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RELACIONES UE-MERCOSUR
Introducción
Por otro lado, resulta un propósito insoslayable el hecho de hacer manifiesto lo latente,
es decir, intentar correr el velo de las palabras o discursos que muchas veces enuncian
una dirección que no se corrobora en las acciones.
Por último, es menester aclarar que hemos fijado como cota superior del análisis al año
2019, no considerando los acontecimientos posteriores. Sin embargo, creemos que las
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conclusiones sobre la base de las relaciones entre ambos bloques son válidas, más allá
de la cota superior fijada.
Por el lado europeo, los años sesenta se inician con Francia gobernada por De Gaulle
con una postura de búsqueda de unión con Alemania y de distanciamiento con Gran
Bretaña y con los EE.UU. La república gala le ofrecía a la germana ayuda para salir de
la crisis económica, pero pedía a cambio su apoyo político. Asimismo, cabe destacar
que a Gran Bretaña le fue negado el acceso al mercado común europeo. Hablamos aquí
de una Gran Bretaña con grandes transformaciones (Rapoport M, Musacchio A, 1993)
que alteraron la base sobre la cual se sustentaba el imperio, por ejemplo: en la política
internacional con una orientación hacia Europa Occidental. Dicha negación se produjo
con el veto francés y recién en la década de los años setenta se dio en ingreso del país
británico al bloque europeo.
También debe señalarse el tema agrícola como parte central de los años sesenta. En
1965 se suscitó un conflicto debido a que Francia vio como probable la afectación de
sus ingresos agrícolas con motivo del financiamiento de la política agraria comunitaria.
Las acciones concretas francesas fueron la política del “asiento vacío” durante seis
meses, que provocó literalmente un bloqueo de decisión en materia agrícola en el
Consejo Europeo durante dicho lapso. Esto tuvo su final en 1966 cuando se firmó el
denominado Compromiso de Luxemburgo, pero que modificó la lógica de decisiones
por mayoría y la adopción del derecho a veto.
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En cuanto a los años setenta, por el lado latinoamericano y con un mundo atravesado
por la crisis del petróleo, se paraliza el proceso de sustitución de las importaciones y por
ende de industrialización de los países de la zona en cuestión. Asimismo, los bloques
y/o acuerdos constituidos hasta ese momento, es decir el Pacto Andino, la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc), el Mercado Común Centroamericano
(MCCA), vieron como su financiamiento era afectado por la mencionada crisis.
Los años setenta para el bloque europeo tienen como inicio la Cumbre de La Haya en
1969, antecedente necesario para las Conferencias de París de 1972 y de 1974. En las
mismas nació la Unión Europea, en donde convergieron y se introdujeron cambios en lo
respectivo a la introducción de una unión económica y monetaria, reforma institucional,
la puesta de una política exterior común, social y regional común (Rapoport,
Musacchio, 1993). Asimismo, se aprobó la ampliación de países, incorporando a Gran
Bretaña, Dinamarca e Irlanda. Es decir que los años setenta se caracterizaron por la
integración de la comunidad. Pero también es cierto que a partir de 1973 toda la
expansión que había acontecido hasta el momento se detuvo y aquellos países más
débiles empezaron a sufrir las mayores consecuencias. Entonces en 1974 y con el
propósito de armonizar las regiones se constituyó el Fondo Europeo de Desarrollo
Regional (FEDER) y el Comité de Política Regional (CPR).
Indudablemente el deterioro del sistema Bretton Woods y la suba del petróleo producto
de las crisis, hizo a los países centrales tomar medidas proteccionistas, que sumado al
desempleo y a la disminución del comercio intracomunitario, hicieron de esta década de
los setenta un período de grandes inconvenientes económicos.
Los años ochenta son los años de la crisis de deuda externa para los países
latinoamericanos, en un mundo que tenía a R Reagan y a M Thatcher como exponentes
de la contraofensiva neoliberal. Pero en la segunda parte de la década, volvieron a surgir
los diálogos y debates en torno a la integración (Romero Wimer F., 2019).
Por el bando europeo, se suman en esta década Grecia, Portugal y España. Asimismo,
podemos mencionar como muy importante la firma del Tratado de Luxemburgo en
1987, consecuente del Libro Blanco firmado en Milán en 1985. En dicho tratado se
fijaba el fin de año 1992 como fecha para lograr la eliminación de las restricciones a la
libre circulación de personas, mercancías, servicios y capital.
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Hemos mencionado los aires de cada década en cada uno de los bloques, ahora nos
concentraremos en el comienzo de sus relaciones.
