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Anuario IEHS 35 (2) 2020, 145-156 • doi: 10.37894/ai.v35i2.

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LA GLOBALIZACIÓN Y LOS SISTEMAS BANCARIOS NACIONALES


EN AMÉRICA LATINA Y EL MUNDO IBÉRICO, 1850-1940

GLOBALIZATION AND NATIONAL BANKING SYSTEMS


IN LATIN AMERICA AND IBERIAN SPHERE, 1850-1940

Andrés Regalsky 1

L os estudios de historia bancaria constituyen hoy un segmento significativo y ya clá-


sico de la historiografía económica. Asociados generalmente con el desarrollo del
crédito y la evolución monetaria (moneda, crédito y bancos han constituido un trío
clásico en los planes de estudio de economía), el interés inicial estuvo dado por el papel
de la banca de emisión en la conformación de los sistemas monetarios modernos. 2
Sin embargo, desde mediados del siglo xx, la centralidad que ocupó la problemática
del desarrollo económico llevó a focalizar el análisis en la banca como dispensado-
ra del crédito. En este sentido, la publicación del texto de Alexander Gerschenkron
(1952) jugó un papel crucial, al llamar la atención sobre los cambios en la banca y en
los instrumentos de crédito, su incidencia en el “despegue” económico de los países
europeos de industrialización tardía en la segunda mitad del siglo xix y sus poderosas
implicancias para el área extraeuropea en pleno siglo xx. 3
En los años siguientes, fueron David Landes (1956 y 1958) y, sobre todo, Rondo Ca-
meron (1953 y 1961) los que desarrollaron sus investigaciones en torno a estas tesis, que
aparecían en principio ligadas al dinámico desempeño de las inversiones externas y al
financiamiento de la fiebre ferroviaria que recorría Europa, y luego habría de hacerlo en
el continente americano. Por entonces, se iniciaba en Francia otra corriente de estudios
bancarios más ligada a la historia social e interesada en analizarlos como escenario de la
constitución de una elite de hombres de negocios, aunque sin descuidar el análisis de
la evolución de las prácticas bancarias como una suerte de aprendizaje del mercado. 4
1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Universidad Nacional de Luján / Univer-
sidad Nacional de Tres de Febrero / Universidad Torcuato Di Tella, Argentina. C. e.: regalsky@utdt.edu.
2 Ilustrativo de esto fueron los numerosos informes, monografías y entrevistas sobre el funcionamiento
de la moneda, la banca y el mercado bursátil en los principales países europeos, recopilados por la Na-
tional Monetary Commision (1910) en el senado norteamericano, bajo la dirección de Nelson Aldrich, en
el período preparatorio del proyecto de creación del Sistema de la Reserva Federal.
3 Todo esto ocurría en un período signado por la noción imperativa del desarrollo y del despegue como
panacea universal, que tan palmariamente graficó Rostow (1956 y 1960) y que al mismo tiempo ilustraba
sobre el clima de guerra fría en el que era concebido.
4 Bouvier (1961) y (1968), Lévy-Leboyer (1964), Bergeron (1978), Plessis (1985), Cassis (2006).
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Otro hito significativo fue el emprendimiento de estudios bancarios comparados,


