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LA SOCIABILIDAD

Este capítulo no va a ser tratado desde el punto de vista de la sociología, no se


trata de hacer un estudio profundo sobre la persona humana, ni sobre la
familia, ni al respecto de la sociedad, por el contrario, serán estudiadas como
un complemento a los capítulos anteriores, se verá que son importantes para el
encuentro del hombre consigo mismo, para su propio conocimiento.

COMUNIDAD DE NATURALEZA Y DIGNIDAD

Toda persona humana por el hecho de ser persona tiene cualidades que la
identifican como tal, lo es a) la singularidad, b) la autonomía, c) la apertura.

La singularidad es aquella cualidad de la persona humana que implica no sólo


separación real y diferenciación numérica. Sino distinción cualitativa, en virtud
de la cual cada hombre es quien es, diferente de los demás. Desde este punto
de vista la singularidad personal hace se al sujeto consciente de sus propias
posibilidades y de sus propias limitaciones, facilitan el cultivo de su intimidad.

En virtud de su autonomía el hombre es de algún modo principio de sus propias


acciones. La máxima expresión de su autonomía, justamente aquella a la que
se hace su significación etimológica (autos, gnomos = ley propia), es la
capacidad de gobierno de sí mismo, es decir, la posesión y el uso efectivo de la
libertad. El camino de la verdadera perfección del hombre puede ser
considerado como un despliegue sucesivo de las posibilidades de obrar
libremente.
En la persona humana se realiza la paradoja de una incomunidad absoluta en
el ser y al mismo tiempo una necesidad existencial de apertura .

En tres niveles se desarrolla la capacidad de apertura. El objetivo, el social y el


trascendental.

Nivel objetivo es la apertura del hombre a las cosas que le rodean, al mundo
objetivo del cual recibe los primeros estímulos necesarios para su vida
cognoscitiva.

El nivel social es determinado por la existencia de otros sujetos con los que
necesariamente tiene el hombre que vivir para desarrollar eficazmente su
personalidad.

El nivel trascendental, es decir, la posibilidad que el hombre tiene por


preguntarse por la existencia de algo que trasciende a la realidad que le
circunda y la posibilidad de entablar relación con él. En definitiva, la posibilidad
de vida religiosa.

La noción de persona implica las notas de unidad. Totalidad y subsistencia.


Decir que un hombre es persona, es decir que la profundidad de su ser es un
<< ser en sí >>, un <<ser por si >>, con una modo propio de tener naturaleza
“queremos decir, tal como la designamos, que la persona es un absoluto
respeto de cualquier otra realidad personal o social y de cualquier otra persona
humana. Jamás puede ser considerada como parte de un todo: familia, clase,
estado, nación, humanidad. Ninguna otra persona, y con mayor razón, ninguna
colectividad, ningún organismo puede utilizarla legítimamente como medio”

Como la persona es un valor en sí misma, toda doctrina que disminuya o


destruya su valor óntico, como reducirla a uno más de entre los seres de la
naturaleza es completamente opuesta. Esa primacía óntica de la persona se
despliega en un abanico, de posibilidades étnicas, sociopolíticas y
pedagógicas.

La actividad de la persona no puede cifrarse en un repliegue absoluto sobre sí


misma, ni en una apertura total hacia los demás que destruya su intimidad. En
el lenguaje filosófico medieval y en su concepto de persona, recordemos que
en Santo Tomás de Aquino, la persona significa “lo que es máximamente
perfecto en toda naturaleza a saber. Lo subsistente de naturaleza racional”. Y
en Boecio “substancia individual, de naturaleza racional”. Podemos ver que la
visión correcta se halla en considerar que el hombre es persona esencialmente
y que la persona es una realidad subsistente, principio de actividad que se
despliega en una doble dirección o movimiento: de interiorización y de
exteriorización.

En las filosofías contemporáneas de la persona, especialmente en las que han


subrayado los aspectos metafísicos y éticos de la personalidad se puede
advertir esa oscilación entre la insistencia en la trascendencia y en la apertura,
por un lado, y en la insistencia en la autenticidad y en el ser sí mismo por otro.
Por aquel movimiento de interiorización, la persona en su proceso de
desenvolvimiento y construcción, es una moción interrogativa que va
cuestionándose los conocimientos y los niveles de valorización alcanzados con
respeto a sus modelos anteriores superados. Así se apropia una y otra vez,
integrando y reintegrando, en un proceso hacia la plenificación personal la
experiencia humana anterior. Por el movimiento de exteriorización la persona
trasciende se dimensión de naturaleza, puesto que, por una parte, conoce el
mundo se abre al mundo material y le hace objeto de su existencia intencional;
y, por otra, puede transformarlo, que es otro modo de trascenderlo.

