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Resumen
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actividad, y particularmente desde las relaciones entre funcionamiento y desarrollo de la
actividad. Se argumenta que la acción situada, en la búsqueda de retornar al sujeto a la
situación y reencarnarlo socialmente, plantea un límite a la psicología cognitiva. Aún
cuando situemos las invariantes de la acción al exterior del sujeto, son las características
de la situación las que explican la actividad. Este balance epistemológico, discutido por H.
Wallon, no permite dar cuenta del desarrollo de la actividad, ni de la relación entre lo que
actores.
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es dado en la situación de trabajo y aquello que es generado en la situación por los
teorías soviéticas de la actividad (tal como fueron inicialmente desarrolladas por Vygotski,
Leontiev o Bajtin), y de la aproximación en lengua francesa, en psicología (Wallon, Piaget,
etc.) y en ergonomía (en donde la noción de actividad es casi sinónimo de inventiva). Por
otra parte, resulta prioritario esclarecer las relaciones entre lo dado y lo creado en la
actividad, tanto en psicología del trabajo (Clot, 1999; Clot y Faita, 2000) como en
ergonomía (Beguin y Cerf, 2004)4
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Revista Electrónica Activités, Volumen 1 Número 2, Paris. Traducción del francés de Andrea Pujol
para la Cátedra de Psicología Laboral. Facultad de Psicología. Universidad Nacional de Córdoba.
Noviembre de 2008.
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CNAM. Laboratorio de Ergonomía.
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CNAM. Laboratorio de Psicología del Trabajo y de la Acción.
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Notemos que las teorías de la acción situada también interesan a la sociología. No se tratará ese
aspecto en este texto, pero se puede referenciar a Havelange (1991) o a Joas (1999).
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El objetivo de las corrientes de la cognición y de la acción situada consiste en proveer una
teoría de la organización de la acción y no de caracterizar un tipo particular de acción5.
Más específicamente, los debates se despliegan sobre las relaciones de determinación
entre el sujeto y la situación, entre lo interno y lo externo: ¿dónde es necesario situar la
organización de la acción? Conein y Jacopin (1994) argumentan que en las corrientes de la
acción situada, “la organización de la acción es entendida como un sistema emergente in
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situ de la dinámica de las interacciones” (p. 476). ¿Qué debemos entender por “dinámica
de interacciones”? ¿Qué quiere decir “emergente”? De manera concreta es posible señalar
diferentes respuestas, e incluso diferentes tradiciones. Distinguiremos aquí al menos tres6.
Una primera que calificaremos de “interaccionista”, encuentra sobre todo sus orígenes en
DD
la sociología. Una segunda, calificada aquí como “ecológica”, está más directamente
anclada en la psicología. Una tercera, “cultural”, que refiere a la antropología cognitiva.
5
Este punto es aún objeto de debate y es posible referirse por ejemplo a Vera y Simon (1993) para
quienes la racionalidad situacional es un tipo de racionalidad.
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Notemos que son posibles otras clasificaciones. Es posible referenciar por ejemplo a Lave (1993)
o a Salembier (1996).
Para el interaccionismo simbólico en particular, “la sociedad es algo vivo, aquí y ahora, y
resulta de las interacciones que ligan a las personas unas con otras (…). Es un fenómeno
emergente” (Denzin, 1992). Las estructuras sociales son sometidas a interpretación, y el
orden social es el producto de una improvisación reglada (Mead, 1934). Los individuos
crean el mundo en que viven a través de sus interacciones (Blumer, 1969). La
etnometodología profundizó esta posición interaccionista. La hipótesis de la sociología
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positivista, según la cual actuamos en respuesta a un mundo social dado objetivamente,
es reemplazada por la hipótesis según la cual nuestras prácticas sociales cotidianas hacen
el mundo mutuamente inteligible: para dar sentido al mundo cotidiano, los sujetos
disponen de métodos. Son dichos métodos los que constituyen el objeto de la
etnometodología, y es, según nuestro entender, Suchman (1987) quién propondrá el
término de “acción situada” por primera vez.
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1.1.1. Del plan a la realización de la acción
constituyen respuestas. Sin embargo, afirma Suchman, ninguna de las dos logra dar
cuenta de la efectuación o realización de la acción.
