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Boss

Sam Crescent & Stacey Espino


Libro 07 de la

Serie Killer of King

Traducción realizada por Traducciones Cassandra


Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro.
Traducción no oficial, puede presentar errores.

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EVERNIGHT PUBLISHING ®
www.evernightpublishing.com
Copyright© 2018 Sam Crescent y Stacey Espino
ISBN: 978-0-3695-0214-8
Artista de la cubierta: Jay Aheer
Editor: Karyn White
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
ADVERTENCIA: La reproducción o distribución no autorizada
de esta obra con derechos de autor es ilegal. Ninguna
parte de este libro puede ser utilizada o reproducida
electrónicamente o en forma impresa sin autorización
escrita, excepto en el caso de breves citas plasmadas en
reseñas.
Esta es una obra de ficción. Todos los nombres,
personajes y lugares son ficticios. Cualquier parecido
con hechos, lugares, organizaciones o personas reales,
vivas o muertas, es pura coincidencia.

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Contenido

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Sobre las autoras

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Sinopsis

Ni siquiera el asesino de reyes puede escaparse del


amor para siempre...
El imperio clandestino de Boss tiene una reputación
despiadada a la hora de hacer el trabajo. Está en la cima
del juego, tiene más dinero del que podría gastar y es
temido por sus enemigos.
Entonces, ¿por qué su vida se siente tan vacía? Decide
que necesita más retos, así que invierte su energía en
nuevos contratos mientras investiga por qué gente
inocente de su ciudad está cayendo muerta por docenas.
Graciella cometió un gran error y necesita solucionar el
problema. Para financiar su misión, se ve obligada a
contraer una deuda de por vida con un loco.
Sin embargo, le preocupa más que Boss descubra lo que
ha hecho. Él es conocido por impartir justicia de forma
rápida y brutal, y ella ya está en su lista de problemas.
Se ven obligados a formar un equipo para encontrar a
los hombres que están detrás de un malvado complot, o
uno de los hombres de Killer of Kings podría no salir
vivo.
Graciella quiere limpiar su desastre y desaparecer, pero
Boss no la dejará escapar tan fácilmente. Le exige más
de lo que ella es capaz de dar.
No todas las chicas merecen el "felices para siempre".

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Capítulo 1

—¡Me dieron! Oficial caído. Repito, ¡oficial caído!


—¡SWAT... necesitamos a SWAT!
Boss dejó su café en la esquina de su escritorio y se
relajó sobre su espalda. Encendió otro monitor. Llevaba casi
una hora siguiendo el drama. Normalmente, no prestaba
atención a los escáneres de la policía ni a la transmisión en
directo si no se trataba de uno de sus contratos, pero el
tiroteo estaba a sólo dos manzanas de distancia. Ya había
pasado el atardecer y, con las luces de la calle apagadas, los
policías eran ciegos de noche.
Aunque la policía aún no tenía idea de a qué se
enfrentaba, él sabía que había cinco tiradores en diferentes
garajes y patios traseros. Boss siempre tenía el dedo en el
pulso de la ciudad. Los cinco tenían una gran cantidad de
armas de fuego y estaban decididos en eliminar a todos los
policías que pudieran. Boss no estaba seguro de lo que tenían
en el culo, y no podría importarle menos. Se levantó y se puso
un chaleco antibalas y una funda para el hombro. No
pensaba usar un arma esta noche, pero siempre la llevaba.
Todo el mundo llamaba a Boss un monstruo, y tenían
razón.
Pero esta noche se sentía generoso.
Mientras se preparaba en su sala de armas trasera,
abrió la puerta y movilizó uno de sus drones, dotado de
sensores de calor y movimiento. Su suave zumbido se
desvaneció en cuanto lo soltó en el cielo nocturno. Mantuvo
el control con sus auriculares de visión nocturna. Todo lo que
poseía era de última tecnología. Utilizaba a sus hackers para
hacer el trabajo sucio, pero Boss era un dios detrás del
teclado. Nunca ordenaba a un hombre que hiciera algo que

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no fuera capaz de hacer él mismo, y eso era parte del éxito
de Killer of Kings.
Últimamente, había estado descansando, rara vez se
ensuciaba las manos en alguno de sus contratos. Echaba de
menos la sangre, la adrenalina, la emoción de la caza. Sus
sicarios eran los mejores del mundo -bien entrenados y
extremadamente capaces-, pero este mes quería encargarse
él mismo de un par de golpes. El hackeo, la investigación y
la vigilancia no lo satisfacían al mismo nivel que matar.
Probablemente estaba rozando los cincuenta años, pero
quién demonios lo sabía. Volverse débil y dependiente de los
demás era un temor muy arraigado en el que rara vez se
detenía. Prefería comerse una bala antes que renunciar a su
poder. Así que se mataba en el gimnasio cinco días a la
semana y practicaba la técnica y la precisión en su campo de
tiro personalizado a diario. De ninguna manera iba a dejarse
estar ni a perder sus habilidades. Pero ni siquiera el asesino
de reyes podía vivir eternamente.
Respiró profundamente el aire fresco de la noche una
vez fuera. Boss se dirigió al tiroteo, manteniéndose en las
sombras. Vestía todo de negro y tenía toda una vida de
entrenamiento de élite a sus espaldas. Las innumerables
luces de las linternas de la policía coloreaban el cielo a
medida que se acercaba a la zona de fuego, y los disparos
intermitentes cortaban el inquietante silencio. Los SWAT no
podrían controlar la escena. Numerosos policías ya habían
caído, y no era seguro que los paramédicos se desplazaran
para transportarlos.
Minutos después de llegar al lugar, tenía a todos sus
objetivos localizados. Era el momento de eliminarlos, uno por
uno. Ni siquiera valdría la pena una llamada telefónica para
que uno de sus sicarios acabara con esta mierda. Era mejor
que lo hiciera él mismo antes de que se le enfriara el café.

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Se acercó por detrás de su primera víctima y le rodeó el
cuello con un brazo grueso. En cuestión de segundos, le
sujetó la muñeca, girando su propia pistola hacia sí mismo.
Boss se inclinó hacia atrás lo necesario. Un disparo en la
cabeza, y fue un suicidio. Con la cantidad de medios de
comunicación que inevitablemente tendría esta situación de
mierda durante la semana, no quería que su sello apareciera
en ninguno de ellos.
Desafortunadamente, no podría usar sus propias armas
esta noche.
El penetrante olor a azufre en el aire irritó sus sentidos.
La voz estática de un negociador sonó en el megáfono,
pidiendo a los tiradores que se retiraran. Eso sólo sirvió para
enfurecerlos más. Había dos en el garaje de al lado. Boss
tomó prestada la pistola que acababa de usar y golpeó al
primero justo en la yugular. El segundo entró en pánico,
esparciendo plomo por el garaje, con metralla que salía en
todas direcciones. Se lo cargaría de último porque lo había
hecho enojar. Tras devolver el arma a su primera víctima, se
agachó y cruzó la calle.
—Están disparando desde todas partes. ¿Alguien tiene
algo visible?
Boss continuó escuchando la comunicación policial
mientras se ocupaba de su mierda.
Los dos siguientes disparaban desde detrás de unos
arbustos. Todo lo que se movía era un objetivo. Tenían
suficiente munición para mantener la fiesta durante toda la
noche.
¿Cuál era el objetivo de este baño de sangre?
La curiosidad de Boss se despertó cuando vio el estado
de su siguiente objetivo. Estaba hecho una mierda, su
temperatura estaba por las nubes. Agarró un rastrillo de
metal apoyado en el lateral de la casa, rompiendo el extremo
del mango con su bota. En cuanto el tirador se detuvo para

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recargar, se acercó y le dio un puñetazo en el cuello.
Inmediatamente cayó de rodillas, jadeando. Boss lo arrastró
por el cuello y le hundió la cabeza sobre el extremo afilado
del rastrillo, empalándolo por el cuello con la madera
astillada. La sangre brotó de la herida y se desplomó hacia
un lado. Otro desafortunado accidente.
Bonito y simple para los informes policiales.
Levantó el rifle automático de la hierba, dándole un
repaso antes de acechar al segundo hombre de este lado de
la calle. En cuanto lo encontró apuntando a los miembros del
SWAT que corrían entre los coches patrulla, Boss se aclaró
la garganta para llamar su atención.
—No dispares —dijo cuando vio a Boss de pie junto a él.
Boss negó con la cabeza. —No acepto órdenes. —Apretó
el gatillo, rociando al hombre con una rápida ráfaga de balas.
Tiró el arma y volvió para ocuparse del último imbécil.
El tirador seguía en el mismo garaje. La pesada
oscuridad envolvió a Boss mientras se acercaba. Se agachó y
agarró una piedra, lanzándola hacia el extremo opuesto del
garaje. Los disparos siguieron el camino mientras el tipo
empezaba a entrar en pánico de nuevo. Boss se abalanzó
sobre él y lo derribó de un golpe, arrebatándole el arma. Con
una bota en el pecho del desgraciado, con su propia arma
apuntando a su cara, Boss se rió.
—El último hombre en pie. Ya no eres tan valiente,
¿verdad? —preguntó Boss.
—¿Quién carajo eres tú?
—Yo haré las preguntas. Lo que quiero saber es por qué
el enfrentamiento con la policía.
El hombre tosió. —Están intentando matarnos. A todos
nosotros.
—¿Quiénes?
—Los policías. El gobierno. No tengo ni puta idea.

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Boss lo golpeó en las costillas para mantenerlo en su
sitio. —El tipo de enfrente estaba enfermo. ¿Sabes algo sobre
eso?
—Nos estamos muriendo todos. Ese es su plan... —
Señaló su mochila a unos metros de distancia—. Son las
drogas. Esa es la respuesta. —El hombre se aclaró la
garganta tras otro ataque de tos—. Pero se van a llevar una
sorpresa. No sólo van a limpiar el gueto. Todo el puto mundo
la consume.
El SWAT se estaba acercando. Boss ordenó al dron que
volviera a la base, y luego le metió dos balas rápidas en la
cabeza al tirador, dejando caer el arma junto al cuerpo.
Antes de irse, agarró la mochila y se la colgó de un
hombro.
Quince minutos más tarde, estaba en la ducha de su
casa, limpiándose la sangre y el polvo. Era tarde. Su café
estaba frío. Dormiría un poco y elegiría un contrato
desafiante por la mañana. Además de investigar lo que había
descubierto hoy. Nunca había sido capaz de dejar pasar las
cosas, no una vez que se había despertado su interés.
Se lavó el cuerpo, y sus manos enjabonadas recorrieron
una cicatriz tras otra. Algunas contaban historias, otras eran
misterios. Sus tatuajes ocultaban gran parte del pasado, pero
podía sentir cada una de las imperfecciones, su cuerpo era el
campo de batalla de una vida jodida. La mayor parte de su
historia estaba borrada, incluidos su nombre y su fecha de
nacimiento. Según todas las bases de datos, no debería
existir. Ni siquiera él podía encontrar sus raíces, por mucho
que indagara. Las cosas que podía recordar eran suficientes
para dar pesadillas a cualquier hombre. Ahora las cosas eran
diferentes. Estaba en la cima y no cometía errores.
Boss se recogió el pelo húmedo en una coleta baja y se
dirigió a su sala de armas, donde había dejado la mochila.
Su teléfono móvil sonó. —Sí.

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—Widow Maker ataca de nuevo —dijo Maurice.
Boss había hecho que uno de sus hackers rastreara a
la hermana pequeña de El Diablo desde que apareció en su
ciudad. Ella había demostrado ser un verdadero dolor de
cabeza. En lugar de trabajar para él, seguía saboteando o
robando sus contratos. Debería haberla matado hace mucho
tiempo. Sus días estaban contados.
—Detalles.
—Ella se llevó al último objetivo de Bain, Robert
Hayleigh, a un hotel. Acaban de entrar.
Su mandíbula se tensó. Ese imbécil estaba
prácticamente muerto. Tendría que tener una charla con
Bain mañana. Era vergonzoso que un independiente fuera
más listo que uno de sus sicarios. Killer of Kings tenía una
reputación que mantener.
—Quiero saber exactamente adónde va una vez que sale
del hotel.
—Lo haré —dijo Maurice.
Boss guardó su teléfono.
Mañana era viernes.
Se había acostumbrado a llevarse a una nueva zorra a
la cama la mayoría de las semanas. No se dedicaba a las
relaciones y normalmente se cansaba de la misma chica una
vez que ella empezaba a tener fantasías de domesticarlo. Este
fin de semana iba a centrarse en un contrato, así que no
tendría tiempo para entretenerse.
A diferencia de sus hombres, él controlaba mejor su
polla. Boss llevaba años lidiando con el drama del romance
gracias a Killer of Kings. Juraba que debía estar maldito ya
que uno tras otro, sus sicarios se enamoraban de una mujer.
Incluso los bastardos más duros... eran golpeados por un
gatito y estaban fuera del mercado. No podía entender el
atractivo de establecerse con una mujer. Le gustaban las
cosas a su manera, y era un hecho que las emociones y los

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seres queridos eran debilidades en el submundo del
asesinato a sueldo.
Boss prefería que todo en su vida fuera limpio, ordenado
y bien coordinado. No podía controlar lo que había sucedido
en su pasado, pero Killer of Kings era una máquina bien
engrasada con una reputación impecable para hacer el
trabajo. Se había convertido en el asesino perfecto porque
carecía de empatía por sus víctimas. La compasión y las
dudas sólo conseguían que un hombre muriera.
Llevó la mochila al mostrador de la cocina y la abrió con
la cremallera. Había una gran bolsa de polvo blanco entre la
munición. El tirador había divagado sobre las drogas y la
muerte por parte de un poder superior. Uno de los hombres
tenía mucha fiebre. Además de seguir a la hermana de El
Diablo para que no jodiera más sus negocios y empezar un
nuevo contrato mañana, necesitaba saber todo lo que había
pasado esta noche.
Boss llamó a uno de sus hombres de confianza. —
Necesito que traigas tu laboratorio y analices algo para mí.
Parece coca, pero tengo la sensación de que hay algo más.
—Llevaré la furgoneta. ¿Cómo es de urgente?
—Estate aquí dentro de una hora. Necesito dormir un
poco, joder.

****

—Por favor, cariño, no lo hagas. Bájala. Vamos a hablar


de esto, ¿de acuerdo?
Graciella dejó su 9mm en la mesa auxiliar de cristal con
un suave tintineo y se sirvió una copa de vino. Hizo girar el
líquido en círculos perezosos, observando cómo se adhería a
las paredes de la copa de cristal. —Te gustan las cosas caras
—dijo ella, tomando un sorbo.

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—¿Por qué haces esto?
Las manos de Robert Hayleigh estaban esposadas por
encima de la elaborada cabecera. Estaba desnudo y se veía
patético, rogando por su vida. Afortunadamente, era un
blanco fácil por lo que que no tendría que follar con él. Los
hombres la ponían enferma.
Se recostó en el sillón de cuero y siguió disfrutando del
vino.
Él seguía suplicando, su miedo disminuyendo,
transformándose en estallidos de ira. —¿Qué quieres de mí,
perra estúpida? Toma mi dinero y lárgate.
Eso llamó su atención. Graciella se puso de pie, con sus
tacones chocando en los suelos de mármol de la habitación
del hotel. —¿Es eso lo que piensa, Sr. Hayleigh? ¿Que soy
una prostituta que intenta robarle?
—No tienes ni idea de con quién estás tratando —dijo
él.
Ella ignoró su ahora constante discurso de desprecio.
Graciella se paseó por la espaciosa suite de lujo, admirando
la carpintería personalizada. Todavía faltaban quince
minutos para que su pedido de comida para llevar estuviera
listo en La Cocina, así que se tomó su tiempo. Abrió las
cortinas y miró hacia abajo, a la calle, con un conjunto de
luces de tráfico y carteles animados que iluminaban la
oscuridad. Esta ciudad era su hogar por el momento. No
tenía intención de volver a Colombia. Cuando estuvo lista,
volvió a la mesa de cristal, levantó su pistola y empezó a girar
el silenciador.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy cumpliendo un contrato, Sr. Hayleigh. —Se
sentó en el borde de la cama, arrastrando la punta del
silenciador a lo largo de su cuerpo desnudo—. Será un buen
día de pago.

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—¿Estás bromeando? No puedo creer esta mierda. Te
pagaré el doble. El triple.
—Es una oferta tentadora, pero me has insultado. —
Ella puso una almohada sobre su cabeza y presionó la pistola
en su sien, apretando el gatillo.
Se quedó mirando el cuerpo sin vida durante un
minuto, notando lo insensibilizada que se sentía hasta en los
huesos. No había ningún sentimiento de culpa, lástima,
arrepentimiento, tristeza. Nada. Suponía que haber sido
brutalmente tratada a diario de niña la había convertido en
un cascarón vacío de mujer: una auténtica perra de corazón
frío.
Graciella comenzó a limpiar la escena mientras miraba
su reloj. Faltaban diez minutos para que la comida estuviera
lista. Mientras terminaba, pensar en la expresión de enfado
de Boss hizo que todo mereciera la pena. Este era uno de sus
contratos, pero estaba abierto, así que ella seguiría cobrando.
Sus hombres deberían haber sido más rápidos.
Para ella, ser una mujer asesina era una ventaja,
además de que no tenía el mismo código de ética estricto que
Killer of Kings. Graciella habría aceptado la oferta de Robert
Hayleigh de más dinero, pero no soportaba que los imbéciles
la llamaran perra. Habría apretado el gatillo de forma
gratuita.
Antes de salir al pasillo, se quitó la peluca rubia
ondulada y se sacudió su larga melena negra. La metió en su
enorme bolso y se dirigió a los ascensores. Las puertas de
espejo reflejaban su imagen perfecta. Eso era todo lo que ella
era, porque la belleza era sólo superficial. Utilizaba sus
activos para conseguir lo que quería, para ganar dinero y
para mantener su independencia. El sexo era una
herramienta en su arsenal. No significaba nada. Se había
cerrado a las emociones desde que tenía cinco años. Fue la
última vez que lloró, el fin de su inocencia. Durante más de

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tres décadas, no recordaba haber tenido una buena noche de
sueño. Las pesadillas, las reales y las de los recuerdos, se
encargaban de que nunca conociera la paz. Una cosa que no
volvería a sacrificar era su libertad: nunca se permitiría ser
esclava de ningún hombre.
La llamaban Widow Maker y suponía que el nombre le
quedaba bien. Matar era bien pagado, y ella era muy, muy
buena en eso.
Se mezcló con la multitud de la noche en la acera tan
pronto como salió del hotel. Graciella sacó su teléfono móvil
y envió un mensaje a su contacto diciendo que el trabajo
estaba hecho. El dinero sería transferido a su cuenta.
Disfrutaba recaudando dinero porque era sinónimo de
seguridad.
Una vez que se alimentara y volviera a su apartamento,
empezaría un nuevo contrato. Necesitaba mantenerse
ocupada para evitar la vida. Para evitar la reflexión.
Sólo le quedaba una cuadra para llegar a La Cocina.
Había estacionado su coche detrás del negocio. Todo había
sido planeado con detalle de antemano. Sin errores.
—¡Hola, preciosa! —Unos tipos de unos veinte años se
pararon frente a un club. Ella les guiñó un ojo y siguió
caminando. Había algo en la noche que la hacía sentir libre.
El día pertenecía a las buenas chicas, a las familias, a todos
los que no tenían esqueletos en el armario. Graciella existía
al margen.
Pasó por delante de una tienda de bebés, así que se
detuvo y miró en el escaparate de la tienda cerrada. Xavier,
su hermano, iba a tener un bebé en un par de meses. Había
encontrado la felicidad, y ese conocimiento le trajo una
profunda sensación de paz. No lo culpaba por lo que había
pasado cuando eran niños.
Graciella debería culpar a su madre. En su lugar, centró
su ira en toda la basura masculina que había destrozado su

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vida. Una familia no estaba en las opciones para ella. Incluso
un bebé propio sólo sería una fantasía, consecuencia de una
niña violada por hombres adultos de la forma más brutal,
una y otra vez, hasta que finalmente escapó siendo una
adolescente.
Apartó los constantes pensamientos oscuros y trazó un
dedo a lo largo del cristal mientras imaginaba los lindos
conjuntos para su sobrina o sobrino. Graciella nunca había
visitado a Xavier desde que se reencontraron meses atrás y
no tenía planes de hacerlo. Necesitaba olvidar el pasado. La
Graciella Moreno que él conoció estaba muerta. Ahora era
una nueva mujer, una asesina a sueldo.
Cuando llegó a La Cocina, le dolían los pies por los
tacones de 10 centímetros. Esta zona estaba más aislada,
lejos de la calle principal. El pequeño restaurante familiar de
comida para llevar se había convertido en uno de sus
favoritos. A Graciella le encantaban los tacos.
Recogió su pedido, dio una generosa propina y se dirigió
a su coche. No había luces en la parte trasera, sólo un viejo
contenedor de basura y un par de coches destrozados por
piezas. La comida olía deliciosa y lo único que quería era
llegar a casa, ducharse y comer. Dejó la bolsa y el bolso en el
asiento trasero de su Mustang Shelby negro y cerró la puerta.
Un sonido le llamó la atención, y a continuación un
cuchillo fue puesto en su garganta, y un brazo musculoso le
rodeó el torso. —Si quieres vivir, no grites, joder.
Ella asintió y se quedó callada.
La alejó del coche y la arrastró por el estacionamiento
hacia el contenedor de basura. El hombre la hizo girar,
presionando su espalda contra el frío metal. Con una mano
sostuvo el cuchillo contra ella mientras con la otra
maniobraba con su cinturón.
Ni por un segundo sintió miedo.
—¿No quieres robarme el coche? —preguntó ella.

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Él no respondió. El violador cortó la tela de su camisa,
dejando al descubierto su sujetador y una buena dosis de
escote. Ella seguía sin moverse.
—Buena chica.
Algo se rompió dentro de ella, y la repugnancia recorrió
su columna vertebral. Ya le había seguido el juego lo
suficiente. En su opinión, había una gran diferencia entre un
violador y un ladrón.
Graciella le dio un fuerte golpe con su tacón de aguja en
el pie y le arrebató el cuchillo con tanta rapidez que
probablemente todavía pensaba que lo llevaba. Con el tacón
de la mano lo golpeó en el pecho, haciéndolo retroceder, y
luego lo tiró al suelo. Con el cuchillo bajo la barbilla, le
preguntó. —¿A cuántas mujeres has violado?
—No lo sé. —Cuando ella no movió el cuchillo, él dijo:
—Ninguna.
Ella se rió. Graciella se arrodilló y metió la mano en los
pantalones que él había dejado convenientemente abiertos.
—No se puede violar a las mujeres sin una polla, ¿verdad?
Sus ojos se abrieron de par en par. Un rápido corte y se
acabó. Tiró el cuchillo y la porquería antes de volver a su
coche. El pedazo de mierda tuvo suerte de que lo dejara vivo.

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Capítulo 2

—Ella desapareció.
Boss apretó los dientes. —¿Qué demonios?
No estaba contento.
—Mira, el contrato se cumplió pero no pude
encontrarla. Todo se hizo en menos de treinta minutos, Boss.
Nadie salió —dijo Maurice.
—Ella salió del edificio. Consígueme las imágenes de
seguridad y trae tu culo aquí ahora. —Colgó el móvil mientras
revisaba los últimos detalles del pequeño experimento
científico con las drogas—. ¿Esta mierda es mortal? —Miró
hacia su genio de la ciencia.
—Nunca había visto algo así en mi vida. No me
malinterpretes, las drogas están contaminadas con todo tipo
de rellenos para ayudar a darles volumen, pero sea lo que sea
lo que hay aquí, está matando a la gente —dijo Adam. Se
movió a través de su furgoneta y empezó a teclear en su
ordenador.
Boss se frotó los ojos. En Killer of Kings no sólo tenía
sicarios a sueldo. Tenía todo tipo de hombres y mujeres en
su repertorio. Expertos en informática y armamento,
médicos, diseñadores de aparatos, científicos. Fuera cual
fuera el trabajo que requiriese, tenía a alguien disponible
para ayudar en cualquier operación que necesitase.
Adam era uno de los mejores hombres que tenía y
estaba dispuesto y era capaz de realizar todo tipo de pruebas
y experimentos con diversos productos químicos que se le
presentaban.
Las drogas se suponía que eran algo fácil.
—Mira, he estado siguiendo esta cosa durante meses,
sino años. El primer caso de sobredosis que salió mal

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apareció hace unos tres años en Colombia. Fue en un bar. El
tipo de bar que pertenece a un hotel. Me guardé los detalles
porque pensé que era más bien un asunto de un cártel que
salió mal. De todos modos, tres meses después de eso, al
menos diez personas que fueron al bar fueron ingresadas en
el hospital, todas con los mismos síntomas. Fiebre,
alucinaciones, dolor extremo.
Boss sacudió la cabeza. —¿Por qué me cuentas esto?
Parece un caso grave de gripe o algo así.
—Exactamente. Después de eso, todo quedó en silencio
hasta que hace seis meses, aquí, en esta ciudad, aparecieron
otros diez casos potenciales. Todos al azar. Traficantes y
consumidores de drogas aparecieron de repente en el
hospital con síntomas similares. En cuarenta y ocho horas,
todos murieron. He estado pensando que hay algún tipo de
encubrimiento para ocultar algo, pero tengo la sensación de
que esto es el verdadero negocio. —Adam tenía una gran
sonrisa en su cara—. Son drogas contaminadas y te puedo
decir que, sea cual sea la causa principal de este asunto, no
puedo localizarla. Por supuesto, he hecho todos los análisis
toxicológicos básicos, pero lo que sea que haya ahí se
esconde.
—¿Así que este material es inútil? —preguntó Boss,
sosteniendo el papel. Se frotó la sien. Le empezaba a doler la
cabeza. Tratar con Adam siempre era un reto. El hombre se
entusiasmaba con las fórmulas químicas.
Lo único que quería era que llegara Maurice y le diera
un respiro.
—No, no es inútil. Es la tercera vez que pruebo este
material. Esta es la primera, y esta es la segunda. Mira —
dijo.
Boss miró los papeles. —¿Cambia?
Adam asintió. —Sí, cambia y créeme, no sé cómo
diablos ocurre eso. Podría tener algo que ver con la

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exposición al oxígeno, al calor, al sudor, no lo sé. Esto es un
gran problema, pero es una mierda seria, Boss. Vas a tener
que llamar a tus contactos en la policía, porque si tengo
razón, y esta cosa es la coca asesina, significa que ha viajado
hasta aquí, y bueno, va a morir mucha gente.
Se oyó un fuerte golpe en el lateral del camión.
Boss lo abrió para encontrar a Maurice. —Estoy
preparado en tu oficina.
—Adam, quiero que metas este camión en el
estacionamiento subterráneo y lleves todo adentro. Te pagaré
por cada hora, pero te quiero en todo esto, ¿entendido?
—Soy caro.
—Lo sé. Por eso sé que eres el mejor. —Salió del camión
y sabía que Adam seguiría sus instrucciones. Boss tenía una
corazonada y cuando la tenía, siempre la seguía. Estas
drogas, los hombres de esta noche, el miedo, su forma de ser,
algo era importante aquí. Se detuvo en la puerta de su edificio
y se giró. Adam ya se estaba preparando para moverse—.
¿Está en el aire? —preguntó.
—Eso no lo sé, pero espero tener algunas respuestas
para usted pronto —dijo Adam.
—Sigue el protocolo. No quiero que te expongas a nada
de esta mierda.
—Estoy en ello.
Se dirigió hacia su despacho principal, donde Maurice
había colocado toda la alimentación de seguridad pertinente.
—Lo siento, Boss —dijo Maurice.
—No quiero oírlo ahora mismo. Muéstrame lo que
tienes. —Se apoyó en su escritorio, viendo las imágenes de
seguridad de quince cámaras diferentes. La mujer de la
peluca rubia, reconoció su forma y su rostro al instante—.
Ahí está.
Estaba con el objetivo, apoyada en él como si fuera una
especie de dios. La mirada en su rostro parecía la de una

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mujer enamorada, pero él conocía a la Widow Maker. Era un
arma mortal.
Pasando una mano por su cara, la observó.
—La cámara junto a la entrada del hotel. Mantenla
encendida.
Unos treinta minutos después, Graciella salió de la
habitación del hotel, sin la peluca. Llevaba la misma ropa,
pero sus mechones eran ahora de un negro exuberante y
mucho más largos que los de la rubia.
—Joder —dijo Maurice.
—Estabas buscando una rubia.
—Lo sé. Lo sé. Lo siento.
—No pasa nada. —Boss se dirigió a su escritorio,
abriendo su portátil y accediendo a las cámaras situadas en
las calles. Tenía acceso permanente a la vigilancia a través
de un software particular que uno de sus hombres escribió,
que le permitía un acceso ilimitado a la ciudad siempre que
quisiera. Así era como podía estar al tanto, seguir siempre a
sus hombres y también vigilar a los posibles objetivos.
Observó a la mujer en cuestión ir a recoger algo de
comida. El vaivén de sus caderas era tan sensual, que no
debería mirar, ni sentir excitación, pero la tuvo de todos
modos. Las mujeres no deberían afectarlo, normalmente no
lo hacían. Apretando los dientes, la vio poner su comida en
el asiento trasero, y luego hubo un hombre en las sombras.
Boss se tensó, teniendo que cambiar los ángulos de la
cámara, pero el hombre se la llevó por un callejón que no
tenía.
—¡Joder!
Pasaron unos segundos y Graciella salió de la calle
como si fuera la dueña del lugar, pero él vio la expresión de
su cara. Era de asco. La reconoció bien. Hubo muchas veces
en las que él llevó una expresión similar.

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Apretando la mandíbula, esperó, observando, pero ella
abandonó la calle sin decir una palabra más. Observó el
tiempo suficiente para que el hombre que la había atacado
saliera tambaleándose, con los pantalones cubiertos de
sangre.
No hacía falta ser un genio para deducir que le había
cortado la polla. Tuvo que contener una risa.
Sentado, se pasó una mano por el pelo.
—¿Por eso la llaman Widow Maker?
—Tiene un odio hacia la mayoría de los hombres —dijo
Boss. No necesitaba entrar en su historia personal. Graciella
había pasado por un infierno. Conocía todos los detalles y le
daba asco lo que los hombres le habían hecho. También sabía
que la mayoría de los hombres implicados en su secuestro,
venta y posterior violación estaban muertos.
Había lagunas en la línea de tiempo que había
recopilado entre el momento en que Graciella se convirtió en
una niña esclava sexual y la mujer que era ahora, una
asesina de corazón frío. Una mujer sin pensamientos ni
sentimientos. Si venía a trabajar para él, no dudaba de que
sería jodidamente perfecta en cualquier trabajo que le
asignara. Él la quería, pero ahora mismo, ella le estaba
causando muchos problemas.
—Vete —dijo Boss.
—Lo siento.
—Y me ocuparé de tu metedura de pata. Ve y ayuda a
Adam. Va a necesitarla.
Una vez que estuvo solo, sacó de nuevo su teléfono
móvil y llamó a otro de sus hombres. —Quiero la dirección de
una mujer, Graciella Moreno. Un apartamento o condominio,
en algún lugar agradable, de bajo perfil, que haya sido
ocupado en los últimos meses. Envíame todos los datos que
tengas. —Colgó y volvió a mostrar la imagen de Graciella en
su pantalla.