La noción de existencia personal delimita a la persona como una síntesis


dialéctica de naturaleza y trascendencia, objetividad y subjetividad, mediación y
libertad. Naturaleza y trascendencia son principios dialéctico y no términos de
la persona. Sólo en el orden personal se superan tales disyuntivas por el
requerimiento reciproco de aquellas dos dimensiones.

Si por su naturaleza (existencia incorporada) el hombre posee una


individualidad en cuanto que es un ser individual. Un fragmento de una
especie, una parcela del universo físico a cuyas leyes vive sometido, por su
forma espiritual. Abierta a la trascendencia, a través del conocimiento y el
amor, el hombre actúa como persona. Merced al conocimiento abarca el
Universo en toda su extensión merced al amor puede darse libremente a otros
seres, realidades subjetivas recíprocas, en cuya relación se planifica su
personalidad.
La individualización y socialización no son dos elementos o estratos que
compongan al hombre, sino dos dimensiones descomponibles, solo
conceptualmente, dos extremos de un basculante movimiento cuya conjunción
posibilita la antropogénesis personal, es decir, el desarrollo del ser humano
como un microcosmos en plenitud y totalidad.

Uno de los caracteres constitutivos de la ausencia de la persona humana,


también mas conocidos en la tradición filosófica es el de su relacionabilidad. Si
por el acto de ser la persona subsiste como una unidad y totalidad ontológica,
por ese mismo acto de ser la persona es capaz de relacionarse o abrirse al
universo del ser. La persona es. Por su misma naturaleza, principio agente,
actor y creador de sus propios actos; pero no loes de un modo absoluto, sino
relativo, abierto y comunicativo. Con razón la filosofía clásica se refiera a esa
nota característica de la capacidad relacional de la persona al definir a esta
como “la substancia de un ser individual abierto por su naturaleza racional a la
amplitud infinita”.

Mas la persona, como es sabido, no solo es capaz de establecer relación con


las cosas, con el mundo natural transformado en los tres pilares fundamentales
de la cultura (la ciencia, la técnica y el arte), sino que va a depender
esencialmente de la relación que establezca “con el otro” y “ con los otros” . El
<<ser con>> no es una disposición que la persona adquiera en el transcurso de
su desarrollo existencial sino que es un rasgo absolutamente connatural y
necesario que posibilita desde la misma esencia de la persona, el que esta
llegue a ser lo que es.

Por lo que la persona por naturaleza y por su misma indigencia natural es un


ser relacionable, comunicable, esa relación con el <<otro>> puede tener
distinta significación. En le latín hay dos palabras referidas al otro (alius, alter)
que expresan bien esa diversidad de situaciones y que de forma traslaticia
pueden servirnos en este caso. El otro en cuanto indeterminado (alius ) y el
otro en cuanto ser personal, determinado y concreto (alter). La relación de
alienidad es aquella en la que existe otro individual como elemento de relación,
pero sin que ese otro tenga relevancia y sea en sí centro de la relación; y la
conducta de alteridad, en la que el otro no es solo elemento individual de la
relación sino fin y sujeto agente de una relación en la que se tiene en cuenta la
vida personal y la situación real del otro.

Las dos direcciones fundamentales a las que esta abierta la persona humana
que se exigen y complementan son la dirección hacia si misma y hacia fuera;
por la primera, la persona busca la comprensión de si misma la reflexión, el
autoconocimiento, la intimidad, el silencio, la creatividad.., son algunas de las
manifestaciones de esa vía <<ad extra>> de la persona. Individualidad y
exterioridad (alterdad) se implementan y exigen en la constitución del ser
personal.

Los psicólogos y los filósofos que han intentado profundizar en el misterio que
entraña a cada persona por sí mismo lo sitúan y lo descubren en un doble
movimiento; de referencia unificadora en misma (la persona marca con su
sello. Con su singularidad, todo lo que asimila y crea; es una potencia
asimiladora de unificación) y de dinamismo por libre adhesión que obliga
incansablemente a la persona a salir de si misma, a proyectar su propio ser
hacia otro, a hacerse aceptar y reconocerse por el .., a dar libremente algo de
si y a darse. El amor es la realización y explicitación de este acto.”

En efecto, el valor de la existencia del yo (como salida de sí mismo) del


encuentro y de la comunicación interpersonal y social, puede considerarse una
cuestión nuclear de la reflexión filosófica, antropológica y pedagógica de
nuestro tiempo.

