Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 87
CLÍNICAS
PSIQUIÁTRICAS
DE NORTEAMÉRICA
SAUNDERS Psychiatr Clin N Am 29 (2006) 87 – 112
Existe un reconocimiento creciente entre los médicos que tratan a individuos que están
traumatizados crónicamente de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastor-
nos Mentales, Cuarta Edición (DSM-IV) [1] no proporciona una categoría diagnóstica
adecuada para recoger el rango completo de sintomatología con el que se presentan fre-
cuentemente estos individuos. El trastorno de personalidad límite (TPL) y el trastorno
por estrés postraumático (TEPT) se suelen considerar como las mejores opciones diag-
nósticas. Sin embargo, solas o juntas, estas categorías no describen el espectro comple-
to de la sintomatología para los individuos que la presentan como resultado de un trau-
ma crónico. Además, no proporcionan una estructura adecuada para comprender la
etiología o cómo tratar a estos individuos. Se necesitan nuevas categorías diagnósticas
para incluir mejor el espectro de constelaciones de síntomas que pueden resultar del
trauma crónico.
Este artículo describe el trabajo de los líderes en el campo del trauma crónico y el
vínculo, y ofrece una idea para la conceptualización del TPL y dos nuevas categorías
*Autor para la correspondencia. Sunnybrook and Women’s College Health Sciences Centre, 76 Grenville
Street, Room 956, Toronto, ON M5S 1B2, Canada.
Dirección electrónica: catherine.classen@sw.ca (C.C. Classen).
87
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 88
88 CATHERINE C. CLASSEN ET AL
Fig. 1. Tres clasificaciones diagnósticas basadas en el patrón de vínculo y en la presencia o la ausencia de abuso
infantil crónico.
Se presenta una reformulación del TEPT complejo [2], también conocido como tras-
torno por estrés extremo no especificado (TDNE) [3], y del TPL. Con el interés de esti-
mular una nueva vía de pensamiento acerca de estos trastornos y su relación entre sí,
y queriendo emplear un lenguaje que describa estos cuadros más exactamente, el término
TPPD se emplea para recoger el TEPT más el TEPT complejo (o TDNE). Este artículo
defiende que el TEPT complejo/TDNE es una adaptación crónica al TEPT y que el trau-
ma crónico, no resuelto en la infancia, da lugar a más que un conjunto de síntomas; real-
mente da forma a la personalidad, cumpliendo la definición de un trastorno de la perso-
nalidad de acuerdo con el DSM-IV. Además, este artículo sostiene que el vínculo
desorganizado está bajo el TPL y, por lo tanto, los síntomas característicos del TPL se
consideran adaptaciones a vivir con un patrón de vínculo desorganizado. Algunas per-
sonas diagnosticadas de TPPD-D están viviendo con las consecuencias del trauma cró-
nico en la infancia y del vínculo desorganizado. Por lo tanto, el TPPD-D es una fusión
del TEPT complejo/TDNE y del TPL. Una persona diagnosticada de un TPPD-O tiene
un patrón de vínculo organizado y también vive con las consecuencias de un trauma cró-
nico en la infancia. Sin embargo, las estrategias de enfrentamiento de esta persona inclu-
yen síntomas relacionados sólo con el TEPT complejo/TDNE y no los síntomas carac-
terísticos del TPL. Los autores eligen dejar la etiqueta del TPL sin cambiarla debido a su
larga historia y su consiguiente familiaridad.
Se presentan dos ejemplos de casos ficticios para apoyar el argumento de la crea-
ción de dos nuevas características diagnósticas, el TPPD-O y el TPPD-D. Esto va
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 89
seguido de una discusión de las limitaciones del TEPT como una clasificación para los
supervivientes del abuso crónico en la infancia y una breve discusión de los problemas
con la categoría diagnóstica del TPL. La investigación que compara el TEPT y el TPL
se presenta y se discute en el contexto de la conceptualización propuesta del TPL y las
clasificaciones del TPPD como organizado o desorganizado. Sigue la discusión de
las condiciones que dan lugar a la aparición de un vínculo desorganizado y la relación
del vínculo desorganizado con el TPL. Se discute el efecto del trauma grave y crónico
en la infancia, incluyendo la respuesta del niño cuando experimenta directamente el
abuso, además de la respuesta del niño al vivir en el entorno abusivo. Se describen las
adaptaciones de la personalidad al trauma crónico grave, que se sugieren como el
resultado del TPPD. El TPPD se discute en el contexto del vínculo. Se describen
los individuos que tienen un patrón de vínculo organizado que muestran un TPPD
(TPPD-O) o los individuos que tienen un patrón de vínculo desorganizado que mues-
tran un TPPD (TPPD-D). Se concluye con el análisis crítico de las implicaciones para
el tratamiento.
