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.-\N'fOLOGIA DEL CENTEN .

~RI()
Reservados los derechos
de propiedad conforme
á la ley.
ANTOLOGIA
DEL

CENTEN ARI ESTUDIO DOCUMENTAD O


DE LA LITERAT U RA MEXICANA DURANTE EL P RIMER
SIGLO DE INDEPENDENCIA

OBRA COMPILADA BAJO LA DIRECCIÓN DEL

Señor Licenciado Don Jlisto Sierra


MINISTRO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA V BELLAS ARTE S

POR LOS SEÑORES

Don Luis G. Urbina, Don Pedro Henríq uez Ureña


y Don Nicolás Rangel

PRIMERA PARTE
(1800-1821)
VOLUMEN SEGUNDO . } }

, .

MÉXICO
IMP. DE MANUEL LEÓN SÁNCHEZ
MISERICORDIA, NÚM . 3.
19 10
BIBLIOTECA'DE MEXICO

FRlJLM
868.08M - 1049458
A575
. V.2
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M 11 11
FR. SERVAN DO 1'ERESA DE MIER

En la Ciudad de Monterrey, capital del Nuevo Reino de Le6n,


nació el 18 de Octubre de 1765 este célebre personaje. Fueron sus
padres don José Joaquín de Mier y Noriega y doña Antonia Gue-
rra é Iglesias.
De noble prosapia, pues que por la línea paterna descendía de
los Duques de Granada y de los Marqueses de Altamira, y, por
la materna, de los primeros conquistadores del Nuevo Reino de
León, recibió desde sus primeros años una educación esmerada,
cual correspondía á su origen y á sus cuantiosos bienes de fortuna.
Concluyó en poco tiempo, en su tierra natal, la educación pri-
maria; adquirió el conocimiento de la lengua latina y pasó d~pués
á México á tomar el hábito de dominico, á los diez y seis años de
edad. Al año siguiente profesó, aun cuando tenía escrúpulos de
hacerlo ; escrúpulos que se encargaron de desvanecer sus maestros.
Estudi6 filosofía y teología en el colegio de Portacceli durante
siete años, recibiendo la confirmación del Arzobispo Haro, é igual-
mente las ordenes menores de Subdiácono y Diácono; y, hecho
Maestro de Estudios ó Regente, pasó al Convento grande, donde
permaneció solamente cinco meses.
Enfermó allí, y para recobrar la salud pasó al convento de la
Piedad con patente de lector de teología moral. Pocos meses des-
pués se ordenó de sacerdote, y fué nombrado Lector de Filosofía
del Convento grande, graduándose por entonces en Doctor en Teo-
logía. Contaba á la sazón veintisiete años.
Un constante estudio enriqueció su intelecto con vastos cono-
cimientos en todo linaje de ciencias. Unía á su variado saber el
dominio de la cátedra sagrada. Esto hizo que con gran delecta-
ción se oyeran sus sermones y que fuera frecuentemente solicitado
para predicar en las funciones más solemnes.
El 8 de Noviembre de 1794 predicó en las honras fúnebres que
anualmente celebraba el Ayuntamiento de México en memoria de
Hernán Cortés. Este discurso llamó extraordinariamente la aten-
ci6n del escogido auditorio é hizo que el Ayuntamiento encomen-
dara á Mier el sermón á la Virgen de Guadalupe el día I2 de Di-
ciembre del mismo año. Con asistencia del Virrey, del Arzobispo,
de la Audiencia y de las personas de más valer de la Capital, se
verificó la solemnidad, y fué inmensa la sensación que produjo la
peroración del Dr. Mier, quien recibió felicitaciones y galas de
gran parte del auditorio. Pero el Arzobispo, creyendo que negaba
la tradición. encontró censurables las atrevidas aseveraciones del
predicador. Y este fué el principio de una serie de persecuciones
de que fué víctima este ilustrado varón. Ordenó el Arzobispo á
las Iglesias que el domingo infra-octava se predicase nominalmente
contra Mier por haber afirmado que la imagen de Guadalupe es-
taba pintada en la capa de Santo Tomás y no en la del indio Juan
Diego. Terrible escándalo causó lo ordenado por el prelado y so-
lamente la prudencia de Fr. Servando hizo que éste no fuera víc-
tima de la indignación popular.
Mandó el Obispo encerrarlo en su celda y formarle proceso. In-
tentó Mier defenderse, pero en vano; y, agobiado por las privacio-
nes á que lo sujetaron, se vió obligado á retractarse, advirtiendo-
que lo hacía por no poder sufrz'r más la prisión. Se espe-
raba que la retractación calmaría el furor de Su Ilma. y que una.
amonestación y una reclusión, por más ó menos tiempo, en su con-
vento, pondrían fin á este incidente. Mas no fué así.
El día de la Encarnación se publicó inter mz'ssarum solemnia,
en todas las Iglesias de México, un edicto que el P. Mier calificó
de libelo 'ú ifamatorio contra su persona nominalmente/ y al
siguiente día un Notario le intimó la sentencia del Arzobispo que
lo condenaba á diez años de destierro á la Península, reclusión
que sufriría en el convento de las Celdas cerca de Santander, per-
petua inhabilidad para tcda enseñanza pública en cátedra, púlpi-
to y confesionario, y supresión del título de Doctor.
El domingo de Ramos á las tres de la mañana fué sacado de su
prisión y conducido á Veracruz por un destacamento de soldados,
los cuales tenían orden de no permitirle hablar con nadie. Dos
meses estuvo encerrado en la fortaleza de San Juan de Vlúa: se
enfermó de fiebre, y, convaleciente aún, lo embarcaron, bajo parti-
da de registro, en la fragata "La Nueva Empresa", llegando á
Cádiz en Noviembre de I795 y siendo remitido luego al convento
de las Caldas, e~ donde fué encerrado en una celda llena de ra-
tas. Tan luego como pudo se escapó de su prisión, vagando en tie-
rra totalmente desconocida para él. No tardó mucho tiempo en
ser reaprehendido y encerrado nuevamente en la celda que aban-
donara, y de allí, para mayor seguridad, en el convento de San Pa-
blo de Burgos. En él permaneció hasta fines de 1796 en que pidió
se le permitiera pasar á Madrid para que se le oyese en justicia
ante el Consejo de Indias.
Desde la formación del proceso á este célebre mexicano, el Ar-
zobispo, por medio de sus agentes en la Corte, había comprado al
covachuelo D. Francisco Antonio León, hombre venal que te-
nía el negociado de Indias. Fué un constante perseguidor de Fray ·
Servando. Recibió éste orden de pasar á un convento de Salaman-
ca, y, como tomara camino distinto, fué preso nuevamente y ence-
rrado en el convento de franciscanos de Burgos, de donde se esca-
pó, logrando atravesar la frontera y refugiarse en Bayona. Era el
viernes de Dolores de 1801. Al día siguiente entró en una Sinago-
ga y disputó públicamente con los Rabinos.
A los dos meses partió para Burdeos y de allí para París, en don-
de abrió una academia para la enseñanza de la lengua española,
en boga por esa época en Francia. Publicó una disertación
para refutar los escri tos de Volney sobre J e~ús . Esta disertación
llegó á manos del Gran Vicario de París, quien le encomendó en-
tonces la parroquia de Santo Tomás, Iglesia de las Monjas Domi-
nicas, ubicada en el centro de la ciudad.
Deseando secularizarse, partió para Roma en 1802 . El día 6 de
Julio del siguiente año logró sus deseos y S . S. le concedió privi-
legios y gracias. Obtuvo el honor de ser nombrado Teólogo de las
Congregaciones del Concilio de Trento é Inquisición Universal, y
Protonotario Apostólico.
Con la idea constante de regresar á su patria, volvió á España y
fué preso otra vez en Madrid. De allí, donde sufrió horriblemente,
fué transportado á fines de Enero de 1804 á la casa de los Tori-
bios de Sevilla. Escapó de ella el 24 de Junio, y, aprehendido en
Cádiz, la volvió á habitar; le pusieron un par de grillos, y un gri-
llete en una barra de hierro de tres ó cuatro arrobas.
Logra escapar y pasa á Portugal, en donde permaneció tres años.
El consul general de España, Lugo, lo nombró su Secretario.
Convirtió al catolicismo en 1807 á dos notables Rabinos y á sus fa-
milias, por lo que el S.umo Pontífice Pío VII lo promovió á ser su
prelado doméstico, nombramiento que recibió de manos del Nun-
cio Apostólico de Portugal.
Al estallar la guerra entre España y Francia, Fr. Servando pa-
só, en 1809, á la Península con el puesto de Cura Castrense y
capellán del Batallón de Voluntarios de Valencia,
Asistió á muchas sangrientas batallas cumpliendo con su minis-
terio. hasta que en Belchite cayó prisionero en poder de los Fran-
ceses. Logró escapar, presentándose al Gral. Black, quien lo reco-
mendó á la Junta de Sevilla á fin de que le premiaran sus buenos
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servl':lOs. Disuelta la Junta Central, el Dr. Mier marchó á Cádiz,


donde estaba la Regencia [r 8 r r], la que le señaló de pensión tres
mil pesos anuales sobre las rentas de la Mitra de México. Sola-
mente una Subprebenda había vacante; y Mier no la admitió por
l er incompatible con su carácter de Prelado doméstico del Papa.
Entonces supo el alzamiento del Cura Hidalgo, y marchó in-
mediatamente á Londres para defender por la prensa los dere-
chos de México para hacerse independi ente. Escribió y dió á la
prensa las Cartas de un amer'Z:cano al Español en Londres y su
obra R evoludón de Nueva España, primera historia que sobre
la guerra de independencia se compuso.
En r8r4 volvió á Francia y después de algunos meses regresó á
Inglaterra. En Londres conoció á Mina, y con él vino á los Esta-
dos Unidos, en donde formaronh infortunada expedición de r8r7.
Mina se internó en el país, y quedó defendiendo el fuerte que
construyera, en Soto la Marina, el mayor Sardá, con treinta y siete
bJmbres. Entre estos se encontraba el Dr. Mier.
Después de un sitio de varios días, capituló el fuerte bajo honro-
sas condiciones, que no se cumplieron por parte de los realistas.
Fr. Servando fué enviado á México con una fuerte escolta y car-
gado de grillos. Un calvario fué ese viaje por la brulalidad de sus
€ustodios. En el camino se rompió Mier el brazo derecho á con-
secuencia de una caída.
A su arribo á la Capital, la Inquisición le formó nuevo proceso,
y le encerraron en los calabozos de esta temida institución.
El 20 de Mayo de r820 se disolvió el Tribunal de la Fe, y como
no terminara aún la causa que se estaba formando al Dr. Mier;
puso la Inquisición un oficio al Virrey, indicándole á dicho Dr.
aomo á un hombre peligroso, perturbador del orden, y enemi-
go del Rey y de la religión. Entre otras cosas decían los inquisi-
d ores las siguientes palabras que son un timbre de honor para tan
conspicuo ciudadano: En una palabra, este relz"giosv aborrece
de corazón al Rey, lo m 'Z:smo que á las Cortes y á todo gobier-
110. No respeta nz· á la St"lla Apostólz"ca ni á los Condlios. Su

f u erte y pasz"ón dominante es la independenda revoludonarz·a


q ue desgradadamente ha inspirado y fomentado en ambas
A méricas por medz'o de sus escritos llenos de ponzoña y ve-
1l eno.
Fué enviado á España en Julio de r820 y embarcado en Di-
ciembre del mismo año: al llegar á la Habana pudo fugarse y pa-
sar á los Estados Unidos, hasta que, consumada la Independen-
c ia, regresó á México en Febrero de r822. En Veracruz 10 sor-
prendió el General Dá vil a, poniéndolo preso en el Castillo de San
Jua n de Ulúa, que aún estaba en poder de los españoles y de don-
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de logró sacarlo el primer Congreso Constituyen te corporación, á la
cual pertenecía Fr. Servando por haber sido electo Diputado por
la provincia del Nuevo Reino de León, su país natal. ·
En Julio llegó á México. Un mes antes había sido coronado
Iturbide, y antes de presentarse al Congreso obtuvo del Empera-
dor una audiencia en la que le manifestó sus opiniones republica-
nas y lo conjuró á respetar el sistema representativo.
El 28 de Agosto se descubre una conspiración de los republica-
nos contra Iturbide, y, creyendo éste que algunos diputados tenían
parte en ella, los mandó aprehender: entre ellos estaba el Dr. Mier,
á quien llevaron al Convento de Santo Domingo. Allí permaneció
hasta el I I de Febrero de r823, día en que las tropas de la guarni-
ción de México se pronunciaron por la República y lo pusieron
en libertad. Esta fué su última prisión.
Reelecto para el Congreso Constituyente, trabajó porque se
adoptara un gobierno que conviniera á la Nación, sir. que fuera
un paso brusco de la más absoluta monarquía á la libertad. El I3
de Diciembre de r823 pronunció su célebre discurso llamado de
las p1'ofecias.
Debido á sus merecimientos, este ciudadano que consagró los
mejores años de su vida al servicio de la patria fué alojado por
el Presidente de la República D. Guadalupe Victoria en el Palacio
Nacional, y disfrutó de la pensión que el Congreso de I824 de-
cretó.
A principios de Noviembre de r827 se le exacerbó una antigua
dolencia, y, comprendiendo que su fin estaba próximo, el día r5
de ese mismo mes personalmente invitó á sus amigos á que asis-
tieran al viático que se le ministraría al día siguiente, como en
efecto se veri ficó. El Presidente de la República expensó parte de
los gastos de cerca de esa función, contribuyendo grandemente á
su mayor esplendor. El Comandante general de la plaza dispuso
que las músicas de los cuerpos de la guarnición y una compañía
del r 9 de Infantería acompañaran al viático, que fué llevado de la
parroquia de la Santa Veracruz.
Una multitud compuesta de miembros del ejército, comunidades
reli~iosas, colegios, y del pueblo, formaba solemnísima procesión,
manifestando con esto, elocuentemente, la alta estimación de que
disfrutaba el ilustre enfermo. El Exmo. Señor Ministro de Justi-
cia y Negocios Eclesiásticos don Miguel Ramos Arizpe ofició en
esta solemnidad religiosa, recibiendo el paciente de sus manos el
pan eucarístico; pero, antes de recibirlo el doctor Mier, pronunció
un discurso encaminado á vindicar su honor mancillado por la
maledicencia: "Se dice que soy hereje: se asegura que soy masón
y se anuncia que soy centralista. Todo es, compatriotas carísimos,
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una cadena de atroces imposturas. Ni mis escritos ni mis palabras
ni mis actos podrán jamás proponerse como justificantes de ca-
lumnias de tanto tamaño; mas como se ha~a mucha mención del
ruidoso sermÓn de Guadalupe que prediqué muchos años ha y se
afecte extrañel:a porque no digo misa ni hago vida ascética, como
religioso dominico, y tal vez á esto se le querrá dar el carácter de
otros tantos apoyos de dichas quimeras, tocaré ligeramente esta
causa en obsequio de mi honor, de mi conciencia y de atacar la
ominosa trascendencia que esto pudiera ocasionar á mi país, aten-
to el mediano prestigio que he gozado fuera y dentro de él." Y
terminaba manifestando que no decía misa porque su diestra ma-
no, que mostraba al público, la tenía despedazada por servir á su
cara patria. Que no estaba en el claustro por haberse seculariza-
do en Roma . Que no era masón, porque la masonería era un par-
tido, y, según enseñan la historia de las naciones y una dilatada
experiencia, los partidos son la vanguardia de la ruina de los
pueblos ; siendo este acaso el principal, si no el único motivo, de la
persecución que le han declarado la iglesia y los gobiernos civiles:
pero que él se abstenía de calificarla de impía. Que jamás había
pensado siquiera ser centralista, aunque siendo diputado propen-
dió á una república federal un poco más templada que la que re-
gía y por cuya conformidad conjuraba á los presentes, pues era
demasiado peligrosa toda novedad en orden á formas de gobierno
tan legítimo como el de entonces. Y por último, que él no predi-
có contra la aparición de Guadalupe, sino que la predicación del
E vangelio en América se debió á Santo Tomás y no á los españo-
les, lo que defendería hasta morir.
A las cinco y me6ia de la tarde del día 3 de Diciembre del mis-
mo año, dejó de existir. Su cadáver fué sepultado en el Templo de
Santo Domingo y sus funerales presididos por el Vicepresidente
de la República, General D . Nicolás Bravo.

BIBLIOGRAFIA:

S e1-món sobre la Virgen de Guadalupe, pronunciado el 12 de


Diciembre de 1794. Impreso por primera vez: en la Colecdón de
docu men t os para la h iston·a de la guerra de independenda de
lYléxico, de J. E . Hernández y Dávalos, tomo III, México, 1879.
Proclama d e los Vale ncianos del Ejérdto d e Ca t a.lmza á los
d el Ejér cito de Valenda . Impreso en Valencia por Monfort, 1811
(según B eristáin).
Carta á El Español [periódico que publicaba en Londres Blan-
ca \ Vhite]. Esta carta se publicó en el Sema n a r io Pat r iótico, y la
42 3
reimprimió Bustamante en el núm, 6 de los Dscumentos para la
Historz'a del Imperio Mexicano.
Cartas al Dr, Juan Bautista frfuñoz sobre la t1-adición de
Nuestra Señora de Guadalupe, escritas desde Bur{{os, año de
I797. México, imprenta de «El Porvenir>, 1875. [Reimpresas en
la Colección de Documentos de Hernández y Dávalos, tomo nI.]
H istm' ia de la Rev olución d e Nueva España , Antiguamente
A nálzuac, ó Verdadero origen y causas d e ella con la relación
d e sus progresos hasta el presente año de I8I3' .. _ Escribiala
D. José Guerra, Dor. de la Um'v ersidad de Méx ico . Londres,
en la imprenta de Guillermo Glindon, 1813. 2 vols.
Memoria politico-instntctiva, enviada desde Fz'ladeijia en
Agosto de I82I, á los jefes independientes del Análzuac llama-
do por los españoles Nueva España. Impresaen Filadelfia, por
Juan F. Hurtel, 182I.-Reimpresa en México, por Mariano Ontive-
ros, r822, [Existen ambas ediciones en la Biblioteca Nacional, pá-
gina 387 del catálogo de la Novena división.]
Discurso que el día I3 de Dicíembre del presente año de I823
pronunció el Dr. D. Servando Teresa de 1klier, diputado por
Nuevo León, sobre el arto 59 del Acta Constitutiva. México, im-
prenta á cargo de Martín Rivera, 1823.
Discurso sobre la Encíclica del Papa León XII, por Servan-
do Teresa de l1tfier. Quinta edición, revisada y corregida por
el autor. México, imprenta de la Federación, 1825. [No conoce-
mos las ediciones anteriores].
Apología del Dr. lJEier. Esta autobiografía fué publicada por
el Dr. José Eleuterio González y ocupa la mayor parte del volu-
men que lleva el título de Biografía del Benemérito Mexicano
D . Servando Teresa de Mier No riega y Guerra. Monterrey, im-
prenta á cargo de José Sáenz, 1876.-Segunda~dición: Monterrey,
tipografía del Gobierno, en Palacio, á cargo de José Sáenz, 1897.
CONSULTAR: El Sol, números 1633, 1640, 1650 Y 1661, No-
viembre y Diciembre de 1827; Carlos María de Bustamante, Cuadro
lzistórz'co de la revolución mexicana, edición 1843-1845, tomo 1,
págs. V y 1; tomo n, págs. 188; tomo IV, págs. 325. 356, 357, 364
y 365; Lucas Alamán, Historia de lkléxico, tomo 111, págs. 64 y
65; tomo IV, págs. 552, 568, 593 Y 70 S; José María Luis Mora,
Obras sueltas, tomo n, necrología de Mier; Coleccz'ón de docu-
mentos de Hernández y Dávalos, tomo VI; Emilio del Castillo Ne-
grete, Galería de oradores de México en el Siglo XIX, tomo 1,
copo 1; Francisco Pimentel, Novelistas y oradm'es mexz'canos,
cap. XI; José Eleuterio González. Biografía de Fr. Servando;
Aurelio Horta, 11Eexicanos ilustres, artículo Mier; Francisco So-
sa, Las estatuas de la Reforma, artículo Mier; folleto del Dr.
42 4
Orellana, publicado anónimamente con el título de Apuntes bio-
gráficos de los trece reHgiosos domz'nicos que en estado de ma-
mz'as se hallaron en el osayz'o de su Con v ento de Santo Domin-
go de esta capital, México, 1861, artículo lVHer.

ICONOGRAFIA:

La familia de D. José María del Río posee un retrato al óleo del


Dr. Mier. Este retrato ha sido reproducido varias veces: puede
verse en el Album mexicano, publicado por C. L. Prudhomme,
México, 1843 [litogratía de Thierry freres, ParísJ, en la Galería
de oradores de Castillo Negrete, tomo l. yen México á través de
los siglos, tomo IV.
En el Paseo de la Reforma de esta capital se colocó en 1894 una
estatua de Mier. en bronce, modelada por el escultor Jesús Con-
treras.
En el folleto Apuntes biográficos de los trece religiosos do-
mim'cos aparece una estampa litografiada de la momia del Dr.
Mier.
N.R.
4'25

RELACION

de lo que sucedió en Europa al Dr. D. Servando Te-


resa de Mier después que fué trasladado allá por -
resultas de lo actuado contra él en México: desde
Julio de 1795 hasta Octubre de 1805.

Capítulo l.

Desde mi arn'bo á Cádiz lzasta que mi nelfocio pasó al


Consejo de Indias.

Se me detuvo, como ya conté, dos meses en el Cas-


tillo de San Juan de Ulúa para dar mientras noticia á
España, y armar en ella contra mí la maroma correspon-
diente. Efectivamente, cuando habiendo zarpado de Ve-
racruz un día infraoctava de Corpus de 1795, arribé á
Cádiz á los cincuenta días, ya me aguardaba orden real ·
en la Audiencia de la Contratación de Cádiz, y un Es-
cribano fué á hacer entrega de mí al Prior de Santo Do-
mingo. Este dictó al Escribano por respuesta que no
podía hacerse cargo de mí, si no se le daba orden de po-
nerme preso. Y como si su respuesta valiese la orden,
mandó delante de mí barrer inmediatamente la cárcel,
sin saber ni preguntar de orden de quien ni por qué '
causa se me desterraba á España. Yo que ví semejan-
te exabrupto, le dije al Escribano pusiese la cabeza
de un poder para un agente de la Corte, á quien me
recomendaba el Lic. Prieto mi tío, Canónigo de Mon-
terrey mi patria. Cuando el Prior acabó de oír mis tí-
tulos, revocó su orden carcelaria, y me pidió perdón '
de ella, disculpándose con los pillos que suelen enviar-
se de Indias. Le conté la causa de mi destierro; se me -
dió una buena celda, y quedé libre y paseante en Cá- -
diz.
El Doctor Fr. Domingo Arana, mi lector que fuera,
"Procurador en España de nuestra Provincia mexica-
' na, estaba en el puerto de Santa María, y luego que
le avisé mi llegada vino á verme. Le pregunté si ha-
bía interpuesto ante el Consejo de Indias el recurso
que le supliqué desde el Castillo de San Juan de Ulúa,
y me respondió que no, creyendo que mediaba alguna
causa de Estado, porque Gandarias el Provincial de
México le había escrito que yo había ensuciado el há-
bito ante el Gobierno, desde que este le mandó infor-
mar reservadamente sobre los ridículos procesos ya
mencionados. Véase qué sigilo había guardado, y qué
malignidad la suya, cuando yo había salido bien, y él
mismo había informado á mi favor. Arana se apesa-
dumbró de no haberme servido, cuando entendió lo
que había sido, y más cuando habiendo leído el ser-
món lo halló inocente, y sólo verdaderamente escanda-
loso el edicto del Arzobispo.
Si este religioso, enemigo de negocios é intrigas de
la Corte hubiese aprendido alguna práctica de ella, me
hubiera dicho lo que valía un covachuelo ú oficial de
las Secretarías del Rey, y me hubiera aconsejado de
partir luego á la Corte. En ella D. Juan Bautista Mu-
ñoz, oficial de la Secretaría de Indias, y autor de la
disertación citada de Guadalupe, me hubiera recomen-
dado a"l Ministro de Gracia y Justicia Llaguno, y al
oficial mayor Porcel, ambos amigos suyos; se me hu-
biera hecho en el momento justicia; y hubiera causa-
. do una gran pesadumbre al perseguidor Arzobispo.
Yo estaba con los ojos tan vendados como la pobre
gente que me escribía de América recurriese al Rey
por la vía reservada, que es el peor de todos los re-
·cursos como después diré. El mundo vive engañado
bajo de nombres. Así me estuve mano sobre mano
muy satisfecho con haber escrito á mi agente interpu-
siese recurso al Consejo en virtud de habérseme con-
. denado sin oírme y haber sido todo el proceso ilegal.

42 7
Pero dicho agente era hombre de bien y por consi-
guiente valía muy poco. Los agentes de Indias, para
ser buenos, han de ser unos pícaros consumados, sin
alma ni conciencia. El Sr. Haro tenía tres, y á lo me-
nos uno le venía como anillo al dedo.
Estos tenían compradas las llaves de la Corte y del
Consejo de Indias, excepto al incorruptible fiscal de la
América Septentrional D. Ramón S oto Po sadas. Por
eso el Arzob ispo no envió al Con se jo sus informes re-
servados s ino á la covachuela de Indias, donde tenía el
n egocia do de Nueva España D. Francisco Antonio
León, h omb re ignoran te, tropellón, corrompido y ve-
nal, en qui en confiaba que 110 me dejaría llegar á la
Cort e ni al Consejo. A la misma vía reservada ó cova-
chuela , que es lo mismo, recurrió mi agente por con-
sejo de un abogado á quien consultó, y fué acabar de
-e charlo á perder todo.
El Prior de Santo Domingo de Cádiz había respon-
dido en recibiéndome, como ya vimos, que no podía
hacerse cargo de mí, si no se le daba orden para po-
nerme preso. Esto fué pedirla, y León la envió al ca-
bo de un mes, advirtiendo que se me tu v iese preso á
buen recaudo, por haber informado el Arzobispo de
México que y o era propenso á la fuga. Ya empiezan á
oprar sus calumnias. ¡ Ojalá hubiese sido verdadl no
me hubiese estado en Cádiz paseando sin tomarla. El
Presidente de la Contratación, que mandó, por la or-
den recibida, ponerme preso, luego que supo que la
cau sa de todo era un sermón, insinuó al Prior que di-
simulase, y éste tenía motivo en mi quietud anterior
para no hacer novedad. Pero los frailes tienen com-
'p lacencia especial en oprimir á sus semejantes, y aun
-creen que en esto consiste su prelacía, por lo cual es-
tu v e en una prisión, que aunque no era la cárcel, era
bastante incómoda; hasta que salí de Cádiz á fines de
Noviembre de 1795.
Mientras, el Doctor Arana fué á la Corte, y visitó á

León con el intento de saber si había informes reser-
vados contra mí tocante á lo sucedido en el virreina-
to, según que se me escribió á San Juan de Ulúa in-
tentaba enviarlos el Arzobispo; para informar yo en-
tonces la verdad. N o se dió León por entendido; sabía
el pícaro que estos informes reservados y no pedidos
no son más que calumnias ilegales cuyo valor consis-
te en un pérfido secreto. Son naipes de contrabando,
que se reservan para cuando no hay otro recurso apa-
rente con que perseguir á la inocencia. Se verá que
León los iba jugando, conforme le faltaban otros me-
dios; y cuando llegó la ocasión desesperada, echó to-
do el resto.
En fin, con gran sorpresa mía, que creía, como tan-
tos otros buenos americanos, que bastaba tener justi-
cia y exponerla al Rey para obtenerla, se contestó á
la demanda interpuesta por mi agente de pasar á la
Corte y ser oído en justicia ante el Consejo de Indias,
que obedeciese al Arzobispo en ir al Convento de las
Caldas, y á los dos años recordase mi pretensión por
mano del Prelado local. Esta orden no estaba da-
da para realizarla, como después se verá, sino para
ganar tiempo á estilo de Corte, cuando la cosa que se
pide no se puede negar redondamente sin una inj us-
ticia manifiesta.
Yo pedí testimonio de la orden, y salí de Cádiz en
una calesa, escoltado de un pintor con su par de tra-
bucos y un mozo de á pie. Este comisionado. aunque
de nueva data, era un buen hombre, y aunque no po-
díamos pasar por Madrid como yo quisiera, porque
León babía tenido la precaución de mandar lo contra-
rio, estuvimos tres días allí cerca en uno de los Cara-
bancheles. El mismo mozo de á pie fué á avisar á m;
ag-ente, que, á pesar de estar todo cu bierto de nie ve 6
hielo, vino á verme con el abogado su amigo. No tenía
influjo, ni supo darme siquiera el consejo de que lla-
mase al señor Muñoz, que al momento hubiera vén¡-
42 9

<lo, y estaba el viaje terminado. Mi desgracia en Am é -


rica y en España fué mi inexperiencia y haber care-
cido de quien bien me aconsejase. Así, me fué preciso
seguir para las Caldas en medio de un riguroso in-
VIerno.
Mientras llegamos contaré lo que son estas famosas
-Caldas. Como en la Provincia de Dominicos de Casti-
lla no se vive vida común, algunos religiosos de
buen espíritu pensaron establecer un con vento de
vida común, que sirviese de prueba y modelo para
-otros. El venerable Marfaz puso pues un conven-
tillo en las Montañas, al pie de un monte entre
Cartes y Buelna, á orilla del río Masayo: y como en
su ribera hay una fuentecita termal, qUE' entonces que-
daba al lado del conventillo, tomó el nombre de ella,
y lo dió después á otros tres conventos fundados á su
ejemplo. Ya degeneraron de su primitiva institución,
y no se distinguen en la observancia de los demás con-
ventos, pues tienen también su depósito de particula-
res y no merecen la fama que tienen. Este de que ha-
blo se mudó después arriba del monte, quedando
abajo un mesón para hospedar pereg rinos; y una er-
mita con una imágen de Nuestra Señora de las Cal-
das; uno y otro á la orilla del camino real, que hoy
pasa por el antiguo sitio del convento.
Vigilia de Navidad por la noche llegué al mesón, y
luego me contaron que Nuestra Señora de las Caldas
era célebre hasta en las Indias; que apareció sobre un
picacho elevado que estaba á la vista, donde está por
eso una cruz; y que cuando hicieron arriba el conven-
to, ella se bajaba hasta que le fabricaron abajo una
ermita. Con tenerla abajo se debió de contentar, por-
que la imágen principal está arriba. ¿y por qué se ve-
nía abajo, si el picacho donde apareció queda arriba?
A otro día que subí al convento, los frailes de misa y
olla me confirmaron el cuento. Pero el Ministro Mar-
tín de Dios, buen religioso é instruído, me dijo: no
430

consta tal de los papeles del convento; la cruz la pu-


so un lego por ser el picacho tan elevado y sobresa-
liente á la orilla del camino; que como el primer con-
vento estuvo abajo, y dicen que Santa Rosa recién
canonizada hizo allí un milagro, por lo cual se le da
memoria después de completas, cuando hicieron el ca-
mino real se suplicó hiciesen allí una capilla para me-
moria. Así se trastrueca todo con el tiempo para con-
firmar apariciones, de que el vulgo es amiguísimo, co-
mo si sin ellas las imágenes no fuesen dignas de vene-
ración, ó ellas se la debiesen aumentar. Lo que au-
mentan es la concurrencia y limosnas, y hoc opus.
No hay Prior en aquel convento, sino Vicario del
Provincial de Castilla, que por ficción de derecho
se supone Prior de él, y se le da cuenta de todo. El
Vicario, que era un pobre hombre, me recibió bien; y
como era pascua de navidad, y se trata tres días á los
huéspedes en nuestros conventos con mucha cortesía
y agasajo, los pasé muy bien con los otros -religiosos,
que eran once, contando dos franceses de Vannes, un
loco, un solicitante in confessione, predicador del Rey,
enviado allí por el Santo Oficio, dos ó tres pájaros.
dignos de jaula, y cuatro legos, de ellos uno enfermí-
sima, por haberlo tenido cinco años, á causa de apos-·
tasía, en un subterráneo muy húmedo.
Al cabo de los tres días, aunq ue la sen tencia del Ar-
zobispo no mandaba sino reclusión en el convento, se
me puso preso en una celda, de donde se me sacaba
para coro y refectorio, y me podían también sacar
en procesión las ratas. Tantas eran y tan grandes,
que me comieron el sombrero y yo tenía que dor-
mir armado de un palo para que no me comiesen. La
culpa de esto la tenía el Arzobispo con sus informes
reservados, enviados al Provincial de Castilla, á quien
decía que ya había escrito al General de la Orden, por-
que bien veía qae había excedido todas sus faculta-
des. Yo habría. también escrito al General, que era el
43 1

Padre Qu~ñones; pero tenía éste por máxima no abrir '


ninguna carta, y así todo era inútil. Agregóse para. .
este atentado la malicia de León, que, por si yo no es-
taba bien recomendado del Arzobispo, ó los frailes ex-
trañaban su sentencia como contraria á nuestros pri-
vilegios, arrancó de los autos el escandaloso edicto y-
se lo mandó, para que aquellos idiotas me tuviesen
por un impío y libertino, especialmente no habiendo
estado en América para poder comprender hasta donde
pueden llegar el anti-americanismo, el despotismo y la
persecución de un Obispo. El Provincial también ex-
cedía sus facultades, pues tampoco tenía sobre mí otra
autoridad que de mera policía, por ser un religioso fo-
rastero, que no iba allí por autoridad de la orden; y
ni esta por nuestras constituciones tenía facultad para
ponerme preso. Los frailes ignorantes del derecho ha-
cen tantas alcaldadas como los alcaldes de monterilla;
y el Provincial de Castilla era segundo tomo del de
México.
N o obstante todo esto, mi causa era tan disparatada
y tan nulo el poder del Arzobispo mexicano sobre mí,
que yo creía libertarme preso por medio de mis cartas
á Madrid, cuando, oyendo entre los frailes algunas de '
las es pecies que yo vertía en mis cartas, averigüé que
las abrían todas y se las enviaban á su Provincial. Es
cierto que según nuestras constituciones el Prelado ·
puede abrir las cartas de sus súbditos, menos si son
maestros en Teología; pero yo no era súbdito de las
Caldas, soy Doctor en Teología, grado recibido en la
Provincia de México por las constituciones, y esta
constitución de las cartas está anticuada y no se ob-
serva en ninguna parte del orden.
Entonces ví que no había otro remedio contra mi
persecución, que lo que Jesucristo aconsejó á sus dis-
cípulos: CU11l pfrsecuti fuerint vos in lzac cizlitati, fUEite '
in alia11l. Las rejas de mi ventana asentaban sobre '
plomo, y yo teHía martillo y escoplo. Corté el plomo~
432

-quité una reja, y salí á la madrugada cargádo con mi


ropa, dejando una carta escrita en verso y rotulada
ad fratres id eremo, dando las razones justificadas de
· mi fuga, Pondré aquí la primera décima para mues-
.t ra:

Mi orden propia i oh confusión!


Que más me debía amparar,
Siquiera por conservar
Su fuero y jurisdicción,
Aplica con más tesón
La espada, de su hijo al cuello:
y presta para el degüello
La cruel madre su regazo;
Me ata el uno y otro brazo,
Que es de la barbarie el sello.

Como yo no sabía camino ninguno, iba more ajosto-


¡¡co, insertus quo fata ferrent, y sin más viático que
dos duros, me estuve todo el día por entre los mato-
rrales de aquel monte, mientras un lego como llaman
· de agibilibus corría á caballo buscándome por el cami-
no de Madrid. Por la tarde bajé á una casa inmediata
· al monte, y un hombre por los dos duros me condujo
á Zaro de Carriedo, á casa de un indiano que fué em-
barcado conmigo. Si yo hubiera tomado el camino de
Cartes, presto hubiera llegado á Buelna de Asturias,
donde está la casa solariega de mi familia, y ella me
hubiera amparado. Pero el mismo mozo que me con-
dujo á Carriedo, asombrado por decirle que estaba yo
en las Caldas por orden del rey, avisó mi derrotero; y
como llevaba el hábito patente, luego se me halló. Se
presentó la orden real al Alcalde mayor del Valle de
Carriedo. y tuve que volver á ser archivado en las
Caldas, como un códice extraviado.
Había escrito en mi fuga á mi agente, y también es-
· cribió el Provincial de Castilla al Ministerio, que no
433
'había en aquel convento resguardo suficiente para un
-criminal tan grave y tan tremendo. ¡Lo que puede ha-
cer creer un mal Obispo! Añadía al visir de Castilla,
para malquistarme, que yo hablaba mal de personas
de al to carácter, porq ue en una de las cartas para
México que me abrieron los frailes, decía á un amigo
que en mi travesía había oído hablar muy mal de Go-
doy y su querida. ¡Qué indignidad, valerse de lo que
había leído en una carta privada y cerrada para poner-
me en mal con el Gobierno, cuando toda España ha-
blaba mal de tales personas ! Si las especifica me pier-
de . Aun así en grueso guardó la especie León, á quien
.hacía grandísimo provecho lo más mínimo mal que se
di jese de mí para aprovecharse en tiempo oportuno á
·falta de otros medios. Concluía el Provincial propo-
niendo que se me transladase al convento de San Pa-
blo de Burgos, y el Gobierno envió la orden.
Se leva ntaba la nieve tres varas del suelo, cuando
caminé á mi nuevo destino con un lego caldeo, y lle-
gué la semana antes de Domingo del Ramos, al año
puntualmente de haber salido de México. Se me reci-
bió en una prisión, aunque el Prior, que estaba enfer-
mo, en cama, se admiró de verme tan fino y menudo,
cuando se me había pintado como un facineroso, yaun
decían los frailes de las Caldas, por haber yo levantado
la reja, que debía de tener pacto con el diablo; cosa que
les parecía creíble, atendidos los informes del Arzobis-
po y el edicto en que me atribuía errores, blasfemias
-é impiedades.
Luego que el Prior de Burgos se mejoró, levantó y
vió los papeles que le trajeron de las Caldas, dijo que
los caldeas eran unos bárbaros, y yo había tenido ra-
zón para escapar de una prisión injusta. Me dejó,
pues, libre en el convento, que yo cuidaba cuando la
.comunidad salía á recreaciones.
Hay á extramuros de Burgos un famoso Monaste-
.rio, llamado de los Huelgas, todo de vírgenes nobles,
434

cuya abadesa es de horca y cuchillo, tiene tratamien-


to de Ilma., usa báculo y pastoral, y con autoridad
cuasi episcopal da dimisorias para órdenes, licencias
de confesar y predicar, dispensa sobre matrimonios,
establece ayunos, días festivos, etc. Y aun se atrevie-
ron sus primeras Abadesas, infantas de Castilla, á
bendecir y confesar, como consta en el Derecho Canó-
nico, donde se manda á los Obispos cohibeant super-
biam re~ice /cemince. Le están sujetos varios monasterios
de vírgenes, que en otros tiempos salía á visitar, y
profesan en sus manos, como del orden de Calatrava,
los Comendadores y Comendadoras del Rey que cui-
dan un rico hospital, llamado del Rey, é instituído pa-
ra recibir los peregrinos que iban á Santiago.
Dos primas mías habían sido allí Abadesas, y la
tercera aún vivía. Con esto los Comendadores comen-
zaron á visitarme, se esparció la voz de que yo era no-
ble y con tanta sorpresa mía como de las gentes del
país, decían: ¿cómo es fraile si es noble? Tan baja es
la ralea de los reverendos de España. Son algunos
infelices que, como ellos mismos dicen, van á hacer
harina en los conventos, aprenden allí á ponerse y
quitarse el trapo puerco de la Capilla, á dar gritos en
solfa, y algunos párrafos arabescos de Aristóteles.
Es cosa admirable que tienen por religiosidad no usar
de servilleta ni cubierto para comer. En Burgos lo ha-
bía introducido el Prior actual Rubín, que, siendo de
una mediana familia de la Montaña, tenía alguna edu-
cación, y por eso fué allí el único convento donde se·
me trató con decencia. Toda la nobleza, ó, como lla-
man, los Primos de Burgos, que se creen la Primera
de España, me visitó; los eclesiásticos franceses emi-
grados, de que estaba llena la ciudad, me dieron mu-
cho crédito de literatura; y como yo por divertirme
diese lecciones de elocuencia á los .jóvenes que venían
de las Universidades á vacaciones, adquirí tanta fama,
que se me consultaba en todo asunto literario.
435
Pero mi salud, á los principios, con el rigor del in-
vierno (que es cruel y tan largo en Burgos, que dicen
solo dura allí el verano de Santiago á Santa Ana) era
tan poca, que el Prior compadecido empeñó á una pe-
nitente suya, hermana del Ministro Llaguno, que iba
á la Corte, para que se me mudase á clima más análo-
go. Yo acompañé un memorial, puesto (aunque con el
debido respeto) con la vehemencia natural de mi esti-
lo, y que debía ser mayor en mi triste situación. El
Ministro mandó dar cuenta al Oficial León, el cual in-
formó que comía demasiada pimienta, como si hallar-
me á dos mil leguas de mi patria, sin honor, sin bie-
nes, sin libertad y sin salud, hubiese de ser algún sor-
bete refrigerante. En esto paró todo.
Fué necesario aguardar á que se cumplieran los
dos años de la Real orden enviada á Cádiz, que yo
contaba desde el 12 de Diciembre de 1794, en que ha-
bía predicado y ca menzó mi persecución. Representé
entonces por medio del Prelado local, como la orden
rezaba, pidiendo pasar á Madrid para que se me oye-
se en justicia ante el Consejo de Indias. Se contestó
pidiendo informe reservado de mi conducta, y el Prior
lo envió muy bueno, con gran sorpresa de León, que,
según la perversa idea que de mí le habían hecho for-
mar el Arzobispo y sus agentes, creía que se daría tal
cual lo había menester para negar lo pedido. No halló
el hombre otro arbitrio que encerrarse en la Cartuja
ocho meses. Yo no caía en el gato que aquí había en-
cerrado, porque no sabía yo que los verdaderos reyes
de España son los covachuelas. y los Ministros nada
saben sino lo que ellos les dicen y quieren que sepan.
Yo le echaba la culpa al Ministro Llaguno, cuya caída
entonces no me pesó; y no era él culpable sino el Ofi-
cial León, hombre venalísimo, y comprado para ser
mi ene.migo inexorable.
Sucedió á Llaguno el célebre Javellanos, quien te-
nía un amigo íntimo en Burgos, D. Francisco Corbera,
43 6
Comendador del mismo Orden de Calatrava que pro-
fesaba Javellanos. Me recomendó á él advirtiéndole
que no era Dominico, porque bajo este nombre en Cas-
tilla se entiende un hombre de instrucción tan grose-
ra como su trato; meros escolásticos rancios, sin nin-
guna tintura de bellas letras ú otros conocimientos
am enos y substanciales. Es frase entre los literatos
de Ca stilla para expresar que alguna pieza está muy
tosca y macarrónica, decir que está muy dominica. Y
algunos dominicanos emigrados de Francia me decían
que, habiendo salido de ella á fines del siglo XVIII,
estaban atónitos de hallarse en España á mediados
del siglo XIV. Sólo había en el Convento de San Pa-
b lo de Burgos un literato tal cual, y era el Padre Mi-
nistro Martínez, que había traducido la historia del
Antiguo y Nuevo Testamento, de Calmet; pero estaba
tan despreciado y perseguido de los frailes, que me
daba compasión. En una palabra, los Dominicos es-
pañoles han abandonado absolutamente el estudio de
la s humanidades, que son el fundamento de escribir
bien. De aquí es que en doscientos años no han podi-
do dar á luz nada de provecho, sino algún panarra,
como Th eologia sacr atiss. Rosan·i. iY al infeliz que,
como yo, trae las bellas letras de su casa, y por con·
s iguiente se luce, pegan como en un real de enemigos
ha sta que lo encierran ó destierran!
A la recomendación que de mí hizo Corvera á J ave-
llanos, añadí un sueño poético, que voy á poner aquí,
no porque tenga algún mérito particular, sino porque,
habiendo llegado la noticia de la exaltación de Jave-
llanos un domingo á las siete de la mañana, á las
once ya fué el poemita por el correo, y esta improvi-
s ación me dió celebridad:

Tendido el negro manto de la noche,


Imagen de la vida que yo vivo,
A tiempo que descansan brutos y hombres,
437

Yo sucumbía á mi dolor activo.


Tal es el sueñe, sí, tal es el sueño,
De un mísero mortal desfallecido
A fuerza de llorar males inmensos
y de regar con lágrimas sus grillos:
En un acceso de su desventura,
Que el alma, no bastando á resistirlo,
Se rinde, sin que hórridos fantasmas
Dejen adormecer el dolor mismo.
Así dormía yo, cuan de un perfume
Embalsamó mi olfato peregrino,
y la ambrosía misma de los dioses
Me fingió luego el sueño en su delirio.
Un susurro de ahí á poco suave,
Como el zéfirp de alas conmovido,
Cada vez entendiéndose más claro
Enteramente despertó mi oído.
Revine un poco, y estregué mis ojos
De do] or y tristeza oscurecidos.
Una luz, cual aquella con que Venus
Usa anunciar el alba en el estío,
Me deslumbró, y sorprendido exclamo:
¿Cómo me dormí tanto? Ha amanecido.
Sonrióse entonces la belleza alada
Que al punto divisé; numen divino,
Empuña un ce tro, lleva una balanza,
Una diadema sobre el frente lindo,
Desplegando dos labios más bermejos
Que rosas de verjel alejandrino,
Descu briendo dos órden es de perlas
Encadenadas en coral subido.
-Yo se que á tí, me dice, en otro tiempo
Deleitaron de Apolo los sonidos:
Toma la lira, ensaya con tus dedos
Acordar los acentos consabidos.
-Rota está de una vez la que tocaba,
Mis manos yertas han perdido el tino;
No concuerdan los ecos armoniosos
Con el tosco chillido de los grillos.
Nunca las gracias visitaron, nunca,
Un albergue tan sucio y tan sombrío.
Las Musas no inspiraron corazones
Tan maltratad os y tan mal heridos.
En el Anáhuac, en mi amada patria
Era libre y can té; hoyes distinto:
El nevado Arlanz ón, que me aprisiona,
El fuego mismo helara de Narciso.
Soy náufrago infeliz que una borrasca,
La más obscura que exhaló el abismo,
Arrojó hasta las playas de la Hesperia,
Donde en vano el remedio solicito.
Créeme, Diosa, ó lo que eres, que mi canto
Sólo deberá ser el de gemidos,
Para que vuelva la justicia al suelo;
La justicia no más, justicia pido.-
Entonces dijo. alzando su balanza:
-¿Es posible no me hayas conocido,
Servando ?-A no saber que al almo cielo,
Huyendo de los hombres corrompidos,
Se voló, te hubiera por Astrea
Adorado ya yo desde el principio.-
-Yo soy de facto, que ahora bajo á España
A establecer en ella mi dominio,
Sentándome con Carlos en el trono:
Para eso es J ovellanos su Ministro.
Sabio, virtuoso, incorrup tibIe, justo,
Es de mis manos la obra que ha salido
Má.s á mi gusto: le formé en la patria
De donde traes origen distinguido.
Recurre á él con confianza, nada temas,
El te hará la justicia, yo le fío.-
Desaparece, y levantéme al punto
Dudando si despierto ó aun dormido.
Era día claro, y yo les conté á todos
439
El sueño que me había acontecido.
Todos dijeron ser verdad el caso;
Todos me confirmaron ¡oh prodigiol
En las dotes que adornan eminentes
Al que los poetas cantan por Jovino.
Leí ansioso las obras con que había
Su pluma á la nación enriquecido,
y allí le hallé, con los colores propios
Que dijo Astrea, retratado al vivo.
Conforme, pues, la Diosa me dictara,
A él dirijo los pobres versos míos,
Esperando que un sueño se realice
Fundado en su virtud: así confío.

] ovellanos, con ánimo de realizar mi sueño, mandó


á León que diera cuenta; pero este tuno, desenten-
diéndose de mi última instancia para ir á que se me
oyera ante el Consejo de Indias, informó ahora que ya
estaba bien aclimatado en Burgos; que lo que yo pe-
día era mudar de clima; petición hecha un año antes.
El Ministro mandó que eligiera el convento que qui-
siera de toda la Península; y el maldito León puso la
orden, añadiendo de su caletre que no se me permitie-
se salir solo, y cada seis meses se diese informe reser-
vado de mi conducta. ¿No se creería que yo tenía algún
otro gran delito? LEón se respaldaba para estas mal-
dades con los informes del Arzobispo, que reservaba
para el caso de pedírsele la razón. Sus medios para
hallarme siempre culpable y hallar arbitrio sobre que
eludir mis instancias de ser oído, eran infalibles, por-
que, además de que, cuando uno va tan malignamente
recomendado al rey, se interpretan mal todas sus accio-
nes, los frailes se hinchan viéndose honrados con esta
confianza, siendo gente tan baja, y se creen en la obli·
gación de despepitar y acusar á su hermano cuanto pue-
den. Y ya desde entonces se les pasea por la cabeza un
Obispado, que es su delirio favorito.
440
Yo elegí, como era natural, un convento de Madrid,.
para proporcionar el ser oído; pero el Provincial de
Castilla, que estaba entonces de vi..;ita en Burgos, me
dió la exclusiva, ó por sugestión de León, pues no me
dejó ver la orden, ó por su malevolencia natural, con 10
que ya me hizo poner preso en las Caldas, y aun me
dió á entender que no quería tener en su Provincia un
fraile de quien ser tan responsable. Yo]o entendí to-
do y elegí el convento de Cádiz con ánimo de pasar
por Madrid, de maniobrar y componer las cosas, á cu-
yo efecto saqué recomendaciones para los amigos d~·
Javellanos.
Me despedí del convento y me fuí á la posada públi-
ca, donde se aguardaba por momentos un coche que
debía retornar de Vizcaya. Aunque la posada estaba
fuera de la ciudad y no salí de el1a sino para tomar al-
gunas recomendaciones para Javellanos, el día siguien-
te mandó el Provincial, á las oraciones de la noche,
dos religiosos con un Escribano para traerme al con-
vento, como si fuese ilícito á un religioso pernoctar
fuera de él. N o lo es in vz"a ó cuasi in vz"a y más fue-
ra de poblado. A más de que todos tienen vacaciones
en las ciudades mismas, y debía hacerse cargo aquel
déspota, que después de casi tres años de prisión, la
idea sola de estar fuera del convento era un consue-
lo. Me dijo que me retirase á la celda, y no saliese del
convento hasta salir para ponerme en camino. Yo, que
había traído la llave de mi posada y dejado en ella to-
das mis cosas en desorden, salí del convento otro
día por la mañana, tomé en la posada una mula y me
puse en cammo. A la noche me alcanzó el coche de
Vizcaya.
¿Se creerá Que el Provincial informó luego al Mi-
nisterio que yo no tenía espíritu religioso, y que era
necesario sujetarme, porque no fuí á besar la correa
de este sultán extraño antes de partir? La servilidad
y el abatimiento llaman ellos espíritu religioso, y no
44 1
reflexionan en su soberanía y ambición. La de aquél ;
era tanta, que, habiendo llegado entonces la noticia de
la muerte de nuestro General, se empeñó en que él
le debía sustituir, porque según nuestras leyes de-
bía ocupar su lugar el Provincial del convento para
donde estuviese designado el futuro capítulo general y
lo había sido para el convento de Toledo. ,P ero no .
advertía que en el precedente capítulo no hubo actas,
donde esta designación constase auténticamente, y de,'
costumbre inmemorial es en el caso Vicario general el
Provincial de Lombardía. Así por su ambición quería
turbar la correspondencia de un orden extendido en ',
las cuatro partes del mundo. León almacenó este in-
forme en su gazofilacio de imposturas, para continuar
mi persecución.
Luego que llegué á Madrid fuí á verlo, y como buen
cortesano me trató con mucha urbanidad y cortesía,
diciéndome que siguiese á mi destino; que ya se vería
lo que se podía hacer, como si todo no dependiese de
su mano, y mediase acaso otro perseguidor. Se le es
capó, no obstante su estudiado disimulo, decirme que '
el Sr. Muñoz había hecho diligencia para ver los au-
tos; pero que no los vería, ni se imprimiría su diser-
tación sobre Guadalupe. Luego, encontrándome, me
dijo que marchase presto porq ue si nó pondría una or-
den. Entonces supe que Jos covachue]os ponen las que
se les antoja, el Ministro firma como en barbecho, y
ellos son Jos verdaderos reyes de España y de las In-
dias. Sospeché por]o dicho dónde estaba mi mal; fuf'
á ver á Muñoz, con quien pocos meses antes había en-
trado en correspondencia desde Burgos; y él me con-
firmó que en efecto había procurado ver ]os autos; pe-
ro que León tenía tanto interés en ocultarlos, que los ,
tenía encerrados con una llavecita que se tenía en su
casa.
Co¡rnitio morbiinventio est remedii. Aunque acababa de '
caer mi favorecedor Jovellanos, un amigo de Corbera ,
442
~ me dió una fuerte recomendación para el nuevo Minis-
tro Caballero, y otro y Muñoz me la dieron para el
Sr. Porcel, Oficial mayor de la Secretaría de gracia y
justicia que estaba á su lado, y que por consiguiente
valía más que el Ministro mismo. La Corte estaba en
el Escorial, distante de Madrid seis leguas y media
del Rey, y yo llegué estropeadí!imo, porque no tenía
dinero, y las hice á pié. Entregué mis recomendacio-
Res y fuí tal cual recibido del Sr. Porce}: logré hablar
.al Ministro, porque también llevaba recomendación
.para el portero. Hasta esto es necesario, y cada mi-
nistril está tan majestuoso como si tuviera al Rey de
las orp-jas. Me quejé al Ministro de León, y dijo se le
quitarían los papeles; pero ni lo habría hecho, ni se
habría acordado, sin estar á mi favor el Oficial mayor.
Este me recibió á otro día con el mayor agasajo: <aca-
bo de recibir carta del Sr. Muñoz, me dijo, de que la
recomendación es verdadera>. Regla general: algo va-
le una recomendación que va cerrada, especialmente
con sello; si abierta, nada, hasta que por el correo se
advierte que es sincera, y no para zafarse de alguna
importunidad ó empeño. <Vaya V. luego descuidado,
prosiguió Porcel; yo le quitaré á León los autos, y con
,una orden fuerte exprimiré al Apoderado de su Pro-
vincia de México, que está en Cádiz, para que ponga
·en Madrid fondos suficientes á su manutención.>
A continuación escribió á Muñoz, avisándole que
ya tenía los autos en su poder, y se estaba imponien-
. do; que le enviase su disertación de Guadalupe, para
arreglar el expediente, acabarse de instruir y hacerme
dar una satisfacción rotunda de una persecución tan
atroz por haber negado una fábula semejante como la
.aparición de Guadalupe. Pero soy desgraciadísimo: á
poco cayó Porcel, es decir, pasó al Consejo de Indias,
esta es la caída de un covachuelo de la Secretaría de
Indias. Y en efecto, pasar á cualquier Consejo Ha-
;man en Madrid ir al Panteón, porque es sepultar á un
443
hombre con honor: allí terminó su carrera. Muñoz le
escribió que, antes que llegase su sucesor, pasase los
autos al Consejo de Indias, para que se me oyese en
justicia; y se puso la orden.

Ca pítulo IV.

Desde que se confirmó moditicativamente la resolución del


ConseJo hasta mi lleg-ada á Pads.

Seguramente no pensé yo en obedecer la iniquidad


del Consejo ni los caprichos de León, que tampoco
pensaba sino en ganar tiempo. Prometerme hacerme
justicia después de haberme hecho cumplir la senten-
cia del Arzobispo era una burla. Pero no tenía dinero
para subsistir. El Consejo, á consecuencia del Decreto
Real, pasó orden al apoderado de mi provincia para
que me proveyese de lo necesario en Salamanca, y dis-
pusiese mi viaje, dándome á mí el dinero necesario
para el gasto. Yo para coger este socorro, me puse de
.a cuerdo con un calesero, que se presentó conmigo al
apoderado, hice á la madrugada del día siguiente sem-
blante de partir, abandoné mi celda del cuarto de In-
dias de San Francisco, recibí del apoderado una onza
de oro y me oculté. Pero el calesero fué más vivo,
descubrió mi alojamiento, y me exigió el dinero que
me dijo le pedían. ¿ Cómo le podían pedir lo que no le
habían entregado? De miedo, sin embargo, de que me
descubriera le dí doce duros, que era lo que me resta-
ba al cabo de cuatro días. Seguramente:se los cogió,
pues dijo al apoderado que yo, diciéndole que iba á
practicar cierta diligencia, lo había hecho aguardar
todo el día; lo que supe, porque después León me
echó en cara su mentira. Esta es la única intriga que
444
he intentado en esta vida, y me salió tan mal como se
ha visto. Mi candor excluye todo fraude. En vano mis
amigos me han exhortado siempre á tener un poco de
picardía cristiana, como ellos decían. No está en mi
mano tener malicia.
Me mantuve oculto con el auxilio de algunos ameri-
canos, indeciso sobre mi destino, cuando supe que el
Consejo había consultado á la covachuela lo que se
debía hacer de mí en cogiéndome, y que León, para en-
sañar contra mí al Ministro Caballero, le había: dicho
que yo lo quería matar. ¡Pobre de mí, que cuando hay
hormigitas en el camino, voy saltando para no despa-
churrar sus figuritas! Para salvar la mía, que al cabo
no podía ocultarse largo tiempo, tomé una mula y
partí para Burgos, á ver si, entre los amigos que allí
tenía, podía juntar algún dinero y entrar en Francia.
Todo lo que conseguí fué una onza de oro, y á los dos
días determiné marchar á Ágreda, donde estaba un clé-
rigo francés contrabandista, que también era mi ami-
go, para que me auxiliase con más dinero :y arbitrios
para penetrar por Francia, y llegar hasta Roma con el
objeto de secularizarme. 1'Iientras tuviese el hábito, no
me cabe duda que estarían jugando á la pelota conmi-
go, porque como se mira á los frailes en España con
el último :les precio, como á las heces del pueblo, su
honor no importa nada; y cuanto mal se les haga se
considera como buena presa. Toda la dificultad para
archivar á uno en cualquier destino consiste en los
medios de proveer á su manutención, y teniendo pro-
vincia á quien mandar que se los dé, los opresores
quedan expeditos.
A tiempo que yo iba á montar para tomar el cami-
no de Ágreda, sobrevino el R lcalde mayor de Burgos
al mesón. Se estaba entonces en mucho recado sobre
pasajeros por la peste que reinaba en Andalucía; y co-
mo el maldito mesonero vió que yo no salía más que
de noche porque era muy conocido en Burgos, había
445
dado parte de que yo era sos pechoso . Yo me corté cre-
yendo alguna requisitoria;mi temor y mis respuestas hi-
deron entrar al Juez en sospechas, se ech6 entre mis
papeles, encontr6 la orden del Consejo para ir á Sala-
manca, y, mientras avisaba á la Corte, me envi6 al
Convento de San Francisco. Yo al salir para éste, le
dí al mozo que me había traído de Madrid la onza de
oro, y le dije no se fuese, porque yo saldría de
San Francisco por la noche, y nos iríamos á Ágreda.
El lo cont6 al alcalde, y éste me mand6 poner preso
en una celda de dicho San Francisco. Como yo era tan
estimado en Burgos, el escándalo fué inmenso.
Al día siguiente un religioso se me brind6 para sa-
carme tirándome por la ventana á un corredor de arri-
ba. Pero yo no lo admití, porque, siempre cándido y
animal, no acababa de conocer á Le6n, y creía que se
contentaría con hacerme llevar á Salamanca, habiendo
yo declarado ante el alcalde que s610 había venido á
Burgos de paso, para recoger algún dinero con que
poner allá mi celda y proveerme de utensilios. Más el
fiero Le6n, que me volvi6 á ver entre sus garrai, vol-
vi6 á su tema de hacerme cumplir á la letra la senten-
cia del Arzobispo, y mand6 poner orden de llevarme
á las Caldas, y sepultarme allí en un calabozo los cua-
tro años que faltaban para cumplir aquella.
El covachuela de la mesa confi6 el secreto á D. Juan
Cornide mi amigo, y éste me di6 la noticia por medio
de un comerciante de Burgos que me entreg6 la carta,
á pesar del guardián del convento, que me intercepta-
ba la correspondencia, porque los frailes no hacen es-
,crúpulo sobre esta materia. Un golpe de rayo parali-
z6 por cuatro horas mis potencias y sentidos. Pues va-
mos á perderlo todo, dije yo en reviniendo, es necesa-
rio aventurarlo todo: y comencé á arbitrar los medios
de escapar. Mi primer pensamiento fué echarme á val-
lar con el paraguas, cuyas puntas llegué á atar, hasta
,el fondo de un patio formado por un cuadro de tres 6r-
denes de celdas, donde se veía una puerta. Pero era.
mucha la altura, debían recibirme abajo unas piedras
enormes, y podría tener mi vuelo el éxito de Simólli
Mago. Recurrí al religioso que me había ofrecido sa-
car al principio, y ya tuvo miedo, habiendo visto la
diligencia con que se me guardaba, sucediéndose los
frailes de día y noche á hacer centinela. Pero me su-
girió que podría descolgarme con el cordel que forma-
ba el catre de mi cama.
Con él atado de la ventana comencé á descolgarme
en el punto de media noche, hora en que el fraile cen-
tinela se retiraba con ocasión de los mai tines; y mien-
tras hubo ventanas en que estribar, bajé bien; pero
después con el peso del cuerpo las manos se me raja-
ron, y, sin saber de mí, bajé más aprisa de lo que qui-
siera. Cuando por lo mismo pensé hallarme hecho
tortilla en el suelo, m e hallé á horcajadas en la extre--
midad del cordel, que estaba doblado. Acabé mi vo-
latería todo averiado, y me entré por una puerta que -
daba á un corral cerrada, pero con una rajadura por
la cual me colé con trabajo. Trasmonté el corral, y
corrí hasta un cuarto de legua de Burgos, donde está
el hospital de los comendadores del rey, los cuales-
me ocultaron aquel día.
Allí colgué los hábitos por necesidad, y con una
bolsa de cazador, provista de un matalotaje y ocho
duros, salí á las ocho de la noche con dirección á Ma-
drid, en el coche de San Francisco, como dicen. Se-
ría largo contar los trabajos que pasé descansando de-
día, caminando de noche, echándome fuera del cami-
no á cada ruido que oía, debatiéndome con los perros.
que en batallones ocupan los pueblos, y temblando de-
los ladrones que capitaneados por Chafaldín desola-
ban á Castilla la vieja. Este era mi primer ensayo de-
caminar á pie, y mis pies y piernas se hincharon de
manera que, después de dos noches de camino, tardé,
casi un día en andar una legua, hasta llegar á un pue-
447
blo tres leguas distante de Torquemada, donde me ou-'
se á llorar. Compadeció se de mí un arriero que iba
para esta Villa, me puso sobre un borrico y me llevó "
á alojar á casa de un buen hombre su bienhechor.
Este por mi dinero me dió una mula con un mucha-
cho que me condujese hasta Valladolid. En el camino·
nos encontramos algunos que iban para Burgos, y di-
jeron <ese es el Padre que estaba en San Francisco::.;'
lo que me hizo ' apresurar el paso, pues por ellos se po-
dría saber mi derrotero en Burgos y alcanzarme una
requisitoria. En Valladolid me hospedaron dos estu-'
diantes, mis antiguos discípulos de elocuencia en Bur-
gos, y teníamos la precaución de que los días en que
llegaba el correo de aquella ciudad yo me salía al cam-
po, por si había alguna novedad en la manaña, hasta
que ellos me iban á visitar para venir á comer. Allí
sup~ que León había pedido á Burgos todos mis pa-
peles que el alcalde me tomara, y eran los principales.
que llevaba conmigo: los demás habían quedado en ,
Madrid en mi baúl. Este fué siempre un empeño de
León, quitarme mis papeles y documentos, para ata-
carme después desprovisto, ó hallar alguna materia .
para acriminarme. Allá se tienen mis títulos de órde-
nes, de mis grados, mi defensa, etc., y no los puso
en ·la Secretaría, porque yo encargué después á D ..
Zenón que los buscasen y no estaban en ella.
Después de haber descansado ocho ó diez días
en Valladolid, proseguí mi viaje siempre en cali-
dad de clérigo francés emigrado, sobre un carro cata-
lán, carruaje incomodísimo que me estropeó el juicio. -
En llegando á Madrid me fuí á casa de Don 1uan Cor-
nide, que vivía junto con Filomeno, hoy Fiscal de la
Habana. de donde es natural. Me avisaron que León,. .
furioso de que hubiese escapado de sus garras la pre-
sa, había mandado arrestar todo el convento de San'"
Francisco de Burgos; pelo el alcalde mayor había in-
formado que los religi osos le hicieron ver mis manos -
· estampadas con sangre en la pared, lo que probaba
que mi fuga había sido sin su cooperación. Igualmen-
te hallé que León había mandado poner requisitorias
· contra mí por toda España. ¿Se creerían atentados
semejantes? ¿No se juzgaría, á vista de estos escán-
dalos, que yo era algún asesino, salteador de caminos,
ó reo de lesa-majestad? Como tal me acusó después
León, únicamente fundado en que el Arzobispo infor-
mó que había sido procesado por dos Virreyes, aunque
tenía León en su poder la carta en que el Conde de
Revillagigedo desmentía al Arzobispo. Ya se supone
que todo no era más que una maldad de este inicuo
covachuelo.
El de México, D. Zenón, me envió á avisar que de
propósito había dejado sin requisitoria la Cataluña,
para que por allí pudiera escapar á Francia: pero por
allí carecería yo absolutamente de arbitrios. La falta
· de dinero era la que me ponía en los mayores peligros.
Mi buen hermano D. Froilán, que de Dios haya, no ce-
saba de escribir desde Monterrey que allá no se encon-
traban libranzas para España; pero que en ésta toma-
ra yo dinero, y librase contra él á letra vista. Mucho
más difícil es hallar quien dé dinero en España para
recibirlo en América; yen tiempo de guerra, que hubo
casi siempre con Inglaterra desde que fuí á la Penín-
sula, es casi imposible. España vive de la América,
como Roma de las Bulas; y en cuanto se dificulta el
trasporte marítimo, no se encuentra allí sino hambre
y miseria. El Obispo de la Habana, Espiga, para ve-
nir entonces á su Obispado, para donde una orden, á
rajatablas, le hizo partir por Jansenista y amigo de U r-
quijo, se habilitó tomando el dinero á doscientos por
ciento. ¡Cómo yo había de hallar dinero!
Por el lado de Navarra tenía el arbitrio del clérigo
· francés contrabandista, que estaba en Ágreda. Este
también era amigo de D. Juan Cornide, quien tenía
. por allí relaciones, á causa de estar su hermano D.
449
Gregorio de Provisor en Francia. Habló, pues, para
transportarme con unos arrieros de Ágreda, y él y Fi-
lomeno me sacaron por la puerta de Fuencarral en un
coche simón, haciendo algazara al pasar por ella, pa-
ca desvelar á los guardias toda sospecha. A un cuar-
to de legua me entregaron á los arrieros, que ya lleva-
ban mi baúl, en calidad de clérigo francés emigrado;
y para suplir mis títulos, etc., me di6 Cornide los del
d.ifunto Doctor Maniau, de quien fué albacea, y me
convenían en todo por ser de mi edad y graduaci6n.
Montó en un mulo el nuevo Maniau, y á la noche fui-
mos á posar en el me~6n de los arrieros extramuros de
Alcalá de Henares.
A las ocho de la noche me asustó un tropel, y eran
los mismos Cornide y Filomeno, que, habiendo obteni.
do una copia de la requisitoria, venían á mudarme de
señas. En efecto me transformaron diab61icamente,
hasta ponerme con piedra infernal un lunar sobre
la nariz y otro sobre el labio superior. No me habría
conocido la madre que me pari6. Y con todo, respec-
to de que Le6n decía en la requisitoria que era bien
parecido, risueño y afable, me exhortaron á ponerme
taciturno, triste y feo. Por eso yo, en divisando guar-
dias, torcía los morros, me ponía bizco, y ejecutaba á
la letra el último grito del ejercicio portugués, poner
las caras feroces á los enemllfos. Sin embargo, no nos
atrevimos á entrar por la puerta de Ágreda, donde ha-
bía dos requisitorias, la del Gobierno, y otra del alcal-
de mayor de Burgos; y el arriero por un portillo me
llevó á su casa.
Era uno de los confidentes de mi clérigo contraban-
dista, y éste vino á verme. Le entregué mi baúl, que
aún tiene en su poder, y él me entreg6 á otro confi-
cl'e nte suyo, para que me condujese á Pamplona, reco-
mendado á una casa de comercio francesa que yo tam-
bién conocía, para que me introdujera en Francia. Al
salir de Aragón para N a varra vi las extra vagancias
3
45°
despóticas y ruinosas de España, pues se hace un re-
gistro más riguroso del dinero que uno lleva de reino
á reino que en las fronteras. Aunque todo mi equipa-
je se reducía á un saquillo de ropa, que derramaron
los guardias por el suelo, y á ocho duros que llevaba
registrados, pasaron también con una lezna el forro
de mi Breviario, por si llevaba allí algún oro.
Llegué á Pamplona cuatro días después de haber
llegado Urquijo preso á su ciudadela, y del mesón me
fuí á casa del comerciante francés. «No vuelva vd. á
la posada, me dijo, porque acaban de prender á dos~,
creyendo que son vd. y Cuesta el Arcediano de Avila,
fugitivo por la «docta pastoral que puso, y publicó su
Obispo~. Este era el tiempo crítico de la persecución
levantada por Godoy (llamado en un Breve de Roma
por eso columna de la religión) contra los Jansenistas.
Así se llaman en Europa todos los hombres sólida-
mente instruídos en la religión, y amigos de la anti-
gua y legítima disciplina de la Iglesia.
Inmediatamente hizo llamar mi francés á un arriero-
que había llevado muchos clérigos á Francia por en-
cima de los Pirineos. Vino con su mula, y, siguiéndo-
la, salimos el comerciante y yo, repartiendo él á los
guardias algunas pesetas. Monté al cabo del paseo de
la Taconera, y nos encarg-ó que aquella noche nos in-
ternáramos todo lo posible en los Pirineos, como lo
hicimos, caminando hasta las dos de la mañana en
que llegamos á Hostiz, helados de frío. Otro día atra-
vesamos el Valle de Bastan, y al tercero dormimos en
Cincovillas, desde donde se ve el mar, Bayona y to-
dos sus alrededores, blanqueando en el campo como
una vacada. No estuve muy contento en la posada,
porque allí estaban las guardias y tenían la requisito-
ria; pero el informe del arriero muy conocido, de ser
yo clérig o francés, lo que confirmaba mi fisonomía y
pelo, mis lunares y el acento mexicano (que ellos de-
cían ser de extranjero, y que en Andalucía hace pasar
451
á ]os mexicanos por portugueses ó castellanos, y en
Castilla por anda] uces) me pusieron en salvo.
A otro día pasamos por Ordaz, último lugarcito de
España por aquel lado, y mi afán era saber dónde era
la raya de Francia. «Esta es», me dijo el arriero, se-
ñalándome un arroyito muy pequeño y somero. Lo
pasé, me apeé, y tendí debruzas en el suelo.-¿ Qué
hace vd.? me dijo él.-He pasado el Rubicón, le res-
pondí, no soy emigrado sino mexicano, y no traigo si-
no este pasaporte (era el de Maniau) de México para
España.-No importa, dijo, ]os gendarmes no entien-
den castellano, y en viéndolo tan grande, le quitarán
á vd. el sombrero como á un gran personaje.- Y así
fué.
Dormimos en Añoa, primer lugar de Francia, esto
es de los Vascos ó Vizcaínos franceses, porque Vizca-
ya es parte de España y parte de Francia, y de una
y ~ra vienen á América como españoles, así como de
la Cataluña francesa y española. A otro día para en-
trar en Bayona, que es plaza murada, el arriero me
hizo apear, y que fuera á entrar confundido con la
gente del paseo público, donde por primera vez vÍ los
coches tirados por bueyes. Fué inútil esta diligencia,
porque el guardia me extrañó á causa del vestuario, y
de ir con botas, y todo cubierto de polvo del camino.
Me llevó á la municipalidad, donde presenté mi pasa-
porte mexicano, y como no lo entendieron, me dieron
mi carta ó boleta de seguridad. Todo esto era muy
necesario en aquel tiempo por las turbulencias, aun
no bien apagadas, de la República. Todavía lo era,
aunque gobernada por Cónsules, siendo Bonaparte el
primero. Aquel día era viernes de Dolores del año de
1801.
¿ Qué hacer para vivir, especialmente siendo yo muy
pundonoroso, contorme á mi nacimiento, é incapaz no
sólo de pordiosear, sino de manifestar mi miseria? Su-
fría tragos de muerte, y no los hubiera pasado si fue-
45 2
se libertino. U na casualidad rr;e hizo Entrar, sin saber-
lo, en la gran Sinagoga de los judíos del barrio de
Sancti·Spiritus. Se estaban cantando los Salmos en
castellano, y se predicó en caste llano. Todos los ju-
díos de Francia y casi toda Europa, excepto Alema-
nia, son españoles de origen, y muchos de naturaleza;
porque yo los veía llegar á Bayona á circuncidarse;
todos hablan español, hombres y mujeres; en español
están sus Biblias, en español todos sus rezos, y tie-
nen sobre esto tal etiqueta, que, habiéndose casado en
Bayona un judío alemán que no entendía español, aun-
que el contrato matrimonial se le puso también en he-
breo para que lo entendiera, se le ley6 primero en cas-
tellano, y este fué el que firmó. Y aún conservan en
todo las costumhres españolas, como también son los
que principalmente comercian con España, por la
cual todos han pasado. La ca usa de tanto empeño en
conservar todo lo español, es porque dicen que los que
vinieron á España, enviados por el Emperador Adria-
no, son de la tribu de Judá.
Entré yo puntualmente á la Sinagoga, á otro día de
baber llegado, y era puntualmente la pascua de los
ázimos y el cordero. El Rabino predic6 probando, co-
mo siempre se hace en esa pascua, que el Mesías aún
no había venido, porque lo detienen los pecados de
Israel. En saliendo de la Sinagoga todos me rodearon
para saber qué me había parecido del sermón. Ya me
habían extrañado, porque yo llevaba cuello eclesiásti-
co, y porque me quité el sombrero, cuando al contra-
rio todos ellos lo tienen puesto en la Sinagoga, y los
Rabinos que eran de oficio, un al maizal además sobre
la cabeza. El mayor respeto en el Oriente es cubrirse
la cabeza. S610 en el cadí ó conmemoracÍón de los di-
funtos, que entona siempre un huérfano, se suelen
descubrir las cahezas en la Sinagoga. Y el modo que
tienen para conocer si uno es judío, es preguntarle en
hebreo ¿ c6mo te llamas ? Yo deshice en un momento
453
todos los argumentos del Rabino predicador, y me
desafiaron á una disputa pública. La admití, y como
tenía en las uñas la demostración evangélica del Obis-
po Huet, me lucí tanto en la disputa, que me ofrecie-
ron en matrimonio una jovencita bella y rica llamada
Raquel, y en francés Fi1zeta, porque todos usan de
dos nombres, uno para entre ellos, y otro para el pú-
blico; y aun me ofrecían costearme el viaje á Holan-
da, para casarme allí, si no quería hacerlo en Fran-
CIa.
Rehusé, ya se supone, su oferta; pero quedé desde
aquel día con tanto crédito entre ellos, que me llama-
ban JaJá, es decir, sabio; era el pri mer convidado pa-
ra todas sus funciones; los Rabinos iban á consultar
conmigo sus sermones, para que les corrigiese el cas-
tellano, y me hicieron un vestido nuevo. Cuando yo
iba por curiosidad á Sinagoga, como otros españoles,
los Rabinos me hacían tomar asiento en su tribuna ó
púlpito. y acabada por la noche la función, yo me
quedaba solo con el Rabino que estaba de oficio, para
verle estudiar lo que se había de leer á otro día. Sa-
caba entonces la ley de Moisés, que, cuando está el
pueblo, se saca con gran ceremonia y acatamiento, in-
clinándose todos hacia ella. Está en rollos, y sin pun-
tos, con solas las letras consonantes, y la estudiaba el
Rabino, leyéndole yo en la Biblia con puntos. Y lue-
go apagaba yo las vel as de las lámparas, porque ellos
no pueden hacerlo, ni encender fuego para hacer de
comer ó calentar se los sábados. Se sirven para todo
esto de criadas cristianas, y yo les decía por lo mis-
mo que su religión no podía ser universal.
Como yo estaba todavía de buen aspecto, tampoco
me faltaban pretendientas entre las jóvenes cristianas,
que no tienen dificultad en expl icarse; y cuando yo les
respondía que era sacerdote, me decían que eso no obs-
taba si yo quería abandonar el oficio. La turba de sa-
cerdotes que por el terror de la revolución, que los
454
obligaba á casarse, contrajeron matrimonio, les hahía
quitado el escrúpulo. En Bayona y todo el departa-
mento de los bajos Pirineos hasta Dax las mujeres son
blancas y bonitas, especialmente las Vascas, pero nun-
ca sentí más el influjo del clima que en comenzando á
caminar para París, porque sensiblemente ví desde
Montmarzan, á ocho ó diez leguas de Bayona, hasta
París, hombres y mujeres morenos, y éstas feas. En
general las francesas lo son, y están formadas sobre
el tipo de las ranas. Malhechas, chatas, boconas y
con los ojos rasgados. Hacia el Norte de la Francia
ya son mejores.
Yo, para vivir en Bayo ~la, recurrí á los clérigos emi-
grados á España que había favorecido en su trasla-
ción de Burgos á la Coruña. A contemplación del Go-
bierno francés salió orden en 1797 mandando salir de
España para las islas Canarias y Baleares á los po-
bres sacerdotes franceses, y los de Burgos la tuvieron
para este efecto de pasar á la Coruña . Yo dirigí á su
nombre una súplica circular al clero burgalés, para
ayudarlos á fin de hacer su viaje. Gustó tanto que el
clero entusiasmado salió con bandejas por las calles á
hacer una colecta, y se juntó muy bastante para tras-
portar con decencia sesenta sacerdotes, que en obsequio
mío vinieron á montar ante el convento de San Pablo
donde yo estaba. Los infelices me enviaron á Bayona
cuarenta francos, con que determiné al cabo de dos
meses internarme en Francia. Lo que me hitaba era
pasaporte; pero los judíos me hicieron advertir que en
el que tenía de México para España, ésta estaba en
abreviatura, y se seguía un blanquito al fin del ren-
glón. Allí puse «y Francia»; y me embarqué en el río
para Dax distante cuatro leguas.
De allí proseguí á pie para Burdeos distante más de
treinta leguas, en compañía de dos soldados deserto-
res de España, zapateros. Como todo el camino es un
aren al, padecí infinito, y al cabo no hubiera podido
455
llegar á Burdeos por lo muy inflamado de mis pies,
si no me hubiese embarcado en otro río. Mis zapateros
comenzaron inmediatamente á trabajar, y ganaban di-
nero como tierra, mientras que yo, lleno de teología,
moría de hambre y envidia. Entonces conocí cuán bien
hicieran los padres en dar á sus hijos, aunque fuesen
nobilísimos, algún oficio en su niñez, especialmente
uno tan fácil y tan necesario en todo el mundo. Es-
to sería proveerlos de pan en todos los accidentes de
la vida.
Yo había recibido una carta del Embajador de Es-
paña en París, D. Nicolás Azara, y otra del botánico
Zea, porque en medio de todos mis trabajos y mise-
rias nunca me faltó la atención y correspondencia de
los sabios de la Europa. En vista de estas cartas, el
Cónsul español, que necesitaba al Embajador para
que le aprobase sus cuentas, mandó al Secretario que
me alojase. Este era un español que se empeñó en ha-
cerme ateísta con la obra de Freret, como si un italia-
no no hubies.e reducido á polvo sus sofismas. He ob-
servado que se leen con gusto los libros impíos, por-
que favorecen las pasiones, y no sólo no se leen sus
impugnaciones, sino que se desprecian, porque el tono
fanfarrón absoluto y satisfecho de los autores incré-
dulos pasa al espíritu de sus lectores. Y la verdad es
que los tales fanfarrones son los ignorantes y los im-
postores. Hablan con la satisfacción que en su inte-
rior no tienen, para imponer; y si la tienen, es por su
misma ignorancia. Qui respicit ad pauca de facili pro-
.nuntiat.
En cuando dicho Secretario supo que yo tenía dine-
ro, fingió orden del Cónsul, y me hizo pagar vein-
te duros de alojamiento, que se embolsó. El dinero
que yo tenía procedió de la generosidad de D. José
Sarea, Conde de Gijón, natural de Quito, que allí des-
embarcó, y traía empleado todo su dinero en azúcar
<le la Habana, en la cual pensaba ganar mucho. Y en
I
efecto no la había entonces en Burdeos. Yo lo alboro- /
i
té para ir á dar un paseo á París antes de entrar en
España, y me llevó de intérprete. Tiraba el dinero co-
mo si estuviese en América, y yo, considerando que se
babía de ver en gran miseria en Europa, donde todos
se conjuran para despojar al americano recién venido,.
le iba á la mano aun cuando quería gastar en mi ob-
sequio. Él se enfadó de esto, y me abandonó casi lue-
go que llegamos á París. Bien se arrepintió después,
porque le sobrevinieron los trabajos que yo le había
predicho. El comerciante de Burdeos de quien se ha-
bía valido, en lugar de vender la azúcar luego, aguar-
dó á que se llenara de ella la plaza, con la paz de
Amiens, y luego, vendiéndola por nada, ó fingiendo
venderla, se quedó con el dinero en pago de almace-
naje. Conoció al cabo el Conde mi hombría de bien y
no he tenido después mejor amigo.
No quiero omitir que un francés al servicio de Es-
paña, que se hizo mi amigo en Bayona, me recomendó
desde Burdeos con eficacia á su hermano, que ocupaba
una plaza de influjo en París, porque, aunque sacerdote,.
le decía de mí, es hombre de bien. Me enseñó esta cláu-
sula, y me dijo que era necesario porque todos ellos
eran unos libertinos. Después ví que era cláusula co-
rriente en la recomendación de un sacerdote. Tanto
habían declamado los incrédulos contra la religión y
sus ministros como unos impostores, que llegaron á
impresionar al pueblo, el cual salía á cazarlos en los
bosques, á donde huían cuando la revolución, dicien-
do que iban á matar bestias negras.
Si el francés hubiera sabido que yo era religioso, no
me hubiera reccmendado, porque el sobrenombre de
fraile me constituía incapaz. Entre católicos é incré-
dulos es un oprobio, ó por mejor decir, el compendio
de todos los oprobios, y con decirle á uno que lo es,
creen haber agotado las injurias. Equivale á hombre
bajo, soez, malcriado, ocioso, pordiosero, ignorantísi-
457
mo, impostor, hipócrita, embustero, fanático, supers-
ticioso, capaz de todas las vilezas é incapaz de honor
y hombría de bien. Parece increíble, y es ciertísimo.
Aun en los buques de los católicos es menester no de-
cir uno que es fraile, porque si hay alguna borrasca
le echan al agua como ha sucedido varias veces. Por
eso los franceses en España los mataban sin remordi-
miento, dentro y fuera de los conventos. Por eso ya
casi no existen en Europa. José Napoleón los había
extinguido en España, y allá iban las Cortes. Donde
existen, se les ve con el mayor vilipendio, y no se les
da entrada en ninguna casa decente. Me sucedió en
Madrid ir á visitar por paisana á la hija del mercader
Terán, y, habiéndole pasado recado, me respondió que
pusiese memorial. Lo peor es que el frailazgo impri-
me carácter indeleble. Nada se avanza con seculari-
zarse, ser Obispo ni Papa. Siempre lo frailean desde-
ñosamente, y en Roma, para despreciar al Papa, 6- .
alguna providencia suya, dicen hombres y mujeres:
«Oh, e un frate'>.

CAPITULO V

Desde que llegué á París hasta mi salida de allí.