21
Era hermosa. Una mujer que podía tener al hombre que
quisiera, pero que eligió una vida de asesinatos por su
libertad.
Nadie había podido capturarla, pero no se había
enfrentado antes a Killer of Kings. Él la encontraría y cuando
lo hiciera, ella les pertenecería. Estaba acostumbrada a poder
predecir a los hombres, a saber lo que querían, pero no tenía
ni la menor idea de a quién se enfrentaba cuando se trataba
de él.

****
Colarse en el Departamento de Policía fue fácil.
Con el pelo atado y vestida de negro, se deslizó hasta el
despacho del detective principal, abrió su archivador y utilizó
su linterna para leer las notas de la última redada de drogas.
Graciella sabía que Boss había estado involucrado. Lo que le
preocupaba no eran las muertes, sino los síntomas que
presentaban los hombres antes de morir.
Tenía un programa informático que la ayudaba a
detectar ciertos informes con sobredosis y hombres con
alucinaciones, fiebre o síntomas de gripe. Siempre los
comprobaba.
Este era el quinto en las últimas dos semanas.
Vio el informe y lo cerró de golpe.
¡Maldita sea!
Antes de salir de la oficina, se aseguró de que no había
nada fuera de lugar. Se arrastró por la ventana del baño y se
dejó caer en la acera, sólo para que la agarraran de repente
por detrás.
—Sabes que el allanamiento de morada es un delito.
Su voz le rozó el oído. Profunda, sexy, un hombre en
control.

22
Ella llevó el codo hacia atrás y le dio un pisotón en el
pie. Cuando su agarre se aflojó, ella se dejó caer para darle
un puñetazo en las tripas, pero Boss lo vio venir y lo bloqueó.
Ella retrocedió rápidamente pero se aseguró de que no estaba
atrapada contra una pared.
Su máscara seguía en su sitio, pero como eran viejos
amigos, bueno, más bien enemigos, se quitó la máscara y le
ofreció una sonrisa.
—Sabes que no es educado atacar a una chica durante
su trabajo. No es muy caballeroso.
—No soy un caballero. Nunca he pretendido serlo. —Él
sonrió.
Ella notó que ni siquiera estaba en posición de atacar.
¿Qué estaba haciendo Boss aquí?
—¿Ahora me acosas? ¿Quieres que vaya a trabajar con
tus preciados Kings? No va a suceder. Soy mucho mejor que
ellos. —Ya le habían pagado por el último asesinato. Algunos
contratos trataban de incumplir sus acuerdos, pero a ella le
gustaba ponerlos firmemente en su lugar. Nadie la jodía—.
Trabajo descuidado en la redada de drogas.
—¿Sabes algo sobre las drogas? Es la razón por la que
entraste ahí. Dime qué es lo que sabes.
Ella se burló. —No sé nada. —Fue a girar sobre sus
talones, pero Boss la agarró, presionándola contra la pared
de hormigón, con un agarre firme. Ella trató de apartarse,
pero él le atrapó la mano y se la sujetó con fuerza por encima
de la cabeza. Era más fuerte de lo que ella esperaba.
—No estoy de humor para juegos —dijo él.
—Bien, porque no estoy jugando.
—Has estado jugando desde el momento en que llegaste
aquí. No voy a morder.
—Yo diría que por la forma en que me sujetas, estás
mordiendo lo justo. —Ella sonrió y el agarre de él fue
repentinamente alrededor de su cuello.

23
Era extraño, ella no tenía miedo.
—Sabes, el último hombre que me sujetó así nunca
volvió a ver la luz del día.
—No te estoy haciendo daño, y además, si realmente
quisieras, podrías librarte de esto. Ambos lo sabemos, Widow
Maker.
—¿Me has estado siguiendo? —preguntó ella. Widow
Maker. El nombre no la molestaba. La gente tenía la
tendencia a crear apodos para adaptarse a la persona. Ella
era sólo una mujer en un mundo de hombres, haciendo un
mejor trabajo que las pollas en el mismo. Sin embargo, no le
gustaba cómo respondía su cuerpo a Boss, ni que le gustara
la idea de que la siguiera.
Ningún hombre se metería bajo su piel.
—El hombre va a vivir, por si tienes curiosidad —dijo él.
—Pero lo va a hacer sin polla, y todas las mujeres
estarán más seguras.
—¿Así que tienes algo contra los hombres? ¿Y sus
pollas?
—Tengo algo contra los imbéciles que no aceptan un no
por respuesta —dijo ella—. Como por ejemplo, no, gracias,
no voy a trabajar para Killer of Kings.
—La oferta de trabajo fue revocada. Sabes lo de las
drogas —dijo él—. Cuéntame.
—No voy a hablar.
Ella gritó cuando él la agarró de repente, empujándola
hacia delante. El instinto se impuso. Nadie la maltrataba.
Ella levantó la rodilla y él la bloqueó. A continuación, trató
de liberarse, pero él la sujetó por los brazos. Una vez más, él
se anticipó al movimiento, y en cada movimiento de ella para
liberarse, sabía qué esperar. Le molestaba no estar al mando.
Al final, ella dejó caer todo el peso de su cuerpo como si
se hubiera desmayado. Él no tuvo más remedio que soltarla
y sostenerla o se caería. En el momento en que lo hizo, ella

24
reaccionó, girando y poniendo unos metros entre ellos.
Ahora, ella estaba cerca de la entrada del callejón, y él era el
que estaba atrapado.
—Interesante —dijo él.
Ella lo miró fijamente, sin decir una palabra.
—Tienes puntos de presión. No te importa que te agarre
del cuello, o que te sujete, pero si te agarro como si fuera a
arrastrarte a algún sitio como un animal, no lo soportas.
—Si quieres saber lo de las drogas, dime lo que tienes y
yo también te lo diré —dijo ella. No iba a psicoanalizar su
reacción. No hacía falta ser un experto para saber que era
una mujer con problemas, pero que los afrontaba a su
manera.
Si Boss no estuviera allí mirándola, se tocaría el pecho.
Su corazón estaba acelerado y, aunque no lo admitiría ante
él, sus manos temblaban un poco. Esta reacción, esta
sensación, era la primera que experimentaba en meses.
—Esto no funciona así.
—Esta es la forma en que trabajo. Tómalo o déjalo. Me
importa una mierda. —No iba a ser intimidada por los
hombres ni obligada a hacer nada.
¿Cómo se atrevía Boss a intentar intimidarla?
—Sabes, pensé que eras mejor que eso —dijo ella,
soltando las palabras antes de poder detenerse. Estaba muy
enfadada.
—¿Qué quieres decir?
—¿No te importa si soy un hombre o una mujer? Sin
embargo, usaste tu fuerza allí para controlarme —dijo ella.
Él se rió. —No me importa que seas una mujer. Es
bueno saber que todavía tienes sentimientos dentro de ti en
alguna parte.
—Vete a la mierda. —Ella había terminado con esta
conversación y con él. Tenía que investigar más y ahora

25
mismo lo único que quería era poner a Boss en lo más alto
de su lista de objetivos. Se dio la vuelta para marcharse.
—El Diablo quiere verte —dijo Boss.
Ella se detuvo.
El Diablo.
La única familia real que le quedaba. Se detuvo y se
volvió hacia Boss. —Lo veré cuando quiera.
—Puedes ser la mayor zorra que quieras, pero no es
malo tener amigos.
Esto la hizo detenerse. —Amigos. ¿Te consideras mi
amigo?
—Podría serlo. No soy el peor tipo del mundo.
—Pero sigues siendo un tipo. No pienses ni por un
segundo que no sé todo lo que hay que saber sobre ti.
—Lo dudo —dijo.
—El hombre sin pasado. Un hombre rodeado de
historia. Empiezo a creer, Boss, que te has hecho pasar por
invencible y empiezas a creer en tus propias mentiras. Eso
va a hacer que te maten. Sólo eres un hombre como todos los
demás. —Dio un paso hacia él, sintiéndose más ella misma
a cada segundo que pasaba. Ahora que era ella quien tenía
el control de la situación y que no la tomaba por sorpresa,
estaba en su elemento. Acercándose a él, le puso una mano
en el corazón—. Todavía tienes un corazón que late y bombea
sangre por todo tu cuerpo, —Bajó la mano y la acercó a sus
pantalones—. Podrías morir si perforara la arteria correcta.
—Ten cuidado —dijo él.
—Incluso el asesino de reyes no puede vivir para
siempre.
Boss podría matarla. Si alguna vez hubo un hombre que
pudiera enfrentarse a ella y ganar, sería este hombre de aquí.
Inclinando la cabeza hacia un lado, lo observó, esperando, y
luego le agarró la polla. Él apretó los dientes, cerrando
brevemente los ojos.

26
—Y se te pone dura como a cualquier otro hombre. —
Ella se lamió los labios—. No eres invencible, Boss. Tienes los
mismos deseos, las mismas necesidades. Todo ello envuelto
en un bonito paquete para que cualquiera lo abra. —Se
acercó para que sus labios estuvieran justo al lado de su
oreja—. Apuesto a que te encanta tomar mujeres. De buena
gana, por supuesto, pero imagino que te las follas. Apuesto a
que has roto muchos corazones. Tantas mujeres deseando
ser lo único que desearas. —La polla de él se estaba poniendo
dura y, para su propia sorpresa, sus pezones habían llegado
a su punto máximo y la humedad inundaba su coño. Incluso
el olor de Boss era embriagador.
Pero esto tenía que terminar. No estaba aquí para
seducir al mismísimo rey. No, ella quería respuestas y había
muchos desastres que tenía que limpiar.
Tan rápido como lo había hechizado, se retiró. —He
tenido amigos, Boss. Los he visto ir y venir muy rápido.
Siempre es interesante cuando es su culo o el tuyo, lo fácil
que es para ellos volverse contra ti. Lo he experimentado
todo. Estoy mejor sola. Deberías saberlo. Un placer verte de
nuevo, y dile a El Diablo que nos veremos por ahí. —Se
marchó, corriendo en dirección contraria todo lo que pudo.
Si Boss sabía algo de las drogas, significaba que se
estaban infiltrando en la ciudad. Le habían advertido sobre
la manipulación de las drogas hacía años. Hasta ahora, su
único acto de estúpida venganza no había costado
demasiadas vidas, pero la gente se drogaba. Ella lo sabía.
Entendía el atractivo de unas horas de paz. Si las drogas eran
las mismas de Colombia, entonces mucha gente estaba en
riesgo. Ella había estado rastreando estas drogas desde el
momento en que su científico desapareció sin dejar rastro. El
laboratorio en el que habían ideado este plan carecía de todas
las fórmulas y su hombre había desaparecido. ¿Qué pensaría
Boss si supiera que ella era la persona que había inventado

27
las drogas que ahora estaban matando a gente,
potencialmente a gente inocente? Posiblemente incluso
niños. Ellos hacían estupideces en las fiestas.
Sacó su teléfono móvil y apretó los dientes mientras
marcaba un número al que se había prometido no llamar
nunca, jamás. Era el único hombre con el que tenía una gran
deuda, el único hombre que era todo lo contrario a Boss, y el
único hombre al que le confiaba su vida.

28
Capítulo 3

Veinticuatro nuevos reportes en los últimos dos días.


A Boss no le gustaba la rapidez con la que esto se estaba
extendiendo por su ciudad. Afortunadamente, los medios de
comunicación aún no se habían enterado. Los drogadictos
tenían sobredosis. Los drogadictos morían. Sólo que ahora
no eran sólo los drogadictos en el hospital. Había una esposa
de un político, un profesor de escuela nocturna, y dos
malditos chicos de secundaria entre los nuevos números.
Sus chicos de inteligencia llevaban un cuidadoso
seguimiento de las drogas contaminadas y sus víctimas. Los
ingresos en hospitales y clínicas, las nuevas muertes y los
canales clandestinos eran vigilados todo el día, todos los días.
Si había alguna novedad, él era el primero en saberlo.
Archivó las solicitudes de contratos. El negocio estaba
en auge en Killer of Kings. Todos sus hombres tenían uno o
dos trabajos en marcha, y la acumulación de trabajo iba en
aumento. Algunos sicarios estaban en el extranjero,
siguiendo pistas o siguiendo a sus objetivos. Sacó un
contrato que parecía interesante e imprimió el papeleo. Algún
ejecutivo importante se había metido en un problema de
tráfico de información privilegiada. Había pagado sus
deudas, pero un par de peces gordos iban detrás de su mujer
y su hija en nombre de la venganza. El Sr. Blane Mitchell las
quería a salvo y quería que se ocuparan de los hombres que
las perseguían. La recompensa por este contrato era
impresionante.
Boss hizo una investigación preliminar, consiguiendo
fotos e historia de la familia del hombre. La esposa tenía
treinta y dos años y la niña diez. Bonita familia. Luego
investigó a los dos asesinos que iban tras el Sr. Mitchell.

29
Representaban a dos de las grandes empresas que había
jodido con sus negocios ilegales. Esto requeriría algo más que
eliminar el músculo.
Empezaba a pensar que la paga de éste no era lo
suficientemente alta después de todo. Exigiría más antes de
hacer el esfuerzo.
Boss agarró su móvil.
—Maurice, quiero un estudio sobre Tyson Black y
Edward Seer. Necesito saber sus hábitos en las últimas dos
semanas, su capacidad de combate, su familia, lo normal.
—Déjame anotar esto —dijo. —Por cierto, Widow Maker
hizo una llamada local desde el vestíbulo de su condominio
anoche.
—¿Y?
—Viko Fedorov.
Boss frunció el ceño. —¿Alguna grabación?
—No teníamos intervenido el vestíbulo. Ella siempre usa
los móviles seguros.
—Debe saber que la estamos rastreando. ¿Por qué
diablos lo llamaría desde un lugar público?
—Cuando rastreé la llamada y vi el nombre, pensé que
te interesaría.
—Envíame las biografías de los hombres cuando lo
tengas todo —dijo Boss—. Pero Viko y Widow Maker son la
máxima prioridad. Pon todas tus manos en esto.
Estaba cabreado porque Maurice había esperado tanto
tiempo para contarle lo de la llamada. ¿Y por qué demonios
estaría Graciella involucrada con el Circle of Monsters? La
llamada había sido local, lo que significaba que Viko estaba
en su ciudad. A Boss no le gustaba no saber qué pasaba.
¿Ella estaba metida en problemas, o trabajaba para el
famoso grupo de asesinos? En cualquier caso, pensaba
averiguarlo.

30
No estaba seguro de por qué le importaba: esa mujer
debería haber sido borrada de la faz de la tierra en cuanto
empezó a causarle problemas. En cambio, ella despertaba su
curiosidad. Se sentía atraído por ella. Boss estaba
acostumbrado a conseguir lo que quería y, ahora mismo,
quería a la Widow Maker en su cama.
Boss golpeó el escritorio con el puño, haciendo sonar
sus monitores. No le gustaba cómo Graciella invadía sus
pensamientos. Era una distracción peligrosa, y él tenía que
estar concentrado o cometería errores. No estaba siguiendo
sus propios consejos y tenía que dejar de hacerlo. Era hora
de quitarse de la cabeza a la hermanita de El Diablo.
Investigó un poco, pidió algunos favores y luego envió
un mensaje a Killian para que lo llevara. No era viernes, pero
otra mujer era la forma perfecta de quitarse a Graciella de la
cabeza. Maurice y su equipo estarían sobre esta mierda con
Viko Fedorov.
—Recógeme en una hora. Trae una nueva perra. Tengo
ganas de salir a cenar. —Boss colgó y se fue a la ducha.
Antes de la hora, Killian llamó al timbre. Boss terminó
de ajustarse la corbata mientras se dirigía a la entrada.
—¿Listo?
—Estaré en unos minutos.
Killian entró y se sentó en uno de los sillones,
poniéndose cómodo. Aunque era uno de sus mejores sicarios,
le gustaba utilizar al asesino irlandés como chófer la mayoría
de los días. La confianza era clave en este negocio, y hacía
tiempo que había tomado a Killian bajo su ala.
—Te ves como una mierda —dijo Killian.
Boss lo ignoró, comprobando su cuello en el espejo del
pasillo. —¿Cómo están los niños?
—Crecen como la puta hierba —dijo Killian—. Creo que
vamos a intentar otro.

31
Se burló. —June debe tener la paciencia de un santo
para tratar contigo.
—La tiene. —Killian se puso en pie, apartando su
rebelde pelo rubio de la cara—. ¿Y tú, Boss? ¿Qué edad tienes
ahora? ¿Cincuenta? ¿Sesenta?
—Vete a la mierda.
—No, en serio, ¿vas a vivir solo en esta enorme casa
para siempre?
—Ese es el plan —dijo Boss—. Ya tengo bastantes
problemas para seguir el ritmo de ustedes, imbéciles, y sus
dramas familiares.
Killian se rió. —Bueno, no querrás casarte con la que te
espera en el coche, pero te evitará la soledad por una noche.
—¿Es guapa?
Killian se encogió de hombros. —¿Importa? Tiene un
coño y un culo. Eso es todo lo que has pedido, ¿no?
Boss se puso la chaqueta por encima de la funda de la
pistola. —Bien. Estoy listo.
Aseguró la casa y se metió en la parte trasera del coche.
La mujer que esperaba parecía joven, con el pelo teñido de
rubio y grandes tetas falsas. Ella sonrió y le tendió la mano.
—Sin tocar —le advirtió—. Vamos, Killian. Me muero de
hambre.
Se pasó ambas manos por el pelo y se recostó en sus
suaves asientos de cuero. Estas zorras buscadoras de oro lo
irritaban. Killian tenía razón. Esta vida rápida le iba a pasar
factura pronto. Tal vez debería empezar a masturbarse y
mantenerse alejado de las mujeres fáciles durante un tiempo.
Pararon frente al restaurante, uno de los lugares más
exclusivos del centro. A Boss le gustaba lo mejor de todo.
—¿Quieres que me quede por aquí?
A Boss siempre le gustaba ir un paso por delante. Esta
noche sería interesante. —Sí. No te vayas muy lejos. Mantén
tu teléfono a mano.

32
Subió la escalera principal con su cita de la noche.
Pasaron la fila de afuera y se dirigieron directamente a la
anfitriona. Boss no hacía reservas y nunca había tenido
problemas.
A los pocos segundos de ser visto por el personal, lo
acompañaron a la parte exclusiva del restaurante. Se sentó
frente a la chica. Boss no sabía su nombre, y le importaba
una mierda.
—Tu chófer me ha dicho que eres el dueño de un
negocio —dijo la chica.
Asintió con la cabeza mientras le pedía a la camarera
una copa de vino. Una cosa que no le interesaba era una
conversación con su cita. Debería haberse saltado la cena e
ir directamente a follar.
Mientras se desconectaba, mirando las luces de las
velas que parpadeaban en las mesas, algo le llamó la
atención. Un destello de color rojo brillante. Se concentró
durante un segundo e inmediatamente se incorporó en su
asiento. Era Graciella Moreno. ¿En el mismo restaurante que
él?
Ella echó una rápida mirada de reojo en su dirección
mientras un hombre le retiraba la silla. Su sonrisa burlona
era la prueba de que lo había visto primero.
—¿Estás bien? —le preguntó su acompañante.
Quiso mandarla a la mierda, con su atención puesta en
la belleza de unas mesas más allá. En lugar de eso, empujó
la cesta de pan en su dirección y le dijo que comiera. Un rato
después, Graciella se levantó y se excusó de la mesa de dos
personas.
Boss había estado observándolos toda la noche. Estaba
al tanto de todo. ¿Quién mierda era su cita? ¿Era un blanco
o era algo personal? No dejaba de imaginar que lo ahogaba,
y que luego le vaciaba un cargador por si acaso.

33
Widow Maker caminó en su dirección. Su vestido rojo
parecía de terciopelo y le llegaba hasta los tobillos, con una
abertura lateral que le llegaba hasta la cadera izquierda. Sus
labios hacían juego con el vestido, y su larga melena negra
estaba sujeta a un lado con una pinza de diamantes. Boss
tragó con fuerza.
—Imagine que te encontraría aquí —dijo Graciella,
inclinándose sobre la mesa, con un bolso de mano en la
mano. No tenía ninguna duda de que llevaba una pistola. El
vestido apenas contenía sus tetas cuando se enfrentó a él.
—Imaginaste —repitió él.
Graciella miró a su cita y luego volvió a mirarlo a él. —
Qué bien. ¿Prometida?
—No —dijo él—. Sólo una amiga.
—¿No vas a presentarnos? —preguntó Graciella.
¿Se había dado cuenta de que él no sabía su nombre?
—No quisiera quitarle tiempo a tu cita.
Ella asintió. —Tienes razón. Será mejor que vuelva con
él antes de que se preocupe.
—Encantada de conocerte —le dijo a la chica. Graciella
se puso de pie—. Deberías tener cuidado con ser tan
predecible, Boss. Podría ser su perdición. —Le guiñó un ojo
y se alejó como una maldita reina. Él observó el movimiento
de sus caderas, la confianza y la gracia en su forma de
comportarse. Era una verdadera profesional, y cualquier
objetivo estaría indefenso ante sus trucos. Sin duda, mañana
estaría enfadada con él.
—¿Quién era?
—Nadie.
¿Cómo iba a comer ahora? Su apetito se había
desvanecido en cuanto la vio en el restaurante. Hizo lo que
tenía que hacer, ordenó y picoteó la comida. Todo el tiempo,
vigilando a Graciella. Ella seguía riéndose de las bromas del

34
hombre, tocándole el brazo y asegurándose de mirarlo de vez
en cuando con esos ojos llenos de malicia.
Nunca en su vida había sentido celos por una mujer,
hasta esta noche.

****

Hizo seguir el coche de Killian. Boss solía utilizarlo como


medio de transporte. Y ella sabía que él vendría aquí.
Lo que no esperaba era que la rubia babeara sobre él.
Graciella se retocó el maquillaje en el baño. No estaba
segura de por qué le gustaba meterse con Boss. Tal vez
porque la había sorprendido el otro día y quería darle a
probar su propia medicina. Y, de alguna manera, él la hacía
sentir segura.
Mañana tenía un cara a cara con Viko Fedorov. No era
algo que ella esperara con ansias. Él nunca la había tocado.
El hombre era como una máquina: sin emociones, sin
tonterías. Insistió en que le hiciera un favor rápido antes del
encuentro. Negarse no era una opción. Tenía que follar con
su cita y hacer fotos para que Viko pudiera inculpar al
hombre casado de algo.
El Circle of Monsters no era como Killer of Kings. Boss
dirigía su negocio sin problemas y tenía su propio y estricto
código ético. El Circle of Monsters era un grupo de violentos
asesinos de los bajos fondos. Eran crueles y despiadados. Y
ella tenía una gran deuda con Viko desde hace años. Él no la
presionaba para que pagara todavía, ya que le encantaba
tenerla en deuda. Ella se había puesto en contacto con él
porque necesitaba que la ayudara a resolver la mierda que
había empezado en Colombia. Viko sabía de dónde venía. Él
había financiado su pequeño proyecto, el que ahora estaba
completamente fuera de control.

35
Las drogas contaminadas sólo debían acabar con los
cárteles que habían arruinado su vida. Siempre usaban su
propio producto. Pero no se detuvo allí. Y había mutado,
mezclándose con otros productos químicos en el camino
hacia los Estados Unidos.
—¿Quién es el del traje? —Boss la agarró del brazo en
cuanto salió del baño.
Ella jadeó.
—No es de tu incumbencia —dijo—. Tu juguete te está
esperando. Date prisa, ya casi ha pasado su hora de
acostarse.
—No me importa ella. ¿Quién es tu cita?
Ella puso los ojos en blanco. —Negocios.
—¿Qué clase de negocios?
Incluso con sus tacones de diez centímetros, él seguía
sobresaliendo por encima de ella. La hacía sentir frágil y
femenina, lo cual no era una tarea fácil. —Del tipo que paga
muy bien.
Sus rasgos se endurecieron. —¿Quieres que lo mate por
ti?
—No lo voy a matar, sólo me lo voy a follar.
Boss la tenía apretada contra la pared del pasillo en
cuestión de segundos, con su cuerpo atrapándola en el lugar.
—Tienes habilidades, Graciella. ¿Por qué venderías tu cuerpo
por un contrato?
—Es sólo un cuerpo —susurró ella.
Estaban tan cerca. El aroma de su colonia, el calor de
sus palabras, el fuego en sus ojos.
—Sé de dónde vienes, cada detalle. Te mereces algo
mejor que esta mierda. Libérate del contrato.
Ella intentó zafarse de su agarre, pero él era como una
casa de ladrillos. —No sabes nada —dijo ella—. Y no puedes
opinar sobre mi vida.

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—Ni siquiera puedes dejar que tu propio hermano entre
en tu vida. ¿Vas a morir como una perra miserable y
rencorosa?
Graciella le dio una fuerte bofetada en la cara.
Él la miró sin reaccionar. Sin moverse.
Al momento siguiente, sus labios estaban sobre los de
ella, su mano en su pelo. Ella cerró los ojos, completamente
cautivada por la pasión. Se besaron largo y tendido. El
mundo entero desapareció mientras se devoraban
mutuamente, sin poder saciarse. Toda la tensión sexual
entre ellos salió a la superficie y no pudo ser reprimida.
Ella levantó la pierna contra el costado de él, la
hendidura del vestido le permitía una gran libertad de
movimiento. Él la agarró por la cadera, apretando contra ella.
Se quedó sin aliento, sin poder saciarse de ese hombre.
Cuando él se apartó, ella se quedó con las ganas, con
todo su cuerpo temblando de necesidad. Se tocó los labios.
Su lápiz de labios rojo tenía que ser un desastre.
—Tendré que arreglarme —dijo con desdén. A Graciella
no le gustaba lo mucho que le afectaba Boss. En su opinión,
sacaba a relucir demasiada vulnerabilidad.
La enjauló con un brazo a cada lado de su cabeza.
Quería sentir esos gruesos músculos por sí misma, pero
luchaba por mantener la compostura.
—¿Ahora soy tu prisionera? —preguntó.
Boss se quedó mirándola, con la mandíbula apretada.
—Nuestras citas están esperando. —La intimidad era
más de lo que ella podía soportar: la mirada de él, el hecho
de que conociera su jodida infancia.
—No te quiero en su cama esta noche —dijo—. Te quiero
en la mía.
Cuando Viko le pedía algo, tenía que hacerlo. Hasta que
su deuda fuera pagada en su totalidad, ella tenía pocas

37
opciones en el asunto. Por suerte, ella sabía que no iba a
abusar de ella.
—No puedo...
—¿Por qué no? ¿De cuánto es el contrato? Te pagaré —
dijo él—. Déjalo libre.
—No entiendes. He dicho que no puedo. —Se escabulló
y desapareció en el baño. Las emociones brotaron porque la
verdad era que prefería estar en la cama de Boss. Un trabajo
era un trabajo, y si empezaba a compadecerse de sí misma,
la cosa no saldría bien.
Él apareció en el reflejo del espejo.
—Este es el baño de mujeres, Boss. Vete.
—Dime por qué no lo dejas ir. ¿Te gusta?
Sonrió, dándose la vuelta mientras se apoyaba en el
mostrador. —Es un chantaje. Mi contacto necesita fotos de
él follando con una mujer que no sea su esposa.
—Entonces intercambiamos. Mi chica está rogando por
tener sexo. Los emparejamos.
—Será una noche triste para ti entonces. No tengo sexo
por placer. Sólo por negocios.
—Llámalo como quieras. —Le ahuecó la cara y usó el
pulgar para limpiar parte del pintalabios manchado—. Eres
tan jodidamente hermosa, Graciella.
Las lágrimas se clavaron en sus ojos. Dios, qué perfecto
sería ser deseada, amada y protegida por Boss. Pero nunca
confiaría en un hombre. Nunca. Podía cuidar de sí misma.
—Puedes conseguir la mujer que quieras —dijo.
—Puedo decir lo mismo de ti. Todas las cabezas se
vuelven en tu dirección cuando entras en una habitación.
—No es real —dijo ella—. Este cuerpo es un disfraz. No
hay nada bajo esta piel. —No era una mentira. Su confianza,
su sexualidad, todo era un juego, todo parte de ser la asesina
perfecta. La verdadera mujer estaba vacía, era una niña
destrozada en un millón de pedazos.

38
—Dame una noche.
Tragó con fuerza, tentada de aceptar su oferta, de
sentirse como Cenicienta por una noche.
—Eres un buen besador. Pero hasta ahí tiene que llegar
esto. —Se dio la vuelta, se arregló el maquillaje y volvió a su
mesa. Su corazón se aceleró. Quería volver a ser la perra,
pero Boss había despertado algo dentro de ella.
Su objetivo no estaba mal. Al menos no tenía que
matarlo. Necesitaba acabar con esto para tener las fotos para
entregar a Viko mañana por la noche. Si se presentaba con
las manos vacías, no habría forma de que él aceptara
ayudarla a salir de este desastre con las drogas.
—Me estaba preocupando por ti —dijo él, tratando de
alcanzar su mano. Ella se encogió pero lo permitió.
—¿Podemos saltarnos el postre? —Ella se mordió el
labio lentamente, sensualmente, para mostrar su intención.
Él mordió el anzuelo y pidió inmediatamente la cuenta.
Graciella ni siquiera se molestó en volver a mirar a Boss o a
su sexy juguete. Se escabulló con su acompañante y salieron
al estacionamiento en busca de su coche. Estaba ansiosa por
salir de allí.
El sonido de goma quemada los hizo levantar la vista.
Un coche avanzaba a toda velocidad por la calle, frenando
justo delante de ellos. Estaba oscuro, sólo unas pocas luces
de la calle los ayudaban a orientarse. Killian salió del asiento
del conductor, se inclinó sobre la parte superior del coche y
apuntó con un arma.
—Retrocede, Widow Maker.
—¿Qué es esto?
En el momento en que se apartó de su cita, le
dispararon y su cuerpo se desplomó en el suelo. Killian
saludó con la pistola, le dedicó una sonrisa de satisfacción y
se alejó a toda velocidad por la carretera.

