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Pablo Neruda
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
A solas
Ismael Enrique Arciniegas
Amor arrepentido,
ave que quieres regresar al nido
al través de la escarcha y las neblinas;
amor que vienes aterido y yerto,
¡donde fuiste feliz... ya todo ha muerto!
¡No vuelvas... Todo lo hallarás en ruinas!
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
– Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también
crían gallinas. Es su único atractivo. ¿Tú buscas gallinas?
– ¿Crear vínculos?
– Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito
igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad
de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú
me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el
mundo, yo seré para ti único en el mundo…
– Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor… creo que ella me ha
domesticado…
(…)
– Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el
corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
– Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
Los aldeanos llegaron corriendo para ayudar al pastorcito y ahuyentar al lobo. Pero al llegar
a la cima de la colina no encontraron ningún lobo. El pastorcito se echó a reír al ver sus
rostros enojados.
—No grites lobo, cuando no hay ningún lobo —dijeron los aldeanos y se fueron enojados
colina abajo.
Los aldeanos corrieron nuevamente a auxiliarlo, pero al ver que no había ningún lobo le
dijeron al pastorcito con severidad:
—No grites lobo cuando no hay ningún lobo, hazlo cuando en realidad un lobo esté
persiguiendo las ovejas.
Pero el pastorcito seguía revolcándose de la risa mientras veía a los aldeanos bajar la colina
una vez más.
Más tarde, el pastorcito vio a un lobo cerca de su rebaño. Asustado, gritó tan fuerte como
pudo:
Pero los aldeanos pensaron que él estaba tratando de engañarlos de nuevo, y esta vez no
acudieron en su ayuda. El pastorcito lloró inconsolablemente mientras veía al lobo huir con
todas sus ovejas.
—Te hubiéramos ayudado, así como lo hicimos antes; pero nadie cree en un mentiroso
incluso cuando dice la verdad.
La pobre viejecita
Rafael Pombo
Y al mirarse en el espejo
La espantaba siempre allí
Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.