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Urquiza, el abanderado de la educación popular

Escrito por Alberto Pierotti


Jueves 31 de Marzo de 2011 09:30

Nunca rendiremos suficiente tributo a don Justo José de Urquiza por el compromiso que
asumió en la faz institucional, social y pública con la educación, con la formación de una
sociedad mas armónica, con el destierro de los vicios y con todo lo que propendiera a la
elevación del ser humano.

Su bandera, y su programa de gobierno se sintetiza en lo que en su tiempo se englobaba con


el término “el adelanto del país” y con el concepto positivista de “el progreso”. El
sesquicentenario de una de las incontables escuelas que le debe la provincia, la actual N 5
Nicolás Rodríguez Peña de San José, es una buena oportunidad para recordarlo.

Sólo los ignorantes, hay que decirlo con claridad para entendernos, y algunas personas con
actitudes aviesas, pueden negar o pretender enlodar el compromiso, como funcionario público,
de don Justo José de Urquiza con la educación popular y el desarrollo general de la provincia y
durante su presidencia, de la Confederación Argentina. Compromiso inspirado, en gran
medida, en su profunda profesión de fe de iniciado masón, mal les pese a quienes pretenden
pasarlo por alto, o mencionarlo como una nota a pie de página y sin importancia,. Tal es la
realidad histórica.

Pero Urquiza, más allá de las ideologías de moda, o de las sugerencias de su círculo aúlico de
consulta –integrado por preclaras figuras de la talla de Marcos Sastre, su hermano Cipriano,
Ángel Elías, Francisco Seguí, Salvador Ximenes, Alberdi, el prócer de mayo, don Vicente

López y Planes, Benjamín Victorica, José Miguel Galán, un par de sacerdotes, Luis de la Peña,
los hermanos

Sagastume (en los últimos años de su vida) y hasta Alberdi, no varió un ápice el compromiso
que mostró desde su temprana juventud con la educación y la formación de su pueblo.

Con un concepto paternal del ejercicio del gobierno, Urquiza se preocupó un poco por todos los
aspectos que a su entender hacían a un pueblo honesto y bueno. Y lo hizo, como no podía ser
de otra manera, desde la visión de un hombre extremadamente trabajador y alejado de vicios.
Urquiza, de vida frugal, e inagotable vitalidad ( lo asesinaron casi a los 70 años de edad, lo que

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se consideraba extrema ancianidad a mediados del siglo XIX) no dejó de abrir escuelas hasta
el último día de su vida; en particular en estas tierras que hoy son Colón y por las que cabalgó
de niño en la primera década del 1800, cerca del Oratorio San José, donde el Padre José
Basilio López le transmitió los rudimentos de la educación a él mismo .

Para Urquiza adulto, y hombre público, estos continuaron siendo sus pagos, los de la infancia.

Su riqueza, sus inmensos bienes de latifundista, sus negocios, su ambición, pertenecen a otra
esfera de su accionar, y no tienen nada que ver con el Urquiza funcionario público, un hombre
preocupado por la educación de todo su pueblo.

Urquiza, el diputado de 25 años de edad

Justo José de Urquiza tuvo una dilatadísima vida pública, que estrenó en 1826 cuando lo
eligieron diputado por el Departamento Uruguay el 4 de julio. Nunca más, aún cuando le tocó
en 1831 el exilio en “Sandú” y en otros pueblos y villorrios de la Banda Oriental, dejaría la
actividad pública hasta el 11 de abril de 1870 en que lo asesinaron ejerciendo la primera
magistratura de la provincia.

Pues bien, como más allá de los avatares, cambios de gobiernos e ideologías y programas de
moda a lo largo del siglo XIX, Urquiza siempre tuvo entre sus prioridades la educación popular,
tal como lo demostró desde el 18 de agosto de 1826, cuando lo eligieron Presidente de la
Legislatura Entrerriana con 25 años de edad.

Además de dar un discurso que todos deberían leer sobre el sistema republicano
representativo federal, y ocuparse de mejorar las ciudades de la provincia, pobló de escuelas la
geografía aún indómita, que se crearon en tal lapso. Pocos, antes y después, mostraron tal
preocupación en esa esfera del gobierno.