39
—Tienes que estar bromeando. —No era necesario que
muriera, aunque fuera un bastardo infiel. Pasó por encima
del cuerpo y se dirigió de nuevo al restaurante.
Sus pies la estaban matando. Se abrió paso entre las
mesas, ignorando al personal que le preguntaba a dónde se
dirigía. Boss sonrió y levantó una copa de vino cuando se
acercó a su mesa.
—¿Quién te crees que eres? Me acabas de arruinar esto.
—No sé de qué estás hablando, cariño.
—Sí, Killian estaba actuando por su cuenta, ¿verdad?
Boss se encogió de hombros. —Entonces no deberías
haber traído a tu cita al mismo restaurante en el que sabías
que estaría yo. Diría que estabas pidiendo que esto
sucediera.
No tenía ni idea de por qué lo había organizado así, pero
no podía volver atrás y deshacerlo. A veces ni siquiera podía
entender sus propias acciones. Pero tendría que dar muchas
explicaciones mañana con Viko, y su estómago ya se sentía
revuelto al pensar en ello.
—Eres un imbécil —dijo ella.
Dejó su vaso y le hizo un gesto a la camarera. —Pon esto
en mi cuenta y llama a un taxi para la joven.
—Pero...
Boss se llevó un dedo a los labios para acallar las
protestas de la chica.
Graciella no entendía por qué sentía tanta satisfacción
cuando Boss se desentendía de su cita. La chica no estaba
contenta, dispuesta a patalear y hacer pucheros.
Se levantó y se dirigió al frente del restaurante él solo.
Graciella lo siguió. Una vez que estuvieron solos y fuera del
alcance de los oídos de todos, lo agarró de la manga. —¿Qué
te da derecho?
Boss se detuvo y la miró de frente, sin intimidarse lo
más mínimo. —No quería compartirte.

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—No soy tuya para reclamar.

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Capítulo 4

No soy tuya para reclamar.


Las palabras resonaron en la mente de Boss mientras
empezaba a quejarse. ¿Qué demonios había pasado anoche?
En un momento se había metido en la piel de Graciella, y al
siguiente, oscuridad total. Ni siquiera podía recordar lo que
había dicho después.
Al levantar los brazos, se dio cuenta del tintineo del
metal. Mirando hacia abajo, gruñó. ¿Qué diablos?
Cuando se espabiló, se dio cuenta de que estaba en una
cama con cadenas alrededor de las muñecas. —¡Joder!
Al tocar su cuerpo, descubrió que aún tenía la ropa
puesta, pero su teléfono móvil, las armas y los cuchillos
habían desaparecido.
No podía recordar mucho de la noche anterior. Esa fue
una mierda fuerte.
—Es un hecho poco común vencer al gran Boss de Killer
of Kings.
Boss se giró para ver a Viko sentado en la esquina de la
habitación, con aspecto tranquilo y relajado.
—Tu obra, supongo —dijo él.
—No pude resistir la oportunidad. Realmente me lo
pusiste muy fácil.
Miró alrededor de la habitación. No había rastro de la
Widow Maker. —¿Era yo el objetivo?
Viko chasqueó la lengua. —Sabes, te admiro. Eres un
excelente tirador. Eres el jefe de todo tu imperio, pero no
deberías permitir que una mujer te distraiga tan fácilmente.
La televisión del otro lado de la habitación cobró vida y
vio a Graciella tumbada en una cama. Le habían quitado el

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vestido rojo que llevaba. Estaba completamente desnuda y
vio a los hombres en la habitación, esperando.
—¡Déjenla jodidamente en paz! —Boss no pudo
contener su rabia.
Él y Viko se parecían mucho. Ambos tenían sus propias
organizaciones que dirigir, pero Boss tenía moral, ética, un
poco de ella al menos. Viko siempre tenía su propia agenda.
Donde Boss podía salir de día, ser visto por las cámaras, Viko
tenía que mantenerse en las sombras. Era un hombre
buscado en la mayoría de los países, pero nadie podía
encontrarlo. Vivía una vida de lujo, dejando muerte y
decadencia a su paso.
—¿Dónde está Killian?
—Oh, no te preocupes por él. Estoy seguro de que está
reuniendo a tus hombres mientras hablamos.
—¿De qué se trata esto? —le preguntó—. Querías una
reunión conmigo, la pides, no lo haces así.
—Boss, hago lo que quiero cuando quiero. Ahora, he
visto la forma en que Graciella te ha hecho comportar estos
últimos meses. Ella ciertamente se ha metido bajo tu piel. Le
di un trabajo, y esperaba que lo hiciera lo mejor posible. Ella
es increíble en lo que hace. No tengo experiencia personal
sobre eso, por supuesto.
—Sabes que fue violada de niña. La lastimaron una y
otra vez —dijo Boss.
—Conozco su historia. Es por eso que nunca la maté.
Verás, Boss, lo que tienes que entender es que yo soy el héroe
de su historia. ¿Quieres saber quién la ayudó? Yo lo hice.
Cuando se trata de ella, es algo así como... una mascota a la
que parece que no quiero matar.
Boss lo fulminó con la mirada. —¿Entonces por qué
están esos hombres con ella?
—Oh, Boss, realmente necesitas controlarte. Graciella
es un arma mortal. No puedo mantenerla aquí a menos que

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esté completamente desnuda. Es la forma en que trabajamos,
a menos que nos encontremos en circunstancias públicas.
Los hombres han tratado con ella antes, y es conocida por
romper cuellos si siquiera la tocan inapropiadamente.
—Yo fui el que mató a su objetivo —dijo. Tenía que
protegerla. Sea lo que sea lo que Viko le había dado, lo estaba
poniendo jodidamente enfermo.
—Sé que mataste a la basura infiel. No necesitaba
morir, sabes. Es decir, iba a matarlo porque no tenía
intención de pagar, pero a veces me gusta jugar con los
hombres. Para que sepas, Graciella no habría tenido sexo con
él. —Viko se encogió de hombros—. Ella lo habría excitado,
lo habría desmayado, habría tomado las fotografías
necesarias que mostraran lo que había que ver, y luego él se
habría despertado sin ningún recuerdo, pero con una
hermosa mujer desnuda a su lado. Ella sólo utiliza su cuerpo
si es necesario. Es el único ámbito en el que es una maestra,
pero me temo que ningún hombre ha sido capaz de mostrarle
lo bueno que puede ser. —Viko se puso en pie—. Estoy
aburrido de esta conversación. —Le lanzó las llaves a Boss—
Únete a nosotros cuando estés libre.
Boss ni siquiera dudó en quitarse las esposas y dirigirse
hacia la puerta. Se detuvo, revisó la habitación y encontró lo
que buscaba. Habían dejado una pistola. La recogió,
comprobó la recámara y salió de la habitación.
Siguió el sonido de la voz de Viko y apuntó su arma,
sólo para detenerse cuando vio a Graciella sentada en la
mesa del comedor, con dos pistolas apuntando a su cabeza,
y aún estaba completamente desnuda.
Su mirada estaba puesta en él y observó cómo negaba
con la cabeza.
La pobre no tenía ni idea.
—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas,
Boss. No me importa cuál. Sólo sé que tú te lo has buscado.

44
Podemos trabajar juntos o puedo matarte. Sinceramente, no
me importa lo que sea. Estoy dispuesto a todo. Pero este es
mi reino y no me gusta que me apunten con un arma a la
ligera.
Bajó el arma, dejándola en el suelo.
—Excelente. Ahora que sabemos que Graciella no
esconde nada, podemos conseguirle una bata —dijo Viko—.
¿Quieres unirte a nosotros, Boss? Las drogas que utilicé
desaparecerán aún más rápido con la comida. —Viko levantó
un trozo de naranja y se lo llevó a la boca—. Híncale el diente.
Hay mucha comida para todos.
Boss no esperaba que Graciella hincara el diente, pero
lo hizo en cuanto se puso la bata. La observó comer con
entusiasmo, sin mirar ni una sola vez hacia Viko.
—¿Soy la única persona aquí con sentido común? —
preguntó Boss.
—No voy a matarte, Boss. Puedes comer sin
preocuparte.
—No quiero comer. Quiero saber de qué va todo esto.
—Come —dijo Graciella—. No es educado ignorar la
comida que se ofrece.
Él no complacía las necesidades de nadie, pero sí
necesitaba comida. Las drogas que le habían dado para
noquearlo habían permanecido demasiado tiempo para su
gusto. Recogiendo un poco de fruta, dio unos mordiscos,
siendo cuidadoso y calculando todas las salidas disponibles
y las posibles dificultades que tendría.
—Entonces, tenemos un problema. Las drogas —dijo
Viko.
Graciella hizo una pausa. —Lo sabes.
—Por supuesto, lo sé. He estado siguiéndoles la pista
desde que desapareció la fórmula, al igual que nuestro
científico jefe.
Boss los miró a los dos. —¿Qué sabes de las drogas?

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—Que han cruzado la frontera y están dejando un
rastro de cadáveres —dijo Viko.
—Tengo que limpiar el desastre —dijo Graciella—. Ya
sabes por qué.
A Boss no le gustó esto. —¿Sabes lo de las drogas? ¿La
fiebre? ¿Las reacciones? ¿Las alucinaciones?
Graciella lo miró y asintió.
—Este es tu momento de hablar, Graciella —dijo Viko.
—¡Ya estoy harto de tu maldita voz! —gruñó Boss. Con
cada trozo de comida que consumía, su rabia aumentaba.
Hacía tiempo que no se dejaba llevar. Estar a merced de
cualquiera iba en contra de todo lo que representaba. Era él
quien iba y ponía a sus hombres a salvo, no al revés.
—Ten cuidado —dijo Viko.
—Yo soy la que creó las drogas —dijo Graciella.
—Tú no las creaste, querida. Fue ella la que tuvo la idea.
Sólo pensé que era brillante, y por eso la financié y ayudé a
llevarla a cabo.
—Se suponía que sólo era para los cárteles. Los que
trataban con carne y hueso. Los que roban niños y niñas y
los destruyen —dijo Graciella—. Me hice la promesa durante
mi cautiverio de que si alguna vez tenía la oportunidad de
matarlos, lo haría. Sólo que trafican con drogas, y yo sabía
que probaban su propio producto. La idea era hacer un lote
que estuviera contaminado. Los hombres tendrían una
muerte dolorosa, pero yo los eliminaría a todos rápidamente.
Tenían fiestas de celebración.
—Salió mal —dijo Viko—. Nuestras instalaciones fueron
saqueadas. El científico implicado desapareció junto con el
producto. Creemos que robó parte de la fórmula y ha estado
trabajando para diversificarla.
—Espera, un momento. ¿Me estás diciendo que las
drogas que ahora están matando a la gente vinieron de ti? —

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preguntó Boss—. ¿Por qué venderían esta mierda si está
matando a la gente?
—Supongo que pensaron que podrían ser capaces de
cambiarla, no lo sé. No soy un científico. No sé cómo funciona
esto —dijo Graciella—. Es por eso que he venido a ti. —Se
volvió hacia Viko—. Tenemos que detener esto.
—Te advertí, Widow Maker, que harías un movimiento
del que te arrepentirías. Todas las muertes están en tus
manos.
—Espera un momento —dijo Boss.
—Tengo mis fuentes investigando esto. Tu deuda
conmigo acaba de duplicarse, Graciella. Que sepas que
estarás en deuda conmigo por el resto de nuestra vida.
Después de lo de anoche, será mejor que no me falles otra
vez.

****
Graciella se paseaba por el despacho de Boss. La
habitación era enorme. No era así como ella quería que esto
sucediera. Esperaba poder ocuparse ella misma del problema
de las drogas, pero ahora se lo habían quitado de las manos
y no sabía qué hacer.
Él se había enfadado mucho con ella.
No importaba. Pensara lo que pensara de ella, ella se
encargaría de ello.
Las drogas habían sido un toque de genialidad cuando
ella las controlaba. Ahora, eran una verdadera molestia. Con
la participación de Viko, no sabía si sería buena idea
involucrar al Circle of Monsters.Boss finalmente llegó y los
restos de la droga que le habían dado habían desaparecido.
A ella le habían dado la misma droga. Los efectos secundarios
no eran precisamente refrescantes. Le gustaba tener el

47
control en todo momento, y estar drogada la ponía en un mal
lugar.
No estaba solo al entrar en el despacho. Entraron
Killian, Bain y El Diablo.
Miró a su hermano. Una parte de ella quería correr a
sus brazos y fingir que las últimas dos décadas no habían
ocurrido, pero ya no era una niña. Hacía mucho tiempo que
no lo era. Él no podía ayudarla a luchar contra los demonios
que la acosaban cada día de su vida. Apartándose el pelo de
la cara, fue muy consciente de que aún llevaba la bata que le
había dado Viko.
Estar desnuda delante de los hombres no la afectaba.
Hacía tiempo que había superado el miedo y la preocupación
de estar cerca de un hombre. Viko no confiaba en ella, pero
ella nunca le había dado una razón para hacerlo.
—Graciella —dijo él.
— El Diablo. —Rara vez lo llamaba por su nombre de
pila y sabía que eso lo enfurecía. Él apretó los dientes.
—¿No te mantienes alejada de los problemas?
—Tengo un problema con encontrar problemas. —Ella
se encogió de hombros.
—Ya está bien. Dime que ha funcionado —dijo Boss.
Ella miró a Boss y luego a Killian.
—Ha funcionado. Podemos oírlo y sabemos dónde va a
estar y cuándo.
—¿Qué está pasando aquí exactamente? —Algo estaba
pasando y ella no sabía qué. Odiaba que la mantuvieran en
la oscuridad.
—¿Quieres decírselo? —preguntó Boss.
Ella se volvió hacia su hermano.
—¿No creerás realmente que Viko ha vencido a Boss?
Miró hacia Boss. —Tú planeaste esto.
—Todo, hasta los pequeños detalles de ser capturado.

48
Killian se encogió de hombros, con una sonrisa culpable
en su rostro. Todos estaban metidos en esta mierda.
—Así que la putita con la que estabas, ¿era todo parte
del plan? —preguntó ella. Odiaba lo celosa que sonaba. No
es que le importara lo que Boss estaba haciendo o con quién.
—Sólo era un poco de diversión. Lo que tenemos ahora,
sin embargo, es lo importante —dijo Boss.
—Todo fue una mentira.
Joder, no se lo podía creer. Ella realmente creía que
Viko había sido más astuto que Boss. Debería haberlo
sabido.
—Siempre estoy un paso por delante de ti, Widow
Maker. No deberías subestimarme.
El hecho de que Boss hubiera estado trabajando en su
propio plan la enfureció aún más. Le habían tomado el pelo,
la habían mantenido al margen, y nadie le hacía eso.
—Bueno, veo que tienes todo en orden. No me necesitas.
—Se dirigió hacia la puerta sólo para que su hermano se
interpusiera en su camino—. Muévete.
—Estás molesta.
—No me conoces, hermano. No sabes de lo que soy
capaz. Muévete. —Ella soltó la última palabra, pero él negó
con la cabeza—. Te haré daño.
—Entonces hazme daño. Prometí protegerte.
—Y la has jodido —dijo ella.
Él se sacudió como si ella lo hubiera abofeteado. —Pero
ahora puedo protegerte.
—Pregúntale a tu jefe si necesito protección. No necesito
a ningún hombre.
—Tienes que hablarnos de las drogas, Graciella —dijo
Boss.
Un momento era Widow Maker, al siguiente Graciella.
—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —preguntó ella—
¿Crees que Viko no lo sabe?

49
—Yo diría que con el hecho de que tiene a dos mujeres
con él y se las está follando hasta el olvido, yo diría que no lo
sabe.
Ella negó con la cabeza. —Tienes que aceptar trabajar
con Viko.
—No trabajo con nadie como él.
Ella gruñó. —Vas a conseguir que te maten a ti y a
todos. ¿Te das cuenta de eso? ¿Tienes idea de lo peligroso
que es todo esto?
—Killian, Bain, Xavier, váyanse.
—No me voy —dijo Xavier.
—Necesito hablar con mi invitada a solas.
—¿Qué tal si me voy y luego te ocupas de cualquier
mierda que tengas en marcha? No me necesitas —dijo ella.
Boss la ignoró.
Los hombres se fueron, uno a uno, hasta que se quedó
a solas con Boss una vez más.
—Ya deberías saber que siempre tengo un plan para
conseguir lo que quiero. Soy meticuloso con los detalles. No
cometo errores.
—No tengo que escuchar ninguna de estas tonterías. —
Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Esas drogas están matando a gente inocente. No tenía
ni idea de que tú fueras la responsable. Tienes que decirme
lo que sabes.
Se dirigía a la puerta pero se giró para gritarle. —Sabes
todo lo que sé. No tengo ningún secreto que te esté ocultando.
—De verdad, ¿y qué hay del hecho de que tú fuiste la
responsable de meter las drogas en esto en primer lugar?
—Fue un maldito gran error. Ahora lo sé. ¿Crees que
quiero que muera gente inocente? No quiero. Quiero decir, no
pueden ser tan inocentes si están tomando drogas. —
Necesitaba ser fría, no pensar ni sentir—. No tengo que
justificar mis acciones ante ti.

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—Tienes razón, no tienes que hacerlo, pero esto va a ser
una tormenta de mierda. Los casos están aumentando,
Graciella. La gente está muriendo.
—Lo estoy manejando.
—¿Acudiendo a hombres como Viko?
—No es tan malo como parece —gritó ella—. ¿Por qué
estoy justificando mis acciones ante ti? No necesito explicar
nada de esto. Tomé una decisión hace años y ha venido a
morderme el culo. No te necesito a ti ni a tus hombres, yo me
encargo.
—¿Como manejaste tu objetivo anoche?
Ella dio un paso hacia él. —Ten cuidado. Esa fue la
única vez que me engañas, Boss. No me confundas con una
damisela. Te has pasado de la raya. No quiero tener nada que
ver contigo.
La agarró del brazo cuando se disponía a marcharse,
sujetándola con fuerza.
—Si vinieras a trabajar para mí, no necesitarías usar tu
cuerpo. Estarías a salvo.
Ella negó con la cabeza. —Te equivocas, Boss. Este es
el peor tipo de negocio en el que se puede estar. Lo sé, lo
sabes. Voy a terminar muerta como todos mis objetivos. Mis
días están contados y después de todo lo que he hecho, una
muerte rápida sería un acto de misericordia para mí.
—No te vas a morir.
—Mira mi historial. He matado a mucha gente. Las
drogas, ¿crees que es lo peor que he hecho? No lo es. Desde
el momento en que me llevaron, estuve perdida. No soy una
buena persona.
—Si no eres una buena persona, ¿por qué intentas
localizar la fuente de las drogas? Por eso irrumpiste en el
Departamento de Policía, ¿no es así? ¿Querías determinar si
las drogas habían vuelto? ¿Es por eso que sigues aquí? ¿O
hay otra razón? —preguntó.

51
Él estaba tan cerca.
Sus labios... sólo hacía falta que ella se inclinara y lo
besaría.
Ella siempre había odiado los besos. Normalmente eran
húmedos y desagradables, cediendo a la necesidad de un
hombre. El beso de Boss no había sido suave ni torpe. Sabía
lo que hacía y había tomado el control absoluto. Fue el primer
y único beso en su vida que realmente disfrutó.
Viko la había obligado una vez a besarlo. Ese había sido
uno de los pagos que había exigido. Un solo beso. Fue hace
muchos años, pero el que le dio no la hizo sentir nada. Boss
la hacía sentir y ella no podía permitirse eso.
—¿Qué pasa, Boss? ¿Crees que he venido a pegarme a
ti? ¿Qué puedes mantener toda mi atención? —Hizo un
mohín—. Estoy aquí para hacer un trabajo y cuando esté
hecho, me iré de aquí.
—Podría matarte —dijo Boss—. Si eso es lo que esperas.
Ella negó con la cabeza. —No quiero morir.
—No estás viviendo realmente.
—Mira a tu alrededor, puedo hacer lo que quiera.
—Te vas a casa sola todas las noches, comes comida
para llevar, ves películas. ¿Me estás diciendo que no estás
sola?
—Se necesita uno para conocer a uno, Boss. —Ella se
apartó de sus brazos—. Aléjate de mí.
—No te vas a ninguna parte —dijo él.
—Puedes seguir en tu escritorio, revisando los mismos
informes de mierda de siempre todo lo que quieras, pero las
verdaderas respuestas vienen del trabajo de campo. Eso es
lo que voy a hacer. —Abrió la puerta y se fue. No se fue
inmediatamente. La oficina de Boss estaba llena de armas y
ropa. Fue a uno de los armarios de suministros y encontró
unos pantalones de chándal y una camiseta de su talla.

52
Acababa de vestirse cuando entró El Diablo. Estaba en la
puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—No tienes que seguir corriendo —dijo.
—No tengo tiempo para la charla fraternal.
—Maldita sea, Graciella. Quiero que seamos una
familia.
Se sacó el pelo de la camiseta. —Siempre seremos una
familia. Sólo que no vamos a ser del tipo que comparte
postales y regalos de Navidad. Sólo somos un hermano y una
hermana de sangre.
—Sabes que no ha pasado un día en el que no haya
pensado en ti —dijo El Diablo.
Ella se encogió de hombros. —Y supongo que no te fue
tan mal. No voy a hacer esto contigo, Xavier. —Pronunció su
nombre, con la esperanza de herirlo lo suficiente como para
que se callara y la dejara marchar.
—No quiero que te vayas —dijo él—. Déjanos ayudarte.
—Me metí en este lío y encontraré la manera de salir de
él. Es lo que se me da bien. —Alguien tenía un laboratorio
principal. Tenía que localizarlo, destruirlo, matar al puto
científico y a todos los que estaban en la distribución, y luego
eliminar todo el producto. Pan comido, siempre y cuando se
mantuviera alejada de Boss, estaría bien.

53
Capítulo 5

Dejó caer la carpeta de archivos en la esquina de su


escritorio. —No la cagues —dijo Boss.
Bain gimió y tomó la carpeta.
—¿Cómo iba a saber que esa perra estaba siguiendo a
mi objetivo? —dijo Bain.
Boss se encogió. —No la llames perra.
Bain entrecerró los ojos pero mantuvo la boca cerrada.
Hojeó la carpeta. —Pan comido. —Siguió tirando del cuello
de la camisa y Boss se dio cuenta de que el sudor se le
acumulaba en la frente.
Boss enarcó una ceja. —¿Te sientes bien?
—¿Qué? —Bain era un hijo de puta frío. Había tenido
una infancia infernal, pero ahora estaba felizmente casado.
Se lo merecía. Boss se involucraba personalmente con la
gente que invitaba a trabajar para él. Killer of Kings era más
que un grupo de sicarios. Era mucho más que el Circle of
Monsters.
—Nada. Llámame cuando esté hecho.
Una vez que Bain se marchó, se sentó en la silla de su
despacho y golpeó un bolígrafo contra sus labios. Después de
todo lo que había pasado la semana pasada, lo único que
seguía rondando por su mente era el hecho de que Graciella
pensara que debía tener miedo de Viko. Estaba muy
endeudada con el maldito y creía que era una especie de dios.
Le molestaba que ella no hubiera acudido a él primero.
Él quería ser su héroe.
Poco sabía ella del alcance del poder de Boss. El Circle
of Monsters no fue un problema para él. Esta era su ciudad.
Killer of Kings gobernaba estas calles.
Su celular sonó.

54
—¿Qué pasa, Maurice?
—Ella está en movimiento.
Por supuesto que sí.
Le pidió a un par de sus hombres que vigilaran los
movimientos de Graciella. No sólo para obtener información
sobre la tormenta de mierda de drogas que había iniciado,
sino por su propio bien. Tal vez más. —¿Dónde?
—Está conduciendo. Se dirige a la playa.
—¿Las playas?
—La zona parece desierta. Sólo unas pocas estructuras
más adelante. Está reduciendo la velocidad. —Después de un
par de minutos, continuó: —Bien, te envío la dirección. Se ha
metido dentro.
—Buen trabajo. Me dirigiré allí ahora.
—¿Quieres que envíe a Killian o a Chains con un coche?
—No, esta vez no. Averigua dónde estará Tyson Black
esta noche. Le haré una visita. —Boss colgó.
¿Graciella iba a reunirse con Viko? ¿Estaba ocultando
algo? Fuera lo que fuera, lo averiguaría pronto. Con la Widow
Maker en la cabeza, no podía concentrarse en su contrato
todavía. Introdujo la dirección en su programa informático y
se acercó a la deteriorada cabaña. Su coche estaba
estacionado en la puerta. Para ser una chica de ciudad que
vivía en un condominio de lujo, dudaba que disfrutara de los
barrios bajos.
Estaba en medio de la nada. No había más coches a la
vista. Esperó a que su satélite escaneara la casa en busca de
señales de calor. Ella estaba sola. Le picaba la curiosidad, y
eso no solía ser bueno.
Se dirigió a su sala de armas y se equipó de armas de
fuego. Ya había tenido suficiente con hacerse pasar por la
víctima la semana pasada, y no pensaba repetirlo. Boss se
dirigió a las playas, bajando la ventanilla cuando los caminos
pavimentados se convirtieron en tierra. El aire olía diferente

55
aquí, salado y fresco. Las gaviotas graznaban y ya podía oír
las olas antes de verlas. Superó una duna baja y vio la vieja
cabaña de madera. Parecía solitaria y maltratada por el
tiempo. Las olas estaban agitadas, chocando contra la orilla,
creando una ráfaga de agua blanca.
Mientras avanzaba lentamente hacia ella, los sensores
se activaron en su tablero. Interesante. Había sido detectado
por la vigilancia. No era la primera vez que ella venía aquí.
¿Qué estaba tramando? Siguió conduciendo. La Widow
Maker ya sabía que estaba allí, así que hoy no habría una
visita sorpresa.
Tal vez ella había planeado esto y quería asesinarlo.
Supuso que había peores formas de hacerlo.
Estacionó el coche y se acercó a la puerta principal, los
viejos tablones del porche crujían a cada paso. Boss no llamó
a la puerta. Giró el picaporte y abrió la puerta de un empujón.
Al segundo de apoyarse la pistola en su sien izquierda, le
retorció el brazo y se la quitó.
—¿Qué demonios? —dijo ella, sujetando su muñeca.
—¿Así es como recibes a los invitados?
—¿Invitados? Por lo que a mí respecta, estás forzando
la entrada. ¿No sabes llamar a la puerta? —preguntó ella.
Entró, dejando la pistola sobre una cómoda baja. Boss
comprobó la pequeña cabaña de planta abierta. Estaba
mucho más presentable por dentro que por fuera. Había una
cama doble, una mesita de noche, una cómoda y una silla de
mimbre de gran tamaño con un gran cojín de flores. No
parecía el estilo de Widow Maker. —¿Qué es este lugar?
—No es de tu incumbencia.
Se encogió de hombros. Boss nunca esperaba una
respuesta directa de ella. Era la mujer más difícil con la que
había tratado. —¿Aquí es donde te follas a tus objetivos?

56
—Bastardo. —Ella se abalanzó sobre él y él le agarró las
dos muñecas. Le encantaba presionar sus botones. Había
algo profundamente satisfactorio en jugar con Graciella.
—Deberías aprender a controlar tu temperamento de
latina. Será tu perdición.
—Es curioso que seas el único que consigue hacerme
enfadar. —Ella luchó por liberar sus brazos, pero no iba a ir
a ninguna parte hasta que él lo decidiera—. ¿Qué quieres de
mí ahora?
—Quiero saber por qué condujiste hasta esta cabaña de
mierda. Estás ocultando algo.
Ella negó con la cabeza. —Lo que ves es lo que hay. No
estoy ocultando nada.
—Te reuniste con Viko hace unos días. No olvides que
lo estoy vigilando. Y a ti. ¿De qué hablaron?
Graciella resopló. —¿Por qué no se lo preguntas tú
mismo?
—Pensé en preguntártelo a ti. Después de todo, es tu
maestro. Como dijo, estarás en deuda con él el resto de tu
vida. ¿Eso es lo que te gusta? ¿Ser esclava de un hombre
como él?
Sus ojos se entrecerraron, pero esa fue toda la emoción
que pudo sacarle. Él sabía que había dado en un punto
sensible, pero ella se las arregló para mantener sus muros de
hierro.
—¿Te gusta que te pongan en exhibición para pedazos
de mierda como Viko? Dijo que no era la primera vez que te
hacía desnudar.
—¿Y qué? Te he dicho antes que es sólo un cuerpo.
—Y yo te he dicho que eres mejor que esto.
Su figura era jodidamente perfecta. Muslos gruesos,
caderas redondeadas y un culo de muerte. Llenaba todo lo
que llevaba de una manera increíble. Y sabía exactamente
cómo afectaba a los hombres. Graciella era el paquete

57
completo. Sólo que no lo era. Su belleza estaba a flor de piel,
el resto era un oscuro abismo de dolor que ella mantenía
enterrado. Boss estaba convencido de que era el único
hombre que podía manejar a una mujer como ella.
Pero no estaba buscando sentar cabeza. No ahora. Ni
nunca.
Sólo se oía el sonido lejano de las olas y su respiración
combinada. Estaban tan cerca. —Viniste aquí por una razón
—dijo ella finalmente.
—No me gustan los secretos. Los tuyos suelen ser
mortales.
—De nuevo, no planeé que esto sucediera —dijo ella—.
Y voy a limpiar todo. Estoy trabajando en eso.
—¿Dónde entra esta cabaña?
Ella exhaló. —Es mía, ¿ok? Un lugar al que me gusta
venir a veces. Me ayuda a pensar.
Incluso la desalmada Widow Maker necesitaba una
escapada. Boss nunca se concedía tales libertades.
Demasiado peligroso.
—¿Te gusta el mar? —preguntó. Graciella era fría,
calculadora y despiadada. Descubrir que tenía pasiones
ocultas valía la pena el viaje hasta la playa.
Ella no le respondió, pero él no esperaba otra cosa.
—¿Te importa si me siento?
—Siéntete como en casa —dijo ella, apartando las
manos una vez que él relajó su agarre. Se sentó en el borde
de la cama, los muelles chirriaron ligeramente por su peso.
—Nunca pensé en ti como una chica de flores —se
burló.
—Sabes tan poco de mí, Boss. Crees que lo sabes todo,
pero nunca puedes entrar aquí. —Usó dos dedos para golpear
su cabeza.
—Quiero entrar.

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Se dirigió hacia él, poniéndose justo delante de donde
estaba sentado. Tenía las piernas desnudas. Sólo llevaba un
corto vestido de verano blanco, que resaltaba su piel dorada.
—Consigues todo lo que quieres, ¿no? —preguntó.
—Casi.
Él pasó ambas manos por la parte trasera de sus
piernas. Ella no se inmutó.
Boss gruñó, su polla ya estaba rígida e incómoda.
—¿Has tenido muchas citas para cenar últimamente?
Estoy segura de que puedes tener a la mujer que quieras.
Eres el gran Boss de Killer of Kings, después de todo.
—No tengo citas. Y la única mujer que me interesa
ahora mismo ya está aquí.
—Soy la conquista de la semana. Supongo que debería
sentirme halagada.
—Deberías —dijo él.
—Supongo que estoy bien para una noche —dijo ella—.
Pero los hombres como tú no se conforman con mujeres como
yo. Quieren vírgenes. Jóvenes y dulces para equilibrar la
oscuridad. Sé cómo funciona —dijo ella.
—¿Qué pasa con las mujeres como tú? —preguntó él.
Había dolor en sus palabras. No estaba acostumbrado a
obtener una respuesta emocional de la belleza de pelo negro.
—Quedamos en el olvido. Perdidas. A nadie le importan
las rotas.
Sus manos subieron por los muslos de ella. Joder, sus
piernas eran suaves. Sintió el borde de sus bragas.
—No soy la mayoría de los hombres. Y, cariño, una
virgen nunca sería capaz de manejarme.

