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Estrategias socioeducativas en el tratamiento de personas con consumo problemático

de Drogas.

“Qué fácil es educar la conciencia…


Qué difícil es educar la conducta”
A.S. Makarenko.

RESUMEN

El presente artículo busca problematizar la actual mirada que existe sobre el


tratamiento y la rehabilitación de personas con consumo problemático de drogas en
nuestra institucionalidad, evidenciando la falta de una comprensión socio-cultural sobre
un fenómeno que ya de sí es muy complejo. Se establece la necesidad de integrar la
variable socio-cultural en los esquemas de tratamiento terapéutico que ofrecen la
mayoría de las instituciones a través del desarrollo de dispositivos socioeducativos
que recuperen las experiencias de los propios sujetos en tratamiento y equilibren los
sesgos sociales que tiene la perspectiva sanitaria en nuestro país.

Palabras claves: Consumo problemático de drogas, perspectiva histórico-cultural,


perspectiva sanitaria, práctica terapéutica.

1.- Las drogas desde una perspectiva histórico-cultural.

El uso y consumo de drogas son y han sido parte esencial de toda sociedad. Como
fenómeno histórico-cultural, el consumo de drogas es una pauta cultural presente en
distintas sociedades y épocas en la historia de la humanidad. Sus formas, funciones y
significados han sido relacionados a un uso ritualista, ceremonial, místico, terapéutico o
recreativo de las sustancias. De la misma manera, cada sociedad a definido márgenes
de legitimidad o de tolerancia al consumo de ciertas drogas, ha definido los sujetos y las
prácticas admitidas para el uso y consumo de sustancias estupefacientes, psicotropas,
narcóticos, sedantes, alucinógenas o euforizantes. Así también cada sociedad describe
en su farmacopea el límite entre el uso terapéutico-medicamentoso de la droga y lo ha
distinguido del uso toxico-venenoso.1
1
De paso, esta reflexión a servido para describir la manera en que las sociedad han definido los límites
entre el espacio de la vida pública y el espacio de las conductas privadas. Ehreberg, A. Un Mundo de
Sin embargo, en las sociedad modernas y desde hace poco más de 100 años es que
este fenómeno comienza a ser concebido, comunicado y administrado como una
problemática social. A fines del s. XIX y, sobre todo, a comienzos del s. XX el consumo
de drogas comienza a manifestar para muchos el peligro y la amenaza de lo que ya no
está regulado por rituales colectivos, se sale de la lógica de lo culturalmente
establecido, de lo socialmente normado. Si en algún momento el uso y consumo drogas
fue una pauta sociocultural con funciones de integración2, actualmente tales consumos
sólo se encuentran dentro de circuitos marginales, asociándose a dinámicas de
nocividad social, representaciones de descomposición social y manteniendo dinámicas
de sobrevivencia ante formas de contención y represión institucional. 3
La complejidad del fenómeno del consumo de drogas hace que su problematización
cruce distintos ámbitos discursivos que tocan, a la vez, aspectos judiciales, morales,
económicos, sanitarios, etc. Cada discurso es una construcción sociohistórica, de
decires y haceres de sujetos contextualizados por su historia y su cultura. La
drogodependencia, como fenómeno sociocultural, es también un fenómeno histórico. La
droga es básicamente, lo que los conjuntos sociales y los sujetos, en sus relaciones de
hegemonía-subalternidad hacen con las drogas, y no solamente lo que las drogas
hacen con los sujetos y grupos (Romaní, 1999:8). Cada discurso se construye
alrededor de prácticas en donde quedan de manifiesto diversas identidades que el
sujeto portador del problema – el consumidor – lleva como un cartel. Aparece, así,
como un delincuente, un enfermo físico, mental o un desviado moral, que debe y
merece ser, por lo tanto, controlado, contenido, tratado, castigado o rehabilitado.
La criminalización del consumo de drogas, su psiquiatrización o la elaboración del
fenómeno desde un discurso moralizador son parte de un trabajo descriptivo en el que
conviene hacer una distinción entre dos categorizaciones diferentes.
Por una parte, la existencia de “discursos sobre las drogas”, que surgen desde lo
institucional y los medios de comunicación y se enmarcan dentro de la lógica del control
y manejo social del riesgo. Desde este discurso oficial y hegemónico se ”problematiza”