Ejemplos de casos
Los dos casos ficticios que se presentan en este artículo están ideados incluyendo los
tipos de casos que los autores han visto que cumplen los criterios del TPPD. El primer
caso ficticio describe a alguien que tiene un patrón de vínculo organizado, ha sido trau-
matizado extensa y crónicamente, y cumple los criterios del TPPD-O. El segundo caso
ficticio describe a alguien que tiene un patrón de vínculo desorganizado, experimentó un
trauma crónico amplio y cumple los criterios del TPPD-D. Al intentar clasificar a estos
supervivientes, sus experiencias complejas se simplifican. Aunque no es posible detallar
todos los modos en que estos individuos fueron traumatizados y abandonados, o los
modos de cómo experimentaron pérdida y deprivación, existen diferencias sutiles
importantes, aunque distintas, entre ambos tipos de pacientes, y estas diferencias deter-
minan el tratamiento y el resultado. Se ofrece la justificación para la categorización de
estos dos casos ficticios con la presentación del argumento para crear estas dos nuevas
categorías diagnósticas.
90 CATHERINE C. CLASSEN ET AL
92 CATHERINE C. CLASSEN ET AL
Estos casos ficticios ilustran las dos categorías del TEPT, una con un vínculo orga-
nizado (Gay) y una con un vínculo desorganizado (Dee). Aunque ambos casos ficticios
comparten la experiencia de un trauma crónico extenso, se diferencian en su historia de
vínculo precoz, la calidad de sus relaciones y las opiniones de sí mismas.
Las diferencias en sus experiencias de vínculo precoz son significativas. Los prime-
ros 6 años de la vida de Gay fueron relativamente estables. Aunque los recursos familia-
res eran limitados y sus padres se preocupaban a menudo de hacer cumplir los objetivos,
ella creía que la amaban. La capacidad de Gay para adaptarse a su entorno precoz y
hacerse «invisible» o «no necesitar nada» le permitía tener una sensación de control para
asegurarse su amor. A pesar de la inseguridad subyacente que la vida en la pobreza puso
en ella, la calidad de su vínculo con sus padres era predecible y benigna. Dee, por el con-
trario, tuvo una madre que estaba distraída y no estaba disponible para ella emocional-
mente debido al alcohol y al duelo. La descripción de Dee de su madre sugiere que no
había resuelto la relación con la muerte de su hijo, lo que, junto con su alcoholismo,
pudo llevar a la madre a comportarse de una forma amenazadora o amenazada respecto
a Dee, favoreciendo un vínculo desorganizado en Dee. Además, su padre también era
alcohólico y la abandonó cuando tenía 3 años de edad, proporcionando de nuevo una
fuente improbable de vínculo seguro y una pérdida precoz significativa.
No resulta sorprendente que Gay y Dee se diferencien en sus patrones de relación.
Debido al fuerte vínculo de Gay con sus padres y las condiciones económicas difíciles
en las que estaba viviendo su familia, Gay aprendió que su seguridad era necesaria para
que se satisfacieran las necesidades de sus padres. A una edad temprana, asumió las car-
gas de su madre demasiado ocupada, aprendiendo que un niño tan útil y con tan pocas
necesidades declaradas era valioso, y reforzando las conductas correspondientes. Dee,
por el contrario, tenía unos antecedentes mucho menos responsables que Gay. Los
padres de Dee no estaban disponibles, eran impredecibles y, a veces, abusivos. La vida
en casa de Dee era caótica y ella aprendió a no fiarse de los adultos para obtener apoyo
emocional o práctico. El abandono alternaba con el castigo y ambos parecían impartidos
al azar y de manera caprichosa.
