Está en la página 1de 32

Tiene la noc he un ár bol eras el

que se escond e un hom bre


que solloza con furor de tigre.
H ay un a n iña llamada Mari -
quita, presa dent ro de un po mo
de cristal -qu e en su tiempo
g uardó ch iles en cons erva-
que p rovoc ó que un a de sus
herman as tomara una co lo -
ración am arillenta por viv ir
siem pre bajo el terror de su
exis ten cia. Pulul an en la no-
che de los cementerios rata s calvas y m aligna s que obsc rvnn co 11
sus pupil as infernales a los enterradore s que duermen. C ircu lan
ta mbién decires po pul ares según los cuales los pioj os tit:n<;n t n la
espa lda un ojo rasga do de ti gre con pesca ña s vt:rd<;s...
M as hay también, ¡oh tie r ra!, una madre qu<; mucnk f tliz lw,
cachetes de su hijo parn saca rl e chap as, una niiia de la 1..ost:1q 11t·
viene al alt ipl ano a m ejo rar su dicci ón y que l.'ll c:I fondo lo q ut'
qui ere es se r sire na y, entre muchas marav illa:, ,n ft:., 1111u11,;1110,
"Digo yo como vaca", que explica el fc rni nism o co n 111:iy<,r cla , i-
dad que los textos de más fama sobre el lema: "Si hubi<.:ran :1cido
vaca est aría contenta. Tendría un alma apacibk y c;u:idn'1pcd: 1 y
<;dd I r<'.:bol
uno s ojos soño lientos. Trisca ría pre firi c:ndo e l pt'rÍ u 111
a la madura caña. Por bo nita habría de cercarmt: el br:i mido del
toro . Pero yo siempre esta ría inm ó vil , solemn<;, fdolú de la sit:s t a
infinita, mi entr as mis ma ndíbul as ru miara n suavcmC' lllL'la t:tt:r-
nida d de la carde."
Tras la ap ar en te cor id ianeid ad que enm arca los cue nto s de
Guadalupe Du eñas se oculta siempre una extrañeza que avala el
ant iguo as ert o de que no hay nada más aterrorizador que los
ob jetos que nos so n familiares . Basta verlos con otra luz, clc:sdeun
ángulo distinto, para que tornen su forma habitual, incluso su
belleza, en algo qu e no s provocará un esca lofrío.

FON IX) ttJí1


DE Cl JLTURA
ECONÓMICA
l!IJl,TIJlli)
Lecturas Mexicanas divulga en ediciones de grandes ti- GUADALUPE DUEÑAS
radas y precio reducido, obras relevantes de las letras, la
historia, la ciencia , las ideas y el arte de nuestro país .
Tiene la noche
un árbol (f(5g
)

Seo etaria de Ecu:ación Pub11ca

l!IJIJ'IJRil~

1
Pr imera edición (Letras Mexicanas), L958
Primera edición en Lecturas Mexicanas, 1985

. LA T1A CARLOTA N a rr. 1 ªfe S.


· C'cYYlPOfc;t 9
SIEMPRE ~ oj'\ sola viejo naranjo que su-
cumbe e e patio . Vago por los corredores, por la
huerta , por el gallin ero durante to da la tnañana.
Cuando me canso y voy a ver a mi tía, la vieja
herm ana de mi adre, que trasega en la cocma,
mvaria lemente r. gres o 'COnuna trist eza nueva.
Porque conmigo su Teñgm:r-sehtrrchaae pal abras
duras y su vo me descubre un odio inc omp ren-
sible. ·
No t me g iere. Dice que traigo desgraci aYl
me no a en los ojos sombras de mal agüero.
. Alta , etrin , con ojos entrecerrados esculpi-
dos en ad a. Su boca es una líne a sin sangre,
insensible a la tern ura . Mi tío afirma que ella no
es mala .
Monologa implacable como el ruido que en
la noria producen los chorros de agua, siempre
contra mí:
- .. .Irse a ciudad extraña donde el mar es
la perdición ·de todos, no tiene sentido. Cosas
así no suceden en esta tierra. Y mira las conse-
cuencias : anda dividido, con el alm a partida en
cuatro. Hay que verlo, frente al Cristo que está
D. R. 1958, FoNoo DE C t:LTU RA EcoNóMICA, S. A. º" C. V. en tu pieza, llorar como lo hacía entre mis bra-
Av. de la Unive rsidad , 975; 03100 México , D. F. zos cuando era pequeño. ¡ Y es que no se con-
suela de haberle dado la espalda! Todo por culpa
ISBN 968-l6- 1897-l
de ella, por esa que llamas madre. Tu padre es-
Impreso en méxico
Ce-tr
11):)_: 7
tudiaba para cura cuando por su desdicha hizo to al pozo y en el fondo la pupil a de agua abre
aquel viaje funesto, único motivo para que aban- un pedazo de firmament o. Por el lomo de un
donara el seminario. De haber deseado una es- ladrillo salta un renacu ajo , qui ebr a la retina y
posa, debió elegir a Rosario Méndez, de abolengo las pestañas de musgo se bafian de azul.
y prima de tu padre. En tu casa ya llevan cinco De rodillas, con mi cara hundida en el brocal,
criaturas y la " señora" no sabe atenderlas. Las deletreo mi nombre y la s letra s se hum edecen
ha repartido como a mostrencas de hospicio. A con el vaho de la tierrá. Luego escupo al fondo
ti que no eres bonita te dejaron con nosotros . hasta que ya no tengo saliva. Me subo al pretil
A tu tía Consolación le enviaron los dos mucha- y desde allí, cuando la cortina de lona qu e libra
chos. ¡ A ver si con las gemelas tu madre se del calor al patio se asu sta .con el .aire, di stingo
avispa un poco ! De que era muy jovencita ya la sotana de mi tío que va de la sala a la reja.
pasaron siete años. No me vengan con remilgos Una mole gigante que suda todo el día, mientras
de que le falta experiencia .. Si enredó a tu padre estornudos formidables hacen tambalear su cor-
es que le sobra malicia. . . Yo no llegaré a santa, pulencia .
pero no he de perdonarle que habiendo bordado Sobre sus canas, que la luz pinta de aluminio,
un alba para que la usara mi hermano en su veo claramente su enorm e verruga semejante a
primera misa, diga la deslenguada que se lo vuel- una bola de chicle. Disting o su cara de niño
van ropón y pin ten el tul de negro para que ella monstruoso y sus fauces que devoran platos de
luzca un refajo .. . cuajada y sernas rellenas de nata frente a mi
Por un momento calla . Desquita su furia en hambre. ·
las almendras que remuele en el molcajete. ,. Hace mucho que espera su nombramiento de
Lentamente salgo, huyo a la huerta y lloro canónigo . Ahora es cap ellán de Cumato, la ha-
por una pena que todavía no sé cómo es de 1
cienda de los Méndez, distante cinco leguas de
grande. donde mis tíos radican.
Me distraen las hormigas. Un hilo ensangren- Llevo dos horas sola. De nuevo bu sco a mi
tado que va más allá de la puerta. Llevan hojas tía. No importa lo 9.ue diga. Ha seguido ha-
sobre sus cabellos y se me figuran señoritas con blando:
sombrilla; ninguna se detiene en la frescura de - . . .Podría haber sido tu madre mi prima
una rama, ni olvida su consigna y sueña so- Rosario. Entonces vivirías con el lujo de su ha-
bre una piedra. Incansables, trabajan sonámbu- cienda, usarías corpiño s de tira bordada y no
las cuando arrecia la noche . tendrías ese color.
Atravieso el patio, aburrida me detengo jun- Rosario fue muy bella aunque hoy la mires
8 9
lavada en un sillón. . . Pero todo vuelve a lo desde la ventana. Se adereza siete .huevos en me-

íl
mismo. El día que llegaste al mundo se quebró dio metro de ' virote, escoge el mejor filete y del
J como una higuera tierna. Tú apagaste su espe- platón de duraznos no deja nada. ¡ Quién fue-
ra él! .
ranza. En fin, ya nada tiene remedio ... ·
Silenciosamente me refugio en la sala. El Siempre dicen que estoy sin hambre . porque
Cristo triplica su agonía eh los ·espejos. Es casi no quiero el arroz que me da 'la tía con ·un caldo
del alto de mi tío, pero llagado y negro, y no rebotado como el agua del pozo. · Me consuelo
termina de cerrar los ojos . Respira, oigo su alien- cuando robo teleras y las relleno con píldoras ·de
to en las paredes ; no soy capaz de mirarlo. árnica de las que tiene mi tío en su botiquín.
Busco la sombra del naranjo y sin querer re-
greso ·a la cocina. No encuentro a tía Carlota. · ,A las siete comienza el rezo en la parroquia.
La espero pensando · en "s u prima Rosario" : la Mi tía me lleva al ofrecimiento, pero no me ad-
conocí un domingo en la misa de la hacien~a. miten las· de la Vela . Perpetua . Dicen que · me
Entró al oratorio, en su sillón de ruedas forrado faltan zapatos blancos. ·
de terciopelo, cuando principiaba la Epístola. La Me siento en la banca donde las Hijas de Ma-
mantilla ensombrecía su chongo donde se apre- ría se ·acurrucan como las golondrinas en los
taban los rizos igual que un racimo de uvas. alambres.
No sé por qué de su cara no me acuerdo: la Los acólitos cantan. Llueve y por ·las clara-
olvidé con las golosinas servidas en el desayuno; boyas se mete a rezar la..Iluvia. Pienso que en el
tampoco puse cuidado a la insistencia de .~us patio se ahogan las hormigas. ·
1 '
ojos, pero algo ·me hace pensar que los tuvo fi~os ·Me · arrulla el susurro de las Avemarías y
en mí. Sólo me quedó presente la · muñequ1ta casi · sin sentirlo pregonan el último ·misterio.
china, regalo de mi padre, que tenía guarda~a 2se sí me gusta. Las niñas riegan agua florida.
bajo un capelo como si fuera ,momia. -~ espié La esparcen con un clavel que hace de hisopo y
las piernas y llevaba calzones con enca11tos Jda. · después, en la letanía, ofrecen chisporroteantes
Mi tía vuelve y pr-incipia la tarde _. pebeteros. ,
La comida es en el corredor. Está lista la ': La iglesia ,se llena de copal y el manto de la
mesa; pero a ·mí nadie me llama. Virgen se .oscurece. La custodia incendia su es-
Cuando mi tío pronuncia -la ·oración de gra- trella ·de púas y se desbocan las campanillas . Un
cias cambia de voz y el latín lo vuelve tartamudo ·. olor de pino crece en la nave arrobada. Flotan
-Do do dómine .•. do do dómine -oigo .desde rehiletes de humo. ··. .
la cocina . Rechino . los ·dientes. Estoy ·viéndolo · Arrastro los .zapatos detrás de mi tía. Como
10 11

