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salva la suya.
"ACOGIMIENTO
FAMILIAR"
-GRUPO 7-
REALIZADO POR:
1. Introducción Y Justificación
Este trabajo está enfocado en materia del Acogimiento Familiar. La selección de este
tema es debido al interés que nos ha suscitado la importancia que existe desde hace años de
atender y cuidar a niños y niñas tutelados tras la vivencia de ser separados de sus padres y
madres y, por ello, la necesidad que existe en éstos de poderse situar en un entorno protector
durante su etapa de crecimiento y desarrollo moral, afectivo y social. Pretendemos profundizar
en dicho tema, extrayendo los detalles y conclusiones más esenciales y tratarlo de una manera
más cercana a la realidad.
2. Objetivos Generales
3. Marco Teórico
3.1. La Familia
motivacionales, los valores, las cualidades y rasgos del carácter. Lo que ocurre en determinadas
situaciones y en la interacción y relaciones con los demás miembros influye en la construcción
de la personalidad, en el desarrollo intelectual, en la calidad afectiva moral de las personas, en
la salud física o mental, felicidad, autovaloración, autoestima, el carácter e incluso de la
regulación motivacional y cognitivo instrumental de las personas y la personalidad (Martín y
Tamayo, 2013).
Así pues, podemos decir que la familia es un sistema dinámico, donde las relaciones
que se dan son recíprocas, y están enmarcadas en diferentes contextos de influencia, que están
ligados a procesos sociales, culturales y cambios históricos (Cánovas y Sahuquillo, 2014).
La familia es una sociedad natural, donde destacan algunos valores como el respeto, la
solidaridad, el altruismo…Estos valores facilitan los procesos que la sociedad actual necesita,
que van desde el encuentro, el amor y la cooperación, hasta la educación y humanización de
los más pequeños/as, que han de convertirse en futuros ciudadanos/as (De Bofarull, 2005).
Según Cánovas y Sahuquillo (2014, p.599-601), la familia debe cumplir una serie de
funciones:
Como se puede ver, la familia ha de reunir una gran cantidad de características, para
conseguir un buen desarrollo de los/as hijos/as y también buenas relaciones con la familia y
con el entorno que lo/a rodean. Existen diversos factores considerados como de riesgo y pueden
agruparse en individuales, familiares, sociales culturales, económicos…, que pueden dificultar
dicho desarrollo. Por un lado, las familias pueden presentar factores de vulnerabilidad, que
hace referencia a miembros de la familia con dificultades en la salud, cualquier tipo de
diversidad funcional, problemas de conducta… Pero también se asocian con problemas de la
familia en general, como problemas económicos, inexistencia de cohesión familiar, los
progenitores no ejercen sus funciones. Por otro lado, podemos hablar de factores externos o
del entorno, que puede ser la ausencia de servicios sociales, descoordinación entre servicios…
Otros factores son los protectores, que se refieren al compromiso hacia la familia por parte de
todos los componentes, cohesión familiar, relaciones de apoyo, tiempo en familia, confianza
para expresarse libremente y comunicarse, adaptación a las situaciones que vayan surgiendo,
relaciones sociales satisfactorias… entre otros (Álvarez y Bisquerra, 2018).
De esta manera, se puede afirmar que los progenitores no son los únicos/as que influyen
en el desarrollo integral y educación de sus hijos/as (Cánovas y Sahuquillo, 2014).
pues, se puede hablar de tres enfoques para analizar la infancia. En el primero, se considera a
los/as niños/as como actores sociales, es decir, agentes participantes. Otro enfoque indica que
el concepto de infancia es una construcción social a través de discursos, y a partir de estos lo
que se debería hacer es reconstruirlos. El último, define la infancia como una estructura social,
que pretende relacionar cualquier acto de la niñez con los macroniveles y estructuras. Con todo
esto se quiere que los/as niños/as tengan un rol activo en las sociedades, dejando de lado la
concepción de niñez sólo como preparación para la vida adulta (Villar, Cánovas y Sahuquillo,
2019).
