Está en la página 1de 30

EL ABORDAJE MULTINIVEL: UNA HOJA DE RUTA PARA LA TERAPIA DE PAREJA1

MICHELE SCHEINKMAN

En este artículo se presenta un marco de trabajo multinivel y una hoja de ruta para
guiar el proceso terapéutico. En primer lugar, y comenzando con el patrón de reacción de
la pareja, el abordaje multinivel orienta al terapeuta sobre cómo crear un “ambiente de
contención”. A continuación, sugiere cómo el terapeuta, en colaboración con la pareja,
puede proceder para explorar los procesos interaccionales, socioculturales/
organizacionales, intrapsíquicos e intergeneracionales que podrían estar impulsando la
dinámica de la pareja. Es central en este enfoque el concepto de “ciclo de vulnerabilidad”,
un nexo de integración que ayuda al terapeuta a mantenerse anclado mientras se mueve a
través de las muchas capas del trabajo terapéutico. El objetivo general es ayudar a la
pareja a pasar de la reactividad a la responsabilidad por sus propios sentimientos y
conducta; de un impasse a una mayor capacidad de reflexionar, expresar sentimientos,
escuchar, negociar y tomar decisiones acerca de cómo estar en la relación. Este trabajo
describe un rango de conceptos e intervenciones que va desde lo básico hasta lo complejo;
pretende ser una herramienta de organización para la práctica y la formación clínica.

Palabras clave: terapia de pareja – enfoque integrativo – formación clínica

Fam Proc 47:197–213, 2008

1
Agradezco a Mona Fishbane por nuestra especial colaboración en la enseñanza de la terapia de pareja en el
Chicago Center for Family Health durante diez años. Doy gracias a Froma Walsh y a Cheryl Berg por su
retroalimentación en varios borradores y por su continuo apoyo.

Enviar correspondencia concerniente a este artículo a Michele Scheinkman, 220 20 Madison Avenue, #11J
New York, NY 10016. E-mail: michelescheinkman@gmail.com

Título original en inglés: The Multi-level Approach: A Road Map for Couples Therapy
Traducción al Español: Verónica Hopp
Al empezar a trabajar con parejas, los terapeutas pueden fácilmente sentirse
abrumados tanto por la dinámica de la pareja como también por la riqueza de modelos e
ideas disponibles en el campo de la terapia de pareja y familia. Este artículo describe una
hoja de ruta para guiar al terapeuta en: por dónde empezar, qué áreas explorar y cuándo
y cómo promover cambios, capa por capa. Desarrollado inicialmente como una respuesta
a la división en el campo –cuando uno era estratégico, estructural, psicodinámico o
boweniano- el abordaje multinivel evolucionó hacia un marco comprensivo que encara
muchas de las facetas de la relación de pareja. El concepto de ciclo de la vulnerabilidad
surgió como un nexo de integración, que combina tendencias de varias escuelas en un
modelo que describe a las parejas en crisis (Scheinkman y Fishbane, 2004).
El abordaje multinivel está inspirado en el modelo interaccional del Mental
Research Institute (Lederer y Jackson, 1968; Watzlawick y Weakland, 1977; Watzlawick et
al., 1974), en las ideas narrativas de White (1989, 1993), en aplicaciones de las
contribuciones de Minuchin (1974) y Haley (1976) sobre organización familiar, en
formulaciones de los procesos intrapsíquicos e interpersonales (Feldman, 1982;
Scheinkman y Fishbane, 2004) y en la atención a los patrones y legados
multigeneracionales descritos por Boszormenyi Nagy y Spark (1984); Kerr y Bowen (1998);
y McGoldrick, Gerson y Shellenberger (1999). Incorpora el ciclo de la vida familiar (Carter y
McGoldrick, 1998) y perspectivas multiculturales (Falicov, 1995; McGoldrick, Giordano y
Garcia-Preto, 1996), así como también contribuciones feministas a los dilemas
relacionados con la desigualdad de poder y los roles de género (Goldner, 1985; Goodrich,
1991; McGoldrick, Anderson y Walsh, 1989).
Al integrar el nivel intrapsíquico, este marco de trabajo se centra en los significados
subjetivos y en la historia individual, pero evita el abordaje deficitario del psicoanálisis,
destacando en su lugar una perspectiva de utilización de recursos y de resiliencia (véase
Walsh, 2006). En términos del proceso de la terapia, nuestro marco está influenciado por
la estrategia secuencial de Pinsof (1983), incorpora el concepto de deconstrucción (White,
1993, Zimmerman y Dickerson, 1993) y aborda los procesos de cambio que han sido bien
articulados en todo el campo de la terapia familiar (por ejemplo, Papp, 1983). El proceso
de terapia se concibe como una relación colaborativa y no como una jerarquía basada en
la postura de experto versus cliente propuesta por algunos modelos anteriores.
El abordaje multinivel se ha desarrollado durante más de 30 años de supervisión y
trabajo clínico con una variedad de parejas de diversos orígenes culturales, étnicos y
socioeconómicos; de diferentes orientaciones sexuales y de distintas etapas de vida. Se
puede aplicar a terapias tanto a corto como a largo plazo; y se concibe como una base
para la práctica y la formación clínica, ya que abarca muchos conceptos e intervenciones,
desde las muy básicas hasta las más complejas.

LA HOJA DE RUTA
El punto de partida de la terapia es el problema tal como lo presenta cada
integrante de la pareja y tal como está envuelto en un patrón de reactividad y escalada
que mantiene a la pareja atascada. El terapeuta se mueve de manera secuencial (Pinsof,
1983) a través de cuatro niveles de exploración e intervención: interaccional, socio-
cultural/organizativo, intrapsíquico e intergeneracional. Cada nivel aborda una dimensión
de la relación de la pareja; cada uno prepara a la pareja para el trabajo que puede seguir.
Suponiendo que ''el mapa no es el territorio'' (Bateson, 1972), esta hoja de ruta se debe
utilizar de forma flexible y debe ser actualizada a medida que la investigación y el
conocimiento de las áreas pertinentes se amplíen.

La danza de la pareja
Un supuesto básico del abordaje multinivel es que el problema que presenta la
pareja está normalmente embebido en un patrón circular que se mantiene por las
acciones recíprocas y las reacciones de los dos integrantes. Aunque la reciprocidad es un
ingrediente necesario para la convivencia (Papp, 1983), los patrones de reciprocidad se
vuelven problemáticos cuando escalan a través de bucles recursivos de negatividad y
malos entendidos. Estos patrones eventualmente hacen que los integrantes de la pareja
no puedan escucharse, empatizar, comunicarse, negociar y resolver sus problemas. Estos
patrones se denominan aquí ''la danza de la pareja'' (véase un uso diferente de esta
metáfora en Lerner, 1989).

Coreografías
La danza de la pareja implica siempre los movimientos y contra-movimientos de
ambos integrantes. Es más, cada pareja crea su propia coreografía que varía en forma,
ritmo, paso y patrón en torno a tres configuraciones principales: conflicto, persecución-
distanciamiento y alejamiento mutuo.
Cuando una pareja está atrapada en un “patrón conflictivo” los integrantes tienden
a atacar y a contraatacar simétricamente. Para algunos, el conflicto se vuelve explosivo en
cuestión de segundos. Para otros, el conflicto avanza, escalando a través de
desvalorizaciones suaves o discusiones que con el tiempo corroen los aspectos positivos
de la relación (Gottman, 1994). En el patrón de “persecución-distanciamiento” la “danza”
puede ser sutil (Daniela se queja de que Paul es desordenado, Paul se cierra, ella critica
más) o dramático (Ben persigue a Jenny con acusaciones de celos, ella se aleja
sexualmente, él se vuelve violento). En un modelo de “alejamiento mutuo”, cuanto más
retrocede uno de los integrantes, más se distancia el otro, llevándolos a una creciente
sensación de desconcierto y de desconexión. Independientemente de la coreografía o del
génesis de la danza, siempre que los integrantes de una pareja están entrelazados en un
patrón de reciprocidad se sienten atrapados. Eventualmente, la danza puede convertirse
en su principal modo de relacionarse.

