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SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES

COLECCIÓN DE O B R A S DRAMÁTICAS
: : : : ; : Y LÍRICAS : : : : : :

• O

SIBMPRE EN RIDÍCULO
: : D R A M A : : : : :

EN TRES ACTOS Y EN PROSA

POR

J O S É E C H E G A R A Y

OooooooooooooooocO

OODÜÚOOOOOOOOOOOOO

M A D R ID
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46337
S I E M P R E EN R I D Í C U L O
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autor, nadie podrá, sin su per-
miso, reimprimirla ni represen-
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SIEMPRE m RIDÍCULO

D R A M A E N T R E S A C T O S Y E N P R O S A

P O R

J O S É E C H E G A R A Y

Estrenado en el T E A T R O E S P A Ñ O L la noche del 31 de


diciembre de 1890.

OOOo O QOOO

ooo° o °ooo

TIPOGRAFÍA YAQUES
CALLE DEL DOCTOR FOUlíQUBT,

MADRID
R E P A R T O

PERSONAJES ACT OR E S

EUGENIO .Sr. 'Cairo (D. Ricardo.)


DON, P A R E O )> Jimenez (D. Donato.)
DON COSME .it I'rrv: (1J. José.f
:r.\.\ )) Rivelles (J). Jaime.)
DON HILARIÓN Calvo (D. Fernando.)
TERESA Srta. (riierreio (/;.'' María.)
REMEDIOS » Alisedo (1).'' Consuelo.)
.MARTA (una niña).... » Mercedes Alcaráz.
CRIADO Sr. Vare]a (D. Juan.)

Drama contemporáneo
AL EMINENTE ACTOR

DON RICARDO CALVO

SU A D M I R A D O R Y AMIGO
ACTO PRIMERO

La. cscena-icpresenla ti/ salón . del piso bajo en ana casa


de campo de don Pablo, que se supone en Andalucía.
Rompimiento en el fondo, por el cual se re el jardín.
Muy sencillo lodo; pera muy elegante: cortinajes cla-
ros, porcelanas, llores, mecedoras, ele. Es de día: mu-
cha luz en el.jardín .

ESCENA PRIMERA

REM EP IOS y PON COSME, ambos sentados: Don Cos-


me dormido; pero Remedia no lo ha notado todavía.

R.KM. P u e s r o , amigo don Cosme, por más q u e - u s t e d


diga, no puedo admitir que tenga Teresina la
malicia que usted supone. V cu» -do que no soy
1

de las que se hacen ilusiones. Conozco el m u n -


do, no soy una niña candida, y digo que n o lo
soy, porque tro» viuda ; hay, Dios mío»! n o tiene
derecho para, serlo. A u n q u e por mis • años, mis
condiciones .especiales 'y mi carácter, bien po-
dría, alardear de candida y aun de niña. ¿E¡h?...
¿ N o dice .usted n a d a ? . . . ¡ E s e silencio!... ¿Pone
usted cu duda las condiciones de mi carácter.
(Reparando en don Cosme.) ¡ T o m a , ya se dur-
mió ! Re levantó a las diez de la mañana: son
— 8 —

las once- y otra horita' más de sueño. No, yo


no me quedo sin conversación. Teresa se fué
al jardín, coqueteando con uno y con otro, os-
cilando como quien dice entre sus dos polos,
Juan y Eugenio. Don Pable; salió a dar su paseo
de costumbre. Don Hilarión n o se sabe donde
anda. Me veo sola con don Cosme, y don Cos-
me se duerme i y me deja en -pleno monólogo !
Pues; n o lo consiento: vine a la quinta del res-
petable don Pablo, con la precisa condición de
110 aburrirme y la condición no s-e cumple ! Si,
la quint:; es divina: arte, ¡mucho arle ! cuadros,
tapices, estatuas, porcelanas, bronces... natura-
leza, / m u c h a naturaleza], bosque, flores lagos,
cascadas, horizontes... Pero todo esto no basta:
falta vida, movimiento; como ahora dicen, falta
calor da liu inanidad. . y es claro, y o echo de
menos ese calor de humanidad. ¡ Y sigue dur-
m i e n d o ! A este hombre le da una congestión
cualquier día. ¡Don Cosme!... ¡ E h , don Cos-
m e ! . (Levantándose) ¡ P o r San Cosme y San
Damián, abra usted los. ojos (Pegándole con el
abanico.)
C O S M E (Despertando.) ¿Qué ocurre?... ¿Quién llama? .. 1

¿Quién pega?... ¡ Ni descansar le dejan a uno !...


¡ Ali, es usted, Remedios !
RKM. Pero hombre de Dios, ¿no recuerda usted que
'estábamos hablando?
C O S M E S Í , ya lo recuerdo. ¡ De cosas tristes, de miserias
h u m a n a s , de -profundos desengaños, de dramas
sombríos !
REM. N O , señor. De Teresa y de sus coqueteos con
E u g e n i o y con J u a n . E s t o n o me parece es un
drama sombrío.
C O S M E L O es, Remedios: lo es-, aunque no lo parezca.
No se fíe usted de exterioridades. Sonrisas de-
niñas, alegrías de mancebos, placidez de hom-
bres sesudos, paz de las familias, calma y dicha
en seres mortales., nada de eso, es verdad. Esa
es la superficie; pero más allá del cielo azul y
lleno de resplandores, negruras infinitas ! bajo
el cristal clel lago transparente, el cieno; den-
tro del m a r m ó r e o sepulcro, p e b r e d u m b r e ; en
el agua cristalina el microbio. Remedios, no los
hay: quiero decir, que no hay remedio con-
Ira t a n t o mal. Lo mejor es cerrar los ojos, ro-
dearse de tinieblas y de silencio, perder la me-
moria, h u n d i r s e en el olvido, flotar en lo vago,
desvanecerse y dormirse. (Se arregla, en el
sillón para recobrar el sueño y cierra las ojos.)
REM. ¡ Vamos, don Cosme, que n o lo s u f r o ! N o se
duerma usted.
COSME Señora, la vida es sueño: lo dijo Calderón, que
sabía más que nosotros. .
REM. P u e s si él hubiera dormido como usted, no
habría escrito t a n t o s , dramas ni tan hermosos.
COSME Inconsecuencias de hombre de genio. El predi-
caba: yo practico.
REM. Pues no lo consiento: necesito conversación:
hombre, sea usted galante.
COSME Bien está: seré galante, ya que usted se em-
peña.
REM. Y además entretenido, y además ameno.
COSME Seré ameno.
REM. P u e s hábleme de algo que me divierta.
COSME Bueno. ¡ Leí anoche en La Correspondencia que
en Esmirna se: ha presentado u n a enfermedad
terrible ! ¡ de carácter contagioso! i que se pa-
rece a la 'peste de L e v a n t e ! E n diez días, diez
mil atacados; muere el noventa por ciento, y
quedan inútiles para todo los restantes.
REM. Calle usted por Dios: no me hable de esas co-
sas. ¡ Y prometía usted ser a m e n o ! ¡ Q u é ame-
nidad !
COSME Bueno ¿ H a leído usted la relación del crimen
de A r g a n d a ? ¡ H o r r i b l e , h o r r i b l e ! . . . u n n i ñ o de
doce años que asesina a su hermanos, s sus pa-
dres, a sus abuelos, al recaudador de contri-
buciones, al fiel contraste y al maestro de es-
cuela ! ¡ Da frío !
Reír. Por Dios, don Cosme, no me cuente usted crí-
menes !
COSME Entonces, ¿de qué quiere usted que hablemos?
REM. De algo variado, curioso, alegre o por lo menos
juguetón.
COSME ¿Variado y curioso? Ya. Ahí me traje un libro
de estadística.
REM. ¡ Estadística!... ¿Y cree usted que la estadística
será alegre y j u g u e t o n a ?
COSME Ya verá usted. E n ese libro hay una tabla de
— 10 —

mortalidad y otra de existencia probable. E n ésta


puede usted ver cuántos años de vida me quedan
a mi doña Remedios. ¿ E s que esto no le inte-
resa a usted tampoco?
REM. S Í ; eso es curioso. ¿Y cuánto viviré'-yo?
COSME Depende de la edad que usted tenga; tendrá us-
ted cuarenta y ocha o cincuenta...
REM. ¿Qué disparates está usted diciendo? ¡Usted no
ha despertado todavía ! ¡Cincuenta a ñ o s ! ¡Ave
María Purísima !
COSME N O se incomode usted; ¡cómo está usted tan bien
conservada!
REM. ¡ P u e s ya lo arregló el buen señor !
COSME E ñ cuyo caso tendría usted unos veinte años tic
vida probable.
REM. (Con mal humor.) P u e s no tengo cincuenta años:
tengo sesenta.
COSME Entonces le quedan a listed, unos diez años.
REM.' P u e s n o tengo sesenta años: tengo ciento.
COSME (Con -mucha calma.) Entonces se muere usted
esta noche.
REM. E n eso puede ser que acierte usted, sobre todo
si continúa usted amenizando la poética quinta
de don Pablo como hasta la fecha. A q u í n o hay
gente; no ocurre nada; no se sabe nada; el lim-
bo, señor don Cosme.
COSME N o quiera usted salir del limbo, que p u d i i r : .
usted caer en el infierno.
REM:. ¡ Qué mayor infierno que el del aburrimiento !
COSME P u e s n o lo comprendo. ¿No tiene usted -paseos
deliciosos?
REM. M u y deliciosos, pero m u y solitarios. ¡ Qué quie-
re usted, falta gente !
COSME ¿ N O tiene usted buena mesa?
REM. Sin animación, sin discreteo, sin gente casi.
COSME ¿ N O tiene usted habitaciones encantadoras, buen
servicio?...
REM. Pero sin gente... quiero decir que somos media
docena de personas, todos m u y .amigos, m u y ínti-
mos, pero que nos lo tenemos dicho todo-y que,
por lo tanto, en esta deliciosa casa domina la más
irresistible monotonía.
COSME P u e s ahí tiene usted a don Hilarión, que por lo
que bulle vale por media docena; ¿quería usted
gente? A h í tiene usted gente. , -
— 11 —

E S C E N A II

REMEDIOS, DON COSME y DON HILARIÓN

HIL. ¡ Qué gracioso ! ¡ Vamos, es cosa de morirse de


r i s a ! ¡ Cómo les trastea a los dos ! (Se queda en
la puerta, del fondo riendo y mirando al jardín.-)
REM. Gracias al cielo q u e hay uno que tiene ganas de
reir. V e n g a usted, don Hilarión y comuníqueme
usted sus alegrías.
HIL. Con mil amores, bellísima Remedios.
REM. N O , señor; con n i n g u n o . Me basta con que amis-
tosa y cordialmeute me transmita usted esa son-
risa plácida, ese buen humor, esa alegría íntima.
HIE. Todo lo que usted quiera, y el alma por añadi-
dura .
REM. A p r e n d a usted, don Cosme.
C O S M E Todo eso es fingido.
HIE. ¡ M u c h a s gracias., qué amable es usted !
REM. N O le haga usted caso y dígame usted por qué
se reía de tan b u e n a gana.
HIE. i Esa Teresina es el diablo ! E n t r e Eugenio y
J u a u camina gallardamente haciendo equilibrios
maravillosos. ¿ M e caigo hacia J u a n ? Aquí de E u -
• genio. ¿ E u g e n i o vence? Sálveme, J u a n . ¿Quién
diría que de un padre tan severo como don Pa-
blo, tan honradotc-, tan sin malicia, había de sa-
lir un ser tan travieso como Teresina?
C O S M E Son travesuras del destino que t o d o lo enreda y
se goza en chasquear a los míseros mortales.
¿ E r e s pelinegro? T ú hijo será rubio. ¿ E r e s ru-
bio? T ú hijo será pelinegro. Y el papá se queda
con la boca abierta, buscando «rubíes» o «peline-
gros» por todo el ramaje ascendente y descenden-
•te de la familia.
REM. La verdad es que Teresina es la nota alegre de
esta casa.
COSME ¡ L e s oigo a ustedes con l á s t i m a ! ¿Pero ustedes
creen en la alegría de Teresina? /
REM.' D i g o . . . m e parece....
HIE. Y a mí me parece también.
C O S M E P u e s les parece a ustedes un solemne disparate.
Teresina es mortalmente desdichada.
— 12 —

HIL. ¡ Qué cosas dice don Cosme !


REM. ¿Couque desdichada?
Hn. Sí, señora. ¡ Cualquier noche, a la luz de la luna,
veremos flotar su cuerpo entre velos y flores, cual
nueva Ofelia sobre las ondas del r í o !
COSME ¡ Quién sabe !
HIL. ¡ Q u i é n lo d u d a ! Aquellos ojos brillantes... (Con,
tono burlón.)
COSME L-os abrillantan las lágrimas.
PIíL. Aquella .perpetua sonrisa...
COSME P o r q u e es perpetua es falsa.
REM. Justo; y aquel rostro sonrosado...
COSME Sobre todo cuando- mira a su padre o a E u g e n i o ;
que cuando mira a J u a n es pálido.
REM. P u e s oigan ustedes; la verdad, yo también creo
observar a veces en Teresina así como relámpa-
gos de tristeza.
HIL. i Ya relampaguea por este lado; se corrió la tem-
pestad !
COSME (Con misterio.) ¡Teresina ama con delirio a
J u a n ! ¿Qué quiere decir con delirio? Pues con
delirio.
REM.. ¿Y Juanito?
COSME A u n q u e hasta aquí Juanito fué un «Don Juan»,
esta vez ama de veras. E s decir, de v e r a s ' n o se
ama nunca; pero ama con pasión, con frenesí, sal-
tando por todos los obstáculos. ¿Qué quiere de-
cir saltar por todos los obstáculos? Pues-él gaita.
HIL. • P u e s si se aman los dos t a n t o . . . que se casen.
REM. Claro está, que se casen.
COSME ¡ Ah !
HIL. ¡ Qué sonrisa amarga !... ¡ Qué mirada siniestra !...
¡ El abismo que pestañea.!
R E M . • Pero, ¿por qué n o h a n de casarse, vamos a ver?
C O S M E ¡ No es posible ! No me pregunten ustedes más.
No es posible.
REM. : ¿ Y sabe Teresina «que n o es posible»?
C O S M E Algo sospecha. Y al fin el «leal» y caballeros:)
don J u a n de Vargas tendrá que decir... lo que
tendrá que decir.
REM. ¿Y usted lo sabe? ¿Usted conocer el misterio?
C O S M E . Yo estuve en Chile hace seis años y allí h u b e
de conocer a don J u a n de Vargas.
HIL. ¡ El abismo se entreabre ! (Señalando g don
Cosme.)
— 13 —

REM. ¿Y qué?
COSME Que n o puedo decir más.
BIL. ¡ El abismo se cierra!
COSME Créanme ustedes, lo mejor, es no saber nada, ol-
vidarlo todo.
HIL. El abismo se duerme.
COSME E S lo mejor que podrían hacer los abismos.
REM. ¿De modo que vamos a dejar a Teresina soltera?
COSME Rara «un apuro» ahí tienen ustedes a E u g e n i o .
Cierto es que Teresina n a le quiere, o le quiere
cuando más como a un hermano-; pero él está
enamoradísimo; es de buena pasta, u n angelote;
m u y rico, m u y confiado, m u y agradecido- a, don
Pablo... conque si se necesita u n a víctima, ahí
está E u g e n i o ; para semejante caso- mejor marido
no se encuentra.
REM. Dice usted «paia semejante caso»... ¿Qué cas/.;
es ese?
COSME El de Teresina.
HIL. (Con. lorio de duda.) ¿Casarse Eugenio con Tere-
sina? Pero vamos a ver: ¿quién es don Eugenio
de F u e n s a n t a ?
REM. Y a lo dijo don Cosme: un chico m u y guapo.
r

C O S M E E S O no lo dije yo: eso lo dice usted por su cuenta.


REM. Y lo dice todo...el m u n d o ; un chico m u y guapo,
n o retiro la palabra. Además, m u y bueno: tan
bueno, que casi es bobo-.
C O S M E ¿Sea usted b u e n o . . . p a r a que le asciendan a bobo !
REM. P e r o es que él pasa la raya. Y así como usted tie-
n e constantemente ante los ojos antiparras negras
o amarillas, y todo lo ve de color fúnebre o del
color de la bilis, él lleva quevedos de color de
rosa o de arco iris y todo lo ve lleno de luz, de
resplandores y de alegría.
Hn.. ¿Y nada más?
REM. Además, es m u y rico: tiene m u c h o talento y es
m u y práctico. Le educó don Pablo en los Esta-
dos Unidos y a poco de terminar su carrera hizo
u n fortunen en California con no sé qué inven-
tos. H a y tiene usted lo que es Eugenio de F u e n -
santa: guapo, bueno, rico 3- bobo con todo su ta-
lentazo'. Si con estas dotes n o -paiede casarse con
Teresina, que es preciosa, traviesa, lista y volun-
tariosísima, digo que n o hay razón para que ua-
. . die se case.
— 14 —

COSME Mejor sería.


REM. ¿ Y si se acababa el m u n d o ?
COSME ¡ Qué desdicha! j Secarse u n manantial de lá-
grimas !
REM. Basta, don Cosme. ¡ Corra usted el crespón !
COSME Délo usted por corrido.
HIE. P e r o todavía n o han contestado ustedes a mi pre-
g u n t a , ¿quién es Eugenio? O de otro modo:
¿Quienes fueron les padres de E u g e n i o ? ¿Al me-
nos, quién fué su padre? ¿Quién h a conocido a
ese señor d e F u e n s a n t a ? ¿E-e ha conocido usted?
(A Remedios.)
REM. Yo, n o .
HIE. (A don Cosme.) ¿Y usted?
COSME Yo, tampoco.
HIE. E u g e n i o n o tiene padres conocidos: por caridad
le recogió clon Pablo y le crió como a hijo; y yo
p r e g u n t o : ¿consentirá don Pablo esa boda?
REM. Consentirá: ¡si lo está deseando!; nada: el ma-
trimonio de Teresina y E u g e n i o es posible y m u y
posible.
COSME Eo es.
REM . Y será dichoso...
COSME ¡Alto a h í ! . . . lo de dichoso ya lo veremos cuando
llegue el tercer acto d e esta d r a m a de familia.
¿De modo que m e dejan ustedes descansar? ¿Pue-
do cerrar los ojos cinco minutos?
REM. Pida usted permiso a don Pablo, que vuelve de
su paseo.

ESCENA III

REMEDIOS, DON COSME, DON HILARIÓN y DON


PABLO, por el fondo.

REM. Buenos días, don Pablo.


PABLO M u y buenos nos los cié Dios. Y por lo p r o n t o , la
m a ñ a n a h a sido deliciosísima.
HIE. ¿ E l paiseíto de costumbre?
PAREO Antes de almorzar es gran cosa: despeja la cabe-
za, sacude la sangre y abre el apetito . Así se va
1

tirando de la vida y se llega a viejo con b u e n a


salud.
— 15 —

COSME (Despertando.) ¿Y si lia llegado usted a viejo,


para qué quiere usted: la salud? E s cuestión de
unos días.
PABLO ¡ O de u n o s a ñ o s ! Yo no me rindo: y o pienso en-
terrar a todos ustedes, y eso que les quiero m u c h o .
REM.. ¿Y nos quiere usted enterrar?
PABLO E S una m a n e r a de decir.
COSME E S el grito espontáneo de la naturaleza h u m a n a :
es el ser racional presentándose como es, al des-
n u d o ; es la eterna lucha: enterrar a todos, que-
darme yo solo gozando de la ruina universal, una
mueca formidable sobre u n a t u m b a inmensa. Y
eso que don Pablo es de los mejores.
HiL. Dele usted las gracias. (A don Pablo.) Usted es
el de la «mueca» y nosotros los de la «tumba».
REM.. Y~O sé bien que don P a b l o no quiere enterrarme
a m í . A ustedes es distinto: ya lo van ustedes
mereciendo'. Pero a mí todavía n o .
PABLO No, hija mía. Sabes que te quiero m u c h o . T u
marido fué u n o de mis mejores amigos, y 3'a re-
cuerdas lo que dicen en F r a n c i a y aun en Es-
paña: «los amigos de mis amigos son mis ami-
gos».
HIL. Pero como aquí n o se trata de «los amigos de mis
amigos», sino de «las mujeres de mis amigos»,
será preciso modifican' la fórmula y decir: las
mujeres de mis amigos son mis mujeres.
PABLO ¡,Por Dios, don Hilarión, qué bromas tiene usted !
COSME E s t e don Hilarión a veces discurre bien.
REM. i Respetemos a don Pablo, s e ñ o r e s ! ¡ D o n Pablo
es u n santo varón.
PABLO Conque digan ustedes que soy u n buen hombre,
m e contento: y a u n q u e digan u s t e d e s de mí lo
que quieran, si n o se aburren ustedes m u c h o en
mi casa, m á s contento todavía: y si m e prometen
ustedes volver el a ñ o que viene, contentísimo.
REM. Volveremos; lo j u r a . (Con solemnidad cómica.)
HIL. Volveremos: lo prometo.
PABLO ¿Y usted, don Cosme? ¿Volverá usted?
COSME Volverán las oscuras golondrinas.
PABLO P u e s ya tenemos la compañía completa, porque
Eugenio n o tiene que prometer ni j u r a r . E u g e n i o
n o se separa d e m í .
COSME Olvida usted a don J u a n . Y ese, ¿volverá?
PABLO Si le agrada volver, per mi parte tendré sumo
g u s t o en recibirle. F u é compañero de colegio de
E u g e n i o , allá en los Estados Unidos; intimaron
después muchísimo; Eugenio me lo presentó hace
dos años, cuando V a r g a s vino a E u r o p a , y ya sa-
ben ustedes mi tema: los amigos de mis amigos...
HIL. Y aquí no hay el peligro de antes: aquello de las
mujeres de mis amigos;... porque Vargas es sol-
tero .
REM. Y buen partido por añadidura.
COSME (SC habrá levantada acertándose al fondo.) Ja,
ja, j a !
PABLO ' (Volviéndose.) ¿Qué ocurre?
COSME Que bajo aquel emparrado van paseando Tere-
sina y don J u a n , y un sarmiento se le enganchó
en el sombrero a mi don J u a n , y el sombrero
rodó, y Adargas quedó «descubierto »... descubier-
1

to por sorpresa... como si la frondosa vid le hu-


biese dado un manotazo... diciendo... «¡a ense-
ñ a r n o s esa cara !»
PABLO ¿ Y eso le hace a usted gracia?
COSME Me hace reír, que n o es lo mismo.
HIL. S Í , porque hay risas trágicas, sarcásticas, sardó-
nicas, siniestras... que son las del repertorio de
don Cosme.
REM. H e m o s convenido en que don Cosme es un re-
probo. ¿ N o lo sabía usted, don Pablo?
PABLO ¡ Quiten ustedes allá ! Den Cosme es un buen se-
ñor: tan bueno como yo, y casi tan bueno como
E u g e n i o , que es el ser perfecto de esta colonia.
REM. De esta colonia de ángeles.
PABLO Sí, señora; de ángeles. ¿ A qué hemos de hacer al
m u n d o peor de lo que es? A q u í nos reunimos u n a s
cuantas personas honradas, todos amigos afectuo-
sos, y sin ofender a Dios, ni a nuestros semejan-
tes, pasamos m u y a gusto los meses de verano
en honestos entretenimientos. Ya lo creo: los án-
geles n o lo harían mejor, ni se portarían m á s de-
centemente. M e declaro ángel para todos los efec-
tos de la. presente ley. /
COSME M u y buen señor 3- m u y optimista.
PABLO M u y práctico sobre todo. Siempre he sido lo mis-
mo, 'y lo mismo fueron mis padres y mis abuelos.
El cuerpo, sano; la conciencia, limpia; y con lo
primero n u n c a falta el apetito y con lo se-
gundo se duermen sueños tranquilos; y así se
espera en paz que Dios sea servido d e disponer
de nosotros. Qué quiere 'usted: es el sistema de
mi familia y así llegamos a viejos. Si n o hay cosa
más sencilla que ser' una buena persona: ¿no
dicen ustedes que lo soy? p u e s no me cuesta
nada:
REM. Para c u á n d o la beatificación?
COSME H a y que esperar: ya sabemos que es santo, pero
hay que ver si resulta mártir.
PABLO ¿ Y quién h a de darme martirio?
HIL. Nosotros, p o n g o por caso.
PABLO De esos, vengan tocios los martirios que ustedes
dispongan.
COSME i Qué fácilmente lo pinta, usted todo ! ¿Usted cree
que basta ser bueno para ser feliz?
PABLO H o m b r e , me parece... me parece que la concien-
cia... ¿Éih?... ¿no es así?
COSME ¿Pero acaso en la vida dependemos exclusivamen-
te de nosotros mismos,, y no m á s q u e d e nos-
otros? ¿No tenemos esposas, hijos, hermanos, pa-
dres, parientes, amigos, albaceas y testamenta-
rios? ¿ N o nos rodea la sociedad? ¿ N o nos pene-
tran las pasiones, los vicios, las miserias de to-
dos? Desengáñese usted, don Pablo, somos como
esponja sumergida en la corriente del m u n d o y
por todos nuestros poros absorbemos el líquido
que nos rodea, sea el que fuere, dulce o amargo;
amargo casi siempre. T o d a s las raíces de nues-
tro ser flotan a nuestro alrededor y fuera de nos-
otros, en los demás seres, arraigan. Y así, vivi-
mos de la vida de todos; y con todos sentimos;
y con todos pecamos; y los sufrimientos d e les
demás, n o por virtud, sino por fatalismo, nos
hacen sufrir; y vamos m u r i e n d o poco a poco- con
la m u e r t e de los que a nuestro alrededor m u e r e n .
PABLO Vamos, clon Cosme, déjese usted de filosofías. Al
que de veras quiere ser bueno, Dios le ayuda, y
es b u e n o y en lo que cabe es dichoso.
COSMIC ¡ Pobre señor ! usted será b u e n o , si le dejan serlo,
si no le arrastra el torrente; pero supongamos
que lo sea. ¿Y si no lo son los seres para usted
más queridos? u n h e r m a n o , u n padre, u n hijo.
¿ Y si en ellos hay culpa, y m a n c h a y dolor? ¿De
esa culpa no participará usted al fin de la jorna-
2
— 18 —

da? ¿ E s a rnaueha, no la. sentirá usted en la fren-


te? ¿ E s e dolor, n o le morderá a. usted por den-
tro en todas las visceras?
PABLO E n nuestra familia habremos sido pecadores, que
lo son tocios los h ú m a n o s desde que tal p a d r e Adán
le dio por serlo. E'ero nuestros pecados son de
los que sie absuelven y n o dejan mancha ante el
m u n d o . Q u e clon Pablo Alzóla y los suyos, sé-
palo usted, viven honrados o no viven, así Dios
m e perdone.
REM. H a y tiene usted su obra, señor don Cosme. V i n o
alegre don Pablo y ya repite la nota trágica que
usted le ha dado.
HIE. N O haga usted caso, don Pablo. E s que don Cos-
m e está de mal humor porque anoche n o ha po-
dido dormir m á s que doce horas.
REM. ¡ ¡ Mientras usted tenga a sil Teresina !...
PABLO (Volviendo a su alegría.) ¡Mi T e r e s i n a ! . . . ¿Ver-
dad q u e es m u y linda y m u y buena?
REM. ¡ Y a d e m á s , su hijo a d o p t i v o !
PABLO' ¡ E u g e n i o ! . . . ¡ Ese sí que es b u e n o ! ¡ Y dice don
Cosme que no hay personas b u e n a s ! ¡ Mi pobre
Eugenio^' mejor que Teresina... ¡ aquí en secreto , 1

mejor que T e r e s i n a ! . . . ¡ Y eso que ella!... P u e s


mejor. ¡ Qué corazón ! ¡ y qué talento ! ¡ y qué
amor u n i v e r s a l ' \ y qué universal benevolencia !
¡ Y o creo q u e si tropieza con u n adoquín, se baja
y acaricia al pedrusco y le p r e g u n t a si l e ha¡ las-
timado ! .. ¡ J a ! . . . ; J a ! . . . ¡ J a ! Yo creo que n o
h a y otro. A veces m e hace reir: y otras veces
casi m e hace llorar de enternecimiento, al ver
u n a l m a tan limpia de toda impureza, tan llena
d e toda caridad. Y a mí que n o m e digan que
es u n soñador: es u n hombre práctico. A los vein-
tiséis años le m a n d é a California... y en pocos
meses... «un fortunen» ! ¡ N a d a , que «tiene án-
gel». Que marcha p o r el m u n d o y Dios va po-
niendo en su c a m i n o seres que le quieran, glo-
rias q u e . le acaricien, pepitas de oro en que tro-
piece. ¡ P o r q u e tiene u n a fortuna e n o r m e ! . . . y o
también soy rico; ¡ p e r o vaya u n a g r a c i a ! lo he-
redé de mis padres; soy rico, como quien dice,
a la sopa boba; pero él, n o señor: pensar y calcu-
lar; y tiro esta, línea y tiro la otra; y a buscar en
— 19 —

el espacio y p i n t a r en el papel; vamos, a fuerza de


talento y de trabajo, como m a n d a Dios. P o r q u e
los tiempos son los tiempos y al principio se de-
cía: ¡(ganarás el p a n con el sudor de t u frente»,
pero hoy es j u s t o q u e se diga: ((ganarás la pepita
de oro derritiéndote los sesos». Conque don Cos-
me, diga usted q u e n o soy hombre a la moderna.
R e s u m e n , m i E u g e n i o es m i ídolo.
COSME P u e s a h í tiene usted a su ídolo, que acude al
conjuro.

