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La primera pregunta es una pregunta abierta: «¿Qué le trae a la consulta?», «¿Cuál es el motivo de
su consulta?». La paciente explica uno o varios motivos, a veces claro y único (retraso de la regla),
en otras ocasiones menos evidentes (dolores), a veces semiocultos voluntariamente o no
(tratamiento del acné por deseo de tomar la píldora). Después, el médico expone claramente la
consigna: «Ahora que me ha dicho el motivo de su visita, permítame hacerle unas cuantas
preguntas administrativas. Después le haré otras preguntas sobre su historial ginecológico,
obstétrico, médico, quirúrgico, así como sobre su familia, antes de volver a ocuparnos del motivo
de su consulta para analizar exactamente su problema. Y, si está usted de acuerdo, procederé
después a examinarla y a continuación decidiremos juntos el tratamiento que va a seguir»
Informaciones administrativas:
Se trata del apellido, nombre, fecha de nacimiento, dirección, número de teléfono personal,
situación familiar, profesión (y si es posible un número de teléfono del trabajo), número de la
Seguridad Social y de sociedad médica si la hubiese.
Antecedentes personales.
Antecedentes ginecológicos:
Modalidades del ciclo menstrual espontáneo: convencionalmente, el primer día del ciclo es el
primer día de la regla, llamado d1. Debe precisarse la duración de los ciclos, su estabilidad o
posible variabilidad,
deben describirse las afecciones e infecciones anteriores, su tipo, los tratamientos, los resultados y
las posibles secuelas, las hospitalizaciones y posibles intervenciones, las terapias hormonales o no
hormonales seguidas (fecha de inicio, duración, resultado, tolerancia, complicaciones). En
particular, se debería disponer de informes quirúrgicos, de copias de los resultados citológicos y
anatomopatológicos, de las modalidades de protocolo de una radioterapia o de una
quimioterapia.
En todos los casos, debe buscarse un antecedente de transfusión sanguínea, sus modalidades, los
incidentes o accidentes asociados.
Durante toda la anamnesis no hay que olvidar que no existe un paralelismo entre el recuerdo que
guardan las pacientes y la gravedad de una afectación.
Antecedentes mamarios:
Perimenopausia y menopausia:
Antecedentes obstétricos:
Antecedentes médicos:
Hay que comenzar con una pregunta abierta: «¿Ha estado usted enferma?» y, tras haber anotado
la o las respuestas, volver sistemáticamente a la anamnesis, aparato por aparato, con preguntas
cerradas mencionando explícitamente el nombre de las enfermedades que la paciente suele
olvidar pero que recuerda en esta ocasión o que considera que no están relacionadas con el
motivo de su consulta.
enfermedad del corazón o «soplo del corazón», hipertensión arterial, várices, flebitis, precisando
la fecha, la localización, el carácter superficial o profundo, los tipos de tratamiento y sus resultados
y las complicaciones, principalmente la embolia pulmonar. Se hace lo mismo con los demás
aparatos o sistemas.
También se solicita la tarjeta del grupo sanguíneo. Hay que conocer el estado inmunitario frente a
la rubéola, la toxoplasmosis, las hepatitis y el virus de inmunodeficiencia humana.
La búsqueda sistemática de todos los fármacos que toma la paciente termina con la búsqueda de
una alergia a algún fármaco, principalmente antibiótico o anestésico, sin olvidar el yodo.
La anamnesis se continúa con la búsqueda de tabaquismo, precisando número y tipo de cigarrillos,
edad de inicio al consumo, duración, grado de inhalación. Se puede entonces calcular en número
de paquetes/año. Un paquete/año corresponde al consumo de un paquete de cigarrillos al día
durante 1 año.
Antecedentes familiares:
También se buscan los trastornos familiares de coagulación y los documentos que lo prueban
(hemofilia, déficit del factor II, déficit de antitrombina III, de la proteínaSoCo resistencia a la
proteína C activada, etc.).
Trataremos sucesivamente los principales: trastornos del ciclo y hemorragias genitales, dolores
pélvicos, leucorreas, trastornos psicosexuales, trastornos urinarios y rectales, síntomas de alerta
mamaria y trastornos de la fecundidad.
