Está en la página 1de 6

GASPARA STAMPA (Padua, ca.

1523 - Venecia, 23 de Abril de 1554) fue una destacada poeta


petrarquista italiana cuya obra Rime, en la que se recogen 310 composiciones (entre sonetos,
madrigales, sextinas y canciones), fue publicada de manera póstuma, el año siguiente al de su muerte,
por su hermana Cassandra.
Nacida en el seno de una familia noble oriunda de Milán, después de la muerte de su padre,
comerciante de joyería, la joven se trasladó a Venecia con su madre, su hermano Baldassarre -también
poeta- y su hermana Cassandra, cantante profesional. Educada en literatura y música, llevada por su
fuerte personalidad Gaspara vivió diversas experiencias amorosas libres que la influyeron
profundamente y determinaron su producción poética. Los románticos verían en ella a una nueva Safo,
de corta pero intensa vida, que debe ser empero considerada dentro del entorno de su época, en el
que las relaciones sociales, incluídas por supuesto las amorosas, debían ejecutarse por medio de
ceremoniales establecidos y siguiendo unas convenciones específicas. Entre estas relaciones destaca la
que mantuvo a sus 25 años -entonces ya pórtico a la edad madura- con el conde Collaltino di Collalto,
militar, poeta y protector de artistas: fueron casi tres años de amor-pasión a los que él puso fin cuando
la abandonó para marcharse a la corte francesa de los Valois; y la algo más breve que tuvo tres años
más tarde con un caballero vienés llamado Bartolomeo Zen, de la que ya salió catapultarla hacia el
arrepentimiento espiritual y religioso por haber encontrado por toda respuesta a sus desvelos la
infamia del silencio y el vacío.
En la figura de Stampa parece profundizarse aquello que se erigió en elemento constituyente de la
creación de Francesco Petrarca: la fusión del yo poético y el yo empírico; con el agravante de que
Stampa recibió la hostilidad y la condena que acompaña toda obra de una mujer, sobre todo si se trata
de una mujer y una obra libres: Gaspara Stampa se nos revela en sus versos como una poeta nerviosa
que, en épocas posteriores hubiera sido probablemente internada en alguna institución mental, por el
escándalo de su “loco” amor-pasión. Muere en 1554, luego del casamiento de Collaltino -quizá se
suicida-, manteniendo aún su proverbial belleza, esta poeta-“meretriz”, conforme a las reglas sociales y
legales de la época, que contaba en su círculo petrarquista con amistades como la del pintor Tiépolo o
el poeta Pietro Aretino (quien luego escribiría sonetos que dañaban la reputación de ella), y otros.
Reflexiones, esperanzas y arrepentimientos acompañan a las tres devociones de la poetisa: la del conde
Collaltino de Collalto, destinatario del poemario; la de Bartolomeo Zen, y la de Dios. Sin embargo, el
corazón de todas las rimas es la pasión amorosa, en tanto trasciende su objeto y desemboca en la
propia voz de la poeta, que se convierte en el verdadero tema de todo el cancionero: la desmedida y,
por ello, divina entrega del yo empírico como yo lírico.

MADRIGALES

1
Cuando tu dardo, Amor, se te desata Causas cien mil, sin acabar la vida.
Es más crudo y más fuerte
Que el dardo de la Muerte; Así es, pues, Amor, menos doloso
Porque sólo una vez la Muerte mata; Que tu dardo certero
Y tú, tras una herida, El dardo de la Muerte ponzoñoso

2
Si el manjar que a sus siervos Amor dona ¿Cómo morir, si en el dolor yo vivo?
Es el dolor fecundo,
1
El pececito esquivo El llanto es mi alimento.
Que el mar inmenso su vivir le abona, ¿Quieres, Amor, matarme en un instante?
Muere al salir del líquido elemento; Dale a mi pecho amante
Al insecto, ante el fuego, Generoso contento.
Sacadle de la llama, y muere luego.
Versión de Juan Luis Estelrich en su edición de la “Antología de poetas líricos italianos (1200-
1899), traducidos en verso castellano” (Diputación de las Baleares, Palma de Mallorca, 1899)

Sonetos en las versiones de Eleonora González Capria (rev. Hablar de Poesía, Córdoba-
Argentina, nº 24/sem. 2º de 2011), excepto cuando expresamente se indique otra cosa: 

A menudo comparo a mi señor


con el cielo. Es el sol su bello rostro;
las estrellas, sus ojos; y cuando habla La primavera, el retoñar de flores,
suena la música del dios de Delos.  es cuando hace aflorar mis esperanzas,
prometiendo que así serán mis días. 
La tempestad, la lluvia, el trueno, el hielo
son su cólera, cuando se enfurece; Llega el horrible invierno cuando cambia
el tiempo calmo y claro es cuando quiere y amenaza con irse y olvidarme,
rasgar, amable, el velo de su furia.  privarme de mis bienes más preciados.

