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DIMETILTRIPTAMINA

La naturaleza es el mayor camello del planeta. Sin salir de su ciudad


podrá encontrar en cunetas, descampados y parques especies de plantas
tóxicas o venenosas como la amapola, el estramonio y el mismísimo opio.
La lista se amplía si nos fijamos en hongos y animales, y lo haría aún más
si viajáramos a la Amazonia. Mientras lee este texto, fármacos que ni
siquiera conocíamos han desaparecido debido a la acción de la especie
humana sobre los grandes bosques. Una oportunidad perdida.

Durante una clase sobre transmisión sináptica, me sorprendió que mis


alumnos ignoraran la existencia de estas plantas tan cercanas. Al hacerles
notar que todas esas especies les acechaban, la carcajada general se
escuchó en kilómetros a la redonda. Cuando puse ejemplos reales de
accidentes, algunos mortales, producidos por el mal uso y
desconocimiento de las especies venenosas de nuestra península, las
risotadas se silenciaron.

La clase se tranquilizó al comprobar que los venenos les resultaban


familiares en la práctica médica. Sustancias como la morfina, la atropina y
la escopolamina son tremendamente útiles, en su dosis justa.

Sin embargo, la cruda realidad es que las palabras “tóxico” y “veneno”


producen un escalofrío en la espalda que nos hace pensar que deberíamos
erradicar a todas esas especies de la faz de la tierra. Hace muy pocos años
nos parecería casi una broma utilizar la dietilamida del ácido lisérgico
(LSD) o la psilocibina, proveniente de las especies del
género Psilocibe para el tratamiento de la depresión.
La mofa continuaría al mostrar que nuestras neuronas sintetizan
dimetiltriptamina (DMT), y que éste mismo compuesto, o su derivado
metilado, se encuentran en muchas especies vegetales oriundas del
Amazonas, así como en algunas especies de sapos.

Muchos de nosotros nos sorprenderíamos al descubrir que, en los albores


de la anestesia, se organizó un proyecto científico para buscar las plantas
con las que los aborígenes preparaban el curare, una sustancia misteriosa
que solo los chamanes podían y sabían preparar. Nos llevaríamos las
manos a la cabeza mucho más al saber que el curare se utilizó como
anestésico, con unas consecuencias desastrosas, al producir parálisis
respiratoria y asfixia y que grandes científicos de la época, como Claude
Bernard, fueron grandes promotores del uso del curare en medicina.

DMT en la piel de sapos


Nos guste o no, nuestra especie está en continua relación de amor-odio
con las drogas y, por ende, con las especies que las producen. El
conocidísimo actor porno español Nacho Vidal está siendo investigado
por homicidio involuntario tras participar en un rito en el que se inhaló
polvo que contenía 5-metoxi-N,N-dimetiltriptamina, un análogo del
DMT, que se encuentra en la piel de especies de sapos, así como en
algunas plantas.

El DMT y análogos son potentes agonistas de los receptores de serotonina


del tipo 5-HT2A, de amplia distribución en el sistema nervioso central.
Muchas de las sustancias conocidas como psicotrópicos actúan uniéndose
y activando este tipo de receptores. Nuestras neuronas sintetizan un
compuesto llamado 5-hidroxitriptamina (5-HT), más conocido por el
nombre de serotonina.

Este compuesto es uno de los muchos neurotransmisores que sintetiza


nuestro sistema nervioso. Cumple una función básica: transmitir
información entre células. El placer que sentimos al comer o practicar
sexo, así como la tristeza que sentimos cuando fallece un ser querido se
debe a los neurotransmisores que liberan nuestras neuronas en redes
neuronales específicas.

Muchas sustancias tóxicas pueden sustituir, bloquear o modular los


receptores a los que se unen habitualmente nuestros neurotransmisores.
Su efecto a veces es similar, mientras que otras es opuesto, siempre
dependiendo de la dosis.

Cuando la dosis es elevada, estos compuestos pueden activar varios tipos


de receptores, como si de una llave maestra se tratara, accionado todas las
puertas posibles en un laberinto. En este sentido, el DMT puede actuar
sobre los receptores de serotonina de tipo 5-HT2A produciendo el efecto
psicotrópico que además es potenciado por el entorno en el que se
encuentra el individuo (cánticos, percutir de tambores, luces, sonidos).

Además, el mismo DMT puede actuar sobre los receptores a los que se
una la adrenalina (una hormona y neurotransmisor), en el corazón. Si
sube la concentración de adrenalina en sangre, nuestro corazón late más
veces por minuto y más fuerte, produciendo taquicardia. Este efecto se ve
potenciado en muchos ritos chamánicos porque en la mezcla de plantas
que se conoce como ayahuasca también se ingiere un tipo de compuesto
llamado beta-carbolinas. No son neurotransmisores, pero permiten que el
neurotransmisor (la llave de antes), actúe durante mucho más tiempo, no
solo sobre los receptores de serotonina, sino sobre los de adrenalina.

Cada uno de nosotros es una caja de Pandora con unos mismos principios
bioquímicos, pero con diferentes isoformas de muchas proteínas
receptoras, así como enzimas. Eso explica por qué la experiencia
alucinatoria del DMT puede durar desde minutos a horas. Además, en las
preparaciones tradicionales de estos compuestos no se puede controlar la
dosis.

Protección mutua
¿Deberíamos entonces masacrar todas las especies que contienen DMT
como sapos y unas cuantas plantas? Pues, por mucho que queramos, no.
La vida es un valor intrínseco y tiene una utilidad farmacológica muy
interesante para nosotros.

El DMT, a diferencia de muchos compuestos psicotrópicos, no parece


tener potencial adictivo, y eso es porque no activa la ruta mesolímbico
cortical, un circuito nervioso cuya activación libera dopamina en el
cerebro y produce placer. La mayoría de las drogas como la cocaína, las
anfetaminas, el éxtasis y la heroína basan su capacidad adictiva en la
activación de este circuito.

Sin ser toxicómanos, también liberamos dopamina en este circuito


cuando apostamos nuestros ahorros en una tragaperras, en la bolsa, nos
volvemos adictos al trabajo o practicamos sexo. La activación de la ruta
mesolímbico cortical libera toneladas de dopamina produciendo placer al
realizar comportamientos como los mencionados o al ingerir algunas
drogas.
El mundo de las drogas puede parecer excéntrico, pero contiene miles de
llaves que nos ayudarán a conocernos mejor a nosotros mismos y,
seguramente, muchas armas terapéuticas.

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