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La nueva contabilidad

Articulo 2
La forma tradicional de valorar las empresas ha quedado atrás. Ahora pesa más el
conocimiento que los activos físicos.

Que el tamaño no importa parece demostrado hoy en día en la economía de las


empresas. En el mundo actual los activos más valiosos ya no son la maquinaria,
los edificios, las instalaciones, los inventarios o los depósitos en los bancos. Hoy
por hoy pesan más los activos intangibles que tienen su origen en los
conocimientos, habilidades, valores y aptitudes de las personas que forman parte
de la empresa.

Basta con mirar la lista de Standard & Poor’s de las 500 compañías más grandes
de Estados Unidos para percibir que el valor en libros refleja sólo entre un 10 y un
15 por ciento de su capitalización de mercado. Dicha brecha se acentúa aún con
más fuerza entre las empresas de consultoría, Internet, alta tecnología y
telecomunicaciones.

Este dilema ha hecho que los intentos por medir y unificar la información sobre los
activos intangibles sean cada vez más una prioridad para la comunidad financiera.
El último esfuerzo por encontrarle una solución al problema es el método
desarrollado por Baruch Lev, quien intenta poner en números puros los activos no
materiales. El nuevo enfoque, llamado Contabilidad Basada en el Conocimiento
(Knowledge Capital Scoreboard), calcula el potencial de las ganancias futuras que
crea el conocimiento a través de la normalización de los ingresos intelectuales.

Por ejemplo, los cálculos más recientes de Lev indican que los activos de
conocimiento de Microsoft valen 211.000 millones de dólares; los de Intel 170.000
millones y los de la farmacéutica Merck & Co. 110.000 millones. Contrario a lo
anterior, empresas de gran renombre como Coca-Cola o Dupont —que se
caracterizan por tener enormes plantas, edificaciones e inventarios físicos— tienen
activos de conocimiento por apenas 60.000 y 41.000 millones de dólares
respectivamente.

La diferencia que existe entre los balances financieros y los valores bursátiles de
las compañías ha puesto a inversionistas y académicos de todo el mundo a
cuestionarse sobre el valor real de las mismas. ¿Están sobrevaloradas en la bolsa
las empresas que se basan en el conocimiento? ¿Están pagándose exageradas
sumas de dinero por la adquisición de activos intangibles? ¿Pueden los viejos
sistemas contables captar el valor de la nueva economía?
El problema

El dilema radica en que los sistemas contables y financieros que se usan en la


actualidad datan de hace más de 600 años. El tradicional sistema de partida doble
—desarrollado en Venecia por el matemático Luca Pacioli en el año de 1400— ya
no logra captar el valor de la nueva economía, la cual se basa en la creación de
activos intangibles tales como el capital intelectual, el desarrollo de marcas y
patentes, la capacidad de innovación, la experiencia y formación de los
empleados, entre otros.

Así lo confirma Lev, profesor de contabilidad y finanzas del Stern School of


Business de la Universidad de Nueva York y experto en el tema al señalar que
“estamos usando un sistema que tiene más de medio siglo para tomar decisiones
en un contexto de negocios complejo en el cual los activos esenciales que crean
valor se modificaron fundamentalmente”.

Este anacronismo, señala el experto, quien también dirige el instituto de


investigación contable Vincent C. Ross, se refleja hoy más que nunca en los
balances financieros de cientos de compañías que basan su gestión en la
distribución y uso de conocimientos. Un claro ejemplo es Microsoft Corporation,
cuya capitalización bursátil es aproximadamente el ciento por ciento más que la de
General Motors, pero con una considerable menor cantidad de activos físicos. Al
igual que el titán del software, compañías como Motorola, Hewlett-Packard, IBM,
grandes firmas de consultoría y agencias de publicidad, deben su valor de
mercado al uso intensivo de capital intelectual y no al número de activos tangibles
que poseen.

Dicho desajuste de los métodos contables afecta no sólo a los inversionistas y


directivos del sector financiero. Los empleados de las empresas tampoco saben
cómo valorar sus contribuciones y los gerentes carecen de referencias confiables
a la hora de decidir si deben respaldar una iniciativa o de evaluar el rendimiento de
un proyecto.
Estructurar conocimiento

En la nueva economía el capital intangible es —cuando menos— tan valioso como


el tangible. Esta tendencia está demostrada por el hecho de que el Producto
Interno Bruto de Estados Unidos, medido en toneladas, es aproximadamente el
mismo que hace 100 años pero su valor económico real es 20 veces mayor. En
otras palabras, que se han añadido atributos intangibles —tales como el
conocimiento— a la gama de bienes y servicios que producen las naciones y que
se reflejan en sus respectivos PIB.

Este hecho ha puesto en evidencia la poca utilidad de los reportes financieros


actuales y, peor aún, las erradas decisiones a las que puede llevar la lectura de
los mismos. “La contabilidad tradicional es ignorante en el tratamiento de activos
intangibles tales como el recurso humano, la investigación y desarrollo de
productos, la consecución de clientes nuevos y la creación de marcas, licencias y
patentes”, señala Alonso Martínez, presidente en Colombia de la firma de
consultoría Booz-Allen & Hamilton.

Es así como la contabilidad que emplean hoy día las empresas registra los
intangibles no como activos sino como gastos o costos en los que incurren las
mismas. Un ejemplo de ello es la compra de Lotus por parte de IBM en 1995.
Como requerimiento contable IBM tuvo que contabilizar la parte de investigación y
desarrollo de Lotus —que era de 1.840 millones de dólares— como un gasto por
culpa de las reglas de la contabilidad. Como resultado, no quedó ninguna huella
de la existencia de un activo.

Así mismo, cuando en 1995 America Online capitalizó algunos de sus costos de
adquisición de clientes como activos los analistas creyeron que AOL trataba de
manipular sus ganancias. En otras palabras, AOL estaba afirmando que, al
adquirir nuevos clientes, había creado un activo único que le permitiría a la
compañía tornarse más rentable en el futuro. Los analistas financieros
consideraron eso como una trampa. Finalmente, en octubre de 1996, AOL
abandonó su intento y reflejó como gasto los 385 millones invertidos en adquirir
clientes. Actualmente AOL tiene un valor de mercado de aproximadamente
140.000 millones de dólares, pero hace cinco o seis años los analistas financieros
decían que era un engaño.

Esta insensata anulación de todas las inversiones en activos de conocimiento


revela que no existe una forma de medir o cuantificar el rendimiento de una
inversión de este tipo. Y el problema no hace sino empeorar: en la última década,
mientras el valor real de estos activos inmateriales ha subido, ese valor, tal como
es representado en los informes financieros, aparece como si hubiera disminuido.

Lo anterior lleva a concluir que, al parecer, la ventaja competitiva de las


compañías que triunfan en los mercados bursátiles obedece a la habilidad que
tienen de generar y estructurar conocimiento. Hoy más que nunca el peso que
tiene el capital intelectual en la valoración de una empresa ha concientizado a las
organizaciones de la importancia de la capacitación del recurso humano.

Atrás ha quedado la era del capital físico, de las grandes fábricas, de la


maquinaria pesada y de los enormes depósitos bancarios para entrar a una nueva
era basada en el conocimiento, las relaciones interpersonales y las organizaciones
dinámicas e inteligentes. De ahí que iniciativas como la del profesor Lev resulten
un intento interesante por actualizar la contabilidad a tono con la era cibernética.

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