Funánbulos, en “Individuos Bajo Influencia”, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2004.
2
Como lo sigue siendo en algunas “tribus urbanas”, para usar la expresión de Michel Mafessoli.
3
El sociólogo español Antonio Escotado en su libro “Historia de las Drogas” desarrolla la tesis que a
partir del momento en que se desarrollan ciertas desregulaciones que amenazan las regulaciones
dominantes se comienza también a plantear el uso y consumo de drogas como una problemática social
que amerita el actuar de las instituciones estatales.
el fenómeno de la droga como un problema social de orden y seguridad del Estado.
Este discurso elabora el consumo de drogas en términos de desviación social,
patología forense, de ilegalidad, falta penal o delito. Esta criminalización del fenómeno
pone en práctica estrategias de manejo social del riesgo y de contención de la
desviación. Estas prácticas operan principalmente desde el espacio de las instituciones
estatales a través de dispositivos del control del delito.
Junto al discurso institucional, dominante, hegemónico, existe un discurso
contrahegemónico y subalterno, el “discurso de la droga”, asociado a las experiencias,
creencias y sentidos de los propios consumidores y usuarios de sustancias.
Desde ambos discursos se elaboran prácticas (consumo, tráfico, tratamiento,
economías, etc.), surgen actores (consumidores, terapeutas, policías, etc.), dispositivos
e instituciones (programas de salud, grupos de autoayuda, penas carcelarias, etc.) y
construcciones particulares respecto a, por ejemplo, la definición del “problema de la
droga”; del sujeto que vive el problema de la droga; de la solución de dicho problema; y
de las modalidades de intervención más apropiadas para alcanzar dicha solución.
Ambos discursos, provenientes de diferentes matrices discursivas, compiten por
alcanzar espacios de representación para sus definiciones, contenidos y prácticas
(Pérez, Sepúlveda & Gainza, 1997:44). Al mismo tiempo se estructuran, a partir de
cada discurso, diferentes ámbitos de acción: la acción preventiva, el tratamiento, la
rehabilitación; pero también el narcotráfico, la ilegalidad, la pena aflictiva, etc.
El uso y consumo de drogas “en las sociedades modernas – dice Alain Ehrenberg -
constituyen experiencias que producen y revelan simultáneamente los estilos de
relaciones que el individuo mantiene consigo mismo y con el prójimo”. Se puede
agregar que esta mirada resitúa el consumo de drogas como un signo de interacciones
sociales más que un consumo de seres individuales atrapados por una adicción a una
sustancia.
Todo esto convierte el consumo de drogas en un fenómeno social muy complejo y
difícil de bordar en toda su magnitud, significados y funciones. Una perspectiva
histórico-cultural puede poner en relieve distintas representaciones, valores y
creencias acerca de la drogodependencia de modo de operar sobre la problematización
del consumo que presentan algunos sujetos usuarios de drogas desde su propia
biografía y desde los contextos en los cuales su consumo cobra significado. Los
operadores sociales y sanitarios tienen la oportunidad de elaborar procesos y
estrategias de reparación, en salud principalmente, desde las propias experiencias de
problematización y cambio referidas por los sujetos consumidores.

2.- Ideología y política en los modelos de tratamiento: La mirada Sanitaria.

Cualquier acercamiento al fenómeno de la drogodependencia debe partir de una cierta


