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LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA

Magistrado Ponente

SP1590–2020
Radicación #49977
Acta 130

Bogotá D.C., veinticuatro (24) de junio de dos mil


veinte (2020).

VISTOS:

Resuelve la Sala el recurso de casación interpuesto por


la Fiscalía contra la sentencia proferida por el Tribunal
Superior de Cali el 15 de diciembre de 2016, que revocó la
condenatoria dictada contra ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA
el 6 de septiembre anterior por el Juzgado Veinte Penal del
Circuito de la misma ciudad y, en su lugar, lo absolvió del
cargo de homicidio.

ANTECEDENTES:
CASACIÓN 49977
ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

1. Según el fallo recurrido en casación, sobre las 10 de


la noche del 27 de enero de 2013, ALEJANDRO GÓMEZ
IBARRA pasaba por la carrera 29 No. 38-38 de la ciudad de
Cali, cuando William Andrés Ruiz Mera le salió al paso con
un pico de botella y lo conminó a entregar la bicicleta en
que se transportaba, lo cual suscitó un enfrentamiento en
el que los dos resultaron heridos. Los agentes de policía que
atendieron el caso no inspeccionaron el lugar a efectos de
verificar la presencia de la bicicleta y el pico de botella. Ruiz
Mera murió posteriormente en centro asistencial como
consecuencia de <<una herida en la región clavicular
izquierda de 8 centímetros de profundidad>> causada con
arma corto punzante, según dictaminó el Instituto de
Medicina Legal.

2. El 28 de enero de 2013, ante el Juzgado Veinte


Penal Municipal de Cali, la Fiscalía imputó a GÓMEZ
IBARRA la autoría del delito de homicidio simple —art. 103 del

C.P.—, cargo que no aceptó, pero que fundó la medida de


aseguramiento en su lugar de residencia.

3. Presentado el escrito de acusación, la consiguiente


audiencia se llevó a cabo el 25 de junio de 2013 en el
Juzgado Veinte Penal de esa ciudad, autoridad que también
adelantó la fase preparatoria y de juzgamiento y,
finalmente, emitió sentido del fallo de carácter condenatorio
que materializó en la sentencia del 6 de septiembre de 2016
mediante la que condenó a GÓMEZ IBARRA a 208 meses de
prisión e inhabilitación para el ejercicio de derechos y
funciones públicas por igual lapso.

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CASACIÓN 49977
ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

4. La defensa apeló ese pronunciamiento y el Tribunal


Superior de Cali lo revocó a través del fallo recurrido en
casación, expedido el 24 de agosto de 2018 y, en su lugar,
lo absolvió al estimar que el procesado actuó en legítima
defensa.

LA DEMANDA:

Primer Cargo. Violación directa de la ley.

El funcionario demandante acusa a la sentencia del


Tribunal de incurrir en violación directa de la ley sustancial
por aplicación indebida del artículo 32-6 del Código Penal,
como quiera que dio por demostrado que <<víctima y
victimario se encontraban en alto grado de exaltación,
transados en una riña en la que ambas partes se agredían
mutuamente, hecho que además de haber sido observado
directamente por los uniformados, previamente les había
sido comunicado por la ciudadanía>>, por manera que la
riña se encuentra demostrada y, por ello, no podía aplicarse
la causal de ausencia de responsabilidad relativa a la
legítima defensa.

A su criterio, en la riña se acepta la contienda,


mientras que en la legítima defensa hay una agresión y un
rechazo y en este caso la voluntad de las partes era
agredirse mutuamente. Además, si el acusado hubiese
recibido primero el ataque, la legítima defensa rebasó los
límites de la necesidad de reacción porque la víctima se

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

encontraba en inferioridad de condiciones por estar bajo los


efectos del alcohol, situación que, de acuerdo con las reglas
de la experiencia, disminuye los reflejos de quien consume
esa sustancia.

Segundo Cargo. Falso juicio de existencia.

Para la Fiscalía, el Tribunal omitió analizar los


testimonios de Jimmy Rolando Muñoz Fajardo y Juan Pablo
Londoño González, que, aunque de referencia, sumados a
las manifestaciones de los agentes de policía Cristian Rivera
Chaverra y Danilo García Ávila, permitían desestimar la
legítima defensa porque en las labores de vecindario que
adelantaron, constataron con los habitantes del sector que
se trató de una riña.

