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OMAR DE JESÚS RESTREPO OCHOA

Magistrado ponente

SL2357-2021
Radicación n.° 82113
Acta 019

Bogotá, DC, ocho (8) de junio de dos mil veintiuno


(2021).

Decide la Sala el recurso de casación interpuesto por


PAULO EDILBERTO RODRÍGUEZ BURBANO, contra la
sentencia proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Bogotá, el 6 de febrero de 2018, en el
proceso que el recurrente instauró contra la
ADMINISTRADORA COLOMBIANA DE PENSIONES,
COLPENSIONES.

I. ANTECEDENTES

Paulo Edilberto Rodríguez Burbano demandó a


Colpensiones con el fin de que se declarara su calidad de
compañero permanente de Henry Eliot Lugo Buendía y, en
consecuencia, que se condenara al reconocimiento y pago de
la pensión de sobrevivientes, sin desconocer la prestación

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económica que se le adjudicó a Delia Buendía de Lugo, más


la indexación de las condenas y los intereses del artículo 141
de la Ley 100 de 1993.

Fundamentó sus peticiones, básicamente, en que Henry


Eliot Lugo Buendía cotizó a Colpensiones del 17 de octubre
de 1977 al 13 de noviembre de 2008, fecha en la que falleció;
que mediante la Resolución n.º 045273 del 28 de noviembre
de 2011 se le reconoció la pensión de sobrevivientes a Delia
Buendía, madre del difunto.

Comentó que era el compañero permanente del fenecido


desde el 1 de noviembre de 1982 hasta el último día de su
vida, que no reclamó la prestación social, ni los gananciales
de la sociedad patrimonial porque desconocía que las parejas
homosexuales tuvieran dichos derechos económicos, pero
luego tuvo conocimiento de los cambios jurisprudenciales en
estos temas con las sentencias CC C336-2008, CC C075-
2007, CC T911-2009, entre otras.

Explicó que el 13 de agosto de 2013 solicitó la pensión


de sobrevivientes, que le fue negada en razón de que la
prestación le fue reconocida a la madre del causante,
decisión que pidió reponer y luego apeló; que todo le fue
resuelto mediante las Resoluciones n.º GNR 11251 del 15 de
enero de 2014, GNR 35821 del 16 de febrero de 2015.
Posteriormente, el 6 de marzo de 2015 y VPB 45443 del 26
de mayo de 2015, agotando así la vía administrativa.

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Al dar respuesta a la demanda, la parte accionada se


opuso a todas las pretensiones. En cuanto a los hechos,
admitió las fechas de nacimiento del demandante y del
fenecido, el tiempo cotizado, el reconocimiento de la pensión
a Delia Buendía, la solicitud de la prestación económica por
parte del actor y su negativa. Aclaró que la petición en
comento fue desacertada porque el accionante no acreditó su
condición de beneficiario y en tanto ya se le había reconocido
el derecho a la madre del causante. Respecto a los demás,
adujo que no le constaban.

En su defensa propuso las excepciones que denominó:


carencia de causa para demandar, prescripción, buena fe,
inexistencia de intereses moratorios e indexación.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El Juzgado Sexto Laboral del Circuito de Bogotá,


mediante fallo del 13 de junio de 2017, resolvió:

Condenar a la Administradora Colombiana de Pensiones


Colpensiones a reconocer y pagar al demandante Paulo Edilberto
Rodríguez Burbano la pensión de sobrevivientes a partir del día
13 de noviembre de 2008, en cuantía inicial de $2.242.634, junto
con los aumentos legales, trece mesadas y los intereses
moratorios previstos por el artículo 141 de la Ley 100 de 1993, a
partir del vencimiento del período de gracia de cuatro meses,
contado a partir de la reclamación administrativa en agosto 12
de 2013.

La excepción de prescripción se declara probada parcialmente, a


partir del mes de agosto de 2010, hacia atrás.

Costas a cargo de la parte demandada, vencida en el proceso; se


fija en la suma de $3.500.000 por concepto de agencias en
derecho.

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III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

La Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Bogotá resolvió el grado jurisdiccional de consulta
y el recurso de apelación de la parte demandada mediante
fallo del 6 de febrero de 2018. En esa providencia revocó la
sentencia del a quo y, en su lugar, absolvió a Colpensiones
de todas las pretensiones incoadas en su contra.

En lo que interesa al recurso extraordinario, el Tribunal


consideró, como fundamento de su decisión, que no había
duda de que Henry Eliot Lugo Buendía falleció el 13 de
noviembre de 2008 y que, con base en la sentencia CSJ SL,
2 mar. 2007, rad. 27593, la norma aplicable a la pensión de
sobrevivientes es la vigente al momento del siniestro, que
para el caso concreto era el artículo 13 de la Ley 797 de 2003.

Con fundamento en lo anterior, tuvo por acreditado, a


través de la Resolución n.º GNR 11251 de 2014, que el
fenecido contaba con las cincuenta semanas dentro de los
tres años inmediatamente anteriores a su muerte, pues
cotizó ininterrumpidamente del 1.º de febrero de 2003 al 13
de noviembre de 2008, razón por la cual se le reconoció la
prestación económica a Delia Buendía de Lugo, su madre,
mediante Resolución n.º 25273 de 2001.

Concluyó del literal a) del artículo 13 de la Ley 797 de


2003 y de las sentencias CSJ SL, 29 nov. 2011, rad. 40055
y CSJ SL6990-2016 que los compañeros permanentes deben
probar la convivencia de los cinco años continuos antes del

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fallecimiento, mientras que los cónyuges separados de


hecho, pero con vínculo matrimonial vigente, lo pueden
acreditar en cualquier tiempo. Entonces, adujo que la parte
demandante cumplió con uno de los requisitos, pues tenía
cumplidos más de 30 años a la fecha del deceso de Lugo
Buendía y, pese a que allegó cartas, postales, un contrato de
compraventa de un vehículo, entre otros documentos, no
constató el término de cinco años de vida común, necesario
para el reconocimiento de la pensión.