“mirada”, mirada que será siempre enmarcada como cuestión social e histórico-cultural.
Michel Foucault refiere en El Nacimiento de la Clínica (1987) que la mirada puede
entenderse como un régimen que delimita un campo de saber y verdad en contraste
con lo que es error o ignorancia. En esta conceptualización – continuará Foucault en su
ensayo - la aplicación de la mirada que se inaugura en el siglo XVIII en el ámbito de la
clínica y que emergerá como un nuevo momento epistemológico en la medicina durante
el s.XIX . Es en la relación medico-enfermo en que esta mirada es fundadora de un
individuo, de una constitución de ciertas identidades y subjetividades, será el inicio de la
regulación social de los cuerpos. Dice Foucault sobre la medicina de este nuevo
momento que ésta “no debe ser solamente el cuerpo de técnicas de la curación y del
saber que ellas requieren, ella implicará también al hombre en salud, es decir, a la vez
4
una experiencia de hombre no enfermo, y una definición de hombre modelo”. El
cuidado del cuerpo y de la salud es delegado al médico y la medicina y el concepto de
salud será unificado al de normalidad. La sociedad moderna utilizará este proyecto
medico-social para la legitimidad y reproducción del orden. El enfermo, como el loco o
el drogadicto formará parte del imaginario de la degradación social y atentará contra el
proyecto de la modernidad y el progreso de las naciones.5 La estrategia de las
sociedades modernas será atomizar las conductas de enfermedad y sufrimiento,
alejando, de esta forma, al sujeto del correlato y contexto social e histórico de su
malestar. La enfermedad es enemiga del orden, es el caos, la disfuncionalidad y la
muerte.
Herederos de esta mirada sanitaria, y más allá de las experiencias de los
consumidores, las conceptualizaciones clínicas del consumo problemático de drogas
operan relacionando el daño individual en el uso de una o varias sustancias con la
nocividad social, pero también la marginación y la degradación. Se carga
4
Foucault, M. citado por Bustos, R. en “Las Enfermedades de la Medicina”, Ediciones Chile América
Cesoc, Santiago, 1998.
5
Idem.
negativamente una determinada sustancia como un objeto portador de daño y con la
capacidad de provocar, en quien lo consume, la sujeción involuntaria a un ritual
repetitivo de uso y consumo de la sustancia y de dolor físico y mental. Se agrega que la
sustancia porta también la posibilidad de extender el daño a las relaciones del sujeto,
su familia, sus amigos, su entorno en general.
En Chile, el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes, CONACE 6, define
droga como: “todas las sustancias naturales o sintéticas que, introducidas en el
organismo, alteran física y síquicamente su funcionamiento y pueden generar en el
usuario la necesidad de seguir consumiéndolas; esto incluye sustancias cuya
producción y comercialización es ilegal (como el LSD), al igual que sustancias legales
de consumo habitual (como el alcohol o el tabaco) y fármacos de prescripción médica
(tranquilizantes, por ejemplo), que pueden ser objeto de un uso abusivo”
(www.conace.cl) .
En la definición que hace CONACE anteriormente citada, la adicción sería una
posibilidad y no una característica inherente al consumo de drogas. En esta definición
no está la persona, el sujeto como actor protagónico del consumo. Es decir, el
componente subjetivo se desplaza por la objetividad del posible daño asociado a toda
adicción; en último término la experiencia de los individuos es incorporada para explicar
las causas del problema, pero asumiendo este carácter dañino de antemano. La
consecuencia de ello se muestra en la dificultad de trazar programas terapéuticos
efectivos que superen la visión centrada en el objeto – la droga – y focalicen en la
experiencia del sujeto – el consumidor – los elementos de cambio.
Se propone complementar está visión con la definición que hace Oriol Romaní 7 quien
dice que “las drogas son sustancias químicas incorporadas al organismo humano con
capacidad para modificar varias funciones de este (percepciones, conducta, motricidad,
etc), pero cuyos efectos, consecuencias y funciones están condicionadas, sobre todo,
por definiciones sociales, económicas y culturales que generan los conjuntos sociales
que los utilizan.”
La definición que construye Romaní permite incorporar la perspectiva del sujeto que
consume, el contexto sociocultural que enmarca ese consumo y las características de la
sustancia consumida. Otra definición que incluye Romaní en su libro Las Drogas, esta
6
Organismo estatal a cargo de las políticas gubernamentales sobre control y tratamiento de las drogas.
Depende del Ministerio del Interior.
7
Romaní, Oriol. Las Drogas. Sueños y Razones. Edit. Ariel, Barcelona, 1990.
vez citando a Cancini ( 1982 ), dice sobre la drogodependencia que es un “Conjunto
de procesos a través de los cuales se expresan ciertos malestares más o menos graves
que pueden tener causas diversas, pero cuyo síntoma principal sería la organización
del conjunto de la vida cotidiana de un individuo alrededor del consumo, más bien
compulsivo de determinadas drogas.”
Tales perspectivas cobran relevancia al momento de describir los distintos niveles de
percepción y respuesta a los problemas de bienestar físico y psicológico que presenten
los sujetos dentro de un proceso de salud-enfermedad. De la articulación de estos
niveles se desprenden prácticas e ideologías asistenciales.
La mirada hegemónica y dominante niega la drogodependencia como un producto
social y la conceptualiza principalmente como conducta antisocial, patológica, anómica
o desviada. Desde allí es inevitable conducir prácticas que busquen culpabilizar a los
individuos consumidores y a reforzar dinámicas sociales excluyentes tales como la
estigmatización, la etiquetación, la degradación, la marginación y la exclusión de los
sujetos.
Frente a esta mirada es posible proponer una alternativa, la de entender la
drogodependencia como signo de interacciones sociales. Es decir, proponer que el
fenómeno del consumo de drogas debe entenderse dentro de un patrón de uso, forma,
función y significado, evitando, de esta manera, caer en una visión desocializante y
ahistórica del fenómeno.

