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Universidad de Buenos Aires - Facultad de Ciencias Económicas

Maestría en Historia Económica

HISTORIA ECONÓMICA MUNDIAL. MÓDULO I. Curso 2020.

Profesor responsable: Rubén Laufer

Alumno: Silvio Martín Graffigna


Tema Elegido

Relaciones UE-América Latina (MERCOSUR en particular) en el marco de la pugna de


intereses económicos y político-estratégicos entre las grandes potencias o bloques
mundiales, y en el contexto de los actuales realineamientos y cambios en las relaciones
de fuerzas.

RELACIONES UE-MERCOSUR

Introducción

Nos proponemos en el presente trabajo reflexionar y analizar las relaciones entre la


Unión Europea y América Latina, en particular con él MERCOSUR , teniendo en
cuenta como se desarrollaron las mismas sobre el telón de fondo de la pelea por
intereses materiales de las potencias mundiales. Asimismo, nos interesa determinar si
hubo o no cambios en dichas relaciones, indagando en caso afirmativo como fue la
generación o el origen de los mismos y que influencia tiene el contexto actual sobre
dicha determinación.

El recorrido tratará de dar cuenta de las interrelaciones entre la UE y MERCOSUR,


siempre teniendo en cuenta las fuerzas y la pugna de intereses entre las grandes
potencias, y llegando al contexto actual. Estas interrelaciones se estructurarán a través
de partes, los años previos, los primeros años y los años recientes. Esta periodización
obedece a fines analíticos y es producto del presente trabajo.

Por otro lado, resulta un propósito insoslayable el hecho de hacer manifiesto lo latente,
es decir, intentar correr el velo de las palabras o discursos que muchas veces enuncian
una dirección que no se corrobora en las acciones.

Sobre el cierre del presente trabajo, esbozaremos un resumen y conclusiones sobre lo


analizado y plantearemos cual creemos que debe ser la base sobre la cual se construyan
a futuro relaciones entre la UE y MERCOSUR en forma madura y equilibrada.

Por último, es menester aclarar que hemos fijado como cota superior del análisis al año
2019, no considerando los acontecimientos posteriores. Sin embargo, creemos que las

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conclusiones sobre la base de las relaciones entre ambos bloques son válidas, más allá
de la cota superior fijada.

Los años previos

Para comenzar, resulta necesario mencionar brevemente como ambos bloques de


naciones llegaron a los años noventa, ya que contamos desde el origen de la UE con tres
décadas de acontecimientos relevantes que dan cuenta de procesos generales
determinantes.

En cuanto a la década de los sesenta, existen en latinoamericana las recomendaciones


influentes de la Cepal (Comisión Económica para América Latina), acerca de la
integración regional con énfasis en la industria y en la producción (Romero Wimer F.,
2019). Con la convicción que un mercado común era la mejor opción para el desarrollo
de las fuerzas productivas capitalistas de la región.

Por el lado europeo, los años sesenta se inician con Francia gobernada por De Gaulle
con una postura de búsqueda de unión con Alemania y de distanciamiento con Gran
Bretaña y con los EE.UU. La república gala le ofrecía a la germana ayuda para salir de
la crisis económica, pero pedía a cambio su apoyo político. Asimismo, cabe destacar
que a Gran Bretaña le fue negado el acceso al mercado común europeo. Hablamos aquí
de una Gran Bretaña con grandes transformaciones (Rapoport M, Musacchio A, 1993)
que alteraron la base sobre la cual se sustentaba el imperio, por ejemplo: en la política
internacional con una orientación hacia Europa Occidental. Dicha negación se produjo
con el veto francés y recién en la década de los años setenta se dio en ingreso del país
británico al bloque europeo.

También debe señalarse el tema agrícola como parte central de los años sesenta. En
1965 se suscitó un conflicto debido a que Francia vio como probable la afectación de
sus ingresos agrícolas con motivo del financiamiento de la política agraria comunitaria.
Las acciones concretas francesas fueron la política del “asiento vacío” durante seis
meses, que provocó literalmente un bloqueo de decisión en materia agrícola en el
Consejo Europeo durante dicho lapso. Esto tuvo su final en 1966 cuando se firmó el
denominado Compromiso de Luxemburgo, pero que modificó la lógica de decisiones
por mayoría y la adopción del derecho a veto.