Tercer Cargo. Falso juicio de existencia.

El demandante considera que el Tribunal también


omitió valorar el testimonio del médico legista Hermes
Pinzón Ríos, quien señaló que la víctima presentaba dos
heridas de arma corto punzante, una en el antebrazo, y otra
en la región clavicular izquierda de 8 centímetros, que fue la
que causó la muerte, lo cual demuestra la falta de
proporcionalidad de la presunta acción defensiva.

Máxime cuando el fallo de segundo grado pretermitió


apreciar que el acusado reconoció en su testimonio que sus
heridas fueron tratadas al día siguiente de los hechos, por

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

manera que no revestían gravedad, situación que deja sin


piso la afirmación de los policías que atendieron el caso,
según la cual por la cantidad de sangre que tenía, pensaron
que GÓMEZ IBARRA era el herido más grave. No podía
reconocerse, por tanto, la legítima defensa.

Cuarto Cargo. Falso raciocinio.

Para el censor, el fallo absolutorio otorgó credibilidad a


la afirmación de GÓMEZ IBARRA según la cual, <<cuando
herí al muchacho cogí la bicicleta y me monté en la bicicleta y
sobre la avenida venía una patrulla de la policía, tiré la
bicicleta en la mitad de la carretera y les esperé allí, les dije
que me ayudaran que un muchacho me iba a robar y que
estaba allá atrás, el policía me dijo que me montara a la
patrulla y ellos me llevaron al hospital>>, pero esa
descripción fáctica fue desvirtuada por agentes Rivera
Chaverra y García Ávila, quienes declararon que al llegar al
lugar, observaron a las partes transadas en una riña.

Esa valoración desconoce, entonces, los principios


lógicos y la sana crítica porque si hay dos versiones
contradictorias sobre los mimos hechos, solo una puede ser
verdadera. Deduce, en consecuencia, que GÓMEZ IBARRA
mintió porque la experiencia enseña que quien es inocente
no necesita mentir. A su criterio, por tanto, no se configura
la causal de ausencia de responsabilidad por fundarse en
un testimonio contrario a los hechos.

Quinto Cargo. Falso raciocinio.

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

El fiscal predica este yerro de la apreciación del


Tribunal de los testimonios de Cristian Rivera Chaverra y
Danilo García Ávila, quienes afirmaron que en el lugar de
los sucesos no observaron ni bicicleta ni pico de botella, a
pesar de lo cual el Tribunal admitió la tesis defensiva del
hurto y reconoció erradamente la legítima defensa.

Con fundamento en los anteriores cargos solicita casar


el fallo del Tribunal y dejar en firme la sentencia de primer
grado.

ACTUACIÓN ANTE LA CORTE:

En la audiencia de sustentación oral intervinieron la


Fiscal Delegada ante la Corte, la Procuradora Delegada y la
defensora pública.

1. La fiscal delegada ante la Corte.

Reitera, en términos generales, los argumentos


expuestos en la demanda y, con fundamento en ellos,
solicita casar la sentencia y dejar en firme la de primer
grado.

2. La Delegada del Ministerio Público.

Considera que los cargos deben prosperar porque la


causal de exclusión de responsabilidad reconocida por el
Tribunal es improcedente, pues no se demostró que la

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

víctima hubiese desplegado una agresión ilegal en contra


del sentenciado. Lo probado es que las partes se transaron
en una riña en la que, además, se presentó una reacción
desproporcionada, ya que el procesado no fue provocado
por la víctima.

Para la delegada, el Tribunal erró al valorar los


testimonios de los agentes de policía y omitir las
afirmaciones de investigadores y médico legista, porque
todas ellas evidenciaban la confrontación y desestimaban la
legítima defensa aducida. Con mayor razón, cuando no se
acopiaron pruebas de un ataque ilegítimo y de la
proporcionalidad de la reacción, como exige el artículo 32-6,
pues los testigos no observaron la botella ni la bicicleta
mencionada por el procesado y la parte del cuerpo en que
éste ocasionó la herida a la víctima muestran su deseo de
matar.