Es importante entender que un/a menor es ante todo un ciudadano/a, y tiene los mismos
derechos que los/as demás, por lo que, todas sus necesidades deben estar cubiertas, de modo
que ellos/as se puedan desarrollar satisfactoriamente y poder alcanzar así su madurez. Cuando
pensamos en el Sistema de Protección a la Infancia tenemos que atender y entender la
importancia del desarrollo evolutivo de los niños/as, y cómo la Administración es responsable
de velar por el bienestar de los menores (Villar et al., 2019). De esta manera, es evidente que
un/a menor no puede desarrollarse bien en cualquier ambiente, con cualquier oferta afectiva y
social (Cánovas y Sahuquillo, 2014). Siguiendo las ideas de estas autoras, estos/as niños/as en
el Acogimiento Familiar, necesitan familias que:
El origen del Acogimiento Familiar, se remonta a los siglos XVIII y XIX, en los que
ya había figuras que sin ser idénticas a lo que hoy entendemos como Acogimiento Familiar
tienen ciertas semejanzas (Amorós y Palacios, 2004).
Según Del Valle, Bravo y López (2009), el Acogimiento Familiar cuenta con una larga
tradición, que parte de la idea de que los niños/as que carecen de una familia puedan ser
acogidos/as por otra que pueda llevar a cabo la responsabilidad de la educación y el cuidado
de estos niños en todos los aspectos necesarios. En el reglamento de la inclusa de Madrid en el
siglo XVIII, junto a la normativa que regulaba la recogida de los niños/as, se recomendaba
mantener al menor número de menores en la institución, y que fueran en su mayoría
educados/as en los pueblos cercanos a la capital. Existió también la figura del prohijamiento,
regulada ya en la Ley de la Beneficencia de 1822, e incluso en una Real Cédula de 1796, por
la cual los/as niños/as se incorporan a la convivencia con una nueva familia con carácter
permanente que es similar al acogimiento preadoptivo actual.
De forma más específica, es en la orden del 1 de abril de 1937 en la que se define “el
Acogimiento Familiar como una colocación de la infancia abandonada” (Amorós y Palacios,
2004). Para Del Valle et al. (2009), esta colocación familiar sería el antecedente más similar al
Acogimiento Familiar, para la atención a niños/as huérfanos/as y abandonados/as. Sin
embargo, no es hasta el decreto de 11 de junio de 1948 (Texto Refundido sobre Tribunales
Tutelares de Menores y Protección de Menores) donde se regula que un niño/a puede ser
confiado/a a una persona, a una familia, o a un establecimiento (Amorós y Palacios, 2004).
Siguiendo las ideas de esta última autora (Poyatos, 2012), otra ley importante que
influye en la evolución del Acogimiento Familiar es la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero,
de Protección jurídica del menor. Aquí se reconoce a los/as menores como sujetos activos y de
derechos de protección modificando de manera parcial el Código Civil y la Ley de
enjuiciamiento Civil, con la que se ha pretendido abordar de una forma más adecuada la
protección de la infancia. En esta ley, se les da prioridad a las necesidades de los menores,
reconociéndoles como personas activas, participativas y creativas.
Los años ochenta y noventa han sido el escenario de protección infantil, basado en los
derechos del menor y su supremo interés. En este contexto el Acogimiento Familiar viene a
dar respuesta al derecho fundamental de todo menor de crecer y desarrollarse en el contexto de
una familia (Cánovas y Sahuquillo, 2014).
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Por ello, el objetivo final de este Acogimiento Familiar trata de asegurar un núcleo
familiar al niño/a, que, por una serie de factores y condiciones negativas, no puede permanecer
en su entorno biológico de forma temporal. Además, se pretende preservar y fomentar las
relaciones del menor con su familia biológica, interviniendo en las circunstancias que causaron
la separación con la intención de reinsertarlo/a de nuevo en su familia, si se consiguiera poner
una solución al problema existente (Ballester, 2010).
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Este Acogimiento Familiar implica un proceso en el que existen diferentes fases. Las
fases de dicho programa son: captación de familias de acogida; valoración y formación de las
familias de acogida; asignación, adaptación y acoplamiento; seguimiento, acompañamiento y
visitas; y cierre/despedida (Cánovas, y Sahuquillo, 2014). La finalidad de cada una de las fases
se concreta en:
manera, tiene lugar el acoplamiento, que consiste en que el menor y la familia acogedora se
vayan conociendo (Cánovas y Sahuquillo, 2014).