Ansiedad: combustible para la danza


Otro supuesto del abordaje multinivel es que la danza de la pareja se alimenta de
corrientes subterráneas de ansiedad que pueden surgir de una variedad de fuentes. La
ansiedad puede nacer del mismo proceso de escalada, en el que los integrantes de la
pareja experimentan su relación como cada vez más confusa y amenazante. Puede ser el
resultado de presiones contextuales, como un trabajo o una inmigración reciente. O bien,
puede surgir cuando la organización de la relación no se adapta a las condiciones
cambiantes y ya no satisface las necesidades de uno o ambos integrantes de la pareja.
Alternativamente, la ansiedad puede estar relacionada con una acumulación de daños en
la historia de la relación en sí misma (Johnson, Makinen y Millikin, 2001). A veces la
persona que experimenta la ansiedad no es consciente de su fuente, como cuando se
relaciona con un temor catastrófico proveniente del pasado (Scheinkman y Fishbane,
2004), de una situación recurrente o de las tensiones que emanan de la familia de uno de
los integrantes, lo que puede estar afectando la relación de pareja de manera
inconsciente.
Cuando un individuo es vencido por la ansiedad, él o ella se vuelve propenso a la
fusión. En este estado, tiende a ser intolerante a la separación y a las diferencias, y busca
conseguir que la otra persona haga las cosas a su propia manera. Esta presión en los
límites de la pareja provoca una actitud defensiva que por lo general resulta
contraproducente, ya que genera ciclos automáticos de persecución y distanciamiento,
ataque y contraataque (Kerr y Bowen, 1998) o alejamiento mutuo.

EL PROCESO TERAPÉUTICO
El terapeuta comienza con los principios básicos de una buena terapia: escucha la
perspectiva de cada uno de los integrantes y trata de comprender lo que cada uno espera
del proceso. Explora la historia de la relación de pareja: cómo se conocieron, qué del otro
atrajo a cada uno, cuándo empezaron a tener problemas y cómo han estado tratando de
resolverlos. Se dibuja un árbol genealógico inicial (McGoldrick et al., 1999), preguntando
sobre la estructura familiar, las pautas de relación y los grandes eventos y las transiciones
que pueden haber precipitado o exacerbado las dificultades de la pareja, mientras se
intenta comprender: “¿por qué ahora?”.

Creando un ambiente de contención


Las parejas suelen llegar al consultorio del terapeuta polarizadas, superadas por la
ansiedad y por la culpa. Pueden haber estado peleando mucho, pueden estar sintiéndose
cada vez más desconectados o pueden estar a punto de separarse. Una infidelidad -
secreta o revelada- puede haber cristalizado sus dificultades (Scheinkman, 2005) y pueden
temer que la terapia los empuje al divorcio. Como se sienten vulnerables y al mismo
tiempo a la defensiva, el terapeuta debe ayudarlos a bajar la guardia. La mayoría de las
intervenciones en el nivel uno están destinadas a crear seguridad mediante la interrupción
de la escalada. Sin embargo, suelen ser necesarias también algunas medidas preliminares
para calmar el sistema:
1. El terapeuta se posiciona a sí mismo de una manera equilibrada, dando a cada
integrante de la pareja igual tiempo, empatía y consideración. Debe mantener
ambas perspectivas, no importa cuán polarizada esté la pareja. Las parejas no
suelen volver si el terapeuta es parcial.
2. El terapeuta puede tener que proveer esperanza activamente (Scheinkman y
Fishbane, 2004; Walsh, 2006), tranquilizar a la pareja diciendo que su situación se
ve a menudo y que hay maneras de resolverla. Se les recuerda que el proceso de
cambio es progresivo, que se produce paso a paso.
3. El terapeuta puede sugerir un período de tiempo limitado en el que la pareja va a
suspender la toma de decisiones sobre su futuro y en su lugar se examinará
cuándo y cómo perdieron el rumbo, y cómo podrían tratar posibles soluciones.
Este “proceso de revisión” concede a la pareja tiempo para llegar a ser menos
reactivos y más reflexivos. Si es posible, un período de 6 semanas resulta de gran
ayuda.
4. El terapeuta puede instruir a la pareja sobre la forma de interactuar en las
sesiones, así como en los períodos entre sesiones, cara a cara a sus problemas. En
las sesiones el terapeuta puede trabajar como “controlador de tránsito”, no
permitiendo que un integrante de la pareja interrumpa al otro o responda
automáticamente de manera defensiva. Fuera de las sesiones se puede
recomendar que eviten conversaciones problemáticas y que las guarden para la
terapia. Con este fin se les puede pedir que escriban sus sentimientos y los traigan
a las sesiones.
5. El terapeuta debe reconocer los puntos fuertes de la relación, celebrando y
ampliando los pasos positivos que cada integrante realice. Esto es esencial, ya que
invita a la pareja a considerar las narraciones positivas y los estimula a entrar en un
ciclo virtuoso (Scheinkman y Fishbane, 2004).
6. La persona del terapeuta es un factor crucial en el proceso de la terapia, ya que
nuestros sentimientos, vulnerabilidades y la dinámica de nuestra familia de origen
influenciarán las maneras en que nos comprometamos, intervengamos y nos
bloqueemos. A veces es necesario hacer una supervisión, para así poder abordar la
interacción entre nuestros asuntos personales y los de la pareja (véase Baldwin,
2000).

Deconstruyendo la danza: nivel por nivel


El término deconstrucción se utiliza aquí para describir un proceso de colaboración
en el que el terapeuta, en diálogo con la pareja, identifica primero el patrón global de la
pareja y explora luego las fuentes de ansiedad y angustia que pueden estar impulsando la
danza. El terapeuta desafía respetuosamente la posición de cada integrante de la pareja,
con el objetivo de disipar la reactividad y estimular formas más eficaces de comunicación,
de negociación y de sentirse conectado.

Nivel Uno: interaccional


En el nivel uno, la primera tarea del terapeuta es determinar si y cómo el
motivo de consulta está anclado en una danza y, en caso afirmativo, cómo “desarmar” el
patrón. El terapeuta legitima los sentimientos y la angustia de ambos integrantes de la
pareja. Sin embargo, se deja para un momento posterior de la terapia una mayor
exploración de sus experiencias subjetivas en términos de sus vulnerabilidades e historia
familiar. El objetivo en esta etapa inicial es simplemente disminuir la escalada en las
interacciones de la pareja y fomentar pasos concretos en una dirección prefijada. La base
conceptual es la perspectiva interaccional (Watzlawick y Weakland, 1977; Watzlawick et
al., 1974) combinada con las ideas narrativas (White, 1993, 1998; Zimmerman y Dickerson,
1993).

Los objetivos principales en el nivel uno son los siguientes:


• Realizar un seguimiento de las interacciones problemáticas de la pareja, a fin de
determinar su patrón.
• Identificar y desafiar el modo en que cada integrante de la pareja participa en la
danza.
• Bloquear las soluciones equivocadas y la escalada, y fomentar los
comportamientos y los significados que los lleven en una dirección prefijada.
• Promover al terapeuta como mediador de ambas partes.