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En cuanto a los años setenta, por el lado latinoamericano y con un mundo atravesado
por la crisis del petróleo, se paraliza el proceso de sustitución de las importaciones y por
ende de industrialización de los países de la zona en cuestión. Asimismo, los bloques
y/o acuerdos constituidos hasta ese momento, es decir el Pacto Andino, la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc), el Mercado Común Centroamericano
(MCCA), vieron como su financiamiento era afectado por la mencionada crisis.

Los años setenta para el bloque europeo tienen como inicio la Cumbre de La Haya en
1969, antecedente necesario para las Conferencias de París de 1972 y de 1974. En las
mismas nació la Unión Europea, en donde convergieron y se introdujeron cambios en lo
respectivo a la introducción de una unión económica y monetaria, reforma institucional,
la puesta de una política exterior común, social y regional común (Rapoport,
Musacchio, 1993). Asimismo, se aprobó la ampliación de países, incorporando a Gran
Bretaña, Dinamarca e Irlanda. Es decir que los años setenta se caracterizaron por la
integración de la comunidad. Pero también es cierto que a partir de 1973 toda la
expansión que había acontecido hasta el momento se detuvo y aquellos países más
débiles empezaron a sufrir las mayores consecuencias. Entonces en 1974 y con el
propósito de armonizar las regiones se constituyó el Fondo Europeo de Desarrollo
Regional (FEDER) y el Comité de Política Regional (CPR).

Indudablemente el deterioro del sistema Bretton Woods y la suba del petróleo producto
de las crisis, hizo a los países centrales tomar medidas proteccionistas, que sumado al
desempleo y a la disminución del comercio intracomunitario, hicieron de esta década de
los setenta un período de grandes inconvenientes económicos.

Los años ochenta son los años de la crisis de deuda externa para los países
latinoamericanos, en un mundo que tenía a R Reagan y a M Thatcher como exponentes
de la contraofensiva neoliberal. Pero en la segunda parte de la década, volvieron a surgir
los diálogos y debates en torno a la integración (Romero Wimer F., 2019).

Por el bando europeo, se suman en esta década Grecia, Portugal y España. Asimismo,
podemos mencionar como muy importante la firma del Tratado de Luxemburgo en
1987, consecuente del Libro Blanco firmado en Milán en 1985. En dicho tratado se
fijaba el fin de año 1992 como fecha para lograr la eliminación de las restricciones a la
libre circulación de personas, mercancías, servicios y capital.

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Hemos mencionado los aires de cada década en cada uno de los bloques, ahora nos
concentraremos en el comienzo de sus relaciones.

Los primeros años

Es fundamental ubicar el contexto de los primeros años de la década de los noventa,


debido a que son el escenario sobre el cual comienzan las relaciones entre el
MERCOSUR y la UE. Al respecto, lo primero que surge es la caída del muro de Berlín
y con dicha caída el fin de la guerra fría y la consolidación de los EE.UU. como
potencia hegemónica. Asimismo, esta hegemonía dio paso a la aplicación de políticas
económicas neoliberales guiadas por el Consenso de Washington, que implicaban entre
sus puntos la liberalización de las importaciones, es decir una orientación hacia el libre
comercio.

Siguiendo a Romero Wimer (2019), la aplicación latinoamericana de las políticas del


mencionado consenso generó a partir de la perspectiva del por entonces secretario
ejecutivo de la Cepal, Gert Rosenthal, un regionalismo abierto con pilares como el libre
comercio, el ajuste estructural y la desregulación económica, que propendió hacia la
integración.

Una vez descripto el contexto, debemos comenzar con el análisis de las relaciones entre
el MERCOSUR y la UE. Dichas relaciones comenzaron en el año 1992 y se insertaron
en el marco del regionalismo abierto el cual se mencionó anteriormente. Este
regionalismo implicaba, al menos para Latinoamérica, la integración como una
condición obligada para ingresar a los mercados mundiales.

Es así como llegamos a los acuerdos de tercera generación 1 entre europeos y


latinoamericanos. Estos acuerdos tienen características particulares, como son la
cláusula democrática, la cooperación avanzada y diversos instrumentos de cooperación
(Romero Wimer, 2019). Asimismo, todo esto debe verse como resultado de la
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Existen acuerdos previos denominados de primera generación (acuerdos predominantemente
comerciales) a partir de la década de 1970 (por ejemplo: CE-Argentina 1971), y los acuerdos de segunda
generación (acuerdos predominantemente de cooperación) a partir de 1982.(por ejemplo: CE-Brasil,
1980 y que sustituyó al firmado en 1974).