Hago capítulo aparte de mi estancia en París, para


contar en él muchas cosas dignas de saberse. Dije en
el precedente que llegué á París con el Conde de Gijón,
que luego me desamparó, y aunque el señor inquisidor
y éregui me envió de España un socorrito, el primero
que recibí fué de D. Francisco Zea, que estaba figu-
rando en Botánica y á quien había conocido en Madrid.
Era uno de los doctores jóvenes de Cundinamarca .
(este es el antiguo nombre de Nueva Granada) que,
habiendo impreso un librito de los derechos del hom-
bre, había puesto en prisión la Audiencia de Santa Fe
de Bogotá. El abogado Nariño los defendió, haciendo
ver que nada habían hecho sino copiar lo que enseña-
ban los autores clásicos españoles de uso corriente,
que aún decían mucho más, y con cien de ellos fué pro-
bando cada proposición. Los oidores no tuvieron qué
responder, pero, á uso de su despotismo en América, ó
por mejor decir, de todos los tiranos del mundo, los
enviaron á España con su abogado bajo partida de
registro, encargando que cuantos menos llegasen vivos
tanto mejor. Por fortuna cayó en España el asunto
entre manos liberales y se rieron mucho con el escrito
de Nariño, porque, en efecto, la doctrina del librito ó
la declaración de los derechos del hombre, ya procla-
mada por los Estados Unidos en América, y después
por la Asamblea Nacional de Francia, son, en sustan-
cia, principios eternos muy bien reconocidos por los
autores españoles antes de la invasión del despotismo,
que aborrece la luz porque obra mal. Fueron, pues,
puestos los doctores cundinamarqueses en libertad, y
Zea pasó pensionado por nuestro gobierno á París,
donde publicó las famosas descubiertas del célebre
Mutis sobre las quinas de Santa Fe, y sucedió á Ca-
banilles en la dirección del Jardín Botánico de Madrid.
A poco de estar yo en París llegó Simón Rodríguez,
un caraqueño que con el nombre de Samuel Robinson
enseñaba en Bayona, cuando yo estaba, inglés, fran-
cés y español, como también enseñaba éste último un
fraile trinitario descalzo llamado Gutiérrez. apóstata
y libertino, que después fué autor de la Gacetilla es-
pañola de Bayona y últimamente ajusticiado en Sevi-
lla por orden de la Junta Central á causa de que iba á
España de orden de Napoleón á intrigar con el sello
privado de Fernando VII. Robinson se fué á vivir
conmigo en París y me indujo á que pusiésemos es-
cuela .de lengua española, que estaba muy en boga.
459
La causa era la cesión que España acababa de ha-
cer á Napoleón de la isla de Santo Domingo (cuyas
tres partes las más ricas poseía mos) y la Louisiana,
sin fijar sus términos, ni saber que decía un territorio
tan grande como toda la Nueva España. Todo esto en
cambio de la pequeñita Toscana para hacer rey de
Etruria al Príncipe de Parma. Ya Godoy tenía desde
antes ofrecida la Louisiana á Napoleón, sólo para
·captar su favor, sin acordarse ni él ni España que el
rey, según las leyes de Indias, no puede enajenar la
más mínima parte de América, y si cedia, la cesión es
nula.
Esta cesión fué durante el pequeño intervalo de paz
que tu vo Napoleón con Inglaterra, llamada la paz de
Amiens, donde se firmó. Prosiguió luego la guerra; y
N apoleón, antes que los ingleses se apoderaran de la
Louisiana y de que España se la entregara á él, la
vendió á los Estados U nidos en trece millones de pe-
sos, ó dollars, aunque dicen que España la había ce-
dido á él con pacto de retrovendición. Lo cierto es que
los anglo-americanos se han apoderado hasta de la Flo-
rida oriental, cuya capital es San Agustín, y han pues-
to su fuerte Claybo1'1u á sesenta leguas de nuestras
poblaciones de Texas. No tardarán mucho en hacerse
dueños de las provincias internas del Oriente y llegar
hasta México por razón natural, pues con el comercio,
la industria y la libertad, el acogimiento de todos los
extranjeros y las tierras que reparten á todas las fami-
lias que emigren de Europa y que ellos mismos con-
ducen, han adoptado todos los medios de multiplicar-
se, y en cuarenta años han llegado á nueve millones,
de dos y medio que eran cuando la insurrección. Nos-
otros al contrario, éramos cien millones cuando la
conquista, y hoy apenas llegamos á nueve, contando
con el reino de Guatemala, porque hemos adopta-
do todos los medios de impedir y disminuir la po-
blación. Tales son la dificultad de los matrimonios
por el exceso de los derechos curiales, por la división
imaginaria de castas, por la extracción continua de
hombres, bajo cualquier pretexto, para Filipinas, la Ha-
bana, Puerto Rico, para los buques del rey y para los
presidios de las costas mortí feras, á más de la opresión
general, la libertad del comercio, industria y agricul-
tura, y la excomunión en que vivimos del género hu-
mano. Añádase la carnicería de la revolución, en que
no se da cuartel, y nos ha privado ya de un millón de
hombres, y la guerra incesante, pérfida y cruel que se
hace á las naciones nómadas y con quienes los norte-
americanos viven en paz y tratan como hermanos. Su
misma política. privará á España de sus Américas, si
no muda su sistema maquiavélico.
Por lo que toca á la escuela de lengua española que
Robinson y yo determinamos poner en París, me trajo
él á que tradujese, para acreditar nuestra aptitud, el
romancito ó poema de la americana A tala de M. Cha-
teaubriand, que está muy en celebridad, la cual haría
él imprimir mediante las recomendaciones que traía.
Yo la traduje, aunque casi literalmente, para que pu-
diese servir de texto á nuestros discípulos, y con no
poco trabajo, por no haber en español un diccionario
botánico, y estar lleno el poema de los nombres pro-
pios de muchas plantas exóticas de Canadá, etc., que
era necesario castellanizar.
Se imprimió con el nombre de Robinson, porque és-
te es un sacrificio que exigen de los autores pobres los
que costean la impresión de sus obras. Así el bRrcelo-
nés Don Juan Pla es el autor de la gramática y dic-
cionario de Cormon que costeó la impresión, y no
sabía español. Alvarez, que tampoco lo sabía bien, se
dió por autor del Diccionario de Capmany, que reim-
primió en París añadida la parte segunda, ó de espa-
ñol al francés, por algunos españoles residentes en
París. Ródenas en Valencia hizo apuesta de traducir
la Atala al castellano en tres días, y no hizo más que
reimprimir mi traducción, suprimiendo el prólogo en
que Chateaubriand daba razón de dónde tomó los per-
sonajes de la escena; pero reimprimiendo hasta las no-
tas que yo añadí. Y donde no puse nota, él puso un
desatino, queriendo corregirme. Por ejemplo, nada
.anoté sobre la palabra sabanas, porque en toda la Amé-
rica septentrional está adoptada esta palabra indiana
para significar un prado. Él, que no lo sabía, quiso
enmendarme la plana, y puso sábanas. Tuvo empero
la prudencia de no poner en la fachada sino las inicia-
les de su nombre, por si se descubría el robo. Este es
de uso muy común en Europa. El inglés Walton me
robó la historia de la revolución de México en sus Dis-
.sentions o/ Spanish America. Cuando murió el abate
·Gándara, todos decían: ya murió el Cicerón de Azara,
porque de aquél era la vida de Cicerón, traducida del
inglés que no sabía Azara. Mil otras intrigas se hacen.
La Apologia Jesuitarum a Fr. Daniele Concina es noto-
riamente obra de un jesuíta veneciano. El ex-jesuíta
Zacarías añadió el suplemento á la obra de Natal Ale-
jandro, callando su nombre, porque nadie le daría fe
sobre las materias de gracia. Y es costumbre de los
jesuítas callar por eso su profesión, como lo hizo Be-
rant Bercastel, que dicen en Francia dió por historia
eclesiástica los anales de su Compañía. Es tolerable
hasta el siglo XII, en que ya comienza su rabia con-
tra la Orden de Santo Domingo; en el siglo XVI sigue
contra los Capuchinos, porque les disputaban la per-
fección del instituto, y en los siglos XVII y XVIII ya
cuenta con intrigas é imposturas. Esto he querido in-
tercalar aquí para contrarrestar la inicua maniobra de
las gentes que no reparan en robos y ficciones, porque
siempre hay personas á quienes sorprender.
En cuanto á la Atala, el primero que vino á com-
prárnosla fué su mismo autor, y tuvimos muchos dis-
cípulos dentro y fuera de casa. En ésta por la noche
á una hora enseñaba yo, y Robinson daba lecciones á
todas horas fuera, porque yo tenía que atender á mI
parroqUIa.
Es el caso que yo, viendo que los delirios de los in-
crédulos como Volney, se extendían á negar ó dudar la
existencia de ] esucristo, escribí una disertación para.
demostrarla. Cayó en manos del Gran Vicario de Pa-
rís, y se me encargó la parroquia de Santo Tomás,
rue Filies de Saint Thomas, que hoy ya no existe, y era la
iglesia de las monjas Dominicas de ese nombre en el
centro de París. Ya varios pueblos en mi viaje me ha-
bían ofrecido sus parroquias, porque había mucha es-
casez de sacerdotes; pero no admití sino la de París,
donde estaba de asiento. Y cierto, no preví el trabajo
que iba á cargar sobre mí, sin otra renta que las obla-
ciones voluntarias de los fieles, muy suficientes para
uno solo. Pero yo tenía que pagar cuatro eclesiásticos
que me ayudasen, el sacristán, el suizo que con su for-
nitura y alabarda impide cualquier escándalo ó trope-
lía en la iglesia, los dos cantores que revestidos de
capa pluvial dirigen los coros del pueblo, y el músico
que, con un bajo en forma de serpentón, les dá los to-
nos, á más de todos los gastos n~cesarios al culto.
Así nada me sobraba y el oficio por todas partes me ·
ceñía, porque en Francia sería un escándalo ver un
clérigo en un teatro, en el paseo público, especialmen-
te los días festi vos, y aun en un café.
Antes de la revolución había en París cincuenta pa-
rroquias (como en todo el reino cuarenta y cuatro miO
sin la inmensidad de Iglesias regulares que siempre
ayudan mucho. Ahora sólo eran doce las parroquias,
con algunas pocas seculares, y sin límites señalados,
concurriendo indiferentemente los fieles á la que que-
rian. Y como la mía estaba en el centro de París, era
grande el concurso, principalmente por considerárse-
me como extranjero, sin partido. El clero católico es-
taba en cisma, dividido en sacerdotes jurados y no ju-
rados, republicanos y realistas, jansenistas y jesuitas, .
ó constitucionales y refractarios, como aquellos llama-
ban á éstos, ó como éstos se llamaban á sí mismos,
católico-apostólico-romanos.
Yo pertenía á éstos por mi Iglesia; pero no pensaba
enteramente como ellos. Admitía en mi Iglesia los fie-
les constitucionales, pues yo no creía excomulgados á
sus ministros. Ni las excomuniones ipso facto valen
en la Iglesia Galicana, ni alguna sin el pase de su Go-
bierno, ni la constitución civil del clero contenía here-
jía ninguna (antes había sido un esfuerzo para volver
á la primitiva disciplina), ni su condenación había si-
do sino en virtud de informe de la Sorbona, que en
los últimos tiempos ya no valía nada, porque la per-
secución molinista y especialmente la del hipócrita
Tournelli había echado fuera los miembros verda-
deramente sabios. Me constaba por otra parte que los
constitucionales estaban en comunión con los Obispos
más sabios de la Europa, de que algunos los habían
defendido perfectamente, como el sabio Dominicano
Benedicto Solari, Obispo de Noli, ensu Apología con-
tra el Cardenal Gerdil, y apoyándolos Universidades
católicas célebres. Los constitucionales tenían la ma-
yor parte de las parroquias; algunas nos habían ocu--
pado los Teofilántropos, ó Deístas, apoyados con el
brazo del Gobierno, por el Director de la República .
Revelliere Lepaux; y los Calvinistas, de que en toda
la Francia habrá como dos millones, habían comprado
la Iglesia del célebre Oratorio de Jesús.
En Francia, además del trabajo regular de la admi-
nistración de los sacramento, hay que predicar todos los
domingos, y dos veces si son de adviento ó cuaresma,
lo mismo que en otras festividades. Los franceses pa-
san en la Iglesia el domingo (que ellos miran como
día muy sagrado, con razón, pues en su catecismo el
tercer mandamiento de Dios no dice «santificarás las
fiestas}), sino los domingos); y por consiguiente todos
los sacerdotes de cada parroquia y todo el clero ocu-
pan el presbiterio revestidos de sobrepelliz, aunque so-
Jo el cura lleva estola. El pueblo se hace un deber de
asistir á la misa mayor ó parroquial, lo mismo que á
las vísperas. Hombres, mujeres y niños llevan su li-
brito para los oficios divinos en latín y á su lado la
traducción en francés, y todos cantan paseándose por
-en medio de la Iglesia, los dos cantores revestidos de
capa pluvial y con un cetro en las manos para dirigir
los coros, y el pueblo se inclina cuando ellos se incli-
nan, etc. Hombres y mujeres están sentados en sillas,
' ó sillitas que pagan á sueldo excepto alguna gente po-
bretona que se agrupa á donde puede.
Comienzan por cantar la tercia, entonando los sa-
cerdotes la antífona. Luego la misa, que siempre es
con ministros, y después de ella la hora de sexta. Can-
tado el Evangelio, el cura sube al púlpito, lee el
Evangelio eh Francés, que todo el mundo oye en pie,
como cuando se canta en latín, y luego lo explica du-
rante un cuarto de hora, ó algo más. Esto no se lla-
ma sermón sido prone. Los sermones que leemos son
por la tarde, después de vísperas, y por eso están con
texto libre. El cura después exhorta á orar por el Pa-
pa, por el Obispo diocesano, por el Gobierno, por el
que ofrece el pan bendito, caminantes, enfermos, na-
vegantes, y reza el Salmo laudate Dominum omnes ge1z-
t es, á que el pueblo responde. Luego exhorta á orar
por los difuntos y reza el Salmo de profundis. De ahí
anuncia los días de fiesta ó de ayuno. Este es un res-
to de los antiguos dípticos de la Iglesia. Cuando nos
suelen decir los europeos que predicar de memoria es
arrogancia española, se atribuyen lo que es común en
toda la Europa. Solo los protestantes en Inglaterra tie-
nen delante su sermón, y leen á hurtadillas. Se dice
también que los franceses predican sentados. Debie-
ran decir apoyados sobre una especie de medio ban-
quillo, es decir, medio sentados y medio parados, ex-
. cepto en algún pasaje patético en que se ponen ente-
ramente en pie, como lo están en el exordio; y en éste
tampoco se cubren, sino después de dicha la Ave Ma-
ría hacen tres cortesías, una hacia enfrente, y las dos
á cada lado. Su bonete no es como el nuestro, sino
como un pan de azúcar, teniendo una borla en la pun-
ta. Esta es blanca en los doctores de la Sorbona, que
predican siempre y salen á decir misa con ella.
Al ofertorio de la misa ofrece alguna persona respe-
table, hombre ó mujer, avisada de antemano para es-
to, el pan bendito. Esta es una representación de las
antiguas oblaciones de los fieles, y es una gran torta
de pan con huevo, que pone el sacristán vestido de so-
brelliz, sobre su cabeza, en una bandeja, con su man-
tel al rededor y cuatro velas de cera encendidas pre-
cediendo quien lo ofrece, con una vela encendida en
la mano. Sube al altar, entrega la vela al sacerdote,
y éste le da á besar el reverso de la patena, que es co-
mo platito, y tiene por fuera en el asiento, una estam-
pita de Cristo en la cena. Se coloca la persona oferen-
te en el presbiterio á un lado del altar, y el pan se lle-
va á la Sacristía para dividirse en tajaditas que se han
de repartir á la hora de la comunión.
Después de ésto y regularmente después de alzar se
hace la colecta para los pobres según ordena San Pa-
blo, aunque ahora se hacía para los gastos del culto.
En los días más solemnes la hace el cura ú otro sacer-
dote; pero lo regular es que el sacristán entregue la bol-
sa, que es de seda y oro, á alguna señorita. Esta le-
vanta el brazo y se lo toma algún caballero, según cos-
tumbre de Francia é Inglaterra, donde las señoras
5iempre van del brazo y precedida del suizo, que ante
cada persona golpea su alabarda, presenta su bolsa y
recibida la limosna hace una cortesía. Da el que quie-
re lo que quiere; pero regularmente dan todos, y sue-
len juntarse miles de pesetas. Cuando la restitución
pública de la religión en Francia siendo Cónsul Bona-
parte, hicieron la colecta las hijas de los cónsules, y
4
aunque anduvieron poco trecho en la Catedral, junta-
ron dos mil luises de oro. Cada luis vale cuatro duros
y algo más de medio.
El pueblo nunca se arrodilla sino al incarnatus, cos-
tumbre introducida por San Luis Rey de Francia en
la Iglesia, aunque antiguamente sólo era al homo fa¡,--
tus esto Tampoco se arrodillan sino al homo factus est
los Dominicos cuyo rito es el galicano según se usaba
cuando se fundaron en Tolosa de Francia; y en San-
tiago en París se guardaba un gran libro del rito do-
minicano arreglado en tiempo de Santo Tomás y asis-
tiendo él. La gente le llamaba rito griego, y es ver-
dad que los Apóstoles de Francia fueron griegos, y el
día de San Dionisia, primer Obi!5po de París, se dice
la misa en griego. Pero lo cierto es que el rito galica-
no antiguo, lo mismo que el Mozárabe de España in-
troducido por sus hombres apostólicos, era el primiti-
vo de la Iglesia romana, que es la que ha variado mu-
chísimo el suyo, y se empeñó en destruir el galicano
desde el tiempo de Carla Magno, y después el Mozá-
rabe de España, que sólo se usa en una Capilla de
Toledo por orden del Cardenal Cisneros. Todos estos
ri tos son más devotos que el actual romano.
Los franceses como los Dominicos, al alzar la hos-
tia, se arrojan de un golpe en postración, cantandCllas
dos últimas estrofas del himno de Laudes de Corpus,.
oh salutaris hostia: y este espectáculo es tan hermoso,
que la primera vez que le vió el Lord Bolimbroc, dijo·
que si él fuera rey, á ningún otro le permitiría hacer
esta ceremonia. Prosiguen postrados así hasta el Pa-
ter nos ter. Los italianos en Roma no se hincan sino-
en el momento de alzar. Tampoco los cristianos anti-
guamente se hincaban en los domingos, ni entre pas-
cua y pascua. Siempre hay gente en Francia que co-
mulgue en la misa mayor.
Acabada la comunión los católicos reparten en unos
canastillos el pan bendito, de que cada uno toma una.
tajadita, se sIgna con ella, 'y se la come. Estas SOR
las eulogias que se usan en la Iglesia griega, en se-
ñal de caridad y fraternidad, y memoria de que anti-
. guamente todos los fieles comulgaban. También se
hace esto en España entre los Maragatos. Y hay mu-
chos de los usos de la Iglesia de Francia en toda la
Corona de Aragón que dominó la Francia. Responden
todos en la misa, se hacen oblaciones al ofertorio, y
los canónigos se visten de morado como los de Fran-
cia. En esta después de la misa canta la sexta el pue-
blo y se retira. Pero come temprano los domingos pa-
ra venir á las vísperas á tres ó cuatro de la tarde.
Cantan entonces Nona, Vísperas, Completas y el
Salut que lJaman, y es el Oficio del Santísimo Sacra-
mento compendiano, como lo tienen los dominicos en
sus Horitas, y está patente durante este Oficio. Aca-
bado se les da con él la bendición, como también con
el copón en la última misa, que siempre es antes de
medio día, porque en tocando este, ya no se puede en
Francia decir misa, aunque en Madrid hay misa de
una, y ninguna devoción en ella. Después del Salut
sigue el sermón en los días que lo hay y ya tengo di-
cho, con el cual se sale de la Iglesia á las ocho de la
noche. En semana santa, el pueblo asiste y canta en
todos los oficios y horas canónicas. En los días en que
la misa termina con Benedicamus Dumino, que es de-
cir, que no se despide al pueblo porque es día de orar,
vuelve el pueblo á la Iglesia á las cinco ó seis de la
tarde para la oración. El cura le expone el Evangelio,
y dice una porción de oraciones. Regularmente son
mujeres piadosas las que asisten á esto, y tienen pa-
ra la Iglesia una especie de gorros negros que no solo
cubren la cabeza sino también una parte de la cara.
Pero la función más grave y tierna de las Iglesias
de Francia es la de la primera comunión de los niños
cuya instrucción en la religión no se fía, como por
acá, á cualquiera, sino que se hace de ella la impor-
tancia que merece. A la septuagésima los padres y
madres presentan á la Iglesia sus niños y niñas con
uso de razón. Ella regis tra sus nombres, y ellos vie-
nen á tarde y mañana á la Iglesia á dar la leccion que
se les señala en el catecismo, y oir su explicación. El
cura para darla, e st á revestido con sobrepelliz y esto-
la, é igualmente vestidos los sacerdotes, diáconos ó
clérigos menores que le ayudan si los niños son mu-
chos. Están repartidos por las capillas, aparte los ni-
ños y aparte las niñas con sus catequistas conforme á
la clase de su aprovechamiento y van subiendo hasta
la capilla del cura que á nadie fía jamás esta función.
La de cada día se termina con un himno muy armo-
nioso que cantan. El cura decide de su instrucción, y
entonces se les enseña el rezo de las vísperas en la-
tín, de las horas y de la misa de su diócesi, porque
cada una en Francia tiene su Breviario, Misal, Ritual
y catecismo propios aprobados por su Obispo, aun-
que Bonaparte se empeñó en uniformarlos en cuanto
al catecismo, en que se mandaba obedecerle como al
César del Evangelio.
Cuando ya están debidamente instruí dos, el cura
señala el día de la primera comunión, y los sigue ins-
truyendo en el modo de confesarse bien. El mismo los
confiesa á todos y la víspera de la primera comunión
reciben la que llaman seca de hostias sin consagrar
para que estén diestros en recibir las consagradas. El
concurso es inmenso el día de la comunión, y no fal-
tan los padres y las madres. Las niñas se presentan
todas vestidas de blanco, cubiertas las cabezas con
sus sombreritos y velos, y ocupan sus sillitas en or-
den, á un lado del coro, que está en el presbiterio, no
de cara al altar sino á la parte opuesta del coro. Los
niños ocupan ésta en sus sillitas vestidas con modes-
tia, y con sus pelitos sueltos, teniendo unos y otros
en sus manos una vela de cera de á libra, con su gran
rosa de cinta. El cura hace una instrucción sobre los
votos y obligaciones de la profesión cristiana, y los
niños con mucha devoción renuevan los votos del bau-
tismc. Luego en el ofertorio de la misa, ellos presen-
tan el pan bendito y su vela, y á su tiempo con bellí-
simo orden van subiendo al altar á recibir la comu-
nión; y como el altar tiene muchas gradas, las niñas
llevan unas caudas largas que quedan tendidas sobre
aquellas, y ellas bajan muy despacito, con los ojitos
bajos y las manitas juntas ante el pecho; es un espec-
táculo devotísimo. Al ile missa esl, el cura volviéndo-
se al pueblo, dirige su exhortación á los padres y
madres, entregándoles, dice, sus hijos ya instruídos
en la religión como un depósito precioso que la Igle-
sia les confía, y de que Dios les pedirá cuenta, si no
procuran cultivar aquellas tiernas plantas de Jesucris-
to, conforme á la doctrina en que se les había instruí-
do, y no los traen á los oficios é instrucciones de la
Iglesia, etc.
A la tarde los niños y niñas colocados en el mismo
orden en la Iglesia, teniendo en medio al Santísimo
Sacramento en un altar, cantan las vísperas, las com-
pletas, el salul, con sus velas encendidas en las ma-
nos etc. Esto todo es una de las funciones más tier-
nas y patéticas que he visto en mi vida, y que embe-
leza con razón á todos los extranjeros, en cuyas igle-
sias se ve esto ~on tanto descuido é indiferencia.
Si el cura á la aurora de la razón de los fieles de su
parroquia se encarga tanto de ellos, no es menos el
cuidado que tiene en su muerte. El cura administra
los Sacramentos á los enfermos, haciéndoles una bre-
ve plática fervorosa, que nunca se omite antes de dar-
les el viático. Y desde entonces se encarga de él hasta
que entrega su oveja en las manos de su Criador que
también á su pastor ha de pedir cuenta de ella. Ya en
muchas diócesis se administra el Santo Oleo como en
la antigua Iglesia antes de ]a Eucaristía como debe
ser, pues éste es el más puro de los Sacramentos, y
470
el Santo Oleo que s610 comenz6 á llamarse Extrema-
Unci6n, en el siglo XIV, tiene por su primario objeto
dar salud al cuerpo, para lo cual no se debe aguardar
á que el alma esté entre los dientes. Eso es tentar á
Dios, y ha dado lugar á los sarcasmos blasfemos de
Calvino.
Aun muerto el parroquiano, el cura ú otro sacerdo-
te revestido de sobrepelliz lo vela toda la noche, en-
comendándolo á Dios, hasta que antes de llevarlo á la
Iglesia lo ponen en un féretro á la puerta de su casa,
con un acetre de agua bendita, y todos los que pasan
se la echan y oran. No usan hábitos de mortaja,
como tampoco en Roma, sino una sábana blanca, co-
mo en la Iglesia primitiva. De ahí lo llevan á la Igle-
sia, yendo en el duelo los más pr6ximos parientes,
todos vestidos de negro, y con un manto de balleta,
que atan con una cinta al pech o. El clero los recibe y
coloca en las sillas del presbiterio, y él ocupa el re-
dedor del cuerpo en la Iglesia revestido de roquetes,
y con unos capelitos negros con su pequeña capilla.
Al ofertorio todas las dolientes llegan al altar á ofre-
cer dinero y también llegan los sacerdotes que están
al rededor del cuerpo, á ofrecer un sueldo que se les
da. No he querido omitir estas noticias edificantes,
porque la Iglesia de Francia á fuerza de resistir á las
continuas inovaciones de Roma, ha logrado conservar
más de los devotos ritos y santas antiguedades de la
Iglesia primitiva.
Entre sus Breviarios el mejor es el de París; entre
los Misales el de Sens. En aq uel Bre viario son del
célebre Santeuil todos los himnos, v€rdaderamente
poéticos, en lugar de los del Breviario romano, tan
bárbaros que apenas se pueden tolerar. Solo ha con-
servado éste los himnos de Santo Tomás en el oficio
de Corpus, y el himno de difuntos compuesto por el
Dominicano Zavarela, aunque sustituyendo al teste
Da vid cum sií..¡lla-Crucis es pandens vexilla-porque
471

está demostrado que las profecías de las Sibilas son


un cuento de los cristianos primitivos.
En cuanto á los matrimonios nada hay de particular
sino el bouquel, esto es, el ramillete de flores naturales
que los novios llevan al pecho, y el novio es quien lo
regala á la novia. Los sacerdotes realistas daban el
Sacramento sin cuidarse de que el contrato se hubiese
antes verificado ante la municipalidad conforme á las
leyes de la república, porque decían que el Papa aun
no lo había reconocido; como si dependiese de él la
existencia de las potestades seculares. En esto nunca
los imité, y siempre exigí que precediese el contrato
en la municipalidad. El Concilio de Trento no está
admitido en Francia, y lo que se observaba de su dis-
dplina era por las Cortes de Blois. Habiendo cesado
las leyes reales, el contrato se debía hacer según las
leyes civiles sin las cuales el matrimonio era nulo, co-
mo lo ha sido siempre en Francia sin el consentimien-
to de los jefes de familia. El matrimonio, hablando
con propiedad, no es sacramento, es un contrato; aun-
que es cierto que hay un sacramento para bendecirlo
y santificarlo. Es necesario pues que preceda la mate-
ria cirea quam, que es el contrato, sobre el cual tiene
jurisdicción el estado, como la Iglesia en el sacramen-
to. Este se hace en la misa nupcial, cuando volvién-
dose el sacerdote y extendiendo las manos hacia los con-
trayen tes, ora para ellos. Las oraciones son la forma,
la imposición de manos la materia ex qua. Esta es la
doctrina más sólida y propia para responder á los ar-
gumentos de los protestantes. Se puede ver probada
con la debida extensión en Agier, Presidente hoy del
Tribunal de casación de París, en su obra Du ¡Varia-
ge. 2 tomo 4 9 • El célebre Padre Gazaniga cuyo curso
teológico es de la mayor aceptación en Europa, como
sus demás obras, no dictó su tratado de los sacra-
mentos en las escuelas, sino que lo escribió después
que habiendo venido á Bolonia Pío VI de Viena, y be-
472
sádole públicamente la frente, tuvo con él cuatro ho-
ras de conferencia, que se cree rodaron sobre lo que
había ocasionado su viaje á Viena y eran las leyes del
Emperador José sobre los matrimonios atribuyendo á
la potestad secular el establecimiento y la dispensa de
los impedimentos dirimentes, conforme á la doctrina
hoy corriente, que restauró Launvi. Así dicen en Ita-
lia que escribió ese tratado Gazaniga ad 11lentem
Pii sexti: por lo cual en las últimas ediciones de su
Teología lo han suprimido, y sustituído el de Anzualdo.
Por lo mismo habiendo Gazaniga, en su tratado de la
predestinación, adoptado para responder al argumen-
to vce tibi corazain la doctrina de los Agustinianos
amalgamándola con la de Santo Tomás, como había
hecho Mansolié, el General de Santo Domingo, Quiño-
nes le formó una pelotera, enviándole un dictámen
firmado por Roselli y otros teólogos de la Minerva de
que aquella:no era la doctrina de la orden. Gazaniga
la siguió ya enteramente, cuando llegó á tratar de la
gracia. Sobre esta los Jesuitas también le tacharon
más de cien proposiciones. El les respondió con un
opusculito Breves responsiones ad scrupula contraritE
Settce.
Dos acontecimientos hubo en París en mi tiempo
dignos de contarse. El primero fué un Concilio Provin-
cial en París, que condenó como contraria á la Es-
critura y Santos Padres la opinión de aquellos que ha-
cían depender de la aceptación del Papa la validez de
las potestades, y el segundo Concilio Nacional de Fran-
cia. El segundo acontecimiento fué la restitución so-
lemne de la religión católica. Las actas del Concilio
Nacional están impresas, habiéndolas recogido un ta-
quígrafo, es decir, un hombre que escribe tan veloz
como se habla, arte conservado en Inglaterra, que an-
tiguamente usaron los romanos, y acababa de perfec-
cionarse en Francia, donde aun se diversificó con notas
musicales y de otras maneras, como también se co-
473
menz6 á practicar la pasigrafía, ó arte de entender lo ·
que se escribe en cualquiera lengua, sin entenderla; ~
arte que ha costado muchos años de meditaci6n á los
sabios, y lleg6 á perfeccionarse en Prusia con muy po-
cas cifras. Se puede formar idea por las de los núme- -
ros que entendemos en los libros de todas las nacio-
nes . Así los japoneses entienden los libros chinos sin
saber su lengua, porque cada cifra chinesca significa .
una cosa. Por eso son más de ochenta mil. Aquí la
gracia está en ser muy pocos los caracteres.
En cuanto al Concilio Nacional ¡cuánto me edifica-
ron aquellos verdaderos Obi~pos, pobrísimos, que ha- o
bían venido hasta á pie de sesenta leguas, ricos de vir-
tudes y de sabiduría! Algunos traían sobre sí las mar-
cas de la confesi6n de Jesucristo, ya del tiempo del te-
rror y ateísmo, ya de la persecuci6n del domingo. Pa-
ra entender esto último, es de saber que la novelería
de los franceses republicanos estableci6 un nuevo ca-
lendario dividiendo por dieces 6 décadas los meses. Y ·
los dei stas que desde Robespierre sucedieron á los
ateístas, y ahora con el nombre de teofilántropos 6-
amantes de Dios, estaban capitaneados (como ya di-
je) por el Director Reveilleri Lepeaux movieron con:,
el brazo del Gobierno una violentísima persecuci6n
para avolir los domingos, obligando á ferear en ellos
y vacar los decádis. El clero constitucional se opuso,.
publicando ochenta opúsculos en defensa del domingo,
é hicieron muy bien, porque aunque no consta que los
instituyesen los Ap6stoles, desde muy inmediato á
ellos se hizo ley general en la Iglesia. La persecuci6n -
hizo caer á muchísimos sacerdotes en las prisiones y
arroj6 algunos desterrados á la Guayana francesa en
América. Pero el pueblo que leía en su catecismo IJor
tercer mandamiento de Dios <guardarás los domin-
gos>, se obstin6 en guardarlo, y hasta las tiendas de
prostitutas se cerraban los domingos, cuando el decádi-
todas estaban abiertas.
474
El clero constitucional fué el que sufrió en Francia
·-el peso del terror y de las persecuciones. Sin él se hu-
bieraacabado; ypor másque digan, casi todo losabio del
clero quedó en Franc ia, en mi tiempo ascendía al nú-
mero de diez y siete mil. Salió el molinismo, que con los
embrollos y pretextos de Jansenio y de Quesnel, había
acabado con toda la literatura eclesiástica de Francia,
cuyos sabios después de la Bastilla, fueron á perecer
,desterrados ó fugitivos en la Saboya ó la Holanda. Y
los demás se han quedado estudiando á Tournely, Po-
tier y Coller; es decir, el puro molinismo. El acabó
también con el saber de España en el siglo XVI, ane-
·gando á la nación en un mar de metafísicas, con la
-querella de la ciencia media. No hay una secta más
perseguidora y destructiva de los estudios sólidos. Su
pretexto es el calvinismo, y me consta que hoy todos
los calvinistas, luteranos y todos los protestantes son
arminianos, ó meros molinistas.
Volviendo al Concilio, estaba dividido en comisio-
nes, conforme á los puntos que debían tratarse y eran
muy importantes. Se discutían después los informes
,de las comisiones en sesiones tenidas en la Iglesia de
.san Sulpicio, y cuando estaban maduras para la defi-
lnición, se tenía la sesión solemne y general en la cate-
dral ó Iglesia de Nuestra Señora, que los republicanos
dedicaron al Ser Supremo, como si todos los templos no
lo estuviesen á él, aunque sea en memoria de algún
santo. Pero no se llegaron á tener sino una ó dos se-
siones generales en que el Concilio declaró el primado
-del Sucesor de San Pedro, y su adhesión á la Silla
Apostólica para evitar calumnias. El resto de las ac-
tas no contiene más que discusiones, aunque muy in-
·teresantes. El célebre Gregoire, Obispo de Blois, fué
el alma de este Concilio, como del primero, y el sus-
tentáculo de la religión en Francia . A nombre de los
Obispos reunidos en París como agentes del clero, dió
-cuenta al Concilio de todo lo ocurrido desde el primer
475
Concilio, dentro y fuera de Francia, y el artículo to·
cante á la España es mío. Ha escrito muchas obras,
entre ellas la historia de las sectas religiosas del siglo
XVIII, que es muy curiosa. Los anales de la religión,
obra muy apreciable, casi todos son suyos, y él es
-cuando se anuncia bajo el título anónimo de «un Obis-
po de Francia». Me dijo que era muy probable la pre-
dicación de Santo Tomás Apostol en América, después
que vió la carta latina que sobre esto escribí á Lan-
.glés, célebre orientalista, de quien yo creía que eran
las notas á las car~as americanas de Carli, en las cua-
les su autor, aunque deista, dice que es evidente el an-
tiguo cristianismo de América. Las notas de Carli,
como otras de Ulloa, son del Sr. White-Brune. Gre-
goire, después de haber leído la disertacioncita que
sobre lo mismo puse al fin de la historia de la revolu-
ción de Nueva España, me exhortó á averiguar la co-
"-sa más de raíz p.n volviendo á América, para gloria de
la religión y refutación de los incrédulos. También el
Barón de Humboldt me dijo en París: «yo creía que
·e ra invención de los frailes, y así lo dije en mi esta-
dística; pero de5pués que he visto la curiosa diserta-
dón de vd., veo que no es así>.
La causa de no haberse seguido el Concilio N acio-
nal, fué el concordato entre Napoleón y el Papa, por
medio del Cardenal legado Caprara, admitido después
.de la paz de Amiens, porque según las libertades de
la Iglesia galicana no puede haber legado en Francia
si no es pedido por ella, y por sólo el tiempo que lo
permite, y tiene que presentar las sólitas de su legacía
al Gobierno, para examinar su extensión. Bonaparte
quería hacerse Cónsul perpetuo, y determinó ganar al
pueblo por las dos cosas que deseaba, y eran la paz y
el restablecimiento público de la religión.
Los Obispos del Concilio apenas oyeron que había
concordato, renunciaron á una voz sus mitras, y con-
signaron sus renuncias en manos de sus metropolita-
nos. El Papa exigi6 dentro del término de tres meses.
que todos los Obispos que se decían cat6Iico-rumanos,
renunciasen sus mitras; y renunciasen ó no, di6 por'
vacantes todas las Iglesias, y suprimiendo muchos
Obispados, y erigiendo otros, los redujo á cincuenta,
con diez Arzobispados. Antes eran las mitras ciento
treinta y cuatro. Porci6n de Obispos franceses que es-
taban en Inglaterra no quisieron renunciar, y protes-
taron contra la organizaci6n, hecha por el Papa, como,
contraria á las libertades de la Iglesia galicana, aun-
que el Obispo de Londres los suspendi6 por eso injus-
tamente.
Entre los nuevos Obispos elegidos por el concordato,
hubo varios constitucionales, á quienes habiéndolos
elegido el Gobierno, envi6 :el legado g-rátis una absolu-
ci6n que no se le pedía, de la excomuni6n en que ha-
bían incurrido por no haber sido elegidos por Roma y
haber seguido la constituci6n. Estos son artificios po-
líticos que siempre usa Roma para salvar sus preten-
ciones falso-decretalÍsticas. El Obispo de Angulema.
era tan firme, que el legado no se atrevió á enviarle la
absoluci6n gratuita. Este y aquellos á quienes se les
envió, luego que leyeron en las actas de la legación de
Caprara la especie de la absoluci6n, protestaron pú-
blicamente contra ella, diciendo que si habían abando-
nado la constituci6n civil del clero, había sido precisa-
mente porque había dejado de ser ley de la naci6n, no
porque se arrepintiesen de ha berIa seguido, pues nada
contenía contrario á la religi6n. En efecto no había si-
do más que un esfuerzo para volver á la antigua dis-
ciplina de la Iglesia. Tambien se reclam6 contra va-
rias expresiones suprimidas en las actas de la legacía,
que mantenían y salvaban las libertades de la Iglesia
galicana. La Corte de Roma hizo 10 mismo que hace
con las Bulas que protestan los gobiernos, 6 no admi-
ten sino con excepciones; ella las registra por entero y
á su modo, deja decir, y hace vale todo cuanto pue-
477
,de; y cuando no, contemporiza y calla. Todo en ella
·es intriga y manejo político. Daré un ejemplo de su
modo de proceder.
Cuando llegó Pío VII á Florencia, volviendo de con-
'sagrar en Par ís Emperador á Napoleón, se insinuó al
,Célebre Obispo de Pistoya Ricci, cuyo Concilio se ha-
bía condenado, que el Papa lo estimaba y deseaba ver-
,le. En efecto, no s6lo lo trat6 con honor y estimaci6n,
sino con amis tad, y le asegur6 que él lo había tenido
siempre por ortodoxo; y que por lo mismo, para tapar
.las bocas, sería bueno presentase una sumisi6n á la
,Silla Apostólic a. Así llaman cortesmente á las retrac-
taciones. El Obi spo respondi6 que la daría con ciertas
condiciones. Se le dió una minuta de retractaci6n; pe-
,ro comenzando él á escribir las condiciones, fueron
creciendo hasta formar un cuaderno. Por lo cual firm6
la minuta de retractaci6n por separado, y la llevó al
Papa con el cuaderno de las condiciones. El Papa to-
,m6 todo, y reteniendo la minuta firmada, le volvi6 con
mucha cortesía el cuaderdo como que contuviese s610
.disculpas, diciéndole: "No es menester, no es menes-
ter; yo siempre he tenido á vd. por ortodoxo, por muy
ortodoxo". El Obispo se quedó cortado, y el Papa
publicó luego en consistorio la retractación pura y sim-
,pIe de Ricci. Así sería la de Febronio. Yo supe todo
,esto por carta del mismo Ricci á Gregoire, quien con-
sign6 esta anécdota en la Biografía Universal. Tam-
,b ién le decía que tenía ya escrita la historia de su Obis-
pado, y se hallaría en poder de su sobrino. La religi6n
,t oda es política, me decía un Jesuita en Roma. Ellos
lo saben bien, y es un dolor que se mezcle tanta cába-
la é intriga.
El Papa en un concordato con Napole6n, aprobó
.también la posesión que habían tomado los seculares
republicanos de todos los bienes eclesiásticos, ó con-
,vino en que no se reclamaran por los eclesiásticos que
.no cesaban de cargar las conciencias sobre ello. Y ale-
gando el ejemplo de Julio II, cuando la restitución de)
catolicismo en Inglaterra en tiempo de la reina María,
aprobó todos los casamientos hechos de Obispos, clé-
rigos, frailes y monjas, con condición de no ejercer
aquellos su ministerio. Ya había repuesto antes con
un breve á propósito en el estado secular al Obispo de
Autun, Taylerand, para que pudiese casarse como se
casó. Y el legado á lalere a probó igualmente muchos-
otros casamientos de los eclesiásticos en la República
Cesalpina. El Celibato es un punto de mera discipli-
na, que, á pesar de los Papas, no admitieron los grie-
gos que todos se casan antes de ordenarse, menos los-
Obispos que todos son monjes. En la Iglesia latina,
á lo menos en España como prueba Masdeu contra
Zacarías fueron casados hasta los Obispos en los cua-
tro primeros siglos, y sólo se introdujo el celibato por
la decretal de Siricio al Obispo de Tarragona. Ni ha
sido constante después, ni acabó de observarse como·
ley general, hasta el siglo XV. Los escándalos á que
ha dado lugar el celibato, no mandado por Cristo ni
los Apóstoles, constan de la historia. La repetición de
Cánones en los Consilios prueba de inobservancia, y
á Dios pluguiese que los Papas levantasen la mano
sobre este yugo, que necesita un don especial de Dios
para llevarlo. En cuanto yo he andado del mundo, no
he visto en este punto sino escándalos y flaquezas en
uno y otro sexo eclesiástico. Non omnes capiunt verbum·
istud, sed quibus datum esto
En fin, se contrató en el concordato que los Obis-
pos pudiesen llevar públicamente las medias moradas,
los cuellos y las toquillas á ejemplo de los Obispos
italianos, aunque estos llevan la toquilla verde, y mo-
rada sólo los Prelados domésticos y Protonotarios
Apostólicos. En Francia el vestido de los Obispos era
una túnica morada, de gran cauda, abotonada por de-
lante de alto abajo, y ceñida con una banda ancha del
mismo color, que se ataba al lado izquierdo, colgando-
479

de las puntas unas borlas de oro; un roquete con cue.


110 como sobrepelliz, y un manteo morado colgado so-
bre la espalda; el sombrero negro de tres picos con una
toquilla ancha de oro, y ya se supone, el pastoral pen--
diente de una cinta de seda.
Al resto del clero se le concedió ir de corto con to-
do el centro negro, como los italianos. Su vestido an'"
terior era la túnica negra, con gran cauda abotonada
de arriba abajo como la de los Obispos, y con man-
gas como de casaca, y un cuello que no es como el"
nuestro. El suyo lo forma la túnica, y por delante una",
tirita blanca de cambray ó seda, con dos puntas col-
gando, ancha cada una de dos dedos, fileteadas de ne-
gro si son blancas, ó de blanco si son negras. Banda
negra que atada al lado, caen sus puntas hasta abajo"
sin borlas, y colgado á la espalda un manteo ligero.
Sombreros de tres picos más abiertos que los de los
seglares: y Obispos y sacerdotes ya se supone, muy
empolvados y rizado el pelo con chorizos por detrás,.
que distingue su peinado del de los seglares. Esto era
de una etiqueta indispensable, y ningún clérigo se '
atrevería á presentarse sin eso á su Obispo. El pue-
blo está tan acostumbrado, que habiendo ido á París"
cuando nuestra escuadra estaba en Brest, un religio-
so capellán, el pueblo no quería oír su misa diciendo ,
que estaba impropio porque no estaba empolvado. En
mi tiempo cada cual andaba como podía, y aun se ex-
cusaba lo posible el parecer sacerdote, por evitar las
blasfemias y las befas. Pertenece, decían los del gran
mundo, á la petraille, voz inventada para decir que -
era canalla sacerdotesca como quien entre vosotros di..
ría sacerdotalla.
Pasando de lo eclesiástico á contar algunas cosas
seculares, se trató entonces, ya se supone por insi-
nuación de algunos amigos convenidos, de dar á Bo-
naparte en recompensa de la paz de Amiens el consu-
lado por diez años. Pero él que por una instrucción:.
·violenta había destruído el directorio y los dos Con-
· sejos de los quinientos y los ancianos, á los cuales
sustituy6 el consulado, el Cuerpo legislativo y el Se-
· nado, se hizo nombrar C6nsul á vida, pensando ya
sin duda en el imperio. Entonces ví que todo es frau-
de en el mundo político. Se abrieron registros para
que el pueblo concurriese á dar su voto. Ocurren á
firmar los interesados; y los que no concurren, porque
no quieren consentir, pero tampoco quieren declarar-
se por enemigos, se dan por favorables, conforme á la
regla qui tacet, consentire vide/l/r, 6 quien calla otorga.
y luego se publica que hubo en su favor tantos millo-
nes. ¿y quién podrá 6 se atreverá á desmentir públi-
camente la especie? ¡Pobre pueblo! Y ciertamente
nunca vi uno más ligero, mudable y fútil que el de
Francia. Basta para arrastrarlo, hablarle poéticamen-
te, y mezclar por una parte algunas agudezas que son
su ídolo, y contra la contraria el ridículo, que es el
arma que más teme. Allá los hombres son como mu-
· jeres, y las mujeres como niños. Sólo en la religión
tienen estas constancia. Nuestras parroquias verdade-
ramente se componían de ellas, y cuando había dos-
· cientas en la Iglesia, se contaba una docena de hom-
bres, aunque ellas acababan siempre por atraerlos á
todos, ya por su gracia, ya por la educación de los
niños.
También estaba yo allí cuando se discuti6 y formó
el Código de Napole6n, precediendo á cada ley dos 6
tres magníficos discursos. Formaba el proyecto de ley
el Consejo de Estado, y un orador de él lo presentaba
y apoyaba ante el tribunado. El Cuerpo legislativo no
discutía; por votos secretos aprobaba ó reprobaba la
ley y en este último caso volvía al Consejo del Estado.
Pero aun en esto hubo trampa al cabo, con ocasión de
la ley de divorcio, por mutuo consentimiento no pu-
diéndose sufrir . No pudo pasar en el tribunado. Pasó
,después con mil condiciones, y en atenci6n á que no
todos profesaban en Francia la religi6n cat6lica. Pero
todavía no pudo pasar en el Cuerpo legislativo. Enton-
ces Bonaparte dijo que de esa manera nunca se acaba-
ría el C6digo, que, para acelerarlo, hubiese una comi-
si6n de cada cuerpo, que confiriese con una de estado,
para que pudiesen convenirse mejor; y así pas6 la ley
del divorcio. Salieron contra él varias obras muy curio-
sas, especialmente de M. Bonald. Y es de advertir
que antes de formar el proyecto de ley se comunicaba
á todos los Cuerpos letrados de la Francia, que remi-
tían sus dictámenes y observaciones. Es un C6digo
excelente.
No hablo de otros cuerpos, porque la ley lo ha mu-
dado todo dando á la Francia casi la misma Constitu-
ci6n de Inglaterra, con sus dos Cámaras de Pares y
Comunes que son los diputados del pueblo. Parece
que también iba á restituir las Academias. En tiempo
de la república se habían refundido en un instituto
nacional dividido en varias clases, de ciencias físicas
y metafísicas, de historia, etc. Optaban á sus plazas
por mucho honor los mayores sabios de la naci6n, y
como corresponsales los de todo el mundo. Yo he sido
el único americano que tuve el honor de ocupar en él
un lugar como corresponsal, en la tercera clase, que
era la de la historia.
En orden á modas, las más veces ridículas, noté una
cosa en mi tiempo que me pareci6 racionalísima, y era
que no había entonces moda determinada en París, y
cada mujer se vestía diferentemente, conforme conve-
nía á su figura. El peluquero, como nadie usaba pol-
vos, era un hombre de gusto, que después de observar
atentamente el gesto de la persona, su fisonomía, co-
lor y ojos, iba ordenando los adornos propios para ha-
cer sobresalir la hermosura; cabellos largos 6 cortos,
rubios 6 negros, turbante 6 flores, tal color de vestido,
de arracadas, de gargantilla, etc. Así en el baile que
di6 el Ministro del interior al Príncipe de Parma, que
5
pasó á tomar posesión del reino de Etruria, había
quinientas, y nadie emparejaba con otra. Así entonces
también me parecieron las mujeres hermosas en París;
cuando en 1814 que volví á él, me parecieron demo-
nios con la chinoasa ó vestido y peinado á lo chinesco.
A proporción de las mujeres variaban los hombres, es-
pecialmente el corte de pelo, y conocí claramente por
qué á veces una" misma mujer que hoy nos parece be-
lla, mañana no tanto ó fea. No conviene el traje á su
fisonomía.
También noté entonces cuán ridículos son los monos ..
Los españoles son el mono perpetuo, en sus vestidos .
y costumbres, de los otros europeos, principalmente los
franceses, cuyas modas adoptan sin distinguir tiempos
ni ocasiones, y por eso son más ridículos. Ví, en He- .
gando el invierno, á las mujeres del pueblo con pali-
llos. De allá nos vino la moda que duró por toda la .
nación española tan largos años; pero ni allá los lleva-
ban las señoras ni nadie sino en tiempo de invierno,
en que todas las calles de París son un lodazal, y de
allí le vino en latín el nombre de Lutetia; los españo-
les agarran la moda y la usan en todo tiempo. De.
Francia vinieron las botas y medias botas, pero sólo .
se usan allá en tiempo de invierno por el lodo dicho; y .
ni en ese tiempo se atrevería nadie á presentarse con
ellas en una casa decente, ni se le admitiría, y en In-
glaterra ni en un teatro real. Mi español se las encas- .
queta para el verano también, y se presenti:l. con ellas
en todas partes. En tiempo del sansculotismo y pobre-
tería se inventaron las levitas, que los italianos lla-
man cubre-miseria, pero en Francia es un deshabillé,
esto es, un vestido sin ceremonia, de casa: nadie se
presentará con él en tertulia. El español lo ha hecho·
un vestido solemne y general.
Es cosa muy notable en París, porque es el lugar de
la concurrencia general, lo que se llama Palais-royal,
formado en el antiguo jardín del Palacio del Duque
de Orleans. Es un cuadro de galerías, con habitacio-
nes encima, de soberbia fachada, y en medio árboles,
formando un paseo y jardincitos de flores; es tan
grande, que para darle vuelta se necesita cerca de un
cuarto de hora, y tiene dos atravesaños con tiendas de
moda á uno y otro lado. En sus columnas se ponen
todos los avisos de obras, novedades, etc., y en sus
tiendas, que están bajo las galerías, se vende lo más
pulido en todo género aun de libros. No hay persona
en París que no se vea alguna vez pór allí, y están pa-
seando también corno por sus casas las más hermosas
y galantes cortesanas, que por eso pagan una contri-
bución especial al gobierno. Sin salir jamás del circui-
to de Palais-royal, se puede tener todo lo necesario á
la vida, al lujo y á la diversión. Habíá allí once coci-
nas, catorce cafés, dos teatros grandes y tres peque-
ños, etc., y hasta secretas con su bureau ó mesa de
cambio de monedas, y gente de peluca que ministra-
ban servilletas para limpiarse, yagua de lavande 6
alucema para salir con el trasero oloroso.
En los cafés hay todos los diarios de París, que son
muchos, fuera de la gaceta oficial que se llama Mo-
nitor. Y los diarios extranjeros también. Todo lo lee
uno de balde, y todo café es un refugio contra el frío
para la gente pobre decente, porque allí no se siente,
con las estufas. Después de la guerra de España más
se toma chocolate que café, excepto después de comer.
y hasta de las malas mujeres venden por allí á hurta-
dillas almanaques, ya en prosa, ya en verso, con sus
nombres, habitaciones, dotes y propiedades.
Había en el café Borel un 'ventrílocuo, ú hombre que
hablaba del vientre, cosa que, si ya no fuese un arte,
se creería una hechicería. Él apenas abre la boca, y
pone la voz donde quiere, lejos, cerca, en las vigas,
en la pared, como se le antoja; y juraría uno con to-
dos sus sentidos y todas las veras de su alma que allí
está hablando alguno donde él pone la voz. La varía
en mil tonos, y es cosa para volver á uno loco. ASÍ, el
<,!ue llevaba, á uno al café Bore], avisaba en secreto al
ventrílocuo del nombre y patria del nuevo, y, cuando
él iba á tomar su café, el ventríloquo entraba pregun-
tando quién era fulano, y al momento ponía la voz en
nna ventana alta, y lo llamaba por su nombre para re-
dbir una carta que le traía de tal parte, su patria. El
llamado tomaba al instante la escalera, andaba todos
los corredores, y nada encontraba. Pero apenas volvía
á su asiento, cuando le volvían á llamar por su nom-
bre, diciéndole: «venga vd. que aquí estoy». El otro
volvía, y era una diversi6n para todo el café.
Había otros cafés de dos salas, y en una se daba
música con cántico de mujeres, mientras en la otra se
representaba alguna piececita 6 entremés, y estaban
alternando hasta las once de la noche. Había también
el espectáculo de la fantasmagoría, 6 el arte de los
sacerdotes gentiles para hacer aparecer y obrar los
dioses y las sombras 6 manes de los muertos que ve-
nían hasta á echárse]e á uno encima. Estaba también
recién descubierto el galvanismo, 6 electricidad ani-
mal, cuyos nervios, en tocándolos á un tiempo con
dos metales hacen saltar á un animal muerto, y mover
con rapidez sus miembros. Un hombre muerto abre
los ojos, y lo he visto mover los braz~s y estar con
ellos sacándose las tripas, porque el cuerpo estaba
abierto. Nada diré del lujo de los teatros, que eran
treinta. El teatro mayor, 6 de las Artes, se pagaba
muy caro, estaba siempre lleno; y con todo era. nece-
sario que la República ayudase cada año con un mi-
116n de pesos. Sólo para el baile había mil jovencitas
y para las perspectivas y trajes de la sola ópera de
los Misterios de Isis se gastaron setecientos mil fran-
cos, que equivalen á otras tantas columnarias. Así
llaman en España lo que nosotros dos reales, porque
la peseta española vale un real de España menos que
la nuestra. En España un peso, que llaman duro, tie-
ne veinte reales, y cada peseta suya tiene cuatro de
estos rerIes. De suerte que un real de España no lle-
ga á un medio nuestro, pues éste vale diez cuartos y
medio, y su real de vell6n ocho cuartos y medio.
Se extrañará que dejé á París sin decir nada de la
ciudad en general, de su población, ni de la Francia.
Esto pertenece á la estadística 6 á la geografía, y hay
libros donde estudiarla. Por otra parte, varía infinito,
y las guerras de Napole6n han arruinado la poblaci6n
de la Europa. En España se contaban diez millones;
será mucho que hoy haya ocho. En Madrid se regu-
laban ciento cuarenta mil almas de vecinos; dudo que
hoy pase de sesenta mil. En Francia contaban en
tiempo de la república más de treinta millones; no creo
que hoy tenga ni los veinticuatro que tenía en tiempo
de Luis XVI, porque anualmente la conscripci6n mi-
litar llevaba al matadero toda la juventud de la Fran-
cia. A París se regulaban setecientas mil almas de ve-
cinos en 1801; me pareci6, cuando volví á él en 1814,
que apenas tendría cuatrocientas mil con los foraste-
ros. En Italia se contaban dieciocho millones; no creo
que tenga doce. En Roma se contaban ciento sesenta
y seis mil almas, contando veintiséis mil judíos. Con la
primera invasi6n de los franceses desaparecieron,
cuando yo todavía estaba allí, treinta mil almas. Áho-
ra será mucho que tenga setenta ú ochenta mil. A Ná-
poles, cuando la república, se le daban quinientos mil,
y á todo el reino cinco millones. Tendrá hoy cuatro
cuando más, y la ciudad no pasará de doscientas mil
almas. Portugal con las islas contaba tres millones, y
trescientas mil almas su capital Lisboa, en 1807 que
yo estaba allí. Con la guerra y la inmigraci6n consi-
guiente á la del rey, ni el reino pasará de dos millo-
nes, ni la capital de ciento cincuenta mil.
Del plano de las ciudades nada hay en Europa que
se pueda comparar á las ciudades de nuestra América
ni de los Estados Unidos. Todas aquellas parece que
fueron fundadas por un pueblo enemigo de las líneas
rectas. Todas son calles y callejuelas tuertas, enredi-
jos sin orden ni apariencia. Todas las casas son he-
chas con piedras, ladrillos y maderas; y arden las pa-
redes como los techos. Estos son de tejas y no planos
como los nuestros. En España sólo se ha introducido
alguna regularidad y hermosura en los puertos que
comercian en América, por su ejemplo; como Cádiz,
Puerto de Santa l\Iaría, Bilbao, Earceloneta. Sus tem·
pI os son góticos, excepto en Roma. En fin, en cada
reino venden libritos de los caminos, sus distancias,
lugares, y cosas dignas de ver en cada uno. En las
grandes ciudades venden el plano de ellas en forma de
librito, para dirigirse el forastero, con la noticia de
cuanto contienen. Sólo en España no hay nada de todo
esto. Y sería inútil, porque sólo el cura y el sacristán
saben leer en los pueblos. Camina uno como bárbaro
por país de bárbaros, temblando de los s 3.1teadores, que
salen á robar á los viajeros; y sólo siguen al coche
tropas de mendigos y muchachos, pidiendo á gritos
limosna.
De lo que no está tan desprovista, á lo menos la
capital de España, es de librerías, pues hay la Bi-
blioteca Real y la de San Isidro, á donde \"a uno á es-
tudiar. En París hay la Biblioteca Real, ó del Car-
denal Richelieu, cuyos libros se cuentan á millones, y
le dan á uno á leer todos los que pide, las dos horas
que está abierta por la mañana. Es muy buena la del
Instituto; y hay otras como la del Colegio l\Iazarin,
etc. Hay también Gabinetes de lectura, muy com-
pues titos y abrigados contra el frío, donde por una
friolera no sólo lee uno todos los periódicos, sino
cuanto sale nuevo. Pide también libros portátiles, es-
to es, de poco volumen. Y si uno es asistente de cos-
tumbre, con cuatro sueldos al día asisten allí por la
mañana, por la tarde y por la noche, en su mesita,
con su fuego y su tintero. Hay también librerías por-
tátiles en que uno se asienta y por una friolera al mes
se va llevando á su casa cuantos libros ha menester.
Nada de esto tampoco hay en España. Pero basta de
París.
MANUEL DE LARDIZABAL,
y URIBE

Manuel de Lardizábal y Uribe nació el 22 de Diciembre de-


1739 en la hacienda de San Juan del Molino (de Tlaxcala), como su
ilustre hermano Miguel, menor que él cinco años. Descendía
de familia guipuzcoana distinguida; su tío, D Juan Antonio de
Lardizábal y Elorza, fué Obispo de Puebla desde 1723 á 1733.
Vino á México, y cuando contaba once años entró al Colegio de -
San Ildefonso, dirigido entonces por los jesuitas; estudió allí filosofía
y letras, y comenzó á cursar jurisprudencia. En 1761 pasó á Es.. -
paña junto con su hermano; cursó ambos derechos, con éxito rui-
doso, en la Universidad de Valladolid. Allí perteneció á la Aca-
demia Geográfico-histórica. Ya siendo abogado. se trasladó á
Madrid, donde alcanzó rápidamente puesto señalado como jurista
y hombre de letras.
Entró en la Real Academia Española de la Lengua en Agosto-
de 1775, sucediendo á D. Francisco Angulo; en Octubre de 1777
se le eligió secretario perpetuo. en sustitución de D. Juan Trigue-
ros: desempeñó el cargo hasta 1794, año en que fué desterrado
por Godoy, y volvió á ocuparlo por pocos días en 1814, para re-
nunciarlo el 30 de Junio de ese año; colaboró, sin embargo, en las
ediciones tercera, cuarta y quinta del Diccionario (1780, 1783 Y
1791) Y en la monumental edición, primera bilingüe, del Fuero"
Juzgo, aparecida en 1815. en la cual trabajó con Jovellanos, José
Miguel de Flores, Antonio Tavira y Antonio Mateos Murillo.
Bajo Carlos III, el año de 1770, se le designó para trabajar en com-
pañía de los tres consejeros de Castilla encargados de la reforma de
las leyes penales: Lardizábal fué quien realizó. según parece, la
mayor parte del trabajo preparatorio de investigación, y de él sa-
có las bases para escribir su interesante Discurso sobre las pe~
nas/ pero la reforma de la legislación criminal de España quedó
pendiente por mucho tiempo, á pesar de estas labores. También
recibió Lardizábal, hacia 1780, la comisión de reunir las princi-
pales leyes no incIuídas en las RecoPilaciones ni en los Autcrs
490
Acordados: su labor sirvió de base á la Novísz"ma Recopüadón,
publicada al fin, en 1805, bajo la dirección de D . Juan Reguera y
Valdelómar.
El gobierno de Carlos III le confirió nombramientos para pues-
tos distinguidos: Oidor honorario de la Real Chancillería de Gra-
nada ; fiscal de la Sala de Alcaldes de Corte; fiscal del Supremo
Consejo de Castilla; consejero y camarista del rey. Bajo Carlos
IV tuvo menos fortuna: en 1794 se le desterró de la corte, lo mis-
mo que á su hermano Miguel, de dramática historia política. Am-
bos fueron probablemente á residn.';'en Guipúzcoa, donde Miguel
se encargó de la dirección del Seminario de Vergara. Miguel de
Lardizábal volvió á la corte cuando la ascensión de Fernando VII
al trono; fué representante de México en la Junta Central de Cá-
diz y miembro del Consejo de Regencia en I8Il ; acusado ante
las Cortes, por el ataque que les dirigió en el lJfa n ijiesto publica-
do en Alicante, se pidió para él la pena de muerte en el tribunal
. que le juzgó en Mayo de 1812, y se le condenó al fin á ostracismo,
que hubo de sufrir en Inglaterra; regresó triunfante en 1814, á
ocupar el Ministerio universal de Indias en el gobierno de Fer-
nando VII, pero cayó en desgracia, quizás por alguna indiscreción
de su correspondencia, y pasó nuevamente á dirigir el Seminario,
antes citado, de Guipúzcoa, donde debe de haber muerto.
Pocos datos hay sobre la vida de Manuel de Lardizábal durante
ese período, pero es de suponer que le afectaran las fortunas de
su hermano : se sabe que volvió á Madrid en IRI4, y allí murió el
25 de Diciembre de 1820; le sucedió, en el sillón de la Academia,
Martíne z de la Rosa.

BIBLIOGRAFIA:

Dis curso s obre las p enas, contraído á las leyes crz'mz"nales


d e Esjaíla, p ara facilit ar s u r iforma. Madrid, 1782 ; impren-
ta de Ibarra.-Segunda edición: Madrid, 1828 ; imprenta de Re-
pullé~ .
Discurso sob r e la legz'sla cz'ón de lo s vz"sz"godos y formacz'ón
del Libro ó Fu ero d e los Ju eces y su versz"ón castellana. Prólo-
go al Fu ero juzgo, edición de la Real Academia de la Lengua.
Madrid, 1815; imprenta de Ibarra.
CO~SULTAR: Todas las obras de historia del derecho español
hacen mención más ó menos larga de Lardizábal; deben consul-
tarse, para \'aluar el mérito de su estudio sobre el Fuero Ju zgo:
Martínez Marina, Ensay o ldstórz"co-crítz"co sobre la legz'sladón
y prin cijales cuerpos legales de los reinos d e León y Castz"lla/
49 I
Eduardo de Hinojosa, Historia del Derecho EsjJaJiol/ Rafael de
Ureña y Smenjaud, La legz"slación gótico-hispana, Madrid,
1905 (estudio especial de la edición académica del Fuero, págs.
51 á 81). Para otros datos: Miguel García de Lamadrid, Historia
de los tres d er echos, ,'omano, canónico y español, Madrid,
1831, págs. 144, 152, 268; Salvador del Viso, Lecciones elementa-
les de h istoria y de derecho m ercantil y penal de España, Va-
lencia, 1865, págs. 398, 399, 448. Además : Juan Sempere y Gua-
rinos, Ensayo d e una biblioteca española de los mejores
escritores del reinado de Carlos 1[1, Madrid, 1785, artí-
culo Lardizábal/ Beristáin, Biblioteca hispano-americana sep-
t entrional, artículo Lardz·zábal/ Francisco Sosa, Me x z"canos
dz·stúzgu idos , artículo Lardiz ábal/ Manuel de Olaguíbel, artí-
culo Lardizábal en Hombres z"lustres mexz'canos, Eduardo L .
Gallo, editor; Mariano Roca de Togores, Marqués de Molins,
Reseña histórz'ca ae la Academz·a Española, en el tomo 1 de
las Memorias de la Academia, págs. 22, 26, 32, 41, 48, 60, 75.

ICONOGRAFIA:

En la Legislatura del Estado de Tlaxcala existe un retrato al


óleo de Lardizábal. Debe de existir algún otro en España.
P. H. U .
492

DEL PRIMER LEGISLADOR DE LOS GODOS·

Casi todos nuestros escritores que han tratado de la


historia y legislación de los godos dicen, resueltamen-
te y sin dudas, que Eurico fué su primer legislador;
pero sin más fundamento para ello que un pasaje de
San Isidoro, Arzobispo de Sevilla, mal entendido, ó á
lo menos no entendido con la misma exactitud y pro-
piedad con que el santo se explicó.
Hablando de Eurico en su Historia de los Godos,
dice que en tiempo de este rey empezaron los godos á
tener leyes escritas (1), que equivale á decir que este
rey fué el primero entre los godos que puso por escri-
to las leyes, lo que está muy distante de significar que
hubiese sido el primer legislador de los godos; á me-
nos que se quiera decir que la escritura es tan esen-
cial á las)eyes que sin ella no las puede haber, lo que,.
sobre ser falso, probaría además que las naciones bár-
baras septentrionales no tuvieron ni pudieron tener
leyes hasta que abrazaron la religión cristiana, por-
que hasta entonces por lo general no adoptaron la es-
critura; y hablando determinadamente de los godos,
es cosa sabida que juntamente con la fe cristiana re-
cibieron el uso de la escritura de su obispo Ulfilas,
inventor de la letra gótica, que por el nombre del au-
tor se llamó Ulfilana.

(1) «Sul:> hoc Rege Gotbi legum statuta in scriptis habere coepe-
perunt, nam antea tantum moribus, et consuetudine tenebantur.»
S. Isidor., Histor. CotIzar. in Eurico.
493
Mas para convencerse de la falsedad de semejante
aserción, basta ver que eh Tácito (1) que los germa-
nos tenían sus juntas y comicios en que se trataba lo
-conducente á la paz y la guerra: nombraban personas
con el nombre de príncipes para administrar justicia:
.a rreglaban los derechos de las sucesiones, el estado
.de los siervos, de los libertos: imponían penas á los
delitos. ¿y á quién podrá persuadirse que podían ha-
,cer todo esto sin el establecimiento de leyes verdade-
ras, aunque no fuesen escritas?
Es verdad que á continuación de lo que queda di-
·cho de San Isidoro, añade el mismo santo, que antes
de Eurico los godos sólo se gobernaban por usos y
,costumbres, lo que sin duda ha dado motivo más prin-
cipalmente á la equivocación, creyendo que las pala-
bras moribus et consuetudine de que usa el santo se
contraponen á todo género de leyes, no contraponién-
dose verdaderamente sino á solas las escritas y á la
compilación de ellas, de que sólo se trata allí, y lo
·que es cierto que no había entonces entre los godos,
además de que la palabra mos significa también ley no
escrita, y este significado le dá el mismo san Isidoro
..en dos lugares de sus etimologías. (2)
Que las naciones bárbaras se gobernasen por leyes
no escritas antes de haber hecho sus compilaciones, se
've claro en Warnefrido, el cual dice que Rotari, rey de
los longobardos, fué el primero que mandó poner por
escrito las leyes que sólo conservaban de memoria y
,por el uso (3). y el mismo Rotari en el epílogo de su
compilación, á la cual dá el nombre de edicto, dice

(1) De morib. German ., cap. II, 12, 18, 20.

(2) «Mas vero est vetusta te probata consuetudo, SI ve lex non


.scripta.» Lib. 2, cap. 10, y lib. 5, cap 3.
(3) «Rotari rex Longobardorum leges, quas sola memoria et usu
-retinebant scriptorum serie composuit, codicemque ipsum edictum
appellari praecepit». Warnefr., D e g est . Longobard., lib. 4,
,cap. 44.
494-

expresamente que mand6 escribir la5 leyes no escritas


de sus mayores (1).
No hay raz6n ninguna para creer que los godos an-
tes de Eurico no tuviesen leyes de esta clase, y lo con-
trario se deduce no oscuramente del mismo san Isidoro,.
que, hablando de la reforma que Leovigildo hizo en
las leyes, dice que añadi6 muchas que Eurico había
dejado de poner (2). Para decir con propiedad que Eu-
rico omiti6 y dej6 de poner muchas leyes, que esto es.
lo que en rigor significa la voz praeürmissas de que
usa el santo, era preciso que estuviesen hechas estas·
leyes antes de Euricoj y con efecto: de Ermanarico, rey
de los godos, anterior á la introducci6n entre ellos del
uso de la escritura, dice J ornandes (3) que sujet6 mu-
chas y muy belicosas naciones, y las oblig6 á que obe-
decieran sus leyes; y Franquenau, 6 más bien don
Juan Lucas Cortés, citando á Goldasto, dice que Ataúl-
fo mand6 á sus súbditos que juntamente con sus leyes
propias obedecieran las romanas; prueba una y otra
de que entre los godos hubo leyes antes que el uso de'
la escritura, y de que Eurico no fué su primer legisla-
dor.
El padre Berganza (4), dando á las referidas pala-
bras de san Isidoro su propio y verdadero sentido, di-
jo con más exactitud: «Eurico fué el primer rey de los
godos que mand6 recopilar las leyes de sus anteceso-
res y las suyas propias que había mandado promulgar,

(r) «Leges patrum nostrorum quae scriptae non erant condidi-


mus, et pro communi omniuum gentis nostrae utilitate ... . in hoc-
membranum scribere iussimus.» Ap. Murator., italic. scrip., tomo
J, pág. 2.
(2) «In legibus quoque ea quae ab Eurico incondite constituta
videbantur correxit, plurimas leges praetermissas adjiciens, pluras-
que superfluas auferents». Hz'st. CotllOr., in Leovigildo.
(J) «Ermanaricus nobilissimus Amalorum in regno successit, qui
multas, et belicosissimas Arctoas fientes perdomuit, suisque parere'
legibus facit. Quem merito nonnulli Alexandro Magno compara-
vere maiores». De Cetar. sive CotllOr., orig. et reb. {(est., cap.
23·
(4) Antigiied. de Esp., tomo J, pág. 4.
495
y dispuso que fuesen puestas por escrito». Con la mis-
ma propiedad dijo también de Eurico el cronic.ón de -
Cardeña: éste puso primero leyes por escripto.
Si san Isidro hubiera creído que Eurico había sido<,
el primer legislador de los godos, seguramente no ha-
bría dejado de decirlo en obsequio de su nación, cuan-
do en el libro 5 de sus Etimologías trató de los prime-
ros legisladores de los hebreos, griegos, egipcios y ro-
manos; y el no haber puesto entre ellos á Eurico como
el primer legislador de su nación es una prueba muy
eficaz, aunque negativa, de que no le tuvo por tal.
(Discurso sobre la legislación de los ZJt'sigodos, cap. f.)'

DE LAS CUALIDADES
Y circunstancias que deben concurrir en las penas ,
para ser útiles y convenientes.

1 Toda sociedad se compone precisamente de dos


principios diametralmente opuestos, que son el interés
particular de cada individuo y el general d~ toda la co-
munidad, los cuales están siempre en un continuo
choque y conflicto, y se destruirían en breve, destru-
yendo al mismo tiempo la sociedad, si por una feliz
combinación no se conciliasen estos dos inteseres
opuestos, y se impidiese la destrucción del uno, dis-
minuyendo la actividad del otro.
2 Este es puntualmente el fin y objeto de las leyes
criminales, tan antiguas por esta razón como la misma
sociedad, y de las cuales, como se ha dicho, depende
inmediatamente la justa libertad del ciudadano, y por
consiguiente su verdadera felicidad. Mas para que es--
1as leyes consigan tan saJudable fin, es necesario que
las penas impuestas por ellas se deriven de la natura-
leza de los delitos; que sean proporcionadas á ellos;
'lue sean públicas, prontas, irremisibles y necesarias;
que sean 10 menos rigurosas que fuere posible, aten-
didas las circunstancias: finalmente, que sean dictadas
por la misma ley.
3 Si las penas no se derivaren de la naturaleza de
'los delitos, si no tuvieren cierta analogía con ellos, se
transformarán todas las ideas y verdaderas nociones
·de la justicia; se confundirán las personas con las co-
sas, la vida del hombre con sus bienes; se apreciarán
,estos tanto ó más que su honra (1); se redimirán con
penas pecuniarias las violencias y delitos contra la se-
guridad personal: inconveniente en que cayeron mu-
chas de nuestras leyes antiguas, dictadas por el espí-
ritu feudal, y que debe evitarse en toda buena legisla-
ción, como se dirá después.
4 Triunfa la libertad, dice el Presidente Montes-
'quieu (2), cuando las leyes criminales sacan las penas
que imponen de la naturaleza particular de cada deli-
to, porque entonces cesa todo arbitrio, y la pena no se
deriva de la voluntad 6 del capricho del legistador, si-
no de la naturaleza de la misma cosa, y así no es el
hombre el que hace violencia al hombre cuando se le
castiga, sino sus mismas acciones: reflexiones que ha-
bía hecho Cicerón (3) mucho tiempo antes.
5 Todos los delitos que pueden cometerse se redu-

(r) La ley 6, tito 17, Part. 7, impone pena capital al tutor que casa-
re con su pupila, y destierro y confiscación de bienes si abusare de
·ella sin casarse. La razón que da la misma leyes porque, casán-
dose el tutor con la pupila. no podrá ésta pedirle cuentas en la ad-
ministración de la tutela. Esta ley, que prefiere los bienes al ho-
nor de la pupila, ¿cuánto daño pudiera causar á las buenas costum-
bres, si estuviera en observancia?
(2) De lesprit des loix, lib. 12, chapo 4.
(3) De Leg., III. «Noxiae poena par esto, ut suo vitio quis-
.que plectatur: vis capite, avaritia multa, honoris cupiditas ig-
.1lominia sanciatu1'. >
497

cen á cuatro clases: contra la religión, contra las cos-


tumbres, contra la tranquilidad y contra la seguridad
púbica ó privada. Los delitos contra la religión (no los
que turban el uso ó ejercicio de ella, porque estos, se-
gún sus circunstancias, pertenecerán á la tercera ó
cuarta clase, sino los que son puramente contra la re-
ligión y el respeio debido á ella, como juramentos, blas-
femias, etc.) deberían castigarse, para que la pena se
derive de la naturaleza del delito, con la privación de las
ventajas y beneficios que ofrece la misma religión á
los que la respetan y reverencian, como es la expulsión
de los templos, la privación de la sociedad de los fie- .
les, etc.
6 No faltan ejemplos de esto en nuestras mismas,
leyes. La ley 8, tito I, lib. I de la Ruopilación prohibe
que se hagan duelos y llantos por los difuntos, desfi-
gurando y rasgando las caras, mesando los cabellos y
haciendo otras cosas semejantes, porque es defendido,
dice la ley, por la Santa Escritura, y es cosa que no pla-
ce á Dios: y si algunos lo hicieren, se manda á los pre-.
lados adviertan á los clérigos. cuando fueren con la
cruz á casa del difunto, y hallaren que están haciendo
alguna cosa de las dichas, que se tornen con la cruz, y
no entren con ella do estuviere el dicho finado; y á los que
lo tal ficieren, que no los aco;"an en las Iglesias fasta
un mes, ni dZffan las horas cuando entraren faciendo
los dichos llantos fasta que halfan penitencia dello. La
ley 32, tito 9, Parto 1 al que fuere excomulgado, y
pasado un año se mantuviese en la excomunión, le im-
pone por pena que si oviere patronadlfo en allfuna Elfle-
sia, ó utro derecho alg-uno porque debiese rescebir della ,
piérdelo por todo aquel tiempo que finca en descomunión.
7 Del mismo modo los delitos contra las costum-
bres se deben ca3tigar con la privación de las venta-
jas y beneficios que ofrece la sociedad á los que con-
servan la pureza de ellas. La vergüenza, el oprobio,
·el desprecio, la expulsión del lugar serán penas corres-
6
pondientes: así como lo serán para contener los deli-
tos que perturban la tranquilidad privar á los delin-
cuentes de la misma tranquilidad, ya quitándoles la
libertad, ya expeliéndolos de la sociedad que pertur-
ban. Por la misma razón debe rehusarse la seguridad
al que perturba la de los otros, castigándole con penas
corporales, pecuniarias ó de infamia, según que él per-
turbase la seguridad de la persona, de los bienes ó de
la honra de sus conciudadanos.
8 Pero hay algunos delitos que correspondiendo.
por su naturaleza á una clase, las circunstancias ha-
cen que pertenezan á otra. El juramento, por ejemplo,
que por su naturaleza es contra la religión, y pertene-
ce á la primera clase, si de él se siguiere perjuicio de
tercero, según fuese este perjuicio, corresponderá á la
tercera ó cuarta. El rapto, el estupro, que son contra
las costumbres, y pertenecen á la segunda por la vio-
lencia que causan y la seguridad que perturban, co-
rresponden ya á la cuarta, y así deberán castigarse
con las penas correspondientes á ellas.
9 Sucede también algunas veces que las penas que
se derivan de la naturaleza de los delitos, 6 no son
bastantes por sí solas para escarmentar al delincuen-
te, ó no se pueden imponer. Las penas religiosas, por
ejemplo, podrán tal vez no ser bastantes para conte-
ner á los sacrílegos; entonces es necesario usar de pe-
nas civiles. El que invade los bienes de otro sin per-
judicarle en su persona, debería ser castigado con pe-
nas pecuniarias; pero si no tiene bienes, como sucede
muchas veces, no debe quedar el delito impune. En to-
dos estos casos y otros semejantes es necesario imponer
otras penas; pero procurando siempre apartarse lo me-
nos que sea posible de la analogía que debe haber entre
la pena y el delito: regla que no se ha observado en al-
gunas de nuestras leyes. La ley 6, tito 6, lib. 6 del Orde-
namientiJ Real manda que si algunas personas ocupa-
ren las rentas reales, que paguen la die/la toma con las-:
499
setenas, y si no tuviere de que lo pagar cumplidamente,
que muera por ello. Lo mismo determina la ley J, tito 17,
Parto 2 acerca de los que ocultaren y se apropiaren
algunos bienes raíces del Rey. Pero como quiera que
sea, las excepciones arriba dichas no falsifican la re-
gla propuesta, pues generalmente hablando siempre es
cierto que las penas para ser útiles deben derivarse de
la naturaleza de los delitos, por ser el medio más se-
guro para guardar la debida proporción, que es la otra
cualidad que hemos dicho deben tener las penas.
10 Disputan los jurisconsultos sobre la proporción
que debe guardarse en la imposición de las penas. Co-
munmente dicen que la geométrica, á distinción de los
contratos, en los cuales debe guardarse la aritmética.
Pero esto no es tan constante que muchas veces no se
observe lo contrario. En el contrato de sociedad, por
ejemplo, se di stribuyen las ganancias con proporción
geométrica, y para resarcir el daño causado por un de-
lito se usará de la aritmética. Bodino (1), de la mezcla
de estas dos proporciones formó otra tercera, que lla-
mó armónica, que es la que según él debe guardarse
en la imposición de las penas, y que le impugnan otros
autores.
II Pero, prescindiendo de esta disputa, cuya deci-
sión no es nesesaria para nuestro asunto, lo cierto es
que entre la pena yel delito debe haber cieta igualdad,
á cuya regulación contribuyen todas las circunstan-
CIas que constituyen la naturaleza del delito, de las
que se tratará en su lugar correspondiente. Esta
igualdad es la que llamamos proporción eutre la pe-
na y el delito, y la que es absolutamente necesaria,
por ser el alma y el principal nervio de toda buena le-
gislación criminal, la cual, faltándole esta proporción;
se destruirá por sí misma, á manera de un vasto edi-
ficio en el cual los pesos menores se cargasen sobre las

(1) De Rej .• lib. 6, c. uIt.


50 0
más fuertes columnas, y los más enormes sobre las
más débiles.
12 La razón misma dicta que el delito grave se
cas tigue con más severidad que el leve (1). Si la ley
no hace esta justa distinción en las penas, los hom-
bres tampoco harán diferencia entre los delitos, y de
esta injusta igualdad resulta una muy singular contra-
dicción, cual es que las leyes tengan que castigar de-
litos que ellas mismas han ocasionado, á la manera
que de Domiciano refiere Zonaras que imponía la pena
de adulterio á las mujeres de que él mismo había abu-
sado.
13 Las leyes, por ej emplo, que imponen pena ca-
pital indistintamente al ladrón que roba y asesina en
un camino y al que se contenta sólo con robar ¿cuán-
tos asesinatos habrán causado, aunque contra su in-
tención, que no se habrían cometido si se hubiera guar-
dado la debida proporción en las penas? El ladrón
que sabe que mate ó no mate ha de sufrir la pena ca-
pital por sólo el hecho de haber robado en un camino,
quita la vida al que roba, porque este es un medio de
ocultar su delito y evitar el castigo, ó á lo menos de
dificultar y dilatar su prueba. Y he aquí cómo la mis-
ma ley expone la vida del hombre por conservarle sus
bienes, y obliga á un facineroso á cometer dos delitos,
cuando acaso sólo pensaría en uno. Es verd ad que el
que sale á robar á un camino no sólo quita los bienes,
sino que también perturba la seguridad de la persona
.Y la pública que debe haber en los caminos. Pero es-
to lo que prueba es que semejantes robos deben casti-
garse con mayor pena que los que no tienen estas cir-
cunstancias; mas nunca probará que deba imponerse
(1) Dracón castigaba con la misma pena al que hurtaba una
berza y al que cometía un sacrilegio. Con una desproporción tan
injusta en las penas no podía durar mucho tiempo la República, y
a5Í Salón, más prudente y más humano, derogó todas las injustas
leyes de Dracón, y gobernó felizmente á los Ateniecses. Plutarco
en la Vida de Salón.
501

la pena capital, porque la seguridad personal consta


de muchos grados desde la perturbaci6n de la tranqui-
lidad hasta la privaci6n de la vida, los cuales nunca
deben confundirse por las leyes; de otro modo una in-
juria personal, unos golpes, una herida deberían casti-
garse con la misma pena que el homicidio.
14 Por regla general las leyes penales deben ha-
cerse de modo que el que se determine á cometer un
delito tenga algún interés en no consumarle, en no co-
meterle con ciertas circunstancias que le hagan más
atroz y pernicioso, en no pasar de una atrocidad á
otra. Esto s610 puede conseguirse por medio de una
graduación de penas proporcionadas á los progresos
que se hagan en la prosecución del delito, á las cir-
cunstancias más ó menos graves, y á la mayor 6 me-
nor atrocidad. Las penas y los premios obran de una
misma manera en su clase, y producen respectivamen-
te los mis mes efectos, aunque de un modo inverso. Si
el mérito común y ordi nario se premia igualmente que
el extraordinario y singul ar, los hombres se contenta-
rán con una medianía, y nunca aspirarán á cosas gran-
des, porque, alcanzando lo mismo con poco trabajo tra-
bajo que con mucho, les falta el estímulo é interés que
regularmente suele ser el principal m6vil de la mayor
parte de las acciones humanas. Por la misma razón,
si los delitos menores y menos cualificados se castigan
con igual pena que los mayores y más atroces, con fa-
cilidad se llegará á los extremos, porque en ellos sue-
le darse más desahogo á las pasiones; por otra parte
no hay más que temer, y por consiguiente no hay tam-
poco un interés que estim ule á contenerse en los me-
dios.
15. Otra contradicci6n no menos singular que cau-
sa la desproporci6n de las penas es hacer impunes y
más frecuentes aquellos mismos delitos que con más
cuidado y esfuerzo pretende extirpar la ley. Tal es el
efecto que entre nosotros ha causado la pena capital
502

impuesta al hurto doméstico, al simple cometido en la


Corte, y al bancarrota fraudulento, que oculta los bie-
nes 6 se alza con ellos. Un hombre á quien un domés-
tico suyo le hace algún hurto, que sabe que si le acu-
sa y se le prueba le han de imponer la pena capital,
conociendo la infinita distancia que hay entre cincuen-
ta pesos (d, por ejemplo, y la vida del hombre más
miserable, temiendo los perpetuos remordimientos que
le atormentarían si por esta causa hiciese quitarle la
vida, y temiendo también la censura de los demás, y
la nota en que justamente incurriría por semejante
procedimiento, á menos de no estar enteramente po-
seído de un vilísimo interés y despojado de todo sen-
timiento de humanidad, no se atreve á denunciar el
delito, y se contenta con echar de su casa al que le co-
metió, el cual con esta confianza va haciendo lo mis-
mo á cuantas partes va, y de esta suerte, en vez de
contener los hurtos domésticos, la gravedad de la pe-
na s610 sirve para fomentarlos con la impunidad. La
experiencia es la mejor prueba de la verdad de este
discurso.
16. Si en lugar de la pena de muerte se impusiera
otra proporcionada, los robados no tendrían repugnan-
cia en acusar, ni los testigos en deponer: se evitarían
muchos juramentos falsos, se castigarían más segura-
mente los hurtos, y se corregirían muchos ladrones,
qUE: ahora él.caso se hacen incorregibles por la impuni-
dad, y de hurtos domésticos pasan á cometer otros de-
litos más graves. Es verdad que la confianza que es
preciso tener en los domésticos les dá más proporción
y facil i dad para ser infieles, y por cons iguien te es ne-

[11 Por un decreto de 13 de Abril de 1764 se manda observar la


pragmática de 23 de Febrero de 1734, que es el Auto acordado 19,
tit. 11. lib. 8, por el cual se impone la pena capital á los hurtos co-
metidos en la Corte, extendiendo la cantidad de dicha pragmática
á cincuenta pesos, y se manda que se practique en todo el Reino
y Corona de Arag-ón, y se comprendan en ld pragmática los
hurtos ejecutados por los domésticos.
50 3
cesario contener con el rigor esta facilidad. De aquí
se infiere que los hurtos domésticos deben castigarse
con más rigor que los simples, pero esto debe ser
guardando siempre la analogía y debida proporción
entre la pena y el delito, la cual no se guarda cierta-
mente imponiéndole la pena capital.
17. Esta es también la causa, como hemos dicho,
de la absoluta impunidad y frecuencia de los banca-
rrotas fraudulentos. La ley que les impone la pena ca-
pital sólo sirve, como otras muchas, para ocupar lu-
gar en el Cuerpo del derecho. Hasta ahora no se ha
visto en el patíbulo, como manda la ley, uno de estos
tramposos; y no es porque con el rigor de la pena se
haya disminuido el número de ellos, pues todos los
días se están viendo muchos que, faltando torpemente
á la fe y burlándose de la justicia y de sus acreedo-
res, dejan perdidos á muchos que hicieron confianza
de ellos. Para evitar estos excesos, demasiado comu-
nes, sería conveniente imponer otra pena más mode-
rada y análoga al delito, pero que se ejecutase irremi-
siblemente. Lo que se hace más necesario en un tiem-
po en que, aumentándose cada día con el lujo la corrup-
ción de las costumbres, se multiplican también estos
perniciosos devoradores de bienes ajenos con notable
detrimiento de la república. Es, pues, evidente que
uno de los más principales cuidados que deben tenerse
en el establecimiento ó reforma de las leyes criminales
es que todas las penas se deriven de la naturaleza de
los delitos, y sean siempre proporcionadas á la mayor
6 menor gra veda d de ellos.
18 Un sabio legislador no imitará ciertamente á
aquel Emperador griego, de quien refiere Nicéforo que,
habiéndose suscitado una grande sedición en Constan-
tinopla, y descubierto el autor de ella, le impuso la
pena de azotes, y habiendo este mismo impostor acu-
sado falsamente á algunas personas de autoridad, le
condenó á ser quemado. i Extraña graduación entre el
delito de lesa majestad y el de calumnia! No es me-
nos extraña la ley de los antiguos Sajones y Burgun-
diones que castigaba con pena capital el hurto de un
caballo, de una colmena de abejas ó de un buey, y con
multa pecuniaria la muerte de un hombre (1). Seme-
jantes leyes, al paso que por una parte manifiestan su
crueldad, abren por otra una puerta muy ancha á los
más atroces delitos.
19 U no de los fines más esenciales . de las penas,
como se dirá después, es el ejemplo que con ellas de-
be darse para que sirva de escarmiento á los que no
han delinquido, y se abstengan de hacerlo, y por esta
razón hemos dicho que deben ser públicas. «Paladina-
mente debe ser .leda» (dice una ley de Partida) (2) la
;'usticia de aquellos que ovieren .lecho por qué deban mo-
rir, porque los otros que lo vieren é lo oyeren, resciban
ende miedo é escarmiento (3) diciendo al Alcalde ó el Pre-
{[onero ante las {[entes los yerros por que los matan. No
es ciertamente digna de imitación la costumbre que

(1) Qzd 1Zobilem occiderit ICCCCXL. solidis compon at . Ruo-


da quod dicitur apud Saxon es CXX. solidis, ¿.... i nter i'rcmium
CXX. solidis . .. . Qui caballum furaverit, capite puniatur. Qui
alvearium apum intra sepem alterius furaverit, capite punia-
tur .... Qui bovem quadrimum, qui duos solidos valet, nocte
turto abstulerit, capite puniatur. Lex Saxonum, cap. 2. 1, y e
cap. 4 ~ 1, 2. 5. apud Lindembrog. Codo lego antiq., pdgs. 475,
47 6 .
Quicumque mallcipúem alienum solicitaverit, caballum quo-
que, equam, bovem, aut vaccam tam BU1~!Jltndio, quam Roma-
JlllS ingcnuus furto auferre pracsumpserit, occidatur ... . Ju-
bemus, ut si quis tam Burgundio quam Romanus ingenuus
actorem possesionis nostrae non manifesta nccessitate compul-
sus occiderit, centum quillquaginta solidos cogatur inferre.
Si alterius fuerit a ctor, centum solidi in compositiolle criminis
1lumerantur. Lex Burgundionum, tít. 1. cap. 4, ~ 1. Y cap. 50. ~
1. Lindembrog. , pág. 270, 288.
[2] L. n, 31 Part o 7.
[3] Animadversz"ones, quo notiores SUllt, plus ad cxcmPlum
emcndationcmqu c pro./iciullt. Séneca, De Ira. lib . 3 ., c. I9.-Quo-
ticlls lloxios crucijigimus, celcberrimae eliguntur viae, utiplu-
rimi intueri, Plurimi commoveri ¡lOC metu possillt. Quintil., de-
clam o 274.-La ley 7, tit. 4, lib. 7 del Fuero juzgo dice: Todo juiz
que debe justizar algún malfechor, non lo debe facer en ascuso,
mas paladimamente ante todos.
505

Herodoto refiere (1) de los Lacedemonios, que ejecu-


taban los suplicios en medio de las tinieblas de la no-
che. Los castigos secretos prueban, ó impotencia y
debilidad en el gobierno, ó injusticia y atrocidad en la
pena (2).
20 Es muy útil y también muy conforme al espíri-
tu de la ley de Partida, que acabamos de citar, la cos--
tumbre que hay en Francia, digna de ser adoptada
entre nosotros. Cuando se condena allí un reo á la
pena capital, se imprime la sentencia (3) con un bre-
ve extracto de la causa, y se vende al público el día
de la ejecución. Semejantes papeles causarían en el
pueblo efectos harto más saludables que los romances
de guapos y valentones, llenos de embustes y patrañas,
que andan publicando los ciegos por las calles. El pro-
ducto de ellos podría invertirse con utilidad en bene-
ficio de los pobres de la cárcel.
21 E~tas relaciones suplirían también en algún
modo la conexión y unión de estas dos ideas, delito y '
pena, que debería grabarse profundamente en los áni-
mos, y que regularmente se desvanece por la mucha
distancia que suele haber entre la ejecución del delito'
y la imposición de la pena. Decía un filósofo chino
(4) que, como el eco sigue á la voz, y la sombra al
cuerpo, la pena debe seguir al delito.
22 La unión de las ideas es el cimiento de la fá-·

[IJ In j}Ielpom.
[2J Feriatur in foro, ommes videant . .. . scelus est in convi-
vio daminare lzominem. Séneca, IV Controv. 25. El Empera-
dor Maximiliano I abolió el año de 1512 el famoso tribunal secreto ·
de Westfalia, en el cual se condenaba á un acusado en secreto sin
formalidad ninguna, sin oirle ni convencerle. Algunos atribuyen su
creación á Carla Magno, diciendo que lo hizo para domar la du-
reza de los Sajones. Pero nunca puede haber razón para atrope-
llar el derecho de la naturaleza.
[3J En Inglaterra se publican las sentencias pronunciadas con- -
tra los reos, se hace mención de ellas en los papeles públicos, y
hay un diario destinado para dar cuenta de los trials que salen
cada mes.
[4J P. Du-Hald., Descr. de la Cllin., tomo 2.
506

"brica del entendimiento humano, y puede con verdad


decirse que sobre las tiernas fibras del cerebro está
fundada la basa inalterable de los más firmes Im-
perios. Mas para conservar en el entendimiento la
unión de las ideas, deben estas ser realmente insepa-
rables en los objetos. Es, pues, necesario, que la pe-
na siga inmediatamente al delito. Es muy importante
que el delito se mire siempre corno causa de la pena,
y la pena como efecto del delito. Si se quiere mante-
ner el orden público, es necesario observar con vigi-
lancia á los malos, perseguirlos sin intermisión y cas-
tigarlos con prontitud.
23 Así lo han creído también nuestros legislado-
res. U na ley de Partida (¡) manda que ninguna causa
criminal pueda durar más de dos años. En el Auto
acordado 21, lit. II, lib. 8, se manda que todas las
causas que se fulminaren, así de oficio como á quere-
lla particular en materia de hurtos, robos, latrocinios
cometidos en la Corte y cinco leguas de su rastro, se
hayan de sustanciar y determinar precisamente en el
término de treinta días. La misma razón hay para
extender esta providencia á todos los lugares fuera de
la Corte, no siendo el hurto de muchos cómplices, en
cuyo caso se deberá fijar un tiempo proporcionado; y
aunque no se prescriba el término preciso de treinta
días para las demás causas criminales, se deberían
cortar muchas dilaciones, que, no siendo necesarias
para la justa defensa de los reos, les son á ellos mis-
mos sumamente perjudiciales, igualmente que á la
causa pública, á la cual importa que los delitos se
castiguen con toda la brevedad posible.
24 Si la prontitud en el castigo hace la pena más
útil, también la hace más justa. Cualquier re. o, mien-
tras no es convencido y condenado legítimamente, es
.acreedor de justicia á todos los miramientos que dicta

[1] L. 7. tit 29, Parto 7.


507

:la humanidad. Débensele excusar, por consiguiente, en


cuanto sea posible, las aflicciones .Y ansiedades que
·t rae consigo una larga y penosa incertidumbre de su
suerte, la cual se aumenta con la privación de la li-
bertad, con las molestias y vejaciones de la prisión,
las cuales deben excusarse enteramente, por ser con-
trarias al derecho natural, siempre que no sean preci-
samente necesarias para la seguridad de la persona, ó
para que no se oculten las pruebas del delito: porque
la cárcel, dice el Rey Don Alfonso (1), debe ser pcera
.guardar los presos, é non para facerles enemiga, nin
otro mal, nin darles pena en ella. Por esta misma ra-
zón prohibe la ley (2) que se pueda condenar á nin-
gún hombre libre á cárcel perpetua; y otra (3) manda
que si, después de haber est::t.do un acusado dos años
en la cárcel, no se le probase el delito, que sea sacado
de la cárcel en que está preso, é dado por quito.
25 Pero no bastará la prontitud en la pena para
que produzca buenos efectos, si al mismo tiempo no
es irremisible, que es la otra cualidad que debe tener.
La ciencia cierta de que el que comete un delito ha de
ser infaliblemente castigado, es un freno muy podero-
so para contener, aun cuando las penas sean modera-
·das. Por el contrario, la esperanza de la impunidad (4)
es un incentivo para el delito, y hace despreciar aun
las más rigurosas penas. Toda la indulgencia y hu-
manidad á que es acreedor el reo antes de ser legíti-
mamente convencido, debe convertirse después de su
convicción en inflexibilidad y constancia para impo-
nerle la pena establecida por la ley, sin que quede
arbitrio ninguno para hacer otra cosa.