Una vez descripto el contexto, debemos comenzar con el análisis de las relaciones entre
el MERCOSUR y la UE. Dichas relaciones comenzaron en el año 1992 y se insertaron
en el marco del regionalismo abierto el cual se mencionó anteriormente. Este
regionalismo implicaba, al menos para Latinoamérica, la integración como una
condición obligada para ingresar a los mercados mundiales.
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exportación de capitales europeos hacia América Latina, llevados por la búsqueda de
nuevos mercados para intercambio comercial.
Por otro lado, nuestra intención es ubicar las relaciones en torno a la puja de intereses de
las potencias. Entonces, es menester señalar que el interés europeo de firmar acuerdos
con América Latina surge justo después de que los EE.UU. motorizaron en 1994 el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) y comenzaron a manifestar su
interés por el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Por ende, el
acercamiento europeo puede verse como un intento por no perder mercados ante el
avance norteamericano.
Sin embargo, el acuerdo de 1995 recién entraría en vigor en 1999, poniendo a las claras
que las relaciones entre UE-MERCOSUR no eran tan efectivas en la práctica como las
que tenía la UE con otros países de América Latina. Es decir que por un lado las trabas
al libre comercio generadas por las barreras arancelarias y no arancelarias seguían en
pie en los países del MERCOSUR, pero por el otro la agricultura subsidiada europea
también se mantuvo firme, siendo ambos escollos significativos a las relaciones
económicas y comerciales.
Cabe mencionar, retomando a Laufer (2019), que durante los años noventa puede
rastrearse un triangulo de relaciones entre Argentina, Europa y EE.UU., al estilo de las
vieja relación Argentina, EE.UU. e Inglaterra. Vemos que esta triangulación no tiene un
carácter comercial, como en el pasado, sino más bien es en términos del incremento de
las inversiones europeas (españolas sobre todo) que compensaron a los norteamericanas.
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Es decir que se manifiesta nuevamente la idea de un país en el medio de dos centros de
poder, los EE.UU y la UE.
Ahora bien, en el año 1999 y como fruto de la XIII Reunión de Jefes de Estado del
grupo de Río, se hizo pública la intención de comerciar en forma libre con Europa. La
respuesta a esta expresión sería el comienzo en Bruselas de las reuniones del Consejo de
Cooperación MERCOSUR-UE. En donde se determinaron diversas instituciones para
canalizar las manifestaciones expresadas y lograr un acuerdo de libre comercio.
Pero de nuevo aquí nos encontramos con el principal tema de fondo de la cuestión, es
decir la PAC (Política Agrícola Común) en términos de defensa de intereses de los
miembros europeos, Francia en particular. Asimismo, y en forma contrapuesta al
conflicto tema de los productos agrícolas, se dieron a partir del año 2000 diversos
programas europeos que sostuvieron la intención europea de vinculación con América
Latina. Un ejemplo de esto último fue el Programa Al Invest, que consistía en reintegros
a empresas pymes latinoamericanas en torno al incentivo de la producción.
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Conjunto de políticas económicas basadas en el Estado como agente de desarrollo económico a través
de la inversión pública.
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serie de reuniones, cuya última fue la del Comité de Bruselas, se vieron estancadas
nuevamente en 2012.
Desde mediados y finales de 2015, la región del sur de América comenzó a girar
nuevamente hacia el neoliberalismo. Así, Mauricio Macri en Argentina (2016), Jair
Bolsonaro en Brasil, previa destitución de Dilma Rousseff y la Presidencia temporal de
Temer, son muestras de lo que intentó ser una vuelta a ciertos discursos y retóricas
centradas en que los gobiernos populistas eran el mal de la región.
Con un derrotero desde 2016 hasta 2019, hubo diversos encuentros para avanzar en la
firma de un Acuerdo de libre comercio. Pero también ha habido algunos puntos que han
generado conflicto. En 2016 los puntos de coalición fueron el ingreso de la carne
vacuna y del etanol de los países del MERCOSUR a Europa. Con ofrecimientos de la
UE de cantidades permitidas por debajo de lo esperado por los países del sur de
América.
En 2017 a modo de sembrar la idea de los beneficios del libre comercio, los cancilleres
del MERCOSUR en una reunión en Brasilia solicitaron, mediante una propuesta al
representante de la Comisión Europea, la firma de un Acuerdo de carácter integral. Pero
en 2018 las conversaciones entre el canciller paraguayo (Eladio Loyzaga representante
del MERCOSUR) y la negociadora europea (Sandra Gallina) no llegaron a buen puerto.
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Es insoslayable señalar, que el conflicto de fondo seguía siendo la política agraria
común, ya que en Francia los agricultores presionaban y protestaban ante la posibilidad
del retiro de subsidios, a la postre de una futura competencia contra los pares del
MERCOSUR, que podría generarles pérdidas considerables.