En efecto, cuando se producen situaciones experimentales durante las cuales se pide a los
sujetos proveer o producir estas afirmaciones o supuestos, se constata que no se
FI
encuentran disponibles, y que, por el contrario, deben ser producidos. Suchman, deduce
entonces que el plan es engendrado en el campo racional para dar cuenta de la acción,
pero que no es necesario para su realización. Aún cuando el agente tenga a bien
planificarlo todo, ponderar las alternativas entre las cuales elegir en cada etapa, el
cumplimiento de la acción no resultará en la simple ejecución de un plan. Será necesario
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funcionalista) ¿qué es lo que permite dar cuenta de ella?
Retomando las posiciones de Schutz, según quien “nuestra comprensión compartida de las
situaciones se debe, en gran medida, a la eficacia del lenguaje que es el medio de
contextualización por excelencia”, Suchman investiga en la comunicación verbal el
prototipo de una aproximación contextual de la acción. Dos dimensiones darían cuenta de
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la contextualización de la acción por el lenguaje: la indexicalidad y la reflexividad.
las situaciones, pero en gran parte las determina. En contraste con el paradigma
normativo (en donde se considera que el lenguaje canaliza las convenciones sociales) el
lenguaje crea y acompaña una comprensión compartida de las situaciones singulares.
Para Suchman, decir que la acción emerge de las circunstancias significa entonces dos
cosas: por una parte que la acción depende de las circunstancias (la indexicalidad) y por
FI
otra parte que el hecho de actuar define el contexto de la acción (la reflexividad). De aquí
que la dinámica de interacciones sea esencialmente lingüística9. Es la enunciación lo que
permite el anclaje en la situación, y es igualmente la enunciación lo que define el marco
de la acción. Si hablar contextualiza y sitúa la acción en la situación, queda saber dónde
7
El estatuto otorgado al plan no estaba tan claro en las formulaciones iniciales de Suchman. Es
posible retomar como referencia la lectura crítica de Visetti (1989) para una discusión sobre este
punto.
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Este aprovechamiento puede ser infructuoso. Hay entonces mecanismos de reparación (Schegloff,
1984), es decir intercambios que tienden a restablecer un contexto compartido.
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N. del T. en el original “langagière”
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situaciones experimentales para dar cuenta del pensamiento en las situaciones de la vida
cotidiana. Aún así, ha sido posible distinguir un modo de pensamiento académico o teórico
(ver Neisser, 1976, quien califica medio en serio y medio en broma a la Inteligencia
Artificial de “Inteligencia Académica”), y un modo de pensamiento práctico (Scribner,
1986), cuya especificidad reside en el hecho de que tiene finalidad o se orienta a fines10.
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Utilizaremos un análisis del trabajo realizado por Beach (1993) para ejemplificar la
aproximación ecológica. El autor se interesa en las estrategias utilizadas por los mozos de
café para memorizar los pedidos de los clientes. Los mozos utilizan el emplazamiento de
vasos (vacíos o llenos) sobre la barra, o de las mesas de los clientes (la posición de los
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posavasos o su estado) para memorizar ciertos elementos de los pedidos hechos por los
clientes. No obstante, esta integración del entorno al sistema de resolución de problemas
no es inmediata. Beach constata en efecto que los operadores utilizan en primer lugar
índices verbales. Y a medida que desarrollan su expertez, utilizan cada vez las
informaciones disponibles en el entorno. Scribner indicó como interpretación de dichos
LA
resultados que “si los expertos utilizan más el entorno y más eficazmente que los novatos,
es posible pensar que volverse competente en un dominio práctico puede corresponder a
un cambio en dirección opuesta a la que propone la teoría psicológica clásica del
aprendizaje” (Scribner, 1986, p.25). Volverse experto implica explotar los recursos del
entorno.
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• Por una parte, por el hecho de que el objeto es significante, esta significación está
ligada a la experiencia perceptual (y en particular a los trazos dejados por las
experiencias anteriores).
• Por otra parte, por su valor de praxis: un objeto es inmediatamente asociado a una
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significación para la acción.
