que de defensa para el hospedero. Selección de las respuestas Tcol o Tco2. El hecho de que las respuestas protectoras contra algunos parásitos pueden aumentarse mediante tratamiento con IFN o inhibirse por tratamiento con IL-4, o viceversa, sugiere que la selección de la respuesta correcta generará resistencia inmune mientras que la elección de la respuesta incorrecta puede producir parasitismo severo o crónico. En general, parecería que las respuestas Tco l son protectoras y las respuesta Tco2 perjudiciales para el hospedero infectado con parásitos intracelulares. Lo inverso parece ser cierto para los hospederos infectados con parásitos grandes extracelulares. Las propias células Tco no parecen tener un rol en la selección de la respuesta apropiada porque los RCT son similares en las células Tcol y Tco2. Hasta ahora, se sabe que los siguientes factores juegan un rol: l. Por lo menos en los ratones, parece haber un factor genético del hospedero que influye en la selección de la respuesta. Algunas cepas de ratones responden a un parásito predominantemente con proliferación de células Tco I, mientras que otras cep¡¡s responden al mismo parásito con proliferación de células Tco2. 2. Como es de esperar, el estímulo antigénico parece jugar un rol crítico en la selección. En ratones, los Schistosomas adultos inducen respuestas Tea I mientras que la postura de huevos desencadena respuestas Tco2. Infecciones de ratones con T. spiralis inducen producción de ILs 9 y l O, baso filia intensa de la mucosa intestinal y expulsión rápida de los gusanos. Las infecciones con H. polygyrus, por el contrario, inducen producción de ILs 3, 4, 9 y 10, basofilia moderada, y son típicamente crónicas. Las infecciones mixtas con T. spiralis y H. polygyrus inhiben la expulsión de T. spiralis, probablemente porque la producción de Ls 3 y 4 inhibe la expulsión mediada por las Ls 9 y 10. 3. Hay alguna evidencia de que ciertos coestí11111los (lipopolisacáridos, polinucleótidos) desencadenan la producción de IFN, el cual favorece la diferenciación hacia células T. La inoculación de enzimas proteolíticas (como las producidas durante la migración de los helmintos), en cambio, parece favorecer la diferenciación hace células Tco2. Los coadyuvantes aparentemente pueden actuar también como coestímulos en este sentido. La inyección de un antígeno con células de Mycobacterium o su elemento activo, dipeptido muramil (DPM), genera respuestas de inmunidad mediada ·por células (Tea l) mientras que la inye1ic;'ioi1·de'un antígeno con lipopoIisacalidos inicia respuestas de anticuerpos lgG e IgE(Tco2). 4. Las CPAs parecen jugar un rol a varios niveles. Estas células producen IL-1 O, la cual inhibe la secreción de IFN (el principal efector de las células TcaI), e IL-12, la cual promueve la secreción de IFN, estimula la formación de células Tea 1, pero inhibe la producción de células Tco2. Cualquier factor que favorezca la secreción de IL-10 sobre IL-12, o viceversa, por lo tanto, podría dirigir la respuesta inmune en una u otra dirección. Por otra parte, las CP A que procesan antígenos inductores de alergias (alergenos) tienden a estimular la formación de linfocitos Tco2 (que producen la IL-4 necesaria para la producción de IgE en humanos o sus equivalentes en roedores) mientras que las CPA que procesan antígenos no alergizantes (como el toxoide tetánico) tienden a estimular la formación de Tea! (que producen el IFN necesario para la producción de IgG2 e IgG3 no alergizantes en ratones). Es casi inevitable especular que la naturaleza del estímulo recibido por las CP A tiene también un rol en la selección de las respuestas Tea I o Tea 2. La ingestión de protozoos completos (parasitismo intracelular) comúnmente resulta en una respuesta inmune mediada por célu- · las, que es generada por los linfocitos Tea!, mientras que la ingestión de antígenos solubles (parasitismo extracelular) corrientemente resulta en una respuesta de anticuerpos, que es generada por los linfocitos Tco2. 5. Es tentador especular que los antígenos endógenos que se combinan con proteínas de la clase I (o la combinación misma de los antígenos con la proteína de clase I) deben tener alguna influencia en la selección de la respuesta Tco l. El resultado corriente de la combinación de antígenos endógenos con proteínas de clase I es la producción de células T citotoxicas (TC). La proliferación y activación de estas células, a su vez, requiere la presencia de IL2 como un cofactor. ¡Dado que después de la primera semana de la respuesta inmune, la IL-2 es secretada sólo por las células TcA1, uno esperaría que la conjugación de los endoantígenos con las proteínas II estuviera asociada a algún mecanismo que asegurara que los linfocitos TC estimulados por este complejo continuaran su desarrollo. Esto implica la presencia de células capaces de proveer el cofactor IL-2. Activación de los linfocitos T citotóxicos (TC). En muchos casos de células autólogas infectadas por virus, bacterias o parásitos, el patógeno interfiere con el metabolismo de la célula hospedero y la dirige a que sintetice epítopos que no existían previamente en el organismo. La producción de neoepítopos endógenos también ocurre frecuentemente durante la transformación tumoral. ): Los neoepítopos (nE), igual que las proteínas de clase I (PI), son sintetizados en el retículo endoplásmico de la célula infectada y transportados al aparato de Golgi. Durante este tiempo, los nE tienen amplia oportunidad de encontrar y combinarse con PI que sean complementarias con su propia composición en aminoácidos. Los complejos nE-PI son finalmente transportados a la superficie de la célula hospedero. Como este epítopo no existía en el organismo previamente y los linfocitos T tienen la habilidad de reconocer millones de epítopos diferentes, existe una muy alta probabilidad que los RCT de algún linfocito TC sean complementarios con la composición del complejo nE-PI. En este caso, el complejo nE-PI de la célula infectada se combina con el RCT del linfocito TC y desencadena la activación del linfocito. Como en el caso de los linfocitos Tco, esta combinación requiere de la .asistencia de las proteínas CD3, cos+ y posiblemente otras: en el caso de células alogénicas e xenogénicas ( de otro individuo coespecífico o de otra especie, respectivamente), las proteínas de clase I pueden iniciar la activación del linfocito TC por si solas, sin necesidad de un epítopo conjugado. Estas células (autólogas, alogénicas o xenogénicas), que poseen la propiedad de iniciar la activación de los linfocitos TC se llaman comúnmente células blanco" porque son el blanco de las actividades de los linfocitos TC. Como consecuencia de la combinación del complejo nE-Pl con el RCT, los linfocitos TC que no habían sido estimulados por un antigeno anteriormente (células TC precursoras o TCP) desarrollan receptores para la IL-2 en su superficie. Cuando estos receptores se combinan con la IL-2 proveniente de los linfocitos Tco, los linfocitos TC proliferan y se diferencian hacia células re efectoras (TCE) que desarrollan gránulos específicos (Figura 5-9). Las CP A y·· las células Tco son, por lo tanto, necesarias para proveer la IL-2 para la producción de linfocitos TCE, pero no está claro de dónde proviene el estímulo antigénico para la activación de estas células Mecanismo de lisis de las células blanco. Cuando el linfocito TCE encuentra una célula blanca con el mismo complejo nE-Pl que estimuló su formación (y que, obviamente, es complementario con sus RCT), ambas células se ligan a través de estas moléculas. A consecuencia de esta ligación, los gránulos de la célula TCE se desplazan hacia la zona de contacto de ambas células, abandonan el linfocito y liberan proteínas perforadoras (perforinas), FNT y otras citocinas. Las perforinas penetran la membrana externa de la célula blanco y forman poros o canales que permiten el ingreso de las citocinas (Figura 5-9). En pocos minutos, ambas células se separan, el linfocito va en busca de otras víctimas y la célula blanco se disuelve dentro de un par de horas. Deben existir también otros mecanismos alternativos porque algunos linfocitos TCE carecen de perforinas. El rol de los linfocitos TCE en las infecciones parasitarias. El rol de las células TCE en las infecciones parasitarias ha sido estudiado mediante transferencia de poblaciones de linfocitos enriquecidas en células TCE, disminución del nivel de linfocitos TCE por administración de anticuerpos específicos y de complemento o por el uso de cepas de ratones (fl2m-/-) que carecen de linfocitos TC. Algunos ejemplos del rol de estas células son los siguientes: - Los ratones fl2m-/- (que carecen de células TC) sufren infecciones agudas y mueren cuando son infectados con Trypanosoma cnizi, pero los ratones fl2m+/+ ( que poseen células TC) desarrollan infecciones crónicas y sobreviven. Los primeros desarrollan abundantes focos parasitarios en los músculos esqueléticos y cardíaco, pero no la infiltración celular que elimina a los parásitos. - Las células TCE activadas con el antígeno P30 de Toxoplasma gondii son capaces de lisar los macrófagos infectados con T. gondii. - La resistencia contra la malaria maligna de los humanos ha sido correlacionada con la presencia de linfocitos TC que reaccionan con el péptido LSA-1 de Plasmodiumfalcipanim. Este péptido es expresado sólo durante la fase hepática de la infección. - La resistencia contra la leishmaniasis y la teileriasis (de los bovinos) ha sido también correlacionada con la existencia de células TC activadas específicamente con antígenos de los parásitos respectivos. El mecanismo exacto de destrucción de los parásitos aún no se conoce con certeza pero se asume que los mismos mecanismo que destruyen la membrana de la célula parasitada son activos contra las membranas· del parásito Otros mecanismos citotóxicos mediados por células: Citotoxicidad mediada por células dependiente de células asesinas naturales. Las células asesinas naturales (CA) son linfocitos grandes y granulares que