Se remitió a las declaraciones extrajuicio que se


allegaron al legajo, las que asumió como documentos
declarativos emanados de terceros y acotó que, conforme al
artículo 262 del CGP, no requerían ratificación, toda vez que
Colpensiones no la solicitó, como lo sentaron las
providencias CSJ SL, 2 mar. 2007, rad. 27593; CSJ SL, 6
mar. 2013, rad. 42536 y CSJ SL14129-2015.

Conforme a lo anterior, analizó la declaración de Jorge


Alcides Rodríguez Saavedra, quien aseguró que conoció al
demandante hacía 30 años, es decir aproximadamente desde
el 24 de abril de 1982, dado que rindió su declaración el
mismo día y mes de 2012, exponiendo que desde ese
entonces le constaba la convivencia de la pareja conformada
por el accionante y Henry Eliot Lugo Buendía, entre otras
razones, porque desde 1984 vivía en el barrio Los Alcázares.
Sin embargo, el Tribunal observó que el accionante dijo, en
la entrevista que le hizo el investigador de Colpensiones, que
la relación con el causante comenzó en noviembre de 1982,
pero adujo que en esa época él vivía en el barrio Las Ferias,

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mientras que Henry Eliot vivía en Villamayor y que tan solo


en 1992, luego de 10 años de noviazgo, tomaron un
apartamento en arriendo en el barrio Los Alcázares.

De igual manera, tuvo en cuenta que Carlos Alberto


Lugo Palomino en su declaración hizo alusión a que la madre
del causante solicitó la prestación, porque ni ella ni ningún
miembro de la familia sabía que las parejas del mismo sexo
tenían los mismos derechos de las parejas heterosexuales,
dicho que encontró coincidente con lo expuesto en la
declaración extrajuicio del 30 de abril de 2012, donde el
accionante, afirmando similares razones, manifestó que la
razón por la que no solicitó la prestación fue porque la madre
del causante estaba muy enferma y los tratamientos eran
muy costosos, de modo que se decidió que fuera ella quien
tramitara la prestación.

Les restó credibilidad a los documentos indicados y


puso en duda lo allí manifestado, pues en la entrevista ante
el investigador, el actor dijo que él y el causante se conocieron
aproximadamente el 1.º de noviembre de 1982 en Chapinero
Alto, que se miraron, se hablaron, se dieron los números
telefónicos y comenzó su relación amorosa (f.º 88), en
cambio, el mismo, en la declaración extraproceso del 30 de
abril de 2012 expuso que se conocieron cuando visitaban a
algunos miembros de sus respectivas familias en Garzón,
Huila, que el 1.º de noviembre de 1982 fue cuando decidieron
ser pareja y que convivirían, (f.º 85). Según lo mencionado en
la entrevista, al momento en que se conocieron decidieron
que iban a vivir juntos y así lo hicieron durante 10 años, por

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tanto, no consideró dable tener tales declaraciones como


certeras y fidedignas, pues no resultan contestes.

De las entrevistas realizadas a Gustavo Torres Moreno,


Justo Cruz Guzmán y Rudmira Umbasia advirtió que, tanto
el primero como la última de ellos solo mencionaron que el
actor brindó cuidados al causante en su enfermedad, sin que
de tales declaraciones lograra extraer que su trato fue el de
una pareja, o que tuvieran una relación sentimental,
circunstancia que si bien no acontece con Justo Cruz
Guzmán, quien se refiere al causante y al actor como pareja,
este no establece razones de las que se pueda inferir por qué
les da tal categoría (f.os 93 a 99).

Ante las deficiencias señaladas del material probatorio


allegado, revisó el expediente administrativo de Henry Eliot,
sin embargo, no evidenció prueba adicional de la que se
pudiera inferir la convivencia por los últimos 5 años y, por el
contrario, allí encontró las declaraciones de Óscar Guillermo
Vergara Gómez y Miriam Fontecha Ballesteros, quienes
adujeron que el causante no hacía vida marital con persona
alguna, así como el certificado de tradición de un
apartamento a nombre de Lugo Buendía, desde el 30 de mayo
de 2000, al igual que el trabajo de partición y adjudicación
de la sucesión del causante, acto donde se tuvo como única
beneficiaria de tal bien a Delia Buendía de Lugo, a pesar de
que en entrevista realizada al accionante, por parte de
Colpensiones, este mencionara que todo lo que consiguió el
causante fue dentro de su relación.

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Así las cosas, conforme al análisis desarrollado, el


Tribunal infirmó la sentencia apelada y consultada.

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por la parte demandante, concedido por el


Tribunal y admitido por la Corte, se procede a resolver.

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretende el recurrente que la Corte case la sentencia


atacada, para que, en sede de instancia, confirme la del a
quo.

Con tal propósito formula cuatro cargos, por la causal


primera de casación, que son replicados por Colpensiones y
que serán estudiados en conjunto, pues a pesar de que dos
de ellos se encaminan por la vía jurídica, y los restantes, por
la indirecta, persiguen un objetivo similar y sus
argumentaciones coinciden en varios aspectos.

VI. CARGO PRIMERO

Acusa a la sentencia por «violación directa de la


Constitución Política, en la modalidad de falta de aplicación
del artículo 29 de la Carta en lo tocante al derecho de defensa».

