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DON MARQUIS
POR QUÉ EL ABORTO ES INMORAL
1
Feinberg, “Abortion”, en: Matters of Life and Death: New Introductory Essays in
Moral Philosophy, Tom Regan (ed.) (New York: Random House, 1986), págs. 256-93;
Tooley, “Abortion and Infanticide”, Philosophy and Public Affairs, 2, 1 (1972), págs.
37-65; Tooley, Abortion and Infanticide (New York: Oxford, 1984); Warren, “On the
Moral and Legal Status of Abortion”, The Monist, 57, 1 (1973), págs. 43-71;Engelhardt,
“The Ontology of Abortion”, Ethics, 84, 3 (1974), págs. 217-34; Sumner, Abortion and
Moral Theory (Princeton: Princeton U. P., 1981); Noonan, “An Almost Absolute Value
in History”, en: The Morality of Abortion: Legal and Historical Perspectives, Noonan
(ed.) (Cambridge, Mass.: Harvard U. P., 1970); y Devine, The Ethics of Homicide
(Ithaca: Cornell, 1978).
2
I
Una presentación sumaria de los argumentos habituales antiabortistas y proabor-
tistas muestra que dichos argumentos poseen ciertas semejanzas que explican por qué
los partidarios de estos puntos de vista están tan convencidos de la validez de los mis-
mos, por qué no consiguen convencer a sus oponentes y por qué, para los demás, el
asunto parece irresoluble. Un análisis de la naturaleza de esta situación de empate indica
una estrategia para superarla.
Piénsese en el modo en que argumenta un típico antiabortista. Argumenta o
afirma que la vida está presente desde el momento mismo de la concepción, o bien que
los fetos son como niños, o bien que poseen alguna característica como, por ejemplo, un
código genético que es a la vez necesario y suficiente para que sean seres humanos. Los
antiabortistas creen que (1) la verdad de todas estas tesis es bastante evidente; y que (2)
la demostración de una cualquiera de estas tesis bastará para mostrar que el aborto es
moralmente equivalente al asesinato.
La estrategia proabortista se parece bastante. El proabortista argumenta o afirma
que los fetos no son personas, o bien que los fetos no son agentes racionales, o bien que
los fetos no son seres sociales. Los proabortistas creen que (1) la verdad de todas estas
tesis es bastante evidente; y que (2) la demostración de una cualquiera de estas tesis
bastará para mostrar que el aborto no es una forma incorrecta de dar muerte.
De hecho, tanto las tesis de unos como las de otros parecen verdaderas, aunque
la tesis de que “los fetos son como niños” es más difícil de demostrar al principio del
embarazo. Parece que estamos ante un empate. ¿Se puede deshacer?
Como cualquiera que conozca algo de lógica sabe, para que alguno de estos ar-
gumentos sea un buen argumento se necesita no solo una tesis que señale una cualidad
del feto, sino también algún principio moral general que vincule tal cualidad a tener un
derecho a la vida o a no tenerlo; o bien, con alguna otra cualidad moral que conlleve la
obligación de no acabar con la vida del feto o que no conlleve tal obligación. Según
esto, hay que completar tanto los argumentos de los antiabortistas como los de los proa-
bortistas antes de que podamos juzgarlos adecuados.
Fijémonos en lo que cada uno de los partidarios respondería. El antiabortista sos-
tendrá que su punto de vista se apoya en principios morales de general aceptación como
“es siempre prima facie moralmente incorrecto quitar la vida humana”, o “es siempre
prima facie moralmente incorrecto acabar con la vida de un niño”. Dado que se trata de
principios morales de general aceptación, su punto de vista no es claramente erróneo. El
proabortista sostendrá que su punto de vista se apoya en principios morales de general
aceptación tales como “el ser persona es lo que hace que un individuo tenga un valor
moral intrínseco”, o “lo que es moralmente incorrecto prima facie es quitarle la vida a
un miembro de la humanidad”. Dado que se trata de principios morales de general acep-
3
2
Para ver interesantes discusiones de este asunto, cfr. Warren Quinn, “Abortion: Iden-
tity and Loss”, Philosophy and Public Affairs, 13, 1 (1984), págs. 24-54; y Lawrence C.
Becker, “Human Being: The Boundaries of the Concept”, Philosophy and Public Af-
fairs, 4, 4 (1975), págs. 334-59.
3
Por ejemplo, cfr mi “Ethics and the Elderly: Some Problems”, en: Stuart Spicker,
Kathleen Woodward, y David Tassel (eds.), Aging and the Elderly: Humanistic Per-
spectives in Gerontology (Atlantic Highlands, NJ: Humanities, 1978), págs. 341-55.
4
Cfr. Warren, op. cit., y Tooley, “Abortion and Infanticide”.
5
5
El tratamiento de este asunto por parte de Warren muestra esta debilidad fatal.