promovidos por Rondo Cameron (1967 y 1972), inicialmente para los países más ade-
lantados del mundo occidental y luego para otros considerados rezagados en la perife-
ria europea. En esos trabajos, pasó a desplazarse el eje desde el rol más o menos heroi-
co, de promotor del desarrollo y las nuevas empresas, que se delineaba en la literatura
gerschenkroniana a otro más prosaico (pero no menos relevante) de herramienta de
monetización y agilización de las transacciones comerciales, en el marco de la confor-
mación de unas modernas economías de mercado que iban dejando atrás las estructu-
ras del Antiguo Régimen. Nociones afines habían sido desarrolladas, por entonces, por
algunos economistas interesados en la interacción de las finanzas contemporáneas
con el desarrollo (Gurley y Shaw 1955, Goldsmith 1963).
La extensión de este análisis a otros países que no eran considerados precisamen-
te como un ejemplo exitoso de esta transición a la modernidad en el siglo xix, tuvo
mayores implicancias para el tema acá tratado. En efecto, marcó el comienzo de los
nuevos estudios de historia bancaria en España, a través de la labor pionera de Gabriel
Tortella (1973), que abriría el paso a una pléyade de investigadores en la península ibé-
rica y guardarían una estrecha relación con el comienzo de la disciplina en América
Latina. 5 En este subcontinente, como en España, la constitución de los sistemas banca-
rios vino de la mano de la organización –particularmente dificultosa, pero que empezó
a redituar sus frutos en la segunda mitad del siglo xix– de unos Estados modernos y
mercados nacionales progresivamente unificados, de los cuales fueron, en gran me-
dida, su contraparte. Aunque en algún caso, como Brasil, a partir precisamente de la
continuidad estatal tras la independencia, hubo un incipiente desarrollo bancario ya
en la primera mitad del siglo xix (Cardoso 2010), no puede hablarse para ese primer
período más que de experiencias pioneras y aisladas, como las del Banco de Descuen-
tos en Buenos Aires o el de Avío en México (estudiados respectivamente por Samuel
Amaral 1977 y 1982, y por Robert Potash 1959). Fue en las décadas de 1850 y 1860 cuan-
do se abrió el período más prolífico de desarrollo bancario, en un principio en Brasil y
Chile (Gambi 2015, Guimaraes 2012, Llona Rodríguez 1997 Subercaseaux 1922), seguido
de cerca por Argentina, o más propiamente por el Estado y luego provincia de Buenos
Aires (Garrigós 1873, Lamas 1886, De Paula et al. 1998), y con retrasos y altibajos por
México y otros países (Ludlow y Marichal 1986 y 1998, Gómez Galvarriato 2017). Este
desarrollo estuvo vinculado con la fundación de entidades con facultades de emisión,
a partir de la cual comenzó a generarse una capacidad prestable, que con el tiempo
abrió el camino a la formación de un mercado de créditos y depósitos, e incluso a la
creación, en algunas de las principales plazas, de otros bancos comerciales sin aquellas
facultades.
5 En la copiosa historiografía española sobre bancos pueden citarse, además de otros trabajos de Tor-
tella (1974, 1986, 2011), los de Martín-Aceña (1984, 2007), Nadal, Blasco y Sudria (1983,2010, 2016), García
Ruiz (1993, 2007 a y b, 2017), Tedde (1988, 1999), Anes Alvarez (1997), López (1985), López Morell (2005),
Pons y Cuevas (2007). También merecen señalarse los de Reis (1994, 2003) para Portugal.
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El contexto estuvo marcado por el comienzo de lo que hoy se denomina ‘primera ola
de globalización’, que acarreó un florecimiento de las actividades primarias de exporta-
ción en casi todas las economías latinoamericanas. Ello implicó un crecimiento de las
transacciones mercantiles y de las necesidades de liquidez y de crédito que hizo posible
el despliegue de las actividades bancarias. Dicho desarrollo bancario y financiero alcanzó
un primer punto culminante en la década de 1880 y colapsó a comienzos del decenio si-
guiente, en concomitancia con la fuerte afluencia de capitales europeos, principalmente
británicos, y su posterior reversión.6 En todo caso, este auge se acompañó de una multi-
plicación de entidades, públicas y privadas, nacionales y extranjeras, que estuvo correla-
cionado en Argentina y Brasil (no así en México) con una fase de acentuado pluralismo
en cuanto a las facultades de emisión, el cual habría de revertirse en los años 90 a favor
de una centralización.7 A comienzos del siglo xx, la expansión de los sistemas bancarios
sería retomada con mayor intensidad aún, a caballo del impulso ascendente de la ola
de globalización, comercial y financiera, que con algunos altibajos se mantuvo hasta el
estallido de la Primera Guerra Mundial. Asimismo, fue cuando se verificó la adscripción
de buena parte de estos países a un régimen monetario de patrón oro que alcanzó por
entonces su mayor vigencia internacional. En Argentina y Brasil, esto implicó la atribu-
ción de la emisión monetaria a un organismo no bancario, la Caja de Conversión, con
una definida diferenciación de las funciones de banca comercial, de créditos y depósitos,
respecto de aquélla (Della Paolera y Taylor 2003, Gómez 2018, Triner 2000).
A lo largo de este período, también se produjo el desembarco, en los países latinoa-
mericanos, de una serie de entidades bancarias de ultramar, inicialmente británicas y
luego también de Europa continental. Aunque su papel en el mercado de créditos y
depósitos fue variable, en relación al lugar ocupado por la banca nacional, pública y
privada, su importancia en el financiamiento del comercio exterior fue indiscutible,
facilitando la integración de los países al intercambio global, así como el acceso al mer-
cado de inversiones de largo plazo, y también dejando su impronta en las prácticas
bancarias de las respectivas plazas. Por otro lado, en los años finales de este período, a
comienzos del siglo xx, tomó forma otro proceso de internacionalización en sentido
inverso, protagonizado por algunas entidades latinoamericanas (particularmente en
el caso argentino) que lograron acceder mediante filiales a los mercados europeos y
anudar una particular relación, de ida y vuelta, sobre todo con España. 8