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La educación

Y lo siguió haciendo cuando desde 1832, fue Comandante del Segundo Departamento
Principal ( es decir Uruguay), una especie de Vicegobernador, y claro está, desde diciembre de
1841, cuando accedió a la gobernación de la provincia de Entre Ríos.

Los primeros años de su gestión fueron muy difíciles, porque debió sobrellevar una invasión de
fuerzas unitarias del General José María “El Manco” Paz y desde ese momento y hasta 1847,
descender muy pocas veces del caballo, en pie de guerra siempre, en campañas en toda la
provincia, en Corrientes y por toda la actual República Oriental del Uruguay.

Pero apenas queda como claro “árbitro del litoral” después de la victoriosa última campaña a
Corrientes, en 1847, se observa un cambio radical y tanto en su vida privada, como pública,
parece intentar correr contra reloj para recuperar el tiempo perdido por las guerras civiles y del
Cono Sur en las que se vio envuelto y que sin lugar ninguno a dudas podemos decir que
detestaba.

Como buen hombre de negocios, y como estadista de alma, la guerra es el peor mal que podía
sufrir y el peor remedio para suprimirlo.

Por eso, junto con una vertiginosa expansión de la masonería a partir de 1847, el
establecimiento, elección e inicio de los grandes trabajos de lo que con el tiempo ha venido a
conocerse como el Palacio San José, y la expansión de sus negocios (Urquiza, contra los que
muchos creen, si bien era un hombre acaudalado y terrateniente, se hizo latifundista con más
de 900 mil hectáreas, sólo a partir del 1850) en la faz pública, dictó cientos de decretos,
resoluciones, reglamentos y disposiciones por año, a un ritmo asombroso.

Son los tiempos de las numerosas disposiciones y hasta una “Ley de Vagos”, comentadas en
la actualidad en broma, pero apenas conocida y menos meditada, los de la persecución a los
curanderos, a las pulperías volantes ( porque no sólo había fijas, sino en carromatos, siguiendo

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las tropillas en la provincia), el juego clandestino, las riñas de gallos, las carreras cuadreras, y
por supuesto los juegos de lotería y hasta … ¡ los de Carnaval!. Todos quedaron prohibidos y
severamente penados y multados.

Por una ironía del destino fue en Gualeguaychú donde dictó el decreto de prohibición del juego
de carnaval, el 21 de octubre de 1848 . Lo calificó de “bárbara costumbre”, “inmoral” que se
contraponía al “actual siglo de luces”.

Es el tiempo en el que en los estudios secundarios y superiores, creó el Colegio de Estudios


Preparatorios, después Colegio del Uruguay, otro en Paraná, elevó el nivel de las escuelas
primarias de las ciudades cabeceras del departamento, que se desdoblaron y pasaron a ser de
varones y de mujeres, y del establecimiento de decenas y decenas de escuelas de campaña,
rurales y de pequeñas villas. Son algunos de los colaboradores Felipe Argentó y Lorenzo
Jordana, entre otros. Incluso hace traer maestros de Buenos Aires para suplir las serias
falencias de algunos de los que actuaban por entonces en la provincia, sobre todo en la
Campaña.

El General Urdinarrain es el encargado de cumplir sus disposiciones en ese sentido.

El 1 de octubre de 1850 designa a Marcos Sastre Inspector General de Primeras Letras,


entonces el autor del Tempe Argentino y quien fuera dueño del “Salón Literario”, donde asistían
Alberdi y Echeverría, entre otros, se trasladada la provincia, donde había vivido de niño en
Concepción del Uruguay.

Creó escuelas de campaña por doquier, y en el actual departamento Colón ( donde en 1820 ya
había funcionado una en los Pagos del Perucho Berna), estableció una en el Arroyo Grande y
otra en el Paso Pai-Sandú), en las costas del Arroyo Pelado.

Al menos un niño por familia, entre los 8 y los 14 años de edad, de acuerdo con lo que se ha
podido ver en los censos de población de 1849, 1857, 1859 y 1861, concurrían a las mismas
que funcionaban en edificios de madera, construídos especialmente en 1848 para tal fin.