Amenorrea:
Amenorrea primaria:
se define como la ausencia de regla en una joven de 16 años o más. En el plano personal, la
anamnesis hace hincapié en el desarrollo del embarazo materno con o sin tratamiento y en las
circunstancias del parto, con o sin sufrimiento neonatal. Se precisa el peso al nacimiento y la curva
de crecimiento en estatura y peso. Se retoma el análisis semiológico de todos los síntomas y se
busca la ausencia o del estado del desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, las posibles
anomalías morfológicas y la existencia de dolores pélvicos cíclicos. Se buscan anomalías del olfato
y de la visión, de los demás pares craneales, así como cefaleas. Se investiga el estado psicológico,
la calidad de los intercambios intrafamiliares, la presencia de estrés y la conducta alimentaria,
buscando principalmente variaciones ponderales. Se precisan las modalidades de una posible
actividad deportiva. En el plano familiar, debe precisarse la edad de la pubertad de la madre, de
las abuelas y las hermanas si las hubiera.
Amenorrea secundaria:
una vez descartado el embarazo, se define como una interrupción de la regla como mínimo de 3
meses de evolución, en una paciente que anteriormente tenía una menstruación normal. La
anamnesis es capital ya que puede detectar desde el principio un contexto evocador de la
etiología. Nunca se debe olvidar la posibilidad de un embarazo. Debe precisar:
El ciclo menstrual ideal dura 28 días con variaciones fisiológicas de 2-3 días. La duración media
normal de la regla, líquido rojo oscuro fluido e incoagulable, es de 3-6 días. Su abundancia es
variable en función de las mujeres, a menudo más abundante los 2-3 primeros días. Cada mujer
tiene su propia regla.
Metrorragias:
Se definen como hemorragias de origen uterino que aparecen entre las reglas,
independientemente de una menstruación. Hay que precisar su carácter espontáneo o provocado,
principalmente por el coito, y analizar las características del sangrado (abundancia, duración,
posible carácter cíclico y situación en relación con las reglas, etc.). La asociación de menorragias y
metrorragias es frecuente y se define como menometrorragias.
Las posibles metrorragias cíclicas periovulatorias llamadas «reglas de la quincena» son pérdidas
hemáticas poco abundantes que duran desde unas pocas horas hasta 2-3 días. Aparecen a mitad
del ciclo en algunas mujeres y a veces están acompañadas de un fenómeno doloroso pélvico.
Dolores pélvicos:
Suelen ser el principal motivo de consulta. Pueden ser agudos o crónicos. Se trata de una situación
tras la cual se suele esconder un cuadro orgánico, un sufrimiento psicosocial o sexual que hay que
saber aclarar. La experiencia y los conocimientos del médico completarán los conocimientos y la
confianza de la paciente.
La anamnesis precisa las características del dolor, los signos funcionales asociados y valora el
contexto psicosexual, familiar y social. No se debe olvidar que las mujeres que han sido objeto de
abusos sexuales, principalmente en la infancia, sufren con mayor frecuencia que las demás
mujeres de dolores ginecológicos, la mayoría de los cuales son dolores crónicos multifactoriales.
Hay que conocer la fecha y las circunstancias de su aparición y buscar una relación con un episodio
de la historia genital o si está precedido por un episodio anterior idéntico espontáneamente
resuelto.
Debe detallarse:
Dismenorrea:
Se distingue la dismenorrea primaria, que aparece en la joven desde la aparición de las primeras
reglas o muy rápidamente tras algunos ciclos indoloros, de la dismenorrea secundaria, que
aparece en la mujer en período de actividad sexual como consecuencia de un factor
desencadenante o sin causa aparente.
La dismenorrea puede ser espasmódica, de tipo cólico uterino. Puede ser congestiva; entonces
ofrece una impresión de pesadez dolorosa en la pelvis menor. Puede acompañarse en ocasiones
de la expulsión de un molde de la cavidad uterina que hay que diferenciar del aborto: es la
dismenorrea membranosa.
En función de su ritmo en relación con las reglas, las dismenorreas pueden ser protomeniales
(desde el principio del flujo menstrual), holomeniales (a lo largo del flujo) o telemeniales (cuando
aparecen al final del flujo). La dismenorrea que precede empieza el día antes de la regla o incluso 2
días antes.
Leucorreas:
La anamnesis precisa la fecha y el modo de inicio. Analiza las características del flujo: abundancia,
color, consistencia, periodicidad, olor. Un olor de salmuera aumentado por el lavado con jabón
alcalino sugiere de entrada una vaginosis. La anamnesis debe detallar con tacto las circunstancias
de aparición: tras una relación sexual con o sin cambio de pareja, tras una exploración
ginecológica o una intervención terapéutica (biopsia de endometrio, colocación de un DIU,
crioterapia, etc.). Se debe buscar un tratamiento farmacológico (antibióticos, corticoides, etc.),
una enfermedad sistémica (diabetes), un embarazo, un posparto o un postaborto.
