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MARTÍN EMILIO BELTRÁN QUINTERO

Magistrado ponente

SL13280-2017
Radicación n.° 57297
Acta 08

Bogotá, D.C., treinta (30) de agosto de dos mil


diecisiete (2017).

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por


CECILIA AIDEE LARGO MORENO, contra la sentencia
proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Medellín el 25 de mayo de 2012, en el
proceso ordinario laboral que la recurrente le promovió a
las EMPRESAS VARIAS DE MEDELLÍN ESP.

El despacho se abstiene de reconocerle personería a


Maritza Hurtado Rentería para actuar en calidad de
apoderada sustituta de la parte demandante, por cuanto no
acreditó su calidad de abogada.

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I. ANTECEDENTES

La accionante demandó a las Empresas Varias de


Medellín E.S.P., con el fin de que se declarara que en su
calidad de cónyuge supérstite del señor Julio Jaime Gómez
Estrada, le asiste derecho a percibir la pensión de
sobrevivientes a partir del 20 de diciembre de 1999, fecha
en que éste falleció; que como consecuencia de lo anterior
se condene al pago de la pensión solicitada, junto con las
mesadas causadas, incluyendo las adicionales de junio y
diciembre, debidamente indexadas; los intereses moratorios
y las costas del proceso.

Fundamentó sus peticiones, básicamente, en que el 20


de septiembre de 1980 contrajo matrimonio con el señor
Julio Jaime Gómez Estrada; que mediante Resolución n. o
243 de 1989, la entidad demandada le reconoció una
pensión de invalidez a su cónyuge, quien falleció el 20 de
diciembre de 1999; que le asiste derecho a la pensión de
sobrevivientes, por cuanto estuvo casada con el causante
desde el 20 de septiembre de 1980, que hacían vida marital
para el momento en que le fue otorgada la prestación de
invalidez y además procrearon tres hijos; que si bien el
pensionado fallecido «no compartía totalmente el hogar
común con su esposa e hijos, ello obedeció a circunstancias
personales del causante […] [quien] decidió que vivieran en
residencias distintas, asumiendo siempre las obligaciones
materiales de alimentación y vivienda de su señora e hijos»;
y que si bien el señor Gómez Estrada promovió demanda de

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divorcio en contra de la aquí demandante, tal acción «no


llegó a ser notificada».

Expuso igualmente que la entidad demandada, a


través de las Resoluciones n.° 60 del 18 de mayo de 2000 y
131 de julio de 2009 concedió a sus hijos, Lina María y
Jorge Iván Gómez Largo, la pensión de sobrevivientes; y que
el 19 de marzo de 2010 solicitó también el reconocimiento
del derecho aquí pretendido, sin obtener respuesta.

Al dar contestación a la demanda, la accionada se


opuso a las pretensiones. En cuanto a los hechos, admitió
la fecha de fallecimiento del señor Julio Jaime Gómez
Estrada, el reconocimiento a éste de la pensión de invalidez,
la data en que contrajo matrimonio con la actora,
precisando que mediante sentencia proferida por el Juzgado
Décimo Primero de Familia de Medellín, de fechas 4 y 5 de
marzo de 1999, se decretó la cesación de los efectos civiles
del matrimonio religioso por divorcio, con fundamento en la
causal de separación de cuerpos por un lapso mayor a dos
años, también aceptó el reconocimiento de la pensión de
sobrevivientes a dos hijos de la demandante y la
reclamación administrativa que ésta presentó, respecto de
la cual dijo que dio respuesta el 18 de enero de 2011. De los
demás supuestos fácticos, manifestó que no eran tales.
Formuló las excepciones de inexistencia del derecho,
inexistencia de la obligación, falta de legitimación en la
causa por activa, prescripción, pago, compensación, buena
fe y la genérica.

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En su defensa argumentó que la peticionaria no


cumplió con los requisitos exigidos por el artículo 47 de la
Ley 100 de 1993, como lo era la convivencia.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El Juzgado Veintiuno Laboral del Circuito de Medellín,


mediante fallo del 28 de octubre de 2011, absolvió a la
demandada de la totalidad de las pretensiones; declaró
probada la excepción de inexistencia del derecho e impuso
costas a la parte demandante.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

Con sentencia del 25 de mayo de 2012, la Sala Laboral


del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, al
resolver el recurso de apelación interpuesto por la
demandante, confirmó el fallo de primer grado e impuso
costas en la alzada a la impugnante.

En lo que interesa al recurso extraordinario, el


Tribunal sostuvo que la controversia recaía en establecer si
resultaba procedente el reconocimiento y pago de la pensión
de sobrevivientes a la actora, para lo cual era necesario
verificar si en el asunto se acreditó el cumplimiento de los
requisitos legales, consistentes en haber convivido la
reclamante de forma efectiva con el causante en los dos
años anteriores a la fecha de su fallecimiento.