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exportación de capitales europeos hacia América Latina, llevados por la búsqueda de
nuevos mercados para intercambio comercial.

Entonces, se firman en 1992 el Acuerdo de Cooperación Interinstitucional y en 1994 la


Propuesta de un acuerdo interregional UE-MERCOSUR. Estos intentos de relaciones
más cercanas hacia Latinoamérica fueron subrayados por el Consejo Europeo.

Llegamos entonces a diciembre de 1995, en donde se firma el Acuerdo Marco


Interregional de Cooperación UE-MERCOSUR. Dicho acuerdo tenía como puntos más
salientes el aumento del comercio interregional, la cooperación internacional, el
incremento de la financiación de Europa hacia AL y un aspecto central en la
participación de los países europeos en las privatizaciones que se sucedían en los países
del bloque latinoamericano. Cabe mencionar que el acuerdo debía ser validado a través
de la ratificación de los parlamentos de los países de ambos bloques.

Por otro lado, nuestra intención es ubicar las relaciones en torno a la puja de intereses de
las potencias. Entonces, es menester señalar que el interés europeo de firmar acuerdos
con América Latina surge justo después de que los EE.UU. motorizaron en 1994 el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) y comenzaron a manifestar su
interés por el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Por ende, el
acercamiento europeo puede verse como un intento por no perder mercados ante el
avance norteamericano.

Sin embargo, el acuerdo de 1995 recién entraría en vigor en 1999, poniendo a las claras
que las relaciones entre UE-MERCOSUR no eran tan efectivas en la práctica como las
que tenía la UE con otros países de América Latina. Es decir que por un lado las trabas
al libre comercio generadas por las barreras arancelarias y no arancelarias seguían en
pie en los países del MERCOSUR, pero por el otro la agricultura subsidiada europea
también se mantuvo firme, siendo ambos escollos significativos a las relaciones
económicas y comerciales.

Cabe mencionar, retomando a Laufer (2019), que durante los años noventa puede
rastrearse un triangulo de relaciones entre Argentina, Europa y EE.UU., al estilo de las
vieja relación Argentina, EE.UU. e Inglaterra. Vemos que esta triangulación no tiene un
carácter comercial, como en el pasado, sino más bien es en términos del incremento de
las inversiones europeas (españolas sobre todo) que compensaron a los norteamericanas.

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Es decir que se manifiesta nuevamente la idea de un país en el medio de dos centros de
poder, los EE.UU y la UE.

Ahora bien, en el año 1999 y como fruto de la XIII Reunión de Jefes de Estado del
grupo de Río, se hizo pública la intención de comerciar en forma libre con Europa. La
respuesta a esta expresión sería el comienzo en Bruselas de las reuniones del Consejo de
Cooperación MERCOSUR-UE. En donde se determinaron diversas instituciones para
canalizar las manifestaciones expresadas y lograr un acuerdo de libre comercio.

Pero de nuevo aquí nos encontramos con el principal tema de fondo de la cuestión, es
decir la PAC (Política Agrícola Común) en términos de defensa de intereses de los
miembros europeos, Francia en particular. Asimismo, y en forma contrapuesta al
conflicto tema de los productos agrícolas, se dieron a partir del año 2000 diversos
programas europeos que sostuvieron la intención europea de vinculación con América
Latina. Un ejemplo de esto último fue el Programa Al Invest, que consistía en reintegros
a empresas pymes latinoamericanas en torno al incentivo de la producción.

En dicha década, y luego de las nefastas consecuencias político, económico y sociales


de la impronta neoliberal que marcaron a los países de Latino América durante los años
noventa, siguieron una serie de gobiernos en la región que podrían denominarse de
centro-izquierda. Por citar algunos de ellos en los países miembros del MERCOSUR,
podemos mencionar a Lula Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en
Argentina, Evo Morales en Bolivia, Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay.

Como respuesta al período anterior caracterizado por el regionalismo abierto, estos


gobiernos de tinte progresista se plantaron firmes para evitar la injerencia de los EE.UU.
en la región del sur de América y sostuvieron una integración basada en el desarrollo
promovido por el Estado, que podríamos indicar como políticas neokeynesianas. 2.
Según Romero Wimer (2019) (Sanahuja, 2009), un regionalismo posneoliberal.

