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La Oferta Contractual:
Definiciones de Oferta:
Ossorio (2006), indica que Oferta es “la promesa que se hace de dar, cumplir o ejecutar una cosa”; en otro
sentido señala que oferta no es más que “Propuesta para contratar”. (p. 647). También puede citarse al ilustre
tratadista Aguilar Gorrondona, quien en su obra Contratos y Garantías (2009), explica que la formación del
contrato, puede iniciarse mediante la oferta dirigida por una persona a otra, en la cual se contengan todos los
elementos del futuro contrato. (p. 185). Puede decirse, partiendo de esto último, que la oferta constituye una
manera de formación de un contrato, y más específicamente del elemento consentimiento del contrato. Por su
parte, Maduro (1987) define como oferta “una proposición unilateral que una persona denominada oferente o
solicitante, dirige a otra, denominada destinatario u oblado, comunicándole su deseo de celebrar con ella un
contrato”. (488). El citado autor advierte, que la oferta por sí sola no da lugar a la obligación de contratar, pues
requiere la aceptación de la otra parte y la comunicación de esa aceptación por parte del destinatario al
oferente, y en criterio de ese autor, esto es lo que diferencia a la oferta de la “promesa de contratar”, por la
cual el oferente queda de una vez obligado.
Clases de Ofertas:
Maduro (op. cit.), señala que doctrinariamente se han establecido diferentes clasificaciones de ofertas, que
son:
a) La oferta imperfecta: es aquella que no reúne todas las condiciones y detalles de la prestación. Ejemplo:
cuando se dice: vendo en condiciones ventajosas o a buen precio, sin indicar las condiciones o el precio.
b) Oferta perfecta o plena: es aquella que contiene todos los requisitos, condiciones y detalles de la
prestación.
Es preciso resaltar que la oferta imperfecta no tiene efecto obligatorio ni para el destinatario ni para el
oferente, pues sin conocerse las condiciones, mal puede haber consentimiento.
a) Oferta directa o expresa. Es aquel acto jurídico unilateral por el cual una de las partes promete a la otra el
cumplimiento de una determinada prestación. Es la hipótesis normal, y la oferta se hace realizando el oferente
un acto expreso y positivo.
b) Oferta indirecta. Es también un acto jurídico unilateral, pero no realizado en forma expresa por el deudor u
oferente, sino que se deduce o desprende de alguna actividad desarrollada por él, generalmente mediante un
acto determinado que la hace presumir.
Esta oferta puede ser revocada por el oferente, antes de que la aceptación llegue a su conocimiento.
b) Oferta con plazo. Tiene un término obligatorio para el oferente, durante el cual debe respetarse la oferta y
por lo tanto el oferente queda obligado a mantenerla. El término puede ser expreso o tácito.
a) Oferta hecha a persona indeterminada. Como su nombre lo indica, tiene como característica la de no ser
dirigida a alguna persona en particular (comerciante con cartel en vidriera, aviso por el periódico, entre otros.).
Es también denominada oferta pública u oferta al público. Esta oferta obliga al oferente en los términos de la
misma y el contrato se perfecciona cuando la aceptación del destinatario llega a conocimiento del oferente.
b) Oferta hecha a persona determinada. Es el supuesto normal en el que la persona del destinatario está per-
fectamente determinada. El contrato se perfecciona conforme al principio general, o sea, cuando el oferente
tiene conocimiento de la aceptación del destinatario.
b) Oferta con ejecución previa. Caracterizada porque a solicitud del oferente o por la propia naturaleza del
negocio, la ejecución de la prestación por parte del destinatario precede a la respuesta en la cual manifieste
su aceptación. El contrato se perfecciona en el momento y lugar en que la ejecución comienza, y ésta debe
ser comunicada de inmediato al oferente (art. 1138 C.C.)
Señala Maduro (ob. cit.), que por perfeccionamiento del contrato debe entenderse el momento en que el
contrato produce plenamente sus efectos jurídicos. Este momento ocurre cuando el destinatario u oblado
otorga su consentimiento o su conformidad a la oferta que le ha sido presentada. (p. 492).
En ese sentido, el acto en virtud del cual el destinatario manifiesta su conformidad con la oferta, se denomina
aceptación, siendo esta última entonces el acto por el cual el destinatario de la oferta manifiesta su voluntad
de estar de acuerdo con ella.
Condiciones de la aceptación
Según Maduro (1987), para que la aceptación produzca su efecto jurídico normal, o sea, el perfeccionamiento
del contrato, debe reunir determinadas condiciones, a saber:
a) Debe ser libre. El destinatario debe tener plena libertad para aceptar o negar la oferta. La falta de
contestación no lo obliga a nada.
b) Debe ser pura y simple, lo que implica que debe ajustarse en un todo al contenido de la oferta.
