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Sinopsis

Traducida por AndreaN

Corregida por Lizzie

L
a vida de Grace Shelley ha cambiado mucho estos últimos
cuatro meses. Perdió a su mejor amigo Graham, se enamoró
de la Muerte en sí misma, Robert Bellegarde, tiene una
nueva mejor amiga, Stacey Kim, una valiente chica que se enfrenta con
Graham cada vez que puede, y peleó contra un truhan ángel caído
llamado Samael hasta la muerte. Y todo antes de su cumpleaños
número dieciocho.

Y ahora se enfrenta al mayor desafío de su vida: Las Hormonas.

Con Graham buscando su ayuda para que entienda sus sentimientos


por Lark, la fría hermana de Robert, Grace ve un destello de lo difícil
que es que un humano ame a un ángel. Y la nueva relación de Stacey le
muestra a Grace que algunas veces, salir con un humano no es mucho
más fácil. Y la negación de Robert de llevar su relación más allá de los
castos y fraternales besos que comparten ha hecho que Grace se
cuestione su atracción por ella.

Es la vida más normal que Grace va a obtener. Pero cuando descubre


quien fue el que casi la mató hace unos pocos meses en un atropella-y-
huye, su acusación los predispone a una serie de eventos que los
cambian a todos, ángeles y humanos por igual.

Y al final de todo, ¿Grace quedará completa, o estará incluso más rota


que antes?

Purple Rose
Bird Song Grace Series S.L. Naeole

Contenido
Sinopsis Capítulo 8 Capítulo 17 Capítulo 26

Prefacio Capítulo 9 Capítulo 18 Capítulo 27

Capítulo 1 Capítulo 10 Capítulo 19 Capítulo 28

Capítulo 2 Capítulo 11 Capítulo 20 Capítulo 29

Capítulo 3 Capítulo 12 Capítulo 21 Capítulo 30

Capítulo 4 Capítulo 13 Capítulo 22 Capítulo 31

Capítulo 5 Capítulo 14 Capítulo 23 Epílogo

Capítulo 6 Capítulo 15 Capítulo 24 Black Halo

Capítulo 7 Capítulo 16 Capítulo 25 S.L. Naeole


“¡Ah! Ningún viento arrastra aquellas nubes,
que crujen levemente por el cielo intranquilo,
turbadas desde el alba hasta la noche,
sobre las violetas que allí yacen,
como ojos humanos de mil suertes,
sobre ondulantes lirios,
que lloran en las tumbas ignoradas.
Ondulan: y de sus fragantes cimas
gota a gota cae eterno rocío.
Lloran: y por sus tallos delicados,
lágrimas perennes descienden como gemas”.

El Valle del No-Descanso

—Edgar Allan Poe

Purple Rose
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Prefacio.
Traducido por AndreaN

Corregido por Lizzie

L
a pérdida es el catalizador para el debilitamiento de la fe.
¿Cuántas veces he perdido? ¿Cuánto se puede perder antes
de que la fe se convierte en un sueño; lejano y fuera de
alcance? ¿Cuánto puedo presenciar antes de que mis ojos por fin dejen
de creer y mi corazón por fin deje de tener esperanza?

Lo veo; La Muerte está lista para tomar de mí una vez más. ¿Cuánto
más estoy dispuesta a sacrificar para mantener mis propias alas por
encima del suelo? El cielo no tiene ninguna promesa para mí, incluso si
la recompensa requiere un costo.
1
Las cercas son para hacer
buenos vecinos.
Traducido por LizC

Corregido por maggiih

E
l penetrante frío del aire de diciembre fue un duro
despertar para mi mente apenas consciente. Si el sonido
del aleteo no me dio un indicio, los cálidos labios contra
mí oreja lo hicieron mientras que me alentaban a abandonar mi sueño.
Le sonreí a las suaves palabras.

—Sigue secuestrándome y voy a tener que empezar a cerrar mi ventana


en la noche sólo para dormir un poco.

—Sabes que eso no me mantendrá alejado de ti.

—Mmm, ¿Lo prometes? —dije somnolienta, acariciando la piel sedosa


de su cuello—. ¿A dónde vamos?

Sus pensamientos me dijeron que nos dirigíamos al lugar que siempre


visitamos en este momento de la noche; al refugio de su familia. Robert
Bellegarde, mi secuestrador, me estaba llevando, su víctima voluntaria,
a ver el cielo antes de que otra tormenta de invierno rodara y cubriera el
suelo con nieve y al cielo con gris. Las estrellas estaban siempre de lo
más claras en este momento de la noche, y él sabía lo mucho que me
gustaba simplemente mirarlas mientras estábamos acostados juntos,
contentos de dejar que el resto del mundo gire a nuestro alrededor.

—¿Por qué tus alas abiertas? —pregunté, recogiendo el sonido de


silbido cuando el viento se colaba a través de sus plumas de ébano.

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Robert me sonrió y respondió sin rodeos—: Porque te gustan. —Y tenía
razón.

Me gustaban... mucho. Le había dicho muchas veces lo mucho que


envidiaba la forma en que ellas lo hacían algo diferente y a la vez tan
admirado entre sus semejantes.

Sus semejantes... ángeles. Las criaturas míticas que han perseguido


nuestra fe y nuestras fantasías desde el principio de los tiempos, eran
reales. Y ahora perseguían mi realidad. Nunca podría soñar con volver a
la existencia semi-normal a la que apenas sobrevivía antes de conocer a
Robert.

Su secreto, su vida había cambiado la mía de manera que se extendía


por los capítulos sin fin que formaban mi historia. Y ahora era la
historia de nosotros; de cómo con el simple relato de una mentira
dolorosa, oscura, él había perdido su vida. Y con el perdón de la verdad,
había recuperado todo de vuelta con la llave al Cielo en sus manos, y su
corazón en las mías.

Pero, como con todas las grandes cosas, había un precio que pagar por
escapar de la muerte. Y para Robert, su precio era uno que haría que,
sin él, la vida misma no tuviera sentido. Robert había perdido el latido
de su corazón inmortal.

Nacido sin alas, como son todos los ángeles, y en un cuerpo humano,
Robert había necesitado un catalizador, un portador de alas, quien
daría lugar en su interior a lo que los ángeles llaman el cambio. Él
había buscado y esperado por mil quinientos años, su ambición de
ascender y recibir su llamado era su única fuerza motriz.

Y entonces me conoció. La simple, llana, sin adulterar Grace Shelley,


quien habría dado cualquier cosa por desaparecer simplemente en el
aire, en lugar de llamar la atención de alguien o algo que no sea la de
mi mejor amigo. Pero Robert vio… no, sintió algo dentro de mí que
actuó como un imán, atrayéndonos a los dos juntos.

Polos opuestos en el campo de juego de todo lo que importaba en mi


mundo, él era hermoso, mientras yo no lo era. Él era popular, mientras
yo estaba cometiendo delitos con mi falta de vida social. Y sin embargo,
su perfección no era más que una fachada, mientras mis deficiencias
percibidas eran el barniz que cubría a quien realmente estaba debajo.
Yo era su alma gemela.

Sé que suena ridículamente melodramático, pero cuando hablas de


ángeles, y la muerte, y alas creciendo, ¿qué otra cosa puede ser? No es
que aquí esté hablando de un romance típico de escuela secundaria. En
otra vida, eso era todo lo que siempre quise. Pero tan pronto como los
ojos de Robert capturaron los míos, el mundo y todo lo que sabía sobre
él, había cambiado. Las chicas que salen con chicos de la escuela no
son destrozadas por autos, o casi ser estranguladas hasta la muerte por
truhan ángeles empeñados en lastimar a tu novio.

Y… las chicas que salen con chicos de la escuela no terminan


navegando a través del cielo de la noche en los brazos de La Muerte.

Junto con las alas de Robert vino la única cosa por la que todos los
ángeles luchan: su destino. Es una canción, una canción sin fin del
deber y devoción que han nombrado la llamada. Ésta exige su lealtad
absoluta y ellos se la dan sin lugar a dudas. Para la mayoría, es
simplemente un deber el caminar entre nosotros y asegurar que
seguimos siendo fieles; deberes mundanos en comparación con la
oscuridad que consume la llamada de Robert.

Él había esperado que su capacidad de curar el cuerpo humano le


habría dado la llamada de un sanador, alguien que hiciera milagros a
los enfermos y heridos. En cambio, la malicia que es cruel ironía lo
condenó al rol de La Muerte. Él quitaría la vida en lugar de salvarla.

No me dirá cuántas vidas ha tomado, cuántas almas ha tenido que


ayudar a hacer el viaje a través del tiempo y los límites físicos hacia su
destino final, ya sea en el Cielo, el Infierno, o en algún lugar en el
medio. Pero cada vez que vuelve a mí, parece como si un pequeño
fragmento de quién es hubiera sido destruido. La esperanza y el
optimismo en él se han desgastado un poco y muchas veces temo que
vuelva a casa un día hacia mí, irreconocible, tan consumido por la
oscuridad de su llamado que no será Robert… mi Robert. En su lugar,
se convertiría en... Sam.

—¿Estás recogiendo lana?

—¿Qué? —Miré hacia él, confundida, su pregunta me había agarrado


con la guardia baja—. Recogiendo lana… ¿Qué significa eso?

Incluso en la fluidez del vuelo, su cuerpo se estremeció con su


diversión.

—Eso significa que estás pensando, recogiendo tus pensamientos. Estás


callada, y tu mente está cerrada lo que por lo general significa que estás
pensando en algo importante. ¿Qué es?

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—¿Estás diciendo que mis pensamientos son como la sarnosa lana de
oveja? —Traté de sonar insultada, pero él podía ver a través de mí. No
podía fingir cuando se trataba de él—. Bueno, está bien. Estaba
pensando en los últimos meses, sobre cómo han pasado tantas cosas
desde septiembre. No puedo creer todo lo que ha pasado desde la
primera vez que te vi. Es abrumador, y no estoy segura qué otra cosa
tiene la vida reservada para mí.

Robert me miró con ojos inquisitivos.

—No me estás diciendo toda la verdad.

Por supuesto que no. No estaba a punto de decirle que estaba


preocupada por su alma. Sin duda sabía mucho más de eso de lo que
yo quería o podía. Mi ignorancia sobre gran parte del mundo ángel
estaba disminuyendo poco a poco, pero dudaba que fuera erradicada
por completo en mi vida. Y de todas las cosas de las que estaba segura,
lo último que iba a aprender era de la condición del alma angelical.

—Robert, te preocupas demasiado —le regañé y luego cambié de tema—


. ¿Crees que la tierra va a estar demasiado húmeda para acostarnos?

El aire caliente de mi boca forzaba espirales de vapor que flotaban a mí


alrededor, y seguí soplando corrientes de bruma caliente en un pobre
intento de ocupar mis pensamientos errantes. Robert estaba tomando
un tiempo terriblemente largo para responder a mi pregunta, lo que era
inusual, especialmente cuando una pregunta puede ser simplemente
respondida con un pensamiento...

Oh. Estaba bloqueando sus pensamientos de nuevo. Lo siento.

Levanté la mirada para verlo negar con la cabeza, suspirando en


divertida frustración. Estás haciendo esto con mucha más frecuencia
ahora. Es cada vez más difícil luchar contra el cambio y permanecer
donde tus pensamientos se centran.

“Esto” era una complicación que ninguno de nosotros había esperado.


Mientras que los dos sabíamos que yo intencionalmente podía mantener
a sus semejantes apartados de leer mis pensamientos, parecía que
desde que tenía dieciocho años hace casi una semana, mi mente estaba
cerrando a Robert por su cuenta con mayor frecuencia. Cuando me
daba cuenta, él era capaz de seguir los pensamientos en mi cabeza para
que así no fuera dejado por fuera. Pero se estaba volviendo cada vez
más difícil diferenciar cuándo mis pensamientos estaban separados y
cuándo no lo estaban.
Lo siento. No había mucho más que pudiera decir. No era como si yo
hubiera querido que sucediera así. Me gustaba la habilidad de
mantener algunos pensamientos privados; soy humana, después de
todo. Pero, también hay algo muy íntimo acerca de poder compartir
pensamientos aún más profundos de uno mismo con otra persona.

Mientras Robert ralentizaba, y el suelo se acercaba, vi que el manto de


nieve que cubría el extenso campo no iba a ser de soporte para sus
astrónomos esta noche.

—¿Qué hacemos ahora?

Los pies de Robert tocaron el suelo y se hundieron en el revestimiento


frío, y yo temblé de sólo pensar en cómo se debe sentir para él.

—De hecho, no se siente tan diferente como estar de pie en una playa —
dijo en voz alta, respondiendo a la pregunta que no había expresado.

Sentí la línea de descontento estirarse a través de mi rostro mientras


pensaba acerca de eso por un segundo.

—Sabes, no vas a estar ganando muchos puntos conmigo si sigues


presumiendo de ir a la playa cuando estoy atorada en Ohio durante uno
de los peores inviernos en la historia.

Se rió en voz alta, su voz haciéndose eco a mí alrededor, el sonido de


una hermosa sinfonía de campanas, metal y cadenas todas integradas
en el único sonido que podía borrar el exagerado frío de mi cuerpo.

—Sólo di la palabra y tendrás sumergido tus pies en las cálidas aguas


del Pacífico al instante.

Negué con la cabeza. Ésta era la parte más difícil cuando se trataba de
lo que Robert era; al menos lo era para mí. Él quería que yo sacara
provecho de lo que era, usar sus habilidades para ayudarme, ayudar a
mi familia a surgir de manera que los dos sabíamos que sería
beneficioso. No estaba rompiendo ningún código, me había explicado.
Simplemente no me gustaba la idea de que al ceder, y permitirle el
placer de hacer esto por mí, lo estaría utilizando.

Le había argumentado que habíamos estado llevándolo muy bien sin él,
su dinero, o sus regalos, y que nos va bien sin ello. Le dije que
necesitaba poder permanecer sobre mis dos pies, porque no había otra
manera para mí de existir. Era por eso que trabajaba en la biblioteca.
Era por eso que montaba en bicicleta en lugar de manejar un cacharro
usado. Era por eso que llevaba ropa de segunda mano de tiendas de

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segunda mano y ventas de garaje. Todo lo que hacía, quería que se
hiciera a mi manera.

—Voy a ser capaz de ganarme la vida —le había explicado una noche
después de que él argumentara en contra de la posibilidad de que
tomara un trabajo en el centro comercial—. No pienso vivir en casa una
vez que vaya a la universidad, Robert. Después de que nazca el bebé,
¿qué clase de tiempo de estudio crees que voy a tener?

—No tienes que conseguir un trabajo, Grace. Yo estaría más que


dispuesto en apoyarte al mismo tiempo que vayas a la escuela —había
argumentado Robert—. Además, ni siquiera te gusta el centro
comercial. ¿Cómo vas a poder estar en alguna tienda que no puedes
soportar y vender artículos a personas que no te gustan?

Sonreí con dulzura y le contesté:

—De la misma manera en que ustedes los ángeles pueden ayudar a las
personas que desprecian.

Había sido la cosa incorrecta por decir (Robert había estado muy
sensible en los últimos tiempos debido a su llamado) pero no podía
retractarme, y no lo iba a hacer tampoco. Los humanos y los ángeles no
eran tan diferentes como para no poder ser tan engañosos como el otro
con el fin de alcanzar los objetivos fijados.

No había habido ningún ganador en ese argumento. Él no me podía


prohibir trabajar, y yo no podía obligarlo a que le guste. Estábamos en
un callejón sin salida en ese sentido, y no me importa en absoluto ya
que la pared estaba en su lado de la cerca esta vez. Él ha creado tantas
fronteras y normas desde el comienzo mismo de nuestra extraña
relación que era agradable ser la que tiene la llave de la puerta para
variar.

Puedo oír eso.

Por supuesto que lo oía. Yo le había permitido volver a entrar. ¿Y? Es


cierto. Tú eres el que ha creado todas estas reglas ridículas, y yo estoy
atrapada a seguirlas ya sea sí me gustan o no.

Él se había acercado a nuestro banco (en el que habíamos tenido


nuestra primera conversación real, donde todo empezó para nosotros
dos) y utilizó sus alas como una especie de escoba para barrer la nieve
del asiento.

—¿Por qué haces eso? No te va a dar frío, si te sientas en la nieve —


comenté, mirándolo.
―Porque no quiero que mi pantalón se moje. Son nuevos.

Puse los ojos en blanco. Robert había descubierto que ser La Muerte
aliviaba las restricciones en él sobre lo que de otro modo le causaría un
daño significativo. Mentir, por ejemplo, normalmente le causaría un
dolor extremo y finalmente le causaría la muerte si no confesaba la
verdad. Como La Muerte sin embargo, parte de la oscuridad que viene
con el poder para extender o quitar la vida le permitía mentir... un poco,
y Robert decidió usar esta clemencia para bromear. Era como un niño
con un juguete nuevo, pero yo sabía que no pasaría mucho tiempo
antes de que me sacara de quicio.

—¿En serio estás tratando de hacerme creer que te preocupas por tus
pantalones?

Al sentarse, sus alas se retiraron a las misteriosas líneas que se


entrecruzaban en su espalda, asemejando de alguna manera las ramas
de un árbol grande con Robert como su tronco. Inmediatamente me
sentí triste por su desaparición. Sin duda me había acostumbrado a
verlas, y pensaba que eran las cosas más hermosas que jamás haya
sido creada. No me dolió que yo fuera la razón de su existencia.

—Grace, no me importan mis pantalones. Sólo estaba tratando de


liberar tu mente de algunas de las cosas triviales. Como esta idea de
puerta o pared que tienes en tu cabeza. Sabes que las reglas que he
establecido son para que tú y tu familia estén a salvo.

Me encogí de hombros, sabiendo qué quería decir, pero no apreciando


la razón por la cual lo había dicho.

—Robert, me dijiste que yo nunca puedo decirle a papá acerca de lo que


eres. Dije bien. Me dijiste que Graham nunca puede saberlo. Dije bien
de nuevo... No le he dicho a nadie acerca de ti; incluso Lark y yo nunca
lo hemos discutido ya que dijiste que era incómodo para los dos.

—Pero entonces decidiste que no puedo ni siquiera decir tu nombre


real, como nunca he hecho de todos modos, y que no puedo hablar de
tus ausencias con nadie, que sólo debo hacerme la tonta. No entiendo
eso. No es como si le voy a decir a la señora Hidani que estás fuera en
Swazilandia transportando las almas al Cielo, al Infierno, y en Kosher
Knishes por algunos salmones ahumados y bagels. Se supone que debo
ser tu novia, y cuando tengo que hacerme la tonta y decir que no sé
cuando la gente pregunta dónde estás, siento como si todo el mundo
empieza a sentir lástima por mí otra vez.

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Evité mencionar el punto principal del argumento, que ninguno de
nosotros ha hecho ningún progreso con ello... o concesiones. La
intimidad en un nivel mental era una cosa. La intimidad en un nivel
físico era algo completamente diferente, y él me había dejado fuera.

La falta angelical de conciencia de Robert a la hora de sentir el contacto


físico que muchos de los seres humanos dan por sentado lo ha hecho
ignorante a los placeres simples de experimentar las cosas, como
sostener una mano, o un beso. Como la madre de Robert ha explicado,
los menores (ángeles sin alas ni una llamada) eran más propensos a
experimentar placer físico a través de esos humanos con los que
estaban porque esa es la única manera de sentirlos.

Y ahora que Robert tenía su llamada, sus alas, ahora que podía sentir,
podía disfrutar de las maravillas de unos labios suaves y una piel suave
por sí mismo, había optado por abstenerse. Y al hacerlo, me había
obligado a abstenerme también.

—Es demasiado para mí con que lidiar, Grace —había explicado cuando
había estado particularmente enojada y herida por haber sido
rechazada una vez más. Se negó a entrar en ello más lejos, y me sentía
muy desanimada para empujarlo. El rechazo era mi fuerte, así que
sabía que podía manejarlo bastante bien. Él, en cambio, no podía. No
estaba acostumbrado a ello.

Mil quinientos años viviendo con el don de encantar a las personas para
hacer lo que quisieras, en doblegar su voluntad a sus caprichos le había
hecho arrogante y engreído de alguna manera, y necesitó de una simple
chica de diecisiete años de edad como yo para bajarle los humos. Tengo
que reconocer que entre todos mis logros en la vida (y en realidad no
son muchos) este fue uno de mis mejores. Incluso Lark, la hermana de
Robert apreciaba que lo hiciera.

—¿En qué estás pensando ahora?

—Ugh —gemí, dándome cuenta de que una vez más, mi línea de


pensamiento sin saberlo, le había dejado atrás—. Estaba pensando
acerca de tu ridícula incapacidad para tener control sobre ti y cómo me
estás haciendo sufrir por ello.

Viendo su expresión confusa fue casi suficiente para hacerme olvidar


que su voto de castidad repentina de besos se ha sumado a la mía por
poder. Casi.

—Ugh —gemí de nuevo, y negué con la cabeza ante la imposibilidad de


todo eso. ¿Cómo podría mirar a tales hermosos ojos de mercurio, y a un
rostro increíblemente perfecto y no querer atacarlo de una manera
primitiva y femenina?

—Ahh.

Bueno, hurra. Había llegado por fin a mi mente.

—¿Estás pensando en eso otra vez? ¿Por qué? He hecho algunas


concesiones al respecto, Grace…

Lo interrumpí.

—Sí. Acordaste que mientras no me besaras como un novio haría, me


besarías como mi papá lo hace. Cuán totalmente romántico de tu parte,
y cuán egoísta de mi parte querer otra cosa. —Sentí que mi labio
inferior se deslizaba ante su gesto, formando el puchero que parecía
estar siempre presente ahora.

—Grace —empezó a decir—, no seas ridícula, ¿sabes qué? Estoy


tratando de protegerte. Es difícil para mí negarme a mí mismo las
mismas cosas que tú quieres, pero tienes que ser paciente y
comprensiva.

Tiré mis manos en alto, exasperada con su mantra de paciencia y


comprensión.

—Es can-sa-do, ser tan paciente y comprensiva —espeté, pero


inmediatamente me sentí arrepentida cuando vi el dolor extendiéndose
en su rostro—. Robert, no te estoy pidiendo que me hagas el amor en la
nieve, ni nada remotamente similar. Aunque si quieres, yo no voy a
objetar. Sólo te pido que no nos quites la única forma real de intimidad
física que compartimos.

No había tenido la intención de que sonara como si estuviera


suplicándole, pero eso es exactamente lo que salió, y lo odiaba. No
pensaba que estaba verdaderamente desesperada hasta que las
palabras salieron de mi boca.

Robert suspiró; el sonido fue triste y preocupado, de la misma manera


que sonaba después de regresar de responder a su llamada.

—Grace, por favor. Vamos a hablar de esto más tarde, ¿de acuerdo?
Quería discutir algo contigo.

Así que estaba cambiando el tema. Bien. Hice una nota mental de que
cuando finalmente discutimos sobre esto, él era incapaz de hablar
alguna cosa sobre ello.

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—¿Qué es?

Aferrando mi barbilla, me obligó a mirar hacia la glorieta que se


encuentra entre dos grandes árboles. La última vez que estuvimos aquí,
una novia recién casada sumergió a su marido en una poco
convencional ceremonia para sellar sus votos matrimoniales. Esa fue la
noche que conocí a la abuela de la novia, una mujer bondadosa llamada
Ellie quien no sólo había sido una Electus Patronus, sino también una
de las pocas mujeres que conocía a Robert de una manera más íntima,
de una manera que nunca he conocido. Y por la forma en que iban las
cosas, tampoco lo haría.

—Entonces, ¿qué estoy mirando? —pregunté, teniendo en cuenta que la


glorieta estaba envuelta en el manto blanco de la nieve.

Robert sonrió.

—Voy a crear un lugar allí para nosotros, para celebrar el Año Nuevo.
Ya he hablado con tu padre y Lark te va a traer aquí a mi encuentro.
Quiero que te pongas el vestido verde de nuevo, si no te importa.

—¿Por qué tengo que usar un vestido? —me quejé, no exactamente


disfrutando de la idea de estar en el aire frío del invierno con un vestido
que sólo había sido apenas tolerable cuando la tierra todavía tenía un
poco de verde en ella. No es que no me gustara el vestido (el vestido
había sido hermoso) era más bien porque era... un vestido. Había sido
necesario que Robert lo comprara él mismo para que me lo pusiera. Fue
la misma noche en la que yo le había dicho que lo amaba.

Fue la misma noche en que conocí a Sam...

—No pienses en él, Grace. Así no es como quiero que recuerdes nuestra
primera cita.

—No creo que pueda pensar en esa noche sin pensar en él, Robert —
argumenté—. No voy a fingir que él no existe, que lo que pasó... no
sucedió. Sí pasó, y no puedo olvidarlo. Lo único que puedo hacer es
esperar que las cosas mejoren para nosotros en el futuro.

Robert suspiró antes de que finalmente liberara mi barbilla y envolviera


sus brazos alrededor de mí. Susurrando al oído—: Así que, ¿quieres
escuchar lo que tengo planeado?

Negué con la cabeza.

—Sorpréndeme.
2
Arreglos.
Traducido por Little Rose, Susanauribe y carmen170796

Corregido por maggiih

E
l estúpido argumento de que la amistad y las relaciones
van de la mano es uno que había adoptado por error
hacía unos meses con mi mejor amigo, Graham
Hasselbeck. Había abandonado nuestra amistad después de que yo
había declarado estúpidamente mi amor por él en su viejo auto, y caí de
cabeza en una depresión que llenó mi vida de los pensamientos oscuros
y solitarios de ser descorazonada por el crimen de amar a alguien.

Aceleren cuatro meses y tienen una yo ansiosa esperando en ese mismo


auto a que él vuelva de las vacaciones de navidad que pasó con su
madre. Lark, la hermana de Robert, había insistido en esperar conmigo,
así que las dos nos sentamos en el capó de su pequeña chatarra verde,
esperando el taxi que traería a Graham y su madre de regreso de
Florida.

—¿Alguna vez has ido a Florida? —le pregunté a Lark, recordando los
comentarios de Robert sobre las playas.

Ella asintió, con su largo cabello cayendo en su espalda como ónix


líquido y moviéndose suavemente con la brisa.

—Seguro. Hemos estado en todos los estados de este país, y en casi


todos los países más importantes. Aunque Robert cree que Norte
América es más prometedora. —Me miró de reojo al decir eso último,
con los iris plateados de sus ojos casi incoloros. Me sonrojé, sintiendo la
sangre de la vergüenza fluyendo a mis mejillas. No ayudaba que ella
pudiera leer la mente de su hermano y saber lo que había oculto allí.
Me molestaba esa idea, sabiendo que ella también podía ver que estaba
intentando mantener la distancia física.

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—Grace, está actuando como un total idiota. Pero lo hace por las
razones adecuadas.

La miré y tomé nota de su sonrisa conspiradora.

—¿Qué estás tramando Lark?

Sacudió la cabeza.

—No planeo nada. Pero sé de alguien que sí.

Sabía que podría haberle preguntado quién era, y que ella no se habría
negado a responder, pero no podía abusar así de su confianza. Si
alguno o alguien estaban planeando algo, simplemente tendría que
esperar para enterarme.

—Gracias —dijo Lark suspirando al notar mi razonamiento—. Sabes, tu


diferencia nunca deja de sorprenderme.

Su comentario me molestó. Diferente era mi palabra menos favorita;


especialmente si se usaba para describirme.

—Oh ya déjalo, Grace. Vas a tener que afrontar el hecho de que eres
diferente. Vives en un pequeño pueblo que hace que las diferencias
sean mucho más notables. Todos aquí son diferentes. Stacy lo es
porque es la única que podría patearles el trasero a todos los chicos del
equipo de fútbol. Graham es diferente porque es el chico más popular
de la escuela cuya mejor amiga resulta ser la chica menos popular de la
escuela. Robert es diferente porque sale contigo. Soy diferente porque
soy ciega.

—Pero, diferente no tiene por qué ser algo malo.

Se dio la vuelta, con un rubor esparciéndose por su rostro mientras


miraba a la calle. Un taxi amarillo se estaba acercando hacia nosotras,
y podía ver que la conversación había acabado.

—Aquí viene —suspiró, y sonreí ante el pequeño secreto que reveló con
ese levísimo gesto.

El sedán amarillo se detuvo frente a la casa de Graham, y Lark y yo nos


enderezamos mientras esperábamos que sus ocupantes emergieran.
U… ocupante.

—Hola chicas —dijo Graham mientras salía del auto solo. Se había
cortado el cabello desde la última vez que lo había visto, y le había
crecido en un tono más claro; seguramente el sol de Florida, supuse.
Sentí que mi corazón se aceleró cuando me sonrió, con sus ojos verdes
brillando satisfechos.

¿Dónde está su madre?

Miré a Lark y me encogí de hombros, con la pregunta comenzando a


formarse en mi garganta. Esperé a que el taxi se hubiera ido y que
Graham estuviera ante mí antes de preguntar.

—Se quedó en Florida —me respondió con toda tranquilidad, su rostro


inafectado, con su aún amplia sonrisa—. Ella y papá no se están
llevando muy bien, bueno, ya sabes eso, así que ella se quedó con mi tía
en Tallahassee.

—Oh —dijimos al unísono Lark y yo. Yo por lo que le había oído decir, y
Lark por lo que no.

Ella parecía bastante incómoda en ese momento, y comenzó a juguetear


con los botones de su abrigo de diseñador. Sintiéndome extrañamente
mal vestida con mi chaqueta de talle único, comencé a preparar la lista
de preguntas que le quería hacer sobre sus vacaciones, anotándolas
mentalmente para que quizás el incómodo silencio que se había
empezado a formar desapareciera.

—Tengo que ir a… empolvarme la nariz. Ya vuelvo —dijo Lark de


repente. Corrió a mi casa en un modo levemente no humano por la
velocidad. Sólo fue un poco más raro por el hecho de que se suponía
que fuera ciega, y corrió sin siquiera tropezarse ni usar su bastón.

—Vaya. Se ve que realmente quería ir —murmuró Graham, y luego


suspiró. No era de decepción, como yo casi esperaba. Quizás no tuviera
la habilidad de un ángel de leer las mentes, pero sí puedo notar cuando
mi mejor amigo está actuando raro, y siempre que estaba Lark cerca,
definitivamente no actuaba normal.

Suspirando otra vez, Graham se pasó los dedos por el cabello, ahora
demasiado corto para verse afectado por el gesto.

—Mira, Grace, no quería decir esto frente a Lark, pero la verdad es que
mi mamá no está aquí porque ha pedido el divorcio. Me lo dijo cuando
estábamos en Florida.

Anonadada, me senté ahí con la boca abierta. Todas las preguntas se


desintegraron a una pila de tierra mientras comprendía lo que todo este
hecho le haría a la vida de Graham.

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—¿Cuándo volverá? —pregunté, pensando en la mirada gélida de Ivy
Hasselbeck la última vez que la vi unos días antes del final de escuela,
cuando Graham se me acercó para darme un regalo navideño, y yo le di
el suyo.

—No lo hará. Quiere que me mude allí con ella, pero le dije que no
quería. Quiero decir, estamos a mitad de año, y no tiene sentido que
vaya a graduarme a una escuela a la que iría sólo unos meses. —
Racionalizó Graham, con las manos en los bolsillos, hundiéndolas ahí
como si necesitara convencerse de lo que dijo. Estaba de acuerdo con
él; no tenía sentido. Aunque lo mío fuera por otras razones.

No podía imaginarme, no, no quería imaginarme a Graham fuera de mi


vida otra vez tan pronto ahora que lo había recuperado. El dolor seguía
latente en mi mente, y podía sentir los recuerdos luchando por aparecer
en mi corazón, para invadirme y empañar este nuevo tramo de nuestra
amistad.

—Entonces, ¿qué piensa tu papá? —pregunté, intentando distraerme de


la necesidad ardiente de oírlo prometerme que no va a volver a dejarme.

Graham comenzó a patear piedras mientras miraba al cielo.

—Que debería quedarme con él. Pero no está tomando muy bien todo el
asunto del divorcio. Las ventas en la tienda bajaron y tuvo que dejar ir a
varias personas, y luego ella quiso que me quedara con ella y todo eso
se ha convertido en un gran desastre, Grace. Quiero decir, ha estado
bebiendo como un loco, y simplemente no estoy seguro de querer
quedarme con él tampoco. No de esta forma.

Mi corazón dolió, literalmente sentí una punzada ante la idea de que él


estuviera atascado en el medio de esta pequeña guerra entre sus
padres. Sabía que ni Ivy ni Richard lo forzarían a decidir, pero el hecho
de que se sintiera culpable lo hacía parecer como que quisiera dividirse
en dos.

—Oye, anímate, no quería entristecerte. Al menos me quedaré en Heat,


¿de acuerdo? —dijo Graham, golpeándome el hombro y dándome una
media sonrisa.

—Sí, al menos…

Se enderezó mientras Lark apareció, con el rostro pétreo y los ojos muy
brillantes.
—Entonces, pareciera que te memorizaste el camino a la casa de Grace
bastante rápido. ¿Cómo lo hiciste? ¿Braille 1 para pies?

Su mirada me dio a entender que sí intentaba sonreír, su rostro se


rompería en pedazos, el sonido atormentándonos a los dos mientras ella
permaneciera allí viendo con sus ciegos ojos.

Tomando la señal, suspiré y repetí la mentira que Stacy y yo ya


habíamos dicho tantas veces en estas semanas respecto a la habilidad
de Lark de ubicarse a pesar de su ceguera.

—Memorizó la distancia entre los lugares, Graham. Cuenta los pasos.

—Oh. Oye, eso es genial. Tendrás que enseñármelo algún día para que
pueda ubicarme en la oscuridad.

Lark debería haber puesto los ojos en blanco. Normalmente eso habría
hecho. Pero esta Lark sólo me miraba. Con el rostro vacío de emociones,
de color, de nada que sugiriera que estaba viva.

—Sí, seguro —respondió finalmente cuando notó que una respuesta era
necesaria antes de que yo tuviera que volver a mentir.

Graham volvió a pasarse las manos por el cabello, obviamente


incómodo por esa reacción tan estoica.

—Uhm, entonces, ¿cómo estuvo tu Navidad?

Alcé las cejas. Él no me lo había preguntado. Incluso había olvidado que


yo estaba ahí, porque algo que no había dicho, algo que Lark había
escuchado en su mente, la hizo sonreír. Y cómo me sentía yo al mirar a
Robert, era casi seguro que ese mismo sentimiento era lo que estaba
provocando esa sonrisa ridícula en el rostro de Graham.

—Lo pasamos aquí, con Grace —respondió ligeramente, girándose para


sonreírme. Adiós a la expresión estoica, y sus ojos eran otra vez gris
claro, una versión ligeramente aguada de los de su hermano. Vi un
atisbo de molestia, y supe que mi descripción no le había gustado. Oh
bueno.

—Eso suena divertido. ¿Su papá volvió a poner esa grabación de gatos
en Navidad de nuevo?

Bufé mientras Lark sonreía y asentía, sabiendo lo que venía: mi


merecido.

1
Braille: Sistema que utilizan los ciegos para leer y escribir.

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—Sí, lo hizo. Y Grace cantó a coro. Bastante fuerte, de hecho. Y medio
desafinado, pero no importa. No tuvo el beneficio de una audiencia
borracha, por lo que fue bastante valiente debo decir, considerando
todo.

Graham comenzó a reír a carcajadas. Lo hizo con tanta fuerza que se


quedó sin aire, y el esfuerzo lo hizo arrodillarse.

—¡No-no puedo creer que tú-tú realmente can-cantaste a coro!

Me crucé de brazos, y apreté los labios frustrada.

—No ayudas a que siga mis sueños musicales, Graham.

Se rió con más fuerza, y pude oír el sonar de campanas mientras Lark
también reía. Genial. Ahora ambos se reían de mí. Torcí el gesto,
ofendida. De verdad, me había preocupado la mirada fría de Lark. ¿Qué
hizo que cambiara de humor tan repentinamente?

La miré, esperando que respondiera a mi pregunta muda, pero siguió


riendo, llenando mi cabeza con una armonía de sonidos que hacían eco.
Era sin duda más agradable que ese aguijón helado que podía enviarme
con ese mismo sonido mental.

—Lo siento, Grace. Oh Dios, mira tu cara. Estás tan avergonzada, y sólo
estoy actuando como un total idiota. ¿Quieres decirme qué tal tú
navidad? ¿Además del canto?

Me congelé ante las burlas —intentó ocultar la risa tras su mano pero
falló… miserablemente— por lo que suspiré derrotada.

—Pienso que esta Navidad probablemente será la primera y última vez


que yo haré de corista para treinta y tres gatos, mi papá, y Lark.

—Espera, ¿Lark también cantó? —preguntó, bueno, en realidad gritó, y


miró a Lark, quien se estaba ruborizando—. Habría amado ver eso.

Ah. No era rubor de vergüenza. Era algo completamente diferente.


Sonreí ante la mirada gélida que me dio por mis pensamientos. Esto iba
a ser interesante.

—Grace, la cena.

Miré hacia el porche donde estaba Janice de pie con la mano en la


cadera, y mi hermanito bastante cómodo con ella. Qué raro, llamarlo mi
hermanito. Había sido hija única por tanto tiempo; todo esto debería
sentirse más raro de lo que lo hacía.
—¡Voy en un minuto Janice! —le dije, y miré a Graham, sabiendo que ni
siquiera debía preguntarle lo que él esperaba oír. En su lugar, me volví
hacia Lark, sabiendo que a pesar de que había sido bastante flexible
respecto a mantener ciertas cosas de ellas como secretos para Graham,
aún había que mantener la farsa de que era absolutamente normal,
bueno, al estilo hermoso como los dioses griegos.

—¿Te quedas a cenar, Lark?

Sacudió la cabeza y me guiñó.

—Debo irme, hay cosas que tengo que hacer, y debo hablar de algo con
mi mamá.

Toda la falta de detalles era supuestamente para que no tuviera que


decir la verdad, pero noté algo diferente. La falta de detalles parecía
una… ¿invitación?

—Oye, ¿quieres que te lleve a tu casa Lark?

—Sí, en realidad me gustaría. ¿Te molestaría llevarme?

Los miré, una vez más olvidada; yo era el adorno del capó verde
mientras ellos estaban en su mundo.

Casi parecía que estaba de pie mirando desde afuera a mi propia vida,
sólo que en el cuerpo de Graham. Su rostro tenía tanto interés como el
que yo expresé cuando conocí a Robert.

—¿Uh, Grace, podrías, ya sabes, bajarte de mi auto?

Miré primero los ojos verdes y después los grises.

—Oh, lo siento. —Me bajé del capó y me quedé de pie en la acera


mientras Graham le abría la puerta del pasajero a Lark. Entró
agraciadamente, con su pequeño cuerpecito encajando perfectamente
en el auto. Yo nunca había podido hacer algo así; siempre terminaba
pareciendo como un trapo mojado en un balde con agua.

—Nos vemos mañana por la noche, Grace —gritó Lark cuando Graham
encendió el auto. Estaba por preguntar a qué se refería con mañana por
la noche cuando se fueron. Ni siquiera me respondió mis pensamientos.

—Bueno, a que eso fue interesante —murmuré mientras entraba a la


casa a cenar.

Papá y Janice estaban sentados en la pequeña mesa en la cocina. Tomé


mi asiento y recogí el tenedor, lista para excavar en el montón de

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espagueti y bolas de carne que ya habían sido puestas en un plato para
mí.

—Así que, ¿cómo estuvieron las vacaciones de Graham?

Miré a la comida frente a mí y suspiré. Bajé mi tenedor y alcé mi mirada


hacia la de papá.

—Sus padres se están divorciando.

Janice hizo un pequeño gemido de decepción, mientras que la expresión


de papá era inusualmente malhumorada.

—¿Ivy vino a casa con Graham? —pregunta mientras mira a la afligida


cara de Janice. No entendí la razón por la mirada que intercambiaron,
pero estaba bastante segura de que lo sabría en un minuto o dos.

—No. Ella se está quedando en Florida. Quería que Graham se mudara


allá con ella, pero él le dijo que no. La escuela casi termina y no quiere
cambiar de escuela sólo por un semestre más —expliqué, agradecida de
que tendría a mi mejor amigo conmigo por un poco más de tiempo.

—Bueno, eso hace las cosas difíciles para él —murmuró papá. Difícil
sería una modestia. Graham había mencionado a su padre bebiendo, y
eso era algo que todos sabíamos con lo que tenía un problema, pero por
el sonido de botellas siendo arrojadas más frecuentemente viniendo de
la puerta del lado, media calle sabía cuán difícil las cosas se estaban
poniendo.

—James, ¿crees que Graham debería estar quedándose con su padre,


sabiendo cómo ha estado últimamente?

Me volteé para mirar a Janice con mi boca abierta en sorpresa. ¿A


dónde iba a llegar con su pregunta? Mi cabeza se volteó cuando papá
comenzó a hablar.

—No. No lo creo. No sería saludable para ese chico estar quedándose


con Richard cuando él ni siquiera se está cuidando a sí mismo. ¿Qué
sugieres que hagamos?

Como si fuera testigo de un partido de tenis verbal, mi cabeza volvió a


Janice, y esperé su respuesta.

—Creo que se debería quedar aquí. Quiero decir, está aquí casi todo el
tiempo de todos modos, sabes que podemos confiar en él alrededor de
Grace, y será sólo por poco tiempo.
Mis ojos se abren de par en par ante la sugerencia, y mi cabeza se
mueve de nuevo hacia papá, curiosa por saber cuál sería su reacción.
¡Él en verdad lo estaba considerando!

—Creo que probablemente tienes razón, pero Richard se va a molestar.


Acaba de perder a su esposa. No creo que esté tan ansioso de dar a su
hijo también.

—James, Graham tiene dieciocho. Él puede tomar sus propias


decisiones, especialmente esta.

Papá suspira. No se entusiasma por la idea de herir a su amigo… pero


no tanto como odia la idea de su amigo hiriendo a su hijo con su
comportamiento.

—Hablaré con Richard. Grace, ¿hablarías con Graham? Se volvería más


fácil de tratar si lo haces tú.

Satisfecha al ser finalmente incluida en la conversación, asentí, y


finalmente cavé en mi cena.

Esperé afuera de los escalones delanteros de mi casa hasta que escuché


el auto rugiendo por la calle. Cuando Graham finalmente detuvo el auto
y salió, con una extraña sonrisa en su rostro, lo llamé.

—Oh, hola Grace —responde y sonríe tímidamente—. ¿Qué estás


haciendo fuera tan tarde?

No sabía qué hora era, pero sabía por qué estaba aquí. Extendí mi
mano y él la tomó, sabiendo que había algo que necesitaba decirle, y
requería que viniera adentro, fuera del frío y lejos de los entrometidos
oídos de cualquier vecino que pudiera haberse despertado por el sonido
del regreso de Graham.

—¿Qué sucede? —pregunta mientras lo empujo dentro. Me siguió hasta


mi habitación y no dijo nada mientras se sienta en mi cama,
mirándome cerrar la puerta mientras lo hago.

Cuando estuve segura de que estábamos solos, me siento en la cama


mirándolo y le digo la conversación entre papá y Janice. Sabía que él
estaría un poco molesto de que hubiera revelado sus problemas

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personales con mi papá, pero lo que no había esperado era el total alivio
que expresó al no tener que elegir entre sus padres.

—No sabes cuán bien suena eso, Grace. No sabía cómo iba a lidiar con
esto esta noche. Cuando hablé con mi papá por el teléfono en el
aeropuerto, sonaba tan ido. Es por eso que llamé el taxi.

Fruncí el ceño; si Richard estaba así de mal, tal vez necesitaba


conseguir ayuda. Silenciosamente recé para que la consiguiera, que
papá le ayudara a conseguirla. Graham no necesita a su padre
colapsando completamente en mitad de su último año. La pelea ha sido
lo suficiente difícil para que Graham trate con ella, y ahora que sus
padres estén viviendo en estados completamente diferentes, no podía
imaginar cómo se estaba sintiendo.

Sólo podía relacionarme con él en el nivel de perder un padre. Él


todavía podía verlos, por supuesto, y hablar con ellos… pero sin
importar lo que hiciera de ahora en adelante, uno siempre iba a
perderse de su vida. Y si la bebida de su padre se volvía peor, bueno…
uno podría estar ausente permanentemente.

Fruncí el ceño de nuevo, porque esa opción involucraría a Robert, y el


pensamiento no me sentaba bien. Graham y Robert finalmente se
estaban llevando bien, las cosas estaban yendo bien. Si Richard no
recibía ayuda…

—¿Grace?

Pestañeé ante la voz llamándome.

—¿Sí?

Él se rió.

—Te perdiste por un segundo. Te fuiste totalmente. ¿Qué sucede?

Sacudo mi cabeza, desechando los pensamientos que me habían alejado


de nuestra conversación.

—Estaba solamente preguntándome dónde irás a dormir. Janice y papá


ya han convertido esa pequeñísima habitación junto a la mía en una
habitación de niños, y papá de hecho estaciona su auto en el garaje…

¿Dónde iba a dormir? Janice dijo que podían confiar en Graham


conmigo… ella no quería decir en verdad que…
—Oh por favor dime que no —jadeé antes de saltar de mi cama. Y corrí
hacia la puerta y volé por las escaleras hasta la cocina, donde Janice
estaba limpiando.

—¿Grace? ¿Qué pasa? —pregunta nerviosamente, fijándose en mi cara


ruborizada y la respiración agitada.

—¿Dónde se supone que Graham va a dormir? —digo jadeando, la


ansiedad en mi voz es evidente incluso para mí.

Mientras la seriedad de la situación finalmente cayó en ella, sonrió.

—Oh, Grace, ¡dormirá en el sofá! No creíste que dijimos que dormiría en


tu habitación, ¿verdad?

Río nerviosamente, tímidamente; tontamente.

—¡Por supuesto que no! —Por supuesto que lo hice. Ella sabía eso. Pero
no sabía que la razón por la que lo hice es por algo de lo que no está
consciente; no quería que Robert viniera a mi habitación para ver a
Graham durmiendo allí. Aunque eran amigos ahora, no confiaba en lo
que mi novio haría si encontraba a otro chico en mi habitación en mitad
de la noche.

—Bueno, ya terminé aquí. Sabes dónde están las cobijas y las sábanas,
Grace. Dejaré que te hagas cargo de las cosas. Iré a la cama. Buenas
noches. —Miré mientras dejaba la cocina, su cabeza moviéndose por mi
obvia sobre reacción, sus hombros subiendo y bajando con su risa
silenciosa.

Suspirando con vergüenza, subí de nuevo a mi habitación.

—Parece que dormirás en el sofá —digo mientras entro a la habitación.

Graham estaba sentado en la esquina de la cama, sus manos


sosteniendo algo que parecía muy frágil en sus manos. Era rosado, y
brillante, reflejando la luz de la lámpara del techo.

—Pensé que podrías haber botado esto o romperlo o algo así —susurró
mientras frotaba un extraño bulto en la punta de la parte más larga de
la masa sólida en sus manos. Sonreí, ya que en verdad lo había roto.

Por un tiempo, había yacido en piezas en el piso. Representaba, para mí


al menos, nuestra amistad… y yo. El pequeño y deforme objeto en su
mano era una ballena de cerámica que yo había hecho en segundo
grado. Lucía una larga y verde aleta dorsal, el resto de la propia ballena

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de él, la cual había explotado en el horno de cerámica y se había
derretido sobre la mía.

La había tirado contra mi tocador en un ataque de rabia unas pocas


semanas después de que él hubiera terminado nuestra amistad; la
cabeza y la cola se separaron limpiamente, mientras otras partes se
cuartearon y desmoronaron, cayendo alrededor pulcramente. Era
nuestra vida, mi vida, exterminada en un veloz movimiento.

Después de ese día, no había pensado en ello. Ni siquiera intenté


encontrarla después de que Graham había regresado a mi vida. No era
necesario, me dije.

Y eso funcionó para mí… hasta que Robert la había arreglado.

Cuando él había de alguna manera reparado la ballena, y me dijo que


era más fuerte ahora de lo que había sido antes, sabía que estaba en lo
correcto. Pero también sabía que no era por mí, era por Graham. Ahora
él era el único que necesitaba demostraciones sobre la fuerza de los
pocos lazos que tenía con sus amigos, especialmente ahora que su
familia se había deshecho.

—¿Puedo tenerla de vuelta? —preguntó Graham, nunca apartando sus


ojos de la ballena rosada—. Nunca debí haberme deshecho de ella.

—Estás en lo cierto. Nunca debiste haberte deshecho de ella. Pero te


dejaré tenerla de vuelta bajo la condición de que cuando uses el baño,
bajes el asiento después de que hayas terminado.

Él me sonrió, y sentí mi corazón brincar; un débil recuerdo de cuánto


aún afectaba a mi deficiente y humano corazón.

—Trataré, pero ni siquiera mamá pudo conseguir que haga eso.

—Vamos, tienes que ir a casa y hablar con tu papá, déjalo saber qué
está pasando. Mi papá se acercó a hablar con él, pero no sé qué paso.
No me dijo nada cuando llegó a casa —le expliqué mientras me
levantaba de la cama y lo sacaba de la casa.

Caminamos lado a lado, nuestras pisadas sigilosas en la tierra entre


nuestras casas que nunca habían sido separadas por cerca o verjas. La
nieve que había caído la noche anterior se había derretido rápidamente
haciendo el piso mojado y peligrosamente deslizante.

—¡Ups! —chillé, mientras sentí mi equilibrio perderse en una parcela de


pasto que estaba excepcionalmente húmedo. Me agarré a su brazo y
casi caigo de cabeza a un macetero colocado detrás de una de las
primeras ventanas del primer piso.

—Dios, ¡Grace eres una torpe! —bromeó Graham, aunque su tono era
cualquier cosa menos divertido. Él estaba nervioso, y sabía que era tan
aprensivo sobre esto como lo era yo. La casa olía como cerveza vieja
mientras entrábamos por la puerta. Ese dulce y rancio olor, que en
cierto modo te recuerda que necesitas lavar tu cabello.

No recuerdo la última vez que realmente había caminado a través de la


casa de Graham, pero no era como si hiciera memoria. Por supuesto, no
recordaba fragmentos de fotos regadas sobre el piso, o botellas de
cerveza o vacías botellas de licor cubriendo cada superficie plana
tampoco. Este era el sueño de un reciclador. Traté de contar el número
de botellas vacías mientras caminábamos hacia la cocina, pero perdí el
rastro después de cincuenta. Eran demasiadas y se sentía como si
estuvieran duplicándose, brotando y apareciendo más con cada paso,
cada movimiento hacia la parte trasera de la casa.

—¿Papá? —llamó Graham. Encendió la luz y yo gemí mientras él se


paraba en silencio. La cocina estaba perturbadoramente nula de
cualquier espacio: cada pequeña cantidad de espacio libre estaba
ocupado por una botella de algún tipo u otra, todas en diferentes
tamaños. Botellas de diferentes tamaños, formas, y colores estaban
apiladas en las repisas, la mesa de la cocina, las sillas, y el piso. Habría
servido para una gran pieza de arte si la realidad no fuera tan trágica.

Graham se volteó y pasó más allá de mí hacia las escaleras. Empecé a


seguirlo, indispuesta a dejarlo buscar arriba solo, pero puso su mano
en mi hombro y sacudió su cabeza.

—Tengo que hacer esto solo, Grace. —Abrí mi boca para discutir pero él
sacudió su cabeza, y yo mordí mi lengua para contener mis palabras.
¿Qué encontraría él arriba que yo no podía ver?

El olor en la casa estaba empezando a darme nauseas; tenía que ir y


abrir una ventana antes de que perdiera mi cena. La ventana de la
cocina parecía el mejor lugar para empezar. Traté de subirla, pero
estaba irremediablemente atascada.

Richard había descuidado mucho la casa, demasiado. Estaba


sorprendida que la puerta siquiera se abriera. ¿Cuánto tiempo había
estado pasando esto? ¿Y por qué Graham no me había dicho?

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—No está aquí —dijo su voz detrás de mí. Volteé y vi la mirada de
desilusión en su cara, mezclada con confusión y miedo. Conocía esa
mirada tan bien. Yo misma la había usado. Y había estado equivocada…
no lucía bien en nadie.

—¿Dónde piensas que está? —pregunté mientras él una vez más se


daba cuenta del cementerio de botellas vacías ante nosotros. Negó con
su cabeza, sin saber y probablemente sin querer siquiera empezar a
pensar en eso tampoco—. Bueno, busquemos tus cosas entonces y
regresemos a mi casa. No creo que pueda quedarme en este olor más
tiempo.

Con lo que parecía como desesperación y reservación, Graham se dirigió


de vuelta arriba para empacar su mochila. No podía empezar a pensar
en lo que exactamente estaba pasando con su padre, pero la bebida, la
enorme evidencia de ello era sorprendente y atemorizantemente real.
Esto no era algún especial después de la escuela, o un PSA en
televisión. Esto era la vida real, y Graham había estado viviéndola por
un largo tiempo. Y no le había dicho a nadie.

No me había dicho.

Negué con mi cabeza ante el egoísmo con el cual mi pensamiento estaba


atado. ¿Por qué necesitaba saber? Algo así de privado y doloroso no
debería tener que ser revelado a nadie… pero la culpa de saber que
pude haberlo ayudado antes y no lo hice estaba lentamente empezando
a atraparme.

Había un montón que Graham no sabía de mí, un monto que él estaría


muy enojado de saber, así que no podía sostener eso contra él.
Necesitaba mi apoyo, no mis quejas.

—Está bien, vamos. —Levanté la mirada y lo vi parado a mi lado, su


mochila deslizada sobre su hombro y una gorra de béisbol situada en
su cabeza.

Salimos de la casa, Graham cuidadosamente cerrando la puerta,


sellando herméticamente el rancio aire y el mar de vidrio detrás de
nosotros, y silenciosamente caminamos de vuelta hacia la mía. Graham
colocó su mochila en el piso al lado del sofá mientras yo subí al
segundo piso para agarrar algunas almohadas y una manta para que
las usara. Su humor era sombrío cuando volví.

—Le dejé una nota, dejándole saber dónde estaba —masculló, el


cansancio mostrándose en su cara y en su tono. Envolví mis brazos
alrededor de él y lo apreté tan fuerte como pude.
—Va a estar bien, Graham. No estás solo en esto —dije
reconfortantemente, esperando que las palabras encontraran algún
lugar dentro de él para excavar y echar raíces.

A regañadientes lo dejé ir y observé mientras se desplomaba en el sofá y


se estiraba. Él cerró sus ojos y sonreí. Tenía que estar bien. No se
suponía que las cosas no resultaran para las personas que amas.

Apagué la luz de la sala y me dirigí escaleras arriba hacia mi


habitación.

—Oye, ¿Grace?

Me detuve en el cuarto peldaño e incliné mi cabeza de modo que


pudiera escucharlo mejor.

—¿Sí?

—Te amo.

Sonreí.

—Yo también.

Purple Rose
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3
Retorno.
Traducido por Bautiston

Corregido por maggiih

L
a sensación que llevaba conmigo mientras me dirigía hacia
mi habitación era completamente diferente a todo lo que
había sentido antes. Me sentía completa. Las grietas
finalmente habían sido reparadas. Mantuve la sonrisa estampada en mi
cara mientras hacía mi rutina habitual de ir a la cama.

Cuando entré en mi habitación, Robert estaba sentado con las piernas


cruzadas en la cama, un ligero gesto distorsionando la belleza de sus
labios. Sabía que Graham estaba abajo en el sofá, y no estaba muy
emocionado.

—No quiero oír tus quejas al respecto, Robert —susurré mientras me


metía en la cama. Tiré de las colchas a lo largo de mis rodillas desnudas
y me volví hacia él, dispuesta a escuchar los argumentos que sabía que
iba a tener de todos modos.

No veo por qué no podía quedarse en casa. No está siendo abusado, y su


padre ni siquiera está aquí ahora mismo. Su culpa y tu compasión no son
razón suficiente para que él esté aquí, Grace.

Sentí mi boca empujar a un lado, mi expresión no hacía nada para


transmitir plenamente cuán molesta estaba de que su espeleología 2
mental no hubiera sido suficiente para ayudarle a entender toda la
verdad.

2
Espeleología: Ciencia en que se exploran y estudian la formación, el origen y la
naturaleza de las cavidades naturales subterráneas del suelo terrestre, y su fauna y
flora.
—No fue mi idea que se quedara aquí, Robert, fue de Janice. El
pensamiento ni siquiera había cruzado mi mente, pero no voy a dejarlo
que se quede en esa casa. Tú no lo viste.

Robert puso sus dedos sobre mis labios, silenciando el volumen poco a
poco cada vez mayor de mi perorata. Lo puedo ver en tu cabeza, Grace.
Es preocupante, de verdad. No era consciente de que había estado
pasando por mucho. Su mente es muy similar a la tuya, sólo que utiliza
pensamientos al azar para ocultar lo que siente. Creo que es por lo que no
piensa en nada de eso. Pero, no voy a decir que apruebo que duerma
bajo el mismo techo que tú.

Puse mis ojos en blanco ante sus pensamientos.

—Estás actuando muy protector con alguien a quien tratas como a una
hermana menor, Robert.

Vi sus ojos brillar con ira, y admito que lo disfruté. Estaba cansada del
juego del ángel bueno. A pesar de que me había asustado y desconfiado
de su llamada oscura, había momentos en los que me gustaría que un
poco de la oscuridad saliera a fin de que dejara de estar tan controlado
y contenido.

Grace. No se trata sólo de mí, lo sabes.

Solté un bufido de incredulidad.

—¿En serio? Entonces, por favor, dime cómo no se trata sólo de ti. Dime
cómo me estoy beneficiando con este acuerdo porque desde donde estoy
sentada, parece que estoy tomando el extremo corto del palillo.

Robert tomó mi mano y la puso contra su rostro, con un suspiro de


satisfacción. Suspiré, también. Nunca se sentía normal, la forma en que
mi piel se estremecía cuando nos tocábamos. Siempre vibraba con una
energía invisible que corría a través de mí, una corriente de sentimiento
puro que nunca se sentía suficiente.

Eso es exactamente lo que siento, Grace. Pero es peor para mí, porque
siento lo tuyo también. No sabes lo increíblemente maravilloso que es
sentir tu suavidad, tu calor contra mi carne. Me tomo de la mano y le dio
vuelta besando la palma de mi mano. Escuché el sonido de mi
respiración que competía con los latidos de mi corazón, que vibraba
dentro de mi pecho, la corriente se ondulaba a través de mí y tuve que
morderme la lengua para no gemir en voz alta.

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—Me vas a matar, Robert. Lo juro por todo lo que es sagrado, me vas a
dejar bien muerta.

Robert dejó escapar un resoplido, y sabía que mi exageración no había


hecho nada para influir en él a mi causa. Sabes que siempre estaré de
acuerdo en cambiarte, y no tendremos ese problema.

Me tiré de nuevo en contra de mi almohada y gemí. Mi cabeza ni


siquiera la tocó, a medida que me tomaba como a una hoja cayendo a
mediados de otoño y me apretaba contra su pecho.

—¿Por qué trajiste eso de nuevo, Robert?

Sentí que me dio un beso en el cabello, y un soplo de aire como un


suspiro. Sueño que me despierto y me encuentro con que no estás allí.
Temo el día en que oiga la llamada... y sea para ti.

Sentí esa irritante humedad pinchar en mis ojos; había sentido ese
miedo manifestado en algo aterrador y monstruoso en mí cuando él
había muerto. Pero pensar en él experimentando el mismo dolor era
casi peor. Volví la cabeza y puse la oreja sobre su pecho, la evidencia de
su muerte en silencio y apacible debajo de la piel y los huesos que lo
acunaban. Escuché sólo el eco de la respiración en su pecho, y apreté
los ojos firmemente frente a los recuerdos que saltaron de los oscuros
recovecos de mi mente, burlándose de mí con su alusión a lo que le
esperaba por mí.

—No quiero pensar en ello —exclamé en su camisa, mi voz ahogada


contra su pecho—. No quiero pensar en nada. Sólo quiero que me
abraces, y digas que me amas.

El círculo de brazos alrededor de mí me apretó tan fuerte contra su


pecho como fuera humanamente posible y susurró las tres palabras,
mientras las pensaba al mismo tiempo, mi propio eco personal. Levanté
mis brazos para envolverlos alrededor de su cuello y tirar de mí misma,
necesitando sentir algo que no sea el ascenso y la caída de su pecho, o
la fuerza ejercida en su abrazo. Necesitaba sentir el calor innatural de
sus labios, su aliento haciendo cosquillas en mi piel, su nariz
empujando contra la mía.

No puedo, Grace.

—Sí, puedes. Simplemente no quieres hacerlo —susurré mientras me


acercaba más a mi meta. Necesitaba aliviar mi camino hasta allí, y
empecé a besar su cuello. La columna de músculos flexionándose ante
la angustia parecía llamar mi atención, así que se la di. Lo besé
suavemente, gentilmente. Mis labios se abrieron camino hacia la curva
de su mandíbula, y lo besé a lo largo del cordón hasta que llegué al
declive entre su labio inferior y la barbilla.

Inhalé su respiración, y suspiré en la dulce fragancia y el calor dichoso


que flotaba por encima de mi cara. Me apoyé cerca para respirar el
aroma embriagador, permitiendo que la punta de mi nariz lo acariciara,
deseando que el contacto ligero le sacara una reacción.

Cuando no pasó nada, decidí tentar a la suerte. Me incliné ligeramente


y apreté mis labios contra los suyos, suave y ligero como una pluma.
Tomé su falta de rechazo como un signo positivo, y apliqué a los labios
más presión, frotándolos contra los celestiales que él me ofrecía. Sabía
que estaba peligrosamente cerca de sobrepasar las limitaciones que
Robert se había puesto, pero en ese momento, no me importaba. Sólo
me preocupaba por el calor que viajaba desde el punto de contacto
entre nuestros labios y caía haciendo temblar mis rodillas.

Qué increíblemente fácil era todo aquello. Uno lee sobre encuentros
apasionados con enormes cantidades de movimiento y de contacto, ve
las imágenes que aparecen en las películas y en televisión, y sin
embargo, el simple hecho de presionar los labios contra Robert era
suficiente para quemar mi piel, y encender todo mi cuerpo en llamas.
Mi respiración se aceleró y mi corazón galopaba a un ritmo poco
saludable cuando me di cuenta que a pesar de que tenía la intención de
atraer a Robert en mi juego peligroso, había sido él quien me había
capturado.

Me aparté, hundiéndome hacia abajo en su pecho, el vértigo casi


arrastrándome hacia una luz débil en mí, y sonreí ante mi propia
estupidez. Traté de tomar un respiro para calmarme, pero la fuerza de
las manos fuertes de Robert en mi cara empujándome hacia sus labios
envío a cada terminación nerviosa de mi cuerpo de golpe hacia él,
hambrienta de todo lo que estaba a punto de darme.

Mientras sus labios presionaban contra los míos fuertemente, con clara
intención, gemí. Éste no era como ningún otro beso que hubiéramos
compartido antes. Era como si se tratara de un hombre hambriento, y
el único sustento que pudo encontrar venía de mí en forma de besos a
los que estaba más que dispuesta a renunciar por él. Mis dedos
vibraron con la sensación de estar enredados en la seda de su cabello,
mientras cubría mis labios superior e inferior con besos pequeños que
sentía como un millar de pequeñas ráfagas de fuego en mi piel. Plantó

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besos suaves en las esquinas de mi boca, y suspiré por el exceso de
todo.

Podía sentir la sangre comenzar a abandonarme una vez más, sus


labios apretados contra los míos con una firmeza y convicción que
nunca había experimentado en él antes. Lo atraje hacia mí mientras me
inclinaba hacia abajo, la urgencia de no romper en ningún momento el
contacto con su boca bloqueando cualquier cosa que pudiera
argumentar lo contrario.

Pero no podía bloquear la fuerza de lo divino. Con un grito irregular,


como si fuera herido físicamente, Robert separó su boca de la mía, sus
manos se curvaron en fuertes puños anudados a los costados, su
respiración irregular, su pecho subiendo y bajando como un mar
tormentoso que imitaba el mío.

—¿Por qué? —suspiré, jadeante por un aire que no parecía ser


suficiente, que no podía satisfacer esa necesidad que sólo él podía—.
¿Por qué te detienes?

Se apartó de mí, su boca se apretó con una expresión de dolor. Sabes


por qué.

Gruñí.

—Sólo sé lo que quieres decirme. Hay más en esto de lo que me dejas


saber, Robert.

Su mirada volvió a la mía y pude ver el dolor físico en sus ojos ahora.
Sentí el dolor repentino en mí mientras recordaba la última vez que
había visto tal agonía en su rostro, y me sentí más confundida que
nunca.

—Tú no vas... a morir si me besas... ¿cierto?

Di un suspiro de alivio cuando él resopló, una buena señal en


momentos incómodos como éste.

—Bueno, ¿entonces dime lo que está mal con nosotros dos haciendo
algo tan simple como besarnos? —Respingué ante el sonido de mi voz
diciendo esa última palabra. Qué cursi sonaba. Besarte era algo que
haces con tu cita del baile de promoción.

Robert era mi alma gemela. Era otra parte de mí. No había que darle
vueltas, y lo había abaratado con ese comentario. Puse mi cabeza entre
mis manos y gemí.
—Uf, soy tan idiota.

No te avergüences, Grace. Fue perspicaz. Me dice que estás pensando en


nosotros en formas que van más allá de citas.

Mi cabeza se elevó de golpe.

—¿Qué somos, Robert? ¿Qué somos, además, de sólo citas? Las almas
gemelas no sólo se sientan y rebuscan en la mente del otro durante
todo el día, sabes.

¿Crees que no soy consciente de ello, Grace? Te miro y veo todas las
cosas que quiero para nosotros. Sin embargo, hay limitaciones a lo que
tenemos, a lo que somos. Tú eres humana. No puedes empezar a
comprender las complejidades que intervienen cuando los seres humanos
y los ángeles están juntos.

Sentí mis ojos volverse mínimas ranuras mientras lo miraba.

—Mientras tú lo sabes todo. —Sonaba rencorosa. Sonaba celosa. Era lo


que sentía.

Sé lo suficiente, Grace, pero no hagas suposiciones basadas en lo poco de


mi pasado que te ha sido revelado. Tú eres la única persona con la que
he sentido una conexión física y mental. Eres la única persona con la que
alguna vez he sentido.

Quería creerle. Quería confiar en que lo que decía era la verdad, pero
sabía que podía doblar la verdad un poco.

Nunca voy a mentirte de nuevo, Grace. No voy a hacernos eso, no otra


vez.

Mis ojos se elevaron hacia los suyos, y sentí las cicatrices que mi
corazón había reparado por sí mismo después de la única mentira que
Robert me había dicho destrozándolo. Me había mentido cuando no
podía, y estaba prometiendo no volver a mentir ahora que podía. Negué
con la cabeza ante lo absurdo de todo esto.

—Bueno, no me mientas más. Así que dime ahora, ¿cuáles son las
complejidades entre ángeles y humanos que se aman? ¿Por qué es que
estamos aquí juntos, y quieres tratarme como si me llamara Hannah y
tú el abuelo Bob?

Se echó a reír, rayando el poco auto-control que mantenía. Yo no beso a


Hannah, Grace. Punto. Nunca miré a Hannah como te miro a ti, tampoco.
Me cuestionas por cada experiencia que he sentido a través de cualquier

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otro, porque contigo, se siente como si hubiera capturado una estrella en
la palma de mi mano que está a punto de explotar, y la intensidad de la
misma ha llenado cada parte de mí, así que me siento como si pudiera
estallar antes de que suceda.

Cuando te tocó, lo siento hasta los huesos por debajo de mi piel. Me rozó
la sien con un dedo extendido, el contacto leve suficiente para sentir la
carga que fluía entre nosotros, lo que confirmaba lo que acababa de
describir.

Agarré su mano, y lleve su mano a mi boca para besar la línea más


larga que llegaba hasta el pliegue de la muñeca.

—No sé cómo vamos a salir de esto si ambos nos sentimos de la misma


manera el uno con el otro, pero uno de nosotros no está dispuesto a
estar cerca —murmuré contra la palma de su mano.

Sus brazos me rodearon una vez más, y me instalé en ellos,


sintiéndome demasiado cansada para discutir más. Estábamos juntos,
y ambos sabíamos que afectábamos profundamente al otro. No había
respondido a mi pregunta, pero si tuviera dudas de cómo se sentía
cuando se acercaba a mí, se hubiera ido hace mucho. Todavía quería mi
respuesta. Podría esperarla, si fuera necesario.

Cerré los ojos y empecé a quedarme dormida, contenta de saber que


incluso dormida, Robert estaba conmigo, ocupando mis sueños. Me
quedé dormida en cuestión de minutos, pero el contenido de los sueños
no te prepara para ser despertada bruscamente por una mano que era
mucho menos amable cuando era urgente que cuando no lo era.

—Mmm... ¿Qué? —murmuré, frotándome los ojos y la boca, la ligera


humedad que se había acumulado en mi mejilla con un poco de
vergüenza.

Graham vino aquí. Quería hablar contigo acerca de mi hermana, pero


cuando nos vio, se fue. No creo que vaya a decirle nada a tu padre, pero
su cabeza está llena de preguntas que no debe pensar de ti. El cuerpo de
Robert estaba tenso, su abrazo firme y protector.

Traté de digerir lo que acababa de decirme, pero no lo entendía. ¿Por


qué vino Graham a mi habitación en medio de la noche?

Te lo dije, quería hablar de Lark.

No pude parar la pequeña sonrisa que se formó en mi cara. Metí mis


labios entre los dientes para luchar contra ellos antes de sonreír
plenamente, y me centré en qué era lo que Graham podría haber
pensado después de ver a Robert dormido conmigo en mi habitación.

Sabes lo que estaba pensando.

Lo miré, mis párpados aún cargados de sueño, y sacudí la cabeza. No lo


sabía. Puedo conocer a Graham mejor que nadie, pero si había una
cosa que estos últimos meses me han demostrado es que no lo conocía
tan bien como pensaba.

Piensa que tú y yo...

—¿Qué? ¿Piensa que tú y yo qué? —me las arreglé para graznar.

Piensa que estamos teniendo relaciones sexuales.

Miré a Robert y sentí la risa correr a través de mí. Era suave, casi en
silencio, pero estaba allí, e irritó a Robert, lo que me venía muy bien. No
estaba interesada en hacerlo sentir mejor acerca de lo que acababa de
suceder, y lo que Graham había asumido que estaba pasando entre
nosotros dos.

¿Qué importaba?

Es importante para mí. Es un insulto pensar que nos hemos comportado


de esa manera. Tú, y todo de ti es lo más importante para mí, Grace, y
eso incluye tu reputación.

Rodé los ojos.

—¿Qué crees que va a hacer? ¿Correr alrededor de la escuela y decirles


a todos que estoy durmiendo contigo? Ya es difícil para la mayoría de la
gente creer que siquiera estás interesado en mí, y mucho menos para
dormir conmigo.

—Y eso es todo entre nosotros, de todos modos. Sólo dormir, porque


lleva una proeza de fuerza sobrehumana sólo para que me beses —me
giré y me volví de espaldas a él, la conversación y el hecho de que se
sintiera tan ofendido por la idea de que la gente piense que quería estar
conmigo convirtió la sangre de mis venas en hielo.

Grace, por favor deja de sacar conclusiones. Es difícil para mí hablar.


Nunca he hablado de esto antes.

Resoplé.

—¿Tienes alrededor de más de mil años, y nunca has tenido que hablar
sobre tu vida sexual? Dame un poco de crédito, por favor, Robert.

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Sentí un movimiento rápido detrás de mí y caí sobre mi espalda, de
repente me encontraba atrapada debajo de un ángel muy enojado.

Te doy todo el crédito del mundo, Grace, pero a veces no tienes idea de lo
estúpida que puedes ser. Nunca he tenido que discutir esto antes porque
nunca ha habido nada que discutir. No puedo creer que tengo que discutir
esto contigo ahora, pero que así sea.

He tenido muchas, muchas mujeres y chicas en mi vida. Pero nunca,


nunca he estado con ellas en la forma en que espero estar algún día
contigo. Nunca me sentí así por nadie, en mil quinientos años de existir
entre los de tu clase. Nunca he querido a nadie tanto como te quiero. Pero
he esperado tanto tiempo, y puedo esperar el mismo tiempo para que sea
correcto entre nosotros, para estar seguros entre nosotros.

Hay algunas cosas en la vida que esperas escuchar, sabes que las vas a
escuchar, y sabes exactamente cómo te sentirás cuando lo hagas. Luego
hay momentos como este, donde lo que se oye es exactamente lo
contrario a lo que esperabas, y exactamente lo contrario para lo que
estás preparada.

—Yo... no lo entiendo. Ameila dijo…

Mi madre te dijo algo que era sólo una verdad a medias. He estado con
muchas mujeres y chicas. Pero no en la forma en que piensas. He
compartido con ellas... pensamientos, sueños de deseo. Pero nunca ha
sido... físico, y nunca nada cercano a lo desesperación como lo que quiero
contigo.

El suave resplandor de la luz que rodeaba a Robert había cambiado de


un silencioso negro a un casi azul brillante cuando vio el proceso de
pensamiento en mi mente llegar a la conclusión lógica.

—Así que tú eres...

¿Virgen? Sí. Al igual que tú.

Sabía que mi boca estaba abierta por la sorpresa, sabía que mis ojos
estaban muy abiertos, con todo el impacto de este nuevo factor. Pero la
forma en que mi corazón latía con fuerza en mi pecho dejó bien claro
que no podría haber sido cualquier otra cosa que me dijera en ese
momento que me hubiera hecho más feliz.

—¿Es por eso que me estás tratando como una especie de monja?

Es parte de la razón. Hay más, pero creo que he compartido lo suficiente


por una noche, Grace. Quiero que pienses en lo que te he dicho. Quiero
que realmente pienses en ello, y trates de ver por qué estoy tomando esto
tan poco a poco como sea posible. Con una rapidez que azotó el cabello
alrededor de mi cara y sacó una rápida exclamación de mi garganta,
había invertido las posiciones, y estaba encima de él.

Duerme, Grace. Quiero que pienses en todo esto mientras duermes.

—No soy una niña, Robert. No necesito que me digas cuándo ir a la


cama —me quejé, negándome a poner mi cabeza hacia abajo.

Puso una fuerte mano en la parte posterior de mi cabeza y suavemente,


aunque con firmeza, apretó mi cabeza sobre su pecho. Por favor. Lo
siento por lo que he dicho. Podemos discutir todo esto más tarde.
Duérmete, Grace. Voy a estar aquí en la mañana cuando te despiertes.

La calma del sueño se sentía extrañamente atractiva, y cerré los ojos


derrotada.

—Tramposo —murmuré, sabiendo que no tenía nada que ver con el


agotamiento real, sino con algo completamente distinto.

Te amo.

—... También te amo.

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4
Sexo, charla y cintas de video.
Traducido por Bautiston

Corregido por Nikola

D
esperté en la víspera de año nuevo sintiéndome
extrañamente relajada y contenta. Robert todavía tenía
mucho que ver con eso, pero otra cosa era diferente. Miré la
luz de la mañana que entraba por la ventana, las motas de polvo que
parecían brillar cuando salían de las sombras para danzar en la luz del
sol, sentí un calor resplandeciente difundirse a través de mí, mientras
mi boca se curvaba, las esquinas doblándose hacia la cima de mis
mejillas.

¿Por qué sonríes?

Miré a los ojos plateados de Robert y permití que mi sonrisa fuera


completa.

—No lo sé, pero siento que... bueno, como que algo bueno va a suceder.

Me estiré para liberar la tensión en mi cuerpo, dormir contra algo que


parecía una viga de metal podía ser un poco incómodo. Incliné la cabeza
hacia abajo para comprobar la hora en el reloj que estaba en el tocador,
y gruñí por la hora.

—Ya son casi las ocho —me quejé, y me dirigí hacia la puerta del
dormitorio—. Todo el mundo está comiendo el desayuno ya, Graham
probablemente se está comiendo el mío también.

De pronto recordé que Graham había entrado en la habitación la noche


anterior.

—¡Oh, no, Graham! ¿Qué debe estar pensando?


La cara de Robert se iluminó al igual que ahora, después de la salida
del sol y la niebla del sueño había desaparecido de mi mente, era
plenamente consciente de lo que había sucedido.

Reivindicado. Robert se siente reivindicado.

—Deja de regodearte —gruñí mientras salía de la cama y me dirigía a la


cómoda. Empecé a sacar los preestablecidos pantalones vaqueros y una
camiseta, me detuve porque algo en mi mano me llamó la atención. En
el cuarto dedo de la mano derecha estaba el anillo que Robert me había
dado para mi cumpleaños. Se suponía que me recordaría a él mientras
estuviera fuera, había dicho. De color azul oscuro con una estrella
blanca y brillante que era sólo visible cuando se miraba directamente,
era la cosa más hermosa que jamás había visto.

Pero hoy en día, la estrella había desaparecido.

—Robert, la estrella... ¿Se supone que desaparece?

A pesar de que lo había dejado tirado en la cama, estaba allí antes de


que la pregunta saliera de mis labios, mi mano en la suya, sus
penetrantes ojos escrutando la piedra plateada envuelta en el dedo.

No se supone que... no entiendo.

Rara vez un ángel se ve confundido. Te das cuenta de eso muy


rápidamente después de conocerlos. Pueden leer la mente de quienes
los rodean, y algunos incluso tienen la capacidad de ver hacia el futuro.
Así que ver la confusión en el rostro de Robert no fue reconfortante en
lo más mínimo.

—¿Qué? —pregunté, haciendo una nota mental para buscar en mi


diccionario de sinónimos y encontrar una palabra diferente para utilizar
la próxima vez que tuviera que hacer una pregunta con una sola
palabra.

No entiendo por completo la composición química de las gemas, Grace, así


que estoy realmente perdido cuando se trata de explicar por qué la
estrella ya no es visible. Las inclusiones no desaparecen, o se caen.

—¿Las inclusiones?

Sí. Es lo que hace aparecer la estrella. Cada piedra tiene inclusiones en


ella, pero por lo general son cortadas para que no las veas en el producto
final. Los zafiros estrella son los únicos que tienen esas inclusiones que
los hace tan hermosos, mientras que en otras piedras, las hace

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imperfectas. Son de lo que las estrellas se componen. Para no ver
ninguna...

Me acerqué a la luz del sol ahora que se vertía completamente a través


de mi ventana y levanté mi mano en la cálida luz. La piedra, que era
hermosa, ahora parecía desnuda, incómodamente desnuda sin el
esplendor de los seis brazos que habían representado la naturaleza
divina de Robert, mucho mejor que cualquier otra cosa podría hacerlo.
¿Qué voy a hacer ahora que se había ido?

El golpe en mi puerta me sobresaltó, y antes de que pudiera responder,


estaba abierta, Janice entró, un plato balanceando en una mano y una
botella de agua en la otra.

—Graham dijo que podrías no estar sintiéndote bien para bajar a


desayunar, así que lo traje hasta ti. ¿Estás bien?

Mi cabeza giró a donde Robert había estado de pie unos segundos


antes, y sentí un gran alivio de que se las había arreglado para
desaparecer antes de que Janice entrara. No auguraba nada bueno
para mí, si dos personas nos encontraran juntos.

—Me siento bien. Estaba pensando en bajar en unos minutos. —Señalé


la ropa que había dejado en la parte superior de la cómoda, y sonreí
como disculpándome.

Janice tomó todo sin perder el ritmo, y colocó el plato y la botella en la


mesita de noche junto a la cama. Se acercó a mí y me agarró la mano,
examinando el anillo de la misma manera que Robert acababa de hacer
momentos antes.

—Este es un hermoso anillo, Grace. No recuerdo que lo llevaras antes.


¿Dónde conseguiste esto? —preguntó, mirándome con desconfianza.

—Robert me lo regaló para Navidad, es su piedra de nacimiento. —


Divagué rápidamente, teniendo mucho cuidado de no dejar que el
balbuceo se rompiera por el nerviosismo.

Janice asintió con la cabeza, la mandíbula inferior sobresaliendo en la


manera desaprobadora de una madre.

—Por lo menos está en tu mano derecha.

Reí nerviosamente.

—Por supuesto. Es demasiado pronto para pensar acerca de


compromisos de por vida.
Sentí algo hacerme cosquillas en los tobillos y rápidamente bajé los ojos
al suelo y ahogué un grito de asombro. Mechones pequeños de color
negro niebla se encrespaban alrededor de mis pies. Robert no se había
ido... se había escondido debajo de mi cama, y si Janice fuera a mirar
hacia abajo, juraría que había un incendio debajo de mi colchón...

Rápidamente levanté los ojos hacia ella y sonreí como una tonta.

—Por lo tanto, voy a vestirme y ¿podemos hablar sobre esto abajo?

Janice sacudió la cabeza y dio unas palmaditas en la cama. Oh, no.


Esto no se veía bien.

—Creo que tú y yo tenemos que hablar de algunas cosas, Grace.

Maldita sea. Maldita sea, maldita sea, maldita sea Graham y su gran
boca. Maldito sea ese atleta de cabello rubio y su incapacidad para
mantener la boca cerrada.

—¿Sobre qué? —Me senté en el borde de la cama, tambaleándome al


borde de caer por completo tanto de la cama como de la cordura.

—Grace, sé que eres legalmente un adulto ahora. Sé que eres muy


responsable, pero hay algo que... bueno... Dios mío, esto es difícil.
Quiero saber lo que sabes acerca del sexo.

Sentí el aumento de rubor en mis mejillas, y me reí con nerviosismo. No


era la risa de alguien experimentado de dieciocho años, me di cuenta de
inmediato y, afortunadamente, Janice también.

—Sé que no he hecho nada, y no voy a hacer nada por un tiempo —


contesté con sinceridad, después la risa nerviosa retrocedió.

La cara de Janice mostró una mirada de incredulidad.

—Bien. Supuse que por lo cercanos que tú y Robert se han convertido,


sobre todo tan rápido... entiendo si te has movido a ese nivel…

—Janice, sé a lo que estás tratando de llegar, pero por favor créeme


cuando digo que Robert y yo estamos tomando las cosas con calma.
Muy lentamente. Demasiado lentamente. —Sentí el cosquilleo alrededor
de mi tobillo una vez más y deseé que hubiera una aspiradora en ese
momento... ser aspirado a través de un filtro HEPA le haría mucho
bien...

—Bueno, creo que eso es bueno, Grace. Eres joven, tienes un futuro
brillante por delante, no quieres ir demasiado rápido en algo que sólo

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podría ser parte fugaz de tu vida —dijo Janice, su sonrisa sincera,
mientras me tomaba la mano.

La arranqué de ella más o menos. Sus palabras no habían tenido la


intención de lastimar, pero lo hicieron, y no me gustó la forma en que
me hizo sentir.

—Janice, Robert no va a ninguna parte, y yo tampoco. Lo que tenemos


no es fugaz. Va a ser una parte permanente de mi vida, así como de
permanente te encuentras en la de papá.

Vi su sonrisa desvanecerse un poco mientras asimilaba mis palabras.

—Grace, por favor, dime que no has comenzado a pensar en un futuro


con él. ¡Es demasiado pronto!

Me tragué la amargura y respondí con calma.

—No estoy hablando de nosotros contrayendo matrimonio, Janice. Pero,


no sé... tal vez en unos pocos años podría suceder. Pero incluso si no lo
hace, Robert seguirá siendo una parte de mi vida.

Janice, una vez más tomó mi mano, y esta vez la mantuvo firme entre
las suyas, no dejando que la sacara de nuevo.

—Grace, tienes que entender que sólo te pregunto esto porque me


preocupo por ti. Tu padre me dijo que no había hablado de nada de esto
contigo, y no quiero que cometas errores tontos y evitables.

Comprendí sus razones, pero sabía que mi vida no estaba destinada a


seguir el mismo camino de cualquier otra chica que vivía en Heath.
Robert entrando en mi vida era la prueba de ello.

Volví la vista hacia el anillo en mi dedo y sentí la necesidad de hacer la


pregunta...

—Janice, ¿qué dirías si Robert dijera que quiere que las cosas sean
permanentes entre nosotros?

La cara de Janice mostró una mirada de sorpresa y alarma. Yo y mi


gran bocota.

—¿Por qué, Grace? ¿Estás considerándolo? ¿Te pidió que te casaras con
él? —Su pulgar presionó mi anillo contra mi piel, y podía sentir la
circulación comenzando a cortarse.

—No, Janice, no me pidió que me casara con él, pero a juzgar por tu
reacción, me doy cuenta de que no sería exactamente una buena cosa si
lo hiciera. —Sabía que mi pregunta tiene más que ver con el deseo de
Robert para hacer mi vida más permanente en el sentido literal, que en
sentido figurado, y las consecuencias estaban empezando a llover sobre
mi cabeza, mientras ella se puso de pie y comenzó a pasearse por el
pequeño espacio entre la pared de mi ventana y la cama.

—Es un buen chico, Grace, y estoy muy contenta de que esté en tu


vida, pero creo que todo esto se está moviendo demasiado rápido para
ti. Sólo acabas de cumplir dieciocho años. Todavía estás en la escuela
secundaria. Quién sabe lo que pasará cuando los dos se gradúen y
vayan a la universidad. ¿Y qué va a pensar tu papá? Tú eres su única
hija. Ya piensa que pasan demasiado tiempo juntos así como están, y
ahora con Graham aquí, ¿qué va a pensar Robert? ¿Va a sentir que
necesita hacer algo para que mantengas los ojos en él?

Tosí mientras una burbuja de risa trataba de escapar.

—Janice… —comencé, pero fui cortada inmediatamente mientras


continuaba su argumento.

—Robert no es de aquí, Grace. Se crió en Europa. Ameila y yo tuvimos


una larga conversación acerca de su infancia. Europa tiene ideas
diferentes acerca de las relaciones y el sexo. Son mucho más abiertos,
mucho más... libres. No quiero que te sientas presionada a hacer algo
que no deseas. Sé que dijiste que estás tomando las cosas con calma,
pero y ¿si él no quiere? ¿Qué pasa si…?

Había tenido suficiente. Estaba hablando de Robert como si fuera un


adolescente impulsado hormonalmente. ¡Ojalá!

—Janice, ¿podrías parar? ¿Por favor? —Interrumpí, molesta, no por el


hecho de que tuviera razón, sino porque estaba completa y totalmente
equivocada—. Robert no es quien tiene el deseo de apresurar las cosas.
Soy yo. Cuando te dije que estamos tomando las cosas con calma, me
refiero a que él está tomando las cosas con calma. —Miré hacia el suelo
y vi la niebla retroceder más debajo de mi cama—. Ni siquiera me besa
sin mí dando la pelea. A veces siento como si fuera alérgico a mí o algo
así, y no quisiera tener una erupción.

Janice se me quedó mirando, sorprendida por mi pequeña revelación.

—Tú...

—Sí, yo. ¡Yo soy la que le presiona! ¿Así que ya ves por qué no tienes
nada de qué preocuparte?

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Asintió con la cabeza lentamente, como si cualquier movimiento rápido
y repentino estuviera en contradicción con el propio acto. Había visto la
decepción en mis ojos, y oído el rechazo en el tono, sabía que no estaba
tratando de evitarla.

—Grace, yo...

—No tienes que preocuparte por ello, Janice. Estás preocupada por mí.
Lo entiendo. Sólo quiero que sepas que no hay necesidad de hacerlo.

Me levanté para agarrar mi ropa de la cómoda, una señal de que la


conversación terminó, en lo que a mí respecta. Janice entendió y se
puso de pie, también. Caminó en silencio a la puerta y se volvió hacia
mí antes de salir.

—Grace, si Robert quiere esperar, no me cabe duda de que es porque te


respeta. Es difícil encontrar chicos así ahora que las cosas han
cambiado... la mayoría de los chicos son paquetes de hormonas
envueltas en un envase bonito. Es un milagro, Grace. Espero que te des
cuenta de eso.

Vi mientras se iba, cerrando la puerta detrás de ella, y me pregunté si


sabía cuánta razón tenía.

No tiene ni idea.

Me eché hacia atrás, mientras Robert me abrazaba, entendiendo que lo


necesitaba en ese momento.

—Ella tiene razón en algo más que eso.

Sabía que estaba sonriendo. No tenía que ver su cara para saber. Podía
sentirlo en la forma en que me acercó a su cuerpo, la forma en que
respiraba lentamente, la forma en que me frotó los brazos y apoyó su
mejilla contra la parte superior de mi cabeza.

—Entonces, ¿a qué hora se supone que nos encontraremos esta noche?


—pregunté, necesitando un cambio de tema antes de que tuviera que
admitir que tenía razón, también.

Ya le he pedido a Lark que te recoja a las once.

Once. Eso era a más de doce horas de distancia. Me di la vuelta para


mirarlo de frente, sabiendo que en unos pocos minutos, se habría ido.

—Voy a extrañarte —susurré, y apoyé la mejilla contra su hombro,


sabiendo que a donde tenía que ir era una parte oscura y retorcida de
su vida que no podía comprender, a pesar de que siempre una parte lo
seguía hasta casa.

Tú eres mi casa. Donde quiera que estés, es donde estoy destinado a


estar.

Le sonreí a las palabras que llenaban mis pensamientos. Sintiéndome


ridícula, me sequé los ojos que habían comenzado a lloriquear, y me
aparté.

—Debes ponerte en marcha. —Asintió con la cabeza y se dirigió hacia la


ventana mientras miraba su espalda moverse ágilmente y con
seguridad. De repente estaba delante de mí otra vez, y sus manos
estaban en mi cara, su boca en la mía. Fue un beso suave, casi
amistoso, pero había cosas que sucedían entre nosotros que sabía que
nunca iban a pasar con nadie, ni a nadie más. Este era uno de los
milagros. Un beso de la nada, sin razón, que celebraba cada promesa
conocida por el hombre.

Te amo, Grace Anne Shelley.

Sentí la cubierta brillante de mis ojos por fin caer por mis mejillas en
cintas de humedad.

—Te amo, Robert N'Uriel Bellegarde.

Y luego se había ido. Llevándose con él mi corazón y mi amor, porque lo


que tenía que hacer era contrario a todo lo que su corazón sin vida en
su pecho requería.

—Vuelve a casa entero —susurré mientras me tocaba los labios, con la


esperanza de que esto fuera una señal de lo que vendrá.

Llevé mi plato a la cocina después de consumir las espinacas y la


tortilla de Tots Tater que Janice había traído, me encogí mientras el olor
a café quemado y grasa fría asaltó mi nariz. Lavé mi plato, sumándolo a
los otros que estaban en el estante, y me dirigí a la sala de estar,
sorprendida al encontrar que no había nadie allí, la manta y almohadas
que le había dado a Graham estaban a un lado, y la mochila de Graham
no estaba a la vista.

—¿Graham? —llamé, esperando que saltara desde algún rincón sólo


para oírme gritar, pero nada pasó con mi llamada. Me acerqué a la
puerta principal y giré la manija, tiré de la puerta abierta a la brisa
matutina. La última mañana del año.

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—¿Graham? —llamé de nuevo, y busqué el vehículo familiar verde
estacionado en la calle. No estaba allí—. ¿Dónde iría tan temprano? —
me pregunté en voz alta, y miré a la entrada al frente de su casa.

Había una camioneta blanca estacionada, lo que significaba que


Richard estaba en casa. A raíz de una necesidad estúpida para ver si
estaba bien, caminé hacia la casa. La puerta principal estaba cerrada
con llave. Me agaché para levantar la alfombra que estaba frente a la
puerta y tomé la llave escondida allí, abriendo la puerta. El olor era aún
peor de lo que era la última noche, levanté el dobladillo del cuello de la
camisa por encima de mi cara para tapar el olor.

—¿Señor Hasselbeck? —grité, mi llamada amortiguada por la delgada


tela.

Oí el sonido de voces más allá de la puerta de entrada, y me dirigí hacia


la sala de estar. La televisión estaba encendida, una película casera en
la pantalla. La reconocí de inmediato como el décimo cumpleaños de
Graham. Tenía los globos y pastel necesarios, pero también había un
payaso muy beligerante que nos enseñó varias palabras nuevas que
tuvimos que aprender, pero hubo una gran cantidad de diversión
comenzando a usarlas.

Miré la pantalla mientras Graham de diez años apagaba sus velas en


medio de los aplausos de todos a su alrededor, incluyendo a su madre
que había estado manejando la cámara. Sonreí mientras me llamó por
mi nombre y sacó a la tímida criatura que reconocí de cuando tenía
nueve años de edad, de la parte de atrás de la multitud de niños.

—Conseguiste el primer corte, Grace —dijo alegremente, y me entregó


una de las piezas pre-cortadas en un plato de papel cubierto de
personajes.

—¿Por qué invitamos a Grace? —escuché susurrar detrás de la cámara.


La voz era confusa, y la forma en que la cámara cambiaba hacia el lado
un poco, sabía que su dueño probablemente apestaba a alguna bebida
alcohólica o de otra—. Ella es un monstruo, Ivy. No pertenece aquí con
los niños normales.

Reconocí la voz como la del payaso, y me pregunté qué tan cercano era
de la madre de Graham para llamarla por su primer nombre.

—Es la mejor amiga de Graham. Habría sido miserable si no estuviera


aquí, y tú lo sabes. No me importa lo que otros dicen acerca de ella o el
accidente, Richard. Es una buena amiga de nuestro hijo, y se merece el
beneficio de la duda, como cualquier otra persona. Ahora ve allí y
empieza a actuar como un payaso y menos como un maldito borracho.

Vi muda en estado de shock como el payaso beligerante apareció de


repente en frente de la cámara y comenzó a tocar la bocina de un
cuerno que sacó de su bolsillo.

—Hey, hey, ¡chicos! ¡Es la hora de las bromas! Quieren oír hablar de los
tres tipos que entraron en el bar...

La imagen comenzó a avanzar rápidamente y fue entonces cuando me


di cuenta de que el padre de Graham estaba sentado en el sofá, una
botella de cerveza en una mano, el control remoto en la otra. Me miraba
fijamente, sin remordimiento ni vergüenza en la cara por tener su
opinión sobre mí expuesta así.

—¿Qué estás haciendo en mi casa, Grace? —jadeó, con los ojos rojos y
fuera de foco, su piel rojiza y manchada por la intoxicación todavía
visible por debajo de la delgada barba canosa que llevaba ahora.

—He venido para ver cómo estaba, señor Hasselbeck —contesté con
sinceridad.

Di un paso atrás cuando intentó ponerse de pie, no queriendo


renunciar a cualquiera de los objetos en su mano y sufriendo la falta de
coordinación como resultado.

—Eres una mentirosa —dijo arrastrando las palabras, tropezando


cuando finalmente se puso de pie.

Negué con la cabeza, y continué alejándome de él, sus pasos cada vez
más seguros, si no más decididos.

—Vi que estaba en casa. Quería asegurarme de que estaba bien.

Su mano voló hacia mí, la botella de cerveza pasó a toda velocidad por
delante de mi cara, y me estremecí cuando la escuché romperse detrás
de mí al chocar contra el muro.

—¡Fuera de mi casa, bicho raro!

Me di la vuelta y salí corriendo, deteniéndome sólo cuando oí la puerta


cerrarse detrás de mí. Me di la vuelta otra vez, sacudiéndome un poco
de todo el episodio. Nunca había sabido qué tan bebedor era el padre de
Graham, ni desde hace cuánto tiempo había estado ocurriendo. El video
se remontaba por lo menos ocho años atrás, pero no te hubieras dado
cuenta anoche.

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Caminé unos pasos hasta el frente de mi casa y me senté a esperar el
regreso de Graham. Había tantas cosas que habían pasado que no
había compartido conmigo, y estaba confundida en cuanto a por qué.
¿Fue orgullo? ¿Podría haber pensado que lo juzgaría basándome en el
consumo de su padre? ¿Grace la fenómeno?

El sol de la tarde empezaba a recordarme lo que la primavera guardaba


para nosotros, cuando por fin apareció. Esperé mientras estacionaba el
auto y salió, dando una larga mirada a la casa que mantenía su padre
borracho, y, finalmente, se acerco a mí.

—¡Hola, Grace! El sol salió, muy bonito, ¿eh? ¿Qué estás haciendo
fuera?

Hice un gesto hacia su casa con la cabeza y fruncí el ceño.

—Fui a ver cómo lo estaba llevando tu padre. Estaba mirando películas


caseras y bebiendo. No creo que le guste mucho ahora... o nunca.

Una risa nerviosa que pareció sobresaltar salió de su boca, mientras se


pasaba los dedos por el cabello, lo que hacía mucho, me di cuenta.

—Es el alcohol hablando, Grace. Tú sabes que te ama.

Negué con la cabeza ante la obvia mentira.

—Lo que escuché no era amor. Me llamó monstruo, está en lo cierto.

El tono arrepentido de Graham pronto se volvió furioso y mi mente saltó


rápidamente a su reacción cuando le había dicho que estaba
enamorada de él. Había sido una respuesta rápida, una inversión de
casi ciento ochenta grados de las emociones, y yo había estado
sorprendida por ello. Esta segunda vez me preocupó en su lugar.

—Grace, es necesario que dejes de menospreciarte. No eres un bicho


raro. No eres más que una chica que no es lo que todos esperan ver. No
creo que seas un bicho raro, y definitivamente no creo que Stacy, o Lark
lo crean tampoco. —Se quejó Graham, su voz áspera con el enojo que
brillaba en sus ojos.

—Graham, ¿por qué no me dijiste de tu papá? ¿Por qué no me dijiste


acerca de la bebida?

Vi el anillo oscuro de sus irises diluirse en sus pupilas dilatadas, casi


tragando el color por completo en su negrura.

—No te lo dije porque me avergonzaba. No quería que supieras, para


que no pienses de mí de la misma manera que yo...
Asentí con la cabeza, comprendiendo. No quería que pensara en él de la
misma manera que había pensado en mí... con lástima. Froté la parte
superior de su cabello parado con la mano, necesitando aliviar el estado
de ánimo un poco.

—Bueno, ya no importa. Vamos a salir de esto juntos ahora. No tienes


que pasar por esto solo.

Me miró con confusión en sus ojos, y dolor alrededor de su boca.

—¿Por qué sólo no lo dejas pasar?

Me encogí de hombros y dejé escapar el aliento que había estado


conteniendo.

—Porque eres mi mejor amigo. Me ayudaste a través de algunos de los


momentos más difíciles en mi vida, porque querías. Quiero ayudarte
ahora, porque quiero. No hay otra razón.

Los ojos de Graham viajaron hacia el suelo, y pude ver su cara cambiar
con algún tipo de dolor oculto.

—Yo también los he causado. Después de lo que hice... saber que


todavía me quieres ayudar... eres el tipo de persona con la que debería
haber sido feliz de estar, Grace. Debería haber visto lo que tenías para
ofrecer a un idiota como yo, y aprovechar la oportunidad. En cambio,
actué como un idiota y te dañé en el proceso. No merezco tu amistad...

Mi cabeza se sacudió de acuerdo mientras respondía en broma:

—Tienes razón, no. Pero te la estoy dando de todos modos porque soy
estúpida y te quiero.

Lo vi tenso de nuevo, y por un segundo, sentí como si hubiera atado


una vez más la soga alrededor de mi cuello, y sentí la puerta de la
trampa abierta bajo mis pies. Sólo que esta vez, la puerta no se abrió
hasta el final.

—Grace, tengo que decirte algo.

—De aaacuerdo —dije vacilante.

Él respiró hondo, con los labios pronunciando las palabras como si


hubiera ensayado lo que tenía que decir.

—Fui a tu habitación la noche anterior. Vi... vi a Robert en la cama


contigo.

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Así que aquí estaba. Este era el momento que había estado esperando,
que Robert me había advertido, y, sin embargo, él parecía mucho más
incómodo de lo que yo me sentía.

—Bueno...

—Yo... me fui tan pronto como los vi a los dos, pero... estaban, tú
sabes...

Le sonreí, disfrutando de su malestar mucho más de lo que debería.

—No. No lo hacíamos.

Un suspiro de alivio salió de él tan grande como una nube, y no pude


evitar reír al ver la ridícula expresión en su rostro. Su rostro se puso
rojo como la remolacha y me reí más, incapaz de no encontrar graciosa
la situación.

—Bueno, me alegro de que puedas encontrar algo gracioso en esto. Me


siento como un mirón —murmuró, con los inquietos pulgares en sus
sienes, un método de distracción para no tener que mirarme.

Tomé su mano izquierda y la tiré hacia abajo, lo que le obligó a


mirarme.

—Graham, está bien. No viste nada que no se pudiera ver. La próxima


vez, sin embargo, ¿podrías por lo menos llamar?

Tímidamente, asintió con la cabeza, y volvió de nuevo.

—Así que, ¿por qué estaba en tu habitación de todos modos? ¿Cómo


entró?

Ahora era mi turno de nuevo, dándome cuenta de que lo que hago le


intriga y le da curiosidad.

—Él entra por la ventana porque me ayuda a dormir.

Temía que la respuesta de una oración no sería suficiente para calmar


su necesidad de respuestas, pero sentía como que estaba incómodo con
la discusión del tema, a pesar de la naturaleza inocente de las visitas de
Robert a mi habitación, y se detuvo. Buscó mi mano y la apretó.

—No se lo diré a tu padre.

Y eso fue todo. No se lo tenía que pedir, y él no tenía que hacerlo, pero
con esas cinco palabras, me había dado una sensación de seguridad
que sabía que nunca iba a encontrar con nadie más.
Asentí con la cabeza, y nos sentamos allí por los próximos minutos,
contenidos con el secreto compartido entre nosotros, algo nuevo para
ayudar a consolidar nuestra amistad, una vez más, sólo que más fuerte
esta vez.

Purple Rose
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5
Elegantemente Tarde.
Traducido por Adrammelek, Lizzie y Zeth (SOS)

Corregido por Nikola

D
espués del almuerzo, Graham había regresado a casa
para recoger algunas cosas más y hablar con su padre.
Éste me hizo prometer que me quedaría en la casa, sin
importar lo que escuchara, y así lo hice. El silencio que llenó la casa,
conmigo y Janice mirándonos la una a la otra, esperando a que Graham
regresara, podría haber sofocado un estadio lleno de gente.

Janice seguía mirando el reloj de la cocina, mientras yo agitaba mis ojos


en la dirección del reloj del microondas. Nos turnábamos para contar
los minutos, cada uno extendiéndose más y más hasta que sentí que
gritaría si tuviera que seguir escuchando sesenta y dos segundos de
cuenta regresiva más.

Finalmente, la puerta de la cocina se abrió y Graham entró, un bolso en


su hombro y una mochila en la mano. Su cara estaba llena de
manchas, sus ojos rojos e hinchados. Agarré la bolsa de su mano,
mientras Janice le ayudó a bajar el bolso al piso de la cocina.

—¿Qué pasó, Graham? —preguntó Janice mientras sacaba una silla


para que se sentara. Su pesada figura aterrizó en el asiento, y sentí
cada gramo de dolor que tenía encima.

—Parece que no tuve la necesidad de decirle que me iba a quedar aquí.


Me echó de la casa.

Oí mi suspiro antes de saber que lo había dejado escapar.

—¿Pero por qué?


Los hombros de Graham se encogieron, su cabeza pesaba con
decepción.

—¿Importa? Quiero que sepas que voy a pagar por mi comida y el uso
del diván, Janice —dijo él, mirando hacia ella con una media sonrisa,
que parecía fuera de lugar con su mirada dura y mejillas sonrosadas.

Levanté una ceja en forma de pregunta no formulada por mis labios. Su


media sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras proseguía.

—Me dieron un trabajo en el cine el día de hoy. Ahí es donde fui esta
mañana. Apliqué y me entrevisté con ellos y me contrataron en el acto.
Al parecer, soy exactamente el tipo de hombre que sirve para cortar
boletos en el Twelve-plex.

Janice se acercó y lo abrazó, su voz sonaba emocionada y esperanzada


cuando lo felicitó.

—Creo que es maravilloso, Graham. Pero por favor no te preocupes por


pagarnos nada. Ahorra ese dinero para la escuela.

La expresión de mi cara debía parecerse a una de las que mi padre


probablemente habría tenido bajo estas circunstancias, porque cuando
Janice me miró, estalló en una risa histérica que creció
contagiosamente porque Graham también se echó a reír.

—Bueno, ya sabes, a papá le preguntaría por qué no puede pagar por


su comida, si come más que nosotros tres juntos, Janice incluida —me
quejé, mis brazos cruzados en el pecho mientras que su arrebato de risa
continuaba.

Tardaron casi diez minutos antes de que los dos se calmaran. Buscando
un cambio de tema que no los convirtiera en hienas nuevamente, les
pregunté cuáles eran sus planes para el año nuevo.

Janice se acarició el vientre y suspiró.

—Desafortunadamente, los tobillos hinchados, y la acidez han hecho


casi imposible salir a divertirme y bailar, así que me quedaré en casa
con tu padre viendo caer las esferas en la televisión3.

Miré a Graham y sonrió tímidamente.

—¿Qué?

3
Las Esferas: Es una costumbre en Estados Unidos que el día 31 de diciembre en la
víspera de año nuevo se suelte una esfera de cristal desde la cima del One Times
Square.

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—Vi a Lark en el centro comercial y me invitó a su casa a ver la caída de
la esfera con ella y Stacy.

Ahora bien, ¡esto era una sorpresa!

—¿Vas a pasar la víspera de año nuevo con Stacy? —pregunté


incrédula, la imagen de Graham estrangulado llenó mi cabeza de
repente.

—Y Lark.

Asentí con la cabeza. Por supuesto. Stacy era el parachoques. Él estaba


jugando seguro, ¿y qué mejor manera de hacerlo que con el
guardaespaldas femenino?

—Lark me dijo que Robert tenía planeado algo especial para ustedes
dos —bromeó, contento con el rubor que floreció a través de mis
mejillas.

—Sí, aunque no sé exactamente qué es lo que tiene planeado. Le dije


que me sorprenda, y lo va a hacer. Es bastante literal en ese sentido,
supongo.

—Qué romántico —susurró Janice, haciendo caso omiso de mis ojos en


blanco y un gruñido de desaprobación, sobre todo después de la
conversación que habíamos tenido por la mañana—. Es una bonita
manera de empezar el año nuevo.

Una repentina ola de pánico me llenó cuando recordé que Robert me


había dicho que Lark me vendría a buscar. Si Graham estaba en su
casa, ¿cómo funcionaría esto exactamente? Y, ¿hablaba en serio acerca
de que usara el vestido verde que había llevado a la boda?

—¿Grace?

Miré a Janice a la cara y ella ladeó la cabeza hacia un lado, la confusión


cubriendo su rostro cuando vio el pánico en el mío.

—¿Qué anda mal, Grace?

Tomé unas cuantas respiraciones profundas para calmarme y logré


apretar de alguna manera una pequeña sonrisa en mis labios.

—Nada. Acabo de recordar que necesito agarrar algunas cosas antes de


comenzar a prepararme.
Me volví para enfrentar a Graham y le dije a través de mi falsa sonrisa:
—Si quieres puedes tomar una ducha antes de ir a la casa de Lark, te
sugiero que hagas eso ahora, porque voy a estar allí en un rato.

Hay algunas caras que los hombres se reservan sólo para los ojos de las
mujeres. Graham hizo una de ellas en ese momento. Tal vez fue la
primera vez, que lo hacía, porque parecía amateur 4. Habló claramente
de cómo no quería saber ninguno de los detalles que incluyeran mis
actividades en el baño. Probablemente debería haberme sentido
satisfecha de que la idea de que tome una ducha le disgustara a tal
punto, pero en verdad, me sentí ofendida.

Yo, después de todo, seguía siendo una chica con cierto orgullo.

Mientras que Graham fue a recoger sus cosas, subí a mi habitación a


buscar los artículos que Robert me había pedido que vistiera. Después
de nuestra primera cita, había tirado todos los vestidos y accesorios que
me había comprado para que vistiera con él, molesta con su
comportamiento, para después tratarlos adecuadamente.

Esa fue la primera noche que había pasado en mi habitación, y me


había despertado para encontrarme que había puesto todo
cuidadosamente organizado de forma en que Janice sólo podría soñar
hacerlo. No le pregunté dónde había colocado todo. Estaba contenta de
saber que no tendría que ordenarlo yo misma; era tan perezosa a la
hora de la limpieza de mi habitación que estaba dispuesta a dejar que
mi armario pareciera una zona de guerra y que mi cama pareciera como
si un tornado la hubiera golpeado.

Después de eliminar las ubicaciones obvias para el vestido, los zapatos


y la ropa interior, me quedé buscando los pendientes y el collar de
ámbar que me había comprado para completar las piedras que
adornaban el frente del vestido. Los encontré en una caja escondida en
el cajón de mi ropa interior, junto con los clips en forma de libélula que
había comprado para ese día también.

Sentí que el rubor se había extendido por mis mejillas antes de


comenzar a quemar mi piel otra vez cuando me di cuenta de que Robert
había ido a través de mi ropa interior con el fin de colocar la caja en ese
lugar.

—Demasiado para ser inocente —murmuré para mí misma, una sonrisa


secreta causó que las esquinas de mi boca se curvaran hacia arriba.

4
Amateur: Aficionado, no profesional.

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—Oh no —exclamé mientras abría la cremallera de la bolsa de ropa que
contenía el vestido verde musgo. No me había dado cuenta del daño que
al subir la puerta trasera de la casa de Robert había causado al vestido,
mientras que sostenía la gasa desgarrada y el satén manchado. Era
víctima de mi propia imprudencia. La mayor de las gemas que se
suponía que tendría que estar sobre el corpiño estaba desparecida.

—¡Oh santo cielo, está arruinado! —gemí.

Miré el reloj y vi que sólo eran las cinco. Tenía varias horas antes de
que Lark llegara, pero, ¿qué iba a hacer con el vestido? Podía arreglar
agujeros, coser una rudimentaria manta, ¿pero arreglar un vestido que
tal vez cueste más de lo que ganaría trabajando un mes en la
biblioteca?

Bueno, no había nada que pudiera hacer. Robert entró en mi vida


cuando yo llevaba pantalones vaqueros y una camiseta y me había
encontrado bastante aceptable. Incluso él había mantenido esa
camiseta manchada de chile, ¡por amor de dios! Rápidamente fui a mi
cajón de camisetas y saqué una de las que me había regalado para
Navidad.

—Por lo menos voy a estar cómoda —dije y puse la camiseta en el


vestidor. Un par de pantalones vaqueros y mis zapatillas completaron el
conjunto. Por mucho que quisiera volver a ser la Grace normal, en lugar
de Grace la loca, no parecía justo que empezara el año nuevo vestida
como alguien más.

Después de una cena sencilla de sopa y fríos, sándwiches de pavo, sentí


la necesidad de tomar una siesta. Me desperté unos minutos antes de
las diez, y me apresuré a tomar una ducha. Tiré mi ropa con muy poco
cuidado y me sentí muy agradecida del hecho de haber decidido
vestirme normalmente. Me había llevado cerca de una hora vestirme
para la boda, y eso había sido con la ayuda de Janice…

Agarrando una chaqueta de mi armario, me fui a la ventana a esperar


mi “aventón,” me asomé y vi que el auto de Graham se había ido, lo que
significaba que ya estaba con Lark en la casa de Robert. ¿Qué pensaría
cuando Lark se apartara por un tiempo y lo dejara solo con Stacy?

Va a pensar que estoy siendo cruel e inusualmente horrible.

La mano que sostenía mi hombro con un apretón, era lo único que me


impedía derribarla sobre la pasarela por debajo de mí. El pensamiento
en mi cabeza había sido tan sorprendente como si lo hubiera escuchado
a través de mis oídos.
—¡No hagas eso! —susurré, más avergonzada que asustada, aunque mi
pulso sostenía lo contrario—. No puedo creer que hayas invitado a
Graham durante ésta noche y luego lo dejaras solo con Stacy. ¿Crees
que van a estar vivos cuando vuelvas?

Ella se encogió de hombros y guiñó un ojo.

—Uno de ellos lo hará.

Negué con la cabeza y luego la miré con más cuidado.

—¿Cómo llegaste aquí?

Ella señaló a sus espaldas y vi mi puerta abierta.

—Entré por la puerta. ¿Qué? ¿Se suponía que iba a subir a través de tu
ventana, Rapunzel?

Mi mandíbula cayó por la sorpresa.

—Creí que... ya sabes, la niebla o algo así. Al igual que Robert lo hace.

Ella puso los ojos en mí, el movimiento extrañamente elegante.

—Por favor. Esta noche es la noche en el año en que todo el mundo


estará mirando al cielo, he venido a pie. Gracias a Dios que estás
usando jeans y no un vestido como el idiota de mi hermano quería. Él
es tan… un chico.

Me reí con esa pequeña puya de su hermano. Tan angelical como podría
ser, tan oscuro como podría ser, era cierto.

—Bueno, aunque lo hubiera querido, no podría haber usado el vestido.


Está completamente arruinado.

Lark me miró con curiosidad y asintió. Sus ojos pasaron al armario,


donde el vestido estaba colgando, y ella hizo una mueca de decepción.
Era un hermoso vestido. Robert no te lo dijo, pero le ayudé a escogerlo.
No estaba seguro sobre el color o el corte, pero sabía que ibas a quedar
bien en color verde. Como he dicho, él es un chico. Tiene un gusto
impecable en la joyería, ¿Pero la ropa? Uh-uh. Debería enfocarse en
vestirse a sí mismo. Ese es su punto fuerte.

Sonreí a eso, aliviada de que no había elegido los artículos por sí


mismo, especialmente el corsé que había enviado banderas de
advertencia de desaprobación en Janice.

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Sí, le dije que sería un error. Dijo que yo necesitaba conseguir todo lo que
necesitaras para un vestido como ese, y no importa qué, siempre y
cuando te hiciera sentirte bella.

El color se extendió por mi rostro, acompañado de la sonrisa


melancólica que crecía en mis labios por decirlo más que en meras
palabras, podría decir que me sentí bonita por Robert, y no por alguna
costosa pieza de ropa o joyas. Él me vio de una manera que nadie más
lo hacía. Ser considerada como bella, por alguien que era mucho más
hermoso de lo que era humanamente posible, era una sensación
increíble y embriagadora. Saber que no era algo que estaba diciendo
porque quería algo de mí lo hizo mi propio pequeño milagro.

Bueno, vamos, ¿de acuerdo? No puedo dejar a Graham y Stacy solos


durante mucho tiempo antes de que vayan a destruir mi casa.

Me acerqué a la ventana y esperé a que me siguiera. ¿No me


escuchaste? Todo el mundo y su abuela están mirando hacia el cielo esta
noche. A pesar de la niebla que nos rodea, todavía estaríamos muy
visibles. Nos vamos a pie está noche.

Ella me agarró la mano y tiró de mí hacia su espalda. Espera un poco.


Voy a moverme muy rápidamente. Mantén los ojos cerrados, y no hagas
ruido.

Asentí con la cabeza y envolví mis piernas alrededor de su cintura. Ella


me sujetaba los brazos alrededor de su cuello y antes de que tuviera la
oportunidad de parpadear, estábamos fuera de mi casa.

—Santo…

Dije no hagas ruido. La idea vino como un silbido en mi cabeza, y me


estremecí con el ligero e inesperado escozor que el sonido causaba en
mi mente. Era un dolor familiar, que hizo poco para consolarme cuando
ni siquiera podía frotar mi cabeza para hacer que el dolor
desapareciera.

Lo siento. Simplemente no me gusta esta forma de viajar. Es demasiado


primitivo, y no soy muy buena en eso. Voy a tratar de conseguir que no te
raspes con cualquier cosa, pero por favor, no hables más.

Asentí con la cabeza una vez más, haciendo una mueca mientras me
preparaba para el pensamiento/azotamiento, estaba asustada de tan
sólo moverme. En cambio, sentía su cuerpo temblar de risa. Ella
comenzó a moverse de nuevo, y yo hice todo lo que me dijo que hiciera,
manteniendo los ojos cerrados hasta que me dijo que llegamos.
Sólo entonces me di cuenta de cuán adolorida estaba mi cara, o cómo
mi cabello no parecía moverse cuando movía mi cabeza. Levanté la
mano a la parte superior de mi cabeza y abrí la boca.

—¿Qué le pasó a mi cabello?

