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OLGA YINETH MERCHÁN CALDERÓN

Magistrada ponente

SL2874-2021
Radicación n.° 72343
Acta 23

Bogotá, D. C., veintinueve (29) de junio de dos mil


veintiuno (2021).

Decide la Sala el recurso de casación interpuesto por


la ADMINISTRADORA DE FONDOS DE PENSIONES Y
CESANTÍAS PROTECCIÓN S. A. contra la sentencia
proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá el 3 de junio de 2015, en el
proceso ordinario laboral que instauró GLORIA INÉS
BERMÚDEZ PERALTA contra el fondo recurrente.

Se acepta el impedimento presentado por la doctora


Dolly Amparo Caguasango Villota, de conformidad al escrito
que obra a folio 30 del cuaderno de la Corte.

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I. ANTECEDENTES

Gloria Inés Bermúdez Peralta demandó a Protección S.


A., con el fin de que se le ordene el reconocimiento y pago
de la pensión de sobrevivientes a la que tiene derecho con
ocasión del fallecimiento de Carlos Giovanni Castelblanco
Sosa, «a partir de la fecha de la muerte de su esposo», junto
con los intereses moratorios, los derechos a que haya lugar
en uso de las facultades ultra y extra petita, y las costas
procesales.

Fundamentó sus pretensiones, básicamente, en que


su cónyuge falleció el 27 de agosto de 2012, quien para esa
fecha tenía cotizadas 415 semanas a Protección S. A., de las
cuales 164,86 lo fueron en los tres últimos años; que para
la fecha del deceso llevaban conviviendo más de doce años,
pues entre los años 2000 y 2004 lo hicieron como
compañeros permanentes y desde esta última anualidad,
como esposos, hasta el día de su muerte.

Afirmó que solicitó el reconocimiento de la prestación,


petición que fue resuelta en forma desfavorable mediante
Resolución 0361 de 2013, decisión que fue confirmada al
resolver los recursos de reposición y apelación que
interpuso contra dicho acto; y que no reclamó «los saldos
ofrecidos por el demandado».

Al dar respuesta a la demanda, el fondo accionado se


opuso a las pretensiones y en cuanto a los hechos aceptó la
fecha de deceso del causante; la afiliación a esa entidad
administradora de pensiones; la densidad de semanas

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cotizadas precisando que en los tres últimos años aportó un


total de 156,76; y la reclamación administrativa y la
presentación de los recursos de reposición y apelación,
junto con las respectivas respuestas. Frente a los demás
supuestos fácticos dijo que no le constaban o no eran
ciertos.

En su defensa adujo que en la investigación


administrativa estableció que la demandante se había
separado del afiliado fallecido «finalizando el año 2011 y la
fecha del deceso fue el 27 de agosto de 2012», lo que
demostraba una clara escisión de la relación y, por tanto,
no se podía catalogar como ininterrumpida la convivencia.
Insistió en que, según las declaraciones de la demandante y
de familiares, la pareja se «separó por un tiempo en el año
2011, lo que demuestra que la convivencia no fue constante o
ininterrumpida».

A su favor propuso las excepciones que denominó


imposibilidad de reconocer la pensión por incumplimiento
del requisito de tiempo de convivencia, prescripción, buena
fe por parte de la demandada y la genérica.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El Juzgado Treinta y Cinco Laboral del Circuito de


Bogotá, mediante fallo del 13 de mayo de 2015, resolvió
condenar a la demandada al reconocimiento y pago de la
pensión de sobrevivientes en favor de la demandante, a
partir del 27 de agosto de 2012, junto con el retroactivo
pensional y los intereses moratorios.

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III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

La Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Bogotá, mediante fallo del 3 de junio de 2015, al
resolver el recurso de apelación interpuesto por el fondo
demandado, confirmó la decisión del Juzgado e impuso
costas en la instancia a cargo del recurrente.