------
(1) L. n, tito 29, Part o 7.-Ley 8. ~ 9 . ./f . d e Poen .
. [2] L. 4, tito 4 1, Parto 7.
(3) L. 7, tito 29, Part· 7·
(4) Crescit multitudo p eccantium, quum redimendipecati spes
datur, &> facile itur ad culpas, ubi est venalis ignoscentium
gratia. Arnob ., lib. 7.
508

26 No pretendo excluir por esto absolutamente los·


indultos y clemencia del Príncipe. No creo tampoco
que la cuestión sobre si pueden concederlos ó no las:
Potestades Supremas sea tan peligrosa y tan difícil
de decidir como pretende el ciudadano de Ginebra (l)
que tuvo por más conveniente abandonarla á que la
decidiera el que ó nunca pecó, ó nunca tendrá necesi-
dad de indulto. La clemencia, esta virtud, que es la
más bella prerrogativa del trono, ejercitada con pru-
dencia y sabiduría puede producir admirables efec-
tos. Cuando tiene peligro es tan visible que no se pue-
de ocultar, y es también muy fácil saberla distinguir
de la debilidad y de la impotencia. Hablo, pues, s:ola-
mente de los jueces, porque la clemencia para perdo-
nar es virtud del legislador, pero no de los deposita-
rios y ejecutores de las leyes. (2)
27 Otra de las cualidades que hemos dicho debe
tener la pena para ser útil, es ser necesaria. No creo
deberme detener en persuadir una verdad tan notoria
que sólo podría ignorarla quien careciese de la luz de
la razón natural. Los derechos sagrados de la justicia
se convertirían en una detestable y cruel tiranía, si
hubiera algún hombre sobre la tierra que tuviese fa-
cultad para imponer penas que no sean absolutamen-
te necesarias. Y de aquí resulta que estas deben ser,
como se ha dicho, lo menos rigurosas que sea posible,
atendidas las circunstancias, porque en cuanto exce-
diesen en esta parte dejarían de ser ya necesarias.
28. Los que tanto a::>lauden la inconsiderada seve-
ridad de las penas de los gobiernos despóticos de la

(1) J. J. Rousseau, Du Contr. social, lib. 2., cllG-p. 5·


[2] En Francia tienen los Obispos de Orleans el singular privi-
legio de conceder indultos. En el año de 1717 salieron por este
medio de las prisiones novecientos reos. En el de 1753, conocien-
do el abuso de este enorme privilegio. y los perjuicios que puede
causar, se restringió. determinando los casos en que debe tener
lugar. Mr. Brissot de \ Varville, Tlzéon'e des loix crimilulles, tomo
l. pág. 201. :\1ejor hubiera sido abolirle por exorbitante y perju-
dicial al bieu público.
5°9
Asia (1) Y su justicia expeditiva, 6 por mejor decir.
precipitada y violenta, no saben hacer todo el aprecio
que merecen la vida y el honor de los hombres: y se-
ría á la verdad una cosa muy extraña, como sabiamen-
te dice el Presidente Montesquieu (2), que las gentes
'más ignoradas y bárbaras del Universo hubiesen acer-
-tado á pensar mejor que las demás naciones cultas en
la cosa que más interesa á los hombres y más les im-
porta saber. Aunque si hemos de dar crédito á dos es-
critores (3) modernos, que han tenido motivo y pro-

(1) Oleario, en su Viaje, pág. 668, refiere haber visto castigar


-en Persia á un usurero arrancándole los dientes á martillazos.
Chardin dice [Voyage, tomo 6, pág. 302J que los panaderos que
hacen fraude en el peso del pan ó lo venden á más de la tasa, son
arrojados en un horno ardiendo. Este mismo delito dice Porter en
la obra citada en la nota siguiente, parto 2, pág. 102, que se casti-
ga en Turquía dando de palos al delincuente é imponiéndole una
multa por la primera vez, y por la segunda ó tercera es ahorcado
en un garfio de hierro que se clava en el dintel de su puerta. Es
muy común, dice Porter, tropezar, al pasar por las calles, con
el cuerpo de un panadero que permanece colgado por tres días
consecutivos. Sin embargo, no son bastantes estos ejemplos, re-
petidos casi todas las semanas, para impedir el fraude. Este
es el efecto ordinario de la desproporción en las penas, y tan cier-
-to es que la crueldad de ellas no es el mayor freno para contener
los delitos.
(2) De l' Espr. des loix, lib, 6, chapo 2.
(3) Mr. Anquetil du Perron, de la Academia Real de las Ins-
cripciones y Bellas Letras, intérprete de S. M. Cristianísima para
-las lenguas orientales, y el Caballero Porter, que vivió muchos
años en Turquía en calidad de Ministro Plenipotenciario de S. M.
Británica. Mr. Anquetil, en su obra intitulada Legislation Orien-
lale, se propone probar por toda ella que en el Oriente se cultivan
las ciencias, las artes, la agricultura y el comercio. Que en Tur-
quía, en Persia yen el Indostán hay leyes escritas y costumbres
·que tienen fuerza de ley, por las cuales se deciden los negocios, y
.obligan no sólo á los particulares sino también á los Soberanos,
quienes juran observarlas. ó á lo menos se obligan á ello por la
misma religión respectiva que profesan. Que estas leyes están re-
cogidas y ordenadas en códigos que son bien conocidos, comenta-
dos y citados por los jurisconsultos del país. Tales son el Alc01-án
para los mahometanos, el Veda para los Indios, el Jasa Gen-
gisklwni para los Tártaros. Que en dichos imperios los particu-
·lares poseen en propiedad no sólo bienes muebles, sino también
<inmuebles y raíces, y está sólidamente establecido el derecho de
sucesión de padres á hijos, y por consiguiente, es falso que el So-
berano es heredero de todos los vasallos, y que no hay más propie-
.t:trio que él en el Imperio, como vulgarmente se cree.
5 10

porción de examinar por sí mismos la naturaleza y '


constitución de los gobiernos asiáticos, no son éstos.
tan despóticos y arbitrarios como vulgarmente se cree
y aseguran otros escri tares.
29 Pero sea de esto lo que se quiera, no es cierta-
mente la crueldad de las penas el mayor freno para .
contener los delitos, sino la infalibilidad de ellas, y
por consiguiente la vigilancia de los magistrados, que
deben ser inexorables en imponerlas. Si se examina la

Para comprobación de esto pone nuestro autor entre otros do- ·


cumentos, un contrato de venta de una casa, traducido á la letra,
que dice que tomó entre otros muchos de igual naturaleza del ar-
chivo de un Casz" ó Notario de Surate. No se hace ciertamente ·
entre nosotros ninguna escritura con más formalidades y menu-
dencias que las que se ven en dicho contrato, el cual prueba que
el Derecho Civil respectivo y el Natural se cultivan en aquellas
partes igualmente que en Europa, y se toman todas las precaucio-
nes posibles para asegurar la tranquilidad de los poseedores.
De todo lo dicho concluye Mr. Anquetil que el despotismo asiá-
tico, tal cual le pinta Montesquieu, es un gobierno imaginario que
no existe en el Oriente, ni puede existir en parte alguna: que los -
excesos, violencias é injusticias que en aquellas partes, como en
otras muchas, se cometen, son abusos del poder y de los que go-
biernan, y no defecto de la constitución del gobierno: que los au-
tores que afirman lo contrario han tomado el estado de violencia
por el estado legal, y por otra parte sus intereses particulares pue-
den haberles obligado á no representar siempre las cosas como
ellas son en sí.
Es cierto, en efecto, que los intereses y fines particulares han di-
rigido la pluma de algunos escritores en este asunto. Miguel Le Fe '
bre escribió un tomo en cuarto bien abultado (Théatre de la Tur-
quie, París, I686), en el cual se propuso juntar todos los defectos
y vicios de los Turcos y de su gobierno con el fin, como él mismo
lo dice expresamente en su prefacio, de hacerles despreciables y
excitar á los Príncipes cristianos á la conquista de Turquía. eVn
«Turco animado del mismo espíritu pudiera haber dado á su pa-
«tria, dice Mr. Anquetil, no uno, sino diez volúmenes en cuarto
«de nuestros vicios y defectos. ¿Y deberíamos por eso formar un
«concepto menos fa\'orable que el que tenemos de nosotros mis-
«mos ?»
Porter en sus Obse1'vaez'o;zes sobre la religi6n, las leyes, el
gobt'erno y costumbres de los Turcos (part. 1; pág. 57, traduc.
franc.,) dice que entre los Musulmanes ha habido compilado-
res de leyes, los cuales, viendo que el Alcorán no comprendía to-
dos los objetos del gobierno civil, suplieron lo que le faltaba; pero
sin derogar en nada su autoridad: y «bajo el título especioso de
<Comentarios, dice Porter, y de una extensión de las ideas del
<Angel ó del Profeta, han formado un Código completo de leyes .
<civiles igual y semejante al Código, á las Pandectas ó Digesto, .
5I!
causa de las relajaciones, dice el mismo Montesquieu.:
(1), se verá que proviene de la impunidad de los delito4
y no de la moderación de las penas. En todos los países
y tiempos en que se han usado castigos muy crueles, .

«tan claro y tan extenso como Cujacio y Domat. Abu Hanife es -


«uno de los primeros y principales comentadores del Alcorán: sus
«libros y los de sus discípulos son la regla por donde se adminis-
«tra la justicia en toda la extensión de la dominación turca en
«Europa y en Asia. De esta suerte se fueron aumentando las ins-
«tituciones civiles y criminales conforme lo pedían los casos y las .
«circunstancias: era indispensable hacer nuevos reglamentos cuan-
«do las conquistas, las riquezas y el lujo introdujeron nuevos de-
«litas y nuevos motivos de contestaciones» ..... .
«El ilustre Presidente Montesquieu [continúa Porter], engaña-
«do con autoridades equívocas, parece que quiere quitar absolu-
«tamente á los Turcos el derecho de propiedad, el de herencia, y
«el de sucesión, excluye de estos derechos á las mujeres, y reduce
«á nada, por decirlo así, todas sus leyes civiles. Si le hemos de
«creer, el despotismo del Gran Señor absorbe en este imperio to-
«do el Código de la legislación . Ccando yo veo el admirable re- -
«sultado y las juiciosas consecuencias que saca de un principio
«erróneo este hombre tan ilustrado como ingenioso, no puedo de-
«jar de compadecerme de la condición humana. Este es un triste -
«ejemplo, que prueba cuán sujetos estamos al error, y cuán en-
«gañosos suelen ser los más bellos razonamientos. Sin recurrir á
«los hechos, el capítulo sólo (del Alcorán) intitulado Las Mujeres ·
«le hubiera dado á conocer con cuánta precisión ha fijado y de-
«terminado el Profeta el orden de las sucesiones en las familias,
«así respecto de los varones como de las hembras, y por consi-
~guiente cuán seguras están por la autoridad de la ley, y puestas
«por ella á cubierto del poder del Sultán las propiedades de los
«particulares. Con poco trabajo se hubiera instruído también en
«el otro punto. Le habría sido muy fácil informarse del método ·
«con que actualmente se determinan los pleitos en los tribunales,
«y los libros que tienen autoridad en ellos para las decisiones le-
«gales. Hubiera visto que hay muchos que especifican y fijan hasta
«los términos y las circunstancias que hacen legal un contrato, ya
«se trate de la adquisición de tierras ó de casas, ya de ventas de ·
«animales, ó de cualquiera otra especie de mercancías. Es de
«creer que si hubiera leído estos libros, habría formado del des-
«potismo de Turquía una idea enteramente distinta de la que ha
«adoptado en sus obras.»
Para prueba de lo dicho pone á continuación nuestro autor el
extracto de un capítulo que trata de las ventas, tomado de un li-
bro de leyes compuesto por Hanife, y el cual se usa en los tribu-
nales de Turquía. El más exacto y prolijo de nuestros jurisconsul-
tos no explica ciertamente con más individualidad y menudencia
las circunstancias que deben concurrir en un contrato para que
sea solemne y legítimo, que el jurisconsulto Turco en el expresa- -
do capítulo, según lo refiere Portero
[1] De l' Esp r . des loix, liv. 6, c1wp. 12.
5I2

se han experimentado los más atroces é inhumanos


-delitos. Así 10 atestiguan todas las historias, y así se
experimenta en el Japón, en donde compite la cruel-
dad de las penas con la atrocidad de los delitos, y son
estos tan frecuentes como si absolutamente no se cas-
tigaran, según se refiere en la colección de los viajes
que han servido para el establecimiento de la Com-
pañía de las Indias.
30 Así es preciso que suceda por una razón muy
.natural. Al paso que se aumenta la crueldad de los
castigos, se endurecen los ánimos (l) de los hombres,
se llegan á familiarizar con ellos, y al cabo de tiempo
no hacen ya bastante impresión para contener los im-
.pulsos y la fuerza siempre viva de las pasiones. Los
robos en los caminos, dice Montesquieu (2), eran fre-
.,-cuentes en alg-unos Estados: para contenerlos se inventó
·el suplicio de la rueda, que los suspendió por alg-ún tiem-
po; pero después se ha robado como antes en los caminos.
31 En Moscovia, á los defraudadores de la renta
·del tabaco se les impone la cruel para llamada Knout
(3), que se reduce á azotar al delincuente hasta descu-
brirle los huesos. Sin embargo, los Moscovitas hacen
,el contrabando como en otras partes. Los que han exa-
minado con reflexión la historia romana y las diver-
sas revoluciones de este Imperio, han observado que
·del rigor se pasó á la indolencia, y de la indolencia á
la impunidad (4).

(1) Hu/us generis supplicia vulgi animos non tam a saevi-


· tia avocant, qucim ad quidvis agendum et patiendum effe-
rant ; nec acerbitate tam právos deterret, quam assuetudine
sjecta.ndi terrorem poenarum imminunnt; praesertim si faci-
norosorum animi adversus vivi doloris cruciatus 'i nduruerint;
ajud vulgus enim imperitum confidentia pertz"nax constantis
fiduciae plerumque laudem accipit. Buchanan, lib. 10 Rer. Sco-
o ticar. Habla de las penas que se impusieron á los asesinos de Ja-
cobo 1.
[2] De l'Espr. des loix, liv. 6, clzap. 12.
[3] Briss., Tlzeor ., tomo 1 pág. 161.
[4] V. Montesq., Considerat. sur les causo de la grand. des
Rom. et de leur décad.
5I3
32 La última cualidad que hemos dicho que deben
tener las penas, es ser dictadas por la misma ley. Los
publicistas ponen justamente la potestad de imponer
penas entre los derechos de la Majestad, que llaman
inmanentes, esto es, inseparables de ella: y no carece
enteramente de razón Hobbes (I) cuando dice que el
imponer pena mayor que la determinada por la leyes
una verdadera hostilidad. Sólo las leyes pueden decre-
tar las penas de los delitos, y esta autoridad debe re-
sidir únicamente en el legislador. Toda la facultad de
los jueces debe reducirse únicamente á examinar si el
acusado ha contravenido ó no á la ley, para absolver-
le ó condenarle en la pena señalada por ella.
33 Si se dejase en su arbitrio el imponer penas, el
derogarlas ó alterarlas, se causarían innumerables ma-
les á la sociedad. La suerte de los ciudadanos sería
siempre incierta, su vida, su honra, sus bienes queda-
rían expuestos al capricho, á la malicia, á la ignoran-
cia y á todas las pasiones que pueden dominar á un
hombre. Si no hay leyes fijas, ó las que hay son obs-
curas, ó están enteramente sin uso, es preciso caer en
el inconveniente del arbitrio judicial, si la potestad le-
gislativa no ocurre á este daño, haciendo leyes, decla-
rando las obscuras, y subrogando otras nuevas en lu-
gar de las anticuadas.
34 De esta última clase hay muchas en nuestra le-
gislación criminal, y por consiguiente mucho arbitrio
en los tribunales y jueces, de donde resulta, como se
ha dicho, ó la impunidad de los delitos, ó que un mis-
mo delito se castigue con diversas penas, según la
diversidad de jueces, y tal vez en un mismo tribunal
en diversos tiempos, y según la diversidad de los que
le componen.
35 Es verdad que nuestros legisladores claman
contra el no uso de las leyes, declarando que todas las

(r) Leviatll., cap. 28 .


7
514
leyes (1) del Reino que expresamente no se hallan
derogadas por otras posteriores, se deben observar li-
teralmente sin que pueda admitirse la excusa de decir
que no están en uso. Pero á pesar de tan expresa vo-
luntad, repetidas veces declarada (2) por los Sobera-
nos, la experiencia nos hace ver prácticamente que
son muchísimas las leyes penales que, sin haber sido
derogadas por otras están, enteramente sin uso alguno,
dando lugar por este motivo al arbitrio de los jueces,
y lo que es peor, sin que estos le tengan para dejarle
de hacer así. No habrá hoy, por ejemplo, un juez que
se atreva á mandar cortar la lengua al blasfemo, y la
mano al escribano falsario, sin embargo de que estas
son las penas impuestas á estos delitos por leyes (3)
que no están expresamente derogadas por otras: y sit
hubiere alguno que quisiera resucitar estas leyes, creo
seguramente que los tribunales superiores revocarían
la sentencia, y el juez que la di6 pasaría en el concep-
to del público por cruel y temerario. Hállanse, pues,.
los jueces y tribunales, por defecto de la legislaci6n, en
la fatal necesidad y dura alternativa de sufrir la nota.
de inhumanos, 6 de no observar las leyes que han ju-
rado cumplir.
36 Esto es preciso que así suce da, y la raz6n es-
clara. Las leyes humanas, como todas las cosas hechas
por hombres, están sujetas á las alteraciones y mu-
danza de los tiempos. De aquí proviene que algunas
leyes que cuando se establecieron eran útiles y conve-
nientes, con el transcurso del tiempo dejan de serlo,.
en cuyo caso ya no es justo que se observen; y serán
siempre inútiles los esfuerzos que las leyes hicieren
en semejantes casos; porque no está en su potestad el
mudar la opini6n común de los hombres, las costum-
( 1) Aut. 2, tito l, lib. 2.
(2) L. 3. tito 1. lib. 3 Recoj., Aut. l. del mismo tito y lib. L. 4·
tit o 4. libro 1. Orden. R .
(3) L. 4 . tito 28. Parto 7.-L. 2. tito 4. lib. 8. Recoj.-L. 19· tit ..
19. Part o 3.-L. 6. tit o 7. Parto 7·
5I 5
bres generales y las diversas circunstancias de los
tiempos, todo lo cual ha contribuido á que las leyes
pierdan su fuerza y vigor. Asi lo conoció el prudente
Rey Felipe II, que se explica en estos términos (r):
Asimismo alg-unas de las dichas leyes (habla de las an-
teriores á la Nueva Recopilación) como quiera que sean
y fuesen claras, y que segztn el tiempo en que fueron fe-
chas y publicadas parecieron Justas y convenientes, la expe-
riencia Iza mos trado que no pueden ni deben ser eJecutadas.
37 Es á la verdad muy justo y muy conveniente á
la República que las leyes establecidas y derogadas
por la potestad legítima se mantengan siempre en ob-
servancia. Mas para conseguirlo es necesario que el
legislador imite á la naturaleza, la cual con la nutri-
ción repara las insensibles pero continuas pérdidas
que padece diariamente todo cuerpo viviente. Del
mismo modo, para que la legislación se mantenga
siempre viva y en todo su vigor como conviene, es
preciso que el legislador oportunamente subrogue nue-
vas leyes, á las que el transcurso del tiempo ha ener-
vado y dejado sin uso. Esta fué la causa de que se
·hiciera la Nueva Recopilación (2), y esta misma está.
pidiendo que por la potestad legítima se reforme nues-
tra jurisprudencia criminal, fijando las penas que pa-
recieren convenientes al estado y circunstancias actua-
les con toda claridad y pr€cisión, para quitar de esta
suerte en cuanto sea posible el arbitrio de los jueces1
38 He dicho en cuanto sea posible, porque muchas
veces es preciso dejar á la prudencia del juez la apli-
cación de la ley á ciertos casos particulares, que, sien-
do conformes á la mente del legislador, no se expresan
literalmente en sus palabras, porque las leyes no se
pueden hacer de modo que comprendan todos los ca-
sos que pueden suceder. Así que, haciendo esta apli-

(1) Pragmat. declaratoria de la autoridad de las leyes de la Re-


cop., que está al principio de ella.
(2) Pragmat. declaratoria arriba citada.
516

cación el Juez, está tan lejos de contravenir á la ley,


que antes bien cumple debidamenie toda la voluntad
del legislador: porque el saber de las leyes, dice el Rey
don Alonso (1), non está solamente en aprender á de-
corar las letras dellas, mas el 'lJerdadero entendimiento
dellas. Esto es, entender y penetrar el sentido de las
palabras, y con él la mente del legislador.
39 No creo, pues, que sea tan peligroso como pre-
tende el Marqués de Beccaria (2), el axioma común,
que propone por necesario consultar el espíritu de la ley.
Los inconvenientes contra que justamente declama,
de que también hemos hecho mención, no provienen
de consultar el espíritu de la ley, sino del arbitrio vo-
luntario y no regulado de los jueces, cuyas causas
hemos expuesto igualmente.
40 Cuando la leyes obscura, cuando, atendidas sus
palabras, se duda prudentemente si la intención del le-
gislador fué incluir en ella, ó excluir, el caso particu-
lar de que se trata, y que no está expreso en las pala-
bras, entonces no debe ni puede el juez valerse de su
prudencia para determinar, aunque parezca justo, si-
no ocurrir al Príncipe para que declare su intención;
como se previene repetidas veces en nuestras leyes.
G3).
41 Si la leyes clara y terminante, si sus palabras
manifiestan que el ánimo del legislador fué incluir ó
excluir el caso particular, entonces, aunque sea ó pa-
rezca dura y contra equidad, debe seguirse literalmen-
te, verificándose en este caso lo que jurisconsulto UI-
piano dice de la disposición de una ley romana (4):
Esto es á la verdad sumamente duro; pero así está es-

(1) L. 13. tito l. Parto 7. Esta ley se tomó de la 17 ff. de


Legib.
(2 ) Trat. de Delit . y pen .. 4.
(3) L. 3. tito 1; l. 62, cap. 10. tito 4. lib. 2. L . 13. cap. 7. tito 28.
lib. 8. R ecop. Aut. L. y 2 tito
(4) Quod quidem por quamdurum esto sed ita ¡ex scripta
esto L. 12 . ::i 1. ff. Qui ¿-..: a quibus mallum.
5I 7
crito en la ley, y no queda más recurso que el de ocu-
rrir al Príncipe para que la corrija, explique ó mo-
dere.
42 Estos son los casos en que el artibrio del juez
sería pernicioso si le tuviese, porque con pretexto de
equidad, ó se apartaría de la ley y de la mente del le-
gislador, ó usurparía los derechos de la soberanía.
Pero cuando las palabras de la ley manifiestan la in-
tención general del legislador, aunque no la expresen
literalmente (porque las leyes, como se ha dicho, no
pueden comprender todos los casos que pueden suce-
der con el tiempo), entonces no sólo puede, sino debe
el juez aplicar la ley general al caso particular, aun-
que no se exprese en las palabras. Esto es lo que ver-
daderamente se llama consultar el espíritu de la ley,
que es muy distinto del arbitrio judicial, y es lo que
los mismos legisladores quieren que se haga, lejos de
ser contrario á su voluntad.
43 «Non se deben facer las leyes, dice el Rey Alon-
«so (I), si non sobre las cosas que suelen acaescer á
«menudo. E por ende non ovieron los antiguos cuida-
«dos de las facer sobre las cosas que vinieron pocas
«veces, porque tuvieron que se podría judgar por otro
«caso de la ley semejante que se fallase escrito.» El Prín-
cipe que actualmente nos gobierna piensa del mismo
modo. «Mando así mismo, dice en una novísima ley
«(2), á todos los jueces y tribunales con el más serio
«encargo, que á los reos por cuyos delitos según la
«expresión literal ó equlZlalencia de razón de las leyes
«penales del reino corresponda la pena capital, se les
«imponga esta con toda exacti tud, sin declinar al ex-
«tremo de una nimia indulgencia, ni de una remisión
«arbitraria.» No puede explicarse con más claridad la
diferencia que hay entre consultar el espíritu de la ley,

(1) L. 36, tito 34, Part o 7.


(2) L. 13, cap. 6, tito 24, lib . 8, R eco p.
5I8
y tomarse los jueces el arbitrio que no deben, y que
pretenden concederles algunos autores (I) malamente
y con notable detrimento de la república, dando por
asentado que todas las penas son arbitrarias; y por
consiguiente que pueden alterarlas, aumentarlas 6 dis-
minuirlas á su arbitrio.
44 La sabia y prudente determinación de estas le-
yes es muy conforme á la razón y á la equidad. Pro-
ceder de otro modo sería exponerse á eludir las leyes
por el mismo medio con que se pretenden observar, 6
tener que recurrir á expedientes supérfluos y acaso ri-
dículos para no obrar con injusticia. De uno y otro
nos ofrece dos ejemplares dignos de referirse por su
singularidad una nación sabia y discreta, pero nimia-
mente escrupulosa, por no decir supersticiosa, en ob-
servar siempre servilmente y con demasiado rigor las
palabras de la ley, porque cree que así conserva mejor
su libertad.
45 Fué uno acusado en Inglaterra por haberse ca-
sado con tres mujeres á un tiempo. Examinada la cau-
sa por los Jurados, declararon éstos haber cometido
el acusado el delito que se le imputaba. Estando ya
para ser condenado en la pena impuesta por la ley, el
abogado del reo, conociendo el modo de pensar de su
nación, alegó que la ley hablaba solamente de los que
se cac:aban dos veces, y por consiguiente no podía com-
prender á su parte, porque se había casado tres. El

(1) Quod Judex possit [dice Farinacio] poenas a legibus in-


duelas non solum minuere, sed etiam pro suo arbitrio auge-
re, ¿-.: quod hodie ommes jJoenae .luxta facti &> personarum
cualitates sint in arbitrio .ludicantis, ajJerte jJrcbat textus in
tege ¿'" si severior, ubi Glos. &> Doctores. Cita varios autores
en comprobación de su doctrina y luego añade: Regula igi-
tUl' ex praemissis firma remanet vera &> communis, quod in
l.·mponendis jJoenis Judex habet a .lure concessum arbitrium
illas .luxta delictoyum qualitates &> circunstancias minuendi,
a uge n di, ¿-.: immutandi. De Deliet. &> joen., quaest. 17· n. 7.
In atrocissimis (dice en otra parte) licitum est .lura transgre-
di, requisitas solemnitates non adhibere, &> o1'do est ordüzem
non servare. De Indic., quaest. 37, n. 86.
519
razonamiento del abogado hizo toda la impresión que
podía desear en el ánimo de los jueces, yel reo quedó
absuelto por haber despreciado muchas veces la ley
que tanto querían observar (d.
46 Semejante al pasado es el alegato de otro inglés,
que, habiendo cortado las narices á un enemigo suyo ,
y tratándose de imponerle la pena correspondiente,
pretendió eximirse de ella con el pretexto de no estar
comprendido en la ley, porque ésta sólo habla de mu-
tilación de miembro. El Parlamento, para no cometer
una injusticia, hizo antes de determinar la causa un
Bill, en el cual declaró solemnemente que las narices
deben colocarse en la clase de los miembros del cuer-
po. Si el Parlamento hubiera consultado el espíritu de
la ley, se habría ahorrado el trabajo de hacer un Bill
tan extraordinario y tan poco correspondiente á un
Cuerpo de sus circunstancias (2).
(Discurso sobre las penas, cap. Il).

DEL TORMENTO

Mentietur in tormentis qui dolo-


rem pati potest: mentietur qui non
potest.
QUINTILIANO, Instit. Orat., V, 4.

1. El tormento es comúnmente reputado por una de


las pruebas y medios que hay para descubrir la ver-
dad. Por esto extrañará acaso el lector que se trate de
él en este Discurso, cuyo objeto son las penas y no las

(1) Briss., Th eor., tomo 2., p. 199·


(2) Briss., tomo I, pág. 126.
520

pruebas de los delitos. Pero como yo estoy íntima-


mente persuadido de que el tormento es una verdade-
ra y gravísima pena, y sólo creo que es una prueba,
no de la verdad, sino de la robustez ó delicadeza de
los miembros del atormentado, una prueba (permíta-
se me esta expresión), una prueba de bomba judicial,
por eso me ha parecido que debía tratar de él aquí,
después de haber examinado la naturaleza, calidades
y circunstancias de las demás penas.
2. Los mismos autores criminalistas más adictos al
tormento hablan de él en términos que manifiestan
bastantemente que, si no le tienen por una verdadera
pena, le reputan á lo menos por una cosa, tan atroz y
terrible como la misma muerte. Farinacio (1) Y otros
autores que cita, dicen que no es lícito atormentar á
ninguno sin indicios, en tanto grado, que si algún juez
intentase hacerlo, se le puede resistir hasta matarle,
sin incurrir en la pena ordinaria. Si esta doctrina es
cierta, el tormento es igual á la pérdida de la vida,
pues sólo por conservarla es lícito matar al injusto
agresor, cuando no se puede defender de otro modo.
¿ y qué prueba es ésta tan dura y tan inhumana que
se iguala con la misma muerte? Llámesele prueba,
llámesele medio para descubrir la verdad, dénsele to-
dos los nombres que se quiera, para paliar su dureza
y rigor, lo cierto es que sus efectos son tan terrihles y
dolorosos como los de las más atroces penas; y si,
después de todo esto, esta llamada prueba es inútil
para descubrir la verdad, ¿quién no ve que por sola
esta razón debería proscribirse enteramente de la Re-
pública?
3. Lo particular es que el mismo Farinacio, que da
licencia para matar impunemente al juez que intenta-
re atormentar sin indicios, dice en otra parte que, si
los delitos fueren atroces y los sospechosos hombres

(1) De .lndz'c.• quaest. 37. D. lIB.


5 21
de mala fe, se les puede atormentar con indicios me-
nos suficientes 6 leves, que según él mismo son aque-
llos que fácil y ordinariamente pueden no ser indicios,.
que es casi lo mismo que decir que se puede atormen-
tar sin indicios. Pero en otrc lugar lo asegura expre-
samente, cuya doctrina sigue Quevedo (1), diciendo
que el mesonero, ventero, sus domésticos y familia-
res, siendo viles, «podrán ser atormentados sin indi-
cios por el hurto cometido en los lugares que guardan
6 en sus mesones, s610 por esta sospecha, y de que co-
mo viles habrán podido cometer esta bajeza, según
Farinacio.» N o es fácil conciliar la sentencia de ser lí-
cito matar al juez que intentare atormentar sin indi-
cios, con la de que se puede atormentar con s610 la.
sospecha de que uno puede haber cometido un delito.
Pero á estos absurdos y contradicciones se exponen,
los que quieren defender el tormento (2); y no es ex-
traño, pues las mismas leyes, por la naturaleza misma
de las cosas, no han podido dejar de incurrir en cier-
ta especie de contradicci6n, como se verá después.
4. Si el tormento se mira como pena, no hay caso ·
ninguno en que pueda imponerse. No cuando el delito
está plenamente probado, pues sería una tiranía cruel
atormentar á un hombre s610 por saber con violencia
de su boca lo que ya está legítimamente averiguado ..
No ignoro que algunos autores dicen que en delitos

(r) D e indicios y tormentos, parte l, cap. l, pág. 8.


(2) Esto es tan cierto. que obligó á D. Lorenzo Matheu, hombre ·
docto y juicioso, á decir que la tortura es enteramente arbitraria;
y los autores tratan de ella con tanta incertidumbre y variedad,
que muchos de ellos se contradicen á sí mismos, de suerte que se
pueden alegar en pro y en contra sobre un mismo asunto. Quaes-
tionem aggrcdimur-dice-meo quidem judicio prorsus arbi-
trariam, quum arbit r io boni ac prudelltis judicis r elieta sit
tota materia torturae. a quo dimanat, quod tam varie a Doc-
toribus criminalis doctrina passim traditur, ita ut piures s ibi-
metipsis conlrarii r eperiantur, et non scmel, sed saepiu s quZ-
ciffirmativam sententiam tuentur, pro nC{[atl7Ja adducantur,
el e contra, quod cuicumque quaestionem 1l0st1-ae C01lt ro ,Hr-
siae sjeculanti clarissime cOllstabit. Tract. de 1-e crimin., .
quaest , 26.
522

;atrocísimos, en que conviene hacer un pronto y ejem-


'PIar castigo, se puede atormentar al reo convencido,
para que, confesando en el tormento, se ejecute luego
la sentencia sin embargo de apelación. j Opinión in-
humana, que autoriza 'un medio injusto para cometer
otra injusticia, cual es privar al reo de un recurso que
la naturaleza ha concedido á todo hombre! Como si
todo delito, sea el que fuere, no debiera castigarse con
la mayor prontitud posible, pero sin atropellar los de-
rechos de la naturaleza.
5. La injusticia de esta sentencia se hace más no-
table si se advierte que, según la opinión común, si un
juez atormentase de hecho á un reo convencido y éste
negase en el tormento, quedan las pruebas en el mis-
mo estado y con el mismo vigor que tenían antes. De
'suerte que la negación del reo en el tormento, no sólo
no invalida en este caso, pero ni aun debilita las prue-
bas hechas contra él; pero su confesión arrancada con
violencia por el dolor da á las mismas pruebas una
fuerza que antes no tenían.
6. El católico y prudente rey Felipe II, por un edic-
to criminal de 9 de ] ulio de 1570, que refiere Van Es-
-pen (1), prohibió en los Países Bajos la aplicación del
reo á la tortura cuando está plenamente probado el
delito, declarando por abuso cualquiera costumbre,
-estatuto ó uso en contrario.
7 Tampoco puede imponerse 'el tormento, si se re-
puta por pena, cuando el ¿elito no está plenamente pro-
bado, porque las leyes y la misma razón prohiben que
(1) Quum jJrobatio certa et indubitata fuerit, inhibemus,
ne illjlicta in reos tormentis euestio adhibeatur, abrogantes
,etiam u n ¡lOe easu quamlibet eonsuetudinem. statutum aut
usum e01ltrarium, quae jJotius tamquam abusus 1'ejJutanda
_sunt. Van Espen, Jus Eecles, Univers., part. 3, tit. 8, cap. 3,
'tomo 2, edit. Lavan. Lo mismo se determina en la ley 2, tit. l, lib,
6, Fuero Juzgo. "Si el acusador, dice la ley, ó por sí mismo ó
por otro demostra el fecho todo como andido [como sucedió] á
aquel á quien acusó antes que dé el escripto al juyz, así como es
de suso dicho, el juyz non le debe mas atormintar, poys [pues]
.que descobierto es por aquel que lo acusó. "
52 3
'se pueda imponer pena á un hombre mientras se duda
si es reo 6 inocente, y ninguno puede ser tenido por
reo antes de ser legítimamente declarado por la sen-
tencia, y después de esta no se le puede imponer otra
pena que la determinada por la ley. ¿ Qué se diría de
un juez que á un reo indiciado, y no convencido, le
condenase á ]os duros trabajos de un arsenal, para que
con la molestia y opresión del trabajo confesase el de-
lito que se le imputaba? Pues no hay otra diferencia
entre el tormento y los trabajos del arsenal, sino que
los dolores del tormento son más prontos, pero más
-e ficaces para arrancar la confesión que se solicita: y
esto mismo hace ver que el tormento es una verdade-
ra pena con nombre de prueba.
8 D. Pedro de Castro, acérrimo defensor y pro-
tector de la tortura, dice (1), que no es necesario qui-
tar al tormento el nombre de pena para salvar lo Justo de
él, porque la sospecha Justa es punible. Según esto, la
sospecha que resulta contra el reo indiciado se casti-
ga con el tormento, y por consiguiente deben quedar
-enteramente purgados los indicios. ¿ Y cómo nos com-
pondrá D. Pedro de Castro con esta doctrina la prác-
tica común, tan definida por él mismo, de declarar en
la sentencia de tormento que las probanzas, indicios
y presunciones que resultan del proceso queden en to-
do su vigor y fuerza, para imponer la pena extraordi-
naria á los reos negativos, sien do un principio cons-
tante en el derecho y conforme á la razón que ningún
delito se puede castigar dos veces?
9 Pero supongamos que el tormento no es pena,
sino una prueba y medio para descubrir la verdad.
Digo que es una prueba no sólo sumamente inútil pa-
ra el fin que se solicita, y una prueba tan desigual,
,que el inocente siempre pierde, y el delincuente pue-
.de ganar: porque 6 confiesa el inocente, y es conde-

(1) Defensa de la tortura , parto 2, pág. 128.


524
nado, ó niega, y después de haber sufrido el tormento,.
que no merecía, sufre también una pena extraordina-
ria que tampoco merece; pero el delincuente tiene un·
caso favorable, que es cuando tiene constancia para
neg;u, y se libra de la pena que merecía.
10 Es una prueba muy falible, porque, como dice
Quintiliano, mentirá en el tormento el que puede su-
frir el dolor, mentirá también el que no le puede su-
frir. El facineroso robusto (y regularmente lo son to-
dos 6 los más) que tiene resistencia para sufrir el
dolor, mirará la muerte como mayor mal, y para evi-
tarla negará el delito que ha cometido. El inocente
débil, que no puede sufrir el dolor, le mirará como
mayor mal que la muerte, y para evitarle tomará el
camino más corto, que es imputarse el delito que no·
ha cometido. Esto es muy conforme á la natural con-
dición del hombre, á quien la naturaleza misma ense-
ña á escoger entre dos males necesarios el menor, 6-
el que le parece tal. Con mucha razón dice La Bruye-
re que el tormento es una invención maravillosa y seg-u-
rá para perder á un inocente débil y salvar á un Jaci:'
lleroso robusto.
II «Se duda, dice S. Agustín (r), si uno ha come-
«tido un delito, y para saberlo se le pone al tormento~
«Si está inocente, sufrirá por un delito incierto una
«pena ciertísima, no porque se sepa que ha cometido-
«el delito, sino porque no se sabe que no le ha come-
«tido, y de esta suerte la ignorancia del juez muchas
«veces es causa de la calamidad del inocente. Pero lo·
«más intolerable y digno de llorarse con fuentes de
«lágrimas es que, atormentando el juez al acusado,
«por no quitarle la vida si era inocente, por la mise-
<ria de esta misma ignorancia mata atormentado é
<inocente á aquel mismo que atormentó por no quitar-
«le la vida si acaso estaba inocente: porque si el que

(1) De civiL. Dei, lib. 19, cap. 6.


52 5
·«fué injustamente acusado por no poder sufrir los tor-
«mentos escogiere la muerte, dirá que cometió el deli-
cto que no ha cometido, y después de condenado y
«muerto aún no sabe todavía el juez si condenó á un
«inocente Ó á un culpable.»
12 Es muy sólido y muy conveniente este razona-
miento de San Agustín para dejar de conocer y confe-
sar la grande falibilidad de la prueba del tormento: y
de esta falibilidad síguese necesariamente su inutili-
dad, pues todo medio por el cual no se consigue el fin
para que se estableció debe reputarse por enteramente
inútil, y en este caso está el tormento. Así parece in-
ferirse de las mismas leyes. El fin de éstas en esta-
blecerle fué poder imponer al reo la pena corres-
pondiente, completando con su confesión la prueba
-q ue estaba incompleta. Pero las mismas leyes decla-
ri:kn esta confesión por de ningún valor y efecto, pues-
to que para que le tenga requieren precisamente que
se haya de ratificar fuera del tormento, y si en la ra-
tificación niega el reo lo que afirmó en el tormento,
debe ser absuelto según la ley (1). He aquí una con-

. (l) Ley 26, Parto 7. "E si por su conoscencia [por su con fe-
«sión], nin por las pruebas que fueren aduchas contra él, non lo
·«fallare en ;;ulpa de aquel yerro sobre que fué acusado, débelo
«dar por quito, é dar al acusador aquella mesma pena que
«daría al acusado ." La ley 4, tito 30, Parto 7, dice: «E si por
«aventura negase otro día delante del judgador lo que conosciera
«[lo que había confesado] cuando lo atormentaron .... débenlo aun
«meter otra vez á tormento; é si entonces non conosciese el ye-
<l:rro, débelo eljudgador dar por quito.» La ley 2, tito l, lib. 6,
Fuero Juzgo, dice: Si el tormintado manifiesta que fizo aquel
pecado por ello, é si lo non maJl~·fiesta, el que lo acusó debe /za-
ber la pena que es dicha en la ley. Esta pena es que el acusa-
dor se haga esclavo del atormentado.
Según el contexto de estas leyes, no alcanzo en qué pudieron
fundarse los autores para decir que la absolución que conceden al
que no confiesa en el tormento, debe entenderse de la pena ordi-
naria, más no de la extraordinaria, siendo así que no sólo repu-
tan por suficientemente purgados los indicios, sino que declaran
inocente al que no confiesa en el tormento, pues de otro modo no
impondrían pena al acusador, que es lo mismo que declararle por
calumniador. Sin embargo, no hay otro fundamento para imponer
la pena extraordinaria á los reos negativos que la interpretación
de los autores.
526

tradicción: solicitar la ley la confesión del reo para


condenarle y no darle fé á esta misma confesión.
13 D. Pedro de Castro dice (1) que e! pedir la ra-
tificación fuera de! tormento no pudo ser por no dar .le
á la confesión de! reo, sino por puro favor que los legis-
ladores han querido lzacerle. De suerte que mira esta
providencia de la ley como un acto de supererogación
y de pura misericordia. Pero yo creo que es un acto>
de rigurosa justicia, muy propio de la equidad de los·
legisladores, y sin el cual sería notoriamente injusta
la ley.
14 ¿ Cómo podía ocultárseles, conociendo la condi-
ción del hombre y su natural sensibilidad, que una
confesión arrancada con violencia por medio de agu-
dísimos dolores y tormentos no podía tener toda la.
certeza que buscaban para completar la prueba? ¿Có-
mo podían ignorar que el inocente débil estaba evi-
dentemente, y casi con necesidad, expuesto á ser víc-
tima de los dolores que no podía sufrir? Esto les obli-
gó, no por misericordia, como quiere Don Pedro de-
Castro, sino por rigurosa justicia á buscar en otra
parte la certeza que no hallaban en la confesión for-
zada, y creyendo hallarla en la ratificación libre, por
cuyo motivo dieron á esta la fe y créditos que nega-
ron á la confesión: aunque en esto no deja de haber'
también alguna contradicción (tal es la naturaleza de
la cosa), porque, conociendo que la confesión arranca-
da en el tormento no tiene fuerza, se vuelve á ator-
mentar al reo, si no ratifica libremente lo que confesó ..
Pero al cabo siempre se verifica que la fe que se nie-
ga á la confesión se da á la ratificación, porque si un·,
reo atormentado segunda ó tercera vez, según la cali-
dad del delito, niega en las ratificaciones lo que había.
confesado en el tormento, debe ser absuelto, según la
ley, pues la imposición de la pena extraordinaria se:

(1) De(. de la tort. pág. 30,


52 7
ha introducido por la interpretación de los autores·
y confirmado por el uso, aunque novÍsimamente está.
autorizado este uso entre los soldados por una orde-
nanza militar. (1)
15 Pregunta Don Pedro de Castro que l en qué ley-
consta que e! pedirse la ratificación es por tenerse por de
ninguna fé la confesión? No era necesario que consta-
ra de ninguna ley, atendidas las razones que van ex-
puestas. Sin embargo, es muy fácil responderle que
consta no menos que de dos leyes, que lo dicen con'
toda claridad. La una es la ley 4, tito 30, Parto 7, cu-
yas palabras son las siguientes: E si no estonce nOtl'
conosciese el yerro (el reo) débe!e el ;'udgador dar por qui-
to, porque la conoscencia (la confesión) que fué fecha en·
e! tormento, si non fuere confirmada después sin premia,
non es valedera. La otra leyes la 5, tito 13, Parto 3,.
que dice así: Por premia de tormentos ó de feridas ó por
miedo de muerte, ó de desonra que quieren facer á los'
omes, conocen (confiesan) á las 7Jegadas algunas cosas,
que de su Erado non las conoscerían. E por ende decimos
que la conoscencia qUt fuere fecha e1l alguna destas ma-
neras, que non debe (Jaler, nin emjJece al que la Jace.-
Pero si aquel qUt fué atormentado conosciese después, de
su llana voluntad é sin tormento, aquello múmo que co-
1l0sció cnando le fa cía n la premia, é infincó después en
aquella conoscencia, non le dando después tormentos nin le
faciendo menaza de ellos, valdrá bien así como si lo ovie-
se conoscido sin premia ninguna. Dar fé á una cosa, y
declararla al mismo tiempo inválida, para aquello mis--
mo para que sí da fe, es una contradicción que no con-
ciliará tan fácilmente Don Pedro de Castro: y así es
preciso que confiese, ó que estas leyes se contradicen,.
ó que no dan crédito á la confesión forzada en el tor-
mento.

(1) Ordenan zas de S. M. para el régimen de sus ejércitos. Trat .


8, tit. 5, n. 49.
16 Tampoco es fácil conciliar la ley de la tortura
-con el espíritu de otras leyes. Mandan estas á los jue-
·ces que cuando examinen á los reos, lo hagan por pre-
guntas generales, y nunca por particulares ó sugesti-
vas. La razón que da la leyes: ca tul pregunta como
esta non sería buena, porque p(Jdría acaescer que le daría
carrera para decir mentira (1). Si la pregunta de un
juez hecha sin violencia ni amenazas, sólo por dirigir-
se á objeto determinado, puede inducir al reo á decir
mentira, ¿cuánto más podrá y deberá inducirle el ri-
gor del tormento, cuando se le da determinadamente
para que confiese el delito que se le imputa? Y si los
dolores le pueden obligar á mentir contra sí mismo,
¿ cuán to más podrán obligarle á mentir contra otro,
cuando se le atormenta para que descubra cómplices?
Si las preguntas sugestivas están prohibidas justamen-
te por la ley, porque pueden inducir á decir mentira,
-el tormento, que no sólo puede inducir sino también
forzar á decirla, ¿ por qué no se ha de prohibir igual-
mente?
17 He dicho que el tormento se da al reo determi-
nadamente para que confiese el delito que se le impu-
ta. Don Pedro de Castro (2) asegura que el decir es-
to es un manifiesto absurdo. Pero la razón es clara. Si
. el reo confiesa, se libra luego del tormento; si niega,
se le estrecha todo cuanto se le puede estrechar; si,
habiendo confesado, niega en la ratificación, se le vuel-
ve á atormentar hasta tercera vez, y aun cuando en
·todas las ratificaciones niegue lo que confesó en el tor-
mento, se le impone una pena extraordinaria, según la
costumbre autorizada por la práctica, y en los milita-
-res por la ley. Esto supuesto, ¿ quién podrá hacer creer
al reo que no se le atormenta precisamente para que
confiese el delito?

(1) L. 3. tito 30, Parto 7·


.( 1) Del. de la t01't. pág. 17.
52 9
18 El tormento se da, dice Castro, para saber la
verdad del mismo delincuente acusado. Es cierto que es-
te es el fin de la ley; pero el acusado, por las razones
expuestas, debe estar firmemente persuadido á que só-
lo se tendrá por verdad su confesión, y de ningún mo-
do su negación. De donde se infiere que, aun cuando
el tormento no fuere sugestivo, como lo es por su na-
turaleza, lo debe ser en la estimación del atormentado,
y esto bastaba para inducirle á decir mentira, y por
-consiguiente basta también para ser prohibido, según
.el espíritu de la ley.
19 Es evidente, las mismas leyes, y los autores
más adictos (¡) al tormento lo confiesan, que el mie-
do y el dolor pueden obligar á uno á imputarse un de-
lito que no ha cometido: puede por consiguiente peli-
grar, y con efecto ha peligrado innumerables veces la
inocencia en el tormento; y esto sólo bastaba para
abolirle, según el ' espíritu de otras leyes, porque
más santa cosa es (dice una de ellas) é más derecha de
,quitar alome de la pena que mereciese por yerro que ovie-
se .fecho, que darla al que la non mereciese (2). En ver-
dad que en la prueba más autorizada y legal, cual es
la de testigos, puede peligrar alguna vez la inocencia,
pues ya por malicia, ya por ignorancia, ya por otros
motivos, pueden deponer falsamente. Pero hay la no-
table diferencia que en la prueba de testigos puede su-
·ceder esto por accidente, pero en la de tormento debe
suceder por su naturaleza misma.
20 La razón es clara. La sensibilidad de todo hom-
bre tiene sus límites, y el dolor puede llegar á tal
extremo que, ocupándola toda, no deje otra libertad
al atormentado que escoger el camino más corto pa-

(1) Ut experz"entia docet, saepe contingere soles, quod tortz


propter impatientiam doloris (ateantu1' il/a delicta, quae num-
.quam commisserunt, nec comittere cogitarunt. Farinac.. D e In-
,dic .. quaest. 37. n. 28.
(2) L. 9. tit . 31, Pa1't. I.
8
530
ra libertarse del dolor, que es la confesión de lo que
se quiere que confiese. Entonces el inocente se confe-
sará reo, entonces esta confesión es causada por la
naturaleza misma del dolor y de la constitución del
cuerpo humano, y es tan necesaria como es necesario
que el fuego queme si se aplica. Los innumerables
ejemplos que ofrecen todas las naciones y edades de
inocentes que se confesaron reos por los dolores del
tormento, son otras tantas pruebas prácticas de esta
verdad.
21 Hay también otra diferencia entre la prueba de
testigos ú otra semejante, y la del tormento, y es que,
siendo absolutamente indispensable que haya algún
medio de probar los delitos para castigarlos, no deben
conservar sino aquellos que están expuestos á menos in-
convenientes, por ser absolutamente necesarios para
la conservación de la sociedad, 10 que no se verifica
del tormento, como se verá después. Lo mismo debe
decirse de la prisión, que es absolutamente necesaria,.
porque si no se asegurasen los delincuentes, no se po-
drían averiguar ni castigar los delitos.
22 Hemos visto ya que el tormento no es oportu..,
no para descubrir el delito propio, y mucho menos el
ajeno, porque un medio que por su naturaleza pue-
de obligar á mentir contra sí mismo, mejor obligará á
mentir contra otro, y por consiguiente tampoco es
oportuno para descubrir los cómplices. Examinemos
los otros motivos por que suele darse.
23 Uno de ellos es la inconstancia y contradiccio-
nes en que suele caer el acusado en su declaración_
Pero ¿quién duda que la ignorancia, el temor de la pe-
na, la incertidumbre del juicio, la presencia misma del
juez, son causas bastantes para hacer caer en contra-
dicción al inocente igualmente que al reo? No sabes tú
el miedo que causa presentarse delante del Juez (1), dice
(r) Nescis tu quam metz"culosa res sit ire ad judicem. Plaut.
Mostell., acto V, sceo. 1.
53 1
.
el siervo de Plauto. Un hombre inocente y honrado,
que ve en peligro su honor y su vida, y no sabe en qué
ha de parar, está tanto y más expuesto á caer en con-
tradiciones, que un facineroso que pretende ocultar su
delito. No es, pues, bastante motivo la contradicción
para hacer sufrir á un hombre la gravÍsima pena del
tormento.
24 Otro motivo de la tortura es la purgación de la
infamia. Un hombre infame se cree que no puede de-
cir la verdad por la nota ó mancha que tiene por la
infamia, y para quitarle esta mancha ó embarazo se
le pone al tormento, á la manera que los metales se
ponen al fuego en el crisol para separar de ellos los
cuerpos extraños y dejarlos puros. Pero á la verdad
no es fácil comprender cómo una sensación material,
cual es ~l dolor, pueda borrar una relación moral que
consiste en mera opinión, cual es la infamia. Además
de que la tortura misma acarrea una infamia verdade-
ra al que la padece, y así viene á ser el tormento un
crisol, en que se purga la infamia con la misma infa-
mIa.
25 Tampoco se da crédito á la deposición del sier-
vo, si no es atormentado. La razón que da la leyes
porque los siervos son como omes desesperados por la ser-
'lJidumbre en que están, é debe todo onu sospechar que di-
rán de lilfero mentira (r). Si la opresión de la servi-
dumbre causa desesperación en el siervo, y por esto
no se le cree, ¿cuánto mayor no será la desesperación
que causen los agudos dolores del tormento, y cuánto
menos crédito por consiguiente se deberá dar á seme-
jantes confesiones? Lo más particular es que, no dán-
dose crédito á la deposición libre del siervo, tampoco
se da á la que hizo en el tormento, si después no se
ratifica libremente fuera de él (2), y hé aquÍ otra con-
tradicción.
(1) L. 13, tz"!. 16, Parto 3.
(2) L. 6, tito 30, Part o 7.
53 2
26 Ultimamente, se da el tormento para descubrir si
el reo ha cometido otros delitos que aquellos de que es
acusado. Esto es lo mismo que decir que porque ha
cometido un delito, puede haber cometido otros, y
porq ue es posible que los haya cometido, para salir de
la duda se recurre á un medio tan incierto como terri-
ble y doloroso.
27 Pero las leyes y el uso constante de los tribu-
nales eclesiásticos y seculares de muchas naciones han
autorizado y autorizan el tormento. Es por consi-
guiente, dicen sus patronos, una temeridad el impug-
narle, es tachar de injustas á las leyes y á los legis-
ladores, es faltarles temerariamente al debido respeto.
28 Por estas mismas razones era preciso defender
los desafíos, y hacer una apología de las pruebas de
agua y fuego, usadas con el nombre de purgaciones
vulgares en otros tiempos. Autorizados estuvieron los
desafíos por las leyes de muchas naciones: autorizadas
estuvieron las purgaciones vulgares, llamadas juicios
de Dios, con ritos públicos, como son exorcismos,
oraciones, bendiciones, y lo que es más, con una misa
compuesta determinadamente para este fin con el nom-
bre de JJfissa ;'udicii (1), que se celebraba con toda so-
lemnidad antes de hacer las pruebas. Frecuentadas
fueron estas por espacio de algunos siglos por nacio-
nes enteras con aprobaci6n de hombres piadosos, de
Cuerpos enteros, de Prelados (2) eclesiásticos, y aun

(1) Esta misma, y los exorcismos y bendiciones del agua fría y


caliente del hierro ardiendo, y del pan de cebada y queso, que ser-
vían para las purgaciones vulgares ó juicios de Dios, se pueden ver
á la letra en las fórmulas solemnes del Monje Marculfo publica-
das por Limdembrogio en su Código de leyes antiguas, pág.
1299. También trae Berganza en sus Antigüedades eclesidsticas,
lib. 4, cap. 8 las bendiciones del hierro ardiente y del agua fría.
(2) fi'Iarculfo en las fórmulas citadas, después de haber referi-
do los exorcismos del agua fría, del hombre que había de pasar
por esta prueba, yel modo con que se ejecutaba, dice: Hoc judi-
cium autem, petente DOMINO LVDOVICO Imjeratore, cons-
tituir Beatus Eugenius (Eugenio Il), jraecijiens ut om1les EPis-
,·opi, Comites, Abbates, omnisque populus clzristianus, qui in-
533
de algún Concilio (1). Sin embargo de todo esto, la
Iglesia condenó posteriormente estas pruebas, decla-
rándolas por supersticiosas y propias sólo para tentar
á Dios, mas no para descubrir la verdad. Y esta sí
que es una prueba verdadera de que el argumento pa-
ra aprobar ó reprobar alguna cosa, tomado del uso
de muchos, aunque sean Cuerpos y naciones enteras,
y aunque esté autorizado por algunas leyes, lIO es
siempre tan sólido ni tan convincente como piensan
algunos.
29 Las leyes humanas y los usos de los hombres
están por su naturaleza expuestos al engaño y al error.
Los legisladores, cuando establecen las leyes, tienen
que acomodarse á las circunstancias del tiempo, del
lugar, de las personas y de las costumbres, yel impe-
rio y fuerza de estas, cuando están muy arraigadas,
suelen ser á veces tan grande que no tienen arbitrio
los legisladores para dejar de condescender con lo que
prohibirían sin dificultad en otras circunstancias (2).
tra ejus irrzperiurrz est, lzoc judicio defendant illnoce1ltes, &:
examinent nocentes, ne perjuri super reliquias sanctorum per-
dant suas animas in malum consentielltes
(r) El Concilio Triburiense referido por Graciano en el canon
r5, quaest. 5, causo 2, dice: Si autem deprelz en sus (uen'! in (21.1'-
to, aut perjurio, aut (also testimonio, ad juramentum non ad-
mittatur, sed sicut qui ingenuus non est, [crventi aqua. autcan-
de1llife1-ro se expurget.
(2) El Rey Rotharis, aunque conocía la injusticia é iniquidad
de la prueba por el combate judicial, no se atrevió á prohibirla,
y se contentó con ponerle algunas modificaciones por miramiento
á la inveterada costumbre de los Longobardos. Ideoque [dice]
statuere praevisimus, ut si amodo tatis causa emerscrit, ut
ille qui mortem jJarentis sui jJer pugnam proba1-e voluen"t, quod
eum per -uenenum occidzsset, &: observatis Ids quae zn ante-
non' edicto affiximus, per evangetia affirmet, quod asto ani-
mo causam zpsam non l-eqzdrat, nisi quod ei ce1-ta susPicio sit,
postea potestaLem Iwbeat quacrerc per pugnam sicut antiqua
fuit consuetudo. EL si ei ferita evenerit, cui crimen zpsum mit-
titur, aut ad campionem ijJsias quem conductum Iwbuerit,
non amittat omnem substamtiam suam, sed componat sccun-
dum qualilatem pel-sonac, sicut antea fuerit lex componelldi,
quia incerti sumus de judicio Dei, &--' multos audivimus per
pugnam sine justa causa suam causam perdere. Sed propter
consuetudine m gentis 1l0strae Longoba1-dorum legem impiam
vetare non possumus. Lex Longobardorum, tito 9, § 23. apud Lin-
dembrog. , pág. 530.
534

La poca ilustración de un siglo hace también que pa-
sen por buenas y verdaderas ciertas opiniones general-
mente recibidas, aunque en realidad no lo sean. Para
que una ley no pueda llamarse con verdad injusta,
basta que cuando 8e estableció se hubiese creído útil
y conveniente, según el tiempo y circunstancias en que
se hizo. Pero si después, ó por la mudanza de costum-
bres, Ó por la mayor ilustración, ó por otros motivos,
se conoce el error y los inconvenientes, el advertirlo
y manifestarlo no es combatir las leyes, como dice D.
Pedro de Castro, para hacer odioso á su competidor,
no es tacharlas de injustas, ni es faltar al debido res-
peto á los legisladores. Desear que las leyes sean más
perfectas no es ultrajarlas.
30 Además de que la tortura no esta tan autoriza-
da por nuestras leyes como vulgarmente se cree. Ni
el Fuero Viejo de Castilla, ni en el Fuero Real. ni en
el Ordenamiento de Alcalá se hace menció n alguna del
tormento, el cual se introdujo con las leyes de las Par-
tidas, no siendo extraño que en estas se hubiese adop-
tado porque se tomaron del Derecho Romano, de las
Decretales, y de las opiniones de los Doctores que co-
rrían en el siglo décimotercio, en que se formó dicha
colección, la cual es constante que no se promulgó con
autoridad pública, y sus leyes no fueron reputadas
por tales, ni tuvieron fuerza ni au toridad alguna, has-
ta que el Rey (1) D. Alonso XI, en las Cortes que ce-
lebró en Alcalá de Henares en la era de 1386 (año de
1348), mandó en una ley del Ordenamiento de Alcalá
(2) que todas las causas civiles y criminales se deter-

(r) El P. Bp.rganza en sus Antigüedades eclesiásticas, tomo 2,


lib. 7, cap. 4, dice que las leyes de las Partidas se pusieron en
pZa/lta en tiempo de D. Sancho IV, hijo de n. Alonso el Sabio,
con lo cual parece quiere decir que este Príncipe las promulgó, y
mandó que se observasen como leyes; pero no produce documento
alguno para probar su dicho. el cual se opone abiertamente al
contexto de la ley del Ordenamiento de Alcalá, más digna sin du-
da de crédito que la aserción voluntaria de Berganza.
(2) Ley. l, tito 28. «Magüer que en la nuestra Corte usan del
535
minasen por dicho Ordenamiento en primer lugar, des-
pués por el Fuero Real, y por los demás Fueros particu-
lares; y en los casos que no se pudiesen decidir ni por
el Ordenamiento, ni por los Fueros, se observase lo
determinado por las leyes de las Partidas. Estas fue-
ron publicadas también después por D. Henrique II
en las Cortes de Toro de 1369; pero revalidando la ley
citada del Ordenamiento de Alcalá, el cual se volvió á
renovar por una pragmática de D. Juan II, de 8 de
Febrero de I427. No sé que posteriormente haya ha-
bido ley alguna que revoque estas disposiciones; por
el contrario, es constante que la citada ley de Ordena-
miento de Alcalá se repitió á la letra en la Nueva Re-
copilación, y es la ley 4, tit. 1, lib. 1.
31 La expresada ley del Ordenamiento de Alcalá
no permite dudar que las de Partida no tuvieron auto-
ridad pública y legítima hasta que se la dió el Rey D.
Alonso el Onceno. Pero antes de su reinado se babía
empezado á introducir ya privadamente por el uso, á
la manera que suele usarse en los tribunales de las le-
yes extrañas, y de las opiniones de los autores en las
decisiones de las causas. Infiérese esto claramente de
las leyes 42 y 144 del Estilo, en las cuales se dice que

«Fuero de las leyes, é algunas villas de nuestro Sennorio lo han por


«Fuero, é otras cibdades é \'illas han otros Fueros departidos, por
«los cuales se pueden librar algunos pleitos; pero porque muchas
«veces son las contiendas é los plei tos, que entre los omes acaes-
«cen ó se mueven de cada día, que se non pueden librar por los
«Fueros: por ende, queriendo poner remedio convenible á esto, es-
«tablecemos ó mandamos que los dichos Fueros sean guardados en
«aquellas cosas que se usaron, salvo ea aquellas que Nos fallare-
«mos que se deben mejorar ó emendar, é en las que son contra
«Dios, é contra razón, é contra leyes, que en este nuestro libro se
«contienen, por las cuales leyes en e~te nuestro libro mandamos
«que se libren primeramente todos los pleitos ceviles é criminales:
«é los pleitos é contiendas, que se non pudie1-en lib1-m- por las
cleyes deste nuestro libro, é por los dichos Fueros, mandamos
«que se libren por las leys contenidas en los libros de las Siete
«Partidas, que el Rey D. Alfonso nuestro bisabuelo mandó 01'-
«denar, como quier que fa sta aquí non se falla que sean pu-
«blicadas por mandado del Rey, nin fueron avidas por leys.})
los casos de que en ellas se trata se deben decidir por
las leyes de las Partidas.
32 A algunos parecerá tal vez una contradicción
decir que las leyes del Estilo mandan la observancia de
las Partidas, y asegurar al mismo tiempo que estas se
introdujeron privadamente y sin autoridad legítima.
Pe re no hallarán ninguna contradicción los que saben
que la colección de las leyes del Estilo es obra de un
hombre privado, y no de algún legislador, como equi-
vocadamente creyó y pretendió persuadir D. Cristó-
bal de Paz (1) en sus Comentarios á dichas leyes,
haciendo autores de ellas al Rey D. Alonso el Sabio,
á su hijo D. Sancho, á D. Fernando IV, y á la Reina
Doña María su madre, fundado en las leyes 4 y 198
del mismo Estilo, que bien entendidas, como otras
varias de la propia colección, antes prueban lo con-
trario.
33 Es cierto que esta colección se hizo en tiempo
de la Reína Doña María, como se infiere bastante-
mente de la ley 39; pero fué hecha por algún Letrado
práctico, que recogió los estilos y observancias de su
tiempo y de los anteriores, mezclándolas con leyes
propias y extrañas, y con doctrinas de autores priva-
dos. Se puede decir que era una obra en su origen se-
mejante en cierto modo, y por su término, á la Prác-
tica que hoy tenemos de Paz, y la Curia Filípica de
Bolaños. Para convencerse de esto no es menester más
que leer la misma colección. En ella se alegan indis-
tintamente los estilos y observancias, las leyes de las
Partidas, las del Fuero] uzgo, las Romanas, las De-
cretales, las opiniones de varios autores privados, co-
mo son la Glosa, Hugucio, Zamora, y la obra de Du-
rando, intitulada Specu!u11l Juris.
34 Entre otras varias leyes que se podían citar en
comprobación de esto, la 60 dice: E si no es sabido

( 1) Sellol. ad lego Styl. Rubr. núm. 72.


537
por verdad aquel que lo mató, ó que le firió, estonce el '
amenazador será metido á tormento . ... Mas según dice
en el Speculum Juris, el amenazador, si suelé facer ta-
les fechos, ó no pueden saber que lo fizo, estonce será te-
nido al fecho. La ley 192 dice: otros!, como quier que el'
que tiene la cosa, no ha de decir el título de su posesión,
sino en demanda . ... se!{ztn dice la ley Cogi, de Petitio..
ne hereditatis, Cod ... . y desta manera es ncJtado en la'
Decretal Si diligenti: y esto así lo entendió Maestro Fer-
nando de Zamora. ¿Quién podrá dejar de conocer que
este lenguaje y estilo es tan propio de un Compila-
dor como ajeno y nada correspondiente á un Prínci ..
pe que establece y dicta leyes á sus pueblos? No de-
be, pues, deducirse argumento ninguno á favor de la
legitimidad de la tortura de que se haga mención de
ella, como efectivamente se hace en varias leyes del
Estilo.
35 De todo lo dicho resulta que el tormento no se
estableció en España ni á petición de las Cortes, ni
por pragmática sanción, ni en otra forma solemne y
jnrídica, sino sólo indirectamente por la introducción,
de las leyes de Partida, apoyada después con la apro-
bación que el Rey D. Alonso XI les dió en general.
Pero habiéndose restringido esta aprobación á aque-
llos casos que no se pudiesen decidir por el Ordena-
miento y por los Fueros, y siendo cierto por otra par-
te que antes de esta aprobación había leyes que deter-
minaban el modo de hacer las probanzas, y se decidían
las causas criminales sin el uso del tormento, es claro
que las leyes de las Partidas, que le establecen, no
pudieron, ni debieron comprenderse en la aprobación
del Rey D. Alonso, que es la que dió fuerza de ley á ,
las de esa colección para ciertos casos.
36 Sin embargo, á la sombra de esta aprobacíón
cobraron autoridad indistintamente todas las leyes de -
las Partidas, á lo que contribuirían sin duda las opi-
niones de los autores que siempre han tenido mucha
fuerza en los tribunales, y también el orden, claridad,
.método y buen estilo en que están escritas dichas le-
yes. Con ellas, por estar en lengua vulgar, se hicie-
ron familiares al mismo tiempo las máximas del De-
,r echo Romano, y se facilit6 su adopci6n en España:

de todo lo cual fué una consecuencia introducirse en
los juicios el uso de la tortura, y la práctica
, de darla
-en los tribunales. Al legislador pertenece decidir si
esta introducci6n fué legal 6 no, y en caso de serlo,
si, atendida la naturaleza y efectos del tormento, es
conveniente confirmar su práctica 6 abolirla.
37 Pero él pesar de todos los inconvenientes de la
tortura, prosiguen sus defensores, ella es el .freno de
las atrocidades, es un dique poderoso que si se rompe
inundará de males la república: y así es un medio
absolutamente necesario para averiguar los delitos,
para contenerlos y para castigarlos. Los que discu-
rren de esta suerte es menester que vean c6mo han de
salvar de una injusticia é iniquidad notoria las leyes
que eximen del tormento en los delitos comunes á los
nobles (1) y otras clases de personas.
38 ¿Por ventura los privilegios de la nobleza, por
grandes que sean, han de ser tanto que para conser-
varlos se ha de conceder la impunidad de los delitos
á una clase tan considerable y tan numerosa del Es-
tado? ¿ N o tiene la sociedad igual derecho á ser li ber-
tada de los perjuicios del noble que de los del plebe-
yo? Y si los delitos de los nobles pueden averiguarse
y castigarse sin el tormento, ¿ por qué no podrán ave-
riguarse también los de los demás hombres? Los ro-
manos mismos, de quienes se tom6 la tortura, s610 la
usaban en sus buenos tiempos en los esclavos, á quie-
nes tenían quitado todo derecho de personalidad, re-
putándolos como muebles 6 como bestias; pero nunca

(1) L. 24, tito 21, Parto 2.-L. 61. tito 4. y l. 13, tit. 7. lib. 2.
.Recol'. y otras.
539
-en lts ciudadanos Romanos (1) Luego el tormento no
es un medio necesario para averiguar y castigar los
delitos, como pretenden sus defensores.
39 t Qué necesidad es esta tan intolerable, dice el
docto y piadoso Luis Vives (2), de una cosa que no
es útil y que se puede quitar sin daño de la repúbli-
ca? t Cómo viven, si no, tantas g-entes aunque t enidas por
.bárbaras de los Grieg-os y Latinos, las cuales miran como
una cosa fiera é inlzu11lana atormentar á un lzombre que
no está convencido de un delito? ¿Cómo viven, puedo yo
decir ahora con más razón que Vives, tantas gentes y
naciones no ya bárbaras, sino cultas y muy ilustra-
-das, sin ei tan decantado remedio de la tortura?
40 Nunca fué admitida en Inglaterra. Ha sido abo-
lida en el Imperio de Rusia, en Suecia, en Prusia, en
Ginebra. Finalmente Luis XVI, Rey Cristianísimo de
Francia, convencido por las reflexiones y experiencia
dE' sus Magistrados, de que en la tortura hay más ri-
gor que proporción para descubrir la verdad, la abo-
lió en sus Estados por una declaración de 24 de Agos-
to de 1780, registrada en el Parlamento en 5 de Sep-
tiembre del propio año. Aun antes de esta declaración
no se usaba el tormento en Francia entre los soldados.
Nuestras leyes militares, dice Mr. Letrosne [3],110 Itan
admitido el tormento. Es cosa sing-ular que unas leyes lu-
chas para hombres acostumbrados al rig-or y austeridad
de la disciplina militar sean menos duras que las que se
han luclzo para los cindadanos, y cuya e/ecución está con-

(r) A imitación de esto, en España los nobles uo pueden ser


atormentados: y aunque esta regla ttene su excepción en ciertos
casos que se llaman privilegiados, en los cuales pueden ser pues-
tos á cuestión de tormento, esto se tomó también del Derecho Ro-
mano, por el cual en tiempo de los Emperadores las personas ilus-
tres y otros constituidos en dignidad, no podían ser atormentados
sino en los delitos de lesa majestad y otros exceptuados, como se
puede ver en el Código de ]ustiniano y en el Teodosiano en el tí-
-tulo de Quaestionibus.
(2) SellOl. in cap' 6, lib . 19, de Civit. Dei.
(3) Vu es sur la jnstice crim in elle, pdg. 8r , nota (a).
54 0
fiada á los llfagistrados. Pero la causa de esta singula-
ridad consiste acaso en que las leyes 11lilita1'es son más'
1wevas: y esta es también sin duda la razón, porque la
cuestión preparatoria está absolutamente prolzibida por
las leyes que el Rey ha dado á Córceg-a. En España mis-
mo se usa ya muy pocas veccs en los tribunales, y no
estamos ya, gracias á Dios, en tiempo de que se apre-
cie tan poco la vida del hombre, que aunque muera
del tormento ó se le destroce un brazo ú otro miembro·
del cuerpo, no se haga aprecio de ello, como refiere-
Bovadilla (r) haber sucedido en su tiempo en la Sala
de Corte, alegando estos casos prácticos en comproba-
ción de la opinión comun, pero inhumana y cruel, de
que dándose el tormento ;"urídicamente, aunque el reo
muera ó salg-a lisiado de él, no puede ni debe el ;"uez ser
calumniado por ello.
41. Para confirmar esta bárbara doctrina, cita Bo-
vadilla la ley 16, tito 9, Parto 7, que no dice tal cosa.
Esta ley, que está en el título de las Deshonras, en el,
cual se trata de la pena en que incurre el que injuria
ó deshonra á otro, y la acción que contra él corres-
ponde al deshonrado, dice que si un Juez con causa le-
gítima aprobada por el Derecho, pusiere á alguno en el,
tormento, no le injuria ni deshonra, y por consiguien-
te no corresponde al atormentado acción ninguna por
esta razón contra el juez. Las palabras de la ley, ci-
tadas por Bovadilla, son las siguientes: Otrosí deci-
mos, que si el ;"udg-ador metiese alg-und 01lle á tormento
por razón de algund yerro que 07Jl"ese feellO, para saber
la v erdad, ó por otra razón cualquier que lo pudiese fa-
cer con dereclzo, que por las feridas que le diese en tal
manera como esta, non se puede por ende l/umar deron-
rado, nín debe ser feclza emienda dello.
42 No sé cómo pueda probarse con esta ley la opi-
nión referida: y aun cuando en las palahras hubiese

(1) Palit. , tam. 2, lib. 5. cap. 25.


54 1
alguna ambigüedad que pudiera dar motivo á la inter-
pretación, la excluye absolutamente otra ley de la mis-
,m a Partida (1) que expresamente dice que cuando
algunos fueren atormentados, las feridas sean atales
que no mueran por ende, nin queden lisiados (2).
43 Por aquí se puede ver con cuánta facilidad se
fundan opiniones comunes aunque sean perniciosas y
contrarias á las mismas leyes, torciendo violentamen-
te sus palabras, ó sacando de ellas ilaciones falsas y
voluntarias. También se ve otro grave daño que debe
·resultar de la tortura, particularmente si se usa con
.frecuencia, que es endurecer los ánimos de los jueces,
y hacerlos cruel es y sanguinarios, traspasando las mis-
mas leyes.
44 Diga ahora D. Pedro de Castro: Gracias á Dios
.que ni los dis(ursos del Padre SPé, ni las Paradoxas del
Reverendísimo Fei./óo, ni la disertación del Dr. Ace'vedo
.han podido romper el freno de las atrocidades: la ley, di-
go, de la tortura en esta Monarquía, que no tiene que en-
vidiar á ninguna otra ni ciencia, ni piedad, ni amor á su
.soberano, todo lo cual falta adonde se ama la falsa H-
.bertad. Yo le diré que es verdad que esta Monarquía
no tiene qne envidiar á ninguna otra, ni ciencia, ni
piedad, ni amor á su Soberano; pero que por lo mismo
debemos creer que no faltarán en ella Magistrados sa-
bios y piadosos que hagan ver á nuestro Soberano la
-crueldad juntamente con la inutilidad del tormento. Yo
le diré que por lo mismo debemos esperar que el pia-
doso y benéfico Carlos IlI, convencido por las re-
flexiones y experiencia de sus Magistrados, á imita-
ción del Monarca Francés, abolirá también en su Mo-
.narquía el tormento, y querrá señalar su dichoso Rei-

(1) L. 5, tito 30, Parto 7.


(2) En la ley 2, tito I, lib . 6, Fuer. Juzg. se manda que, si
un juez condenare á alguno á tormento, y por indiscreción ó im-
prudencia suya se le diere de modo que muera, pague trescientos
sueldos á los parientes del muerto: y si no tuviere con que pagar-
los, se haga esclavo de ellos.
54 2
nado con este nuevo acto de humanidad. Yo le diré
que es cierto que en donde se ama la falsa libertad, no
hay verdadera ciencia, no hay piedad, no hay amor al'
Soberano; pero que sería una muy grande temeridad
el decir que en las naciones expresadas porque se ha
abolido el tormento se ama la falsa libertad, y no hay
por consiguiente en ellas ni ciencia, ni piedad, ni amor
á los Soberanos.
45 Diga Don Pedro de Castro que argüir que se pue-
de vivir sin el uso del tormento, porque sin él Ilan vi'lJido
y viven mucllas gentes, es un argumento indigno de la sa-
biduría de Luis Vives, y que en esta ocasión Izabló con
los Bárbaros. Yo lo diré con más barbaridad ..... Pe-
ro se fastidia ya el ánimo de tratar un asunto tan tris-
te y desagradable, y para concluirle, y dar fin á este
Discurso, quiero oponer á las máximas de un Sacerdo-
te severo, el humano y enérgico razonamiento de un·
sabio y elocuente Magistrado de la Francia.
46 ~Un espectáculo horrendo (dice Mr. Servant.
~(I), Fiscal del Parlamento de Grenoble), se presenta
<de repente á mi vista. Cansado ya el juez de pregun-
<tar con palabras, quiere preguntar con suplicios. Im-
~paciente en sus aver iguaciones, é irritado acaso con
«su inutilidad, hace traer cordeles, cadenas, palancas
«y todos los fatales instrumentos inventados para ex-
<citar el dolor. Un verdugo infame viene á mezclarse
<en las augustas funciones de la Magistratura, y acaba
«por la violencia un interrogatorio que comenzó por la
<libertad. Dulce Filosofía, tú que sólo buscas la ver-
«dad con la atención y con la paciencia, ¿creerías que
«en tu siglo se empleasen tales instrumentos para des-
«cubrirla? ¿ Es cierto que nuestras leyes aprueban este '
«método, y que el uso le ha consagrado? Y después
<de esto, ¿ podremos hechar en cara á los Antiguos sus

(r) Discours sur l'administratioll de la justice crimine/le '


jág. 63.
543
«circos y sus gladiadores? ¿Nos atreveremos á repren-
«der á nuestros padres sus pruebas de agua y fuego?'
<¡Ah! Antes que entregar la miserable víctima del acu-
<sado en las manos del verdugo, hagámosle combatir·
<en la arena; á lo menos tendrá la libertad de defen-
«derse. Arrojémosle antes en medio de las voraces Ha-
«mas: tendrá á lo menos la esperanza de libertarse de·
«ellas con la huida, 6 por otra casualidad. ¡Qué crue-
«les y qué insensatos que somos! ¿ Queremos oír por
«ventura los gemidos de los infelices? ¡Ah! Puédese·
«sin duda ordenar el tormento. Pero si es la verdad la
«que buscamos, ¿ creemos acaso encontrarla en medio
«de la turbaci6n y del dolor? ¿Quién hay de vosotros
«que no haya experimentado el dolor? ¿Qué hombre
«ignora la terrible impresi6n que hace sobre un ser, á
«quien la sensibilidad ha hecho tan débil? El hombre
«que padece, ya no se parece á sí mismo: llora como
«un niño, se agita como un furioso, llama á su soco-
«rro toda la naturaleza entera: su débil inteligencia
«participa bien presto de la conmoción de sus senti-
«dos, y se aumenta también por la imaginación: sus
«ideas no están menos alteradas que su semblante: to-
«das sus facultades, ya activas, ya abatidas, se agi-
«tan y se rinden sucesivamente; y en esta convulción·
«general de su ser nada hay constante, sino el violen-
«to deseo de hacer cesar el dolor. Juntad todas las
«iniquidades más enormes, amontonad todos los deli-
«tos más atroces, y perseguid á un hombre con el do-
«lar: él se cubrirá bien presto con la infamia de todos,.
«si cree hallar un asilo en su confesi6n. El mayor de-
«lito para nuestra naturaleza es el padecer, y la muer-
«te misma no sería tan terrible, si no la precediera el
«dolor.
47 «Sé muy bien todo lo que se debe á las costum-
«bres antiguas: yo ahogaría aquí todos los clamores de
«mi corazón, desconfiaría sobre todo de la insertidum-
«bre de mi juicio, si no viera que los mejores Gobier-
544
enos, que los pueblos más sabios proscriben sin reze-
<lo la tortura, y la insultan entre nosotros, como en
-<su último asilo. Nuestros más grandes hombres.
<nuestros mayores ingenios la han denunciado al tri-
<bunal de la razón, combatiéndola y afeándola antici-
<padamente en sus escritos. Yo creo honrarme mucho
<en mezclar mi voz con las suyas, y en dar pública-
<mente un testimonio favorable al Género Humano:
<si la superstición del uso me suscitare a.lgún censor,
<la humanidad, que me aplaude interiormente, me con-
--«solará entre las murmuraciones de la preocupación>.
(Discurso sobre las penas, cap. V, § VI.)
JOSE MIGUEL GURIDI ALCOCER

Hijo de D. José Mariano Guridi y Alcacer y de Doña Ana Ma-


-ría Sánchez y Cortés, nació José Miguel Guridi Alcacer en San
Felipe IxtacuiztIa [de Tlaxcala] el 26 de Diciembre de 1763. Pa-
só la infancia en su pueblo natal y en el de San Martín Tezmelu-
.ca; á la edad de once años se le trasladó á Puebla, y entró en el
Seminario Palafoxiano : estudió allí durante tres lustros, y recibió
sucesivamente, viniendo para ello á sustentar exámenes en la Uni-
versidad de México, los grados de bachiller en artes (1780), ba-
chiller en teología (1783), bachiller en cánones (1785), Y licencia-
do en teología (1787). Temprano mostró aficiones literarias. espe-
cialmente oratorias, y en el Seminario fundó una Academia priva-
da para ejercicios intelectuales. Gustó también, pero más tarde,
de la abogacía, y él mismo cuenta que estudió el derecho civil, á
pesar de la prohibición del Obispo de su diócesis, una vez gradua-
do de bachiller ~n teología : dos años después. graduado ya de ba-
chiller en cánones, comenzó á hacer su pasantía en el bufete del
Lic. Diego Fernández, famoso entonces en Puebla. El Rector del
Seminario Palafoxiano, Dr. Gabriel Martínez de Aguilera, le pro-
tegió haciéndole nombrar (1785) censor de la Academia de Buen
Gusto y Bellas Letras fundada por el Obispo Fuero; obtuvo por la
misma influencia, el año de 1787, en el mismo Seminario, la cáte-
dra de Ruedas de filosofia ó lIIaestrfa de estudz"antes, y, el año
de 1790, la cátedra de Sagrada Escritura. En ~1arzo del mismo
año se incorporó en el Ilustre y Real Colegio de Abogados, de Mé-
xico, previos exámenes ante esa corporación y ante la Real Au-
diencia.
Abandonó Puebla en Agosto, y se trasladó á la capital; en Octu-
bre ganó por oposición una beca de teología en el Colegio Mayor
de Santa María de Todos Santos, donde fué luego tesorero y bi-
.b liotecario; en Diciem bre se ordenó presbítero, yendo para ello á
9
su antigua diócesis, ~i bien el subdiaconado y el diaconado los ha-
bía recibido en México: la ocasión le sirvió para obtener la repre-
sentación jurídica de la Catedral de Puebla en esta capital. En
Septiembre de 1791 se graduó de Doctor en teología. Posterior-
mente recibió los títulos de licenciado [1795] y de Doctor en cá-
nones [1801].
Por oposición, aunque nada reñida, obtuvo el curato de Acaje-
te, del Obispado de Puebla, á fines de 1791. Desde entonces se
mostró activo en el ejercicio de su ministerio, especialmente como
predicador: el Dr. José María Aguirre calculaba que de 1791 á
1820 había pronunciado mil seiscientas oraciones, contando las plá-
ticas de los curatos. Su desempeño del de Acajete se señala por la
fundación de una cofradía de Piedad para los indios, insti tución
que tuvo por objeto atender á los menesterosos y prestar dinero en
condiciones fáciles á hombres de trabajo. Pero no se circunscri-
bió á las labores de su parroquia, y gestionó por varios modos su
ascenso á cargos superiores; entró en oposiciones á canongía~, y
se ocupó en negocios jurídicos; intervino en el debate sobre la in-
munidad de los sacerdotes, el cual fué suscitado por la prisión del
P. Arenas, cura de Quimixtlán, ordenada por el intendente Flon,
de Puebla, en 1799, y obtuvo, como abogado de la causa, fallo de
la Audencia en favor del fuero eclesiástico.
No logró ascender, á pesar de este triunfo, pues consideró poco
premio el puesto de promotor fiscal de la diócesis de Puebla, que
le ofrecía el Obispo.
Tres años después hizo oposición á los curatos del arzobispado
de México, y obtuvo el de Tacubaya, del cual tomó poseSlOn en
Mayo de 1802. Allí, como era su norma, se ocupó en cuestiones
públicas, y se le atribuye grande ayuda en la empresa de obras
para introducir aguas á la villa. En el mismo año en que ocupó
este nuevo curato, se le concedió licencia para ejercer de abogado
en toda clase de negocios, no solamente eclesiásticos; parece, sin
embargo, que rara vez tuvo ocasión de usar de esta facultad.
La provincia de Tlaxcala 10 nombró en 1810 diputado á las Cor-
tes de España; estuvo allí dos años en desempeño de su cargo y fué
alguna vez presidente de las Cortes. De regreso en México, fué
provisor y vicario general de la arquidiócesis (1813), examinador
sinodal de la misma, y vocal de la Junta de censura religiosa; vo-
cal de la Junta consultiva del virrey (1813), y cura del Sagrario,
adjunto á la Catedral Metropolitana, desde 1814 hasta 1821.
Continuó figurando en política, y salió electo diputado provincial
en 1813, por México, y en 1820 por Tlaxcala.
Al triunÍ<u la revolución, Guridi Alcocer perteneció á la Junta
Suprema Provisional Gubernativa, y firmó el Acta de In dependen-
547
cia el 28 de Septiembre de r821. Represent6 á Tlaxcala en el Con-
greso Constituyente de r822, y en el segundo Congreso, reunido en
Noviembre de r823, del cual fué primer presidente. Firmó el Ac-
ta Constitutiva de la Federación, el 31 de Enero de 1824, y la
primera Constitución mexicana el 4 de Octubre del mismo año.
En el orden eclesiástico, después de la independencia, obtuvo
por oposición la canongía magistral de la Metropolitana, en No-
viembre de 1821.
Murió en México el 4 de Octubre de r828.

BIBLIOGRAFIA:

Beristáin cita las siguientes producciones inéditas de Guridi Al·


cocer: Curso de filosofía moderna tres tomos de Sermones mo-
J'

rales y panegíricos/ Discursos/ Inform es sobre la inmunidad


eclesiástica/ Poesías líricas y dramáticas [se conocen pocas:
en los Cantos de las musas mexicanas, sobre la estatua de Car-
los IV, figuran una oda y un soneto suyos, firmados J. 11-:1. G. A.].
El mismo Guridi cita otro trabajo suyo que quedó en manuscrito:
Lista de los Colegiales que hasta su tiempo había tenido el
Colegz'o de Santos [Santa María]. Sirvió, esta Lista, empero,
al Dr. Juan Bautista Arechederreta pala su Catálogo de los Cole-
giales de dicho instituto, publicado en r799.
Se"rmón que en las honras del SeFior Don Baltasar Ladrón
de Guevara, del Consejo de S. M., Regenteqllefué de esta Real
Audz'encia y honorayz'o en el Supremo de Indias, predicó el
Doctor D. José Mz'guel Guridi y Alcocer, Colegz'al Mayor del
insigne y vz'ejo de Santa María de Todos Santos, cura de la
villa de Tacubaya, el día I3 de Julio de I804. En la Iglesia
del Convento del Real y Militar Orden d e Ntra. SeFiora de la
Merced, presentes la Real Audiencia, el Exmo. Ayuntamz'ento
y otros Cuerpos políticos. México, imprenta Jáuregui, r804. [Des-
crito por D. Luis González Obregón.]
Arte de la Lengua latina. México, imprenta Ontiveros, r805.
[Descrito por D. Luis González Obregón].
Sermón de gracias por la jura de Fernando VII. México,
imprenta de Arizpe, r808 [según Beristáin].
S ermón d e Nuestra Señora d e Guadalupe predicado en la
función d el Ilustre y Real Colegio de Abogados en San Fran-
cisco de México, á 2I de Diciembre de I804. México, imprenta
de Arizpe, 1810. [Descrito por D. Luis González Obregón.]
Censor ext1'a ordinario. Contestación de D. José Miguel Gu·
ridi Alcocer, á lo que contra él y los d ecretos de las Cortes se
~
ha ve.'·Lido en los núms. I3 y I4 del" Telégrafo Americano".
Cádiz. imprenta de D. Agapito Fernández, 1812. [Existe en la
Biblioteca Nacional, pág. 3r8, catálogo de la Novena división.]
Representación de la Diputación Americana á las Cortes de
Esjaiia. En IQ de Agosto de I8II. Londres, en la imprenta de
Schulze y Dean, 13 Poland Street, Oxford Street, 1812. -Reim-
presa en México, imprenta de Alejandro Valdés, 1820. [Biblioteca
Nacional, pago 318, Novena división]. Reimpresa también por
Alamán, 1!istoria de lJ[éxico, tomo 1II, documento núm. 2 del
Apéndice.
Exortación que jara el juramento de la Constitución en la
pm-roquia del Sagrario el día I I de Junio de I820 hizo su cu-
ra más antiguo .... M~xico, imprenta de Álejandro Valdés, 1820.
[Descrita por D. Luis González Obregón.]
Apologfa ae la AParición de Nuestra Seiiora de Guadalupe
d e !l:féxico, en respuesta á la disertación que la impugna. Méxi-
co, imprenta de Alejandro Valdés, 1820. [Biblioteca Nacional,
pág. 295, Novena división.]
Discurso sobre los daríos del juego . Impreso en el suplemen-
to 11 del periódico La Marimba, de Bustamante, imprenta de Val-
dés, 1832.-Segunda edición : México, imprenta de J. R. Barbedillo
y C::t, 1877.-Tercera edición: México, tipo y lit. "La Europea",
dé J. Aguilar Vera y Comp., S. en C .. 1901. [D. Luis González
Obregón posee una copia manuscrita de principios del siglo XIX].
Apuntes d e la vida de D. José .Miguel Guridi y Alcoce1' for-
m.ados por él mismo en fines de I80I y princiPios del siguiente
de I802 . lJfanuscrito inédito de la colección de D . Jvaqufn Gar-
cía Icazbalceta, que publica por vez primera su hijo D. Luis
Carda, Pimelltel, Individuo correspondiente de la Real Acade-
demia de la Historia, de Madrid, Miembro de las Sociedades
d e Geografía y de Americanistas, de París. Con noticias bio-
bibliográficas, por D. Luis González Obregón. Colección de
Documentos Históricos de México, tomo IV. México, Moderna
librería religiosa de José L. Vallejo, S. en C.; París, en casa de
A. Donnamette, y Madrid. librería de Gabriel Sánchez, 1906.
CONSULTAR: Beristáin, Biblioteca luspano-americana sep-
tentrional, artículo Alcocer/ Alamán, Historia de México, tomo
1. apéndice, doc. 15; tomo 111, págs. 15, 49, 50,68; Francisco Sosa,
lIfexicanos distinguidos, artículo Guridi Alcocer; Emilio del
Castillo Negrete, Galería de oradores de México en el Siglo
XIX, cap. V; Luis González Obregón, Noticias bio-bibliográfi-
cas, en la edición de los Apuntes [el Sr. González Obregón inclu-
yó una relación de los .!INritos y ejercicios literarios de Guridi
escrita por el Dr. José M3.ría Aguirre en rS2o].
549

ICONOGRAFIA

El retrato de Guridi Alcocer existe, en cuadro al óleo, en la Le-


gislatura del Estado de Tlaxcala.
P . H U.
550

APUNTES
de la vida de D. José Miguel Guridi Alcocer.

LEGAJO I.
APUNTE 8.
T e o lo g- í a.

