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Adicción y toxicomanías.

Consideraciones preliminares

Abstract:
Issues surrounding drug and narcotic use demand analysis outside of the traditional ways of
approaching it, a perspective that leaves behind physiological scientific determinations, or
sociological, in which the phenomenon is reduced to casual explanations, in the same way prejudices
induced from the moral reduction of consumption do. Parting from an hermeneutic analysis can
provide a necessary basis for a clinical approach of drug use and toxicomania, this approach can
clarify the uses, purposes and the user, here named as Dasein. This work states that the drug comes
to fill the place of a structurally marked object, overshadowing the possibilities that concern to
Dasein. On the other hand, this work considers that the exit to a excessive consumption (toxicomania)
is necessarily ethical; inasmuch as finitude is resolved in grasping one's own possibilities.

Key words: Clinical, Drug & narcotic, addiction, drug abuse, hermeneutic, Dasein, ethic.

Hablar de las drogas genera, para el común de las personas, una reacción de inmediato
rechazo. Desde el origen de la humanidad hasta la actual disposición farmacéutica y la oferta
del mercado negro, las drogas tienen una presencia constante; legales o ilegales son
consumidas cotidianamente por diversos motivos y con diferentes finalidades. Hay que decir,
que lo que la historia de las drogas muestra es claro: No hay sustancias adictivas. Las
propiedades bioquímicas de las drogas no constituyen la causa de la adicción o de la
toxicomanía. En la actualidad, la droga es una de las mercancías que más ganancias genera:
su carácter ilegal y su amplio consumo así lo permiten. En nuestra época, en las sociedades
occidentales, y a partir de algunos acontecimientos históricos que hicieron posible la
investigación científica de las sustancias, el consumo de drogas, legales o ilegales, va en
aumento; sea con fines medicinales-terapéuticos o de entretenimiento.

Por otra parte, las políticas públicas antidrogas de una buena parte del mundo tienen dos
líneas; una con la que se pretende reducir el consumo y otra la de combatir la siembra,
producción y distribución. Los esfuerzos gubernamentales han resultado vanos, así lo
demuestra la más reciente Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco
2016-2017 (ENCODAT)… el consumo de drogas es ya considerado un problema de salud
pública y desde el gobierno se destinan recursos para su atención. Como siempre, a partir de
un diagnóstico estadístico han diseñado campañas publicitarias y, además, con los 117
Centros de Integración Juvenil en la república, emprenden la prevención, detección temprana
y rehabilitación de los jóvenes consumidores.

En el ámbito disciplinar, la psiquiatría y la psicología elaboran una discursividad que sirve


también como justificación de las políticas públicas de salud, en la que suponen factores
multicausales: familiares, sociales, psicológicos, económicos, pero fundamentalmente
neurofisiológicos. La psiquiatría, en particular, postula una causalidad de la adicción en la
ansiedad y la desatención familiar durante la adolescencia; lo que ellos entienden por
ansiedad, es una reacción de alarma producida ante todo por la acción de ciertos
neurotransmisores.
De esta manera, para la psiquiatría, se trata de hacer una lectura bioquímica de las reacciones
de ansiedad y de darle un tratamiento farmacológico. Así, desde este momento se plantea la
primera cuestión: si la ansiedad no tratada conduce a la adicción, la psiquiatría se propone
sustituir el consumo de sustancias ilegales por sustancias controladas legalmente por el
médico, sustancias presuntamente no adictivas…

El ser humano no es únicamente organismo vivo, tiene historia, circunstancias, esto es, es
Dasein; ser con otros siendo en el mundo. Al habla, estando encontrado, comprendiendo y
arrojado al mundo. Pero las tareas de las instituciones no pueden ir a lo particular en tanto no
se interroga el sentido del consumo y en vez de ello parten de generalidades que dan por
entendido el consumo como una enfermedad: la adicción; y no se atiende a la existencia y en
vez de eso se medica, su quehacer –fuera de la atención medicalizada- se reduce a campañas
de divulgación para la prevención, mediante el reforzamiento de los vínculos familiares, la
estigmatización de los drogadictos y toxicómanos, junto con la satanización de las drogas.

Lo que hoy conocemos como droga ha estado presente en las comunidades humanas desde
el origen; plantas, ungüentos y bebidas han sido utilizadas principalmente en contextos
rituales, después con fines terapéuticos –como anestésicos- y de ahí como entretenimiento;
desde que la investigación científica despojó a la droga de su dimensión sagrada,
convirtiéndola en objeto de consumo.

Parte del fracaso de las campañas gubernamentales antidrogas, tiene que ver con un carácter
de nuestra época, es decir, hay en el propio enunciado preventivo algo que va en el sentido
opuesto de lo que pretende remediar. Es la ideología del bienestar, de la comodidad, el
hedonismo, del estilo de vida saludable en su reverso.