Pide casar la sentencia del Tribunal y dejar incólume


el fallo de primer grado.

3. La defensora pública.

Manifiesta que ninguno de los cargos debe prosperar


porque los requisitos de la legítima defensa se cumplen, en
la medida que no se trató de una riña prolongada como
aducen Fiscalía y Ministerio Público, pues se presentó en la
vía púbica y los policías que atendieron el incidente estaban
muy cerca del sitio y al llegar observaron a dos personas
enfrentándose, sin poder establecer si antes hubo un

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

ataque a GÓMEZ IBARRA por parte de la víctima y si ésta


exigió la entrega de la bicicleta.

Debe darse crédito, por ello, a la manifestación del


procesado que acudió al juicio como testigo y explicó que
fue abordado por el occiso con pico de botella a fin de que le
entregara su medio de transporte, de manera que sus
derechos a la vida y al patrimonio estuvieron en peligro,
como dan cuenta las heridas sufridas. Y aunque no se
aportó dictamen médico, los policías que participaron en la
captura señalaron que la persona que presentaba mayores
lesiones era GÓMEZ IBARRA, motivo por el cual lo
trasladaron primero al centro asistencial.

Reconoce la defensora que la embriaguez puede poner


a una persona en condiciones de inferioridad, pero en este
caso esa situación no se dio porque los testigos indicaron
que los sujetos estaban transados en un enfrentamiento, no
que alguien estuviese ejerciendo superioridad física o
tuviese dominado al otro.

En ejercicio de la libertad probatoria, el Tribunal


coligió que el procesado se encontraba lesionado y que la
poca iluminación del lugar ocasionó que los oficiales no se
percataran del pico de botella ni de la bicicleta, lo cual no
incide en el reconocimiento de la legítima defensa, máxime
cuando valoró los testimonios de los investigadores, sólo
que encontró que no contribuían a esclarecer los hechos
porque no especificaron la identidad de las personas que

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

suministraron los datos consignados en el informe, con


total imposibilidad de confrontar los hechos allí descritos.

Y aunque la versión del procesado difiere de la


otorgada por los policías que atendieron el incidente, ello no
desvirtúa la legítima defensa puesto que no es posible
invertir la carga de la prueba y las falencias de la defensa
no pueden perjudicar al procesado.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

Como la demanda se declaró ajustada a las exigencias


previstas por el artículo 184 de la Ley 906 de 2004, la Sala
la analizará al margen de las deficiencias que presenta, con
el objetivo de resolver los problemas jurídicos propuestos
frente a los fines del recurso de casación, esto es, garantizar
la eficacia del derecho material, el respeto de las garantías
de quienes intervinieron en la actuación y la reparación de
los agravios inferidos a las partes.

En atención a que los cargos propuestos por la Fiscalía


se orientan a la misma finalidad, esto es, que se revoque la
absolución dispensada por el Tribunal Superior de Cali a
ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA para que, en su lugar, se
confirme la condena dictada en primera instancia, procede
la Sala a analizarlos conjuntamente.

1.1. Para el Juzgado Veinte Penal del Circuito de Cali,


se probó que sobre las 10 de la noche del 27 de enero de
2013 se suscitó una riña callejera en virtud de la cual

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA hirió con arma blanca a


William Andrés Ruiz Mera y ocasionó su muerte, hecho
aceptado por el procesado.

En tal sentido, desestimó la tesis de la legítima


defensa por cuanto el procesado no sufrió lesión alguna en
su humanidad, pues no se aportó dictamen de Medicina
Legal o historia clínica que corroborara su afectación física
ni se reportó la existencia de la bicicleta o del pico de
botella mencionados por GÓMEZ IBARRA. En
consecuencia, lo condenó a 208 meses de prisión como
autor del delito de homicidio.

1.2. Por su parte, el Tribunal de Cali revocó la


condena y reconoció la eximente de responsabilidad puesto
que las pruebas señalan que ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA
actuó en legítima defensa de sus derechos a la vida y a la
propiedad ante el ataque desplegado por William Andrés
Ruiz Mera.