E S C E N A IV
DON COSME, DON HILARIÓN, DON PABLO, RE-
MEDIOS y EUGENIO

EuG. Salud al noble concurso. . adiós, Remedios. ¿Qué


tal el paseo? ¿ H a sentado bien? (A don Pablo,
echándole el brazo por el hombro.)
P A B L O A d m i r a b l e m e n t e . ¡ T e n g o u n a p e t i t o ! . . . ¡ Y es
que-estaba el c a m p o ! . . .
EUG. ¿Dice usted el campo? ¿ P u e s y el cielo? _¿Han
visto ustedes n a d a semejante?
HIL. ¿Pues qué ha ocurrido?
EUG. ¡ Eo azul que estaba el cielo ! ¡ U n azul intenso,
intenso ! ¡ Azul t u r q u í ! ¡ Azul aterciopelado ! ¡ Co-
mo n u n c a !
REM. P r e g ú n t e l e usted eso del cielo azul a don Cosme.
HIL. Creo que él también h a reparado en. ello y que.
está m e d i t a n d o e n lo que usted dice.
EUG. ¿De veras?... Si era u n a cosa que saltaba a los,* -
ojos. ¿Conque usted opina como y o ?
C O S M E ¿Sobre qué?
EUG. Sobre el color del cielo.
C O S M E ¡ P s ! . . . P u r a ilusión.
EUG. P e r o u n a ilusión m u y p u r a , y sobre todo m u y
azul, y por lo t a n t o m u y hermosa..
C O S M E P u e s yo algunas veces miro hacia arriba y veo
1

la tapadera del espacio de color pardusco, gris,


plomizo, aborregado, cárdeno y en noches d e tor-
m e n t a todo negro.
Eou. E s verdad,, m u y n e g r o ; pero es para que luz-
ca m á s el incendio r e p e n t i n o del relámpago. E s
a modo de cortinaje obscuro, p a r a que sobre su
— 2o —

feudo se destaquen rojizos los poderosos ángu-


los ele la centella y del rayo. E s decoración su-
blime q u e el cielo nos ofrece cuando sospecha
que la plácida monotonía d e lo azul va fatigán-
donos.
C O S M E P o d r á ser; pero m e parece que el empresario de
. la atmósfera n o da siempre funciones t a n intere-
sarntes como usted supone.
EUG. Pero si usted n o puede enterarse de nada; si us-
ted s e pasa el día y se pasa la noche durmiendo.
C O S M E Si es q u e me entero 3- que todo m e parece m u y
mal después de enterarme.
EUG. ¿Que todo le parece a usted mal? H o m b r e de
Dios, ¿cómo puede usted decir estas cosas? ¿Us-
ted h a visto cómo estaba ho3<- lai vega? ¿Usted
ha visto cómo estaba h o y el firmamento'? ¿Us-
ted h a bajado al río? ¿Usted h a subido al pica-
cho de a h í enfrente ? ¿ Usted h a reparado q u é va-
riedad de tintas? ¿Usted ha dejado irse c o n los
ojos y el alma hacia el horizonte? Pero, clon Cos-
me, ¡ si era u n a hermosura de Dios ! ¡ Si n o h a y
colores, n i pinceles, ni palabras, ni sonidos para
reproducir todo aquello! ¡ Si es q u e la natura-
¡

leza estaba h o y de gala con uniforme ! ¡ Si es im-


posible ver lo q u e y o h e visto 3^ n o sentir como
si todas esas hermosuras se le metiesen a u n o pol-
los sentidos esponjándole el a l m a de l u z y d e ale-
gría ! D e veras, y o sentía impulsos de abrazar-
m e a los troncos, diciéndoles: «Gracias, queridos,
por lo honradotes q u e sois», y d e acariciar las
hojas llamándolas «moninas», y de b a ñ a r m e en
cualquier remanso para q u e el agua m e estrecha-
se, y de dar u n salto m u y grande para alcanzar
el cristal de los cielos y darle u n beso de grati-
t u d 3' de amor.
Hrr,. Y a se disparó.
C O S M E ¡ Qué criatura ! ¡ Qué cosas dice !
REM. M u y bonitas.
H11,. Y m u y graciosas.
COSME Y muy fantásticas.
PABEO Y m u y verdaderas. Sobre todo m u y verdaderas.
¿Pero ustedes n o leen n a d a ? E l libro santo lo
dice: «Deus vidit omnia quoe fecerat et erant val-
de bona». P a r a q u e t ú lo entiendas. (A Reme-
— 21 —

dios.) Dios.vio todo lo que había hecho;"es de-


cir, contempló su obra, y todas las cosas «eranl
1

valde baña».
REM. Ya lo entiendo'; que todo era m u y b u e n o y que
se daba de balde. P u e s mi modista n o se h a en-
terado todavía de ese precepto.
PABEO N O , hija; «valde» n o quiere decir ele balde, quie-
re decir «muy: valde bona», m u y buenas, extra-
ordinariamente buenas: un «balde» y el otro
«valde» se escriben de distinto modo, y en eso
se funda tu modista para n o trabajar de balde
para ti.
COSME De manera que para usted (a Eugenio), joven y
modernísimo Paligios, optimista inconmovible, al-
ma de niño en cuerpo de hombre, p a r a usted
todo es bueno en este m u n d o .
EUG. Y a lo creo; todas las cosas son todo lo buenas
que pueden ser, y varias de ellas m u y buenas, y
m u c h a s semidivhias, y a l g u n a qua y o m e sé di-
vina por entero de los pies a la cabeza.
REM. (A Hilarión^.) (Eo dice por Teresina.)
HIE. (A Remedios.) (Pues y o creí que lo decía por
usted.)
REM. (Se dan casos.)
COSME E n resumen, que para usted, Ser felicísimo desti-
nado al limbo, o ser infeliz predestinado para el
sacrificio, ¿para usted n o existe el mal?
EUG. N o , señor; existen cosas menos buenas y .a est
«menos» es a lo que usted llama pomposamente
el «mal».
COSME Soberbio; y así el vicio, el crimen, la ignoran-
cia, el terremoto y la peste n o existen.
EUG. Existen, ¿y qué? Oiga usted mi filosofía, que
tampoco es nueva: todos los seres y todas los
cosas trabajan sorda y lenta, pero constantemente
por ser más, y por .desenvolvimientos sucesivos
. se procuran mayores y mayores perfecciones; pert;
los primeros grados son imperfectos, les falta
m u c h o para subir a nuestra altura, y nosotros
que los sorprendemos en ese momento inicial y 1

en ese primer escalón, decimos implacables: ¡ Qué


malos son !, cuando debíamos decir compasivos:
«¡ Pobreeillos, qué abajo están!», y hasta darles
la m a n o para subir,
— 22 —

COSME, Pobrecillo - cólera morbo asiático,- qué abajo está


todavía; déle usted la m a n o p a r a que ascienda al
menos a cólico bilioso.
HIL. ¡ Buena estocada! *
REM. ¡ Buena, b u e n a !
P A B L O Son problemas pavorosos que n o podemos pene-
trar; ¿cómo pretenden ustedes q u e E u g e n i o l o ; i
resuelva de golpe?
C O S M E Si yo no pretendo que resuelva nada; si yo sé
que n o pueden resolverse.
EUG. ¿ Y por Qué n o h a n d e resolverse? ¡ E s t e don Cos-
m e ! . . . ¡ C u a n d o pienso en don Cosme!... (Se 1c
• queda mirando.) Supongan ustedes que alguna
de las celdillas cerebrales de don Cosme fué mi-
crobio del bubón de Levante allá en la Edad
Media, y que p o r perfeccionamientos sucesivos
ha llegado a formar parte de d o n Cosme Mon-
t e n e g r o , conservando ,a través de la evolución
biológica las tristezas, las acritudes y las negru-
ras de su primer, origen.
C O S M E Podrá ser; pero en todo caso me felicito del as-
censo; lo que sentiré m u c h o es que m e dejen ce-
sante y que tenga que volver a la clase de mi-
crobio.
EUG. Búrlese usted c u a n t o quiera; usted afirma el mal,
yo ¡afirmo el bien y mire usted hacia el j a r d í n . . .
mire usted quién viene... y niegue usted que
existen la hermosura, la inocencia, la bondad, la
gracia.... ¡sobre t o d o la gracia de D i o s ! .

ESCENA V
REMEDIOS, DON PABLO, EUGENIO, DON COSME,
DON HILARIÓN y luego TERESA

HiL. Dice usted bien, E u g e n i o : hermosura y gracia


sin igual. (Mirando al fondo hacia el jardín.)
REM. Diremos como dicen los coros: «¡ Sin i g u a l ! . . .¡ Sin
igual !» (Lo mismo.)
PABLO ¿ V e r d a d q u e sí?... Pero qué c r i a t u r a ! . . . ¡ P u -
diendo venir por la sombra, viene p o r el s o l ! . . .
¡ B h , T e r e s i n a ! . . . ¡ Ven bajo el e m p a r r a d o ! (Gri-
tando.) ¡Bajo el emparrado d i g o ! . . . ¡ N a d a , ha
de ser por el s o l !
— 23 —

COSME (Al oído a Remedios.) (Viniendo' por el sol se


le enciende el rostro y se n o t a n menos las pali-
1

deces: el calor solar p i n t a de alegrías las tristezas.)


REM. (En voz baja a Cosme.) (¡ Q u é refinamientos de
malitia y qué suspicacias ! Usted nació p a r a poli-
zonte.) (Teresa entra muy alegra al parecer; pero
con esfu&rzos para ocultar sus angustiáis-.)
TEK. ¡ Y a estoy a q u í ! (Corre a- abrazar y a acarician' a
su padre.) Y tú, ¿cómo estás? ¿Paseaste b i e n ? . . .
¿ T e ¿sientes b u e n o ? . . . ¿Almorzarás a g u s t o ? . . .
RABEO Estoy contentísimo; y he paseado en g r a n d e , y
m e siento m u y a gusto'; y almorzaré como al-
morzaría u n lobo hambriento'. Ya están contes-
tadas todas t u s p r e g u n t a s . Y ahora dime, cabeci-
ta¡ sin seso: ¿por qué h a s venido por el sol?
TER. P a r a venir m á s p r o n t o . . . y a d e m á s , como estu-
ve m u c h o tiempo bajo la arboleda... sentí frío...
m u c h o frío... todavía me extremezco... y dije,
p u e s a correr y a tomar el sol... y tan guapa-
m e n t e . . . corrí... y t o m é el sol.
PABLO ¿ Y si te pones m a l a ?
TER. N O lo creas... n u n c a me he sentido mejor... ni
m á s alegre... ¿verdad, E u g e n i o ? . . . Q u e lo diga
E u g e n i o . . . ¿Cómo nos hemos reído antes?... ¿ T e
acuerdas? .
EUG. Ya lo creo: como J u a n es tan r o m á n t i c o y tan
tristón, y dice cosas tan exageradas, ésta no le
p u e d e sufrir y siempre están disputando. ¿El
dice u n a cosa? Ella la contraría; y a veces se en-
fada. ¿Digo yo algo? Ya está Teresina riendo,
y cuando me oyó que J u a n se parecía a Tediat->
el de las noches l ú g u b r e s de Cadalso, dio Tere-
sina e n reir... ¡ v a m o s que casi lloraba!... ¿Ver-
d a d que lloraste?
TER. S Í . . . p a p á . . . casi lloré... ¡este E u g e n i o . . . tiene
una g r a c i a !
EUG. N O . . . vamos... n o digas eso... n o te burles de mí.
TER. Si n o m e burlo; todos sabemos que tienes m u c h ^
talento, que eres m u y bueno, que eres m u y gra-
cioso.
EUG. ¡ Buenai gracia t e n g o y o !
COSME L-a modestia h u m a n a : lo de tener talento y ser
bueno lo acepta sin protesta.; pero n o quiere ha-
cer reir, n o le agrada el oficio de bufón, n o le
place verse en ridículo.
— 24 —

Ha. Esta es la época de las especialidades y cada cual


tiene la suya. Unos hacen reír, otros hacen llorar.
P A B L O P u e s m u c h o cuidado con hacer llorar a mi Tere-
sina.
EUG. ¡ N O faltaba m á s !
C O S M E N O cometeré y o crueldad tamaña. No fui yo
' quien antes la hizo llorar. Eos responsables son
esos cabal] eritos, E u g e n i o y Juan..
TER. E u g e n i o . . . Eugenio'... q u e dijo u n a s cosas, de las
noches lúgubres... que yo n o podía m á s . . .
C O S M E Sí, E u g e n i o habló de las noches lúgubres; pero
fué de las noches lúgubres de J u a n i t a . . . y pos-
eso lloró la preciosa Teresina.
TER. E s verdad... lloré de risa .. si .aJhora mismo, cuan-
do m e a c u e r d o . . . casi no puedo d o m i n a r m e . . .
C O S M E El llanto más a m a r g o es el que sigue a la risa.
REM. ¡ Oh ! ¡ Q u é malvado es este don Cosme ! Todavía
no ha hecho llorar a Teresina; pero vea usted,
don Pablo, qué pálida se ha puesto.
EUG. ¡ E s verdad !... ¿Qué tienes?
P A B L O ¿Qué tienes, hija mía?
TER. i N a d a ! . . . ¡ U n poco de frío! El frío q u e sentí
bajo la arboleda. N o te asustes. (A su padre.)
Estoy m u y alegre. Siempre estaré m u y alegre,
para que tú lo estés y s e a s . M i z , padre mío. ¡ Ya
lo c r e o ! ¡ A u n q u e me costase la v i d a ! (Acari-
ciando a don Pablo.) ¡ Pero este salón está he-
lado, heladito ! ¡ Y don Cosme tiene u n a cara tan
s o m b r í a ! (Esforzándose por reí..) ¡ Q u é miedo
m e da u s t e d ! ¡.Mira, papá, quiso hacerme llorar!
¡ E s malo, m u y malo, don C o s m e ! T ú te encar-
gas de él, Eugenio'; t ú que eres bueno, leal, va-
liente, cariñoso. Castígale,, n o le dejes dormir;
véngame, hazle que ría; si él ríe ya estoy venga-
da. E n ti confío, Eugenio, en nadie m á s que en
ti. ¿Verdad, Remedies, que es m u y bueno? ¿Que
Eugenio es m u y bueno? (Hablan las dos en voz
baja, riendo mucho; pero Teresa, nerviosa, exci-
tada, fingiendo.)
EUG. i Qué m o n a d a ! . . . ¡ E s u n á n g e l ! . . . ¡ Y cómo me
q u i e r e ! .. ¡Si n o hay d u d a ! . . . Bueno', leal, cari-
ñoso, valiente, constante, simpático... ¡ c u á n t a s
cosas me d i j o ! . . . (Volviéndose con arranque a
don Pablo.) Don Pablo, tenemos que hablar.
TEH. ¡ Ah ! Se me olvidaba; llegó el cartero mayor de
estos reinos y está en la galería, conque, señoras
y señores, a recoger la correspondencia. Viene
una carta de luto, bordes negros, esquela de de-
f u n c i ó n . . . ' d e b e ser para don Cosme. Y p a r a u s -
ted, don Hilarión, viene otra igual a la que re-
cibió papá;., h a de ser la boda d e Serafina.
REM. ¿ Y yo n o tengo carta?
TER. Sí; u n a tienes; parece factura... la cuenta de bi
modista acaso... varaos j u n t a s . . . t e acompañaré en
el sentimiento...
PABLO ¡Adiós, locuela... pero n o tomes s o l ! . . .
TEK. No tengas cuidados... (En\ voz baja.) (Te quie-
ro m u c h o . . . n o tengas penitas p o r m í . . . estoy
m u y b u e n a . . . adiós.)
PABLO (Deteniéndola.) (¿De veras me quieres mucho?)
TER. ( ¡ M u c h o . . . Dios m í o . . . m u c h o ! )
PABLO ( ¿ C u á n t o ? . . . por ejemplo, ¿más que a Eugenio?)
TER. ( M u c h o m á s . . . él es m u y b u e n o . . . y a lo sé...
pero por ahorrarte u n a lágrima le sacrificaría sin
1

vacilar... y, s i n embargo, le quiero de veras.)


PABLO Ven aquí, E u g e n i o , que de ti hablamos.
EUG. ¿De m í ? . . . ¿ T e r e s i n a ? . . . ¿ Y qué dice?
PABLO ¡ Que te quiere m u y de- v e r a s !
TER. (Escapándose.) ¡ A c u s ó n ! . . . (A su padre.)
EUG. ¡Divina... lo dije antes... n o retiro la palabra !...
1

(Con nuevo arranque.) Don Pablo, tenemos que


hablar hoy m i s m o . . . hoy misino, de hoy no p a s a
Mírela, usted, don Cosme, y sea usted de los míos,
de los optimistas; existe el bien, la hermosura,
el amor, la virtud, la dicha, el color azul, el co-
lor g r a n a y todo el arco iris en perpetua curva-
t u r a l u m i n o s a ! . . . Digamos a una: ¡divina, divi-
na, -divina !
COSME .(En.VOZ baja.) Sí, divina. Pero demasiado divi-
n a para ser h u m a n a ; y demasiado h u m a n a para
ser divina.
EUG. ¡ Qué retorcido está eso ! Parece un tornillo; ¡ hu-
maría, d i v i n a ! . . . ¡divina, h u m a n a ! . . . Don Cos-
me, yo n o camino por hélices, y o voy en line i
recta.
COSME . ¿Adonde va usted en línea recta?
EUG. ¡ A la Vicaría !
COSME . ¿ H o y quema usted las naves?
— 20 —

EUG. i Qué n a v e s ! Eso es m u y a n t i g u o . ¡ H o y corto


las a m a r r a s d e mi globo y m e voy al c i e l o !
COSME P u e s buen viento le coja a usted*.
TER. A la galería, señores, q u e esperan las cartas; hay
p a r a todos.
COSME (A Teresa en voz baja.) ¿También p a r a Juanito?
TER. T a m b i é n p a r a Vargas.
COSME ¿Acaso de América?
TER. N O sé... creo que sí... ¿cómo lo sabe u s t e d ? . . .
don Cosme... don Cosme... es inútil que m e mire
usted con esa fijeza... n o me da usted miedo...
(Riendo con risa jorzada.) A n t e s m e cogió us-
ted por SQrpresa... pero ahora estoy prevenida...
¡ E s usted malo, m u y malo !... P e r o yo u n a s ve-
ces río y otras lloro; en ocasiones soy miedosa y
en ocasiones... ¡ u n valor a p r u e b a ! . . . D o n Cos-
me... ahora me siento capaz d e todo... valor...
m u c h o valor... Vamos, Remedio... ¡ E a ! . . . en
m a r c h a . . . al bosque... al llano... al sol... al' vien-
to... al asalto de la correspondencia... ¡ D o n Cos-
me, don Cosme... Dios mío... n o p u e d o m á s ! . . .
(Sale¡n todos con mucha algazara y risa.)

ESCENA VI •

DON PABLO y EUGENIO


Eugenio se queda, embobado siguiendo a Teresa con la
vista.

PABLO ¡ Eh, Eugenio !


EUG. ¿Qué?...
PABLO ¿ N O m e dijiste que querías que hablásemos?
EUG. Y m u y seriamente.
PABLO P u e s empieza. (Don Pablo se sienta; ante él, en
pie, risueño y conmovido, Eugenio.)
EUG. Míreme usted bien; con atención; ¿qué tal?
PABLO H o m b r e . . . n o eres lo que se llama un Apolo;
pero tampoco eres u n m a m a r r a c h o . Cuerpo ner-
vioso y fuerte sin ser hercúleo; cara* de mucha,
inteligencia; mirada dulce y cariñosa... u n con-
j u n t o simpático.
EUG. N O ; si n o es eso; ya sé q u e . n o soy ni g u a p o ni
feo; ni mi plástica me interesa por el momento.
P A B L O • Va: ¿quieres que te diga de qué color tienes el
alma? P u e s d e ese color que decías antes: azul
d e cielo; azul aterciopelado.
EUG. U s t e d q u é ha. de decir, si me quiere usted como
si fuese mi padre. Pero n o es eso tampoco; que
n o es eso.
PABLO E S que tú
:
eres...
EUG. Y a lo sé, «una buena persona»; pues si n o lo
fuese, n o m e podría sufrir a m í mismo, y desde el
primer día hubiera roto yo conmigo. P e r o repito
que n o es ese el asunto.
PABLO Como has dicho que te mire con m u c h a aten-
ción...
EUG. Ya lo. creo; el m o m e n t o es solemne, o no hay
momentos solemnes en esta vida.
PABLO ¿ E n t o n c e s , para qué quieres q u e te mire?
EUG. P a r a que m e diga usted qué le parece mi traje.
PABLO ¡ H o m b r e , qué salida! (Riendo.) Y o no entien-
do de modas y t ú n o te has fijado n u n c a en esas
pequeneces. P e r o en fin, t e daré gusto. (Mirán-
dole con atención cómica.) We parece bien; pero
tiene u n a arruga cerca del hombro, y otra a "la
izquierda;, ¿y esta m a n g a ? . . . a ver... m e parece
m á s corta.
EUG. (Riendo.) Menos que antes; n o acierta usted.
PABLO ¿ P u e s qué diablos quieres que te diga?
EUG: Quiero que me diga usted si estoy bien con cite
traje para lo que tenemos que hablar o si he de
vestirme de etiqueta.
PABLO ¡ Y a ! . . . ¿ T a n solemne ha dé ser nuestra conver-
sación?
EUG. Ee dije a usted antes que era d e lo m á s solemne
entre todas las cosas solemnes de esta vida.
PABLO ¡ Ya!
EUG. ¿Conque me visto de negro?
PABLO N o ; de negro, no; parecería cosa de duelo o fu-
neral y tendríamos que llamar a don Cosme.
EUG. ¿ E s decir que puedo hablar sin etiqueta, así como
estoy, en traje de campo.?
P A B L O (I impaciente.) H a b l a d e una vez en .el traje que
quieras, como n o sea en traje de baño, porque
para asunto tan solemne no me parecería deco-
' roso.
EüG. P u e s empiezo. Don E u g e n i o d e F u e n s a n t a , de
veintiocho añ'os de edad, ingeniero de minas que
— 28 —

ha sido' en la gran República americana, propie-


• tario de algunos millones ganados honradamen-
te gracias a su b u e n a fortuna, a su trabajo y
a su ingenio, dicho sea sin modestia, hombre-
leal y recto, como pueden atestiguar personas
respetabilísimas, pues tiene «referencias» valio-
sas (como dicen p o r a l l á ) , entre ellas la de don
Pablo Alzóla, que abona su conducta y buenas
costumbres... déjeme usted tomar aliento... Don
E u g e n i o • de F u e n s a n t a , repito, de cuya ilustre
familia hablaré en c u a n t o usted m e dé noticias
de la misma, tiene el honor d e p e d i r al mencio-
n a d o don Pablo Alzóla la mano de su adorable
hija Teresina. Si se la concede, subirá abrazado
al ángel de su amor, con alas d e color de rosa y
a través de la azulada extensión hasta el quinto
cielo; si se la niega, se abrazará a don Cosme, y
con él se precipitará e n el decimoquinto abismo
de la n e g r u r a y del dolor. H e dicho y ha dicho
el interesado , y esperamos profundamente con-
5

movidos, lo que usted resuelva.


PABLO- •. P u e s yo resuelvo .esto: ¡ q u e me des u n a b r a z o !
¡Si lo estaba deseando con toda mi alma ! ¡Si lo
estaba esperando por momentos ! [Si me haces el
m á s • feliz de los mortales !. ¡ Si en este instante-
desafío a don Cosme, primer empresario de ca-
rros fúnebres, a que me entristezca!... ¿Casarte
• con Teresina?... ¡ Ya lo creo !... ¡ Dame otro abra-
z o ! . . . ¡ A y , Eugenio-, qué bien me pagas lo que
haya podido hacer por ti !
EUG. ¿De m o d o . . . que Teresina es mía?
P A B L O ¡ Y a lo c r e o ! . . . E s decir, si ella te quiere... por-
que ya comprendes que yo n o podría violentai
su inclinación... ni t ú querrías tampoco.
EUG. ¡ Si Teresina m e quiere -muchísimo ! ¡ Si eso se
conoce desde luego ! ¿Soy yo u n imbécil?
P A U L O E S que en. tales materia? los hombres de talento
son los más imbéciles. Descubrir amor en una
mujer n o es lo mismo que descubrir u n criadero
de oro.
EUG. ¡ El amor de Teresina es real, profundo, verda-
dero, entrañable.... respondo con mi cabeza*!
P A B L O ¿De has declarado tu pasión?
EUG. De una manera, directa, t e r m i n a n t e . . . n o señor...
Sin contar con usted, sin q u e usted m e autori-
— 29 —

zase, hubiera sido u n abuso de confianza, indig-


n o d e m í . . . pero de u n a manera indirecta, mu-
chas, veces, muchísimas, todos los días.
PABLO ¿ A qué llamas t ú «una-manera indirecta»?
EDG. ¿ I n d i r e c t a ? . . . P u e s coin o son las indirectas.
PABLO Venga u n ejemplo.
EUG. P u e s por ejemplo, decirle: «Ay, Teresina, si te
casases conmigo, los ángeles del cielo tendrían
que bajar a verme para saber lo q u e es vivir en
el cielo.» P e r o esto dicho con expresión.
PABLO ¿ A eso llamas tú u n a indirecta?
Ecu. Ya ve usted, n o le dije: «cásate conmigo.» H a b l é
en condicional: «si te casasen conmigo.» H a y di-
ferencial, m u c h a diferencia.
PABLO ¿ Y ella?
EUG. Ella se ríe mucho , y m e da bromas, y tiene con-
1

migo g r a n confianza, y me asegura que me quie-


r e de veras; y y o sé que c u a n d o n o estoy pre-
sente m e alaba como a nadie. ¡ A J u a n le dice
unas cosas d e m i l . . .
PABLO ¡Malo... malo... malo!
EUG. ¿Cómo malo?
PABLO Sa ríe contigo... ¿y no le has hecho llorar n u n c a ?
EUG. ¿ Y O ? . . ¿hacer llorar a T e r e s i n a ? . . . ¡ Qué atroci-
dad ! N u n c a ; n o , señor. ¿Elorar por mí Teresina?
¡ Qué cosas dice usted.!
PABLO T o n t o , retetonto, hasta que u n a mujer n o llora
por u n hombre, es que n o le quiere. T ú eres un
sabio, pero en cosas de amor m e - v a s pareciendo
u n solemne mentecato.
EUG. Y O n o sé si habrá llorado por m í . P u e d e ser que
llore cuando, y o n o la vea. (Algo confundido.)
Y ahora que recuerdo... hace tiempo que, a pe-
sar d e su alegría... así, de p r o n t o . . . pasaba por
aquel rostro de ángel, como u n r e l á m p a g o . d e
tristeza... a l g u n o s días estaba m u y pálida... y
ayer... sí señor; ayer lloró. N o m e queda duda.
PABLO (Riendo.) Buena señal; está enamorada.
EUG. ¡ C u a n d o y o lo decía ! E s claro, Teresina está en-
• amorada.
PABLO Poco a poco; p u e d e estar enamorada... y no es-
tar -enamorada d e ti.
EUG. ¿ P u e s d e quién?
PABLO ¡ Q u é sé y o ! De otro.
— 30 —

EUG. E s o e s . . . (En tono de burla.) De d o n Cosme o¡ de


don Hilarión.
P A B L O O de tu amigo J u a n .
EUG. (Riendo.) ¡ Q u é disparate !... ¡ Qué ocurrencia!...
¡ Si es imposible !
P A B L O ¿Por qué h a de ser imposible?... E l es poético...
guapo, quizá m á s guapo que t ú . . . simpático...
EÜG. Ya lo creo; es todo eso y m u c h o más: noble, ca-
riñoso, expansivo, ün corazón d e oro, u n a ima-
ginación... ¡ q u é i m a g i n a c i ó n ! . . . ¡ Y qué instin-
to artístico! H u b i e r a sido u n pintor d e prinier
orden... Casi lo es... herencia d e familia... todos,
de p a d r e s a hijos, han tenido talento especialísi-
m o p a r a la p i n t u r a . . . ¿Y' su carácter?... U n a s ve-
ces, q u é franco... qué alegre... otras, qué román-
tico... qué poético... N o , con él n o se aburre
u n o . . . ¡ Vamos, que yo le quiero como a u n
hermano!
P A B L O P u e s m e das la razón; si T e r e s i n a . e n c u e n t r a en
don J u a n de V a r g a s todas esas perfecciones que
dices, estás perdido; tú, sabio; él, artista... las
mujeres entienden d e arte m á s que d e ciencia.
U n a n o t a dulce, u n a pincelada valiente, u n ver-
so sentido, u n a frase bonita... las trastorna; u ñ
teorema d e geometría... las deja frías... y a m í
también.
EUG. Bueno; p u e s no es posible.
P A B L O ¿Por qué?
EUG. P o r q u e tengo la seguridad, la evidencia...
P A B L O ¿ Y en qué se fundan esas, seguridades y esas
evidencias ?
EUG. E n p r i m e r lugar, J u a n sabe que estoy enamora-
do de Teresina, porque se lo h e dicho.
P A B L O . ¡ Vaya u n a razón !
EUG. Concluyente. J u a n es amigo mío d e toda la vida;
desde ehiquititos, desde que íbamos al colegio,
¿no se acuerda usted?
PABLO ¿Y qué?
EUG. Q u e J u a n es u n amigo leal... y mi caballero...
y sabiendo q u e y o . . . vamos, n o insista usted más.
PABLO Mira, sabio en mantillas, criatura angelical e ino-
centona; tú n o sabes que tratándose d e mujeres
n o hay amigo para amigos n i h e r m a n o p a r a her-
m a n o , ni lealtad, n i honradez, ni confianza, n i ca-
ballerosidad... n o hay m á s que pasión, pasión y
— 31 —

pasión; ¡ pues si de estos casos están llenas las his-


torias, y lo que es peor, está lleno el infierno !
EUG. J u a n n o es d e esos. La vida pongo por él y la
cabeza e n el tajo ahora lirismo. E s un a m i g o como
n o hay 'dos.
PABLO Ya lo creo que no hay dos; ni u n o siquiera.
EUG-, ¡ Si J u a n m e debe la vida !... es una historia an-
tigua... de c u a n d o éramos muchachos. U n o día
nos bañábamos en el mar. •. y J u a n se ahogaba...
y yo, zas... zas... zas... en cuatro brazadas a él...
P u e s m e costó trabajo; a po«o más nos ahogamos
juntos; a m a r r a d o por los pelos le saqué.
PABLO ¿ Y cuándo fué eso?
EUG. H a c e muchos años... cuando éramos todavía unos
chicuelos.
PABLO T a . . . ta... ta... pues ya ni se acuerda; cosas de
chicos.
EUG. N O sea usted así, don Pablo. Se me va usted con-
tagiando con dos Cosme. (Con solemnidad.) Juan
se acuerda q u e me debe la vida; su g r a t i t u d es
eterna; para él... para él, y o soy u n ser sagrado.
PABLO ¿Lo dice' él?... ¿Se lo has recordado t ú ?
EUG. ¡ Por Dios, don Pablo !... El n o dice nada; ni yo
se lo he recordado n u n c a ; sin hablar nos enten-
demos. P a r a J u a n . . . créalo usted, E u g e n i o . . . ¡ E s
un ser saigrado! '
PABLO P u e s con todo eso, t e d i g o . . . que algunas veces...
me ha parecido observar que V a r g a s contempla-
ba a Teresina... de u n m o d o . . . poco satisfac-
torio y poco, respetuoso para el «ser sagrado».
EUG. Usted sueña.
PABLO N O sueño; es que n o m e convencen tus razones.
EUG. T e n g o otras.
PABLO V a m o s a verlas.
EUG. A menos que V a r g a s no fuese el h o m b r e m á s 'in-
fame de la tierra, y y a ve usted que n o lo es...
Vargas n o podría enamorar a Teresina; n o po-
dría y n o p u e d e y n o hay m á s . (Con cierto mis-
terio.)
PABLO ¿Por q u é . . . por q u é n o podría?
EUG. P o r q u e J u a n . . . vamos, se lo diré a usted... Juan
no es libre. Se echó u n dogal al cuello.; un dogal
en forma d e mujer; u n a mujer q u e le desespera
y le deshonra; por eso h u y ó de América, para
aflojar el n u d o del dogal.
— 32 —

..PABLO ¿Pero J u a n está casado?


EUG. ¿ P u e s n o lo h a comprendido usted? Casado, se-
parado d e su cara esposa, y desesperado y erran-
te. Conque ya ve usted que Juanitoi n o p u e d e ser
mi rival, que n o tengo rival, que Teresina me
quiere, que usted n o me rechaza y que soy el
h o m b r e m á s feliz del sistema planetario.
PABLO P u e d e ser que tengas razón.
EUG. Ya lo creo. P e r o vamos despacio; ahora soy yo
el q u e dice vamos despacio. Queda u n p u n t o de-
licado que tratar. Soy hombre de honor; n o en-
g a ñ o a nadie y menos a Teresina. ¿Sabe Teresi-
na que n o tengo padres?
PABLO Sabe q u e m e tienes a mí
EUG. Corriente; pero las cosas claras, que en estos ma-
terias cuanta m á s claridad, mejor. ¿Sabe Teresi-
na que no t e n g o más n o m b r e que éste que usted
improvisó? ¿Que no tengo familia? ¿Que por ca-
ridad recogió don Pablo Alzóla al pobre niño
abandonado-?
PABLO L O sabe.
EUG.. ¿ P u n t u a l m e n t e ? ¿exactamente? ¿rigorosamente?
PABLO (Riemdo.) Y super... a b u n d a n t e m e n t e .
EUG.' ¿ Y n o ha manifestado n u n c a escrúpulo, repug-
nancia, desvío al saber mi erigen; es decir, que
n o tengo más origen que el que tienen los aeroli-
tos?... Vienen de cualquier parte, y caen en cual-
quier parte, y los encuentra cualquiera. Con la
diferencia que otros hallan aerolitos de hierro y
usted encontró un aerolito de carne en forma de
muñeco.
PABLO Teresina tiene demasiado corazón para dejarse
llevar de preocupaciones mezquina. Cada u n o es
hijo de sus obras. T ú eres bueno, ¿pues qué im-
porta lo que hayan sido t u s padres? H a b r á n sido-
buenos o malos, ¿qué más da?
EUG. Despacio, don Pablo-; no hay motivo para supo-
ner q u e mis padres hayan sido malos. E n el mi-
litar se supone el valor; en todo hombre se su-
pone la honradez. ¡ M i s p a d r e s . . . pobres padres
m í o s ! Seguro estoy que h a n sido m u y buenos y
m u y desgraciados. (Con mucho calor y conven-
cimiento.)
PABLO, N o te enfades; y o también lo supongo; y o no les
culpo... acaso la desgracia...
— 33 —

EUG. E s que y o n o lo supongo: lo sé. M u y b u e n o s y


m u y desgraciados, y la desgracia n o s separó, n o
su culpa. E s t o es evidente. ¿ N o dice usted q u e
soy u n santo? Cosa tal n o diré yo; pero en fin,
n o creo ser un demonio'. ¿ N o dice usted que ten-
g o talento? Ya s u p o n g o que son exageraciones
de usted; pero, en confianza, n o soy un t o n t o .
P u e s mi santidad o mi honradez, m i talento o mi
despejo, mi amor a todo lo noble) en suma, d e
alguien viene, alguien m e dio todo esto: p u e s
fueron ellos. Su carne soy; soy su sangre; s u
espíritu estuvo en misteriosa conjunción con el
mío: ellos me comunicarían todo lo b u e n o q u e
hoy exista en mí; que lo que es yo, no recuerdo
habérmelo proporcionado. ¡ Mis p a d r e s ! , n o sé
quiénes fueron, ni qué catástrofe nos separó...
n o importa, de ellos vengo, dé ellos Soy, de su
amor n o reniego, y para quererlos, con toda m i
alma, los ojos m e sobran, m e b a s t a ' v e r l o s con el
alma y con el alma los veo m u c h o s días, m u -
chas noches, siempre que sufro o siempre q u e
soy feliz.
TABLO N o te enfades c o n m i g o y clame u n abrazo, q u e
eres., eres... u n santo que se ha bajado de su
nicho a pasar u n o s días entre nosotros.
EUG. ¡ P e r d o n e usted, don P a b l o ! . . . ¿Cómo había de
enfadarme y o con usted? ¿ A quién le debo t o d o
lo que soy? ¡ P o r usted daba y o . . . m i vida... y
me parece m u y poco ! ¡ Por usted \
PABLO Basta: ya lo sé. H a b l e m o s de Teresina. Ha\^ q u e
decírselo.
EUG . ¡ Ya lo creo ! ¿ A qué espera usted? H a y q u e lla-
marla... pero usted solo... vea usted. . . a h o r a m e
da miedo... usted solo... pero p r o n t o .
PABLO N o hay que llamarla: ahí viene. (Miranda al
jatrdin.)
EUG. Sí; con don Cosme; y en conversación m u y ani-
mada. ¡ Qué buena e s ! Con la m i s m a amabilidad
que a cualquiera trata a- don Cosme, q u e n o tie-
n e nada de amable... pero en el fondo buena per-
sona: ya lo creo, m u y b u e n a persona.
PABLO Y la conversación debe ser interesante. P u e s T e -
resina n o tiene su risa alegre" de costumbre: está
seria... y yo creo que conmovida...
3
— 34 —

.EuG- ; ¡ Y á ' s é lo q u e es !... ¡ Magnífico !