6
embargo, estas personas no son racionales. Hablamos de los derechos de los que están
inconscientes temporalmente, El Tribuna Supremo de New Jersey fundamentó su deci-
sión en el caso Quinlan en el derecho a la intimidad que tenía Karen Ann Quinlan, aun-
que era claro que no iba a salir de un estado de inconsciencia. De aquí que la tesis de
Feinberg de que tener derechos implica el ser consciente es, a primera vista, claramente
falsa.
Está claro que no tendría sentido atribuir derechos a un ser que nunca a lo largo
de su historia natural hubiera tenido ciertos rasgos psicológicos. Esta modesta vincula-
ción entre personalidad psicológica y moral permitiría que Karen Ann Quinlan y todos
los que están temporalmente inconscientes los tengan. Pero ello mismo permitiría que
los tuvieran los fetos. De modo que no serviría para la finalidad de la defensa del aborto
de Feinberg. En consecuencia, parece que al proabortista le será tan difícil establecer un
vínculo ente la personalidad psicológica y la personalidad en el sentido moral como al
antiabortista establecer un vínculo entre ser un ser humano biológico y ser un ser huma-
no en el sentido moral.
Por lo demás, el proabortista no puede evitar ese problema convirtiendo en una
categoría moral la categoría de persona al igual que no puede evitarlo el antiabortista
haciendo algo parecido. Dado que si la de persona es una categoría moral, entonces el
proabortista ya no tiene la posibilidad de demostrar (de una forma que no sea circular,
claro está) la tesis de que el feto no es una persona, lo cual es la premisa fundamental de
su argumentación. Otra vez nos encontramos aquí con una semejanza y una situación de
empate entre las posiciones del proabortista y del antiabortista.
El debate del aborto desencadena pasiones. Las posiciones habituales tienen a la
vez aspectos razonables y problemáticos. En consecuencia, no es extraño que los parti-
darios de ambas posiciones acepten con fervor las generalizaciones que apoyan las con-
clusiones que preanalíticamente favorecen mientras que rechazan con desdén las gene-
ralizaciones morales de sus oponentes por estar plagadas de problemas inevitables. Es
fácil creer que los ejemplos contrarios a los principios morales de uno son simplemente
dificultades temporales que se terminarán resolviendo conforme avance la investigación
filosófica, pero que los ejemplos contrarios a los principios morales del oponente son
tan aplastantes como la contradicción entre las proposiciones A y O de la lógica tradi-
cional. Para un observador imparcial (si existiera) esto sería señal de que el debate del
aborto es irresoluble.
Hay un modo de salir de este aparente callejón sin salida. Si pensamos que las
generalizaciones morales de ambas parte no son correctas, que las generalizaciones solo
son válidas para los casos más habituales, ello indicaría que son generalizaciones acci-
dentales, que las tesis morales que presentan ambas partes en las disputas no dan con la
esencia del asunto.
7
II
Para elaborar dicha teoría podemos comenzar por un supuesto poco discutible
referido a nosotros mismos: es incorrecto que se nos mate. ¿Por qué es incorrecto? Se
puede eliminar con facilidad ciertas respuestas a esta pregunta. Se podría decir que lo
que hace que sea incorrecto el que se nos mate es que el dar muerte degrada al que ma-
ta. Pero la degradación consiste en un endurecerse para cometer un acto que es repug-
nantemente inmoral; de aquí que la degradación no explique la inmoralidad. Se podría
decir que lo que hace incorrecto a que se nos mate es la gran pérdida que los demás su-
frirían debido a nuestra ausencia. Aunque se pueda entender esa clase de sentimiento,
dicha apelación no valdría para explicar la incorrección de dar muerte a ermitaños o a
aquéllos cuyas vidas son relativamente independientes y cuyos amigos no tienen dificul-
tades para hacer nuevas amistades.
Una respuesta más obvia es mejor. Lo que hace que dar muerte sea primordial-
mente incorrecto no es ni su efecto sobre el que mata ni el efecto sobre los amigos y
parientes de la víctima, sino su efecto sobre la propia víctima. La pérdida de la propia
vida es una de las mayores pérdidas que uno puede sufrir. La pérdida de la propia vida
lo priva a uno de todas las experiencias, actividades, proyectos y goces que de otro mo-
do constituirían su futuro. Por tanto, el dar muerte a alguien es incorrecto primordial-
mente porque al dar muerte se inflinge a la víctima la pérdida mayor posible. No obstan-
te, dicha descripción de la pérdida de la vida quizás sea errónea. La alteración de mi
estado biológico no hace por sí mismo incorrecto el que se me mate. El efecto de la
pérdida de la vida biológica consiste en la perdida de todas las actividades, proyectos,
experiencias y goces que de otro modo habrían constituido mi vida personal. Dichas
actividades, proyectos, experiencias y goces son o bien valiosos por sí mismos, o bien lo
son como medios para alguna otra cosa que es valiosa por sí misma. Algunas partes de
8
mi futuro no son valiosas para mí ahora, pero llegarán a serlo conforme vaya creciendo
y mis valores y capacidades cambien. Cuando se me mata no solo se me priva de lo que
yo ahora valoro y que habría sido parte de mi vida personal futura, sino que además se
me priva de lo que llegaría a valorar. Por tanto, cuando muero, se me priva de todo lo
que hay de valor en mi futuro. El que se me cause dicha pérdida es lo que hace última-
mente que sea incorrecto el que se me mate. Siendo así, parecería que lo que hace que
dar muerte a cualquier ser humano adulto prima facie gravemente incorrecto es la
pérdida de su futuro 6.