Fundamenta el ataque en que, si el colegiado hubiese


aplicado esa norma constitucional, no habría desechado el
acervo probatorio que allegó al proceso, teniendo en cuenta

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que ni el juez de primera instancia ni Colpensiones –incluso


esta en la fase administrativa– le hicieron reproches
concretos, tampoco lo tacharon de falso ni pidieron su
ratificación, por tanto, goza de plena validez, como lo definió
la primera instancia, conforme al artículo 246 del CGP y la
sentencia CSJ SL1188-2015.

Como el Tribunal encontró imprecisiones en la prueba,


la desestimó y dictó sentencia sin darle al demandante la
oportunidad de ejercer su defensa, es decir, de contradecir
las supuestas imprecisiones, que solo pudo conocer en el
momento de la decisión. Con ello, considera que se violaron
los principios de favorabilidad laboral y condición más
beneficiosa dispuestos en el artículo 53 de la CP y 21 del CST.

VII. CARGO SEGUNDO

Denuncia que la sentencia impugnada incurrió en la


«violación directa de la Constitución Política, en la modalidad
de falta de aplicación del principio constitucional de
favorabilidad laboral y condición más beneficiosa, dispuesto
en el artículo 53 de la Carta y el artículo 21 del Código
Sustantivo del Trabajo».

Argumenta que la sentencia resultó de la «falta de


aplicación» de esas normas, bajo los mismos razonamientos
elaborados en el primer cargo y agrega que no se aplicó a su
favor el principio de favorabilidad laboral ni el de la condición
más beneficiosa, porque del examen del expediente
administrativo de la pensión el juez plural solo encontró

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aspectos desfavorables, como las declaraciones de Óscar


Guillermo Vergara Gómez y Miriam Fontecha Ballesteros,
quienes adujeron que el afiliado no hacía vida marital con
otra persona, lo que «era completamente lógico, aun cuando
no necesariamente cierto» según que la finalidad era que la
madre de él pudiera reclamar la prestación. Por el contrario,
no valoró a su favor las declaraciones que él rindió para
demostrar que conformó una relación de pareja con el
afiliado y que convivieron más de 30 años, hasta la muerte
de este, sin que esa versión fuera reprochada por
Colpensiones, que no pudo probar que lo manifestado fuera
falso.

VIII. CARGO TERCERO

Acusa a la sentencia por «violación indirecta de la ley


procesal por error de hecho en la modalidad de falta de
aplicación del artículo 262 del Código General del Proceso –
Documentos declarativos emanados de terceros, y del
precedente jurisprudencial constituido por sentencias como la
de Casación Laboral 46310 del día 11 de febrero de 2015»

En aras de fundar el cargo aduce que el Tribunal debió


aplicar el artículo 262 del CGP, pues de este modo no se
hubiesen desechado las pruebas que presentó, con las que
se acredita que convivió con el causante alrededor de 30 años
antes de su fallecimiento. Insiste en la validez de su prueba,
porque «la contraparte no le hizo ni un solo reproche concreto
y menos aún la tachó de falsa o contraevidente ni pidió su

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ratificación», de suerte que, según la proposición jurídica del


cargo, el juzgador inicial le dio plena validez.

Reitera que solo en la decisión confutada se manifestó


por primera vez que la prueba presenta por la parte activa
contenía imprecisiones que le restaban credibilidad, con lo
que se desconocieron las reglas jurídicas indicadas al inicio
del cargo.

IX. CARGO CUARTO

Atribuye a la sentencia la violación, por la vía indirecta,


«de la Ley Procesal, en la modalidad de error de hecho por
exceso ritual manifiesto en la aplicación del artículo 262 del
Código General del Proceso para apreciar los documentos
declarativos emanados de terceros, presentados por el
Demandante para soportar sus pretensiones».

En la demostración del cargo cita la sentencia CC T247-


2016 la cual puntualiza que una providencia incurre en el
defecto procedimental por exceso ritual manifiesto cuando el
juez ignora de forma absoluta las formas del juicio, pero
también cuando se atiene de forma estricta a las
formalidades previstas, al punto de desconocer derechos
constitucionales.

Advierte que la sentencia incurrió en el «error de hecho


generado por el exceso ritual manifiesto aplicado por el
Tribunal al apreciar las declaraciones extrajuicio presentadas
por el Demandante para soportar sus pretensiones».

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Sostiene que en la valoración de las declaraciones


extraprocesales expuestas para probar la convivencia en
pareja con el causante se incurrió en el dislate descrito en
precedencia al restarles credibilidad, por «imprecisiones y
contradicciones» intrascendentes para la esencia del asunto,
porque no implican falsedad en las declaraciones ni
contraevidencia de lo declarado. Agrega que no siempre se
debe interpretar la norma procesal de forma literal, esto con
la finalidad de garantizar derechos sustanciales.

A continuación, detalla que esos errores valorativos se


dieron al hallar contradicción en la declaración de Jorge
Alcibíades Rodríguez Saavedra, frente a lo que adujo el
solicitante ante el investigador de Colpensiones. Al respecto,
plantea su versión de por qué aquel testigo incurrió en una
discordancia y cómo se debió entender esa prueba, pues
señala que las deducciones del juzgador de segundo grado
frente a ese testimonio denotan la incursión en la figura del
exceso ritual manifiesto.

En el mismo sentido, critica la valoración de la


declaración de Carlos Alberto Lugo Palomino, quien comentó
que la madre del causante tramitó la pensión por no conocer
de los derechos de los integrantes de una pareja homosexual.
En contraste, dijo que en otras versiones él mismo manifestó
que no solicitó la prestación de sobrevivencia, en
consideración al grave estado de salud de la progenitora del
afiliado fallecido y dado que sus tratamientos eran muy
costosos, por lo que se decidió que ella pidiera la pensión.

