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DESARROLLO Y FUNCIÓN OCLUSAL EN LOS ABORÍGENES AUSTRALIANOS

Estudios realizados por varios doctores a la población de aborígenes australianos encontraron


que un mismo grupo familiar presentó características similares en cuanto a forma, tamaño y
distribución de los dientes y estructuras óseas dentro del complejo dentofacial y, por el contrario,
donde había individuos que diferían en alguno de sus progenitores estos presentaban
discrepancias significativas. También analizaron esta población primitiva y realizaron
comparaciones con los europeos modernos que llegaron a colonizar el territorio que habitaban.
Estos estudios dieron como resultado los evidentes cambios evolutivos que estaban influenciados
por los diferentes factores genéticos y ambientales, así como una combinación de ambos, los
cuales eran responsables del constante desarrollo a nivel funcional y estético del todo el complejo
dentofacial.

Constantemente los clínicos buscamos esa oclusión ideal que en realidad es bastante utópica,
pues la mayor parte de la población presenta al menos una característica que influye de manera
negativa a nivel funcional, que puede llegar a afectar desde los ciclos masticatorios hasta la
erupción y desarrollo de los dientes. Según las comparaciones y estudios reportados en la
literatura, este tipo de afecciones comenzó a ser evidente cuando inició la mezcla étnica de
aborígenes con europeos modernos. Los primeros comenzaron a adoptar costumbres que poco a
poco fueron alejándose de lo primitivo que siempre los acompañó, con el tiempo dejaron a un
lado esa lucha diaria que les representaba alimentarse de manera rústica como llegar a rasgar la
carne porque conocieron utensilios que se lo facilitaban; las fuerzas masticatorias fueron
disminuyendo pues pasaron de consumir alimentos crudos o colocarlos en una mínima cantidad
de fuego a cocinarlos completamente, y esto terminó proporcionándoles menos dureza.

La característica más significativa de la población aborigen era su aspecto facial, pues


inicialmente tenían facciones óseas y musculares muy rudas y marcadas, evidentes por la
abundante protrusión dentoalveolar generada por sus hábitos y costumbres que con el tiempo
fueron perdiendo por la misma razón de que el choque cultural les brindó mayor comodidad; de
manera paulatina fueron conociendo las distintas formas de hacer su vida más fácil y esto tuvo un
impacto degenerativo en su dentadura; al disminuir la fuerza que realizaban al momento de
masticar también disminuyeron los estímulos de crecimiento y desarrollo, por lo que comenzaron
a tener huesos más cortos y delgados que no les permitían albergar la misma cantidad de dientes
que tenían sus anteriores generaciones, y presentaban apiñamientos que con el tiempo la
evolución fue compensando con la disminución del tamaño y diámetro dental o incluso
directamente con la no formación de algunas piezas dentarias.
La pérdida dental que para los aborígenes era bastante inusual y sólo se daba ya en las etapas
finales de la vida debido al constante desgaste que generaban los alimentos duros, o por eventos
muy poco frecuentes como alguna patología pulpar, era cada vez más frecuente. Los dientes
comenzaron a presentar caries con la llegada de alimentos procesados y refinados altamente
ricos en azúcares, por lo que con la poca o nula higiene de la población los dientes comenzaron a
ser atacados por los ácidos producidos por las bacterias que descomponían estos alimentos
provenientes de los europeos modernos.

Estudios realizados demostraron que los patrones de erupción varían entre los diferentes grupos
étnicos y también entre los mismos niños de cada población; lo que nos permite deducir que lo
relacionado con fases y secuencia de erupción hoy en día es bastante similar a la que
presentaban los aborígenes de la época; exceptuando la cronología, ya que sí se evidenció que
en los aborígenes la exfoliación de dientes temporales iniciaba aproximadamente al primer año
del nacimiento. Las características más relevantes se evidenciaban cuando observaban
detalladamente el grupo de dientes deciduo y permanente, pues algunas piezas deciduas
presentaban mayor diámetro que las permanentes, lo cual no ocurre en la actualidad.

La disminución en el número de dientes y tamaño de estructuras hizo que a lo largo de la historia


los procesos de formación, modelado y remodelado óseo tuvieran que acomodarse a lo que el
organismo y su entorno les brindara, por lo que comenzaron a desarrollarse rostros con rasgos
mucho más finos y delicados, que fueron siendo parte del canon de belleza; así como la parte
científica también debió adaptarse y encontrar nuevos métodos y estudios que brindaran a la
población actual nuevos patrones de normalidad y atención a los distintos eventos que se
presentan a diario en su sistema dentofacial.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Neuro-Oclusal. Artes Médicas.
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