Consiste en facilitar aquellos aspectos que puedan favorecer la adaptación del niño/a y
de la familia de acogida y ayudar a resolver los conflictos que puedan surgir. A lo largo
del seguimiento se plantean un conjunto de demandas que se pueden agrupar en: formas
de mantener la vinculación afectiva del menor con su familia y con la de acogida, pautas
educativas para la resolución de conflictos, actitudes ante los contactos y visitas del
menor con su familia, existencia de recursos especializados, posibilidad de retorno del
menor y la evolución de la familia biológica del niño/a. Para lograr un estado óptimo de
comunicación e información entre los miembros implicados en el acogimiento se
deberían realizar seguimientos individuales con el menor y las familias de acogida, y
seguimientos grupales con las familias de acogida. (2010, p.35)
Las circunstancias que dieron lugar a la separación del menor de su familia biológica
pueden ser muy diversas. Hay familias en las que la inadecuada atención a las necesidades de
sus hijos/as obedece a crisis transitorias, que pueden ser superables si se reciben las ayudas
adecuadas. Hay otras en las que se prevé también esa posibilidad, pero con mayor margen de
incertidumbre respecto a la duración o al éxito de las intervenciones. Existen también aquellas
en las que la reintegración familiar no se ve como viable ni en el corto, ni en el medio o largo
plazo. Ante esta diversidad de situaciones no puede haber una única respuesta; ya que, cada
una de ellas requerirá de un enfoque diferente (Palacios, 2011).
Es evidente que, las protagonistas de este proceso de acogimiento son las familias
acogedoras. Que pueden ser familias de acogidas extensas, si ya habían tenido algún tipo de
contacto con el menor, o en el caso contrario familias de acogida ajena. De esta manera, en el
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primer tipo, esta acogida se realiza por una predisposición absoluta, o por una cierta
obligatoriedad. Aquí, el menor ya ha tenido relación con esa familia, por lo que ya hay lazos
afectivos. En cambio, en las familias de acogida ajena, este acogimiento se realiza de manera
altruista para ayudar a un niño/a y a una familia. En este caso no ha habido ningún contacto
entre el menor y la familia, así pues, los vínculos afectivos se van creando poco a poco
(Cánovas y Sahuquillo, 2014).
Dentro del Acogimiento Familiar podemos diferenciar diversos tipos, los cuales pueden
variar dependiendo desde el enfoque o perspectiva que se quiera desarrollar. Así pues, dentro
del acogimiento, pueden darse diversos modelos (Palacios, 2011). Según su finalidad puede
ser de dos tipos, el primero llamado acogimiento simple, de breve duración y con finalidad de
retorno a la familia, una vez superada la situación que originó el problema (Del Valle et al.,
2009), y además se identifica por su carácter transitorio, ya que en la situación del niño o niña
se prevé la reinserción en su propia familia o mientras se adopta una medida de protección que
tenga un carácter más estable (Ministerio de Sanidad del Gobierno de España, s.f.). El segundo
es llamado acogimiento permanente, el cual consta de casos más prolongados, y sin fecha de
regreso a la familia biológica, siempre y cuando la edad u otras circunstancias del menor y su
familia así lo aconsejan (Ministerio de Sanidad del Gobierno de España, s.f.). Además, según
Del Valle et al. (2009), piensan que tal vez pueda darse el caso de un acogimiento preadoptivo,
que posteriormente es el paso de la adopción.