A medida que el terapeuta se centra en la interrupción de la escalada, construye


simultáneamente la seguridad que es necesaria para la introspección y el trabajo de auto-
exposición que seguirán. En mi experiencia, si la terapia se mueve demasiado rápido hacia
una exploración de la historia personal y familiar de los asuntos de origen, se corre el
riesgo de resultar contraproducente. El terapeuta puede involuntariamente pasar más
tiempo con el lado de la historia de uno de los integrantes de la pareja que con el otro,
desequilibrando en consecuencia el proceso. Asimismo, como es común que las parejas
reactivas utilicen información sensible como munición en sus discusiones, la exposición
prematura de material vulnerable puede sobrecargar el sistema antes de que la confianza
necesaria se haya establecido con el terapeuta y entre los integrantes de la pareja.
En el nivel uno, el patrón en sí mismo es considerado el villano a vencer. Es
nombrado y externalizado (White, 1998) a fin de permitir a la pareja explorar con
curiosidad y suficiente distancia (Scheinkman y Fishbane, 2004, Zimmerman y Dickerson,
1993). El caso siguiente ilustra cómo procede el terapeuta en el nivel uno.
Mary y John estaban casados desde hacía nueve años cuando llegaron a la terapia.
Discutían constantemente. Mary se quejaba de que John tenía un problema con la bebida,
John se quejaba porque Mary siempre estaba enojada. Sus peleas se habían vuelto crueles
y violentas, y la semana antes de llamarme, John se había mudado. El enfrentamiento
había comenzado cinco años antes, poco después de que Mary diera a luz a dos hijos
gemelos prematuros, uno de los cuales murió una semana después de nacer. Dos años
después, tuvieron una hija. Todo este tiempo, John continuó trabajando en el mismo
trabajo, mientras que Mary pasó de trabajar a tiempo completo a estar a tiempo
completo en casa. A Mary le molestaba ser un ama de casa y culpaba a John por su
situación.
Reconocí la importancia de su tragedia, y de los cambios en la estructura familiar
que siguieron con la crianza de los hijos. Pero yo les expliqué que antes de que
habláramos sobre esta historia importante, necesitaba comprender su situación actual.
Luego, a través de una serie de preguntas, rastreé las secuencias de acciones y reacciones
relacionadas con su discusión más reciente, la que había llevado a John a mudarse.

‘‘¿Pueden contarme sobre la última pelea que tuvieron? ¿Qué pasó


exactamente?”- les pregunté.
“'John salió con clientes después del trabajo y, como siempre sucede, llegó a casa
borracho. Dijo que estaría en casa a las ocho… la cena se quedó esperándolo, fría, y
él apareció a la medianoche”- respondió Mary.
“¿Qué pasó desde tu perspectiva?”- le pregunté a John.
“Llamé a Mary cuando me di cuenta de que iba a llegar tarde y ella ya estaba
enojada. Lo admito, tenía miedo de volver a casa y continué postergándolo.
Efectivamente, en el momento en que entré por la puerta, ella estaba furiosa”.
“¿Y entonces qué pasó?”- continué.
“Yo no quería hablar o pelear, pero Mary me siguió hasta el sótano gritando y me
sacó el control remoto de las manos y lo tiró contra la pared… ”- respondió John.
“¿Y luego?”- insistí.
Mary respondió: “Yo le dije que si no hablábamos sobre lo que había ocurrido en
ese momento, él iba a tener que llamar a mi abogado. Él se fue furioso y sólo
regresó a la mañana siguiente para cambiarse de ropa antes de irse a trabajar”.
En ese punto, la danza de la pareja estaba clara: la conducta de evitación de John
provocó la ira de Mary, que a su vez alimentó el distanciamiento de John…

Cuando el terapeuta comprueba el patrón de interacción de la pareja -persecución-


distanciamiento en este caso- demuestra cómo sus acciones y reacciones están
provocando el uno al otro. Al hacerlo, los invita a alejarse de una narración lineal de
acusación y culpa hacia una comprensión circular en la cual son igualmente responsables
del mantenimiento de su problema.

El foco en el nivel uno se encuentra en:


a. Cómo los intentos de solución de la pareja se convierten en el problema. Mary
trata de “hablar sobre sus problemas” quejándose y gritando; John intenta “evitar
peleas” retirándose.
b. Cómo las secuencias de interacción de la pareja los llevan a bucles de malos
entendidos cada vez mayores. Inicialmente, Mary se perturbó por las tardanzas
crónicas de John y, eventualmente, empezó a asumir que él estaba siendo infiel.
Cuando ella lo acusó por la traición, él se burló indignado y un nuevo nivel de la
escalada se puso en marcha.
c. Cómo la danza de la pareja limita su relación. Cuando John y Mary vinieron
a terapia el patrón se había convertido en su modus operandi: o bien discutían o
bien se distanciaban.
d. Independientemente de otras cuestiones que podrían estar conformando la danza
de la pareja, el patrón interaccional en sí mismo promueve la ansiedad y el dolor.
En el caso de John y Mary, su trágica pérdida y los cambios subsecuentes en la
estructura familiar eran obviamente cruciales. Sin embargo, la escalada de sus
luchas estaba exacerbando su angustia.
Intervenciones en el nivel uno:
(1) Rastrear secuencias. El terapeuta hace preguntas sobre una instancia específica de
su problema, rastreando las secuencias de acciones y reacciones que se están
conformando la danza.
(2) Hablar a través del terapeuta. El terapeuta bloquea las reacciones habituales de la
pareja, invitando a que toda la comunicación pase por él. En este rol de mediación, el
terapeuta legitima sus sentimientos e intenciones positivas. Al mismo tiempo, sugiere
narraciones alternativas sobre lo que podría estar pasando.
(3) Reformular sugestivamente. El terapeuta promueve estas nuevas narrativas
traduciendo la ira y la frustración en un lenguaje de las necesidades y anhelos. Por
ejemplo, cuando Mary se queja de que “John es terco”, el terapeuta reformula como:
“Parecería como si quisieras que él te escuchara”. En respuesta a las acusaciones de
John de que “Mary es una bruja, siempre está furiosa”, el terapeuta podría traducir:
“Parecería que quisieras que Mary pudiera dejar algo en claro sin enojarse”. A medida
que el terapeuta pone de manifiesto las intenciones positivas de los integrantes, la
actitud defensiva de la pareja comienza a disiparse. Progresivamente cada integrante
de la pareja comienza a ver al otro como vulnerable, como un sujeto, y no como un
perpetrador o un villano.
(4) Interpretar / interrumpir las soluciones intentadas. El terapeuta señala la discrepancia
entre las intenciones de cada integrante y los efectos de sus acciones. Por ejemplo, la
persecución furiosa de Mary puede ser su intento de comunicar sus sentimientos,
pero en realidad su comportamiento lleva a John a cerrarse y distanciarse.
(5) Generar alternativas. A medida que los integrantes de la pareja vean que sus intentos
de solución son contraproducentes, se les anima a que busquen comportamientos
alternativos. Cuando no lo hacen, el terapeuta puede tener que ser directivo. Por
ejemplo, con el objetivo de interrumpir la participación automática de Mary en la
danza, el terapeuta le sugirió escribir sus sentimientos y pensamientos en lugar de
expresarlos en el calor del momento.
(6) Exteriorizar el patrón. La danza de la pareja es reformulada como externa a la pareja y
potencialmente controlable por ellos. El terapeuta los ayuda a reconocer el impacto
restrictivo de relacionarse a través de su danza y los invita a observar el patrón desde
una cierta distancia (Scheinkman y Fishbane, 2004).
(7) Identificar pequeños pasos en la dirección correcta. El terapeuta se centra en el futuro
mediante la definición de pequeños pasos que cada integrante de la pareja podría
tomar durante la semana. Esto fomenta a cada uno a asumir la responsabilidad de
seguir adelante. John puede optar por restringir sus bebidas, Mary por iniciar
conversaciones que no sean sobre problemas.