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A fin de dar solución al asunto planteado, el ad quem


adujo que en el proceso no era objeto de discusión que el
señor Julio Jaime Gómez Estrada falleció el 20 de diciembre
de 1999, por lo que la normatividad que rige el pretendido
derecho se encuentra regulado en el artículo 47 de la Ley
100 de 1993, en su redacción original.

Destacó a su vez que como la finalidad de la


prestación reclamada es la de mantener el apoyo económico
que le generaba el afiliado o pensionado fallecido a su
familia, era indispensable el cumplimiento de la convivencia
allí exigida, la cual se traduce en un acompañamiento, que
no puede ser reducido a un encuentro, pues debe coincidir
con otras circunstancias tales como: vínculos espirituales,
condiciones sociales, laborales, económicas, socorro y no
simplemente como un aprovechamiento de un beneficio
prestacional, para lo cual hizo mención al alcance dado por
la Sala de Casación Laboral a la referida exigencia, en
sentencias proferidas dentro de los procesos radicados
24445 y 26710.

Se remitió a las pruebas aportadas al proceso y resaltó


que mediante sentencia del 5 de marzo de 1999, el Juzgado
Décimo Primero de Familia de Medellín declaró la cesación
de los efectos civiles del matrimonio religioso por divorcio
entre la aquí demandante y el pensionado fallecido, al
haberse configurado la causal consistente en la separación
de cuerpos por espacio superior a dos años; decisión que
fue confirmada por el Tribunal el 2 de agosto de ese mismo

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año, providencias que se encuentran debidamente


ejecutoriadas.

Se refirió a los testimonios de Jairo de Jesús Castrillón


Gómez, Filomena Ortiz Vásquez y Margarita Rodríguez, de
los que coligió que no se evidenciaba que la vida en pareja
de la actora con el señor Gómez Estrada se hubiese
mantenido a pesar de la separación; a lo que agregó que
dichos declarantes eran «de oídas», por lo que no conocieron
de forma directa los hechos por ellos aludidos y que si bien,
el pensionado fallecido frecuentaba el hogar, lo cierto era
que vivía en otro lugar, por lo que no se cumplió con el
requisito de la convivencia requerido. Sobre dicho aspecto
precisó:

[…] no se detalla una comunidad de vida estable, permanente,


singular y definitiva en la cual la ayuda mutua y la solidaridad
como pareja sea la base de la relación, permitiendo que bajo el
mismo techo se consolide un hogar o de no ser bajo el mismo
techo se establezca que la separación obedece a circunstancias
diferentes a las de no querer estar con la pareja, tales como las
económicas o laborales.

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por la demandante, concedido por el


Tribunal y admitido por la Corte, se procede a resolver.

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretende el recurrente que la Corte case totalmente la


sentencia del Tribunal, para que en sede instancia, se
revoque la decisión de primer grado, y en su lugar, acceda a

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las pretensiones contenidas en la demanda inicial,


proveyendo en costas como corresponde.

Con tal propósito formuló dos cargos, que no fueron


replicados, los cuales se resolverán conjuntamente por
cuanto están dirigidos por igual vía, denuncian similar
elenco normativo y persiguen idéntico fin.

VI. CARGO PRIMERO

Acusa la sentencia recurrida de infringir la ley


sustancial por la vía directa, por interpretación errónea de
los artículos 46 y 47 de la Ley 100 de 1993, en relación con
los artículos 18 a 21 del CST y 53 de la CN.

Expone el recurrente que en atención a la vía elegida


para edificar el ataque, esto es, la directa, no discute las
siguientes conclusiones fácticas: (i) que Julio Jaime Gómez
Estrada falleció el 20 de diciembre de 1999; (ii) que
mediante sentencia judicial se declaró la cesación de efectos
civiles del matrimonio de la demandante con el pensionado
fallecido; (iii) que la actora no convivía bajo el mismo techo
con el causante al momento de su fallecimiento; (iv) que
procrearon tres hijos, de los cuales a dos se les reconoció
pensión de sobrevivientes; y (v) «que [la demandante]
dependía económicamente de él».

Manifiesta que la inconformidad con la decisión de


segundo grado, se contrae a la interpretación impartida por
el ad quem a la última parte del artículo 47 de la Ley 100 de

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1.993, por cuanto no advirtió que la convivencia efectiva de


los cónyuges durante los últimos años de vida del
pensionado, como requisito para la demandante ostentar la
condición de beneficiaria de la prestación, es una exigencia
que debe entenderse suplida con la procreación de los hijos
que tuvo con el pensionado fallecido.