¿Qué juicio deberíamos hacer sobre tal teoría? No se la puede acusar de derivar
un “debe” de un “es”, puesto que no lo hace. El análisis presupone que el que se me
mate (o el que se te mate a ti, lector) es prima facie incorrecto. El objetivo del análisis
es mostrar qué propiedad natural explica últimamente la incorrección de dar muerte,
dado que es incorrecto. Una propiedad natural explicaría últimamente la incorrección
del dar muerte solo si (1) la explicación casa con nuestras intuiciones sobre el asunto; y
(2) no existe otra propiedad natural que proporcione el fundamento de una explicación
mejor de la incorrección de dar muerte. Dicho análisis descansa en la intuición de que lo
que hace incorrecto el que se mate a un ser humano o a un animal particular es lo que se
le hace a ese ser humano o animal particular. Lo que hace al dar muerte incorrecto es un
cierto efecto natural o de otro tipo que tiene el dar muerte. Habrá quien lo niegue. Por
ejemplo, quien defienda una ética del mandato divino lo negará. Pero precisamente esta
negación es una de las características de las teorías del mandato divino que las convierte
en poco razonables.
La tesis de que lo que hace incorrecto el dar muerte es la pérdida del futuro que
se ocasiona a la víctima se apoya directamente en dos reflexiones. En primer lugar, está
la teoría que explica por qué pensamos que el dar muerte es uno de lo peores crímenes.
El dar muerte es especialmente incorrecto, porque la pérdida que provoca es mayor que
la de cualquier otro crimen. En segundo lugar, las personas que tienen SIDA o cáncer y
que saben que van a morir creen, naturalmente, que el morir es muy malo. Creen que la
pérdida de un futuro que en otras circunstancias habrían disfrutado es lo que hace que
juzguen como muy mala su muerte prematura. Una teoría de la incorrección del dar
muerte mejor necesitará de una propiedad natural diferente asociada a dar muerte que
casase mejor con las actitudes que tenemos ante la muerte. ¿Cuál podría ser?
La idea de que lo que hace que el dar muerte sea incorrecto es la pérdida que su-
fre la víctima de su futuro recibe un apoyo complementario del examen de algunas de
sus implicaciones. En primer lugar, es incompatible con la idea de que es incorrecto dar
muerte solo a seres que son biológicamente humanos. Es posible que existan distintas
6
Me han influido mucho sobre este asunto Jonathan Glover, Causing Death and Saving
Lives (New York: Penguin, 1977), cpt. 3; y Robert Young, “What Is So Wrong with
Killing People?”, Philosophy, 54, 210 (1979), págs. 515-28.
9
especies en otros planetas cuyos miembros tengan un futuro como lo tenemos nosotros.
Dado que lo que hace incorrecto el dar muerte es tener un futuro como el nuestro esta
teoría implica que es incorrecto dar muerte a miembros de dichas especies. De aquí que
esta teoría se oponga a la tesis que atribuye valor moral solo a la vida que es biológica-
mente humana, tesis que muchos antiabortistas aceptan. Dicha oposición, que la teoría
comparte con las teorías de la personalidad, parece un mérito.
En segundo lugar, la tesis de que la pérdida del futuro sea la característica que
hace incorrecto el dar muerte implica la posibilidad de que los futuros de ciertos mamí-
feros no humanos de nuestro planeta sean lo suficientemente parecidos a los nuestros
como para que sea gravemente incorrecto el darles muerte también. El que ciertos ani-
males tengan el mismo derecho a la vida que los seres humanos depende de que se
complete la teoría con alguna explicación más sobre la naturaleza de esos futuros (el
mío y el de otros seres humanos adultos) que haga incorrecto que se les mate. No ofre-
ceré dicha explicación en este ensayo. Sin duda la elaboración de tal teoría representa
un asunto difícil. Sin duda sería además polémica. Por tanto, será mejor que no la inclu-
ya en este esbozo de una teoría elemental de la incorrección del dar muerte, la cual que-
da entonces abierta con respecto a algunas materias difíciles sobre los derechos de los
animales.