6 Sobre el impacto de los flujos de capitales, véanse, en el caso argentino, Williams (1920) y Ford (1960)
y para el conjunto de América Latina, Marichal (1995).
7 Sobre la Argentina, véase la obra ya clásica de Cortés Conde (1989). También Gerchunoff, Rocchi y
Rossi (2008). Sobre los bancos en el interior, Martí (1999). Para el período previo, Bragoni (2005) y Moya-
no (2019). Para una revisión más completa de la literatura, Regalsky (2006 y 2018). Sobre Brasil, Hanley
(2005), Pelaez y Suzigan (1981) y Triner (2000). Una comparación con México, en Haber (1991). Sobre este
último país, ver Angel y Marichal (2003).
8 Sobre la proyección internacional de los bancos, como primera expresión de multinacionales, Dun-
ning (1993) y Jones (1990). Sobre los bancos británicos en ultramar, Joslin (1963) y para el caso argentino,
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Esta interacción de los sistemas bancarios con la economía global se mantuvo aun
al ingresarse en una fase recesiva, tras la ruptura provocada por la Primera Guerra
Mundial y, más aún, por el impacto de la crisis de 1929. Por un lado, la presencia de los
bancos de los Estados Unidos y Canadá, ya importante antes en el Caribe (Pierre 1994),
se hizo más fuerte en toda América Latina. Por otro lado, en varios países, a similitud
de lo que estaba ocurriendo en los países más avanzados (beligerantes o neutrales),
la banca de emisión fue incorporando nuevas funciones propias de la banca central. 9
Este proceso, que se encabalgaba con la centralización creciente de los regímenes mo-
netarios desde fines del siglo anterior, daría una vuelta de tuerca en los años veinte y
treinta con la constitución formal de bancos centrales en varios países, previo aseso-
ramiento de misiones internacionales (Drake 1989, Ortiz Batalla 1998), y en otros por
la asunción de facto de algunas de esas funciones por los establecimientos existentes,
como en Argentina, Brasil y Uruguay (aspecto que también puede apreciarse en el
caso español). 10 Según se verá, estas imbricaciones internacionales continuaron ha-
ciéndose sentir en los años 30, pese a la crisis de los mecanismos multilaterales del co-
mercio internacional y al marasmo en los principales mercados financieros, tanto por
el peso adquirido por los bancos internacionales en los sistemas bancarios como por
los intercambios que a la hora de remodelar dichos sistemas se verificaron, en sintonía
con lo que iba ocurriendo en los países más avanzados. 11
En este dossier, se ha procurado abordar estos problemas desde una perspectiva
comparada, a partir de estudios empíricos que exploran, en una serie de países relevan-
tes de América Latina y del mundo ibérico, las trayectorias de sus sistemas bancarios y
de entidades específicas, en relación a las marchas y contramarchas que revistió el pro-
ceso de globalización en el que estaban inmersos. Los trabajos que se acompañan (y que
serán completados con otros en una próxima edición del Anuario) fueron presentados
en su primera versión en una sesión del XVIII Congreso Mundial de Historia Económica
convocado por la International Economic History Association, que tuvo lugar en Bos-
ton en agosto de 2018 y cuyo tema central fueron las olas de globalización. La reunión
fue coordinada por Aurora Gómez, Pablo Martín Aceña, Thiago Gambi y el suscripto,
y contó también con la participación, en condición de expositores o comentaristas, de
Anne Hanley, Carlos Brando, Carlos Gabriel Guimaraes, Gail Triner, Gastón Díaz Stein-