no poseen los marcadores característicos de células T o B. Constituyen el 5% de los linfocitos periféricos en el humano y son comúnmente identificadas por la ausencia de CD3 ( que incluye al RCT) y la presencia de CD 16 y/o CD56 en sus membranas externas. Estos dos últimos también se encuentran en unas pocas células T. Las CA no poseen RCT, no . tienen restricciones de clase I o II, y no expresan memoria inmunológica. Su actividad es incrementada y ampliada por tratamiento con IFN o IL-2. Las CA pueden destruir algunas células autólogas defectuosas sin activación previa, por contacto y lisis similares a las observadas con los linfocitos TCE. La naturaleza de los receptores de las CA o de sus células blanco no es conocida todavía. Las CA parecen proveer protección inespecífica mientras se desarrollan las respuestas especificas por células TC. La actividad de las CA contra tumores e infecciones virales ha sido bien documentada pero su efecto en infecciones parasitarias no está aún bien definido. Existen informes de que las CA son activas contra T. cruzi, T. gondii y Babesia spp. en ratones, y su actividad contra Plasmodium ha sido postulada. Citotoxicidad mediada por células dependiente de anticuerpos. En contraste con las células TCE y CA que causan lisis de las células blanco sin la ayuda de anticuerpos ( citotoxicidad mediada por cé ·tulas independiente de anticuerpos), otras células poseen una toxicidad potencial contra los parásitos (macrófagos/monocitos, neutrófilos, eosinófilos, etc.), pero necesitan de la ayuda de anticuerpos para entrar en contacto con las células blanco ( cito toxicidad mediada por células dependiente de anticuerpos). Todas estas células poseen en sus membranas externas receptores para la porción caudal (Fe) de las Igs. A través de estos receptores, las células efectoras se adhieren a las células blanco que están recubiertas con sus anticuerpos específicos y descargan substancias letales para el parásito (FNT, enzimas, proteínas básicas, radicales de oxígeno o de nitrógeno, etc.). Se sabe que este tipo de citotoxicidad ocurre al menos en la defensa contra T. spiralis, H. polygynis, filarias, Schistosoma, T. cntzi y Plasmodium spp Activación de los linfocitos B. Los linfocitos B son los generadores de la inmunidad humoral o mediada por anticuerpos. Cuando estas células están diferenciadas suficientemente como para responder al estimulo antigénico, presentan unidades básicas de IgM en sus membranas externas. Sólo recientemente se ha comprobado que la estimulación de los linfocitos B es tan compleja como la estimulación de los linfocitos T cooperadores. Probablemente la causa de esta complejidad es la misma en ambos casos: evitar que se produzcan reacciones inmunológicas descontroladas que podrían amenazar la vida del individuo. Los linfocitos B, aparte de diferenciarse hacia la producción de anticuerpos, actúan también como células procesadoras de antígenos, particularmente cuando se encuentra en baja concentración en el organismo. La alta afinidad de las inmunoglobulinas que los recubren para sus antígenos respectivos les sirven perfectamente para capturar de la circulación las molécul.as de antígeno. El linfocito B adquiere su antigeno especifico (mediante combinación con las Igs de su superficie) directamente de la circulación, o a partir de un macrófago que ya lo ha procesado previamente. El antígeno con la Ig son endocitados por el linfocito, el antígeno es digerido en sus epítopos constitutivos si es necesario, el epítopo específico se combina con una proteína de clase II y el complejo E-PII migra ala supeñ1ciedel linfocito B. El procesamiento del antígeno, por lo tanto, es comparable al que ocurre en los macrófagos. El próximo paso es la formación de un complejo entre la célula By un linfocito Tco. Para esto, el complejo EPII debe encontrar una célula Tco que posea un RCT con una composición de aminoácidos complementaria a la suya propia. Las probabilidades de que esto ocurra no son tan remotas porque las células By Tco generalmente coexisten en los mismos sitios: bazo, ganglios linfáticos, o infiltrados inflamatorios. La unión entre las células B y Tco es iniciada por la combinación del complejo E-PII con el RCT pero es reforzada y estabilizada por la combinación simultánea de una serie de proteínas en cada célula. Las mejor conocidas son el CD4 del linfocito Tco que se combina con moléculas de adhesión intercelular (MAIC) de la célula B, y al antígeno I de función linfocítica (AFL-1) de la célula Tco que se combina con la proteína de clase II del linfocito B (Figura 5-1 O). Las señales intracelulares generadas por la combinación de estas moléculas activan al linfocito Tco para que produzca una nueva proteína de superficie: el ligando para el CD40 (CD40L). Esta molécula se combina entonces con el CD40 que ya existía en la superficie de la célula B, e inicia la activación de las células Tco y B. La activación del linfocito Tco consiste fundamentalmente en la producción de una serie de citocinas que promueven la proliferación y diferenciación de los linfocitos B. La activación del linfocito B consiste básicamente en la producción de receptores para las citocinas de la célula Tco. Las citocinas ILs 2, 4 y 5, particularmente con la asistencia de la IL-1 de los macrófagos activados, son esenciales para iniciar y mantener la proliferación de los linfocitos B. Posteriormente, diversas citocinas actúan sobre los linfocitos B y los diferencian hacia la formación de plasmocitos que producen anticuerpos lgM (1Ls2,4, 5 y6), lgG(]FN e IL-6),IgE(IL-4) olgA (IL-5). Como activadores de las células TcoP, los linfocitos B son menos eficientes que los macrófagos porque pocos linfocitos B producen IL-1. Como se recordará, la IL-1 promueve la producción de IL-2 y de sus receptores que son indispensables para la multiplicación de los linfocitos Tco. Por el contrario, las células B parecen ser particularmente eficientes para activar linfocitos Tco0 o de memoria. Por otra parte, los linfocitos Tco2 son más eficientes para promover la activación de las células B que los linfocitos Tco 1. Esto puede deberse a que, contrariamente a las células Tco 1, los linfocitos Tco2 son activos productores de IL-4 que es uno de los principales factores de la proliferación de las células B. Las células Tco2 son también las únicas que promueven la producción de anticuerpos alergizantes a través de la producción de IL-4. Producción de anticuerpos. El producto final de la diferenciación de los linfocitos B, las células plasmáticas, no expresan lgs en su superficie pero tiene abundante retículo endoplásmico y secretan Igs en gran cantidad (hasta 2.000 moléculas por segundo). Estos anticuerpos son específicos para combinarse con el epítopo que estimuló su producción. Antes de experimentar actívación, las células B poseen sólo IgM en su superficie (producto de un gen µ). Ante la estimulación antigénica original, las células plasmáticas secretan anticuerpos IgM. La estimulación subsecuente con las citocinas de las células Tco2 antes mencionadas provoca la exclusión del gen µ y la activación secuencial de otros genes (y, o: ó E) que inician la producción de Igs G, A y E, respectivamente. Sin embargo, los genes que codifican para la porciones de las lgs que se combinan con el epítopo no cambian, de modo que las diferentes clases de Igs aún mantienen su especificidad para el epítopo original. Efectos de los anticuerpos sobre los parásitos. Los anticuerpos pueden afectar el curso de las infecciones parasitarias de varias maneras. Los principales mecanismos efectores de los anticuerpos en parasitología son los siguientes: I. En virtualmente todos los casos conocidos, los parásitos intracelulares deben establecer contacto con la célula hospedero mediante receptores en la célula y en el parásito, antes de penetrarla. Los anticuerpos pueden establecer puentes entre los parásitos y aglutinarlos, de modo que impiden su orientación correcta para establecer el contacto entre los receptores de la célula hospedero y del parásito. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con los esporozoites y merozoitos de los Apicomplexa. 2. La aglutinación también aglomera a los parásitos impidiendo su libre difusión y dispersión por el organismo. De esta manera, los anticuerpos contribuyen a mantener la infección localizada en el sitio de infiltración con células del hospedero. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con Trypanosoma, Leishmania y Toxoplasma. 3. Los anticuerpos dirigidos contra los receptores del parásito pueden ocupar básicamente el espacio destinado al receptor de la célula hospedera y bloquear la unión entre parásitos y células. El parásito no puede, por lo tanto, entrar en la célula hospedera. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con los esporozoites y merozoitos de los Apicomplexa. 4. Muchos parásitos penetran las células hospederas mediante la producción de agujeros en sus membranas con enzimas de penetración. Los anticuerpos producidos contra estas enzimas pueden ocupar físicamente el espacio destinado al sustrato de manera que neutralizan la acción de la enzima. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con los esporozoitos y merozoites de los Apicomplexa y con las. larvas migrantes de helmintos que deben abrirse camino con enzimas en el espesor de tejidos sólidos. 5. Los anticuerpos dirigidos contra las toxinas parasitarias pueden igualmente impedir la combinación de la toxina con su sustrato de modo que neutralizan la actividad de la toxina. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con los tripanosomas africanos. 6. La combinación de anticuerpos con los epítopos parasitarios puede activar el complemento por la vía clásica. La acción de diversos factores del complemento activado induce una inflamación local con influjo de células con actividad antiparasitaria, estimula la fagocitosis y puede destruir membranas parasitarias. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con Trypanosoma, Plasmodium y Leishmania cutáneas. 