P A B L O . ¿ T ú sabes de qué h a b l a n los dos?
E U G . ... Y a lo creo. L e dije a don Cosane que ahora m i s -
m o iba a pedir la m a n o de Teresina, y don Cos-
me, ¡ como es tan bueno !, la está p r e p a r a n d o .
P A B L O . ¿ L a está p r e p a r a n d o ? ¡ P u e s don Cosme como n o
, p r e p a r e a bien m o r i r !
EUG. E n esta ocasión la p r e p a r a n o a morirse, sino a
casarse; oiga usted: y o adivino el diálogo entre
... Teresina y don Cosme: Dan - Cosme: «Teresina,.
en este m o m e n t o se decide s u suerte de usted.»
Teresina: «¿Por qué?» .El: «Porque u n aconteci-
m i e n t o grave, m u y grave, se está realizando.»
Ella: «¿Un acontecimiento? ¿Bueno o malo?» El:
«¿Quién p u e d e leer en el porvenir?». Ella: «¿Pe-
r o usted, qué cree?- ¿ E s bueno o malo?» El:
«¿Bueno? ¿ H a y n a d a bueno? ¿Malo? ¿ A qué afli-
gir a usted anticipadamente?» (Imitando el tono-
. de. don Cosme.)
P A B L O ¿ P e r o t ú lo oyes desde aquí?
EUG. N O ; pero como si les oyera. Don Cosme nos está
haciendo u n favor. Dejémosles el campo libre;
v a m o n o s al jardín: oculto en la enramada obser-
vamos, y en el m o m e n t o crítico... nosotros: el
novio y el papá: «Eugenio te ama.» «Yo amo
a Eugenio.» Los brazos: decoración d e gloria;
venga usted, q u e n o nos vean todavía. (Se lo
lleva hacia el jardín.)
P A B L O ¡ P e r o hoy estás como n u n c a !... ¡ E s t á s loco !
EUG. S Í , p a d r e mío; l o c o : . p o r q u e la quiero con toda
mi alma; sin ella... ¡ a h í . . . sin ella... don Cosme
tendría razón... ¡sin ella, el m u n d o qué negro,
qué t r i s t e ! . . . y n o es triste, ni sombrío... venga
usted... ¡ c u á n t a luz, c u á n t a alegría !

ESCENA VII

DON COSME; siguiéndole, TERESA

TER. N O , don Cosme.-., n o m e deje usted con esta a n -


siedad: acabe usted de decírmelo todo.
C O S M E ' ¿ P a r a qué? ¿Para que pierda usted esa alegría
q u e es en esta casa el regocijo de todos? ¿Para
q u e se desvanezcan esas sonrisas, y sé e x t i e n d a n
a ú n m á s esas palideces y ss nublen esos ojos?...
¡ O h ! q u é cruel es don Cosme, pensaría usted:
c ó m o se goza en a t o r m e n t a r m e .
TER. N O lo pensaría: lo estoy pensando. ¡ Dios mío,
qué h o m b r e !
C O S M E ¡ P o b r e Teresina ! N o soy tan cruel como usted
supone. A n u n c i o el mal y los mensajeros del mal
siempre parecemos crueles.
TER. P u e s dígalo usted todo: y a lo ve usted, estoy ven-
cida. N o finjo, n o río, n o p u e d o l u c h a r con Us-
ted. M e da usted miedo: lee usted e n lo m á s pro-
f u n d o d e las almas. (Casmbiando dé tona.) E s
decir, y o n o sé si lee usted o si lo aparenta, para
ir a r r a n c a n d o la verdad a pedazos. ¡ Oh ! si y o
, estuviese segura de ello, m e vería usted con mi
mascarilla de sonrisas, y mis colores a fuego d e
sol y mis piruetas de n i ñ a traviesa. Y se queda-
ría usted tan i g n o r a n t e de todo como a h o r a mis-
m o lo está, porque usted nada sabe. Usted n o
m e e n g a ñ a con sus aires de mágico prodigioso.
(Riendo, pero sin expontaneídad.)
C O S M E Bueno; p u e s m e resigno con mi ignorancia. Qui-
se d a r á usted u n aviso; usted n o m e lo agra-
dece n i lo aceptai: es n a t u r a l . E l mágico prodi-
gioso se vuelve a' su g r u t a . (Se dirige al fondo.)
TER. N o p o r Dios, don Cosme. N o .me deje usted. ¡Si
viera usted cómo sufro!... ¡ A y , Dios mío, Dios
mío!
C O S M E (En voz baja.) ¿ L e a m a usted?
TER. ¿ A quién?
COSME Eso p r e g u n t o yo.
TER. Si lo p r e g u n t a usted es q u e n o lo sabe.
COSME O q u e quiero p o n e r a p r u e b a su Confianza de
usted.
TER. ¿ P o r curiosidad?
COSME O por lástima; o por deber;, o por simpatía.
¡ Quién lo sabe !
TER. P u e s adivine usted mi pensamiento: lea usted
en mis ojos.
COSME P u e s ya n o p r e g u n t o . Le ama usted: mucho , de-
1

masiado.
TER. S Í ; le a m o ; n o lo niego.
COSME Y tiene u s t e d dudas; y sufre usted angustias ho-
1

rribles; y finge usted por n o -afligir a su p a d r e . . .


¡ p e r o en el corazón, qué p u n z a d a continua !
TER. T o d o eso es verdad; pero eso fácilmente se a d i -
vina.
C O S M E P u e s s u s dudas de usted son fundadas, T e r e s i n a .
Créame usted.
TER. ¿Son fundadas? ¿cómo? ¿por q u é ?
C O S M E ¡ P o r q u e ese hombre es u n i n f a m e !
TER. ¡ A h . . . n o ! . . . ¡eso no'!... ¡ 3^ si n o , pruébelo u s -
t e d ! . . . ¡ n o es u n i n f a m e ! . . . ¡ i m p o s i b l e !
C O S M E P o r lo menos comete con usted u n a infamia ad
requerirla d e amores. •
TER. ¡ R e q u e r i r m e d e amores ! (Procurando reír.) ¡ Q u é
frase, don C o s m e ! . . . ¡ s e r e m o n t a usted a s u s
j u v e n t u d e s ! . . . ¡Me' parece usted hasta p o é t i c o !
C O S M E . P o r desdicha, m á s poético le he parecido a u s -
ted don J u a n de V a r g a s . (Pansa:. Teresina cae en
un sillón y se oculta el rostro.)
TER. ¿Por qué dice usted q u e es u n infame? (L,e)vam-
tándose.)
C O S M E P o r q u e jamás debió poner en usted los ojos.
TER. ¿ Y en q u e los pusiera, qué m a l h a y ?
C O S M E H u b o mal y mal profundo... p o r q u e mirarla a
usted esc hombre es profanarla.
TER. ¡ P r o f a n a r m e !... ¿soy objeto sagrado?
C O S M E Debió usted serlo para él.
TER. P e r o acabe usted, don Cosme: ese h o m b r e . . . ese
e n g a ñ o . . . esa infamia... esa profanación... ¿otra
mujer acaso?
C O S M E Usted lo h a dicho, y y a lo presumía usted a n t e s
de ahora.
TER. ¡ Otra m u j e r ! . . . ¿dónde está?
COSME En América.
TER. ¡ A h ' . . en América... está m u y lejos.
COSME M á s cerca q u e usted.
TER. ¿ P o r q u e él la quiere?... ¿porque la quiere m á s
que a m í ?
COSME ' N O : la odia.
TE;R. ¡ T a odia.!... si la ocha... ¡ n o lo c o m p r e n d o ' ! . . .
¡ qué m á s p u e d o p e d i r !
C O S M E ¡ Pobre Teresina !
TER. S U nombre.
C O S M E N O haré misterios: diré su n o m b r e , su apellido
•y el de su esposo.
TER. ¿ E s casada?
COSME SÍ.
— 37 —

TER. ¡ M i s e r a b l e ! . . . per.o entonces entre ellos, u n im-


posible, u n abismo.
COSME E x a c t a m e n t e : u n imposible, u n abismo.
TER. E n fin, ¿cómo se llama?
COSME Doña Carlota Alvarez de V a r g a s .
TER. ¡ D e V a r g a s !... ¿ Q u é ha dicho u s t e d ? : . . ¡ De Var-
g a s ! . . . ¡ N o . . . eso n o . . . n o , por D i o s ! . . . ¡ D o n
Cosme... Dios m í o ! . . .
COSME S Í : de Vargas.
TER. ¿ P e r o q u é n o m b r e es ese?
COSME E l d e su esposo.
TER. ¡ E l ! . . . ¡ V i r g e n S a n t í s i m a ! . . . ¡ A y , p a d r e mío !...
(Cae sabré un sofá.) ¡ P a d r e m í o ! . . . ¡ P a d r e de
mi a l m a ! . . . (Rom-pe a llorar.)

ESCENA VIII

TERESA, DON COSME, DON PABLO y EUGENIO,

que han aparecido poco antes en el jardín.


EüG. ¡ Teresina !
PABLO ¡ H i j a m í a ! . . . ¡ H i j a m í a ! . . . (Teresa se abra\za a
él llorando con angustia.)
TER. ¡ P a d r e del alma !...
EüG. ¿ P e r o q u é tienes, T e r e s i n a ? . . . ¿ P e r o h o m b r e de
Dios, q u é h a h e c h o usted? (A don Coime.)
C O S M E Decirle la verdad: hablarle de u n a boda ..
EUG. P e r o h o m b r e del diablo, eso se dice poco a poco. .
¡Teresina!... ¡Mi Teresina!
PABLO ¿Va pasando ya?
TER. S í . . . ya p a s ó . . .
PABLO ¿ P e r o qué ha sido?
EUG. Q u e d o n Cosme le dio la noticia... de p r o n t o . . .
y es claro, lai pobrecilla...
PABLO V a m o s , ¿ q u é n i ñ a eres? ¿Pero n o l o habías adi-
vinado?...
TER. ¿ Y O ? . . . ¿Padre mío?... (Levantándose.)
PABLO ¡ D a m e u n abrazo*! ¡ Y o t r o abrazo al pobre E u -
genio !...
TER. ¡ A E u g e n i o ! . . . ¡ P o b r e E u g e n i o ! . . . (Se echa de
nuevo a llorar.)
EUG. T e r e s i n a . . . ¡ D o n Pablo, llorando p o r m í !
— 38 —

PABLO Vamos... Don Cosme.. ¿ Q u é le h a contestado


a usted c u a n d o le habló usted de la boda? (En
icmo de broma.)
COSME ¡ Q u e le quiere con toda su a l m a !
TER. ¿Qué dice este h o m b r e ? . . .
EUG. ¡ C'on toda s u alma ! ¡ Teresina !... ¡ D o n Pablo!..'.
¡Remedios!... ¡Don Hilarión!... ¡Aquí todos!...
¡ H a n de saberlo t o d o s ! . . . ¡ Y decía u s t e d q u e el
cielo n o era a z u l ! ¡ Q u e la vida n o era h e r m o s a !
¡ Y d u d a b a usted del bien ! ¿ P u e s q u é es esto q u é
y o siento en el alma ? ¡ A h ! ¡ Teresina... c u á n t a
dicha te d e b o en este instante... y o te la- pagaré
con u n a vida eterna de amor!...-

F I N D E E ACTO PRIMERO
¿a^Q^z. asQyzi i^^¿¡ .S^C^Í, tzsQpZi

ACTO SEGUNDO

ha escena, representa, until salón lujosísimo de casa de Eu~ .


genio, en Madrid; en el fondo una puerta que da al par-
que; a cada lado de esta puerta dos ventanas por las que
se ven los árboles. Puertas laterales. A la der&cha una
mesita con avíos de escribir, pero sin papel secante.
Es de día.

ESCENA PRIMERA

TERESA, MARIA (una niña dé[ seis años próximameru-


te. Teresa leyendo y María andando de un lado a otro.

TER. N O puedp leer más; ¡ qué cansada es esta novela !


(Deja el libro.) E s que todo m e fatiga. (Se le-
vanta y se asonna por la p-u.erta\ del fondo.) Sí,
el p a r q u e es hermosísimo: n o h a y en Madrid otro
como él. P e r o siempre es.el mismo:" conozco to-
dos sus árboles, u n o por u n o , y s u s arbustos m a t a
por m a t a . (Vuelve cé proscenio.) No sé q u é ha-
cer; verdaderamente n o sé qué hacer. Si fuera
niña, jugaría con ella. ¡ P o b r e M a r í a ! (Mirando
a su hija.) P e r o aquellos tiempos pasaron; y a
ni estoy alegre n i p u e d o fingir ale;gría, o si la fin-
jo es haciendo tales esfuerzos, que me parece que
— 40 —

va a saltar el corazón y que van a estallar todos-


m i s nervios. ¡ Qué hastío ! ¡ qué cansancio ! T e n -
go veinticinco años y parece que tengo cincuenta.
Y es preciso que cuando venga mi paldre y c u a n -
do venga E u g e n i o n o conozcan nada. T e n g o q u e
p o n e r m e al espejo a ensayar sonrisas. (Se asoma
a un espejo.) Así... no, así... (Procurando son-
reír.) P e r o si esto no es u n a sonrisa; si esto es
u n a contracción nerviosa de desaliento y de dis-
gusto. . N o , las sonrisas no prosperan. H a y que
reir fuerte, el esfuerzo disimula el dolor. ¡ J a ,
•• ja, j a ! . . .
MARÍA ¡ Qué alegre estás, mamita !
TER. ¡ M u c h o , m u c h o ! . . . ¡Ja, j a ! . . . ¡ e s todo tan gra-
cioso!... ¡ J a , j a ! . . . Ya verás cómo te diviertes
en esta vida. (Sigue riendo y acaba casi por llo-
rar.)
MARÍA P u e s a mí también me dan ganas de reir.
TER. ¡ J a , j a ! . . . (Concluye sollozando.)
MARÍA ¡ T o m a , si parece que lloras !
TER. N O , es la fuerza de la risa, siempre es lo mis-
mo... desde niña: empiezo por reir y acabo -por
llorar.
MARÍA ¡ Ya ! T a m b i é n me sucede a m í eso. (Pausa. Ma-
ría vuelve a sus juegos. Teresa agitada y ner-
viosa.)
TER. ¡ Q u é pasa por m í ! ¡ Q u é inquietud interior!...
Debo estar m u y enferma: año t r a s año va crecien-
do este desasosiego. Pobre Eugenio : es b u e n o ,
1

m u y bueno ; un sabio y un santo, como dice mi


1

padre. P e r o en esta vida terrena... ¡ los s a n t o s ! . . .


n o se puede vivir con los santos, y con los sa-
bios, menos. Eos sabios, que se m e t a n en sus Aca-
demias, y los santos que se suban al cielo o a sus
nichos y hornacinas, y que dejen el campo de la
vida libre a otros seres menos perfectos, pero
m e n o s fatigosos: a otros seres que estén m á s a
n u e s t r o alcance... (Con enojo.) a nuestro modes-
tísimo alcance. ¡ E s t a s ideas... estas ideas... es
que soy m u y mala: y antes no lo era; pero p o c o
1

a poco lo voy siendo. No>, poco a poco, no; lo


fui de repente, desde que quise a J u a n !... ¡ E a !...
¡ n o ! . . . he dicho que n o h e de p r o n u n c i a r este
n o m b r e . . . ¡ J e s ú s , qué terquedad de pensamiento l
MARÍA ¡ M a m á !...
TER. ¡ Qué, hija mía !
MARÍA Que me fastidio: que voy a llorar; a n d a , ríe como-
antes.
TER N O puedo : se acabó la risa.
1

MARÍA ¡ Q u e rías... que si n o , l l o r o !


TER . ¡Calla... silencio^!... ¡ n o seas enojosa!... ¡ D é -
jame !
MARÍA P u e s se lo diré a p a p á . . .
TER . ¡ I r r e s i s t i b l e ! . . . ¡ Esta c r i a t u r a ! . . . ¡ E s t a criatu-
ra ! Vamos, ven: d a m e u n beso y quédate quiete-
cita. (La besa y la si&nict en una silla pequeña.)
MARÍA ¿Me quieres m u c h o ?
TER . ¡ M u c h o , ángel m í o ! . . . ¡ E l l a ! . . . ¡ M i pobre Ma-
ría !... ¡ p u d o ser mi consuelo... .panal de miel !....
pero, así dice don Cosme... m e lo colocaron....
allá... en la playa de un m a r m u y a m a r g o . . . y
las olas lo salpicaron de a m a r g u r a s .
MARÍA Mamá, que estoy quietecita.
TER . Sí, hija mía; y a lo veo. Así... así... quietecita.
MARÍA P e r o m e fastidio: m e dan ganas de llorar.
TER ¡ P u e s llora!... ¡ llora cuanto- q u i e r a s ! N o , n o llo-
res, ángel mío. H a z lo que m á s t e agrade: corre,;
salta, juega, m e t e ruido, m u c h o ruido; que no-
oiga yo m á s que t u revoloteo, hija mía.
MARÍA N O quiero hacer ruido.
TER. P u e s entonces, callandito.
MARÍA P e r o entonces n o sé qué hacer.
TER. Y O tampoco,' hija mía; y o tampoco.
MARÍA . E n t o n c e s nos fastidiamos las dos.
TER. Las dos; n o hay más : tú y yo. 1

MARÍA Mira, pon una silla j u n t o a la mesa.


TER. • (Poniendo la, silla.) Ya está.
MARÍA A h o r a , siéntame.
TER. Y a estás sentada. ¿ E s t á s bien?
MARÍA M u y bien. A h o r a , d a m e papel y p l u m a .
TER. ¿Para qué?.
MARÍA P a r a pintar caritas; para pintaros a todos.
TER. ¡ P e r o hija, si no has dejado n a d a ! . . . ni papel,
ni p l u m a s . . . ni tinta... del papel secante ni u n a
hoja... ya ves t ú q u e desavíos... viene t u p a p á . . .
o cualquier persona... escribe u n a carta, quiere
secarla... y n o puede.
MARÍA P o r q u e 3^0 lo gasté todo esta m a ñ a n a , ¡ es tan
— 42 —

b o n i t a ! . . . se echa u n borrón... y se esparce... se


esparce... ¡ cómo se esparcen los borrones !
TER. (Arreglando la mesa.) ¡ V á l g a m e D i o s !
MARÍA Mira... ¿no decías?... aún queda papel... e s e . . .
ese...
TER. Bueno, t o m a . . . y me dejarás u n r a t i t o . . . ¿ver-
d a d ? ¡ A l m a mía !
MARÍA Te dejaré.
TER. Bueno; n o te manches m u c h o . (La da un beso
y se sienta en un sofá.)

ESCENA II

TERESA, MARIA y DON PABLO, por la dereclm., se-


gundo término.

PABEO (Aparte.) V á l g a m e . Dios, ¡ q u é necesidad tenía-


mos de este disgusto*!... claro está, se arreglará
todo... pero es u n disgusto... ¿Sabrá algo?... ¡ T e -
resina !
TER. ¡ A h ! papá... ¿eres t ú ? . . . n o te había sentido ve-
nir... ¡llegaste tan silencioso!
PABLO M e pareció que estabas pensativa.
TER. (Fingiendo alegría.) ¡ Y o ! . . . ¡ q u é i d e a ! . . . i P e n -
sativa ! ¿por qué?
PABLO E S que m e pareció... pero ya v e o que estás alegre.
TER. Como siempre. Sino que estaba cansada de reir;
es mi carácter. ¡ H e m o s reído tanto María v v.o!
Parecíamos dos niñas. ¿Verdad, chiquita?
PABLO ¿ Y por qué reíais t a n t o ?
TER. ¡ Qué sé yo ! Por nada. Alegría n a t u r a l . ¿Qué
es estar alegre? pues eso.
PABLO A S Í me gusta, que estés alegre, que seas feliz.
L a verdad es que, desde que te casaste con mi
E u g e n i o , n o has tenido ni u n día de tristeza.
"TER. N i u n o , n o , señor. E l es tan bueno, ¡ m e quiere
tanto ! Mis menores caprichos son para el p o b r e
leyes supremas.
PABLO U n a palabra t u y a , u n ukase imperial. E s m u y
bueno, n o tiene Hiél. Coge u n santo de piedra,
— 43 —

saca sobre él u n molde; vacía otro santo de azú-


car cande, ahuécale el cerebro y escurre en él
el j u g o de seis Academias; ponle en el p e c h o el
corazón de u n niño; cuélgale d e los labios el ale-
gre trinar de u n a pajarera y de las m u ñ e c a s doa
manazas de clown, y tendrás a t u m a r i d o de
cuerpo entero derritiéndose por ti.
TER. E S verdad.
P A B L O M u c h o te quiere, m u c h o ; ¡ pero m i r a que a Mar
ría !... i es locura !
TER. ¡ E s locura !
P A B L O P u e s yo, c o n q u e seáis felices los- tres, ya estoy
contento. R í o pocas veces ya, p o r q u e soy viejo
para reir; ¡ pero m i r a qué cara tan plácida ! Así
como .antes d e irse u n o a la cama, en u n a noche
tranquila de estío, se asoma al balcón para ver
el cielo estrellado y sereno*, así mi alma se asoma
a mis ojos para c o n t e m p l a r vuestra dicha, a n t e s
de recogerse a dormir el sueño que n o acaba.
TER. ¡ Qué cosas dices, p a p á ! ¡ Calla p o r D i o s ! Si sa-
bes q u e y o te quiero m á s q u e a nadie, ¿por qué
m e afliges? Si por a h o r r a r t e u n a pena, y o h u -
biera sido capaz... ¡ n o hables d e ese sueño que
n o acaba, que m e dan ganas de llorar!...
P A B L O ¡ Calla, tontuela, si es un d e c i r ! Si voy a ente-
rraros a todos y don Cosme y yo vamos a p r e -
sidir los duelos. ¡ V a m o s , que es t o r p e z a ! Esta-
bas tan alegre 3^ vine a darte u n disgusto. Y es
que tampoco estoy de b u e n h u m o r .
TER. ¿Por qué?
P A B L O Por n a d a . (Ya, se m e iba la lengua.)
TER. P o r algo será.
P A B L O P o r q u e . . . que sé y o . . . es decir... vamos... es cla-
ro... m i r a . . . observo que t u salud n o es b u e n a .
Pálida... delgada... nerviosa... m u y poética; eso
sí, m u y poética. E u g e n i o dice que cada día es-
t á s m á s hermosa... pero n o m e gusta... no me
gusta verte tan pálida y tan delgada.
TER. ¿Pero por qué se te ocurren h o y esas cosas? ¿Su-
cede algo?
P A B L O ¡ Q u é d i s p a r a t e ! . . . pero estoy preocupado.
TER. (Observándole y cogiéndole las manos.) Preocu-
pado y nervioso, ya. lo veo; m á s que y o .
— 44 —

PABLO Preocupado, sí, señor. Porque yo digo: siete años-


de dicha completa, sin la menor contrariedad,
sin la m e n o r nubécula. Y sin d a r n o s cuenta d e
ello, sin acordarnos que somos felices; nada, vi-
viendo como u n o s holgazanes. H a y que recor-
darlo, para dar gracias a Dios, n o sea q u e se nos.
a m o s q u e y diga: «Ah, ingratos; ah, descreídos !
¿ C o n q u e n o m e lo agradecéis? P u e s allá va, c a -
taplum), y nos aplaste.
TER. S Í , señor; es m u y cierto. N o se nos a m o s q u e ,
como t ú dices. Y o quiero ver siempre feliz a mi
papá... a m i padre d e mi alma... yo n o te di n u n -
ca n i n g u n a pena: ¿verdad que no? Y también
quiero que sea feliz E u g e n i o , lo merece, n o hay
otro como él. Y quiero que sea feliz María.
PABLO P u e s ahora, María es la m á s feliz de todos. ¿ Q u é
haces, m u ñ e c a ? (Acercándose a ella y mirando'
lo que pinta.)
MARÍA H a g o muñecos.
PABLO ¿Estás pintando?
MARÍA S Í , abuelito.
PABLO (Observa las pinturas de María y vuelve as ha-
blar con Teresa.) V a y a .. vaya... ¡ q u é c u r i o s o ! . . .
¡ E s que verdaderamente esa chiquilla tiene u n
talento extraordinario para el dibujo ! H a c e c o -
sas.
TER. P o r Dios, papá, ¿qué ha de hacer? mamarrachos..
¡ Pobre ángel mío , convertido en u n pintorcito- de
1

fama por el amor del abuelo ! 1

PABLO Ya se sabe q u e u n a criatura no ha de tener la


corrección de líneas de un Rafael... ni y o digo eso.
TER. P u e s si lo dijeses... ¡ b u e n o s estábamos !
PABLO N O ; si y o m e p o n g o en razón. Claro es que los
'primeros ensayos de u n niño, han de estar llenos
de incorrecciones.
TER. P e r o p a p á . . . ¿a esos m a m a r r a c h o s les llamas tú
ensayos? ¿ Y n o e n c u e n t r a s en ellos m á s que in-
correcciones? Sería preciso que yo estuviese m u y
triste para n o soltar la carcajada!
PABLO Bueno, serán mamarrachos los que hace esa cria-
t u r a , si te empeñas en darles ese nombre; (Algo
ofendido.) pero te digo que, a veces... en u n r a s -
go... en u n a actitud... en un c o n t o m o . . . , revela
genio...
— 45 —

TER. S Í , revela genio; pero m u y mal genio. . . s u ge-


n i o . . . que es... el resultado de la educación q u e
t ú le das.
P A B L O N o , señor; rio, señor... genio, genio... el fuego
sagrado... el «quid divinum». . el don del cielo...
Antes, así decíamos: Dios está envuelto en una
n u b e ardiente; las llamaradas q u e circundan al
Sumo Hacedor chisporrotean; una chispa cae den-
tro- de esa. cabecita, (Señaílamdo a la niña;.) y ya
tenemos u n ser prodigioso. ¡ M e parece que esto
es sencillo y que así se comprenden bien las co-
sas ! H o v lo- arreglamos de otro modo: si María
tiene genio para la p i n t u r a . . . será p o r q u e lo he-
redó. .. cualidades transmitidas por los p a d r e s . . .
nada: la ley de herencia. P u e s yo n o sé d e d ó n d e
, le viene tal herencia... p o r q u e y o . . . ni t ú t a m p o -
co. .. y E u g e n i o . . . ese trazará rectas y á n g u l o s . . .
pero n o sabe hacer ni un monigote...
TER. B u e n o . . . como tú quieras... no m á s . . . deja t r a n -
quila a nuestra g r a n artista. (Procurando fingir
tono de broma, pero violenta y agitada.)
P A B L O Cuando me confieses. que María tiene inspira-
ción... inspiración... esa es la palabra... ¡ I n s p i -
ración latente !... E s el pajarillo que sale del nido:
hoy es u n pelotón d e plumas; hoy a g i t a j u n t o a
su m a d r e las alas... ínañana...
TER. ' Y ai lo sabemos, papá. ¡ Mañana cruzará el es-
pacio !
P A B L O ¡ Ya lo creo, el espacio-! Y a lo veremos; es decir,
y o no lo veré, p e r o lo verás tú y te acordarás de
mi profecía. ¡ P e r o si son co-sas que saltan a los
o j o s ! Mira, ayer me cogió u n a «Ilustración»...
por cierto- que quedó inservible, y con c u a t r o ras-
gos p i n t ó ese diablillo una cabeza de b u r r o , ¡ q u e
:

estaba hablando ! ((¿Qué has hecho aquí?» le p r e -


g u n t é , y ella m e dice riendo: «Tu retrato, abue-
lito.» ¡ E h !... ¿qué tal ?
TER. Bien está: me doy por vencida ante semejante
prueba.
P A B L O ¡ Y a . . . ya :... ¿ que estás pintando, m o n i n a ? (Acer-
cándose a María.)
MARÍA ¡ Retratos!
PABLO ¿ Y a quién has retratado?
MARÍA Primero a m a m á .
— 46 —•

PABLO A ver... a ver... (Saca unas anteojos, se los pone


y coge un. papel que le da María.) S í . . . p u e s hay
algo... (Riendo.) h a y algo... las narices, las n a -
rices sobre to'do... ¿verdad? (Dando el papel a
Teresa.)
TER. P e r o esto, ¿cómo se mira? (Dándole vueltas.)
PABLO ¡ A s í , mujer !... ¿pero no comprendes?... Digo l a s
narices, ¿eh?
TER. ¿Pero dónde están?
PABLO Aquí.
TER. ¿ Y esto dices q u e son?
PABLO Las tuyas.
TER. ¡ P o r Dios, p a p á . . . en todo caso esto es u n a al-
cayata !
P A B L O ¡ Si m e querrás convencer d e q u e t u s narices son
d e corte griego ! E r e s bonita, p e r o las narices
algo respingadillaS... y ella, con ese instinto que
Dios le h a d a d o . . . al m o m e n t o t e cogió¡ el «ca-
rácter d o m i n a n t e » .
TER. Bien está: n o s resignaremos con el «carácter do-
minante» .
P A B L O (A María devolviéndole el papel.) ¿ Y qué h a s
pintado?
M A R Í A H e p i n t a d o el retrato de papá.
P A B L O (Cogiendo otro papel que le, da María.) V a m o s
a ver... S í . . . claro... m a l h e c h o . . . ¡ p e r o u n a cara
de bondad !... ¡ q u é demonio , siempre el rasgo do-
1

m i n a n t e ! . . . (Le devuelve el papel.) ¿ Y ahora,


qué haces-?
M A R Í A E l retrato de ese señor q u e vino de fuera ha<ce
poco.
P A B L O S í . . . de clon J u a n de V a r g a s . . . ¡ q u é demonio d e
chica !
M A R Í A E S u n señor m u y bonito... p e r eso lo h e p i n t a d o .
TER.. E s t á s a l e n t a n d o a esa. n i ñ a en s u s tonterías...
Vamos... basta... d a m e . . . (Cogiendo e\l papel.)
M A R Í A N O m e r o m p a s el' r e t r a t o . . .
TER. ¡Calla!...
P A B L O N O lo r o m p a s . . . mujer...
TER. ¡ N O faltaba m á s ! (Rompiéndolo.)
M A R Í A ¡ Ay ! ¡Mi estampa!... ¡Mi estampa!... ¡Quiero
mi estampa!... (Llarando.)
TER. Silencio.
- 47 —

PABLO ¡ V a y a u n g u s t o ! . . . (A Teresa,.) ¡ N o llores, ton-


t i n a ! (A María.)
CRIADO E l señor de V a r g a s p r e g u n t a si reciben los se-
ñores.
TER. Diga usted que n o .
PABLO Espere usted. (Al Criado.) Recíbele, mujer. E u -
genio le quiere m u c h o . . . y es u n desaire no re-
cibirle.
TER. N o sé por qué. -
PABLO V e n d r á n dentro de poco Remedios, don Cosme
y don Hilarión a pasar la tarde y a comer luego...
y se les recibirá... y a V a r g a s n o . . . n o está bien.
Que pase ese señor. (Al Criado; éste sale.)
TER. • Padre...
PABLO ¿Si vas a recibir tres personas, qué te importa
recibir u n a m á s ? E s u n amigo antiguoi... y des-
p u é s de siete años de ausencia... vamos, que n o
m e gustan esos desaires.
TER. Como t ú quieras; pero llévate la n i ñ a . . . y ven
en seguida.
PABLO ¿ P a r a qué? Si a Vargas le hace m u c h a gracia
María y la acaricia m u c h o ; y ella también le quie-
re, ¿verdad? (A María.) ¡Mujer, n o ves que ha
hecho su retrato !
TER. ¡ P o r Dios... llévate :a María... y o t e lo ruego !...
(Cambiando d\ei tono.) H a llorado: y a ú n hace
pucheritos... y tiene la cara llena de l á g r i m a s . . .
y las m a n o s llenas de t i n t a . . . llévatela... vamos...
antes que e n t r e . . .
PABLO B u e n o . . . ¿Vamos a mi cuarto, chiquitína? (Lle-
vándola.)
MARÍA ¿ Y me dejarás pintar?
PABLO T o d o ío q u e quieras: vamos a r e t r a t a r a todos los
d e casa, empezando por el pachón y acabando...
MARÍA ¡ P o r el a b u e l o ! . . . ¡ Q u é gusto !...
1

PABLO ¡ Y a está el programa: el pachón y el a b u e l o ! . .