En dicho sentido afirma que la falta de convivencia


entre la actora y el señor Gómez Estrada, no impide el
nacimiento del derecho reclamado, toda vez que «aunque la
norma inicialmente consagra como requisito el de la
convivencia por lo menos en los dos años anteriores al
fallecimiento, igualmente dispone que "…salvo que haya
procreado uno o más hijos con el pensionado fallecido"» y,
por consiguiente, al satisfacer la peticionaria esta última
exigencia «hace innecesario que se cumpla con el requisito de
la convivencia al momento de la muerte que fue el requisito
que con error de interpretación jurídica exigió el Tribunal».

Expresa que, aún cuando la Sala Laboral de la Corte


ha sostenido que la procreación de los hijos es suficiente
para suplir el requisito de la convivencia, cuando se
produce dentro de los últimos dos años de vida del
causante, tal interpretación es contraria a los principios
establecidos en el artículo 53 CN y a los que se hizo alusión
en la sentencia CSJ SL, 15 feb. 2011, rad. 40662, en
particular a la regla del in dubio pro operario, y que consiste
en que «cuando una norma que se encuentra vaya a ser
aplicada a un caso concreto y en su interpretación admita
varios sentidos, o varias lecturas desde luego razonables

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todas, debe escogerse aquella que resulte ser más favorable


a los intereses de la parte débil de la relación que en este
caso es la aspirante a la pensión».
Refiere que si el legislador no estableció el momento en
que debe darse la procreación del hijo para suplir el
requisito de dos años de convivencia efectiva, surgen dos
escenarios, el primero, el asumido por la Corte, consistente
en que dicha procreación tiene que ser en los dos últimos
años anteriores al fallecimiento del pensionado y, el
segundo, que la procreación sea en cualquier momento,
entendimiento este último que es igualmente razonable y
más favorable a los intereses del beneficiario, por lo que
debe ser el alcance correcto de la referida disposición, en la
medida que garantiza a la demandante el acceso a la
pensión de sobrevivientes.

VII. SEGUNDO CARGO

Acusa la sentencia recurrida de infringir la ley


sustancial por la vía directa, por interpretación errónea de
los artículos 46 y 47 de la Ley 100 de 1993, en relación con
los artículos 18 a 21 del CST y 53 de la CN.

Para la sustentación repite los mismos supuestos


fácticos que dijo no controvertir y que relacionó en el cargo
anterior.

La censura considera que el razonamiento impartido


por el juez colegiado, a lo que debe entenderse por
convivencia es errado, pues ésta no surge solamente

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cuando se comparte «techo, lecho y mesa», sino que tal


concepto comprende y abarca una multiplicidad de
situaciones que deben examinarse cada caso en particular,
«ya que existen diversos motivos por los cuales a pesar de
que una pareja no comparta el mismo espacio físico por
motivos como enfermedad, necesidades económicas, fuerza
mayor, es perfectamente posible que conformen una
verdadera familia».

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Aduce que en el caso de la demandante la situación


antedicha fue la que se presentó, pues el señor Julio Jaime
Gómez Estrada decidió vivir separado de ésta, pero «sin
abandonar […] en ningún momento sus obligaciones
económicas para con ella y sin que en términos generales se
desentendiera de su hogar, del que continuó siendo bastión»,
por lo que resultaría contrario a los postulados propios de
un estado social de derecho, abandonar a su suerte a la
actora, pese a que convivieron la mayor parte de su vida,
además el fallecido fue quien la sostuvo económicamente
hasta el momento de su muerte. Finalmente destaca que:

No se estaría cumpliendo con una de las principales finalidades


de la pensión sobrevivientes que es precisamente que el mismo
grupo familiar a cuyo sostenimiento destinaba el pensionado
fallecido el producto de su pensión, sea el mismo que lo continúe
recibiendo al darse su fallecimiento, por cuanto no puede
perderse de vista que tal y como lo sostuvieron los jueces de
instancia, la pensión de sobrevivientes es como una especie de
seguro de vida a través del cual el trabajador o pensionado
fallecido logra el propósito que todos las personas tenemos de
asegurar el futuro de nuestras familias garantizado la atención a
futuro de sus necesidades para que no queden dependiendo de
la caridad de sus semejantes.

VIII. CONSIDERACIONES

En atención a la vía escogida, quedan incólumes las


siguientes conclusiones fácticas del ad quem: (i) que Julio
Jaime Gómez Estrada falleció el 20 de diciembre de 1999;
(ii) que a través de la sentencia civil debidamente
ejecutoriada se declaró la cesación de efectos civiles del
matrimonio religioso por divorcio entre la aquí demandante
y el pensionado fallecido; (iii) que la causal de divorcio fue la

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separación de cuerpos por espacio superior a dos años; (iv)


que no se mantuvo la vida en pareja; (v) que no existía para
el momento del fallecimiento del pensionado una real
comunidad de vida estable, permanente, singular con la
demandante; y (vi) que la separación no obedeció a
circunstancias económicas o laborales, sino al no querer el
causante estar con la pareja.