Jones (2018). Un fenómeno inverso, de proyección de bancos argentinos en España y Europa, en Regalsky
e Iglesias (2019), presentado originalmente en la reunión que dio lugar a este dossier.
9 La formación de los bancos centrales en Europa, como un fenómeno evolutivo de largo plazo, en
Sayers (1957) y Goodhart (1988). Su conexión con los desafíos de la Primera Guerra Mundial, en Feiertag
y Margairaz (2019).
10 Para el caso argentino, Gómez (2017) y Regalsky (2018b y 2019). Para el de Brasil, Villela (2017), y en
Uruguay, Baudean (2011), y Diaz Steinberg y Moreira Goyetche (2015). Respecto de la paulatina conver-
sión del Banco de España a políticas monetarias propias de un banco central, Martin-Aceña (1984).
11 Según se puede ver en los trabajos de este dossier (Gambi, Cortés Conde), así como en Cortés Conde
(2005) y Rougier y Sember (2018).
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berg, Joaquim Cuevas, Luis Anaya Merchant, María Angeles Pons, Oscar Granados, Ro-
berto Cortés Conde y Yolanda Blasco Martel. De algún modo, expresa una continuidad
con otras reuniones y publicaciones colectivas que en los últimos años han ido nuclean-
do a los investigadores interesados en la historia bancaria latinoamericana y del mundo
ibérico en los siglos xix y xx, y que marcan su vigencia en la historiografía actual. 12
El primer trabajo que abre este dossier es el de Aurora Gómez, quien estudia la evo-
lución de la banca extranjera en México entre 1864 y 1933, tratando de poner a prueba
el papel de las ideologías, las instituciones y las capacidades estatales en el cambiante
espacio que ocuparon dichas entidades en el sistema bancario durante el período en
cuestión. La autora destaca la precocidad de la presencia de la banca extranjera, en
1864, prácticamente al comienzo de la primera ola de gobalización que se extendió en
México y mucho antes de que lograra constituirse un moderno sistema bancario. Esto
puede vincularse con el complicado proceso institucional de esos años, signado por
la reforma, la guerra civil y la intervención francesa, que recién alcanzó un sendero de
estabilidad a partir de 1877. Tal vez lo más significativo fue que aquella primera implan-
tación extranjera, el London Bank of Mexico, ocurriera durante el efímero Imperio de
Maximiliano y lograra sobrevivirlo, para coexistir luego con el gran banco privilegiado
por el Estado bajo el porfiriato, Banamex, en 1884, hasta su transferencia, años más
tarde, a un grupo de capital nacional. Uno de los ejes del análisis es que la normativa
implementada desde el Estado, que crecientemente fue ordenando el sistema banca-
rio, se preocupó por regular la banca concesionada y, sobre todo, la de emisión, pero
dejó un amplio margen para la libre constitución de bancos comerciales sin privilegios,
que dio amplia cabida a la banca extranjera. Este segmento habría de tener, de todos

