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Introducción

r JL—sonde encontrar una doctrina auténtica de las adic-


ciones, que disipe el desconcierto que nos produce esta clínica,
sólo en apariencia nueváí ¿Cómo orientar nuestra práctica? U n
p r i n c i p i o de elemental prudencia nos señala u n recorrido: la
obra de Freud, sin duda; la experiencia transmitida en los tex-
tos clásicos del m o v i m i e n t o psicoanalítico; los trazos dejados
por Lacan en su enseñanza; y el debate jurídico penal, donde el
sujeto que consume tóxicos ocupa u n lugar más bien ambiguo.
Nos encontramos así con la sorpresa de que los psicoanalis-
tas siempre han hecho frente a las adicciones. N o se trata de una
moda, aunque ciertas clasificaciones en boga como "patologías
de borde", "trastornos del narcisismo" o "patologías del acto", así
lo sugieran. Los textos clásicos y modernos muestran u n interés
y una preocupación constantes por interpretar teóricamente el
problema y por encontrar formas de afrontarlo en la clínica.
La cuestión de las sustancias químicas está presente desde la
prehistoria del psicoanálisis en los dos textos de Freud sobre la
eficacia del clorhidrato de cocaína contra el dolor orgánico, y
reaparece constantemente en su obra, ubicada en la serie de las
"soluciones" contra el malestar.
Para el pensamiento psicoanalítico, el fenómeno de la "adic-
ción", y la cuestión del consumo de sustancias tóxicas son dos
problemáticas diferentes: n i la adicción es siempre a u n químico-
tóxico, n i la ingesta tóxica implica necesariamente a la adicción.
A l mismo tiempo, no se podría decir que exista u n tratamien-
to psicoanalítico específico para las adicciones, ni que el psicoa-
nalista conduzca la cura con el f i n explícito de la supresión del
hábito.
Freud destaca la masturbación infantil como una primera
adicción que servirá de modelo a todas las demás. Habla además
del poder adictivo de la hipnosis, del amor, del juego, etc. Esto

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significa que "las adicciones" no se explican por la sustancia u ción), promueve en los hombres dos diferentes actitudes: algunos
objeto al que se fija la satisfacción, sino por la operación incon- rechazan esa pérdida y por lo tanto insisten en gozar, mientras que
ciente que las determina. La especificidad de ios efectos de una otros se contentan con evitar e! "dolor de existir"por medio de al-
sustancia, incluso su grado de nocividad, y hasta su propiedad gún "subterfugio". Es en esta segunda vertiente negativa donde
adictiva, dependen de un factor subjetivo en el caso del consumo Freud ubica a la intoxicación por drogas, bien lejos del espejismo
privado, o del contexto simbólico si se trata de u n rito o de una de la satisfacción pulsional. Ya n o se trata de suponer u n sujeto
ceremonia, más que de su propiedad estrictamente química..' que goza -^suposición que el adicto atiza vanagloriándose de expe-
Para que u n objeto, cualquiera sea, adquiera una propiedad riencias inefables ajenas al analista- sino de enfrentarse a u n suje-
-permítaseme el neologismo- "adicrógena", se requiere de algo to que sufre, cambio de posición necesario para hacer posible el
más que su cualidad química: requiere del desplazarrttertto sig- análisis. ¿No implica esto una transformación en el tratamiento
nificante por el cual dicho objeto pasa a ocupar u h lugar en el de los adictos? ¿No produce acaso un giro que va de la obsesión
deseo "de otra cosa" del sujeto. por suprimir la droga para "acotar el goce", propia del enfoque
Por supuesto que hay diferentes formas y grados de toxici- morsil, al cuidado analítico por instalar la transferencia?
dad, incluso de nocividad, en la serie metonímica de los "obje- L a propuesta psiquiátrica y médico-legal de hacer de cada
tos" capaces de producir adicción. Pero de todos modos, el ana- tipo de adicción una patplogía específica, y de cada sustancia
lista no define a un sujeto por su adicción sino por su estructu- una adicción sub-específica, sólo conduce al cómodo prejuicio
ra inconciente, donde la droga ocupa un lugar de "efecto" y no de que el mal está en la droga y que la cura se alcanzaría con la
de causa. limpieza del cuerpo y el abandono del hábito.
Freud menciona diferentes objetos que sirven de remedios al Pero ahí está el psicoanálisis, como lo estuvo siempre, para
"dolor de existir", o en otros términos, a la insatisfacción del de- realizar' la sencilla pero transformadora advertencia de que el
seo, y establece con ellos una serie donde coloca como el más problema está en el sujeto y no en el objeto.
poderoso "quitapenas", pero al mismo tiempo el más perjudi- La meta ambiciosa de este libro, expresada en el subtítulo
cial, al objeto químico. Le siguen luego otras formas de "conso- "Fundamentos clínicos", c u l m i n a en el q u i n t o capítulo donde
lación" mejor mediatizadas y menos dependientes del objeto, planteo una argumentación propia sobre los mecanismos espe-
como el teatro, la literatura y el humor, o la religión y la cien- cíficos de la toxicomanía. Si bien cada capítulo puede leerse co-
cía, y hasta la neurosis misma. mo u n texto independiente, el libro tiene u n encadenamiento y
En la historia del psicoanálisis muchas veces se ha pensado una progresión lógica, donde la investigación de la doctrina
opera como necesario fundamento de la clínica.
- e n una evidence identificación con Ja fantasía del toxicóma-
no—, que la droga proporciona una experiencia de satisfacción o C o n el postulado que orienta la elaboración de este l i b r o :
felicidad provisoria a la que incoerciblemente se necesita volver. "La pasión por evitar el d o l o r " pretendo ser fiel a la caracteriza-
La idea de "paraíso artificial", locución hecha famosa por el l i - ción negativa que Freud hace del consumo de tóxicos como re-
chazo del sufrimiento antes que como logro de la satisfacción.
bro de Charles Baudelaire Les Paradis Artificiéis (1860), perdura
En la ambigüedad de la frase se deja leer además, que la c o m -
en muchos investigadores y analistas clínicos.
pulsión p o r evitar el dolor produce, paradójicamente, la pasión
No es ésta en absoluto ¡a idea de Freud, para quien la pérdida
extrema del toxicómano: su esclavitud a la droga.
inevitable de felicidad (de goce) que acarrea la cultura (la castra-

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El l i b r o se completa c o n dos anexos que estimo de gran u t i - í
lidad para quienes se interesan teórica y clínicamente en el te-
ma: el primero consiste en u n artículo dé E d w a r d Glover, " L a
relación entre la formación de perversión y el desarrollo del j u i - La doctrina freudiana
cio de realidad", inédito hasta h o y en español. Fue selecciona-
do entre muchos otros p o r haber sido recomendado enfática- sobre las adicciones
mente por Lacan en la clase 20 (13-05-1959) del Seminario 6:
El deseo y su interpretación, m o m e n t o de su enseñanza que de-
dica a las toxicomanías. E l segundo selecciona ciertas partes de
las leyes vigentes llamadas de "Estupefacientes", de los contra-
dictorios fallos de la C o r t e Suprema, y dé ciertos artículos d o n - U n a cuestión de método
de los juristas discuten las formas en que la tenencia y consumo
de drogas debería ser considerada p o r la Justicia, es decir, los es-
pinosos problemas de la ¡mputabilidad del sujeto adicto y de la
P
tenencia de estupefacientes para uso personal. ¿Por qué, i n c l u i r JL ara responder por la "doctrina" freudiana sobre las adiccio-
este farragoso debate jurídico en u n libro de psicoanálisis? Sen- nes n o es suficiente con recorrer, aislar y compilar los párrafos de
cillamente, porque es necesario que el analista conozca, si se la obra, que p o r otra parte no son tantos, donde Freud incluye
aventura en el tratamiento de sujetos que consumen drogas, términos como narcótico, alcoholismo, toxicomanía, droga, alu-
cuál es el contexto j u d i c i a l que condiciona legalmente su prác- cinógeno, estupefaciente, u otros que tengan parentesco con los
tica en estos casos, y cuál podría ser su implicación y su respon- que hoy n o m b r a n el campo conocido como de las "adicciones".
sabilidad llegado el caso. C o m o toda investigación, ésta, aunque limitada, requiere
Finalmente, agradezco a Rolando K a r o t h y p o r haber acce- de u n método, al menos si pretende que las referencias "digan
dido a escribir el prólogo; sin duda, su valioso texto le confiere algo'', es decir, alcancen u n nivel conceptual, más allá del traba-
j o de yuxtaponerlas para reducir su dispersión.
a este libro u n interés adicional; agradezco también a M a x i m i -
Porque yuxtaposición no es organización, n i tampoco serie.
liano A n t o n i e t t i p o r haber cedido su excelente traducción del
Éstas requieren de una lógica enunciativa donde el sentido de
artículo de E d w a r d Glover para ser publicada en exclusividad
los enunciados no se sostengan de sí mismos, sino de la relación
en este libro./£o
establecida entre ellos. Y esto no es algo que esté dado "de en-
trada", en una lectura que recorra la superficie del texto pero
que ignore su estructura. Por el contrario, se trata de u n traba-
jo del investigador; más aún, ése es el trabajo del investigador,
hacer hablar a la letra.
Aquí es nuevamente Lacan quien nos orienta e n el méto-
do. Él concibió al comentario de textos como una disciplina.
El comentario que ignora esa disciplina, es u n comentario
"inspirado", personal, quizá hasta erudito, apto para probar fá-