Si el destinatario modifica la oferta, la modificación debe considerarse como una nueva oferta.
c) La aceptación debe ser manifestada al oferente para que el contrato se perfeccione. En los casos de oferta
sin plazo, la aceptación debe ser comunicada al oferente de inmediato, si se trata de personas presentes; o
dentro del lapso prudencial, si se trata de personas que no están presentes en el mismo lugar. En los casos
de oferta con plazo, la aceptación debe ser manifestada dentro del plazo.
Si la aceptación es manifestada fuera del plazo, no obliga al oferente, quien tiene entonces la potestad de
considerar o no celebrado el contrato.
El destinatario puede revocar la aceptación antes de que llegue a conocimiento del oferente.
Clases de aceptación:
En el primer caso se está en presencia de una aceptación directa o expresa; en el segundo, existe una
aceptación tácita.
La aceptación tácita es aquella que se desprende de una conducta o actuación del destinatario que no deje
lugar a dudas acerca de su conformidad con el contenido de la oferta.
Generalidades:
Para Maduro (1987), la formación del contrato mediante las declaraciones de voluntad de las partes que
conjugadas integran el consentimiento presenta algunos aspectos que es necesario estudiar para determinar
el momento y el lugar donde el contrato se ha perfeccionado. Tal determinación es importante para poder fijar
el momento en que el contrato produce sus efectos jurídicos, señalar el tribunal competente para conocer y
decidir sobre las diferencias que pueden tener las partes en su ejecución, e indicar otras circunstancias
inherentes a la vida del contrato.
Cuando el contrato se celebra entre personas que están presentes en un mismo momento y lugar, el
problema se simplifica al máximo, pues el momento y lugar en que el contrato se perfecciona serán los
mismos de la celebración del contrato y entonces no habrá dudas acerca de cuándo comienza a producir sus
efectos, ni tampoco acerca del tribunal competente, que será el que tenga la jurisdicción territorial respectiva.
Cuando el contrato se celebra entre personas ausentes o lejanas, entre personas que no se encuentran en un
mismo lugar sino en lugares diferentes, surge en toda su magnitud la necesidad de fijar las circunstancias de
tiempo y lugar señaladas anteriormente.
La doctrina ha enumerado algunas de las circunstancias prácticas que justifican el interés de determinar el
momento de perfeccionamiento del contrato, a saber: Primero: para determinar a partir de qué momento son
exigibles las obligaciones derivadas del contrato; segundo: para saber a partir de cuál fecha corren los lapsos
de caducidad o de prescripción; tercero: para precisar la ley aplicable al contrato cuando entre la fase de la
aceptación y de la notificación ha habido reforma legislativa; cuarto: para poder determinarse cuál es el
Tribunal competente para decidir sobre cuestiones controversiales del contrato.
Solución del Código Civil venezolano para el Perfeccionamiento de los Contratos entre Ausentes:
Dispone el párrafo 1° del artículo 1137: “El contrato se forma tan pronto como el autor de la oferta tiene
conocimiento de la aceptación de la otra parte”.
Ahora bien, ese conocimiento se presume que existe en el instante en que la aceptación llega a la dirección
del oferente (destinatario de la aceptación en este caso). Así lo dispone el párrafo 6° del mismo artículo citado:
“La oferta, la aceptación o la revocación por una cualquiera de las partes, se presumen conocidas desde el
instante en que ellas llegan a la dirección del destinatario, a menos que éste pruebe haberse hallado, sin su
culpa, en la imposibilidad de conocerla”.
El Código Civil venezolano acoge el sistema de la concurrencia de voluntades en la fase o etapa del
conocimiento, pero subordina ese conocimiento al momento de la recepción. Presume que existe ese
conocimiento desde el instante en que la aceptación llega a la dirección del oferente.
La presunción establecida en el párrafo 6° del artículo 1137 del Código Civil es de carácter relativo o juris
tantum. Al destinatario de la aceptación se le permite desvirtuar la presunción de conocimiento demostrando
que sin su culpa estaba en la imposibilidad de conocerla (causa extraña no imputable, enfermedad, ausencia
justificada y otras que corresponde al juez calificar).
Como excepción al principio contemplado en los párrafos 1 ° y 6° del artículo bajo análisis, no se acoge el
sistema de concurrencia de voluntades en los casos de oferta con ejecución previa, contemplados en el
artículo 1l38: “Si a solicitud de quien hace la oferta, o en razón de la naturaleza del negocio, la ejecución por
el aceptante debe preceder a la respuesta, el contrato se forma en el momento y en el lugar en que la
ejecución se ha comenzado. El comienzo de ejecución debe ser comunicado inmediatamente a la otra parte”.