12 Como punto de partida puede señalarse la reunión convocada por Pedro Tedde y Carlos Marichal,
en la sede del Banco de España en Madrid en 1991, sobre “La economía financiera y la formación de los
bancos centrales en España e Iberoamérica”. En 1999 y 2002, hubo dos nuevas convocatorias en París orga-
nizadas por Albert Broder y Michel Margairaz (Universidad de Paris 12 - Banco de Francia), sobre la banca
en los países de lenguas latinas y sobre la banca francesa en América Latina, respectivamente. En julio de
2002, con el XIII Congreso Internacional de Historia Económica celebrado en Buenos Aires, se inició una
secuencia de reuniones sobre la historia de los bancos en América Latina, con participación también de
estudiosos de otros países, que se mantuvo en los XIV y XV Congresos, celebrados en 2006 y 2009 en
Helsinki y Utrecht, y que pueden considerarse directo antecedente de la reunión del XVIII Congreso de
Boston de 2018, cuyos resultados aquí se exponen. En el interín, dichos eventos pasaron a realizarse en el
marco de los CLADHE (Congreso Latinoamericano de Historia Económica), particularmente en ocasión
del 2° Congreso (México 2010), y los 4° y 5° Congresos (Bogotá 2014, São Paulo 2016), además del de Santia-
go de Chile 2019. Del mismo modo, las últimas jornadas de la Asociación Uruguaya (V y VI Jornadas) han
albergado reuniones sobre esta temática, con trabajos de distintos colegas de la región. En la organización
de todas estas reuniones, han participado Carlos Marichal, Albert Broder, Gail Triner, Raul Jacob, Carles
Sudria, García Ruiz, Gustavo del Angel, Gastón Diaz, Cecilia Moreyra, Marcos Baudean, Mónica Gómez,
Guy Pierre y quien suscribe. Sus resultados se han reflejado en valiosos libros colectivos que hoy son una
referencia para los estudiosos de los distintos países: Tedde y Marichal (1994), Diaz Fuentes, Hoyo Aparicio
y Marichal Salinas (2017), y Marichal y Gambi (2017), a los que se suman los dossiers de la hoy desaparecida
Revista de la historia de la economía y de la empresa dedicados a la banca en España y en América Latina,
coordinados por José Luis Garcia Ruiz (2007) y Carlos Marichal (2012), respectivamente.
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modos, un lugar subordinado en relación al que ocupaba la banca concesionada (la de