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Sobre el análisis de su declaración extraproceso del 30


de abril de 2012, en comparación con otra que rindió ante el
investigador de la demandada, respecto de las circunstancias
de tiempo y modo en que se desarrolló su convivencia con
Lugo Buendía, fuera de que aceptó la existencia de una
contradicción entre ambas, advirtió que las conclusiones del
Tribunal no estaban acordes con lo depuesto, en particular,
en cuanto al momento en que la pareja decidió tomar en
arrendamiento un apartamento en el barrio Los Alcázares.
Desestima que tal contradicción fuese relevante, al punto de
negarle el derecho.

Enseguida se refiere a las entrevistas que Colpensiones


llevó a cabo, a través de un investigador privado, a Gustavo
Torres Moreno, Justo Cruz Guzmán y Rudmira Umbasia Roa;
transcribe las conclusiones del juez de la alzada sobre esa
prueba, para decir que es cierto lo anotado por el juzgador,
en cuanto a que ellos solo mencionaron que él y el causante
hablaban o que habitaban en un apartamento, pero sin que
dijeran que tenían la condición de pareja o que tuvieran una
relación sentimental, sin embargo, aclaró que esos
deponentes no estaban en condición de conocer sobre la
realidad de la existencia de su nexo como compañeros
permanentes, pues ante esas personas, que laboraban en el
edificio donde ellos habitaban, aparecían como amigos que
vivían en el mismo inmueble. Concluye que, al menos, el
Tribunal debió deducir que la vida común databa del año
1982 y al menos cinco años antes de la muerte de Lugo
Buendía.

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Sobre el expediente administrativo de la pensión del


generador de la pensión de sobrevivientes, da por cierto que
el Tribunal concluyera que de allí no surgía prueba de la que
se pudiera inferir la convivencia en los últimos cinco años de
vida de aquel, pues Oscar Guillermo Vergara Gómez y Mirian
Fontecha Ballesteros adujeron que el causante no hacía vida
marital con ninguna persona, fuera de que documentos como
un certificado de tradición de un apartamento a nombre de
Lugo Buendía y unos instrumentos sucesorales indicaban
que la única beneficiaria de tal bien era la madre de este. En
contraposición, expone que ello «no implica que el señor
Rodríguez Burbano y el señor Lugo Buendía no fueran una
pareja del mismo sexo y no hubieran convivido desde 1982 y
en todo caso durante los últimos cinco años anteriores a la
muerte del señor Lugo».

Expone que su exclusión de los trámites de liquidación


de la sucesión del difunto afiliado obedeció a que «no se sabía
que los miembros sobrevivientes de las parejas del mismo
sexo tenían derechos económicos», lo que no implica que la
pareja no existiera y que no hubieran convivido durante el
lapso indicado, lo mismo que la ausencia de su nombre del
certificado de tradición del apartamento, tampoco tenía las
implicaciones nugatorias de su derecho pensional de
sobrevivencia.

Se apoya en apartes de la sentencia CSJ SC, 23 oct.


2017, rad. «171732017» sobre la valoración de testimonios
imprecisos o contradictorios, con lo cual señala que el

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Tribunal debía declarar desierto el recurso de apelación, en


cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 327 del CGP,
porque la entidad no asistió a la audiencia de segunda
instancia para sustentar el recurso, sin que en la
sustentación que hizo en primera instancia hiciera reparos
concretos a las pruebas que él presentó para demostrar su
relación de pareja.

Para finalizar, trae jurisprudencia civil sobre cuándo


declarar desierto un recurso de apelación y un fallo de tutela,
CC T327-2014, sobre el respeto a los derechos de las parejas
del mismo sexo y cómo suelen ser discriminadas por los
diferentes operadores, tanto del sistema pensional, como de
orden judicial.

X. RÉPLICA

Se opone en conjunto a los dos primeros ataques con


base en que están planteados por la vía directa, y añade que
no debe anularse el proveído del ad quem, puesto que no es
posible reconocer dos veces la pensión de sobrevivientes
derivada de una misma cotización, como lo pretende el
recurrente.

Afirma que ambos embates contienen ostensibles


errores técnicos que impiden su estudio, dado que invoca
como violadas normas de carácter constitucional para
enjuiciar la valoración de los medios de prueba, lo que no
corresponde a la vía de ataque, pues lo correcto es «señalar
que la violación de la ley subjetiva condujo a la transgresión

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de la ley sustancial por tratarse de una posible violación de


medio».

Finalmente, arguye que la absolución se fundamentó en


lo contemplado en el artículo 13 de la Ley 797 de 2003,
conforme al cual no se acreditó la convivencia con el afiliado
durante los últimos cinco años anteriores al fallecimiento.

Refuta conjuntamente los dos últimos cargos porque


persiguen un mismo propósito, por la presunta falta de
aplicación del artículo 262 del CGP.

Recuerda que cuando se formulan por la vía indirecta


es fundamental establecer los errores de hecho y singularizar
las pruebas mal apreciadas o no valoradas, obligación que no
cumple el recurrente por lo que contiene dislates técnicos
que impiden el estudio del fondo del asunto.

Adiciona que el recurrente mezcla la senda jurídica con


la fáctica, que los testimonios no son prueba calificada en el
recurso extraordinario de casación, que no cumple con la
excepción jurisprudencial de examinar otros medios de
convicción, que no es dable acusar por el sendero de los
hechos la falta de aplicación de preceptos procesales, y que
el juez goza de la libertad para formar su convencimiento
conforme al artículo 61 del CPTSS.