En estos casos, cuando el legislador dispone que el contrato se forma en el momento y lugar en que la
ejecución comienza, está acogiendo el sistema de la coexistencia de voluntades (pues la ejecución se
entiende como una expresión de voluntad) y el momento de la manifestación de esa voluntad, manifestación
expresada por la propia ejecución.
No obstante, nada dice el Código Civil en el caso de que el ejecutante no cumpla la obligación de comunicar
el comienzo de ejecución, como lo ordena el artículo 1138. En opinión de algunos autores, la solución debe
ser similar a la dispuesta en el Código Civil italiano, en el sentido de que el ejecutor deberá reparar los daños
causados por omitir tal aviso.
Por otra parte, el artículo 1137 de nuestro Código Civil dispone en el primer
párrafo que: “El contrato se forma tan pronto como el autor de la oferta tiene
conocimiento de la aceptación de la otra parte”.
Así mismo, el sexto párrafo del mencionado artículo señala: “La oferta, la
aceptación o la revocación por cualquiera de las partes, se presumen conocidas
desde el instante en que ellas llegan a la dirección del destinatario, a menos que
éste pruebe haberse hallado, sin su culpa, en la imposibilidad de conocerla”. Esto
se refiere a que al destinatario de la aceptación se le permite desvirtuar la
presunción de conocimiento demostrando que sin su culpa estaba en la
imposibilidad de conocerla (causa extraña no imputable, enfermedad, ausencia
justificada y otras que corresponde al juez calificar).
CONTRATACION ELECTRONICA
Ahora bien, cuando la Ley de Mensaje de Datos y Firmas Electrónicas define los
mensajes de datos como «toda información inteligible en formato electrónico o
similar que pueda ser almacenada o intercambiada por cualquier medio» (artículo
2), no limita este tipo de mensajes a los emitidos desde un computador u
ordenador personal, ni tampoco al correo electrónico, es decir, el concepto de
mensaje electrónico incluye cualquier forma de comunicación –escrita, hablada o
audiovisual– de la cual se desprendan manifestaciones de voluntad y en el caso
concreto del contrato, la manifestación de voluntad de contratar,
independientemente del «dispositivo electrónico» que sea utilizado –computador,
teléfono celular, etc.–, siempre que tenga un formato electrónico, es decir, cuyo
soporte sea el dispositivo electrónico, por lo cual tampoco importaría el software
de aplicación desde el que se emita ese mensaje. En este punto pareciera ocurrir
una fricción entre las disposiciones del Derecho Civil o Comercial y las de la Ley
de Mensaje de Datos y Firmas Electrónicas por cuanto el mensaje electrónico
puede reproducirse como audio, como texto, como un video o como una
combinación de todos, entonces, la oferta sería recibida de manera verbal o
escrita, sea que se haya enviado un mensaje de voz o escrito. Sin embargo, de la
definición que trae la Ley de Mensaje de Datos y Firmas Electrónicas, se
desprende que el mensaje de datos o mensaje electrónico, es aquel mensaje que
tiene «formato electrónico», es decir, aquel cuyo soporte material es un dispositivo
electrónico. En este sentido, la oferta contenida en el mensaje electrónico o de
datos, no puede considerarse verbal, pero tampoco escrita; es una oferta realizada
a través de un mensaje electrónico, una «oferta electrónica». De lo anterior debe
concluirse que, aunque pudiera discutirse que el mensaje de datos posee la
característica de la inmediatez, no pueden aplicársele las reglas de la oferta verbal
a la que se refiere el Código de Comercio, porque esta implica la inmediatez y la
comunicación simultánea entre el oferente y el destinatario a través de la voz, lo
que no sucede necesariamente y no puede presumirse en el caso del mensaje de
datos. La Ley de Mensaje de Datos y Firmas Electrónicas asimila el mensaje de
datos al mensaje escrito tal como lo establece el artículo 819. Para ello habría dos
explicaciones, ambas plausibles: La primera tiene que ver con la inmediatez y la
simultaneidad: El hecho de que el legislador en la Ley de Mensaje de Datos y
Firmas Electrónicas establezca criterios para determinar cuándo el mensaje de
datos es recibido, permite concluir que se presume que el mensaje de datos, como
el mensaje escrito no es inmediato, y que de serlo –como sucede en la mayoría de
los casos–, las partes no se encuentran interactuando simultáneamente como se
encontrarían en el caso de que su comunicación sea verbal; la segunda tiene que
ver con la ubicación: En virtud de que las partes se encuentran en distintos
lugares, es decir, se trata de personas «ausentes», el mensaje debe ser
«recibido». Sin embargo, las partes podrían estar en la misma ubicación
geográfica e incluso frente a frente intercambiando mensajes para documentar las
