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ENSAYO
PRESENTADO AL DOCENTE:
UNIVERSIDAD DE MANIZALES
Noviembre de 2015
ENSAYO
Este es uno de los escritos que mayor cuestionamiento ha generado en la revisión de mis
conceptos, planteamientos y apreciaciones, porque asumirlos implica ubicarse en una u otra
posición, pero da la casualidad que eso lleva a detenerse a pensar que no hay verdades absolutas y
hay variedad de situaciones que se entrelazan en la intención de construir una visión o un
pensamiento que responda a lo que creemos o pensamos creer.
De ahí que me di la tarea de ver tres de las películas porque Desgracia, no fue posible
encontrarla, pero las tres tienen aspectos tan complejos a la hora de analizarlas, que muestran la
diversidad a la que me refiero, una diversidad de la que quizá no tengo un concepto claro, una
posición verdadera, pero que en su conjunto, aportan en su comprensión.
Qué es lo que el individuo necesita para sentirse comprendido? Qué hace falta para que
encuentre satisfacción en su entorno?, cómo se relaciona con los otros desde sus problemas, desde
sus creencias?, son algunas de las preguntas que empiezan mi cuestionamiento, porque esta época
que se vive, está transversalizada por múltiples necesidades, las cuales son o no relevantes en la
medida en que el entorno cultural las propone, pero a su vez, se convierten en cuestionamientos
porque tiene que ver con el choque de esas culturas y la validez del argumento.
Al mirar la película Babel, recordé la oportunidad que tuve de visitar Marrakech y Merzouga
y comparar como con unos cuantos cientos kilómetros de diferencia, en un mismo país, se vive en
la modernidad o en la antigüedad, según los parámetros que se apliquen y al igual que en la película,
se produce ese choque cultural en el que en algo cotidiano como la comida, los extranjeros y los
nativos, tengan una gran diferencia en la apreciación de si es o no consumible y apto para la salud.
La manera como sobreviven sin requerir nada de las sociedades modernas y observar que nada les
falta sino hasta el momento en que se interfiere con su cultura, pero también la se observa la
incomprensión de lo occidental frente a las diferencias culturales, de otras latitudes y de otros
pueblos, en donde el saber tradicional tiene su magia y los avances científicos su razón, los que
combinándose dan opciones en las dos caras de la moneda.
Y a unos cuantos cientos de kilómetros, los japoneses han superado los límites de la
modernidad, de la ciencia, sin embargo, no superan las barreras de la incomprensión a la diferencia,
el escaso respeto al otro y a pesar de estar rodeados de la multitud, los marca la soledad. Japón es
uno de los países con más altos índices de suicidio sin descartar los niveles de alcoholismo y uso de
psicoactivos en adolescentes y jóvenes, en donde la explicación al fenómeno se centra en la soledad.
Y diríamos entonces: Soledad? Rodeados de tanta gente? Con acceso a la tecnología?, a los
últimos avances científicos? Detentadores del poder como una de las grandes potencias mundiales?
Qué pasa con los individuos? Qué pasa con su sociedad?. Y entonces, un punto de quiebre… Son
una sociedad que se acerca a la árabe en lo que se relaciona al suicidio, pero en los países árabes y
musulmanes los suicidas, son mujeres; son mujeres que soportan la carga de la pirámide cultural en
la que ser mujer tiene como estigma el serlo, donde la soledad no es la razón del suicidio sino la
ausencia de valor para su vida como ser humano. Y entonces, actos como el suicidio, tienen una
connotación diferente y se convierten en una expresión de libertad, de escape o de opresión. He ahí
una afrenta a la capacidad del ser humano para decidir sobre su vida, a su libre albedrío.
El interrogante también se encuentra en Simone, qué es lo que queremos ver, qué es lo que
anhelamos encontrar? Tenemos que cubrirnos de una personalidad diferente para expresar lo que
queremos y llega un momento en que ni nosotros sabemos qué es lo que deseamos, porque
escondemos nuestro verdadero yo, para responder a lo que los otros esperan de nosotros y lo más
intrigante es que… no tenemos la capacidad para aceptarnos como somos y seguimos el juego de
los otros, porque es más fácil simular que asumirnos como lo que somos.