No vacilé un punto en elegir entre las facultades


mayores la Teología, que me inclinaba sobre todas,
pero mi padre quiso absolutamente que cursase Juris-
prudencia. ¡Qué aflicciones, qué lágrimas me costó es-
ta diferencia! Se hubiera sin duda decidido por mi
padre, si la plaza que obtenía en el Colegio hubiera
sido compatible con aquella facultad. Pero no se per-
mitía á los que tenía lugar de gracia sino la Teología,
y en mi casa no había proporciones para fomentar el
estudio del Derecho, por lo hube de dedicarme á la
pnmera.
En sus principios, hallándose el Prelado en el San-
tuario de San Miguel del Milagro, lugar para mí tan
propicio, me concedió la beca de merced, que vestí
con aquella especie de alegría que los Romanos
la toga viril, y comencé á tener entrada en la biblio-
teca. Esta proporción y la de permitirme mayores
ocios que en las Facultades anteriores, me franquea-
ron dp.dicarme á la lectura. Pero es preciso confesar
que no era de los libros de mi profesión, que sólo sa-
ludaba para lo forzoso, llamándome la atención cua-
lesquiera otros sin exceptuar los de caballerías, co-
med i as y novelas.
En esta tranquila y agradable ocupación pasaba tan
deliciosos ratos, que me abstenía á veces aun de salir
á pasear los días de fiesta en que se nos permitía. Se-
551

mejante distracción hubiera bastado á embarazarme la


instrucción de Teología, si los exámenes anuales que
tanto excitan la emulación de los jóvenes, no me hu-
biesen precisado á estudiar con tesón, uno ó dos me-
ses antes de ellos, la letra de Sto. Tomás, que era por
la que se nos explicaba en la aula.
De este modo, presentando seiscientos artículos en
cada año, pude imponerme en la Facultad, y en la se-
rie de ellos dar vuelta á la Suma del Santo Doctor. Al
mismo tiempo, mi lectura, aunque en mucha parte
inútil, no lo fué en el todo: pues fué fruto de ella im-
ponerme en algo de la Historia y Mitología; tomar
una tintura de los sistemas filosóficos modernos; ver-
sarme un poco en las letras humanas, cuyos encantos
me han arrastrado siempre, y no ser peregrino en aque-
llas obras que da pudor no haber visto, por andar en
las manos de todos, como el Quijote, las de Quevedo
y otros.
Se me había señalado por el Colegio, al fin del se-
gundo año del cu rso de Teología, para el acto mayor
de Historia Eclesiástica y Concilios, que hasta enton-
ces habían sustentado pasantes. Esta distinción me
llenó de complacencia, mayormente por agregarme la
circunstancia de haber el Catedrático dejado á mi ar-
b itrio j a disposición del acto, que se verificó defen-
diendo las cuestiones más célebres de los siglos XV y
XVI, que entresaqué en la mayor parte de Natal y
Graveson.
Ya por aquel tiempo me había abandonado la ino-
cencia, conocía ya el bien y el mal, y, como las flores
en el verano, comenzaban á brotar con fuerza mis in-
clinaciones. Se me había retardado la malicia, pero los
medios de la filosofía fueron para mí sus crepúsculos
y los fines como la alborada de su luz, que creciendo
sucesivamente se hallaba por aquel tiempo en toda su
claridad.
A sus rayos descubrí un mundo enteramente nuevo
552
para mí. Me pareció que todo se me había variado de
improviso, que respiraba otro aire, que pisaba otro
suelo, y que habitaba bajo otros horizontes; al fin co-
mo desterrado del paraíso de la inocencia. Los her-
mosos colores con que esta viste todos los objetos que
nos rodean, en la edad dichosa en que se posee, y
aquel agradable aspecto con que enton~es se nos pre-
sentan vertiendo la alegría, habían desaparecido del
todo para mÍ. Comencé á hacer alto sobre las miserias
de la vida, en que antes no había reparado, y me volví
sensible á los cuidados, á los que hasta entonces ha-
bía sido impenetrable. Caí en una profunda tristeza
de que me costó trabajo repararme, y de que no con-
valeceré perfectamente hasta la patria.

LE G A ] O 2.

APUNTE l.

Jurisprudencia.

Cuando me gradué de Bachiller en Teología, conta-


ba diez y nueve años de edad y uno y medio de ena-
morado de una jovencita mexicana. Su hermosura era
tanta á mis ojos, que no sólo borró de mi corazón la
antigua imagen de Ignacia, sino también mi inclina-
ción al estado eclesiástico. Hasta su nombre de Ca-
mila sonaba dulcemente en mis oídos, y bastaba sólo
á inflamarme.
La ocasión de mis amores fué la costumbre que tu-
ve de pasar algunos días de todas las vacaciones en
México, en casa de una tía mía, madre de Camila. La
comunicación frecuente engendró en nosotros una afi-
ción que, creciendo por grados de año en año, llegó á
ser un amor consumado. Enlazadas con este nudo las
553
almas, resolvimos añadir al vínculo del parentesco el
conyugal.
Su casa estaba en auge, pero la mía en decadencia, y
era preciso abrirme un camino de subsistir, sin contar
solamente con su dote, á lo que el honor no me permitía
allanarme. El estudio de la Jurisprudencia fué el medio
que luego se me presentó. Pero siendo prohibido á los
becas de merced en el Colegio, hablé al Rector para
que me obtuviese 1icencia del Prelado, exponiéndole -
que, entre tanto cumplía la edad para ordeRarme, me
parecería oportuno instruirme en los Cánones, tan ne-
cesarios á un eclesiástico.
Cayó en la red, y expresándome sería una lástima
no cursase también el Derecho Civil, sin el que nadie
se impone perfectamente en el Canónico, pasó á pe- ·
dir la licencia al Obispo, quien la concedió precisa- -
mente para el último, prohibiéndome el primero. Pero ,
en los términos en que se me había explicado el Rec-
tor, me hicieron aventurarme á cursar uno y otro, for-
mándome el juicio de que éste lo disimularía aun
cuando lo supiere.
Comencé, pues, mis cursos en obsequio de Camila,
ídolo que había erigido sobre la ara de mi corazón;
pero coloqué á su lado el deseo de cátedras y demás
. distinciones á que me era lícito aspirar como pasante
teólogo, creyendo podía obtenerlas entre tanto se so-
naba la coyuntura de mi casamiento. Este deseo, con
no ser el principal objeto quP. me arrastraba, me atra-
jo mil sinsabores; siendo en que al principal, á tí ¡oh
Camila! debo el estudio de una Facultad que tanto me
ha servido.
554

APUNTE 2.

Dos lances raros.

No, puedo omitir dos lances ocurridos en las vaca-


. ciones, en que acostumbré ir á México. Habían ahor-
cado en esta ciudad á un ladrón, llamado El Velero,
que, descolgándose por las azoteas y abriendo con gan-
zúa las puertas, robaba las casas. Me contó esta his-
toria mi tía, significándome su sobresalto por los com-
pañeros de aquél, que aún andaban haciendo fechorías,
de lo que me intimidé un poco.
Una noche en que de sobremesa se había hablado
largamente de los ladrones, á la mitad de ella me so-
bresaltó escena la más terrible. Dormían en la mis-
mían en la misma pieza que yo un primo mío y un
bordador que estaba trabajando varias obras de la ca-
sa. Los gritos de éste, llamando á las demás gentes
de allá, me despertaron de mi profundo sueño. Des-
cubrí diez ó doce hombres armados de sables y trabu-
cos, cubiertos hasta más de la mitad los rostros con
los paños de sol, y uno con una linterna en mano
alumbraba á los demás.
Dos de ellos ataban fuertemente de pies y manos al
infeliz bordador, que no cesaba de dar voces. «Son en
vano, le decían, ya todos los de la casa están bien ama-
rrados; dí dónde está el dinero, ó te matamos.> «Yo no
lo sé, respondía el afligido>; pero ellos instaban en su
pregunta, y descargaban sobre él recios sablazos. Yo,
entretanto, sudaba de la fatiga, me estremecía todo
del miedo y no osaba ni menearme, conteniendo hasta
el resuello.
En esto se acercaron á mí. «¿Quién es este pícaro?>
dijeron, y yo haciéndome el dormido cerré los ojos;
pero fingía muy mal, pues los apretaba demasiado.
Tirándome de un brazo me sentaron sobre la cama y
555
me ataron las manos atrás, sin hacer yo más resisten-
cia que un cordero, porque el temor me tenía hecho
una cabra. «¿ Dónde está el dinero?> me preguntaron.
-«Señores, rospondí con voz lastimera y temblando, yo
soy un estudiante forastero, y por lo mismo nada sé
de la casa.> Entonces me dieron un empujón en el pe-
cho, de que resulté acostado boca arriba, y me echa-
ron la ropa sobre la cara.
Pasaron á amarrar á mi primo, á cuyo tiempo noté
,que mi ligadura estaba fácil de que la desatase yo
mismo, .}O que no me resolví á hacer hasta que no se
fuesen. Pero antes de este evento, que deseaba con
impaciencia porque ya me ahogaba la ropa, se desató
en carcajadas de risa la comitiva de ladrones, que lo
eran mi tía y primas con sus criadas disfrazadas, y
dos hombres que eran los amarradores. Las perdoné
la jácara y mofa que me hicieron, por el susto que me
quitaron, que puede reputarse por uno de los mayores
que he tenido.
N o fué poco el del segundo lance, al que sirvió de
teatro una hacienda, cuya cosecha se celebraba con
unos toros que se jugaron en el patio. Yo los veía en
el corredor alto con las mujeres, al lado de Camila.
Desde allí me burlaba de mis amigos, que hacían de
toreadores, charlando como una cotorra. «Baja acá si
eres hombre, me repetían, y veremos qué tallo haces.»
Me sentí inflamado de aquel valor que excita la pre-
sencia de las mujeres, y baj é al punto con el paño de
Cami la, que ella misma me había dado para hacer el
lance, lo que me infundió nuevo espíritu.
Me fuí para el toro y, puesto de pie, derecho en la
mitad del patio, lo llamé con brío y voz esforzada. Él,
que no era sordo, acudió luego y se vino con furia so-
bre mÍ. Lo i:l g uardé y le hice con aire el lance, hur-
tándole el cuerpo diestramente. Pero, la verdad, me
llenó de pavor su cercanía, al ver aquella desaforada
.comamenta, aquellos ojos encarnizados que me pare-
556

cieron del tamaño de ruedas de molino, y, sobre todo,.


aq uel resoplido que el miedo me figuró como un fuer-
te huracán.
«Ya no más~, dije dentro de mí, y revolviendo la
fiera, no la esperé, sino que eché á correr para ganar
la escalera. Antes de llegar tropecé y caÍ. El toro no
hizo más que darme un hocicazo en los fundillos de los
calzones y pasarse de largo. Las risotadas y algara-
bía que armaron no me imprimieron tanto como la
glosa que armaron las mujeres del pasaje. «Llegó el
toro, exclamaban, lo olió, .Y dijo: es estudiante, se la
perdono.>
¿ Y decaí por esto de la estimación de Camila? No,
porque no me quería para toreador. Antes por el con-
trario, quedó tan corrida como yo, y pareció quería
aliviarme llevando la mitad de mi bochorno, con lo
que me descargó enteramente de él, como que era el
único objeto á que yo atendía y procuraba complacer.
Saqué de este lance la doctrina de no meterme á lo
que no sé, .Y así de él como del anterior, la de no ex-
ponerme á los peligros superiores á mi esfuerzo.

APUNTE 4.

Deslfracias.

Al mismo tiempo de cursar jurisprudencia me ejer-


citaba en las funciones de pasante teólogo, y aun los
exámenes anuales los presentaba de esta Facultad,
por no poder lucir la primera. Crecía cada día mi am-
bición escolástica; pero también la dificultad de adqui-
rir los honores á que se terminaba. Yo no omitía me-
dio conducente á ellos, pero ¡qué débiles son los de
aquel á quien ni los enlaces ni las riquezas de su casa
le abren la puerta del favor!
l\Ie opuse á las becas del colegio de San Pablo, que
557
deseaba con ardor, no sacando otro fruto que una
tempestad de sinsabores y contradicción cuyo recuer-
do me es amargo. Subieron por sobre mí á las cáte-
dras, no sólo aquellos condiscípulos que yo juzgaba
de inferior mérito, sino también mis posteriores. Mi
Rector, á quien debía concepto, me proponía constan-
temente para las que vacaban; pero era mayor mi des-
gracia que su influjo, y la respuesta ordinaria del Pre-
lado era ser yo muy muchacho todavía. De este mo-
do, las esperanzas de colocación que concebí al cerrar
la Teología y que con nadie hubiera cambiado enton-
ces, quedaron burladas por los mismos que las envi-
,diaban.
Hicieron además Vice-rector á un hombre orgulloso,
intrépido, de un genio brutal y de talento correspon-
dientes al genio mismo, cuyo nombre suprimo por que
me deba esta consideración, á que en realidad no se
hizo acreedor. Era mucho menos antiguo que yo, nos
habíamos tratado familiarmente, sol icitando él mi
amistad, y había sido yo su recurso en los casos de
argumentos, consultas y pasos. No obstante, me des-
conoció enteramente cuando se vió constituído sobre
mí, y no trataba sino de mortificarme, poniéndome
más de una vez en el estrecho de perderme.
Crecía entre tanto la pobreza de mis padres, que
-contaban ya, conmigo, cinco hijos varones y una hem-
bra, sin traer á colación los muertos en la infancia; y
se aumentaba por lo mismo la escasez de mis asisten-
·cias. No faltaba, para colmo de mis infortunios, sino
,el golpe terrible que sufrí, estando ya en último año
de mis cursos.
U n criado de m i casa, que solía ir á verme, fué el
funesto mensajero de una nueva la más dolorosa para
mÍ. «Ya sabe Ud., me dijo después de saludarme, có-
mo se casó Doña Camila?» La conmoción que sentí
no puede explicarse, y por sin duda que la manifesta-
;,fÍa en el semblante, pues experimenté un trastorno
558

universal en mi máquina. No obstante, en fuerza de


la máxima, que me había establecido, de no aprE:tarme
el dogal que ya tengo en la garganta, ni apurar las
heces de mi cáliz amargo, procuré luego divertirlo del
asunto. «Sí, ya lo sé, le respondí, y ¿qué otras nove-
dades hay en casa?» Con esto eché la conversación á
otro rumbo, quedándome sin saber más en la ma.teria.
Cuando estuve á mis solas, me acometió un tropel
de pensamientos á que no pude, aunque quise, impe-
dir la entrada. «¿ Quién será, me decía yo, el dichoso
que me ha robado la mano de mi esposa? No hay du-
da que tendrá un mérito sobresaliente, pues ella lo ha
querido. Pero ¿su fe cómo me ha faltado? Una mujer
que jamás me dió que sentir, en cuyos amores nunca
ví la cara de los celos, y cuya constancia probada tan-
to tiempo me parecía más firme que las rocas, ¿ ha po-
dido mudarse de improviso y admitir otro am8.nte?
¿ En dón::le están aquel1a ansia que significaba por el
logro de nuestros deseos, aquella ternura con que me
requebraba, aquellos suspiros y finezas que la debía?
¡Ah Camila, Camila, cuánto me cuestas!>
No tuve un instante de consuelo en el espacio de
quince días; anduve fuera de mí en todos ellos, me en-
tregué del todo á la pena, y me pesaba hasta la vida ..
Pero embotándose poco á poco los filos de la daga que
me hería, comenzó á disiparse el nublado que me ofus-
cara, se fué despejando mi razón, y dí en mover mi
tragedia por otro aspecto que el de una libertad para
abrazar el estado eclesiástico. Sentí renacer en mí la
antigua inclinación á él, que había estado como ador-
mecida; pero no fué sino para nuevos sinsabores.

ApUNTE 5.
Elección de estado y de protector.
Llevado de mi inclinación á la Iglesia, y desprend i
do ya de las amarras que me detenían para entrar en
559
ella, emprendí un maduro examen sobre la elección de
estado. Me resolvieron por el eclesiástico, entre otras,
dos reflexiones: la una, la guerra y cuidados de los hi-
jos, de que había tenido una muestra en mis herma--
nos, y la principal, que sólo cU<l:ndo pensaba en el
mundo y sus placeres me agradaba el matri monio, y
aquél cuando me acordaba de mi salvación y las cosas
eternas.
Deliberé pretender las primeras órdenes; pero no
tenía capellanía, ni sabía idioma alguno á cuyo tí-
tulo recibirlas. Me pesó entonces no haber emplea-
do en los del país el tiempo que invertí en aprender
el francés. Tomé una tintura superficial del mexicano
y me presenté á título de principios de él, por no ca-
recer de ejemplar el haber varios comenzado á orde-
narse de este modo. Juntos un condiscípulo mío y yo
hicimos y presentamos nuestros memoriales, pero el
suyo fué admitido y no el mío, porque á favor de él
habló una persona de respeto, y por mí nadie.
Casi desesperado del suceso, y abrumado con el pe-
so del cúmulo de mis desgracias, resolví abandonar la
carrera, y tomar otro giro que me proporcionase la
suerte. Hubiera llevado adelante mi pensamiento, si
mi padre, sabedor de él, no lo hubiese impedido por
medio de emisarios, que me persuadieron á mantener-
me en el Colegio, y continuar en la infeliz vida que
pasaba.
La causa de ella en mucha parte era una fortuna
desgraciada, si puede usarse esta expresión al parecer
contradictoria. Se me tenía en el Colegio por algo más -
de lo regular, á causa de cierta facilidad en silogizar
que me había dado el ejercicio, y un poco de expedi-
ción, ó más bien descaro, para las oraciones latinas,
pláticas y demás tareas de él, Y esto es lo que yo lla-
mo fortuna, porque en realidad lo e~ que se tenga de
uno algún concepto, mayormente cuando no se me- -
rece.
560

Pero semejante reputación suele ser desgraciada en


-sus efectos, pues retarda las más veces los ascensos,
especialmente en la carrera literaria, en que el amor
propio y la emulación son tan activos. La mediocri-
dad, que ni despierta la envidia, ni excita el despre-
cio, encuentra por lo común menos obstáculos para
arribar y se concilia con más facilidad padrinos.
Yo, aburrido de no en'c ontrarlos buenos, hice de la
necesidad virtud, moderando mis deseos, y tomando
para lo sucesivo, en ahorro de pesares, la precaución
de no fomentarlos sin bastante apoyo; pues es más fá-
- cil sofocarlos en sus principios, que no darles lleno.
y como parece que no nos acordamos de Dios sino
en la aflicción, le dije en medio de la mía: «Tú, señor,
.has de ser desde hoy mi solo empeño: no busco ya el
favor de los hombresl>. Se me tendrá tal vez por mis-
ticón, pero el caso es que yo me entregué ciegamente
en brazos de la Providencia, y en breve calmó la bo-
rrasca de mis desdichas; y comencé á solazarme con
la serenidad; así como después de la tormenta se com-
place el marinero con el iris que ve estamparse entre
. las nubes.

LEGAJO 3.
APUNTE 6.
El mayor Virrey de ,1I1lxico.

Tuve entonces la satisfacción de conocer al Exmo.


Sr. D. Juan Vicente Güemes y Horcasitas, Conde
- de Revilla Gigedo y varón tan grande como el Nuevo
Mundo que le dió cuna, y de que gobernó una mitad.
Hasta los tiempos del P. Feijóo, según calificación del
mismo, el Marqués de Casafuerte era el mayor Virrey
561
.que había tenido México; pero el Conde de Revila Gi-
,gedo lo aventajó sin disputa. El cúmulo de circunstan-
-cias, de que cada una por sí sola basta á inmortalizar
á un Magistrado supremo ó á un General, formó en él
un Héroe, de los que no se ven sino de tarde en tar-
de, porque para producirlos ha menester la naturaleza
la revolución de muchos siglos. Casi tres corrieron
después de la conquista de este Imperio para que lo
gobernase; y quizá se necesitara mayor espacio para
que haya quien lo iguale.
Lo menos en él fueron su nobleza, su gallarda pre-
sencia, su aseo, sus riquezas y las condecoraciones con
-que lo honró el Rey, hasta la de Gentil Hombre de su
Cámara y Teniente General de sus Ejércitos. Sus ta-
lentos y virtudes morales opacaban el brillo de aque-
llas dotes. ] amás se ha visto Virrey más desinteresa-
.do. N o sólo no tomó el más mínimo regalo ú obsequio,
mirando como delito el presentárselo; pero ni aun su
,renta quiso percibir hasta concluír su quinquenio.
Fué tan laborioso, que el alba lo encontraba sobre
su bufete trabajando en el gobierno, y prolongaba sus
tareas hasta más allá de la media noche, sin que hu-
biera desmayado un punto, como esperaban algunos,
en los últimos años, continuando hasta el postrer día
en la misma forma que en el primero. Fué tan eficaz,
.que no sólo no demoraba expediente alguno, ni permi-
tía que lo demorasen los Tribunales y Oficinas, ha-
ciendo á sus Ministros cumplir con sus deberes; sino
·que daba audiencia á cuantos la pedían y contestaba
á vuelta de correo las cartas que le escribían de todo
.el Reino, que eran muchas por la libertad de hacerlo
que franqueaba á todos. ¿ Cuándo, sino entonces, se
ha visto un Virrey que solo ó acompañado de un sol-
dado salga por la noche á imponerse por sí mismo de
10 que pasa en las calles, sin exceptuar la menudencia
de una losa que falte en una banqueta, 6 un farol que
esté apagado, para reconvenir al ] uez de Policía?
10
Su justificación llegó al grado de conocércele empe-
ño ni resorte. N o seguía parcialidad, ni partido algu-
no. Parecía no tener carne ni sangre, ni tampoco vo-
luntad propia ó a dhesión á sus sentimientos y dictá-
menes. Yo lo ví ceder en el asunto que se creyó más
empeñado, cual fué la reelección del Dr. Berdeja pa-
ra el Rectorado de Escuelas, luego que el Fiscal y los
Catedráticos] ubilados opinaron lo contrario de lo que
pensaba. No había;'otra puerta para entrarle que la jus-
ticia ó la razón, la cual esta ba abierta de par en par
hasta para el pupilo, la viuda, el huérfano y el mise-
rable.
Su celo por el bien del Reino lo obligaba á velar so-
bre todo género de asuntos y personas, en la forma"que
podía con cada una. La hermosura de los empedrados,
la limpieza de las calles, el iluminado, los sereneros y
la fina policía de México, todo se debe á él; así como á
sus oficios incitativos el arreglo de los toques de cam-
panas, y la reforma de los trajes del Clero. Velaba
hasta sobre las elecciones de los Prelados de las Reli-
giones, para que fuesen pacíficas y se atendiese el mé-
rito. En San Francisco hizo saliese Provincial el docto
y ejemplar P. Figueroa, primer capilla de la Provin-
cia, en quien no se pensaba la noche anterior al Ca-
pítulo.
Su actividad era suma. Pensaba y meditaba mucho
para tomar una resolución; pero, una vez decretada, la
llevaba hasta el cabo con constancia. Los mayores
obstáculos no bastaban á arredrarlo de los justos pro-
pósitos, atropellando las dificultades que se oponían
como exige un buen gobierno. Porque á la verdad ¿de
qué sirve una sabia providencia, si no se hace obede-
cer? Nada importa dar un paso, si no se sienta bien él
para no volverlo atrás.
Su vasta comprensión no parecía tener límites. se-
gún retenía los sujetos y pasajes de su dilatado Vi-
rreinato para su acertado régimen. En el cúmulo de
los negocios de un Reino, y en medio de tantas aten-
ciones como lo cercaban, se acordaba á la hora, des-
pués de cuatro ó seis meses, de la cita que había he-
cho á un sujeto, para reconvenir por falta á ella. En
esta parte no hay mejor testimonio que la misma pro-
lija y circunstanciada instrucción que para el gobierno
dejó á los sucesores. Y lo son de su sagacidad y talen-
tos innumerables pasajes, de que sólo referiré uno que
sirva de muestra.
Se quejó una viuda de que un platero rico, su com-
padre, á quien había empeñado en mil pesos unas pul-
seras de mucho precio, se había quedado con ellas para
uso de su esposa, negando el contrato, de que no había
constancia ni testigos. El Virrey hizo retirar á la quere-
llante á una pieza anterior, y comparecer al platero en
su presencia. Le refirió la demanda, y negaba: aparen-
tó darse por satisfecho, entrando en conversación so-
bre otras materias, y haciéndole varias preguntas, pa-
seándose al mismo tiempo por el salón. En medio de
la parla, haciendo ademán de buscar por las bolsas de
su casaca, dijo: "Me he dejado adentro mi cajuela,
¿V. usa polvos?" "Sí, Señor", respondió el patrón fran-
queándole la suya.
La tomó S. E. y, quedándose con ella en la mano,
como por 01 vido ó abstracción, continuó sus paseadas,
y llegándose á la puerta la entregó á un alabardero, y
le previno en secreto marcharse con ella á la casa del
platero, di cien do á nombre de éste á su esposa, que,
por señas de aquella caja, le entregase las pulseras de
la comadre, pues ya se había descubierto todo ante el
Virrey . El pensamiento salió tan bien, que la alhaja
empeñada estuvo en un momento en las manos de S.
E. quien, confundiendo con ella y la presencia de la
viuda, que hizo salir entonces, al infame platero que
no podía ni hablar, entregó á aquella sus pulseras, y
condenó á éste á perder los mil pesos prestados, en pe-
na de su maldad.
Semejante ardid para descubrir la verdad fué muy
celebrado, así como todas sus acciones y prendas, que
realzaba con la finura de su porte, y la urbanidad y
atención con que trataba á todo género de personas.
No es posible dar en breve justa idea de un hombre
que era admirable por cualquiera parte que se le mira-
se: sordo á la adulación, insensible al favor, impene-
trable por los obsequios, férreo para el trabajo, de fue-
go por el celo y actividad, de bronce para la constan-
cia, de cera para la conmiseración, de diamante por la
finura y de oro por los talentos.
No tenía que envidiar á los mayores Héroes de la
antigüedad, sino lo que Alejandro á Aquiles, esto es,
un sabio que aplaudiese dignamente sus hechos, como
€ste tuvo á Homero y aquel á QuiQto eurcio. Ha ha-
bido ya quien recite sus alabanzas en los honores pós-
tumos que se le han tributado en medio de los templos,
á la presencia de los altares, y a un se han dado á la
prensa; pero nadie todavía ha igualado la celebridad
de su nombre. Yo hubiera ya emprendido su elogio, si
sólo hubiese consultado mis deseos, sin tantear mis
fuerzas; pero al considerar lo débil de éstas, congratu-
lándome de haberlo conocido, me contento con ser su
admirador, ya que no puedo aspirar á la gloria de su
panegirista.

LEGAJO 5.
APUNTE 2.

Oposición de la Magistral de México.


Año de I797.
Perdidas las esperanzas y mirando cerradas todas
las puertas de salir de Acajete, me armé con mi filo-
s::>fía de buscar á las cosas el aspecto por donde me-
565
nos ofendan, y procuré distraerme con el juego y con
cuantas diversiones pude, de las que se me propor-
cionaron las más agradables según mi corazón. De es-
te modo, ya que no conforme y satisfecho, quede á lo
menos acostumbrado al Curato, y no violento en él.
Entretanto, se preparaba otra campaña 6 expedi-
ción literaria, nada menos que en la Metrópoli, para
cuya magistral se habían convocado opositores, é iba
ya á abrirse su concurso. Antes de cumplirse el tiem-
po estaba allá mi corazón. Tomé mi equipaje y me di-
rigí á Puebla, dispuesto á continuar desde allí me de-
rrota; pedí la venia al Prelado. Pero ¡qué chasco! No
quiso que fuera, después de publicado mi viaje, ha-
berlo escrito á México, y despedídome de muchas gen-
tes.
«Yo no puedo, me dijo, negar á Ud. la licencia que
pide, pero le aconsejo lo contrario. No está Ud. ya en
situación de salir á sólo hacer mérito, y nada más
conseguirá en este concurso. No quiero que desairen á
mis Curas, y á un Cura de mi estimación.» Encogí los
hombros y me resigné con su dictamen, volviéndome
á Acajete con el rabo entre las piernas, y sintiendo se
me frustrase una ocasión, en que había de avanzar al-
go. Pero ¿quién, preguntarán, me lo había dicho? Na-
die más que el corazón.
Supo el Obispo me había yo regresado tristísimo, y
sólo por complacerlo. Se condolió, y me envió luego
la licencia, con lo que sin perder momento me puse en
México. La fortuna fué conmigo y me acompañó en
todos mis ejercicios, con lo que está dicho no parecie-
ron mal. El Sr. Dr. y Mtro. D. José Serruto se de-
claró mi protector, sin conocerme de antemano. Y es-
ta utilidad bastaba á darme por satisfecho de mi
VIaJe.
A la verdad, hacía mucho honor el aprecio de un hom-
bre tan grande,que había competido con el insigne Por-
tillo; que por su literatura y habilidad, destituido del fa-
566
vor, se había ganado una beca de oposición en el Co-
legio de San Ildefonso, la Cátedra de Retórica de la
Universidad, los primeros Curatos del Arzobispado y
la Canongía Magistral, de la que subió á las Dignida-
des hasta de Arcediano en que se hallaba; que fué
presentado por el Rey para la Mitra de Durango, que
renunció, y que estaba reputado por el mayor Teólogo
y el primer Predicador de la Corte.
«U d. me hará el honor, me dijo, de creer que le ha-
blo con sinceridad. Jamás he hecho juego por nadie,
voto lo que me parece justo, y dejo á cada cual que
haga lo que quiera; pero Ud. me ha ganado el cora-
zón, y me hago para siempre su protector;,>. En efec-
to, habló en mi favor á cuantos pudo, asociado del
Dr. Beristáin, que también manifestó entonces su
amistad. Obtuve por fin cinco votos, de los doce que
componían la votación, en el tercero lugar, y há.bría
llevado el segundo si el Arzobispo no hubiera toma-
do empeño por otros.
Los que me votaron fueron los dos expresados, el
Deán Dr. y Mtro. Valentín Narro, varón ta.n respe-
table por su ciencia, como venerable por su virtud, el
Dr. D. Pedro Valencia, célebre Predicador de la bó-
veda de San Ginés de Madrid, de donde pasó á aque-
lla Catedral , y en la que se ganó sobresaliente repu-
tación en el púlpito, y el Dr. D. Juan José Gam-
boa. Los demás vocales tenían ligados sus votos con
el del Arzobispo, de quien eran ó familiares, ó hechu-
ras, ó uno .Y otro. El Dr. Jaravo estrechó entonces
amistad conmigo; pero me confesó ingenuamente no po-
día separarse del Preladc, sin cuya liga él y otros tres
me hubieran favorecido en el tercer lugar, de lo que
manifestaron deseo.
Esto sedujo á mis protectores, que variaron su pri-
mer pensamiento de votarme en el segundo, creyendo
me importaba más llevar á aquel entero; pero se en-
gañaron, porque ni para él dejó libertad el Arzobispo
56 7
á los que creyeron tenerla. La Canongía recayó justa-
mente en D. Gaspar Candamo, Doctor de Salamanca,
en cuya Universidad lució, y Canónigo de Guadala-
jara. Había sido también Gobernador de la Mitra del
N uevo Reino, y tenía hechas varias oposiciones con
universal aplauso.
Sobre todo, como tuve la suerte de caer en gracia,
me dí á conocer en la Corte, adquirí un pedazo de
nombre que no merecía, y gané muchas amistades y
estimaciones, que ni aun acerté á prometerme. Este
es un fruto verdadero, el que más debe satisfacer al
alma, y que yo aprecio sobre las Prebendas mismas.
U n plebeyo, un infeliz que al pasar un sujeto por la
calle, lo señala con el dedo diciendo con aprecio, <tes-
te es fulano», lo engrandece más que un Príncipe ele-
vado de los puestos por complacer á sus empeños.

APUNTE 3.

Hermosura e:J..traordinaria.

En la temporada del concurso á la Magistral conocí


la mayor hermosura que han visto mis ojos, capaz de
pasar en un siglo idólatra, no sólo por Deidad, sino
por Diosa de las Deidades mismas. Las descripciones
pintorescas de las novelas, aquello de cuello de ala-
bastro, labios de carmín, mejillas de rosa, dientes de
marfil, manos de nieve, ojos de luceros y demás ras-
gos metafóricos que en ellas se usan, de ninguna otra
pueden decirse con más propiedad. Yo la tuve por
superior á la georgiana Kemiske y la griega Hele-
na, porque encontré en ella las treinta cualidades 6
circunstancias que cc,nstituyen una hermosura perfec·
ta, la que describí en su obsequio, llamándola con el
nombre de Nise, que la daré también en esta narra-
ción.
568
Añadía á su belleza y alta esfera todas las gracias:
encantadoras de la música, y un genio amable, des-
prendido del orgullo. Ni las dotes con que la regalÓ'
la naturaleza, ni la opulencia de los bienes de fortuna
que poseía su marido, ni las adoraciones ó inciensos
que la tributaban mil derretid05 corazones, bastaron á
soplar en sus cascos la vanidad. Esta circunstancia
sobre las demás me prendó, y como hallé gracia en
sus ojos, sin detenerme en el examen de su carácter y
talentos la amé luego.
No pienso lo extrañará sino quien, no pudiendo
formar nobles ideas de aquella inclinación, se lo repre-
senta sólo entre las sombras del delito y del horror, 6
quien ignore el mecanismo moral de los afectos. Las
prendas son imán, y acero las voluntades. Un objeto
amable es preciso que arrastre tras sí á cuantos co-
nozcan su mérito, y para que yo deje de amar á un
sujeto digno de ello, no basta sacarme el corazón, es
necesario también quitarme el alma.
U n amigo me introdujo en casa de Nise, pero en
breve no necesité ya de su auxilio, porque ella misma
me permitió el honor de frecuentarla, expresándome
podía ir por mí sólo cuando gustase. Todo el tiempo
que duré en México, la visité á menudo, hice hablar
á las Musas, empleando en ella la poesía, tomé los co-
loridos de ésta para hermosear la prosa de las con-
versaciones, y disfruté sazonados ratos oyéndola gor-
jear al compás del fuerte-piano que pulsaba dulce-
mente. Pero como todos los gustos de la vida termi-
nan en una amargura mayor que el deleite con que
brindan en los principios, comencé á sentir con satis-
facción el dolor de la despedida.
Antes de llegar, me presenté pidiendo certificación
de los votos que había ganado en la terna de la Ca-
nongía; pero se negó absolutamente en dármela el Ar-
zobispo. No lo sentí mucho, porque sólo la quería pa-
ra mayor constancia, teniendo ya en mi poder la sufi-
569
ciente en un oficio, que me había dirigido el Secreta-
rio de Cabildo avisándome los votos. Tampoco culpé
de la negativa al Príncipe, el Exmo. é Ilmo. Sr. Dr.
D. Alonso Núñez de Haro y Peralta.
Era de muy fina literatura y de bello gusto, espe-
cialmente en el púlpito, en que se hacía admirar, tanto,
por las piezas como por el arte de decirlas, á que aña-
día gracia su hermosa figura. Lució en Italia siendo -
Colegial mayor de San Clemente de Bolonia, yen Es-
paña de Cqnónigo de Toledo, de donde ascendió al-
Arzobispado de México, acumulando á esta dignidad
la Gran Cruz de Carlos III y el Virreinato y Capitán
General de Nueva España. Era de sana intención y
corazón nobilísimo, pero el extremado ámor á su pa-
tria lo hacía ver con desafecto el país que gobernaba, .
y el demasiado concepto que tenía de algunos que lo ~:
rodeaban, y de que ellos solían abusar, lo hacía em-
prender á veces lo que no hubiera pensado obrando sin
sugestión.
Respeto su memoria, y amé su persona, aunque no
fuera sino porque recibí de su mano desde la Tonsura
hasta el Diaconado. No me quedó, pues, de S. E.
queja alguna, y convertí todas las más contra el hado
y las estrellas, que me estrechaban ya á separarme de
una ciudad donde recibí tantos favores y en donde
dejaba á Nise, que en los últimos lances no pareció
sino que intentaba hacerme más dolorosa la partida
aumentando sus finezas. La caminata, por quererlo
así tres amigos que me acompañaron por pasear, se
dirigió por Cha1co, y yo mezclé con las aguas de su
laguna mis lágrimas, regando también con ellas los ·
montes y los valles.
570

ApUNTE 4.

Contratiempo.

Restituido á Acajete, escribí mi llegada á todas las


persona de que recibí favor, dejándose entender la pre.
ferencia y expresión con que lo haría á Nise. Deseaba
con ansia su respuesta, para consolar con ella los ayes
que exhalaba. ¿Quién duda, me decía á mi mismo,
que ella será el mayor lenitivo á mi pena, y el único
bálsamo que pueda aplicarse á mi herida? Pero aún
estoy esperando el tal bálsamo.
Pasado el tiempo en que debi recibirlo, y no habién·
dose verificado, me acordé de la veleidad y novelería
con que había oído la notaban algunos y sobre lo que
. ella me había prevenido, expresándome no creyera sino
lo que experimentase, y no lo que me dijesen. Pero
habiéndose agregado á las hablillas el experimento,
me indigné, teniéndome por un simple de buenas cree·
deras en haberme persuadido de su dicho. Al punto
sofoqué mis suspiros, y estuve por ir á recoger las lá-
.grimas que había derramado en el camino. No hay que
admirarse, porque, aunque era Deidad, era una Dei·
dad humana, de carne y hueso, y con figura corporal
como nosotros.
A este contratiempo tan sensible para mí, sucedió
otro de que me alegré en vez de apenarme. El Mar-
qués de Branciforte, Virrey entonces del Reino, de-
claró inhábiles para actuar en los negocios seculares
á los Abogados Clérigos en los términos que lo pres·
cribe la ley, que no estaba en observancia, previnien.
do ocurriese á habilitarse el que gustase, exhibiendo
la cantidad señalada en la Cédula de las gracias de
sacar. Yo no quise ocurrir, teniendo la especie por una
de aquellas socaliñas que solía meterle al Virrey en
la cabeza el Conde de la Contramina, su mano dere-
cha, compadre y confidente.
571
Por otra parte, la inhabilit ación me traía la utilidad
de excusarme de muchas asesorías y defensas, en que
los amigos y conocidos que hacían trabajar sin paga
alguna, que jamás he exigido á nadie, ejerciendo la
abogacía á la romana y con menos interés que los de
aquella República, quienes se servían de este medio
para conciliar los votos del Pueblo en las elecciones
de sus empleos.
En aquel mismo año me avisó S. Exa., por medio de
un oficio, había dado cuenta al Rey con el expediente
de la Cofradía de Piedad, y en el mismo tuve la satis-
facción de verle el fin. Sin demora se vió en el Conse-
jo, y Su Majestad se sirvió aprobarla por Cédula de 3
de Agosto de 1797, y aquel Supremo Senado mandó
se me pusiese una carta de gracias, que en efecto re-
cibí subscripta del Sr. D. Francisco Cerdá.
Mi agente me remitió la Cédula, y yo la dirigí á
Orizaba, donde se hallaba S. Exa. comandando las tro-
pas acantonadas para defensa del Reino contra el In-
glés. Esta circunstancia, á que era consiguiente el
transporte de los expedientes de Orizaba á México y
de México á Orizaba en una especie de despacho am-
bulatorio, y la venida del nuevo Virrey, el Exmo. Sr.
D. Miguel José de Azanza, traspapelaron la Cédula y
se pasó mucho tiempo para que se le diese el corres-
pondiente.
El sello y remate de los contratiempos de aquel año
fué la vista de mi amado amigo el Dr. Conde. Algún
tiempo antes le había acometido apoplejía, que lo de-
jó fuera de sÍ. Por entonces me dijeron estaba muy
alentado, lo que me movió á verlo. Me hicieron espe-
rar en una sala mientras le avis aban. Salió después
de un breve rato, sosteniéndolo dos lacayos por deba-
jo de los brazos, como si fuera de palo. Llegando al
asiento, se dejó caer de golpe en él, tenía fijos los ojos
á una sola parte, y no articulaba sino una palabra,
que como por fuerza se le arrancaba de la boca.
572

Me enternecí con tan doloroso espectáculo, espe-


cialmente haciendo paralelo entre su actual situación
y el resto anterior de su vida, en que levantaba en
peso un concurso, teniendo pendientes de sus labios á
cuantos lo escuchaban. Dan ganas de moralizar en se-
mejantes casos, y yo ponderaba dentro de mí la mise-
ria humana, al ver sin voz al Mayor Orador de Amé-
rica, y me pareció mirar muda á la elocuencia misma.
Así sobrevivió todavía cerca de dos años, si puede
llamarse vida una muerte anticipada, á la que no fal-
taba para llamarse tal sino el polvo del sepulcro. Yo
lo ví como un cadáver que aún no se había enterra-
do.

APUNTE 5.
Despedida del jueg-o.
Año de I798.

Por aquel tiempo comenzó á darme en cara el juego,


cuyo hastío me iba orillando á la resolución de aban-
donarlo. Él, como si hubiera conocido mi desdén, no
pareció sino que intentaba vengarse, tratándome con
más rigor que el que había usado hasta entonces. En
fines del año de 97 y principio del siguiente me dió
recios golpes, y me hizo beber tragos muy amargos,
ya con las pérdidas, ya con las contestaciones y lances
desazonados que él ocasiona á menudo.
A la mitad de la cuaresma, cuando estaba más ol-
vidado de él, ocupado de las tareas propias del tiem-
po, del confesionario y púlpito, después de haber apa-
gado una noche la vela, metido ya bajo las sábanas,
me asaltó intempestivamente el pensamiento de los
males que origina el juego. Discurriendo de uno en
otro se me atroparon tantas reflexiones, que no pude
conciliar el sueño hasta cerca de la madrugada. Ape-
573
nas ray6 la luz, cuando dejé la cama por hacer apun-
tes de las ocurrencias de aquella noche, los que guar-
<lé para extenderlos concluída la ocupaci6n cuaresmal.
Después de ella me dediqué con tes6n á la obra
preparada, y formé un papel que titulé: Discurso sobre
los datios del fue{[o, y que puede verse como mi despe-
dida de semejante diversi6n. La meditaci6n sobre sus
males quitó á mis ojos las cataratas que los cegaban,
y acab6 de madurar la resoluci6n de dejarlo, sin que
desde entonces hasta ahora haya vuelto á mezclarme
en los de azar 6 de envite. El principal fin que me
movi6 para formar aquel escrito, fué desengañar á los
ignorantes á quienes tal vez mi mal ejemplo hubiese
dado apoyo Ú opini6n para jugar, que no sería extra-
ño, cuando los tahures la toman de los más débiles
pnnClpIOS.
Me ocupaba también por entonces la pretensi6n, en
el Colegio de Santos, de ] oaquÍn y otro discípulo mío
Francisco Cantarines. Este negocio me traía inquieto,
y aunque los había recomendado personalmente con
todos los vocales cuando estuve en México, no cesaba
desde el Curato de hacer por escrito los oficios condu-
-centes. A pesar de todo, se había puesto de tan mal
semblante la pretensi6n, que sin duda se hubiera frus-
trado, á no estar de por medio Eusebio, quien tom6
el empeño correspondiente á nuestra amistad y al
-amor que sabía profesaba yo á aquellos discípulos.
Tuve por fin la satisfacci6n de que vistiesen las be-
·cas, el primero de Jurisprudencia, y el segundo de
Teología. Y aunque el último se ha manifestado un
poco ingrato á esta y otras muestras que le he dado
·de afecto, no por eso me arrepiento de lo que he coo-
perado á su bien, pues el hacerlo jamás debe tener
por blanco el reconocimiento del beneficiado. La sepa-
raci6n del primero me fué muy sensible, como que era
·el amigo de mis confianzas, á quien comunicaba hasta
.mis últimos pensamientos.
5i4

PROCLAMA.

Habitantes de Nueva España: no os alucinéis con


el infausto suceso de la antigua. La traslación del ce-
tro á las manos de Bonaparte es violenta, por el lu-
gar y circunstancias; aun sin ella sería nula su enaje-
nación general, por no comprenderse en las regalías
de un monarca. Sobre contrariarse al origen y objeto
de la Soberanía, que son la defensa y conservación de
los Estados, ¿ podría ser felicidad de alguno de ellos
reducirse á provincia 6 feudo de un extraño? Y ¿ cuál
es el dueño á quien se entrega la Península? Un hom-
bre cuyas supuestas dotes se obscurecen con defectos
desmedidos; cuya exaltación se debe más á la suerte
y á la intriga que al mérito y la virtud, y á quien, si
la lisonja ha llamado héroe, y apellidado con el renom-
bre de grande, por su prosperidad, ésta misma ha des-
cubierto sus defectos. Ya se acabó de correr el velo
que ocultaba su ambici6n y perfidia; se entreveían por
los países por donde ha llevado el terror de su nume-
roso ejército; pero se manifestaron del todo á España,
que ha visto en su real familia romper la fe de los
pactos, las leyes de la hospitalidad, los derechos de
las alianzas, y la gratitud de los servicios. No ha qui-
tado á un neutral una armada de treinta embarcacio-
nes, sino que arrebató á su amigo una monarquía de
más de veinte coronas. ¡Qué diferentes catástrofes las
de Copenhague y de Bayona! Si él denigra al primero,
para la iniquidad del segundo, no fué bastante teatro
una ciudad, y hubo de consumarse en Burdeos. ¿Quién
creerá las más solemnes promesas que haga á los pue-
blos su juzgador, cuando así se maneja con los Reyes?
Conservará la separación de una corona, pero unién-
dola á una confed€ración que emprende, y obligándo-
la á un contingente de que se vale; mantendrá la pro-
piedad á los particulares, pero cargándola de excesivas-
575
contribuciones, aun cuando no dispare un fusil para .
ocupar un Reino. ¡Qué ejemplar de lo uno los nuevos ·
que ha creado, y de lo otro Portugal! Sobre todo, la
religi6n resiste rendirse, á quien se maneja como si no
la tuviese, ó que la ve como política. Bonaparte se
llama cristiano en Francia y mahometano en Egipto; .
con s6lo variar de territorio 6 ponerse sombrero 6 tur-
bante, reconoce diversos profetas. Simula la creencia
de los Sacramentos, protege á los judíos, favorece á
los protestantes, queriendo se le reúnan los ortodoxos,
y ha trastornado la Iglesia, quitando religiosos, supri-
miendo can6nigos, usurpando sus rentas, y faltando.·
al respeto á su cabeza el Romano Pontífice. Tal es su
catolicismo. Cerrad, pues, vuestras puertas al déspo- -
ta de la Europa; si no se las abrís, jamás podrá entrar ·
en la América. Su formidable poder para el otro con-
tinente es ninguno para el vuestro, resguardado por
la naturaleza, por las costas, por la pericia militar en -
su jefe, por la sabia direcci6n en sus ministros, por la
disciplina en las tropas, y por ~l patriotismo y lealtad
en los corazones. Mantenedlos reunidos, apartaos de
todo espíritu de partido, y desplegad vuestro valor,
implorando de antemano al Dios de los Ejércitos con
públicas deprecaciones, con las que tal vez suspende-
réis, como los Ninivitas, el azote de la ira divina, si
acaso ha decretado castigaros. Con no humillar el cue-
llo al yugo que os amenaza, serviréis á vuestros Sobe-
ranos conservándoles esta preciosa posesión; propor-
cionaréis á vuestros hermanos del oriente un asilo á
donde emigrar, si la necesidad lo exigiere: veréis por
vuestros intereses y familias; defenderéis la patria, y
sostendréis la religi6n. Hecho que celebrará el orbe
y transmitirá la fama á la posteridad.

(Diario de ¡}léxico, 24 de Noviembre de 1.808.)'


FRANCISCO MANUEL SANCHEZ
DE TAGLE

Francisco Manuel Sánchez de Tagle nació el I I de Enero de


1782 en Valladolid de Michoacán [hoy Morelia]' Sus padres fueron
Don Francisco Manuel Sánchez de Tagle y Doña María Gertru-
dis Varela: el primero pertenecía á la familia de los Marqueses
de Al tamira.
Se educó en México, á donde se trasladaron sus padres desde
1787. En 1794 entró al Colegio de San Juan de Letrán, dirigido
-por el Dr. Marrugat, y estudió teología, filosofía y jurisprudencia.
Dícese que fué alumno distinguidísimo; dominó el latín, el fran-
cés y el italiano (más tarde aprendió también el inglés), estudió
matemáticas y física y se aventuró en la filosofía moderna (Descar-
tes y Leibniz). A los diecinueve años de edad fué nombrado por
el Virrey Iturrigaray catedrático de filosofía en el mismo colegio
donde había estudiado. En 1799 se graduó, en la Universidad de
México, de bachiller en filosofía, yen 1802 de bachiller en teología.
Hombre de aspiraciones enciclopédicas, se hizo notar por su afi-
ción á las artes plásticas, y hacia 1805 se le nombró socio de la
Academia de San Carlos (plantel oficial de la enseñanza de bellas
acrtes): más tarde fué allí consiliario.
Comenzó su carrera política como regidor del Ayuntamiento de
México. En Julio de 1813 fué elector de partido para la designación
-de diputados á Cortes. En 1814 fué electo diputado á lag Cortes
de España (á dOLde no llegó á ir); en 1815, vocal de la Junta de
Arbitrios; en 1820, por las Cortes, miembro de la Junta de Cen-
sura.
A pesar de que su prudencia le mantuvo siempre en buenas re-
1aciones con el gobierno colonial, simpatizó con la guerra de se-
paración, y, al entrar el Ejército trigarante, fué miembro de la
Junta Suprema Provisional Gubernativa, y redactó el Acta de
Independencia, firmada el 28 de Septiembre de 1821. Estuvo en
II
578
el primer Congreso Nacional, donde tomó parte en diversos deba-o
tes. De 1824 á 1846 fué electo cinco veces diputado y una vez se-o
nadar por el Estado de Michoacán. En 1824 y 1825, como vice-
gobernador del Estado de México, sustituyó interinamente al go-
bernador electo; en el Estado de Michoacán se le eligió goberna-
dor, pero no aceptó el puesto. En 1830 fué nombrado Contador
de la Renta del Tabaco: y más tarde fué individuo y secretario
del Supremo Poder Conservador. En 1836 entró al Monte de Pie-
dad como director: en el desempeño de este cargo estuvo hasta su.
muerte.
En la época colonial había sido miembro de la Junta de Caridad
del Hospicio de Pobres [desde 1810]. Ya establecida la Repúbli-
ca, perteneció á la Compañía Lancasteriana de Educación; presi-
di6 la Escuela Patriótica y la Junta de Beneficencia; formó parte
de la Sociedad Económica de "Amigos del País" , de la Academia
de Legislación y Economía Política [donde se le eligió presidente]
y perteneci6 también á la Comisión legislativa que redactó el plan
de estudios de 1834.
El Papa [¿Pío VIII?] le confió en 1831 una misión secreta y le
concedió licencia para toda clase de lecturas,
Fué Mayoral de la Arcadia de México, como sucesor de Na-
varrete, desde 1809; escribió desde 1805 en el Diario de Méxz'co
con los seudónimos de Nicolás Fragcet y Flagrasto Cz'cné y á
veces sin firma; más tarde colaboró en El Observador de la Re-
púbHca Mexicana. Dícese que en 1833 destruyó muchas de sus·
poesías: la edición de sus Obras poéticas fué póstuma.
La invasión norte-americana, en 1847, le abatió profundamente;
durante ella fué asaltado y herido por dos malhechores, Murió, en.
México, el 7 de Diciembre de 1847.

BIBLIOGRAFIA:

Oda á Humboldt, en su partida de la Nueva España. [Beris-


táin la menciona como obra aparte: no sabemos si fué impresa en
folleto. En la colección póstuma de Obras poéticas figura entre-
las Odas pindáricas,]
A lagloria inmortal de los vaHentes españoles, Oda. Sin pie-
de imprenta. (Existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional, pág.
:%59, catálogo de la octava división. En las Obras poéNcas del
autor figura con el título de Al levantamiento de la Espaiia en
la invasión de los franceses, entre las Odas pindárz'cas.)
Oda en la coronación de Fernando VII, premiada por la Uni-
579
versid ad, 1809. [La indica Berist áin: no sabem os si fué impres
a
aislada mente. No se reprod ujo en las Obras poétic as.]
Oda sobre lo que exige de nosotr os la religi6 n en las crítzca
s
circun stanci as del tiempo . Méxic o, impren ta de Arizpe ,
1&09.
[Exist e un ejemp lar en la Biblio teca Nacion al, pág. 410, Noven
a
divisió n. Se reprod ujo en las Obras , entre las Odas pindáy
z'-
cas.]
Odas á la Inmac ulada Conce pción de María. México , 181
I.
[Según Berist áin. En las Obras poétic as, entre las Odas religz'
o-
sas, sólo aparec e una á este asunto .]
La infelz' cidad huma na. Oda. [La indica Beristá in, sin
ex-
presar si fué impres a aislada mente. Figura en las Obras entre
las
Odas ptndá ricas. ]
El rompi miento , El estío y La palino dia, traduc idas
de
Metast asio. México , 1811. [Según Beristá in. Las tres aparec en
en
las Obras entre las Pz"ezas divers as.]
Areng a cívica pronu nciad a en la Plaza Mayo r de Méxic o,
el
I6 de Septie mbre de I830. México, impren ta del Aguila , dirigid
a
por José Ximen o, 1830. [Biblio teca Nacion al, pág. 227, catálog
o
de la octava divisió n.]
Discu rso sobre la creaci 6n de un poder conse rvado r, pro-
nuncia do el I5 de Diciem bre de I835. México, impre nta
de J .
M. F. de Lara, 1835. [Biblio teca Nacion al, pág. 350, noven
a di-
visión. ]
Obras poétic as del Señor Don Franc isco lI1"anuel Sánch ez
de
Tagle, recogz 'das y orden adas por su hijo Don Agust ín,
quien
las public a á nombr e de todos sus herma nos. Méxic o, tipogra
fía
de E. Rafael , 1852. 2 vols.
CONS ULTA R: Diari o de México , 26 de Agosto de 1808, 12
Y
20 de Julio de 1813; 16 de Marzo de 1814; Album Mexic
ano,
México , 1849, artícul o de la redacc ión, pág. 110; Beristá in,
Bi-
blz'oteca hispan o-ame yz'can a septen triona l, artícul o Tagle /
Bus-
taman te, Tres siglos de México , tomo IIl, págs. 101 y 330,
tomo
IV, págs. 28 y 258; Cuadr o lu'st6yz'co de la revolu ci6n mexica
-
na, tomo I, pág. 272, tomo n, págs. 89 y 254; Diccio nario
de
histor ia y geogr afía, México , 1853-1 859, artícul o Tagle /
Mar-
cos Arróni z, Manu al de biogr afía mexic ana, artícul o Tagle
/
José Joaquí n Pesado , Notz'ci a bz'ográ tica, al frente de las Obras
poéticas~' Franci sco Pimen tel, Hz'sto ria crítz"ca
de la poesía en
México , capítu lo XIII, Sánclz ez de Tagle / Franci sco Sosa,
Me-
xz'can os dz'stz'nguz'dos, artícul o Sánch ez de Tagle (repro ducido
en el libro Las est~uas de la Refor ma y en el Dz"cci onario
de
García Cubas ); J. M. Roa Bárcen a, AcoPio de soneto s castel lanos.
580

ICONOGRAFIA:

~Un retrato de Sánchez de Tagle, hecho á lápiz por José María


Pérez, existe en poder de su nieto D. Benjamín Sánchez de Ta-
gle: fué reproducido al óleo (copia que existe en el Monte de Pie-
dad) y en litogr afía, en las Obras poéticas y en la Historia de la
poesía en kIéxico de Pimentel, edición de 1885.
;::-:: Hay, además, un retrato al óleo, hecho hacia 1840 por un hijo
del poeta, Francisco Manuel: 10 posee actualmente su nieto D.
Ismael Sánchez de Tagle; dos miniaturas en marfil, al acuarela, y
otro óleo, de cuerpo entero, en poder de D. Joaquín Adalid: del
último se hizo una litografía que apareció en el Album Mexi-
cano, 1849. con biografía, y otra para la obra Los gobernantes de
México, de Manuel Ribera Cambas, tomo 11, apéndice.
Un busto suyo se conserva en la Academia de Bellas Artes; otro
se halla en la verja de la Bibliotlica Nacional. El Estado de Mi-
choacán le hizo erigir una estatua en bronce, obra del escultor
Jesús Contreras, en el Paseo de la Reforma de esta capital.

P. H. U .


s8r

.
LA PRIVACION INUTIL .

--

¿Qué importa, Silvia, qué importa


que un tiránico precepto
me prive de hablarte y verte
y de tí me tenga lejos,
si el amor no reconoce
de algún mortal el imperio,
y la privación lo aumenta
cual la seca leña al fuego?
Podrán hacer que distante
viva de tí, y ya lo han hecho,
mas no que ,deje de amarte,
.
SI no me arrancan pnmero
.
esta vida, que sin tí
me es odiosa y la aborrezco.
Sí, mi bien, que en lo más hondo
de mi cariñoso pecho,
con inmortales colores
amor, artífice diestro,
te ha pintado, tan al vivo,
que eres tú la que está adentro.
Allí te hablo, allí te miro,
allí contigo me quejo,
allí mis lágrimas tristes
con tu ardiente llanto mezclo,
allí á par nos exhortamos
á sufrir el hado adverso;
allí, en fin, al amor mismo
por fiel testigo trayendo,
eterna afición me juras,
y yo un inviolable afecto.
Esto, sÍ, impedir no pueden
los que, aunque con sano intento,
se oponen á nuestra dicha,
que nos unamos prohibiendo.
Digan, obren, amenacen;
no me acobardo, no temo;
d uJ ces me son las desdichas
si de tu amor estoy cierto.
Es verdad que no mirarte
me es, Silvia, martirio horrendo,
y me tiene sumergido
en amargo llanto y duelo:
la noche me halla llorando,
la aurora me ve gimiendo;
ni la apacible sonrisa
toma ya en mi labio asiento:
que el Sol en su diario curso
s6lo oye de mí lamentos.
Verdugo cruel, mi memoria
me atormenta con recuerdos:
mi garganta un nudo aprieta,
y en deliquio mortal entro,
repasando aquellas horas,
horas ¡ay! que cual un sueño
se han desvanecido, 6 como
humo que arrebata el viento;
y los felices instantes
en que á tu hombro, dulce dueño,
reclinado, amor me hacía
sabidor de sus misterios,
y en que, absorto en Silvia todo,
disfruté en dulce sosiego
cuantos inocentes gozos
dar sabe un amor honesto.
¡Ay de mí, tristel pasaron
y veloces van huyendo;
por más que los llamo, no oyen;
N o tornan, mi bien, y aun creo
.q ue s6lo porque los llamo
aligeran más el vuelo.
Sale la plateada Luna
y á ella mis desgracias cuento,
y le suplico que lleve
mis ayes hasta tu lecho,
y que sirva de testigo
del llanto que por tí vierto.
Ella su camino sigue
y sorda siempre la encuentro:
.si mis ojos, de cansados,
se entregan tal vez al sueño,
.a penas se cierran, cuando
mil tristísimos espectros
la fantasía me presenta.
Turbado, al punto despierto;
te llamo, y tú no me escuchas,
y otra vez al dolor vuelvo.
'Cada día imagino que
tener no puede ya aumento
lmi pena, y el día siguiente
viene á mostrarme mi yerro.
Esto sufro de tus ojos
.ausente, mi ídolo bello;
más ¡quél ¿tan penosa vida
durará por largo tiempo?
.¿ siempre de bronce á mis quejas
é inflexible será el Cielo?
¿ no habrá para mí desdicha
.ni para mi mal remedio?
No, mi Silvia, no lo temas,
desecha tal pensamiento;
nuestro amor siempre fué puro
y muy casto nuestro afecto.
Dios protege al inocente,
y es padre amoroso y bueno.
Tendrán fin nuestras desgracias
y terminará el tormento;
y á la desecha
, borrasca
sigue siempre un día sereno:
mas entre tanto, bien mío,
suframos, y procuremos
vencer la adversa fortuna
con la paciencia y silencio.

SONETO XXXI

CONTRICION POETICA.

¡Oh lira, que has ta aq uí locos amores


en tus vibrantes cuerdas suspiraste,
y dócil á mis voces me ayudaste
á comprar por un goce mil dolores!
Ya que hiciste armoniosos mis errores.
y á mi locura seducción prestaste,
herida de otro plectro, dá, en contraste,
con acuerdo mejor, tonos mejores.
Llora de los pasados años míos
prolongada maldad, crímenes tantos,
y tan multiplicados desvaríos:
De amarga contridón rige los cantos
en que le pida, con acentos píos,
misericordia al Santo de los santos.
585

ODAS ANACREONTICAS ..

x.
Ya viejo estás, Dalmiro,-.
me dicen las muchachas;
yo les respondo: Lindas"
las señas os engañan.
No veáis en mi cabeza
las mentirosas canas,
ni si en mi boca huesos
pocos 6 muchos faltan.
Ved s610 que mi pecho
todo es fuego y se abrasa; '
. ..
que VIvaces mIs OJos
despiden puras llamas;
que mis miembros se prestan.'
á hacer cuanto les mandan,
en las festivas bromas,
en las alegres danzas;
que nadie entre los mozos, .
me excede, ni me iguala
de amor en la ternura,
viveza y dulces ansias.
Haced, si no, la prueba:
corresponded me gratas;
veréis con experiencia
que como yo nadie ama;'
y que ninguno tiene
más juvenil el alma.
586

ODAS PINDARICAS.

El entusiasmo en una noche serena.

¿Qué ardor, qué ardor me inflama,


que hasta hora ignota llama
. circula por mis venas
y un tardo respirar me deja apenas?
. ¿Qué soberana y sacra inteligencia
altera de esta suerte mi existencia?
En fuego aliento y vivo,
mas en fuego creativo,
que en formas diferentes
le presenta á mi espíritu los entes,
le infunde elevación sobre sí mismo,
semen fecundo de sublime heroísmo.
Él mi cuerpo ha deshecho;
de ese recinto estrecho
del espíritu mío,
donde yacía cauti vo mi albedrío,
su mano bondadosa me ha librado
y los lazos de unión ha desatado.
Mi vista se mejora
y !cuán otros son hora
los seres á mis ojos!
Vi rosas, miro abrojos;
en sangre humea y en crímenes la tierra
y es podredumbre y males cuanto encierra.
Dejo tan triste suelo,
sublimo el raudo vuelo,
por otros orbes giro
y iqué de cosas tan distintas miro!
"Salve, región de luz y país hermoso,
y salve tú, silencio misterioso.
Mil ardien tes fanales,
-en masa, desiguales,
pero á cual más hermoso,
van caminando á paso majestuoso,
por espacios hasta hora no medidos
y de mente humanal nunca entendidos.
y siempre en movimiento
:sin parar ni un momento,
al Sol hacen la corte
Mercurio, Venus, Júpiter, Mavorte,
-Saturno con su anillo, y mil Estrellas,
y la Tierra también con todas ellas.
Súbditos que domina
y entre ellos él camina
cual hermoso gigante:
fuente perenne de la luz radiante.
iCómo, cómo el mortal que el crimen ama
no tiembla al ver su majestuosa llama!
¿ y cuáles son las basas
de tan inmensas masas?
¿ Quién así las mantiene?
El Eter solamente las sostiene,
y en él cada Astro el curso sigue ledo
·que le señala de BU Autor el dedo.
Mas allá, mil fulgores
vibran Astros mayores,
y desde aquí se miran
otros Planetas que en su torno giran:
allí Sirio reluce, allá el Boyero;
de soles tantos ¿ cuál será el primero?
IDe qué extraña manera
el pasmo se apodera
de mi todo; ni es mía
ni rijo yo mi frágil fantasía!
588
¡En qué profunda y silenciosa calma
se queda absorta y sumergida el alma!.
Sacra deidad que has hecho
tu habitación mi pecho
y en él te eliges templo;
yo absorto y mudo tu poder contemplo,
y, de resp~to y de terror transido,
tu majestad venero agradecido.
Mas, Dios grande y velado
que en tan feliz estado
me has puesto, dí, ¿quién eres?
¿qué pretendes de mí? ¿ dime qué quieres?'
Tu soberano fuego puede solo
tornarme de esa suerte, sacro Apolo.
¡Ohl salve tú mil veces
que así me favoreces
con tu augusta presencia;
jamás me niegues tu calor é influencia:
sea de mi alzado verso el ejercicio
loar la virtud y maldecir el vicio.

IV

Al Ilustrísimo Señor Don Fray Ramón Casaus.

Por haber qzumado parte de sus poesías:


é intentar quemar las restantes.

¡Ay de mí! Voraz fuego


de la cumbre del Pindo se apodera,
y con ímpetu ciego
en cenizas la torna toda entera.
Arde el sagrado asiento
de Apolo, y humo negro llena el viento.
589
De las hermanas nueve
-el coro yace sumergido en duelo,
se anega en llanto, y mueve
á compasión la tierra y almo cielo;
y en la tiniebla obscura
oculta el numen delio su faz pura.
Decid, ¿qué mano impía,
sagradas hijas de la fiel memoria,
turbó la melodía
de nuestros himo'bs, y os robó la gloria?
.¿ Maldad tal en quién cupo?
¿y quién la tea fatal empuñar supo?
Délfico Dios, ¿ dormías?
.¿ Faltábante las flechas venenosas?
¿ de Dafne en pos corrías,
·diciéndole tus cuitas amorosas?
¿ Cómo, dí, permitiste
-incendio tal, ni el Pindo defendiste?
iAy! !ay! el más querido
·de tus sacros alumnos lo ha abrasado,
la guerra te ha movido, .
la llama á tus tesoros aplicado,
sin oír tu humilde ruego
i Maldita llama, detestable fuego!
Casaus, Casaus, ¿qué has hecho?
¿Qué infernal furia dirigió tu mano?
¿ Quién agitó tu pecho?
¿Quién te infundió designio tan insano?
Furia crüel, no vomites
llamas contra el lenguaje de los Dites.
¿ Dar al fuego tus versos,
que néctares hibleos muy más suaves,
aun más que cristal tersos,
más sonoros que el trino de las aves,
las que de ti aprendían
.los cantos con que á Febo recibían?
¿ Los versos que escucharon
590

del Olimpo los sacros moradores,


absortos, y olvidaron
la ambrosía deliciosa y los amores,
y aun el canto sonoro
que Apolo principiaba en lira de oro?
¿Versos que adormecieran
al Cerbero, y al reino de la vida
segunda vez vol vieran
del Cantor Tracio á la beldad querida,.
que si en Tebas sonaran
segunda vez á Tebas fabricaran?
¿ Versos cuya dulzura
del Ibero las glorias formó un día,
que la raza futura
llena de admiración repetiría,
en mármoles grabara
y en láminas de bronce conservara?
¿ Versos ¡ayl semejantes
triste pábulo son de llama ardiente
de fulgores vibrantes,
y en cenizas se tQrnan finalmente?
Cuando el fuego aplicaste
Casaus, vate divino, ¿en qué pensaste? '
¡Ah, llamal deja, deja
de proseguir la empresa que acometes;
oye el ruego y la queja
del humano linaje: que respetes
mi voz conseguir pueda
de ese tesoro sacro lo que aun queda ...
59!

XIII

AL CUMPLEAÑOS DE SILVIA.-

Une graciosamente las doradas


madejas de tu pelo;
déjanos ver las prendas acabadas
que en d6n te diera el cielo.
N o en lágrimas bañada, cual un día,
nos muestres tu faz bella:
olvida, Silvia, olvida, Silvia mía,
el ceño de tu estrella.
Rebose en gozo tu inocente pecho,
más blanco que la nieve,
que los reyes de Febo no han deshecho·
ni líquida se mueve.
El rubio padre de la lumbre pura
cubre hoy con crines de oro
su espalda sacrosanta, y la dulzura
de su castalio coro.
Excita así, tañendo la divina
lira de cuerdas suaves;
y su voz resonando peregrina
te canta en tonos graves.
Dice c6mo de nueva luz circuido
en tu primera aurora
al clima se mostr6, que envanecido
tal prenda en tí atesora.
Él cuenta que las Diosas inmortales.-
te ornaban á porfía
con las dotes y prendas celestiales,
suyas, de más valía.
A los pechos de Venus educada
en su sagrada estancia,
de arrullos de sus aves regalada,
592

';pinta el numen tu infancia.


Cuenta cómo creciendo, cual la palma
de un arroyo á la orilla,
gozando siempre de apacible calma,
fué tu beldad sencilla.
Afina más el Dios el instrumento,
y alaba, de una en una,
las prendas relevantes que sin cuento
·en tí natura aduna.
Ni omite tus conquistas y despojos:
él vé de mil el lloro .
.¡Cuántos ayes, causados por tus ojos,
resuena el laúd sonoro!
¡Ah! vive, vive (Apolo terminaba),
de Anáhuac pura gloria,
ni el tiempo raudo por quien todo acaba
destruya tu memoria;
Que descuelle entre todas tu hermosura,
como el ciprés erguido
aventaja de un bosque en la espesura
al árbol más subido:
Vuele siempre sonrisa placentera
en torno de tu labio;
y el pesar congojoso jamás quiera
·causarte leve agravio:
Torne la esfera, en su eje sustentada,
y tráigase el momento
que tu alma pura dejará abastada
de plácido contento;
Cuando por premio de su fe constante,
un yugo duradero
te una con Palemón, tu tierno amante,
tu adorador sincero.
Cesó de su cantar el Dios contento;
de más luz ornó el día:
todo te alaba, y Palemón, atento,
.á todos excedía.
593

EL E GIAS.

1.

.A la muerte del Sr. Senador D. José Agustín Paz.


Integer vit ae, scelerisque purus.
HORACIO.

i Con que ya para siempre nos separa


el golpe fiero de alevosa muerte,
que supo herirte sin mostrar la cara!
iCon que de hoy más no he de volver á verte,
mi dulce amigo, siempre compañero
en venturosa y desgraciada suerte!
i Oh decreto fatal! i oh golpe fiero,
irremediable mal, nunca temido,
y caso para todos lastimero!
iAh! ¿para qué le habréis sobrevivido,
y redoblando el mal que el alma lleva,
os presentáis do quier á mi sentido,
memorias tristes, de su afecto prueba?
No sois para acabarme necesarias;
mi dolor sin vosotras se renueva.
Grata arboleda, que por veces varias
frescor al que ya no es y sombra diste,
y las pláticas suaves y plegarias,
dirigidas al cielo, nos oíste,
por el bien de una patria idolatrada,
tú me acompaña en mi gemido triste
y al derramar el alma desolada.
iAh! deja, deja ese verdor hojoso,
eue resguarda 12. fruta sazonada,
voJar al soplo de Aquilón furioso.
12
594

Tórnate árida más, seca y horrible


que en fines el Invierno congojoso,
el nido de tus aves sea visible;
ni estorbes que de Febo el rayo ardiente
seque, abrase, consuma irresistible
las plantas y ganados juntamente.
¡Oh Paz, mi caro, mi mejor amigo!
¿Por qué ha de haber, tú muerto, quien aliente
y quien de mal tan grande sea testigo?
Perezca todo en tan aciago día,
y acabe presto mi dolor conmigo.
iPatria infelice, cara patria mía!
Llanto sin fin y sin consuelo vierte,
pues, tras de tantos males, todavía
nos reservaba el cielo otro más fuerte,
de indignación en sus tesoros llenos:
á un solo golpe nos privó la muerte
del apoyo más firme de los buenos,
de tu defensa, gloria y ornamento;
desvivido por darte días serenos
y mitigar tus cuitas y lamento.
A haber sido variables tus destinos,
ni Paz yaciera sin vital aliento,
y sus esfuerzos sabios y continos
al fin cerraran tus profundas llagas
y sembraran de rosas tus caminos.
¿Dónde huyes, caro amigo? nuestras plagas.
aumentará tu sempiterna ausencia:
¿y por qué nuestro amor con ella pagas?
¡Cuando está más en riesgo la inocencia
y acrece más la cólera del cielo
nos privas de tu vista y asistencia!
Tú fuiste siempre en la aflicción consuelo,.
resumen de las cívicas virtudes,
de patriotismo sin igual modelo.
No, ni la misma muerte hará que mudes
595

ese carácter firme, sin segundo,


que admiró el suelo, de quien ya sacudes
el leve polvo que volara inmundo
en torno, sin manchar esa alma pura,
en tu carrera por el bajo mundo.
Breves, y llenos siempre de amargura
fueron los días que abrazará tu historia;
para mayor honor, en cuna oscura
tejidos. N o en 01 vido la memoria
se hundirá de tus hechos singulares,
y más que el tiempo durará tu gloria.
Hora, virtuoso Paz, libre de azares
pisas el estrellado firmamento;
de luz ornado entre los patrios lares,
tomas el áureo merecido asiento.
¿En qué planeta, caro amigo, moras,
para seguir su raudo movimiento
de cada noche en las pesadas horas,
buscándote con ojo'cuidadoso,
con ansia é inquietud devoradoras?
iTú, ya inmutable y siempre venturoso,
y míseros, sin tí, los mexicanos .... !
iFunesto porvenir .... ! Hado espantoso,
depón el fuego y fierro de las manos;
respeta las cenizas de este justo,
y sálvense en su tumba sus hermanos ....
Todo es alojo horror, al pecho susto •...
De tí me abrazo, negro mármol frío,
que cubres nuestro bien y nuestro gusto;
diariamente amoroso el labio mío
en tí se imprimirá; con tierno llanto
te regaré, y en dulce desvarío
procuraré bajar del cielo santo
la divina alma que animó esos restos,
único alivio en desconsuelo tanto.
Labios, á la maldad siempre funestos,
yacéis agora cárdenos y mudos,
con los candados del silencio puestos:
jamás cerraros los amagos rudos
pudieron del poder entronizado,
ni embotar dardos contra el vicio agudos.
¿Dó está agora el valor, nunca domado,
y en el riesgo mayor con menos miedo?
¿Dónde aquel noble espíritu, probado,
inflexible en el bien, encontrar puedo?
¿Dó la entereza con que adverso caso,
del próspero á la par, recibías ledo?
¿ Quién á tu heroísmo le ha cortado el paso?
iAh! lo perdimos todo en un día solo:
se hundió el astro fulgente en el Ocaso.
Domine oscuridad de uno á otro polo
v al caos antiguo torne la natura.
Deje los huracanes libre Eolo
y todo lo confundan. La tristura
devore cuanto habita so la tierra,
convirtiéndola en vasta sepultura.
Vague feroz el monstruo de la guerra
devastando los pueblos y ciudades
que v alle abruman ó fragosa sierra
y dan abrigo á malos y maldades.
Todo te sea en la muerte compañero:
reine tu huesa en tristes soledades.
¿ l\Ie escuchas aún, amigo verdadero,
y todavía de nuestros males curas?
¿ Melancolizan aún tu pecho entero
del hombre los errores y locuras?
¿ De esta patria infeliz que tú adorabas,
te conduelen el duelo y amarguras?
Pues ¿ por qué, compasivo, no recabas
de l Sé r E te rn o, e n cuyo seno habitas
(fe : iz de rni d ~j po r qu e anhelabas),
q ¡ :~ pc n g a. hn á nuestras duras cuitas,
597
y, cesando tan áspero castigo,
recuerde sus bondades infinitas?
Hijo de Anáhuac, su mejor amigo
fuiste, durante tu mortal carrera,
terrible á sus contrarios enemigo:
hora de tí mayor servicio espera;
que la divina paz le envíes del cielo,
á tanto grave mal cura certera.
Baje otra vez por tí, baje á este suelo,
teatro de tu virtud y fortaleza,
el amor fraternal que ahuyente el duelo
y endulce de los males la aspereza.
Lo harás. Y mientras duermes venturoso,
honor de la humanal naturaleza,
en torno á tu sepulcro silencioso
las bellas artes, cuya gloria fuiste,
y que elevó tu genio prodigioso,
se agolpan todas con respeto triste,
suelto el cabello, destrozado el manto
y sacro velo; claman: ¡Ya no existe!
y el rostro inundan con amargo llanto.
Y luego de la patria los COilC eptos
en mármol graban, por divino encanto,
ejecutando fieles sus preceptos.

Epitafio.

Del hombre más virtuoso la ceniza


aqueste duro mármol cubre avaro,
y aquí de Paz el nombre siempre caro
el llanto de su patria inmortaliza.

Otro.

Siempre opuso al peligro pecho inerme;


jamás de la virtud dejó el sendero.
N o sigas adelante, pasajero,
sin acatar al justo que aquí duerme.
59 8

ODAS RELIGIOSAS.

VIII.

A San Vicente de Paul.

Baje rápido rayo y pulverice


los mármoles y bronces embusteros
en que el necio eternice
venganzas, odios, iras de guerreros,
que humanidad maldice;
y Noto esparza el polvo de manera
que un átomo jamás á otro se adhiera.

Héroes los llama adulación mezquina,


en la que se trasforma torpe miedo,
siendo de ira divina
el terrible instrumento, fuerte dedo
que lleva la ruina
adonde el crimen y humanal demencia
al fin de Dios cansaron la clemencia.

Fieras son y serán devastadoras


que al estallido del cañón y al tajo
de espadas ¿ortadoras,
siglos de afán, sudores y trabajo
desparecen en horas;
y en escombros y vastas soledades
transforman muros, templos y ciudades.

Así saña infantil derriba el nido


que al diligente avión costó mil vuelos:
festéjalo esparcido
599

en míseros fragmentos por los suelos:


ríe del ave al gemido,
y al verla cómo ronda el yermo techo
donde estaban 3U prole, casa y lecho.

El infinito Sér no se complace


en arruinar las obras de sus manos.
Cuando ostentar le place
de su poder la fuerza y los arcanos,
hechuras no deshace,
mas, llamando á la nada, ser la ordena,
y la creación de vida y bienes llena.

N o es de Jehová la imagen verdadera


el hombre causador de pena y llanto,
que en faz dura y severa
ve de los otros hombres el quebranto,
sino el que vida entera
consagra á remediar ajenos males,
venturosos haciendo á sus iguales.

Venid, pueblos, á ver; vén, mundo entero,


de la inmensa bondad la imagen bella,
el tipo de un guerrero
solo digno de amor; pues por la huella
del divino Cordero,
ataca, vence, y en destruir se afana
las formas mil de la miseria humana.

No so el cañón que entraña muerte y lloro,


6 banderas con sangre salpicadas,
mas de purísimo oro
y de luz, dentro de orlas fabricadas,
leerán, en almo coro,
los arcángeles y hombres juntamente,
el siempre dulce nombre de Vicente.
600

De caridad empuña el estandarte,


y las huestes seráficas convoca
de Puy, glorioso Marte;
y desplegando la divina boca,
el fuego celestial con ellas parte:
el mal perseguir ju~an incansables
donde quiera que encuentren miserables.

Fieras, más que las fieras alimañas,


blandas al crimen y á su fruto duras.
De inflexibles entrañas,
para quienes de madre las ternuras
del todo son extrañas;
abandonad, infames delincuentes,
del delito los frutos inocentes.

Si el seno maternal léS niega abrigo


y los entrega en brazos de la muerte,
los llevará consigo
Vicente, á brazos de un amor más fuerte,
donde calor amigo,
alimento hallarán, dulce terneza,
que reemplace la bárbara fiereza.

Una generación que ya perdida


y al Limbo destinada creía el suelo,
crece en vigor y vida:
á la patria, del héroe por el celo,
y al cielo restituida;
y será gloria de ambos algún día
la que de vientre á tumba pasaría.

Tristes suspiros, ayes y quejidos,


nuncios del padecer, música horrible,
suenan ya en los oídos
de los hijos de Paul, del invencible,
que ven apercibidos
601

contra del hombre, en escuadrones ciento, .


hambres, enfermedad, males sin cuento.

«Soldados de la eterna Providencia.


A ellos, sús, sin temor, clama Vicente.
Salvemos la existencia,
ó endulcemos la suerte del paciente.
La divina clemencia
sostendrá nuestro brazo en los combates ·
y á nuestro esfuerzo añadirá quilates.»

Dijo, y ataca en el instante mismo.


Allá fabrican vastos hospitales,
á donde el cristianismo
lleva vigilias, dones y caudales,
sin nombre ni guarismo,
hospicios acullá brotan del suelo:
do quier abrigos al humano duelo.

La hambre, de ojos hundidos, macilenta, .


abrigadora madre de mil vicios,
no bien Vicente ostenta
su mano, manantial de beneficios,
que el cielo siempre aumenta,
suelta las presas que afianzó rabiosa
y acoge la abundancia cariñosa.

El arrimo de manos virginales


que aplican vida donde había dolencia,
ceden luego los males
y de las Parcas la dañina influencia,
con vistas celestiales
á los que han de morir así consuelan,
que en calma expiran, y al Empíreo vuelan.

A la vista del águila altanera,


cabe el Sol, en sus alas sostenida,
602

en vano, en vano espera


ocultarse la presa apetecida:
á ella vendrá ligera.
Vicente, así, descubre la miseria
,00 quier, y la hace de su afán materia.

Jlijo del Dios de amor, representaste


su inefable bondad sobre la tierra,
donde siempre triunfaste
-de los males que al hombre hacen la guerra:
á tus hijos dejaste
tu ardiente caridad; y desde el cielo
-de enviar ho cesas bienes y consuelo.

ODAS FILOSOFICAS.

1.

_A la Luna en tiempo de discordias civiles.

ICon qué silencio y majestad caminas


por miles de luceros cortejada,
súbditos que dominas,
ornato augusto de la noche helada!

.Ellos acatan tu beldad fulgente


desque en carro de nácar y de plata
asoma en el Oriente,
-consuelo al triste y al virtuoso grata;
y extáticos te siguen por la inmensa
bóveda del santuario del Eterno,
do la oración intensa
del justo perseguido escucha tierno .

Con ellos te saludo, almo destello


de la luz perennal, fija la mente
y ojo absorto en tu cuello,
y en esa ebúrnea majestuosa frente,

de donde luz gratísima difundes


por la inmensa creación desfallecida,
con que sopor le infundes,
seguro germen de repuesta vida.

A tu argentada luz sus presas cede


que otra vez le arrancó, mal de su grado,
voz que todo 10 puede,
y pensaba engullir el menguado.

Duermen los montes, y en sus grutas hondai


duermen los vientos y el horrible trueno;
duermen del mar las ondas,
y Leviatán, y monstruos de su seno.

Hace pausa la vida de los seres


que engrandecen al orbe; tu beleño
embarga sus poderes
con ligaduras de apacible sueño.

¡Alto silencio, interrumpido apenas


por piés del gamo que ni toca el suelo,
y las hojas serenas
recorriendo Favonio en blando vuelo,

salud, oh dón de la triforme diosa,


que desciendes al pecho trabajado
en vida congojosa,
nido revuelto del mortal cuidado~

del temer y esperar sin fin ni tino,


y de allí lanzas el aciago susto;
pues ya el néctar divino
de la quietud á tu presencia gusto!

Tú avanzas ¡oh belleza majestuosat


recorriendo la bóveda azulada,
ufana, cual la es posa
que del lecho nupcial sale adornada.

Te rinden homenaje cielo y tierra;


y la sombra huye sin sabEr adonde:
ya tras fragosa sierra,
ya en la lejana nube se te esconde,

plegando el manto más y más, medrosa;


mas tú incansable, en sólita carrera,
por siempre victoriosa,
no le das tregua y lanzas de doquiera.

Todo es calma y dulzor. ¿ Y el hombre .. ? ¡Oh,.


Huye veloz del tachonado cielo; [Luna t
tu luz le es importuna;
y á la maldad consagra su desvelo.

No alumbres. no, los crímenes atroces


que unos contra otros sin cesar maquinan:
mutuamente feroces,
al dolor y á la muerte se destinan.

o víctimas ó cómplices furiosos,


busca tan sólo el hombre en sus hermanos.
Con ojos sanguinosos
en el vagar amenazante insanos.
605

Ora ¡oh dolor! en hórridas reuniones,


astutos para el mal, el mal sazonan;
preparan combustiones,
amasan el penar, y más se enconan.

Allí la seducción la venda teje


que del incauto oprimirá los ojos.
y mirar no le deje
sino fantasmas, ocasión de enojos.

La atroz calumnia, el venenoso aliento,


y los densos vapores de allí lanza
contra famas sin cuento,
y mancilla y marchita cuanto alcanza.

En grupos parten desconfianza y celos,


y las discordias en su pos siguieran:
padres, hijos, abuelos,
romperán lazos que antes los unieran.

No habrá mérito ya, virtud segura;


todo se ataca, todo se atropella
con mano y lengua impura.
Impudente maldad todo lo huella.

La patria del placer y la abundancia


ya es del horror y crímenes guarida,
y tenebrosa estancia
donde la rabia carnicera anida.

¡y es á tu nombre, oh patria idolatrada,


que los mal vados fraguan tantos daños,
con los que destrozada
aparezcas, é infame á los extraños!

¿ Qué mal has hecho á tus rabiosos hijos


que así desgarran el materno seno,
606
y sólo en dañar fijos,
gU3tado apenas, les hastía lo bueno .... ?'

Las antiguas heridas aún gotean,


iy abrirte quieren nuevas, insanables,
los que amarte vocean,
hipócritas, perversos, detestables!

iQué porvenir te labran tan funesto


y tan discorde de tu bella aur0ra .... !
¿ Doblará el cuello enhiesto
la que del orbe se vería señora . ... ?

¿ Paz, dulce paz, de nuestro triste suelo


para nunca volver te habrás marchado;
y el fervoroso anhelo
del patriota veraz será frustrado?

¿ No ha de haber ya justicia so la tierra,


ni quien vindique hollados sus derechos?
¿siempre amagos de guerra
mantendrán yermos nuestros caros lechos?'

Si así ha de ser ioh Luna! cede el puesto t


y haz al Ocaso de tu lumbre dueño:
fine mi vida presto;
cierre mis ojos el eterno sueño.
607

ODAS HEROICAS

111

A la heroica salida del Benemérito General José:


María Morelos por entre el ejército sitiador
de Cuautla Amilpas.

Ins6li to calor mi pecho inflama:


siento en el alma desusado brío:
con imperiosa voz la cara patria
cantar me manda sus heroicos hijos,
y el divino valor, y el arte sumo
con que á sus sanguinarios enemigos
en lid tan desigual vencer supieron,
legando asombro á los futuros siglos.
¡Sombras amigas, tenebrosa noche,
madre del sueño y del sabroso olvido,
que la creaci6n reparas descaecida,
y eres á la fatiga único alivio!
¡Cuando aun los tigres y alimañas yacen,
bajo tu cetro de ébano, adormidos,
el hombre solo, con el ojo atento'
persigue al hombre, ni el menor resquicio.·
de esperanza y de bien dejarle quieren
su mortal rabia y odio vengativo!
¡Oh noche! torna los brillantes ojos
al desolado Anáhuac, mira el sitio
do un puñado de bravos invencibles
resiste del Averno el poderío;
cansa miles de crueles, y supera
su furor, sus ardides y sus tiros,
608
superior á la muerte, que en mil formas
le presentan el tiempo y su enemigo;
sin dejarle momento de descanso,
ni entre ignominia ó muerte algún partido.
¿Qué, se rindieron ya? ¿La peste acaso, ...
la hambre, , " la sed, y el número infinito
de balas y de males que contra ellos,
setenta días, y más, han dirigido
la encruelecida suerte y atroz bando
de viles y pagados asesinos,
hundieron la esperanza de l~ patria,
su único apoyo, en el sepulcro frío?
Alto silencio en los espesos bosques;
alto en los montes, en el valle y río;
hasta los vientos el aliento enfrenan;
nada se mueve, nada, ¡oh caos antiguo!
El genio del pavor, en negra nube,
sobre los labios puesto el dedo frío,
abre los ojos más y más, y en vano
busca cuerpo en las sombras, ó algún ruido
su atenta oreja, que otro no percibe
que de su pecho el desigual latido.
¡Ay de Morelos! i ay de la aguerrida
gente, que en mil encuentros sostenidos
de honor llenaron á la cara patria,
su sien ornando del laurel divino!
Cuautla termina sus heroicas vidas;
Cuautla sepulta su valor invicto.
i] úbilo cuánto para el bando opuesto!
¡Cuánto placE.r á su feroz caudillo!
Ellos locos dirán: "N o se rindieron,
mas de nuestro valor víctima han sido".
K o así, no así, mil bocas infernales
con espantable horrísono estallido,
lanzan á un tiempo silbadoras balas,
el ,'alle atruenan con letales ruidos,
.r con pálidas luces sucesivas
60 9
más horrorosos tornan los sombríos.
¡Oh loco delirar, vana soberbia,
que el patriótico esfuerzo has combatido,
y con inmunda boca saboreabas
de antemano sus últimos residuos!
Mira al héroe de Anáhuac y á sus huestes,
mayores más en el mayor peligro;
jamás domados, y medrosos nunca,
con orden marchan, y Mavorte mismo
al héroe lleva de la diestra mano,
y guía á los suyos con potente auxilio.
¿Dó las trincheras en que tanto fiabas
y los aprestos del porfiado sitio?
¿ Qué te valieron las espesas bandas
de fanáticos crueles y malignos,
que una vez y otras, derrotadas antes,
·aun te eran compañeras en delirio?
Ni posible siquiera imaginaron
tan heroico valor y alto designio .
.Por donde más el enemigo, astuto,
babía agregado estorbos exquisitos,
al arte fatigando, y á los suyos,
y puesto de sus tropas lo escogido,
.por allí rompe el héroe valeroso
y dá á sus gentes cómodo camino.
En vano, en vano perseguirlo quieren,
ó perturbar la marcha que ha emprendido,
por buscar sólo á su querida gente
contra la hambre y la peste grato asilo .
.¡Ay del que osado se acercare un tanto!
¡Ay de los más resueltos y atrevidos!
La muerte encuentran infaliblemente,
de nuestros héroes en los duros filos;
y cual los gozques que al mastín persiguen,
si á ellos torna una vez, despavoridos
toman la huida, y aun á gran distancia
.del can robusto temen los colmillos;
13
610

así medrosos, tras de intentos caros,


se tornen los realistas confundidos.
¡Salve mil veces, noche venturosa,
que al héroe diste saludable abrigo!
Gózate ¡oh patria! de los héroes cuna.
viendo ya salvos á los más queridos:
hoy tu sien orna su mayor hazaña,
en su loor suenen inmortales himnos.

VI.

A la derrota del Ejército Español que invadió


el Territorio de los Estados Unidos
Mexicanos.

Oíd los acentos de mi acorde lira,


mortales acuitados,
oíd, naciones, los tonos que me inspira,.
proféticos y alzados,
el numen Delia que el futuro mira.
Con violentos latidos él levanta
y hace agitar mi pecho, en fuego vivo:.
nuevos seres percibo:
leda y segura asiéntase mi planta
en ctros firmamentos.
¡Silencio, humanos, escuchad atentos!.

Ocho veces de augusta cabellera


el majestuo::;o Ajusco
blancas, brumosas nieves sacudiera,
restos de Invierno brusco,
y otras tantas la dulce Primavera
con su verdor y rosas la engalana,
desde que (roto el yugo y las cadenas,.
6rr

que de años tres centenas,


puso á la amable gente mexicana
fiera España opresora)
era ella libre y de su hogar señora.

Un ruido pavoroso se oye, en tanto,


en las tumbas que aun riega
la gran Tenoxtitlán con triste llanto;
la parca nos entrega
nuestros pasados héroes; ¡brillo cuánto
y cuánta majestad sus rostros tienen!
Ellos hacia la playa se encaminan;
desde allí vaticinan,
de los tiranos que sulcando vienen
las olas, satisfechos,
los hados tristes, nuestros claros hechos.