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i

cilmente cualquier cosa, hasta l o improbable. i . "Sobre la cocaína"

El método de la "disciplina del comentario" es el utilizado


por Lacan en lo que él mismo denominó "el retorno a Freud". Las. primeras ideas de Freud sobre el efecto de las sustancias
Se trata del traba/o lógico de repensar, como opuesro totalmen- tóxicas, son de m u y temprana data, incluso anteriores a sus
Meas psicoanalítícas. Su artículo "Sobre la cocaína" apareció en 3
te al de retomar.
1884. Sin embargo, nuestro método permite encontraren ellas
Retomar consiste en estar volviendo siempre "a las fuentes"
las líneas directrices de u n trabajo al que, finalmente, debere-
en busca de pruebas o de verdades, haciendo de la investigación
mos volver. E n efecto, fue Freud, en este texto, quien descubrie-
una repetición ecolálica -siempre idéntica- de los mismos erro-
ra ta acción de la cocaína sobre las afecciones dolorosas. Que el
res, o si se quiere, de los mismos "obstáculos epistemológicos".
dolor pueda experimentar una "cancelación tóxica", be aquí una
Se justifica en nombre de la "fidelidad" ai Maestro.
intuición de Freud desde 1884, cuando puso en evidencia la acción H
Repensar no es repetir, es permitir el advenimiento de u n
de la cocaína sobre las afecciones dolorosas*
sentido nuevo que sólo aparece por retroacción, y donde la lec-
tura produce una "metaforización" del texto investigado. Los 1
Este descubrimiento es una i m p r o n t a que marcará la direc-
ción del pensamiento de Freud sobre la función de las sustan-
pasos para dar lugar a ese "acontecimiento" textual, no se dan
cias tóxicas: evitar el dolor. E l sintagma "cancelación tóxica" pa-
en ¡a "iluminación", sino en el transcurso de u n arduo trabajo:
rece indicar que n o se trata de una solución con respecto a lo
el de restituir ¡a sincronía de las relaciones lógicas en la disper-
que causa el dolor, sino de una acción sobre el dolor como sín-
sión diacrónica de los artículos o textos que componen una
toma, "cancelándolo", es decir: haciéndolo desaparecer por un
obra. En una breve sentencia, podemos enunciar el todo de es-
tiempo determinado.
te método: "desentrañar el eje sincrónico como legalidad
estructural de la continuidad diacrónica". Es la idea, n o las pa- A u n q u e la remisión a la etimología no demuestre nada, sir-
labras exactas, de Lacan en "La ciencia y la verdad". 1
ve a veces, si no se abusa de ella, como aval de una idea. En es-
Planteadas estas "cuestiones de método" que serán la guía te caso, el verbo cancelar, tiene su raíz en el sustantivo latino
cancelli-orum cuyos significados son: "verja, balaustrada, lími-
de este capítulo y también de los siguientes, hagamos nuestro
tes, barrera". Leído así el sintagma freudiano, encontramos que
propio intento de repensar qué dice Freud sobre las adicciones.
el tóxico opone una barrera, sirve de límite al dolor, pero en
ningún caso dice que intervenga sobre su causa n i que permita
1 D e este efecto de retroacción no queda liberado ni siquiera eí autor de una alcanzar u n goce. Son diferencias que destacamos por la i m p o r -
-obra. Él cambien se va enterando de lo que "había escrico" sólo a partir del desarro-
tancia que alcanzarán en el pensamiento ulterior de Freud.
llo posterior de su obra. A veces resulta muy arduo encontrar la lógica que estaba
presente ya en aquello desechado como error. Le sucedió al propio Freud muchas ' Por otra parte, las "afecciones dolorosas" que aquí tienen
veces, por ejemplo con su teoría de la etiología de la neurosis por el traumatismo como referente al dolor físico, se irán complejizando en el de-
sexual (la seducción del padre), que sólo pudo reencontrar su lugar lógica con el ;

descubrimiento de la relación entre fantasía y verdad. L a validez de este método ri-


ge únicamente en el campo del psicoanálisis, donde la verdad no es enunciada por ' Sigmund Freud: "Sobre la cocaína", en Escrito sobre k cocina. £ d . Ana-
un agente, sino escuchada por el analista en la experiencia de! inconciente. grama, Barcelona, 1980, pág. 91.

-' Jaeques Lacan: " L a ciencia y la verdad", en Escritos II, Siglo Veintiuno edi- ' Sylvie Le Poulichet: Toxicomanías y pJcoMátish. A m o r r o m , editores, Bue-
nos Aires, ¡99fi, pág. 63.
rores, Buenos Aires, 1988, pág. 835.

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sarrollo de la obra hasta cubrir u n amplio abanico: habrá dolor aquélla. La i m p o r t a n c i a que esta adicción tiene en la histeria es
por sobrecarga libidinal sobre una zona del cuerpo (sobreexci- realmente prodigiosa, y quizá radique aquí - e n parte o total-
tación), habrá dolor sintomático cuando u n órgano cualquiera mente— mí magno obstáculo, aún desconocido. A l decir esto
es atrapado como representante de una idea reprimida (conver- surge naturalmente la d u d a de si tal adicción es curable o si el
sión histérica), habrá el "dolor de existir" por insatisfacción del análisis y la terapia deben detenerse aquí, conformándose con
deseo, el de la melancolía por la pérdida de un objeto amado... convertir la histeria en una neurastenia" (1897). 6

incluso la angustia puede ser tomada en este caso como una for- A u n q u e esta cita n o lo diga expresamente, sabemos que
ma del dolor. Freud hizo de la masturbación una actividad de satisfacción se-
Aunque Freud siga hablando de dolor, lo hará de un m o d o xual infantil, necesaria y universal, a la que luego se renuncia en
figurado con respecto a esa primera acepción del dolor como el transcurso del E d i p o . Se justifican entonces algunos interro-
"afección dolorosa" orgánica; y para referirse a la economía de gantes: si esto es así, ¿por qué existen sujetos que necesitan con-
servar la satisfacción masturbatoria bajo una forma desplazada
los procesos psíquicos empleará con más frecuencia el término
a la ingesta tóxica, que ai mismo tiempo que la encubre, la per- .
"sufrimiento". '
petúa?
La primera observación clínica de Freud, la frecuencia e i m -
2 . L a c o n d u c t a a d i c t i v a como s a t i s f a c c i ó n 5 portancia realmente prodigiosa con que aparece en la histeria,
deja .adivinar alguna conexión entre masturbación, síntoma
La primera explicación dinámica con respecto a la adicción neurótico y adicción, que por ahora dejamos en suspenso.
surge de u n campo totalmente inesperado y que sorprende al Freud no dice qué hallazgo le permite afirmar esta c o n t i n u i -
propio Freud: el campo de la sexualidad infantil. La menciona dad entre masturbación y adicción, pero sin duda, el acto mas-
en una carta a Vliess del 22-12-97, donde hace transparente su turbatorio, cuando deviene compulsivo, conserva una llamativa
entusiasmo ante esta nueva "ocurrencia": " M e apresuro a des- afinidad con el acto adjetivo cualquiera sea, que en general es
cargarme ahora de unas cuantas novedades para no tener tanto jgual de compulsivo. E n la actualidad, ciertos autores parecen
que contar y para poder escucharte tanto más tranquilamente. situarse en esa línea freudiana cuando hablan de los "sexolíti-
Se me ha ocurrido que la masturbación es el primero y úni- cos"¿ drogas cuyos efectos se corresponden a los de la actividad
co de los grandes hábitos, la «proromanía», y que todas las de- sexual fálica. Charles M e l m a n , p o r ejemplo, sostiene que algu-
más adicciones, como la del alcohol, la morfina; el tabaco, etc., nas dtogas "tienen fama desde hace tiempo, por provocar efec-
solo aparecen en la vida como sustitutos y reemplazantes de tos psíquicos parecidos a aquellos de la presentificación anun-
ciada o sobrepasada d e l falo: excitación psíquica y física idénti-
cas a aquellas, que son producidas por l a inminencia de su en-
' Hablaremos de "conducta adjetiva" y en ningún caso de "personalidad trada en juego, petit morty sedación como lo que sigue a su de-
adicriva". L a primen es un dato de observación d i n i c a suficientemente dcscrip-
to por la psicología de l a adicción, pero l a segunda es el montaje hipotético de
una estructura general, subyacente, de improbable verificaciofl. Nos interesa la * Sigmund Freud, "Orígenes del psicoanálisis (Girtas, manuscritos, notas
explicación psicoanal/tica de una conducta y no la construcción de una entidad 1897-1902)*, carca 79 del 22-12-97, en Obras Completas, £ d . Biblioteca Nueva'
psicopztológica enturante. Madrid, tomo I I I , 1968, pag. 798.