¡ Qué diablillo ! (Salen- riendo.)
TER. Valor; valor: alguna vez había de ser.
ESCENA in

TERESA y JUAN

(Después de mirar a todas partes y viéndola, sola.)


¡ P o r fin sola... después de cuatro días... ¡ T e r e -
sina !
Señor d e V a r g a s . . . (Saludando.)
((Deteniéndose y mirand-o a todas partes.) ¿ E s
que n o estamos solos?
Creo que sí. T o m e usted asiento!
(Acercándose y en voz' baja.) ¿Acaso pueden
oirnos ?
Creo que n o . P e r o ñ o esté usted en pie.
E n t o n c e s . . . Teresina... (Acercándose a ella.)
¿Qué? (Conteniéndole con el ademán.) N o com-
prendo, señor de V a r g a s . ¿ T i e n e a l g o que de-
cirme?. . P u e s ya le oigo; pero ante todo sírvese
usted... (Indicando una. silla.)
N a d a , señora; nada de particular tengo que de-
cir... E r a n distracciones... mejor dicho, candide-
ces... pero inconcebibles... soy u n pobre diablo...
¿ N o lo cree usted así?
T i e n e usted el carácter m á s alegre que antes: lo
h e observado. (Sonriendo.)
¡ Oh ! sí, señora; m u c h o más. E n estos cinco, o
seis, o siete a ñ o s . . . n o sé cuantos... h e variado
m u c h o . Usted también, ¿no es cierto? Más páli-
da, más tristCj m á s severa, m á s indiferente, m á s
cruel... i P e r o m á s hermosa que n u n c a ! ¡ M u c h o
m á s h e r m o s a ! ¡ Capaz de condenar a u n santo o
de salvar a u n reprobo !
¡ Q u é gracioso!... ¡ C o n d e n a r a u n santo, salvar
a u n reprobo !... ¡ E s a misma frase h e leído hace
poco en u n folletín !
A l g u n a diferencia h a b r á e n t r e lo que se escribe
por escribir... y lo que! se 'dice p o r q u e se siente.
N o se ofenda usted p o r m i observación. H a y fo-
lletines m u y bonitos. ¿ Y h a viajado usted m u -
cho en estos seis o siete años, señor de V a r g a s ?
— 49 —

JUAN N o , señora. Me fui a Méjico; me metí en mi casa,


en la antigua casa de mi padre, de m i familia,
como el topo en su agujero; y allí... u n día y otro
día; hoy c o m o ayer: las -horas que llegan tan pa-
recidas a las que se van, como las gotas q u e trac
el río al anochecer se parecen a las gotas que
pasaron con el alba. Y así h e vivido estos años;
si usted m e dice que fué u n a semana, lo creeré;
si usted m e afirma que fué u n siglo, lo creeré
también.
TEE.. ¿ Y en ese caserón ha vividoi usted todo este
tiempo?
JUAN S Í , señora.; en mi caserón: viejo, m u y viejo; tris-
te, oscuro, venerable; a veces creía haberme-echa-
do encima u n caparazón de tres siglos.
TER. ¿ Y h a vivido usted los siete a ñ o s . . . solo?
JUAN ¡ A h ! (Conteniéndose),.) Completamente solo, se-
ñora. Con dos o tres criados antiguos, ¡ pobre
gente !, n o Se cuentan c u a n d o se cuentan soleda-
des, porque los pobres viejos n o acompañaban
más que los cuadros de familia o que dos arma-
tostes de hierro en forma de armaduras, que des-
de tiempo inmemorial se empinaban solemnes en
los dos rincones ele u n estrado, Glorias d e otros
siglos, que empenachaban el almete con telas de
araña y entregaban el hueco de su férrea cas-
cara a los ratones.
TER. E S verdad.
JUAN T O que he sufrido, lo ve usted escrito en mí, con
rasgos que n o mienten; y el que sufre por u n ((re-
mordimiento» y u n «recuerdo», no es u n mise-
rable, Teresina.
TER. E S verdad.
JUAN Y, sin embargo, n o estoy arrepentido de nada;
a u n q u e y o sufra, a u n q u e sufra usted, ¿qué im-
porta ? Lo que ha side... ha sido. Y cuando- re-
cuerdo- (Acercándose y con voz afiasion'ada.) que
u n a vez en la vida... pasó, ya lo sé... está m u y
lejos, es verdad... pero una vez en la vida, yo
he oído decir a Teresina... «sí, te quiero... te
quiero con toda mi alma...» ¿has dicho eso una
vez en la vida?... P u e s con ese recuerdo m e basta
piara d a r por buenas todas mis traiciones, todos
mis tormentos, todas t u s tristezas.
4
— 50 —

TER. ¡ E s verdad !
JUAN (Acercándose.) Teresina...
TER. (Deteniéndole con el adehnán.j Bah, señor de
Vargas, olvidemos todas esas cosas. Y a hemos
hablado bastante de antiguas memorias... Y he-
mos hablado... ¿ n o es cierto?... con el abandono,
con la cordialidad, con la efusión, hasta con el
p l a c e r conque hablan de estas cosas dos viejos
t

•amigos. A h o r a vengamos al presente: ¿qué pro-


yectos tiene usted? E h Madrid estará usted m u y
pocos días, ¿ n o es verdad? ¡ O h ! créame usted,
Madrid está m u y triste esta temporada. ¿ Y adon-
de va usted a pasar el invierno*? ¿París, Italia,
N i z a ? . . . ¿o se vuelve usted allá?
JUAN Mire usted... mira,, Teresina... ¡ yo voy a volver-
me loco ! ¡ C ó m o puede usted... cónio puedes, ha-
blarme con esa indiferencia, con ese aplomo, con
esa calma i m p e r t u r b a b l e ! Como se borra con una
1

p l u m a d a en u n escrito u n a frase q u e n o gusta,


así t ú con u n gesto desdeñoso d e gran señora, bo-
mas todo lo que h a sido. ¡ Pero* si es que a u n q u e
n o s empeñemos los dos n o p u e d e dejar d e s e r !
TER. ¡ Por Dios, señor de Vargas ! (Se ve que) llega al
límite de sus fuerzas.)
JUAN ¡ U s t e d . . . t ú . . . a m í ! . . . ¡ t r a t á n d o m e con esa fría
y desdeñosa ceremonia!... ¡como a cualquiera...
a m í ! . . . ¡ a mí, a quien h a s querido t a n t o ! No
hables, espera... ahora podrás olvidarme, aborre-
cerme, despreciarme, tocio lo que t e plazca; lo he
merecido... pero no p u e d e s negar q u e en otro
tiempo t u corazón fué mío; d u r a r í a m u y poco...
ya lo sé; en las mujeres el a m o r d u r a poco; pero
¿me quisiste al menos u n día? ¿ u n o solo?... ¿ N o ?
¿menos? ¿ u n a h o r a ? . . . ¿me quisiste u n a h o r a ? . . .
¿Qué, sonríes?... ¿ T e parece m u c h o ? . . . ¿Toda-
vía m e n o s ? . . . Bien; pues u n instante, u n segun-
do, lo q u e d u r a el vértigo... ¡ p e r o eti ese segundo
o en esa eternidad, n o niegues que m e has que-
rido tanto como* yo a ti ! ¡ Si lo niegas, Teresina,
m e volveré loco de desesperación ! ¡ P u e si esa
idea h a sido todo mi consuelo en estos eños de
horrible tristeza ! Teresina ha sido m i Teresina,
pensaba yo; esto, el cielo p o d r á castigarlo y el 1

infierno, si es verdad lo que dicen, cobrárnoslo


- Sí ->

en t o r t u i a s , ¿pero impedir que h a y a s i d o ? . ,


i ah i... n o : eso n o ; ¡eso no lo i m p i d e nadie, ni
el cielo, ni el infierno, ni t ú ! . . . ¡ t ú ,Teresina,
que te empeñas en hacerme creer que todo ha
sido u n sueño ! ¡ y n o ha sido u n sueño, n o , óyelo
bien, h a sido una realidad ! ¡ la única realidad d e
mi existencia ! (Cae en una silla y se oculta el
rostro entre las manos. Pausa.) i N o lo niegues...
no lo niegues... porque eso es d e m a s i a d o !
TER. (Levantándose. Juan Se levanta también.) En
efecto... es demasiado... ¡es ya demasiado!... Y o
procuro... y o m e esfuerzo... pero usted se em-
p e ñ a . . . (Haciendo esfuerzos para dominarse.)
¡ A y , Dios mío, cuántas cosas h a dicho u s t e d !
Parece esto u n paso d e comedia o d e d r a m a . ¡ E s
usted el d e s i e m p r e ! . . . y y o no lo soy... ¡ q u é
quiere usted ! n o lo soy. Y o h e aprendido' q u e en
la vida real... n o se vive así. F u i m u y román-
tica... mejor dicho, m u y locuela; n o lo niego.
P e r o ahora soy m u y juiciosa. «En otro tiempo»,
dice usted... pero ya, ¡ quién se acuerda d e aque-
llos t i e m p o s ! . . . Y en t o d o caso, si yo quiero ol-
vidarlos, ¿ es generoso, es digno, es siquiera cor-
tés, que usted, señor de Vargas, se e m p e ñ e én
que-: los recuerde? (Dejándose llevar poco a poco
por la pasiónl) ¿ A qué fin? ¿con qué objeto?
¿para gozarse en su triunfo? ¿o acaso para ator-
m e n t a r m e ? ¿para envilicenne a ú n m á s a mis pro-
pios ojos? ¡ O h , Dios mío, piara eso n o valía la
pena que dejase usted el noble caserón d e s u s
p a d r e s ! T a n largo viaje para venir a buscar a
u n a pobre mujer, y sólo por tener el g u s t o d e
decirle: «¿Sabes que n o tienes honra, a u n q u e fin-
ges tenerla? ¿ E o has olvidado? P u e s si conse-
guiste olvidarlo, v e n g o a que l o recordemos j u n -
tos. ¿ T e acuerdas, Teresina, que engañaste vil-
m e n t e al hombre m á s h o n r a d o de la tierra? ¿ T e
acuerdas, que p o r salvar d e la desesperación a
tu padre... (Bajando mucho la voz.) enlodazaste
1

a Eugenio?»
JUAN ¡ T e r e s i n a í...
TER. Déjeme usted acabar: usted quiso q u e empezase.
N o lo niegue usted; usted viene a decirme todo
esto. P a r a que si a fuerza de cariño verdadero y
— 52 —

puro, si al fin ele siete años de remordimiento y


de -dolor h e conseguido' aplacar aquellos recuer-
dos y cicatrizar aquellas heridas, usted, con uñas
de animal ele presa logre encarnizarlas de n u e -
vo ... (Transición
1
repentina; ríe a carcajada:;,
pero con risa fingida.) ¡ J a , ja, j a ! . . . ¡ Y a estoy
a tono con usted !... ¡ Y a m e r e m o n t o a las cum-
bres siniestras de la t r a g e d i a ! . . . ¡ D e l i r i o s ! ¡vér-
tigos ! ¡ traiciones ! ¡ vergüenzas ! ¡ remordimien-
t o s ! . . . ¡ T o d o u n arsenal de g u a r d a r r o p í a ! ¡ N o
nos falta m á s que venenos y p u ñ a l e s ! . . . ¿Supon-
go que usted n o los traerá? ¡ Q u é m i e d o ! Créa-
m e usted, señor d e Vargas, seamos b u e n o s ami-
gos; olvidemos... lo que mejor está olvidado; y
hablemos como se habla en u n a visita de con-
fianza. D e n t r o de poco vendrá g e n t e . . . sí, tene-
. mos convidados... p u e s bien; usted será uno de
ellos y d e los más atendidos, p o r q u e E u g e n i o le
quiere a usted m u c h o . Y así pasaremos el día,
y pasaremos la velada, la «soirée» quise decir,
y m a ñ a n a Dios dirá. Conque ya que las aguas
recobraron su nivel, dígame usted, señor de Var-
gas, ¿ c u á n d o es la marcha? (Larga) pausa.)
JUAN M u y pronto. Quizá hoy. H o y n o p u e d e ser...
será m a ñ a n a a ser posible.
TER. Y t a r d a r á listed m u c h o s años en volver, ¿ n o es
cierto ?
JUAN Muchos. Quizá no volveré n u n c a .
TER. ¿Nunca?
JUAN ¿ N O lo deseaba usted? ¿Por qué lo siente?
TER. ¿ Y cómo n o quiere usted que lo sienta? Perder
para siempre a un buen .amigo... n o verle ya n u n -
ca... n o tener noticias suyas, porque usted no
escribirá... n o saber si vive, si h a m u e r t o , si pien-
sa en los que dejó por acá o si al cabo se olvidó
de ellos.,. ¡ cómo quiere usted que estas ideas no
m e causen pena, m u c h a pena !
JUAN A h o r a es usted, Teresina; n o soy yo. S u voz d e
usted tiembla; sus ojoé brillan m u c h o , y como
n o brillan d e alegría... ¡ e s que en ellos h a y lá-
g r i m a s ! . . . Teresina, una palabra, sólo u n a pa-
labra...
TER.. Mire usted, Vargas, mis fuerzas se van agotan-
do; hoy n o me siento buena; como le dije a us-
— 53 —

ted, vendrán algunos amigos... y t e n d r é que


atender a todos... para lo cual quisiera descau-
sar. .. usted es de confianza y n o se h a ele ofen-
der... (Haciendo ade)más de retirarse.)
JUAN ¡ Me arroja usted de su casa, T e r e s i n a !
TER. ¡ P o r Dios, no diga usted e s o ! Usted espera
aquí... Eugenio vendrá p r o n t o . . . y yo m e reti-
raré hasta que E u g e n i o vuelva... N o se ofende
usted, ¿verdad que n o ?
JUAN N O tengo derecho para ofenderme.
TER. Entonces, con su permiso de usted... (Como
antes.)
JUAN U n instante; sólo u n instante; una p r e g u n t a . . . y
todo ha concluido.
TER. ¡ U n a pregunta !... ¿Cuál?
JUAN Oiga usted, Teresina; hoy saldré de esta casa...
y para siempre, se lo juro a usted por lo m á s
sagrado. Usted n o cree en mí y n o sé qué testi-
monio tomar. Se lo juro a usted p o r . m i honor;
sé lo que usted piensa; para usted fui un mise-
rable... ¡ y el honor de un miserable!... y, sin
embargo, soy u n h o m b r e de honor. P a r a siem-
pre. Se lo j u r o a usted por la memoria d e mis
padres: ¿Soy acaso u n monstruo? jProfanaría
esa memoria? P u e s por ellos lo juro. Se lo juro
a usted por mi único amor... bueno; no crea us-
ted en este j u r a m e n t o , y o creo e n él. Más arm,
Teresina.. te lo j u r o . . . por ella... por María...
TER: ¡ V a r g a s ! .. ¿Qué se propone u s t e d ? . . . ¿Volver-
me loca?.
JUAN N O ; q u e me crea usted.
TER. Pues le creo a usted; pero acabe usted p r o n t o . . .
1

no puedo m á s .
JUAN P u e s bien, responda usted a esta p r e g u n t a y su
respuesta será mi. único consuelo, el único; no
me lo n i e g u e usted, ya ve usted que hablo* sin
pasión, respetuoso, vencido, resignado, dispuesto
a obedecerte en todo.
TER. Pero esa p r e g u n t a . . .
JUAN ¿Qué siente usted por mí, Teresina? Indiferencia,
olvido, desprecio, ¿o todavía me quieres como
Teresina me quiso? Contésteme usted y yo no
diré nada; ni una palabra; saldré ele aquí y aca-
bó todo. E s una palabra que arroja usted al vien-
— 54 —

to; u n a limosna q u e m e llevo ; seré m u d o , nada


1

diré, ni u n suspiro de dolor, ni u n acento de gra-


titud; oigo y h u y o , dime «me es usted indifereu-'
te», o dime «todavía t e quiero» y n o m á s ; salgo
de aquí y para usted h e muerto'. ¿ P u e d e pedirse
menos, Teresina? P u e s n a d a m á s , n o pido m á s ;
sólo u n a palabra, esa palabra... ¡ t e o d i o ! . . . ¡ t e
amoi!...
TER. N O m á s ; ¡.es-un l a z o ! . . . ¡ u n lazo infame !... T e
1

digo... «te quiero siempre...» y entonces estalla


su pasión de usted... «después de oír esa pala-
bra, ¿cómo 'pretendes que m e separe ele ti?...»
((No, n o lo creas, yo n u n c a me a p a r t o de mi T e -
resina...» ¡ A h ! . . . ¡ V a r g a s ! . . . conozco de lo que
es usted capaz... basta... ¡ a d i ó s ! . . .
JUAN ¡ N O m e niegues ese consuelo!... ¡ M i r a q u e te
arrepentirás!
TER. (Deteniéndose.) ¿Amenazas?
JUAN N O contra t i . . . ¡ T ú eres sagrada !... ¡ P e r o yo no
l o sóy !... ¡ Y t e a r r e p e n t i r á s ! ¡Si a ú n conservas
T

el recuerdo de nuestro cariño... llorarás m u c h o . . .


m u c h o , por haberme negado este consuelo:! ¡ aca-
so el último-!...
TER. i A h , Dios m í o ! . . . ¡ Q u é e m p e ñ o ! . . . ¡ N o sé si
reír o llorar!... Continúa usted, siendo román-
tico... i la m u e r t e ! . . ¡ u n suicidio!... es eso lo
que quiere usted darme a entender.
J U A N , P u e d e usted reir... ¡ y Dios quiera que no se ago-
te el manantial de la r i s a !
TER . ¿ P e r o es caso de m u e r t e ?
JUAN ; T a m u e r t e !... ¡ Q u é ridicula, cuando se la llama
y n o v i e n e ! . . P e r o si viene, ¡ q u é horrible)?
TER. Acabemos; p r o n t o vendrá E u g e n i o ; dispense us-
ted.
JUAN (Cerrando el paso.) P o r última vez... se lo ruego
a usted... se lo suplico...
TER. Y yo le suplico q u e m e deje pasan-.
JUAN ¿ E n usted, q u é h a y para m í ? . . . ¿olvido-?
TER. ¿Olvido? . N o . . . Bien presente le tengo.
JUAN ¿Desprecio?
TER. Se desprecia a los seres débiles. ..*usted n o lo es;
si lo fuese usted, ya le habría separado de mi
camino.
JUAN ¿Odio?
— 55 —

TER. ¿ O d i a r ? . . . ¿Para qué?... N o , n o siento odio por


usted... ni por nadie.
JUAN ¿ Indiferencia ?
TER. ¡ Dios mío-!., indiferencia, no; y o quiero que sea
usted un buen amigo y a d e m á s m u y feliz.
JUAN. ¿Entonces, amor?
TER. N O ; eso n o ; n o , nunca, antes todo l o q u e hemos
dicho: ¡ olvido, odio, indiferencia, desprecio!...
¡Apártese usted, señor de V a r g a s ! (Sale.)

ESCENA IV

JUAN

IÜAX i N o era posible !... ¡ Si no era posible!... ¡ H a lu-


chado, ha fingido... pero m e quiere con toda su
• alma,!... j Como y o a ella !... ¡ Mi Teresina ! Q u é
dulce es esta palabra... ¡ Pero le cumpliré la mía !
H e dicho que n o la veré m á s . . . y n o la veré m á s .
Cometí u n a infamia... pero n o soy u n infame.
Si el Vizconde m e deja con vida... m a ñ a n a salgo
de Madrid. E s cosa resuelta. P a r a traiciones...
basta con una o con dos: traidor con ella, l a po-
bre niña; traidor con Eugenio-, m i mejor amigo.
H a y cosas que se hacen - y luego quisiera mío
arrancarlas cíe sí, a u n q u e se llevasen pedazos de
carne. H e jurado p o r m i s padres... h e jurado
por María... y h a y q u e portarse u n a vez. como
hombre h o n r a d o . . . que y a es tiempo. Solo faltaba
. q u e fuese todo eso q u e h e dicho u n a farsa para
obligarla a confesar que m e quiere: y remachar
la cadena... ¡ N o tanto. . no t a n t o ! N o soy ca-
nalla de oficio. M a ñ a n a , y si n o es posible, pa-
sado m a ñ a n a . . . A menos q u e Nebreda... pero
entonces n o tendré que preocuparme d e las pala-
bras que di; ellas se c u m p l e n por sí mismas. ¿ M e
lloraría mi Teresina?... ¡ S í , lloraría m u c h o ! . . .
¡ Y q u é hermosa estaría l l o r a n d o ! . . . E a Magda-
lena arrepentida es m á s hermosa q u e la Magda-
lena pecadora. , con tal que vuelva a ser peca-
— 56 —

d o r a ! . . . ¡ Y Teresa es más hermosa que Teresi-


n a ! . . . ¡ Ta pasión vale más que laf inocencia: la
inocencia, el limbo; la pasión... u n a confusión
palpitante del cielo y del infierno'!... ¡ O h , si no
fuera u n a infamia tan g r a n d e conseguir de nuevo
su amor... qué hermoso sería!... ¡ E a , llevo den-
tro de mi cabeza u n a legión de diablos O' de lo-
cos ! Lo que creo que llevo es u n a congestión.
¡ T e r e s i n a ! . . . ¡ T e r e s a ! . . . ¡ L o que llevo, en su-
ma, es m u c h a 'miseria en el a l m a ! . . . P u e s como
yo dé en despreciarme de aquí a m a ñ a n a , . . me
meto por la espada de Nebreda... a ver si u n a
vez al menos estoy satisfecho de mí. ¿Pero cuán-
do vendrá ese Eugenio'? No viene cuando debe
venir y vendría si no hiciera falta. M u y b u e n o . . .
pero m u y inoportuno y m u y torpe. ¡ P o r fin: ya
se presentó el filósofo !

ESCENA V

JUAN y EUGENIO

EUG. ¡Hola, perdido!


JUAN Gracias a Dios que te echo la vista encima. U n a
hora hace que te espero, y toda la m a ñ a n a te
he buscado por todas partes.
EUG. E s o es; quéjate tú para que yo no m e queje.
JUAN ¿Con qué derecho pretendes batirte con N e b r e d a
antes que yo?
EUG. Calla, hombre, por Dios santo; que n o se entere
don Pablo. Ya tiene él sus b a r r u n t o s . . . ayer an-
duvo m u y escamado... conque si te oyese...
JUAN N O te a p u r e s por eso. Don P a b l o lo sabe todo;
esta m a ñ a n a t e m p r a n o vino a verme; y estamos
conformes, completamente conformes. A h í le tie-
nes; sin duda esperaba t u venida.
ESE'CENA VI

EUGENIO, JUAN y DON PABLO

JUAN Felices, clon Pablo; me alegro que venga usted.


PABLO ¡ Ya lo creo; no había de v e n i r ! E n c u a n t o supe
que había llegado este loco, dije: «allá voy».
EUG. ¿ E S decir... ?
PABLO ¡ Que lo sé todo ! Y que para ser la primera cala-
verada que haces en esta vida, ¡ es buena !
JUAN ¿Do modo que me da usted la razón?
PABLO Com p 1 e t am en t e.
JUAN Mira, E u g e n i o ; te portas mal, m u y mal en esta
ocasión. ¡ Eso no se p u e d e hacer e n t r e h o m b r e s !
¡ Colocarte sin pretexto ni motivo- entre Nebreda
y yo ! ¡ T o m a r mi s i t i o ! ¡ Amparar m e con t u es-
pada, cuando yo tengo la mía para estos lances !
¡ T r a t a r m e como a u n muñeco, como ai u n niño,
como a u n pobre diablo !... «; P a r a Nebreda éste
n o es hombre; para Nebreda, yod» Porque, en
suma, esto es lo que vienes a decir con lo q i K
has hecho. ¡ M u y amigos somos; pero no para,
tanto ! Yo sé que lo haces por cariño... y además
porque me tienes en poco en comparación con
ese espadachín. ¡Claro, eludas de mí y m e quie-
res cubrir con tu pecho-! ¡ Salvarme la vida ex-
poniendo la t u y a ! ¡ Me salvaste cuando niño; me
quieres salvar ahora; siempre tu deudor; esto me 1

humilla^ me pone en ridículo, me averüenza, me


desespera ! ¡ N o , E u g e n i o ; esta vez no será; yo
valgo tanto como tú con u n hierro en la mano,'
y, t a n t o como el Vizconde ! ¡ Y , sobre todo, es
mi derecho ! ¡ E s mi derecho, no me lo n i e g u e s !
PABLO M u y bien dicho; tiene usted razón; yo en su caso
de usted n o lo sufriría. (A Vargas.) N o se pone
a u n a persona respetable, a un amigo, en ridícu-
lo. (A Eugenio.)
EUG. Pero si no conoce usted el suceso.
JUAN P u e s cuenta cómo fué.
EUG. A eso voy. Se leerán las cuartillas taquigráficas,
como dicen en el 'Congreso. Mire usted, den Pa-
— 58 —

blo: estábamos ese, yo, Nebreda, Luis Monte-


verde y tres o cuatro amigos m á s en el círculo.
H a b l á b a m o s de todo; cortábamos, rajábamos,
despellejábamos a. todo el m u n d o . . . E s decir,
ellos; yo no desplegué mis labios, y en honor
a la verdad, ese tampoco. Ese estaba sombrío.
JUAN ¡ Por Dios, h o m b r e ! . . .
P A B L O Vamos, E u g e n i o . . .
EUG. N O ; si es q u e me acuerdo de la cara que tenía
ese... p o r q u e me chocó.
P A B L O ¿Pero quieres acabar?
EUG. Bien está, acabaré. P u e s los otros, a bromear, y
a reír y a descuartizar. Y c u a n d o habían dado
por m u e r t o al toreo y a los toreros, al arte y a
1

los artistas, a la política y a los políticos; y cuan-


• do la H u m a n i d a d estaba en cueros vivos y bien
azotada, y se comenzaba a extender la papeleta
de defunción d e la piatria de Pelayo , la empren-
1

dieron con las mujeres, y como esta' es la espe-


cialidad de Nebreda, el llevó la voz cantante.
¡ Horrores ! ¡ Allí se dijeron horrores ! ¡ Y a estaba
yo nervioso ! j Ese- callado ! E n fin, Nebreda, con
voz terrible y d a n d o u n puñetazo en la mesa,
gritó: « ¡ N o hay. u n a mujer honrada; ni u n a ! » V ,
yo, sin poder dominarme le repliqué: «¡ Ni siquie-
ra su m a d r e de usted !» E s t o n o m e lo puedes ne-
gar. (A Ju.a.i¡'.) Y o le dije estas mismas palabras.
¿Me parece que fué insultarle? ¿ E h ?
JUAN N O lo niego en absoluto. P e r o n o fué afirmación;
fué interrogación, la cesa varía mucho . 1

P A B L O Varía m u c h o ; y a lo creo.
EUG. F u é afirmación; fué insulto.
JUAN N O basta que tú lo digas, es preciso probarlo.
E'UG. Y lo p r u e b o ; mas <poi" el p r o n t o sigo leyendo mis
cuartillas. Nebreda; se contuvo u n poco y dijo:
«hablaba en general.» A lo cual yo repliqué como
el rayo, como florete q u e choca contra florete:
«Y yo hablaba en particular.» ¿Y esto? ¿ N o es
remachar el clavo? Vamos, si hay para que me
m a t e N e b r e d a . . . si y o le dejo.
JUAN T Ú p i n t a s las cosas a tu gusto. E n estas disputas
• el tono significa m á s que las palabras, y el tono
en que hablabais no era agresivo.
1
— 59 —

EUG. N o gritábamos, es verdad. Pero, ¿y la intención?


¿ Y lo reconcentrado? ¿ Y lo que sigue? Oiga us-
ted: (A don Pablo.) Nebreda, que es valiente y
que es camorrista ele- oficio, se arrepintió al mo-
m e n t o de aquella explicación que m e fiaba al
decir: (diablo en general», y cuando y o le repli-
qué en tono agresivo-... no niegues que fué agre-
sivo: . (¡pues yo en particular», él, con t o n o zum-
bón y provocativo y mirándome fijamente... n o
niegues que me miró... lanzó esta frase: «dije
que hablaba en general, pero sin excluir a- nin-
g u n a mamá por respetable que sea, como su-
pongo que sería la de usted, a quien n u n c a tu-
vimos el gusto de conocer, ¿verdad, señores??)
E s t o me dijo Nebreda, sabiendo- eme 3^0 110 he co-
nocido a m i madre; ¡ luego hay insulto ! ¡ Y te-
nemos insulto -por i n s u l t o ! ¡ E l mío y el su3 o ! -

Y tú, todavía n o habías mediado en -el lance.


¿ F u é insulto, o no? Dígalo usted, don Pablo,
c o m o h o m b r e honrado: ¿lo fué?
PABLO E O fué. T e insultó. T a verdad hay que recono-
cerla. Si p a s ó como dices...
EUG. A S Í pasó.
PABLO (Con mucha energía.) P u e s hubo-insulto; 3^ aun-
que me pese en el alma... la honra es lo prime-
ro. H a c e s bien, ¡ q u é d e m o n i o ! T ú eres fuerte...
escarmiéntale... ¡ I n s u l t a r a mi E u g e n i o ! ¡Si in-
te bates t ú . . . m e bato y o !
EUG. ¡ Bravo, venga u n abrazo ! (A don Pablo.)
JUAN Vanios despacito, que n o hemos concluido. Me-
diaron esas palabras... m á s o- menos atenuadas...
porque me parece que algo exageras.
EUG. (A don Pablo.) N o lo crea usted: no- exagero
nada.
JUAN Dejemos esto y vamos a mi parte, porque aquí
entro 3-0. Señor de Nebreda, le dije, sin dar
tiempo a que le contestases...
EUG. ( « ¡ S i n d a r tiempo a- que yo le contestase!» ¿Lo
ha oído usted? (A d.on Pablo.) Confesión plena.
«¡Sin darme tiempo !» L u e g o tú fuiste el q u e se
cruzó en mi camino; el que tomó mi puesto; el
cjue quiere amparar en "st-e lance mi espada con
la suya; el eme me protegió contra Nebreda...
JUAN ¡ P o r Dios, E u g e n i o ! . . .
— 60 —

EUG. N O ; si yo n o me ofendo porque tú m e protejas;


ni m e siento humillado', ni achicado', ni avergon-
zado. P o r q u e e n t r e amigos, ¡ q u é diablo!, hoy
por ti, m a ñ a n a por mí. Lo- que hice después, fué
dar otro salto, tomar la delantera... y a las cinco,
frente a frente. T i r a . . . paro... finjo... contra...
zas... como el r a y o . . . perfoi"ación de los Alpes.,
quiero decir, del antebrazo.
JUAN ¡ Concluirás por desesperarme ! j Cuanto m á s
1

h o m b r e vas siendo , vas siendo más niño ... y m á s


1 1

inocentón !
EUG. ¡ H o m b r e ! . . . ((inocentón...» ¡ n o sé por q u é ! . . .
¿verdad que aquí n o pega eso de inocentón?
(A dan Pablo.)
JUAN Perdóname'; no sé lo que m e digo. ¡ P e r o óigan-
me ustedes, por Dios santo ! A n t i c i p á n d o m e a
ese, le dije a Nebreda: «señor de Nebreda, el
que sin razón insulta a un hombre, es u n inso-
lente; pero el que insulta a u n a mujer, es u n
miserable; y el que las insulta a todas porque
tiene miedo de insidiar a una, es un cobarde !»
1
¿ T e dije eso? (A Eugenio.)
EUG. . Sí; y bien dicho: con energía.
JUAN Y él me contestó: «pues escoja usted una; la que
usted quiera; la del pariente más próximo; la
q u e le inspire a usted m á s simpatías; la de su
mejor amigo, y ya veremos si dejo de insultarla
por miedo a usted.» Y y o . . . «pues está escogi-
da», y él... «¡pues está insultada!» Y y o . . . ¡el
ademán de abofetearle!... Y t ú m e contuviste;
los demás se interpusieron y y a saben ustedes
lo restante: se' n o m b r a r o n los padrinos, se con-
certó el duelo; mañana debíamos batirnos, y tú
te interpones h o y . . .
EUG. J u s t a m e n t e : «una tercería» de mejor derecho.
¿ N o se dice así?
JUAN El insulto que nos hicimos fué m a y o r que el
vuestro... Y o le abofeteé con el ademán.
EUG. H o m b r e , si con el «ademán» se abofetease, a es-
tas fechas la mitad del género h u m a n o estaba
abofeteada por la otra mitad. E o s ademanes no
se cuentan, sino los bofetones somantes. E l ade-
m á n es «papel moneda»; el bofetón efectivo es
oro en lingote. Además, mi ofensa es anterior n
— 61 —

la tuya y nay que respetar la antigfmedad. La


antigüedad, chico, y deja correr la escala.
JUAN Pero si e s que como el m í o no hay otro insulto.
((¡Escoja una mujer!» «Está escogida...» «Está
insultada.» Y y o . . . (Levantando la mano.) Me
parece q u e esto* no admite discusión.
EUG. Espera... poco a poco... p u e s a ú n ese insulto lo
tomo por mío. ¡ Y 'io había caído' en ello ! ¡ E s
m í o ! ¡ E s n u e s t r o ! (A don Pablo.) P o r nada de-
este m u n d o t e cedo la vez. La ofensa m e perte-
nece, y no será la «perforación» en el antebra-
zo: será en el p e c h o ! ¡ M i s e r a b l e ! . . . ¡ Q u é im-
bécil soy !
JUAN No comprendo.
PABLO Ni yo tampoco.
EUG. ¿ N O te dijo: «Escoja usted u n a mujer con el
pensamiento-, la del pariente m á s p r ó x i m o , la
de su mejor a-migo'... y yo la insulto?» Parientes
casados no te quedan en estos m u n d o s . T u ami-
go m á s íntimo soy yo-; luego pensaste en Tere-
sina; luego insultó a Teresina... como en el tea-
tro la mira m u c h o . . . la insultó intencionadamen-
te... ¡ I n f a m e , si caigo en ello, caigo sobre él v
le a p l a s t o ! Basta. . las cuatro y media... ¡ y que-
rías quitarme mi p u e s t o ! . . . Un abrazo, don Pa-
blo'... ¡ E a , a matar reptiles!... (Se dirige a la
puerta; le siguen don Pablo y Juam.)
JUAN Por Dios, E u g e n i o . . . ¿ A d o n d e vas?
PABLO A d o n d e debe ir. (En la puerta se encuentra con
don Cosme.)
EUG. Salud, doii Cosme. ¡ T i e n e usted razón: en el
m u n d o hay u n a gentecilla!... ¡ P o r vez primera
siento impulsos de m u e r t e ! . . . (Sale.)
COSME (A don Pablo.) ¿Adonde va E u g e n i o ?
PABLO Adonde voy y o . (Sale.)
COSME ¿ Y a d o n d e va el respetable don Pablo? (A Juan,
deteniéndole.)
JUAN A d o n d e voy y o también. A castigar a u n mise-
rable; y don Pablo y Eugenio a servirme de pa-
drinos si los míos faltan. Y a lo sabe usted: adiós.
ESCENA VII

DON COSME.; después REMEDIOS

COSME ¡ Allá van los tres !... como van siempre los h o m -
bres cuando se proponen algún desatino: ¡ dis-
p a r a d o s ! . . . Si se tratara d e algo b u e n o . . . a, paso
de tortuga. Sí, u n duelo... e n t r e Vargas y Nebre-
da... algo h e oído. Y doña Remedios habrá oído
de seguro m á s . M e parece q u e la vi de' lejos ve-
1

nir. ¡ Justo; ahí está !