En el presente asunto, desde el punto de vista jurídico,


son dos las temáticas que somete el recurrente a
consideración de la Sala: (1) la planteada en el primer
cargo, consiste en determinar si el Tribunal, al absolver de
la pretensión de pensión de sobrevivientes a favor de Cecilia
Aidee Largo Moreno, incurrió en un yerro interpretativo de
la ley sustancial respecto de la parte final del literal a) del
artículo 47 de la Ley 100 de 1993 en su versión original,
porque, en su sentir, la procreación de un hijo común en
cualquier tiempo con el pensionado, exime a la demandante
del requisito de dos años continuos de convivencia con
anterioridad a la muerte del causante, interpretación que
favorece casos como el de la actora, en el que, por una
situación totalmente ajena a ella, cesó la convivencia
permanente; (2) la desarrollada por el censor en el segundo
cargo, que se contrae a dilucidar si la separación física de
los consortes, no desvirtúa per se la convivencia exigida por
ley para dejar causada la pensión de sobrevivientes, cuando
el causante no abandona sus obligaciones y mantiene el
apoyo económico. En ese orden se abordará el estudio.

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1) Sobre el primer tópico el juez colegiado fue preciso


en señalar que, de acuerdo con el artículo 47 de la Ley 100
de 1993, cuando el cónyuge o compañera supérstite
pretende la sustitución de la pensión, es menester acreditar
la existencia de una convivencia efectiva con el causante,
así como que dicha vida en común haya existido desde al
menos dos años antes del deceso del pensionado, sin
embargo, en este asunto encontró acreditado que la actora
no convivía con el causante al momento de la muerte del
pensionado, inferencia a la que arribó del análisis de la
prueba documental y testimonial que fue recaudada.

Desde esa óptica, es claro que el Tribunal no pudo


incurrir en el error jurídico que se le enrostra, dado que es
requisito fundamental para el surgimiento del derecho a la
pensión de sobrevivientes a la luz del citado precepto legal,
que, tratándose del cónyuge o compañera(o) permanente,
haber convivido con el causante hasta el momento de su
muerte, convivencia que no puede ser inferior a dos años,
pero esa temporalidad se suple si se procreó un hijo en ese
mismo periodo, es decir que ésta última circunstancia no
exonera de la vida marital al momento de la muerte, sino de
la convivencia continua durante los mencionados dos años.
Sobre el correcto entendimiento de la disposición en
comento la Sala Laboral de la Corte, en sentencia CSJ SL,
24 jul. 2012, rad. 43770, manifestó:
La afirmación del Tribunal de que la procreación de hijos suple el
requisito de la convivencia al momento de la muerte es
equivocada, tal como se lo reprocha la censura, pues lo que ha
sostenido la jurisprudencia reiterada de esta Corporación, en
torno al verdadero sentido del artículo 47 de la Ley 100 de 1993,
es todo lo contrario: que tal circunstancia no exime al cónyuge o

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compañera (o) permanente de la obligación de demostrar que


hizo vida marital con el causante hasta el momento del
fallecimiento de éste, tal como se afirmó en la sentencia del 10 de
marzo de 2006, radicación 26710, que cita la censura, en donde
se dijo:

“1.- El Tribunal en el fallo gravado entendió de manera


equivocada, que el hecho de haber procreado hijos dispensa al
cónyuge o compañero o compañera permanente del pensionado
fallecido del requisito de convivencia al momento de la muerte, y
por lo tanto, resulta atinado el enjuiciamiento jurídico de la
censura a la sentencia.

“En su redacción primera que es la aplicable al caso


controvertido, y aún después de la sentencia de la Corte
Constitucional de 8 de noviembre de 2001 que declaró
inexequible la expresión “por lo menos desde el momento en que
éste cumplió con los requisitos para tener derecho a una pensión
de vejez o invalidez y” contenida en el literal a) de los artículos
47 y 74 de la Ley 100 de 1993 que en el aspecto que pasa a
tratarse no varió la previsión legislativa de dichas disposiciones,
es requisito sine qua non para acceder a la pensión de
sobrevivientes por parte del cónyuge o compañero o compañera
permanente, la convivencia al momento de la muerte.

“La tesis de la Corte Constitucional coincide con la jurisprudencia


de la Corte Suprema de Justicia, al considerar que la convivencia
efectiva al momento de la muerte se constituye en el elemento
central para determinar el beneficiario de la pensión de
sobrevivientes en el caso de los cónyuges o compañeros
permanentes, y esa condición no se suple por la existencia de un
hijo común, en cuanto se trata de un requisito autónomo y
distinto del de la vida marital en los dos años anteriores a la
muerte.