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rumescencia. En ios dos casos el efecto de "bienestar" parece re-
éxitos como sus fracasos, y tenderán además a alcanzar nuevos
lacionado a una puesta en suspenso de la existencia, tomada a
resultados positivos, encomendados h o y al azar o a la conducta
cargo por el estado de excitación en el primer caso, pasajera-
espontánea del enfermo [ . . . ]
mente abolida en el segundo". 7

En otros casos nuestra teoría etiológica puede dar al médi-


Esta primera aproximación freudiana al problema, nos p o -
co de balneario la clave de los fracasos sufridos por la hidrote-
ne ante una proposición lógica que, por ahora, sólo podemos
rapia y proporcionarle el medio de evitarlos. La masturbación
dejar planteada: "el acto masturbatorio es a la excitación sexual,
''es en las muchachas púberes y en los hombres maduros mucho
como el acto adictivo es a x". De tal modo que si la teoría p u -
más frecuente de l o que se cree, y resulta dañosa, no sólo por
diera dar cuenta del objeto en juego en la satisfacción mastur-
dar origen a síntomas neurasténicos, sino por mantener a los
batoria, es decir, una respuesta por la fantasía ($ 0 a) que el su-
enfermos bajo el peso de u n secreto vergonzoso. El médico no
jeto satisface en la descarga fálica, podríamos despejar también
acostumbrado a traducir en masturbación la neurastenia, atri-
la x de la fórmula. ¿Es también u n cierto manejo de la excita-
buye el estado patológico a la anemia, a una alimentación insu-
ción sexual lo que encontraríamos en la causa de la adicción?
ficiente o al surmenage, y encomienda la curación del enfermo
Teniendo en cuenta la homología encontrada entre el me-
a una terapia adecuada a tales causas. Mas para su sorpresa, al-
canismo de la masturbación y el de la adicción, hagamos el ejer-
ternan en el paciente períodos de mejoría con otros de p r o f u n -
cicio de sustituir, en los siguientes párrafos, el vocablo "mastur-
do ensombrecimiento e intensificación de todos los síntomas.
bación" por "intoxicación". Obtendremos as/ no sólo una idea
El resultado de tal tratamiento es siempre dudoso. Si el médico
de la respuesta freudiana, sino también la riqueza de una críti-
supiera que el enfermo lucha t o d o el t i e m p o con su hábito se-
ca a los tratamientos supresivos y readaptarivos, de entonces y
xual, cayendo en una lúgubre desesperación cuando se ha visto
de hoy, que excluyen "las condiciones sexuales del caso":
obligado a ceder a él una vez más, y si poseyera el medio de
"La terapia actual de la neurastenia [para Freud la etiología
arrancarle su secreto, disminuiría su gravedad a los ojos del pa-
de la misma es el abuso de la masturbación, H L j , tal y como es
ciente, y al apoyarle en su lucha contra la costumbre patógena,
practicada en los mejores balnearios, tiende a conseguir el alivio
el éxito terapéutico quedaría asegurado.
de los estados nerviosos, tonificando y tranquilizando al pacien-
La deshabituación del onanismo es una de las nuevas labo-
te. A m i juicio, sólo puede reprochársele el desatender las con-
res que el reconocimiento de la etiología sexual plantea al mé-
diciones sexuales del caso. M i experiencia me inclina a desear
dico, y sólo puede llevarse a cabo, como todas las demás curas
que los médicos directores de tales establecimientos se den cla-
de. este género, en u n establecimiento médico y bajo la conti-
ra cuenta de que sus enfermos no son víctimas de la civilización
nua vigilancia del terapeuta. Abandonado a si m i s m o , el mas-
o de la herencia, sino -sit venia verbo- inválidos de la sexuali-
turbador recurre a la cómoda satisfacción habitual siempre que
dad [masturbadores "adictivos", había dicho Freud en párrafos
experimenta alguna contrariedad. E l tratamiento médico no
anteriores, H L ] , De este modo se explicarían mejor tanto sus
puede proponerse aquí otro f i n que conducir de nuevo al neu-
rasténico, tonificado por una adecuada terapia auxiliar, a la ac-
' Charles Melman: " D e los sexolíticos", en J . - L Chassaing: Écrittpsychanafy-
tividad sexual normal, pues la necesidad sexual despertada una
tiijiiei eksiiqves tur las toxicomanía, Associacion Freudiennc International, París,
1998. pág- 664 (traducción de Rolando Karothy). va y satisfecha durante u n largo período, no se deja ya acallar,
y sí únicamente derivar p o r otro camino. Esta observación pue-
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' de aplicarse también a las demás curas de abstinencia cuyos re-
sultados positivos seguirán siendo aparentes y efímeros m i e n - procesos sexuales, de aquellos que determinan la producción y
tras el médico se l i m i t e a quitar al enfermo el medio narcótico, el empleo de la libido sexual. E n último término, no podemos
sin preocuparse de la fuente de la que surge la necesidad i m p e - menos que representarnos estos procesos como de orden quími-
rativa del mismo. E l «hábito» no es sino una mera locución, sin • co, viendo así en las neurosis actuales los efectos somáticos, y en ,
valor aclaratorio alguno. N o todos los individuos que han teni- las psiconeurosis, además, los psíquicos de los trastornos del
do ocasión de tomar durante algún tiempo morfina, cocaína, metabolismo sexual. La analogía de las neurosis con los fenó-
etc., contraen la toxicomanía correspondiente. U n a minuciosa menos de intoxicación y de abstinencia, consecutivos al uso de
investigación nos revela generalmente que estos narcóticos se ciertos alcaloides, se impone clínicamente..." (1906).'
hallan destinados a compensar -directa o indirectamente— la L a analogía parece consistir en que, tanto en la neurosis co-
falta de goces sexuales, y en aquellos casos en los que no es ya m o en la adicción a las drogas, se trata de una "abstinencia" de
posible restablecer una vida sexual normal puede esperarse con satisfacción sexual, y de una vía indirecta o sustitutiva para al-
canzarla.
seguridad una recaída" (1898)*'
En este párrafo, aparece una idea fundamental de Freud, La relación entre masturbación y- adicción tiene una cierta
que ya jamás abandonará. E l aparato psíquico sólo responde a discontinuidad en Freud: no la menciona en su "Contribución
la ley de la ventaja, no es educable. Sería incapaz d e i a r e n u n - al debate sobre el onanismo" (1912), sino que la retoma m u -
cia a una satisfacción si no se le ofreciera a cambio una "com- chos años después. E n una nota de J. Strachey a este texto se lee:
pensación", es decir, u n "plus de goce" a cambio de aquel goce " E n una carta a Fliess de! 2 2 de diciembre de 1897, (Carta'
directo al que se renuncia. Esta condición de verdad, expuesta 79) Freud define la masturbación como la «adicción p r i m o r -
a lo largo de toda su obra, es una verdadera orientación para el dial», de la cual son sustitutos las adicciones posteriores (al al-
tratamiento de la adicción: tener en cuenta que la privación del cohol, el tabaco, la m o r f i n a etc.). E n el curso de u n párrafo bas-
tóxico, debe ir acompañada de una amplificación del campo de tante extenso dedicado a la masturbación en «La sexualidad en
las satisfacciones del sujeto y no de una apelación al-dominio la etiología de las neurosis» (1898), trabajo escrito poco después
de sí. * que esa carta, la compara también con las demás adicciones. Es-
Hacia 1905, Freud establece una relación de "analogía" en- ta ¡dea fue retomada p o r él m u c h o más tarde al ocuparse de la
tre la toxicomanía y la neurosis en general, es decir que va más afición al juego eñ «Dostoyevski y el parricidio»" ( 1 9 2 8 ) . 10