Nivel dos: Sociocultural / Organizacional


Las danzas de las parejas no suceden herméticamente. Por el contrario, suelen ser
provocadas por tensiones en el contexto social de la pareja y/o por tensiones que surgen
de la organización de la relación misma. Los cambios vitales, como empezar la
universidad, irse a vivir juntos, casarse, tener hijos, ser padre de adolescentes, mudarse a
una nueva ciudad, una enfermedad, la inmigración, el desempleo y la jubilación, son
normativos. Sin embargo, estas transiciones tienden a generar estrés, ya que desafían y
alteran los patrones para relacionarse de la pareja. Al trabajar en el nivel dos, el terapeuta
trata de entender si y cómo la angustia de la pareja se debe a los cambios de contexto o a
líneas de falla, como podrían ser distintas perspectivas culturales, disparidades en
educación o ingresos u otras inequidades implícitas que promueven la confusión sobre el
estatus y el poder. El terapeuta se centra en el sentido de poder o en la falta de éste de
cada integrante y alienta a la pareja a negociar nuevos acuerdos que se experimenten
como justos y equitativos.
Este nivel se basa en el ciclo de la vida familiar (Carter y McGoldrick, 1998) y en los
marcos multiculturales (McGoldrick, Giordano y Garcia-Preto, 2005); en formulaciones
sobre la organización y la estructura familiar (Haley, 1976; Minuchin, 1974), en la
perspectiva feminista (Goldner, 1985; Goodrich, 1991; Walsh y Scheinkman, 1989;
Walters, Carter, Papp y Silverstein, 1988); en nociones del quid pro quo matrimonial
(Lederer y Jackson, 1968; Walsh, 1989) y en el papel del dinero como un factor estructural
en las relaciones de pareja (Shapiro, 2007).

Los objetivos principales en el nivel dos son:


• Deconstruir los significados cosificados sobre la pareja, que ella es ''perezosa'', que
él es ''malo'' y, en su lugar, ayudar a la pareja a localizar sus dificultades en
términos de tensiones contextuales y/o dilemas de organización que pueden ser
abordados.
• Reconocer el impacto de un evento, situación o contexto particular en la relación
de pareja, considerando la eficacia de sus estrategias de afrontamiento.
• Identificar las tensiones que surgen de los dilemas de organización, tales como
insatisfacción sobre la división del trabajo, la responsabilidad financiera, la falta de
tiempo personal o de tiempo para la pareja; y alentar las negociaciones.
• Identificar las desigualdades de poder, potenciando a cada integrante para que
exprese necesidades y deseos individuales.
• Negociar un quid pro quo equitativo.

Volviendo al caso de Mary y John, el nacimiento de los gemelos, la pérdida de uno


y más tarde el nacimiento de otro niño los empujó desde un acuerdo simétrico a uno
asimétrico. Pasaron de tener papeles similares a una situación en la que John era el único
sostén de familia y Mary, una cuidadora de tiempo completo. Como es común después de
la llegada de niños, esta reorganización de la relación generó confusión sobre el estatus y
división del trabajo (Scheinkman, 1988). El trabajo de Mary había sido importante para su
autoestima y estar a tiempo completo en casa la hizo sentirse como una perdedora. Sin
embargo, se sentía incómoda dejando a sus hijos con niñeras y siguió postergando su
búsqueda de empleo. Durante los 5 años que estuvo en casa se sintió atrapada y culpó a
John por su problema acusándolo de ser egoísta. Recíprocamente, John comenzó a pensar
que Mary era una “consentida”. Con el tiempo, las tensiones en su acuerdo se atribuyeron
a cualidades fijas de la pareja y sobrevino un círculo vicioso: cuanto más criticaba Mary a
John, más aún se distanciaba él, lo que sólo la llevaba a ella a enojarse más y más.

El foco en el nivel dos está en:


a. El contexto de la relación de la pareja en términos sociales, culturales, financieros,
situacionales y de ciclo de vida.
b. Los dilemas de organización específicos de parejas transculturales, del mismo sexo
y divorciados, así como las tensiones relacionadas con las diferencias de edad o
brechas de salud entre los integrantes.
c. La claridad de los límites, especialmente aquellos que protegen a la persona, así
como aquellos que protegen a la pareja de la interferencia de niños, padres,
suegros, amigos y presiones de trabajo (Minuchin, 1974). Por ejemplo, cuando la
madre de Gabriel venía desde Columbia a visitarlo, él se empeñaba en darle el
dormitorio, mientras que él y Carol dormían en el piso de la sala, a veces durante
más de un mes. Gabriel también insistía con que su madre siempre debía sentarse
en el asiento delantero del coche. Carol se sintió desplazada y devaluada, y estaba
constantemente enojada.
d. El ajuste entre la organización de la relación y las necesidades de cada integrante.
Una pareja puede organizar su vida para satisfacer determinadas necesidades sin
darse cuenta de la tensión generada por el acuerdo. Por ejemplo, Mary escogió ser
la principal cuidadora de sus hijos sólo para después encontrarse a sí misma
frustrada y deprimida. La mezcla de sentimientos del integrante de la pareja que
se siente oprimido por el acuerdo necesita ser plenamente tenida en cuenta.
e. El quid pro quo de la pareja. Cada pareja crea intercambios implícitos y explícitos
tales como “yo limpio la casa, si tú te ocupas del garaje y de las cuentas”. Estos
intercambios deben ser experimentados como equitativos; de lo contrario, uno o
ambos integrantes se sentirán infelices.
1. Inequidades de poder
Algunas veces las parejas comienzan su relación experimentando un
sentimiento de desigualdad de derechos y de poder relativo a los ingresos,
nivel educativo, expectativas de género y orígenes sociales. Estas
desigualdades están típicamente desarticuladas, pero aun así generan
confusión e indignación. Por ejemplo, Betty –una blanca americana de Boston,
clase media, con estudios universitarios- se enamoró, durante sus vacaciones a
América del Sur, de su profesor de salsa, Raúl, un ”busca vidas”2 poco instruido
y de un nivel socioeconómico muy pobre. Después de una relación a la
distancia, se casaron y Raúl emigró a los Estados Unidos. Cuatro años más
tarde, literalmente incapaces de hablar el mismo idioma, estaban en mi
consultorio, sumidos en luchas de poder. Raúl a menudo se sentía en una
posición inferior y se indignaba porque Betty no entendía su estilo de trabajo
informal: el vendía artesanías en las calles durante el día, enseñaba salsa
algunas noches a la semana y trabajaba como carpintero cuando había trabajo
disponible. Betty estaba realmente frustrada. Según sus valores de clase media,
Raúl debía estar trabajando “como cualquier otra persona normal, de 9 a 5”.
Mientras que en su pueblo Raúl sentía que era admirado por su versatilidad, en
su matrimonio se sentía “colonizado” y juzgado por normas que no reconocía.
Al estar en una posición inferior educativa, financiera y racialmente, además de
su inmigración y sus dificultades lingüísticas, Raúl se sentía disminuido incluso
cuando Betty lo amaba y lo elogiaba. Betty también se sentía malentendida y
enojada. Como el principal sostén de la familia estaba presionada para
mantener un trabajo en una empresa que no le gustaba y debía trabajar largas
horas. Ella se ponía furiosa cuando Raúl, atrapado en su rabia, la acusaba de ser
una “mala madre” por trabajar tanto. Su desequilibrio en términos de poder,
así como por supuestos diferentes sobre el trabajo, los roles de género y las
normas culturales, los llevaban a ambos a sentirse malentendidos y no
respetados.