“Esta Corporación en sentencia de 8 de febrero de 2002, Rad. N°


16600, puntualizó:

“Sobre ese tema la Sala se pronunció en el fallo atrás transcrito


(Sentencia de 2 de marzo de 1999, Rad. N° 11245), a propósito
de fijar el alcance del artículo 47 de la Ley 100, y allí asentó que
uno de los requisitos para acceder la esposa o la compañera
permanente a la pensión de sobrevivientes es ‘haber convivido
con el pensionado no menos de dos años continuos con
anterioridad a su muerte, requisito éste que puede suplirse con el
de haber procreado uno a más hijos con él’.

“En ese orden de ideas, es claro que ya frente al citado artículo


47 erró el sentenciador de segunda instancia, por cuanto el
requisito de procrear hijos no suple la falta de convivencia
al momento de la muerte sino el de la convivencia

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continua durante los dos años anteriores a la muerte”.


(Resalta la Sala).

Y en lo que respecta al periodo en el cual se debió


procrear el hijo, para efectos de eximir al cónyuge o
compañero(a) permanente supérstite del cumplimiento del
término de los dos años de convivencia requerido, en
sentencia CSJ SL, 19 jul. 2011, rad. 35933 se expresó:

2º) La circunstancia de haber procreado dos hijos sustituye


el requisito de convivencia.
En lo atinente a este argumento planteado por la
recurrente, se impone a la Sala rememorar sus enseñanzas en
torno a que la exigencia de la convivencia  no se suple con la
procreación de uno o más hijos en cualquier tiempo, sino, según
lo señalado en la letra a) del artículo 47 de la Ley 100 de 1993,
debe ser dentro de los dos años anteriores al fallecimiento del
pensionado o del afiliado que estaba a las puertas de alcanzar el
estatus de jubilado (sentencias del 22 de noviembre de 2006,
radicación 26566, 19 de septiembre de 2007, radicación 31586,
16 de diciembre de 2008, radicación 33003 y 12 de agosto de
2009, radicación 36579).
Ahora bien, nótese que las hijas del causante
nacieron el 26 de noviembre de 1995 y 3 de marzo de 1998, es
decir, por fuera de los dos años anteriores a la fecha del deceso
de su padre.
Como en el presente asunto no se verifica el dicho
supuesto fáctico, no le asiste razón a la censura frente a este

particular reproche.

Por tanto, ante la certeza de que no existió convivencia


entre la demandante y el pensionado fallecido en los dos
últimos años anteriores al deceso, pues a ésta conclusión

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llegó el Tribunal y la misma no es objeto de reproche, sino


por el contrario fue un hecho aceptado por el censor, no es
posible que el ad quem hubiera interpretado de forma
errónea del artículo 47 original de la Ley 100 de 1993, en
tanto, se insiste, la confirmación de la decisión absolutoria
de primer grado no se fundó en que la actora no demostró
la mencionada convivencia o que aquella hubiese sido
menor a los dos años que allí se exige, sino que el Tribunal
estimó que se probó que no hubo tal convivencia al
momento de la muerte, a lo que se suma que ni siquiera
alguno de los hijos fueron procreados dentro de ese periodo,
que es la exigencia que se deduce de la correcta intelección
del citado precepto legal.

Adicionalmente, cabe anotar, que no es procedente


interpretar los requisitos establecidos en el artículo 47 de la
Ley 100 de 1993, en virtud del principio in dubio pro
operario contemplado en el artículo 53 de la Constitución
Política, como postulado proteccionista y tuitivo del derecho
laboral, dado que dicho mandato constitucional parte de la
existencia de una duda frente a dos interpretaciones
posibles de la norma aplicable al asunto, lo que no ocurre
en el sub lite, pues no se advierte en la providencia
censurada la existencia de una duda del juzgador de
alzada, respecto al razonamiento que le impartió a la norma
jurídica que estimó aplicable, ya que la duda no puede
provenir como en este caso sucede de la parte que la alega.

2) Frente al segundo tema objeto de controversia


planteado desde el ámbito jurídico, que se contrae a

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determinar el correcto entendimiento del requisito de


convivencia para ostentar la calidad de beneficiaria de la
pensión de sobrevivientes, pues a juicio del censor cada
caso en particular debe ser objeto de análisis, atendiendo
en especial las particularidades y situaciones que se
presentan dentro de la vida en pareja, sin que sea por tanto
posible exigir, de forma irrestricta, que se comparta «techo,
lecho y mesa», no es de recibo.

