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Luego de leer esta lectura reflexiona: ¿qué cuestiones resultan excluidas del ámbito
contencioso administrativo?
Referencias
LECCIÓN 1 de 3
El procedimiento administrativo está formado por los cauces dentro de los cuales se desenvuelve la
administración pública en su propia esfera de actuación y que culmina con el dictado de un acto
administrativo. Existe un procedimiento general regulado en las leyes de procedimientos administrativos (por
ejemplo, la Ley Nº 6.658 de la provincia de Córdoba) y procedimientos especiales prescriptos en normas
específicas entre los que se destacan: la licitación (que es un mecanismo de selección de contratistas), el
concurso (se utilizar para selección del personal), el sumario (cauce previo a la aplicación de una sanción
administrativa).
A nivel local, cada provincia y municipio tiene su regulación propia del procedimiento administrativo. En
Córdoba rige la Ley Nº 6.658.
El proceso administrativo, en cambio, es una serie concatenada de actos que finaliza con el dictado de una
sentencia por parte de un tribunal independiente perteneciente al Poder Judicial. En ese cauce, la
administración pública interviene como demandada o como actora en el caso de la acción de lesividad.
En Córdoba, así como en otras provincias, existe un Código Contencioso Administrativo que regula todas las
cuestiones relativas al proceso que debe seguirse en este tipo de pleitos.
En el ámbito nacional, en cambio, no encontramos un cuerpo legal específico que regule todas las
cuestiones, sino que existe una marcada dispersión normativa. La justicia está regulada por el título IV de la
Ley Nº 19.549, la Ley Nº 3.952, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y leyes específicas que
regulan los recursos judiciales o directos en sectores específicos.
La materia de lo contencioso administrativo en Córdoba está reservada para aquellos casos en que una
parte legítima impugne un acto administrativo que tiene su origen en:
6 Las municipalidades.
7 Cualquier otro órgano o ente dotado de potestad pública, con facultad para decidir en última
instancia administrativa.
Es muy importante señalar que la legislación cordobesa, afortunadamente, admite sin limitación alguna el
control de los actos administrativos que emanan de otros poderes estatales e incluso de las personas
jurídicas públicas no estatales (por ejemplo, los colegios profesionales). De esta manera garantiza la
revisión judicial de todas las decisiones dictadas en el ejercicio de función administrativa. Ello, incluso, ha
permitido el control judicial de decisiones emanadas del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) en ejercicio de
función administrativa. Así el Máximo Tribunal provincial ha destacado que
El sistema contencioso local fue estructurado en su origen como un sistema de revisión de los actos
administrativos. En tal sentido, Sesin (2003) ha señalado (en referencia al sistema contencioso
administrativo cordobés) que
Sin embargo, y a los fines de ampliar la esfera de control de la actividad administrativa, la jurisprudencia del
TSJ ha revisado los planteos al admitir que se ventilen todas las pretensiones en contra del acto
administrativo (Sesin, 2003).
En cuanto a los hechos, estos quedan fuera del control de este fuero. Únicamente, van a ser enjuiciados en
la medida en que esa situación fáctica haya ocasionado un acto o conducta que pueda atribuirse al propio
administrado.
En lo que refiere a los reglamentos, el Código no aclara si deben ser revisados por el fuero contencioso
administrativo. Creemos que deben someterse a ese régimen en los casos en que se utilizó un reglamento
para dictar un acto administrativo, pues en esos casos debe seguirse la vía recursiva. Ahora bien, si el
reglamento no ha sido aplicado, como el sistema procedimental cordobés no prevé un mecanismo de
impugnación en sede administrativa, estos podrán ser cuestionados directamente por la vía de lo
contencioso administrativo o por amparo ante la justicia ordinaria si concurre la afectación derechos
constitucionales del actor y los demás requisitos de procedencia de la acción expedita.
En cuanto a los contratos administrativos, van a ser revisables en la medida en que su dinámica permita el
dictado de actos administrativos, los cuales serán recurribles por las vías ya explicadas.
C O NT I NU A R
LECCIÓN 2 de 3
Por su parte, el art. 2º de la Ley Nº 7.182 establece los aspectos que resultarán excluidos de la vía de lo
contencioso administrativo:
Esta disposición hace referencia a lo que se ha denominado como acto institucional o de gobierno que, en
virtud de su carácter político, resulta (en principio) excluido del control judicial, justamente por tener un
contenido político. La valoración de aquellos aspectos que podrán ser revisados debe ser interpretada en
cada caso concreto de manera restrictiva.
Existe otra postura que entiende que debe permitirse el control de los aspectos formales y reglados de la
decisión, así como la razonabilidad de los actos de gobierno. Asimismo, esta parte de la doctrina considera
que debe autorizarse la fiscalización de los actos de ejecución de tales decisiones y de los supuestos en
que provoquen un perjuicio al administrado.