En lo que interesa al recurso extraordinario, el


Tribunal centró el problema jurídico en establecer si la
demandante tenía derecho a la pensión de sobrevivientes en
calidad de «cónyuge supérstite» del señor Carlos Giovanni
Castelblanco Sosa, a partir de la fecha de su fallecimiento.

Adujo que la norma aplicable al caso es aquella vigente


al momento en que ocurre el óbito, que para el caso de
autos lo era el 27 de agosto de 2012, por lo que la pensión
de sobrevivientes debía estudiarse al tenor de lo previsto en
el artículo 73 y el numeral 2 del artículo 46 de la Ley 100 de
1993, modificado por el artículo 12 de la ley 797 de 2003.

Precisó que no existía controversia respecto del


número de semanas cotizadas por el causante para el
momento del fallecimiento, toda vez que Protección S. A., en
la comunicación de fecha 5 de febrero de 2013 (f.º 55),
afirmó que cotizó un total de 415 semanas, de las cuales
156.76 fueron aportadas dentro de los tres años anteriores
a la muerte.

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Por consiguiente, lo que debía verificar era «si la


demandante, en calidad de cónyuge supérstite del señor
Castelblanco», reunía los requisitos exigidos en los artículos
74 y 47 de la Ley 100 de 1993, modificados por el artículo
13 de la Ley 797 de 2003, en literal a), para ser beneficiaria
de la prestación.

Afirmó que obraban los siguientes medios de


convicción: copia del registro civil de nacimiento del
causante (f.º 10); registro civil de nacimiento de la
demandante (f.º 12); registro civil de matrimonio celebrado
entre Gloria Inés Bermúdez Peralta y Carlos Giovanni
Castelblanco Sosa el 31 de diciembre de 2004 (f.º 13);
recibos de pago de administración del conjunto residencial
Tierra Tairona, correspondiente a los meses de septiembre y
noviembre de 2011 y febrero de 2012 (f.os 14 a 16); y recibo
de pago de impuesto predial del inmueble de propiedad del
afiliado fallecido, correspondiente al año gravable 2012 (f.º
17).

También enlistó las siguientes pruebas: extracto de


cesantías del señor Castelblanco (f.º 18); copia de la historia
laboral del afiliado (f.º 23); comunicación expedida por
Mundial de Seguros, en la que se indica que la demandante
es la beneficiaria del 50% de la indemnización por el
amparo de muerte y gastos funerarios a causa del
fallecimiento del señor Castelblanco (f.º 42); comunicación
del 5 de octubre de 2012, en la que el Fondo de Empleados
de Coordinadora Mercantil Fecoordi le reconoció a la actora
los aportes sociales y ahorros efectuados por el causante (f.º
49); copia de las comunicaciones de fecha 5 de febrero, 5 de

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junio y 29 de octubre de 2013, a través de las cuales la


demandada negó la pensión de sobrevivientes a la señora
Bermúdez por no acreditar el requisito de convivencia (f.os
55, 60 y 61); copia de las declaraciones extra proceso
rendidas por Cristina María Cubides Gómez, Jairo García
Bustos, Rodolfo Castelblanco y María Temilda Sosa (f.os 65 a
67); y copia del expediente administrativo del causante (f.os
97 a 114).

Señaló que en el interrogatorio que absolvió la actora


aquella afirmó haber convivido con el señor Carlos Giovanni
Castelblanco Sosa desde el 19 de mayo de 2000 hasta el día
de su fallecimiento; que el 31 de diciembre de 2004 habían
contraído matrimonio y que tuvieron peleas como en
cualquier hogar, pero que nunca se separaron. Acto seguido
se refirió a las declaraciones de María Temilda Sosa,
Rodulfo Castelblanco, Cristina María Cubides Gómez y
Jairo García Bustos y a la investigación realizada por la
demandada, en la que se entrevistó a la demandante, quien
indicó que el causante en una ocasión se fue de la casa por
15 días en el año 2011 por una discusión que tuvieron,
pero que todos los días iba a comer.