XI. CONSIDERACIONES

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El Tribunal fundamentó su decisión en que la parte


actora no acreditó uno de los presupuestos configurativos del
derecho pensional que reclama, a la luz de lo establecido en
el artículo 13 de la Ley 797 del 2003, norma vigente para la
fecha del fallecimiento de Henry Eliot Lugo Buendía, acaecido
el 13 de noviembre de 2008, esto es, que el recurrente no
demostró la convivencia material y efectiva con el causante,
durante los cinco años continuos inmediatamente anteriores
a la señalada data de fallecimiento. A tal conclusión llegó
luego de analizar la prueba documental que encontró en el
plenario, así como unas declaraciones extraprocesales, a las
que les dio el valor de documentos declarativos emanados de
tercero, que consideró que «no resultaban fehacientes y que,
por el contrario, arrojan contradicciones que hacen que se les
reste credibilidad».

La censura radica su inconformidad en que no se le dio


la oportunidad de controvertir las conclusiones probatorias
del juez de segunda instancia, con lo cual se vulneró su
derecho al debido proceso, al tiempo que la prueba que adujo
fue desestimada por razones irrelevantes, fuera de que no se
declaró desierto el recurso de apelación de la demandada, por
no haber asistido a la audiencia de segunda instancia.

El problema jurídico que la Corte debe resolver consiste


en establecer si el Tribunal se equivocó al negarle la pensión
de sobrevivientes al accionante, ocasionada en la muerte de
quien dijo que era su compañero permanente.

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A efectos de resolver, precisa la Sala que el artículo 13


de la Ley 797 de 2003 establece:

Artículo 13. Los artículos 47 y 74 quedarán así:

Artículo 47. Beneficiarios de la Pensión de Sobrevivientes. Son


beneficiarios de la pensión de sobrevivientes:

a) En forma vitalicia, el cónyuge o la compañera o compañero


permanente o supérstite, siempre y cuando dicho beneficiario, a
la fecha del fallecimiento del causante, tenga 30 o más años de
edad. En caso de que la pensión de sobrevivencia se cause por
muerte del pensionado, el cónyuge o la compañera o compañero
permanente supérstite, deberá acreditar que estuvo haciendo
vida marital con el causante hasta su muerte y haya convivido
con el fallecido no menos de cinco (5) años continuos con
anterioridad a su muerte.

Se precisa que esta Sala de la Corte ha considerado que,


para efectos de establecer el tiempo de convivencia en
aquellos casos en que fallece un afiliado cotizante, se debe
acudir a la norma que regula la pensión de sobrevivientes al
momento del óbito. En el caso examinado, para el 13 de
noviembre de 2008, dicha norma es el artículo 47 de la Ley
100 de 1993, modificado por el literal a) del 13 de la Ley 797
de 2003, que dispone el tiempo de convivencia, supuesto
normativo que –como lo puso de presente la réplica– aunque
fue efectivamente aplicado por el ad quem, no fue
mencionado como base de ninguno de los cargos propuestos,
con lo que su evidente implementación en la solución de la
litis no fue controvertida, ni en cuanto a su interpretación, ni
de cara a la manera en que se le dio efecto a su mandato.

Con lo expuesto hasta ahora se quiere significar que


acertó la oposición al apuntar que quedó incólume el
principal fundamento jurídico del fallo confutado, de manera

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que, desde el ángulo de cualquiera de las proposiciones


jurídicas de los cargos, que constituyen la columna vertebral
de ellos, no puede ser casada la sentencia, pues para ese
efecto deberían haberse atacado todas las premisas que
estructuraron la argumentación de la sentencia. Por el
contrario, la base jurídica de la decisión quedó ajena a toda
crítica por el recurrente, de suerte que se mantiene la
presunción de legalidad y acierto que arropa al fallo atacado.

Acerca de que el ataque debe ser integral, en la


sentencia CSJ SL191-2021, esta corporación recordó:

En relación con este tema, en la sentencia CSJ SL12298-2017,


la Sala dijo lo siguiente:

Debe recordarse que las acusaciones exiguas o parciales son


insuficientes para quebrar una sentencia en el ámbito de la
casación del trabajo y de la seguridad social, por cuanto dejan
subsistiendo sus fundamentos sustanciales y, por tanto, nada
consigue el censor si se ocupa de combatir razones distintas a
las aducidas por el juzgador o cuando no ataca todos los pilares,
porque, en tal caso, así tenga razón en la crítica que formula, la
decisión sigue soportada en las inferencias que dejó libres de
ataque. Lo anterior conlleva […] que con independencia del
acierto del recurrente y de que la Sala comparta o no sus
deducciones, se mantenga la decisión de segundo grado.

Además, los ataques mencionan la violación de los


artículos 29 de la CP (cargo primero), 53 ibidem y 21 del CST
(cargo segundo), señalando que frente a ellos se incurrió en
la denominada «falta de aplicación», que no es una modalidad
aceptable ante esta sede, cuando las que determina el
artículo 87 del CPTSS en su numeral primero son la
infracción directa, la aplicación indebida y la interpretación
errónea, de las cuales se entenderá que la elegida por el
impugnante corresponde a la infracción directa, pues en esta

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el fallador «desconoce el texto legal y, por rebeldía o ignorancia


o por no tener en cuenta los efectos de la ley en el tiempo, deja
de aplicarlo a un caso que lo reclama» (CSJ SL,13 mar. 2007,
rad. 30538), que es aproximadamente lo que quiere decir la
antitécnica expresión «falta de aplicación». De manera que,
para superar ese desliz, se entenderá que la modalidad
elegida es la acabada de describir.