Señaló, en tal sentido, que las declaraciones de los


investigadores Yimmi Rolando Muñoz y Juan Pablo
Londoño <<no hacen ningún aporte para el esclarecimiento
de los hechos, habida cuenta que se limitan a referir la
información que recibieron de la <<comunidad>>, sin que se
especifique la identidad de las personas que las
suministraron, con total imposibilidad entonces, de hacer la
más mínima confrontación de los hechos que ellos
describen>>. Por el contrario, los testimonios de los policías

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Cristian Rivera Chaverra y Danilo García Ávila prueban las


heridas sufridas por GÓMEZ IBARRA.

Además, la Fiscalía no demostró la génesis de la


disputa o que los contendientes se hubiesen conocido con
antelación o la existencia de un motivo para que el
procesado atentara contra la vida del occiso. Y aunque los
uniformados no ubicaron en el lugar de los hechos la
bicicleta ni el pico de botella, ello obedeció a que <<su
principal objetivo en ese momento era llevar a los sujetos a
centros asistenciales ya que les observaban heridas en sus
cuerpos>>. Por ese vacío probatorio, afirmó, no se desvirtuó
la versión del acusado, situación por la que revocó el fallo
de condena y, en su lugar, lo absolvió de los cargos, previo
reconocimiento de la legítima defensa.

2. El artículo 32 del Código Penal establece que no


habrá lugar a responsabilidad penal, entre otros casos,
cuando <<se obre por la necesidad de defender un derecho
propio o ajeno contra injusta agresión actual o inminente,
siempre que la defensa sea proporcional a la agresión>>.

Se trata, entonces, de un derecho que la ley confiere


a las personas para proteger un bien jurídicamente
tutelado, propio o ajeno, puesto en riesgo por causa de una
agresión antijurídica, actual o inminente, no salvable de
otro modo, siempre que el medio empleado sea proporcional
a la agresión.

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Requiere para su configuración, por tanto, i) que haya


una agresión ilegítima, es decir, una acción antijurídica e
intencional de puesta en peligro de algún bien jurídico
individual, ii) que sea actual o inminente, vale decir, que el
ataque al bien jurídico se haya iniciado o inequívocamente
vaya a comenzar y que aún exista la posibilidad de
protegerlo, iii) que la defensa resulte necesaria para impedir
que el ataque injusto se materialice, iv) que la defensa sea
proporcionada, tanto en especie de bienes y medios, como
al tipo de agresión y v) que ésta no haya sido provocada.
(SP1784-2019).

Con los testimonios de Cristian Rivera Chaverra y


Danilo García Ávila, agentes de policía que atendieron el
incidente, y de Hermes Pinzón Ríos, médico legista que
compareció al juicio, se demostró que sobre las 10 de la
noche del 27 de enero de 2013, frente a la nomenclatura
38-38 de la carrera 29 de la ciudad de Cali, ALEJANDRO
GÓMEZ IBARRA y William Ruiz Mena sostuvieron un
enfrentamiento físico, en virtud del cual ambos resultaron
heridos y, por ello, los uniformados los llevaron al centro
asistencial más cercano, donde Ruiz Mena murió como
consecuencia de una herida causada por GÓMEZ IBARRA
con arma corto punzante.

El debate propuesto en la demanda impone establecer


si el enfrentamiento obedeció a diferencias personales que
derivaron en una riña, como afirma la Fiscalía, o si se
produjo porque William Ruiz abordó a ALEJANDRO GÓMEZ

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IBARRA para hurtarle la bicicleta en que se transportaba,


como sostuvo el procesado en su testimonio.

Pues bien, ninguna prueba en torno a las causas de la


disputa aportó la Fiscalía al debate público, por manera que
sólo se cuenta con la versión del sentenciado, la cual, de
otra parte, no fue desvirtuada probatoriamente, pero
tampoco fue corroborada de manera fehaciente.

Lo anterior, porque observar a dos sujetos


agrediéndose sin conocer el origen del enfrentamiento, no
excluye la legítima defensa, pues, normalmente, ante un
ataque ilegítimo, la parte ofendida reacciona generándose
una reyerta, que puede confundirse con una riña por parte
de quien no observó todos los sucesos, como reconocieron
los agentes Rivera Chaverra y García Ávila, quienes fueron
claros en indicar que no presenciaron el inicio de la
disputa.