Estos patrones relacionales precoces se reflejan en las relaciones interpersonales de
ambas mujeres adultas. Dee se sentía enfadada crónicamente y abandonada por la gente
de su alrededor y era incapaz de tener relaciones estables y a largo plazo. Gay se sen-
tía defectuosa y tenía dificultades para defenderse a sí misma y dejaba que las necesida-
des de los demás tuvieran preferencia por delante de las suyas propias. La vida relacio-
nal de Dee era caótica, mientras que la de Gay era consistentemente limitada.
Gay y Dee tuvieron un trauma crónico significativo durante la infancia. Gay expe-
rimentó un abuso extenso por parte de un vecino, que fue secreto y aversivo. Parece
que ha sido amenazador y humillante, lo que ha dado lugar al empleo de defensas
amnésicas y disociativas paralizantes. La vulnerabilidad de Gay al abuso y el silencio
sobre ello también han estado conectados con el sentimiento de que necesitaba prote-
ger a sus padres de dificultades posteriores y era congruente con su sentido paradóji-
co de ser mejor hija porque nunca se quejaba o expresaba sus necesidades. A pesar de
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 93
¿Qué es un trauma?
De acuerdo con el DSM-IV, un suceso traumático ha ocurrido si «la persona experi-
mentó, fue testigo o se enfrentó a un suceso o a varios sucesos que supusieron una
muerte o un daño grave real o en forma de amenaza, o a una amenaza para su integri-
dad física o la de los demás» y «la respuesta de la persona conllevó un intenso miedo,
desesperación u horror». En el caso de los niños, la respuesta «puede ser expresada en
forma de una conducta desorganizada o agitada» [1]. Aunque el DSM ofrece una defi-
nición de un suceso traumático, el concepto de trauma tiende a emplearse de forma
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 94
94 CATHERINE C. CLASSEN ET AL
96 CATHERINE C. CLASSEN ET AL
En línea con la posición de Judith Herman, los autores postulan que por motivos
sociopolíticos los factores ambientales sólo recientemente se han considerado seria-
mente como una explicación etiológica [14]. La colisión de dos desarrollos históricos en
psiquiatría ha hecho posible la identificación de importantes factores etiológicos: 1) la
recogida de datos sobre las elevadas tasas de abuso infantil (especialmente entre las
mujeres) y sus efectos deletéreos, y 2) la creciente apreciación de la teoría del vínculo y
la importancia de los patrones de vínculo para la salud mental. Además, debe recono-
cerse la influencia del movimiento de las mujeres [14] y de los modelos feministas de
tratamiento [26] en el campo del trauma y el impacto que han tenido sobre la compren-
sión del TPL.
Los médicos están ahora en una mejor posición para apreciar el papel del entorno,
en particular del entorno familiar, en el desarrollo del TPL. El TPL es un trastorno pro-
fundamente afectado por el entorno de vínculo precoz y el ambiente relacional más
amplio. El significado del entorno relacional más amplio se extiende más allá de la
madre o el cuidador principal para incluir el posible efecto de padres, hijos, tíos, her-
manas, abuelos, vecinos y otros. Los teóricos reconocen la «destacable resistencia a
reconocer la terrible experiencia precoz de la mayoría de los pacientes límite» [27] y la
resistencia a reconocer la conexión entre el trauma relacional y el vínculo desorganiza-
do en el desarrollo del trastorno [28]. Los autores están de acuerdo, y sostienen, que la
importancia y el efecto del abuso en la infancia y los patrones enormemente afectados
de la comunicación entre los padres y el hijo deben ser reconocidos y comprendidos en
el contexto del entorno de vínculo específico para tener una apreciación completa de
este trastorno.
98 CATHERINE C. CLASSEN ET AL
infancia es el precursor del desarrollo de los esquemas del yo con otros disociados que
se encuentra en el TPL [19,36]. La manifestación de los esquemas del yo con otros diso-
ciados se denomina «división».
Existe un consenso creciente en que el vínculo desorganizado está en la base del TPL
[5,18,19,36-38]. El fallo profundo del cuidador para ajustarse a las necesidades del niño
da lugar a una incapacidad para integrar las representaciones del yo con otros [41] y las
deficiencias en las capacidades autorreflexivas y metacognitivas [41,42] y en la autorre-
gulación [41]. En el modelo de los autores, estas dificultades son evidentes en el TPL y
en el TPPD-D. Desgraciadamente, los individuos que tienen un TPPD-D tienen una
carga añadida de tener que tratar con el impacto psicológico de un trauma crónico más
extenso, lo que implica una mayor carga de temor y las dificultades asociadas al hecho
de tener un cuidador principal atemorizado y atemorizador.