Así, Brooks (1991), por ejemplo, argumenta que los expertos no planifican prácticamente
nada, utilizan habilidades, reglas de acción, que reposan sobre la capacidad de distinguir
índices perceptuales. Es posible entonces hablar de rutinas. La rutina es situada, en tanto
con ella se hace un uso extensivo de lo que está a mano. Más que razonar sobre las
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representaciones del mundo, se accede al mundo directamente por la percepción y la
manipulación. “La rutina emerge de las actividades concretas” (Chapman y Agre, 1987).
Para dar cuenta de la distinción entre lo dado y lo creado, Lave propone distinguir dos
elementos en la situación: (i) la “arena”, que es el entorno espacial objetivo, es la
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situación “dada”, (ii) el setting11, es decir la situación construida desde el punto de vista
de la actividad del sujeto. En un supermercado, por ejemplo, la arena es definida por la
ubicación de los artículos en las góndolas, y por la organización de las góndolas tal como
fueron decididas por los responsables de marketing. En contrapartida, el setting es
definido por el espacio realmente explorado por un cliente (que lo hace objeto de
estrategias ya que no todas las góndolas son visitadas), por el ordenamiento de los
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productos en el carro (que Lave muestra que puede funcionar como un soporte mnémico),
y por la lista de compras, etc. En este ejemplo, una parte de la organización de la acción
es efectivamente delegada a la caracterización de la situación, pero también una parte de
DD
la situación es creada a partir de la actividad del sujeto.
Scribner (1986) argumenta que las propiedades del entorno juegan un rol en la resolución
de problemas prácticos. Así, en el caso de los despachantes de botellas de leche, en
Inglaterra, el estado físico de las botellas de leche (vacías o llenas) o sus posiciones
espaciales –la organización su ubicación- juega un rol funcional: estas variables permiten
LA
resolver problemas complejos de recuento y cálculo. Pero el estado del entorno no está
dado en el trabajo. La autora lo subraya: “Las propiedades de la situación asumen un rol
funcional por la iniciativa y por las actividades constructivas de la persona que resuelve el
problema”. En “la actividad constructiva”, la situación es sometida a adecuación y
configurada por el sujeto de acuerdo a las necesidades de su acción.
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De la “affordance”, Norman (1994) retiene la idea de que los objetos tienen una función
de control de la acción (se vuelven hacia los sujetos). Los “artefactos cognitivos” precisan
esta función de los objetos. Algunos tienen una función de representación de la acción (se
11
En español, “ajuste”.
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Esta aproximación implica igualmente la perspectiva histórico-cultural de Vygotski, que constituye
un espacio de debate un espacio de debate entre los partidarios de las teorías situadas de la
cognición y de la acción y las teorías de la actividad (Cole y Engestrom, 1993; Kaptelinin, 1996;
Rizzo y Martí, 2000).
Los trabajos de Hutchins se inscriben en la misma filiación, con al menos dos diferencias.
Por una parte, los artefactos cognitivos no pueden ser desconectados de variables
culturales, por otra parte, generaliza la aproximación a los grupos. Es la corriente de la
cognición distribuida. En principio, es posible hacer una doble lectura de esta corriente (a
la que el autor mismo contribuye): cognitiva o cultural.
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En la aproximación cognitiva, la cognición es aprehendida como un sistema funcional,
compuesto de hombres y artefactos y sus relaciones. Los componentes de un sistema de
estas características se definen por su capacidad de vehiculizar estados
representacionales. Así, Hutchins y Klausen (1992) analizan la cabina de pilotaje de un
avión como un “sistema cognitivo”, en donde la representación de los conocimientos está
de manera simultánea en la “cabeza de los sujetos” y en los artefactos, y donde los
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estados representacionales se propagan a través de diferentes medios. Flor y Hutchins
(1991) señalan que “estudiando los fenómenos cognitivos de esta manera, se espera
aprehender los procesos cognitivos a nivel del sistema, por distinción con el nivel cognitivo
individual” (Flor y Hutchins, p.37). Este cambio de unidad de análisis es posiblemente
DD
necesario. Pero para hacerlo, la cognición distribuida ubica sobre el mismo plano a los
artefactos cognitivos y a los sujetos, entendiéndolos a ambos como soportes de
procesamiento de la información. De ahí una crítica con frecuencia dirigida a la cognición
distribuida: postula una equivalencia entre sujeto y objeto (Nardi, 1996). Compartimos
esta crítica: tal reduccionismo nos parece poco heurístico y difícil de sostener en una
LA
perspectiva investigativa.