La jurisprudencia de la Sala ha señalado que <<esto


no significa, desde luego, afirmar que en la comisión de los
delitos de homicidio y lesiones personales no haya agresión,
pues de otra manera no podría entenderse la forma en que
se produce la afectación al bien jurídico de la vida o la
integridad personal. Lo que en realidad diferencia la
riña de la legítima defensa, no es la existencia de
actividad agresiva recíproca, ya que, es de obviedad
entender, ésta se da en ambas situaciones, sino
además la subjetividad con que actúan los
intervinientes en el hecho, que en un caso, el de la

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riña, corresponde a la mutua voluntariedad de los


contendientes de causarse daño, y en el otro, el de la
legítima defensa, obedece a la necesidad individual de
defenderse de una agresión ajena, injusta, actual o
inminente, es decir, no propiciada
voluntariamente.>>(CSJ SP291-2018).

Como los únicos testigos de los acontecimientos que


declararon en el juicio no observaron el origen de la
contienda, resulta evidente que la versión del procesado no
fue desvirtuada, dado que la Fiscalía no demostró, como era
su deber en virtud de la carga probatoria, por ejemplo, que
Ruiz Mera y GÓMEZ IBARRA se conocieran con antelación
o que estuviesen compartiendo alguna actividad que suscitó
desavenencias, entre otras posibilidades que evidencien la
voluntad común de los contendientes de causarse daño.

3. A criterio de la Fiscalía, las declaraciones de los


investigadores Yimmi Rolando Muñoz y Juan Pablo
Londoño excluyen la tesis defensiva de la tentativa de hurto
y afirman la riña. Sin embargo, como el Tribunal no las
valoró, incurrió en un falso juicio de existencia que
repercutió en la declaración de justicia de la sentencia al
reconocer una legítima defensa que no se estructuró.

Ese reproche no se configura porque el Tribunal sí


analizó los testimonios de los investigadores, sólo que se
abstuvo de otorgarles valor probatorio por la evidente
vulneración del derecho de confrontación, dado que no

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identificaron a las personas de la comunidad que afirmaron


la existencia de una riña entre GÓMEZ IBARRA y Ruiz
Mena.

Según el artículo 437 de la Ley 906 de 2004,


constituyen prueba de referencia las declaraciones
rendidas por fuera del juicio oral, presentadas al debate
público como medio de prueba, de uno o varios aspectos,
cuando no es posible su práctica en el juicio (CSJ SP, 6 de
marzo de 2008, Rad. 27477, CSJ, SP14844-2015, Rad. 44056, SP606-

2017, Rad.44950).

El artículo 438, señala por su parte, que para la


incorporación de las declaraciones anteriores al juicio oral
como pruebas de referencia, se debe acreditar la
circunstancia excepcional de admisibilidad del artículo 438
de la Ley 906 de 2004 y, además, su existencia y contenido.

Normalmente la demostración de tales condiciones se


cumple al interior del mismo proceso con la intervención de
los declarantes presentes en el juicio, quienes pueden hacer
mención de la presencia del testigo en el lugar de los
acontecimientos, lo cual puede llevar al juez al
convencimiento de la autenticidad de la declaración que se
pretende incorporar como prueba de referencia. En todo
caso, si no es de esa manera, corresponde a la parte que
pretende su admisión acreditar de forma diversa la
existencia y contenido de la manifestación anterior al juicio.

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Ahora bien, como la prueba de referencia debe superar


los juicios de legalidad, conducencia, pertinencia,
conveniencia y utilidad exigidos para la generalidad de los
medios de prueba, la Corte ha precisado que las
“declaraciones anónimas” no son admisibles como prueba
de referencia, prohibición que se origina en el artículo 430
de la Ley 906 de 2004 que define el documento anónimo,
regula su eficacia probatoria y expresamente proscribe su
admisión y utilización con pretensiones probatorias, es
decir, como medio de prueba, en atención a su condición de
fuente de información de origen desconocido.

Siendo ello así, la declaración anterior al juicio oral


necesariamente debe provenir de una fuente conocida, esto
es, de una fuente humana determinada, como condición
para que pueda ser admitida y tenida en cuenta como
prueba de referencia. De lo contrario, será considerada
anónima y, con ello, de imposible admisión como medio de
prueba (CSJ SP, 6 mar. 2008, Rad. 27.477. En el mismo sentido: CSJ SP-

5798-2016, 4 may. 2016, Rad.41.667. CSJ, AP3479-2014, Rad.43865) .