A veces, esto puede dar lugar a un trastorno disociativo, como un trastorno de identi-
dad disociativo. En otros casos, puede dar lugar a TPPD o un trastorno disociativo
comórbido y TPPD.
ficativamente por la necesidad de una mente para manejar afectos inestables y cam-
biantes y sus consecuencias psicológicas. La afectación en la capacidad de adaptarse y
crecer, especialmente durante los años formativos de la infancia, da lugar al desarrollo
de un trastorno de la personalidad, porque los individuos son forzados, en un sentido,
a acomodarse o a crecer alrededor de estas estrategias defensivas y experiencias no pro-
cesadas. Para emplear una frase especialmente apropiada del psicólogo del desarrollo
Kurt Fischer, esto lleva a los niños a «crecer de una forma extraña» [50], lo que da lugar
a TPPD.
Los autores sostienen que el TPPD cumple la definición del DSM-IV de un tras-
torno de la personalidad, que se define como «un patrón duradero de experiencia inte-
rior y conducta que se desvía de forma marcada de las expectativas de la cultura del
individuo, es omnipresente e inflexible, tiene su inicio en la adolescencia o en la vida
adulta temprana, es estable en el tiempo y da lugar a angustia o afectación» [1]. Cre-
cer en el contexto del trauma infantil crónico tiene un efecto implacable sobre el sen-
tido del yo y del mundo del niño. Ayoub y Fischer describen a los niños maltratados
como que están en un camino del desarrollo «diferente» [51]. El autosistema en de-
sarrollo de alguna forma debe acomodar la experiencia de la traumatización crónica,
incluyendo las estrategias defensivas aprendidas a lo largo del camino. Los autores
sostienen en este artículo que esta vía del desarrollo diferente da forma a la experien-
cia interior y a las conductas de un superviviente del abuso, ocasionando angustia y
afectación persistentes.
Los adultos con TPPD-O tienen menos probabilidad de mostrar patrones de vínculo de
tipo D en la Entrevista de Vínculo del Adulto, y más probabilidad de mostrar patrones
seguros, evitativos o ambivalentes ansiosos. Como se ha analizado previamente, las
defensas disociativas son frecuentes en los niños que no pueden escapar a los abusos
sexual y físico por parte de un adulto. En estos niños, se añade una capa de defensas
disociativas debido a su necesidad de evitar conocer lo que saben. Necesitan ocultar la
causa de su estado de temor a su conciencia autorreflexiva. Sin la ayuda de otro, estos
sucesos traumáticos no pueden ser conocidos y contenidos dentro de la mente de un
niño. Si el trauma nunca fue reconocido por otras personas significativas en la vida de
un niño, como en el caso del abuso sexual de Gay, Stern [52] afirma: «esta experiencia
es eliminada antes de su articulación; permanece sin desarrollarse... y es excluida del
sistema del yo, junto con cualquier implicación que pudiera tener». Stern et al llevan
esta idea un paso más allá: la experiencia no desarrollada permanece como una parte
del sistema del yo, pero de una manera no formulada, y da lugar al crecimiento del niño
a lo largo de un camino de desarrollo anormal [53,54]. Por ejemplo, se vuelve cada vez
más importante para la integridad del yo no saber que hay algo terrible que no es cono-
cido. Con un cuidador no seguro para detener el abuso y ayudar a comprenderlo y refle-
jarlo, el niño no puede permitirse él mismo «conocer» lo que ocurrió y, como resultado
de ello, los sucesos no pueden ser integrados completamente. En cambio, los sucesos
quedan no señalados y desconocidos, y los efectos del terror, la culpa y la ira se man-
tienen a raya por el desprendimiento y la compartimentación final de la experiencia
interior [55].