emisión y la de crédito hipotecario y refaccionario), hasta que, a partir de 1910, con la
caída del porfiriato y la revolución, se abrió una fase de crisis y de liquidación, que afec-
tó sobre todo a este último sector. Fueron entonces los bancos sin concesión los únicos
que pudieron continuar operando, a través de procedimientos que incluían lo que hoy
podría denominarse banca ‘off shore’, a fin de preservar los ahorros mexicanos más allá
de la frontera, lo que dio un gran protagonismo a la banca extranjera. Su predominio
se mantuvo en la década de 1920, aún después que cesara la incautación y los antiguos
bancos concesionados volvieran a operar. De todos modos, se inició, al promediar el
decenio, un nuevo sendero regulatorio, que pasó a incluir a todas las entidades y en
cuyo centro se ubicó el Banco de México como único órgano emisor. Todavía la banca
extranjera siguió prosperando en los años siguientes, pero a partir de 1930, bajo el
impacto de la gran depresión, esto habría de revertirse. En ese sentido, si la ideología
nacionalista de la revolución mexicana, que había sido incapaz por sí misma de revertir
el predominio de la banca extranjera bajo las condiciones de debilidad y disolución de
las instituciones vigentes, pudo ahora pesar, fue por el reforzamiento del poder y las
capacidades estatales. Esto desembocó en nuevas regulaciones que reforzaron el rol
del Banco de México como banco central y de la banca nacional en el conjunto del sis-
tema, llevando en pocos años a un éxodo masivo de los bancos extranjeros existentes.
El trabajo de Thiago Gambi, sobre las misiones financieras inglesas en el Brasil, con-
tribuye a arrojar luz sobre una cuestión crítica en la evolución bancaria y monetaria
latinoamericana en los años 20 y 30: los proyectos de reforma y fundación de bancos
centrales. Es sabido que una oleada de creaciones en los países del área andina, des-
de Chile hasta Colombia, se correspondió con los proyectos elaborados por las mi-
siones encabezadas por Kemmerer (el famoso Money Doctor norteamericano), como
preámbulo de una serie de empréstitos de los Estados Unidos con los que respaldaron
su ingreso (o retorno) al patrón oro. En los países del área atlántica, por el contrario,
hubo una mayor reticencia para cambiar las instituciones preexistentes (en Brasil y
Uruguay, hasta la década de 1960), lo cual no fue óbice para un debate intenso en
esta materia. El trabajo de Gambi aborda lo sucedido con el arribo al Brasil de dos
misiones británicas, en 1924 y a comienzos de 1931, encabezadas respectivamente por
los expertos Montagu y Niemeyer, con la finalidad de elaborar sendos proyectos de
reforma financiera que incluían la fundación de un Banco Central (dos años más tar-
de Niemeyer habría de presentar uno similar para la Argentina). El autor explora con
sutileza la compleja trama de factores que permiten entender las razones por la que
esos proyectos no prosperaron. En la literatura previa se aludía a su rechazo por parte
de los intereses corporativos del Banco do Brasil y un sector de la élite económica y
política, así como de una reacción nacionalista en el ámbito legislativo y de la prensa.
Su investigación, en cambio, no halla evidencias de oposición por parte del Banco ni
del ministerio de Hacienda (que estuvo a punto de convalidar el proyecto por decreto
en 1931) y encuentra una reacción más matizada en la prensa y el congreso, en un am-
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plio arco que iba de las posturas nacionalistas hasta las liberales, así como la discusión,
junto con éstos, de otros proyectos de autoría local. En todo caso, lo más determinan-
te en la deriva de ambos proyectos fue la propia evolución de la coyuntura, política y
económica. En cuanto a lo primero, la aguda conflictividad de 1924 y la incertidumbre
sobre la institucionalización del nuevo régimen surgido en octubre de 1930, que tor-
naban dificultoso adoptar medidas inmediatas que implicaran un horizonte de largo
plazo. Respecto al plano económico-financiero, considerado por el autor como lo más
decisivo, la dilución de las expectativas de obtener fondos frescos en Inglaterra, que es
lo que daba impulso a estos proyectos, hizo perder el interés por ellos, primero por la
decisión de Londres de priorizar el retorno de la libra a la convertibilidad, que se habría
de concretar en 1925, desalentando la salida de capitales; y en 1931, por las crecientes
dificultades en el balance de pagos que llevarían pocos meses más tarde a la devalua-
ción de la libra. En ese contexto, la propuesta de ambos proyectos de una inmediata
reimplantación de la convertibilidad no era considerada viable ni realista. Si en 1924 se
terminó adoptando una política deflacionaria que permitió, a la postre, un retorno al
patrón oro, en convergencia con muchos otros países (incluida la Argentina), en 1931 el
único camino que quedó abierto, visto los acontecimientos internacionales, fue el de la
moratoria en los pagos del servicio de la deuda externa (común a casi todos los países
de la región, excepto la Argentina) y el control de cambios.
El trabajo de Cortés Conde, a similitud de Gambi, aborda algunas aristas del comple-
jo proceso que se inició con la crisis del patrón oro y que condujo en la Argentina a la
creación del Banco Central en 1935. El punto de partida estuvo en el fuerte drenaje de
divisas que sufrió el mercado argentino en 1929, después del alza de tasas dispuesta por
la FED en los Estados Unidos, que llevó al gobierno de Yrigoyen a decretar la suspensión
de la convertibilidad en diciembre. De acuerdo con Cortés Conde, la finalidad era pre-
servar las reservas de la Caja de Conversión, lo que reflejaba que la memoria de la crisis
de 1890 seguía fresca y, con ella, el temor de volver a caer en una situación de default si
las reservas se evaporaban. 13 Como fuera, el impacto más fuerte de la Gran Depresión
provendría de la baja de los precios internacionales y afectaría especialmente al sector
real de la economía, en particular al agropecuario. Desde ese punto de vista, el tempra-
no cierre de la Caja de Conversión habría ahorrado al país (en un grado posiblemente
insospechado por sus autores) una parte sustantiva del impacto depresivo que produjo
en otras naciones que permanecieron hasta más tarde en el patrón oro. Lo que subra-
ya Cortés Conde es que las autoridades que se sucedieron a partir de septiembre de
1930 distaron de emprender una política monetaria expansiva, de tipo keynesiano, que
compensara los efectos de la depresión y, en un principio, aún la agravaron, al autorizar
la extracción de metálico de la Caja (con la consiguiente contracción del circulante)
para hacer frente a los servicios de la deuda. Es cierto que en abril de 1931 se decidió

