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PERLA DE VALOR

Referencia: Mateo 13:44-46; Juan 3:16; Malaquías 3:17,18.


Para memorizar: “Yo seré su Dios y él será mi hijo.” Apocalipsis 21:7, NVI
DESARROLLO
Cuando Jesús vivió en la Tierra, contó varias historias para ilustrar el amor de Dios y cuán especiales somos
para él. He aquí una de sus historias: Cierto hombre encontró un tesoro escondido, probablemente
cuando preparaba la tierra para el cultivo. Como aquel terreno no era de él, no podía decir: “¡El tesoro es
mío!” Por eso, enterró nuevamente el tesoro, regresó rápidamente a su casa, vendió todo lo que tenía y
compró aquellas tierras. Ahora sí, el tesoro era suyo. Aquel habrá sido un día muy feliz. Jesús también
comparó el reino de Dios con un negociante que compró una perla por un gran precio. Para poder
adquirirla, vendió todo lo que tenía. Con esas historias, Jesús quería demostrar que somos de alto valor
para él, pues nos considera como hermanos. Nosotros somos su tesoro especial (lee Éxodo 19:5). ¡Cuán
bueno es saber que él nos ama y nos cuida!
HISTORIA
La reivindicación de la mina Todas las tardes de domingo de septiembre y octubre, Marcos y Tiago, dos
estudiantes de la secundaria, exploraban en las márgenes del Río Café en busca de oro, en el punto en el
que ese curso de agua desembocaba en el río South Umpqua. Tiempo atrás, en la biblioteca del colegio,
los muchachos habían encontrado un libro que narraba acerca de minas perdidas y tesoros enterrados.
Gracias a sus lecturas, llegaron a la conclusión de que una gigantesca mina de oro había funcionado en las
proximidades del Río Café. A partir de entonces, comenzaron a soñar con la posibilidad de encontrar
mucho oro y convertirse en millonarios. Cierto domingo, Marcos y Tiago escalaron las rocosas pendientes
a lo largo del río. Después de tropezar algunas veces, pararon en un descanso. Inesperadamente, el sonido
de una bala de rifle volando sobre sus cabezas hizo que los muchachos se arrojaran al suelo. Y una sombra
gigante se lanzó sobre ellos.
—¡Levántense!
Ellos obedecieron. El aspecto del canoso minero no inspiraba confianza. Marcos sintió verdadero pánico.
Al mirar rápidamente a su amigo, percibió que Tiago también estaba muy asustado. El hombre apuntó el
arma hacia la frente de Tiago.
—¿Quieres decirme porqué están merodeando por aquí? ¿Están buscando mi oro?
—Oh… Ah… Bien… ¡No, señor! —balbuceó Tiago.
—Usaré este rifle cada vez que tenga que proteger mis derechos —dijo el hombre lanzando una mirada
fría sobre los muchachos—. Las minas son mías, ¡solo mías! Les voy a decir esto solamente una vez:
¡Salgan inmediatamente de aquí, antes que cambie de idea! Aterrorizados, Marcos y Tiago se apresuraron
a salir corriendo como un rayo, en la dirección señalada por el hombre, mientras el zumbido de un
segundo tiro pasó tan solo a algunos centímetros por encima de sus cabezas. Entonces, se internaron
rápidamente en un pequeño bosque.
—¡Y no vuelvan aquí otra vez! —Pero ese último aviso ya ni era necesario.
—Este hombre habló como si el oro fuese todo de él —dijo Marcos con la voz entrecortada de tanto
correr—. ¿Qué derecho tiene? ¿Será el dueño de estas tierras?
La Biblia dice que todo el oro y toda la plata del mundo son de Dios (Hageo 2:8), porque fue él quien hizo
todas las cosas. Pero el tesoro más precioso somos nosotros, sus hijos. Así como el minero protegía sus
tierras y su oro, Dios protege a sus hijos.
Para debatir en clase: ¿Por qué somos llamados tesoros de Dios? ¿Te sientes importante para él?
¿Cómo podemos brillar por Jesús?

Menciona palabras que demuestran el amor de Dios. Organízalas en orden alfabético. Por ejemplo,
A de amor; B de bondad; C de cuidado, etc.

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