Al descender el concepto de prueba de referencia al


caso examinado, la Corte evidencia que las declaraciones de
los investigadores que realizaron labores de vecindario
-Muñoz y Londoño-, sólo reúnen algunos de los
presupuestos requeridos para tener tal condición, esto es,
tratarse de una declaración realizada por fuera del juicio
oral, que es utilizada para probar un aspecto sustancial del
debate.

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Sin embargo, las personas situadas en el lugar de los


acontecimientos que manifestaron que se trató de una riña,
no comparecieron al juicio para ratificar su dicho, sin que
se haya demostrado por parte de la Fiscalía, estar inmersas
en alguna de las circunstancias excepcionales contenidas
en el artículo 438 de la Ley 906 de 2004.

En tal virtud, es manifiesto, que el Juzgado de primera


instancia, e inclusive las partes, erraron al otorgarle a las
referidas declaraciones, la condición de prueba de
referencia. En realidad, los testimonios fueron el medio a
través del cual la Fiscalía probó la existencia y contenido de
la declaración anónima de algunos miembros de la
comunidad, que nunca fueron identificados.

Pero como se indicó, la admisión y valoración de los


anónimos como medio de prueba está prohibida por el
ordenamiento legal. Así, una declaración de esta naturaleza
entregada por fuera del juicio oral no puede aceptarse como
prueba de referencia y, por ello, se impone, su exclusión
como medio incriminatorio. En consecuencia, el Tribunal
acertó al negarle valor probatorio.

Siendo ello así, al juicio no se allegó prueba legalmente


obtenida que indique que la confrontación entre GÓMEZ
IBARRA y Ruiz Mena se produjo en desarrollo de una riña y
no en ejercicio del derecho de legítima defensa, como adujo
el procesado.

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En consecuencia, ni la violación directa ni el falso


juicio de existencia aducidos en los dos primeros cargos se
configuran.

4. Es cierto que los policías Rivera Chaverra y García


Ávila declararon no haber observado la bicicleta ni el pico
de botella mencionados por el procesado, como aduce la
Fiscalía, pero también explicaron que el sitio no tenía
buenas condiciones de iluminación y que no se detuvieron a
entrevistar a las personas presentes o a examinar la escena
de los acontecimientos porque los dos sujetos estaban
heridos y dieron prioridad a llevarlos a un centro asistencial
para salvar sus vidas. A partir de ello, entonces, no es
posible afirmar su inexistencia, sino que no fueron
advertidos por los uniformados que atendieron el incidente.

En tal sentido, Cristian Rivera Chaverra señaló que


<<a lo que llegamos, ellos se separan, lo que observamos es
que los dos sujetos estaban lesionados. Ambos tenían
sangre en su ropa y en su cuerpo, por eso los trasladamos a
un centro asistencial, para salvaguardar su integridad…al
primero que llevamos fue al señor Alejandro Gómez Ibarra,
era a quien se le notaba más la herida, la tenía en el brazo
derecho, no recuerdo exactamente el brazo, era una herida
grande profunda, ya después llevó el otro vehículo al hospital
al muchacho que al momentico fallece>>. Y a continuación
agregó que GÓMEZ IBARRA <<nos manifiesta que la otra
parte le intentó hurtar un celular y una bicicleta>> , pero que
no observaron esos elementos.

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De esta manera, la versión del acusado sobre la


tentativa de hurto por parte de Ruiz Mera fue suministrada
inmediatamente después de los sucesos y ratificada en el
juicio, escenario en el que explicó que su agresor le exigió la
entrega del celular y la bicicleta, pero que no tenía celular.

A partir de lo anterior, el Tribunal coligió que <<se ha


de considerar entonces como una regla de la experiencia, que
es en el primer momento, tan pronto ocurren los hechos,
cuando las personas dan sus versiones con mayor
sinceridad y autenticidad. De allí que resulte creíble la
versión del procesado, en el sentido de que la víctima trató,
en principio, de hurtarle su bicicleta, una tesis que amerita
credibilidad, pues no se muestra como una estrategia de
último momento, cuando fue invocada por el procesado, tan
pronto llegaron los policiales>>.