13 No puede descartarse tampoco la preocupación por un “enrarecimiento del circulante” que podía
afectar a las “industrias madres”, especialmente la agricultura (Campos 2005).
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finalmente autorizar la emisión contra el redescuento de papeles comerciales, lo que


permitió evitar una quiebra generalizada en el sistema bancario. Sin embargo, esa he-
rramienta se usó limitadamente, para compensar la reducción ocurrida en el circulan-
te, sin implicar una inyección de liquidez que estimulara sensiblemente la actividad
económica. En el mismo sentido, los nuevos impuestos a la importación y a los réditos
vinieron a compensar la caída de la recaudación sin implicar una ampliación del gasto,
focalizada la preocupación oficial en controlar el déficit. Y el control de cambios, esta-
blecido meses después, tras la devaluación de la libra, tendió a mitigar la depreciación
del peso y generó, con el tiempo, un problema grave de fondos bloqueados a la espera
de cambio. En noviembre de 1933, el desdoblamiento del mercado cambiario aportaría
en este punto una solución, a la vez que profundizaría la devaluación en sintonía con
lo ocurrido ese año en los EEUU y, sobre todo, reportaría una nueva fuente de ingresos,
el margen de cambios, para el pago de la deuda externa. El círculo se completaría en
1935 con la creación del Banco Central, con algunos atributos adicionales a la entidad
ortodoxa que había imaginado Niemeyer y con una gran novedad: la revaluación de la
reserva de oro para financiar un saneamiento integral del sistema bancario y la deuda
pública flotante. Ese sí sería el comienzo de una nueva era en política monetaria, aun-
que regida por una moderación que no se abandonaría hasta la Segunda Guerra Mun-
dial. Mientras tanto, la recuperación económica se había afianzado, sobre todo por
obra de factores externos: el alza de los precios agrícolas, estimulado por la devaluación
del dólar y el fracaso de las cosechas del hemisferio norte, y la migración de capitales de
Alemania, por el pánico que engendró el advenimiento del nazismo.
Aunque el trabajo de Cuevas, Martín-Aceña y Pons desborda el período conside-
rado por los anteriores textos, , presenta un interés especial, porque ilustra un caso
específico de interacción entre el proceso de globalización, los sistemas bancarios na-
cionales y los nuevos regionalismos, que involucra especialmente la relación de España
con América Latina. Se trata de la proyección de los dos grandes bancos españoles,
Santander y BBVA, en el subcontinente, fenómeno que puede remontarse a algunas
experiencias pioneras de los comienzos del siglo xx y que alcanzó su mayor despliegue
en las últimas décadas de la centuria, especialmente en los años 90 y subsiguientes. Los
autores señalan, como en todo proceso de esas características, factores de impulsión y
de atracción. Entre estos últimos, la evidente afinidad cultural y la presencia de empre-
sas e inmigrantes hispánicos, como no se podía dar en ninguna otra parte del globo.
También las oportunidades que abría el relativamente bajo nivel de bancarización que
presentaba la región, en relación a los índices de saturación de la península y de toda
Europa. Pero lo decisivo parece haber sido, a juzgar por el análisis que nos brindan los
autores, la necesidad de buscar una proyección externa para darle a esas entidades el
tamaño necesario para afrontar la competencia que iban a significar las nuevas reglas
de juego que la Comunidad Económica Europea anunciaba para sus socios (en el con-
texto de ese nuevo regionalismo “globalizante” que se fue imponiendo en los 90) y que
encontraba a España, una economía relativamente pequeña y mas rezagada, en una
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situación de inferioridad. Es significativo, a este respecto, que los beneficios generados


por sus filiales en América Latina pasaran a constituir el grueso de las utilidades de am-
bos bancos durante un período considerable, revelando de paso el mayor rendimiento
que tenían sus operaciones en esas “tierras nuevas” frente al que obtenían en el ya
saturado mercado peninsular. Más aún, los beneficios en los mercados donde Santan-
der y BBVA habían logrado una mayor penetración, respectivamente Brasil y México,
superaron ampliamente los que obtenían en su país de origen. Finalmente, el curso de
su introducción en los distintos países, a través de un proceso de fusiones y adquisicio-
nes, contó con la expertise previa del proceso que había llevado a concentrar el grueso
de las finanzas españolas en torno a estas dos entidades. Esto se vio facilitado, por
otra parte, por las políticas de apertura y desregulación que, a partir del “consenso de
Washington” y sobre todo en los 90, terminaron de imponerse en toda América Latina.

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