Con fundamento en los medios probatorios


enunciados concluyó que la demandante contrajo
matrimonio con el causante el 31 de diciembre de 2004,
«con quien convivió desde el año 2001 y hasta el día de su
fallecimiento el 27 de agosto de 2012». Agregó que, si bien se
evidenciaba que la pareja «estuvo separada durante dos
meses a finales del año 2011», lo cierto era que «la misma
devino por discusiones de pareja», la cual en nada afectaba

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su convivencia, al punto que una vez superadas las


diferencias continuaron su vida juntos hasta el día del
fallecimiento del causante; que era claro que dicha
separación «hace parte de la vida en relación» y, por ende,
«refleja el sentimiento que los une», el cual ayudó a superar
sus inconvenientes que, como es bien sabido, hacen parte
del diario vivir de una pareja unida en matrimonio o en
unión marital de hecho.

Concluyó que no había duda de que la señora Gloria


Inés Bermúdez Peralta convivió con el fallecido, inicialmente
como compañera permanente desde el año 2001 y,
posteriormente como cónyuge a partir del 31 de diciembre
de 2004 hasta el día de su fallecimiento el 27 de agosto de
2012, superando así los «cinco años de convivencia con
anterioridad a la muerte del afiliado» exigidos por la ley para
ser beneficiaria de la pensión de sobrevivientes y, por tanto,
confirmó la decisión del Juzgado.

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por la demandada, concedido por el


Tribunal y admitido por la Corte se procede a resolver.

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretende la entidad recurrente que la Corte case la


sentencia fustigada, para que, en sede de instancia, revoque
la del Juzgado y, en su lugar, la absuelva de las
pretensiones incoadas en su contra y provea en costas
como corresponda.

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Con tal propósito formula un cargo por la causal


primera de casación, frente al que se presenta réplica.

VI. CARGO ÚNICO

Acusa la sentencia, por la vía directa, en la modalidad


de interpretación errónea del artículo 13 de la Ley 797 de
2003 que modificó los artículos 47 y 74 de la Ley 100 de
1993. Infracción que señala, condujo a la aplicación
indebida de los artículos 13, 46 (artículo 12 Ley 797 de
2003), 73 y 141 de la Ley 100 de 1993.

Para dar desarrollo al cargo la censura dice aceptar la


totalidad de las conclusiones fácticas a las que arribó el
sentenciador, «dentro de las cuales incluyó la de la
interrupción de la convivencia de la demandante con el
causante durante un tiempo que al final el Tribunal admitió
en una extensión de dos meses aun cuando tal duración no
es unívoca».

Después de transcribir un aparte de la sentencia


fustigada, señala que contiene una suma de expresiones
contrarias a lo que literalmente consigna la norma en que
se fundamentó la resolución de la controversia.

Al efecto, aduce que el vocablo «continuo», según el


Diccionario de la Lengua Española, es «Que dura, obra, se
hace o se extiende sin interrupción (Subrayas fuera de
texto)»; y que hay otras expresiones como «constante y
perseverante en una acción». Agrega que, conforme al

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Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual, del maestro


Guillermo Cabanellas, consiste en «Permanente.
Persistente». Añade que se trata de un concepto absoluto,
pues se alude a una situación ininterrumpida.

Expone que en la sentencia, desde un comienzo


admitió que la pareja conformada por la demandante con el
causante «estuvo separada durante dos meses a finales del
año 2011», lo que significa que acepta que su relación no
fue permanente en los cinco años anteriores al
fallecimiento. Es decir, su nexo de convivencia no fue
persistente, pues tuvo una interrupción; y en tales
condiciones su relación no tuvo la imprescindible condición
de continuidad exigida por la norma en cuestión.