allá de la relación de causa-efecto que había establecido entre la E n efecto, en dicho texto, donde la compulsión al juego
neurastenia (masturbación) y las adicciones. aparece ubicada en el conjunto de las adicciones, se reitera la
"Inadvertidamente hemos pasado del problema de la causa- función sustitutiva que la misma c u m p l e con respecto a la mas-
ción de las psiconeurosis al de su esencia. Si tomamos en cuen- turbación. L o que dice allí del juego puede afirmarse, quizás
ta los descubrimientos psicoanalíticos, ha de afirmarse que la
esencia de estas enfermedades reposa en perturbaciones de los ' S i g m u n d Freud: " M i s oginiones a c e r a del rol de la sexualidad en la etio-
logía de la neurosis", en Obras Completas, Bd. Biblioteca Nueva, Madrid, 1968,
tomo I , pag. 943.

" Sigmund Freud; " L a sexualidad en la criología de las neurosis", en Obras " J a m e s Strachev: "Contribuciones para u n debate sobre el onanismo". N o -
Completos, E d . Biblioteca Nueva,'Madrid, I S S 8 , tomo L págs. 1 5 1 - 1 5 X ta 13a. (1912), en Sigmund Freud: Obras Completas, Amorrortu editores, Bue-
nos Aires, 1980, vol. X I I , pag. 2 6 3 .

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aun más asertivamente, del comportamiento del adicto con las - especial etiología sexual. A h o r a bien: entre la forma de la enfer-
drogas: "El «vicio» de la masturbación aparece sustituido por la medad nerviosa y las restantes influencias nocivas de la cultura,
pasión del juego; así lo delata claramente la acentuación de la señaladas por los distintos autores, no aparece jamás tal corres-
apasionada actividad de las manos. La pasión del juego es real- pondencia regular. Habremos, pues, de considerar el factor se-
mente un equivalente de la pretérita obsesión onanista. Lo irre- xual como el más esencial en la causación de las neurosis p r o -
sistible de la tentación, los juramentos y promesas, jamás cum- piamente dichas" (1908). ,J

plidos, y el remordimiento de estarse matando (suicidio) apare-


Además de desdeñar una teoría que coloque como causa a
cen inmutablemente conservados en la sustitución" (1928)."
lo cultural y social, Freud, pareciera indicar que la intoxicación
A esta altura de la lectura freudiana, formularemos, con las es el efecto de una incapacidad para establecer una mediación
precauciones del caso, una primera hipótesis: la pérdida origi- entre el sujeto y el objeto, función que generalmente otorga a
nal de la Cosa {das Ding) provoca que todo objeto de la elec- la fantasía.
ción sexual sea sustitutivo y deje, lógicamente, un resto de i n - E n el registro de la masturbación, Freud ubica u n primer
satisfacción. La droga viene a colmar el lugar Vacío de ese resto momento puramente mecánico, autoerótico, compulsivo, al
y opera en lo inconciente como una recuperación maníaca, ne- que llamaríamos "masturbación automática", sucedido por u n
cesariamente fallida de "la cosa". El mecanismo operante, si se- segundo donde a la masturbación se une Ja fantasía, dándole u n
guimos esta lógica, es renegatorio: reniega de la castración, aun- cierto contenido o representación a la satisfacción sexual que
que gira en tomo a ella, para encontrarla nuevamente como fal- ella procura: " E l acto masturbador (o en su más amplio senti-
ta (el "bajón"). Si la "vasija del alfarero" es llenada con la droga, do, onanista) se dividía p o r entonces en dos partes: la evocación
no tarda en vaciarse rápidamente: "Una continua y penetrante de la fantasía., y, llegada ésta a su p u n t o culminante, Jos mane-
observaeióh clínica ríos autoriza a distinguir en los estados neu- jos activos conducentes a la satisfacción sexual. Esta composi-
ropátólógicos dos grandes grupos: las neurosis propiamente d i - ción es más bien, como y a sabemos, una soldadura. E n un p r i n -
chas y las psiconeurosis. En las primeras los síntomas somáticos cipio la acción presentaba u n carácter puramente autoerótico,
o psíquicos parecer! ser de naturaleza tóxica, comportándose apareciendo destinada a conseguir placer de una determinada
idénticamente a los fenómenos consecutivos a una incorpora' zona erógena. Más tarde esta acción se fusionó con una repre-
ciórt exagerada 0 a una privación repentina de ciertos tóxicos sentación optativa perteneciente al círculo de la elección de ob-
del sistema nervioso. Estas neurosis -sintetizadas generalmente jeto y sirvió para dar en parte realidad a la situación en que tal
bajo el concepto de neurastenia- pueden ser originadas, sin qué fantasía culminaba" (1908).' 3

sea ihdispertsable la colaboración de Una tata hereditaria, por Esta primera versión freudiana, " i m i t a " el espejismo del
*ftr.
ciertas anormalidades nocivas de la vida sexual, correspondien- adicto mismo: cree que la causa de la adicción es una búsqueda
do precisamente la forrna de la enfermedad a la naturaleza és* de la felicidad, que la droga es una visita fugaz a cierto paraíso
pecíal de dichas anormalidades* y ello de tal manen que del
cuadro clínico puede deducirse dir'éctáfaenté ihuchas veces la
: '-Sigmund Freud: " L a moral sexual cultural y la nerviosidad moderna", en
Obrar Completas, E d . Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo I , píg. 946.
" Sigmund Freud: "Dostoyevski y el parricidio", en Obras Cimiplciai, B J .
• 1 1 Sigmund Freud: "Fantasías histéricas y su relación con la biscxualidad", en
Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo I I , págS; 1144/45. Obraf Completas, E d . Biblioteca Nueva, Madrid, 1968. tomo I , píg. 9 5 5 .
?fotr