3.- Perspectivas acerca del fenómeno social del consumo de drogas en la Región
de Valparaíso - Chile.

Para conocer las magnitudes y tendencias del uso de drogas en al país y evaluar la
efectividad de sus políticas preventivas el CONACE realiza bienalmente desde el año
1994 un Estudio Nacional de Drogas. El último estudio se realizó durante el año 2008 y
sus resultados fueron entregados en junio del 20098. La información recogida resulta
relevante para describir el contexto en que en la Región de Valparaíso se realizan los
tratamientos de rehabilitación para adultos con diagnóstico de drogodependencia. En la
Región de Valparaíso esta encuesta se aplicó a un total de 1.449 personas entre 12 y
64 años de edad, hombres y mujeres, con diversos niveles de ingreso económico, que
8
OCTAVO ESTUDIO NACIONAL DE DROGAS EN POBLACIÓN GENERAL DE CHILE, 2008. www.conace.cl
habitan en las, ciudades con población urbana de 30 mil habitantes o más. La población
representada alcanza a 912.968 personas. El siguiente cuadro describe magnitud y
tendencia de las tres principales drogas ilícitas consumidas en la Región de
Valparaíso. Se ilustra, de esta manera, el contexto dentro del cual se desenvuelven los
dispositivos de prevención, tratamiento y rehabilitación de drogas

TENDENCIA DE LA PREVALENCIA DE ÚLTIMO AÑO DE CONSUMO DE MARIHUANA, PASTA


BASE, COCAÍNA Y COCAÍNA TOTAL
SERIE DE ESTUDIOS 1994-2008, REGIÓN V

El estudio concluye que se detuvo el crecimiento de la marihuana ( THC ) en la Región,


aunque entre menores ha continuado creciendo. La cocaína ( COC )marca su punto
más alto en toda la serie, aunque todavía es prematuro afirmar que se encuentra en
aumento dado que la tendencia observada no representa un incremento
estadísticamente significativo. Sólo la pasta base de cocaína ( PBC ) presenta un leve
descenso, lo que puede significar que los consumidores están optando por la COC al
ésta estar disminuyendo su precio.
Sobre consumo de alcohol y tabaco, que también se mide, el estudio concluye que el
consumo de tabaco se mantiene estable: confirmando el descenso que se obtuviera
entre jóvenes hace algunos años. Por primera vez se observa una disminución
importante en el consumo de alcohol en la población general, pero el progreso está
radicado mayormente entre adultos.

4.- Conceptualizaciones de la Drogodependencia: Las prácticas terapéuticas


tradicionales.