·--~
\.¡,,, sigue la llovizna, ~ os derrito en el agua y dejo Ante ella mi padre se transforma. Ya no se
mi rencor en el dien!o de los charcos. asemeja al San Lorenzo que gime atormentado
Cuando regresamQs, mi tío anuncia que ha en su parrilla. Ahora se parece al arcángel de la
llegado un telegrama. Al fin van a nombrarlo sala y hasta puedo imaginarme que haya sido
, canónigo y me iré con ellos a México. también un niño, porque su frente se aclara y
i5 No oigo más. Me escondo tras el naranjo. Por en su boca lleva amor y una sonrisa que la tía
primera vez pienso en mis padres. Los recons- Carlota no le conoce.
;::1 truyo mientras barnizo de Iodo mis rodillas.
r-......
'-l
Ninguno de los dos se acuerda del Cristo que
, Vinieron en Navidad. me persigue con sus ojos que nunca se cierran.
Mi padre es hermoso. Más bien esto me lo Los cristales agrandan sus abrazos. Me alejo he-
dijo la tía. Mejor que su figura recuerdo lo que 1'
rida. Al irme escucho la voz de mi madre hablan-
habló con ella : do entre murmullos.
-Esta pobrecita niña ni siquiera sacó los ojos -¿ Qué haremos con esta criatura? Heredó
de la madre. todo el ajenjo de tu familia ...
Y su hermana repuso : Las frases se pierden .
-Es caprichosa y extraña. No pide ni dulces; Ya nada de ellos me importa. Paso la tarde
pero yo la he visto chupar la mesa en donde ex- cabalgando en el tezontle de la tapia por un ca-
tiendo el cuero de membrillo. No vive más que mino de tejados, de nubes y tendederos, de go-
en la huerta con la lengua escaldada de granos rriones muertos y de hojas amarillas .
de tanto comer los dátiles que no se maduran . En la mañana mis padr.es_s_e_fuemn.sin des-
Los ojos de mi madre son como un trébol lar- pedirse.
go donde hubiera caído sol. La sorprendo por
{ los vidrios de la envejecida puerta . Baila frente al Mi tía me llama para la cena. Le digo que
espejo y no le tiene miedo al Cristo. Los volan- tengo frío y me voy derecho a la cama.
tes de su falda rozan los pies ensangrentados. La Cuando empiezo a dormirme siento que ella
,_) contemplo con espanto temiendo que caiga lum- pone bajo mi almohada un objeto pequeño. Lo
V"j bre de la. cruz. No sucede nada. Su alegría me palR.Q....
y me_ sororende la muñequi t a clima ~. --
asusta y sin embargo yo deseo quererla, dormir- ~ - ~o puedo contenerme, descargo mis sollozos f
me en su regazo, preguntarle por qué es mi ma- / y gnto:
dre. Pero ella está de prisa. Cuando cesa de -¡ A mí nadie me quiere, nunca me ha que- ¡
bailar sólo tiene ojos para mi padre . Lo besa con rido nadie ! -1
estruendo que me daña y yo quiero que muera. canónigo se turba y mi tía llora enloque-
12 (\~o· . 13
cida. Empieza a decirme palabras sin sentido.
t0~
Hasta perdona que Rosario no sea mi madre.
Me derrumbo sin advertir lo duro de las
tablas.
t_i?
.V ·
PRUEBA DE INTELIGEN~ !~ L- ,1 /\
c<:P'f
Ella me bendice; luego, de rodillas junto a ·5 .e, ().5 L,l;Y r -
mi cabecera, empieza .habla que habla : COMOme dijeron que 91---ese Banco intentan cam-
Que tengo los ojos limpios de aquellos malos biar las competentespor las bien trajeadas hoy
presagios. Que siempre he sido una niña muy salí a buscar empleo. Me arreglé como para una
buena, que mi eolor es de trigo y que hasta los fiesta, con el sombrero de las bodas y la capa
propios ángeles .quisieran tener mis manos. Pero de piel que me prestó Josefina.
por lo qu~ más me ~s._p.pr esa tristeza que El gerente, encantado con mi figura, me man-
me-ha:c~ual a m1 padre. dó al departamento donde miden la inteligen-
~ ínj O que duermo mientras sus lágrimas caen cia. Asustada, esperé que me hicieran pregun-
como alfileres sobre mi cara. tas de ·contabilidad, pero de buenas a primeras
me entregaron . varios cartones que me recor-
daron la hora ·de geometría en mi escuela.
Entraría la monja con un rombo lila, el rom-
boide dorado, el exágono azul y tantas figuras
improcedentes como no las -he vuelto a ver en mi
vida fuera de la circunferencia en la naranja.
Pronto llegó un empleado y, sin ceremonias, me
explicó que el derecho estaba al revés. Les di
vuelta y encontré que los cartones presentaban
manchas de tinta.
-Determine usted lo que ve en tres minutos .
Con toda mi lentitud miré el reloj y pensé:
"¡ Ay Dios, tres minutos!" Y perdí uno entero . Vol-
ví a la hoja y mi sorpresa fue grande; contemplé
una serie de culebras que se hacían ocho, se ha-
cían rosca, cocoles con ajonjolí, cruces con hor-
migas ; y yo no hallaba cómo determinar lo que
realmente miraba, pues todo esto se desvanecía
14 15
para que apareciera una jaula de pericos y un chicoteó d~ oreja a oreja con el imperceptible
caracol marino. temblor de la luz fluorescente. Calculé:
La tos del empleado me volvió en mí. Dijo -Serán ciento diez ...
que llevaba siete minutos de más. Me arrebató -¡ Trescientos setenta y cinco ! -bramó-.
con desprecio la hoja y no aceptó enseñarme las i Cuéntelos usted!
que completaban el examen; estoy segura de que Tard~ bastante porque se agarraban uno con
hizo trampa. ot~o; mientras, el individuo se puso como un
Pasamos en seguida a la prueba siguiente. Se enzo.
trataba de annar un rompecabezas que desor- -Son tre~cientos setenta -dije.
denó con grosería, pero tuve la suerte de que -Se equivoca, son exactamente trescientos
quedara intacto un alón que supuse de águila y ochenta y dos.
forcé a un soldado a volar. Mi error consistió -Ah, puede que sí.
en que no aparecieron las patas. Trajeron des- Salió y no pude menos de envidiar a aquel
pués un muestrario de colores preciosos, estricta- hombre tan culto. Para que me estimara un
mente numerados para que él dijera un número poco, le preparé mi diploma de letra Pálmer que
y yo mencionara el color; pero las barras esta- descolgué, de la sala. Pero ya no volvió. En su
ban tan juntas, y como además me tomó mala lugar llevo un calvo que posiblemente estuvo loco
voluntad el empleado, cuando él decía: porq_ue me preguntó a boca de jarro cuál era eÍ
-¡ El uno! ¡ El cinco! mexicano que me parecía más ilustre entre to-
Yo, procurando adelantarme miraba el quince e dos ,los que han existido. Naturalmente le con-
inexplicablemente respondía: teste que Nuestro Señor Jesucristo.
-¡Martes! ¡Jueves! ¡Lotería! . Tal vez fuese judío, pues se disgustó y cam-
Qué juego más tonto; era mucho mejor el de b1and<? de conversación quiso informarse so-
"Allí va un navío cargado de ... " al que nunca br~ rm artista preferido, sobre los platillos que
pude atinarle tampoco. mas me gustan Y. sobre una serie de preguntas
Parece que el hombre no estuvo de acuerdo ~al~eadas, como s1 fuera un amigo íntimo. Por
con mi contestación, y volvió en seguida, agre- ultimo sacó un cuaderno de taquigrafía que me
sivo, con unos billetes. Me mostró el fajo. entregó acompañado de un lápiz inolvidable con
. -Son de cinco pesos. ¿Cuánto calcula que 1;IDªpunta linda, fina como pico de chichicuilote
hay aquí? Justa para escribir una poesía. '
Iba a indicarle que jamás había visto el di- Supuse que iba a ..dictarme cuando veo que
nero acomodado, pero me distrajo su boca que conecta un aparato con la electricidad; pensé
16 17
que seria un ventilador porque yo estaba muy
acalorada ; casi doy un brinco al oír .una voz pe-
gajosa venida de no sé dónde, que dice: TIENE LA NOCHE UN ARBOL
-Muy señor mío y amigo ...
Como permaneció cerrada la boca del viejo Tiene la noche un árbol
se fue la carta en contemplarlo y en pensar si se- con frutos de ámbar . ..
ria ventrílocuo. Cuando comprendí que la voz J os~ GoROSTIZA
venía del aparato embrujado, supliqué la conec- FRENTEa la casa de la señorita Silvia los ojos
tara de nuevo. Accedió de mala gana. del pequeño Abel, inseparables de la ventana,
Tomé el dictado correctamente. El calvito,
pers.1guen al desconocido que espera bajo la
sorprendido por mi rapidez, ordenó con dulzura : lluvia.
-Traduzca, niña. Los pasos del extraño van y vienen de la nada
Aunque los signos estaban perfectos, para mí a la nada_, lentos, desgarbados, sumisos. A ve-
no significaron nada. Quedaron silenciosos con ces. se .detienen, a veces dudan, a veces caen. Su
su figura de tricocéfalos. arntm1a trastorna a los vecinos: sienten los pa-
Fue una verdadera lástima, pues ya me veía sos sobre el corazón.
tras de una ventanilla enrejada, con su macetita Des~ que apareció , los cinco días ha esta.do
estilo andaluz y los hombres haciendo cola para
decir piropos. Por eso ya solicité al gerente que
~oroeae la casa, <:~>n
la misma chaqueta roja,
con el mismo pantalon ce:.nícloy los mismos za-
me pennita asistir a una de las rejas, sin g°"'e patos de bailarín. Las mqj_ms..le -espfaR-les-ojos,
de sueldo, ¡ quién quita y me case! ~mudados, de azufre, la boca inflexible, los ade-
manes vacíos .
También Abel miró la oscilación de antorcha
del hombre, vio cómo sus brazos en alto casi to-
cara~ 1~ lun~, ~a luna que vagaba en el cuarto
de S1lv1a. Sdv1a, escuálida figura envuelta en
una ráfaga, dijo con sus manos desnudas algo
como un adiós.

f -Lo ima~inaste. No. La señorita Silvia ...