Según Sesin
Por esta razón el autor sugiere un control procedimental del acto político.
Por lo general, ha sido por vía de la acción de inconstitucionalidad que se ha admitido el control de los actos
políticos que impactan en forma personal en los afectados. Se acepta la revisión de tales decisiones de
manera exclusiva en su aspecto reglado y se deja indemne el núcleo político de la decisión.
Efectuada esta breve introducción analizaremos, a continuación, cómo ha sido en la práctica el control
judicial del referido aspecto por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Buscaremos indagar en
las técnicas implementadas para la fiscalización de estos asuntos. De esta manera, quedará evidenciado
que el art. 2, inciso b, de la Ley Nº 7.182 ha quedado superado en la práctica al admitir la revisión de las
decisiones dictadas en el marco del ejercicio de una facultad discrecional.
Facultades regladas y discrecionales
Esa dinámica del proceder estatal, ha sido reflejada por la Corte Nacional en un importante
precedente al expresar que “mientras en algunos supuestos el ordenamiento jurídico
regula la actividad administrativa en todos sus aspectos –reemplazando así el criterio del
órgano estatal al predeterminar qué es lo más conveniente para el interés público y reducir
su actividad a la constatación del presupuesto fáctico definido por la norma en forma
completa y la aplicación de la solución que la ley agotadoramente ha establecido (poderes
reglados o de aplicación legal automática)-, en otras ocasiones el legislador autoriza a
quien debe aplicar la norma en el caso concreto para que realice una estimación subjetiva
que completará el cuadro legal y condicionará el ejercicio para ese supuesto de la
potestad atribuida previamente o de su contenido particular al no imponerle, por anticipado,
la conducta que debe necesariamente seguir (facultades o potestades de ejercicio
discrecional) [Fallos 315:1361, consideración Nº 6]”. (Buteler, 2008, pp. 1-2)
El análisis de la jurisprudencia del Alto Tribunal revela una tendencia generalizada a negar
la justiciabilidad de las decisiones de la administración pública adoptadas en el marco de
la discrecionalidad, aunque cabe destacar que esa regla se ha ido flexibilizando.
Así, en “Guasti”, al revocar la sentencia del inferior que había declarado la nulidad de una
resolución de la Junta de Calificaciones de la Policía Federal que dispuso el pase
obligatorio a retiro del actor, la Corte Federal consideró que el tribunal inferior había
sustituido el criterio de un órgano establecido por la ley con una finalidad específica cuya
aptitud para calificar al personal policial “comporta[ba] el ejercicio de una actividad
discrecional que no era susceptible, en principio, de justificar el control judicial”.
Similar doctrina aplicó para resolver la causa “Emisiones Platenses”, en donde la empresa
periodística actora promovió una acción de amparo en contra del intendente de la Ciudad
de La Plata para que se dispusiera judicialmente la adquisición de espacios de publicidad
oficial del periódico de su propiedad en igualdad de condiciones a las previstas respecto
del periódico “El Día” de esa misma ciudad. Es que, en dicho precedente, la Corte Federal
estimó que el acto de la comuna por el cual se había contratado un espacio de publicidad
en ese último matutino, constituía el ejercicio de facultades discrecionales dirigidas al
buen gasto de los dineros públicos por el cual no se agraviaban las garantías
constitucionales del amparista.
Empero, esta doctrina del Alto Tribunal contraria a permitir el control judicial de las
decisiones discrecionales fue suavizándose paulatinamente en los últimos años. En esa
inteligencia la Corte ha señalado más recientemente que “la esfera de discrecionalidad de
los entes administrativos no implica en absoluto que éstos tengan un ámbito de actuación
desvinculado del orden jurídico o que aquélla no resulte fiscalizable (...) ni constituye una
libertad de apreciación extralegal que obste a la revisión judicial” para luego precisar en
otro precedente que “el control jurisdiccional sobre la discrecionalidad se limita a corregir
una actuación administrativa ilógica, abusiva o arbitraria pero no implica que el juez
sustituya a la Administración en su facultad de decidir en aspectos fácticos que no
presenten aquellos vicios, ya que dicha competencia jurisdiccional es revisora, no
sustitutiva”.
De esta manera, como lo señala Comadira, la problemática del control judicial de la
discrecionalidad, debe centrarse en la procedencia y el alcance del enjuiciamiento de la
libertad en la que ella consiste, pudiendo fiscalizarse únicamente si la decisión
discrecional ha sido adoptada dentro del universo jurídico quedando vedado al juez
penetrar en el fuero interno de la discrecionalidad, justamente porque esa porción de la
decisión está reservada al Poder Administrador. (Buteler, 2008, p. 2)
Similar criterio, adoptó luego en “Lema” donde -al remitir al dictamen del Procurador-
consideró que la conducta desplegada por la administración al limitar el plazo de cuatro
años establecido normativamente para el ejercicio del cargo de auditor de fiscalización
resultaba ilegítimo, habida cuenta que si bien podía sostenerse que el acto revocatorio del
mandato implicó el ejercicio de facultades discrecionales esa circunstancia no
dispensa[ba] a la administración “de observar un elemento esencial como es la motivación
suficiente, pues es precisamente en este ámbito de la actividad administrativa donde la
motivación se hace más necesaria”.