La pérdida del sentido simbólico de muchas sustancias ha facilitado un incremento del


consumo problemático de las mismas. En las sociedades pre modernas en que el uso
de una droga tienen un significado o sentido simbólico o ritual, el consumo se
encuentra legitimado y valorizado y, como tal, sometido a las normas y al control social
de quienes comparten un mismo esquema cultural. En las sociedades modernas, donde
no existe este control social, en muchos casos precisamente para evitar excesos, el
exceso ritual pasa a convertirse en un exceso frecuente. Esto lleva a que una parte de
los individuos de ese sistema social tenga problemas con esa sustancia. Las sociedad
modernas han instalado para este fin un sistema de dispositivos de tratamiento y
rehabilitación de personas que han generado una dependencia a drogas. Este sistema
opera bajo la lógica de que la drogodependencia es una entidad nosológica que ha sido
descrita y conceptualizada como enfermedad. Como tal la drogodependencia se
encuentra clasificada y descrita en el Sistema Internacional de Clasificación de las
Enfermedades ( CIE – 10 ), confeccionado por la OMS, y en el Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales ( DSM – IV Tr ), trabajo realizado por la
Asociación Americana (Estado Unidense ) de Psiquiatría. Ambos sistemas definen los
criterios para diagnósticar la dependencia en el consumo de drogas como enfermedad
y distinguirla de

El Comité de Expertos en Farmacodependencias de la OMS define Tratamiento como


el “Proceso que comienza cuando las personas usuarias de sustancias psicoactivas
entran en contacto con un proveedor de servicios de salud, o de otro servicio
comunitario, y puede continuar a través de una sucesión de intervenciones concretas,
hasta que se alcanza el nivel de salud y bienestar más alto posible”. Complementando
esta definición CONACE agrega que el tratamiento “también tiene por objeto
suspender y reducir el uso de sustancias y mitigar las consecuencias negativas para la
salud, la vida familiar y social”. El objetivo final ideal es el de la recuperación personal y
social de la persona con problemas asociados al consumo de drogas, que logre
cambiar a un estilo de vida incompatible con el uso de drogas.
Pero también reconoce CONACE, un proceso de tratamiento no sólo debe buscar el
abandono del consumo, sino también, alcanzar éxitos parciales, objetivos intermedios
en el desarrollo de un funcionamiento general más armónico, tanto para la persona
como para su entorno social.
Nuevamente queda fuera de la definición, por lo tanto del discurso, de las prácticas y de
la institucionalización, la variable socio-cultural, las experiencias de los sujetos en los
tratamientos, las prácticas sociales de los grupos, de las comunidades, el autocontrol, la
autoatención o el uso de acciones terapéuticas paralelas a la oficial. Al decir de Oriol
Romaní “lo que los conjuntos sociales y los sujetos, en sus relaciones de hegemonía-
subalternidad hacen con las drogas, y no solamente lo que las drogas hacen con los
sujetos y grupos”. Con relación a las acciones terapéuticas, los tratamientos y las
prácticas de sanación existen recursos no institucionlizados y no tecnificados que son
experiencia diaria en las vivencias de los consumidores de drogas y que, en ocasiones,
logran responder de manera más adaptativa que los propios dispositivos societales
creados para tal fin.

Desde la perspectiva sanitaria, los esfuerzos de instituciones públicas y privadas


dedicadas al tratamiento y rehabilitación de personas con consumo dependiente de
drogas se enmarcan en lograr que la persona consumidora de drogas reconozca el
consumo como problemático. Esto es, tenga “conciencia de enfermedad”, y declare que
ha perdido el control sobre el uso o consumo de una determinada sustancia. Junto con
ello se define como primer objetivo del tratamiento el que la persona consumidora de
drogas asuma que precisa tratamiento9. Desde este punto de vista, los programas de
tratamiento asumen la pérdida de control como la característica fundamental de la
conducta adictiva. En términos de prácticas terapéuticas, la mayor parte de las
intervenciones que se realizan como parte de un programa de tratamiento de
drogodependientes se refieren a formas de entrenamiento social, ocupacional y/o

