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De Tales a Aristóteles
Capítulos 2, 3 y 4
Capítulo II.
El periodo a que vamos a pasar revista suele dividirse en dos partes por el
nombre de Sócrates ya veremos cómo se justifica esto, y la señal característica
del pensamiento presocrático es la ardiente curiosidad por el cosmos.
El interés de los pitagóricos por el alma humana era más bien religioso y místico
que filosófico. Podemos decir, empero, que la devoción exclusiva que los jonios
consagraron a la naturaleza externa se hizo para siempre imposible después de
la quiebra manifiesta de la filosofía natural en el siglo V, y de las inquietantes
preguntas de Sócrates, que llevaron al centro mismo de la escena los problemas
de la vida humana.
Esto ocurre porque, la filosofía europea, en cuanto intento para resolver los
problemas del universo sólo por la razón que se opone a aceptar explicaciones
puramente mágicas o teológicas, comenzó en las prósperas ciudades
comerciales de Jonia, en la costa del Asia Menor, a principios del siglo VI a. C.
La escuela jonia o milesia está representada por los nombres de Tales,
Anaximandro y Anaxímenes; y está muy justificado llamarla escuela, porque
estos tres pensadores nacieron en la misma ciudad jonia de Mileto, vivieron en
la misma época, y la tradición dice que tuvieron entre sí relaciones de maestro y
discípulos.
La filosofía comenzó por la creencia de que detrás de este caos aparente existen
una permanencia oculta y una unidad, discernibles por la mente, si no por los
sentidos. Esto se aplica, naturalmente, a toda filosofía.
En segundo lugar, les pareció a los primeros pensadores que esa estabilidad hay
que buscarla en la sustancia de que está hecho el mundo. Pero no es ésta la
única respuesta posible. También puede suponerse que los componentes
materiales del mundo están en un flujo constante de decadencia y renovación,
que son diversos e incomprensibles; pero que el elemento permanente y
comprensible consiste en su estructura o forma.
En la misma Grecia, la pregunta, reducida a sus términos más sencillos, era ésta;
«¿De qué está hecho el mundo?». Tales de Mileto dijo que era agua, o humedad,
respuesta que puede apuntar a toda clase de posibilidades interesantes, si no
fuera que apenas si conocemos algo más de sus ideas y sólo por conjeturas
podemos entrever el modo de pensar que le llevó a esa conclusión. La
explicación más obvia parece estar en que el agua se presenta, naturalmente, a
los sentidos, sin necesidad de ningún experimento científico que no pudiera
realizarse entonces, en las tres formas de sólida, líquida y gaseosa, como hielo,
como agua y como vapor. Ésta es, en efecto, la explicación que primero se le
ocurre a los eruditos modernos; pero es interesante el hecho de que Aristóteles
sugiera algo muy diferente. (Hasta acá Tales de Mileto)
Si ésa fue la idea de Tales, la vemos explícitamente manifestada por Anaximandro, que
explicaba el origen de la vida por la acción del calor sobre la materia aguanosa o
legamosa. (Hasta acá Anaximandro)
De Anaxímenes, tercera figura de la escuela milesia, no tenemos una
cosmogonía sistemática, pero sí una nueva sustancia considerada como
sustancia primaria.
Uno de los principios que sostenía Anaxímenes arroja alguna luz sobre el
conjunto de su escuela filosófica. Decía que en su forma más pura y más
enrarecida, el aire, que es la sustancia primaria del mundo, es también el
elemento de la vida.
Como dice Cornford, «si queremos comprender a los filósofos del siglo VI,
tenemos que librar a nuestras mentes de la concepción atomística de la materia
muerta en movimiento mecánico, y del… dualismo de materia y espíritu».
Aristóteles, que ya criticaba a los jonios porque, según le parecía, «eliminaban
indolentemente» la cuestión de la causa primera, observa en un lugar, sin
comentarlo, que ninguno de ellos hizo de la tierra la sustancia primordial.
Seguramente tenía una buena razón para eso. Necesitaban una sustancia que
explicase su propio movimiento, como en aquellos días remotos era todavía
posible imaginarse que lo hiciera. Pensaba uno en la incesante agitación del mar,
recordaba otro la furia del viento, y en los umbrales del pensamiento racional se
ofreció como explicación natural de su movimiento autocausado la idea de que
vivían eternamente. Así vemos que todos ellos, aunque en otros respectos
evitaban el lenguaje de la religión y descartaban por completo el
antropomorfismo de su tiempo, sin embargo, aplicaban el nombre de «dios», o
de «lo divino» a su sustancia primera. Así llamaba Anaximandro a su apeiron y
Anaxímenes al aire. (Hasta acá Anaxímenes)
Para los pitagóricos, el motivo para filosofar no fue el mismo que para los jonios,
o sea, la mera curiosidad científica. Constituían una hermandad religiosa, y esto
tuvo ciertas consecuencias. Una parte por lo menos de su doctrina se
consideraba secreta, y no debía ser comunicada a los profanos.
En segundo lugar, se consideraba un deber piadoso atribuir toda doctrina nueva
al fundador mismo, y teniendo en cuenta que la escuela tuvo una historia muy
larga, que incluye un renacimiento en particular floreciente entre los romanos del
tiempo de Cicerón, resulta evidente la dificultad de descubrir con certeza cuáles
fueron las ideas del propio Pitágoras o de la escuela en sus primeros tiempos.
Creían ellos que el universo en su totalidad era una criatura viviente. En esto
estaban de acuerdo con los jonios, pero en esa concepción implicaban muchas
cosas ajenas a Anaximandro y a Anaxímenes, y que procedían de fuentes
religiosas místicas más bien que racionales. El cosmos, decían, está rodeado de
una cantidad ilimitada de aire o aliento que impregna el todo y le da vida. Es la
misma cosa la que da vida a las criaturas vivientes individuales.
Capítulo III.