Con la anamnesis se buscan signos generales (fiebre o febrícula, astenia, adelgazamiento) y signos
asociados:
Dispareunia:
Puede ser primaria (aparece desde las primeras relaciones sexuales) o secundaria.
la cronología en relación con la vida sexual: si aparece justo al principio, disminuye poco a
poco, persiste durante toda la actividad sexual o sólo al final, cede con la relación sexual o
persiste e incluso aumenta;
la asociación o no con un defecto de lubricación;
Vaginismo:
Se define como una contracción involuntaria de los músculos perineales y elevadores del ano que
dificulta o incluso imposibilita cualquier penetración vaginal. Puede ser primario y completo y
correspondería a un caso clásico de matrimonio no consumado. Si es incompleto, las relaciones
sexuales son posibles pero difíciles y dolorosas. Puede ser secundario, a menudo tras un parto.
Este síntoma puede ocultarse tras una consulta solicitada para intentar tener un hijo. Puede
igualmente pasar completamente desapercibido y descubrirse sólo durante la exploración.
Estos trastornos son difíciles de definir. Se suele simplificar distinguiendo la anafrodisia o ausencia
de deseo sexual de la anorgasmia o incapacidad de alcanzar un orgasmo. Ambos trastornos
pueden presentarse aisladamente o asociados, ser primarios o secundarios.
Trastornos urinarios:
Clásicamente, los trastornos del aparato urinario inferior femenino se describen como trastornos
de la continencia y de la micción. Pueden o no estar acompañados de prolapso.
Los síntomas del aparato urinario inferior femenino pueden clasificarse en tres categorías:
síntomas de la fase de llenado, de la fase miccional y de la fase posmiccional.
Los síntomas de la fase de llenado son la polaquiuria diurna, es decir, el aumento de la frecuencia
miccional durante el día, la nicturia, que es la necesidad de orinar durante la noche que despierta
a la paciente, la urgencia urinaria que es un deseo repentino, imperioso y con frecuencia
irresistible de orinar, difícil o imposible de posponer y cuyo sinónimo es la urgencia miccional.
La incontinencia urinaria, que puede definirse como la pérdida involuntaria de orina por la uretra,
independientemente de la micción, es frecuente.
definida como el escape involuntario de orina durante un esfuerzo físico, al toser o al estornudar
[15], la pérdida involuntaria de orina no está precedida de la necesidad de orinar.
La incontinencia puede asociarse o no a una polaquiuria diurna o nocturna, a una disuria, a una
sensación de pesadez o de molestia pélvica. El prolapso suele dar una sensación de pesadez
pélvica. En mayor grado, se trata de una sensación de pérdida del órgano permanente o
intermitente, favorecida por el efecto del cansancio. Esta sensación se alivia con la reducción
espontánea en reposo o con la reintroducción digital por la misma paciente, que a veces utiliza un
tampón durante el día.
Los síntomas ligados a la fase miccional son la debilidad del chorro, el chorro en regadera, el
chorro entrecortado y el chorro dudoso cuando se observa un retraso en el inicio de la micción. Se
describen también micciones entrecortadas, donde se consigue la salida del chorro urinario con
una presión abdominal concomitante y la posibilidad de gotas terminales que finalizan una
micción debilitada.
La paciente los siente inmediatamente después del final de la micción; estos síntomas pueden ser
una sensación de vaciado vesical incompleto o gotas tardías, sobre todo al levantarse del retrete.
Si durante la anamnesis aparece la noción de vejiga siempre llena, se debe sugerir una posible
micción por rebosamiento.
Trastornos rectales:
Los trastornos funcionales rectales, que incluyen las alteraciones del tránsito y de la defecación y
los trastornos de la sensación de necesidad, raramente son signos que conducen a una exploración
ginecológica. A menudo se trata más de signos asociados que de síntomas que justifiquen por sí
solos la consulta.
El trastorno puede afectar a la evacuación y/o a la función esfinteriana. En la anamnesis hay que
preguntar sobre un posible estreñimiento (existencia, antigüedad, modalidades y repercusión),
evacuación incompleta o insatisfactoria, disquecia, retortijones, tenesmo, incontinencia de heces y
gases, manchas en la ropa interior.