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59
Graciella había venido aquí específicamente porque
sabía que Boss la seguiría. Odiaba el hecho de que la hubiera
superado la semana pasada con Viko. No podía quitárselo de
la cabeza.
No había forma de que admitiera que estaba en una
situación que la superaba. No había mucho que Viko pudiera
o quisiera hacer para ayudarla. Saber que Boss había
invertido en acabar con el problema de las drogas era como
tener una póliza de seguro, y eso la reconfortaba un poco.
Apoyó las manos en sus hombros. Seducir a los
hombres era su especialidad, pero tocar a Boss no era un día
normal de trabajo. Era un hombre duro y musculoso, una
bestia. Sólo él sacaba a relucir sus vulnerabilidades y ella lo
odiaba.
—¿Cuál es tu verdadero nombre? —le preguntó.
Él sonrió.
—Tú sabes el mío.
—No tengo nombre —dijo él.
Su tono hizo que ella quisiera retirar la pregunta. No
siguió indagando.
—¿Cómo te hiciste esta cicatriz? —Él trazó una vieja
cicatriz en la parte delantera de su muslo. Sus grandes
manos sobre las piernas de ella hicieron que los escalofríos
se extendieran hasta su coño, pero de ninguna manera le
permitiría saber cuánto la afectaba su contacto.
—Estaremos aquí toda la noche si preguntas por mis
cicatrices. Tengo demasiadas para contarlas. Y la mayoría de
ellas tienen historias que no me interesa recordar.
—No eres la única.
Boss le soltó las piernas y se quitó la chaqueta. Iba
cargado de armas. Se sorprendió cuando se quitó las fundas
y las dejó en la mesa de noche. No era propio de él estar
desarmado. Cuando se quitó la camiseta y la tiró sobre la
cama, se quedó sin aliento.

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—Intenta contarlas. —Le guiñó un ojo.
Su cuerpo estaba cubierto de tinta, duro como una roca
y marcado. Y tenía razón. Había cicatrices por todo su
cuerpo. Mucho peores que las de ella. Dios, quería tocarlo,
pero Graciella nunca se había permitido involucrarse
emocionalmente con un hombre. Boss era el único capaz de
cambiar eso. ¿Qué le estaba pasando?
Ella sabía de primera mano el tipo de hombre que era.
Boss se acostaba con diferentes mujeres cada semana, y ella
lo sabía de sobra. Graciella había intentado observar sus
movimientos durante meses. No era fácil. El hombre era
como un fantasma. Cada vez que lo veía ligar con diferentes
mujeres, la destrozaba, y se imaginaba a sí misma en su
lugar.
Sólo que ella nunca sería su juguete desechable. Eso
era lo único que le interesaba a un asesino como Boss.
Tragó con fuerza y se puso de rodillas frente a él. Ese
era el papel que desempeñaba: la seductora, la Widow Maker.
Así se aseguraba de no ser nunca una víctima. Le pasó las
manos por el pecho, los hombros y los brazos. Sus cicatrices
no la desanimaban. Formaban parte de él, de un pasado
retorcido. Demostraban que había sobrevivido, igual que ella.
Él sostuvo su cara y se inclinó para besarla. Ella intentó
apartarse, pero lo hizo rápidamente. Le devolvió el beso,
saboreando la plenitud de sus labios y el dominio de su boca.
Incluso sabía bien, una mezcla de menta y masculinidad
cruda. Boss le levantó el vestido de verano por encima de la
cabeza, dejándola en un par de bragas de encaje.
¿Podría mantener su corazón fuera de esto? ¿Debería
echarse atrás antes de que fuera demasiado tarde?
Una parte de ella quería seducir, otra parte, una nueva
parte sin explotar, quería ser devorada. Nunca se había
entregado a un hombre, nunca se había permitido ser
seducida o disfrutar del sexo. Todo era un negocio, y si las

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cosas se volvían personales, sabía que eso la destruiría. Su
pasado nunca le permitiría tener una relación normal. Los
horribles recuerdos sin duda aparecerían y arruinarían las
cosas, o peor, la harían débil e indefensa.
—Ven aquí, cariño.
Se sentó a horcajadas en su regazo, lenta y
deliberadamente, sintiendo su erección a través de sus
vaqueros oscuros mientras se frotaba contra su coño.
Graciella tuvo que reprimir un jadeo. Se sentía tan bien. Se
retorció, queriendo afectarlo de la misma manera.
—¿Está Killian esperando fuera?
Él negó con la cabeza. —Estamos solos tú y yo.
Boss le besó la mandíbula, con su barba incipiente
rozando su piel. Sus manos le acariciaron el culo,
acercándola. Era tan fuerte y tenía el control. Ella rodeó su
cuello con los brazos y cerró los ojos, permitiéndose disfrutar
de su atención. Tener al gran Boss en su cama era todo un
logro. Nunca había tenido un hombre tan poderoso
interesado en ella. Ni siquiera Viko se había preocupado por
tocarla.
Debía aprovechar esta oportunidad para envolverlo en
su dedo. Graciella ansiaba el control, tener la sartén por el
mango. ¿Pero era eso posible con Boss?
—¿Qué vas a hacer conmigo?
Él sonrió. —Hacer que me ames.
Ella le pasó la mano por el espeso cabello, examinando
su rostro, las arrugas en las esquinas de los ojos y la
intensidad con que la miraba. —Estás perdiendo el tiempo.
Eso no es posible.
Se levantó ligeramente, girando el cuerpo de ella sobre
la cama para dominarla. Boss la miró fijamente, con hambre
en los ojos. Si no conociera tan bien a los hombres, juraría
que estaba a punto de matarla. Sus ojos oscuros eran

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siempre fríos y planos, como los de un hombre sin
conciencia. Era tan difícil de leer.
—Siempre me han gustado los retos. —La besó en el
cuello, bajando entre sus pechos y luego sobre su estómago.
Su cuerpo se estremeció. Cuando él llegó lo suficientemente
abajo, ella se preparó, conteniendo la respiración. Pero él
utilizó una rodilla para levantarse y se colocó en el borde de
la cama.
Ella soltó el aliento, con el pulso acelerado.
—La oferta sigue en pie si quieres trabajar con nosotros.
—Se puso la camiseta y empezó a colocarse la funda mientras
ella estaba semidesnuda en la cama, con su gatito todavía
palpitando.
¿Era siquiera humano? Sabía muy bien que se había
excitado con ella.
Graciella se apoyó en los codos. —¿Qué demonios estás
haciendo?
Él sonrió, una sonrisa diabólica apenas perceptible.
Ella se inclinó y recogió su vestido del suelo,
poniéndoselo rápidamente para cubrirse. Odiaba
absolutamente lo pequeña que la hacía sentir. —¿No podías
hacerlo? Déjame adivinar, la idea de que otros hombres me
hayan follado era demasiado desagradable.
Él se quedó allí, callado, inmóvil, mirándola fijamente.
—Sólo soy una puta sucia, ¿verdad?
Esta vez, inhaló y entrecerró los ojos. La intensidad de
su mirada haría que la mayoría de los hombres se mearan
encima.
—En primer lugar, no me follo a mujeres que no están
dispuestas. Tu cuerpo dice que estás lista, pero no lo estás.
En segundo lugar, una vez que reclame ese cuerpo, y lo haré,
ningún otro hombre tendrá el placer de nuevo. Una vez que
seas mía, tendré que considerar matar a todos los que te
hayan tocado.

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—Eso será un trabajo de tiempo completo.
Su rechazo picaba. Sentía una rana en la garganta.
¿Qué le estaba haciendo? ¿Por qué no podía follarla como
todos los que ella seducía? Eso le habría dado poder y le
habría permitido jugar con él para obtener información
privilegiada. Ella era buena en su trabajo y nunca se lo pensó
dos veces antes de utilizar cualquier situación en su
beneficio.
Esto era diferente.
Por mucho que ella intentara presionarlo, él nunca
mordía el anzuelo. Intentaba jugar con ella, hacerla sentir
especial cuando no lo era. Boss no tomaba en serio a las
mujeres, así que si pensaba que ella era diferente, era una
tonta.
—Deberías dejar de pensar tan bajo de ti misma. No
juzgo a la gente por su pasado. Date un respiro, Graciella. —
Se dirigió a la puerta. Ella quería rogarle que se quedara,
para continuar lo que habían empezado, pero él tenía razón.
En todo.
Ahora estaba aferrándose a un clavo ardiendo. —¿Qué
le parecería a Xavier que hayas venido a mi cabaña?
Se burló. —El Diablo trabaja para mí. No al revés.
Luego se fue.
Ella se tocó los labios, su beso aún persistía.
Una vez que él se alejó, con su coche completamente
fuera de su radar, su teléfono móvil sonó.
—¿Has tenido una buena visita?
Viko había sido su salvador, ahora no tanto. Ella sabía
exactamente a qué atenerse cuando se trataba de él.
Mientras fuera útil o estuviera en deuda con él, la toleraba.
—¿Por qué me vigilas?
—He pensado en una manera de que pagues tu deuda
conmigo.

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Ella se sentó más recta, ajustando el teléfono. —
¿Cuánto?
—Todo.
Graciella tragó con fuerza. Una de las cosas más
difíciles con las que había tenido que lidiar en su vida adulta
era estar endeudada. Odiaba estar a merced de cualquiera,
especialmente de un hombre como Viko Fedorov.
—Te escucho.
—Mátalo.
—¿A quién?
Él se rió, el sonido subiendo por su columna vertebral.
—¿A quién más? El asesino de reyes.

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Capítulo 6

Un par de horas después, Boss se sentó en la silla de


Viko. El hombre tenía la desagradable costumbre de fumar.
Después de cortar los caros y pretenciosos cigarrillos, se
sentó, con las botas sucias sobre el escritorio, y esperó. Al
poco tiempo, su polla había bajado por fin, pero tenía la
sensación de que eso se debía más a su insistencia en pensar
en mierdas malas que a controlar realmente su propia
excitación. Cuando se trataba de Graciella, no pensaba con
claridad. Ella lo hacía desear tantas cosas.
No tenía ninguna duda de que, si hubiera querido,
podría haberla follado duro y rápido, incluso hacer que
estuviera cerca de correrse, pero ella esperaba eso. Se había
tensado. Su cuerpo le pedía a gritos que se detuviera, incluso
mientras sus labios permanecían cerrados. Él lo odiaba. La
única forma en que se llevaría a Graciella a la cama era
cuando ella estuviera dispuesta.
Graciella aún no se daba cuenta, pero estaban
conectados. Él no sabía los porqués de eso. Ninguna mujer
había mantenido su atención lo suficiente como para que le
importara. Había algo diferente en ella y tampoco era su
capacidad de lucha, aunque eso era un gran atractivo. Podía
arreglárselas sola, pero él detectó una vulnerabilidad. Nadie
se había ocupado de ella, ni le había mostrado amor, no sin
un precio.
Lo primero que tenía que hacer era ganarse su
confianza. Permitirle ver a su verdadero yo.
Entre las drogas, Graciella, los contratos que llegaban,
Viko y muchas otras cosas que estaba seguro de que lo
esperaban en su escritorio, ciertamente no se aburría.

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Viko entró en su despacho, encendiendo la luz. Sus
guardias se tensaron en cuanto lo vieron. Boss no se movió.
—El allanamiento de morada es ilegal —dijo Viko, sin
parecer impresionado.
—Sí, y me parece un poco grosero poner un contrato de
muerte sobre mi cabeza. —Para aumentar su insulto, Boss
sacó su pistola y disparó dos balas, acabando con los dos
guardias de Viko. Ni siquiera recibieron una advertencia.
Además, llevaba puesto un supresor para no hacer ruido.
Viko se quejó. —Soy un oportunista. ¿Crees que no veo
tu fascinación por ella?
Boss se puso en pie. —¿Estás en mi ciudad y crees que
puedes seguir insultándome? —Rodeó el escritorio, con la
pistola al lado, esperando—. Podría meterte una bala en la
cabeza y nadie te lloraría.
Viko sonrió. —Sí, pero hay una razón por la que tú y yo
seguimos en pie. Mientras que tú mantienes a raya a tus
asesinos, ambos sabemos que yo mantengo a raya a los
monstruos.
Boss se rió. —Parece que piensas que mis hombres son
qué, ¿dóciles? ¿Son bebés? Hacen lo que se les dice.
—Todo lo que ustedes hacen se basa en un contrato.
Son todos buenos chicos. Tienes una pequeña y bonita
oficina. Tecnología de punta. Todo con ustedes es limpio y
rápido. Ni siquiera saben lo que acecha en la oscuridad.
Se burló. —Viko, eres un tonto. Por eso siempre tienes
hombres inferiores. No controlas a nadie. El dinero es lo que
hace girar tu mundo. Te quiero fuera de mi ciudad, esta
noche. Si te quedas, la próxima vez que te vea, te meteré una
bala en el cerebro.
—Graciella te matará —dijo Viko.
Boss sonrió y miró hacia su enemigo. —No, no lo hará.
Tú y yo sabemos que eso es una amenaza vacía. Te conozco,
Viko. Al conocerte, me fijo en los pequeños detalles que no

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muchos verían. Te gusta Graciella. Asegurándote de que su
deuda contigo nunca sea pagada, puedes vigilarla.
—Te estás volviendo blando en tu vejez.
—No, no lo estoy. Hago mis investigaciones. Nunca
tienes una deuda pendiente. O pagan, o están muertos. Has
dejado un rastro de cadáveres a tu paso, todos ellos en deuda
contigo, pero Graciella camina misteriosamente ilesa por la
vida. No creo que estés enamorado de ella, pero la admiras.
Es como una hija que nunca tuviste. Es fuerte y te interesa
su futuro, pero también sabes que hay límites a lo que ella
puede hacer. Ahora mismo, está centrada en limpiar su
desastre, no en matarme.
—Crees que lo sabes todo —dijo Viko—. No sabes nada.
—Sé lo suficiente. No sabía de su existencia. Tú lo
sabías. La salvaste cuando yo no pude. Eso es lo que te
mantiene vivo. —Boss se fue.
Killian lo esperó afuera. Después de subir al coche,
Killian arrancó el coche.
—Pensé que te había dicho que no esperaras.
—Lo hiciste, pero no me importa desobedecer las
órdenes. Puede que todos te odiemos la mayor parte del
tiempo en Killer of Kings, pero en el fondo sigues siendo un
buen tipo.
Boss lo miró de reojo. Killian era un buen hombre, pero
no se creía las tonterías que salían de su boca. —¿Me has
colocado un dispositivo?
—No. Tienes grandes problemas de confianza, Boss. Me
imaginé que necesitarías refuerzos. Viko no es un hombre
con el que meterse.
—¿Y crees que yo lo soy?
—Es el primer tipo al que te has puesto a merced. Puede
que todo haya sido una actuación, pero no soy estúpido.
Conozco los verdaderos riesgos en juego, y tú también. Si
Viko te quisiera muerto, estarías muerto.

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—¿Esto es un voto de confianza?
—Tú y Viko están en igualdad de condiciones. Esto es
sólo un concurso de medición de polla entre los dos. ¿Por qué
lo quieres fuera del país y si es así, qué tiene que ver la
hermana de Xavier con esto?
—No tengo que darte mis razones.
—Mira, odio tener que decírtelo, pero viendo que las
drogas y la hermana trajeron a Viko a la ciudad, por no
mencionar la creciente lista de muertos, tengo que saberlo.
¿Eras consciente de que Scarlett también estaba tras esta
pista?
Scarlett era la mujer de Bain, periodista, y una buena
fuente para conseguir información. No había tenido la
oportunidad de utilizarla para nada de esto.
—¿Qué quieres decir? —Boss miró hacia Killian. Le
gustaba ser el primero en enterarse de todo, así que esta
noticia no le gustaba.
—Se enteró de la historia hace una semana. Bain me
contó algo sobre unos drogadictos que se volvían locos en la
sala de urgencias, suplicando ayuda, sujetándose la cabeza
y golpeándosela. Lo ha estado investigando todo.
—¿Por qué no se me informó de esto? —preguntó Boss—
Quiero que vayas a la casa de Bain y Scarlett, ahora. Necesito
hablar con ella.
Todo se estaba yendo a la mierda. Estaban sucediendo
muchas cosas, una tras otra, y a él le costaba seguir el ritmo.
Graciella lo distraía y no iba a fingir lo contrario.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Killian.
—Quiero saber qué sabe ella.
—¿Crees que existe la posibilidad de que ella sepa más
que tú?
—Si mi memoria no me falla, Scarlett tiene sus medios
para conseguir lo que quiere. Consiguió meterse en la piel de

69
Bain y eso dice mucho. ¿Por qué no se me informó de esto
antes? —preguntó.
—Creo que Bain te envió un correo electrónico, o puede
haberte dejado un memorándum.
—No te hagas el puto listo conmigo.
Killian había nacido en un prostíbulo irlandés y su vida
nunca había sido fácil. Ahora estaba felizmente casado y con
hijos. Una familia le sentaba bien.
—¿Qué pasa, Boss? —preguntó Killian—. Esto no es
propio de ti y no me gusta.
Boss abrió la boca pero se calló cuando sonó su móvil.
Vio que llamaba Maurice. Contestó. —No puedo hablar
ahora, Maurice.
—Bain está en el hospital —dijo Maurice.
—¿Qué diablos quieres decir? —Esto no era bueno. Esta
no era la clase de noticias que él quería escuchar.
—Scarlett llamó a la oficina. Te necesita. Algo está
pasando. Dijo que cometió un error y ahora está aterrorizada.
—Estaremos allí. Dame la dirección. —En una gran
ciudad, había varios hospitales importantes.
—¿Qué está pasando? —Killian preguntó en el momento
en que colgó.
—Bain está en el hospital y Scarlett necesita ayuda. —
Se palmeó la rodilla, atando cabos rápidamente—. Bain tomó
las drogas.
—¿Qué? Eso no es posible, joder. ¿Cómo podría haber
tomado las drogas? El tipo ni siquiera se toma un analgésico.
No, hombre, lo has entendido mal.
—Algo lo molestaba esta mañana. Estaba... diferente
hoy en la oficina. Enfermo. ¡Joder! —Golpeó su puño contra
la parte delantera del coche. Había adquirido ese hábito y con
lo fuerte que era, hubo unas cuantas veces que desplegó el
airbag. Hizo que los quitaran todos del lado del pasajero de
los coches. Odiaba que lo golpearan en la cara.

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Le dio a Killian la dirección del hospital.
Ignorando todas las preguntas, ya que no tenía
respuestas, llegó al hospital y encontró a Scarlett en la sala
de espera. Su rostro estaba pálido y era evidente que había
estado llorando.
—Dime qué mierda sabes —dijo Boss.
—Vienen en forma de caramelos de menta —dijo ella—.
Me lo dio un contacto. Estaba completamente sellado. —Le
entregó la bolsa—. Creo que Bain tomó una, pensando que
eran mías. —Tenía lágrimas en los ojos—. ¿Qué he hecho?
Las dejé sueltas. Soy una maldita idiota. Creo que acabo de
matar a mi marido.
Matar a Scarlett no sería bueno. Aunque era tentador.
De todos sus hombres, a Bain le había tocado la peor
baraja en cuanto a infancia. Se preocupaba por el hombre,
luchó mucho para que trabajara en Killer of Kings. Él había
cambiado su vida... ¿para qué? ¿Para morir en la cama de un
hospital por drogas contaminadas?
Quería gritarle a Scarlett, decirle lo estúpida que era.
Todo lo que había descubierto sobre esas drogas, nada era
bueno.
Miró a la mujer de Bain. —¿Conoces la línea de tiempo?
—preguntó.
—No. Lo que la gente no sabe es cuánto tiempo después
de ingerirla hace efecto. —Ella moqueó.
—¿Bain no sabía que estabas trabajando en esto?
—No. Ha estado tan ocupado con su última misión que
he trabajado por mi cuenta. Esto era nuevo y cada vez que
estábamos juntos, no quería hablar de trabajo.
—No deberías haberlas dejado al descubierto. Eres una
maldita idiota. —Y eso era todo lo que iba a decir sobre el
asunto. Si Bain moría, iba a tener que tomar una decisión,
matar a Scarlett, o hacerla vivir con la culpa de haberla
jodido.

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****
Graciella no iba a matar a Boss.
La oferta de Viko, aunque tentadora, no iba a funcionar.
Él lo sabía y ella también. Boss era un buen hombre. Un
imbécil terrible y arrogante, pero casi siempre hacía un buen
trabajo. Rara vez tomaba casos que significaran que el
hombre malo ganara.
Él mataba a los hombres malos.
Los hombres como los que la habían capturado cuando
era una niña, que la hacían sufrir sólo por ser mujer. Odiaba
a los hombres de todo tipo, pero Boss le daba esperanzas. En
su trabajo, había visto el lado oscuro de la mayoría.
Matarlo no le haría bien al mundo. Eso permitiría que
los malos prosperaran. En la clandestinidad, tenía que haber
un control y un equilibrio. No se podía permitir que los
tiburones superaran en número a los peces.
Por eso, al entrar en el hospital, llevaba unos vaqueros
y una camisa de flores. Llevaba el pelo recogido y no llevaba
maquillaje. Esta no era la fachada que presentaba al mundo.
Se había enterado de lo que le había pasado a Bain. Uno de
los hombres de Boss estaba en el hospital y él la necesitaba
ahora mismo.
Xavier ni siquiera se fijó en ella cuando se acercó a él.
—Hola —dijo ella, mirando a su hermano.
Él frunció el ceño y luego sus ojos se abrieron de par en
par. —¿Graciella?
Ella asintió.
Él la atrajo entre sus brazos.
Al principio, ella se tensó, lista para darle un puñetazo,
para mantener cierta distancia, pero en lugar de eso, lo rodeó
con sus brazos. Era extraño, durante mucho tiempo se había

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olvidado de lo que era tener el amor de su hermano, su
protección, pero le llegó rápido. Mantuvo los ojos cerrados y
disfrutó del momento. No sabía cuándo tendría otro, o si sería
posible.
—Te tengo —dijo él.
—Yo debería abrazarte.
—No he podido abrazarte lo suficiente —dijo él.
La realidad. Los habían separado el uno del otro
demasiado pronto.
Ella se apartó. —¿Dónde está él?
—En la habitación de Bain. Como siempre, Boss se hizo
cargo. Ahora está en una habitación privada y sólo los
mejores médicos pueden verlo.
—¿Puedo ir con él?
—¿Conoces a Bain?
—No. Me refiero a Boss. Querrá verme.
Xavier asintió. —Un par de chicos están allí. También la
mujer de Bain.
Ella no dijo ni hizo nada, simplemente lo siguió. Los
hospitales eran el peor de los lugares. La habían llevado a los
hospitales después de que un cliente le diera una paliza,
antes de que supiera cuidar de sí misma. Se había pagado a
la gente para que no hiciera demasiadas preguntas. Ella no
había tenido a nadie.
Al entrar en la habitación de Bain, vio a algunos de los
hombres de Killer of Kings, y vaya, todos parecían enfadados.
Con ellos en la habitación, se sintió pequeña. No era una
mujer alta, y en ese momento, no podía creer que realmente
rivalizara con ellos con sus asesinatos y su habilidad para
dar golpes.
Boss la miró. —¿Vas a matarme?
—No.

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—¿De verdad? ¿No vas a aceptar el trabajo? Promete
una gran paga. Tengo entendido que tienes un montón de
deudas.
—Tú y yo sabemos que Viko lo hizo a propósito. No
quiere que pague mi deuda.
—¿Deuda, qué deuda? —preguntó Xavier.
—No es nada. —Ella mantuvo su mirada en Boss. No le
sorprendió que él ya supiera lo que Viko le había pedido. No
había forma de que ella lo subestimara de nuevo—. ¿Qué
sabes?
—En primer lugar, vas a tener que decirnos lo que sabes
sobre esto. —dijo Boss, poniéndose en pie—. No estoy
jugando, ya no. Es mi hombre el que está aquí.
Ella se dirigió hacia la puerta y la cerró. —No sé mucho,
pero lo que tienes que entender es que esta droga ha
cambiado. Lo que originalmente había planeado para ella, ha
cambiado.
—Entonces dime lo poco que sabes, joder, porque ahora
mismo, estamos en un momento de contrarreloj. No va a
morir, ¿me entiendes?
No había que confundir el filo de su voz. Boss estaba
aguantando por un hilo y si no tenía cuidado, se iba a
desquitar con ella.
—¿Cómo la consiguió? —preguntó ella.
La única otra mujer de la sala se levantó y le tendió una
bolsa de plástico. Al tomarla, Graciella frunció el ceño. —
Nunca lo había visto así. Están enmascarando el producto
original. —Hizo girar la bolsa transparente de caramelos de
menta en su mano. No eran de una marca reconocible, ni se
parecían a ningún caramelo de menta que hubiera visto.
—¿Cómo llegó a ti? —preguntó Boss.
—Como drogas crudas. No estaban disfrazadas así
cuando empezamos, pero podemos usar esto para hacer un
seguimiento.

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—Un momento —dijo Xavier—. ¿Tú creaste este
producto?
Graciella se tensó cuando cada uno de los Killer of Kings
se giró hacia ella. Miró sus rostros. No había duda de la
acusación tácita, y todos la querían muerta.
—Hice esto para vengar mi infancia. —Miró a cada uno
de ellos—. Tienen que entender, los hombres que planeaba
matar usando esto, se suponía que era sólo para ellos. Tenía
el control total hasta que me lo arrebataron. Era una niña
cuando estos hombres me pasaban entre ellos, me violaban,
me golpeaban. Yo era el entretenimiento cuando se
emborrachaban. Quería asegurarme de que sufrieran. Me
habían entrenado bien, pero no podía eliminarlos a todos, así
que usé las drogas. Utilicé su mayor activo contra ellos. No
me avergüenzo de lo que hice. De lo que me avergüenzo es de
creer que podría borrar la existencia de esta cosa de la faz de
la tierra. Ese fue mi único error.
A Xavier se le llenaron los ojos de lágrimas. Scarlett
sollozaba. Los hombres no parecían dispuestos a matarla. Ya
no.
—No me compadezcan —dijo—. Lo que va a sufrir tu
amigo no es bonito, y no tenemos mucho tiempo. Esto tarda
veinticuatro horas, setenta y dos a lo sumo, pero no conozco
los compuestos completos, y la última vez que lo comprobé,
no eran reversibles. En todos los casos que he leído, los
hombres y mujeres no pudieron salvarse.
—Tengo al médico haciendo un análisis toxicológico
completo —dijo Boss.
—Necesitamos al científico. Sólo él puede saber cómo
tratarlo.
—Sin embargo, no hay garantía de eso, ¿verdad? —
preguntó Scarlett, con la voz temblorosa—. Esto fue diseñado
para matar. Tú misma lo dijiste. ¿Para qué crear un antídoto?

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Graciella miró a Boss. —Porque si se trata del mismo
científico que utilicé, una vez me dijo que nadie crearía algo
donde existiera el riesgo de que volviera y lo mordiera. Para
cada dosis, habría un antídoto. De hecho, discutimos porque
tardó más de lo que yo quería. No me daría los medicamentos
hasta estar seguro de tener un antídoto. No tengo ninguno.
No tenía intención de consumirla, así que no me molesté en
conseguirlo. Si lo hubiera hecho, te lo habría dado.
—¿Cómo podemos confiar en ti? —preguntó Killian—.
Todo lo que has hecho es causarnos problemas. Estamos
limpiando tu desastre.
—¿Crees que no estoy tratando de limpiar esto? ¿Por
qué crees que me he movido tanto como lo he hecho? ¿Por
qué aparezco cuando los casos de los drogadictos
enloquecidos son abundantes? Lo estoy siguiendo. Estoy
tratando de rastrearlo, y esto es todo lo que tengo. —Levantó
los caramelos de menta—. Esta es la mayor pista.
Le temblaban las manos.
—Tenemos que hablar —dijo Boss. Le puso una mano
en la espalda y empezó a acompañarla fuera de la habitación,
pero Xavier se puso delante de la puerta.
El dolor en los ojos de su hermano era evidente. Esto
era una tortura para ella. Él era la única familia que le
quedaba. Era una de las muchas razones por las que
intentaba ignorarlo. Viéndolo ahora, era difícil mantenerse
fría y distante.
—Espero que algún día puedas perdonarme —dijo él.
—Xavier —dijo ella.
—Ahora no es el momento —interrumpió Boss y la
empujó hacia delante.
—No hay nada que perdonar —dijo ella.
Abriendo la puerta, dejó que Boss la guiara hasta donde
él quería.

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Boss se detuvo ante un despacho. Entraron y ella miró
a su alrededor. No había cámaras y había varias máquinas
en las que los médicos realizaban radiografías.
Con las manos en las caderas, lo miró. —No quería que
esto sucediera. Espero que lo creas. No soy un monstruo.
—¿Por qué no me matas? —preguntó él.
—En serio, ¿quieres saber eso?
—No necesito saberlo hoy, pero es una pregunta que
tendrás que responder. Por ahora, dime todo lo que sabes
sobre Viko.
—¿Crees que distribuye la droga? —preguntó ella.
—Conozco a Viko y es el tipo de persona que disfrazaría
las drogas como otra cosa. Ayuda a que entren en el país por
vía marítima y no requiere tratos clandestinos.
—Viko no hizo esto.
—Suenas segura. ¿Cómo lo sabes?
Ella respiró profundamente. —Porque ... la deuda con
él, es más profunda que su protección hacia mí.
—¿Qué quieres decir?
Ella no quería revelar el asunto del otro hombre. Respiró
profundamente. La única manera de combatir finalmente
estas drogas era trabajar juntos. —Viko también está
rastreando las drogas. Lleva un par de años haciéndolo. Lo
que no sabes es que una vez tuvo una hija. No voy a entrar
en detalles, pero ella tenía un novio y... bueno, él la metió en
las drogas. Estas cosas la alcanzaron, y ella murió. Viko, a
pesar de todos sus defectos, está de tu lado. Quiere encontrar
al científico y a la gente que está detrás de esto.

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Capítulo 7

Boss no tenía tiempo que perder. No con la vida de Bain


en juego. La posibilidad de perderlo era indigerible, pero su
hombre era fuerte, y si alguien podía sobrevivir a esto, sería
Bain.
Se tumbó boca abajo en el tejado del edificio de siete
pisos. El negocio nunca se detenía en Killer of Kings. Quería
tomarse su tiempo con este contrato, saborearlo. Pero en este
momento, sólo necesitaba hacerlo. El calor lo estaba
afectando, pero no se inmutó. Era una estatua, con los ojos
clavados en el portal del edificio de enfrente. Maurice había
seguido sus movimientos, y el Sr. Black siempre se ejercitaba
en este gimnasio, a la misma hora, el mismo día. Nunca es
inteligente que un hombre que trabaja en el lado oscuro de
la ley tenga un horario predecible.
Tan pronto como tuvo a Tyson Black en la mira, apretó
el gatillo. Sólo hizo falta un disparo. Boss nunca fallaba.
Inmediatamente, se puso en posición sentada y recogió
su rifle de francotirador. Limpio y rápido. Sólo quedaba uno
más del que ocuparse: Edward Seer. Había querido hacerlo
él mismo, pero encontrar al científico era ahora su máxima
prioridad.
Sacó su móvil mientras bajaba la escalera hacia la calle
de abajo. —Chains, tengo una búsqueda y una eliminación
de la que necesito que te encargues. La familia de un cliente
ha sido amenazada.
—Envíame la información. Lo haré.
—Espera mi mensaje protegido. Comprueba los cabos
sueltos. Asegúrate de que nadie hace daño a la mujer o a la
niña.
—De acuerdo.