Esta inhibición compleja deja grandes partes del pasado del niño no integradas e
individuos con TPPD-O en estados de conciencia crónica del miedo. La huida, la lucha
y las defensas disociativas se desencadenan fácilmente. Esto da lugar a una incapacidad
para atender adecuadamente a la experiencia del presente. La experiencia del miedo y su
invalidación o invisibilidad para un cuidador se convierten en la base para la autoculpa-
bilización del niño y las explicaciones culpabilizadoras de las experiencias traumáticas
no verbalizadas. El niño pasa a creer que el abuso era merecido, que el perpetrador reco-
noció su naturaleza central sucia y desechable, confirmada por el hecho de que nadie
intervino. El sentido de un yo dañado secretamente da lugar a la interpretación de indi-
caciones internas a través de esta creencia en la maldad; querer o necesitar, por ejemplo,
es ridiculizado por los individuos como vergonzoso o molesto. Las relaciones con otras
personas pueden parecer ir bien superficialmente, pero para una persona traumatizada a
la que ofrecen poca calidez e intimidad. Son filtradas a través de la lente de un yo que
cree que es profundamente indigno.
Aunque algunas de estas adaptaciones pueden parecer análogas a los fenómenos
límite, a pesar de las similitudes y el solapamiento entre el TPPD-O y el TPL, existen
algunas diferencias importantes. Basándose en las observaciones clínicas de Luxenburg
et al [15], los individuos con TPPD-O, en oposición a los que padecen TPL, tienen
menos capacidad para experimentar o mantener el acceso a emociones positivas. Aun-
que los individuos con TPL pueden oscilar desde los sentimientos positivos intensos
asociados con la idealización de los demás hasta sentimientos negativos intensos aso-
ciados con la denigración de los demás, los individuos con TPPD-O tienden a sentirse
más negativos en general debido a su autonegación, formada por la necesidad más pre-
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 103
sionante de manejar y aplacar a los otros. Son más evitativos de los demás, mientras
que los individuos con TPL están más centrados en la aproximación. En los pacientes
con TPPD-O, el empleo de la evitación en su respuesta al temor de la reactivación del
trauma explica, además, la respuesta más fóbica frente a los demás, en contraste con las
implicaciones complejas y contenciosas de los individuos con TPL. Los individuos con
TPPD-O intentan regular sus estados de afecto solos y no con la ayuda de los demás,
aunque, paradójicamente, aprenden a dirigir su atención hacia fuera para controlar su
entorno, incluyendo a las otras personas. Aprenden a complacer, aplacar y dirigir a los
demás para evitar el conflicto. Por lo tanto, superficialmente pueden parecer agrada-
bles. Tienden a sentirse extremadamente ansiosos en presencia de los demás, buscando
crónicamente los signos de peligro. La disociación no es breve y transitoria como en el
TPL, sino que es un estado crónico y frecuente en el TPPD. Finalmente, aunque su sen-
tido del yo es menos confuso que en el TPL, la autoabnegación, el temor y las defensas
disociativas crónicas refuerzan los sentimientos permanentes de daño y la alienación de
los demás.
paciente que padece TPPD-O y una que padece TPPD-D, se emplean para ilustrar los
casos clínicos.
Existen tres fases del tratamiento que se utilizan habitualmente para dirigir el tra-
tamiento de los individuos traumatizados [14,24]. La primera fase se refiere a la esta-
bilización de los pacientes. La segunda fase implica centrarse específicamente en las
experiencias traumáticas pasadas que permanecen no integradas. Las técnicas dirigi-
das a ayudar a los pacientes para asimilar cualquier cosa que no esté procesada
o reflejada en su pasado suelen emplearse en este punto del tratamiento. La tercera
fase implica la reentrada de los individuos en sus vidas después de comprender y con-
formarse con su pasado traumático. Existe una reorganización de las defensas y de
las capacidades de enfrentamiento después del tratamiento de los estados de temor
crónicos. En consecuencia, las elecciones vitales, los planes y las relaciones adop-
tan una calidad y un énfasis diferentes, como si toda la vida fuese recuperada y repro-
cesada de nuevo.
Primera fase
Centrándose en la fase de estabilización de los pacientes con TPPD-O o TPPD-D,
requiere una atención precoz a sus fenómenos disociativos. Aunque estos pacientes tie-
nen múltiples síntomas y dificultades, se puede hacer poco trabajo útil hasta que dis-
minuye su temor a permanecer implicados en su experiencia presente. La terapia para
estos dos tipos de pacientes tiene un mayor foco en tener una sensación de base y pre-
sente de seguridad que en los pacientes con TPL, que están encerrados menos crónica-
mente en estados de temor. Para los pacientes, como Gay y Dee, desarrollar la capaci-
dad de estar en el presente y conectados, y atender a sus reacciones somáticas,
emocionales y cognitivas es el componente esencial para empezar el trabajo terapéuti-
co. La estabilización de Dee incluye ayudarla a liberarse del consumo de sustancias,
generalmente en conjunción con un fármaco especializado y un equipo y un programa
de adicción.