El viento había azotado mi cabello en un montículo enorme de enredos


y de escombros, hojas y tierra estaban ocultos entre las hebras. Ahora
sé cómo se sentí el extremo delantero de un auto durante un viaje por
la autopista.

—¿Hay bichos en mi cabello? —pregunté frenéticamente, con las manos


tejiendo a través de los enredos, tirando y tirando de los nudos, con la
esperanza de que cualquier cosa que cayera tuviera menos piernas que
yo.

La risa de Lark se hizo eco a mí alrededor, y se dobló por la fuerza de


ello, mi evidente incomodidad y aspecto desaliñado era bastante
divertido para ella.

—Te ves tan ridícula ahora mismo.

Usando los dedos, traté desesperadamente de peinarme con la


esperanza de que estaría un poco presentable en el momento en que
Robert llegara.

—Oh, ya basta, Grace. A él no le importa si te ves como una princesa o


un enmarañado perro ovejero. Él sólo se preocupa de que estés a salvo,
que lo estás, gracias a mí. Y ahora, tengo que volver a mi casa antes de
que Graham empiece a preguntarse dónde estoy. —Lark tendió la mano
a mi cabello y lo tocó levemente, la suciedad y las hojas cayendo a mi
alrededor—. Listo, todo arreglado. Ahora, Robert dijo que estaría aquí
tan pronto como pudiera. Pasa un buen rato, y nos vemos el año que
viene.

No tuve tiempo suficiente para conseguir decir gracias antes de que ella
se hubiera ido.

Me di la vuelta para mirar el vacío mirador, el suelo cubierto de hojas y


fango. No había ningún sitio donde sentarse en el mirador, así que me
apoyé en la baranda y esperé en el frío.

La chaqueta que había elegido para usar no tenía forro e


inmediatamente me arrepentí de agarrarla mientras observaba con
creciente angustia cómo pequeños puntos blancos comenzaban a caer
desde el cielo.

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—Simplemente fantástico —dije, metiendo mis manos debajo de mis
axilas, y deseando en silencio, haberme acordado de agarrar unos
guantes. El clima se volvía más desagradable, el viento azotando con
enojados gritos con cada minuto que pasaba, y yo sabía que no pasaría
mucho tiempo antes de que la aspersión de nieve se convirtiera en un
chaparrón blanco.

—¿Dónde estás, Robert? —pregunté en voz alta, sabiendo que nadie me


iba a contestar, pero era necesario oír un sonido que no fuera el silbido
del viento entre las ramas, y el crepitar de las ramas y las hojas
cayendo, mientras aterrizaban en el techo del mirador.

El frío en el aire convirtió mi aliento en bocanadas de vapor blanco, y


mis dientes comenzaron a castañetear mientras luchaba con el parloteo
que amenazaba con convertir mi cuerpo en un humano martillo
neumático.

Sabía que la medianoche había llegado y pasado por las centellas de


colores y destellos de luz en el cielo que anunciaba el final de un año, y
el comienzo de otro. Sentí mi corazón hundirse en mis tenis mientras
los colores comenzaban a desvanecerse, el crepitar fuerte al estallar y
luego disminuyendo, y el olor de la pólvora, finalmente se alejaron,
mientras que sólo el olor a limpio de la nieve y el césped se mantuvo.

—Bueno, ahí va esa idea —murmuré para mí misma, y poco a poco


alivié mis huesos fríos con el movimiento. A las luces que generalmente
mantienen iluminado el estacionamiento de grava no se les había
sustituido la bombilla desde la última noche que había estado aquí sólo
hace casi un mes.

Mientras caminaba por delante de ellas, el crujido de mis zapatillas


contra la grava provocó el fuerte recuerdo de chocar contra ella en un
flash en mi mente. Me estremecí en cada enfermiza crisis, los sonidos
me recordaban al dolor infligido en mí por un celoso y ambicioso ángel,
no como todos suponemos que son los ángeles. Apuré el paso, deseando
tan sólo plantar los pies sobre el pavimento sólido para la larga
caminata a casa.

En el momento en que llegué a la carretera, podía sentir el sudor


formándose en mi frente.

—Vaya, año nuevo —resoplé. Por lo menos el año pasado, estaba en la


comodidad de mi propia casa, tomando refrescos y comiendo duras
bolas del queso rancio de Navidad.
El viento estaba levantando y congelando la humedad que había
comenzado una piscina en mi cara. Iba a conseguir un infernal
resfriado después de esta noche si no me moría de frío antes de llegar a
casa. Miré hacia el cielo para ver cuánto tiempo con este clima iba a
soportar. No podía ver más las estrellas.

—Sigue caminando —me dije, repitiéndolo cada diez pasos más o


menos, necesitaba el sonido, necesitaba el recordatorio de que cada
minuto que se prolongaba me hacía sentir más y más agotada. El frío
me estaba drenando la poca energía que me quedaba.

Por último, sucumbí a la sensación de adormecimiento en los pies y caí


al suelo en el lado de la carretera. Mi sudor y el frío habían pegado la
camiseta a mi piel, congelándome el lugar, el hecho de que ya no podía
sentir mis dedos de los pies en movimiento fue un muy mal augurio, y
en silencio me maldije por no estar mejor preparada... y agradecida de
no haber usado el vestido, después de todo.

—Te voy a matar, Robert. —Respiré antes de que el temblor que


comenzó a arrastrarse arriba en mis rodillas, finalmente superó a mi
boca, mis dientes castañeteaban como una hiperactiva máquina de
escribir.

—No te duermas, no te duermas, no te duermas. —Cantaba para mí


misma. Robert estaba en camino, tenía que estarlo, y me encontraría.
Pero si me congelaba hasta morir, no había nada que él pudiera hacer
al respecto, y no había manera de que lo dejara fuera del asunto por
mantenerme de pie tan fácilmente.

Plegué mis piernas tiesas a mi pecho y envolví mis brazos alrededor de


ellas, balanceándome para mantener mi cuerpo en movimiento. Traté
de pensar en una canción que pudiera cantar para mantener mi mente
a la deriva, tirando de mi conciencia con ella, pero el frío iba
desvaneciendo mis pensamientos del todo.

—¿Co-cómo pu-puedo mo-morir po-por e-expo-po-posición, de-después


de-de so-so-sobrevivir a-a se-ser go-gol-golpeada po-por u-un co-coche
y-y es-estra-trangulada po-por u-un a-ángel? —tartamudeé, cada sílaba
destrozando mi cuerpo con violentas sacudidas.

Sabía que estaba alucinando cuando el entumecimiento se convirtió en


un dolor intenso en mis manos y mis pies. El frío se suponía que te
dormía tranquilamente, el adormecimiento se suponía que era una
suave canción de cuna que te mece suavemente hacia una muerte
helada. El dolor, eso es una broma de mal gusto por parte de la mente,

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había deducido, y cuando finalmente comenzó a disminuir, me relajé y
di la bienvenida a lo que seguía.

¿Cómo pudiste renunciar a mí tan fácilmente?

Definitivamente alucinante.

No estás alucinando, Grace. Abre tus ojos por favor.

Agité mi cabeza. No quería, no quería pensar que podía.

Soy un terrible novio. Todos los poderes que poseo, y aun así no puedo
parar el peligro que te amenaza.

Asentí con mi cabeza esta vez.

—Y-y-y siempre ter-terminas sal-salvándome al final. Yo-yo creo qu-que


lo haces con el pr-pr-propósito de mantener las cosas emocionantes pa-
pa-para pre-pre-parar todo para que-quedar como el he-héroe.

Sentí su cuerpo rígido, incluso mientras el calor se difundía a través de


mi cuerpo y el menguante dolor se convertía en un intenso hormigueo
que recorría los dedos de mis manos y los de mis pies.

—Oh, santo cielo —gruñí mientras la sensación empezaba a esparcirse


por mis miembros, haciendo que se sacudieran como un pez
ahogándose en tierra.

Lo siento, Grace. No esperé que me tomara tanto tiempo, y tú casi… esto


no debería de haber pasado.

Gruñí en concordancia. No debería haber pasado, pero sucedió.

—Viniste, y estoy bien… estoy bien, ¿cierto? —Esperé a que asintiera


antes de continuar—, bien, estoy bien, y ahora puedes redimirte por
llegar tarde.

Es bueno que mis piernas ya no estén entumecidas, porque sentí el


suelo acercándose más pronto de lo que había esperado cuando Robert
me acomodó con una aspereza de la cual no lo creía capaz o no al
menos conmigo.

—¿Por qué no estás enojada? ¿Te valoras tan poco a ti misma que
simplemente te alegrarías de congelarte hasta la muerte sólo porque soy
el que dejó que pasara?

Finalmente tuve el coraje para mirarlo a la cara, y lo que vi fue como


estar viendo a un bloque de hielo; sus ojos estaban planos e
inexpresivos, más inexpresivos de lo que los había visto jamás, y sentí
el escalofrío recorrerme. Él estaba enojado.

—Estaba enojada, pero ya no lo estoy. No es como si lo hubieses hecho


a propósito. Eso hace parte de quien eres. Acepto esa parte de ti; acepto
los riesgos y las consecuencias del amarte que me corresponden a mí.
¿Por qué estás tan enojado?

Se alejó de mí; vi que sus alas estaban visibles, y no pude evitar sino
dejar salir un suspiro mientras me maravillaba con su delicada y
poderosa belleza. Estaba poniendo un profundo brillo rojo en sus alas,
se agitaron con frustración contra algo que no podía tocar. Alcancé mi
mano hacia él, pero se alejó sin siquiera girarse para verme
acercándome.

—Esto no sucedería si hubieras aceptado ser cambiada.

Mi mano cayó a un lado, mi boca se abrió a modo de sorpresa, y mis


ojos se pusieron amplios de la conmoción. ¿Estaba enojado conmigo
porque había declinado su oferta de convertirme?

—¿Estás bromeando? Me abandonas aquí esperándote, casi


congelándome hasta morir en el proceso, y ¿estás enojado porque quise
permanecer siendo humana? ¿Es eso lo que te molesta? —Mi mente se
apresuró a buscar todas las razones por las cuales él estaría tan
enojado, pero no había nada con lo que pudiese justificarlo. Esto era
totalmente ridículo para tener sentido. A menos que…

—¿Me dejaste aquí a propósito? ¿Para probar algo?

Se giró para mirarme, sus ojos amplios de la sorpresa, y la siniestra


línea en su rostro fue remplazada con una de rabia.

—¿Cómo puedes pensar que intencionalmente te causaría algún mal?

Encogí mis hombros, haciendo lo mejor para no mostrar mi miedo y


culpa hacia su reacción sobre mi acusación.

—¿Qué más se supone que crea? ¡Me refiero a que incluso me dijiste
que usara el vestido verde! Si lo hubiese hecho, habría estado muerta
de frío mientras tú llegabas aquí, Robert.

Robert movió su cabeza.

—Lo habría sentido venir.

—¿Sentir, qué?

Purple Rose
Bird Song Grace Series S.L. Naeole
Sus ojos tomaron una expresión triste mientras se giraba para
finalmente responder, su voz suave llena de tristeza.

—Te habría sentido morir.

—Oh. —Pateé una roca que estaba en mis zapatillas y la vi volar hacia
el camino—. Bueno, ¿no es eso lo que se supone que debes sentir? Eres
La Muerte, después de todo.

Vi su cabeza agitarse, y sus pensamientos vinieron a mí. No quería


hablar más.

Eres parte de mi, Grace; te lo dije. Cuando sufres, también lo hago.


Cuando otros están muriendo, oigo el llamado en mi mente, pero…
cuando tú estás cerca de morir… se siente como si algo estuviese siendo
arrancado dentro de mí. Me dijiste que tú corazón era mío. No sabes que
tan acertada estabas cuando dijiste aquello.

Me sentí avergonzada cuando se volteó y me miró, había lágrimas


cristalinas en sus ojos. La muerte siempre estaba en su mente, pero la
mía se arrojaba a su corazón, sólo como si estando lejos de mí pudiese
llevar el mío.

—Lo siento. No debería haber dicho lo que dije. Tú no me pondrías en


peligro, por ninguna razón, y debí haberlo sabido.

Me dedicó una sonrisa, una genuina, brillante y hermosa sonrisa, y


sentí que el frío residual dejaba mi cuerpo mientras él me alcanzaba su
mano. La tomé, la agarré, la apreté como si mi preciosa vida dependiese
de aquello, y lo dejé halarme al abrigo de sus brazos, mientras el
revoloteo de nieve que había empezado a caer alrededor de nosotros
cuando nuestra discusión empezó, literalmente comenzó a vaciarse
sobre nosotros.

Y luego estábamos arriba en el aire, emprendiendo el regreso al


mirador. Ahora estaba cubierto de nieve y escombros, las barandillas
soportando inmensos carámbanos que no habían estado ahí cuando me
fui.

—¿Por qué me trajiste de regreso aquí? —pregunté, el sitio no me era


tan interesante como lo había sido hace algunas horas.

Tenía toda la cosa planeada, un evento todo establecido y todo fue


retrasado, pero aun así quería venir para la parte más importante.
Lo miré con una claramente confundida expresión en mi rostro. ¿Qué
era tan importante que no había podido esperar hasta que estuviésemos
en un lugar caliente… y seco?

Observé, mientras alejaba nieve y hojas a un lado para lo que fuera que
él había planeado, crucé mis brazos sobre mi pecho, la pérdida de su
cuerpo llevándose mi única fuente de calor.

—Correcto, quiero hacer esto con propiedad, así que sopórtame —dijo
Robert con una sonrisa en su rostro, y observé en absoluto horror
mientras se arrodillaba en el pequeño círculo que había despejado en
frente de mí.

—Oh, Dios mío, no, Robert. No hagas lo que creo que vas a hacer —dije
con rapidez, esperando que las palabras no se revolvieran debido a la
velocidad con la que las había articulado, el sonido de la voz de Janice
zumbando de nuevo en mi cabeza.

Negó mi petición con su mano y luego tomó una mía.

—Grace Anne Shelley, debería haber hecho esto primero. Pero no lo


hice, y eso demuestra los escasos modales de los que estoy seguro tu
madre ha maldecido muchas veces. Tal vez es redundante, pero esto
tiene que ser hecho, así sabrás que mis sentimientos hacia ti no son
más que genuinos. Quería preguntarte si me darías el privilegio de
cortejarte.

—Yo… —Estaba sin palabras. Esto era inesperado. Lo había exagerado.


Y él lo sabía también. Disfrutaba mi malestar y mi pena, pero más que
eso, estaba preocupado de que respondiera que no. No lo pude ver a los
ojos. Estaba asustado luego de esa noche, no podría no querer
continuar nuestra relación.

Simplemente asentí con mi cabeza, las palabras me fallaban y estaba


vencida por la emoción. Me acercó de nuevo a sus brazos y rió.

—Eres tonta —suspiró mientras besaba la parte superior de mi cabeza.

Solté una risita.

—También soy monstruosamente anormal. Cualquier chica en Heath


daría su ojo derecho por tenerte en una de tus rodillas y
declarándoteles, pero no yo. En vez de eso, estoy aterrada.

Lo sentí agitar su cabeza, y me alejó de él para que así pudiera verme a


la cara mientras hablaba.

Purple Rose
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—Grace tú no eres anormal, pero no eres normal tampoco. Lo que tú
eres es extraordinaria.

No pude evitarlo, pero solté una risita cuando dijo eso. ¿Quién más me
había llamado extraordinaria?

—¿Puedo preguntarte por qué necesitabas preguntarme? O sea, pensé


que era un hecho que estemos saliendo. ¿Por qué la necesidad de tanta
formalidad?

Llevó la mano con la que aún me tenía agarrada a sus labios, y besó las
yemas de mis dedos, sonriendo mientras lo hacía.

—Hice muchas cosas mal cuando llegué a ti. Pensé que si


empezábamos de la misma forma, las cosas sólo se volverían más
difíciles.

La sensación de estremecimiento que lentamente se había ido de mi


brazo, mitigó su camino hacia mi corazón, y lo pateó poniéndolo a toda
marcha dejando un espacio muy pequeño para las ideas coherentes.
Observaba mientras continuaba besando la punta de mis dedos, el
calor corriendo por mis venas lo suficientemente caliente como para
derretir la nieve a mí alrededor. Estaba segura de eso.

—Debería llevarte a casa. —Rió mientras notaba mi pesada respiración,


y me acunó de nuevo en sus brazos. Aseguré mis dedos tras su cabeza
y alcé mi cabeza a la altura de la suya, esperando, rezando que sólo por
una vez, no rechazaría mí beso.

Y no lo hizo.
6
Señorita Marjorie May
Mulligan.
Traducido por Whiteshadow

Corregido por Nikola

N
o fue hasta que estuve a salvo en mi cama, arropada
contra el pecho de Robert, mis pies sofocados por el
edredón, que Robert explicó qué lo había mantenido
ausente durante tanto tiempo. Nunca antes había hablado de aquellas
muertes que requerían su atención personalizada, y por eso supe que
quién fuese que hubiese dejado este mundo esa noche, había sido una
persona de gran importancia. Lo suficientemente importante como para
que él me dijera, en todo caso.

No quiero que me odies, Grace, había comenzado, su rostro buscaba en


el mío cualquier señal de rechazo.

Sostuve su rostro, mirándolo a los ojos tan profundamente como


cualquier ser humano podría.

—No puedo odiarte, Robert. Te amo. Puedes decirme lo que sea.

Lo sé. Sólo necesitaba un poco de reafirmación, supongo. Esta noche he


ayudado a cruzar a la bibliotecaria con la que has trabajado.

No me esperaba el sollozo que se deslizó fuera de mí, pero cuando llegó,


tampoco traté de frenarlo.

—¿La señorita Maggie? Oh no, ¿qué pasó?

Purple Rose
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Robert tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Tenía cáncer.
Estuvo postrada en cama por meses, Grace. Creí que lo sabías.

Negué con la cabeza, porque, obviamente, no tenía ni idea.

—No lo entiendo. Parecía saludable la última vez que la vi.

Los ojos de Robert se estrecharon al pensar en mi última declaración.


Grace, no me has oído. Ella estuvo en cama durante meses. No podrías
haberla visto.

Me senté, la idea de que pusiera en duda qué era lo que yo había visto,
no sentaba bien conmigo.

—Trabajé con ella durante todo el verano, Robert. La vi hace sólo unas
pocas semanas atrás. Estaba perfectamente bien.

Robert levantó su cuerpo hacia mí y presionó su frente contra la mía.


Podía sentir como buscaba en mi mente los recuerdos que yo sabía que
estaban allí, y cuando los encontró, fue como si pudiese sentir su
incredulidad.

No lo entiendo. Tu mente está libre de engaños, pero también sé lo que vi


en su mente. Ella ha sido incapaz de salir de su cama desde finales de
mayo. No hay una explicación lógica para esto.

El hecho de que Robert se quedase perplejo era suficiente para que el


temor bajara ondulando por mi espalda.

—¿Qué quieres decir con que, no hay explicación lógica para esto?

Lo que has visto era una persona muy real, Grace. Tú realmente viste a la
señorita Maggie. La memoria impresa no miente, pero su memoria, a
pesar de la niebla provocada por el dolor y la medicación, era tan clara.
Tal vez lo que has visto era una proyección astral, y ella no tenía ningún
recuerdo de ello. El dolor y la medicación pueden hacerle eso a la mente
humana.

Lo miré, confusa, escéptica y, aún así, temerosa.

—¿Proyección astral? ¿Eso existe?

Robert señaló con su rostro y dejó que una media sonrisa se abriera
paso en los duros planos del mismo. ¿Creías que mi especie existía
antes de que me conocieras?

Cuando negué con la cabeza, su media sonrisa volvió a ser una línea
severa. La proyección astral es real, aunque muy rara. Pero eso no
explica lo que tu mente vio. Las proyecciones astrales no son materiales.
Ellas no pueden aferrarse a los objetos físicos, y mucho menos
reemplazarlos en estanterías.

—¿Podría ser que imaginé todo eso? —pregunté, de pronto dudando de


mi propia mente.

No. No lo creo. Tus recuerdos tienen una claridad increíble, es casi como
verlo por mí mismo.

—Entonces, ¿cómo pude haberla visto sin que ella estuviese allí? —
Quería saber, la idea de que quizás estaba un poco loca empezaba a
sonar mucho más plausible a que una viejita utilizara proyección astral
para devolver libros a sus lugares, definidos por el sistema decimal
Dewey.

Robert no tenía una respuesta para mí, y no hizo nada para aliviar mi
mente. ¿Quieres al menos saber un poco acerca de quién era ella? Se
trata de una historia fascinante.

Sabiendo que él estaba tratando de cambiar de tema, y apreciándolo


por ello, asentí. Recostó mi cabeza sobre su pecho, su mano libre yacía
frotando mi espalda cuando comenzó a hablarme de la pequeña, pero
valiente, bibliotecaria.

Tú la conocías como la señorita Maggie. Su nombre completo era Marjorie


May Mulligan. Fue la octava de diez hijos, y la única que sobrevivió
pasada la infancia. Es la razón por la cual nunca tuvo hijos. ¿Sabías eso?

Negué con la cabeza. Había mucho que no sabía de la señorita Maggie,


al parecer.

Ella no quería tener hijos, y nunca se casó. Fue muy difícil de aceptar
para sus padres, por supuesto, pero no le importaba. Fue a la escuela
para convertirse en maestra, y, eventualmente, en bibliotecaria. Viajó por
todo el mundo, enseñando a los niños a leer, y se reunió con algunas de
las personas más increíbles de las cuales he sido testigo. Algunas
personas sólo consiguen ver el lado oscuro de la humanidad, pero ella fue
bendecida con la parte de la humanidad que le da esperanza a los de mi
clase.

Pero Maggie no se conformó con los viajes, no importaba cuánta gente


conociera, o la cantidad de nuevas experiencias que contabilizara. Su
primer amor era trabajar con niños. Escribió varios libros para niños, y
ayudó a dirigir la construcción de esa pequeña biblioteca con el dinero
que ganaba de los mismos. Cuando sus padres murieron, usó el dinero

Purple Rose
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que recibió de herencia para la biblioteca. Puso casi hasta el último
centavo en esa biblioteca.

—¿Por qué?

Porque era necesario. Ella no sabía qué tipo de necesidad estaba


llenando hasta que llegaste. ¿Recuerdas la primera vez que entraste en
la biblioteca?

Asentí con la cabeza.

—Fue unos meses después de que mamá murió.

Su pecho se levantó y bajó significativamente a medida que dejaba


escapar un largo suspiro. Maggie sentía mucho aprecio por ti. Le
recordabas mucho a sí misma.

Ella te vio, sola en un mundo lleno de gente, y sabía que estabas


necesitando algo.

Sonreí al recordar qué era ese algo.

—Ella me dio un pequeño libro lleno de cuentos populares de Irlanda.

El cuerpo de Robert se sacudió cuando un recuerdo instigó una silente


risa. Sí. Incluía un cuento sobre los Kelpies, si no me equivoco.

Me reí cuando me di cuenta qué era lo que le había hecho reír.

—Bueno, te dije que estaba bien instruida.

Me di cuenta de eso. Me aseguré de darle las gracias por ayudarte en el


asunto, para que lo sepas.

Levanté la cabeza para besar su barbilla, agradeciéndole en silencio.


Suavemente empujó mi cabeza hacia abajo, y apoyó su mejilla contra
mi cabello y continuó. Observó como crecías sola, a excepción de
Graham, y se preocupó por ti. Ella oró, oró para que un día Dios viniera y
te ayudara a ver lo especial que eres realmente.

Me contó que cuando venías a la biblioteca, tu espíritu dulce y el amor por


los libros, tu gran corazón... todo eso le daba motivos para seguir yendo a
trabajar todos los días, incluso después de que todos los otros chicos
dejaron de venir, después de que las donaciones dejaron de entrar, y la
nueva biblioteca abrió.

La mención del cese de donaciones me tomó por sorpresa.


—La señorita Maggie me dijo que había donantes regulares, dijo que a
la biblioteca le estaba yendo bien. No lo entiendo. ¿Por qué me diría eso
si no llegaban donaciones?

Dijo eso para que trabajaras para ella, Grace. Pagaba tu salario ella
misma. Vio en ti a su propio ángel personal, el que la salvó de los costos
de su error de no tener una familia.

Sacudiendo mi cabeza, sentí la irritación de las lágrimas comenzando a


formarse nuevamente, mi visión se volvía cada vez más borrosa con la
emoción.

—Entonces, ¿por qué no me habló sobre su cáncer? La hubiera


visitado. Habría pasado todos los días.

Sentí a Robert frotarme el cabello con el lado de su rostro, sus manos


dibujando círculos lentos, vertiginosos en mi espalda que ofrecía una
especie de agradable distracción, y luego suspiró, la respuesta difícil,
incluso para él, de discernir. No sé por qué, Grace. Pienso que tal vez
sentía que ya habías sufrido mucho más de lo que cualquier niño debe, y
de manera personal, además.

—O... tal vez no quería que la viera así, porque sabía que la había visto,
o a alguien que se parecía a ella, en la biblioteca —anuncié, y una idea
comenzó a formarse en mi mente.

Pensé en lo saludable que parecía la última vez que la vi, nunca la


había visto tan saludable, y parecía tan viva, tan fuerte. Ella llevaba
varias pilas de libros, era muy inusual para una biblioteca tan pequeña
que tantos libros estuviesen fuera de lugar, habría significado una
acumulación de libros...

—No era ella, Robert. Maggie nunca habría permitido que tantos libros
estuvieran, simplemente, fuera de sus estantes. Era un purista de la
pulcritud y el orden. Oh, ¿por qué no lo noté, entonces?

Robert me apretó y sentí su encogimiento de hombros, admitiendo que


él también estaba perdido como para dar una explicación. No ahondé
tan profundamente en sus pensamientos, Grace. Me gustaría ahora
haberlo hecho, pero eso no cambia el hecho de que a ella le importabas
mucho, y sus últimos pensamientos fueron para ti. Has tenido un
profundo efecto en su vida, y eso sólo reafirma lo especial que eres.

Había palabras que podrían haber expresado lo agradecida que estaba


de tener a alguien como Robert en mi vida, alguien que era capaz de
compartir conmigo los detalles íntimos de los que me valoran como

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persona, algo más que sólo rareza para hablar a mi espalda. Pero
ninguna de esas palabras estaba disponible para mí en ese momento.
En su lugar, lo que vino a mi mente fue el hecho de que la señorita
Maggie sabía mucho sobre mi vida y había sentido un gran afecto por
mí, pero yo no sabía nada de ella, más que su nombre y que trabajaba
en la biblioteca. Y ahora me preguntaba siquiera eso.

Grace, no. Ella nunca fue deshonesta contigo. Quizás no te contó la


historia de su vida, pero se entregó completa a ti. Te dio lo que
necesitabas, y, a cambio, ella recibió lo que necesitaba. ¿No es eso
suficiente?

Yo quería que fuera suficiente. Pero Dios me ayude, era codiciosa.

—Estoy cansada de que la gente observe como si de una vidriera en una


tienda se tratase cuando a mi vida respecta, Robert.

La pérdida gradual del sostén que tenía de Robert me dijo de su


confusión y su decepción por mi respuesta. No entiendo lo que quieres
decir con eso, Grace, pero podrías intentar ser más caritativa acerca de
alguien que estuvo allí para ti en uno de los momentos más difíciles en tu
vida.

Ahora era mi turno de estar confundida.

—¿Qué quieres decir? Ella no…

La mano de Robert apretó contra mis labios mientras me callaba. No lo


recuerdas, te acuerdas de tu primera vez en la biblioteca, pero no era la
primera vez que veías a la señorita Maggie.

Los recuerdos de mi infancia eran borrosos y teñidos con tanto dolor,


que no podía empezar a transitar a través de las diferentes capas, con el
fin de encontrar el evento específico que Robert podía ver tan
claramente. Era muy difícil.

Grace, sólo tienes dificultad con los recuerdos de acontecimientos que


tuvieron mayor impacto en tu vida. Se trata de un mecanismo de defensa,
algo así como separar los pensamientos en tu mente para protegerlos.
Esto fue después del accidente de tu madre. ¿Recuerdas estar en el
hospital?

Me acordé de algunas cosas sobre el hospital, pero sobre todo el viaje a


casa. Robert había roto algunas reglas a fin de permitir que fuese
testigo de lo que había sucedido cuando mi madre había muerto, pero
casi todo lo acontecido después, era un misterio.
Grace, pasaste casi una semana en el hospital luego del accidente. Te
encontrabas en shock, y los doctores no podían lograr que hablaras. ¿No
recuerdas eso?

Con la cabeza temblando negué, y mi mente se lanzó en una carrera a


través de los pensamientos para tratar de encontrar aquello que Robert
estaba tratando de hacerme ver, era casi imposible pasar por alto el
hecho de que en realidad no tenía ni idea de qué era de lo que Robert
estaba hablando.

Maggie se enteró de lo que les había sucedido a ti y a tu madre. Vino a la


habitación del hospital a visitarte. Trajo consigo la única cosa con la que
podría relacionarse contigo.

—Trajo un libro...

Él asintió con la cabeza. Sentí el movimiento, sabía lo que era, y sentí


como el reconocimiento cambiaba un interruptor en el interior de mi
cerebro.

—Era un libro, pero no era uno que se pudiese encontrar en un estante.


Era un diario... Ella escribió en él. Recuerdo que había poemas en él,
algunos que había escrito, y otros que había copiado de otras fuentes.

Robert pasó por debajo de mí, elevándome por encima de él para que
pudiera verme mejor a medida que hablaba. O para que yo pudiera
verlo mejor. Casi pierdo el hilo de mis pensamientos al tan sólo mirar
fijo la luminiscencia de sus ojos. Grace, ¿recuerdas qué fue lo que te
leyó?

Tuve que parpadear varias veces y, finalmente, cerré los ojos para
bloquear el resplandor plateado que exigía mi atención para poder
pensar. El libro que Maggie había tenido en sus manos era viejo,
algunas de las páginas severamente manoseadas y amarillentas por la
antigüedad. Podía oír el ritmo de su voz cuando leía las líneas escritas.
Había una extraña familiaridad en las palabras que se encontraban
amortiguadas en mi mente.

—Puedo escuchar el ritmo. Lo puedo escuchar, pero las palabras...


están perdidas en mí.

Todo sucedió muy rápido, apenas noté el movimiento. Robert se había


incorporado, habiéndome dejado para recuperar algo, sólo para regresar
exactamente a la misma posición, sus brazos sosteniéndome, por
encima de su cara. Sólo que esta vez, él me estaba sosteniendo con una
mano. En la otra, tenía un libro.

Purple Rose
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—Ese es el libro que Lark me dio para Navidad. —Señalé, estirándome
para alcanzarlo, la cubierta de cuero era inconfundible, el olor de un
libro viejo simplemente era tan intoxicante para mí como uno nuevo.
Eché un vistazo a las páginas hasta encontrar, por la cual yo había
sentido necesidad, la que siempre me había atraído—. Al Aaraaf —
suspiré.

Las palabras que no habían tenido ninguna estructura, ninguna forma


en mi mente, de repente obtuvieron una claridad casi imposible. Este
poema representa, en muchos sentidos, el amor que sentía por Robert...

—Pero no lo entiendo. Es una pieza tan intensa. ¿Por qué eligió esto
para leerme? —pregunté, mis dedos tocando las palabras como si cada
letra me conectase a Robert aún más.

La mano de Robert se encontraba cubriendo la mía y juntos habíamos


seguido las líneas que él me había susurrado la primera noche que se
había quedado... lo miraba esperando su respuesta.

No supo por qué lo eligió. Parecía como si la llamases. Necesitabas un


ángel para que te ayudara, y ella no tenía nada más que dar, supongo.
Incluso sabía que yo era tu futuro.

—¿Pero por qué iba yo a bloquear esa parte? ¿Por qué optaría por no
recordar algo tan significativo?

Elegiste bloquear muchas cosas sobre ese momento en tu vida, Grace.


Fue la forma que tu mente halló para enfrentarlo. Pero ya ves, Maggie no
era... ¿cómo fue que lo pusiste?

—Una vidriera.

Sí, una vidriera. Maggie no observaba como si de una exhibición en un


anaquel se tratase en lo que a ti respectaba. Ella estaba totalmente
interesada en tu recuperación, y futuro.

Puede no haber sido tan significativa como los fisgones... como te hubiera
gustado, pero ella todavía estaba allí.

Evité mirarlo a los ojos porque él estaba en lo cierto. Sabía que tenía
razón, lo había dicho, y no podía negar lo que aquello significaba, que
fuera verdad.

Maggie había, de hecho, sido una parte de mi vida. Eso no quería decir
que aún no estuviera molesta por ello. No me parecía correcto, ni justo,
no conocerla en la forma en que me conocía. Me sentía robada....
—No sé por qué simplemente no me dejó llegar a ella... —murmuré
finalmente, más para mí que para nadie en particular.

Realmente, Grace. La mujer ha muerto, sin hijos, o nietos, familiares o


verdaderos amigos a su alrededor para llorarla, ¿y en lo único que
puedes pensar es en ti? Se sentó con un bufido, y de inmediato me sentí
culpable. Había sido egoísta y poco caritativa, incapaz de identificarme
con la soledad que Maggie debió haber sentido, y eso era todo lo
contrario a lo que un ángel haría, había ofendido a Robert
inmensamente.

—Robert, lo siento. —Fui capaz de salir antes de que él me dejara sola


en la cama para desplazarse por la habitación.

Te he dicho, simplemente, que alguien que cuidó de ti ha muerto, Grace.


Te he dicho que se interesó mucho por ti, que ella estaba allí para
ayudarte cuando más lo necesitabas, ayudó a tu padre al hacer eso
también... y lo único en lo que puedes pensar es en cómo te sientes, en
cómo algo te fue negado. ¿Por qué? Le das más atención y sientes
preocupación por el padre de Graham, que no ha hecho nada más que
tratarte con desprecio. ¿Por qué?

Cualquier tipo de sentimientos de caridad que pude haber tenido se


desintegró mientras él le daba rienda suelta a sus pensamientos. Sus
ojos eran fríos, su rostro duro, y no podía encontrar contenida en mí la
frialdad que sentía a cambio.

—Me siento más preocupada por Richard porque él es el padre de


Graham. El único que tiene. Él y yo no tenemos el lujo de tener padres
que no mueren, y definitivamente no tenemos la capacidad de leer sus
mentes tampoco, así que cuando algo está mal, y comienzan a herirse a
sí mismos o a otras personas me preocupo, perdona si me importa.

No me molesté en quedarme para medir su reacción. Simplemente me


levanté de la cama y salí de la habitación. Me dirigí hacia el piso de
abajo, a la cocina, con la esperanza de que en el momento en que
llegase allí, me hubiera calmado lo suficiente como para tratar con él.
Porque sabía que se encontraría allí cuando encendiera la luz de la
cocina.

Eso fue muy infantil de tu parte.

Fruncí el ceño cuando abrí el refrigerador. Necesitaba una distracción, y


el asado sobrante de la cena se ajustaba bien.

—No más infantil que tú dejándome en la cama.

Purple Rose
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Oí el gruñido en mis oídos, así como en mi mente y sentí como si él
hubiera tomado un bate de espuma, golpeándome en la cabeza... dos
veces.

Lo hice para protegerte.

Azoté la puerta del refrigerador cerrándola con ese comentario y lo miré,


mi mandíbula dolía por sobresalir en un ángulo exagerado, pero lo
necesitaba para ayudar a enfatizar lo enojada que estaba.

¿Protegerme de qué? ¿De ti? Si no me equivoco, la única vez que parece


que estoy en peligro es cuando tú estás cerca, y tú no estás demasiado
por aquí.

No debí haber pensado eso. En el instante en que lo hice, me odié por


ello, pero no importaba. El dolor y la culpa en el rostro de Robert antes
de su desaparición fueron suficientes como para hacer que me
desplomase.

—¿Por qué abriste la boca? —gemí en voz alta, y bajé la cabeza,


demasiado avergonzada para hacer otra cosa que sentarme en el frío
piso de baldosas, mis rodillas palpitando, un calambre pequeño que
crecía en mis muslos, y la imagen de Robert antes de irse mirándome
desde cada punto posible.

—¿Grace? ¿Por qué estás en el suelo?

Miré hacia arriba y vi a Graham de pie en la puerta de atrás, una


mirada de preocupación en su rostro.

—Sólo estoy aquí sentada, pensando en cómo mi boca siempre me mete


en problemas —dije, tomando su mano, mientras me halaba para
ponerme en posición vertical.

—Bueno, definitivamente tienes que trabajar en lo que les dices a


algunas personas, especialmente los más estúpidos. Tenemos la
tendencia a atacar y causarte daño —dijo, sonriendo a medias,
incluyéndose a sí mismo—. Entonces, ¿qué pasó esta vez?

Negué con la cabeza incapaz, no, realmente no quería discutir con él


sobre Robert, al tiempo que me deslicé de regreso al piso. Puede ser que
pulieran sus diferencias, pero yo era todavía un tema delicado para
ellos. Bueno, con Robert por lo menos.

—¿Tuvo algo que ver con Robert?

—No quiero hablar de ello, Graham.


Se encogió de hombros y abrió la puerta del refrigerador, con cuidado
de no golpearme las rodillas en el proceso, y con mucho cuidado sacó
un paquete de embutidos y un frasco de mayonesa. Vi desde mi
posición incómoda en el suelo cómo se hizo un sándwich, silbando
mientras lo hacía.

—Toma —dijo mientras me entregaba un triángulo de pan y carne—.


Come. Parece que te falta algo más sobre los huesos además de Robert.

Hubo un momento en que algo así hubiera resultado en mi puño


cerrado golpeando a Graham en el brazo... o en este caso, su rostro.
Pero algo dentro de mí no pudo conectar con esa parte de mis reflejos, y
en su lugar, me puse a llorar, grandes, gordas y embarazosas lágrimas
que nunca había sido capaz de derramar delante de Graham, y sin
embargo allí estaban, dejando charcos de solución salina en el suelo y
en mis muslos.

Graham estaba en cuclillas delante de mí, sus rasgos retorcidos con


preocupación y confusión.

—Es sólo un sándwich, Grace —murmuró mientras trataba de limpiar


la humedad de mi rostro.

—Oh, me siento tan estúpida —sollocé, y rápidamente metí el sándwich


en mi boca, con la esperanza de no ahogarme con él... o tal vez sí—.
Pued-quella-dic-mal-oael —murmuré, pedazos de pan caían de la boca
mientras hablaba.

Graham se rió, con la cabeza inclinada hacia un lado confundido.

—¿Quieres intentarlo de nuevo con menos comida en la boca?

Después de engullir el resto del bocadillo, respondí:

—Le dije algo malo.

—Ah. —Graham asintió con la cabeza y se acercó, estrechándome con


los brazos en un fuerte y reconfortante abrazo, mi hombro presionado
contra su pecho, un lateral de la cabeza apoyada en contra de la suave
depresión que descansaba entre sus hombros. Este fue un abrazo que
sentí... diferente. La profundidad de las emociones que sentí era la
misma, pero solo estaban tomando un camino diferente. Se sentía como
si estuviera siendo abrazada por un hermano.

—No creo que me vaya a perdonar —dije, mi voz ahogada en su


hombro—. Lo que dije fue realmente malo.

Purple Rose
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—¿Quieres decirme de qué se trataba? Tal vez te puedo decir si estás
exagerando.

Dejé que mi cabeza se moviera en un silencioso “no,” y entonces lo sentí


suspirar, no gustándole que estuviera ocultándole un secreto y que
aparentemente él estuviera bien con eso.

—Grace, lo superará. Deja que se calme. Él es un chico y todos hemos


tenido nuestros egos heridos alguna vez. No deberías estresarte
demasiado por ello, ¿de acuerdo? —Me apretó, en la forma en que un
hermano lo haría, y asentí con la cabeza en confirmación, aunque sabía
que Graham se encontraba, probablemente, muy equivocado.

—¿Podrías decirme al menos qué fue lo que comenzó la discusión?

Deseaba ser honesta, le dije la mayor parte de la verdad. Las cinco


palabras de la misma.

—Todo comenzó con la señorita Maggie.

—¿La bibliotecaria?

Asentí con la cabeza y el dolor que no había sentido aún, el dolor que
había puesto inconscientemente en un segundo plano a causa de mi
egoísmo estúpido, de pronto llegó corriendo a la vanguardia de mis
emociones, y trajo consigo un nuevo conjunto de lágrimas.

—¿Me quieres decir qué pasó? —preguntó Graham, su voz suave y llena
de preocupación.

Pero tanto como quería, no podía. Sentí que exhalé en mi respuesta, y


la afluencia de lágrimas sólo aumentó cuando mi culpa y odio a mí
misma se apiñó una sobre la otra.

Sentí los hombros de Graham temblar cuando rió entre dientes,


encontrando alguna pequeña diversión en mi comportamiento inusual.

—Realmente tienen que gustarte los libros para permitir que la señorita
Maggie se interponga entre tú y Robert.

Escondí mi sonrisa en su hombro. Si supiera la verdad.


7
Bombas y Bombas
Traducido por Whiteshadow

Corregido por Majo

G
raham y yo fuimos a la cama justo en el momento en que
el sol debería de asomar por el horizonte. Digo “debería”
por qué la tormenta de invierno que había hecho su
aparición poco después de la medianoche continuaba
precipitando nieve y bolas de granizo ocasionales sobre
Heath, ya pasado el amanecer, bloqueando completamente cualquier
tipo de luz beneficiosa. Fue sólo cuando los golpes del granizo pasaron
de esporádicos a incesantes que por fin desperté.

El resplandor gris que brilló a través de la ventana engañó a mi reloj


interno cuando miré al reloj real que estaba sobre la cómoda y caí de
nuevo en la cama con un gruñido fuerte de insatisfacción.

—¡Sólo son las nueve y media!

Me di la vuelta y busqué la forma familiar que se sentía como si siempre


hubiera estado allí, tan parte de mí como mi propia piel. Pero no había
nada. El punto en la cama junto a mí en el que Robert normalmente
dormía estaba vacío, era evidente por la falta de alboroto en el edredón
o la almohada.

No había esperado sentirme despojada a tal punto por el regreso del


vacío; hasta hacia un par de meses atrás, siempre había estado allí. Mis
dedos se aferraron al espacio vacío, la palma de mi mano hormigueaba
con ganas de sentir el calor de la piel a la cual me había acostumbrado.

Las lágrimas que habían fluido con demasiada libertad pocas horas
antes renovaron su paso por mi cara mientras me sentía totalmente

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miserable, la ausencia de Robert me llenaba con más lamento de lo que
pensé posible. Tenía que aprender a controlar mi boca.

Sí, tienes que hacerlo.

—¡Oh! —exclamé, y hundí la cara en el edredón de la cama. No sabía


dónde estaba él, pero no quería que viese mi cara toda roja e hinchada
como si acabara de ser atacada por un nido de abejas.

Te he visto luciendo mucho peor.

Lo sentí tomar asiento en el borde de la cama, y con una velocidad que


sabía que no debería poseer, estaba contra su pecho, mis brazos
alrededor de su cintura, el rostro apretado contra el hueco de su cuello.

—Lo siento —dije en voz baja, los sollozos que apenas había mantenido
a raya se abrieron paso, derramándose sobre su camisa—. No debería
haberlo dicho. No debería haber sido tan egoísta.

Cuando sus brazos finalmente se encontraron a mí alrededor,


sosteniéndome, como lo hacía, eso debería de haber sido suficiente para
calmarme. Debería haberme sentido aliviada, eufórica. En cambio, el
sollozo sólo creció en intensidad, los sollozos se convirtieron en hipo,
mientras mis ojos, que solo habían estado inflamados antes, ahora
estaban casi cerrados por la hinchazón que demandaba tantas
lágrimas. No podía respirar por la nariz, y podía decir por el calor en
mis mejillas que probablemente se veían rojas como una fresa, con
semillas incluidas.

—Y sigues siendo bella —suspiró Robert, el mentón apoyado en mi


cabeza, sus brazos ciñéndome rítmicamente, trazando un patrón de
calma que poco a poco hizo su trabajo llegando hasta mi respiración—.
Y absolutamente, ridículamente, y totalmente tonta.

Sonreí, sin importarme lo que él dijera, mientras estuviera aquí para


decirlo, aquí para sostenerme, mientras que lo dijera... sólo aquí.

—Lo siento, Grace. No debería haber salido así. Fue incorrecto hacerlo.
Te prometo que no volverá a suceder. Tenemos que enfrentarnos a
nuestros problemas codo a codo, de lo contrario, esto es lo que sucede:
Nos dañamos el uno al otro.

Sacudiendo la cabeza, murmuré en su camisa—: Yo soy quien te hace


daño. Tú tienes la paciencia de... bueno, un ángel, y si puedo hacer que
incluso te enojes, entonces algo está seriamente mal conmigo.
Sentí su pecho temblar mientras reía, escuchando su profundo timbre
debajo de su piel.

—No hay nada malo contigo. Todo en el mundo está bien si te amo
tanto, que afectas la forma en que pienso.

—¿Lo hago, realmente?

Sus labios rozaron la parte superior de mi cabeza mientras respondía,


aunque a regañadientes.

—Sí. Afectas todo mi mundo, Grace. Los cambios evidentes son una
cosa, pero son los cambios en el interior los que me prueban todos los
días el profundo impacto que has tenido en mi vida. Mil quinientos años
de simplemente existir, sintiendo lo mismo, pensando las mismas
cosas, soñando con lo mismo, y en menos de medio año, has cambiado
todo.

Por alguna razón, me disculpé... otra vez, lo que no parecía sentarle


bien a Robert.

—No te disculpes, Grace. No pediste que ingresara a tu vida y la


colocara boca abajo. Si nunca te hubiese hablado, hubieras seguido tu
camino, y yo hubiera seguido el mío.

Había momentos en los que sabía que tenía que mantener la boca
cerrada, para evitar decir cosas que sólo me meterían en problemas, y
lastimarían a aquellos que me importaban.

Este no era uno de esos momentos.

—¿Qué quieres decir, yo habría seguido mi camino, y tú habrías


continuado el tuyo? ¿En qué camino me encontraba? Oh, es cierto, en
el cual no tenía amigos, apenas familia, y sin ti. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué
habrías hecho los próximos mil quinientos años?

Robert se puso rígido antes de encogerse de hombros y exhalar. Me


apartó de él con poco esfuerzo, a pesar de utilizar todas mis fuerzas
para aferrarme a él.

—Habría continuado existiendo, sin saber nunca lo que me faltaba, y


quizás más sabio por ello.

—¿Q-qué? ¿Por qué? —exigí saber. Me miró a la cara y, por primera vez,
vio un débil rastro de decepción... pero ¿por qué?

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—No te preocupes por eso, Grace. Lo importante es que estoy aquí,
ahora. Eres más que una parte de mi vida; eres mi vida.

Quería presionar sobre la cuestión, por mucho que supiera que él no,
pero como siempre, justo cuando me estaba acercando a la más
importante de las preguntas, alguien llamó a mi puerta.

—Grace, ¿puedo pasar? —escuché a Graham preguntar al otro lado de


la puerta. Me volví para mirar a Robert, para ver si no le importaba,
pero él ya se había ido.

—Claro —le contesté—. No es como si me fueras a encontrar aquí con


alguien... valiente —murmuré en voz baja cuando Graham entró,
vestido con un uniforme de algún tipo.

—Entonces, ¿qué te parece? —preguntó mientras se daba la vuelta,


mostrando la camisa burdeos con lo que sólo podría asumir, era una
blanca corbata de clip. Sus pantalones eran de un color gris oscuro con
una franja color vino a juego a lo largo en el lateral de los muslos.

—Te ves como un cascanueces. Lo único que falta es el sombrero —


comenté, moviendo la mano para descansar en el punto caliente que
Robert había ocupado recientemente. Me perturbó lo rápido que había
salido corriendo, incluso ahora.

Graham tomó mi movimiento como una señal para sentarse, y quité mi


mano fuera del camino antes de que la aplastara con su peso.

—¿Has hablado con Robert ya? —preguntó, con los ojos llenos de
preocupación cuando quitó algunos de mis cabellos enmarañados de mi
rostro—. Te ves peor que cuando te deje, Grace. Has hablado con él,
¿no? ¿Ha dicho algo que te lastimó?

Negué con la cabeza, tratando de no dejar que los comentarios de


Robert quemaran un agujero en mi cabeza, doliendo por estar llena de
dudas y sospechas.

—No te preocupes al respecto, Graham. Entonces, ¿has venido aquí sólo


para mostrarme tú... uniforme?

Hizo una mueca, y el indicio de un hoyuelo formándose en sus mejillas


que me hizo sonrojar.

—En realidad quería hablar contigo acerca de algo... importante.

Giré todo el cuerpo y tiré de las rodillas hasta el pecho, la barbilla


apoyada en ellas mientras miraba a sus emocionados ojos.
—Bien, dispara.

—Bueno, esto es un poco difícil debido a quién ella es, y quién eres tú
verás... me gusta alguien, Dios, ¿cómo puedo hacer esto sin sonar como
un completo idiota?, lo que quería saber es, que, ¿crees… crees que
Lark saldría conmigo?

Sentí que mis ojos se abrían de par en par, pero mi mandíbula se


mantuvo inmóvil. En cambio, mi rostro entero se elevó al ver que
finalmente había desarrollado el valor para darle voz a sus
sentimientos.

—Creo que habría que preguntarle, pero estoy bastante segura de que
diría que sí.

Dejó escapar un suspiro de alivio que hizo que su pecho se hundiera y


su cuerpo se encorvara con el torrente de aire que abandonaba sus
pulmones.

—Estaba planeando pedirle salir en una cita después de mi primer


turno de hoy. —Graham dio un vistazo al reloj y se levantó de un salto,
un improperio salió de su boca mientras lo hacía—. ¡Oh! maldita sea, lo
siento Grace. Me tengo que ir. Comienzo a trabajar en menos de veinte
minutos y se supone que debo estar allí diez minutos antes para poder
obtener un rápido recorrido del lugar.

—Bueno, ve entonces. No querrás llegar tarde el primer día. Hablaremos


sobre esto más adelante —le dije mientras bajaba las piernas hasta el
suelo y quedaba de pie—. ¿A qué hora termina tu primer turno?

—A las cinco. ¿Vas a venir?

Asentí con la cabeza y sonreí.

—Tengo que ofrecerle a mi mejor amigo algo de apoyo moral, ¿verdad?

Me miró de soslayo cuando estaba cerca de la puerta, medio riéndose,


cuando dijo—: ¿Está segura de que no es porque deseas mantener la
paz entre tu novio y yo?

La sonrisa que había llenado mi rostro se apagó.

—No sé si realmente puedo hacer eso, sinceramente. Las cosas pueden


tener sus altibajos con Robert, pero Lark tiene mente propia, así que no
me preocuparía mucho por ello.

Hizo una pausa mientras analizaba mi respuesta.

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—¿Esto va a causar un problema entre ustedes dos?

El ascenso y caída de mis hombros indicaban que no lo sabía, pero en


el fondo conocía la respuesta. Cuando de Graham y Robert se trataba,
siempre había un problema. Esto sólo iba a complicar las cosas, pero
Graham no necesitaba saber eso. Prefería tratar con Robert que con
otra Erica.

—Bueno, nos vemos a las cinco entonces —gritó mientras salía,


cerrando la puerta detrás de él. Me senté y esperé en mi cama a que
Robert regresara, preparándome para la avalancha de preguntas y
acusaciones que sabía que iban a venir. Sin embargo, no se presentó.
Después de una hora de espera, finalmente me di por vencida. Me
encontraría tarde o temprano. Mi única esperanza era que pasáramos
más tiempo hablando acerca de qué era lo que había querido decir
cuando dijo que hubiera sido más sabio el no haberme encontrado, pero
era igual de bueno para evitar responder a una pregunta como yo lo era
en sacar el tema. Y ahora esto...

A las cuatro y media, Stacy llegó a recogerme. La había llamado para


ver si quería ir al cine conmigo, pero no le dije la verdadera razón para
ir; habría dicho que no de forma automática.

—Así que, ¿qué película vamos a ver? —preguntó mientras esperaba a


que me calzara las botas.

—No sé —respondí con sinceridad. ¿Qué películas estaban proyectando


de todos modos? No había estado viendo la televisión en absoluto, y no
podía recordar la última vez que había ido realmente al cine, y mucho
menos ver un anticipo de algo que estuvieran proyectando allí.

Stacy tenía una mirada de profunda concentración en su cara mientras


corría a través de lo que sólo podría ser una lista mental de películas
que ella quería ver, por fin se decidió por una con un gesto brusco.

—Vamos a ir a ver la nueva película de zombies protagonizada por un


guapo chico con acento británico.

Sólo había un guapo chico que sonaba como británico que quería ver,
pero había evitado mis pensamientos y mi habitación después de la
salida cobarde de esta mañana, así que no estaba aguantando la
respiración.

—Está bien. Vamos a hacer eso.

Subimos a su auto y se dirigió hacia el cine, la radio a todo volumen.


Aunque la mayoría de la gente elegía cantar junto a la melodía, Stacy en
su lugar elegía cantar en armonía, lo que complica la canción por la
alternancia de los altos y bajos dependiendo de la pista que había
optado por escoger. Era mucho más entretenido que la canción real, y
me maravillaba de lo increíblemente talentosa que se mostraba.

—Le puedes agradecer a doce años de lecciones de piano y a mi


capacidad para seleccionar las notas y hacer que funcionen —dijo entre
canción y canción cuando vio mi expresión—. Le dije a mi mamá que
quería ser cantante hace un par de semanas atrás, y dijo que no estaba
trabajando como cocinera en una cafetería para que pudiera ser alguna
pop-tarta5 americana.

La tristeza en sus ojos era algo que había visto antes. La primera vez
que la había oído cantar, me había explicado lo que sus padres
esperaban de ella, sus objetivos. Culturalmente, quedó con pocas
opciones que aprobaran sus padres, y más aún en hacer sus propios
sueños realidad respectaba, quería complacer a sus padres.

—Eso es lo que sucede cuando ambos padres son coreanos


tradicionales —había explicado un par de semanas más tarde, cuando
Lark y yo insistimos con el tema.

—Pero tú eres americana —le contesté, sintiéndome enojada con sus


padres por haber venido a este país debido a las oportunidades
disponibles para ellos y sus hijos, y luego negárselas a ella.

—Soy americana de nacimiento. Para el resto de mi vida, voy a ser su


hija, y no puedo ignorar eso —había dicho, luciendo cabizbaja.

—Bueno, creo que deberías decirle a tus padres que te mereces vivir tu
vida como mejor te parezca —expresó Lark, de humor oscuro y
malévolo.

Stacy se echó a reír por el comentario de Lark, pero parecía que éste se
había adherido a ella, a medida que se fue tornando más abierta acerca

5
Pop-tarta: El texto original recrea un juego de palabras, haciendo alusión a las
American Pop Tarts (unas tartas planas, rectangulares y pre-horneadas hechas por la
compañía Kellogg´s que se venden en pastelerías) y a los American Pop Artist (Artista
Pop Americano.)

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de su forma de cantar, haciéndolo con mucha más frecuencia que
antes. Ahora, en el auto, estaba cantando a todo pulmón las notas, sin
preocuparse de nada más que las mejoras que sabía le estaba haciendo
a la canción.

Era mientras que estacionaba el auto que sacó a relucir lo de año nuevo
en la casa de Lark.

—¿Sabías que Lark desapareció por un tiempo, y Graham también lo


hizo?

No tenía que fingir sorpresa. Sabía de Lark, obviamente, pero no de


Graham. Lamenté eso, ni siquiera le había preguntado acerca de cómo
habían ido las cosas con Robert y Lark.

Midiendo mi reacción, Stacy continuó.

—Lark vino y actuó sorprendida de que Graham no estuviera en la sala


de estar conmigo, pero luego él se presentó unos pocos minutos
después, con la misma mirada de sorpresa en su rostro, sabía que algo
estaba pasando. ¿Crees que están saliendo en secreto?

Meneé la cabeza con el secreto conocimiento encajado profundamente


en el fondo de mi mente demostrando que era verdad.

—No. Sé que es un hecho que no está saliendo. Robert lo sabría, y me


habría dicho, o se habría quejado al respecto.

Suspiró, con lo que yo podría haber confundido con alivio, Stacy paró el
auto y se volvió para mirarme.

—Me parecía raro, que los dos desaparecieran al mismo tiempo. Lark
me dijo después que fue a dejarte a ti para que te reunieras con Robert,
pero ella lo puede hacer en pocos minutos. No sé, piensas que ha
encontrado una forma de mentir, ¿verdad?

—Stacy, ya sabes Lark no puede mentir. Te dijo la verdad. Pasó unos


minutos hablando conmigo en la glorieta. Regresó tan pronto como
acabamos. No sé dónde estaba Graham, pero sí sé que no estaba con
ella.

—Oh —respondió, y un ligero rubor coloreó sus mejillas—. Bueno, está


bien entonces. ¡Vamos a ver algunos zombies!

Cuando abrió la puerta y salió del auto, me quedé pensando qué había
causado este repentino interés en lo que Lark y Graham estaban
haciendo juntos. Mientras caminábamos hacia el teatro, la idea parecía
reproducirse como ratones hasta que mi mente perspicaz se llenó de
posibilidades que lindaban en el plano de lo absurdo y lo absolutamente
descabellado. Stacy no podía estar interesada en Graham, ¿o sí?

La fila de boletos estaba vacía y compramos boletos para la función de


las seis en punto antes de dirigirnos al vestíbulo del cine. Rápidamente
le permití a mis ojos mirar alrededor, esperando ver una cara familiar
antes de que Stacy lo hiciera. Era demasiado lenta para mi propio bien.

—¿Graham trabaja aquí?

Ahogando un grito de decepción, respondí en forma afirmativa.

—En realidad fue contratado ayer.

La mirada en el rostro de Stacy fue de sorpresa y molestia. Recé para


que no sumara dos más dos. Mi oración fue escuchada...
negativamente.

—¿Es por eso que querías venir aquí? ¿Así podías ver a Graham?

La torsión en el estómago siempre ocurría cuando estaba a punto de


mentir se sentía como si una prensa estuviera aplastando mis
intestinos, tragué el dolor, obligándolo a descender, y respondí.

—No. Vine porque Robert y yo tuvimos un desacuerdo y tenía que salir


de la casa para no sentarme y deprimirme.

Aunque pareciera extraño, el dolor disminuyó de repente, había estado,


en parte, diciendo la verdad. No quería quedarme en casa sola,
permitiendo que mi mente corriera por escenarios que no eran
saludables para una persona sana que estaba saliendo con un chico
normal.

—¿Ustedes tuvieron una pelea? Vaya, pensaba que los ángeles debían
ser agradables y flexibles —dijo Stacy, asombrosamente rastros de
simpatía llenaron sus ojos.

—No sé de dónde sacaste esa idea, sobre todo conociendo a Lark, pero
agradables y complacientes no son. Son ángeles por naturaleza, claro.
¿Pero ángeles por comportamiento? Ni siquiera cerca —dije cuando nos
acercamos a Graham.

Eché un vistazo a la línea severa que solía ser su boca y supe que algo
andaba mal. Me volví para mirar a Stacy, pero su postura me indicó que
no estaba de humor para burlas o sarcasmo. Ella parecía tan
desconcertada como yo.

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—¿Qué pasa? —pregunté una vez que estaba lo suficientemente cerca
como para hacerlo sin levantar la voz—. ¡Luces francamente amargado!

La línea dura de su boca apenas se movió cuando él respondió.

—El nuevo gerente me está tratando como si tuviera algo con su


hermana o algo así.

El mecanismo de defensa de mejor amigo que había en mí dio una


patada e inmediatamente exigió saber dónde estaba el gerente. Graham
indicó con la cabeza hacia alguien que se acercaba a nosotros, y me di
la vuelta para enfrentarme a él, totalmente decidida a regañarlo por lo
que fuera que él hubiese hecho para poner esa mirada en el rostro de
Graham.

—Hola, Grace —me dijo el gerente, porque no pude encontrar nada que
decirle a él, no después de ver quién era—. Si hubiera sabido que
querías venir al cine, no hubiese estado de acuerdo en hacer un doble
turno.

Robert se puso delante de mí, inquietantemente hermoso incluso en su


traje de uniforme, no podía respirar. Ni siquiera podía parpadear.
Seguramente ésta era una aparición de algún tipo, y el jefe de Graham
no era mi novio.

Stacy, al ver que toda la tregua que pudiera haber existido entre Robert
y Graham había volado de repente por la ventana, decidió que tenía que
elegir un bando... rápidamente, y así hizo la única cosa que nunca
hubiera esperado.

—Te ves muy bien con ese uniforme, Graham. No sabía que podías lucir
tan bien.

La mirada hirviente de Graham se desplazó a Stacy, y sus ojos se


abrieron, como si acabase de darse cuenta de su presencia.

—Uhm, gracias, Stacy —tartamudeó.

Ella asintió con la cabeza y sonrió.

—No hay problema —dijo con un tono divertido cuando ella se acercó
más hacia él, y más lejos de Robert.

Miré a ambos, y luego volví mis ojos de nuevo hacia Robert.

—¿Cuándo has empezado a trabajar en el cine?


—Desde ayer —respondió en un tono cortante que resultó en una
respiración profunda de Graham, era una señal de que estaba tratando
de controlar su temperamento... Y probablemente fallaría.

—Pero tú no necesitas un trabajo —le señalé, no queriendo que nada de


lo que hubiera dicho hoy pudiera degenerar en algo que una vez más
demandara que yo, también, eligiera un bando. Quizás antes hubiera
sabido a cuál de los dos elegir, pero no ahora. No con las cosas como
estaban en ese momento—. ¿Y por qué te hicieron gerente? —Quise
saber—. Graham ha estado viniendo a este cine mucho más tiempo del
que has estado aquí. Él conoce a todo el mundo en Heath. ¿Por qué no
le ofrecieron el puesto si estaba libre?

Robert me agarró del brazo y tiró de mí hacia un lado, al parecer, no


quería que lo que tuviera que decir llegara a ser oído, lo que sólo me
enfureció más. ¿No era el único capaz de comunicarse sin hacer un solo
sonido?

—Grace, sabes por qué tengo este trabajo —dijo entre dientes—. No me
obligues a responder esa pregunta.

Levanté la cabeza desafiante. Entonces dime, ¿por qué has obtenido este
trabajo, en primer lugar?

Robert miró a Stacy y Graham, cuyos ojos se centraban en nosotros,


Stacy sujetaba el brazo de Graham con tal ferocidad, que podía ver
como las puntas de los dedos se ponían blancos. La boca de Robert
comenzó a moverse, pero no salió ningún sonido. Él imitaba que
hablábamos para mantener nuestra conversación privada.

Porque sé lo que siente por mi hermana, he visto sus pensamientos.


También he visto sus pensamientos sobre ti, y esas dos cosas no se
siente bien juntas en mi mente, especialmente si él quiere salir en una
cita con Lark.

Exasperada, elevé las manos, mis ojos se sentían como si estuvieran a


punto de salirse fuera de sus órbitas.

¿Has hecho todo esto porque le gusta Lark? ¿Lo has tratado como basura
porque resulta que le gusta tu hermana? Me volví para mirar a Graham,
cuyos ojos estaban redondos, con sorpresa, y miré hacia atrás para ver
lo que había provocado esa expresión. Lark estaba de pie detrás de
Robert y de mí, con una mueca dibujada en su hermoso rostro.

La frágil belleza que contrastaba con la fuerza y el atrevimiento de Lark


engañaría a cualquiera que no supiera quién era, y lo que era. La miré a

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los ojos, ojos grises casi incoloros que ven más de lo que vemos, y podía
ver a través de ellos cuán infantil toda la situación se estaba volviendo.

—Hola, Lark. —Me las arreglé para salir antes de que Robert fuera
capaz de enviar otro pensamiento. Se volvió para mirarla, y la
comunicación silenciosa que pasó entre ellos, fue rápida y llena de
indignación. No tenía que escuchar para saberlo. Lo podía ver en la
tensión de sus cuellos y caras, la frialdad acerada en sus ojos.

Finalmente, después de lo que había sido sólo una cuestión de


segundos, pero sin duda se sentía como media vida, Lark se volvió
hacia mí y me dio una sonrisa forzada.

—Hola, Grace. Quería ver la película más reciente de zombis, e hice que
mi madre me dejara. Robert me dijo que podía entrar gratis en
cualquier momento que quisiera, así que aquí estoy.

Stacy me contó que los dos estaban peleando, no sabía que era por mí. Lo
siento.

Tomé su mano, y tiré de su vara de apoyo. Ella no la necesitaba, la


odiaba, de verdad, así que le di una excusa para no usarla mientras
puse su brazo sobre el mío y le di la espalda a Robert.

—Llegas justo a tiempo. Graham estará saliendo del trabajo en unos


pocos minutos, así que todos podemos ver la película.

El silbido que hizo eco en mi cabeza en ese preciso momento me hizo


tropezar, el dolor era tan agudo, mi mente se llenó de recuerdos de un
similar dolor que había durado mucho más tiempo, y había hecho
mucho más daño que simplemente un tropiezo. A pesar de que había
puesto la mano de Lark en mi brazo bajo la apariencia de ayudarla, ella
fue la que me apoyó y me impidió caer hasta la alfombra manchada de
gaseosa.

Miré hacia arriba para darle las gracias, pero su mirada se congeló en
otra cosa. O alguien más. La seguí, rastreando el origen, y vi, que ella lo
miraba a él. El que había prometido no hacerme daño. Y sin embargo,
acababa de hacerlo.

—¿Por qué? —murmuré, pero fui arrastrada hacia unos preocupados


Graham y Stacy, las líneas de la preocupación grabada en sus rostros,
antes de que pudiera responder, antes de que pudiera verlo salir.

Graham se acercó y retiró mi mano de Lark. Me miró a los ojos y vio el


daño allí, reconociéndolo obviamente, pero agradecido de que él no
había sido la causa en esta ocasión. Él frunció el ceño a Robert, aunque
sus razones eran completamente diferentes, y me preguntó si estaba
bien.

Asentí con la cabeza, haciendo una mueca mientras lo hacía, el dolor


que aún resonaban en el interior se sentía como si fuera rebotando con
cada movimiento.

—Estoy bien. Sólo un poco torpe —le dije con una sonrisa a medias.

Él no pretendía hacerlo. El rostro de Lark era severo, con los ojos planos
y carentes de emoción. Es un idiota que no sabe cuándo marcharse, pero
no era su intención hacerte daño, Grace.

Por el momento, realmente no me importaba. Había demasiadas cosas


que se estaban acumulando como para querer racionalizar cualquier
cosa. Su comportamiento era extraño, incluso para mí, y simplemente
no podía apreciar sus razones, tan válidas como fueran.

Graham fue a marcar la tarjeta de salida, Lark, Stacy, y yo nos


quedamos de pie en medio del vestíbulo. Sabía que Lark no había
compartido un solo pensamiento con Stacy acerca de lo que había
ocurrido en esos escasos minutos entre hermano, hermana... y yo. Sólo
podía adivinar que era por respeto a mi privacidad, así como la de ella.

—¿Así que, ustedes dos no quieren compartir lo que pasó? —preguntó


Stacy, con ojos hambrientos con necesidad de información, chismes,
cualquier cosa que por lo menos le diese un indicio de lo que ocurría
entre nosotros.

Lark se encogió de hombros y dijo con voz monótona—: Es un asunto


familiar.

Observé buscando señales de que Lark estaba mintiendo; una punzada


de dolor, una mueca, pero no había ninguno, lo que significaba que se
trataba, en efecto, de un asunto familiar.

Que se me considerase de la familia me hubiera enviado a la luna. En


cambio, me sentía aún más confusa que antes.

—Muy bien, señoritas. Vamos a ver algunos zombis —dijo Graham,


cuando regresó con las manos rápidamente despojándose de la corbata
de clip.

La reacción de Lark era la esperada. Su rostro se iluminó, su sonrisa


era radiante, de modo que cualquier persona que estuviera junto a ella
parecería bastante plana. Eso significaba, por supuesto, que me hacía
aún más insignificante de lo que normalmente era.

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Pero hubo una excepción, una excepción muy inesperada.

—Stacy —Graham esbozó una tímida sonrisa en su rostro mientras


nerviosamente se metió la corbata en el bolsillo, rápido para mirar a su
alrededor, asegurándose de que nadie estaba mirando—. Tengo
entradas para ir a ver a esa banda de blues que se estará tocando en
Newark la próxima semana. ¿Quieres venir conmigo?

Lark y yo dejamos de caminar, nuestros pensamientos unidos en estado


de shock mutuo. ¿Stacy?

—Uh... claro —respondió ella, con una sonrisa amplia y ojos brillantes
que reflejan un verdadero placer. Me volví para mirar a Lark, cuya
decepción era evidente, y traté de consolarla. Ninguno de nosotras lo
esperaba, ¿por qué no le había leído el pensamiento de antemano?

No quería saber lo que estaba pensando. Quería que todo fuera nuevo...
Los ojos de Lark de repente se pusieron muy opacos y brillantes, con
lágrimas sin derramar. Miré de nuevo a Graham y Stacy, quienes no
parecían darse cuenta de que no los seguíamos más.

Quería gritarle: “¿Cómo pudiste?” Pero, a medida que dieron la vuelta a


la esquina, no me atreví a pronunciar un sonido. No era una parte de
esa ecuación. Una vez más, la decisión había sido tomada por mí, y el
hecho de que en esta ocasión, más de una persona estuviera herida se
sentía como si hubiera pisado una mina de impotencia. Si me alejaba,
dejaba a Lark en la estacada. Si me quedaba quieta, la amenaza
siempre estaría bajo los pies, a la espera.

—Lo siento mucho, Lark. Pensé que... él me dijo que… —traté de


explicar, pero Lark alzó la mano y sacudió la cabeza.

—No, es mejor así. Sin complicaciones. —Ella respiró hondo y me llevó


hacia adelante hasta el final de la acera hacia la habitación donde
estaban proyectando nuestra película. La mina no había desparecido...
pero lo haría. Estaba segura de eso.
8
Acuerdo.
Traducido por dark&rose

Corregido por Majo

L
a película era como todas las películas de zombis son: la
única superviviente estaba a medio vestir, histérica, una
belleza pechugona, que era rescatada por un héroe grande y
corpulento que luego la llenaba de besos y declaraciones de amor.
Resoplé. Lark soltó un bufido. Stacy suspiró. Graham se retorció.

A medida que salíamos del cine, mis pensamientos corrían


atropelladamente con incertidumbre y confusión acerca de lo que había
sucedido en las últimas veinticuatro horas. El vestíbulo estaba casi
vacío, todo el mundo, iba de camino a casa u observando la selección de
películas, y los puestos de palomitas y bebidas estaban cerrados, sus
luces apagadas. Busqué a Robert, pero no estaba a la vista. No estaba
segura de lo que le hubiera dicho de todos modos, mis emociones
estaban demasiado entrelazadas.

—Grace, ¿vas a venir en auto conmigo o con Graham? —La voz de Stacy
pasó a través de mi confusión, y negué con la cabeza.

—Quiero esperar a Robert —respondí, mi mirada fija en una puerta que


estaba segura de que se abriría en cualquier momento, dejando al
descubierto al ángel que podía tanto sanar como romper mi corazón con
un solo pensamiento.

—Esperaré aquí contigo, Grace —anunció Graham, aparentemente


ajeno a que la confusión interna que había causado estaba agravando el
revoltijo de pensamientos en mi cabeza.

—Te llamaré más tarde, Stacy. Fue bueno verte de nuevo, Lark.

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Lark parecía herida, pero se las arregló para poner una sonrisa en su
rostro, y comenzó a caminar hacia la salida, Stacy detrás, deteniéndose
sólo para despedirnos tímidamente antes de desaparecer. Una parte de
mí quería ser la mosca en la pared cuando las dos se metieran en el
auto, pero sabía muy bien que Lark no sería nada más que amable y
graciosa con Stacy, a pesar de cómo se sentía.

—¿Puedes explicarme por qué le pediste salir a Stacy, cuando esta


misma mañana me estuviste diciendo que estabas interesado en Lark?
—grité tan pronto estuvimos solos.

La sonrisa despreocupada que Graham había estado usando comenzó a


desaparecer, la persona que lo había hecho necesario ya estaba
alrededor.

—Todavía estoy interesado en Lark. Me gusta, Grace. Realmente, me


gusta en serio, me asusta lo mucho lo que hace. Pero... cuando los vi a
Robert y a ti discutiendo; de hecho, ustedes necesitan para empezar a
hablar más fuerte para que podamos escuchar, eso haría el espionaje
más fácil; pensé en qué pasaría si las cosas no funcionaran entre Lark y
yo. ¿Qué supondría eso para ti y Robert? Ya han tenido un mal rato por
mi culpa. No quería causar más problemas. De esta manera, si Stacy y
yo no funcionamos, todo será simplemente normal, no habrá…

—Ninguna complicación —terminé por él, la comprensión de lo que


Lark había querido decir finalmente calándome.

—Sí. Ninguna complicación. Eso es lo que es el resultado de la locura


de gustarse en ese grado. Que uno está dispuesto a convencerse de que
la vida se vuelve menos complicada si se mantiene alejado de las cosas
que quiere, y conformarse con lo que sabes que puedes vivir. Nadie está
siempre feliz de esa manera.

—¿Qué tiempo crees que Robert tardará? —pregunté, necesitando


cambiar de tema antes de empezar a empujarlo a hablar de cosas que
ninguno de nosotros nos sentíamos cómodos al discutir. Todavía no, de
todos modos.

—Es probable que en unos veinte minutos. Es día de semana, por lo


que el cine cierra temprano, y como no es el gerente de turno de noche
normal, no tendrá que cerrar.

Suspirando, miré hacia las puertas de salida que conducían al centro


comercial. Aunque el cine estaba casi muerto, el centro comercial no lo
estaba. Tras las ventas navideñas fueron llevando a la gente a gastar
dinero que no tenían en masa.
—¿Alguna vez te preguntas lo que debe ser? ¿No tener nunca que hacer
nada, trabajar en nada, y que simplemente todo caiga en tu regazo tan
fácilmente? —preguntó Graham abatido.

Me volví hacia él, su rostro una mezcla de tristeza y derrota, y no


entendía lo que quería decir con eso.

—¿Quieres explicarme eso otra vez?

—Sé que estás pensando que lo he tenido fácil, especialmente cuando


comparas contigo; tienes razón en eso. Las cosas han sido mucho más
fáciles para mí que para la mayoría, y sin duda mucho más tranquilas
de lo que han sido para ti, pero tienes que preguntarte acerca de
personas como Robert y Lark. Ellos vienen aquí de otro país, no
conocen a nadie, hablan diferente, tienen diferentes maneras de hacer
las cosas, y sin embargo todo les sucede, sin ellos ni siquiera intentarlo.
Quiero decir, mírate. Tú has tenido problemas para hacer amigos desde
que te conozco. Pero Robert se presenta y, de repente, eres su amigo, y
ahora su novia y yo apenas te veo. Él se presenta a su primer empleo y
termina obteniendo una posición de gerente, mientras que yo estoy
atrapado haciendo palomitas de maíz y limpiando sillas elevadoras. Y
luego está Erica. Sé, que no era la correcta para mí, pero traté de
conseguir salir con ella durante más de un año antes de que finalmente
dijera que sí… no me mires de esa manera, lamento si no te hablé sobre
ella, pero Robert se presenta y en el primer día, ella está lista para
dejarme por él. ¿Qué hay con eso, Grace? ¿Me lo puedes decir para que
pueda entender? No estoy celoso; en realidad, no lo estoy. Sólo quiero
saber lo que le hace tan condenadamente especial.

Miré a mi amigo, e hice lo que cualquier amiga haría en esa situación.


Mentí.

—Graham, no hay nada especial en él, en realidad. Él es el nuevo chico,


que tiene ese aire de misterio en torno a él, a causa de dónde viene,
pero es como todo el mundo.

Me dolió hacerlo. Lastimaba físicamente, y sabía que era porque nunca


lo había hecho antes; cuando sabía que la verdad era lo que estaba
buscando, y no una respuesta genérica a una pregunta retórica. Quería
respuestas porque estaba sufriendo, estaba enojado, y por encima de
todo, se sentía muy solo. Y, sin embargo, cuando necesitaba que fuera
su amiga, el tipo de amiga que quería ser... elegí la lealtad a Robert en
su lugar.

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Tuve que mirar hacia otro lado, y esperé su respuesta. Cuando no llegó,
supe que algo había cambiado entre nosotros, él sabía que estaba
mintiendo, sabía que había elegido.

Con un largo suspiro, por fin habló, su voz luchaba contra el aguijón
amargo de lo que sólo se podía adivinar como traición.

—Creo que si yo hubiera sido capaz de pedir salir a Lark, habría


terminado igual que tú y Robert, en defensa y protección él uno del
otro, sin importar el costo. Ya he cometido un error estúpido. No voy a
hacer otro.

Eso dolió. Me dolió y él lo sabía… lo quería. Él no entendía por qué no


podía decirle la verdad, no es que pudiera haberlo explicado de todos
modos, y así, estaba arremetiendo.

—Creo que regresaré a casa ahora. Nos vemos allí, Grace —dijo
finalmente con voz áspera. Él tosió, y levanté la mirada para ver a
Robert aproximándose a nosotros, con la corbata en la mano, y una
triste y una media sonrisa en su rostro.

Susurré un débil adiós mientras Graham se marchaba, sin saber si me


había escuchado o no, sólo sabiendo que no podía soportar estar cerca
de mí en ese momento, y todas las emociones que había pensado que
era incapaz de sentir otra vez comenzaron a arrastrarse en su camino
de vuelta a mi corazón.

Sintiendo la emoción, la parálisis inducida a la que estaba lentamente


sucumbiendo, Robert me ayudó a ponerme de pie y me sostuvo
mientras salíamos del cine. Lo sentía en mi cabeza, revisando los
muchos pensamientos que estaban hechos un revoltijo allí dentro,
atravesando a través de las tonterías y los bolsillos vacíos para
encontrar lo que estaba buscando.

—Grace… no deberías haberle mentido por mí. Todo lo que soy para ti,
todo lo que eres para mí, eso no cambia el hecho de que Graham es tu
mejor amigo, y deberías ser honesta con él.

Dejé de andar, y lo miré. Estábamos en el estacionamiento del cine, su


moto sólo a unos pocos metros de distancia de nosotros.

—¿No debería haberle mentido? ¿Qué se supone que iba a decirle,


Robert? “¿Lo siento, Graham, la razón por la que ya no eres el chico
más popular de Heath se debe a que Robert no es humano… es La
Muerte?”
Robert miró a nuestro alrededor, comprobando si alguien había
escuchado lo que acababa de anunciar, y negó con la cabeza.

—No. Sabes que no es lo que quise decir.

Exasperada, arrojé mis manos al aire, mis palabras saliendo en grandes


resoplidos de impaciencia y enojo.

—Bueno, ¿qué quieres decir entonces? ¿Le digo que eres un ángel?
¿Qué tienes alas y puedes volar? ¿Qué tal si le digo que puedes leer la
mente, y que también puedes hacer que la gente haga cosas, alterar sus
pensamientos de modo que puedan inclinarse hacia tu voluntad… es lo
que quisiste decir?

En la fosforescencia pálida de las farolas del estacionamiento, apenas


podía distinguir la luz tenue que irradiaba de su piel. Diría brillo, pero
el humor del que estaba era la causa de su resplandor se pareciese más
como una sombra que lo envolvía, mi corazón empezó a correr.

—Grace, estás siendo ridícula y lo sabes. Deberías haberle dicho que no


podías decirle la verdad, le habría dolido mucho menos que la mentira.
Él te conoce, Grace, nunca le mentiste antes. Estar conmigo te ha
convertido en una mentirosa...

Pocas cosas se me escapan, de esta estoy bastante segura, pero cuando


vi por primera vez la oscuridad que era el resplandor de Robert, estuve
segura de que él estaba enojado conmigo por mi arrebato.

En cambio, ahora me di cuenta de que no estaba enojado conmigo,


estaba enojado consigo mismo.

—Robert —comencé, intentando pensar en una manera de decir lo que


sentía sin que él escuchara los pensamientos primero, sin querer ser
redundante—. Tienes la impresión de que tú tienes la culpa de lo que
hice. No la tienes. Mentí para proteger algo más que tu secreto.
También mentí para proteger el de Lark, y el mío. Y lo hice por Graham,
también. Se merece la verdad, pero él no puede manejarla en estos
momentos. No sé cuándo podría ser capaz, pero sé que decírselo ahora
no ayudaría a nadie, y menos a él.

El silencio helado que nos separaba a Robert y a mí, se sentía como si


estuviera arañándome para decir algo, pero esperé.

—Grace, has estado mintiendo por nosotros, por nuestra culpa. Esto no
es una vida digna para ti.

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—¿Qué quieres decir con eso? —interrumpí—. ¿Qué vida es digna para
mí si no es ésta?

—No quiero tener esta conversación aquí, Grace. Sube a la moto. Te


llevaré a casa.

Sabiendo que la conversación no iba a seguir adelante, me rendí y me


encaminé a la moto, Robert siguiéndome de mala gana. Habían pasado
algunos meses desde que había montado en ella, pero el recuerdo de
mis piernas era muy bueno, y la duda resultante me hacía temblar.

Sintiendo mi temor, Robert me levantó sin esfuerzo en el asiento,


situándose por delante de mí con una velocidad vertiginosa, y luego
girando la llave para avivar al monstruo. Su estruendo bajo nosotros me
hizo chillar.

—¿Dónde está el casco? —pregunté, sintiéndome increíblemente


vulnerable en este momento.

Sentía la tensión en su interior desapareciendo, mientras su cuerpo se


estremecía de risa.

—Grace, ¿estás bromeando?

Negué con la cabeza. Por supuesto. Debería haberme dado cuenta de


que no había necesidad de preocuparse por la seguridad cada vez que
estaba con Robert. ¿Qué mejor persona para salvarte de lesiones graves
y la muerte que La Muerte misma?

Gracias.

Asentí con la cabeza y apoyé la barbilla en su hombro, mis brazos


envueltos alrededor de su cintura preparándome para el salto rápido en
el movimiento que sabía que iba a venir. Nos fuimos del
estacionamiento y nos dirigimos por el camino hacia mi barrio. Conté
las casas que todavía tenían sus luces de Navidad, porque no quería
tener ningún tipo de conversación aún. Necesitaba revisar lo que fue
para saber lo que tenía que decir, lo que necesitaba saber, y la
capacidad de mi mente a concentrarse en más de una cosa a la vez me
permitió hacer eso, a la vez que asegurarme de que Robert no lo sabría.

Cuando llegamos a mi casa, vi la luz en mi habitación encendida.


Graham estaba allí, esperando. La tensión que había impregnado a
Robert en el estacionamiento había regresado. Sentí que el aire salía de
mis pulmones con frustración. Demasiado para llegar al fondo de las
cosas con Robert.
—Voy a hablar con él —suspiré mientras Robert me ayudaba a bajar de
la moto.

—No debería estar en tu habitación.

Sabiendo hacia donde iría la conversación si intentaba discutir con él,


simplemente me incliné hacia él y apreté mis labios contra su mejilla.

—Hablaré contigo más tarde.

Me empecé a alejar, pero aferró rápidamente mi mano. Pude ver sus


pensamientos de arrepentimiento y no pude evitar sonreír.

—No es fácil para un ángel estar equivocado a menudo —murmuró


mientras me atraía hacia él, envolviendo sus brazos a mí alrededor—.
Te quiero, Grace, y creo que te eché a perder con mi capacidad de ver lo
que es real y lo que no lo es a veces.

—¿Sabes lo reconfortante que suena? La mayoría de la gente me dice


que tú no eres real, que esto, entre nosotros, no es real. Crecí pensando
que gente como tú no existe, por lo que comenzar a tener
alucinaciones... por completo me ayuda a sentirme normal.

Sus manos se abrieron camino desde mi cintura hasta mi cara mientras


me mantenía inmóvil.

—Grace, te amo. Eso es real; nunca lo dudes. Sé que me he estado


comportando como un idiota últimamente y me disculpo si te he herido
o decepcionado. Esa es la última cosa que quiero hacer.

La plata en sus ojos estaba líquida, fluyendo en círculos interminables,


mientras me miró, esperando mi respuesta. Me alcé sobre mis puntas
de los pies, y con su ayuda, me las arreglé para darle un rápido beso en
la boca.

—Gracias.

No me soltó, no me quería dejar ir del todo. Me rozó los labios con los
suyos y presionó su frente contra la mía, sus pensamientos se
mezclaban con los míos hasta que conocí todas sus esperanzas, y sus
remordimientos de esta noche. Fue difícil para él hacer frente a tales
emociones humanas, cuando no era uno, un efecto secundario de estar
enamorado de una, sospechaba. Me reí porque no era un efecto
secundario al cual sólo se ven afectados los ángeles. Los seres humanos
lo experimentaban también.

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—¿Y de qué te has sentido celosa? —preguntó mientras se alejaba, pero
no antes de que me las arreglara para robar un último beso.

—No creo que sean celos pero me pregunto a menudo si estaríamos o


no más conectados físicamente si fuera tan bella como algunas de las
chicas en la escuela que te siguen a todas partes.

Había tocado un nervio, me di cuenta. Me dejó ir con un exasperado


suspiro, era muy buena provocándole eso.

—Grace, tú y yo no somos sólo un par de adolescentes hormonales


enamorados el uno del otro. ¿Creo que eres tan bella como las chicas en
la escuela a las que te refieres? No. Creo que eres incomparable con
ellas —dijo con aire de suficiencia. Apartó el mechón de cabello que
había caído en mi cara, y me hizo mirarlo a los ojos, ver mi reflejo en
ellos de una manera que supe que nadie más había visto nunca, o
nunca podría ver. En ellos, yo era hermosa.

—Vas a tener que acostumbrarte a ello —pronunció, su voz teñida de


arrogancia. Sentí que en la comisura de mi boca se retorcía ante su
seguridad. Había estado viviendo en mi cuerpo toda mi vida, y él ya
pensaba que me conocía mejor de lo que yo misma me conocía.

Él tenía razón.

—Vamos, Grace. Él te está esperando. Estaré aquí cuando despiertes.

Sentí el calor alzándose en mí, sabiendo que él quería decir que estaría
conmigo cuando me despertara, y la idea me llenó de anticipación. Él
chasqueó la lengua en señal de desaprobación ante mis pensamientos,
y le saqué la mía mientras me alejaba, sin necesidad de decir adiós
porque ya lo escuchó en mis pensamientos.

La moto se había ido para el momento en que llegué a la puerta, pero si


fue encendida o empujada, no lo sabía.

Después de pasar por la brigada de veintiuna preguntas de Janice, y


murmurando una respuesta rápida a la pregunta de papá de cómo fue
la película, corrí escaleras arriba. Graham estaba sentado en mi cama,
mirando por la ventana.
—Deberías realmente llamar —murmuró. Se dio la vuelta y me di
cuenta por las líneas alrededor de su boca que todo sobre lo que él
quería hablar no iba a ser agradable.

—No era consciente de que tenía que golpear al entrar en mi propia


habitación. Además, tú eres el que está aquí sin haber sido invitado.

Arrojó algo hacia mí, y con reflejos que supe que no me pertenecían, lo
atrapé. Por un breve instante, un destello de sorpresa pasó a través de
los ojos de Graham, pero fue reemplazado rápidamente con la misma
mirada abatida. Eché una rápida mirada hacia el objeto que había
cogido, y luego volví a mirarle.

—¿De dónde has sacado esto?

Él asintió con la cabeza hacia la mesita de noche al lado de mi cama.

—Lo encontré en el cajón cuando estaba sacando tu teléfono. Quería


llamar a Lark, para explicar...

Había encontrado uno de los adornos de cristal que se había caído de


mi único vestido. Su color ámbar desprendía una sensación de calidez,
a pesar de su frío exterior. Lo sostuve hacia la luz artificial por encima
de mi cabeza para mirar sus brillos dorados y marrones.

—Grace…

Bajé la cabeza para mirarlo, el tono de su voz sonando tan... perdido,


sentí un dolor en mi garganta que me cortó la respiración.

—Grace, ¿somos… amigos? —preguntó, y asentí con la cabeza


tontamente mientras me movía hacia adelante para sentarme a su lado
en la cama.

—Entonces, ¿si somos amigos, serás honesta conmigo cuando te


pregunte si piensas que metí la pata al pedir salir a Stacy en lugar de
Lark?

Tomé una respiración profunda, porque sentía la verdad dispuesta a


derramarse de mi boca. Me obligué a alejarla, mordiéndome los labios
para mantenerlos cerrados hasta que pudiera organizar mis
pensamientos lo suficiente para hacer que las palabras sonaran menos
abrasivas y acusatorias. Por supuesto que había metido la pata al pedir
salir a Stacy. Pero eso no era lo que necesitaba oír.

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—Graham, sé que te gusta Lark mucho, pero sólo las has conocido por
poco tiempo, y ha sido incluso menos tiempo desde que tú y Erica
rompieron. Pienso que tal vez salir no es realmente una cosa mala.

Su resoplido me dijo que sabía que estaba tratando de evitar responder


a la pregunta, y lo estaba haciendo mal. Lo ignoré y continué:

—No sé lo que te hizo elegir a Stacy. Ella es amiga de Lark, también, y


creo que podrías haber puesto las cosas un poco más difíciles al
invitarla a salir, pero no creo que te equivocaras. No mucho, de todos
modos.

Se dejó caer de espaldas en la cama, haciendo que rebotáramos ambos


arriba y abajo. Esperé hasta que dejamos de movernos antes de hacerle
la pregunta que sabía que probablemente no iba a contestar.

—¿Te arrepientes de pedirle salir a Stacy?

Sacudiendo la cabeza, suspiró.

—No, yo no. Todavía no, de todos modos. Ella es genial... en una


manera sádica, desagradable y angustiante. Pero será agradable pasar
el rato con alguien que no le importa toda esa basura superficial,
¿sabes? Haré que las cosas funcionen, Grace. No voy a hacerle daño. He
aprendido la lección.

Asentí en silencio, aliviada de que por lo menos proyectara su error


sobre ella, y me tiré en la cama, ambos tumbados en direcciones
opuestas, con los pies colgando por los lados de la cama.

—Van a ser una pareja extraña.

—Ah, ¿como tú y Robert no lo son?

Me levanté en mis codos y lo miré.

—¿Qué se supone que significa?

Se cubrió los ojos con el hueco de su brazo y apretó los dientes.

—Ya sabes lo que quiero decir, Grace. Puede que sea un chico, pero sé
que todas las chicas piensan que él es la mejor cosa desde... bueno, yo.
Y luego estás tú: eres una gran persona, Grace, y eres hermosa a tu
manera, pero cuando los dos están juntos, parece... raro. Como la
noche y el día, el blanco y el negro.

No podía discutir con él sobre eso. Le había puesto el mismo argumento


exactamente varias veces a Robert.
—Bueno, no importa lo que piensen los demás, Graham. No somos una
pareja de adolescentes hormonalmente enamorados. Yo… —Tenía que
dejar a parpadear... con fuerza. ¿No me acaba de decir exactamente lo
mismo Robert? Negué con la cabeza, y continué—: Lo amo, y él me ama,
incondicionalmente. Él conoce mis defectos, y conozco los suyos, y
nosotros los aceptamos.

¡Hombre nosotros los aceptamos!

Graham levantó su brazo y me miró desde debajo.

—¿Se aman incondicionalmente? ¿Dónde estoy? ¿En alguna telenovela?

Moví mi pierna e hice contacto entre la cabeza y mi rodilla.

—Si lo estuviéramos, sería una de tu propia creación. ¿Caer


profundamente enamorado de la hermana de mi novio, y luego pedir
salir a su mejor amiga en su lugar? ¿En serio? ¿Es eso lo que hiciste en
Florida durante las Navidades, Graham? ¿Ver telenovelas y tomar
notas?

Rápidamente extendió la mano y me agarró del codo y tiró de él,


tirándome abajo.

—En realidad, pensé en todas las formas en que pediría a Lark para
salir. Lo escribí, también.

Curiosa, le pregunté si podía ver lo que había escrito.

—Tal vez más adelante —contestó.

Le hice prometer que me las mostraría antes de que se fuera y tomara


una ducha.

Mientras cerraba la puerta detrás de él, la preocupación se hizo cargo


de todos los triunfos que pude haber sentido al permitirme leer lo que
había escrito acerca de Lark. Le había pedido a Stacy una cita, lo que
era tan bueno como salir, a pesar de que sentía algo por Lark... y nada
para ella. ¿Qué iba a ser de todos nosotros cuando sucediera lo
inevitable, y él y Stacy rompieran? ¿Quería saberlo incluso?

Purple Rose
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9
Búsqueda Diferente.
Traducido por Anne_Belikov

Corregido por Majo

L
a primera semana de Febrero trajo consigo más nieve de la
que Ohio había visto en más de tres décadas, y
definitivamente más de lo que nosotros habíamos visto en
los pasados dos meses, así que cuando el sol milagrosamente apareció
al quinto día, no fue una sorpresa que todo el mundo en la escuela
estuviera vistiendo tops y shorts. Todos excepto yo, por supuesto.

Robert y yo caminamos a través del pasillo luciendo tan extraños como


Graham había dicho: él en una camiseta gris de manga corta y shorts
color caqui, y yo en un par de jeans y una camiseta negra con una
camisa blanca y negra de manga larga debajo. Él nunca se había
quejado de lo que vestía y me había hecho un cumplido cuando me
recogía cada mañana, pero no podía evitar sentir una pequeña punzada
de auto consciencia mientras caminábamos frente a las innumerables
niñas que insistían en decirle hola a él mientras me ignoraban. Todas
ellas estaban vestidas de una manera en que obtendrían fácilmente
cumplidos de él, mientras que yo era sólo una distracción.

—Estás siendo tonta, Grace —susurró él en mi oído mientras


caminábamos hacia la clase de francés. Me detuve en seco, causando
que Robert impactara contra mí, lo cual me impulsó hacia adelante.
Desafortunadamente, aterricé en el suelo. Robert estaba a mi lado en
un instante, inmediatamente arrepentido y pidiendo disculpas.

—Está bien —le aseguré—. Fui yo quien se detuvo. No había manera en


que supieras lo que estaba por hacer.

Mientras me ayudaba a levantarme, asegurándose de que estaba


genuinamente bien, me preguntó por qué me había detenido en primer
lugar. Rápidamente, señalé las decoraciones en la pared y colgando del
techo. Su mirada vagó hacia los corazones de papel y los cupidos que
colgaban de listones y que parecían como cañas de pescar atadas a
ellos.

—Los querubines también odian estas cosas —rió y me llevó a mi


asiento en la parte trasera de la clase—. Pero sus razones son diferentes
que las tuyas, estoy seguro.

Arrugué mi nariz a los rosas y rojos que nos rodeaban.

—Nunca me ha gustado esta celebración. Creo que tal vez era porque
nunca había tenido nadie con quien celebrarla, pero ahora sé que no
hay nada que hacer con ello.

Él sonrió a mi disgustada expresión y rozó mi mejilla con la parte


trasera de sus dedos.

—Realmente no apreciamos mucho esto. Los querubines especialmente


lo desprecian.

Miré a nuestro alrededor para ver si alguien estaba escuchando nuestra


conversación, pero agradecidamente, éramos los únicos que estaban
sentados.

—¿Por qué sigues hablando de los querubines? ¿Y porque no les


gustaría a los ángeles el Día de San Valentín?

Sintiendo mi preocupación sobre ser escuchada, tomó mi mano. Los


querubines son ángeles que usualmente se confunden con aquellos
pequeños fetos con alas que Madame Hidani ha pegado al techo. Los
humanos los llaman cupidos y querubines, pero estoy seguro de que si
los vieran en persona, estarían muy sorprendidos… y complacidos.

Elevé mis ojos para mirar uno de esos “fetos con alas” y bufé: ¿Pero qué
hay de ti? ¿Por qué no te gusta esto?

Sus ojos parpadearon hacia el asiento enfrente de mí y sonrió mientras


la chica que tomaba asiento destellaba un completo juego de dientes en
su dirección, obviamente complacida de obtener algún tipo de respuesta
de él. Lacey Greene no pudo contener su alegría de que su atención se
hubiera desviado de mí, y apostaría mi dinero a que si ella hubiera
podido, habría aplaudido.

No soy fanático de ninguna celebración en particular que represente a los


de mi clase como algo más de lo que somos. Durante Navidad y Pascua,
usualmente vestimos telas blancas con trompetas en nuestras manos…

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trompetas… ugh. Pero en el día de San Valentín, nos visten con pañales y
ponen pequeñas armas en nuestros brazos, una funda en nuestra
espalda, un arco en nuestras manos. Somos infantiles, sin otro propósito
que el de infestar a tu especie con flechas de hormonas.

Pensarías que los humanos deberían ser un poco más creativos… o


generosos con sus representaciones de nosotros. O al menos, un poco
más precisos, especialmente teniendo en cuenta lo mucho que saben
acerca de mi especie.

Él se volvió para mirarme, sus ojos llenos de malicia mientras se


inclinaba hacia adelante e inesperadamente presionaba un rápido beso
en la esquina de mis labios. De nuevo, la falta de creatividad del ser
humano hace que a veces sea mucho más fácil impresionarlos con algo
tan mundano como un beso.

Elevé mi mano hacia mi boca y toqué el lugar donde me había rozado


con la suya. A veces me pregunto por qué los ángeles piensan que un
beso, especialmente uno de ustedes, podría ser considerado como
mundano.

La campana sonó y me volví en mi asiento para ver el ceño fruncido de


Lacey. Obviamente Robert no me había estado hablando. Él había leído
sus pensamientos, y necesitaba dejarle claro que no estaba interesado
en ella sin decírselo. Había sido una buena táctica; ciertamente
aprobaba sus métodos.

Mientras escuchábamos a Madame Hidani discutir los méritos del


Francés Conversacional en los distintos dialectos a lo largo del mundo,
una voz bramó en el altavoz.

—¡Es esa época del año de nuevo, Bulldogs! ¡El baile anual de San
Valentín! Los boletos salen a la venta hoy durante el almuerzo y
esperan acabarse rápido, ¡así que obtengan los suyos mientras todavía
estén calientes!

El burbujeo de emoción casi ahogó a Madame Hidani mientras


comenzaba otra vez con la lección de hoy, y gemí mientras me daba
cuenta de que todas las chicas de la clase estaban emocionadas con la
oportunidad de pedirle a una persona en particular acompañarlas al
baile. Incluso Madame Hidani paró de hablar mientras todos los ojos se
volvían hacia Robert; él brillaba de atención y me sentí terriblemente
fuera de lugar.

—Supongo que es demasiado malo el que tenga que trabajar esa noche
—dijo él en una voz suficientemente alta para que todos escucharan, y
la habitación pronto se llenó con gruñidos de desaprobación que
emitieron de todos, excepto nosotros dos y nuestra aliviada profesora de
francés.

—¿Así que realmente tienes que trabajar? —pregunté, sintiéndome


increíblemente aliviada por no ser forzada a ir a cualquier evento formal
enfrente de la escuela.

Él negó con su cabeza mientras sacaba su libro de texto y tiraba de mi


escritorio más cerca.

—Pedí trabajar en los últimos turnos a partir de ahora.

Confundida, miré su libro de texto. Él había volteado la página a través


de los diferentes países que utilizaban francés en su administración
diaria.

—¿Alguna razón en particular para hacer eso?

—Sí. De esta manera, no estaré trabajando durante el mismo turno que


Graham.

Sentí mi boca abrirse, una gran sonrisa propagándose por mi rostro.

—¿Hiciste eso por mí?

Asintió, complacido por mi reacción.

—Tu felicidad significa todo para mí, Grace. Cuando el administrador


original del turno nocturno renunció, vi la oportunidad de hacer esto y
la tomé. No tomó mucho convencer al administrador general para
dejarme llenar la vacante. Tal vez hice un poco de trampa, pero valió la
pena si estás complacida.

—Te he convertido en un tramposo.

Él se rió ante eso.

—Tal vez te engañé para que pensaras que era un ángel o algo.

Estaba a punto de discutir con él cuando Madame Hidani dijo mi


nombre.

—¿S-Oui, Madame Hidani? —respondí, corrigiéndome a mí misma


antes de que el español saliera. Tan pronto como sonara la campana,
Madame Hidani tenía una política de Sólo Francés, y había estado cerca
de romper la regla número uno en su salón de clases.

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—¿Qué país tiene la segunda población más grande del mundo que
habla Francés? —me preguntó en francés, una solitaria ceja elevada en
anticipación.

—Algeria, Madame Hidani —respondí, una sonrisa deslizándose a


través de mi rostro mientras su ceja descendía.

Con un determinado brillo en sus ojos, me hizo otra pregunta en


francés.

—¿Y qué tipo de dialecto hablan en Algeria?

—Francés-Magrebí, Madame Hidani.

Satisfecha, o derrotada, se volvió hacia la clase y continuó con la


lección. Volví mi cabeza de nuevo hacia Robert y vi su guiño, no importa
cuán rápido lo haya hecho.

—Gracias —articulé.

Fue un placer. Es divertido, el ayudarte a hacer trampa dándote las


respuestas. Tal vez tendría que hacerlo más seguido. Él guiñó un ojo de
nuevo, y luego señaló que volteáramos hacia el frente de la clase antes
de que llamáramos la atención de Madame Hidani otra vez.

Cuando la campana sonó para indicar Cálculo, estaba abrumada por el


enamoramiento de las chicas que nos rodeaban a Robert y a mí, bueno,
principalmente a Robert, y caminé hacia la salida. Él podía cuidar de sí
mismo, así que simplemente caminé fuera de la puerta, con la intención
de esperar ahí hasta que saliera. Debería haber sabido que ya estaba
ahí.

—¿Crees que esas chicas sospecharán si un minuto estás ahí y al


siguiente no? —pregunté mientras caminábamos mano a mano hacia el
salón de clases de la Sra. Hoppbakker.

—No. Los humanos creen lo que quieren, sin importar los hechos que
ven frente a frente y lo que podrían estar diciéndoles. Además, esas
chicas estaban demasiado ocupadas comparándose como para darse
cuenta de mi salida. Tú, por otro lado, nunca te pierdes algo. —
Mientras caminábamos a través de la puerta de nuestro salón de
matemáticas, nos vimos otra vez inundados por chicas que estaban
determinadas a pedirle a Robert que fuera su pareja en el Baile de San
Valentín.

—Uhm, Robert… ¿crees que tal vez podrías estar interesado en ir


conmigo al baile del Día de San Valentín? —Una chica llamada Jennifer
Hall le preguntó nerviosamente. Casi me sentí mal por ella, sabiendo
cuál sería su respuesta. Digo casi porque tan pronto como ella obtuvo el
rechazo que no había estado esperando, me disparó una mirada de
puro veneno.

—Si sigues rechazando chicas, tendré que comenzar a considerar


seriamente pedirle a Stacy que sea mi guardaespaldas personal —
bromeé mientras él nos conducía a nuestros asientos.

—¿Debería decirles que sí?

—Bueno, ¿y si no tuvieras que trabajar esa noche? ¿Le dirías que sí a


una de ellas?

Él alcanzó a tocar las hebras de mi cabello que se deslizaban libres de


mi cola de caballo y sonrió.

—Sólo si tú me lo preguntaras.

Rodé mis ojos.

—Las ocasiones formales no son lo mío.

Él se rió mientras acomodaba mi cabello, un suave suspiro escapando


de sus labios mientras lo hacía.

—Estás equivocada. Son lo tuyo.

Elevé mi mano para reajustar mi cabello y gemí mientras me di cuenta


de que él lo había arreglado por mí. Y probablemente en una mucho
más limpia y resistente cola de caballo.

—Seguro. La última vez que fui a un evento formal, terminé hiriendo mi


mano, siendo enterrada y tú estuviste cerca de terminar conmigo.

Sus labios se curvaron sobre sus dientes mientras siseaba. Hice una
mueca, el sonido de desaprobación parecía estar rebotando en mi
cabeza, mellando en mi mente; dolía. Sus ojos se agrandaron y
achicaron tan rápido que cuando se dio cuenta de lo que había pasado,
sus manos fueron a mi rostro, la preocupación saturando sus hermosos
rasgos. Lo siento tanto, Grace. No sé por qué esto sigue ocurriendo.

Negué con mi cabeza ante su disculpa. No había necesidad de ella; él no


había tenido la intención de herirme. Lo sabía mejor de lo que
probablemente él lo hacía.

Aunque eso no explica por qué sigue sucediendo. Sus ojos se llenaron
con preocupación, y asentí en acuerdo. No explicaba por qué seguía

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ocurriendo, o lo que significaba. Sus pensamientos no se suponía que
fueran escuchados por mí, pero por alguna razón, inexplicablemente
podía oírlos, y el resultado era doloroso. Era un testamento de mi
humanidad, supuse.

Mientras la clase comenzaba, la expresión confundida y de


desaprobación que parecía tatuada en su rostro sólo crecía en dureza y
oscuridad. Volví mi atención a la tarea del día, intentando preguntarle
lo que estaba pensando tan pronto como sonó la campana.

En lugar de eso, mientras salíamos del salón de clase una hora


después, rápidamente me dejó con Stacy y salió, murmurando algo
sobre no querer llegar tarde a la tercera clase. Me quedé de pie ahí
mirándolo, Stacy luciendo tan perpleja como yo me sentía.

Mientras Stacy y yo caminamos hacia la biblioteca por el periodo libre,


todavía podía sentir el leve hormigueo de sensaciones en mi cabeza.
Stacy, viendo mi frustrada apariencia, me preguntó qué estaba mal.

—Sólo tengo un dolor de cabeza —mentí, y me encogí mientras las


punzadas ligeras aumentaban en importancia.

—Oh bueno, tal vez las matemáticas hicieron eso. Cálculo siempre me
da dolor de cabeza.

Asentí, no queriendo decir nada más mientras entrábamos a la


biblioteca y nos dirigíamos hacia nuestra mesa usual. Fue un shock ver
a Lark sentada ahí sola, una obvia sonrisa falsa en su rostro.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté mientras nos sentábamos.

—Mi clase de historia británica está aquí haciendo una investigación


sobre el Rey Enrique VII, así que decidí esperar por ustedes dos aquí,
así podemos discutir qué estaremos haciendo el día catorce.

Me volví para mirar a Stacy, cuyo rostro estaba sofocado con un muy
intenso rubor: ella nunca había lucido tan febril.

—No tengo planes, realmente. Robert estará trabajando esa noche.


¿Qué hay de ti, Stacy?

—Graham me pidió ir al baile con él. Le dije que lo pensaría.

Lark bufó. Al menos, sonó como un bufido. Me volví hacia ella y aunque
estaba sonriendo, pude ver algo más escondido detrás. Comenzó a
discutir sus planes con Stacy, pero no escuché ninguno. En vez de eso,
mi cabeza se llenó con su voz que decía algo completamente diferente.
Graham me llamó hace tres noches para preguntarme qué debería hacer
para Stacy por el día de San Valentín. ¿Puedes creerlo?

Parpadeé mientras sus palabras se registraban en mí. ¿Por qué sentiría


Graham la necesidad de discutir sobre Stacy con ella? ¿Qué podía
posiblemente tener que hablar sobre ello que no fuera engañoso de
alguna manera?

Le pregunté porque simplemente no te preguntaba a ti, dado que tú eres


su mejor amiga. Él me explicó que yo era más cercana a Stacy, que
sabría mejor que tú lo que le gustaba y disgustaba. Intenté decirle que
era una completa tontería, pero no pude. Aparentemente soy cercana a
Stacy.

Mi rostro se contrajo ante el reconocimiento de ese hecho. Tenía serias


dudas de que si las circunstancias hubieran sido diferentes, Lark me
hubiera revelado que era un ángel. Sólo sabía de ella por defecto, lo
cual no me molestaba. Hasta ahora.

Oh, por favor no comiences a sentir lástima por ti misma, Grace: enfócate.
Mi existencia ha estado enfocada en lo que sienten los humanos, lo que
los humanos piensan. Déjame tener un momento para mí, ¿lo harás?

Tímidamente, asentí. No pasó desapercibido para Stacy, cuyos ojos


estaban fijos en mi falta de comunicación. Rápidamente comencé a
juguetear con mi cabello, tirando de los hilos que tan bien atados
estaban en una cola de caballo increíblemente ajustada: cortesía de
Robert.

—¿En qué estás pensando, Grace? —preguntó ella, no comprando mi


súbita distracción de un minuto.

Mis ojos parpadearon mientras mi mente corría por una explicación. Mi


vacilación sólo añadió obviedad a la mentira que pronto salió de mi
boca.

—Sólo estaba pensando si Robert faltaría al trabajo para llevarme al


baile.

Para mi sorpresa, Stacy pareció aceptar esta explicación, y entonces


comenzó a preguntar a Lark sobre si ella sabía si su hermano iba a
pedirlo. Mientras Lark respondía, más pensamientos que no eran míos
propios llenaron mi cabeza.

Eres una mentirosa, Grace. No es de extrañar que estés rodeada de gente


que es indefectiblemente honesto. Bueno… la mayoría.

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Detuve el bufido antes de que saliera, sabiendo a quién se estaba
refiriendo. Mentir no es algo que suela hacer. Odio hacerlo; incluso
cuando es para ayudarte a ti o a Robert. Sé que no es la misma cosa,
pero mentir me hace daño, también.

La voz física de Lark continuó discutiendo con Stacy sobre el Día de


San Valentín, pero su voz mental, esa voz que sonaba mucho más clara
y definida en mi mente creció suavemente. Siento que tengas que mentir
por nosotros, Grace. No eres un electus patronus; no fuiste creada para
ello. No deberías tener que estar haciendo esto por cualquiera de
nosotros, Robert incluido. Nos las arreglamos para existir sin ser
descubiertos por siglos sin tu ayuda. Podemos continuar haciéndolo.

Apreté mis labios en molestia mientras sus palabras se asentaban en


mi cabeza. Para aquellos que pueden leer mentes, seguro eres obtusa,
Lark. No miento sólo para protegerte a ti y a Robert. También lo hago
para protegerme a mí y a mis intereses. Finalmente soy feliz, al menos la
mayor parte, y no quiero que nada amenace mi felicidad.

—Grace, ¿qué piensas? ¿Crees que debería ir al baile?

Me giré para ver a Stacy, su rostro serio, el tema de discusión


obviamente había tomado una dirección que tenía menos que ver con el
baile y más que ver con algo más.

—Eso depende de ti, Stacy.

Ella alzó sus manos, exasperada por mi medio-sincera respuesta.

—¡No eres de ayuda! Esto es algo mayor; todos en clase han estado
hablando sobre las fiestas posteriores y Graham siendo quien es, se
espera que vaya. Si le digo que sí, se esperará que yo vaya también, y
sabes lo que sucede en esas fiestas.

El reconocimiento finalmente brotó en mí, y me sentí estúpida por darle


esa respuesta medio vacía. Todos, incluso los antisociales como yo,
sabían lo que ocurría en esas fiestas. Ellos no las llamaban fiestas de
“hacer-bebés” por nada.

—Pensé… que dirías que no, Stacy —respondí, medio intentando


redimirme, medio queriendo salvarlos a ella y a Graham de caer presas
de la inmensa presión que estaría presionándolos sobre que deberían ir.

Lark asintió con su cabeza mientras intervenía:

—Creo que Grace está en lo correcto. Puedes decirle que ya tenías otros
planes.
Stacy ponderó nuestro consejo, dejando la mesa silenciosa mientras
Lark y yo recogíamos nuestra conversación donde la habíamos dejado.
Grace, hay veces en que está bien ser egoísta, pero nunca cuando te
cuesta una parte de ti.

Mi mandíbula se apretó en desafío. Mentir es lo que había mantenido la


mayor parte de mí a salvo; haría lo que tuviera que hacer para mantener
a Robert a salvo; él era de lejos más importante en este mundo de lo que
yo lo era… de lejos más importante que cualquier cosa que yo pudiera
“perder” como resultado.

¿De verdad crees eso?

No tuve que decir nada para que ella supiera que lo hacía. Ella nunca
había gastado un momento de su vida siendo humana, con emociones
humanas que nos separan en formas que su inmortalidad y sus
habilidades no lo hacían; nunca lo entendería.

Por dios, eres más ingenua de lo que pensé. Grace, ¿crees que perder la
confianza de las personas que amas por mentir vale la pena? Los electus,
ellos no necesitan mentirle a su familia porque los electus son su familia.
Nacen para esa vida, son elegidos por ellos. Tú has elegido esto por ti
misma y las consecuencias tal vez no sean algo que puedas aceptar.

Había algunas verdades en sus palabras, lo supe en el momento en que


comenzaron a llenar mi cabeza. Aunque simplemente no podía
aceptarlo. La mentira en que había estado viviendo era menor, incluso
si me hería hacerlo, y sabía que mi padre, sabía que incluso Graham
me perdonaría por hacerlo si eso significaba proteger a alguien más
importante que nosotros juntos.

—De acuerdo, está decidido entonces. —La voz de Stacy me sacó de mis
pensamientos, y me volví para sonreírle nerviosamente.

—He decidido que voy a rechazar a Graham. Preferiría salir con ustedes
chicas que ir a ese tonto baile. Quiero decir, sólo hemos estado saliendo
con chicos un mes; esto es un poco precipitado —continuó ella.

Mi nerviosa sonrisa se volvió una sonrisa completa mientras replicaba:

—Bueno, ¿entonces qué quieres hacer? Todos estarán en el baile, lo


cual significa que tenemos Heath para nosotras.

Lark bufó.

—Siempre tenemos Heath para nosotras. Es un pueblo pequeño.

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Comencé a hablar cuando Stacy interrumpió.

—De hecho, no es tan chico como piensas. Heath tiene ocho mil
residentes, lo cual lo hace pequeño en comparación con, digamos,
Cleveland, pero definitivamente no tan pequeño como otros pueblos
alrededor de aquí… y estoy balbuceando.

Lark y yo asentimos.

Ella se sonrojó.

—Lo siento. He estado haciéndolo últimamente, ¿no?

Lark y yo asentimos en acuerdo, y entonces rompimos a reír ante la


mirada frustrada que crecía en el rostro de Stacy, intensificando su
profundo rubor.

—Eres demasiado fácil, Stacy —rió Lark.

Stacy comenzó a reír, sabiendo que era verdad.

Cuando la campana sonó, anunciando el almuerzo, las tres nos


dirigimos a la cafetería, lamentando el terror gastronómico que nos
esperaba. El pesado olor de grasa y algo rancio asaltó nuestras narices
mientras caminábamos a través de las puertas dobles.

—He olido cosas horribles a través de los siglos, pero esto, esta cosa
realmente apesta —se quejó Lark, su voz sorda por su mano, la cual
sostenía encima de su nariz y boca.

Stacy y yo la imitamos mientras nos aproximamos a la mesa usual.


Graham ya estaba sentado, con un plato lleno de una masa no
identificable de lo que parecía alimento, su boca obedientemente
masticando mientras nos saludaba. Si uno ponía atención a su cara,
habría contado las sutiles diferencias cuando nos miró a cada una de
nosotras. Viéndome, sus ojos se arrugaron con travesura, la usual
mirada que uno le da a su mejor amiga, supongo. Stacy obtuvo una
sonrisa expectante, a pesar de que las esquinas de su boca no se
estiraron tanto como pensé que deberían hacerlo.

Pero a Lark… había algo en la forma en que sus ojos verdes brillaron
intensamente, el color profundizándose en un rico verde cazador,
entonces rápidamente se desvaneció en la nulidad, en un color oliva sin
vida que me dijo que más allá de cualquier cosa que le “gustara” no era
lo que sentía por ella, después de todo. Sentí mi corazón apretarse por
este descubrimiento.
Mi cerebro tanteó alrededor de Lark para ver si ella había escuchado
mis pensamientos, pero para mí alivio no lo había hecho. En vez de eso,
su rostro estaba fijo en el suyo, probablemente viendo las mismas
diferencias que había obtenido y sacando sus conclusiones. Pero,
¿cuáles serían esas conclusiones? ¿Serían similares a las mías?

Mientras las tres nos sentábamos, Stacy tomando el asiento


predeterminado al lado de Graham, me di cuenta de una ausencia
importante. El asiento a mi lado que debería estar ocupado por Robert
estaba conspicuamente vacío. Miré a Lark una vez más y pensé la
pregunta en una voz tan clara que ella debería haberla oído.