REM. (A un Criado en el fondo.) Avise usted a la se-
ñora; pero q u e n o se moleste n i se d é prisa. T e n -
go quien m e acompañe. (Sale el Criado.) Ami-
go don Cosme.
COSME ¡ Querida mía ! . . . '
REM. ¿ H a b r e m o s venido demasiado: pronto?
1

COSME M e parece q u e n o . Son las cinco m e n o s diez mi-


nutos.
REM. ¿ H a visto usted a don Hilarión?
COSME N O ; p e r o vendrá; c u a n d o se trata d e u n a buena
comida él n u n c a falta. Y desde q u e empieza a
perder el buen h u m o r se le h a aguzado el apetito-.
REM. ¿Por qué será?
COSME ¿ E l qué?
REM. E l haber perdido nuestro simpático amigo el
buen h u m o r .
COSME L o va perdiendo él, como lo va p e r d i e n d o usted,
como lo- perdemos todos: unos antes, otros des-
pués, D o n Hilarión a los cincuenta años; usted
3 . . . los veintiocho-; y y o perdí toda alegría y todo
regocijo a los cinco m i n u t o s de nacer. E n cuan-
to sentí IQS lavoteos del comadrón y abrí los ojos
y m e enteré, de l o que m e rodeaba, dije para mis
pañales: «malo, malo, malo; mal hemos caído.»
A h í tiene usted: u n o s se hacen cargo d e la situa-
ción desde el principio; otros t a r d a n algo m á s ;
y algunos, y estos son los verdaderamente, feli-
ces, n o se dan cuenta d e n a d a hasta el fin.
REM. P o r ejemplo-, E u g e n i o . ¿ N o le parece a usted?
COSME E u g e n i o es d ser más dichoso que existe: lleva
devanados treinta y cuatro años de su existencia;
pero devana/dos con hilo de oro, y ni se le enreda
ni se le acaba la madeja. Pero> ¿quién sabe? El
mejor día se le enmaraña.
REM. Los amigos le ayudaríamos a desatar los nudos.
P e r o con u n a mujer como Teresiiía n o h a y más
nudo. . que el santo n u d o del matrimonio.
COSME Que a veces n o es n u d o , sino lazo corredizo.
1 1

REM. P u e s n u d o o lazo, aquí la tenemos.

ESCENA VIII

REMEDIOS, DON COSME, TERESA y después DON


HILARIÓN

TER. Querida Remedios... Dos Cosme... ¡ L e s hice es-


* perar m u c h o ! . . .
REM. N o , hija; he llegado ahora mismo; y don Cos-
m e poco antes.
TER. S Í , h e tardado. Pero es que María a nadie obe-
dece m á s que a mí, y como estuvo ((dibujando»
toda la m a ñ a n a , se puso las manos, y la carita y
el vestido... ¡ tinta negra de escribir !... (Riendo.)
CRTADO (Anunciando.) Don Hilarión.
HIE. Teresina... porque para, mí siempre será usted
Teresina. (Después le da la miaño a Remédeos.)
N o le p r e g u n t o a usted p o r su esposo, (A Tere-
sina.) p o r q u e sé que está bueno, y que n o está
en casa. Le vi entrar hace u n rato con Vargas
y con don Pablo en el hotel de Monteverde.
(Después salúdala los demás.)
TER. .¿Está malo Monteverde?
HÍE. Que yo sepa, no, señora.
TER. H a g o esta p r e g u n t a , porque al salir E u g e n i o m e
m a n d ó con la doncella un aviso, q u e me chocó
muchísimo. «Dile a la señora que voy m u y de
prisa, que n o t e n g o tiempo, ni de verla ni de es-
cribirla; pero que si por casualidad, q u e n o es
probable, n o vuelvo esta noche, que n o se asuste.
— 64 —

Quizá tenga que velar a u n enfermo.» E s t o es


muy extraño; n o lo comprendo. Y como dijo us-
ted que le vio e n t r a r en el hotel de Monteverde...
COSME S Í ; Monteverde es u n o de los padrinos.
TER. ¿ Q " é padrinos?
REM. ¿ N o sabes n a d a ?
TER. N O : ¿de qué se t r a t a ? H a b l a b a n ' u s t e d e s d e pa-
drinos.
COSME H a b l a b a n bien y bien informados esta vez, que
no siempre lo están.
TER. ¡ P e r o me tienen ustedes m u e r t a de curiosidad y
de i n q u i e t u d ! Padrinos... u n duelo...
REM. N O t e alarmes, n o es t u m a r i d o . Supongo que
E u g e n i o será u n o de los padrinos.
HIL. Sepa usted que se bate Vargas.
COSME Ni más, ni menos.
TER. ¿ J u a n ? . . . ¡se b a t e ! . . .
REM. S Í , Juanito; como decíamos en aquellos tiempos
en que t ú eras Teresina.
TER. ¡ A h ! . . . ¿ E l señor de Vargas? ¿ Y cómo'? ¿Poi-
qué? ¿Con quién?
HIL. Por nada: un disgusto con Nebreda en el círculo.
COSME P o r m u c h o : la disputa és u n pretexto; motivos
ocultos. ¿Usted conoce a Nebreda?
TER. Sí; algo; m e saluda; viene al polco algunas ve-
ces*. ..
COSME P u e s y a sabe usted q u e Nebreda es u n libertino.
H a y celos ocultos... pero se ignora el nombre de
la dama...
REM. ¿ Y c u á n d o se baten?
TER. S Í ; ¿cuándo?, diga usted. (Con ansiedad.)
HIL. . Mañana t e m p r a n o . Sin duda E u g e n i o iba a casa
ele Monteverde para concertar las condiciones.
COSME Y sin duda E u g e n i o n o vendrá, n i esta tarde ni
esta noche,, para n o separarse de V a r g a s y darle
alguna lección. ¡ Oh ! Nebreda es g r a n espada-
chín; es de familia.
TER. ¿De modo que usted cree q u e es cosa seria? (Con-
movida a pesar suyo.)
HIL. N O lo crea usted.
COSME Créalo usted. N e b r e d a es rencoroso y m u y dies-
tro.
REM. Dicen que en América, mató a u n hombre, en
duelo, por supuesto.
— 65 —

HIL. Y en todas las grandes capitales de E u r o p a h a


tenido lances. E n Viena m a t ó a otro.
COSME Y en la India m a t ó a u n oficial inglés. H a c í a el
amor u n a lady y el marido dijo «shocking».
E.EM. ¿ Y en Africa, no ha m a t a d o a nadie? ¡ P u e s tie-
ne descabaladas las cinco p a r t e s del m u n d o !
COSME Señora, mató u n león en celo.
HIE. Y o me río- de esos matones.
COSME P u e s ríase usted c u a n t o quiera; el q u e quizá n o
se reirá m a ñ a n a es el pobre V a r g a s .
TER. Pero dicen... se lo h e oído decir a E u g e n i o . . . q u e
Vargas tira m u y bien a las armas. (Com ansiedad
mal contenida.)
COSME N O p u e d e compararse con Nebreda,, y a d e m á s
hace m u c h o tiempo que no se ejercita; pasó siete
a ñ o s d e vida monástica.
TER. D e modo que mañana creen ustendes que t e n d r e -
m o s . . . u n a mala noticia... ¡ O h ! , n o será t a n t o ;
esta noche c u a n d o venga... don J u a n . . . ¡ y a n o
podemos llamarle J u a n i t o ! . . . (A Remedios.)
.aunque peque de indiscreta, h e de p r e g u n t a r l e . . .
¡ P e r o esta noche no- vendrá; dijo q u e n u n c a ! . . .
Quiero decir q u e n u n c a contesta, categóricamen-
te; es m u y reservado'; n o es el de otro t i e m p o .
¿ N o creen ustedes que h a cambiado m u c h o ? Ver-
d a d es que todos hemos cambiado. ¡ Siete a ñ o s !
¡ U n a existencia! Y o misma... era tan fuerte...
pues bien... todos los días creo que llegó el últi-
m o de mi vida... A h o r a estoy hablando con esta
indiferencia... pues n o m e siento b u e n a . . . todo
gira... ¡ q u é cabezal... Dios mío... Dios m í o ! (Se
oculta el rostro entre las manos; todo esto lo dice
sunianmnte nerviosa.)
TvEM. ¿ T e p o n e s mala?
HIL. ¿ T i e n e usted algo-?
TER. NO ; es que la luz me excita m u c h o ; p e r o m e -cu-
1

bro los ojos y quedo a oscuras... y en la oscu-


ridad m e calmo... Sigan ustedes, sigan ustedes
hablando- de Vargas y del duelo..'. n o se ocupen
de mí; ya les oigo.
REM. Como tú quieras. Hablemos para que se distrai-
ga. ¡ V a y a u n día que estará pasando V a r g a s !
¡ Medir sus fuerzas con Nebreda !
HIE. Vargas tiene m u c h o corazón.
5
— 66 —

COSMIC E s la única ventaja que lleva a ese duelo: q u e


le importa poco la vida.
TER. (Sin poder contenerse.) ¿ Y usted, por qué lo
sabe?
REM. NO hables, mujer, que eso te excita.
C O S M E Me lo contaba-un amigo que vino con V a r g a s úl-
t i m a m e n t e . . . en su viaje ele México a E u r o p a .
REM. (Riendo.) Confidencias románticas a bordo de
u n trasatlántico.
TER. (Incorporándose y mirando fijamente a don Cos-
me; procura reír, pero se nota el esfuerzo.) De
tal modoi p i n t a usted las cosas... que, según pa-
rece, V a r g a s va a ese duelo sólo p o r tener el
g u s t o de q u e le m a t e a , j Qué exageración, don
Cosme ! T o d o el m u n d o tiene apego a la vida y
la defiende c u a n d o llega el caso.
C O S M E ¡ S Í , todo el m u n d o tiene apego a la existencia...
menos el suicida !
TER. (Con angustia.) P e r o V a r g a s . . . ¡ n o está en ese-
caso!...
REM. La c a m p a n a d e la agonía es este b u e n señor.
HIL. Decían ustedes que íbamos a pasar u n a tarde
agradabilísima... paseando por el p a r q u e . . . ha-
blando de cosas a m e n a s . . . ¡ Buena t a r d e y buena
amenidad !
TER. ¡ E S v e r d a d ! . . . yo siento ya el corazón en u n
puño.
REM. La culpa es de don Cosme.
HiL. De don Cosme.
TER. S Í . . . de don Cosme.
C O S M E Mi dignidad se resiente al oír estas acusaciones
tan injustas como reiteradas y me voy al piarque,
a pasearme solo... entre el follaje.
REM. Buen monólogo le espera al follaje. P o b r e Tere-
sina, m a ñ a n a verás el parque cubierto de h o j a s
amarillas.
TER. S Í , al parque, don Cosme, está delicioso.
HIL. Querido Cosme, al follaje.
REM. Al verde follaje, don Cosme, a v e r si se le refres-
ca a usted la sangre.
C O S M E M e voy a meditar en la i n g r a t i t u d h u m a n a . (Sale
lentamente.)
REM. Y nosotras vamos también allá... pero por dis-
t i n t o , laclo.
— G7 —

TEE. Dispénsame ;no t e n g o buena la cabeza. Si aquí,


reclinada en el sofá, pudiese dormir u n r a t o . . .
quizé m e pasaría la molestia... Don Hilarión, cui-
de usted de Remedios.
REM. N a d a , hija, n o te molestes. Descansa. ¿Vamos
allá?... (A don Hilarión.)
HIL. Estoy a sus órdenes.
REM. Y nos llevaremos a María... ¿te parece bien?
TER. S Í . . . gracias... que n o venga... quiero estar sola.
REM. (A don Hilarión al salir los dos.) E s t a pobre Te-
resina... m e va dando cuidado.
HIL. ¿Por qué? Ustedes son así... siempre niuriéndose
y tan buenas.
REM. E'O dice usted con retintín...
HIL. Y a lo creo, el del corazón.

ESCENA IX

TERESA, tendida en el sofá; después se levanta.

TER. ¡ Creí q u e me volvía loca !.!. ¿Pero será verdad?


Sí, lo es; Dios mío, ahora siento haber t r a t a d o
con t a n t a indiferencia, con t a n t o despego... m á s
a ú n , p o r q u e fué m á s , con una crueldad tan refi-
n a d a al pobre V a r g a s . Conciencia, p u e d e s estar
estar satisfecha; estoy sola y digo: «a Vargas...»
n o digo, «a J u a n » . Al señor de Vargas; con t o d o
respeto; I de e t i q u e t a ! (Pausa.) ¡ Q u é i n q u i e t u d ,
Dios mío ! F u i cruel, m u y cruel; desdeñosa...
descortés casi... se fué desesperado; p u e s n o está
el p o b r e p a r a q u e le desesperen. Si m a ñ a n a ocu-
r r e u n a desgracia... ¡ n o quiero p e n s a r l o ! Si ocu-
r r e u n a desgracia será por m í . T o d o s esos de-
cían verdad; J u a n vive desesperado como y o . Y
m a ñ a n a se h a r á matar; a eso vai, y después d e
;

l o que y o le dije... ¡ está claro ! ¡ N o , y o n o quiero


que m u e r a ! . . . Qué, ¿también esto es malo? (Co-
mo interrogándose a sí misma.) P u e s q u e lo' sea;
¡ quiero que Se defienda, que v i v a ! . . . ¡ E l de-
b e r ! . . . ¡el d e b e r ! . . . ¡ B a s t a n t e hice por el de-
— 68 —

b e r ! . . . ¡ M i deber ahora es salvarle!... E l es u n


ser h u m a n o , como E u g e n i o , como m i p a d r e ; su
vida es sagrada; si p u e d o salvarle con u n a pala-
b r a . . . ¿por q u é n o decirla?... Verle, no; eso, n o ;
tampoco es posible. Yo n o p u e d o ir... t a m p o c o
iría. E l n o v e n d r á . . . lo j u r ó . P e r o p u e d o escri-
birle... dos líneas... n a d a m á s que dos líneas...
sin darle esperanzas; la esperanza h a m u e r t o p a r a
los dos; eso n u n c a . U n a palabra d e simpatía, d e
cariño ; u n a palabra de cariño p u e d o m u c h o .
1

¡ E a ! . . . ¿por q u é vacilo?... N o parece sino q u e


voy a cometer u n crimen... ¡ M e h e vuelto cobar-
d e de v e r a s ! (Se sienta en la mesa.) «Sr. D . J u a n
de Adargas. Mi distinguido amigo... (Escribien-
do.) N o , n o es esto. L e quise, como él sabe q u e
le quise, y le llamo «¡ mi distinguido a m i g o ! »
(Rompe el papel.) E s t o es ridículo. (Pensando
lo que va: a escribir.) «Mi simpático a m i g o » . . .
«¡ Simpático!)) ¿Dónde h a b r é encontrado y o esta
palabra? «Amigo Vargas; venga usted esta n o -
che, tenemos q u e hablar.» P e r o n o v e n d r á , y
a u n q u e viniera n o podríamos hablar a solas,, y si
hablásemos a solas... n o podría m o s t r a r m e tan
cariñosa como escribiendo. N o es esto; n o e n c u e n -
tro la idea, ni encuentro el m o d o d e expresarla.
¡ Oh, miserable de mí, que estoy r e g a t e a n d o pa-
labras cuando se trata d e su vida ! ¡ Q u é egoísta
y qué c o b a r d e ! El n o sería' así; honra,. existen-
cia, todo le parecería n a d a para salvar a su T e -
resina. H a b l e el corazón y empiezo sin n o m b r a r -
le para n o tener q u e decir, «vida mía. L o s é
todo»; así, así debo empezar. ((Sé q u e te b a t e s
m a ñ a n a con N e b r e d a . Aseguraste q u e n o vendrías 1

esta noche... y y o n o p u e d o estar así. N o te d i g o ,


«renuncia a ese duelo», p o r q u e sé que n o r e n u n -
ciarías y tampoco quiero p o n e r t e en ridículo.
Pero, por Dios santo, defiéndete bien; quiero
que vivas, si n o , m e m u e r o y o . E r e s valiente,
eres diestro, defiéndete; piensa en m í , p i e n s a e n
María, piensa en las des. ¡ P o r m í ! ¡ P o r t u h i j a !
P e r d ó n a m e . ¡ Adiós!...» Sin n o m b r e y s i n firma...
¿Por qué n o ? U n a T ; no, Teresa; n o , Teresina;
así. (Buscando.) ¿Dónde e s t á ? . . . n o h a y con
qué secar la carta... Me ponen nerviosa estas pe-
— 09 —

queñeces, cuando se trata de algo tan g r a n d e . . .


E&cribiré el sobre mientras se seca. (Escribiendo
el sobre.) Señor don J u a n de Vargas; en propia
m a n o ; urgentísimo. Así; la llevará Eüisa. (Deja
el sobre, coge let carta, y mira 'a ver si se secó.)

ESCENA X

TERESA y EUGENIO

EtJG. (Por el fondo; se acerca sin que le sienta.) ¡ T e -


resina ! (Abrazándola.)
TER. ¡ A h ! . . . ¡ E u g e n i o ! (Se levanta rápidamente con
la carta en la mano.)
EUG. ¿Por qué m e miras de ese modo? ¿Tienes Ta cara
llena d e lágrimas? ¿Por qué lloras tú, b i e n - m í o ?
¿ Q u i é n te hizo llorar?
TER. ¡ E u g e n i o ! . . . ¡ D i o s m í o ! . . . ¡Dijiste que n o ven-
drías!. . ¡ Por e s o ! . . . (Procurando dominarse.)
EUG. ¿ E s t a b a s escribiendo? /
TER. (Viene al centro haciendo esfuerzos supremos por
dominarse.) Sí; ya lo ves. (Mostrando la carta.)
N o se necesita hacer un gran esfuerzo' p a r a com-
prenderlo. Escribía... y esta es la carta.
EUG. ¿ A quién? (Sonriendo.)
TER. ¡ A mi m o d i s t a ! A h í tienes.
EUG. ¿ Y llorabas al escribir a tu modista? Eso queda
piara Remedios. (Riendo.) ¡ No es v e r d a d ! ¿ A
quién escribías? (Queriendo coger la carta.)
TER. 'Retirándola con coquetería.) ¡ A h !, no quiero
que la veas. ¡ Son secretos míos ! ¿ N o m e dejas
tener «mis secretos?» ¿ T a m b i é n te m e has vuelto
tirano?
EUG. H o y empieza u n a nueva era; hoy todo: calavera,
tirano y celoso.
TER. ¡ T a m b i é n celoso ! ¡ E s o merece u n castigo ! N o ,
n o leerás esta carta. (Tratando áe\ romperla.)
EUG. (Siempre en brama; pero conteniéndola.) No; no
romperás esa carta.
TER. ¡ A h ! . . . ¡ T o d o en un día!... ¡ T i r a n o , celoso,
b r u t a l ! . . . ¡ M a l t r a t a a tu T e r e s i n a ! ¡ P é g a m e ! . . .
— 70

(Riendo y. queriendo escapar de\ Eugenio que


trata de sujetarla.) Mira q u e m e haces d a ñ o . . .
bromas a p a r t e . . . m e haces d a ñ o . . .
EUG. P u e s n o te haré daño, zalamera mía; y l u e g o be-
saré los cardenales que con mi férrea m a n o hice
en tus m u ñ e q u i t a s de algodón... pero- quiero v e r .
la cartita.
TER. ¿Para qué?
EUG. P a r a enterarme d e esos secretos que t e hacen llo-
rar.
TER. Todos tenemos nuestros secretos: t ú , los t u y o s ;
yo, los míos. T ú , hoy mismo, t e vas de casa sin
verme y al parecer m u y incomodado , y m e dicen;
1

de p a r t e t u y a : «el señor ¿rué no volverá; q u e q u i -


zá n o venga esta noche.» Bueno, dije yo: y a te-
nemos un m a r i d o trasnochador. ¿ T i e n e s t ú se-
cretos? N o te pregunto por ellos? P e r o y o m e
reservo los míos; escribo- cartas q u e m e hacen
llorar: ¡ A h í t i e n e s ! . . . Conque déjame.
EUG. ¡ Y a ! . . . ¡ E s que los maridos son seres crueles,
egoístas, brutales !
TER. E a , no seas t o n t o y suéltame. N o quiero que veas
esta carta, ¿quieres q u e te lo diga m á s claro?
EUG. P u e s yo quiero; verla... y la veré. Mei parece q u é
n o hablo oscuro.
TER. ¡ Mira que se lo d i g o a p a p á ! (Siempre en tono
de broma; pero con angustia creciente.)
EUG. P e r o tontina, si y o sé lo que dice esa carta.
TER. ¿ L O sabes?
EUG. L O sospecho; n o p u e d e ser otra cosa.
TER. P u e s entonces n o hace falta que la veas.
EUG. E S piara ver lo que dices; que d e b e ser m u y sa-
broso.
TER. Vamos, E u g e n i o . . . de veras... m i r a q u e m e e n -
fado
EUG. ¡ Si y o estoy enfackdísimo! ¡ F u r i o s o ! ¡ E s c e n a
de melodrama ! ¡ El m a r i d o ultrajado sorprende
a la esposa culpable escribiendo u n a carta amo-
rosa ! ¡ L u c h a terrible !... ¡ D a m e !... ¡ No-!... ¡ Sí !
(Queriendo quitarla el papel.)
TER. ¡ No !... ¡ N u n c a !... ¡ Suelta !
EUG. A S Í ; m u y bien: sigue. El papel... ¡ A h ! . . .
TER. ¡ Eugenio !
EUG. ¡ A d m i r a b l e ! . . . ¡Señora, esa c a r t a ! . . .
— 71 —

TER. i Por Dios, E u g e n i o ! , . .


EUG. ¡ P r o d i g i o s o ! . . . ¡ L a c a r t a ! . . . ¡Al fin!... ¡ A l fin!
A h o r a te dejas caer en esa butaca, diciendo:
¡Sea; lo confieso todo: m á t a m e ! (Teresina cae
en la butacai y se cubre el rostro.) ¡ Ni en el tea-
tro !... ¡ Oh !, ese detalle de cubrirte el rostro está
m u y bien. Y o entre tanto, pálido, furioso, es-
trujo el papel... pero- n o le estrujo ; y luego l o 1

extiendo... o h a g o como que lo e x t i e n d o . . . y t e


m i r o trágicamente... y luego m i r o el papelito
a r r u g a d o y desarrugado... y empiezo: (Leyen-
do.) «Lo sé todo.» Claro, lo que yo pensaba. «Sé
que te bates mañana.» N o , tontina, h a sido h o y .
(Teresa levanta la cabeza y le mira. Todo esto
queda encomendado a la actriz.) F u é ya y todo
acabó; lo que y o a n u n c i é : le di u n pinchazo sin
consecuencias v fuera d e combate. ¿Conque era
por eso el llanto? ¿Creías que iban a m a t a r a t u
maridito? ¿Que yo me dejaba m a t a r ? ¿Que y o
me resignaba a perderte?
TER. De modo... que... ¿fuiste t ú . . . quien hirió al
otro ? ¡ A y , E u g e n i o , qué peso se me ha quitado
de encima. (Se -va incorporando y sonríe.)
EUG. ¿Pero por qué m e escribías? ¿ N o ibas a verme
esta t a r d e . . . esta noche?
TER. (Con precipitación.) N o ; me dijo Luisa q u e n o
volvías.
EUG. (Dándose un golpe en la jreWite.) ¡ E s verdad !
H a b í a que preverlo todo-. N o era probable, p e r o
n o era imposible que me hiriese; y por el p r o n t o
había que tranquilizarte y explicar m i ausencia;
por eso te m a n d é u n recado*.
TER. P u e s está explicada la carta... Si vieras qué in-
tranquilidad,... qué angustia... ¿y n o querías q u e
llorase?... P e r o , en fin... ya pasó... dame el «bi-
llete»... (Rielndo. Quiere cogerlo. Eugenio lo re-
tira.)
EUG. I Pobre-cilla ! ¡ C u á n t o me q u i e r e s ! . . . ¿ Y a d o n d e
ibas a mandarlo?
TER. A casa de Monteverde: don Hilarión te vio en-
trar.
EUG. (Riendo.) Ingrata...; y por q u é n o ibas t ú mis-
m a , vestida d e blanco , con el pelo tendido, a pre-
1

cipitarte en mis brazos y a salvarme de la m u e r t e !


— 72 —

TER. ¡ P o n e r t e en ridículo! ¡ E s o n o ! . . . A h í lo d i g o -
(Repasando de memoria la carta.)
EUG. A ver... a ver...
TER. Ya no; vamos, ya lo sabes todo. D a m e . . .
EuG. ¡ D a r t e m i tesoro ! ¡ Mi gloria ! ¡ La¡ p r u e b a de t u
a m o r ! N o ; quiero saborearla, devorarla, comér-
mela a besos.
TER. (Con tristeza y repugnancia.) E u g e n i o , dame esa
carta.
EUG. ¡ T e da vergüenza !
TER. S Í ; m u y g r a n d e ; créeme.
EUG. ¿ V e r g ü e n z a de q u e r e r m e m u c h o ?
TER. N O es eso. T ú eres d i g n o . . . de m u c h o cariño ... 1

pero y o . . .
EUG. ¡ T a n t a s ternezas m e dices ! ¡ P u e s ya es fácil q u e
vo deje d e leerla!
T E R . • ¡ Eugenio!...
EUG. ¡ O h . . . n o . . . n o ! . . . (Separándola; ella se dejas
caer de nuevo.) «Mañana con Nebreda. Asegu-
raste que n o vendrías esta n o c h e . . . y yo n o pue-
d o estar así.» ¡ Ajajá!, j u s t a m e n t e . «No te digo
r e n u n c i a a ese duelo, porque sé que n o r e n u n -
ciarías y tampoco quiero ponerte en ridículo.»
Por t i . . . renuncio, n o digo a ese duelo, ¡al p a -
raíso !
TER. ¡Ah!...
EuG. i Ridículo !... ¡ Q u é m e importa a m í el ridículo!.
TER. ¡ Basta!
EuG. Déjame. «Pero por Dios santo, defiéndete bien;
quiero q u e vivas: si no, m e m u e r o yo.» ¡ T e r e -
s i n a ! . . . Con toda mi sangre, con toda mi vida,,
con toda mi alma... n o te pago esta felicidad
que m e d a s . ¡ Mira, estoy llorando como u t i
niño!...
TER. N O ; n o quiero ver t u s l á g r i m a s ! . . . (Encogién-
dose en el sofá.)
EUG. ( L e y e n d o . ) «Eres valiente, eres diestro, defién-
dete; piensa en mí, piensa en María, piensa e n
las dos. ¡ P o r m í ! ¡ P o r t u h i j a ! . . . P e r d ó n a m e :
adiós.» ¡ S í , por las d o s ! , y viviendo p a r a las.
dos, ¿quién m e m a t a a m í ?
TER. L O malo q u e haya podido hacer en este mundo....
¡ lo estoy p a g a n d o !... P o r q u e h e sufrido mucho....
— 73 —

EUG. ¡ Ya pasó todo !... ¡ Ven amis brazos ! . .


TER. N O . . . Eugenio... no puedo más...
EUG. ¡ Á mis brazos!...
TER. ¡ P o r D i o s ! . . . retírate... viene g e n t e .

ESCENA XI

TERESA, EUGENIO y DON PABLO

PABLO ¿ Q u é ocurre?
EUG. ¿ Q u é ocurre? Que su hija de usted es u n á n g e E
PABLO E S O y a lo sabía y o .
EUG. ¡ P e r o u n ángel del cielo!... ¡ d e los del cielo!...
¡ n i m á s ni m e n o s !
PABLO Hombre, no tanto.
EUG. S i usted n o sabe...
TER. ¡ P o r Dios, E u g e n i o ! . . . (En voz baja.) Y a vie-
n e n todos... delante de ellos... n o digas n a d a . . -
ta lo r u e g o . . . te lo m a n d o . . .
EUG. E l esclavo... obedece.

ESCENA XII

TERESA, EUGENIO, DON PABLO, REMEDIOS,.


DON HILARIÓN y DON COSME

Hit,. ¡ P e r o hoy n o se come en esta casa !... ¡ Soy eco-


d e la opinión públicaí!
PABLO Si' se come: traía el p a r t e oficial... y se m e ol-
vidó. Conque a la mesa.
EUG. M a r c h e m o s todos y yo el p r i m e r o . . . Perdonen-
ustedes; boy seré el primero, con mi Teresina;
(Dánáola el brazo.) n o la cedo, n i a usted, p a p á
suegro; usted, con Remedios; n i a usted, don-
Cosme; ni a don Hilarión; ustedes p u e d e n ir so-
l e m n e m e n t e y a la par. H o y mi mujer es míai:
seré el m a r i d o enamorado, el m a r i d a bonachón,.
— 74 —

el m a r i d o ridículo: «¡ all r i g h t ! » ¡ en «avant» !


¡ adelante ! ¡ Ya n o m e bastan todos los idiomas
conocidos para expresar lo que s i e n t a ! L o q u e
sentimos, ¿ verdad ?, ¡ sólo Dios lo sabe !
PABLO j Q u é b u e n chico !
REM. ¡ P o b r e chico !
HIL. ¡ Qué loco !
COSME ¡ Qué candido !

FIN DEL ACTO SEGUNDO


La misma decoración del acto segundo.

ESCENA PRIMERA

EUGENIO, DON HILARIÓN, DON COSME, un CRIA-


DO para cargar las pistolas. Los personajes están forman-
do un grupo en la puerta del fondo-, mirando hacia, el
parque y tirando al blanco.

EUG. (Se supone que, acaba de hacer un disparo; tiene


la pistola en la mano.) ¿Qué tal? ¡ O t r o b l a n c o !
HIL. - ¡ A d m i r a b l e ! Y van nueve blancos. ¡ Q u é v i s t a !
¡ Qué pul so !1

C O S M E Para g a n a r m e la apuesta le falta (cuno»: dijimos


((diez». Tiene probabilidades de ganar; seguri-
dad, n o . Todavía un dispara, quizá pierda. ¿ T e
falta a u n hombre sólo u n día de existencia? P u e s
en ese día puede venírsele encima todo el a r m a -
toste de su imaginada felicidad.
HIL. El eterno pesimista.
— 76 —

EUG. U s t e d a sus filosofías 3' y o a mis blancos. (To-


mando la pistola qu¡ei le da el Criado.) Y esta, vez.
sin apuntar; a la voz de m a n d o .
HIL. E s o es demasiado , y además empieza a anoche-
1

cer. ..
EüG. N o importa; ya espero, don Cosme.
COSME Prepárese usted. U n a . . . dos... t r e s . . . (Dispara.)
EUG. ¿ Y ahora?
HIL. ¡ Los diez b l a n c o s ! H o m b r e d e la desconfianza,
d e los negros augurios, de la eterna n o t a l ú g u -
b r e . . . h a perdido usted. (A don Cosme.)
COSME H e perdido. ¡ Buen p u l s o ! ¡ Buena v i s t a ! Si p a r a
todas las cosas d e la vida ve usted tan, claro como,
para tirar al blanco... es usted u n lince, querido
Eugenio.
EUG. Dije diez, y ahora digo veinte. Cargue usted las-
pistolas. (Al Criado.)