menor, pero que la valoración que hacen los/as profesionales de sus capacidades
educativas sea negativa. En este caso la opción familiar que conviene a los menores
afectados debe buscarse fuera de las relaciones de parentesco. (2012, p.27)
Cuando hablamos de quién tendrá el poder de poseer la guarda potestad de los menores,
será quien tenga competencias y responsabilidades sobre ellos/as. Esto se recoge en la Ley
7/1994, de 5 diciembre de la Infancia de la Generalitat Valenciana. Y no es hasta el 2001, con
el Decreto 93/2001, de 22 de mayo, el Reglamento de medidas de protección jurídica del menor
en la Comunidad Valenciana, donde se desarrolla la finalidad, los principios y el procedimiento
sobre la medida del Acogimiento Familiar (García, 2012). Gracias a esta evolución y en base
a las anteriores leyes se crea una nueva la Ley 12/2008, de 3 de Julio, de protección integral de
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Como bien dice el Diario La Vanguardia (2017), sobre la ley 12/2008, de 3 de Julio, de
protección integral de la infancia y la adolescencia de la Comunidad Valenciana, afirma:
Entre las novedades introducidas por esta reforma figuran la regulación de la situación
de riesgo y su declaración o las medidas para dar preferencia al Acogimiento Familiar
respecto del residencial. También recoge la limitación de la posibilidad de
institucionalización de los niños y niñas más pequeños, los derechos de las personas
acogedoras y acogidas, o la adopción abierta, que requieren cambios en la legislación
autonómica para su concreción práctica.
Estado de salud. Todas aquellas carencias sufridas por el menor, tanto físicas como
emocionales, van influir de manera considerable en la evolución del menor, teniendo
como consecuencia un retraso en el desarrollo tanto evolutivo y madurativo como
emocional, presentando en la mayoría de los casos la imagen de un niño de edad inferior
a la cronológica. (p.395)
Su propia historia personal. Abandono acontecido a una edad más o menos temprana y
al que se le irán sumando otros varios, este proceso termina imprimiendo en los niños
una huella que, dependiendo de varios factores será más o menos profunda y llevará
acarreados duelos por resolver. (p.396)
con el adulto, que es percibido tan sólo como figura de autoridad a la que incluso se le
puede tener temor. Si tenemos en cuenta la importancia que la relación con el adulto
tiene en la formación del autoconcepto y la autoestima del niño, comprendemos que el
denominador común en estos niños es precisamente el deterioro de su propia imagen y
de la valoración de la misma dando el distanciamiento emocional. (p.396)
Asimismo, Canovas y Sahuquillo (2014) nos comentan también que es bastante posible
que aquellos/as menores que han sido protegidos tengan estas dificultades:
Para analizar y detectar los posibles factores de riesgo que pueden provocar el inicio
del proceso del Acogimiento Familiar se debe comenzar por el estudio del caso de forma
particular, sopesando las circunstancias específicas de cada familia y cada menor, los recursos
y potencialidades de las que disponen y tras este proceso se realizará el diseño del Plan de
Protección que mejor se ajuste a las características de cada caso (Domingo y Martín, 2019).
En el Código Civil (1889), en el artículo 172 apartado 1.2, se establece que se considera
como situación de desamparo:
Las necesidades las cuales se tienen que satisfacer para que no exista un desamparo o
un maltrato del menor son: las necesidades de carácter físico-biológico, las necesidades
cognitivas y las necesidades emocionales y sociales, cualquier desatención será un motivo o
un factor de riesgo que podría poner en movimiento los mecanismos de Acogimiento
Familiar, es necesario especificar que el Acogimiento Familiar se dará cuando muchas de
estas necesidades se vean insatisfechas (López, 2008).
Otras autoras que hablan sobre los motivos o factores que pueden producir el inicio del
Acogimiento Familiar son Cánovas y Sahuquillo (2014). Exponen las situaciones
problemáticas que se pueden encontrar en la familia de origen y que pueden llevar a aplicar
un Acogimiento Familiar. Por un lado, definen los motivos iniciales que por no atenderlos
correctamente se desencadenan en situaciones de desamparo. Las situaciones serán en todos
los casos de forma leve, esporádicas o de poca gravedad si siguen las siguientes
características:
● “La negligencia en la atención física, psíquica o educativa del menor por parte de los
padres, tutores o guardadores” (p.376).
● “La utilización del abuso físico o emocional sin patrón crónico de violencia” (p.376).
● “Aquellas situaciones potencialmente perjudiciales para el desarrollo físico, psíquico y
emocional” (p.376).
● “Aquellas situaciones de precariedad, dificultad de afrontamiento de la realidad social,
dificultades parentales y relacionales u otras eventualidades potencialmente
perjudiciales para el menor” (p.376).