L-Sí, le hIZo señales y la vi llorar . .
19
18
-No digas tonterías. gloriosas con lirios recién cortados, luego los tra -
El reproche materno selló la boca de Abel. bajadores, después las señoras acaudaladas y sus
hombres poderosos . Al final el ataúd entre cres-
Un hondo repique pone de luto la madrugada. pones. Como si no pa rticipara, sola en su esfuer-
R dan murmullos negros por las calles y las z~~ ncia cabizbaj aaer= n-V
) '1i~:as . Los molinos y las tie1:1dass~~penden _sus zaba lenta y dist ~ ,,
~uehaceres . Ni los jóvenes n1 los v1eJO~~ite~ El sacer~ote _diJo una oración -impotente . Abel
la noticia infortunada: entre su desd,¡c ;.{. e. temía.a l- cementerio de alas oscuras, a los már-
amo estuvo siempre el suave corazón e i v1a , mu les jaspeaos de siluetas y al fatídico portón
ella inclinó hacia los pobres el orden y la ley. que ya no cruzaría la señorita Silvia .
En la calle la gruesa c~mpana d~ la muerte Recargado en un cipré.$, ahí estaba el de la
mecía su árida hoz, y el silba!º fabril, de barco chaqueta en llamas, deshecho y firme como un
en naufragio , abría un corteJO de negrura, de cirio . Escondía su tristeza en las solapas a la al-
bocas angustiadas, de estu~r. d tura de los ojos.
Dentro , como jirón de niebla, el padre se . o-
bla en la blancura de la estancia . Los espeJo~ Abel vaga en la huerta. Se sienta en el tronco
han sido cegados, cubiertas las paredes y canee donde ella le enseñaba el catecismo. Ahí están
ladas las puertas. Frías rosas, transpar~ntes gadr- todavía unas hojas de parra desprendidas de al-
dcnias, vuelcan su inmaculada, su mfe~un a guna ofrenda mortuoria y un gancho de plata
debilidad ; el ataúd congrega la pureza de lo se- perdido en la tierra. Abel se ha olvidado de la
mejante. d b 6 noche hundido en melancólica laxitud, en la in-
Abel sin soltar la mano de su ma re , use dolencia de precisos recuerdos .
entre eÍ gentío al hombre rojo de .la n~~ 7; en La verja rechina débilmente, se abre con sua-
el mismo sitio en donde la ingrávida vision de vidad para cerrarse de nuevo . ~ e~ a
Silvia dijo adiós, puso sus .pies teI?blorosos y §._
eñorita _5Jlv.ia, aa.tv.in a la marca de sus ;Rasos y
miró en el callejón descolondo la figura escar- la muselin a deLti:a;je-le-rez11-l-a-s-ro.dillas. Cuando
lata y pensó que si el hombre entrara al cuarto , abre los ojos ve al hombre del saco rubí, tamba-
el féretro, los velos y hasta el :.ªfflº de az!-1cenas leante, ir a la puerta de la alcoba de Silvia y
del pecho de la señorita se temnan de purpura. tratar, torpemente, de abrir con diferentes lla-
ves que resbalan de sus manos sin fuerzas ; hasta
Pasaron primero las cofradas . con el largo que al cabo de algunos minutos aparece la vieja
columpio del escapulario, en seguida las almas sirvienta que le presta ayuda y entra con él.

20 21
El miedo de reconocerlo como el mismo que
l antes de enfermar la señorita Silvia- llegaba
I auteloso siguiendo las señas de la moza lo cas- HISTORIA DE MARIQUITA
I igó con audaces sospechas . La última vez que
lo vio en la casa estaba manchado de inequívo- NUNCA supe por qué nos mudábamos de casa con
cas acusaciones. Lo imaginó saliendo apresurado tanta ~ecuencia . S~empre nuestra mayor pre-
sin hacer caso de los gritos de Silvia. Después, ocu acion era establecer a _ri q11~ A: mim a-
dijeron que la habían encontrado desmayada. re la desazona a tenerla en su pieza ; ponerla
e':1 el comedor tampoco convenía; dejarla en el
Escondido tras del árbol Abel lo oyó sollozar sotano suponía molestar los sentimientos de mi
con furor de tigre, y humildemente quiso reti- padre; y exhibirla en la sala era imposible . Las
rarse. visit~s no~ habrían enloquecido a preguntas . Así
Salió el hombre y dando tumbos dejó, sólo, q~e, invai:iablemente , después de pensarlo dema-
el temblor de la puerta. siado , la instalaban en nuestra habitación. Digo
El pequeño esperó a que se ausentara la cria- " nuestra ,, porque era de todas . Con Mariquita
da y regresó a su casa. ·Nada_l_e _ contar á.. a su allí, dormíamos siete . '
madre . _Ml¡)apas iempre fúe un hombre práctico · ha-
bía viajado mucho y conocía los camarotes.' En
ellos se inspiró para idear aquel sistema de lite-
ras que economizaba espacio y facilitaba que cada
una durmiera en su cama .
Como explico, lo importante era descubrir el
lu~ar de Mariquita. En ocasiones quedaba de-
baJo de una · cama, otras en un rincón estraté-
gico; pero la mayoría de las veces la localizába-
mos arriba del ropero.
Esta situación sólo nos interesaba a las dos
mayores ; las demás, aún pequeñas, no se pre-
ocupaban.
. Para ni!,di~frutar de su compafíía me pare-
ció muy divertido; pero mi hermana Carmelita
23
22
vivió bajo el terror de esta existencia. Nunca paRá r epon ía el líQ.uid_o
_ del pomo con nu eva sus-
entró sola a la pieza y estoy segura de que fue tancia. ~ic a exclusiva -imagiñ os ería
Mariquita quien la sostuvo tan amarilla; pues, aguardiente con sosa cáustica-. Este trabajo lo
aunque solamente la vio una ocasión, as egura efectuaba emocionado y quizá con el pensamien- (
que la perseguía por toda la casa . t? de. lo bien que estaríamos sus otras hijas en
Mariquita nació primero; fue nuestra her- s!lenc1osos frascos de cristal, fuera de tantos pe-
ligros como auguraba que encontraríamos en el

j
mana mayor. Yo la conocí cuando llevaba diez

l
años en el agua y me dio mucho trabajo averi- mundo.
guar su historia. Claro está que ..elsecreto lo :ua rdábamos en
Su pasado es corto, y muy triste: Llegó una ~ia. Fu~ _ersoruis que lle-
µ ar.as 1:as::::.
mañana con el pulso trémulo y antes de tiempo . garon a descubrirlo y ninguna.._de-és.tas_perduró
Como nadie la esperaba, la cuna estaba fría y en nues tra ami stad . ,Al principio se llenaban de
es upo , uego se movian llenas de recelo, por últi -
hubo que calentarla con botellas calientes; tra-
jeron mantas y cuidaron que la pieza estuviera mo desertaban haciendo come ntarios poco agra- r
d_ables acerca de nuestra s costumbres. La exclu- ci3 -<
bien cerrada. Isab el, la que iba a ser su madrina
en el bautizo , la vio como una alm en dra desco- s1ón fue total cuando una de mis tías contó que -:2. o<
lorida sobre el tul de sus almo hadas. La sintió mi pap á tenía guardado en un estuche de seda
tan desvalida en aquel cañón de vidrios que sólo el ombli go de una de sus hijas. Era cierto. Ahora ~
por ternura se la escondió en los brazos . Le yo lo conservo: es pequ eño como un caballito de
pronosticó rizos rubios y ojos más azules que mar y no lo tiro porque a lo mejor me pertenece.
la flor del helitropo. Pero ~a_era_tan-sen-
sible...y:delicada que empezó a mo ·r. P~ó el tiempo, crecimos tod é!s. ~a
~ue mi ~a cautizó rápidamente y E?,estaban entre n osot ~ ; pero seguíamos cam-
que estuvo horas enterasfreníeas cunita -sin b1andonos de casa, y em ezó_a._a~
a eptarsu Nadie pudoconvencerlo de blema de la situación de Mariquita .
que tlel5ía -enterrarla. Llevó su empeño insensato . Alquilamos un senorial caserón en ruinas. Las
(A_ hasta esconderla en aquel pomo de chiles que yo grietas anunciaban la demolición. Para tapar
descubrí un día en el ropero, el cual estaba pro- las bocas que hacían gestos en los cuartos dis-
tegido por un envase carmesí de forma tan ex- tribuimos pinturas y cuadros sin interesamos las
traña que el más indiferente se sentía obligado conveniencias estéticas. Cuando la rajadura era
a preguntar de qué se trataba. larga como un túnel la cubríamos con algún go-
Recuerdo que por lo menos una vez al año belino en donde las garzas, que nadaban en pun-
,,----
24 25
to de cruz añil, hubieran podido excursionar por reputación se .puso el caso muy difícil. {ueron
el hondo agujero. Si la grieta era como una tantas las hablad 'as-.que la única decente e-
cueva, le sobreponíamos un plato fino, un listón ~ltó ser la niñ ~ l bote a la que_ siqwer sl>no
o dibujos de flores. Hubo problema con el soca- levantaron calumnias.
vón inferior de la sala ; no decidíamos si cubrirlo Para enterrarla se necesitaba un acta de de-
con un jarrón ming o decorarlo como oportuno función que ningun médico quiso extender. Mien-
nicho o plantarle un pirograbado japonés . tras tanto la cri atura, que r evaba tres - años sin
Un mustio corredor que se metía a los cuar- cambio de agua, se había sentado en el fondo
tos encuadraba la fuente de nuestro palacio. Con del frasco definitivamente aburrida . El líquido
justo delirio de grandeza dimos una mano de amarillento le enturbiaba el paisaje.
polvo de mármol al desahuciado cemento de la Decidimos enterrarla en el jardín. Señalamos
pila, que no quedó ni de pórfido ni de jaspe, su tumba con una aureola de mastuerzos y una
sino de ruin y altisonante barro. En la parte de pequeña cruz como si se tratara de un canario .
atrás, donde otros hubieran puesto gallinas, hi- Ahora hemos vuelto a mudamos y no pue :a
cimos un jardín a la americana, con su pasto, su olvidar el prado que encarcela su cuerpecito. Me
pérgola verde y gran variedad de enredaderas, preocupa saber si existe alguien que cuide el ver-
rosales y cuanto nos permitiera desfogar nuestro de Limbo donde habita y si en las tardes todavía
complejo residencial. la arrullan las palomas.
l-,a casa se veía muy alegre ;_pero así y odo Cuando contemplo el entrañable estuche que
había duendes. En los excepcionales minutos de la guardó veinte años, se me nubla el corazón
silencio ocurrían derrumbes innecesarios, sor- de nostalgia como el de aquellos que conservan
prendentes bailoteos de candiles y paredes, o ino- una jaula vacía; se me agolpan las tris.tern_que
centes quebraderos de trastos y cristales. Las viví frente a su sueño; reconstru o mi sole d
primeras veces revisábamos minuciosamente los
cuartos, des ués nos fuimos acostumbrando, y
ro qt1e esta niña · ó mi infancia a su
Y....5!._escu
!!!UOacompanta.
V
cuando se repe an estos dis at no liacíamos
caso.
irvientas i~ventaron que la culpable era
la niña ue escon am s.J n e ropero: que en las
noc es su fantasma recorría elv eciñdario. Co-
rrió la voz y el compromiso de las explicaciones ;
como todas éramos solteras con bastante buena
26 v :...')
1 '
: 27
juntan esferas de altíncar, piedrecitas de mar-
fil, diminutas partículas de cuarzo.
Se apiñan en parvada . El más pequeño da la
voz de alarma :
EL SAPO -¡ Vengan a mirar !, parece una piedra con
ojos.
CAYÓ del tejado con un golpe seco. Quedó silen- -No es una rana -dice otro .
cioso sobre la hierba, igual que una m ano r ugosa -Tampoco es un pez.
cargada de fatiga. . , -¡ Qué horrible, est ~s un sa~ Yo lo co-
De pronto ensayó volar: elevóse y giro sobre cono zcO, es traidor, es venenoso; si se enfurece
sí mismo sin avanzar ni un milím etro . Su salta" puede estallar y cegamos con la lumbre que le
resonó en el campo como una bofeta da . El paisaje hace brincar el pecho.
estuvo fijo mientras el vient o desce ndia rasu- -Busquemos una espada -gritan a coro .
rando la montaña. -No quiero que le hagan daño -ruega .el que
Sobre la soledad del llano golpeó de nu evo, habló primero.
azotó su corazón contr a el mu sgo y, así, repitió -Veremos si se hincha igual que la vela de
su martill eo ha sta alcan zar el río . un barco.
Allí, en la tran spar encia huidiza, su fealdad -¡ Yo lo vi primero ; quiero guardarlo en una
sin consu elo se dupli có : caja! -suplica otra vez el pequeño.
El vientr e lechoso reba saba los litorale s de su -Retírate ! -le ordenan-. No sabemos si
cuerpo, la piel terr osa y agri etada , los ~ár~ados vuela, si se eleva hasta la torre o sube la mon-
de lona y el miedo perm anente que le fm gia un taña y llega más allá de los cedrales .
minutero en la cavidad del pecho. Su s ancas -A lo mejor conoce el mar . . .
desvalidas ensayaron otra vez el vuelo. -¡ Quiero ver cómo respira, quiero ver cómo
Resbaló pesadamente de piedra en piedr a; es un sapo! --exige el chico serpenteando entre
sólo le distinguía de los can tos rodados el tem- las piernas de los compañeros.
blor incontenible de la garganta. Su boca des- Primero le lanzan puñados de arena, luego
dentada amenazó un grito en el silencio. trompos, después porciones de lodo. Piedras, va-
ras y ramas crecen en las manitas crueles. A los
Jilgueros de vidrio alborotan el agua. niños les divierte verle la saliva nacarada, el es-
Él conoce a la chiquillería de piernas de ca- tertor de su pecho y la convulsión del vientre
rrizo tostadas al aire. Las manos morenas re- que lentamente se dilata.
mueven los guijarros. Buscan arenas brillantes,
29
28
El sapo entreabre los ojos asombrado .
La curiosidad los estrecha, forman un manoJo
de caireles inmóviles, una nube de inconscientes
.