Ella volvió su rostro hacia mí y sonrió tristemente.

—Robert tenía que hacer un recado durante el almuerzo —me


respondió, no dándose cuenta de que no había hecho la pregunta en
voz alta. Afortunadamente, ni Stacy ni Graham parecían haberse dado
cuenta mientras estaban en medio de un acalorado, aunque
inusualmente silencioso intercambio.

Están discutiendo sobre el Día de San Valentín.

Lark no presionó en sus pensamientos. Sabía que no lo había hecho,


pero su habilidad de oír lo que los otros estaban diciendo, incluso a una
tremenda distancia, impedía cualquier sentido de discreción, a pesar de
que Stacy parecía haber olvidado que su voz era más baja que un
silencioso zumbido. Lark negó con la cabeza y se volvió hacia mí, su
expresión era de consternación y dolor. Para la mayoría de los chicos de
preparatoria, un mes era más que suficiente tiempo para asimilar un
desaire, incluso uno tan sorprendente y decepcionante como el que
Graham le había hecho, pero para Lark, el tiempo pasaba en un
parpadeo. No importa lo que seas: humano o ángel, el dolor no puede
desaparecer en un parpadeo.

Pasaste de ser completamente inocente a sorprendentemente astuta en el


lapso de una hora. Estoy orgullosa de ti. Una leve sonrisa reemplazó a la
mueca que había estropeado la belleza angelical de su rostro y sonreí en
respuesta. No sabía qué más hacer mientras estábamos sentadas ahí,
intentando muy difícilmente no escuchar la disputa sucediendo
enfrente de nosotros, mientras también intentábamos fingir que éramos
totalmente inconscientes a ella.

—Lark, ¿podrías acompañarme al baño, por favor?

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Lark y yo nos volvimos para ver a una enrojecida Stacy con Lark
asintiendo un sí mientras ella se levantaba. Ella y Stacy se dirigieron al
baño e inmediatamente me volví para mirar a Graham.

—No me des esa mirada, Grace. No hice nada excepto pedirle a Stacy ir
al baile —dijo él, su ceño fruncido imitando el mío—. ¿Cómo iba a
suponer que ustedes tenían planes?

Fingí disgusto mientras procesaba lo que él apenas había revelado.


¡Stacy le había mentido! Miré alrededor de nosotros para asegurarme de
que no había nadie escuchándonos y entonces me incliné más cerca, mi
voz apenas por encima de un susurro cuando hablé.

—¿Por qué se lo pediste en primer lugar?

Él se encogió de hombros.

—¿No es eso lo que se supone que hace un novio? ¿Pedirle a su novia


que lo acompañe a algún tipo de baile? —Él suspiró y se hundió en su
silla, sus ojos yendo de atrás hacia adelante, la misma preocupación
por posibles espías aparentemente llenando su cabeza—. La verdad es
que quería preguntarle a Lark. Me gusta Stacy, de verdad, pero ella y yo
terminaremos rompiendo. Tú lo sabes, yo lo sé. Incluso Stacy lo sabe.

No tenía que ir más lejos para que lo entendiera. Ya sabía lo que su


boca no podía decir. Quería alentarlo para decirle a Lark cómo se
sentía, pero antes de que pudiera ir más allá, los cabellos en la parte
posterior de mi cuello se erizaron, advirtiéndome que algo malo iba a
suceder.

No podría haber estado más en lo correcto.


10
Fenómenos de una pluma.
Traducido por Sooi.luuli

Corregido por Samylinda

M
e di la vuelta en mi asiento cuando el grito nos llegó
desde la cafetería. No era el sonido de una uña
rasgando el pizarrón, ni tampoco se sentía como si
estuviera rebotando contra las paredes —un testimonio de la sólida
construcción de la escuela, o el disgusto colectivo que había llevado a la
mayoría de los alumnos a comer en otro lado— sino más bien el hecho
de que lo reconocí.

Desde una distancia, se veía como alguna especie de abanicos a rayas


de color oro y negro siendo agitados en el aire mientras un par de
bailarines daban vueltas en el piso de la cafetería. Un rápido destello de
una mano, un veloz alzamiento de pierna, y la rubia a medias del
abanico estaba en el piso mientras el alarido se volvía más fuerte.

—Voy a matarte por eso —gritó la voz mientras la rubia se ponía de pie.

—Oh. Mi. Dios.

Erica Hamilton luchó por mantenerse de pie mientras el individuo de


cabello negro se reía, el sonido melodioso, como una escala de
campanas repiqueteando al unísono.

—No lo creo. —La voz de Lark intervino, y me voltee a ver a Graham,


quien miraba con embelesada fascinación mientras las dos chicas otra
vez comenzaban su baile de nuevo. Mi única pregunta era a dónde
había ido Stacy.

Una figura se puso de pie, como respondiéndome y di un grito ahogado.


La frente de Stacy estaba cubierta de sangre, el imparable fluido

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deslizándose por su mejilla y sobre el piso. Me apresuré hacia delante y
la alcancé justo cuando una oleada de mareo la golpeó, provocando que
se tambaleara hacia delante desmayándose. Graham estaba a mi lado
mientras luchaba por bajar a Stacy al piso. Se sacó su camiseta de
botones y me la tendió. La hice una bola y la deposité debajo de la
cabeza de Stacy mientras él usaba su camiseta de abajo para tocar
ligeramente la sangre que estaba fluyendo libremente de una herida
profunda en su frente.

Detrás de nosotros, la batalla entre Lark y Erica se detuvo. Un enojado


señor Branke y una incluso más enojada Madam Hidani estaban
manteniendo a las dos chicas separadas. Está bien, ambos profesores
estaban manteniendo atrás a una frenética Erica mientras Lark gruñía.
Ni un solo cabello en su cabeza estaba fuera de lugar, sus ropas yacen
suaves y libres de arrugas en su cuerpo, mientras que el pelo de Erica
se parecía a una planta rodadora salida directamente de alguna vieja
película del oeste, y sus ropas mostraban significantes rasgaduras y
manchas.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó el señor Branke, dándose un


débil golpe en un lado de su cabeza sin ni siquiera un parpadeo cuando
Erica se estiró a través de su jaula de brazos para intentar agarrar a
Lark, otro grito penetrante era el único sonido que parecía que era
capaz de hacer en ese momento.

Lark colocó un invisible mechón de cabello detrás de su oreja y se


dirigió hacia Stacy en el suelo. Fue entonces que todos los demás nos
notaron a los tres en el piso de la cafetería, una sangrienta Stacy
inconsciente en mis brazos, un preocupado Graham diligentemente
presionando su herida con su camiseta, un frío brillo en sus ojos
dirigidos hacia su ex novia.

—Stacy y yo regresábamos de usar los baños cuando Erica salió de la


nada y empujó a Stacy en la entrada. Stacy se golpeó contra el borde de
la puerta y cayó al suelo, y Erica intentó patearla mientras estaba
tirada. No iba a dejar que eso pasara, así que le pegué. —La voz de Lark
era plana, su actitud indiferente, pero yo sabía que cada palabra hacía
a Erica acobardarse pues ese “golpe” no fue la única cosa que había
hecho.

Las manos en forma de garras de Erica se convirtieron en una


acusadora señal dirigida a la cabeza de Lark, mientras daba alaridos.

—Ella me hizo algo. Pude escucharla en mi cabeza. Creo que me drogó.


Lark puso sus pálidos ojos grises en blanco ante el repentino arrebato y
pude haber jurado que vi a Madam Hidani hacer lo mismo.

—Si estás escuchando voces en tu cabeza entonces eso explica mucho.

Murmullos de acuerdo podían ser escuchados alrededor de nosotros. La


cafetería ahora estaba llena de curiosos y espectadores, con la intriga
de ver quién había provocado la cólera de Erica Hamilton esta vez.
Nadie esperaba que fuera Lark y el hecho de que —esencialmente—
estaba ciega sólo le echaba más leña al creciente disgusto.

—¡Tú, fenómeno ciega! —gritó Erica, provocando un colectivo grito


ahogado de la multitud que nos rodeaba—. No es de extrañar que seas
amiga de Grace. ¡Locos! ¡Todos ustedes están locos!

El señor Branke, finalmente cansado de ser golpeado por la sacudida de


las manos de Erica, las agarró y las atrajo hacia su espalda, forzando a
sus hombros a echarse hacia atrás y a que un sollozo de dolor
interrumpiera su discurso.

—Vamos, señorita Hamilton. La voy a llevar a la oficina del Subdirector.

Madam Hidani, ahora acompañada por la enfermera de la escuela, se


arrodilló a mi lado para ver cómo estaba Stacy. Podía sentir el miedo
burbujeando en mi interior mientras me ponía de pie y me hacía a un
lado para darles espacio; ella no se había despertado aún, no se había
movido siquiera. Graham también se puso de pie para permitirles
espacio, y nosotros dos nos quedamos de pie en silencio mientras
repasaban una lista efectiva de cosas para ver cuán mal éstas estaban.
Sentí una fuerte mano apretar mi hombro y levanté la vista, pero no
eran los ojos de Graham a los que estaba mirando.

—Robert —sollocé, y me sentí colapsar en sus brazos en espera—. No


entiendo por qué… Erica sólo atacó a Stacy de la nada, sin razón, y
ahora Stacy no se levanta. —Luché de vuelta contra el impulso de
comenzar a sollozar, mordiendo mi lengua para distraerme.

—Shh. Está bien, ella va a estar bien —susurró en mi oreja. Suspiré


con alivio y me liberé de él. Sintiendo mi intento, su agarre en mí se
hizo más fuerte. Grace, no voy a hacer nada. No puedo… ¿recuerdas?

Tontamente, había esperado que la pequeña estipulación de él siendo


incapaz de usar su habilidad curativa para nadie excepto para mí,
podía de alguna manera hacer a un lado a un amigo, pero
aparentemente las reglas se aplicaban sin importar la persona. Asentí
con la cabeza para agradecer sus pensamientos y oculté mi cabeza

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contra su pecho, sin querer ser testigo de lo que estaba pasando detrás
de mí.

—Está bien, Grace. Está despertando. Mira.

Tentativamente, eché un vistazo desde el refugio de los brazos de


Robert. Los ojos de Stacy estaban abiertos. Bueno, sólo un ojo; el otro
estaba precintado por la seca y coagulada sangre. Estaba
murmurándole algo a Lark, quien estaba arrodillada a su lado, sus
manos envolvieron a la de Stacy. Graham, aún de pie silenciosamente a
mi lado, se veía pálido. Apenas podía imaginar lo que estaba pasando
por su mente pero sea lo que fuera, no estaba haciendo nada excepto
sumarse a la dificultad de que él ya se enfrentaba con las batallas
ocurriendo en su interior.

—Está bien, Stacy, la ambulancia está aquí para llevarte al hospital. El


Subdirector Kenner ha llamado a tu padre y le ha dicho a tu madre
sobre lo ocurrido, ¿está bien? Van a ir a encontrarte en el hospital —le
decía Madam Hidani a Stacy mientras la multitud hacía espacio para
los dos paramédicos, quienes estaban empujando una camilla, con una
grande y negra mochila descansando en el medio.

—Hola, encanto. —Una de ellos arrulló mientras rodeaba el cuello de


Stacy con un collarín vertebral. El otro paramédico rodeó el brazo de
Stacy con un manómetro y le tomó la presión arterial. Stacy respondía
cada pregunta, siempre consciente de la audiencia que miraba.

Uno de los paramédicos agarró una tabla que había sido depositada en
la camilla y junto con su compañera manejaron el depositar la tabla
debajo de Stacy. La levantaron sobre la camilla y después la ataron en
ella, comenzaron su rápido ritmo para salir de la cafetería, el cuerpo
estudiantil entero de Heath High siguiendo todo seriamente, no
queriendo perderse ni una sola cosa.

La paramédica se las había arreglado para asegurar la venda en la


cabeza de Stacy mientras caminaba a su lado, la almohadilla
poniéndose de color rojo mientras la sangre de Stacy continuaba
corriendo. Mientras empujaban la camilla contra la parte trasera del
camión, las ruedas rebotaron y se flexionaron hacia dentro, permitiendo
deslizarla en la parte de atrás con facilidad. Lark entonces dio un paso
hacia delante y le murmuró algo al paramédico, quien asintió con la
cabeza y le tendió el brazo, haciéndole lugar en la ambulancia. Lark se
subió y se sentó al lado de Stacy, acercándose de nuevo para sostener
su mano.
A mi lado, Graham se preguntó en voz alta cómo Lark se las había
arreglado para que le permitieran entrar a la ambulancia. Yo también
me sentía confundida.

—Pensaba que solamente los miembros de la familia tenían permitido


entrar —agregué a su pregunta mientras los dos mirábamos
mutuamente cómo las puertas de la parte trasera de la ambulancia
estaban cerradas, la sirena y las luces intermitentes se encendían, y el
vehículo salía de la escuela.

Sentí el tirón en mi mano y luché por mantener el equilibrio mientras


Robert me arrastraba hacia su motocicleta estacionada en el frente del
estacionamiento.

—Sube —dijo rápidamente mientras él lo hacía. Obedecí, mis brazos


rápidamente rodeando su cintura. Graham, siendo testigo de nuestra
rápida partida, había tomado la indirecta y estaba dirigiéndose a su
propio auto antes de que el personal de la escuela pudiera lanzarse
sobre nosotros y nos impidiera salir.

El intenso ronroneo del motor de la motocicleta me dijo que estaba más


que listo para hacer lo que sea que fuera que Robert hubiera planeado
para llevarnos detrás de esa ambulancia. Agarrándome con fuerza, me
aferré a nuestra partida, sin atreverme a mirar las caras boquiabiertas
que nos veían salir.

Tomó menos de un minuto para Robert maniobrar el camino a través


del tráfico y detenerse directamente en la parte trasera de la
ambulancia. Nos quedamos allí mientras ésta viraba en dirección al
hospital y al carril de vehículos de emergencia.

Bájate aquí y síguelos adentro. Robert sostuvo firme a la motocicleta


mientras hacía lo que él dijo. Lark me esperaba y ambos nos
adentramos en la sala de espera de emergencias, nuestras manos
tensas. Los padres de Stacy estaban allí como también sus hermanos,
incluido su gemelo Sean, quien no había estado en la escuela hoy por
alguna desconocida razón.

Su cara estaba más pálida que la de los demás y después de echarles


un vistazo al señor y a la señora Kim, pude ver por qué. Él debía haber
sido regañado por ellos por no estar en la escuela y proteger a su
hermana pequeña, como probablemente esperaba hacerlo. Quería
sentirme mal por él, pero había un pequeño espacio en mí como para
preocuparme por alguien más que Stacy en este momento, y el espacio
que existía estaba reservado para Graham, quien apareció justo cuando

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uno de los doctores de la sala de emergencia irrumpía para darles a los
padres de Stacy una novedad.

—¿Así que esta es la familia de Stacy Kim? —dijo mientras aceptaba a


los siete Kim, cautelosamente examinando a los cinco hermanos
ansiosos y preocupados, todos de pie con sus brazos cruzados sobre el
pecho, ya escépticos de lo que sea que fuera que tenía para decir.

Aclarando su garganta, comenzó a explicar la severidad de su daño, su


tono volviéndose más grave cuando mencionó la incapacidad de ellos
para detener el sangrado. Se volteó a mirarme y pestañeó en
reconocimiento.

—Tu padre no está aquí… ¿o sí? —preguntó nerviosamente, sus ojos


buscando incluso cuando respondí negativamente—. ¿Estás segura?

Asentí.

—Soy la amiga de Stacy —insistí, y me aparté para que él pudiera ver


que no estaba mintiendo.

Exhaló en alivio mientras aceptaba que mi padre no iba a salir de algún


armario y comenzar a reprenderlo como había hecho después de que
Robert me hubo retirado los yesos… y olvidado ponerlos de vuelta.
Comencé a reírme nerviosamente mientras todos me miraban con
preguntas tácitas escritas claramente en sus rostros.

—Supongo que estoy asustada en este hospital —expliqué


avergonzadamente, mi cara ardiendo ante mi vergüenza—. Mi papá, en
cierto modo, hizo un pequeño alboroto la última vez que estuve aquí, y
supongo que ellos lo recordarán.

Sean murmuró algo que sonó bastante como “loco” mientras que la
madre de Stacy chasqueó su lengua ante mi admisión. Había cometido
aparentemente algún tipo de paso en falso coreano, aunque no sabía
cuál, y en lugar de intentar disculparme —lo que habría ayudado—
apreté los labios y me los mordí… con fuerza; cualquier cosa para evitar
tener de vuelta la atención puesta en mí.

Aclarándose la garganta otra vez, el doctor nos dijo que tan pronto como
tuvieran la pérdida de sangre bajo control, sólo los padres de Stacy
tendrían permitido entrar a verla. Sus hermanos dieron un suspiro de
alivio, obviamente no preparados para ver a su hermana en alguna
situación donde ella se vea vulnerable. Lark dio un paso hacia delante,
su intento expresado sólo para mí, y el doctor volteó su cara hacia ella,
una mirada de dolor en su rostro.
—Y ella quiere verte, también —dijo, su voz apenas reconocible
mientras miraba los ojos enceguecidos de Lark.

Graham abrió la boca para decir algo, pero Lark se dio vuelta y sacudió
su cabeza. Una silenciosa advertencia que no toleraba discusión.
Increíblemente, Graham asintió. Se acercó a una silla que estaba
situada tan lejos de los hermanos de Stacy como era posible y se sentó.
Lark se acercó a la madre de Stacy y comenzó a hablarle en un suave
susurro, las palabras extrañas para mis oídos y sacudí mi cabeza.
Parecía que ella era capaz de hablarle en coreano. Sabiendo que yo
estaría groseramente fuera de lugar entre la familia de Stacy, me senté
al lado de Graham, él, el intruso, y yo simplemente encajando.

—No te molesta —susurró él mientras miraba a la madre de Stacy y a


Lark conversar—, que no puedas hablar una sola palabra en coreano,
¿y Lark sí pueda?

Me encogí de hombros y sentí que una esquina de mi boca se contraía


mientras respondía honestamente.

—Lo haría si pensara que importara, pero no. Lark es única, así que es
de esperar por parte de ella ser buena en casi todo. Yo soy casi tan
anormal como se puede ser, así que si descubro que soy buena en algo,
es hora de reajustar mi visión del mundo.

Una enfermera apareció mientras hablaba y les asintió a los padres de


Stacy y a Lark; los tres la siguieron mientras los conducía a través de
una serie de puertas dobles, desapareciendo detrás de ellas sin una
palabra a los hermanos de Stacy o a nosotros. Bajé la vista hacia mis
manos y vi que Graham estaba apretando sus rodillas. Cubrí una de
ellas con la mía y la apreté.

—Va a estar bien, Graham —dije suavemente—. Un pequeño corte en la


cabeza no va a derribarla.

Graham cabeceó en silencio de acuerdo.

—Sé que ella va a estar bien, Grace. Es lo que viene después de lo que
no estoy tan seguro.

—¿De qué hablas?

Él miró a través de la sala y mis ojos siguieron su mirada. Cinco pares


de ojos estaban mirando directamente hacia nosotros, examinando cada
movimiento nuestro, y me di cuenta de que mi mano estaba aún

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cubriendo la de Graham. Lentamente la saqué, sonriendo mientras lo
hacía, y dije en voz baja:

—Ellos no son exactamente el grupo más alegre, ¿no?

Su gruñido, un agradecimiento, su suspiro una concesión, y su suave


risita una ruptura en la tensión mientras levantaba la vista para ver a
Robert entrar.

—¿Siempre notas que cuando tu novio entra a una sala, él se ve como


el ángel de la muerte? Quiero decir, sin ofender, pero en cierto modo
tiene esa característica sobre él… sobrenatural y… desagradable a la
vez.

Me reí nerviosamente, mis ojos estrechándose mientras veía a Robert,


sabiendo que había escuchado lo que Graham había dicho. La sonrisa
en su cara alivió un poco mis miedos. Por supuesto que él lo
encontraría divertido. La posibilidad de Graham siempre descubriendo
cuán acertado está era inexistente, pero eso no me detenía de
asustarme por las consecuencias que deberían en verdad ocurrir. Stacy
había aceptado a Lark y a Robert siendo ángeles demasiado bien, pero
incluso ella no sabía lo que Robert verdaderamente era… siempre temí
contarle. Y si de Stacy, uno de los individuos de más mente abierta que
conocía me aterrorizaba su reacción, ¿qué pasaría si Graham se
enterará?

Mientras Robert se sentaba a mi lado, saludó a Graham


silenciosamente con un movimiento de cabeza y sacó mi mano de mi
regazo y la puso de vuelta en la de Graham.

Él es tu amigo. Entenderá. Y si no lo hace, lo mataré.

Sentí el nervioso burbujeo de risa comenzar de nuevo y me tapé la boca


para sofocarlo, mirando a Robert mientras lo hacía. Examinó a los
meditantes hermanos de Kim y se encogió de hombros.

—Los hospitales la ponen nerviosa.

Robert pasó su brazo por mi hombro y me atrajo hacia él, depositando


mi cabeza sobre su hombro y suspiró.

—Disculpa —dijo dulcemente. La declaración de una sola palabra tenía


nada poco de una disculpa implícita, pero logró su cometido, y articulé
un “gracias” que supe que sintió del movimiento de mis labios y mi
mandíbula, y que lo había escuchado de mis pensamientos.
Las horas parecían pasar lentamente mientras esperábamos que
alguien reapareciera y nos dejara saber lo que estaba pasando.
Finalmente había tenido suficiente de la espera y le pedí a Robert que
me dijera lo que estaba tomando tanto tiempo.

¿Estás segura? Él estaba inseguro, sabiendo que yo nunca había usado


su habilidad para mis propias necesidades personales, que nunca lo
había querido. Me mantenía normal… tan normal como era posible, de
cualquier manera.

Pero esto era diferente. No lo estaba pidiendo sólo por mí. Esto era
sobre Stacy, y Graham, e incluso sus hermanos, quienes se habían
cansado de intentar intimidar a Graham y habían pasado a
simplemente intentar quedarse despiertos; dos ya habían fracasado en
eso.

Robert buscó mis ojos, se esforzó por ver en mi mente y vio que esto era
importante para mí. Sonrió ante esta pequeña concesión que estaba
haciendo, y entonces cerró sus ojos por una fracción de segundo. Los
volvió a abrir antes de que incluso tuviera una oportunidad de darle las
gracias, y su sonrisa se volvió más amplia.

Ella está bien. Han terminado de suturarla —tres puntos de los que ya le
ha alardeado a su padre… dos veces— y estará fuera tan pronto como el
papeleo esté completo.

Sentí el zumbido de escape mientras la preocupación y el estrés me


abandonaban. Stacy iba a estar bien. Las cosas iban a estar bien. Me
giré hacia Graham para decirle, mi boca abierta y preparada con los
comienzos de las grandes noticias, pero el agarre de Robert en mi
hombro se volvió violento, casi doloroso.

¿Cómo le explicarás que descubriste todo esto porque leí las mentes de la
gente en la sala de emergencia?

Mi boca se cerró tan pronto como me di cuenta de lo que había estado a


punto de hacer. Robert me volvió a asegurar que Graham lo aceptaría,
pero no poseía tanta confianza en esto como él lo hacía, sabía que no
quería perder a Graham sobre Robert. Había estado a punto de hacerlo
una vez ya y no pensaba que pudiera lidiar con las consecuencias si lo
perdía por completo.

Lo sentí como una puñalada a mi subconsciente, el repentino y


completamente inoportuno flashback de lo que Lark había dicho justo

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unas horas antes en la librería. No era capaz de aceptar las
consecuencias que mis mentiras y la posterior verdad traerían.

—Oh, demonios —murmuré.

—¿Qué? —se rió Robert, su voz llena de humor, ya sabiendo cuál era mi
respuesta.

—Odio cuando ella tiene razón. Sólo va a hacerla sentir más superior —
gemí, hundiéndome en mi silla y enterrando mi cara en el costado de
Robert.

Me atrajo más cerca y sentí a su boca presionar contra la parte superior


de mi cabeza.

—Tal vez se sienta superior, pero es tan perdida e ingenua como tú —


susurró contra mi cabello, su aliento fresco enviando temblores por mi
columna vertebral.

—¿Qué hora es? —pregunté, necesitando una distracción del calor que
estaba comenzando a formarse en mi interior por el contacto.

Sin moverse respondió que eran casi las cinco. Levanté mi cabeza
bruscamente, mis ojos redondos y grandes ante la declaración.

—¡Papá! ¡Janice! ¡Ellos no lo saben! Van a preguntarse por qué aún no


estoy en casa, o por qué no he llamado… oh, esto no van a tomarlo
bien. Tengo que llamarlos —grité, y me puse de pie, mi cuerpo dando
vueltas mientras intentaba entender dónde los teléfonos públicos
estaban localizados.

Como si en el momento justo, siete celulares de diferentes marcas,


modelos y tamaños aparecieron enfrente de mí, todos agarrados de las
manos de sus dueños: Los cinco hermanos de Kim, un novio, y un
mejor amigo.

—Bueno… uhm. —Me moví con dificultad mientras veía a cada uno
como si fueran objetos ajenos, el asunto de cómo usarlos escapando de
mi mente justamente en ese momento.

—¿Qué eres tú, algún tipo de imán del celular? —preguntó una voz
detrás de mí. Me volteé para ver a Stacy saliendo de la sala de
emergencia en una silla de ruedas desvencijada, Lark de pie al lado, el
padre de Stacy agarrando el respaldo y empujando.

—¡Saliste! —grité, estirando mis brazos para abrazarla.


—Vaya —jadeó mientras la estrechaba, mis brazos envueltos
torpemente alrededor de ella y parte de la silla de ruedas—. Lo has
llevado demasiado bien. Ahora salgamos así pueda respirar
nuevamente.

—Ups —chillé, rápidamente aflojando mis brazos y colocándolos detrás


de mí—. Así que… ¿cuál es el veredicto?

Señaló el montón de gasa y cinta adhesiva que cubría un tercio de su


antebrazo mientras respondía.

—Tengo tres puntos, tres, y no necesité ninguna anestesia. Se


maravillaron ante mi elevado umbral de dolor. Probablemente seré una
leyenda aquí. —Captó los cinco pares de ojos en blanco y rodó los suyos
en respuesta―. De cualquier manera, llevó un rato que se detuviera la
pérdida de sangre. Y por si fuera poco tengo una linda contusión, pero
aparte de eso estoy bien. Insistieron en que saliera en una silla de
ruedas, alguna estúpida política de hospital que no ignorarían, sino lo
habría hecho por mi cuenta. Me estoy muriendo de hambre porque no
me dieron nada para comer, por lo que estoy lista para patear el culo de
Erica Hamilton.

Giró su cabeza para mirar a Graham mientras continuaba.

—No sé lo que alguna vez viste en ella, pero lo que sea que fue, si
estaba en su cara, se va a ir el próximo lunes.

—Stacy —regañó su padre, pero su mirada estaba fija en Graham. La


mirada no era difícil de leer. Pero decía muy claramente que Graham no
era lo suficientemente bueno para su hija. Especialmente si su ex novia
estaba atacándola y enviándola al hospital; Graham bajó la vista a sus
pies y no dijo nada.

—¿Qué? No voy a hacer mucho daño, pero Bimbo Barbie 6


definitivamente no va a tener muchas citas cuando acabe con ella.
¿Quién habría pensado que estaría derrumbada por esa botella de
peróxido caminante? —gruñó Stacy, ignorando el siseo de su madre y el
gruñido de desaprobación de su padre.

Sean se reía ante los comentarios de su hermana.

—Tal vez pasar el tiempo con la loca y la sexy te hace perder tu sentido
de equilibrio.

6
Bimbo Barbie: Utilizado para nombrar a alguien atractivo pero carente de
inteligencia.

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No tomó mucho tiempo figurarse quién era la “loca” y quién la “sexy“, y
en verdad no me molesté por eso, pero tomó mucho menos tiempo que
él rápidamente largara una disculpa mientras Robert y Graham
lanzaban amenazantes gruñidos ante el insulto. Lo que me molestó fue
que sabía que Graham había sido más insultado por la ocurrencia de
referirse a mí, más que siendo un insulto para Stacy. No debería haber
sido de esa manera.

—Oh, por favor —rió Stacy—. Estamos todos locos. Pero al menos
podemos conseguir citas, no como tú, Casanova-sin-armas.

Esta vez, la risa se extendió —con la excepción de los padres… y Sean—


y la tensión que había sido más gruesa que la lana se disipó finalmente.

Lark ayudó a Stacy a ponerse de pie, su cara aún llena de


preocupación, aunque no en el mismo grado como lo había sido en la
escuela.

—¿Estás segura de que quieres ir a casa? Podrías quedarte aquí por la


noche, sabes. El doctor lo recomendó.

Stacy mofó ante la sugerencia.

—No soy una inválida. Es sólo una estúpida contusión. Voy a estar bien
y definitivamente voy a ir al colegio mañana; no me interesa lo que el
hombre de traje blanco dice, no voy a quedarme en casa.

La madre de Stacy echó un sermón completamente en coreano, con


palabras que estaba segura de que no eran para oídos inocentes,
juzgando por el gesto de dolor y la vergüenza que vinieron de parte de
sus hijos, como también por la manera en que la perfecta boca de Lark
curvada hacia arriba formó una perfecta línea.

El griterío continuó mientras todos salían de la sala de espera en


dirección a los ascensores que nos llevarían al estacionamiento. Me
quedé de pie con mi mano firmemente agarrada por la de Robert,
frecuentemente girando mi cabeza para mirar hacia atrás a Graham,
cuya cara tenía una amplia mezcla de emociones, un poco de las cuales
era diversión.

—¿Vas a seguir hasta la casa de Stacy? —susurré, y le fruncí el ceño


cuando sacudió su cabeza—. ¿Por qué no?

Siete cabezas se giraron rápidamente, los siete pares de ojos


mirándome, como si hubiera cometido alguna ofensa atroz para
siquiera traer el tema a colación. Otro paso en falso.
—Grace, sólo ve a casa, ¿sí? Estaré bien. De hecho, Lark, creo que
deberías tomar un paseo con Graham a casa mientras yo lidio con…
esto —dijo Stacy con frustración—. Los llamaré después en la noche.

Esa séptima palabra 7 corta encendió otro aluvión de palabras ajenas


mientras la familia Kim entraba al ascensor, llenando la capacidad por
completo. Mientras las puertas se cerraban, sentí un impulso de reírme
tontamente ante la ridiculez de todo eso.

—¿En qué piso estás estacionado? —le preguntó Graham a Robert,


rompiendo el innecesario silencio que se mantuvo por mucho tiempo
después de que las puertas del ascensor se hubieran cerrado.

—Tercero. ¿Tú?

—Segundo.

El repiqueteo de la campana anunciando un auto vacío rápidamente


finalizó esa efímera conversación, y los cuatro nos apilamos en el
ascensor. Presioné cada respectivo botón del ascensor y esperé en
silencio mientras el ascensor se tambaleaba hacia arriba. Siguió
tranquilo hasta que paramos de golpe y las puertas repiquetearon
abiertas de vuelta.

—Te veré en casa, Grace —dijo Graham suavemente mientras Lark


desfilaba junto a él, su bastón para caminar notablemente ausente de
sus manos. Era la primera vez que había notado que faltaba, recé que
no estuviera ausente a propósito. Mis pensamientos debían haber sido
escuchados porque pronto reconocí el repiqueteo de su bastón plegable
abriéndose.

—Está bien —repliqué, levantando mi mano para despedirme pero las


puertas se cerraron antes de que él pudiera ver―. ¿Entonces qué pasa?
—pregunté mientras el elevador comenzaba a subir nuevamente.

Giré mi cara hacia Robert, mis brazos cruzados sobre mi pecho, e


incliné mi cabeza hacia el costado.

—¿Por qué no te quejaste o argumentaste o algo cuando Stacy sugirió


que Graham llevara a Lark a casa?

—Ahh. ¿Cuál sería el punto en quejarme? Si lo hubiera hecho, Stacy y


su familia se habrían llevado la impresión de que no confiaba en
Graham estando alrededor de mi hermana, y viceversa, y eso no habría

7
Séptima palabra: En el inglés original figura como “I’ll call you guys later on tonight”
donde la frase tiene siete letras.

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ayudado a Stacy ahora, ¿o sí? Viste cómo veían a Graham. Él es
popular en la escuela, y tiene bastante de lo que todos los padres
esperan que sus hijas lleven a casa hasta el día de hoy. Pero…

—No con la familia de Stacy —terminé por él.

—Exactamente. No es lo que ellos esperaban para ella. Si les hubiera


dado cualquier razón para dudar de él incluso más, sólo habría hecho
las cosas más difíciles para Stacy, y eso no es lo que ella necesita justo
ahora.

Lo seguí mientras salíamos, nuestras manos aún unidas.

—Gracias.

Él se detuvo y me miró, sus ojos de acero fundiéndose de placer.

—Encantado de ayudar, aunque no sé qué fue lo que hice.

Me puse de puntillas y le di un rápido beso en sus labios.

—Por lo menos pretender que Graham es digno de confianza con tu


hermana.

Se rió suavemente, rozando mi mejilla con sus dedos.

—Le creo, Grace. No creas que no lo hago. Pero… bueno, viste cómo los
hermanos de Stacy estuvieron con él; me siento de la misma manera,
sólo que puedo leer sus pensamientos —explicó mientras se inclinaba,
su intento demasiado claro.

Me reí cuando la comprensión finalmente penetró. Levanté mi cabeza


para aceptar su beso y demasiado rápido, estuvimos de vuelta
caminando hacia su motocicleta.

—¿Qué va a pasarle a Erica? ¿Y Lark?

—En verdad, tengo una sensación de que vas a ser parte de la ecuación
también, así que comenzaría preguntando qué es lo que va a pasar
contigo, también.

Me ayudó a subir al asiento detrás de él mientras permitía que sus


palabras penetrasen.

—¿Qué quieres decir, soy parte de la ecuación?

Por encima del rugido del motor, sus pensamientos llenaron mi mente,
colocándolos en cada grieta. Has recibido parte de la culpa por el
comportamiento de Erica. Tu padre probablemente ya ha recibido una
llamada telefónica del Subdirector Kenner, así que prepárate para
decirles nada más que la verdad cuando llegues a casa.

Tragué saliva ante esas pocas noticias. Después de tener una


trayectoria de secundaria bastante aburrida y en general tranquila, mi
último año se convirtió rápidamente en algo que nunca habría creído
que alguien lo hubiera predicho hace sólo unos meses. Papá no había
recibido una sino dos llamadas telefónicas de la escuela este año sobre
mí. La primera porque había dejado la escuela el primer día durante el
almuerzo y no había vuelto. Quién sabía lo que esto informaba.

Mientras Robert estacionaba en mi entrada, la puerta principal se abrió


rápidamente y papá vino volando.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —Estiró sus brazos y me apartó de la


motocicleta, su abrazo casi sacándome el aliento.

—P… papá… ¿cuál es el problema?

Se alejó y me examinó, sus ojos rojos por… ¿llorar?

—La escuela llamó… dijeron que alguien había sido golpeado hasta
quedar inconsciente y que ella había sido llevada a una de las salas de
emergencia. No me dijeron quién, o a dónde. Llamé a cada una de las
salas de emergencia preguntando si habías sido ingresada, y todos me
dijeron que no. Janice está en el teléfono con uno de sus amigos que es
un supervisor en el hospital en Licking; estaban intentando averiguar si
habías sido ingresada bajo un nombre diferente.

Escuché a Robert acercarse por detrás de mí, y me eché hacia atrás


para poner algo de distancia entre papá y yo.

—Papá, estoy bien. Stacy fue la única que se lastimó.

—¿Stacy? Pero… no entiendo. El Subdirector llamó…

Levanté mi mano para tranquilizarlo.

—Papá, aparentemente el Subdirector Kenner piensa que si Erica odia


lo suficientemente a alguien para herirla, debía haber sido a mí. Erica
empujó a Stacy mientras ella y Lark estaban regresando de los baños;
Stacy se golpeó la cabeza contra el marco de la puerta de la cafetería. —
Continué con la descripción entera de la terrible experiencia,
terminando justo cuando Graham llegó.

—¿Es todo esto verdad? —le preguntó papá a Graham mientras se


acercaba.

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—¿Lo que pasó hoy? Sí, demasiado —replicó Graham.

Papá sacudió su cabeza en disgusto.

—No sé lo que viste en ella, Graham. Esa es alguna conducta


monstruosa que expuso hoy. Deberías estar contento que te libraste de
ella. No necesitas locas en tu vida.

Vi la boca de Graham moverse nerviosamente, y sabía lo que él estaba


pensando, era mi pensamiento también. Robert coincidió. Esperamos
hasta que papá anunció que iba a regresar a dentro a ocuparse de
Janice, y entonces explotamos en risas.

—¿Puedo decirle que tu papá la llamó una loca? —Graham se rió a


carcajadas, su cabeza echada hacia atrás en una fuerte risa.
11
8
Speed Bump
Traducido por Silvery

Corregido por Samylinda

C
omo con todas las cosas del instituto, el incidente entre
Stacy, Lark y Erica se convirtió en una batalla de “ella dijo,
ella dijo” por la supremacía. La compinche de Erica, Becca,
insistió en que ella había visto a Stacy instigar todo el asunto, aunque
varias personas ya habían dado sus declaraciones de que Erica había
estado completamente sola cuando empujó a Stacy. Eso fue hasta que
llamé a la oficina durante la comida, que había aprendido la verdad de
las políticas de la escuela.

—Bueno, señorita Shelly, supongo que sabe por qué está aquí —me dijo
el Subdirector Kenner cuando me senté enfrenté de su escritorio. Era
un hombre bajito, ligeramente calvo con un ligero y pequeño bigote
situado en el centro, directamente debajo de su nariz. Llevaba unas
gafas de pasta gruesa encaramadas en lo alto de su nariz y aunque
sonreía con frecuencia, simplemente sabía que no era su costumbre y
que no venía de una auténtica felicidad.

—Es por lo que pasó ayer —respondí, mirando cómo extraía una
carpeta de debajo de una pila de su escritorio. La abrió y señaló unas
cuantas cosas con uno de sus rechonchos dedos.

—Sí, eso es. Me temo que hay una confusión en lo que se refiere a cómo
empezó todo este caos, pero tu nombre provino de la señorita Hamilton,
y voy a necesitar oír tu versión de la historia.

—Bien…
8
Speed Bump: no tiene traducción exacta, es una expresión para un juego peligroso
que consiste en salta en medio de una carretera y hacer que los coches tengan que
reducir la velocidad.

Purple Rose
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Empezó a leer el encabezado de la página, una lista básica de incidentes
que condujeron a la lucha de ayer.

—Básicamente me han dicho que el objetivo de la señorita Hamilton


ayer no era la señorita Kim, sino tú. Me costó lo mío llegar a la verdad,
pero la señorita Hamilton parece que siente que tú las has
malinterpretado de alguna manera. Quiero saber qué fue exactamente
lo que se dijo y se hizo, desde tu punto de vista, que pueda haber
provocado un arrebato tan poco corriente.

Sentí que se me caía la mandíbula.

—¿Erica me está culpando a mí?

—Por favor, no nos centremos ahora en eso. Sólo quiero oír tu parte de
la historia.

Aceptando eso, empecé.

—Erica me odia. No sé por qué. Sólo he hablado con ella dos veces.
Solía salir con mi mejor amigo, pero rompieron hace casi cuatro meses
y ahora él está saliendo con Stacy. Pensé que era porque ya no le
gustaba.

El Subdirector se recostó en su silla y presionó juntos sus dedos,


formando una pirámide debajo de su barbilla.

—Es la misma historia que la señorita Bellegarde y la señorita Kim me


contaron, y también el señor Hasselbeck. Por desgracia, la versión de la
señorita Hamilton hacía mención a tu relación con el señor Bellegarde
como una de las razones por las que siente tal desagrado hacia ti.

Fruncí el ceño, la dirección que había tomado su tono me sonaba más


como una acusación.

—Bueno, en realidad no sé por qué. Ella hizo que Graham terminara


nuestra amistad porque me odia; eso fue antes incluso de que el colegio
hubiera empezado, antes incluso de que hubiera conocido a Robert.
Cualquiera que sean sus razones, si Robert es una de ellas,
definitivamente no es la principal.

—Señorita Shelly, por supuesto incluso tú puedes ver por qué ella se
siente tan… aplazada por tus relaciones.

Negué con la cabeza, el razonamiento me perdió completamente. Sonrió


y giró la carpeta que estaba enfrente de él, con su dedo gordo señalando
una imagen impresa en la esquina de debajo de la página principal. Era
yo.

—Sale favorecida en esta foto, señorita Shelly y… —buscó a un lado y


me empujó otra carpeta y la abrió, revelando un trozo idéntico de papel,
ahora la imagen de abajo me reemplazaba por Erica—, mire ésta. ¿Ve la
diferencia entre ambas?

Asentí.

—Sí. Una es mía y la otra es de alguien completamente chalada.

Él chasqueó la lengua, sacudiendo su cabeza de una forma


característica de un abuelo. Bueno… habría sido de un abuelo si no
pareciera tan condescendiente.

—Grace… ¿te importa si te llamo Grace? Toda esta formalidad me está


cansando. Gracias. Grace, eres una chica inteligente. Tus notas son
siempre de primera, y tu futuro académico es definitivamente
prometedor. Pero eso es lo que se espera de las chicas como tú.

—¿Qué quiere decir con “las chicas como yo”? —pregunté cuando sentí
mis manos crisparse en mis rodillas.

—No te tomes esto como un insulto, Grace, porque no lo es. Tú eres el


tipo de chica que lo hace todo bien en el colegio porque simplemente no
estás hecha para otras cosas que requieren los valores que alguien
como la señorita Hamilton sí tiene. Ella es popular, y atractiva, su
familia es famosa, y su estatus en la comunidad está por encima de la
media, mientras que tú eres…

—Una loca —terminé por él.

—No iba a decir eso —insistió, pero yo sacudí la cabeza ante su


negativa.

—Sí lo iba a decir; no intente insultar mi inteligencia diciéndome qué se


espera de mí, señor Kenner. No soy lo que se dice bonita, eso ya lo sé.
El colegio entero lo sabe. Soy diferente, pero ¿sabe qué? Ahora estoy
bien así. No lo estaba antes, lo admito, pero ahora sí y también mis
amigos. No tengo que ser guapa para merecer el mismo tipo de atención
que todos están ansiosos de dar a Erica, pero si eso es lo que cuesta
entonces no lo quiero. Sí, Erica es guapa y popular, pero también es
mezquina y rencorosa. Es una persona vengativa que no puede aceptar
que no puede conseguir todo lo que quiere.

Purple Rose
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—¿Y tú sabes qué es lo que ella quiere, Grace? —preguntó, inclinándose
hacia delante esa vez, ansioso por escuchar mi respuesta.

—Claro que lo sé. Quiere a Robert.

Sonrió. Una sonrisa de satisfacción; la reconocí enseguida.

—¿Y estás dispuesta a darle lo que quiere?

Resoplé con la pregunta. La idea era demasiado ridícula como para


considerarla. Él no dio su aprobación.

—Grace, estoy casi seguro que has pasado bastante tiempo


preguntándote por qué alguien como el señor Bellengarde estaría con
alguien como tú en primer lugar. Sé que tengo razón, cuando hay gente
más guapa aquí en Heath. No es que no te merezcas ser feliz, es sólo
que él está fuera de tu liga y…

Había tenido suficiente.

—¿Y qué? ¿A dónde quiere ir a parar, señor Kenner? ¿Qué tiene eso que
ver con que Erica atacó a Stacy?

Parecía agradecido de que le hubiera cortado en su innecesaria


conversación de relleno y hubiera ido al grano.

—Erica ha estado de acuerdo en tomarse la suspensión sugerida por


su… error con sentido común, si tú estás de acuerdo en romper con
Robert. Si no lo haces, ella va a demandar al colegio por discriminación.

En un reflejo, golpeé con el puño la mesa. El señor Kenner ni siquiera


se sobresaltó.

—¿Estoy siendo chantajeada por medio de un representante? ¿En qué


fundamentos se basa para demandar?

—El abogado de su padre mencionó el hecho de que ambas, tú y Stacy,


son de descendientes asiáticos y eso hace que sus acciones no reciban
ninguna forma de castigo, mientras que las suyas sí. Eso suena a
discriminación, ¿no crees?

Oí mi voz subir de tono, y sabía que cualquier persona fuera de la


oficina oiría todo lo que estaba diciendo, pero no me importaba.

—No le hecho absolutamente nada a Erica. Desde el momento en que


ha empezado este año, ella se ha encargado de mí. Atacó a Stacy por mi
culpa, ¿y ahora me está diciendo que está chantajeando al colegio
también? Sea lo que sea de lo que me ha acusado, sea cual sea la
verdad que ha recibido de ella, es todo una mentira y me niego a
sentarme aquí y permitir que usted y Erica examinen y dicten con quién
puedo salir y con quién no. He terminado.

Me levanté, preparada para salir de la oficina como una tormenta


cuando mencionó algo que me dejó incapaz de moverme.

—Grace, ¿eres consciente de que dos días después del comienzo del año
escolar, tanto el señor Hasselbeck como la señorita Hamilton rellenaron
una queja contra ti?

No pude decir nada. Simplemente lo miré fijamente en silencio.

—Ambos insistieron en que habías proferido amenazas contra la


señorita Hamilton, que estabas tan perturbada porque tu amistad con
el señor Hasselbeck terminara que habías arrinconado a la señorita
Hamilton en el baño y la amenazaste con lesionarla. La señorita
Rebecca Muniz corroboró la historia, afirmando que ella había estado
en el cuarto de baño durante el incidente. Parecía muy poco propio de
ti, y estaba dispuesto a hacer la vista gorda. Pero entonces recordé
cómo habías dejado el colegio el primer día sin autorización —dijo
mientras levantaba el folio de encima de la carpeta que contenía mi
expediente del colegio y señaló la fecha que nunca podría haber
olvidado.

—¿Ha preguntado a Graham por el llamado “incidente” recientemente?


Estoy bastante segura de que le contará que simplemente estaba
haciéndolo porque Erica quería que lo hiciera, y eso no es nada como lo
que pasó en absoluto —discutí.

—¿Y qué dice eso de él si fuera cierto, Grace? Que es débil, y


susceptible del encanto de un mujer guapa, eso es lo que dice de él. De
un modo u otro, eso no te va a ayudar. Tienen que tomar una decisión.
¿Cuál va a ser?

—Decirle a Erica que demande al colegio. No voy a romper con Robert


porque ella no quiera aceptar su responsabilidad en el asalto a Stacy.
Y… —Me paré mientras caminaba hacia la puerta para marcharme—,
estaría más preocupada porque Stacy demandara al colegio por
discriminación. Una alumna del campus la atacó físicamente hasta el
punto de necesitar ser hospitalizada, y en vez de castigar a la persona
responsable de ello, me está diciendo que rompa con mi novio. Espero
que tenga la cámara lista, señor Kenner, porque tengo la habilidad de
traer a otras personas al papel, y ahí es exactamente donde verá su
nombre si no deja correr esto.

Purple Rose
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Salí de su oficina, fuera del período de oficina, y entré en el vestíbulo
donde un grupo de ansiosos aguardaban mi regreso. Lark y Robert
estaban intentando masticar el enfado que sentían —habían oído cada
simple palabra— mientras Stacy y Graham mantenían expresiones
nerviosas, esperaban el veredicto todavía desconocido.

Centré mi atención en Graham, el reciente conocimiento de que en


realidad había rellenado una queja contra mí con el Subdirector
tatuaba mi mente con la traición latente.

—¿Cómo pudiste? —susurré, incapaz de decir nada más.

Robert colocó una mano confortable en la parte baja de mi espalda y


sentí que podía apoyarme completamente contra ella y no caer nunca.
Necesitaba ese apoyo ahora mismo.

—Todo saldrá bien —me dijo suavemente, con su mano moviéndose en


pequeños círculos.

Lark habló entonces.

—Vamos, vayamos a algún sitio que no sea el vestíbulo. La gente nos


está mirando.

—La gente siempre está mirando —murmuré pero permití que Robert
me empujara hacia delante cuando caminamos hacia la entrada de
enfrente del colegio. El crispado aire de invierno era un cambio
bienvenido en vez de la calidez sofocante del vestíbulo del colegio.

—Ahora, cuéntanos lo que pasó —insistió Stacy mientras se sentaba en


una de las mesas del exterior, dando unos golpecitos al asiento de su
lado.

—No sé por dónde empezar —mascullé, con mis ojos fijándose en los de
Graham. Él no podía haber sabido qué era lo que estaba a punto de
revelar. Bien. Dejemos a todo el mundo pasmado—. Erica está
intentando chantajearme para que rompa con Robert. Le dijo al señor
Kenner que si no lo hacía, demandaría al colegio por discriminación.

Robert y Lark permanecieron en silencio mientras Stacy se las arreglaba


para amortiguar una interjección muy obscena. Graham no quitó sus
ojos de mí.

—Le dije que no iba a ser chantajeada, no por Erica, y definitivamente


no por él. Y ahí es cuando me dijo que Erica había rellenado una queja
contra mí al principio del año escolar.
—¿Para qué? —siseó Stacy.

—Para amenazar. Ella tenía una queja conjunta.

—¿De quién?

Miré a Graham. Su cara ya decía mucho.

—Tu novio.

Stacy giró acusatoriamente sus ojos hacia él, con su boca abierta por la
sorpresa. Sentí que mis propios ojos empezaban a arder con la
confirmación que pude ver en su cara, la culpabilidad no se podía
esconder.

—Grace… habías estado actuando tan raro después, bueno, ya sabes.


Cuando huiste el primer día, no parecías tú. Tú no huyes. Sabía que
algo iba mal, así que cuando Erica me dijo que tú la habías amenazado
en el baño… Grace no quería hacerte daño, te lo juro. Pensé que si
rellenaba esa queja alguien hablaría contigo. Necesitabas hablar con
alguien y yo no podía ser esa persona para ti. No entonces, en cualquier
caso. Por favor, por favor dime que me crees —dijo Graham implorante,
con los ojos llenos de dolor que se reflejaban en los míos.

Stacy reaccionó antes de que pudiera hacerlo yo.

—¡Oh! ¡Eso es lo que consigues por ser tan bobalicón, estúpido imbécil!
—le gritó frotándose el puño, con sus nudillos lastimados por el
puñetazo que la había dado a Graham en el pecho—. Ella era tu mejor
amiga, idiota.

—Lo sé. Dios, ¿crees que no lo sé? Me siento como un completo imbécil;
merezco que me den un puñetazo, pero tú no Stacy… no de nuevo
quiero decir, Grace, di algo. Aquí… —Bajó su cabeza hacia la mía y giró
la cara hacia un lado, con su dedo apuntando en su mejilla—,
golpéame. Dame un puñetazo justo aquí, ponme un ojo morado.

Podía sentir mis dedos crisparse, ardiendo para hacer justo eso. En
cambio, la fría mano de alguien se deslizó entre ellos. Miré hacia arriba
y vi a Robert sosteniendo mi mano contra su pecho, con una sonrisa en
mi cara.

—Lo lamentará más tarde si lo haces. Sé que lo lamentarás.

Volví mi mirada hacia la mejilla de Graham y visualicé mi puño


haciendo contacto sólido con ella. Podía hacerlo: había continuado mis

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lecciones de Tae Kwon Do con Stacy y podía encajar un puñetazo
bastante decente.

—Grace…

—¡Bien! —chillé, alzando mi mano libre con decepción exasperada—.


Graham, ponte derecho, no voy a golpearte. Robert tiene razón.
Terminaría lamentándolo más tarde. Pero sólo porque mi mano estaría
herida.

—Gracias.

—¿Puedo golpearlo yo? —Me giré hacia la voz que había preguntado, y
sentí que una sonrisa burlona se iba hacia mi boca.

—Claro, Lark —dijo Robert a mi lado.

Incluso Stacy levantó los brazos, con una postura como de


presentadora de premio en un concurso. Observé como Lark caminaba
lentamente hacia Graham, con su cara absolutamente impasible meció
su brazo por detrás de ella.

—¡No! —grité, situándome justo enfrente del puño flotante, sabiendo


que era el que iba hacia Graham, y sabiendo que él no tenía ni idea. El
dolor no se instaló al principio, y estaba agradecida por ello. Pero
después sí dolió…

—¿Por qué hiciste eso? ¡Podías haber salido herida seriamente! —se
quejó Lark mientras intentaba levantarme. Robert estaba a mi lado
justo un segundo después de que el estallido aterrizara en mi hombro lo
que me obligó a mirar a Graham, los dos habíamos caído al suelo.

Graham se las arregló para gruñir debajo de mí cuando Robert me


levantó con cuidado, con sus manos inmediatamente curando lo que yo
ya sabía que era un hombro dislocado.

—Ibas a hacerle daño a Graham —resoplé, con el dolor contrayendo mi


pecho y haciendo que la simple tarea de hablar fuera una aventura
dolorosa—. Él no sabe…

—¿No sabe qué?

—Que Lark ha estado tomando lecciones conmigo. —Stacy caminó


hacia delante, con su voz oscura y nerviosa. ¿También yo sonaba así
cuando mentía? Si era así, realmente era una mentirosa pésima.

—Lark ha estado tomando lecciones y ella es realmente buena… para


estar ciega. Está realmente avanzada, puede que me sobrepase, y yo
puedo ver. Y ella también está muy coordinada —continuó Stacy,
obviamente habiendo heredado el gen de “estoy tan nerviosa que no
puedo parar de hablar.”

—Oh. —Eso era. Graham no lo había cuestionado. Si yo lo hubiera


dicho, él sabría automáticamente que mentía; había heredado el mismo
gen, después de todo. En vez de eso, aceptó la explicación de Stacy. No
sabía si estaba libre de culpa o si era verdadera inocencia pero me
preocuparía durante días de ahí en adelante.

La atención de Graham se volvió hacia mí de nuevo, con la


preocupación y la diversión mezclándose y distorsionando sus gestos.

—¿Estás bien? Lo siento…

Sacudí la cabeza con su disculpa.

—No, está bien. Sólo es un pequeño empujón. ¿Ves? —Señalé mi


hombro, ahora casi libre de dolor y que se podía mover gracias a la
habilidad nunca vista de Robert—. Estará bien mañana.

Resopló y su atención volvió a Stacy.

—Eres mucho más fuerte que eso, Stacy; ni siquiera es una pequeña
herida. Me has noqueado en el trastero de mi apartamento. Grace
parece como si hubiera sido mordida por una hormiga.

Eso era lo más cercano a una queja que le había oído decir sobre ella y
no fui la única en notarlo.

—Gracias —murmuró Stacy, con su cara poniéndose roja de vergüenza.


¿O era de placer?

—Bien, ahora que hemos establecido que soy una completa debilucha,
¿podemos volver al problema que nos traemos entre manos? —
preguntó, levantando su cabeza, con sus ojos parpadeando
rápidamente.

Sentí que mi corazón brincaba y lancé una rápida mirada a Robert.


Tenía la misma concentración y rápidamente se colocó de pie enfrente
de su hermana, bloqueándole la vista. Le llevó menos de un minuto,
pero se hizo a un lado, supo que el peligro de las lágrimas de cristal de
Lark en frente de Graham había pasado.

Por desgracia, él se dio cuenta del silencio intercambiado y dio un paso


hacia delante, con su mano buscando reconfortarla antes de que cayera
a su lado débilmente justo antes de que pudiera haber rozado su cara.

Purple Rose
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—¿Estás… estás bien, Lark?

Ella asintió muy tiesa, algo que parecía orgullo encargándose de su


comportamiento.

—Estaré bien. Volvamos al tema, ¿de acuerdo?

Su cabeza se meneó arriba y abajo pero la concentración permaneció


incluso cuando Stacy preguntó sobre qué más había pasado.

—¿El señor Kenner te amenazó, Grace? ¿De verdad te amenazó para


chantajearte?

Sacudí mi cabeza.

—No le di la oportunidad. Cr… creo que terminé chantajeándole yo…

La incredulidad que apareció en los rostros de Stacy y Graham fue lo


que casi hizo que mi amenaza hubiera valido la pena.

—¿Chantajeaste al Subdirector?

—Supongo que sí —dije, riendo nerviosamente—. Oh, es de locos…


chantajeé al Subdirector.

Robert sonrió burlonamente.

—Creo que me gusta ese lado tuyo.

—¿Qué lado mío? ¿El lado que va a conseguir que me suspendan?

—Ese lado que demuestra a todo el mundo simplemente lo especial y


única que de verdad eres —dijo después de su sonrisa, con sus ojos
arrugados por la diversión con mi fruncimiento de ceño.

—De nada me va a servir ser especial y única cuando no sólo soy “Grace
la loca,” sino también soy “la chica que consiguió que demandaran al
colegio.”

Stacy puso su mano en mi hombro, un gesto reconfortante que sólo me


hizo sentir peor.

—Oh, vaya, Stacy, mírame. Tú eres la que saliste herida y aquí estoy yo
quejándome.

—No olvides las tres suturas —dijo irónicamente antes de reírse—.


Grace, ¿qué le dijiste al señor Kenner exactamente?

Le repetí la historia completa, con las palabras saliendo sin esfuerzo, la


frase final apenas había salido de mi boca antes de que Stacy se lanzara
a una diatriba que rivalizaba con la que había desplegado en la sala de
emergencias.

—Voy a destruirla, físicamente, socialmente y físicamente de nuevo —se


enfureció—. Bueno, mis padres definitivamente van a demandar al
colegio ahora. Esto no se va a quedar así, mi papá se va a divertir con
esto a sus anchas.

Lark, finalmente capaz de expresar su enfado sobre la situación, tenía


sus dientes apretados en un silencioso gruñido.

—Ella tiene un deseo de morir. No sabe con quién se está metiendo.

El gesto estoico de Robert reveló el bajo y retumbante gruñido que


había emitido, mientras Graham parecía disgustado.

—Dios, no creo que pueda sentirlo más, más arrepentido de lo que ya


estoy, pero, Grace… soy tan… oh, Dios, no puedo creer esto… estoy
increíblemente arrepentido por haberme involucrado con alguien como
Erica. No tenía ni idea de que era así de vengativa —dijo Graham
mientras se pasaba ambas manos por el pelo, convirtiendo su dócil pelo
en un campo de pinchos alborotado—. Ojalá pudiera volver atrás en el
tiempo y cambiarlo todo.

—Yo también —murmuré—. Mira, no importa si nadie solía quedar o no


con ella. Erica me odia y me quiere echar por alguna razón desconocida,
así que sea lo que sea lo que haga, no importa. —Me giré para mirar a
Robert, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura e inclinando mi
cara hacia arriba de forma que podía estar segura de que vio la verdad
en mis ojos tan bien como en mi mente cuando dije—: No voy a romper
contigo. Por nada.

Habría sonado como la típica ignorante de instituto para cualquiera que


estuviera escuchando. Si yo lo hubiera escuchado pronunciado por
cualquier otra persona, probablemente habría puesto los ojos en blanco
y habría hecho algún tipo de comentario improvisado sobre la estupidez
y la ingenuidad de esa afirmación, pero no estaba hablando de nadie
más.

—Por nada —murmuré.

—Así que, ¿cuál es el plan? —preguntó Robert a Stacy justo antes de


presionar sus labios contra mi frente—. ¿Tus padres se van a enfrentar
al señor Kenner? ¿Los Hamilton?

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—El plan ahora mismo es pasar el resto del día sin que maté a Erica, y
después le contaré a mi padre sobre lo que ha pasado. Grace, creo que
deberías contarle a los tuyos también. —Graham estaba de pie a su
lado, con su mano torpemente presionado contra su espalda mientras
intentaba darle la fuerza que ella claramente no necesitaba, pero a
juzgar por la mirada en su cara, apreciaba gratamente.

—Hablaremos con tu madre. Son una familia bastante importante aquí


desde que conozco acerca de ellos, pero estará muy sorprendidos de ver
cómo de importantes son los Bellegardes también —dijo Lark con aire
satisfecho. Tenía los brazos cruzados en su pecho y me imaginaba a
Erica ahogada lentamente en sus brazos. Eso trajo una sonrisa a la
cara de Lark—. No tiene ni idea de lo que se le viene encima, ¿verdad?

Sacudí mi cabeza. Nadie lo sabía. Cuando sonó la campana, señalando


el final de la comida, me pregunté si alguien lo sabría alguna vez.
12
Apariencias y Daños.
Traducidos por Aaris

Corregido por Samylinda

M
e sentí increíblemente ansiosa durante el quinto
periodo mientras el segundero hacía tictac
lentamente alrededor del dial. Cada minuto el
movimiento parecía causar que mis emociones giraran, cambiando del
enfado al miedo. El sexto periodo se avecinaba, con la única persona
que parecía sumamente decidida a arruinar mi vida de todas las formas
posibles.

Había atacado a Stacy pensando que era yo. Se las había arreglado de
alguna manera para convencer al señor Kenner de que chantajearme
fuera de algún modo una buena idea. ¿Qué le quedaba?

Cuando por fin sonó la campana, y la clase recogió sus cosas para irse,
sentí toda la tensión abandonándome. Agarré mi mochila y me dirigí
hacia la salida de la clase, buscando el par de ojos plateados que sabía
que podían estar ahí esperándome.

—No te vi después del cuarto periodo —dije mientras Robert agarraba la


mochila de mi hombro y la levantaba sobre el suyo—. ¿Tenías que…?

—Sí. Tenía la esperanza de que te hubieras reunido con Lark más tarde,
pero ella dejó el campus.

—¿Por qué? —pregunté medio a sabiendas.

—Está molesta consigo misma, y contigo —contestó. Colocó su brazo


alrededor de mi hombro y me apretó hacia su costado. La cercanía
ayudó a disimular los siguientes minutos, cuando compartió conmigo lo
que no podía ser dicho en voz alta.

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Ella atacó a Graham, no para hacerle daño, sino para incitarte a sentirte
preocupada por él, recordarte que a pesar de sus muchos defectos, aún te
interesas por él. No esperaba en absoluto que te lanzaras delante de él…
hacerte daño le molestó en gran medida hoy, y despertó algo de esa
compasión que mantenía acallada por los últimos dos o tres siglos.
Inmediatamente me sentí bastante, bueno… estúpida. Es por eso que
sólo me dislocó el hombro, en vez de romperlo.

Movió la cabeza sobriamente. Te aconsejo que nunca lo vuelvas a hacer


de nuevo, Grace. No me gusta verte herida; fue muy difícil para mí no
hacerle daño a Lark a cambio, e incluso Graham, para el caso, cuando
sentí el miedo en tu mente, vi las lesiones en tu hombro.

El pensamiento de que Robert tuviera que esforzarse para no perjudicar


a su propia hermana a causa de mi estupidez agravó la culpa que
sentía por molestar a Lark. Espera, dijiste lesiones. Sé que me dislocó el
hombro… no lo rompió, ¿verdad?

No, no lo rompió. Como dije, no tenía verdaderas intenciones de herir a


Graham. No de gravedad, de todos modos. El ángulo en el que fuiste
golpeada es lo que causó la dislocación. La otra lesión fue dérmica.

¿Dérmica? Quieres decir de la piel, ¿no?

Asintió tristemente. ¿Realmente odias tanto la clase del señor Branke


que has necesitado preguntar eso?

Me imaginé a mí misma pisando fuerte su pie y sonreí cuando su


sonrisa afectada desapareció y fue reemplazada por un gesto de
disculpa. Lo siento. Sí, dérmica como implicando tu piel. Nadie la pudo
ver excepto yo, pero estaba allí, Grace.

La palabra “la” no debería haber significado nada para mí. No debería,


pero lo hizo. Esa horrible contusión que tenía en mi mano en la boda.
¿Quieres decir que eso estaba en mi hombro?

Sacudió la cabeza ligeramente, y me presionó aún más cerca de él,


dirigiéndonos hacia un pequeño hueco entre algunas taquillas. Me
apretó contra el lado de éstas y puso sus manos a los lados de mi
cabeza, sus brazos atrapándome entre él y el frío metal detrás de mí.
Está en todas partes, Grace. Está… por todo tu pecho. Lo detuve de
propagarse hacia abajo a tus piernas pero hay un tenue rastro de eso
subiendo por tu cuello y bajando por tus brazos.

Delineó con sus dedos a través de mi cuello, el contacto causando que


olvidara todo lo que había dicho, todo en lo que había estado pensando.
Todo lo que fui capaz de hacer fue reprimir la necesidad de gemir
mientras trazaba el sendero que conducía a mi pulso y luego volvió a
bajar al cuello de mi camisa.

Grace, concéntrate por favor.

Sacudí la cabeza. Tú empezaste.

Necesito que escuches. La contusión es muy singular en apariencia,


Grace. No se parece a una contusión normal. ¿Te acuerdas…?

Me acordé. En lugar de la deliciosa sensación de tenerlo tan cerca, lo


recordé todo acerca de esa contusión. Había golpeado a Lark de broma
en el brazo, el contacto breve y sin dolor para ambas. No debería haber
sido por mí porque de acuerdo con Robert, la composición química de la
piel de un ángel era como la de la seda de la araña: era increíblemente
fuerte, como el acero, pero se sentía como exactamente lo opuesto. Era
suave, blando y flexible… engañosamente flexible. La breve conexión
entre el brazo de Lark y mi puño había roto todos y cada uno de los
huesos de mi mano, y transformado mi carne en una verdadera paleta
de azules y negros.

Pero, mientras la contusión, la fractura, y el hecho de que no sentí nada


era lo suficientemente incomprensible por su cuenta, el patrón de la
contusión es lo que había dejado a Lark y a Robert con un escaso modo
de explicación. Rápidamente levanté mi brazo y tiré de la manga,
jadeando cuando vi las familiares marcas. Mi brazo parecía un panal
morado y negro, las formas hexagonales desdibujándose suavemente
hacia abajo en mi antebrazo y desapareciendo secamente antes de mi
muñeca.

Rápidamente tiré de mi manga de vuelta hacia abajo y me quedé


mirando, con los ojos muy abiertos a la cara de Robert. ¿Qué voy a
hacer? No puedo ir a casa así… ¡papá alucinará!

Los párpados de Robert cayeron mientras pensaba sobre lo que podía


hacerse para curar rápidamente las contusiones que lentamente iban a
alcanzar mis manos y reclamaban una explicación de lo inexplicable.
Sonreí. Más que sonreír; estuve cerca de gritar de alegría.

Grace, es en serio. Esto es para ayudar a curarte. Será sólo por un


momento, y no queremos llamar demasiado la atención por ello.

Volví la cabeza para mirar a la masa de estudiantes que caminaban


cerca, cada uno robando una rápida mirada en nuestra dirección y
luego mirando hacia otro lado, avergonzados de haber sido pillados

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mirando en primer lugar. Si no quieres que llamemos demasiado la
atención, te sugiero que te des prisa y me beses antes de que suene la
campana.

Mientras se inclinaba, en su método de curación ahora era en lo único


que yo quería pensar, sentí el familiar tropiezo de mi corazón, que se
aceleró y perdió el control de su ritmo. Contuve el aliento,
manteniéndome completamente quieta mientras su dolorosamente lento
acercamiento aumentaba la creciente anticipación dentro de mí.

Cuando sus labios finalmente se presionaron contra los míos


suavemente, la primera vez que realmente lo había hecho alguna vez en
la escuela, el autocontrol que estaba sosteniendo tan desesperadamente
se liberó. Mis manos volaron a su cara, queriendo mantenerlo allí para
siempre. Sentí surgir una sonrisa en su boca contra la mía mientras
escuchaba mis pensamientos.

—¿Es eso una promesa? —susurró, su aliento enviando a cada nervio


que poseía al delirio cuando alcanzó mi piel. Me entusiasmaba la forma
en que su respiración sonaba tan desordenada como la mía, la breve
conexión entre nosotros haciéndole un daño tan importante a él como
me lo había hecho a mí.

—¿Daño? Pensé que estaba curándote. —se inclinó y rozó mis labios
con los suyos de nuevo… una vez, dos veces… la tercera vez lo hizo con
tanta presión e insistencia que pensé que era capaz de perder ya la
compostura.

Cuando al final apoyó su frente contra la mía, respondí a su pregunta.


—Es dañino, estar tan cerca de ti, necesitándote tanto y no siendo
capaz de hacer nada al respecto.

—Sí. Supongo que nos estamos haciendo un daño importante a


nosotros mismos, entonces, ¿no? —Se soltó, sus brazos cayendo para
agarrar el mío. Me subió la manga y sonrió ante su obra—. No más
contusiones.

No miré hacia abajo. No quería. Sólo podía ver la decepción en sus ojos
que contradecía la sonrisa de su cara. Quería preguntarle, necesitando
saber qué la había causado, pero como de costumbre, mis tiempos
estaban mal; la campana sonó, lanzando a los estudiantes que
quedaban en el vestíbulo a una loca carrera hacia sus clases.

Robert mantuvo un firme agarre en mí y dio un paso fuera del hueco.


Aunque sabía que no estábamos en alguna parte cerca de nuestra
clase, a pesar de todo terminamos de pie frente a la puerta en el mismo
espacio de tiempo que le habría tomado a una persona normal haber
dejado nuestro pequeño escondite. Abrió la puerta para mí y
suavemente me hizo pasar al interior, su mano en la parte baja de mi
espalda ofreciéndome un enorme consuelo cuando me di cuenta, con
todos los ojos puestos en nosotros dos, de que nuestro intercambio de
afecto había tenido testigos o había sido transmitido a casi todo el
mundo posible en apenas absolutamente nada de tiempo.

Y pensabas que tu habilidad de compartir pensamientos era fantástica.


Le dije a Robert. Nada vence la velocidad y precisión de los rumores de la
escuela secundaria.

—Muy bien, señor Bellegarde, señorita Shelley. Siéntense por favor.


—El señor Danielson nos gritó desde su escritorio—. Empezaremos en
sólo unos minutos así que creo que excusaré su… tardanza.

Las risillas sofocadas y bufidos de regocijo que hacían eco alrededor del
extenso auditorio usado como aula eran suficientes para entender por
qué no habíamos hecho nada como esto hasta hoy, y por qué
probablemente no haríamos esto nunca de nuevo.
Yo no diría eso.

Mi cabeza se volvió un poco al reconocer sus pensamientos mientras


nos sentábamos en nuestros asientos. ¿Oh? ¿Por qué?

Sólo que valía la pena todo este malestar.

Sentí mis ojos estrecharse mientras lo miraba, sus rasgos no revelando


nada. Casi nada… lo vi entonces: la leve contracción nerviosa en la
esquina de su boca me dijo todo lo que necesitaba saber. No
necesitabas hacer eso, ¿verdad? Podías haber curado la contusión de la
forma habitual.

La contracción nerviosa aumentó hasta que su labio inferior parecía


que estaba temblando para tratar de contener la sonrisa que sabía que
estaba amenazando con liberarse. ¡Tú pequeño furtivo! ¡Hiciste eso para
distraerme!

Asintió, el plateado de sus ojos brillando con calor líquido. Tuve que
parpadear antes de perder mi tren de pensamiento.

Funcionó, ¿no?

Esta vez, fue mi turno de asentir, y di media vuelta en mi silla en un


arranque de genio, molesta de que él no hubiera simplemente dicho que

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quería besarme. Eres bastante distracción. No necesito subterfugios para
besarte, Robert.

Giró en su silla para encararme, y se inclinó hacia delante, sus codos


descansando en sus rodillas, sus manos extendidas hacia las mías.
Pretendí que no las vi. Grace, necesitas cualquier distracción que puedas
obtener ahora mismo, pero todavía necesitas ser capaz de concentrarte.
Si te hubiera dicho simplemente que quería besarte, podían haber pasado
dos cosas. La primera es que querrías que saliéramos, y la segunda es
que estarías muy decepcionada cuando dijera no.

Sentí mi labio inferior sobresalir. Tenía razón.

E incluso si no hubiera dicho no, aún habrías estado muy decepcionada


cuando no te permitiera dejarte llevar. Al menos aquí, hay una doble
razón para el mantenimiento de tu autocontrol.

Resoplé. Autocontrol. ¡Ha!. Has estado teniendo dificultades tú mismo,


Robert. Elegiste especialmente el entorno para mantenerte tú bajo control;
no a mí.

Su cara palideció con mis palabras, sus labios tirando en una sonrisa
de sorpresa. Bueno, supongo que tienes razón. Tengo un problema con mi
propio autocontrol alrededor de ti, lo sabes. Se está volviendo más y más
difícil dominarlo, pero tengo tiempo. Bueno… para siempre, ¿eh?

Lo fulminé con la mirada. ¡No cambies de tema!

Se rió entre dientes suavemente mientras indicaba hacia el frente de la


clase con la cabeza. No creo que tuviera elección. Rápidamente, muy
rápidamente, alcanzó mi mano y presionó un cálido beso en la palma,
poniéndola en su lugar sin que nadie hubiera visto nada.

El comienzo de la clase no podía ser ignorado hoy cuando el señor


Danielson empezó a repartir montones de folios: nuestra próxima
prueba de clase. Cogí la mía sin molestarme en abrirla, eligiendo en su
lugar mirar mientras Robert hojeaba a través de la suya perezosamente.
Sabía que él habría terminado de leerla exhaustivamente antes de que
yo incluso completara el primer párrafo de instrucciones, así que
simplemente esperé, mis ojos escaneando la clase cuidadosamente.
Instantáneamente mi mirada se detuvo en el otro único par de ojos que
eligió ignorar el montón.

Los ojos de Erica se redujeron a furiosas ranuras, su boca se apretó en


una línea dura y envejecida. Me estaba mirando ferozmente con una
increíble cantidad de ira y vehemencia; sentí el vello detrás de mí cuello
levantándose otra vez.

Me mira como si quisiera matarme. No necesité hacer o decir nada.


Robert tenía su mano protectoramente en mi espalda, la habitación de
repente silenciosa y fría. El señor Danielson caminó hacia el termostato
para ajustar la temperatura, suficiente distracción para causar que
Erica apuntara con su mirada a otra parte.

Su mente está nublada de rabia. He intentado muchas veces identificar


la fuente, pero está tan enfadada, tan llena de odio hacia ti, no sé cuál es
su finalidad. Es raro encontrar a alguien tan concentrado en algo tan
destructivo, bloquea todos los demás pensamientos y la memoria. Los
pensamientos de Robert no me dijeron nada nuevo. Su cara lo decía
todo. Ella me odiaba. Me odiaba sin ningún margen, sin pies ni cabeza,
y aún no tenía ninguna pista de por qué.

Lo descubriré, Grace. Llegaré al fondo de esto antes de que intente una


repetición de su ataque a Stacy.

Sonreí tristemente y me pregunté cuándo exactamente mi vida siendo la


amiga de nadie se había convertido en mi vida siendo el enemigo mortal
de alguien.

Purple Rose
Bird Song Grace Series S.L. Naeole

13
Admiradores
Traducido SOS por Vannia, Jo y LizC

Corregido por Samylinda

A
medida que los días se alargaban, el mismo escenario se
repetía: iba a las primeras cinco clases sin incidentes, luego
entraba al sexto periodo Con Erica clavándome miradas como
un puñal a cada momento posible, terminando sólo cuando Robert
provoca una diversión ambiental o emocional, o cuando el Sr. Danielson
finalmente se había hartado de ser ignorado. Robert sólo podía ver la ira
oscura en su cabeza, y eso estaba afectando su estado de ánimo, por lo
que simplemente dejó de ahondar en su mente. Lark se convirtió
extremadamente protectora con Stacy, incluso cuando ella y Graham
parecían estar más cercanos.

Para cuando el Día de San Valentín llegó, habíamos entrado en una


rutina que hubiera parecido muy ordinaria si no fuera por la creciente
tensión entre lo que para entonces se había convertido en el Equipo de
Stacy y el Equipo de Erica. Nadie más en la escuela sabía que el ataque
de Stacy había sido dirigido a mí, y Stacy y yo estábamos de acuerdo en
que debería permanecer de esa manera. Erica aún tenía que ser
castigada, y mientras los padres de Stacy trabajaban en una estrategia
de litigación, Stacy, Graham, Lark, Robert, y yo nos enfocamos en
mantener a Erica siempre a la vista para evitar que cualquier otra cosa
sucediera.

Por supuesto, la llegada de las flores le puso diversión a las cosas. Digo
flores, pero en realidad, parecía que un bosque entero se había
levantado alrededor de Lark, uno por uno, estuvo inundada con ramos
de flores de chicos que habían elegido gastar su dinero duramente
ganado en ella. Apenas habíamos podido llegar a nuestra mesa; sus
brazos estaban llenos de rosas y claveles, el aroma embriagador era lo
suficientemente denso para lograr que incluso los incondicionales
fanáticos de las flores sintieran náuseas cuando una nueva ronda de
chicos se presentó con más flores para ella.

—Deberías revender esas flores —sugirió Stacy mientras Lark bromeaba


acerca de cómo ni siquiera podría llevar todos esos ramos y flores
sueltas que cubrían la mesa y estaban esparcidas por todo el suelo
alrededor de nosotras—. Parece como si cada florería en Heath te
debiera sus ganancias del día a ti.

Sonreí ante la frustración de Lark, agradecida por el único lirio con el


que Robert se había presentado ante mí esta mañana.

—Sabes, creo que somos las únicas dos chicas aquí que realmente
sentimos lástima por ti.

Lark resopló.

—Si ustedes sintieran lástima por mí, me ayudarían a llevar algunas de


éstas.

Stacy sacudió la cabeza mientras reía.

—No lo creo. Graham ni siquiera se molestó en conseguirme una


tarjeta, así que caminar de pronto por ahí llevando veinte ramos de
rosas me hará sentir incluso más incómoda e inapropiada.

Lark giró la cabeza hacia mí, la pregunta en su mente sonaba como una
triste canción en mi cabeza que casi me ablandé. Casi.

—Lo siento Lark, pero tengo Biología, y todas esas flores sólo se
entrometerán en el camino de tratar de mantener las manos del Sr.
Branke en sí mismo.

Lark hizo un puchero, el rostro tan increíblemente precioso que


consiguió otra ronda de flores de chicos, cada uno profesándole sus
sentimientos como, lujuria, amor, e incluso admitiéndole que están
obsesionados. Cada vez ella les dio las gracias amablemente y luego
rechazó sus peticiones para una cita. A nuestro alrededor, pude sentir
el aire cargado de celos y envidia volviéndose cada vez más y más
denso.

—Puedo ver ahora por qué odias este día —murmuré mientras tomaba
algunas flores de sus brazos.

—Es más que sólo esto —respondió mientras suspiraba y arrojaba el


resto en el asiento junto a ella—. Quiero decir que estos chicos no

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pueden evitar sentirse de la forma en que lo hacen. Forma parte
esencial de lo que soy, y por lo tanto la mayor parte de su
comportamiento es involuntario, lo cual lo hace mucho menos
halagador de lo que todas esas chicas creen que es.

Inclinó la cabeza hacia una mesa en particular a cierta distancia entre


nosotras llena con sólo chicas cuyos ojos estaban pegados en la
impresionante y etérea Lark.

—Los machos humanos no son capaces de decirme que no, y


ciertamente no pueden evitarlo cuando se trata de elegir entre sus
novias y yo. No es algo que digo por ego, porque no es por mí, Lark, esa
en la que están interesados. Es la divinidad oculta lo que los atrae. Lo
mismo con Robert. Él no tiene control sobre la forma en que las chicas
reaccionan con él; ellas nunca le dicen que no y es ese poder el que nos
da la capacidad de vivir más y hacer lo que nos plazca. Muy rara vez un
humano se nos resistirá, lo cual es la razón de que tú eres tan especial,
Grace.

Me sentí ruborizarme por el cumplido.

—No creías eso cuando nos conocimos.

Lark se echó a reír ya que ambas recordábamos el breve enfrentamiento


que había ocurrido.

—Tienes razón. Me atrapaste con la guardia baja. No había esperado


que Robert te hablara tan pronto, y aún así tú no estabas tratando de
absorberme como había esperado. Creo que eso me enfureció más que
otra cosa. No me gusta ser sorprendida.

Stacy se rió entre dientes, su cabeza subiendo y bajando en acuerdo.

—Eso es verdad. No puedo siquiera imaginar lo que eso debió haberse


sentido para ti; tú sabes lo que todos están pensando, y luego Grace
aparece lanzándote algo fuera del campo izquierdo… ¡eso es un giro
total de trama mental!

—¿Qué es un giro total de trama mental?

Las tres miramos a Graham. Y a su bandeja de comida.

—¿Realmente vas a comer todo eso? —le preguntó Stacy mientras él se


sentaba y nosotras reparábamos en el enorme montículo de papilla
irreconocible que él había acumulado en su plato.
—Tengo hambre. Además, tu madre hizo esto, aunque definitivamente
estoy esperando que tus habilidades culinarias no sean tan malas.

Stacy frunció los labios, el insulto tomando un fuerte control sobre ella
sobre el indicio de un posible futuro juntos.

—Mi madre no cocinó esta bazofia9. Ella hace los postres, como ese
trozo de tarta que envolvió para ti. —Alargó la mano y le arrebató el
plato cubierto de plástico de su bandeja y lo colocó frente a ella—. Pero,
si crees que es una pésima cocinera, estoy segura de que no te
importará que yo coma esto en tu lugar.

Le quitó el plástico y, usando sus manos, levantó la tarta hacia su boca


y le dio un gran mordisco. Graham se quedó boquiabierto ante ella, su
tenedor suspendido en el aire, la “bazofia” cayendo suavemente entre
los dientes del tenedor.

—Ahora eso es una buena tarta —dijo ella después de tragarse el último
bocado—. Es una lástima que los postres son generalmente los
primeros en irse, de lo contrario sería capaz de regresar y conseguir otra
rebanada.

Lark y yo no pudimos sino reír mientras Graham miraba tristemente su


almuerzo frío ahora, el lugar donde la tarta había estado una vez
parecía gritar su vacío, y suspiró.

—Me lo merecía, supongo. Perdón.

Stacy se encogió de hombros y metió la mano en su mochila, sacando


una bolsa de papel marrón.

—Toma —dijo ella mientras le arrojaba la bolsa.

Él la atrapó justo antes de que cayera sobre su comida.

—¿Qué es?

—Sólo ábrela.

Él abrió la bolsa y dejó escapar un grito de alegría mientras sacaba otra


rebanada de tarta envuelta.

—¡Gracias, Stacy! —Saltó y le dio un rápido beso en la mejilla antes de


regresar a su asiento para devorar rápidamente el postre, suspiros de
satisfacción fueron los únicos sonidos que salieron de él en los
siguientes minutos.

9
Bazofia: Comida poco apetitosa.

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—De nada —dijo ella en voz baja. Su reacción debió haberla hecho
sonreír, ruborizarse, algo… en cambio parecía decepcionada, triste
incluso.

—Entonces ¿qué pasa con el jardín? —preguntó Graham cuando hubo


terminado su tarta—. ¿Alguien murió? —Miraba las flores que rodeaban
a Lark, arrugando la nariz mientras el aroma comenzaba a mezclarse
con el olor que emanaba de su bandeja del almuerzo.

—Es Día de San Valentín. Los chicos hacen este tipo de cosas en días
como éste cuando les gusta una chica —respondió Lark con voz
molesta.

Graham soltó un bufido.

—Sí. Cierto. Es más como el tipo de cosas que los chicos hacen cuando
quieren meterse en los pantalones de una chica.

—¿Oh en serio?

La frente de Graham se puso pálida y se dio la vuelta. Robert estaba


detrás de nosotros, sus brazos cruzados sobre el pecho, su expresión
severa, aunque una inspección más cercana mostraba el indicio de una
sonrisa que podía verse en el arco de su boca.

—Bueno, no es como que tú conseguiste algo para Grace —señaló


Graham, las flores en mis manos llevaban etiquetas en las que se leía el
nombre de Lark bastante obvio para quien estuviera viendo.

Robert alzó lentamente el manojo envuelto en celofán y papel de seda de


mis manos y lo colocó en el suelo detrás de mí, dejando un tallo
rodeado con listón descansando delante de mí. Lo recogió con suavidad,
dándole la vuelta y mirándolo fijamente, los listones transparentes,
color zafiro y plata colgaban más allá del tallo. No me había dado
cuenta de lo bien que complementaba el anillo que brillaba sobre mi
dedo, la piedra color azul profundo todavía carente de la estrella
brillante que una vez había ocupado el centro.

—¿Le conseguiste eso?

Robert asintió, su mano colocando graciosamente la flor en la mía.

—No es una floristería entera, o un pedazo de tarta, pero es algo que sé


que Grace apreciaría.
Agaché la cabeza para ocultar el rubor de mi rostro. Robert se sentó a
mi lado, su mano levantando mi barbilla para mirar mis ojos mientras
continuaba:

—Y mientras algunos chicos hacen regalos para tratar de tentar a sus


amantes a renunciar a ciertas libertades, la mayoría no. Yo no. No
sabría qué decir de ti ya que estoy bastante seguro de que no has dado
a Stacy un regalo todavía, pero si realmente crees lo que dijiste,
supongo que es algo bueno que Stacy se quedara con las ganas este
año.

Mis ojos se abrieron de par en par ante la insinuación. Escuché a Stacy


jadear, sentí el shock en la mente de Lark mientras sus pensamientos
aguijoneaban mi mente. Lo que no escuché fue la réplica por parte de
Graham. Él debió haber estado furioso. Tendría que haber saltado para
defenderse a sí mismo, o al menos defender a Stacy.

En vez de eso se disculpó, agarró su bandeja, y se fue sin decir una


palabra. ¿Cómo pudiste hacer eso? Miré a Robert, mis ojos nunca
dejando los suyos. ¿Cómo pudiste avergonzarlo de esa manera?

Sus ojos se convirtieron en acero frío y la temperatura en el aire


alrededor de nosotros cambió para encajar. Él está avergonzado porque
sabe que yo tengo razón, Grace. Se fue porque no podía enfrentar ese
hecho. Su comentario fue estúpido y su comportamiento inaceptable. Pero
no dije lo que hice para herirlo, o a ti. Algunas veces la gente necesita
tener sus errores marcados en orden para ser rectificados.

Abrí la boca para decir algo. Cualquier cosa. ¿Pero qué podía decir? Él
tenía razón. Y estaba enojado con él por eso.

—El hecho es que ustedes dos están tan inquietantemente silenciosos


que debería ser suficiente para darme una idea de qué están peleando,
pero si no les importa quitarse el modo silencioso para que así pueda
defenderme si es que mi nombre aparece, realmente se lo apreciaría. —
Stacy nos miró a ambos. Podría haber estado bastante tranquila, o
furiosa; no tenía idea de cuál de los dos porque la mirada en su rostro
era totalmente ilegible.

—Lo siento —me disculpé—. Yo… nosotros no estábamos…

Ella agitó una mano frente a mí.

—Mira, sé que era un cien por ciento sobre Graham, así que no es del
todo extraño. Robert, te agradezco lo que has dicho, pero no necesito

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que tú defiendas mi honor, o lo que sea que estabas tratando de hacer.
Puedo cuidarme a mí misma, ¿ok?

Robert asintió, su estado de ánimo levantándose un poco, el aire


lentamente calentándose a nuestro alrededor.

—Creo que me pasé de la raya. Se me olvida que no todas las chicas


son damiselas en apuros.

—Aquí nadie, de cualquier forma —gruñó Lark—. Si te estás sintiendo


inútil, ¿por qué no sales y golpeas a alguien en la cabeza? ¿Creas una
pequeña herida en la cabeza con la que puedas tratar y curar y así
mantienes la nariz fuera de los asuntos de los demás?

Ella se puso de pie, tan rápidamente que su silla salió volando detrás de
ella y se estrelló en la parte posterior de la pared de la cafetería. El
sonido causó que todo lo demás a nuestro alrededor se detuviera.

—Puedes pensar que eres perfecto, Robert, pero no lo eres. Recuérdalo.

Stacy y yo nos miramos mientras Lark se marchaba. Ambas casi


podíamos ver los pensamientos corriendo en nuestras mentes, un
instinto se hizo cargo de cualquier otra forma de juicio. Miré a Robert
disculpándome, observé la pila de flores amontonadas alrededor de
nuestra ahora vacía mesa, y me di vuelta para seguir a su hermana.

Para sorpresa mía y de Stacy, ella no había desaparecido con la


velocidad en que acostumbraba hacerlo. En lugar de eso, caminó hacia
su casillero con la calma de una persona como... bueno, yo. Había
renunciado al bastón, eligiendo contar oralmente cada paso que daba
así nadie debería preguntarle cómo se las arreglaba para llegar a su
casillero sin él, y ella no ser capaz de responderle con la verdad.

Por supuesto, el intento de actuar como humana termino tan pronto


como llegó a su casillero. Sin pensarlo dos veces, quitó la cerradura
limpiamente de la puertecilla, el mecanismo que sostenía el cerrojo
aparentaba derretirse como mantequilla. Su puerta se abrió con un
débil chirrido, y Stacy y yo presenciamos algo que ambas sabíamos
nadie había visto nunca.

La mano de Lark estaba tiritando. Me acerqué a ella y tomé su mano


con la mía. Se sentía anormalmente fría, como si su fría actitud se
hubiera transferido a su carne.

Una caja de color rosa encintada de palos de carbón estaba apoyada en


posición vertical, una hoja de papel cubierta de pequeñas
protuberancias yacía a su lado. La mano libre de Lark se estiró para
recuperar la nota mientras yo soltaba su otra mano para que ella
pudiera rozar la superficie con las yemas de sus dedos. “Desearía que
vinieran en distintos colores para que pudieras sentir los colores que
introdujiste en mi vida. Hasta entonces, al menos puedes usar ese para
mostrarle a los otros lo que sientes,” Ella leyó, la hoja de papel
empezando a agitarse entre sus dedos.

—¿Quién la envió? —preguntó Stacy mientras miraba detenidamente la


hoja en blanco—. ¿Dice allí?

Lark agitó su cabeza. —Eso es. No tiene nombre.

—¡Un admirador secreto! Bueno, esto es mucho mejor que flores, te


concedo eso —dijo Stacy, con su nariz arrugada por el olor que quedaba
de las numerosas flores que nos llegaba mientras estábamos paradas
solas en el corredor—. Me pregunto de quien será. Me mantuve en
silencio, como Lark. ¿Cómo uno hace para contarles a sus amigas que
su novio, que no le había dado nada por el día de San Valentín, era
admirador secreto de otra? Miré la cara de Lark e intenté estimar cuáles
eran sus emociones. Se veía completamente hermosa como siempre,
pero había algo que no podía detectar escondido en sus ojos. Era como
si una neblina hubiera entrado y bloqueado todo a la vista.

—No dice quién la manda —Lark dijo suavemente mientras doblaba el


papel y la guardaba de vuelta en su casillero. Cerró la puerta despacio,
presionándola cuando no se cerró bien, y después simplemente se alejó.
Comencé a seguirla cuando sonó la campana. Pronto fue tragada por la
masa de cuerpos que llenó el pasillo; estudiantes intentado apurarse a
clases en una carrera loca intentando olvidar lo que era lo que había
sido etiquetado como “el almuerzo”.

—¿No pensaras que está decepcionada por lo que dijo Graham? —Stacy
le preguntó mientras caminaban a sus clases respectivas. Me encogí de
hombros, no queriendo ver su cara por miedo a que ella pudiera ver la
mentira que no podía decir—. Yo lo estaría si fuera yo. Robert estaba en
lo cierto. Fue bueno que Graham no me diera nada. Quiero decir, no
somos tan serios de todos modos. No como tú y Robert. Ustedes están
enamorados y todo eso. Me gusta Graham, pero no sé cómo pasar eso y
hacerlo algo más. Como que no es lo suficiente… ¿entiendes?

—Sí —contesté.

—Me refiero a que, tú y Robert… ustedes son el uno para el otro. Es


como si cuando Robert nació, Dios te tenía lista en un cajón para
después, el yang para su yin. Graham no es mi yang.

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Me reí a mi pesar.

—No, definitivamente no es tu yang. No sé si es el yang de alguien, pero


aun así fui lo suficientemente tonta para pensar que tal vez era el mío,
¿así que qué se yo?

Mientras nos acercábamos a la clase del Señor Banke, Stacy volvió la


cabeza hacia mí.

—Grace, cometiste el típico error de enamorarte de tu mejor amigo. Es


completamente normal y no significa que no lo conozcas y que están
hechos para estar juntos.

Dijo adiós con la mano mientras caminaba a su clase, dejándome


reflexionando sobre lo que había dicho. No podía evitar sonreír. Había
dicho que yo era completamente normal. Nadie había dicho eso antes.

Al final del día escolar, cuando las cabezas de todos estaban llenas de
baile y vestidos de fiesta, la mía estaba llena de pasas bañadas en
chocolate y una comedia asquerosa en el cine. Robert se las había
arreglado de salvar mi flor de las montañas de flores que Lark había
dejado en la cafetería y la llevé a salvo en mi bolso mientras íbamos a
casa en la parte de atrás de su moto.

¿Así que los planes han cambiado?

Los planes… No, los planes no han cambiado. Todavía estamos yendo al
cine.

¿Así que, cuando me ibas a contar?

Sentí mi cabeza sacudida por la pregunta. ¿Contarte qué?

Mientras nos acercábamos a casa, vi que la entrada estaba vacía. El


auto de Janice no estaba en su lugar habitual, y supe que papá
tampoco estaba en casa.

Robert empujó la motocicleta dentro del camino y apagó el motor.

—¿Por qué me mentiste cuando me dijiste que no sabías por qué no te


habían gustado estas festividades?
Comencé a tartamudear, las palabras no eran capaces de formar nada
más que incoherentes sonidos en mi boca. Lo miré y vi una mirada
dolida en sus ojos. Lo había herido. Rápidamente giré mi cabeza
mientras intentaba desesperadamente bajarme de la motocicleta sin
matarme. Caminé hacia la puerta de entrada y busqué a tientas con mi
llavero —se veía ridículo y claramente obvio que estaba evadiéndolo
pues había solo una llave en el llavero— mi corazón tenía un palpitar
apagado y pesado mientras sentía su sombra sobre la mía, bloqueando
la poca luz que me permitía ver lo que estaba haciendo.

—Grace, no huyas de mí —él dijo, su respiración en mi oreja; estaba


bastante más cerca de lo que pensaba.

Me giré para hacerle frente, sabiendo que nunca sería capaz de abrir la
puerta o evitar responderle.

—Lo siento. —Me las arregle para decirlo en un murmullo bajo.

Observé mis botas, asustada de ver su mirada herida en sus ojos y


sabiendo que yo era la causante.

Sus manos tomaron mi cara y la levantaron, forzándome a mirarlo.

—No necesito tus disculpas. Solo quiero que seas honesta conmigo. Sé
que es difícil para ti, pero no voy a herirte por ser honesta. Te amo.
Siempre te he amado, hasta antes de que existieras.

El calor en mis mejillas inundó sus palmas y él sonrió. Suspiré con la


vista.

—Bueno, ¿la verdad?

Asintió con su cabeza.

—La verdad.

—Pienso que esto es ridículo, ya que ya lo sabes; Odio este día porque
hoy es cuando mi mamá murió. Odio las decoraciones, odio que cada
año se vea como si alguien estuviera dando una fiesta en un día que
pienso debería estar reservado para el duelo.

Cerré mis ojos, esperando bloquear las dolorosas imágenes de ver a mi


madre los últimos minutos antes de morir, momentos que había
olvidado hasta que Robert me ayudó a recordar en mi insistencia.

—Normalmente puedo alejarlo de mi mente y olvidarlo, pero a veces los


recordatorios evidentes sólo me hacían querer hacerme un ovillo y

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esconderme hasta el quince de febrero. Hoy es el día en que me
convierto en Grace la Rara, el día en que estoy en el tope de mi rareza, y
no sé cómo ser algo más.

Robert suspiró suavemente mientras me atraía hacia él, sus brazos me


envolvían asegurándome alrededor mío.

—No eres una rara, Grace, y no importa cuántas veces intentes pegarte
esa etiqueta, nunca se adherirá. No para mí, de cualquier forma. Creo
que esa es la razón por la que somos tan perfectos el uno para el otro;
ambos detestamos este día, y aun así, ambos estamos unidos a él por
alguna razón inexplicable, sin embargo la tuya tiene por mucho más
mérito.

Suspiré en el pecho de Robert.

—Siento haberte mentido.

Sus brazos me envolvieron más fuerte, su mentón apoyado en mi


cabeza.

—No tienes que pedir perdón por esto. Entiendo tus razones y te apoyo.
Sólo deseo que puedas confiar en mí lo suficiente para contarme lo que
sea.

—Trabajo en eso —murmuré, inhalando el olor intoxicante que estaba


empezando a abrumarme.

Se rió cuando sintió mi cambio de humor y me alejó delicadamente.

—Así que, ¿dónde está tu papá? ¿Janice?

Me di vuelta en sus brazos y terminé de abrir la puerta delantera,


empujándolo dentro y rápidamente cerrando la puerta detrás con mi
pie.

—Papá está donde siempre está en este día; trabajando hasta las
cuatro, y luego al cementerio hasta que cierre a las seis. No sé dónde
está Janice, pero si está con papá, no estarán de vuelta hasta las seis y
media cuando mucho.

—¿Así que entonces estamos solos? —preguntó, su sonrisa pícara volvió


mi estómago al fondo de mí.

—Um… no lo sé. Graham puede que venga a casa pronto —dije


nerviosamente, silenciosamente rezando por qué estuviera equivocada.
Oh muy demasiado, demasiado equivocada.
—No va a venir. Su cambio empezó hace cinco minutos. —Vino mi
pequeña respuesta milagrosa.

—Así que estamos solos, entonces —susurré, maravillada por la idea.

Robert llevó mi mano contra sus labios, su respiración contra ella hacía
que los pequeños vellos de mis brazos se levantaran.

—¿Qué quieres hacer ahora que tenemos toda la casa para nosotros?

—Yo… yo… —No podía decir nada. Miré hacia las escaleras,
preguntándome si decir que podríamos ir a mi habitación sería muy
acelerado.

Con una velocidad vislumbrante, Robert me recogió en sus brazos y


subió rápidamente las escaleras, mi puerta se abrió y se cerró tan
velozmente, que podría jurar que la había atravesado.

—¿Qué te hace pensar que no lo fue? —Se rió entre dientes mientras
me colocaba en la cama, acostándose justo a mi lado—. Tienes tanta fe
en mí; no sé por qué. —Sus dedos empujaron un mechón de pelo caído
fuera de mi cara, su pulgar acarició la esquina exterior de mi ojo,
rozando mis pestañas—. Sólo preguntarme qué fue lo que hice para
merecerte, para ser tan bendecido contigo, por conocerte y
experimentarte.

—Hago lo mismo —susurré. Había movido su mano a mi cuello, sus


dedos sintiendo el punto de pulso y lentamente bajando al hueco de la
base de mi garganta.

—Sí, pero mi punto de vista de bendiciones es muy distinto al tuyo.


Tenemos mucho en la forma de habilidades y poderes. Cuando
consideras que es lo que somos capaces de hacer, y lo que hacemos,
realmente no es mucho lo que un humano posee que pueda causarnos
admiración. Pero contigo, cuando estoy contigo, cuando puedo tocarte y
olerte, escuchar tu voz, tus pensamientos, ciento que nunca pude
realmente saber lo que significa ser bendecido. Y cuando escucho esto,
siento esto. —Apoyó su cabeza en mi pecho, directamente sobre mi
corazón—. Comprendo lo que significa experimentar un milagro.

Permanecimos de esa manera por un tiempo, su cabeza sobre mi


corazón, su mano contra mi garganta, sintiendo el pulso allí como el
viaje de la vida que mi corazón bombeaba hacia cada vena
repetidamente por si solo una y otra vez.

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—Robert —dije suavemente mientras la luz del sol que estaba brillando
a través de mi ventana comenzó a agotarse—. ¿Es… es esto todo lo que
vamos a hacer hasta que sea hora de irte?

Levantó su cabeza y me sonrió, una sonrisa detiene-corazones, atrapa-


suspiros que me habría hecho olvidar lo que pregunté de no ser porque
tenía a mi estómago bailando un urgente baile.

—Esto es todo lo que me confío a hacer, Grace. Me siento muy


malicioso, estando solo contigo en esta casa, acostados aquí sabiendo
que no hay nadie cerca que vaya a entrar. Me tienta a hacer… otras
cosas, pero sé que tengo un control más grande que eso.

Sentí que mi corazón se detuvo cuando dijo “otras cosas”, pero también
sabía que ninguna cantidad de halagos iba a conseguir que haga algo
más que esto. Era más de lo que esperaba, y lo suficiente para darme
cuenta de que estaba condenada si alguna vez tuviera que elegir entre
el autocontrol y el dejar ir cuando se trataba de Robert.

—Eres tontita —Se rió Robert, sus dedos moviéndose hacia la parte
inferior de mi barbilla, haciéndome cosquillas y haciéndome reír—. Y te
amo.

—También te amo.

Él levantó la cabeza y cambió de posición de modo que estaba casi


totalmente por encima de mí. —¿En serio?

Puse los ojos en blanco.

—Por supuesto, de verdad. Sabes cuando estoy mintiendo. Lo


demostraste hoy.

—Es cierto. Supongo que en parte estaba esperando que dijeras algo
totalmente humano como: “cómo puedo demostrártelo” o algo por el
estilo.

Lo miré fijamente, a la perfección incomparable e innegable que era


Robert, y comencé a reírme.

—¿Querías que yo hiciera qué?

—¿Qué? Ha sido mi experiencia que cuando le pregunté acerca de lo


que dicen, las chicas humanas se salen de su manera de demostrar que
es verdad. No se entiende Estaba esperando que tal vez simplemente
siguieras el tipo —dijo Robert, riendo conmigo.

—¿Y qué es exactamente lo que esperabas que hiciera?


Puso su mano en la mía, entrelazando sus dedos con los míos y
presionándolos en mi almohada sobre mi cabeza. —Tenía la esperanza
de que entraras en más detalle sobre el deseo de mantenerme para
siempre.

Dejé escapar un suspiro de exasperación.

—Fue una forma de hablar, Robert. No estoy pensando en vivir para


siempre.

Inclinó su rostro más cerca del mío, empujando mi nariz con la suya
mientras su aliento acariciaba mi rostro.

—¿Estás segura?

Tomé una respiración profunda, inhalando el aroma perfumado de su


piel, su aliento, todo lo que me imaginaba que lo convertía en lo que
era. —S… sí —le contesté, ignorando la vacilación en mi voz.

—¿Hay algo que pueda hacer para convencerte de que cambies de


opinión? —susurró al sentir su boca rozar sobre mis mejillas, los
mechones sueltos de su cabello cepillaban a través de mis pestañas, lo
que me hizo parpadear rápidamente—. Estoy abierto a sugerencias. —
Sus labios viajaron hasta mi oreja, y sabía que mis ojos se cruzaron
cuando sentí su boca encontrar la suave piel de mi oreja, sentí sus
dientes picar y tirar de ella suavemente, cada tirón aflojando cualquier
resolución que podría haber tenido...

—No —logré decir, agarrándome desesperadamente a los últimos jirones


de mi fuerza de voluntad.

Poco a poco, casi insoportablemente, dejó un rastro de pequeños besos,


casi suaves como plumas a lo largo de mi mandíbula. Se detuvo cuando
llegó a mi boca; lo sentí sonreír frente a mi barbilla al sentir mi cuerpo
en tensión, me vio lamer mis labios en anticipación. —¿Nada en
absoluto?

Quería decir que no, pero no podía recordar qué era a lo que le decía
que no. La boca de Robert estaba a punto de posicionarse directamente
encima de la mía, su aliento soplaba a través de mis labios en un baile
burlón que me tentó a sucumbir a los deseos de su dueño. Respiré
hondo y cerré los ojos, dispuesta a darle lo que fuera que él quisiera, si
tan sólo terminaba lo que empezó.

—Ahh... —suspiró Robert, victorioso—. Ahh, maldita sea.

Mis ojos se abrieron.

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—Lark, tienes una horrible sincronización.

Miré por encima del hombro de Robert y sentí que la sangre se drenaba
de mi cara. —Um... hola, Lark —chirrié, mortificada de haber sido
atrapada en una situación comprometedora.

—¿Interrumpo? —preguntó ella con dulzura. Detecté un duro borde en


su tono a pesar de la suavidad de su voz y gemí.

—Sí —gruñó Robert.

—No —murmuré mientras trataba de incorporarme. Robert me miró, la


decepción inundaba su cara y sentí que se abalanzaba sobre mí,
dejándome igualmente decepcionada. Tal vez más.

—Nunca más que yo —dijo Robert con un suspiro y ayudándome a


incorporarme—. Supongo que tendré que irme ahora. Nos vemos esta
noche. —Le dio un beso rápido a mi frente y desapareció, el pequeño
fragmento de humo de medianoche lentamente desapareciendo de mi
ventana.

—Tiene razón. Tienes realmente una horrible sincronización —me quejé


mientras empujaba mi cabello en una coleta—. Por fin estoy haciendo
progresos con él y luego te presentas. ¿Cómo has entrado aquí, de todos
modos?

Lark permaneció en silencio mientras terminaba mi perorata, su rostro


impasible.

—¿Terminaste?

—Ahora sí —le espeté.

—Bueno.

—Bien.

—¿Has terminado de actuar como un niño de tercer grado? —preguntó


Lark, el tono de burla en su voz hacía el mismo hincapié en la dureza
que sabía que todavía estaba allí.

—Eso depende de si vas a decirme o no lo que está pasando. Te alejaste


hoy, no me dijiste nada acerca de Graham…

Ella alzó la mano, interrumpiéndome.

—No le dije a nadie acerca del regalo de Graham. ¿Y cómo sabes que fue
de él?
Mis cejas se elevaron en sorpresa.

—Debido a que sólo Graham podía saber qué harías con algo como eso.

—Oh. Pensé que te dijo de antemano.

Negué con la cabeza.

—Él no me dice mucho últimamente.

Me miró con escepticismo y luego suspiró.

—Probablemente piense que todo lo que te diga resultará finalmente


volviendo a mí. Si sólo supiera que no tienes otra opción.

La fulminé con la mirada.

—Ya sabes, si estás tan interesada en lo que él piensa, ¿por qué no sólo
buscas en sus pensamientos, en vez de los míos? Corta por completo lo
del intermediario. De esa manera no me echan la culpa cuando digas o
hagas algo que lo aconseje.

Lark apartó su mirada de mí, pero no antes de que atrapara un destello


de ira en sus ojos.

—Crees que es así de simple, ¿verdad? ¿Te hubiera gustado mirar a


través de su mente después de que arruinara tu amistad por Erica?
¿Serías capaz de hacerlo?

—No, por supuesto que no.

—Por supuesto que no. Mira, es simple para ti. No tienes que luchar
contra ello, no es una opción para ti. Estoy en una lucha constante
para evitar escuchar los pensamientos de Graham porque no quiero
verlo pensando en estar con alguien más. Y no me gusta el hecho de
que ese alguien resultara ser Stacy. Pero la parte más difícil, la peor, es
saber que puede haber una parte de él que está pensando, no en Stacy,
sino en mí, y sabiendo eso no hay nada que cualquiera de nosotros
pueda hacer al respecto. Si alguna vez has querido hacerme daño,
Grace, obligarme a tamizar a través de los pensamientos de Graham
sería hacerlo. —Explicó Lark mientras se esforzó mucho para
enmascarar la resquebrajadura en su voz. No lo logró.

—¿Por qué no le dices a Graham sobre cómo te sientes? ¿Dile a Stacy?


¿Qué es exactamente lo que te impide de decirles la verdad? ¿No es eso
lo que tienes que hacer de todos modos? —dije sarcásticamente.

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Dos golpes suaves me alertaron sobre el hecho de que algo había
cambiado. Mis ojos viajaron hasta la alfombra y sentí una ola de culpa
inundarme. Dos pequeños cristales, en forma de lágrimas yacían a los
pies de Lark.

—Lo siento, Lark. No quise hacerte llorar. Dios mío, Santo Dios de las
bananas, lo siento. —Me tropecé, alargándome para tomar un pañuelo
de papel y tendérselo a ella.

—Y, ¿qué es exactamente lo que se supone que haga con eso? —Quería
saber.

Llevé mi mano hacia atrás, mirando estúpidamente al pañuelo antes de


meterlo en mi bolsillo.

—Supongo que no habría sido de mucha ayuda. Lo siento, no estoy


acostumbrada a esto. Normalmente soy la que llora, así que dar
pañuelos es una especie de respuesta automática.

—Por supuesto que sí. A veces es fácil olvidar que eres una humana con
sensibilidad humana —concedió Lark—. No estoy acostumbrada a todo
esta... emoción. ¡Y lo peor es que ni siquiera sé qué es lo que estoy
sintiendo! Es desesperante, no ser capaz de entender lo que está
pasando y sin embargo tener que controlarlo para no dejar que me
alcance.

Mi cabeza se inclinó hacia un lado.

—¿Qué quieres decir, no sabes qué es lo que sientes? ¿Acerca de


Graham?

Ella agitó la mano en el aire, como si fuera a quitar mi pregunta.

—No. Sé qué es lo que siento por él… no es tan difícil de entenderlo


teniendo en cuenta que Robert pasó por las mismas cosas. Es lo que
siento por Stacy, al no ser honesta con ella. No lo puedo explicar. No es
doloroso. Es más... confinado, como si me tengo que quedar en punto
muerto; no puedo seguir adelante, no puedo volver atrás, y lo peor es
que no puedo hacer que desaparezca porque sólo sigue creciendo.

La necesidad de servir de apoyo aplastó mis ganas de reír.

—Lo que sientes se llama culpa, Lark. Te sientes culpable por no ser
honesta con Stacy acerca de tus sentimientos por Graham.

Ella se burló de mi simple respuesta.


—¿Culpa? ¿Te he dado una idea de las emociones desconocidas que
crecen dentro de mí y me das la culpa como explicación? ¿Es esto un
truco humano para hacerme sentir incompetente?

—Lo siento, pero, ¿cuándo fue la última vez que fuiste humana otra
vez? —cuestioné sarcásticamente. Cuando ella no me respondió,
seguí—. Nunca has sido humana, nunca has sabido lo que significa
sentir emociones que son el resultado de decepcionar a alguien ya que
nunca los has tenido hasta ahora. Te sientes culpable, Lark. No hay que
ser científico para averiguar eso.

Lark se encorvó hasta el suelo, con la cabeza pegada a la pared debajo


de mi ventana.

—¿Cómo me deshago de ella? ¿Qué debo hacer para dejar de sentirme


así?

El ceño fruncido en su rostro cuando le dije la respuesta no hizo nada


para estropear su belleza, pero sí mucho en dejarme con mis propias
preguntas. ¿Qué haría Stacy cuando se enterara, si es que se enteraba?
¿Lark encontraría realmente en ella lo que era correcto? Más importante
aún, ¿decirle a Stacy era realmente lo que había que hacer?

—Son casi las seis. Stacy estará aquí en un par de minutos, así que
mejor nos vamos —dijo Lark con un suspiro.

—Gran intento de cambiar de tema. Muy humano de tu parte —bromeé


mientras rebuscaba en mi mochila por mi cartera. Encontrándola, la
metí en mi bolsillo de atrás y me dirigí hacia la puerta—. Supongo que
vas a hacer algún tipo de comentario acerca de cómo no te rebajarías a
ese nivel, ¿eh?

Me di la vuelta para ver su reacción, pero ella se había ido.

—¡Date prisa, lenta! —la oí gritar desde el exterior. Corrí a la ventana y


miré hacia fuera. Ella estaba de pie junto a la acera, con una mano
apoyada en la cintura con impaciencia—. ¿Y bien? ¿Vienes o no?

—Presumida —murmuré.

Escuché eso.

Purple Rose
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14
Tres Personas Ciegas.
Traducido por LizC

Corregido por Samylinda

S
tacy apareció diez minutos tarde, con el rostro sudoroso y
pálido.

—Lo siento chicas. Las prácticas siguieron hasta tarde


hoy, mañana vas a tener que compensar por habértela perdido, Grace
—dijo en voz alta desde su auto mientras se detenía en mi entrada.

Me tragué el temor de qué era lo que Stacy me haría pasar por


perderme la práctica. Se me había olvidado honestamente, pero eso no
era una excusa de acuerdo con Stacy y mis espinillas suelen pagar un
precio por ello. Lark empujó el asiento delantero del auto hacia adelante
para que yo pudiera subir a la parte posterior, una sonrisa era
claramente visible en su rostro.

—Oh, por supuesto, sonríes ahora —bromeo, contenta de que al menos


alguien estaba entretenido.

Tan pronto como Lark estaba sentada y la puerta cerrada, Stacy salió
disparada hacia el teatro.

—Así que, ¿vamos a comer después de que la película termine o nos


dirigiremos a la casa de alguien para comer? —preguntó al doblar una
esquina—. Tengo que llamar a mi mamá y hacerle saber para que así no
esté preocupada porque esté afuera con asesinos en serie o algo así.

—Podríamos comer en mi casa —anunció Lark, ignorando el comentario


de asesino en serie—. No soy exactamente una cocinera fantástica, pero
estoy segura de que podría conseguir que mi madre haga algo.
Arrugué la nariz ante la perspectiva de comer cualquier cosa que haga
Amelia.

—Si es tan experta en hacer la cena, como lo es haciendo figuras de


gelatina, entonces bien podrías salir con los asesinos en serie…

—¿Qué tienen de malo las figuras de gelatina de mi madre? —espetó


Lark.

Puse los ojos en blancos.

—¡Oh, vamos! Esa cosa era más difícil de masticar que un cinturón
viejo. ¡Y era GELATINA!

Lark se dio la vuelta en su asiento para mirarme.

—No sé de qué te quejas; yo fui capaz de comérmela muy bien.

—Oh, por supuesto. Lo fuiste. Los seres humanos no tienen la


capacidad de masticar a través de barras, Lark, y no nos gusta en
especialmente probar esa teoría tampoco.

Stacy está riéndose, acompañado por el resoplido al azar que rompió a


través de nuestro argumento, haciéndome darme cuenta de lo ridículo
que era.

—Si tan sólo las dos supieran cuán graciosas suenan —jadeó, con
lágrimas que hacían que se le pegaran las pestañas—. Quiero decir, es
probable que sólo sea divertido para mí, porque seamos sinceras, ¡tu
madre se supone que es este ángel perfecto y ni siquiera puede hacer
gelatina! ¡Y Grace en realidad tuvo que comer un poco de ello!

Lark gimió como yo, también, y empezó a reír.

—Los humanos tienen tan bajo estándares cuando se trata de humor.

—Oh, deja de quejarte —le dije entre risas—. Eres la mejor amiga de
un humano, tu hermano está saliendo con uno, y para todos los efectos
estás fingiendo ser una así que obviamente tus estándares han bajado,
también.

Continuamos de esta manera por los próximos diez minutos, mientras


Stacy maniobró su camino a través del tráfico de vacaciones.

—No creo que haya visto nunca tantos autos en la carretera aquí —se
quejó ella, mientras se detenía en el estacionamiento oscurecido—.
Estoy lista para ver algo poco romántico, sin gracia y totalmente
sangriento. Ah, y algo que mi madre sin duda desaprobaría.

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—¡Aquí, Aquí! —coincidió Lark.

—¿Realmente vamos a encontrar algo así en el Día de San Valentín? —


pregunté mientras salía del asiento trasero. Estiré las piernas y me
sorprendí al desear haber elegido llegar en la parte trasera de la
motocicleta de Robert.

Así que, ¿desde cuándo tu padre empezó a dejar que Robert te busque en
su moto? Quería saber Lark.

—Siempre hay al menos una película de terror proyectándose en el Día


de San Valentín, Grace —confirmó Stacy.

Miré a las dos, cada una mirando hacia mí en espera de una respuesta.

—Está bien, Stacy. Tú eres la experta de Zombis —le dije rápidamente.


Mi papá tuvo un cambio de actitud después de hablar con tu mamá sobre
la moto de Robert. Ella le dijo que él es muy cuidadoso, nunca ha tenido
un accidente, y se siente más cómodo en ella que conduciendo el auto. Mi
papá dijo que para los viajes cortos, como a la escuela y de regreso,
podía subirme a la moto.