Lo anterior por cuanto la solución que pone de


presente el recurrente, en el sentido que cuando los
cónyuges o compañeros se encuentren separados
físicamente, pero se mantiene el apoyo económico y no se
desatiende el hogar, deberá aceptarse dicha convivencia
para obtener la pensión de sobrevivientes; no se enmarca
dentro de los presupuestos normativos de la disposición en
comento.

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Además, el cargo se estructura sobre una premisa


ajena a la que llegó el juez colegiado, pues se afirma que el
ad quem encontró acreditado que la demandante dependía
económicamente del pensionado fallecido, quien decidió
separarse de su esposa, pero sin sin abandonar «sus
obligaciones económicas para con ella y sin que en términos
generales se desentendiera de su hogar, del que continuó
siendo bastión»; cuando lo que realmente se infirió en la
sentencia impugnada, fue exclusivamente que la actora no
convivía con el señor Gómez Estrada al momento del
fallecimiento.

Del mismo modo, cabe agregar que la dependencia


económica del cónyuge o compañero permanente respecto
del afiliado o pensionado fallecido, no es un requisito para
acceder a la pensión de sobrevivientes para exigirlo. Tal
como se expuso, entre otras, en sentencia CSJ SL, 7 oct.
2008, rad. 33860, en la que se manifestó:

Siendo indiscutible en el proceso que el causante falleció el 30


de octubre de 1998 (folio 25), y que mantenía el vínculo
matrimonial vigente con la demandante al momento de su
muerte (folios 10, 11 y 26), en modo alguno ésta requería
acreditar que respecto de aquél se encontraba en situación de
‘dependencia económica’, tal y como lo sostiene en el cargo el
Fondo recurrente.

En efecto, con el argumento de que la demandante no acreditó


que tenía ‘dependencia económica’ del causante con copia de la
declaración de renta del año gravable inmediatamente anterior
y, en su defecto, mediante dos declaraciones de terceros, como
lo exigía el artículo 56 del Decreto Ley 1045 de 1978,
disposición que, entre cosas, no resulta para nada aplicable al
caso, no sólo por tratarse de una exigencia probatoria propia del
trámite administrativo que debía surtirse para la época de su
vigencia ante las entidades públicas del orden nacional que
reconocieran prestaciones sociales a sus servidores, pero no así
para ante las judiciales cuya actividad probatoria se regula por

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los estatutos procedimentales de su disciplina, en el caso de los


jueces del trabajo por las reglas contenidas en los artículos 51 y
siguientes del Código Procesal del Trabajo y de la Seguridad
Social y en lo que allí no esté previsto por los artículos 174 y
siguientes del Código de Procedimiento Civil, por la remisión
analógica de que trata el artículo 145 de la primera codificación,
sino también, porque esta Sala de la Corte ha sostenido
inveteradamente que, salvo precisas excepciones a las que se
aludió en fallo de 17 de abril de 1998 (Radicación 10406), de las
cuales sin duda se podría servir la demandante pero que no es
menester traer a colación, por virtud de la aplicación inmediata
de la ley y del efecto retrospectivo inherentes a la ley laboral, la
fecha de la muerte del afiliado o del pensionado, según el caso,
es la que determina la norma que debe regular el derecho a la
pensión de sobrevivientes, por manera que, habiendo acaecido
la muerte del causante pensionado el 30 de octubre de 1998, la
pensión de sobrevivientes que reclama la demandante no está
regida por el Decreto 1048 de 1975, cuyo objeto ya se indicó,
sino por la normatividad contemplada para ese evento por la
Ley 100 de 1993, vigente a esa fecha, el Fondo recurrente
desconoce que, conforme a la ley, la condición o calidad de
cónyuge exonera del estado de dependencia económica que
exige a los demás beneficiarios de dicha prestación.

Ello es así, por cuanto tal estado civil conlleva, aparte de la


conformación de una masa de bienes y deudas común a los
cónyuges con las limitaciones que apenas la misma ley prevé, la
obligación de socorrerse y ayudarse mutuamente en todas las
circunstancias de la vida (artículo 176 Código Civil), lo cual
comprende, obviamente, la de asistirse en las necesidades
económicas del diario vivir, aún, cuando quiera que los cónyuges
hubieren capitulado previamente el manejo de sus bienes, pues
esta decisión corresponde al campo del derecho privado, en
tanto que la dicha obligación de ayuda y las relaciones propias
de vida en familia trascienden a intereses superiores que velan
por la protección a la familia.

De suerte que al así obrar el legislador supone, por la obligación


de socorro y ayuda mutua que asiste a los cónyuges, que entre
éstos existe no sólo una dependencia afectiva sino también
material, pues de esa forma es como se expresa a diario la vida
de la familia; una dependencia económica recíproca que no
puede ser desvirtuada ni discutida judicialmente, menos, en
tema de la pensión de sobrevivientes.