De otra parte, los argumentos esbozados en estos


cargos obligan a darle la razón a la parte opositora, en cuanto
a que con ellos se mezclaron elementos de análisis fáctico con
otros de orden jurídico, mixtura que está expresamente
vedada en la esfera casacional laboral (CSJ SL, 9 abr. 2008,
rad. 32195, citada en la CSJ SL3399-2020), pues la vía
directa presupone la total conformidad con los juicios de
valor que el ad quem le hizo a las pruebas (CSJ SL2374-
2020).

El recurrente se distancia de esa premisa al atacar la


valoración probatoria que desarrolló el Tribunal, pues en el
cargo primero –que pretende demostrar una violación directa
al derecho al debido proceso– se esgrime que el juzgador de
segundo grado contrastó erradamente unas declaraciones y
encontró imprecisiones con las que «procedió a desechar la
prueba […] sin darle al Demandante la oportunidad de ejercer
el derecho de defensa, de contradecir, de controvertir las
supuestas imprecisiones que encontró». Como puede verse, de
manera genérica se quiere establecer un error fáctico, que no
es lo propio del sendero del puro derecho, por contera, sin
que se observe que la parte activa de la litis no haya tenido

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Radicación n.° 82113

oportunidad de criticar el cúmulo probatorio adosado, en los


momentos procesales oportunos, y no solo el insinuado en la
demanda inicial, sino todo el que hubiera quedado
debidamente decretado.

No sobra señalar que no existe norma alguna que


permita a las partes, luego de emitida la sentencia de
segunda instancia, y ante el mismo juzgador, controvertir las
inferencias fácticas alcanzadas por este, como si se tratase
de alguna suerte de recurso horizontal que permitiera revisar
esas conclusiones en el curso de la misma audiencia, de
manera que no pudo incurrir el fallador en la vulneración
denunciada en el cargo primero.

En cuanto al cargo segundo, en el que se alega la falta


de aplicación de los principios de favorabilidad laboral y
condición más beneficiosa, tampoco acierta el recurrente,
primero, porque en este caso también parte de la forma en
que el sentenciador analizó las pruebas y de cómo eligió unas
conclusiones que no convienen al interés procesal de la parte
recurrente. A ello se suma que el ataque se dedica a criticar
la ausencia de «reproche concreto [a] la prueba que el
Demandante presentó para soportar sus pretensiones», por
parte de Colpensiones, lo que no es una crítica a las razones
del fallo, sino al actuar de la contraparte, como si en la esfera
casacional fuese posible determinar cuál es la parte
vencedora. Por último, para demostrar la violación de
principios como los ya enunciados, la censura se dedica a
revisar el contenido del expediente administrativo del
causante con el fin de que se entienda que lo correcto era dar

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por probado el hecho de la convivencia por el tiempo exigido


en la ley, lo que implica un ejercicio de análisis probatorio
que dista de lo que es posible estudiar en un ataque por la
senda del puro derecho.

Al hilo de lo anterior, es conveniente memorar que en


incontables decisiones se ha reiterado el carácter
extraordinario y riguroso de este medio de impugnación para
que pueda ser estudiado; los requisitos del recurso, más que
un culto a la forma, son supuestos esenciales de la
racionalidad de la casación, constituyen su debido proceso y
son imprescindibles para que no se desnaturalice este
mecanismo y, en su lugar, opere una tercera instancia no
prevista en la ley.

Igualmente, se ha insistido en que el recurso


extraordinario no le otorga competencia a la Corte para
juzgar el pleito, a fin de resolver a cuál de los litigantes le
asiste la razón, pues su labor, siempre que el recurrente sepa
plantear la acusación, se limita a enjuiciar la sentencia para
establecer si se observaron las normas jurídicas adecuadas
para solucionar el conflicto y mantener el imperio de la ley.

De cara a los dos ataques encaminados por la vía


indirecta –que no se desenvuelven a través de una modalidad
clara, pues el «error de hecho» no es un submotivo legal de
ataque– la interpretación de su texto permite comprender
que pretenden esbozar la existencia de al menos un error
fáctico, que se sintetiza en no dar por demostrado, estándolo,
que Paulo Edilberto Rodríguez Burbano acreditó los cinco

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años de convivencia anteriores a la fecha en que falleció su


compañero permanente Henry Eliot Lugo Buendía, hecho
que no está dentro de los fundamentos fácticos aceptados por
las partes. En cuanto a la modalidad del ataque, en virtud
del principio de flexibilización de los requisitos de la casación
laboral, se entenderá planteada la aplicación indebida de las
normas invocadas, pues es la que, por regla general,
corresponde a la senda indirecta.

En este punto cabe recordar que el Tribunal, al resolver


el recurso de alzada y el grado jurisdiccional de consulta,
sustentó su decisión en que el recurrente no demostró el
requisito necesario para acceder a la sustitución pensional,
consistente en la convivencia dentro de los cinco años
anteriores al fallecimiento. Para llegar a tal conclusión, el
colegiado estudió las versiones de las declaraciones
extraprocesales recaudadas, que estimó contradictorias
entre sí, respecto de las circunstancias de tiempo, modo y
lugar de la convivencia marital que habrían sostenido el
demandante y el causante.

Lo anterior es relevante en la medida en que esta Corte,


en su jurisprudencia, tiene dicho que las declaraciones
rendidas por fuera del juicio, entendidas como documentos
emanados de terceros, a la luz del artículo 262 del CGP no
requieren ratificación, salvo que así lo solicite la parte contra
quien se opusieron, además, está asentado que esas
declaraciones, cuando provienen de terceros, tienen el mismo
alcance de la prueba testimonial, que no es apta en casación,
como lo ha sostenido insistentemente la Sala (CSJ SL, 28 oct.

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2009, rad. 34899) salvo que, con otra prueba, hábil en esta
sede, se logre demostrar algún error evidente en la decisión.