7. Los anticuerpos ligados a los epítopos del parásito pueden establecer una conexión entre éste y células efectoras (macrófagos, monocitos, neutrófilos, eosinófilos, etc.), de manera que facilitan la acción de las células sobre el parásito. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con Trypanosoma, Plasmodium, Trichinella, Schistosoma y filarias. 8. Los anticuerpos anafilácticos pueden desencadenar la degranulación de mastocitos y basófilos. Estos gránulos contienen sustancias que inducen inflamación, modifican drásticamente el microambiente del parásito y pueden dañar al parásito directamente. Este fenómeno ocurre, por ejemplo, con nematodos de los lúmenes gastrointestinal y respiratorio. 9. Los anticuerpos pueden afectar la fisiología del parásito. La ablastina, por ejemplo, es una IgG que inhibe la reproducción de los tripanosomas africanos. Anticuerpos contra las glándulas esofágicas de nematodos hematófagos interfieren con las sustancias anti coagulantes e impiden la alimentación de los gusanos. Premunición e inmunidad concomitante. El término inmunidad relativa fue usado por primera vez por Plehn en 1901 en relación a la malaria humana y fue enmendado a premunición por Sergent y colaboradores en 1924. Describe un tipo de resistencia inmune que sólo se mantiene mientras existe un remanente de la infección original en el hospedero. La premunición es típica de la tuberculosis y un importante mecanismo de defensa en malaria, toxoplasmosis y tripanosomosis americana del humano, y en la babesiosis de los bovinos. El mecanismo de la premunición no se conoce completamente, pero estudios en modelos animales han demostrado que la depleción de las células CD4 (linfocitos Tco) o la inhibición de la producción de IFNy causan una recrudescencia de la toxoplasmosis. Estos resultador sugieren que la premunición depende de la reestimulación constante con antígenos del parásito que mantiene la producción de linfocitos Tco (probablemente Tco l) e IFN. El fenómeno puede ser más complejo, sin embargo, porque el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) de los humanos, que depleta las células CD4+, causa exacerbación de la toxoplasmosis pero no de la malaria. Inmunidad concomitante es un término de la inmunidad tumoral que Smithers y Terry usaron en 1969 para describir un fenómeno similar al anterior que ellos observaron en squistosomosis. Describe la existencia de resistencia inmune contra las reinfecciones, producida por estadios parasitarios que no son susceptibles a la resistencia que ellos mismos generan. En el caso de la esquistosomiasis, los esquistosomas adultos sobreviven y se reproducen mientras que los nuevos esquistosomulas que pretenden establecerse son destruidos. Aparentemente, la reacción contra el esquistosomula es iniciada por los antígenos de los esquistosomulas de una primera infección y mantenida por antígenos diferentes pero crosreactívos secretarios más tarde por los parásitos adultos. Aunque no ha sido estudiado específicamente, parece que las filarias del humano también exhiben inmunidad concomitante. La incógnita central en ambos casos es por qué los parásitos existentes en el hospedero no son susceptibles a la inmunidad contra la reinfección. Una posibilidad es que los parásitos de la infección original hayan desarrollado estrategias para evadir la inmunidad que no están disponibles para los parásitos que recién invaden al hospedero. EVASION DE LA RESPUESTA INMUNE POR LOS PARASITOS Los parásitos ya existían cuando el sistema inmune empezó a desarrollarse con los primeros vertebrados, hace unos 400 millones de años. Como organismos con múltiples posibilidades biológicas que se. enfrentaban a un sistema orgánico en desarrollo filogénico, los parásitos tuvieron cada oportunidad de identificar las flaquezas del recién llegado e incorporarlas a su propio ciclo de vida. Además, los parásitos que no pudieron eludir la acción de la inmunidad probablemente se seleccionaron negativamente y desaparecieron sin dejar trazas. Estas son las razones teleogénicas por los cuales la mayoría de los parásitos actuales conviven bien con sus hospederos, ocasionando infecciones crónicas que raramente amenazan la vida del asociado. Los detalles que permiten esta asociación poco conflictiva son largamente desconocidos, pero se conocen algunos ejemplos de mecanismos mediante lo cuales los parásitos eluden la respuesta inmune del huésped. Descarte de antígenos altamente reactivos. En el curso de la evolución, algunos parásitos parecen haber descartado antígenos que eran reconocidos por el hospedero en favor de antígenos que no son capaces de combinarse con las proteínas de clase I o II de Hospedero. Se sabe, por ejempló, Trichuris muris y Trichinella spiralis, en ratones, NippostrongyloideS brasiliensis en ratas y Plasmodium en ratones y humanos, persisten por más tiempo en hospederos que poseen ciertos halotipos en·su complejo principal de histocompatibilidad. Se sabe también que la resistencia de ratones a la enfermedad de Chagas está relacionada con los alelos Hzq y H-2d , que codifican para proteínas de clase II · que se conjugan con epítopos protectores y con la constitución genética B 1 O o DBA, que inducen alta producción de IgM. Los T. cruzii que infectan a ratones que carecen de los alelos H-2q y H-2d , o de los genes característicos de las cepas BIO o DBA, son menos afectados por la inmunidad y tienen más oportunidad de sobrevivir y ser transmitidos. Depresión de la inmunidad del hospedero. Ciertos parásitos como Plasmodium, Trypanosoma, Leishmania, Trichinella, Schistosoma, garrapatas, etc., pueden deprimir la habilidad del huésped para montar una respuesta inmune. En el caso del T. cruzi, una proteína soluble secretada por el parásito inhibe la producción de IL-2 en ratones o la expresión de receptores para la IL-2 en humanos. Dado que la IL2 y su combinación con los receptores respectivos es esencial para la proliferación de las células Tco al comienzo de la respuesta inmune, esta secreción efectivamente suprime la respuesta contra el parásito.· En el caso de las Leishmania, los macrófagos infectados con L. majar ( el agente de la leishmaniasis cutánea) exhiben moléculas de clase II y producen abundante IL-1 (ambas necesarias para estimular los linfocitos B yT) pero la infección con L. donovani (agente de la leishmaniosis visceral) inhibe ambos fenómenos Neutralización de los efectores de la inmunidad. Algunos parásitos neutralizan las moléculas efectoras de la inmunidad. Los macrófagos comúnmente matan los parásitos intracelulares mediante la producción de radicales oxidantes, de enzimas proteolíticas y manteniendo un pH bajo en el compartimento lisosomal. Leishmania, sin embargo, posee enzimas que detoxifican los radicales oxidantes (dismutasa superóxido, catalasas y peroxidasas), secreta enzimas que degradan las proteasas lisosomales, y está bien adaptada a los pH ácidos del compartimento lisosomal. Una correlación positiva ha sido encontrada también entre la presencia de enzimas detoxicantes de los radicales de oxígeno y la sobrevida de T. spiralis y H. polygyrus. Los estadios larvales de Taenia taeniaeformis y de Echinococcus spp. secretan sustancias anticomplementarias que activan el complemento antes de que éste constituya un peligro para la sobrevida del parásito. Evasión de los efectores de la inmunidad. Algunos parásitos eluden la actividad de los efectores de la inmunidad. Toxoplasma, por ejemplo, ingresa a los macrófagos activamente y Leishmania lo hace utilizando receptores para el complemento. Como estas estrategias evitan la fagocitosis normal del macrófago, que es la que desencadena la producción de radicales oxidantes, los parásitos no se ven sometidos a la acción de estas sustancias, Los toxoplasmas vivos también permanecen en su propia vacuola (fagosoma) que no se fusiona con los lisosomas de manera que el parásito está protegido contra las enzimas lisosomales. Babesia bovis y Theileria parva de los bovinos, y los tripomastigotes de T. cruzi escapan del fagosoma hacia el citoplasma antes de que éste se fusione con los lisosomas de manera que también evitan la actividad de las enzimas lisosomales. Las leishmanias permanecen dentro del fagosoma después de su fusión con los lisosomas pero poseen mecanismos para neutralizar las proteasas lisosomales y tolerar el pH ácido de este compartimento, Finalmente, todos los parásitos intracelulares están más allá del alcance de los anticuerpos ya que éstos no pueden penetrar las células. Producción de antígenos fugaces. Algunos parásitos se defienden de la inmunidad mediante la producción de antígenos fugaces. Plasmodium, Leishmania, Schistosoma, Toxocara, Trichinella, Strongyloides y las filarias, por ejemplo, están cubiertos por moléculas antigénicas que se regeneran cada pocas horas. Los anticuerpos y las células efectoras que se combinan con estos antígenos son eliminadas de la superficie del parásito junto con las moléculas antigénicas antes de que tengan la oportunidad de producir daño irreparable. Producción de antígenos solubles. Ciertos parásitos producen antígenos solubles. Cantidades grandes de antígenos solubles que se liberan en la circulación pueden bIoquear los anticuerpos o células efectoras circulantes antes de que éstas tengan la oportunidad de alcanzar al parásito. Estos antígenos pueden también saturar los receptores de las células T y B para el antígeno respectivo e inducir tolerancia inmune. Es posible también que los antígenos induzcan la activación policlonal de las células B inhibiendo la producción de Ig específica por un fenómeno de retroalimentación. Finalmente, un exceso de antígeno puede causar la formación de moléculas inmunosupresivas (prostaglandinas, citocinas inhibitorias). Desviación de la inmunidad protectora. Ciertos parásitos tienen la habilidad de desviar la respuesta inmune hacia una modalidad que no los afecta. Los ratones resistentes a la Ieishmaniasis inducen una respuesta linfocitaria con