VII

Damas, quien quiera conocer a mi señor


busque un hombre de aspecto hermoso y dulce,
en años joven y en sapiencia viejo, Y que busque después quien quiera verme
la imagen de la gloria y el valor:  una mujer que muestra en su semblante
la imagen de la muerte y el martirio, 
con el cabello rubio y tez lozana,
de estatura alta y con espaldas anchas, hogar de la lealtad firme y constante,
y, en conclusión, perfecto en cada acto, una mujer que llora, arde y suspira,
salvo un poco (¡ay!) cruel en el amor. sin lograr que su amado cruel se apiade.

VIII

Si aun siendo como soy abyecta y vil


mujer, puedo llevar tan alto fuego ¿por qué no puedo yo, con juego insólito
¿por qué no lo hago arder, siquiera un poco, hermanar en mi alma pena y pluma?
y se lo muestro al mundo con estilo?
Y si no puedo por naturaleza,
Si amor con nuevo, extraordinario ardor, por milagro podré, que tantas veces
que no esquivé, tan alto me condujo, vence, traspasa y rompe toda regla.
2
Yo no acierto a expresar si esto es posible, el corazón de un nuevo estilo impreso.
pero empiezo a sentir, para mi suerte,
Versión de María do Cebreiro Rábade (Revista poética electrónica Almacén, Junio de 2003)

XXXII

Yo te lo juro, Amor, por tus saetas


y por tu antorcha poderosa y santa:
aunque arda el corazón y se deshaga, porque nace una fuerza de esta pena,
y me hieran las flechas, no me importa.  que supera al dolor y que lo engaña,
al punto que no duele, o no se siente. 
Busca por el pasado y el futuro,
y elige la mujer que tú prefieras, Lo que me mortifica en cuerpo y alma,
no hubo ni habrá amante que sintiera el miedo que me empuja hacia la muerte
llamas tan vivas, dardos tan agudos;  es que mi fuego sea llamarada.

XL

Olas que con frecuencia el mar turbáis


cual me turban también a mí los celos,
venid a hacerme un rato compañía, Y tanto y tanto he de llorar, ay triste,
pues tan caras me sois y tan cercanas. que el humor que derramo por los ojos
si fuese como el mar, es poco o nada;
Así el fiero Aquilón y el Austro fiero
os sean menos crudos e importunos, vosotras me daréis de vuestro humor
así os conceda Eolo alguna tregua, lo que precise a desfogar el llanto
ya que el amor a mí no me lo otorga. que a tan alto dolor se corresponde.

Versión de Luis Martínez de Merlo en “Antología esencial de la poesía


italiana” (Editorial Espasa Calpe, Madrid, 1999)

LV

Los que en mármol, en tinte, en cera, en bronce


imitáis y vencéis a la natura,
formando esta figura, y aquella otra, Retratad a mi conde, y que os ocupe
que semeje a su forma verdadera, cual es dentro, y cual fuera, retratarlo,
tal que nada le falte a tamaña obra.
en hilera graciosa venid todos
a formar la más bella creatura, Tan solo doble el corazón hacedle,
que jamás la primera causa hiciese, como descubriréis que en verdad tiene:
tras que hizo con sus manos la primera. el suyo, el mío por Amor donado.

LVI
3
Retratadme después al otro lado,
como veréis que en realidad me encuentro:
viva sin corazón o alma en el pecho Y observad que se encuentre mi semblante
por milagro de Amor raro y nuevo arte; del lado izquierdo dolorido y triste,
y del derecho alegre y victorioso:
como nave que fuera sin cordaje,
sin timón, sin velamen ni trinquete, mi feliz condición significa esto,
mirando siempre hacia la luz bendita ahora que hallo a mi señor enfrente;
de su estrella del norte, dondequiera. eso, el miedo a que pronto sea de otra.

LXXII

Mi vida es un mar; el agua, mi llanto,


los vientos son las auras de los suspiros,
la esperanza es la nave, mis deseos Las peligrosas y súbitas tempestades
la vela y los remos, que tanto la alejan. son el temor y los fríos celos,
en la tarda partida, en la presta llegada.
Mi brújula es la llama santa
de sus dos claros ojos, dos estrelladas órbitas, Bonanzas no existen, pues desde el día
los cuales conviene que aun lejana mire que tu, conde, de mi lejano estás,
sin timón, sin cochero al lado. partieron contigo las horas serenas mías.

