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Antecedentes:

Nicaragua ha sido un país destacado por su producción artesanal, desde artículos


para el hogar, hasta productos básicos alimenticios. No podemos dejar de
mencionar una de las producciones más conocidas a nivel nacional “Las Cajetas”
cultura y alimento implementado desde años remotos, y de igual forma
desarrollado en la pequeña ciudad de Diriomo.

Diriomo, municipio del departamento Granada, conocido actualmente por tener un


lugar muy turístico donde se saborean las mejores cajetas del país, esta es “La
Casa de las Cajetas Elisa”. Patrimonio de la familia Palacios Aráuz.

Aquí se conservan 105 años de historia, desde que, al quedar huérfana de madre,
la niña Elisa López Salinas, de 9 años de edad, sorprendió a la tía que la cuidaba
diciéndole que quería hacer y vender cajetas.

Empezó haciendo el producto a base de naranjas, lo envolvía en hojas de sereno


y ella misma salía a venderlo a las calles, relata su nieta, Adela Aráuz Palacios.
“Ella tomó la iniciativa, era una niña decidida. Molía la naranja en una piedra hasta
dejar la masa bien fina y luego la envolvía. Supongo que alguien la guiaba, pero
ella fue la fundadora”.

Con el paso del tiempo y el apoyo de su tía fue ampliando los sabores. Apareció la
deliciosa cajeta de leche y cacao, luego otros sabores como la toronja, zapoyol,
batata, manjar de leche y las mermeladas de maracuyá, mango, tamarindo y
Jamaica, muy demandados por nicaragüenses y extranjeros.

Muchos turistas llegan a Diriomo únicamente para disfrutar del sabor de estas
cajetas y llevarlas a sus países de origen, expresa doña Adela, quien se muestra
contenta con la acogida que ha tenido esta empresa familiar.

A la muerte de su fundadora, el negocio pasó a manos de su hija, Socorro


Palacios, de su esposo Augusto Aráuz y de los siete hijos que procrearon juntos,
uno de ellos es doña Adela. Durante varias décadas doña Coco se encargó de
continuar el legado de su madre hasta que –por su avanzada edad– tuvo que
retirarse del trajín.

Doña Adela, que ahora está a cargo de la cocina, dice que su madre, con 85 años
de edad, tiene dificultades para caminar por causa de la artritis, “pero en general
ella está bien”.

La Casa de las Cajetas no se limita a estos dulces, también produce unos


riquísimos pancitos picantes con mantequilla, rosquillas y viejitas “Ideales para
toda ocasión”, como dice su eslogan. Aunque no se compara con la demanda de
las cajetas, estos últimos han tenido gran aceptación entre los clientes.

Atendiendo medidas de higiene, las cajetas vienen empacadas en bolsas de


celofán y luego en una pequeña caja de cartón de color anaranjado que las
distingue de la competencia. “Si no va empacada en esta caja anaranjada con
estas figuras, entonces no es de La Casa de las Cajetas. Esto es lo que nos
representa”, dice.

Pero, después de las hojas de sereno y antes del celofán, las cajetas venían en
papel de envolver, tiempo después cambiaron a papel espelmado y
posteriormente a plástico, hasta que dieron el salto al día de hoy. La pequeña
empresa ha procurado un producto de calidad y por eso cuenta con un registro
sanitario otorgado por el Ministerio de Salud, un código de barras para mayor
control y sus respectivas fechas de vencimiento.

La familia procura, además, elaborar la cantidad necesaria de productos a


comercializar para evitar la acumulación. “Aquí trabajamos todos los días de la
semana, a veces poco, porque no queremos tener productos viejos, trabajamos lo
necesario para que el producto llegue fresco al consumidor”.

Reconocimientos

Estos esfuerzos le han hecho merecedor de reconocimientos a nivel nacional e


internacional. Uno de ellos fue otorgado en 2006 por la Dirección General de
Regulación de Establecimientos y Profesionales de la Salud, Medicinas y
Alimentos, del Ministerio de Salud, por las buenas prácticas de manufactura.

Conserva también distinciones de participación en congresos alimenticios y ferias


nacionales, entre ellos el Primer Congreso Nacional de Alimentación y la Primera
Feria Nacional del Maíz.

En febrero del 2008, cuando celebraban el primer centenario de La Casa de las


Cajetas, la familia se llevó una agradable sorpresa cuando les informaron que
había resultado ganadora del premio Starfor Leadership in Quality (Estrella de
Liderazgo en Calidad) en la Categoría Oro.

En esa ocasión, muy contenta con la noticia, doña Socorro manifestó a El Nuevo
Diario que dicho premio se le entregaba a empresas u organizaciones
procedentes de diferentes países del mundo que implementan la cultura de la
calidad. Para hacerse merecedoras del premio, estas empresas deben tener una
clientela altamente satisfecha.

El galardón estaba previsto a entregarse en abril de ese mismo año durante una
cena de gala en los Salones Concorde, en París, Francia, pero no ocurrió así
porque ningún miembro de la familia pudo asistir.

Para lograr estos satisfactorios resultados, en el negocio laboran nueve personas


que se han integrado como parte de la familia, aunque no comparten los lazos
sanguíneos, entre ellas las señoras que menean la mezcla, la que empaca y el
horneador. “Casi son parte de nuestra familia porque tienen años de trabajar con
nosotros”.

Temporadas altas y bajas

Doña Adela señala que aunque hay épocas en que las ventas permanecen “frías”,
“no deja de venderse algo”. Una de las temporadas de mayor movimiento es –
indudablemente– el mes de diciembre cuando los nicaragüenses buscan preparar
su “gorra” o brindis para las celebraciones de la Purísima con riquísimos dulces.
Las fiestas patronales en honor a la Virgen de Candelaria que se celebran en
febrero, también “mueven” las ventas. “En Semana Santa y agosto que se
celebran fiestas patronales en varios departamentos también nos va bien, no nos
quejamos”.

La señora afirma que los diriomeños son quienes menos consumen el producto, a
diferencia de extranjeros y de nicas que habitan en otros departamentos de
nuestro país. “No es un producto de primera necesidad para los diriomeños,
quizás algunos tienen familiares en el extranjero y compran para enviarles”.

“Muy rica”

El periodista Mario Chacón conoció hace varias décadas a doña Socorro y a su


difunto esposo, con quienes entabló una sincera amistad. “Recuerdo que don
Augusto y doña Coco eran muy especiales; salían a las calles a preguntarle a la
gente qué le parecía el sabor de las cajetas, escuchaban a las personas y creo
que de ahí vino el éxito”.

En la década de los 60, relata Chacón, hubo una importante feria en la ciudad de
Granada, a la que asistieron empresarios y personalidades nicaragüenses y
extranjeras. “En esa ocasión vino el cónsul de Israel acompañado de otros
diplomáticos de su país y probaron las cajetas, quedaron encantados por el sabor,
dijeron que eran deliciosas, la única recomendación que hicieron a don Augusto es
que buscara una envoltura y un logotipo para que terminara de cautivar al público”.

Animado con esta experiencia y con una visión de futuro, don Augusto se interesó
en buscar un empaque adecuado “según Chacón– y fue así como apareció una
primera caja. “Ellos crearon un estilo y gusto único. El producto era para chuparse
los dedos y Diriomo adquirió un ribete espectacular. Se convirtió en la capital de
las cajetas en Nicaragua. Sigue siendo un referente”, enfatizó.

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