abundante producción de IL-2 e IFN mientras que los ratones que sufren una leishmaniasis progresiva inducen una respuesta con producción abundante de IL-4 pero escasa en IL-2 e IFN. Muchos nematodos digestivos que son expulsados rápidamente del intestino estimulan la producción de IL-4 y una infiltración con basófilos. H. polygyrus, por el contrario; que típicamente causa una infección crónica, estimula la producción de lis 9 y I O y produce poca infiltración basofilica. Normalmente, los anticuerpos IgE facilitan la adherencia de los eosinófilos al Schistosoma y la lisis subsecuente del parásito. Estudios en poblaciones de pacientes jóvenes (y, presumiblemente, con infecciones recientes) han mostrado la producción preferencial de anticuerpos IgG4 que inhiben la producción de IgE y bloquean su fijación sobre el parásito. Variación antigénica. Algunos parásitos exhiben variabilidad antigénica. Los tripanosomas africanos del humano y de los animales domésticos, por ejemplo, están cubiertos por una proteína altamente antigénica que cambia periódicamente en el curso de la infección. Para el tiempo que se producen anticuerpos contra el primer antígeno, la proteína cambió y los nuevos parásitos ya no son susceptibles a ellos. Cuando se producen anticuerpos contra este segundo antígeno, la proteína cambió nuevamente. De esta manera, la producción de anticuerpos específicos se mantiene siempre un paso por detrás del antígeno que recubre al parásito en un momento dado. Aunque con menos regularidad que en los tripanosomas africanos, la variabilidad antigénica ha sido observada en Plasmodirmz, Babesia, Giardia y Entamoeba. Seclusión física. Finalmente, algunos parásitos se protegen de la respuesta inmune simplemente mediante seclusión física. Los parásitos de células libres como Plasmodium, Babesia, Theileria, etc., están protegidos de los anticuerpos que no pueden penetrar las células del hospedero. No obstante, cuando la infección provoca la fonnación de neoantígenos en la célula parasitaria y se producen anticuerpos contra estos antígenos, los anticuerpos se pueden adherir a la superficie de la célula y favorecer su fagocitosis. Este fenómeno a menudo contribuye a la producción de anemia en las parasitosis de los eritrocitos. Los parásitos intracelulares de los tejidos sólidos, como las formas quísticas de T. gondii, T. cruzi, Sarcocystis, T. spiralis, etc., están también protegidos de la fagocitosis, lo cual puede explicar su sobrevida prolongada. Finalmente, algunos parásitos se protegen de la respuesta inmune alojándose en órganos que están más allá del alcance de la inmunidad (cerebro, ojo, feto), o estableciéndose en quistes rodeados de tejido fibroso del hospedero ( quistes de T. spiralis o Sarcocystis y larvas de cestodos). INMUNODIAGNOSTICO La infección parasitaria induce anticuerpos que matan al parásito, que dañan al huésped, o que son irrelevantes para la sobrevida de cualquiera de ellos. Estos últimos anticuerpos son los más numerosos y a menudo se utilizan para el diagnóstico inmunobiológico de la infección. Las técnicas de diagnóstico inmunobiológico se explicarán en el capítulo respectivo. Aquí sólo discutiremos algunas precauciones que deben observarse en su uso. Las características más apreciadas de una reacción inmunodiagnóstica son su especificidad y su sensibilidad. La especificidad es, en esencia, la habilidad de distinguir los anticuerpos contra un parásito de los anticuerpos contra todos los demás parásitos y depende fundamentalmente del antígeno que se utilice. Es importante entender que, aunque cada anticuerpo reacciona sólo con un epítopo, el suero de un individuo infectado contiene una colección de millones de anticuerpos dirigidos contra cientos o miles de epítopos del parásito en cuestión. El antígeno de diagnóstico es sólo una sonda que debe seleccionar, de entre esa inmensa población, los anticuerpos que son exclusivos para el parásito que se quiere identificar. Esto indica cuán importante es la selección del antígeno adecuado para evitar las reacciones cruzadas. Las antiguas preparaciones. antigénicas eran poco más que extractos crudos del parásito que contenían decenas o cientos de proteínas diferentes, cada una de ellas llevando varios epítopos. Como muchas especies parasitarias poseen los mismos elementos estructurales o bioquímicos, es natural que ellas también posean proteínas en común. Los anticuerpos formados contra estas proteínas comunes serán incapaces de distinguir entre los parásitos respectivos. Aparte de esto, los epítopos de las glicoproteínas a menudo contienen carbohidratos en su composición. Como los carbohidratos son menos variados que las proteínas, es corriente que proteínas diferentes de parásitos distintos compartan un mismo carbohidrato. De nuevo, el anticuerpo dirigido contra el epítopo que contiene este carbohidrato va a reaccionar, el menos parcialmente, con todas las proteínas que contengan el mismo carbohidrato. La presencia de estas proteínas o carbohidratos comunes es lo que conspiraba contra la especificidad de las reacciones serológicas en el pasado'. un· antígeno de diagnóstico, por lo tanto, debe contener sólo epítopos que sean exclusivos del parásito que se quiere identificar. Entre los años 1960 y 1980 se efectuaron una serie de experimentos de purificación empírica de extractos parasitarios para seleccionar antígenos de diagnóstico adecuados. Aunque la tecnología de la época permitió sólo un éxito parcial, muchas de esas preparaciones están aún en uso. Solamente a partir de los años 1980, con la técnica de la transferencia eléctrica de proteínas • (western blotting), se pudo empezar a identificar los antígenos exclusivos de cada parásito. La técnica de inhibición de las reacciones serológicas con fragmentos de antígenos y los avances en el secuenciamiento de polipéptidos están permitiendo identificar ahora la composición en aminoácidos de los epitopos relevantes. Se prevé que en el futuro cercano el diagnóstico serológico de las parasitosis se efectuará con epítopos (o combinaciones de epítopos) sintéticos de exquisita especificidad. La sensibilidad de una reacción serológica consiste en la habilidad de visualizar reacciones entre un número (relativamente) escaso de moléculas. Esta característica depende fundamentalmente de la prueba que se utilice. La prueba más sensible de uso corriente en la actualidad es la prueba de amplificación enzimática (Enzyme-Linked ImmzmoSorbent Assay) o ELISA. En el ELISA clásico, a la reacción entre unas pocas moléculas de antígeno y anticuerpo se le agrega un segundo anticuerpo conjugado con una enzima, que reacciona con el anticuerpo del paciente. Si se agrega entonces el substrato de la enzima (diseñado para que cambie de color cuando se degrada), la extensiva conversión del substrato que se obtiene con unas pocas moléculas de enzima amplifica notablemente y hace visible la reacción original. Aunque la sensibilidad es una cualidad muy apreciada de las reacciones serológicas, tiene ciertos inconvenientes en parasitología. Por una parte, una prueba muy sensible puede revelar reacciones cruzadas leves que no eran observables con técnicas menos sensibles. Este fenómeno conspira contra la especificidad de la prueba. Por otra parte, una prueba muy sensible es positiva aun con los bajos niveles de anticuerpos que encuentran en infecciones antiguas (triquinosis, toxoplasmosis, enfermedad de Chagas, hidatidosis) y el clínico a menudo no puede discriminar de inmediato si está enfrentando una infección nueva o el remanente de una infección antigua. Finalmente, es importante considerar que existe una serie de factores que influyen en la producción de una respuesta inmune. La genética y estado fisiológico del hospedero, y la cepa y carga de parásitos son ejemplos obvios. Recientemente .se ha demostrado en humanos y roedores infectados con Plasmodium que algunos hospederos carecen de las proteínas de clase II adecuadas para generar una respuesta efectiva contra algunos antígenos parasitarios. Sujetos malnutridos, con infecciones intercurrentes, o embarazadas pueden sufrir estados de depresión de la inmunidad que se expresen en una respuesta inmune disminuida contra el parásito. Se sabe que cepas distintas de parásitos de la misma especie pueden variar en su composición antigénica y, por lo tanto, generar respuestas inmunes diferentes. Finalmente, infecciones con un gran número de parásitos pueden provocar depresión de la inmunidad del hospedero o generar un alto nivel de antígenos en la circulación que se combinan con los anticuerpos respectivos e impiden su reacción in vitro. Estas consideraciones raramente son críticas en la actualidad porque las preparaciones antigénicas diagnósticas en uso contienen un gran número de antígenos y revelan numerosas poblaciones de anticuerpos. Podrían ser muy importantes en el futuro cercano, sin embargo, cuando se utilicen preparaciones que contengan un solo o unos pocos epítopos que identificaran solamente una población bien determinada de anticuerpos. El consenso de los especialistas es que, en los casos en que se puede elegir, es más seguro el diagnóstico directo por observación de estadios del parásito que el diagnóstico inmunológico. Aplicación del diagnóstico inmunológico El diagnóstico inmunológico en infecciones parasitarias se reserva para los siguiente casos: Detección de parásitos inaccesibles por la vía directa. Los parásitos localizados en el sistema nervioso (cisticercos), músculos (Trichinella), hígado (hidatide), ojo (Toxocara) u otros tejidos a menudo son inaccesibles a los métodos directos, pero pueden ser revelados por exámenes inmunológicos. Detección de infecciones prepatentes. En algunos casos el parásito causa manifestaciones de enfermedad antes de llegar al estado adulto y eliminar huevos en las excreciones del paciente (fasciolosis hepática, neumonía por ascarides, otras larvas migrantes, ostertagiasis de los bovinos, etc.). Las pruebas inmunológicas también son útiles para identificar el parásito