Como consecuencia de estos cambios las conversaciones y negociaciones entre UE y la


región LA se postergaron hasta 2010. En dicho año y en la ciudad española de Madrid
se celebró la VI Cumbre entre países de la UE y de AL y El Caribe, en donde hubo
intentos por volver a la senda de los acuerdos comerciales, pero que, seguidas por una

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Conjunto de políticas económicas basadas en el Estado como agente de desarrollo económico a través
de la inversión pública.

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serie de reuniones, cuya última fue la del Comité de Bruselas, se vieron estancadas
nuevamente en 2012.

Los años recientes

Desde mediados y finales de 2015, la región del sur de América comenzó a girar
nuevamente hacia el neoliberalismo. Así, Mauricio Macri en Argentina (2016), Jair
Bolsonaro en Brasil, previa destitución de Dilma Rousseff y la Presidencia temporal de
Temer, son muestras de lo que intentó ser una vuelta a ciertos discursos y retóricas
centradas en que los gobiernos populistas eran el mal de la región.

Sin lugar a dudas, la supuesta reinserción en el mundo pregonada por el Presidente de


Argentina, comenzó con las visitas de los premier de Italia y Francia en 2016. Tanto
Mateo Renzi (Italia), como Francois Hollande (Francia), manifestaron la intención de
retomar los acuerdos bilaterales, y de hecho así fue como podemos rastrear una serie
durante esta época gran cantidad de ellos.

En el año 2018 llegó a la Argentina, el por entonces Presidente de España Mariano


Rajoy. De nuevo en esta oportunidad se expresaron voluntades para la firma de un
Acuerdo entre UE-MERCOSUR. Cabe señalar, que el país ibérico es uno de los que
posee mayores inversiones en Argentina, constituyéndose como principal inversor desde
los años noventa y con las privatizaciones de los servicios públicos (Grupo Telefónica),
y en los años recientes con un aumento considerable en la banca privada (Grupo
Santander).

Con un derrotero desde 2016 hasta 2019, hubo diversos encuentros para avanzar en la
firma de un Acuerdo de libre comercio. Pero también ha habido algunos puntos que han
generado conflicto. En 2016 los puntos de coalición fueron el ingreso de la carne
vacuna y del etanol de los países del MERCOSUR a Europa. Con ofrecimientos de la
UE de cantidades permitidas por debajo de lo esperado por los países del sur de
América.

En 2017 a modo de sembrar la idea de los beneficios del libre comercio, los cancilleres
del MERCOSUR en una reunión en Brasilia solicitaron, mediante una propuesta al
representante de la Comisión Europea, la firma de un Acuerdo de carácter integral. Pero
en 2018 las conversaciones entre el canciller paraguayo (Eladio Loyzaga representante
del MERCOSUR) y la negociadora europea (Sandra Gallina) no llegaron a buen puerto.

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Es insoslayable señalar, que el conflicto de fondo seguía siendo la política agraria
común, ya que en Francia los agricultores presionaban y protestaban ante la posibilidad
del retiro de subsidios, a la postre de una futura competencia contra los pares del
MERCOSUR, que podría generarles pérdidas considerables.

Ahora bien, en este contexto internacional y sobre todo en los años recientes se puede
observar otro polo con el MERCOSUR genera vínculos. Hablamos de China, que ha
sido en 2016 y 2017 el principal destino de las exportaciones brasileras y el cuarto en
Argentina y el primero en Uruguay en 2017. Por el lado de las importaciones, China ha
sido el principal origen de las importaciones de Paraguay y Uruguay, el segundo de la
Argentina, en todos los casos en el período 2016-2017, mientras que represento el
segundo lugar de las importaciones brasileras en 2017. (Romero Wimer, 2019)

Entonces, vemos aquí la pugna de intereses de los principales bloques mundiales,


entiendo claro está que el país asiático es por su magnitud y centralidad mundial
comparable con los EE.UU y con la UE.

Y finalmente llegamos al 28 de junio de 2019, fecha en la cual se firmó en Bruselas el


acuerdo comercial entre el Mercosur y la UE, iniciándose un proceso en el que debe ser
refrendado por los parlamentos de los países de ambos bloques regionales.

Como bien señala Castaño (2019), no hablamos aquí de un tratado de libre comercio, ya
que es evidente que los productos agrícolas del Mercosur sufrirán mecanismos de
cuotas, preferencias fija y precios de entrada para desembarcar en el mercado europeo,
fruto del fuerte lobby del sector agrícola del viejo continente.