9
Se describe en la literatura sobre tratamiento y rehabilitación de personas consumidoras de drogas que
la primera etapa o fase de un tratamiento es la Negación, es decir, el paciente no es capaz de identificar
como problemático su consumo, es ambiguo y tiende a minimizar los efectos adversos en si mismo, en su
familia y en su entorno laboral o académico.
psicológico basados en la identificación de escenarios y factores que lo pongan en
riesgo de consumir: identificar rutinas, comportamientos de búsqueda de droga, lugares
de consumo, personas o relaciones, conversaciones, emociones, etc. Desde allí, se
pide a las personas que sean capaces de actuar preventivamente de acuerdo a un
entrenamiento previo que incluye el desarrollo de estrategias de control, manejo y
prevención del riesgo, manejo de recaídas, uso de farmacoterapia y, en algunos casos,
el ingreso de las personas a unidades hospitalarias para desintoxicación o tratamiento
residencial. En la mayoría de los casos el objetivo final que se le propone a las
personas en tratamiento es que opte por cambiar su estilo de vida, es decir, que
abandone completamente un estilo que se ha definido relacionado con el consumo de
drogas y opte por un estilo de vida saludable y sin uso o consumo de ninguna
sustancia psicotrópica. Cualquier uso de drogas en período de tratamiento o
inmediatamente posterior a él se considera una recaída y la persona debe retomar las
estrategias relacionadas con la contención y control de sus factores de riesgo. El peligro
de violar la abstinencia es la recuperación, por parte del sujeto, del “estado de vida”
que acompaña el consumo de drogas. Metodológicamente es a través del uso de
estrategias psicoeducativas en donde los sujetos reciben de los terapeutas las pautas,
indicaciones y orientaciones a seguir para enfrentar su enfermedad.

Las estrategias de tratamiento y rehabilitación de personas con uso y consumo


problemático de drogas apuntan nuevamente al control, al uso individual de una
sustancia y a proponer la abstención total de tal uso si es que se desea salir de la
drogodependencia.

De paso el sujeto debe hacer un reconocimiento a la institución sanitaria como la


portadora de un saber/poder legítimo y, por lo tanto, delegar en ella el control de sus
comportamientos y relaciones. El sujeto debe cambiar el estilo de vida que se considera
relacionado íntimamente con su patrón de consumo.

5.- Elementos para una estrategia socioeducativa en el abordaje de las


drogodependencias.
“Si yo hubiera sabido que iba a ser un adicto
y que pasaría por lo que estoy pasando,
entonces no habría caído en esto”.
Manuel, 48 años.

La sociología ha enmarcado tradicionalmente a la educación como una de las


instituciones que movilizan las fuerzas conservadoras de la sociedad. En salud el uso
de metodologías psicoeducativas no es novedoso aunque, por lo general, se enmarcan
dentro de modelos en donde el conocimiento es patrimonio del terapeuta y el paciente
debe ser un mero receptor de indicaciones, orientaciones o consejos de éste. Se
reproduce, de esta manera, el modelo conservador en educación en donde el sujeto es
agente pasivo de un proceso de instrucción. Mantener este tipo de metodologías
psicoeducativas es desconocer el valor real de la educación, su relevancia para el
bienestar en salud y las estrategias que garantizan la efectividad de las metodologías
educativas.
Frente a este tipo de metodologías psicoeducativas, aparecen otras provenientes de
marcos interpretativos diferentes al modelo medico tradicional. Estas metodologías
buscan centrar la reflexión en la experiencia del sujeto y recuperarla para su utilización
como recurso de salud.
Las prácticas socioeducativas tienen como objetivo empoderar a las personas
favoreciendo su autonomía, principalmente, desde el ámbito comunitario al que
pertenece el sujeto, resituándo el fenómeno de la drogodependencia en los elementos
relacionales que la constituyen, desde los marcos socioculturales que la componen y
posibilitando le elección del propio sujeto de el estilo de vida que desea llevar. Frente a
ello, los equipos sanitarios aceptan que las decisiones sobre el curso de su vida, el
cuidado de su salud y la abstinencia al consumo de sustancias son de exclusiva
competencia de la persona que experimenta las consecuencias de la
drogodependencia.

Algunas de las características de estas metodologías se describen a continuación:

1. Es un proceso educativo y terapéutico que abordan además lo rehabilitatorio y lo


preventivo.
2. El conocimiento es construido grupalmente, haciendo de la comprensión del
objeto (la dependencia, el malestar, la recaída o también el bienestar, el vínculo,
etc) la tarea grupal.
3. No existe un Terapeuta poseedor de la verdad y quien reparte indicaciones, sino
que es cada miembro del grupo quien elabora, a partir de sus experiencias, las
estrategias exitosas para el logro de los objetivos que el grupo está discutiendo.
El grupo lo modera un paciente, un familiar o un tecnico o profesional (pero sin
hacer uso de su rol de terapeuta).
4. Se recuperan los elementos culturales (valóricos, principalmente) que comparten
los miembros del grupo, posibilitando que de cada estrategia pueda ser utilizada
como un recurso natural al contexto de vida de cada sujeto.
5. En todo momento se alude a la libertad y autonomía del sujeto para recoger o no
una indicación y seguirla.
6. Por lo general son grupos abiertos que incluyen a pacientes, familiares, amigos,
etc.