2
El original “jack of all trades”, aprendiz de todo, que sabe hacer muchas cosas.
2. Cambios en el balance de poder. A veces una relación se inicia con la
presunción de ser igualitaria, pero por razones prácticas, los integrantes de la
pareja asumen diferentes funciones y responsabilidades; por ejemplo, mientras
asisten a la universidad (Scheinkman, 1988) o durante la crianza de los hijos. El
cambio desde una relación simétrica (en la que los roles y las responsabilidades
de los integrantes son similares) hacia un acuerdo asimétrico (donde los roles y
las responsabilidades son diferentes y se adscriben a valores distintos por la
cultura) crea confusión sobre los derechos y el poder. En los acuerdos
asimétricos, la división del trabajo tiende a ser particularmente difícil, ya que
las parejas se confunden sobre lo que constituye un intercambio recíproco y
justo. La toma de decisiones también tiende a convertirse en el foco de las
luchas de poder. Un ejemplo es el caso de Ralph y David, una pareja del mismo
sexo, que mantuvo una relación satisfactoria durante 2 años, mientras ambos
tenían trabajos de tiempo completo y vivían en casas diferentes. Cuando
empezaron a vivir juntos, Ralph alentó a David a dejar de trabajar y a
concentrarse en su trabajo artístico. Para ser recíproco, David se hizo cargo de
la mayoría de las tareas del hogar. Sin embargo, a medida que pasaba el
tiempo empezó a sentirse cada vez más subordinado, infantilizado y sin
derecho a tener opiniones en una variedad de áreas. A pesar de haber sugerido
el acuerdo, Ralph resentía ser el único proveedor y percibía los cambios de
humor de David como un signo de ingratitud. David se sentía impotente, Ralph
se sentía como un padre. Confundidos por su situación, discutían.

Intervenciones en el nivel 2
(1) Normalizar el problema. El terapeuta legitima los problemas de la pareja en
términos de presiones contextuales, transiciones del ciclo de vida y dilemas de
organización que son a menudo implícitos pero no claros para la pareja.
(2) Hacer explícitas las necesidades individuales. El terapeuta ayuda a la pareja a
hablar acerca de sus necesidades individuales, así como de sus prioridades
compartidas. Esta exploración es a veces más fácil de hacer en sesiones
individuales, donde el terapeuta puede ayudar a cada integrante a explorar sus
deseos y anhelos, sin interferencias de su pareja. A continuación, lo/la ayuda a
llevar estas necesidades a una sesión conjunta.
(3) Actualizar el quid pro quo de la pareja. El terapeuta anima a la pareja a negociar de
forma explícita, ayudándolos a lograr un sentido de reciprocidad, equidad y
justicia.
(4) Delinear fronteras. El terapeuta trata la necesidad de autonomía y de unión de
cada integrante de la pareja. Explora si cada uno tiene el tiempo suficiente para sus
propios intereses. También indaga si tienen suficiente tiempo placentero juntos y
no simplemente de gerenciamiento en lo cotidiano.
(5) Implementar acuerdos. El terapeuta puede dar tareas para hacer en casa basadas
en lo que se negoció en las sesiones. Esas tareas se convierten en los barómetros
del cambio o de las dificultades para cambiar. Cuando una pareja en repetidas
ocasiones no implementa lo que se acordó en las sesiones, el terapeuta ve su falta
de cumplimiento como un indicativo de un bloqueo emocional que necesita ser
explorado.

Nivel Tres: intrapsíquico (El ciclo de la vulnerabilidad)


Cada vez que el terapeuta está trabajando en los niveles de interacción y de
organización y no es capaz de producir cambios ofreciendo sugerencias, dando tareas o
fomentando negociaciones, debe cambiar de estrategia. Lo hace cambiando el foco de la
la terapia de sus interacciones, contexto y dilemas de organización a las experiencias
subjetivas asociadas con sus posiciones entrelazadas en la danza. El nivel tres
realiza una mirada “interna” de los individuos y considera cómo las suposiciones,
creencias, expectativas, sentimientos y significados acerca de sí mismos y la relación
pueden estar trabajando para mantener a la pareja en punto muerto. Este nivel,
influenciado por las ideas psicodinámicas (Feldman, 1982), aquí se basa principalmente en
el concepto del ciclo de vulnerabilidad (Scheinkman y Fishbane, 2004) (Figura 1).
Muy a menudo, las parejas dicen que quieren cambiar, pero son incapaces de
tomar las medidas necesarias para hacerlo. Esta aparente “resistencia” es vista aquí como
basada en sentimientos y premisas legítimas, a menudo relacionadas con la vulnerabilidad
y con estrategias de supervivencia, que mantienen a los individuos atascados. Ejemplos de
tales sentimientos y premisas son los siguientes: “Los hombres son peligrosos”, “No se
puede confiar en las mujeres”, “Si estoy demasiado cerca, me expondría a que de pronto
me quite todo su apoyo”.
Nuestras vulnerabilidades usualmente son el resultado de experiencias en nuestra
familia de origen, donde podemos habernos sentido heridos, criticados, retados,
descuidados, rechazados o abandonados. Alternativamente, las vulnerabilidades pueden
estar relacionadas con experiencias extra-familiares tales como el acoso en la escuela,
violación, guerra o pobreza. Pueden emanar de heridas perpetradas en la historia de la
relación en sí misma, tales como decepciones recurrentes o una infidelidad. O pueden ser
el resultado de una situación estresante actual como estar agotado después de jornadas
de trabajo de doce horas, afrontamiento de una pérdida o una enfermedad. Asimismo, las
personas se sienten vulnerables sobre las características físicas, tales como tener una
estatura baja, sobrepeso, un estilo de aprendizaje inusual o una enfermedad mental o
física.
En el caso de Mary y John, a pesar de sus negociaciones sobre el regreso de María
al trabajo, ella se demoró semana tras semana en la búsqueda de empleo. Cuando
finalmente la terapia se trasladó a una exploración de las experiencias subjetivas de Mary,
el miedo catastrófico que la estaba paralizando se hizo evidente: “Si vuelvo al trabajo, algo
terrible va a pasarles a mis hijos”. En la exploración, el terapeuta descubrió que su miedo
tenía dos capas. Una tenía que ver con la pérdida de su bebé cinco años antes y el hecho
de que ella todavía se culpaba por haber estado fuera del hospital cuando murió. Además,
el significado de esta tragedia se vio agravada por otro acontecimiento de su vida. Cuando
Mary tenía tres años, su hermana mayor murió de neumonía. Mary no conocía los detalles
de su muerte, pero ella sabía que su madre se sentía responsable de lo que había
sucedido y estuvo clínicamente deprimida durante años. A pesar de que Mary sólo tenía
una vaga idea de la importancia de estos eventos pasados, sus sentimientos acerca de
ellos fueron obstáculos en su búsqueda de empleo. Antes de hacer estas conexiones,
Mary había hecho frente de manera superficial a la cuestión de volver a trabajar,
estancando el proceso y culpando a John. Poco después de que Mary habló y lloró sobre
estos eventos y John respondió empáticamente, ellos avanzaron. Mary encontró una
niñera y un trabajo a tiempo parcial, y la culpa mutua de la pareja se disipó.