Para comprender porque en 2019 si y no antes, el autor señala tres cuestiones que lo
explican. En primer lugar, el cambio de la política interna en Brasil y Argentina, es
decir las llegadas al poder de Bolsonaro y Macri deben verse como cambios en las
posturas anteriores, señalando la intención de un bloque regional abierto al mundo. En
segundo lugar, el autor marca la llegada de Donald Trump a la presidencia de los
EE.UU. Al respecto, y en virtud de su política comercial proteccionista, es claro el
impacto que ha sufrido la relación entre el país del norte y la UE, evidenciándose por
ejemplo en la aplicación de aranceles al ingreso de acero y aluminio europeo. En tercer
lugar, el autor señala la falta de grandes acuerdos del Mercosur, que tiene como
corolario que sólo el 10 % del PBI mundial está representado por acuerdos comerciales
que impliquen la participación del bloque regional del Mercosur. Aquí se indica

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también que el problema de dicha escasez de acuerdos debe buscarse en el
proteccionismo que han sostenido en materia de política agrícola los EE.UU. y la UE.

El Acuerdo implica que el MERCOSUR aceptaría liberalizar más del 90 % del


comercio con la UE, entre los sectores involucrados encontramos: el sector de
automóviles, autopartes, maquinaria, químicos y medicamentos. Sumado al calzado y de
los textiles. Las implicancias de la reducción arancelaria en materia de estas últimas
dos industrias serían nefastas para Argentina y Brasil, es decir implicaría el cierre de
muchas de sus empresas. Quienes claramente obtendrían las ganancias más
significativas serían los sectores que representan a lo agropecuario. No es casual que en
Argentina el impulso del acuerdo se llevó adelante bajo un gobierno de tinte neoliberal
y en el cual el campo hasta llegó a tener un ministro (2017 – 2019 Miguel Etchevehere,
Ministro de Agroindustria, luego Secretario de Gobierno y luego Ministro nuevamente).
Sin embargo, no todos los sectores agropecuarios ganarían, ya que virtud de la cuota
asignadas hablamos de una disminución con relación a lo pretendido por el bloque del
sur de América otrora. El beneficio estaría signado por las empresas de commodities. Es
decir que hablamos de una Acuerdo que no se orienta a favor del sector industrial del
MERCOSUR.

Cabe agregar, que el acuerdo tiene las fuerzas opositoras al interior de la propia UE, en
donde los agricultores franceses manifiestan que el acuerdo está envenado, ya que
acusan a la agricultura del MERCOSUR de la utilización de contaminantes y de falta de
controles regulatorios en lo respectivo a la carne. Esta visión sólo ve la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio, ya que como señala Febbro (2019), la agricultura de
ambos bloques no es limpia. Asimismo, se puede decir que la principal oposición
europea es la posible pérdida de puestos de trabajos en virtud del ingreso de los
productos agrícolas de los países del cono sur.

Resumen y Conclusiones

Nuestro recorrido en la indagación acerca de las relaciones de MERCOSUR y la UE en


el marco de la pugna de intereses de las potencias mundiales, nos llevó en primer lugar
a resumir brevemente los años sesenta, setenta y ochenta, señalando la tonalidad más
sobresaliente de cada bloque en cada una de ellas.

Llegando a los años noventa, pudimos observar el comienzo de las relaciones y como
dicho comienzo estuvo marcado por el regionalismo abierto. Dicho regionalismo se dio

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en un mundo de posguerra fría y en el cual los EE.UU. se había convertido en la
potencia hegemónica. La región de LA marcada por el consenso de Washington y las
recomendaciones de la Cepal, sostenía que el libre comercio y la desregulación eran las
soluciones a sus problemas recurrentes de falta de desarrollo sustentable. Asimismo, los
europeos se acercaron a LA con la intención de generar acuerdos de comercio, pero
impulsados por la búsqueda de nuevos mercados y ante la firma de tratados de EE.UU.,
que implicaba una mayor presencia norteamericana en la zona.

En la década siguiente, la del 2000, y ante el fracaso de las recetas neoliberales, surgió
en el bloque del MERCOSUR un grupo de gobiernos de centro izquierda, que
retomaron el protagonismo del Estado en la economía. Esto generó en primer término
un alejamiento de los países del sur de América con respecto a los EE.UU. y el segundo
término un impasse de los acuerdos con la UE. Todo esto dado el nuevo regionalismo
que se fundamentaba en la consolidación y el intento de fortalecer las economías de los
países del propio MERCOSUR.

