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CAOS Y CREACION

Enrique Pichon-Rivière, Ana Pampliega de Quiroga

El descubrimiento, el acto creador responde a un mecanismo por el cual el


sujeto evita el caos interior, resultante de una situación básica de
depresión. Se patentiza así la relación entre creación y locura, ya que el
creador acosado por un mundo interno fragmentado, en vías de
desintegración, busca en su obra la aparición de sus vínculos positivos con
la realidad. La creación es un constante juego de muerte y resurrección
del objeto, Pablo Picasso resulta un ejemplo típico de esta actitud. Su
pintura penetra en los objetos, los descompone, los desintegra, para
poder reconstruirlos luego, recreándose.
El enfrentar el objeto estético o de conocimiento configura siempre una
situación triangular, a la que hemos caracterizado como bicorporal y
tripersonal. Es un drama que tiene como protagonistas al investigador, el
objeto, y como tercer término el miedo del investigador o creador de
quedar atrapado en el objeto. Así el psiquiatra que utiliza su mente como
instrumento, teme entrar en el mundo del enfermo y quedar aprisionado
en el universo caótico de la locura. Es el terror a la contaminación, que
surge del hecho de que todo cono cimiento se hace por identificación, por
empatía. Sólo una distancia óptima entre el investigador y su objeto
puede permitir una comunicación positiva. En cambio, si la ansiedad es
demasiado grande, comienza a escapar del objeto, al que siente como
perseguidor.
Por esto el descubrimiento, la develación del objeto, es un acto de coraje,
que significa vencer el miedo a lo insólito, lo nuevo o lo siniestro que
pueden ocultarse en el objeto. A este miedo une un sentimiento de
culpabilidad por el hecho de mirar allí donde otros no han mirado.
Una interpretación psicoanalítica atribuye esta culpa a la curiosidad y las
fantasías sexuales que subyacen en toda actitud de investigación.
Aparecen entonces los rituales del creador destinados a postergar o
impedir la entrada en una zona peligrosa. Por fin un acto de decisión lo
obliga a zambullirse en ella, presionado por factores de responsabilidad
social, competición, etcétera.
La aspiración al dominio de caos, ese miedo a la desintegración interior
que determina el acto creador, tiene en Norbert Wiener, padre de la
cibernética, su paradigma. Wiener, depositario y portavoz de un universo
desintegrado, invento la "ciencia del control" para no enloquecer. El
testamento científico de este hombre, muerto hace pocos años, aporta al
psicoanalista un material tan arcaico, tan primitivo, como el que se puede
observar en un salvaje o un psicótico.
Su pensamiento, regido por una lógica de tipo mágico, muestra tales
fisuras, tal disgregación, que se adivina a través de él un mundo interno
desordenado y siniestro. Frente a ese inconsciente, que parece un
rompecabezas desarmado, nos preguntamos cómo se instrumentó la
mente de Wiener, en virtud de qué mecanismo pudo surgir de ese caos
interior una ciencia esencialmente ordenada de la realidad como la
cibernética.
Sólo la imagen de la destrucción interior, su sentimiento de culpa y un
formidable intento de reparación evitan que se convierta en un
iconoclasta y orientan su esfuerzo hacia la reconstrucción. El objeto es
reparado, armado el rompecabezas. El creador proyecta su caos fuera de
sí, lo domina y lo reordena.
He aquí el triunfo de la vida sobre la muerte, de la salud sobre la locura.
Las contradicciones que lo desgarran se resuelven en la marcha del
proceso creador. La fortaleza de su yo y los estímulos del contexto
permiten que este hombre, con una psiquis "cargada de dinamita", se
convierta en el descubridor, el líder del cambio. La trascendencia de su
obra se hace universal, porque la reconstrucción no se detiene en un
mundo propio, sino que apunta a la ordenación de un caos que
compromete a toda la Humanidad
Por una imponderable constelación de factores de inteligencia,
sensibilidad y circunstancias históricas se ha hecho depositario de las
ansiedades de su siglo, como un visionario que tomara a su cargo la
necesidad de controlar el inmenso poder de las fuerzas nucleares. Su
nuevo orden debe dominar a la muerte.
La obra de Wiener ha seguido un curso dialéctico, una continua espiral de
creación y destrucción del objeto, que es reconstruido siempre en un nivel
diferente y con técnicas nuevas. Su situación interna lo mueve a buscar en
la realidad modelos naturales, en los que se cumplen sus aspiraciones de
equilibrio. El modelo le esclarece los aspectos más dispersos de la
realidad, sirviéndole de guía en la interpretación y organización de su
mundo proyectado en el exterior. Nace así la cibernética, ciencia cuyo
nombre la vincula al arte de la conducción de los navíos.
Un piloto, un creador, Wiener, se enfrenta a la tempestad y la maneja,
utilizando como estrategia la acumulación de información y la
comunicación.
En esta aventura de dominio y de control cuenta con un instrumento que
le sirve con ciega eficacia: el robot.

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