Está en la página 1de 2

“En cuanto al número y la forma de tal principio, no todos dicen lo mismo, sino que Tales, el

iniciador de este tipo de filosofía, afirma que es el agua, por lo que también declaró que la
tierra está sobre el agua. Concibió tal vez esta suposición por ver que el alimento de todas las
cosas es húmedo y porque de lo húmedo nace el propio calor y por él vive. Y es que aquello de
lo que nacen es el principio de todas las cosas. Por eso concibió tal suposición, además de
porque las semillas de todas las cosas tienen naturaleza húmeda y el agua es el principio de la
naturaleza para las cosas húmedas.
Hay algunos que piensan que ya los más antiguos y muy alejados de la generación actual,
aquellos que fueron los primeros en tratar de los dioses, tuvieron tal opinión acerca de la
naturaleza. En efecto, consideran a Océano y Tetis padre de la generación divina [Homero,
Ilíada 1 4.20 1 ) y tuvieron como testigo del juramento de los dioses al agua, la llamada Éstige
por esos poetas [ Homero, Ilíada 1 5.37, etc.] (…) en todo caso, de tales se dice que se
manifestó de este modo acerca de la causa primera”.

Simplicio, Física 24. 13 (A 9). Anaximandro ... dijo que el «arkhé», o sea, el elemento de los
seres es lo indeterminado, siendo el primero en introducir este nombre para el principio. Dice
que éste no es agua ni ningún otro de los llamados elementos, sino una naturaleza distinta,
indeterminada, de la que nacen todos los cielos y los mundos que hay en ellos. «Las cosas
perecen en lo mismo que les dio el ser según la necesidad. Y es que se dan mutuamente justa
retribución por su injusticia [aidikía], según la disposición del tiempo», enunciándolo así en
términos más propios de la poesía... Así que no concibe la generación como una
transformación del elemento, sino por la segregación de los contrarios, a causa del
movimiento eterno... Los contrarios son: caliente-frío seco-húmedo y los demás.

Afirma que la tierra es de forma cilíndrica y que tiene una altura que es la tercera parte de la
anchura. Afirma asimismo que lo que es productivo de calor y frío en el origen de este mundo
se segregó y que de ello creció una esfera de llama alrededor del aire que envuelve la tierra, al
modo de la corteza alrededor del árbol. Al rasgarse aquélla y cerrarse en círculos, dio lugar al
sol, la luna y las estrellas. Afirma también que en los primeros tiempos el hombre nació de
animales de otra figura, puesto que los demás animales toman en seguida el alimento por sí
mismos, pero sólo el hombre requiere una crianza prolongada, razón por la cual en los
primeros tiempos no habría podido sobrevivir con tal condición.

Los jonios diferían entre sí al describir las características de su respectivo Urstoff, pero todos
ellos lo tenían por un ser material: Tales lo identificaba con el agua, Anaxímenes con el aire,
Heráclito con el fuego. Aún no se había descubierto la contraposición entre el espíritu y la
materia; de suerte que, aunque los jonios eran de facto materialistas —por cuanto hacían de
una forma de la materia el principio unificador y el elemento primitivo de todas las cosas—
difícilmente se les puede calificar de materialistas en el sentido que hoy damos a este término.
No es que hubiesen concebido una clara distinción entre el espíritu y la materia y después la
hubiesen negado: ellos no eran en absoluto conscientes de tal distinción, o, por lo menos, no
caían bien en la cuenta de todo lo que supone.[…]
Por lo tanto, podríamos llamar tal vez a las cosmologías jonias modalidades del materialismo
abstracto: en ellas es ya discernible la noción de la unidad en medio de lo diverso y la de lo
diverso como entrando dentro de la unidad; y esto es ya una concepción filosófica. Añádase
que los pensadores jonios estaban convencidos del imperio de la ley en el universo. En la vida
de cada individuo, la ῠβρις, el pasarse de lo que es bueno y adecuado para el hombre, trae
consigo la caída y exige el enderezamiento, la vuelta al equilibrio de la balanza; así, por
extensión al universo, reina en todo la ley cósmica, la conservación de un equilibrio que impide
el caos y la anarquía. Esta concepción de un universo regido por una ley, de un universo que no
es juguete del capricho o de la espontaneidad sin normas, que no es mero campo para el
dominio desordenado y «egoísta» de un elemento sobre otro, constituía una base para una
cosmología científica en cuanto opuesta a la fantástica mitología.
Copleston, Historia de la filosofía, tomo I.

También podría gustarte