En la mitad de la última década, la que comenzó en el año 2010, tenemos un quiebre


que se ubica a partir de 2016, con la vuelta del neoliberalismo al poder en países como
Argentina y Brasil. Esto propicio la puesta en agenda del acuerdo MERCOSUR-UE
postergado, concretándose su firma a mediados de 2019. Este acuerdo, que debe ser
refrendado por los parlamentos de cada una de las naciones de ambos bloques, trae
muchas más pérdidas que ganancias para el MERCOSUR en términos de sus productos
industriales, y ubica en el sector del agro y en particular de los commodities como el
único beneficiario. Dicho beneficio tampoco estaría del todo claro, ya que los países
agrícolas europeos como Francia, presentan sus reparos.

Por lo dicho, sostenemos que ningún acuerdo basado en la reprimarización de la


economía puede ser bueno para los países del MERCOSUR. Este tipo de cuestiones
sólo hace retrasar aún más el desarrollo de la región del sur de América, que debería
apostar a los pilares de la ciencia, la tecnología y la educación para lograr salir del
papel de vendedor de materias primas que nada le aporta a la mejora de la calidad de
vida de su población.

Menos aún sirve un acuerdo de un supuesto libre comercio, en donde los productos
europeos harían colapsar a industrias como la textil, la automotriz y la del calzado,
redundando en la pérdida de empleo y el agravamiento de las situaciones de pobreza de

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la región del MERCOSUR. Decimos supuesto, ya que dice ser libre comercio, pero fija
beneficios sólo para el lado europeo.

Es entonces que retomando la idea de relaciones maduras nos surge el interrogante de si


un tratado de libre comercio es una buena herramienta para concretizar el vínculo. En
nuestra opinión y en los términos del acuerdo del 2019, no existe posibilidad de hablar
de madurez, ya que no hay igualdad de condiciones, sino que un bloque, el europeo, le
impone al otro, el del sur de América, sus intereses, no contemplándose el deterioro que
le provocaría a ciertas industrias del MERCOSUR que hemos nombrado. En definitiva,
hasta tanto no se conciba una política que defienda los intereses de los países periféricos
del sur de América, no podremos hablar de madurez en el relacionamiento,

BIBLIOGRAFÍA

✔ Castaño, Francisco: “Cuatro razones para entender el Acuerdo Mercosur-UE”,


L`Ombelico del Mondo, julio de 2019.
✔ Gratius, Susanne: "Europa-América Latina: retos regionales y globales
compartidos". Nueva Sociedad Nº 270, julio-agosto 2017.
✔ Rapoport, Mario y Musacchio, Andrés, coord.: La Comunidad Europea y el
Mercosur. Una evaluación comparada. Fundac. de Investig. Históricas, Ec. y
Sociales, Bs. As., 1993. Cap. I.
✔ Laufer, Rubén: "La Unión Europea en las relaciones internacionales argentinas:
1990-1999. Argentina y Europa en el mundo multipolar. ¿Un nuevo triángulo?".
Revista Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, Nº 24, abril 2003.
✔ Laufer, Rubén: "América Latina entre Estados Unidos y Europa. Una relación
triangular en el escenario 'global'". En La Gaceta de Económicas, agosto 2002.
✔ Romero Wimer, F. (2019). Historia, actualidad y prospectiva de las relaciones
Mercosur-Unión Europea. En F. Caballero Parra, R. Giacalone y E. Vieira
Posada (Eds.), La integración latinomaricana y europea en el siglo XXI: marco
para la reflexión sobre su presente y su futuro (pp. 221-249). Bogotá: Ediciones
Universidad Cooperativa de Colombia. doi:
https://dx.doi.org/10.16925/9789587602067
✔ Febbro E. (2019), “El debate en Francia sobre el acuerdo Unión
EuropeaMercosur”, diario Página 12 https://www.pagina12.com.ar/204873-la-
falsa-conciencia-ambientalista

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✔ Ghiotto L., Frenkel A. (2019), “Los pérdedores de siempre”, en Nueva
Sociedad, https://nuso.org/articulo/ue-mercosur-europa-ganadores-perdedores-
integracion/
✔ Ghiotto L., Echaide J. (2020), “El acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión
Europa: estudio integral de sus cláusulas y efectos”, CLACSO, Fundación Rosa
Luxemburgo, Greens/EFFA.

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