● “Cualquier otra situación que produzca en el menor un prejuicio en su desarrollo físico
o psíquico” (p.376).
Por otro lado, dichas autoras afirman que las situaciones de desamparo serán en todos los casos
graves, sistemáticas o de gran gravedad:
● “La negligencia en la atención física, psíquica o educativa del menor por parte de sus
padres, tutores o guardadores” (p.376).
● “La utilización del abuso físico o emocional hacia el menor, con episodios graves de
maltrato por parte de los padres, tutores o guardadores” (p.376).
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Sobre este tema también se pronuncia el observatorio infantil del Gobierno de España.
En este documento se pueden observar los motivos o factores más frecuentes por los cuales se
da el acogimiento. Del Valle et al. (2009), hablan sobre dicho documento y extraen
informaciones y datos de gran interés sobre esto.
Para los niños y niñas de familia ajena la categoría más frecuente es negligencia física
(42,3%) seguida de imposible cumplimiento de las obligaciones parentales (40,3%). En
familia extensa también son éstas las categorías con mayor porcentaje de casos, pero
siendo más frecuente el imposible cumplimiento (42,8%) que la negligencia física
(39,4%). Otras categorías que se presentan en aproximadamente una cuarta parte de los
casos son las de maltrato emocional y modelos parentales inadecuados en el hogar. Los
únicos motivos de protección en los que se encuentran diferencias significativas entre
niños y niñas acogidos son el abuso sexual, con una frecuencia mayor entre las niñas
(4,8%) que entre los niños (1,6%), y el abandono total o renuncia, esta vez con una
mayor frecuencia entre los niños (26,3%) que entre las niñas (18,6%). (p.85)
● Cuando la situación de riesgo del menor está causada o acentuada por la presencia de
conductas y actitudes violentas por parte de alguno de los progenitores o por parte de
algún hermano y los padres o adultos responsables no son capaces de contener o
resolver el conflicto y de proteger al miembro más vulnerable. (p.20)
● “Cuando aparecen dificultades en las relaciones paterno-filiales en las que los padres
se sienten o son incapaces de contener o encauzar la presencia de conductas desafiantes
de los hijos, desobediencia, problemas de disciplina, aceptación de normas y límites,
etc”. (p.20)
● “Cualquier otra circunstancia que coloque al menor en una situación de riesgo o que se
considere potencialmente perjudicial para su desarrollo físico, psíquico o emocional,
siempre y cuando guarde relación con el inadecuado ejercicio de las responsabilidades
parentales”.(p.21)
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El Acogimiento Familiar es una tarea compleja porque implica a una gran variedad de
profesionales y plantea una multiplicidad de acciones y tomas de decisiones profesionales, es
por ello que esta intervención puede llegar a tener éxito si los/as profesionales no están a la
altura de la complejidad de las necesidades de todos los implicados.
En España, a lo largo de los años 80 y 90 se llevó a cabo una reforma legal que prioriza
el Acogimiento Familiar como medida de protección para aquellos menores que han de ser
separados de su familia de origen. Este cambio, ha contribuido al impulso de los programas de
acogida, si bien su desarrollo todavía se presenta en una expresión más baja que la mayoría de
los países europeos (Del Valle et al., 2009).
Tal y como hemos aclarado anteriormente, el Acogimiento Familiar se creó con el fin
de darle una alternativa a aquellos niños y niñas que necesitasen una familia después de haber
sido separados de la suya. Así pues, existieron y existen diversos centros que trabajan dentro
de este ámbito en España y, en este caso, nos centraremos en la Comunidad Valenciana.
● Segunda → Esta se centraba más hacia la necesidad de disminuir los espacios de los
grandes centros y la creación de hogares funcionales y residencias comarcales. En
dichos lugares conviven las familias educadoras con los niños/as (Estellés et al., 1999,
citados por García, 2012).