En tercer lugar, la tesis de que la pérdida del futuro es la característica que hace
que sea incorrecto que se le mate a uno no implica, como sí lo implican las teorías de la
santidad de la vida, que la eutanasia activa sea incorrecta. Las personas que están grave
e incurablemente enfermas, que se enfrentan a un futuro de dolor y de desesperación y
que desean morir, no sufren una pérdida si se les da muerte. Se trata, estrictamente
hablando, del valor del futuro de un ser humano lo que hace que el dar muerte sea inco-
rrecto. Siendo así, el dar muerte no es necesariamente incorrecto en el caso de personas
que están enfermas y agonizan. Naturalmente, es posible que existan otras razones para
la prohibición de la eutanasia activa, pero ese es otro asunto. Las teorías de la santidad
de la vida humana parecen sostener que la eutanasia activa es gravemente incorrecta
incluso en los casos particulares en los que parece que existen buenas razones que la
justifican (con independencia de las razones de política pública). Esta implicación es de
lo menos razonable y el que no la comparta es un elemento a favor de la tesis de que la
pérdida de un futuro valioso es lo que hace que el dar muerte sea incorrecto
En cuarto lugar, la teoría de la incorrección de dar muerte que defiendo en este
ensayo implica claramente que es prima facie gravemente incorrecto dar muerte a niños
e infantes, ya que suponemos que tienen futuros valiosos. Dado que creemos que es
incorrecto dar muerte a recién nacidos indefensos, es importante que una teoría sobre la
incorrección de dar muerte explique fácilmente por qué es incorrecto. Las teorías que se
basan en la personalidad, por otra parte, no pueden explicar tan fácilmente la incorrec-
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ción de dar muerte niños e infantes 7. De aquí que dichas teorías tengan que añadir ex-
plicaciones ad hoc sobre estos asuntos. Cuán razonables nos parezcan tales explicacio-
nes ad hoc dependerá de cuán desesperadamente uno desee que tales teorías funcionen.
La tesis de que la característica primaria que hace incorrecto el dar muerte es la pérdida
que sufre la víctima del valor de su futuro explica directamente la incorrección de dar
muerte niños e infantes; hace que tales actos sean tan evidentemente incorrectos como
realmente creemos que son. Se trata de un mérito a añadir a la teoría. En consecuencia,
esta teoría comparte los puntos fuertes tanto de las teorías de la santidad de la vida como
de las teorías de la personalidad, al mismo tiempo que evita los puntos débiles de aque-
llas teorías. Además, casa bien con una intuición fundamental relativa a lo que hace que
sea incorrecto dar muerte.
La tesis de que la característica primaria que hace incorrecto el dar muerte con-
siste en la pérdida que sufre la víctima del valor de su futuro tiene consecuencias obvias
para la ética del aborto. El futuro de un feto normal abarca un conjunto de experiencias,
proyectos y actividades, el cual es idéntico al del futuro de un ser humano adulto o al de
un niño. Dado que la razón que es suficiente para explicar por qué es incorrecto dar
muerte a un ser humano después de su nacimiento es válida también para el feto, se si-
gue que el aborto es prima facie gravemente incorrecto desde el punto de vista moral.
Tal argumento no se basa en la inferencia inválida de que, puesto que es inco-
rrecto dar muerte a las personas, es incorrecto dar muerte también a personas potencia-
les. La categoría moralmente fundamental de este análisis es la categoría de tener un
futuro valioso como el nuestro, no la categoría de la personalidad. El argumento que
lleva a la conclusión de que el aborto es prima facie gravemente incorrecto es indepen-
diente de la noción de persona, de persona potencial o de cualquiera otra equivalente. Si
alguien iniciase este análisis del valor del futuro humano, concluyese que el aborto es,
salvo en raras circunstancias, gravemente incorrecto, e infiriese que los fetos tienen un
derecho a la vida, para después llamar a los fetos “personas” como resultado de haberles
atribuido un derecho a la vida, entonces sería evidente que estaría utilizando la categoría
de persona para enunciar una conclusión del análisis, pero no para producir un argu-
mento con el análisis.
Se puede ilustrar y defender la estructura de este argumento antiabortista com-
parándola con el que parece el mejor argumento a favor de la incorrección de infligir un
daño inhumano a los animales. Dicho argumento se funda en el supuesto de que es pri-
ma facie incorrecto el que se me inflinja daño a mí (o a ti, lector). ¿Cuál es la propiedad
natural asociada a hacer daño que hace que tal acción sea incorrecta? La respuesta obvia
será que cuando se hace daño se causa sufrimiento y que el sufrimiento es una desgra-
7
Feinberg, Tooley, Warren y Engelhardt, todos ellos se ven obligados a tratar este pro-
blema.
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cia. El sufrimiento que causa el daño que se nos hace es lo que hace que el se me cause
un daño inhumano sea incorrecto. El causar un daño inhumano a los humanos adultos
les causa sufrimiento. El causar un daño inhumano a los animales les causa sufrimiento.