Síntomas mamarios de alerta:
Mastodinia:
Trastornos de la fecundidad:
Hay que pesar y medir a la paciente. El índice de masa corporal (IMC) se calcula según la fórmula
IMC = peso en kilos (kg)/talla al cuadrado (m2). Este índice se expresa en kg/m2. Según el Institut
National de Prévention et d’Education pour la Santé (INPES), el valor normal del IMC se sitúa entre
18,5-25. Un IMC inferior a 18,5 es signo de desnutrición. Un IMC entre 25-30 define el sobrepeso.
Se define la obesidad con un IMC superior a 30. Según los estudios epidemiológicos tomados
como referencia, no todos los autores siguen exactamente las mismas normas.
DIAPOSITIVA
La exploración física de las mamas forma parte de la exploración ginecológica. Debe realizarse
sistemáticamente, con el acuerdo de la paciente. La exploración debe ser siempre bilateral y
comparativa. Consta de la inspección dinámica al trasluz, la palpación metódica de ambas mamas
y la exploración de las zonas ganglionares. Si se dispone de mamografías, ecografías y/o de
resonancia magnética (RM), es conveniente colocar las pruebas en el negatoscopio.
Inspección dinámica: La iluminación debe ser suficiente y orientable para permitir una
observación al trasluz. La paciente se desviste hasta la cintura. Se la examina de frente y de perfil,
en posición sentada o bipedestación y después en decúbito supino. La inspección varía en función
de los cambios de posición de la paciente: brazos colgados y levantados después, busto erguido y
después inclinado hacia delante.
La inspección dinámica valora el tamaño, la forma, la simetría y el contorno de los senos. Analiza el
color de la piel, la existencia de cicatrices, de edema, de un tumor y el estado de la circulación
venosa. Prosigue con las aréolas y los pezones, anotando el número, su aspecto simétrico y
evertido, retraído, desviado o umbilicado. Si se observa una retracción o una umbilicación, puede
observarse su antigüedad. La inspección puede mostrar una pérdida de curvatura, una arruga, un
hoyuelo o un aplanamiento. Puede observarse un arco o un tumor. Se observa un eritema
localizado o difuso, un edema en «piel de naranja», a veces pequeño y localizado únicamente en
los cuadrantes inferiores, una turgencia venosa. Una anomalía del pezón como una lesión
eritematoescamosa eccematiforme puede sugerir la posibilidad de una enfermedad de Paget. La
inspección también debe buscar zonas de apoyo de las ballenas del sujetador mal adaptado. En la
inspección de las axilas, hay que buscar una irritación, una infección de las glándulas sudoríparas
(hidrosadenitis) o una pigmentación anómala (acantosis nigricans), que también se debe buscar en
el cuello. La exploración del surco inframamario es sistemática. Para terminar, en la inspección se
detecta la ausencia de pezón o una mama supernumeraria en las líneas lácteas.
Zona areolomamelonar: Esta zona se palpa para buscar una pérdida de elasticidad o un tumor
subyacente. La exploración permite encontrar una secreción provocada por la ligera presión
ejercida entre el pulgar y el índice de la región retroareolar. Si se obtiene una secreción y, sobre
todo, si sale de un solo poro y es sanguinolento, debe recogerse el líquido exprimido en una
lámina portaobjetos, sobre todo sus últimas gotas, mejor sin tocar el pezón.
Palpación de las áreas ganglionares: La palpación de las zonas ganglionares conlleva la búsqueda
de ganglios axilares e infra y supraclaviculares.
Técnica. El médico palpa la axila izquierda con su mano derecha y la axila derecha con su mano
izquierda. Los dedos ligeramente flexionados exploran toda la axila para buscar los cinco grupos
ganglionares clásicos. Para palpar el grupo mamario externo y el grupo central, los dedos se
agrupan lo más alto posible hacia la zona superior de la axila presionando la pared torácica de
arriba abajo. Se palpa el grupo braquial empezando por la parte superior de la axila, con la palma
de la mano hacia fuera y frotando a lo largo de la extremidad superointerna del húmero. Con la
yema de los dedos se palpa el grupo infraclavicular en la parte alta de la axila con la mano en
supinación. Se busca el grupo escapular con la mano en pronación frotando la pared axilar
posterior de arriba abajo. Ante la sospecha de invasión ganglionar, se explora con el dedo el
espacio entre el pectoral mayor y menor. La exploración de los huecos infra y supraclaviculares se
realiza con la paciente sentada, con los brazos relajados a lo largo del cuerpo, la cabeza inclinada
hacia el lado explorado, en ligera rotación externa del lado opuesto. El médico, colocado detrás de
la paciente, explora con la yema de los dedos la zona supraclavicular pidiendo a la paciente que
tosa y explorando después toda la zona infraclavicular.
