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La peste según el padre Nicolas del Techo

El verdadero nombre del autor es Nicole du Toict, nacido en Lille, Francia en 1611. Llego en
Buenos Aires en 1649 y, en 1670, se hallaba en Córdoba como maestro de novicios.

Nombrado Superior de las Reducciones del Paraguay se estableció en Candelaria. Una década
mas tarde era rector del Colegio de Asunción. Su historia de la provincia del Paraguay fue
impresa en Lieja en 1673, y su versión castellana en Madrid, dos siglos después.

El escritor jesuita hace una jugosa relación del trabajo de los misioneros de la orden en el
1589, poco antes de su instalación en la Provincia del Paraguay. Afirma que ´´estos hacen
muchas cosas dignas de memoria´´

El padre Techo percibe los problemas mayores de la población- las pestes, las enfermedades y
la concepción misma de la vida- desde una visión puramente espiritual. En este sentido, el
cronista, casi desentendido de las dolencias físicas y temporales, se esmera en aclarar que sus
hermanos de la Orden cumplieron su misión evangélica, primordialmente ´´salvando almas en
momentos en que el flagelo de la peste afligía a las poblaciones del Paraguay´´

No otorga mayores detalles sobre el carácter de las pestes que asolaban sin distinción de curas
e indios; brinda sin embargo un panorama que nos lleva a comprender los motivos por los que
eran populares las curaciones milagrosas y otras elucubraciones teológicas semejantes. Las
epidemias emergían de orígenes igualmente misteriosos, tanto para los shamanes indios como
para los evangelizadores médicos.

El capitulo XXXIV de su obra ofrece la siguiente información: ´´Fatigas mucho mayores


esperaban a los Padres Ortega y Fields en la Asunción, donde regresaron cansados de un viaje
de cuatrocientas cincuenta leguas aproximadamente. La peste hacia horribles estragos en los
habitantes de dicha ciudad, y tanto, que morían al día mas de cientos. Los padres Ortega,
Saloni y Fields, en menos de un año confesaron a quince mil penitentes; bautizaron a mil
quinientos infieles, y sin darse un momento de reposo para que a nadie faltaran los auxilios de
la religión.

Luego que se hubo cebado la epidemia en la ciudad se extendió rápidamente por los campos, y
allí el daño fue mucho mayor por los escases de las cosas necesarias.

La mortandad fue horrorosa en Villarrica. Los padres se hallaban presentes en todas partes
donde su ministerio era reclamado sin descuidar nada en la ciudad salían a los pueblecillos
comarcanos y los mismos cuidaban de los vivos que de los muertos de los españoles que los
indios.

Saciada ya la peste en Villarrica y pueblos vecinos se propagó más y más por los campos en los
que no mostraron los padres menor actividad. En seis meses apartaron de las supersticiones a
tres mil cien idolatras seiscientos de estos dejaron sus mancebas y dos mil quinientos se
alzaron como ordena la iglesia.

Los padres de la compañía de Jesús concuerdan en anunciar que cada una de las 30
reducciones jesuíticas contaban con un hospital construido al lado de la iglesia a 3km del
poblado por razones de aislamiento.

Los hospitales estaban conformados por un grupo de cabañas ubicadas fuera del pueblo.
Estaban provistas de una serie de habitaciones que se abrían sobre una doble galería al
exterior con camas relativamente limpias lo que facilitaba la atención de los enfermos.

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