Entramos en el vestíbulo del teatro, el olor de las palomitas de maíz y


los perros calientes sacudió nuestras narices como un golpe de
combinación. Eché un vistazo a la marquesina, derivando por los
diferentes títulos en busca de la que más les gustaría ver a Stacy.

—Mira, ahí está, justo como te dije —apuntó Stacy a cabo. El título sin
duda saltaba a la vista—. El Bouquet Negro. Se supone que es la
película de psico-terror más grande en más de una década. Que va a
generar algunas secuelas importantes, aunque estoy bastante segura de
que algunas de ellas irán directamente a DVD.

Simplemente miré a donde señalaba al cartel de la película que colgaba


entre dos comedias románticas obvias. Un ramo de rosas negro goteaba
con el color burdeo profundo de la sangre sobre un fondo de terciopelo
de color blanco puro destacándose entre los carteles llenos de hermosas
caras riendo. Negué con la cabeza, preguntándome cuándo fue que me
había graduado de Rocky Horror al horror real.

—Oye, ¿crees que obtengas un descuento de familia? —Stacy le


preguntó a Lark mientras caminábamos hasta el mostrador de
boletos—. No obtengo un descuento de novia, así que no creo que Grace
reciba uno tampoco, pero tal vez tú sí.

Lark miró a Stacy con una sonrisa peculiar cruzando en sus labios.
—Nunca he tenido que pagar por un boleto en mi vida y no pienso
comenzar. —Ella le sonrió a la señora detrás del mostrador, una sonrisa
radiante que hizo que la mujer sonriera—. Me gustaría tres entradas
para ver El Bouquet Negro, por favor.

La mujer, con los ojos todavía brillantes, su sonrisa amplia y plena en


su rostro, esperó a que los boletos se imprimieran y luego se los entregó
a Lark.

—Disfrute del espectáculo —dijo alegremente.

Lark le dio las gracias y se dio la vuelta, entregándonos a Stacy y a mí


un boleto.

—¿Ves?

La sonrisa de Stacy era casi tan amplia como la de la mujer.

—¡Vaya! ¿Por qué no dijiste nada la última vez que estuvimos aquí?
Está bien, ¿cierto? Quiero decir, no te meterás en problemas, ¿verdad?

—¿Es incluso esto legal? —le pregunté preocupada.

Lark nos dio la espalda y apuntó a la estrella de la exitosa película más


reciente.

—¿Ven a esa mujer en ese cartel? Ella hizo más dinero por una película
de noventa minutos que todos los maestros en la escuela juntos. Su
último chico juguete es protagonista de la película que vamos a ver, y le
pagaron el doble de lo que ella hizo. Creo que es perfectamente
aceptable si tenemos tres entradas al valor del dinero de su cuenta
bancaria.

Stacy asintió con la cabeza, evidentemente de acuerdo con el argumento


artificioso de Lark. Yo estaba interesada en otra cosa.

—Lark, ¿se te permite hacer esto? Quiero decir, si no está bien mentir,
¿por qué sería bueno robar? Porque eso es a lo que esto equivale: robar.

Ella se rió de mi preocupación.

—Oh, por favor perdóname las conferencias morales, Grace. Puedo


estar ciega, pero no soy estúpida. Simplemente disfruta de la ventaja de
tenerme como amiga y vamos a ir a buscar un poco de palomitas.

—No me gustan las palomitas de maíz —admití.

—¿No te gustan las palomitas? —Las dos se quedaron boquiabiertas.

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—Sí, ella odia las cosas —dijo la voz de Graham detrás de mí. Colocó
una mano sobre mi hombro y sonrió tranquilizadoramente—. Siempre
lo ha hecho. Yo siempre digo más para mí, pero algunas personas lo
encuentran extraño.

Stacy miró hacia otro lado mientras Lark sonrió.

—¿Extraño? Diría que eres la persona perfecta para que la acompañe al


cine. Podrías comprar una bolsa de palomitas de maíz para alguien que
te gusta y luego no parecerías un cerdo frente a los demás. ¡Eres un
adicto a las palomitas de maíz trampeadas!

—Muuy bien.

—Así que, ¿qué película van a ver, chicas? —preguntó Graham,


mirando sobre mi hombro al boleto en mi mano—. ¿El Bouquet Negro?
¿Una película de terror? ¿Por qué no unas de las comedias-románticas
que tenemos?

—¿Por qué no? No es como si alguna de nosotras se sintiera esta noche


excepcionalmente romántica —soltó Stacy—. Una película de terror es
justo lo que necesitamos para mantener nuestro estado de ánimo.

Miré con curiosidad a Stacy. ¿En estado de ánimo? ¿Qué estado de


ánimo?

—¿Qué estado de ánimo? —preguntó Graham, como si él lo sacara


directamente de mis pensamientos.

—Poco románticas.

—Oh.

Lark se deslizó a mi lado cuando la conversación de Stacy y Graham


rápidamente se convirtió en una discusión.

—¡No entiendo por qué piensas que es perfectamente correcto quejarse


de mi falta de romance cuando tú eres la que me rechazó cuando te
pregunté si querías ir al baile de esta noche! Podríamos estar rodeados
de flores y globos estúpidos ahora, nadando en el romance.

Stacy desestimó su declaración.

—No quería ir a un baile estúpido en el que todos compiten por quién


tiene el mejor vestido, quién tiene los mejores movimientos de baile,
quién tiene el mejor ramillete. Eso no es romántico. Eso es comercial.
Lark me apartó varios pasos a distancia de la creciente disputa, y yo
miré a la multitud que se había reunido para ver. ¿Stacy te dijo la
verdadera razón por la que no quería ir al baile de esta noche? quería
saber Lark, sus ojos revoloteaban alrededor, escuchando los
pensamientos de la gente que nos rodeaba.

Negué con la cabeza. Te revela más cosas a ti que a mí.

Ella le dijo a Graham que no, porque piensa que él quiere tener sexo con
ella y ella no está lista.

Poco a poco cerré mi boca y miré hacia Stacy y Graham estrechamente,


ignorando el enrojecimiento de la ira que ocultaba sus rostros de
aquellos quienes realmente los conocían. Vaya. ¿Le dijiste que no tiene
nada de qué preocuparse?

Lark me dio una mirada exasperada, mientras negaba con la cabeza.


¿Cómo le explico eso a ella, sin revelar nada de Graham? No podía
hacerle eso a ella. No sería correcto.

—¿Les importaría a ustedes dos decirme qué está pasando?

Me di la vuelta para ver a Robert de pie detrás de nosotros, una leve ira
cruzaba sus rasgos.

—Ellos están discutiendo —le contesté, ignorando lo evidente de mi


afirmación.

—Ya lo veo. ¿Alguna de ustedes me explica por qué? —preguntó


mientras se acercaba más a mí, su mirada nunca dejaba mi cara.

—Um... realmente no lo sé. Creo que es por el hecho de que no están


esta noche en el baile. ¿Y por qué lo preguntas? No podrías sólo… ya
sabes.

Su mano se levantó para tocar suavemente el costado de mi cara.

—Podría hacerlo, pero es mucho más entretenido escuchar los puntos


de vista de otras personas. Especialmente el tuyo.

No lo podía ver, pero sabía que ese ligero contacto entre nuestra piel
había dejado mi rostro brillante de color rosa con el rubor de la
memoria. Mis labios se fruncieron cuando lo miré a través de las
esquinas de mis ojos. Hiciste trampa.

Él no dijo nada. Simplemente me guiñó un ojo y se acercó a la pareja


discutiendo. Casi salto tras él, algún extraño sentimiento protector me

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atravesó, no me lo esperaba, pero no sabía por quién era. Él habló en
voz baja —tan bajo que no podía entender lo que estaba diciéndole— a
Graham y Stacy antes de asentir con la cabeza y dar la vuelta, con una
sonrisa forzada en su rostro.

—Todo está bien. ¿Por qué no continúan y disfrutan de su película?


—nos dijo cuando regresó—. Estoy seguro de que está a punto de
comenzar.

Abrí la boca para preguntarle qué le había dicho, pero él llevó su dedo a
la boca, una señal. No me sentía preparada para dejarlo todavía, pero él
parecía listo para dejarme a mí.

—Pero... ni siquiera tenemos nuestras palomitas —solté.

—Pero no te gustan las palomitas —anunciaron tres voces a mi


alrededor.

Me senté a través de la película, ajena a lo que estaba en la pantalla. A


mi lado, Stacy se reía en cada escena, las imágenes aparentemente la
divertían. Lark, por otro lado, estaba molesta por completo. Tan molesta
de hecho de que no le importaba que se supusiera que era ciega.

—¿A eso le llaman una herida? ¡Mira esa piel! La hoja de una sierra
desgarraría esa piel. Esa piel es suave, como un escalpelo cortaría a
través de ella. Uno pensaría que con un presupuesto tan grande, los
artistas de efectos especiales al menos podrían haber hecho alguna
investigación sobre la forma real en que la piel se ve cuando está
dañada. ¡Y la sangre! ¿Quién se cree que el jarabe de maíz rojo es en
realidad sangre?

Mientras los minutos pasaban, sentí que me hundía más y más en mi


asiento. La gente a mi alrededor estaba tratando de olvidarse de estar
enamorado, de querer el amor, de buscar el amor. Estaban absorbidos
en la sangre y las vísceras, evadiendo el mundo cargado de locos, flores
y dulces en forma de corazón más allá de las puertas del teatro.

Pero por primera vez en once años, deseaba por ello. Los sonidos de
gritos y de cuchilladas, de los cuerpos acumulándose hacían que mi
mente recordara imágenes que no quería ver. Miré a Stacy; estaba tan
metida en la película que probablemente no habría sido capaz de
recoger una respuesta de ella si pusiera su ropa en llamas. Me volví a
mirar a Lark. Parecía demasiado absorta en las imprecisiones para
escuchar mis pensamientos. Como medida de precaución empecé a
mezclar mis pensamientos, ocupando mi mente con ellos, alejándome
en el momento justo y encontrando un rincón tranquilo para
concentrarme en lo que hoy había pensado durante tanto tiempo.

Las excusas que hice por la aversión al día de San Valentín habían sido
una manera de evitar la verdadera razón. La muerte de mi madre, el
accidente automovilístico que había sido la muerte de una Grace y el
nacimiento de otra. La dulce Grace que había sido aceptada, había sido
bienvenida, murió esa noche junto con mi madre y en su lugar, la Grace
que sobrevivió a la explosión de un auto, que no podía recordar una
sola cosa, el “monstruo” había nacido.

Odiaba esa noche porque no podía recordar lo que había sucedido, no


podía recordar nada, ni a nadie. Papá me había preguntado una y otra
vez, la policía me había cuestionado, también. Los terapeutas habían
tratado de persuadir los secretos de mí, pero nada funcionó. Hasta
Robert.

Él me había mostrado, físicamente me llevó allí para ver, para recordar.


Mis pensamientos cobraron vida delante de mí y por fin pude entender
lo que me había pasado. Lo había aceptado, lo había abrazado, porque
sólo por un breve momento, me reuní con mi madre y ahora podía
mirar hacia atrás en esos breves y preciados minutos, y saber que
había sido ciega a la verdad no porque lo que la gente había estado
diciendo sea cierto. Había bloqueado la verdad porque no podía
aceptarla hasta que Robert estuvo conmigo.

Me estremecí al pensar en cómo se habría convertido mi vida si hubiera


tenido éxito en apartarlo después de descubrir lo que realmente era, lo
que su llamado era. Basta con imaginar que me abandona, para
sentirme fría y vacía.

—¡El personaje principal debería haber muerto hace tres escenas!


¿Cuán poco realistas están tratando de hacer ésta película? —se quejó
Lark.

Me preparé para la protesta de otro miembro de la audiencia, pero no


llegó. Miré disimuladamente a mí alrededor y casi caigo de la silla.
¡Éramos las únicas tres personas en el teatro!

—¿Puedes creerle a esa chica? ¡Como si cualquier persona normal iría


al encuentro de un desconocido en medio de la nada!

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Al ver mi oportunidad de salir sin ser demasiada distracción, salí de mi
asiento y lentamente me encaminé hacia el pasillo. Me volví para ver si
Lark y Stacy se habían dado cuenta de mi partida y sonreí cuando
capturé la mano de Lark a punto de arrojar algo de palomitas de maíz a
la pantalla que había encontrado en el suelo. Podría pensar que
teníamos un bajo estándar pero Lark era tan humana como nosotros.

Entré al pasillo entre los teatros y me dirigí hacia el vestíbulo, mi nariz


siguiendo el fuerte olor de las palomitas de maíz quemadas. Estaba
bastante vacío —la mayoría de las películas se estaban reproduciendo—
así que me acerqué a la puerta que decía “sólo empleados” y miré a
través de ella, pensando en su nombre, imaginando sus ojos
cautivadores fijos en mí.

—Vas a quedar bizca si sigues mirando a la puerta, Grace —me gritó


Graham desde detrás del mostrador de la concesión.

—Tal vez me ayudará en el departamento de miradas —le contesté.


Seguía mirando a la puerta, preguntándome cuánto tiempo le tomaría
antes de que se presentara.

—¿Dónde está?

—Probablemente ordenándonos un poco más de palomitas de maíz, o


algo por el estilo. Él siempre está allí. Me empezaría a preguntar por él
si no viera la forma en que te mira todo el tiempo. —Graham frunció el
ceño cuando dijo eso, con la frente arrugada con la idea que se formó
en su cabeza—. ¿Me veo así?

Me alejé de la puerta y me acerqué a él.

—¿Si te ves cómo qué?

—Como si siempre... ¿alguna vez me has visto tener esa mirada en mi


cara? —cuestionó.

Lo observé, vi la mirada casi de dolor que tenía en sus ojos mientras


esperaba mi respuesta.

—En realidad, sí, lo he hecho.

Fue una respuesta honesta, y fue una que di libremente. No importaba


a quien estuviera mirando cuando lo hizo, lo único que importaba era
que él era capaz de hacerlo.

—Grace, ¿crees que soy poco romántico?

Mantuve mis manos en alto ante esa pregunta.


—Oye, sólo porque te dije que estaba enamorada de ti, eso no significa
que llegues a mí con todas estas preguntas emocionales —bromeé,
guiñándole un ojo cuando se tomó un poco más de tiempo para darse
cuenta de que no estaba siendo seria—. Graham, sé que no eres
exactamente del tipo romántico. Eres el Sr. Fútbol, no el Sr. Flores y
Dulces. Pero sé que tienes una racha sentimental en ti, y cuando lo
muestras, hombre... termina siendo una de las cosas más románticas
que he visto nunca.

La leve sonrisa en su cara me dijo que lo estaba convenciendo,


asegurándole que no era lo que fuera que él pensaba. Metió la mano en
el bolsillo y sacó un corazón blanco. Me lo entregó a mí y lo examiné en
la palma de mi mano. Tenía dos pequeñas palabras inscrito en ella.

—Mejores Amigos.

—Sí, lo somos —concordé, y metí el pequeño corazón en mi boca, casi


dándome náuseas por la gredosa, dulzura mentolada—. Pero la próxima
vez, escríbelo en un post-it o algo así, ¿de acuerdo? Creo que tendría
mucho mejor gusto que esto.

Se rió al ver mi lucha con el caramelo y me tendió un vaso de agua.

—Lo siento. Supongo que todavía no entiendo como comes lo que sea
que te doy.

—Eso es porque eres un sádico —dije, aceptando con mucho gusto el


vaso de ayuda líquida.

—Bueno, eso es cierto —asintió—. Pero no eres exactamente un ángel


por ti misma, sabes.

Tosí, casi ahogándome con el agua. Él golpeó mi espalda un par de


veces, un poco divertido por hacer eso y un poco preocupado de por qué
necesitaba hacerlo en primer lugar.

—Ninguno de nosotros somos ángeles, Graham —logré ahogar antes de


un ataque de tos se hiciera cargo.

Quitó el vaso de mi mano y golpeó mi espalda un par de veces más


hasta que me calmé.

—Caray, Grace. Estás muy seria hoy. No es de extrañar que a Stacy le


guste estar alrededor de ti y Lark. Las tres hacen un trío bastante
aterrador en ocasiones.

—¡No lo hacemos!

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Se rió de mi respuesta.

—¡Sí lo son! Basta con pensar en lo intimidante que son las tres.
Estuviste frente a Erica en el soliloquio, y la destruiste por completo en
menos de dos minutos. Luego está Stacy, quien fue noqueada y volvió a
la escuela al día siguiente como una especie de súper mujer. Y luego
está Lark, quien es tan hermosa que todo el mundo se olvidó de Erica
hoy y les dieron sus regalos en su lugar.

—Incluso tú —dije en voz baja. Observé su reacción, su expresión


cambió de sorpresa a desafiante. Estaba contenta.

—Lo sabes entonces. Ella te lo dijo.

Negué con la cabeza.

—No le dijo a nadie. Estaba allí cuando lo encontró, Graham. Supe de


quien era desde el momento en que vi lo que era, y tengo que decir, que
es bastante astuto, escribir la nota en Braille. ¿Cuándo aprendiste
hacer eso?

Sonrió a la alabanza.

—La chica que me corta el cabello tiene una hermana que es ciega. Le
decía de mi idea, ya que sé que ninguno de ustedes sabe quién es, y ella
mencionó a su hermana y me sugirió que escribiera la nota. Así que...
¿qué dijo?

Quería decirle que a ella le gustaba, que estaba en la luna, pero ella no
había dicho nada al respecto. Así que eso es lo que le dije. Casi deseaba
haber mantenido mi boca cerrada cuando me fijé en la decepción
deslumbrar en sus ojos y tirar de su sonrisa despreocupada hacia
abajo. Casi. Sea cual sea el destino de Graham y Lark, ahora Graham
estaba saliendo con Stacy. No tendría que haberle estado dando a nadie
regalos de San Valentín si él no le había dado a ella alguno, así que le
dije.

—Lo sé, Grace. Fue estúpido y tonto, y soy muy malo en ser un novio,
pero realmente no pensé en no conseguirle un regalo a Stacy, si eso
tiene algún sentido para ti.

La conversación se detuvo cuando Graham ayudó a un chico que iba a


la escuela con su orden de bebida y palomitas de maíz. El chico nos
miró a los dos y sacudió la cabeza. No pude evitarlo. Le guiñé el ojo
cuando miró por última vez y me eché a reír cuando su rostro se
distorsionó con asombro y disgusto.
—¿Doy realmente tanto miedo? —pregunté cuando el chico se fue. Miré
mi reflejo en el marco cromado de la máquina de palomitas de maíz y
saqué la lengua—. Bueno... ¿lo hago?

Sacudiendo la cabeza, Graham respondió:

—Por supuesto que no. Simplemente no eres como la gran cantidad de


chicos están acostumbrados, eso es todo. Ninguno de ustedes lo son.

Levanté una ceja, en señal de silencio para que se explicara.

—Te lo dije, tú, Stacy y Lark son intimidantes. Sí, todos los chicos
siguen a Lark como si los tuviera con correa o algo así, pero hablan de
ti también. Los oigo, Grace. Sé lo que dicen acerca de ti, lo bueno y lo
malo. La historia de tu mamá... esa clase de cosas asusta a mucha
gente porque no se lo pueden imaginar en sus cabezas, pero los chicos
que pueden pasar de ello te ven como alguien que prefiere hablar de
cosas que probarse ropa en el centro comercial. Siempre pensaron que
era genial que vinieras a los juegos y supieras lo que estaba pasando.
Esa es una de las cosas más impresionantes sobre ti, Grace. Eres como
uno de los chicos; eres accesible y si alguna vez se detuvieran para
hablarte, entenderían por qué eres mi mejor amiga.

Me sonrojé por el cumplido, sabiendo muy bien que ningún hombre


podría jamás comprender verdaderamente. Simplemente no era posible.

—Mira, Graham, me da que pensar que soy alguien que a los chicos les
gustaría. No necesariamente lo entiendo, pero por otra parte no
entiendo cómo puedes comer tanta comida y no verte como el dirigible
de Goodyear. Nunca voy a ser esa chica, de la clase que los chicos se
agrupan alrededor y hablan como lo hacen con Lark y Erica. Conozco
mis limitaciones, Graham.

—Me permito disentir. —Escucho una voz detrás de mí. Robert puso
una mano en mi cintura y me dio vuelta para mirarlo de frente—. Hablo
de ti todo el tiempo. Eres el único tema de conversación en el que
siempre me intereso. —Él levantó mi barbilla con un dedo y le dio un
beso rápido a las comisuras de mi boca—. ¿Por qué no estás dentro
viendo la película Anti-San Valentín con Stacy y Lark? —preguntó
cuando se dio cuenta que estaba sola aparte de Gram—. ¿Cuánto
tiempo llevas aquí?

Graham miró el reloj grande en la pared.

—Unos quince minutos —contestó—. A ella le gustan las cosas de


horror cursi, no de agallas violentas y películas del tipo de gloria en la

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que Stacy está. Hablando de eso, ¿vamos la semana que viene para
algunos RHPS10? No lo hemos hecho desde hace tiempo, y ya que me
quedo en tú sofá, no hay verdadera excusa para no hacerlo.

Robert me miró y levantó una ceja curiosa.

—¿RHPS?

Me reí de la mirada de asombro en su rostro.

—¿Honestamente no lo sabes? —Cuando él negó con la cabeza, me


sentí algo parecido a… orgullosa—. ¿De hecho, sé de algo que tú no?
Oh, cielos, tengo que saborear este momento un poco. Espera.

—Espero —dijo él, riendo también—. Me avisas cuándo estés lista para
dejar de lado la presunción.

Graham rodó sus ojos hacia nosotros dos, un fuerte gemido de malestar
se escapó de él. Eso sólo me hizo reír más.

—Bien, bien. RHPS representa al Rocky Horror Picture Show. Es un


ritual de nosotros. La vemos en los últimos viernes de cada mes. Bueno,
solíamos hacerlo en cualquier caso. En cierto modo lo dejamos de hacer
después de…

—Después de hacer uno de los más grandes y tontos errores de mi vida


—intervino Graham rápidamente.

Asentí con la cabeza y continué.

—Nos ponemos medio tontos, y nos llamamos entre sí por los nombres
de la película todo el día. El que olvida y dice nuestro nombre real
primero recibe un puñetazo.

—¿Ven una película clase B, se intercambian de nombres entre sí, y


luego se golpean entre sí como un ritual?

—Sí. Dije que era tonto —dije a la defensiva.

10
Rocky Horror Picture Show: De Richard O'Brien, es una película de culto sobre
una pareja que, tras una avería en su coche, se ven obligados a pasar la noche en la
mansión del Doctor Frank-N-Furter que celebra la convención de transilvanos con
motivo de la creación de su criatura, Rocky Horror, un hombre perfecto cuyo "medio"
cerebro pertenece a un delincuente juvenil.
Robert miró a Graham quien parecía estar haciendo un gran esfuerzo
para parecer que no estaba prestando atención a la conversación. Él
estaba fallando miserablemente.

—Creo que en realidad es una gran idea. Me gustaría participar.

—¿Qué tú qué? —Graham y yo hablamos al mismo tiempo, nuestras


mandíbulas colgaban abiertas en estado de shock.

—Estoy interesado en todo lo que haces, Grace. Si esto es algo que te


gusta hacer, me gustaría hacerlo contigo.

Graham se opuso en primer lugar.

—Mira, Robert, no tengo nada contra ti, hombre, pero esto ha sido lo
nuestro desde que Grace y yo éramos niños. ¿Me escuchas? Lo nuestro.

Yo levanté la mano para detener a Graham de continuar.

—Robert, no sé si esto es algo que realmente disfrutarías. ¿Estás seguro


de que quieres hacerlo?

Su mano se levantó para acunar mi cara, un toque suave y amable que


hablaba de comodidad y ternura.

—Lo quiero.

Miré por encima y Graham, quien lanzó las manos al aire, vencido por
dos pequeñas palabras.

—Lo siento —le murmuré y me encogí cuando él levantó las manos una
vez más, exasperado por mi debilidad.

Eres mía también.

Volví la cabeza para hacer frente a Robert y sentí el calor inundando de


afecto sin límites por mis mejillas. ¿Cómo era posible para él no decir ni
una sola palabra en voz alta y sin embargo seguir siendo motivo de que
mi corazón palpite como las alas de un pájaro espástico? Negué con la
cabeza a los inconvenientes del momento y presioné mi rostro más
profunda en la palma de la mano de Robert cuando sus dedos
acoplaron mis oídos y su pulgar acarició suavemente el borde de mi
mejilla.

—Así que, ¿estás planeando permanecer aquí hasta que la película se


acabe? —preguntó cuando los furiosos golpes y molestos gruñidos de
Graham se hicieron demasiado ruidosos como incluso para escuchar
los pensamientos en silencio en nuestras cabezas.

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—Me gustaría. Graham tiene toda la razón con respecto a mi gusto
sobre las cosas no del todo sangrientas. Estoy perfectamente contenta
de estar aquí afuera y respirar el aroma de las palomitas de maíz y
alfombras manchadas de bebidas.

Él miró a Graham quien se había calmado de repente, su rostro estaba


de vuelta pero con un oído humilde convenientemente señalado en
nuestra dirección.

—¿Quieres venir a la oficina conmigo? Tengo unos papeles que llenar


pero podríamos hablar allí.

Casi me echo a reír mientras veía a la oreja de Graham a su vez


tornarse de un brillante color carmesí.

—Creo que voy a quedarme aquí y hacer compañía a Graham. Tal vez
pueda convencerlo de que te nos unas no será tan malo.

Robert suspiró en derrota y juguetonamente alborotó mi cabello.

—Está bien. Nos vemos más tarde entonces. Te amo.

Yo le sonreí, toda dientes y encías. También te amo.

Él asintió con la cabeza a Graham y se dirigió a su oficina, su


movimiento era tan rápido y felino, sabía que no iba a estar en la oficina
por mucho tiempo.

Fuera lo que fuese que había planeado para mí si hubiera dicho que sí,
estaba ahora puesto a un segundo plano.

—Entonces, ¿te vas a quedar aquí hasta que cierren de nuevo, o te vas
a ir a otro lugar con Stacy y Lark?

Mi atención volvió a Graham, su pregunta apenas se registró en mí


mientras me preocupaba por quién era al que Robert tenía que ayudar a
cruzar esta vez.

—¿Qué fue eso de nuevo? —le pregunté, sabiendo que probablemente


me veía como una tonta enamorada, pero sin importarme lo más
mínimo.

—Te pregunté si ibas a permanecer hasta el cierre como la última vez, o


si vas a alguna parte con Lark y Stacy.

—Oh. Probablemente regresemos a casa para comer. No tengo el dinero


para ir a comer afuera, y aunque Stacy no lo sepa, la mamá de Lark es
una horrible cocinera; un verdadero material de calidad cafetería.
Eso pareció animarlo un poco. Me di cuenta de mi metedura de pata
demasiado tarde y no pude echarme para atrás.

—Genial. Sin embargo, pon dibs en las sobras de tu pastel de carne.


Janice dijo que iba a cocinar esta noche, lo que significa que todo es
saludable y basura. Te lo juro, he empezado a soñar que soy un caballo
y ella sigue tratando de meter avena en mi boca.

El sonido de mi risa llenó el vestíbulo vacío. No le había agarrado


exactamente el gusto a la elección en el menú de Janice de los últimos
tiempos tampoco, pero sabía que lo estaba haciendo por el bebé. Quería
decirle que mi mamá comió comida chatarra a lo largo de todo su
embarazo de mí, pero eso no habría sido la verdad.

No sabía lo que mi madre comió cuando estuvo embarazada de mí, y


ciertamente nunca le había preguntado a mi padre al respecto.

—Ya sabes, tienes que empezar a aprender a cocinar para ti, Graham.
De esa manera, no tendrás que comer tortillas de brotes de soja y tocino
de pavo —le critiqué mientras me lanzaba un puñado de palomitas de
maíz—. ¡Lo digo en serio! ¡Podrías aprender algunas recetas!

Rodeó el mostrador con una escoba y un recogedor con mango largo en


su mano y negó con la cabeza.

—Uh… uh. Me voy a casar con una mujer que pueda cocinar como
Julia Child para que nunca me muera de hambre y nunca tenga que
aprender a hervir el agua.

Moví mis pies alrededor mientras barría las palomitas de maíz de entre
ellos.

—¿Has intentado incluso una receta de Julia Child?

—No. Pero por la forma en que habla siempre suena como si tuviera un
poco de comida en la boca, así que supongo que la comida tiene que ser
buena, ¿verdad?

No había mucho que hacer con ese comentario que negar con la cabeza.

—No tienes remedio, Graham.

Enderezó su postura y me miró con tristeza.

—Tienes razón.

El rápido cambio luminoso en su estado de ánimo actuó como bengalas


de advertencia que me decían que diera marcha atrás, pero no les hice

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caso. Di un paso más cerca y miré a las duras líneas que se habían
formado alrededor de su boca y frente, sus caminos excavaban
profundamente mientras trataba de mantener un hermético silencio.

—¿Qué pasa? —le pregunté, preocupada y casi temerosa.

__Es sólo que... no creo que se suponga que funcione para mí, ¿sabes?
—respondió, el dolor y el descontento estaba escrito claramente en las
líneas que empujaban sus ojos hacia abajo—. Se siente como que he
heredado las razones de por qué el matrimonio de mis padres no
funcionó, sólo que soy veinte años más joven.

—Eso es ridículo —objeté—, sólo tienes dieciocho años. Eres demasiado


joven para estar pensando incluso en el matrimonio, y mucho menos
teniendo problemas en uno que ni siquiera existe.

Se echó a reír burlonamente.

—“Nunca es demasiado temprano para comenzar a planificar para el


futuro”. Eso es lo que dijo mi papá todos los días del año pasado
mientras bebía la mayoría de su cheque de pago. Él y mamá estaban
siempre peleando, Grace, siempre. Oh, no lo hacían de la manera
convencional. No. Mamá era siempre la que lo iniciaba. Le daba a todo
el mundo el tratamiento del silencio, incluso a mí, y luego se sentaba en
la mesa y murmuraba en voz baja acerca de ser despreciada, no amada,
dada por sentado... eso nunca terminaba. Papá llegaba a casa y los dos
simplemente caminaban alrededor del otro, murmurando acerca de
cómo el otro era peor. Nunca gritaron, nunca argumentaron en voz alta.
Sólo entre dientes. Llegó el punto en que la única manera de que
pudiera oír algo de lo que algunos de ellos estaba diciendo era hablando
con ellos por teléfono.

Dejó de hablar y se fue detrás del mostrador de nuevo. Abrí la boca


para pedirle que continúe, pero pronto me di cuenta que su reloj
interno había sonado alguna alarma silenciosa cuando el sonido de
puertas abriéndose bruscamente resonó por todo el vestíbulo y una
oleada de personas salieron de un teatro, con envases de palomitas de
maíz y bebidas vacíos en sus manos.

Salí del camino cuando varios de ellos se acercaron al mostrador para


comprar bebidas adicionales y aperitivos. Muy pronto, la multitud se
disipó cuando se dirigían hacia sus autos. Graham salió
apresuradamente de detrás del mostrador una vez más, con la escoba y
el recogedor en sus manos, y comenzó a barrer la lluvia de basura que
los espectadores habían dejado a su paso.
—¿Necesitas ayuda?

—Por supuesto. Ve y agarra la escoba y el recogedor adicional bajo el


mostrador de allí y encárgate de aquel lado de la pasarela, ¿quieres? —
respondió, nunca levantando la mirada de su tarea.

Caminé detrás del mostrador y miré debajo por la escoba. Encontré una
corta de mano al lado de otra pala de mango largo.

—¿No es en contra de las leyes laborales mantener un recogedor bajo el


mostrador? —dije en broma.

—El recogedor, Grace —dijo Graham, molesto.

—El recogedor, Grace —repetí burlonamente, ya molesta—. Sabes, no


es bueno molestar a la novia del jefe. Podría hacerle que te cite para
turnos más largos.

Graham dejó de barrer y pisoteó hacia mí.

—Creo que necesitas salir de detrás de mí mostrador y volver y terminar


de ver la película antes de que Lark y Stacy noten que no estás.

—Preferiría no hacerlo —estuve en desacuerdo.

—No te lo estoy pidiendo.

Al darse cuenta de que había agotado mi recepción, me encogí de


hombros y lo dejé de pie delante del mostrador. Me detuve antes de
entrar en el pasillo que me llevaría de vuelta a mi teatro de sangre y me
di la vuelta. Caminé hacia él y me detuve a sólo centímetros entre
nosotros.

—Sabes, espero que un día te des cuenta de lo afortunado que eres por
haber visto de primera mano los errores que tus padres cometieron en
su relación de modo que puedes evitar cometer los mismos, como no
comunicarte con la persona a la que amas.

No me molesté en esperar una respuesta. Simplemente me dirigí hacia


el teatro donde sabía que Lark y Stacy todavía estarían ocupadas
destrozando la película, haciendo caso omiso a mi ausencia. Sólo podía
esperar que Graham no fuera ajeno a lo que estaba tratando de decirle.

Purple Rose
Bird Song Grace Series S.L. Naeole

15
Puse un hechizo en ti.
Traducido por kuami

Corregido por Maia8

C
uando salimos del teatro esa noche, no fue una sorpresa
para mí cuando Lark insistió en que la dejáramos primero
en casa.

—Tengo necesidad de comer algo que mi madre esté cocinando —dijo


sarcásticamente cuando Stacy y yo le preguntamos por qué.

—Lo siento si te he ofendido, Lark. —Me disculpé, pero ella levantó la


mano rechazándome. Miré el reflejo de Stacy en el espejo y vi su sonrisa
afectada.

La cabeza de Lark dio media vuelta para enfrentarse a Stacy.

—¿Crees que esto es divertido, también? —Chasqueó, sorprendida de


que su otra aliada sólo se hubiera vuelto contra lo que su madre
estuviera cocinando.

—Bueno…Grace no tiene exactamente fama de ser mentirosa, y no veo


ninguna razón para que insulte lo que tu mamá esté cocinando a no
ser que sea realmente terrible. —Stacy se esforzó en contestar mientras
luchaba con una burbuja de risa que parecía atascada en su garganta.

—No me lo puedo creer. Dos humanos están insultando la forma de


cocinar de un ángel. —Lark negó agitando la cabeza con
desaprobación—. Ustedes dos, sólo tienen que esperar hasta que
consiga mis alas y mi llamada. Y si soy llamada para ser un ángel de la
guarda, poder olvidarse de pedirme ayuda.

Stacy y yo nos miramos a los ojos en el espejo una vez más, y ambas
estallamos en un ataque de risa mientras Lark sin contemplaciones
cruzaba sus brazos sobre el pecho y resoplaba, con los labios poniendo
mala cara.

La risa se había calmado un poco cuando llegamos a la casa con las


paredes blancas e irónicos ángeles guardianes de pie delante de la
puerta grande de hierro forjado. Lark salió del automóvil sin decir adiós
y desapareció en la noche.

—¿Crees que nos perdonará? —preguntó Stacy entre risas. Cuando ella
arrancó, yo me arrastré para sentarme en el asiento delantero.

—¡Oh, lo hará! Probablemente se divirtió por esto como nosotras —


contesté, mirando cómo la verja desaparecía detrás de nosotras.

Viajamos en silencio durante un rato, con la música de la radio


sustituyendo la conversación. Miré la hora y suspiré.

—Son casi las diez. ¿Estás segura que quieres venir a mi casa para
comer?

Ella asintió con la cabeza enfáticamente.

—En realidad, estoy contenta de que Lark no esté aquí. Necesitaba


hablar contigo acerca de algo... privado.

La manera en que dijo "privado" hizo quemar mis orejas, como si


acabara de oír algo que no debería. Asentí con la cabeza tímidamente y
permanecimos en silencio el resto del camino hasta mi casa. Las luces
estaban apagadas en el interior, pero la luz de la puerta delantera
estaba ardiendo en un brillante color blanco cremoso cuando Stacy se
detuvo en la calzada.

—¿A qué hora baja Graham? —me preguntó cuando se dio cuenta de
que su coche no estaba estacionado en su lugar habitual.

—Vendrá pronto, pero no creo que tenga ninguna prisa por llegar a
casa.

—Bien. —Suspiró y se desabrochó su cinturón de seguridad. Yo hice lo


mismo y salimos del coche. Metí la mano en el bolsillo para sacar mi
llave y torpemente con mis guantes traté de abrir la puerta. Después de
unos momentos, tuve éxito y rápidamente nos alejamos del frío.

—¿Alguna vez has deseado poder ocuparte del frío glacial como Lark y
Robert? —preguntó Stacy cuando se quitó sus guantes para frotarse
sus manos—. Quiero decir, ellos nunca parecen sentir frío. Parece que
se visten porque necesitan encajar. Podrían estar sentados con el

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trasero desnudo en Siberia durante una tormenta de nieve y lo
sentirían como un día tropical.

Sonreí ante la imagen y luego sacudí la cabeza. ¡Estaba empezando a


sentirse muy tropical aquí!

—Lo único que he querido es ser considerada normal —confesé—.


Nunca he querido ser algo tan único como un ángel.

Stacy negó con la cabeza con mi respuesta.

—Estás loca entonces. Daría cualquier cosa por ser uno de ellos. Por ser
inmortal, nunca enfermarme, nunca débil... ¿cómo puedes no querer
algo así?

No le respondí hasta que estuvimos en la cocina y había puesto un


plato de lo que parecía ser una sopa de lentejas caliente delante de cada
una de nosotras.

—No todo es como lo pintan, Stacy. Tú sólo ves las cosas que no
podemos hacer y creo que es genial, pero tienen sus puntos débiles,
también.

Ella asintió con la cabeza mientras se metía un poco de sopa en la boca


con la cuchara.

—Ya lo sé. Todo el asunto de mentir y la cuestión del secreto. Pero creo
que si hubiera alguna manera de que yo cambiara para ser uno de
ellos, lo haría en un instante. —Dejé caer mi cuchara en estado de
shock.

—No sabes lo que estás diciendo —jadeé.

—¿Qué? ¿Quieres decir que hay una manera?

Me quedé sin aliento pensando en la revelación que Lark le había


mantenido escondida… y que había revelado ahora.

—N-no exactamente. Vamos a olvidar que dije algo —le dije


rápidamente. Cogí mi cuchara y me centré en comer la sopa, con la
esperanza de que Stacy le dejara de lado el tema.

Debí de haberlo sabido bien.

—No. Quiero saberlo. ¿Hay alguna manera?

Negué con la cabeza.


—No. No hay una manera para que los seres humanos se conviertan en
ángeles.

Frunció el ceño ante mí, obviamente, dudando de mi respuesta.

—Entonces, ¿por qué lo mencionaste?

No quería mentir a Stacy. Las mentiras se acumulan una encima de la


otra, y no podía añadir ésta.

—Es la verdad, Stacy. No hay una manera para que los seres humanos
puedan convertirse en ángeles. Los ángeles nacen, no se hacen.

Su ceño se profundizó.

—Así que, básicamente, ¿estás diciéndome que no hay esperanza de


que alguna vez me convierta en inmortal?

Abrí mi boca y luego la cerré, sin estar segura de cómo proceder


exactamente con este tema de conversación. No tenía una respuesta
exactamente que sirviera para explicar los detalles del mismo, así ¿qué
podía decirle que no consiguiera avivar sus esperanzas o destruirlas por
completo?

—Vas a tener que hablar con Robert o Lark de eso —le dije finalmente.
Fue lo mejor que podía hacer

Stacy meneó su cabeza de arriba abajo aceptando en silencio y nosotras


terminamos nuestra sopa en la quietud de la cocina.

Después de limpiar, nos dirigimos hacia mi habitación, ya que el


propósito de que Stacy hubiera venido todavía no había sido abordado.
Cerré la puerta sin hacer ruido detrás de nosotras y luego me senté en
la cama con la espalda hacia la ventana.

Stacy se sentó junto a mí, con una pierna colgando fuera de la cama,
un rubor tímido se extendió a través de su cara mientras ella luchaba
con la pregunta que había querido hacerme antes de que nos
desviáramos por la discusión sobre la inmortalidad.

—Grace… esto es algo personal, así que si no quieres contestar lo


entenderé. Tú y Lark son mis mejores amigas, pero Lark no sabe de
chicos. Al menos, no que yo sepa, por lo que no podría hacerle esta
pregunta, pero tú y Robert son inseparables, así que sé que podrías
contestarme.

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Vi las manos de Stacy mientras divagaba a través de su introducción,
los dedos estaban volando por el aire mientras jugueteaba con su
nerviosismo e inquietud. Sabía exactamente cómo se sentía.

—Lo que quería saber ¿es si tú y Robert han...? ya sabes, ya lo han


hecho.

Casi me atraganté con mi propia lengua cuando el choque de la


cuestión tomó el control. Lo que me impidió recuperarme a tiempo para
asegurarle que no me sentía ofendida cuando comenzó a disculparse
profusamente, con sus manos revoloteando alrededor como pájaros
nerviosos.

Cuando recobré la calma, agarré sus manos y las tiré hacia abajo,
fijándolas a la cama.

—Stacy, está bien. No me esperaba esto, pero no estoy ofendida. Sólo en


shock.

Stacy comenzó otra vez casi pidiendo disculpas, el tartamudeo de su voz


contradiciendo la imagen de persona fuerte y segura de sí misma que
siempre la había conocido antes.

—Cálmate, Stacy —le dije para tranquilizarla—. Cálmate y contestaré tu


pregunta.

Ella dejó de hablar, sus manos dejaron de luchar contra las mías, y
esperó con resignación por mí respuesta.

—Creo que la única manera de hacer esto es ser honesta. La respuesta


es no, Robert y yo no... lo hemos hecho.

Su cara mostró el impacto, sus ojos se abrieron ampliamente con la


sorpresa.

—¿Tú no…? Pero ustedes dos parecen… tan unidos, como si algo íntimo
hubiera pasado entre ustedes. Pensé…

Asentí con la cabeza, entendiendo que era lo que ella había asumido.

—No hemos hecho otra cosa que besarnos.

—¿Qué tipo de beso?

Esta vez era mi turno para sonrojarme cuando me di cuenta que estaba
a punto de admitir a Stacy cómo de casta era mi relación con Robert
realmente.
—Del tipo que le daría a tu hermano... si fuera insoportablemente
guapo y estuvieras locamente enamorada de él.

—¡Wow!

—Sí.

Stacy miró por la ventana, su mirada se centró en el espacio vacío en la


calle de abajo.

—Iba a decir… no sabía lo que iba a decir. Todo esto es tan raro para
mí. Quiero decir, nunca he tenido una amiga , alguien con quien poder
hablar sobre este tipo de cosas antes, y ahora que tengo dos... una no
puede hablar conmigo de sexo y el otro no ha hecho nada más que
besarme.

No pude evitar la sonrisa triste que se formó en mis labios, mientras


reconocía con tristeza lo ignorante que era cuando se trataba de temas
como estos.

—Siento no tener la, eh... la experiencia que estás buscando. Supongo


que eso es una cosa menos que tenemos en común ¿eh?

Stacy se echó a reír.

—No tengo ninguna experiencia en este asunto, Grace. Sólo quería


saber qué era exactamente lo que te dije, si tú lo hubieras hecho,
cuándo era el momento adecuado.

—Oh. Bueno. Eso es algo diferente —murmuré, avergonzada de mi


suposición incorrecta.

—Hábleme de ello. Qué patéticas somos, ¿eh? Dos inexpertas


ignorantes pensando que la otra tenía algo de conocimiento sobre el
sexo.

Asentí con una inclinación de mi cabeza a su declaración,


abrumadoramente precisa.

—¿Qué te hizo preguntar de todos modos, si no te importa que te lo


pregunte?

Stacy suspiró y se apoyó en los codos mientras llevaba un patrón


invisible en la alfombra con la punta del pie.

—Me quedé pensando en lo que habría sucedido esa noche, si hubiera


ido al baile con Graham. ¿Habría sido capaz de no pensar en ello y sólo
estar de acuerdo con el resto de la multitud? ¿Simplemente tienes que

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hacerlo porque todos los demás lo hacen? Quiero decir, no me
malinterpretes, nunca he pensado en ello como algo especial, ¿sabes?
No es que mis padres nunca hayan insistido en que me mantuviera
pura ni nada de eso, por lo que tengo que preguntarme si la razón por
la que no me gusta simplemente es la idea de que si lo hiciera, sería con
Graham. ¿Tiene eso sentido?

La idea de que Graham tuviera relaciones sexuales con alguien no era


exactamente mi idea de una conversación agradable, pero no podía
ignorar la necesidad de Stacy para hablar o el hecho de que a pesar de
que pudiera haber conseguido un consejo mucho más sabio de Lark,
me había elegido a mí para abrirse.

—Creo que cuanto más tiempo estés con Graham, más vas a empezar a
cuestionarte todo lo relacionado con tu relación hasta que llegues a
tomar una decisión acerca de lo que realmente quieres. —Implanté la
idea que en ese momento, yo no sabía que tenía.

La cabeza de Stacy ladeó y miró al techo mientras mis palabras


empezaban a penetrar.

—Supongo que tienes razón. No sé que es lo que quiero, pero sé lo que


no quiero. No quiero terminar en una estúpida estadística para alguna
Agencia de Salud del Gobierno porque cedí a la presión de los
compañeros. No quiero decir que mi primera vez fue con alguien a quien
no amaba. Y lo más importante, no quiero hacerlo sólo porque parece
bueno en ese momento, como si estuviera bajo algún tonto hechizo o
algo parecido. Tengo suficiente inteligencia como para decir no.

Ella tenía razón. Me maravillé de cuánta razón tenía.

—Parece que no tienes que preocuparte por lo que quieres o no hacer,


Stacy. Lo estás haciendo muy bien.

Stacy dejó caer su cabeza para mirarme, la confusión e incredulidad se


reflejaba en su rostro.

—Hablas como si hubiera tomado la decisión para ti, también.

—De alguna manera lo hiciste —contesté al mismo tiempo, que


comprendía sus palabras—. He sido tan estúpida.

Intrigado por mi reconocimiento se incorporó.

—¿Qué quieres decir?


Suspiré, aliviada de poder finalmente hablar con alguien sobre eso, por
lo que lentamente le dije:

—La razón que Robert y yo no… ya sabes, es porque él no está


preparado, mientras yo he estado más que dispuesta. O al menos eso
pensé. La sensación que tengo cuando estoy con él es increíble. Es de
felicidad, y en cierta manera todo es fascinante y no puedo evitar querer
sentir más de lo mismo y ahora comprendo que es debido a lo que
Robert es. Él insiste que no soy susceptible a sus "encantos", pero
ahora sé que soy yo. Al menos, cuando estamos muy juntos, soy yo.

La boca de Stacy estaba a punto de hablar, con cara de sorpresa por lo


que le había revelado acerca de la intimidad de mi relación con Robert.
Obviamente Lark la había estado manteniendo alejado de ella.

—Los ángeles no sólo se las arreglan con su apariencia, Stacy. Irradian


una especie de encanto divino que hace que automáticamente les guste
a las personas. No puedes evitar sentirte arrastrada y atraída por ellos.
La mayoría de eso es artificial, pero nos afecta a todos por igual y
llegamos a estar tan encantados sólo por su aura, que hacemos lo que
quieran, incluso sin la intromisión mental de la que son capaces.
Robert y Lark pensaban que no era posible que yo cayera bajo su…
cómo decirlo, su hechizo, desde que les desafié a ambos con todas las
posibilidades que tengo, pero al parecer estaban equivocados. Soy como
todos los demás. —Miré mi reflejo en el espejo frente a los pies de la
cama y suspiré frente a la expresión malhumorada que ahora tatuaba
mis rasgos—. Debería estar feliz de que estar empezando a parecer
alguien normal.

Stacy apoyó la mano sobre mi rodilla, el toque era suave y


reconfortante.

—Entonces, ¿por qué estás tan deprimida?

Me encogí de hombros y lancé un suspiro, forzándome a poner una


sonrisa sin entusiasmo en mi cara.

—Supongo que porque ahora voy a empezar a adivinar todas las


emociones que siento cuando estoy con Robert, a tratar de descifrar lo
que es verdadero y lo que es un producto de su encanto innato.

—Tú lo amas, Grace. He visto la manera en que ustedes dos se miran.


No es el tipo de mirada que te hace enfermar por empalagosa. Es del
tipo de mirada que te hace sentir envidia de lo que ustedes dos tienen,
de la conexión que va más allá de cualquier cosa que la mayoría de la

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gente ha sentido alguna vez con alguien más, y mucho menos con la
gente que estás ahora, incluida yo misma.

Miré a los ojos de Stacy y vi el brillo auténtico de la envidia en ellos. Era


casi ridículo que alguien como ella tuviera envidia de mí.

—Sé que lo amo. Pienso que probablemente nací sabiéndolo y que


simplemente estuve dormida hasta que él entró en mi vida, es tan tonto
como suena. No sé si lo que mi cuerpo siente es lo que habría sentido si
Robert fuera humano y no... bueno, lo es. Quiero decir, sé que él no
está haciéndolo de esa manera. No a propósito, de todos modos. Y me
siento increíblemente tonta ahora porque he estado presionándole para
que sea más físico conmigo aunque sé que no está listo. Me siento como
la novia provocadora y yo, también, tengo suficiente inteligencia para
saber decir no, y sin embargo no lo tomé como una respuesta.

Stacy se rió tontamente cuando las palabras que salieron de mi boca


me pintaban cada vez más como la novia provocadora que había
descrito.

—No me preocuparía demasiado por provocar a Robert, Grace. Algo me


dice que puede manejarse.

Asentí con la cabeza de acuerdo, riéndome a mi pesar. Miré al reloj en


la cómoda y suspiré una vez más.

—Se está haciendo tarde, Stacy. Graham probablemente estará pronto


en casa, y Robert podría venir, también.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado, la parte de Robert, obviamente, no


lo esperaba oír.

—¿Tu padre le deja venir tan tarde?

Negué con la cabeza y levanté el dedo a los labios.

—Nadie lo sabe. Bueno, Graham lo sabe. Llegó mientras estábamos


dormidos y nos vio juntos.

La boca de Stacy hizo un leve ruido seco como una bisagra abierta de
golpe.

—¿Duerme aquí contigo?

—¿Robert?

Stacy rodó sus ojos a eso.


—¡No, Ghandi, por supuesto Robert! ¡Lark no me dijo que estaba
pasando la noche aquí contigo! Y ustedes dos no... ¡wow! Eso es un
ángel paciente, Grace.

Me reí cuando me puse de pie y la ayudé a levantarse.

—Soy la que tiene paciencia, ¿recuerdas?

Ella asintió con la cabeza, riendo conmigo. Bajamos las escaleras y nos
dirigimos a su coche.

—Nos vemos mañana en la escuela entonces —dijo antes de subirse a


su pequeño automóvil—. Gracias, Grace, por todo. Se acercó y me rodeó
con sus brazos, un abrazo rápido que llevaba consigo una gran amistad
y cariño que sabía que no merecía completamente.

Devolví su abrazo y luego la saludé cuando se marchó, esperando en el


aire helado hasta que el resplandor rojo de sus luces traseras salió de
mi vista. Entré en la casa y cerré la puerta. Me volví para ir hacia la
escalera y casi gritó cuando vi a Robert de pie delante de mí, con la
sonrisa levantando uno de los lados de su rostro en una hermosa línea,
todavía torcida.

—¡Me has asustado! —susurré furiosamente—. ¿Por qué estás aquí


abajo? ¿Qué pasa si papá o Janice bajan y te ven aquí?

Su mueca se convirtió en una sonrisa y se precipitó hacia abajo, mis


pies, dejaron el suelo de la sala de estar y, a continuación se colocaron
de nuevo en mi habitación con una velocidad increíble de abajo hacia
arriba que para empezar habría jurado que no había estado en la sala
de estar.

—No, ahora no hay necesidad de preocuparse por eso, ¿verdad? —dijo


con aire de suficiencia cuando puso su mano en la base de mi cuello,
su otra mano rozando ligeramente el hueco entre el hombro y el cuello.

Aparté su mano y me volví hacia mi cómoda, con la intención de buscar


algo para llevar a la cama, pero más interesada en una distracción para
la sensación del cálido hormigueo que insistía en convertirse en un
pequeño crujido las chispas.

—Eso no viene al caso. —Me las arreglé para decir, aunque mi voz
sonaba jadeante mientras luchaba por mantener el ritmo de mi
respiración rápida.

Él se rió entre dientes, moviéndose silenciosamente detrás de mí,


poniendo sus manos a ambos lados de mis caderas.

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—¿Por qué estás tan nerviosa? ¿Es porque tienes miedo de que mis
encantos puedan obligarte a hacer algo que no quieres hacer?

Con una velocidad sorprendente, incluso para mí, me dio media vuelta
y comencé a golpearle con los puños cerrados.

—¡Estabas escuchando! —le acusé—. ¡Eso era una conversación


privada entre Stacy y yo! ¡No puedo creer que hayas hecho eso!

Él levantó las manos a la defensiva a pesar de que sabía que le causaría


más daño a la ropa de lo que le haría a él, y dejé de golpearle.

—Lo siento. No era mi intención, pero no voy a decir que no me alegro


de haberlo hecho. Fue muy perspicaz. Tu mente ha estado cerrando sus
puertas para mí muy a menudo estas últimas semanas y estaba
empezando a sentir como si no fuera bienvenida en allí.

—Bueno, si sigues tirando de maniobras como esta, no lo serás —


murmuré, y me di la vuelta para terminar agarrando algo de ropa para
ir a dormir—. Voy a cambiarme —anuncié antes de salir de la
habitación. Caminé, suavemente, por supuesto, no quería alertar a
papá y Janice de cualquier problema en el baño y casi cierro la puerta
de golpe pero antes me di cuenta de que al hacerlo sacudiría la casa
entera.

Me cambié la ropa rápidamente y cepillé mis dientes, esperando que


contando hasta cien sería suficiente para calmar mis nervios. No había
planeado hablar con Robert de esto hasta mucho más tarde. Me
hubiera gustado planificar lo que iba a decir, necesitaba pensar
realmente acerca de lo que todo esto significaba para los dos, pero
evidentemente eso no va a suceder esta noche.

—Tú elegiste esta vida —dije a mi reflejo antes de apagar la luz y de


salir y regresar a mi habitación. Estaba vacía.

Me giré alrededor, casi esperando que apareciera en algún rincón en el


intento de cambiar de tema o distraerme de mi objetivo previsto, pero
cuando no vi ni un atisbo de humo o de plata, me relajé. Me senté en el
borde de mi cama y vi el movimiento oscilante de un pedazo de papel
que había sido dejado allí.

Algo ocurrió. Estaré de vuelta antes de que te despiertes.

—¡Oh claro! Qué oportuno que algo ocurriera —murmuré antes de


arrugar la nota y tirarla en el suelo. Me metí entre las sábanas de la
cama y le di la espalda a la ventana. Después de lo que sólo sumó unos
minutos, me arrastré fuera de la cama y busqué a tientas en la
oscuridad la nota. Hice lo mejor que pude para plancharla suavemente
con los dedos y luego la coloqué suavemente bajo mi almohada. Me
volví a meter en la cama, esta vez con la cara apuntando hacia la
ventana.

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16
Zapatos.
Traducido por Zeth, Little Rose y LizC

Corregido por Lola_20

L
a semana siguiente al día de san Valentín tuvo tantas
subidas y bajadas como le fue posible. Graham y Stacy se
alternaban para pelear, discutiendo, y librando una guerra
sin cuartel. Lark parecía inconmovible a todo esto (una barrera que alzó
para proteger a sus verdaderos sentimientos de ser revelados) y escogió
permanecer neutral cuando le preguntaron por su posición sobre
algunas discusiones de Stacy.

Sentía como si estuviese siendo arrastrada en tres diferentes


direcciones por Lark y Stacy, quienes sentían imperativamente que
tenían que darme su versión sobre la situación. Y por Graham, quien
no me había hablado desde nuestra conversación en el cine, pero por
quien sentía una lealtad que simplemente no podía ignorar por el
silencioso tratamiento.

El único que evitaba que me arrancara todo el cabello era Robert, que
no entendía como algunos asuntos que para él eran tan triviales, para
mi podían ser muy estresantes, pero se mantuvo a mi lado mientras me
desahogaba, criticaba, gritaba, y lloraba sobre como este cuadrangular
nos estaba costando a todos.

Las cosas vinieron a mi cabeza en el almuerzo, cuando Stacy y Graham


empezaron a discutir sobre las virtudes de las papas a la francesa
versus el filete cortado frito. Era la mas ridícula discusión que podía
empezar, pero cualquier cosa podía volverse una con ellos y
demostraron su punto empezando ésta. Siempre me había sentido
agradecida de tener una mesa con amigos con quienes sentarme
durante lo cual podría haber sido un tiempo de aislamiento para mí,
pero ahora todo lo que quiero es volverme invisible.
Cada ojo miraba en dirección a las dos personas sentadas directamente
frente a mí mientras sus voces se iban incrementando hasta
considerables proporciones. Sus voces rebotaban entre nosotros,
haciendo eco en las paredes y llenando cada mesa con suficiente
material para chismes para durar hasta el final del cuarto. Esto era
mejor que la televisión para la mayoría, y odiaba estar sentada en
primera fila justo en el centro.

—¿Podrían los dos terminar de una buena vez? —Lark finalmente les
silbó a ambos. Su rostro tenía sin duda una expresión de enojo. Era tan
hermosa que era casi imposible detectar la rabia que se comenzaba a
aparecer justo sobre la superficie, pero yo lo sabía—. Chicos, no hacen
nada excepto pelear, gritar y discutir. Están quedando ustedes mismos
como unos completos imbéciles. O hagan un bien hacia los demás y
sepárense o terminen con eso de una vez y duerman juntos porque me
niego a escuchar otra discusión ridícula y estúpida sobre la papas, o
nubes, o hierba... o lo que sea que ustedes dos encuentran tan
importante que tienen que estar en desacuerdo al respecto.

Se puso de pie y salió de la cafetería, las puertas se abrieron volando


antes de que las alcanzara. Vi los rostros de los que habían sido testigos
de esto y suspiré con alivio cuando comprobé que parecían demasiado
preocupados con lo que pasaría entre Stacy y Graham ahora.

La cara de Stacy estaba roja como remolacha al notar las miradas fijas
en ella. Ella miró a Graham y su expresión era de vergüenza.
Inmediatamente sentí la necesidad de saltar a su defensa, pero la mano
de Robert me detuvo. Stacy rápidamente murmuró una disculpa y salió
corriendo después de Lark, demasiado confundida y molesta para lidiar
con Graham en realidad. Él, por su parte, cayó de nuevo en su viejo
respaldo. Alcanzó el almuerzo de Stacy y comenzó a acabarlo.

Me volví hacia Robert, necesitando que asegurara que las cosas iban a
estar bien, que mi semi-normal grupo de amigos no iba a empezar a
derrumbarse a mí alrededor. Él sonrió y negó con la cabeza. Sentí un
poco de alivio, pero no pude acumular suficiente para hacer progresos a
la hora de aliviar el miedo.

El estruendo del final de la hora del almuerzo rompió a través de mi


melancolía y torpemente me puse de pie, preparada para dirigirme a
biología. Robert llevaba mi bolsa y mantuvo su brazo envuelto alrededor
de mi cintura con seguridad, el sostén donde apoyarse de mi cuerpo
tambaleante e inestable mientras caminábamos hacia mi temible clase.

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La puerta estaba abierta y el olor a formol al instante se aferró a mi piel
y ropa mientras nos acercábamos.

—Gracias —le susurré a Robert al mirar dentro, temiendo la próxima


hora.

—Cuando quieras —dijo sonriendo, y me besó en la mejilla de ese


mismo elegante modo que había descrito a Stacy. No pude dejar de
sentirme incluso más deprimida mientras entraba pesadamente al aula
y me sentaba en el taburete, tirando mi bolso sobre la mesa de examen.

La charla a mi alrededor no hizo nada para ayudar a aligerar mi estado


de ánimo, capté fragmentos de nombres que reconocí, pequeños trozos
de conversación que se centraron en lo que había ocurrido durante el
almuerzo sólo unos minutos atrás. Estaba en la mente de todos, y sus
ojos se seguían agitando de nuevo a mí, la amiga que no había hecho
nada para detenerlo, que no hizo nada para prevenirlo.

Negué con la cabeza mientras la culpa que sabía que no debía sentir
comenzaba a crecer dentro de mí, cada capa siendo colocada en cada
mirada persistente de todos los que me rodean. Las palabras
susurradas y risitas estaban empezando a sonar como un ritmo de
trance en el interior de mi cabeza, y lo coloqué debajo contra la
superficie fría de la tabla, con la esperanza de que pudiera obtener
algún alivio con ello. Por lo menos, sería capaz de silenciar la mitad del
ruido.

—Grace, ¿podrías venir aquí, por favor? —Oigo que me llaman. Me


encogí mientras la voz gruesa del Sr. Branke decía mi nombre una vez
más, asegurando que si nadie lo había escuchado la primera vez, lo
hiciera la segunda.

Con resignación, me puse de pie y comencé el corto trayecto hacia la


parte delantera de la clase donde el Sr. Branke tenía un montón de
papeles para repartir. Estaba a dos mesas de llegar a él cuando mi bota
se puso en contacto con una sustancia en el suelo que me hizo perder
el equilibrio y caí, con bastante rapidez, al linóleo frío debajo de mí. La
cabeza hizo un fuerte sonido de quiebre al golpear el suelo y un
zumbido agudo comenzó a llenar mis oídos.

Había brillos, de blanco y negro que aparecían frente a mis ojos


mientras trataba de enfocarme en algo, cualquier cosa. Apenas podía
oír el murmullo de la actividad a mí alrededor mientras la gente se
agolpaba cerca de mí, sus voces, un zumbido sordo, sus rostros
borrosos y manchados. Gemí cuando intenté levantar la cabeza y sentí
que algo me empujaba de nuevo hacia abajo.

—No te muevas, Grace —escuché a alguien decir, pero la voz era


indistinguible—. Te golpeaste la cabeza muy fuerte contra el suelo. Sólo
quédate ahí, mientras que alguien trae enfermera.

—Necesito a Robert —murmuré mientras cerraba los ojos, sabiendo que


ninguna enfermera sería capaz de ayudarme de la manera en la que él
lo haría—. Traigan a Robert.

Hubo risas. Las oí mientras una voz femenina decía sarcásticamente

—Lo traeré, de acuerdo. —Quería decir algo en respuesta, pero un dolor


agudo redujo cualquier intención que pudiera tener. Podía sentir los
latidos en el lado de mi cabeza, un golpeteo estable que mantuvo su
ritmo de forma permanente en mi mente.

Como el murmullo de las voces se hizo más intenso, sentí la necesidad


de ver lo que estaba pasando a mí alrededor. Mis párpados se
levantaron y estaba mirando a un par de pantalones grises. Bajé la
mirada hacia sus zapatos y sentí mi respiración cortada.

Eran marrones.

Con cordones negros.

Mis pulmones comenzaron a llenarse con una intensa presión y


parpadeé, con la esperanza de que lo que había visto fuera simplemente
una reacción por golpear mi cabeza. Parpadeé dos veces, tres veces, y
los zapatos sólo se volvieron más claros. Eran un poco más viejos de lo
que recordaba, pero eran los mismos zapatos que yo había visto la
noche en la que había sido atropellada.

Incluso el color de los pantalones era el mismo. Exhalé e inhalé a un


ritmo rápido, sabiendo que era yo misma quien comenzaba la
hiperventilación, pero no me importó. Sólo tenía que alejarme de esa
persona, quienquiera que fuese.

—¿Grace? Está bien, Grace. La enfermera está viniendo. —Me estremecí


al reconocer la voz que se unió a los zapatos pertenecía al Sr. Branke.
Me estremecí cuando vi la punta de su pie moverse adelante, doblar las
rodillas, mientras se agachaba para tocar mi pelo y mi hombro—. Está
bien. Vas a estar bien —dijo, queriendo sonar reconfortante, pero
fallando miserablemente.

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—¿Grace? —Oí que me llamaban y mi corazón dio un salto cuando lo
reconocí—. Grace, soy Graham. Oh, Dios, ¿qué pasó?

—¡Graham! Me resbalé con algo y caí, me golpeé la cabeza bastante


fuerte y no me dejan sentarme —logré chillar. Yo quería gritar al mundo
(o por lo menos a la clase) que el señor Branke era el hombre que me
había atropellado hace unos meses, pero tenía demasiado miedo, el
horror de esa noche reviviendo una y otra vez en mi mente como una
película atascada en repetir.

Graham me agarró la mano, un agarre firme y tranquilizador. Me sentí


al instante más segura y casi dejo escapar lo que había descubierto,
cuando un fuerte sonido nos separó.

—Eres todo un imán de desastres, ¿no? —dijo alguien mientras una


mano fría agarraba mi muñeca—. Has sido golpeada por un coche, tu
amiga fue encerrada en un marco de la puerta, y ahora te resbalas en el
suelo y probablemente te has causado a ti misma una conmoción
cerebral poco agradable. Estaría preocupado si fuera tu amigo. Sigue
así y podrías terminar golpeando la puerta de la muerte.

No pude controlarme a mí misma cuando me eché a reír.

—Ella entra por mi ventana —me reí, el dolor de mi cuerpo con cada
carcajada me hace tomar respiraciones profundas.

—Vas a tener que dejar de hacer eso, si quieres que te levantemos y


salgamos de aquí, querida —dijo la voz de nuevo. Asentí con la cabeza y
luego me quejé por el dolor agudo que eso causó—. Te lo dije.

Me quede recostada durante la revisión, mientras que la enfermera se


aseguraba de que no se había roto nada en la caída, y de que aún podía
usar mis piernas y brazos para levantarme. Cuando estuvo segura de
que sería capaz, ella y Graham colocaron sus brazos alrededor de mí y
me ayudaron a ponerme de pie. Me sentí mareada, los contornos que
me rodeaban se mezclaban entre sí y formaban sus propias formas
abstractas.

Con pasos tentativos, los tres salimos del aula y cruzamos los pasillos
hacia la enfermería. Después de haber pasado por la puerta
cuidadosamente, Graham y la enfermera me ayudaron a subirme a una
de las camas que estaban apretujadas dentro de la minúscula
habitación.

—No recibimos a muchos estudiantes en ningún momento, por lo que


nos dieron este… “armario” —mencionó la enfermera mientras me
cubría las piernas con una manta—. Te mantendrá cálida hasta que
sepamos qué hacer contigo.

Le susurró unas instrucciones a Graham y luego se fue. Graham se


sentó en la cama opuesta a la mía y comenzó a sonreír.

—Sabes, si querías darle a la escuela algo de qué hablar además de


Stacy y yo, podrías simplemente haber entrado a la escuela desnuda. Te
habría evitado todo este dolor.

Lo miré.

—No me caí por ti. Había algo en el piso cuando el Sr. Branke… —dejé
de hablar y Graham alzó la cabeza ante mi silencio repentino.

—¿Qué pasa Grace?

—El Sr. Branke. Él fue quien me atropelló —suspiré, con la imagen de


sus zapatos otra vez en mi mente. Podía oír el asfalto mientras los
zapatos comenzaban a alejarse, dejándome en la fría y abandonada
carretera sola y rota—. Él… él es quien me dejó ahí. Hoy vi sus zapatos,
son los mismos.

Graham se movió rápidamente a mi lado, en shock.

—¿Estás segura? Quiero decir, tu visión está borrosa, te golpeaste


bastante fuerte, quizás te equivoques.

—No. Conozco esos zapatos, Graham. Estaban justo frente a mí —


protesté, temiendo que hiciera algún chiste sobre mi obsesión con los
zapatos o algo para cambiar de tema.

—Bueno, bueno, Grace. ¿Qué quieres hacer al respecto?

—No lo sé —susurré. Después de todo este tiempo, no tenía idea de qué


quería hacer, o qué debería hacer. Me había rendido en averiguar quién
había sido y ahora que estaba segura, no sabía qué hacer después.

—Bueno, creo que deberías llamar a la policía —dijo Graham tomando


mi mano—. No es una gran ciudad. Encontrar al Sr. Branke no va a ser
difícil.

La idea de tener que hablar con la policía, y después tener que


enfrentar al Sr. Branke me asustó tanto que mi respiración volvió a
agitarse. Graham apretó mi mano para tranquilizarme, y puso la otra
en mi hombro en un gesto muy reconfortante, pero que no ayudó.

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—No creo poder hacerlo —dije—. La última vez que hablé con los
policías, me trataron como si fuera mi culpa, como si hubiera puesto mi
bicicleta frente al auto a propósito.

Graham contuvo el aliento al oír esto

—¿Por qué no me contaste esto? ¿Se lo dijiste a Robert?

Sacudí la cabeza y gemí de dolor (se sentía como si mi cerebro estuviera


saltando).

—Mi papá estaba molesto, pero dijeron que necesitaban saber que no
hacía falta culparme a mí, y que mi reacción fue suficiente para
convencerlos de que fue un accidente. Pero no se disculparon, y
siguieron mirándome como si no me creyeran.

—¿Por qué no se lo has dicho a Robert? Sé que su familia tiene mucho


dinero. Eso habría apurado las cosas, ¿sabes?, habría puesto tu caso
como una prioridad para la policía.

Suspiré y cerré los ojos ante su sugerencia.

—No quiero que use su dinero en algo así. La policía no tenía mucho
que seguir y quiero decir, todo lo que podía recordar eran unos zapatos
marrones. Hay más de ocho mil personas viviendo en Heath. ¿Cuántos
tipos usan esos zapatos?

—¿Entonces por qué estás tan segura de que los zapatos que viste
fueron los del Sr. Branke?

Cerré los ojos y volví a ver los zapatos.

—Sólo lo sé.

Graham volvió a apretar mi hombro y nos sentamos en silencio por


unos minutos hasta que la enfermera volvió con una bolsa de hielo.

—Bien Grace. He llamado a tu papá y está en camino para venir a


buscarte. Graham, creo que deberías volver a clase. Te escribiré un
pase y se lo puedes dar a tu maestro.

La oí irse y abrí los ojos para mirar a Graham aún arrodillado junto a la
camilla.

—¿Cómo supiste que me desmayé de todas formas? —pregunté.

Se encogió de hombros, confundido.


—Honestamente no lo supe. Tuve un extraño presentimiento de que
algo iba mal, como un escalofrío en mi cuello, y entonces oí una voz en
mi cabeza que me dijo que tenía que levantarme y asegurarme que
estuvieras bien. Fue como si mi conciencia o algo me advirtiera que algo
iba mal. No lo pensé mucho, pero ahora…bueno, ahora me asusta.

Abrí los ojos ante su descripción. No lo notó y prosiguió.

—Es raro, pero uno creería que la voz de su conciencia suena como la
propia, ¿verdad? Pero la mía no. Sonaba algo metálica al principio,
como esos aliens de los dibujos animados, pero entonces se aclaró,
sonaba como…

—¿Cómo qué? —quise saber.

Hizo una mueca de culpabilidad mientras decía

—Lark.

Volví a gemir.

—Oh, santas bananas —murmuré mientras me ponía de espaldas y


miraba el cielo—. ¿Qué más te dijo tu… bueno, conciencia?

Graham se enderezó y miró el cielo raso también.

—No puedo explicarlo Grace. Quiero decir, fue como si Lark estuviera
en mi cabeza diciéndome que necesitabas mi ayuda, y siguió
repitiéndolo hasta que llegué a ti. —Miró a mis ojos—. Suena loco,
¿cierto? Quiero decir, al menos para mí. ¿Por qué habría de oír voces en
mi cabeza? ¿Y por qué su voz me estaría diciendo que estabas herida?

—No lo sé —dije suavemente, odiándome, odiando la mentira. Volví la


cabeza para mirar la pared a mi lado… no podía hacerme sentir
culpable también.

—No voy a mentirte, Grace. Desearía que no se hubiera detenido.


Nunca sentí esa paz mental antes. Incluso si lo único en que podía
pensar era que estabas en peligro, era como si su voz hiciera que todo
estuviera bien… y lo odio —admitió tristemente—. Mira, debo volver a
clases. Te veré más tarde, ¿de acuerdo?

El sonido de sus pies me indicó que se iba. Esperé a oír la puerta


cerrándose antes de concentrarme en lo que Graham había dicho. Por
alguna razón, Lark sintió que era importante decirle a Graham que me
ayudara, y había atravesado su auto impuesta barrera de no penetrar
pensamientos para hacerlo.

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Intenté entender por qué, pero además de que era mi mejor amigo, no
había razones para que tuviera motivo para estar allí. Me toqué la
cabeza con una mano y sentí el huevo en el lugar donde me golpeé. Era
más grande de lo esperado, y se sentía como si estuviera intentando
atravesar mi piel.

—Ugh, ahora parecerá como si tuviera una piedra en mi cerebro


—murmuré.

—No lo hará —dijo la enfermera mientras entraba con mi papá—.


Aunque tampoco te queda natural.

Papá pasó sobre ella y me levantó en sus brazos y me cargó como


cuando era pequeña.

—Grace, no sé que haré contigo si sigues asustándome así —dijo


suavemente.

—Estoy bien papá, sólo me resbalé —dije tan honestamente como pude.
Su emotiva recibida me conmovió y eso no me gustaba. No cuando tenía
el asunto urgente del Sr. Branke y sus zapatos en mi mente.

—Escucha niña, eres la razón por la que mi cabello está gris. ¿Cómo se
supone que afronte al nuevo sin cabello?

Papá señaló la aureola pelada que le había estado creciendo desde que
yo tenía trece. Rodé los ojos, haciendo una mueca de dolor, y entonces
volví a decirle que estaba bien.

—Tendré dolor de cabeza, pero no siento náuseas ni nada. Mi visión


también está mejor. Definitivamente puedo ver que tienes más que
suficiente cabello para lidiar con el pequeño Matthew, así que no
puedes hacerme sentir culpable.

—No importa, te llevaré a la sala de emergencia para que te revisen. El


Doct…

Un sonido ininteligible salió de mis labios, cortándolo antes de que


pudiera terminar. —¡Papá no puedes! Te recuerdan ahí. ¡Serían capaces
de hacerme una lobotomía si te vuelven a ver!

Se limitó a acariciar mi cabeza, dejándome como la niñita indefensa que


parecía ser.

—Vas a estar bien. Sólo te revisarán, y me quedaré lejos de su camino.


No me quejaré ni los acusaré de nada. Lo prometo.
Lo miré escéptica, sin creerle. Se rió y volvió a acariciar mi cabeza.
Cuando hice una mueca dejó de sonreír y una mirada contrariada lo
invadió.

—Oh, tu cabeza. ¡Lo lamento!

Me liberé de sus brazos y apoyé los pies en el suelo, determinada a


caminar hacia el auto sola.

—Bueno, entonces acabemos con esto —suspiré.

—Bien. Oh, oye, antes de que lo olvide, tu maestro de biología me


alcanzó en la puerta para explicarme todo antes de que apareciera para
no molestarte con mi preocupación. Creo que deberías agradecerle eso,
porque podría haber empeorado mi actitud de no haber sido así… me
conoces —dijo papá mientras salíamos de la enfermería hacia la
entrada principal de la escuela.

Me dejé de mover y me volví frente a él, con el shock y el miedo dejando


de lado el dolor por el movimiento brusco.

—No puedo papá —dije con voz ronca—. No puedo.

Agarró mis brazos con los suyos, mi cambio de ánimo transfiriendo mi


temor hacia él.

—¿Por qué? ¿Qué pasa, bebé?

Miré a sus ojos y pude ver mi reflejo en ellos, pude ver mis pupilas
dilatadas por el miedo.

—Él es quien lo hizo. —Esas cinco palabras salieron de mis labios en


un susurro sin aliento, casi silencioso e imperceptible, pero él las
escuchó, y sabía qué era lo que querían decir.

Esta vez fue su estado de ánimo el que cambió rápidamente. Su cara se


iluminó como un faro rojo de furia mientras sus manos aflojaron su
control sobre mí, dejando caer sus brazos a los costados. Me agarré de
él, sabiendo qué era lo que tenía la intención de hacer, temiendo que
nada bueno saldría de ello.

—Vamos, papá. Tenemos que llamar a la policía —dije en un tono


mucho más firme. Le aparté de la dirección en que sabía que estaba
determinado en ir.

Él me siguió, un tanto de mala gana, sin decir nada hasta que


estuvimos en el auto saliendo del estacionamiento.

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—¿Hace cuánto lo sabes? —Finalmente alcanzó a decir, después de que
todo lo que podíamos ver de la escuela era su silueta en el espejo
retrovisor.

—No hace mucho. Me di cuenta después de que caí—le respondí con


suavidad.

—Voy a llamar a la policía tan pronto como lleguemos al hospital. Esto


va a acabar hoy. Te lo prometo, Grace —dijo papá con determinación—.
Él me sonrió, realmente me sonrió cuando me vio. Que bastar…

—¡Papá! —grité mientras corría hacia un semáforo en rojo. El pie de


papá pisó el freno con fuerza y paramos en un alto indigna. Me abracé
contra el salpicadero, con una mano sobre mi corazón palpitante. Mi
cabeza empezó a latir de nuevo y gemí cuando el dolor empeoró.

—Maldita sea, lo siento Grace —dijo papá cuando con una mano me
consoló y manejó con la otra—. No soy bueno en esto de la cosa de
conducir emocionalmente. Debo haber sido una mujer en otra vida.

—Papá —me quejé por debajo de mis pesados párpados—. Eso no es


agradable.

Se rió de mi queja y me palmeó la pierna.

—Bueno, cuando aprendas a conducir, me puedes demostrar que estoy


equivocado. ¿Grace?

Murmuré algo incoherente cuando lentejuelas blancas y negras


volvieron a mi visión. Traté de borrarlas, con las manos presionando
contra mis párpados, pero se mantuvieron firme.

—Creo que será mejor que te des prisa y lleguemos al hospital, papá
—me las arreglé para decir antes de que todo se volviera negro, el agudo
zumbido volvió a mis oídos y bloqueó cualquier otro sonido.

Es algo bastante surrealista, despertar en una habitación extraña,


rodeada de gente rara que está hablando y el único sonido que puedes
escuchar es el golpeteo de tu propio corazón, fuera de sincronía con el
movimiento de los labios y, sin embargo, creando un ritmo interesante
con todo eso por sí mismo. La sensación de algo frío corriendo por mi
brazo y el pinchazo doloroso en mi mano me dijo que mi padre había
logrado llegar al hospital, pero al no poder escuchar nada me hacia
preguntarme si mi teoría de la lobotomía se había demostrado.

Abrí la boca para decir algo pero las palabras se aferraron a mi lengua.
Nadie por encima de mí parecía darse cuenta, ya que continuaron
trabajando a mí alrededor. Había algunas caras conocidas y otras que
no reconocí de los muchos viajes recientes a la sala de emergencia que
había hecho durante los últimos meses. Alguien lanzó una luz brillante
a mis ojos, moviéndola de lado a lado; mi propio espectáculo de luz
personal.

El Médico que había tratado a Stacy me miró con una expresión en


blanco en su cara. Él le dijo algo a la enfermera de pie junto a él, pero
sus palabras no contenían sonido.

Y, sin embargo, sabía qué era lo que había dicho. Podía escuchar las
palabras en mi cabeza, como una canción que fluía a tiempo con el
ritmo de mi corazón. Él estaba pidiendo por el carbonato de amonio. Lo
reconocí a partir de la clase de Química el año anterior como sales
aromáticas. La enfermera le entregó lo que parecía ser el envoltorio de
un supositorio, el cual él abrió. Luego se inclinó hacia mí, su mano
extendida tan lejos que estuvo directamente debajo de mi nariz.

El intenso olor que hacía que sintiera como si mi cabeza se hubiera


sumergido en un cubo de solución de limpieza golpeó mi nariz como un
golpe bajo. Eso picaba y quemaba y no podía hacer nada para escapar
de ello.

—Muy bien chica, despierta Grace —escuché mientras sus labios se


movían una vez más, su voz en realidad vino a través esta vez—. Bueno,
hola. Bienvenida de nuevo.

Parpadeé mientras sacaba el desagradable pequeño paquete lejos y


apretó algo frío y húmedo contra mi labio superior. —No me he ido —
murmuré contra el paño goteando.

—Sufriste una mala caída por lo que he oído. Tienes una conmoción
cerebral, y es probable que estés un poco mareada durante el próximo
par de días, pero ahora que estás despierta pienso que vas a estar bien
—explicó.

—¿Dónde está mi papá? —pregunté, sabiendo que debía estar frenético


con la preocupación en algún lugar; y, con suerte, no reprimido y
encerrado en un armario oscuro.

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El Médico asintió con la cabeza a la enfermera a mi lado que se fue con
un guiño. Fruncí el ceño en ese pequeño gesto, eso diciéndome más que
cualquier cosa que pudiera haber pronunciado.

—¿Qué hiciste con mi padre? —exigí, tratando de levantarme—. ¿Dónde


está?

El médico dio un paso atrás y me permitió sentarme, con una mirada


de pánico escrita claramente en su rostro.

—Estará aquí en un minuto. ¡Él está bien, en serio!

Traté de salir de la cama, pero el tirón fuerte de la vía intravenosa que


estaba colgada de una varilla conectada a la cama me impidió hacerlo.

—¿Está bien? Si está bien, ¿por qué no está aquí? ¿Qué hiciste con él?
—exigí una vez más, cuando tuve problemas con la válvula que
adjuntaba el tubo a la aguja que estaba pegada a mi mano.

—Él estaba desesperado y nos estaba impidiendo hacer nuestro trabajo,


por lo que le administramos un sedante. Fue uno leve. Está durmiendo
en la sala de niños, perfectamente bien. Te lo prometo.

Me calmé mientras la explicación se asentaba.

—Oh, sabía que esto iba a suceder —gemí. Volví a sentarme en la cama
y sacudí la cabeza—. Ay.

El Médico se me acercó tímidamente, pero no hice nada para apartarlo.


Colocó una mano fría sobre mi cabeza, su piel fría ofreciéndome un
gran confort a mi cabeza palpitante.

—Me disculpo por tener que hacerle eso a tu padre, Grace. Si se


pudiera haberlo evitado, lo habría apreciado enormemente, pero por
desgracia no había otro recurso.

Suspiré y asentí con la cabeza suavemente.

—Lo sé. Nunca ha sido bueno con los hospitales, y hasta que mi
hermano bebé nazca sólo me tiene a mí para usar como centro de todas
sus preocupaciones. Sólo… le advertí que esto iba a suceder. Bueno, no
exactamente esto, pero sabía que acabaría volviéndose loco o algo así.
Gracias, Doctor...

El Médico sonrió ante mi confesión.


—Soy Ambrose. Las enfermeras de aquí me llaman Dr. Bro porque
piensan que no me gusta mi nombre, pero si te digo la verdad, me
gusta.

—A mi también. Ambrose... ¿cómo el santo? —le pregunté, sorprendida


por mi pregunta.

Él sonrió y asintió con la cabeza.

—En realidad, sí. No mucha gente sabe eso. Él no es exactamente uno


de los santos más conocidos, pero mi madre… ella quería que yo llegara
a ser un gran Médico y por eso me puso el nombre de uno de los
“Doctores de la Iglesia”. Ella no sabía leer muy bien, así que no sabía
que San Ambrose no era Médico, pero el resultado final sigue siendo el
mismo. Obtuvo a su hijo Médico llamado Ambrose. Por cierto, ¿cómo
sabes acerca de él? Tu papá no me parece muy católico...

Sonreí.

—No, él no es católico. No somos muy religiosos, en realidad. Me gusta


leer mucho, sin embargo. Supongo que he leído sobre él en algún
momento, pero no me preguntes cuándo porque probablemente no lo
recordaré. Ahora no, de todos modos.

Se rió, pero luego rápidamente se puso serio cuando una pregunta se


formó en su cabeza.

—La policía está esperando afuera para hacerte algunas preguntas.


¿Sabes por qué?

Miré al suelo y me fijé en los zapatos del Doctor Ambrose. Era zuecos
azul oscuros, se veían cómodos y muy sencillos.

—Están aquí para preguntarme sobre el hombre que me pasó por


encima.

Él asintió solemnemente y se acercó a la puerta para mirar hacia el


pasillo.

—¿Tienes algo nuevo que decirles? ¿Es por eso que están aquí?

—Yo sé quién fue —respondí en voz baja.

Se dio la vuelta y me miró con sorpresa.

—¿En serio? ¿Cómo lo sabes?

—Vi sus zapatos.

Purple Rose
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Su cabeza cayó rápidamente a sus propios pies antes de lanzarse de
vuelta a mirarme una vez más.

—¿Quién es?

—Eso es exactamente lo que queremos saber. —Una severa voz llegó a


través de la puerta. Un oficial con una pluma y un bloc apretado entre
sus dedos se interponía entre yo y la única salida. Miré entre el
funcionario y el Médico y sabía que lo que saliera de mi boca pondría en
marcha un conjunto de acciones que no podría retractar, para bien o
para mal.

Respiré hondo y comencé...


17
Riesgos.
Traducido por Bautiston

Corregido por Lola_20

C
omo todas las cosas, el calvario de tener que explicar a la
policía qué me había llevado a creer que el señor Branke
había sido quien me había atropellado fue largo y
complicado. Tan pronto como el Doctor Ambrose me dio de alta, fui
llevada a la comisaría para dar mi declaración.

Aunque el Doctor Ambrose (probablemente con culpa) argumentó que


debería ser capaz de dar una declaración en el hospital, o esperar al
menos hasta que papá llegara a la sala de pediatría para estar conmigo,
la policía a su vez declaró que era un adulto legalmente y no necesitaba
que mi padre estuviera conmigo cuando me interrogaran, por lo que fui
colocada en el asiento trasero de un muy sucio vehículo de la policía
con mal olor, e hice el viaje relativamente largo a la estación de policía
de Newark.

Una vez allí, fui sentada frente a un escritorio lleno de pilas de papeles
y envoltorios de comida rápida. El oficial sentado detrás del mostrador
era un hombre corpulento, con manchas oscuras, grasientas en su
uniforme oscuro. Su gafete tenía una mancha de lo que parecía mostaza
seca, y tenía los restos de lo que probablemente había sido pizza
aforrándose a la hendidura de la barbilla.

—Muy bien señorita, usted va a escribir todo lo que le ha dicho a los


oficiales en el hospital y luego va a firmar en la parte inferior de esta
forma —puso una hoja de papel rayado en frente de mí— y la fecha.
Cuando haya terminado, será libre de irse.

Acepté ciegamente la pluma que me entregó y comencé a escribir. A mí


alrededor, las tareas de hacer cumplir la ley parecían girar en torno a

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contestar los teléfonos, salir corriendo, entrar pisando fuerte de nuevo,
y el llenado de una cantidad infinita de trámites.

—¿Cuánto tiempo pasan realmente fuera? —pregunté mientras me


acercaba al final de mi declaración, revisándola dos veces antes de
firmarla. Le puse la fecha y luego se la entregué antes de que el oficial
respondiera finalmente.

—Depende de qué se trate nuestro trabajo. Algunos de nosotros nos


quedamos atrapados en el servicio de escritorio por una u otra razón.
Resulté herido mientras estaba de servicio, así que estoy de guardia en
el escritorio hasta que consiga el visto bueno de mi Médico —masculló,
sus labios impidiendo la plena articulación de sus palabras.

—¿Herido, Charlie? ¡Dile a esa chica la verdad! Escuche, señorita,


Charlie resulto "herido" por sí mismo doblando su espalda cuando se
agachó para recoger algunos Skittles11 que se le habían caído. —Se rió
una funcionaria frente a nosotros—. Ha estado en servicio de escritorio
desde antes que nacieras y probablemente estará ahí hasta que se
retire. Herido durante el servicio. ¡Esa es buena, Charlie!

Me volví para mirar a Charlie y de inmediato sentí lástima por él.

—Me gustan los Skittles, así que no te culpo por terminar lastimado.
Nada apesta más que un caramelo arruinado.

Me sonrió y tomó mi declaración, mirándola para asegurarse de que no


había olvidado nada importante.

—Eres una buena chica, Grace. Espero que podamos atrapar a este
HDP12 para que puedas dejar de preocuparte por él. No está bien
atropellar a un chico e irse sin ofrecerle ayuda.

Asentí con la cabeza mientras se ponía de pie y se acercaba a una


oficina que estaba rodeada de cristal y paneles de madera. Un hombre
en el interior se puso de pie y miró por el cristal, los ojos fijos en mí.
Asintió con la cabeza y levantó el auricular del teléfono en su escritorio.

Charlie se dio la vuelta y caminó hacia mí con una sonrisa en su rostro.

—Lo están llamando. Será atrapado en menos de una hora, si quieres


puedes esperar para identificarlo, aunque no necesariamente tienes que
hacerlo.

11
Skittles: Marca de confites frutales.
12
HDP: Siglas para Hijo De Puta.
¿Era eso lo que quería? ¿Estar sentada aquí, mientras traían al señor
Branke esposado? Negué con la cabeza.

—No, creo que voy a ir a esperar afuera a mi papá.

El funcionario asintió con la cabeza y luego me dio las gracias.

—Mantente a salvo, ahora.

—Voy a intentarlo —le dije y me dirigí hacia la salida, tratando al


máximo recordar dónde estaba. Cuando salí, me di cuenta que había
dejado mi abrigo y guantes en el hospital. El frío aire de febrero todavía
tenía una mordida feroz y sabía que iba a morir de frío si me quedaba
fuera vestida de la manera en la que estaba.

Con pasos apurados, me apresuré a entrar y me senté en un banco que


estaba atornillado al piso y la pared. Treinta minutos más tarde mi
padre finalmente apareció. Estaba tan enojado, que pasó rápidamente
junto a mí sin notarme, y estaba a mitad de camino por el pasillo antes
de oír finalmente que lo llamaba.

—Grace —gritó. Corrió hacia mí y me envolvió con sus brazos, su


respiración pesada y errática—. Voy a matar a ese Médico por hacernos
pasar por esto. Si alguna vez lo vuelvo a ver, eso es exactamente lo que
voy a hacer.

Me reí porque realmente no podía encontrar ningún fallo con su


razonamiento. Al menos, no cuando se trataba de él. Lo miré a la cara y
me eché a reír.

—Papá. Um... ¿Te has echado un vistazo en el espejo?

Gruñó y asintió con la cabeza.

—Sí. Ese lunático que se hace llamar Doctor me drogó y me dejó en la


sala de arte de los niños.

Se acercó a un exhibidor e inspeccionó su reflejo mientras reía a sus


espaldas. Se dio la vuelta y estallé en carcajadas, una vez más. Parecía
que mientras perdió el conocimiento, los niños en la sala habían sentido
la necesidad de utilizar la cara y el pelo de papá como un lienzo con
vida propia.

La mitad de su rostro estaba pintado de un color púrpura brillante, con


manchas de color naranja por debajo de su ojo derecho y en la esquina
de su boca. La otra mitad de su cara había sido pintada con bandas
alternadas en blanco y negro, seguidas con lo que parecía ser

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pegamento fucsia con brillos. Su pelo tenía rayas de pintura amarilla y
verde, y el lugar un poco calvo que se acercaba al nacimiento de su pelo
se había llenado con el mismo pegamento rosa, aunque se debe haber
movido mientras que se secaba, porque se agrupaba a un lado.

Papá trató de rechinar los dientes, pero falló debido al crayón que
habían frotado contra ellos, haciendo un rayado de color verde oliva.

—¿Es esto lo que tengo que esperar con Matthew?

Asentí con la cabeza entre risas, presionando contra el tirón que estaba
sintiendo en mi costado.

—Dios, me alegra saber que voy a estar en la universidad cuando eso


comience.

Suspiró, mis palabras mostraron una triste realidad para la que


ninguno de nosotros estaba preparado, a pesar de mis palabras.

—Sólo unos meses más, niña —dijo resignado—. Unos meses más antes
de que estés por tu cuenta. Ya no serás más mi niña.

—Ay, papá —gemí—. ¿Tenemos que hacer esto en medio de una


estación de policía?

Inmediatamente se enderezó y, como si de pronto recordara por qué


estábamos allí en primer lugar, se volvió intensamente serio.

—¿Qué pasó? Cuéntame todo, dame los nombres de los oficiales que te
interrogaron, todo.

—Lo haré en el camino hacia el coche —le prometí, y así lo hice, sin
dejar nada fuera, excepto la parte en que el oficial llamado Charlie
había dicho que estarían deteniendo al señor Branke en menos de una
hora.

Sería menos de veinticuatro horas más tarde cuando una noticia que no
esperábamos amenazó con desgarrar la poca seguridad que se había
formado a sabiendas de que el señor Branke estaría tras las rejas.

—Grace —llamó papá desde la planta baja. Me paré frente al espejo del
baño, con la boca llena de espuma de la pasta de dientes.
—¿Qué? —grité, rociando espuma por todo el espejo.

—Baja. Ahora.

Rápidamente me enjuagué la boca y me precipité escaleras abajo para


ver a papá y Janice sentados en un lado del sofá, con las almohadas y
mantas de Graham amontonados en el extremo opuesto.

En el sillón favorito de papá estaba sentado uno de los oficiales del


hospital, con el sombrero en su regazo. La mirada de los tres en sus
caras me dijo que algo no estaba bien, que algo no estaba nada bien.

—¿Qué está pasando?

Papá miró al oficial de policía mientras Janice sacudía la cabeza con


desaprobación. Tomando una respiración profunda, el oficial comenzó a
repetirme lo que parecía que todos los demás ya sabían, cuando de
repente me di cuenta de que Graham estaba pisando fuerte alrededor
de la cocina.

—Grace, como ya les dije a tus padres, me temo que después de hablar
con el señor Branke y tomar su declaración, parece que tenía una
coartada para la noche que fuiste atropellada. También se examinó su
coche y no hay daños en el mismo. Al menos, nada que pudiera resultar
de golpear a alguien en una bicicleta. No es la persona que te golpeó,
Grace.

El peso de sus palabras parecía trasplantarse en mí como un suspiro de


liberación. Negué con la cabeza.

—Sé lo que vi. Vi sus zapatos. Son los mismos zapatos, exactamente los
mismos zapatos —argumenté.

El oficial hizo un gesto de comprensión y me ofreció una mano para


confortarme, pero la aparté. Suspiró de nuevo y trató de explicar.

—Grace, sé que quieres creer que fue el señor Branke quien hizo esto,
pero por favor entiende que registramos y comprobamos su coartada.
Estaba enseñando un curso de biología el fin de semana en el colegio
comunitario. Hay cincuenta testigos que lo colocan en la clase. Él no lo
hizo, lo siento.

No quería creerlo. No podía creerlo.

—¿Cuando detuvieron al señor Branke estaba... fue cuando aún estaba


en la escuela?

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El funcionario asintió con la cabeza.

—Sí, en realidad. Fue en medio de algún tipo de reunión del club de


ciencias, después de la escuela. Había bastantes estudiantes furiosos,
tengo que decir.

Gemí mientras las repercusiones de mí implicando al señor Branke se


hicieron tan evidentes. Tan espeluznante como el señor Branke podría
ser, era un maestro respetado por muchos chicos y acababa de acusarlo
de casi matarme y dejarme a un lado de la carretera para morir. Había
empeorado su reputación para los que ya les disgustaba y la había
ensuciado para los que no.

—Oh, no, ¿qué he hecho? —gemí, las palpitaciones en mi cabeza


regresaron —. Oh, ¿qué he hecho?

Graham salió de la cocina y me agarró del brazo, tirando de mí


escaleras arriba y hacia mi habitación.

—No te preocupes por eso, Grace. No voy a permitir que nadie use esto
en contra tuyo —prometió cuando me senté en mi cama. Se acercó a la
puerta y la cerró para que no nos oyeran abajo—. Si todavía crees que
el señor Branke hizo esto, vamos a encontrar una manera de probarlo,
Grace. Pero... ¿lo haces? ¿Sigues pensando que fue él? No te
cuestionaré si no lo haces.

Lo miré con los ojos nublados.

—No sé. No lo sé. Vi sus zapatos y podría haber jurado que él era el
tipo. Sentí la conexión allí, Graham. Sé que lo hice.

Se sentó a mi lado y puso su brazo sobre mis hombros, dándole un


suave apretón tranquilizador.

—Hiciste lo único que podías hacer. No soy tan brillante, pero puedo ver
eso y también todos lo demás.

Asentí con la cabeza, pero me sentía insegura. No sabía lo que la


detención del señor Branke había dejado a su paso, y estaba aterrada
por averiguarlo. Pero lo más importante, tenía miedo de lo que pasaría
cuando finalmente lo viera en clase. Tendría que pedirle disculpas,
quería disculparme, pero no sabía si tenía el coraje de hacerlo.

—¿Dónde está Robert? ¿No debería haber pasado o algo ayer? —


preguntó Graham.
Me quedé mirando la pared vacía cerca de la puerta y me encogí de
hombros. —No sé.

—Bueno, te llevaré a la escuela hoy, entonces. Me pegaré a tu lado


como pegamento durante todo el día, ¿de acuerdo?

La idea de Graham pegado permanentemente junto a mí probablemente


habría hecho mi día si fuera cualquier otra chica, pero no se trataba de
cualquier otra chica.

—Voy a estar bien, Graham. Pero voy a aceptar que me lleves a la


escuela.

Asintió con la cabeza y se levantó.

—Bueno, si voy a estar jugando al guardaespaldas, necesito llenar el


tanque. Janice hizo un poco de tocino real hoy, así que voy a atacarlo
mientras te preparas.

Se fue, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él, y esperé hasta


que ya no podía escuchar el golpeteo de sus pisadas fuertes antes de
darme vuelta en mi cama y abrir la ventana. Miré el coche de policía
estacionado visiblemente en nuestro camino, vi las caras de los vecinos
que se habían reunido en la calle y el susurro detrás de las manos
levantadas sobre por qué podría estar aparcado allí.

Uno de ellos, la señora Gladys Fallacci, me vio mirando desde fuera de


la ventana y me saludó, avergonzada de que había sido vista espiando,
y, sin embargo, presumida de todos modos porque el coche no estaba
aparcado en frente de su casa.

Rápidamente cerré la ventana y tiré de la cortina cerrándola.

—Cada vez que creo que me estoy acercando a ser normal, algo pasa y
todo cambia.

Busqué a través de mis cajones por algo para vestirme para ir a la


escuela y me puse un par de viejos pantalones de camuflaje y una
camiseta negra lisa. Si me dirigía a la batalla, bien podía vestirme para
ella. Estaba tirando de mis botas cuando Graham llamó a mi puerta
para ver si estaba lista para salir.

—Estaré allí en un segundo —dije en respuesta y empecé a atarme los


cordones. Miré hacia mi tocador y vi la imagen de Robert y yo que
Janice había tomado en octubre pasado—. ¿Dónde estás? —le pregunté
en silencio.

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Con el corazón oprimido, tomé mi bolso y lo puse en mis hombros. Abrí
la puerta y puse buena cara lo mejor que pude mientras caminábamos
juntos en las escaleras. Cogí mi chaqueta (papá se había acordado de
agarrarla del hospital) y fui con Graham a su coche, haciendo caso
omiso del oficial y las miradas de preocupación en el rostro de mi padre
y de Janice.

Él estaba a punto de abrir la puerta del acompañante cuando el sonido


de un motor acelerando detrás de nosotros nos alertó de la presencia de
otra persona.

—Tu novio está aquí —replicó Graham, que examinaba las llaves en sus
manos enguantadas.

La motocicleta negra de Robert se destacaba contra el blanco de la nieve


que cubría las calles, pero nada en comparación con el azabache de su
cabello. Sus ojos eran grises como el acero frío mientras miraba a
Graham, pero resultaban cálidos en el instante en que me miró.

—¿Estás bien?

Asentí con la cabeza, inmediatamente sintiéndome tranquila y relajada.

—Estoy bien.

Graham soltó un bufido.

—Por supuesto que está bien. No estaría por ir a la escuela si no lo


estuviera. —Me miró y gruñó mientras sacudía la cabeza—. Sea lo que
sea que tiene en ti, espero que sea bueno, Grace. Tendría que haber
estado aquí hoy. Tendría que haber estado allí ayer, también, en mi
lugar.

Con un saludo imprudente con su mano, Graham se subió a su oxidado


Buick verde y se marchó, dejando una nube de humo marrón detrás.

Sabía que no tenía sentido, pero no podía evitar gritar para que
esperara. Miré a Robert y suspiré.

—Siempre tienes una manera de hacer las cosas al instante más fáciles
y más difíciles aún sin decir nada. ¿Es otro de tus encantos?

La cara de Robert no se alteró con preocupación. Se acercó y me jaló


contra él, su pecho amortiguándome.

—Lo siento. Siento mucho no haber estado a tu disposición. Hay un


montón de razones, pero ninguna de ellas es lo suficientemente buena.
Ninguno de ellas será nunca lo suficientemente buena.
Aspiré su aroma, drogándome, entumeciendo cualquier otra cosa.

—No hay forma de que puedas invertir el tiempo, ¿verdad? —pregunté.

Me sostuvo apretada y sacudió la cabeza.

—Si pudiera, tendría que volver a cuando naciste.

Curiosamente, esto me consoló.

—¿Qué voy a hacer, Robert? Podría haber arruinado la vida de un


hombre inocente. Uf, ¿por qué no puedo ser normal y no una colosal
metida de pata?

Robert me miró y frunció el ceño.

—Este no es tu error, Grace. Si hubiera estado allí, si no hubiera


estado... en otro lugar, habría sido capaz de decirte lo que necesitabas
saber y luego nada de esto habría ocurrido. Esto es mi culpa.

—No trates de que no me sienta culpable, por favor. Por mucho que me
guste, no es lo que necesito. Sólo deseo que esto sea más fácil. Metí la
pata y ahora tengo que arreglarlo, pero es el señor Branke. ¿Cómo
puedo pedirle disculpas? —Me acomodé en los brazos de Robert y
suspiré—. Cualquiera que sea la solución, tenemos que avanzar o
vamos a llegar tarde. Ya estoy en aguas lo suficientemente calientes. No
es necesario añadir una tardanza encima de todo lo demás.

Robert dedicó una sonrisa en mi dirección mientras se subía a la moto.


Me tendió la mano y me ayudó a sentarme detrás.

—Me alegra que tengas tus prioridades en orden.

—Ja, ja.

Con un giro de la llave, la moto arrancó y empezamos a volar por la


calle. Había olvidado atarme el cabello y se dio vuelta sobre mi cara,
golpeándome mientras el viento me mordía la piel.

Sentí la mano de Robert tomar la mía y tiró de ella a los confines de su


chaqueta. Con un movimiento que no podía ver, había sacado de alguna
manera mi guante y mi mano desnuda estaba pegada a su abdomen.
Podía sentir el calor a través de su camisa y mis dedos morían de ganas
de estar más cerca de la fuente de ese calor.

Robert sostenía mi mano, lo que le permitió empujarla hacia adentro, y


casi me desmayé cuando sentí que se escapaba entre los bordes de su
camisa y tocaba la piel desnuda de su cintura. La sacudida inmediata

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de la electricidad que causó entre los dos, hizo a Robert desviar la moto
e instintivamente me aferré con más fuerza. Esto hizo que mi mano
entrara más profundo en el hueco que había creado en su camisa y
sentí el tendón de su vientre apretarse mientras se movía para
mantener el control de la moto.

El contacto, como cualquier otro contacto cuerpo a cuerpo entre


nosotros, enviaba un flujo de pensamientos y visiones en mi cabeza,
que había aprendido a evitar con el paso del tiempo. Este contacto no
estaba destinado a compartir sus visiones conmigo. Se suponía que me
curara, revirtiera el daño que podría haber sido causado por mi caída,
así como del corto paseo a la escuela.

Pero hubiera ido a la escuela con mucho gusto luciendo como una
mocosa golpeada, si eso significaba que podía permanecer tan cerca de
Robert un poco más de tiempo. Con mucho gusto soportaría mi
temprana revelación, y esto no tenía nada que ver con el encanto
angelical de Robert.

Mientras nos deteníamos en la escuela, Robert tomó un desvío que nos


llevó al estacionamiento de la facultad. No tenía necesidad de preguntar
para saber cuál era su intención. No había compartido un solo
pensamiento sobre lo que haría una vez que llegáramos a la escuela,
pero él sabía lo que quería. Tengo que saber lo que quieres, Grace. Tu
felicidad y bienestar son de suma importancia. Si no estás segura y
contenta, yo no lo puedo estar.

Con un suspiro desafiante, saqué mi mano de la camisa y le permití


ponerme de nuevo el guante, luego me bajé de la parte trasera de la
moto. Está en la sala a la izquierda fumando un cigarrillo. Te estaré
esperando aquí si me necesitas, puedo escuchar todo lo que está
pasando por lo que si trata de hacerte daño en represalia, estaré allí en
menos de un nanosegundo.

Asentí con la cabeza y miré hacia el rincón que Robert señaló. Pude ver
un soplo débil de humo detrás de la pared y comencé a caminar en esa
dirección. Empecé a repetir un mantra en silencio, imaginándome como
me disculparía. Me centré en olvidar mi propia auto-conciencia y en su
lugar recordar que había herido el señor Branke e insultado con mi
acusación. Fuera lo que fuese que sentía no era nada comparado con lo
que debía estar pasando.

Tan pronto como pude distinguir su silueta en las sombras de la sala,


me puse a ensayar mis primeras líneas.
—Señor Branke, quería pedirle disculpas por lo ocurrido ayer. Estaba
equivocada y voy a hacer mi mejor esfuerzo para asegurarme de que
todo el mundo sepa que no tiene nada que ver con lo que me pasó.

Era una lástima, sin embargo, dado que parecía que no iba a tener la
oportunidad de decir nada. Tan pronto como el señor Branke me vio
acercarme, tiró su cigarrillo encendido en el suelo y le dio un pisotón
rápido antes de salir corriendo hacia la entrada lateral, con las manos
metidas profundamente en los bolsillos.

—¡Señor Branke! —grité, apurándome para tratar de alcanzarlo antes


de que pudiera escapar a las salas atestadas de la escuela—. ¡Señor
Branke, espere!

Las puertas se cerraron justo cuando lo alcanzaba y pude distinguir la


silueta del señor Branke a través del vidrio, mientras seguía caminando
rápidamente por el pasillo, hasta desaparecer finalmente en una
esquina.

—Maldita sea —exclamé. Me di la vuelta y me dirigí hacia Robert. Sentí


mis hombros encogidos por la derrota y la decepción, y cuando Robert
se puso de pie para consolarme, sabía que no lo estaba imaginando. Yo
había perdido un par de pulgadas de altura.

—No quiere tener nada que ver conmigo —murmuré en la chaqueta de


Robert—. Se escapó de mí, Robert. Uno pensaría que estaba infectada
con la peste o algo así, él se movía tan rápido.

La mano de Robert presionó contra la parte posterior de mi cabeza, le


dio un beso a mi oreja y se rió suavemente.

—No se sentía exactamente apenado por ti. Sólo quería que lo dejes en
paz. Ahora ya ha conseguido su deseo, aunque no exactamente en la
forma en que probablemente quería.

Dije algo que fue amortiguado por mi cercanía al pecho de Robert,


estaba segura de que no lo había escuchado, pero lo hizo. Por supuesto
que sí.

—Eso no fue muy agradable, Grace.

—Lo siento.

Se rió de nuevo y con suavidad me apartó de él. Traté de mantenerme


con todas mis fuerzas, pero como si no lo hubiera siquiera intentado,
me movió sin esfuerzo.

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—Eres una chica valiente, Grace. No entiendo cómo puedes pensar que
eres susceptible, como tú dices, a mis “encantos angelicales”, cuando
estás más que a menudo tratando de ser tan grosera como te sea
posible conmigo.

Lo miré mientras empujaba mi pelo hacia atrás con la mano, sus


guantes de cuero tan bien hechos que parecían una segunda piel.

—Ahí está. Todo arreglado. Tal vez serás menos temible para el Sr.
Branke ahora que tu cabello se ve menos como un animal salvaje y más
como algo que pertenece allí.

—Oh, tú. —Esta vez grité la palabra que había dicho en su chaqueta y
reí ante la expresión de su cara, con sus ojos muy abiertos.
Definitivamente estaba siendo tan ruda como era posible, era verdad.
Tal vez tenía algo que no era del todo una cosa normal, humana, pero
mi cuerpo seguía siendo humano y no podía correr más rápido que un
ángel no importa cuánto lo intentara y, como resultado, Robert me
alcanzó a mitad de camino mientras trataba de huir, los dos riendo y
apreciando la ruptura de la tensión residual.

—No sé por qué estás tan obsesionada con ser "normal" cuando la
versión de "normal" en que pareces estar basando esta meta artificial es
sobre cosas que crees que te suceden sólo a ti —dijo Robert mientras
me subía de nuevo en la moto. Él lo hizo también y encendió la moto
con un ronroneo. Recorrimos la distancia increíblemente corta entre los
lotes de estacionamiento a un ritmo pausado, cada mirada que
pasábamos hacía que me pusiera roja y más roja de la culpa que
todavía tenía que apaciguar.

—Vamos a echar un vistazo a algunas de estas personas a las que se


describe como "normal", ¿de acuerdo? Donovan Gleason allí es lo que
se considera "normal", ¿verdad?

Dirigió mi atención a un chico pelirrojo de nuestra clase del último año


que estaba en el equipo de baloncesto y el equipo de natación, sin
mencionar que era uno de los más cercanos amigos hombres de
Graham. Asentí con la cabeza cuando pensé en lo normal que su vida
era. Él y su novia Kendra tenía una relación muy sólida que abarcó
toda nuestra carrera secundaria, y lo hacía bastante bien en la escuela,
aunque no tanto como para ser señalado por ello. Siempre estaba en la
multitud, listo para cualquier cosa, y nunca fue visto como cualquier
cosa menos que normal aquí en Heath.

—¿Me creerías si te dijera que es gay?


Sentí que mi mandíbula caía.

—¿Qué?

Asintió con la cabeza.

—¿Cuán “normal” crees que sus amigos lo considerarían si es que


alguna vez se enteran de eso? ¿Cuán “normal” sería que si se enteraran
que él escucha las mismas bandas que ellos porque se siente atraído
por los cantantes?

Honestamente, no sabía la respuesta a eso. Nunca había pensado en


Donovan como algo más que un chico.

—No creo que por eso no sea un gran tipo, sin embargo —dije mientras
recordaba que había sido quien me ayudó a traer a casa a Graham una
noche durante nuestro tercer año después de que Graham había colado
una botella de whisky de su padre a una sesión de estudio en la
biblioteca. Se había hecho cargo de mi pánico e incluso dijo que
pensaba que era cool que Graham tuviera una “chica” como mejor
amigo—. Donovan no ha cambiado en mi opinión. Sigue siendo un
chico normal.

—Sí, ¿pero sería normal para alguien como Kendra?

Miré a la novia de Donovan y negué con la cabeza gravemente.

—Lo llamaría todo tipo de nombres y daría lo mejor de sí para arruinar


su reputación en la escuela y en la ciudad.

Robert asintió, contento de que estuviera viendo su punto de vista.

—Normal es una cosa relativa, Grace. Lo que es normal para ti puede


no ser normal para otra persona, aunque sea la misma persona en
quien basas tu definición de normal. Tengo que decirte, que tu
"normalidad" es exactamente lo que me gusta de ti. ¿Por qué quieres
cambiar eso?

Miré a Donovan y Kendra de nuevo. Estaban leyendo algo que no había


notado hasta ese momento. Era el periódico local y la cara del señor
Branke estaba en la primera página.

—Por eso —le dije, señalando el diario—. Una persona normal no habría
hecho algo así.

Robert empujó mi mano y suspiró.

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—Grace, vas a tener que aprender que la gente normal juega a lo seguro
en este mundo porque tiene miedo de los riesgos que implica ser
diferente. Es un riesgo. Te arriesgaste cuando accediste a subir en mi
moto. Te arriesgaste de nuevo cuando decidiste guardar mis secretos.
Continuaste arriesgándote, incluso después de que te herí, que Graham
te hirió, y la vida te lastimó, porque sabías que los beneficios
compensaban los riesgos. ¿Dejarías de hacer alguna de esas cosas?

Miré la fotografía de la escuela del señor Branke, con la mirada perdida


y sabía que sólo había una cosa que me gustaría hacer si fuera posible.
Sin embargo, con el ángel a mi lado y todo, eso era imposible.
18
Vacío.
Traducido por Little Rose

Corregido por Lola_20

E
n los dos días siguientes, fallé en conseguir hablar con el
Sr. Branke, o en que reconociera mi existencia. Incluso
dudaba que marcara mi presencia en la lista en sus
lecciones. Se abstuvo de cualquier contacto con nadie durante la clase,
manteniendo sus lecciones aburridas y llanas, con una voz monótona
que era sólo una sombra de la real.

La reacción negativa que había esperado del pequeño grupo de


estudiantes que nunca dudaron de la inocencia del Sr. Branke nunca
llegó. Con su ídolo tan taciturno y extraño ya no sabían qué pensar. De
repente me convertí en una especie de heroína para las chicas de la
escuela que sufrieron, algunas por años, el toqueteo constante que
acarreaba el ser su pupila.

Por supuesto, cualquier beneficio que podría haber recibido de esto se


perdió ante el hecho de que, para bien o para mal, había estado
equivocada sobre el Sr. Branke. Mi error fue el inicio de mucho
chismorreo y charlas en los baños. Ahora no sólo era una rara sino que
además, también era una mentirosa. No importaba que no hubiera
mentido, los resultados finales eran los mismos.

Intenté hablar con Lark sobre Graham y lo que me dijo, pero ella me
calló en cada intento. Intenté hablar con Graham sobre lo que fuera,
pero me evitó casi tanto como el Sr. Branke, lo que era bastante malo
considerando que vivíamos juntos.

Sentada en la clase de español en el quinto período recordé que hoy era


el último viernes del mes. No parecía haber una renovación de nuestra
tradición de RHPS. ¿Cómo podía haberla cuando ni siquiera me

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hablaba? La idea alcanzaba para hacerme llorar, pero luchaba para no
liberar las lágrimas. Ya había llorado lo suficiente por Graham como
para toda una vida.

Tan pronto sonó la campana, salí del aula. Miré alrededor buscando a
Robert pero no estaba ahí y yo sabía por qué. A veces me preguntaba
cuándo sería que la realidad de lo que hizo me caería de lleno, pero no
esta vez. Simplemente suspiré y me dirigí a la clase del Sr. Danielson.

—Así que todos saben que eres una mentirosa. ¿Cómo crees que esto
afectará a tu pequeño trato con el Sr. Kenner? —Sentí algo ardiente
subiendo por mi garganta. Me volví para mirar a Erica; su rostro tenía
una expresión de odiosa satisfacción.

—Disculpa, ¿quién eres y por qué eres relevante otra vez?

Se rió con una risa hermosamente despectiva.

—Oh, Dios, has desarrollado un instinto de supervivencia, ¿o no rarita?


—Entrecerró los ojos mientras se acercaba más—. Hay algo muy raro en
ti, y voy a averiguar qué es. Y cuando lo haga, nadie querrá siquiera
admitir que te conoce. Ni Graham, ni Robert, ni esa cosa que llama su
hermana.

Pasó por mi lado, golpeando mi hombro con el suyo en su camino hacia


el aula. Me quedé mirando a la pared frente a mí intentando calmarme,
diciéndome que no había nada que ella pudiera saber sobre mí que
hiciera que aquellos que más amo se alejaran.

Controlé mi miedo creciente y entré al aula, determinada a que no viera


lo mucho que me afectó. Ella había decidido sentarse en el asiento que
normalmente ocupaba yo, reservando el que estaba a su lado con su
enorme bolso. Me sonrió dulcemente y le devolví la sonrisa. Si esto iba a
ser una batalla, estaba decidida a demostrarle que traía las de perder.

—¡Hey, Grace! ¡Ven y siéntate con nosotros! —llamó Shawn, sentado a


mi izquierda con sus tres amigos que se hacían llamar Chips, Dip y
Salsa13, quienes señalaban un asiento vacío en el grupo.

Apenas me senté, la puerta se cerró y entró Robert, con el aspecto de


estar totalmente perdido.

Su mirada nunca se dirigió a nuestros asientos normales, en su lugar


me miró a mí, con una amplia sonrisa.

13
Papas fritas, Condimentos y Salsa.
—Hey, chicos, gracias por cuidar de mi chica por mí —dijo sonriéndoles
a los tres personajes que me rodeaban. Todos comenzaron a hablar
juntos y no se entendió nada, aunque Robert oyó cada palabra, cada
frase—. Entonces, ¿si vamos a tomar un tour por todo el salón, yo
también debo hacerlo? —dijo mirando hacia el asiento libre en la
esquina junto a Erica.