, ,)·"'
\J\)) ¡· EL CORREO
aves de rapiña.
A cada uno le interesa descubrirle la muerte. l \ ·- Guadalajara, !al ., 28 de diciembre de 1940.
-¡ Vean cómo tiembla! .
-Mírenle los ojos, se le han llenado de chis- MA.Ni>o
esta carta y temo que no llegue, porque ..
pas amarillas. franc~ente el Correo. . . ¡ El Correo ! Podría -~
-Tiene orejas diminutas de murciélago. hablar urante horas enteras de él. l
-Su aliento es fétido como el zumo del coyol. ¡ Qué osa más ne ia es un Correo I Jamás ha
-Y su boca es tan grande que podría beberse ha 1 o verdadera necesi a una carta.
el aire que sopla en los remolinos. ¿Por qué no lo cancelan y dejan sólo el Telé-
-Todavía pu ede vivir si lo dejan que descanse grafo ... , o nada? A mí i fa-lta-me_hace. Ete - "'-.S-
-implora siempre el menor. a e te hay algo ue c rre ir cuando ya el
Pero replican : ,, ~~ y, a em s, siempre se o vi a 1-
-Esperen. Ya mero revi enta. guna cosa.
Y el grupo se afana por la intensidad del es- · ¡ Y comprar los sellos! Una cola larga en la
pectáculo. . ventanilla, mientras los pies echan raíces, cuerda
Gritan para borrarse . el sobres.al~o; intentan de presidiarios conformes en pagar la condena.
confundir con voces el remordimiento . Pero En esa caravana de confesionario en viernes pri-
cuando el animal estalla y ven la piltrafa des- mero, cuando una llega al tercer lugar, principia
vaída que se achica bajo el sol, enmudecen. Lue- a darse cuenta del misterioso susurro en la ven-
go, l~ec!i an a~ rar azorados Y tanilla. Poco a poco se entera de la dificultad
saborean su primera tris~a ...., que el de adelante tiene con el sordo de la reja, y
~------- siente la intranquilidad del contrabandista de
medias en la aduana. Nos llena de sobresalto
cavilar en las tantas preguntas que le hace al de
turno. Mentalmente una se dice: "¿ Huellas digi-
tales?, ¿edad?, ¿acta de nacimiento?, ¿historia
patológica de los padres?, ¿vida honesta?"
La sorpresa más grande ocurre cuando al fin
hay que encararse al extraño juez sordo y octo-

30 31
genario que tien e la con signa de no morir. El hiendo violeta ; pero si se le ocurre meter su
hombr e te mira con un ojo de gancho que en- cucharón en la alta mermelada del tulipán, en-
sar ta ha sta el zapato, te arrebata la carta como tonces se abate de un rascacielos .
si le pert eneciera, y en un rito especial, la sopesa Hablábamos del Correo : ¡ Qué problema bus-
como se sopesa un pollo, y le cala la pechuga car el agujero del buzón! ¿Ya hablé de eso? Yo
por si está de su gusto; y dice luego, no muy veo a la gente que se aga cha intrigadísima bus-
seguro: "Creo que necesita una de a veinte, otra cándose algo en las piernas, igual que cuando
de a dos y seis de la mo sca ." Te entrega \In re- se le va a una el hilo de las medias y no se
guero de confeti, porque sólo hay de a centavo. halla la rotura . Nunca encuentro la rendija, ni
Perplejo, el comp rad or no sabe cómo colocar el mucho menos he podido comprender los tres
rompecab ezas : por que está la de la mosca, la del letreros : INTERIOR, EXTERIOR y EXTEMPORÁNEO. No
paludismo, la aftosa, el alacrán de Durango , los coinciden con la rendija, porque los colocan muy
?e
héroes; y si es par a el Distrito Federal, la s al- alto, y no siempre llevo plomada. Lo resuelvo
gún damnificado. Y todo para que al destmata- diciendo: "De tín, marín , de dó pingüé, cúcara,
rio le cobren 27 centavos de multa porque no mácara ... " Es inútil : la pequeña cortina de hie-
estuvo corr ecto el port e. Una vez quise un tim- rro cae, y jamás sé si la carta la llevan al extran-
bre de entrega inme diata. Quedó mi carta igual jero o la mandan a la Universidad de Neocalpan
que un parkasé donde no había lugar san o ni ( o Naucalpan). Luego se siente alivio pensando:
para ju gar "u n gato"; puse los sellos formando "¡ Bueno, aun ue no a recman .. "
cocoles y qued ó muy bonita, aunque e? tal fo~- Cuanao la carta se va, queda allí, dormida
ma tapiz ada que debe h aber desapar ecido la di- indefensa, con su sello húmedo como un párpado:
rección; pues esta carta no llegó. Es un poco de nosotros mismos, y hay una cosa
¿Por qué no enviarlas mejor con las palomas recóndita de ternura al pensar: "¡Pobrecita!
o, para ser mod ernos, con las chuparrosas que ~m- Mejor la hubiera llevado conmigo, porque al fin
carnan el principio del helicópt ero ? ¡ ~obrecita era mía ."
chuparrosita ! Es el único animal que tiene que Siempre sobran estampillas. Sirven mucho
comer y trabajar al mismo tiemp o. ¿Te da s cuen- cuando se rompen las uñas y no se tiene tela
ta? ¡ Qué desgracia tan grande estar con ectada adhesiva; l~s recomiendo a mis amigas ; las de
como un ventilador eléctrico mientras se almuer- a centavo tienen tan buena goma como las de a
za! Además, es el úni co animal que muere de tostón y magnífica para la tos. Mi abuela decía:
muerte repentina. Si se le olvida volar ... i pum!, "No chupes los sellos, niña, porque los hacen con
se suicida. No corre gran peligro si está sor- resina de tuberculosos". Siento el exquisito sa-
32 33
de Ibor9601g0
A lo. 1v1aV1-cru... Jt1Cí-'
e_:,Gh bQ,, Sctf Q., (ffi c1tatú yf _s cU Je)
Cot_ ( Ci).QV\O .
bor, unido a la emoción del peligro, como si me
subiera a un avión pequeño. La gente culta y pre-
cavida ha inventado las horribles esponjas, pero
¡ no hay como la lengua ! EL MORIBUNDO
Enviar una carta presenta las dificultades que
he descrito. ¡ Pero recibirla ... ! Eso es peor . La INOPORTUNOS' como el granizo llegaron una ma-
echo en mi bolsa y a veces duerme allí has!a que drugada cuando todo dormía . Sus rostros llovi-
se pierde. ¡ Mejor! Entonces descanso. Y s1 llego dos, tristes , tal vez sollozantes . Arrastraban los
a abrirla, leo el encabezado y el final. Lo demás pies penosamente. Traían velices inflados como
nunca importa. vientres de yegua, y cajetas enjauladas en meca-
Tampoco esta carta va a llegar, aunque la tes bugambilia . Las varas con limas, entre sus
haya escrito para mí; por si no llegara, me he manos , semejaban resplandecientes cirios fú-
quedado con una copia . nebres .
Besitos, querida, Eran viejos amigos de mis padres y aparecían
' MECHE siempre así. Mi madre se apresuraba a instalar-
Yo mera los en la mejor alcoba , con dulzura incompren-
~'¡; sible . Nunca supe por qué se alegraba tanto de
dE que invadieran la casa .
Pero esta vez, misteriosamente esquivos, se
encerraron con mis padres sin O!r las íifili bras
de füenveniaa y sin dar importancia a mis diez
áitos que, golosos, siquiera esperaban una lima.
Una quietud súbita se adueñó de la casa; des-]
ptiés, sólo por un instante, escuché el llanto de
mi madre. En seguida el silencio afilado y largo
entre los hilos de agua que seguían cayendo .
Las nubes desenredaban madejas grises infi-
nitas. De tanto esperar me gue.d.Ld.ormida. La
voz de mi padre estalló sobre aquellos rostros que
yo no podía ver :
-¡ :el se quedará a.lJ.UÍ, pase lo que pase! ¡ Sea
lo que Dios quiera !
34 35
~::::-:
========== === =-- ----------------,.-- -- ---------- -- ------ - -·~-
--~~--~-