Cosa distinta ocurre en las demás relaciones de familia que dan


lugar a beneficiarse de la dicha pensión, pues, en esos casos,
como lo prevé por ejemplo hoy el artículo 47 de la Ley 100 de
1993, en la forma como fue modificado por el artículo 13 de la
Ley 797 de 2003, el legislador exige, además de ciertas
circunstancias específicas de incapacidad laboral, como es el
caso de los hijos mayores de edad y hermanos inválidos del

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causante, la acreditación por el interesado de la dependencia


económica que de aquél se tenía.

Por manera que, en modo alguno infringió el Tribunal la ley al no


exigir a la demandante acreditar la dependencia económica con
el causante, menos aún, con soporte en una disposición no
aplicable al caso. Lo dicho, con total independencia de tener que
advertirse que fuera de no oponer el hoy recurrente tal situación
a la pretensión de la actora en las instancias, en el cargo no
ataca el verdadero soporte del fallo para acceder a la pensión
reclamada, que lo fue el establecimiento de la convivencia de la
demandante con el causante, hecho sobre el cual fue que allí
giró la defensa del hoy recurrente.

En ese orden de ideas, si la parte recurrente quería


tener consistencia en el ataque, lo primero que tenía que
demostrarle a la Corte, desde luego por la vía de los hechos
y no por la aquí seleccionada, era que la señora Cecilia
Aidee Largo Moreno no convivía con el causante por
cuestiones ajenas a su voluntad (salud, económicas,
familiares, etc.) pero sin que significara la pérdida de la
comunidad de vida, y sólo acreditado esto, podía atribuirle
al Tribunal un eventual yerro jurídico de cara a enmarcar la
situación en los presupuestos previstos en la norma
denunciada, pero nunca a partir de un supuesto fáctico que
jamás lo dio por acreditado el Tribunal, para de ahí
endilgarle una supuesta interpretación errónea del artículo
47 de la Ley 100 de 1993.

Aunque lo anterior sería suficiente para desestimar el


cargo, es pertinente recordar que, en principio, para que
haya convivencia efectiva se exige vida en común, y que no
se desvirtúe el concepto de familia en la separación,
siempre que ésta obedezca a causas razonables que la
justifiquen -las cuales no están demostrada en el caso de

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autos-, así lo ha enseñado la Sala, entre otras, en sentencia


CSJ SL, 7 feb. 2008, rad. 32356, en la cual se manifestó:

Dado el sendero escogido, y así lo pone de presente la censura,


no se discute la inferencia fáctica que encontró demostrada el
sentenciador de segundo grado, en el sentido de que la
demandante no convivía con el afiliado Jhon Jairo Montoya
Moncada para el momento de su muerte.

Partiendo de dicho supuesto fáctico, indiscutido en sede de


casación, se tiene que el fallador de alzada al aplicar la
normatividad que regula el caso, tuvo en cuenta la circunstancia
de la convivencia efectiva de la compañera permanente
demandante con el afiliado para la data de su fallecimiento; lo
cual significa que no le dio a las disposiciones denunciadas un
alcance que no corresponde a su cabal sentido, a más que lo
decidido se acompasa con lo que sobre el tema ha reiterado
constantemente esta Corporación.

Visto lo anterior, en ningún error jurídico pudo haber incurrido el


sentenciador de segundo grado al interpretar el artículo 47 de la
Ley 100 de 1993, si se tiene en cuenta que las pensiones de
sobrevivientes cuando se trata no solo de compañeras o
compañeros permanentes, sino también de cónyuges de
personas afiliadas o pensionadas fallecidas, están cimentadas
sobre la efectiva convivencia con éstas, como reiteradamente lo
ha adoctrinado la Corporación desde la versión inicial de la
citada disposición, modificada por el artículo 13 de la Ley 797 de
2003. Verbigracia en sentencia del 10 de marzo de 2006
radicación 26710, reiterada entre otras en las del 4 de junio de
2007 y 21 de noviembre de 2007, radicados 29051 y 31773,
respectivamente, expresó:

“(…) La finalidad y la naturaleza de la prestación de seguridad


social de la pensión de sobrevivientes, son la de proteger a la
familia de las carencias que tuvieran por origen la muerte de
alguno de los miembros que proveía apoyo y sustento al grupo
familiar”.

“Dentro de la perspectiva finalística de la pensión de


sobrevivientes cobra cabal sentido el concepto miembros de
grupo familiar, cuya pertenencia es condición primaria para ser
beneficiario”.