Ahora bien, en este contexto internacional y sobre todo en los años recientes se puede
observar otro polo con el MERCOSUR genera vínculos. Hablamos de China, que ha
sido en 2016 y 2017 el principal destino de las exportaciones brasileras y el cuarto en
Argentina y el primero en Uruguay en 2017. Por el lado de las importaciones, China ha
sido el principal origen de las importaciones de Paraguay y Uruguay, el segundo de la
Argentina, en todos los casos en el período 2016-2017, mientras que represento el
segundo lugar de las importaciones brasileras en 2017. (Romero Wimer, 2019)
Como bien señala Castaño (2019), no hablamos aquí de un tratado de libre comercio, ya
que es evidente que los productos agrícolas del Mercosur sufrirán mecanismos de
cuotas, preferencias fija y precios de entrada para desembarcar en el mercado europeo,
fruto del fuerte lobby del sector agrícola del viejo continente.
Para comprender porque en 2019 si y no antes, el autor señala tres cuestiones que lo
explican. En primer lugar, el cambio de la política interna en Brasil y Argentina, es
decir las llegadas al poder de Bolsonaro y Macri deben verse como cambios en las
posturas anteriores, señalando la intención de un bloque regional abierto al mundo. En
segundo lugar, el autor marca la llegada de Donald Trump a la presidencia de los
EE.UU. Al respecto, y en virtud de su política comercial proteccionista, es claro el
impacto que ha sufrido la relación entre el país del norte y la UE, evidenciándose por
ejemplo en la aplicación de aranceles al ingreso de acero y aluminio europeo. En tercer
lugar, el autor señala la falta de grandes acuerdos del Mercosur, que tiene como
corolario que sólo el 10 % del PBI mundial está representado por acuerdos comerciales
que impliquen la participación del bloque regional del Mercosur. Aquí se indica
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también que el problema de dicha escasez de acuerdos debe buscarse en el
proteccionismo que han sostenido en materia de política agrícola los EE.UU. y la UE.
Cabe agregar, que el acuerdo tiene las fuerzas opositoras al interior de la propia UE, en
donde los agricultores franceses manifiestan que el acuerdo está envenado, ya que
acusan a la agricultura del MERCOSUR de la utilización de contaminantes y de falta de
controles regulatorios en lo respectivo a la carne. Esta visión sólo ve la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio, ya que como señala Febbro (2019), la agricultura de
ambos bloques no es limpia. Asimismo, se puede decir que la principal oposición
europea es la posible pérdida de puestos de trabajos en virtud del ingreso de los
productos agrícolas de los países del cono sur.
Resumen y Conclusiones
Llegando a los años noventa, pudimos observar el comienzo de las relaciones y como
dicho comienzo estuvo marcado por el regionalismo abierto. Dicho regionalismo se dio
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en un mundo de posguerra fría y en el cual los EE.UU. se había convertido en la
potencia hegemónica. La región de LA marcada por el consenso de Washington y las
recomendaciones de la Cepal, sostenía que el libre comercio y la desregulación eran las
soluciones a sus problemas recurrentes de falta de desarrollo sustentable. Asimismo, los
europeos se acercaron a LA con la intención de generar acuerdos de comercio, pero
impulsados por la búsqueda de nuevos mercados y ante la firma de tratados de EE.UU.,
que implicaba una mayor presencia norteamericana en la zona.
En la década siguiente, la del 2000, y ante el fracaso de las recetas neoliberales, surgió
en el bloque del MERCOSUR un grupo de gobiernos de centro izquierda, que
retomaron el protagonismo del Estado en la economía. Esto generó en primer término
un alejamiento de los países del sur de América con respecto a los EE.UU. y el segundo
término un impasse de los acuerdos con la UE. Todo esto dado el nuevo regionalismo
que se fundamentaba en la consolidación y el intento de fortalecer las economías de los
países del propio MERCOSUR.
Menos aún sirve un acuerdo de un supuesto libre comercio, en donde los productos
europeos harían colapsar a industrias como la textil, la automotriz y la del calzado,
redundando en la pérdida de empleo y el agravamiento de las situaciones de pobreza de
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la región del MERCOSUR. Decimos supuesto, ya que dice ser libre comercio, pero fija
beneficios sólo para el lado europeo.
BIBLIOGRAFÍA
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✔ Ghiotto L., Frenkel A. (2019), “Los pérdedores de siempre”, en Nueva
Sociedad, https://nuso.org/articulo/ue-mercosur-europa-ganadores-perdedores-
integracion/
✔ Ghiotto L., Echaide J. (2020), “El acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión
Europa: estudio integral de sus cláusulas y efectos”, CLACSO, Fundación Rosa
Luxemburgo, Greens/EFFA.
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