Entraron en mi pieza goteando todavía y con ciadas de chaquira, para repartirlos en la sala
an desconsuelo . . ·e· ec1 a alta y solemne. junto a la tortuga seca . Cantaba los misterios en
El ijo pre 1 ecfü\la seguía con un andar de ven- la Parroquia Mayor con voz tajante, y tenía po-
c1 o que no uvo nunca y los ojos huían tras de sibilidades de rencor incalculables. Cuando yo
sus pestañas igual que un lobo atrapado entre la conocí llevaba seis meses de no hablar a su
rejas . No m s vigoroso, ni alto, ni reidor . Se de- madre y tres años de no mirar al hermano bon-
rrumbó de g lpe con pena oculta. dadoso e inteligente . Acaso le envidió la belleza
suñctó entró tras él con su del alma, la pulcritud del cuerpo, o quizá evitó
mueca de mon · sin virtud : ya no cabía en quererlo porque supo acaparar la alegría.
el mundo n· o ortaba más el convento. Des- Él estaba enamorado de una muchacha linda
pués Samue , el idiota, húmedo e inseguro, que que le escribía de muy lejos . Conmigo leía sus
busca nos como si en ellos pudiera cartas. Fui su preferida. Celebró mis travesuras ,
hallar algo que le perteneciera. Grotesco con su soportó mis caprichos y prometió llevarme a co-
repugnante hilo de baba. nocer Europa; pero esta :vez ya no era el de
Eran muy ricos, aunque a mí nunca me lo pa- siempre .
reci ero n. Conta15an qües u a buelo ponía al sol ama me vio llorando y explicó : traían una
clí iquihuites llenos de oro que un día enterró y pena muy grande . Él había ayudado a los "cris-
nadie, jamás, supo dónde. teros". Encontraron en su bodega un arsenal
El tonto siempre me asustaba. Lo vi azotarse, completo y lo apresaron. Tres meses estuvo en s."' l\.
igual que una sanguijuela, en un ataque epilép- las mazmorras de Morelia junto con otros reos ~o
tico. Echó abajo las cortinas en el afán de dete- ' J' i:;J
Allí los inocularon de tuberculosis. Él vio desan X..
nerse y luego se quedó quieto en medio del mo- grar~e a sus compañeros _mientras el mal le con f';
saico, tirado y abierto como un gran murciélago. sum1a la garganta y le deJaba una costra de nieve 'a
En la boca tenía espuma como algodón espeso; es~ra:igulante: Desde antes de huir supo que no ~ /l
aún hoy lo veo, aunque cierre los ojos.
La hermana era una monja que nunca vi en
el convento. Siempre estaba por irse, pero se fue
ex1st1a remedio ; como a un árbol nuevo un in-
cendio de larvas, así lo invadió el mal. Su frente
fue abultándose y una fiebre obstinada se le pren-
1
f:'
quedando. Se ocupaba de cosas inútiles apren- dió a los ojos. \l
didas en el claustro: martirizar el piano, pintar - cuai't"do se fugó de la cárcel, deseoso de morir
acua relas, confeccionar deprimentes ramos de ~ nt :e los suvos, tpas
ó quiñC 1as entre coyotes,
papel crepé, construir cajitas en repujado y ha- comió raíces, y descalzo llegó hasta Yurécuaro.
cer cojines de raso con siluetas de terciopelo ro- De allí vino a México a refugiarse en mi casa para
36 37
~--------------------------.r---- -::---
--- --·.-----~----··-----·---
esperar la muerte, la que llevaba consigo, y que y supuse que a juventud tan entera no alcanzaría
oía sus tejidos minuto a minuto. la muerte . Pero un día, el día que siempre llega,
En el instante que vi a mamá separar sus cu- hubo junta de médicos por enésima vez; alguno
biertos y su ropa para evitarnos el contagio me propuso matarlo como algo justo y piadoso . Mi
eché en brazos de mi amigo, lo besé y le di a en- enfermo que ya no podía ni palidecer , con son-
tender que yo no sentía miedo ni asco. :e.1me risa bondadosa, dijo que aceptaba tal muerte si
rechazó conmovido y tuvo una sonrisa triste para el confesor lo absolvía. El sacerdote habló de
mi ternura exagerada. crimen y rechazó rotundo la solución nefasta. En-
Q_esdeese día lo acompañé todas las tardes. cogiéndose de hombros el doctor lo abandonó a
s mejores médicos entr en su p_ieza; su tormento.
meses y meses e torturas, análisis y opiniones . :e.1era un bosque encendido que se extinguía
Ño quedó un poro de su cuerpo que no fuera leño por leño. ·
martirizado. Todo inútil ; su sangre escapaba sin No me di cuenta cabal del drama de aquel
cesar, sus mejillas tenían el color de las jícamas, hombre. Vivía de lo que él me inventó . Sería
los ojos se le volvieron espantosamente grandes bella, dichosa, libre . Construyó mi futuro en va-
y ~l llenaba la ag_anía...desmenuzanc:lo_cada_yna ticinios que no se realizaron. La felicidad no
de sus-ho.i:as. llegó nunca, pero el moribundo la pin tó con pin-
L._anovia dejó_de...esci:ibitle,pero él jamás hizo celadas arrebatadoras, porque tenía la eficaz es-
comentarios. peranza de realizarse en lo eterno .
Lo vi desprenderse de todo arraigo humano El día de su partida fue para mí un dolor
con ardiente serenidad que me helaba, k llegó que sólo podrá superar el de mi muerte .
un momento en_que.-fue....1 an_ajeno a este munao Esa semana me reprendieron y él no estuvo ·
que disculpó el silencio empecinado de su ner- de mi parte . Me vengué no visitándolo. Cantu-
mana. rreaba por mi pieza para que me oyera. Pared
Conversaba conmigo y me hacía creer que por medio escuché su respiración anhelosa como
para él la vida era buena. Sólo se volvía ·duro un estertor anticipado. Durante la noche su fa-
cuando su madre sollozaba sobre su muerte in- tiga penetraba por mi cuarto y tuve la crueldad
acabable. Entonces hablaba de lástima y cobar- de no llamarlo.
día y con voz seca ordenaba callar a la viejecita. La tarde irremediable llegué de la escuela al
Yo nunca creí que moriría. Durante el año punto en que el Viático era llevado urgentemen-
que el mismo techo fue suyo y mío me acostum- te. Le pusieron los Santos óleos en unos pies que
bré a sus gravedades como a hechos sin peligro ya caminaban por el cielo. Miré sus ojos del todo
38 39
entristecidos y, cuando su voz de siempre me
aseguró que le había negado la última semana
de consuelo, enloquecida, me abracé a su cuer-
po; pero más fuerte que mi piedad, fue el horror LA ARAÑ:A
que el hielo de su carne me produjo. Me separé
al instante. Él se dio cuenta y explicó tranquilo: DESDE su trapecio de átomos se desploma irónica
-El frío llega ya a mis rodillas ; pero toca mis y perversa . Su negra pupila descubre abismos
manos, todavía tienen algo de vida. transparentes en los espejos de mi alcoba.
Su madre me rogó que saliera ; no le hice el Con su ojo alerta, en su atalaya de viento,
menor caso. Puse mi boca sobre la cara del mo- acecha mis insomnios, y sorprende la derrota de
ribundo y estuve rezando oraciones amargas que mi rostro sin máscara, fláccido y vencido. Atisba
antes no supe. Él las fue repitiendo. en lo más hondo del silencio. Se sabe mi cuerpo
No hubo poder que me arrancara de su cabe- y el hastío de mis manos. Me adivina rebelde
cera, estuve allí mientras moría . Claramente dijo como las lianas y cautiva como los árboles.
que me esperaba en el cielo. Mi padre me arras- Cuando en largo sollozo me tiendo sobre las
tró al corredor y entonces vi que Asunción, la sábanas ácidas cae al ras de mi carne y goza con
del rencor sin medida, la que nunca quiso olvi- mi vigilia .
dar, vomitaba la soberbia de su alma en un Luego estira sus piernas lacias, cabellos hú-
infierno de gritos. Me uní a su amor tardío, a sus medos, y en las paredes ronda perseguida por mi
alaridos de perdón que la muerte sellaría baj(.1el angustia.
mármol. La miro en el rostro del tiempo .
Me observa desde la telaraña nocturna; su
pupila me acusa y me condena. Y no la disuelve
ni , mi caudal de vanidades ni mi pozo de sober-
bia, ni siquiera el estruendo luminoso del día .
Yo sé que me vigila y la busco por los muros
de la noche, en los vértices de sombra. Mientras
vaga en los ~spejos mi desnudez desamparada y
en mis entrañas secas anida la fa_tiga , su pupila
me descubre y me afrenta con su risa : risa de
la congoja de mis latidos de plomo, sola como
mi lecho, sola con mis palabras.
40 41