ESCENA II

EUGENIO, DON HILARIÓN, DON COSME y DON


PABLO

PABLO ¿ P e r o c u á n d o acaban ustedes? ¡ E s t o es u n bom-


bardeo ! ¡ V a y a u n o s postres deliciosos q u e has-
i n v e n t a d o ! c(¡ A h o r a verán ustedes la toma d e
Sebastopol!» (Como pregonando.) Pum... pum...
p u m . . . (Las señoras no pueden más. Teresina
a cada disparo da un salta.)
EUG. ¡ A h ! ¿ L e molesta a Teresina? E n t o n c e s se aca-
bó. Deje usted a h í las pistolas. (El Criado las
pone en su caja y la coloca sobre la mesa de. la
derecha, pero a un lado.)
PABLO ¿ P e r o qué ocurrencia h a sido la- vuestra?
EUG. Don Cosme m e p r e g u n t ó con cierto r e t i n t í n :
((¿Está usted m á s tranquilo?» S u p o n i e n d o q u e
el lance con Nebreda p u d o alterar mi sistema
nervioso... y m e piqué; yo también tengo mi a m o r
propio. Y agregó este diablo tentador: «no h a -
ría usted ((diez» blancos seguidos como otras v e -
ees»; y yo repliqué: «los hago...» ¡ y los h i c e !
PABLO U n entretenimiento m u y tonto; agujerear u n car-
toncito, derribar u n muñeco, hacer q u e salga
por escotillón u n a bandera o- u n monigote. ¡ Q u é
cosa tan ridicula ! ¡ Y además, qué molesta • Y
sobre todo, ¡ qué i n ú t i l !
C O S M E N O estoy conforme.
P A B L O Usted no está conforme con n a d a .
C O S M E P o r q u e todo el m u n d o desatina. E s o q u e usted
encuentra ridículo es cosa m u y seria, m u y ú t i l ,
m u y fundamental; quizá la base d e la sociología
moderna.
P A B L O P u e s n o lo comprendo.
C O S M E La vida en nuestro siglo, como la vida d e todos
los siglos, como la v i d a ' universal en el espacio
. y en el tiempo...
HIL. ¡ Y a salió el espacio!... (Poniéndose delante de
don Cosme a reif.)
EUG. ¡ Y ya salió el tiempo !
C O S M E (Separando a dan Hilatrión.) N o se m e p o n g a
usted delante y déjeme espacio. N o me i n t e r r u m -
p a usted (A Eugenio.) y déjeme tiempo p a r a
explicarme. Decía que la vida es u n a eterna lu-
cha. Vencen los fuertes y es de suma i m p o r t a n -
cia ser fuerte, según aquella profunda sentencia
d e u n gran ingenio: (¡entre ser cocinero o ser
pavo, vale m á s ser cocinero.)) A h o r a bien, las
armas d e otras edades fueron la honda, el arco,
la flecha, la espada, la maza, el lanzón, la ba-
llesta, el hacha, el m a n d o b l e . . .
EUG. P o r Dios, don Cosme, eso es u n catálogo d e la
A r m e r í a Real.
C O S M E L a s armas de nuestra edad no son tan n u m e r o -
sas; pero son m u c h o m á s sutiles y n o m e n o s mor-
tíferas: la (¡palabra», la ((pluma», la ((pistola» y
el «florete», o la espada o el sable. Sepa usted
hablar diciendo cuatro desvergüenzas al lucero
del alba, con cierta elocuencia; sepa u s t e d escri-
bir repitiendo en letras de molde esas cuatro mis-
m á s desvergüenzas y otras c u a t r o si fuere pre-
ciso, al propio lucero, e n forma literaria; sepa
usted sostener lo q u e ha dicho con u n a pistola;
o u n a espada en la m a n o , con cierto decoro, y
verá usted cómo se le abre el camino en la apre-
— 78 —

tada m u c h e d u m b r e de los que, empujados p o r el


destino, acuden h a m b r i e n t o s al mezquino', estre-
c h o y mal servido banquete de la vida.
PABLO P e r o señor, ¿he de ir yo por esos m u n d o s d e
Dios con la pistola en la m a n o , pidiendo de co-
m e r ? E n t o n c e s n o seré u n sociólogo, seré u n
bandido.
COSME N O , señor; será usted u n a persona decente, res-
petable, respetada y pundonorosa.
EUG. P u e s entonces yo debo ser m u y respetable y m u y
respetado. ¡ U n lance a las cinco, y a la siete,
diez blancos ! M e parece...
COSME E a ley dominante es la «fuerza»; y en el si-
glo X I X pueden ser símbolos eficaces d e la fuer-
za, el talento, el valor, la p u n t e r í a acertada; p e r o
su naturaleza de usted es, por decirlo así, d e
pastaflora o d e cabello d e ángel, y esta b o n d a d
i n g é n i t a anula su ingénita energía. ¿ Q u é i m -
p o r t a que usted p u e d a aplastar a su enemigo, si
t o d o el m u n d o sabe que concluirá usted por ciar-
le la m a n o para q u e se levante? Usted podría
infundir miedo; pero n o lo infunde; ¡ p u e s como
si fuese usted u n ser débil y miserable: nadie le
temerá, nadie le respetará ! Eleve usted a la g u e -
r r a cañones formidables, provisto cada u n o de
u n enorme blindaje delante de la boca, que de-
tenga el proyectil, y m e río d e su artillería de
usted.
EUG. ¡ Fantasías fúnebres de don Cosme ! Yo n o nece-
sito matar a nadie ni que nadie m e tema. Con
inspirar simpatía, a m i s t a d y a l g u n a s veces cari-
ño, me basta. Y o n o aspiro- a ser el m o d e r n o
Atila.
COSME N i lo será usted.
PABLO N i necesita serlo.
HIL. ¡ Q u é horror ! ¡ Atilas servidos a domicilio !
EUG. E l ideal de don Cosme.
COSME Bien está: respeto todos los gustos.
PABLO E O que y o veo q u e respetan ustedes demasiado
es la soledad d e aquellas señoras.
COSME ¿ V a m o s allá, clon H i l a r i ó n ?
HIL. V a m o s allá, don Cosme.
COSME ¿ Y ustedes? (A Eugenia y don Pablo.)
PABLO Y O me quedo reposando'... y es posible q u e el
reposo se convierta en sueño.
— 79 —

EUG. Y y o m e quedo para velar su sueño.


COSME De modo que usted n o d u e r m e . . . usted vela; bien
hecho.
EUG. N O encuentro ni la intención ni la gracia.
COSME N O puede usted encontrar lo que n o existe. ¿ V a -
mos allá 1(A don Hilarión.)
HIL. Cuendo usted! guste.
COSME (Desde la puerta.) E s usted, a m i g o E u g e n i o , el
h o m b r e más feliz que existe. Nació usted p r e -
destinado a la felicidad. (Sale.)
EUG. Y t ú eres el ser m á s irresistible q u e existe. Na-
ciste para dar tormento al género h u m a n o .

ESCENA III

DON PABLO y EUGENIO

Ha arwché'cido casi por completo; sólo se ve el jairdín ilu-


minado por la luiría. En esta escena empieza a <e\star triste
Eugenio.

PABLO Vaya, que don Cosme con los años va siendo


pesado.
EUG. . Siempre lo fué d o n García... es decir, don Cosme.
P A B L O S Í ; pero con los años la enfermedad toma carao?
• teres agudos. ¡ Q u é posma ! ¡ Q u é afectado ! ¡ Q u é
irresistible!
EUG. Pobre don Cosme. Dicen que su, j u v e n t u d fué
m u y triste y que después sufrió g r a n d e s deses-
gaños.
PABILO ¿ Y quiere desengañarnos a todos? Cada cual que
cargue con su fardo. ¡ Pero señor, si nosotros so-
m o s felices, m u y felices, espantosamente feli-
-'ces!...
EUG. ¡ Usted lo h a dicho: espantosamente felices! Y
causa espanto t a n t a felicidad.. ¡ A h o r a mismo me
parece que veo la copa llena... llena... tan llena,
que r e b o s a !
P A B L O Y a te contagiaste con don Cosme
— 80 —

EUG. Creo que sí: me contagié.


PABLO ¿Pero qué sientes?
EUG. N O lo sé; nada: que se me oprime el corazón.
PABLO ¿ P o r qué?
EUG. Y a lo dijo usted antes: p o r q u e somos demasiado
felices.
P A B L O ¡ Qué cosas imaginas ! Y es la primera vez q u e t e
veo así. Y a n o entra m á s en esta casa don C o s m e
d e m i s pecados, si n o entra repicando a gloria.
EUG. A veces don Cosme discurre bien. Oiga usted.
Parece n a t u r a l q u e a cada h o m b r e le correspon-
da por t é r m i n o medio cierta cantidad d e p e n a s y
cierta cantidad de alegrías: esto es m a t e m á t i c o .
Y p e n a s y alegrías.van alternando en la existen-
cia,; algo así como u n rosario d e cuentas blan-
cas y negras, mezcladas; cálculo de probabilida-
des. P e r o hasta la fecha y o n o veo m á s que c u e n -
tas blancas en mi rosario. ¿Dónde están las ne-
gras?
P A B L O E l diablo se las llevó para ponerlas en el rosario
d e d o n Cosme.
EUG. M á s vale así. Y, sin embargo, hoy m i s m o p u d o
caer en esta casa u n buen p u ñ a d o de bolas n e -
gras. ¡ M i r e u s t e d - q u e si Nebreda m e acierta...
y si tienen q u e decir a Teresina... E u g e n i o h e -
rido... m u e r t o ! i Pobre T e r e s i n a ! . . . M e extre-
mezco sólo al pensarlo.
P A B L O ¡ Y a nos diste buen d í a ! ¡ Y Teresina pasó u n
rato, según m e h a d i c h o ! . . .
EUG. ¿ F u é usted quien le dijo que yo tenía u n duelo?
P A B L O N O , E u g e n i o ; y o . . . ni u n a palabra. Calla p o r
Dios, a u n q u e m e hubiera vuelto loco. ¡ P o b r e
hija m í a !
EUG. ¿ P u e s quién le dio la noticia?
P A B L O Q u e sé yo. Sería don Cosme; de fijo. ¡ Q u é m a -
yor felicidad p a r a él que d a r u n a mala noticia
y demostrar q u e el m u n d o es u n a n t r o d e dolo-
res ! O sería Remedios, que se vuelve loca p o r
demostrar q u e sabe todo lo que pasa. O sería
don Hilarión, q u e es u n pobrecillo m u y i m p r u -
dente. N a d i e vino h o y m á s que esos tres; d e
m o d o que fué u n o de ellos.
EUG. Sería don Cosme.
PABLO Claro es.
— 81 -

EUG. N O ; don Cosme representa el papel de pesimista


sin serlo; pero en el fondo es u n buen señor. Se-
ría Remedios.
PABLO P u e d e ser.
EUG. ¡ Y cómo me quiere Teresina !
PABLO ¿Ahora te has enterado?
EUG. Ya lo sabía; pero su carta... ¡ qué carta don Pa-
blo !... ¡ escrita con el corazón !... ¡ Mi Teresina de
mi vida ! ¡ Y qué e x t r a ñ a s son las mujeres ner-
viosas ! ¡ N o quería hablarme del duelo ni darme
la c a r t a ! ¡ Y la había escrito para m í ! ¡ Teresina
de mi a l m a ! (Sacando la carta y besándola.)
PABLO ¡ H o y estás fuera de quicio ! Espadachín .por la
mañana; por la tarde loco de alegría; al anoche-
cer tristón y melancólico; y ahora sentimental.
Estoy seguro que tienes los ojos llenos de lá-
grimas.
EUG. N O puede usted verlos, estamos a oscuras.
PABLO Pero sé que a última hora t e ha dado por estar
profundamente conmovido . Porque oigo tu voz...
1

MARÍA (Entrando por la derecha.) Abuelito...

ESCENA IV

EUGENIO, DON PABLO y MARIA

PABLO Y oigo otra vocecilla...


MARÍA (Sin verle todavía, porque está muy oscuro.)
¡Abuelito!...
P A B L O Aquí estoy; ven, picamela, ¿qué quieres?
M A R Í A Que quieren que me acueste... y n o quiero, acos-
tarme.
P A B L O Qué picardía ! ¿ Y quién te m a n d a a la cama?
M A R Í A Mamá; y yo no.quiero ir hasta m á s tarde: hasta
que enciendan luces; hasta que te acuestes tú.
P A B L O Tienes razón; c u a n d o yo me acueste: ¡cómo se
entiende, tratar de este modo a una personita
como t ú !
EUG. Perfectamente; el abuelo tiene tanto juicio como
la nieta.
M A R Í A E S hoy... n a d a m á s que hoy... un día.
6
— 82 —

PABLO ¡ Pobre-cilla... si no es más que un día!


MARÍA Nada más. E s t a vez nada m á s .
EUG. P a s e por esta vez. Y o diré que t e dejen.
MARÍA Pero m a m á dice que no, y m a m á manda m á s
que t ú . Dilo t ú , abuelo, a ti todos te obedecen:
¡ como eres el «más mayor» !
E U G . •>. ¿ Y a m í n o m e obedecen?
M A R Í A Mamá, n o . Claro.
EUG. Oscuro, digo y o . (Riendo.)
M A R Í A , S Í , m u y oscuro; que traigan luces.
P A B L O N O tengas cuidado; y o daré mis órdenes.
M A R Í A ¿ Y me quedaré levantada?
PABLO SÍ.
EUG.. Ya te hemos dicho q u e sí.
MARÍA (A don Pablo.) P u e s trae luces.
PABLO ¿ P a r a qué quieres t ú luces? Mira q u é claridad
tan hermosa: l u n a llena.
MARÍA La l u n a no vale liada. Quiero el q u i n q u é . . . allí...
en la mesa.
PABLO ¿Para q u é ?
MARÍA ¡ T o m a ; para pintar !
PABLO (A Eugenio.) Dice bien. E s toda u n a artista.
¿ N o le has en sellado a papá los retratos que has
hecho?
MARÍA M a m á m e ha roto el m á s bonito.
PABLO ¡ Qué p i c a r d í a ! ¿ T e ha roto el suyo?
MARÍA N O ; otro más bonito.
PABLO ¿ De quién era ?
MARÍA De papá, que iba de paseo con ese señor tan gua-
' p o . . . llevaban los dos el sombrero en la m a n o . . .
así, como saludando... y los' dos iban del bracete.
EUG. Sería e l ' d e J u a n .
M A R Í A E S O . . . y con el sombrero en la m a n o . . . (Hacien-
do pucheros.)
PABLO ¿ Y por q u é lo r o m p i ó ?
MARÍA N O sé; estaba de mal humor;, m e dio así... y me.
m a n d ó a la cama...
E U G . - Y a le reñiré y o a t u m a m á . ¡ H a b r á s e visto !...
M A R Í A ¿ Y os pintaré otra vez?
EuG; T o d a s las veces q u e quieras.
M A R Í A M a m á no quiere; p o r eso m e echa c u a n d o viene
ese señor. ¿ T e acuerdas? (A don Pablo.)
P A B L O Sí m e acuerdo. ¡ Qué diablillo ! (A Eugenio.)
M A R Í A P u e s que traigan luces.
PABLO Todavía no. Ahora vienes conmigo; yo le mando
a t u m a d r e que n o te acueste, y si n o m e obedece
m a n d o q u e le acuesten a ella. (Llevándola.)
MARÍA ¡ E S O . . . e s o ! . . . (Dando palmadas.) acostarla... le
doy u n beso... y le quitan la luz.
EUG. N O seas vengativa... mira que eso es m u y malo.
PABLO Y si tu padre te riñe... también le acostamos a él.
MARÍA N o . . . a papá le dejamos u n ratito.,. para que
hable con su amigo.
PABLO i Qué chiquilla!... señor, ¡ q u é chiquilla!.:. ¡ E s
u n t a l e n t o ! . . . ¡Vamos, que es u n t a l e n t o ! . . .

ESCENA V

EUGENIO, tendido en el sofá; después REMEDIOS y


DON HILARIÓN

EUG. ¡ M u y lista!... sí... ¡es m u y lista!... Y Teresina


es demasiado severa con ella. H o y está mala y
nerviosa lai -pobre Teresina... y lo pagó la pobre
María. ¡ Romperle su dibujo ! E s seguro que lloró
el ángel mío. Tas personas mayores, por buenas
que sean, ¡ y cuidado q u e Teresina es b u e n a ! ,
son injustas con los niños. ¡ Qué mal hacía la
•]x>bre criatura pintándonos a Juan y a mí d e pa-
seo y con los sombreros en la m a n o ! . . . ¡ Y a me
lo figuro ! (Riendo.) ¡ Qué graciosa !... ¡ Qué gra-
ciosa! (Pausa.) ¿ V e n a r á J u a n esta noche? ¿Me
guardará rencor?... P u e s si no viene, voy y o mis-
mo a buscarle y le traigo... le traigo... y veni-
mos. . ¡ juntos, d e paseo y con el sombrero en
la m a n o ! . . . (Riendo.) ¡Con el sombrero en la
m a n o ! . . . ¡ Q u é monísima e s ! . . . (Repite maqui-
•nalme\nte.) J u n t o s . . . de paseo... ¡ E a ! , ya estoy
y o como c u a n d o se m e prepara u n a buena jaque-
ca; cojo u n a idea y n o la dejo; y doy vueltas
alrededor de ella como caballo de picadero que
, trota en la pista circular. Nada, se p o n e a vibrar
el cerebro... llevando el compás a u n a frase...
ta... ta... tatatá..-. ta... ta... tatatá... j u n t o s . . . los
dos... y con... Al diablo m i cabeza... n o m e libro
— 84 —

de una jaqueca mayúscula. A ver si con la luz


me despejo. (Toca el timbre.) T r a i g a usted luces.
(A un Criado que se presenta. Se pasea nervio-
samente.)
REM. N o h a y nadie.
HIL. Me parece que no.
EUG. Sí, señora; aquí me tiene usted.
HIL. Como está usted entre sombras no le veíamos.
(El Criado entra con luces.)
EUG. Ahí... sobre la mesa. (Al Criado.) Fuen ya me
ven ustedes.
HIL. Conque amigo E u g e n i o . . .
EUG. ¿ Q u é ? . . . ¿se va u s t e d ? . . .
REM. Y y o también; Teresina no se siente buena... y
me voy para que descanse.
EUG. ¡ Qué disparate ! No lo consiento. Ni usted, ami-
go don Hilarión;, ni usted, mi señora doña Reme-
dios, nos dejan, ustedes a esta hora... las ocho
y media o las nueve. De n i n g ú n modo: se cie-
rran las fronteras; queda prohibida la exporta-
ción de amigas y de amigos. ¡ N o faltaba más !
HIL. T e n g o que ver a J u a n . Se marcha mañana y he
de darle cuenta de un asunto... asunto de inte-
reses... dinero que me pidió sobre Viena.
EUG. ¿Y dónde está J u a n ?
HIL. E n casa de M o n t e r d e . . . me citó a las n u e v e . . . y
por eso...
EUG. Por eso va usted allá, coge usted a J u a n y me
lo trae usted.
HIL. P e r o querido E u g e n i o . . .
EUG. ¡Silencio y obediencia!... Si no me p r o m e t e us-
ted con toda solemnidad volver d e n t r o de media
hora con J u a n , n o sale usted de esta, casa.
HIL. ¿Pero y si J u a n ? . . .
EUG. T e dice usted que yo lo «mando». Que m e h a
visto usted la cara y que estoy hecho u n a fiera.
Y a verá usted cómo obedece. Quiero consagrar
toda la noche, ¡sépanlo u s t e d e s ! , a los dulces y
sabrosos coloquios de la amistad.
REM. Y a n o dice a la amistad y al amor; como está
casado...
EUG. ¡ P u e s a la amistad y al a m o r ! , a pesar d e estar
casado. Conque don Hilarión, dentro de media
hora, aquí con J u a n i t o .
85 —

HIE. Yo volveré; pero si. Vargas...


EUG. Dice usted que tengo que hablarle de cosas m u y
serias. La verdad es, que n o tengo que hablarle
de nada. Que le espero impaciente; eso sí que
es verdad. Que me ha visto usted agitado, y ner-
vioso, y caviloso y sombrío. U s t e d será respon-
sable de todo si J u a n no viene.
HIE. P u e s vendrá. Adiós, tirano de Siracusa, o tirano
de P á d u a , o tirano de los treinta tiranos. (Diri-
giéndose al fondo.)
EUG. ¿ N a d a más que treinta?
HiE. (Deteniéndose pensativo.) H o m b r e . . . y o n o sé,..
yo siempre oí decir «treinta».
EUG. Bueno; pues adiós,
lili,. Adiós.

ESCENA VI

EUGENIO y REMEDIOS

REM. ¿ Y ami n o piensa usted darme libertad?


EUG. Ni pensarlo; siéntese aquí, a mi lado.
REM. (Sentándose.) P e r o es que Teresina...
EUG. P u e s precisamente, p a r a q u e Teresina n o se que-
de sola.
REM. E S que no está buena. Ella, como tiene tanto es-
píritu, procura disimular; pero a m í no m e en-
gaña. A otros podrá engañarles, a mí, no. Yo la
conozco mucho; vaya si la conozco . 1

EUG. ¡ Pobre Teresina ! ¡ Ella es incapaz de engañar a


nadie. Está inquieta, nerviosa... n a t u r a l m e n t e . . .
por las emociones que hoy h a sufrido. ¿ Y sabe
usted quién tiene la culpa? Vamos a ver, ¿quién?
REM. ¿De que esté nerviosa? ¿Quién? P u e s n o lo sé.
EUG. P u e s usted.
REM. ¡ Y O ! i Qué ocurrencia! ¿ Y qué hizo esta pobre
Remedios para destruir la dicha -conyugal, si-
quiera por unas cuantas horas?
EÜG. ¿ N o lo sabe usted? ¡ H i p o c r i t o n a ! Venga usted
acá. Queriéndome la pobre Teresina como me
quiere... ¡ eso bien lo sabe usted !... ¿No era mo-
— 86 - -

tivo para q u e .Teresina se volviese loca de dolor


y de angustia, venir a decirle: «Tu marido se
bate m a ñ a n a con Nebreda?» Vamos a ver, ¿no
era motivo?
REM. ¡ Y a lo c r e o ! ¿Pero, quién se lo ha dicho? Yo
pensé que nada supo, hasta que usted se presentó
vencedor.
EUG. N o finja usted. Eo supo. Y usted lo sabe porque
usted fué quien se lo dijo.
REM. Ave María purísima ! ¡ Qué idea !
EUG. Ya sé que su intención fué buena; pero h u b o al-
g u n a ligereza, p o r q u e la pobre n o podía evitar
el duelo y era darle u n mal rato.
REM. F o r m a l m e n t e , le digo a usted que por mí no
supo nada.
EUG. (Bromeando.) Si no me enfado; si estoy dispues-
to- al perdón.
REM. ¡ Q u é perdón ni qué niño m u e r t o ! Mire usted,
yo n o podía decirle que usted se batía, porque
yo pensé que quien se batía era J u a n .
EUG. A S Í empezó ese enredo; pero y o me crucé en el
camino y corté el n u d o .
REM. P u e s y o lo ignoraba. De modo, que lo que yo
le dije, fué q u e m a ñ a n a se batía V a r g a s con
Nebreda. A q u í mismo, aquí; poco antes de, que
usted volviese; V a r g a s con Nebreda; ¿ l o . en-
tiende usted? De usted, ni una palabra. Sí. . . q u e
probablemente sería usted u n o de los padrinos.
Poco a poco... n o m e h a g a usted tan a t u r d i d a .
(Pausa.) ¿Por qué m e mira usted así?
EUG. N O sé cómo la miro a usted; de una m a n e r a na-
tural, seguramente. ¿ D e m o d o q u e usted no le
dijo que y o tomaba parte en el duelo-?
REM. N O , E u g e n i o ; n o . F o r m a l m e n t e , n o fui yo. E s a s
cosas son m u y serias.
EUG. ¡ P u e s ella lo sabía ! ¡ Vaya si lo sabía ! (Malqui-
nalmente lleva la mano adonde guarda la carta.)
REM. P u e s lo sabría por otro- conducto; por m í . „ ni
soñarlo.
EUG. Bien está. Sería don Cosme, que siempre se goza
en d a r malas noticias. 0_ don Hilarión, q u e ha-
bla sin saber lo que se tlice. E n fin, el que haya
sido le h a dado a mi pobre Teresina: u n b u e n
disgusto.
— 87 -

REM. POCO a poco. No acuse usted a p e r s o n a s . . . ' a p e r -


sonas que son tan inocentes como yo. Ni fué don
Cosme, ni fué don Hilarión. «Me consta».
EUG. ¡ Le consta a usted ! Ea, ya falló usted el pleito.
¡ M e c o n s t a ! ¿Usted qué s a b e ! (Con violencia.)
REM.. ¡ N o lo toma usted m u y a p e c h o ! No creo que e!
asunto es para darle esa importancia.
EUG. Tiene usted razón. E s una tontería. Ya nada im-
porta. Pero quisiera seber quién fué con el cuen-
to a Teresina.
REM. P u e s de don Cosme y de don Hilarión... n o le
quede a usted duda. E n t r a m o s casi al mismo
tiempo. Y ellos creían, como yo, que cpiien se
batía m a ñ a n a era Vargas. Y los tres, en coro casi,
se lo contamos y se lo contamos a Teresina. Que
por cierto se i n m u t ó mucho-; es n a t u r a l . . . ¡tan
b u e n amigo d é l a casa! De su duelo de usted...
ni palabra.
EUG. Pero, ¿cómo es posible, Remedios?... ¡ Comprén-
dalo usted b i e n ! . . . ¿Cómo es posible si ella es-
taba enterada de todo? (Cogiéndola la mano con
familiaridad y luego sacudiéndola con energía;
los dos ejlán sentados juntos.)
REM. Por Dios, Eugenio, ¿qué tiene usted?
EUG. Y O . . . y o . . . ¿qué tengo? ¿Qué quiera usted que
t e n g a ? . . . N a d a . . . (Riendo forzadamente.)
REM. Pues hijo, me apretó usted la mano... y me sa-
cudió usted el brazo- ele u n modo... ¡ Vaya !... ¡ A
poco más i...
EUG. (Dominándose y fingiendo broma.) Venga la ma-
n o . . . corno amigos... a estilo francés... (Besando
la mano.) Ya está curado el aprentocillo. ¿Me
guarda usted rencor? Y o soy m u y expansivo...
y m u y vehemente... y hoy me siento nervioso...
REM. Ya lo veo; pobre T e r e s i n a . . . . ¡ si alguna vez se
incomoda usted con ella!...
EUG. ¿Con ella?... ¡ N u n c a ! . . . ¡ Pobrecillá !... (Con ter-
nura.) N o es tan fuerte como usted.
REM. (Riendo.) Sí, p e r o yo n o soy su mujer de usted;
conque cuidadito con los arranques de vehe-
mencia,
EUG. E S que c u a n d o me contrarían en u n a cosa, de la
cual estoy seguro, no puedo contenerme... Y
como y o sé... que alguien le dio a Teresina la no-
ticia cíe mi duelo...
— 88 —

REM. j Otra v e z ! . . . E s o ya es monomanía.


EúG. E n t o n c e s fué alguna carta... algún anónimo...
hay gente que se goza en atormentar al prójimo.
P r o n t o lo sabremos. (Toca el timbre.)
REM. ¿ A quién llama u s t e d ? . . . ¿Qué tiene u s t e d ? . . .
¡ P e r o q u é le pasa a este h o m b r e ! (Aparece un
Criado.)
EUG. ¿Esta tarde recibió la-señora a l g u n a visita?
C R I A D O Sí, señor.
EUG. (Volviéndose a Remedios.) ¡ A h !..-. ¿lo vé usted?
C R I A D O Recibió a la señora... (Señalando a Remedios.)
a don Cosme... a don Hilarión...
EUG. N O , después; h a de ser después; después de re-
cibir a estos señores... porque cuando habló con
ustedes n o sabía nada. ( Volviéndose a Remedios.)
C R I A D O Después, no, señor.
EUG. ¿ Y n o recibió tampoco n i n g u n a carta?
C R I A D O T a m p o c o h u b o carta.
EUG. ¿Está usted seguro?
C R I A D O S Í , señor; en toda la t a r d e . . . n o h e dejado...
EüG. Basta; n o se enteran ustedes de nada. Retírese
usted. (El Criado sale,.)
REM. P e r o E u g e n i o , ¡ por Dios !
EUG. (Riendo nerviosam&nie.) N o ; si ya es terquedad;
no vale la p e n a ; pero quiero averiguarlo. Ya ve
usted, qué importancia he de dar y o a esto...
n i n g u n a . P e r o h e de saber quién fué. ¡ U n pro-
blema!, ¡ u n acertijo!:., pero los problemas y
los acertijos excitan mi curiosidad como usted no
puede figurarse. (Se pasea nervioso.)

ESCENA VII

EUGENIO, REMEDIOS y DON COSME

COSME Teresina n o quiere q u e se marche usted todavía


y m e ordenó que si la encontraba a usted, la lle-
vase allá d e n t r o .
REM. . E u g e n i o m e retuvo prisionera. Y aquí m e en-
cuentra usted... metida en su propia jaula. (Se-
— 80 -

ñalando a Eugenio.) Y sépalo usted; a poco más


me devora. *
C O S M E Bocado apetitoso para un animal de presa... ra-
cional a irracional.
REM. Mírele usted. (Eugenio sigue paseando.)
C O S M E ¿Pero qué tiene?
EUG. (Se para, de pronto delante de don Cosme.) ¿Le
dijo usted esta tarde a Teresina que yo iba a ba-
1

tirme con Nebreda?


C O S M E ¿Yo? ¡ Por Dios !, n o lo sabía, y aun sabiéndolo...
n o soy tan imprudente.
EUG. ¿De m o d o que usted?
C O S M E L e digo a usted q u e lo ignoraba. Yo pensé que
el duelista, era Vargas. E s o creíanlos todos. Es-
decir, Remedios, Hilarión y yo, y así se lo diji-
mos a su señora de usted. ¿ N o es verdad?
REM. ¿ L O oye usted?
EUG. ¡ Y a ! . . . ¡esto e s ! . . . ¡ qué tontería!... lo supo an-
tes de que ustedes llegasen.
REM. No, señor; ni palabra... porque dígame usted,
criatura... ¿a qué disimular con nosotros?
EUG. ¿ P o r qué se disimula? P o r disimular.
C O S M E ¿Con nosotros? Le digo a usted que no tenía la
menor noticia.
REM. Usted salió poco antes de que nosotros llegáse-
mos; si Teresina hubiese sospechado algo, le hu-
biera hablado a usted.
EUG. P u e s díganme ustedes, ¡quién fué el delator?
i Porque h u b o u n delator !
REM. A l g ú n diablillo travieso.
EUG. P u e s he de .averiguarlo; a ese diablillo tengo yo
que arrancarle del infierno; preguntaré a todo bi-
' eho viviente. Porque ella... lo sabía... lo supo...
¡ e s c l a r o ! ¿Comprenden ustedes? ¡Sobre esto no
h a y d u d a ni discusión ! ¡ Ni ustedes, ni el m u n d o
entero, que se empeñase en negarlo, me conven-
cería ! H a y cosas que son evidentes... ¿no tengo
y o la prueba? (Golpeando el sitio de la\ carta.)
¿ N o la tengo?... ¡ p u e s entonces!...
REM. La... ¿qué? ¿La prueba?
EüG. La evidencia.
C O S M E Pero no se ponga usted de ese modo; pregúnte-
selo usted a Teresina.
— 90 —

EüG.- A Teresina... es verdad... pero cuando m e dé


por vencido'... Además, hoy n o quiero recordarle
nada q u e tenga relación con ese desdichado lan-
ce; está delicada, está nerviosa. Para averiguar lo
que h a y de cierto en este enredijo... y o sólo basto.
1

REM. (Riendo.) P o r Dios, Eugenio , parece usted un


1

marido celoso, *que va tras el rastro de u n amante


1

3' que olfatea u n a traición.