Cuando los ataques se encauzan por la vía de los


hechos, el censor tiene la carga de acreditar, de manera
razonada, la concreta equivocación en que incurrió la
colegiatura en el análisis y valoración de los medios de
convicción, y su incidencia en la norma violada, que lo llevó
a dar por probado lo que no está y a negarle evidencia a lo
que sí lo está, yerros que surgen a raíz de la equivocada
valoración o de la falta de apreciación de la prueba calificada,
que inciden en la violación de la ley sustancial.

En este orden, no es cualquier desacierto el que puede


dar lugar a la anulación de lo resuelto por el juez de segunda
instancia. Solo tienen ese efecto aquellos errores que
provengan de la lectura abiertamente equivocada de un
medio probatorio, o de su omisión, esto es, que tengan la
connotación de manifiestos y visiblemente contrarios a lo que
objetivamente muestran las pruebas del proceso.

La violación indirecta por error de hecho se relaciona


con el aspecto material, porque el sentenciador ignora,
supone o altera fácticamente una prueba o una pieza
procesal, como la demanda, en casos excepcionales. Tal yerro
debe ser manifiesto, ostensible y fácilmente detectable.

Las pruebas acusadas al sustentar el recurso


extraordinario, en su mayoría no son aptas para acudir en
casación. Como ya se dijo, las declaraciones extraprocesales

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rendidas por terceros –y con mayor razón las propias– no son


idóneas para estructurar un yerro fáctico en esta sede (CSJ
SL4741-2019), pues el artículo 87 del CPTSS, en su numeral
tercero indica que solamente lo son el documento auténtico,
la confesión judicial y la inspección ocular; sin embargo, el
casacionista se limitó a indicar que el Tribunal desechó la
prueba aportada por él –sin especificar a qué elementos de
convicción se refería– con la cual podía demostrar que el
causante mantenía una relación sentimental con el actor
como su compañero permanente.

Se reitera que las declaraciones extrajuicio de terceros,


traídas como pruebas, no son calificadas en el recurso
extraordinario de casación, pues, a lo sumo, se equiparan a
testimonios, dentro de los cuales se encontraron
contradicciones que, aún por la vía fáctica no son
abordables, salvo que se probara primero un error de hecho
o de derecho, protuberante, con prueba calificada, lo que no
ocurrió en este caso. En cuanto a la declaración
extraprocesal emitida por la parte solicitante, constituye una
manifestación elaborada por quien la rinde, que no es medio
calificado ni puede servir para demostrar los hechos alegados
a su favor, porque lo contrario implicaría permitirle al
interesado preconstituir su propia prueba (CSJ SL831-
2015).

Por tanto, se concluye que no existe vulneración alguna


por la vía indirecta, dentro de la cual haya existido un dislate
valorativo que conduzca a la transgresión de la ley
sustancial, como la contenida en el artículo 47 de la Ley 100

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de 1993, modificado por el 13 de la Ley 797 de 2003, que ni


siquiera fue la relacionada en estos cargos, cuando ha debido
serlo.

En cuanto a esto último, es necesario decir que el


artículo 262 del CGP –que no fue atacado en la modalidad de
violación medio–, así como el precedente jurisprudencial, no
tienen la condición de preceptos legales sustantivos de orden
nacional, capaces de fundar un cargo en casación, según el
artículo 90, numeral 5.º, literal a) del CPTSS.

También conviene traer a colación que, de conformidad


con el artículo 61 del CPTSS, el sentenciador goza de libertad
probatoria para formar su convencimiento y en ese contexto,
puede otorgarle a las pruebas una valoración de conformidad
con su recto entendimiento, el cual en el presente asunto no
resulta notoriamente contradictorio con los supuestos
fácticos. Sobre el particular, la Sala, en sentencia CSJ SL, 5
nov. 1998, rad. 11111, reiterada en la sentencia CSJ
SL5584-2018, entre otras, dispuso:

El artículo 61 del Código de Procedimiento Laboral les concede a


los falladores de instancia la potestad de apreciar libremente las
pruebas aducidas al juicio, para formar su convencimiento
acerca de los hechos debatidos con base en aquellas que los
persuadan mejor sobre cuál es la verdad real y no simplemente
formal que resulte del proceso. Todo ello, claro está, sin dejar de
lado los principios científicos relativos a la crítica de la prueba,
las circunstancias relevantes del litigio y el examen de la
conducta de las partes durante su desarrollo.

Pueden, pues, los jueces de las instancias al evaluar las pruebas


fundar su decisión en lo que resulte de algunas de ellas en forma
prevalente o excluyente de lo que surja de otras, sin que el simple
hecho de esa escogencia permita predicar en contra de lo resuelto
así la existencia de errores por falta de apreciación probatoria y,

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menos aún, con la vehemencia necesaria para que esos errores


tengan eficacia en el recurso extraordinario de casación como
fuente del quebranto indirecto que conduzca a dejar sin efecto la
decisión que así estuviera viciada.

La eficiencia de tales errores en la evaluación probatoria para que


lleven a la necesidad jurídica de casar un fallo no depende pues
simplemente de que se le haya concedido mayor fuerza de
persuasión a unas pruebas con respecto de otras sino de que,
aun de las mismas pruebas acogidas por el sentenciador o de
otras que no tuvo en cuenta, surja con evidencia incontrastable
que la verdad real del proceso es radicalmente distinta de la que
creyó establecer dicho sentenciador, con extravío en su criterio
acerca del verdadero e inequívoco contenido de las pruebas que
evaluó o dejó de analizar por defectuosa persuasión que sea
configurante de lo que la ley llama el error de hecho.