Asentí. Robert me tomó de la mano y por razones que entendí mucho


después, la alejé.

—No ahora —susurré, esperando que esas palabras fueran suficientes.


Su sonrisa se desvaneció mientras se volvía para mirar a Erica.

No sé de donde viene esta desesperación. No encuentro una fuente para


un odio tan vengativo y profundo.

El tono de los pensamientos de Robert se sentía pesado en mi mente, y


cada palabra sonaba confundida e irritada. No sabía qué era lo que veía
en su mente, y parte de mí no quería saberlo, pero por cómo la miraba
—con un disgusto palpable— uno pensaría que ella había dejado de
intentar ganarse su afecto. En cambio, ella puso su bolso en el piso, y
palmeó la silla vacía a su lado. Miré a Robert y esperé su reacción. Me
miró y volvió a estirar su mano buscando la mía. Esta vez lo dejé
sostenerla.

Voy a descubrir qué es lo que quiere. Tengo que llegar al fondo de esto
antes de que ella decida hacer algo más y yo no esté para protegerte.

Lo sentí apretar mi mano suavemente antes de ponerse de pie y


caminar hacia ella, para la sorpresa de mis compañeros.

—Realmente no irá con ella, ¿verdad? —preguntó Shawn en voz baja—.


Es como arrojarle un niñito a un león.

—Estaba pensando en tiburón. Un tiburón rabioso —dijo Chad, el


“Chips” del trío.

—¿Los tiburones pueden siquiera tener rabia? —preguntó Dwayne.

—Tiburones perros, quizás —replicó Chad.

Los cuatro miramos cómo Robert le sonreía a Erica y le permitía


tomarlo de la mano. No se movió, no dijo nada. Sólo se sentó allí,
sonriéndole mientras hablaba, diciendo mil palabras por minuto,
deteniéndose lo justo para observar sus reacciones.

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Mientras el señor Danielson comenzaba a hablar sobre un diálogo que
tendríamos que interpretar para el examen final, seguí mirando el
intercambio entre Robert y Erica. Sabía que no había nada en el mundo
que ella pudiera decir que afectara nuestra relación, pero mi parte
insegura que siempre se sintió intimidada por ella no pudo evitar entrar
en pánico mientras el tiempo pasaba y él no se movía.

—¿No deberías ir y, no sé, arrebatárselo o algo por el estilo? —me


susurró Chad—. Posiblemente ella ya esté planeando los nombres de
sus nietos. Es una demente. —Hizo el típico gesto de atornillarse la sien
con un dedo para más énfasis.

Sonreí y sacudí la cabeza.

—Confío en Robert. No hará nada que me lastime. Sólo intenta


averiguar qué es lo que la tiene así.

Dwayne se inclinó hacia mí, y quitó a Chad del medio para que pudiera
oírlo mejor.

—Sé qué es lo que la pone así, y él no lo averiguará oyéndola hablar


sobre brillos labiales. —Miré a Dwayne esperando más detalles—. Tiene
un novio, uno con el que ha estado desde antes que Graham. Nunca
rompieron, ni siquiera cuando estaba con Graham. Es uno de esos tipos
muy ricos que siempre viajan y eso. Ella llevó su auto al taller de mi
papá una vez y él la acompañó. Ella no se le salía de encima, pero él no
se daba por aludido.

—¿Cómo se ve? —pregunté.

Dwayne me sonrió.

—¿Qué? ¿Quieres que lo describa como lo haría una chica? —Rodé los
ojos y se rió—. Está bien, supongo. Si te gustan los tipos musculosos,
rubios y bien parecidos. Todas las chicas con las que he salido los
prefieren más morenos y guapos.

—¿Y por qué terminaron contigo? ¿Lástima? —intervino Chad.

Mientras ellos comenzaban a discutir, Shawn se metió.

—Eres tan diferente de las otras chicas, Grace. Mi novia estaría


chillando de celos si me viera sentado junto a otra chica. Es bueno que
vaya a una escuela privada.
Me reí y suspiré, volviendo mi atención otra vez a aquellas dos
hermosas personas sentadas al final del aula.

—Me lo dicen muchas veces. Lo de ser diferente.

Shawn asintió.

—Aunque tu tipo es del diferente bien, y Robert tiene suerte de tenerte.


No le digas que dije eso. Pensaría que me gustas o algo así. Y olvida lo
otro también; podría subírsete a la cabeza y desearías mi cuerpo o algo
así.

Seguí riendo, ruborizándome de la sorpresa y sintiéndome halagada.

—Te doy mi palabra.

Sonrió y se reclinó.

—Oh, oh. Creo que a Erica le acaban de dar malas noticias.

Podía ver a lo que se refería cuando el rostro de Erica pasó de alegre a


devastado con las pocas palabras que Robert le dijo cuando se puso de
pie para irse. Podría haber sentido lástima por ella, estaba blanca. Pero
posó su mirada en mí y supe que no estaba sufriendo. Era su orgullo
herido.

—Bueno, eso fue informativo —dijo Robert cuando se sentó a mi lado—.


Siento que acabo de ser vacunado con toda la historia de su vida.

Chad se tomó la nariz, al igual que Shawn y Dwayne mientras Robert


hablaba. Los miré con curiosidad y sólo parpadearon. Robert sonrió
mientras me explicaba:

—Se están preparando para la pila de… bueno, de ya-sabes-qué que


están muy seguros de que me dijo.

Dwayne sonrió y dijo con un tono ahogado.

—Tienes razón. Esa chica puede echar pestes como un elefante


descompuesto.

Vi cómo el rostro de Robert se alegraba mientras veía la reacción de


Shawn ante el comentario de Dwayne.

—Es verdad que dijo un par de historias picantes. Es todo lo que diré.

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La campana sonó, marcando el final del día y yo salté de mi asiento,
ansiosa por oír lo que descubrió Robert de Erica que no había dicho en
voz alta. Tomó mi mano y se puso rápidamente la mochila en el
hombro. Se despidió alegremente de Shawn, Chad y Dwayne y luego me
llevó fuera del aula tan rápido como pudo sin verse sobrenatural.

Estábamos fuera de la escuela y en su motocicleta antes de que el resto


hubiera siquiera salido. No vi el rostro de nadie mientras salía del
estacionamiento en dirección a su casa. No me dijo nada mientras
pasábamos por casas y árboles a toda velocidad hasta llegar a las
paredes que rodeaban su hogar. Las puertas que mantenían el mundo
exterior afuera se abrieron y nos permitieron pasar. Una vez pregunté
cómo hacían eso sin un control remoto ni nada, y se limitó a sonreír y
chasquear los dedos.

Dejamos la moto en el garaje que estaba junto a la gran casa y la


estacionó junto al Charger negro que mi papá había insistido en que
condujera si Robert quería llevarme a algún lado. Una capa de polvo era
la prueba del poco uso que se le había dado desde que Robert convenció
a mi papá de dejarme subirme a la moto otra vez. Salté del asiento y
miré el espacio vacío junto al auto.

—¿Tu mamá no está?

Sacudió la cabeza.

—Se ha ido.

Simplemente asentí. Con el tiempo había aprendido que eso era todo lo
que recibiría como explicación de sus largas ausencias de las cuales no
debería saber. El pequeño Honda blanco que conducía era el más
sencillo de su extensa colección de coches, por lo que su ausencia era la
más notable.

Robert bajó y me tomó de la cintura, apresándome en su agarre.

—Sujétate —susurró y antes de que pudiera procesar lo que me había


dicho, estábamos atravesando paredes y muebles, puertas y ventanas,
hasta que llegamos a su cuarto. Sonrió mientras soltaba mis manos de
su chaqueta, porque tenía las uñas tan clavadas en ella que dejaron
marcas cuando pude librar el cuero—. No estuvo tan mal. Te he hecho
atravesar cosas peores.

Esto era cierto, pero nunca lo hizo para llevarme a su cuarto cuando la
casa estaba vacía. Stacy y Lark seguramente estaban en alguna parte
como nosotros, y dudaba que Graham fuera a aparecer de la nada para
arruinar el momento.

—¿Y cuál es el apuro de todas formas? —pregunté mientras mi corazón


volvía a la normalidad.

—Quería hablar contigo de lo que aprendí, pero en privado. Y no hay


lugar más privado que el cuarto de un ángel, ¿cierto?

Reí nerviosamente y volví mi atención a las paredes. Había redecorado,


al parecer.

—¿Qué hay con las fotos? —Señalé un collage de imágenes, todas con
marcos negros formando grupos asimétricos. Cada fotografía era de
nosotros dos, recuerdos de nuestras citas y encuentros. Algunos los
reconocía, otros no—. ¿Cuándo hiciste esto?

Miró despreocupadamente las imágenes y se encogió de hombros.

—Posiblemente antes de que empezara el quinto período.

—¿Faltaste a clase para poner fotos?

Posó las manos en las caderas ofendido y me miró enojado.

—¡Como si fuera capaz de hacer algo así!

Puse los ojos en blanco y me senté en el borde de la cama cerca del


collage.

—Esta no la reconozco, ¿quién la tomó? —Señalaba la foto de nosotros


dos sentados afuera de la escuela, él tenía su mano en mi rodilla, y
estábamos riendo. Por sorprendente que fuera la imagen, lo que más
me llamaba la atención era el hecho de que parecíamos encajar
perfectamente juntos a pesar de nuestras obvias diferencias.

—Lark. Ella tomó todas las otras también —respondió Robert sin
siquiera mirar en la misma dirección. Estaba de pie frente a una
pequeña cajita blanca, con su MP3 en la mano. Lo revisó un poco, y
cuando se volvió parecía satisfecho de su elección, después de haberlo
dejado en el espacio en el centro de la cajita. Ahora el cuarto estaba
lleno de mi canción favorita, el rock me hizo sonreír.

—No sabía que ella también tomaba fotos —dije y acaricié suavemente
el ángulo bidimensional de la mejilla de Robert en una foto en
particular donde estaba mirándome mientras yo tenía la cabeza en su

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regazo. Me alejé para admirar las diferentes fotos, todas capturaron
momentos íntimos, sin importar la actividad que estuviéramos
realizando en el momento—. Estamos brillando en todas —murmuré
mientras notaba el brillo suave que desprendían las imágenes—. Es que
estás tan feliz que eso parece pasarse a mí, como el ying y el yang.

Se acercó y me puso de pie mientras el reproductor pasaba a mi otra


canción favorita.

—Tú me haces feliz. ¿Cómo podría no ser notable? —Puso mi mano en


su hombro y mi otro brazo en su cintura. Puso sus manos en mi
cintura y bailamos suavemente—. Podría pasar el resto de la eternidad
contigo, sólo así.

Le sonreí.

—Creo que eventualmente nos cansaríamos de la canción después de


las mil pasadas.

—Es verdad, pero seguramente podríamos escribirnos una canción


propia.

Dejé de moverme e intenté alejarme.

—¿Es esto de lo que esto se trata? ¿Todavía quieres convertirme?

Robert volvió a sostenerme, con más fuerza para que lo mirara mientras
comenzaba a exponer su punto por millonésima vez.

—Estamos destinados el uno con el otro, Grace. Confía en mi


experiencia por esta vez.

—No creo que deba recordarte que incluso las deidades tienen sus
puntos débiles —Le recordé.

Suspirando, Robert me dejó alejarme.

—Bueno, dado que no vamos a hablar de nuestro futuro distante, ¿qué


te parece si hablamos del más próximo?

Asentí, prefiriendo esa idea.

—Quiero saber lo que aprendiste de Erica hoy.

Robert caminó y se sentó a los pies de la cama, me invitó a sentarme a


su lado. Cuando dudé, gruñó y terminé tirada de espaldas en la cama y
él sentado como si no se hubiera movido.
—D-de acuerdo —dije con tanta paciencia como pude—. Ahora que
tienes toda mi atención…

La cama vibró con su risa.

—Lo siento, hoy estoy algo impaciente, ¿no? —Esperó a que asintiera de
acuerdo, lo que hice entusiasmada antes de proseguir—. Lo que aprendí
hoy es algo que no esperaba. Su cabeza estaba llena de las tonterías
normales. Estrellas de cine, moda, etc… lo que no vi allí fue lo que me
sorprendió. —Robert se recostó a mi lado y los dos miramos el techo
mientras explicaba lo que le pasaba a Erica—. Grace, ella no tiene
recuerdos de su familia. Nada que sea más antiguo que un par de días.
Hay ciertas áreas de memoria que se extienden a un par de semanas o
un mes, pero no hay absolutamente nada relacionado con padres, ni
hermanos para el caso. Es como si no existieran para ella. Toda el área
donde uno guarda los recuerdos de sus seres queridos está vacía.

—¿Cómo puede ser eso? Ella regresa a su casa todos los días. Graham
ha conocido a su familia, pasó tiempo con ellos. ¿Cómo puede ser que
no los recuerde? —La idea de que no supieras nada de aquellos que
más te amaban me aterraba. ¿Cómo podría yo siquiera vivir sin saber ni
recordar nada de mis padres?

—Esto no es natural Grace. La mente humana es capaz de borrarse, sí.


Enfermedades, traumas, heridas, incluso el shock pueden causar una
pérdida del recuerdo como una medida de protección de la mente, que
elimina memorias, habilidades, incluso funciones básicas humanas. Lo
que vi dentro de Erica fue algo completamente diferente: algo que
parecía como si alguien hubiera borrado todo eso intencionalmente, la
parte que la crió, la que la hizo humana, por así decirlo.

Me senté.

—¿Cómo es eso posible?

Robert se volvió para estar frente a mí, apoyándose en su codo.

—Hay muchas formas. Medicaciones, hipnosis, cirugía, sólo son


algunas.

—¿Entonces esto lo hizo un Doctor? —pregunté, comprendiendo.

—No sé la respuesta, pero estoy seguro de que su pérdida de memoria


se debe a alguna medicación. Es la única explicación. Si vuelve a casa
todos los días, entonces debería tener recuerdos más recientes de

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aquellos en su vida, incluso si vinieran como shocks, pero no hay nada
—explicó Robert. Estiró la mano y me acarició la nariz con un dedo—.
Tiene un foco directo. Es un mantra14 visible mentalmente.

—Para herirme —dije en voz baja.

Asintió.

—No puedo saber con seguridad si estas ideas son realmente suyas
pero por lo que he descubierto, por lo que vi, te considera una amenaza.

—¿Pero una amenaza para qué? —Oí como mi voz subía de tono
mientras mi frustración y confusión afloraban—. ¿Cómo puedo serle
una amenaza? Ella es la hermosa, la popular, la rica. Y como insiste en
señalar, soy simplemente la rara. ¿Qué tipo de amenaza podría llegar a
ser?

Los dedos de Robert siguieron bajando por mi brazo mientras


respondía.

—Desapruebas todos sus principios Grace. La desacreditas


simplemente por existir y cuando lo haces, te conviertes en una
amenaza para todo lo que construyó: su reputación, su popularidad, su
tipo de belleza. —La idea de que “simplemente por existir” estuviera
derribando al monstruo que era Erica Hamilton me sonaba tan ridícula
como le sonaría a ella de estar escuchando—. Grace, abre tu mente y
piénsalo. Te llama la rara, te molesta por cómo te vistes, por cómo te
ves, te ridiculiza por cómo eres y con quién te juntas, pero pregúntate;
si se rebajó a esto ¿qué clase de amigos tendrá? ¿Alguno de aquellos
que llama así siquiera se molestará en preocuparse por ella, en
reconocerla?

Volví a dejarme caer en la cama y reí.

—Eso es hacer trampa Robert, y lo sabes. Erica sería invencible si te


tuviera de su lado —Robert se acercó y cuando abrí los ojos los suyos
estaban a centímetros de los míos. Estiré la mano para acercarlo más,
pero se alejó, con las puntas de su cabello cayendo junto a su rostro—.
Eso tampoco es justo —dije riendo.

—No se supone que lo sea, pero podría hacer una excepción por ti —dijo
Robert en voz baja mientras se volvía a inclinar sobre mí. Debería

14
Mantra; es una palabra española de origen sánscrito; puede ser una sílaba, una palabra, una
frase o texto largo, que se repite para invocar a un dios o como apoyo para meditar.
haberse sentido mucho más pesado pero sabía que estaba aguantando
para que yo no sostuviera su peso.

—¿Entonces realmente crees que Erica es así por la presión de alguien?

Robert se movió tan rápido que antes de que lo notara, yo estaba bajo él
otra vez, pero habíamos dado una vuelta entera en la cama.

—Estaría seguro si hubiera un rostro que culpar allí, o un recuerdo de


recibir la medicación, pero sospecho que, de ser el caso, tampoco
recordaría eso. Lo único que realmente espero es que sea por una
intervención humana, y no otra cosa.

—¿Otra cosa? ¿Cómo otro ángel?

Sus ojos se oscurecieron, pasando del plateado brillante a un color


carbón.

—No otro ángel. Ningún ángel jugaría así con alguien a propósito.

Lo duro de su tono junto con el filo de sus ojos me puso los pelos de
punta mientras pensaba en las posibilidades.

—¿Y qué más podría ser?

Robert se sentó lentamente, dándome tiempo para descansar antes de


sentarme a mí también, y dejarme frente a él, dejándome confundida y
asustada, y a él aún serio y muy quieto.

—Creo que es hora de que sepas qué es lo que ocurre cuando un ángel
transforma a un humano contra su voluntad.

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19
Mito.
Traducido por LizC y Niii

Corregido por katty3

—¿C uán buena eres con mitología, Grace?

La pregunta me tomó por sorpresa.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno —comenzó—, más específicamente, ¿qué tan bien estás


versada en criaturas mitológicas?

—Eso depende de lo que quieres decir con mitológicas. ¿Estamos


hablando de los mitos griegos… escoceses? ¿Asiáticos?

El aire que nos rodeaba se volvió muy frío así como su estado de ánimo
se ensombreció.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué tantas culturas tienen


versiones diferentes de un mismo tipo de mito? Los ángeles, o la gente
con alas son descritos en varios mitos en toda la Tierra. Sabes que la
razón de eso es porque existimos en todas partes. Somos demasiado
numerosos como para existir en la misma área sin atraer sospechas.

—Lo mismo puede decirse de aquellos que nos volvemos.

Intrigada, fruncí el ceño ante su explicación incompleta.

—Sí, y dijiste que me ibas a decir qué es exactamente lo que son. ¿Hay
algún tipo de correlación entre las criaturas mitológicas y los humanos
que se han convertido?

Él asintió con la cabeza mientras las hermosas líneas de su rostro se


hicieron ásperas y duras, con la boca formando una línea sombría.
—Cuando el ser humano se convierte en un ángel, el cambio suele ser
muy hermoso. Tu cuerpo deja de envejecer, tus enfermedades,
debilidades dejan de existir. Te conviertes en inmortal, con un corazón
que late con la salida, la puesta del sol y la luna, imparable y constante.
Tu piel adquiere un brillo, casi imperceptible por los seres humanos, y
tus ojos cambian de color, por lo general con el mismo color del ángel
que te ha convertido porque así es como el ángel te cambia; te pasa
parte de su divinidad. Pero, cuando a un ángel no se le da permiso para
hacer esto y lo hace en contra de los deseos de los Serafines, su
divinidad está contaminada, maldecida por su desobediencia. Esto
afecta al humano que está tratando de cambiar de diferentes maneras.

Lo escuché con atención y vi que se levantó para pasearse por la


habitación, su explicación, exigiendo ser cualquier otra cosa excepto
silencio en estos momentos.

—Te pregunté acerca de lo bien que estás versada en la mitología


porque una gran cantidad de criaturas mitológicas son los resultados
de esos giros malditos.

Él se volvió hacia mí, teniendo que verme. Ver mi reacción a medida que
hablaba.

—Cerca de cuatro mil años atrás, una mujer agricultora pobre, pero
muy hermosa, llamada Varmila fue convertida sin el permiso de los
Serafines por un ángel que se había enamorado profundamente de ella.
El cambio parecía ir bien. No había nada por fuera diferente en ella
hasta que tuvo un romance con un ser humano y, sorprendentemente,
se quedó embarazada como resultado. Nunca debería haber ocurrido,
los que son convertidos son incapaces de criar, pero aún así, lo hizo, y
su embarazo siguió su curso normal. Pronto se enfermó, y su apetito
por la comida normal disminuyó; comenzó a desear el sabor de la carne
cruda. Con cada hijo que llevó subsecuentemente, se hizo cada vez más
hambrienta por el sabor de la sangre hasta que finalmente comenzó a
matar a sus propios hijos, incluso mientras continuaba teniéndolos. En
el momento en que dio a luz a su último hijo, la sed de sangre se había
hecho cargo de ella por completo y ese bebé nació de haber sido criado
en el vientre de su madre, únicamente en base a la sangre de sus
hermanos. Los Serafines ya habían tenido suficiente de esto y
destruyeron a Varmila inmediatamente después de que su último hijo
naciera. Luego, sentenciaron al ángel que habían convertido su vida
mortal. Este fue el comienzo de las nuevas leyes, las leyes que solicitan

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a los ángeles que convierten a humanos sin el permiso a destruir sus…
creaciones.

La forma en que dijo “creaciones” mostró una aversión extrema por la


palabra, como si fuera demasiado clínico y remoto. Sonrió tristemente a
mis pensamientos y asintió con la cabeza. Puso sus manos detrás de él
al terminar con su historia.

—Cuando murió Varmila, los Serafines no sabían qué era lo que ella
había dado a luz. Se veía como una niña normal. Hermosa y dulce, muy
cariñosa y sin defecto, los ángeles no podían encontrar ninguna razón
para no dejarla vivir. Se le permitió vivir con una familia de Electus
Patronus en un pueblo atestado hasta que llegó una época en que los
Serafines se sentían más capaces de lidiar con lo que sea que ella se
convertiría. Mientras parecía normal en el exterior, el interior era un ser
diferente. El tiempo dentro del vientre de su madre, alimentándose de la
inocencia que su madre consumió la modificó, alteró su físico. Su
corazón latía más despacio de lo que debería; su piel, aunque hermosa
y perfecta era gruesa y dura. No podía comer lo que comían sus
cuidadores humanos, pero nunca pasó hambre. Y entonces sucedió.
Los Serafines y su séquito llegaron a ver por sí mismos qué había sido
de su pequeño caso de caridad. Lo que encontraron cambió todo.
Cuando el ángel de Varmila la convirtió, no fue completo. El cambio, el
cambio físico real continuó cuando Varmila cambió, cuando Varmila se
convirtió en un monstruo. Cuando nació su hija, el cambio se transfirió
a su hija. Fue cuando los Serafines llegaron que el cambio finalmente se
había completado. Varmila ya no era el monstruo. Su hija lo era.

Robert se acercó, su voz se hizo cada vez más baja, mientras me


revelaba algo que yo no esperaba.

—Se hizo llamar Miki.

—El ala-portador de Sam. —Suspiré.

Él asintió con la cabeza.

—Él de inmediatamente se sintió atraído por ella, su conexión es tan


fuerte que su cambio se produjo en ese mismo momento, como un rayo
cayendo al suelo. Sam, sin saber qué era Miki y creyendo que era un
ser humano, de inmediato pidió permiso para convertirla, pero los
Serafines se lo negaron. Había algo en ella que no les gustaba, algo que
no podían descifrar.
Sentí que se me arrugaba la frente cuando recordé esa noche a menos
de tres meses, cuando Sam me había hablado de Miki. —Él dijo que la
cambió y que se convirtió en un monstruo que tenía que matar.

Robert suspiró al ver la repetición del recuerdo en mi cabeza.

—Te mintió, Grace. Él no la mató.

—¿Qué pasó con ella entonces? —pregunté—. Si él no la mató entonces


debe estar viva, ¿verdad?

Él negó con la cabeza y empezó a contar el último capítulo de esta


historia confusa y oscura.

—Cuando los Serafines dejaron a Miki con sus cuidadores, la dejaron


en una gran ciudad de casi 800 personas. Para ese período de tiempo,
eso era una metrópolis. Cuando llegaron de vuelta a sólo veinte años
más tarde, un parpadeo en nuestro tiempo, Miki era la única persona
viva que quedaba. Los Serafines no podían soportar eso, no podían
permitirse tal enorme pérdida de vida, de una persona que había estado
tan estrechamente vinculada a ellos. Por lo que trataron de matarla.
Pero fue mucho más difícil de lo que habían imaginado porque después
de veinte años, su gruesa piel se había convertido en piedra solida, era
rápida y, como nosotros, podía leer la mente. Ella sabía exactamente lo
que iba a suceder; estaba preparada mientras que los Serafines no lo
estaban. Fue una batalla, una batalla épica del bien contra el mal. Era
tan grande y destructiva en la escala que la historia no pudo ocultarla.

—¿Exactamente cómo podría haber sido difícil para ellos matarla si era
la única que quedaba en el pueblo? —pregunté, confundida por la
dinámica de esta historia cambiando rápidamente.

—Dije que era la única persona viva que quedaba, no que fuera la única
persona que quedaba.

Mi boca se abrió con tanta fuerza, el sonido rompió a través del CD que
estaba en su segunda vuelta en el equipo de sonido.

—¿La única persona viva?

—Miki había matado a todos los demás en el pueblo, pero recuerda que
dije que el cambio se completó en ella. Se había convertido en un
monstruo.

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La cabeza me empezó a doler con todos los altibajos de la historia de
Robert y me acosté, mi brazo apoyado sobre mis ojos para bloquear la
luz.

—¿Y qué clase de monstruo es ese?

—Cruor Messor.

—¿Qué?

—Cruor Messor; un segador de sangre. El apetito de su madre por la


sangre se había transferido a ella mientras que aún estaba en el útero.
Su fuerza, belleza, velocidad... incluso su inmortalidad vino del ángel
que había intentado convertir a su madre. Pero en última instancia, lo
que la hizo ser un monstruo fue el lado humano que manifestó un virus
que se aprovechaba de la debilidad del cuerpo humano.

—Se convirtió en una incubadora de este virus, pero debido a su


gruesa, piel no podía ser transferido a través de una persona a la otra
de la misma manera que otras enfermedades son transmitidas por la
sangre, por lo que su cuerpo inmortal adaptó el virus para que pudiera
ser transferido a través de una sustancia más fácilmente disponible y
fácilmente distribuible.

Me enderecé de golpe ante su respuesta. Pensé en todas y cada una de


las películas de vampiros que había visto en la historia, en todos los
libros que había leído y supe la respuesta antes de tener la oportunidad
de decirlo.

—Su saliva.

—No era un vampiro, Grace. Ella era... era su madre. Es la madre de


todos los monstruos en este mundo que necesitan sangre para
sobrevivir; los vampiros son simplemente los más conocidos.

—Oh Dios.

Robert asintió sombríamente.

—Miki había creado su propio pequeño ejército de criaturas inmortales


que eran fuertes y rápidos como ella, cuya sed de sangre era tan voraz.
Y por el poder residual que existía en su saliva, algunos de ellos poseían
las mismas habilidades que los Serafines tenían, a pesar de que en un
estado mucho más débil.
—Los Serafines y el ejército de Miki lucharon sin descanso, sin pérdidas
en ambos lados por semanas…

—¿Por qué los Serafines no sólo chasquearon los dedos o algo así?
Quiero decir, ¿no es así como se supone que funciona? —le pregunté.

—No. No puedes matar a los muertos de la misma manera que a los


vivos. Los Serafines nunca se habían enfrentado a este tipo de enemigos
antes: no sabían qué hacer. La lucha parecía interminable; lo divino
frente a los muertos. Y entonces los soldados no-muertos de Miki se
hicieron débiles por el hambre. Esa era una de las ventajas que los
ángeles tenían sobre ellos: no tenemos que comer.

Hizo una pausa para recuperar algo del baúl que estaba asentado a los
pies de la cama, aquel que contenía todos los artefactos importantes de
su vida. Colocó un pequeño objeto de color rojo en mi mano y me
permitió inspeccionarlo mientras él continuaba.

—Tomó muy poco tiempo después de eso para reducir gradualmente su


número hasta que sólo Miki y algunos de los más fuertes de sus hijos
fueron los que quedaron. Se puso de pie sobre los cadáveres de los que
habían caído y se rió de todos, especialmente de Samael. Ella le dijo que
a pesar de que él había intentado convertirla, ella fue la que lo había
convertido en su lugar. Se rió porque sabía que los Serafines no podían
destruirla; era tan divina como ellos. No tenía necesidad de alimentarse,
no tenía necesidad de reposar. No sentía nada, no amaba nada. Era la
personificación de la muerte. Los Serafines comenzaron a dudar. Los
Serafines nunca dudan, Grace. Son de una inteligencia combinada; y
nunca se equivocan. Sin embargo, en Miki, se dieron cuenta que
estaban equivocados... y mucho. Era inteligente, era tortuosa, y conocía
la debilidad de la mente angelical. Los Serafines estaban perdiendo a un
monstruo de su propia creación. Imagínate la desesperación que deben
haber sentido, a sabiendas de que estaban perdiendo, ¡en realidad
perdiendo! Pero al igual que todas las tormentas, terminan. Había un
anciano llamado Avi, quien finalmente descubrió la mayor debilidad de
Miki. En las últimas semanas de batalla con sus hijos, Miki sólo
aparecía en la noche, desapareciendo justo antes del amanecer, sólo
para reaparecer de nuevo al atardecer. Avi supo entonces que tan divina
como Miki era, todavía era en parte humana, y durante ese tiempo,
muchos niños en esa zona habían nacido con una condición que les
hizo sensibles a la luz. Así como tenían su fuerza y su inteligencia, la
transformación había intensificado esta condición, convirtiendo una
sensibilidad a una alergia mortal. Avi aprendió que Miki era alérgica al

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sol, una alergia que pasó a algunos de sus hijos. El día que Miki murió,
Avi bloqueó su escape hacia el refugio y, mientras el amanecer rompió a
través del cielo y el sol de la mañana comenzó a brillar en ella, su
cuerpo comenzó a cambiar. Su piel suave y opaca se tornó translúcida y
angular. Los rayos del sol se podían ver brillando a través de ella, y
cuando todo su cuerpo fue tan claro como un cristal, se rompió como
él.

Señaló al objeto en mi mano y lo levanté. Era una pieza opaca de color


rojo, de vidrio que se sentía artificialmente caliente contra mi palma.

—Esa es una de las varias piezas que fueron pasadas a cada anciano,
un recordatorio de lo que sucede cuando no somos capaces de obedecer
las reglas que se transmiten a nosotros.

—Entonces, ¿cómo diste con él?

—Mi madre.

No sabía mucho sobre Ameila, por lo que estuve cautivada y en secreto


encantada de saber que estaba aprendiendo algo nuevo sobre ella.

—¿Ameila era un Serafín?

Él asintió con la cabeza y sacó el pedazo de vidrio de mi mano.

—Todavía lo es.

—Pero pensé que cuando naciste, cuando ella tuvo que matar a toda
esa gente... los Serafines fueron a castigarla. ¿Cómo pueden castigar a
uno de los suyos? —pregunté cuando lo vi pasar el fragmento a través
de sus nudillos con movimientos leves de los dedos, se movía lo largo
como si se tratara de una cinta transportadora.

—Los Serafines no son inmunes al castigo sólo por lo que son, Grace. Si
no podemos exigir cuentas al culpable simplemente por su lugar de
autoridad entonces no somos mejores que…

—Nosotros. —Terminé por él.

Él negó con la cabeza en desacuerdo.

—No. Los seres humanos no son infalibles, eso es seguro, pero tienden
a encontrar métodos de regulación que a menudo conducen a
resultados justos. No, lo que iba a decir es que no somos mejores que
animales.
Mi risa fue un sonido extraño después de una historia tan oscura.
—Pero los animales no pueden verte. ¿Por qué te comparas a ti mismo
con criaturas que ni siquiera saben que existes?

—Porque los animales son lo más cercano a lo que todos podríamos ser
si no se nos diera la capacidad de comprender y empatizar. Un pájaro
no puede entender lo que yacer un huevo en un radiador le va a hacer a
sus embriones; un perro no puede empatizar con un gato que perdió
una pelea con otro perro; un pez no puede perdonar a otro pez que está
tratando de comerlo. Nosotros podemos. Es un regalo para nosotros,
para tu especie, así como la mía. —Él tomó mi mano y apretó mis dedos
a sus labios—. También se nos dio la capacidad de no sólo amar, sino
de caer en ello, tropezarnos con él, estrellarnos hasta que nos rodea.

Sentí las palabras que dijo en contra de mis dedos viajando por mi
brazo alternándose entre ondas de calor y frío, distrayéndome por un
momento. O dos.

—¿Distrayéndote de qué?

Parpadeé cuando me quedé en blanco.

—Uhm...

Se rió y me llevó fuera de la cama, hacia sus brazos.

—¿Te gustaría que te refrescara la memoria?

Me reí, aunque el sonido era a medias sentido como mucho.

—Ahora lo recuerdo. Quería saber por qué, si los Serafines destruyeron


a los vampiros... y a las otras cosas, ¿por qué se oye aún de ellos? ¿Por
qué hay tantas historias de ellos?

—Debido a que Miki había vivido durante veinte años, Grace. Todo lo
que tenía que hacer era infectar a cinco personas, que luego infectarían
a cinco personas más y así sucesivamente. Viajó, utilizó su libertad de
viajes para difundir su caos y el caos en las regiones de otros lugares.
Piensa acerca de cómo de confiada serían las personas de una hermosa
joven deambulando sola de pueblo en pueblo.

—Así que los monstruos que murieron con Miki no fueron los únicos.

—No, no lo eran. Los Ángeles son capaces de hacer un gran esfuerzo


cuando se reunieron todos, pero no estaban a punto de arriesgarse a

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matar a ciudades y aldeas enteras sólo para destruir algunos de los
hijos de Miki. Especialmente después de que el maligno que había
infectado a varias generaciones al principio comenzó a debilitarse y
muchos de sus rasgos y sensibilidades humanas regresaron.

Bufé ante la idea.

—¿Monstruos con sensibilidades humanas? ¿Te refieres a no ser


atrapado asesinando a personas inocentes?

Robert me mantuvo inmóvil mientras miraba hacia mí.

—Grace, esas criaturas matan porque es necesario para sobrevivir.


Crees que es malo porque su fuente de alimentación pasa a ser seres
humanos, pero tienes que recordar que ese mal fue implantado por uno
de mi especie. ¿Qué es más detestable, el monstruo o su creador?

Poniendo los ojos en blanco, rápidamente me apoyé en mi punto


principal.

—Bien, ahora que me has explicado todo acerca de Miki y sus


monstruos… todavía no puedo creer que estoy teniendo esta
conversación contigo; ¿crees que uno de ellos podría haber borrado los
recuerdos de Erica?

Él asintió con la cabeza, vacilante.

—Me gustaría pensar que no, ya que conozco a todos aquellos de la


zona, pero me temo que si esto se hiciera por un ser sobrenatural, sería
uno de ellos y no uno de los otros.

—¿Otros? —Jadeé—. ¿Qué otros?

Suspirando, Robert comenzó a responder.

—Grace, ustedes los humanos creen que tienen una imaginación


increíble por las criaturas que leen en sus libros y ven en sus películas,
pero todo lo ficticio de ustedes está basado en algo real, algo que existe
entre ustedes que simplemente se niegan a ver porque eso significaría
tener que admitir que se equivocan, que la ficción es en realidad un
hecho.

—Yo lo acepté. Te acepté a ti. De hecho, hice una lista de unos cuantos
de ellos antes de que descubriera… —argumenté, pero mantuvo su
mano en mi boca para acallar mis palabras.
—Y sigo diciendo que eres diferente. Grace, te acabo de decir que esos
monstruos de verdad existen, y te voy a decir acerca de criaturas que
probablemente nunca hayas oído hablar, y lo aceptarás porque eres
diferente. No eres como el resto de la gente que vive fuera de las Paredes
Blancas y puertas de hierro.

—¿Crees que Graham estaría dispuesto a aceptar que hay


Sceadugengan15 que deambulan por su jardín? ¿Que hay Mazikeen 16
que mueven alrededor sus llaves por lo que él piensa que las extravía?
¿Que hay Hombres Lobo y Cambia Formas que ven películas mientras
está trabajando? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

Cuando negué con la cabeza, hizo la única pregunta que aún no había
hecho.

—Y, ¿crees que estaría dispuesto a aceptar lo que soy yo?

Esta vez hablé.

—Sí… de manera inequívoca. Sabe lo mucho que significas para mí. Él


sabe que me salvaste la vida, Robert. Sabe que me amas. Él te aceptaría
sin importar lo que fueras.

Robert sonrió con tristeza y enjugué la pequeña lágrima que se había


formado misteriosamente en la esquina de mi ojo.

—Y qué hay cuando se entere de que soy la Muerte. ¿Graham todavía


va a aceptarme, Grace?

No tenía ninguna respuesta para él que no habría sido una mentira. No


sabía lo que Graham pensaría sobre eso.

—Soy una criatura mitológica, dos veces Grace, e incluso aquellos que
son criados para creer en mí, tienen dificultades para aceptarlo cuando
me les presento. Pero eso no es importante. Lo que quiero que
entiendas es que mi mundo es uno donde existes entre aquellos que no
puedes ver porque no quieres verlos. O, más importante aún, no quieres
saber quién realmente es y no es uno de ustedes.

Abrí la boca para negar esto, pero ¿cómo exactamente podría hacer eso?
Acababa de describir un mundo totalmente distinto que existía justo

15
Sceadugengan: Bestias fantásticas que no son ni vivos ni muertos, y que puede cambiar de
forma
16
Mazikeen: Es un aliado y un amante devotos de Lucifer Morningstar y el líder de la guerra del
Lilim, una raza descendida de Lilith. Un guerrero temible y un líder respetado

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debajo de mi nariz, y no era consciente de ello. Todo lo que quería era la
normalidad; eso era lo que me mantenía diciéndole a todo el mundo de
todos modos. Yo era exactamente el tipo de persona que Robert estaba
describiendo.

—Lo siento. —Se disculpó, pero negué con la cabeza.

—No, tienes razón. No deberías pedir disculpas por decirme la verdad.


No sabías que me describías cuando lo hiciste porque no sabías hasta
qué punto mi necesidad de ser como todo el mundo realmente
funcionaba. Así que, ahora que sacamos eso del camino, ¿podemos
volver a quién podría estar alterando la memoria de Erica?

Necesitaba el cambio de tema. Lo necesitaba como una cura para la


resaca, porque la verdad de las palabras de Robert había comenzado a
extenderse como una mancha de tinta en mi cabeza y no entendía por
qué me molestaba tanto.

Robert me miró nerviosamente, pero me obligué.

—Voy a tener que seguirla a fin de descubrir eso, Grace. No puedo ver
una cara o escuchar un nombre en su cabeza que se destaque que no
sea el tuyo propio, por lo que sólo puedo confiar en revelaciones en
tiempo real.

La idea de Robert siguiendo a Erica, vigilarla mientras volvía a su vida


en todos los sentidos se sentía como si me hubiera tragado una espina
de pescado que se había alojado en mi garganta y cada vez que trataba
de tragarla me molestaba, me irritaba más.

—Si no hay otro modo, ¡no puedo creer que estamos ayudando a Erica
Hamilton!

—Podría pedirle a Lark que lo haga, si eso te haría sentir mejor.

La sugerencia ardió como un faro luminoso de esperanza por cerca de


una décima de segundo antes de que la imagen de Lark estrangulando
a Erica brilló en mi cabeza.

Robert lo vio y se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

—Supongo que no.

—Si esto es lo que va a tomar para detenerla, puedo manejar el que


estés cerca de ella por un día. Un día. No más.
El aire que nos rodeaba se hizo más cálido como si mi concesión le
agradara.

—Eres muy generosa con tus novios.

Me reí de eso.

—¿Novios? Sólo ha habido uno.

—¿Y quién sería él exactamente?

—¡Tú, por supuesto! —exclamé riendo mientras él acariciaba mi cuello.

—Me temo que estás equivocada —susurró en mi oreja.

Tensa, me separé, solo la insinuación de que él no fuera parte de mi


vida siendo suficiente para oscurecer mi estado de ánimo al instante.

—¿A qué te refieres con eso?

Inmediatamente alejó los brazos de mí alrededor y los posicionó sobre


mi cara, acunándola como sostendrías algo precioso, invaluable.

—Ya te lo dije antes, Grace. Soy tu futuro. No puede volverse más


intimo y permanente que eso. Novio es un título temporal.

Abrí mi boca para rebatir pero él descendió su rostro hasta el mío y


rápidamente presionó su boca sobre mi labio superior. Instintivamente,
mi labio inferior se cerró alrededor del suyo, y a pesar de que sabía que
esto no debía haber pasado, lo acaricié suavemente con la punta de mi
lengua.

Tuvo un efecto inmediato en mí; mi cerebro se llenó de bruma y mis


oídos se colmaron con el zumbido de algo que solo podía adivinar era mi
sangre; sangre que se sentía caliente, ardiendo hasta la combustión.
Hice todo lo que pude para no forzarlo a permanecer absolutamente
quieto de forma que pudiera saborearlo por tanto tiempo como fuera
humanamente posible.

En lugar de eso, él me alejó y comenzó a disculparse profusamente:

—No debería haber hecho eso. Yo lo sé. Sé…

—¿Por qué te estás disculpando por besarme? —demandé—. Fue un


beso. La gente lo hace todo el tiempo. Gente que ni siquiera se gusta, y

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lo hacen en formas que nosotros nunca lo hemos hecho… y
probablemente jamás lo hagamos.

Robert me sostuvo rápidamente mientras luchaba por escapar.

—No, Grace. No huyas de esto solo porque estás enfadada.

—No estoy enfadada, Robert. Tienes que aprender a estimar tus


emociones mejor porque lo que yo estoy sintiendo justo ahora es
decepción y rechazo, no enojo.

—Estoy confundido. Me estás hablando como si estuvieras enojada. Tus


pensamientos están llenos de ira —declaró, su voz clínica con su falta
de emoción.

—Lo que estás viendo y escuchando es, otra vez, el resultado de ser
rechazada, Robert. Entiendo toda tu cosa de “casta y virginal”. En serio
lo hago. Pero lo que hice aquí, fue un beso. No fue como si me estuviera
lanzando encima de ti. Aprendí de los rechazos pasados a no seguir
haciendo eso. Pero cuando escoges alejarte de mis besos; eso duele,
Robert. Cuando veo otras parejas que comparten cosas que nosotros
jamás hacemos, siento como si me estuviera perdiendo algo especial.
Incluso Donovan y Kendra se besan de esa manera, y según tú, su
relación no es real. No, no estoy enojada, Robert. No hay espacio para
eso en mi interior en este momento.

Él me observó, rebuscando en mis pensamientos para encontrar la más


ligera exageración, pero sabía que no encontraría ninguna. Me alejé de
él y me dejó ir. Caminé hacia el estéreo y presioné el botón para que se
detuviera.

—Me encantaba esa canción —murmuré.

Removí el CD de la ranura que apareció cuando presioné el botón de


expulsión y lo volví a colocar en su caja.

—¿Cuándo vas a hacerlo? —pregunté mientras ponía la caja de regreso


en el hueco que había quedado cuando la había sacado.

—¿Cuándo quieres que lo haga? —respondió, con un tono plano y falto


de emociones.

—Después de que me lleves a casa.

—No te entiendo.
—¿Qué es lo que no entiendes? Me llevarás a casa y luego irás y
seguirás a Erica por ahí para ver quién está convirtiendo su cerebro en
gelatina de rata.

Robert metió las manos en su pelo y gimió.

—No. No te entiendo a ti. Te vuelves agresiva y demandante cuando


quieres algo, y cuando se te niega, te pones a la defensiva y te retraes
mientras que yo me convierto en el villano cuando todo lo que estaba
haciendo era proteger tu virtud…

—¿Quién te pidió que lo hicieras?

—Y aun así, cuando te he pedido que cambies, que te vuelvas inmortal


para que podamos tener nada más que tiempo juntos, para que
finalmente podamos estar juntos de la forma en que ambos deseamos,
tú me lo niegas y otra vez te retraes y te pones a la defensiva. ¿Por qué?

Miré por encima de él hacia la pared donde el collage de fotos exhibía a


dos personas que estaban ciegamente enamorada, quienes parecían
tener nada más que alegría y felicidad entre ellos.

—Los ángeles creen en mitos, también lo sabes. Tienes estas creencias


de que los humanos se sienten todos de la misma forma; que nuestros
sentimientos pueden ser categorizados y etiquetados, todo
completamente estéril y clínico, y si llegan a cambiar, puedes
simplemente ofrecer un sustituto y todo estará bien. Bueno, déjame
aclárate algo, Robert, soy humana, lo que significa que tengo
sentimientos humanos, sentimientos dinámicos que van más allá de tus
etiquetas blancas y negras. Y lo que siento cuando me rechazas y me
niegas el simple placer de besarte, y luego vas y me dices que si cambio
para ti me darías lo que quiero, me dice que quien soy, la Grace
humana, no es lo suficientemente buena para tu virtud angelical. Y lo
que siento es dolor puro y sin esterilizar.

Caminé hacia las fotos y señalé dos de ellas.

—Esa es la versión esterilizada de nosotros, Robert. Encaja aquí, en tu


habitación porque eso es lo que funciona para ti. Todo tiene su lugar,
su razón, su necesidad. Tengo un lugar, también, una razón en tu vida.
Pero la forma en la que actúas algunas veces, Robert… me hace sentir
que ese lugar pertenece solamente a esas fotografías.

Giré sobre mis talones y me dirigí hacia la puerta. Él la alcanzó antes y


la abrió, sosteniéndola para mí mientras pasaba. No dijo nada mientras

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caminábamos fuera de la casa y nos dirigíamos hacia el apartado
garaje.

—¿Podemos ir en el coche? —pregunté en voz baja.

Me dirigió una mirada perpleja de la que me aparté mientras


entrabamos al edificio de los tres vehículos. No necesitaba decirlo.
Simplemente lo pensé, pensé que con la forma en la que me estaba
sintiendo, lo último que necesitaba era pasar el siguiente par de
minutos con mis brazos envueltos a su alrededor.

Él asintió con sequedad y rápidamente abrió la puerta del coche para


mí. Me subí y luché contra las lágrimas que amenazaban con
derramarse sobre el asiento. Robert subió al asiento del conductor y
arrancó el coche, poniéndolo en reversa y partiendo como si estuviera
escapando de algo.

Permanecimos en silencio durante todo el camino hasta mi casa, mi


corazón sintiéndose cada vez más pesado a medida que cada minuto
pasaba. Cuando nos detuvimos en la entrada, vi el coche de Graham
aparcado en su lugar habitual en la acera. Estaba sentado en el capó,
esperando a alguien.

—Está esperándote —dijo Robert en voz baja.

No dije nada. Simplemente me senté en el coche y pensé en lo que había


pasado en el último par de horas. Había aprendido algunas verdades
impactantes, pero fue la última la que había causado que temblara de
miedo.

—Grace, por favor….

Estiró su mano para alcanzar la mía y no me alejé.

Grace, tú eres mi mundo entero. Simplemente no sabía que a pesar de


que esta es tu primera relación, soy el que tiene mucho que aprender.
Ayúdame, enséñame. Te quiero, Grace. Sabes que estoy diciendo la
verdad cuando te digo que peleo contra cada instinto natural en mi
cuerpo que me dice que ceda ante ti, que ceda ante mí, y no porque no te
ame de la forma que eres, sino porque estoy intentando mantenerte a
salvo, mantenernos a salvo.

—¿Qué se supone que significa eso? —grité—. ¿A salvo de qué? ¿De


nosotros mismos? ¿No nos estamos hiriendo lo suficiente con la forma
en que están las cosas ahora? —miré por la ventana y sacudí mi cabeza
ante la dirección que esta conversación estaba tomando—. Hablaremos
de esto más tarde cuando no nos estemos sintiendo tan… diferentes.

Comencé a abrir mi puerta y la sentí ser alejada de mi mano. O, más


bien, me sentí ser alejada de la puerta. Robert me tenía en su regazo,
una mano presionada firmemente contra mi cadera, la otra sosteniendo
mi cara en su lugar.

—Grace, yo sí me siento diferente, y no quiero que ese sentimiento me


abandone jamás.

Tiró de mi cara hacia la suya, sosteniéndome mientas sus labios


encontraban su camino hacia los míos. Con infinita lentitud, acunó
suavemente mi labio inferior entre los suyos y lo sentí tirarlo
ligeramente antes de que las terminaciones nerviosas que existían justo
bajo la superficie se iluminaran, dejándome saber que él acababa de
lamer mi labio inferior.

Tomé un profundo trago de aire, inhalando su respiración mientras lo


hacía. Sus ojos estaban muy abiertos, sus pupilas más oscuras de lo
jamás las había visto y me sentí caer en ellas, desapareciendo en la
profunda oscuridad.

—Estás despierta, por fin.

Parpadeé contra la luz que brillaba sobre mis ojos y los cubrí con mi
mano.

—Mmm… Robert…

—Estoy aquí.

Moví mi mano y me enfoqué en las dos cabezas que me observaban


desde sus asientos en la mesita de café de mi sala de estar.

—¿Qué sucedió? —murmuré mientras me frotaba el picor de mis ojos.

Graham bufó.

—Robert te sofocó, ¿qué te parece?

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Robert, en respuesta, soltó una risa más bien desagradable.

—Graham simplemente está molesto porque tuvo que ser testigo


cuando estábamos besándonos.

Mi mano cayó de mi cara y me senté con demasiada rapidez, el vértigo


me hizo tambalear. Tanto Graham como Robert se acercaron para
agarrarme.

—Nosotros… estábamos besándonos, ¿no es verdad? —Suspiré.

Robert río y asintió. Graham puso los ojos en blanco.

—Fue asqueroso. Era como ver a mi hermana pequeña besándose con


el portero o algo así. Parecía que estaban enfrascados en una
conversación hasta ese momento. ¿De qué estaban hablando de todos
modos?

Miré a Robert y él me guiñó un ojo mientras respondía a Graham:


—Mitología.
20
Lo pasado pisado.
Traducido por Sweet Nemesis

Corregido por katty3

R
obert se fue en menos de una hora luego de que me
desperté. Caminé con él de la mano hasta la puerta e
instantáneamente me sentí tímida, como si fuera la primera
vez que nos despedíamos. Él se había reído, pero en el momento en que
estuvimos junto a la puerta, ya no hubo lugar para el humor.

—Gracias —dije tímidamente, el calor inundando mis mejillas.

—¿Por?

Intenté decirlo, pero las palabras simplemente no salían de mis labios,


sonrió.

—Oh. Bueno, de nada. Debo darte las gracias también.

—¿Por?

Llevó su mano libre hasta mi rostro, gentilmente trazando la curva de


mi oreja, mi mandíbula y finalmente por el arco de mi boca.

—Por demostrar que estaba equivocado.

—Oh.

Dejó escapar una carcajada y frotó con la yema de su pulgar por mi


labio inferior, aun muy sensible a su toque.

Volveré como a esta hora mañana. Te lo prometo.

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Por mucho que lo esperé, no me decepcioné cuando Robert no me dio
un beso de despedida, y, en lugar de eso, solo presionó su frente contra
la mía, por un breve momento.

Después de lo que había pasado en su casa y luego en el auto, entendí


que ya había sobrepasado los límites que él mismo se había impuesto, y
que necesitaba tiempo para ajustarse a eso.

Estaba dispuesta a aceptar eso, porque sabía que eso era algo posible
de hacer.

Cuando volví a la sala, Graham había sacado mi vieja copia de Rocky


Horror y estaba esperando pacientemente que los icónicos labios
comenzaran con la introducción17.

Me dejé caer a su lado en el sofá, y juntos vimos los primeros 10 min de


la película en silencio.

—Así que Grace… Ouch.

Sonreí con suficiencia, y me frote el puño, complacida de tener que


entregar el primer golpe después de tan solo 10 min.

—¿Decías?

Graham se refregó el brazo y me miró, quedándose sin expectativas de


que le permitiría romper las reglas por el simple hecho de que tuvimos
un inicio tardío.

—Esto es en serio Grace. Ow, Ow ¡Deja de golpearme!

Levantó los brazos, y tomó en una garra mi mano, mientras intentaba


darle otro golpe, empujándome hacia los cojines del sofá.

—¡Tú psicótica! ¡Terminé con Stacy!

Todo en mi se puso en pausa, mientras permitía que sus palabras


rebotaran en mi cabeza. Lentamente me senté y lo miré, insegura de si
su noticia era algo bueno o algo malo.

—Rompiste con Stacy —dije más como afirmación que como pregunta.

17
Al inicio de la película aparecen en pantalla labios que dan la introducción a la película.
Graham asintió y cuidadosamente soltó mi brazo, sobresaltándose con
cada movimiento que yo hacía, obviamente temeroso de que pudiera
volver a golpearlo.

—Supongo que debería ser honesto y decir que rompimos uno con el
otro después de la escuela. De hecho planeé hacerlo hace un par de
días…

—El día después de que caí…

—Sí —confirmó Graham—. Y quería hablarte de eso de camino a la


escuela, pero entonces apareció Robert y… bueno, tú sabes lo que pasó.
Debo admitir que estaba un poco celoso de que lo perdonaras tan
fácilmente por no estar ahí para ti, pero estaba más molesto porque no
te iba a tener para hablar contigo, para pedirte algún consejo sobre qué
hacer… así que sólo lo hice. Fui a la escuela de su padre, y hablamos.
Fue probablemente la única vez que tuvimos una conversación sin
discutir. ¿Irónico no crees?

—Mucho. —Estuve de acuerdo.

—Stacy y yo nos gustamos más ahora que cuando salimos por primera
vez, pero sabemos que no estamos bien juntos. Demonios, toda la
escuela sabía que no estábamos bien juntos. —Graham rió
suavemente—. Stacy es una chica genial, y más allá de todas las peleas,
estoy contento de que saliéramos, Realmente lo estoy. Puedo ver por
qué ustedes son amigas, y por qué tú, Stacy y Lark hacen un equipo
tan bueno. Ustedes se complementan la una a la otra. Siempre creí que
Stacy era el bicho raro del grupo, pero ahora me doy cuenta de que yo
lo soy.

Su mandíbula se acomodó en una línea obstinada mientras algo


cruzaba por su mente.

—Fui un tremendo idiota, Grace. Sé que ya te he dicho cuanto siento la


forma en la que te traté el verano pasado, pero Stacy me hizo verlo
desde un punto de vista diferente. No del tuyo o del mío, sino del de
ella. Me dijo cómo se veía desde donde ella estaba, lo difícil que se le
hacía oír sobre lo que le había pasado a los chicos que van a la escuela
de su padre, y saber que tú estabas atravesando todo eso sola. Me
refiero a que me disculpé por lo que le dije a Erica, pero nunca pedí
perdón por haberte dejado sola. Ella dijo que necesitaba pensar en
cómo se sentía el sentarse a solas en mi casa, cuando mi padre sale a
una de sus fiestas y mi mamá ondula y tiñe sus problemas en el salón.

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Me dijo que imaginara como sería eso, y después no tener a nadie a
quién llamar. No había realmente comprendido, lo que te había hecho al
alejarte de todo y lo siento. Soy probablemente el pedazo más grande de
basura que debes haber conocido en tu vida. No hay duda de que soy
un completo desastre cuando se trata de chicas ¿eh?

Le di a Graham una buena mirada, viéndolo de una forma que nunca lo


vi antes. Seguía siendo el chico guapo del que me enorgullecía decir era
mi mejor amigo. Aún tenía esos ricos ojos verdes que podían hacer a
cualquier chica renunciar a los otros colores por el resto de su vida y
una sonrisa con hoyuelos que podía matarte.

Y nada de eso podía ocultar lo que había debajo. Seguía siendo


arrogante, pero ahora, también era humilde.

Ya no tenía esa imagen de vida perfecta. Me di cuenta que en realidad


nunca la tuvo, Era solo un acto que sus padres habían creado y que él
mantuvo porque era la única manera en la que podía mantenerse a sí
mismo, la manera de evitar que Graham se convirtiera en el chiste que
era su vida en casa.

—Graham ¿estamos juntos en esto verdad? —le pregunté. Cuando


asintió continué—. Bueno, entonces, si estamos en esto juntos, como
mejores amigos, debes saber que no tienes que disculparte una y otra
vez por el mismo error.

Graham sonrió.

—Eso es gracioso, porque Stacy me dijo exactamente lo opuesto. Dijo


que yo necesitaba dejar en claro, una y otra vez, que realmente sentía lo
que te hice, y que haría lo que hiciera falta para enmendarlo.

Ambos nos reímos ante lo excesivo que era el consejo de Stacy…

—No estaba tan equivocada, pero creo que si te disculpas una vez más,
tendré que analizar seriamente mi conciencia y averiguar si soy o no
una mala persona.

Me miró curiosamente.

—¿A qué te refieres con si eres o no una mala persona?

—Bueno, si dices que lo sientes una vez más, tendré que pasar un buen
tiempo trabajando para liberar los resortes de este sofá, así se te clavan
mientras duermes.
Graham me lanzó una almohada a la cabeza, mientras yo soltaba una
carcajada.

—Eres terrible ¿lo sabías?

Asentí sin dejar de reír. La imagen de él dando vueltas y vueltas por


culpa de un resorte estratégicamente colocado serviría mucho para
deshacer el daño que los eventos del día causaron.

—Lo siento —le dije cuando recuperé la compostura.

Dejó pasar mi pequeña demostración de histeria y sonrió mientras


ponía los brazos alrededor de mis hombros y me tiraba hacia él,
nuestras cabezas ahora descansaban una contra la otra.

—Intenté ser un buen novio Grace.

Miré la televisión y busqué inútilmente algo para decir. No encontré


nada, así que sólo dejé que siguiera hablando.

—Intenté ser el novio que ella esperaba, pero no soy bueno cumpliendo
las expectativas. Tú sabes eso Grace. Todos siempre esperan demasiado
de mí. Mi papá espera que me convierta en un gran jugador de futbol
universitario, pero mírame. El tercer semestre ya casi termina y lo más
cercano a una entrevista que tuve con un cazatalentos fue cuando la
nieta de la Sra. Goldan estuvo vendiendo galletas de niñas
exploradoras18 la semana pasada. Mi mamá esperaba que me
convirtiera en una especie de niño prodigio, y en su lugar yo abandone
todas las clases que tenía contigo por la inútil y estúpida basura de
Erica. Y luego están sus expectativas. Ella espera que deje de pensar en
ti por completo, que pretenda que no existes, pero simplemente no
puedo hacer eso. No puedo ignorar el hecho de que te lastimé. No puedo
pretender que no has estado ahí para mí siempre, que siempre has sido
mi roca, y que yo te dejé para jugar con una estúpida caja de cartón, lo
que significa que también te decepcioné.

Graham le dio pausa al control remoto, y lo lanzó hacia el sillón


reclinable de papá con un suspiro ronco de disgusto.

18
Cazatalentos-niñas exploradoras: Aquí encontramos un juego de palabras entre
cazatalentos y niñas exploradoras ya que ambas palabras en inglés se escriben de la misma
manera scout.

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—Eso sonó estúpido, No soy bueno en este tipo de cosas Grace. No sé
cómo decirle a la gente lo que quiero o como pienso de la manera en que
quiero hacerlo. Nunca me sale bien, Es por eso que…

Dejó de hablar y a pesar que quería pedirle que continuara, no lo hizo.


Sólo se sentó hacia atrás y miró la pantalla del televisor, la película
detenida en el tiempo igual que nuestra conversación.

Mientras que el reloj digital de la video casetera avanzaba lentamente,


me senté ahí y pensé en lo que había dicho sobre tener que vivir por las
expectativas de tantas personas incluyéndome a mí. Eso me llevó a
recordar la conversación que papá y yo habíamos sostenido el primer
día de escuela.

Me había dicho que yo esperaba demasiado de las personas, que


esperaba demasiado de Graham y que era algo bueno que nuestra
amistad terminara. Me había ido enojada ese día, dolida de que hubiera
sugerido semejante cosa, y a pesar de que Graham y yo aún teníamos
cosas que resolver, aun sentía un poco de resentimiento con mi papá,
por haber dicho eso.

Sin embargo, ahora podía ver que él tenía razón, y sentía una excesiva
cantidad de culpa por haber hecho pasar por eso a Graham. Tal vez si
hubiera sido una mejor amiga…

—Hey, voy a ir a dormir. Mañana, trabajo y luego tengo una entrevista


en la tienda de deporte junto al Dairy Queen así que necesito dormir un
poco.

De mala gana me paré y lo miré mientras se tendía sobre el sofá, con


los pies sobresaliendo del brazo. Tomé la manta que él había tirado en
el sofá y la abrí, cuidadosamente colocándola encima de él,
asegurándome de cubrirle los pies.

—Buenas Noches Graham —dije suavemente mientras subía las


escaleras hasta mi cuarto.

—Buenas noches Grace —respondió justo antes de que llegara a la


cima.

Encendí la luz de mi cuarto y suavemente cerré la puerta,

Me di la vuelta y solté un chillido sofocado. Lark estaba sentada en mi


cama, con las piernas dobladas frente a ella y con un libro en el regazo.
—Por Dios. Podrías al menos advertir que vas a entrar al cuarto de
alguien —susurré.

Me acerqué a mi armario y empecé a revolver mi ropa. Necesitaba


darme una ducha y lavar la ropa que use en el día, que comenzaba ya a
sentirse como una segunda piel. Ella ni siquiera se movió, ni siquiera se
daba cuenta que le había hablado, en absoluto.

Me encogí de hombros y, después de agarrar ropa interior y mi pijama,


dejé el cuarto para dirigirme al baño, apagando la luz en el camino.

Me quedé en la ducha hasta que el agua se puso fría, temblaba casi


violentamente mientras me vestía, de pronto enojada conmigo misma
por no elegir algo más cálido para dormir. Envolví mi cabello en una
toalla gruesa y corrí a mi cuarto anticipando el calor que pronto
construiría debajo de las sábanas con Robert.

—Oh, ¡Maldición! —dije en voz alta cuando entré a mi cuarto una vez
más y descubrí que Lark no se había movido de su lugar en el medio de
mi cama, con los ojos aun pegados a su libro—. ¿Vas a quedarte ahí
toda la noche?

Finalmente me miró, con su rostro extrañamente tranquilo.

—Robert no va a regresar esta noche ¿recuerdas?

—Oh.

—¿Oh? ¿Eso es todo lo que puedes decir? ¿Oh? —Lark dejó el libro a un
lado y se paró, sus movimientos eran ágiles y elegantes—. Enviaste a mi
hermano a espiar a Erica. Lo hiciste decirte sobre los otros, lo hiciste
decirte sobre nuestra madre y todo lo que puedes decir es ¿Oh?

Comencé a retroceder a medida que se me acercaba.

—Yo no lo hice hacer nada. No le pedí que me dijera nada sobre


ninguna de esas cosas Lark. Él lo hizo por cuenta propia.

Ella rió, el sonido de campanas llenando mi cabeza. El repique


armonioso me distrajo lo suficiente como para que se me acercara
directamente en frente mío, bloqueando cualquier ruta de escape.

—Tú nunca tendrás que pedirle nada Grace. Él siempre te contará todo,
porque significas más para él que cualquiera de nosotros. —Se alejó y
suspiró, su cabeza gacha—. Es como debe ser cuando estas enamorado.

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—Lark yo…

Levantó una mano, deteniéndome de continuar. Su cuerpo comenzó a


flotar sobre la cama, sin dejar ninguna marca que demostrara que
alguna vez estuvo sentada.

—No estoy aquí para discutir sobre Robert. Es un ángel grande, puede
lidiar con sus propios errores.

Enojada, me crucé de brazos, escondiendo las manos para que no viera


el puño que había formado.

—¿Errores? ¿Cuales errores? Él…

—Él está espiando una humana por otra humana. Te ha contado sobre
un mundo que tu especie no esta lista o dispuesta a aceptar. Ha
quebrantado las reglas por ti, una y otra vez. Grace va a tener que
enfrentar las consecuencias tarde o temprano.

La idea de que yo metería a Robert en problemas fue suficiente como


para serenarme y detenerme de interrumpirla mientras lentamente ella
retrocedió y se sentó a los pies de mi cama, cruzando las piernas frente
de ella.

—Ven siéntate. Debes estar congelada.

Asentí y camine rápidamente hacia el lado opuesto de la cama. Me metí


bajo las sábanas, amortigüé un chillido de sorpresa ante su helada
suavidad y me acomode contra las almohadas

Cuando me quedé quieta, Lark empezó a hablar de nuevo.

—Tú sabes que Graham y Stacy terminaron.

Di una rápida inclinación de cabeza, reafirmando su declaración, Ella


sonrió tristemente y habló.

—Me siento muy mal por eso. La parte racional en mi, dice que debería
estar sintiendo dolor mutuo por Stacy porque es mi amiga. Es lo que un
ángel debe sentir. Pero, hay una parte de mí que no entiendo, que me
dice que debería estar volando y cantando de alegría. Obviamente no le
puedo decir a Stacy sobre eso, y Robert no me escuchará hablar sobre
Graham en absoluto, así que sólo me quedas tú para preguntar, ¿por
qué me siento de esa manera? Te considero una de mis más cercanas
amigas humana Grace, y a pesar de que eres la mejor amiga de Graham
y que de alguna manera te sientes de la misma manera que yo sobre él,
sé que eres capaz de entender cómo me siento y puedes explicarme por
qué es que lo siento en primer lugar.

Empujé las sábanas por debajo de mi barbilla para que mi voz no fuera
amortiguada, y miré a Lark directamente a los ojos mientras comenzaba
a hablar.

—Tú te preocupas un montón por él. Te preocupas por Graham de una


forma que hace que todo lo que conoces sobre lógica y humanos
parezca poco importante e innecesario, y te gusta eso porque así es
como eres. Estás atravesando una contradicción, defectuosa,
perfección. Eres un ángel que no puede ver, o al menos no de la manera
convencional. Y eso te hace diferente en los dos mundos en los que
vives. Tus sentimientos por Graham son de la misma manera.
Contradice todo a lo que estas acostumbrada, y no sabes cómo
manejarlo, por lo que luchas en contra de eso. Pero es como una
trampa china para dedos. Sigues tirando, alejándolo pero sólo se vuelve
más y más apretado, cuando lo que realmente necesitas para liberarte
de eso es acercarlo.

Lark se burló de mi explicación.

—¿Te doy la oportunidad para que me ayudes y me respondes con una


metáfora que incluye un juguete de niños? Sé que me preocupo por
Graham. Me preocupo por Stacy también. No puedo evitar preocuparme
porque todo eso viene con el hecho de ser un ángel, por si no lo habías
notado o algo así.

El tono burlón de su voz se sentía como agujas en mi cabeza mientras


las palabras eran repetidas en mis pensamientos.

Lo que quiero saber es cómo detenerlo. Quiero saber ¿cómo dejar de


querer a Graham? Tú lo hiciste. Tú te detuviste. Dime cómo hacerlo para
no lastimar a Stacy. Dime cómo hacerlo para evitar lastimar a Graham.

Volteé la cabeza hacia otro lado y miré por la ventana. La misma


ventana que Robert usó para entrar a mi cuarto esa primera noche, la
ventana por la que se deslizó esa primera noche cuando le dije que lo
amaba.

—Yo estaba enamorada.

Lark levantó las manos exasperada.

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Ahí está de nuevo esa charla sobre el amor. ¿Que tienen los humanos con
sus incesantes discursos sobre enamoramientos? Incluso Stacy dijo que
no quiere volver a salir nunca más, que sólo quiere "enamorarse" y ser
completamente feliz por el resto de su vida.

Miré mientras un auto cruzaba la calle y sonreí.

—Los humanos podremos tener discursos largos y pasados de moda


sobre enamorarse. Podemos escribir historias o cantar canciones sobre
eso, ver películas y sí, soñar con eso. Pero los ángeles… ustedes
camban físicamente por eso. A Robert nunca le hubieran crecido sus
alas si no hubiera admitido que me amaba tú lo sabes mejor que yo, así
que buscas razones para odiarlo en vez de buscar razones para
buscarlo.

Lark me miró, su pálido resplandor color salvia se profundizó hasta


alcanzar un tono esmeralda.

Ustedes los humanos siempre piensan que lo saben todo, pero la historia
prueba que se equivocan constantemente.

Empujé mi edredón hasta la cintura y la volví a mirar.

—¿Y sin embargo quién es la que viene a buscar el consejo de una


humana?

Vi el destello de ira en sus ojos en el mismo instante que noté los


músculos de su cuello tensarse con frustración. Cada instinto de mi
cuerpo me decía que intentara y me alejara lo más que pudiera de ella,
pero lo ignoré.

No era a Sam a quien me enfrentaba, Esta era Lark. Confundida y


lastimada como estaba, seguía siendo mi amiga, y no iba a correr lejos
de ella cuando era la única persona que tenia para hablar.

Al parecer los subestimé. Cuando por fin creo que los he descifrado, tú
vas y pruebas que estoy equivocada. Tú, Stacy, e incluso Graham.

Sintiéndome valiente, finalmente le hice la pregunta que había estado


dando vuelta por mi mente los últimos dos días.

—¿Por qué le dijiste a Graham que fuera y me ayudara?

Miró hacia arriba y no pude ver nada más que dolor puro en sus ojos
dorados.
Él es tu amigo. Sabía que Robert no podía ayudarte, y no podía mentir
sobre por qué estaba ahí.

Elevé mi mentón mientras escuchaba su media respuesta. No estaba


mintiendo, pero tampoco era la completa verdad.

—Sabes que hay más que sólo eso Lark.

Terca, apoyó los pies en el suelo y comenzó a irse. Rápidamente la


agarré del brazo e intente tironearla hacia la cama, era como intentar
mover una casa.

Lo hice por ti. Vi lo que había en tu cabeza. Vi lo que pensabas y tú


necesitabas a alguien que te apoyara y te ayudara. Sabía que podías
contar con Graham.

Lark sacó el brazo de entre mis manos y se puso cara a cara. Podía ver
el brillo de la luz reflejándose en la esquina de sus ojos, mientras
pequeñas lágrimas de cristal comenzaba a formarse.

Cayeron como copos de nieve al piso, primero una, luego dos, y


eventualmente doce pequeños puntos de cristal brillaban ahí. Esta era
la única emoción que la había visto manifestar que no involucrara ira.

—También lo hiciste por ti misma. Necesitabas ver qué es lo que había


en su cabeza necesitabas saber si el rechazaría tu voz o le daría la
bienvenida —acusé—. Y cuando no la rechazó como te hubiera gustado
esperar, supiste que no había ninguna excusa para no admitir que era
una buena persona, un buen ser humano y que no había nada de malo
en sentirte de la forma en que te sentías.

Se dio la vuelta y miró hacia la ventana del lado opuesto de mi cuarto.

¿Sabes? para ser humana eres muy buena leyendo mentes.

—Para ser un ángel… Eres fácil de leer.

Se rió ante eso, pero era un sonido vacío.

No importa de todas maneras. Graham se graduará, dejará Heath y todo


lo demás atrás para siempre. No hay futuro para nosotros. Mi pasado ya
se ha asegurado de eso.

Lo terminante de esas palabras me sacudió. Comencé a preguntar qué


quería decir con eso, pero ya estaba desapareciendo en una nube color
gris claro.

Purple Rose
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—Él es tu futuro Lark— dije suavemente, mientras la nube subía por el
alfeizar de mi ventana y salía hacia el cielo nocturno—. No permitas que
tu pasado dicte lo que puedes o no hacer ahora, Lark.
21
La Carta.
Traducido por Silvery

Corregido por katty3

C
uando Robert volvió a mi habitación a la tarde siguiente, la
información que había recopilado observando a Erica nos dijo
muy poco. Había tenido que dejarla durante un breve periodo
de tiempo para contestar una llamada, y admitió que se temía que
durante ese momento le habían borrado su memoria una vez más. Se
ofreció a observarla otra vez, pero las palabras de Lark hicieron eco en
mi cabeza sobre romper las reglas y enfrentarse a las consecuencias,
consecuencias de las que yo no conocía nada y simplemente, no podía
dejar que se enfrentara a ellas.

—Lark está siendo paranoica, Grace. No violé ninguna norma —Me


aseguró Robert.

—Bueno, ni siquiera tengo más oportunidades. Tú eres más importante


para mí que lo que sea que se le pase a Erica por la cabeza. Sólo hay
unos pocos meses más para dejar la escuela, y entonces estaré fuera de
aquí.

Abrí uno de mis armarios para sacar un par de sudaderas, hacía mucho
frío, a pesar de estar a punto de ser primavera, y después procedí a
reunir las otras cosas de ropa para prepararme para la ducha. Alcé la
vista y capté el reflejo de Robert en mi espejo, con su rostro lleno de
dolor.

—¿Qué va mal? —le pregunté cuando me había girado, inmediatamente


preocupada.

—La forma en la que hablaste de marcharte, sólo te mencionaste a ti


misma —dijo rígidamente.

Purple Rose
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—Bueno, sí. Soy la única que se dirige a la universidad en el otoño. O,
al menos, lo estoy planeando. No espero que Erica me siga en mi
camino a donde sea que me dirija.

Robert miró fijamente la ropa en mis manos y empezó a levantarse de


su sitio en la cama.

—Será mejor que me vaya.

Lancé mi pequeño bulto sobre la cama y busqué su mano.

—Espera, ¿por qué? ¿Qué dije?

Robert señaló la ropa que yo había dejado caer desmadejada a un lado.

—Nada, Grace. Nada en absoluto.

Tensé mi agarre en su mano y después sentí mis dedos cerrarse en la


palma de mi mano cuando Robert desapareció en una plumosa niebla
negra.

—Sabes, tú y tu hermana van a acabar con mis nervios con ese… ese
“puff” del humo negro —dije, irritada—. Eso es por lo que los humanos
salimos con otros humanos. ¡Ellos simplemente no desaparecen en la
nada y huyen! —dije esta última parte cuando el humo desapareció por
mi ventana.

Oí un golpecito en mi puerta y sentí alivio por la distracción.

—Adelante —invité a entrar y después agarré mi ropa y me la puse bajo


el brazo.

Graham metió la cabeza dentro.

—Hey, Grace. Mira, quería saber si tienes alguna carpeta de papel


extra.

—Sí. Claro. —Agarré la bolsa y se la acerqué—. Hay algunas en mi


archivador.

Graham me dio las gracias cuando caminé a su lado hacia el cuarto de


baño. Abrí la ducha y dejé que el baño se llenara de vapor. Me metí
dentro del caliente grifo aspersor y permití que me golpeara un tipo de
relajación y calma.

Ignoré el golpe en la puerta mientras me lavaba el pelo y me


enjabonaba. Los golpes aumentaron de intensidad cuando me aclaré, y
ya cuando estaba seca y completamente vestida, los golpes en la puerta
se habían intensificado tanto que pensé que podrían sacarla de las
bisagras.

—¡¿Qué?! —pregunté tan pronto como abrí la puerta. Graham estaba de


pie en frente de mí con una hoja en blanco y un lápiz en su mano, con
una mirada de completa desesperación en su rostro.

—No sé cómo hacer esto —dijo tristemente.

Miré el papel y el lápiz y lo miré a él.

—¿No sabes hacer qué? ¿Escribir tu nombre? —Le empujé según


pasaba y entré en mi habitación, nada de lo que había puesto en mi
mochila estaba en el sitio correcto.

—No, no sé cómo escribir la carta para Lark.

Quité la toalla de mi pelo y empecé a restregarlo para secarlo mientras


procesaba sus palabras.

—¿Quieres escribir una carta para Lark?

Asintió con su cabeza silenciosamente.

—¿Y no sabes cómo?

De nuevo, su cabeza subió y bajó. Suspiré.

—¿Qué te detiene de hacerlo?

—No sé como plasmar mis pensamientos en el papel. Es como con todo


lo demás, estoy bien, pero cuando viene de ella… Grace, lo intenté tres
veces y lo más lejos que he llegado fue la Q de “Querida”.

Agarré el trozo de papel y como esperaba, había varias indecisiones en


la forma de la letra Q estropeando, de otra manera, su perfecta
superficie.

—¿Qué te hizo decidirte a escribirle una carta en primer lugar?

—Simplemente tengo esa sensación que si en algún momento voy a


decirle cómo me siente respecto a ella, tiene que ser ahora. Las
vacaciones de primavera están a punto de llegar y mamá quiere que
vuele a Florida y las pase con ella...

Purple Rose
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—¡Pero te vas a perder la boda!

—No tengo elección, Grace. No puedo estar durmiendo en tu sofá


mientras tú y Janice hacen todo eso de la boda. Tienes planes de los
que estar pendiente, y ella va a tener un bebé pronto. Es hora de que
empiece a pensar en el futuro… mi futuro. —Graham agitó el trozo de
papel en su mano y lo golpeó ligeramente con el lápiz—. Es por eso que
necesito que me ayudes con esto. No quiero dejar Heath sin hacerle
saber a ella cómo me siento, sin darle esa oportunidad. La cosa es…
que no sé cómo hacerlo. Necesito tu ayuda, Grace.

Lo admiraba por su tenacidad. Nunca me había parecido más


determinado antes. Incluso cuando estaba en el campo de fútbol aún
parecía ligeramente reservado, como si allí no fuera donde realmente
quería estar.

—Bueno, entonces bien. Empecemos con esa carta.

Me sonrió abiertamente como si fuera un niño a quien le acababan de


dar un juguete nuevo, e intenté sonreír con la misma exuberancia, pero
en el fondo de mi mente aún escuchaba las palabras de Lark.

“No hay futuro para nosotros…”

Graham estaba convencido de que habría un futuro para él y Lark, y


estaba igualmente determinada a ayudarlo a demostrar que Lark se
equivocaba.

Las vacaciones de primavera estaban casi aquí cuando Graham llamó a


la puerta de mi dormitorio, con un grueso montón de papeles en su
mano.

—¿Esas son las solicitudes de la universidad? —le pregunté mientras


señalaba a la desorganizada pila que descansaba delante de mí en mi
cama—. He tenido las mías casi completamente terminadas; justo me
quedan un par de pruebas.

—No. Sólo hice la solicitud en una universidad —contestó. Me pasó las


carpetas llenas de papeles, cada una completamente llena de su medio
ordenada letra.
—Es esta.

—¿Qué es?

—La carta.

Miré la primera página detenidamente y vi que de hecho, esta carta se


dirigía a Lark. El tiempo que se había tomado para adornar su nombre
me decía que sea lo que sea lo que hubiera escrito también le había
puesto el mismo cuidado y atención.

—Esto es bonito —dije mientras trazaba la L con mi dedo. Podía sentir


la profunda muesca y sonreí al darme cuenta de lo que había hecho—.
Hiciste eso con el propósito de que ella pudiera sentirlo y leerlo.

Se sonrojó con la verdad.

—Eres demasiado inteligente para tu propio bien, Grace.

—Nah. Sólo soy una boba romántica. —Agarré la pila de papeles de


vuelta a él, pero él la apartó.

—Quiero que la leas —dijo—. Léelo en voz alta y dime si eso sería
suficiente para decirte que cualquiera que lo hubiera escrito estaba
enamorado de ti.

—Creo que no debería —objeté, intentando hacer que agarrara la carta


pero se quedó de pie y se alejó caminando, poniendo tanta distancia
como le fue posible entre él y las palabras que había escrito.

—Por favor, Grace. Necesito oírte leerlo. Necesito oírlo.

Suspirando, empecé con las palabras de la página. Sabiendo que si no


lo hacía, lo decepcionaría gravemente, empecé la carta que le había
llevado dos semana completar.

Lark,

No soy muy bueno expresando cómo me siento, especialmente cuando lo


que siento es algo que no había sentido antes. En realidad no recuerdo
mucho sobre la primera vez que te vi. Vivía entre la niebla y no podía
haberte apreciado por toda tu belleza y tu encanto.

Recuerdo la segunda vez que te vi, en cambio. Estabas rodeada por


algunas de las chicas más guapas de la escuela, pero ninguna de ellas
brillaba como tú lo hacías para mí. No fue un día que debería haber

Purple Rose
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soportado ningún brillo, ningún tipo de esperanza, y tú aún estabas allí
de pie como la única estrella del cielo, con la intención de que te desearan
por encima. Y yo te deseé. Deseé que un día, recordaras mi nombre.

Sé que suena bastante estúpido. Todos recuerdan mi nombre. Soy uno de


los mayores idiotas de la escuela. Pero quería que tú recordaras mi
nombre por otra razón. Quería que fueras capaz de decir mi nombre y
decir “Graham Hasselbeck es un buen chico”.

Cuando volví a verte en el cementerio, pensé que tenía que haber sido el
destino que te trajo allí a la tumba de mi abuela. ¿Por qué más habrías
estado allí? Y entonces dijiste mi nombre; lo dijiste y sabía que mi deseo
se había hecho realidad.

Cada día desde entonces, pienso en ti. Eso suena un poco escalofriante.
Lo siento. Déjame intentarlo otra vez.

Cada día desde entonces, he pensado en lo maravilloso que ha sido


simplemente estar alrededor tuyo y esa luz que parece que traes contigo.
No puedo pensar en un día en que mirar tu rostro ya no me haga feliz.

Pero feliz ni siquiera empieza a describir cómo de bien se siente. A veces


es horrible, no ser capaz de verte, no poder oír tu voz. Y me pregunto si tú
te sentirás de la misma manera. Tuve una oportunidad contigo, una
oportunidad de decirte cómo me sentía, pero mi corazón perdió esa
partida y en cambio la ganó mi cabeza.

No diré que lamento mi decisión, porque no lo hago. Me ayudó a aprender


más sobre mí mismo y lo que era capaz de hacer, tanto lo bueno como lo
malo. Me dio una amiga que no había conocido antes de eso, y me dio un
reconocimiento de lo que quería y a lo que no estaba dispuesto a
conformarme.

Y lo que quiero es decirte que no veo mi vida yendo a ninguna parte a


menos que tú estés en ella porque te quiero. No es el tipo de amor que
siento por Grace, porque también la quiero a ella. Sino que esto es algo
diferente, algo que se siente como una gran roca que está en mi pecho y
la única manera de quitarla es ver tu rostro y oír tu voz.

Y oigo tu voz en mi cabeza, y veo tu cara en mis sueños, y sé que si


cerrara mis ojos una última vez, o si no vuelvo a oír otra cosa durante lo
que me queda de vida, eso sería suficiente para mí. Los estúpidos poetas
que escriben esos sonetos de amor y devoción no sabían de lo que
estaban hablando porque nunca te conocieron. Nunca han sabido se
siente como si llevaran mi corazón en sus pechos cuando sea que pasas
a mi lado.

Ellos nunca han sabido que se siente como si no tuviera mis piernas
cuando sea que huelo tu perfume. Nunca han sabido que se siente al oírte
decir sus nombres y verte sonriendo cuando lo dices.

No soy bueno expresando mis sentimientos, Lark. He estado tan confuso


sobre tantas cosas que después de un tiempo, todas empiezan a
mezclarse unas con otras y ya no puedo captar las diferencias. Pero lo
que siento por ti destaca como un ancho receptor del balón solo ante las
últimas veinte yardas de la portería.

Destaca como una flor en una lápida cubierta por la nieve. Destaca como
un quarterback escribiendo una carta de amor a alguien cuyo amor no se
merece.

Sueño con un día ser capar de decirte estas cosas en persona, tener el
suficiente valor para ser capar de mirar a tu preciosa cara y no
tartamudear mis palabras, pero puedo admitir que no sé otra manera de
decirte esto que a través de un lápiz y estos trozos de papel.

Has cambiado mi vida, Lark. No importa lo que ocurra entre nosotros, no


importa lo que pase después de eso, quiero que sepas que aparte de
Grace, conocerte ha sido la mejor parte de mi vida, y la única parte que
no podré olvidar cuando vuelva la vista atrás.

Tuyo sinceramente,

Graham Hasselbeck

Inmediatamente devolví a Graham el trozo de papel con manos


temblorosas. Me miró, anticipándose nerviosamente a mi respuesta.

—¿Y bien…? —preguntó mientras restregaba por mi nariz un pañuelo


que él me había pasado.

—¿Y bien qué? —respondí, intentando contener mis emociones para no


terminar hablando con un dibujo animado.

—¿Qué piensas? ¿Crees que le gustará?

Lo miré, miré su cara y sus amplios y ansiosos ojos. No podía mentirle,


y no lo hice.

Purple Rose
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—No lo sé, Graham. Honestamente no sé si le gustará o no. Lark no es
como la mayoría de las chicas. A mí me encanta, pero de nuevo, yo
tampoco soy como la mayoría de las chicas.

Él asintió mientras digería mi respuesta.

—Bueno, ¿puedes dársela? —Dobló el trozo de papel a la mitad y puso


el paquete en mis manos—. Podrías darle esto, leérselo y hacerle saber
que no espero nada de ella. No espero nada en absoluto.

Cerré la mano en torno a la carta y asentí.

—Te prometo que se la daré.

Graham sonrió y envolvió sus brazos alrededor de mí, abrazándome


fuertemente contra su pecho.

—Eres la mejor, Grace. Y realmente quería decir lo que escribí sobre ti


ahí también.

Me reí con eso.

—Sé que lo hiciste.

Aflojó su agarre de mí y después presionó un descuidado beso en lo alto


de mi cabeza.

—Te quiero, Grace. Eres mi mejor amiga. La mejor amiga que un chico
podría tener. No sé lo que hice para merecerte pero me alegro por ello.

No le pude decir nada cuando se levantó y se marchó. Simplemente lo


observé marcharse, sintiéndome increíblemente afortunada y culpable
todo al mismo tiempo.

Tan pronto como la puerta se cerró, miré el bulto de papeles en mi


mano, abriéndolo para una vez más recorrer con mis dedos sobre las
profundas muescas de cada letra.

—¿Oíste todo esto? —pregunté suavemente, con mi mano empezando a


temblar cuando buscaba el final de la última página.

—Sí.

Lark se quedó de pie al lado de mi ventana, sus manos en puños a


ambos lados, sus ojos cerrados fuertemente, como si pudiera mantener
alejada la visión de mi participación en la declaración que sostenía
ahora con manos violentamente temblorosas.
—Ahora ya lo sabes de seguro. Ahora sabes exactamente cómo se
siente, sin tus encantos, sin nada más que su propio corazón en todas y
cada una de las palabras. No quería leer esta carta, Lark. No quería
leerla sabiendo que tú estabas aquí y él no tenía ni idea. No fue justo
para él.

Me levanté agarré una de sus manos, empujando los papeles hacia ella.

—Dijiste que ustedes dos no tenían “futuro” juntos, pero él piensa


totalmente diferente.

—Él piensa totalmente diferente porque es un estúpido humano que no


entiende el concepto del tiempo y…

—¿Y qué? —pregunté con enfado—. ¿Y qué? ¿Qué no entiende él que


sea de alguna manera tan fantástico, tan divino que sólo tú puedes
saberlo? ¿Eh? ¿Cómo puedes quedarte ahí de pie y ser tan santurrona
cuando no puedes ni siquiera reconocer el amor cuando te da una
bofetada en la cara? Él sabe lo que es y no tiene miedo de decírtelo, y es
él el estúpido humano, ¿recuerdas? Es el único que te demuestra que
eres la única que no puede entender el concepto del tiempo porque lo
estás malgastando intentando buscarte una excusa que te evite el tener
que enfrentarte al hecho de que en el fondo, tú también lo amas.

Me mantuve nariz con nariz cerca de Lark, con mi respiración


volviéndose furiosamente enfurruñada mientras ella permanecía en
calma y serena. Pero podía ver que su glacial exterior estaba empezando
a romperse.

—No ves y no entiendes nada.

—Oh, no. Veo mucho más que tú. Lark. Puedo ver que estás asustada,
pero lo que no veo es por qué. ¿Por qué tienes tanto miedo de dejar que
te quiera?

Ella giró su cara, con las gotitas de cristal cayendo una vez más de sus
ojos.

—Puedes llorar lágrimas, pero no puedes aceptar la razón por la que lo


haces. Tienes su corazón, Lark. ¿Qué vas a hacer al respecto?

Lark abrió mi mano y apartó las diminutas gotitas de cristal.

Purple Rose
Bird Song Grace Series S.L. Naeole

22
Huir.
Traducido por Aaris, Silvery y flor_debelikov99

Corregido por Lizzie

L
a última semana de clases antes de las vacaciones de
primavera se llevó a cabo con la cantidad habitual de
excitación que cualquier vacación provocaría. A lo largo de
toda la escuela, todo el mundo estaba hablando acerca de sus planes
para la próxima semana; todo el mundo excepto por un pequeño grupo
de personas.

—¿Sabes cuándo va a volver?

Graham y yo miramos a Robert mientras Stacy le hacía la misma


pregunta por tercera vez hoy.

—¿Ha hablado contigo? ¿Ha llamado? ¿Algo?

—Stacy, te ha dicho ya dos veces que la respuesta es no. ¿Puedes dejar


en paz al chico?

Stacy alzó la cabeza bruscamente para mirar a Graham.

—¿Desde cuándo te preocupas acerca de dejar en paz a Robert?

Graham empujó la comida en su plato mientras le contestaba.

—Desde que empezaste a acosarlo hace tres días.

Mientras los dos discutían, observé a Robert, quien parecía tener dolor
de cabeza. Sabía que no era posible, pero desde el exterior, eso es
exactamente lo que parecía mientras se frotaba las sienes con los
dedos, balanceando precariamente su cabeza entre ellos.

—Justo como si nunca hubieran roto, ¿huh? —bromeé, buscando algo


con lo que romper la tensión.

Miró hacia mí desde debajo de sus manos y soltó un bufido.

—Justo como si nunca hubieran empezado a salir.

No podía culparle ahí. Tenía razón. Aunque hacía unas pocas semanas
que habían roto, Graham y Stacy iban por el mundo exactamente como
lo hacían cuando estaban saliendo. La única diferencia realmente era
que en lugar de sentarse uno junto al otro como hacían antes, ahora se
sentaban en lados opuestos de la mesa, sus asientos tan lejos el uno
del otro como era posible sin ser parte de una mesa diferente.

—Así que… —empecé, buscando cambiar de tema, aunque solo fuera


entre nosotros dos.

—¿Sí, Grace?

La indiferencia que detecté en el tono de Robert me molestó.

—¿Vas a actuar así por el resto del año escolar?

Su cara no mostró absolutamente ninguna reacción a mi pregunta, algo


que me había llegado a esperar en estas últimas semanas. Una parte de
mí se preguntaba por qué me molestaba siquiera en hacerle ninguna
pregunta más.

Robert tiró su servilleta en la mesa y se puso de pie abruptamente.

—Tengo cosas que necesito hacer.

Se alejó de la mesa, sin molestarse en decirle adiós a nadie. Sin


molestarse en decirme adiós.

—¿Están bien las cosas entre tú y Robert? —preguntó Stacy en un


susurro—. Parece enfadado.

Graham dejó su asiento y rápidamente se sentó en el que Robert había


desocupado.

—¿Qué pasa? ¿Qué está pasando entre ustedes dos?

Purple Rose
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—Nada. —Mentí—. Él está solo… molesto de que Lark y su madre se
fueran de vacaciones sin él.

Stacy asintió con la cabeza, de acuerdo totalmente con Robert y la


mentira que acababa de contarles, mientras Graham simplemente
parecía abatido. No era un buen aspecto para él.

—Grace, ¿tú sabes cuándo volverán? —preguntó Stacy cautelosamente.

Fruncí el ceño y sacudí la cabeza.

—No sé absolutamente nada, Stacy.

Inclinó la cabeza en agradecimiento y luego empezó a jugar con su puré


de patatas, la decepción claramente escrita en su cara. Graham la miró
con una expresión igualmente triste.

En ese momento me sentí casi a punto de maldecir a Lark por hacernos


esto a todos. Después de que hubiera dejado mi habitación, Robert
apareció enfadado y alterado. Me dijo que Lark había dejado Heath —y
muy probablemente el país. Me acusó de no intentar lo suficiente
mantenerla en la oscuridad en cuanto a los sentimientos de Graham;
que había pretendido ante ella oír por casualidad todo lo que se dijo
entre Graham y yo en un intento de jugar a la casamentera. Estaba tan
herida por la acusación que le había pedido que se fuera y no volviera
nunca más a mi habitación.

Él acató mi demanda, pero aún se presentaba cada mañana para


recogerme. Tampoco se había disculpado, ni ofrecido una explicación de
por qué habría sentido correcto el saltar a tales conclusiones cuando
podía haber visto por sí mismo que esa nunca fue mi intención en
absoluto.

Con cada día que se prolongaba, se sentía como si nos estuviéramos


distanciando más y más a medida que pasábamos menos tiempo juntos
durante la escuela. Graham parecía intervenir como un novio sustituto
siempre que me quedaba sola para ir a clase o a casa, y esto solo
alimentaba el desencanto de Robert aún más.

Hoy no fue diferente cuando la campana que anunciaba el final de la


comida empezó a sonar.

—No quiero ir al cuarto periodo —gimió Stacy sobre su escultura de


puré de patata y guisantes—. ¡Hey, abandonemos la escuela y vayamos
al centro comercial.
—¿Estás loca? —le pregunté—. Tus padres te encerrarían hasta que
fueras lo bastante mayor como para cobrar de la seguridad social si
hicieras eso.

—Ugh… estoy tan cansada de las reglas y las regulaciones y las


restricciones y Bla, Bla, Bla. Sólo quiero vivir un poco. ¿Es eso tan
malo? —Agarró su mochila y buscó sus llaves—. ¿Vienen, chicos?

Graham miró hacia otro lado mientras yo simplemente sacudí la


cabeza.

—Lo siento. Por mucho que desprecie la clase de biología, necesito estos
créditos para conseguir entrar en Berkley.

Los ojos de Stacy se ampliaron con sorpresa.

—¿Berkley? ¿Tan lejos?

—Sí. Recibí mi carta de aceptación la semana pasada y seré capaz de


pagarlo por mí misma a través de sus programas de trabajo
estudiantiles; todo lo que tengo que hacer es graduarme. Tienen un
programa de periodismo bastante bueno allí, además he visto su folleto.
Encajaré totalmente. —Expliqué mientras colgaba mi mochila sobre mis
hombros.

—Bueno eso es genial, Grace. Vas tras lo que quieres. Y… —dijo con un
ademán de su mano—, realmente podrías conseguir algo de color en esa
piel tuya en el proceso. ¿Qué hay sobre ti, Graham? ¿A dónde te
diriges?

Graham se encogió de hombros.

—Algún lugar en Florida muy probablemente. Me quedaré con mi


madre para poder obtener el descuento de residencia y probablemente
vea si puedo conseguir un lugar en uno de los equipos de fútbol como
jugador de reserva.

—Bueno, yo he decidido que no voy a ir a la universidad —anunció


Stacy con total naturalidad.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntamos Graham y yo a la vez.

—Es complicado —empezó, pero luego se dio la vuelta y empezó a


alejarse antes de terminar su declaración—. Grace, te espero en la

Purple Rose
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práctica hoy, estás de vuelta en la clase de principiantes —gritó
mientras se dirigía hacia la salida.

Graham y yo nos miramos el uno al otro, confundidos y angustiados


por su anuncio, y yo estaba ligeramente nerviosa por la parte de la
práctica.

—¿Te habló acerca de esto antes de que rompieran? —le pregunté.

Él sacudió la cabeza.

—Nunca lo mencionó. Creo que estaba demasiado ocupado hablando


acerca de mis planes para realmente notarlo sin embargo, así que no
puedo estar seguro.

—Quizás esta es su forma de rebelarse —sugerí—. Quiero decir, ella


bromeó acerca de que su madre no le permitiría ir a la universidad sola,
y si ella fuera, no sería capaz de ejercer lo que quisiera —ella siempre
ha hecho lo que le pedían— tal vez ha terminado de desempeñar el
papel de hija obediente.

Graham sostuvo la puerta de la cafetería abierta para mí mientras


salíamos. El pasillo estaba casi vacío; la campana estaba a punto de
sonar.

—Supongo que tienes razón. Siempre estaba paranoica acerca de


perderse el toque de queda, siempre preocupada de que si no se
presentaba, sus padres la encerrarían o algo. Le dije que tiene
dieciocho, puede hacer lo que quiera, pero me decía que “las hijas
coreanas no actúan de esa forma” y que tenía que ser una “hija
obediente”. Sólo espero que éste no sea el caso.

Nuestro paso no se aceleró, a pesar de la campana sonando, y


continuamos caminando lentamente hacia nuestras clases.

—¿Por qué no? —pregunté.

—Porque parte de la razón por la cual salía conmigo era para desafiar a
sus padres y mira lo bien que resultó.

—Ahh. —Caí en la cuenta—. Estaba probando las aguas contigo, y sus


padres no se volvieron locos.

Una amplia sonrisa se extendió por su cara mientras asentía.

—Sí. Sus hermanos lo hicieron, sin embargo. Los cinco.


Mi clase de biología estaba primero y miré a la puerta con miedo.

—Estoy lista.

—¿Vas a estar bien?

—Sí —dije con una media sonrisa—. Estaré bien. ¿Y tú?

Su sonrisa se desvaneció un poco mientras respondía con el mismo


tono reservado que yo acababa de usar.

—Yo también. Espérame aquí después de clase, ¿de acuerdo? Te


acompañaré a inglés.

—Está bien —convine, y entré en la clase.

La escuela terminó sin ninguna fanfarria realmente. Como había


esperado, Robert no estaba en clase. Graham aparentemente lo había
esperado también, porque estaba ahí esperándome cuando pasé por
delante de las puertas dobles.

—¿Necesitas que te lleve a casa?

—Sí.

Los dos caminamos a través de los pasillos de la escuela como si nada


hubiera ocurrido estos pasados ocho meses, nada hubiera cambiado
entre nosotros. Asintió en despedida a algunos chicos que le llamaron,
golpeando puños con algunos de sus compañeros de fútbol, mientras yo
permanecía detrás de él silenciosamente.

Cuando la entrada de la escuela estaba muy por detrás de nosotros y


ambos estuvimos en su coche camino a casa, Graham finalmente me
hizo la pregunta que yo había estado temiendo porque sabía que tendría
que mentirle.

—¿Ella se fue por mi culpa?

Había planeado qué iba a decirle tan pronto como Robert me había
informado hace cuatro días de que Lark se había marchado,

Purple Rose
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estableciendo las palabras y ensayándolas para que cuando hoy en
realidad sucediera, fuera capaz de decirlas sin vacilar y descubrir la
mentira.

En cambio, todo lo que pude hacer fue mirarlo fijamente con la boca
abierta, incapaz y reacia a negar la verdad que ambos sabíamos pero no
queriendo admitir. Había sido mucho más fácil y menos complicado
mentirle a Stacy, y casi me había odiado a mí misma mientras deseaba
que eso fuera cierto para Graham a su vez.

Pero ¿cómo podía decirle que Lark verdaderamente se había marchado


debido a él? Me preguntaba por qué y yo no tenía respuesta. No podía
explicarle muy bien que ella no era muy humana y que por alguna
razón desconocida para mí, no podía admitir ante nadie
—especialmente ella misma— que estaba enamorada de él.

El camino para enamorarse de un ángel era recto —supe eso tan pronto
como acepté que estaba enamorada de Robert— pero estaba
pavimentado con cristales rotos que pisabas descalzo. Yo ya había
perdido mi sangre en ello pero lo había hecho de buena gana. Graham
estaba enamorado de Lark la persona. No sabía nada de Lark el ángel, y
yo sólo podía suponer que ese era el lado de ella misma que Lark no
quería que Graham conociera.

Por supuesto, especulando no hacía nada para ayudar a ninguno de


nosotros, y desde que Robert estaba demasiado enfadado conmigo
incluso para molestarse en explicarme, la especulación era todo lo que
tenía. Y estaba completamente sola con mis teorías ya que no podía
muy bien discutirlas con Stacy tampoco. La mentira sobre las
vacaciones era muy simple y conveniente, y cayó de mi boca tan rápida
y suavemente, Stacy la había creído sin cuestionar lo que significaba
que no pudiera ni siquiera darle un indicio de que la raíz de la causa
era algo más que un problema de chicos.

—¿Grace?

—¿Uhm?

—No contestaste a mi pregunta. ¿Ella se marchó temprano por mí?

—No lo sé, Graham —Me las arreglé para pronunciar antes de que mi
boca me callara de nuevo.
Su cabeza asintió una vez, reconociendo mi respuesta, pero la promesa
de una inquisición más concienzuda acechó justo al otro lado del molde
afligido en sus ojos.

—¿Querías que te tumbara en el entrenamiento? —preguntó cuando


subimos el bordillo enfrente de su casa—. Puedo hacerlo de manera que
funcione si quieres, pero no seré capaz de levantarte.

—No. Creo que estaré bien hoy. No me siento como si mi trasero fuera
pateado por niños de ocho años.

Eso pareció divertirlo cuando empezó a reírse suavemente.

—De hecho, me gustaría ver eso. Debe de merecer la pena ponerse


enfermo sólo por esa razón.

Inmediatamente protesté contra la idea.

—Conseguirás meterte en problemas con Robert, y no puedo mentirle si


me preguntara si realmente estás enfermo.

La risa se marchitó, pero mis palabras quedaron suspendidas como aire


viciado alrededor de nosotros en el coche. Sin pretenderlo y a pesar del
actual estado de nuestra amistad, acababa de admitir a Graham que mi
lealtad pertenecía primero a Robert.

—Wow. Eso es realmente seguro.

—Mira Graham, en realidad no quería decir eso de esa manera


—intenté explicar pero hizo un gesto de barrido con la mano.

—No, no, Grace. ¿Sabes qué? Si yo estuviera en tu lugar, me sentiría de


la misma manera. Supongo que fui simplemente un iluso que habría
tenido que enfrentarse con ello durante un poco más de tiempo… ya
sabes, como hasta que tuvieras tu primer hijo o algo así.

Salimos del coche y caminamos hacia mi casa. Graham se paró a mitad


de camino en el sendero, con su mirada directamente hacia su casa.
Las persianas habían sido bajadas de nuevo, la primera vez en dos
meses, y el desorden caótico que residía el salón podía verse desde
fuera. Graham parecía pegado al suelo por debajo de él, pero yo podría
decir que él tenía tanta curiosidad como preocupación.

—¿Quieres ir y comprobarlo? —le pregunté. Cuando no me contestó no


insistí en el asunto.

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Caminamos a través de mi puerta principal y Graham gimió.

—Está haciendo tofu al horno otra vez. Eso es, voy a comer en el
trabajo.

Yo también hice una mueca. El aroma del repollo y el tofu


enmascaraban cualquier olor placentero que pudiera haber sido
detectado pero nada salvo tofu y productos de carne falsa con base
vegetariana durante las pasadas semanas. Nuestra única salvación era
el pavo con tocino en el desayuno.

—¿Son ustedes, chicos? —Oí llamar a Janice desde la cocina.

—Sí, Janice, estamos en casa —contesté cuando sostuve mi mano en


mi cara.

Graham arrugó su nariz y sacudió la cabeza.

—Sabes, siempre huele como tofu con repollo en casa de Stacy también,
pero al menos su madre utiliza carne de verdad en sus platos. No sabía
cuando acepté quedarme aquí que tu futura madrastra intentaría
convertirme en un conejo —me susurró cuando caminamos hacia la
cocina.

—Shh —Chisté—. Hey, Janice, ¿qué estás preparando?

Janice estaba cortando verduras para lo que sólo podía suponer que era
otra ensalada. Su enorme vientre la mantenía a distancia de la
encimera, haciendo que tuviera que inclinarse hacia delante
incómodamente, pero todavía tenía una sonrisa bastante encantadora.

—Tengo Tempe y lasaña vegetal con fideos de repollo asándose en el


horno, estoy cortando algunos pimientos para la ensalada de arroz
silvestre, y en unos treinta minutos, lo pondré en una cacerola de
Brownies de trigo orgánico entera para el postre. Así que, ¿cómo fue su
día de escuela, chicos?

Me giré para mirar a Graham, que estaba demasiado ocupado


poniéndose verde para contestar, y suspiré.

—La escuela estuvo bien. Vamos arriba para hacer algo de deberes
antes de que Graham tenga que ir a trabajar, así que si necesitas algo…

Janice ondeó su mano en el aire, la luz de la cocina haciendo brillas los


cuchillos.
—Está bien.

Agarré el brazo de Graham y lo empujé escalera arriba. Subimos hasta


mi habitación y dejamos escapar un suspiro de alivio que el aroma que
llegaba desde abajo no subió también al piso de arriba.

—¿Cuándo va a empezar a comer comida normal de nuevo? —preguntó


Graham cuando se lanzó bocabajo en mi cama.

Puse mi mochila en el suelo cerca del vestidor y me encogí de hombros.

—No lo sé. Espero que después de que nazca el bebé al menos me deje
empezar a cocinar más de una vez a la semana.

—Sí —estuvo de acuerdo Graham—. A este ritmo, estaré más delgado


que tú para la graduación.

—Hey, ya sabes que tú al menos consigues comer fuera cuando estás


en el trabajo. Soy la única atrapada aquí cada noche comiendo tofu y
brotes de judías mientras tú estás enterrando tu cara en pizza y
perritos calientes.

Graham lanzó una mano descuidadamente en el aire, con su dedo


apuntándome.

—Tú culpa. Siempre puedes decirle a tu novio que te traiga algo para
comer, o sacarte de vez en cuando.

A eso no dije nada. Abrí la cremallera de mi mochila y saqué mi carpeta


para ponerme con mis deberes, ignorando las fotografías y notas que
enmarcaban el espejo de mi vestidor. Agarrando un lápiz de mi bolsa,
me senté en el suelo al lado de mi cama y miré fijamente con la vista
perdida a la tarea de francés asignada esa mañana.

—Hey, ¿Grace?

—¿Uhm? —dije, con el lápiz en mi boca evitando que saliera ningún


sonido articulado.

—¿Vas a contarme la verdad acerca de lo que va a pasar entre tú y


Robert?

Saqué el lápiz de entre mis labios.

—¿Qué quieres decir?

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La cama empezó a moverse detrás de mí, los muelles moviéndose
fuertemente cuando Graham se incorporó y se sentó a mi lado, con
nuestras espaldas presionadas incómodamente contra la barra de metal
del cabecero de mi cama.

—Quiero decir, hay algo malo entre ustedes dos, y no me importa


cuántas veces digas que todo está bien y que no hay nada que hacer
con Lark, porque puedo decirte que todo no está bien, y eso
probablemente tenga algo que ver con Lark. —Agarró la carpeta de mis
manos y la lanzó unos centímetros por delante de nosotros, seguida de
inmediato por mi lápiz—. Soy tu mejor amigo, Grace, ¿recuerdas? Si no
puedes hablar de ello conmigo, ¿con quién puedes hablar?

Reí nerviosamente, la idea de que podía hablar con Graham sobre lo


que había pasado entre Robert y yo parecía mucho más como una
fantasía que la realidad de que Robert y Lark fueran ángeles por los que
habíamos caído.

—¿Grace?

Miré a los ojos de Graham y pude ver que había verdadera


preocupación en ellos. Agarró mi mano y le dio un apretón
tranquilizador, algo que un mejor amigo haría.

—Tuvimos una pelea —dije, finalmente.

—¿Acerca de…?

Lo miré y no había lugar a error porque la razón estaba en mi cara. Bajó


la cabeza.

—Oh.

—Sí, oh —dije con un risa descorazonada.

—¿Pero por qué? ¿Qué hay de malo en que yo ame a su hermana?


Quiero decir, ¿a pesar del hecho de que yo no soy obviamente lo
suficientemente bueno para ella y que era demasiado estúpido para ti?
Esa no debería ser razón para él para utilizarlo contra ti —argumentó
Graham, con su mano libre haciendo aspavientos para enfatizar cada
punto.

—Él cree que yo estaba conspirando para conseguirlos a los dos juntos
—admití. Aunque no era toda la verdad, tampoco era una mentira y eso
era suficiente para salvar mi conciencia.
—Bueno, lo único que pido es que se atienda al caso. Tú me ayudaste
cuando te necesité, pero tú nunca me empujaste hacia Lark. Nunca
intentaste hacerme romper con Stacy, incluso cuando sabías cómo me
sentía con ella. Estabas siendo mi amiga, y él no puede volverse loco
contigo por eso. Otra vez no.

Sacudí mi cabeza antes el razonamiento de Graham.

—No lo entiendes, Graham. Cuando él me acusó de esas cosas, me


enfadé porque sabía que tú eres lo suficientemente bueno para Lark;
quizás demasiado bueno. Sé que harías muy feliz a Lark, y se lo dije,
pero yo estaba tan enfadada… dije algunas cosas que no debería haber
dicho.

Graham me miró con sorpresa.

—¿Cómo qué?

Giré mi cara hacia otro lado y susurré mi respuesta.

—Bueno ahora eso parece estúpido.

Mi cabeza se giró como un látigo para encararlo, mi boca abierta en


shock.

—Gracias, ¡mejor amigo!

Se encogió de hombros.

—¿Qué? Es la verdad. Le dijiste que no querías volver a verlo nunca


más, ¿y aún así aceptas su oferta de llevarte y traerte de la escuela a
casa? Hablando de enviar mensajes contradictorios, Grace. Está
enamorado de ti, y sí, fue estúpido por decir lo que dijo, pero lo hizo
porque quiere a su hermana. Necesitas disculparte con él, Grace.

Me puse recta a su lado y crucé cabezonamente los brazos sobre mi


pecho.

—Él tampoco se ha disculpado. Lo que dijo estaba mal, Graham, y


duele porque él debería haberlo sabido mejor, debería haberme
conocido mejor.

Graham asintió de acuerdo.

—Sí, debería, pero tú también.

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—¿Qué quiere decir eso exactamente?

—Sabes exactamente lo que significa. Tú de entre todas las personas


sabes lo sobreprotector que es Robert cuando se trata de su hermana,
probablemente pensaría que era más o menos espeluznante si no
supiera lo mucho que te quiere, así que tú deberías haber sabido que él
supondría que si ella estaba mal por cualquier cosa, sería por mi culpa.
Él simplemente está reaccionando de la manera en que lo haría un
hermano mayor. Dale un respiro al chico. Sólo es un humano.

—No tienes ni idea de lo que estás hablando, Graham —dije


enfurruñada.

—Sé mucho más de lo que crees —replicó—. Sé que a veces hago y digo
cosas bastante estúpidas, pero confía en mí cuando te digo que sé
mucho más sobre ser un chico que tú, Grace, y Robert estaba siendo
totalmente un chico.

—También sé que lo que le dijiste a Robert eras tú huyendo de la


discusión, en vez de enfrentarte a ello como se supone que tienes que
hacerlo cuando amas a alguien. Yo huí de nuestra amistad, Grace, así
que sé lo que es huir. Sé que no se trata sólo de palabras, y que pueden
hacerte daño tanto como se lo hace a la persona de la que estás
huyendo. Amas a Robert. Te hace feliz y él te quiere, así que deja de ser
estúpida y simplemente pídele disculpas.

Quería gritarle que no sabía de lo que estaba hablando, que estaba tan
equivocado como Robert pero no tenía sentido. No estaba equivocado.

—¿Grace?

—¿Sí?

—¿Me odias?

—No.

—Lo siento.

—Yo también.

Estaba lavando los platos cuando el timbre sonó. —Grace, Stacey está
aquí —papá gritó desde la sala.

Puse el último plato en el escurridor y sequé mis manos con un secador


mientras ella entraba a la cocina. —Hola Stacey.
—No fuiste al entrenamiento, de nuevo.

Sonreí nerviosamente por su expresión severa. —Uhm… ¿Perdón?

—¿Podemos hablar… —miró a papá que estaba muy ocupado viendo lo


que fuera que estaba viendo en la televisión como para notarnos—, …en
algún lugar privado?

Señalé arriba y ella asintió. Dejé la toalla en la encimera y apagué la luz


mientras nos íbamos de la cocina.

—Vamos a estar arriba papá —grité. Su mano saludó casualmente,


estaba demasiado absorto en su show.

Pasamos la habitación de papá y Janice, y la pude ver dejando unas


ropas en la cama. Levantó la cabeza de su tarea y me sonrió. Sonreí en
respuesta y fui a mi habitación.

—¿Cómo van los planes de la boda? —Stacey preguntó una vez que nos
sentamos en la cama.

Miré a Stacey, quien estaba usando un sostén deportivo (o top) y lo que


parecía pantalones de gimnasia, y le pregunté qué era lo que me quería
decir. Me tendría que haber dado cuenta apenas empezó.

—¿Sabes cuándo va a volver Lark?

Sacudí mi cabeza. —Ya te lo había dicho Stacey. No tengo idea.

Rechinó los dientes, obviamente, mi respuesta no le gustaba.

—Creerías que con todo el dinero que tiene podría llevar un celular que
funcionara o algo parecido, pero no.

Me reí suavemente, pensando que Lark llevaba un celular último


modelo, pero apenas funcionaba y era pura decoración.

—Bueno, tiene algo mucho mejor que un celular —contesté.

Bufó. —Trata ese regalo como las personas que hacen celulares tratan a
los suyos, algo que ignorar cuando no quiere ser molestada.

—¿Qué te hace pensar que sería diferente si su teléfono funcionara?

—No lo sé, pero eso me daría una forma de contactarla sin tener que
hablar con Robert.

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Bajé la cabeza.

—¿Así que le preguntaste a Robert si podías hablar con ella?

Asintió.

—Sí, y dijo que no la iba a molestar por mis lloriqueos humanos

Fruncí el ceño con la idea de Robert siendo tan frío.

—Eso no suena a él.

—Lo sé. Se disculpó inmediatamente después de decirlo, pero dijo que


igual no la iba a molestar. —Comenzó a calentar sus brazos cuando la
brisa que corría por mi ventana abierta se empezaba a descontrolar—.
Le pregunté por qué estaba tan agitado, pero no contestó. Te seguía
mirando y me dijo que te dejara en paz.

—¿A mí? ¿Cuándo le preguntaste todo esto?

Miró por la ventana y se encogió de hombros, pero se rindió y dijo:

—Antes de que tocara el timbre. Estaba sentado en su motocicleta,


mirando por la ventana del frente.

Me levanté de la cama, corrí a mi ventana, saqué la cabeza hacia afuera


y miré hacia la calle. Me empujé hacia atrás y me senté en el borde de
la cama.

—¿Dijo algo más?

Sacudió la cabeza.

—Saludó cuando le dije adiós, pero no me dijo nada más. ¿Qué está
pasando, Grace? Últimamente ustedes dos están actuando muy raro. El
único que parece normal es Graham, lo que significa que me dijo
absolutamente nada.

—Es complicado Stacey.

—Estoy segura que no fue muy complicado para Graham —respondió


fríamente.

—Conozco a Graham desde que éramos niños. Vive conmigo. Es mí…

—Mejor amigo, lo sé. Me dijo lo mismo cuando le pregunté en el trabajo


qué estaba pasando, me dijo que tú me ibas a decir cuando estés lista,
que tú no sabes más que yo de lo que está pasando con Lark, y que te
dejara en paz. ¿Por qué todos me están diciendo que te deje en paz?
¿Qué es lo que quieres, Grace?

—Creo que deberías dejar a Grace sola, Stacey.

Nos dimos vuelta para ver a Robert sentado en el borde de la ventana, el


color negro de sus ropas se mezclaba con la noche. Stacey me miró, sus
ojos estaban más grandes de lo habitual.

—¿Siempre hace esto?

Asentí.

—Bueno —Empezó, y se giró para hablarle a Robert—. Diría que es muy


romántico, pero considerando que no estás aquí por esos motivos, diría
que es muy rudo, que es irónico porque se supone que eres un ángel.

Robert se paró y se movió muy rápido, su cuerpo se tornó en una raya


negra y desapareció cerca del armario.

El golpe en la puerta hizo que las dos saltáramos.

—Hey chicas, nos vamos a dormir —Janice dijo desde detrás de la


puerta—. Stacey, no te quedes hasta muy tarde ¿Sí? Prefería no
despertarme en el medio de la noche porque tu mamá te vino a buscar.

—De acuerdo, Sra. Dupre.

—Muy bien. ¡Buenas noches chicas!

—Buenas noches, Janice —dije, mis ojos se ampliaban mientras Robert


volvía a aparecer, sentado en el alfeizar, como si nunca se hubiera ido.