C O S M E Si n o supiéramos d e lo que se trata, al verle a
usted pálido, agitado, anhelante... creeríamos que
es usted un nuevo Ótelo.
EUG. ¿Conque Ótelo? Sí; ya sé que todo esto es sobe-
r a n a m e n t e ridículo; si yo soy el primero qUc me
río de mí mismo: me río- m á s que ustedes. Pero
es que lo h e tomado a empeño ; es m i carácter.
1

¿ H a y un problema?, a resolverlo. ¿Ha3>- u n a di-


ficultad?, a superarla. ¿ H a j u n misterio?, a des-
r

garrarlo . ¿ H a y u n obstáculo?, con él a tierra.


1

¿ E h ? , ¡ q u é diablo d e carácter!, ¿verdad? Creían


ustedes que. y o era u n Eugenio acaramelado ; pas-
1 1

taflora, cabello.de ángel. P u e s ya me. v e n - u s t e -


des hecho u n hombre; es decir, u n mentecato.
T o d o h o m b r e lo es; ¿no es cierto , don Cosme?
1

¡Ja, ja, j a ! . . . ¡ Q u é simplezas d i g o ! Y siempre


fui así: c u a n d o estudiaba y n o podía resolver un
problema ¡ qué ira ! ¡ Qué desesperación !. ¡ Me
volvía loco ! ¡ Tiraba el libro y lo pisoteaba !
¡ L u e g o lo estrujaba e n t r e mis manos, como si
fuese un limón, para esprimirle el j u g o ! Pues
ahora... es lo mismo: tengo u n problema entre
mis m a n o s y voy a estrujar a todos los d e casa
para que por entre lo dedos escurra la verdad,
toda la verdad. ¡ Conque a r e i r ! ¡ Rían ustedes
como y o ! ¡ Ea ! ¡ A la tortura todos los autores,
cómplices y encubridores... del m i s t e r i o ! (Sale
riendo convulsivam&nie.)
91 -

ESCENA VIII

REMEDIOS y DON COSME

REM. ¿Qué me dice usted? ¿Qué tiene este hombre?


A q u í hay algo.
COSME N O , señora. Locuras de un hombre de mucha
imaginación, m u y excitable. . que h a tenido un
lance m u y serio; que después h a tenido que su-
frir el llanto de su mujer, las impertinencias de
la niña y los reproches de don Pablo. ¡ P s ! . . . y
ahora por u n a pequenez rompe el depósito de
fluido nervioso almacenado d u r a n t e todo el día.
A h í tiene usted la explicación.
REM. E S O será; pero m e extraña lo que dice. Que Te-
resina supo que él... el mismo E u g e n i o . . . era
precisamente...
COSME ¿ E S que nosotros también vamos a perder la ca-
beza por averiguarlo o por no poder averiguarlo?
REM. Un loco hace ciento. Y esta noche... le digo a
usted .. que Eugenio está loco.
COSME A mí siempre me ha parecido un loco razonable,
un demente juicioso, un hombre con mucha ima-
ginación y poco lastre. La cabeza se le llena de
viento, sube a los espacios y allá queda a mer-
ced de la primera ráfaga.
REM. Pero siempre fué m u y pacífico... y hoy... ¡ si vie-
ra vsted cómo me apretó la m a n o ! . . .
COSME P u e s hoy t u v o el primer acceso de furia; alguna
vez había de empezar.
REM. ¡ Por u n a tontería !
COSME PULS si no fuese por una tontería, ¿qué tendría
de maravilloso que se sobreexcitase de tal modo.- 1

REM. (Riendo.) Ahora estará p r e g u n t a n d o a todo el


m u n d o . A todos, menos a su mujer. Fíese usted
de las apariencias. Cualquiera que le viese en esa
faena inquisitorial, creería que se trataba de un
caso de traición y celos... y después de todo...
n o es nada.
COSME P u e s así es el m u n d o , amiga mía. N o puede uno
fiarse de nada ni de nadie; ni de las apariencias
— 92 —

ni d e las realidades. Otros creerían que son celos;


nosotros creemos que n o lo son: vaya usted a sa-
ber la verdad. ¡ Quién p u e d e adivinar lo q u e ha-
brá en el fondo ! Yo n o sé nada, ni entiendo nada,
ni veo n u n c a claro. A ' cada paso que doy me
p r e g u n t o : «¿Será ahora cuando voy a dar en el
abismo?»
REM. ¡ E a ! y a se lanzó usted a sus filosofías. Y la cul-
p a esta vez la t e n g o yo, q u e le di cuerda. (Rien-
do.)
COSME N O era preciso. ¿ H a visto usted, amiga Reme-
dios, esos relojes a los cuales n o se les da cuerda
n u n c a y siempre andan ?
RIÍM. S Í , porque al abrirlos y al cerrarlos para ver la
hora, se les d a cuerda, sin notarlo , por el movi-
1

miento d e la tapa.'
COSME Precisamente. P u e s así soy yo. Todo el m u n d o
1

m e d a cuerda sin notarlo.


REM. Justo ; y así siempre da usted la hora... pero la
1

hora de la agonía.
COSME E S la única que da la miserable m á q u i n a d e mi
cerebro.
REM. Calle usted, que viene E u g e n i o .
COSME Viene leyendo algo.
REM. Sí .. algo... así como u n a carta.

ESCENA IX

EUGENIO, REMEDIOS y DON COSME

EuG. (Despacio y leyendo.) «Por mí, por María, de-


fiéndete bien.»
REM. ¿Pareció y a ?
EUG. (Como despertando d.e\ un sueño levanta la cabe-
za,; despkiés guarda bruscamente la carta.) ¿El
qué?
REM. ¿a carta en que han avisado a Teresina lo del
1

duelo.
EUG. (Fríamente.) No.
REM. ¿ P u e s eso que usted leía?...
EUG. N O ; esto es otra cosa.
— &3 —

COSME ¿Y no ha logrado usted averiguar nada?


EUG. Nada; y ya m e pasó la curiosidad, ¡ cómo se ha-
• b r á n ustedes reído de m í ! ¡ Qué idea tan simple !
¿ verdad? ¡ Preocuparme por u n a bagatela !
REM. E S O no, E u g e n i o . Yo me explico perfectamente
su preocupación de usted. Ami me hubiera suce-
dido lo mismo, ¡ como soy tan impresionable !
EUG. ¡ Confiesen ustedes que me he puesto en ridículo !
E n ridículo de cuerpo entero.
C O S M E ¿Pero usted ha p r e g u n t a d o ? . . .
EUG. Ya lo creo; pero... ni una palabra. Nadie ha di-
cho nada; nadie a visto a nadie; no h u b o carta;
no h u b o aviso. ¡ U n escamoteo perfecto ! ¡ E s gra-
ciosísimo ! ¡ Miren ustedes, ahora me hace gra-
c i a ! (Riendo.) En fin, la cosa no tiene importan-
cia. Eo que ahora me preocupa es que m e em-
pieza u n a jaqueca de todos los diablos. (Deján-
dose, caer en un sofá y oprimiéndose la\ cabeza.)
Mañana se lo preguntaré a Teresina; ¡ y cómo
nos reiremos. ¡ Yo me río de antemano.
REM. ¿ P u e s p o r qué se queda uted así? ¡Con la vista
fija en el suelo, como si quisiera usted fotografiar
el -pavimento!
EUG. ¡ Ea cabeza!... ¡la cabeza!... ¡Siento- aquí un
martilleo!... Y voy hablando solo por los pasi-
llos. .. ¡ Eos do-s juntos !... ¡ Eos dos j u n t o s !... ¡ N o
lo sabía !... ¡ No-!... ¡ Puní !... ¡ puní !... ¡ puní !
REM.- (A Cosme.) ¿Pero qué dice?
EUG. ¿Qué sé y o lo que digo?... Alguna frase que ha-
bré oído y que se me habrá quedado enredada
en las celdillas cerebrales, como- diría usted. (A
don Cosme.) Figúrense ustedes que unos chicos
juegan en el campo con una pandereta; que la
tiran al aire; que se engancha en la rama de un
árbol, y que allá se queda. P u e s viene la noche,
sopla un viento fuerte... ¡ y c h a s ! . . . ¡ c h a s ! . . .
; chas !... la pandereta que suena. Así suenan aquí
dentro frases inconexas que se m e enredaron
hace r a t o en algún nervio. Ya ven ustedes qué
cosa tan sencilla,.
C O S M E P u e s para la jaqueca, el reposo.
EUG. E S el único remedio-.
REM. P a r a cuyo remedio... Remedios sobra... y se va.
EUG. E n todo caso, con Teresina. A casa no lo con-
siento.
- 94 -

REM. ¿Vamos allá un rato? (A don Cosme.) (Yo quie-


ro, ver en qué para esto.) (Aparte.)
COSME Como usted guste.
REM. - . De u n o a otro enfermo.
COSME Del esposo a la esposa.
REM. Seremos dos h e r m a n a s d e la caridad.
COSME Usted lo será; en cuanto a mí, m e parece di-
fícil.
REM. La caridad no tiene sexo. (Dirigiéndose a la
puerta.)
COSME La caridad... tiene noanbre de mujer. (Con ga-
lantería.)
REM. ¡ D o n C o s m e ! . . . ¿usted dice esas cosas? ¡ U s t e d
se va a m o r i r !
COSME Me parece q u e se queda dormido. (Siguiendo a
Remedios.)
MARÍA (Entra de puntillas.) ¿Y papá?
REM. Allí le tienes; 'pero n o metas ruido. ¡ Quiere dor-
mir ! (María] se acerca con cuidado.)
COSME ¡ Buen remedio para la j a q u e c a ! ¡ Los cluquiúos !
Otra armonía m á s de la Naturaleza: u n a jaqueca
con un chiquillo... 3' el cráneo se a b r e lo mismo
que u n a g r a n a d a m a d u r a .
REM. ¡ Qué don Cosme !

ESCENA X

EUGENIO y MARIA

EUG. D o n Cosme cree que y o soy u n loco y tiene ra-


zón. Pasan años y años y me p o r t o como una
persona formal. N o hay que fiarse; es que la
enfermedad se halla en estado d e incubación.
P e r o d e p r o n t o estalla. Y ya estoy en el mo-
m e n t o del estallido. ,
M A R Í A (Acercándose.) N o ; n o duerme.
EUG. ¡ Si cierro los ojos veo cosas tan extrañas ! ¡ T a n
grotescas! Al principio grotescas... luego horri-
• bles. ¿Por qué son horribles? N o lo sé; pero lo
son.
- &5 -

MARÍA ¿Has» despertado, papá?


EUG. ¿Quién es?
MARÍA N O te enfades.
EUG. ¡ A h !, ¿eres t ú , pichona mía? V e n , ven acá; ven
conmigo. Mírame. ¡ Qué ojos tan dulces, t a n pu-
ros ! E a vida no ha tenido tiempo de empañar-
los. Dame t u s manitas: ¡ qué frescas !, ¡ qué sua-
ves !, pon me t u s manitas cu la frente.
MARÍA ¡ Q u é calor tienes !
EUG. ¿Verdad que sí?
MARÍA Deja... deja... (Separando las manos.)
EUG. ¿ N O quieres refrescarme la frente?
MARÍA E S que estuve pintando en el cuarto del abuelito '
y las tengo manchadas de tinta y voy a man-
charte.
EUG. ¿ T a n ohiquitilla y ya manchas t u s manos?
MARÍA E u e g o me restregaré con limón... con limón
agrio.
EUG. Dame que las bese.
MARÍA ¿ Y sí te dejo tinta en los labios?
EUG. Me limpiaré con limón.
MARÍA ¿ N o te digo q u e es m u y agrio?... T e picarán los
labios... te dolerán.
EUG. ¿Y t ú n o quieres que me duelan?
MARÍA ¡ N O ! P a r a los labios de papá... limón, n o . . . ca-
ramelos de los q u e m e da tu amiguito.
EUG. ¿De veras?
MARÍA ¿Por qué m e aprietas?... Me hacen d a ñ o t u s
manos.
EüG. ¡ Pobrecilla!... E u é sin querer; pensé q u e te
caías; q u e nos caíamos los dos y te sujeté... y
me agarré a ti.
MARÍA Caernos los dos... los dos juntos... ¡ q u é juego
tan bonito ! (Echándose
1
al suelo.)
EUG. ¿ P o r qué te separas de mí?
MARÍA P o r q u e quiero u n a cosa.
EUG. ¿Qué quieres?
MARÍA Y a lo sabes.
EUG. ¡ N o ; de veras no lo s é !
MARÍA Mira. (Señalamdo la\s luces.)
EUG. ¿Qué?
MARÍA Q u e ya trajeron luces.
EUG. Bueno.
MARÍA H e • visto a don Cosme...
— &6 —

EUG. ¿Y qué?
MARÍA Que está m u y feo... y quiero hacer su retrato...
n o m e falta m á s que ese... y ya t e n g o mancha-
das las m a n o s . . . ya, ¿qué importa?
EUG. Como t ú quieras.
M A R Í A ¿ P u e d o ir a la mesa?
EUG. S Í ; y e n t r e t a n t o y o descansaré.
M A R Í A ; Qué gusto !... (Corre a la mesa y empieza a bus-
car.) ¡ P u e s n o p u e d o hacer nada; qué lástima !
EUG. ¿Por qué, vida mía?
M A R Í A P o r q u e n o tengo papel.
EUG. Busca bien. Debes encontrar papel en la mesa.
M A R Í A N O h a y más q u e este... (Coge el sobre que ohi-
dó su madre.)
M A R Í A ¿Y si acaso sirve?
EUG. No, hija mía; n o sirve.
M A R Í A ¿ Y si m e riñe m a m á ? ¿ Y si m e riñes t ú ?
EUG. N O te reñiremos.
M A R Í A ¡ N O me í í o ! . . . ¡ N o m e fío!... ¿ A ver si sirve?
(Acercándose a su, padre con el sobre.)
EUG. N O ; es u n sobre.
M A R Í A Pero está escrito.
EUG. ¡ Qué importa !
M A R Í A Y n o está roto. Míralo.... a ver si sirve.
EUG. Bueno... como quieras... dame... (Leyendo.) «En
propia mano...» «Urgentísimo...» «Señor don
J u a n de Vargas...» ¡ V a r g a s ! . . . ¡ L e t r a de Tere-
s i n a ! . . . ¡ U r g e n t í s i m o ! . . ¿Dónde estaba?... ¿dón-
de?... (María retrocede con espanto.) ¡ A respon-
der ! ¡a r e s p o n d e r ! . . . ¿Dónde?
M A R Í A A q u í . . . (Ya junto a la mesa.)
EüG. ¡ A h í ! . . Sobre la m e s a ! . . . ¿Y" por qué lo ha es-
crito?... ¿por qué? ¿ L o sabes t ú ?
MARÍA ¡ Y o no sé n a d a ! . . .
EUG. ¡ N o sabes n a d a ! . . . ¡ Si yo te cojo e n t r e mis ma-
nos, verás cómo s a b e s ! ...
MARÍA ¿Ves c o m o servía?... (Llorando' y escapando ha-
cia la puerta.)
EUG. ¡ V e t e ! . . . ¡ v e t e ! . . . ¡ n o quiero verte !... ¡ no quie-
ro ver a n a d i e ! . . .
MARÍA Ya m e voy... pero le diré a m a m á q u e m e has
pegado...
EUG. ¡ V e t e !...
MARÍA ¡ Dios m í o ! . (Sale.)
— 97 —

ESCENA XI

EUGENIO

"EÜG. «En propia mano...» «Urgentísimo...» «Señor


don J u a n de Vargas...» E n esto n o h a y d u d a . . .
letra de Teresina... ¡Vamos, calma! ¡ M u c h a cal-
m a ! (Pausa.) Y a voy viendo claro... pero al pron-
t o . . . sentí u n a ola de sangre... inmensa... sin
fin... que de golpe m e subía a la cabeza... y q u e
se derramaba en espumas rojizas por los ojos...
y t o d o . . . todo rojizo... hasta María; ¡ p o b r e Ma-
r í a ! ¡ H u y ó espantada!... Dijo ; que y o la pe-
. g u é ! creo que n o . . . ¡ Jesús.'.. pegar a u n n i ñ o ! . . .
Y o todavía n o soy tan malo-... pegar a u n n i ñ o . . .
a mi hija... n o . . . a los niños, n o . . . a n i n g ú n
n i ñ o . . . Ahora a discurrir tranquilamente; nece-
sito saber m u c h a s cosas; ¡ si fuera u n a !; ¡ pero
son m u c h a s ! y se mezclan, y se enlazan, y se
e n r e d a n y se retuercen como manojos d e víbo-
r a s . ¡ V a y a usted a decir a las víboras q u e n o
formen n u d o s y marañas y pelotones de cabezas
aplastadas y . de cuerpos fríos... que resbalan...
y se delizan... ¡no>!... ¡ n o ! . . . (Extremeciéndo-
se.) ¡esto n o ! . . . i Estoy pensando en tonterías
y n o .pienso en lo que debo pensar !... E s que el
a b i s m o . . . el abismo... sé que está m u y cerca...
y no quiero acercarme... cuanto m á s tarde, me-
jor.. ¡ A h !, mi cabeza... mi cabeza... ¡ u n a s ve-
ces es plomo !, ¡ otras veces es fuego*!, ¡ otras
veces es c i e n o ! . . . ¡ A h ! . . . ¡tener el cerebro re-
pleto y rebosando de ideas asquerosas!... N o : . ,
n o . . . fuera... fuera... calma... m u c h a calma...
(Se piasen agitado haciendo el ademán de des-
echar ideas.) ¿Qué? ¿ N o soy hombre? .¿Soy u n
cobarde? ¿ U n a mujerzuela?... ¿ U n ente ridícu-
l o ? . . . ¡ D e frente!... en este m u n d o , el hombre
h o n r a d o m i r a d e frente; de frente al leal; de
frente al traidor; de frente al mal y al bien...
¡ y a S a t a n á s ! ¡ y a D i o s ! . . . ¡ Ea !, a pensar en

7
— 98 —

ello..- (Saca la carta.) ¿ E s t e sobre... este s o -


b r e . . . este sobre... fué p a r a esta c a r t a ? . . . Y a está
dicho; ya está p r e g u n t a d o . ¡ Imposible ! ¡ E s T e -
r e s i n a ! . . . N o es posible; cuando h a y u n ser «tan
miserable como yo» q u e piensa estas infamias...
p u e d a haber u n a mujer miserable q u e las ejecu-
te. ¡ A i ! ¡ A h ! Lleve usted p o d r e d u m b r e en el ce-
r e b r o , que ya escurrirá e n el corazón. P e r o tam-
bién p u e d e ser que yo esté loco y esto sería lo
mejor. ¡ D e todas m a n e r a s n o h a y que ofuscarse !.
(Metiendo la carta, en el sobre.) ¡ Q u é bien ajus-
ta ! j Como anillo en dedo de desposada ! ¡ Ja, ja !
¡ C o m o u n a infamia en u n a t r a i c i ó n ! ¡ A h o r a . . .
cerrándolo... como si fuera p a r a J u a n ! (Lo cie-
rra.) ¡ S i esto fuese u n a insesatez mía ! ¡ Q u é
p r o f a n a c i ó n - t a n horrible; ¡merecía... q u e fuese
v e r d a d ! ; ' p e r o si es verdad, ¿qué merecen ellos,
p o r viles y q u é merezco y o por imbécil, y qué
merece el universo por criar seres como nos-
otros?... ¡ Ah! ¡ y a v i e n e n ! . . . voluntad, a fin-
gir... corazón, m u e s t r a u n a vez en la vida q u e
eres el corazón de u n h o m b r e . . . q u e sabes men-
tir... ¡Carcajadas del ridículo-, a ver si resonáis,
bien en m i g a r g a n t a ! . . . ¡ J a , ja, j a ! . . . ¡ A s í , así....
ja, j a , ja !

ESCENA XII

EUGENIO, JUAN y DON HILARIÓN

HIL. H e cumplido mi palabra; a q u í . estamos los dos_


JUAN ¡ Q u é alegre te e n c u e n t r o ! . . .
EUG. ¡ A h , t r a i d o r z u e l o ! . . . V e n acá. (Jadeante.)
JUAN ¿ Q u é dices, E u g e n i o ? ¿ Y o traidor? ¿Por qué?
EüG. ¿ L o ve usted? (A don Hilarión.) ¡ Y a se inmu-
t a ! j C ó m o t e n d r á la conciencia!
JUAN E s t á s de broma.
EUG. (Riendo.'2 ¡ Ya se asusta ! Don Hilarión, mil gra-
cias; volvió usted y m e trajo u s t e d el reo. ¡ E s
u s t e d u n héroe ! Ahora-! si quisiese usted hacer
compañía a la p o b r e Teresina que está m u y t r i s -
— 9<J —

te... allá d e n t r o les. encontraría usted a todos


reunidos.
HIL. P u e s h a g o entrega formal de V a r g a s . . . y allá voy.
EUG. D e n t r o de cinco miriutos vamos nosotros... y he-
m o s d e r e i m o s muchísimo'... como y o me reía
c u a n d o ustedes llegaron... la niña... mi hija...
quiere retratar a don Cosme... ¡ p o r q u e dice q u e
es m u y f e o ! . . . ¡ J a . . . ja... j a ! . . . ¡ E a , prepare us-
t e d todas sus a l e g r í a s !
HIL. Qué b u e n h u m o h tiene siempre E u g e n i o . H a s t a
luego.
EUG. Hasta pronto.

ESCENA XIII

EUGENIO y JUAN

JUAN ¿ Q u é es lo que tienes que decirme con t a n t o mis-


terio y con t a n t a p r e m u r a ?
EUG. ¿ Y O ? N a d a . Como n o vienes sino cuando* te hago
venir... te hice venir. Y para que nos quedáse-
m o s solos despaché a don Hilarión.
JUAN ¿ Y p a r a q u é ? ¿Para qué hemos de estar solos?
EUG. ¡ I n g r a t o ! . . . ¿para qué?... Para charlar contigo.
Y a n o eres el d e otros tiempos. H a s variado
mucho.
JUAN A u n q u e no lo parezca, t e quiero*, Eugenio, y m u y
d e veras. Así es la naturaleza h u m a n a .
EüG. ¡ Y a lo c r e o ! . . . E s decir, quiero creerlo. V e n g a
acá.... (Llevándole al sofá; st& sientan los dos y
le ti&nde la mano.) ¡ Si* vieras t ú qué placer m e
i n u n d a c u a n d o estrecho la m a n o d e u n b u e n
amigo!
JUAN V a m o s . . . y a me tranquilizo; m e aseguró don H i -
larión q u e estabas furioso.
EUG. F u é para embromarte. ¿Yo furioso?... ¿Me h a s
visto t ú n u n c a furioso?
JUAN N u n c a ; es verdad.
EUG. S i y o soy u n pobre diablo: ¡ tan pacífico!, ¡ tan
b o n a c h ó n ! , ¡ y o mismo me compadezco! ¿ E u g e -
— 100 —

n i o furioso? ¡Sería cosa curiosísima! ¿ E u g e n i o


furioso?... ¡ V e n g a la m a n o , q u e voy a "triturarla
e n t r e las mías !
JUAN ¡ D i a b l o ! . . . ¡ N o h a s perdido fuerza!... V a m o s . . .
suelta.
EUG. ¿ M e g u a r d a s rencor?
JUAN ¿Por lo d e l duelo?
EUG. Sí.
JUAN N O ; m e dejaste a N e b r e d a en disposición de m a -
nejar la espada dentro d e u n o s días, y y a m e e n -
t e n d e r é con él cuando esté b u e n o . S i n e m b a r g o ,
confiesa que había motivos p a r a q u e m e inco-
modase contigo.
EUG. P u e s n o lo confieso; y o n o confieso n a d a . ¿ Q u i é n
es en este m u n d o t a n necio q u e confiese cosa
a l g u n a ? ¿Confesarías t ú ?
JUAN Y O n o tengo n a d a q u e confesar.
EUG. T o d o el m u n d o tiene algo q u e confesar: t ú , el
motivo de t u s tristezas; y o , el m o t i v o d e m i s
alegrías... Alegrías... siempre... m e n o s h o y . H o y
h e pasado u n m a l r a t o .
JUAN ¿Por qué?
EUG. P o r Teresina; lo s u p o todo. N o sé quién trajo l a
noticia... y como m e quiere t a n t o . . . .porque m e
quiere m u c h o .
JUAN Seguramente...
EUG. ¡ L o q u e h a llorado !, ¡ l o q u e h a g e m i d o ! , ¡ q u é
ataque de n e r v i o s ! Ya puedes figurarte q u é r a t o
h a b r á pasado.
JUAN Y a m e lo figuro.
EUG. E S m u c h a vida esta. U n o t a n contento... ¡ y d é
p r o n t o se desploma el Universo sobre el cora-
zón ! ¡ Y a ves t ú , el Universo t a n g r a n d e y el c o -
razón t a n p e q u e ñ o ! ¿Cómo p u e d e resistir? (Rien-
do.) ¡ P u e s resiste!, ¡ n o m u c h o tiempo; p e r o r e -
s i s t e ! . . . ¡ Y a ú n parece q u é va a coger a esa
mole q u e le aplasta, y a estrellarla... (Riendo.)
q u é sé y o contra q u é ! . . . ¡ F i g ú r a t e t ú c o n t r a q u é
vamos a estrellar al U n i v e r s o ! . . . Eín fin, y a p a s ó
todo.
JUAN ¡ P o b r e Teresina !
EUG. S e g ú n dice, su primer impulso fué ir a buscar-
me; pero comprendió q u e sería inútil y q u e m e
pondría en ridículo. ¡ O h !, la q u e v e r d a d e r a m e n t e
— 101 —

a m a n o quiere ver en ridículo al h o m b r e . . . a


quien a m a . ¡ Ella, a u n q u e parece m u y niña, tiene
m u c h o carácter y m u c h o valor!... ¿ N o es cierto?
JUAN ¡ Quién lo duda !
EUG. A S Í es q u e se quedó en casa: llorando; pero se
q u e d ó en casa. Y lo único que hizo fué escribirte,
suponiendo que t ú serías mi padrino. (Como fin-
giendo indiferencia.)
JUAN ¿ A m í ? . . . ¿Me escribió?
EUG. S Í ; ya lo creo. Sin duda te decía que m e cuida-
ses m u c h o , (Riendo.) que velases por mí, que si
era posible evitases el duelo... y o n o llegué a
leer la carta; pero esto fué lo que ella m e dijo
c u a n d o la encontré escribiéndote. ¡ P o b r e T e r e -
sina !
JUAN P u e s n o h e recibido la carta.
EUG. ¡ Q u é habías d e recibirla, si n o llegó a enviárte-
la ! T a tenía ya escrita y con el sobre puesto
c u a n d o m e presenté y o vencedor: ¡ entonces,
abrazos,, lágrimas, dulces quejas... «post nubila
febus» !...
JUAN ¿ Y esa carta... dices que no m e la envió?
EUG. N O ; ¿para qué?
JUAN ¿ Y dónde está? (Sin poderse contenerse.) Aun-
q u e ya, dices bien... ¿qué importa?
EUG. P o r ahí, por la mesa 'debe haber quedado. (Ten-
diéndose en el sofá.)
JUAN (Sin poder dominarse del todo se cocerca y bus-
ca, Eugenio', medio incorporándose, les observa
camo el tigre a su presa. Todo esto queda en-
comendado al actor.) N o está... pues n o está.
EUG. S Í , h o m b r e . . . busca bien... Ta dejamos ahí... a h í
encima... con la emoción, y la alegría y el llan-
to'... ni nos acordamos de semejante papel.
JUAN P u e s n o la encuentro. N a d a . . . que n o la encuen-
tro.
EUG. (Acercándose.) ¡ Qué torpe eres !• ¡ Vamos a ver !
Si estaba aquí mismo... Esa María... lo revuelve
t o d o . . . con su afán de pintar monigotes... pa-
rece d e raza de artistas... P u e s tienes razón, n o
está. A n o ser... que y o distraído la guardase...
(Buscando en los bolsillos.)
JUAN A ver... mira por si acaso...
ÉuG. N o . . . n o es esto... tampoco... (Sacando papeles.)
— 102 —

si digo que quedó sobre la mesa... nada, q u e n o


la t e n g o . . . ¡ A h ! . . . ¡ s í ! . . . espera... «En .propia
m a n o : urgente.» (Leyendo el sobre.) «Señor d o n
J u a n . . . » A q u í está... y a pareció... qué cabezal...
mira, y el sobre cerrado; y o merecía ser A d m i n i s -
trador de -Correos. ¡ Respeto la inviolabilidad de
la correspondencia pública y p r i v a d a ! (Dándole
la carta.)
JUAN T Ú , querido E u g e n i o , tienes todas las v i r t u d e s .
EUG. T o d a s . . . paciencia, justicia, fortaleza y t e m p l a n -
za... ¿ n o son éstas? N o estoy m u y seguro; pero
deben ser éstas.
JUAN E s a s serán. (Haciendo un movimiento para guar-
darla.)
EUG. N O ; p u e d e s leerla.
JUAN Y a m e h a s d i c h o tú el objeto.
EUG. N O i m p o r t a . . . a ver en qué términos te ruega q u e
salves mi vida; debe ser m u y conmovedora... h a -
blar de m í . . . mi Teresina...
JUAN Si te empeñas.. (A bre y lee; Eugenio le ob-
serva. )
EUG. ¿ N O lo decía yo? ¡ C o n m o v e d o r a ! . . . E a p r u e b a
es que te conmueves. T e coge de sorpresa...
JUAN N O ; ya m e explicaste el objeto... ¡ P e r o escribe
tan b i e n ! . . . ¡con tanto corazón!... ¡ e s u n án-
g e l ! . . . i P o b r e Teresina !...
EUG. ¿Qué dice? Vamos a ver. ¿ Q u é dice?...
JUAN L O que t ú m e anunciaste. ¡ Q u e evite el duelo,
a u e defienda t u v i d a ! . . .
EüG. ; Y n o te dice que se morirá si m e m u e r o y o ? . . .
P o r q u e ella m e dijo que había puesto eso... eso
m i s m o . . . que se moriría...
JUAN Sí. también. ((Si se m u e r e él, m e m u e r o yo.»
Son sus palabras.
EUG. ¿ Y n o t e ruega por ella misma... y por M a r í a ?
JUAN V e o que t e lo había , dicho todo.
EUG. ¡ N O ! . . . ¡ T o d o n o ! . . . (Con acento terrible.) ¡No
m e lo h a dicho todo !... ¡ L o s traidores n u n c a lo
dicen t o d o ! . . . ¡ Y ella lo e s ! . . . ¡ Y t ú lo e r e s ! . . .
¡ Y y o lo estov siendo'! (Corriendo hacia él.)
¡ M i s e r a b l e ! . . . (Levantando los brazos como para
aplastarle.) ¡ A h ! . . . ¡Miserable yo t a m b i é n ! . . .
(Se arroja, sobre el sofá.) ¡Miserable y m o l d i t o !
1
— 103 —