en estos casos. Detección de infecciones crónicas. En muchas infecciones crónicas los parásitos son demasiado escasos como para ser encontrados fácilmente por métodos directos (malaria, enfermedad de Chagas, t9xoplasmosis, estrongiloidosis). El diagnóstico de la ·infección puede ser importante, sin embargo, ya sea porque puede causar patología importante o porque el paciente es la fuente de infección para otros. Los métodos inmunológicos pueden facilitar la identificación del portador crónico. Mejoría de la eficiencia de los métodos directos. En algunos casos los métodos directos son poco eficientes (examen de excretas para estrongiloidosis o amibiasis crónicas, biopsia para triquinosis o toxocarosis, examen de sangre para malaria o enfermedad de Chagas crónicas), o peligrosos (examen de contenido intestinal para equinococosis canina), o requieren considerable experiencia ( examen de sangre para especies de Plasmodium, Babesia, o Theileria). Las pruebas inmunológicas pueden ayudar en estos casos. Campañas epidemiológicas. Las campañas epidemiológicas requieren el examen de muestras de muchos individuos para establecer la proporción de infectados. En ocasiones en que el examen directo es ineficiente y requiere de personal experto (malaria, amibiasis), la tarea puede resultar impracticable por métodos directos pero convertirse en una operación sencilla por métodos inmunológicos. Por ejemplo, un técnico bien entrenado puede examinar sólo unas 50 muestras microscópicas de malaria en una jornada de trabajo, pero en la misma jornada podría analizar un par de miles de ELISAs. Verificación de carga parasitaria. En algunas infecciones en que el númer9 de parásitos es importante para el pronóstico o tratamiento (triquinosis en humanos, dirofilariosis en perros) se puede dosar el nivel de antígenos parasitarios en la circulación en vez de los anticuerpos. Este método se aplicó en triquinosis humana hace unas décadas pero se abandonó porque los resultados con las técnicas de la época eran inconsistentes. En la actualidad se está usando con éxito en dirofilariasis canina. Verificación de resistencia. Si se conoce el antígeno responsable por la resistencia contra una infección parasitaria, la verificación de la respuesta correspondiente indicará la proporción de individuos que son resistentes dentro de una población determinada. Desgraciadamente, los antígenos responsables por la resistencia no se conocen para la mayoría de las infecciones, de manera que esta técnica tiene sólo una aplicación limitada en la actualidad. Un caso en que se puede aplicar es las infecciones por nematodos respiratorios (dictiocaulosis) de los rumiantes. Como se sabe que esta infección deja una fuerte inmunidad, la sola verificación de una infección pasada (por la presencia de inmunidad especifica) es suficiente para asumir que los anima, les positivos son 'resistentes:" INMUNOPATOLOGIA Como ya se ha dicho, las reacciones inmunológicas son respuestas automáticas que, ocasionalmente, pueden causar daño al hospedero. Estas reacciones deletéreas para el hospedero han sido clásicamente llamadas hipersensibilidades o alergias. En varios casos, el daño producido por la infección parasitaria es debido a reacciones de hipersensibilidad inducidas por el parásito. En clínica estas reacciones son corrientemente clasificadas en cuatro categorías (Figura 5-11 ). La hipersensibilidad de tipo I ( o inmediata, o reagínica). Es mediada por anticuerpos IgE que se fiJan por su extremo distal (porción Fe) sobre la superficie de los mastocitos o basófilos. La aglomeración de estos anticuerpos cuando se combinan con sus antígenos específicos desencadena la degranulación de las células. Los gránulos contienen substancias que dilatan la red capilar ( causando rubor y edema), contraen la musculatura lisa y provocan una infiltración con neutrófilos, macrófagos y eosinófilos. Esta hipersensibilidad es la responsable de las manifestaciones clínicas de muchas infecciones con larvas migratorias (incluyendo la dermatitis de la esquistosomosis, la neumonía de la ascariasis y la eosinofilia pulmonar de las filaríosis ), de otras manifestaciones sistémicas de las filariosis, de algunos síntomas de la triquinosis, posiblemente por los síntomas digestivos de algunas nematodosis intestinales, de algunas de las manifestaciones de las infestaciones por ectoparásitos y de los síntomas de la picadura de abejas. La hipersensibilidad de tipo II (o citotóxica). Es mediada por anticuerpos IgG (u, ocasionalmente, IgM) que se fijan mediante su lugar de combinación con el antígeno sobre la superficie de las células que serán dañadas. Esto implica que las células poseen los antígenos respectivos en su superficie. La presencia de los anticuerpos en la superficie de las células activa el complemento que lisa sus membranas u opsoniza las células que son fagocitadas subsecuentemente. Esta hipersensibilidad es parcialmente responsable por la anemia de la malaria, babesiosis y leishmaniosis, por la neumonía de la esquistosornosis, y posiblemente por la miocarditis de la enfermedad de Chagas. En el caso de la malaria y babesiosis, la infección de los eritrocitos hace que estas células expresen neoantígenos en su superficie. En el caso de las leishmaniasis y esquistosomosis, los glóbulos rojos o las células pulmonares adsorben antígenos de los parásitos respectivos de la circulación. En el caso de la enfermedad de Chagas, parece que anticuerpos que reaccionan cruzadamente con el parásito y con el miocardio permiten el ataque de las células cardíacas por los eosinófilos La hipersensibilidad de tipo III ( o por complejos inmunes). Es mediada por un exceso de anticuerpos lgG y de sus antígenos respectivos en las circulaciones. Los anticuerpos se combinan con sus anticuerpos respectivos en la circulación ·a una velocidad mayor de lo que el organismo los puede eliminar de manera que los complejos antígeno-anticuerpo precipitan en el espesor de los tejidos. Estos complejos activan el complemento el cual puede dañar los tejidos mediante dos mecanismos .. El complejo C5-9 destruye membranas celulares en las vecindades, y la formación de factores C5a, C3a y C4a atrae, activa y degranula mastocitos y neutfófilos lo cual produce una severa inflamación local. Esta hipersensibilidad es la responsable por la patología renal en la malaria y esquistosomiasis humanas, en las tripanosomosis humanas y animales, y en la dirofilariosis canina, de la patología cerebral en la malaria humana, de las manifestaciones sistémicas de la babesiosis bovina y de algunos síntomas de las cestodosis larvarias y, posiblemente, de la triquinosis. En todos estos casos, la infección temprana provee los antígenos que estimulan la formación de anticuerpos, y la persistencia de los parásitos provee los antígenos que formarán los complejos precipitantes. Hipersensibilidad de tipo IV (o tardía). Es una reacción de inmunidad mediada por células que daña los tejidos del hospedero. Fundamentalmente, esta reacción es iniciada por las citocinas de los linfocitos Tco2 que atraen y activan macrófagos, células asesinas naturales, linfocitos citotóxicos y neutrófilos. Esta hipersensibilidad es la responsable por la patología hepática en la esquistosomosis, los granulomas producidos por las larvas migratorias, las inflamaciones de la leishmaniosis, algunas lesiones por ectoparásitos, y probablemente parte de las lesiones cardíacas de la enfermedad de Chagas. Como ejemplos de inmunopatología en infecciones parasitarias, discutiremos con un poco más de detalle los fenómenos relevantes que se producen durante las infecciones con un protozoo (Trypanosoma cruzi), un trematodo (Schistosoma mansoni), y un nematodo (Wuchereria bancrojlz). lnmunopatología en enfermedad de Chagas La enfermedad de Chagas se desarrolla en tres etapas. Una etapa aguda, comúnmente asintomática, en la cual los parásitos abundan en la sangre y en diversos tejidos, particularmente músculo. Una etapa indeterminada que es asintomática y cursa con escasos parásitos en la circulación o en los tejidos, pero presenta serología positiva. Una fase crónica que, en una proporción desconocida de los hospederos (pero a menudo estimada hasta en un 30%), desarrolla patología cardíaca o digestiva. La patología de la infección aguda se caracteriza por la invasión de los tejidos por los parásitos con producción de focos inflamatorios locales. La inflamación y la reducción subsecuente del número de parásitos son seguramente fenómenos inmunológicos, puesto que animales de laboratorios o pacientes humanos inmunosuprimidos generalmente muestran escasa inflamación de los tejidos invadidos pero tienen parasitemias enormes. Aunque no hay evidencia de fenómenos inmunopatológicos en la fase aguda, es posible que esta etapa inicie las reacciones inmunológicas que causarán patología años más tarde. La patología de la enfermedad cardíaca crónica consiste en el adelgazamiento de la pared del órgano, a menudo con aneurismas apicales, dilatación de las cámaras, fibrosis intersticial, inflamación y fibrosis del sistema de conducción y disminución del número de células en los ganglios nerviosos. La patología digestiva consiste en la dilatación e hipertrofia del esófago o colon, con inflamación y fibrosis de los tejidos y disminución de las células de los ganglios nerviosos. Es improbable que estos cambios sean causados directamente por la actividad del tripanosoma porque raramente se encuentran parásitos en asociación con estas lesiones y porque las lesiones o las manifestaciones clínicas de la fase crónica aumentan en pacientes inmunosuprirnidos que, sin embargo, desarrollan parasitemias recrudecentes. Por el contrario, hay abundantes sugerencias de que las lesiones de la enfermedad de Chagas crónica tiene un origen autoinmune. Por ejemplo, en numerosos pacientes humanos y en animales de laboratorio infectados con T. cruzi se han encontrado anticuerpos contra tejido cardíaco, sarcolema y células de los ganglios nerviosos. Estudios de inmunidad