Los objetivos en el nivel tres son los siguientes:


• Entender cómo la perpetuación de la danza de la pareja está relacionada con la
la estimulación de las vulnerabilidades individuales.
• Cómo estas vulnerabilidades disparan de manera automática estrategias de
supervivencia que a su vez activan el ciclo de vulnerabilidad.

El caso de Anne y Paul ilustra bien los procesos implicados en el ciclo de


vulnerabilidad. Paul era un joven de 29 años de edad, programador informático; Anne era
una joven de 28 años de edad, estudiante de posgrado en antropología. Llegaron a mí
derivados por el terapeuta individual de Paul, que dijo por teléfono: “Esta es una pareja de
personas que no pueden estar juntos ni estar separados”. Nueve meses antes se habían
separado, después de haber vivido juntos durante siete años. Quedaron conectados por
compartir un coche; sin embargo, no podían tener una simple conversación sin sentirse
incomprendidos y lastimados. Pidieron ayuda para separarse. Sin embargo, se hizo claro
para mí que Paul y Anne todavía se amaban. Les sugerí suspender cualquier decisión sobre
su futuro y, en su lugar, por un período de 6 semanas, examinaríamos cómo su relación
“se había descarrilado”.
Sus problemas comenzaron cuando Anne entró en la escuela de posgrado y tuvo
que viajar tres veces al año para hacer investigación en la India. Paul explicó: “Cada vez
que ella empezaba a prepararse para irse, empezaba a sentirme paralizado”. Ese
entumecimiento desconcertó a Anne, que reaccionó sintiéndose rechazada. Su
interpretación fue: ''Pasa de cálido a frío; no me ama”. En estas ocasiones, Anne manejaba
sus sentimientos volviéndose muy autosuficiente y expresando escepticismo acerca de su
futuro. Pul respondió a su escepticismo distanciándose aún más. Juntos, Paul y Anne
desarrollaron una danza de “retirada mutua”: él se hacía cada más indiferente, ella cada
vez más distante. Con el tiempo pudieron empezar a ver su relación en su mayoría a
través de este patrón. En la terapia, después de reflexionar, pudimos ver que los viajes de
Anne sacudieron sus vulnerabilidades y, consecuentemente, sus estrategias de
supervivencia.
Cuando Paul tenía 12 años, su madre contrajo una enfermedad terminal y se fue a
vivir con sus padres a California. Haber sido “abandonado” era una terrible carga para él.
Nadie le había explicado por qué su madre se mudó o qué tan gravemente enferma
estaba. Durante los últimos cinco años de su vida, Paul fue a visitarla durante las
vacaciones escolares, tres veces al año. Durante estas visitas, ella trató a menudo de
involucrarlo en conversaciones íntimas. Sin embargo, como él sentía la necesidad de
protegerse a sí mismo de que le importara demasiado, aprendió la estrategia de retener
sus sentimientos y permanecer indiferente.
Anne, por otra parte, temía ser “abandonada emocionalmente” por los hombres.
Durante su crecimiento, percibió que su padre pasaba rápidamente “de cálido a frío”,
atento a ella en un momento y llenándola de críticas al siguiente. Durante su
adolescencia, ella experimentó a su madre como emocionalmente ausente. Ahora, en su
vida adulta, cada vez que Paul se metía en su “funk”, lo percibía como si el estuviera
“tirando de la alfombra debajo de ella”, al igual que su padre, y como si no estuviera “ahí”,
al igual que su madre. De niña había aprendido a protegerse a sí misma de la no
disponibilidad de sus padres siendo prematuramente autosuficiente.
La vulnerabilidad de Paul ante la separación y la pérdida lo llevó a percibir tanto las
idas y venidas de Anne como su autosuficiencia a través del filtro del pasado. Así que, cada
vez que sus vulnerabilidades se activaban en la relación con Anne, también lo hacían sus
estrategias de supervivencia de volverse insensible y desprenderse. Anne, por otro lado,
era vulnerable al abandono emocional y percibía el desprendimiento de Paul como un
rechazo hacia ella. Por lo tanto, cada vez que anticipaba el rechazo, aplicaba las
estrategias que habían funcionado tan bien para ella en el pasado. Se comportaba como si
él “no le importara”, cada vez más autosuficiente. Consumidos por sus vulnerabilidades y
guiados por sus estrategias de supervivencia, Paul y Anne estaban los dos desconcertados
por el comportamiento del otro. Incapaces de ver el dolor del otro, continuaban actuando
y reaccionando de maneras que se correspondían con sus profecías auto-cumplidas. En el
momento en que vinieron a verme habían estado atrapados en este patrón de confusión
por muchos años.

El foco en el nivel tres está en:


(a) Las vulnerabilidades de cada integrante y las reacciones automáticas que disparan.
Cuando Anne se sentía rechazada, actuaba de manera excesivamente
independiente. Cuando Paul anticipaba abandono, actuaba de una manera
desprendida.
(b) Cómo los comportamientos de autoprotección impactan en la otra persona. La
autosuficiencia de Anne llevaba a Paul a sentirse prescindible; el alejamiento de
Paul llevaba a Anne a sentirse rechazada.
(c) Las superposiciones entre el presente y el pasado. Los dos integrantes tienen que
descubrir qué de su experiencia proviene de la situación actual y qué se está
filtrando a través de las experiencias del pasado. Anne y Paul se dieron cuenta de
que sus estrategias de supervivencia funcionaron bien para ellos en el pasado,
pero tuvieron el efecto contrario en su relación actual, lo que llevó al tan temido
abandono mutuo.

Intervenciones en el nivel tres:


(1) Técnica del congelamiento. El terapeuta detiene a la pareja en medio de una
interacción acalorada y los invita a dar un paso atrás y a observar sus propios
sentimientos, pensamientos y acciones en ese mismo momento (Scheinkman y
Fishbane, 2004).
(2) Etiquetado de los puntos sensibles. El terapeuta ayuda a la pareja a nombrar sus
vulnerabilidades; por ejemplo, abandono, rechazo, “los hombres son peligrosos”,
“las mujeres son poco fiables”, etc. También se nombran las estrategias de
supervivencia que se activan por estas vulnerabilidades, es decir: culpar, retirarse
y perseguir.
(3) Conciencia de la desconexión entre la experiencia subjetiva y el comportamiento de
defensa manifiesto. Cuando sentimos dolor nos ponemos automáticamente un
escudo. Podemos volvernos inaccesibles emocionalmente, irritables, irascibles,
agresivos o desconectados. En general, estamos tan atrapados en nuestras
vulnerabilidades que no somos conscientes de nuestro comportamiento y su
impacto.
(4) Separación del presente del pasado. El terapeuta aclara a la pareja que hay
elementos de sus reacciones relacionados con el presente y el pasado. Se puede
decir: “Duele tanto porque hay una vieja herida detrás del impacto actual. Le
señalé a Paul que, efectivamente, la investigación de Anne la hacía irse tres veces
al año creando separaciones que tenían una forma similar a aquellas de su madre.
Sin embargo, Anne no era su madre, ella no se estaba muriendo y era capaz de
considerar sus necesidades.
(5) Entrenamiento empático. El terapeuta anima a cada pareja a hablar de forma
explícita acerca de sus vulnerabilidades, mientras que el otro escucha. Luego, el
que escucha articula su comprensión de los sentimientos detrás de las reacciones
defensivas del que habla.
(6) Fomento de comportamientos extensivos hacia la pareja. A veces, la comprensión
no es suficiente; el integrante puede tener que actuar en formas que ayuden a
separar el presente del pasado. Cuando Anne entendió que Paul se sentía
abandonado cuando ella viajaba, propuso hacer viajes más cortos y lo invitó a que
fuera con ella cada vez que pudiera. Paul se dio cuenta de que tenía que ser más
locuaz acerca de sus sentimientos cuando estaba preocupado, para que Anne
pudiera ver que “no le estaba quitando todo su apoyo”.
(7) Combinación de sesiones individuales y conjuntas. A veces es más fácil explorar las
vulnerabilidades en sesiones individuales, lejos de la reactividad del otro. El
terapeuta debe tener una política de confidencialidad explícita y explicar cómo se
tratará el material revelado de forma individual; si debe guardar secretos o no
(Scheinkman, 2005).