ESCENA XIV

EUGENIO JUAN y TERESA

TER. E u g e n i o , ¿qué le has h e c h o a la n i ñ a ? ¡ E s t á llo-


rando!... ¡ A h ! Juan...
EUG. ¡ Ea v e r d a d ! . . . y a la tengo. ¡ E a e v i d e n c i a ! . . . la
quise; la tengo t a m b i é n . ¿ Y ahora, q u é ? . . . ¿Qué
debo hacer con ese h a m b r e ? ¿ Q u é debo hacer
c o n ella?... ¿Qué d e b o hacer conmigo m i s m o ?
TER. Pero, ¿qué dice?
JUAN E u g e n i o , ¿qué tienes?
EUG. ¿ M e pregunstáis qué es lo que tengo? ¡ U n sue-
ñ o espantoso!... ¡ u n a pesadilla, i n f e r n a l ! . . . Al-
g u n a s veces, c u a n d o tengo pesadilla y consigo
que m e den m u e r t e . . . ¡.despierto!... M a t a d m e
entre los d o s . . . p r o n t o ¡ os lo-.pediré de rodi-
l l a s ! . . . No me defenderé; así, encogido d e h o -
rror; t e m b l a n d o d e miedo-, llorando de v e r g ü e n -
za, el rostro oculto para n o veros.... esperaré q u e
vosotros... pronto.... por compasión... a c a b a d . . .
Dios m í o . . . p a d r e m í o . . . ¿ q u é es esto q u e n u n c a
sentí? ¡ Que m e parecía imposible!... ¡ i m p o s i -
ble !... ¡ imposible !... ¡ imposible !...
TER. P e r o , ¿qué ha pasado? P e r o , ¿ q u é tiene?
JUAN N O sé... n o c o m p r e n d o . . . hablábamos alegremen-
te... m e dio su carta de usted... ( T u carta, p e r o
cerrada.) (En voz baja.) y de p r o n t o . . .
TER. ¿Mi carta?
JUAN S Í , la que m e escribió usted sobre el desafío d e
E u g e n i o , c o n Nebreda... (la que m e escribiste.)
(En voz baja.)
TER. N O c o m p r e n d o . . . (no quiero comprender.) (En
voz baja.)
JUAN ¿Por qué?
"TER. (Vio esa carta... ¡ pensaba q u e era, para él.) (En
voz baja.)
JUAN ¡ E n t o n c e s fué u n lazo !
ÉUG. ¡ P e r o no fué a la g a r g a n t a y debió s e r l o ! (Le-
vantándose terrible.) ¡ N o tan i m b é c i l ! . . . ¡ n o t a n
— 104 —

e s t ú p i d o ! . . . ¡ n o tan ridículo, que a l g u n a vez no-


llegue a comprenderlo t o d o ! Y ahora, ¿ qué v a -
m o s a hacer? (Cruzándose de brazos.) V a m o s . . .
a y u d a d m e . . . ¿qué debo hacer? ¡ Yo ahora n o dis-
c u r r o . . . n o siento... ni siquiera dolor... n o siento-
m á s q u e deseo d e destruirlo todoi, de anularlo-
todo. .. al menos de m a t a r . . . a vosotros, o a cual-
quiera... si yo creo que todo el m u n d o es tan.
miserable como vosotros!...
TEE. j T e n d r í a s r a z ó n ! ¡ y yo n o m e defenderé!... ¡si
casi lo d e s e o ! . . . ¡ n o lloro p a r a e n t e r n e c e r t e ! . . .
h e llorado m u c h o m á s . . . muchos años... muchas-
noehesj sin q u e t ú lo sintieras...
EUG. ¿De a m o r ?
TER. N O ; ¡ d e vergüenza y de r e m o r d i m i e n t o ! . . . Ya
sé q u e . n o debo decir esto... ni n a d a . . . n o me-
creas; n o soy digna de que m e creas... t ú n o de-
bes pensar d e m í sino lo peor... lo m á s abyec-
to. .. lo m á s bajo-... lo m á s infame... ¡ l o más-
ruín.!... M á t a m e , E u g e n i o . . . y cuando m e quede
el ú l t i m o aliento... entonces te diré la verdad...
¡ y entonces te rogaré q u e m e c r e a s ! . . . Porque-
entonces ya n o podrás suponer que es para de-
fender mi vida.
EUG. (A Juan.) Y tú, ¿ n o dices algo así? Ella sabe...
¡ a h ! , sí sabe... defenderse... sin defenderse...
TER. ¡Eugenio!...
JUAN Y o n o p u e d o decir ni aun eso. Y o esperaré, y
obedeceré y oadlaré entre t a n t o .
EUG. ¡ D e m a n e r a que h e de resolver y o solo! ¿Pero-
qué? Se ejecuta algo cuando se desea algo en la
vida; p e r o y a . . . ni ilusiones, ni'deseos, ni e s p e -
ranzas, ni deberes, n i siquiera odios... ¡ n o m e
inspiráis ni odio siquiera ! U n a soledad inmen-
sa... u n frío horrible en el alma... N o sé... todo-
pálido, descolorido... color de m u e r t e . . . Yo que-
r í a m u c h o a m i Teresina... y aún la quiero... pero-
era m e n t i r a . . . n o existía... esa n o es Teresina...
E s e p u ñ a d o d e b a r r o tomó su forma y me enga-
ñ ó , m e hizo creer q u e era ella... quítate... vete...
¡ barro, al lodazal !
TER. ¡ A d o n d e quieras arrojarme... allí c a e r é !
EUG. ¡ Q u é h u m i l d e ! . . . qué humildes los d o s ! . . .
TER. P e r o escucha mi último ruego-... no: el ruego de-
u n anciano... que fué para ti u n p a d r e . . .
— 105 —

EUG. ¡ P o b r e packe m í o ! . . .
TER. Resuelve lo que quieras: obedeceremos. P e r o deja
a salvo la h o n r a y el n o m b r e del que¡ s i e m p r e
t e llamó s u hijo.
EUG. ¡ Y o n o quiero el escándalo; y o n o quiero arro-
jarte a la plaza pública... m e basta con arrojarte
al fondo d e ti m i s m a ! D o n d e y o puse m i s amo-
res, n o p o n d r á nadie su desprecio.
TER. ¡ Q u é generoso eres, E u g e n i o ! . . . ¡ O h , si y o p u -
diese pedirte perdón !
EUG. ¡ Calla!, n o digas eso, que m e da asco d e m í y
p u e d o a r r e p e n t ü m e . A m i p a d r e le pagaré l o
q u e le debo. A ú n sé lo q u e es gratitud y c a r i ñ o ;
n o m e habéis envilecido del todo. E n c u a n t o a
nosotros, (Acercándose a Juan.) h a y que pen-
sar cómo hacemos... lo que debemos hacer.
TER. ¡ Eugenio}
EUG. ¡ Silencio- i
JUAN H e dicho q u e obedeceré t u s órdenes.
EUG. Sí; p e r o n a d a d e padrinos n i testigos... todo eso
es el escándalo ba¡jo otra forma y n o quiero t a m -
poco e x p o n e r m e a t u generosidad. H a r í a s alarde
d e respetar m i vida. Ñ o , n o es eso... N o ; en si-
lencio, nosotros dos: como y o te diga; de m a -
nera q u e n o p u e d a s alardear de nobleza...
JUAN H e dicho que t ú resuelves.
EUG, Y O , n o ; todavía n o me habéis convertido en ase-
sino; estuvisteis cerca de conseguirlo... pero p u d e
d o m i n a r m e . La suerte decidirá quién d e los dos
h a de apartarse para siempre del c a m i n o del o t r o .
¿Comprendes? L a suerte; y el que ella designe
busca u n m e d i o . . . «casual»... E n este m u n d o la
casualidad desata m u c h o s n u d o s . . . ¡ Q u é i m p r u -
dencia !, m u r i ó .
T.RR. E u g e n i o . . . por última vez... y o n o m e a t r e v o . . .
p e r o y o n o p u e d o callar...
EUG. Si n o peligra t u vida... ni la h o n r a . . . n i siquie-
r a las ilusiones de t u p a d r e peligran!... ¿a ti q u é
te importa todo esto?
TER. S i es que n o p u e d o . . . si t ú comprendieses lo q u e
1

y o sufro...
EUG. T Ú lo h a s podido todo-... y debes sufrirlo t o d o . . .
Silencio. Silencio, que vienen ya. A fingir (dos 1

tres»... q u e nadie adivine lo que a q u í pasa y l o


q u e aquí ha de pasar...
TER. N o tendré valor... n o tendré fuerzas... déjame ir.
EUG. N O ; tuviste valor y fuerzas p a r a fingir siete
a ñ o s . . . t e n valor u n día m á s . . . Como t ú m e di-
jiste a n t e s . . . por ese pobre anciano... al m e n o s
por él... ¿ N o haré y o lo mismo?
TER. ¡ Por D i o s ! . . .
EUG. T Ú , a q u í . . . (Colocándola en el sofá.) Y a estabas
m a l a . . . dices q u e sigues peor... T ú , (A Juan.)
a su lado... atento, cortés, n a t u r a l . . . Y yo», a
cierta distancia... como siempre... r i s u e ñ o . . . lo-
c u a z . . . feliz... contemplando a la esposa a m a n -
t e . . . y al a m i g o leal... A h o r a ya p u e d e n e n t r a r . . .
¡ u n risueño cuadro d e familia!... p e r o sonreíd...
¡ sonreíd, miserables !... (Se coloca detrás del sofá
y les estrecha violentamente al pronunciar las
ultimaos palabras.)

ESCENA XV

TERESA, ENGENIO, JUAN, REMEDIOS y DON


HILARIÓN

REM. A h o r a sí que nos vamos... (Sentándose junto a


Teresa.) ¿Estás mejor?
TER. N O . . . n o estoy bien...
E.EM. ¿ Y u s t e d ? . . . (A Eugenio.)
EUG. Y O , recobré mi equilibrio!... ¡ N o hay como te-
ner v o l u n t a d ! Quise... y_ya ve usted.
REM. P u e s h e m o s pasado u n rato delicioso con t u hija...
HIE. ¡ Es monísima!...
REM. ¡ Qué ocurrencias... ¡ q u é contestaciones a d o n
Cosme !... Con él y con su abuelo viene c h a r l a n d o
como una persona mayor...
TER. N O . . . dispensa... voy a disponer que se acueste.
EUG. Todavía n o . . . déjala que venga... ¡ q u é cruel eres
con la pobre niña !... no parece hija t u y a . . . (Son-
riendo.) T a n b u e n a para todos... y con M a r í a
tan severa...
— 107 —

REM. T i e n e razón E u g e n i o . . . en eso tiene razóii.


TER. Y a ves t ú . . . los n i ñ o s . . .
EUG. E S que m e tiene envidia, porque dice que m e
quiere m á s que a ella...
TER. (Con voz ahogada..) E u g e n i o . . .
EUG. Antea de llegar usted estábamos en esa dispu-
ta... ¿no es verdad?
TER. S Í . . . es verdad...
EUG. T a n t o que J u a n y yo habíamos hecho u n a
apuesta...
TER. ¡ U n a a p u e s t a !...
EUG. Y O aposté q u e María me q u i e r e ' m á s q u e . a s u
m a d r e ; y J u a n apostó a que le quiere a ella m á s
q u e a mí; y la apuesta fué... u n regalo p a r a Ma-
ría... y el regalo fué... (da vida»... ¡la vida de
S a n Eorenzo Mártir ! (Riendo.) u n libro precio-
so q u e se acaba de publicar: se volverá loca la
p o b r e c i l l a . . ¡ c o n u n a s l á m i n a s e n colores! Allí
está el S a n t o . . . y e s t á n las parrillas... y las lla-
m a r a d a s . . . y el chisporroteo... y las carnes he-
chas tostón... (Riendo.) ¡Delicioso!... ¡Oh, de-
licioso !... ¡ Parece q u e el género h u m a n o se t u e s -
ta en aquellas parrillas. (Ríe convulsivamente.)
TER. (Aparte.) ¡Dios m í o ! . . . ¡ n o m á s ! . . .
REM. ¡ P u e s yo apuesto por J u a n !... ¡ es decir, p o r T e -
resina !
HIL. ¡ Y 3'o por E u g e n i o !
REM. ¿Quién decidirá?
EUG. Ea n i ñ a . . . ella m i s m a . . .
TER. ¡No.! (Levantándose con ímpetu.)
EUG. S Í ; María... ella... ella q u e ya viene con «tu pa-
dre»... ¡ eh !... ¡ c o n «tu p a d r e » ! ¡ c o n el mío¡!...
(Acercándose y haciéndola sentar.) Cálmate...
estás m u y n e r v i o s a ! . . .
ESCENA X V I

DON COSME y DON PABLO, con MARIA de la mano»


TERESA, EUGENIO, REMEDIOS, DON HILARIÓN,

TER. ¡ P o r D i o s ! . . . Elévese usted la n i ñ a . . . (A su pa-


dre.)
EUG. D e ningún, m o d o . . . (Trayéndose a María.) ¡ V e n
aquí, hija m í a ! . . . Madre* desnaturalizada... déja-
m e a m í con ella...
REM. (A Teresa.) ¿Qué tienes?
TER. N a d a . . . L o decía... porque es mala costumbre
q u e los n i ñ o s . . . y a ves t ú . . . p r e g u n t a r l e s . . . ¿a-
quién quieres m á s ? . . . E s t o es cruel... Se educan
m a l . . . esas preferencias... y t ú que eres t a n b u e -
n o . . . ¡ N o . . . todavía n o . . . E u g e n i o ! . . .
EUG. P e r o si es u n a broma... ya n o lo h a r é m á s . . . es
. la última vez... ¿ T e conformas t ú ? (A Juan.)
JUAN Teresina n o está b u e n a . . . podríamos dejar la
a p u e s t a para otro día.
EUG. ¡ A h , cobarde !... ¡ tienes miedo de perder !... ¡ P a -
garás la vida... de San L o r e n z o ! . . . ¡ o h ! , y o te-
aseguró q u e l a p a g a r á s como la p i e r d a s ! . . .
JUAN Como quieras.
E U G . . P e r o si pierdes, has de pagar...
JUAN E u g e n i o . . . n o t a n t o . . . Mis deudas... q u e a veces-
son g r a n d e s . . . las pago siempre.
P A B L O H a b l a n ustedes en griego. ¿ D e q u é se t r a t a ?
EUG. D e q u e María nos diga .. ¿oyes, hijita m í a ? . . . a
quién quieres m á s : si a su m a d r e o -a m í . . . y le
regalaremos, si dice la verdad... u n precioso libro-
d e estampas... estampas de colores... u n en-
canto. ..
MARÍA ¿Aquél?...
EUG.- SÍ...
MARÍA ¡ Q u é bonito !
TER. (Haciendo un esfuerzo.) N o . . . espera... y o n o
m e resigno... -De veras... n o , n o m e r e s i g n o . . .
— 109

P o r q u e en este m o m e n t o n o es posible q u e d e -
cida imparcialmente ese... pobre ser... Lias p r o -
babilidades n o son las m i s m a s . . . p a r a los d o s .
Yo... a u n q u e p a r t e interesada... digo la v e r d a d . . .
A h o r a n o e s posible... M a ñ a n a , E u g e n i o . . . m a -
ñ a n a . . . Y a ves t ú . . . u n a noche q u e p r o n t o ' p a s a . : .
EUG. ¿ P o r q u é ? . . . ¡ D i p o r q u é ! . . . Dte seguro... n o tie-
ne... n o tiene f u n d a m e n t o ' l o q u e vas a decir.
PABLO Déjala que se e x p l i q u e . ¡ Q u é imperioso t e v a s
• v o l v i e n d o ! ¡ Libertad e n las manifestaciones del
pensamiento*!... ¡ E a !
TEE.. Ó i g a n m e ustedes... y ustedes m e darán la razón.
H a c e poco, María riñó con s u . . . r i ñ ó con E u g e -
n i o . . . ¿lo recuerdan ustedes?... F u é corriendo a
b u s c a r m e . . . p a r a decirme q u e . . . E u g e n i o la h a b í a
p e g a d o . . . N o era v e r d a d . . . cosas de chicos... P e r o
ahora está enojada con é l . . . y los n i ñ o s son r e n -
corosos. .. eso se sabe... A h o r a mismo, vean u s -
tedes, ' está m u y violenta en los brazos de E u -
genio... Y es claro... en este m o m e n t o diría...
q u e de l e s dos, a quien m á s quiere e s a m í . . . y
y o n o quiero que lo diga... ¡ así... p o r sorpresa !...
REM. ¡ T i e n e razón !
PABLO E S evidente.
HIL. Evidentísimo.
COSME Déjenle ustedes q u e responda; a ver q u é respon-
d e usted, el a r g u m e n t o es d e peso i (A Eugenio.)
JUAN D e t a n t o peso... que la apuesta es imposible p o r
ahora. E s o n o e s apuesta... es que quieres a t o d o
trance perder...
EUG. ¿Imposible?... ¿Dices q u e es imposible?...
JUAN E S darme la partida ganada: y o n o la acepto.
EUG. ¡ Ñ o l a a c e p t a s ! . . . ¡ quisiera y o verlo !... (Conte-
niéndose.) Despacio; y o m e explicaré. S u m a d r e
es la que m á s r i ñ e a María... es cierto... Siem-
p r e está con ella... es n a t u r a l . . . D e m o d o q u e
e n circunstancias ordinarias, y o tendría g r a n
ventaja... soy leal... en rigor y o sé q u e soy e l
preferido. P e r o este cariño... d e costumbre... está
compensado por la circunstancia q u e h a d i c h o
Teresina. Y la balanza vuelve a su fiel. Vaya u s -
ted a saber q u é pesará m á s en este ser inocente:
su cariño de costumbre o su enojo del momento..
— 1.10 —

TER. E n los n i ñ o s . . . siempre... la ú l t i m a impresión.


EUG. P e r o María es angelical...
COSME L a verdad es q u e las probabilidades se compen-
san.
REM. L a niña viene con su m a d r e .
PABLO L a n i ñ a prefiere a E u g e n i o .
EUG. V a m o s a verlo. Se la llevaré a su abuelito como
p u n t o n e u t r a l de p a r t i d a . . . V e n . . .
MARÍA ¡ Me haces d a ñ o ! (Muy bajo.)
EUG. ¡ V e n y obedece ! (Con voz baja y tono duro.)
TER. ¡Eugenio!...
JUAN ¡ Mira, E u g e n i o !
EUG. ¡Silencio todos... ustedes n o me conocen toda-
v í a ! . . . ¡ H e dicho s i l e n c i o !
TER. A u n q u e digas eso en broma, la niña se asusta y
n o irá contigo.
EUG. P u e s volveré a equilibrar la balanza... María...
n i ñ a q u e r i d a . . . ser inocente... n o . . . y o n o te quie-
r o m a l . . . ¡ t e quise t a n t o ! . . . los dos te queremos
m u c h o . . . tu m a d r e y y o . . . ve a sus brazos... o
ven a los míos ... n o nos enfadaremos... n o t e
1

g u a r d a r é rencor... Dios decide a veces por la ino-


c e n t e v o l u n t a d de los n i ñ o s . . .
TER. N i en b r o m a . . . m e gusta oir esas cosas tristes...
basta, E u g e n i o .
EUG. V a m o s . . . p r o n t o . . . con t u m a d r e o conmigo.
MARÍA ¿ Con' quién voy, abuelito ?
PABLO E s c o g e t ú . L o s dos te quieren m u c h o . . .
MARÍA ¿ P e r o n o es para siempre?
EUG. E S u n a b r o m a . . . sólo para esta n o c h e . . .
TER. ¡ N O ! , . . ¡Basta!...
EUG. ¡ N i u n a palabra !
MARÍA (Que s& inclinó hacia su padre, se asusta y corre
a los brazos de su madre.) ¡ P u e s con m a m á !
TER. (La abraza llorando en silencio.) ¡ María !
EüG. P e r d í la apuesta. (Todos se le\vanta\n hablando y
riendo.)
JUAN N O ; queda e n pie.
MARÍA E s t a noche a ella... m a ñ a n a a t i .
EUG. S Í , pobrecilla. M a ñ a n a m e toca a mí. D a m e u n
beso. Llévate a la n i ñ a , Teresina; se m u e r e d e
sueño.
TER. V e n , María... ( ¡ N o puedo m á s ! . . . ¡ Q u i e r o h a -
b l a r t e ! . . . ¡ V o l v e r é ! . . . ¿ M e aguardarás? ¡ T e lo
— Ill —

ruego'... con toda el a l m a ! ) (En voz baja a Eu-


genio.) •
BUG. (Aquí te aguardaré.)
TER. Adiós, Remedios... n o estoy b u e n a .
REM. Cuídate m u c h o . . .
TER. Adiós, don Cosme... Adiós, don H i l a r i ó n (Dán-
doles la mano.) V a m o s , María. (Salen las dos.)
COSME ¡ S u m a n o abrasa !... T i e n e calentura.
HIL. E s o m e h a parecido a m í .
EUG. E a s emociones del día... P e r o el sueño ... si es 1

largo y tranquilo'... pero m u y largo y m u y tran-


quilo... lo remedia t o d o . . . N i recuerdo d e las m a -
yores, t o r t u r a s : ¡ qué calmai!... ¡ q u é descanso ! 1

JUAN (Quiero h a b l a r t e . . . n o salgo d e aquí... suceda lo


q u e quiera h e de hablarte...) (A Eugenio.)
EUG. (Sal al j a r d í n . . . como si t e marchases... espera
en él... y cuando todos se retiren... entras a q u í . . .
aquí te a g u a r d a r é . )
JUAN ( ¿ N O me engañas?)
EUG. (Yo n o e n g a ñ o . )
JUAN (Alto.) Adiós, E u g e n i o . . . Adiós, don P a b l o . . .
Ees precedo a ustedes... (A los demás. Sale por
el fondo.)

ESCENA XVII

REMEDIOS, EUGENIO, DON PABLO, DON COSME


y DON HILARIÓN

COSME Nosotros también nos r e t i r a m o s . . . amigo E u g e -


nio. .. A descansar de las fatigas pasadas.
EUG. A m i g o don Cosme, acabaron las fatigas... ¡ p a r a
m a ñ a n a le doy a usted la revancha'!... ¡ n o diez
blancos... veinte... lo dicho ! (Da un golpe en, la
caja de las pistolas, que quedó sobre la mesa.)
PABLO P e r o n o dejes ahí las pistolas... q u e la n i ñ a se le-
v a n t a t e m p r a n o . . . y viene a revolver a la m e s a . . .
EUG. i E& v e r d a d ! . . . ¡ q u é imprudencia la m í a ! . . .
REM. Adiós... E u g e n i o ..
— 112 —

EUG. Espere usted un m o m e n t o . . . quiero llevarle a us-


ted y o mismo al coche... en reparación d e aque-
llos malos tratos... pero antes voy a g u a r d a r en
m i despacho estas armas peligrosas...
REM. Con llave... que el diablo las carga...
ETJG. Y el diablo a n d a suelto... que lo diga don Cos-
me. .. a caza de almas... v a caza de vidas... y la
vida es m u y hermosa... ¡ m u y hermosa !... y p o r
eso al diablo le apetece... Yo estoy m u y bien con
ella. (Sale llevando la caja, por la derecha.)

ESCENA XVIII

REMEDIOS, DON PABLO, DON COSME y DON


HILARIÓN

REM. ¡ Q u é alegre es este E u g e n i o . . . y eso q u e h o y . . .


tuvo sus intermitencias!
PABLO ¡ Y sobre todo, qué bueno !
COSME H o y estaba m a l o . . . ¡ u n a j a q u e c a !
HIL. E S un niño...
PABLO ¡ E s u n á n g e l ! . . . y o le quiero... más que si fuese
mi propio hijo...
¡ Con él n o es posible la tristeza !...
PABLO ¡ E n esta casa n o es posible la tristeza!... ¡ C o n
mi Teresina, con mi nieta y con E u g e n i o . . . de-
safío y o todas las tristezas i m a g i n a b l e s ! (Suena
un tiro.) ¿Qué es eso?
REM. ¡Jesús!...
HIL. ¿ H a n oído ustedes?
COSME E n el despacho de E u g e n i o . .
ESCENA X I X

TERESA, JUAN, REMEDIOS, DON PABLO, DON


HILARIÓN y DON COSME; después EUGENIO

TER. (Entrando desalentada por la derecha, segundo


término.) ¡ E u g e n i o ! . . . ; E u g e n i o !..'. ¿Dónde está
Eugenio?
JUAN ¿ Q u é h a sido?... ¿Dónde está?... ¿Dónde fué?
(Entrando desde el parque.)
PABLO ¡Allí... allí f u é ! .".
TER. (Se precipita a la puerta.) ¡ E u g e n i o . . por Dios,
Eugenio!
JUAN (LO mismo.) ¡ P r o n t o ! . . . ¡ E u g e n i o ! . . .
PABLO ¡ H i j o m í o ! . . . ¡hijo m í o ! . . .
EUG. (Aparece moribundo, pero sosteniéndose aún en
pie.) ¡ A h ! ¿ E r e s t ú ? . . ¿Sois vosotros? ..
TER. ¿ Q u é h a s hecho?
PABLO ¿Qué tienes?
JUAN Eugenio...
REM. E u g e n i o , hable usted...
TER. i S a n g r e !..-. ¡ a q u í ! . . . ¡ sangre !
EUG. ¡ M e muero*!... ¡ A h o r a sí q u e me m u e r o ! ( L o
sientan entre todos.)
PABLO ¡ J e s ú s ! . . . ¡ hijo mío !
REM. ¡ Q u é desgracia!...
HIL. ¡ Q u é casualidad!...
COSME ¡ Qué imprudencia !
EUG. E S O es .. u n a imprudencia... N o fué. en el cora-
zón, pero m u y cerca... ¡ N o . . . fué en el cora-
z ó n ! . . . (Mirando a Teresa.)
PABLO ¡Socorro., p r o n t o ! . . .
EUG. ¡ I n ú t i l ! . . . aquí todos...
TER. N O . . . ¡ E u g e n i o . . . n o puede m o r i r !
EUG. ¡ N o puedo morir !•.. ¡ ya lo verás !.. ¡ Y qué im-
porta ! Oye, Teresina... (Cogiéndola la cabeza.)
T e quise m u c h o . . . con toda m i alma... con todo
mi ser... ¿ N o es verdad?.. Dilo.
8
— 114 —

TER. SÍ. lo confieso... lo siento a q u í . . . (Oprimién-


dose el pecho.) lo sé...
EUG. (Separándola dulcemente.) Bien está. Oye tú...
(A Juan.) fui contigo leal. Dilo tú también.
1

JUA>Í ¡Siempre... lo sé.. E u g e n i o !


EUG. Aparta... P a d r e mío... ¿le quise a usted como a
u n padre? ¡ Cree usted q u e era y o capaz de sa-
chificarlo todo por usted... dichas, amores, odios,
todo?... Dígalo usted, padre mío \ 1

PABLO ¡ N O digas esas c o s a s ! . . . ¡ y a lo s é ! . . . ¡pero no


te m u e r a s !
EtrG. ¡Valor... padre de mí a l m a ! . . (Abrazándole.)
¡ Adiós, padre mío ! ¡ Cumplí con todos... quise
a todos... n o hice mal a nadie... ¡Dios mío, per-
d ó n a m e . . . creo que m i r o a esta gente con la so-
berbia de mi honradez !... No. . eso n o . . . pero
hice lo que p u d e . . . j u s t i d a eterna... ahora, a
ti te t o c a ! . . . (Cae muerto.)
TER. ¡ E u g e n i o ! ''Abrazada a él.)
PABLO ¡ H i j o mío !...
TER. ¡ Todo acabó!
PABLO ¡ A h ! ¡ q u é le hemos perdido!., ¡ q u é le hemos
perdido para siempre !

FIN D E E DE A M A
ADVERTENCIA IMPORTANTE

Como el drama es muy largo, los Directores


de escena pueden hacer todos los cortes que crean
convenientes, según las condiciones de cada
Compañía.
OBRAS DE DON JOSÉ ECHEGARAY

El Libro Talonario, c o m e d i a en u n a c t o , original y en v e r s o .


La esposa del vengador, d r a m a en t r e s a c t o s , original y en
verso.
La última noche, d r a m a en t r e s a c t o s y un e p í l o g o , original
y en verso.
En el puño de la espada, d r a m a t r á g i c o en t r e s a c t o s , origi-
nal y e n v e r s o .
Un sol que nace y un sol que muere, c o m e d i a en un a c t o ,
original y e n v e r s o .
Gomo empieza y como acaba, d r a m a t r á g i c o en t r e s a c t o s ,
original y en v e r s o . ( P r i m e r a p a r t e d e u n a t r i l o g í a ) .
El gladiador de Ravena, t r a g e d i a en un a c t o y e n v e r s o ,
imitación.
0 locura 0 santidad, d r a m a en t r e s a c t o s , original y e n p r o s a .
Iris de paz. c o m e d i a e n un a c t o , original y en v e r s o .
Para tal culpa tal pena, d r a m a en d o s a c t o s , original y en
verso.
Lo que no puede decirse, d r a m a en t r e s a c t o s , origianl y e n
prosa. ( S e g u n d a p a r t e dé la trilogía).
En el pilar y en la cruz, d r a m a en t r e s a c t o s , original y en
verso.
Correr en pos de un ideal, c o m e d i a o r i g i n a l , en t r e s a c t o s y
en v e r s o .
Algunas veces aquí, d r a m a original, en t r e s a c t o s y en p r o s a .
Morir por no despertar, l e y e n d a d r a m á t i c a o r i g i n a l , en un
a c t o y en v e r s o .
En el seno de la muerte, l e y e n d a t r á g i c a o r i g i n a l , en t r e s
a c t o s y e n verso-
Bodas trágicas, c u a d r o d r a m á t i c o del siglo X V I , original, en
un a c t o y e n v e r s o .
Mar sin orillas, d r a m a original, en t r e s a c t a s y en v e r s o .
La muerte en los labios, d r a m a en t r e s a c t o s y en p r o s a .
— 118 —

El gran galeoto, d r a m a original, e n t r e s a c t o s y e n v e r s o ,


precedido de un diálogo en prosa.
Haroldo el normando, l e y e n d a t r á g i c a original, e n t r e s a c -
tos y en v e r s o .
Los dos curiosos impertinentes, d r a m a en t r e s a c t o s y en
v e r s o . ( T e r c e r a p a r t e d e la t r i l o g í a ) .
Conflicto entre dos deberes, d r a m a en t r e s a c t o s y e n v e r s o .
Un milagro en Egipto, e s t u d i o t r á g i c o , en t r e s a c t o s y e n v e r s o .
Piensa m a l . . . ¿ y acertarás?, casi p r o v e r b i o , en t r e s a c t o s
y en v e r s o .
L a peste de OtrantO, d r a m a original, e n t r e s a c t o s y e n v e r s o .
V i d a alegre y muerte triste, d r a m a o r i g i n a l , en t r e s a c t o s y
en.verso.
El bandido Lisandro, e s t u d i o d r a m á t i c o , en t r e s c u a d r o s y
en p r o s a .
De mala raza, d r a m a en t r e s a c t o s y en p r o s a .
Dos fanatismos, d r a m a en t r e s a c t o s y en p r o s a .
Eiü conde Lotario, d r a m a en un a c t o y en v e r s o .
Ei hijo de carne y el hijo de hierro, d r a m a e n t r e s a c t o s y
en p r o s a .
Lo sublime en lo v u l g a r , ' d r a m a en t r e s t r e s a c t o s y en v e r s o .
Manantial que no se agota, d r a m a en t r e s a c t o s y en v e r s o .
Los rígidos, d r a m a en t r e s a c t o s y en v e r s o , p r e c e d i d o d e un
d i á l o g o - e x p o s i c i ó n en p r o s a .
C'iempre el ridiculo, d r a m a en t r e s a c t o s y en p r o s a .
El prólogo de um d r a m a , d r a m a e n u n a c t o y e n v e r s o .
¡rene de OtrantO, ó p e r a en t r e s a c t o s y en v e r s o .
Ur- crítico incipiente, c a p r i c h o cómico en t r e s a c t o s y en p r o s a .
Comedia sin desenlace, e s t u d i o cómico-político, en t r e s a c -
t o s 3/ en p r o s a .
El hijo de D. J u a n , d r a m a original, en t r e s a c t o s y ei prosa.,
i n s p i r a d o por la l e c t u r a d e la o b r a d e . I b s e n , t i t u l a d a Geu-
... ganger e.
Sic vos non vobis o la última limosna, c o m e d i a r ú s t i c a origi-
nal e n t r e s a c t o s y en p r o s a .
Mariana, d r a m a original, en t r e s a c t o s y un epílogo, en p r o s a .
El poder de la impotencia, d r a m a e n t r e s a c t o s y e n p r o s a .
A la orilla del m a r , c o m e d i a en t r e s a c t o s y u n e p i l o g o , en
prosa.
La rencorosa, c o m e d i a en t r e s a c t o s y en p r o s a .
M a r í a - R o s a , d r a m a t r á g i c o , d e c o s t u m b r e s p o p u l a r e s , en
t r e s a c t o s y en p r o s a ( T r a d u c c i ó n ) .
Mancha que limpia, d r a m a t r á g i c o , en c u a t r o a c t o s y en
prosa.
— 119 —

El primer acto de un d r a m a , c u a d r o d r a m á t i c o , e n v e r s o .
El estigma, d r a m a e n t r e s a c t o s y e n p r o s a .
L a cantante callejera, a p r o p ó s i t o lírico, en un c u a d r o y en
prosa.
Semíramis o ia hija del aire ( r e f u n d i c i ó n ) , d r a m a en t r e s
j o r n a d a s y en v e r s o .
T i e r r a b a j a , d r a m a e n t r e s a c t o s y en p r o s a . T r a d u c c i ó n . )
L a calumnia por castigo , d r a m a en p r o s a , en t r e s a c t o s y
un prólogo.
L a duda, d r a m a original, en t r e s a c t o s y e n p r o s a .
El hombre negro, d r a m a o r i g i n a l , en t r e s a c t o s y en p r o s a .
Silencio de muerte, d r a m a original en t r e s a c t o s y e n p r o s a .
El loco Dios, d r a m a o r i g i n a l , e n c u a t r o a c t o s y e n p r o s a .
Malas herencias, d r a m a original, en t r e s a c t o s y en p r o s a .
L a escalinata de un trono, d r a m a t r á g i c o original, en c u a -
t r o a c t o s y en v e r s o .
Le desequilibrada, d r a m a original, e n c u a t r o a c t o s y en p r o s a .
A fuerza de arrastrarse, f a r s a c ó m i c a , original, en u n pró-
logo y tres a c t o s , en prosa.
Entre d'olora y cuento, m o n ó l o g o .
El moderno Éndimión, í d e m .
El canto de la sirena, í d e m .
El preferido y los cenicientos, d r a m a v u l g a r o e s c e n a s d e fa-
milia, en un p r ó l o g o y dos a c t o s , por L i b r a d o E z g u i e n z a .
1000373936
PUNTOS DE VENTA

Los ejemplares de esta obra se hallan de venta en todas las


librerías y en la Sociedad de Auiores^^pañoles.
Será considerado como fraudulgrjpvtodo ejemplar que carezca
de sello de esta Sociedad. ¡gf''

Preciara pesetas.
J/ri";

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