COMUNIDAD DE DESTINO

La estructura social, objetiva es el primer dato de toda situación en la que se


haya la actividad de una persona con pretensiones de conducta propia. Esta
estructura objetiva, real, como toda situación, es totalizante, unitaria, global, en
el sentido de que afecta a la totalidad de la persona, a la que envuelve a la
persona, de forma que, cualquier parcial referencia o aspecto que de ella se
haga, significa una reducción mental de su ámbito. La situación ofrece unos
ingredientes objetivos, como condiciones de todo que hacer personal, pero la
persona lo que en esa situación pretende es realizar una conducta propia, libre,
personal; tiene una pretensión de conducta ante esa situación y frente a sus
condicionamientos o determinaciones. La consistencia humana personal y de
sus pretensiones; del mismo modo que la consistencia de lo social se define
en función de su mundo de una colectividad y de las posibilidades con las que
ante él esa colectividad se sitúa.

El hombre trata de acoplarse dentro de la colectividad, sin embargo esto es


ajeno al hombre por que la colectividad sólo es un grupo, un conjunto de
individuos mantenido en la unidad por un criterio que no coincide con su “yo”,
con su conciencia, con su voluntad. Se impone a él desde fuera, obligándolo
con una serie de condiciones. El interés, el gusto, la comodidad, el no poder
hacer otra cosa son criterios que fuerzan al yo a aceptar la convivencia con los
demás con sus condiciones, sus normas, sus leyes. Lo que determina y une en
este caso a la colectividad, no es tanto la persona
El yo que comparte, cuanto algo a que debe adaptarse el yo que comparte,
cuanto algo a que debe adaptarse el yo para lograr sobrevivir y expresarse
siquiera un poco.

Sin embargo la comunidad en contraste real con la colectividad, nace de la


acción del yo, de la expresión de su libertad personal.

Tomemos el ejemplo de la actividad mecánica del hombre: la presencia física


crea relaciones físicas con lo que lo circunda, y si esta presencia se desplaza
hacia otro lado, crea otras relaciones físicas. Se llama lugar el conjunto de esas
relaciones corporales. Materiales.

Pero también la acción espiritual del hombre, la acción del hombre como
persona, como voluntad conciente, crea relaciones.
Cuanto más rica y poderosa es la poderosa es la persona, mayor conciencia
tiene de las posibilidades de relaciones con otras personas, y cuanto más vive
realiza estas relaciones.

He aquí lo que es la comunidad: el conjunto de las relaciones creadas con los


otros seres por la actividad de la conciencia personal y por la energía eficiente
de la voluntad personal. Cuanto más conciente y dinámico soy, más comunidad
creo, por que alcanzo y me uno a un número cada vez más vasto de seres.

La comunidad es como el halo de la luz de mi personalidad; es el campo de


acción de mi libertad en acción, es mi yo que se afirma. En un sentido
verdadero se puede decir que la comunidad es mi yo agrandando. La
comunidad nace de mi. Si yo me retiro desaparece esta.

Y si tiene presente que para expresarse, la persona tiene que comunicar, es


decir dar, y que, por tanto, la acción de la libertad es esencialmente amor,
claramente se comprenderá como la comunidad es el lugar de mi amor.

Las condiciones que encuentre el yo en su acción. No son sufridas o toleradas


como enemigos o extraños con los que hay que pactar y señalar límites. Son
aceptadas, asimiladas, apropiadas, como si hubieran nacido de la voluntad
misma de yo: la ley deviene libertad.

El ideal de la comunidad no es ya el equilibrio de la justicia . sino la


comprensión y la asimilación del amor.

FAMILIA., TRABAJO Y COMUNIDAD POLÍTICA.

La familia es una comunidad de vida que responde al amor espiritual y


responde a la necesidad misma que el hombre tiene y que encuentra inscrita
en su naturaleza.

La familia es el lugar de encuentro de comunidad de hombre y mujer en la que


nace un nuevo ser humano; en la que los hijos tienen que ser felices y vivan en
plenitud y con dignidad una vida humana la vida humana es preciosa por que
es un don, además. Es preciosa por que es la expresión y el fruto del amor.
Nada supera la grandeza o la dignidad de la persona humana. La vida humana
no es sólo una idea o una abstracción. Es la realidad concreta de un ser que
vive, actúa. Crece y se desarrolla; la vida humana es la realidad concreta de un
ser capaz de amor y de servicio a la humanidad.

El gran peligro para la vida de la familia es una sociedad cuyos ídolos son el
placer, las comodidades y la independencia, está en el
Hecho de que los hombres cierran el corazón y se vuelven egoístas.

La familia es necesaria no sólo para el bien privado de cada persona, sino


también para el bien común de toda sociedad, nación y estado. Por lo que toda
colaboración prestada para mejorar el clima moral de la sociedad, para
oponerse al permisivismo y al hedonismo, y toda ayuda a la familia que es la
fuente de vida nueva defiende efectivamente los valores de la vida; pues la
esencia de la vida es el amor.