LXXIV

La gran sed amorosa que me aflige, sobre toda fuerza mía mueve e incita
la memoria del bien que me empobrece, mi inspiración ya de sí muda y terca,
tenaz y viva en mi corazón está, y hace que en estos versos ofusque y escriba
tanto que ninguna otra más fuerte se aferra, cuán ásperamente el Amor me arde y me hiere.

¿Quién hace hablar como nosotros la muda urraca?


¿Quién al negro cuervo y a los demás mudos pájaros?
Sólo la avidez de quien los nutre.

Pero si ocurre que yo escriba y hable,


narrando mi amoroso afán,
no soy yo, no, son los ojos vagos y bellos.

LXXVIII

Amor, cubre los ojos que me ataron que mi vida, que ahora es dulce y grata,
para que nunca vean la belleza, no se llene de llanto y aspereza
la buena educación, la cortesía porque desprecio todo en este mundo,
de las mujeres bellas que hay en Francia;  excepto por su luz clara y serena. 

4
Y si él encuentra, por azar, alguna hiérelo con el plomo de tu flecha,
que sea digna de su amor y encienda o dame muerte con tu flecha de oro,
su corazón con fuerza y con constancia,  que no quiero vivir de esa manera.

CLIV

Mortifícame, Amor, dame tormentos,


quítame a aquel que quiero siempre cerca,
quítame, cruel y desleal, con eso Porque, si pienso sobre aquellas luces,
toda mi paz y todo mi contento,  que, estando cerca o lejos, me acompañan
por tu arduo y peligroso sendero, 
hazme triste y feliz en un momento,
dame más muertes con un golpe solo, siento fuerzas que al corazón confortan,
vuélveme un mal ejemplo de mi sexo, y cuando eres más cruel y más violento
que de seguirte igual no me arrepiento.  con más facilidad él te soporta.

CLXXI

Señor, podrá privarme de usted mismo y no podrá privarme del deseo,


con ese corazón, duro diamante, que por usted ardió fogosamente,
y tener otra dama como amante: ni del fuego y las lágrimas que lloro. 
nada podría lastimarme más; 
En mi martirio atroz ellos serán
pero ya no podrá privarme igual un dulce amparo, y el recuerdo ardiente
de su imagen, de su semblante santo, del goce que sentí y que he perdido. 
que están siempre conmigo, noche y día,
desde que Amor me puso entre sus siervos; 
CLXXXIV

Versión de Raffaele Pinto


CXCIX
5
Señor, idos feliz donde el deseo,
más claramente de hora en hora os llame
a hacer volar al cielo vuestra fama, Sed de mi corazón el compañero,
a salvo de la muerte y del olvido; no le donéis el vuestro a otra dama,
que a mí, tan fiel, primero no lo disteis.
tan solo recordad cómo me quedo,
tórtola solitaria en rama seca, Recordad regresar por sobre todo
que sin aquel, que anhela y solo añora, y, si esto ocurre cuando esté yo muerta,
de verdes plantas huye y claros ríos. no dejéis olvidada mi fe rara.

CCVIII

El Amor me ha hecho tal que en fuego vivo,


cual nueva salamandra al mundo, y como
aquel otro animal no menos raro, Era extinto el primer ardor apenas
que en un mismo lugar nace y espira. y otro encendió el Amor, que es aún más vivo
y más grande que cuantos he probado.
Mis delicias son todas y mi gozo
vivir ardiendo y no sentir los males, No me arrepiento de mi arder amando,
sin preocuparme de si quien me empuja si quien de nuevo el corazón me roba
tenga de mí piedad mucha ni poca. de mi ardor pleno y satisfecho queda.

Versión de Luis Martínez de Merlo en op. cit.

CCCXI

Triste y contrita por mis graves faltas


y por mi desvarío largo y leve,
y por haber gastado el tiempo breve recurro; y ruego que me des tu mano
de la vida fugaz en amor vano,  y me saques del mar, del cual yo sola
no podría salir si lo intentase. 
a ti, Señor, que ablandas corazones,
y vuelves cálida la nieve helada, Tú quisiste, Señor, morir por todos,
y alivias la pesada y dura carga tú salvaste a la humanidad entera;
de quien se enciende en tu ardor sagrado,  dulce Señor, ¡no dejes que me muera! 

FIN

También podría gustarte