Stacey miró a Robert, esperó a que la puerta de la habitación se


cerrara, y le dijo:

—¿Qué fue todo eso?

—Una cosa es que sus amigas sepan que estoy en su habitación, pero
otra cosa es que sus padres me vean, estando solos o algo así.

—¿Pero no podías salir por la ventana o, no sé, desaparecer en humo?

—Hey —susurré—. ¿Podrían parar de discutir?

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Stacey y Robert se miraron, pero asintieron, los dos cortantes y
flemáticos.

—Gracias —dije—. Ahora… ¿Por qué estás aquí? —pregunté, mientras


me daba la vuelta para darle toda mi atención a Robert.

Robert me miró, su cara era la cosa más hermosa del mundo. Vi un


destello de algo en sus ojos, algo de debilidad que me dio un rayo de
esperanza, que no sabía que necesitaba, o que quería. Tapó su boca con
su mano, para ocultar la sonrisa que sabía que no podía no darme.

Stacey se aclaró la garganta, un horrible sonido que hizo que los dos
nos concentráramos en ella.

—Estoy bien. Me había tragado un bicho. Esa ventana tiene que ser
cerrada. —Robert se paró y bajó la ventana, dejando un pequeño
espacio entre el vidrio y el borde.

—¿Así está bien?

Ella asintió y se frotó los ojos con la parte de atrás de su mano.

—Bien, antes de que tú y Grace comiencen a enrollarse, ¿Me dirías


cuándo vuelve Lark?

—No.

Stacey me miró, sus ojos estaban llenos de suplicas. Suspiré y le


pregunté a Robert exactamente lo mismo, pero aunque la respuesta fue
la misma, sus ojos se suavizaron.

—Entiendo que estés haciendo todo eso del hermano mayor protector,
pero necesito ponerme en contacto con ella, de verdad. —Stacey
insistió—. Y no trates de leer mi mente para saber el por qué. No quiero
que ella lo sepa por ti. Eso no sería justo ni para ella ni para mí.

—Stacey, leer la mente de una persona no es algo que pides.


Simplemente… lo es. Lo puedo ignorar, pero no puedo dejar de hacerlo,
sería como que tú dejaras de pestañar. Además, me molesta que hayas
pensado que iba a escuchar tus pensamientos y te iba a quitar tu
derecho de contarle tu pequeño secretito a Lark, por ti misma.

—Está bien. Perdón por eso. Ahora, ¿Me dirías dónde está o te pondrías
en contacto con ella por mí?

Robert sacudió su cabeza. —No.


—Bueno, ¿y por mí? —pregunté—. ¿Me dirías dónde está?

—Lo lamento Grace, pero la respuesta sigue siendo la misma. Lark me


dijo que la dejáramos sola, le prometí que lo íbamos a hacer y que podía
regresar cuando quisiera. —Robert insistió.

—Robert, se que esta frase significa exactamente nada para ti, ya que
nunca te tuviste que preocupar por ello o algo por el estilo, pero no
tenemos tiempo — dijo Stacey.

—Capaz que Lark no entiende que tu tiempo y el nuestro no son el


mismo —dije.

La suavidad que había visto escondida en el rostro de Robert


desapareció, y fue remplazado por furia.

—Sé muy bien que su tiempo y el nuestro no son el mismo Grace, y


también lo sabe Lark.

—De acuerdo, bien. ¿Le podrías decir a Lark que quiero hablar con ella,
por favor? —Stacey interrumpió, parándose entre Robert y yo—. Esto es
importante. Te lo estoy pidiendo por favor.

Me miró sobre la cabeza de Stacey mientras respondía.

—Lo voy a pensar.

—Gracias. —Stacey suspiró en alivio—. Esto significa mucho para mí


Robert. En serio.

Asintió bruscamente, su mirada nunca dejaba la mía.

—¿Stacey? —dijo suavemente.

—¿Sí?

—¿Te podrías ir?

Stacey se dio cuenta a quién estaba mirando, se dio la vuelta y me


preguntó silenciosamente con los ojos. Asentí y ella exhaló lentamente,
volviendo a mirar a Robert antes de sacudir su cabeza.

—De-a-a-cuerdo.

Me dio un abrazo rápido, y saludó a Robert con la mano antes de salir


silenciosamente de la habitación. Robert y yo no nos dejamos de mirar

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hasta que vi el auto de Stacey salir en reversa por la acera y sus luces
rojas mezclarse con el tránsito.

—Tenemos que hablar —Robert y yo dijimos a la vez. Su mirada y la


mía reflejada en sus ojos me decía que iba a ser más que una simple
charla.
23
Desgastado.
Traducido por dark&rose y SOS por Zeth y Susanauribe

Corregido por Lizzie

—T ú primero —le dije, deseando un poco más de tiempo


para ser capaz de formular mejor mi disculpa.

—Estaba planeando hacer eso de cualquier manera —insistió—.


¿Podría? —Señaló con una mano el lugar vacio de la cama que Stacy
había ocupado. Asentí y se sentó, cuidadosamente manteniendo una
distancia segura entre nosotros. Lo miré expectante y esperaba que él
empezara a hablar. Seguía mirándome, pero no decía nada. Muy a
menudo veía detrás de él al reloj en mi vestidor mientras los minutos
marcaban, pero no dije nada en ese tiempo. Honestamente había
extrañado mucho su presencia, simplemente estar sentada aquí con él
era suficiente. No necesitaba conversar. No necesitaba…

—Grace, necesito mostrarte algo.

Parpadeé.

—¿Qué?

Su mano se acercó para sujetar la mía pero antes de que sus dedos
tocaran mi piel, alejó su mano.

—¿Podría?

Baje la mirada hacia su mano y parpadeé una vez más para ajustar mi
visión.

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—¿Tu mano esta… temblando? —Robert cerró su mano como un puño
y la presionó contra la cama, la fuerza hizo a la cama hundirse y chillar
a los resortes debido a la presión.

Mi mano cubrió la suya, el contacto se supone que era tranquilizador.


En vez de eso, mi mente estaba llena con el incesable flujo de
información que la mente de Robert contenía, siempre constante e
inflexible para la limitada capacidad de la mía. Empecé a sentir la
presión formarse cada vez que un recuerdo extraño empezaba a
extenderse por mi mente hasta que finalmente lo único que pude ver
eran pequeñas pulsaciones de luz bajo mis parpados.

Esto había pasado una vez antes, la primera vez que Robert y yo
habíamos tomado la mano del otro conscientemente —un gesto
platónico que era solo para ayudarme— y me había desmayado como
consecuencia de esto. Mi nariz había sangrado, mi mente se sentía
como si literalmente hubiese explotado, y Robert había estado conmigo
todo el tiempo, a pesar de que solo nos habíamos conocido en menos de
un día. Esta vez, sin embargo, no había perdido toda la conciencia y
aún podía sentir su mano bajo la mía. La otra esta suavemente
acunando mi cabeza que se había inclinado hacia adelante y luego
hacia un lado mientras la avalancha de pensamientos y visiones
tomaba el control abrumándome.

—¿Estás bien?

Abrí mis ojos ligeramente para ver la cara consternada de Robert


mirándome desde un angulo extraño; su cabeza estaba ladeada hacia
un lado, su torso retorcido hacia mí. Le sonreí y asentí con mi cabeza.

—¿Estás segura?

—Ajam, mmm —murmuré, simplemente agradecida por el contacto.

Me miró, estudio mi rostro. Tan pronto como estuvo seguro de que el


mareo había pasado, me ayudo a sentarme de nuevo.

—Me harás saber cuando estés listas para esto —dijo mientras tocaba
mi frente con la parte posterior de su mano.

—Estoy lista.

—No tenemos que apurar esto Grace. ¿Estas segura que estás lista?

—Eso depende de que sea lo que tienes que mostrarme. ¿Es esto sobre
Erica?
—No —respondió.

—Bueno, entonces supongo que solo tendré que esperar y ver. ¿Cierto?
—remarqué.

Mi mano que aún estaba cubriendo la de Robert deslizándose de ella


mientras la removía de la profunda abolladura que había hecho en el
colchón.

—Siento lo de la cama —dijo antes de tomar mi mano completamente y


acercarme—. No te muevas. No importa lo que veas. No te muevas
—instruyó antes de bajar su cabeza hasta la mía.

Nuestras frentes se tocaron ligeramente pero antes de que tuviera el


tiempo para apreciar la fresca suavidad de su piel contra la mía, ya no
estaba en mi cuarto. En vez de eso, ahora estaba viendo a dos personas
alejándose de la escuela en un auto verde oxido. Supe de inmediato
quienes eran mientras los sentimientos revueltos quemaban en mi
interior, ahora estaba viendo las cosas desde el punto de vista de Robert
y sus emociones eran ahora las mías, su enojo y su dolor dos voces
distintas en una, corazón frio y sin vida dentro de él. Mientras veía a la
pareja irse, su atención se dirigió hacia otra figura que abandonaba la
escuela.

El hombre era más viejo, corpulento con un paso notablemente


apresurado. Su cabello estaba despeinado y su traje café estaba
arrugado donde se había amontonado mientras se sentaba. Robert
observó al hombre caminar a través del estacionamiento hacia una
camioneta café oscura estacionada. El auto estaba sin seguro, el
hombre subió y alcanzó la llave para arrancar el motor. Era un sonido
enfermizo, como si el coche le rogara a su propietario que lo sacara de
su miseria, chillando como un animal herido justo antes que el ultimo
suspiro de piedad estuviese a punto de ser dado. El coche se retiró
lentamente de su lugar, su dirección negligente. Robert también se
estaba moviendo. Su visión se nublo pero no menos clara. Me di cuenta
de algo extraño, mientras seguía al vehículo. Cada segundo que pasaba,
cada simple incremento del tiempo parecía volver el cielo alrededor de
Robert más y más oscuro, mientras el auto en frente de él empezó a
entrar y salir de su carril.

Pronto la camioneta estacionada estaba casi por completo en la


carretera, la demanda era casi demasiado exhaustiva de manejar para
el motor mientras poco a poco avanzo hasta llegar a una velocidad
aterradora, mientras el coche entraba al carril opuesto pude distinguir

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lo que parecía ser la parte delantera de una bicicleta situada adelante
en medio de la pista.

El conductor, sin embargo, no lo hizo. Todo pasó en un segundo. El


auto chocó la bicicleta con exagerada velocidad, el armazón se partió en
dos y fue a parar debajo del auto. Aunque personalmente no sabía nada
sobre las funciones de un auto, esta no era mi visión. Era la de Robert,
y yo instintivamente sabía que las barras metálicas de las que estaba
hecha la bicicleta estaban a punto de hacer algo al eje trasero de la
camioneta. Con un fuerte chasquido metálico, los restos de la bicicleta
atravesaron la parte trasera del coche, el daño resultante provoca que el
coche se levante por encima del pavimento. La física se hizo cargo de la
masa del coche obligó a caer en picado. La velocidad intensa combinado
con la fricción de los neumáticos tirando contra el asfalto hizo que el
vehículo se sacudiera, resultando en que el coche se volcara en varias
rotaciones, para luego venir a descansar en su techo.

Detrás de él, el camino era un verdadero campo de batalla de metal


retorcido y desgarrado de goma. Había profundos surcos en el asfalto
con distintas formas de lo que pronto serían menos que las marcas del
frenar de neumáticos y el resto de la tubería que sobresalía del auto
ahora al revés, estaba completamente destruida. Vidrios cubrían el
camino, aunque parecía muy diferente del tipo que pertenecen a un
parabrisas o ventanas.

Robert se acercó al coche, la niebla levantando ligeramente, aunque


nunca retrocedieron las tinieblas. A medida que se acercaba, la
presencia de sangre en el suelo fue una señal de que todo el que estaba
en el coche no se había escapado ileso. La mano de Robert agarró una
parte de la puerta donde la ventana debería haber estado, como si
estuviera agarrando un libro grueso. Levantó la mano y la puerta se
desprendió de sus goznes sin problemas, sin esfuerzo, como
removiendo un trozo de pastel.

Tiró la puerta al lado, ignorando el sonido chirriante que hizo, ya que se


deslizó varios metros de distancia, y miró dentro de la cabina. Negó con
la cabeza por lo que vio, y sentí el retroceso en la imagen mientras
trataba de encontrar alguna cara reconocible, que pertenecíera al
hombre que había estado conduciendo. El volante estaba pegado a su
pecho, clavando su cuerpo en el asiento de su auto ahora destruido. Su
rostro era una masa destrozada, la piel y la sangre que brillaban con
fragmentos del mismo aspecto extraño que estaba en el camino detrás
de él.
—Hola Oliver —Oí a Robert decir con voz calmante.

—Oh, bien. Alguien esta aquí para ayudarme. —El hombre llamado
Oliver dijo con voz inentendible, tosió mientras la sangre brotaba de su
boca y se nariz y aterrizó en el techo del coche, mezclándose con el
líquido dulzón que ya se había acumulado ahí—. Creo que mi teléfono
aún esta en mi bolsillo ¿Podrías llamar a mí esposa?

La mano de Robert se acercó al coche y tocó suavemente el hombro del


hombre. Una intensa luz llenaba el coche en un rápido estallido de luz,
y luego Robert se encontraba fuera del vehículo, el hombre llamado
Oliver de pie junto a él, confundido y desorientado.

—¿Cómo llegué aquí… espera, esto significa que estoy muerto?

Robert agitó su cabeza.

—No, Oliver. Esto significa que no estoy interesado en tener esta


conversación en el auto mientras hay una fuga de gasolina y huele a
Vodka y Whiskey baratos.

—Oye, no sé de que estas hablando. No estaba bebiendo. ¿Ves?


Perfectamente sobrio. —Oliver argumentó, demostrándolo al alejarse
varios pasos de Robert y luego girando sobre sus talones, su perfecto
equilibrio, el movimiento suave.

La mano de Robert se movió con rapidez, envolviendo sus dedos


alrededor de la garganta de Oliver mientras decía en esa misma
calmada y tranquilizadora voz:

—Mientes, Oliver.

El hombre levantó las manos, con el rostro un tono más pútrido de la


púrpura, mientras se ablandaba.

—De acuerdo, esta bien. Sí tome un trago. Solo un tr… —El apretón de
Robert creció alrededor de la garganta de Oliver y el hombre empezó a
toser antes de lograr un jadeo rápido—. ¡Tomé media botella!

Robert aflojo su agarre de la garganta de Oliver, a pesar de que todavía


tenía sus manos entrelazadas alrededor de su cuello en un apretón que
se sentía extrañamente en torno a mi propia mano.

—Así esta mejor. Ahora, Oliver. Vamos a jugar un juego llamado verdad
o reto. Te haré una pregunta y me dirás la verdad o te atreverás a

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mentirme de nuevo y luego te haré repetir lo que acabas de
experimentar, solo que no usaré mis manos.

—¿Qué usaras? —Oliver tartamudeó.

Los labios de Robert se torcieron de nuevo en un gruñido amenazador y


rechinando los dientes. Oliver comenzó a temblar de miedo y de la
comprensión y la obediencia asintió.

—Me gusta que nos entendamos. Ahora bien, pregunta uno: ¿Sabes
quien soy?

Oliver negó con la cabeza, el movimiento tan pequeño y rápido, si yo


hubiera estado mirando con mis propios ojos me lo habría perdido por
completo. Robert sonrió a la respuesta del hombre.

—Dices la verdad, que pena, esperaba que tal vez supieras. Difícilmente
disfruto momentos como estos, pero por ti haré una excepción.

—Lo que yo soy, Oliver, es tu camino a la perdición. O, podría ser tu


camino a la salvación. La decisión es tuya.

Los ojos del hombre se abrieron por la confusión.

—No… no entiendo.

Robert señaló al cuerpo que estaba muriendo en el coche delante de


ellos.

—No estas en ese cuerpo Oliver. Estas de pie a mi lado porque tengo la
habilidad de permitirte vivir y hacer correctas las cosas erróneas que
has hecho, o puedo permitir que esta escena ante ti pase y morirás de
una manera muy dolorosa que no será más que un precursor de lo que
te espera.

Oliver miró a su cuerpo sin vida oculto por el volante que lo mantuvo
inmóvil y boca abajo, y luego se volvió su atención hacia Robert, cuya
apariencia amenazante se podía ver en el reflejo cristalino de los ojos de
Oliver.

—¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer arreglar las cosas?

—Jugamos. Siguiente pregunta, Oliver. ¿Cuál es tu peor crimen?

Oliver miró a Robert y luego de vuelta al coche. Su cabeza se mantuvo


oscilando entre ambos, obviamente, decidiendo que destino era peor.
Robert, se miraba las medias lunas en sus uñas, mientras que Oliver
decidía, chasqueó los dedos con impaciencia. Una pequeña chispa salió
volando de entre ellos y aterrizó en un chorro de líquido, encendiéndose
en un brillante destello azul de fuego. La llama viajó rápidamente, con
avidez buscando más combustible mientras se dirigía directamente
hacia la camioneta.

—¡No! ¡Espera! —exclamó Oliver. Él se tambaleó hacia delante, pero


Robert lo detuvo con el más débil de sus agarres en el hombro.

—¿Me lo dirás?

Oliver asintió con la cabeza frenéticamente, con la mirada fija en la


llama que se acercaba cada vez más a su cuerpo y a su posible ataúd de
metal.

Robert agitó una mano indiferente en el aire y una ráfaga de viento frío
sofocó la ola de calor de determinado color azul.

—Ahora. Dímelo.

Derrotado, Oliver asintió con la cabeza.

—Asesiné a una chica.

El cuerpo de Robert se sacudió ante la confesión.

—¿Tú... mataste a una niña?

Oliver asintió con la cabeza gacha por la vergüenza.

—Estaba de vacaciones con mi esposa e hijos en Nebraska hace cuatro


años. Los dejé en el hotel para ir a buscar algo de comida de ese lugar
para llevar que habíamos leído en una de esas revistas de turismo, ya
sabes. Me quedé más tiempo del que había planeado y había bebido un
poco demasiado mientras estaba allí.

—No era mi intención hacerlo. No, lo juro, pero no podía verla en la


calle —estaba oscuro y yo no sabía dónde estaba y en el momento en
que me di cuenta de lo que había sucedido, ya era demasiado tarde.
Traté de conseguir ayuda para ella, pero ella ya se había ido. Era tan
hermosa y joven, no mucho mayor que mi propia hija, y todo lo que
podía pensar era en ¿qué pasaría si me atraparan? ¿Qué pasaría con mi
propia hija? ¿Qué pasaría con mi esposa? ¿Mi hijo? Me asusté y la dejé
allí, mi familia y yo, nos fuimos al día siguiente.

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Robert reconoció esta confesión con gravedad, su ira y disgusto
volviendo su cuerpo frío.

—Hay más.

El hombre cayó de rodillas.

—Sí, hay más —respondió—. Atropellé a otra chica hace unos meses...
aquí.

El cuerpo de Robert se puso totalmente rígido mientras escuchaba al


hombre en el suelo comenzar a contar una historia con la que los dos
estaban muy familiarizados.

—He estado teniendo pesadillas sobre lo ocurrido, de esa chica que yo


maté. Yo ni siquiera sabía su nombre. Yo nunca lo busqué en Internet
ni nada por el estilo, no quería llegar a conocerla, ver a su familia, sus
fotos, pero su rostro me perseguía cada vez que cerraba los ojos.

—Se hizo tan malo que la única manera de sacarla de mi cabeza era con
ella ahogarla. Empecé a beber más a menudo; no podía seguir adelante
sin ello, no podía trabajar, no podía hacer nada a menos que ya no
pudiera sentir mis piernas y mis manos.

—Yo estaba en casa de un amigo una mañana —él estaba teniendo


problemas en el trabajo, también— y nos sentamos alrededor de la casa
y bebimos todo lo que pudimos, botella tras botella de lo que fuera que
pudiéramos encontrar. Vi la hora y sabía que tenía que irme; mi esposa
había hecho reservas para la cena con sus padres y le había prometido
que no iba a llegar tarde esta vez.

—Yo estaba conduciendo muy bien, lo juro. Podría haber vuelto a casa
sin ningún problema. Pero entonces la volví a ver, la chica que había
atropellado cuatro años antes, montando en bicicleta, y pensé... pensé
que si podía alcanzarla y hablar con ella, conseguir que me perdonara,
me dejaría ir, me dejaría ir a dormir. Pensé que estaba poniendo mi
mano sobre la bocina. Te lo juro. Yo no sabía que no estaba
presionando la bocina con la mano. No sabía que estaba presionando el
pedal del acelerador con el pie hasta que oí la bicicleta debajo del coche.

—Me detuve. Lo hice, detuve el coche y me bajé. Corrí hacia ella, la


muchacha, y la vi —sólo que no era ella, no era la chica. No conocía a la
primera chica, pero a esta... la conocía, reconocí su cara. No podía creer
que lo hubiera hecho de nuevo, y encima con alguien que conocía. No
sabía qué hacer... y entonces ella empezó a hablar, y me entró el pánico
de nuevo. La dejé allí. La dejé en la carretera y me fui a casa.

—Prometí a partir de ese momento que no probaría una gota más, si


ella vivía. Me juré a mí mismo y a cualquiera que estuviera escuchando
que nunca bebería una gota de alcohol, si ella lo hacía. Pero sabía que
ella no lo haría. Sabía que ella iba a morir al igual que la anterior
porque se veía peor. Había tanta sangre esta vez, no como la otra.
Estaba sangrando por todas partes, las había aplastado a ella y a su
bicicleta juntas. Oh, Dios.

Oliver apoyó sus manos al suelo y comenzó a atragantarse y a intentar


vomitar. Robert se quedó allí y lo observó en un silencio sepulcral, su
actitud fría sin hacer nada para calmar la enfermedad del hombre
delante de él. Finalmente, se agachó y lo agarró por la nuca de su cuello
y tiró de él hacia arriba.

—No vas a vomitar. No estás en tu cuerpo, ¿recuerdas? E incluso si lo


estuvieras, ya vaciaste tu intestino de todo lo que contenía en el
momento en que te estrellaste así que sugiero que dejes de hacer teatro
y sigas adelante con ello.

—Ahora —liberó a Oliver y lo observó mientras se desplomaba hacia el


suelo con un ruido sordo—, termina tu confesión.

El hombre asintió con la cabeza terriblemente y lo hizo mientras estaba


confesando.

—Me quedé despierto toda la noche esperando las noticias para decir
algo sobre lo que pasó. En el periódico del domingo había una pequeña
historia sobre ello, pero fue el papel del lunes el que me dijo que había
sobrevivido con heridas menores, ¡lesiones leve por accidente! Yo seguía
la historia para el caso de que no sobreviviera después de todo, pero ella
estaba bien. Seguí con mi parte del trato. Yo estaba bien, me mantuvo
lejos de la botella.

—Entonces empecé a preocuparme por si ella le decía a la policía algo


sobre mí. No dejaba de pensar: ¿qué pasaría si me vio? ¿Qué pasaría si
me reconoció? Los sueños empezaron a llegar de nuevo, sólo que esta
vez vi dos caras en lugar de una sola.

—Tenía que ver por mí mismo si ella estaba bien, tenía que saber que
estaba bien, y así lo hice. Ella estaba más que bien. Ella era diferente,
al igual que todo había salido repentinamente bien en su vida y la mía

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se caía a pedazos. Pero entonces ella me miró, y por un segundo pensé
que empezaría a decirles a todos que yo era el que la atropelló. Pero
apartó la mirada. Como todos los demás, ella miró hacia otro lado.

—Eso fue demasiado para mí. Dos caras, una que no tiene nombre, y la
otra con un nombre y una historia. No podía dormir de nuevo, no podía
comer, no podía hacer otra cosa que luchar contra las pesadillas. Y así
me encontré una botella de ginebra que tenía escondida en el sótano.
Sentía como si hubiera encontrado la paz líquida. Cerré los ojos y sus
rostros se habían ido. No pude dejar la botella después de eso. No había
manera. ¡Yo sería un completo desastre si lo hiciera, tienes que
creerme!

Oliver se levantó sobre sus rodillas y se agarró de la camisa de Robert.

—Por favor, dime por favor que me perdonas. Por favor.

Robert empujó al hombre lejos y dio varios pasos hacia atrás. Estaba
temblando, la ira funesta volviendo la visión de un profundo rojo
sangre, mientras bloqueaba todo lo demás que era bueno.

—Dime su nombre —dijo entre dientes al hombre—. Di su nombre.

Oliver abrió la boca y soltó el nombre rápidamente.

—Grace. Su nombre es Grace Shelley. Es una estudiante de la Escuela


Secundaria Heath justo calle arriba, una de los míos, en realidad.

El nombre en los labios del hombre no hizo nada para calmar a Robert,
y en su lugar pareció alimentar la rabia que hervía en su interior. Yo
podía sentir algo dentro de él volviéndose espeso y caliente, como si el
mismo infierno hirviera justo debajo de su piel y amenazara con
desbordarse y consumir todo el mundo y todo en su camino lleno de
rabia.

—¿Q… qué es usted? —exclamó Oliver mientras Robert mucho más alto
que él, bloqueaba con su presencia amenazadora el último de los rayos
del sol.

—No importa lo que soy. Lo que importa es que te dirijas a la policía y


corrijas los errores que has hecho.

—Pero acabo de hacerlo, ¿no? Lo hice por la confesión, ¡me dijiste que
confesara! ¡Me engañaste! —protestó Oliver.
—No, no lo hice. A causa de tu cobardía, Grace señaló a un hombre
inocente, destruyendo su vida y arruinando su credibilidad. Casi la
alejaste de mí, casi la alejaste de su familia, y las bajas se siguen
acumulando, Oliver. Esto es así, hacerlo… —Robert mantuvo su agarre
en Oliver y lo arrastró de nuevo al coche. Extendió una mano hacia el
cuerpo en el vehículo y miró a Oliver, una vez más—, o morir. Haz tu
decisión.

Oliver se veía terriblemente en su cuerpo, en el coche y al ver la


expresión asesina en el rostro de Robert.

—¿Qué es ella para ti?

—¿Quién?

—Grace. Me dijiste que casi la alejé de ti. ¿Qué es para ti? —preguntó
Oliver, una vez más.

—Ella es mi salvación. Y es la tuya también —dijo Robert, su voz casi


inaudible por estar tan triste—. Ahora... elije.

Oliver cerró los ojos y le dio a Robert la respuesta que había estado
esperando. La mano extendida de Robert tocó suavemente el cuerpo que
estaba laxo en el coche y, una vez más, el destello cegador apareció,
bloqueando la escena ante mí.

Tan pronto como la luz se disipó, me sorprendí al ver que Robert estaba
de vuelta en la escuela, su visión centrada una vez más en un par de
estudiantes que se dirigían hacia un coche verde oxidado. Él continuó
observando mientras el coche salía del aparcamiento y luego volvió su
atención a la escuela.

Apareció un hombre de fuera de la escuela. Él parecía nervioso,


nervioso mientras se dirigía hacia su coche, una ranchera de color
marrón oscuro que estaba aparcada lejos de los otros coches en el
aparcamiento de la facultad. Miró a su alrededor, como si estuviera
comprobando para ver si alguien lo había seguido. Cuando estuvo
seguro de que nadie lo había hecho, se agachó y miró en la parte
delantera de su coche. Robert centró su mirada y pudo ver las distintas
abolladuras en la parte delantera que estaba cubierto de virutas de
pintura que él sabía que procedían de mi bicicleta.

Robert bajó de su posición elevada, y sólo entonces pude ver que él


había estado sentado encima de uno de los árboles que bordeaban la

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escuela. Se acercó casualmente al aparcamiento, con las manos en los
bolsillos, su chaqueta con la cremallera subida ligeramente.

El sonido de sus pasos crujiendo contra las rocas y rastrojos en el suelo


eran el único sonido que se dirigía hacia el hombre que aún se movía
nervioso en torno a su coche. La mirada de Robert viajó hacia abajo y
asintió con gravedad mientras dejaba quietos sus zapatos de color
marrón con cordones de color negro. El hombre estaba de rodillas hacia
delante, sus pantalones subiéndose y exponiendo los calcetines blancos
por debajo de los pantalones de color marrón.

—¿Qué está haciendo ahí, señor? —preguntó Robert con voz acerada.

El hombre se levantó y se agarró el pecho por la sorpresa.

—¡Ay Dios, me has asustado, señor Bellegarde. Robert, tu nombre es


Robert, ¿no?

Robert asintió con calma.

—Sí, señor, lo es.

El hombre pareció aliviado mientras echaba un vistazo a la ropa oscura


y el pelo revuelto de Robert.

—Por un momento pensé que eras otra persona. Bueno, ¿en qué te
puedo ayudar entonces, Robert?

Robert señaló hacia los daños en la parte delantera mientras hablaba.

—Hay un hueco bastante grande allí. ¿Simplemente ocurrió? ¿Alguien


chocó con usted y se marchó sin ofrecer ayuda?

El hombre tosió mientras negó con su cabeza, la pregunta obviamente


haciéndolo sentir un poco inquieto.

—Uhm, no. No, nada de eso en absoluto. No.

Robert se inclinó para gentilmente frotar sus dedos contra la superficie


dentada.

—Esto luce bastante mal.

Él miró al hombre de pie junto al auto y lo vio mientras él comenzó a


decir varias explicaciones diferentes por lo dentado, ninguna de ellas
siendo nada cerca a la verdad. Robert movió su mano, un rápido e
indetectable movimiento en verdad, y algo de repente se estrelló contra
el lado del auto.

—¿Qué fue eso? — gritó el hombre mientras miraba alrededor del


capó—. ¿Es… eso una… bicicleta?

Robert caminó hacia el bulto retorcido de metal y se encogió de


hombros.

—Luce como algo que solía ser una bicicleta, señor.

El hombre escuchó la afirmación en la voz de Robert y se vio listo para


desmayarse. Robert se puso de pie rápidamente, ya preocupado porque
su plan estaba a punto de fallar. En cambio, el hombre estiró su mano
hacia su bolsillo y sacó una pequeño móvil azul. Lo abrió y presionó
tres números antes de presionar el auricular contra su oído. Él miró a
Robert y con la boca dijo las palabras “Perdón” antes de empezar a
hablar con el operador que atendió el móvil.

—¿Hola, si, 911? Mi nombre es Oliver Frey y tengo alguna información


importante en lo que respecta al accidente fantasma que ocurrió cerca a
la librería Heath en Septiembre. ¿Qué clase de información? Bueno,
wow… nunca antes había hecho esto así que no sé como… yo… yo soy
el que atropelló a esa chica. Sí. Eso es correcto. Fue mi auto. ¿De qué
color es? Café. ¿Tipo? Una minivan. Sí estoy en la secundaria Heat, en
el estacionamiento de la facultad. ¿Estoy solo? No. Estoy con el novio de
la señorita en este preciso momento. Si, señorita. No me iré. He… ya he
huido de esto tanto tiempo.

Robert sintió una leve sensación de alivio con las palabras del Sr. Frey,
pero no pudo contener la rabia que había comenzando a supurar dentro
de él de crecer con el sonido del alivio en la voz del Sr. Frey. Él rechinó
sus dientes, el sonido muy alto para ser normal, pero a Robert no le
importó.

El Sr. Frey miró la expresión de Robert y le entregó el móvil a él.

—A la operadora le gustaría hablar contigo, para confirmar que no he


huido. —Le dio sus llaves a Robert también y luego regresó al auto, sus
manos frotando su pecho mientras miraba a Robert con una expresión
de dolor—. Así, ahora no puedo irme.

Robert puso en su bolsillo las llaves y ubicó el auricular contra su oído.

—Hola.

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—Hola Robert.

Robert bajó su voz así el Sr. Frey no sería capaz de oírlo.

—Madre, ¿la policía está en camino?

—Estarán allí pronto, hijo. Éste es un muy buen día para ti, y para
Grace, pero el Sr. Frey necesita completar su confesión o algo…

Robert la cortó.

—Lo sé. No te preocupes. Estará completa. —Él colgó el móvil y luego se


lo devolvió al Sr. Frey.

—Gracias, Robert —dijo mientras tomó el móvil y tímidamente lo metió


de vuelta en su bolsillo—. Supongo que quieres saber porque, ¿cierto?

Robert negó con su cabeza.

—Mi suposición es que usted es un alcohólico que trata de ahogar sus


penas con vodka, whisky y el pastís.

El Sr. Frey parecía impactado, pero ese impacto rápidamente se


desvaneció al darse cuenta de lo que estaba haciendo, con lo que había
comenzando a acusarlo.

—Lo siento, Robert. Debería haber hecho otra cosa que no fuera
escapar, pero no lo hice, y estoy listo para aceptar la consecuencia por
eso. Sólo deseo que pudiera decirle a Grace, decirle qué perdón por lo
que hice.

Robert asintió bruscamente con la disculpa y escondió sus puños


apretados en sus bolsillos de su chaqueta.

—Tendrá la oportunidad.

Mi profesor de sala de clase asintió con tristes y lentos movimientos.

—He estado bebiendo por tanto tiempo hasta ahora, uso la sala de clase
como rehabilitación. Me permite el tiempo suficiente para superar mi
resaca natural. Quiero que sepas que lo intenté, Robert. Traté muy duro
después de lo que pasó de dejar de beber, renunciar a ésta botella del
demonio así nunca heriría a otra persona de nuevo, pero no pude. No
fui lo suficientemente fuerte. No sé si soy lo suficientemente fuerte
ahora, pero parece que a donde voy, no importará. He terminado con
tratar de huir de esto.
La audición divina de Robert le dijo que los autos de policía estaban en
camino. Rápidamente, él hizo la pregunta final, la frase final todavía no
había sido dicha.

—¿Tiene algún remordimiento, Sr. Frey?

El hombre viejo miró a Robert, lo miró con ojos confundidos, y asintió.

—Sí. Sí, sí tengo.

Robert asintió y suspiró con alivio.

—Bien. Será más fácil para usted.

El Sr. Frey sonrió.

—¿Fácil para mí? Hablas como si supieras a donde voy, niño. Voy a la
cárcel. No tienen celdas especiales para gente como yo; sólo castigos
especiales. No importa; he estado evadiendo esto por tanto tiempo, al
menos finalmente voy a ser capaz de detenerme de correr. Por favor, dile
a Grace que perdón. Dile a su familia también.

Robert miró hacia arriba con los sonidos de las sirenas a todo volumen
frente al camino de la escuela. Tres autos de policía se detuvieron frente
a él y el Sr. Frey y él dio un paso hacia atrás mientras varios oficiales
uniformados caminaron hacia ellos. Gritaron órdenes que dieron como
resultado que el profesor alzara sus manos encima de su cabeza y
agachara su cabeza.

La conmoción trajo estudiantes y profesores que todavía no habían


salido del edificio de la escuela y todos dieron un grito ahogado en
conmoción mientras el afable y siempre comatoso Sr. Frey era esposado
y luego llevado a uno de los vehículos policíacos a la espera.

Varios estudiantes y los oficiales de policía restantes se acercaron a


Robert, todos queriendo saber qué estaba sucediendo. Una manada de
profesores estaban reunidos cerca a la entrada de profesores, sus
cabezas temblando con la escena. El Sr. Branke se apartó hacia un
lado, un cigarrillo en su mano… sin prender. La noticia pronto se regó
alrededor del campus, el hombre que había golpeado a Grace y luego
había abandonado la escena finalmente había sido apresado, y que no
sólo había confesado, sino que había sido el Sr. Frey.

—¿Robert, es cierto?

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—¡Hey Rob, apuesto que estás agradecido de que ese hombre que
golpeó a Grace vaya a la cárcel!

—Wow, ¿el Sr. Frey? ¿Sabías sobre esto, Robert?

Robert miró a todos los que lo rodeaban, sus preguntas colgando en sus
lenguas, sus ojos a la expectativa y curiosos.

—Tengo que ir a decirle a Grace —dijo rápidamente, y los murmullos de


aceptación pronto lo siguieron.

Él hizo su mejor intento para mantener un paso humano y trepó a su


motocicleta con la misma pasividad forzada. Dio un vistazo a la
multitud que seguía reunida cerca a los autos de policía y negó con su
cabeza. Aunque ninguno de ellos se había atrevido a sentir ninguna
clase de simpatía por Grace cuando ella había estado tendida herida en
el hospital, o se había puesto de su lado cuando sin equivocarse implicó
al Sr. Branke por su crimen, todos estaban un poco agradecidos por
ella ahora. No entendía las idiosincrasias humanas que les permitían
ser tan apáticos una y otra vez sobre la misma cosa y luego de repente
desarrolló un interés como si hubiera sido jalado mágicamente del
delgado aire.

Aceleró hacia la casa que contenía al único humano que en verdad


importaba en éste mundo, el único que valoraba su vida por encima de
la suya. Silenciosamente se estacionó en la curva y se detuvo en el
lugar que debería haber estado ocupado por el mismo carro rustico
verde que había visto dejar la escuela.

Miró hacia la puerta y la vio por la ventana mientras estaba de pie en la


cocina. Observó su comer, su risa, la vio limpiarse y recoger los platos
de su comida. Podía oírla, estaba canturreando. Reconoció la melodía y
sintió una incómoda sensación de quemazón en su garganta con el
recuerdo después de los memorables momentos que pasó con ella
mientras esa melodía estaba comenzando a apilarse en su mente,
reemplazando todo lo demás que era de importancia.

Su mano se estiró mientras él la vio quitarse su cola de caballo fuera de


su banda estrecha. Sus dedos picaron para jugar con su cabello, algo
que no había hecho en muchísimo tiempo a pesar de que sólo habían
sido días. Cuando ella bostezó y puso su mano sobre su boca para
reprimirlo, él alzó su mano hacía la suya, el movimiento imitado de
alguna forma lo reconfortó.

—Tú sabes, podrías sólo caminar hacia dentro y tocar el timbre.


Miró hacia abajo para ver a Stacy de pie junto a él, su cabello en un
enredo sudoroso, sus ropas… faltando.

—Estás en ropa interior.

Ella miró su ropa y negó con su cabeza.

—No estoy desnuda, tu imbécil. Éste es un sostén deportivo, y estoy son


mis shorts para entrenar. Créeme, estoy usando mucha más ropa de la
que verías en una piscina. Entonces, ¿por qué estás parado aquí de
todos modos, luciendo como una mierda y acosador?

Robert no le respondió y sólo siguió mirándola por la ventana.

—Mira, sé que estoy siendo una molestia, ¿pero crees que podrías
dejarme saber cómo puedo ponerme en contacto con Lark, o al menos
saber cuándo volverá ella? Es importante.

Robert volvió su mirada hacia Stacy y respondió:

—No voy a molestar a mi hermana con tus caprichos humanos e


insignificantes, Stacy. —El pensamiento de las palabras sonó cruel, y se
dio cuenta que él no quería decirlas para que fueran así. Él se despidió
de Stacy con la mano mientras ella caminó hacia la casa, pero no la
siguió a pesar de su desesperada necesidad de hacerlo, de ser capaz de
ver y oír la voz de Grace, y decirle que por ahora, al menos, estaba a
salvo.

Abrí mis ojos mientras Robert se alejó de mí, nuestro contacto roto, la
visión ida.

—Wow.

Robert asintió.

—Sí.

—Fue el Sr. Frey —susurré sin creerlo.

Los ojos de Robert se endurecieron en la pizarra fría una vez que él


asintió con su cabeza.

—Él ha estado viéndote todo éste tiempo, sentada ahí mientras te


preocupas por quién fue el que te hizo esto. Si no hubiera confesado
con su alma, arrancaría su corazón y lo enviaría directo al infierno con
su cabeza detrás no muy lejos. —El odio oscuro en su voz debería

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haberme atemorizado, habría atemorizado a alguien normal, de seguro,
pero sentí un revoloteo en mi estómago porque sabía que ésta reacción
sólo podía ser tan fuerte si él todavía se preocupaba por mí.

—Claro que me importa, Grace. Te amo. Eso no se aleja sólo porque tú


o yo estamos enojados con el otro —se quejó.

—Lo sé —dije suavemente. Tenía tanto que decirle, pero éste no era el
momento adecuado, no cuando algo más apremiante estaba exigiendo
nuestra atención—. ¿Qué le pasará a él mañana? Quiero decir, ¿con…
tú sabes… tú?

—Él me lo confesó Grace, y por eso, se ha ganado tiempo extra, pero


necesita tu ayuda ahora, Grace —dijo urgentemente.

Lo miré, confundida.

—¿Yo? ¿Qué puedo hacer?

Robert me agarró de la mano y me puso de pie.

—Tú puedes salvarlo.


24
El perdón es Divino.
Traducido SOS por Whiteshadow, Little Rose y kathesweet

Corregido por Lizzie

—¿Y
o? ¿Cómo puedo salvarlo? —pregunté mientras
Robert me atraía hacia la ventana—. ¿Y a
dónde estamos yendo?

—Grace, en este momento, lo que necesito de ti


es que confíes en mí. Voy a explicarte todo, pero tienes que confiar en
mí, ¿de acuerdo?

Con las millones de cosas que había guardado dentro de mí para


decirle, las innumerables palabras y frases que clamaban por una
oportunidad para finalmente ser dichas, la única cosa que me vino a la
mente fue "siempre".

Robert sonrió y envolví mis brazos alrededor de su cuello. Él me levantó


y luego juntos flotamos fuera de mi ventana. Esperó hasta que
estuviéramos a varios metros por encima de mi barrio antes de que la
oscura niebla, comenzara a aparecer a nuestros pies, ocultando nuestra
presencia en el cielo nocturno.

Mientras viajábamos, pasando casa por casa, yo seguía sintiendo la


necesidad de preguntarle qué era exactamente lo que tenía que hacer
para salvar al Sr. Frey, pero contuve mi lengua. No me importaba lo que
fuera. En este momento, lo único que quería era fingir que no había
pasado nada entre Robert y yo, que las duras palabras no habían sido

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dichas, y que éramos simplemente dos amantes pasando un precioso
tiempo juntos.

Ese momento llegaría.

Tres palabras que nunca habían sonado tan dulces. Por primera vez en
lo que pareció una eternidad, apoyé la cabeza sobre el pecho de Robert.
El hueco sonido que existía allí me dio un extraño consuelo, y cerré los
ojos, permitiendo que su silencio me cobijara a medida que nos
movíamos rápidamente a través de la oscura nube.

Mientras que las luces debajo de nosotros se hicieron más brillantes,


fueron cada vez más y más difíciles de ignorar. El ruido, a su vez, hacía
que fuera difícil prestarle atención y sabía que estábamos fuera de los
límites de la ciudad de Heath. Solo que no sabía dónde.

Estamos en Newark, en las afueras de la estación de policía.

Me preparé a medida que el suelo se acercaba, pero Robert aterrizó con


perfecta gracia y habilidad. Se las había arreglado para llevarnos a unos
metros del edificio sin ser vistos, pero no había tiempo para detenerse y
admirar tal hazaña mientas Robert bajaba mis pies al suelo y quitaba
mis brazos de alrededor de su cuello. Me tomó de la mano y comenzó a
tirar de mí hacia la entrada principal, sus pies se movían demasiado
rápido como para que yo pudiera mantener el paso y tropecé varias
veces antes de que nosotros pasáramos a través de las puertas.

Fue entonces cuando me di cuenta de que no llevaba zapatos. Miré a


mis pies y me quejé por el daño que mi falta de velocidad había hecho.

—Podemos preocuparnos por tus pies más adelante. Tenemos que


ayudar al Sr. Frey —Robert susurró en mi oreja antes de arrastrarme
por un largo pasillo.

Él me empujó por una puerta a la derecha y pronto nos encontramos en


una pequeña habitación que tenía una pequeña ventana cubierta por
una rejilla.

—Espera aquí —dijo con voz severa que prometía terribles


consecuencias si desobedecía.

Quería preguntarle, exactamente, a dónde iría yo sin zapatos y ni idea


de dónde estaba, pero él ya se había ido, cerrando la puerta detrás de
él. En un intento de hacer pasar el tiempo de forma más rápida,
comencé a inspeccionar la habitación a la que Robert me había traído,
pero estaba tan desnuda como mis pies. Sólo una pequeña, mesa
rectangular de frío metal y dos sillas de metal decoraban la habitación.
Las paredes eran grises, hormigón pintado con nada que la adornara
para alejar la atmósfera gris y húmeda.

Una luz fluorescente colgaba sobre mi cabeza, estaba parpadeando en


esa molesta forma que da la certeza de que ahí es donde nacen los
dolores de cabeza.

Cerré los ojos, apretando mis párpados con los dedos en un intento de
bloquear los impulsos luminosos, dejándolo sólo cuando oí pasos que se
acercaban.

... Y luego continuaron su camino por el pasillo.

No sé cuánto tiempo esperé, pero fue el suficiente como para que me


quedase dormida en la fría superficie de la mesa. Empecé a soñar casi
inmediatamente, la sala fría y solitaria en la estación de policía pasó a
transformarse de inmediato en la sala fría y solitaria de mi propia casa.

Estaba de pie en medio de mi habitación, nada había cambiado en


absoluto, sin embargo, todo era diferente de alguna manera. Miré a la
cama, que estaba sin hacer, bueno, como dormía de costumbre, los
cobertores empujado hacia abajo a los pies de la cama, y una almohada
había caído al suelo.

Me volví a mirar mi tocador, todo aún amontonado descuidadamente en


la parte superior, mi despertador exiliado a la esquina más lejana, una
pila de libros en el lado opuesto. Miré el espejo y vi que mi reflejo no
mostraba nada diferente en mí. Misma cara normal, mismo cabello
castaño y ojos marrones. Comencé el corto viaje a mi armario cuando
algo me llamó la atención.

O más bien, algo que no estaba allí me llamó la atención.

Me volví para mirar una vez más a mi tocador, y mi mirada viajó a la


parte inferior del espejo. Había un residuo pegajoso que, evidenciaba la
cinta que había estado allí, pero lo que fuera que había estado pegado
se había ido. Miré en la parte superior del espejo y vi el mismo residuo
pegajoso, pero no la cinta.

Traté de recordar qué era lo que había estado allí, pero mi mente era
como una nube de pensamientos que no se sentían como míos. El
sonido de un coche encendiendo afuera me hizo dar la vuelta y acercar
mi cabeza a la ventana.

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Metí la cabeza por la abertura y sonreí mientras veía el coche de
Graham alejarse por la acera. Probablemente debía de ir a trabajar.
Unos pocos segundos más tarde, Richard irrumpió fuera de su casa
vistiendo una bata de baño de colores, una botella esmerilada llena de
líquido transparente en una mano, un vaso lleno de hielo y un líquido
de color ámbar en el otro. Le gritaba al coche, mientras este salía a toda
velocidad, las palabras eran demasiado confusas para que yo las
entendiese, pero el tono decía más de lo que las palabras podían.

Le grité, mi rabia por el comportamiento hacia su hijo tomó el control, y


lo reprendí por dejar que el alcohol, una vez más, tuviera prioridad
sobre la sobriedad por el bien de su hijo. Nunca se volvió a mirarme, y
en su lugar tomó un trago de su vaso y se adentró de nuevo en la casa,
las delatoras pantuflas en los pies ensuciaban con lodo fangoso, de una
nevada de primavera que no recordaba, el borde inferior de la túnica.

Un golpe en la puerta me hizo saltar. Me golpeé la cabeza en la ventana


como resultado y me frotaba el bulto cuando papá entró. Él sostenía
una canasta de ropa recién lavada y doblada.

—Hey, Grace. ¿Te asusté?

Negué con la cabeza.

—No. Yo estaba mirando hacia afuera. Richard estaba gritándole a


Graham y le grité que se detuviera, pero es como si no me hubiera oído.

Papá asintió con la cabeza y sonrió.

—Por supuesto que no se enteró, Grace. Está medio muerto por toda la
bebida alcohólica y medio sordo de todo lo que grita. No sé cómo
Graham lo aguanta, pero supongo que no puedes dejar de preocuparte
por él, no importa lo que pasó entre ustedes dos.

—Él es mi mejor amigo, papá. Es un poco mi trabajo preocuparme por


él —bromeé mientras comenzaba a poner las camisas en mi cajón. Me
detuve en la última, marcadamente familiar. La abrí y me pregunté por
qué estaba en mi posesión—. ¿Cómo llegó esta camiseta hasta aquí?

Papá me dio unas palmaditas en el hombro.

—Grace, entiendo que sientas la necesidad de aferrarte a Graham a


pesar de lo que te ha hecho, pero su comportamiento y su forma de
tratarte debería ser suficiente para decirte que él no es tu amigo. Ni
siquiera puedo decir si alguna vez realmente lo fue.
Rodando los ojos ante un papá sobre protector, sacudí la camisa
delante de la cara de mi padre para traer su atención de nuevo a mi
pregunta.

—¿Por qué estaba esta camiseta en la lavadora, papá?

Me quitó la camisa y la miró antes de colocarla en el tocador.

—Siempre has tenido algo con las caras sonrientes, Grace. Me imagino
que estaba en el lavado, por que la has llevaba puesta de nuevo,
aunque no sé por qué. Es una camiseta bastante fea. Se podría pensar
que habría más para seleccionar en la tienda de segunda mano que
tanto te gusta.

Me quedé mirando la camiseta y abrí mi boca para decirle a papá que


no me había puesto esta camiseta en más de seis meses, que había
estado en posesión de Robert desde la última vez que la había visto,
pero me mordí la lengua. Eso hubiera sido muy difícil de explicar, y
papá habría, automáticamente, supuesto lo peor, lo que habría sido
aún más difícil de revertir. Me puse a un lado cerrando los cajones.

—¿Cómo lo esta haciendo Janice? —le pregunté cuando empecé a


guardar algunos de los otros artículos en la cesta.

—¿Por qué preguntas por ella?

Me di la vuelta, con un par de calcetines en la mano, y tomé un buen


vistazo a su cara. Él se veía más delgado, por alguna razón, mayor.
Había ojeras debajo de sus ojos y las arrugas de su frente parecían
haber crecido más profunda y prolongadamente, grabando el rostro con
una edad que no le pertenecía.

—Quería saber cómo estaba —le dije lentamente.

—No sé cómo está, Grace. Dejamos de hablar el uno con el otro después
de que ella se mudó ¿recuerdas?

Mi rostro arrugado por la confusión.

—¿Qué quieres decir con “después de que ella se mudó”? ¿Se trasladó a
dónde?

El estado de ánimo de mi padre creció hosco y empezó a alejarse.

—¡Papá! —lo llamé, y él se dio la vuelta, los ojos tristes, la boca torcida
por la ira.

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—¿Fue a tu manera, Grace, no es eso suficiente? Ella nunca tuvo una
oportunidad contigo, nunca tuvimos una oportunidad, y ahora que por
fin estoy empezando a superarlo, moverme más allá de esto, la traes de
nuevo. ¿Es esto una especie de juego retorcido que estás jugando,
Grace? Lo entiendo, todavía estás molesta por Graham. Entiendo que te
culpes por que el auto golpeo a Stacy y no a ti, ¿pero tienes que actuar
como si los sentimientos de todos los demás están aquí para que tú
puedas jugar con ellos porque la vida te trató mal?

Las palabras que salieron de su boca sonaban extrañas, no tenían


ningún sentido, porque nada de eso había sucedido. Pero entonces los
recuerdos, los extraños recuerdos en mi cabeza que sentía como si no
pertenecieran ahí... de pronto lo hicieron.

Cerré los ojos y pude ver las imágenes que no eran mías, y sin embargo
lo eran. El primer día de clases, el día del accidente, las
consecuencias... eran todas imágenes familiares y sin embargo
diferentes.

Papá había dicho que Stacy había sido golpeada por el auto, pero
¿cómo? Ante mis ojos, ví el mismo camino, y yo estaba en él, pero no
estaba sola. Stacy —ella estaba a mi lado, caminábamos, su auto se
había descompuesto a una milla de distancia, y nos dirigíamos hacia la
biblioteca para usar su teléfono.

En todo lo demás, la escena se desarrollaba exactamente igual, pero


esta vez no fui yo quien fue golpeada. Me oí gritar cuando Stacy fue
empujada lejos de mí, el impacto del coche la envió hacia adelante y
aterrizó en el asfalto varios pies delante del vehículo, que luego procedió
para alejarse de ella antes de llegar a una parada a pocos metros.

El conductor salió del vehículo, desorientado y tembloroso, se acercó al


montón arrugado y sangriento que era Stacy. Corrí hacia ellos, mi voz
era nada más que gritos. El hombre alzó la vista cuando me acerqué y
luego en estado de pánico, echó a correr hacia su auto. Le grité que
parara, volviera y ayudara, pero se fue. Volvió a su auto y se marchó.

Miré a Stacy y cerré los ojos ante la imagen, abriéndolos de nuevo en mi


habitación.

—Stacy... —susurré, y miré el rostro de mi padre, que estaba torcido


con el mismo dolor que yo sentía.

—Ella no sufrió, Grace. El Médico dijo que ella murió muy rápidamente,
que no había nada que pudieras hacer.
Sacudí mi cabeza ante la idea de Stacy muerta. ¿La tremendamente
saludable Stacy? ¿Fue a ella a quién atropelló el señor Frey con el auto
en lugar de a mí?

—Esto no es real —comencé a decirme—. Esto no es real. Stacy no ha


muerto. Yo fui a la que el auto chocó. Fui yo, no Stacy. Robert sabe que
fui yo, él estaba ahí, lo recuerdo.

Papá sacudió la cabeza y se me acercó. Puso dos manos fuertes en mis


hombros y comenzó a sacudirme, pero demasiado gentilmente por lo
que mi pelo apenas se movió.

—¿Grace, de qué estás hablando? Sí cariño, Stacy ha muerto.


¿Recuerdas? El auto viró para esquivarte y la impactó a ella en su
lugar. Murió unas semanas después del comienzo de clases. ¿Y quién es
Robert?

—¿Quién es Robert? ¿Qué quieres decir con quién es Robert? Es mi…


—Volví la cabeza al espejo, enfocándome en los puntos del espejo que
estaban vacíos a conciencia—. Él es, él es…

—¿Grace? ¿Él es qué? ¿Quién es?

Me volví para ver a mi papá y no pude responderle. Tomé la camiseta


que él me dejó y noté que mi mano—mi mano derecha—no tenía nada.
Me tiré al piso y comencé a buscar en la alfombra, pasando mis manos
por toda la textura mullida.

—¿Grace, qué estás haciendo? —preguntó papá alarmado.

No le respondí. Simplemente estaba desesperada buscando el anillo que


no estaba en mi dedo, y debería estarlo, porque nunca me lo quité.

—Grace —gritó cuando no le respondí—. ¿Grace?

Comenzó a sacudirme, y todo encajó. Janice se había mudado, como


dijo que haría. La actitud de papá hacia Graham era tan fría como lo
había sido después de que Graham terminara nuestra amistad, por lo
que al parecer nunca nos habíamos arreglado. Pero no lo hicimos hasta
después del accidente… que mató a Stacy.

—Oh Dios —susurré. Si el accidente mató a Stacy, eso quiere decir que
no hay Robert.

—¿Grace, qué pasa?

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—Robert… —dije suavemente, cerrando mis ojos y ovillándome en el
suelo, el dolor ante la idea de que no existe superando con creces a la
de que no está en mi vida. Me sentía vacía, hueca, con el corazón
hundido.

—¡Grace! —gritó papá.

—¿Grace?

Lo sentí sacudiéndome, pero no quería abrir los ojos.

—Grace, abre los ojos. Está bien.

Sacudí mi cabeza, reacia a ver un mundo que no tenía la única cosa


que le daba sentido.

Abre tus ojos, amor.

Lo hice, pero más por la sorpresa que por otra cosa. Mi cabeza ya no
estaba en la suave alfombra. En su lugar, sentía el acero frío. Ojos de
mercurio líquido brillando de preocupación me miraban desde el borde
de la mesa en la que me había quedado dormida.

—¿Robert?

Asintió, apretando suavemente mi mano. Mis ojos las miraron y noté la


plata en mi dedo.

—Oh, has vuelto —susurré.

—Nunca me fui —me explicó amablemente.

Con un sollozo abracé a Robert, siguiendo con el llanto del sueño, sólo
que ahora era de alivio y felicidad porque Robert estaba aquí, era real,
seguía siendo mío.

—¿Qué pasa? —me preguntó preocupado. Nos separó lo suficiente para


poder verme a los ojos—. ¿Grace, qué pasa?

—Y-yo so-soñé qu-que no eras re-real —dije hipando, agarrando la


camisa de Robert para que no pudiera alejarnos más—. No me dejes.
Nunca más vuelvas a irte.

Me permitió acercarnos más, con su mano en mi cabeza, fuerte y


reconfortante.
—Te lo prometo, lo prometo Grace. Está bien. Sólo fue un sueño, aquí
estoy —susurró en mi oreja. Asentí, pero no lo solté.

Una suave tos me advirtió que no estábamos solos.

—¿Quién es? —le susurré a Robert, incapaz de volverme, de dejar sus


brazos.

—El señor Frey —respondió—. Ha venido a pedirte perdón Grace.

Levanté la cabeza del hombro de Robert y lo miré con desconfianza.

—¿Es en serio?

—Sí lo es —dijo asintiendo con la cabeza.

—Pero casi me mató —siseé—. Me dejó para que muriera junto a la


carretera, Robert.

—Sí lo hizo. Pero te dije que necesitaba tu ayuda, y comienza con esto
—insistió Robert, alejándome otra vez para que enfrentara al hombre
que casi destruyó mi vida—. Necesita absolución, Grace. Puedes
ayudarlo al hacer esto.

—¿Cómo?

—Escúchalo, deja que te cuente lo que sucedió.

Lo miré con desconfianza. Pero yo ya sabía lo que había ocurrido.

Robert tomó mi mano, y la apretó suavemente.

—Necesita hacer esto, Grace. Necesita tu perdón. Y tú necesitas


escucharlo.

—De acuerdo. —Concedí y me volví para enfrentar al hombre que me


atropelló—. Cuénteme qué pasó.

El señor Frey me miró y después a Robert. Sentado en la silla frente a la


mía, parecía tan confundido como yo, pero comenzó a decirme la misma
serie de eventos que le había dicho a Robert, los detalles trayendo
diferentes recuerdos, todos desde puntos de vista distintos pero que
llevaban a un pantallazo general de lo que me había pasado. Mientras la
historia llegaba a su punto culminante, la escena de lo que me había
pasado.

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Mientras la historia llegaba al final, la escena en mi mente cambió. Ya
no era mi cuerpo en el piso. Como en mi sueño, era el de Stacy que
yacía roto en la calle mientras el señor Frey huía de la realidad de lo
que había hecho.

Sentí a Robert liberando mi mano y me dio vuelta para que lo


enfrentara, con los ojos buscando, seguramente al igual que su mente,
mientras veía las imágenes en mis pensamientos, dejándolo perplejo.

—Grace. —Lo oí detrás de mí. Me volví para ver al señor Frey, cuyos
ojos se veían vidriosos e inyectados en sangre, su nariz larga roja por
las emociones que no le pudo expresar a Robert cuando se enfrentó a
su muerte.

Lo miré, asimilé el drástico cambio ocurrido desde la última vez que lo


había visto, tanto en mi mente como la de Robert, y comencé a ver algo
en él que no había visto antes. En su cara, podía ver la de mi padre,
entrado en años y terriblemente solo. Su mano tenía una línea más
clara de piel en el dedo anular de la mano izquierda, pero sin anillo. Mi
mano se cerró instintivamente, sintiendo la presión de la piedra contra
la palma y tranquilizándome con su presencia. No había marcas de
risas en sus ojos, aunque parecía más viejo que mi papá, y supe que él
no tenía amigos en los cuales encontrar alivio.

—Tiene una vida muy triste, señor Frey —le dije—. Huyo de sus
problemas para proteger a su familia, y ellos de todas formas lo
abandonaron, ¿no es así?

Ambos se encogieron antes mis palabras, sorprendidos por lo que había


deducido, Robert más porque había aprendido algo que él no. Miré al
señor Frey y comencé a sentir lástima por él mientras pensaba en la
chica que había muerto, en Stacy, cuya muerte fue tan real en mi
mente.

—Has perdido todo: tu esposa; tus hijos; pronto se irán tu carrera y tu


libertad. Mataste a esa chica, y de alguna manera, su familia se está
preguntando lo mismo que se preguntó mi padre sobre mí.

—No hay razón en la tierra que justifique que lo perdone por lo que
hizo. Me dejó morir en ese camino. Sabía quién era yo, sabía que no
tenía a nadie, y en vez de tomarse un momento para ser la persona que
quiere que yo sea, se fue. Me dejó allí, sola, asustada, destrozada,
muriendo. Y después me dejó acusar al señor Branke, dejó que lo
arrestaran y me vio arruinar su vida. No hay razón para que lo perdone
señor Frey. No debería perdonarlo. Pero lo haré.
El señor Frey comenzó a atragantarse por la incredulidad, y me levanté
para palmearle la espalda. Me miró con los ojos muy abiertos, las
manos temblorosas, y el rostro sudoroso.

—¿Por qué? —susurró, con la voz temblorosa.

—Porque fui yo —dije suavemente, volviendo a sentarme—. Podría


haber sido alguien más, alguien que habría muerto, alguien que quiero
mucho, pero no lo fue. Por alguna razón, fui yo a la que atropelló aquel
día, y el accidente cambió mi vida.

Robert se arrodilló a mi lado y sentí un ardor en la garganta mientras


veía muy claramente lo que había sido la vida sin él, incluso sólo por un
segundo. Sus ojos se volvieron oscuros y tormentosos mientras veía lo
que hice, veía lo que vi.

Parpadeé para despejar las lágrimas que habían vuelto e inspiré hondo,
necesitando terminar lo que había venido a hacer.

—Señor Frey, usted tiene mi perdón, pero lo que espero para usted, lo
que rezo por usted, es para que pueda perdonarse a sí mismo. Ha
perdido mucho por lo que hizo, y probablemente pierda mucho más,
pero sé que no ha perdido lo más importante —aún.

El señor Frey comenzó a sollozar, y aunque no debería, sentí la


necesidad de reconfortarlo. Pasé la mano sobre la mesa, extendiéndola
hacia él. La miró con escepticismo, me miró confundido, pero su mano
lentamente se estiró, y la sentí rara en la mía, el pequeño contacto abrió
nuestros conductos lagrimales.

Nos sentamos así, con las manos extendidas, las lágrimas cayendo
hasta que ya no quedó nada para dar. No más lágrimas, no más
confesiones. Me sentí emocionalmente seca cuando me paré, con Robert
a mi lado anunciando que era momento de irnos.

—Gracias —dijo el señor Frey mientras salíamos del cuarto, con su


mano en su corazón en señal de sinceridad—. Realmente eres un ángel
misericordioso.

Me reí nerviosamente ante eso y miré a Robert, quien sacudió la cabeza


y me empujó para caminar. Pasamos rápidamente por los cubículos de
los policías quienes no parecieron notar a dos adolescentes, uno
descalzo, pasando a su lado después de medianoche.

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Sólo cuando estábamos afuera le pregunté qué fue lo que había hecho,
y por qué había sido tan necesario.

—Eres el ángel —me dijo, pero rápidamente se puso serio mientras


llegábamos al final de la acera frente a la estación. Sin detenerse ni
advertirme lo que iba a hacer, Robert me tomó en sus brazos y nos
levantó del suelo, con un movimiento que nos llevó al cielo.

Mantuve mi cara presionada contra la cálida columna del cuello de


Robert, tratando de verlo sólo a él, olerlo sólo a él; el Sr. Frey no era la
única persona que necesitaba perdón.

No pasó mucho tiempo antes de que el olor del césped cortado, húmedo
y fresco llegara a mí, rompiendo el perfume embriagador que era
únicamente de Robert. Levanté mi cabeza lo suficiente para mirar sobre
el hombro de Robert y veo dónde era que estábamos. La pared blanca
era inequívoca, la casa blanca y grande inmediatamente se hizo
reconocible para mí.

—¿Por qué estamos aquí? —pregunto, mi voz apagada hacia el cuello de


su chaqueta.

—Necesitamos hablar, y tú necesitas un lugar donde puedas gritar.

Me reí de eso.

—Eso podría ser verdad.

—Por supuesto que lo es —insistió.

Me llevó a través de la puerta, el silencio solo enfatizando la oscuridad


que llenaba la casa. Una vez en su habitación, él cerró la puerta y me
dejó gentilmente sobre la cama. Se quitó su chaqueta y procedió a
colgarla lentamente, algo que nunca lo había visto hacer.

—¿Estás buscando evasivas? —pregunté, la pregunta pareciendo tonta


para alguien que tenía todo el tiempo del mundo.

—Para ti parece tonto. Para mí, ayuda a evitar que cada momento
contigo termine mucho antes.

No sabía qué decir a eso. Siempre daba por sentado el hecho que tan
lento como el tiempo parecía viajar para mí, éste pasaba a un ritmo
rápido para él, y sus movimientos, cuando no estaban siendo
escudriñados por aquellos que podían discernir la diferencia, eran una
excelente muestra de la falta de apreciación del tiempo.
—Grace, antes de que digas algo, antes de que empecemos a pelear otra
vez, quiero hablarte sobre lo que sucedió hoy…

—¿En la estación de policía?

Él no se giró, pero vi que su cabeza asentía, la cabeza oscura


moviéndose arriba y abajo mientras hablaba.

—Sí, en la estación de policía. Cuando te quedaste dormida, soñaste…


soñaste sobre lo que habría sido tu vida si nunca hubiera entrado en
ella…

—Si nunca hubieras existido —corregí.

—Siempre existiré, Grace, pero eso es irrelevante. Eso fue lo que te


expliqué cuando formas un recuerdo, se quema en tu mente,
marcándote con la verdad de éste. Los recuerdos difieren de otros
pensamientos. Ellos no cambian, incluso si crees que lo hacen. No se
forman independientemente.

—No entiendo.

Robert levantó su brazo contra la puerta de la habitación y descansó su


cabeza contra éste.

—En tus sueños, nunca nos habíamos conocido, nunca habías


recuperado tu amistad con Graham, Janice nunca se había mudado, y
Stacy… Stacy era la única que terminó siendo asesinada, ¿cierto?

Asentí luego alejé mi mirada, sintiéndome estúpida porque él ni siquiera


estaba mirándome. Suspiró y continuo: —Empezaste a ver cosas en tu
sueño, recordar cosas que creíste que no pertenecían a allí, ¿cierto?

—Sí.

—Grace, esos son recuerdos genuinos. Esas son cosas que son
grabadas en tu mente como si realmente te hubieran sucedido.

Me senté allí con mi boca entreabierta, la idea sonando más y más


absurda cada vez que la repetía en mi cabeza. Traté de encontrar algo
qué decir, algo que lo contradijera sin dejar ningún espacio para la
duda. Todo lo que pude decir fue: —Eres real.

Él se giró y me miró, sus ojos oscuros, sombreados de gris, su boca una


línea dura que indicaba ira y dolor.

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—¿No entiendes lo que estoy diciéndote, Grace? Los recuerdos formados
por sueños están atados a esos sueños, siempre ligados a decirte que
no son reales, sólo visiones de tu subconsciente… nunca son
independientes de ellos. Tus recuerdos no tienen sueños.

—¿Qué significa eso?

Robert sacudió su cabeza e hizo rechinar sus dientes, luchando contra


la respuesta que peleaba por ser contada.

—Eso significa que alguien ha estado jugando con tu mente, Grace.


Sólo que no sé quién, o incluso cuándo.

Me sentí más confundida por eso que asustada.

—¿Cómo? ¿Cómo alguien simplemente puso un recuerdo en mi mente


sin que yo supiera de ello?

—Te he dicho cómo, es sólo que te he dicho cómo se hace en sentido


inverso…

El reconocimiento me golpeó y mis ojos se agrandaron por la sorpresa y


la ira.

—Quieres decir que lo que está pasando con Erica… ¿eso me está
pasando a mí?

Él asintió lentamente, el que yo lo dijera parecía finalizarlo de alguna


manera, y a ninguno de los dos le gustaba esa idea.

—Aunque esto no tiene sentido. ¿Por qué? ¿Quién?

Robert hizo una mueca.

—No lo sé. Nunca has estado sola en ningún lugar excepto en tu


habitación, así que eso excluye cualquiera de los métodos
convencionales, lo que significa que quienquiera que sea que está
haciendo esto tiene la habilidad de llegar a ti cuando estás dormida.
—Se giró una vez más y maldijo en voz baja.

Nunca lo había escuchado hablar así antes, las palabras sonando tan
extrañas saliendo de su boca. Me paré y lentamente caminé hacia él,
mis pasos inseguros, mi mano temblorosa. Él también estaba
temblando, aunque no podía discernir por qué hasta que puse una
mano nerviosa sobre su hombro y él se giró para enfrentarme.
—Estás asustado —dije suavemente, fácilmente reconociendo las
señales.

—Te dejé sola. Me dijiste que lo hiciera y como un idiota escuché, y


ahora alguien está jugando con tu mente de una manera que no puedo
averiguar. ¿Qué si quienquiera que hizo esto hubiera tratado de hacer
algo más? ¿Qué si trataron de herirte?

Las manos de Robert sostuvieron mis brazos y los agarraron con fuerza;
mi cuerpo empezó a temblar y me di cuenta que era porque él estaba
temblando, sus manos reteniéndome porque necesitaba mi apoyo.

No sabía qué hacer, esta era una situación que no me era familiar.
Robert nunca había mostrado miedo antes. Al menos, no de la manera
en la que lo haría temblar así. Nunca había parecido más vulnerable de
lo que parecía en ese momento. Lo había visto morir, lo había visto
retorcerse en un dolor inimaginable, y aún así siempre había
permanecido con voluntad de hierro y firme. Ahora yo era la fuerte.

No podía moverme, sus brazos fuertes me sostenían a una distancia


segura, así que simplemente esperé a que él aflojara su agarre sobre mí.
Lo miré, mis ojos nunca dejando los suyos, reafirmando que no importa
cuán enojada, cuán alterada hubiera estado por las palabras que había
dicho, aquí era a donde pertenecía, donde necesitaba estar.

—Robert —dije en una voz suave y tranquilizadora—. Lo siento por


decirte…

Fui interrumpida de mi disculpa por la fuerza de él trayéndome contra


el círculo estrecho de su abrazo. Mis brazos se enredaron alrededor de
su espalda con una necesidad indescriptible e intrínseca.

—No te disculpes por algo que te hice hacer —gimió Robert en mi


cabello—. No lo hagas.

Sacudí mi cabeza, incapaz de dejarlo escapar tan fácilmente.

—No me hiciste reaccionar de la manera en que lo hice. Fue un error de


mi parte decir lo que te dije, independientemente de cómo me sentía. Lo
lamenté tan pronto lo dije, pero mi orgullo estúpido y obstinado no me
permitió admitirlo.

—Debería haber sido el que se disculpe, Grace, no tú. Yo soy quien


reaccionó de forma exagerada, quien debería haber sabido mejor. Mis
acusaciones fueron infundadas y totalmente retrógradas, y fue mi

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orgullo estúpido y obstinado el que no me permitió admitirlo tampoco.
Lo siento, Grace. —Los brazos de Robert me atrajeron con fuerza, algo
que no sabía era posible, y yo, a su vez, traté de empujarlo más cerca a
mí como fuera posible, necesitando sentir su calor, su fuerza.

Sólo cuando mis piernas se sintieron que podían fallar de estar de pie
por tanto tiempo, Robert finalmente me levantó y cuidadosamente me
puso sobre la cama. Se sentó al otro lado de mí y puso mis pies en su
regazo.

—Tienes dedos extraños —comentó mientras empezaba a masajear las


plantas de mis pies.

—¡No es así! —protesté, y traté de alejar mi pie, pero él lo sostuvo con


rapidez—. Son pies normales. Además, no recuerdo ver tus pies alguna
vez.

Robert se inclinó para desatar los cordones de sus zapatos negros, algo
que nunca lo había visto hacer antes, y observé, fascinada mientras
procedía a quitarse el zapato seguido por una media negra larga. Una
vez desnudo, llevó su pie sobre la cama y me permitió inspeccionarlo.
Me incliné hacia adelante y lo alcancé tentativamente.

—¿Qué? —preguntó Robert mientras percibía mi vacilación.

—Es solo que… bueno, siempre que Graham empujaba su pie hacia mí,
éste estaba siempre sudoroso y oloroso. Simplemente… asumí que el
tuyo sería de la misma manera —admití tímidamente.

Él dejó salir una risa alegre y relajada mientras meneaba sus dedos.

—No sudo, y estoy bastante seguro de que eres consciente de que no…
huelo. No mal, de cualquier manera.

Lo miré con duda en mis ojos, pero permití que mi mano sostuviera su
pie pálido y fiel a su palabra, no estaba ni sudoroso ni olía mal. Para mi
sorpresa, éste en realidad emitía un olor agradable no muy diferente al
que podías recibir cuando él te hablaba.

—Qué extraño —murmuré mientras miraba la piel suave en la planta de


su pie—. ¿Puedo ver tus manos?

Robert extendió su brazo y agarré su palma, buscando por lo que sabía


iba a estar ausente cuando agarré sus dedos. —¡No tienes huellas!
—exclamé sorprendida—. ¿Por qué no lo noté antes?
—Porque simplemente asumiste, aparte de las diferencias obvias, que
yo era como tú.

—Oh.

—¿Grace?

—¿Sí?

Robert quitó su mano de la mía y se acercó más a mí, su cara a pocos


centímetros de la mía.

—¿Estamos… bien?

Asentí en respuesta, demasiado asustada de decir algo que pudiera


decir lo contrario. Robert sonrió. Estaba tan cerca, que pude sentir su
aliento cálido sobre mi cara e inhalé ávidamente, el aroma embriagador
haciéndome cosas que sabía que las drogas jamás harían. La sonrisa de
Robert se volvió más amplia mientras se inclinaba más cerca hasta que
finalmente nuestros labios estuvieron un milímetro apartados. Bajé mi
mirada y sentí mi respiración parar en anticipación, había parecido una
eternidad desde que había estado así de cerca a él, sus labios todavía
separados en esa sonrisa devastadoramente atractiva que causaba que
mi corazón saltara notablemente.

—Estás más emocionada de lo usual —comentó con una risa ligera—.


Quizás es demasiado pronto…

—¡No! —Lo interrumpí bruscamente y avancé, cerrando la distancia


microscópica entre nosotros hasta que mis labios estuvieron
presionados firmemente contra los suyos. Era un momento definitivo
para los dos; la corriente eléctrica siempre corriendo que se provocaba
entre nosotros se convirtió en una entidad viva que encendió algo entre
los dos; y por un momento demasiado breve, ambos perdimos control
de nosotros mismos.

Las manos de Robert subieron a sostener mi cara firme mientras yo


lucha por atraer la suya más cerca, él nunca podría estar lo
suficientemente cerca, decidí, y con una clase de urgencia
desenfrenada, él empezó a darme besos duros y picantes que nunca
había sabido que necesitaba. No eran suaves y gentiles, dulces y
entrañables como lo fueron todos los otros. Ni siquiera eran
brillantemente excitantes como había sido nuestro último beso. Este era
desesperado, casi un beso de enviar un mensaje que no dejaba duda de
lo mucho que él me necesitaba.

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Y yo lo necesitaba. Lo necesitaba más que al aire, al agua o a la luz. Él
era cada emoción, cada pensamiento que yo poseía. Sentía olas de calor
flotar por cada miembro, mis dedos hormigueando de la feroz embestida
de éste. El mundo podría haber terminado, el universo haber
implosionado, y nada habría alterado mi vida de la manera en que él lo
hacía cuando su boca se abría bajo la mía y yo lo probaba. Era todo lo
que podía hacer para evitar prometerle cualquier cosa si él nunca se
detenía.

Pero lo hizo, su respiración desigual, su temblor tan fuerte como el mío.


Sentí una gran decepción reemplazar el calor casi instantáneamente.

—No te detengas —jadeé.

Robert sacudió su cabeza mientras trataba de recuperar la compostura,


me gustaba todo confundido, y sostuvo mis hombros, aunque si trataba
de sostenerme a mí o a él, no sabía.

—No podemos, Grace. No está bien, este no es el momento adecuado.

Frustrada y decepcionada, suspiré.

—Nunca es el momento adecuado.

—Grace, por favor —imploró Robert—. No tendrás que esperar por


siempre. Lo prometo.

—Sigues diciendo eso pero sigo encontrando más y más difícil creerte.

Nos sentamos, separados por las cosas que queríamos decir, y las cosas
que queríamos hacer pero no podíamos. Se suponía que estábamos
avanzando, se suponía que estábamos creciendo como pareja. En su
lugar, estábamos retrocediendo, y ambos sabíamos lo que eso
significaba.

Incluso si estábamos demasiado asustados de decirlo en voz alta.


25
Vacaciones de primavera.
Traducido por dark&rose

Corregido por Nikola

C
on menos de una semana antes de la boda de papá y Janice,
me encontré con poco tiempo para hacer mucho de nada.
Graham lo había pasado manteniéndose lo más lejos de la
mujer embarazada, extremadamente nerviosa y deseando que
todo lo de la boda finalizara como fuera posible. Eso significaba, por
supuesto, que yo lo había visto muy poco en estos últimos días.

Cuando se enteró de que Robert y yo habíamos resuelto nuestros


problemas, pareció aliviado, pero se abstuvo de preguntarme por Lark
de nuevo desde ese día. Me sentí en conflicto porque por alguna razón,
parecía que por arreglar las cosas con Robert, me había, efectivamente,
prohibido a mí misma cualquier conversación con él acerca de Lark y
Graham, y eso no me parecía justo en absoluto.

El último día de clases fue también el día antes de que Graham se


marchara a Florida para pasar las vacaciones de primavera con su
madre. Sabiendo que no asistiría a la boda, optó por dar papá y a
Janice su regalo antes. Lo llevó en la mañana, su envoltura bastante
dura y con demasiada cinta, pero una vez que Janice había logrado
eliminar los metros de celofán, se quedó impresionada por lo que
encontró.

—¡Oh Graham, esto es maravilloso! —exclamó mientras sacaba un


álbum de fotos blanco y encuadernado en cuero. No era del tipo que
uno encontraría en la sección de fotos de su local de grandes
almacenes, de eso estaba segura—. ¿Dónde siquiera has encontrado
algo como esto?

Graham sonrió con orgullo.

Purple Rose
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—Lo pedí en una tienda, propiedad del padre de mi amigo Donovan.
Dirige una tienda de antigüedades cerca de la antigua cafetería y tenía
un catálogo de una compañía que hace estos álbumes de fotos a mano.
Pensé que ya que Grace les consiguió un libro de recuerdos para el
bebé, ¿por qué no añadir algo para su boda?

—¿Hizo el estampado, también? —preguntó Janice mientras pasaba sus


dedos a través de ello y las iniciales de mi padre estaban grabadas en
material de pan de oro en la parte delantera, justo debajo de un marco
exterior con forma ovalada.

—Sí. No le pregunté a Grace que colores eran los de su boda porque...


bueno, soy un chico, no hacemos ese tipo de cosas, y me iba a olvidar
de todos modos. Así que, simplemente elegí el blanco, si eso está bien
—admitió Graham tímidamente.

Papá se inclinó para echar un vistazo al álbum y se maravilló de su


peso.

—¿Cuántas fotos crees que tomaremos en esta boda —bromeó. Al abrir


el libro, se dio cuenta de por qué era tan pesado.

—¡Son páginas gruesas! Y tienen esquinas de foto reales, como aquellos


antiguos que tenemos para algunos de nuestros viejos álbumes en el
ático. Creo que hay uno de tu madre allá arriba también, Grace.
Muchas gracias, Graham. Probablemente seré uno de esos maridos de
los admiro-desde-una-distancia cuando se trata de este tipo de cosas,
pero elegiste algo que se puede transmitir al bebé cuando sea mayor.
¡Muchísimas gracias!

Graham parecía contento con los elogios que recibía, y me sentí


inmensamente feliz de que él estuviera aquí con nosotros, en lugar de
en su casa con su padre.

—De nada, señor Shelley. No han parado de ayudarme, y yo no sé cómo


voy a pagarles por ello, pero lo menos que puedo hacer es conseguir un
regalo que realmente vayan a utilizar.

Janice se echó a reír cuando tomó el álbum nuevo de papá y hojeó las
páginas ella misma, tocando las esquinas levantadas de la foto y
admirando los separadores de página de pergamino.

—Eres el mejor amigo de Grace, Graham. Creo que hablo en nombre de


los dos cuando digo que tú eres parte de esta familia, nos preocupamos
mucho por ti y apreciamos que estés en nuestras vidas, así como en la
de Grace.

Las mejillas de Graham se volvieron rojas con todos estos elogios, algo a
lo que no estaba acostumbrado a recibir en su casa, y rápidamente
volvió su atención a su desayuno.
—Hey Grace, ¿va a venir Robert a recogerte esta mañana? —preguntó,
tratando de cambiar el tema para aliviar su malestar.

—Sí, estará aquí en unos pocos minutos —contesté mientras terminaba


el último bocado de mi pan tostado y yogurt—. ¿Por qué?

Graham movió los huevos revueltos por su plato antes de contestar.

—Necesito darle algo.

Me quedé mirando fijamente mi taza de yogurt vacía y asentí con la


cabeza. No iba a decírmelo, porque no quería causar más conflictos
entre Robert y yo, y me sentí agradecida y resentida al mismo tiempo.
No debía sentirme así, pero lo hacía y lo odiaba.

—¿Crees que le importará si te traigo de vuelta a casa? Me tengo que ir


y prepar un montón de ropa de mi casa, y pensé que me podrías
ayudar, ya sabes, a escoger, así no me veré como un idiota total.

Levanté la mirada y sonreí, sacudiendo la cabeza.

—Estará bien con ello, pero estoy bastante segura de que preferirías
que lo llevara porque todos sabemos que mi gusto por la ropa apesta.

—Bueno, ¿qué tal si vienen ambos entonces?

Lo miré en estado de shock.

—¿Estás seguro?

—Sí, son un paquete, y si eso significa un mejor sentido del estilo, creo
que no tengo quejas.

Me reí de eso, ligeramente pellizcando su brazo y riendo aún más


cuando él fingió que lo había lastimado.

—Nos reuniremos aquí después de la escuela.

—Genial.

Papá tosió y me volví hacia él.

—¿Sí, papá?

Pasó su mirada de Graham a mí, y dejó escapar un profundo suspiro.

—Me estaba preguntando desde cuando tú y Robert se convirtieron en


una “pareja real”, y por qué Graham está de repente tan bien con ello.
Sólo me recuerda que ya no tienes siete... y que voy a empezar todo eso
de nuevo.

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Janice se echó a reír y esta vez le palmeó el hombro
tranquilizadoramente.

—Está bien, James. Los niños se suponen que son más fáciles.

Papá se rió y señaló al conjunto de camiseta doble y jeans que llevaba


puesto.

—No crié a una princesa remilgada, ni siquiera a una princesa normal.


Grace siempre ha sido independiente, autosuficiente, y simplemente
fácil. Es sólo que… —parecía luchar con las palabras mientras él me
miraba y luego rápidamente continuó—, verla crecer ha sido una de las
mejores experiencias de mi vida. Y verla hacer su propio camino en la
vida, en lugar de seguir a aquellos que la quieren... habría hecho a su
madre muy orgullosa, me enorgullece.

—Ay, papá —gemí y apreté la mano contra mis ojos, tratando


desesperadamente de ocultar la humedad allí.

El timbre de la puerta nos alertó de la llegada de Robert y yo me


sobresalté, avergonzada de mi obvia alegría porque él estuviera aquí,
pero también ansiosa de verlo y hablar con él sobre el plan de Graham.

—Abriré —dijo Graham y me empujó hacia abajo en la silla.

—Oh. —Resoplé y lo vi caminar hacia la puerta.

Papá se echó a reír.

—Realmente no creíste que Graham fuera a dejarte hablar con Robert


primero y decirle que necesita ayuda para escoger su ropa, ¿verdad?
¿Viniendo de la Reina del desafío de la moda?

Puse los ojos en blanco y me acomodé en mi asiento, sabiendo que


Robert ya había oído todo lo que habíamos dicho, y lo que no escuchó
en voz alta, seguramente lo había visto en nuestros pensamientos.
Graham y Robert entraron en la cocina juntos, unos minutos más tarde
y tuve que parpadear varias veces para asegurarme de que estaba
viendo a las mismas dos personas que siempre habían parecido estar en
desacuerdo la una con la otra, incluso cuando no había ninguna razón
de ser. Estaban riendo y bromeando acerca de algo de lo que
obviamente yo no estaba al tanto, y me sentí celosa... cerré los ojos y los
volví a abrir una vez más en estado de shock. ¿Estaba realmente
celosa?

Robert me miró, una sonrisa divertida y un poco engreída en su rostro.


Mis ojos se entrecerraron.

—¿Estás lista para irnos, Princesa?


Mi boca se abrió y mi mirada se fue directa a Graham, que se sonrojó
por la culpa.

—Tú. Eres. Hombre. Muerto.

Robert, Graham y papá estallaron en carcajadas y me volví a mirar a


Janice, con la esperanza de que me ayudara un poco como cromosoma
doble, pero ella negó con la cabeza y trató de reprimir su risa con una
mano mientras la otra se apoyaba protectora en su vientre.

—Lo siento, Grace —se disculpó entre risas—. Matthew me está


haciendo reír. —Ella dió unas palmaditas en el montículo del bebé
debajo de su mano y yo sacudí mi cabeza.

—Ni siquiera está fuera de la matriz aún y ya se está riendo de mí. ¡Qué
gran hermana mayor voy a ser! —suspiré.

—Vas a ser una hermana mayor fantástica —insistió Janice, y mi padre


asintió con la cabeza, aunque su risa continuaba persistiendo, por lo
que servía de poco para convencerme de su sinceridad.

Graham asintió con la cabeza también y me sonrió.

—Él sólo conseguirá todos sus consejos deportivos de su tío Graham y


sus consejos de moda de su cuñado Robert.

El repentino silencio lo decía todo.

—Fui un poco demasiado lejos, ¿no?

Cuando nadie le contestó, él asintió con la cabeza lentamente y luego


señaló hacia la sala de estar.

—Creo que voy a ir a buscar mis cosas para salir.

Miré a Robert y luego a mi padre, que parecían como si se hubieran


tragado toda su taza de café... con café caliente ardiente dentro.

—Bueno, yo creo que es hora de irnos, también —anuncié con


nerviosismo y agarré la mano de Robert, tirando de él, hacia fuera antes
de que las preguntas innecesarias comenzaran.

Estábamos en la moto y a medio camino de la calle antes de que Robert


finalmente me preguntara qué me pasaba. Presioné mi frente contra la
parte trasera de su chaqueta de cuero y suspiré.

—Él acaba de hacerse a la idea de que he crecido. ¿Te imaginas cómo


debe sentirse ahora, después de oír ese comentario sobre que eres el
cuñado de mi hermano bebé?

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Robert no dijo nada y permaneció en silencio mientras subíamos a la
escuela, yo estaba demasiado ocupada pensando en qué era lo que
Graham le había dado a Robert para notar la expresión de su rostro.

—Así que la boda es en sólo unos días —dije casualmente mientras


miraba el pequeño coche de Janice aparcado en la acera mientras
esperábamos que Graham llegara después de la escuela.

—Sí —contestó Robert.

Yo jugueteaba con mis pies, mis dedos haciendo un baile loco de


nerviosismo mientras trataba de poner en palabras la pregunta correcta
en mi cabeza, sin saber exactamente cómo hacerlo sin que sonara
como... estúpido.

—Sí.

Yo lo miré con confusión.

—¿Qué?

Él sonrió y alzó mi barbilla con sus dedos, suavemente acariciando mi


mandíbula con la punta de su dedo pulgar.

—Sí. Seré tu cita para la boda. Eso es lo que me ibas a preguntar,


¿verdad?

—Um... sí —respondí, avergonzada—. Wow, eso fue más fácil de lo que


pensaba. Nunca le he pedido a nadie una cita antes, nunca he tenido la
oportunidad antes y pensé que tal vez se sentiría incómodo el ser
preguntado por una chica.

La mano de Robert se arrastró hasta mi oído y apretó suavemente el


lóbulo entre su pulgar y su dedo índice mientras sus dedos me hacían
cosquillas en la nuca.

—Me puedes preguntar cualquier cosa, Grace.

Asentí con la cabeza incómodamente.

—Pensé que tal vez dirías que no.

—¿Y dejar pasar la oportunidad de verte con un vestido puesto otra


vez? Nunca —bromeó, su otra mano subiendo a rozar mi mejilla—. Vas
a ponerte un vestido, ¿verdad?
—No lo sé —dije, encogiéndome de hombros—. Janice tiene algo
escondido en una bolsa que no me deja ver. Creo que piensa que si no
lo veo hasta el día de la boda no seré capaz de pensar en excusas para
no usarlo.

Robert sonrió y miró hacia la casa. Vi como una expresión de profunda


concentración cruzaba su rostro, pronto reemplazada por una de
sorpresa y placer descarado.

—Ahh —dijo, sonriendo.

—¿Qué?

Se volvió hacia mí, su sonrisa provocando cosas divertidas en mi


interior.

—Incluso si pudieras encontrar una razón viable para no usarlo, no te


lo permitiría.

Di un grito ahogado ante su pequeña revelación.

—¡Lo viste!

Asintiendo con la cabeza, se echó a reír.

—Lo hice, pero no voy a tener el placer de verte con él puesto hasta la
boda, así que ambos vamos a esto ciegos.

Me volví de espaldas a él, echando humo.

—No puedo creer que consiguieras verlo antes que yo. No, no llegaste a
verlo antes que yo, le echaste un vistazo a la mente de Janice para
verlo. —Me di la vuelta para enfrentarle de nuevo y miré fijamente su
obvia diversión—. Eso no es justo.

Robert se inclinó para besar la punta de mi nariz.

—Eres adorable cuando pierdes los papeles.

Había unas cuantas palabras que me hubiera gustado decirle, pero las
dejé a un lado cuando dos coches se detuvieron. Reconocí el coche
oxidado verde; y el otro también lo reconocí, pero no quería verlo.

—La policía está aquí para hablar contigo acerca del Sr. Frey —anunció
Robert mientras se ponía de pie delante de mí en actitud protectora.

—¿Qué pasa? —pregunté. A pesar de que había pasado una semana


desde que el Sr. Frey se había entregado, la policía aún no había
anunciado la detención y yo no iba a anunciar nada a nadie, ya que se
suponía que ni siquiera lo sabía.

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—No es bueno —respondió él, mientras dos agentes se acercaban a mí,
uno con lo que parecía un sobre en la mano.

—¿Grace Shelley? —preguntó el que llevaba el sobre. Cuando asentí,


me entregó el sobre con una expresión sombría en su rostro—. He
venido para notificarle formalmente que hemos detenido a la persona
que la atropelló en Septiembre. Reconocerá su nombre, es el señor
Oliver Frey, su maestro.

Hazte la sorprendida.

Miré a Robert y luego al oficial, haciendo mi mejor esfuerzo para


aparentar estar sorprendido por la noticia.

—Wow… ¿El Sr. Frey? Él… él siempre fue muy... tranquilo —dije con
tanto entusiasmo como pude.

—¿Qué pasa con el Sr. Frey?

Todos nos volvimos para ver a Graham y Stacy parados junto a Robert,
Stacy con una bolsa grande de lona vacía colgada sobre su hombro. Ella
me miró y luego miró el sobre en mi mano y abrió la boca.

—¿Fue el señor Frey? —Su sorpresa fue un testimonio de lo pequeño


que era nuestro círculo, toda la escuela se conocía y sin embargo,
Graham y Stacy lograban mantenerse ajenos a todo ello.

El oficial que había estado con las manos vacías se adelantó y se


interpuso entre su compañero y yo.

—Señorita Shelley, en ese sobre están algunos documentos que


necesitamos que firme. También tenemos que hablar con su padre, ya
que era menor de edad cuando ocurrió el incidente, para repasar
algunos detalles que se describen en los documentos.

Abrí el sobre y saqué el paquete de papeles y comencé a revisarlos,


asintiendo con la cabeza, ya que cada detalle que había expresado sobre
el Sr. Frey estaba anotado.

Vi la firma en la parte inferior de su declaración y procedí a pasar a la


página siguiente.

—¿Qué dice esto? —pregunté al oficial, señalando a la hoja en la parte


delantera.

—Ese es un informe de incidente, señorita Shelley —respondió—.


Mientras estaba detenido, el Sr. Frey se las arregló para salir de su
celda de la cárcel. Teníamos miedo de que se hubiera escapado y
estuvimos preparados para alertarla, pero lo encontramos una hora
más tarde en un almacén que a veces usamos para los interrogatorios.
—Él estaba muerto.

Si tuve que fingir sorpresa antes, no fue necesario en ese momento.

—¿Muerto? ¿De qué?

El oficial miró a su compañero antes de señalar a la misma hoja de


papel.

—Está anotado justo allí. No vinimos antes porque queríamos estar


seguros de que nuestro informe estuviera completo.

Echando una ojeada a través de las descripciones de los agentes que lo


descubrieron y encontré la última frase en la parte inferior de la página.

—¿Embolia pulmonar?

—¿Qué es eso? —preguntó Graham detrás de mí.

—Su corazón explotó —respondí, mi voz tan baja que no estaba segura
de si él me oyó.

Stacy contuvo el aliento mientras Graham se quedaba estupefacto, ya


que ambos se quedaron en shock debido a la repentina confesión y la
muerte súbita igualmente repentina.

Robert me rodeó con sus brazos y fue el repentino silencio en mi cuerpo


el que me hizo darme cuenta de que había estado temblando casi con
violencia. Levanté la mirada y sacudió su cabeza, una advertencia de no
hacer la pregunta que estaba amenazando con salir en un grito.

—Oye, Grace. Tienes que ir y hablar con tu padre acerca de esto. Nos
iremos y trataremos con mis cosas —dijo Graham rápidamente,
llevándose a Stacy con él. Asentí con la cabeza rudamente y me volví
para mirar a los agentes de policía que estaban tontamente a nuestro
lado, simplemente esperando a que yo les invitara a pasar a la casa.

Mientras Graham y Stacy se dirigían hacia su casa, Robert y yo,


seguidos por los agentes, nos dirigimos hacia la mía.

—¿Papá? —grité al abrir la puerta, deteniéndome sólo cuando no


reconocí mi propia voz—. ¿Janice? —dije en voz alta, esperando un
resultado diferente. Me estremecí al escuchar el tono cercano a
quejumbroso que salió de mi boca.

Janice apareció por la cocina, su trapo absorbente de limpiar los platos


ocupados absorbiendo lo que fuera que tuviera en sus manos.

—Grace, Robert, yo creía que estaban… ¡oh, la policía está aquí!

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Ella se quedó en estado de shock ante los dos extraños hombres que
estaban detrás de mí y se fue a la cocina. Oí la puerta de atrás abrirse y
su voz llamando a papá.

Cuando reapareció, él estaba a su lado, y ambos de inmediato vinieron


hacia mí, Robert haciéndose a un lado para permitir que me
flanquearan mientras se preparaban para lo que los oficiales tuvieran
que decir. Nos sentamos en el sofá, la familia unida una vez más, los
oficiales comenzaron con los sucesos de lo que pasó. Le entregué a mi
padre los papeles que contenían la declaración del Sr. Frey, detallando
los incidentes que llevaron al accidente, así como después de eso
mientras los oficiales hablaban.

Cuando llegaron al informe del incidente que describía la “fuga” del Sr.
Frey y la posterior muerte, mi padre dejó escapar un gruñido de queja.

—¿Cómo pudieron dejar que escapara? ¿Y luego permitieron que se


matara antes de que incluso fuera castigado por ello? Mi hija ha estado
en el infierno a causa de este hombre, y ¿ni siquiera pasa una sola
noche en la cárcel?

Janice puso su mano sobre su rodilla, un esfuerzo por calmarlo,


supongo, y tomó los papeles de su mano.

—Fue muy rápido si este informe es correcto. El estrés de tener que


cargar con este secreto debe haber sido demasiado para él.

Papá miró con incredulidad a Janice.

—¡El estrés de no querer ser atrapado!

Janice ignoró esa última frase y luego miró a Robert.

—Dice que estabas con el Sr. Frey cuando él llamó a la policía. ¿Es eso
cierto?

Miré a Robert, que asintió con la cabeza rígidamente.

—Fui al primero que se lo confesó. Me quedé con él mientras llamaba al


911, y luego me quedé con él hasta que llegó la policía. Vine y se lo
conté a Grace tan pronto como pude, pero no quería que se lo dijera a
nadie porque no era oficial todavía.

La cara de papá se había vuelto de un color distinto del carmesí al


tiempo que miraba a Robert mientras su voz una vez más estalló con
ira.

—Lo supiste todo este tiempo, lo supiste y no me lo dijiste. Y tú —me


señaló con un dedo acusador—, lo sabías y lo mantuviste para ti
misma. ¿Cómo pudiste, Grace?
Abrí la boca para responder. No lo hagas. Miré a Robert y vi el rápido
movimiento de su cabeza, mi boca se cerró y agaché la cabeza con
vergüenza y culpa.

—Sr. Shelley, le dije que no se lo dijera a nadie, ni siquiera a usted,


porque si el Sr. Frey estaba mintiendo, no quería que ella se lo dijera y
luego tener que lidiar con sentimientos tales como su decepción una vez
más, sobre todo después de lo ocurrido con el Sr. Branke.

La explicación de Robert pareció calmar un poco a papá mientras él


continuaba: —Le dije que esperara hasta que la policía se presentara
con una declaración escrita. Lo siento si se siente traicionado, pero esto
era lo mejor para Grace. Sólo he tenido su bienestar en mente.

Papá miró a Robert y luego a mí, su cabeza balanceándose como si


estuviera presenciando un partido de tenis en silencio. Finalmente, alzó
las manos en derrota.

—Bien.

Janice dejó escapar un suspiro de alivio, y yo seguí su ejemplo.

La radio conectada a uno de los hombros del oficial comenzó a hacer


ruido a todo volumen y el oficial se levantó para responder. Caminó
hacia la puerta y luego se volvió para mirar a su compañero, que había
escuchado todo el intercambio.

Ambos se volvieron para mirarme, una silenciosa acusación en sus ojos.

Robert me agarró la mano y un aluvión de pensamientos e imágenes


pasaron por mi cabeza. Di un grito ahogado, y Robert me apretó la
mano fuertemente, una señal de no decir nada.

—Uhm, tenemos el reporte de un robo teniendo lugar al lado. ¿No es a


donde sus amigos fueron? —preguntó uno de los oficiales—. ¿Y no
llevaba la muchacha una bolsa muy grande, y muy vacía?

Los dos oficiales se miraron entre sí y ambos se precipitaron hacia la


casa de Graham, Robert y yo tras sus talones. Mientras los cuatro
cruzábamos el jardín del frente a la puerta principal de Graham, pude
oír la discusión que se llevaba en el interior y miré a Robert, cuyos ojos
eran estrechas rendijas mientras escuchaba con una claridad increíble
las cosas horribles que se decían detrás de la puerta.

Para mi consternación, ambos agentes de policía pusieron sus manos


sobre sus armas, soltando la banda que las mantenían seguras, y
gritaron a voces:

—¡Abran! ¡Somos la policía!

Purple Rose
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Robert, al ver mi pánico y el miedo por mis amigos en el interior, se
enfureció. Un súbito escalofrío se apoderó de nosotros y los oficiales
empezaron a temblar mientras se miraban el uno al otro con miradas de
extrañeza en sus rostros. Robert tomó mi mano y sentí el calor viajando
a través de él hacia mí, manteniendo fuera el viento helado que parecía
dirigirse únicamente a los oficiales.

El sonido de cristales rotos en el interior me hizo saltar y el oficial que


había estado llevando el sobre apretó el gatillo de su arma, el estallido
de la pistola fue más fuerte de lo que había esperado y me provocó un
zumbido constante llenando mis oídos. Grité, y el gruñido de rabia de
Robert fue la única advertencia cuando el oficial de pronto se encontró
en el suelo, su arma deteriorada en su mano. El otro oficial, después de
no haber visto nada salvo a su compañero caído, lo miró en estado de
shock.

—¿Qué estás haciendo? ¡Estás actuando como un cadete en su segunda


semana! Levanta el trasero, vamos a estar haciendo el papeleo durante
un mes sólo por lidiar con tu disparo. ¿Y cómo vamos a explicar eso?
—Se refirió a la masa de metal que nunca había salido de la mano de su
compañero.

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió y Graham salió con


una muy agitada Stacy. Dio un salto atrás en estado de shock al ver a
los dos policías, uno con su mano en la pistola y el otro en el suelo con
algo que podría haber sido un arma de fuego en la mano.

Graham me miró y sacudió la cabeza.

—Papá llamó a la policía cuando me oyó recogiendo mis cosas. Dijo que
todo en la casa era suyo, y luego trató de golpear a Stacy.

Miré a Stacy, que parecía ligeramente sin aliento, pero aparentemente


bien.

—¿Tú...?

Ella asintió con la cabeza.

—Es un viejo borracho, sin ofender, Graham, lo que lo hizo muy fácil.

Miré al policía que seguía mirando con incredulidad a su compañero y


luego a Robert, que estaba silenciosamente lleno de rabia ante la
torpeza del oficial.

—Esta es la casa de mi amigo, oficial… —miré su tarjeta de


identificación—, York. Él estaba sólo sacando algo de ropa para un viaje
que tiene mañana a Florida para ver a su madre. Eso debe de haber
disgustado a su padre; él tiene un problema con la bebida. No hay
ningún robo, sólo un hombre enojado y borracho que no quiere que su
vida cambie.

Un gemido desde el interior de la casa, seguido de un sonoro eructo,


provocó que el Oficial York girara la cabeza hacia la puerta. Él se asomó
y se quedó sorprendido cuando la profundidad de la situación fue
finalmente revelada.

Esparcidos por el suelo estaban tuppers de alimentos vacíos y latas de


cerveza, mezclados con la ocasional botella vacía de whisky o vodka. El
hedor que fluía hacia fuera era nauseabundo y pude ver por qué Stacy
había estado tan molesta. Me cubrí la nariz con la mano, un
movimiento que fue imitado por los demás, a excepción de Robert.

—¿Es ese tu padre, joven? —El Oficial York señaló al bulto que
descansaba sobre una pila de cajas aplastadas, mostrando varias
etiquetas de bebidas alcohólicas.

Graham asintió solemnemente y se dio la vuelta, molesto por las


circunstancias que llevaron a este enfrentamiento más reciente.

—Sí, señor… ese es mi padre.

El otro oficial, que ya había recuperado la compostura y estaba ocupado


tratando de averiguar qué había pasado con su arma, tosió e indicó con
un movimiento de cabeza que estaban atrayendo audiencia.

Me di vuelta y vi a los vecinos del otro lado de la calle, así como a los de
la casa de al otro lado de la mía, parados en un grupo amontonado,
mirando y hablando en voz baja, moviendo la cabeza con disgusto.

—Graham, creo que deberías ir a casa de Grace y esperar a los oficiales


—dijo Robert en tono autoritario.

Observé silenciosamente cuando Graham asintió con la cabeza y


caminó hacia papá y Janice, que estaban de pie delante de la puerta.
Janice abrió los brazos a Graham y le abrazó mientras papá movía la
cabeza y le daba unas palmaditas en la espalda a Graham. Él levantó la
mirada y vi la decepción escrita allí. Richard había sido uno de sus
mejores amigos, y ahora...

—Grace, probablemente deberías entrar también —insistió Robert.


Cuando abrí la boca para negarme, apretó un dedo contra mis labios—.
Por favor. Tu mejor amigo te necesita.

Me giré para mirar a Stacy que asintió con la cabeza en acuerdo.

—Él no quiere hablar conmigo sobre esto, ya lo sabes. Tú eres la única


persona en quien confía.

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—Pero, ¿quién les va a decir lo que realmente está pasando aquí?
—pregunté y señalé a los dos oficiales perplejos con la cabeza—. Ellos
no saben…

Robert, una vez más llevó el dedo a mis labios.

—Se lo diré yo. —Robert presionó su frente contra la mía brevemente—.


Estaré allí tan pronto como haya terminado aquí.

Me dio la vuelta y me empujó suavemente hacia mi casa. No miré hacia


atrás mientras me acercaba a mi puerta, papá estaba esperándome allí.

—Es una buena cosa que se vaya mañana, pequeña. Estoy empezando
a cuestionar si fue una buena idea permitirle quedarse aquí en Ohio
—dijo papá cuando me dio la bienvenida con un abrazo reconfortante—.
Este es un día de esos, ¿eh?

Mi respuesta ahogada en su pecho le provocó una risa suave.

—No sé por qué estas cosas le siguen ocurriendo a nuestra familia, pero
tienes un maldito ángel de la guarda allí en Robert. A la mayoría de los
hombres, especialmente chicos de dieciocho años de edad, se les
metería la cola entre las piernas y correría si tuvieran que hacer frente a
lo que has tenido que hacer frente en este último año, y tengo que
reconocérselo, él es fiel a ti, Graham, yo... no hay manera de evitarlo,
Grace. Robert es bueno para ti.

Yo ya lo sabía. A veces se sentía como si yo hubiera nacido sabiendo


eso.

—No se lo digas así, papá. Puede que parezca que tiene la paciencia de
un santo, pero tiene un ego y eso es todo lo que necesito, para que
empiece a pavonearse como un pavo real, porque tiene tu aprobación.

Papá se echó a reír otra vez, y sentí su cuerpo duro mientras sacudía la
cabeza.

—Simplemente porque crea que es bueno para ti, no significa que yo lo


apruebe. Ha hecho algunas cosas estúpidas, también, como quitarte el
enyesado y no darnos información sobre el Sr. Frey. ¿Por qué no me lo
dijiste al menos a mí, Grace? No hubiera pensado que me estabas
diciendo nada más que la verdad, ya lo sabes. Nunca me has mentido,
así que no hay problemas de confianza entre nosotros.

A pesar de que él esperaba que respondiera, no pude. Papá decía que yo


nunca le había mentido, pero estaba equivocado. Había estado
mintiéndoles a todos los que me importaban durante los últimos seis
meses, mintiendo a todo el mundo que yo amaba y eso estaba
comenzando a pasarme factura, pero el rápido ritmo de los
acontecimientos no me estaba dando mucha oportunidad de pensar en
ello.

Papá me empujó hacia la casa y me llevó al sofá, donde Graham estaba


sentado en ese momento, con un teléfono pegado a la oreja, y una mano
cubriendo sus ojos con exasperación evidente.

—Mamá, no, no tienes que venir, estoy bien. Sí, todavía voy a tomar el
avión mañana. No lo sé. No lo sé, mamá. No, no él no. Sí, sí, pero no…
—La conversación continuó así durante varios minutos más.

Cuando Graham terminó la llamada, Janice tomó el teléfono y lo


devolvió a su plataforma. Mi padre tosió incómodamente y bajé la
mirada hacia el suelo, sin saber exactamente qué decir.

—Bueno —comenzó Graham, suspirando mientras lo hacía—, convencí


a mamá de no volar hasta aquí. Está enojada, pero no va a venir.

—¿Y mañana? —preguntó Janice.

—Todavía me voy por la mañana. Stacy va a llevarme así que no


tendrán que interrumpir los preparativos de la boda —dijo Graham—.
Lo siento mucho por todo esto…

—Uf… no pidas disculpas, Graham. No hiciste nada malo, e incluso si


así fuera, no hiciste nada para merecer lo que ha pasado —grité,
interrumpiéndolo. Después de varios minutos de silencio, lo miré,
perpleja—. ¿Dijiste que Stacy te va a llevar al aeropuerto?

Él sonrió y asintió con la cabeza una vez.

—Sí. Extraño, ¿no? Nunca nos llevamos bien antes de que


empezáramos a salir, apenas nos tratábamos mientras que estuvimos
saliendo, y ahora me está haciendo favores. —Su cabeza se levantó y
miró hacia la puerta, con una expresión nerviosa cruzando su rostro—.
¿No crees que la policía la arrestará por asalto, ¿verdad?

Negué con la cabeza.

—No. Robert se hará cargo de todo. Él se asegurará de que no la


detengan ni a ella ni a ti; si alguien es arrestado, probablemente será tu
padre. En realidad podría hacerle algún bien.

—Grace —intervino papá—, ¿por qué no suben, Graham y tú, a tu


habitación? Voy a volver a salir y hablar con la policía yo mismo.

Graham y yo nos miramos el uno al otro y ambos nos pusimos de pie.


Lo seguí escaleras arriba y juntos entramos en mi habitación, ambos
colapsando en el suelo junto a la cama con derrota emocional.

Purple Rose
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—Las cosas van a estar bien, Graham —dije para tranquilizarlo.

—Lo sé. Papá sólo está haciendo esto para tratar de probar un punto a
mamá, que ella todavía se preocupa por él. Le dije que ella ya tiene un
nuevo novio, y entonces fue cuando llamó a la policía.

La sorpresa me mantuvo en silencio.

—¿Qué? Oh, yo no te lo dije. Sí, ella está saliendo con ese agente de
bienes raíces. Su nombre es Roy. Él está bien, supongo. Lo conocí en
Navidad. Él y mamá, aparentemente, se encontraron en una especie de
convención de agentes de bienes raíces a la que fue el año pasado y en
realidad se cayeron bien.

Mis ojos se ampliaron, con este nuevo pedazo de información.

—¿Quieres decir que tu mamá y él ...

Graham suspiró.

—Sí. Supongo que en la mente de mi madre, no estaba engañándolo, ya


que ella y mi padre no habían estado realmente juntos-juntos,
¿entiendes? No me molesté por ello, aunque sé que debería estarlo. Si
yo fuera mi madre, no habría permanecido fiel tampoco.

Puse mi mano sobre la suya y le di unas palmaditas.

—Pero lo hiciste.

La risita baja llenó el silencio de mi habitación, mientras él asentía con


la cabeza.

—Sí, supongo que lo hice. No me malinterpretes, quiero a mi madre, no


como amaba a mi nana, ya que ella nunca ha sido realmente... una
madre. Ella siempre trató de ser más como mi amiga, siempre
presumiendo de mí, de su atractivo hijo, la estrella del fútbol. Sin
embargo desde la bienvenida, ella ha estado bastante de acuerdo con
mantenerme fuera de su centro de atención.

—Debido a que perdimos el partido —murmuré.

—Básicamente, sí. Ese partido fue una gran decepción para ella, pero
fue uno de los mejores días de mi vida.

Volví la cabeza para mirarlo.

—El otro equipo consiguió una puntuación triple... en el fútbol. ¿Cómo,


en el mundo, fue ese uno de los mejores días de tu vida?

La mano de Graham se movió y enroscó sus dedos con los míos.


—Empezamos a salir de nuevo, ¿recuerdas? Ganaste ese estúpido
concurso de disfraces, y Lark...

—Graham, ¿qué le diste a Robert? —pregunté cuando su voz se apagó.

—Le di mi palabra de que dejaría a Lark en paz.

Mis dedos se apretaron alrededor de los suyos mientras me enfrentaba


a él.

—¿Qué hiciste qué? ¿Cómo pudiste hacer eso? ¡La quieres!

—Ay, sí, lo hago, ay, ¡Grace! ¡Ay! ¡Déjalo! —Graham liberó sus dedos de
los míos y empezó a frotar su mano—. ¡Caray, cualquiera pensaría que
quería decirle que la dejaría en paz o algo así! Mira, yo no voy a llegar a
ninguna parte con ninguno de ellos si sigo acosándolo. Él tiene que
saber que yo respeto su decisión de hacerse cargo de su hermana
pequeña, de protegerla.

—¡Pero ella no necesita su protección!

—Sé que ella no la necesita. Yo sólo... se sentía como lo que tenía que
hacer. Ya era bastante malo tener que lidiar con la desaprobación de
hermanos con Stacy. Si Robert y yo no podemos llegar a algún tipo de
entendimiento mutuo, no hay esperanza para Lark y para mí, y eso sólo
va a hacer las cosas más difíciles para los dos. No puedo aceptar eso,
Grace. He causado demasiado dolor en tu vida ya.

—Sólo cuando tú no estabas en ella —dije como réplica, aunque en voz


baja.

—Sufrí, también.

Nos quedamos sentados en silencio hasta que un golpe suave vino de


mi puerta.

—Entra —respondí.

Stacy y Robert entraron, seguidos por mi padre, una mirada de


satisfacción en todos sus rostros.

—Bueno, no se presentarán cargos contra nadie... por lo que pasó hoy


—anunció papá—. Graham, tu padre se ha comprometido a ir a un
centro de tratamiento en Mason, a cambio de que Stacy no presente
cargos contra él por asalto. Es muy afortunado porque Stacy esté de
acuerdo con esto, porque parece que fue tu padre el que proporcionó al
Sr. Frey todo ese alcohol el día que golpeó a Grace.

Mis ojos estaban desorbitados y escuché el gruñido de sorpresa de


Graham.

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—¿Qué? —dijimos ambos al unísono.

—De acuerdo con Richard, el Sr. Frey estuvo aquí bebiendo toda la
mañana el día en que fuiste atropellada, Grace. Tu maestro no admitió
eso, al parecer tratando de evitar que su amigo se metiera en
problemas, pero Richard no lo sabía. La policía no va a presentar cargos
contra él, sin embargo, y tal vez no lo haga si continúa con su
rehabilitación, pero no hay nada escrito en piedra. Él quiere decirte
adiós, Graham —terminó papá.

Miré a Graham y vi la grieta en su fuerte compostura cuando se giró


hacia mí.

—No es tu culpa —dije rápidamente, viendo a donde sus pensamientos


le estaban llevando—. No lo sabías, esto no fue tu culpa.

Graham negó con desafío.

—Yo no quiero verlo.

—Graham —susurró Stacy—, es tu padre. Hizo algunas cosas bastante


estúpidas, pero vas a estar lejos durante una semana y él se va a
marchar, también. Vas a odiarte si algo sucede y lo último que le dijiste
fue “apártate de ella hijo de puta borracho”. —Stacy alzó su cabeza para
mirarnos—. ¿Qué? ¡Eso es lo que dijo!

—Iré contigo —dijo Robert. Lo miré con sorpresa. Mantuvo sus ojos fijos
en Graham—. Stacy tiene razón. Despídete de él.

Graham se rindió y, después de ponerse de pie, bajó las escaleras


detrás de Robert. Sacudí con la cabeza ante la imagen extraña que
hacían. Papá me sonrió y luego hizo su camino para salir de la
habitación.

—Gracias, papá —le grité, antes de que su cabeza desapareciera.

—No hay problema, pequeña —respondió.

—¿Stacy?

—¿Sí? —respondió, mientras se sentaba a mi lado, ocupando el lugar


que Graham había dejado vacante.

—¿Qué le hiciste a Richard?

Ella estalló en un ataque de risa ante mi pregunta.

—Nada. Supongo que Graham le contó unas cuantas historias sobre mí


a su padre o algo así, porque tan pronto como di un paso hacia él,
comenzó a echarse hacia atrás y tropezó con la basura en el suelo.
—Oh.

—¿Por qué?

—Pensé que sería algo que podrías contarle a tus nietos un día, cómo
acabar tanto con tu ex novio como con su padre.

Stacy sonrió a medias.

—Sí. Eso sería algo.

Le di un golpe con el codo y me eché a reír.

—Qué buen comienzo para las vacaciones de primavera, sin embargo,


¿eh?

Su sonrisa se ensanchó cuando ella asintió con la cabeza.

—Sin duda.

Purple Rose
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26
Papeles.
Traducido SOS por LizC y kathesweet

Corregido por Lizzie

A
la mañana siguiente, Graham había empacado todo lo que
tenía con él en dos bolsas de lona de gran tamaño. Me
desperté temprano para hacerle un verdadero desayuno de
tocino y huevos, y nos pasamos una buena hora hablando antes de que
Stacy llegara para llevarlo al aeropuerto.

―Eres mi mejor amiga, Grace ―dijo antes de irse―. No creo que pudiera
haberlo hecho a través de todo esto sin ti. ―Golpeé su brazo a la ligera
con mi puño, sin saber qué decir ni qué hacer en este momento. Su
sonrisa era cálida y reconfortante, y me sentí relajada sabiendo que,
para la próxima semana por lo menos, iba a pasar más tiempo
preocupándome por su bronceado y la forma de evitar que se ahogara
que cualquier cosa que pase aquí.

―¡Te veré en una semana! ―gritó desde el auto. La pequeña mano de


Stacy me despidió desde el asiento del conductor, justo antes de que se
fueran.