Dado que es el causar sufrimiento lo que hace que causar un daño inhumano sea inco-
rrecto y dado que el causar un daño inhumano a los animales les causa sufrimiento, se
sigue que el causar un daño inhumano a los animales sea incorrecto.
Este argumento a favor de la incorrección de causar un daño inhumano a los
animales comparte las características estructurales del argumento a favor de la incorrec-
ción prima facie del aborto. Ambos argumentos comienzan con un supuesto obvio rela-
tivo a lo que es incorrecto que se me haga (o que se te haga, lector). Ambos, entonces,
buscan la característica o la consecuencia de la acción incorrecta que hace que la acción
sea incorrecta. Ambos señalan que tal característica de estas acciones inmorales es una
propiedad de tales acciones que se les hacen a veces a los individuos, no siendo éstos
seres humanos postnatales. Si la estructura del argumento a favor de la incorrección de
causar un daño inhumano a los animales es correcta, entonces la estructura del argumen-
to a favor de la grave incorrección prima facie del aborto también lo es, dado que sus
estructuras son iguales. La estructura que comparten ambos es la clave de la explicación
del modo en se puede demostrar la incorrección del aborto sin tener que echar mano de
la categoría de personas. En ninguno de ellos es esencial dicha categoría.
La defensa del argumento a favor de la incorrección del aborto que parte de la
semejanza estructural con el argumento a favor de la incorrección de causar un daño
inhumano a los animales tendrá éxito solo si la explicación relativa a los animales es
válida. ¿Lo es? En primer lugar, parece razonable. En segundo lugar, su principal com-
petidora es la teoría de Kant. Kant creía que no tenemos deberes directos para con los
animales en absoluto, porque no son personas. De aquí que Kant explicara y justificara
la incorrección de causar daño a los animales en razón de que “quien es duro al tratar a
los animales se vuelve duro también al tratar con los hombres”. El problema de la expli-
cación de Kant estriba en que no parece que exista ninguna razón para aceptar esta últi-
ma tesis, a menos que se rechace la teoría de Kant. Si se acepta la alternativa a la teoría
de Kant, entonces es fácil entender por qué alguien que es indiferente a causar daño a
los animales también es indiferente a causar daño a los humanos, puesto que uno es in-
diferente a lo que hace que sea incorrecto infligir daño en ambos casos. Pero si acepta-
mos la teoría de Kant, no hay ninguna razón inteligible por la que alguien que es duro al
tratar a los animales (o a la alfalfa o a las piedras) también tuviera que ser duro al tratar
a los hombres. Al fin y al cabo, los hombres son personas; los animales, no. Para Kant,
la de persona es la categoría moral esencial. En resumen, ¿por qué un kantiano tendría
que aceptar la tesis básica del argumento de Kant?
Por tanto, el argumento de Kant a favor de la incorrección de causar daño a los
animales se basa en una tesis que, en el mundo kantiano de agentes morales, es demos-
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III
¿Cuán completa tiene que ser la explicación de la incorrección de dar muerte que
ofrezca la teoría del valor del futuro a fin de que se pueda concluir que el aborto es inco-
rrecto? Dicha teoría no tiene por qué ser una teoría de las condiciones necesarias de la
incorrección de dar muerte. Hay niños que están ingresados en clínicas infantiles que
carecen de futuros humanos valiosos; y, sin embargo, sería incorrecto el darles muerte.
Además, esta teoría no tiene que ser obviamente el único motivo para sostener que dar
muerte es incorrecto cuando la víctima tenga un futuro valioso. Nuestro análisis sostiene
que cuando se trata de dar muerte y la víctima tenga un futuro valioso como el nuestro,
el tener dicho futuro por sí mismo es suficiente para crear una presunción seria a favor
de que dar muerte es gravemente incorrecto.
Un modo de invalidar el argumento del valor del futuro sería por medio de una
teoría sobre la incorrección de dar muerte que fuera al menos tan inteligible como la
nuestra, pero que tuviera implicaciones diferentes sobre la ética del aborto. Hay dos
teorías rivales que se basan en el hecho obvio de que las personas valoran la experiencia
de vivir y que desean que esa experiencia valiosa continúe. Por tanto, se podría decir
que lo que hace incorrecto al dar muerte es la interrupción de esa experiencia que sufre
la víctima. Llamémosla la teoría de la interrupción. 8 Otra teoría contraria se basa en el
hecho obvio de que las personas desean intensamente continuar vivas. Ello indicaría que
8
Esta crítica me la hizo Jack Bricke, por lo que le estoy agradecido.