manifestaciones de voluntad con relación a un determinado contrato. No obstante,
ello, la doctrina de manera unánime acepta la teoría del contrato entre personas
lejanas «ausentes». En el caso venezolano, cuando la propuesta y la aceptación
se hagan por escrito entre personas lejanas una de la otra, pero en la misma
plaza, la aceptación debe darse dentro de las 24 horas siguientes al conocimiento
de acuerdo con lo previsto por el artículo 111 del Código de Comercio. En cuanto
a la regla del conocimiento de la oferta y de la aceptación, la Ley de Mensaje de
Datos y Firmas Electrónicas prevé una presunción de «recepción», pero no
establece que con la recepción del mensaje se presume el conocimiento. En
cuanto a esto, teniendo en cuenta que se hace referencia, en el caso de la oferta,
a un mensaje de datos que eventualmente obligaría a su emisor, es decir, no se
trata de la atribuir al silencio el valor de la aceptación y que el artículo 13 de la Ley
de Mensaje de Datos y Firmas Electrónicas prevé la figura del «acuse de recibo»,
solo para el caso en el que el emisor del mensaje condicione su obligación a la
recepción de una «señal» de recepción, debe aplicarse la regla del 1137 del
Código Civil, en cuanto a los efectos de la oferta y la aceptación, cuando ellas se
presuman recibidas de la manera prevista en el artículo 11 de la Ley de Mensaje
de Datos y Firmas Electrónicas, dicho de otra manera, debe aplicarse el artículo
1137 a la oferta por la vía electrónica salvo que las partes hayan manifestado lo
contrario expresamente. De lo expuesto anteriormente, se desprende que las
partes solo podrían perfeccionar un contrato por intermedio de mensajes
electrónicos, si «antes» de que se emitiera la oferta o se diera la aceptación,
ambas hubieren acordado «que la oferta y la aceptación se realicen por mensajes
de datos», es decir, que para que se perfeccione el contrato las partes deben
pactar con anterioridad la «forma» de las manifestaciones de voluntad. La norma
vista de esta manera traería como conclusión que la parte interesada tendría que
probar la existencia de un contrato preparatorio, en el cual ambos interesados
hubieren aceptado que los mensajes electrónicos darían lugar al
perfeccionamiento del contrato –una carga más a la ya complicada de probar la
recepción o no de los mensajes electrónicos, que contienen las manifestaciones
de voluntad para formar el contrato electrónico por un lado, lo cual es distinto de la
prueba de la autoría del mensaje de prueba también complicada cuando la firma
electrónica no esté certificada–, teniendo en cuenta que bajo esta lógica, este
contrato preparatorio tampoco podría haber tenido lugar por la vía de mensajes
electrónicos. La anterior interpretación excluye el contrato perfeccionado a través
de la emisión de una oferta por la vía electrónica que, desde el punto de vista
jurídico, esté expresada de la manera y por los medios establecidos en la ley –en
este caso, el electrónico– para el perfeccionamiento del contrato, que no tendría
validez, por cuanto ambas partes no han convenido previamente en que ella la
tenga –la oferta y la aceptación– y mucho menos la tendrá el mensaje electrónico,
en el que de la misma manera, el destinatario haya manifestado su aceptación, lo
cual haría nugatorio cualquier intento de contratación electrónica sin un
preacuerdo que dé validez a la voluntad expresada por esa vía. Además del
mencionado obstáculo, existen contratos que no podrán perfeccionarse por la vía
electrónica, como el «contrato solemne», visto que en este caso se requiere el
cumplimiento de la formalidad ad substantiam a objeto de que este nazca. En el
caso de contratos para los cuales la ley imponga la obligación de registro o
anotación ante notario público a efectos de su oponibilidad a terceros, esta no será
suplida por el contrato perfeccionado por la vía electrónica así la firma electrónica
esté certificada. Ello, por lo menos hasta tanto el Servicio Autónomo de Registros
y Notarías (Saren), implemente la modalidad del registro o autenticación por la vía
electrónica, para lo cual la Ley de Registros y del Notariado le da amplias
facultades. Sin embargo, cuando la ley exige que el contrato conste por escrito a
efectos probatorios, tendrá valor la prueba su celebración por la vía electrónica
siempre y cuando se cumpla el supuesto del artículo 8 de la Ley de Mensaje de
Datos y Firmas Electrónicas: «si la información que éste contiene es accesible
para su ulterior consulta…», por lo tanto, no existiría colisión con el artículo 126
del Código de Comercio, aunado al hecho de la aplicabilidad del principio de
equivalencia funcional. En este supuesto se encontraría, entre otros, el contrato de
cuentas en participación.
