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Manejar la ira, el éxito en el control de las emociones

Hay situaciones que nos sacan de casillas; lo grave es cuando nos llevan a acciones violentas.

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Por: REDACCIÓN EL TIEMPO

10 de febrero 2015 , 05:38 p. m.

Es cierto que enojarse, sentir indignación, rabia, impotencia y otros estados menos definibles son
respuestas normales de los seres humanos frente a situaciones o personas que no toleramos. En
su origen, estas responden a un sistema de defensa que nos es útil en muchas circunstancias.

Sin embargo, los estados emocionales intensos, que nos invaden y hacen perder la cabeza, muchas
veces nos llevan a reaccionar con violencia, insensatez y sin prever las consecuencias.

Lo más alarmante es que este tipo de respuesta o reacción se han ido convirtiendo en una forma
habitual de manejar situaciones cotidianas. En esto radica el éxito de la película argentina Relatos
salvajes, nominada al Óscar. Esta producción muestra una serie de situaciones de la vida cotidiana,
en las que las personas pierden los estribos y llegan al límite al dejarse dominar por la rabia, los
deseos de venganza y la frustración.

Cuando esto sucede se pueden ocasionar daños irreversibles, lesionar las relaciones con las
personas y hasta afectar la salud y paz interior, razones de peso para tomar la decisión de
controlarlas.
Aunque es una realidad que no siempre resulta fácil mantenerse en los cabales y controlar estos
sentimientos, ya que pueden llegar a ser muy fuertes e intensos, también lo es que la capacidad
para controlar las llamadas emociones negativas es una habilidad que se puede desarrollar.

Es posible hacerse hábil manejando con asertividad la frustración en los momentos difíciles y
tensos, tener más opciones sobre cómo actuar cuando estos se experimentan, modular la
intensidad de las reacciones y evitar que se formen escaladas cuando el enojo, la frustración o la
impotencia nos llevan al explotar.

Tener conciencia

El primer paso es estimular la capacidad de autoconciencia, esforzándose por conocer lo que


sentimos y pensamos para identificar lo que nos lleva a reaccionar de manera impulsiva y
explosiva. Los motivos pueden ir desde querer imponer nuestra voluntad, creer tener siempre la
razón, sentirse tratado injustamente, hasta estar permanentemente bajo presión o padecer
ansiedad, estrés o miedo. Algunas características personales como alta susceptibilidad, rigidez,
inseguridad o inmadurez emocional también son factores que predisponen a perder el control.

Verbalizar las emociones

Aunque en algunos casos es prudente quedarse callado, es importante poder hablar sobre los
sentimientos. Cuando ponemos en palabras las emociones, estas se experimentan con menos
intensidad, ya que el verbalizarlas les da una especie de edición a los sentimientos. Hablar, además
de que nos lleva a buscar la manera de solucionar los conflictos y no quedarnos en los estados
emocionales, tiene el efecto de ayudar a no acumular descontentos ni resentimientos que pueden
hacer ver la situación como irremediable.

Pensar antes de actuar

Ganar autocontrol, una de las habilidades más importantes de la inteligencia emocional, implica el
desarrollo de una serie de acciones que se convierten en alternativa a las reacciones desmedidas.

Existen diversas estrategias, como aprender a escuchar sin reaccionar o interrumpir, evitar usar un
tono de voz agresivo o un lenguaje corporal que indique que se está a la defensiva, mantener la
paciencia y elegir el mejor momento para actuar.

Es importante hacer estos ejercicios de identificación y reconocimiento de las emociones que


permite manejarlas mejor.

Pare y respire profundo

1. Identifique los síntomas previos al ataque de ira: apretar los puños, palmas de las manos
húmedas, boca seca, taquicardia, respiración agitada, visión nublada, músculos tensos, cuerpo
inclinado hacia adelante y sudor.

2. Hacerse un fuerte llamado de atención a sí mismo: “¡Cuidado… estoy al borde de un ataque de


ira!”

3. Cambiar de inmediato alguna posición del cuerpo: descruzar una pierna, abrir los puños, soltar
los brazos, poner las manos en sus bolsillos, cerrar por un momento los ojos, tomar un poco de
agua, entre muchos otros.

4. Una buena respiración es un tranquilizante natural: ayuda a regular su ritmo cardiaco y su


temperatura corporal, a oxigenar el cerebro, a centrar sus ideas y volver sobre sí mismo.
5. Mientras recupera el control, hable más despacio, absténgase de decir todo lo que siente o
retírese de la escena. Tome un poco de distancia de la situación o persona con la que se está
enfadado.

Al no interrumpir se permite que la persona con quien se discute termine las frases. Esto no tiene
nada que ver con evadir la situación; solo es un manejo inteligente y equilibrado que, con
seguridad, le dará otro final al enfrentamiento. Buscar soluciones al conflicto.

Tomado de 'Crecer con Valores'. Autores: MaríaElena López y Daniela Violi

MARÍA ELENA LÓPEZ


ESPECIAL PARA EL TIEMPO

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