mediada por células también han demostrado que los linfocitos de pacientes humanos o de animales infectados a menudo reaccionan contra tejido cardíaco o nervioso. La transferencia de linfocitos cooperadores o citotóxicos de ratones con infecciones crónicas a ratones normales ha causado desmielinización del nervio ciático e inflamación del hígado en los animales receptores. Por último, es bien sabido que T. cruzi causa una respuesta policlonal inespecífica de los linfocitos B que puede facilitar las respuestas humorales contra antígenos del hospedero. A pesar de todas estas demostraciones, aún no ha sido posible reproducir la patología típica de la enfermedad de Chagas crónica en animales de laboratorio, ni se ha encontrado una relación directa entre la patología y los niveles de autoanticuerpos en pacientes humanos. Es posible, no obstante, que estas fallas se deban a que aún no existe un buen modelo de laboratorio para la enfermedad de Chagas crónica, y a que en el paciente humano la patología es un episodio remoto que no guarda relación con las respuestas inmunes prevalentes al momento del examen. Pocos especialistas dudan el origen autoinmune de la enfermedad de Chagas crónica, pero aún existe considerable controversia acerca de los mecanismos que operan. Inmunopatología en esquistosomosis mansoni Numerosas investigaciones en las últimas décadas han mostrado claramente que la patología de las esquistosomiasis es debida en un alto grado a las reacciones inmunológicas del hospedero y que el parásito tiene poca participación directa en ella. La infección comienza con la penetración de la cercaría a través de la piel y su diferenciación hacia un esquistosomula. Pronto después de una infección primaria intensa, el paciente desarrolla prurito y enrojecimiento pasajero de la piel, signos que han sido correlacionados con la producción de IgE (hipersensibilidad de tipo 1) y de inmunidad mediada por células (hipersensibilidad de tipo IV). Durante la segunda semana de una reinfección, cuando los parásitos están migrando a través de los pulmones, numerosos pacientes desarrollan manifestaciones respiratorias transitorias con acumulación de infiltrados de eosinófilos en los pulmones. Estas manifestaciones han sido correlacionados con la producción de IgE. Los pacientes que han sufrido infecciones con gran número de parásitos a menudo desarrollan durante la cuarta a sexta semana un síndrome agudo con fiebre, escalofríos, artralgia, urticaria, linfoadenopatía, vascularitis difusa, dolor abdominal, diarrea sanguinolenta y eosinofilia marcada (fiebre de Katayama). Estas manifestaciones coinciden con el comienzo de la ovoposición y están correlacionadas con la producción y depósito en los tejidos de complejos antígeno-anticuerpo (hipersensibilidad de tipo III). La lesión más persistente y dañina de' la esquistosomiasis es la producción de granulomas alrededor de los huevos de los parásitos atrapados en los tejidos. Esta es una reacción de hipersensibilidad de tipo IV a los antígenos de los huevos que se desarrolla lentamente y en proporción al número de huevos presente en los tejidos. En infecciones intensas con S. mansoni o S.japonicum, frecuentemente hay producción de fibrosis periportal que causa obstrucción del flujo sanguíneo. Algunos de estos pacientes desarrollan también un síndrome nefrótico que ha sido atribuido al depósito de complejos antígeno-anticuerpo en el riñón. lnmunopatología en filariosis linfática En el continente americano la filariosis linfática del humano es producida por Wuchereria bancrofti. Las larvas infectantes son transmitidas por mosquitos. En seis o más meses, éstas se desarrollan en finos gusanos adultos que viven por varios años en los vasos linfáticos, particularmente del área genital y de las extremidades inferiores. Las hembras son vivíparas y producen larvas (llamadas microfilarias) que viven en la linfa y en la sangre. Los mecanismos fisiopatológicos de las filariosis no son completamente comprendidos todavía, pero hay abundante evidencia de que la patología de las filariosis es mayormente debida a las reacciones inmunológicas del hospedero más que a las actividades directas de los parásitos. Para entender la inmunopatología de la filariosis linfática, es necesario considerar el amplio espectro de manifestaciones que se pueden encontrar en los pacientes. Visitantes que adquieren la infección durante cortas estadías en zonas de endemia generalmente desarrollan manifestaciones de linfangitis sin microfilaremia u obstrucción de los vasos linfáticos. La enfermedad se resuelve espontáneamente después de algunos meses. Probablemente, estas manifestaciones deberían ser consideradas como la respuesta "normal" a los parásitos: la inmunidad del hospedero suprime la microfilaremia y, con tiempo, mata a los parásitos adultos, pero el paciente sufre inflamaciones locales pasajeras durante el curso de la infección. Se ha especulado que la linfangitis puede ser provocada por el depósito de complejos antígeno-anticuerpo, en los vasos linfáticos pero, aunque estos complejos han sido demostrados frecuentemente, no hay evidencia sólida de que ellos sean los responsables por esta inflamación. Una pequeña proporción de los habitantes de zonas endémicas no muestra ninguna evidencia de infección actual o pasada, pero frecuentemente muestra reactividad inmunológica (de anticuerpos o inmunidad mediada por células) contra los parásitos. Estos parecen ser casos de resistencia absoluta contra la infección, posiblemente generada por infecciones con filarias de animales. Las manifestaciones iniciales de la filariosis crónicas en áreas de endemia son comúnmente fiebre y linfangitis localizadas (como en los visitantes a las zonas de endemia) que se resuelven en unas pocas semanas. La mayoría de estos pacientes (y la mayoría de los pobladores de áreas endémicas que no recuerdan haber sufrido manifestaciones clínicas) desarrollan subsecuentemente una microfilaremia asintomática que puede durar por varios años (filariosis asintomática). Estos individuos a menudo tienen una reactividad inmunológica (humoral o mediada por células) deprimida contra los antígenos del parásito, pero una reactividad normal contra otros antígenos. La coincidencia de microfilaremia con inmunidad deprimida y falta de patología, a menudo por muchos años, sugiere que la presencia de las microfilarias causa una inmunodepresión específica que protege contra el desarrollo de patología. Por el contrario, algunos de los individuos infectados desarrollan un síndrome asmático nocturno que dura por varias semanas y puede recurrir (eosinofilia pulmonar tropical, o EPT). Estos pacientes no desarrollan microfilaremia periférica, pero muestran muy altos niveles de anticuerpos lgG contra las microfilarias, de anticuerpos lgE específicos y totales, y de eosinófilos. Últimamente se ha demostrado satisfactoriamente que ésta es una reacción de hipersensibilidad de tipo l. Hay evidencia sólida de que la EPT es causada por el atrapamiento y destrucción de las microfilarias en el tejido pulmonar, posiblemente por un fenómeno de citotoxicidad dependiente de anticuerpos. En oposición al paciente microfilarémico pero asintomático, el paciente de EPT parece exhibir una hiperreactividad contra los antígenos de las microfilarias que genera la patología característica. Finalmente, algunos individuos infectados en áreas endémicas desarrollan episodios recurrentes de linfangitis, particularmente de las piernas y los genitales (filariosis inflamatoria). Estas manifestaciones están comúnmente relacionadas con la muerte de los parásitos adultos en los vasos linfáticos y la producción de inflamaciones agudas y más tarde granulomatosas en tomo a los parásitos. Estos pacientes no exhiben microfilaremia pero desarrollan eosinofilia y sus respuestas inmunes específicas (lgG, lgE, inmunidad mediada por células) son más robustas que en los individuos microfilarémicos asintomáticos. Estas características apoyan la opinión de que las microfilarias suprimen las reacciones inmunes que generan patología; en este caso la ausencia de microfilarias coincide con respuestas inmunológicas poderosas y con una patología importante. De no mediar tratamiento, en una pequeña proporción de los pacientes la inflamación local genera la producción de tejido fibroso que, a través de los años, ocluye los vasos linfáticos y conduce a elefantiasis (filariosis obstructiva). Las características de las lesiones en las filariasis inflamatoria y obstructiva, y el hecho de que los linfocitos T de estos pacientes muestran mayor reactividad contra antígenos del parásito que cualquier otro paciente, sugieren que la patología correspondiente depende de una hipersensibilidad de tipo IV. Finalmente, el tratamiento de pacientes microfilarémicos con el microfilaricida dietilcarbamazina ocasionalmente causa un síndrome con fiebre, artralgia, linfoadenopatía, cefalea y postración. Aunque no hay pruebas sólidas todavía, se sospecha que estas manifestaciones son causadas por la liberación de antígenos de las microfilarias destruidas y la formación de complejos de antígeno- anticuerpo que generan una hipersensibilidad de tipo III. INMUNOPROFILAXIS Por más de un siglo, desde la vacuna antirrábica de Pasteur en 1885, las vacunas han constituido un medio simple, efectivo y barato para controlar las enfermedades infecciosas. Su uso en enfermedades parasitarias, sin embargo, ha sido largamente impedido por el desconocimiento de los mecanismos de defensa, y de los antígenos responsables por las reacciones protectoras en parasitología. Como ya fue explicado, la inmunología de las infecciones parasitarias era demasiado compleja como para estudiarla con los recursos técnicos y conceptuales que existían hasta hace sólo una década. Además, hasta hace poco no existían los medios para producir los antígenos protectores de los parásitos en una escala comercial. Esta situación ha cambiado en los últimos años. Los avances recientes en inmunología y en biología molecular están