26 27
particular, seguramente "artificial", como dice Baudelaire, pero
alcanzable. C o n esta creencia común, que es también la ilusión grupo de recursos, el de los "quitapenas", donde ubica a las dro-
del adicto que lo lleva a consumir, a veces de u n m o d o tan c o m - gas, y no en el primero. Esto quiere decir: la relación entre la i n -
pulsivo que acaba en consumir-se como último objeto posible,
H
toxicación y el goce es una fantasía del adicto; la droga n o es
. más que una defensa.
no se puede construir una teoría; es sólo el fantasma psicológi-
co de la posibilidad del goce como retorno a i "paraíso perdido",
imagen mítica, presente en todo sujeto, adicto o no.
Pero rescatemos la importancia de la noción de soldadura." 3 . L a c o n d u c t a a d i c t i v a e n l a serie d e las defensas
Porque si la adicción es u n acto compulsivo que pretende ir de-
recho al encuentro del objeto evitando toda ligadura, lo que fa- Esa idea de defensa, de cancelación de u n dolor, es la que
lla entonces es la soldadura entre el acto y la actividad interme- veremos reaparecer, sin duda metafóricamente, en la teoriza-
dia de la fantasía. , • ción freudiana posterior, ya sea relacionada con el q u i m i s m o de
Se abren a partir de aquí, dos líneas de hipótesis posibles: la sexualidad como tóxico endógeno, o con el "dolor de existir"
¿Es el acto adictivo u n impulso que reniega de toda soldadura, en la insatisfacción como privación exógena.
o por el contrario, es u n intento a medias logrado, a medias fra- En una primera época, la sexualidad era una energía quími-
casado, de interponer una fantasía mediadora frente a u n des- ca que en ausencia de satisfacción suficiente, se convierte en
borde de excitación que de buena gana llamaremos "vértigo de una carga tóxica que requiere de ciertos atenuantes, llamados
lo real"? p o r Freud "subterfugios", para entendérselas con el efecto trau-
Aunque resulte extraño, Freud volverá, seguramente sin sa- mático de esa cantidad n o descargada.
berlo, a la primera idea fisiológica donde la droga ocupaba u n E n ese contexto, la sexualidad insatisfecha es u n tóxico a l
lugar de defensa, de límite contra la invasión de u n algo (etivas) que se le opone c o m o "subterfugio", entre otros artificios can-
real, nombrado como "dolor". Será en " E l malestar en la c u l t u - celatorios, otro tóxico: la sustancia adictiva. A n t e aquella i n t o -
ra" donde planteará que ante el dolor de existir le quedan al su- xicación de origen endógeno, el sujeto se defiende, con éxito
jeto dos recursos: o desconocer el límite que el d o l o r i m p o n e a desigual, mediante otra intoxicación de origen exógeno: con
la felicidad (al goce) insistiendo en una ilusión vana de felici- una sustancia que siendo veneno, es medicina a la vez.
dad, o conformarse con algo más modesto: la defensa o cance- D e este m o d o vemos como opera, en el campo de l o obser-
lación del dolor mediante algún lenitivo. Es en este segundo vable clínico, ese indecidible al que Derrida llamó el fharrnakon
platónico," sustancia que es veneno y medicina al mismo t i e m -
.po. Indecidible que hace patente una falla grosera en la inscrip-
" Uno de los fantasmas con respecto a la masturbación es también que con-
duce a la consunción del organismo. ción de la oposición significante (fort-da), en cuyo campo se es
" Esta importancia de la soldadura alcanza a los desarrollos posteriores de L a - "remedio" o se es "veneno", pero no las dos cosas a la vez.
can, <m la medida que puede homologarse sin forzamiento a la noción de muda,
Esta mínima referencia permite situar el problema de la
mentó del nudo borromeo. E s necesario que las dimensiones real, simbólica e
imaginaria de la cadena establezcan entre ellas la buena soldadura, para que un su-
adicción en una dimensión que n o funciona según la lógica del
jeto no padezca los efectos del desanudamiento, uno de los cuales es ja c o m p u l -

^Lizi Sur**dc p,acón cnu Ducmin^


sión a consumir sustancias tóxicas para suplir dichas filias.

£ X
28

29
significante, sino según la indecídibilidad de lo real. Es en este miento de la excitación en la vía del placer antes que una v o l u n -
sentido que Sylvie Le Pouiichet ubica a la sustancia tóxica co- t a d l e goce. ¿No hablan acaso los clásicos de "orgasmo farmaco-
mo un veneno indiferenciado del remedio, o una medicina que lógico"? ¿ Y n o definió acaso Lacan al orgasmo como descarga de
envenena. 17 angustia? E n los términos del pharmakon derrideano, se trataría
El adicto sería un sujeto que no ha establecido la "soldadu- de disolver el efecto traumático de la letra cuando opera como
ra" (ligadura o anundamiento), necesaria para producir una d i - , indecidible (archiescritura), recuperando su dimensión signifi-
ferenciación o separación. Esto es, sustituir lo i n d e d d i b l e d e lo cante c o m o oposición y diferencia: o veneno o medicina. Preci-
real por la lógica de! significante, aceptando su función diferen- samente, la ¡dea freudiana es que la puesta en significantes es
cial y oporitiva: "si me envenena no puede ser remedio", "si es equivalente a la relación con la realidad, en la medida que exige
una actividad simbólica que separa al sujeto de las satisfacciones
medicina no debe envenenar".
compulsivas. E n el siguiente párrafo, que data de 1905, la i n t o -
Este real del trauma (lo indecidible) que amenaza imponer-
xicación alcohólica aparece como respuesta directa, infantil, a n -
se al sujeto tiene en verdad una dimensión de goce que es nece-
te la imposibilidad de recorrer los caminos trazados por el signi-
sario neutralizar, o en términos de Freud cancelar para que el
ficante, por ejemplo en el h u m o r y en la producción de u n chis-
principio del placer retome el comando de [as satisfacciones del
re. " M a s en la edad adulta la crítica que ha reprimido el placer
sujeto.
de disparatar llega ya a adquirir tal fuerza, que n o puede ser elu-
El empleo simbólico del lenguaje implica la limitación se-
dida, n i siquiera temporalmente, sin la cooperación de medios
mántica del significante con respecto al origen antitético (¿'pri-
auxiliares tóxicos. E l valioso servicio que el alcohol rinde al h o m -
mitivo?) de los significados, cuestión que no fue ajena a las
bre es el. de transformar su estado de ánimo; de aquí que n o en
preocupaciones de Freud," y que encuentran su desarrollo en
todos los casos sea fácil prescindir de tal «veneno». E l buen h u -
los estudios de Jacques Derrida sobre la "archiescricura"."
mor surgido endógenamente, o tóxicamente provocado, debilita
En este punto, que pretendemos coherente con la doctrina
las fuerzas coercitivas, entre ellas la crítica, y hace accesibles de es-
original de Freud sobre la eficacia cancelatoria de ía cocaína so-
te modo fuentes de placer sobre las que pesaba la coerción. Es
bre el dolor, plantearemos, con las mismas reservas de la ante-
harto instructivo ver c ó m o conforme el buen h u m o r va i m p o -
rior, una segunda hipótesis; sólo psicológicamente, es decir, p o r
niendo su reinado van disminuyendo las cualidades que del chis-
identificación con el yo del adicto, puede definirse a ía intoxica-
te se exigen. E l buen h u m o r sustituye al chiste como éste tiene,
ción como una experiencia de goce, pues, desde el psicoanálisis,
a su vez, que esforzarse en sustituir al primero, cuando falta, pa-
" resulta por el contrario una defensa contra el goce, y un inten-
ra evitar que permanezcan reprimidas duramente determinadas
to, a medias exitoso, de interponer una barrera química contra
posibilidades de placer, entre ellas el placer de disparatar.
la invasión de la angustia. Es decir, una búsqueda de encausa-
Bajo la influencia del alcohol el adulto se convierte nuevamen-
te en niño, al que proporciona placer la libre disposición del curso
" Sylvie 1A Pouücher: Toxicomanías y Psicoanálisis. Amorrortu editores
de sus pensamientos sin observación de la coerción lógica" (1905). " 3

Buenos Aires. J 996, pág, 69.


" Sigmund Ffflld: " E l doble sentido antitc'tico de las palabras primitivas",
en Olma Completas, Etl. Biblioteca Hueva. Madrid. 1968, píg. 1053. - S i g m u n d f r e u d ; " E l dusre y su relación con lo inconsciente", en Oíros
"Jacques Derrida: Dt le Grnmmlapu, Siglo Veintiuno editores. México, 1986. Completas, E d . B.bhoteca Nueva, Madrid, 1968, tomo I . píg. 881.

30 31
Freud atribuye al intoxicado la capacidad de "disparatar"
- no podemos llamar "sustitutiva" (metafórica) como la del sínto-
como un niño, pero ¿significa esto que sea capaz de una h u m o -
• ma, el h u m o r o el teatro, sino simplemente paliativa. Por lr>
rada, de un chiste? La respuesta freudiana es negativa: bajo los tanto, y siguiendo a Freud, la experiencia de placer no se defi-
tóxicos, las cualidades simbólicas del humor se degradan en u n ne p o r una Condición positiva, sino p o r la atenuación del dis-
estado de "buen humor" infantil, disparatado. placer.
La "irrealidad" que introduce el tóxico bajo cualquiera de
Cuando Freud ubica a la intoxicación por drogas como una
sus formas, es un efecto que posibilita organizar precariamente
conducta que f o r m a parte de la serie de los elementos que sir-
el nivel de la mediación fantasmática vacilante. Si el sujeto, pa-
ven de "consolación" al sujeto, debemos entender que el "con-
ra interponer el nivel fantasmárico ante lo real del goce, recurre
suelo" no es precisamente u n pase al paraíso del goce, sílio, p o r
a la droga, es porque algo falla en la organización de la fantasía,
el contrario, el establecimiento de ufla defensa Contra él, obte-
en lo que en ella depende de la lógica binaria del significante
niendo a cambio ese poco de satisfacción que nos proporcionan
Freud dice concretamente que el humor y los tóxicos se ubican
los elementos de esa serie, L a droga m i r a más al placer (suspen-
en una misma serie de defensas, sólo que el humor es una de- sión deldisplacer) que al goce, más a lo imaginario que a lo real,
fensa más exitosa que la droga: por su manifestación como len- aunque Cotí u n grado de "elaboración" tan precario, que no
guaje donde el plus de goce es alcanzado como "plus de senti- puede impedir que el goce (del O t r o ) retorne bajo la forma de
do", nivel totalmente ausente en la intoxicación. una posición (y posesión) masoquista.
Es habitual acentuar sólo un aspecto de la función de la fan-
La cultura misma, por su estructura, acarrea esa marca de la
tasía, aquel que dice que si al sujeto le resulta necesaria la activi-
represión del goce que es la insatisfacción, el malestar, el dolor
dad de la fantasía es para alcanzar en ella la satisfacción (el goce)
de existir. N a d a existe en el macrocosmos, n i en el microcos-
del que se ve privado én la realidad Y esa es en efecto una de las
mos, dice Freud, destinado a la felicidad del hombre: "Este p r o -
explicaciones que da Freud del sentido de dicha actividad.
grama n i siquiera es realizable, pues todo el orden del universo
Pero la fantasía cumple una función primordial de defensa;
^ se le opone, y aún estaríamos por afirmar que el plan de la Crea-
hace inofensiva una experiencia de goce, que no tramitada fantas-
ciórt no incluye el propósito de que el hombre sea feliz". ' 2