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lo que hace que el dar muerte sea incorrecto es que impide la realización de un deseo
tan intenso y fundamental, cuya realización es necesaria para la realización de cualquie-
ra otro deseo qu tengamos. Llamémosla la teoría del deseo. 9
Pensemos, en primer lugar, en la teoría del deseo como teoría rival en el campo
de la ética del dar muerte, la cual nos daría una razón para rechazar el punto de vista
antiabortista. Tal teoría tendría que ser más fuerte que la del valor del futuro para que
fuera capaz de cumplir lo que se espera de ella. Para poder concluir que el aborto es
incorrecto, la teoría del valor del futuro tiene solo que darnos una condición suficiente,
aunque no necesaria, de la incorrección de dar muerte. Por su parte, la teoría del deseo
tiene que darnos una condición necesaria para fundar la conclusión proabortista. La
razón de ello estriba en que presumiblemente el argumento de la teoría del deseo tiene
que partir de que lo que hace incorrecto el dar muerte es el impedir la realización de un
deseo intenso para llegar a la tesis de que aborto no es incorrecto porque el feto carece
de un deseo intenso de vivir. Obviamente, este impedir el deseo de vivir deja de darse
cuando sucede que el que alguien tenga un deseo de vivir no es una condición necesaria
de que sea incorrecto darle muerte.
Un problema de la teoría del deseo es que pensamos que es gravemente incorrec-
to dar muerte a personas que tienen pocas ganas de vivir o, ciertamente, no desean vivir.
Creemos que es gravemente incorrecto dar muerte al que está inconsciente, al que
duerme, a quien está harto de la vida y a quien quiere suicidarse. La teoría del valor del
futuro humano hace inteligible la moral corriente en tales casos; pero estos mismos ca-
sos parecen incompatibles con la teoría del deseo.
La teoría del deseo tiene un gran problema. Deseamos la vida porque valoramos
los bienes de la vida. La bondad de la vida no es secundaria con relación al deseo de
ella. Si fuera así, uno podría evitar el dolor por su muerte prematura alterando simple-
mente la configuración de los propios deseos. Lo cual es absurdo. Por tanto, se trata de
la pérdida de los bienes futuros y no el impedir la realización de un deseo intenso de
vivir lo que explica últimamente la incorrección de dar muerte.
Vale la pena notar que si modificamos la teoría del deseo de modo que no pro-
porcione una condición necesaria, sino solo suficiente de la incorrección de dar muerte,
dicha teoría sería compatible con la teoría del valor del futuro. Ambas teorías reunidas
darían una ética antiabortista. Ello indica que se puede conservar lo que es intuitivamen-
te razonable de la teoría del deseo sin que ello contradiga el argumento básico de este
artículo.
También merece la pena notar que, si la teoría del deseo tiene fuerza moral en
dicha versión modificada, entonces podríamos encontrar apoyo para una ética antiabor-
9
Es posible que este tipo de crítica la hiciera un utilitarismo de la preferencia. En algún
momento Tooley indica que se podría reforzar su teoría de esta manera. Véase su
“Abortion and Infanticide”, págs. 44-5.
14
tista aunque no utilicemos la teoría del valor del futuro. Si decidimos que la propiedad
moral pertinente, cuya posesión es suficiente para convertir en incorrecto el dar muerte
a alguien, es el deseo de un tiempo futuro de vida (se podría decidir justificar el rechazo
de dar muerte a adolescentes suicidas por esta razón, por ejemplo), entonces, dado que
los fetos normales tendrían deseos de una vida futura, sería incorrecto dar muerte fetos
normales. En consecuencia, no parece que una teoría del deseo pueda justificar una ética
proabortista que sea tan adecuada como la justificación de valor del futuro humano de
una ética antiabortista.
La teoría de la interrupción parece mejor en tanto que teoría de la incorrección
de dar muerte. Parece igual de inteligible que la teoría del valor del futuro, pero no justi-
fica una concepción antiabortista. Obviamente, si es la pérdida de la continuidad de las
propias actividades, experiencias y proyectos lo que hace incorrecto el dar muerte, en-
tonces no será incorrecto el dar muerte a los fetos, porque los fetos no tienen activida-
des, experiencias ni proyectos que vayan a continuar o a interrumpirse. En consecuen-
cia, la teoría de la interrupción no tiene las consecuencias antiabortistas que tiene la
teoría del valor del futuro. Con todo, parece tan inteligible como dicha teoría, puesto
que cuando pensamos en lo que hay de incorrecto en que se nos mate, parece como si
fuera la interrupción de lo que constituye el valor de nuestras vidas lo que hace que sea
incorrecto el que se nos mate.
¿Es, entonces, la teoría de la interrupción igual de buena que la teoría del valor
del futuro? Dicha teoría sería completamente inadecuada si no se refiere al valor de la
experiencia que se interrumpiría. No deseamos que la teoría de la interrupción diga que
es incorrecto dar muerte a un paciente que pide la muerte y que sufre de gravísimos do-
lores que no pueden paliarse, sino con un tratamiento que lo mataría. (Dejo abierta la
pregunta de si sería incorrecto por otras razones.) En consecuencia, la teoría de la inte-
rrupción ha de ser algo más que una simple teoría de la interrupción. Ha de hacer alguna
referencia al valor positivo de las experiencias del paciente. Pero, por lo mismo, la teor-
ía del valor del futuro no puede ser una teoría de cualquier futuro. El solo tener un futu-
ro posiblemente no excluya en sí mismo el dar muerte al paciente del caso anterior. Esta
teoría ha de contener alguna referencia al valor de las experiencias y proyectos futuros
también. De aquí que, ambas teorías apelen al valor de las actividades, experiencias y
proyectos. De momento solo hemos encontrado semejanzas entre ellas.