]
Sé que me presiente y sé que por la altura de
la noche me espera. Si duermo, danza sobre mi
frente, su ojo sobre mi ojo. Se pasea por mi es-
palda enredando mi pelo con su aventura em- AL ROCE DE LA SOMBRA
ponzoñada.
RAQUEL ctmectó la luz y se sentó en la cama ...
¡ No quiero que la toquen! Que la dejen en Si el aroma saturado en el lino, si la música ob-
mis muros, que la dejen en mi cuarto, en mi tum- sesiva, si los trajes de otro mundo desaparecie-
ba de sábanas blancas y lunas encadenadas. La ran, y si consiguiera dormir; pero la nitidez de
conozco y me uno a su vaivén de péndulo y a su la imagen de las dos mujeres aumentaba al roce
morir hipócrita. Que nadie piense en quitarle de la sombra con su cuerpo y el sudor y el es-
su telaraña de ecos, su hamaca sobre el vacío. panto la hundían en el profundo insomnio.
El candil hacía ruidos pequeños y finos se-
mejantes al tono con que hablaba la mayor de
las señoritas; el ropero veneciano, con su puña-
do de lunas, tenía algo del ir y venir y del multi-
plicarse de las dos hermanas ; también las luidas
y costosas alfombras eran comparables a sus
almas.
Volvió a sentir el bamboleo del tren y oyó el
silbido de la máquina en la curva pronunciada .
Hostil fue la noche en la banca del vagón de se-
gunda, desvencijado y pestilente. Contempló la
herradura quebradiza y trepidante de los furgo-
nes: carros abiertos con ganado, plataformas con
madera , la flecha fatigada y el chacuaco espeso
y asfixiante .
El nombre de las Moneadas cayó en su vida
como tintineo de joyas. El compañero de viaje
parecía un narrador de cuentos y las principes-
cas Moneadas le adornaban los labios y resulta-
ban deslumbrantes como carrozas, como palacios.
42 43
1
-Dentro de dos horas estaremos en San Mar- las buhardillas, pintores; rP, onde los
tín. Es lamentable que a usted, tan jovencita, la franceses engañan a los c~ndolos a
hayan destinado a ese sitio. Lo conozco de punta f sacar unas raíces que luego les arrebatan del ho-
a punta. No hay nada que ver . Todo el pueblo cico y que tienen nombre extraño como de pez o
huele a establo, a garambullos y a leche agria . de marca de automóvil: trifa, trefa, no, trufa.
De ahí son esas moscas obesas que viajan por Nunca las había probado. Seguramente eran opa-
toda la República. La gente no es simpática . Lo linas gotas de nieve . . . ) En el pueblo, su orgu-
único interesante es conocer a las de Moneada lloso aislamiento les parece un lujo. Tenerlas de
-frotó sus mejillas enjutas como hojas de otoño. vecinas envanece. Salen rara vez y ataviadas
En el duermevela las dos mujeres aparecían, como emperatrices caminan por subterráneo~ de
se esfumaban. silencio . La gente gusta verlas bajar de la anti-
-Traigo una carta de presentación para esas cuada limosina, hechas fragancia, para asistir
señoras, de la madre Isabel, la directora del hos- a los rezos. ("Ropas fragrantes". Raquel se vio
picio, con la esperanza de que me reciban en su en el vaho de la ventanilla con una gola de tul
casa. y encaje sobre un chaquetín de terciopelo y se
-Señoritas, no señoras ... quién sabe si la vio calzada de raso con grandes hebillas de pie-
acepten, no se interesan por nadie --como si estu- dras. . . pero si sólo hubiera podido comprar el
viera nada más frente a sus recue;4os, añadió-: modesto traje que antes de partir admiró en el es-
Son esquivas, secretas, un l51§foh Conservan caparate de una tienda de saldos .) Los pueble-
una finca, amueb]ada por un arUs·t a!italiano, con rinos alargan el paseo del domingo hasta la casa
muchas alcobas y jardines. Se educaron en Pa- de la hacienda con la esperanza de sorprender, de
rís porque su madre era francesa. El señor de lejos, por los balcones abiertos de par en par, sólo
Moneada se instaló allá con sus dos hijas ado- este día, el delicado perfil de alguna de ellas o,
lescentes. Se dignaba volver muy de tarde en al menos, el Cristo de jade o los jarrones de
tarde a dar fiestas como dux veneciano. Sin Sevres.
embargo -murmuró-, yo jugaba con las ni- A ella se le ocurrían multitud de lacayos en
ñas. ( Raquel preferia que su compañero fuera el servicio y no la extravagancia de tener única -
invención del monótono trotar sobre el camino mente dos criados.
del desvelo.) Hace quince años regresaron de La locuacidad del viajero la adormiló con de-
París, huérfanas, solas, viejas y arruinadas; bue- trimento del relato.
no, arruinadas al estilo de los ricos. ( El París -En las mañanas asisten a misa, pero des-
de las tarjetas postales, los cafés de las aceras, pués nadie consigue verlas . Reciben los alimen-
45
44
tos, en la finca, por la puerta apenas entreabierta. ba observarlas ; a las siete en punto atraviesan
Yo sé que secretamente pasean por los campos el atrio de la parroquia con las blondas al aire,
bardados, en la invasión de yerba y carrizales . indistintas como dos mortajas . El eco de sus
A veces prefieren las márgenes del río que zigza- pasos asciende en el silencio de la nave y el idén -
guea hasta la capilla olvidada . ( El musgo y la tico murmullo de sus faldas, que se saben de
maleza asfixian el emplomado, las ramas trepan memoria todos los fieles , cruza oloroso a retama .
por la espalda de Santa Mónica y anudan sus bra- En la felpa abullonada de sus reclinatorios per-
zos polvorientos . La antigua estatua de San Agus- manecen con la quietud de los sauces, y su piedad
tín es un fantasma de tierra hundido hasta las uniforme las mue stra más exactas . Quizás el
rodillas . Las hojas se acumulan sobre el altar rui- ámbar estancado en sus mejillas y el azul inexo-
noso.) Raquel siempre tuvo miedo de los santos. rable de los ojos llena de asombro a las devotas .
. -. La torre sin campanas sirve de refugio a las Cuando termina el oficio salen de la iglesia y la
ap1p1scas que caen como lluvia a las seis de la altivez de su porte detiene las sonrisas y congela
tarde. ¿Las conoce, niña? . .. Son la mitad de una los saludos. Pero~ scnnden_el miedo tras ~
golondrin .a. ( Retozan con algarabía que se oye desdén de sus pá:cpg,gQ s.
.hasta la fmca; forman escuadras, flechas, anclas , Cuando el hombre, como si quisiera impedir
Y luego se desploman por millares en la claraboya un pensamiento, se pasó la mano por la cara y
insaciable.) . · taciturno miró a la ventanilla, Raquel necesitó
-Cada amanecer las despierta el silbido de su plática, su monólogo. Un chirrido de hierros
la llegada de este tren . (El tren pasaba por un y el tren frenó en una estación destartalada. En
puente , el émbolo iba arrastrándose hasta el fon- poco tiempo arrancó desapacible por su camino
do del barranco, hasta aquellas yerbas que ella de piedras .
deseó pisar con pies desnudos. ¡ Qué ganas de ir -El próximo poblado es San Martín.
más lejos, allá, donde un buey descarriado! ¡ Qué Raquel, enternecida por el compañero que
gusto bañarse en la mancha añil que la lluvia huiría con el paisaje, quiso apegarse a él, como
olvidó en el campo! ¡ Qué desconsuelo por la a la monjita Remediqs que copiaba el amor de
temida escuela ! ) madre para las niñas del hospicio. Espantada
-¿A qué hora me dijo que llegaríamos a San naufragó en la mano del hombre :
Martín? -Falta muy poco para San Martín .
El viajero ante la perspectiva del silencio ya El viajero extrañó su impulso .
no dejó de hablar. -¿ Qué prisa tiene por llegar a ese pueblo de-
-Falta todavía un buen trecho .. . Me gusta- jado de la mano de Dios?
46 47

11
-Tengo miedo. ¿Por qué avanzaron los minutos? Las dos viejas
' ¿De qué, niña? A lo mejor las señoritas de ardían en sus pupilas felices y aterradas. Remiró
Moneada la reciben afables. Seguro que la que- sus escotes sin edad, sus omoplatos salientes de
rrán. Una maestra es mucho para estos igno- cabalgaduras, su espantable espanto.
rantes. La fatiga la columpiaba y la dejaba caer y
-No sé, no es eso, nunca he vivido sola. En lloró como se llora sobre los muertos . Recordó
el hospicio éramos cientos. la mariposa de azufre luminoso y círculos color
-Estamos llegando ; estas milpas ya son del de relámpago que entre crisálidas, de una espe-
pueblo. ~------- cie extinguida, guardaba la madre Isabel en caja
,.- R~quel le miró el rostroyeni~ Oef"lR>m- de vidrio. En sus manos veía el polvo de las lar-
~ gº-.faltaba - por-decir ... vas infecundas, de ceniza, como ella, con su ata-
Apagó la lámpara y cerró los ojos . Poco antes do de libros y su corazón tembloroso .
de amanecer la sobresaltaron ruidos vagos, mo- Al principio las de Moneada la miraron des-
vimientos borrosos fuera de la puerta, como de pectivas y la rozaron ap:-
emrs-con- sus- ded-O"S
- o:tán-
seres inmateriale~, de espuma, que trajinaran qüisimos . Ella sintió la culpa de ser fea . Con
extravagantemente en el corredor y en el pozo. que repro bación miraron el tr ajeire:g Fo-q ue en-
fundaba su delgadez, cómo condenaron sus pier-
Quizás fuera nada, pero se incorporó : oyó un nas de pájaro presas en medi~s de algodón y
roce de sedas y un crujir de volantes sobre el cuánto le hicieron sentir la timidez opaca de su
mosaico. Los espejos reflejaron la misma estre- mano tendida . Ante el desdén quiso tartamu-
lla asomada a la vidriera. Encendió de nuevo. dear una excusa por su miseria y estuvo a punto
Todo el melancólico fausto de la alcoba antigua de alejarse; pero las encopetadas la de..turieron
se le reveló con la sorpresa de siempre . Aquella a!Jee firma de la reverenda madre _ lsahel ,
suntuosidad la embriagaba hasta hacerle daño. compañera de estudios en e colegio ;de Lille . Em-
Se sabía oscura y sin nombre, una intrusa en pezaron a discutir en francés ; alargaban los ho-
medio de este esplendor, como si el aire polvoso cicos como para silbar, remolían las sonidos en
del pueblo se hubiera colado en la opulencia de un · siseo de abejas y las bocas empequeñecidas
los cristales de Bohemia. seguían la forma del llanto. jmtonc~s la mi r aron
' al arroyo que a los
Sí ; ella pertenecía más <;..
omo si hubieran recibido un re~ lo y empezó
damascos ondulantes sobre su lecho . para Raquel la existencia de gua rclarropas de
Le dolía haber sorprendido a las ancianas, cit atro lunas yñi ás espejos sobre tocadores re-
peor que desnudas, en el secreto de sus ~almas. vestidos de brocado que proyectaban al infinito
48 49

'I
su cuerpecillo enclenque. Palpó las cosas como El pozq lo cubrieron con gruesa tarima Y,so-
ciega, acarició las felpas con sus mejillas, le fas- bre la superficie pulida coloca~on un San Jose -~e
cinaron los doseles tachonados de plata como piedra y jarrones con begoruas . En compan1a
elde la Virgen María; se sujetaba las manos 'para del santo se sentaban a coser por las tardes .
no romper las figuras de porcelana en nichos y Conversaban tan quedo como si estuvieran
repisas. Las colchas, con monogramas y flores siem:i}re
: aen.tto de un a.ig lesia .
indescifrables, repetidas en los cojines tenían la Refugiadas en altiva reserva, envueltas en ·su
pompa de los estandartes. Cuando recorrió vo- propia noc e, su mun o era e co o u1 1'ls
luptuosamente las cortinas, crujió la seda como -:clb-:s.::sol
a es. . . e y asueto en la
si sus manos estuvieran llenas de astillas. ¡ Qué escuela y el estino espera a Raquel en la sala
rara ,se vio con su camisón de siempre y sus deslumbrante, para marcarla, para deshacerla en
pies de cuervo fijos en la alfombra de suavidad horas de vergüenza.
de carne! Sus huellas, húmedas y temerosas, las Con qué rabia, con qué inclem.ente estupor,
borró con la punta de los dedos. Guardó su ga- las señoritas cayeron del sofá cuando miraron a
bardina, sus tres blusas almidonadas, su refajo Raquel detrás de las cortinas .. Com? si. hubier~
a cuadros y el único vestido de raso. Ahora, su estado previsto, sin palabras , n1 exphcac1ones, n1
ropero ostentaba el lujo de trajes que ella aceptó ofensas, ya la habían sentenciado:
preguntándose cuánto duraría aquel sueño . De El acuerdo fulguraba en sus OJOS.
los viejos baúles salieron encajes, cachemiras y Las notas inverosímiles la enlazaron por los
gasas en homenaje inmisericorde . Con alboroto escaloncillos, hasta donde ella no conocía porqu;
de criaturas, Jas_c:L Moneada la protegían y abru- siempre halló el muro 'de la puerta, ahora dern• ,
~n_con...su--incansab~f eao.-- 0 __. hado. Dentro, el ~ fal~ rito.
No_era el polvo del sol SObÍ'e el mantel calado, Revuelto con la füzffia ae la tarde el esplen-
ni los panes diminutos envueltos en la serville- dor vinoso de candelabros y lámparas escurría
ta, . ni la compota de manzana, ni siquiera el sobre el mármol de las paredes, sobre el relieve
ramo de mastuerzos, lo que instigaba su llanto : de los frisos, sobre el vidrio labrado de las ven-
era la ternura de las viejas irreales, su descubier- tanas sobre tibores, rinconeras y estatuas, sobre
to oficio de amor. gobe mo de hilos de oro. Raquel contemplaba
_Perdían horas con sus macetas, cuidaban cada -rn--·+U."ea a torrentes mientras romanzas y ma-
flor como si fuera la carita de un niño. Cubrían zurcas la embriagaban . La pianola se abría en
los altos muros de enredaderas con el mismo en- escándalos d ritmos .antiguos.
tusiasmo con que labraban sus manteles . En un entred ~ soberbias y tenues, Monina
50 51
-(±rafalar:o: ~,