proveyendo de los medios para identificar los mecanismos y antígenos protectores en enfermedades parasitarias, la biotecnología permite ahora producir proteínas (antígenos) in vitro en gran escala, y la identificación de los oligopéptidos (epítopos) protectores permitirá pronto su síntesis comercial por procedimientos convencionales. Por otra parte, recién se está creando conciencia de que el uso indiscriminado de drogas antiparasitarias (particularmente en medicina veterinaria) promueve la producción de resistencia de los parásitos contra estas drogas y contribuye a la contaminación química de nuestro planeta. Entre los parásitos del humano, ya existen cepas de Plasmodium falciparum resistentes a la cloroquina, cepas de Tricomonas vaginalis resistentes al metronidazol, y cepas de Giardia duodenalis resistentes al metronidazol y a la furazolidona. Vectores de tanta importancia para enfermedades humanas como los mosquitos y la mosca doméstica han desarrollado resistencia a muchos insecticidas. La situación es mucho peor en medicina veterinaria. Valga como ejemplo el hecho de que, en 1987, ya se había reportado resistencia contra antihelmínticos en los nematodes gastrointestinales más importantes de los rumiantes y de los equinos, y contra insecticidas o acaricidas en 170 especies de artrópodos de importancia veterinaria. La situación actual es tal que la producción de vacunas antiparasitarias no sólo parece posible, sino que se está convirtiendo en una urgente necesidad. Las vacunas antiparasitarias actuales Por consideraciones prácticas y éticas, las únicas vacunas que se han desarrollado hasta este momento en parasitología son de importancia veterinaria. Durante el desarrollo histórico de la inmunoprofilaxia se utilizaron primero organismos muertos (o sus extractos), luego organismos vivos, atenuados o modificados, y últimamente subunidades (antígenos) de los organismos. En la actualidad, se está trabajando hacia la identificación y utilización de los epítopos protectores. Con la excepción de las vacunas contra las larvas de Taenia avis y contra la garrapata de los vacunos Boophilus microplus que contienen antígenos recombinantes del parásito, todas las demás vacunas antiparasitarias existentes consisten esencialmente en la administración de parásitos vivos o atenuados que producen infecciones limitadas. Aunque estas vacunas no son del interés inmediato del especialista en salud humana, las discutiremos brevemente porque ilustran los únicos enfoques de inmunoprofilaxia contra parásitos que eran posibles hasta hace unos pocos años, y representan la tecnología que aún se está utilizando. l. La primera técnica de inmunoprofilaxia utilizada en gran escala contra parásitos fue probablemente la premunización contra Babesia spp. de los bovinos que fue introducida en 1897 en Australia y en 1899 en los Estados Unidos. La babesiosis es una infección parecida a la malaria pero transmitida por garrapatas. Los animales que sobreviven una primera infección comúnmente persisten como portadores sanos de un pequeño número de parásitos y desarrollan resistencia a los síntomas de infecciones secundarias (premunición). La premunización consiste simplemente en infectar los animales susceptibles con sangre de portadores, vigilarlos cuidadosamente y tratarlos con una dosis subjuntiva tan pronto como evidencian signos de la enfermedad. Esto les permite desarrollar premunición contra las reinfecciones, pero evita el daño que produce la primera exposición al parásito. La premunización aún se usa en partes de América Latina y del Medio Oeste asiático. 2. Una técnica conceptualmente similar fue introducida en 1958 para vacunar pollos contra las coccidias. Como en la coccidiosis humana, una primera infección de coccidiosis aviar produce cierto grado de resistencia que se hace más y más fuerte con las infecciones sucesivas. En este caso, pollos de unos pocos días se infectan con una mezcla cuidadosamente regulada de ooquistes en el agua de bebida. Regulación de la humedad de las camas de las incubadoras permite una contaminación moderada del ambiente que asegura infecciones subsecuentes también moderadas. Los pollos son tratados, mientras tanto, con vitaminas K y A para controlar las hemorragias intestinales y favorecer la regeneración de epitelio destruido por los parásitos. Como en el caso anterior, las infecciones moderadas bajo las condiciones descritas permiten el desarrollo de resistencia sin causar la patología típica de la infección natural. Esta vacuna aún está en uso. 3. En 1959 se introdujo una vacuna contra la dictiocaulosis bovina que aún está en uso en Europa. Dictyocaulus spp. son parásitos de las vías aéreas pulmonares de los rumiantes que pueden causar una intensa traqueobronquitis en una primera infección, pero dejan una fuerte resistencia contra las reinfecciones. La vacuna consiste en la administración oral, separadas por un mes, de dos dosis de 1.000 larvas infectantes irradiadas. La irradiación se calcula para dañar a los gusanos lo suficiente como para que no sobrevivan más que una o dos semanas en el hospedero de manera que no llegan a adultos ni causan gran patología. Durante este tiempo, sin embargo, alcanzan a producir antígenos protectores que inducen resistencia en los temeros vacunados. Recientemente se ha producido alguna evidencia de que la irradiación también podría interferir con la síntesis de los antígenos y hacerlos más inmunogénicos. Una vacuna similar contra el ancilostoma más común de los perros (Ancylostoma caninum) se introdujo en los Estados Unidos en 1973 pero, a pesar de ser efectiva, no tuvo éxito comercial. El desarrollo de vacunas irradiadas se ha intentado contra numerosos otros parásitos, incluyendo algunos de importancia para el hospedero humano como Plasmodium, Leishmania, Trypanosoma, Toxoplasma, Onchocerca, Ascaris, Toxocara, Trichinella, Schistosoma y Fasciola. Aunque algunos resultados-han sido interesantes, en ningún caso se han obtenido posibilidades comerciales. 4. Como la premunización contra Babesia es complicada, cara, y a menudo de resultados impredecibles, en 1964 investigadores australianos introdujeron una vacuna con parásitos modificados que, con mejoras, aún está en uso. El inóculo consiste en eritrocitos infectados con Babesia que se inoculan y se recuperan de bovinos esplenectomizados cada 3 ó 4 días. Este pasaje rápido por bovinos sin bazo selecciona de manera desconocida a los parásitos de manera que, luego de unos 30 ó 40 pasajes, han perdido gran parte de su patogenicidad para los bovinos normales, pero conservan su inmunogenicidad. Inoculación de estos parásitos en bovinos normales generalmente produce considerable resistencia a las infecciones de campo con ausencia casi total de enfermedad. La selección de parásitos protectores, pero apatogénicos mediante pasaje por hospederos naturales esplenectomizados o huésped anormales ha sido intentada en varios casos pero con éxito limitado. Las bases o los mecanismos de selección no se conocen. 5.Investigadores de Nueva Zelandia recientemente obtuvieron por múltiples pasajes en ratón una cepa de T. gondii qué no forma bradizoitos ni produce o quistes en gatos. Administrada a ovinos produce solo leve fiebre pasajera pero induce la formación normal de anticuerpos. El parásito desaparece espontáneamente en cuatro a seis semanas. Cómo es la mujer, T. gondii en las ovejas pasa al feto solo durante la fase aguda de una infección primaria. Si las ovejas son infectadas con esta cepa un par de meses antes de la época de fecundación, para el tiempo del desarrollo fetal ya han eliminado el parásito y tienen suficiente inmunidad como para evitar la infección congénita en caso de reinfecciones. Una vacuna contra el aborto de las ovejas por toxoplasma basado en las cepas ToxoVac se empezó a comercializar en Nueva Zelandia en 1988 y en Inglaterra en 1992. 6. Un consorcio de gobierno, una universidad y una firma particular en Nueva Zelandia comunicaron en 1989 la producción de un antígeno recombinante de T. ovis qué protege al 94% de los ovinos vacunados contra el desarrollo del cisticerco respectivo. Esto es quizás la primera vacuna producida por la tecnología moderna 7. Un consorcio del gobierno una firma particular una universidad en Australia recientemente identifico y produjo por recombinación una proteína del intestino de La garrapata de los vacunos Brophilus microplus que se empezó a vender como vacuna en 1995. El uso de parásitos vivos en una vacuna Presenta una serie de inconvenientes porque dificulta su producción, estandarización, almacenaje y Transporte. La producción de la vacuna requiere una fuente de parásitos lo cual puede ser difícil de mantener con, organismos que no se reproducen in vitro. A menos que la vacuna se pueda conservar en nitrógeno líquido (lo cual es caro, y complicado su almacenamiento y transporte), la estandarización es un problema serio porque la mortalidad normal de los parásitos va reduciendo su eficacia día a día. Por otra parte, estas vacunas representan un delicado equilibrio entre inmunogenicidad y patogenia que puede quebrarse en cualquier momento. Además, los parásitos exhiben diversidad genética (diferencias genéticas entre las cepas) y variación biológica (cambios fenotípicos durante la infección) que hacen la estandarización de la vacuna precaria. Por otra parte, las vacunas vivas derivadas de parásitos obtenidos de las deposiciones y administradas parenteralmente (como la vacuna contra A. caninum) pueden ser difíciles de esterilizar. Finalmente, la administración de parásitos vivos a un hospedero susceptible crea problemas prácticos en medicina veterinaria (porque los pocos parásitos vecinales que se desarrollan hasta adultos mantienen la contaminación del ambiente) y éticos en medicina humana (porque constituye la producción voluntaria de una infección). Por todas estas razones, la tendencia actual es hacia la administración de antígenos o epítopos protectores purificados. Estado actual de las vacunas contra parásitos