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Es necesario notar que esta distinción no corresponde a la que hace Vygotski entre herramientas
técnicas y herramientas psicológicas.
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arquitecturas diferentes. “El grupo –escribe- puede ser percibido como una
arquitectura computacional”. Por consecuencia, diferentes arquitecturas tendrán
efectos diferentes. Así, ciertas estructuras intentan reducir la producción de
interpretaciones alternativas (facilitan los procesos de toma de decisión), en tanto
que otras, por el contrario, son excesivamente productivas y tornan imposible la
toma de decisión.
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¿Qué quiere decir “situado” en esta aproximación cultural de la cognición distribuida?
No es apropiado decir que la “situación” controla la acción. Para Hutchins, existen en
efecto características objetivas de las situaciones que no están cultural e
DD
históricamente “situadas” (es por ejemplo el caso de la navegación en el mar, que
Hutchins denomina nivel computacional retomando a Marr).
del grupo.
2. Lo dado y lo creado
Resulta ahora necesario intentar evaluar el vuelco propuesto por las aproximaciones de la
OM
Como acabamos de ver, no todas las teorías de la acción situada se remiten a la cognición
distribuida. Pero podemos encontrar un denominador común: “lo que hace posible el
pensamiento individual es la existencia de un entorno estable de pensamientos,
concepciones, representaciones y significaciones que no son las de nadie en particular,
sino de una mente objetiva cuyos soportes son las prácticas, los usos y costumbres y las
instituciones de una sociedad” (de Fornel y Quéré, 1999, p.28). Y en esta perspectiva se
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insiste, mucho después de Gibson (1979), acerca de la funcionalidad de las affordances
por las cuales un sujeto detecta las invariantes estructurales correspondientes a las
propiedades permanentes del entorno. La extracción de estas invariantes “socialmente
DD
apuntaladas” puede incluso estar dada de manera automática: “quienquiera que se
familiarice con maneras de ser y de pensar de una cultura, con sus usos y costumbres,
objetos y dispositivos que dicha cultura utiliza, con sus técnicas y sus métodos, percibe
inmediatamente y directamente las affordances de los objetos” (Quéré, 1999, p.318-319).
No existe ninguna necesidad entonces en la perspectiva ecológica de adoptar la hipótesis
LA
investigación social” (de Fornel y Quéré, 1999, p. 29). Finalmente, las affordances, los
artefactos o la estructura de los grupos sociales, toman la forma de invariante de la acción
situada. Son invariantes situacionales que organizan la conducta y la actividad del sujeto.
endógena y planificada de la acción. Para quien se interesa, como es nuestro caso, por la
dimensión histórico cultural de las actividades y de sus recursos, los desarrollos teóricos
de “la acción situada” no carecen de interés. Por el contrario, es posible pensar que
retoman fuertemente nuestros propios análisis. Se reconocerá en particular, al tomar en
cuenta los contextos materiales y sociales, no sólo una condición de la acción sino también
un elemento constitutivo de ella.
Por lo tanto, nos preguntaremos qué relación establecer entre estas formas estables,
dadas de antemano o preorganizadas como operaciones de la acción, y aquello que
designamos con el concepto de actividad. ¿Toda actividad no está justamente situada
10
OM
2000, p.45).
Esta distinción nos parece esencial: la actividad asume parte de las invariantes pero no se
reduce a ellas. Con frecuencia, las teorías situadas de la acción buscan las invariantes en
la situación, más que en el sujeto -como lo hace la psicología cognitiva-. Pero
simultáneamente, argumentando que las invariantes de las situaciones explican la
actividad algunas de estas perspectivas abandonan la distinción entre lo invariante, lo ya
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dado y lo creado en la actividad. En principio, es posible pensar que se trata más de un
desplazamiento que de una posición inversa a la de la psicología cognitiva tradicional.
Sin ninguna duda, es posible hallar ejemplos de esto en el dominio de la acción situada
DD
como los análisis de D. Laborde sobre la improvisación (1999), o los de Scribner (1986) y
en menor medida de Lave (1988), antes planteados. Pero la tendencia a aprisionar a la
acción dentro de la situación en que se desarrolla, a buscar el control de la acción, tanto
en su contenido como en su realización, es característica de “la acción situada”.