A continuación se describen brevemente las prácticas socioeducativas que recogen


estos elementos en su quehacer buscando el empoderamiento del sujeto como
estrategia de cambio:

 Grupos Multifamiliares: Constituyen una estrategia de grupo de autoayuda en


donde un Trabajador Socio sanitario ( TSS ) es el moderador de una actividad
grupal en la cual el grupo es receptor y a la vez emisor activo del conocimiento
que se pretende construir (como tarea de grupo). Cada persona habla, discute y
reflexiona sobre sus propias conductas y se estimula para que

 Grupos Didácticos: Operan bajo el supuesto que los contenidos didácticos no


pueden ser abordados en el marco de un grupo psicoterapéutico. Su fin es
debatir acerca de una temática específica de interés para la rehabilitación. El
principio interactivo facilita la participación masiva de los sujetos con el
consiguiente desarrollo de habilidades de comunicación, mejoras de la
autoestima y la garantía de una mejor eficiencia y procedimiento de captura de la
atención de los mismos. Pueden propiciar la expresión de momentos
psicoterapéuticos (desde la dimensión afectiva) dentro del proceso mismo de la
sesión didáctica. Actúan con un facilitador.

 Grupos de Género: Constituidos especialmente para acoger a mujeres con


problemas de salud mental y/o drogodependencia. Se constituyen como una
manera de fortalecer el autoconocimiento identificando el rol femenino en un
ámbito de confianza e intimidad. Operan bajo el supuesto que las mujeres
presentan mayores dificultades para acceder y permanecer en esquemas de
tratamientos intensivos o de mayor estructura. Quien lidera el grupo es una
facilitadota mujer quien ayuda a elaborar los temas expuestos. Puede haber un
tema acordado previamente para trabajar, pero generalmente se trabaja con lo
que surja en la sesión.

 Conversatorios: Grupo reunido para conversar sobre alguno de los temas que
están siendo parte de una terapia de rehabilitación. Por lo general se enmarcan
dentro de una estrategia mayor de tratamiento y/o rehabilitación de algún centro
de salud.

 Tertulias: Reunión en torno a la visita de alguna persona, invitada por el grupo,


para conversar sobre alguna temática en particular y de interés general. Puede
ser un especialista sobre algún tema en particular: filósofo, psiquiatra o también
un ex usuario, un agente comunitario. Se realiza en un ambiente de mayor
intimidad.

Conclusiones

Tradicionalmente las practicas terapéuticas en el tratamiento y la rehabilitación de


drogodependientes se han enmarcado dentro del modelo medico tradicional, de corte
biológico y mecanicista. La mirada clínica-sanitaria promueve prácticas de adaptación y
manejo social del riesgo, a la vez que tienden a estigmatizar al sujeto etiquetándolo de
enfermo mental.
La falta de una comprensión que integre la experiencia total de los sujetos más allá de
su consumo perjudicial de ciertas sustancias solo puede provenir de miradas que
rescaten la experiencia del consumo de drogas como un fenómeno sociocultural en
donde el sentido de este consumo pase por el significado que el propio sujeto le
otorgue dentro de su biografía y su marco sociocultural.
Las prácticas socioeducativas buscan relevar las experiencias de los sujetos –
consumidores o nó – dentro de sus contextos y desde allí realizar una construcción de
la droga como fenómeno con significados particulares más allá de los discursos
sociales de la degradación o marginación. Posibilitan que la persona decida sobre su
consumo, sobre los riesgos que está dispuesto a correr y sobre un posible tratamiento,
que puede o nó venir de alguna institución.
La educación aparece en este marco como una herramienta terapéutica efectiva y una
estrategia concreta para abordar la drogodependencia en sujetos plenos de derecho y
libres de conciencia.

Bibliografía

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