Nivel cuatro: intergeneracional


A veces, incluso después de que la pareja ha ganado un sólido conocimiento de sus
posiciones en el ciclo de vulnerabilidad, y ha trabajado para transformarlo, uno o ambos
integrantes todavía puede sentirse atascado en algún aspecto de sus vidas. En este punto,
es útil reorientar la terapia de la dinámica actual de la pareja a una exploración de los
asuntos pendientes que cada uno puede tener con su familia de origen. El terapeuta
considera si las tensiones familiares en curso, las rupturas, las lealtades ocultas, los
legados o los secretos podrían estar contribuyendo a los problemas actuales del individuo
o de la pareja. Teóricos multigeneracionales, tales como Boszormenyi-Nagy y Spark
(1984), Kerr y Bowen (1998), McGoldrick et al. (1999) y Fishbane (2005) orientarán la labor
clínica en este nivel.

Los principales objetivos en este nivel son:


• Ayudar a cada integrante en la diferenciación de su familia de origen, asumiendo
que este trabajo posiblemente se traduzca en cambios en la manera en que él o
ella se comporta en la relación de la pareja.
• Movilizar cambios sistémicos con respecto a sus familias.

En el caso de Paul y Anne, después de que fueron capaces de cambiar sus


posiciones en el ciclo de vulnerabilidad, se sintieron bien acerca de su relación y se
casaron. También dejaron de venir a terapia. Un año después, Anne me llamó diciendo
que su relación con Paul iba bien, pero que había dos cuestiones que quería tratar. La
primera era que, dado que Paul era un compañero amoroso y tierno, estaba
desconcertada por sus ataques de llanto casi cada vez que tenían relaciones sexuales. En
segundo lugar, en repetidas ocasiones se encontró a sí misma en situaciones en las que se
convirtió en la “cuidadora” de amigas deprimidas, más allá de lo que era bueno para ella.
Ella sentía que eso estaba conectado a su relación con su madre, que había estado
deprimida desde que Anne tenía 16 años.
En las sesiones individuales de Anne y yo tratamos de lidiar con el significado de
sus ataques de llanto desde muchos ángulos sin éxito. Entonces, como pasamos a sus
relaciones con sus amigas decidimos pedirle a su madre Eva que volara desde Miami para
una sesión. Esto demostró ser un importante punto de inflexión en sus vidas.
Cuando le pregunté a Eva cómo percibía su relación con Anne, ella de inmediato
empezó a sollozar. Ella continuó revelando un gran secreto que la había perseguido por
décadas. “Cuando yo tenía 15 años fui brutalmente violada”, dijo. Temblando, Anne miró
a su madre a los ojos y le preguntó: “¿Por tu padre?”. Cuando Eva asintió con la cabeza,
corrieron de un lado a otro del consultorio, se abrazaron y lloraron juntas. Eva dijo que
había buscado la ayuda de un psicoanalista en la década de 1970, pero que él trató de
convencerla de que la violación era una fantasía y ella nunca habló con nadie sobre el
tema de nuevo. Ni siquiera a su esposo, aunque ella sabía que el abuso sexual era la razón
principal de su problema con el alcohol y depresión.
Después de esta revelación la madre y la hija experimentaron un nuevo tipo de
acercamiento. De vuelta a casa de Eva comenzó su propia terapia. Empezó a hablar con
sus hermanos sobre el abuso sexual, descubriendo que les había ocurrido a varios de ellos.
Semanas más tarde Anne me contó que sus ataques de llanto se habían disipado. Se dio
cuenta de que había aprendido por ósmosis que “los hombres eran peligrosos” y que no
se podía “confiar en ellos”. Sin embargo, ahora que entendía que la violación le había
ocurrido a su madre y no a ella personalmente, fue capaz de ver que su desconfianza no
se aplicaba a Paul. Ella también experimentó un nuevo sentido de compasión por su
madre. Meses más tarde, describió cómo la revelación de su madre había cambiado su
percepción de los hombres en general y ya no “tenía miedo” de ellos. Estaba orgullosa de
que en una entrevista de trabajo con un profesor de gran alcance en su campo no tuvo
miedo y fue muy firme acerca de las condiciones específicas para trabajar para él. Para su
sorpresa, obtuvo el puesto.

El foco en el nivel cuatro está en:


a. Desarrollar un genograma detallado para ayudar a explorar los patrones, los
legados y los secretos (Imber-Negro, 1993).
b. Comprender cómo los supuestos y premisas, así como las vulnerabilidades y las
estrategias de supervivencia, tienen sentido en el contexto de la familia de origen.
c. Ayudar a los integrantes a “despertarse del hechizo de la infancia” (Fishbane, 2005)
y descubrir las partes del sí mismo que han sido suprimidas, puestas en reposo o
indiferenciadas en relación a sus familias de origen.
Intervenciones en el nivel cuatro:
(1) Mapeo de los patrones multigeneracionales. El terapeuta utiliza el genograma para
mapear los patrones, legados y secretos.
(2) Establecimiento de las conexiones de la familia de origen. El terapeuta ayuda a
cada individuo a explorar la relación entre su reactividad en la relación y las
dinámicas de sus respectivas familias.
(3) Entrenamiento. El terapeuta ayuda a los individuos a ensayar y a actuar de formas
no reactivas hacia sus familias (a través de cartas, conversaciones telefónicas y
visitas).
(4) Sesiones con la familia de origen. Esto puede ser un contrato por una vez o varias
sesiones esporádicas involucrando al cliente y a uno o varios miembros de familia.
Estas sesiones puede ser amplias y exploratorias, pero usualmente son más
eficaces cuando están bien planificadas y se centran en las vulnerabilidades
particulares que se están disparando en la dinámica de la pareja.