máticamente, se convertiría en peligro para el sujeto y en fuente


La "abstinencia" tiene que ver entonces con la vida misma,
de angustia. Decir, por ejemplo, "fumar es un placer", estimula 4
articulación por donde aparece en el pensamiento de Freud el
una fantasía placentera, inofensiva, que defiende del goce mortí-
nexo entre la adicción tóxica y las condiciones culturales. El es-
fero implicado en el acto, no sólo por los daños probables de Ja n i -
tado de abstinencia le es connatural al sujeto, y es así como se
cotina, sino por el que sucedería si el sujeto se las viera de frente
multiplican y se diversifican los objetos y discursos sociales que
con d objeto de su goce, que desplazado al tóxico, se neutraliza.
sirven de "consolación". Esta connaturalidad se ve acentuada
Esta ¡dea puede ordenar todo el desarrollo posterior de
I * * hoy por una cierta degradación de los vínculos sociales: " E n la
1

Freud con respecto a las adicciones. Su función de consolación,


^ a c t u a l i d a d se impone en la vida comunitaria una ruptura de los
de compensación, debe entenderse en relación con experiencias
¿ lazos sociales, u n predominio de los proceso individuales, una
parciales de placer -aunque en la intoxicación se idealice u n
efecto siderante de goce- que ante el fracaso de la fantasía pero
ubicándose en su lugar, proporcionan una satisfacción a la que V* " Sigmund Freud: " E l malestar en la cultura", en Obras Completas, E d . B ¡ -
^ bliotcci Nueva, Madrid, 1968, tomo I I , pag. 10.

32
33
la. Desde luego, su situación será más difícil. Tendrá que reco-
relación auc/stica del sujeto con los objetos de goce que el mer-
nocer su impotencia y su infinita pequenez y n o podrá conside-
cado produce - a los que Lacan denominó "Jetosas"-, una i n t r o -
rarse ya como el centro de la creación, n i creerse amorosamente
ducción del igualitarismo por la vía del conformismo del gusto
guardado por una providencia bondadosa. Se hallará como el n i -
y del pensamiento, que sé desarrolla a partir de la globaiización
ño que ha abandonado el hogar paterno, en el cual se sentía se-
o planetarízación del discurso capitalista". Las "Ietosas" de la
22

guro y dichoso. Pero, ¿no es también cierto que el infantilismo


adicción "aspiradoras del deseo y prometedoras del goce", pue- 73

ha de ser vencido y superado? E l hombre no puede permanecer


den extenderse al infinito, desde creencias efusivas como la reli-
eternamente niño; tiene que salir algún día a la vida, a la dura
gión, basta hábitos promovidos por el desarrollo de la tecnolo-
«vida enemiga». Esta sería la «educación para la realidad». ¿Ha-
gía digital, colocando los tóxicos químicos como una forma en-
bré de decirle todavía que el único propósito del presente traba-
tre otras de adicción: "Me parecería insensato querer desarraigar
jo es señalar la necesidad de tal progreso?" (Í927).74

de pronto y violentamente la religión. Sobre todo, porque seria


¿No es claro acaso lo que dice Freud: que el hombre vive en
inútil. £1 creyente no se deja despojar de su fe con argumentos
estado de "abstinencia" con respecto al goce?
ni con prohibiciones. Y si ello se consiguiera en algún caso sería
Esta es sin duda una condición estructural y universal como
una crueldad. U n individuo habituado a los narcóticos no podrá
tributo a la cultura. L a "solución" a esta insatisfacción requiere
ya dormir sí le privamos de ellos. Esta comparación del efecto de
necesariamente de algún tipo de adicción, ya sea a objetos reales
los consuelos religiosos con el de un poderoso narcótíco puede
(sustancias químicas) o a objetos imaginarios (fantasías repetiti-
apoyarse en una curiosa, tentativa actualmente emprendida en
vas, ficciones artísticas, etc.), ya sean perjudiciales o inofensivas.
Norteamérica. E n este país - y bajo la clara influencia del d o m i -
E n esta serie hay p o r supuesto diferencias en cuanto a la
nio de la mujer- se está procurando sustraer al individuo- todos
gravedad y al grado de aceptación social de cada adicción, pero
los medios de estímulo, embriaguez y placer, saturándole, en
¿todas apuntan a calmar el dolor de una "abstinencia" que es an-
cambio, de temor a Dios, a modo de compensación. Tampoco
terior, genéticamente, a cualquier adicción. Expresemos esta h i -
es dudoso el resultado final de semejante experimento.
pótesis más claramente: no es la adicción a las drogas la que
En lo que yo disiento de usted es en la conclusión de que el
produce, ante su falta, la abstinencia, sino que es la abstinencia
hombre no puede prescindir del consuelo de la ilusión religiosa,
como falta estructural del objeto, la que produce necesariamen-
sin la cual le sería imposible soportar el peso de la vida y las
te u n objeto adictivo como suplemento. Hasta el amor obsesi-
crueldades de la realidad. Conformes en cuanto al hombre a
vo fiie comparado por Freud a una intoxicación duradera. E n
quien desde niño han instigado ustedes tan dulce - o agridulce—
"Psicología de las masas...", pero también en " E l estado neuró-
veneno. Pero, ¿y el otro? ¿Yel educado en la abstinencia? N o ha-
tico común" y otros artículos, habla de la "embriaguez" del ena-
biendo contraído la general neurosis religiosa, es m u y posible
moramiento, y de ciertos amores locos, platónicos que llegan a
que no precise tampoco de intoxicación alguna para adormecer-
convertirse en adicciones del sujeto. En este m i s m o sentido ha-
———————————— ^
bla de "adicción" a la hipnosis.
n Rolando Karothy: "Principies para una conceprualización de las toxico-
ías". en Contexto en psicoandliiisN°& Los adiceianet. Editorial Lazos, Buenos
manías . en M Sigmund Freud: " E l porvenir de una ilusión", en Obras Completas, E d .
Aites, 2002. pág-11- Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo I I . pág. 95.
=' Jbil, pág- 11-