78
Boss volvió a meter su teléfono en el bolsillo. A Chains
no le gustaba que los hombres hicieran daño a las mujeres,
así que él era el hombre adecuado para el trabajo. Confiaba
en que todos sus sicarios se encargaran eficazmente de sus
contratos, por lo que rara vez aceptaba él mismo algún
trabajo. Tal vez se limitaría a supervisar.
Guardó con cuidado la funda del rifle en el maletero y
se puso detrás del asiento del conductor de su coche. Llamó
a Adam mientras arrancaba el motor. —¿Noticias?
—Estoy trabajando en algo ahora mismo, Boss. Es
grande. He estado coordinando con Maurice y hemos
rastreado estas mentas hasta una fábrica fuera del estado.
Los envíos llegaron por agua en contenedores. El rastro lleva
a una isla en el Caribe. Encontrarás a tu científico allí.
—Tomando el sol, disfrutando con el sufrimiento que ha
causado. Boss agarró el volante con la mano derecha,
apretando tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos.
—Dile a Maurice que quiero billetes de avión para mí,
Graciella, Killian y Xavier. Esta noche. Consígueme toda la
información que puedas: nombres, direcciones, todo.
—Sí, Boss. Me encargaré de eso.
En su mundo, el dinero y el poder hablaban. Ahora que
tenía una pista importante, ese científico estaba como
muerto. Una vez que tuviera el antídoto en sus manos, se lo
daría a Adam para que lo sintetizara. El ciclo de muerte de la
venganza de Graciella terminaría.
Él podría ser su héroe.
Mientras conducía a casa, envió un mensaje a sus
hombres para que pudieran despedirse de sus familias.
Luego llamó a Widow Maker.
—¿Qué quieres ahora? —respondió ella.
Él se rió. —He encontrado a tu científico. Pensé que
querrías saberlo.
Hubo silencio al otro lado de la línea.

79
—A menos que prefieras que me guarde la información
para mí —dijo él.
—No, quiero estar al tanto. ¿Estás seguro de esto? ¿No
es una corazonada?
—No me jugaría la vida de Bain. Rastreamos las mentas
de la droga que tenía Scarlett hasta el país de origen. Ahora
es sólo un juego del gato y el ratón —dijo.
—Dame lo que tienes. Puedo encargarme de todo.
Sonrió para sí mismo. A Boss le encantaban sus agallas
y su rebeldía. Nunca se doblegaba ante nadie y eso le gustaba
de ella. —De eso estoy seguro. Te llamaré cuando tenga más
detalles.
Ella gruñó y colgó el teléfono.
Él se rió a carcajadas. Ella lo volvía loco y era muy sexy.
También era su mayor debilidad. Siempre estaba al tanto de
las mujeres de sus asesinos. Desde que estaba pendiente de
Graciella, había estado descuidado en todas las áreas. Si no
fuera por su obsesión, habría descubierto la actividad de
Scarlett mucho antes de que Bain fuera envenenado.
El haber podido hacerlo, no le serviría de nada ahora.
Era el momento de arreglar las cosas para todos. Una vez que
la cuestión de las drogas terminara, ¿qué pasaría con la
deuda de Graciella con Viko? Ella no tendría ninguna razón
para asociarse con él una vez que su problema hubiera
desaparecido. Sólo quedaría la deuda.
Boss pagaría por su libertad si era necesario.
Entró en su estacionamiento subterráneo, las puertas
se cerraron automáticamente detrás de su coche. Colocó su
chaqueta en el gancho y se dirigió al piso superior. No tenía
mucho tiempo para prepararse para un viaje al extranjero.
Boss se pasó las manos por la cara y se miró en el espejo del
pasillo. Era demasiado viejo para esta mierda.
El timbre de la puerta principal sonó, haciendo eco en
el enorme vestíbulo. Su mansión tenía demasiadas

80
habitaciones vacías. No era hasta ahora que se daba cuenta
de lo estéril que era su casa. Graciella tenía razón. Estaba
tan solo como ella.
Abrió la puerta principal, El Diablo y Killian entraron a
empujones como dos niños pequeños que necesitan ser los
primeros en entrar.
—¿República Dominicana? —preguntó Xavier.
—¿Cuánto tiempo estaremos fuera? —preguntó Killian.
Boss respiró profundamente. —Voy a darme una ducha,
a hacer la maleta y luego nos dirigiremos todos al aeropuerto
para poder salvar a Bain.
—¿Has encontrado lo que necesitamos? —preguntó
Killian.
Boss asintió.
—¿Y las armas de fuego? —preguntó Xavier.
—Ya se está arreglando todo mientras hablamos.
Recogeremos las armas en cuanto bajemos del avión. Tengo
contactos en la isla.
—Hoy hubo otras cinco muertes locales —dijo Killian
mientras se dejaba caer en uno de los sillones.
Boss gimió. —No estás ayudando, joder. Nos vamos en
una hora. Asegúrense de estar preparados. Graciella está en
camino.
—¿Graciella? ¿Por qué tiene que venir? —preguntó
Xavier.
Boss se rió mientras subía la escalera de caracol. —Es
curioso, sé que ella diría lo mismo de ti. Tu hermana no es
una niña pequeña, Xavier. Puede arreglárselas sola.
No se quedó a escuchar más quejas.
Boss se dirigió a su dormitorio, se desnudó y se metió
en su ducha a medida. Encendió el cabezal de lluvia y se
puso bajo el agua refrescante.
Pensó en Graciella, en su hermoso cuerpo bajo él en la
cama. Era jodidamente perfecta. Sus deliciosas curvas, sus

81
ojos diabólicos y sus cicatrices por dentro y por fuera sólo lo
atraían más. Era complicada y letal. A menudo había tenido
asesinas trabajando para él. Eran empleadas, nada más.
Graciella era algo más.
La puerta de su baño se abrió de golpe. Boss se inclinó
y tomó una toalla, envolviéndola firmemente alrededor de su
cintura.
—¿Qué demonios?
Tenía a dos de sus sicarios abajo. ¿Cómo se las había
arreglado alguien para subir?
Graciella estaba allí, en medio de la gran sala, vestida
completamente de cuero negro, con el pelo oscuro cepillado
y liso como el cristal sobre la espalda y los hombros. Tenía
las manos apoyadas en las caderas y lo miraba directamente.
—¿Has matado a mis hombres?
Inclinó la cabeza, con los ojos entrecerrados. —No
intentaron detenerme.
—¿Cuál es el problema aquí? —Salió de la ducha y
alcanzó una toalla de mano para secarse la cara.
—Tú eres el problema —espetó—. ¿Quién te crees que
eres? ¿Crees que puedes jugar conmigo porque eres el
asesino de reyes?
Él ignoró su despotricar, caminando hacia la pared del
mostrador. Boss se pasó ambas manos por el pelo húmedo,
mirándola a través del reflejo del espejo.
—¡Estoy hablando contigo! —Ella se acercó a él furiosa,
con sus tacones resonando en el mármol—. ¿No crees que
debería participar en el asesinato del científico? Yo soy la que
jodió todo. Yo soy la que ha tenido que vivir con esto en la
conciencia.
Su emoción y malestar eran palpables. Le encantaba
que fuera así. Con tanta jodida pasión.

82
Boss agarró su envase de crema de afeitar y comenzó a
extender un poco de espuma bajo su barbilla. —¿Has
terminado?
—¡Bastardo! —Al segundo siguiente tenía una cuchilla
pegada a su garganta—. ¿Creías que podías salir volando por
la noche y que yo no me enteraría?
—No empieces algo si no piensas seguir —le advirtió.
—¿Sabes a cuántos hombres he matado por menos?
Boss no se había movido, el afilado filo de la cuchilla le
arañaba la piel. —¿Te das cuenta de cuántas mujeres he
rechazado desde aquella noche en el restaurante?
Se burló. —No me importan tus putas. ¿Qué tiene eso
que ver?
Con un par de movimientos rápidos, le quitó la cuchilla
de la mano y el metal se hundió en el fregadero, y luego giró
el cuerpo de ella para que quedara atrapada entre el
mostrador y su estructura mucho más grande. —Porque no
puedo quitarte de mi cabeza.
—Ya se te pasará.
Ella se retorció, pero él la obligó a quedarse en su sitio.
—¿No sientes nada en absoluto? ¿Realmente eres tan
fría, Graciella? —preguntó él—. Todavía no me has
contestado: ¿por qué no me has matado?
—Debería haberlo hecho. —Ella lo miró con desdén y
trató de darle un rodillazo en la entrepierna. Él bloqueó su
movimiento, asegurando sus muñecas. Ella giró y se agachó,
liberándose, y luego le dio una patada en el costado. Él gruñó
y apretó los dientes.
Controlarse a sí mismo era cada vez más difícil.

****

Graciella estaba enfadada.

83
Boss había llamado para decirle que había encontrado
al científico. En cierto modo, todos eran un equipo con el
mismo objetivo. Eso se sentía bien, y estaban progresando
juntos. Entonces él hizo esta mierda. Iba a volar con Killian
y Xavier para matar al científico que había arruinado años de
su vida. Había muerto gente por culpa de esas drogas, y eso
era culpa de ella, no de Boss.
Estaba cansada de que la trataran como una asesina de
segunda categoría por ser mujer. Graciella tenía mucho que
demostrar, pero pensaba que Boss era mejor que eso. Se
equivocaba.
Boss la miró fijamente después de que ella lo pateara
por segunda vez. Sabía que estaba jugando con fuego, pero
no pudo contenerse.
—Incluso te llevas a Xavier.
—Tu hermano se integrará bien en la República
Dominicana. Habla el idioma y puede conseguirnos buena
información una vez que estemos en el terreno.
—Por si no te has dado cuenta, tengo las mismas
calificaciones. Pero no soy importante para ti, ¿verdad?
Respiraba rápidamente, su pecho subía y bajaba en
ondas profundas.
—Si cualquier otra persona, hombre o mujer, hubiera
entrado aquí sin permiso, estaría muerta —dijo él.
—¿Yo no?
—Te gusta ponerme a prueba, ¿no?
—Me gusta que me incluyan y no estar constantemente
fuera de juego. ¿Crees que te retrasaría? ¿Que pondría en
riesgo a tu hombre en el hospital?
Ella intentó golpearlo, pero él le atrapó la muñeca tan
rápido que ella jadeó. Esta vez no fue muy amable. Boss la
tenía boca abajo sobre el mostrador. El baño de él era casi
tan grande como el de ella, de mármol del suelo al techo, el

84
epítome del lujo. Tal vez estaba sobrepasando su capacidad
al probar al rey.
Graciella sintió la dura cresta de su polla contra su
culo. Le aseguró las dos muñecas por encima de la cabeza y
le recogió el pelo a un lado con la otra. Se inclinó y le besó la
sien. Ella se retorció, pero él sólo le apretó más las muñecas
en señal de advertencia. Graciella sólo estaba viva ahora
porque él se había apiadado de ella por alguna razón.
—Tu temperamento es tu debilidad, belleza —le susurró
al oído.
Le soltó las muñecas y ella se giró inmediatamente.
Boss la agarró por la cintura y la subió a la barra, utilizando
un muslo para separarle las piernas.
Ella tragó con fuerza. Boss no era un hombre manso.
Su estructura era grande y dura, con músculos. Siempre
tenía el control, incluso cuando ella lo empujaba demasiado.
Podía sentir el calor de su piel, oler el aroma almizclado de
su crema de afeitar y saborear su fuerza cuando la agarró
por el culo y tiró de ella hasta el borde del mostrador.
—Toma lo que quieras. Eso es lo que haces, ¿no?
—Cuidado. Piénsalo dos veces antes de dirigirte a mí. —
Se quedó allí unos segundos más, mirándola fijamente, luego
se apartó y continuó como si ella no estuviera allí—. El primer
cajón —dijo.
Ella se deslizó hacia abajo y abrió el primer cajón,
manteniéndolo a la vista en todo momento. Sólo se estaba
afeitando frente al lavabo, sin sentir miedo o prisa a pesar de
que ella lo había atacado numerosas veces.
Graciella sacó el contenido del sobre. Eran billetes de
avión con su nombre. Primera clase a la República
Dominicana.
Se quedó en silencio.
—No entiendo. Si los tuviste todo el tiempo... ¿por qué
no dijiste nada?

85
—Eso no sería divertido.
Su temperamento volvió a hervir. Ella agitó el sobre
cerca de él. —Eres insoportable, ¿lo sabes?
Él se inclinó y se salpicó la cara con agua, se secó la piel
a palmaditas y se puso loción para después del afeitado. Su
cuerpo aún brillaba por la ducha, cada músculo definido se
movía mientras se arreglaba junto al mostrador.
—Considerando que todo esto fue obra tuya, tienes
suerte de que te involucre.
Ella quería regañarlo, pero él tenía razón. Su error había
traspasado las fronteras. Y sabía que estaba muy preocupado
por Bain.
Graciella quería patearse a sí misma. Esto no era lo que
ella esperaba. —Lo siento —dijo.
—¿Por qué? ¿Por tratar de cortarme la garganta?
—Por no haberte preguntado antes...
Boss entrecerró los ojos. Se puso los calzoncillos limpios
bajo la toalla, sin dejarla ver, y luego colgó la toalla en la
barra. Sus movimientos eran lentos, y ella podía sentir su
desaprobación aunque todavía no había dicho nada.
—Vamos —dijo él.
Ella respiró profundamente. —Llamé a Viko. Le conté lo
de la isla, tus billetes y el científico.
Él se mordió el labio inferior. Sería muy sexy si no
estuviera segura de que quería matarla en ese momento. —
¿Quién te llamó?
Graciella se encogió de hombros.
—¿Fue El Diablo? Dímelo ahora mismo, joder.
—¡No! Te juro que no fue él —dijo ella. Boss tenía cara
de querer matar a su hermano, el asesinato estaba en sus
ojos. Pero no había sido Xavier.
Se acercó a ella, acorralándola. —Dime.
—Yo.

86
Una ceja se levantó en forma de pregunta, y luego
exhaló. —Me has puesto algo. ¿Cuándo? ¿Dónde?
—No, pinché el teléfono de Xavier. Los hombres son
todos iguales —dijo ella—. Tan fáciles de manipular.
Él se rió, un profundo sonido masculino que la afectó
demasiado.
—En eso te equivocas, cariño. La única que consigue
joderme la cabeza eres tú. —Él siguió acercándose. Ella no
intentó detenerlo.
Boss estaba a un suspiro. Se inclinó hasta su nivel,
pasando sus labios por su mejilla, lentamente, tan cerca de
sus labios. Él inhaló, exhalando un débil gruñido. Ella quería
tocarlo, agarrarse a esos fuertes hombros.
Cerró los ojos.
—¿Por qué no me has matado? —le susurró al oído.
Cuando ella no contestó, él acercó su gran mano a su
gatito. La presión era intensa porque ella ya estaba en
tensión por su atracción por Boss. Ella soltó su peso lo
suficiente para poder sentir más. Sus labios se separaron
ligeramente, y él se acercó rápidamente, besándola con
suficiente pasión para robarle todos sus pensamientos.
Sus defensas naturales desaparecieron. Su ira se
desvaneció.
Si ella era su debilidad, él también era la suya.
¿Debía ceder a sus deseos? Dios sabía cuánto deseaba
a Boss. Quería que la montara. No era un hombre malo.
¿Sería tan malo permitirse experimentar el placer que él
podía darle? Se enorgullecía de ser el mejor en todo.
No estaba segura de lo que quería de Boss.
¿Quería todo el cuento de hadas? Nunca había pensado
en ello. ¿Era eso posible para gente tan rota como ellos?
No, si bajaba la guardia de su corazón, se arrepentiría.
Ella era una conquista en este momento. Una vez que
Boss la reclamara, sería desechada como todas las demás.

87
Eso no lo podría soportar. Era más seguro para ella tomar
las decisiones.
—¿Te gusta eso? —La forma en que movía sus manos,
una en su entrepierna, la otra detrás de su cuello, era
adictiva. Sabía exactamente cómo manejar su cuerpo para
dejarla sin fuerzas en sus brazos.
Ella tragó con fuerza, sin querer darle la satisfacción.
En su interior, gritaba: ¡sí, sí, sí!
Él empezó a acariciar la concha de su oreja con la
lengua. —Dime cuando estés preparada, nena. Te prometo
que no te arrepentirás. —Movió las manos, apretando el culo
de ella con las dos, atrayéndola contra su impresionante
polla. No dejó de besarla: la mandíbula, el cuello y luego de
nuevo los labios. Esta vez, ella lo rodeó con sus brazos y su
beso se hizo más profundo. Ella jadeaba y gemía, frotando su
cuerpo contra él, no para seducir, sino porque necesitaba
más de él.
Estaba a punto de suplicar, todo su cuerpo ansiaba a
Boss.
—Es un vuelo largo. ¿Qué tal si te das una ducha
rápida? —Desabrochó la parte delantera del conjunto de
cuero, tomándose su tiempo, dejando al descubierto el
sujetador de satén. Pasó un dedo por el centro de su escote
y ella se estremeció involuntariamente—. Qué cuerpo tan
bonito. Quiero que sea mío.
Graciella bajó la mirada. ¿De qué estaba hablando?
Tenía muchas quemaduras de cigarrillos en los pechos. Toda
su confianza era una fachada.
Le bajó la copa de un sujetador, dándole tiempo a
protestar, pero no lo hizo. Su pezón estaba duro y pedía
atención. Contuvo la respiración cuando él bajó sobre ella,
cubriendo su pecho con su boca caliente. La fuerza de sus
piernas cedió y él la levantó. Se envolvió alrededor de él
mientras la llevaba de vuelta al mostrador. ¿Por qué no

88
continuaba lo que había empezado? Se sintió como si fuera
a entrar en combustión espontánea en cualquier momento.
—Tengo muchas ganas de follar contigo ahora mismo —
dijo él. En lugar de llevarla a la cama, como ella esperaba, le
peinó el pelo con ambas manos, sujetándole la cabeza. El
fuego volvió a aparecer en sus ojos—. Pero primero los
negocios. ¿Qué le dijiste a Viko?
La decepción la asaltó.
Exhaló y jadeó para respirar. No podía disimular su
necesidad.
—Va a tomar el próximo vuelo a la República
Dominicana. Quiere asegurarse de que el golpe este hecho.
Necesita satisfacer sus propios demonios.
—La próxima vez, déjalo fuera de esto. ¿Entiendes? La
única razón por la que te permite vivir es por piedad. Si
piensas lo contrario, estás viviendo una fantasía.
—No estoy enamorada de Viko.
No lo estaba.
Él era un medio para conseguir lo que ella necesitaba,
y había muchos días en los que se arrepentía de haber pedido
su ayuda. Estar en deuda con alguien era lo último que
quería en su vida.
—Nunca dije que lo estuvieras. Pero no quiero que te
hagas ilusiones con él.
—¿Y a ti, Boss? ¿Debo confiarte mi cuerpo? ¿Con mi
corazón?
Se oyeron fuertes pasos subiendo las escaleras,
rompiendo el momento.
Boss frunció el ceño y le subió la cremallera del
conjunto. —Tu hermano está empezando a molestarme de
verdad.

89
Capítulo 8

—Lo siento —dijo Graciella un par de horas después, no


por primera vez. Incluso apretó los dientes al decirlo. No
importaba cómo hablara, siempre parecía luchar con esas
dos simples palabras. Ahora, encontraba divertido
escucharla luchar contra ellas.
Era bonito.
Mientras el resto de sus hombres habían conseguido
una habitación de hotel, incluida Graciella, ella se había
deslizado en la suya.
De pie en el bar de su habitación de hotel, Boss se quedó
pensando en su problema. Respiró hondo y dejó caer dos
cubitos de hielo en un vaso con un tintineo. Debería haber
sabido que debía comprobar rápidamente su vuelo para ver
si había algún problema en el momento en que se enteró de
que Viko sabía lo del científico. Estaba enfadado.
Este era su golpe, su plan. Su todo. Había querido ser
el que la salvara. Acabar por fin con los demonios que la
perseguían. Era una mujer hecha de hielo, pero había un
corazón en alguna parte. La mataba saber que la gente
estaba muriendo. Gente como Bain, que podría confundir las
drogas con mentas y tomarlas.
Eso era una jodida estupidez. Cuando salvara a Bain,
lo iba a someter a un intenso curso de "no tomes mierda que
no reconoces".
—Boss, vamos —dijo.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó—. Has llamado a
Viko. Decidió dejarme en tierra, quitarme a mi piloto, nuestro
vuelo, y ocuparse de esta mierda por su cuenta. La última
vez que lo comprobé, el Circle of Monsters no tenía nuestra
delicadeza, así que nuestro científico se enteraría de que no

90
una, sino dos organizaciones iban tras él. Probablemente ya
esté huyendo del país. ¡Mi elemento sorpresa está jodido!
—Boss, lo siento.
Avanzó hacia ella. —Estás acostumbrada a estar sola.
—Ella dio un paso atrás—. Cuando estás en mi mundo,
trabajas en equipo.
—Trabajar en equipo te hace morir.
—Xavier solía pensar eso y ahora trabaja en equipo.
Deberías probarlo alguna vez.
—No voy a tener esta conversación contigo —. La pared
detuvo su huida. Golpeó sus manos a ambos lados de su
cabeza. Sabía que no estaban igualados. La Widow Maker era
buena, pero no era él. Ni de lejos. Él era el mejor. Había sido
dueño del título durante muchos años, y lo seguiría siendo
hasta que alguien le pusiera una bala en la cabeza.
—No, como siempre, vas a hacerme enojar y a huir. Ese
es tu modus operandi. Es lo que haces, siempre. Todo lo que
harás. ¿Sabes por qué? Porque tienes miedo.
—Cómo te atreves.
—¿Cómo me atrevo? ¿Cómo carajo te atreves tú? —dijo
él—. Llegas a mi mundo. Lo pones jodidamente patas arriba,
y ahora la matanza que puedo hacer para ayudarte, se la
entregas a un hombre que no tiene mi habilidad.
Hizo una pausa. —¿Qué?
—Ya me has oído —No tenía la costumbre de repetirse
y no iba a empezar ahora.
Estaba tan cerca de ofrecerle una salvación. Maldita
sea, podía saborearlo. Este tipo de la ciencia, tenía una
reputación de tratos sucios. ¿Graciella lo sabía? ¿Era ella
consciente de que había una razón por la que el hijo de puta
estaba dispuesto a hacer sus drogas?
Mirándola ahora, quería abrazarla. Besarla. Follarla
hasta dejarla sin sentido. Estaba sobre ella. No la tocaría de
nuevo, no hasta que ella se lo rogara.

91
—Todo esto es para Bain —dijo ella.
—No todo. Capturar a tu científico, obtener el antídoto
de él, eso será salvar a Bain. Matarlo es todo por ti. Lo he
cazado por ti.
—¿Por qué?
—Tú sabes por qué.
—Pero, no soy una persona agradable. Realmente no lo
soy —Ella se aclaró la garganta y él le ahuecó la cara.
—Mírame, Graciella.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás, pero tenía los ojos
cerrados. Siempre rebelde.
Él le dio un beso en cada uno de los párpados. Por
mucho que estuviera enfadado, no iba a hacerle daño. No
podía. Boss se apartó y se sorprendió al ver las lágrimas.
—¿Por qué lloras?
—No puedo evitarlo.
Boss se apartó.
Un par de lágrimas recorrieron lentamente sus mejillas,
pero no dio ninguna otra señal de emoción.
—No sé qué está pasando ahora —dijo.
—Yo... nunca nadie había hecho algo así por mí. No
estoy acostumbrada —Se relamió los labios—. He estado sola
durante mucho tiempo.
—No estás sola.
—Todo lo que quieres de mí es que me una a tu equipo
—Se frotó las mejillas como si las lágrimas la ofendieran—.
Esto es tan estúpido.
—¿Crees que eso es lo único que me importa? —
preguntó.
—¿No lo es? ¿No estás tratando de hacer crecer tu
pequeña pandilla?
Él se burló. —No estamos en el instituto. Sí, te quiero
como parte de Killer of Kings, pero no sólo porque seas una
buena asesina. —Tuvo que tocarla. Pasando el pulgar por su

92
labio inferior, quiso saborearla. En lugar de eso, la miró a los
ojos, tratando de mantener la cordura—. Quiero estar al
tanto de ti, Graciella. No sé qué es lo que me has hecho, pero
no puedo evitar querer cuidarte.
—No necesito una niñera.
Se rió. —No pienso en ti como alguien infantil. Créeme,
no lo hago. —Apretó su polla dura como una roca contra
ella—. Siente eso. Siéntelo. Esto es lo que me haces. Parece
que no puedo controlarme cuando estoy cerca de ti y eso me
hace perder la cabeza. Soy un hombre con autocontrol.
Ella lo tomó por sorpresa cuando le rodeó el cuello con
sus brazos y estampó sus labios contra los de él. Él saboreó
la salinidad de sus lágrimas. La rodeó con sus brazos, uno
de los cuales se dirigió a su trasero, levantándola y
apoyándola contra la pared.
Las piernas de ella rodearon su cintura y él se acurrucó
justo en su centro. Se sentía tan jodidamente bien.
Le pasó la lengua por los labios y él se abrió,
profundizando el beso. Esta mujer estaba alterando sus
emociones. En un momento estaba enfadado y quería
estrangularla, y al siguiente, no podía saciarse de ella y no
quería otra cosa que follarla.
El beso se fue relajando poco a poco, la pasión no moría,
pero Graciella se apartó. Soltó su cintura, volviendo a poner
las piernas en el suelo.
—Nunca había tenido un hombre que pusiera mis
necesidades en primer lugar —dijo. Su mano tocó los labios
de él—. Disfruto besándote. Creo que eres el primer hombre
en toda mi vida al que he besado y he disfrutado de verdad.
—¿Graciella?
—Se lo dije a Viko porque quiero que esté en deuda
contigo. No quiero que ponga tu cabeza como recompensa y
si lo haces enojar, lo hará. —Se relamió los labios y dio un
paso atrás—. Yo no... no estoy acostumbrada a que la gente

93
se preocupe. Sé que mi hermano lo hace y yo... yo también lo
quiero, pero no es lo mismo. —Respiró profundamente—.
Espero que algún día puedas entenderlo, y lo siento. Si Viko
consigue al científico, prometió que te daría el antídoto.
—No deberías haberlo hecho.
—Lo sé, pero por tu seguridad, lo volvería a hacer. —
Ella se alejó y se dirigió a la puerta.
Él quería detenerla pero sabía que ese beso por sí solo
era más de lo que ella había estado dispuesta a dar en algún
momento. Debajo de toda la confianza había un alma rota.
Este era su intento de extender la mano.
Ella abrió la puerta.
—Gracias —dijo él.
Levantó la cabeza y asintió.
—Esperemos que no hayas metido la pata y matado a
Bain en el proceso.
Él la observó respirar profundamente. —Yo... no lo
habría hecho si no creyera en él, Boss. Sé que es un imbécil
y que hace las cosas de otra manera, pero es un buen
hombre. Hasta cierto punto.
Boss la observó mientras cerraba la puerta.
Cuando le pusiera las manos encima a Viko, ese maldito
iba a morir.
Justo cuando estaba a punto de terminar de vestirse,
llamaron de nuevo a su puerta. No estaba de humor para
recibir compañía. Ya iba contrarreloj, y ahora mismo iba con
retraso. Su traficante de armas lo llamaría en una hora para
hacer nuevos arreglos. Había mucho que hacer antes de que
asaltaran el almacén.
La vida de Bain pendía de un hilo.
—Entra —dijo.
Xavier entró.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
—He visto salir a mi hermana.

94
—Y si tienes un problema, ve a verla.
—Sé que algo pasa entre ustedes dos.
Boss se rió, pero no fue un sonido feliz.
—¿Y? ¿Qué quieres que haga? Soy tu jefe y la última vez
que lo comprobé, tu hermana era mayor de edad. Si ella no
quería que pasara nada, puede acabar con mi puta vida. —
Ya no se sentía simpático.
—Boss, entiendo que ella puede manejarse sola. Acabo
de recuperarla y estoy preocupado.
—¿De verdad crees que voy a ser yo quien la aleje? —
preguntó Boss.
—Es lo que me preocupa.
—Mira, Xavier, lo entiendo. Estás preocupado por ella,
pero ahora mismo, Bain está en el hospital muriéndose. Mis
chicos están haciendo todo lo posible para tratar de
prolongar su vida. Lo que pase entre Graciella y yo es asunto
nuestro. No voy a consultar contigo, pero lo que sí te diré es
que todo lo que haga con ella, nunca le haré daño. Tienes mi
palabra.
—La cosa es, Boss, que tú utilizas a la gente.
—¿Y crees que la Widow Maker no lo hace? —preguntó.
Estaba perdiendo rápidamente la paciencia. Lo único que
quería era tomar una copa y reorganizar su plan. Nada de
eso estaba ocurriendo en este momento.
—Ella es más que eso —dijo Xavier.
—Lo sé. Ahora lárgate de mi habitación para que pueda
limpiar su desastre y cualquier cagada que haya hecho Viko.
—Se dirigió a su puerta y la abrió, decidido a organizarlo todo
para que todos vivieran.
Ser la cabeza de Killer of Kings estaba empezando a
hacerlo sentir cada vez más como un padre de mocosos
malcriados.

95
****

Graciella esperaba que Viko no se dejara llevar por sus


emociones, pero cuando llegaron al lugar que había indicado
Boss, parecía que lo que ella quería no estaba ocurriendo.
No sólo no había rastro del científico, sino que Viko
también estaba allí con una botella de whisky casi vacía, y
una pistola, y los apuntaba a todos.
—Debería haber sabido que estarías de su lado —dijo
Viko.
Era raro que Viko perdiera el control.
Mantuvo su mirada en él. Sus hombres estaban detrás
de él, con la mano en sus armas, listos para disparar.
—¿Supongo que no has hecho confidencial tu puta
llegada? —preguntó Boss, alejándose de ellos y echando un
vistazo a la fábrica. Había unos cuantos paquetes en el suelo,
pero parecía que se había empaquetado rápidamente.
La operación no era tan grande como ella imaginaba. La
fábrica en sí era pequeña en comparación con la mayoría.
Viko soltó una carcajada, el sonido de un hombre
enloquecido.
El viaje a la República Dominicana había sido
incómodo. Ninguno de los Killer of Kings quería hablar con
ella. Incluso Boss se había centrado en su portátil, sin
dedicarle una sola mirada.
Debería estar enfadada.
En lugar de eso, se limitó a mirar por la ventana y a
canturrear para sí misma lo seguro que era estar en un avión.
Odiaba volar.
Lo odiaba, lo despreciaba, a menudo tenía pesadillas en
las que el avión se hundía en las aguas y era tragado por un
pulpo gigante, o comido por pirañas. Prefería conducir. Algo
que le permitiera estar en tierra. Un suelo firme y agradable.