LA
Preferimos pensar que es la actividad, cada vez singular, la que debe medirse con las
situaciones, en sus componentes materiales y sociales. Las invariantes estructurales de la
acción situada son seguramente organizadores de la actividad en situación. Pero no son la
actividad misma. Bajo este ángulo es posible pensar que las teorías de la acción situada,
del mismo modo que las aproximaciones más cognitivas sobre la acción no están lo
FI
suficientemente atentas a los beneficios que podrían sacarse de la distinción entre, por un
lado el funcionamiento expresado por lo invariante lo ya construido o lo dado, y por otro
lado el desarrollo de invariantes en la actividad misma.
3. Funcionamiento y desarrollo
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Así, tendríamos por una parte el desarrollo endógeno del sujeto, pero no se advierte qué
papel juegan las situaciones; y por otra parte, el desarrollo exógeno de la situación, en
donde no se ve con claridad el rol de los sujetos. Se plantea la hipótesis de que las teorías
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de la acción situada traspasan a las situaciones las aporías que la psicología cognitiva
situaba en el sujeto. En tal caso, incluso si se considerara a la actividad como
estrictamente individual y se redujera pura y simplemente la subjetividad a la
intersubjetividad (Valsiner,1997; Grossen, 2001), se estaría operando más un movimiento
de compensación que evidenciando una solución alternativa efectiva al problema.
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Esto no es completamente nuevo en la historia de la psicología. En efecto, no es posible
no sentirse impactado por la proximidad entre las perspectivas de la acción situada y las
de la Gestalt Théorie, vueltas célebres por W. Köhler y K. Lewin. Grossen (2001, p.61) lo
ha anotado. De Fornel y Quéré, por su parte, insisten mucho en ello para ir aún más lejos
DD
en esa dirección (de Fornel y Quéré, 1999, pp. 14 y 25; Quéré, 1999, pp. 305 y 330).
Incluso la crítica de este movimiento de balance epistemológico había sido ya planteada
por Wallon desde 1942.
golpe, “el punto de vista del sujeto y del conjunto tendría prioridad sobre aquel de los
elementos constitutivos. Pero es contrario al sistema de explicación propuesto. El principio
que había sido eliminado en las premisas se reintroduce en líneas de explicación” (p. 36).
Y en efecto, si “los esquemas motores son dotados de actividad autónoma”, ¿cómo
“captar el instante donde el sujeto surgirá finalmente de los esquemas?” ¿no es
“finalmente descubierto porque había sido presupuesto”? (pp. 28-30).
Wallon examina entonces otra posibilidad: “el objeto de la psicología puede ser, en lugar
del individuo, una situación”. En este caso, “el acto es considerado desde fuera, sin ningún
postulado de conciencia o de persona” (p. 50). Wallon examina la Gestalt Théorie que,
12
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por coincidencia, en lo repentino de la coyuntura. A este respecto, podemos hablar de un
genetismo instantáneo del que resulta un estado de equilibrio estable donde todo lo que
pueda devenir llegará (Simondon, 1989, pp. 46-49).
En síntesis, para Wallon, la teoría de la forma –que parece interesar mucho a ciertas
corrientes de la acción situada ansiosas de “aligerar” el énfasis en el sujeto- “es una
psicología en donde sólo cuentan los éxitos y éstos se bastan a sí mismos. Los ensayos
.C
que preceden a la acción no tendrían nada que ver con ella; los ensayos que fracasan
serían inexistentes” (p. 77). Según Wallon, en este marco, “los ensayos, de por sí
infructuosos, no tienen más que un valor negativo”. Para estos teóricos, se persigue la
DD
fase aguda del acto, aquella donde el fracaso agrava el conflicto entre la necesidad, el
deseo, la necesidad afectiva o vital y el obstáculo: a partir de ahí se reorganiza el acto, se
terminan las reacciones gobernadas por la costumbre y las antiguas estructuras y se
produce un reagrupamiento en estructuras nuevas (p. 77). En síntesis, la gestalt “pone a
la invención como protagonista, como un hecho original y creador, pero hace de ella un
LA
A fin de cuentas, para Wallon, psicología del individuo y psicología de la situación quedan
atrapadas en el “cara a cara” de las categorías sujeto/objeto. Sin embargo “cuando la
contradicción se impone, es necesario resolverla. Hacer todo lo contrario de evitarla o
FI
eludirla. Una escapatoria es asimilar los dos términos entre ellos, y otra es suprimir uno de
los dos” (p. 78). Es sabido que para Wallon, es solamente la actividad lo que asemeja o u
opone estos términos. Y es allí, y sólo allí, que se realiza el vínculo ente lo dado y lo
creado, funcionamiento y desarrollo. La formación de la estructura no está debajo, como
en la teoría de la forma, ni de un solo lado como con Piaget, sino en los conflictos de la
actividad frente al obstáculo. El desarrollo surge de estos conflictos. Lo invariante tiene
una historia de la que el sujeto puede disponer y se libera de ella cuando es necesario y
posible, no negándola pero sí por la vía del desarrollo de la actividad.