Todavía estaba oscuro, así que decidí regresar a la cama. Robert estaba
allí esperando, con los brazos abiertos en una cálida invitación. Me
arrastré hacia ellos y me acurruqué contra su pecho, escondiendo mi
cara trazada de lágrimas contra su camisa y esperando que no
causaran demasiado daño al tejido caro.

―Sabes que no me preocupo por esas cosas, mi amor ―dijo en voz baja
en contra de mi cabello―. Sólo estoy preocupado por cómo te sientes. Si
necesitas llorar, llora. Yo entiendo.
―¿Por qué? ¿Por qué eres tan comprensivo sobre Graham ahora?
―sollocé.

Un largo suspiro, seguido por una suave sonrisa perturbó la


tranquilidad.

―Porque cuando tuvo la oportunidad de utilizar su propia miseria en


contra de todos, él eligió no hacerlo. Es muy parecido a ti, sabes. Es
distinto a muchos de los seres humanos de aquí que usarían sus
problemas como una excusa para su comportamiento. En su lugar, ha
sabido seguir con su manera de ser y hacer todo lo que no.

―¿Qué quieres decir?

La mano de Robert empezó a acariciar la parte de atrás de mi cabeza


mientras se explicaba.

―Has pasado a través de un gran trauma en tu vida, sufriste el


desprecio y la burla de tus compañeros, y sin embargo todavía eres
cálida y acogedora, amorosa y generosa. Nunca has culpado a las
circunstancias de tus acciones, y siempre has tratado a todos con
justicia, aunque no lo hayan hecho contigo.

―Graham me ha demostrado que él es igual. Admito haberlo juzgado


mal en muchas ocasiones, pero ayer hizo algo que ningún ser humano
que ha estado siempre interesado en Lark ha hecho sin haber sido
amenazado con hacerlo.

―Se dio por vencido ―concluí por él.

―Él te lo dijo.

―Le pregunté ―admití.

―Bien, sí. Se dio por vencido. No me lo esperaba, para ser sincero


contigo. Hay dos personas que llenan sus pensamientos durante todo
su día; tú eres una de ellas ―me dijo Robert―. Estás siempre en mis
pensamientos, también, pero para mí, te veo de la misma manera que él
ve a Lark, y sé lo difícil que es estar sin ti, cuán sofocante se siente el
no tenerte cerca de mí.

―Tú eres el aire que necesito para respirar y el latido del corazón que
me mantiene vivo. En los falsos recuerdos que tienes, dijiste que yo no
existía; eso es cierto. Si nunca te hubiera conocido, Grace, yo no
existiría. Lo sé con firme certeza. Y si me siento así, sé que, aunque sólo
sea en una capacidad humana, Graham debe sentir algo parecido a
esto, también.

Purple Rose
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Algo se agitó en mi interior, algo que no sabía que había permanecido
inactivo y sin descubrir, que el amor no había tocado todavía.

―Eres realmente sorprendente ―le susurré.

―¿Por qué? ¿Porque soy un ángel terco que tardó demasiado en darse
cuenta de algo que ya sabías? ―Me eché a reír, el sonido se enterró en
su pecho.

―No, porque me has hecho ver algo que no sabía que quería.

―¿Y qué es eso?

Negué con la cabeza y guardé mi secreto para mí. ―No te lo voy a decir.

Robert gimió cuando se topó con el bloqueo mental que me había


ayudado a dominar.

―Estoy empezando a pensar que todos esos momentos en que clamaste


decir que no sabías que estabas escondiendo tus pensamientos eran
artimañas.

Empecé a reír cuando me empujó a decirle lo que había aprendido, pero


me mantuve firme.

―No vas a saber nada de mí hasta que esté lista ―le prometí, y me reí
cuando cambió de posición con rapidez, deslizándome de un tirón sobre
mí espalda, y su torso apretándose contra el mío.

―Sabes, puedo hacer que me digas ―bromeó Robert.

―Espero que lo intentes ―dije con una sonrisa socarrona.

Poco a poco, bajó su boca a la mía, nuestros labios moldeándose los


unos a los otros. El simple contacto fue suficiente para dar vuelta a mi
ritmo cardíaco en su propia pequeña resonancia y el ritmo de mi
respiración igualó su velocidad cuando Robert empezó a empujar contra
mi boca, empujando mis labios a abrirse con suave persuasión. Me oí
gemir y llevé mis brazos hacia arriba para tratar de evitar que se
apartara antes de que pudiera probar…

―¿Grace? ―Un llamado a mi puerta captó mi atención, haciéndome


gruñir en decepción. Robert se había ido.

―¿Sí? ―respondí, sin molestarme en ocultar mi disgusto por la


interrupción y lo que me había costado.
―¿Te he despertado de un buen sueño? ―Era Janice, su voz sonaba
divertida.

―Muy bueno ―murmuré y, con un gruñido de desaprobación, salí de


nuevo de la cama. Abrí la puerta para ver a Jancie de pie delante de mí,
con una bolsa larga y blanca colgando en su brazo―. ¿Qué pasa,
Janice?

Vio la dirección de mi mirada y sonrió. Sacó la bolsa de su brazo y me la


entregó.

―Pensé que podríamos hablar, y que también podría darte tu vestido.

Tomé la bolsa para ropa y me acerqué a mi armario, poco a poco lo abrí,


con la esperanza de que Robert no estuviera allí… oculto. Con un
suspiro de alivio, vi que no estaba, y colgué la bolsa al lado de la otra
que contenía los restos destrozados del único otro vestido que poseía.

―Puedes verlo si quieres ―insistió Janice, y se sentó en mi cama―.


Admito que fue una especie de paranoia que vieras el vestido y luego no
querer usarlo si te lo mostraba antes de tiempo. Pero como es tan cerca
de la boda, pensé que si no querías usarlo, te mereces tener al menos
algo de tiempo para encontrar algo diferente para usar.

Negué con la cabeza y le sonreí cuando me senté a su lado. ―Voy a


usarlo.

―¿Incluso si tiene volantes?

Miré hacia ella, mi boca decayó con disgusto. ―No has comprado un
vestido con volantes, ¿verdad?

Se echó a reír y sacudió la cabeza. ―No. Confía en mí, al menos sé lo


que te gusta y no te gusta, Grace.

―¡Menos mal! ―dije en un apuro―. Me preocupé por un segundo.

Janice de repente se puso seria y lo hice también en respuesta. ―Quería


preguntarte una cosa, Grace. No lo hice cuando debía hacerlo, y sé que
me arrepentiré si no lo hago, por lo que vas a tener que seguirme la
corriente mientras hago esto, ¿de acuerdo?

Confundida, asentí con la cabeza. ―Está bien...

Mirándome a los ojos, Janice alcanzó mi mano y la sostuvo en su


regazo. Me sonrió nerviosamente, y le devolví una sonrisa de aliento,
algo que, sorprendentemente, vino muy naturalmente.

Purple Rose
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―Grace, quería pedirte permiso para casarme con tu padre. Ha sido
todo tuyo por un tiempo muy largo, así que sé que la idea de
compartirlo puede ser algo que no estés muy dispuesta a aceptar, pero
realmente lo amo... inmensamente, y me comprometo a seguir
amándolo por siempre y cuando estos viejos huesos míos me lo
permitan.

La miré con sorpresa. ―Janice, no me esperaba esto. Vaya. Por lo


general escuchas que el novio le pide a la familia de la novia el permiso,
no la novia pidiéndole a la hija.

Janice se echó a reír. ―Bueno, éstas no son circunstancias normales.

Me reuní con ella en la risa mientras respondía:

―No, tienes razón. Estas no es la forma habitual de las circunstancias.


Aquí no, de todos modos, pero sí, tienes mi permiso para casarte con mi
papá.

Los brazos de Janice estuvieron alrededor de mis hombros, en un


primer y torpe abrazo que se hizo más firme cuando los míos fueron a
su alrededor. ―Eres algo especial, Grace. Tu padre siempre dice eso de
ti, y tiene razón. Eres una jovencita increíble.

―Eso trato ―dije en tono de broma mientras nos separamos.

Sonrió y me palmeó la pierna. ―Quería hablar también contigo acerca


de mi papel en esta familia, Grace. Quería asegurarme de que entiendas
que no estoy buscando sustituir a tu madre, o incluso convertirme en
tu madrastra. Tienes dieciocho años ahora, y eres demasiado vieja para
estar ganando una nueva madre. Pero me gustaría saber que cuando tu
padre y yo nos casemos, me considerarás tu amiga. ―Esto era algo
nuevo, algo que no esperaba, y me hizo sentir muy agradecida de que
fuera la que mi padre finalmente había decidido escoger para seguir
adelante.

―Janice, eso realmente significa mucho para mí. Y sé que no estás


tratando de reemplazar a mi mamá, pero aún así se siente bien que me
lo digas.

La sonrisa de Janice era sincera. ―Sé que tu madre fue una mujer
increíble, y sé que nunca podré tomar el lugar de ella en el corazón de
tu padre… no quiero hacerlo. Sólo me alegro de que él haya hecho un
lugar para mí ahí; sólo puedo esperar que dejes un pequeño lugar allí
para mí también, porque me importas mucho.
―Sé que podrías no ser capaz de creer esto, pero cuando tenía tu edad,
mis padres se volvieron a casar. Mi madre se casó con este
verdaderamente maravilloso hombre, Gregory, quien amaba a mi
madre. Nunca trató de tomar el lugar de mi padre y siempre dejó en
claro que su papel era el de padre-de-repuesto, en lugar del padrastro.
Mi hermana y yo crecimos queriéndolo mucho, casi tanto como
habíamos amado a nuestro padre, pero cuando nuestro padre se volvió
a casar, su nueva esposa, Iris, fue una historia diferente. Mi hermana
Katie y yo solíamos llamarnos a nosotras mismas las gemelas
Cenicientas, debido a cómo nos trataba a las dos.

―Ella asumió que automáticamente nos gustaría; obviamente se olvidó


de lo que era ser un adolescente. Cuando no le dimos lo que ella
esperaba, hizo todo lo posible para poner a nuestro padre en contra de
nosotras. ―Janice miró a mi cara y empezó a reír―. ¡Ay Dios! Eso suena
demasiado dramático, ¿no?

Asentí con la cabeza, y mis ojos bien abiertos con especulación.

―Lo siento, Grace. Por desgracia, es la pura verdad de Dios. Iris le dijo a
mi padre que mi hermana estaba embarazada cuando comenzó a ganar
peso, y mi padre la obligó a tomar una prueba de embarazo para
demostrar que no lo estaba. Fue muy humillante para Katie, pero no
importó siempre y cuando Iris insistiera en que Katie había hecho algo
que no debería haber hecho.

―Agradecidamente, tenía la edad suficiente para irme de casa. Katie


sólo veía a nuestro padre los fines de semana, y pronto, ella también
tuvo la edad suficiente para irse. Nunca hablamos con nuestro padre
una vez más después de eso. Tuvimos a Gregory, nuestro padre-de-
repuesto. Aprendimos que era más que suficiente para nosotras, y eso
fue porque nos dejó darle la bienvenida, en lugar de obligarnos a
aceptarlo nos gustara o no. Me prometí que así sería como iba a ser
contigo.

―¿Realmente estabas considerando en cancelar la boda si te decía que


no estaba de acuerdo? ―le pregunté a Janice con incredulidad.

―Sí. Te mereces un hogar feliz tanto como cualquier otra persona,


Grace, y no quiero traer a Matthew a un hogar donde su madre y su
hermana no se lleven bien. Se merece la felicidad, también ―insistió
Janice.

―¿Y qué pasa con papá?

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Respiró hondo y suspiró, asintiendo con la cabeza en comprensión.
―Eso habría sido difícil. Sin embargo, nuestra primera prioridad son
nuestros hijos. Él hacia ti, y Matthew para mí.

Negué con la cabeza ante su respuesta. ―Matthew es su hijo, también…


también podría muy bien simplemente cambiarme mi nombre a Erica si
hubiera hecho a mi padre elegir entre él y yo. Supongo que es una
buena cosa que no tengamos que pensar en ello, ¿eh?

Janice rió y asintió con su cabeza una vez más. —Mucho. Estoy feliz de
que tuviéramos esta conversación, Grace. Definitivamente eres una
jovencita muy especial, y voy a estar muy orgullosa de saber que
Matthew te tiene como su hermana mayor.

—Yo también —respondí—. Estoy feliz de que vayas a ser mi nueva


mamá, y no mi madrastra. —Vi el brillo de lágrimas empezar a formarse
en los ojos de Janice antes de que se levantara rápidamente, sus manos
tocando ligeramente las esquinas de éstos.

—Bien, te dejaré para que le eches un vistazo al vestido y tengas… oh,


querida.

Se giró para mirarme y vi una sonrisa nerviosa cruzar su cara. —Olvidé


preguntarte una cosa más.

—¿Qué? —pregunté, preocupada, mis ojos recorriéndola hasta su


vientre—. Oh no, todavía no es momento. —Se rió.

Un enorme suspiro de alivio dejó mis pulmones mientras me unía a su


risa. Agarró mi mano y, cuando su risa se apagó el suficiente tiempo
para formar una oración coherente, empezó a hablar. —Grace, quería
saber si te gustaría ser mi dama de honor.

Mis ojos se ampliaron con sorpresa.

—¿Yo? ¿Pero qué hay de tu hermana? ¿O-o-o tus compañeras de


trabajo? —pregunté nerviosamente, no sabía lo que hacía una dama de
honor, ¿cómo iba a ser una dama de honor decente para una mujer
embarazada?

—Katie me va a llevar al altar, así que en esencia, ella va a tomar el


papel de mi padre ya que Gregory falleció hace muchos años, y mi
madre un año después de eso, y simplemente creo que serías perfecta
para este papel, Grace.
Mis mejillas se sonrojaron ante el pensamiento de tener un trabajo tan
importante para alguien que una vez odié, pero asentí estando de
acuerdo. —Sí, lo haré.

Janice sonrió de oreja a oreja y me abrazó una vez más, su torso


retorcido a un lado así no golpearía su vientre entre las dos. —Eso me
hace la novia más feliz en Heath, Grace.

—Estoy feliz —dije, sonriendo incómodamente. Ella vio eso y me


preguntó qué estaba mal—. Pero… no sé lo que hace una dama de
honor, admití, avergonzada.

—Simplemente aparece allí —insistió Janice y me abrazó una vez más


antes de irse.

Hice una nota mental para buscar en Google las responsabilidades de


una dama de honor más tarde, y luego eché un vistazo al armario,
temiendo lo que estaría detrás de la puerta. —Dos vestidos —murmuré
para mí—. Ahora tengo dos vestidos.

Janice tenía una prueba final del vestido después de la cena, lo que nos
confundió a papá y a mí sin fin, así que por primera vez en meses, papá
y yo estábamos solos en la casa. Él tomó una ducha temprano y
procedió a sentarse y mirar las noticias mientras yo limpiaba la cocina.

—Oye Grace, cuando termines allí, ¿podrías venir aquí y sentarte


conmigo? —gritó papá desde su silla.

—Seguro.

Terminé de guardar los platos y apagué la luz. Caminé hasta el sofá y


me desplomé, mirando la cara cansada de papá y preguntándome qué
era lo que tenía que discutir conmigo. No tuve que esperar demasiado.

—Grace, sé que Janice habló contigo esta mañana, pero quería hablarte
sobre lo que significa mi matrimonio con Janice —dijo papá mientras
presionaba el silencio en el control remoto del televisor.

Me incorporé e incliné hacia adelante, mis manos juntas y descansando


entre mis rodillas. —Papá, sé lo que significa: vas a ser feliz, vas a
volver a la vida que perdiste cuando mamá murió.

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Papá sacude su cabeza, inclinándose hacia adelante y sosteniendo mis
manos. —Grace, pareces creer que casarme con Janice de alguna
manera va a darme una vida completamente nueva. Ese no es el caso.
Desde el momento en que conocí a tu madre, juré que mi camino en
vida estaba establecido. Lo supe en el fondo de mis huesos.

—Y luego llegaste y todo cambió, aprendí que nunca estableces un paso


en ningún camino hasta que tu primer hijo nace, que el tiempo que
pasaste antes fue simplemente para prepararte para el viaje. Y tengo
que admitir que no esperaba estar tan enamorado de ti y de este camino
de paternidad por el que me llevaste, y sin embargo me tuviste
enganchado desde el primer día.

—Cuando tu madre murió, pensé “eso es todo, mi vida está terminada”,


y luego me enteré que estabas bien y supe que mi vida, aunque
maravillosa y completa con tu madre, no estaba atada a ella. Estaba a
atada a ti. Eres la que me hace seguir adelante.

—Entonces no, Grace, Janice no va a darme una vida completamente


porque ya te tengo. Ella simplemente está entrando en ésta, y cuando
Matthew nazca, él hará que esta vida sea mucho más rica. Simplemente
quería que sepas que después de la boda, todavía voy a ser tu papá, y
todavía voy a querer a tu madre y a ti. Nada de eso va a cambiar jamás.

Parpadeé para evitar las lágrimas. —Gracias. Y también te quiero.

—Bueno —dijo, parpadeando para evitar su propio conjunto de


lágrimas—. Tu madre estaría muy orgullosa de ti, ¿sabes eso?

Sacudí mi cabeza. —No sé qué pensaría ella, honestamente. Intento


hacerlo, pero no recuerdo mucho de ella. Stacy siempre está hablando
sobre lo que es tener una madre coreana, pero no recuerdo nada como
eso, y lo que recuerdo se limita a unas cuantas sonrisas y unas cuantas
conversaciones que tienen muy poco que ver con lo que estoy pasando
ahora.

—Bueno, créeme cuando digo que definitivamente estaría orgullosa de


ti. La imagino pensando sobre la hermosa jovencita en la que te has
convertido. Y lo agradecida que estaría, sabiendo que tienes amigos
maravillosos en tu vida que se preocupan por ti y te aprecian por quien
eres y no por quien quieren que seas. Y… creo que incluso aprobaría a
Robert. Incluso iría muy lejos para llamarlo “guapo”. —Papá logró
ahogar la última parte y reí ante lo absurdo de de papá diciéndole
guapo a alguien.
—Sé que podrías pensar que esto es monstruoso de mi parte, Grace,
pero hay momento cuando estoy feliz de que no esté aquí. Si estuviera
aquí, no creo que hubieras crecido para ser tan parecida a ella.

Lo miré fijamente, sin palabras. Me tomó unos minutos organizar


finalmente las palabras en mi cabeza así tenían sentido. —¿Estás
tratando de decir que si mamá no hubiera muerto, habría terminado
siendo más como tú y que hay algo malo con eso?

Papá asintió con su cabeza y rió. —Sí. Siempre he dicho que tu madre
era más que sólo mi mejor mitad, ella era la santa que yo nunca había
sería, y sabía que cuando nacieras si terminabas siendo la mitad de lo
maravillosa que fue tu madre, serías tres veces una mejor persona que
yo. Estaba equivocado, por supuesto. En realidad has excedido a tu
madre en grandeza… Abby ni siquiera tenía un gran sentido del humor.

—Papá —gemí.

Él rió ruidosamente. —¿Ves? Abby habría pensado que eso era gracioso.
Reconoces un chiste malo cuando lo escuchas.

Se sentó allí riendo en el silencio mientras lo observaba, feliz de hubiera


tenido a mamá para reírse de sus chistes malos y escuchar sus CDs
extraños, y agradecida de que ahora tuviera a Janice para hacer esas
cosas por él.

Repentinamente el silencio se volvió demasiado… silencioso.

—Grace…

Fruncí el ceño ante el tono de su voz, el cambio rápido en su actitud


inquietante.

—Grace, ¿por qué no me dijiste sobre el Sr. Frey?

Trastabillé por una respuesta, algo que no sonara tan absurdo y


ridículo como que Robert era la Muerte encarnada que había recibido la
confesión del Sr. Frey sólo horas antes de su muerte, y luego apareció
en mi habitación para compartir lo que había aprendido conmigo
enviando sus pensamientos y visiones hacia mi mente presionando
íntimamente su frente contra la mía.

—Porque no sabía nada con seguridad, y no quería que mantuvieras tus


esperanzas otra vez —dije finalmente, las palabras casi lo
suficientemente convincentes para engañarme.

Purple Rose
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—Grace, soy tu padre. No necesito nada más que tu confianza
—insistió.

—Papá, siento mucho que no te dijera, y siento mucho que tuvieras que
averiguarlo de la manera en que lo hiciste, pero eso no significa que no
confié en ti, que no confío en ti. Simplemente no confío en mí misma.
Estar equivocada sobre esto le costó a Sr. Branke su reputación. No
importa que estuviera equivocada, o que el Sr. Frey confesara. Lo que
todos siempre recuerdan es la primera acusación.

Papá pareció comprender lo que estoy tratando de decir cuando asintió,


su mano levantándose para frotar su frente. —Simplemente no quiero
que creas que no puedes decirme todo, que no entenderé, porque lo
haré. Puede que no sea el papá más moderno…

—Papá, yo no estoy a la moda ni nada de eso, pero incluso yo sé que los


chicos de mi edad no usan la palabra “moderno”.

Papá sonrió ante mi interrupción. —Muy bien, puede que no sea el papá
más seguidor de lo que está de moda, pero te quiero, y quiero que sepas
que puedes confiar en mí, Grace, incluso contigo misma.

—Gracias, papá. Aprecio escuchar eso, de verdad.

—Entonces…

Lo miré y vi la mirada cansada regresar. —¿Qué, papá?

—¿Vas a decirme?

Perpleja, le pregunté de qué estaba hablando. —Grace, ayer, Graham se


refirió a Robert como el cuñado de Matthew…

Mi mandíbula cayó cuando finalmente me di cuenta de qué estaba tan


preocupado. —¡Oh, queridas bananas, papá! ¡No, no, no, no, no!
¡Graham estaba siendo un imbécil! Oh Dios, voy a matarlo —gemí,
cerrando mis ojos, mortificada.

—Está bien, Grace. Si tú y Robert ya han hecho un compromiso, estoy


de acuerdo con eso… Está bien, quizás no exactamente de acuerdo con
eso, pero si esto te hace feliz, si Robert es con quien te ves pasando el
resto de tu vida, apoyaré tu decisión. Eres una adulta ahora, después
de todo —afirmó papá.

Quité mis manos de la suya para sostener mi cabeza, que ahora estaba
latiendo a un ritmo que sonaba muy parecido a la Marcha Nupcial de
Wagner, y gemí. —Papá, no tengo planes de casarme en ningún, repito
ningún tiempo cercano. Todavía estoy en secundaria, ¡por amor de Dios!
¿Cuán loca tendría que estar para siquiera considerar algo así?

—Oh, bueno, ¡eso está bien entonces! ¡Uf!

Mi cabeza se levantó y lo miré a través de mis ojos entornados. —¿Todo


lo que acabas de decir era mentira? ¿Sólo estabas diciéndolo porque
creíste que estaba comprometida con Robert?

Papá sacudió su cabeza, sus manos moviéndose en frente de él en


énfasis. —No, no, Grace. Quise decirlo. Es solo que… bueno, juzgando
por tu reacción, incluso tú encuentras la idea de casarte tan joven como
algo malo. Simplemente estaba diciendo que si estuvieras decidida a
hacerlo, te apoyaría.

Puse mi cabeza de vuelta entre mis manos y suspiré. —Papá, amo a


Robert. ¿Me veo pasando el resto de mi vida con él? Sí, ¿pero casada?
Papá, la única boda en la que quiero pensar ahora mismo, y por un
largo, largo, largo tiempo después de eso, es en la tuya.

Papá suspiró en alivio y no pude evitar reír. —Grace, recuérdame la


próxima vez que vea a tu mejor amigo hacerle una llave por hacer
envejecer a este hombre viejo más pronto de lo necesario.

—Después de que acabe con él, puedes hacer lo que quieras. Lo


prometo, papá.

—¿Grace?

—¿Si?

—Creo que Robert sería un excelente yerno, sólo como una referencia
futura.

—Gracias, papá.

—Te quiero, niña.

—También te quiero.

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27
Marcha nupcial.
Traducido por flochi

Corregido por Samylinda

L
a mañana de la boda, me desperté sintiéndome
extrañamente triste. Las cosas estaban sucediendo con tanta
rapidez que sentía como si al parpadear, me perdería todo.
Robert se había ido mucho antes de que el sol saliera, su
llamada demandando más y más de su tiempo, por lo que no lo tuve
para ayudarme a descubrir que era exactamente lo que estaba
molestándome.

Alcé la mirada hacia el techo, preguntándome cuanto tiempo tenía


antes de que tuviera que empezar a prepararme, y qué era lo que
esperaba hacer. Googlear las responsabilidades de una dama de honor
no me daban mucha información útil. Se suponía que la ayudara a
conseguir los vestidos, ¿Cómo se supone que haga eso cuando yo
misma necesitaba ayuda en conseguirme un vestido? Se suponía que la
ayudara a cuidar su maquillaje y su cabello de desordenarse, pero no
podía evitar que mi propia cola de pony se volviera una planta rodadora.

La única tarea que no parecía desalentadora era mantener su ramo


durante el intercambio de anillos, aunque estaba bastante segura de
que si les daba suficiente espacio, lograría arruinar eso también.

Mis ojos viajaron hacia el armario donde mi vestido colgaba, oculto


detrás de las puertas y una bolsa de vinilo. No me había molestado en
abrir las puertas del armario desde que había puesto el vestido allí, y no
había urgencia en echarle un vistazo ahora.

—Me pregunto si alguien se daría cuenta si llevo jeans por debajo —dije
para mí.

—Grace, ¿estás despierta?

Rodé y suspiré.

—Sí, Janice.
La puerta se abrió y Janice, su cabello con rulos, una capa de un
menjunje verde cubriendo su rostro, entró.

—Mi hermana Katie ya llegó y se ofreció a hacerte un peinado y


maquillarte, si no te molesta —Me entregó una caja blanca y sonrió.

—Bueno, ya que estoy bastante desesperada cuando se trata de hacer


algo de eso, supongo que no me molesta —contesté, tomando la caja de
su mano—. ¿Qué es esto?

—Olvidé dártelo el otro día. Esos son los zapatos para el vestido. Tomé
prestada una de las sandalias que Robert te compró y lo tomé cuando
fui a escoger estos… sólo para tener el tamaño correcto, si no te
importa.

Le quité la tapa a la caja y aparté a un lado el papel que cubría el


calzado misterioso. Debajo de una doble capa de papel y varios envases
inservibles de papel desecante, encontré las zapatillas color burdeos de
punta abierta. Los saqué para inspeccionarlos y para mi consternación,
vi que los tacones eran mucho más altos que cualquiera que yo haya
usado alguna vez, lo que era nada en absoluto.

—Gracias, Janice —me las arreglé para decir con una sonrisa.

—De nada. Ahora, sé que te he mantenido al margen del asunto de


cómo van los detalles de la boda, pero eso se debe a que sabes que todo
esto te aburriría hasta el borde de la muerte. Pero creo que debo dejarte
saber que la boda comienza al mediodía. Tú, Katie y yo estaremos
manejando hacia el Refugio de la Familia Bellegarde en
aproximadamente una hora y nos prepararemos allí.

Mi cabeza se ladeó a un costado cuando asimilé lo que acababa de


decirme.

—¿La boda se celebrará allí?

Ella asintió alegremente. —Sí, Ameila le ofreció a tu padre el pleno uso


de los terrenos en Navidad y aceptamos. Ofreció levantar dos carpas y
asientos para la ceremonia y la recepción, así como tenerlo listo, lo cual
nos ahorró una increíble cantidad de dinero, ni siquiera puedo empezar
a decírtelo, Grace.

Mi mente corrió rápidamente a través de la esperanza de que si Ameila


estaba aquí, organizando las cosas para la boda de papá y Janice,
quizás Lark estaba con ella también. —Bueno, me alegra que Ameila
fuera tan generosa como para hacer esto por ti, Janice. Espera —hice
una pausa y la miré cuidadosamente—, no le dijiste que podía
encargarse del buffet de la boda, ¿lo hiciste también?

Purple Rose
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Se encogió de hombros y sacudió la cabeza. —Oh, no. Tu padre sólo
tuvo un pedido cuando estaba planeando la boda, y fue que él mismo
escogiera el catering, supongo que pensó que sería demasiado amable
como para decirle que no a Ameila si se ofrecía.

—Así que ella no se ofreció —pregunté.

Riendo, Janice sacudió la cabeza una vez más. —No, no se ofreció para
nada, lo cual fue estupendo, porque no tuve que rechazarla. Robert
tiene una madre maravillosa.

Balanceé la cabeza estando de acuerdo. —Sí, lo es.

Los ojos de Janice giraron al reloj sobre mi vestidor y luego jadeó.

—Oh cielos, mejor te metes en la ducha, Grace. Katie está abajo


poniendo algunas cosas en el coche. Puedes reunirte con ella cuando
termines.

Me miró, como si decidiera algo, y después me agarró en un breve e


incómodo abrazo. No tuve tiempo para devolvérselo cuando me soltó y
se apresuró a salir, un rulo aflojándose cuando lo hizo.

Coloqué la caja que todavía se encontraba en mis manos y lo alcancé a


mi mesita de luz. Abrí su único cajón y agarré el teléfono que yacía
dentro. Rápidamente, disqué el número de Stacy y esperé que alguien
respondiera.

—Uh, ¿hola? —respondió una voz ruda en el otro extremo.

—Hola, soy Grace, una amiga de Stacy… ¿puedo hablar con ella, por
favor?

Escuché un sonido de arrastrar de pies y unos cuantos golpes sordos


antes de que pudiera detectar la amortiguada voz de Stacy del otro
extremo.

—¡Dame el teléfono, estúpido! —espetó.

—Escuchaste a mamá, nada de llamadas antes de las diez. Vas a


conseguir que… ¡Ow! —contestó la otra voz antes de que el sonido del
receptor cayera al suelo causando que tuviera que alejarlo de mi propia
oreja.

—¿Grace? ¿Eres tú?

Poniendo el teléfono nuevamente contra mi rostro, respondí: —Sí, soy


yo.
—¿Qué pasa? Tienes que ser rápida, mi mamá tiene esta regla sobre el
teléfono sonando antes de las diez de la mañana —dijo
apresuradamente.

Hablé tan rápido como pude, esperando que todo saliera antes de que la
madre de Stacy la descubriera en el teléfono. —Janice me acaba de
decir que Ameila ofreció celebrar la boda en su refugio familiar, lo que
significa que ella va a estar allí. Si ella está, hay una oportunidad de
que Lark también pueda estar allí.

—¿Lo sabes con seguridad? —preguntó Stacy antes de que un distintivo


clic terminara nuestra conversación.

—¿Stacy? ¿Stacy? —grité por el receptor, pero el sonido de beep de una


llamada desconectada confirmaba lo que ya sabía—. Ugh, ¿Por qué no
tienes una madre normal como todo el mundo? —murmuré para mí
antes de colgar el teléfono y empujarlo de regreso al cajón.

Miré el reloj y, suspirando con resignación, me levanté para prepararme


para mi ducha.

Katie, la hermana de Janice, era exactamente lo que esperaba: una


versión más corta y de alguna manera más joven de Janice con un
cabello rubio artificial y unos brillantes ojos azules. Era bastante hábil
con un conjunto de cilindros en tanto de alguna manera lograba
convertir mi perfectamente desastroso cabello en un montículo de rulos
y pasadores en cuestión de minutos.

Mientras me sentaba y miraba fijamente mi cabeza grumosa y casi


abstracta forma, Katie estaba ocupada poniendo los toques finales de
maquillaje al rostro de Janice. Lo tenía yo en la mano para tendérselo;
fue muy rápida y habilidosa cuando tranformó alguien en otra persona
completamente diferente. Janice parecía diez años más joven, su piel
impecable, sus labios milagrosamente más llenos de lo que habían sido
esta mañana.

—El truco es rozar sus labios primero con un cepillo antes de aplicarle
a esos nuevos labios regordetes el brillo que tienen ahora —le dijo a
Janice quien aparentemente le había preguntado qué era lo que había
hecho para crear tal ilusión.

—No luciré como si me hubieran dado un puñetazo en la boca, ¿no?


—preguntó Janice con preocupación mientras se tocaba suavemente el
labio inferior.

Purple Rose
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—Oh Dios, no, Jan; sólo parecerá como si te hubieras hecho algo, pero
nadie sabrá qué. —Rió Katie.

Miré los labios de Janice una vez más y tiré del mío; metiéndolos debajo
de mis dientes, no deseaba parecer como si me hubieran golpeado en la
boca; usar un vestido que todavía no había visto ya era bastante malo.
Espié a Katie mirándome por el rabillo de mi ojo y rápidamente giré mi
cabeza en la dirección opuesta, sin querer llamar su atención, cuanto
más tiempo le tomara llegar a mí, mejor.

—Grace, ¿le has echado un vistazo a tu vestido? —me preguntó desde


detrás de Janice. Volví mi cabeza para mirarla, insegura de cómo ir
exactamente a responderle sin atraerla a una conversación.

—No.

—Bueno, vamos a sacarlo para que puedas verlo, probar, y averiguar


qué quieres de maquillaje, ¿bien? —dijo mientras alcanzaba la bolsa
más chica de color blanco que colgaba en un estante de prendas de
vestir. Estábamos en una pequeña tienda a varios metros de distancia
de donde la recepción de la ceremonia se celebraría, el sonido de la
actividad funcionando tranquilamente más allá de las paredes de la
tela.

—Ayudé a Janice a elegir este, pero ella pensó que el color original
estaba mal, así que terminó escogiendo algo diferente, oh, Jan, esto se
verá hermoso en ella.

No pude evitarlo, giré mi cabeza para mirar. La bolsa había sido


apartada del vestido, permitiéndome verlo en su totalidad. Era otro
modelo strapless, esta vez en un tono oscuro, casi rojo sangre. El
corpiño era una masa de tela fruncida y brillante que terminaba en
cintura ceñida imperio, acentuada con cientos de diminutos abalorios
de cristal haciendo juego, la falda cayendo por debajo de ellas como una
cascada de vino tinto.

—Vaya —fue todo lo que pude conseguí decir.

—¿Te gusta? —preguntó Janice, un poco de preocupación fácilmente


detectable en su voz.

—Sí —susurré mientras me ponía de pie para poder darle un vistazo


más de cerca. El vestido caía hasta el suelo, y ahora entendía la
necesidad de los tacones suicidas—. Tenía miedo, pensé que me habías
conseguido algo rosa… con volados —admití mientras tocaba los
pequeños abalorios brillantes cosidos en el vestido—. Es un vestido
impresionante, Janice.

Katie aplaudió y Janice suspiró con alivio ante mi respuesta,


obviamente preocupada porque mi desagrado por los vestidos me
causara automáticamente desagrado por el vestido.
—Muy bien, bueno, ahora que sabemos que te gusta, hablemos del
maquillaje, Grace —dijo Katie mientras empezaba a sacar unas cuantas
botellas y jarras del gran bolso que trajo con ella—. ¿Quieres en los ojos
algo dramático o algo más natural? Si vamos por algo natural,
tendremos que ir por algo más oscuro y dramático en los labios y
viceversa.

La miré fijamente con absoluta confusión, las palabras sonaron más a


un idioma extraño, que nada que haya escuchado antes.

—¿Qué?

Janice tosió, un intento descarado para enmascarar su risa mientras


palmeaba a su hermana en el brazo.

—Ella no usa maquillaje, Katie, así que preguntarle no ayudará. Vas a


tener que tomar las riendas en este caso.

Katie asintió entendiendo y empezó a sacar unos cuantos objetos más


de su bolso, incluyendo varios pinceles y tubos.

—Bueno, ya que parece que voy a tener completa libertad aquí, voy a
darte un fabuloso rostro nuevo.

Abrí la boca para discutir pero Katie rápidamente alzó mi barbilla,


cerrando mi boca y silenciándome efectivamente con un golpe de pincel.
Me senté allí por los veinte minutos siguientes mientras empezó a
aplicar y barrer, pincelar y pulir mi rostro en algo completamente
irreconocible. Miré el progreso en el espejo que había colocado e hice mi
mejor esfuerzo por ocultar mi miedo de que por el tiempo que ella tardó,
mi rostro estaría cubierto con tantas porquerías, que estaría demasiado
pesada en la parte de arriba para incluso bajar por el pasillo.

—Bien y ¡hemos terminado! —exclamó Katie cuando se alejó un paso


para permitirme admirar su trabajo.

—No se parece a mí —pronuncié mientras giraba mi rostro de un lado


al otro, el maquillaje pesado y completamente enmascarando el rostro
que había crecido viendo cada día en el espejo.

—Sí, ese es el objetivo, Grace —dijo, exasperada—. Voy a irme y


maquillarme y luego será tiempo de tu cabello. No trates de deshacer
todo lo que he hecho —advirtió.

Asentí forzadamente y luego volví mis ojos para mirar a Janice, quien
parecía lamentarlo en extremo.

—Puede dejarse llevar un poco… lo siento, Grace. ¿Te gustaría


ayudarme a limpiar algunas de estas cosas?

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Sacudiendo mi cabeza, cerré los ojos así no tendría que verme en el
espejo más. Caminé a la entrada de la carpa y me asomé hacia la
actividad de afuera. Dos grandes carpas habían sido colocadas, una
cerca del pabellón donde la ceremonia tendría lugar, y la otra en el
campo abierto para la recepción.

Las mesas y sillas habían sido colocadas allí, las sillas envueltas en
materiales de color marfil con un gran lazo del mismo color que mi
vestido acentuaban cada respaldo. Había flores por todas partes, su
aroma enmascarando el aroma del césped recién cortado, y los
trabajadores estaban ocupados colgando grandes candelabros desde la
parte superior de la tienda.

No pude ver ni un vistazo de Robert o Ameila, aunque si realmente


estaban ayudando a organizar, no habría sido capaz de verlos de todos
modos, sus movimientos eran muy rápidos. Metí mi cabeza de vuelta en
el interior y miré en la bolsa que había traído conmigo. Había empacado
el corset que Lark había elegido cuando Robert había comprado todos
los artículos de nuestra primera cita, así como algunos de los artículos
de joyería que Robert había comprado, incluso aunque sabía que no
quedarían bien con el vestido.

Sabiendo que tendría que estar vestida primera para poder ayudar a
Janice, agarré mi vestido, me agaché detrás de la pantalla para
cambiarse que estaba dispuesta en el cuarto y empecé a quitarme los
jeans y la camisa. Abrí la bolsa y saqué el corsé, luego lo miré atónita.

—Janice —llamé.

—Sí, Grace —respondió, acercándose hasta pararse del lado opuesto de


la pantalla.

—Uhm… ¿podrías ayudarme a ponerme este corsé?

Escuché su suave risa cuando rodeó la pantalla y asintió.

—Por supuesto. —Ayudó a aflojar los cordones y resbaló el corsé sobre


mi cabeza. Después, apretó y ató los lazos, siendo cuidadosa de dejar el
bastante espacio para que yo respirara.

—Gracias —dije con gratitud y ella sonrió con afecto.

—De nada Grace.

Me dejó sola para cambiarme, y me apresuré, tirando rápidamente de la


bata sobre sobre mis caderas y luego subiendo la cremallera del vestido
tan alto como pude antes de que mis brazos fueran insuficiente. Salí,
levantando cuidadosamente el dobladillo del vestido del suelo y me
presenté ante Janice para su aprobación.
—Oh, estás hermosa —exclamó, su mano cubriendo su boca mientras
me contemplaba en el vestido por primera vez—. Ese color te queda
muy bien —dijo, sus ojos brillando como cristal—. Me alegro tanto de
que la vendedora de la tienda dijera que alguien como tú merecía un
color apropiado para una reina. Merlot —ese es el nombre del color—
definitivamente es apropiado para ti, Grace. Y es del estilo que mejor le
va a esos bellos hombros que tienes.

Me ruboricé ante los cumplidos y acaricié mis mejillas para intentar


reducir su sonrojo. Señalé a mi espalda y le pregunté si no le importaría
subirme la cremallera los centímetros restantes.

—Bien, he terminado, así que empecemos con tu cabello, Grace —dijo


Katie desde su silla en frente del espejo. Se dio la vuelta para mirarme y
sonrió con un entusiasmo casi infantil—. No sé si tienes novio o no,
Grace, pero si no lo tienes, ¡lo tendrás para cuando finalice la noche!

Miré a Janice quien sacudió la cabeza y yo sonreí. —¿Puedes terminar


con mi cabello rápido para poder ayudar a Janice a ponerse el vestido?
—le pregunté.

—Oh, sí, ya sé que vamos a hacer a tu cabello.

Miré a Janice, asustada, y jadeé cuando vi las horquillas siendo


sacadas del nuevo bolso sin fondo de Katie.

—¿Cuántas de esas cosas vas a ponerme en la cabeza?

Katie rió muy maniáticamente y miré a Janice una vez más, mi cara
demasiado rígida con el maquillaje para hacer algo salvo una pregunta
silenciosa.

Janice asintió y rápidamente agarró la mano de su hermana antes de


que emergiera de su bolso con utensilios de comer.

—Katie, ¿por qué no sólo levantamos la mitad del cabello de Grace, la


otra mitad hacia abajo en un tocado?

Katie sacudió su cabeza ante esa idea, obviamente poniendo mi cabello


en un estilo que pareciera como un cuenco de fideos marrones.

—Estoy haciendo un trabajo aquí, Jan. Va a ser estupendo. Confía en


mí; ¡mira lo que hice con su rostro!

Janice miró mi expresión impactada y obligó a Katie a soltar las


horquillas.

—Ella no quiere su pelo estilizado de ninguna manera, Katie. Sólo hazle


un bello tocado, ¿sí?

Katie miró mi rostro afligido y asustado y suspiró.

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—Muy bien —concedió—. Pero si nadie la invita a bailar, no será mi
culpa.

Tomé un poco de consuelo ante eso y permití que Katie convirtiera mi


masa de rulos en un río de rizos de color marrón chocolate, algunos
apilados sobre mi cabeza y cayendo a un lado, mientras el resto bajaba
flotando por mi cuello y espalda. Estaba sorprendentemente satisfecha
con el resultado y me aseguré de hacérselo saber a Katie, aunque sólo
fuera un consuelo por no permitirle usar las horquillas.

Me di la vuelta para mirar a Janice, quien también parecía satisfecha


con el resultado de mi cabello, y procedí a agarrar la bosa de ropa
restante desde la barra del armario. Bajé la cremallera y suavemente
removí el vestido marfil de su envoltura de vinilo. Era otro vestido
strapless, rebordeado con lentejuelas y cristales a lo largo del corpiño,
seguido de un ribete bordado con cuentas, terminando en una lluvia
fluida de un material de gasa.

—¿No es hermoso? —susurró Janice mientras lo observaba por encima


de mi hombro.

—Lo es. —Estuve de acuerdo, cuidadosamente quitando las correas de


apoyo de la percha—. ¿Esto significa que es para mujeres
embarazadas?

Ella asintió alegremente.

—Siempre me ha gustado este diseñador en particular, y no puedo


empezar a decirte la satisfacción que fue encontrar un vestido de bodas
de maternidad en este mismo estilo. Con mi enorme vientre, necesitaba
algo que pudiera cubrirlo pero que no hiciera parecer como si estuviera
llevando una carpa.

—Bueno, no sé mucho sobre vestidos, pero este definitivamente no


parece una carpa sobre ti. —Estuve de acuerdo.

Con la ayuda de Katie, conseguimos deslizar a Janice en su


combinación strapless, y entonces juntas deslizamos el vestido sobre su
cabeza, tirándolo cuidadosamente sobre sus caderas y vientre. Alcé la
cremallera de detrás y metí la costura inteligentemente diseñada.

—¿Qué vas a usar en tus pies, Jan? —preguntó Katie, girándose


alrededor para buscar los zapatos de Janice.

—Nada.

—¿Nada? —exclamó Katie, conmocionada ante la idea de caminar por el


pasillo descalza.

Janice asintió.
—Mis pies son del tamaño de un barco, Katie. Nada de lo que traté de
probarme me quedaba bien o encajaba, y ya que mis pies parecen
hincharse más y más cada día, pensé que si quería estar cómoda en mi
boda, sería mejor ir descalza. Ya hablé con Ameila sobre eso y dijo que
se ocuparía de todo, así que no voy a usar nada.

Katie resopló y sacudió la cabeza.

—Que bohemio de tu parte, Jan. Supongo que será una historia


interesante que contarle a tus nietos, pero no puedo evitar preguntarme
lo que nuestra madre habría dicho.

—Creo que estaría demasiado ocupada quejándose de mi vientre


embarazado para preocuparse por mis pies desnudos, Katie. En
cualquier caso, ayúdame a sacarme estos rulos. ¡No quiero llegar tarde
a mi propia boda!

Katie y yo empezamos a liberar los cilindros del cabello de Janice y miré


cómo rápidamente Katie cepilló las espirales apretadas y empezó a
fijarlos en encantadoras ondas enmarcando el rostro de Janice. Metió y
jaló hasta que cada hebra de cabello de Janice estuvo fija en un suave
estilo recogido hacia atrás que complementaba su rostro en forma de
corazón.

—Bien —dije una vez que Katie dio un paso al costado para admirar su
obra—. No sé mucho acerca de qué otra cosa se supone que tengo que
hacer, pero anoté esta parte. —Agarré una lapicera y un pedazo de
papel de mi mochila y empecé a bajar por la lista que había escrito—.
Ahora que te he ayudado con tu vestido, se supone que me asegure que
tienes los cuatro regalos tradicionales que una novia se supone que
tenga antes de bajar por el pasillo. Algo antiguo, algo nuevo, algo
prestado, algo azul.

Katie comenzó a fijar algo alrededor del cuello de Janice y luego asintió
con satisfacción.

—Ahí tienes tu cosa antigua, Jan: la gargantilla de camafeo de mamá de


Gamma Barbara.

Miré en mi lista y taché eso.

—Bien, tu vestido es algo nuevo… —Taché eso también—… ahora


tenemos que conseguirte algo azul y algo prestado.

Janice rió y señaló la parte trasera de sus piernas.

—Tengo el azul cubierto… várices plenas detrás de mis rodillas.

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—Eso no cuenta, Jan —se burló Katie. Se dio la vuelta para mirarme y
vi su mirada bajar a mi mano—. ¡Eso es! Justo ahí, puedes prestarle a
Janice ese anillo, ¡Grace! Es azul y será prestado. ¡Es perfecto!

Miré mi mano y vi de lo que ella estaba hablando, el anillo que Robert


me había dado, era una piedra de un profundo azul brillante, incluso en
la pobre iluminación de la carpa. Miré a Janice y vi que desaprobaba la
sugerencia de su hermana, pero vi el razonamiento detrás de ello. Me
saqué el anillo del dedo y se lo entregué.

—Ten, Janice. Es exactamente lo que necesitas y no quiero que


empieces tu boda faltándote algo.

Vi a Janice sacudir su cabeza, su negativa en la punta de la lengua, y


empujé el anillo en su mano.

—No digas que no, Janice. Es mi trabajo asegurarme que tienes todo lo
que necesitas para hacer este día perfecto, así que no ayudará que falle.

Katie agarró el anillo de la mano de Janice y empezó a empujarlo en sus


dedos, buscando uno que permitiera que la pequeña banda plateada se
deslizara. Finalmente se deslizó por el dedo meñique de su mano
derecha y Katie y yo suspiramos con alivio.

—Ahí —dijo Katie, sonriendo—, todo es perfecto.

La solapa de la tienda se abrió y una de las más hermosas mujeres que


he visto entró vistiendo un simple vestido de color gris que habría
parecido monótono en cualquier otro, pero en ella, parecía como si
estuviera caminando una nube de tormenta, demandando la atención
de todos alrededor de ella.

—¡Janice! ¡Eres una visión! —declaró Ameila, sus manos extendiéndose


para tomar una de Janice—. Creo que James es probablemente el
hombre más afortunado en la tierra.

—Ameila, quiero agradecerte desde el fondo de mi corazón por todo lo


que has hecho por mí —dijo Janice con sinceridad—. No sé qué habría
hecho sin ti.

Ameila negó con la mano.

—Detente, luego de que salieras a invitar a mi familia a tu casa para


nuestro primer día de Acción de Gracias de Navidad aquí, lo menos que
podía hacer era ofrecerte mi hospitalidad. Además, somos familia, ¿no?

Janice sonrió y asintió, y las dos mujeres se unieron en un abrazo


amistoso.

Ameila se volvió entonces a mirarme y sonrió suavemente.


—Grace, como siempre eclipsas a todos los demás. Felicito a tu futura
madrasta por la elección de semejante vestido para ti, y ¡en tal color
llamativo! Sólo espera a que Robert te vea en él. Prometió ser muy
bueno y no espiar, valdrá completamente la pena la espera.

Finalmente, se volvió en dirección a Katie, quien parecía tan


conmocionada de hacer algo que no sea mirar fijamente con
sobrecogimiento la etérea belleza que era Ameila.

—Debes ser la hermana de Janice, Katie. —Cuando Katie sólo consiguió


asentir, Ameila agarró su mano en un gesto tranquilizador—. Soy
Ameila, una amiga de la familia.

Me contuve de reír cuando Katie no pudo hacer otra cosa que un


chillido y luego miró a Ameila. De repente sentí la urgente necesidad de
preguntarle sobre Lark cuando saltó al frente de mis pensamientos. Y
entonces lo vi —fue tan rápido, lo habría perdido si hubiera estado tan
hechizada por ella como Janice y Katie lo estaban— sacudió la cabeza
rápidamente, una advertencia de que no mencionara el tema. Fruncí el
ceño, pero asentí comprendiendo.

—Bueno, sólo quería comprobar a la novia y dejarte saber que tu novio


está esperando —dijo Ameila con una sonrisa forzada que todavía
lograba quitar el aliento—. Grace, cuando oigas la música del comienzo,
quiero que salgas de la tienda y sigas por el corredor blanco hacia el
pabellón, ¿de acuerdo?

—Bien. —Estuve de acuerdo.

—Katie, ya que estarás caminando con Janice por el pasillo, quiero que
cuentes hasta veinte después que Grace se vaya y entonces será tu
turno. Da pasos lentos para que los huéspedes puedan apreciar el
vestido de Janice. —Cuando noté la expresión cabizbaja de Katie, ella le
sonrió y agregó—: También queremos que todos noten su cabello y
maquillaje, ya que hiciste un trabajo tan excelente en ella. —Hizo
énfasis en la palabra “ella”, y luego se dio la vuelta para marcharse.

—La próxima vez que te vea, serás la señora Janice Shelley —dijo con
un guiño justo antes de salir de la tienda.

Janice sonrió radiantemente ante esas palabras, un resplandor


encantador apareció en su rostro. Me entusiasmé ante eso y esperé mi
entrada. Tan pronto como escuché la música, mis piernas me tiraron
hacia adelante, y cuando estaba fuera de la carpa cuando Katie gritó:
—¡Tus zapatos!

Rápidamente, encontró la caja y me ayudó a deslizarme en ellos,


ayudando a sostenerme mientras me tambaleaba peligrosamente.

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—¿Estás bien? —preguntó luego de un momento, y asentí—. Bien.
¡Ahora, ve!

Me dio un buen empujón y me tambaleé fuera de la tienda, mis brazos


agitándose como dos molinos dementes. Me habría caído de cara en
frente de los invitados si no hubiera sido por la fuerte mano que logró
agarrar uno de mis brazos aleteadores justo antes de que mi nariz
hiciera contacto con el corredor blanco debajo de mis pies.

—Tú, mi querida, necesitas un escolta.

Me quedé mirando un par de perfectamente pulidos zapatos y supe al


instante quién me había rescatado de comportarme como una completa
tonta.

—Debes ser adicto a salvarme —dije bromeando mientras levantaba mi


cabeza para mirar en sus ojos color peltre.

—Yo podría ser el que necesite ser salvado por la manera en que me
quitas el aliento —contestó, ayudándome a enderezarme—. Sin
embargo, hay algo que no está bien. —Con manos rápidas como el rayo,
sacó algo del bolsillo de su chaqueta y empezó a limpiarme el rostro.
Aunque fue rápido, también fue definitivamente gentil.

Retrocedió, escrutando mi rostro con una mirada que supe que podría
detectar hasta el más microscópico defecto, y suspiró con satisfacción.

—Así está mucho mejor. No me gusta cuando no puedo ver tus pecas,
son alguna de las cosas más hermosas que he visto.

Una cabeza se asomó por una rendija de la tienda y ambos nos giramos
para ver a Katie, quien parecía furiosa de que no hubiera dado un paso
más allá de la tienda todavía.

—¿Por qué sigues aquí? —espetó antes de girarse a mirar a Robert.


Instantáneamente, su conducta cambió y una sonrisa empezó a
extenderse por su rostro—. Y ¿quién eres tú? —preguntó con una voz
sensual.

Decidí en ese instante y allí mismo, que Katie no me gustaba mucho.

—Hola —saludó Robert, la sonrisa que le dio a cambio volvió las


mejillas de ella en un brillante tono carmesí—. Mi nombre es Robert
Bellegarde; este es el refugio de mi familia, y esta… —me miró con ojos
amorosos—… es el amor de mi vida.

Me atraganté con sus palabras, y él palmeó mi espalda suavemente, la


sonrisa nunca abandonando su rostro. Katie lo hizo, sin embargo, y por
una fracción de segundo me recordó a otra rubia artificial que no había
tomado la noticia de que Robert me había escogido para enamorarse.
—La música ha empezado, deberías ponerte en marcha —dijo de
manera cortante antes de regresar su cabeza a través de la hendidura.

Robert sonreía mientras me tendía su brazo y yo lo tomé solícitamente,


agradecida por su ayuda y contenta de que no le gustara la nueva y
mejorada yo; la vieja yo le venía bien.

Miré hacia mi papá parado en la cima del pabellón, esperando


ansiosamente a su novia, y asentí.

—Sí.

Empezamos a caminar, el paso de Robert coincidiendo con mi paso, y


sonreí —una sonrisita tonta, bobalicona, rara y totalmente para nada
como una sonrisa de Grace— y no me importó. Mi papá parecía tan
contento y joven que casi pude imaginar su aspecto cuando se casó con
mi mamá. Vi a Stacy sentada en la segunda fila, su rostro pálido
brillando debido a su propia felicidad. Me guiñó un ojo y asintió hacia
su costado. Miré el asiento junto a ella y sentí un estallido de alegría
dentro de mí cuando vi a Graham sentado junto a ella, una tímida
sonrisa en su rostro.

Volví a mirar a Robert, cuya amplia sonrisa era suficiente para traer
una oleada de calor a mi rostro que nada tenía que ver con las personas
mirando fijamente a la extraña pareja que hacíamos. Robert me llevó a
mi lugar designado debajo de los escalones que se dirigían al pabellón y
luego tomé asiento junto a Ameila, el único otro asiento sin ocupar.
Sentí una ligera punzada de consternación, pero a medida que la
melodía reproduciéndose cambiaba a un tono más romántico, sacudí el
pensamiento fuera de mi cabeza. Este momento era sobre papá y
Janice. Habría tiempo para las preguntas más tarde.

Purple Rose
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28
En tus sueños.
Traducido por Emii_Gregori

Corregido por Maia8

Y
a que nunca había ido a una boda antes, no tenía
ninguna base para comparar cuando se trata de cómo
los votos y la ceremonia fueron para papá y Janice.
Pero por lo que vi, lo que oí, y lo que sentí durante la
breve ceremonia, sabía que papá y Janice acababan de
compartir uno de los momentos más felices en sus
vidas.

Nunca antes había oído a papá hablar con tanto cariño sobre alguien
más que mamá, y aunque una parte de mí todavía sentía algo de
tristeza porque él estuviera diciéndole esas palabras a una mujer
diferente, también me sentí completamente agradecida a Janice por
finalmente ser la persona que le hizo enamorarse de nuevo.

También ayudó que a ella no le importara totalmente, y de hecho rió


cuando la canción que tocaron cuando se dirigían hacia el altar
después de haber sido declarados marido y mujer no fue otra que una
versión maullada de “Celebration”.

La recepción comenzó con la típica fanfarria, aunque yo estaba


demasiado ocupada mirando todo lo que había hecho desde que había
salido de repente de los vestuarios para echar un vistazo a los
preparativos. Las arañas que colgaban de la parte superior de la tienda
estaban flameantes con luz, con sus facetas de cristal colgando hacia
abajo, centellando con una cantidad casi imposible de brillo. Las señalé
y miré a Robert, quien guiñó el ojo, sabiendo exactamente lo que estaba
pensando, por supuesto que lo sabía.

Stacy y Graham nos encontraron bastante rápido y lancé mis brazos


alrededor de Graham, todavía sorprendida de que hubiera volado de
regreso a casa para asistir a una boda primaveral en Ohio en lugar de
una fiesta de bikinis en Miami.
—Tienes que decirme cómo has llegado hasta aquí —le dije mientras
nos sentábamos en la mesa que había sido reservada para nosotros—.
¿Sabías que ibas a regresar?

Él sacudió su cabeza y comenzó a tamborilear sus dedos contra la


mesa, una señal segura de que él estaba nervioso.

—No sabía lo que estaba haciendo hasta que subí a ese avión, para ser
honesto contigo. Sólo no podía afrontar el sentarme en el lugar de mi
madre y preguntarme qué está pasando aquí. Le dije a mi madre que
tenía que regresar, y ella no discutió… cambió mi boleto y volé a casa.

Stacy me sonrió y asintió.

—Lo llamé esta mañana, después de las diez, y entonces su madre


estaba diciéndome que él no estaba allí, que se había marchado para
volver a casa y que por qué no estaba en el aeropuerto recogiéndolo…
yo era un desastre cuando lo recogí, déjame decirte… debo haber roto
una decena de leyes de tránsito y aproximadamente una docena de
leyes físicas sólo para llegar al aeropuerto.

Graham rió y señaló el cabello de Stacy.

—Ella tenía el cabello como el tuyo cuando te despiertas, Grace. ¡Estaba


histérica! Entró corriendo hasta la acera para buscarme y salió del
coche con su cabello luciendo como Medusa o algo así y te lo juro,
asustó a un chico de pie junto a su mamá. Pobre niño, comenzó a gritar
como si lo fuera a comer o algo.

Comencé a reír mientras Stacy comenzó a golpear el brazo de Graham,


sus puños perdiendo su marca más que otras veces porque estaba
demasiado ocupada riendo para concentrarse, e incluso Robert
encontró esto lo suficientemente divertido como para unírsele.

Graham comenzó a asentir y me sonrió una vez que la risa se apagó. Lo


miré, con mi boca levantándose a un lado en una sonrisa, y le pregunté
por qué estaba sonriendo.

—Por ti, ¿Quién habría pensado que Grace Shelley estaría sentada en
una boda usando un vestido sofisticado y zapatos de tacón alto? Y
luciendo condenadamente hermosa, también, si me permito decirlo, sin
ofender, Robert, que haría a un buen número de chicas en la escuela
poderosamente celosas.

Rodé mis ojos a sus comentarios, pero Robert asintió con la cabeza y
sonrió también.

—Ayudé —dijo engreídamente. Sacó el pañuelo que había utilizado para


limpiar mi rostro y lo lanzó hacia Graham—. Eso contiene casi tres

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cuartos del maquillaje que estaba pegado en su rostro. Por un corto
tiempo, fue una persona completamente diferente.

Stacy tomó el pañuelo de las manos de Graham y lo abrió, mareándose


mientras notaba la cantidad de maquillaje que había estado en mi
rostro.

—Santo cielo, ¿qué estaba tratando de cubrir?

Me reí y apunté a mi rostro, como si eso fuera suficiente explicación.


Robert derribó mi mano y chasqueó su lengua en desaprobación.

—Sabes que no es verdad —insistió.

—Sé que puso tanto maquillaje en mí que si me hubiera inclinado lo


suficiente, me habría caído. En realidad, me caí.

Stacy resopló y lanzó el pañuelo en el aire, sacudiendo la cabeza


mientras aterrizaba sobre la mesa con un sonido audible.

—He escuchado sobre ser inestable, pero nunca cuando se trataba del
rostro de alguien.

La conversación murió cuando los invitados comenzaron a llenar la


tienda, cada uno visitándonos en nuestra mesa y en una ocupada por
papá y Janice para felicitarnos por el matrimonio, o para felicitarnos
por nuestra ropa, cabello, y así sucesivamente. Era más bien tedioso
pretender que había apreciado sus comentarios, porque en verdad,
estaba más avergonzada que contenta, con mi rostro ardiendo con ello.
Mientras cada persona o pareja se presentaba con nosotros, me sentía
más y más convencida que nunca iba a casarme si eso causaba tanta
atención.

—Me encantaría verte en un vestido de novia un día —susurró Robert


en mi oreja mientras la acariciaba con su nariz, respirando el olor de mi
cabello… espero que disfrutase el aroma de cuatro latas de spray para
el cabello.

—Sueña con ello —susurré de regreso, nunca rompiendo mi sonrisa


mientras los últimos invitados nos visitaron antes de regresar a sus
mesas.

—¿Por qué? —preguntó Robert, su susurro sonando más como un


silbido—. ¿Hablas de querer pasar el resto de tu vida conmigo, aún sin
casarte conmigo?

Lo miré y fruncí el ceño. Tengo dieciocho años… la última cosa de la que


quiero hablar es sobre casarme. Entiendo que es natural para las
personas querer pensar en ello, en las bodas, pero no para mí.
Robert se alejó y me miró fijamente, con su expresión de molestia
perpleja. En un esfuerzo para distraerme de sus deslumbrantes ojos,
tomé mi servilleta y la desplegué lentamente, casi metódicamente. La
sacudí a fondo, como si al hacerlo de alguna manera borraría las
arrugas que se habían formado en el lino grueso antes de colocarla
sobre mi regazo.

—¿Segura de que sacaste todas las arrugas? —bromeó Stacy mientras


puso la suya en su regazo a una velocidad imprudente.

—Sólo estoy tratando de asegurarme de cubrir lo suficiente… no quiero


que se derrame nada sobre este vestido. —Improvisé rápidamente.

Graham alzó su vaso para ser llenado con alguna bebida rosada y
sonrió.

—Entonces, ¿qué hay en el menú?

—No tengo ni idea —contesté con sinceridad—. Janice dejó que mi papá
eligiera el proveedor… ni siquiera sabía que la boda sería aquí hasta
esta mañana, así que puedes imaginar lo mucho que sé sobre la
comida.

Stacy levantó una pequeña carta que había estado recostada en su


plato y comenzó a leerla en voz alta.

—El tardío almuerzo de esta tarde ha sido proveído por “Misión en la


Calle Ángel”. —Ella lo sostuvo hacia Graham, quien lo tomó y comenzó
a leer el menú.

—Aperitivos… Espárragos Envueltos en Tocino… hey, ¡ese es mi tipo de


aperitivo! Sopa… Lentejas y Jamón con Calabacín Asado… genial, más
comida de conejo. Plato Principal… tú eliges entre Arroz Agreste Relleno
con Pechuga de Pollo o Ensalada de Bistec Caliente con Vinagreta de
Queso Azul…me siento engañado, totalmente engañado por este menú.

Robert agarró el menú de la mano de Graham y completó la lista.

—De Postre, tarta de Chocolate Blanco con Zarzamora rellena con


Glaseado Ganache de Chocolate Blanco preparado por las damas en
“Misión en la Calle Ángel”.

Él colocó la carta en el plato y sonrió, obviamente, apreciando el


nombre.

—Creo que eso fue una idea maravillosa… tener la misión de atender
esta boda.

Stacy asintió.

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—Les damos a los niños allí clases gratuitas los fines de semana. Esta
fue una excelente idea.

—No sabía que tu papá sabía algo sobre ese lugar —dijo Graham
mientras miraba a los camareros llevar bandejas demasiado grandes
amontonadas con platos de espárragos hacia las mesas—. Pero no me
importa tampoco… ¡traigan la comida!

Rodé mis ojos y miré a mi padre, con su rostro sonriente mientras


observaba a todos siendo servidos. No sabía cuánto tenían planeado
gastar él y Janice en esta boda, pero con Amelia encargándose de la
mayor parte de los costes, la mayor parte de su presupuesto estaba
disponible para hacer lo que quisieran y me hizo sentir excesivamente
orgullosa de que papá hubiera decidido ayudar a una obra de caridad
aquí en su lugar.

—¿Te vas a comer eso, Grace?

Me giré y vi a Graham mirando mi plato con avidez. Miré hacia abajo y


vi que una porción de aperitivos había sido colocada frente a mí.
Sacudiendo mi cabeza, le entregué mi plato a él.

—Toma… no soy una fan de los espárragos.

Robert le entregó su plato a Graham también, dándole la excusa de que


no era un fanático tampoco. Luego se giró para mirarme, aprovechando
esta oportunidad para continuar con la conversación que yo
supuestamente había asumido como terminada.

Tienes que explicarme por qué simplemente hablar sobre matrimonio te


parece tan detestable.

Aparté la vista mientras respondía, porque no quería ver la reacción en


sus ojos. No soy esa chica… la chica que pasa su infancia pensando en
el chico con quien se casaría, el que la rescataría de su carcelaria torre.
La única vez que pensé con quién no me importaría casarme, terminó
siendo Graham.

Esperé la respuesta, pero cuando nada llegó sentí un leve pánico


apoderándose de mí. Me di la vuelta, temerosa de que no estuviera en
su asiento cuando lo hice, más temerosa de que lo estuviera.

Todavía estoy aquí.

Reí nerviosamente, cubriendo rápidamente mi boca con mi mano. Él la


tomó y la bajó, levantando mi barbilla con sus dedos, una cálida
sonrisa en su rostro. Ya no tienes que preocuparte por lo que pienso,
Grace. Sé lo que sentías por Graham, y estoy bien con ello. Ustedes
tienen una historia, una historia muy larga que no puede ser borrada
simplemente porque he entrado en tu vida.
Sacudí mi cabeza y la bajé, de repente tímida. Sólo hay un siempre
contigo.

—Oigan, tortolitos, ¿van a mirarse así o realmente van a comer?


—gruñó Graham desde su asiento.

Miré delante de mí y vi que un pequeño tazón de sopa de naranja había


sido servido.

—¿Cómo sabe? —pregunté, mientras mis ojos veían las masas naranjas
flotando por debajo de la superficie del líquido.

Stacy bufó.

—Él aparentemente goza mucho más de lo que pensaba que lo haría


porque ya ha tratado de tomar la mía.

Robert le entregó su tazón a un Graham agradecido, luego se volvió


para mirarme una vez más.

—¿No tienes hambre?

Negué con la cabeza.

—No.

—¿Por qué no?

—En realidad no he tenido tanta hambre últimamente —admití—. Creo


que he estado demasiado preocupada por todo lo que ha estado
sucediendo.

—Tienes que comer, Grace. El cuerpo humano necesita sustento para


funcionar.

Graham gruñó su aprobación.

—Tienes que comer más, Grace. Has perdido mucho peso en estas
últimas semanas… por supuesto, podría tener más que ver con la
cocina de Janice, pero su sopa es buena; así que deberías por lo menos
intentar algo.

Stacy sonrió.

—Sí, Grace. Deberías probarla. Quién sabe, podría gustarte tanto, que
podrías estar sirviendo esto en tu propia boda algún día.

La fulminé con la mirada, hundiéndome en mi silla mientras ella se reía


de mi reacción.

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—¿Por qué todos están tan obsesionados con mi casamiento? —me
quejé, sin entender la fascinación con la idea.

—Porque es una boda, y tú eres la próxima por elección natural… tú y


Robert no irán a ninguna parte, no por lo que puedo ver, además de que
tiene sentido —dijo Stacy entre cucharada y cucharada—. Por otra
parte, no es como si estuviéramos sugiriendo que deberías casarte en
este mismo instante. Eso sería tonto.

Graham y Robert asintieron, ambos sonriendo como imbéciles,


haciéndome rodar mis ojos.

—No soy la próxima por elección natural. Tú podrías encontrarte con el


Sr. Correcto aquí esta noche —le comenté a Stacy, y comencé a buscar
entre la multitud a alguien para probar mi punto.

—No te preocupes… lo intenté —rió—. Aquí todos son demasiados viejos


para mí, trabajan en la tienda de comestibles de tu padre (lo cual lo
haría demasiado raro) o resultaría ser Graham, y sabemos cómo fue la
primera vez.

—Sabes, no hay nada malo en comprometerse temprano y luego


posponer la boda durante unos años —intervino de repente Graham.

—Traidor —susurré.

—¿Qué? —dijo mientras reía a carcajadas—. Sabes que estás tratando


de conseguir que Robert te lo proponga, lo cual no es exactamente la
mejor manera de hacerlo.

Eso fue todo, la última insignificancia… que había tenido con las
insinuaciones y las bromas. Me levanté, lancé mi servilleta en el tazón
de sopa fría, y salí de la tienda, perdiendo mi zapato en algún lugar
entre la mesa y el último palo de la tienda mientras me dirigía hacia el
banco de un parque que parecía estar llamándome.

Me quité el otro zapato para no lucir tan ridícula como me sentía


caminando descalza en un vestido de dama de honor, y, levantando el
dobladillo, acorté la distancia entre yo y el banco.

—Ugh —gruñí mientras trataba de sentarme sin dañar el vestido y


tropecé, cayendo sobre el banco toscamente, la superficie dura
enviando dolores punzantes por mis piernas—. Esto no sucedería si
estuviera usando jeans —me quejé mientras subía la falda y la metía
entre mis piernas, montando lo que sólo podría haber sido el intento
más patético en un par de pantalones improvisados que nadie ha visto
jamás.

—Sabes que tus amigos estaban bromeando, ¿verdad? La última cosa


en su mente es que tú y yo nos casemos.
Robert se sentó a mi lado, con sus ojos llenos de humor y la sonrisa en
su rostro rápidamente apagando la molestia en mí, y reemplazándola
con algo caliente y burbujeante.

—Lo sé —respondí. Eché la cabeza hacia atrás y miré hacia el cielo.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy tratando de encontrar una estrella para pedir un deseo.

Él me miró mientras yo buscaba en el sosegado cielo. Cuando por fin vi


un brillo familiar, cerré los ojos y en silencio pedí un deseo.

—¿Qué deseaste? —preguntó, levantándome suavemente del frío e


incómodo banco y colocándome en su regazo.

—Es un secreto. Además, ¿no podrías oírlo por ti mismo?

Él sacudió su cabeza y rió, con su cabeza inclinada hacia atrás para


mirar la misma luz brillante por encima de nosotros.

—No… tus deseos son tuyos. Yo sólo pregunto porque creo que deseaste
en Venus.

Bizqueé y me centré en la mota blanca-amarillenta de luz en la que


había depositado mi última esperanza.

—¿Estás seguro?

Se encogió, con su cuerpo aún temblando por su risa.

—Podría estar equivocado, pero en caso de que no, ¿no crees que
deberías desear otra cosa? ¿Un ángel, tal vez?

—No lo creo —dije, riendo con él—. Quiero mantener este para mí por
ahora.

Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y me atrajo hacia él.


A pesar de que estaba sentada en su regazo, su cabeza aún se posó
sobre la mía, usándola para descansar su barbilla.

—Bueno, ¿te gustaría saber lo que deseé?

—¿Pediste un deseo en Venus, también?

—¡Así que me crees!

Me reí entre dientes.

—Es la intención lo que cuenta, no el objeto real en el cual haces tu


deseo, tonto. Y no, tu deseo es tuyo, así como el mío es propio.

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—Bueno entonces no, no deseé en Venus. Pedí un deseo en esa estrella
de allá. —Él apuntó a una luz titilante más hacia el horizonte y me eché
a reír.

—¿Qué? —preguntó, tomando una mirada más cercana a lo que me


había indicado y luego sonrió—. Oh. Supongo que si tú puedes desear
en Venus, no puedo desear en un 777.

Sacudí mi cabeza, con mi risa convirtiéndose en hipo mientras veía la


luz brillando en la cual él había deseado en un suave movimiento hacia
el Aeropuerto Newark.

—Deseé que cambiaras de opinión.

Dejé de reír.

—¿Cambiar de opinión sobre qué?

Con un dedo, comenzó a trazar la línea de mi clavícula, suavemente


raspando el elevamiento de mi pecho, aterrizando en el extremo
opuesto.

—Pensé que no querías saber nada.

—Es una pena; abriste tu boca, ahora tienes que decirme —argumenté.

Su curioso dedo subió la longitud de mi cuello, deteniéndose para


memorizar el ritmo acelerado de mi pulso antes de subir hacia la curva
de mi mandíbula. Un dedo se convirtió en dos mientras levantaba mi
barbilla, haciendo que mis ojos alcen la vista con el fin de mirar los
suyos.

—Deseé que cambiaras de opinión sobre no comprometerte, no casarte,


sobre un montón de cosas.

—Deseé lo mismo de ti.

Él rió entre dientes, y sonrió con tristeza.

—¿Ves cuán bien nos adaptamos? Eres el yin de mi yang, mi ajuste


perfecto.

Fruncí el ceño al escuchar el tono que su voz tomó, casi arrepentido.

—¿Qué significa eso exactamente? Sé lo que significan las palabras, así


que no trates de ser condescendiente al darme definiciones literales…
quiero saber lo que quieres decir cuando me dices esas cosas. No quiero
escuchar el doblez que les darás a los demás.
Sus ojos buscaron los míos, los bordes de sus pupilas cohibiéndose y
extrayéndose mientras suspiraba con tal tristeza robusta, casi podía
saborearlo.

—Sólo que cada vez que pienso en lo que sería mi vida sin ti en ella, no
veo nada.

—¿Qué quieres decir con nada? —pregunté, girando mi cuerpo para


enfrentarlo, mis manos se colocan sobre sus hombros para
estabilizarme.

—Quiero decir exactamente eso… quieres pasar el resto de tu vida


conmigo, ¿verdad? —Él esperó a que asintiera antes de continuar—.
¿Qué pasaría, Grace, si el resto de tu vida significara los próximos
veinte minutos?

Me reí de lo absurdo de la idea… ¿cómo podría morir dentro de los


próximos veinte minutos estando sentada en el regazo de la misma
Muerte?

Las manos de Robert agarraron mis brazos y me sacudió suavemente, el


movimiento suficiente para poner fin a mi humor.

—Grace, esto no es gracioso. ¿No ves? No puedo estar contigo todo el


tiempo… te escuché y me alejé de ti, y ahora tu mente está llena de
recuerdos que no pertenecen allí. ¿Qué pasa si quien las puso allí había
elegido hacerte algo más? He visto la lucha de tu corazón por latir, he
visto tu cuerpo maltratado y golpeado, pero morir viene en todas las
formas y sólo puedo posponerlo por algún tiempo antes de que las
consecuencias sean demasiado graves.

—¿Qué quieres decir con posponerlo? ¿Posponer qué?

Él lució distante, con su boca situada en una línea obstinada y sus ojos
cerrados, como si fuera a bloquear las imágenes que yo sabía que
nunca podría ahuyentar por un instante.

—Tu muerte.

Lo miré… las acusaciones y la gratitud se atoraron en mi garganta. Él


apretó su mano contra el costado de mi rostro, apartando algo de
cabello que se había deslizado de sus alfileres y caído en mis ojos.

—Cada vez que cambio tu destino, me miento a mí mismo y digo que


era porque tu padre te necesitaba, tus amigos te extrañarían y porque
tú no querías morir… la verdad es que lo hice porque no podía perderte.
Me niego a hacerlo.

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—Pero, no puedo seguir haciendo eso, Grace. Ya no puedo evitar que te
lastimen, y cuanto más tiempo estamos juntos, más peligrosa se hace
tu vida para ti.

La amenaza en sus palabras hicieron que un escalofrío corriera por mi


cuerpo y por primera vez, sentí el frío aire primaveral contra mi piel. Lo
miré y pude ver el miedo crudo en sus ojos.

—Ya he sido atropellada por un coche y casi estrangulada por tu mejor


amigo. Casi me congelé esperándote en Año Nuevo, y ahora alguien está
jugando con mi mente. ¿Cómo puede mi vida ponerse más peligrosa que
eso? —bromeé.

Él no rió.

—Grace, ya he ido en contra de mi llamado para mantenerte viva


después de Sam, pero incluso si eso no fuera un problema, hay muchos
de mi clase que no aprecian nuestro tipo de relación… ellos creen que
por amarte, estoy rompiendo las reglas que se establecieron para
proteger a nuestras clases. Aunque no creo que hagan cualquier cosa
para herirte deliberadamente, hay… otros que no se sienten de la
misma manera…

—Espera... otros, los que mencionaste antes, cambia-formas y hombres


lobos… ¿hablas en serio?

Robert colocó un brazo bajo mis piernas, otro alrededor de mi espalda, y


luego me alzó mientras se levantaba. Comenzó a caminar más lejos de
la fiesta de la boda, hacia la línea de los árboles que actuaban como un
perímetro de los terrenos del parque. Siguió caminando mientras la
oscuridad se cernía sobre nosotros, la cubierta de los árboles
convirtiéndose de una tarde brillante y primaveral en algo siniestro y
oscuro.

Aunque había miles de hojas y ramitas dispersadas en la tierra, no oí


un simple chasquido ni crujido mientras Robert dejaba de caminar y
simplemente flotaba por el laberinto de árboles de hoja perenne y
robles. Aspiré el aroma de musgo y tierra húmeda, y algo que sabía que
sólo podría ser descrito como verde. Llenó mis pulmones con su limpio
olor y, aunque yo sabía que debería haber estado sintiéndome un poco
nerviosa o temerosa, en cambio me sentí mareada.

Finalmente dejó de moverse cuando apenas podía ver la luz desde el


borde de los árboles que prometía resguardar toda esta oscuridad.
Jadeé mientras Robert me bajaba al suelo, con mis pies descalzos
aterrizando sobre la tierra esponjosa y crujiente por debajo de mí.

—¿Por qué estamos aquí? —pregunté, tomando su mano y


sosteniéndola con fuerza.

—Ya verás —respondió.


Esperé, ¿pero para qué? No sabía qué esperar y traté de mantener una
mente abierta.

Un chasquido hizo que mi cabeza diera vuelta y lo miré, perplejo en un


extraño espacio vacío a mi derecha. Lo miré detenidamente, las
sombras luciendo no muy bien. Mi mano se extendió y di unos pasos
hacia adelante antes de que ser lanzada de regreso por Robert, con su
cabeza meneándose hacia adelante y hacia atrás en advertencia.

Una risa suave se arrastró directamente frente a mí y miré con asombro


mientras las extrañas sombras comenzaban a enturbiarse, el
movimiento volviendo a la oscuridad de un verde y marrón profundo
más cerca de mí. Jadeé mientras una silueta se formaba del revoltijo
nebuloso de colores, indistinguibles al principio, pero lentamente
mezclándose en algo claramente reconocible.

Dentro de unos breves instantes, la figura de una mujer se posó


directamente en frente de mí. Su largo cabello era grueso y musgoso,
las hebras verdes abigarradas cubiertas de diminutas flores rosadas y
violetas que se abren y cierran al respirar. Esto cubría su cuerpo
desnudo como una cortina viva, moviéndose y fluyendo sobre ella para
ocultar las partes que me habrían hecho sonrojar. Sus ojos eran
oscuros como el alquitrán, no había ningún blanco en ellos, haciéndoles
destacarse como dos agujeros en el rosáceo verde de su rostro. Me
sonrió, con sus dientes de perlas la única parte que no encajaba en el
sector forestal de su cuerpo.

—Niña tonta —dijo con una voz extrañamente musical que era
demasiado áspera para haber sido hermosa—. No tengas miedo de mí…
¿nunca antes has visto a una ninfa?

Negué con la cabeza toscamente, lo que hizo reír a la mujer en forma de


árbol, el sonido parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez.

—N'Uriel, estoy sorprendida por tu actual elección humana… ella no es


como esas criaturas vanas que tú y Sam solían traer para divertirse —le
dijo a Robert, con una cadencia burlona en su voz.

El suelo bajo sus pies se movió, tirando de ella hacia adelante sin haber
dado un paso y se detuvo a milímetros de él. Era alta, no me había dado
cuenta de cuánto hasta que la vi de pie, cara a cara con Robert.

—Lástima que trató de librarte de ella, de lo contrario, aún podría estar


aquí para hablar conmigo. Tu hermana no ha venido a visitarme en
mucho tiempo, y tu madre ha estado muy ocupada con su pequeño
proyecto.

Ella se giró hacia mí, su sonrisa cada vez mayor hasta que lució casi
caricaturesca en su tamaño, con las comisuras de su boca llegando

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hasta dos extensiones parecidas a una hoja que sobresalían por los
lados de su cabeza que pude asumir que eran orejas.

—Tal vez ahora que nos hemos encontrado, te quedarás a hablar


conmigo, contándome las cosas que suceden en tu mundo, ¿no?

—Grace no está aquí para convertirse en tu compañera, Bala —dijo


Robert inexpresivo.

La ninfa retrocedió varios metros, su sonrisa desapareciendo, sus ojos


oscuros convirtiéndose en ranuras negras azabaches en su cara.

—¿Entonces por qué le has traído aquí? —susurró.

—Necesita ver qué más hay en este mundo, que hay otros observando
cuando ella piensa que nadie está mirando.

La perezosa sonrisa de Bala volvió.

—Ahh, así que viniste a asustar a la pobre niña… ¿pero qué miedo
tendrá con la Muerte como su alma gemela?

Robert se volvió hacia mí, una severa expresión en su rostro.

—Bala es una ninfa de madera… casi nada peligrosa para ti o para mí,
pero puede ser muy, muy molesta.

Me volví para mirar a la ninfa que Robert llamaba Bala y reprimí un


grito de asombro cuando me guiñó un ojo (que era como ver una pieza
de ónix desaparecer detrás de una hoja) y luego se retiró lentamente
hacia su ubicación original, hablando mientras lo hacía en una voz que
sonaba como traqueteos de hojas contra cuerdas de piano.

—Ten cuidado, jovencita. Él no sabe lo que está causando al traer


nuestro mundo al tuyo. Él no puede protegerte para siempre… debes
aprender cómo protegerte tú misma.

—¿Cómo? —pregunté, antes de desaparecer una vez más, perdiéndose


en la vegetación a su alrededor.

—Está escrito en piedra… —cantó su voz, el sonido desapareciendo en


el susurro de las hojas.

—¿Era eso? ¿Era eso a lo que debía temerle? —pregunté, girándome


para hacer frente a Robert—. ¿Robert? —Él no estaba allí.

—¿Robert? —grité, dando vueltas en mi lugar, con mi cabeza batiéndose


de un lado a otro, en busca de cualquier rastro de él entre el verdor—.
¿Dónde estás?

—Te está mirando.


Me di la vuelta al oír la voz ronca detrás de mí.

—Uh-uh-uh, no, allí tampoco —se burló la voz, esta vez a mi izquierda.

Me giré, con mi corazón comenzando a acelerarse.

—¿Quién eres? —pregunté en voz baja.

—¿Por qué no adivinas, y luego te digo si acertaste o no?

Sacudí mi cabeza.

—Esto no es un cuento de hadas y no eres Rumpelstiltskin.

Oí un ruido sordo procedente directamente detrás de mí y lentamente


me giré, mi miedo intensificándose por lo que vi. Un par de ojos con
bordes escarlata, iris de jades fosforescentes mirándome desde el
oscuro dosel.

Estaban hundidos en un rostro que debería haber sido humano pero


había perdido el rumbo en algún lugar, en lugar de eso derribado, largo
y estrecho como el de un caballo, pero con una nariz vagamente
humana y una boca distorsionada. Esa boca, los labios grisáceos con
intensas grietas negras alrededor de ellos se abrieron en una sonrisa
enferma, dejando al descubierto dientes horriblemente grises que
parecían haber sido deliberadamente limados hasta los puntos.

—Tienes razón en ello porque nunca escribieron sobre mi especie en tus


cuentos de hadas. Soy demasiado real.

Algo dentro de mí, algo que luego desearía haberme callado, me obligó a
pararme más derecha, empujando mis hombros hacia atrás y
levantando mi barbilla… miré a la criatura desafiante mientras se
acercaba.

—No eres lo suficientemente original como para ser interesante —dije


sarcásticamente mientras veía toda su figura.

A pesar de que su cabeza era como un caballo, su cuerpo era más como
un humano, con un torso musculoso que se extendía en dos brazos
peludos con garras como manos en cada extremo. Usaba ropa oscura
sobre la mayoría de su mitad inferior, con sólo sus grandes pies
asomándose, las uñas de los mismos encrespadas hacia arriba, casi
como una forma macabra de pies vivos y traviesos.

—¿Interesante? ¿No soy interesante? —Como para demostrar que


estaba equivocada, comenzó a temblar, su cuerpo vibraba con tanta
rapidez que emitía un leve zumbido. Forcé a mis pies para quedarse
pegados a la tierra debajo de mí, dispuestos a huir y dejar la espalda
expuesta a lo que fuera.

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El olor a cabello quemado comenzó a mezclarse con el olor del bosque a
mí alrededor y arrugué la nariz, lentamente levantando mi mano para
cubrir mi cara en un pobre intento de bloquear el olor a acre de dar
vuelta a mi estómago vacío. El zumbido se hizo más fuerte,
transformándose en un gemido agudo antes de simplemente detenerse.

—¿Soy interesante ahora? —dijo una voz familiar y grité.

Los brazos musculosos ahora eran esbeltos y elegantes, las garras se


transformaron en manos femeninas que empujaron suavemente el
oscuro cabello de su cara. La ropa, aunque todavía envuelta en su
cuerpo, no hizo nada para ocultar las curvas femeninas debajo de ella,
los delicados pies asomándose por debajo del dobladillo desmentían por
completo lo que había estado momentos antes.

—No eres… —jadeé, mirando a los ojos que habían cambiado de jade a
un marrón oscuro con un anillo tenue, casi imperceptible el carmesí
que los rodea—. Tú no eres mi mamá —susurré.

—No, no lo soy, pero puedo verla en tu rostro, puedo ver que ella vive en
tus sueños, y aunque estás muy asustada, estás ligeramente
agradecida a mí por mostrarte una imagen agradable antes de morir.

Observé con horror como la criatura se acercaba a mí, pero me quedé


clavada en el suelo, decidida a no mostrar el miedo que amenazaba con
enviarme hacia el bosque detrás de mí. Una niebla oscura comenzó a
rodearnos oscuro y me estremecí del alivio cuando la criatura detuvo su
acercamiento, en lugar de mirar con ojos curiosos mientras el humo
comenzaba a girar a mí alrededor, espesándose, profundizándose hasta
que un brazo me empujó hacia atrás y Robert se interpuso entre los
dos.

—Hola, N'Uriel —dijo la criatura en una versión pervertida de la voz de


mi madre, el desprecio goteando en cada sílaba.

—Sobrepasaste tus límites, Erlking —gruñó Robert.

Erlking rió, una risa femenina que trajo lágrimas a mis ojos, era tan
bonita y familiar y al mismo tiempo tan terriblemente diferente.

—La dejaste aquí con el único propósito de asustarla. He hecho mi


parte y ahora quiero el pago. No he comido carne humana en más de un
siglo, N'Uriel. Me he comportado, he seguido tus reglas… déjame
tenerla, ¡me debes mucho!

Robert gruñó una advertencia, con su brazo empujándome detrás de él


y sus pies firmemente plantados en el suelo, preparándose para algo…
no sabía qué.

—No te debo nada… ella no es tuya.


—Ella no es tuya tampoco, ¿o has olvidado las leyes?

Robert sacudió su cabeza.

—No he olvidado nada, pero tú obviamente sí. Has amenazado a un


portador de alas Erlking. Sabes cuál es el castigo para eso.

Los ojos de Erlking cambiaron de color, el marrón rápidamente fue


absorbido por los anillos carmesí oscuros mientras comenzaba a
temblar de rabia.

—¡Hiciste esto a propósito! La usaste como un cebo para hacerme…


—rugió de ira desenfrenada y acusación, su cabello y la capa se mezcló
en un halo terriblemente familiar de odio negro.

Todo lo que siguió pasó con una velocidad vertiginosa, y sin embargo,
no me perdí de nada. Una mano me tiró hacia atrás mientras Robert
volaba hacia delante, estrellándose contra la figura que aún lucía
mucho como mi madre. Luché varias veces para evitar gritar que no la
lastimara, el sonido del impacto recordándome a un huevo que cae
sobre el suelo. Luché contra las restricciones que me contuvieron, el
repentino temor por la vida de Robert sustituyó otra emoción en mí
mientras el sonido de raspados y crujidos asaltó mis oídos.

De repente, un lamento agudo sustituyó todos los demás sonidos y grité


el nombre de Robert, necesitando que me oyera por encima de todo. La
lucha había terminado antes de que hubiera conseguido derramar la
última sílaba de mi boca, antes de que hubiera conseguido parpadear.

Robert se enderezó mientras la figura encapuchada negra caía al suelo,


más líquido que hombre. Sentí la unión alrededor de mi pecho aflojarse
y volé hacia adelante, precipitándome hacia Robert sin ningún otro
pensamiento que salvarlo. Se dio vuelta y me dio la bienvenida en el
capullo de sus brazos, la fuerza en ellos haciendo todo lo posible para
asegurarme que estaba bien.

—Shh —susurró en mi cabello—. Estoy bien. Está bien. Nunca estuve


en peligro, Grace. Ni siquiera me tocó.

No le creía… comencé a examinarlo con mis manos y ojos, moviéndome


con rapidez alrededor de su cuerpo, en busca de cualquier signo de
lesión o daño, y viendo que no había nada en él fuera de lugar… era
como si toda la escena que tuvo lugar frente a mí no hubiera sucedido
aún. La única pista que aludía a algo que ha tenido lugar era el olor de
las hojas podridas en su chaqueta. Y…

Eché un vistazo a su alrededor, necesitando ver que lo que fuera que lo


había atacado no lo haría de nuevo. Me sentí ahogada mientras los ojos
de mi madre miraban hacia mí, con su boca se moviéndose lentamente.

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—No la escuches, Grace —advirtió Robert, pero ya era demasiado tarde.

—Él me mató, Grace. Me volvió a matar, justo como te matará —dijo la


voz de mi madre mientras poco a poco se desvanecía.

Negué con la cabeza y desvio la mirada, sin querer ver ni oír nada más.

—Bala… deshazte del cuerpo —ordenó otra voz.

Mi cabeza se levantó, y me quedé en estado de shock mientras Lark se


acercaba, con su cabello fluyendo alrededor de su cara salvaje,
centellando ardientemente en rojo.

—¡Estás aquí!

—Por supuesto que estoy aquí… si no lo estuviera probablemente


estarías perdiendo una pierna derecha ahora mismo, ¡estúpida e
irresponsable humana!

Su tono era tan claro como sus palabras, pero su rostro decía una
historia diferente y corrí a abrazarla, sin notar lo mucho que había
extrañado verla.

—Gracias —le susurré a nadie en particular—. Gracias.

Con un suspiro, rodeó sus brazos alrededor de mí, devolviéndome mi


abrazo, aunque fuera un poco rígido. —No entiendo a los de tu clase. Te
insulto y me abrazas.

Reí, sin importar cuántos insultos me lanzara, muy agradecida de que


estuviera aquí y estuviera bien.

—Ella no está bien. Ni siquiera debería estar aquí —dijo Robert,


frunciendo el ceño, recogiendo las palabras de mi pensamiento como un
copo de nieve en el aire.

—Y no deberías haber tratado de sacar ese truco estúpido —respondió


ella, señalando hacia el cuerpo poco de Erlking desapareciendo
lentamente, quien estaba hundido en un montón de hojas y ramas
muertas, la tierra tragándolo por completo frente a nuestros ojos—.
Sinceramente, Robert, ¿un Erlking? ¿Crees que asustar a Grace para
comprometerse es el mejor camino? ¡Ella podría haber sido asesinada!

—¿Un Erlking? —pregunté—. Pensé que su nombre era Erlking.

—No los llamamos por otra cosa, sólo por lo que son… Erlkings,
criaturas que cambian de forma alimentándose de personas —me
informó Robert—. Otros de los niños de Miki; pueden tomar la forma de
cualquier cosa, cualquier persona, pero a diferencia de los típicos
cambia-forma que viven libremente en la sociedad, su forma natural es
grotesca y deforme, resultado de su dieta…
Lo miré con horror.

—Tú me dejaste sola con él aquí, justo como dijo… como cebo.

Él asintió.

—Sí, pero nunca estuviste sola, Grace. Siempre estuve aquí… incluso te
dijo que estaba observando.

Lark chasqueó su lengua en señal de desaprobación.

—Eso fue irresponsable de tu parte, Robert… pero no hay tiempo para


discutir esto ahora, tenemos compañía.

Robert y yo nos giramos para hacer frente a quienquiera que estuviese


aproximándose, todos nosotros en silencio prometiendo hacer frente a
lo que acababa de pasar lo más pronto posible.

Purple Rose
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29
La Declaración.
Traducido por kuami

Corregido por Majo

—¡G
race! Vine, a buscarte cuando vi que no regresabas y
entonces te oí gritar, Robert, qué le pasó a Lark…

La chaqueta de Graham estaba cubierta de polvo y


pedacitos de hojas cuando se nos acercó,
esquivando a un lado una rama que yo supe no había estado allí hacía
sólo unos minutos.

—Whoa —gritó cuando se resbaló en algo, aterrizando sobre su espalda


con un sonido de succión.

Corrí hacia él para ayudarle, esperando que fuera lo que fuese, lo que
Bala había hecho con el cuerpo del Erlking no se descubriera a corto
plazo. Empecé a reír cuando me di cuenta de que en su prisa por
encontrarme, Graham se había olvidado de quitar la servilleta que
había escondido en sus pantalones.

—Genial, estoy aquí tendido en el barro, mirando como un idiota


mientras te quedas ahí riendo —murmuró, dando un tirón a la tela
sacándola de su cinturón.

Robert se movió delante de mí y le ofreció una mano a Graham, que él


aceptó gustoso. —Gracias —dijo, mirándome—. Sabes, sin ofender, pero
este es un lugar realmente horrible para una reunión familiar. ¿Por qué
estás aquí de todos modos? ¿Y por qué estabas gritando?

—Yo vi un… bicho. —Improvisé rápidamente cuando vi el forcejeo en los


ojos de Lark y de Robert mientras ellos luchaban contra el impulso de
revelar la verdad.
—Un bicho. ¿Gritaste por un bicho? —dijo Graham con recelo.

—Era un bicho… grande —contesté obstinadamente—. Enorme. Te


habrías asustado como un loco si lo hubieras visto, también. ¿Dónde
está Stacy? Me resulta difícil creer que hayas venido aquí sin ella
pegada a ti.

—Oh, ella tenía que ir al baño. Dijo que vendría y nos encontraría
cuando hubiera acabado. Hola, Lark.

Me di vuelta para ver su reacción al saludo de Graham. Era la primera


vez que él había hablado con ella desde antes de que saliera, la primera
vez que le había visto desde que había oído por casualidad las palabras
que él le había escrito, desgranando su corazón en varias hojas de
papel, línea por línea.

—Hola, Graham —dijo ella tímidamente.

Me di la vuelta para mirar a Robert, preocupada de que él interfiriera;


aterrorizada de que él asumiera que yo había preparado esto también
de alguna manera. Sus ojos se estrecharon, frunciendo las arrugas en
su frente ardiendo.

Sin querer continuar enfrentando su escrutinio, me volví para mirar a


Graham. Él debería de haber parecido cautivado, debería parecer
perdido en la belleza y la presencia de Lark. En cambio, se veía tan
enfadado como lo estaba Robert. Abrí la boca, con la esperanza de
poner cordura en él, de manera que este no era un momento para
empezar a pelear, pero Robert me apartó, mi boca se cerró con la
sorpresa.

—¿Por qué te fuiste? —preguntó Graham en cuanto estuve fuera del


camino.

—Tuve que hacerlo —contestó Lark, sus palabras estaban cargadas de


dolor y culpa.

—No tenías que hacerlo. Podrías haberte quedado.

Ella negó con la cabeza, desafiante. —No. No pude. Sé lo que quieres


decir, Graham, pero…

—No, no sabes lo que quiero decir. No tienes ni idea de lo que quiero


decir, porque nunca te quedaste para oírlas —se quejó Graham—. Pero
lo vas hacer ahora. Vas a escuchar cómo en el momento en el que supe

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que te habías ido no pude dejar de pensar en otra cosa, nada más que
dónde estabas y si estabas bien. Vas a oír hablar de lo difícil que fue
para mí escribirte esa carta, lo difícil que fue para mí admitir cosas que
nunca había sentido antes, y cómo de asustado me quedé, pensando
que después de que te enteraras de lo que te dije, pensarías que era un
idiota, y demasiado estúpido con el que molestarse.

—Pero lo más lo más importante, vas a escuchar lo doloroso que es


despertarse todos los días y no saber cómo te sientes. Puedo seguir
amándote para siempre, no pensé que eso fuera posible y siempre pensé
que Grace estaba siendo una estúpida, incluso por decir cosas así, pero
no puedo continuar así, no sin saber lo que sientes sobre mí.

—Es bastante egoísta de tu parte, si me preguntas, el no decirme cómo


te sientes. Si no sientes lo mismo, entonces de acuerdo, puedo aceptar
eso. Pero por lo menos dímelo, ¡maldita sea! Soy un chico grande, puedo
con ello. Pero si sientes lo mismo, si te preocupas por mí de la misma
manera que yo me preocupo por ti, entonces podrías permitirme por lo
menos saberlo para que yo no tenga que seguir repitiéndomelo aquí.

La respiración de Graham era fuerte, su pecho subía y bajaba


pesadamente cuando él terminó, el sudor empezaba a adornar con
cuentas en su cara por el nerviosismo. Lark se adelantó y puso una
mano contra su frente, arrastrando lentamente la humedad.

—Me preocupo por ti —le dijo ella suavemente—. Yo no quiero. No


quiero sentir esto por ti, porque no es justo.

—¿Por qué no es verdad? —preguntó en voz baja—. ¿Por qué no es


adecuado para que me ames también?

—Porque prometí que nunca amaría a nadie más —fue su respuesta en


voz baja.

El cuerpo de Graham se puso rígido... por un momento. Y luego suavizó


sus rasgos cuando se dio cuenta de algo. —Amaste a alguien más. No
soy el primero.

Ella asintió con la cabeza poco a poco, tristemente. Sus ojos se llenaron
de lágrimas que esperaban el momento justo para caer. —Yo amaba a
alguien mucho, alguien a quien se llevaron de mí antes de tiempo, y yo
le prometí que nunca amaría a nadie más, nunca sentiría de esa
manera nunca más. Rompí esa promesa en el momento en que te
conocí y no importa lo mucho que pueda sentir por ti, no borra el hecho
de que todavía me duele saber que le traicioné.
—No debes sentirte culpable por algo sobre lo que no puedes controlar,
Lark —respondió Graham, extendiendo su mano hacia ella, buscando
su aceptación.

—No lo entiendes, físicamente me duele, preocuparme por ti, perderte...


amarte —susurró Lark antes de rechazar la mano extendida—. Prometí,
juré con la esperanza de que sería suficiente, que para mí era la última
vez, que nunca volvería a sentir de nuevo lo que sentía por él. Él aceptó
su destino debido a eso. Los dos lo hicimos.

Graham se acercó a ella y colocó sus manos sobre sus hombros


consolándola. —¿Quién era él? —Ella negó con la cabeza y él apretó
tiernamente la mejilla con la parte superior de la cabeza, un gesto de
amor que la obligó a arquear la cabeza con algo que no podría descifrar,
¿vergüenza? ¿Dolor? Eso fue suficiente para que los brazos de Graham
rodearan sus hombros, tirando de ella contra él, y ella no se resistió. En
cambio, le permitió el pequeño gesto, y él le preguntó una vez más que
revelara quién era "él".

Con la cabeza hacia abajo, ella empezó a hablar, su voz era baja y
plana, el coro de campanillas había desaparecido, reemplazado ahora
con la tristeza de una esperanza vacía.

—Su nombre era Luca. Él era mi amigo, mi confidente. Sabía todos mis
secretos, los que yo podía guardar, de todos modos, él nunca los
compartió con nadie, sin importar lo desesperados u oscuro que ellos
fueran. Era igual que yo, independiente, libre de espíritu, y cínico de
todo y con todos. No veíamos la razón o el propósito detrás de lo que
éramos nosotros, para qué era lo que estábamos destinados a hacer,
como debe ser. En su opinión, nuestra existencia no era sólo sobre el
deber y la obligación, eso iba a ocurrir sin importar lo que pasara. La
vida, él decía, se trataba de vivir. Con todo lo que podemos hacer, ¿por
qué no dejamos que cada uno sepa lo que somos capaces? preguntaba.
¿Qué había de bueno en poder hacer cosas tan increíbles si teníamos
que mantenerlas guardadas para nosotros?

—Juntos fuimos alterando el delicado equilibrio que había sido creado


durante milenios por aquellos que vinieron antes que nosotros. Fuimos
salvajes, corriendo alrededor como dos individuos enamorados, con más
fuerza de lo que merecíamos y demasiado poco sentido común.
Aterrorizando a todos y de todos.

—Nosotros creamos lo que fue destruido, destruido lo que fue creado,


no teníamos ningún cuidado por la vida, para pensar, o para salvar

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nuestro propio amor. Fue el momento más excitante y emocionante en
mi vida, me hizo sentir viva, sentir por primera vez que las cadenas
invisibles que sujetan a todos los de nuestra especie con las reglas
inherentes y restricciones estaban aflojándose de su control, que
podríamos romperlas y, finalmente podríamos ser libres.

—Para el momento en que el Serafín se enteró de nuestro caos, habían


pasado varias décadas y habíamos hecho mucho para estropear nuestra
imagen a los ojos de los seres humanos que debería haber sido capaz de
volverse a nosotros para pedir nuestra ayuda, ahora corrían de
nosotros, en busca de ayuda y consuelo en otras cosas. Casi demasiado
tarde, empecé a darme cuenta que lo que nosotros hicimos estuvo mal.

—No sólo estábamos haciendo daño a otros, sino también a nosotros


mismos, y el peor crimen imaginable se había cometido una y otra vez:
Nosotros habíamos provocado que los humanos perdieran la fe en
nosotros, en nuestra especie. Mi madre, aunque estaba profundamente
decepcionada conmigo, convenció al Serafín para que me diera otra
oportunidad, que tuviera la fe en mí que yo había despojado de los
demás. Pero... Luca no tenía a nadie para que hablara por él.

—Él fue despojado de todo, sus habilidades y su fuerza... incluso de su


belleza. Fue condenado a vivir una vida mortal entre las mismas
personas a las que nosotros habíamos aterrorizado. Esto es lo más
parecido a una sentencia de muerte que uno puede conseguir, para
nuestra especie es el más cruel de los castigos y el peor de los destinos.

—Decidí quedarme con él, después de haber permitido que muriera


mientras yo permanecía sana y viva. Le vi envejecer, vi su cuerpo
humano sufrir la enfermedad y el desgaste, y lo hice mientras soportaba
su interminable rabia contra mí por no hacer más para ayudarle, por no
hacer más para convencer a mi madre y al Serafín para que fuera
indulgente y le perdonara como lo hicieron conmigo... a no sufrir con él.

—El período de tiempo más lento en mi vida duró menos de un año.


Sabía que la mente humana, cuando envejece y empieza a deteriorarse,
puede convertirse en despreciable y furiosa; lo que no sabía era que
nuestras mentes pudieran ser así.

—La ira de Luca creció incontrolable y violenta, con él sin darse cuenta
que su flagelación no me hacía daño a mí... sólo a sí mismo. Su carne,
una vez divina, tan fuerte y hermosa, estaba horriblemente magullada,
sus huesos rotos como el cristal lanzado contra un muro de piedra. Se
olvidó de quién era yo después de un tiempo, recurriendo a llamarme
"niña" cada vez que necesitaba que le ayudara a limpiarse después de
que su cuerpo había perdido toda capacidad de controlar sus funciones.

—Cuanto más difícil se convirtió para él sobrevivir sin mi ayuda, más


enfadado se volvía, más furioso, y yo siempre era el blanco de sus iras,
aunque después de un tiempo llegaron a ser más verbal que físicas, ya
que se debilitó aún más.

—Cuando por fin el corazón mortal de Luca se agotó, cuando Dios


finalmente se apiadó de él y lo llamó a casa, sólo entonces se acordó de
quién era yo, y él me hizo prometer que nadie más podría significar
tanto para mí como él. Le prometí que no habría nadie más, que
durante el resto de mi existencia, sólo me sentiría así por él. Le mentí y
eso está matándome.

—Él no te amó Lark… —Robert bajó a tierra—. Él te utilizó para


satisfacer sus juegos enfermos, pervertidos. Él lastimó a los seres
humanos por diversión, destruyó muchas vidas todo en nombre de una
rebelión que no sirvió para otro propósito que no fuera divertirse. Él te
mintió para continuar con su engaño. El amor no engaña…

—¿El amor no engaña, dices? ¡Tú no eres el más indicado para hablar,
hermano! —Lark gruñó—. ¿Cuándo le confesarás a Grece sobre tus
propios engaños?

—¿Qué? ¿Qué engaños? ¿Qué quiere decir? —pregunté, mi corazón


latía con fuerza en mi pecho por la implicación en su voz.

—Espera un minuto —interrumpió Graham.

Los tres nos volvimos hacia él, recordando simplemente que él estaba
allí.

—¿De qué estás hablando? —dijo con una risa nerviosa—. ¿Estás
hablando como si fueras mucho mayor de dieciséis años? Lark, ¿qué es
eso sobre varias décadas? ¿Poderes? ¿Seres humanos? ¿Ver a alguien
envejecer? ¿Qué está pasando aquí? ¿De qué estás hablando?

Lark y Robert se miraron entre sí, sus ojos muy abiertos con el susto,
sus bocas se pusieron obstinadamente furiosas.

—¿Alguien me dirá qué está pasando? ¿Lark? —chasqueó Graham,


soltando su brazo de Lark y girándola hacia él.

—Graham, ahora no es el momento…

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Graham se volvió hacia mí, con los ojos ardiendo de ira. —¡Cállate,
Grace! —él espetó, cortándome—. Siempre he sabido que no se me
permitía exactamente entrar en toda esa cosa del "círculo de amigos "
aquí, no después de lo que te hice el verano pasado, pero esto tiene que
ser algún tipo de broma retorcida, ¿verdad? Toda esta charla sobre los
poderes y el Serafín y… los mortales es una especie de escenario de un
obsesivo juego de fantasía que ustedes se han inventado o algo así,
porque en este momento, eso es lo único que tiene sentido.

Miré a Robert, cuya cabeza estaba rechazando, negándose a responder.


Lark también estaba mirando obstinadamente a otro lado, con su labio
temblando con dolor y… miedo. —Chicos, ¿van a dejar simplemente que
siga preguntando? —le grité a ellos—. Lark, le dejaste oír todo eso, pero
¿no le dirás nada más? ¿Ni siquiera le darás una explicación sobre eso?

Ella volvió su cabeza para mirarme, las lágrimas que se acumulaban en


la base de su parpados inferiores amenazado con derramarse en
cualquier momento. —Él quiere saber, le dije la verdad.

Sacudí la cabeza con enojo. —No. No, no le dijiste la verdad, le dijiste


parte de la verdad. Se merece saberlo todo. Él te abrió su corazón y tú
ni siquiera estabas allí cuando él escribió esa carta, para que sepas que
esto no tiene nada que ver con el encanto o… —miré a Robert, una
fisura de dolor empezó su camino a través de mi corazón—, el engaño.
Sabes lo que él siente por ti es real. Dile la verdad. Él se lo merece.

Graham me miró con dolor en sus ojos, y entonces cambió su mirada


hacia Lark cuyas lágrimas por fin cayeron por su rostro. Graham
extendió la mano para agarrar una y luego quedó sin aliento cuando la
fría piedra golpeó la palma de su mano.

—¿Qué…? —suspiró.

—¡Aquí estás!

Stacy tropezó a través de las espesas zarzas, con sus zapatos en una
mano, el dobladillo de su vestido en la otra. —Te lo juro, si hubiera
sabido que los tres estaban planeando ir de excursión, me habría
vestido mejor, este vestido está totalmente arruinado, mi madre me va a
matar cuando lo vea. ¿Qué está pasando? ¿Por qué todas esas caras
malhumoradas? Lark…

Lark y Robert permanecieron mudos. Yo miraba a Graham que a su vez,


miraba fijamente el diminuto cristal que estaba, enfriándose en su
palma, un arco iris diminuto que brillaba dentro de él como si tuviera
su propia luz interior.

—¡Oh Dios! —susurró Stacy cuando ella comprendió que algo estaba
mal—. No se lo dijiste, ¿verdad? —exclamó, con los ojos revoloteando
entre los cuatro.

Graham dio media vuelta, cerrando el puño en torno a la lágrima. —¿Lo


sabías?

—Yo, yo… yo… —Stacy tartamudeó, mirándome para buscar ayuda.

La desesperación en su cara era tan profunda, que por reflejo mi boca


se abrió y la verdad empezó a fluir. —Graham, Lark es un…

La última palabra quedó atrapada en la garganta al sentir una mano


sujetar por encima de mi boca, y un brazo fuerte tirando de mí hacia
atrás, apartándome de Graham, lejos de mi amigo.

—Lark es un ¿qué? —preguntó Graham—. ¡Déjame saber de ella,


Robert! ¡Dime lo qué es Lark!

—¡No, no lo hagas! —gritó Stacy—. No se lo digas, Grace. ¡Por favor!

Graham agarró su brazo, su de forma contundente, con los ojos llenos


de ira y traición. —¿No decirme, qué?

Los ojos de Stacy comenzaron a negarse y miró su brazo, los dedos de


Graham ya dejando moretones rojizos en la piel pálida. —No es justo
que nosotros lo digamos; Lark no está lista para decírselo.

—¿Preparada para qué? Cómo no puede ella estar dispuesta a decirme


sobre cualquier cosa que sea esto, pero ¿ella puede decírtelo a ti?
—preguntó metiendo la mano debajo de su nariz, con el cristal en la
palma de la mano gritando una acusación en silencio—. Mi mejor amiga
ha estado mintiéndome por Dios sabe cuánto tiempo, tú, mi ex-novia,
has estado mintiéndome, ¡a pesar de que me prometiste sobre la tumba
de mi abuela no mantener secretos conmigo!

—Y por alguna razón, obviamente, egoísta, ninguno de los dos pudo


encontrar una razón para confiar en mí lo suficiente como para no
decirme nada de esto hasta después de que expusiera abiertamente mi
corazón a Lark quien a su vez me dice que ella está enamorada de un
amigo muerto que vio cómo por arte de magia viejo y senil. Y después de
todo esto, ¿ella todavía no está lista?

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Soltó el brazo de Stacy, y señaló a la piedra brillando débilmente en su
mano.

—Si esto es para lo que ella no está lista, te equivocas, Stacy. Y, sólo en
caso de que te lo preguntes, estoy más que preparado para cualquier
cosa que sea esto, porque sea lo que sea, eso no cambiará lo que siento.
He estado sintiéndolo durante demasiado tiempo y es demasiado
profundo para que simplemente desaparezca.

Stacy agarró el brazo de Lark, con la sorpresa y dolor reflejado en sus


ojos y sacudió la cabeza.

—Tú sabías... sabías cómo se sentía acerca de ti y aun así dejaste que
me invitara a salir.

Lark, que se había mantenido en silencio durante todo este tiempo, dio
un paso adelante, con una explicación a punto de estallar en la boca,
pero Stacy levantó la mano para detenerla.

—No, no tienes que explicarme nada. Lo que hiciste, lo hiciste, porque


eras mi amiga. Me mantuviste alejada de la verdad porque no querías
hacerme daño, eso lo entiendo.

Ella se volvió para mirar a Graham, con una sonrisa triste en su cara.
—Te dije que no estábamos hechos el uno para el otro.

A pesar de la tensión en el aire, Graham se las arregló para sonreír a


eso.

—Bueno, no se llega a oír esto de mí muy a menudo así que valoremos


este momento, tenías razón, Stacy.

—Sé que tengo razón, por lo general la suelo tener.

Graham negó con la cabeza; Stacy siempre sería Stacy.

—Necesito saber qué está pasando. —Miró a Lark, y después a mí—.


Grace, necesito saberlo. Sea lo que sea, cualquier infierno que sea todo
esto, estoy preparado para ello.

—¿Lo estás, Graham? —preguntó Robert, con su voz llena de dudas—.


¿Estás seguro que estás preparado para esto? —Dió un paso hacia
Graham, empujándome detrás de él mientras lo hacía. Me atraganté
con mi respuesta, cuando vi la espalda de su chaqueta empezar a
empujar hacia arriba, la protuberancia moviéndose por debajo de ella.
—¡Robert, no! —grité, demasiado tarde.

—Crees que la verdad va a hacer que todas tus preguntas desaparezcan


—dijo Robert, afirmando más que preguntando.

El sonido del tejido rasgándose y el jadeo de Stacy se perdieron en el


sonido del bosque oscuro volviendo a la vida con la aparición de las alas
de ébano de Robert, nada más que negro, como unas protuberancias en
primer lugar, seguidas de unas plumas brillantes como el ónix mojado.
Él las extendió, sus puntas llegaron mucho más allá de nuestro
pequeño círculo, tocando los troncos de los árboles a varios metros de
distancia.

—¿Qué…? ¿Qué diablos eres, hombre? —Graham respiró cuando él dio


un paso atrás, con los ojos cada vez más abiertos en estado de shock, y
su respiración acelerando con el miedo.

—Soy la verdad que has estado buscando, Graham, por la que has
estado tan desesperado por conocer —dijo Robert sarcásticamente
cuando dio un paso adelante para acortar la distancia entre ellos,
revoloteando sus alas cuando se plegaron hacia el centro—. Querías
saber la verdad, querías ver sobre qué te había estado mintiendo Grace.
Aquí está.

—Robert, detente —Lark gritó finalmente.

La cabeza de Graham se dio vuelta para mirarla, como si la viera por


primera vez. En realidad, lo era.

—Si él es un… un pájaro, entonces, ¿qué eres tú?

Lark sacudió la cabeza con furia. —No es un pájaro, Graham. Échale


una buena ojeada con los ojos bien abiertos, para ver lo que es él.

Con gran dificultad, Graham se volvió hacia Robert, los dos constituían
un llamativo estudio en contraste; Robert, con su pelo oscuro y la piel
pálida era casi un negativo de Graham con el pelo rubio y la piel
bronceada.

—No sé, no sé lo que eres. ¡Tienes alas, hombre! ¿Qué diablos, que tipo
de persona tiene alas? Las aves y los murciélagos tienen alas, eres el
representante de un cine, ¡por el amor de Dios!

—Astuto como siempre, Graham —dijo Robert burlonamente.

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Stacy agarró la mano de Graham y tiró de él hacia Lark.

—No estás ayudando, Robert. Si no puedes deducir lo que Robert y Lark


son mirándoles, Graham entonces, echa un vistazo para ver quién es
ella realmente, sin pretender, sin pretensiones.

—¿Qué pretensiones?

—¡Dios, sólo hay que olvidar y mirar!

La mirada de Graham se quedó clavada en Lark con sus ojos saltando


de su vestido color de plata que coincidía exactamente con la luz
plateada de sus ojos. Él la miró cuando el último destello de luz
desapareció de entre las grietas de la canopia por encima de nosotros,
instalándose finalmente la noche. El incremento de la oscuridad le
reveló a Graham lo que él no podía ver en Robert, lo qué la muerte no
había robado de ella.

—¡Santo Dios! —jadeó, cuando el suave resplandor que emanaba de ella


comenzó a expandirse—. Esto es increíble... es como si fueras una
especie de ángel o algo así. —Se acercó a ella y acarició la luz difusa,
moviéndose para aparentar que él podía sentir la luz en realidad.

—Esto se debe a que es lo que soy —admitió Lark con voz temblorosa
pero esperanzada.

—Siempre he sabido eso —respondió Graham con una sonrisa suave,


aunque su rostro no reveló nada más que admiración y asombro.

Lark dio un paso vacilante hacia él, con ojos cautelosos. Ella levantó la
mano, con la palma mirando hacia fuera. Levantó la mano para
presionarla contra de ella, su aliento saliendo en un estallido de golpe
cuando la conexión se completó y la verdad que no podía explicarse con
simples palabras, empezaron a fluir entre ellos.

—Impresionante —él susurró mientras su mirada se cruzó con la suya.