Agrega que consciente de que la conclusión no estaba


ceñida a la ortodoxia, el Tribunal trató de encontrar unas
justificaciones, para lo cual agregó: «lo cierto es que la
misma devino por discusiones de pareja», de donde se
entiende que para el sentenciador las interrupciones en la
convivencia que provienen de las discusiones no afectan la
noción de continuidad y que tal postura no resulta
admisible para desconocer el mandato legal de la
continuidad en la convivencia, como requisito para adquirir
el derecho a la pensión de sobrevivientes; que lo propio
ocurre con la expresión del colegiado, según la cual, «es
claro que dicha separación hace parte de la vida en relación
y por ende refleja el sentimiento que los une».

Argumenta que la decisión no se puede soportar en


expresiones «absurdas», no solo desde el punto de vista

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jurídico sino también del sicológico y del sociológico. Añade


que es inaceptable que esa clase de separaciones, en el
contexto de la norma bajo estudio, no representen la
afectación del elemento de continuidad que se exige para
que la convivencia se cumpla como requisito para acceder
al derecho a la pensión de sobrevivencia.

Manifiesta que lo cierto en este caso, es que la vida en


común no fue continua, lo que significa que no se
cumplieron las condiciones exigidas en la ley para que la
demandante pudiera acceder a la pensión de sobrevivientes.

VII. RÉPLICA

Aduce la opositora que el cargo no puede prosperar


porque el sentenciador le dio a la norma acusada la
interpretación correcta, pues la convivencia entre los
esposos fue duradera, permanente y persistente durante los
12 años anteriores al deceso del cónyuge, es decir, que se
dio sin interrupción. Sobre el tema cita fragmentos de las
providencias CSJ SL, 5 abr. 2005, rad. 22560; CSJ SL, 4
nov. 2009, rad. 35809; CSJ SL, 31 ag. 2010, rad. 39464,
entre otras.

VIII. CONSIDERACIONES

Para el Tribunal a pesar de que la pareja «estuvo


separada durante dos meses a finales del año 2011», tal
circunstancia no afectaba la convivencia exigida legalmente,
por cuanto una vez superadas las diferencias continuaron
su vida juntos hasta el día del fallecimiento del causante,

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razón por la cual la actora tiene derecho a la prestación


reclamada.

Por su parte la censura señala que el Tribunal


interpretó equivocadamente la norma acusada, en la
medida que el artículo 13 de la Ley 797 de 2003,
modificatorio de los artículos 47 y 74 de la Ley 100 de 1993,
consagra que la convivencia debe ser ininterrumpida, pues
el término «continua», no admite excepciones; por
consiguiente, del hecho incontrovertido de que los esposos
estuvieron separados «por discusiones de pareja» por un
lapso de dos meses a finales del año 2011, la demandante
no acredita el presupuesto de la convivencia para ser
beneficiaria de la prestación.

Así las cosas, le corresponde a la Sala establecer si el


sentenciador de segundo grado se equivocó, desde la óptica
jurídica, al discurrir que la demandante en calidad de
cónyuge supérstite acreditó el presupuesto de la
convivencia para ser beneficiaria de la pensión de
sobrevivientes deprecada, pese a que «por discusiones de
pareja» estuvo separada por un lapso de dos meses a finales
del año 2011.

Dada la senda escogida por la censura, se tienen por


no controvertidos los siguientes supuestos fácticos: i) el
causante, durante los tres años anteriores al deceso, cotizó
156.76 semanas a Protección S. A.; ii) Carlos Giovanni
Castelblanco Sosa y Gloria Inés Bermúdez Peralta
contrajeron matrimonio el 31 de diciembre de 2004; iii) el
causante convivio con la demandante desde «el año 2001 y

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hasta el día de su fallecimiento el 27 de agosto de 2012»; iv)


que, la pareja «estuvo separada durante dos meses a finales
del año 2011».

Pues bien, la jurisprudencia de esta corporación, de


manera reiterada y pacífica, ha sostenido que la norma
aplicable en materia de pensión de sobrevivientes es la que
se encuentra vigente al momento del fallecimiento del
afiliado o del pensionado, ya que justamente este beneficio
prestacional busca amparar o proteger al núcleo familiar del
riesgo de muerte (CSJ SL7358-2014 y CSJ SL1481-2018).