Además, los uniformados Rivera Chaverra y García


Ávila fueron enfáticos en señalar que GÓMEZ IBARRA tenía
una herida abierta en el brazo que manaba mucha sangre
y, por ello, lo trasladaron primero al hospital. Esas
declaraciones, entonces, prueban que el sentenciado
también estaba herido y pudo ser objeto de la agresión
mencionada en su testimonio, con independencia de que, a
la postre, las lesiones de Ruiz Mera resultaran más graves
que las suyas.

5. La Sala ha precisado que el sistema probatorio


nacional permite probar los elementos constitutivos del
delito, así como los de responsabilidad criminal y demás

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aspectos para el esclarecimiento de los hechos y la verdad


procesal, con cualquier medio de prueba, siempre que
cumpla con los criterios de legalidad para su incorporación.

El Tribunal podía dar por demostrada la agresión que


sufrió GÓMEZ IBARRA a partir de las declaraciones de los
agentes de policía, pues fueron claros en señalar que estaba
herido y parecía de gravedad, en la medida que en materia
penal no existe tarifa probatoria que imponga demostrar las
lesiones exclusivamente con el dictamen de medicina legal o
la historia clínica, como supuso equivocadamente la
primera instancia.

Al respecto, el fallo absolutorio señaló que <<si bien no


está acreditada la naturaleza de las lesiones que sufrió el
procesado, las secuelas e incapacidades que estas le
produjeron, a partir de las declaraciones de los policías, e
incluso de la versión del propio procesado, se tiene
acreditado que éste presentaba heridas corto punzantes en
su cuerpo e incluso, a juicio de los uniformados, heridas de
mayor connotación, de mayor gravedad, que las que
presentó la víctima mortal, al punto que se le dio prioridad
para ser llevado al hospital más próximo, ya que como lo
señala uno de los testigos, presentó una herida profunda en
uno de sus brazos>>.

En suma, el cargo quinto no se configura por cuanto el


Tribunal no incurrió en el falso juicio de raciocinio
atribuido.

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6. Tampoco se concreta el falso juicio de existencia por


la supuesta omisión de valorar el testimonio del médico
legista Hermes Pinzón, que, a criterio de la Fiscalía,
demuestra la falta de proporcionalidad de la lesión causada
por GÓMEZ IBARRA a su agresor Ruiz Mera, porque el
Tribunal sí ponderó ese medio de prueba, sólo que
consideró que no señalaba el aspecto aducido por el
demandante.

Así, el juez colegiado dedujo que el hecho de que


GÓMEZ IBARRA sólo hubiese causado una herida grave a
Ruiz Mera muestra que utilizó el arma para defenderse del
ataque injusto y, en tal sentido, razonó que <<si bien en un
principio la agresión estuvo dirigida a atentar contra el
patrimonio del procesado, seguidamente y ante la negativa
de éste de entregar su bicicleta, se extendió a su integridad y
a poner en riesgo su vida. En ese orden, los bienes jurídicos
de que es titular Gómez Ibarra, le impusieron el derecho a
defenderse, dada la inminencia y la potencialidad de la
agresión, advirtiendo que la respuesta de defensa fue
apenas proporcional en sus medios y en sus fines, con el
infortunio que, pese a que en una sola oportunidad logra
impactar el cuerpo de su agresor, lo hace de forma tan
certera que compromete un órgano vital, causándole la
muerte>>.

Y aunque los agentes Rivera Chaverra y García Ávila


afirmaron que Ruiz Mera se encontraba embriagado, ello no
implica que no pudiera atentar contra la vida e integridad
física de GÓMEZ IBARRA y que éste no tuviese derecho a

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defenderse, porque lo cierto es que padeció las graves


lesiones referidas por los mencionados testigos, por manera
que no estaba en las condiciones de inferioridad señaladas
por el demandante. No se materializa, por tanto, el yerro
atribuido en el tercer cargo.