Venid, dicen, antiguos opresores;


llegad presto, confiados,
soñándoos otra vez dominadores
de aztecas malhadados,
y engrosar con su pan y sus sudores.
Venid rabiosos como hambrientos canes,
que el tiempo pas6 ya de la clemencia,
y nuestra descendencia
dejará ahora vengados nuestros manes;
y de pelear su ensayo
será arruinar la estirpe de Pelayo.

Tú, de Zempoala honor y pura lumbre,


levanta, corre, apura,
pasa volando la fragosa cumbre,
recorre la llanura;
ya de iberos inmensa muchedumbre
vomita en nuestras playas el Oceailo,
ya profana su pie nuestras arenas:
oye, oye las cadenas
·6 12

que echar quieren de nuevo al mexicano:


ya crujen sus cañones;
ya rechinan los dientes sus legiones.

A un lado traen á la feroz venganza;


á otro un espectro horrible
que asqueroso y difícil huelgo lanza;
cuyo ver es terrible,
sin fijarse jamás en cuanto alcanza:
roe sus entrañas inmortal gusano,
y á todo el orbe dominar anhela,
y nada le consuela
mientras no logra su designio insano;
y sus saltados ojos
van tras la gloria vomitando enojos.

La Meguera infernal es quien preside


los consejos de muerte
que forman contra nos; pero decide
el Cielo de otra suerte,
y su designio y nuestro mal impide.
A la demencia levantando altares,
su perdición ante ella decretaron,
si la nuestra juraron.
Pocos repasarán los hondos mares
y serán recibidos
de huérfanos y viudas con gemidos.

Ora lo habréis con libres mexicanos,


con héroes singulares
que ya, blandiendo el hierro en duras manos,
por su patria y hogares,
barán morder el polvo á los tiranos.
Ya, ya atrás deja la elevada sierra,
y al mismo tiempo en ligereza iguala
el campeón de Zempoala,
.Y el di vino Terán. Os hacen guerra,
613

á los dioses iguales,


con ellos, mil aztecas inmortales.

No hay, no, tornar los ojos pavoridos


á los yermos bajeles,
de la empresa ya tarde arrepentidos:
apuraréis las hieles
que imaginábais dar á los vencidos.
Aquesos fosos que zanjáis profundos-
ya se llenan de cuerpos palpitantes,
que los nuestros, triunfantes,
con denuedo despeñan, moribundos,
de las altas trincheras,
para ser pasto de nocturnas fieras.

El suelo retemblando se estremece:.


la muerte en mil figuras
lo tala todo. Envuelto desparece
de humo en nubes impuras
el almo Sol, y la tiniebla crece:
de sangre humana cúbrese la tierra y

y el Pánuco enrojece. Fascinada


esa horda, con la espada
en la mano, su infamia y males cierra.
¡Ay del que imperio ensaya,
que aun insepulto quedará en la playat

Nada resiste al ímpetu y bravura


de los claros campeones,
cuya paciencia el español apura.
De los hispanos leones
no hay ya temer la horrible dentadura,
ni que, de hoy más, atruenen con rugido
el quieto valle y monte silencioso:
su furor orgulloso
fué, para siempre, en Pánuco vencido,
y al mundo, con su muerte,
prueban que es invariable nuestra suerte.

Salud, hijos, salud, una campaña


purgó de hidras el suelo
escarmentando á la caduca España,
que, á costa de su duelo,
de su loca ambición se desengaña;
y en vez del nuevo imperio suspirado,
ve bajar sus legiones al abismo,
á impulso de heroísmo,
cual enorme peñasco desquiciado,
que, con sonido horrendo,
va por lóbregos senos descendiendo.

y tú, progenie de los dioses cara,


claro Santa-Anna, vive,
sostén de un pueblo, que por prenda rara
del cielo te recibe,
y que, mal grado de la envidia avara
hará que triunfes de enemiga suerte;
vive: los grandes hechos que algún día
atónito aplaudía
el orbe, borrará tu brazo fuerte;
no tendrá igual tu gloria,
y no ajarán los siglos tu memoria.

Ni la tuya, Terán, hijo querido


de Minerva y de Marte,
probará nunca el polvo del olvido:
la patria ha de llamarte
de sus Lares el más esclarecido:
y cuando peinen la nevada cana
en plácida quietud nuestros ancianos,
y endurezca sus manos
en la labor, la juventud lozana,
61 5

dirán sus cantilenas


que tú los libertaste de cadenas.

No bien Hércules nace, y ya triunfante,


desde la misma cuna,
con las sierpes jugó, con que arrogante
la envidia lo importuna;
áselas de los cuellos el infante;
ellas se enroscan en su brazo fuerte,
por deslizarse luchan, y él, risueño,
ve el inútil empeño
con que pretenden evitar la muerte:
seguro las provoca,
y cansado del juego las sofoca.

A Júpiter así, tropa salvaje.


de raza gigantea,
negó el debido culto y homenaje:
provócalo á pelea,
y añade insultos al primer ultraje:
los elevados montes desquiciaron;
los ven los dioses, con pavor y asombro,
que, cual arista, al hombro
así los llevan: fieros hacinaron
uno sobre otro, y luego
van el cielo á talar á sangre y fuego.

Ya en el alcázar soberano suenan


las blasfemias atroces,
y las deidades de temor se llenan:
de huÍr tratan veloces;
con el miedo sus mentes se enajenan;
solo el potente Júpiter, sereno,
los ve subir en loco desatino,
arma el brazo divino,
y airado lanza el retumbante trueno.
6r6

¿Donde están? ¿que se hicieron?


Horrorosos abismos lo cuhrieron.

Torna al momento la quietud pasada,


y con almos cantares
resuena toda la mansión sagrada,
en loores singulares
de la augusta deidad, nunca ultrajada
impunemente, que del alto cielo
gobierna, y la abundancia y luz envía,
y la pura alegría,
otra vez al cuitado mustio suelo.
Hé aquÍ, inmortal Santa-Anna
tu historia, y de la gente mexicana.

Cual si otra vez oyera el caos oscuro


la voz omnipotente,
así arde el Sol, en nuevo fulgor puro,
y así vegeta y siente
el sér, y en formas mil vaga seguro.
¿Qué es el horrendo crimen denegrido?
¿La envidia venenosa dó se oculta?
¿En qué pechos abulta
el ajeno levísimo descuido?
¿ Soberbia dó descuella?
¿Cómo ya al infeliz audaz no huella?

¿Dó en traje envuelta, sucio y andrajoso


la sedienta avaricia,
con oído siempre abierto y cuidadoso,
se desvi ve y malicia
hasta del ruido que hace en el hojoso
árbol vecino, la aura leve y fría;
retiembla, se imagina ver saqueado
su tesoro adorado.?
¿Dó el adulterio, y la traición impía
con doble cara? ¿ d6nde
la horda de vicios tímida se esconde?

A la par todos yacen aherrojados


como leones furiosos,
en los senos del Orco retirados,
donde en vano rabiosos
mordiendo están sus hierros redoblados.
Aura serena México respira.
No hay males ya, las cuitas terminaron.
En su hogar se sentaron
del Anáhuac los fuertes; ¡cuál admira
su paternal gobierno,
quién de la patria el bienestar eterno!

IOh triunfol loh de Septiembre onceno díaL


No numen lisonjero
turba hoy la acalorada fantasía.
Al siglo venidero
de asombro llenarás, ¡oh patria míal
de libertad asilo, de héroes cuna,
que así sobre naciones te sublimas,
y alejas de tus climas
la chusma de opresores importuna.
Serás, de hoy, respetada,
y tu amistad con ansia codiciada.
FI{ANCISCO ORTEGA

Hijo de Don José Ortega y de Doña Gertrudis Martínez Nava-


rro, y descendiente de la familia de los condes del Valle de Oplo-
ca, nació Francisco Luis Ortega en México el 13 de Abril de
.1793. Huérfano de padres desde la infancia, le recogió su padrino
el Canónigo Dr. D. José Nicolás Maniau, poniéndole al cuidado de
una dama culta y aficionada á las letras, Doña Manuela Arin-
dero.
En el Seminario Palafoxiano de Puebla curso latín y filosofía, y
comenzó á estudiar ambos Derechos. Mientras tanto, trabajaba
para contribuir á su subsistencia; comenzaba á ocuparse en labo-
res de literatura, y basta fundó una asocioción literaria de jó-
venes.
Pasó á México en 1814, concluyó el estudio del derecho canóni-
co, é bizo práctica de abogado en el despacho del Lic. Don Ma-
nuel de la Peña y Peña: no llegó, sin embargo, á ccmpletar la
carrera. Pronto se dió á conocer literariamente en México : obtuvo
premio en el certamen celebrado en 1816 en honor de los J esuí-
!as; además, tomó parte en las tertulias del Dr. D. Luis Montaña,
donde fu.é premiado en concurso su poema sobre La Vellida del
Espíritu Santo (el cual se publicó en E l }\ -oticioso General, el
26 de Mayo de 1817, con la firma F. A rgote : es distinto del que
con el mismo título incluyó entre sus Poesías, publicado en el
mismo N oticioso el 31 de ,Mayo de 1819).
En 1816 entró como meritorio en la Casa de Moneda; al año si-
guiente fué ya amanuense de la escribanía; en 1819, empleado de
la fundici ón de la misma Casa, y por último guardavista. Abando-
nó este empleo cuando fué electo diputado al primer Congreso
Nacional, en 1822: en esta Asamblea se opuso al proyecto de im-
perio de Iturbide. Desde Octubre de 1824 hasta 1833 desempeñó la
prefectura de Tulancingo, donde estableció la estadística del distrito.
En 1830, 31 Y 32 fu é electo diputado, suplente primero y desp ués
620

propietario, á la Legislatura del Estado de México. En 1833 fué


nombrado subdirector del Instituto de Ciencias Ideológicas y Hu-
manidades, establecido en México según el plan de estudios de
aquel año, y tuvo á su cargo la cátedra de Ideología. Suprimido en·
1835 el establecimiento, Ortega fué nombrado teniente de fiel en'
la Casa de Moneda; en 1836 pasó como oficial de correspondencia
á la Administración general de Contribuciones directas. donde as-
cendió bien pronto á Contador. En 1837 y 1838 ahandonó el em-
pleo para ocupar el puesto de senador. En 1840 pasó como jefe de-
la Sección de Contribuciones directas á la Aduana, á la cual se
había agregado la Administración antes mencionada. Cuando el'
gobierno tomó á su cargo la Renta del Tabaco, se nombró á Orte-
ga presidente de la Comisión encargada de recibir las existencias"
y en 1842 se le designó como contador de la Administración prin-
cipal del ramo. Desempeñó este cargo hasta 1848, año en que la
Renta del Tabaco volvió á pasar de manos del gobierno á par-
ticulares.
Formó parte de la Junta legisladora que redactó la Constitución
de 1843, y se le eligió diputado al Congreso Nacional para el pe-
ríodo inmediato.
En 1848 fué miembro de la Comisión de estadística militar en-
cargada de la formación del Diccionario geográfico de la Repúbli-
ca Mexicana, pero su estado de salud le impidió trabajar gran cosa
en el proyecto. Murió poco después, el I I de Marzo de 1849, en
México.
Ortega colaboró en El Federalista, El Reformador y La Opo-
sición/ escribió diversos trabajos sobre asuntos de actualidad, ta-
les como una Disertación sobre los bienes eclesiásticos, para uno
concurso abierto por las autoridades de Zacatecas, y la disertación
sobre la embriaguez, premiada en 1845 en el concurso abierto por'
D. Francisco Fagoaga con ayuda del Ateneo Mexicano. Escribió
ademá!' un apéndice á la Historia de llféxico del P. Veytia: un
drama patriótico con pasajes para música, Nléxico libre,. estrena-
do en 1821 é impreso entre sus Poesías/ el drama de asunto indí-
gena Cacamatzin y la comedia Los misterios de la imprenta,
inconclusa: ambas obras quedaron inéditas, lo mismo que la ver-
sión de la Rosmllnda de Alfieri. Su casa, durante los últimos.
años de su vida, fué centro de tertulias literarias. Además, instaló
en ella (número 2 de la calle de las Escalerillas) una imprenta cu-
ya dirección puso á cargo de Juan Ojeda.
Contrajo matrimonio con Doña María Josefa del Villar. De sus.
hijos, uno, Eulalia, fué abogado de fama; otros dos, Aniceto Y'
Francisco, médicos distinguidos.
621

BIBLIOGRAFIA:
Historia antzgua de Méx ico . Escrita P01' el Lic, Don frIa-
.riano Vey tia. La publica con van'as notas el C. F. Ortega.
México, imprenta á cargo de Juan Ojeda, 1836. 3 \'ols. [El apén-
-dice de Ortega ocupa las páginas 223 á 427 del tercer volumen .]
Poesías. México, imp. por Ojeda, 1839.
Prosodia española extractada de las lecciones de Don Ma-
rz'ano José Sz'cilia, con va r z'as modificaciones )' adiciones, y
juesta en verso para la Escuela Pública de Tulancülgo, Méxi-
co, librería del Portal de Mercadere¡¡ núm. 7, 1843.
Memon'a sobre los medz'os de desterrar la embriaguez, p r e-
sentada en 30 de Abril de I846, y premz'ada en el concurso
abierto por convocatoria del Ateneo Mexz'cano de I6 de No-
vt"embre de I845 y promovido por el s eñor Don Francisco Fa-
goaga. México, imprenta de lo Cumplido, 1847.
CONSULTAR: Marcos Arróniz, Mauua: de biografía M ex i-
cana, artículo Ortega>" Diccionan'o de lzt"storia y geografía,
México, 1853-1856, artículo Ortega. (excelente b iografía por E.
M. O. -Eulalio M.Ortega-); Francisco Sosa, Mexicanos distill-
guz'dos, artículos Francisco Ortega y Am'ceto Ortega ,' Francis-
co Pimentel, Histon'a critica de la poesía en México, cap. XII,
Ortega>" Ricardo Ortega y Pérez Gallardo, Ht"storia geneal6gz'ca
de las familt"as más antzguas de México, México, 1908-10, to-
mo II, Condado del Valle de Oploca >" M. Menéndez y Pelayo.
prólogo á la Antotogía de poetas hisjanoamericanos, tomo I,
páginas XCVI á XCVIII ; Guillermo Prieto, Memorias de mis
tiempos, págs. 125 y 126.

ICONOGRAFIA:
En vida de Don Francisco Ortega, hacia 1830, se hizo un retrato
suyo, relieve en cera, que posee actualmente su nieto el Lic. D.
J osé O rtega y F onseca.
Al morir el poeta, se tornó su mascarilla, y sirviéndose de ella
-se hicieron dos bustos conservados hoy por sus nietos Don José y
Don Francisco Ortega y Fonseca, y un óleo, pintado por Inchau-
rri; este óleo, que t!xiste en poder de D. Ricardo Ortega y
Pérez Gallardo, nieto también del poeta, fue reproducido, en li-
tografía, en la Historia de la poes{a en México de Pimentel,
edición de 1885.
P. H. U.
622

LOS OJOS DE DELIA.

ODA IV.

Pastor, escúchame antes


que vayas á la aldea,
que quiero como amigo
hacerte una advertencia:
verás enajenado
mil bellas zagalejas,
más frescas que las rosas,
más blancas que azucenas,
que, entre bailes festivos,
amorosas contiendas
y sencillos cantares,
bulliciosas se alegran.
Entre tanta zagala
verás una muy bella,
de ojos negros, vivaces,
y que se llama Delia.
Guarte iay! de sus miradas;
que en sus ojos se alberga
el hijuelo maligno
de Venus Citerea.

ODA V.

U na mañana alegre
en el florido valle
con ardor altercaban
los discretos zagales.
Yo, que de allí no lejos,
con mi rabel suave
entonaba amoroso
mis sencillos cantares,
curioso en tre la rueda
al punto fuÍ á mezclarme ..
Los bellos ojos eran
la causa del debate.
¡Oh, qué asunto tan bello
para mi pecho amante!
Aqueste solamente
los azules aplaude;
aq uél dice: «los negros
son los que más me placen:.;.:
por los pardos el uno
expone su dictamen;
otro resuelto afirma
que todos son iguales
y que el color no influye
en su mayor realce.
El corro se enardece,
y cada uno hace alarde
de su sentir, diciendo
que es el más razonable.
Cuando improvisamente
del bosque Delia sale,
do se hallaba dormida
á la sombra de un sauce.
A todos los deslumbra
con sus ojos brillantes,
y la confusa gresca
se suspende al instante;
pues consiguió la bella
que con su vista amable
la cuestión decidida
por los negros quedase ..
~EN LA INSTALACION DE LA DIPUTACIONPRO.
VINCIAL DE MEXICO, EL ARo DE 1820.

Alzad, alzad de frente, Mexicanos,


en el polvo sumida,
y con ojos ufanos
mirad cómo ya goza
nuestra patria infeliz salud y vida.
Himnos, loor á Apodaca (z) que acatando
la augusta ley, y plácido escuchando
nuestro voto anheloso, dijo: «Sea
·«la mexicana próvida asamblea.»
El eco sonoroso
difúndese do quier, y es repetido
-en la villa, en el pueblo reducido,
en la cabaña y en el monte umbroso,
en la selva y el llano,
y en las playas también del Oceano.
Oyólo con pavor, tembló en su asiento
-el déspota inhumano,
qne hartado ya de sangre, mas sediento
del oro engañador, altivo y fiero
ha hollado la justicia,
y ni aun del nudo y simple ganadero
el mísero alimento
contentar ha podido su avaricia.
Oyólo triste el exactor malvado (2)
que con igual compás del rico y pobre

[1] Lo mereci6 porque no hizo caso de los que le aconsejaban


-que suspendiese la erección de la Diputaci6n Provincial.
[2] Véanse las atribuciones que el artículo 335 de la Constitu-
-ci6n Española concedía á las Diputaciones provinciales, en espe-
cialla 1, S, 9 Y la, en que están recopilados los beneficios que de-
bían procurar á los pueblos, y á los cuales se alude en esta pieza.
los haberes medía,
y al artista y al prócer ha adunado;
y con mustio semblante
mira el trabajo y afanar futuro
que le aguarda, si quiere en adelante
vivir de infamia y de baldón seguro.
Mientras el labrador corre ligero
al yermo campo que dejado había,
y al ver lucir tan suspirado día
lo saluda y bendice placentero.
Libre ya de la saña
de visires tiránicos, cultiva
y coge el fruto de la verde oliva,
de la vid tierna y la jugosa caña.
N o teme el oaxaq ueño
que se aproveche la codicia insana
del afanoso empeño
con que curó de la purpúrea grana.
Ni el minero acuitado
mira el antro profundo
do el precioso metal se halla encerrado
de tu penar origen, nuevo mundo.
Nada le asusta ya: nada le aterra:
al hondo abismo impávido se arroja,
y arranca los tesoros
que en sus entrañas ocultó la tierra.
y escúchanse á la par alegres coros
de jóvenes lozanos,
que, ceñidos que mirtos y de rosas,
tal entonan mil cánticos sonoros:

«i Oh sin igual ventura


que nuestros padres nunca conocieron,
nuestros esclavos padres que vivieron
sumidos en la pena y la amargura!
y a de las ciencias en el campo extenso
nuestro espíritu audaz podrá espaciarse,
14
y alígero lanzarse
hacia el éter inmenso,
y, de Newton á par, las luces bellas.
medir del sol, la luna y las estrellas.
El mar amenazante arrostraremos,
y con naves ligeras
correremos las costas extranjeras,
y de frutos cargados tornaremos.
Veremos los lugares
do nace y muere el rutilante Apolo.
He aquí de vuestros padres los hogarest'
nos dirá el castellano:
podremos visitar el yerto polo,
y también abrazar al libre habaDO.
No temerá la vista
del anglo, ni del bátavo industrioso
el mexicano artista;
y su nombre, hoy obscuro, y humildosot'
al desdén 6 al olvido condenado
de la Europa altanera,
verás e respetado
y en prez tenido por la Europa entera.
¡Oh sin igual ventura
que nuestros padres nunca conocieron,.
nuestros esclavos padres que vivieron
sumidos en la pena y la amargura!::'

¿No los oyes alzar, cara asamblea,.


tus loores al cielo,
llamándote su gloria y su consuelo,
pidiendo que tu nombre eterno sea?
A su voz el tirano Despotismo
que ve frenado ya su orgullo fiero,
huye despavorido al hondo abismo,
do su fatal mansi6n tuvo primero;
y el ciudadano honrado,
de gozo puro y confianza lleno,
se ve en el dulce seno
de la felice patria recos tado:
á la fatiga dura se comp one,
fervie nte anhel a ya por alivia rla,
y prest arle su ayuda ,
á sus carga s el homb ro ya dispo ne:
no llega rá jamás á aband onarl a,
que impáv ido desde hoy firme la escud a:

y tú, que corre s por la selva erran te (1),


busca ndo con presu ra
al almo nume n que del alto cielo
te aterra con el rayo fulmi nante ,
ó te alaga , cubri endo de verdu ra
y dulce s frutos tu silves tre suelo :
ya tímid o, ya grato , ofren da pura
prese ntarle podrá s: rasga do el velo
que su faz adora ble te encub ría,
lo aplac arás, lo ensal zarás un día.

Alzad , alzad la frente , Mexi canos :


hoy muer en los tirano s.
La santa Liber tad, que desat ado
su cuello vió de la sangr ienta soga
que el inmo rtal Quiro ga
osó romp er con brazo denod ado,
cruza los mares : su nevad a plant a
del Anáh uac feliz las playa s pisa;
y luego que sus genio s mens ajero s
la patric ia asam blea place ntero s
le anunc ian, mira ya cuál se adela nta
y nos vieRe á abraz ar con dulce risa:
ved cuál las áuras hiend e en raudo vuelo ;
vedla asent ar su trono en nuest ro suelo .
t I) Las diputa ciones de ultram ar velará n sobre los progre sos
de
mision es para la conver sión de los ir.dios infiele s. - Const. Esp.,
arto 335. atribu ción .10.
A ITUR BIDE EN SU COR ONA CION .

iY pudis te prest ar fácil oído


á falaz ambic i6n, y el lauro etern o
que tu frente ciñer a
por la venda troca r que vil te ofrece
la lisonj a rastre ra,
que pérfid a y astut a te adorm ece!

Sús: despi erta, y escuc ha los clamo res


que en tu pro y del Aztec a infor tunad o
te dirige la Glori a:
oye el hondo gemi r del patrio tismo ;
oye á la fiel Histo ria
y retroc ede iay! del hondo abism o.

En el pecho magn ánim o recog e


aquel alient o y gener oso brío
que te lanz6 atrev ido
de Igual a á la inmo rtal heroi ca hazañ a,
y un cetro aborr ecido
arroja prest o que tu gloria empa ña.

Desp recia la aura leve, engañ adora ,


de la ciega volub le much edum bre,
que en s~ deliri o, insan a,
tan pront o ciega abate como eleva.,
y al justo á quien «hosa na:.
ayer canta ba su furor hoy lleva.
)

Con los almo s patric ios virtüo sos,


amig os tuyos y en el puebl o electo s,
en ]azo fiel te anuda:
atiende á sus consejos, que no dañan:
s610 ellos la desnuda
verdad te dicen; ]os demás te engañan.

Esos loores con que al cielo te alzan,


los vítores confusos, que de Anáhuac
señor hoy te proclaman,
del rango de los héroes, inhumanos,
te arrancan, y encaraman
al rango ioh Dios! fatal de los tiranos.

¿ No miras ioh caudillo deslumbrado!


ayer delicia del azteca libre,
cuánto su confianza,
su amor y gratitud has ya perdido,
rota i ay I la alianza
con que debieras siempre estarle unido?

De puro y tierno amor no cual solía


allegarse veráslo ya á tu lado,
y el paternal consejo
de tus labios oír: mas zozobrante
temblar al sobrecejo
de tu faz imperiosa y arrogante.

La cándida verdad, que te mostraba


el sendero del bien, rauda se aleja
del brillo fast~oso
que rodea ese solio tan ans iado;
ese solio ostentoso,
por nuestro mal y el tuyo levantado.

y en vez de sus acentos celestiales


rastrera turba, pérfida, insolente,
de astutos lisonjeros
hará resonar s610 en tus oídos
loores placenteros:
Iah! placenteros .... pero cuán mentidos!

No así fueron los himno~ que entonara


Tenoxtitlán cuando te abrió sus puertas
y saludó risueña,
al verte triunfador y enarbolando
la trigarante enseña,
seguido del leal patricio bando.

iCon qué placer tu triunfo se ensalzaba!


¡La ingenua gratitud con qué entusiasmo
10 grababa en los bronces!
ITu nombre amado, con acento vario,
cuál resonaba entonces
en las calles, las plazas y el santuario!

Ni esperes ya el clamor del inocente,


ni de la ley la majesté1 d hollada,
ni el sagrado derecho
de la patria vengar: que el cortesano,
de tí en continuo acecho,
atará para el bien tu fuerte mano.

¿De la envidia las sierpes venenosas


del trono en derredor no ves alzarse,
y con enhiestos cuellos
abalanzarse á tí? ¿los divinales
lazos de amistad bellos
rasgar, y conjurarte mil rivales?

La patria en tanto, de dolor acerbo


y de males sin número oprimida,
en tus manos ansiosa
busca el almo pendón con que juraste
la libertad preciosa,
que por un cetro aciago ya trocaste:
y no lo halla, y en mortal desmayo
su seno maternal desgarrar siente
por impías facciones;
y de desolación y angustia llena,
los nuevos eslabones
mira forjar de bárbara cadena.

¡Oh, cuánto de pesares y desgracias,


cuánto tiene de sustos é inquietudes,
de dolor y de llanto;
cuánto tiene de mengua y de mancilla,
de horror y luto cuánto
esa diadema que á tus ojos brilla!

LA MUSICA.

Soberana armonía,
precioso dón del cielo,
á tí me acogeré, que en tí confía
alivio hallar mi triste desconsuelo:
á tí, que siempre fuiste de los males
que afligen á los míseros mortales
bálsamo de salud y de consuslo.
Tus dulces impresiones
¿ cuándo alivio no fueron
de sensibles llagados corazones?
¿cuándo mis días fúnebres corrieron
sin que tú compasiva no enjugaras
mi tierno llanto, ó sin que me anegaras
en mil placeres, ay, que ya me huyeron?
Huyeron. Pero al alma
tierna melancolía
sabe aplacer también con dulce calma
cual la aplace festiva la alegría.
Genio sombrío, que de Young pulsabas
el laúd negro, y tierno lo inspirabas,
á tí te invoco en la tristeza mía.
Enojosos cuidados,
aquí no llegaráis: los regalados
acentos de la Música sonora
de este recinto os lanzan: falso amigo,
ni tú me turbarás: solo contigo,
Música divinal, lloraré agora.
iV én, vén, cítara bella,
que en mis floridos años
eras dulce solaz de mi querella,
y de amor en los plácidos engaños
me adormías; que á Delia de~deñosa
tal vez tornaste á mi dolor piadosa,
ajeno yo de mis presentes daños!
¿ Te acuerda~ cuán festivos
jóvenes nos cercaban,
y, atentos á tus sones expresivos,
unas veces extáticos callaban,
otras del entusiasmo arrebatados
prorrumpían en coros concertados
y con mi canto su cantar alzaban?
También muchas graciosas
ninfas se complacían
al tañer yo tus cuerdas armoniosas,
y su voz halagüeña unir solían,
realzando tus gracias delicadas,
ó, á bulliciosas danzas provocadas,
de su talle gentil alarde hacían.
Celio, Arnesto, Fileno,
amables compañeros
de mi lozana edad loh, cuán sereno
nos era aquel vivir! icuán placenteros
momentos! Icuántas dichas nos cercaban!
y icon qué suavidad se deslizaban
días, meses ... . también años enteros! ':
Días de gozo y gloria,
inocentes y puros,
arrancaros jamás de mi memoria
podrán los hados rígidos y duros.
Vuestro recuerdo dulce y halagüeño
me adormirá con pácido beleño
en mis males presentes y futuros.
Del tiempo inexorable
pudo la mano impía
por siempre arrebataros: mas la amable, .
la encantadora música que hacía
vuestro reir más lisonjero y blando,
fiel os está aquí mismo retratando,
y aun os puede gozar la fantasía.
y os gozará mil veces.
V én fácil á mis manos,
cítara, amiga fiel de mis niñeces,
y repite los cantos soberanos
que los floridos años me inspiraban,
cuando en dorada copa me brindaban
el dulce néctar del placer divino.
Encantos inefables,
aun vivís: será eterna
vuestra dulce ilusión, y perdurables
vuestros recuerdos. Esta, esta es la tierna .
canción que tanto á Delia complacía;
este el himno en que loor grato rendía
la patria libre á la deidad superna.
Mientros mi pecho aliente,
oh música divina,
te rendiré mis cultos reverente,
cual numen tutelar que me destina
benigno el cielo en la tormenta horrible
que alzó el pesar amargo en mi sensible -
corazón que despótico domina.
Jamás, cítara mía,
. podré ingrato dejarte.
Siempre de mi tristeza y alegría
depositaria fiel, tomabas parte
en mi llorar y en mi reír; y ahora
~cual siempre te busqué consoladora,
y ya logré consoladora hallarte.
No sin razón mentidos
trofeos te rindiera
la griega fantasía, y sus erguidos
muros la ilustre Tebas alzar viera
.al resonar la lira de Dirceo,
.y Pluto, conmovido, al triste Orfeo
á su perdida Eurídice volviera.
Deja, gran Macedonio,
··que tu ánima briosa,
cual tierna flor al plácido fa vonio,
se doblegue de cítara armoniosa
al tono encantador, y que tu gloria
iguale, al alcanzar de tí victoria,
de la armonía la celeste diosa.
¿ Hubo pecho tan frío
que resistir osara
¡oh Música! á tu dulce poderío?
<. Hubo algún infeliz que no te hallara
ya compañera fiel, ya tierna amiga,
.si la opresión cruel, si la fatiga,
si mustia soledad lo acongojara?
Perdidó el caminante
por ásperos senderos,
y en el hinchado mar el navegante
cuando se entrega á los embates fieros
.de las olas inquietas encrespadas,
el recuerdo de plácidas tonadas
suele templar sus ayes lastimeros.
La sudorosa frente
. el segador tostado
tranquilo limpia; y ni del sol ardiente
siente el rayo estival: enajenado
olvida el triste afán y los pesares,
y repitiendo rústicos cantares
lo halla la noche tras el corvo arado.
Mecido en blanda cuna,
acalla el niño tierno
su inocente gemir: de la importuna
nodriza que lo arranca del materno
seno, la injuria olvida, y se adormece
al canto arrullador que lo embebece,
y se arrulla también cantando alterno.
¿ Qué región tan agreste,
ó qué pueblo tan rudo
negarse á la ilusi6n grata y celeste
de tu hechicero canto jamás pudo?
Te oye y te adora el rígido espartano,
el feroz tracio, el bélico romano,
el indio tosco y el apache crudo.
y ¿cuál empresa humana
con tu influjo divino
animar no se vió? Corre á la insana
lid, de la gloria el áspero camino
hollando altivo, el guerreador valiente;
y de verde laurel ciñe su frente.
si lo inflama tu acento peregrino.
Oyes el fervoroso
voto que al cielo envía
la augusta religi6n, 6 el ardoroso
grato loor que le tributa pía:
y tú mezclas tus cánticos, y ensalzas
al almo Dios, y la piedad realzas,
y aumentas el fervor y la alegría.
O ardiente patriotismo
te inflama; y las acciones,
y la gloria que alcanza el heroísmo
das á la Fama en cívicas canciones,
que la poesía tu divina hermana
con sus hermosas flores engalana,
sublimando á los ínclitos varones.
Ó bien de la sensible
MeJpómene en la escena
te calzas el coturno: irresistible
entonces tu poder, de encantos llena,
¡cuán blan da, cuán sagaz, cuán tierna sa bes
á los efectos dulces y suaves
arrastrarnos con plácida cadenal
Los corazones todos
á tu albedrío mandas;
los subyugas y mueves de mil modos.
¡Cómo á los duros delicada ablandas,
y en ellos de piedad la llama pura
encendiendo, los llevas con dulzura
del amor á las aras adorandasl
Tus artes lisonjeras
también allí aquilatan
las virtudes mágnánimas y austeras.
Ya la energía rígida retratan
de Catón; ya de Tito la clemencia;
ya del piadoso Eneas la prudencia,
que á digna imitación nos arrebatan.
La festiva Talía
su máscara burlona
también te presta allí; también confía
en tu risa maligna, y te abandona
la ruindad del avaro, la licencia
del ardoroso joven, la imprudencia
ó el descuido de cándida matrona.
Honor, honor eterno
á la Italia creadora,
patria feliz del melodrama tierno.
De armonía insólita y sonora
allí el raudal se desató en la escena:
.allí se desató tu rica vena,
tu vena, oh Metastasio, encantadora.
y tú, Rossini claro,
·cuyo genio fecundo,
del corazón humano enseñoreado,
llena hoy todos los ámbitos del mundo,
-¿podrá olvidarte mi sonante lira?
Mi opreso corazón por tí respira;
contigo siempre de placer me inundo;
Dueño eres de mi alma,
y tú mi tierno llanto
provocas ó suspendes; tú á la calma,
-ó á la inquietud me llevas. ¡Cuánto, cuánto
me haces gemir por tu infeliz Otelo!
icómo me aflige de Tancredo el duelo!
lcómo de Asur el torcedor quebranto!
El cielo me conceda
de este placer tan vivo
gozar contigo siempre; siempre pueda
llorar, gemir al són de tu expresivo
-c anto, cuya dulzura y eficacia
-aun el ay del do lor y la desgracia
.lanza con blando y plácido atractivo.
¿ Para qué quiero el oro,
si tú, Música, eres
,mi más precioso, mi mayor tesoro?
Feliz yo, si de rígidos deberes
libre algún día, puedo á tí entregarme,
y en tus delicias sólo recrearme,
;ioh fuente perennal de mis placeres I
LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO

Poema en dos cantos.

Emites Spiritum tuum, et creabuntur,


et renovabis faciem terrae.

PSALM. 103 verso 30~

CANTO l.

Préstame en esta vez tu acorde lira,


oh Musa celestial, y dulce acento
á mis labios inspira:
que, inflamado mi pecho en sacro aliento,.
del Espíritu Santo
la venida triunfal, y el vencimiento
del soberbio Satán celebro y canfo.

y tú, numen sagrado,


que en la cumbre de Oreb el armonioso
són acordaste al vate, que inspirado
con tu soplo ardoroso,
de ] ehová Creador y poderoso
las obras ensalzó; mi lengua impura
mueve también; tu auxilio me asegura;
y quedarán confusas
mi voz oyendo las mentidas musas.

Ya en las alas del viento,


y de ardientes querubes ascendido,
el inmutable asiento
ocupaba el Ungido
639

á la diestra del Padre. Conturbados -


los discípulos fieles, silenciosos,
tristes y pesarosos,
gemían del Maestro abandonados;
que mientras se cumplía
la promisión eterna ,"-
~vr
que al elevarse á la mansi6n superna -
les di6 Jesús en el glorioso día,
de tímidas pasiones
libres no estaban aun sus corazones._
Ellos la escuadra electa
formaban que impertérrita calcando
al infernal Satán, y su impia secta
como ligera niebla disipando,
valer haría por el orbe entero
el precio de la sangre del Cordero. -

Ya el tiempo señalado
á la gloriosa lucha se aproxima;
los almos campeones,
.
con ánimo concorde y humillado
.
al Padre, de Si6n en la alta Clma,
dirigen sus fervientes oraciones.
Tal suelen antes de la lid sangrienta _
los guerreros vibrar la aguda lanza,
del caballo adestrarse en la carrera,
mientras la voz cruenta
oyen del general, que á la matanza
los llama, enarbolando la bandera.
El príncipe infernal que así los mira
arde en furiosa ira.
Su imperí o destruído,
sus astucias burladas,
y sus leyes tiránicas holladas
le hacen lanzar un h6rrido alarido: _
mas su soberbia loca
á terri ble venganza le provoca.
:-Sus ojos centellantes
más susto imprimen que en oscuro cielo
cometas rutilantes,
· nuncios infaustos de terror y duelo.
Agita su cabeza furibundo
de silbadoras víboras crinada,
que en roscas mil se encogen y repliegan,
y queda envuelto el anchuroso mundo
· en una noche lúgubre y nublada,
cuando sus negras alas se desplegan.
Tres pasos, vomitando viva lumbre,
· da de Sión al Etna cavernoso,
y por la abierta cumbre
baja en torcido vuelo al reino umbroso;
y en su trono sentado,
· con voz honditonante,
como el trueno del rayo fulminante,
manda juntar el infernal senado.

Oh musa divinal, tú que comprendes,


· en un instante solo,
cuando tu vista abrazadora tiendes,
cuanto pasa del uno al otro polo:
. ¿quiénes los principales
. espíritus se hallaron congregados
á contrastar osados
· de Jehová los designios eternales?

Belzebuth fué el primero


· que la diestra ocupó de Satán fiero.
El coloso de Rodas afamado,
· cuya enorme figura
setenta codos numeró de altura,
nada fuera á su lado:
· i tanto es disforme su hórrida estatura!
Los ángeles rebeldes le miraban
· como á uno de sus príncipes mayores:
10s de Accaron sin seso le adoraban,
tributándole inciensos y loores.
Al trono :le Satán con orgullosos
pasos se acerca, dobla la rodilla;
y al sentarse en su silla
retiemblan los abismos tenebrosos.

Sigue en orden Moloc, cuyo santuario


-de víctimas humanas
sembraba el amonita sanguinario,
sofocando cruel sus quejas vanas
·con tímpanos y pífanos tañidos
·en medio de sus ayes doloridos.
Este monstruo fatal, de sangre hebrea
hartado, anduvo errante
·en regiones diversas y apartadas:
·el fanatismo emplea
su astucia vil, trayéndolo triunfante
de Anáhuac á las tierras desdichadas;
Huitzilopochtli le llamó al tirano,
y lo hizo dios del ciego mexicano.

Camos, deidad lasciva del moabita,


y de Sidón la inverecunda Astarte
-tras el cruento Moloc vienen ligeros:
los tres del sabio rey israelita
·en la impia adoración tuvieron parte,
y eran inseparables compañeros.

Después sigue Dagón, monstruo biforme,


.del filisteo insensato venerado,
aun cuando mutilado
lo dejara é informe
-el Señor de Israel, y castigara
de este modo su intento temerario
de usurparle el santuario,
_y á la suya acercar su inmunda ara.
IS
Baal, dios de Moab, Fenicia, Asiria,.
de Judea y Samaria:
Belial sin ley ni freno;
Remmon, numen de Siria,
y otra turba de dioses adversaria
de la cruz del ungido Nazareno,
cuyos nombres rehusa
memorar la sagrada pía Musa,
vienen del angel fiero á Ja llamada
con frenética furia desusada.

Satán el negro labio así despliega


cuando el tartáreo bando se congrega::
cDioses, Príncipes, Angeles, Querubes
¿ cederemos por fin en la atroz guerra
jurada al hombre? ¿Al polvo de la tiena
nosotros que nacimos en las nubes
esclavos serviremos,
y el imperio del orbe perderemos?
El mortal se prefiere
al inmortal. iAy triste!
¡quién la carne tuviera que revistel
iay! quién muriera como el hombre muerer
el hombre! .... voz fatal, voz que resuena
en mi oído cual rayo retumbante
por la mano triunfante
de Miguel despedido, y la cadena
me recuerda incesante
que á la cerviz atada
nos impuso J ebová con mano airada:
J ebová, que á par de nuestro horrible encono·
á la humanal natura,
raudales de ventura
la envía sin cesar de su alto trono.
¿ Qué fué nuestro pecado
junto á su ingratitud negra y horrendac
iAy I su ira ' tremenda
en nosotros descarga á toda hora,
y al hombre ha reservado
la piedad infinita que atesora.
Abierto el dique está de sus enojos
para los querubines:
mas su bondad para él no tiene fines;
lo ama como á las niñas de sus ojos.
Después de su caída le consuela;
habla con él; con él perenne habita;
y por su bien continuamente vela.
Por una que se irrita,
cien veces se contenta: le predice
por sus vates su alianza;
y todo cuanto dice
con milagros sin número le afianza ..... .
¿ Mas cómo referir aquí prolijo
de su clemencia la inefable historia?
Puso término, en fin, á su esperanza;
y humanado le envió su Eterno Hijo,
entre himnos mil y cánticos de gloria.
El Verbo, de su Padre la ternura
iguala. Aquí doctrina
á un ignorante pueblo: allí convence
la Sinagoga: acá piadoso cura:
fuerza al túmulo allá su voz divina
á que produzca vida: al hambre vence,
que á millares de gentes aquejara,
con pan que apenas para dos bastara:
á un número escogido
de discípulos traza el fiel modelo
de la moderna ley que ha establecido;
ley de piedad, de "racia y de consuelo ....
¿ Qué más? Su vida ofrece,
y sufre los tormentos que merece
el hombre ingrato, duro,
á su voz sordo y á su fe perjuro:
y de su amor en prueba,
y en prenda de la alianza que renueva,
aunq ue torna otra vez á la morada
del cielo fortunada,
velada en accidentes,
para salud y vianda de las gentes,
deja su misma sangre que vertieron,
su cuerpo mismo que despedazaron,
su sangre en que inhumanos se tiñeron,
su cuerpo que feroces inmolaron.
Para llegar al ángel sólo un grado
faltaba al hombre: todo cuanto encierra
la inmensurable tierra,
la fiera, el bruto, el ave, el pez alado
fué rendido á sus pies: ved lo ensalzado
ya sobre el querubín: ved lo fulgente
en la sagrada mesa; y de la eterna
sustancia alimentado, reverente
ved como ante él el cielo se prosterna ....
Pero ¡qué digo el cielo, si el abismo
también le adorará .. ! también yo mismo .. !
Ved luego cuál levanta
hasta el empíreo el vuelo, y á la estrella,
y á la luna, y al sol su planta huella,
y la faz del Señor ve sacrosanta:
la faz ¡ay! para nos siempre negada;
siempre de enojo y de furor velada.
¡ A tal grado se eleva, á tal altura
del polvo terrenal la endeble hechura!
¿ y será que Satán le incline el cuello?
¿Será que sus legiones
reciban, abatiendo sus pendones,
de esclavitud el ominoso sello?
N o, que ya la enconosa
rabia que me devora
os incita también, y la ardorosa
pasión de combatir no se minora
en vosotros: sois dioses, sois guerreros
como yo; s610 el rango nos separa:
mido por mi rencor vuestros rencores;
y correremos á la lid tan fieros,
como cuando quisimos cara á cara
disputar á Jehová los resplandores.
Si no yo os recordara
las heroicas hazañas,
que nos hicieran dueños y señores
de los hombres, al ángel servidores,
ya en fuerza del poder, ya de las mañas.
Ceden á nuestros genios vencedores
como al recio huracán débiles cañas;
y su infelice historia
nuestro poder publica y nuestra gloria.
Dejemos, pues, el ocio letargoso:
dejemos el sosiego,
(si tal puede llamarse este horroroso
arder sin fin p.n perdurable fuego):
en la extendida tierra
encendamos el hacha de la guerra;
y donde más se apure
el valor sea en Si6n, de donde escrito
está que una ley nueva, un nuevo rito
saldrá que eterna por los siglos dure.
Allí los ad vers arios pri nci pales
están juntos orando,
y la ruina terrible preparando
del Tártaro y sus dioses inmortales.
Corramos, pues, volemos:
no haya fuerza ni ardid que no se mueva:
este precioso tiempo aprovechemos;
y cogerá los fru tos el abismo
de la semilla, que en la frágil Eva
en el jardín de Edén sembré yo mismo.
¿ y quién, triste agorero,
osará presagiar triunfo ominoso
á Satán altanero,
y á su ejército fuerte y belicoso?
Quédese aquí quien tema
en el ocio sumido vergonzoso,
y si el infierno entero cual problema
ve la empresa y la cree tan arriesgada,
quédese aquí también; que sin auspicio
solo yo basto á conquistar el suelo:
yo que insultar osé, la frente alzada,
con la audaz tentación al Dios del cielo;
yo que ordené su bárbaro suplicio;
yo que supe inspirar la alevosía
al discípulo infiel; yo que dictaba
los sangrientos decretos á los jueces;
que de furor armé la turba impía;
que, cuando Cristo de la cruz colgaba,
le hice del cáliz apurar las heces.
Pero ¿ temer? ¿á quién? ¿al débil bando
de doce pescadores ignorantes,
que pavoridos del suplicio infando,
en su fe vacilantes,
dejan cobardes al atroz cuchillo
entregado el Maestro? ¿Su caudillo,
que antes le defendió tan alentado,
por veces tres no le negó cuitado?
¿ El pueblo, los magnates, el partido .
seguirán del que impíos condenaron
y en afrentosa cruz sacrificaron?
¿Seguirálo el gentil, desentendido
del culto que sus padres le enseñaron,
y abrazará una ley tan misteriosa,
que su razón sencilla
mirará como absurda y fabulosa?
Mas á la fe se humilla
su espíritu; y ya adora,
hincada la rodilla,
la cruz del Redentor: llega la hora
del placer, y natura le convida
á gustarlo sin freno ni medida;
pero la nueva religión le ordena
luchar sin fin con él; aquí la pena;
la incertidumbre aquí, la apostasía:
.que su carne á tal yugo no a vezada,
ni á tan cruda porfía,
,r enuncia de Jesús; y apresurada,
's u Ceres busca, que de henchido grano
sus trojes llena: á Baca, que el sabroso
vino le brinda con lasciva mano;
y á Venus, que al gustoso
deleite del amor dulce le llama,
y de plácido ardor su pecho inflama.
Mas ya el tiempo nos insta á la guerrera
empresa: el enemigo
en sus ruegos serviles persevera:
y este es el fuerte escudo que al abrigo
del triunfo lo pondrá, si no curamos
de apresurar la lid. lA qué aguardamos?
Esta mansión de luto y de tristeza
dejemos; pruebe el mundo
todo el poder del Orco furibundo;
y vea en nuestra indómita fiereza
Jehová, que de su ley siempre contrarios
seremos y no viles tributarios.~
Dijo Satán: tres veces execrable
blasfemó del purísimo, adorable,
santo nombre de Dios: la hueste impía
su imprecación horrible repetía;
y con maligna risa y algazara,
·con gestos espantosos,
de su jefe celebra los dolosos
discursos que entre llamas pronunciara.

Suspende ¡oh Musa! tu cantar divino;


que para proseguir tan peregrino,
tan sublime concento,
necesito tomar algún aliento.
CANTO n.

Salve mil veces, día fortllnado,


más puro, más brillante,
que aquel en que luciera rutilante
por la primera vez el sol dorado.
Salve, montaña santa
de Sión, más que el Sínai venerable,.
pues la ley sacrosanta
viste grabada en piedra más durable~
Salve, ciudad dichosa, cuya gloria
durará eternamente,
y respetada tu ínclita memoria,
irá de gente en gente.
Salve, pues la victoria
el Dios Omnipotente
contra Satán y su ominoso bando
en tu feliz recinto dispusiera,
cuando el creador Espíritu enviando,
de su yugo libró á la tierra entera.
Salve, en fin, y permite que refiera
cómo el hecho se obró tan porteDtoso~
Mas tú por mí, celeste Musa, dílo;
que á asunto tan grandioso
jamás podrá bastar mi humilde estilo~

El infernal congreso ya disperso,


los ángeles rebeldes dividieron
entre sí el universo.
Los volcanes se abrieron;
y entre el humo sulfúreo que salía
por sus vocas ardientes, cavernosas,.
vomitan á la luz del claro día
mil espectros de formas espantosas.
Con furia desalada
corren bramando á la infeliz morada; _
como leones rugientes,
afilando las garras y los dientes,
cuando ven una grey abandonada.
Al fuego que brotaban
secábanse los ríos: los encumbrados
montes ardían: los míseros ganados .
sin vida desmayaban
al aliento letal que respiraban.
En tanto los sonoros
cantos suspenden en el almo cielo
los angélicos coros,
y abrasados en santo ardiente celo, ~ ­
y de sacro pavor sobrecogidos,
aguardan de Jehová la voz tonante
que castigue del príncipe arrogante '
los intentos nefarios y atrevidos;
y ya Miguel desnuda
la flamígera espada,
que jamás embotada
vióse en batalla cruda,
dispuesto á aniquilar el negro averno, _
á una señal ligera del Eterno.
Cuando bañado en luz inexplicable,
vuelve el rostro inefable
el Padre Dios al Verbo Sempiterno:
«Hijo amado, le dice,
causa de mis mayores complacencias,
de la promesa que á los hombres hice
llegó ya el cumplimiento: inteligencias
desde hoy se tornarán: sobre ellos baje -
mi Espíritu Paráclito: el ultraje
vengado quede de mi excelso nombre~_
sobre Satán tu cruz eterna impere:
en ella viva el hombre;
y la tierra en tu ley se regenere.~
650

Dijo el Padre: los recios aquilones


-con estrépito fuerte resonaron;
las bóvedas celestes se rasgaron;
el espíritu Dios raudo desciepde
sobre los apostólicos varones;
en su divino fuego los enciende;
y el alcázar sagrado y eminente
queda lleno de lumbre refulgente.
Nunca suele tan súbita ahuyentarse
del exorcista sacro á los conjuros
la renegrida nube tempestuosa,
,como el angel oscuro, que al llegarse
de Sión á los muros,
,divisó la morada luminosa.
Mas, venciendo la audacia á sus temores,
vuelve á Jerusalén: aquí su rabia;
pues la estúpida grey de pescadores
se ha convertido en elocuente y sabia.
Todos son ya valientes oradores;
ya sus redes no tienden
.á débiles é incautos pececillos,
sino á miles de oyentes,
que se quedan absortos cuando entienden
sus discursos sublimes y sencillos,
aunque son de regiones diferentes.
Unos á otros se miran;
del portento magnífico se admiran;
y dicen entre sí: e¿ De Galilea
no son estos que anuncian
las grandezas de Dios? ¿ Cómo pronuncian
tan tas lenguas diversas? De Judea,
de la Frigia, del Ponto, de Cirene,
. ~e todas las nociones aquí estamos:
y todo lo que dicen entendemos.
Algún alto misterio se contiene
-en aquesto; pues no nos acordamos
..de haber visto jamás lo que hora vemos.»
651

Inmóviles quedaban;
y, del almo Paráclito movidos,
algunos adoraban
la cruz del Redentor. Mas, poseídos
otros del mal espíritu, burlaban
su crédulo candor y les decían:
<ebrios están; el vino habla por ellos.»
Mas con dóciles cuellos
á Jesús se rendían
cuando, á la voz de Pedro obediciendo,
y sus pasos rigiendo
los tullidos por sí su andar seguían
.entre himnos mil que gratos repetían.

Como al luchar de vientos bramadores


los cedros corpulentos
suelen mover sus ramos silvadores,
azotando violentos
contra la tierra sus nudosos troncos,
con rechinidos ásperos y broncos,
la rabia y el furor de esta manera,
cuando mira cercana
la ruina de su imperio tenebroso,
combaten á la fiera
bestia infernal, que insana,
ya muerde el labio cárdeno espumoso;
ya pateando la tierra la estremece;
ya la crin serpentina hórrido mece.
Mas no por esto muere la esperanza
en su hondo pecho impuro;
.q ue cada vez más duro
respira más rencor y más venganza:
cual férvido torrente,
que más redobla su ímpetu vehemente
mientras peñas más gruesas se interponen,
y en su arrogante curso se le oponen.
Ya en humanal figura se trasforma,
remedando de Anás el gesto y forma:
ya la grey santa arrastra la cadena
en la oscura prisión, á do su encono
injusto la condena.
Ya preside el Sanedrio; ya con tono
imponedor sacrílego la ordena
sellar el labio que á ] esús predica ....
¿Sellarlo? ¡Oh insensato! ¿Acaso ignoras.
que el Espíritu Dios por él se explica?
Oyelo. y tus traidoras
asechanzas confúndanse burladas.
«¿Al hombre obedecer será más justo
que á las eternas leyes, que intimadas
nos fueron por el mismo Dios augusto ?:.-
Tal impávido Pedro pronunciando,
del tribunal nefando
se aparta y fervoroso
por las calles, las plazas, y el santuario,.
pasa, anuncia, reprende. profetiza,
sana, convence, rinde; y victorioso,
tremolando la insignia del Calvario,
crea, reengendra, enciende y diviniza.
Grato el pueblo le llama
su genio tutelar, ledo le aclama.
Mas de Sadoc la impía
secta, inspirada de Satán malino,
nuevos hierros previno
á Pedro y á sus justos. Viene el día:
en la cárcel no están. ¿ Dónde se fueron?'
¿ Cómo las cerraduras quebrantaron?
De lo alto descendieron
ángeles del Señor: los libertaron.
Allá en el templo están: allí derraman
del Espíritu Santo
á millares el fuego sacrosanto,
y millares en él luego se inflaman.
En tanto, la escamosa
653
·cola azotando al uno y otro lado,
.Y la piel espinosa
erizando furioso y espantado,
.á los suyos decía
el triste rey de la mansi6n umbría:
' ~Mucho nuestros rivales
adelantan, guerreros inmortales.
El cielo los defiende,
Jehová los patrocina,
su Espíritu los rige, los inflama.
En toda Si6n se extiende
la voz de su doctrina,
-que por todos se aplaude y se proclama.
'M as porque la divina
mano hácia ellos alarga el Invencible,
.¿ nosotros desmayar? La saña horrible
desfallecer del Orco tenebroso?
¿Aplacarse la furia inextinguible
de Satán indomable, rencoroso?
.Si un Dios está con ellos,
·¿otros miles de dioses no han jurado
·encadenar sus miserables cuellos?
y si ese Dios hasta hora no ha enseñado
do llega su insondable
dep6sito de bienes infinitos,
.¿ por ventura el abismo es calculable
de males que inventamos los precitos?
Todavía no se apura
de Satán el recurso postrimero:
llénelos, pues, de gracia y de ventura
su Dios, mientras dañero
llover sobre ellos hago
.infortunios sin fin. Pues que el aciago
destino á mí y á vos no nos permite
'tomar otro desquite:
ya que ni amar ni hacer el bien podemos,
·en el mal sin descanso t.rabajemos.
¿ Las funestas pasiones
se podrán numerar que el hombre encierra?
y una sola es bastante, oh campeones,
bien manejada, á fenecer la guerra.
Os hablo del dolor: sólo su nombre
al mortal intimida:
sólo él hacer temblar pudo al Dios hombre:
su penetrante herida
siente la raza inmunda;
veremos si á la muerte furibunda
sabe sobreponerse; si al degüello
por esa nueva ley ofrece el cuello.'>
Dijo el fiero: de plagas mil fatales
vense luego acosados
los fieles de Jesús: ya soterrados
mÍranse en calabozos funerales;
de su virtud en precio
reciben ya el tormento,
ya el azote sangriento,
ya el insulto, la burla y el desprecio.
Mas no por esto abjuran
de la adorada cruz. ¿ Sus penas crecen?
Se alientan más, se alegran, se enfervecen.
¿Ven el cáliz mortífero? Lo apuran.
El Paráclito Santo
enmedio de ellos es; en sus temores
los conforta; mitiga sus dolores;
y enjuga aliviador su tierno llanto. ·
Con sus alas cobija á sus hijuelos:
como allá ·remontada en la alta esfera
el águila altanera
cuando saca á volar á sus polluelos.
Mas ¿ dó, Satán altivo,
llenos de confusión los torvos ojos,
te escondes fugitivo?
¿ Huyes, porque burlados tus e najas,.
te desl.umbra la faz esplendorosa
655
de Esteban, que ascendido á la gloriosa
mansión á do jamás volver esperas,
cual otro Redentor perdón implora
de sus impíos verdugos? Tú sus fieras
manos armaste: tú la feliz hora
al justo apresuraste;
tú la obra comenzaste:
ven, complácete, mira
cómo durmiendo en Dios tranquilo espira.
Mira ya cuál se rasga el firmamento,
y el Espíritu Santo
lo eleva sobre el vi en to,
y el Hijo Sacrosanto
á su padre 10 ofrece, que propicio
acepta su glorioso sacrificio.
¡En cuán honda tristeza, en luto cuánto
sumido yace el reino del quebranto!
Tus negros pabellones
abate ya, Querub vanaglorioso.
Mas ¿en Saulo animoso
el triunfo libras aun de tus leO
g iones?
¿ En él tu confianza?
Pues en él á morir va tu esperanza.

De la ley adorable la ruina,


respirando amenazas y rencores,
Saulo jura, y á Siria se encamina.
¡Ay de vosotros fieles servidores
del Dios de Nazaret! Saulo fulmina
sus iras contra vos y contra el cielo;
y á la naciente iglesia ver desecha
augura su fantástico desvelo,
cual diestro cazador que ávido acecha
al pajarillo que, recien nacido,
por la primera vez deja su nido,
para ensayar el inexperto vuelo.
De su cólera ciega
656
·en vano libertarse solicita
·el varonil 6 el sexo delicado .
. A do quiera que llega
prende, persigue y á abjurar incita
de la fé de Jesús crucificado.
Fanático en su ley, lleno de aliento,
en los escombros de la cruz medita
levantar de su gloria el fundamento.
· Ya de Damasco las orillas pisa:
sus torres elevadas ya divisa:
ya arde en iras su pecho; ya prepara
el formidable golpe; ya incitando
· al caballo espumante lo acelera _...
-cuando una luz que la del sol más clara,
como rayo sus ojos penetrando,
súbito pára su veloz carrera:
lo deslumbra, lo ciega lo derriba;
y en la tierra postrado,
· el augusto mandato
· adora que le intima desde arriba
el Espíritu Santo .... ITú has hablado,
Espíritu divino! lel insensato
furor de Pablo tu bondad merece!
.:Sí, y en el libro eterno de los justos,
-entre tantos como hay nombres augustos,
también de Pablo el nombre comparece.
Tu fuego abrasador Pablo respira:
ya no es aquel perseguidor furioso,
:sino un atleta fiel que s610 aspira
á defender tu iglesia valeroso.
· Tú del apostolado le revistes;
y en la visi6n sublime, que no vieron
los ojos, ni las lenguas refirieron,
:tú le subes al cielo. Tú le asistes
cuando recorre el Asia toda entera:
cuando de Europa viene á las regiones
_y cuando confundiendo á la altanera

filosofía, rinde sus pendo nes
á la fe de Jesús . Tú le consu elas
. en la prisi6 n oscur a; tú le alien tas
si hamb res padec e, si recibe afren tas;
tú á su socor ro vuela s,
si el insole nte puebl o amot inado
insul ta su virtud ; y tú le inspi ras,
cuand o toma la plum a entus iasma do
contr a las seduc cione s y ment iras
de los falsos docto res; tú le exhor tas
cuand o afirm a á los fieles en su creen cia;
tuyo es su fuego ; tuya su elocu encia .
En fin, tú le confo rtas
cuand o deja el orien te
para alcan zar la palm a que anhel aba,
murie ndo por Jesús . Su celo ardie nte
por la predi cació n jamás se acaba :
la tierra sÍ; que su ámbi to termi na
prime ro que de Pablo la doctr ina.
¿Qué es de Satán ? Confu so y despe rado
-está en ::iU hond a guari da sepul tado.
¿y sus fieros secua ces qué se hicie ron?
¿ En d6nde se ccult aron?
Tamb ién se despe ñaron ,
y en el Tárta ro fúneb re su hund ieron .

Ya la tierra anchu rosa


-es toda del Seño r Omni poten te:
su diest ra poder osa,
de fuego prece dido refulg ente
á su Espír itu en vi6: ningú n vivie nte
de su calor se escon de inext ingui ble:
,con él q uem6 el escud o,
y quebr 6 el arco de Satán sañud o,
y sus arma s tamb ién: vi6se terrib le
sobre todos los diose s: las nacio nes
todas ven ya su gloria :
16
658
de su cruz presenciaron la victoria: •
ya la adoran con tiernos corazones,
sus vanos simulacros, confundidas t
desprecian y se miran ya erigidas
aras inmaculadas,
do hostias cándidas son sacrificadas,
á par de nuevos cánticos que entonan.
No hay gentes ni regiones escondidas
á los héroes de Cristo: ellos pregonan
su triunfo, y por doquier el eco suena:
ni hay lengua que no entienda y aperciba
su voz que el orbe llena,
su voz que siempre enciende en llama viva ..
Por los desiertos de la Libia ardiente,
por los pueblos flecheros,
del Septentrión al Sur, de Ocaso á Oriente,
de Jehová mensajeros,
corren, vuelan, enseñan, iluminan;
el sacerdote, el mago, el ignorante,
el filósofo, el príncipe arrogante,
oyen, aprenden, arden, vaticinan.
De las virtudes el virgíneo .coro
ante ellos va risueño y presuroso,
y un siglo nacer hace venturoso
aun más que aquel feliz mentido de oro.
El rubor encendido,
la sencillez amable,
y la fe conyugal en lazo unido
se ven, que la concordia unió hermanable ..
Hé al séquito triunfal y formidable
entrar en Rema altiva y opulenta;
hé al espíritu Dios, que el domicilio
fija en ella y la da perenne auxilio:
ya callaron sus vates;
descendieron al orco sus Penates;
y, poniendo la planta acá en el suelo,.
alza la Religión su frente al cielo.
APENDICE
Indice biográfico de la época

El siglo XVIII fué, dentro de los límites impuestos '


por el régimen político de la colonia, acaso e~ siglo de
mayor esplendor intelectual
- -- -- - - aut6ctono que ha tenido
.... ' .. '

México. En los siglos XVI y XVII, si bien el país


produjo un grupo de grandes 6 interesantes figuras
(J uan Ruiz de Alarc6n, Sor Juana Inés de la Cruz,
Carlos de Sigüenza y G6ngora, Chimalpaín, Ixtlilxó-
chitI, Tezozomoc), la vida intelectual era dirigida por
europeos. México, lo mismo que el Perú, fué ci vil iza-
do, gobernado y visitado por personajes insignes, me-
morables algunos en la historia intelectual de España!
Fray Bartolomé de Las Casas, Vasco de Quiroga, el
el Arzobispo Zumárraga, Francisco Cervantes de Sa-
lazar, Fray Alonso de la Veracruz, el Dr. Bartolomé
Frías de Albornoz, Fray Bernardino de Sahagún,
Fray Juan de Torquemada, Gutierre de Cetina, Juan
de la Cueva, Eugenio de Salazar, Mateo Alemán,
Bernardo de Valbuena, el Obispo Palafox ..... .
E 1 siglo XIX, en México, no ha sido inferior en ta-
lento puro al XVIII; pero tal vez lo ha sido en el sa-
ber, en el trabajo intelectual acrisolado. La vida pú-
blica-carrera de pocos bajo los virreyes-ha absorbi-
do las mejores energías de México en el siglo de
independencia, y la labor intelectual no ha sido, para
los más, sino tregua momentánea en medio á la acci6n.
política y social. Hombres como García Icazba1ceta 6
el Dr. Barreda, intelectuales puros, ajenos casi á las
662

contiendas del poder [aunque á la postre hayan podi-


do ejercer influencia, como la de Barreda, en la mis-
ma vida política], han sido casos de excepci6n. S610
á fines del siglo XIX, encerrada en cauce normal la
acción política, iniciada la divisi6n de labores sociales,
han vuelto los hombres de letras á trab ajar con relati-
va independencia.
Los últimos años del siglo XVII-años en que bri-
llan Sor Juana y Sigüenza-abren la época de esplen-
dor intelectual autóctoAo que se extiende á todo el si-
glo XVIII. No fué éste, aquí, siglo de gran literatura
castellana (tampoco lo fué, hablando en todo rigor, en
España): los mejores poetas, como Francisco Ruiz de
León, eran gongorinos retrasados. El culteranismo
producía una que otra flor fugaz y delicada. La poesía
latina, en cambio, tuvo cultivadores famosos, de los
más ilustres entre cuantos en los tiempos moder-
nos han pul5ado la lira clásica: Diego José Abad,
(1727-1779); Francisco Javier Alegre (1729-1788);
Rafael Landívar Cx731-1793), guatemalteco educado
en México, cuya vida rústica describió magníficamen-
te: todos ellos hijos de la Compañía de Jesús. Esta
formó aquí y se llevó á Italia en su destierro, en 1767,
á otros muchos hombres doctos, entre quienes sobre-
sale, púr su estatura de sabio, Francisco Javier Clavi-
jero (1731-1787); tras él debe ·debe mencionarse to-
davía al historiador Andrés Cavo (1739-¿ 179S?), al
teólogo Miguel Mariano Iturriaga (1728-1814), Y al
poeta Agustín Castro (1728-1790).
Aunque la expulsión de los jesuítas restó á México
un poderoso elemento de cultura, no se estancó el mo-
vimiento científico y literario. El estudio de las len-
guas indígenas continuó como siempre (á esta época
pertenece José Agustín Aldama, autor del mejor trata-
do de lengua azteca escrito hasta entonces); la histo-
ria encontraba cultivadores, no sólo en los jesuítas,
sino además en escritores independientes, como el
663
abogado Mariano Veytia (x7IB-¿1779?); ponía principio
á la tarea de formar la bibliografía de México, conti-
nuada con mejor éxito por Beristáin (1756-1BI7), el
Dr. Juan José de Eguiara y Eguren (1706-1763); abría
las puertas á la filosofía moderna el felipense Benito
Díaz de Gamarra (1745-1783): y las ciencias matemá-
ticas y físicas, la jurisprudencia y la medicina, daban
ocupación á hombres de singular actividad y extensa
doctrina, universales y fecundos, para quienes la ca-
rrera jurídica no estorbaba el culto de la astronomía
ni las matemáticas eran óbice al solaz de las letras clá-
sicas. Observaciones astronómicas (especialmente de
eclipses y de pasos de planetas por ó cerca del disco
solar), determi nación de si tuaciones geográficas, trazo
de mapas, proyectos de desagües y carreteras, examen
de los terrenos y las minas del país, clasificación de
la flora, análisis de las propiedades curativas de plan-
tas y animales, reglas para industrias, redacción de
leyes, descripciones de monumentos de la civilización
indígena-todo lo abarcaron el esfuerzo y la curiosi-
dad científica de estos infatigables experimentadores,
que agregaban á su trabajo de gabinete la publicación
constante de libros, propios ó traducidos por ellos, de
folletos y de periódicos (el Mercurio de Bartolache,
las cuatro publicaciones sucesivas de Alzate). Todos
eran también, cual más, cual menos, literatos, y AI-
zate y Mociño sostuvieron brillantes polémicas con
Rafael y Bruno Larrañaga, que osaron poner sus ru-
das manos en la poesía de Virgilio. La escasez de
medios para el cultivo de las ciencias en México obli-
gó muchas veces á estos trabajadores ejemplares á fa-
bricarse aparatos para sus experiencias; pero á menu-
do veían recompensados sus empeños con el aplauso
de corporaciones y sabios europeos. Ellos dieron co-
mienzo á la empresa de estudiar científicamente, en
conjunto, el país; de )0 que hicieron dan testimonio to-
davía sus obras y la opinión de Alexander van Hum-
boldt y de otros menores hombres de ciencia. Si esta
labor científica del siglo XVIII ha sido igualada en
México durante el XIX, ciertamente no ha sido supe-
rada.
Los hombres que sintetizan ese movimiento son: el
presbitero José Antonio Alzate (1737-1799), el más
universal y activo, pero también el más desordenado
de todos, astrónomo y geógrafo, físico y naturalista,
periodista y anticuario; Francisco Javier Gamboa,
(1717-1794), jurisconsulto insigne y estimado geólo-
go; Joaquín Velásquez de León ó Velásquez de Cár-
denas y León (1732-1786), de profesión abogado,
pero de preferencia personal geodesta y astrónomo,
y á veces arquitecto y poeta; Antonio León Gama
(1735- 1802), astrónomo, geógrafo y arqueólogo; José
Ignacio Bartolache (1739- 1790), matemático y médi-
co; J osé Mariano Mociño (¿ 1750?-1821), botánico y
médico. Como Mociño, vivieron hasta ya entrado el
siglo XIX otros tres hombres de ciencia que se enla-
zan con la tradición de la centuria anterior: el Dr.
Pablo de la Llave (¡773- 1833), Juan José Lejarza
(1785-1824) y Juan José de Oteiza (1777 1810).
La Iglesia contó, durante el siglo XVIII, con buen
número de mexicanos estimados en 1:1 teología y la
oratoria, además de los jesuítas antes dichos (López
Portillo y Galindo, V élez Ulíbarri, Rivera Guzmán y
tantos más).
Por último, hubo grande actividad en las artes plás-
ticas, pues la época era de grandes construcciones, dio,
rigidas generalmente por europeos (como Tolsa) pero
también á veces por mexicanos como Tresguerras.
Continuó floreciendo, aunque más modestamente que
en el siglo XVII, la escuela mexicana de pintura, con
Cabrera, Alcíbar, Ibarra, Zendejas. Como observa
] osé Bernardo Couto, la decadencia de la pi n tura en
México coincide con la fundación de la Academia de
San Carlos (1783).
665
Pero bien puede decirse que en todos los órdenes se'
inicia una decadencia á fines del siglo XVIII. La as-
censión de Carlos IV al trono se señala por su influen-
cia desorganizadora en el virreinato de Nueva España •.
En la primera década del siglo XIX, á pesar de la
U niversidad, de los grandes colegios antiguos, de las
recién creadas Escuela de Minería y Academia de San
Carlos, la cultura mexicana se muestra notoriamente
inferior á lo que había sido treinta años antes. El des-
orden político, llevado al punto del desconcierto en
1808, había de traer la revolución; y México, como to-
dos los países hispano-americanos, hubo de surgir á la
vida independiente cuando la decadencia de la cultura
le había restado fuerzas intelectuales de organiza ..
ción.
Literariamente, los primeros veinte años del siglo
XIX en México son pobres, pero de grande interés
por su significación social, y sobradamente justifican
cuanta atención se conceda á sus producciones. Estas,
por lo demás, eran abundantÍsimas en cantidad; y si
bien para el propósito de dar idea de lo más caracte-
rístico de ellas bastan los pocos autores de quienes
hemos escogido textos para esta primera parte de la
A ntologla, el carácter histórico de la obra exige que se
dé noticia de otros muchos escritores de la época que
estudiamos, tanto mexicanos como extranjeros. A ese
fin responde el presente Índice biográfico. (*)

P. H. U.

(*) Las fuentes consultadas especialmente para este índice son ~


la Biblioteca de Beristáin, las Noticias bio-bibliográficas de
alumnos del Colegio de San Ildefo1lso, del Dr. Osores, el Dic-
cionario de historia y geograffa, México, r853-1856, el lv/a-
nual de biografta m exicana de Arróniz, la: Historia d e la Poe-
sta en lJléxico, de Pimentel, y lV/ex icanos distinguidos, de D'.
Francisco Sosa.
666

MEXICANOS

JOSE BLAS ABADIANO y JASO

Historiador.

Hijo de Zamora de Michoacán; estudió primeramen-


1e en el Colegio de San Nicolás, de Valladolid, y lue-
.-go cursó Jurisprudencia en el Colegio de San Ildefon-
so, desde 1780. Se graduó de Doctor de la Univers,i-
dad de México, de la cual fué más tarde Rector. Fué
·también abogado de la Real Audiencia y del Ilustre y
Real Colegio, y, según el Dr. Osores, abogado de in-
dios en lo civil ante la misma Audiencia. Según Be-
ristáin, comenzó á escribir <una Historia de las fun-
daciones útiles y piadosas hechas en México por los es-
pañoles, y publicó algunos cuadernos; pero sus acha-
-ques no le permitieron proseguir la obra.> Efectiva-
mente, el Diario de JJ1lxico anuncia, con fecha 16 dE::
Febrero de 1811, el primer pliego de dicha obra, el
cual contenía <el origen y progresos de la fundación
del Convento R~al y primitivo de señoras religiosas
-de Nuestra Señora la Purísima Concepción, de esta
corte>.
Al estallar la guerra de Independencia, publicó un
iolleto intitulado Carta de un concolelfa á D. Mtguel Hi-
.dallfo: el Diario lo anuncia el 16 de Noviembre de
.1810: no da el nombre del autor (que consta en Be-
ristáin), pero dice que contiene <noticias curiosas é
.interesantes> .
CO NSULTAR: Beristáin; Osores.
667

RAFAEL ABOGADO
Escri tor religioso.

No tenemos sobre este escritor otras noticias que las


que da el editor Alejandro Valdés al frente de su obra
p6stuma El atdsta convencido, impresa en 1828: había
sido presbítero del Oratorio de San Felipe Neri, y
había publicado dos libros pequeños, intitulados A uto-
ridad del Papa y El Cristianismo victorioso. Se coli-
ge que el P. Abogado muri6 el mismo año de 28,
pues Valdés dice que <prevenido de una muerte re-
pentina, no pudo .... darla (á la obra) la última mano:'.
El asunto del libro puede decirse que es un signo
de los tiempos: en 1808, por ejemplo, no se habría
concebido en México la necesidad de atacar el ateís-
mo, pues ni el descreimiento llegaba á extremos tales,
ni, en los poquísimos casos en que pudiera llegar, se
manifestaba públicamente (Fr. Servando de Mier, de
suyo nada escrupuloso en puntos de religi6n, mencio-
naba como hecho de escándalo é inusitado el de que
entre los covachuelas de Madrid se contaran «hasta
atdstas:' ).
El atdsta convencido está escrito en forma de diálo·
go y consta de nueve cOn'lJersa",iones. El sistema de ra-
.zonamientos en sumamente endeble: los argumentos
son la existencia de/mundo, el orden natural y la au-
sencia de la casualidad, la formación de los insee/os y
la reproducción de las plantas, la c01lserz1aúón de los ani·
males, las invenciones que suponen en el a¡rente conoci-
miento JI jlrez'isión (tales como la aparici6n de los dien-
tes cuando los niños dejan la lactancia, la previa for-
maci6n de los ojos, la diversidad de los rostros huma-
nos, y otras tales) y el consenso de los pueblos. El
-estilo, en cambio, es fácil aunque no correcto. Darán
.idea algunos pasajes:
668
CLEMENTE.-Dios te guarde, Severo.
SEVERO.-Y la naturaleza te sea propicia, Clemente ..
Toma asiento y signifícame el fin de tu venida, por-
que, á la verdad, la extraño.
CLEMENTE.-Pues no debes extrañarla: supe tu re-
greso á esta ciudad, me informaron de la suerte ad-
versa que padeces, y de que deseabas verme, pero-
que ciertas consideraciones te impedían verificarlo.
SEVERo.-Sea la primera: que te supongo irritado-
contra mí por aquellos antecedentes que te fueron taG
desagradables, y sea la segunda: que habiendo regre,.
sado á mi patria pobre y sin valimiento, el solicitarte-
podría atribuirse á un principio de interés personal,
lo que ciertamente es muy ajeno de la firmeza de m;
carácter: porque si en otro tiempo que yo creía que la
humildad es una virtud que debe adornar al hombre,.
me eran tan repugnantes los rendimientos, ahora que
conozco que la humildad es una bajeza de ánimo, in-
digna de un filósofo ilustrado, ¿cómo podré humillar-
me á una persona que ha encarecido y exagerado unos
agravios de poca consideración?
CLEMENTE.-EI motivo de mi venida no ha sido-
querer renovar esos agravios que como cristiano he
sepultado en el olvido: vengo á verte, impelido del
amor que te he profesado y de la compasión que exci-
tan en mi espíritu tus infortunios. Creía que las lec-
ciones costosas que has aprendido en la escuela de la
adversidad te habrían dado á conocer tus verdaderos.
intereses y habrían mudado tu corazón; pero ahora.
que lo conozco .... más vale enmudecer, porque no es
conveniente hablarte con la ingenuidad y franqueza
que yo deseara.
SEVERo.-Pues explícate con toda la franqueza que-
quisieres; que yo espero me permitas lo mismo des-
pués que hayas hablado.
CLEMENTE.-Te acepto la palabra, y te doy la mía;.
pero para esto es necesario tomar el hilo de nuestra
669
conversación desde muy atrás, porque así lo Juzgo
conveniente á los fines que me propongo.
SEVERo.-Sea enhorabuena.
CLEMENTE.-VOy á referir unos sucesos que, aun-
-que no los ignoras, por ser la persona principal de es-
ta historia, ni los habrás olvidado, la renovación de
su memoria te puede ser muy provechosa. Tú naciste
en un país católico, entraste al seno de la iglesia por
las puertas del bautismo, militaste bajo las banderas
del cristianismo; tu conducta era verdaderamente re-
ligiosa, tus costumbres arregladas, tus inclinaciones
eran siempre á la virtud, y, en fin, por una reunión
de circunstancias muy recomendables, eras las deli-
ciac; de tus J-ladres: sí, de aquellos padres virtuosos
-que tanto me honraron con su amistad, y con la con-
fianza que hicieron de mí encomendándome tu direc-
ción. Te acordarás que, en el momento que tu madre
terminó la carrera de sus días, tu padre, afligido y
penetrado de dolor, prorrumpió en estas expresiones:
¡Esposa la más amable: tu pérdida va á ser para mí
un verdugo que en breve me privará de la existencia
y me conducirá á habitar contigo en el impprio som-
'brío de la muerte; pero con el consuelo de que mi al-
ma se unirá con la tuya en una eternidad feliz! Así fué,
en efecto; dentro de pocos días, tu amante padre fué
víctima de la melancolía y del abatimiento, se postró
en el lecho del dolor y de la pena, y, acercándonos tú
y yo á recoger sus últimos suspiros, y á limpiar de
su rostro los sudores que producían las angustias del
postrer combate, dirigió hacia tí una mirada en que
exhaló los restos de su amor y de su ternura y me di-
jo con voz dolorida y lastimera: <Amado amigo Cle-
mente, voy á terminar la escena triste de mi vida; ya
estos son los últimos momentos de mi peregrinación
sobre la tierra. Estoy resignado en las disposiciones
adorable s del Eterno, y conozco que es indispensable
-entrar por las puertas de la muerte á la vida biena-
670
venturada. No me aflige el morir, pero la separación
de mi querido hijo es un peso enorme que gravita so-
bre mi corazón atribulado .... Te suplico encarecida-
mente lo recibas por tu hijo, te encargues de los inte-
reses que yo le he adquirido con tantos afanes y de
que lo dejo por único heredero, y cuides de su educa-
ción política y cristiana ... . :.
.... Yo entonces te alargué la mano para levan-
tarte del abismo de la pena y del dolor en que te su-
mergió una pérdida tan irreparable, y me esforcé en
darte todos los consuelos que estaban á mi alcance.
En lo sucesivo cuidé de tus intereses, de tí, de tu
educación y establecimiento. Tú correspondías á los
deseos de tu padre y á mi empeño y esmero. Tu apli-
cación á las letras y tu conducta oficiosa y cristiana
formaban el objeto de mi gozo, y cada día te amaba
más como á hijo verdadero. Pero ya es tiempo de que
me permitas correr el telón en el teatro de tu vida,
para representar con dolor la escena de tus extravíos
y de tus desgracias. A los días venturosos de la vir-
cud y del honor, se siguieron los del vicio y de la ig-
nominia .. . . Tuve la noticia infausta de que leías con
tesón el decantado folleto de Las ruinas de Palmira,.
que es propiamente ruinas del honor, de las buenas
costumbres, de la fe, de la conciencia y de todo lo
bueno y precioso que posee el hombre, pues lo arras-
tra á ser apóstata, irreligioso, libertino y víctima de
las pasiones más criminales y vergonzosas; porque
inspira orgullo y altanería, que es el origen de todos
los desórdenes, y persuade que no hay otra felici-
dad que la de la vida presente, con lo que el hombre
se entrega sin freno á la satisfacción de sus apetitos ...
( Co n versa ción primera.)

CLEMENTE.-Todos los seres que vemos en el uni·


verso y que lo componen, son contingentes, esto es~
que de tal modo existen que pudieran no haber existi-
671
do, ó que, antes de existir, eran indiferentes para exis-
tir ó no existir; pues cualquiera cosa que tiene esta indi--
ferencia para existir necesita de una causa que lo deter-
mine á la existencia, por ejemplo, los hombres que ac-
tualmente vivimos, hubo tiempo en que no existiéramos,.
y para existir fué necesario que recibiéramos el sér de
otros ,hombres, y estos mismos los recibieran de otros,
anteriores, y estos de otros, y así sucesivamente ire-
mos retrocediendo hasta venir á parar en un hom-
bre que no recibió el sér de otro hombre, sino de una .
causa enteramente distinta de los hombres, y que es
primera causa de todos los hombres. Figúrate una ca-
dena suspendida en el aire, cuyo último eslabón de-
pende del penúltimo, éste del antepenúltimo, éste del'
anterior, y así sucesivamente vendrán á terminar to-
dos los eslabones en el primero, que, no pudiendo sos-
tenerse por sí mismo, necesita ser sostenido por otra
cosa. Pues si los hombres, que son los seres más ex-
celentes entre todos los visibles del universo, han re-
cibido la existencia de una primera causa, los demás ·
seres inferiores es claro que también existen por un
principio que los ha producido y que es su primera
causa. Pues esta primera causa es á quien reconoce-
mos con el nombre de Dios. Luego existe este Dios"
primer principio y causa de todos los seres.
(Conversación ulfunda.)

CLEMENTE. - ¿Qué razones positivas alegan los·


ateístas para asegurar que el universo se formó por la.
concurrencia casual de los átomos?
SEYERo.-Nosotros concebimos que así puede ser;.
y, no hallando otra causa á que atribuirlo, nos vemos
precisados á atri buirlo á la casualidad.
CLEMENTE.-Con ese mismo argumento te voy á de-
mostrar más eficazmente la existencia de un Dios. No-
sotros concebimos que Dios es el autor y criador del:
universo; y no hallando otra causa á qué atribuir la.
'formación del mundo, nos vemos obligados á atribuir-
la á Dios! hé aquí las razones. Nosotros observamos
en la naturaleza, en sus efectos y producciones, hermo-
sura, orden, armonía, uniformidad y constancia. Ve-
mos que unas cosas dicen relación á otras, y que to-
das está.n ordenadas respectivamente cada una á su
;fin particular. y todas juntas á su fin general. Nos
convencemos de que en esto hay un designio y un in-
tento premeditado, y que este designio supone una in-
teligencia capaz de disponer, de combinar y de orde-
:nar las cosas á sus fines; y de aquí inferimos justa-
mente que en la naturaleza resplandecen las operacio-
nes de un artífice y sabio poderoso; pero quiero darle
mayor fuerza á este argumento. Supongamos por ahora
-que el universo se fundó por el concurso casual de los
átomos; pues, aun en este caso, la razón y la pruden-
ocia nos obligarían á creer que no había sido obra de
la casualidad, sino de la sabiduría y del poder de al-
gún artífice. Figurémonos como posible este caso! que
un hombre, tomando una porción de pinceles empapa-
.dos en diversos colores, los arrojara, ó todos juntos,
ó uno por uno, en un lienzo, y de este hecho casual se
formara una imagen perfecta de un hombre. Es claro
.que este caso es imposible: y ¿cuánto mayor lo es el
que el universo, que es una obra mucho más perfecta
que la imagen más acabada, se haya formado de la
--c oncurrencIa accidental y tumultuaria de los áto-
mos? ...
(Conz'ersación cuarta.)

FRAY JOSE MIGUEL AGUILERA


Orador sagrado.

N acido en Tlacayapa (hoy del Estado de México); fué


lector de la Orden de San Francisco, secretario de la
provincia del Santo Evangelio, de su orden, Notario
Apostólico, examinador sinodal del obispado de Pue-
bla, vicario de los monasterios de Santa Isabel y Santa
Clara, en México, doctor y catedrático de doctrina de
Duns Escoto en la Universidad. Publicó, según Be-
ristáin, un Elogio del Beato Sebastián de Aparicio,
pronunciado en Puebla en las fiestas de Beatificación
(México, 1791) y un Sermón sobre la importancia del
Instituto de los Servitas (México, 1796).
CONSULTAR: Beristáin.

JOSE lVIARIA AGUIRRE


Abogado y político.

Nació en México en 1778, y sus padres fueron el li-


.cenciado don Isidro Aguirre y doña Josefa Case'a. A
los veintidós años recibió el título de abogado. Se gra-
duó de doctor en Derecho Civil, en 1802, y obtuvo la
borla de sagrados cánones en 1817.
En 1796 había abrazado la carrera eclesiástica, yen
1803 se ordenó presbítero.
Tuvo los empleos y dignidades siguientes: relator
de la curia desde 1804 hasta 1821; cura de la parro-
quia de Santa Ana en 1807; rector de la Venerable Con -
gregación del Colegio y Hospital de San Pedro en
1810; en 18I1, capellán de Santa Brígida y secreta-
rio de gobierno del Déan Metropolitano; en 1820, cura
propietario de la Santa Veracruz; más tarde, cura de
la parroquia de San Miguel; y por último, defensor de
las religiosas de la Encarnación, abogado de la Igle-
sia Metropolitana y abogado propietario de presos en
el tribunal de la Inquisición. Cuéntase de él que en
cincuenta y dos años de ejercicio de la abogacía no lle-
garon á seis los negocios fallados en su contra. Como
17
miembro que fué de la Asamblea de Notables, inter-
vino en la formación de las Bases Orgánitas constitu-
cionales de 1843. Fué, además, senador. Murió en
185 2 •
Sus obras, consistentes en defensas y alegatos, fue-
ron muy celebradas de sus contemporáneos, y de ellas
se citan, como de las más importantes, los escri-
tos que en la causa de los religiosos betlemitas Fr.
José de S. Ignacio, Fr. Jerónimo de S. José y Fr. Vi-
cente de S. Simón, hizo como promotor fiscal. Como
defensor de reos del Santo O flcio, en los tiempos colo-
niales, ganó grande crédito de varón justo. Publicó en
1821, como secretario del concurso abierto para obte-
ner la Canongía Magistral de la Catedral de México,
una relación de Méritos y E;'ercicios Literarios del Dr.
D. José Miguel Guridiy Alcocer. En 1828 sostuvo rui-
dosa polémica sobre actos de D. José María Tornel, go-
bern~dor entonces del Distrito Federal. (Consúltense
folletos que existen en la Biblioteca Nacional, pág. 436.
del catálogo de la Novena división).
CONSULTAR: Diccionario de historia y geografla, Mé-·
xico, 1853-1856, biografía firmada 1. D.; F. Sosa.

JUAN DE DIOS ALANIZ


Orador Sagrado.

Nació en México, estudió en el Colegio de San Il-


defonso, y se graduó, en la Universidad, de Bachiller
en filosofía y jurisprudencia. Fué cura interino de
Santa Cruz Acatlán, y propietario en Tetela del Vol-
cán; capellán del Colegio de Niñas de San Miguel de
Belem, hasta su muerte, acaecida en Noviembre de,
1825.
675
El Dr. Osores dice que dejó manuscritos tres tomos
de Sermones, y le atribuye fama de orador elocuente.
CONSULTAR: Osores.

JOSE MARIA AL CALA y OROZCO


Orador sagrado.

N ació en Acám baro, fué colegial del Seminario Tri-


dentino de México, Doctor y catedrático de teología
en la Universidad, cura de varias parroquias del ar-
zobispado metropolitano y por fin del Sagrario de la
Catedral, Prebendado y canónigo magistral de la mis-
ma, desde 1806. Fué elector varias veces, y en 1813,
por la provincia de Guana juato, diputado á las Cortes
de España, adonde se trasladó, en unión del Lic. Ma-
nuel Cortazar, en Febrero de 1814, por orden de Ca-
lleja, quien deseaba tenerle lejos.
Alamán dice que era de los canónigos más distin-
guidos por sus conoci mientos, <muy popular y poco
inclinado á los españoles:.. Se le consideraba jefe de
los llamados insurgentes vergonzantes de la capital. Hu-
bo de permanecer en España, y murió en Madrid en
1823.
Beristáin cita los siguientes folletos suyos: Sermón
sobre la Divina Providencia (México, imprenta de
Ontiveros, 1810) y Elogio fúnebre del arzobispo-vi-
rrey Lizana (México, imprenta ]áuregui, 1813).
CO NSULTAR: Beristáin; Alamán, Historia de Méx ico,
tomo 1, pág. 71, tomo III, 422, 423, y apéndice, pági-
na 28; tomo IV, págs. 37 y 38.
676

JOSE MARIANO DE ALMANSA


Periodista.

Nació en México; estuvo, de niño, en España, y de


allí volvió ya adulto á establecerse en Veracruz, don-
de llegó á síndico personero, regidor perpetuo y alfé-
rez real; fué empleado de la Renta del Tabaco, tenien-
te coronel de milicias urbanas y comandante de vo-
Luntarios distinguidos. Publicó allí el Diario Mercantil
en 1807 y 1808. En 1809 fué propuesto en terna for-
mada por el Arzobispo-Virrey Lizana y la Real Au-
diencia, con los hermanos Miguel y Manuel de Lardi-
zábal, como candidato para representante de México
en la J unta Central de España, y obtuvo seis votos
para el segundo lugar de la terna.
En atención á los «servicios prestados al Rey," la
regencia, durante la cautividad de Fernando VII, lo
nombró ministro de capa y espada del Consejo de Ha-
cienda, concediéndole, por real cédula, que prestara el
juramento de esta gracia ante el gobernador de Vera-
cruz, disposición que mandó cumplir el virrey por de-
creto de 25 de Febrero de 181 I (Diario de México,
5 de Marzo de 18II). José María Moreno lo elogia en
su Letrilla I y en su primera Égloga (Poes{as, tomo
J, 1821): en ésta atribuye á su influencia el hecho de
que Dá vila permitiera jurar la Constitución española
en Veracruz. En los Cantos de las musas mexicanas en
honor de la estatua de Carlos IV (1804) figura con
inscripciones latinas y versos castellanos. Aunque és-
tos últimos son insignificantes, acaso pudiera atribuir-
se á Almansa la bien versificada composición El robo
de Elena, publicada en el Diario de México [13 de
Febrero de 1815] con las iniciales J. M. A., y sugeri-
da por la oda Pastor quum traheret de Horacio:
N o tan veloz el rayo se desprende
de la nube á la tierra con estruendo,
como los anchos mares espumosos
París iba surcando, aquel mancebo
que consigo llevaba el exterminio
de la opulenta Troya; ni de Creso
el pecho las riquezas halagaban
tanto como á París su amado dueño.
No bien pierden de vista prontamenre
del grande Menelao el vasto imperio,
cuando toda la gloria y alegría
se trueca en confusión, espanto y miedo.
Una nube horrorosa, que sin duda
se asemejaba al tenebroso averno,
presentaba á sus ojos consternados
la oscuridad del Meris y Leteo;
los furiosos relámpagos DO cesan,
y al medroso sonido de los truenos
se amilana el piloto, y el gran J ove
de su trono despide con denuedo
tanto temible rayo, que juzgaban
que era llegado el fin del universo.
Del poderoso Éolo al impulso
zozobraba la nao; ni los ruegos
de aquellos infelices á Neptuno
aplacaban la furia 'de los cielos;
todo es horror, angustias y temores.
Ya llenos de pavor oyen el eco
de una tremenda voz que, según juzgo,
era la muy terrible de Nereo;
éste habla así: «París desventurado,
vuelve, vuelve infeliz, al suelo griego,
deja la prenda que contigo llevas
á !Ser s6lo el estrago de tu reino.
Pero no puede ser. Los mismos dioses
lo han decretado así: tú el instrumento
eres de su venganza; irrevocables
6¡8

son sus decreto s, sí, ya no hay remedio.