En ese orden, como Carlos Giovanni Castelblanco Sosa


falleció el 27 de agosto de 2012, las disposiciones por
aplicar son los artículos 12 y 13 de la Ley 797 de 2003.

Lo primero que advierte la Sala es que la convivencia


exigida para el reconocimiento de la pensión de
sobrevivientes es aquella que corresponde al
«acompañamiento espiritual permanente, apoyo económico y
con vida en común que se satisface cuando se comparten los
recursos que se tienen, con vida en común o aún en la
separación cuando así se impone por fuerza de las
circunstancias, ora por limitación de medios, ora por
oportunidades laborales» (CSJ SL, 31 en. 2007, rad. 29601 y
CSJ SL5640-2015).

También se ha dicho que las discordias pueden estar


presentes en cualquier pareja y aunque implique separación
de la residencia marital, ello no necesariamente significa la
ruptura de la convivencia. Téngase en cuenta que este

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concepto trasciende el simple hecho de la cohabitación


material o formal, pues lo trascendente para el ámbito de la
seguridad social es la pertenencia al grupo familiar y a una
comunidad de vida, lo que se materializa, entre otras
razones, por la voluntad inequívoca de acompañamiento
espiritual y el apoyo económico. Sobre el particular se traen
a colación los siguientes apartes de la providencia CSJ SL,
11 sep. 2007, rad. 31049:

Esa comprensión de la controversia para la Sala no resulta


equivocada, pues una discordia que puede estar presente en
cualquier pareja aunque implique separación de la residencia
marital, si está justificada, no puede tomarse como una ruptura
de la convivencia, concepto que trasciende el hecho de la
cohabitación material o formal, y que dentro del ámbito de la
seguridad social implica la pertenencia al grupo familiar
referido a una comunidad efectiva de vida, como ámbito de la
realización de la solidaridad familiar donde esa pertenencia al
grupo está guiada por la voluntad de “acompañamiento
espiritual permanente, apoyo económico que se satisface
cuando se comparten los recursos que se tienen, con vida en
común o aún en la separación cuando así se impone por fuerza
de las circunstancias, ora por limitación de medios, ora por
oportunidades laborales”, como lo precisó la Sala en sentencia
de 10 de mayo de 2005, Rad. N° 24445.

Así mismo, esta Corte al estudiar un caso de


contornos similares dijo que el juez debe analizar en cada
caso si la separación de la pareja para el momento de la
muerte tiene el objeto suficiente para interrumpir la
convivencia, o mejor, que dicha circunstancia conlleve la
pérdida del derecho, pues aquella no desaparece por la sola
ausencia física de alguno de los cónyuges o compañeros. En
providencia CSJ SL3202-2015, se dijo:

Esta Sala de la Corte, entre otras, en decisión CSJ SL 39641 de


15 de febrero de 2011, frente a un asunto similar, consideró: «…
es ineludible al cónyuge o compañero permanente la
demostración de la existencia de convivencia derivada del
vínculo afectivo con el pensionado o afiliado al momento de su
fallecimiento y, por lo menos, durante los cinco años continuos

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antes de este. De perderse esa vocación de convivencia, al


desaparecer la vida en común de la pareja o su vínculo afectivo,
deja de ser miembro del grupo familiar del otro y en esas
circunstancias igualmente deja de ser beneficiario de su
pensión de sobrevivientes. No obstante, el juzgador debe
analizar, en cada caso, en la medida en que puede suceder que
la interrupción de la convivencia obedezca a una situación que
no conlleve la pérdida del derecho. La convivencia entre los
cónyuges no desaparece por la sola ausencia física de alguno de
ellos, cuando ello ocurre por motivos justificables, como de
salud, oportunidades u obligaciones laborales, imperativos
legales o económicos, entre otros».

De tal manera que las pequeñas separaciones gestadas


en conflictos o desavenencias familiares no tienen la
entidad de romper la convivencia, siempre que persista
entre la pareja el ánimo y la intención de brindarse
solidaridad y acompañamiento familiar estable, como bien
lo anotó el sentenciador.