Las semejanzas desaparecen, sin embargo, en cuanto nos centramos en el perio-
do de tiempo del valor de las experiencias al que atribuimos consecuencias morales.
Aunque ambas teorías dejan abierta la posibilidad de que se pueda dar muerte al pacien-
te de nuestro ejemplo, tal posibilidad queda abierta solo por la razón del triste futuro del
paciente. Es indiferente si el inmediato pasado del paciente contiene un dolor intolerable
o consiste en estar en coma (que podemos juzgar como una situación de indiferencia) o
consiste en una vida valiosa. Si el futuro del paciente es un futuro valioso, queremos
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que nuestra teoría diga que es incorrecto dar muerte al paciente. Si el futuro del paciente
es intolerable, independientemente de cual haya sido su pasado, queremos que nuestra
teoría permita darle muerte. Evidentemente, pues, es el valor del futuro del paciente lo
que convierte en inteligible la moral del dar muerte.
Siendo así, parece claro que el tener experiencias pasadas inmediatas no tiene
papel alguno en la explicación de lo que convierte al dar muerte en incorrecto. Lo que la
teoría de la interrupción añade a la teoría del valor del futuro humano es baladí. Lo que
le añade no tiene papel alguno en convertir en inteligible la incorrección del dar muerte.
Por tanto, podemos ignorarlo como podemos ignorar la teoría de la interrupción de la
que forma parte.
IV
El análisis que hemos realizado en las anteriores secciones indica que las teorías
generales alternativas sobre la incorrección del dar muerte son inadecuadas o inútiles
como modos de evitar las conclusiones antiabortistas del argumento del valor del futuro.
Una estrategia diferente para evitar tales conclusiones consiste en limitar el alcance del
valor del futuro. Más en concreto, la estrategia consiste en argumentar que los fetos ca-
recen de una propiedad que es fundamental para que se les aplique el argumento del
valor del futuro (o cualquier otro argumento antiabortista).
Una estrategia de este tipo se basa en la tesis de que una condición necesaria pa-
ra que el propio futuro sea valioso es que uno lo valore. La idea de valor conlleva la
idea de alguien que valora. Siendo así, se podría argumentar que, puesto que los fetos
no pueden valorar su futuro, su futuro no es valioso para ellos. Por tanto, no hay nada
gravemente incorrecto en acabar con sus vidas.
Esta estrategia, sin embargo, fracasa debido a ciertas ambigüedades. Suponga-
mos que algo no puede tener valor a menos que haya alguien que lo valore. Yo puedo
pensar, en una época de desesperación, que mi futuro no vale nada, pero puedo estar
equivocado y que otras personas juzguen correctamente su valor (incluso, su gran va-
lor). Además, mi futuro es posible que sea valioso para mí, aunque yo no lo valore. Se
trata del caso del joven que intenta suicidarse, pero es rescatado y después consigue
grandes cosas. Los futuros de los jóvenes son últimamente valiosos para ellos, incluso
aunque no se lo parezca en el momento en que intentan suicidarse. El futuro de un feto
es valioso en el mismo sentido. En consecuencia, este intento de limitar los argumentos
antiabortistas fracasa.
Otra estrategia parecida se encuentra en la tesis de Tooley de que una entidad no
puede poseer el derecho a la vida a menos que tenga la capacidad de desear una existen-
cia permanente. Se sigue que, dado que los fetos carecen de la capacidad conceptual
para desear permanecer vivos, carecen del derecho a la vida. En consecuencia, Tooley
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concluye que el aborto no puede ser gravemente incorrecto prima facie (op. cit., pág.
46-7).
¿En qué pruebas podría fundarse la tesis de Tooley? Tooley argumenta que los
individuos tienen un derecho prima facie a lo que desean y que la falta de capacidad de
desear algo elimina el fundamento del derecho que tienen a ello (op. cit., pág. 44-5). Tal
argumento no es válido según los análisis de este ensayo, sin embargo, ya que nuestro
objetivo es demostrar el derecho a la vida del feto sobre otros fundamentos. El argu-
mento de Tooley supone que el derecho a la vida no se puede demostrar más que en
razón del deseo de vivir. Este punto de vista ya fue examinado y rechazado en la sec-
ción anterior.