Concepto: Según Maduro Luyando (1987), la excepción non Adimpletis contractus (excepción de contrato no
cumplido), llamada también excepción de incumplimiento, es la facultad que tiene la parte de un contrato
bilateral a negarse a cumplir sus obligaciones cuando su contraparte le exige el cumplimiento sin a su vez
haber cumplido. La frase latina exceptio non adimpleti contractus podría llevar al error de considerar que la
institución tiene un origen romano. Sin embargo, en el derecho romano la protección del contratante estaba
asegurada más bien por el derecho de retención a través de la excepción de dolo (exceptio doli) y en mayor
medida por la compensación. En el derecho romano pareciera ser que las consecuencias de la excepción non
adimpleti contractus se obtenían por la aplicación de la cláusula de buena fe. En realidad la
expresión exceptio non adimpleti contractus es medieval (donde, cuando, quien ?) bajo la influencia
del derecho canónico, siendo utilizada por los glosadores a propósito del derecho de retención reconocido al
vendedor, quien puede retener la cosa vendida mientras el comprador no paga el precio.
En La República Bolivariana de Venezuela, su Código Civil lo prescribe de la siguiente manera: Art. 1168.
En los contractos bilaterales, cada contratante puede negarse a ejecutar su obligación si el otro no ejecuta la
suya, a menos que se hayan fijado fechas diferentes para la ejecución de las dos obligaciones.
Fundamento: La llamada exceptio non adimpleti contractus tiene su fundamento en las obligaciones
recíprocas ya que deriva de su cumplimiento simultáneo, y constituye un remedio, basado en la equidad y la
buena fe, para que el deudor de una obligación pueda negarse a cumplir aquello a lo que se obligó en tanto la
contraparte no cumpla u ofrezca cumplir la prestación que a él le debe. Y esta negativa a cumplir será legítima
y apreciada por los Tribunales. Y ello por cuanto parece contrario a la equidad que uno de los obligados que
ni cumple ni ofrece su cumplimiento pueda reclamar, aun teniendo derecho a ello, y exigir el cumplimiento de
lo que le es debido. El artículo 1124 de nuestro Código Civil: establece que la facultad de resolver las
obligaciones se entiende implícita en las recíprocas para el caso de que uno de los obligados no cumpla lo
que le incumbe. Precisamente es la reciprocidad y la interdependencia de las obligaciones que integran la
relación entre las partes la que permite al deudor-acreedor neutralizar provisionalmente la reclamación del
comportamiento por él debido que le dirija el acreedor-deudor, mientras éste no cumpla o esté dispuesto a
cumplir correctamente la prestación por él debida, siempre que sea exigible.
Parece por tanto que el fundamento de esta institución se encuentra en asegurar el mantenimiento de un
equilibrio contractual, que ya se instauró entre las partes desde un primer momento sobre la base de la
equidad y la buena fe, y que podría peligrar en caso de cumplimiento de uno solo de los obligados. También
se basa en asegurar una igualdad del resultado final de la relación obligacional así como una igualdad
durante la fase de ejecución de la relación, ya que es posible que si una de las partes cumple, triunfando así
la acción ejercitada por la otra, y ésta no ha cumplido, el cumplidor estará expuesto a numerosos riesgos
como el de no poder obtener la satisfacción ni siquiera por equivalente económico porque el patrimonio del
deudor sea insuficiente, riesgo de no poder recuperar la prestación ya realizada o riesgo de que la ejecución
de la prestación debida, si el deudor no la lleva a cabo voluntariamente, se haga de imposible ejecución de
forma sobrevenida .
BIBLIOGRAFIA
Aguilar G., J. L. (2009). Contratos y Garantías, Derecho Civil IV. Caracas,
Venezuela: Universidad Católica Andrés Bello.
Código Civil de Venezuela. (1982). Gaceta oficial de la República de Venezuela
N° 2.990. Fecha: Julio 26, de 1982.
Maduro L., E. (1987). Curso de obligaciones, Derecho Civil III. Caracas,
Venezuela: Fondo Editorial Luis Sanojo.
Ossorio, M. (2006). Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales.
Buenos Aires, Argentina: Editorial Heliasta.