Gay (TPPD-O) es un ejemplo de una mujer cuyo miedo crónico es «invisible», aun-
que superficialmente ella no parece tener miedo, es su experiencia subjetiva la mayor
parte del tiempo, especialmente en compañía de otra persona. Permanece desprendida y
fuera de su sentido objetivo del yo la mayor parte del tiempo porque está atemorizada la
mayor parte del tiempo. A todo el mundo le gustaba Gay en el programa del trauma; era
complaciente y agradable. Ella parecía escuchar, saludaba y sonreía ligeramente, y era
tranquila y amable. Gay no era capaz de mostrar ningún sentido reflexivo del yo que
fuese capaz de considerar si realmente estaba de acuerdo o no con lo que se le decía. No
podía captar la buena voluntad y el cariño que los demás mostraban hacia ella. Es fácil
para los terapeutas sin experiencia pasar por alto lo efectivamente que los pacientes con
TPPD-O «esconden en una simple mirada», lo que significa que sus estados de temor
crónicos pasan desapercibidos e inaparentes para los demás. Su sentido del yo, profun-
damente negativo, excluye, además, casi cualquier familiaridad con la tolerancia del
afecto positivo. La experiencia en este caso enseña que, a menudo, los médicos no saben
lo bien que sus pacientes camuflan su miedo. Preguntar directamente por su angustia
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 106
tía de seguridad. Para los pacientes con TPPD-D o TPPD-O, se discute el papel de hos-
pitalizaciones voluntarias breves como una forma de cortocircuitar los intentos de sui-
cidio. Para los pacientes que tienen un TPPD-O, a menudo esto adopta la forma de
un contrato antisuicidio de común acuerdo más formal, porque tienen muchos más re-
cursos relacionales.
Cuando Gay y Dee alcanzan una medida de estabilidad biopsicosocial, que puede
implicar el empleo prudente de los psicotrópicos, sus diferencias empiezan a hacerse
más evidentes. Cuando Gay consiguió un grado modesto de estabilidad (discutido
previamente), sorprendió a los terapeutas siendo capaz de divorciarse de su marido
abusivo y buscar a su hijo con el que estaba enemistada, acciones que Gay había que-
rido hacer desde hacía años. Cuando el entumecimiento disociativo de Dee empezó a
remitir, necesitó considerablemente más atención en la estructura y los límites del tra-
tamiento y en su relación con el terapeuta. La presencia de afecto era amenazadora y
desestabilizadora. Necesitaba aprender a identificar los sentimientos y cómo tolerar-
los y resolverlos. El fallo de Dee para establecerse y trabajar en la terapia molestaba a
su terapeuta, que, además, comprendió que con menos disociación estaba emergiendo
el patrón relacional crónico de Dee. Dee se comportaba con su terapeuta igual como
había aprendido a comportarse con su madre, su padrastro y sus novios. Su estrategia
de evitación de la aproximación se desarrollaba como un sentimiento positivo duran-
te un minuto con su terapeuta y reprendiéndole, enfadada, el siguiente, como si una
relación consistente tranquila fuera menos previsible o incluso amenazadora. Esto
debía ser señalado amablemente y a menudo a Dee, y el terapeuta le sugería que sus
palabras devaluadoras eran quizás un golpe preventivo, una protección frente a ser
abandonada.
El fallo en reconocer y explorar estas repeticiones relacionales de los fallos empáti-
cos precoces puede llevar a los pacientes a abandonar el tratamiento o a estar cada vez
más enfadados y molestos con él, pero nunca a quedarse y trabajar realmente o a irse
físicamente. Para los pacientes con TPPD-D, el desafío es desarrollar una dependencia
positiva o una confianza saludable con el terapeuta. Puede resultar fácil para los tera-
peutas caer en la trampa de ver a un paciente como Dee como si tuviera sólo un TPL o
como si tuviera sólo un TPPD-O. Con un tipo de mala interpretación de la necesidad de
un paciente para modular los afectos y la distancia relacional, la adaptación de un
paciente a la presencia de temor crónico está infrarreconocida; con el otro tipo, su nece-
sidad de más trabajo ajustado relacional se pasa por alto.