7. Con todo, ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA declaró en


el juicio que <<cuando iba llegando al barrio el poblado, un
muchacho de tez morenita, salió intempestivamente con un
pico de botella, de esas botellas grandes y empezó a herirme
y a decirme que me bajara de la bicicleta, que le entregara el
celular que yo llevaba, pero yo no llevaba ningún celular…yo
le dije que no le iba a dar la bicicleta, porque es mía y uno al
ver, que si ya fuera un arma o algo diferente, pero él me salió
fue con un pico de botella, lo que hice fue bajarme de la
bicicleta y poner resistencia para que llegara gente, hicieran
bulla…yo al verme herido y que él me estaba atacando traté
de defenderme, también saqué una navaja que tenía en el
bolsillo…herí al señor y mi intención no era quitarle la vida al
muchacho>>. Luego señaló que <<cuando herí al muchacho
cogí la bicicleta y me monté en la bicicleta y sobre la avenida
venía una patrulla de la policía, tiré la bicicleta a la mitad de
la carretera y los esperé allí…>>.

Esa versión difiere de la entregada por Rivera Chaverra


y García Ávila, según la cual, al llegar al lugar de los hechos
observaron a los dos hombres discutiendo frente a frente,
inconsistencia que, unida a que los agentes no observaron,
a primera vista, la bicicleta y el pico de botella con que
habría sido agredido GÓMEZ IBARRA, impide afirmar con

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CASACIÓN 49977
ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

certeza la configuración de la legítima defensa aducida. En


este punto se equivocó el Tribunal porque no se probó de
manera irrefutable la eximente de responsabilidad.

Sin embargo, la decisión absolutoria se mantendrá


porque, acorde con el artículo 29 de la Constitución
Nacional, <<toda duda se debe resolver a favor del
procesado, cuando no haya modo de eliminarla>>, principio
que también aplica a las causales de ausencia de
responsabilidad, como ha sostenido la Sala de forma
pacífica desde la decisión del 26 de enero de 2005, radicado
15834, en la que se señaló que <<si no se puede dictar
sentencia condenatoria sin que obre en el proceso prueba
que conduzca a la certeza del hecho punible y la
responsabilidad del acusado,…no puede prohijarse la idea
de que la duda sobre la antijuridicidad de la conducta es
igual a la certeza exigida para condenar. Si la primera se
presenta no hay lugar a la segunda y en casos así la ley
dispone que la indefinición que produce la duda se resuelva
a favor del procesado porque es la única manera de impedir
que se condene a un inocente>>. Ello, además, porque el
mandato legal de que toda duda se debe resolver a favor del
sindicado, no admite ningún tipo de excepción.

En este caso, la Fiscalía no demostró, como debía


hacerlo en virtud de la carga probatoria, la voluntad común
de GÓMEZ IBARRA y Ruiz Mera de agredirse mutuamente
ni desvirtuó la versión del procesado, acorde con la cual fue
agredido de manera injusta y sorpresiva por la víctima que
le causó varias heridas con el propósito de arrebatarle sus

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CASACIÓN 49977
ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

pertenencias. Sin embargo, la explicación de GÓMEZ


IBARRA presenta inconsistencias que generan
incertidumbre sobre la forma en que ocurrieron los hechos,
situación que no permite dar por acreditada plenamente la
legítima defensa aducida e impone la absolución, pero por
duda sobre su configuración.

En suma, no se casará la sentencia, pero se aclarará


que la absolución procede por duda y no por la plena
demostración de la eximente de responsabilidad.

En virtud de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de


la Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la Ley,

RESUELVE:

1º. NO CASAR la sentencia absolutoria proferida por


el Tribunal Superior de Cali el 15 de diciembre de 2016 a
favor de ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA.

2º. Aclarar que la absolución procede por duda


respecto de la configuración de la legítima defensa y no
porque se hubiese demostrado en forma fehaciente.

Contra esta decisión no proceden recursos.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE.
PATRICA SALAZAR CUÈLLAR
JOSÈ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA

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ALEJANDRO GÓMEZ IBARRA

GERSON CHAVERRA CASTRO


EUGENIO FERNÀNDEZ CARLIER
LUIS ANTONIO HERNÀNDEZ BARBOSA
JAIME HUMBERTO MORENO ACERO
FABIO OSPITIA GARZÒN
EYDER PATIÑO CABRERA
HUGO QUINTERO BERNATE

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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