96
—Adelante, Boss, dispárame. Tú y tus chicos quieren
hacerlo. Adelante. —dijo Viko—. ¿Y tú, Graciella? ¿Quieres
dispararme?
—Hoy no.
Resopló y levantó su pistola. Le apuntó a la cabeza.
Ella lo miró. Había un punto especialmente doloroso
dentro de ella cuando se trataba de borrachos. Los hombres
utilizaban el alcohol como excusa para su vil
comportamiento. No había miedo dentro de ella, sólo
aceptación.
—Debería matarte —dijo él.
Graciella no necesitó mirar atrás para saber que los
hombres de Killer of Kings estaban tensos y preparados. No
sacó su arma. Conocía a Viko, no íntimamente, pero lo
suficiente para saber que no iba a dispararle.
—Adelante.
—¡Me dijiste que ese hijo de puta estaba aquí!
—Estuvo aquí —dijo Boss. Tenía la pistola en la mano—
La matas y eso es todo, se acabó.
—Tendremos un buen tiroteo a la antigua. ¿Crees que
saldrás vivo, Boss? Eres bueno. Tal vez seas mejor que yo,
pero siempre tengo un plan. Tengo un montón de putos
planes en marcha y si me matas, me aseguraré de que no
puedas dormir sin que alguien te respire en la nuca. Me
pregunto cómo estaría el líder de Killer después de semanas
sin dormir. Esa calma exterior ciertamente se desmoronaría.
—Viko, lo encontraremos —dijo ella.
Su mano no había flaqueado.
—Lo haremos.
Su mandíbula se apretó. Ella vio al hombre
desmoronarse lentamente. —Sabes que fue una cosa
hermosa. Tu plan. Matar a tus enemigos con su propio
producto. Nunca tuve tal visión. Claro, he matado a mucha

97
gente pero lo tuyo, lo tuyo fue poesía. Llegaron a verte y a
saber lo que habías hecho. Tuviste tu venganza perfecta.
—Lo sé.
—Yo nunca... Se suponía que iba a terminar ahí, carajo.
—Lo sé. No anticipé lo que pasó —dijo ella.
—Debería haberlo sabido. Ella... —Viko no terminó. Sin
embargo, su mano no tembló. Dio un paso hacia él.
Era la primera vez en todos los años que conocía a Viko
que veía algún tipo de emoción real. Siempre había sido frío
como una piedra. El alcohol tenía una forma de sacar los
demonios a la superficie.
—Ella todavía estaría viva —terminó por él.
—¿Graciella? —dijo Xavier.
Ella ignoró la advertencia de su hermano y el carraspeo
de Boss. Arrodillándose, hizo algo que nunca pensó que
haría, abrazó a Viko. Él no la tocó. El arma seguía apuntando
al aire.
—¡Tú! —gruñó la palabra.
Ella lo abrazó un poco más fuerte.
Ni Boss ni Xavier lo entendían. Sí, odiaba a Viko con
pasión, estaba en deuda con él, pero de una manera extraña,
también era su amigo. Habían pasado por muchas cosas
juntos.
—Yo la maté —dijo él.
—No lo hiciste.
—Era mi trabajo salvarla. Mi trabajo. —Su arma cayó al
igual que la botella y sus brazos se debilitaron. El olor a
whisky caro se elevó mientras se derramaba por el suelo de
cemento.
—Lo sé —dijo Graciella.
Nunca había conocido a la hija de Viko. Así de protector
era él con ella, pero había obtenido destellos de su pequeña
princesa. La única persona cercana a su corazón. Había
habido rumores de que tenía una esposa en un momento

98
dado, o una puta. La información sobre él era tan vaga como
la de Boss.
—¿Qué está pasando ahora? —preguntó Killian.
—No lo sé —dijo Xavier.
Se hizo el silencio.
Pasó el tiempo.
No sabía cuánto tiempo, pero percibía la impaciencia de
los hombres, y aumentaba con cada minuto que pasaba.
Bain moriría.
Viko se apartó y se levantó. No había lágrimas. Por
supuesto, que no había. Él miró hacia otro lado.
—No tengo tiempo para esta mierda. —dijo Boss—. Lo
entiendo, has perdido a alguien importante para ti. ¿Crees
que el Circle of Monsters puede manejar esta mierda?
Ustedes son conocidos por hacer una gran entrada. Lo que
esto necesitaba era una jodida delicadeza, que ustedes no
tienen.
Viko lo fulminó con la mirada.
—Me he enterado de lo de Bain —dijo Viko—. Mi hija,
era... era joven cuando le dieron las drogas. He estado
cazando a este hijo de puta durante algún tiempo. —Se puso
las manos en las caderas.
—Bueno, tal vez es hora de que te alejes y no hagas más
esta mierda —dijo—. Está claro que estás demasiado
involucrado en todo esto.
—No me digas lo que puedo o no puedo hacer —dijo—.
No estoy de humor para escuchar. Ahora no. —Viko se pasó
una mano por la cara—. Vamos.
Graciella lo observó, esperando que Boss se negara,
pero no lo hizo. Todos se quedaron mirando cómo Viko y sus
hombres salían de la fábrica.
Se volvió hacia Boss, que la miraba fijamente.
—Enhorabuena —dijo. Se acercó a ella y se sorprendió
cuando le puso unas esposas en las muñecas.

99
—¿Qué demonios estás haciendo? —Ella tiró de sus
muñecas.
—Tengo un tipo de lo más interesante y ha sido capaz
de rastrear parte de la tecnología que estaban utilizando.
Está esperando a que deje de moverse y, en el momento en
que lo haga, lo seguiremos. Por ahora, está a unas tres horas
de esta ubicación, dirigiéndose al este. Vamos a seguirlo.
Xavier, toma su teléfono.
Antes de que tuviera la oportunidad de detener a su
hermano, su teléfono móvil fue tomado.
—¡Oye! —gritó, mirando a su hermano, enfadada.
Las esposas no podrían retenerla por mucho tiempo.
—Killian, el pelo.
Los clips y las horquillas fueron retirados de su cabello.
Pieza por pieza, todo fue removido. Incluso sus
pendientes. Se quedó sólo con su ropa, que no tenía ningún
metal que pudiera usar para quitar las esposas.
—La última vez que te dejaron sola, la jodiste. No voy a
darte una oportunidad de nuevo.
—¿Y de verdad crees que esta es la forma de hacerlo? —
preguntó ella, mirándolo fijamente.
—Creo que es la mejor manera de mantenerte cerca, sí.
Si quieres seguirme, está bien, pero tengo mis propios
métodos para mantenerte cerca. De esta manera, vas a saber
cada pequeño detalle como yo, y no vas a tener la
oportunidad de chillar.
¿Cómo había sabido que ella le había puesto un
rastreador? Era una idiota si pensaba que podía ser más
astuta que Boss.
—Xavier, en serio, no puedes dejar que esto ocurra.
—Lo siento, Graciella, pero parece que sólo quieres
utilizarme cuando te conviene. Bain es un amigo. Quiero
salvarlo, y estás poniendo en riesgo toda la operación.
Ninguno de nosotros puede dejar que eso ocurra.

100
—No era mi intención —Esa era la verdad.
—Pero lo hiciste. —dijo Boss—. Vamos. —Ya estaba
saliendo de la fábrica, Xavier y Killian pisándole los talones.
Estaba molesta consigo misma por haber metido la pata.
Debería haber sabido que, en el fondo, Viko no podría
manejar esto. Estaba demasiado involucrado
emocionalmente.
Sus emociones estaban bajo control. Incluso Boss, sus
emociones también eran parte de todo esto.
Ella trató de pensar. El chico de la ciencia había sido su
mayor error.
Tenía que arreglar esto de alguna manera, pero no podía
pensar en la mejor manera de hacerlo, y eso la enfurecía.
—¿Sabemos ya para quién trabaja? —gritó Graciella.
Boss no dijo nada.
—Por el amor de Dios, habla conmigo. No tengo móvil y
necesito pensar. Sabemos dónde está el científico y cómo está
pasando la droga por la frontera, pero este tipo no tendría
tanto dinero ni los recursos para una operación tan grande.
Sea quien sea, tiene respaldo. ¿Quién carajo es? —preguntó.
Boss se volvió para mirarla.
—No lo sabes, ¿verdad? —preguntó ella.
—Hasta ahora, sabemos que el científico ha recibido
una gran cantidad de fondos en su cuenta. Maurice está
trabajando con los códigos y cortafuegos para rastrearlo.
Cada cuenta y camino ha llevado a un callejón sin salida.
Sabemos que está siendo financiado y con semejante
tamaño, también tiene que haber guardias. —Boss se dio un
golpecito en la pierna y luego sacó su teléfono móvil—.
Maurice, hackea las grabaciones de seguridad. No en la
fábrica, sus cámaras son mínimas y falsas. No, quiero que
compruebes al otro lado de la calle.
Colgó el móvil.
—¿Por qué al otro lado de la calle? —preguntó.

101
—Hay una cafetería al otro lado de la calle, la única de
la zona. Me imagino que todo el mundo tiene hambre,
incluido nuestro científico, y si está trabajando con alguien,
tiene que estar protegido. Si Maurice puede conseguir la
información que necesitamos, podemos encontrar para quién
está trabajando. Podemos eliminar esta cadena de maldad de
una vez por todas.

102
Capítulo 9

—No la vas a dejar aquí sola, ¿verdad? —preguntó El


Diablo. Todos estaban entrando en el todoterreno fuera del
almacén—. Este lugar es una mierda.
—Entra en el puto coche —dijo Boss.
Condujeron por la irregular carretera, con el vehículo
dando empujones y sacudidas. Serían tres horas largas. Ya
no estaban en su ciudad. Estaban lejos de casa. Estos
pueblos estaban superpoblados, sumidos en la pobreza, y la
delincuencia corría a sus anchas. A El Diablo le preocupaba
que su hermana se quedara sola en una ciudad extranjera
sin teléfono ni dinero. Boss lo sabía mejor.
Nunca había subestimado a Widow Maker. Y cuando
volvieran a cruzar sus caminos, estaría jodidamente
enfadada; no podía esperar.
El coche de Viko se acercó al suyo. Ya era bastante malo
que hubiera jodido su llegada sorpresa, así que Boss no
dejaría que arruinara su segunda oportunidad de conseguir
el antídoto del científico.
—¿Alguna novedad de Maurice? —preguntó Boss.
Killian se puso al teléfono en el asiento trasero.
Su conductor, Rocco, trabajaba para Killer of Kings, y
estaba siguiendo la pista inicial. —Los lugareños pueden oler
a un extranjero a una milla de distancia. —dijo—. No te
sorprendas si intentan asaltarnos.
Boss se burló. —Sigue conduciendo.
Unos veinte minutos después, recibió una llamada de
Maurice.
—Tenías razón sobre las cámaras de enfrente. Capté al
científico con el mismo hombre tres veces en la última

103
semana. Hace un circuito después de eso. He comprobado su
perfil y tengo una coincidencia.
—¿Alguien que conozcamos? —preguntó Boss.
—Dentro de la política, me temo. Tu amigo Viko debería
vigilar su espalda.
—¿Y ahora qué?
—Manuel Adrino Viola. Ha trabajado con el Circle of
Monsters durante unos años. Chico de los recados. Parece
que puede estar tratando de hacer una jugada por el lugar
de Viko en el círculo.
—¿Distribuyendo estas drogas contaminadas?
—Eso es todo lo que tengo por ahora, Boss.
—Envíame todo lo que tengas a mi correo electrónico
seguro. Averigua con quién ha estado hablando. Comprueba
sus cuentas bancarias.
Ese era uno de los problemas cuando contratabas a
cualquier delincuente de poca monta para hacer el trabajo
sucio. No había lealtad. El Circle of Monsters era una banda
de asesinos sin escrúpulos que buscaban cobrar. No podían
compararse con el Killer of Kings en su mejor día.
Llegaron al pueblo rural más de tres horas después.
Boss necesitaba orinar. Todos salieron de los vehículos, con
las puertas cerradas, el sonido de los grillos zumbando en los
campos de hierba alta. No había mucho en el pequeño pueblo
en ruinas, sólo unas pocas estructuras en mal estado.
Estaba completamente fuera de la red, sin señales de vida.
No había gente ni coches. No le gustó.
—¿Seguro que es aquí? —Boss le preguntó a Rocco.
Señaló. —La señal viene de uno de esos dos edificios.
Viko se acercó a su lado. Apestaba a alcohol pero
parecía estar algo sobrio. —¿Dónde está? Quiero ser yo quien
lo mate.

104
—Relájate, ¿quieres? No vas a arruinar esto. Quédate
atrás mientras yo me encargo. Toda esta mierda es culpa
tuya ahora —dijo Boss.
—Se asustó antes de que llegáramos a la escena. No hay
forma de saber cuándo ocurrió.
Boss no tuvo tiempo de discutir. —¿Quién es Manuel
Viola para ti?
Viko entrecerró los ojos. —Un tipo que utilizo. ¿Por qué?
Boss se rió. —El círculo de los jodidos. Tu chico está
tratando de hundirte en este desastre. Está pagando al
científico. Manuel quiere tu lugar en el círculo.
La expresión de Viko cambió, sus rasgos se
endurecieron. —Eso no es posible. ¿De dónde sacaría el
dinero para financiar el procesamiento de estas drogas? No
es nadie —dijo Viko.
—Podría haberse endeudado. ¿Cómo diablos voy a
saberlo?
Como Graciella había mencionado, la magnitud de este
proyecto necesitaba dinero en efectivo.
—Si es verdad, vivirá para arrepentirse del día en que
se cruzó conmigo. —Volvió hacia donde estaban sus cuatro
hombres. Boss los ignoró, manteniéndose en su tarea.
—Xavier, Killian... armas.
—Estamos listos, Boss.
—Recuerda, nuestra prioridad número uno es el
antídoto. Podemos limpiar la mierda más tarde. Piensen en
Bain.
Killian asintió. —Oye, Boss. ¿Por qué no le dijiste a
Viper? Él querría estar aquí.
—¿Por qué crees? Esto lo destruiría. —Boss comprobó
el cargador de su semiautomática—. No importa. Bain lo
logrará. Entren, despejen los edificios.
Boss hizo señales con la mano a sus hombres, a Rocco
y al equipo de Viko. Todos se acercaron sigilosamente, con

105
las armas desenfundadas, hacia edificios opuestos. No había
forma de que hicieran una visita sorpresa en esta zona del
bosque. En cuanto llegaron sus todoterrenos, todo el mundo
en estos edificios se había dado cuenta.
Tenían que estar en alerta máxima.
Xavier abrió la puerta de madera de una patada y Killian
entró corriendo, lanzando una ráfaga de advertencia contra
la pared. Boss entró, con pasos lentos y firmes, observando
el entorno. Sus hombres mantenían a los cuatro hombres
que estaban dentro rodeados de armas de fuego. Había un
montón de cajas de almacenamiento apiladas
desordenadamente en un rincón. Se acercó, levantó la tapa
de una y miró dentro.
—¿Qué tenemos aquí? —Boss sacó una bolsa de
mentas. Del mismo estilo que tenía Scarlett, las que había
comido Bain. Tiró la bolsa al suelo delante del hombre mayor,
y el contenido se derramó en todas direcciones—. Supongo
que éstas acaban de llegar de la ciudad. Empieza a hablar.
El Diablo acercó su pistola a la cabeza del anciano. —
Habla, cabrón.
—No es lo que piensas. No fue mi idea.
Boss se paseó frente a él, con su temperamento en
aumento. —Tú creaste este veneno. Sabes lo que hace, cómo
lo hace, y por lo que a mí respecta, todas estas muertes son
culpa tuya.
—Si no hiciera más, me matarían.
—¿Quién te mataría? —preguntó Boss—. Los nombres.
Empezó a temblar, el orín chorreaba por su pierna. —
Me matará si digo algo.
Boss asintió a Killian, y un momento después, el
anciano se arrodilló, con la sangre brotando de sus
pantalones. Gritó, y los otros hombres se acobardaron. —
¡Nombres!

106
—Viola. Me pagó. Era Viola. Dijo que trabajaba para
Viko y el Circle of Monsters. Nadie les dice que no.
—¿Dónde está él ahora? —preguntó Boss.
—Se fue hace un rato.
Viko irrumpió. —Los otros edificios están llenos de
drogas. —Entonces vio al científico sobre sus rodillas—. ¡Tú!
—¿Viko?
—¿Tú creaste toda esta locura? —Viko tiró del viejo por
el cuello—. He jodido la financiación de todo este proyecto.
¿Por qué ibas a continuarlo? ¿Por qué te pagaría Manuel para
seguir fabricando drogas que matan?
—Dijo que trabajaba bajo tu autoridad.
—Mintió.
—No lo sabía. Te juro que creía que estabas a cargo de
esto.
El anciano estaba aterrorizado por el Circle of Monsters.
Viko obviamente tenía una reputación que lo precedía. Con
esa clase de poder, siempre había oportunistas que buscaban
sacar una porción del pastel. Boss no dejaba de cerrar el paso
a cualquiera que se pasara de la raya en su territorio.
Viko se rió a carcajadas. —No tienes ni idea de lo que
me han costado estas drogas, viejo.
—¿Dónde está el antídoto? —preguntó Boss.
—Quiere hacerme caer, la pequeña mierda. —Viko
seguía despotricando, sus emociones volvían a tomar el
control. Esta vez estaba sobrio—. Le cortaré las pelotas por
esto.
—¿Dónde está el antídoto? —repitió Boss, hablando
más alto esta vez.
El científico se volvió hacia él. —Se ha ido.
—¿Se ha ido?
—Se lo llevó por seguridad. Incluso mis notas originales
donde tengo mis fórmulas.
—Joder —dijo Xavier.

107
—¿Y ahora qué? —preguntó Killian.
Esto no era bueno. Manuel sabía que iban tras él y
ahora tenía lo que necesitaba. —¿Dónde está Manuel ahora?
¿Cuánto tiempo hace que se fue?
—Una hora más o menos —dijo el científico—. Vive lejos
de aquí, en la ciudad. Te juro que no me dio detalles. Nunca
le pregunté.
Boss se pasó una mano por el pelo mientras exhalaba
su frustración. —Ponlo en la parte trasera del camión. Nos
dirigimos a la ciudad. Killian, pon a Maurice al maldito
teléfono. Necesito la localización del móvil de Viola.
El hombre de Viko había secuestrado al científico en
Colombia, obligándolo a fabricar su fórmula aquí, donde la
enviaban como caramelos de menta. Sin Manuel, sin el
antídoto ni la fórmula, las horas de Bain estaban contadas.

****
—Bastardo —maldijo Graciella en voz baja por enésima
vez. Se suponía que debía estar siguiendo al científico con el
"equipo", no que la dejarían atrás como si fuera basura no
deseada.
En cuestión de minutos, bajó las escaleras y encontró
un cable viejo para las esposas. El viejo almacén estaba
repleto de escombros, metal y correas viejas. Lo habían
vaciado a toda prisa. Incluso había algunas herramientas y
maquinaria valiosas que se habían dejado atrás con las
prisas. Cuando salió a la calle, no dudó de que todos los
objetos de valor habrían desaparecido por la mañana.
Ya no estaba en Kansas.
El barrio no la intimidaba, aunque no estuviera vestida
para la ocasión. Había crecido en lugares mucho peores.
Graciella se deshizo de las esposas y se dirigió a la bulliciosa

108
calle. Había gente, vendedores y perros callejeros por todas
partes. Los olores familiares inundaron sus sentidos. Casi
inmediatamente, le hicieron proposiciones y le pidieron que
se acercara. Y sabía que había hombres siguiéndola. Lo que
necesitaba era un hombre con un coche, preferiblemente con
aire acondicionado. Su atuendo de cuero era inadecuado
para el entorno en el que se encontraba y atraía demasiada
atención.
Graciella bajó la cremallera de su corpiño de cuero,
mostrando un poco de escote. —¿Puedo usar tu teléfono? —
le preguntó a un tipo apoyado en una pared de ladrillos.
Él sonrió y se lo pasó. Graciella se conectó a su
aplicación segura y comprobó el rastreador que había
colocado sobre Viko. Widow Maker no era de las que se
abrazan, pero había sido la oportunidad perfecta para
colocarle una marca. Había audio y GPS que necesitaba
revisar.
—Lo siento, necesito guardar esto.
Metió la mano en su sujetador y sacó su rollo de dinero
en efectivo, pagándole más de lo que valía el teléfono. Había
muchos ojos sobre ella. Mostrar dinero en un lugar como este
no era inteligente para una mujer sola. Pero estaba
demasiado concentrada en su tarea para pensar en ello.
Lo único que le importaba ahora era revisar su
aplicación y planear su próximo movimiento.
Boss la volvía loca. Quería matarlo y follarlo al mismo
tiempo. Él la había dejado atrás, pero ella también lo había
traicionado al intentar seguirlo. Al parecer, Viko no era tan
observador en su estado de embriaguez.
Se llevó el teléfono a la oreja mientras buscaba un
transporte adecuado.
¿Manuel Viola? Él había logrado escaparse con el
antídoto. Graciella estaba en el centro de la ciudad y ellos

109
estaban a horas de distancia, según el GPS. Tenía que actuar
ahora.
Lo que necesitaba primero era un arma... o
preferiblemente armas. Incluso un cuchillo serviría. Gracias
a Boss, no llevaba nada útil, salvo el dinero que tenía
escondido. Salió de la calle principal y se metió en un
callejón, caminando más rápido. Necesitaba unos zapatos sin
tacón.
Su intuición era fuerte, y sintió sus ojos antes de
escuchar un sonido. Graciella se agachó para ajustarse el
zapato, pero aprovechó la oportunidad para evaluar a los tres
hombres que la seguían. Ahora estaban en el callejón y no
había escapatoria. Ni siquiera tenía un bolso, así que no
dudaba de lo que querían de ella. Sólo que no iban a
conseguirlo.
No quedaba mucho callejón, pero se levantó y siguió
caminando, escudriñando toda la zona, ideando un plan.
Cuando llegó al final del camino, se giró y se apoyó en
la pared de ladrillos, doblando casualmente una pierna hacia
arriba. No pronunció ninguna palabra, no se movió, apenas
respiró.
Ellos sonrieron, separándose mientras se acercaban.
—Hola, cariño.
—¿Qué tal un beso? —dijo otro.
Cuando estaban a un brazo de distancia, ella alargó la
mano y empujó ligeramente a uno en el pecho. Él se rió a
carcajadas de su lamentable intento de protegerse. Lo que
ella necesitaba saber era quién tenía las armas.
—Voy a gritar —dijo ella.
El tipo de la barba se rió y se abrió la chaqueta para
mostrar una pistola en la cintura. —Yo en tu lugar me
callaría.
Debería esforzarse más en su actuación, pero ahora
mismo no podía evitar sonreír. Graciella entró en acción,

110
lanzándose hacia adelante y arrebatando el arma antes de
usar el talón de su mano contra su garganta. El hombre se
tambaleó hacia atrás, agarrándose el cuello y resoplando.
Disparó al primero en la cabeza y le indicó al tercero que se
arrodillara.
—Quiero todas las armas, cuchillas y municiones que
tengas en el suelo —dijo. Cuando ninguno de los dos hizo un
movimiento para obedecer, golpeó con la pistola al barbudo:
—¡Ahora mismo!
Graciella examinó su alijo de armas. Ahora sólo
necesitaba que la llevaran.
—¿A qué distancia está tu coche de aquí? —le preguntó
al hombre de los tatuajes faciales.
—Una vuelta a la manzana.
—Bien. Ahora eres mi conductor. Levántate.
Después de noquear al tipo de la barba, siguió a su
nuevo chófer, apuntándolo con la pistola. Fue una agradable
sorpresa descubrir que conducía un viejo El Camino.
Condujeron hasta el centro de la ciudad. Ella investigó
sobre Manuel Viola y comprobó continuamente dónde estaba
Viko con su nuevo teléfono móvil. Estaba tan cerca de
encontrar el antídoto y acabar con esta pesadilla que podía
saborearlo.
—¿Quién controla esta ciudad? —preguntó ella.
—No sé de qué estás hablando —dijo él.
—Si quieres hacerte el listo, no me lo pensaré dos veces
antes de cortarte la polla. Lo hago todo el puto tiempo. Es
algo mío.
Él le creyó. Por supuesto, no era del todo una mentira.
—¿Te refieres al club de moteros o al cártel?
—Cártel.
—Renzo Bianchi controla todo por aquí, desde los
inmuebles hasta la gente. Si te cruzas con él, desapareces.
—¿Y tú trabajas para él?

111
—Todo el mundo trabaja para él de una forma u otra.
Le dijo el nombre del restaurante que quería, y cuando
se detuvo frente a él, salió y le hizo un gesto para que se
fuera. Este era el restaurante favorito de Manuel, y ella sabía
que era muy probable que él estuviera dentro. Había visto
fotos de él en Internet, así que ahora era el momento de hacer
su papel.
Viko y Boss todavía estaban a media hora de distancia.
Ella no podía esperar. Era el momento de aprovechar la
oportunidad.
Graciella se tiró del pelo hacia un lado. Normalmente,
cuando seducía a un hombre, su maquillaje era perfecto y su
ropa los hacía babear. Hoy, improvisaría y utilizaría lo que
tenía.
Una vez en el lujoso vestíbulo del restaurante, observó
el interior en busca de Manuel. Ignoró a la anfitriona,
esperando que tuviera razón al venir aquí. Cuando vio la cara
del tatuaje y el tipo con barba subiendo las escaleras del
restaurante, maldijo en voz baja y entró en el corazón del
restaurante. La anfitriona la llamó, pero ella caminó más
rápido, zigzagueando entre las mesas y buscando a su
objetivo.
Cuando divisó a Manuel, luchó contra la avalancha de
emociones que afloraban por el alivio de encontrarlo. Este
tipo había pagado al científico para que creara más drogas
contaminadas. Tenía el antídoto, la única forma de acabar
con toda esta muerte.
Estaba en una gran mesa redonda con un grupo de
invitados de lujo. Ella sólo iba detrás de él, pero entonces
reconoció a otra persona en la mesa: Renzo Bianchi. ¿Por qué
estaba Manuel comiendo con el líder del cártel local si
supuestamente quería hacerse con el poder? Ya se había
enfrentado a Viko. Los líderes de la clandestinidad nunca se

112
llevaban bien. La confianza y la camaradería no eran la
norma, y dudaba que aquí fuera diferente.
No tenía sentido. Ya nada tenía sentido.
Graciella encontró el baño de damas y se refrescó. Su
traje de cuero seguía siendo lo suficientemente atrevido como
para llamar la atención. Si conseguía evitar a esos imbéciles
del callejón, podría dejar a Manuel a solas el tiempo
suficiente para averiguar dónde guardaba la cura. Un poco
de tortura podía servir de mucho en estas situaciones.
Respiró profundamente y salió al pasillo. Graciella pasó
junto a la mesa de los hombres y se inclinó hacia Manuel. —
Manuel, ¿eres tú?
Él sonrió y los otros hombres de la mesa expresaron su
aprobación. —Lo siento, no recuerdo tu nombre —dijo él.
Graciella hizo un mohín. —Eso es decepcionante.
Pensaba que seguro que te acordarías de mí. —Le pasó la
punta del dedo por el hombro.
—Por supuesto —dijo él—. Deberías unirte a nosotros.
Todos empezaron a acercarse en un intento de darle la
bienvenida a la mesa, pero ella susurró al oído de Manuel. —
Aquí no. Sólo nosotros dos.
No podía ir mejor hasta que se dio cuenta de que los dos
hombres del callejón se asomaban al restaurante, buscando
su mezquina venganza. Se le estaba yendo de las manos, y
los nervios se le estaban disparando.
—Dime cuándo —dijo él.
—¿Puedo hablar contigo a solas en el pasillo sólo un
minuto? —preguntó ella, mordiéndose el labio inferior para
dar efecto. Él aceptó inmediatamente. Necesitaba salir de la
zona de asientos antes de que se dieran cuenta y se
descubriera su tapadera. Su corazón se aceleró.
La siguió hasta el pasillo cerca de los baños, y justo
antes de doblar la esquina, hizo contacto visual con la cara
del tatuaje. Todo su cuerpo se tensó. Era sólo cuestión de

113
tiempo hasta que todo esto le estallara en la cara. Tenía que
moverse rápido.
—¿Cómo te llamabas, ángel?
Él le tocó la cara, pero ella nunca se permitía inmutarse
cuando trabajaba. Todo era una actuación, y ella había
perfeccionado el arte de desconectarse de la realidad para
evitar romperse por la mitad.
—¿Puede ese ser mi nombre?
—Ángel. Me gusta. —Puso una mano en su cadera y se
inclinó para besar su cuello expuesto. Ella cerró los ojos,
recordando lo mucho que odiaba a los hombres.
Pero el beso no llegó.
Cuando abrió los ojos, había un cuchillo en su
garganta. Exhaló el aliento que estaba conteniendo. Luego se
concentró en el gran cuerpo que había detrás de él. —
¿Dejarías que otro hombre pusiera sus labios sobre ti?
—Me echaste a los lobos.
Boss la miró fijamente, sin prestar atención al hombre
tembloroso que tenía bajo su cuchillo. Tenía la mano llena de
sangre. Cuando miró a la derecha, al otro extremo del pasillo,
vio a sus dos acosadores en un montón contra la pared. Un
dulce alivio corrió por sus venas. Una oleada de seguridad
que conectaba con Boss la inundó.
—¿Cómo me has encontrado?
—Hay un rastreador en tu sujetador.
Ella gruñó. —Y yo que pensaba que habíamos tenido un
momento en tu baño. Supongo que me equivoqué.
—No te equivocaste.
Graciella entrecerró los ojos. —Viko todavía está a
veinte minutos.
—Yo no soy Viko.
Acababa de salvarle el culo, matando a los hombres que
la perseguían y rescatándola de ese cerdo asqueroso. Sí,
podría haberlo manejado como siempre, pero era agradable

114
liberarse de todo. Si alguna vez hubiera querido tener un
caballero de brillante armadura, ese habría sido Boss.
— Este es Manuel Viola, pero estoy seguro de que ya lo
sabes —dijo.
Una gota de sangre brotó en el cuello del hombre
cuando la hoja se clavó más profundamente.
—Sólo me pregunto hasta dónde llegarías para
conseguir lo que quieres. —Su tono estaba cargado de celos.
Ella no le contestó. ¿Habría sido capaz de acostarse con
el enemigo? ¿O Boss seguiría introduciéndose en su mente
mientras soñaba despierta?