Se podría intentar defender la tesis básica de Tooley apelando a la idea de que,
debido a que el feto no puede captar la permanencia de la vida como algo beneficioso,
su seguir vivo no puede ser un beneficio, o bien no puede ser algo a lo que tenga dere-
cho, o bien algo en lo que tenga un interés. Se podría defender esta idea partiendo de la
proposición general de que si un individuo es literalmente incapaz de sentir la importan-
cia de algo o de interesarse por algo, entonces no tiene derecho a ese algo ni le beneficia
ni le interesa 10.
Cada miembro de esta familia de tesis está sujeto a críticas. Como John C. Ste-
11
vens ha señalado, se puede tener derecho a percibir un tratamiento médico (debido al
seguro que uno ha contratado), aun cuando no se tenga ni idea de la naturaleza de tal
tratamiento. Y, como el propio Tooley ha indicado, las personas que han sido adoctri-
nadas, drogadas o han quedado temporalmente inconscientes son literalmente incapaces
de sentir la importancia de algo, de interesarse en algo que les sería beneficioso o a lo
que tendrían derecho. De aquí que la tesis de Tooley (que limitaría el alcance del argu-
mento del valor del futuro) pierda su fuerza ante estos contraejemplos 12.
Por último, Paul Bassen 13 ha argumentado que, aun cuando las perspectivas que
tiene un embrión pudieran dar pie a sostener la incorrección del aborto, un embrión no
puede ser una víctima y, por tanto, no puede ser objeto de un trato incorrecto. Su argu-
mento fundamental consiste en que, aun cuando las plantas y los que están en estado
vegetativo estén vivos, claramente no pueden ser víctimas. ¿Por qué? Bassen sostiene
que sus vidas son solo formas de un mero metabolismo y que ser un mero metabolismo
no basta para tener la capacidad de ser víctima. Se necesita tener alguna forma de acti-
vidad mental.
10
Para Donald VanDeVeer esta idea es evidente por sí misma. Vease su “Whither Baby
Doe?”, en Matters of Life and Death, pág. 233.
11
“Must the Bearer of a Right Have the Concept of That to Which He Has a Right?”,
Ethics, 95, 1 (1984), págs. 68-74.
12
Cfr.. Tooley de nuevo en “Abortion and Infanticide”, págs. 47-9.
13
“Present Sakes and Future Prospects: The Status of Early Abortion”, Philosophy and
Public Affairs, 11, 4 (1982), págs. 322-6.
17
14
Obsérvese con atención las razones que Bassen da al principio de la pág. 316.
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víctima. El problema es que la intuición básica que vuelve el punto de vista de Bassen
razonable ha desaparecido en el caso del autor. A fin de evitar los contraejemplos, Bas-
sen ha presentado una tesis demasiado poco exigente de modo que reciba apoyo de las
intuiciones a las que apela.
Incluso entonces, el requisito de la actividad mental sigue estando sujeto a con-
traejemplos. Supongamos que un accidente severo me deja totalmente inconsciente por
un mes y que luego me recupero. El darme muerte mientras estoy inconsciente me con-
vertiría en una víctima, aun cuando sea incapaz de actividad mental alguna durante ese
periodo. Se sigue, pues, que la tesis de Bassen es errónea. Por tanto, los intentos de res-
tringir el argumento del valor del futuro de forma que no se aplique a los fetos no tienen
éxito.
V
(...)
VI
El propósito de este ensayo ha sido explicar un argumento a favor de la presun-
ción de la incorrección grave del aborto, sujeto al siguiente supuesto: el que el aborto
sea moralmente permisible depende de la condición moral del feto. Ya que el feto posee
una propiedad, la posesión de la cual por parte de los seres humanos adultos basta para
hacer que el darles muerte sea incorrecto, el aborto es incorrecto. Este modo de tratar el
problema del aborto parece superior a otras concepciones de la ética del aborto, porque
se basa en una ética de dar muerte que es casi evidente por sí misma, debido a la pro-
piedad normalmente fundamental y pertinente que tienen los fetos y debido a que el
argumento evita los habituales equívocos sobre la “vida humana”, el “ser humano” o la
“persona”. El argumento no depende ni de creencias religiosas ni de dogmas papales.
No está sujeto a la critica de “especismo”. Su corrección es compatible con la que se
juzgue permisibles moralmente la eutanasia y la contracepción. Trata de las intuiciones
que tenemos sobre los niños.
Por último, podemos ver cómo este análisis resuelve un problema habitual (cier-
tamente, el problema habitual) de la ética del aborto. Es claramente incorrecto dar muer-
te seres humanos adultos. Claramente no lo es acabar con la vida de algunas células
humanas elegidas arbitrariamente. Los fetos parece que son como las células humanas
elegidas arbitrariamente en ciertos aspectos y en otros como seres humano adultos. El
problema de la ética del aborto es el problema de determinar la propiedad fetal que re-
suelve esta controversia moral. La tesis de nuestro ensayo es que el problema de la ética
del aborto, cuando se la entiende así, es resoluble.