La causa “Entre Ríos” también constituye un precedente valioso sobre dicho mecanismo
de control de la discrecionalidad. Allí, el fiscal de la Provincia de Entre Ríos y el interventor
del Ente Provincial Regulador de la Energía promovieron acción de amparo cuestionando
varias resoluciones de la Secretaría de Energía de la Nación por medio de las cuales se
reconocía a las empresas de los países interconectados carácter de agentes del Mercado
Eléctrico Mayorista lo que terminaba implicando un aumento de la tarifa para los actores.
El Máximo Tribunal, decidió rechazar in límine la acción considerando –entre otras
cuestiones- que en el caso no se advertía “la configuración de una ´arbitrariedad
manifiesta´ que permita continuar con la acción promovida”. En lo que hace al punto de
análisis señaló que “es dable recordar que el control de legalidad administrativa y el control
de constitucionalidad que compete a los jueces en el ejercicio de su poder jurisdiccional,
no los faculta para sustituir a la administración en la determinación de las políticas o en la
apreciación de los criterios de oportunidad [...] y mucho menos ciertamente en la fijación o
aprobación de tarifas por la prestación de servicios. Ello no obsta al ejercicio del citado
control de legalidad respecto del procedimiento seguido y las bases normativas que deben
ser tenidas en cuenta para la fijación de tarifas”.
Es que, evidentemente, a pesar del carácter técnico de tales decisiones tales actos deben
ser pasibles de revisión judicial a través del control de la verificación de los hechos
invocados y de la aplicación de pautas científicas o académicas razonables.
C) Control de razonabilidad
La razonabilidad, no es una exigencia que solo deba predicarse del acto administrativo,
sino que, como se evidencia en el derecho comparado, es exigible a todo el actuar del
Estado, con fundamento en el art. 28 de la C.N. [Constitución Nacional], sea que trate del
ejercicio de actividad reglada o discrecional, aunque en este último campo, el mentado
recaudo, se muestra como un mecanismo apropiado para el control de este tipo de
facultades.
Como lo ha destacado Gelli, existen varios criterios para controlar la razonabilidad de los
actos estatales. El primero de ellos implica un nivel básico y mínimo de control y consiste
en realizar un análisis de relación, entre los fines que se procuran con el dictado del acto y
los medios elegidos para alcanzarlos. Es decir, según este patrón, para que el acto
administrativo se muestre como razonable, basta con que el contenido del mismo resulte
idóneo o apto para lograr la finalidad perseguida por el órgano del cual emana.
El segundo de ellos evidencia mayor estrictez que el anterior, puesto que aquí se evalúa
que entre el contenido del acto y su finalidad exista relación de proporcionalidad,
verificando, de este modo, que el medio escogido por la autoridad no exceda –por su
desproporción- al fin público perseguido. De esta manera, como lo ha destacado la
jurisprudencia la proporcionalidad “actúa como un límite impuesto a la actividad de los
poderes públicos, consistente en mantener un nexo de adecuada proporción entre el fin
perseguido y los medios puestos en acción para su realización”.
Por último, evidenciando un control más estricto por parte del juez que, en los supuestos
analizados, encontramos el estudio de costos y beneficios que trae aparejado el dictado
de un acto administrativo, lo cual se acerca en la práctica al análisis de oportunidad y
conveniencia, poniendo en peligro el principio de la división de poderes, pues tal forma de
proceder se encuentra vedada al Poder Judicial, incluso en el derecho comparado.
El mismo criterio, siguió en “Ducilo S.A” en la cual se perseguía por vía de amparo que la
Secretaría de Comercio Exterior se abstuviera de clausurar preventivamente el
establecimiento de la actora mientras se realizaba una investigación por la comisión de
una supuesta infracción. La Corte convalidó la sentencia que había hecho lugar a lo
peticionado.
Esa secuencia jurisprudencial continúa en la causa “Jalife”. Allí se cuestionaba por vía de
amparo la clausura preventiva del establecimiento comercial de la actora dispuesta por la
Secretaría de Industria y Comercio confirmó la sentencia del inferior que había declarado la
invalidez de dicho acto administrativo.