Exploración ginecológica:
Palpación: Se debe comenzar la palpación en el segmento del abdomen situado lo más lejos
posible de la zona dolorosa. La palpación abdominal prudente, con las manos calientes, es a la vez
fuente de información y primera etapa de la preparación psicológica al contacto con las manos del
médico en la zona genital de la paciente. La palpación es sistemática, explorando sucesivamente
todas las regiones hasta llegar a los orificios herniarios. Localiza las zonas dolorosas, precisa la
localización y las características de un tumor, objetiva una defensa abdominal, demuestra un
hígado grande, un riñón grande, una anomalía esplénica o una adenopatía inguinal.
Técnica: Ambas manos deben estar correctamente lavadas y llevar guantes. La exploración se
realiza de forma sistematizada. Detecta y caracteriza todas las anomalías. Empieza por la
exploración del pubis, de la cara externa de los labios mayores y de los surcos genitocrurales.
Continúa con la exploración del conjunto del periné y del margen anal, que se inspecciona tras
alisamiento. Si se observa una pérdida de los pliegues radiales del ano, hay que pensar en una
rotura esfinteriana.
Inspección: Se separan los labios mayores para permitir la exploración de su cara interna, de los
surcos interlabiales, de la cara externa y del borde libre de los labios menores, del capuchón y del
glande clitoridiano. Se tensan los labios menores para examinar el vestíbulo. Hacia delante, el
médico inspecciona el meato y el orificio de las glándulas parauretrales (de Skene). Se exploran
después el himen o sus vestigios y el orificio vaginal, siguiendo lateralmente con las caras internas
de los labios menores y hacia atrás con la fosa navicular. Se observa el grado de dilatación vulvar
espontánea y cualquier posible malformación.
Palpación: Se realiza entre el pulgar y el índice. Permite valorar el espesor y la flexibilidad de los
labios mayores y menores. Precisa las características semiológicas de una posible tumefacción. La
palpación permite buscar una anomalía de las glándulas de Bartholin. La glándula normal no se
puede palpar. La búsqueda de un quiste de la glándula de Bartholin derecha se realiza colocando
la yema del dedo índice derecho en el interior de la vagina en un radio en posición de 19 horas. Se
apoya el pulgar sobre la parte posteroexterna del labio mayor. Con un movimiento de pinza se
juntan los dos dedos para buscar una tumefacción.
Exploración con espéculo: En países de nuestro entorno y en la práctica diaria, se puede escoger
entre dos espéculos bivalvos: el espéculo de Cusco (es el que nosotros usamos) y el de Collin.
Recordar:
el espéculo debe introducirse sin lubricante para poder tomar una posible muestra
bacteriológica o realizar un frotis cervicovaginal de detección. Sin embargo, se puede
humedecer con un poco de suero fisiológico estéril;
hacia delante, la región suburetral es muy sensible, así como la región clitoridiana,
mientras que hacia atrás la horquilla suele ser poco sensible;
la colocación es aún más fácil si se le ha explicado todo a la paciente. Si desea ver el
instrumento antes de la exploración, hay que evitar enseñarle el modelo más grande.
Excepto en caso de enfermedad o de un espasmo de los músculos elevadores, la
colocación del espéculo debe ser indolora.
Colocación del espéculo: La primera fase consiste en poner en tensión y separar los labios
menores como en la inspección de la vulva, lo cual expone el orificio vaginal. La paciente puede
hacer un pequeño esfuerzo de empuje. El espéculo se introduce cerrado. Cuando el empujón de la
paciente abre el orificio vaginal, se introduce el espéculo con las valvas en el eje horizontal.
Después se apoya firmemente el espéculo sobre la horquilla, sin tocar la zona inframeática. La
introducción en la vagina se lleva a cabo al tiempo que se efectúa una rotación que coloca las
valvas en posición horizontal. Se empuja el espéculo hacia el fondo de la vagina, a 45°, hacia el
cuello, que suele estar abajo y hacia atrás. El roce del espéculo no debe arrastrar consigo los labios
menores. Si fuese así, hay que separarlos antes de abrir las valvas. Una vez introducidos los tres
cuartos aproximadamente de la longitud del espéculo, el médico comenzar a abrir con precaución
las valvas, que se van separando. Se referencia el cuello, teniendo en cuenta que la vagina relajada
suele estar plegada y el cuello está liso. La introducción del espéculo finaliza con la apertura total
de las valvas. Este movimiento permite que el cuello se exponga entre las valvas.