35
34
En " D u e l o y Melancolía" Freud nos dice que cuando la fal- instintos orgánicos. Es también exacto, en general, que la impor-
ca del objeto se torna insoportable, deben intervenir otros me- tancia psíquica de u n instinto crece con su prohibición. Si some-
dios de defensa, entre los cuales menciona la acción de los tóxi- temos, por ejemplo, al tormento del hambre a cierto número de
cos. Compara entonces la intoxicación alcohólica con la manía, • individuos m u y diferentes entre sí, veremos que. las diferencias
como reacción extrema de defensa ante la abstinencia forzada individuales irán borrándose con el incremento de la imperiosa
del objeto. "Podemos atrevernos a decir que la manía n o es otra necesidad, siendo sustituidas por las manifestaciones uniformes
cosa que u n triunfo así, sólo que en ella otra vez queda oculto del instinto insatisfecho. Ahora bien: ¿puede igualmente afirmar-
para el yo eso que él ha vencido y sobre l o cual triunfa. A la bo- se que la satisfacción de u n instinto disminuya siempre tan con-
rrachera alcohólica, que se incluye en la misma serie de estados, siderablemente su valor psíquico? Pensemos, por ejemplo, en la
quizá se la pueda entender de idéntico modo (en la medida en relación entre el bebedor y el vino. El vino procura siempre al be-
que sea alegre); es probable que en ella se cancelen, p o r vía tó- bedor la misma satisfacción tóxica, tantas veces comparada por
xica, unos gastos de represión" ( 1 9 1 5 ) . " ' los poetas a la satisfacción erótica y comparable realmente a ella,
Por momentos, la intoxicación. química se le plantea a aun desde el p u n t o de vista científico. Nunca se ha dicho que el
Freud como único remedio ante u n dolor ineludible, ya sea de bebedor se vea precisado a cambiar constantemente de bebida,
porque cada una de ellas pierde, una vez gustada, su atractivo.
carácter orgánico o psíquico. D e ahí el efecto de "fijación" que
Por el contrario, el hábito estrecha cada vez más apretadamente
acarrea este remedio, donde nuevamente encontramos la inde-
el lazo que une al bebedor con la clase de vino preferida. Tampo-
cidibilidad del pharmakon.
co sabemos que ej bebedor sienta la necesidad de emigrar a u n
Efectivamente, Freud compara la adicción a un.tóxico, con la
país en que el vino sea más caro o esté prohibido su consumo,
"fijación" al objeto erótico, atribuyéndole también a esta última
1

para reanimar con tales incitantes, el valor de su gastada satisfac-


una cierta nocividad por el estado de indefensión y de dependen-
ción. Nada de esto sucede. Las confesiones de nuestros grandes
cia en que queda el sujeto enamorado: " E n épocas en Jas que la
* alcohólicos, de Boecklin, por ejemplo, sobre su relación con el v i -
satisfacción erótica no tropezaba con dificultades (por ejemplo,
no, delatan una perfecta armonía, que podría servir de modelo a
durante la decadencia de la civilización antigua), el amor perdió
muchos matrimonios. ¿Por qué ha de ser entonces tan distinta la
todo su valor, la vida quedó vacía y se hicieron necesarias enérgi-
relación entre el amante y su objeto sexual?" (1910-1912). 26

cas reacciones para restablecer los valores afectivos indispensables.


En este sentido puede afirmarse que la corriente ascética del cris- Por su parte, u n autor tan i n t u i t i v o como D . W . W i n n i c o t t
tianismo creó para el amor valoraciones psíquicas que la antigüe- descubre el valor del "objeto transicional", cuya necesidad gra-
dad pagana no había podido ofrendarle jamás. Esta valoración al- tuita, pero imperiosa y universal, suple a la madre ausente, con
canzó su máximo nivel en los monjes ascéticos, cuya vida no era todos los rasgos de la adicción a u n tóxico, a tal p u n t o que es
sino una continua lucha contra la tentación ubidinosa. nombrado a veces como objeto "sedante". W i n n i c o t t describe
En u n principio nos inclinamos, desde luego, a atribuir las de esta manera el caso de u n niño de aproximadamente u n año:
dificultades aquí emergentes a cualidades generales de nuestros "Desde que tuvo más o menos u n año pudo reemplazar la

" Sigmund Freud: "Duelo y Melancol/a", en Obras Completas, A m o r r o n u " Sigmund, Freud: "Sobte la degradación de la vida erótica", en Obras Com-
editores, Buenos Aires, 1979, vol. XTV, págs. 251-252. pletas, E d . Biblioteca Nueva, M a d r i d , 1968, tomo I , pág. 972.

36 37
punta de Ja manta por un jersey verde de lana suave, con u r or- nados p o r la acción crónica de sustancias tóxicas exteriores o p o r
bata roja. N o era un «consolador», como en el caso de su herm-ino Isk' J¿ supresión brusca de las mismas, esto es, con las intoxicaciones
mayor, depresivo, sino un «sedante». Y siempre le daba resultados. •••y \os estados de abstinencia. [ . . . ] A m i juicio, nos impone estas
Este es un ejemplo típico de lo que llamo objeto transiciona] , r
fpi'-'analogías la conclusión de que las neurosis actuales son conse-
Es interesante también la ¡dea de "reemplazo": el o ' ' to i f ^ ' c u e n c i a de perturbaciones del metabolismo de las sustancias se-
transicional se puede reemplazar pero en verdad jamás se aban- ^ifY'Xuales, sea que la producción de toxinas resulte superior-a la que
dona, y siempre su ausencia genera angustia y desorganizíu<.n : el individuo puede soportar, sea que determinadas condiciones
de la conducta. • ¿^internas o incluso psíquicas perturben el adecuado aprovecha-
Por eso, Jo que Jos especialistas IJaman "síndrome de absri-f ^femiento de dichas sustancias. La sabiduría popular ha profesado
nencia", como fenómeno privativo de los consumidores han i - i ' Siempre estas ideas sobre la naturaleza del deseo sexual, diciendo
tuales de sustancias tóxicas, es en realidad un efecto de la esüuc-;| "fpvqúe el amor es una «embriaguez», que el enamoramiento puede
tura de todo sujeto que, desde su pasaje por la castración, \n\ "ser provocado p o r determinadas bebidas o «filtros», hipótesis con
en estado de abstinencia, no encontrando más que "objetos'í r~'!' la que cambia el origen del agente, de endógeno en exógeno. C o n
transicionales" para defenderse del dolor de Ja privación. Entui.-; ' fcí.vfcste motivo podríamos recordar aquí la existencia de zonas eró-
ees decimos: primero la abstinencia, luego la droga. ^ ~ genas_y la afirmación de que la excitación sexual puede nacer en
El momento de las "Lecciones de introducción al psicban;^i los más diversos órganos. Fuera de esto, el término «metabolismo
sis" es muy revelador porque en una de ellas, vuelve a hablar de laj| sexual» o «quimismo de la sexualidad» es para nosotros u n térmi-
sexualidad en términos de "metabolismo químico" como en Jaf' c o sin contenido. N o sabemos nada sobre tal materia n i podemos
época de las neurosis actuales, pero sólo para disipar toda ilusiónjf ^¡"siquiera decidir si existen dos sustancias diferentes, alas que, res-
de haber alcanzado la base orgánica de la neurosis. Se trata en ver'l ilfepectivamente, calificaríamos de «masculina» y «femenina», o si se
dad, dice ahora, de una metáfora, y el modelo de esa metáfora csjf Karata de una sola toxina sexual, causa de todas las excitaciones de
el efecto de las sustancias tóxicas. Freud habla de "analogías" {cóg •j?s4í la libido. E l edificio teórico del psicoanálisis creado p o r nosotros
mo lo había hecho en 1906), entre la falta de satisfacción sexual rio es, en realidad, sino una superestructura que habremos de
y cierto estado tóxico. La intoxicación endógena deja de ser uña; |* asentar algún día sobre una firme base orgánica. Mas, por el m o -
realidad química para convertirse en una falta de tramitación srjmento, no tenemos posibilidad de hacerlo" (1917). "
bélica del deseo sexual, del mismo modo que la intoxicación ¡
gena con sustancias, es un intenro de aliviar la primera: una ir
xicación (con drogas) estaría destinada a cancelar el dolor déla i í*4. D r o g a d e p e n d e n c i a y ficción artística
toxicación sexual. "Las neurosis actuales manifiestan en todoí íñ
detalles de su sintomatoldgía, así como en su peculiar oiaüdid!'
Todo sujeto culto, no sólo el neurótico, es "cobarde" nos
influir sobre todos los sistemas orgánicos y sobre todas las fupü ¿Índice Freud; se retira, se defiende del goce,'mediante subterfu-
nes, una incontestable analogía en los estados patológicos ocas »;.• gios. Los tóxicos —siempre ha sido así— forman parte de la cul-

- Donald W. Winnicott: Realidady ju^. Ed. Gedisa, Batelón,. I979jpa ; • Sigmund Freud: "Introducción al psicoanálisis, lección 24", en Obras com-
fletas, E d . Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, tomo I I , pags. 351-352.