Al efecto, se memora la reciente providencia CSJ


SL2015-2021, cuyo texto señala:

De otro lado, aunque el Tribunal también puso tímidamente en


duda el presupuesto mínimo de una convivencia durante cinco
(5) años, por la existencia de conflictos de pareja, lo cierto es
que, como lo aduce la censura, ello aparejaría otro error
jurídico, en tanto, como lo ha explicado esta corporación, tal
presupuesto legal no se puede negar o desdibujar automática y
maquinalmente por la existencia de discusiones o
desavenencias familiares que, en términos proporcionales, no
desdicen de una solidaridad y acompañamiento familiar estable.
(Ver CSJ SL12029-2016, CSJ SL18068-2016, CSJ SL6286-
2017, CSJ SL6519-2017, CSJ SL11940-2017 y CSJ SL2010-
2019, entre muchas otras).

[…]

Y aunque dichos testigos dan cuenta de la existencia de


desavenencias y conflictos familiares, respaldan la idea de que,
pese a todo, la pareja se mantuvo en relación de convivencia, de
manera constante, en los años posteriores a su matrimonio y
durante el lapso en el que procrearon hijos, de manera que esas
discusiones y contrariedades de pareja no son suficientes para
desvirtuar el elemento legal de la convivencia. Tampoco
encuentra demostrada la Sala, en forma siquiera mínima, la

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existencia de alguna forma de violencia intrafamiliar o de


maltrato que ameritara una mirada diferente de la situación
(subrayado y negrillas fuera de texto).

De tal suerte que para que la demandante sea


beneficiaria de la pensión de sobrevivientes deprecada, en
condición de cónyuge supérstite del fallecido, debía
acreditar la convivencia real y efectiva, esto es, la
conformación del núcleo familiar, con vocación de
permanencia para el momento de la muerte.

Así las cosas, como los requisitos esenciales para


acceder a la pensión de sobrevivientes en condición de
cónyuge supérstite de un afiliado son dos: i) que el causante
hubiere cotizado 50 semanas dentro de los tres últimos
años inmediatamente anteriores al fallecimiento o la
densidad prevista en el parágrafo de la norma transcrita; y
ii) acreditar la conformación del núcleo familiar, con
vocación de permanencia para el momento de la muerte,
supuestos que acredita a cabalidad la demandante, la Sala
encuentra que el sentenciador de segundo grado no cometió
yerro jurídico alguno al discurrir que la actora tiene derecho
al reconocimiento de la prestación deprecada.

En consecuencia, como el sentenciador estableció que


a pesar de que el causante se alejó del hogar durante unas
semanas, aquel mantuvo la voluntad de convivir con la
esposa, en ningún error pudo incurrir al pregonar una
convivencia efectiva y real por más de ocho años hasta la
fecha del fallecimiento, por lo que acertadamente reconoció
la pensión de sobrevivientes; con independencia, que por
tratarse de un afiliado, se exija o no un periodo específico

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de convivencia.

Por las razones expuestas el cargo no prospera.

Las costas en el recurso extraordinario están a cargo


del fondo demandado recurrente. Se fija por concepto de
agencias en derecho la suma de $8.800.000, la que se
incluirá en la liquidación que se practique conforme a lo
dispuesto en el artículo 366 del CGP.

IX. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO
CASA la sentencia proferida por la Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá el 3 de
junio de 2015, en el proceso ordinario laboral que instauró
GLORIA INÉS BERMÚDEZ PERALTA contra la
ADMINISTRADORA DE FONDOS DE PENSIONES Y
CESANTÍAS PROTECCIÓN S. A.

Costas como se indica en la parte motiva.

Notifíquese, publíquese, cúmplase y devuélvase el


expediente al tribunal de origen.

MARTÍN EMILIO BELTRÁN QUINTERO

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Impedida
DOLLY AMPARO CAGUASANGO VILLOTA

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