Segunda fase
En la segunda fase, trabajar mediante las recogidas de la experiencia traumática puede
empezar con ambos tipos de pacientes con TPPD mientras tienen un sentido relativa-
mente más estable del yo en tratamiento y una preparación continuada para priorizar la
estabilidad sobre el trabajo del trauma en cualquier momento. Esto se adquiere en parte
de forma más fiable en el grupo que padece un TPPD-O. La estabilidad en la segunda
fase requiere que se valore cualquier intento por explorar el pasado para garantizar que
los cambios entre los estados de hiperalerta e hipoalerta conectados con la disociación
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 108
Tercera fase
La tercera fase para los pacientes con TPPD-O o TPPD-D requiere un trabajo conti-
nuado, claro, de mantener la relación fuera de la terapia. Los pacientes que sufren trau-
ma crónico suelen ser fóbicos a cualquier tipo de relación, en particular las relaciones
íntimas. La relación terapéutica es central para la terapia en los tres grupos de pacien-
tes en esta discusión. Para los pacientes con TPPD-O o TPPD-D, los terapeutas necesi-
tan constantemente encontrar caminos para desafiar su confianza en la terapia como un
sustituto relacional de los lazos sociales fuera de la sala de la consulta. La resolución de
problemas de los detalles de las nuevas relaciones y la competencia relacional inter-
personal son útiles con pacientes que padecen TPPD. Sin embargo, la tercera fase para
el TPPD requiere un enfoque adicional en el desarrollo de un sentido cohesivo del yo y
tolerancia para estar solo. Al haberse confiado tan fuertemente en representaciones
relacionales caóticas por una sensación de familiaridad, se requiere un estímulo tera-
péutico para ayudar a los pacientes a desarrollar un sentido del yo que pueda existir
establemente sin la necesidad de relaciones ambivalentes intensas. En esta etapa es útil
centrarse en el trabajo o la escuela. Con el TPPD-O y el TPPD-D, existe un período en
la tercera fase en la que los beneficios claros para el paciente pueden hacerse evidentes
tanto para él como para el terapeuta. Paradójicamente, esta experiencia que puede pro-
vocar ansiedad, un tipo de reproche del último día, cuando el regreso a la (mal)adapta-
ción previa ya no es posible y la experiencia de beneficios relativos en la salud psi-
cológica es demasiado frágil para contar con ellos de forma segura. Sin embargo, los
pacientes, al seguir estos pasos con la ayuda del terapeuta, desarrollan experiencia y
confianza para construir una vida en la que valga la pena vivir e ir hacia la finalización
de la terapia.
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 109
Resumen
Este artículo propone dos nuevas categorías diagnósticas que pretenden recoger el
espectro completo de las consecuencias que pueden surgir como resultado del trauma
infantil crónico. Aunque el TEPT complejo (o TDNE) pretende reflejar las conse-
cuencias del trauma crónico, los dominios que describe el TDNE se caracterizan más
exactamente como un trastorno de la personalidad, más específicamente, un TPPD.
Además, hay dos tipos de TPPD, uno que incluye un vínculo organizado y otro que
incluye un vínculo desorganizado, ambos determinados por las experiencias de víncu-
lo tempranas. Ambos están asociados con el TEPT. El TPPD-D es la categoría que
representa el cuadro comórbido del TPL y el TDNE. De forma alternativa, el TPPD-O
representa el TDNE sin el TPL. Comprender el efecto del trauma crónico en el con-
texto del vínculo organizado o desorganizado tiene implicaciones específicas en el tra-
tamiento del paciente.
Este modelo se ofrece como un vehículo para favorecer el pensamiento colectivo de
los autores y comprender las consecuencias de la traumatización crónica. También tie-
nen la esperanza de que este modelo estimule la investigación en un esfuerzo por probar
su validez y, finalmente, que ayude a documentar la práctica clínica.
Bibliografía
Documento descargado de http://www.elsevier.es el 08/12/2012. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
087-112 Psiq1 28/11/06 15:08 Página 110