A lo sumo, el expediente administrativo del fallecido


afiliado es la única prueba hábil que puede ser estudiada en
casación, pero no tiene la suficiente entidad para derruir la
decisión, pues, como lo reporta el mismo libelista, «Es cierto
lo que anota el Tribunal», en cuanto a que de allí no se
evidencia la convivencia por los últimos cinco años de vida
del causante, y no es posible deducir de su contenido lo
contrario, pues de allí lo que puede extraerse es que no
existió tal vida de pareja, ya que no de otro modo hubiese
podido ser concedida la pensión de sobrevivientes a la madre
de Lugo Buendía, así se esgrima el propio desconocimiento
de los derechos sociales y económicos de las parejas
homosexuales o, aún más, la altruista decisión del ahora
impugnante de no tramitar la prestación, en aras de
beneficiar a la progenitora del causante, como lo confiesa a
lo largo de los cargos.

No encuentra la Sala que se hubiera cumplido por parte


del recurrente –como lo aseguró con acierto el Tribunal– con
la carga de demostrar su convivencia con el causante, y el

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tiempo en que estuvo vigente el vínculo de pareja no puede


ser tenido en cuenta, no solo porque no se determinó con
exactitud, sino también porque el nexo, de haber existido,
quedó en la indeterminación sobre su duración hasta la
fecha de la muerte, máxime cuando lo que sí tuvo cabida es
la demostración de las condiciones para que la madre de
Henry Eliot disfrutara de la pensión, lo que solo era posible
si, fuera de la dependencia económica, no existiera cónyuge,
compañero o compañera permanente que tuviera prelación
para obtener similar derecho.

De conformidad con los argumentos antes expuestos


tiene razón Colpensiones, al sostener en la réplica, que el
recurrente no demuestra la convivencia necesaria con el
causante para tener derecho a la pensión de sobrevivientes y
que su ataque se traduce en una contradicción con sus
conclusiones, que por evidente que sea, no significa que se
hayan cometidos los errores denunciados.

En cuanto a los aspectos ulteriores planteados por el


censor, en primer término, baste decir que es notorio el
desconocimiento que se exhibe en el escrito del recurso
extraordinario en cuanto a la impugnación de la sentencia de
primer grado, que tiene regulación propia en el ordenamiento
procesal del trabajo y de la seguridad social, lo que impide la
remisión a las normas y doctrinas civiles, al punto que en
materia procesal social no tiene sentido alguno solicitar –y
menos en sede casacional– que se declare desierto el recurso
de alzada, pues este se sustenta ante el a quo, y no ante el
juzgador que lo debe desatar, por lo que la presencia de las

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partes en la audiencia que se surte ante el juez colectivo no


está sometida a la sanción procesal que depreca el
accionante, que no la contempla el artículo 82 del CPTSS.

Finalmente, conviene advertir que el fallo recurrido no


tiene visos discriminatorios hacia las parejas homosexuales,
como lo sugiere el recurrente, pues en modo alguno se
descartó la posibilidad de que el accionante percibiera la
pensión que deprecó; cosa distinta es que, desde un punto
de vista estrictamente legal y probatorio, no haya logrado
convencer al Tribunal sobre el cumplimiento del requisito de
convivencia, en los términos de la norma reguladora de esta
prestación, lo que no dependió de la condición de quienes
integraban la pareja.

En ese sentido, es cierto que la actitud de los jueces al


valorar las pruebas, cuando se encuentran involucrados
sujetos que han sido históricamente discriminados y
desprotegidos, no puede ser igual que cuando están frente a
casos que hacen parte de los contextos mayoritarios o
tradicionales. En concreto, el fallador no puede esperar que
la prueba de la convivencia de dos personas del mismo sexo,
surja en el proceso de la misma forma como podría advertirla
si fuese una pareja heterosexual. Esa realidad la ha venido
reconociendo la jurisprudencia de esta misma corporación
(CSJ SL3861-2020).

A pesar de lo expuesto en precedencia, el hecho de que


la valoración probatoria no satisfaga los intereses del
peticionario, no significa que se incurra en discriminación,

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menos cuando el Tribunal hizo consideraciones plausibles,


que incluso pudieran dar lugar a similar resultado, en caso
de tratarse de otro tipo de pareja. En conclusión, el fallo
acusado no fue inferior a esos postulados.

Finalmente, se enfatiza en que la prueba que se trae


ante la Corte, en general, no puede ser valorada por el juez
de casación, por no ser hábil en este ámbito procesal (CSJ
SL1744-2021) y ese elemento normativo cumple con la
característica propia de su naturaleza, de ser igual para
todos los habitantes del territorio nacional, sin importar
ningún tipo de consideración subjetiva.

Según lo desarrollado, los cargos no prosperan.

Las costas en el recurso extraordinario estarán a cargo


de la parte demandante en tanto existió réplica. Como
agencias en derecho se establece la suma de cuatro millones
cuatrocientos mil pesos ($4.400.000), que se incluirán en la
liquidación que el juez de primera instancia haga, con arreglo
a lo dispuesto en el artículo 366 del Código General del
Proceso.

XII. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Laboral, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la
sentencia dictada el seis (6) de febrero de dos mil dieciocho
(2018) por Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito

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Judicial de Bogotá, dentro del proceso ordinario laboral


seguido por PAULO EDILBERTO RODRÍGUEZ BURBANO
contra la ADMINISTRADORA COLOMBIANA DE
PENSIONES COLPENSIONES.

Costas, como se dijo en la parte motiva.

Notifíquese, publíquese, cúmplase y devuélvase el


expediente al tribunal de origen.

ANA MARÍA MUÑOZ SEGURA

OMAR DE JESÚS RESTREPO OCHOA

GIOVANNI FRANCISCO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ

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