Tú verás de tu patria el exterminio;
el paladión robado; y en los templos
profanadas sus vírgenes; de Príamo
abrasada la casa; y un incendio
consumir la ciudad terriblemente
después de resistir un largo cerco.
Por fin, los dioses quieran que algún día
más atónito mire el pasajero
á la infelice Troya ya desierta,
de densos humos y de hollín cubierta.>
Esto dijo; y veloz y prontamente
se ocultó á la infeliz y triste gente.
Almansa murió después de consumada la indepen-
dencia.
CONSULTAR: Beristáin; Alamán, Historia de ilféxieo,
1, 308; III, 130: Bustamante, Tres siglos de México,
tomo IV, pág. 264.

DIEGO DE ALVAREZ
Polígrafo.

Nació en Guadalajara, en el segundo tercio del siglo


XVIII, y murió, de avanzada edad, en 1824. A los
dieciséis años concluyó los cursos de filosofía, teolo-
gía y ambos derechos en el Seminario de su ciudad
natal. En el Conciliar de México dió cátedrás de de-
recho civil y canónico. Desempeñó los curatos de
Santa Cruz Acatlán y Sa n ] osé. Fué uno de los más
fecundos escritores de su época; trató toda suerte de
asuntos, y entre sus obras inéditas, que formaban vein-
titrés abultados cuerpos, hállanse algunas curiosas
por la diversidad y extravagancia de la materia: Dis-
cursos sobrt la Melancolía; Del Idioma de los Oios; Dis-
679
cursos sobre las palabras Semen est Verbu11l Dei; Diser-
sertación sobre el arreglo de las delicias del gusto, expli-
cando médicamerde las calidades de los alimentos; Análi-
sis del amor impuro; Economía de las operaciones del
anzmo, y comentarios sobre los aforismos de Van-
wieten, la fisiología de Haller y la obra de Wolfio so-
bre el movimiento animal. Sus escritos sobre teología
y avisos para la vida eclesiástica son multitud. Sus
demás obras, de ]as que sólo fué publicada la Prácti-
ca de la Teología Mística, son las siguientes, según el
Diccionario mexicano de 1853-56: Didáctica médica; So-
bre las virtudes del pulque; Del conocimiento del alma por
los OJos; De la comJersación humana; Oración sobre la
admirable dignidad úe la locución; Consultas místit.as; In-
troducción al tratado de la pureza del ánimo; Extrae/o
del discurso de la melancolía; Explicación de la oración:
Transjige; Respuesta á una circular del Ilmo. Bergosa;
Disertación, por vía de comentario, al Concilio sinodal
de Caracas de 1687; Arte de prudencia sublime; De la
humanidad; Dirertación sobre la vida clerical, con una
oración sobre la gloria; Virtudes de un iuez, sacadas de
los Libros Sapienciales; Mltodo para aprovechar en la
virtud,' Afatos del ánimo Ú obj'ervaciones sobre el interior
de una persona; Mortijicación; Maneio con el nut'lJo con-
fesor; Legislación para la z!ida clerical; Historia de las
iuntas diocesanas de curas, celebradas semanariamente
en el pa.lacio arzobispal, gobernando la mitra el Ilmo.
Lizana: Disertación ó invecti'lJa contra la ira;, ·Sobre la
embriaguez; Disertación sobre la cortesía; Uso de la me-
cánica en la teología mística; Carta á la juventud car-
melitana sobre puntos de metafísica; Sobre dispensa pa-
ra casarse con su cuñada; R esolución sobre un matrimo-
nio doble inculpable; Si son lícitos los regalos en las pre-
tensiones eclesiástICas; Carta á Lelio sobre la amistad:
.l ifáximas para un alcalde mayor; Directorio para el vi-
cario de la parroquia de San José; Imagen de un buen
iue~; Reglamento político-cristiano para el mismo; Apun-
680

tu de prudmcia extractados de la obra grande sobre este


asunto; Duda sobre el peli{[ro de la gloria; Liber sing-u-
laris de animorum economia; Dirección espiritual; Et-"o-
nomía de Justificación según la doctrina del Doct~r An-
gélico; Apéndice de la Santt~ñcación de las almas; di.-
versas resoluciones ascéticas; Carta al prior de Sa";;
] oaquín remitiendo la carta á los carmelitas; y Diser-
tación sobre la voz humana.
Cita también el Diecio1zario, entre los escritos de
Alvarez, una colección de cartas sobre física, quí-
mica, mineralogía y botánica; un opúsculo sobre el
canto llano; otro de las excelencias del violín sobre
los demás instrumentos y varias observaciones y ré-
plicas dirigidas á los doctores] ove y Monta ña defen-
diendo la doctrina de Boerhaave é impugnando la de
Brown. Escribió además, sobre diversos asuntos de
artes y ciencias, numerosos artículos que forman un
grueso volumen en sus obras.
De su vida política sólo se sabe que no fué moles-
tado bajo el gobierno virreinal, á pesar de lo cual se
dice que simpatizó con la independenoia y gozó de
prestigio bajo la República.
CONSULTAR: Diccionario, México, 1853-56, biogra-
fía firmada]. M. D.; Sosa, Mexicanos distin{[ut"dos.

JOSE MARIA AMABLE


Médico.

Oaxaqueño; alumno del Colegio de San IIdefonso


desde 1786; bachiller en filosofía, teología y medicina:
practicó la última con el Dr. D. Luis Montaña.
Escribió en latín un resumen de los Elementos de
Medicina de Brown y lo publicó en México en 1801;
681

el mismo año lo publicó, traducido al castellano. agre- -


gándole un Tratado de la inoculación con la vacuna.
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

SALVADOR APODACA y LORETO


Orador sagrado

NacióenGuadalajarael 25 de Diciembre de 1769. Sus -


padres fueron D. Joaquín Eustaquio Apodaca y Doña
Rafaela Loreto. En su ciudad natal hizo sus estudios y "
en Durango se ordenósacerdoteen 1794. Fué párroco de
Mazapil eZacatecas) dos años, y maestro de ceremonias '
del Cabildo de Guadalajara, durante cuatro, en Jos que
se doctoró en teología; cura de Zapotitlán, Tnscacue~co,
Mascota y Sayula en el espacio de treinta y ocho años;-'
canónigo de la Catedral, en la ciudad de su nacimien-
to, en 1838, y finalmente, en 1843, obispo de Nuevo
León, hasta su muerte, acaecida el día 15 de Junio de
1844. Dícese en el Diccümcrio de Historia y Geog"rr7fía,
México, 1853-56, que fué varón de singular modestia
y extremada humildad. 'M ientras estuvo de cura en
SayuJa vivió como el más pobre de sus feligreses y -
que no tenía más vestido que el que usaba diariamen-
te. Después de su consagración de obispo de Nuevo '
León en Guadalajara el 24 de Septiembre de 1843, par-
tió para su diócesis montado en una mula y con un
sólo criado. recorriendo de esta manera doscientas cin-
cuenta leguas en cuatro meses. Tuvo gran fama como
orador sagrado, pero no se conserva ninguna de sus
obras.
CONSULTAR: Artículo necrológico el el diario El
Siglo XIX, SeptiembFe de 1844; biografía escrita por
José S. Noriegaen el Diccionario mexicano de 1853"56; "
Sosa.
682

JOSE l\1ARIANO ARCE y ARROYO


Jurisconsulto.

Nacido en Tehuacán; alumno del Seminario Pala-


ofoxiano de Puebla, donde hizo, con gran éxito, sus es-
tudios de derecho; se recibió de abogado en la Real
Audiencia de México, y ejerció aquí la abogacía, ad-
-quiriendo reputación no escasa. Desempeñ6 los car-
gos de oficial mayor de la Direcci6n general de Alca-
balas, secretario de la Junta de U ni6n general de Ren-
otas, administrador de la Aduana de Puebla y de la de
México. Aquí muri6 en 18I1.
Sus escritos parecen haber sido exclusivamente ju-
rídicos. Según Beristáin, se le tenía <por autor de
. cuantos Informes di6 á luz la Direcci6n general de
Rentas á los Virreyes y á la Corte sobre los interesan-
tes ramos de hac!endas y comercio». El mismo bibli6-
oo gr~fo dice que imprimi6 una Instrucción para los co-
misionados de la Direcci6n general y Juzgado priva-
·tivo de alcabalas y pulques del reino de la Nueva Es-
paña (México, 1783) y dej6 manuscritos trabajos sobre
Legitimidad de adeudos de alcabalas y pulques (dedicado
. al Virrey Revillagigedo, en 1794) y Satisfacción á las
.reflexiones del Tribunal de Cuentas de la Nueva Es-
..paña (¡ 804).
CONSULTAR: Beristáin.

JUAN BAUTISTA ARECHEDERRETA


Y ESCALADA
Historiador.

Naci6 en el Obispado de Michoacán; fué alumno y


.después rector de 1 Colegio de Santa María de Todos
Santos; se graduó de doctor y se ordenó presbftero; fué
-canónigo de la Catedral de México y agraciado con el
título de Caballero de la Orden de Carlos II. Beristáin
dice que pu bl icó una Noticia de la fundación del Colegio
de Santa María de Todos Santos y catálogo de sus cole-
giales desde su fundación hasta 1796 (México, im-
prenta de Ontiveros, 1796).
Lucas Alamán, de quien era cuñado, dice que el Dr.
Arechederreta escribió unos Apuntes históricos de la re-
volución del reino de Nuevo España, diario de los suce·
sos ocurridos desde 19 de octubre de 18I1 hasta el 19
de junio de 1820, fecha de que lo suspendió. El autor
-de la Historia de México cita, efectivamente, con algu-
na frecuencia, los Apuntes de Arechederreta, que dice
formaban cuatro tomos manuscritos, con adición de
Impresos.
CONSULTAR: Beristáin; Alamán; Guridi Alcocer,
Apuntes autobiográficos, México, 1906, pág. 59.

VICENTE ARNALDO
or a d o r s a g r a d o.

Nació en Campeche el21 de Septiembre de 1766; sus


padres fueron D. José Santiago Arnaldo y Doña J 0-
sefa Feliciana Coronel. Quedó huérfano de padres á
los dieciséis años, y entró como lego en el Convento
franciscano de Mérida. Se ordenó presbítero en 1790;
se incorporó en seguida al sagrado Colegio de Queré-
taro, y allí estuvo dos años, dándose á conocer por
-entonces como orador. Enfermó, y regresó á Mérida,
donde se le nombró catedrático de gramática latina en
el Convento franciscano; en 1795 se le eligió secreta-
rio de provincia; en 1802, guardián del Convento de
la Mejorada; en 1803, el Comisario general de Indias
residente en Madrid le designó Visitador y presidente
del próximo Capítulo provincial; en 1804 se le nom-
bró guardián de la casa grande; en 1808, se le eligió
provincial. Terminado su provincialato, y á causa de
su poca salud, quiso eximirse de todo cargo impor-
tante; pero siguió siendo consultado en asuntos de
trascendencia, y al fin volvió á ser guardián de la Me-
jorada por largos años. Su biógrafo anónimo en el
Diccionario de historia y g-eog-raffa, México, 1853-56,
enumera así todos sus empleos y dignidades: <Predi-
cador general, guardián de la Mejorada, definidor, vi-
ce-comisario de Jerusalén, custodio, secretario septe-
nal, asistente real, notario apostólico, examinador si-
nodal del obispado (de Yucatán), teólogo consultor de
cámara, del Ilmo. Señor Obispo (Guerra), notario re-
visor del Santo Oficio, guardián del Convento capitular
dos ocasiones, comisario visitador, ministro provin-
cial, y, después de extinguida la provincia, guardián de
la Mejorada, tres veces por elección, seis por disposi-
ción del gobernador de la mitra, Dr. D. José María
Meneses, y tres por la del Ilmo. Sr. Obispo.> Murió
el 3 de Abril de 1845.
CONSULTAR: Diccionario mexicano de 1853-56; Arró-
niz; Sosa.

FRAY JUAN DOMINGO ARRICIVITA


Escritor religioso.

Mexicano. Fué misionero apostólico del Orden de


San Francisco y Prefecto y Comisario de Misiones del
Colegio de Propag-anda fide de la ciudad de Querétaro.
Publicó: Crónica Seráfica y apostólica del Coleg-io de
Propag-anda fide de la Santa Cruz de QUfrltaro en la
Nueva España, continuación de la obra de Fray Isi-
685
dro Félix de Espinosa. Esta obra de Arricivita, im-
presa por Zúñiga y Ontiveros en 1792, se encuentra
en la Biblioteca Nacional (pág. 281 del catálogo de
la Novena división).
CONSULTAR: Bt=>ristáin.

JOSE MANUEL ASORREY.


Poeta.

Toluqueño; alumno de San Ildefonso desde 1782;


abogado de la Real Audiencia; fué, en Toluca, regidor
y alcalde ordinario varias ocasiones; diputado al Con-
greso Nacional en 1823 Y 1824.
El Lic. Asorrey dej6 en manuscrito, según Osores,
una traducci6n de las fábulas de Fedro en verso cas-
teUa 11 0, y un Elogio del Dr. Faustino Hermoso Río de
la Loza, en romance endecasílabo.
CONSULTAR: Osores.

JOSE IGNACIO DE AZCARATE y


LEZAMA.

Historiador eclesiástico.

Da noticias de él el Dr. Osores: fué hermano del


.famoso D. Juan Francisco de Azcárate y Lezama; es-
tudi6 latinidad con D. Ildefonso Falc6n; entr6 con be-
·ca de po rcionista al Coleg io de San Ildefonso, donde
·estudi6 filosofía y teología; en ambas facultades reci-
686

bió grado de bachiller por la Universidad; fué allí sus-


tituto en la cátedra de vísperas de teología y consilia-
rio; administró las parroquias de Laerma y San Pablo;
desempeñó el curato y el juzgado eclesiástico de San
Juan Bautista Alahuistlán, donde hizo construir un
nuevo templo parroquial; pasó después á los curatos
de Acuituco y Huazcazaloya. Murió el 16 de Abril de
1816.
Según el Dr. Osores, era hombre activo y empren-
dedor, y acostumbraba enseñar artes útiles á sus feli-
greses pobres. Dejó manuscritos Apuntes para la his-
toria de los curatos de Alahuistlán, Ocuituco y Huaz-
cazalopa.
CONSULTAR: Osores.

JUAN FRANCISCO DE AZCARATE


y LEZAMA
Jurista y escritor político.

D. Juan Francisco de Azcárate y Lezama, inolvida-


ble en la historia de México por su participación en
los sucesos de 1808, precursores de la independencia,
nació en esta capital el 1 I de Julio de 1767: sus pa-
dres fueron D. José Andrés de Azcárate y Aguirre
U rreta, descendiente de hidalga casa vizcaína, y Do-
ña. Manuela de Menindre (1). Fué alumno del Cole-
gio de San Ildefonso, desde 1780, y estudió allí lati-

(1) El mismo D. Juan Francisco de Azcárate, en 1819, com-


probó, ante el Alcalde de la ciudad de México, su origen hidalgo
por ambas líneas. Sin embargo, cuando, establecida la República
Mexicana, se le informó de que tenía derecho al mayorazgo de la
c~ solariega de Azcárate, en Guipúzcoa, declaró que prefería ser-
CIudadano de su país natal.
687

nidad, filosofía y jurisprudencia; graduado ya de ba- -


chiller en esta última facultad, comenzó á hacer su pa--
santía de abogado y continuó sus estudios en el Cole--
gio de Santa María de Todos Santos. En Octubre de -
1790 se recibió de abogado por la Real Audiencia yen
Noviembre se matriculó en el Ilustre y Real Colegio r

de Abogados. En la Universidad fué sustituto en la


cátedra de vísperas de cánones, y más tarde consilia-
rio: fué miembro de la Academia de jurisprudencia -
teórico-práctica. donde se le eligió varias veces fiscal
y una vez vicepresidente, y vocal de la ] unta del Hos-
picio de Pobres.
Bien pronto comenzó á distinguirse en el ejercicio -
de su profesión y á figurar en política. Desde 1803
entró como regidor de la ciudad, y en el bienio de
1803 y 1804 fué síndico del Com(m: bajo su dirección.
se emprendieron los trabajos para traer al acueduct0
de México las aguas de Coajimalpa, que comenzaron
á correr en Enero de 1805.
El año de 1808 marca el punto culminante de la vi-
da de Azcárate. Los sucesos en que intervino han si- -
do materia de discusión desde antaño, y se ha-
llan expuestos largamente en la Historia de la revolu- -
ción de Huella España, del Dr. Mier, en Los tres siglos
de México, de Bustamante, en el Ensayo histórico de
Zavala y en la Historia de Alamán. Escogemos, como
la más ~intética, la exposición que hace este último.
Las noticias de las renuncias de Bayona, que po-
nían en manos de Napoleón la corona de España,
causaron estupor en todo México. «En este estado de
inquietud y vacilación tomó la iniciativa el Ayunta-
miento de México. Reunido el día 15 (de Julio) para
asistir á la tunción de San Camilo, propuso el regidor
Lic. Azcárate que, en un día de fiesta, á la hora de
corte, se presentase el Ayuntamiento bajo de mazas,-
con uniforme de gala, y, en presencia de todos los -
concurrentes, se leyese una representaci6n que él mis-
688
.mo formaría, y que en seguida, hincada en tierra la
rodilla y puestos los sombreros, con la mano sobre la
espada, hiciesen juramento ante el Virrey de ser fie-
les al rey Fernando y no reconocer á Napoleón ni á
ninguno de su familia. No pareció bien esta idea, pe-
ro se acordó celebrar cabildo al día siguiente, en el
· cual Azcárate leyó la representación que traía forma-
da, y, habiéndola impugnado el alcalde primero Fa-
.goaga y el alguacil mayor U rrutia, se hicieron en ella
algunas variaciones, con las que quedó resuelta su
presentación. El I9 por la tarde se vió salir á esta
corporación de las casas municipales, que se conocen
· con el nombre de la Diputación, y dirigirse en coches,
. bajo de mazas, rodeada de numeroso pueblo que acu-
dió á la novedad del espectáculo, al palacio del Vi-
,rrey, en el que, contra el uso establecido, se le hicie-
ron á la entrada y salida honores militares, y, recibi-
da por el Virrey, puso en sus manos la representación
que tenía acordada. En ella manifestaba el asombro
con que la ciudad de México había visto las renuncias
arrancadas por la violencia á la Real Familia; funda-
ba la nulidad é insubsistencia de ellas, y que, por la
ausencia é impedimento de los legítimos herederos,
.residía la soberanía representada en todo el reino y
las clases que lo formaban, y con más particularidad
en los tribunales superiores y en los cuerpos que lle-
vaban la voz pública, quienes la conservarían para de-
volverla al legítimo sucesor cuando se hallase libre
de fuerza extranjera y apto para ejercerla, debiendo
guardarse entre tanto el reino regido por las leyes
establecidas; que, en consecuencia de estos principios,
la ciudad de México, en representación de todo el rei-
· no, como su metrópoli, sostendría los derechos de la
casa reinante, y, para llevar á efecto aquella resolu-
ción, pedía que el Virrey continuase provisionalmente
encargado del gobierno del reino, como Virrey, gober-
. nador y capitán general, sin entregarlo á potencia al-
689
'guna, cualquiera que fuese, ni á la misma España,
mientras ésta estuviese bajo el dominio francés, ni
admitir tampoco otro virrey, ni ejercer este encargo
en virtud de nuevo nombramiento que se le diese por
el gobierno intruso, prestando, ante el Real Acuerdo
y en presencia del Ayuntamiento y de los tribunales,
juramento de gobernar conforme á las leyes estableci-
das, de mantener á los tribunales y otras autoridades
en el ejercicio de sus funciones, y defender el reino,
conservando su seguridad y sus derechos; que igual
juramento prestasen todas las autoridades eclesiásti-
cas, civiles y militares, y, por último, con las frases
más pomposas ofrecía las vidas y haciendas de todos
los habitantes, deseosos de sacrificar uno y otro en
·d efensa de sus soberanos y en prueba de su constan-
te fidelidad, congratulándose por tener al frente en ta-
les circunstancias un capitán tan experto y valeroso
'Como el actual Virrey, y en la Audiencia ministros tan
íntegros y sabios, que sabrían sostener los derechos
del soberano y de su real familia ...... .
«El Virrey pasó la representación del Ayuntamien-
to, el día mismo en que la recibió, en consulta al Real
Acuerdo .... El Acuerdo resolvió contestar á la con-
sulta del Virrey, extrañando que el Ayuntamiento to-
mase la voz de todo el reino, y desaprobando el jura-
mento y formación de gobierno provisional que pre-
tendía, pues, no habiéndose alterado en nada el orden
de las potestades legítimamente establecidas, éstas
debían continuar en el ejercicio de sus funciones, co-
mo que habían sido nombradas por la autoridad real
y hecho el juramento de fidelidad á sus reyes; que aquel
nombramiento provisional y juramento debilitarían
más bien que afirmarían aquellos sagrados é inaltera-
bles vínculos, y constituirían un gobierno precario,
expues to á variaciones y tal vez á caprichos, por lo que
e ste paso, además de ilegal, sería impolítico y de con-
secuencias muy trascendentales. Mas, para proceder
18
69~

de conformidad con el Virrey, que fué llamado á con-


currir el 21, se le propuso respondiese á la ciudad dán-
dole las gracias por el acrisolado patriotismo que en
su exposición manifestaba, y comunicá.ndole lo resuel-
to en el Acuerdo del día 15, previniéndole excusase en
lo sucesivo tomar la voz que no le pertenecía por tú-
das las demás ciudades del reino. . .. Posteriormente,
con motivo de la sensación que en el público había
causado la venida del Ayuntamiento todo, á poner en
manos del Virrey su exposición, advirtió á éste por
medio del oidor Aguirre, que, para evitar estos actos
estrepitosos, sería conveniente se entendiese con aquel
cuerpo por medio de una comiiión; pero el Ayunta-
miento, teniéndolo á desaire, insistió eR presentarse
en forma de ciudad, y comisionó, para tratar sobre es-
te punto con el Virrey, al Marqués de Uluapa y al
síndico Verdad .... En el mismo día, que fué e123, el
Ayuntamiento en cuerpo volvió al Palacio, para que
el Virrey le comunicase lo resuelto en el Acuerdo acer-
ca de su exposición. Túvose á mal por la Audiencia
esta condescendencia del Virrey .... El Acuerdo, ha-
ciendo que el Virrey asistiese á sus deliberaciones, y
evitando diferencias en cosas de poca monta, procura-
ba que procediesen con uniformidad . . ..
<Los europeos comenzaban á sospechar que la re-
presentación del Ayuntamiento ocultaba miras de in-
dependencia, y tuvieron por criminal en aquel cuerpo
el haberla presentado, y en el Virrey haberla admitido
.... Los americanos, por el contrario, creían percibir
en la resistencia del Acuerdo á unas pretensiones que
creían justas el intento de imitar la conducta de los
Consejos de Madrid .... :.
Sobrevino entre tanto el levantamiento de España
contra los franceses: la noticia se recibió con júbilo en
México, á fines del mes de Julio. «Tanto el Virrey,-
continúa Alamán,-como los licenciados Azcárate y
Verdad, que dirigían el Ayuntamiento, estaban en la
69 I
persuación de que España no podría resistir á los fran-
ceses ... Era, pues, el plan de los individuos influyentes
en la municipalidad (piensa el autor de la Historia de
México) aprovechar las circunstancias en que España se
hallaba para hacer la independencia; mas como la opinión
no estaba de ninguna manera preparada para ello, este
plan no podía presentarse á las claras, por estar muy
arraigada en los ánimos del pueblo la fidelidad del mo-
narca .... Preciso era, pues, comenzar por establecer
con otros pretextos, lisonjeando las inclinaciones del
Virrey para contar con su apoyo, una .J unta Nacional
que ejerciese la soberanía, y á poco andar, á favor de
las circunstancias, la independencia quedaría hecha
por sí misma; y que este fuese el intento, por más que
entonces se negó con las más ardientes protestas de
fidelidad, ha venido á ponerlo en claro la serie misma
de los sucesos; y aquellos de sus autores que han vi-
vido hasta después de la independencia lo han hecho
así público, y por ello han sido considerados y pre-
miados, aunque el licenciado Azcárate, estando preso
y procesado, como después veremos, enfermo y en ar-
tículo de muerte, hizo una solemne protesta de la pu-
reza de sus intenciones y fidelidad acendrada á Fer-
nando VIL»
Proyectada una junta general de las autoridades de
la capital, á pesar de la oposición de la Audiencia, el
Virrey la hizo convocar para el 9 de Agosto con el fin
de tratar «sobre la estabilidad de las autoridades cons-
tituidas; sobre la organización de un gobierno provi-
sional, para los asuntos que exigían resolución sobe-
rana; sobre hacer el Virrey todo cuanto haría el Rey
si estuviese presente, y sobre la distribución de las
gracias que hubiesen de concederse, y otras materias
semejantes .... > La junta se celebró el día fijado, por
la mañana, en el salón principal del Palacio. «El Vi-
rrey se colocó debajo del dosel; á su derecha, en sillo-
nes, la Audiencia con sus fiscales; á la izquierda el
69 2
Arzobispo (Lizana), canónigos, inqu isidores, y el
Ayuntamiento, y en el resto del salón los jefes de ofi-
cinas, prelados de las religiones, varios títulos y veci-
nos principales, los diputado"s del Ayuntamiento de
Jalapa, gobernadores de las parcialidades de indios
de San Juan y Santiago, y otros funcionarios públicos,
que en todo hacían el número de ochenta y dos indivi-
duo s:'. La nota de sensación en la junta fué la discu-
ción de la soberanía del pueblo, sostenida, á nombre
del Ayuntamiento, por el licenciado Francisco Primo
de Verdad y Ramos. El acuerdo final fué sostener á
Fernando VII: Cen lo que todos estaban de acuerdo,
porque esto entraba en las miras de todos los partidos
.... Satisfacíase de este modo al entusiasmo y leal-
tad de la generalidad de la nación; los promovedores
de la independencia llevaban adelante su intento bajo
nn nombre que no presentaba ninguna realidad para
ellos; el Virrey lograba su fin de hacerse, bajo el mis-
mo nombre, independiente de toda autoridad peninsu-
lar que no procediese del monarca, la que él sabía que
no existía; y los europeos, con aquella fe con que sus
paisanos en la península creyeron siempre seguro el
triunfo, ..• se lisonjeaban de afirmar sus derechos á
Jos dominios de esta parte de América .... > Iturriga-
ray, en vez de esperar á la celebración de la nueva jun-
ta, fijada para el 16, hizo proclamar solemnemente, el
día 13, á Fernando VII. Llegaron poco después los co-
misionados de la Junta de Sevilla, cuyo viaje tenía
por objeto hacer que se reconociera á Fernando VII y
á la misma Junta; celebráronse muchas reuniones se-
cretas, y todo el país (por lo menos, cuantos se intere-
saban por las cuestiones públicas) entró en excitación
por los contradictorios é inusitados rumores que co-
rrían. Todo ello vino á terminar de manera inespera-
da, Un comerciante vizcaíno, D. Gabriel de Yermo,
concibió el plan de deponer al Virrey, se concertó con
varios amigos suyos, compró la guardia del Palacio y
a un se cree que di6 parte á los principales enemigos
del Virrey, y en la noche del 15 de Septiembre (1808),
con ayuda de cerca de trescientos hombres, entre los
cuales no habría más de tres mexicanos, aprehendi6
al Virrey y á su familia, recluyendo al primero en la
casa de la Inquisici6n y á los segundos en el Convento
de religiosas de San Bernardo.
Garibay, que entr6 al cargo de Virrey según las
prescripciones legales, ordenó en seguida la prisi6n de
Azcárate, de Verdad, de Beristáin y de Talamantes,
entre otros. No fueron inofensivas estas prisiones:
presos murieron Verdad, Talamantes y el Lic. Cristo.
Beristáin y los demás can6nigos fueron puestos en li-
bertad. <El Lic. Azcárate,-expresa Alamán,-fué
trasladado á los Betlemitas, y se instruy6 contra él
un voluminoso proceso, aunque no había otra cosa de
que acusarlo que de haber formado las exposiciones
del Ayuntamiento; no obstante lo cual, continu6 preso
hasta Diciembre de 181 I.l)
Hallándose en prisi6n, Azcárate redact6 para el
Ilustre y Real Colegio de Abogados la alocuci6n diri.
gida al pueblo con motivo del grito de Dolores. Su
motivo principal, al prestarse á redactar este escrito en
favor del gobierno español, parece haber sido el de-
seo de obtener su libertad. Continu6, sin embargo,
preso, y s610 se le concedi6 que se trasladara á su ca-
sa á sufrir allí el encierro. Vino á quedar libre merced
á la interpretaci6n del decreto de amnistía dado por las
Cortes en 15 de Octubre de 1810 y obtenido gracias á
la insistencia de los diputados americanos.
A pesar de cuanto hizo Azcárate en s6n de halago
al gobierno virreinal, hay indicios de que simpatizó
con los insurgentes. Poco después de salir de su en-
cierro, hizo una denuncia en su contra un D. Manuel
Irastorga, quien aseguraba verle ir todos los días á
caballo 6 en coche á la finca Casablanca, donde se
reunía con personas sospechosas de simpatías revolu-
donarias. Nada se prob6; lo cual no es muy extraño,
pues gran número de proyectos en favor de la revolu-
ci6n (por ejemplo, los trabajos de la sociedad de Los
Guadalupes) quedaron ocultos, aunque se realizaban
en la capital misma.
Volvi6 Azcárate á sus negocios de abogado; volvi6
á ser regidor en I8I4, y fué vocal de la Junta del
Fondo Piadoso de las Californias.
Fué miembro de la Junta Suprema Provisional Gu-
bernativa, al triunfar la revoluci6n, y firm6 el Acta de
Indeptndencia. Amigo de Iturbide, aunque se dice que
estim6 el proyecto de imperio como un error, le pres-
t6 su ayuda en el gobierno; fué Consejero honorario
de Estado; form6 parte, con el Conde de Heras y D.
José Sánchez Enciso, de la Comisi6n encargada de
formular un dictamen sobre las relaciones exteriores
que debía crearse la naci6n; se le nombr6 primer Mi-
nistro Plenipotenciario para Inglaterra, puesto que no
lleg6 á desempeñar; present6 informes sobre leyes
agraria y de colonizaci6n (tomando por modelo á Jove-
llanos), sobre Ordenanza para el corso de particulares
contra España, y sobre los límites señalados á los in-
dios comanches, con cuyo representante Gionique ce-
lebr6 un tratado de paz; trat6, por último, con Mr.
Poinsett, cuestiones de 'límites entre los Estados Uni-
dos y México.
Al caer el imperio de Iturbide, Azcárate sigui6 sien-
do estimado por los hombres de gobierno y se le en-
comendaron trabajos sobre cuestiones diplomáticas y
negocios de minas. En I826 se le encomend6 el se-
gundo discurso conmemorativo del 16 de Septiembre
(el primero lo pronunci6, el año anterior, Juan \Ven-
ces]ao Barquera). El mismo año se le nombr6 Visita-
dor del Colegio de San lldefonso; al siguiente, miem-
bro de la Junta de Instrucci6n Pública del Distrito
Federal y los Territorios; en 1828, Ministro letrado
del Supremo Tribuna 1 de Guerra y Marina. En ese
695
puesto estu vo hasta su muerte, ocurrida en México el
31 de Enero de 183!. Se le enterró dos días después
en la parroquia de Santa Fe, del lado del Evangelio, en
la capilla de Jesús.
Los datos biográficos sobre Azcárate publicados
hasta ahora (en la Biblioteca de Beristáin, en las No-
ticias, de Osores, en el Diccionario mexicano de
1853- 1856, en el Manual de Arróniz y ~n Mexica-
nos disting-uidos de D. Francisco Sosa) son escasos.
Afortunadamente, aún puede reconstruirse su biogra-
fía, pues muchos datos y documentos relativos á él
han sido reunidos por su bizniet<;> el Sr. D. Miguel de
Tavera y Azcárate, con cuyo eficaz auxilio hemos lo-
grado acabalar la historia de la vida del famoso hom-
bre público.
Beristáin enumera las sigpientes producciones de
Azcárate: Prospecto para las Ordenanzas del Hospicio
de Pobres (México, imprenta de Ontiveros: apareció
también en el Diario de Mlxico de 4 de J utio de 1806);
.ordenanzas para el gobierno del HosPicio de Pobres (Mé·
xico, Ontiveros, 1806); Proyecto de reforma de Estatutos
de la Real Academia de Jurisprudencia teórico-práctica
(México, Ontiveros, 1812); poesías (las hay en la co-
lección de tributos coleccionados por Quintana Roo
en recuerdo del militar yucateco Felipe Peón Maldo-
nado, en 18IO, con el título de Justa memoria, y en los
Cantos de las musas mexicanas sobre la estatua de Car-
los IV). Manuscritos: Ensayo paneg-Irico I histórico en
elogio del mérito de los principales sujetos, así natu-
rales como europeos, que han sobresalido en el reino; y
.Breves apuntamientos para la Mstoria de la literatura
de Nueva España. Estas dos obras suyas se han per-
dido; pero el señor Tavera conserva buena parte de
lo~ escritos de carácter jurídico y político.
La acti~idad puramente literaria no era, sin duda,
la principal de Azcárate; pero, por haber sido él uno
de los hombres más cultos de México en su tiempo
696
y, sobre todo, por haber ensayado hacer la historia de·
las letras mexicanas, su papel en ésta habrá de ser
siempre interesante.
Documento de suma importancia, por el carácter de
las ideas que expone, dada la época, es la rejruentación-
de 19 de Julio de 1808, de la cual citaremos el co-
mIenzo:
«Excmo. Señor.-La muy noble, insigne, muy leal
é imperial ciudad de México, metrópoli de la América
septentrional, ha leído con el mayor asombro las tris-
tes noticias que comprenden las Gacetas de Madrid de-
13, 17 Y 20 de Mayo. Mira la poderosa monarquía es-
pañola vestida de luto, penetrada de dolor, llena de
angustia y eclipsada porque el brazo exterminador de
los reyes arrancó de su trono á su legítimo soberano
el Señor Don Carlos IV, á su muy amable hijo, el Se-
renfsimo Señor Real Príncipe de Asturias y á los In-
fantes Don Carlos y Don Antonio; y llora inconsolable-
mente, como los demás reinos, la desgraciada suerte
de la Augusta y Real Familia que hacía sus delicias ..
Entrevé en los papeles públicos la opresión de la fuerza
que experimentaron para salir del seno de sus leales
pueblos, de enmedio de sus amantes vasallos, á una
corte extranjera, en donde el poder y la fuerza consu-
maron la obra de su ruina, por medio de la abdicación
del solio mayor de la tierra, hechos que ellos por sr
solos serán en todos los tiempos el testimonio decisi-
vo de la atroz sorpresa que nunca se creyó posible.
«Vuelta en sí del lúgubre éxtasis en que quedó su-
mergida, advierte que debe aprovechar los momentos
para conservar á su rey y reales sucesores el opulento-
reino á quien representa, poniéndolo á cubierto de los
peligros. Con el noble orgullo con que grita ante el
universo todo, que desde su conquista hasta el día ha
dado á sus monarcas y señores las pruebas más real-
zadas de su celo y lealtad, profiere ante la muy respe-
table persona de V. E. sostendrá con la mayor ener-
697
gía el juramento de fidelidad que prestó al Señor Car--
]os IV en el acto de alzar pendones por S. R. M. y el
que gustoso repitió al reconocer al Señor Príncipe de
Asturias por inmediato Sucesor á la Corona. La obli-
gación sagrada en que lo constituye este homenaje se
halla impresa en los corazones de sus habitados, y ni
el poder ni la fuerza ni el furor ni la misma muerte
son bastantai para borrarla.
<Esa funesta abdicación es involuntaria, forzada, y,
como hecha en el momento de conflicto, es de ningún
efecto contra los respetabilísimos derechos de la na~
ción. La despoja de la regalía más preciosa que le
asiste. Ninguno puede nombrarle soberano sin su con-
sentimiento; y el universal de todos los pueblos basta
para adquirir el reino de un modo digno, no ha-
biendo legítimo sucesor del rey que muere natural ó·
civilmente. Ella comprende una verdadera enajena-
ción de la monarquía, que cede en favor de una persona
que en lo absoluto carece de derecho para obtenerla;
contraría el juramento que prestó el Señor Carlos IV
al tiempo de su coronación, y es opuesta también al
solemnÍsimo pleito-homenaje que hizo el Señor Carios 1
á esta Nobilísima Ciudad, como metrópoli del reino, de
no enajenarlo ni donarlo, de lo que no tiene privilegio._
<La monarquía española es el mayorazgo de sus so-
beranos, fundado por la nación misma, que establece
el orden de suceder entre las líneas de la Real Fami-
lia; y de la propia suerte que en las de los vasallos no
pueden alterar los actuales poseedores los llamamien ~
tos graduales hechos por los fundadores, la abdicación·
involuntaria y violenta del Señor Carlos IV y su hijo-
el Señor Príncipes de Asturias, hecha á favor del Em-
perador de los Franceses, para que señale otra dinas-
tía y gobierne al reino, es nula é insubsistente, por
ser contra la voluntad de la nación, que llamó á la fa-
milia de los Barbones como descendien,tes- de. hembra
de sus antiguos reyes y señores.
<Por esta causa no prevalece ni respecto de los le-
gítimos sucesores de S. M. Dispuso de bienes incapa-
ces de enajenarse, por tuero especial de la nación, que
los confió á su Real Persona ún icamente para su me-
j or gobierno y acrecentamiento, y para que en su total
integridad pasasen á su digno sucesor el Serenísimo
:Señor Príncipe de Asturias. En consecuencia, la re-
nuncia ni abolió la incapacidad natural y legal que to-
.dos tienen para enajenar lo que no es suyo, ni menos
.pudo abolir el justo derecho de sus Reales Descendien-
tes para obtener lo que la naturaleza les concede en su
-respectivo caso y vez. Esta máxima justísima decidió
:á la misma Francia á tomar parte en la cruel y porfia-
da guerra de sucesión, cllando por muerte del Señor
Carlos II disputaron la herencia rica del universo las
.dos antiguas y grandes casas de Austria y Borbón,
sosteniendo la primera al Señor Archiduque de Aus-
tria, Carlos, después VI de el Imperio de Alemania,
y la segunda al Señor Duque de Anjou, Felipe V el
animoso. Consideró injusta y nula la cesión que Luis
.XIV el Grande hizo, en unión de su mujer la Serenísima
Infanta Real de España María Teresa, del derecho de
sucesión á la corona por sí, sus hijos y sucesores, por
no tener facultad para privarlos de esta importantísi-
ma opción, que no tomaba origen en su persona, sino
·en el consentimiento universal de la monarquía, que
en unión de sus soberanos consintió en el matrimonio
-como medio de propagar la estirpe real por las hem-
bras. Y si la historia presenta que el invicto Señor
Carlos I y el mismo Señor Felipe V renunciaron la co-
'rona en los Señores sus hijos Felipe II y Luis 1, des-
de luego se conoce que su exaltación al trono fué prin-
.cipalmente por estar jurados para suceder á sus reyes
padres, y porque sus augustas personas no carecieron
-de derecho para obtenerlo.
cEn la monarquía, como mayorazgo, luego que mue-
.re civil ó naturalmente el poseedor de la corona, por
699
ministerio de la ley pasa la posesión civil, natural y
:alto dominio de ella en toda su integridad al legítimo
sucesor; y si éste y los que le siguen se halhm impe-
didos, pasa al siguiente en grado que está expedito.
En ningún caso permanece sin soberano, y en el pre-
sente, el más crítico que se leerá en los fastos de la
. América, existe un monarca real y legítimo, aun cuan-
do la fuerza haya muerto civilmente, é impida al Se-
ñor Carlos IV y Serenísimo Principe de Asturias y
Reales Infantes Don Carlos y Don Antonio el unirse
con sus fieles vasallos y sus amantes pueblos, y le son
debidos los respetos de vasallaje y leéiltad.
c:por su ausencia ó impedimento, reside la sobera-
nía representada en todo el reino y las clases que 10
forman, y con más particularidad en los tribunales su-
periores que gobiernan y administran justicia, y en
los cuerpos que llevan la voz pública, los cuales la
conservarán intacta y sostendrán con energía como un
depósito sagrado para devolverla á Carlos IV, Prínci.
-pe de Asturias, Infantes Don Carlos y Don Antonio,
~ada uno en su caso y vez, cuando libres de la opre-
sión vuelvan á sus reinos sin tener dentro de sus do-
minios fuerza extraña que pueda coartar su voluntad;
.y si la desgracia los persiguiese hasta el sepulcro, el
reino unido por sus superiores tribunales, metrópoli
y cuerpos que lo representan en lo general y particu-
lar, le devolverá á alguno de los descendientes legíti-
mos de S. M. el Señor Carlos IV, para que continúen
en el mando la dinastía que adoptó la nación y la Real
Familia de los Borbones de la rama de España verá,
-como también el mundo, que los mexicanos procedan
con la justificación, amor y lealtad que les es caracte-
rística , .. . :.

Una sola producción de Azcárate existe, impresa


aisladamente, posterior á las que cita Beristáin: el dis-
curso conmemorativo de la independencia, publicado
700

con el título de Elogio patriótico que pronunció e! Ciu-


dadano Juan Francisco de A zcárale el dla dieciséis de
Septiembre del año de milochociento veintiséis, en la pla-
za mayor de México, á presencia de! Exmo. Sr. Presi-
dente de la República Federal Mexicana, por nombra-
miento de la Junta clvica, reunida en esta capital con el
preciso ob;"eto de celebrar, con la debida solemnidad, el
seg-undo aniversario del g-rito ' de independencia que dieron
los prim eros héroes de la nación el día dieciséis de Sep-
tiembre de mil ochocientos diez (México, imprenta del
Aguila, dirigida por José Ximeno, 1826). (1)
Daremos fi n á esta nota biográfica insertando esta
pieza oratoria:
«ICon cuánto placer la nación mexicana recuerda en
este día el entusiasmo patriótico que se propaga por
esta región septentrional el 16 de septiembre del año
de 10, al resonar la voz de ser llegada la hora en que
recobre los imprescriptibles derechos de su sobera-
nía! Mexicanos: el gozo que resplandece en vues_
tros semblantes denota el de vuestros corazones y
forma el germen de los sentimientos magnánimos con
que contribuís al bien general de la república. Imitáis
á las naciones que nos antecedieron, los dos pueblos
más poderosos que refieren los anales de los tiempos,
los griegos y los romanos, que prefijaron las fiestas
cívicas para presentar á sus ciudadanos las virtudes
de sus mayores, aquellos héroes á quienes parece que
el cielo privilegió para emprender los hechos más ma-
ravillosos, á fin de que tuvieran siempre modelos de
perfección que imitar.
«Ellas fueron el campo en que el honor cultivó la
semilla de la emulación, cuyo fruto es el espíritu pú-
blico, ese resorte de tanto poder que elevó sus repú-
blicas al grado de la mayor opulencia, constituyéndo-
las sabias, fuertes, poderosas, y llevó la fama de sus
(1) Existe en la Biblioteca Nacional. pág. 227 del catálogo de la
Octava división.
701

nombres hasta las regiones más distantes. Esto será


la mexicana federal, por las virtudes cívicas de los
-clarísimos varones, héroes insignes é ilustres ameri-
canos Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo y Balleza,
honor y gloria de nuestro suelo.
<¿ Qué talento, por sublime que sea, podrá for-
mar dignamente el elogio de unos héroes que, vien_
do la abyección de su patria, inflamados por el fue-
go sagrado del patriotismo se resuelven á libertarla
reponiéndola al antiguo rango de su poder soberano?
Empn sa digna de inmortal renombre, que perpetuará
para todos los tiempos su gloriosa resolución. En las
primeras convulsiones políticas de la España, acaeci-
das el año de 8, esparcimos esta semilla yo y los sa-
bios Verdad y Tagle el padre, sin más efecto que el
de nuestra ruina. ¡Dios eterno, te dignaste conservar-
me la vida para ocupar, en este día, lugar tan preemi-
nente, rodeado de mis conciudadanos y amigos; y en
el que fuí ultrajado el 16 de Septiembre de ese año (1)
atra vesando esta hermosa plaza escoltado de guar-
dias que me condujeron al sepulcro de una prisión!
Ya olvido los males que experimenté, las miserias que
-sufrí; y mi voz se reanima para anunciaros, mexica-
nos, que si queréis conservar el gobierno republica-
no federal que adoptasteis, ser felices y hacer respe-
table el nombre y poder de la república, es preciso
.que como los héroes, cuyas virtudes aplaudimos, sos-

(1) En este dla fué la prisión del virrey D. José de Iturriga-


ray, á quien se separó del mando por su afecto á la América y á
.Ios am~ricanos: fuimos presos el Lic. Verdad y yo, P01' haber
promovido, en unión de D. Francisco Tagle, como 1-egidores
del ayuntamiento, el st"stema de la soberania popular. Murió
Tagle de resultas de una cólera que tuvo con un oidor, Ver-
dad en la pyz'sz'ón, y yo me enfermé de epilepsia, por la que
saN del separo que sufri sesenta dlas con centinela de vista;
y jJermaneci arrestado en mi casa tres años once días, sub·
sistiendo á expensas de mis amigos y ot ras jJe1'SOllaS carita-
.tivas, á quienes dedico este recuerdo de gratitud. (Nota del
.autor. )
702

tengáis con valor su independencia y libertad, y per-


manezcáis unidos en una sola opinión.
<El amor á la patria, ese afecto del alma racional,.
que eleva al hombre sobre su ser mismo, haciéndole-
fmprender hechos famosos y sobreponerse á los peli--
gros sin reparar en sus propias desgracias, dirigió á
los primeros autore5 de la independencia. No los ani-
ma su personal interés, ni el de sus mujeres, hijos y
parientes; no mejorar la suerte de los lugares en que-
vieron la luz; no adquirir riquezas, honores ó empleos;.
no, mexicanos, solo tuvieron presente salvar á la pa-
tria de la esclavitud en que gemía. Realizan el pro-
yecto sabiendo que entre lograrlo y perecer no hay
medio: hablan, y en el instante los pueblos responden
enardecidos anuentes á su voto: la guerra comienza:
i pero adónde me arrebataba mi fantasía! ¿ Podré aca-
so ponerme á la vista, aunque sea en miniatura, los.
efectos prodigiosos de esta explosión patriótica, que'
se hizo resentir por todo el Anáhuac? ¿ Omitiré recor-
dar los desastres ocurridos, tan atroces, con que los
tiranos quisieron más bien destruirlo y aniquilarlo to-
do, que ceder en un sólo ápice á su abominable domi-
nación?
<Caen desplomados los pueblos y las haciendas: un,
instante basta para deshacer lo que fué obra de si-
glos. Incendios, asesinatos, robos; lo más horrible, lo·
más cruel y tirano son los medios que se ponen en
práctica para continuar el despotismo de un gobierno
absoluto, dando esta prueba de cobardía. Sus tropas
á la manera de la langosta devoran cuanto miran: co-
rre la sangre por las poblaciones y los campos: la
muerte y la rabia asolan las provincias; más su sem-
blante feroz no espanta á los que, impávidos, á su vis--
ta misma ratifican la decisión general. Todos preten-
den ocupar las primeras filas; las segundas se dispu-
tan el honor de reemplazar el lugar de los que perecen
sosteniéndolas, y pelean denodados hasta vencer ó ·
morir. En el patíbulo se inmola á centenares las víc-
timas: ¿ qué familia no cuenta alguna sacrificada en la
sangrienta y pavorosa ara de la tiranía t Fueron más-
terribles que el rayo y el terremoto los mandarines es-
pañoles Calleja, Cruz, Arredondo, Trujillo, Ordoñez,.
Concha, monstruos de crueldad, que nunca se sacia-
ron con la sangre de los mexicanos; pero, al paso que
su furor se aumenta, el tesón por la independencia.
crece de un riesgo en otro, y es mayor mientras más-
empeñados son los peligros. Sin diferencia de edad
todos quieren sea la patria libre y no esclava, deno-
tando en el sufrimiento su valor; las mismas madres
ponen en la mano á sus hijos el sable, y con ojos en-
jutos les dicen como las espartani;ls: Ó victoriosos (F
muertos.
<Ni aun la fatal desgracia de la decapitación de los
padres de la independencia entibia vuestro ardimien-
to, mexicanos: se aumenta como la llama con el pábu-
lo: nuevos jefes toman á su cargo la dirección de la
guerra por todos rum bos; consiguen victorias consi-
derables: se apoderan de grandes territorios, y redu-
cen á los déspotas al mayor de los conflictos. ¡More-
los, Matamoros, Galeana, Ortiz, García, vosotros, ge-
nios singulares, obrasteis maravillas en Oaxaca, en
Cuautla, en el Sur, en los Llanos de Apam y en el
Bajío: sean vuestros hechos perpetuos en la memoria.
de los mexicanos; y vuestras sombras respetables se·
complazcan con la felicidad de que goza la repúblical.
y cuando las vicisitudes de la guerra cambiaron la
medalla, ¿el incansable y valiente Guerrero no la sos_o
tiene sin ceder en las alturas de la tierra caliente?
<No fueron solas las armas á las que apela el go-
bierno español para hacer la guerra, se prevale de la.
opinión moral y la religiosa. Incita á las corporacio-
nes y prelados á que persuadan las utilidades de con-
tinuar la unión anterior de españoles y americanos:·
esparce sus escritos en que reluce el artificio de una
obediencia forzada, sin embargo de no creerlos bas-
·tantes para contener la revolución: confía únicamente
~el buen éxito en el tribunal que tenía por oficio apri-
sionar el entendimiento, y mantener la ignorancia con
el pretexto de conservar la religión. No se engaña:
anatematiza á Hidalgo, declarándolo hereje. ¡Terrible
abuso de despotismo inquisitorial! ¿Acaso la domina-
ción de los reyes de España era artículo de fe, ó la •
religión se puede hacer materia de estado? ¿ Qué?
¿confundir lo que es de Dios con lo que pertenece á la
nación puede dimanar de la doctrina del divino Sal-
vador?
«No surten efecto estos ardides: los mexicanos sa-
ben distinguir la pureza del dogma del abuso de la au-
~toridad; fieles al primero se desentendieron de lo segun"
do. La iglesia nada tiene que ver en las disensiones
civiles: «mi reino no es de este mundo:. dijo Jesucris-
to; y ya no estamos en los siglos obscuros como aque-
llos en que, tirando Roma una línea sobre la esfera, di-
vidió el territorio qué se llamó Indias entre los Reyes
. de España y Portugal; ni se cree dependa del poder
sacerdotal repetir la donación de Alejandro VI. Entre
el ruido de las armas se impusieron los mexicanos en
los derechos que por la naturaleza les competen como
.á hombres; yen que la ig lesia católica, que únicamen-
:te trata de la salvación de las almas, se acomoda á to-
dos los gobiernos, sin tocar á la potestad temporal,
siendo este uno de los caracteres de su santidad.
«Refiero estos males no para renovar las sensacio-
nes odiosas que causaron: la generosidad mexicana
los tiene olvidados: lo hago como el cautivo que rela·
.ta las penas que sufrió en la mazmorra, únicamente
para más complacerse en los bienes que consigue al
mirarse libre. Fueron muchos los que dimanaron del
valor impertérrito de los primeros héroes mexicanos .
. Sin saber el arte de la guerra, peleando con los que
les eran superiores en conocimientos, aprendieron á
705
hacerla, como los rusos lo consiguen batallando con los
suecos, dirigidos por el Marte de su siglo, Carlos XII:
ignorando la arq uitectura militar y la fortificación, pre-
sentaron en Cóporo, ] aujilla, ] alpa, Cuautla, San
Gregorio, etc., lugares fortificados en los que se estre-
lló diversas veces la furia que los combate. La caba-
llería se hace invencible. Fabrican armas, funden ca-
ñones, elaboran pólvora, discurren emboscadas, sor-
presas, y se hacen maestros en todos los ardides y
astucias destructoras: en conflictos tan terribles se
forman los generales que tanto honran á la república.
Finalmente se imponen y saben, porque la experien-
,cia les enseña que la nación que quiere ser indepen-
diente lo es, porque la mexicana 10 fué luego que 10
resuelve. ¿ Y todas estas ventajas á quiénes las debe-
rnos? Confesamos gustosos que á los héroes que en
-este día dieron la voz de independencia.
<Conseguida ya, y hallándose la república en estado
tan floreciente ¿ deberán los mexicanos dejar las armas
:y entregarse al descanso, como lo hace el labrador
después de alzada la cosecha para disfrutar con quie-
tud de la abundancia debida al sudor de su rostro?
No, aún no es tiempo. La caduca, paralítica é impo-
tente España no sobrelleva con paciencia nuestras
glorias: el oro y las riquezas que llamó suyas excitan
más su avaricia en el tiempo de su laceria. Destituída
de fuerzas, sin armada, sin dinero, ni los demás re-
cursos, desconfiando de sus tropas por tener muy pre-
sente el suceso de Cádiz, mendiga auxilios de las po-
tencias de primer orden. Hace ofertas de desmembra-
-ciones de este suelo; sus agentes propalan tener se-
cuaces en nuestro se-no, todo lo facilitan y allanan: se
prevalen del sistema del absolutismo, y esperan ser
.escuchados.
<Semejantes recursos son tan estériles como misera-
.bles . Las naciones pensadoras ven que la mexicana
.les ha abierto otra puerta menos costosa y más lucra-
19
706
tiva, cual es la del comercio: ven que las relaciones
pacíficas son las más propias para a umentar sus inte-
reses, adquiriendo los artículos preciosos que la Divi-
na Providencia exclusivamente consignó á esta tierra
feraz; y así es de creer prefieran los medios á la amis-
tad; pero ¿qué conseguirían si, abandonándolos, resu-
citasen las ideas góticas de conquista, y la auxiliasen
con armadas y ejércitos? ¡Ah! ¡encontrarían únicamen ..
te su s~pulcro en las costas!
«La naturaleza las defiende con impenetrables arre-
cifes, calas cortas, grandes bancos, terribles escollos
y puertos desacomodados: el sol, desde su órbita, con
sus rayos abrasadores; la atmósfera con una tempera-
tur,a destemplada; la fiebre amarilla ó vómito nei'ro, y
la calentura con el cáncer; el comején, el mcsco, la gá-
rrapata y otros insectos también las guarnecen con su
aguijón: mas cuando se libertaran de tantas inclemen~
cias, ¿encontrarían ahora con tropas débiles como las
de Tabasco. las de Tlaxcala y las de Cholula á quie-
nes destrozó el aventurero Cortés? ¿ No tendrían que
pelear con tantos soldados valerosos que se les presen-
tarán frente á frente: soldados que á pecho descubier ..
to se lanzan sobre el cañón y la bayoneta: soldados.
que han resuelto morir antes que dejar de ser libres y
que deje de existir la república? Sí, mexicanos, vues-
tra decisión, vuestro valor, y la fortaleza de vuestros
brazos es su mejor esperanza; permaneced armados.
para evitar toda sorpresa, y decid: existe y existirá la.
república en todo el esplendor de su gloria por nues-
tro esfuerzo, que se dedicó á copiar el patriotismo de'
los primeros héroes mexicanos, hombres insignes á
quienes el cielo concedió una suerte feliz para alcan-
zar la sublimidad de concebir y de emprender grandes
hechos y llevarlos á efecto con el sacrificio de su pro-
pia existencia.
«No es la fuerza armada el principal sostén de las .
naciones: la moral es el zócalo en que descansa el edi-·
707
ficio político. El poder de la opinión es el mayor, que
obra siempre de un modo irresistible. Disipa los ejér-
citos, abre las puertas de las fortalezas más inexpug-
nables, destruye las leyes, arruina las repúblicas, los
reinos y los imperios; así como por el contrario cuan-
do es una, constante é invariable, todo lo hace
eterno. No hay suceso prodigioso de que no haya
sido el resorte principal: la historia, en los diversos
cuadros que presenta de las viscisitudes humanas, ma-
nifiesta también cuáles han sido las que ella padeció.
Volved, mexicanos, la vista al Norte de este continen-
te y hallaréis que sus diversos estados soberanos com-
ponen una gran república federal, que á los cincuenta
años de su erección es sabia, poderosa, rica, comer-
ciante, marítima, industriosa, respetada y temida. Si
le preguntáis por la causa que la hizo floreciente con
tanta rapidez, responderá: lo debe á la opinión, porque
con la concordia se eng-randecen los estados pequeños, y la
discordia destruye aun á los mayores. ¿ Qué quedó del
dilatado, poderoso imperio de Moctezuma, por la dis-
cordia? Lo que de las repúblicas griegas y romana, só-
lo la memoria de que existieron.
<El pacto social, la cadena de oro que suavemente
liga á los hombres en solicitud de su propio bien, ¿ qué
otra cosa es sino la convención tácita de todos los
que viven bajo un gobierno, en virtud de la cual están
obligados á concurrir y á contribuir con igual ardor á
la felicidad común? ¿ Y la ciudadanía no es también la
obligación invariable del hombre, de ser (¡til en cuan-
to le es posible al estado de que es miembro, ya eli-
giendo para los destinos, ó ya siendo elegido para
ellos? Extremos tan útiles son los puntos en que se
apoya el eje sobre que gira la república mexicana fe-
deral: la opinión de los individuos que la componen
debe ser una, y totalmente dedicada á su bien y á su
engrandecimiento.
cSi en todos los tiempos es precisosea una é indivisible.
lo es mucho más en los principios de su organización.
Los cuerpos morales á semejanza del natural tienen su
niñez, su juventud y su ancianidad. La primera de es-
tas épocas es la más deleznable. El cielo exceptuó de
este peligro á la nación mexicana, por circunstancias
que difícilmente se reunirán en otra: desplegó su ener-
gía y poder desde que por 3U propio esfuerzo se elevó
al rango de la soberanía.
<eLos potentados del continente europeo se asombran
al saber los pasos gigantescos con que camina á su
mayor exaltación. Han visto que la virtud santa de la
libertad eligió para su morada el hermoso hemisferio
de Colón; que su poder lanzó de su asiento á la tira-
nía. é hizo abrir los ojos á los hombres, estimulándo-
los á gustar del mayor de los bienes . . Conocen que la
abundancia y la felicidad la acompañarán siempre, por-
que son el fruto del orden, de la sabiduría, del tesón y
del trabajo. Saben que sus estados se desplomarán:
el mortal, á quien crió libre la naturaleza, siempre ape-
tece y quiere serlo. Lloran ya anticipadamente la des-
trucción de su opulencia, de su vanidad y de su orgu-
llo: la aniq uilación de sus talleres y fábricas, la de su
comercio, la de las ciencias, la del primor y la del gus-
to; porque todo va á trasplantarse á este suelo feraz y
rico. Pero lo que más les aflige es la consideración de
que la república mexicana, por la localidad de su terri-
torio, tiene en su mano trasladar sus relaciones comer-
ciales á otras regiones para pri varios del goce de las
riquezas en que abunda.
<Deseosas de precaver su ruina, han resuelto, allá
en sus congresos tenebrosos, substituir á la libertad
el absolutismo: negar á los pueblos el derecho de go-
bernarse por sí mismos, y establecer ese sistema des-
pótico en las cuatro partes del universo. No lo ejecu-
tarán con las armas como en el Pi amonte, Nápoles,
España; pero sí se valdrán de la intriga, de la seduc-
ción y del prestigio. Los medios no son calculables:
70 9
¿quién puede numerar los de la malicia y el interés?
Procurarán sus emisarios y adictos dividir la opinión
general, y ponerlo todo á sus pies, para cantar el triun-
fo sobre las ruinas de las repúblicas americanas.
«Es necesario por lo mismo estar alerta para no
caer en el lazo: desechar toda idea de división, rodear
al gobierno con la. muralla impenetrable de la opinión
general para sostenerlo: así será eterno, feliz, y lo se-
rá la república. Si tiene defectos, su sabia constitu-
ción señaló la época en que deberán corregirse, des-
pués que la experiencia haya convencido la necesidad.
Si los agentes del poder salen de sus órbitas, las le-
yes señalan el modo de contenerlos; y los patriotas
ilustrados, por medio de la prensa, declamarán de un
modo decoroso y digno hasta ex~inguir los abusos.
<Haced ioh mexicanos! lo que ejecutaron en su res-
pectivo caso los padres de la independencia. Afirma-
dos en su opinión, la publicaron y sostuvieron hasta
sellarla con su sangre. Vosotros estáis gozando el fru-
to de aquel primer impulso, sin el cual gemiríais aún
abismados en la esclavitud. iCuán dignos son de vues-
tro agradecimiento los que os mostraron la senda de la
libertad! Imitadlos con más empeño ahora que poseéis
todos los elementos de la prosperidad que criaron, lle-
vando, en lo posible, á la mayor perfección su proyec-
to, sacrificando su vida para conseguirlo.
«U n congreso, tan ilustrado como justo, os dá leyes;
un presidente, patriota y ensayado en las adversidades,
desempeña el poder ejecutivo de un modo paternal; la
suprema corte de justicia da pruebas realzadas de ac-
tividad y entereza; los ministros cumplen con la mayor
exactitud las leyes; los congresos de los estados fede-
rales los hacen florecientes; las autoridades y emplea-
dos llenan sus deberes; el ejército, perfectamente equi-
pado y armado, lo componen generales expertos, ofi-
ciales pundonorosos y soldados valientes, que han ju-
rado sacrificar sus vidas por defender á la república;
710

la marina, aunque naciente, se hace respetar; el co-


mercio progresa, la agricultura prospera y la industria
en su tanto crece; la minería proporcionó la entrada
de más de diez millones, que invierte la especulación
extranjera en el laborío de diversos de los minera-
les conocidos por la riqueza dE. sus metales; la educa-
ción pública r~cibe mejor método y las ciencias anun-
cian adelantamientos prodigiosos; las relaciones de
amistad con la Inglaterra, que es el baluarte inexpugna-
ble de la libertad y la primitiva fuente de ella, son
particulares y terminarán en el reconocimiento de la
independencia: la han reconocido ya las repúblicas del
Norte-América y las del Sur; no hay di visión de con-
ceptos, todos piensan de una misma manera, y su inte-
rés termina al mayor bien de la república.
c:¡Ah! qué campo tan espacioso se os presenta, me-
xicanos, para dar á conocer los sublimes quilates de
las virtudes y dotes que os distinguen. Centenares de
millones de hombres, los pueblos, las naciones, el uni-
verso todo están pendientes de vuestros procederes.
No tienen otra esperanza los que gimen oprimidos ba-
jo el yugo del despotismo, que los progresos de vues-
tra felicidad. Convierten sus ojos á estas regiones y
se dicen á sí mismos: allí residen la libertad, el patrio-
tismo, la abundancia y la felicidad; cada república es
un templo en donde esa deidad recibe el homenaje pu-
rísimo de los votos de los hombres libres, que, reinte-
grados en los derechos que la naturaleza les concede,
pueden todo lo que las leyes no les prohiben: de ellas
se deriva el bien de la especie humana ultrajada por
los tiranos. ¡Dios omnipotente, Señor del tiempo y de
la eternidad, bendice para siempre á los que te has
dignado concederles tanto bien, para que, así como su-
pieron sacudir el yugo ominoso de la esclavitud, pro-
sigan unidos en una opinión á completar la escala de
su engrandeciento, presentando á los demás pueblos
la ruta que deben seguir!
7II
«Después aplauden la preferencia que el congreso
de Panamá hizo de la mexicana para trasladarse á su
territorio, en el cual logrará la seguridad que le es
tan necesaria por lo sano del clima, y estélr exento de
toda interpretación hostil de los enemigos de su exis-
tencia la España y sus aliados. La coalición celebra-
da entre las repúblicas americanas, que pondrá en ol-
vido la de Grecia, recibirá el apoyo de que necesita,
sus órdenes se cumplirán con la rapidez del relámpa-
go; y en todo evento tendrá el celo de la nación rica
que, extendiendo sus brazos sobre el Océano Atlánti-
co y el Meridional, ostenta su grandeza y su poder.
«Ved, mexicanos, cómo este día augura el porvenir
supremo de las mayores dichas que disfrutaréis. ¡Qué!
¿No sentís en este momento en vuestros corazones las
efusiones tiernísimas del espíritu público y las del pa-
triotismo, al ver los objetos que tenéis presentes, esos
objetos que han arrebatado vuestra preferente atención?
Acercaos á gozar de las delicias que manan de la cari-
dad pública; y ved cómo la mano piadosa del digno
presidente de la república premia con dos onzas de oro
á cada uno de los tres niños que el año pasado tomó
bajo su protección, por los adelantamientos que han
hecho en los primeros rudimentos de su educación, y
manifestaron en el examen que tuvieron el día diez en
la sala capitular del Ayuntamiento, supliendo de este
modo los oficios de sus padres, que murieron por el
bien de la patria. Igualmente socorre con cien pesos
á cada una de las diez parientas que la suerte señaló
y han probado serlo de los héroes de la independen-
cia. A esas siete africanas que, sacadas de su país na-
tal, gemían en la esclavitud en medio de una república
libre, hoy las restituye al goce de su libertad, desagra-
viando casi á la naturaleza, y siguiendo las huellas de
todas las naciones sabias. Yesos veintidós valientes
patriotas, que en el campo del honor batallando con
los tiranos obraron hazañas prodigiosas, llevando en
7I2

sus heridas y estropeamientos la mejor hoja de servi-


cios, ¿no veis cómo los auxilia poniéndole!; en mano
una onza de oro para aGudir á sus urgencias? Los cin-
cuenta y seis niños y veinte niñas que vestidos de un
todo completan el adorno de este acto munificentÍsi-
mo, ¿ no comprobarán siempre el de~velo r.on que el
• gobierno mira á la juventud, el almácigo precioso de
ciudadanos, auxiliándolos y protegiéndolos en los mo-
mentos en que no pueden valerse por sí solos?
«Son pequeñas muestras; pero que indican lo que
hará la república en el tiempo de su mayor engrande-
cimiento: son las que pudo discurrir la junta de ciuda ..
danos encargada de la dirección de tan plausible ani-
versario en el corto término de diez y seis días, tiem-
po muy angustiado para que su patriotismo pudiese
manifestar las grandiosas ideas que pretendía realizar.
Con todo, llena del más noble entusiasmo, cree ha pre-
sentado á la república mexicana en un punto pequeño
de vista, el bien que disfruta, gozará en lo sucesi vo y
nunca probaron los tiranos, y es el hacer felices á los
hombres en todo estado y tiempo. Mexic~mos, démos-
le las gracias más expresivas á la junta por el cabal
de!'empeño de la confianza que la nación hizo de su ce-
lo, de su integridad y exactitud; y también porque de
un modo práctico y visible á todos mani festó los biene!?
que la nación experimenta ya de resultas del grito me-
morable de independencia que dieron los primeros hé-
roes de la nación mexicana; pues sosteniéndola y su
libertad con el valor, como lo ejecutaron despreciando
los riesgos y los peligros, y manteniendo unida su opi-
nión sin dividirla y separarla en concepto alguno, nos
proporcionaron los bienes que ya poseemos y 105 que
nos restan adquirir, conforme consolidemos más el go-
bierno republicano federal que adoptamos y es el más
justo y más proporcionado á los deseos de los hombres,
y el que le es más conveniente. Sí, mexicanos, nunca
olvidéis, ni dejéis de celebrar que, eligiendo una muer-
713
te cierta, dieron el mayor ardimiento á la nación, la-
entusiasmaron por su bien y su prosperidad; y de esta
suerte muriendo le fueron más útiles que si hubieran,
vivido en este día los patriotas Hidalgo, Allende, Al--
dama, Abasolo y Balleza.-Dije.:.

EUSEBIO BALA.
Escritor religioso.

Bachiller de la Universidad de México y presbítero.-


Publicó un Devocionario en honor de Nuestra Señora
de la Bala, venerada en la iglesia del Hospital de San-
Lázaro, en México (Imprenta Jáuregui, 18 lO).
CONSULTAR: Beristáin.

JOSE VICTORIANO BAÑOS. -


Orador sagrado.

Nacido en Tomiltepec, Oaxaca; fué vice-rector y ca-


tedrático de teología en el Seminario tridentino de Oa-
xaca, examinador sinodal del Obispado de dicha ciu-
dad, cura y juez eclesiástico de Tzautlán y Talistac~­
Publicó, según Beristáin, una Oración fúnebre en ho-
nor de la Reverenda Madre María Teodora de San.
Agustín, fundadora y abadesa del Convento de Capu-
chinas Indias de Oaxaca (México, imprenta de Onti ..-
veros, 1799).
CONSULTAR: Beristáin.
714

MARIANO BARAZÁBAL.
Poeta.

Este fecundo versificador nació en Tasco (pertene- .


·ciente hoy al Estado de Guerrero). El año de su na-
·cimiento parece naber sido el de 1772, pues en 25 de
_Febrero de 1807 (Diario de México) se describe aSÍ:

Dióme el cielo figura moderada;


denególe á mi rostro la hermosura;
mi color es ajeno de blancura,
aun sin aplicación á lo rosada.
Mediana es mi estatura, bien formada;
en mi boca y nariz durmió natura;
mis ojos son tal cual, mas dan segura
muestra de] corazón en la mirada.
Aunque no me portó cuna grosera,
mi educación ha sido sin amparo;
mis bienes son hasta hoy no ser avaro,
sin saber si hay fortuna ó si es quimera.
Luego ¿qué me dió el cielo? ¡De lo caro!
Alma fina, alma noble, alma SlDcera.
Otrosí: ¡buena cosa
se me olvidaba!
Que á treinta y cuatro agostos
les vÍ la cara. . . .
Mas, sin engaño,
disparaba mil versos
al séptimo año.

Por aquí se ve que Barazábal presumía de precoz •


•Fecundo, por lo menos, sí lo era, y durante toda la
. existencia del Diario de México escribió en él, 10 mis-
·mo que después en El Noticioso e-eneral. Perteneció á
.. la Arcadia de México con el nombre de AnfrtSo. Usó
715

varias firmas literarias: M. B., El Aplicado, Baz-la-


.bara, Albaro Maria Bazán, y su nombre de árcade.
Debe distinguírsele de M. B. ó el Poblano.
Beristáin da noticia de estas producciones suyas:
versos á la estatua de Carlos IV (v. los Cantos de
las musas mexicanas, 1804); elogio del R. P. mi-
sionero del Colegio de San Fernando de México, Fr.
Mariano Olmedo, impreso (¿ versos?); Trafalg-ar y
Buenos A ires, rasg"o poético dividido en dos cantos, dedi-
<:ado al Virrey Iturrigaray (suplemento al Diario de
México, 6 de Abril de 1808). Publicó, además, un
Aplauso poético á los ilustres de la patria, diputad9s de
Cortes y de la prol}t"ncial, y Jefe polftico superior de la
gran México. (México, imprenta de Alejandro Valdés,
1820: existe en la Biblioteca Nacional, pág. 433, catá-
logo de la 9~ división).
Barazábal fué agente de negocios de la Real Audien-
cia. Bustamante hace mención de él en su Cuadro his-
iórico de la revolución mexicana: cAntes de esta desafo-
rada determinación (la supresión de la libertad de im-
prenta, aunque la acordaba la Constitución de Cádiz,
por el Virrey Ven,e gas), ya la América había visto con-
denar por la junta de cens ura, á cuya cabeza estaba
Beristáin, un epigrama de D. Mariano Barazábal. Fi-
guraba en él un leproso que se quejaba de que un hom-
bre le hubiese espantado las moscas que lo devoraban.
¿y por qué? Porque las que vendrían después de
.ellas, como hambrientas, lo devorarían más que las
que anteriormente le hab Ían picado y ya estaban muy
ahitase Hacía alusión á los mexicanos, que no debieran
.desear nuevos mandarines ladrones, sino conformarse
con los que ya tenían y conocían, pues estaban menos
hambrientos que los que pudieran reemplazarlos; con-
<:epto bello, oportuno y exacto, felizmente explicado
en verso con la belleza que acostumbra este poeta apli-
.cado>.
Bustamante, llevado de su celo patriótico, llegaba á
716
encontrar buenos los versos de Barazábal, s610 porque
éste simpatizaba con la causa de independencia, 6 por
lo menos censuraba al gobierno español; aunque, á la
verdad, Barazábal escribi6 muchos versos en elogio
de reyes y virreyes. Pimentel dice que pertenecía á la
escuela prosaica (así llamaba á la seudo-clásica del si~
glo XVIII).
Barazábal era prosaico, ciertamente, pero DO por
escuela. Su época era, en el orden literario, prosaica,
en México sobre todo; y él era de los más prosaicos
de su época. Por eso, s610 resulta aceptable en sus
versos satíricos y sus fábulas; sus poesías religiosas,
políticas 6 er6ticas son ilegibles.
Ejemplo de su poesía seria es el canto Trafalg-ar y
Buenos Aires, donde suele tener uno que otro dejo cul-
terano (lo menos prosaico del conjunto):
No empero sin dejar ....
la una mitad de su florida armada,
quedando la otra en términos esquivos ...•
Cediendo al golpe del aliento hispano,
ante la hercúlea Gades titubea ....
Típico del poema es este pasaje:
No ya traslada el piélago profundo
en su anchuroso cristalino anhelo
al bel10 toldo esférico del mundo;
las naves le arrebatan el modelo.
Todo elemento brama furibundo,
siendo la tierra escándalo del cielo.
¿Tierra en los mares? Sí; no yerro el nombre;
la tierra digo, sí, la tierra, el hombre.
De sus epigramas se puede citar uno que otro~
Con semblante doloroso
Doña Mencía se visti6
(ya se ve, porque enviud6)
del luto más riguroso.
Pero ¿ c6mo es que al instante
la miramos de ojo enjuto?
En ciertas viudas, el luto
5610 es tocar á vacante.
(Diario de México, 2 de Noviembre de I906).

¿No ves c6mo va Isabel


por esa calle de arriba
(iqué adornadal ¡qué atractival)
haciendo un alto papel?
¿ Y no adviertes cuán ufana
la sigue esa rota vieja
que casi la chancla deja?
Pues esa vieja es .... su nana.
(Diario, 4 de Enero de I807).

-Yo no soy, ni pude ser


el padre . . .. (Cornelio dijo
á Blasa).-Pues no moler
(le respondi6 ella) que mi hijo
tiene padres á escoger.
(Diario, I3 de julio de I812).

Sus mejores fábulas aparecen publicadas en el Dia-


rio en Mayo y Septiembre de 1807 y en Agosto de
1808.

De El Neblf y el Gua/olole:
Estábanse adiestrando
en canto y vuelo las indianas aves;
no sé d6nde ni cuándo:
da, lector, por supuesto Que lo sabes,
y que de entre las nubes encumbradas
baj6 un neblí ligero en dos aladas.
-J úpiter me ha mandado
(les dijo cortesano) desde el cielo
á decir que su agrado
merece ya vuestro eminente vuelo
718
y que también de vuestra melodía
se ha complacido su soberanía.
Este razonamiento
escuchaba empeñado un guajolote
que, sin más miramiento,
hinchándose de moco y de cogote
y haciendo el abanico entre las aves
-iOh Júpiterl (clamaba) ¡cuánto sabesl
A todos aturdía
con aquella su grita destemplada,
pues vano discurría
que el enviado neblí por él hablaba,
hasta que éste le dijo: cNo alborote,
que aquí no tiene parte el guajolote:. ....
(Diario, 15 de Septiembre de 1807).

La pila y el al;i"be.
No muy lejos
de una pila
de agua dulce
cristalina
un aljibe
hondo había
de agua turbia
llovediza.
A la fuente
todos iban,
y sus aguas
preferían,
por 10 dulces,
por 10 lindas,
por lo francas
que corrían.
Al aljibe
s610 hacía
una cuba
compañía,
7 19
de una soga
sostenida,
que pasaba
en carretilla.
A este pobre
dijo un día
nuestra fuente
susodicha:
c:Vecinito
¿ no se admira
de lo mucho
que me estiman?
¿ N o ve cuántos
á porfía
me festejan
y visitan?
y á usted .... ¡vayal
ni lo miran:
por su gemo
se retirfln.»
A todo esto
con sopnsa
el aljibe
respondía ..
Corrió el tiempo;
llegó el día
que faltó
la cañería.
Mermó luego
á toda prisa,
y secó se
la tal pila.
y los mismos
que aplaudían
sus cristales,
ni la miran.
El aljibe,
720

que esto vía,


dijo entonces:
·< Vecinita
¿ cómo estamos?
i Qué solita!
,¿ Dónde se hallan
sus visitas?
¿ Dónde aquellos
que solían
'.cortejarla
y aplaudirla?
Acá llegan,
'yen mi orilla
su tertulia
:formalizan.
Mas tendrán
'sus señorías
..que tirar
la carretilla:
pues mediante
li:al fatiga
y la justa
economía,
bien es logre
mi agua fría
.quien trabaje
·en conseguirla.>

Ricos hombres
de la Villa,
..que gustáis
·.de mil visitas
lisonjeras,
comodinas,
un ojito
·con la pila,
_y también
721

una orejita
al aljibe
que os predica.
r Diario, 3 de Mayo de 1807.)

Los dos ratones:


Escuchaba un ratón atentamente
de un mastín el ladrido,
cuando notó que un gato diligente
huyó despavorido.
y revolviendo en sí mil opiniones,
se fué á parlar con los demás ratones.
«iCaballeros! (les dijo) se ha ]legado
de nuestra gloria el día.
Hoy ha de ser el gato castigado,
y hollada su osadía,
y vindicadas, sí, de los ratones
las sangrientas gatunas opresiones.
<Yo vi correr á un gato amedrentado
al ladrido de un perro,
por lo cual que ladremos he pensado:
hagámoslo; no yerro;
dejemos los chillidos naturales,
y seremos famosos animales.
Alto, pues, á ladrar .... > Así atizaba
cuando un ratón prudente
que de medio cadute lo miraba
le dijo: c:i Impertinente!
¡No es nada! ¡Qué proyecto! ¡Mentecato!
iLadrar cual perro, y dominar al gato!
.¿ No adviertes, ignorante, la distancia
que hay de ratón á perro?
.¿ Te parece ligera circunstancia
para dictar un yerro,
y que, en vez de ladrar, nuestros chillidos
llamen al gato y seamos sorprendidos?
Propón hacer sus pasos perceptibles
20
722
doblando las espías ....
Propón .... propón, en fin, cosas posibles
que alarguen nuestros días ....
IOh juicioso ratónl Así quisiera
que todo proyectista discurriera.
(Diario, 6 de Mayo de 1807.)
CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, Historia de la jJoe-
sla en Mlxico, cap. X; Bustamante, Tru siglos de MI-
xico, tomo II, pág. 189; Diario de Mlxico, durante
toda su publicación.

JOSE LO RETO BARRAZA


Orador sagrado.

Nació en Santiago Papasquiaro, de Durango, el día


24 de Junio de 1787. Fueron sus padres D. José Tri-
nidad Barraza y Doña Concepción Carrasco. Empe-
zó su carrera literaria en el Seminario de Durango;
vino después al Colegio de San I ndefonso, de Mé-
xico, donde se distinguió en las cátedras de filosofía
y gramática. Ingresó á la Compañía de Jesús. Fué
nombrado presidente de las Academias del curso de
arte que desempeñaba D. Nicolás Aragón. Cuando el
rector del Colegio, Castañiza, fué nombrado obispo
de Durango, Barraza desempeñó el acto mayor en la
solemnidad literaria. El Dr. Icaza se ofrecía á cos-
tearle la borla de doctor en teología, pero él se rehu-
só á aceptarlo. Castañiza le llevó consigo á Durango
(lo que juzgó entonces por muy señalado honor), don-
de substituyó á D. Antonio López de Zubiría en el
curso de artes. Regenteó durante más de dos años es-
ta cátedra con notable acierto, según dieron señal,
más tarde, sus discípulos. Le fué encomendada la
72 3
oración latina para las exequias de Carlos IV que so-
lemnizó la catedral de Durango. Desde ese día, y du-
rante más de veinte años, siempre fué tenido en alta
consideración por sus contemporáneos, é intervino
allí en muchas cuestiones del Estado y la Iglesia. Fué
examinador sinodal del obispado y propuesto para go-
bernar la mitra á la muerte de Castañiza. Varias ve-
ces fué senador en su Estado y también al Congreso
General (1825-26), y diputado finalmente (1836-42).
Murió, asistido por el ya obispo Zubiría, á principios
de octubre de 1843.
CONSULTAR: Osores; Sosa, Mexicanos disting-uidos;
Tornel, Reseña histórica, págs. 275 y siguientes.

FR. DOMINGO BARREDA.


Escritor religioso.

Nacido en México; entró en la Orden de Predicado-


res y profesó en el Convento de esta ciudad, el 24 de
Junio de 1770; fue maestro en teología, calificador de
la Inquisición, examinador sinodal del Arzobispado,
provincial de Santiago, y prior de varios conventos.
Al estallar la guerra de independencia, cumpliendo las
órdenes dadas al respecto, predicó una oración en fa-
vor del gobierno español y la publicó con el título de
Prevfllció1t conveniente que, habiéndose hecho á los re/t'-
g-iosvs del Orden de Santo Doming-o, la dirig~ ahora con
alg-una más ~xtensión al Juicioso público de este reino es-
pañol y católico el Provincial de dicho COn1)ento de Mé-
xico (México, imprenta de Arizpe, 1810: existe en la
Biblioteca Nacional, pág. 413, catálogo de la Novena
división). El discurso es vulgar (el mismo predica-
dor dice que <el estilo de su razonamiento es árido é
inculto"); está sembrado de latines, pero también de-
clara él que <no es para afectar erudicción .... sino
para que los que no se hubieren dedicado con mayor
empeño á las letras, leyéndolos aquí puedan hacer la
reflexión que fuera debida.> Lo que tiene de más ca-
racterístico es su empeño en exhortar á los <españo-
les europeos y americanos" á abandonar sus rencillas
de clase .
. . . «A ningún español, sea de la Antigua ó de la
Nueva España, le es útil y honroso, sino indecoroso
y muy nocivo, usar de hechos ó palabras en que unos
á otros se zahieran, perjudiquen y desprecien, porque
esto no sería otra cosa que sembrar la infernal semi-
lla de la división y la discordia, con lastimoso detri-
men to de la religión y de la patria que debemos vene-
rar y fomentar. ¿ Cuántas ocasiones se han indispuesto
las voluntades que anteriormente habían estado enla-
zadas, tan sólo por haber oído palabras de murmura-
ción, ultraje y vituperio contra la patria en que cada
uno ha nacido, ó contra las cosas que á ella pertene-
cen? Luego es evidente que los que en esta materia se
manejaren con permanente imparcialidad, moderación
y prudencia, evitarán en mucha parte grandes motivos
de desazón y disgusto, y de que lleguen las volun-
tades á indisponerse y dañarse para turbación y :le-
trimento común: magnre enim sapientire, dice Séneca,
tempestivum est silentium, et omni certe sermone prre-
stantius ....
«Si consideráis seriamente, españoles, y examináis
con juiciosa madurez el origen amargo de donde na-
cen las más veces disgustos grandes y turbaciones
ruidosas entre los que han nacido en Europa y Amé-
rica, hallaréis sin mucho trabajo que frecuentemente
dimanan, como arriba insinué, de que suele alguno
alabar con encarecidos elogios al país en que vió la
primera luz, de que á veces se persuade que solos son
buenos los que nacieron en él, de que trate con cierta
72 5
frialdad y desvío á los que no son compatriotas suyos,
de que ensalce las cosas de su suelo como únicamente
apreciables y buenas, y de que mire á su patria como
preferente en bondad al país en que los otros nacie--
ron. Esta es, entre otras, si no me engaño, la princi-
cipalísima causa de que se irriten é indispongan los
ánimos, y de que unos y otros españoles hermanos se
miren y traten con desafecto, ultraje y desprecio, si-
guiéndose de aquí la división de los corazones.
«Y aunque esto nace del crecido amor que tiene ca-
da uno á su suelo nativo, por tanto debe entrar aquí
mismo .Y tener principal lugar el recto juicio, impar-
cialidad y cordura del español nuevo ó antiguo que
conozca haberse deslizado en esta materia, ó que tal
vez presencie este exceso en otros, y debe tomar un
generoso empeño en que se eviten y corten compara-
ciones y palabras odiosas que influyan en la indispo-
sición de los ánimos, pasand o de aquí á dañarse tam-
bién las voluntades de unos y de otros ....
«Yo amo á la América porque Dios me la ha dado
por patria; amo á la España antigua, porque de allá
vinieron los que me dieron, no sola la natural exis-
tencia, sino entre muchos bienes el de la religión ca-
tólica, la que por beneficio de Dios en solas ambas
Españas se ha conservado en su integridad y pureza
respetable. Aunque tal vez hubiéramos prosperado en
temporalidades bajo de algún dominio de otra de las
potencias de Europa, lo cual no nos consta; pero en
puntos de religión a ndaríamos enteramente extravia-
dos.~
Fr. Domingo Barreda, como calificador de la Inqui-
sición, junto con Fr. Luis Carrasco, dictaminó, en
Agosto de 1811, sobre herejías atribuidas á Hidalgo,
según puntos remitidos para su censura por el Secre-
tario del Santo Oficio, D. Bernardo Ruiz de Molina.
Los puntos censurados fueron recogidos de oíd as, y
se referían á cuestiones tan diversas como la existen-
cía de la Ver6nica, la confusi6n entre Dimas y Ges-
tas, las dudas sobre el lugar de las bienaventuranzas,
los inconvenientes de la misma Inquis ici6n, y hasta
la Virginidad de María después del parto. Las pro-
posiciones fueron declaradas impías.
CONSULTAR: Beristáin; J. E. Hernández y Dávalos,
C()lección de d()cument()s para la hist()ria de la guerra
de independencia de Méxic(), t()m() I, d()cs. 58 Y 59.

JOSE IGNACIO BASURTO.


Fabulista.

El Bachiller] osé Ignacio Basurto, nacido en Sal-


vatierra (perteneéiente hoy al Estado de Guanajuato)
y teniente de cura en el pueblo de Cham acuero. del
Obispado de Michoacán (únicas noticias que tenemos
de su vida), public6 en 1802 (México, Imprenta de la
calle de Santo Domingo y esquina de Tacuba) unas
Fábulas m()rales para la pr()vech()sa recreación de los ni-
IilJs que cursan las escuelas de primeras letras. Estas fá-
bulas, que Pimentel menciona, declarando no haber-
las visto, existen en la Biblioteca Nacional (página
255 del catálogo de la Or.:tava divisi6n): llevan un
dictamen de Fr. Ram6n Casaus y un parecer del P.
Ram6n Fernández del Rinc6n. Son sencillas y fáci-
les, sin caer en la puerilidad excesiva á que pudiera
haberle llevado el escribir para niños; antes bien, sus
asuntos son casi siempre originales, aunque á veces
absurdos, y en ocasiones poseen color local; la versi-
ficaci6n es fluida y generalmente correcta.
Algunos pasajes darán idea de su obra:
Entre varios polluelos,
objeto del afán y los desvelos
727
de una gallina amante,
hubo uno que arrogante
de su valor y fuerzas presumía
cuando de ellas por tierno carecía.
Despreciaba el abrigo
de la madre amorosa, y, enemigo
de aquel dulce reposo,
se paraba orgulloso
á retar, con la voz de u n canto ronco,
á un gallo que cantaba sobre un tronco.
La madre conocía
el peligro á que el pollo se exponía,
y llena de amargura
le grita, abre las alas, y procura
volver á su regazo
al inquieto rapaz valentonazo.
Oye con gran desprecio
el clamor de la madre el pollo necio;
insiste en las porfías
de querer obstentar sus valentías;
la golilla levanta,
esfuerza más la voz, alegre canta,
cuando llega un milano
y, haciendo presa del polluelo insano,
convierte en triste llanto
aquella voz que comenzaba el canto ....

Atada al tronco de un granado hermoso


una mujer tenía
la delicada tela que tejía:
el sitio delicioso,
la fresca sombra que le cobijaba,
la hermosa flor pendiente
del árbol que galán se presentaba,
el ruido de una fuente,
y cuanto encuentra allí, le alegran tanto
que el trabajo acompaña con su canto ....
· ... La araña se sonríe,
y con cachaza y flema
le responde á la mosca
meneando la cabeza:
-La abeja es de las ffores
amiga y verdadera
como yo amiga tuya
soy, aunque no lo creas.
Yo, por chupar tu sangre,
te busco entre mis telas,
y por la miel que chupa
visita la flor ella ....

Mil legiones de hormigas


minan la dura tierra
porque sus correrías
quieren hacer en una hermosa huerta.
Por diferentes bocas
sale la chusma fiera,
y, entregadas al saco,
de los árboles todos se apoderan ..... .

Se hallan en estas tierras


unas hormigas raras
que, en sus cuevas metidas,
nunca salen á ver del sol la cara.
Los indios las visitan:
bu/iteras las llaman;
y no sé por qué indicios
saben en dónde están sus tristes casas.
De la cintura abajo
se ven depositadas
en unas grandes botas
de miel, en unas rubia, en otras clara.
Este rico tesoro
las pena á que encerradas
con nadie comuniquen;
pero, por contingencia, una mañana
trataron á una arriera
que, huyendo acelerada
de un furioso aguacero,
se entró en la cueva de estas solitariasr
Afable las saluda;
toma asiento, y descansa
sobre un grano de arena
en que se le presen ta silla y cama.
Desde allí les refiere
el gusto con que marcha
sobre un árbol frondoso,
cercenando los frutos y las ramas r

Les dice los arbitrios


con que su vida pasa,
y de donde resul ta
ver reinar en sus trojes la abundancia.
Mas ellas, atendiendo
al néctar que las baña,
dijeron á la arriera:
-No hay duda que es terrible tu desgraciar
Tu trabajo continuo
te hace muy desdichada,
y á nosotros felices
la quieta posesión de la miel clara.
La arriera dijo entonces:
-iOh pobres insensatas!
¿ Felices os llamáis
cuando de la riqueza sois esclavas?'
El tesoro abundante
á que estáis apegadas
de mil bienes os priva,
teniéndoos en prisión la más infausta ....
(El autor puso á esta fábula la siguiente curiosa no-
ta: «Estas hormigas (las bu/iteras), de que no he en-
contrado noticia en lo que he leído de historia natural,
y cuyo nombre he aprendido de la gente del campo,
730

'las he visto sacar á los indios de la Labor de San Je-


rónimo y Hacienda Jal pilla, del partido de Chamacue-
11'0, y he llevado algunas á mi casa, las que he enseña-
.do á varios amigos~.)