Sin embargo, no basta sólo la familia para que la persona pueda alcanzar su
cabal desenvolvimiento en orden a su último fin. En efecto, la familia no es una
comunidad perfecta, no posee por sí sola los medios necesarios para su
subsistencia y actividad especifica y, como la persona ha menester para
lograrlo del bien común que únicamente la sociedad política puede brindar.

La familia es una comunidad que brinda siempre al hombre tres dimensiones:


es educadora en la fe, ayuda a formar su persona, y es promotora de su
desarrollo.

Los problemas humanos más profundos están relacionados con la familia. Esta
constituye la primera comunidad fundamental e insubstituible para el hombre.
“La familia es la primera y vital célula de la sociedad”. A la familia van unidos
los valores fundamentales, que no se pueden violar sin daños incalculables de
naturaleza moral. Es necesario defender los valores fundamentales con
tenacidad y firmeza, por que su quebranto lleva consigo daños incalculables
para la sociedad y en último término para el hombre.

La familia es la primera y fundamental comunidad humana. Es ambiente de


vida, amor. La vida de toda sociedad, nación y estado, depende de la familia; la
familia es dentro de esa sociedad un verdadero ambiente de vida y amor, hay
que hacer todo lo posible para proporcionar a la familia las condiciones
necesarias para ello. Cual es la familia, tal es la nación, por que tal es el
hombre.

La familia está situada en el centro mismo del bien común, en sus varias
dimensiones, precisamente porque en ella es concebido y nace el hombre. La
familia es comunidad para el hombre porque desde su momento inicial, desde
su concepción es querido, esperado, vivido como un valor particular único e
irrepetible. Dentro de ella el hombre se siente importante, útil, amado y
valorado. En esto la familia es insubstituible.

La comunión conyugal constituye el fundamento sobre el cual se va edificando


la más amplia comunión de la familia, de los padres y de los hijos, de los
hermanos y de las hermanas entre sí, de los parientes y demás familiares.

Esta comunión radica en los vínculos de la carne y de la sangre y se desarrolla


encontrando su perfeccionamiento propiamente humano en el instaurarse y
madurar de vínculos todavía más ricos y profundos del espíritu: el amor que
anima las relaciones interpersonales de los diversos miembros de la familia
constituye la fuerza interior que plasma y vivifica la comunión y la comunidad
familiar.
El hombre está ordenado por naturaleza a vivir en comunidad política. El
hombre no puede procurarse en la soledad todo aquello que la necesidad y la
utilidad de la vida, corporal exige, como tampoco lo conduce a la perfección de
su espíritu.

El ser humano vive en sociedad, o sea convive o coexiste con otros seres de
misma especie. La palabra misma sociedad significa un conjunto de personas
que efectivamente viven juntas, en el sentido de que las vidas individuales de
las mismas se enlazan y conectan entre sí. La convivencia se va desarrollando
de unos hombres con otros, pues, al salir desarrollando su vida, de alguna
forma se necesita de la vida de los demás y, en efecto, no existe ningún
hombre que se complemente independientemente de toda sociedad. Venimos
a la vida como fruto de la convivencia de unos seres que, sin habernos
previamente consultado nos han traído al mundo. Y en los primeros años de la
vida estamos en una estrecha relación con esos mismos seres, que cargan con
la tarea de cuidar de nuestro frágil y precario ser incapaz por sí solo, de
mantenerse y desarrollarse. La vida es pues, para cada uno de los hombres,
durante toda esta etapa primera, algo íntimamente de lo que los hombres
quieren hacer de ella. Poco a poco el hombre mientras crece comienza a tener
un desprendimiento y va tomando conciencia de lo que es su vida, va
empezando a hacerse dueño de su vida, hasta que acaba de asumir
personalmente la responsabilidad de ella y de sus actos, y al final de este
proceso podemos llegar en realidad a vivir con los demás.

El fundamento de la comunidad social es la necesidad en que no vemos de


ayudarnos loa unos a los otros para la mejor adquisición de los bienes de los
que todos precisamos. La sociedad descansa por consiguiente sobre este
doble hecho: primero, las personas que lo forman han de satisfacer unas
necesidades esencialmente iguales para todos; según estas mismas personas
para cubrir esas necesidades necesitan a su vez complementarse, es decir,
ayudarse mutuamente.

La sociedad no son los individuos aislados, sino que constituyen una unidad de
orden moral y espiritual y sirven a la totalidad, a la vez, la sociedad no
abandona a sus miembros y cuida de ellos, mientras que los miembros por su
parte están dispuestos a ayudar al bien de la comunidad, e incluso en algunas
ocasiones subordinar su propio bien por mantener la comunidad.

Bibliografía

Valverde Carlos. “Antropología Filosófica” EDICEP. Valencia 2000.

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