115
Capítulo 10

Manuel Viola era ahora un hombre muerto y


casualmente tenía el antídoto, como era de esperar. Entre
Viko y Boss, no quedaba nada del hombre. No debería haber
esperado otra cosa. Por suerte, Killian había tomado el
antídoto en el momento en que se lo habían entregado y en
ese momento estaba viajando en primera clase de vuelta a
Bain. El científico también estaba bajo estricta vigilancia y en
el proceso de hacer un gran lote del antídoto ahora que tenía
sus notas de vuelta. Habían sido unos días muy productivos
y aún no habían terminado. Las mentas de la droga seguían
circulando, y mientras estuvieran matando a la gente, el
científico tendría que seguir vivo. La verdad era que, ahora
mismo, quería al científico tan muerto como Manuel.
Se agarró los hombros, estirando el cuello.
Habían sido unos largos meses, una larga vida.
Graciella cerró los ojos, permaneciendo perfectamente
inmóvil en su habitación de hotel.
Una mujer normal estaría completamente horrorizada
por lo que acababa de presenciar. Arrastrando a su única
pista para descubrir todos sus secretos. Ver a dos hombres,
reyes por derecho propio, torturarlo y hacerlo pagar por lo
que había hecho. Toda la muerte recaía sobre los hombros
de Manuel, pero la verdad era que Graciella era la culpable.
Si ella no hubiera tenido la estúpida idea, mucha gente
seguiría viva.
No había forma de evitarlo.
Soltó un suspiro y gimió.
Su cuerpo envejecía. Había desperdiciado gran parte de
su vida matando y vengándose. En momentos como éste se
odiaba a sí misma más que nunca.

116
Después de todos los problemas por los que había
pasado recientemente, por fin tenía la oportunidad de
analizar todo lo que había sucedido. No había terminado, ni
mucho menos. Manuel no había estado trabajando solo. La
pequeña mierda tenía en sus bolsillos el cartel, lo que iba a
causar un montón de problemas.
—Sabes que es de mala educación entrar a hurtadillas
en la habitación de una mujer —dijo Graciella. No necesitó
darse la vuelta para saber que Boss estaba cerca.
Hacía tiempo que había dejado de intentar averiguar
cómo entraba. No importaba. Aunque se encerrara en una
torre lejana, él la encontraría.
—Pensé en venir a ver cómo estabas.
—Estoy bien. Perfectamente. Tienes que vigilar al
científico. Es un diablillo escurridizo.
Se rió. —No te preocupes. Tengo a un Killer of Kings
extra vigilándolo —dijo.
Él se había acercado más.
Abriendo los ojos, lo sintió tan cerca de su espalda. Con
cualquier otro hombre, lo habría matado o atacado, pero
como era Boss, se salió con la suya. No debería poder salirse
con la suya.
Mordiéndose el labio, ella no se movió. No se inclinó
hacia atrás.
Era igual que los demás hombres. No podía permitirse
disfrutar de él o de su compañía. Eran dos personas
diferentes y nada iba a cambiar eso.
—Por supuesto. Papá dice ven y tus secuaces vienen
corriendo.
—Ahora, nena, estás empezando a sonar un poco celosa
allí.
—No, en absoluto. No soy un secuaz. Soy una persona
que puede decidir por sí misma.

117
De nuevo, su profunda risa retumbante. ¿Por qué tenía
que sonar tan bien? ¿Por qué tenía que sentirse tan bien?
—Soy muy consciente de que tienes tu propia mente,
Graciella.
—¿Ahora soy Graciella? ¿Qué pasó con Widow Maker?
Me parece, Boss, que eliges cómo y cuándo me quieres. Se
está volviendo un poco agotador. —Fingió un bostezo—. Ya
estoy cansada. —Ella se tapó la boca y esta vez, él acortó la
distancia entre ellos para que su frente tocara su espalda.
Carne con carne.
Bueno, cerca de la carne. Tenían la ropa puesta, pero
ella aún podía sentir su calor.
¿Por qué tenía que pensar en Boss sin ropa?
Sus manos se dirigieron a los brazos de ella. Ella no se
inmutó. No se apartó.
—Lo eres todo, Graciella. Eres la Widow Maker y una
mujer hermosa.
—No lo hagas —dijo ella.
—¿Por qué tienes tanto miedo? —preguntó él.
Ella se giró en sus brazos y deseó no haberlo hecho. Él
era tan... sexy. Era injusto. Incluso con sus cicatrices, en
lugar de asquearla, la excitaba.
Las emociones que se había prometido a sí misma que
nunca sentiría salieron a la superficie. Los hombres eran
monstruos. La mayoría de los hombres, no todos, pero aun
así, se había prometido a sí misma que nunca sentiría nada
por nadie. Era más seguro así.
Boss no era cualquiera.
—¿Por qué tuviste que dejarme? —preguntó ella—. Me
he probado una y otra vez. No llevo la insignia de tus grupitos
pero soy más que capaz de arreglármelas.
—No quiero hablar de eso. —Sus manos se deslizaron
arriba y abajo por sus brazos.

118
—Es una mierda dura. Todos tenemos que hacer cosas
que no queremos hacer. —Esto era bueno. Agarrar su rabia,
deleitarse con ella, significaba que no estaba cediendo a la
necesidad de hundirse contra él. ¿Qué tan bueno sería
realmente dejarse llevar? ¿Agarrarse a Boss como si fuera
una especie de salvador? Sería tan bueno.
No se dejaría llevar. No terminaría bien.
—No confías en mí, ¿verdad? ¿Creías que iba a huir con
el científico y no permitir que Bain consiguiera su preciado
antídoto? ¿Crees que después de todo lo que sabes de mí,
haría eso? —No se hacía ilusiones sobre su reputación.
Desde que la venganza con las drogas había salido
terriblemente mal, se había dejado la piel para arreglarlo.
No quería que muriera más gente. Ella había estado
trabajando para asegurarse de que se había ido del país. Su
mayor error fue tratar de resolverlo todo ella misma, lo sabía
ahora más que nunca.
Desde el principio, debería haber acudido a Boss. Había
oído hablar de Killer of Kings hace años, incluso los había
observado y admirado sus habilidades, pero nunca se había
acercado, creyendo que estaba mejor sola.
—No tiene nada que ver con eso. —Boss le ahuecó la
cara. En lugar de sentirse amenazada por el contacto, se
sintió reconfortada, especial. No pudo evitar poner las manos
en su cintura, abrazándolo.
Maldita sea. Un simple toque no debería sentirse tan
bien y, sin embargo, lo hizo.
—Entonces, ¿por qué? Quería ayudar. ¿No lo ves? ¿No
entiendes lo importante que es para mí? —Ella no tuvo la
oportunidad de continuar, ya que Boss de repente estampó
sus labios contra los de ella.
Los besos no significaban nada.
Normalmente.

119
No había nada normal entre ella y Boss. Ni mucho
menos. Eran fuego y hielo y, sin embargo, juntos ardían.
Cerrando los ojos, gimió cuando la lengua de él recorrió
su labio inferior. Después de recorrer su cuerpo con las
manos, le rodeó el cuello con los brazos e hizo algo que nunca
había querido hacer con ningún otro hombre: apretar su
cuerpo contra él. Ansiaba su cercanía.
Una de las manos de Boss se hundió en su pelo y la otra
se deslizó hacia abajo para apretarle el culo. La dura cresta
de su polla la presionó, y ella gimió, desesperada por más. El
calor inundó su gatito. Su mente pasó de estar molesta a
estar excitada en cuestión de segundos. Sólo Boss era capaz
de hacerle eso.
Cuando ella abrió los labios, Boss aceptó la invitación y
deslizó su lengua dentro de su boca. Ella gimió, pidiendo
más, queriendo más, hambrienta de él.
Él los movió hasta que la pared se encontró con su
espalda y ella se levantó, envolviendo sus piernas alrededor
de su cintura, montando esa cresta que tanto deseaba.
Mientras se colgaba de él, Boss la apoyó con su cuerpo contra
la pared.
Él rompió el beso. Ambos jadeaban. Ella estaba tan
caliente por él como él por ella.
Graciella no ocultó su reacción. No le importaba
hacerlo. Boss estaba allí con ella y ella estaba cansada de
luchar. Cansada de intentar constantemente estar por
encima, especialmente cuando con Boss, ella sólo quería
estar con él, y punto. No había necesidad de discutir, ni de
pelear, sólo paz total y absoluta. Podrían tener eso. Ella no
tenía ninguna duda.
—Te dejé porque no quería que te pasara nada. —Él le
tapó la boca con la mano cuando ella fue a discutir con él—.
¿Crees que no sé lo fuerte, lo increíble, lo jodidamente
competente que eres? Lo sé. Sé que eres una mujer infernal,

120
una asesina fantástica y, en el fondo, una mujer muy
cariñosa y atenta. Lo ocultas todo, y lo entiendo. No hay nada
débil en ti, Graciella. El débil soy yo.
Retiró la mano.
—¿Qué? No hay nada débil en ti, Boss. Ya lo sabes.
¿Qué demonios quieres decir? —Estaba más que confundida.
—Debería haber sabido que no lo entenderías. Cuando
se trata de ti, Graciella, me haces débil. No creo que eso sea
necesariamente algo malo. —Le apartó un poco de pelo de la
cara—. No quiero estar sin ti, nunca. Sí, he pensado en
matarte cuando me haces enojar, pero no lo querría de otra
manera. Quiero protegerte, siempre.
Las lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba a Boss.
Sentimientos. Durante mucho tiempo, los había odiado.
No quería tener nada que ver con ellos. La hacían débil. Boss
se había metido en su piel y, mientras lo besaba, supo que
ya no podía huir. No de él, no del modo en que la hacía sentir.
Estaba enamorada y no había vuelta atrás.

****

Admitir la verdad a Graciella había sido más fácil de lo


que Boss esperaba.
No le estaba mintiendo. No quería que le hicieran daño.
Su pasado aún se aferraba a ella como una segunda piel y
todo lo que él quería hacer era derribar el pasado,
demostrarle que una vida con él no le causaría más dolor.
—¿Graciella? —preguntó.
—Esta noche —dijo ella, apartándose.
Sus labios estaban hinchados.
—¿Esta noche?
—Sí, tú y yo. Nada más. Por favor. Tú no eres el rey y yo
no soy la competencia. Sólo somos Graciella y Boss. Dos

121
personas que se conocieron. Sin promesas. ¿Podemos
hacerlo?
No buscaba una aventura de una noche, ni mucho
menos, pero con Graciella estaba más que dispuesto a darle
lo que quería.
Pasando su mano por la espalda de ella, yendo a su culo
de nuevo, dio un paso atrás.
—¿Boss?
Se sacó la camisa por encima de la cabeza, tirándola a
un lado. Llevaba dos pistolas metidas en los vaqueros, y las
puso en la cómoda junto a la pared. A continuación, se
deshizo de los pantalones y la miró, de pie, sólo con sus
calzoncillos negros.
—¿Lo apruebas?
Se lamió los labios. —Eres una bestia.
Sus dedos acariciaron el borde de su camisa. Podría
haberle quitado la ropa, pero esto era para ella. Si ella quería
parar, lo harían. Él nunca la forzaría, ni una sola vez.
Boss esperó con la respiración contenida mientras ella
esperaba.
Esto era una burla.
Se levantó la camisa por encima de la cabeza,
mostrando su sujetador acolchado, pero también que llevaba
tantas armas como él. Colocó las suyas junto a las de él y a
continuación se ocupó de sus vaqueros. Sacándose los
pantalones, se quedó en ropa interior.
Ambos estaban sin armas.
Vulnerables.
Ambos a merced del otro.
En lugar de esperar a que Graciella diera el siguiente
paso porque ya había salido de su zona de confort, le puso
una mano en la cintura y la acercó. —Dime que pare.
—No.
—Maldita sea, Graciella.

122
—Quiero esto, Boss. —Ella puso su mano en el pecho
de él y la deslizó lentamente hacia abajo hasta cubrir su
bóxer—. Me encanta que te vistas de negro. —Ella lo apretó—
Si no quieres, aléjate.
Como respuesta, él se apoderó de su boca. Era
imposible que no quisiera. Los apartó de la pared y la llevó a
la cama. Lentamente, la bajó sobre ella, sin dejar de besarla.
Acariciando su cuerpo, se dirigió a sus rodillas,
manteniéndolas abiertas.
—No te preocupes. Sé que eres tú. No me asustaré —
dijo ella—. Por favor, Boss.
Él conocía su historia como nadie. Ella estaba segura
con él. —Ni siquiera he empezado. —Le besó el cuello y le
pasó la lengua por el pulso. Ella dejó escapar un jadeo y
ahora él utilizó sus dientes para crear el nivel perfecto de
dolor y luego calmarlo con ligeros movimientos.
Bajó hasta la parte superior de sus pechos. Besó cada
uno de los montículos antes de llegar por detrás de ella para
abrir el cierre del sujetador. Deslizando los tirantes por sus
brazos, se lo quitó del cuerpo para mirarla fijamente.
—¿Te das cuenta de lo jodidamente hermosa que eres?
—le preguntó. Vio el rubor en sus mejillas y no pudo evitar
sonreír—. Por esa mirada deduzco que no tienes ni idea.
—¿Por qué no me lo muestras?
—Con mucho gusto.
Su lengua pasó por un pezón duro antes de llevarse el
segundo a la boca. Ella se arqueó, gimiendo su nombre. El
sonido llenó la habitación, resonando en las paredes.
Él agarró las dos tetas y las acarició antes de morderlas
y chuparlas en la boca. Eran más que un generoso bocado.
Quería que se balancearan frente a él mientras la follaba.
Maldita sea, quería a Graciella para siempre.

123
Lentamente, arrastró sus labios por el cuerpo de ella,
llegando a su estómago, y luego más abajo. Las bragas
seguían cubriendo su gatito y ahí era donde él quería llegar.
Presionando su cara contra la tela que cubría su coño,
la respiró. Ella soltó un pequeño grito. El sonido era tan dulce
y a la vez estremecedor. Él no podía saciarse de ella, no
quería hacerlo.
Las bragas eran ahora un obstáculo. Agarrando la
entrepierna, tiró. Las costuras no eran rival para su fuerza.
Se separaron con facilidad. Tiró la prenda ofensiva. Ahora
podía ver su bonito gatito.
Ya estaba mojada, pero él pretendía que lo estuviera
aún más.
Abriendo los labios de su gatito, miró su dulce e
hinchado clítoris. Quería su polla dentro de ella, saborearla,
ahogarse en esta mujer. Puso la lengua en su clítoris y lo
acarició de un lado a otro.
—¡Oh, mi maldito Dios! —Los gemidos de placer de
Graciella llenaron el aire. Se detuvo lo suficiente para
mirarla, y joder, si no era un espectáculo para la vista. Tan
hermosa. Tan sexy. Tan increíble.
Lamiendo su clítoris, se lo metió en la boca con un
gemido. La mordió, haciéndola retorcerse bajo él, tan perfecta
y abierta. Sus gemidos desesperados hicieron que su polla se
pusiera dura como una piedra. Se burló de ella con su lengua
y luego bajó para acariciar su abertura.
—Me estás matando —gritó ella.
Apoyó las manos en el interior de sus muslos,
manteniéndola abierta, mientras empezaba a penetrarla con
su lengua. Luego volvió a su clítoris, decidido a dedicar
mucha atención a ese dulce capullo. Podría quedarse entre
sus piernas la mitad de la noche.
Ella se retorcía bajo él y él frotaba su cara contra ella,
sin querer soltarla. Quería que ella conociera el verdadero

124
placer, de un hombre que no exigía nada a cambio. La crema
de ella cubrió su cara y él la lamió. Ella estaba a punto de
alcanzar el clímax, empujando su gatito contra su cara,
jadeando y tensándose. Él le sujetó las nalgas,
manteniéndola cerca mientras le comía el gatito sin piedad.
—Sí, por favor, sí —dijo ella—. Estoy cerca, Boss. Tan
cerca.
—Vente para mí, princesa.
Ella lo hizo.
Él se tragó sus jugos mientras ella se dejaba ir y fue tan
jodidamente hermoso. Boss no se detuvo allí, dejándola
montar su ola de placer, más que feliz de ser el que le diera
un orgasmo. Sólo cuando ella se calmó después de su clímax,
él redujo la velocidad, dándole tiempo para disfrutar de la
sensación.
Metió la mano en su mesita de noche y sacó un condón.
Desde la punta hacia abajo, manipuló el látex, la cabeza de
su polla ya goteaba pre-semen al querer entrar en ella.
—Dime que pare, Graciella. Dime que no me deseas.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y le sonrió. —Boss,
fóllame. Fóllame como quieras.
Él gruñó y estrelló sus labios contra los de ella. Ella era
puro pecado y él no podía negarle nada. No quería hacerlo.
Manteniendo sus piernas abiertas con sus caderas, apoyó la
punta de su polla en su abertura, mirándola a los ojos,
esperando.
—Tienes que meterme dentro de ti —le dijo.
Cada paso iba a ser de ella aceptando, entregándose a
él. Nunca la forzaría. Si ella lo quería, iba a demostrarle
cuánto.
Con la polla en su entrada, él observó, fascinado, cómo
ella se introducía entre ellos. Agarró su polla con la mano.
Gruesa e hinchada, él quería deshacerse del preservativo,
sentirla piel con piel, pero ya habría tiempo para eso.

125
Ella acercó la cabeza en forma de hongo a su clítoris,
golpeándolo, y él gimió cuando ella se arqueó, gimiendo al
hacerlo. Tan bonita. Tan perfecta. Todo lo que él siempre
quiso.
—Así es, princesa. Utilízame. Toma lo que quieras y
úsalo, jodidamente amalo.
Ella movió su polla hasta su abertura y con su mirada
fija en él, lo introdujo lentamente en su interior.
Graciella estaba caliente, apretada, y le costó cada
gramo de control para no apartar las manos de ella y follarla
duro y rápido. Quería darse una palmadita en la espalda por
no haberla follado más fuerte que nunca. Esta noche era algo
nuevo para ambos. Significaba algo más que emociones
baratas o un contrato cumplido. Era real. Duradero.
Cuando su pelvis golpeó su mano, ella lo soltó. Sus
manos se dirigieron a su culo y lo empujaron esos últimos
centímetros.
—Dios, eres grande, Boss. Sabía que serías bueno, pero
no tanto.
—Ahora soy todo tuyo.
Para ayudarla, él empujó, asegurándose dentro de ella.
Ella jadeó y él la besó, tragándose cualquier otro
gemido. Se mantuvo perfectamente quieto dentro de ella. No
sólo para que ella se acostumbrara a su polla, sino también
para que él tuviera el control. Lo último que quería hacer era
correrse como un adolescente.
Estaba tan cerca.
Graciella lo era todo. Sabía desde el momento en que la
conoció que sería suya. Sólo que no se había dado cuenta de
lo mucho que ella le jodería la cabeza. No había manera de
que él nunca fuera capaz de dejarla ir.
Mientras la miraba fijamente, ella se lamió los labios y
le ofreció la sonrisa más dulce.

126
—Yo no... esto no es un juego, Boss. Sólo soy yo —dijo
ella—. Te lo prometo. Lo juro.
—También tienes todo de mí, nena. No estoy jugando.
Sólo soy yo. —Comenzó a salir de ella hasta que sólo quedó
la punta de él. Él la observó, esperando cualquier señal de
que esto era demasiado para ella. Ella había pasado por
cosas a las que ninguna mujer debería someterse.
Ella no dio ninguna señal de querer que esto terminara,
así que él empujó dentro de su apretado calor, amando sus
gemidos. Él sólo le daría placer por siempre. Todo lo que
quería era que ella se dejara llevar por él, sin actuar ni
preocuparse.
Podía darle una vida tan buena como la que ella había
soñado. Le daría el mundo si ella se lo permitía.
Empujando dentro de ella, empezó lentamente, sin
querer precipitarse. Miró hacia abajo y observó su polla. El
preservativo era una molestia, pero necesario.
Gimiendo, no pudo resistirse a acariciar su clítoris,
llevándola a un segundo orgasmo mientras la penetraba,
sintiendo sus espasmos.
Estaba a punto de correrse. Ya no podía contenerse.
Tomando las manos de ella, las presionó a ambos lados
de su cabeza, besando sus labios mientras montaba en su
coño, sintiendo los primeros temblores de su orgasmo
mientras la llenaba, inundando el condón con su liberación.
El placer no terminó ahí. Se desvaneció lentamente y Boss
supo que nunca volvería a ser el mismo. Pasara lo que
pasara, no podía dejar ir a Graciella. No más correr. Ella era
parte de él, y por eso, sus problemas eran ahora los suyos.
La protegería, moriría por ella. Ahora sólo tenía que casarse
con ella.

127
Capítulo 11

Una semana después

Se sentía bien estar de vuelta en la ciudad. Su ciudad.


Por primera vez en mucho tiempo, no tenía ganas de huir. Se
había quitado un gran peso de encima ahora que se había
encontrado un antídoto para las drogas. Manuel Viola estaba
muerto. El científico estaba bajo llave hasta que Boss
decidiera lo contrario. Bain se había recuperado. Finalmente,
su pesadilla había terminado.
Se sentía raro no tener esa culpa aferrada a ella como
una sombra. Se había apoderado de ella cada mañana y no
la dejaba dormir por la noche. Estaba libre de la carga de su
error de hace tantos años. Lo único que quedaba en su mente
era la deuda con Viko. Eso nunca se pagaría. Eso nunca le
permitiría tener un nuevo comienzo. ¿Cómo podía siquiera
considerar una relación con Boss cuando tenía una deuda
con su enemigo?
Había estado evitando a Boss la semana pasada.
Una vez en casa, se cuestionó la noche que habían
compartido. Mucha gente se da un capricho cuando está de
vacaciones y vive para lamentarlo. Aunque no habían estado
en la República Dominicana para descansar y relajarse, era
un lugar diferente, una realidad única.
Boss podía tener a cualquier mujer que quisiera:
jóvenes, vírgenes, mujeres sin cicatrices ni equipaje. Era un
hombre de poder y riqueza.

128
Ella no podía darle herederos. Su cuerpo estaba roto.
Sería casi cruel obligarlo a una vida con ella cuando podría
tener mucho más.
Había sido una bonita fantasía mientras duró.
Entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en él?
Graciella se volteó en la cama y agarró su teléfono móvil
de la mesita de noche. Exhaló su decepción.
—¿Qué quieres, Viko?
—Eras mucho más respetuosa cuando necesitabas mi
dinero y mi apoyo. Tienes poca memoria.
—Dudo que llames para charlar.
—Tienes razón. Y vas a ayudarme.
—¿Esperas que sea tu chica de los recados el resto de
mi vida?
Él se rió. —La carga de estar en deuda. No lo
recomiendo.
—Sí, gracias.
Se dejó caer de nuevo en la cama, cubriendo sus ojos
con un brazo. Esto sería una pesadilla que nunca terminaría.
—Manuel me jodió. Quería mi lugar en el Circle. Está
muerto, pero sé que no trabajaba solo. No había forma de que
pudiera financiar la fabricación y exportación de esas drogas
por su cuenta.
—¿Qué esperas que haga? —preguntó ella.
—Eres una de las mejores. Hablas el idioma. Y, como he
mencionado, me lo debes. Vuelve a la República Dominicana.
Fóllate a quien tengas que follarte. Necesito saber quién va a
por mí.
Se le revolvió el estómago al pensar que Viko se
entrometería en su vida para siempre, que no le permitiría
seguir adelante y dejar el pasado atrás. Le gustaba trabajar
sola, sin tener que responder ante nadie más que ante sí
misma.

129
Graciella tenía que empezar el día. Tras una ducha
rápida, salió de su apartamento. Había un todoterreno negro
con los cristales muy tintados aparcado en la calle. Los
cristales empezaron a bajar. —Sube.
Apenas reconoció a este tipo. —¿Quién lo pide?
—Tienes una cita con Boss en quince minutos. No le
gusta que lo hagan esperar.
Graciella quiso mandar a la mierda al conductor, pero
en lugar de eso, subió al vehículo. Tenía curiosidad por saber
qué quería de ella. Y no tenía nada mejor que hacer que ir a
la cafetería por un café con leche.
—Pensé que Killian era su conductor.
—Soy Chains, por si no me recuerdas. Llevo manejando
para Boss mucho más tiempo que Killian.
Recordó a Xavier hablando de su buen amigo Chains.
Sus nervios se calmaron.
—¿Y dónde es esta cita?
—Desayuno en el agua. Restaurante de cinco estrellas.
Sus croissants salieron en la revista Food Addiction el mes
pasado.
—Wow, eso es mucho más detalle del que esperaba. —
Se echó hacia atrás y vio pasar la ciudad. Los hombres de
Killer of Kings no se parecían a ningún otro sicario con el que
hubiera trabajado en el pasado.
Llegaron al restaurante y ella salió. Boss ya estaba
sentado y le hizo un gesto para que se acercara. No pudo
evitar sonreír. Parecía tan seguro de sí mismo.
—Secuestrarme no te dará ningún punto.
—No has respondido a mis llamadas —dijo él.
—He estado ocupada.
Usó una mano para indicarle que se sentara. Era una
mesa para dos personas con vistas al agua. Había tres rosas
frescas en el jarrón: rojas, amarillas y blancas. Tuvo que

130
admitir que estaba impresionada. Sus desayunos no eran ni
de lejos tan extravagantes o complicados.
—Me has estado evitando, Graciella. ¿Por qué?
Tomó aire, no estaba dispuesta a jugar en ese momento.
Estaba cansada, hasta el fondo del alma. —No quiero ser la
novedad de la semana. Sé cómo termina esto —dijo—.
Esperaba que ya tuvieras una nueva conquista.
Él entrecerró los ojos, tomando un sorbo de su café,
haciéndole un gesto para que bebiera el suyo.
—Tu hermano sigue sin beber café, ¿lo sabías? Las
viejas heridas nunca se curan para algunos. Luego hay otros,
como tú, que parecen no inmutarse.
Saboreó su café. —Lo que se ve no siempre es lo que
hay. Mi hermano tiene sus heridas, yo tengo las mías.
Afrontamos las cosas a nuestra manera.
—Y a ti te gusta huir. Poner muros tan altos que nadie
puede entrar.
Se encogió de hombros, tomando otro sorbo. —Si eso
funciona...
Boss se recostó en su asiento, mirándola fijamente. Las
gaviotas graznaban sobre el agua. La bocina de un barco
bramaba en la distancia. Este lugar le recordaba a su propio
escondite junto al mar. La relajaba.
—No eres la novedad de la semana, Graciella. He
terminado con otras mujeres. Sólo hay una que me interesa.
—Cuando lo dices, me siento amenazada.
—Lo sé. Tienes que aprender a confiar en mí. No te haré
daño —dijo—. Nadie conoce tu historia como yo. Todavía
estoy aquí, cariño. Y no voy a huir.
Dios, ella quería a Boss. Se veía tan malditamente
comestible. Era una bestia tatuada y musculosa sentada en
el patio de un restaurante excesivamente caro y nadie se
atrevía a decirle que no pertenecía a ese lugar. Era el tipo de
hombre que exigía respeto y obtenía lo que quería.

131
Metió la mano en su chaqueta y sacó una elaborada caja
de anillos. La colocó sobre la mesa y la empujó hacia ella.
Ella se quedó mirando, sin saber qué pensar. Él no había
dicho ni una palabra.
Graciella decidió jugárselo todo, ya que él se había
convencido de que la quería.
—¿Has olvidado mi deuda con Viko? Imagino que un
hombre como tú se pondría furioso al saber que su mujer
tiene una deuda de por vida con el Circle of Monsters.
Golpeó con los dedos e la mesa, sin hablar, con los ojos
intensos.
—Exactamente. Un factor que rompe el trato —dijo ella.
—Abre la maldita caja, Graciella.
Ella tomó aire y alcanzó la caja. Él colocó su mano
brevemente sobre la de ella, sorprendiéndola, y luego él se
sentó y esperó.
¿Estaba conteniendo la respiración? Sentía como si el
mundo entero se hubiera ralentizado sólo para este
momento. Ella abrió la caja. Dentro estaba el anillo de
compromiso de diamantes más grande y perfecto que jamás
había visto. Y había visto muchos en su trabajo. Esto era algo
totalmente diferente.
—Lo encargué sólo para ti —dijo él.
Ella tragó saliva. —¿Qué significa esto?
Boss se inclinó sobre la mesa, sujetando su antebrazo
mientras sostenía la caja con el otro. —Cásate conmigo,
Graciella. Tenemos una vida que vivir. Los dos hemos sufrido
bastante. ¿Por qué no podemos ser felices? Juntos.
—¿Matrimonio? ¿El asesino de reyes me pide que me
case con él?
Se quedó boquiabierta y todos sus pensamientos y
razonamientos superiores salieron por la ventana, dejándola
indefensa y sin saber qué decir a continuación.
—¿Por qué no?

132
—Puedo escribir una lista kilométrica de por qué no
funcionaría —dijo ella, mirando fijamente el anillo.
—Pero funcionará a pesar de todo. Porque te amo.
Esta vez, ella lo miró a los ojos, completamente
sorprendida. Siempre se había sentido tan poco querida que
le resultaba extraño oírlo y creerlo.
—Boss...
—Cásate conmigo, Graciella Moreno. Te juro por Dios
que te seré leal por el resto de mis días.
Su primer instinto fue correr, rechazar todas las
hermosas palabras. Pero él tenía razón. Ya era suficiente.
Ella no se creía capaz de hacerlo después de todo lo que había
pasado, pero también lo amaba. Él la volvía loca y ella lo
amaba igualmente.
Pensaba en él todo el tiempo.
Incluso ahora, no podía evitar recordar su primera vez
hace una semana. A pesar de toda la mierda que había
soportado en su vida, él la hizo sentir femenina, deseable,
como si nunca hubiera conocido a un hombre antes de él.
¿Cómo podría alejarse de eso?
—¿Podemos estar solos?
Él levantó una ceja. —¿Cuándo? ¿Ahora?
—Ahora.
Boss levantó un brazo para pedir la cuenta.
Caminaron hacia los coches del estacionamiento. —
¿Has venido en coche hasta aquí? —preguntó—. ¿O te trajo
Chains?
—Es un buen hombre. No lo habría enviado a recogerte
si no confiara en él. —Boss pulsó su llavero y un BMW azul
marino sonó a unos metros de distancia—. Y a veces
conduzco yo mismo.
—Hoy estás lleno de sorpresas —dijo ella, subiendo al
asiento del copiloto de su coche.