Cuando una abeja joven recogía


la pura miel de la fragante rosa,
le robó la atención la mariposa,
que flor de aquellos prados parecía.
Atonita la deja su belleza;
observa aquella plata de sus alas,
y, suspirando por sus ricas galas,
á su panal se vuelve con tristeza.
Entra llorando al último aposento,
'que es puntualmente el que á su madre aloja,
.y, entre varios suspiros que allí arroja,
le significa así su sentimiento:
-He visto, madre, entre las frescas fiores
la feliz mariposa; su vestido
está de fina plata guarnecido
que brilla entre vivísimos colores.
Yo pretendo un adorno semejante;
mis excelentes prendas nadie ignora,
y juzgo ser por ellas acreedora
á vestir un ropaje más brillante.
Esto dijo la joven; mas la vieja,
llena de sensatez y de cordura,
con rostro grave y maternal blandura
así responde á la quejosa abeja:
-N o solo este gusano, cuyo vuelo
á brillar por el aire lo levanta,
con lo vistoso de su ornato encanta,
sino aun el que se arrastra por el suelo.
<No has visto de estos mil que, dedicados
.á caminar, rodando la basura,
presentan á la vista la hermosura
del múrice y carmín con oro dados?
73 1
¿y por qué piensas tú se ha concedido
á animales tan viles la belleza?
¿No será por gritar que la nobleza
no pende de los brillos del vestido? ...

En 1794 publicó una Recreación poética en varios so-


nelos y unas endecllas, del francscano Fr. José Plan-
earte (México, imprenta de Ontiveros).
CONSULTAR: Pimentel, Historia de la poesla en Me-
.:>.-ico, cap. X.

JOSE BELTRAN.
Escritor religioso.

Bachiller de la Universidad de México; contador del


Real Tribunal. Publicó, según Beristáin, Coloquio dra-
.fIlático sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe
-(representado en Guadalajara el año de 1807 é impreso
en México), Vidas de San Pag-nucio y de Judit (México),
Apolog-Ia de Santa Teresa, Devocionario relativo al Bien-
aVE"nturado Francisco de Jerónimo, de la Compañía de
Jesús (México, 1807), Vida de la Reverenda Madre
Mariana Veytia, fundadora y abadesa del Convento de
.capuchinas de Guadalupe (México).
CONSULTAR: Beristáin.

VICENTE BERISTAIN DE SOUZA.


Poeta.

Hermano de D. José Mariano Beristáin de Souza y


militar insurgente. El bibliógrafo no 10 menciona en
su Biblioteca, pero sí da noticias de él en los Cantos de
73 2
las musas mexicanas consagrados á la estatua de Car-
los IV. Figuran allí prosaicos versos de D. Vicente,
con esta indicación: eD. Vicente Beristáin de Souza,
colegial que fué del Seminario Tridentino de México,
capitán de la goleta Carmen, ancló en Veracruz el 15
de Diciembre (de 1803); y, habiendo leído el Convite-
poético, hizo y remitió por correo la oda, epigrama y
soneto que siguen.> La oda, en la que dice haber ecan-
tado loores á la Galia>, tiene esta nota: eSiendo el au-
tor segundo comandante de la corbeta francesa la Mos-
ca, el año de 1797, compuso y fijó en las baterías al-
gunas odas en francés para animar á la tripulación al
fuego contra los ingleses.> El epigrama está en latín,
y vertido por el autor al castellano; el soneto es acrós-
tico.
Vicente Beristáin estuvo en las filas realistas como,
oficial de artillería, al estallar la insurrección, y se dis-
tingui6, dice Alamán (Historia de lJllxico, tomo 11,
pág. 578), emandando una culebrina en las salidas-
que hizo la guarnición de Texcoco>, pero á principios
de 1812 tom6 partido con los insurgentes, y ebajo su
direcci6n emprendió Serrano el ataque de Pachuca>"
(Abril de 1812). Más adelante (tomo 111, 475), refi-
riéndose á sucesos de 1813, dice Alamán que bajo la
direcci6n del mismo se habían construído en San Mi-
guel el Grande (de Guanajuato), fortificaciones, fundi-
ción de artillería, maestranza y máquinas de amonedar •.
Vuehre á mencionarlo, refiriendo sus desavenencias con
Osorno (tomo IV, pág. 85) y por último (tomo IV, apén-
dice, pág. 70) da cuenta de su muerte en una curiosa
nota: se le fusil6 en la hacienda de Atemajac en Fe-
brero de 1814, de orden de Osorno, la cual se atribu-
ye alodio con que lo veía la tropa, por sus proyectos
de organizaci6n, y á celos del mismo jefe.
Bustamante habla de diverso modo. eLas victorias-
de la división de Aldama,-escribe en el Cuadro his-
tórico de la revolución mexicana (tomo 1, pág. 366) ,-á
733
quien sucedió en el mando D. José Francisco Osorno,
animaron sin duda á D. Vicente Beristáin, hermano
del canónigo, á pasarse al parti do americano: llamó-
sele á éste Beristáin el malo, para distinguirlo de aquel
-q ue no dudó fijar en su hermano esta denominación
,o diosa, posponiendo los vínculos de la naturaleza á los
.de la conveniencia y vil adulación al gobierno de Mé-
xico. Era el D. Vicente un excelente oficial, de más
que regulares conocimientos en la artillería, activo y
, -emprendedor; ' pero todo lo desmentía y hacía olvidar
su carácter aniñado y voluble, que lo hizo sospechoso
á los americanos, y al fin le atrajo la muerte, decreta-
,da en los excesos de la crápula de un almuerzo .... ~

JUAN BERMUDEZ CASTRO.


Médico.

Médico mexicano que publicó, según Beristáin, en


:las Cazetas de Valdés y Alzate, de 1789 á 1791, tra-
bajos sobre el kermes, sobre las pulmonías en México,
sobre tercianas, sobre el uso del vino del Dr. Huxan
y sobre indigestiones (traducción del francés de Dau-
benton). Hizo versos en elogio de Carlos IV, que le
fueron premiados en 1790 por la Universidad. Cola-
boró en el Diario de México, y publicó un romance en-
-decasílabo en la Colución de poeslas en honor de Fer-
nando VII. Murió en Octubre de 1812 (v. Diario, 6
de Noviembre).
CONSULTAR: Beristáin; Nicolás León, Biblioteca Bo-
-t ánico-ilfexicana.
734

SEBASTIAN DE BETANCOURT y
LEON.
,

Orador sagrado.

Nacido en Veracruz; alumno del Colegio Palafoxia-


no de Puebla, y canónigo de la Catedral de Valladolid
de Michoacán (hoy Morelia). Publicó, según Beristáin~
un Eloeio fúnebre del Obispo de Michoacán D. Marcos
Moriana y Zafrilla (México, imprenta Jáuregui, I8ro).
Escribió además, en su propia defensa, un informe·
de lo ocurrido en Valladolid desde 18 de Septiembre á
28 de Diciembre de 1810, con motivo del grito de Do-
lores.
CONSULTAR: Beristáin; Colección de documentos para·
la historia de la g-uerra de independencia de México, for-
mada por J. E. H~rnández Dávalos, tomo IlI, pági-·
nas 406 á 423.

JOSE BEYE DE CISNEROS


Escritor político.

Aunque el presbítero Dr. D. José Beye de Cis-


neros figuró en primera línea en la política de rela-
ciones entre España y México durante la guerra de ·
independencia, no se ha escrito ninguna biografía su-
ya, y ni siquiera se le menciona en otro diccionario
histórico que el de los Sres. Leduc, Lara Pardo y
Roumagnac, en don de sólo se hace mención de su pa-
pel en las Cortes españolas de 1810.
Las noticias principales sobre la vida de Beye de ·
Cisneros pueden sacarse de las Historias de Mier y de :
735
Alamán. Al ser electo diputado, era ya hombre de·
edad, pues el Dr. Mier, que le conoció, le llama cel'
venerable anciano», y debe de haber muerto, en México,..
antes de consumarse la independencia. Mier dice ade-
más que era abogado de los Reales Consejos, cate-
drático de la Universidad (jubilado ya), canónigo
doctoral de la Colegiata de Guadalupe, y había sido·
promotor fiscal del Arzobispado de México .
• Como personaje de alta representación social, Beye-
de Cisneros había asistido á las juntas de 1808, don-
de se discutieron proyectos que, de realizarse, habrían,
podido terminar en la independencia, y que dieron·
por resultado la prisión, inusitada en la forma, del"
Virrey Iturrigaray, y luego de otros personajes, entre·
ellos el Abad de Guadalupe, D. Francisco Beye de
Cisneros ct 1812), pariente quizás de D. José, y á quien.
se dió pronta libertad, pues no parece habérsele po-
dido atribuir participación en los proyectos sospecho-
sos. Amigo de Iturrigaray era D. José Beye de Cis-
neros, y además decidido partidario de la independen-
cia. Electo diputado en Junio de 1810, salió de México ·
para España cuando ya había estallado la revolu-·
ción. Se incorporó á las Cortes, en Cádiz, en el mes
de Febrero de 1811, Y á principios de Abril compuso<
una Memoria, que no se ha impreso, donde declaraba
poco satisfactorias las once proposiciones, relativas á
cuestiones de América, hechas semanas antes por los
diputados provisionalmente nombrados en Europa para
suplir á los propietarios americanos mientras llegaran
éstos, exponía como causa originaria de la insurrec-
ción de las colonias el temor de sus habitantes á ser
sometidos á Napoleón, proponía nuevas formas de·
gobierno (juntas provinciales superiores á los virre-
yes), y se arriesgaba á indicar las ventajas de prome-
ter una independencia eventual, transitoria, de Améri-
ca, en el caso de que Napoleón llegara á dominar á ..
toda España, pues así se evitarían los gastos de la .
,guerra y se contaría con elementos de auxilio. La Me-
moria, que se conoce por lo que de ella dice Mier (á
quien sigue Alamán), fué aprobada por la Comisión
ultramarina, pero los diputados europeos no quisieron
que se leyese ni siquiera en sesión secreta.
Beye de Cisneros era el diputado americano más
autorizado en las Cortes, por ser el representante de la
,ciudad de México: «espléndidamente dotado por aquel •
Ayuntamiento (dice Alamán) con una asignación de
doce mil pesos anuales, era entonces el personaje de
mayor renta que había en Cádiz, y reunía en su casa
-en tertulia á todos sus compañeros. Franco en su ca-
rácter y maneras, siempre que en las discusiones de
las Cortes ocurría algún incidente de que los diputa-
dos americanos se diesen por ofendidos: esto, amtifos,
les decía, no tiene más que un remedio, que er el Padre
Hidalg-o .. .... >
Estas audacias de la conversación de Beye de Cis-
neros parece que eran frecuentes: Bustamante dice que
en México, habiendo oído decir al Arzobispo Lizana,
«á presencia del Oidor Aguirre y de otros personajes,
que los insurgentes eran her,,/es y que la causa del
gobierno era la religión,-No hay nada de eso, -le res-
pondió, -lo que los insurg-entes é Hidalg-o quieren es que
ni Vuestra Excelencia ni ning-ún g-achup{n los mande;
por esto es por lo que pelean, y no más. Valió le el carác-
ter de diputado, que, á no tenerlo, la franqueza le ha-
bría costado ir al Patio de los Naranjos de la Inquisi-
ción.>
Funcionando las Cortes de Cádiz, el ex-editor de la
Gazeta de México, Juan López Cancelada, que publica-
ba El Telég-rafo Americano, lanzó el folleto Verdad sabi-
.da y buena fe ¡uardada, en el cual narraba los sucesos
de 1808 é inculpaba al Virrey Iturrigaray. Las publi-
caciones de Cancelada dieron origen á ruidosa polémi-
ca: el que contestó al folleto Verdad sabida. . .. fué
Beye de Cisneros, sino que publicó su defensa bajo el
737
nombre del abogado de Iturrigaray, Lizarza. Esta de-
fensa apareció con el título de Discurso que publica Don
Facundo de Lizar za, l.1 i11dicando al Excelentísimo Señor
Don J osé IIurng-aray de las falsas imputaciones de un
cuaderno titulado, por iron/a, Verdad sabida y buena fe
guardada (Cádiz, oficina de D. Nicolás Gómez de Re-
quena, impresor del Gobierno por S. M., IBIl). Es
un escrito contundente, en el cual se fustiga á Cance-
lada, no con tanto fuego como el que había de poner
Fr. Servando en atacarlo, pero sí con mayor precisión,
y se insinúan ideas interesantes sobre la situación de
~léxico.
Cancelada ~ofrece probar (expresa el defensor del
ex-virrey) que las providencias del Sr. de Iturrigaray
son el origen de la insurrección de la Nueva España.
Si entiende por causa ú origen todos los sucesos ante-
-cedentes á la insurrección, aunque sea un rasgo de 10-
-cura, puede señalar también por causa de la insurrec-
ción el pecado original, la venida de Tubal á España,
-e l descubrimiento de la América por Colón, la con-
quista de Nueva España por Cortes, el reinado de los
Reyes Católicos, etc.; pero si entiende que las pro-
videncias del Sr. Iturrigaray influyeron directamente
-e n la insurrección, veremos que no lo prueba, y, por
.el opuesto, se verá que ellas eran, si no los únicos
medios de precaverlas, sí seguramente los mejores y
más proporcionados para mantener la tranquilidad.
«Por una falsa suposición ~oncedemos que dicho
Exmo. Señor era peor que Napoleón; y de este solo
principio nunca se podrá inferir que sus providencias
fueron causa de la presente revolución si no se prueba
el inmediato influjo de aquellas con este detestable
efecto. VenenosÍsimo es el áspid, pero eso no prueba
que engendre á las cantáridas, sin embargo de ser ve-
nenosas ... .
«Sigue .... diciendo se supo que el Cabildo había
representado que r especto de faltar el soberano, ¡labia
21
rualdo la sob~ra1z1iJ, ~n el pueblo; que la Nobilísima Ciu-
dad lo representaba, y así, debían quedar abolidas las
autoridades hasta no recibir nueva investidura del Ca-
bildo. Continúa asegurando que esta noticia llamó la
atención de todos, y le faltó añadir la palabra botara-
tes, pues los que no lo son conocieron alguna equivo-
cación en ese alegato, al mismo tiempo que una ver-
dad infalible. Esta es que, faltando el soberano, recae
la soberanía en el pueblo, lo cual no se negará ni en
los países donde la ley fundamental sea el despotismo.
El equívoco consiste en asegurar que por falta de so-
berano recayera la soberanía en sólo el pueblo de Mé-
xico, á quien (micamente representa su Ayuntamiento;.
siendo así que recae en todo el pueblo de la monar-
quía .... .
c . . .. Sólo Cancelada puede fingir con tanta mvero-
similitud que los pasquines salían de palacio, cuando
los más eran contra el gobierno, y aun de aquel bar-
barismo, Mueras los g-achupines, es más verosímil la
voz esparcida en México de ser nuestro autor quien ~
siendo gachupín, lo puso, con el objeto de meter más
fuego á la discordia. El Mayor de la Plaza, Noriega,
encargó á los que nombran la Partida de Capa que ob ..
servara á Cancelada, porque se hizo sospechoso ....
cEn cuanto á la proposición que los europeos Juraban,
etc., si se toma en el sentido de fidelidad al rey y per-
manecer unidos á la metrópoli entre tanto estuviese en
estado de seguir bajo su obediencia, y no sujeta á los
franceses, todos, tanto europeos como americanos de
todas clases, lo tenían jurado, con demostraciones de
un particular regocijo; pero si se entiende ese juramen-
to de unión á la metrópoli para el caso de quedar su-
jeta á la Francia ó á un rey puesto por Napoleón, su
juramento era nulo, temerario, y no debía cumplirlo,.
por ser injusto hasta el grado de infidelidad. Por últi-
mo, es falso que los europeos juraban; cuando más~
serían los muy pocos que entraron en la conjuradón
contra el Virrey, y quienes, inclusos algunos criollos ..
739
no pasaban de trescientos. Compárese este número
con el de trece ó catorce mil europeos avecindados en
México, y con más de setenta mil en todo el reino de
N ueva España, y se verá cuán falsa es la proposición
los europeos Juraban. Estas voces fueron engendrando
y aumentando entre el vulgo una rivalidad tan lniCUa
é infundada, yeso ha sido el origen de la detestable
y fatal insurrección del mismo reino ....
«Desgraciado el autor en probar la infidencia (de
Iturrigaray). Debe confesar que, aun cuando hu-
biera probado é injustamente convencido que ella era
la causa eficiente y total de la actual revolución, nada
adelantábamos; porque ese descubrimiento no propor-
ciona el remedio, y sólo sirve de exasperar el mal.
Sin ejecución tres años ha los proyectos del Sr. 1tu-
rrigaray, ni intención de restablecerlos, la insurrec-
ción ha aparecido y seguido, á pesar de continuarse
por el Gobierno el camino opuesto. La odiosa y ridí·
cula discordia de gachupines y criollos, encendida y
fomentada hasta aquí, ha causado lamentables desas-
tres, y ha llenado la Nueva España de sangre y de
lágrimas, privándonos de los auxilios con que segu-
ramente debíamos contar. Descubrir el origen de es-
tos males, sin aplicar los remedios, no puede tener
otros fines, que, ó injuriar á ciArtas personas, ó adu-
lar á otras, 6 renovar disputas odiosas y que encien-
den la discordia. ¿y se sufren tantos y tamaños ma-
les por capricho de cuatro hombres empeñados en
sostener su desacierto contra la opinión de todo un
Reino, y contra la sentencia de los primeros Tribuna-
les de la N ación? ¿ Y se consiente que uno de estos
díscolos, inepto, sin discreción, y atolondrado, active
el fuego con libelos llenos de falsedades?
cj Oh tiempos, oh costumbres! Destiérrense de nos-
otros esos hombres turbulentos y cismáticos; prescín-
dase de partidos, extínganse, y en su lugar sustitúyase
la concordia y unión de todas las clases; respétense las
Leyes y Autoridades de la Naci6n; castíguense á los
740
que se atreven contra unas y otras, y muy severamen-
te á los que siembran discordias, las alimentan 6 re-
nuevan las ya apagadas 6 extinguidas, y España
reunida triunfará de sus enemigos.~
Cancelada no se aq uiet6, sino que di6 respuesta con
el folleto Conducta del Excelentlsimo Señor Don José
Iturnffaray durante su gobierno en NUella España. Se
contesta á la '[Jindicación que publicó Don Facundo Li-
zarza (Cádiz, imprenta del Estado mayor- general,
1812). Beye de Cisneros volvi6 á la defensa, firmada
esta vez por el Lic. D. Manuel de Santurio García
Sala y D. Facundo de Lizarza, en el escrito (que ya
excede de las dimenciones del folleto y toma las del
libro) intitulado El Excmo. Sr. D. José de Iturnffa-
ray, Virrey que fué de Nueva España, '[Iindicado en for-
ma legal contra las falsa~' imputaciones de infidencia pro-
puestas por el Acuerdo de México y apoyadas por D.
Juan López Cancelada en sus dos manifiestos (Cádiz,
Imprenta Tormentaria, 1812). Estos escritos, los pri-
meros que en España dieron jdea~clara de lo que ocu-
rría en México, hubieran originado á Iturrigaray
<grandes dificultades-dice Alamán-si no se hubie-
ra acogido á tiempo á la amnistía publicada por las
Cortes cuando se verific6 su instalaci6n.~
No hemos logrado encontrar noticias sobre Beye de
Cisneros posteriores á 1812. Regres6 á México, se-
gún Alamán, y parece haber muerto antes de la inde-
pendencia, según queda dicho.
CONSULTAR: Mier, Historia de la revolución de Nue-
'l'a España, tomo 1, pág. XXXI, 73, 93, 100, 102,
207. 225, 237, 242; tomo II, págs. 655, 656; Alamán,
Historia de México, tomo 1, pág. 268 Y apéndice,
doc. 15; tomo HI, págs. 52, 61, 62, 64; Bustamante,
Tres siglos de lJléxico, tomo IlI, págs. 273, 283; Al-
berto Leduc, Luis Lara y Pardo y Carlos Roumagnac,
Dircionario de geogratía, ¡listoria y biografía mexica-
VilS. París y México, 1910, artículo Beye de Cisneros.
74 1

JOSE MARIANO BEZANILLA MIER y


CAMPA
Escritor religioso.

Nació en Zacatecas; en México fué alumno por-


cionista del Colegio de San Ildefonso; en la U ni-
versidad se graduó de bachiller en filosofía, teolo-
gía y cánones; fué presbítero del Obispado de Guada-
lajara; comisario del Santo Oficio; catedrático de teo-
logía, vice-rectúr y por fin rector del Real Colegio de
San Luis Gonzaga. Hacia 1806 desempeñaba el cura-
to de Silao. Publicó, según Beristáin y Osores, Mu-
ralla zacdtecana, con notas históricas sobre su ciudad
nativa (México, 1788); Sermón en el día de la Nativi-
dad de la Virgen, predicado en 1795 (México, 1797);
El día 8 de cada mes en el culto de la Virgen (México,
1797); Noticia histórica del Santuario de la Bufa (Mé-
xico, 1797); La D/bora zacatecana, poema en tres can-
tos (México, 1797); Desag-ravios para la Cuaresma,·
Mutuos empeños del patrocinio de la Virgen en la au-
gusta persona de Felipe II (México, 1800); Epigra-
mas y faleucos latinos en elogio de Fernando VII.
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

JOSE IGNACIO BORUNDA


Anticuario.

El Licenciado Borunda, hijo de Querétaro, abo-


gado de la Real Audiencia de México, y, como él
mismo se declara, <colegial dotado en el Real de
742
la Purísima Concepción de Celaya (Guanajuato),
después en el de San Ildefonso (hacia 1757) Y
actual (hacia 1794) del Ilustre de Abogados~, es
célebre por haber dado materia, con uno de sus es-
critos, al discutido sermón de Fray Servando de Mier
sobre el orígen de la Virgen de Guadalupe. Beristáin
no dice que publicara nada, pero si menciona tres ma-
nuscritos suyos: un trabajo sobre la predicación del
apóstol Tomás en América (éste es sin duda el que
tuvo á la vista el P. Mier); una Disertación dirigida
al gobierno virreinal sobre las minas de azogue exis-
tentes en el país, y apuntes para un Diccionario geo-
gráfico-etimológico de México. cFué muy erudito (di-
ce el Dr. Osores) en la lengua y antigüedad de los in-
dígenas mexicanos, sobre lo que se recogió tanto, que
formó una obra en dos tomos de grueso volumen, que
presentó á la Real Audiencia, la que no consintió su
publ icación por máximas del gobierno virreinal, y por
tenerle en varios puntos por exótica y caprichosa,
principalmente en las interpretaciones~. Cuenta ade-
más Osores que era tan mala letra de Borunda, que
la misma Audiencia ordenó no se admitiesen escritos
de su puño.
El trabajo que sirvió de base al sermón de Mier se
intitula Clave g-eneral de g-erog-Iíjicos americanos, y fué
entregado á las autoridades eclesiásticas que formaron
causa al orador en Diciembre de 1/94. La cuestión es-
tá detallada en los autos del proceso, publicadoi, en
gran parte, en la Colección de documentos para la his-
toria de la guerra de independencia de México, formada
por J. E. Hernández Dávalos (tomo III, páginas 19
á 132): allí figuran los dictámenes de los Doctores y
Maestros José Uribe (José Patricio Fernández de Uri-
be, 1742-1796) y Manuel Omaña y del promotor fiscal
Larragoiti.
Carlos María de Bustamante, atendiendo á informes
que le dió el Presbítero Juan Pastor Morales, amigo
743
de Borunda, aseguró que el trabajo de éste ponía ver-
daderamente en claro el problema de la escrituramexi-
cana; y Prescott concedió algún crédito á la aserción
de Bustamante, y llegó á lamentar la pérdida del tra-
bajo del Champollion mexicano. El Duque de Loubat,
intrigado por tan singulares noticias, se dió á buscar
el manuscrito de Borunda, y lo encontró, no en Es-
paña, donde se sospechaba estuviera, sino en México,
donde había permanecido junto con las demás piezas
del proceso de Mier. El duque publicó el trabajo de
Borunda, en magnífica edición (Roma, Jean Pascal
Scotti, 1898), pero expresando en su prólogo que la
obra está lejos de colmar las esperanzas que hacía
concebir el fácil entusiasmo de Bustamante. En efec-
to, aunque el trabajo de Borunda le costó treinta y
dos años (de 1759 á 1791), no parece contener mejor
cosa que interpretaciones imaginativas de los signos
empleados por los aztecas; y además, el estilo es tan
artificioso y alambicado que para entender esta Clave
casi se necesita otra. El libro, dado el actual avance
de los estudios sobre la América pre· colombina, ape-
nas puede ser otra cosa, piensa el Duque de Loubat,
que simple curiosidad histórica.
Para muestra del curioso estilo de Borunda citare-
mos el primer párrafo de su descripción de las tres
piedras mexicanas descubiertas en el siglo XVIII (la
estatua de una diosa, el llamado Calendario azteca, y
la piedra de Tizoc), sobre las cuales se fundaban sus
interpretaciones:
«No son ya desanimadas memorias, como las escri-
tas desde el siglo décimo sexto, faltas unas de senti-
do y alteradas otras, sino dibujadas por idioma de la
Nación tratada entonces de mexicana, lasque presen-
tan tres bien abultados volúmenes figurados en roca
opaca, que, con su magnitud trina en ancho, grueso y
largo, y con la gravedad específica ó peso peculiar de
su dureza, están dictando haberse elegido tales, tan-
744
to para recuerdo de los sucesos que se mencionan,
cuanto que su natural permanencia advirtiese los
venideros el lugar de donde fueron impelidos. Ellos
no producen, con ácido, h~rvor en sus recientes que-
braduras, aunque puedan haberlo apuntado en su tez
ó superficie, cubierta, en más de dos y medio siglos,
por tierra de osamentas calizas en su naturaleza. La
de los peñascosos volúmenes es igual á la de la ma-
yor prominencia de la serranía de nuestro sur, donde
su núcleo desnudo aparece más opaco, como expuesto
al viento, sol y lluvia, y que por muchos días conser-
va alguna irregularidad nevada. A tal roca se trata
también de arenosa por su principal, basa ó principio
compositivo, común al de la amoladera, que es la are-
na, de que no sólo se manifiestan bancos ó capa~ ho-
rizontales en el corte vertical de la misma serranía,
sino que se anotó también nacionalmente en una de
sus colina¡ ó alturas de segundo orden, en 10 interno
(co), la amc.ladera (texalli), á la población (texalco),
distinguida, entre quienes no son naturales, por San
Jerónimo, de barranca abundante en ella cuyo com-
puesto es de arena (xalli) en piedra (tell).»
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

JOAQUIN BRAVO DE LAGUNAS


Versificador político.

Nacido en Huejotzingo, Puebla. Publicó, según Be-


ristáin, un poema en tres cantos intitulado La Bata-
lla gloriosa de las Cruces (1811), en hivor de los rea-
listas.
745

MANUEL BURGOS ACUÑA


Escritor religioso

Nacido en Tequisquiapan, en las inmediaciones de "


San Juan del Río; en México fué colegial seminarista
de San Ildefonso desde 1¡64; después de la expulsión
de los jesuitas, Jué allí beca real de honor como cate-
drático de filoso'fia; se graduó de doctor en teología; -
fué cura y juez eclesiástico de Acamixtla, luego de '
Ixtapalapa, y por fin canónigo de la Colegiata de
Guadalupe, puesto en que murió poco después de ha-
berlo obtenido.
Publicó una Defensa del trono y del altar contra los-
filósofos liberales del dla (México, 1813) y dejó manus-
critas una DisertacuJn teológica de altritione forlllidolo-
sa y una Disertación sobre la pregunta del Ritual To-
ledano en la administración del Viático á los enfer-
mos: <¿Cree que esto que tengo en mis indignas -
manos es el verdadero cuerpo de Nuestro Señor J esu-
cristo ?»
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

MIGUEL BUSTAMANTE y SEPTIEM


Naturalista.

Nació en Guanajuato en Julio de I790; sus padres -


fueron D. Bernabé de Bustamante y Doña María Jo-
se fa de Septiem. En Guanajuato estudió latín con D •.
Francisco Diosdado, y matemáticas, en el Colegio de la ..
Purísima Concepción, con D. Rafael Dávalos. Muerto--
su padre, se trasladó á Querétaro y luego á México, .
',bacia 1810: aquí estudió zoología con su hermano ma-
yor D, José María; con D. Andrés del Rio, en la Es-
-cuela de Minas, mineralogía, y en la U ni versidad,
-con D. Vicente Cervantes, botánica. Al morir el últi-
mo, en 1829, le sustituyó en la cátedra dé botánica.
En 1833, por comisión del gobierno, levantó el plano
del Hospicio de Santo Tomás, y comenzó á formar el
. Jardín Botánico Nacional proyectado entonces. Fué so-
cio de honor de la Academia de Bellas Artes; socio
, fundador y miembro de la comisión de geografía y es-
. tadística en el Ateneo, donde dió gratuitamente clases
, de ornitología,
Colaboró en varias publicaciones, especialmente en
-el Museo Mexicano, y redactó el Semanario de Agn'-
. cultura. Publicó un Curso de botánica elemental (pa.rte
. ,teórica), México, 1841. <Los escritos de Bustamante,
dice el Dr. Nicolás León, son exactos y bien acaba-
dos, al grado de que poco ó nada hay que corregir á
sus descripciones botánicas.>
CONSULTAR: Diccionario de historia y g-eog-rafla, Mé-
. xico, 1853-56; Arróniz; Sosa; biografía escrita por Pan-
tal eón Tovar, en Hombres ilustres mexicanos, Eduardo
L. Gallo, editor; Nicolás León, Biblioteca botánico-
. mextcana.

FRANCISCO DEL BUSTO.


Poeta y orador sagrado.

Nació en Orizaba en el último tercio del siglo XVIII,


: según el Diccionario mexicano de 1853-1856; estudió
.,·principalmente en Puebla; se ordenó presbítero, yen-
Aró al Oratorio de San Felipe Neri, en Orizaba, donde
. se dedicó á los ejercicios espirituales que acostumbra
747
dicha Congregación. Después ce largos años de ejer-
cer su ministerio, decaída su salud, se retiró á Tehua-
cán, donde murió en 1822. Sólo una vez, se dice, in-
tervino en asuntos políticos: cuando el General Terán
le rogó tratara con el coronel realista Bracho para ha-
cer una capitulación honrosa, sin efusión de sangre,
al entregar la fortaleza de Cerro Colorado.
Su biógrafo del Diccionario citado dice que era buen
orador, tanto por la palabra como por la mímica, y
poeta correcto y elegante. Tradujo los poemas La Re-
ligión y La g-racia, de Louis Racine; el último lo pu-
blicó D. Mariano Galván Rivera en 1835 y 10 repro-
dujo Pesado en El Parnaso mexicano en 1855. De este
poemita, bien versificado á trozos, citaremos como
ejemplo el final del canto II:

¡Oh poder desgraciado! Yo te tengo


para tormento, más que para gloria:
con este apoyo caigo fácilmente.
¿ Quién me diera unas alas de paloma?

Lejos de estos horrores volaría


al seno en que las almas se reposan,
allí en una violencia dulce, eterna,
la obediencia es feliz, aunque forzosa.

Allí su yugo al corazón encanta;


la libertad se pierde sin congoja:
allí, libre de un cuerpo tan impuro,
el deleite en su origen la alma goza.

No hay pedir ni desear en esta patria:


allí los bienes inefables sobran:
de allí está desterrada la tristeza:
las lágrimas se enjugan; todo es gloria.

Las penas, los temores, los suspiros,


el dolor, los deseos, todo se borra,
ha triunfado la Iglesia, y en los cielos.
se canta el parabién de su victoria.

Ella canta, y nosotros desterrados


lloramos nuestra ausencia dolorosa:
nuestras lágrimas crecen la corriente
del miserable río de Babilonia.

Sentados en sus márgenes gemimos


secas las fauces, y las voces roncas.
Pero ¡oh celeste Sión! ¿puede entonarse
en tierra ajena el canto de tu gloria?

Infelices, callemos; nuestra pena


á silencio perpetuo nos provoca:
colgadas para siempre nuestras liras
de los sauces dejemos á la sombra.

¡Oh ciudad de la pazl ¡oh patria amadat


¡Oh eternidad serena y deliciosa!
¡Oh qué largo y penoso es mi destierro!
¿ Cuándo veré tu luz encantadora?

¿ Cuándo será que beba en el torrente


de tus deleites puros, Sión gloriosa?
¿Cuándo me embrigaré con el olvido
de las penas terribles que me agobian?

¿ Gozaré alguna vez tu paz amable,


que el corazón más lánguido conforta?
¡Oh día dichoso que jamás se acaba!
¡Ay! ¿cuándo gozaré tu luz hermosa?

Del canto f f f.
Habla, Agustín, publica tus angustias,.
y enséñanos piadoso con tu ejemplo
749
io que es sin Dios el hombre, y lo que puede
·cuando el Señor se digna protegerlo:

Abrasado en amor de los deleites,


llena mi juventud de torpe fuego,
precipitado de un abismo en otro,
me apartaba de tí, mi Dios, huyendo.

Huía yo, pero tú no me dejabas:


. con la vara en la mano, Padre tierno,
mis pasos atisbabas despeñados,
para traerme amoroso hacia tu gremio.

¡Qué disgustos tan útiles mezclabas


,en los vanos placeres y recreos,
-que cual sabrosa miel otros gustaban,
siendo para mis labios como ajenjos!

Tronando tú, Señor, en mi cabeza,


Mónica instaba con amor materno,
uniendo á tus avisos saludables
sus lágrimas amargas y lamentos.

Mas ¡ayl sólo escuchaba yo el crugido


de la cadena que llevaba al cuello;
-cadena de pasiones miserables
·que arrastra el que abandona tus senderos.

El llanto lastimoso de mi madre


no me arrancaba de mi torpe exceso;
mi pecho encallecido no temblaba
al sonido espantoso de tus truenos.

Fastidiado por fin de los placeres,


probé que son amargos ¡ay! sus dejos:
·detesté los horrores de mi vida;
volví en mí mismo, y desperté del sueño.
Yo miraba el camino, y pretendía
ir avanzando en él á todo vuelo;
mas hallábame siempre detenido
por un gravoso insoportable peso.

Había encontrado la preciosa joya


y en mi ánimo la amaba con extremo:
mas no me resolvía, para comprarla,
á despreciar mis bienes y venderlos.

Dos rivales, entrambos poderosos,


en mí mismo luchaban con esfuerzo:
yo me hallaba cruelmente desgarrado
gimiendo por sus golpes en secreto.

Dios me quería, con todo, y me obligaba


á mirar mi maldad como en espejo.
¡Ayl qué objeto de escándalo y de sustol
De terror se erizaban mis cabellos.

Pero pronto, olvidando mi desgracia,


á rendirme tornaba el grato sueño;
y si hermosa la luz me despertaba,
volvía á cerrar los ojos entreabiertos.

Una voz me llamaba á todas horas,


Levántate, infeliz, de entre los muertos,.
y yo desde el profundo respondía:
De/adme descansar otro momento.

Aquesta hora feliz nunca llegaba:


cada vez era el sueño más funesto:
de los vicios la tropa seductora,
me hablaba entre contentos y festejo:

>¿Por qué quieres dejarnos, Agustino,.


>si te damos placeres halagüeños?
751
>¿Privado de la magia de los gustos,
>podrás vivir acaso satisfecho?

> En tristezas el sabio se consume


>si deja del placer el embeleso:
>s610 el deleite da descanso al alma,
>s610 en delei tes se regala el cuerpo.

>Hombres, vivid alegres y dichosos:--


>las horas disfrutad, no pase el tiempo:
>embriagad en placeres los sentidos:
>bebed el cáliz de oro que os presento.

> Huíd de la virtud triste, importuna,


>que los gustos os quita lisonjeros;
>cortad las frescas rosas, y en guirnaldas-
>sean de vuestras sienes ornamento.

>¿ Crees tú que, al amor acostumbrado


>por tanto tiempo, de deleites lleno,
>te podrás arrancar de nuestros brazos?
>iTe pierdes, infeliz, y nos perdemosl

Pero la dulce castidad amable


con apacible rostro, aire sereno,
con inefable magia me decía,
mostrándome ejemplares de ambos sexos:

>Tú me amas, Agustino: yo te llamo;


>¿y á mi voz no respondes? iqué! ¿perplejo -
>crees imposible conseguir tú solo
>10 que otros como tú ya consiguieron?

>Contrario de tí mismo, débil, flaco,


>juguete de encontrados pensamientos.
>nunca podrás fijar con la constancia
>tus pasos siempre tímidos é inciertos?:-
752
>V uel ve á ver á mi lado estas palomas
>que hasta unirse con Dios alzan el vuelo:
.>Esta gracia te' ofrece ya sus brazos;>
>alienta, que tu Dios abre su seno.>

Yo conocía este bien, pero, cobarde,


á tomar el camino no me atrevo:
en la tierra postrado me quejaba,
rendido de un combate tan molesto.

Cuando hé aquí que suena en mis oídos


una voz desde lo alto de los cielos;
fijo la vista en los sagrados libros,
-calma la tempestad, entro en sosiego.

Vuestra mano ¡oh Señor omnipotente!


los lazos desató del cautiverio:
adandono este fango corrompido,
y miro con desdén el bajo suelo.

Cambió mi voluntad, lo que os ofende


,·con decisión firmísima aborrezco;
y lo que es ¡oh mi Dios! de vuestro agrado
·con toda el alma y corazón prefiero.

Mi madre, que lloraba mi extravío,


'_postrada á vuestros pies, con flébil ruego,
ve salir de la tumba y tierna abraza
. al hijo de su llanto y sus lamentos.

Desde entonces conozco vuestro yugo;


¡cuán suave es, oh Señor, y cuán ligero!
¿Qué cosa puede haber que se os parezca?
¿y quién podrá sin voz vivir contento?

Desde ahora con los ángeles unido,


-á los suyos mezclando mis acentos,
753

alegre cantaré tus alabanzas,


celebrándote amable, sabio, eterno.

A tí sólo amaré, pues que eres solo


mi asilo, mi salud y mi consuelo.
IOh grandeza inefablel iOh Dios piadoso!
.
iDios de misericordia! iSér inmensol

¡Oh hermosura! ¡oh belleza siempre nueva!


¡Qué tarde supe amarte, loco y necio!
¡Belleza siempre antigua, te amé tarde!
i Pero ya por amarte desfallezco!

CONSULTAR: Diccionario de historia y Ife¡)grafía, Mé-


xico, 1853-56; Arróniz.

PEDRO CABEZAS.
Poeta.

Publicó en el Diario de México buen número de poe-


sías, generalmente romances, fácilmente versificadas,
con el anagrama Paz de Escobar. Puede citarse su le-
trilla Si fuera verdad (Diario, 12 de Febrero de 1806):

Dícenme que hay hombres


en esta ciudad
que toda dolencia
la saben curar
porque han estudiado
cierta facultad
con que adquieren ciencia
tan particular
que á cualquier enfermo
754
le quitan su mal
y lo restituyen
á la sanidad.
iQué cosa tan buena
si fuera verdad!
Dicen que el casarse
es comodidad
porque las mujeres
todas por acá
guardan con esmero
la fe conyugal,
y el tener cortejos
es puerilidad
que ellas usan s610
por moda y no más.
IQué cosa tan buena
si fuera verdad I
Dicen igualmente
que en México hay
coquetas que tienen
tal felicidad,
que, sin ser casadas
ni tener caudal,
ruedan coche y visten
con profanidad
por los bienhechores
que todo les dan,
sin más aliciente
que su caridad.
i Qué cosa tan buena
si fuera verdad!
Dicen que hay mocitos-
que sin tener más
incumbencia que
comer y pasear,
andan tan bien puestos
cual pudiera andar
755
un marqués, un conde,
6 persona igual,
porq ue reservado
se tienen allá
no sé qué secreto
feliz, con el cual
adquieren dinero ....
pues .... sin trabajar.
i Qué cosa tan buena
si fuera verdad!

Con su nombre public6 en folleto, el año de 1808,


sin pie de imprenta, un Canto en elogio de la guerra
española contra Napole6n (existe en la Biblioteca Na-
cional, pág. 262, Octava divisi6n): es mucho menos
fácil y correcto que sus letrillas.

CABRILLO.
Historiador.

Escritor mexicano de principios del siglo XIX, á


quien cita Tadeo Ortiz en su libro México considerado
como nación independiente y libre, sin dar siquiera su
nombre de pila. Ortiz le atribuye haber escrito, centre
otras cosas, Historia Ifeneral de México en onu ltbros •

Esta obra curiosa no se public6, porque se opuso el
Fiscal de la Audiencia, á pretexto de que era necesa-
ria la licencia del Consejo de Indias. De ella se podría
sacar un excelente extracto, particularmente desde la
época de la conq uista hasta el principio de la revolu-
ci6n.>
CARLOS CALDERON DE LA BARCA.
Poeta.

Autor de medianas poesías que figuran entre las con-


sagradas á Fernando VII en México (Colección de las
poes/as que se han podido Juntar, publicadas por entre-
gas, á modo de periódico, 1808); en ellas pide al rey
que se refugie en México.

MANUEL CALDERON DE LA BARCA.


Poeta.

Mae~tro de primeras letras y de latín. Publicó unos


Preceptos de latinidad en verso; Justos lamentos del clero
mexicano, en verso, por la ausencia del Arzobispo
Lorenzana (México, imprenta de la Bibliotheca Me-
xicana, 1771); y octavas en elogio de Carlos IV,
premiadas por la Universidad (1791). Emprendió la
traducción del Diccionario de la fábula de Pierre
Chompré, y la terminó en -1775; cuenta Beristáin que
la envió á España, con dinero para la impresión, pero
no obtuvo respuesta, y ocho años después apareció
Qtra versión en Madrid; no logró dilucidar el biblió-
grafo mexicano si la de Calderón había sido robada.
Del Canto en elogio de Carlos IV, publicado en las
Obras de e/oqüencia y poes/a premiadas por la Real Uni-
versidad de México (México, Ontiveros, 1791) y repro-
ducidas en El Parnaso Mexicano de 1855, pueden ci-
tarse octavas bien versificadas:

En el profundo seno del olvido,


ocioso largo tiempo y descuidado,
757
mudo afectaba no escuchar el ruido
que me había en otro tiempo desvelado=
la lira rota, el arco suspendido
á un duro tronco, pero bien hallado
en la torpe inacción de mi sosiego,
despreciaba de Apolo el s acro fuego.

Cuando de este letargo, dp. este sueño,


me llegó á despertar con rostro grave
una matrona, cuyo hermoso ceño
lo varonil templaba con lo suave;
despierta ya, me dijo, á un noble empeño:
á tu silencio ya franquea la llave:
rómpelo, pues así lo ordena ufana
tu Madre, la Academia Mexicana.

Minerva soy, que aquí la represento,


y á nombre suyo mi deidad te inspira~
celebrar á un gran reyes el intento:
lo ronco no pretextes de tu lira:
suspende el llanto, cese ya el lamento,
que de otro Carlos inundó la pira:
renace en Carlos Cuarto, no lo dudes,
de su solio heredero y sus virtudes.
. . . .. . ......................... ... .

La paz y la abundancia en su reinado


florecerán alegres sin recelo:
de ] ano el templo mantendrá cerrado:
los campos regará propicio el cielo:
no insultarán los lobos al ganado:
·de los pastores cesará el desvelo:
todos sus pueblos vivirán seguros,
sin fosos, si.n baluartes y sin muros~

Mas si acaso tal vez Ate envidiosa


las furias excitase de la guerra,
é intentare sacrílega y rabiosa
el ~osiego violar de nuestra tierra:
entonces, sí, la diestra valerosa
de Carlos mostrará cuanto ella enc ierra
de fuerza, de poder y de constancia,
para vencer de Marte la arrogancia.

CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, Historia de la poe-


sfa en México, cap. X.

PEDRO CALDERON.
Escritor religioso.

Nacido en México; alumno del Seminario Tridenti.


no; bachiller en teología; fué cura y juez eclesiástico de
Apam (hoy perteneciente al estado de Hidalgo). Pu-
blicó, según Beristáin, Avisos á los felzlfreses de Apam
sobre la revolución de independencia (México, lmpren~
ta de Ontiveros, 1811).
CONSULTAR: Beristáin.

FRAY FRANCISCO CALVO DURAN.


Orador sagrado.

Franciscano de la provincia de Zacatecas; lector de


sagrados cánones en el Convento de San Luis Potosí.
Publicó, según Beristáin, un Sermón dogmático, pane-
gírico, eucarístico y moral de ~ la Anunciación de la Vir-
gen (México, imprenta de Ontiveros, 1809).
CONSULTAR: Beris táin.
759

SOR ENCARNACION DE CARDENAS.


Poetisa.

Nació en Mérida de Yucatán, el 7 de Enero de 1790.


Fueron sus padres D. Mateo de Cárdenas y Doña Jo-
sefa Escobedo. A la edad de catorce años entró como
educanda al monasterio de monjas de la Concepción.
Estudi6 allí á los clásicos latinos y castellanos, y
aprendió también el francés.
Fué nombrada secretaria de la abadesa, y el Dr. Justo
Sierra recuerda con agrado los bellos caracteres de su
letra y la excelente ortografía y buen aliño con que sa-
lían de sus manos los oficios y representaciones de la
Orden. Ello de Junio de 1809 tomó el hábito, y un
año después profesó. Obtuvo varios encargos de aquel
claustro hasta que se la eligió abadesa, hacia Enero de
1831. El mismo Dr. Sierra habla del «torrente de pa-
labras castizas y selectas con que expresaba sus ele-
vados conceptos>, y del «sólido y brillante juicio> que
hizo, ante su presencia y la del Dr. D. Pablo Oreza,
de L()s Mártires de Chateaubriand. Instáronle ambos
á que pusiera por escrito su estudio, pero su muerte,
acaecida en 3 de Febrero de 1831, vino á impedírselo.
Menciona después el Dr. Sierra dos letrillas que es-
cribió la monja y un soneto sobre la pasión de Cristo.
Ignora si éstos se conservarían siquiera, en el claus·
tro, pues ella dispuso, al morir, que todos sus manus-
critos fueran quemados.
CONSULTAR: biografia por Justo Sierra (padre);
Sosa.
760

FRAY JOSE FERNANDO CARMONA.


Orador sagrado.

Franciscano; lector y definidor de la provincia del


Santo Evangelio, de su Orden, y guardián del Con-
vento grande de México; aquí murió en 181 l. Beris-
táin dice que publicó en Puebla, en 1792, un Paneg-I-
ri,'o sag-rado del Beato Sebastián de Aparicio, predica-
do el 18 de Octubre de 1790 en el Convento de Puebla,
donde existen los restos del Beato, en la fiesta solemne
de sus primeros cultos celebrada por el Ayuntamiento
angelopolitano.
CONSULTAR: Beristáin.

FR. JOSE CARRANZA.


Orador y poeta.

Nacido en Pátzcuaro (de Michoacán); franciscano;


fué lector de teología de su Orden, provincial de San
Pedro y San Pablo, calificador de la Inquisición y exa-
minador sinodal de las diócesis de México y Vallado-
lid; influyó para que su Orden creara una escuela de
primeras letras y de dibujo en Querétaro. Murió allí
en Diciembre de 1813.
Beristáin señala como obras suyas inscripciones y
y versos latinos y castellanos en memoria de la Reina
María Amalia de Sajonia (x 76¡), del Papa Clemente
XIV (1775), de Carlos III (1789), y del Conde de la
Valenciana, D. Antonio de Obregón; oraciones y poe-
sías inéditas, un poema humorístico sobre el Sistolis11l()
d~ la voz Sinctro, inédito también, y un Discurso sobre
el establecimiento de una escuela pública gratuita, de'
primeras letras y educación cristiana de los niños po-
bres (impreso en México, 1788).
CONSULTAR: Beristáin.

FRAY LUIS CARRASCO.


Orador sagrado.

Nació en Zempoala (diócesis de México) el 25 de '


Agosto de 1772; fué lector deteologíaen la Orden deSan-
to Domingo, á la cual entró en 1787, y catedrático de '
teología, durante seis años, en el Colegio de Porta-Cee-
li, donde había sido alumno; prior del Convento domi-
nico imperial de México; doctor en teología por la
Universidad, examinador del Arzobispado, calificador -
y predicador de la Inquisición. Fué, en unión de Fr.
Domingo Barreda, dictaminador sobre las herejías-
atribuidas á Hidalgo. Era provincial de la provincia
de México al consumarse la independencia. Iturbide le
hizo su capellán de honor y predicador de cámara. Mu-
rió en México el 25 de Agosto de 1833. Publicó, según '
Beristáin, un Paneglrico de San Bernardo abad (Mé-
xico, imprenta J áuregui, 1808); un Panelflrico del
Apostol Santiago (México, imprenta de Arizpe, 1809);',
un Sermón moral del fuego vengador de la caridad y '
de la dureza de las palabras con que deben redargüir-
se las impiedades de Napoleón y ' sus sectarios (Mé- ·
, xico, imprenta de Arizpe, 1810).
CONSULTAR: Beristáin; Colección de documentos para -
la historia de la Ifuerra de independencia, de J. E. Her-
nández y Dávalos, tomo 1, docs. 58 y 59; Apuntes bio-
lf1'áficos de los trece religiosos domInicos que en estado de '
momias se hallaron en el osario de su conventtJ . ... , M é-
xico, 1861 (en este folleto aparece un grabado de)a.
momia de Fr. Luis Carrasco).
lGNACIO CARRILLO Y PEREZ.
Periodista y escritor religioso.

Naci6 en México; fué alumno del Colegio jesuítico


·de Guanajuato; no se dedic6 á la iglesia, sino al co-
fmercio de minas, y fué empleado de la casa de Mone-
da durante treinta años. Dedic6 buena parte de su
-tiempo á las letras y á las artes plás ticas.
Publico dos Devocionarios que alcanzaron varias re-
ropducciones; Pensil americano, florido en el rig-or del
.invierno, historia de la aparici6n de la Virgen de Gua-
dalupe y la fundaci6n de su templo, colegiata y con-
vento (México, imprenta de Ontiveros, 1797); Lo máxi-
.»l0 en lo mlnimo, historia de la imagen de la Virgen de

los Remedios (México, imprenta de Ontiveros 1808).


Public6 una especie de peri6dico, N1UVO encuentro de
D. Quijote y Sancho Panza en las riberas de México,
desde Enero de 181 l. Colabor6 en el Diario de Mé.·ú -
co (en el número de 28 de Mayo de 1810 se encuentra
un soneto suyo con el anagrama Qut/ano Llarrico Pe-
rezy).
Beristáin cita como manuscritos suyos una Apolo-
.g-Ia del Pensil americano, respuesta á Fr. José Téllez
Gir6n; una Historia de la milag-rosa imag-en de Nuestra
Seiiora de los Ang-eles, que se venera en los suburbios
·:de México; otra del Cristo del Cardenal, 6 de Ixmi-
.quilpan, llamado después de Santa Teresa; un Arte
.de ensayar oro y plata, y una extensa historia de Mé-
xico con el título de México g-entil, católico, polltico y
.sag-rado, en once libros, donde se describía la confor-
maci6n geográfica del país, su fauna y su flora, su po-
Jblaci6n, su civilizaci6n indígena, su conquista y su
,vida colonial.
COMSULTAR: Beristáin; Sosa.
JOSE MARIA CAST AÑIZA.
Escritor religioso.

Nació en México (23 ó 24 de Mayo de 1744). Sus


padre~: juan de Castañiza (de Vizcaya), que obtuvo
el marquesado de Castañiza por título de Castilla y
en mérito de sus obras pías, y Doña María González
de Agüero (de Querétaro). Heredó, como hijo mayor,
el título de Marqués de Castañiza. En 1759 era semi-
narista de San Ildefonso, y el 18 ó 10 de Mayo de
1760 Ó 1761 entró en la Compañía de jesús, en el no-
viciado de Tepozotlán. Cuando la expulsión de los je-
suitas (1767) salió desterrado para Italia. Continuó en
Ferrara sus estudios; logró ser nombrado coadjutor
espiritual y juró los votos en 1773 . Sobrevino en ese
mismo año la extinción de la orden por el breve de
Clemente XIV, y Castañiza se hizo clérigo secular, y
fué confesor de monjas en Italia y Cádiz. Estuvo
en Andalucía cuando la invasión de fiebre amarilla de
1800, socorriendo enfermos. En 21 de Agosto de 1814
Pío VII restableció la Compañía de jesús y, en vir-
tud del decreto dictado por Fernando VII en 10 de
Septiembre de 181 S, Castañiza volvió á México con el
P. Pedro Cantón. Puesto en vigor el decreto por el
entonces virrey Calleja y el arzobispo D. Pedro josé
Fonte, reuniéronse los únicos jesuitas aquí residentes,
Castañiza, Cantón y Antonio Barroso, y se abrió otra
vez el noviciado de la orden en 2 de junio de 1816.
El I S de agosto del mismo año, Castañiza, como
provincial de la Compañía, recibió el Colegio de San
Ildefonso de manos de lrector, que era su hermano D.
juan Francisco, después obispo de Durango. Gracias
á los esfuerzos de esta familia se logró la pronta res-
titución de los bienes seculares de los jesuitas. Meses
después se les entregó el colegio de San Gregorio y
aun el templo de Loreto edificado por los mismos Cas-
tañiza. Murió el P. José María el 24 de noviembre de
1816, habiendo pasado la mayor parte de su vida en
Italia, de donde traj o la traducción (única obra lite-
raria suya de que se conserve noticia) del Tralad{f
de la Beneficencia de Dios, que escribió en latín el
Jesuita Alejandro Diotalevi.
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Diccionario Mexica-
no (1853- 56), biografía firmada con las iniciales J- '
M.D.

JUAN CASTAÑIZA.
Orador sagrado.

El Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Francisco de Castañiza y


González de Agüero nació en México, el día 4 de Oc-
tubre de 1756. Estudió gramática latina en el institu-
to particular de D. lldefonso Falcón. Siguió el curso
de artes del Dr. Antonio Aloyo, como externo, en el Co-
legio de San lldefonso; donde entró con beca de semi-
narista en 1776, que después cambió por beca real de
honor. Varias veces mantuvo el acto de estatuto. Ape-
nas concluida su pasantía, fué nombrado presidente
de las academias de filosofía y de teología. Prestóse
después á ser mayordomo sin sueldo del Colegio, pues
éste atravesaba por mala situación económica que ha-
cía temer por su subsistencia, debido al poco cuidado
de los mayordomos y á las confusiones que sufrieron,
en general, todos los establecimientos que habían sido
de jesuitas. Ahí Castañiza puso de su bolsa varios
gastos de administración, y al fin salvó la ruina del
Colegio con su propio capital. Obtuvo el grado de licen-
ciado y, al fin, el de doctor teólogo, en la Universi-
dad. Regenteó las cátedras de latinidad y de filoso-
fía, y Barquera cuenta haber sido su discípulo en los
cursos de moral y bellas letras. En 1807 se le nombr6
Rector del Colegio de San Ildefonso y varias veces lo
765
fué, después, de la Universidad. Ordenado ya pres-
bítero, pasó á ser capellán del Colegio de las 1ndias
Caciques de Nuestra Señora de Guadalupe, donde tam-
bién hizo obras de beneficencia, hasta que logró trans-
formarlo en convento de enseñanza. SEgún se dice en el
Diccionario dt Historia y de Geog-ra.fía (México, 1853),
estaba este Colegio situado al Oeste del templo de Lo-
reto, y hubo que trasladarlo más tarde (porq ue el peso
·del templo amenazaba ya derrumbarlo) á una parte
del que fué de los exclaustrados de BetIemitas. Fué
también confesor de indias en San Ildefonso y direc-
tor de ejercicios en San Felipe Neri. Era, asimismo,
-examinador sinodal del Arzobispado, comisario de
Corte y calificador del Santo Oficio. Fernando VII le
nombró, al fin, Inquisidor honorario y, por último,
obispo de Durango. Sorprendióle á tal punto este
nombramiento que, según se dice, lo hubiera renun-
ciado para continuar su tranquila labor de educar in-
dias, si no fuera porque sus amigos le señalaron lo mal
'que parecería al gobierno, cuando exaltaba á los me-
xicanos á tales dignidades, que estos rehusaran
aceptarlas. Por este tiempo (19 de Marzo de 18I6),
habiendo sido restituidos á la Compañía de Jesús sus
antiguos bienes, tocóle á Castañiza, como rector del
-Colegio de San Ildefonso, entregarlo en manos de su
hermano el P. José María Castañiza, provincial de la
Compañía, quien le dejó gobernar todavía el instituto
hasta el 4 de noviembre del mismo año, en que salió
·el obispo á ocupar la sede de Durango, ya consagra-
do por D. Pedro Fonte, el arzobispo, en la Casa Pro-
fesa de los Padres del Oratorio, y después de haber de-
.dicado el templo de Nuestra Señora de Loreto,
-costeado por D. Antonio de Bassoco (su cuñado) y
Doña María Teresa de Castañiza (su hermana). A la
muerte de su hermano heredó el título de marqués de
·Castañiza. Tomó posesión de la diócesis de Durango
.desde México y por medio de apoderado, pues sólo
766
entró á esa ciudad el 16 de Diciembre de 1816. Lle-
vaba consigo á varios individuos del Colegio de San
Ildefonso, con los que logró hacer revivir el seminario
conciliar de la diócesis: el teólogo y humanista D. José
M. Guzmán, el Dr. Mauriño, los licenciados Avila y
Barraza (1), García Serralde, y los padres Zubiría
(que le sustituyó después en la sede) y Alva.-Tuvo
allí el obispo Castañiza, por culpa, según parece, de
su secretario el licenciado Avila, ciertas discu5iones
con el comandante general Bonavia, sobre el uso del
vicepatronato regio, provisión de beneficios eclesiás-
ticos, canongía lectoral y nominación del asistente
real. Bajo su obispado acaeció la toma de Durango·
por el general del ejército trigarante D. Pedro Celes-
tino Negrete. Fué diputado por Durango al Congreso
Constituyente y, disueltc éste por Iturbide, presidió
la junta constituyente; disuelta ésta, volvió á su dió-
cesis. Murió en 28 de octubre de 1825. Parte de su.
librería quedó en la catedral de Durango, y parte ha-
bía quedado en San Ildefonso. En aquella Catedral
quedaron los pontificales, los vasos y alhajas de su
capilla. Dejó sus bienes á instituciones eclesiásticas.
Entre sus varias obras de beneficencia (por las cuales.
parece haberse señalado su familia toda), son nota-
bles: la extinción de las deudas del Colegio de San
Ildefonso, á que ya aludimos; la reparación que hizo·
del edificio del mismo, después de los temblores de
1786; las nuevas aulas que ahí construyó; el adorno·
completo del aula general, y los cinco altares nuevos
que puso en la capilla, entre los cuales menciona es-
pecialmente D. Félix Osores el de San Luis Gonzaga.
Contribuyó con su hermano á la fundación del templo·
de Loreto; proveyó fondos para las tandas de ejerci-
cios de San Felipe Neri. Dotó una cátedra de teología
y pensionó alumnos.
En Osores, en Beristáin y en la biografía citada dell
(1) V. su biografía en este mismo India.
Diccionario de Historia y Geog-rafia, s610 se mencionan'
como obras publicadas de Castañiza:
Una Oda sáfico-ad6nica premiada en el certamen de"
la Universidad celebrado en honor de Carlos IV, en'
1790: Rapto Poético en que se bosque;'a el reg-oci;'o de MI-
xico en la proclamación de su aug-usto Monarca el señor "
D. Carlos I V. Fué publicada en el tomo de Obras de-
Eloqüenciay Poesfa (México, Imp. Zúñiga y Ontiveros,
1791) y la copiaremos íntegra á continuaci6n, siquie-
ra porque hace pensar, á ratos, en lo que sería, más
tarde, la Oda á la Ag-ricultura de la Zona Tón'ida de"
D. Andrés Bello, por algunas estrofas donde se enu-
meran los productos de nuestro suelo y que son indi-
cio, á la vez, de que el autor había leído la Rusticatio'
mtxicana del P. Landívar:

¿Ves c6mo inclinan su robusta frente


los altos montes que al Anáhuac ciñen?
¿Ves c6mo humillan sus erguidas copas
cedros y pinos?

Ya de Texcoco las salobres aguas,


y las que en Chalco dulce lago forman,
al oír de Carlos resonar los vivas
su curso paran.

Por entre el agua la cabeza asoman


las Ninfas que oyen proclamar á Carlos; "
vuelven al seno cristalino y forman
danzas alegres.

Resuena el eco de los dulces nombres '


de Luisa y Carlos en la espesa selva; •
grabado tiene el duro tronco: Vi'van
Carlos y Luisa.

Las Hamadriades y Napeas festivas; -


corren los prados y, escogiendo flores,.
768
·de Luisa tejen á la blanca frente
verde corona.

El Floripondio, el Coatzontecoxóchitl,
·el J oloxóchitl y la flor del cuervo
,respiran, luego que sus sienes tocan,
nuevos olores.

Por ver al nieto de Felipe el Justo,


:.gloria de España, de la Italia y Francia,
México en alas de águila ligera
surca los aires.

Al cielo llega, desde donde alumbra


. el Sol de Carlos dos opuestos mundos;
. y allí del Nuevo reverente ofrece
votos y dones.

Las brutas peñas de sus ricos montes


pródigas abren los ocultos senos,
,que el Sol fecunda en codiciados frutos
de plata y oro.

Oaxaca granas, California perlas,


.gomas y añiles rinde Guatemala,
. ébano y caoba la Mixteca y Chiapas,
laca Tlahuichi.

Maguey ofrece el Mexicano Valle,


·compendio raro en que ministra al pobre
vianda, bebida, medicina y casa
próvido numen.

Lleva consigo la sabrosa almendra


,que Xoconochco y que Caracas crían;
. y el que Orizaba y Córdova producen,
fino tabaco.
Carg ada de estos y otros much os dones .
la leal Seño ra del India no Impe rio
se postr o humi lde, y al Mona rca nuevo
tierna salud a.

Fecu nda rama del Borb onio tronc o,


imag en viva del Terce ro Carlo s,
por tí del reino de Satur no vuel ve
la edad dorad a.

La pálid a hamb re, la sangr ienta guerr a,


el lujo vano, la voraz codic ia,
la infern al hidra del errad o dogm a
tímid as huyen .

Espig as de oro de la rubia Ceres ,


y de Neptu no el húme do triden te,
orlan el Trono , desde donde riges
mare s y tierra .

Espa rce rosas el Dicie mbre cano,


dándo le envid ias al Abril florido:
no bram a airad o el Noto, s610 sopla
zéfiro bland o.

La Ciuda d Santa de los siete mont es,


sagra do asien to de la fe de Pedro ,
ve que resgu ardan sus excel sos muro s
Lises y Leon es.

Vive imita ndo á Luise s y Ferna ndos,


vive exced iendo á Carlo s y Felip es,
vive felice, cuant o amad o, aman te
de amba s Espa ñas.

Así expli caba Méxi co su gozo


el día que á Carlo s Cuar to procl amab a;
23
770
lo demás que hizo su lealtad sincera
cántelo Clío.

Relación del restablecimiento de la Sag-rada CompañIa


de Jesús en el R eino de la Nueva España, y de la enlre-
g-a á sus relig-iosos del Real Seminario de San Ildefonso
de México. México, Ontiveros, 1816.
Carta pastoral á sus diocesanos en su ing-reso al obis-
pado de Durang-o, felicitándolos de que no hayan tomado
parte en la guerra de Independencia. México, 1816, Imp.
Benavente. Consta en la pág. 477 del catálogo de la
4~ División, Biblioteca Nacional. De ahí entresacamos
los siguientes trozos:
«La paz, amados diocesanos, la paz: sí, esta pala-
bra dulcísima, más grata á nuestros oídos en estos
tiempos que lo es el agua fresca de una fuente cris-
talina á las secas fauces de un caminante que acaba
de transitar los dilatados desiertos de la aridísima Ara-
bia, es y debe ser la primera voz que articulen y pro-
nuncien nuestros labios. Esta palabra fué la que rom-
piendo, por decirlo así, el alto silencio que guardó
Dios por el largo espacio de muchos siglos, haciéndose
como sordo á los clamores de la miseria y necesidad
del hombre, á los deseos más fervientes de los judíos,
y á las más instantes y más repetidas súplicas de los
justos de la antigua alianza, hicieron resonar los espí-
ritus angélicos cuando se dejó ver en este mundo el
deseado de las naciones, el anunciado por los profetas,
el suspirado de los patriarcas, Jesucristo el prometido
Mesías. Et in terra pax hominibus. Con esta palabra
rompió el mismo Jesucristo el triste silencio de los días
de luto y llanto de su dolorosa muerte, cuando se apa-
reció á sus discípulos la primera vez después de resu-
citado: la paz sea con vosotros, les dijo, y les repitió:
Pax vobis: iterulll dixit: Pax vobis. Esta palabra por
último quiso y mandó á sus sagrados discípulos que
dijeran primeramente á los hombres en su ingreso á
las ciudades 6 pueblos: Primum dicite: Pax.
771
<¿ Ni con qué otra frase más acomodada que esta á
vuestras circunstancias y á nuestras ideas pudiéramos
saludaros? Esta brevísima frase expresa á un mismo
tiempo el glorioso carácter que en la triste época de
nuestra América os distingue del resto de sus provin-
cias, y una causa de las más eficaces de haber acepta-
do el obispado de esta amplísima diócesis á pesar del
conocimiento íntimo de nuestras ningunas fuerzas, de
nuestra débil y quebrantada salud, y á costa de peno-
sos sacrificios y de privaciones sensibilísimas. Sí, du-
rangueños pacíficos, la paz que gozáis y el deseo de
contribuir á su conservación y á su permane ncia, nos
movió y nos alentó á admitir el cargo, formidable por
su peso, de Obispo y prelado vuestro. Sea, pues esta
misma paz, causa y motivo de nuestro ali e nto y con-
suelo, y objeto de nuestros deseos ó votos, el asunto
de esta primera carta con que os saludamos, que divi-
diremos en dos partes consultando á la mayor claridad.
Os congratularemos en la primera por la paz que go-
záis dichosamente. Pax vobis; y á fin de contribuir, en
cuanto de nos depende, á su pe rmanencia, os descubri-
remos en la segunda el origen de esa misma paz, para
que conocida la observéis constantemente en 10 suce-
sivo. Iterum dixit: P ax vobis.
~Vistas las cosas á una y otra luz: á la luz clara de
la razón, y á la obscura, sí, pero más ci erta, de nuestra
fe, es la paz un bien de los más preciosos, ó el más
precioso de todos los bienes. Quedaréis persuadidos
de esta verdad, y por 10 mismo de vuestra envidiable
dicha en disfrutar de la paz, si escucháis á los filóso-
fos, que son como los intérpretes de la razón, y á los
padres de la iglesia, que lo son de la pa1abra de Dios
registrada en los libros santos. La concordia, decía
Salustio (1) hace que crezcan las más pequeñas re-
públicas; al paso que la discordia iguala con el suelo

(1) Salust., apud D. Bonaventuram.


772
los reinos más grandes y florecientes. Es apreciable
el tiempo de tranquilidad y paz, le e~cribía al empe..
rador Atanasio (1) el Rey Teodorico, porque en este
tiempo se conserva el bien y utilidad de los pueblos,
y estos prosperan y se adelantan: la paz, le dice, es la
madre de las buenas artes, es la que aumenta las ri·
quezas de las naciones, la que arregla y cultiva las
costumbres de los ciudadanos, y concluye últimamen"
te que ignora sin duda cuántos son estos bienes ver-
daderos de los pueblos quien no se siente abrasado
del deseo ardiente de procurarles la paz. Por eso Plu ..
tarco (2) establece, entre otras máximas de política,
el conservar, como el bien más excelente, la amistad
y concordia entre los individuos de una sociedad, y el
remover de su seno las contiendas, las enemistades y
disensiones.
«Tanto y aún más que los filósofos, han recomen-
dado la paz, y ponderado su inestimable valor, los de-
positarios de la palabra de Dios y de su sentido, 10s
padres y doctores de la Iglesia. ¡Oh paz! exclamaba
el padre S. Agustín (3), sin tí no reinan los reyes, sin
tí perecen los reinos. Nada más grande (4), así habla
San Juan Crisóstomo, nada más necesario que la paz:
aventaja mucho á las riquezas, al poder y á la noble-
za, y entre todas las cosas nada hay tan útil como
ella. ¿ Pero que más se puede afirmar en elogio de la
paz que lo que dice este padre sapientísimo? ¿Quién
no admira el rápido, velocísimo progreso, y la exten-
sión increíble con que se propagó nuestra santa y di-
vina religión? lA quién no asombran sus triunfos y sus
victorias? Preguntad le, pues, al sabio, al grande Cri-
sóstomo cuál fué la causa de un suceso tan raro y tan
estupendo, que resueltamente os responderá que, más

(1) Tbeodoricus apud Cassiodorum, L. 1, varo C. l.


(2) Plutarc., apud Mansi verbo Pax.
(3) D. Aug., Serm. 2 ad fratres.
(4) D. Chrisost, Homilia ad Titum.
77 3
bien que á la predicación de Jos apóstoles y sus discí-
pulos, debe atribuirse tan singular y milagroso fenó-
meno á aquella paz y concordia que, uniendo estre-
chamente á los fieles de los primitivos siglos, no for-
maba de todos ellos más que un sólo corazón y una
sola alma, como se expresa San Lucas en el libro san-
to de los hechos apostólicos. Fidei l1am que ex/en/io a/-
que victoria, son palabras del Crisóstomo, ([) plus de-
be/ur discip uloru11l consensioni quam cOllcioni.
<N i menos que estos elogios que hacen de la paz los
padres y doctores de la Iglesia manifiesta el alto apre-
cio que formaron de ella la vehemencia con que decla-
man contra la discordia, que la destierra y destruye.
N ada hay saludable, en sentir del ya citado Crisósto-
mo, nada firme donde se introduce la disensión. (2)
San Bernardo dice (3) que faltando la virtud de la
concordia, y queriendo hacer cada uno su voluntad,
se suscitan pleitos, se encienden venganzas, se arman
pendencias: excesos igualmente incompatibles con la
paz que con la felicidad pública. Con razón el mismo
padre (4) no llama pueblo, no llama ciudad á la mul-
titud de hombres que, aunque vivan juntos, no están
unidos con el lazo ó vínculo de la paz; la llama, sÍ,
confusión monstruosa, que, sin participar nada de la
hermosa Jerusalén, es un vivo retrato de la horrible
Babilonia.
<Pero nunca acabáramos, ni tuviera fin nuestra car-
ta, si quisiéramos transcribir aquí cuanto han escrito
en encomio de la paz los padres de la Iglesia institui-
dos por los libros santos en el conocimiento de la ver-
dad, y los filósofos guiados de la luz sola de la razón.
No es empero de omitirse, porque la juzgamos opor-
tunísima para haceros conocer vuestra imponderable
dicha, la refleja del santo y sabio Crisóstomo hablan-
(1) D. Chrisost., in psalmum 46.
(2) D. Chrisost., Homilia ad Titum.
(3) D. Bernard., Serm. 44, de modo vivendi ,
(4) D. Bernard., Serm. 5, de dedicat. Ecc.
774

do de Lot, (1) cuando, á causa de las discordias entre


sus pastores y los de su tío, se apartó del santo pa-
triarca Abraham. Pensaba Lot, dice, gozar de más li-
bertad y disfrutar de los bienes en mayor abundan-
cia apartado de su tío; pero puntualmente le sucedió
todo lo contrario: cayó en la esclavitud al punto mis-
mo que se separó, y aprendió con la más triste expe-
riencia los males que trae consigo la división y los bie-
nes que acompañan á ]a paz y á la concordia. Cuánto
mejor era, concluye gravemente como acostumbra el
Crisóstomo, cuánto mejor era que hubiera continuado
en la compañía de su tío el santo patriarca, sufriendo
algunos sinsabores y disgustos, que haber caído en
tantos males por haberse separado. ¿ Y qué, no es esto,
por no hablar ahora de tantos reinos de Europa, lo que,
convencidas de una triste y lamentable experiencia, pue-
den decir de sí mismas las más provincias de nuestra
América, y decirlo con la mayor propiedad? Preten-
dieron separarse del antiguo y experimentado gobier-
no, seducidas de la vana y lisonjera esperanza de vi-
vir en más libertad y de gozar más abundancia de
bienes; pero miserablemente se han visto sometidas
al pesado yugo de la anarquía, que es el despotismo más
insufrible y la esclavitud más insoportable ¡Ah, cuánto '
mejor les hubiera sido á esos desdichados pueblos
continuar viviendo en unión y compañía de sus her-
manos de Europa, sujetos y dependientes de un mis-
mo común Monarca, tolerando los males que reclama-
ban, au n en caso de ser ciertos, por conservar la con-
cordia, que haber caído en males mucho mayores por
haber pretendido el separarse!
«Dichosa tú, afortunada Durango, que, aprovechán-
dote de las ajenas desgracias de las demás provin-
cias de nuestra infeliz América, has aprendido, sin pa-
decerlos, los graves males que trae consigo la divi-

(1) D. Crisost.. Homil. 35 in Genesim;


775
sión, y gozas tranquilamente la abundancia de biene5,
que acompañan á la paz ......................... .

. . «Es la paz la tranquilidad del orden: con estas po-


cas palabras explica admirablemente su naturaleza el
padre San Agustín (1): tranquilitas ordinis. Efectiva-
mente, por muchos, por grandes que sean los bienes
que se poseen, nunca llega á disfrutarse la tranquili-
dad, si el orden no nos asegura su posesión. Poco hemos
dicho: podemos y aún debemos añadir que, sin el orden,
cuanto más y mayores son los bienes, tanto más falta
la tranquilidad en su posesión ó goce. Ciertamente
mientras hay riesgo de que se pierdan los bienes, á pro-
porción de su precio .Y de su número crece precisa-
mente nuestra inquietud y zozobra, que, perturbándo-
nos en su posesión, estorba que los gocemos tranqui-
lamente. La tranquilidad, pues, nace del orden como
de su origen, y éste viene á ser como la fuente de
donde dimana aquella, que á manera de un río cauda-
loso, por la abundancia y la copia de sus aguas, pero
tranquilo Y' sereno, por lo sosegado y manso de su
ccrriente, inunda de gozo nuestros espíritus, los ale-
gra y los regocija.
«Más ¿ qué es, ó en qué consiste ese orden de que se
origina la tranquilidad y paz? Consiste en que estén
las cosas en su lugar ó en su puesto, como lo enseña el
padre San Agustín. (2) Colóquense en orden, ó en el
pu esto que le toca á cada una de ellas, aun las co-
sas más contrarias entre sí, y al momento gozarán á
su modo de tranquilidad y paz, .Y causarán en otros
tan inestimables bienes. ¿Qué cosas más opuestas en-
tre sí que los elementos? Pero puestos cada cual de
ellos en aquel sitio que le toca ó corresponde según su
destino, en lugar de destruirse unos con otros y oca-
sionar la perturbación del mundo, manteniendo la
quietud mutua entre sí, producen en lo físico la tr;1 r! '
(1) D. Aug., L. 19. de Civit. Dei, c. 13.
(2) D. Aug., L. 19, Civit. Dei, c. 13.
776
quilidad y paz de todas las cosas del universo. Otro
tanto sucede entre los hombres en lo moral, por di-
versos y aun contrarios que sean sus genios, sus in-
clinaciones y aún sus intereses, mientras se conserva
el orden: es decir unos gobiernan y otros ejecutan:
éstos obedecen y aquellos mandan: en una palabra,
mientras hay súbditos y superiores que, contentos ca-
da uno con la parte ó representación que le ha tocado
en la sociedad, no aspira á otro objeto que á llenar su
destino ú oblIgación; que á ocupar la esfera ó puesto
en que ha sido colocado, sin pretender, á pretexto de
mejoras imaginarias, derribar de los suyos á los otros.
Colóquense así los hombres, guarden este orden ó re-
lación entre sí, y, lejos de dañarse é inquietarse mu-
tuamente, vivirán tranquilos, vivirán quietos, y dis-
frutarán de la abundancia de bienes que trae consigo
la paz.
«He aquí ya descubierto el origen de la paz que
disfrutáis: he aquí la fuente de tantos y de tan pre-
ciosos bienes como inundan vuestro suelo. Sí, dioce-
sanos fidelísimos, vuestra adhesión constante al anti-
guo orden de cosas que habéis conservado, y al que
os habéis sometido con tanta docilidad, oponiendo
una resistencia heroica á la sedución y escandalosos
ejemplos de tantos que en nuestra América han trata-
do de sacudirle y turbarle, es de donde viene vuestra
quietud ó vuestra tranquilidad, que es el fecundo ori-
gen de los bienes que gozáis. Vuestra adhesión al an-
tiguo orden de cosas, es decir, vuestra sujeción á las
leyes que siempre os han dirigido, vuestra obediencia
y respeto á los superiores que derivan su autoridad
de aquel soberano que ha estado en posesión de go-
bernaros y de regiros, vuestra adhesión al antiguo or-
den de cosas, es decir, vuestra adhesión firme á aquel
gobierno bajo el cual nacisteis y nacieron vuestros
padres y vuestros antepasados, y á cuya sombra cre-
cisteis y os educasteis; esta adhesión, no nos cansa-
777
mos de repetirlo é inculcarlo, es la que ha mantenido
vuestra concordia y uni6n.~
En la misma página del catálogo ya mencionado de
la Biblioteca Nacional, se encuentra la noticia de un
Oficio al EX11lo. Sr. Virrey Conde del Venadito, acompa-
ñdndoü una copia del Edicto d sus dioce sanos ex hortdn-
dolos d la fidelidad y quietud con 11lotiv () de los desórde-
nes ptlblicos. Publicado, junto con la respuesta del
Virrey, en la Gaceta del Gobierno de Mlxico, 21 de
Abril de 1821.
En la Escuela Nacional Preparatoria se conserva
un retrato suyo al 6leo, de cuerpo entero, procedente
del Colegio de San Ildefonso.
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Diccionario mexicano
de 1853-56.

JOSÉ MARIANO CASTRO.


Poeta.

Médico poblano; residi6 en Tehuacán de las Gra-


'nadas (perteneciente hoy al Estado de Puebla); escri-
bi6, según Beristáin, Romance en elogio de Carlos
IV, premiado por la Universidad de México en 1790;
poesías sobre la estatua ecuestre del ' mismo rey, en
1803, y sobre la consagraci6n del Obispo Campillo,
de Puebla, en 1804, amén de otras que no public6;
las poesías á la estatua del Caballito, que figuran en
los Cantos de las Musas mexicanas, carecen de impor-
tancia.
CONSULTJ\R: Beristáin.
778

FRANCISCO DE CASTRO ZAMBRANO.


Orador y poeta.

Nacido en México; entró en el Colegio jesuítico de


San Ildefonso, con beca de seminarista, en 1763; con-
tinuó estudiando allí al ser expulsados los jesuitas,
en 1767, y fue heca real de honor, catedrático de filo-
sofía y de teología, secretario y vice-rector. En San
Ildefonso figuró, en suma, como colegial y catedrático,
cerca de treinta años. En la Universidad se graduó de
maestro en artes y doctor en teología, y fué catedrático
de retórica, de sagradas escrituras, de filosofía y de
prima de teología, llegando á ser jubilado en la últi-
ma. En la carrera eclesiástica, fue, en México, cura
interino de las parroquias de Santa Ana y de la Santa
Veracruz; examinador sinodal del arzobispado. Beris-
táin lo elogia grandemente por su «infatigable estu-
dio, doctrina sólida, erudición fina en las ciencias sa-
gradas y profanas, y costumbres austeras y ejempla-
res>, y dice que, si bien «su genio abstraído y su ·
estudiada modestia> ocultaban en parte elos quilates
de su mérito literario>, era consultado por «jefes,
prelados y sabios>.
El autor de la Biblioteca Hispano-Americana Septen-
trional, lo mismo que el Dr. Osares, le atribuyen Ser-
mones y Pláticas doctrinales; poesías é inscripciones en
latín y castellano, en memoria de Carlos 111 (1789) Y
en honor de Carlos IV (1790 Y 1803), en memoria del
Conde de Revillagigedo y en alabanza de Hernán Cor-
tés (1794); una Oración latina en elogio de Carlos IV
(¡79 0 ) y un Sermón en elogio de Hernán Cortés (1794).
La oración en elogio de Carlos IV, lo mismo que un
epigrama latino, fueron publicados en la colección de
Obras de e!oqüenct'a y poesía premiadas por la Real Uni-
779
7Jersidad de México (México, imprenta de Ontiveros,
179 1 ).
Aunque Beristáin no cita obras de Castro Zambra-
no posteriores á 1803, habla de él como si viviera al
escribirse la Biblioteca. Es un hecho que vivía aún en
1811, pues el Diario de México, con fecha 28 de Fe-
brelo de ese año, anuncia que predicaría. en la Real
Capilla, el viernes de Dolores, día 5 de Abril, el <Doc-
tor y Maestro D. Francisco de Castro Zambrano, cura
de la Santa Veracruz, y catedrático de prima de sa-
grada teolQgía en esta Real y Pontificia Universidad.>
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

FR. LUCAS CENTENO.


Escritor religioso.

Nació en Querétaro hacia el año de 1730; fué alum-


no del Colegio de San Ildefonso en México; maestro
EU teología. Muy joven entró de fraile agustino, y dió

muchas cátedras, por lo cual llegó á ser jubilado antes


de cumplir treinta años. A los veintinueve de su edad
se le nombró procurador de la provincia de San Nico-
lás Tolentino (Michoacán), de su Orden, en Roma y
Madrid. En Roma publicó (Barbielini. 1761) una am-
pliación de la Vida de Fr. Dieg-o Basalenque, escrita
por Fr. Pedro Salguero é impresa en México en 1664.
Regresó á México con el título de Notario apostólico.
Obtuvo en su provincia varias prelacías: fué después
definidor y tres veces provincial.
En 1810, ya en su extrema ancianidad. se le eligió
por Querétaro, diputado á las Cortes de España: re-
nunció el cargo, en el cual le sllstituyó el Dr. Mariano
Mendiola, y murió en 1812.
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Diccionario mexica"
780
no de 1853-56, biografía por J. M. Dávila (en ésta se
indica, como fuente de datos para la vida de Centeno,
el libro Glorias de Querélaro de Zelaa é Hidalgo,
1803).

FRANCISCO JAVIER CONDE PINEDA.


Orador sagrado.

Nacido en Tlaxcala; alumno del Colegio Palafoxia-


no en Puebla, del cual fué más tarde catedrático de
Eseritura y de prima de teología y vice-rector; doc-
tor de la Universidad de México; cura y juez ecle-
siástico de los pueblos de San Salvador el Seco y de
San Juan Acacingo. Public6, según Beristáin, un Pa-
negírico de Santo Tomás de Aquino, pronunciado en
la Iglesia de los Dominicos, de Puebla (México, 180!),
y una oración moral en la solemne rogativa que hizo
el Colegio Palafoxiano por las necesidades de Espa-
ña (México, imprenta de Arizpe, 1809).
CONSULTAR: Beristáin.

JOAQUíN CONDE.
Poeta.

Veracruzano que escribi6 en el Diario de México con


las firmas J. C., Jacón Deoquín, Don Quino Ceja, Do-
nec y El curioso. En un breve artículo que public6 en el
Diario (24 de Septiembre de 1809) decía contar enton-
ces treinta y siete años de edad, y ser sacerdote, aun-
que la ignorancia que alega de una práctica cat6lica
hace suponer que no lo fuera e n realidad.
78r
r
Escribi6 versos en elogio de Sartorio Diario, 22
de Noviembre de 1806). Public6 buen número de fá-
bulas (véase principalmente el Diario á principios de
1807) carentes de animaci6n. La mejor muestra de su
producci6n es este soneto religioso (Diario, 27 de
Marzo de 1807):

En luto envuelto el cielo se oscurece,


las olas de la mar tocan al cielo,
del templo santo se divide el velo,
!e asombra el universo y se estremece.
Sigue el pavor, el movimiento crece,
las piedras chocan, se desune el suelo;
de este trastorno universal, recelo
que el mundo acaba 6 su Hacedor padece.
Sí, pecador ingrato: el orbe entero
siente, á su modo, de su autor la muerte,
que sufre por tu amor en un madero.
¿C6mo tu obstinaci6n no se convierte?
¿ C6mo, más que las peñas duro y fiero,
tu pecho solo sin dolor se ad vierte?

Probablemente fué fundador de El Noticioso G~ne­


ral (véase el Diario d~ México, 26 de julio de 1815).

JUAN BAUTISTA DfAZ CALVILLO.


Orador sagrado y escritor político.

Mexicano; presbítero del Oratorio de San Felipe


Neri, del cual lleg6 á ser director, y doctor en
teología por la Universidad. Public6, según Be-
ristáin, una Oración por las necesidades de Nueva
España (México, imprenta de Valdés, 1808), un
S~rmón á la Virgen de los Remedios por la victo-
ria del Monte de las Cruces (México, imprenta de
782

Arizpe, 181 1), Notüias para la historia de la Virgen


de los Remedios de 1808 á 1812 (México, imprenta de
Arizpe, 1812), Discurso sobre los males que puede cau-
sar la desunión entre españole~ y americanos (México,
imprenta de Arizpe, 1810), Eloe-io de San Ignacio de
Loyola (México, 1816). Estas obras existen todas en
sus ediciones primitivas en la Biblioteca Nacional
(págs. 192, 289, 374, 400 Y 4 15 del catálogo de la No-
vena división); excepto las Noticias para la historia de
Nuestra Señora de los Remedios. Las cuales, sin embar-
go, fueron reproducidas, junto con el Sermón sobre la
misma Virgen, en la Colección de documentos para la
ltistoria de la e-uerra de independencia, de J. E. Her-
nández Dávalos, tomo III, doc. 132. Gozó de reputa-
ción como orador y como escritor político. Dará idea
de su estilo oratorio el siguiente pasaje de la primera
de sus citadas Oraciones:
"Callemos, señores, los crímenes de la Francia; pa·
semos en silencio el exceso de su atrocidad; no diga-
mos que hicieron pasar á su rey por el último suplicio,
que ejecutaron lo mismo con la inocente y virtuosa
reina y con cuantos se declararon sus fieles vasallos.
Cerremos las puertas de los templos para no ver de-
rribados de los altares las estatuas que representan á
la Madre de Dios y á los príncipes de los apóstoles,
San Pedro y San Pablo, y colocadas en su lugar las
de infames prostitutas y ateístas los más licenciosos.
Huyamos de las caballerizas, para no ser testigos ocu-
lares de los baldones que allí recibe ese augustísimo
Sacramento, y de la indecencia y deshonestidad con que
se tratan los vasos que s irven para el sagrado minis-
terio. No salgamos á las r.alles y plazas á encontrar
tendidos los cadáveres de los más respetables sacer-
dotes, de los ancianos dé biles, de las matronas virtuo-
sas, de los jóvenes cristianos y de los niños inocentes.
No entremos á los palacios de los venerables obispos,
ni á las casas de las honestas y recatadas doncellas,
para no ver sacrílegamente atropelladas las sagradas
personas de aquellos, y violada con la mayor infamia
la integridad de éstas. Partámonos de aquí. .. . »
El subsecuente ataque á Napoleón es interesante,
porque refleja las ideas que sobre el Emperador fran-
cés se tuvieron en México antes de que aquel invadie-
ra á España y razona el cambio del sentimiento de
admiración por el de odio:
"Pero ya hemos llegado, me diréis, al término de
todos esos males. Dios ha tenido misericordia de la
Francia; ya se ha debilitado mucho el poder de los ja-
cobinos, y el gran Napoleón Bonaparte parece un hom-
bre enviado del cielo para restituir la paz á esa nación
infeliz, contener al pueblo dentro de sus justos límites,
poner término á sus depravados intentos, y restable-
cer la tranquilidad pública. É 1, dotado por la natura-
leza de un ingenio superior y de un pecho de bronce,
instruído á fondo en las ciencias militares, fácil en in-
ventar recursos, y constante y esforzado para ponerlos
en práctica, constituido ya en uno de los primeros
puestos de la República en justa recompensa de su
mérito singular, remediará sin duda todas esas cala-
midades, y hará que vuelva á erigirse la cruz del Re-
dentor sobre la total ruina del ateísmo. Sus bandos y
proclamas, sus exhortaciones al ejército, y aun sus
conversaciones privadas, no tienen otro fin que hacer
se reconozca al verdadero Dios. Si alcanza una victo-
ria, manda se tributen al Señor las más rendidas gra-
cias en los templos. Si la nación le aclama su empera-
dor, él humilla su cabeza al Vicario de Jesucristo para
que lo corone según los ritos de la iglesia. Si se le ha-
ce presente que, para determinar varios puntos de dis-
ciplina, necesita ocurrir humildemente á la Silla Apos-
tólica, no se desdeña de suplicarla se haga un nuevo
concordato. Si conoce que la religión cristiana es la
verdadera, determina sea la preferente en la Francia.
Ultimamente, si nuestros reyes católicos, renunciando
en él todos sus derechos á la Corona de España y de
las Indias, lo estrechan á no tolerar secta alguna en
tan vastos y dilatados países, él acepta gustosísimo
esta condición, mandando á todos los jefes de las pro-
vincias que así la guarden, cumplan y ejecuten. ¿ Có-
mo, pues, se nos dice que el imperio de este hombre
tan cristiano va á desterrar enteramente de todos
nue!5tros reinos la fe que profesaron nuestros mayores?
Al contrario ¿ no nos advierte por medio de sus gene-
rales que viene á purgar nuestra creencia de algunas
supersticiones que la deshonran?
<¡Ah, señores! ¡Qué apóstol tan celoso de la integri-
dad de la fe nos ha enviado Dios por un efecto de su
misericordial Españoles: la religión que os predicaron
Pablo y Santiago, y propagaron por esa vuestra pe-
nínsula los obispos Torcua to, Tesifonte, Cecilio, Se-
gundo, Indalecio, Hesiquio y Eufrasio, enviados por
el primer pontífice supremo de la Iglesia; la religión
por cuya defensa padeció en la capital del mundo cris-
tiano vuestro paisano Lorenzo el cruelísimo tormento
de las parrillas, haciéndole la admiración de todo el
orbe; la religión por cuya virtud derramaron generosa-
mente su propia sangre los v~nerables prelados Fruc-
tuoso, Fermín, Narciso y Eugenio, los diáconos Vi-
cente, Félix, Augurio y Eulogio, los valerosos Eme-
terio y Celedonio, Servando y Germán, AciscJo y Ci-
riaco, los tiernos niños Justo y Pastor, el rey de Se-
villa Hermenegildo, el celoso inquisidor Pedro de
Arbués, y las delicadas doncellas Paula, Victoria, Leo-
cadia, Liberata y sus ocho hermanas, Justa y Rufina,
y las célebres Eulalias de Mérida y Barcelona; la reli-
gión que tanto defendieron los inmortales Ildefonso,
Braulio, Fulgencio, Leandro, Prudencio é Isidoro,
desvaneciendo totalmente en la España los errores de
los arrianos, priscilianistas y nestorianos; la religión
que os han conservado pura é incontaminada más de
treinta concilios celebrados en Toledo, Sevilla, Gero-
na, Zaragoza, Osma, Salamanca, Elvira, Palencia y
Barcelona; la religión que honraron con sus santísi-
mas virtudes los respetables obispos Valerio, J ulián,
Rosendo, Pedro, Froilán y los dos Toribios; la reli-
gión que ha consagrado los trabajos y fatigas del po-
bre labrador Isidro y los del Cardenal Ramón Nonato,
Luis Beltrán, Pascual Bailón, Pedro de Alcántara,
Ignacio de Loyola, Francisco Xavier, y de los Domin-
gos de Silos, de la Calzada y de Guzmán; la religión
que ha hecho heroínas á Florentina, á Teresa y Ma-
riana de Jesús, á María de Cervellón y á la ilustre rei-
na Isabel de Portugal; la religión que el Santo rey
Don Fernando III de Castilla propagó, después de la
irrupción de los moros, por casi toda la España, reti-
rándolos más y más y haciendo á los que quedaban
tributarios de su corona; la religión, por último, que,
á pesar de los muchos excesos y crímenes en que ha-
béis caído por vuestra miseria, la conserváis dieciocho
siglos ha, por un particular beneficio de la Madre de
Dios, de la misma manera que se os predicó: esta re-
ligión, digo, españoles insensatos, tiene en sí muchas
supersticiones de que es necesario purgarla, que nin-
guno de todos esos que he nombrado y á quienes mi-
ráis con tanto respeto, ha podido conocer, y que el
grande emperador de los franceses, como ministro eje-
cutor de la asamblea de los jacobinos, movido de un
celo extraordinario de la honra de Dios, que ve tan
ultrajada con ese falso culto que le tributáis, y deseo-
so de sacaros de ese estado infeliz de barbarie en que
os ve constituidos, viene á quitaros, ilustrándoos con
sus luces superiores. Hoy se os pondrá un regidor dd
culto, como se hizo en Lisboa, que cuide de desimpre-
sionaros de todas esas ideas ridículas con que habéis
deshonrado la fe, que os quite de la cabeza esas preo-
cupaciones en que estáis imbuídos desde la infancia,
que despoje á los templos de tanto luJo y adorno super-
fluo como hay en ellos; que deje á los obispos, curas
24
786
y sacerdotes sin renta suficiente aun para vivir con in-
comodidad y miseria, que haga lo mismo con los ecle-
siásticos que obtienen las canongías y prebendas de las
Iglesias Catedrales y Colegiales: pues no hay necesi-
dad de que se celebren públicamente los oficios divi-
nos, ni tampoco el Señor necesita de nuestras alaban-
zas; que recoja todos los bienes de las comunidades
religiosas, para que, no teniendo ya con qué mante-
nerse, haya bastante motivo de cerrar las puertas de
los conventos, y echar á la calle á esos hombres y mu-
jeres que viven sin dar fruto al Estado; yen fin, él dis-
pondrá las cosas de tal modo que quedéis muy conten-
tos y satisfechos bajo el suave, cristiano y católico
imperio de Napoleón.»
CONSULTAR: Beristáin; Bustamante, Tres si~los de
México, IV, 19; Cuadro histórico, I, 83, 31I.