“Como lo ha señalado la Sala se es miembro del grupo familiar


cuando se está presente con “acompañamiento espiritual
permanente, apoyo económico y con vida en común que se
satisface cuando se comparten los recursos que se tienen, con
vida en común o aún en la separación cuando así se impone por

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fuerza de las circunstancias, ora por limitación de medios, ora


por oportunidades laborales” (sentencia de 10 de mayo de 2005,
Rad. N° 24445); para quien se ha excluido del grupo, aún tuviera
vocación de serlo por razones de parentesco o vínculo
matrimonial, no actúa la seguridad social puesto que sus
carencias no las puede hacer derivar del grupo familiar que ha
abandonado”.

“El requisito de la convivencia para el momento de la muerte que


exige la norma no puede ser reducido a la sola circunstancia de
un encuentro, estimado exclusivamente por su oportunidad; con
la dimensión temporal han de concurrir otras como la fortaleza
de los vínculos espirituales, las condiciones sociales, laborales,
económicas, de salud que apoyaban o distanciaban la efectiva
pertenencia al grupo, y especialmente, si ese reencuentro al final
de la vida con el afiliado o pensionado que luego fallece es
auténtica respuesta de socorro al enfermo, y no el mero
aprovechamiento de un beneficio prestacional”.

“Esta Sala de la Corte Suprema de Justicia, en la sentencia de


10 de mayo de 2005, ya citada, tuvo oportunidad de
pronunciarse en relación con la necesidad de la convivencia
efectiva al momento de la muerte como requisito esencial que
deben cumplir el cónyuge o compañero o compañera permanente,
tanto del pensionado como del afiliado fallecidos, para ser
beneficiarios de la pensión de sobrevivientes. Dijo textualmente
la Corte:

“El artículo 47 de la Ley 100 de 1993 al establecer que el


cónyuge o compañero permanente supérstite son beneficiarios de
la pensión de sobrevivientes, los equipara en razón a la
condición que les es común para ser beneficiarios: ser miembros
del grupo familiar. No significa ello que se desconozca la
trascendencia de la formalización del vínculo en otros ámbitos,
como para la filiación en el derecho de familia, o para quien lo
asume como deber religioso por su valor sacramental, sino que
se trata de darle una justa estimación a la vivencia familiar
dentro de las instituciones de la seguridad social, en especial la
de la pensión de sobrevivientes, que como expresión de
solidaridad social no difiere en lo esencial del socorro a las
viudas y los huérfanos ante las carencias surgidas por la muerte
del esposo y padre; es obvio que el amparo que ha motivado,
desde siglos atrás, estas que fueron una de las primeras
manifestaciones de la seguridad social, es la protección del
grupo familiar que en razón de la muerte de su esposo o padre, o
hijo, hubiesen perdido su apoyo y sostén cotidiano, pero no para
quien esa muerte no es causa de necesidad, por tratarse de la
titularidad formal de cónyuge vaciada de asistencia mutua”.

“La preponderancia del elemento formal en la constitución de la


familia, como mecanismo concebido por el legislador de siglos
anteriores para proteger la unidad familiar, por fuerza de la

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evolución social, ha venido cediendo espacio a favor del concepto


de familia forjado en la realidad de la solidaridad cotidiana.
Primero en el ámbito de la seguridad social, el artículo 55 de la
Ley 90 de 1946 mandaba tener por viuda a la mujer [incluso a
las mujeres] con quien el asegurado haya hecho vida marital;
luego en el campo del derecho civil, la ley 54 de 1990 protege a
familia constituida por la comunidad de vida permanente y
singular; y en 1991, el artículo 42 del ordenamiento superior
extiende el reconocimiento constitucional a la familia que se
integre bajo ‘la decisión libre de un hombre y una mujer de
contraer matrimonio o la voluntad responsable de conformarla”.

“...”

“A este respecto ya tuvo la Sala oportunidad de precisar que, a


partir de la nueva Constitución, ‘independientemente de la
naturaleza misma del vínculo - legal o de hecho - es la
convivencia efectiva de la pareja, la existencia de lazos afectivos
y el ánimo de brindarse apoyo y colaboración lo determinante a
efectos de comprender el nuevo núcleo familiar’ (sentencia de 2
de marzo de 1999, rad.11245)”.

En consecuencia, por todo lo expuesto, el Tribunal no


cometió los errores jurídicos que se le endilga, y por ende
los cargos no prosperan.

Sin costas en el recurso extraordinario por no haberse


presentado oposición.
IX. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO
CASA la sentencia proferida por la Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, el 25 de
mayo de 2012, en el proceso laboral seguido por CECILIA
AIDEE LARGO MORENO contra EMPRESAS VARIAS DE
MEDELLÍN ESP.

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Sin costas.

Notifíquese, publíquese, cúmplase y devuélvase el


expediente al Tribunal de origen.

MARTÍN EMILIO BELTRÁN QUINTERO

DOLLY AMPARO CAGUASANGO VILLOTA

ERNESTO FORERO VARGAS

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