En “Industria Maderera Lanín S.R.L.”, donde la actora reclamaba los daños provocados al
impedírsele la explotación forestal de una zona en el Parque Nacional Lanín, la Corte -al
revocar la sentencia anterior y ampliar el monto del reclamo- consideró que el contrato de
concesión en que respaldaba su reclamo la actora no se había perfeccionado por los
obstáculos creados por la Administración Nacional de Parques y por su actuar arbitrario, lo
que habilitaba al Alto Tribunal efectuar un control de razonabilidad con que fueron
ejercidas las facultades discrecionales.
Esta doctrina es reiterada luego en “Almirón”. Se trataba de una demanda iniciada por la
actora en representación de su hija menor de edad por medio de la cual se procuraba
cuestionar la medida del Instituto Superior de Educación Católica que impedía el ingreso a
esa institución por carecer de aptitud psicofísica (falta de visión en un ojo). A partir de ello,
la Corte consideró -al confirmar la sentencia del inferior- que “la exigencia de la visión en
los dos ojos no guarda relación de proporción con el objetivo de estudiar el Profesorado de
Geografía y, por el contrario, significa un atentado en el caso, al pleno ejercicio de los
derechos de aprender y enseñar consagrados en el art. 14 de la Constitución Nacional”.
A esta técnica de control acudió la Corte para resolver la causa “Mocchiutti”. En este caso,
al cuestionar el actor la integración de un jurado de concurso docente universitario con un
estudiante y un egresado, el Alto Tribunal consideró que su control recaía sobre un
concepto jurídico indeterminado que en el caso consistía en establecer si el estudiante
cumplía con los requisitos de “idoneidad” que requería la normativa que regulaba el
concurso.
Luego, en la causa “Solá” –cuyos hechos ya han sido reseñados con anterioridad-, la Corte
también hizo un control a través de la determinación de un concepto jurídico indeterminado
pues debió analizar si los actores habían incurrido en “mala conducta”.
Los hechos determinantes constituyen la realidad material sobre la que se apoya una
actuación administrativa y se erigen como un límite objetivo sobre el ejercicio de
facultades discrecionales. Por esa vía se fiscaliza, entonces, si la decisión de la
administración encuentra sustento fáctico en los sucesos acaecidos en la realidad.
La posibilidad del poder judicial de analizar lo relativo a los hechos determinantes en los
que se funda un acto administrativo fue admitido por la Corte en la causa “López de
Reyes”. En tal sentido, el Alto Tribunal señaló que los jueces poseen “la potestad de
revocar o anular la decisión administrativa sobre los hechos controvertidos”.
En esa misma inteligencia, ha expresado la Corte en otro precedente más reciente que “La
exactitud material de los hechos que motivan la decisión administrativa constituye una
condición general de legalidad de todo acto administrativo por lo que, como se ha dicho,
los jueces están facultados para verificar la materialidad de las faltas que motivan las
medidas discrecionales” [Fallos 326:2896 del año 2003].
Conclusiones
Hemos mencionado que la Ley Nº 7.182 busca controlar el ejercicio de la función administrativa. Por esa
razón no podrán revisarse aquellas decisiones donde solo deban aplicarse normas de derecho privado o
laboral.
Agotadas las instancias que impone la Ley 6658, queda expedita la vía judicial pertinente
para reclamar la nulidad del acto, ya por vicios de forma o fondo, es decir, la acción
contencioso administrativa, por tratarse en la especie del ejercicio de una función
administrativa, por parte del organismo estatal quedando excluida de la competencia de
los Tribunales laborales en caso contrario implicaría invadir la esfera de actuación de otros
órganos jurisdiccionales como lo son las Cámaras en lo Contencioso Administrativo,
únicos competentes en función de lo dispuesto por los dispositivos constitucional y
legales citados para declarar la invalidez o nulidad de un acto administrativo (CT, Sala 1,
"Castaño Enrique R. c/ Corporación Cementera Argentina S.A. – Demanda”, sentencia del
28 de octubre de 1999, sentencia Nº 212).
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LECCIÓN 3 de 3
Referencias
Cámara del Trabajo, Sala 1, "Castaño Enrique R. c/ Corporación Cementera Argentina S.A. – Demanda” (28
de octubre de 1999). Sentencia Nº 212.
Ley Nº 7.182 (1984). Código de Procedimiento Contencioso Administrativo de Córdoba. El Senado y Cámara
de Diputados de la Provincia de Córdoba.
Sesin, D. (2003). La materia contencioso administrativa en Córdoba. Revista de Derecho Público, 1, 97-142.
Tribunal Superior de Justicia, Sala Contencioso Administrativa, “Cech Vilma Edith C/ Provincia de Córdoba-
Plena Jurisdicción – Cuestión de competencia” (23 de diciembre de 1996). Recuperado de
http://www.juscorrientes.gov.ar/wp-content/uploads/congreso-secretarios/pdf/2019/S-062-1996-Cech-
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