Exploración macroscópica: La mucosa del exocérvix, tras haberla limpiado con una compresa
estéril y seca, suele ser lisa y rosada mientras que la del endocérvix, cuando es visible, es más roja.
Se puede observar un posible pólipo. En la mujer en período de actividad sexual, el moco es cada
vez más abundante, claro y fluyente en la primera mitad del ciclo hasta la ovulación. En la segunda
mitad, el moco se «coagula» y su cantidad disminuye. Un moco turbio o purulento es un signo de
infección. Si se observa un sangrado, hay que procurar ver si tiene un origen alto o cervical.
Realización del frotis cervicovaginal de detección: El frotis cervicovaginal se lleva a cabo sobre el
cuello bien expuesto, sin que haya habido relaciones sexuales ni lavado íntimo en las 48 horas
anteriores, pasada la regla, una infección, un sangrado o tratamiento local.
Exploración de la vagina: La exploración de los bordes laterales de la vagina se hace una vez
colocado el espéculo, al mismo tiempo que el del cuello. Después se realiza la exploración de las
caras y bordes retirando poco a poco el espéculo, que se desbloquea progresivamente. La mucosa
vaginal suele ser uniforme, rosada y húmeda en período de actividad sexual, volviéndose menos
flexible y pálida tras la menopausia. Al final de la exploración vaginal se retira el espéculo. Para
que sea indoloro, hay que liberar primero el cuello y cerrar después el espéculo, retirándolo sin
tocar la zona inframeática, sin olvidar comprobar, durante la retirada del espéculo, la ausencia de
cualquier anomalía vaginal que no se haya visto hasta entonces.
Tacto vaginal: El tacto vaginal debe realizarse tras la exploración con el espéculo. El tacto vaginal
se realiza utilizando dos dedos. Permite la exploración de una gran parte de los órganos pélvicos
siempre y cuando se asocie siempre a la palpación abdominal.
Posición de la paciente: La paciente está en la misma posición que durante la exploración con
espéculo, con la vejiga y el recto vacíos. Se le explica en qué consiste la exploración.
Técnica: Las manos del médico han de estar bien lavadas y llevar guantes. Se emplean el índice
para un tacto con un dedo y el índice y el medio para un tacto con dos, bien lubricados con la
ayuda de un producto estéril. El médico comienza separando con el pulgar y el índice de una mano
los labios para exponer el orificio vaginal. Para el tacto con dos dedos, el medio de la otra mano
deprime suave pero firmemente la horquilla vulvar. En este espacio expuesto hacia delante, se
introduce el índice sin dificultad. Para un tacto con un dedo, sólo se introduce el índice. Se dirigen
el o los dedos a lo largo de la pared posterior de la vagina, hacia atrás y hacia abajo, hasta llegar al
fondo de saco posterior. Se suben los dedos entonces acercándose a la horizontal. Para usar la
longitud máxima del índice y del medio, se doblan los dos últimos dedos hacia la palma de la
mano, que topa con el periné. La cara palmar de la mano libre, izquierda para un diestro, se coloca
en la pared abdominal a algunos centímetros por encima de la sínfisis púbica. El médico deprime
esta pared para acercar lo más posible los órganos pélvicos a los dedos intravaginales. La mano se
desplaza al mismo tiempo que los dedos vaginales: es un desplazamiento medio cuando los dedos
se encuentran en los fondos de saco anterior o posterior y lateral en espejo cuando están en los
fondos de saco derecho o izquierdo. Cuando los dedos de la mano derecha son intravaginales,
estos movimientos conjuntos unidos a las posibilidades de la pronosupinación, permiten la
exploración de casi toda la pelvis menor cuando las condiciones anatómicas lo permiten (paciente
delgada, dedos largos del médico). En otras circunstancias (dedos del médico cortos, paciente
gruesa, etc.), la parte izquierda de la pelvis menor no se puede analizar correctamente. Se debe
realizar entonces la maniobra simétrica para explorar la mitad izquierda de la pelvis menor, con los
dedos de la mano izquierda en la vagina y la mano derecha sobre el abdomen. La realización
sucesiva de ambos tactos vaginales es aconsejable siempre que el médico no tenga la convicción
de entrada de haber explorado completamente la pelvis menor accesible.