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La imprenta de don Isidoro de María, afincado en la provincia, apenas alcanzaba para imprimir
los libros de instrucción, que proveía gratuitamente el gobierno de la provincia a los educandos.
Cartillas de Silabarios, Métodos Prácticos, Obligaciones del Hombre, “El amigo de los niños”,
“La gramática Castellana”, “Aritmética”,

“Catecismo de Geografía” y “El Catecismo de doctrina por el padre Astete, son algunos de los
miles de libros publicados.

La educación femenina

Además, cabe señalarlo, creóescuelas de niñas primero en Paraná, y después en Concepción


del Uruguay, donde las alumnas concurrían en doble turno, para aprender no sólo educación
formal, sino capacitarse en talleres de manualidades y distintas tareas del hogar, bajo la
estricta supervisión de una comisión de honorables damas de cada sociedad local. En las
escuelas de campaña, en los primeros ciclos, la educación era para varones.

6 de junio de 1861: la “Escuela Pública de Educación Primaria” de la Colonia San José

La llegada de las oleadas de los inmigrantes alpinos, tras el arribo de los primeros “530”,
incrementó rápidamente la población de estos partidos. A los casi 1500 habitantes criollos
nacidos en la provincia, en las Misiones, en el Uruguay, Brasil y Paraguay que vivían en aquel
momento, se sumaron estos, que una década mas tarde, eran más de dos mil en las
concesiones y en la naciente Villa de Colón.

Por eso y ante el insistente pedido del administrador de la Colonia

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Alejo Peyret en numerosas cartas, vocero de la inquietud de los padres que veían a sus hijos
sin educación formal, en el presupuesto general de la provincia aprobado el 29 de abril de
1861, se dispuso la asignación a una escuela de San José, de $ 1920 anuales, para pagar el
sueldo de $ 50 mensuales de un preceptor y de una preceptora, y de dos ayudantes que
percíbían $ 25 mensuales. Además para los útiles.

La escuela había iniciado las actividades unos días antes, el 1 de abril de 1861.

El 6 de junio de ese año, el Ministro Luis J. De la Peña y el Gobernador

Justo José de Urquiza decretaron la erección de la Escuela “pública de instrucción primaria”

sostenida por el gobierno “deseando proteger la educación del crecido número de niños que
reúne ya la expresada colonia” Fue primer preceptor el profesor de enseñanza primaria Pablo
Lantelme, y ayudante su hijo, Ambrosio Lantelme ( este al año siguiente se hizo cargo de la
Escuela de C. del Uruguay donde después fue agrimensor).

Se había dispuesto que “la escuela serviría a la instrucción de niños de ambos sexos, mientras
no sea establecida una escuela especial para las niñas”.

Poco tiempo después, en otro adelanto para la época, se estableció

que “la provisión de preceptores y ayudantes se realizará por concurso de oposición” Esta
escuela de la Colonia San José se consideró de “Enseñanza Elemental”, y su programa de
estudios se integró con : religión, lectura, gramática, aritmética y materias como “geografía,
estudio especial de la geografía de la provincia”, “Constitución de la Provincia” y “Urbanidad”.

Recién después el gobierno provincial dotó a la colonia de otras instituciones y funciones, como

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la Policía ( 1862) y el Juzgado de Paz, la Municipalidad y el templo .

Todo esto muestra, la importancia, dada a la educación, y desde 1862 se presupuestó la


asignación para Escuela de Niñas y otra de Varones.

Hablando varios idiomas, pero con un creciente sentimiento de pertenencia a la tierra que los
había recibido y donde ya algunos habían nacido, comenzaron estos niños a escribir la historia
grande del establecimiento que hoy celebra el sesquicentenario de su apertura, rindiendo un
merecido homenaje al hombre que nunca dejó de pensar que la educación nos elevaría como
personas mas íntegras, probas y buenas.

Nota : Este artículo contiene algunas esbozos de un libro en varios tomos en preparación sobre
la historia integral del departamento Colón y la región “ de Palmares”.

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