CONCLUSIÓN
El enfoque multinivel está pensado como una hoja de ruta para ayudar a los
terapeutas a organizar el proceso terapéutico. Se considera cada nivel como una
dimensión de la relación de la pareja y se orienta al terapeuta sobre cómo trabajar en
torno a diferentes conjuntos de procesos y tensiones, capa por capa. Dependiendo del
caso, el tiempo disponible o el momento en la terapia, un nivel o una combinación de los
niveles será más relevante.
Esta hoja de ruta puede ser especialmente útil a los terapeutas recién iniciados
que, frente a un gran caudal de información, necesitan una manera sistemática de
proceder. Al comenzar con el patrón interaccional, el terapeuta ayuda a la pareja a
contener su escalada y tomar los primeros pasos en una dirección prefijada.
Posteriormente, al centrarse en los problemas socioculturales y las dimensiones de
organización de la relación, el terapeuta refuerza su base estructural. A veces, el trabajo
terapéutico alcanzado en estos dos niveles es suficiente para transformar la dinámica de
la pareja. Cuando no es así, la terapia se mueve a una exploración de los factores
intrapsíquicos e intergeneracionales que pueden estar contribuyendo al atascamiento de
la pareja. A medida que el terapeuta se centra en el ciclo de vulnerabilidad, desalienta las
reacciones automáticas basadas en las historias pasadas de los individuos y alienta a las
respuestas que son congruentes con el sustento y el cultivo de su relación actual. Por
último, la terapia se centra en la transformación individual a través del trabajo inter-
generacional. Los cambios que se producen directamente en el contexto de la propia
familia de origen tienden a tener efectos profundos sobre el individuo y conducen
también a cambios duraderos en la relación de la pareja.
Los terapeutas experimentados pueden cuestionar la pertinencia de una estrategia
en general, prefiriendo cambiar niveles sin un mapa. De hecho, los terapeutas tienen que
ser flexibles y visitar y volver a visitar estos cuatro niveles dependiendo de lo que sucede
en una sesión determinada. Sin embargo, al menos inicialmente, incluso los terapeutas
experimentados pueden beneficiarse del movimiento a través de estos cuatro niveles de
forma sistemática, asegurándose de que consideran los procesos clave que pueden no
estar en sus mapas previos. Por ejemplo, un terapeuta entrenado en la teoría del apego
puede estar inclinado a concentrarse de inmediato en los sentimientos y en la historia
individual, desatendiendo una exploración completa de las actuales presiones del
entorno, la dinámica de poder o mandatos culturales. O puede pasar por alto cómo la
posición de la pareja en la danza es, por lo menos en parte, una forma de mantener la
lealtad en su familia de origen.
El enfoque secuencial salvaguarda del reduccionismo. También fomenta una
construcción progresiva de la seguridad en el proceso terapéutico en relación a asuntos
sensibles y tóxicos. Al interrumpir la escalada y fortalecer la base estructural de la relación
primero, es más probable que el terapeuta asegure una alianza con ambos integrantes y
se establezca como bipartidista. Al hacerlo, también crea condiciones óptimas para la
posterior introspección y auto-exposición. El trabajo intrapsíquico e intergeneracional
tiende a ser más productivo cuando los interlocutores ya no están atrapados en una
reactividad intensa y, en su lugar, se sienten seguros con el terapeuta y entre sí. Sólo
entonces podrán hacer una pausa, reflexionar y tomar responsabilidad por sus acciones;
como así también escuchar y tomar decisiones meditadas sobre cómo quieren ser en la
relación de pareja.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
• Baldwin, M. (Ed.) (2000). The person of the therapist. New York: Hartworth Press.
• Bateson, G. (1972). Steps to an ecology of mind. New York: Random House.
• Boszormenyi-Nagy, I., & Spark, G. (1984). Invisible loyalties. Levittown, PA: Brunner
Mazel.
• Carter, B., & McGoldrick, M. (1998). The expanded family life cycle: A framework
for family therapy (3rd ed.). Boston: Allyn & Bacon.
• Falicov, C. (1995). Training to think culturally: A multidimensional, comparative
framework. Family Process, 34, 373–388.
• Feldman, L. (1982). Dysfunctional marital conflict: An integrative interpersonal-
intrapsychic model. Journal of Marital and Family Therapy, 417–428.
• Fishbane, M.D. (2005). Differentiation and dialogue in intergenerational
relationships. In J.
• Lebow (Ed.), Handbook of clinical family therapy, vol. 8 (pp. 543–568). Hoboken,
NJ: John Wiley & Sons.
• Goldner, V. (1985). Feminism and family therapy. Family Process, 24, 31–47.
• Goodrich, T.J. (Ed.) (1991). Women and power: Perspectives for family therapy.
New York: W.W. Norton.
• Gottman, J. (1994). Why marriages succeed or fail. New York: Simon & Schuster.
• Haley, J. (1976). Problem-solving therapy. San Francisco: Jossey-Bass.
• Imber-Black, E. (1993). Secrets in families and family therapy. New York: Norton.
• Johnson, S.M., Makinen, J.A., & Millikin, J.W. (2001). Attachment injuries in couple
relationships: A new perspective on impasses in couples therapy. Journal of Marital
and Family Therapy, 27, 145–155.
• Kerr, M., & Bowen, M. (1988). Family evaluation. New York: Norton.
• Lederer, W., & Jackson, D.D. (1968). The mirages of marriage. New York: Norton.
• Lerner, H. (1989). The dance of intimacy. New York: Harper & Row.
• McGoldrick, M., Anderson, C., & Walsh, F. (Eds.). (1989). Women in families: A
framework for family therapy. New York: Norton.
• McGoldrick, M., Gerson, R., & Shellenberger, S. (1999). Genograms, assessment
and intervention. New York: Norton & Co.
• McGoldrick, M., Giordano, J., & Garcia-Preto, N. (Eds.). (2005). Ethnicity and family
therapy (2nd ed). New York: Guilford Press.
• Minuchin, S. (1974). Families and family therapy. Cambridge: Harvard University
Press.
• Papp, P. (1983). The process of change. New York: Guilford Press.
• Pinsof, W.M. (1983). Integrative problem-centered therapy: Toward the synthesis
of family and individual psychotherapies. Journal of Marital and Family Therapy, 9,
19–35.
• Scheinkman, M. (1988). Graduate student marriages: An
organizational/interactional view.
• Family Process, 27, 351–368.
• Scheinkman, M. (2005). Beyond the trauma of betrayal: Reconsidering affairs in
couples therapy. Family Process, 44, 227–244.
• Scheinkman, M., & Fishbane, M. (2004). The vulnerability cycle: Working with
impasses in couples therapy. Family Process, 43, 279–299.
• Shapiro, M. (2007). Money: A therapeutic tool for couples therapy. Family Process,
46, 279–299.
• Walsh, F. (1989). Reconsidering gender in the marital quid pro quo. In M.
McGoldrick, C.M. Anderson, & F. Walsh (Eds.), Women in families: A framework for
family therapy (pp. 267–285). New York: Norton.
• Walsh, F. (2006). Strengthening family resilience (2nd ed.). New York: Guilford
Press.
• Walsh, F., & Scheinkman, M. (1989). (Fe) Male: The hidden gender dimension in
models of family therapy. In M. McGoldrick, C.M. Anderson, & F. Walsh (Eds.)
Women in families: A framework for family therapy. New York: Norton.
• Walters, M., Carter, B., Papp, P., & Silverstein, O. (1988). The invisible web: Gender
patterns in family relationships. New York: Guilford.
• Watzlawick, P., & Weakland, J. (Eds.) (1977). The interactional view. New York:
Norton.
• Watzlawick, P., Weakland, J., & Fisch, R. (1974). Change: Principles of problem
formation and problem resolution. New York: Norton.
• White, M. (1989). The externalizing of the problem and the re-authoring of lives
and relationships. Dulwich Centre Newsletter, 3, 21–40.
• White, M. (1993). Deconstruction and therapy. In S. Gilligan & R. Price (Eds.),
Therapeutic conversations. New York: Norton.
• Zimmerman, J.L., & Dickerson, V. (1993). Separating couples from restraining
patterns and the relationship discourse that supports them. Journal of Marital and
Family Therapy, 19, 403–413.

También podría gustarte