Stacy y yo contuvimos la respiración mientras esperábamos, mi


corazón, corriendo, acelerando con cada respiración profunda en que
Graham tomaba. Sus ojos se abrieron más anchos, con cada minuto
que pasaba; el reconocimiento, la confusión y comprensión
parpadeando en destellos, algo con lo que nosotras dos estábamos muy
familiarizadas.

La cara de Lark parecía más luminosa cuando compartió cosas con él


que yo sabía que eran sólo para él, cosas que nunca había compartido
con nadie... ni siquiera con Luca, no sé cómo sabía esto, simplemente lo
sabía. Tal vez fue la sonrisa socarrona pasando por los labios de Lark
por excelencia; quizás era por la manera en que sus pupilas se hicieron
más oscuras mientras la luz del anillo de plata de sus ojos se volvían
más delgadas y ligera, diciéndome que ella estaba contenta, y
excesivamente satisfecha.

Sólo sabía que cuando ella finalmente intentó bajar la mano, y Graham
se negó a dejarla ir, no había nada más que temer de él al conocer la
verdad.

—Esto es increíble. —Suspiró él, levantando su mano libre para tocar el


terciopelo de acero que era el rostro de Lark—. Alucínante, incluso
sorprendente.

—¿Está seguro? —preguntó Lark con vacilación.

—Estoy más que seguro —Graham asintió con entusiasmo—. ¿Cómo no


voy a estarlo? ¡Estoy enamorado de un lindo ángel! —Él se puso serio de
inmediato ya que dio cuenta de que Lark no estaba radiante como lo
estaba él, su sonrisa todavía era triste, a pesar de que él aceptaba quién
era ella.

—¿Qué te pasa? ¿No supone que esto es una buena cosa? Yo sé la


verdad ahora, no hay más secretos.

Lark negó con la cabeza.

—No es eso.

Graham la miró e hizo una mueca al ver la expresión de dolor en los


ojos.

—Entonces, ¿qué es?

—Te dije que me duele saber lo que siento por ti. Me duele sentirlo.

Graham la miraba con absoluta confusión.

—No lo entiendo.

Pasé alrededor de Robert esquivándole y agarré el brazo de Graham.

—Graham, hay algo que necesitas entender sobre Lark y su especie.


Ellos no pueden decir mentiras, les duele.

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—¿Qué mentira dijo ella? —preguntó, profundamente confuso.

—Ella nos lo dijo, realmente, prometió no amar a nadie nunca más,


sentir algo así nunca más —miré a Lark, finalmente, sin entender por
qué ella nunca había sido capaz de hablar sobre eso que fuera un
problema, tanto dolor por todo esto—. Amarte a ti no era lo que ella
tenía planeado, el amor nunca es algo que puedas planificar, no
siempre puedes prometer que no vas a sentirlo nunca más, así que
cuando te convertiste en una parte de su vida, se convirtió en una
mentirosa, y amarte físicamente le duele.

La cara de Graham se inclinó como empezó a comprenderlo todo.

—¿Quiere decir que al sentir por mí de la misma manera que yo siento


por ella, ¿ está sufriendo?

Asentí con la cabeza, tristemente.

—Sí, pero... —miré a Lark y vi la desesperación en sus ojos—. Pero algo


no está bien.

La mirada de todos se concentró en mí cuando empecé a repasar los


acontecimientos del pasado, los momentos dónde las mentiras no
habían sido nada más que leves molestias, y donde las supuestas
mentiras habían sido realmente verdades.

—Lark, tú prometiste no sentir nunca por Graham lo que sentías por


Luca, ¿verdad?

Ella asintió con la cabeza, su confusión ahora mismo igual que la de


Graham. Miré a ambos y luego miré a Robert. —¿Recuerdas cuándo
recibí esa nota de Sam y yo pensé que había sido de Robert? Tú tuviste
esos molestos dolores porque la nota era una mentira, porque
simplemente no sabías que en ese momento era una mentira y era por
eso qué te hizo tanto daño.

—Sí, pero ¿qué tiene eso que ver con esto? Sé lo que sentía, Grace. Yo
quería a Luca, mucho, no hay que confundir esos sentimientos con un
simple afecto juvenil —respondió Lark.

—Sí, lo sé. Eso no es lo que quise decir. Uf, por qué es que cuándo no te
quiero en mi cabeza, tú siempre está allí, ¿cuándo sería más fácil si
decidieras mantenerte al margen? —Sacudí la cabeza y agarré la mano
de Lark, sacándola de Graham—. Te sientes herida porque te estás
mintiendo a ti misma, Lark. ¿No lo ves?
—No sientes lo mismo por Graham que lo que sentías por Luca porque
no es lo mismo. No puede ser. Graham te ama, realmente te ama, eso es
algo que Luca no hizo, y tú te sientes de la misma manera. Si Luca te
hubiera amado, no te habría exigido que hicieras esa promesa en
primer lugar. Hubiera querido que siguieras y fueras feliz. No hubiera
querido que pagaras por sus errores, negándote la felicidad y el amor
todo porque él se iba. Eso no es amor, Lark; eso es control y
manipulación.

Robert llegó hasta mi lado y tomó la mano de su hermana de la mía.

—Hermanita, no tengo ninguna razón para que tú y Graham estén


juntos... excepto que puedo ver que él te haría feliz. Grace tiene razón:
has llevado esta carga, este falso amor contigo durante demasiado
tiempo. Tienes que dejar que te consuma y destruir lo que el amor
debería significar, lo que debería ser. Permitir que el pasado muera.
Permitirte encontrar paz con Luca.

Los ojos de Lark empezaron a derramar lágrimas brillantes después


cada una cayendo y desapareciendo entre los escombros debajo de
nuestros pies. Su resplandor cambiando a través de la amplia gama de
colores, cada uno hablaba de un estado de ánimo diferente, una
sensación diferente cuando ella derramó lágrimas sobre su pasado, por
última vez.

—Estoy asombrada… —me dijo ella cuando la tormenta de cristal hubo


cesado—, de que tu habilidad para ver las cosas con tus propios ojos
mortales supere lo que yo puedo ver con los míos, lo ciega que puedo
llegar a ser.

—Eh, que yo no tengo la capacidad de leer las mentes, así que tengo
que esforzarme por estar atenta —bromeé.

—¿Qué que eres? —dijo Robert cuando él soltó la mano de su hermana


y alcanzó la mía—. Eres increíble.

—Ya lo creo —intervino Stacy acercándose.

—Esa es la verdad —dijo Graham, riéndose.

—Estoy de acuerdo —anunció Lark.

Purple Rose
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30
El Canto del Ave.
Traducido SOS por Akanet, Zeth y Lizzie

Corregido por katty3

S
onreí tontamente antes de que recordara algo de repente.
—¡Stacy! Tenías algo importante que decirle a Lark,
¿recuerdas? Ella está aquí, ¿qué mejor momento que
ahora para decírselo?

Stacy nos miró a los cuatro, su sonrisa decayendo de repente. —Creo


que eso puede esperar.

Graham negó con la cabeza. —No, no puede, Stacy. No tienes tiempo


para secretos.

—Puede esperar, Graham. Éste no es el momento para algo como esto


—argumentó Stacy—. Éste momento es para ustedes dos.

—¿Qué es, Stacy? —le pregunté con curiosidad—. Todo lo que he


escuchado salir de tu boca durante los últimos días ha sido: “tengo que
decirle algo a Lark” y “tengo algo que Lark tiene que saber". Creo que es
justo que después de hacernos pasar por tu acoso constante, le
cuentes.

La hermosa sonrisa de Lark debe haber sido suficiente estímulo, ya que


ella asintió con la cabeza en señal de acuerdo. —Por favor, cuéntanos
qué es.

Stacy negó con la cabeza, y presionó sus manos contra sus ojos. —No
puedo.

La sonrisa de Lark se desvaneció mientras miraba a Stacy con una


expresión de desconcierto tomando su lugar. Como si un rayo hubiera
golpeado, todo su cuerpo se sacudió silenciosamente. Abrió la boca, sus
ojos se movieron rápidamente hacia Robert, estaban llenos de miedo.

—¿Es cierto? —le preguntó.

Robert me miró, como esperando mi aprobación.

—¿Es cierto qué? —le pregunté.

—¿Qué está pasando? —Stacy nos miró a los tres con cautela y luego
giró para interrogar a Lark—. ¿Por qué le estás preguntando si es
cierto? ¿Por qué sabría él más que tú?

Lark ignoró la pregunta y entonces giró para enfrentar a su hermano,


repitiendo la pregunta que ella le había hecho. —¿Es verdad? Dime.

Él asintió una vez y me estremecí cuando vi a los ojos de Lark volverse


negro azabache por la rabia. La cara de Lark comenzó a desmoronarse
mientras giraba para hacer frente a Stacy, con sus manos frotando
suavemente las heridas que fueron dejadas allí por los dedos furiosos
de Graham. —Estará bien —dijo para tranquilizarla—. No me importa
lo que él diga, va a estar bien.

—¿Qué está pasando? —pregunté con desesperación.

Mi cabeza giró para mirar a Graham y luego a Robert. —¿Me dirá


alguien que está pasando, ya que al parecer soy la única que no tiene
conocimiento en éste caso?

Miré cuatro pares de ojos separados, cada uno tratando


desesperadamente de evitar el contacto directo con los míos, como si
fueran cada uno culpables de algo que no podía ser admitido.

La voz sombría de Robert irrumpió en el silencio para responderme.


—Stacy se está muriendo, Grace.

—No seas ridículo. Ella no se está muriendo, sólo tiene dieciocho años.
Además, si lo estuviera, me lo dirías, me advertirías, ¿verdad? ¿Cierto,
Robert? —Cuando no hubo respuesta, supe lo que era—. Ya lo sabías, y
me lo ocultaste.

Me alejé, un dolor fuerte asentándose en mi garganta. Lark comenzó a


temblar de ira, su cuerpo vibrando muy violentamente, Graham era
incapaz de sostenerla sin hacerse daño. Rápidamente se echó hacia
atrás y luego me miró con la culpa en sus ojos.

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—Lo siento. Stacy me hizo prometer no decirlo y, tengo que ser honesto,
ella me da miedo.

Asentí con la cabeza hacia él, pero mis ojos viajaron de regreso hacia
Robert, que no se veía culpable en lo absoluto. —¿Y tú no tienes nada
que decir?

—Esto es más importante que tú, Grace —respondió antes de obligarme


a dar la vuelta—. Esto es más importante que tú o yo.

Stacy estaba a escasos centímetros de distancia de Lark mientras


hablaba, su voz clara y firme, a pesar de la gravedad de sus palabras.
—Así no era como quería contarte... No es necesario que le preguntes a
Robert o Graham o que vayas rebuscando entre las mentes de los
Médicos en el departamento de oncología del Licking Memorial, o
Newark o cualquier otra cosa que estés planeando. Mi cáncer está de
vuelta, en realidad ha estado de vuelta por un tiempo, pero no quería
decir nada porque no creía que fuera algo tan importante, los Médicos
y yo hemos estado luchando contra él. Las cosas se veían bien,
también... mis marcadores bajaron y me sentía bien. No pensé nada al
respecto o gasté ningún tiempo considerable preocupándome por ello
tampoco, los Médicos me tenían en lo que parecía ser un régimen de
tratamiento muy exitoso. Fue poco después de Halloween que mis
marcadores comenzaron a subir otra vez, y para la Navidad, mi
oncólogo nos contó a mis padres y a mí que no había mucho más que
pudieran hacer, entonces estábamos de alguna manera sólo
improvisando.

Me alegré de que no fuera la única persona que fue sorprendida por su


actitud arrogante cuando vi las manos de Lark agarrar los brazos de
Stacy rudamente y empezar a sacudirla, o tal vez era que los temblores
de Lark se estaban transfiriendo a ella. —¿Estás loca? ¡Te estás
muriendo! ¿Sabes lo que eso significa?

—En realidad sí, lo hago. Esto significa no pasar más horas incontables
en el hospital sintiéndome tan enferma, que es, casi imposible creer que
lo que sea que los Médicos están haciéndome está ayudándome
realmente. Significa no ver más a mi madre perder sus esperanzas
cuando las pruebas vuelven a mostrar que en vez de ir hacia abajo, mis
marcadores han subido. Significa que sé que no tengo décadas por
delante para meter la pata en la vida, tengo unos pocos meses, quizás
un año para hacer lo que quiero, como quiero sin la excusa de “eso me
matará” o “eso es muy peligroso y temerario” poniéndose en el camino
porque mi vida ya se va a terminar. Estoy bien con esto, chicos.
Realmente, lo estoy. Los Médicos me dijeron cuando tenía siete años
que no podría ni siquiera vivir hasta los diez, les demostré que estaban
equivocados por más de ocho años. Eso es bastante bueno desde mi
perspectiva.

Lark negó con la cabeza, como si no estuviera dispuesto a aceptar lo


que Stacy ya había aceptado.

—Esto no está bien. Esto no es justo. Robert, tienes que hacer algo,
tienes que cambiarlo. —Lark le imploró a su hermano.

Él extendió la mano hacia su hermana, la tristeza pesando sobre él en


gran medida mientras le decía lo que ya sabía. —No puedo. No puedo
decidir éstas cosas, Lark, lo sabes.

—No. Has salvado la vida de Grace, has desafiado su muerte una y otra
vez, puedes hacer esto por Stacy. Haz esto por ella, Robert. O por mí.
Hazlo por mí, por favor —Tiró de las solapas de la chaqueta desgarrada
de Robert, jalándola con tal fuerza que sus costuras finalmente se
dieron por vencidas y se desbarataron en sus manos.

Cerré mis ojos y presioné mi mano en mi boca, reacia a aceptar que


Lark estaba de hecho, rogándole a su hermano por algo, incluso si era
para mantener viva a Stacy.

—Estoy atado a Grace, Lark. Lo sabes, no puedo permitirle morir más


de lo que puedo hacerlo conmigo mismo —Robert trató de explicar, pero
Lark no quería oírlo, su cabeza moviéndose rudamente, sus
movimientos causando que Stacy también se sacudiera.

Graham y Stacy observaron el intercambio entre hermano y hermana,


con absoluta incredulidad en sus rostros.

—No. No se supone que sea así —exclamó Lark antes de caer de rodillas
en una débil derrota, sus manos liberando a Stacy, sus brazos cayendo
al suelo—. No se supone que suceda de ésta manera.

No entendía lo que estaba diciendo, pero mientras se agachaba, supe


inmediatamente lo que quería decir. Aparté a Stacy del camino y miré a
Robert que ya tenía su mano sobre el hombro de Graham.

—Suéltame, Robert. Algo está mal con ella —gritó Graham mientras
luchaba inútilmente contra el agarre de hierro que Robert tenía sobre
él.

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—No hay nada malo con ella, Graham. Todo está bien, créeme en esto.

—¿Creerte? Has estado leyendo mi mente durante los últimos seis


meses, rebuscando entre mi cabeza y... ah demonios, has conseguido
alas, hombre. No estoy exactamente seguro de en quién puedo confiar
en éste momento, pero estoy bastante seguro de que no debo confiar en
un hombre con alas, ¿y qué pasa con el negro? No se supone que los
ángeles tengan alas negras, ¡hombre! ¡Déjame ir! —Graham luchó pero
Robert lo aparto sin esfuerzo alguno de Lark, los pies de Graham
dejando profundas huellas de arrastre en el suelo.

—Graham, relájate —susurré—. Vas a perdértelo.

Me miró fijamente, pero permitió que Robert lo atrajera hacia Stacy y


yo.

—¿Perderme qué? Ella está perdiéndolo allí, Grace. ¡No puedo dejarla
hacer eso sola!

Negué con la cabeza y señalé a las líneas de color blanco plateado


encrespándose y estirándose a través de la espalda de Lark, como
delgados dedos presionándose contra su piel perfecta. Ella trató de
incorporarse, pero la presión de lo que estaba creciendo por debajo de
su piel era demasiada y se dobló, su boca abierta en un grito silencioso.

Ver la mirada de dolor en su cara causó que Graham se apresurara una


vez más para ayudarla. La mano de Robert salió disparada y agarró la
chaqueta de Graham. Graham se encogió de hombros quitándosela y
cayó de rodillas frente a Lark, con una mano tratando de levantarle la
cabeza, la otra frotando las protuberancias creciendo en su espalda.

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa, Lark? —preguntó con frenética


preocupación—. ¿Qué te está pasando? ¿Qué está pasando?

—Está haciendo crecer sus alas —respondió Robert fríamente—. Tienes


que alejarte de ella, Graham. Nunca ha hecho esto antes y a veces
puede ser muy… violento.

Graham negó con la cabeza en desafío. —No la voy a dejar.

Robert se encogió de hombros y se alejó. Lo miré, sorpresa


registrándose en mi cara—. ¿Cómo puedes dejarlo ahí?

—Él no va a morir —dijo Robert con indiferencia.


—Claro... pero incluso si fuera a hacerlo, no me lo dirías, ¿verdad?
—repliqué, apartando mi cabeza para ver a la pareja delante de mí, aún
temerosa por la seguridad de Graham, aunque mucho más confiada
ahora que sabía que no se vería seriamente perjudicado.

—Como he dicho, esto no es acerca de ti, Grace. —Fue todo lo que él


dijo.

A pesar de que había visto las alas de Robert crecer al menos media
docena de veces desde que las había ganado, nunca había demostrado
lo doloroso que era cuando emergían, para empezar nunca había dado
ninguna indicación de que sentía algo, su rostro era siempre tan
tranquilo y calmado, una pequeña sonrisa siempre en sus labios, como
si en realidad lo disfrutara.

Lark, por otro lado, estaba en agonía evidente. Sus manos estaban
cavando en el suelo sin ningún tipo de resistencia, sus palmas
pulverizando lo que se pusiera frente a ellas. Mientras las
ramificaciones en su espalda comenzaban a desplegarse y su piel
comenzaba a estirarse, su boca se abrió una vez más, pero ningún
sonido salió.

Ningún sonido que cualquiera pudiera escuchar, de todos modos. Nadie


excepto por Robert, que se estremeció visiblemente. Y yo.

El grito desgarrador que llenó mis oídos era muy parecido al que había
salido de Sam mientras yacía sangrando por las heridas que había
causado, sólo que ésta vez el grito frenético y desesperado sonaba como
un coro de muerte, los acordes cortándome y apuñalándome con una
avidez que me interrumpió mi posibilidad de gritar. Puse mis manos
sobre mis orejas, inútilmente tratando de evitar que el sonido llegara a
lo más recóndito de mi mente, pero nada podía detener la embestida de
la canción mortal.

La fuerza de cada nota shril que llegaba a mí, era como un martillo
golpeando en mi mente, y caí en el suelo, las rodillas amortiguadas por
las hojas y la tierra suave. Stacy y Robert estaban a mi lado de
inmediato, Stacy sin darse cuenta de lo que estaba pasando, y Robert,
asustado y confundido.

La neblina de color rojo comenzó a barrer y me nubló la visión, oí jadear


a Stacy. —¡Sus ojos están sangrando! Robert, tienes que hacer algo, se
está desangrando, oh Dios, ¿qué está pasando?

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Robert sostuvo mi cabeza, sus manos presionando las mías, mientras
éstas presionaban mis orejas, y me miró a los ojos. Vi su cara, tan
hermosa, y sin embargo tan extraña. Pude ver los pensamientos en su
cabeza mientras frenéticamente trataba de ver lo que estaba mal
conmigo. Le sonreí a los destellos de los dos juntos mezclados con todo
lo demás, aunque el dolor continuaba latiendo en mí mientras la
canción continuaba. Sentí el peso de algo en mi pecho, y miré hacia
abajo para ver lo que era, pero no vi nada allí.

Tuve una sensación de debilidad, sentí mi cabeza caer, a pesar, del


apoyo de Robert, y alcancé a ver a Lark, las alas parecidas a apéndices
ahora totalmente extendidas, los pequeños botones de plumas
formándose y floreciendo en prístinas plumas blancas que sólo
contribuyeron a probarme que era, de hecho, la chica más bella del
mundo. Sus ojos se encontraron con los míos y sólo cuando cerró la
boca la canción paró.

Di un suspiro de alivio, sólo para comenzar a asfixiarme ya que la


presión en el pecho finalmente se suavizaba, enviando un sabor de
metal liquido caliente a mi boca. Podía escuchar las voces de mis
amigos, ya en crecimiento cada vez más alarmado por lo que me estaba
pasando. No podía moverme, no podía hablar para decirles que estaba
bien. Sólo podía ver la oscuridad que me empujaba hacia abajo,
cubriendo todo con un rojo intenso, manchas... y de repente cada vez
más pálida, un débil resplandor amarillo cubriéndome y volviéndose
cada vez más opaca mientras el río de líquido caliente continuaba
fluyendo de mi boca.

Pronto las voces se convirtieron en nada más que notas cálidas y


relajantes en la sinfonía suave que estaba sonando en mi cabeza, en
sustitución del canto lleno de coro que me había derribado. La
oscuridad había desaparecido por completo ahora, sustituido por una
expansión masiva de la luz resplandeciente que se extendía más allá de
lo que podía ver, más allá de lo que yo sabía que existía.

—Hola, Grace —dijo una voz extrañamente familiar.

Parpadeé y me puse de pie, el movimiento extrañamente rápido y fácil.


Levanté mi mano para consolar a mis amigos, pero no estaban allí. No
había nadie allí, estaba parada en la nada excepto por la luz que se
extendía tan lejos como podía ver, y estaba completamente sola.

—No estás sola, tonta.


Me di la vuelta, esperando ver al dueño de la voz de pie directamente
detrás de mí.

No había nadie allí.

—¿Te acuerdas de éste juego, ¿no? Sigue la voz, Grace —bromeó la voz.

—¿Quién eres? —pregunté. Rápidamente, mi mano fue a mi boca,


presionando hacia abajo en mis labios ya que el sonido que salió era
extraño.

La risa me llegaba de lo que, suponía, era un rincón y me puse a


caminar hacia ahí, mi mano todavía presionada contra mi boca,
negándose a dejar a otro sonido extraño salir. Caminé hasta que las
plantas de mis pies empezaron a doler. Levanté una mano sobre los ojos
para buscar el horizonte, la necesidad de ver algo que sería indicio de lo
mucho más, que tenía que ir antes de que finalmente llegara a... algo.
Entrecerré los ojos, con la esperanza de ver la línea tenue que hablaba
de un final real de mí caminar, pero la luz era demasiado brillante.

—Esto es ridículo —me dije a mí misma bajo mis dedos—. Y ¿por qué
mi voz suena de esta manera?

Sopló un susurro de la respiración a través de mi oreja. —¡Porque así es


como suenas, tonta!

Me di la vuelta, agitando el brazo a la defensiva. —Ahhh, esto se está


volviendo muy molesto. ¡Y no sueno así... para nada, como una
campana y... como niñita! —Miré alrededor al gran espacio vacío
alrededor de mí y moví la cabeza—. No puedo creer que esté aquí de pie
en el medio de la nada, discutiendo con nada.

—Yo no soy “nada”.

—Lo dice la voz que viene de la nada —le dije en respuesta, mientras
me di la vuelta.

—No creo que tu padre te enseñara a hablar de esa manera.

Mi mandíbula se abrió, el movimiento tan rápido, que podría haber


jurado que oí el crujido y el pop del movimiento repentino. Aunque su
voz era familiar, simplemente no lo había oído lo suficiente o lo
suficientemente recién, para reconocerla y ponerla en un rostro.

Purple Rose
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Ésta era una con la que estaba conectada al instante, que hablaba de
una historia que nunca había conocido, que nunca se había dado la
oportunidad de compartir conmigo. Ella llevaba una deslumbrante, si
no astuta sonrisa, la boca pequeña, pero sin perder la alegría que se
podía leer en los labios que se curvaban hacia arriba, dejando al
descubierto un pequeño hoyuelo, casi travieso en la piel perfecta, el
marfil. Los ojos eran de un color extraño, ocre con motas de oro
brillantes profundamente arraigados dentro de los lirios. Eran cálidos y
acogedores, la alegría manifiesta en ellos sólo palidece en comparación
a la mía. Sus brazos se extendieron con la bienvenida, su cabello oscuro
cayendo sobre sus hombros como el hollín llenos

—¿Mamá?

—Soy yo, Abby.

—¿Estás segura de que no eres más que otro Erlking o algo así?

—¿Huelo como un Erlking? —murmuró mientras me acercaba a ella, su


olor, el aroma extrañamente familiar de ámbar cálido, el suelo, y las
flores recién cortadas.

—No creo que esto está sucediendo —susurré mientras inhalaba


literalmente los recuerdos de mi infancia.

—¿Creer qué?

Levanté la cabeza para mirar hacia ella, y sonreí. —Bueno… estás aquí,
en mis sueños, y sabes quién soy.

Se rió, el sonido era hermoso y desgarrador al mismo tiempo. —Grace,


¿cómo no iba yo a saber de mi propia hija? ¡Te pareces a mí!
Demasiado, creo. Y ¿de qué otra forma se supone que voy a verte?

—Eso es cierto, supongo, pero siempre pensé que me parecía mucho


más a papá.

Arrugó la nariz y sacudió la cabeza. —No importa. Ahora bien, tenemos


mucho que discutir antes de que sea hora de que te vayas.

—¿Irme? Pero si acabo de llegar... ¿Cierto? —le pregunté, confundida y


decepcionada de que sería despertada pronto.

—No, Grace, me temo que te puedes despertar mucho antes de lo que


me gustaría. Ese Robert tuyo es persistente.
—Lo es. Casi un fallo.

—Bueno, y usualmente lo son, querida. Los tontos siempre son


persistentes, cuando debería ser exactamente lo contrario, pero eso no
es importante ahora.

—Entonces, ¿qué es?

Ella se dio la vuelta y frunció el ceño en confusión. La extensión


interminable de blanco había desaparecido, reemplazado ahora con el
telón de fondo boscoso que había dejado al perder el conocimiento. Una
escena estaba jugando en frente de mí, una escena que me hubiera
perdido en lo contrario.

—No puedo creer, no me esperaba que fuera yo —dijo una voz femenina
en sorpresa.

—No eras tú, era yo —argumentó una voz masculina.

Negué con la cabeza. —Ellos nunca parecen ser capaces de hacer nada
más que discutir.

Stacy y Graham estaba a escasos centímetros separados uno frente al


otro, sus rostros apretados con fastidio, sus mandíbulas sobresalían en
señal de terquedad, mientras que Lark estaba muda entre ellos.

—Sé más de esto que tú, Graham, como si se tratara de cualquier


persona, era yo. Ella no cambió hasta que le dije acerca de mi cáncer
—argumentó Stacy, su dedo golpeando en el hombro de Graham con
fuerza.

—Ya estaba estresada antes de que le dijera, y eso fue por mi culpa.
Pasó por mí —respondió Graham, dando manotazos a los dedos de
Stacy.

A un lado pude ver a Robert en el suelo, mi cuerpo inerte acunado en


su regazo, con los brazos presionando suavemente la cabeza hacia su
pecho.

—¿Ambos alguna vez se han puesto a pensar que tal vez eran los dos a
la vez? —preguntó, molestia e irritación exudó de su tono.

Stacy abrió la boca, con el rostro indignado. —No volveré a compartir


esto con él. Además, no sería justo, la conoce por menos de veinte

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minutos y, ¿llega a ser él su portador de alas? No lo creo. Tenía que ser
yo. Soy su mejor amiga. “Ojos dulces”.

Graham se burlaba de su insulto. —¿Ojos dulces? Creo que se ha


establecido que soy más que eso. Y yo que pensaba que estabas bien
con Lark y el estar juntos, ¿por qué el tono?

—Estoy bien con eso. Simplemente no creo que de repente te convertiste


en una pareja, automáticamente constituyéndote en el estado portador
de alas. Yo soy la que tiene el enlace emocional más profundo que tú no
has tenido tiempo para formar todavía. Y aún digo que ocurrió a causa
de mis noticias y no porque los dos admitieron que compartían
hormonas —dijo Stacy, dejando de lado su comentario.

—No fue ninguno de los dos —dijo una voz suave con seguridad.

Tres pares de ojos se volvieron hacia ella, cada uno de ellos abiertos por
la sorpresa.

—¿Qué quieres decir, con que no fue ninguno de los dos? —exigió
Stacy.

—Sí, lo que ella dijo —Graham se mostró de acuerdo.

Lark sacudió la cabeza y se dirigió a Robert, en cuclillas, haciendo a un


lado un rizo que se deslizaba en mi cara, sus alas de blanco nieve
revoloteando suavemente mientras se ajustaban a su nueva posición.

—No sé cómo sucedió, o por qué ocurrió, pero no fue ninguno de los dos

—Robert miró hacia abajo a la cara estriada de sangre, su sonrisa


triste.

—Va a estar un poco molesta, está perdiendo la batalla por ser normal,
ella está causando que tus alas crezcan haciendo nada más que existir,
hermanita.

—No era su simple existencia lo que lo hizo, Robert —Lark espetó antes
de pararse y darse vuelta para mirar a Stacy, una mirada triste en su
rostro—. ¿Cómo puedes saber acerca de estar enferma durante tanto
tiempo sin que me entere?

Stacy se encogió de hombros y sonrió. —Bueno, te lo dije, no pienso en


ello. No estás tratando de escarbar en mi cabeza por mi más profundo y
oscuro secreto, estás escuchando a la materia que atraviesa en la
superficie, ¿no? —Con el asentimiento de Lark continuó—. Mira, si
fueras un poco más ruidosa, como tu hermano, podrías haberlo sabido
mucho antes.

Graham tosió y miró hacia donde yo estaba acostada. —¿No debería


estar despierta a estas alturas?

Robert sacudió la cabeza. —Ella es muy sensible al sonido de nuestro


dolor, y con la pérdida de sangre, va a ser un poco más de tiempo antes
de que se despierte. No creo que ella no lo supiera, sin embargo. Su
mente, aunque inconsciente, es muy activa—. Robert frunció el ceño
ante sus propias palabras, las cejas apretándose a la vez que pensaba
en qué era lo que dijo.

—Bueno, no me gusta —dijo Graham, una especie de tipo casual—. Hay


muchas cosas que todavía no entiendo sobre cómo funciona tu especie.
¡Aún voy a pasos ligeros sobre las alas… amigo! ¡Negras! pero sé que no
se supone que empecemos a sangrar por los ojos y vomitar sangre sin
ninguna razón.

—No fue “sin ninguna razón” —Robert comenzó a discutir, pero suspiró
y meneó la cabeza, el argumento simplemente no valía la pena para él.
Agarró un pañuelo del bolsillo delantero de su chaqueta y comenzó a
limpiar un poco de la sangre seca de alrededor de mi boca, frunciendo
el ceño con preocupación desfigurando su rostro.

—Robert, sé que puedes hacer eso de la curación completa con las


personas, ¿por qué no lo puedes intentar con Grace? Quiero decir, ha
estado fuera por un tiempo, y hasta yo sé que no es una buena cosa.

—Puedo curar su cuerpo, Stacy, pero no su mente. Y físicamente, está


bien. Mentalmente, está en otro lugar, y eso es algo que tiene que
arreglar por su cuenta.

Pude evitar reír cuando me di cuenta de que mentalmente, estaba aquí.


—¿No puede sentir que estoy aquí? —pregunté en voz alta, volviéndome
hacia mi madre.

—No, él no puede. Los ángeles son criaturas especiales, pero incluso


tienen sus limitaciones. Pueden escuchar los pensamientos de los que
están sentados a su alrededor, y algunos, como Lark, pueden escuchar
los pensamientos a kilómetros de distancia. Pueden curar, pueden
hacer daño. Son capaces de algunas de las hazañas más increíbles con
fuerza y habilidades, pero aún les falta mucho en muchas áreas que los
humanos han dominado. Al igual que sentir, por ejemplo. Él está atado

Purple Rose
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a ti emocionalmente, Grace. Estoy segura de que eres muy consciente
de ello. Pero no está atado a ti físicamente. Todavía no, de todos modos.

La miré y fruncí el ceño. —¿Qué quieres decir?

Se refería a la forma en que Robert me sostenía la cabeza, presionando


muy de cerca a su pecho, pero su cuerpo parecía tenso, como si
estuviera luchando por empujarme a distancia mientras sus manos me
acercaban. Era algo que no habría sido capaz de ver si hubiera estado
despierta.

—Él lucha consigo mismo cuando está contigo. Te ama, quiere estar
contigo hasta el punto en el que es físico y doloroso para sí mismo dejar
de hacerlo, pero lo hace. No sabe cómo cruzar esa barrera, Grace, y
tiene miedo de que una vez que aprenda, no será capaz de dejar de
hacer precisamente eso. Es tan nuevo en esto, como tú, pero tú no
naciste con una función de limitaciones como él. Tú puedes ayudarlo a
vencer ese obstáculo, aprender a controlar cómo se siente y dar fin a la
forma física de la que su relación carece.

—¿Estás sugiriendo que Robert y yo…?

Su movimiento de cabeza envió un sofoco a mi cara y me di la vuelta.

—Grace, soy tu madre. Si alguien debe hablar contigo acerca de estas


cosas, debería ser yo —reprendió. Puso una mano fría debajo de mi
barbilla y me levantó la cara—. Ahora, presta atención. Esto es
importante. —Ella se volvió de cara a mis amigos, la conversación se
calentaba mientras el tema volvía a quién era el que había convertido a
Lark, el portador de alas.

—No entiendo por qué estás tan molesta porque Grace sea la encargada
de hacer crecer tus alas. —Graham se puso a un lado, sus manos
metidas en los bolsillos mientras miraba a Lark y Stacy, sus manos en
frente la una y la otra, un rostro solemne, y el otro un poco molesto—.
Si ella es la que lo hizo por Robert, tiene sentido que lo haga por su
hermana, ¿verdad?

Stacy rodó los ojos mientras el ceño fruncido de Lark se convirtió en


una mueca jadeante. —Es como que estoy siendo castigada
—susurró—. Perdí a Luca, y ahora voy a perderlos a ustedes dos
mientras, bueno…

Graham y Stacy inmediatamente atendieron a su dolor repentino,


inseguros en cuanto, a lo que ella se refería. Robert silbó, la
comprensión y la simpatía evidente en su rostro. El sonido me hizo
estremecer como un dolor agudo a través de un disparo en la frente.

—No me vas a perder —dijo Graham con feroz determinación en su voz.

—Oye, tengo algo de tiempo —dijo Stacy con una risa ligera.

El reconocimiento de repente cayó sobre Graham y él envolvió sus


brazos alrededor de Lark, enterrando la cara en su cabello oscuro. —No
entendía. Pensé... No importa lo que pensaba. Daría cualquier cosa por
poder estar contigo para siempre, pero tomaré lo que pueda obtener.
Cincuenta años más contigo es mucho mejor que un solo día sin ti.

Lark enojada se echó a reír dejándonos en shock. —Tú no lo entiendes,


¿verdad? Por supuesto que no, no tienes ni idea. Si no hubiera sido por
Grace, habría sido alguno de ustedes, y luego me hubiera quedado
atascada decidiendo a quién cambiar, dejando al otro marchitarse y
morir.

—¿Qué quieres decir con “cambiar”? —preguntó Graham, confundido.

Stacy, también, parecía perpleja por las palabras de Lark. —Sí, yo no lo


entiendo bien.

La risa de Lark se hizo más fuerte mientras enojada me señalaba con


un dedo en mi dirección, o al menos, la dirección de mi cuerpo. —Ella
es la portadora de las alas de Robert. Por eso, Robert ahora puede
pedirle permiso para cambiarla, para hacerla inmortal. En vez de
aceptar esto, lo rechazó, una y otra vez, sabiendo lo que le hará a él,
cuando muera y simplemente ella no se preocupa. Y ahora, ahora hay
dos personas cuyas vidas se podrían haber beneficiado de ser mi
portador de alas…

—En cambio, es ella, la única persona que rechazaría la inmortalidad,


ya que va en contra de todo su plan ridículo de ser “normal”. —Graham
miró mi cuerpo y luego a Robert, al ver el dolor que había en su rostro
la verdad de las palabras de Lark tocó casa. Volvió a mirar a Stacy,
cuyos ojos se habían vuelto de color rojo, con lágrimas contenidas, con
el rostro pálido en crecimiento cuando se dio cuenta de lo que había
perdido.

—¿Qué causó eso, que crecieran tus alas? ¿Lo sabes?

—Por supuesto que sí —respondió Lark, con los ojos girando alrededor
para mirar a Robert, que gruñó con ira en la respuesta—. Vi lo que va a

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pasar cuando Grace descubra la verdad sobre Robert, y su dolor, su
angustia ante la traición es lo que desencadenó mi cambio porque estoy
tan atada a ella como lo está él.

Graham y Stacy lanzaron miradas acusadoras a Robert, cuyos labios se


curvaron mientras su rigidez se hizo más profunda. —Has dicho lo
suficiente, Lark —dijo entre dientes, y mis rodillas cayeron, el dolor
cortando a través de mi cabeza como una antorcha.

—No, no lo he hecho, pero no voy a ser la que lo diga, Robert. Tú lo


harás —dijo Lark con firmeza.

—¿Qué hizo? ¿Qué le ha hecho a Grace? —preguntó Graham, con las


manos apretadas en furiosos puños a su lado mientras caminaba hacia
Robert.

Ambas, Lark y Stacy lo agarraron, Lark teniendo más éxito. —Eso no


me corresponde a mí decirlo —él trató de liberar su mano, pero el
control de acero de Lark redujo al mínimo el movimiento de modo que
podía ver su hombro retorciéndose. Se volvió para mirar a Lark, la
incredulidad en su rostro en las líneas de profundidad—. Sabes que
esto va a hacerle daño, romperle el corazón, ¿y sin embargo no se lo
dices? ¡Es mi mejor amiga!

—No puedo romper las leyes de mi especie —argumentó Lark.

—¿Pero puedes bordear alrededor de ellas? —preguntó Stacy, con sus


ojos cautelosos cuando tomó la gravedad de la escena que tenía
delante—. Sé que no se supone que nos dijeras a Graham y a mí lo que
eres, pero lo hiciste de todos modos. Rompiste las leyes de tu especie
cuando estabas con Luca, ¿y ahora decides que las reglas no se pueden
romper o incluso inclinarse un poco, porque se trata de Grace?

La cabeza de Lark empezó a temblar en la negación. —No, eso no es


todo. Lo que he visto, éstas son visiones del futuro, cosas que veo sólo
porque puedo ver los pensamientos de otras personas, y sé eso cuando
se producen, Grace puede ser destruida. —Las palabras de Lark me
hicieron enfrentar a mi madre, una vez más, el shock y la ira corriendo
a través de mí.

—¿Esto es lo que necesitaba oír? ¿Qué Robert me ha traicionado de


alguna manera? —Cuando ella asintió con la cabeza, me burlé de la
respuesta—. ¿Por qué?
—Debido a que las decisiones que tomes después afectaran, no sólo a ti
misma, sino a todo aquel que te rodea. Lo que decidas una vez que
despiertes y escuches la verdad no se puede deshacer. Tu decisión
afectará las generaciones venideras. Debes recordar lo mucho que él
significa para ti, lo mucho que lo amas. Recuerda eso, prométemelo,
Grace.

Aparté la vista, incapaz de prometer nada a nadie, no con la fisura que


se había abierto en mi corazón empezando a gemir bajo el peso de lo
que sabía se avecinaba.

Cerré los ojos y apreté los dedos contra los parpados, el latido que había
permanecido mucho tiempo después de los dolores punzantes sólo
había ido aumentando a medida que lo hacía. Pude ver en mi mente la
tristeza que se apoderó de la cara de Graham cuando se dio cuenta que
su vida terminaría un día, mientras que la de Lark continuaría. Pude
ver la comprensión de Stacy de que ella podría haber tenido la
oportunidad de derrotar su enfermedad si no hubiera sido por mí. Pude
ver a Lark, su agudo dolor por la pérdida de la realización de éste
futuro, y dolor físico al reconocerlo.

Y podía ver a Robert. Aferrándose a cual sea el secreto que había


escondido entre los otros secretos que ellos mantenían lejos de mí,
secretos que me romperían el corazón, que podrían causar un dolor tan
grande, sólo tenía que ver que había sido suficiente para provocar que
el cambio de Lark sucediera.

Abrí los ojos, con la necesidad de hacerle a mamá una pregunta más,
pero en su lugar, vi los preocupados ojos de Robert mirándome de lleno.

—Oh, gracias a Dios que estás bien —susurró, con la boca inclinándose
para presionar contra mi frente, con las manos frías y los labios más
urgentes en contra de mi piel.

Lo empujé a distancia.

—Grace, ¿qué pasa? —preguntó, preocupado.

Miré a Lark, Stacy, y Graham, con sus rostros expectantes. Sólo los ojos
de Lark mostraban lástima.

—Dime —me las arreglé para susurrar—. Dime la verdad.

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De pronto se echó hacia atrás, el shock haciendo su cuerpo a su vez
rígido y duro, por lo que mi posición en su regazo era incómoda, como
si estuviera sentada en una grieta de rocas afiladas.

—No puedo —dijo con firmeza.

—¿Qué quieres decir con que no puedes? —replicó Graham,


tendiéndome la mano.

La agarré y me empujé a mí misma. —Dime la verdad, dime lo que has


estado guardando de mí, lo que vio Lark —le pedí, tratando, de
controlar las vibraciones, por minutos, viajando de mis manos hasta
mis brazos.

Él movió la cabeza y miró hacia otro lado mientras se levantaba,


quitando el polvo de los escombros de sus pantalones. —No puedo. He
visto lo que te hará a ti. No puedo hacerte eso a ti.

—Ya lo has hecho —acusé—. Me debes la verdad, ahora que se ha


hecho.

Volvió el rostro hacia el mío, la plata en sus ojos casi bloqueada por el
color negro azabache de sus pupilas dilatadas. —Prometí no hacerte
daño.

—Mentiste.
31
Esa vieja y conocida picazón.
Traducido por Lizzie

Corregido por maggiih

—C
uando te vi por primera vez, cuando estuve por primera
vez en contacto contigo, fue como sí un relámpago me
hubiera impactado directamente en mi corazón y
prendido fuego a todo lo que había sabido siempre, a lo que significaba
ser lo que era, lo que significa amar a alguien. Parece cliché,
especialmente entre los de tu clase, pero yo sabía desde el momento en
que te vi que eras la única, no sólo las que traería mis alas, sino la
única persona que yo amo sobre todas las demás, por encima de mí
mismo.

—Yo vi en ti algo, algo diferente a todo lo que había visto en otro ser
humano en todos mis mil quinientos años.

—¿Tú tienes mil quinientos años? ¡Tú, bastardo asalta cunas! —gritó
Graham, lanzándose de nuevo hacia Robert. Las anormalmente rápidas
manos de Lark lograron mantenerlo a raya, con la cabeza temblorosa.

—Lamento que te sientas de esa manera, Graham —dijo Robert


tristemente, sin apartar sus ojos de mí—. Amo a Grace. Y mi edad
nunca fue un problema para ella, su opinión es la única que importa.

—¡Sigo diciendo que eso es enfermo!

Stacy gruñó. —¡Lark tiene más de quinientos años, Graham! ¿Eso que
te hace a ti? ¿Un cazador de dinosaurios?

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Graham se atragantó al oír las palabras de Stacy, y rápidamente inició
una tranquila conversación con Lark, mientras Stacy rodaba los ojos,
sin dejar de reír ante el giro de los acontecimientos.

Robert se dirigió hacia mí, sus manos extendidas. Yo saqué las mías y
las escondí detrás de mi espalda. Él lo vio y se detuvo, comprendiendo
lo que significaba y continuó con su confesión.

—Quería que todo fuera perfecto para nosotros, yo quería que las cosas
se sintieran más como un cuento de hadas, pero no entendía que los
cuentos de hadas son imposibles para los humanos, es por ello que tu
tipo de sueño es sobre ellos tan a menudo. En lugar de un cuento de
hadas, nosotros luchamos —casi inmediatamente —y pude ver mi
futuro con tu desvanecimiento.

—Cuando fuiste golpeada por el Sr. Frey, vi eso como una segunda
oportunidad para mí, vi eso como una oportunidad para marcarme en
tu alma. Te lo dije, Grace, he estado luchando para mantenerte viva,
luchando contra la misma cosa que me hace quien soy para mantenerte
aquí.

—En la noche que fuiste golpeada, se suponía que ibas a morir; Sam…
Sam estaba allí para poner fin a tu vida. Cuando llegué allí, discutimos
sobre ti. Me dijo que el permitirte vivir iba en contra de su llamada... y
la mía. Le dije que no me importaba, que eras mi vida, la llamada sería
condenada.

—¿Qué es tu llamada de todos modos? —preguntó Stacy, curiosa.

—Tú sabes que yo no puedo… —Robert comenzó.

—Decirme, síp, lo sé —Stacy suspiró con la derrota, interrumpiéndolo.

—Gracias —agradeció Robert—. No creo que yo te gustara mucho si lo


supieras.

—Si lo que vas a decir es que Grace es tan mala como Lark dejándote
fuera, no creo que vayas a hacer las cosas peores —bromeó Stacy antes
de irse.

Asintiendo, Robert regresó a su explicación.

—Sam finalmente cedió cuando vio lo que yo estaba pasando por ti, y te
dejó conmigo para que yo pudiera salvarte. No te mostré esa parte
porque no se te permitió saber quién era Sam, o qué iba a ser más
precisamente.
—¿Y sin embargo, me lo presentaste en la boda de Hannah? —le
pregunté, sorprendida.

—Por supuesto. Él fue mi mentor, Grace. Todo lo que se suponía que


tenía que hacer, yo fui el que impidió que sucediera. Él estaba haciendo
lo que debía —yo soy el único que iba en contra de las reglas.

Levanté las manos, sin estar convencida por su repentina defensa de


Sam. —Él iba en contra de las reglas, también, cuando te dejo conmigo
¿no? Estás dando la cara por él, ¿por qué?

—Porque no podemos ignorar el hecho de que al impedirle tomar tu


vida, también le impedí cumplir con su llamada. Debes entender lo
peligroso que es, no sólo para ti, sino para mi familia también.

Yo no podía discutir con él sobre eso. Nunca había pensado mucho en


las llamadas de los otros ángeles, con Robert era suficiente para hacer
frente. Pero sabiendo lo importante que era para todos y cada ángel
individual, y cómo cada uno de ellos correlacionados entre sí, no tuve
más remedio que entender y apreciar cómo la negación de un ángel,
para lo que han nacido para hacer su propia razón personal podría
causar problemas para Robert, Lark, y Ameila así.

—¿Por eso borraste lo que él trató de hacer? —cuestionó Lark, su voz


teñida de ira.

—¿Trató de hacer qué? —Stacy y Graham preguntaron, con la cabeza


vuelta atrás y hacia adelante entre Robert, Lark, y yo.

—Ha estado sucediendo mucho más de lo que me has estado diciendo


—anunció Stacy, su tono molesto.

—Oye, no me han dicho nada ¿qué está pasando? ¿Y quién es esta


persona Sam de quien siguen hablando? —cuestionó Graham.

—Este no es el momento de las veinte preguntas, Graham —murmuré.

—¿Qué te parece solo una? ¿Quién es Sam? —dijo de regreso.

—Técnicamente, eso son dos —dijo Stacy antes de repetir su


pregunta—. ¿Quién es Sam?

Sabiendo que ni Lark ni Robert le contestarían, suspiré y les dije con


tan pocas palaras como fuera posible quién era Sam exactamente.

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Graham, como era de esperar, no tomó la noticia muy bien. —¿Tu
mentor es el Arcángel de la Muerte? ¿Y se lo presentaste a Grace
después de que él trató de matarla, como suponiendo que deben ser
mejores amigos o algo así? —gritó con enojo.

—Él estaba haciendo lo que debía hacer, lo que él había nacido para
hacer. Yo era el único que estaba mal cuando lo detuve —argumentó
Robert—. Creo que lo he explicado ya.

—¿Así que te has equivocado al alejarlo de matar a Grace? —preguntó


Stacy, con los brazos cruzados sobre el pecho, su pie golpeando con
creciente molestia.

—Sí, no. Me equivoqué por las reglas que rigen mi clase. Yo estaba justo
del lado de las reglas que gobiernan mi corazón. No importa el camino
que elegí, yo habría cometido un error en los ojos de alguien. Acabo de
elegir lo que era correcto para mí —suspiró Robert—. Y ¿por qué estoy
explicándome a mí mismo ante ustedes? Esto no es acerca de ustedes,
se trata de Grace y yo.

Les dio la espalda a mis amigos y me agarró las manos, manteniéndolas


firmemente entre las suyas. —Grace, y qué si Lark tiene que verse
jugando fuera, si es de hecho el final del futuro, si es lo que me
merezco, no quiero ocultarte nada nunca más, te amo demasiado te
necesito mucho para esconder algo entre nosotros.

Me preparé, tomé una respiración profunda y lenta exhalación a medida


que su confesión se inició una vez más.

—Lo que sea que Sam hubiera hecho o hubiera evitado de hacer cuando
te presenté a él no era nada de lo que podría haber sido detenido con
anterioridad, por mí o por cualquier otra persona, y no pudo actuar en
tu contra por mí, por eso. Él simplemente era lo que era. Pero yo tenía
una razón para eso con nosotros, al verte y hablar contigo. Yo quería
que él supiera quién eras tú, que viera lo mucho que significabas para
mí —no sólo por oírlo— de modo que él pudiera entender por qué me
eras necesaria para vivir, por qué arriesgarlo todo para asegurar tu
supervivencia.

—Yo no esperaba que construyera tal resentimiento hacia mí, o tú para


el caso. Cuando él me sugirió que mentia acerca de no quererte y me
resistía a la idea. Ya te he amado. Si amarte no fue suficiente para traer
a mis alas, entonces, ¿qué lo haría? El dolor de la mentira era lo que lo
haría, me dijo, y por supuesto, yo confiaba en él. No tenía ninguna
razón para no hacerlo —él nunca había buscado la venganza de los
Serafines como retribución por prevenirte de tu muerte— sentí que él
sólo tenía mi mejor interés en el corazón si había estado dispuesto a
permitir que vivieras.

—Cuando te vi con Graham esa noche, tomé la decisión de seguir


adelante con el plan de Sam. Sabía que incluso si no me perdonabas la
mentira, no estarías sola y me sentí conforme con eso, a pesar de que
causé un dolor tan extraño que hasta yo lo reconozco. Cuando me
preguntaste si yo te amaba y te dije "no", fue lo más difícil para mí —el
dolor había comenzado mucho antes de que la pregunta hubiera
incluso sido hecha— pero ese dolor no era lo que hería más. Estaba
viendo tu cara cuando te mentí, eso me mató.

—Si yo hubiera dudado de que te amaba, incluso en una cantidad


infinitesimal, ese momento habría borrado todo. Y es recordar cómo me
sentía, viendo que me dejabas mantenerme alejado de decirte la verdad,
porque sólo hay una cosa en este mundo que me asusta, Grace, y eso
es perderte.

Hizo una pausa, y vi el temblor, sintiendo como él luchaba con las


palabras embalsadas detrás de sus labios cerrados, cerré los ojos,
también, como si con ello pudiera frenar la verdad que él tenía tanto
miedo de decirme.

Él respiró hondo, necesitando un respiro, y suspiró. Abrió los ojos, su


rostro sombrío cuando empezó a hablar una vez más.

—Grace, la primera vez que te vi, cuando te vi por primera vez, pude ver
tu pasado, con la misma facilidad que pude ver tu presente. Vi los
acontecimientos de las últimas semanas, los meses anteriores y años.
Vi todo lo que ocurría en tu vida antes de que yo siquiera hubiera
respirado una sola palabra para ti.

—Pero lo que vi con más claridad fue el momento más importante en tu


vida, el momento en que aseguraba justo el tipo de persona en que te
ibas a convertir.

—Viste la muerte de mi madre —reconocí. Por supuesto que lo hizo. Él


me había permitido incluso volver a él, a mi manera de recordar y decir
adiós. Había pensado que era un regalo.

—No era un regalo, Grace. Era una mentira.

Sentí que mi garganta se secaba y la lengua engordaba con sus


palabras. —¿Una mentira...?

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Él asintió con la cabeza, las manos apretando con fuerza alrededor de
las mías, me impedían iniciar la marcha, así como yo sentí que mi
cuerpo luchaba por estar lo más lejos posible de él. —Sí, aunque lo que
te mostré que era cierto, había partes que escondía de ti porque pensé
que al hacerlo te protegía y de hecho, nos protegía, el nosotros que
quería que existiera.

—¿Qué has visto contra lo que yo tendría que estar protegida?

—¿No lo adivinas? Estamos hablando del día en que tu madre murió.


¿No puedes averiguar qué fue lo que vi que podría representar un
peligro para ti? —me preguntó, aunque sabía que no había previsto
exactamente la respuesta que recibió.

—Viste a Sam...

—Sí.

Sentí que se me doblaban las rodillas en la implicación, el impacto de la


omisión que causa que me tropiece y caiga, aunque nunca he tocado el
suelo, Robert me atrapó antes de que tuviera la oportunidad de golpear
el suelo.

—Dime —le susurré, mi voz ronca desde el grito silencioso que llevaba
dentro de mí.

—Grace, yo…

—¡Dime! Por el amor de Dios, ¡no me hables de la verdad y la


honestidad y luego me las niegues! ¡No ahora, no sobre mi madre!
—grité.

Robert se estremeció ante la dura picadura de mis palabras, pero no


dudó en continuar. —La llamada de Sam lo llevó a la carretera por
donde tú y tu madre estaban viajando en esa noche. Tenía dos
nombres, dos vidas a las que tenía que poner fin y que estarían en el
coche que iba a venir por ese camino, justo en ese momento, el coche de
tu madre. Pensó que un accidente habría sido suficiente para haberlas
matado a los dos, él estaba tan enojado cuando ambas sobrevivieron, a
pesar de su habilidad para causar tal... ingeniosa destrucción. Él lo
tomó como una señal de que se burlaban de él y se enfureció.

—Hizo que el coche explotara, sabiendo que cualquiera que fuera el


daño, terminaría con su tarea y eso le habría permitido seguir adelante.
No sabía que tú no estabas en ese coche cuando explotó, Grace, de lo
contrario no estarías aquí ahora mismo. Por alguna razón, pensó que
habías muerto con tu madre. Tal vez fue la rabia que le nublaba la
vista, o tal vez simplemente subestimó el espíritu humano que residía
en tu madre, pero fuera lo que fuese, te dejo sola.

—Vi que recordabas muy poco de esto, y ciertamente no te acordabas


de Sam. Su presencia sólo podría haber sido detectada por alguien
como yo, y así tomé la decisión allí mismo de no revelar nada de esto a
ti, o a Sam. Era la única manera de garantizar tu seguridad.

—Cuando fuiste golpeada por el Sr. Frey, temía que Sam te hubiera
reconocido, se diera cuenta de quién eras y simplemente tratara de
terminar lo que había comenzado. En su lugar, eras sólo un número
para él, sólo uno de los incontables números de su lista y el Sr. Frey un
desconocido, en la carretera. Sam te habría reconocido, se habría dado
cuenta de quién eras, te habría matado en el acto, y ninguna cantidad
de súplica por mi parte lo habría impedido. Doy gracias a Dios que no
sabía nada quién eras.

Me burlaba de esto último, y logré hacer palanca lejos de él cuando mi


ira comenzó finalmente a formar las palabras que habían quedado
atrapadas dentro de mí, demasiado confusa y confundida para hacer
nada, pero mi resentimiento creciendo.

—Y sin embargo, sentías que era perfectamente normal que me dejaras


a solas con él en la boda de Hannah. Lo sabías, sabías que él mató a mi
madre, que había intentado matarme, no una, sino dos veces, ¡y sin
embargo no te detuviste a pensar en traerme donde sabías que él iba a
estar, ¡y después presentarnos, como si de alguna manera nos
hubiéramos convertido en amigos! ¿Era eso lo que esperabas? ¿Que él y
yo congeniáramos y nos gustáramos el uno al otro tanto que él
simplemente iba a olvidar toda la cosa de no-ser-capaz-de-matarme-
dos-veces?

Cuando él no respondió, levanté las manos con frustración, luchando


contra el impulso de hacer bola mis puños y golpearlo. —¿Cómo pudiste
hacerme esto a mí? ¿Cómo puedes arriesgar mi vida así? Y cuando te
dijo que sería una buena idea mentirme, tú te fuiste con ello, sabiendo
todo el tiempo qué tan vengativo podría ser, sabiendo que él me haría
daño. En realidad te fuiste con él, al igual que un chico estúpido
tratando de encajar con los chicos geniales.

—Después de toda esa charla acerca de la pérdida y el sufrimiento, yo


era la que sufría. Yo fui la que tuvo que escuchar tu mentira y creerla.

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No fue tu corazón el que se quebró esa noche, ¡fue el mío! Yo fui la que
te vio morir, pensando que no volvería a verte, nunca te escucharía
decir que me amas de nuevo. Yo fui la que perdió entonces, no tú. Tú
no sabes nada acerca de la pérdida o el sufrimiento. ¡Nunca has perdido
una maldita cosa en tu vida!

—Espera un segundo, amigo, ¿estás muerto...? —preguntó Graham, su


voz una extraña interrupción y no deseada.

—Ahora no es el momento de comenzar el interrogatorio Graham —


critiqué desde fuera.

—Lo siento.

—Sam vino después de mí, hizo esa triste y estúpida historia sobre su
preciosa Miki, que me parece más adelante es la madre de todos los
vampiros, y él me dice eso porque si él no es feliz, tú tampoco lo puedes
ser, y como una tonta yo creía todo. Es como que ustedes mintieron
sobre la mentira; mienten todo el tiempo y no les importa a quién le
duela. Y ahora me dices que la verdadera razón de por qué vino tras de
mí fue porque él simplemente estaba tratando de terminar lo que
empezó hace once años.

—¿Has dicho vampiros?

—Callate, Graham. —Cuatro voces gritaron al mismo tiempo.

—Grace, no sabes que él recordaba quién eras esa noche. Estaba


enloquecido, tú viste eso. Ahí había un montón de cosas que suceden
con Sam que aún no entiendo, pero estoy seguro que nuestra amistad
significa lo suficiente como para impedirle matarte únicamente por
terminar lo que empezó —argumentó Robert.

—Pero el hecho es que él trató de matarme, Robert. Trató de terminar lo


que empezó y hubiera tenido éxito, también. Te aseguraste de eso.

Robert negó con la cabeza, su voz acerada y determinada. —No. Él no


habría tenido éxito. Yo no lo habría dejado.

—Me pusiste en bandeja de plata para él cuando nos presentaste en la


boda. Me dejaste sola, sabiendo quién era y lo que él había tratado de
hacer. No estabas allí para detenerlo cuando finalmente me tuvo. Y
después... después de todo, hiciste que Lark me llevara a casa para que
pudieras cuidar de Sam. Podrías haberlo dejado allí pudriéndose
después de todo lo que había hecho, no sólo a mí sino a ti y tu familia
también, en lugar de haber tomado la decisión que habías estado
haciendo desde el momento en que nos conocimos. Elegiste a Sam.
Estabas más preocupado por él, incluso después de que trató de
matarme, de matarnos.

Sentí que mis ojos comenzaban a picar cuando aquellas palabras me


golpearon como un ladrillo en el pecho. —Nunca me dijiste lo que pasó
con él.

—Te lo dije, él se ha ido.

Lo miré, las lágrimas todavía se aferraban desesperadamente a mis


párpados. —Sí, pero ¿qué quieres decir con eso? ¿Ido, como muerto, o
desaparecido, como en no está aquí?

Se dio la vuelta, negándose a decir las palabras en voz alta. Me volví a


mirar a Lark y yo podía verlo en su cara también. Asentí con la cabeza
en la comprensión y permití que las lágrimas fluyeran por último
libremente por mi rostro, mirando las olas borrosas, mientras caían a
mis pies.

—Él nunca fue castigado, ¿no? Él no había hecho nada malo, estaba
terminando el trabajo que inició.

Cuando no hubo argumentos asentí con la cabeza en la comprensión


del silencio una vez más. Sentí que mi corazón ardía mientras
continuaba. —Supongo que no hay ningún punto real, entonces, ¿no?
Él me quiere muerta, se supone que debo estar muerta... es justo que él
consiga eso.

—¡No! —Lark y Robert gritaron, sus voces cortando mientras ya cada


uno lo oía el otro, su ira hacía los demás haciendo que sus alas se
rizaran y arrugaran con tensión.

—No voy a dejar que te haga daño, Grace —prometió Lark, con los ojos
perforando a Robert.

Me eché a reír burlonamente. —¿No vas a dejar que me haga daño?


Nadie me puede proteger. Incluso Robert sabe que yo tengo que morir.
Es una cosa que ahora todo el mundo sabe, que se supone que morí
hace once años y no lo hice. Es por eso que Robert me ha presionado
para convertirme… y tú misma has dicho que era egoísta de mi parte
negarle esto, sabiendo lo mucho que le duele verme morir, Lark.

Purple Rose
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Sus ojos se agrandaron, su boca formando una "O" de sorpresa ante
mis palabras, mientras ella asentía con la cabeza, vacilante.

—Sí, he oído cada palabra de su conversación, Lark. Y para que lo


sepas, no puede haber mayor ejemplo del egoísmo de tu hermano
pidiendo que me convierta por él simplemente para que pudiera escapar
de tener que lidiar con mi búsqueda de la verdad. Esa es la razón, ¿no?
¿La única razón para querer que me convierta en uno de esos que
sabemos anda por ahí? Si me convierto en uno de ellos, Sam no me
puede matar, y el secreto estaría a salvo, ¿verdad?

Lark miró a Robert, sus ojos todavía amplios. Él compartió la misma


expresión de sorpresa, sus pensamientos compartidos rápidamente
entre los dos antes de que ambos se volvieran hacia mí.

—Grace, ¿cómo sabes que he dicho esas cosas? —Lark preguntó


nerviosamente.

—Yo estuve aquí. Cuando me desmayé, vi a mi madre. Ella me trajo


aquí para escuchar todo lo que ustedes discutían y hablaban. Dijo que
yo necesitaba oír algo importante. Estaba en lo cierto.

Lark y Robert, una vez más se miraron el uno al otro, sus ojos
parpadeaban con tal rapidez, ya que compartían una conversación
privada, me sentí mareada simplemente observando.

—¡Basta! —grité—. Si tienen algo que decir, diganlo. Ya he terminado


con todo esto del secreto de mierda de la lectura de la mente. Estoy
harta de ello.

Lark compartió una última mirada aprensiva con Robert y frunció el


ceño. —No estábamos hablando cuando dijimos esas cosas, Grace.
Nadie pronunció una sola palabra durante la conversación de la que
estás hablando. Todo lo que se hablaba se llevó a cabo en nuestros
pensamientos, ya que no queríamos molestarte o llamar más la
atención a nuestra ubicación de lo que ya lo hacíamos.

Stacy y Graham asintieron con la cabeza, mientras que Robert me miró,


suplicante.

—Los he oído hablar —respondí, pero un poco atrás el resto de mis


palabras, mientras Lark sacudió la cabeza.

—Tú sabes que no puedo mentir, ni siquiera un poco, y yo estoy


diciendo que nadie hablaba, Grace.
Volví la mirada de enojo hacia Robert, rechazando la negación de Lark.
—No importa qué dijeran o no dijeran nada. El hecho es que yo sé lo
que estaban discutiendo, y sé que lo tienes mal, no estoy siendo egoísta
por no querer cambiar lo que soy. Si pudiera, les daría todas las
oportunidades que tuviera de conseguir la inmortalidad a Graham y
Stacy debido a que tienen una verdadera razón para querer vivir para
siempre, tienen a alguien que merecen tener a su alrededor para
siempre, que quiere tenerlos cerca para siempre.

Sentí la quemadura en mi corazón y el dolor en mi garganta cuando


deje a las palabras finales deslizarse más allá de mis labios, mis ojos
fijos en Robert mientras yo las decía, la sensación de que mi pecho
tenía una fisura de par en par mientras lo hacía. —Yo no lo tengo.

Me agarré el dobladillo de mi vestido y comencé a caminar hacia las


luces brillantes en el borde de los bosques. Robert me agarró del brazo,
pero me zafé. —No me toques —susurré.

—Grace, por favor. Hice esto para mantenerte a salvo, para


mantenernos a salvo, porque te amo —suplicó.

—¡No. Me. Hables. Sobre. El. Amor! —gruñí—. No tienes ni idea de lo


qué es el amor. Ves el amor como si fuera un juguete con el que puedes
jugar, y yo soy sólo la estúpida caja en la que viene. Tú no me ves como
una igual, nunca lo hiciste. Siempre lo he sabido, pero simplemente no
lo he aceptado hasta ahora. Es por eso que te pusiste poético sobre la
virtud y la paciencia yo-simplemente-no-soy-suficiente, no para eso, y
ciertamente no para la verdad.

—Y puedes seguir adelante con todo eso de que eres un ángel inocente
que nunca ha experimentado lo que es amar de verdad hasta que me
conociste, y que todavía está tratando de entenderlo. Pero sabré que no
es más que otra mentira, porque nunca he experimentado antes una
sola onza de lo que yo siento por ti con nadie más. No con Graham, no
con cualquiera, pero el no saber nunca me hizo evitar que cualquier
cosa hubiera cambiado la relación de la manera en que lo acabas de
hacer.

—Yo nunca te pedí que cambiaras lo que eres, a pesar de todas tus
diferencias. No me importaba que pudieras leer mi mente, ni que
pudieras volar. Dios mío, incluso miré más allá de toda la cosa esa de la
muerte, porque ¡Te amo! Pero no me podías aceptar de la manera soy,
seguías tratando de hacerme llegar a un acuerdo para cambiar, y ni
siquiera podías ser honesto acerca de por qué.

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—Me trajiste aquí para asustarme para que cambiara, para tratar de
asustarme con mi mortalidad por tener monstruos amenazando mi
vida, sin embargo, el peligro está mucho más cerca de casa, Sam
todavía está vivo, él me odia más que nunca, y todo por culpa de
ustedes.

Yo podía oír mi voz temblando y tartamudeando, mientras mis lágrimas


provocaban el hipo. —¿Sabes lo peor de esto? Hiciste todo eso para
tratar de convencerme de que cambiara cuando realmente no lo
necesitas. Yo habría estado de acuerdo, Robert. Estaba dispuesta a
decirte antes de que todo esto comenzara, lista para decirte que quería
estar por siempre con ustedes, porque sabía que si me tardaba una
eternidad para que desearas finalmente estar conmigo de la manera que
yo quería estar contigo, habría esperado tanto tiempo. Pero ahora eso
nunca va a suceder, porque no puedo confiar en ti, tú… un ángel. Y si
no puedo confiar en ti, entonces no puedo estar con ustedes. Ni ahora,
ni nunca.

Me empecé a alejar, pero la mano de Robert una vez más, me agarró del
brazo.

—Grace, no lo hagas.

—Yo no lo hago, Robert —respondí simplemente a través de una espesa


cortina de lágrimas y dolor—. Lo hiciste todo por tu cuenta. Felicidades.
Finalmente has aprendido a ser humano —tiré de mi brazo libre de su
control, una vez más con todo mi cuerpo y me alejé de él, cada paso se
sentía más y más pesado, una completa contradicción con el exagerado
sentimiento de vacío que estaba dentro de mí cuando me acercaba a la
luz cada vez más brillante de las burlonas luces que rodeaban la tienda
de juerguistas.

Rápidamente me llevé la mano a la cara para limpiar la sangre residual


y las lágrimas antes de toparme con alguien que me pudiera reconocer.
Oí el sonido de los pasos acercándose por detrás y me di media vuelta,
dispuesta a opinar sobre Robert, una vez más, pero en cambio vi el
consolador rostro de Graham y me dejé caer en sus brazos con un
gemido lastimero de sollozos saliendo de mí.

—Shh, está bien —susurró mientras me sujetaba con fuerza contra él.
Él no se movió, no se movió mientras mi cuerpo se estremecía por los
interminables sollozos. En su lugar, me alisó el cabello que se había
caído de sus broches, acarició la nuca de mi cuello, y permitió que el
ritmo lento de su corazón se filtrara para estabilizar el ritmo errático del
mío hasta que todo se hubiera calmado.

Cuando mis violentos sollozos fueron sustituidos por un ataque de


hipo, por fin habló: —Stacy ha ido a decirle a tu papá y Janice que no te
sientes bien y te llevaré a casa, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza debajo de su camisa ya imposiblemente


humedecida, agradecida por su presencia. Amortigüé mi gratitud en el
mojado lío que había creado y lo sentí reír.

—Puedes agradecerme más adelante con el lavado de esta camisa.


Vamos, te acompañaré hasta el coche.

Con un brazo alrededor de mi cintura y el otro sujetando mi mano,


caminamos hacia su Buick color verde, palmeando suavemente mi
cadera mientras renovaba el llanto, a pesar de que estaba en silencio
ahora. Sacó las llaves de su bolsillo y jugueteó con ellas hasta encontrar
la correcta, a continuación, procedió a abrir la puerta, tirando de ella
abierta y ayudándome a entrar. Esperó afuera a que Stacy volviera, y
cuando lo hizo, ella me hizo señas para que bajara la ventanilla.

—Está bien, así que le dije a tu papá que no te sentías demasiado bien
y que Graham iba a llevarte a casa. Él dijo que te llamaría desde el
coche cuando se dirigiera a ese lugar turístico al que van a su luna de
miel. Voy a llamar a mi mamá de tu casa y decirle que me quedo
contigo, ¿está bien?

Asentí en silencio, las palabras teniendo sentido... y luego no.

—Entonces, ¿qué estamos esperando? —preguntó Graham mientras


caminaba a su lado del coche. Abrió la puerta y jaló hacia adelante el
asiento para permitirle a Stacy pasar atrás, pero ella se quedó en mi
lado del coche.

—Lark. Ella no quiere que Grace vaya a casa sola.

—Ella va a estar con nosotros. ¿Cómo puede ella estar sola?

No pude ver la cara de Stacy, pero me di cuenta por su tono, por como
ella le respondió que estaba molesta. —Realmente no escuchas muy
bien, ¿verdad? Ella no va a tener a Robert allí para verla, no de buena
gana de todos modos, y eso no es seguro para ella.

—¿A causa de ese tipo, Sam?

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—No es sólo por ese tipo Sam, Graham.

Escuché a Graham dar un puñetazo al techo del coche y hacer una


mueca. —Sé que no es sólo ese tipo Sam. Yo podría matar a Robert por
traer a un tipo como ese en la vida de Grace. ¿En qué estaba pensando?

—Él no trajo a Sam a la vida de Grace, Graham. Sam era parte de su


vida antes de que Robert lo fuera. Robert es la razón por la que todavía
está viva, aún con lo atroces que sus acciones sean, tenemos que
reconocer, al menos eso.

Oí suspirar a Graham, seguido de un sordo: —Ya lo sé. —Antes de


enderezara su cuerpo. Me volví a mirar por la ventana y vi la silueta de
Lark de pie justo fuera del perímetro de los bosques.

Grace, tú sabes que él te ama.

Me aparté de la ventana. —¡Qué terriblemente injusto, no ser capaz de


evitar una conversación, incluso de tan lejos! —murmuré para mí
misma.

Él fue estúpido, se equivocó, lo sabe. Por favor, dale un poco de tiempo y


piensa las cosas antes de pasar de él para siempre en tu vida. No sabes
lo que ha pasado.

Me quedé mirando la palanca de cambios y traté de hacer caso omiso de


las notas musicales que se hacían eco con cada palabra. Dejé que la
última pareciera hacerse eco en mi cabeza. —Siempre no es un término
que exista con los seres humanos, ¿recuerdas? Y tú viste que eso pasó.
Sabías que iba a suceder... es demasiado tarde para parar ahora —le
susurré, sabiendo que ella me escucharía.

Sea cual sea tu decisión, sabes que nunca va a dejarte sola, ¿verdad?
Podría haber sido tan tonto como para confiarte a Sam una vez, pero
sabe mucho más ahora. Él ha estado activamente tratando de
mantenerte a salvo, sobre todo ahora. Cualesquiera que sean sus faltas,
él te ama, Grace, y con mucho gusto daría su vida para mantenerte a
salvo. Por favor, si no otra cosa, al menos, recuerda eso.

Me dirigí a fruncir el ceño ante ella, pero ella se había ido.

—Está bien, Lark se encontrara con nosotros en la casa. Vámonos


—dijo Stacy mientras ella golpeaba el techo del coche.

—¡Oye, cuidado, ese es mi coche!


—Oh, por favor, lo has golpeado tan sólo unos segundos atrás, tú, bebé
grande.

—Pues sí, porque es mi coche.

—Bueno, yo soy el sexo más razonable ¿que más daño del que ya he
hecho puedo hacer?

—El sexo más razonable mis…

Su respuesta fue amortiguada mientras Stacy trepaba al asiento de


atrás y sacaba el asiento del conductor hacia abajo. Se escabulló detrás
de mi asiento y rodeó con sus brazos alrededor de mí.

—Lo siento. Yo... yo sólo estoy... lo siento.

Le di unas palmaditas en las manos y ahogué un sollozo. Graham se


acercó y puso su mano sobre la mía.

—Yo estoy aquí para ti, Rocky.

Sonreí a través de mis lágrimas.

—Gracias, Frank.

La cabeza de Stacy apareció entre los asientos y nos miró a los dos
como si hubiéramos perdido la cabeza.

—¿Ustedes inhalaron algo mientras yo no estaba? ¿Rocky? ¿Frank?

Graham señaló el adorno que colgaba por debajo de su espejo


retrovisor, un grupo de diferentes llaveros, todos los logotipos o
imágenes de apoyo de nuestra película favorita.

—Oh. Dios, por qué no me di cuenta antes, ustedes realmente son


extraños, ¿no es así? —comentó Stacy, mientras estiraba su mano
hacia delante para examinar la extraña colección que Graham había
reunido en los últimos años.

—Tenemos que serlo si estamos pasando el rato contigo. —Bromeó


Graham poniendo en marcha el coche.

—Eso dice el tipo que sale con un ángel. —Se rió tristemente Stacy.

Graham no dijo nada cuando se retiró de su puesto. Puso el coche en


marcha y el silencio en el auto nos seguía, mientras nos dirigimos hacia

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mi casa, las calles oscuras ocultaban lo que yo sabía que los demás no
podían saber, no podía sentir.

Déjame en paz, Robert. Deja de seguirme, y sólo desaparece.

El aire que nos rodeaba se volvió frío y vimos como Graham ponía la
calefacción, el aliento salía en bocanadas de vapor a pesar de la
repentina ráfaga de aire caliente.

Me quedé mirando por la ventana y apreté la cabeza contra el vidrio,


observando el reflejo de mis lágrimas arrastrándose por mi cara
mientras mi cuerpo poco a poco comenzaba a temblar del repentino frío.

Te amo, Grace Anne Shelley.

Me froté las lágrimas con el dorso de mi mano, sabiendo que era un


gesto inútil, pero no cuidadoso. Cerré los ojos y el calor comenzó a
regresar lentamente a medida que nos acercábamos a mi casa.

Las luces estaban encendidas, una figura familiar estaba en la puerta,


esperando por nosotros.

—Es rápida —murmuró Graham, su tono de voz plano.

—Sí. Si pensabas que era malo conmigo, te encontrarás con una


sorpresa muy desagradable. —Bromeó Stacy—. Ahora date prisa y sal,
tengo que hacer pis.

Graham abrió rápidamente la puerta y salió de su asiento, tirando de la


palanca para liberar el respaldo de la silla para que Stacy pudiera salir
de la parte de atrás. Él se fue y dio la vuelta para el lado del pasajero,
abrió la puerta y me ofreció una mano.

La tomé y salí, dándome cuenta por primera vez que mi brazo me dolía.
Al parecer no era la única persona que se había dado cuenta de que mi
brazo se lesionó cuando me enteré de tres exclamaciones igualmente
conmocionadas cuando la magnitud de los daños a mi brazo fue
revelada en la luz del porche de la casa.

—¡Ay Dios, mira tu brazo! —dijo Stacy, con sus dedos temblando
cuando llegó a tocar suavemente el extraño patrón de tonos pavo real
en mis bíceps.

—¿Qué diablos hizo eso? ¿Eso viene de Robert? —preguntó Graham,


sorprendido por lo que vio.
Miré mi brazo y fruncí el ceño. Lo mismo, un extraño nido de abeja con
un patrón de moretones había cubierto mi mano después de que había
golpeado a Lark el año pasado, ahora llenaba la mitad de mi brazo. Miré
la cara de sorpresa de Lark y ella negó con la cabeza en confusión.

—No creo que tuviera intención de hacer eso —dijo rápidamente al ver
la ira en Graham comenzando a crecer de forma exponencial.

—No me importa si tenía intención de hacerlo o no. Le ha hecho daño y


ha permitido a otros hacerle daño. —Él se volvió hacia ella, un
pensamiento repentino venía a él—. ¿Desde cuándo te enteraste de todo
esto?

Lark se mordió los labios y sacudió la cabeza, dispuesta a no responder,


pero sabiendo que no podía evitarlo. Luchó contra el instinto de decir la
verdad, finalmente renuncio justo antes de que su voz se convirtiera en
un grito.

—Desde el día que llegó a casa del hospital.

Graham asintió con la cabeza, su expresión se volvió dura, con los ojos
fríos, y se alejó, caminando conmigo en el interior de la casa. Stacy nos
seguía, al igual que Lark, que cerró la puerta detrás de nosotros,
incapaz de mirar a Graham una vez más después de su respuesta a su
pregunta.

Sin media palabra, me dirigí a mi cuarto y empecé a recoger mis cosas


para tomar una ducha. Dejé huellas empapadas y fangosas en la
alfombra mientras lo hacía, pero realmente no me importaba. Me dirigí
al cuarto de baño, pasando por una Stacy preocupada, y cerrando la
puerta detrás de mí.

Me quité el vestido y la ropa interior, haciendo una gran ceremonia de


rasgar el corsé fuera de la parte frontal, apareciendo cada pequeño
gancho y ojal, antes de tirarlo al suelo. Me quedé mirando en el espejo y
vi como poco a poco se arrugaba hacia el interior, todas las barreras se
han ido, todas las inhibiciones se desintegraron en la nada, como que
finalmente dejé la cueva en el agujero ahora formado por quién era yo.

Sentí que mis lágrimas, calientes e implacables, caían por mi rostro y


salpicaban sobre mi pecho, mi vientre, mis piernas. Miré como mis ojos
y la nariz se volvían más rojos a cada momento, incapaz de manejar la
corriente constante de las lágrimas y todo lo que coincide con ellas. Vi
que mis labios comenzaban a temblar y aletear, cuando los silenciosos

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sollozos comenzaron a crecer en intensidad, los sonidos se asemejaban
a los de un animal herido.

No hice caso de los golpes y las llamadas de preocupación que venían a


través de la puerta, y cuando mi cuerpo empezó a temblar, los
dolorosos espasmos de cada uno acusando la traición con la que Robert
me había tratado, sólo entonces envolví mis brazos alrededor de mí, un
lastimero esfuerzo para mantener ese último vestigio de moderación en
su lugar.

Me quedé allí por lo que pareció demasiado tiempo y, sin embargo no lo


suficiente. Mis ojos se habían hinchado grotescamente para el momento
en que finalmente me encaminé a la ducha para lavar la suciedad de mi
cabello y cuerpo.

Me quedé en la ducha sólo el tiempo suficiente para enjabonarme y


enjuagarme. Me vestí rápidamente y abrí la puerta del baño para ver
tres pares de ojos ansiosos esperando en el otro lado.

No dijeron nada cuando entré en mi habitación y cerré la puerta detrás


de mí. Podía oírlos amontonándose alrededor de mi puerta, en silencio
contemplando la posibilidad de abrirla o dejarme en paz.

Tiré mi vestido en el cesto al lado de mi armario y miré en el espejo que


se eleva por encima de ella. Pegadas a un lado estaban las fotos de las
imágenes de los momentos más felices o momentos simplemente
felizmente ignorante de Robert y yo.

Extendí la mano para sacarlas, el movimiento lento, gracias al dolor en


mi brazo. Cuando mi espejo estuvo libre de cualquier recuerdo, me
acerqué al armario y saqué la caja de zapatos que contenía las
sandalias que Robert había comprado para que me pusiera en la boda
de Hannah. Los retiré y coloqué las fotos por debajo del papel de seda y
las cubrí con la tapa.

Suspirando, me acerqué a la papelera junto a la mesilla de noche junto


a mi cama y coloqué la caja ahí. Seguí con estos pequeños viajes hasta
que el pequeño recipiente se llenó de artículos que me había dado
Robert o que me recordaban a él.

—Esto va a ser bastante difícil contigo aún en mi cabeza —susurré—.


No necesito ver estas cosas, también.

Me arrastré hacia mi cama y puse mi cabeza en mi almohada, sintiendo


las lágrimas empezar de nuevo mientras miraba a través de las
ventanas oscuras, imaginando un par de ojos de plata mirando a través
de mí, saturando de tristeza y el remordimiento cada iris
resplandeciente. Negué con la cabeza en la imagen. —Es demasiado
tarde —musité, y luego apreté un puño cerrado en mis labios, ahogando
otro sollozo.

Cuando mis párpados finalmente cayeron por el peso del agotamiento y


el sueño, no lo hice antes de que mi mente me engañara para que viera
los ojos una vez más, esta vez la plata reemplazada por anillos dorados.

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Epílogo
Albúm.
Traducido SOS por daianandrea, Susanauribe y Vannia

Corregido por Lizzie

M
e desperté a la mañana siguiente en una niebla,
sintiéndome extrañamente ligera mientras el aroma de
las flores perforaba a través de mis fosas nasales. Abrí
mis ojos para ver mi habitación convertida en un mar amarillo brillante
donde cada pulgada estaba cubierta por una maceta de lirios. Tarjetas
salían de ellos como pequeñas banderas blancas, cada una teniendo la
misma frase de una palabra: perdoname.

Le pedí a Graham y Stacy ayudarme a eliminarlos, diciéndoles que los


lleven donde quieran, siempre y cuando no estén en ninguna parte
cerca de la casa. Por los próximos dos días, me desperté con el mismo
aroma dulzón de las brillantes flores de color rosa y blanco y cada vez,
Graham y Stacy en silencio llevaban cada maceta al exterior esperando
los autos. Finalmente, en el cuarto día, simplemente les pedí que
movieran las macetas afuera.

Sorprendentemente, mientras papá y Janice estaban fuera en su luna


de miel destino a un Spa en Rockbridge —otro regalo de Ameila— Stacy
y Graham se las arreglaron para estar cerca uno del otro sin necesidad
de empezar un solo argumento. Lark, de alguna manera sintiendo que
su presencia me recordaba mucho a Robert, se mantuvo a distancia. Su
relación con Graham había tomado un repentino cambio después de
que descubrió que ella había sabido casi tanto tiempo como Robert que
Sam había tratado de matarme, y entonces ella nunca volvió a entrar en
la casa después de la primera noche.

Traté de que Graham entendiera su razón para hacerlo, pero él no la


pudo aceptar. Era leal a una falla, me di cuenta, y la culpa que me dio
al saber que se estaba impidiendo ser feliz simplemente porque no
quería entregarme también era difícil de digerir. Stacy mantuvo su
opinión del tema para sí misma, incluso de mí, aunque estaba segura
de que había tenido varias discusiones al respecto con Lark durante los
momentos que no estaba conmigo.

La aparición de moretones en mi brazo había enfurecido a Graham y


sorprendió a Lark y Stacy que habían desaparecido aquella primera
mañana, no me molesté en fingir que no sabía cómo paso. Simplemente
no lo pensé en absoluto.

Fue durante uno de los raros momentos cuando estaba sola —Stacy
estaba en una cita con el Doctor mientras Graham estaba atendiendo
su primer día sirviendo mesas en el restaurante cerca del centro
comercial después de dejar su trabajo en el teatro— que decidí
finalmente subir al ático para agarrar algunas cosas para el bebé que
Janice había escrito.

Llevé una linterna conmigo, así como una lámpara de recambio en el


caso de que la luz allá arriba no estuviera funcionando. Bajé la escalera
del pasillo de arriba y subí en el espacio polvoriento, cubriendo mi nariz
con mi mano mientras lo hacía. Tiré de la cadena atada a la lámpara del
techo y asentí a sabiendas mientras el crujido familiar de un filamento
roto sonaba. Despacio desenrosqué la bombilla y la reemplacé con la
nueva, aplaudiéndome cuando las numerosas cajas y hojas que cubrían
objetos fueron iluminadas en el resplandor de la brillante luz artificial.

—Ahora bien, ¿cuál contiene todas mis cosas de bebé? —pregunté en


voz alta. Puse la linterna cerca del borde de la entrada y comencé a
caminar, inspeccionando las cajas polvorientas con detenimiento,
leyendo cada etiqueta en los suaves, elegantes movimientos de la mano
de mi madre, y los enérgicos, trazos cortos que pertenecieron a mi
padre.

Pronto distinguí la silueta de una cuna —o por lo menos, parte de una


cuna— debajo de una sábana rosa-grisácea y levanté el paño
polvoriento lo más suavemente posible. La nube de polvo era mínima, y
la luz suficiente para ver que la tela había estado cubriendo los cuatro
lados que conforman el marco básico de lo que había sido una vez mi
cuna. Pasé mis dedos por las suaves curvas de los carriles de madera
blanca, tratando de ver si podía recordar estar detrás de ellos. No podía,
por supuesto, pero me sentí bien al tratar de recordar algo agradable.

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Tiré de los carriles fuera de su escondite y los maniobré hacia la
escalera. Comencé bajando, llevando cada uno conmigo, uno por uno.
Cuando los cuatro estaban fuera del ático, lo arrastré hasta el
dormitorio que pronto sería de Matthew. Janice había estado ocupada
pintando las paredes de varios colores diferentes —cada pared era un
tono pálido, azul pastel, amarillo, verde, y naranja— y combinando con
los retazos de las cortinas contra la única ventana que reflejaba mi
propia cara hacia la calle.

Repetí este viaje varias veces con más elementos y cajas que descubrí, y
pude moverme por mi cuenta, asegurándome para descubrir los
elementos que no podría llevar para que ellos pudieran ser trasladados
más tarde sin tener que hacer ninguna nueva búsqueda. Cuando
terminé, finalmente me senté en la habitación de Matthew para pasar a
una caja que había sido etiquetada “Grace” con la letra de mi madre.

La cinta fue fácilmente quitada, y saqué varias piezas de tejidos


envueltos de ropa, incluyendo un sombrero y un vestido que sólo podía
imaginar que era lo que solía llevar en casa cuidadosamente
acondicionados y los puse a un lado mientras sacaba varios objetos
más que parecían haber sido almacenados mientras salía de la infancia
y entraba en la niñez. Había incluso un chupete que se veía tan
destrozado, que no estaba segura si había pertenecido a mí o a algún
perro misterioso que mis padres podrían haber tenido antes que yo
tuviera la edad suficiente para recordar.

Un sonajero de metal que se sentía demasiado pesado para que llevara


cualquier bebé descansaba en una caja, junto con un mechón de pelo
castaño oscuro atado con una cinta de color verde pálido.

—Espero que haya quedado algo sobre mi cabeza cuando esto fue
quitado —gemí.

Otro paquete de tela reveló lo que supuse era un vestido tradicional


coreano que habría llevado en mi primer cumpleaños. Había visto fotos
de él en alguna parte alrededor de la casa, cuando papá hacía mucho
tiempo que empacó la mayor parte de las fotos de mi infancia.

Una suave, y sensata manta de chenille lavanda, doblada en ocho


partes descansaba sobre un álbum que se encontraba en la parte
inferior de la caja. Era un álbum inusualmente grande, juzgando por la
portada, y tenía que inclinar la caja de lado sólo para hacer palanca
para soltarlo de su estrecho lugar. Una vez que lo tuve en mi regazo,
empecé a examinarlo, admirando la profunda textura de la tapa de
cuero negra. El patrón era inusual, y me recordó a la de una pesada
piel de serpiente.

Levanté la tapa para leer la inscripción en el interior.

¡Cuán preciosa es tu misericordia! Tanto altos y bajos entre hombres se


refugian en la sombra de tus alas.

La escritura era la misma caligrafía que sabía que era de mi madre, y


no podía dejar de seguir cada letra con los dedos, tratando de
imaginarla sentada con este libro en su regazo, escribiendo esas
palabras mientras se preparaba para mi llegada. Sentía las punzadas de
la ira y el resentimiento empezando a construirse dentro de mí cuando
me detuve por un momento para reconocer que ella no estaba allí para
que me explicara por qué había escogido lo que había escrito, qué
quería decir, el significado para ella… para mí.

Al igual que con el álbum que Graham había comprado para papá y
Janice, éste tenía una gruesa hoja de pergamino entre cada página, y
levanté la amarilla página transparente para revelar una vieja fotografía
de varias mujeres vestidas extrañamente sentadas alrededor de una
mesa negra rectangular apenas a un pie del suelo. Sus cabellos oscuros
recogidos en nudos apretados, sus rostros ―que pude ver de todos
modos― eran muy tranquilos.

Una de ellas llevaba una sonrisa pícara por debajo de una muestra de
pigmentación perdida, pero sobre todo su sonrisa se había ido para
siempre. Debajo de la imagen de mi madre había escritos varios
nombres, incluyendo uno que decía: —Tátara- tátara- abuela Ahn Bi.
—Inmediatamente adopté a la mujer con el rostro oculto, salvo por la
sonrisa de mi tátara-tátara-abuela. Ese era el tipo de sonrisa que me
hubiera encantado haber heredado —espectacular por su cuenta, sin
necesidad de otros adornos— incluso los restos de su cara, para realzar
su belleza.

Volví la página para ver otra foto antigua, esta vez de varios hombres
sentados alrededor de una barra. Eran de diferentes edades, aunque
ninguno parecía más viejo que mi padre. Sus nombres estaban debajo
de cada uno de ellos, pero sólo uno levaba algún título en particular:
—Tío-abuelo Llehmai.

Parecía ser el más destacado en el grupo, su rostro fuerte, guapo,


destacándose de los demás claramente. Su pelo era oscuro, pero no
demasiado. Su rostro era hermoso, su boca se curvaba sólo en un lado

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como si supiera que eso era todo lo que necesitaba. No parecía coreano,
pero llevaba el mismo estilo de ropa que los otros hombres en la foto
tenían.

—Tal vez fue adoptado.

Continué para dar la vuelta a varias páginas, deteniéndome en cada


una para inspeccionar y admirar diversas fotografías antiguas de
personas etiquetadas que iban desde —Esta tía —y—, ese primo. —Las
caras de aspecto tan similar, variando únicamente por leves grados de
altura o inclinación de los pómulos, la inclinación de la sonrisa. Me veía
en los rostros de estos miembros de la familia, así como me veía en la
cara de papá, y me sentí reconfortada de alguna manera, viendo que
mis lazos familiares se extendían más allá de mi madre, aunque sólo
sea a través de algunas viejas fotografías.

Llegué a las dos últimas páginas del álbum y fruncí el ceño. La segunda
a la última página contenía una imagen mía como una chica joven, con
un vestido que no conocía, de la mano de alguien.

Mis ojos estaban levantados, en lugar de mirar hacia la cámara. Estaba


sonriendo, feliz, mi mirada centrada en la persona cuya mano se había
apoderado de la mía casi tanto como yo estaba agarrando la suya. A
pesar de que la foto era en blanco y negro, pude ver que mi vestido era
probablemente verde ―a mamá le gustaba vestirme de verde por alguna
razón― y mi cabello estaba recogido con dos broches que parecían que
estaban hechos de plumas, cubiertos con flores. Yo estaba perdiendo
dientes, y mi sonrisa de dientes separados sólo acentuaba el profundo
hoyuelo en mi mejilla.

Volví mi atención lejos de la imagen mía a una de la persona que estaba


mirando de nuevo a la cámara. Su sonrisa era increíblemente brillante,
como si estuviera creando su propio destello. En sus ojos pude ver
indicios de los míos, y en su cabello ella llevaba broches a juego,
pareciendo ridículos pero sin importarle cuando ella sonrió para quien
estaba tomando la foto.

Su vestido parecía ser del mismo tono de verde como el mío, pero el
suyo estaba cortado para hacer alarde de la figura que era de alguna
manera no bendecida. Me reí cuando me di cuenta de que nuestros pies
estaban desnudos, nuestros dedos de los pies apuntando hacia los
demás, a pesar de la apariencia evidente de nieve en el suelo. Sin sus
zapatos, me di cuenta que mamá era una mujer bastante pequeña, mi
cabeza llegando hasta su pecho con bastante facilidad, a pesar de mi
juventud.

Debajo de la imagen había una leyenda escrita en la limpia caligrafía de


mamá: —Grace y yo en el día Madre-Hija, 7 de Febrero.

Era la última imagen que habían tomado de mi madre y yo, una de las
últimas cosas que hizo antes de morir, y sentí una necesidad de
mantener ésta foto conmigo. Suavemente la levanté de las esquinas
metálicas que la habían mantenido en su lugar por once años y la
volteé, medio esperando ver nada y medio esperando ver algo, cualquier
cosa, y sintiendo una sensación de decepción cuando todo lo que vi en
la parte de atrás fue la marca del papel fotográfico usado.

Me reí por lo bajo y negué con mi cabeza. Di una rápida mirada a la


última página, las esquinas vacías ahora haciendo juego con las que
estaban en la página directamente junto a ésta. Cerré el libro y procedí
a meter todo en la caja cuando algo me impulsó a dar la vuelta al álbum
de fotos.

De nuevo pasé por las imágenes, la familia que nunca había conocido,
toda saludándome con sus familiares ojos y sonrisas. Se sintió bien. Y
luego alcancé esas últimas dos hojas, ésta vez ambas vacías. Pero
también con algo escrito debajo del área de la fotografía en el pequeño
cuadrado previsto para notas.

Re-leí la que mi madre había escrito describiendo nuestro día de madre-


hija. La foto en mi mano era prueba de que había estado ahí. Luego
mis ojos miraron a la página que había asumido que estaría en blanco,
es una página suelta de una foto y así, un comentario. Pero un
comentario estaba ahí, en la letra de mamá, describiendo una imagen
que no estaba allí… y simplemente no podría haber estado.

—Grace y Maia: Madre e hija.

Seis palabras nunca habían traído una no reacción de mí antes


mientras miraba embobada a su explicación. ¿Mi madre había hecho lo
impensable y comenzado a planear a su nieta antes de que su hija
hubiera alcanzando la pubertad? ¿Ésta era una página en un lugar
equivocado, y había otro miembro familiar cuyo nombre era Grace en
algún lugar en el árbol familiar de mi mamá?

Levanté la página para inspeccionar la parte trasera, pero vi que estaba


completamente desnuda, sin esquinas de fotos, sin área para escribir

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notas. Era un simple final para lo que era un álbum simple. Volví a
bajar la página y la miré, tratando de averiguar cuáles eran las
intenciones de mi madre cuando había escrito ésta particular leyenda.
Sus palabras en mis sueños comenzaron a hacer eco en mi cabeza, y
azoté el álbum para cerrarlo, esperando que el fuerte sonido fuera
suficiente para sacarme de esto. En cambio, la voz de mi madre se
volvió más fuerte y la única cosa en la que pude pensar era escapar de
éste incesante acoso distraído por mí. Me puse de pie y empujé la
cortina de la habitación de Matthew a un lado. Podía ver las incontables
macetas de azucenas puestas en el césped, lentamente fulminándose en
el sol por la falta de cuidado que estaban recibiendo.

En la luz, rápidamente volví a empacar la caja de cosas que había


estado dirigida para mí de mi madre y la cargué, también la foto. La
removí del álbum de vuelta en mi habitación. Puse la caja en mi cama y
me acerqué al espejo. El residuo de rollo de las fotos que había
removido todavía estaba visible en el vidrio, el contorno de las imágenes
claramente formadas en polvo contra el reflejo del sol de la tarde
entrando en mi habitación.

Metí la foto de mi mamá y yo en la parte superior del espejo, y sonreí a


su rostro, casi imaginando eso mientras la niña de siete años miraba a
la imagen de once años, ella estaba más interesada y complacida con
ver a la yo de dieciocho años mirándola.

Miré rápidamente mi reflejo y suspiré con lo que vi. No había manera de


que una madre hubiera estado complacida al ver lo que estaba reflejado
de mí en el espejo. Mi piel lucía grasosa y gris, mis ojos hinchados por
interminables noches pasadas llorando y días pasados sentada en
negación. Había mordido mis labios tan fuertemente tratando de evitar
que sollozara lo mínimo para no perturbar a Graham que ahora estaban
agrietados y con costras. No me había duchado desde que volví a casa y
se veía en mi cabello, el cual reposaba en mi cabeza como una sábana
hecha jirones. Mi ropa necesitaba ser cambiada, pero sin papá, la
lavandería no se había hecho en casi una semana y no había ninguna
camisa limpia. La que usé colgaba en mi cuerpo como un saco y retuvo
una risita histérica mientras vi que ésta era muy similar, en estilo, a la
que había usado el día, que lo conocí por primera vez… y ni siquiera
pude pensar en su nombre.

Negué con mi cabeza y me moví hacia mi cama. Moví la caja y me


arrastré a mi edredón, envolví mis brazos alrededor de mi pobre
almohada, había recibido demasiado abuso éste año por la manera de
mis lágrimas y pronto necesitaría ser sacada de su miseria.
Me quedé de esa forma mientras el sol cruzaba el cielo y comenzaba a
ponerse justo más allá de mi ventana. Mi habitación se volvió un
caleidoscopio de colores mientras el brillante resplandor blanco de la
luz del día giraba y se retorcía en naranjas, rosas, purpuras, y
finalmente azul noche entrando en el crepúsculo callado.

No me moví cuando escuché un suave golpe en mi puerta, y me quedé


callada cuando escuché la puerta abrirse y luego cerrarse suavemente.
Mi cama traqueó con el peso de otro cuerpo forzando los resortes hacia
abajo. Sentí una pieza de lágrimas calientes en la pequeña sombra que
se formaba entre mi nariz y la esquina interna de mi ojo cuando recordé
que nunca había hecho un sonido cuando… él hacía la misma cosa. Un
par de brazos seguros y fuerte se envolvieron alrededor de mí y me
acercaron hacia un pecho solido, mi espalda sintiendo el inconfundible
ritmo de un corazón, y pronto la pequeña piscina comenzó a
desbordarse. Él me sostuvo, contento de dejarme llorar tanto como
necesitara, por cualquier razón. Él no se movió o se quejó sobre rigidez
o calambres, y comencé a sentirme culpable.

—No deberías quedarte aquí y tratar conmigo así —gimoteé.

—Bah. Eres mi mejor amiga. Además, después de lo que te hice pasar el


año pasado, creo que te lo debo.

—No me debes nada, Graham.

—Sólo cállate y déjame consolarte, ¿está bien?

Nos quedamos ahí en silencio por un corto rato antes de que mi boca
comenzara a moverse de nuevo.

—Deberías estar hablando con Lark. No es culpa de ella, tú sabes, nada


de esto lo es.

Él dejó salir un largo suspiro. —Lo sé. Stacy ha estado molestándome


con eso cada día desde que todo sucedió. No importa, sin embargo. Ella
todavía sabía y no dijo o hizo algo, no creo que pueda aceptar eso,
Grace. Eres mi mejor amiga. No puedo verme viviendo mi vida sin ti, y
saber que ella y Robert casi garantizan que eso no era posible sin éste
chico Sam perdido… sólo no puedo lidiar con eso ahora. Y tú tampoco
deberías.

Mi corazón dolió con la idea de Graham ya contemplando perderme, la


adusta realidad que tuve no sólo un objetivo en mi, si no en mi alma de

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repente volviendo cada precioso momento juntos en algo mucho más
que sólo tempo.

—Stacy va a hacer una especie de juicio en el programa de drogas para


ver si ayuda con la lucha del cáncer, está usando esto para decirme que
soy estúpida por no perdonar… darle a él una segunda oportunidad,
que si ella puede pelear por lo quiere, por qué yo no puedo. El problema
es que ya no sé lo que quiero.

La respiración de Graham se ralentizó mientras contemplaba lo que


dije. —Bueno, la única forma de averiguarlo es ir a las cosas que
podrías tener. ¿Quieres resolver las cosas con Robert?

—¿Resolver qué? ¿Qué clase de relación tuvimos si empezó con él


mintiéndome?

Graham asiente en comprensión, y aprieta sus brazos alrededor de mí


más fuerte. —No me gusta el hecho de que cualquier cosa de éstas esté
sucediendo, Grace. Me estaba comenzando a gustar en verdad el chico,
amo a su hermana de una manera loca, y sé que a pesar de todas las
cosas estúpidas que él ha hecho, te ama igual que yo a Lark, tal vez
incluso más.

—¿En verdad estás sugiriéndome que piense en perdonarlo cuando ni


siquiera estás dispuesto a hablarle a Lark?

—Sólo creo que si hay alguien ahí afuera que sea capaz de mantenerte a
salvo de éste chico Sam, es él. Lidiaré con odiarlo por todo lo demás
silenciosamente si significa que se quedará y mantendrá lejos a ésta
persona, Sam de herirte de nuevo.

Negué con mi cabeza por la sugerencia. —No puedo. Ya no confío en él,


Graham. No puedo confiar en él. No es como si él saliera con alguien
más a mis espaldas, o mintiera sobre su edad.

—Sé eso, Grace. Él puso tu vida en peligro, pero también te mantuvo a


salvo, te mantuvo con vida todo éste tiempo. Tanto como lo odio, tengo
que admitir que si no fuera por él, no podría hablar contigo de ésta
manera.

No quería reconocer la verdad de sus palabras. No podía hacer eso,


porque hacerlo significaría tomar el primer paso hacia algo que ya no
reconocía.
La barbilla de Graham se levantó y se presionó contra la cima de mi
cabeza, su voz llenando el silencio.

—Esto es mucho más complicado que salir con una persona normal.
Hey, la próxima vez, escoge a un humano con quien salir, ¿está bien?

Siento una sensación extraña en mi pecho y me maravillo mientras


sube por mi garganta y sale en un sonido similar a una risa
estrangulada.

—Lo intenté una vez, ¿recuerdas? —le digo. En ese instante, una
imagen espontanea se formó en mi cabeza de dos rostro sonrientes, sus
cuerpos posicionados de la misma manera, sus rostros mucho, mucho
más viejos. Pude ver sus manos todavía agarradas contra su pecho, sus
brazos envueltos alrededor de ella protectoramente, confortante.
Estaban mirando una serie de imágenes de lo parecía como tiempos de
alegría juntos, recuerdos en marcos de madera colgando en las paredes
y estantes, como si cada uno tuviera que compensar esos que estaban
faltando en algún lugar. La sonrisa se volvió triste mientras sus ojos
viajaron al globo auténtico de esas fotografías, y se dio cuenta con
repentina claridad que eran las únicas personas en el otro. Una vida de
fotos de sólo ellos, sus rostros sonrientes volviéndose más viejos con
cada marco progresivo. Había una felicidad obvia en sus rostros. Pero
podía ver que algo faltaba, algo se sentía extraño, casi un vacío
misterioso. Escuché un estremecimiento de una respiración y miré
mientras sus pechos dejaron de alzarse, sus cuerpos envueltos para
siempre en un agarre amoroso. Miré mientras la habitación se volvía
frígida a un rápido paso alarmante, una familiar bruma oscura comenzó
a llenar la habitación, girando alrededor lentamente de debajo de sus
capas oscuras, la Muerte misma apareció, sus magnificas alas de ébano
extendidas, tomándo toda la habitación, volviéndola oscura y
premonitoria.

Su hermoso rostro estaba aplastado por la angustia cuando estiró una


mano para tocar la suave mejilla arrugada de la mujer, su dedo pulgar
acariciando los ahora labios teñidos de azul de su boca. Él se dejó caer
de rodillas y apoyó su cabeza contra el pecho de ella, sollozando
mientras el sonido que él ansiaba oír no lo recibía como siempre lo
había hecho.

Él se aferró a las sábanas, sus afiladas uñas convirtiendo en tiras la


inservible tela mientras trataba de contener las emociones que
enturbiaban su interior. Gritó, y sus manos instintivamente cubrieron
mis orejas, pero no escuché nada esta vez.

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El vidrio de los marcos comenzó a romperse y llovieron sobre la escena,
aterrizando en los cuerpos y mezclándose con las gotas de cristal que
habían comenzado a acumularse en el suelo debajo del ángel oscuro.
Enfadado quitó las manos del hombre del cuerpo de ella y tiró de él
hasta el suyo.

Presionó sus labios contra su rostro frío, una y otra vez, susurrándole
cosas cada vez, desesperadamente, esperando escucharla responder,
pero por supuesto ella nunca lo haría. Sacó algo del bolsillo delantero
de su camisa —un trozo de papel— y frotó la superficie con su dedo
pulgar. Sus alas bloquearon mi vista de ver lo que exactamente estaba
pasando con ese pedazo de papel, pero tan pronto como él terminó,
estalló en llamas.

Se dejó caer en el suelo, el cuerpo de ella en sus brazos, y poco a poco


comenzó a cambiar, su cabello cambiando de color, volviéndose más
claro hasta que estuvo desprovisto de cualquier color. Su piel cada vez
más pálida y holgada. Yo puse mi mano sobre mi boca, horrorizada
mientras observaba a los iris color estaño volviéndose negros como el
ónix, el plateado saliendo con las lágrimas que continuaban fluyendo
hacia abajo por su rostro. Sus alas comenzaron a marchitarse, el
profundo color de la media noche desvaneciéndose en un deprimente
gris antes de desintegrarse en una fina ceniza que se llevó el frío y
perturbado aire.

Llevó la mano de la mujer hacia su propio pecho donde su frío e inmóvil


corazón había permanecido latente por lo que parecían ser décadas, y
sonrió. Yo incliné la cabeza a un lado mientras veía una leve ondulación
debajo de la delgada tela de la camiseta de él, mis ojos se abrieron de
par en par en estado de shock.

—Ya voy, Grace. Ya voy.

Él cerró los ojos y yo contuve un sollozo mientras observaba el asenso y


descenso de su cesante pecho, el latido de su corazón desvaneciéndose
al igual que sus alas.

Mi pechó se congeló, el corazón viviendo dentro se pulverizó por el


shock de una pérdida tan enorme y significativa.

—No —suspiré. El sollozo que había contenido finalmente rompió a


través de mí—. ¡No!

—¿Grace?
La oscuridad de la habitación se sentía como si las luces simplemente
se hubieran apagado mientras parpadeaba rápidamente para ajustar mi
visión al repentino cambio. El sudor comenzó a surgir en mi frente y en
mis manos pues la temperatura de la habitación era ahora
considerablemente más caliente.

—Grace, ¿estás bien?

—¿Qué?

—Como que te quedaste ida por un segundo, te pusiste rígida y… fría.

Comencé a reír tontamente con un alivio inquieto cuando me di cuenta


de que mi visión se había ido, y mi cuerpo no estaba yaciendo en los
brazos de mi ángel de la muerte, sino en los de mi mejor amigo.

—Bueno, al menos estás riendo.

Sacudí mi cabeza.

—Lo siento, Graham.

—No te disculpes. Extraño tu risa tonta. Me recuerda que no estás


muerta.

En ese momento mi risa se volvió semi-histérica, lo que a su vez me


recordó, también, que yo no estaba muerta. Al menos… no aún.

—No insultes mi risa, es única.

—Sí, como de una hiena.

Logré mover mi brazo lo suficiente para darle un codazo en las costillas


juguetonamente y ambos fuimos consumidos por la risa cuando él
fingió una lesión mortal a algo más que su orgullo.

Cuando ambos nos calmamos, con nuestra risa cediendo en el silencio


de la oscura habitación, lo oí suspirar en mi cabello.

—Grace, ¿vas a estar bien?

—No lo sé —le dije honestamente—. Tengo un montón de ideas para


hacer, lo he evitado en los últimos días, pero no puedo seguir
evitándolo. No puedo huir de esto, y definitivamente no pudo
esconderme de esto, lo que significa que sólo puedo hacerle frente.

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—Voy a hacerle frente contigo, Grace —dijo Graham
tranquilizadoramente—. No vas a hacer esto por ti sola. Estoy aquí para
ti. No voy a huir esta vez.

—Lo sé —fue mi respuesta sombría, pero también sabía que lo que sea
que resultara al final, no quería que Graham tuviera que enfrentar esto
por sí solo tampoco—. ¿Graham?

—¿Sí?

—¿Podrías hacerme un favor?

—Lo que sea.

—Habla con Lark.

Apreté los dientes y contuve la respiración mientras esperaba en su


silencio por una respuesta. Finalmente, después de un largo suspiro, lo
sentí asentir con la cabeza. Suspiré de alivio y permití que la primera
sonrisa genuina cruzara por mis labios en días.

—¿Grace?

—¿Sí?

—¿Podrías hacerme un favor?

Vacilé en responderle, temerosa de lo que él pudiera querer a cambio,


pero él era mi mejor amigo y lo que sea que él quisiera, me sentí
obligada de al menos considerarlo.

—Lo que sea.

—¿Podrías tomar una ducha? Porque, sin ofender, ¡pero apestas!

—¡Oh! —jadeé, y me retorcí en su brazos comenzando a golpearlo,


nuestras risas se mezclaron en la oscura habitación, llenando la casa
con el primer sonido de felicidad en casi una semana.

—Te dejaré buscar tus cosas —dijo Graham después de clavarme en la


cama y proclamarse el ganador cuando finalmente yo cedí y acepté
tomar una ducha.

—Verás, eso es un problema. No he lavado nada de ropa desde antes de


la boda, mi papá lo hacía normalmente, así que estoy sin ropa para
dormir.
—Espera —dijo y corrió escaleras abajo. Unos minutos más tarde volvió
a aparecer con varios artículos en la mano, uno de ellos era su vieja
camiseta de lucha de primer año—. Toma, puedes usar esto. —Me
tendió un par de bóxers.

—¡Ugh! ¿Quieres que use tu ropa interior? —jadeé.

—¡Qué! Están totalmente nuevos. Mamá me los compró en Florida, pero


nunca tuve la oportunidad de usarlos porque vine directo para acá.
Puedes doblar la cintura para que te queden mejor, pero al menos no
vas a tener que lavar ropa esta noche, ¿verdad? —Asentí y le di las
gracias a regañadientes. Rápidamente tomé un par de mi propia ropa
interior y me dirigí hacia el baño. Puse la ropa sobre el mostrador y me
giré para cerrar la puerta.

—¡Ouch!

Salté sobre el mostrador, casi cayendo en el lavabo durante el proceso,


y me agarré los pies. Estaban sangrando en diminutos cortes. Miré
hacia abajo al piso y me quedé en shock ante los diminutos y
reflectantes fragmentos de vidrio que cubrían el suelo de baldosas.

—¿Grace? ¿Estás bien? —escuché preguntar a Graham detrás de la


puerta.

—Graham, ¿usaste este baño esta semana? —grité.

—Uh… no. He estado usando el de tu papá. Hay una bañera en ese.


¿Por qué?

—Creo que Stacy podría haber dejado caer algo aquí, hay vidrio por
todo el piso. —Lo escuché gruñir ante el sonido del nombre de Stacy

—¿Estás sangrando?

Asentí con la cabeza y luego reí cuando me di cuenta de que él no podía


escuchar el asentimiento de mi cabeza.

—Sí. ¿Podrías traer la escoba y un recogedor por mí, por favor?


—Cuando él no respondió, asumí que ya se había ido a buscarlos. Un
fuerte golpe siguió sólo unos minutos más tarde.

—¿Estás decente?

—Sí —respondí.

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Él abrió la puerta y de inmediato se puso a barrer el piso hacia la
ducha, deteniéndose sólo para barrer los pedazos dentro del recogedor.
Una vez que estuvo seguro de que había quitado todo del suelo, empezó
a examinar mis pies.

—Esto se ve bastante mal, Grace. Está en todo tu pie.

—No, ¿de verdad?

Nos pasamos la siguiente hora riendo y maldiciendo mientras él sacaba


las astillas de vidrio de mis pies, colocando cada ensangrentado pedazo
en una servilleta junto a mí en el mostrador. Cuando terminó, había
sacado casi treinta diminutos pedazos de las plantas de mis pies.
Rápidamente vendó mis todavía sangrantes pies y me llevó de nuevo a
mi habitación.

—Demasiado para ese baño —bromeé.

—Voy a matar a Stacy cuando la vea, olvidaré el cáncer. Ella va a tener


que lidiar conmigo ahora —gruñó Graham cuando comenzaba a
caminar de regreso al baño por el recogedor y la servilleta—. Espero que
no fuera caro —gritó él desde el otro lado del pasillo.

—¿Qué esperas que no fuera caro? —le grité en respuesta.

—Lo que sea que se rompió.

Me encogí de hombros.

—No tenemos nada realmente caro en esta casa. Ya lo sabes.

—Sí, bueno, lo último que supe era que el cristal era bastante caro.
Además, hace un espectáculo de tus pies. —Miré mis pies vendados y
luego gruñí cuando vi la familiar contusión comenzando a formarse en
ellos.

—Oh, Robert… ¿qué hiciste? —suspiré.

—¿Qué?

Miré la expresión confundida de Graham y sacudí la cabeza.

—Nada, sólo estaba hablando conmigo misma —le dije con una tímida
sonrisa.

—De acuerdo. Mientras no empieces a tener conversaciones completas


contigo misma o algo —rió entre dientes.
Cuando se alejó, miré fuera de la ventana y sentí la tristeza que había
retrocedido poco a poco comenzando a regresar. Mis emociones eran un
desorden, mis pies estaban heridos, y había visto un atisbo de lo que mi
vida podría convertirse, una vida que una vez pensé que quería pero
que ahora sabía que no era el camino correcto para mí.

Las cosas estaban volviéndose mucho más complicadas ahora que la


verdad estaba al aire libre, en todos los aspectos, y yo simplemente no
podía evitar preguntarme lo que pasaría cuando las vacaciones de
primavera terminaran, la escuela comenzara, y las mentiras cayeran de
nuevo en su lugar.

¿Cómo sería capaz de fingir que estaba entera cuando la mitad de mí se


había ido, y la otra mitad se había roto?

¿Cómo puede un corazón odiar tanto a alguien, y amarlo aún más?

Ángel…

Fin

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Sintiéndose traicionada y con el corazón roto, a


Grace Shelley le resulta imposible seguir adelante
con su vida, especialmente cuando el ángel que le
rompió el corazón se niega a alejarse. Pero, lidiar
con verlo todos los días podría ser el menor de sus
problemas cuando un viejo enemigo regresa, esa
vez más atento que nunca en terminar lo que
empezó, sólo que esta vez está buscando destruir
su alma.
S.L. Naeole

A S.L. Naeole siempre le ha gustado el olor de los libros,


el tacto de los libros y el destino que un libro te garantiza
cuando lo tomas. Sabía desde muy temprana edad que
estaba destinada a escribir, a crear esos mismos libros
que tanto le gustaban y prometió que un día, lo haría.

Ahora, después de casarse y formar una familia,


finalmente ha hecho su sueño realidad. Como la autora de
Falling From Grace, ha encontrado un lugar en el cual
deja que sus sueños se conviertan en los del lector, y los
transporta a mundos y vidas donde la fantasía y la
realidad se mezclan sin problemas. Con muchos más
libros en su cabeza, ella está esperando darle a sus
fanáticos el mismo deseo y afecto por la palabra escrita
que tuvo cuando era niña.

S.L. Naeole escribe desde su casa en Hawái, con su


esposo, cuatro niños, y el gato a su lado, animándola y
proveyéndola de una cantidad infinita de inspiración.

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Creditos
Moderadoras:

Anne_Belikov AndreaN Kathesweet

Traductores:
AndreaN LizC Susanauribe Jo

Little Rose Lizzie Carmen170796 Niii

Bautiston Zeth Adrammelek kuami

Dark&rose AaRis Whiteshadow flochi

Sooi.luuli Silvery Anne_Belikov Akanet

kathesweet Vannia Sweet Nemesis Emii_Gregori

flor_debeliko99 daianandrea

Correctoras:
Katty3 LizC Magiih

Lola_20 Lizzie Majo

Samylinda Maia8 Nikola

Recopilación:
Lizzie Magiih

Revisión:
LizC Lizzie

Diseño:
Lizzie
Para más Lecturas visita:

www.bookzinga.foroactivo.mx

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