Este funcionamiento del desarrollo no entra fácilmente en los marcos de las teorías
situadas de la acción que ponen en escena una alternancia –e incluso un antagonismo-
entre rutinas estabilizadas de la vida ordinaria, por un lado, y creación inédita y sin
historia por el otro. Por una parte, la repetición, que deviene rutina, es tomada al pie de la
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Ciertamente, la realización de toda acción supone la presencia de invariantes, externos e
internos. Pero para decirlo a la manera de Leontiev, la formación de una acción no se
remite exclusivamente a la formación de invariantes, y con más razón no se limita a ser
una resultante de ellos. Es más bien lo contrario: se trata del producto de acciones
repetidas en el curso de actividades no reiterables (Leontiev, 1958, p. 176)15. En principio,
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las invariantes no engendran la actividad, no la explican16, sino que es ésta la que se
explica con ellas. En este sentido, el proceso de repetición es una repetición sin repetición
(Bernstein, 1996; Fernández, 2001). Por una parte porque no hay invariante puesta en
juego sin una historia singular de la actividad. Por otra parte porque cada actividad
DD
(singular) afecta, sea bajo la forma de una consolidación o de un desarrollo, el repertorio
de funcionalidades de lo invariante (Clot, 2003, 2004).
Entonces, es comprensible comprender mejor porqué la obra de Bajtin pudo ser leída
14
Como lo ha destacado Maurice Gandillac a propósito del adjetivo “genético”, contrariamente a lo
que creemos con frecuencia, “génesis no es la trascripción del griego génésis, de génesthai
(devenir), sino del griego génnèsis, de génnao (engendrar)” (1965, p.338).
15
Sobre este punto es posible remitir al lector a los comentarios de Piaget sobre la intervención de
Leontiev en ese mismo simposio (Piaget, 1958, p. 199).
16
Desde este punto de vista no estaríamos siguiendo a fondo los planteos de Vergnaud y Récopé,
para quienes más allá de la organización de la actividad la invariante parece poseer la función de
engendrarla (Vergnaud y Récopé, 2000, p. 46). No vemos entonces el rol –reconocido sin embargo
por ellos-, de la “contingencia” fundante de esta misma actividad en la formación de las invariantes.
14
OM
de posiciones en el seno de grupos heterogéneos de actores, constituye un motor de
desarrollo de sus actividades (Beguín, 2004). Se aprende de lo que es diferente no de lo
que se comparte.
Para Bajtin (1993) el sujeto –con frecuencia con ayuda de datos compartidos- participa de
los acontecimientos desde una posición particular que es la suya y que no puede ser
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reemplazada por ninguna otra persona. Contrariamente a Blumer, por ejemplo, para quien
la comunicación afectada de incomprensión es inefectiva y bloquea la formación de la
acción conjunta (1969), Bajtin considera que la incomprensión constituye la fuente real y
el conflicto motor del desarrollo de la comunicación. La fuente real incluso de la
DD
comprensión misma. Pero es cierto entonces que es necesario tomar en serio la diferencia
entre intersubjetividad y subjetividad, entre interacción y acción, entre actividad e
interactividad.
una repetición sin repetición. En este marco, la “buena forma” no sería tanto la de la
gestalt théorie sino aquella que encierra una tensión elevada y “se mide por la cantidad de
obstáculos que logra vencer”, para utilizar una formulación de Simondon (1989, p. 53).
Es posible concluir con un señalamiento de Shotter y Billig: “para poner en foco aquello
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