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Concepto
El concepto de ciudad-Estado presenta una diferencia sustancial con la idea moderna de nación:
para los griegos la polis no se identifica con un territorio sino con el conjunto de sus ciudadanos,
por eso, aunque se hubiese perdido el territorio en alguna contienda, si el cuerpo cívico había
sobrevivido y podía rehacer sus tradiciones en otro lugar, consideraban que la polis estaba a
salvo.
Durante la llamada «Edad Oscura” en Grecia –que precedió a la época Arcaica– la gente vivía
dispersa en pequeñas aldeas agrícolas. A medida que estas villas fueron creciendo, comenzaron
a construir murallas, un mercado (ágora) y un lugar de reunión comunitario.
Estos pueblos establecieron gobiernos, en los cuales los ciudadanos participaban. Así fueron
configurándose pequeños estados que elaboraron sus propias de leyes, conformaron ejércitos y
organizaron la recaudación de impuestos para solventar los gastos de la comunidad. Se trataba
de Ciudades-Estado, puesto que el núcleo era una ciudad que gobernaba sobre los campos
lindantes.
Cada una de estas ciudades-estado fue llamada polis (en plural, poleis). Según las creencias de
los pueblos griegos, cada polis era protegida por un dios o una diosa en particular, a la que los
ciudadanos de la polis debían respeto y sacrificio.
Hay que aclarar que inicialmente todas las ciudades-estado eran independientes entre sí. Sin
embargo las consideramos en su conjunto como “Civilización Griega” porque compartían una
misma cultura, creencias religiosas, costumbres y una lengua en común.
Ya en el periodo Arcaico, las polis pasaron por cambios en sus estructuras sociales y
económicas. Estas transformaciones, a su vez, acabaron impulsando cambios en el sistema
político que permitieron al pueblo participar en las decisiones.
Aunque, en comparación con el concepto actual, se trató más de una plutocracia que de una
democracia, sí representó una manera totalmente diferente de gobernarse.
La democracia es uno de los sistemas políticos y de organización social más populares del
mundo contemporáneo, a pesar de haber sido inventado en la Antigüedad Clásica. Su rasgo
fundamental es que confiere el poder de decisión en la conducción del Estado (es decir,
la soberanía) al pueblo, que se expresa mediante la voluntad de las mayorías.
A partir del momento en que nació en Grecia la filosofía, se vio como una nueva
forma de expresión, una nueva dirección que diferenciaba a la civilización
occidental de la oriental y que dio pie, debido a sus categorías racionales, al
nacimiento de la ciencia.