39
cura, y mucho más de una cukura como Ja nuestra, enmarcada
Este fecundo descubrimiento, para el cual no es necesario
en la "sociedad de consumo". Por lo tanto el adicto es u n suje- más que la observación de la actividad cultural, le permite a
to "culto" y como tal cobarde. Freud establecer una audaz relación entre la ficción artística y la
¿Cuál es esa necesaria cobardía en la cultura? La de estar dependencia de sustancias tóxicas.
siempre interponiendo mediaciones y distancias con respecto a la
E l espectador de teatro o el lector de novelas goza per inter-
satisfacción pulsional. Una de ellas, el humor, permite al mismo pasitapersona, a través de los actores o de los personajes, el c u m -
tiempo que ía defensa, el acceso a un goce posible. E n el humor, plimiento de aquellos deseos y hazañas que sería incapaz de v i -
el superyó calla su voz ¡ntimidatoria y, sorpresivamente, se deci- v i r en la realidad.'"
de a asumir un papel protector con respecto al sujeto. H e trata-
Nos parece que tales actividades, a las que actualmente de-
do esta cuestión en otro lugar, * pero aquí lo que interesa es la pa-
2
beríamos sumar el cine y otros muchos espectáculos mediáticos,
labra de Freud: "Estos dos últimos rasgos - e l repudio de las exi-
virtuales e interactivos, lejos de ser experiencias de evasión, co-
gencias de la realidad y la imposición del principio del placer-
m o los llaman, son vías metonímicas de encuentro con el obje-
aproxima el humor a los procesos regresivos o reaccionarios que to de goce, sin los riesgos y peligros que entrañaría asumir ese
tanto nos ocupan en la psicopatología. A l rechazar Ja posibilidad encuentro como protagonista en la vida real. Siempre es más se-
del sufrimiento, el humor ocupa una plaza en la larga serie de los guro ser espectador que actor.
métodos que el aparato psíquico humano, ha desarrollado para
E n esta serie Freud coloca a la intoxicación p o r drogas. Sin
rehuir la opresión del sufrimiento; serie que comienza con Ja
embargo, persiste una diferencia: la droga representa el "corto-
neurosis, culmina en la locura y comprende la embriaguez, el en-
circuito", como dirá Chassaing (ver capítulo 4), del recorrido
simismamiento y el éxtasis. El humor debe a esta vinculación una
metonímico que permitiría alcanzar alguna metáfora. Este cor-
dignidad que le falta del todo, por ejemplo, al chiste, pues éste
tocircuito es el atajo de la droga que p e r m i t e obtener la "conso-
sirve tan sólo al beneficio placentero, o bien pone esta ganancia
lación" p o r el camino más corto.
al servicio de la agresión. ¿En qué consiste, pues, la actitud h u - .
E l adicto se ve amenazado p o r el vértigo de l o real, debido
moríscica que nos permite rechazar el sufrimiento, afirmar la i n -
a alguna falla particular en el desprendimiento del objeto. En
superabilidad del yo por el mundo real, sustentar triunfalmente
esa instancia, que no es sin angustia, el sujeto le opone el recur-
el principio del placer, y todo ello sin abandonar, como ocurre en
so a la droga como barrera contra el goce. Sus efectos tóxicos
los otros procesos de idéntico designio, el terreno de Ja salud psí-
proporcionan las ensoñaciones, las fantasías, incluso la posibili-
quica, aunque este precio parecería ser ineludible?" (1927). 30

dad dé actuar "como si", donde el sujeto encuentra satisfaccio-


Todo pareciera indicar una diferencia esencial entre el h u -
nes que tienen u n alto grado de particularidad, a pesar del pre-
mor y la intoxicación: el humorista (pero también el artista, i n -
juicio de los efectos típicos, clasificables, de cada sustancia.
cluso el espectador) triunfa donde el adicto fracasa.
Q u e el efecto de una misma droga no.sea universal sino
contingente y particular, es suficiente demostración de la acción
de la fantasía de cada sujeto.
" Héctor López: "Humor y fin de análisis", en Cuadernos Sigmund Freud,
N° 20, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 2000.
" Sigmund Freud: " E l humor", en Obras completas, E d . Biblioteca Nueva, Habiendo seguido l o más fielmente posible los pasos de
Madrid, 1968, tomo III, pág. 512.
Freud, llegamos a u n a conclusión contraria a la creencia habi-

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mal que juzga el acto tóxico como un "pasaje al acto" d e n ! %S!-impiden percibir estímulos desagradables. A m b o s efectos
zamiento hacia el goce, destruyendo toda barrera cultural^ iff|c'' 0 s o n simultáneos, sino que también parecen estar íntima-
Para Freud, la droga es un recurso entre otros, culrunu? áj|nté vinculados. Pero en nuestro propio q u im ism o deben
cierto, 31 mediante el cual un sujeto cuyo fantasma vacííap * ^ t Í F a s i m i s m o sustancias que cumplen u n fin-análogo, pues
cuentra en ella u n precario suplemento para sostener la íma olemos p o r l o menos u n estado patológico —la manía— en el
de u n deseo, sin poder simbolizar una satisfacción. OtráME •eproduce semejante conducta, similar a la embriaguez, sin
cas mejor mediatizadas por lo simbólico, como la ficqc|p j-poración de droga alguna. También en nuestra vida psíqui-
tica p o r ejemplo, alcanzan la ventaja de un goce, pór-Iwjl :
rníál, la descarga del placer oscila entre la facilitación y la
bido renunciar a la satisfacción directa. El adicto, sólo se^de ción y paralelamente disminuye o aumenta la receptivi-
de de l o real; el artista en cambio "sabe hacer" con su^ulf 5
ara el displacer. Es m u y lamentable que este cariz tóxico
un producto de intercambio simbólico. s procesos mentales se haya sustraído hasta ahora a la inves-
"¿a científica. Se atribuye tal carácter benéfico a la acción
Finalmente, este "repensar" el tecorrido freudianó||$Jí
^estupefacientes en la lucha por la felicidad y en la preven-
ye en u n pensamiento del propio Freud. Un pensamier^'
l i e i a miseria, que tanto los individuos como los pueblos les
de h u m a n i d a d y comprensión, que debería servir de mspjilt
rgjjSservado u n lugar permanente en su economía l i b i d i n a l .
a quienes emprenden el difícil camino del tratamier
ESilo'se Ies debe el placer inmediato, sino también una m u y
adicto, porque no hay ¡os adictos. Inventar una clase q í p
¿lina•'•añedida de independenda frente al m u n d o exterior,
cluya, conduce a organizar esos tratamientos e x t o r s i v ^ ^
ígnbres saben que con ese «quitapenas» siempre podrán es-
canzar la curación, que no hacen más que reproducirla
iarpeso de la realidad, refugiándpse en un m u n d o propio
siones del p r o p i o adicto para obtener la droga.-
fffezca mejores condiciones para su sensibilidad. También
resantes preventivos del sufrimiento son los que'-"
||¡|ue .es precisamente esta cualidad de los estupefacientes
fluir sobre nuestro propio organismo, pues en álr
JKñrxaña su peligro y su nocividad. E n ciertas drcunstan-
todo sufrimiento no es más que una sensacióníís
qjfcljevan la culpa de que se disipen estérilmente cuantio-
tanto l o sentimos, y únicamente lo sentimos -ena
nÉÉnítudes de energía que podrían ser aplicadas para mejo-
tas disposiciones de nuestro organismo. J?
B | f t e humana" ( 1 9 3 0 ) . 32
El más crudo, pero también el más efecuvo i
destinados a producir tal modificación, es el qufi fjpfanalistas tuviéramos en cuenta este mensaje de Freud, .

cación. N o creo que nadie haya comprendido Slnté matizaríamos esa actitud de "neutralidad" e indife-
¡|pe;cl sufrimiento, que algunos pregonan. N o produce
pero es evidente que existen ciertas sustancias ertf
ffirnós efectos suponer que el toxicómano "goza de la d r o -
nismo cuya presencia en la sangre o en los teja
3tljle^.rnismo nos lo quiere hacer creer, que trabajar el có-
d o n a directamente sensadones placenteras,-nj
más las condiciones de nuestra sensibilidad.de.!
^^into él "sufre de la droga", único p u n t o de partida p o -
ffluñ tratamiento psicoanalítico de las toxicomanías.-^»

" E n los pueblos llamadas "primitivos", el consumo*"


•Klñund Freud: " E l malestar en la cultura", E d . Biblioteca Nueva, M a -
formaba parte de los rituales, fiestas y ceremonias, siendo una
ta, no una adicción. . ••* f s p t o m o I I I , pág. 12.

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