133
****

Ella no había dicho que sí. Boss se sintió como un


colegial compitiendo por la atención de una chica. No se iría
a dormir esta noche hasta tener su respuesta.
Los llevó a una de sus muchas propiedades. La suite del
ático de este hotel era donde hacía muchos negocios.
También tenía la mejor vista de la ciudad.
—¿Dónde estamos? —preguntó ella, entrando en el
lujoso condominio.
—En uno de mis apartamentos. ¿Te gusta?
Observó a Graciella mientras se dirigía a las ventanas
del suelo al techo. La mujer sabía cómo moverse, cómo
utilizar su cuerpo para volver locos a los hombres. Él no era
inmune.
—Creía que mi piso tenía una buena vista, pero esto...
esto es increíble. —Apoyó una mano en el cristal, disfrutando
de las vistas.
Él se acercó por detrás de ella y le rodeó la cintura con
los brazos. —Tengo muchas cosas. Más dinero del que puedo
gastar. Todos los juguetes y artilugios que un hombre puede
desear. Hay una cosa que he aprendido durante todos estos
años.
Se giró hacia él y le rodeó el cuello con los brazos. —
¿Qué es, Boss?
—El dinero no puede comprar la felicidad.
Graciella entrecerró los ojos. —Eso dicen. Es un dicho
común.
—No, es cierto. Las cosas no pueden evitar la soledad.
—¿Cómo puede estar solo el gran Boss? Podrías estar
rodeado de gente nueva día y noche y rogarían por tu
compañía.

134
—Y luego se van a sus casas. Necesito más, Graciella.
La vida está vacía sin amor. Después de ver a tantos de mis
hombres casarse, siempre me pregunté cuál era la
fascinación... hasta que llegaste tú.
—No soy nada especial —dijo ella.
—Lo eres todo para mí —dijo él. Le besó la frente—.
Nunca respondiste a mi pregunta.
Ella negó con la cabeza. —Mi deuda, Boss. No va a
desaparecer.
—Sé que has hablado con Viko esta mañana.
—Por supuesto que lo sabes.
—Está paranoico. Todo se derrumba a su alrededor.
Desde que descubrió que su hombre, Manuel, lo había
traicionado, se dedicó a matar. El Diablo que llevaba dentro
se había liberado y no podía ser controlado.
—Como me considera su esclava personal, supongo que
caeré con él.
—Nunca dejaré que eso ocurra —dijo—. ¿Sabes con
quién trabajaba Manuel en el cártel?
Ella asintió.
—No se lo digas a Viko. Voy a hacerle un trato que no
podrá rechazar.
Graciella ladeó la cabeza. —¿Qué estás tramando,
Boss? —Le pasó los dedos por el pelo.
—Quiero que seas mía, sólo mía —dijo.
—Quieres ser mi dueño.
Él gruñó. —Llámalo como quieras. Funciona en ambos
sentidos.
—¿Me estás diciendo que nunca desearás tus especiales
semanales?
Graciella era celosa hasta la saciedad. Ella creía que
tenía razón, pero Boss nunca había sido más sincero. Sólo
de pensar en todas esas putas sin nombre se le revolvía el
estómago.

135
—Eso es exactamente lo que te digo. Un rey no es nada
sin su reina.
Ella sonrió ante eso.
—Eres el mejor en todo, o eso dicen. Demuéstramelo.
—¿La semana pasada no fue suficiente?
—Esta vez llevaré la cuenta.
Esta mujer lo volvía loco. No le tenía miedo y no se
guardaba sus pensamientos. Lo excitaba mucho que una
mujer fuerte lo pusiera en su lugar. Por supuesto, dejó que
Graciella se saliera con la suya. Ninguna otra persona lo
presionaba y vivía para contarlo.
Se inclinó y la besó. La habitación estaba insonorizada,
dejando sólo el sonido de sus respiraciones. Ella comenzó a
desnudarse, sin romper el beso. Cuando se retiró, sólo
llevaba el sujetador y las bragas.
—Quítate la camiseta —dijo ella—. Quiero tocarte.
Boss se quitó la camisa y se quitó el arnés de los
hombros, colocándolos en su escritorio.
—Vamos a jugar a un juego —dijo ella.
—De acuerdo.
Le pasó los dedos por el pecho y a lo largo de su paquete
de seis. —¿Dónde te has hecho esta cicatriz?
Él miró uno de los cortes de su estómago. Tardó un
minuto en recordar incluso por qué había tantas malditas
cicatrices. —Herida de metralla. Tuve que sacarla yo mismo.
¿Me toca a mí?
Ella asintió.
Besó su camino por el cuerpo de ella hasta que estuvo
sobre una rodilla. Boss frotó su cara contra sus bragas,
haciéndola estremecer. Entonces tocó una profunda cicatriz
en la parte baja de su estómago. —¿De dónde es ésta?
Su cuerpo se tensó.
—Querían estar seguros de que nunca me quedaría
embarazada. Las chicas embarazadas eran un problema.

136
—A la mierda este juego —dijo él, levantándola en sus
brazos—. Nadie volverá a hacerte daño.
Ya había tenido suficiente con la tristeza, la culpa y la
vergüenza. Nada de su pasado podía sorprenderlo o hacer
que sus sentimientos cambiaran. Lo único que quería era
hacer feliz a su mujer.
La acomodó en su gran escritorio de roble con vistas al
horizonte. —¿Eso no te molesta? ¿No tener nunca un
heredero?
—Cariño, si quisiera tener hijos, los tendría. Killer of
Kings es mi legado. Todo lo que quiero es la hermosa mujer
que tengo delante. Tú eres todo lo que necesito y quiero.
Le abrió las piernas y se inclinó sobre su cuerpo,
besando su cuello, bordeando la concha de su oreja. Le
desabrochó el sujetador y le quitó las bragas. Tener a Widow
Maker desnuda sobre su escritorio era un espectáculo
hermoso. Nunca se cansaría de follarla.
—Déjame verte —dijo ella.
Se quitó los pantalones y los bóxers. Boss no tenía nada
que ocultar. Acarició su erección un par de veces mientras
ella miraba. Su polla era gruesa y larga y tenía la resistencia
necesaria para aguantar toda la noche. —¿Quieres esto
dentro de ti?
Ella parecía hechizada, con los ojos ya vidriosos de
lujuria. —Fóllame, Boss. Quiero poder sentirlo mañana.
Él gimió. Olvida el azúcar y las especias. Su reina latina
era una chica muy sucia. Se agachó y se dio un festín con su
clítoris, lamiendo de vez en cuando sus pliegues. Ella se
retorció sobre su escritorio, sus papeles y adornos cayendo
al suelo.
—Grita todo lo que quieras, nena. Nadie puede oírte. —
Tiró de las caderas de ella hasta el borde del escritorio, y
luego no perdió tiempo en hundirse profundamente en su

137
caliente coño. —Joder, te sientes perfecta alrededor de mi
polla.
Ella maulló y se contoneó, hambrienta de que él
trabajara su cuerpo.
—Qué chica tan traviesa. —Se la folló a un ritmo lento,
viendo cómo la llenaba una y otra vez—. Necesitas que te
enseñen algunos putos modales.
—Sí, me he portado mal —dijo ella—. Castígame.
Aceleró el ritmo, follándola profunda y duramente, con
el escritorio rozando las baldosas. Con Graciella, era un reto
contenerse y no derramarse dentro de ella. Era muy sexy.
Boss la giró y la empaló con su polla de inmediato. Ella
gritó, sus manos se aferraron a los bordes del escritorio. —
¡Más!
Él agarró un puñado de su largo pelo negro, y con la
otra mano le aseguró la cadera. Le dio unas cuantas
bofetadas firmes para animarla. Boss embistió su cuerpo, su
culo se agitó y sus pechos se apretaron contra el escritorio.
Ella gritó, el sonido erótico fue música para sus oídos.
—Toma mi culo. —Ella era insaciable. No como ninguna
otra mujer que él hubiera tomado antes—. Te quiero en todas
partes. Sólo a ti.
Él no estaba preparado para nada de esto. Lo último
que quería hacer era lastimarla, pero ella era insistente.
Utilizó la crema de su coño y la arrastró hasta su culo,
cubriendo de humedad la pequeña y bonita roseta.
El pre-semen goteaba de la punta de su polla. Nunca
había estado tan jodidamente excitado en su vida. Apretó la
cabeza de su erección en aquel agujero prohibido, empujando
lenta y firmemente. Ella gruñó, empujando contra él,
llenándose de su polla.
—Eres absolutamente perfecta. —Él miró hacia abajo
entre ellos, con su polla en lo más profundo de su culo. Pasó
las palmas de las manos desde los hombros de ella por todo

138
el cuerpo hasta llegar a sus caderas. Boss empezó a meter y
sacar la polla de su culo. Utilizó una mano alrededor de su
cuerpo para acariciar su clítoris, frotándolo en rápidos
círculos. La doble estimulación hizo que sus gemidos fueran
más profundos, y los sonidos hicieron que fuera casi
imposible aguantar mucho más.
—Vente para mí, nena. Sé una buena chica y ordeña mi
polla.
Ella dejó escapar una serie de mini jadeos antes de
soltarse finalmente, gritando de placer. Boss la sujetó con
fuerza y le llenó el culo con su semen. Una vez que su
respiración se calmó, la levantó en sus brazos. Ella ni
siquiera abrió los ojos.
La dejó en la encimera del baño y utilizó una toallita
húmeda para limpiarlos a los dos. Mientras terminaba, ella
lo miraba. Una belleza tranquila y natural en su rostro.
Ningún disfraz.
Boss se paró frente a ella y le acercó la cara, besando
sus labios una, dos veces.
—Estás preocupada por mí, pero ¿yo debería estarlo?
Eres la Widow Maker, conocida por ser un cebo para los
hombres. Tal vez sea yo el que está siendo utilizado.
—No te preocupes por mí, Boss. —Su sonrisa era
triste—. Todo lo que hay aquí, entre tú y yo, es la primera vez
que soy real desde que tengo uso de razón. Me siento segura
contigo. —Sus ojos se llenaron de humedad. Cuando
parpadeó, unas cuantas lágrimas recorrieron sus mejillas.
—Así es como debe ser. —Él besó sus lágrimas y luego
acercó su frente a la de ella—. Nunca dejaré que nadie te
haga daño.
—No usaste condón.
—No.

139
Se quedaron así, conectados a un nivel más profundo.
Cómodos en la presencia del otro. Auténticos, desnudos,
vulnerables y experimentando el amor por primera vez.
—¿Boss?
—Sí, cariño.
—¿Crees que esto puede funcionar? —susurró ella.
—Funcionará. Antes de que llegaras, no podía entender
la fascinación por establecerse con una sola mujer. Regañaba
a mis hombres por eso. Incluso a Xavier. Ahora todo lo que
puedo pensar es en hacerte feliz.
—¿Puedo volver a ver ese anillo?
Se puso unos boxers y sacó el anillo del bolsillo de su
chaqueta. Se sentó en el sofá de cuero y se acarició el regazo.
Graciella no se había puesto ropa y él no se iba a quejar. Ella
se sentó en su regazo y abrió la caja.
Boss sacó el anillo. Le había costado una pequeña
fortuna. Le agarró la mano izquierda y se lo puso en el dedo
anular. Encajaba perfectamente, hecho sólo para ella.
—Vaya. —Levantó la mano a la luz, inclinándola hacia
un lado y otro para ver el brillo.
—¿He pasado la prueba? —preguntó.
Graciella sonrió y le acercó la cara con una mano,
dándole un beso. Fue suave, dulce y lleno de promesas. —Sí,
y me casaré contigo, Boss.

140
Capítulo 12

Ninguna mujer se había metido en su piel antes. En


lugar de verlo como una debilidad y una maldición, Boss lo
vio como una fortaleza y una perspectiva de futuro. No
dejaría que otro minuto de su vida se le fuera de las manos.
Por eso estaba aquí, sentado en una silla desconocida,
fumando de nuevo uno de los cigarros de Viko. Odiaba su
sabor. La casa en sí estaba en un lugar seguro, en una isla
privada frente a la costa. Al parecer, a Viko le gustaba lo
mejor de todo. Y también su privacidad.
Desde que Viko había encargado a Graciella la misión
de conseguir al responsable de financiar la distribución de la
droga, él se había escondido de alguna manera. O bien era
eso, o realmente pretendía mantenerse al margen.
Boss tenía como misión averiguar cómo vivía la gente,
sobre todo cuando se trataba de su competencia o de sus
enemigos. El Circle of Monsters no era más que un grupo de
asesinos muy bien pagados. No le gustaban, no los
respetaba. No eran el tipo de gente que contrataría para
misiones delicadas. Si quería hacer una escena para hacer el
trabajo, claro. Viko podía reunir a sus hombres y crear una
tormenta de mierda.
Personalmente, Boss prefería jugar al juego. Era un
hombre de muchas caras.
Cuando empezó Killer of Kings, lo hizo con la intención
de ser el mejor, de contratar a los mejores. La única forma
que conocía para sobrevivir era ser el mejor. Luchar más
duro, ser más fuerte, y ser más paciente que todos
Donde él creía que la venganza era un plato que se
servía frío, Viko era fuego y reacción. Por eso el Circle of
Monsters nunca superaría a Killer of Kings, y posiblemente

141
por eso, en el esquema de las cosas, estaban, a todos los
efectos, igualados. Aun así, Boss no se pondría en términos
amistosos a corto plazo. Ni con Viko, ni con los hombres con
los que se relacionaba.
—Empiezo a pensar que vas detrás de mi culo, Boss —
dijo Viko—. Múltiples reuniones secretas en un mes. Me
siento especial.
—No deberías.
—¿Has venido a igualar por fin el marcador? ¿Quieres
intentar matarme?
—No tengo ningún deseo de matarte, Viko. No me
importa en absoluto hacerte daño. —Lanzó un anillo de
humo al aire. Sólo había dado un par de caladas, pero ya
había terminado. Lo aplastó sobre el escritorio de Viko—. ¿Te
escondes todo el tiempo?
Viko echó la cabeza hacia atrás y se rió. —¿Crees que
esto es huir?
—No conseguiste lo que querías y en lugar de quedarte
y luchar por ello como un hombre de verdad, estás aquí
haciendo lo que sea que tengas que hacer. Así que sí, creo
que estás huyendo. ¿Te asusto? —preguntó Boss.
—¿Por qué no te preocupas más por llevar a tu mujer al
altar que por lo que estoy haciendo con mi tiempo?
Boss sonrió.
—¿Crees que eres la única persona en este mundo que
puede reunir información sobre su oponente?
—La verdad es que no. No es ningún secreto que tengo
la intención de casarme con la Widow Maker.
—Esperemos que su nombre no te siga al dormitorio,
Boss. Puede que no salgas vivo.
—Es muy dulce que te importe —dijo Boss—. No estoy
aquí por ninguna otra razón que no sea la de ocuparme de
esa deuda que tienes con mi mujer.

142
—Lo que Graciella me debe es entre nosotros dos. —
Viko cruzó los brazos sobre el pecho.
Para cualquier observador casual, eran simplemente
dos hombres, sin armas, pero Boss conocía a Viko igual que
Viko lo conocía a él. Llevaban armas, pero las mantenían
ocultas en los lugares más convenientes.
—Graciella es mía. Me pertenece y acabará formando
parte de Killer of Kings.
La risa demente de Viko resonó en la habitación. —Bien,
ahora sé que estás loco. ¿De verdad crees que esa mujer tiene
lo que hay que tener para trabajar en una organización tan
estricta como Killer of Kings? Maldita sea, vas a estar de
malas cuando se trata de negocios. Graciella te llevará a la
ruina. Primero, ella no acepta órdenes de nadie.
—¿Cómo llamas entonces a lo que ella hace por ti?
—Oh, yo le doy órdenes pero ella no las cumple. Estás
vivo, ¿no?
Boss se cruzó de brazos. Como en todas las reuniones
con Viko, estaba empezando a aburrirse. Esto no los llevaba
a ninguna parte. —Hace tiempo que acepté que no te voy a
matar, Viko. Estamos demasiado igualados e
independientemente de lo que piense de tu pequeña
organización, en realidad haces lo correcto. Lo bueno.
—Ah, ¿te estás poniendo sentimental en tu vejez, Boss?
—Te daré a Renzo Bianchi. Es el hombre que quieres. A
cambio, me concedes la libertad de Graciella. —Dio un paso
detrás del escritorio. Ya no se hacía el simpático—. Nunca la
llamarás. Nunca le pedirás ayuda. La dejarás sola. Libre y
claro. En lo que a ti respecta, Graciella, Widow Maker, o como
la llames, no existe. Ella es libre de estar conmigo. —Ya no
sonreía. Había demasiado en juego.
No había venido aquí para bromear con Viko.
Este bastardo ya había pasado demasiado tiempo
compartiendo el mismo aire que él.

143
Viko se rió. —¿De verdad esperas que me crea eso? ¿Vas
a darme un cartel a cambio de un pedazo de coño que ya te
has follado?
—Ten cuidado —dijo—. Mi oferta termina en cuestión
de minutos y quiero que pienses bien antes de darme una
respuesta. Es una oferta limitada, pero si decides hacer esto
difícil para Graciella o para mí, entonces me encargaré
personalmente de que Renzo tenga la mejor vida que el dinero
pueda comprar. Él nunca sufrirá un día en su vida. Más allá
de la financiación de las drogas y de dirigir un cártel, es un
tipo honrado. Todos los que murieron por tomar esas drogas,
son daños colaterales.
Se quedó mirando a Viko, esperando, y luego continuó:
—Si eso no es suficiente para convencerte, estamos
igualados, pero tus chicos no. Donde ellos vayan, yo estaré
allí. Me convertiré en tu mayor puta pesadilla. El negocio se
verá afectado. Te lo garantizo. De hecho, incluso estoy
deseando la perspectiva de arruinarte y llevar al Circle of
Monsters a la ruina. Todo lo que tienes que hacer es conceder
a Graciella su libertad, y yo te entregaré personalmente a
Renzo. Tendrás tu paz. —No le importaba lo que le sucediera
al bastardo. Bain había estado a punto de morir por culpa de
las drogas.
Se encargaría de ello si Viko tomaba la decisión
equivocada.
El silencio se prolongó.
Para cualquier otra persona, esto sería un debate
incómodo, para Boss, aquí era donde se sentía más cómodo.
Nadie podía superarlo. Ni siquiera Viko.
—¿Y si necesito la experiencia de la Widow Maker? —
preguntó Viko, sorprendiéndolo—. Ella es rara, Boss. Aparte
de que me debe, sigue siendo muy buena en lo que hace.

144
—Sencillo, acude a mí. Si la necesitas como asesina, me
llamarás a mí. Bajo ninguna circunstancia se venderá. Su
cuerpo es mío. Cada parte de ella me pertenece.
—Maldita sea, doblegado por una mujer.
Boss se rió sin humor. —En absoluto. Todavía puedo
alejarme de ti y llevarme mi pequeña ofrenda de paz. No soy
débil, Viko. Estoy justo donde debo estar. Si quieres ver la
debilidad, mírate en el espejo. Has permitido que tus
emociones nublen tu juicio demasiadas veces. Podrías
haberte llevado a Renzo, pero tu sed de venganza te lo
impidió. —Se encogió de hombros—. ¿Qué será? La vida en
la isla empieza a irritarme.
Viko lo miró, con los rasgos firmes. Boss sabía muy bien
que había tocado sus botones calientes.
—Sabías que aceptaría el trato. Ni siquiera sé qué haces
todavía aquí. Hasta que Renzo esté en mis manos, puedo
seguir llamando a Graciella.
Boss se acercó a él y golpeó una llave contra su pecho.
—Está atado a tu cama, esperando lo que quieras hacerle.
Viko agarró la llave mientras Boss se alejaba,
dirigiéndose a la puerta.
—¿Sabías que aceptaría el trato? —preguntó Viko.
Boss miró hacia atrás. —Las drogas mataron a tu hija.
No dudé ni un segundo de que no aceptarías el trato. Nunca
he conocido ese tipo de dolor. Sólo puedo empezar a imaginar
cómo ha sido este asunto para ti.
—Espero por tu bien que nunca lo sientas —dijo Viko.
—Espero por ti, que cuando termines con Renzo,
encuentres algún tipo de paz, cualquier paz. —Boss se dio la
vuelta y se fue. No miró hacia atrás. No había necesidad de
hacerlo. Bain seguía esperándolo en el barco. El jodido
grandullón había perdido demasiado peso durante su
enfermedad y, por lo que decían sus informantes, seguía

145
dándole al gimnasio y comiendo como si no hubiera un
mañana.
—¿Conseguiste lo que necesitabas? —preguntó Bain.
—Sí, vamos a casa. —Renzo iba a morir. Por su mano o
por la de Viko, realmente no importaba. Encontró una
oportunidad para salvar a su mujer y la aprovechó. Cuando
se trataba de Graciella, él haría todo por ella. Ella era dueña
de su corazón, y él tenía la intención de mostrarle un mundo
lleno de amor, y un montón de asesinatos.

****

Un mes después

Hacía mucho tiempo que Graciella no se vestía de


blanco. Miró su reflejo y sus nervios se dispararon por
completo. Esta no debía ser su vida, pero aquí estaba,
viviendo el sueño.
El día de su boda.
¿Cómo había llegado tan rápido? No hubo tiempo para
escapar. No había forma de que se fuera, aunque tampoco
quería hacerlo. No, en el último mes, Boss le había mostrado
un lugar en su mundo, y funcionaba. Ella quería estar con él
todos los días. Killer of Kings era un imperio con tantos
detalles intrincados y que se extendía por todo el mundo. Ella
había subestimado su tamaño.
No era de extrañar que Boss lo controlara con puño de
hierro. Nunca pensó que formaría parte de algo tan increíble,
tan poderoso. Se sentía bien al pertenecer. Todos eran sólo
engranajes de una red mucho más grande, pero sin esta red,
odiaba siquiera pensar en cómo podría ser el mundo.
Llamaron a la puerta y las invitó a entrar. Las otras
mujeres de Killer of Kings eran muy amables, pero Graciella

146
no sabía exactamente cuál era su lugar con ellas. Eran
buenas chicas y tenían poco en común. Seguía siendo una
asignatura pendiente para ella y una lucha constante por
encontrar su lugar entre ellas. El tiempo ayudaría. Un día se
acostumbraría a no estar sola en el mundo.
Girando, se soltó la falda.
—Estás hermosa —dijo Xavier, tomándola por sorpresa.
Había logrado evitar a su hermano durante mucho
tiempo. Hasta ahora. Se volvió hacia él. —¿Eso crees?
—Sí y lo sabes.
—No lo sé. No estoy acostumbrada a ser la estrella del
espectáculo. He estado en muchas bodas. Algunas han
terminado en baños de sangre. Así es el mundo. Con suerte,
Boss y yo podremos darnos el sí quiero antes. —Divagó. ¿Por
qué estaba tan nerviosa? Se apartó el pelo de la cara.
—Sé que nunca vamos a estar como cuando éramos
niños. Han pasado demasiadas cosas. Ambos tenemos vidas
diferentes ahora. —Él se detuvo—. Siempre seré el hermano
que no te protegió y eso permanecerá …
—De acuerdo, para. —Ella levantó la mano—. No quería
hacer esto hoy, pero no te culpo, Xavier. Realmente no lo
hago. Eres mi hermano, claro, y eso de que los hermanos
protegen a sus hermanas, lo entiendo. Los dos éramos niños.
Los dos, no sólo yo. Tú también fuiste un niño, y no permitiré
que cargues con esta culpa. No es tuya para cargarla. No me
vendiste ni me hiciste daño. Nuestras vidas dieron un giro
inesperado y yo me ocupé de ello.
Respiró profundamente. —Deja de sentirte culpable por
lo que pasó y sigue adelante. Es lo único que podemos hacer.
No quiero que estés aquí porque sientas que tienes algún tipo
de deuda conmigo. Estoy enamorada de Boss y eso ya da
bastante miedo. Es un tipo loco e increíble, y no puedo creer
la suerte que tengo de que, a pesar de todo lo que hemos
pasado, vaya a casarse conmigo hoy. Soy feliz, Xavier. Contra

147
todo pronóstico, soy feliz. Sé que tú también eres feliz. Voy a
ser tía. Serás un papá, uno muy bueno. Es más, cada vez que
me veas, no quiero que estés pensando en lo que no pudiste
hacer de niño. No quiero seguir recordando lo que nos
quitaron, Xavier. Nos robaron nuestra infancia. Deja de
intentar robarnos la oportunidad que tenemos ahora como
adultos.
Xavier asintió. —Puedo hacer eso.
—Bien, porque no te pregunté esto porque sabía que
llorarías por mí. ¿Me acompañarás al altar hasta tu jefe? —
preguntó ella, sonriendo. Él era la única familia que tenía,
así que era apropiado.
—Por supuesto, llevaré a mi hermana al altar. Será un
honor. Y él es más que mi jefe. También es un amigo. —
Extendió el brazo—. Por cierto, yo no lloro.
—Puedo ver una lágrima. Está justo ahí. Sólo tienes que
parpadear y se deslizará por tu mejilla.
—¿Sabes cuál será el apodo de tu pareja?
—¿Apodo? —preguntó ella.
—Sí, como Brangelina. Graciella y Boss, así que será
Gross. Estoy totalmente de acuerdo. La idea de ustedes dos
juntos me da náuseas.
—Xavier, actúa de acuerdo a tu edad. —Ella negó con
la cabeza.
Él se rió. —Realmente espero que Boss pueda
manejarte.
—Nunca podrá manejarme, pero va a ser divertido ver
cómo lo intenta.
Graciella no quería casarse en una iglesia o en el
ayuntamiento. En su lugar, había preguntado si podían
alquilar una villa cerca del mar para poder celebrar su boda
en la playa. Ella no esperaba que Boss fuera el dueño de una
isla o que un sacerdote formara parte de Killer of Kings. Ese
era su nombre, Priest. No respondía a ningún otro nombre, y

148
ella aún no lo había oído hablar. La mitad de su cara tenía
tatuajes, y no había nada sagrado en el hombre.
Boss tenía sus secretos pero ella sabía que era todo
suyo. Había luchado contra él durante mucho tiempo, pero
no había nadie a quien quisiera más. Los hombres habían
destrozado su vida, pero Boss estaba decidido a
recomponerla pieza a pieza. Él era su caballero de brillante
armadura.
La música comenzó. Una pequeña banda al borde de su
grupo sonaba como una orquesta. Era increíble. Otros
hombres de Killer of Kings y sus esposas estaban presentes.
Su grupo íntimo de personas. Aquí era donde ella pertenecía.
Ya no tenía que huir.
Todos los demás se desvanecieron. Toda su atención se
centró en la bestia de hombre que estaba frente a ella. El
hombre que había sido capaz de deshacer su frío corazón y
hacerla esperar una vida mejor, de hacerla sentir el
verdadero amor.
Xavier colocó su mano dentro de la de Boss y mientras
se movía para colocarse a su lado, Priest comenzó a hablar.
Su voz ronca atrajo la atención de todos.
Ella no se movió. Sólo tenía ojos para Boss.
Después de que se la llevaron, había dejado de creer en
los cuentos de hadas. Sólo eran historias que los niños se
contaban a sí mismos. Nunca hubo un príncipe apuesto que
la salvara. Durante mucho tiempo, sólo había podido confiar
en sí misma.
Boss era su príncipe. Ahora lo veía.
Con él, sabía que en el fondo podía experimentar la vida
como debía ser.
—Graciella, me aseguraré de que nunca te arrepientas
de estar conmigo. Tengo la intención de amarte, cuidarte y
ayudarte a ser la esposa perfecta para mí. —Ella se rió
mientras él le guiñaba un ojo—. Conocerte, encontrarte, me

149
hizo darme cuenta de que no hay nadie en este mundo a
quien quiera más. Hiciste estallar todo mi mundo y lo
anhelaba, lo deseaba, estaba desesperado por un pedazo de
ti, cualquier parte de ti que pudiera tomar. Te quiero más que
a nada en este mundo.
Las lágrimas llenaron sus ojos pero no dejó que se
derramaran. Él deslizó el anillo en su dedo y ella alcanzó su
anillo.
—Boss, nunca pensé que sería capaz de creer en el
amor, y mucho menos de experimentarlo. Cuando estoy
contigo, me doy cuenta de que sólo he estado existiendo. Me
das una razón, un propósito para vivir. No puedo garantizarte
que nuestra vida será perfecta, pero estará muy cerca. —Se
rió—. No se me dan bien los discursos.
La pequeña multitud se rió. Boss le pasó el pulgar por
los nudillos. Priest continuó y cuando llegó a la parte de
besarla, ella estaba más que feliz.
Boss le ahuecó la mejilla, la acercó y sus labios
cubrieron los de ella. En ese momento, ella supo que había
tomado la decisión correcta. No había nadie más en este
mundo que se acercara a hacerla sentir así. Él era todo lo
que ella podía desear y más.
Sus amigos vitorearon hacia ellos. Boss no había
terminado. Las dos manos de él estaban en su cara, y ella lo
rodeó con sus brazos, olvidándose de la pequeña multitud,
acercándose lo más posible a él.
—Te amo, Graciella.
—Y yo te amo a ti, Boss. Nunca te librarás de mí. Espero
que puedas soportarlo.
Sus manos bajaron por la espalda de ella, yendo hacia
su culo mientras la atraía con fuerza. Sus cuerpos estaban
completamente unidos y ella sintió la dureza de su polla. —
Puedo soportar todo lo que me des.

150
—Bien, porque no tengo ganas de bailar, ni de comer,
ni de mezclarme. ¿Podemos volver a nuestra villa? Porque
quiero aprovechar todas las habitaciones. Hagamos que
nuestra noche de bodas sea el comienzo de toda nuestra
nueva vida juntos.
Sin dar las gracias a ninguno de los presentes, Boss la
levantó en brazos y se rió mientras la llevaba por la arena
como en las bodas de cuento de hadas. No se atrevió a mirar
a sus amigos. Sus vítores los siguieron. Graciella se sintió
despreocupada y más ligera que nunca. Todas las cargas y
traumas se desvanecían en comparación con su nueva
felicidad.
Nunca supo lo que era la paz, pero estando en los brazos
de Boss, casada con él, no había forma de que la vida fuera
más perfecta.
Graciella había encontrado a su alma gemela y nunca
iba a renunciar a ella, nunca.

Fin

151
Sobre las autoras

Sam crescent

A Sam Crescent le apasiona la ficción. Le encantan los


buenos romances eróticos y, por lo tanto, sólo tenía sentido
para ella extender sus alas y empezar a escribir. Empezó a
escribir en 2009 y finalmente consiguió la primera
aprobación en 2011 por parte de Total-E-Bound.
Le encanta crear nuevos personajes y adentrarse en los
mundos que crea. Cuando no está entrando en pánico con
una historia o discutiendo con un personaje, se la puede
encontrar en su cocina creando todo tipo de desastres. Al
igual que sus historias, las creaciones en la cocina pueden
ser igual de dudosas, pero a veces las cosas salen bien

Stacey Espino

Stacey Espino reside en la bella Ontario, Canadá, donde se


dedica a criar a sus cinco hijos en edad escolar. Le encanta
ser canadiense, pero podría prescindir de los brutales
inviernos.
Disfruta escribiendo novelas eróticas que te harán
retorcerte en tu asiento. Desde vaqueros duros hasta
cambiaformas alfa, tiene todo cubierto.
Stacey también escribe romance alternativo entre hombres
con el nombre de Winona Wilder.

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