1
6
""' 11 Y la Nena se transfigurabande sobrias y adustas cómplices. Reía Monina de la aridez de la Nena,
'59 en ~undanas y estridentes. El regodeo la afec- ~de su estuche de fantasmas, de su cortejo de fic-
0- °'i tac1ón con que hablaban venía en asco os mse- ciones. Hablaba la Nena para adhetirse a la
iiaraD existencia de su hermana, para que riera Mo-

!
es OJOS e a pro esora. Guando se levantó
ji la Nena para ofrecer de lo que comían a hués- nina, para que cada una, con la otra, ahondara
la fosa de la compañera.
v7 pedes invisibles : "Por favor, EKecelencia" "Le
~ suplico, Condesa", "Barón yo encar~zco" La música derretida y espesa del catafalco se
'r- ~ riunfó la seducción de las ~lhaj~ ' mezclaba a los gritos de la Nena:
Q o , Empezaba el~ e la Nena un cintillo de Notre-Dame est bien vieille ,· on la verra peut-etre
n S oro Y _rubíes que recogía el pelo entrelazándolo
Enterrer cependant Paris qu'elle a vu naitre.
con hileras de brillantes ; seguía la espiral de Mais, dans quelques mille ans, le temps f era broncher;
~erlas en el cuello y, sobre el simulacro del tra-
~e de vestal, muselina azul, cintilaba una banda sin dejar de reír Monina empezó murmurando y
igual que la corona; terminaba el atuendo el bor- luego alcanzó el tono de la hermana :
las sandalias con canutillo de plata y
?~jo1!-~transparentes . Anillos y arracadas de- Comme un loup f ait .un b~uf, cette carcasse lourde,
Tordra ses nerfs de fer, et puis d'une dent lourde
teñiarr1a luz. Más alta y espectral era dentro de Rongera tristement ses vieu.x os de rocher . .
su :}queza; más secos sus labios, más enjutas las
meJ1llas, menos limpios los ojos. · La Nena fue a besarla recitando, para que bailara
Sólo el brillo de los diamantes en el terciopelo con ella. Consiguió que asida de las manos acce-
negro con bordados de seda y los guantes reca- diera a girar y que a coro terminaran el poema.
mados, sostenían la presencia de Monina · ni cara
ni cuerpo, di$cemibles. . ' Bien des hommes de tous les pays de la terre
. La. voz rechinaba sin deseo de respuesta, dolo- Viendront pour contempler cette ruine austere,
Reveurs, et relisant le livre de Victor ...
nda, 1~can~able. Y la risa, como espuma de cie- -Alors ils croiront voir la vieille basilique,
no, l~tia sin cesar. La Nena bailaba sostenién- Toute ainsi que'elle était puissante et magnifique,
dose en el. hombro de ~maginario compañero, Se lever devant eux comme l'ombre d'un mort !
hablando siempre, y Momna, en su asiento, reía
por encima de la música, por encima del monó- Cayeron sobre una otomana y ju-
logo dominante. No eran el volumen ni la estri- bilosas .
p.en.cia,_nLla-t-enacidad .,:Jo=iierverso, 'sino io .!_is- Inmensa ternura sacudió el corazón de Ra-
coso de marchitas tentaciones, de ausencias quel rebosante de lágrimas . Deseaba compren·
52"iA--. Acezante~: s3
-4...-UJ.'U)
:.
derlas y justificarlas, pues ella misma, ahora, se cianas, festejaba sus ocurrenci ~s. Pt:ro ?abía
creía una princesa cuidada por dos reinas ; pero algo más en el espect áculo : venia del J~rd1n un
se resistía a verlas enloquecidas en el vértigo del olor sucio como si el pozo soplara el ahento de
sueño, miserables en el hondón de su pasado. su agua podrida y al mis1;110tiemp~ los na~anj?s
Las quería silenciosas, con ese moverse de palo- del patio hubiéran florecido . g!J ej e-...§.
~~ s-
mas en un mundo aparte y la atemorizaba el ani.: tinto; algo pasaba en las cosas como u~a sens~-
quilamiento que les causaría su imprudencia. No cfón de tristeza envolvente. Tal vez el 1nsomn10
podría volver de nuevo a la soledad y a la po- le clavaba el malestar corros ivo.
breza. Al tomar el vaso de leche sus manos no . a
En la dureza de la fiebre las raíces sañudas obeaecían. Desgar adas cayeron sob~e la me~a.
del frío hendían estremecimientos y sollozos . Ra- El líquido se extendió sobre el encaJe y deshzó
quel reptaba hasta la frescura de los cojines y sus tentáculos hasta el suelo .
oprimía su cabeza incoherente . En el jaspe de Las señoritas de Moneada, sin preocuparse,
los tapices, en la greca de las cornisas veía a las continuaron su diálogo en francés y en italiano
qos mujeres , con sobresalto dañino, llorar renco- sin importarles el aturdimiento de la ·muchacha
roso desprecio. Jama s ha 6rían el e per donarla. que, avergonzada, intentó secar la humedad con
la servilleta.
Se vistió de prisa y expectante fue al come- El.h ormigueo _que le3 ubía4~ de las odillas
dor, pero los manjares, la vajilla, la lujosa man - llegó a su pecho y a sus labios y ,ª su le?gua de
telería de la mesa del desayuno, le desgarraron bronce . Ajena, su cabeza se lleno de gntos que
la esperanza . Entre tanta riqueza los tres cu- ya no lograba sostener sobre los hombros. El
biertos eran briznas en un océano de oro . corazón cabalgaba empavorecido: .Con el res.to
Antecedidas por el mozo de filipina con ala- de sus fuerzas interrogó a las v1eJas y las vio,
mares entraron las dos Moneadas soberbias y pintadas y simiescas, sus cabellos de yodo, las
estruendosas . Sus trajes eran más opulentos que mejillas agrietadas y J2!_Q jQL CDn ..-fulgores_de-
los de la fiesta y las alhajas más profusas . mentes . 1
Mostraban el contento enfermizo que se les Cada gota de su san e fue atra ada or e
vio por la tarde .. La ate n dían con singy ar defe- mie o. Se puso de pie._yacllante _,_
fxente__aLt en:.oF,
~ ncia Xi sin recato, continuaban la farsa de sy s pero un marasmo de sueño la quebrantaba. Sahó
( ~ s : recuerdos de infancia y sucesos de Lon- . ·a fos corredores tam baleáñciose. En un velo de

-------
dres o París . bruma distinguió a medias la tarima del pozo
Raquel, empeñosa en congraciarse con las an- apoyada contra el brocal y la escultura del San
54 55
José sobre el musgo y se arrastró con pesadez doblaron sus brazos y peinaron su cabello albo-
hasta las rejas encadenadas. rotado. Luego, parsimoniosamente, entre las dos,
A trav és de un vidrio de aumento puertas y levantaron la mísera carga : de los hombros y
ventanas se multiplicaron, todas blindadas como con dedicadeza , la una, de los tobillos la otra,
tumbas. Crecían los muros, los pasillos se alar- y llevaron sigilosas el cuerpo hasta el pozo.
gaban y un tren ondulante subía por las paredes. Sostuvieron a Raquel en el brocal ; sus delga-
1 jardín era un bosque gigantesco. . das piernas pendían en el vacío. Un segundo
Caminó de espaldas, perdida entre la reali - después se alzó el sordo gemido del agua .
dad y el delirio . Tropezó con un pedestal de Colocaron la estatua, los jarrones y las ma-
alabast ro, derrumbó la estatuilla. Más allá echó cetas y, cogidas del brazo, como para una sere-
abajo el macetón de azulejos. . nata, las señoritas de Moneada regresaron al
Arrastró consigo las enredaderas y las jaulas salón de sus fiestas.
de los pájaros que respondieron con chillidos y
aletazos . Ramas, helechos, palmas, en destrozo
fatídico la abandonaban a su abismo.
e> .Ase5 o ok- 'Ro._G\t.,eJ
)no;\-· o.., VV\.QV't~ de
.legó .b.asta su_alco ha_y_en_eL halcón-q uiso l<1,~ s---r\+o-s. ff)~codo.
pedir aux1ho, pero las Quertas no se abrieron.
Enloquecida, estrelló sus puños contra los "t \ f'/)o.\ oe\ l'Jn. -su~\orrt qw
postigos, desgarró las cortinas e intentó gritar .
Su lengua sólo aleteó como saltapared i'ecién
d.vy-\µ:) w ~,.l),,bo V'/\ M CLW~).
nacido.
Doliente, tras de la vidriera, distinguía cómo
• t;f) U') rnvtpJo las s Y' í+as pare-~eV1
las mujeres la miraban tranquilas, de pie desde se y 6
v1 1')las) 'A út'Yo
. v.11\\'·roóo
el quicio de la puerta . . '
En un desteUo final, Raquel lanzó un aemido
'-(f v--e__vyb. a..s·l)'S. , kna
oc u ra.5¡ Ó,v? f\
y se desplomó deshecha . e
Despacio las do~ hermanas llegaron entre la
_J¿}:)
Q '1a. vV\Q tX\ Y V\ O~ V\f\ve_ ~irtt 11
espesura del silencio. \ (L_) cety'\Ú,~ a yYet::¡qs.
Monina se acercó primero, tocó los labios ti-
bios de la muchacha y llamó a su hermana .
. Le aco~odaron la ropa que dejaba al descu-
bierto las p1ern_as descoloridas . Con infinito celo
56 57
~d

¡M -No me importa el nombre que prefiera.