El consumo de drogas -una vez objetualizadas- en las sociedades contemporáneas ha dado


lugar, junto con otros elementos propios de la civilización occidental, a una locura tóxica.
Ésta se caracteriza por estar separada de las prácticas sociales habituales y permitidas. Aún
cuando no haya criterios claros para diferenciarla de las adicciones, más que la funcionalidad
social. Por otra parte, sí se puede diferenciar con claridad de las prácticas rituales ajenas al
mundo occidental. Me parece necesario poder distinguir las condiciones existenciales que
conducen a una adicción y a una toxicomanía. En una primera mirada, las adicciones –
cualesquiera que sean- acompañan a la vida cotidiana, la hacen llevadera, en tanto que las
toxicomanías ocupan el centro de la vida cotidiana que se ha salido de la funcionalidad.

A partir de este planteamiento, se puede afirmar que las adicciones, pero sobre todo las
toxicomanías, son refractarias a las terapéuticas de cualquier signo y por ello se hace
necesario estudiarlas en su singularidad, en el caso por caso propio de la práctica del
psicoanálisis; es por ello una tarea que queda pendiente hasta que podamos comprender
ontológicamente el uso de drogas. Es necesario entonces partir de una idea clara de lo que el
ser humano es, ese que hace uso de las drogas, de las características que le son inherentes por
su historia y por la época que le corresponde vivir.

Es así que en el capítulo uno comienzo por definir el significado de la palabra droga para en
seguida caracterizar su modo de empleo en las diferentes épocas y ámbitos. La palabra droga
se ha adoptado en el uso lingüístico del español (finales del siglo XV) para designar a un
conjunto de plantas y sus derivados, así como otras sustancias de síntesis química, que
producen efectos sobre el estado de ánimo; pero que, además, tiene una connotación negativa;
las drogas representan un mal. Las tres modalidades que ubico son ritual, terapéutica y lúdica
o de entretenimiento. En este capítulo se resalta el papel decisivo de la investigación
científica en la desacralización de las drogas y su devenir sustancia para la intervención
quirúrgica, derivada en objeto –mercancía- de consumo cotidiano.

El capítulo dos consiste en la caracterización del ser humano que hace el filósofo Martín
Heidegger a partir de El ser y el tiempo, obra desde la que es llamado Dasein, un ser ahí
como lo traduce José Gaos y con lo cual indica que el ser del ser humano es en el mundo.
Hacer un análisis ontológico del uso de las drogas requiere ir más allá de las consideraciones
cuantitativas del consumidor, abandonar las determinaciones fisiológicas y conductuales a
favor de la enunciación de lo que en el plano de la existencia atañe al adicto o al toxicómano.
Es en su existir donde cobra sentido el uso de una droga y esta es la condición previa que ha
de poder dar fundamento a una posible terapéutica de las adicciones y las toxicomanías.

El capítulo tres constituye una relectura de los usos a partir de lo que en el segundo capítulo
se ha dicho es el Dasein, es éste quien hace uso de las drogas para diversas finalidades; estas
finalidades, a su vez, implican modificaciones en el estar en el mundo del Dasein, y las
drogas, en nuestra época, se han convertido en la vía de escape para el extravío, la dispersión
y la disipación, contra el encuentro consigo mismo y la responsabilidad del tener que ser, del
seguir siendo, en el mundo y con otros. Los testimonios aquí analizados, ponen de relieve el
carácter ético (Ethos) del abandono del consumo enloquecido de las drogas.

Es decir, el ser del Dasein no se deriva de una particularidad del ente, como una
generalización, tampoco a la inversa. No se ha de operar en términos de inducción o
deducción para la analítica del Dasein y, por lo tanto, no he procedido desde esas
metodologías para el análisis ontológico del consumidor de drogas; esto implica no partir de
un marco teórico que define hipótesis y variables como tampoco del estudio de caso, sino de
una lectura hermenéutica del uso de las drogas.

Buscar una salida terapéutica al problema del consumo de drogas no puede estar en base al
establecimiento de una prohibición, tampoco en la categorización de drogas buenas y malas,
legales e ilegales, ni en la clasificación de los consumidores como funcionales o
disfuncionales, sanos o enfermos. O en emprender campañas de prevención e información,
tampoco en una restitución de valores o de algo sagrado como en la ritualidad antigua o
marginal. Nuestro acceso a lo sagrado –desde occidente- es metafísico, mediante una
divinidad entificada hecha a imagen y semejanza del hombre. Ontológicamente, la salida
inicia en la comprensión de lo que el consumidor de drogas es; ónticamente, en el
acompañamiento hasta el instante en que el límite se hace patente para el Dasien en su
infranqueable condición.

García, V. (2020). Adicción y toxicomanías. Consideraciones preliminares, Trinchera,


México.

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