humanos Virtualmente todas las parasitosis comunes de importancia veterinaria y varias parasitosis de amplia distribución en poblaciones humanas (malaria, enfermedad de Chagas, esquistosomosis, filariosis) son objetivos naturales para la producción de vacunas. No es de extrañar, entonces, que en la actualidad se esté trabajando en la prevención inmunológica de virtualmente cada parásito común del humano o de sus animales domésticos. Aquí discutiremos brevemente el estado actual de las investigaciones sobre la inmunoprofilaxia de algunas parasitosis del humano. Malaria. Se estima que ocurren casi 500 millones de casos nuevos de malaria en el mundo cada año (15 millones de ellos sólo en América Latina) y que 2,5 millones de gente, particularmente niños, mueren por la infección cada año. Por su número y el hecho de que la infección frecuentemente ocurre en niños y en áreas desprovistas de recursos médicos adecuados, la vacunación contra la malaria es una antigua ambición de los especialistas en salud humana. Los puntos más obvios de ataque inmunológico contra Plasmodium son los esporozoitos y los merozoitos. Ambos se encuentran libres en la circulación y son susceptibles a los elementos efectores de la inmunidad. Las formas asexuales y sexuales en los eritrocitos también son susceptibles al ataque inmune debido a que las células parasitarias expresan neoantígenos en su superficie y pueden ser removidas mediante fagocitosis o lisis. Últimamente se ha demostrado que los merontes (esquizontes) en los hepatocitos también son afectados por la inmunidad. Las investigaciones sobre la inmunoprofilaxis de la malaria son muy numerosas pero dos enfoques han tenido particular éxito. Por un lado, el grupo de Ruth y Richard Nussenzweig, en la Universidad de Nueva York, se ha concentrado en el estudio de los antígenos protectores naturales de los esporozoitos. Ellos identificaron una proteína circumsporozoidal en la superficie de los esporozoitos, la reprodujeron como una proteína recombinante y la utilizaron para vacunar animales de laboratorio y humanos. Este antígeno es altamente efectivo para producir protección contra la infección natural pero su eficacia depende de la concentración de anticuerpos específicos en la circulación: si el número de anticuerpos no es suficiente, algunos esporozoitos logran filtrarse a través de la barrera protectora, se multiplican en las células hepáticas, y los merozoitos resultantes ya no son susceptibles a los anticuerpos contra la proteína circumsporozoidal. Hasta este momento, ha sido difícil producir y mantener el tenor de anticuerpos necesario para producir resistencia efectiva y duradera. Por otro lado, el grupo de Manuel Patarroyo, en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá, se ha dedicado a identificar los epítopos superficiales de los merozoito y a sintetizar polipéptidos que simulan estos epítopos. Vacunación de poblaciones humanas con combinaciones de estos epítopos sintéticos consistentemente ha producido fuerte protección contra la infección natural pero sólo en alrededor de una cuarta parte de los individuos vacunados. La inmunidad protectora en este caso también depende de la concentración de anticuerpos específicos en la circulación y también ha sido difícil producir y mantener una respuesta humoral efectiva. Aunque se esperarla que el uso simultáneo de ambos procedimientos tuviera un efecto aditivo, no parece haber habido intentos de usar ambas vacunas en una misma población. Estas investigaciones han contado posiblemente con las- mejores concentraciones de talentos, fondos y tecnologías que se han logrado reunir en inmunología parasitaria. No obstante, aún no han podido producir una vacuna de uso práctico después de 28 y 24 años, respectivamente, de trabajo intenso. Esto demuestra cuán formidable es el reto para conseguir una vacuna contra parásitos. Enfermedad de Chagas. Se estima que 16 a 18 millones de personas están infectadas con T. cruzi en Latinoamérica y que 80 a 90 millones viven en zonas de endemia y están en riesgo permanente de infección. Numerosos intentos de vacunación se han efectuado en animales de laboratorio usando parásitos muertos o sus extractos, parásitos irradiados o avirulentos, o antígenos superficiales. En la mayoría de los casos se ha obtenido una reducción de la parasitemia de la fase aguda pero no se ha prevenido la infección totalmente. El hecho de que la moculación de parásitos muertos produzca reacciones inmunes, pero no resistencia a la infección sugiere que los antígenos protectores son secretados por parásitos vivos. La implantación en los tejidos de cámaras microporo con parásitos vivos también produce respuestas inmunológicas, pero no resistencia, lo cual indica que el parásito vivo es necesario, pero no suficiente para la producción de protección. Tres condiciones dificultan particularmente el estudio de la inmunoprofilaxis de la enfermedad de Chagas. En primer lugar, no existen modelos de laboratorio adecuados para la fase crónica de la enfermedad de Chagas que es el mayor problema médico en el humano. En segundo lugar, el parásito por sí mismo deprime la respuesta inmune por supresión de la producción de la IL-2 y de sus receptores, y la desvía mediante un estímulo inespecífico de los linfocitos B y T. En tercer lugar, el desconocimiento de la fisiopatología inmunológica de las lesiones crónicas fuerza a ser extremadamente cauto con cualquier procedimiento de inmunización. Es improbable que se efectúen avances importantes en inmunoprofilaxia antes de que se conozca con certeza la génesis de las lesiones crónicas. Una solución alternativa que no parece haberse intentado aún es la producción de inmunidad contra la picadura del insecto vector. Hay abundantes pruebas de que la inmunización contra artrópodos hematófagos interfiere con la alimentación del artrópodo y, en unos pocos casos, se ha demostrado que esta interferencia impide la transmisión de organismos patógenos. Esquistosomosis. Estimaciones acerca de la prevalencia de las esquitosomosis humanas fluctúan de 125 a 200 millones de personas, con unos 2 millones mostrando manifestaciones clínicas de la infección. Los intentos de vacunación con extractos crudos de parásitos han fracasado consistentemente, pero la inoculación de cercarías o esquistosomulas irradiados ha producido protección satisfactoria en bovinos y en primates no humanos. Como el uso de una vacuna viva en humanos es improbable, particularmente en las áreas de alta endemia de esquistosomas que comúnmente carecen de facilidades médicas adecuadas, se han efectuado numerosos esfuerzos para identificar antígenos protectores. En una revisión de 21 intentos de inmunizar animales de laboratorio con preparaciones antagónicas purificadas, sin embargo, la protección obtenida alcanzó sólo a 32-56% en promedio. Una de las mayores dificultades para atacar los esquistosomas inmunológicamente es el hecho de que estos parásitos están constantemente renovando sus proteínas superficiales que son altamente inmunogénicas. Esto significa que cualquier elemento efector de la inmunidad (anticuerpo o célula) que se fije en la superficie del parásito será prontamente eliminado al desprenderse del esquistosoma el antígeno respectivo. Los antígenos que no están ubicados en la superficie del parásito probablemente no son accesibles al sistema inmune mientras el parásito está vivo. Una alternativa que se está investigando actualmente es la reducción de la patología hepática, aún en presencia de parásitos vivos. Los granulomas hepáticos de la esquistosomosis son una respuesta de hipersensibilidad de tipo IV a antígenos del huevo que ya están bien definidos. Es posible que estos antígenos se puedan utilizar para regular la respuesta inmune del hospedero de manera que produzcan una reacción inocua en vez de la hipersensibilidad. Filariosis. Las estimaciones actuales ponen el número de personas infectadas con filarias en el mundo en alrededor de 11 O millones, muchas de ellas en áreas carentes de servicios médicos adecuados. Las filariosis, sin embargo, presentan obstáculos particulares para el desarrollo de un control inmunológico. En primer lugar, no existen modelos de laboratorio que repliquen fielmente la enfermedad del humano excepto el chimpancé. El costo de adquisición y de mantenimiento de chimpancés y la típica cronicidad de la enfermedad hacen prohibitivo el uso de este modelo. En segundo lugar, no hay evidencias sólidas de que el humano desarrolle resistencia a las infecciones con filarias. En tercer lugar, la patología de las filariosis depende en una gran medida de respuesta inmunes del hospedero que aún no están bien identificadas. Esto significa que, como en el caso de la enfermedad de Chagas, la inducción indiscriminada de inmunidad puede dañar al paciente en vez de protegerlo. Por último, la distribución de las filariosis en zonas remotas a los recursos médicos no facilita el estudio de las infecciones. Por estas razones, el estudio de la inmunoprofilaxia de las filariosis humanas está claramente en sus comienzos. Diversos antígenos reconocidos por el suero de pacientes humanos han sido identificados y algunos han sido replicados como ·proteínas recombinantes, pero su relación con reacciones protectoras aún no se conoce. La posición de los especialistas hacia la inmunoprofilaxis de las infecciones parasitarias en la actualidad puede describirse como un optimismo cauteloso. Aunque la tecnología moderna provee ahora de muchos recursos que eran insospechados hace sólo una década, se están descubriendo también una serie de peculiaridades de la asociación parásito-hospedero que dificultan su control. La naturaleza le está recordando permanentemente al parasitólogo que esta asociación ha tenido el beneficio de muchos millones de años de evolución para desarrollarse y perfeccionarse. En esta escala, el humano es un recién llegado. Si bien tiene la capacidad de arrancarle a la naturaleza sus secretos, la labor no será fácil ni los resultados inmediatos.