Acomódese donde guste.
-p.~ Rosita escogió un 12upitre y__cksenfadad a lo
AL REVÉS ~ }-~ornó con esp~j os,_ar.ena y_p.edas;itosde concga .
~~ ~ rehuíamos su compañía, aunque nofil
A Fausto Vega ..::J parec1~r~ grac~oso su inter~s por el aprendizaj~
y su ms1stenc1a en que oyeramos sus composi-
EL LETRERO decía: "NEBRIJA ( Elio Antonio de) ciones arrastradas por una voz insegura ,.
profesor de literatura ." La recién llegada con- Margarita, resignada, padecía en su hombro
frontó direcciones, alzó sus · pequeñas tenazas y la dureza de los garfios de Rosita y la reitera-
llamó. · ción sobre sus fantásticas historias del mar: de
-¿Aquí enseñan español? cómo las ostras van secando su carne en auste-
-Sí -respondió Beatriz-, pero a personas ... ridad continua hasta que su soledad se <;onvier-
-¡Vamos!, ni que fuera · yo del Suplemen- te en una perla, de los pulpos que nublan la dis-
to ... Vengo desde la mar ... tancia con hemorragias de odio, del sanguinario
-Desde el mar -le € Pe~ on desprecio. amor de las tortugas y de las casas de aparta -
- ... y tengo muchas ganas de aprender. mientos construidas dentro de las ballenas.
-¿Qué estudios ha hecho? -preguntó el pro- Olivia en cambio, altiva y ojiverde, no cejaba
fesor con desesperada traíisigéhci a:> en mostrarle desprecio a cambio de íntimo y re-
La presunta discípula sacó un cuaderno -fla- buscado temor. Yo aconsejaba a Cordelia retra -
meaba en la cubierta azul marchoso "Opera Om- tara al bicho, pues era notable que semejante
nia"- y leyó sin timidez: De lo que sucedió a un criatura hiciera lo que hacía; Cordelia apretaba
caballito de mar; Historia de una espada. Para- los labios y me hundía en sus ojos azules .
fernalia de Tritón. Cuando llegó a Crisoelefan- Decidimos ignorar a Rosita. La supusimos
ti na, el dómine mordió su chupa y le dijo que obra de la imaginación, broma afrentosa del Ne-
no continuara: "Ya quedo enterado de que por brija; no le hablábamos ni mirábamos siquiera
lo menos simula leer." el lugar donde debía estar ; pero nuestra reticen-
-Es que yo soy la autora ... cia decaía cuando nos daba tironcillos en las fal-
-Entonces puede que aprenda a escribir . das o con mayor atrevimiento trepaba hasta el
¿ Cuál es su nombre? . regazo y colérica nos pellizcaba, debo decir, mo-
-Rosita. Rosita de Acapulco. Me dicen así, deradamente.
aunque en verdad. . . . "Qué apretadas y míseras son las capitalinas";
59
o bien : "A mis condiscípulas, catrinas fósiles", taba lo de ~ o, pues seguro que ell~ no tenía
fueron letreros corrientes en el pizarrón. de eso, que sencillamente era un congrio
Una vez tuve que decirle que no fuera inso- -¿ Un qué? ... -recalcó el pro e'Sí •
lente y, rebelde, me contestó que su familia era -¡ Un congrio!
mejor que la mía, que lo que pasaba era que yo -¡ Puf , hija de español. .. ! .
y las obtusas compañeras le teníamos envidia. esar de las repetidas promesas de no 1n-
Que no se creyeran Beatriz ni Olivia que podían terrum ir más a eccio ue sus en 1aa,íg_!!a l
hacerla menos y enemistarla con Margarita -me como sucedió cuando al finalizar el ver bo se
lo decía castañeteando sus mandíbulas y con so- menciono a os irre gulares. Rapi da y conmo-
nido más tartajoso. -¡ Ya verán si no las quiebro vida Rosita tronó que todo permitía menos ata-
de un mordisco ! Y a usted que se anda ahí de ques a la religión. "¡ No hay más. V:erbp que el
boba y burlándose la voy a dejar más morada Encarnado y no toiero que se le d1v1da y menos
que una bugambilia . ¡ No soy personaje de sus que se le considere irregular .. E_sta clase no pue-
cuentos! de continuar!" Dio tales ch11h~os q?e íba~os
Sonora y endemoniada subió a su banca y por el zaguán y sus estridentes hereJeS, babilo-
estuvo leyendo hasta que el sol sacó la última nios , ciudada~os del pecado" . sonaban como si
luz de la biblioteca. los traj éramos en la oreJa.. .
J;_nlas clas_e_~_la.-de-Acapulco era igyalmente .f..orsu 12n~dilecta Marganta .supimos de su afán
intolei:able. - lq-eguntona _y_marisabidilla_no-APl- P.Orconvertirse en sirena. Rosita aeAcapu~co .ha-
taba _opor.tun.idad-de - lucimie .n.to. El profesor te- ·wa venido al altip ano a graduarse en d1cc1ón.
nía que esforzarse para que el coraje sólo le enro- "Un cangrejo gusta poco, mejor ,es lo otr~."
jeciera los ojos. Un día, sin embargo, consiguió -¿ Se imaginan -la remedo Marganta- el
Rosita hacerlo reír _Rorque atrer aíñeñie> casi pez espada que huye con su rauda flecha _de za-
le arrancó el calcañar a Olivnr.-!!siaso ltó un firos como un cometa del agua, y la extrana flor
"¡animal!,, incon un ible, al que la otra contestó que ríe con sus once pétalos caoba, que al sen-
"tenerlo a mucha honra". Todos la festejamos y tirse tocados se vuelven blandos Y tibio.s Y sus
Rosita, oronda, fue a su lugar en seguimiento de punzones de luto se dispersan en carcaJadas.,,
su ruido. y el canto, el imán del can~o s~bre explosivos ma-
Otra vez se trató del género y Rosita alegó que rineros? Pero no pronuncio bien, no entono., .
ella no era ninguna mercancía, ni entendía lo de El animalejo entonces veía el suave y duct~l
accidente; que a cada quien su madre sabría oleaje del jardín y con vocecilla apenas percepti-
como la había echado al mundo y que no acep- ble cantaba :
60 61
1~
Por quererte alcanzar, por no tener no, pero en sus ojos asustados recorrían las cosas
el tiempo es breve y queda la ilusi6n ·
1 caminos de alivio y de esperanza. La cangrejo
apenas si detengo el corazón no cesaba de cantar, contaba historias de medu-
aparte de tu alma y de mi ser.
sas , de los peces que se reproducen sin pecado,
-¿ Por qué no mejor va a una escuela de porque van sin mirar a las hembras. que despier-
canto? -aconsejaba Margarita. tan a los huevecillos náufragos como lágrimas ;
Pues aq.uí_¿para gué se estud ia? hablaba de la malagua que_ tiembla en su cristal
-Aquí es paca..los...que-quie r"6Q- escdoir. maligno ; de las estrellas submarinas que están
-Con r zQ . . . o eso ya sé .. . Lo gue quiero copiando a los astros y de los pescaditos múlti-
_!Salgo mejor pagado y, francamente, la dema ñda ples que siempre van de la mano con bullicioso
ele si~enas es excitante . .. No se rl a, ¡yo-soy muy plumaje de cobre y ojos esmeralda ...
católica! Rosita.fue _adoJ1d.u staba el p..mle§or.
-¿ Pero usted podría .. .? -Me voy, señor .
-¡ Vaya lJ.Uesi podré! Usted no entiende de ¿ Como que se va? Cuánto daño han hecho
cu~do una quiere mejorar .. . usted es rica. No al idioma las~inas lenguas que son impul-
le diga nada a esas pesadas -se refería a nos- sadas por la de la pasión, más que por
otras- . , pero yo sé que me emplearían. Me figuro el motor del racioci:mo. ¿ Se va usted a sí misma?
que. piensa que no tengo ni figura ni tamaño. Eso ¡ Hágalo, vamos, hágalo! ·
no 1°!porta , lo que deseo es el doblaje. Hay algu- -Pues en el diccionario aparece como tran-
nas sirenas que han envejecido, ya no pueden can- sitivo.
t~r; entonces, como no pueden alquilar a otras -A ver, a ver ... .¡ Esta Academia ... imperdo-
sirenas porque eso sería tanto como impedirles nable ! Así que ¿se va usted?
su carrera, pues pagan los servicios de quien se Como siempre, el profesor cursaba el error.
los presta. . . ¡ Ahí entro yo! Imagine, imagine Rosita, para que no pareciera burla, prefirió mo-
una vo~ que ensancha el ruido del mar y un pe- ver afirmativamente la cabeza.
cho funoso donde resuena implacable, inclemen- -La inconstancia, la ausencia de firmeza
te. i Cuánto prestigio para mi casa, cuánto honor arruinan las mejores intenciones, socavan la vir-
~ara mí !. . . ; peró usted dice que aquí no. ense- tud y demeritan los espíritus. Hace un mes de-
nan eso ... seaba aprender y, hoy, en menos de un minuto,
-No, aquí no. En el Conservatorio . ~gy_ramente , decíaió maí:char:s~.
Margarita inútilmente ponía entre la canción -E que yo quiero ser sirena . 11

de Rosita y su hombro la debilidad del cuader- -:: i Basta ae . locur.~ Llega usted, destartala
62 63 11

!
la clase y ahora sale con esa estúpida inven- cha la machaco) y nada puede nadie contra nos-
ción ... ptras , somos de irreafícfad , de sutileza, de fanta-
~ Usted no conoce el mar ... sía. Ojalá, pobrecito de usted , alguna vez nos
- 1· s·1 · 1... .
1 enc10 oiga .
-Ni el sol. - E l profesor arrojó su cólera contra el crustá-
-¡ Que se calle . .. ! ceo; pero sólo dio contra d seco golpe de la
---:Ni la vida. Puede que sepa muchas co.s.,as.. • puerta.
¡Insolente! Le digo a usted que ...
- . .. tantas, ue muchas ha olvidado; pero
hay otras que hasta su imaginac1on esconoce. le o_'NO
JÓ \ Q í a_V'f\ &hTC'-
( No quiero discursos, ¡cállese!)- Profesor, ser si-
rena, absolutamente sirena, más que serlo por la
°'-\e\ C'feo.-h
U)dod ~a&a ,
carne, es privilegio de las que, como yo, lo somos
por elección ( qué idiotez). Usted no entiende,
pero también, deseoso de saber, entregó a eso,
perdóneme, los mejores jugos de su espíritu.
(¡Bueno, termine usted!) Yo insisto en ser si-
rena y pongo mi fuerza ( adónde vamos a dar
con tales disparates, esto se acaba, ahora se va
usted porque yo la echo) en conseguirlo, ser si-
rena no es lo que cree usted, ni éstas: amigo,
déjeme que le diga así, la seducción no es asunto
~il:enas ; los simnles 'mortales no pueden ;ver-
lo de otra manera ero en verdad es sólo amor,
sabe , puro _y pote nte amor , reunión y · es eJ,Q_de
~ do. ( ¡ Cuánta locura!) Un canto de ala-
banza y quien nos oye se inflama en nuestro
gozo y participa de esta gracia, y desaparece por-
que nosotras protegemos su deseo de compañía ;
pero nadie lo devora ni lo descuartiza. Por lo
contrario, se le trata como a un elegido ( ¡ Fuera,
bribona, fuera! .Esto es el colmo. Si no se mar -
64 65

También podría gustarte