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Articulo 2
La forma tradicional de valorar las empresas ha quedado atrás. Ahora pesa más el
conocimiento que los activos físicos.
Basta con mirar la lista de Standard & Poor’s de las 500 compañías más grandes
de Estados Unidos para percibir que el valor en libros refleja sólo entre un 10 y un
15 por ciento de su capitalización de mercado. Dicha brecha se acentúa aún con
más fuerza entre las empresas de consultoría, Internet, alta tecnología y
telecomunicaciones.
Este dilema ha hecho que los intentos por medir y unificar la información sobre los
activos intangibles sean cada vez más una prioridad para la comunidad financiera.
El último esfuerzo por encontrarle una solución al problema es el método
desarrollado por Baruch Lev, quien intenta poner en números puros los activos no
materiales. El nuevo enfoque, llamado Contabilidad Basada en el Conocimiento
(Knowledge Capital Scoreboard), calcula el potencial de las ganancias futuras que
crea el conocimiento a través de la normalización de los ingresos intelectuales.
Por ejemplo, los cálculos más recientes de Lev indican que los activos de
conocimiento de Microsoft valen 211.000 millones de dólares; los de Intel 170.000
millones y los de la farmacéutica Merck & Co. 110.000 millones. Contrario a lo
anterior, empresas de gran renombre como Coca-Cola o Dupont —que se
caracterizan por tener enormes plantas, edificaciones e inventarios físicos— tienen
activos de conocimiento por apenas 60.000 y 41.000 millones de dólares
respectivamente.
La diferencia que existe entre los balances financieros y los valores bursátiles de
las compañías ha puesto a inversionistas y académicos de todo el mundo a
cuestionarse sobre el valor real de las mismas. ¿Están sobrevaloradas en la bolsa
las empresas que se basan en el conocimiento? ¿Están pagándose exageradas
sumas de dinero por la adquisición de activos intangibles? ¿Pueden los viejos
sistemas contables captar el valor de la nueva economía?
El problema
Es así como la contabilidad que emplean hoy día las empresas registra los
intangibles no como activos sino como gastos o costos en los que incurren las
mismas. Un ejemplo de ello es la compra de Lotus por parte de IBM en 1995.
Como requerimiento contable IBM tuvo que contabilizar la parte de investigación y
desarrollo de Lotus —que era de 1.840 millones de dólares— como un gasto por
culpa de las reglas de la contabilidad. Como resultado, no quedó ninguna huella
de la existencia de un activo.
Así mismo, cuando en 1995 America Online capitalizó algunos de sus costos de
adquisición de clientes como activos los analistas creyeron que AOL trataba de
manipular sus ganancias. En otras palabras, AOL estaba afirmando que, al
adquirir nuevos clientes, había creado un activo único que le permitiría a la
compañía tornarse más rentable en el futuro. Los analistas financieros
consideraron eso como una trampa. Finalmente, en octubre de 1996, AOL
abandonó su intento y reflejó como gasto los 385 millones invertidos en adquirir
clientes. Actualmente AOL tiene un valor de mercado de aproximadamente
140.000 millones de dólares, pero hace cinco o seis años los analistas financieros
decían que era un engaño.