Por último, se hará alusión a algunos ejemplos de los centros que trabajan el
Acogimiento Familiar en el caso de la Comunidad Valenciana son:
Éste es el eje fundamental en el ámbito de apoyo a los niños y a las familias para
garantizar así la guía y seguimiento del estilo educativo y sus consecuencias en el
desarrollo integral del menor, a nivel personal, formativo y socializador. (p.1)
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Así pues, aunque sigan existiendo muchos aspectos comunes entre las tres disciplinas
de intervención social, ninguna puede reemplazar a otra. Por ello, es esencial la
complementación entre las tres y de dicha forma es únicamente como se garantiza la eficacia
y eficiencia necesarias en toda intervención multidisciplinaria. Cualquier ausencia de un
pedagogo/a en centros o proyectos que traten el Acogimiento Familiar evidenciaría una clara
falta de inversión en educación, formación, socialización del niño/a acogido/a, el apoyo a la
paternidad y la orientación familiar. Se debe asegurar, pues, la figura del pedagogo/a en estos
casos independientemente del contexto económico y político que haya en cada momento
(Juanpere y Morral, 2014).
4.1. Objetivos
OBJETIVOS
4.2. Metodología
sacar más información, y libros interesantes. Por ello es que, buscamos más libros sobre el
tema, utilizamos libros de años anteriores, e incluso fuimos a la biblioteca para sacar
determinados libros. Después de recabar más información, nos reunimos de nuevo el grupo
para consultar, leer y revisar todas las nuevas fuentes bibliográficas que habíamos conseguido.
Volvimos a seleccionar los contenidos que más nos interesaban, la redactamos, la incluimos y
añadimos en el marco teórico. Una vez que estábamos seguras de que el marco teórico estaba
completo, quedamos de forma virtual para leer esa parte entre todas, revisar las citas y
referencias, mejorar la redacción, y revisar las faltas de ortografía.
Finalmente, cuando terminamos de supervisar todo esto y cada miembro del grupo dio
el visto bueno, dimos por finalizado el marco teórico, y nos pusimos entre todas a dar opiniones
y diversas perspectivas sobre el trabajo realizado, y del tema mismo, para poner realizar las
conclusiones de este trabajo.
4.4. Muestra
En cuanto a los materiales que hemos utilizado como muestra para nuestro trabajo
actual, la cuantificación y clasificación correspondiente de estos es la siguiente:
5. Conclusiones Finales
Así pues, creemos que, como profesionales, nuestra función es esencial para velar por
la protección y seguridad de estos menores, evitando que dichos factores puedan derivar en
situaciones de riesgo o desamparo que los perjudiquen. Y para ello, se plantea la opción del
Acogimiento Familiar, que permite que los/as menores sean cuidados/as y escuchados/as como
se merecen y mediante él se les ayuda también a tener una nueva oportunidad de vida y
equilibrar la balanza entre sus recursos y necesidades. Nuestro objetivo consiste, en colaborar
en todo aquello que beneficie y proteja al menor.
Por ello, determinamos que ante una situación de riesgo, la opción de Acogimiento
Familiar da paso a que el menor permanezca temporalmente con su familia extensa o familia
educadora y, así, podremos evitar la influencia negativa que pueda haber en su desarrollo, con
el fin de seguir trabajando con los factores de riesgo hasta reducirlos o solucionarlos por
completo. Y sin olvidarnos que debemos proporcionar al menor circunstancias y/o influencias
que mejoren su calidad de vida y bienestar, con el objetivo de generar en él una red de
protección de apoyo.
6. Referencias Bibliográficas
De Bofarull, I. (2005). Ocio y tiempo libre: un reto para las familias. Eunsa.
Del Valle, J., López, M., Montserrat, C., y Bravo, A. (2008). El Acogimiento Familiar en
España. Una evaluación de resultados. Madrid: Gobierno de España
Del Valle, J. F., Bravo, A., y López, M. (2009). El Acogimiento Familiar en España:
implantación y retos actuales. Papeles del psicólogo, 30(1), 33-41.
29
Fernández, M. (2004). Los estudios españoles sobre adopción y Acogimiento Familiar 1974-
2004. Boletín de psicología, 81, 7-31.
López, M. L., Delgado, P., Carvalho, J., y Del Valle, J. F. (2014). Características y desarrollo
del Acogimiento Familiar en dos países con fuerte tradición de acogimiento
residencial: España y Portugal. Universitas psychologica, 13(3).
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