FRAY MANUEL DIAZ CASTILLO.


Orador sagrado.

Lector y predicador de la Orden de Santo Domingo,


en México, de donde era natural, según Beristáin. Al
decir de éste, publicó un Sermón político-moral en las
solemnes rogaciones por las necesidades de España,
dedicado á la ] unta Central (México, imprenta de Ariz-
pe, r800).

JOSE DIAZ ORTEGA.


Or a d or sa g r a d o.
Fué alumno del Seminario Tridentino, en México;
• Doctor en teología por la U niversidad; canónigo lecto·
ral de la Catedral de la antigua Valladolid de Michoa-
cán (hoy Morelia), y examinador sinodal de la Dióce-
sis. Publicó, seglÍn Beristáin, una Oración flínebre, en
latín, en memoria del Obispo de M'i choacán Marcos
Moriana y Zafrilla (México, imprenta Jáuregui, 1810).

JUAN FRANCISCO DOMINGUEZ.


Escritor religioso.

Nació el 18 de Septiembre de 1725 en la Villa de Ca-


rreón (Atlixco). Estudió allí el latín con el Br. Feli-
pe García de Arellano, y en Oaxaca filosofía con el
P. Antonio Mariano Aragonés; pasó á Puebla y fué
alumno del Colegio del Espíritu Santo y del Seminario
de San Ignacio, con beca de oposición en este último;
después vino á México y entró al Colegio de San Ilde-
fonso, donde obtuvo por oposición la beca real de teo-
logía. En la Universidad se graduó de bachiller en fi-
losofía, teología, cánones y leyes. En 1750 se ordenó
presbítero; desempeñó varios curatos, entre ellos el de
Singuilucan (donde hizo edificar nuevo templo), por
dos años, á partir de 1759, y el de Jalatlaco, por nue-
ve, desde 1761. En 1770 pasó al Sagrario de la Cate-
dral Metropolitana. Allí estuvo más de cuarenta años,
predicando con extraordinaria frecuencia, según sus
contemporáneos, tanto en la parroquia que tenía á su
cargo como en escuelas, cárceles y congregaciones.
Se ocupó también en la conservación y el adorno del
templo. Dícese que se le instó para que aceptara cá-
tedras y canongías, pero las rehusó; renunció también
el Obispado de Cebú, para el cual fué presentado: qui-
so ser siempre cura de almas.
Ya en su extrema ancianidad, el año de 1812, se re- •
tiró á la villa de Guadalupe. Allí murió el 25 de Agos-
to de 1813.
788
Dej6 inéditas, en poder de don Juan Francisco de
Azcárate, según el Dr. Osores, dos tomos de Poeslas
latinas y castellanas, cincuenta pláticas doctrinales so-
bre el Rosario y otras cincuenta sobre la Letanía de
la Virgen. Public6, según Beristáin y Osores, Elcgla
~ n loor de Fernando VI, premiada en el certamen
literario del Colegio de San I1defonso (1748), Peso del
0.11101' di7Jino y glorias de Jesús, Vid a de la Madre Santí-

sima de la Luz, Apologla de la Dizlina Pro'llt'dencia, Los


don es y.frutos del Esplritu Santo, Finezas del Iilio de
Dios ctJn los hzios de los hombrer, sesenta pláticas doc-
trinales sobre las Virtudes de la Reina del Cielo (Mé-
xico, 1803), ocho pláticas doctrinales sobre la Bien-
o.'lIfnturallza del Patriarca San José (México, 1805),
cinco pláticas para viernes de cuaresma, con el título
de Voces al alma (México, 1806), Discurso sobre el
amor puro y bien or denado con que se debe ver á las mu-
i eres (México, 1806), Catón cristiano de la Santa Es-
cuela de Cristo (reimpreso varias veces), Historia del
Convento de la Santa Enseñanza de 111 éxico, y Singular
privilegiv de la imagen de Guadalupe (México, 1809).
Azcárate menciona otra obra, intitulada Con veniencia
d e la Religión y del Estado.
CO NSULTAR: Juan Francisco de Azcárate, artículo
necrol6gico (Diario de México, 3 de Septiembre de
1813); Beristáin; Osores; biografía por José Mariano
Dávila, en el Diccionario mexicano de 1853-56.

MIGUEL DOMíNGUEZ.
Político.

El L ic. D. Miguel Dominguez (t 1830), Corregi-


d or de Qu erétaro , fa mos o, más que por sus hechos,
po r la inter venc i6 n de su esposa Doña Josefa Or-
789
tiz en las gestiones iniciales de la revoluci6n de in-
dependencia y porque en su casa, puede decirse, se
fragu6 el grito de Dolores, fué incluído por Beris-
táin en su Biblioteca s610 por haber escrito un ~lfa­
nijiesto de derechos que recla maban los hijos del
primer Cc.nde de Regla sobre propiedades de los je-
suitas que éste había rematado (México, imprenta
de Ontiveros, 1795) y un ./lfanifiesto político sobre los
inconvenientes del proyecto de consolidaci6n (inédito).
CONSULTAR: Beristáin; Osares; capítulos relativos
al grito de Dolores en Alamán (Historia de México) y
Bustamante (Cuadro histórico de la revolución mexi-
cana).

FRANCISCO ESTI~ADA.

Escritor político.

El Lic. Francisco Estrada naci6 en Durango y fué


alumno del Colegio de San Ildefonso, de México; se
recibió de abogado; fué vice- rector y después rector
del Colegio de Minería; secretario de la visita pasto-
ral del Arzobis po Lizana en 1806; catedrático de dis-
ciplina eclesiástica en el Seminario de Tepozotlán;
cura propietario y juez eclesiástico de Atotonilco el
Grande.
Col aborad or asiduo d6'l Diario de México, con las
firmas El Durallg"uefio, El Cafetero, El dOdrinero, El
mistÍJltroj>o , La cocinera de Toribio , L. F. E., y editor
de folletos y periódicos. Gran declamador con tra la
guerra de independencia, dio á la estampa el Centinela
contra seductores, en 1810, y entre Octubre y Dici emb re
de ese año public6, á más de los tres números de
dicho periód ico, El militar cristiano, ó diál(Jg-o elltre
79 0
Mariquita y un soldado raso, La erudita contra los in-
surRentes, ó diálol[o entre una curru taca y D. Felipe,
El Centinela de San/ial[o y El patriotismo del lancero,
diálol[o entre M arianita y un lancero. Acaso son suyos
también los dos folletos (primera y segunda partes) in-
titulados Desenl[años á los indios. Beristá in le atribuye,
además, La defensa del Cura Hidall[o combatida por
la razón (1810), Carla imparcial sobre el fuero del clero
(México, Jáuregui, 1812), La verdad vindicada contra
la insurl[encia y sus satélites (México, Arizp e, l8l2),
Y El cementerio de Atotonilco el Grande (l816). En
la Biblioteca Nacional existen casi todos estos fo-
lletos (catalogo de la Novena di visión, págs. 4 1 3 y
4 1 4).
Aunque activo y fecundo, Estrada es escritor me-
nos que mediano; inferior, por ejemplo, á D. Agustín
Pomposo Fernández de San Salvador. No razona, sino
maldice. Pocos insultaron tanto como él lo hizo á Hi-
dalgo. Sus diálogos, por lo demás, carecen de ingenio;
son también meras diatribas. Dará idea de su estilo
el comienzo del núm. 2 del Centinela contra seductores:
<Alerta, centinelas, alerta. Ese monstruo de la se-
ducción se ha presentado entre vosotros en figura de
un animal mansueto. Tiene esa formidable bestia dos
cuernos como de carnero, y trata de engañaros. Estos
están dorados artificiosa me n te por el mismo drag6n,
que puso en uno de ellos: viva Fernando VII; yen el
otro: viva María de Guadalupe. Alerta, centinelas. Ba-
jo este espacioso traje viene oculto el drag6n, y os di-
ce ¿quién hay como la bestia, 6 quién podrá pelear con-
tra ella? Se escucha una voz ronca y espantosa que
profiere esta horrible insolencia: mueran los g-achupi-
nes. ¡Oh! (l)

( 1) Esta voz gachupines se dice que usan ellos, y así yo la re-


pito, persuadido á que conviene hacer formar una contraria
idea d e esta v oz , pues, form a da la oPini6n pública, ella misma
la d esterrará. (Nota del Autor).
79 I
«j Maldita in vención! i inaudito delirio! i pecado horri-
ble ! imonstruosidad del fanatismo! Alerta, centinelas,
alerta. Este ronco graznido quiere decir: mueran las
legítimas potestades, muera el imperio, muera el sa-
cerdocio. Alerta, porque sobre las ruinas de las po-
testades ci viles y eclesiásticas tratan esos faccioilos
de eregir una cruel anarquía, que, inundando toda la
N ueva España, haría en ella crecer el desorden y el
vicio á una colosal estatura.
«¿ y sabéis de qué suerte? Alerta, centinelas, porque
esos faccionarios, á la sombra de tan criminales homi-
cidios, os matarían, sólo porque son gachupines, en
primer lugar á los ministros de la Inquisición, y de
este modo quitarían el Santo Tribunal de la Fé. Des-
pués, por la misma calidad de gachupines, matarían á
vuestro Arzobispo, y también á sus sufragáneos, y de
esta suerte os quitarían vuestros obispos. A esta ma-
tanza seguiría la de vuestros sacerdotes, clérigos y
frailes, pues los unos morirían por ser gachupines,
y los otros por ser afectos á ellos como se los manda
Jesucristo; y he aquí cómo desaparecerían de entre
vosotros los obispos, los sacerdotes, los Santos Sa-
cramentos, vuestros templos, las aras y las santas
imágenes de Dios y de sus Santos.»
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Bustamante, Cuadro
histórico, lI, 188.

IGNACIO FERNÁNDEZ DE CORDOV A.


Fabulista.

Nació en Valladolid de Michoacán CMorelia) el 17


de Julio de 177/. Sus padres fueron D. Manuel Fer-
nández de Cordova y Doña Juana Silva. Estudió en
en Colegio de San Nicolás, de su ciudad natal, y lue-
79 2
go en Madrid, donde cursó medicina. Obtuvo en la
Universidad de México título de médico; ejerció la
profesión en Michoacán, y fué director del Hospital
de San Juan de Dios en Valladolid. Casó con Doña
Bárbara Carrasco y Monterde. :M urió el 8 de Septiem-
bre de 1816, en su ciudad natal. Nieto suyo fué el
poeta Tirso Rafael Córdova (el apellido se había sim-
plificado ya en los descendientes).
Publicó en 1815 un volumen de Fábulas, según se
dice en el Parnaso Miclzoacano de Torres. Conocemos
una edición posterior: Fábulas escogidas, Valladolid,
imprenta de José Miguel de Oñate, 1828. Son de poco
vuelo, pero intencionadas.
Sirva de ejemplo L:l. Ifavilana coqueta:

Cierta vieja ga vilana,


truhana de profesión,
decía á una pava yecina
por vía de amonestación:

¡Ay vecina! Por tu vida,


no hay que dejarse engañar;
ojo alerta, amiga mía,
no hay gentes con quien tratar.

Mis bijas, las pobrecitas,


(no lo quisiera decir)
son tres angelitos, créelo,
te con~ta su buen vivir.

Un gavilán forastero,
que huscaha una posada,
en ia casa de esta vieja
creyó halla¡ la acomodada.

1nsta, suplica, y consigue


un cómodo alojamiento
793
y cata á mi buena vieja
llena de gozo y contento.

Con el huésped gavilán


andaban á competencia
otras tres gavilancitas
muy estrechas de conciencia.

Todas cuatro, madre é hijas,.


ganzúas de marca mayor,
en un instante pelaron
al po breci to señor.

Las hebillas, los relojes


vendió el infeliz galán,
v no le quedaron plumas
al amante gavilán.

Entonces la vieja astuta,


muy llena de cristiandad,
temió se escandalizara
del huésped la vecindad.

Puso de pies en la calle


á su gavilán Cupido:
á muchos conozco yo
que lo mismo ha sucedido.
CONSULTAR: Parnaso MicllOacano, publicado por lVla--
riano de Jesús Torres (Morelia, 1905:'

RAMON FERNANDEZ DEL RINCON.


Orador sagrado y poeta.

Nació en Querétaro en Noviembre de I736. Hizo


sus estudios, hasta la teología y ambos derechos, en el
Colegio de San Ildefonso de México. Fué abogado de
794
'la Real Audiencia. Más tarde abrazó la carrera ec1e-
. siástica, y el año de 1778 entró en el Oratorio de San
Felipe Neri. El segundo virrey Conde de Revillagige-
do lo nombró Censor privativo del Teatro de Come-
dias de esta ciudad. Murió el día 19 de Septiembre de
1807.
Fué predicador activo, y tuvo además reputación de
. poeta fácil. Beristáin indica, como producciones su-
yas, Inscripciones para el edificio de la Cárcel de la
Acordada, Vida del Coügial, en quintillas (ag-uinaldo
y cuelg-a al Dr. Seg-ura), y poesía en elogio de Carlos
III, premiada en el certamen de la Universidad (1761).
CONSULTAR: Beristáin (en la R); Osores; biografía
-firmada J. M. D. (José Mariano Dávila y Arrillaga),
·en el Diccionario mexicano de 1853-56.

FERNANDO FERNANDEZ DE SAN


SALVADOH..
Jurista.

Segundo hijo de D. Casimiro Fernández de San Sal-


o vador y El Risco y de Doña Isabel Montiel García de
Andrade, y hermano menor, por lo tanto, de D. Agustín
'P omposo, debió de nacer en Toluca entre 1757 y 1760.
Huérfano de padre desde 1769, pudo, sin embargo,
hacer carrera, y en 1782 era ya licenciado en derecho
y se matriculó en el Ilustre y Real Colegio de Aboga-
dos. Después fué asesor letrado de la Intendencia de
México, teniente de Corregidor en la misma capital, y
Oidor honorario de la Audiencia. En 1813 trabajó, con
su hermano mayor, por salvar á su sobrina Leona Vi·
·cario del proceso abierto en contra de ella. No tene-
.mos otras noticias de su vida.,
Beristáin cita como impresas tres Defensas de Fer-
795
nando Fernández de San Salvador: una, de la Marque r

sa de San Francisco, acusada de maltrato de operarios


(México, imprenta de Ontiveros, 1796); otra, sobre el
testamento de D. Antonio de la Campa (México, 1805),
y otra, de los herederos de D. Francisco Linares, de
Celaya (México, 1807). Sólo una obra de otro carác-
ter parece haber dejado: Reflexiones del patriota ameri-
cano Lic. D. Fernando Fernández de San SalzJador (Mé-
xico, imprenta de Ontiveros, 1810), contra la revolu-
ción de independencia. Es un folleto medianamente
escrito. Existe en la Biblioteca Nacional (págs. 380 y
415 del catálogo de la Novena división), así como la
Def~nsa iurldica de la Marquesa de San Francisco
(pág. 181, Cuarta división). .
CONSULTAR: Beristáin; Genaro García, Leona Vica-
rio, heroína insurgente (México, 1909); Manuel Romero
de Terreros y Vinent, Los Condes de Regia (México,
imprenta de M. León Sánchez, 1909, pág. 81)

JOSE NICOLAS FLORES.

Orador sagrado.

Cura y juez eclesiástico de la villa de Parras (Coa-


huila). Publicó, según Beristáin, un Sermón de Ifracias
por la jura de Fernando VII, pronunciado en Parras
(i:viéxico, imprenta de Arizpe, 1810).
CONSULTAR: Beristáin.
796

JOSE MARTIN FLORES ALATORRE.


Escritor religioso.

Nacido en Aguascalientes en 1760; estudi6 en el Co-


legio de San Ildefonso de México, vistiendo beca de
porcionista desde 178r. En la Universidad se graduo
de doctor en cánones. A los veintiséis años de edad
se opuso á la canongía doctoral de Guadalajara; fué
allí promotor fiscal de la Curia; en la Catedral de Du-
rango fué can6nigo doctoral y luego chantre, á la vez
que provisor y vicario general del Obispado. Murió
en Durango el 30 de Diciembre de 1805. Public6 al-
gunos escritos de carácter relir,ioso, según indica el
Dr. Osores: Memorial que presentan las afligidas almas
del purg-atorio á la piedad católica; Caridad la más lte-
rot'ca que pueden practicar fácilmente todos los fieles en
favor de las benditas almas del purg-atorio; Piadosa de-
voción en que por nueve días continuos se pide á Dios el
alivio y ,'onsuelo de las almas del purg-atorio. A su muer-
te se publicaron diversos tributos á su memoria, en
verso y en prosa.
Hermano suyo fué el Dr. José María Flores Alato-
rre, visitador del Obispado de Durango; y primos, el
Dr. Félix Flores Alatorre, catedrático de la Universi-
dad, provisor y vicario general del Arzobispado de
México, y canónigo doctoral y gobernador de la Cate-
dral Metropolitana, y el Lic. Juan José Flores Alato-
rre (1766-1854), abogado de fama desde los tiempos
coloniales y ministro de la Suprema Corre de Justicia
en la República.
CONSULTAR: Osores. Sobre D. Juan José Flores
Alatorre, pueden verse el Diccionario mexicano de
1853-56 (biografía por el Dr. Juan Bautista Ormae-
chea) y Mexicanos dis ting-u idos, de D. Francisco Sosa.
797

MELCHOR FONCERRADA
y ULIBARRI.
Escritor político.

Nacido en Valladolid de Michoacán antes de 1750;


alumno, en México, de los colegios de San Ildefonso,
desde 1762, y Santa María de Todos Santos, desde
1771, donde estudió hasta graduarse de abogado. Fué
Sub-delegado de la Visita general del Perú, oidor de
las Audiencias de Santo Domingo (capital hoy de la
República Dominicana) y de México, auditor general
de este virreinato, y consejero de estado, en 1812, al
publicarse la Constitución.
Murió en México el 5 de Octubre de 1814.
Hermano suyo fué José Cayetano de Foncerrada,
abogado también, canónigo de la Catedral de México
y vicario general de los conventos de religiosas; quien,
electo diputado á las Cortes españolas en 1810, pasó á
España y se radicó después allí, con el cargo de deán
de la Catedral de Lérida.
Tanto Melchor como José Cayetano Foncerrada
publicaron proclamas y manifiestos políticos. Del pri-
mero cita Beristáin una Proclama á los lIliclLOacanenses
sobre la debida unión con la metrópoli (México, 1810.)
Melchor Foncerrada escribió también versos: se en-
cuentran poesías suyas, de tarde en tarde, en el Dia-
rio de Mlxico (v., por ejemplo, el elogio que se le ha-
ce en el número del 8 de Diciembre de 1810).
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Alamán, Historia de
México, tomo I, pág, 77; tomo IIr, 130 y 430; tomo
IV, 217; artículo necrológico, por Fermín de Reigadas,
en el Diario de México, 20 de Octubre de 1814; Joaquín
Lorenzo VillallUeva, Vida literaria, Londres, 1825,
tomo II, págs. 84 á 88, 91 á 94, 104, 153 (sobre José
Cayetano Foncerrada).
798

VICTORINO FUENTES VALLEJO.


Escritor político.

N acido en San Miguel el Grande (Guanaj uato);


alumno, allí, del Colegio de San Francisco de Sales,
y, en México, del de San Ildefonso, donde estudió has-
ta graduarse, por la Universidad, doctor en cánones.
Antes se había incorporado ya en el Ilustre y Real
Colegio de Abogados. En la diócesis de Michoacán fue
catedrático del Seminario Tridentino de Valladolid,
visitador del Obispado, comisario de la Inquisición
en su ciudad natal, cura interino y juez eclesiástico de
Irapuato. En I8I3 se le eligió, por Guanajuato, dipu-
tado á las Cortes de España, adonde fué voluntaria-
mente en Enero de I8I4, aunque el gobierno virreinal
no le facilitó medios. En España se encontró, poco
después de su llegada, con la supresión de las Cortes,
en Junio de I8I4. Sin embargo. obtuvo de Fernando
VII ser presentado para una prebenda de la Catedra)
de México, y en ese puesto estuvo, según el Dr. Oso-
res, hasta su muerte, ocurrida no sabemos cuándo.
Alamán, que fué su compañero en el viaje á España,
dice que era acérrimo enemigo de los insurgentes. Pu-
blicó La Religión yel EJtado interesados en la corona-
ción de Fernando VII (México, Ontiveros, I808).
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Alamán, Historia d~
México, tomo III, pág. 423.
799

JOSÉ GARCÉS y EGUfA.


Escritor científico.

Abogado de la Real Audiencia de México. Public6~ .


según Beristáin, una NUella teórt"c.J y practica de! bene---
/ido de los metales de oro y plata (México, 1802).

JOSE JULIO GARCIA DE TORRES


Orador sagrado.

Naci6 en México. Fué colegial de San Ildefonso y--


después del Seminario Tridentino, maestro en Artes Y'
Doctor en cánones, Rector de la Universidad de Méxi-
co, alumno de la Congregaci6n de Eclesiásticos Obla-
tos, cura interino de muchas parroquias del Arzobis- '
pado y Prebendado de la Colegiata de Nuestra Seño--
ra de Guadalupe. Beristáin cita estas obras suyas
publicadas:
-Elogio fúnebre de los miNtares españoles diruntos,
predicado en la MetropoNtana de Méxt"co. México, 1798.-
-Oradón eucarlstt"ca por e! restabledmt"ento de !tI'
Cong-reg-acíÓn de Eclest"ástt"cos Oblatos de Mb.t"co. Méxi-
co, Ontiveros, 1806.
-Mamfiesto del fulstre Claustro de la Pontzficia Uni~
vérst"dad de Méxt"co contra la sublevadón de Michoacán . ..
México, Ontiveros 1810.
-Defensa del clero mexicancJ. El verdadero nombre
de este opúsculo, según aparece citado en el Diario
de Mé.'·cz'co de 29 de octubre de 1812, es: Vindt"cadón '
del clero mexicano, vulnerado en las anotaciones del p:',
Oyarzabal. M éxico, O n ti veros, 1812.

;
800
-Exhortación fiel y cristiana contra los R~beldu d~ la
Nu eva España y su inicua Constitución. México, 1815.
Alamán, (t. IV, p. 178) lo cita: Deung-año á los rebddu
_sobre su monstruosa Constitución. Publicada en el su-
plemento de la Gacela del Gobierno de 6 de Julio de
1815·
Osares cita, además: Sermón de Gracias á Nuestra
.Señora de Guadalupe por el suceso d~ la independencia
de la América Septentrional. México, Valdés, 1821.
Por último, en la Biblioteca Nacional (8é!- divi-
sión, p. 580) existe un impreso titulado: José Julio
Garda de Torres se cong-ratula con sus compatriotas y
hermanos los hiJos de una y otra España, por la feliz
restitución á su trono de nuestro adorado y católico mo-
narca el Señor D. Fernando VII. México, Benavente,
1814. Como muestra del énfasis y la retórica de es-
te breve sermón, en que vuelve como retornelo cons-
tante el versículo bíblico con que terminan casi todos
los párrafos, citaremos el trozo final:
«Salve, pues, oh monarca augusto de las Españas,
sal ve, delicias de tu nación, sal ve, esperanza de tu
pueblo: siéntate en hora buena á poseer el trono de tus
padres, y resuenen en tus oídos los vivas alegres de
unos vasallos que te adoran y se congratulan por tu
'feliz y deseado advenimiento al territorio español; oye
los votos sincerísimos de los hijos de ambas Españas
que claman al cielo para que el Señor te colme de ben-
diciones de la una y la otra diestra de vero coeli el de
Ping-uedine terrae; y vive seguro de que el pueblo me-
xicano, aunque distantísimo de tu persona sagrada,
también te adora, sí, te adora, y te adora de modo
que más que sobre su persona reinas y reinarás su
corazón: él, como los demás pueblos de la Península,
salta de gozo, se inunda de placer y no cesa de ben-
decir al Todopoderoso porque ha llegado el día feliz
en que has vuelto á la tierra de tus padres y le has senta-
.do en el trono de tu reino.>
801

CONSULTAR: Beristáin y Osores, en la letra T; Ala-


mán, Historia de México, tomo Ilr, pág. 219 Y apén-
.dice, doc. 28; tomo IV, pág. 178.

JOSE MARIA GASTAÑETA y ESCALADA


Orador.

El Presbítero Dr. José María Gastañeta y Escala-


da, quien acompañ6 á Hidalgo en la revoluci6n, es
mencionado por los historiadores á partir de su pri-
si6n, ocurrida en la batalla de Aculco (Noviembre de
1810). Alamán, aunque era su pariente político, no
babIa de él muy extensamente.
Bustamante dice de él: «Este es uno de los más be-
neméritos eclesiásticos de la primera revoluci6n, mi
compañero en las prisiones de Ulúa, y persona muy
apreciable por sus talentos y constancia. Remitido á
España preso, se le confirió una canongía de Ciudad
Real de Chiapa, que no ha querido recibir.}) En efec-
10, Gastañeta sufri6 la prisi6n en diversos puntos, y
en 1818 se le envi6 á España. Consumada la indepen-
dencia, s610 sabemos que fué cura de Santa María la
Redonda, en México. Bustamante dice que no se le
premi6 lo suficiente.
Es el autor de la Salve á la Virgen de Guadalupe,
compuesta para ser cantada por los prisioneros de la
cárcel de Querétaro, en 1813, composici6n que retocó
Fr. Diego Miguel Bringas Encinas (guardián enton-
ces del Convento de Santa Cruz, donde se hallaba
confinado Gastañeta) convirtiéndola en súplica por
España contra Francia.
La composici6n original, sencilla y expresiva, dice
.así:
25
802

Guadalupana, salve;
salve, Virgen excelsa,
que del Divino Verbo
sois madre verdadera.

A) uan Diego dijisteis


que, como madre tierna,
nos constituía objetos
vuestra piedad inmensa.

Por eso los indianos


en la presente guerra
vuestro poder invocan,
vues tros cul tos aumen tan.

Escuchad compasiva
sus ayes y sus quejas,
pues sois su protectora
li beral, fiel, discreta.

Humildes os pedimos
que una paz duradera
selle gloriosamente
vuestra dulce clemencia.

Romped, Reina adorable,


romped nuestras cadenas,
y enjugad nuestros ojos
con amorosa diestra.

Al Padre siempre damos,


al Hijo ¡oh Madre tierna!
y al Espíritu Santo
alabanzas eternas.
Posterior á la independencia, existe un trabajo de
Gastañeta: la Oración clvica pronunciada en la Ala-
meda de México el 16 de Septiembre de 1834 (Méxi-
co, imprenta de Galván, 1834).
CONSULTAR: Alamán, Historia d~ Mlxico, 1, pág.
497; IJI, pág. 429 Y apéndice, doc. II; Bustamante,
Cuadro histórico, 1, 93, 106; lI, 5; Tres siglos de MI-
xico, IV, 288; Colección de documentos para la historia
de lag-uerra d~ independ~nt:ia, tomo V, págs. 361 y 370.

MANUEL G6MEZ MARiN.

Orador sagrado y poeta.

Nació en San Felipe del Obraje el 22 de Mayo de


1761, y murió, víctima del cólera, en México,el7 de Ju-
nio de 1850. Sus padres fueron D. Juan José Gómez y
Doña Rosalía Marín. En su larga vida hizo grandísimo
acopio de conocimientos, adiestró se en las disciplinas
clásicas y logró ser autoridad acatada entre sus con-
temporáneos. Hizo toda su carrera en el Seminario
Tridentino de México, hasta graduarse de doctor teó-
logo. Apenas obtuvo la borla, cuando ya se le llamó á
dar cátedras: enseñó teología durante veinte años,
abrió un curso de filosofía moderna, no sin escándalo
de los amigos de la tradición, y otro de física experi-
mental. En la Universidad llegó á dar, s~gún se cuen-
ta, casi todas las cátedras de teología y filosofía; ga-
nó allí el grado de maestro en artes y alcanzó la ju-
bilación y el decanato de la facultad de teología. En
el Colegio de Minería fué catedrá tico de lógica y vice
rector. Por el Arzobispado se le dió el cargo honora-
rio de examinador sinodal. Sus muchos quehaceres y
dignidades no le impidieron dar algunas clases particu-
lares de latín, pues Ha hábil en lenguas clásicas, se-
gún muestran algunas poesías latinas que compuso. La
congregación de San Felipe Neri lo recibió en su seno
el año de 1817: allí fué, más tarde, director de ejerci-
cios espirituales. En la fiesta solemne con que la Uni-
versidad celebró la ascención al trono de Carlos IV, al-
gunas de sus obras fueron premiadas. Y en la beatifi-
cación de Sebastián Valfré, pronunció, ante la Congre-
gación del Oratorio, un sermón que fué muy celebrado.
Se elogiaban mucho sus conocimientos en matemáti-
cas y física, no menos que su cultura de humanidades;
pero tampoco temió lanzarse á los géneros literarios
burlescos, y se ensayó en los epigramas. Fué, en fin,
hombre dotado de varios talentos, y aunque todo lo
emprendía con seriedad, en nada realizaba prodigios,
á pesar de cuanto en su elogio se ha escrito. Su')
contemporáneos le tuvieron en alta estimación, y los
literatos reunidos en la librería de D. Luis Aba-
diana y Valdés oían, con respeto, sus pláticas y sus
opiniones. D. Manuel Berganzo, en la biografía que
escribió de Gómez Marin, y que se halla en el Dicciona-
rio de Historia y de Geografía (México, 1853-56), desa-
fía, á cuantos asistieron á sus predicaciones, á que
digan si lo oyeron repetir una misma frase aun cuan-
do fueren semejantes los asuntos de cada tarde, y
lleva su desaforada admiración hasta decir que <su
capacidad .... no tenía más límites sino los que es-
tán puestos al hombre criado para distinguirlo del
infinitamente sabio que lo es por esencia Dios~.
Beristáin de Souza lamenta que su salud no Ilfl)'a
sido tan robusta ~omo sus talentos, cosa extraña, en
verdad, para dicha de un hombre que alcanzó los
ochenta .Y nueve años trabajando sin descanso. Beris-
805
táin enumera las siguientes obras publicadas por G6·
mez Marín:
Inscripciones latinas y Epii;ramas á la Estatua Ecues·
tre de Carlos IV, y Odus Castellanas al Marqués d~
Branciforte (I796).
Canto en Ocia l/as Reales y Oda Sáfico-Adónica en e/o·
gio de Carlos IV, premiados por la Universidad de
México. Ambas se encuentran entre las Obras de Elo·
cuencia y Po es {a premiadas por la Universidad en la
fiesta de la coronación de Carlos IV (México, imp. On·
ti veros, 179I).
Inscripción latina y Romance Endecasflabo descrtpti.
vo de la plaza mayor de México y del Pedestal de la Es·
tatua Ecuestre de bronce de Carlos IV, también pre-
miados. E 1 Romance se encuentra entre los Cantos de
las Musas Mexicanas, en la colocación de la estatua,
I8 0 4·
Inscripciones latinas y castellanas para la Pira que la
Real Cong-reg-ación de Oblatos de México erig-ió en e/
T emplo de la Santlsima Trinidad á la memoria fúnebre
de su fundador el Ilmo. y Exmo. Sr. Lizana.
El Currutaco por Alambique. Este poema satírico fué
impreso en México, I799, por Zúñiga y Ontiveros
(consta en la página 255 del catálogo de la 8~ división
de la Biblioteca Nacional). En la segunda hoja un tos·
co grabado representa la escena del poema: el curru-
taco surge de un perol infernal, en medio de llamas,
murciélagos y demonios que gesticulan y atizan el
fuego de las endiabladas calderas.
El presbítero D. Ramón Fernández del Rincón dice
del poema (lo cual dará idea del valor que le atribuye-
ron los contemporáneos): .... <su acre censura podrá
contribuir al exterminio de una moda, que, sobre
ridícula, es escandalosa, ofensiva de la modestia,
é indigna de la humanidad.~ El Dr. Fr. Ramón
Casaus y Torres opina de esa sátira que <podrá ser
útil á las costumbres y quizá reprimirá un exceso in·
806
decente, que afemina á los hombres, y dá motivo de
repetir, lamentándose con Horacio: Non his juventus
etc.:'
La elecci6n, en efecto, del tipo del currutaco, tan
de color y tan característico entonces, acusa un exce-
lente tino satírico y nos pinta á G6mez Marín, no
como un sabio escondido del mundo en las aulas y las
academias, sino en contacto perpetuo con su época y
su sociedad, espiando constantemente por las calles,
y aprisionando, en manifestaciones literarias, los sig-
nos del tiempo.
El poema se desarrolla de esta manera:

Cierta noche de invierno,


(Que también lo hay muy crudo en el Infierno),

le ocurre á un diablo matrero y más endiablado que


los otros mezclar, en un inmundo vaso, todos los vi-
cios y malas mañas de los hombres:

Blasfemias, maldiciones,
perjurios, ignominias y traiciones,
quintales de ignorancia,
de vanidad, de orgullo y de arrogancia;
mentiras. embriagueces,
sátiras, bufonadas y sandeces;
embustes, falsedades,
sofismas, chismes, infidelidades,
desvergüenzas, dicterios,
bestialidades, raptos, adulterios,
con otras mil porciones
que agregaron de balde los mirones
como bravatas, riñas,
incestos, sacrilegios y rapiñas.

Pero cuando empieza la disputa es cuando uno de


807
los diablos. tras de tocarse los cuernos, ceremonia
infernal que equivalía al saludo, repara en que aún
no han dado con el caldo para la fritura. Y aquí co-
mienzan á dar opinión los condenados; y aquí revela
el autor de la sátira su buen hábito en hacerlas, por-
que sabe mostrar un conjunto cómico y, en vez de
preocuparse con la idea principal, dejando, por lo
mismo, escueto el poema, va de paso desarrollando
aspectos y situaciones con cierta riqueza. La figura
del catador, quien se presenta con

la capilla terciada
y un ala del sombrero levantada,

y declara que el caldo mejor es el aguardiente, está


dibujada con rasgos rápidos y precisos. Otro, des-
pués, hace el elogio neg-ativo del ching-uirito y el as-
pirrilJque, bebidas nacionales, fundándose en que na-
da hay de peor gusto y de más áspero tragar. Resue-
nan á poco las bóvedas de los infiernos con tantos
gritos y disputas, hasta que viene á provocar la risa
de todos un indio que se declara por el maguey y em-
prende su elogio, no sin deshacerse en zalemas y ce-
remonias con los presentes. Pero indígnanse, enton-
ces, ingleses, escitas, árabes, dinamarqueses y los
demás nacionales de todos los países del mundo, y
sólo se acuerdan cuando un francés, con manifiesto
equívoco, de esos que nunca han escaseado en tales
géneros de literatura, propone usar la me;'or cerveza.
Decídense por ella, y, después de mucho soplar los
hornos y al cabo de muchos días de sudores, en me-
dio de una hediondez verdaderamente infernal, surge,
como producto de aquella química iel currutaco! Que
es un muñequillo hermafrodita ataviado con las si-
guientes prendas:
808
Su mujeril peinado,
pendiente una 'balcarra en cada lado,
y un zarcillo 6 arete,
era el adorno de este mozalvete.
De una ~asa muy fina,
6 tal vez de floreada muselina,
un rollo inmenso hacía
en donde hasta la boca se metía.
Era escaso el chaleco,
porque tenía el prurito este muñeco
en que el calz6n subiera
casi hasta dondE: acaba la chorrera:
si es que tenía calzones,
que en esto hubo diversas opiniones,
Los primeros que vieron
á este malvado bicho, presumieron
que los tendría pintados,
y así lo parecían por lo ajustados.

y aquí aumen ta el tono de la sátira cierto microsco-


pismo descriptivo con que el autor averigua que sí lIe-
vaha calzones, aunque ajustadísimos:

A la corva se aplica
una charreterita, y esto indica
que sus calzones tiene;
porque, si n6, la hebilla ¿ á qué fin viene?

Y, naturalmente, según la traza y costumbre inmor ..


talizada por el tacaño de Quevedo, debajo de las faldas
de la saca, el trasero del monigotillo andaba descu ..
bierto por ahorro de tela. Y termina la sátira con un
desabrido serm6n contra el currutaco y su diab6lico
creador que, con ser lo que aparentemente iba á ocu ..
par más trecho en el poema, es lo que menos ocupa.
Porque cualquiera esperaría que se concediera allí más
parte á la burla del currutaco que á la descripci6n de
809

la escena imaginada, mas lo contrario es lo que suce-


de, y la burla, indirectamente, se consigue con la des--
cripción.
Afean el poema malas construcciones y versos du·-
ros:

De un increíble vigor y fortaleza . ...


• Pásmese todo el mundo al oír el caso ... .
y los países recorre del gran mundo ... .

D. Francisco Pimentel, en su Historia crftica de la


poesla en J/.ll:cico, dice que Gómez Marín dejó, ade-
más, «un libro de Meditaciones muy apreciado de los
devotos.:!> D. Manuel Berganzo habla también de va-
rios opúsculos relativos á cuestiones eclesiásticas.
CONSULTAR: Beristáin; biografía por M. B. (Manuel '
Berganzo), Diccionario mexicano de I853-56; Sosa; -
Pimentel, Historia de la poesla en México, cap. X r y
Novelistas y oradores mexicanos, cap. IX.

FRA Y JUAN GONZÁLEZ.

Orador sagrado.

Fraile de la Orden de Predicadores; examinador si-


nodal del Arzobispado de México y del Obispado de '
Yucatán; regente de estudios en el Convento de Santo ·
Domingo de esta capital, catedrático de la U ni versi-
dad, y calificador del Santo Oficio.
Pimentel habla con elogio de tres sermones suyos ·
impresos en México el año I8I6, sobre la Virgen de ·
810

'Covadonga, San Francisco de Asís y Santa Inés, y ci-


-ta trozos del último.
CONSULTAR: Pimentel, N(welistas y Oradores Mexi-
,.canos, cap. IX.


MANUEL IGNACIO GONZALEZ DEL
CAMPILLO

Escritor reHgioso.

El IlImo. y Excmo. Sr. D. Manuel Ignacio González


.del Campillo, Obispo de Puebla desde 1802 y que fué
por entonces el único Obispo de Nueva España que
hubiese nacido en América (nació en Veta Grande, de
.Zacatecas, hacia 1740, según Beristáin, y según Ala-
mán, en Puebla, y murió en Marzo de 1813), se en-
cuentra incluído en la Biblioteca Hispano-Americana
,Septentrional, donde se habla de sus muchos opúsculos
jurídicos no compilados, y se cita, como lo único publi-
-cado, sus cartas pastorales, edictos, manifiestos y ex-
hortaciones, entre los cuales sólo mencionaremos, por
su especial interés, los siguientes:
-Carta Pastoral publicada para extender y propag-ar
la Vacuna entre sus Diocesanos.
-Edicto publICado con el fin de abolir el culto supen-
.Jicioso de la Cruz de Huaquechula.
-Edicto Pastoral publicado contra los que escribían, fi-
./aban y extendían pasquines sediciosos (¡8IO); y otro pro-
hibiendo la lectura del Ilustrador American9(1812.) Hay,
además, varios escritos suyos sobre los sucesos de Es-
paña de 1808 y otros posteriores sobre la revolución
.de independencia de México. Alamán pondera su fide-
8II
lidad á la causa de los españoles, á la cual trató de
convertir á Rayón y á Morelos.
CONSULTAR: Beristáin; Alamán, Historia de Méxi-
co, J, 71; III, 381; Bustamante, Tres siglos de México
111, 213, Y Cuadro hIstórico, J, 62.

MARIA JOSEFA GONZALEZ DE COSIO


Poetisa.

Figura en la Colección de poesías en honor de Fer-


nando VII (número 34, 1808) con unos curiosos ver-
sos (reproducidos por D. José María Vigil en la anto-
logía de Poetisas mexicanas, México, 1893) que llevan
este epígrafe: «La americana Doña María Josefa Gon-
zález de Cosía, natural de esta ciudad de México, es-
timulada del amor que profesa á su sagrada Religión
Católica, á su soberano el Señor Don Fernando VII
(q. D. g .), y á su patria, escribe al Ministro de Re-
laciones de París el siguiente romance.~
La composición es larga é incorrecta, pero fácil y
á ratos ingeniosa:

Al punto que aquí llegaron,


Monsieur, las cartas y pliegos
en que vuestro Emperador
pretende que, con respeto
á la abdicación que en él
nuestros monarcas hicieron
de la española corona
y del mexicano imperio,
bajo ciertas condiciones
y pactos que precedieron,
812

á losé de Bonaparte
reconozcamos por dueño~
cansándonos la atención
con el decantado acento
de que seríamos felices
y no perdería momento
de que se verificasen
aquellos vastos proyectos
que tenía premeditados
y serían nuestro remedio:
al punto,-vuelvo á decir,-
que á nuestras manos vinieron
los citados papeluchos,
que sin duda alguna fueron
parto de un descabellado,
desconcertado talento,
cuando mis leales paisanos,
al instante que los vieron,
los que no hicieron pedazos
en el fuego consumieron,
y también lo mismo harían
con los viles mensajeros,
castigando de este modo
tan crecido atrevimiento,
á no ser porque en la América.
hay tan generosos pechos,
que perdonan los agravios,
como Cristo Señor Nuestro
nos previene en el decálogo
de sus santos mandamientos ....

.. .. Ni queremos otro rey


que el que nos ha dado el cielo
en nuestro amado Fernando,
único señor y dueño
de la indiana monarquía
y de su hermoso terreno,
813

que es la mayor y más noble


parte que en el universo
cobija el celeste globo
y ve el sol desde su asiento ....

¿Quién es, Monsieur, vuestro príncipe?


Mirad si le conocemos
·e n esta corta pintura
que relataros intento ....
N acido de entre las heces
<le lo más ruin de su pueblo;
un aborto del abismo;
un demonio del infierno;
caudillo de las langostas
hambrientas que del Averno
el Evangelista vi6
en enjambres ir saliendo
con coronas de oro falso ....
Un tirano
devorador de su reino,
enemigo capital
de los estados ajenos,
el asolador del mundo,
-el usurpador violento,
el pérfido más insigne,
el hombre más fraudulento,
el sanguinario más cruel,
que vive siempre sediento
<le beber el coral rojo
,de nuestros humanos pechos ....
JOSE SIXTO GONZALEZ DE LA VEGA.

Escritor político.

Beristáin sólo nos dice que publicó México llorosa


y Mlxico risueña (México, imprenta. de Rangel, 17S7)
y una Exhortación á los mexicanos contra la revolu-
ción de independencia (México, imprenta de Ontive-
ros, ISI I).

LUIS GONZALEZ ZARATE.



POeta.

Nacido en México. Parece haber publicado poca co-


sa, pero gozó fama de poeta satírico entre sus amigos,.
quienes llegaron á llamarle el Marcial americano. Be-
ristáin decía poseer un cuaderno con cien epigramas
suyos, y cita uno de ellos, A un mal predz'cador:

En predicando, el Prior
va por la calle arropado;
aunque lo que ha predicado
no le costó su sudor.

Si así mi musa le topa,


decirle he que es bien notorio
que él hace al auditorio
sudar más, y no se arropa.
815

Pimentel hizo notar que este epigrama es de Gón-


gora, y que al ser atribuido á González Zárate sufrió-
algunas variantes.
CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, Historia de la poe-
sta en México, cap. X.

JOSE MIGUEL GORDOA y BARRIOS


Orador político.

De este distinguido personaje eclesiástico y político"


no hay sino pocos datos biográficos. Sabemos que na-
ció en el Real de Alamos, pero no en qué fecha. Fué'·
alumno del Colegio de San Ildefonso, en México; se
ordenó presbítero, se graduó de doctor teólogo en la
Universidad de Guadalajara; en la misma ciudad fué:
catedrático y después rector del Seminario Tridenti-
no, canónigo magistral, vicario capitular y goberna-
dor de la diócesis.
Electo diputado á Cortes, por Zacatecas, en 1810, se ·
embarcó para España en seguida, é hizo fig ura dis-
tinguida en aquel famoso Congreso. El Conde de To-
reno, al referirse á él y al costarricense Castillo, en-
tre los diputados americanos, los llama «á cual más
digno~. Alamán se expresa con más encomio aún: ·
<Gordoa, cuyo carácter veraz y alma inocente y sin-
cera se pintaban en una fisonomía dulce y verdadera-
mente angelical .... Representante de una provincia
minera, solicitó con empeño los adelantos de las mi-
nas y, en una memoria que presentó, demostró, con
convincentes razones, las ventajas que sacaría la Real
Hacienda con la baja ó exención absoluta de todos los ·
útiles é ingredientes que emplea la minería, que se-
rían ampliamente compensados con los que causaría
el aumento de la extracción de plata y oro.~ Puntos
816

-importantes en cuyo debate terció fueron, además de


:la protección á la industria minera, los derechos de
las colonias, los títulos de ciudadanía, y la legalidad
<le la prisión de Miranda y otros insurgentes venezo-
lanos, en contra de los cuales votaron las Cortes. Co-
mo último presidente de ellas, le tocó cerrar el perío-
do de sesiones extraordinarias, y en el acto de clau-
~ura, el 14 de Septiembre de 1813, pronunció un di s-
-curso aplaudidísimo, según el ya citado Conde de
Toreno. Continuó figurando en las Cortes ordinarias,
hasta su disolución por Fernando VII, en Mayo de
1814. Según el Dr. Osores, la disolución de las Cor-
-tes dió motivo de que Gordoa pronunciara <un dis-
,curso tan enérgico y tan justificado por los derechos
de la nación, que, aplaudido en ambas Españas, im-
pre50 ha corrido en ellas.> Como ningún historiador
-confirma la aserción de Osores, no sabemos si éste
tomó el discurso de clausura de las Cortes extraordi-
narias por discurso de protesta contra la supresión de
las ordinarias. Sólo sabemos que estuvo preso como
"liberal.
Sin embargo, regresó á México, con cruz de la Orden
de Carlos III, y designado por Fernando VII para una
-canongía de la Catedral de Guadalajara. De ella pa-
rece haber gozado mucho tiempo. Según el Dr. Oso-
<ces, al volver de España vivió sumido en grande aba-
timiento de ánimo y se colige que dejó de figurar en
política.
Triunfante la República, fué diputado por Zacate-
..cas en el Congreso Constituyente de México en 1824.
En 1831, propuesto entre nueve sacerdotes para
la dignidad de obispo de Guadalajara, fué designado
,para el puesto por el Papa Gregorio XVI, y se le con-
sagró el 7 de Agosto de 1831. En su diócesis murió, el
año de 1836, y le sucedió Fr. Diego Aranda. Un retra-
to suyo, de gran "tamaño, al óleo, existe en la Escuela
.Preparatoria; perteneció al Colegio de San Ildefonso.
817
El interesante discurso de Gordoa sobre el artículo
22 de la Constitución de Cádiz (por el cual quedaban
excluídos de la ciudadanía española, salvo mereci-
mientos especiales, «los españoles que por cualquiera
línea son habidos y reputados por originarios de Afri-
ca» ha sido reimpreso en la Calerla de oradores de
México en el siglo XIX, de Castillo Negrete. El dis-
curso de clausura de las Cortes extraordinari as tiene
pasajes de verdadera elocuencia. Va á continuación el
comienzo:
«Entre las aclamaciones del pueblo más generoso
de la tierra se instalaron estas Cortes generales y ex-
traordinarias, y ahora vienen de dar gracias á Dios
autor y legislador supremo de la sociedad, porque les
ha concedido llegar al término de sus trabajos, des-
pués de haber puesto las piedras angulare!' del sun-
tuoso edificio, que ya se levanta, de la prosperidad y
gloria del imperio español. Sumida en un sueño ver-
gonzoso. hundida en el polvo del abatimiento, destro-
zada, vendida por los ingratos, despreciada, insultada
por los ajenos, rotos todos los nervios de su fuerza,
rasgada la vestidura real, humilde y humillada y es-
clava yacía la señora de cien provincias, la reina que
dió leyes á dos mundos.
«¿Qué fué de sus primeras instituciones? ¿qué de
sus leyes que contenían mejorada la sabiduría de toda
la antigüedad, y que sirvieron de ejemplar á los códi-
gos de las naciones modernas? ¿qué de sus antiguas
libertades y fueros? ¿qué de su valor, de su constan-
cia y de la severidad de sus virtudes?... El mismo
peso de su grandeza, el poder de reyes soberbios que
lentamente iba extendiendo sus límites, la ambición de
los poderosos, la corrupción de costumbres, hija de la
riqueza, la peste de los privados: todo contribuyó al
01 vido y menosprecio de las leyes y á la disolución
moral del Estado. Entonces los reyes mal aconsejados
todo 10 emprendieron; no encontraron pueblos que les
818
resistieran; las quejas se calificaban de crímenes de
Estado, en nuestros mismos días, á nuestroc; mismos
ojos, una mano sacrílega os6 tocar y rasgar el sagrado
dep6sito de la alianza de los pueblos con el príncipe.
En esta deplorable situaci6n solamente los adormidos
en las cadenas no veían los males que tan de cerca
nos amenazaban: mas para aquellos en quienes aun no
estaba extinguido el noble orgullo español, para los
que, impacientes del yugo, años atrás lloraban en se-
creto la suerte de la patria y veían que un tirano feliz
babía sustituido al derecho de gentes el derecho de
la espada, la desoladora irrupci6n de nuestros pérfidos
vecinos fué un acontecimiento inevitable por su fuer-
za y por nuestra debilidad, por su exaltaci6n y por
nuestro abatimiento. Clamaron los pueblos oprimidos
por la fuerza extranjera y por el despotismo domésti-
co, clamaron á un tiempo por libertad y por leyes. To-
rrentes de sangre corrían por todas partes, y los per-
juros adelantaban sus conquistas; efímeros gobiernos
se sucedían unos á otros, y no mejoraba la condici6n
de los pueblos. La común miseria reuni6 entonces los
ánimos, todos los votos en uno, y este voto general
fué por las Cortes. Las Cortes, pues, se presentaron
como la única áncora que podía salvar la nave del Es-
tado en medio de tan horrible tormenta: se instalan al
fin en la época más desgraciada, pero, bajo los auspi-
cios de la Providencia divina, tienen, al cesar, sí, tie-
nen la íntima y dulce satisfacci6n de haber dado á los
pueblos lo que les pidieron con tanta ansia= leyes y
libertad.
«Para llegar á ese fin, las Cortes encontraron y ven-
cieron obstáculos de todo género, insuperables á cual-
quiera que hubiese tenido deseos menos ardientes del
bien, menos amor á la patria~ menos firmeza para re-
sistir á sus enemigos y menos constancia en las adver-
sidades. El tirano del continente todo lo tenía subyu-
gado entonces, todo servía á su ambici6n, todo se
81 9

humillaba ante él; todo menos la virtuosa y constante


nación española. El emperador de las Rusias, ó tran-
quilo en el conocimiento de su poder ó engañada su
alma noble y candorosa con las aparentes ventajas de
la. neutralidad, ó, lo que es más de creer, no bien in-
formado de los extraordinarios acaecimientos de la
Península, nada hacía por la independencia general,
ni por su propia independencia amenazada. La Aus-
tria, forzada tal vez por la necesidad, acababa de for-
mar poco antes, con el bárbaro que la había invadido
y dividido á su placer, esa alianza tan fatal para el gé-
nero humano. el cual le demandaba y le demanda con
más ardor, en la crisis presente, se apresure á coope-
rar á la obra de la libertad común en que trabajan de
consuno naciones poderosas, y á revestirse ella mis-
ma de su antigua grandeza y dignidad, rompiendo de
una vez los lazos que tan sin ventaja ni honor suyo
estrechaba cada día. La Suecia y la Prusia casi ni
aun muestras daban de existir políticamente; y en ge-
neral, el influjo maléfico del que domina á los france-
para su oprobio y su desgracia, tenía aletargados á los
príncipes de Europa, ó en la servidumbre ó en la más
ominosa indolencia. El rey de N ápoles y Sicilia era,
como es hoy, nuestro aliado y amigo; pero, despojado
de gran parte de sus pueblos y precisado á invertir to-
dos sus recursos en conservar la tranquilidad interior
y exterior de sus estados, no podía prestarnos auxilios
que él mismo necesitaba. Nuestro amigo el de Portugal,
envuelto en la misma lucha, veía depender su suerte
de la nuestra; mas no se hallaba en posibilidad de aten-
der á otra cosa que á la defensa de su propio suelo.
La magnánima Inglaterra seguía en la eficaz y gene-
rosa cooperación que nos prestaba desde los principios
de la contienda; pero no bastó á impedir ni detener el
torrente que lo asoló todo hasta las puertas de Cádiz.
¿y quién será el que pueda descubrir sin indignación
y sin lágrimas la situación de la patria á fines del año
820

de 18IO? Esta nación huérfana, desarmada v menes-


terosa no contó al emprender la guerra con otro apoyo
que con el Dios protector de la inocencia oprimida, y
con su propio valor; mas la Providencia tiene sus ar-
canos y los hombres no pueden apresurar los tiempos
escritos en el libro de los consejos eternos.
c:Repetídose ha muchas veces y todo buen español
debe gloriarse de repetirlo. Nosotros entramos en la
lid sin ninguno de los recursos necesarios para soste·
nerla, y admiraron los primeros frutos de nuestro he-
roico levantamiento. Pero un desorden general, consi-
guiente á la general y repentina mutación de cosas, se
extendió á todos los ramos de la administración; se
malgastaron los tesoros que en larga mano derramó la
América; crecieron las necesidades; y la llama del en-
tusiasmo primero, ó por falta de pábulo ó siguiendo
la suerte de las grandes pasiones, pareció entibiarse y
debilitarse, y las fuerzas que al principio nos dió la
indignación debilitáronse también. Las desgracias se
sucedían; crecía el orgullo de los vándalos, y, á pesar
de los últimos esfuerzos de los pueblos libres y del ca-
lor que procuraban inspirar los patriotas con sus pa-
labras y con su ejemplo, la Península gemía casi toda
en la opresión, y no presentaba otro punto de seguri-
dad que la fiel y opulenta Cádiz, cuyo decidido amor,
respeto y adhesión al Congreso nacional y á sus deci-
siones la harán por siempre acreedora á la gratitud de
los representantes de la nación, y de la nación misma.
¿ Mas por qué ocultaremos ya que tampoco fué en aque-
lla época un asilo seguro este recinto de donde había
de salir, como en otro tiempo de los montes asturia-
nos, la libertad de España?
<Entonces las Cortes presentaron el espectáculo más
grandioso que ha visto la tierra, de congregarse enme-
dio de tantos peligros á salvar la patria, cuando casi
ya no había más patria que el terreno donde se junta-
I"on. ¡Oh día para siempre memorable, 24 de Septiem-
821

bre! Tú y el otro primero de nuestra revoluci6n bas-


táis s610 para hacer inmortales nuestros fastos; y
nuestros últimos nietos leerán con igual admiraci6n y
gratitud las sangrientas hazañas del 2 de Mayo y las
pacíficas sesiones primeras del Congreso. En el uno
sacudimos el yugo extranjero; en el otro el yugo do-
méstico: en el uno escribimos con sangre el voto de
vengarnos ó morir, y ya esa sangre fecunda de los
primeros mártires produjo los valientes, que, ceñidos
al principio con los laureles andaluces, acaban de coro-
narse de otros inmarcesibles en las faldas del Pirineo, en
las márgenes del Bidasoa; en el otro se escribieron las
leyes que nos han reintegrado en los derechos que nos
convenían como á hombres libres y como á españoles.
«Levantar la naci6n de la esclavitud á la soheranía;
distinguir, dividir los poderes antes mezclados y con-
fundidos; reconocer solemne y cordialmente á la reli-
gión católica, apostólica, romana, por única verdadera
y única del estado; conservar á los reyes toda su dig-
nidad, concediéndoles un poder sin límites para hacer
el bien; dar á la escritura toda la natural libertad que
deben tener los dones celestiales del pensamiento y la
palabra; abolir los antiguos restos góticos del régimen
feudal; nivelar los derechos y obligaciones de los es-
pañoles de ambos mundos, éstos fueron los primeros
pasos que dieron las Cortes en su ardua y gloriosa ca-
rrera, y esas fueron las sólidas bases sobre que levan-
taron después el edificio de la Constitución, el alcázar
de la lihertad. iOh Constitución! ¡Oh dulce nombre
de 1j bertad! ¡Oh grandeza del pueblo español!
«(Después que las Cortes nos habían proporcionado
tantos bienes, aún no estaba satisfecha su sed insacia-
ble de hacer bien. Dieron nueva y más conveniente
forma á los tribunales de justicia; arreglaron el gohier-
no económico de las provi ncias; procuraron se formase
una Consti tución militar y un plan de educaci6n é ins-
trucción verdaderamente nacional de la juventud: or-
ganizaron el laberinto de la hacienda; simplificaron el
sistema de contribuciones; y, lo que no puede ni podrá
nunca oírse sin admiración, en la época de mayor po-
breza y estrechez sostuvieron ó más bien han creado
la fe pública. Finalmente, no contentas con haber ro-
to las cadenas de los hombres y de haberlos librado de
servidumbre y de injustos y mal calculados pechos y
tributos, extendieron su libertad á los animales, á los
montes y á las plantas, derogando ordenanzas y regla-
mentos contrarios al derecho de propiedad y al mismo
fin que se proponían; y ya á su debido tiempo cogerán
opimos frutos de tan beneficiosas providencias la agri-
cultura, la industria, las artes, el comercio y la nave-
gación. Permítaseme qUA al referir tan memorables
beneficios me olvide de que soy un diputado en quien
reflecte parte de esa gloria: sólo me acuerdo en este
instante de que soy un ciudadano, que en cualquier
estado y condición, en cualquier ángulo de la monar-
quía, á la sombra de estas leyes, seré libre y feliz, y
veré libres y felices á mis conciudadanos .... 1)
(Gazeta del Gobierno de MéxictJ, 22 Febrero 1814.)
CONSULTAR: Osares; Emilio del Castillo Negrete,
Galerla de oradores, caps. V y VI; Diccionario histó-
rico de Leduc, Lara Pardo y Roumagnac; Alamán,
Historia de México, I, apéndice, doc. 15; III, 60, 101,
102; IV, 1'26, 141; Joaquín Lorenzo Villanueva, Vida
literaria, Londres, 1825, II, 105, 159, 165 á 169; Con-
de de Toreno, Historia del levantamiento . ... , ed. Ri-
vadeneyra, págs. 304 y 485.

MANUEL MARíA GORRIÑO


y ARDUENGO.

Nacido en San Luis Potosí en 1767: estudió allí;


luego en el colegio de San Francisco de Sales, de
823
San Miguel el Grande (Guanajuato), dirigido enton-
ces por el insigne P. Gamarra, y por último en Méxi-
co, en los Colegios de San I1defonso y de Santa María
de Todos Santos. En Guadalajara se graduó de doc-
tor en teología por la Universidad y se ordenó presbí-
tero. Fué rector del Colegio de Guadalupe en San
Luis Potosí hasta 1828, y nuevamente, por breves
día~. en 1831. Según Beristáin, fué también rector,
en México, del citado Colegio de Todos Santos. Su
papel, en política se redujo á ser electo diputado á las
Cortes de España, poco antes de la supresión decre-
tada por Fernando VII, razón por la cual no empren-
dió el viaje, y ocupar, bajo la República, el puesto de
diputado en el Congreso Constituyente del Estado de
San Luis Potosí. En su ciudad natal murió el 30 de
Agosto de 1831. Public9, según Beristáin, un Sermón
de la cátedra de San Pedro de Antioquía (México, im-
prenta de Ontiveros, 1794), una traducción de Los
Sepulcros, obra de Hervey (México, imprenta de Onti-
veros, 1802). Estas últimas llevan el anagrama Román
Leñog-uri. Beristáin agrega que Gorriño tenía escritas
otras obras.
En el DIario de México publicó (30 de Junio á 24 de
Agosto de 1808) Los paseos, de Hervey, segunda par-
te de Los sepulcros.
CONSULTA: Beristáin; Osores.

FR. JOSÉ VENTURA GUAREÑA.


Orador sagrado.

Nació en Acaponeta (perteneciente hoy al Territorio


de Tepic) por los años de 1765; en 1783 se hizo fran-
ciscano, y fué lector de filosofía y teología en la pro-
vincia de Jalisco; en 1803 se hizo eclesiástico secular.
Según Beristáin, publicó un sermón sobre La ma-
yor gloria y fdicidad de Cantabria bajo la protección
de la Virgen de Aranzazú (Guadalajara, 1797) Y cola-
boró en diversos periódicos.
CONSULTAR: Beristáin.

JUAN JOSE DE GÜIDO.


Poeta.

El capitán Juan José de Güido, guarda-almacenes


del Real Cuerpo de Artillería en Veracruz, versificaba
á troche y moche. Vivía deslumbrado por los poetas
de México, y les dedicaba constantemente poesías.
Fué miembro de la Arcadia de México, con el nombre
de Guindo. Murió el año de 1810 (así lo indican unos
versos de Juan María Lacunza sobre la Arcadia, Dia-
rio de JJ1"éxico, 19 de Febrero de I8I1).
En el Diario escribió con frecuencia Güido, firmán-
dose Guindo, El Vera,,'ruzano j J. J. G. Cantó á los
siete pecados capitales, y á otros muchos. Es uno de
los más prosaicos versificadores del Dtario: su pro '! aÍs-
mo es verdaderamente militar.
U na de sus pocas composiciones aceptables es el
siguiente soneto, en el estilo costumbrista usado en-
tonces:

Cinco meses le debo á mi barbero ....


El sastre, sí, me suele dar cuidado,
porque , sien~o francés atolondrado,
no respeta que soy un caballero.

Es un pobre ital iano el cocinero,


que sufre si le trato con agrado . ...
Mas aquel andaluz tan mal criado
me ha cobrado seis veces el sombrero!

La luneta _... La casa .... El codicioso


catalán, que reclama su brillante ....
El gallego del traje ¡qué roñoso!

¿ y qué tengo de hacer en este instante


para evitar un lance vergonzoso?
No apurarme, y salir muy petulante.
(Diario, 28 de Junio de 1807) .-

MANUEL GUTIÉRREZ HUESCA.


Escritor religioso.

Nacido en la Diócesis de Puebla; fué recogido y'


educado por los jesuitas; se graduó de bachiller de teo-
logía; y después lo protegió el Obispo Fuero, y le dió
un curato; pasó á México, donde murió en 1810. Se-
gún Beristáin, dejó manuscritos y publicó una Noz/ena-
á la Virgen de Guadalupe (México, 1794); L a belleza.
en las jJiezas de esjJlri/u (¿ de esjJrit?), versión del fran-
cés (México, 1802), un Devocionario á la Virgen del-
Pilar de Zaragoza (México, 1809). Fué premiado por
la Universidad de México, en 1790, un epigrama suyo,_
latino, en elogio de Carlos IV; en los Can/I}S de las mu-
sas mex icanas (1804), en elogio, así mismo, de Carlos-
IV, figura con una inscripción y dos epigramas en la ...
tín, y unas octavas castellanas.
CONSULTAR: Beristáin.
MARíA JOSEFA GUZMAN.
Poetisa.

Entró al certamen abierto por Beristáin para la inau-


'.guración de la estatua de Carlos IV; las octavas que
·.escri bió figuran en los Cantos de las musas mexicanas
(1804) y fueron reproducidas en la antología de Poe-
.Iisas mexicanas formada por D. José María Vigil. Na-
da más se conoce de ella.

JOSÉ IGNACIO HEREDIA.


Orador sagrado.

Nacido en México, en 1779, murió en 2 Mayo de


.1809. Fué sucesivamente alumno de oposición del
Seminario Tridentino, catedrático, allí mismo, de la-
tinidad, filosofía y retórica, Doctor teólogo por la
U niversidad, párroco y juez eclesiástico interino de
Metepec (San Felipe el Grande), de Otzolotepec, de
'Ozumba y de Santa María de la Peña de Francia, y
propietario en San Miguel Quautlinchán, del Arzo-
.bispado de México, desde 1808 hasta su muerte. Pu-
blicó, según Beristáin:
-Paneg-írico del Apostol Santiag-o , predicado á la
.Real Congreg-ación de Galleg-os de México. México, 1802.
-Paneg'Írico de Nuestra. Señora de Guadalupe en la
.Fiesta principal de su Santuario y Coleg-iata. México,
imprenta J áuregui, 1803.
-Resumen /zistórico de las diferentes Naciones que
'poblaron la Nuezla España.
-Paneg-Irico de Sto. Tomás de Aquino, en la fiesta
que le hau la Real Universidad de México. México,
Imp. J áuregui, 1805.
- -Paneglrico de Nuestra Señora de Covadonga, pre-
dicado á la Real Congregación de asturianos de Méxi-
co. México, imprenta Ontiveros, 1807.
-Elogio fúnebre de los Soldados Españoles muertos
en la heroica defensa de Montevideo y Buenos Aires. Mé-
xico, Imp. Arizpe, 180g.-Sermón predicado el 5 de Ju-
lio de 1807, según el Diario de Mexico del día 10.
Dejó fama de orador elocuente, según Beristáin.
CONSULTAR: Beristáin.

JOSÉ MANUEL DE HERRERA.


Escritor político y religioso.

No existe ninguna biografía del Dr. D. José Ma-


nuel Herrera, ni en las obras de historia se encuen-
tran datos sobre él anteriores á la guerra de indepen-
dencia.
A fines de 181l, era el Dr. Herrera cura de Hua-
mostitlán y capellán de las tropas realistas que man-
dab.l D. Mateo Musitu en Chautla. Atacada esta plaza
por Morelos y presos sus defensores, Herrera se unió
á los insurgentes y fué nombrado vicario castrense. Pre-
dicó en la Catedral de Oaxaca en Diciembre de 1812,
en la solemne función de iglesia que mandó celebrar
Morelos en acción de gracias por la toma de la ciudad,
y el mismo Morelos le encomendó la fundación y di-
rección del periódico el Correo Americano del Sur, que
luego dejó á cargo de Bustamante. Electo diputado
al Congreso de Chilpancingo, por la provincia de
Tecpam, formó parte de la Comisión encargada de
redactar la Constitución de Apatzingan, y fué presi-
dente de aquel cuerpo. El 16 de Julio de 1815 marchó
á los Estados Unidos como plenipotenciario para tra-
tar con el gobierno de \Vashington y remitir armas y
municiones; pero no pasó de Nueva Orleans, y regre-
só al año siguiente con algunos elementos de guerra~
Solicitó y obtuvo, en Diciembre de 1816, el indulto;
poco después, el Obispo de Puebla, D. Antonio Joa-
quín Pérez, le nombró catedrático de filosofía en el Co-
legio Carolino de Puebla. Allí permaneció hasta la in-
dependencia. Después de consumada ésta, Iturbide le
nombró ministro de Relaciones, cargo que desempeñó
hasta 1823. Publicó dos Memorias de su ministerio
(1822 y 1823).
En 1825, hallándose escondido en Guadalajara, fué
preso como culpable de arbitrariedades cometidas en
el gobierno de lturbide; con tal motivo, publicó varias
Indicaciones dirigidas á sus compatriotas, defendiendo
su conducta, y contestando en algunas de ellas á Car-
los María de Bustamante. Los folletos relati vos á esta
cuestión existen en la Biblioteca Nacional (pág. 318
del catálogo de la Novena división). En 1827 vivía
aún, en Tepozotlán.
CONSULTAR: Alamán, Historia de Méx ico, II, 430;
III, 327, 556; IV, 33, 171, 394, 491, 537; V, 656;
Bustamante, Tres siglos de México, III, 382, IV, II9,
210; Cuadro histórico, II, 24, 221, 384.

VICENTE HERRERA.
Poeta.

El Lic. Vicente Herrera, pariente quizás de su ho-


mónimo el Marqués de Herrera, colaboró en el Diario
de México, bajo el anagrama de A'l'ele Nherreric. Pu-
blicó principalmente fábulas, en 1806 y 1807.
JOSÉ MARíA ITURRALDE.
Poeta.

Licenciado en ambos derechos, y catedrático de


.ellos en el Colegio de San ] uan de Letrán. En 1820
public6 en folleto (México, imprenta de Arizpe) la
mediana Silva que pronunci6 en la distribuci6n de
premios del Colegio mercionado: dos años antes pu-
blic6 en El Noticioso General (19 de Octubre de 1818)
.una poesía leída en idéntico acto.

MANUEL ITURRIAGA y AL ZAGA.


Escritor religioso.

Nacido en Querétaro; {ué alumno del Colegio de San


Javier, en su ciudad natal, y del de San Ildefonso, en
México, desde 1762; se gradu6 de Doctor en Cánones
por la Universidad; {ué abogado, y luego presbítero;
rector y reorganizador del Seminario de San] avier en
Querétaro, promotor fiscal del Obispado de Michoa-
cán, cura del Rinc6n (de la misma di6cesis), y por fin
can6nigo doctoral, provisor y vicario general en Va-
lladolid (hoy Morelia). Pas6 sus últimos años en Mé-
xico, en el Oratorio de San Felipe Neri. Muri6 en Que-
rétaro en 1810.
Publir.6, según Beristáin, El alma en soledad, tra-
.ducci6n de la obra del jesuita Bagnati (Madrid, 1796,
dos tomos); Devocionario á San] osé (Madrid) y Di-
,srrtacion es ó academias filosóficas (México); y dej6 ma-
nuscritos Apuntes sobre la secta de los iluminados, un
;tratado de álgebra, uno de aritmética y álgebra para
principiantes, Constituciones para el beaterio de los
Carmelitas de Querétaro, Instrucción sobre la cría de
gusanos de seda (remitida al Virrey Conde de Revi-
llagigedo) é Instrucciones sobre tributos, agricultura
é industria, hechas á nombre del Ayuntamiento de
Querétaro para su Diputado á Cortes (D. Mariano
Mendiola) .
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

MANUEL MARIANO ITURRIAGA.

Este fecundo jesuíta naci6 en Puebla el 24 de Di-


ciembre de 1728; entr6 de novicio al Convento jesuí-
tico de Tepozotlán, en Marzo de 1744, habiendo sido
antes alumno del Colegio Palafoxiano de su ciudad
natal; profes6 en Agosto de 1763; fué catedrático de
filosofía y de ret6rica en Guatemala y de teología en
el Colegio poblano de San Ildefonso; y march6 á Ita-
lia en 1767, al ser expulsados los jesuítas. Durante la
travesía se dice que convirti6 al catolicismo al mari-
no sueco Lorenzo Ignacio Thiulen, luterano entonces
y más tarde jesuíta ilustrado y activo. En Italia fué
muy estimado, y sé le nombr6 te610go consultor del
Obispado de Fano; aun se dice que Pío VI Je hubie--
ra concedido el capelo cardenalicio si no procediera
de la Compañía de Jesús. Beristáin copia, por lo me-
nos, un breve de dicho Papa, felicitando á Iturriaga
por sus camp::tñas en favor de la ortodoxia. El Go-
bierno español le concedi6 pensi6n doble. En edad
avanzada, ciego ya, muri6 en Pésaro en 1814, poco
antes de que Pío VII restableciera la Compañía de
Jesús.
Las obras publicadas por el P. Iturriaga son, se-
gún se dice en la Biblioteca de Beristáin y en el Dic-
cionario de historia y Ifeolfrafla, México, 1853-1856, El""
Dolor Rey, pompa fúnebre con que la ciudad de Gua-
temala honró la memoria de la Reina de España Ma-
ría Bárbara de Portugal, esposa de Fernando VI
(Guatemala, imprenta de Arévalo, 1759); Oraciónfú-
nebre pronunciada en la Catedral de Guatemala en
memoria de la misma reina (1759); Dominus Lazerinus-
vindicatus .. .. , ·polémica teológica (Cesena, 1778 ); .
Esame critico-teololfico sobre un libro de ejercicios pia-
dosos (Venecia, 1779; reimpresión allí mismo, 1781);
Dissertazione intorno al dolore necessario per il valore e
per il jrutto del Sacramento della penitenza, Asís, 1780;
Salflfio di riposta al!' autore degli A nnali ecleciastici de-
fendiendo su disertación sobre la penitencia (Asís, .
imprenta de Ottavio Scariglia, 1782); Salflfio di ripos-
ta á Adolfo Mariódulo sobre la santiticación de las
fiestas (Venecia, 1782); Dissertazione istorico"morale-
intorno al/a santtlicazione delle feste (Módena, 1783);
Salfgio di ,-iposta al publicista florentino de los Ana-
les Eclesiásticos defendiendo su disertación sobre la .
santificación de las fiestas; Jurúdictionis Ecclesiasticae,
seu fundamentorum ;'uris cano1/ícz" brez1is expositio (Asís,
imprenta de Ottavio Scariglia, 1782); Carta al Obis-
po de Konigsgratz sobre la tolerancia (Asís, 1783);"
Carta al Obispo de Mantua, sobre jurisdicción ecle-
siástica (Asís, 1784); Riposta al Abate Isaac Vans ..·
peupegen sobre la cuestión de la tolerancia (Roma, .
1785); L'avvocato pistoiese citato al Tribunale dell'au-
toritá, disertación sohre el matrimonio contra Tomás
Nesti (Ferrara, imprenta de Bernardino Pomatelli,
1787); Dissertatio th eololfica de levium peccatorum con-
fession e (178 .... ). El año de 1790 comenzaron á pu-
blicarse en Génova sus obras, que llegaron á formar
cuatro volúmenes. De fecha posterior cita Beristáin
las Dissertation es in morales quaestiones, dirigidas al
clero de Fano (Asís, 1794; seis volúmenes); y sin fe-
cha, las Disert aciones sobre el ;'ubileo, probablemente ·
·en latín. Quedaron sin publicar sus poesías en caste-
llano, de las cuales cita Beristáin las que incluy6 en
una colecci6n manuscrita hecha en Puebla por los
-concurrentes á la tertulia literaria de Doña Lorenza
Martín Romero, madre del autor de la Biblioteca His-
pano-americana; Siete cartas sobre resoluciones mora-
les, dirigidas á Felipe Toselli; Sag-g"io di reflessioni so-
bre la cuesti6n promovida por el libro De clarorum vi-
rurum relractationibus; y traducciones de di versas obras
literarias al castellano, tales como La muJer doctor, del
jesuita francés Bougeant, y Temlstocles, La clemencia
_.de Tito, y Zenobia de Metastasio.
CONSULTAR: Beristáin; biografía por José Mariano
.D ávila en el Diccionario mexicano de 1853-56.

FR. MARIANO DE }ESUS.


Poeta.

El nombre de Mariano de Jesús aparece al frente


-de las poesías intituladas Los dulcfsimos amores, pu-
blicadas por entregas en 1802 (México, imprenta de
·Ontiveros). Se trata, según la ficci6n, de un sacerdo-
-dote felipense, muerto ya, y cuyas poesías se encontra-
ran «sacudiendo unos rincones .... entre el polvo y
'telas de arañas> (así se dice en el convite publicado
para buscar suscritores á la publicaci6n), pero del
-que después se supo que aún vivía (tomo 1, pág.
215). La publicaci6n se hizo para favorecer á la Con-
.gregaci6n del Oratorio.
Es evidente que el nombre Mariano de Jesús es un
seud6nimo formado con los nombres de María y ] e-
sús, á quienes se refieren los poemas. Beristáin re-
suelve el punto, declarando que son del Dr. D. Agus-
:tín Pomposo Fernández de San Salvador. Aunque
nada en la edición de los poemas confirma la atribu-
ción, y más bien pudiera hacer dudar de su exactitud
el hecho de que los versos, aun sin pasar de media-
nos, son mejores que cuantos se conocen firmados
por D. Agustín Pomposo, no es de creer que Beristáin
cometiera un error respecto de persona para él tan
conocida como lo fué el reputado jurisconsulto. No
hemos vacilado, pues, en incluir Los dulcísimos amores
en la bibliografía de Fernández de San Salvador.

JOSE ANTONIO JIMENEZ


DE LAS CUEVAS.
Orador sagrado.

El Presbítero Bachiller don José Antonio Jiménez


<le las Cuevas nació el 17 de Enero de 1755 en San An-
<lrés Chalchicomula. Hasta la edad de veintitrés años
ejerció el oficio de dorador; luego abrazó la carrera
eclesiástica, cuyo estudio hizo en medio de grandes di-
ficultades económicas. Enseñó en el Seminario Pala-
foxiano de Puebla retórica y latinidad, y fué catedrá-
tico allí mismo, durante treinta y ocho años, de Prima
de Teología. Desempeñando este cargo dijo, la noche
.del 24 de Octubre de 1810, una plática moral imploran-
do la pacificación del Reino, en la cual exhortaba á los
insurgentes á que depusiesen las armas y á los euro-
peos á que no mirasen á los americanos como á ene-
migos. Murió en 1829.
La Plática Moral, obra de mediano mérito literario,
fué publicada en 1810 en la imp.renta de D. Pedro de
la Rosa, Puebla; y reimpresa con el número 142 en el
tomo tercero de la Colección de documentos para la his-
ioria de la Guerra de Independencia de México, de J.
E .. Hernández y Dávalos.
27
CONSULTAR: Beristáin (en la X); Diccionario Mex{-
cano de 1853- 56; Sosa, Mexúanos Distinlfuidos.

JOSE ALEJANDRO JOVE.


Orador sagrado.

Nacido en México; hijo del Doctor José García J o~


ve, médico distinguido en su tiempo; fué alumno del
Seminario Tridentino; maestro en artes y doctor en
teología, por la Universidad; cura y juez eclesiástico de
Atitalaquia, del L' rzobispado de México; cura de la pa-
rroquia del Salto del Agua, en la capital. Murió aquí
en 1810. Publicó, según Beristáin, un Elolfio de San-
to Tomás de Aquino pronunciado en la fiesta que le
dedicó la Universidad (México, 1805), y una Oració1t
fúnebre pronunciada en las exequias que el Colegio de
Abogados hizo á los españoles muertos en la insurrec-
ción contra los franceses (México, imprenta de Aria-
pe, 1808).
CONSULTAR: Beristáin.

JUAN MARtA LACUNZA.


Poeta.

El padre de José María y Juan Nepomuceno Lacun-


za fué versificador fecundísimo y prolijo. No es siem-
pre prosaico, como su contemporáneo Barazábal, por
ejemplo; en cambio, es imitador constante: imita á Me-
léndez, á Arriaza, á Fray Diego González, á su com-
patriota Navarrete, y aun á Barquera. Tiene tambiéIJ
frecuentes reminiscencias bíblicas, y se dice que puso
en verso los Salmos (Diccionario de /listoria y g-eog-ra-
.fía, México, 1853-56, biografía de Juan N. Lacunza).
A veces se advierten en él reminiscencias de clásicos
latinos.
Un curioso encarg-o publicado en el Diario de Méxi-
co (17 de Diciembre de 1810) nos entera de que había
escrito una pieza dramática en 1808 bajo el título de
Se corona en las EspañaJ' al g-eneroso Fernando: allí se
dice que esta obra estaba prestada-y su autor la con-
sideraba como perdida ó punto menos,-junto con al-
gunos libros, entre los que se cuentan ¡precisamente!
las poesías de Meléndez, de Arriaza y de Fr. Diego.
Lacunza perteneció á la Arcadia de México con el
nombre de Batilo, y colaboraba frecuentemente en el
Diario de México bajo diversas firmas, además de su
nombre de árcade: Olitab, J. M. L., El Ing-lés, Zanlu-
ca, El auxiliar, Launzac, Aznucal, Jauna Mira Can-
azul. Parece que murió antes de 1821. Estaba casado
con la dama veracruzana Ana María BLengua.
Escribe generalmente poesías eróticas y satíricas.
Rara vez pasa de la medianía; pero suele encontrarse
en sus versos tal cual pasaje agradable. Muestra cabal
de su estilo en el soneto La irresolución:

Cuando Batilo, de sn Anarda ausente,


los encantos no ve de su hermosura,
distracciones solícito procura
con el fin de apagar su amor naciente.

También Anarda, cuando aquel presente


ne se encuentra á su vista, se figura
triunfará su virtud de la ternura
que en favor de Batilo amable siente.

Mas apenas se juntan ardorosos,


mutuamente se miran. Ella aguarda
que Batilo se explique. Él, rigorosos
los ojos teme de su bella Anarda.
¡Así sus corazones se reprimen
y entrambos pechos en silencio gimen!
(Diario, 3 de M~uzo de 1811)

Acaso la mejor de sus composiciones es La mañana


de otoño, dedicada á Navarrete, de cuya fácil Manana
tiene reminiscencias:

Mira, Anarda, el otoño, que cargado


de frutos viene á nuestro suelo amado.
¡Mira cuál brilla en el oriente bello
la rozagante auroral La mañana
1cómo destruye con su fresco soplo
la densa niebla de la noche opacal

¡Oh, cómo inflaman su flexible cuello
pintadas avecillas l La asonancia
de sus tiernos piquillos, desde el bosque
la reproduce el eco en la campaña.
El suave zefirillo corre inquieto,
ya por las hojas de la débil planta,
ya por entre las fuentes, ó ya asusta
al pajarillo incauto en la alta ramd..
Por otro lado con retozo alegre
sal va las rocas la ligera cabra,
pace el cordero la menuda yerba.
mientras toca el pastor su dulce flauta,
á cuyo són entona sus canciones
la zagaleja fiel que lo acompaña.
Mira á lo lejos la cascada hermosa
cómo despeña sus lucientes aguas;
las que, heridas por Febo, el arco forman
que nos deja la lluvia ya pasada.
¡Con cuánta majestad por todo el orbe
su benéfica luz el sol derrama!
El labrador humilde deja el lecho
cuando ve iluminarse su cabaña:
de su esposa rodeado y de sus hijos,
corre á ver sus praderas: lqué abundancia
le ofrecen los sembrados! lqué colores!
loh, qué alegre respira la fragancia!
icon qué satisfacción su mies observa
por la mano de Ceres sazonada,
ó recogida en la era ya segural
A aumentar su tp.soro se prepara;
sus pequeños hijuelos se apre3uran
para saciarse en las crecidas ramas,
que, vencidas del peso de sus frutos,
á su dueño le ofrecen dulces parias.
Disfrutemos, Anarda, los placeres
que abundantes ofrece la mañana.
y nuestra voz se eleve al numen santo

que en el otoño nos regala tanto.

(Diario, 2 de Octubre de 1807.)

También está en versos fáciles El utlo:

¡Qué hermosa variedad ofrece el campo


cuando es llegado el caluroso estío!
Recorre, Anarda, la campiña toda
y verás renacer el fruto opimo.

Madruga el alba, que hrillando asoma,


y benéfica esparce su rocío,
cuyas gotas ofrecen mil cambiantes
del sol naciente, en pintorescos brillos.

Este, que anima con su influjo al orbe,


también alarga su radiante giro ..... .

Ya se retira primavera hermosa,


y de los vastos campos el dominio
á Ceres deja, que cultiva ufana
la verde planta y el dorado trigo ....

Mira las aves, temerosas siempre,


comer la fruta con hambriento pico,
y mÍralas huir precipitadas
al escuchar del hortelano el grito ....
(Diario, 24 de Junio de 1808).

Comienza agradablemente el romance Sic vos non


vobis:
Surca las bravas ondas
el pobre marinero;
sufre continuos choques
de huracanes soberbios;
juguete de las olas
del oceano inmenso,
ya á las estrellas sube,
ya ve el abismo abierto ....
Su miserable vida
pasa en continuo riesgo ....
para servir al rico
cortesano opulento.

El labrador humilde,
en perpetuo destierro,
de sol á sol trabaja
con incansable empeño.
tras el arado corvo,
la madre tierra abriendo,
con su sudor regando
el árido terreno ...
para servir al rico
cortesano opulento ....

Hay á veces expresiones solemnes en sus poesías


bíblicas:
Mi Dios, mi Dios, tu placentero rostro
á mí vuelve. ¿ Por qué de mí te has ido?
Lejos están (lo sé) de hacerme salvo
mis delincuentes voces y delitos.

Te llamaré, mi Dios, durante el día,


y no habrán de escucharme tus oídos;
en, la noche también te hallaré sordo,
cual si fueran mis voces un delirio ....

Tú moras lugar santo, y entre justos;


en la tierra yo sufro, y entre inicuos.

Esperaron en tí nuestros abuelos,


.como en centro de bienes infinitos;
esperaron en tí, señor, y al cabo
los libraste de penas y martirios.

Hacia tí sus clamores dirigieron,


y los salvaste con amor benigno;
en servirte fundaron su esperanza,
y no quedaron nunca confundidos ....

Solitario y sin armas, me han cercado


-como una muchedumbre de novillos,
y como toros bravos corpulentos
en medio de sus astas me han cogido.

Sus maldicientes bocas sanguinarias


abrieron contra mí mis enemigos ... ,

Como agua corrompida y asquerosa,


mi sangre por las calles han vertido:
y, ea fuerza de los golpes que me dieron,
.dislocados están los huesos míos.

Mi corazón en medio de mi pecho,


padeciendo dolores infinitos,
semejante á la cera al fuego puesta,
del continuo penar se ha derretido.

Se acobardó mi esfuerzo, y me ha faltado


el constante valor que me era antiguo;
háse pegado al paladar mi lengua,
y el polvo de la muerte me ha circuido ....

Hazme salvo también, pues ves mi riesgo,


de la boca del león y sus colmillos;
libértame, señor, del asta fuerte
del feroz unicornio siempre erguido:

para que pueda predicar tu nombre


á mis hermanos con fervor activo;
y en medio de la iglesia he de alabarte
con mil ardientes y canoros himnos ....

Mil alabanzas te diré yo, cuando


haya la iglesia grande establecido ....

Los pobres comerán hasta ser hartos;


alabarán á Dios los escogidos.

De su Señor se acordarán los malos,


y habrán de convertirse en su desvío;
y todas las criaturas de la tierra
los fines llenarán de sus destinos ....
(Salmo XXII, Diario, 11 de Abril de 1811).

Yo te dije, Señor, me conservases,


porque fundaba en tí mis esperanzas ..... .

Se han ya multiplicado las dolencias


de los que contra mí tomaron armas,
y por esta razón á mí venían
porque yo de sus males los sanara.
No me habré de mezclar en los consejos
de los hombres que vierten sangre humana;
me olvidaré del nombre del inicuo,
y jamás le honraré con mis palabras.

El Señor es la parte de mi herencia


y el cáliz del amor que á mí me halaga,.
y él mismo habrá de restituirme toda
la heredad que en derecho me tocaba.

De las diversas partes de la Üerra,


la que me cupo en suerte fué muy grata,
porque es fértil mi herencia y abundante,.
esclarecida para mí, y amada.

Bendeciré al Señor, porque ha querido


entendimiento puro dar á mi alma;
y porque hasta en la noche de mi muerte-
me incita mi interior á darle gracias .... _

Me diste á conocer la amable senda
que conduce á la vida afortunada:
me alegraré á tu vista, que á tu diestra
las delicias están que nunca acaban.
( Salmo XVI, Diario, 26 de Marzo de 18 12)~

Tienen intención algunos de sus epigramas y fábu·


las:
Un zaragate vendía
dos peinetas, y un señor
le preguntó qué valor
por sus alhajas queFía.
Respondióle el oficial:
-Por tres reales doy las dos.
y no son caras, por Dios,
que está escaso el materiaL
Replicóle el caballero,.
,que de chusco era preciado:
-¿ Habiendo tanto casado
valen los cuernos dinero?
--Sí señor, porque ahora es moda
(dijo el tuno con viveza),
y hay coronada cabeza
.que se los riega y los poda.
(Diario, 3 de Febrero de 1812).

Dos ratoncillos
'que se encontraron ....
El uno al otro
le dijo:-Hermano,
dí: ¿ qué te has hecho?
.¿dónde has andado
.que no te he visto
tiempo tan largo?
El le responde:
--Grandes pecados
• á un mpnasterio
-m e retiraron.
En penitencias
.duras he estado,
sin que el sol viera
por más de un año.
• Exclama el otro:
-iLlévete el diablo!
¿ Tú, vida austera?
Tú no estás fllaco.
-Eso consiste
(responde el santo)
.que dentro un queso
me la he pasado.
La fabulilla
habla con varios
que el mundo juzga
por arreglados;
porq ue en s u queso
muy sepultados
pasan la vida
taran lararo.
(Diario, 6 de Febrero de 1809.)

El soneto Conducta de moda, diálogo entre ama y


criada, es del estilo costu mbrista entonces en uso:

-¿ Qué horas serán-Las nueve.-EI chocolate ..


El espejo .. ¿Don Juan no ha parecido?
-No, señora, y ya tarda.-Es muy cumplido.
-¿ Parece que le amáis ?-iQué disparate!

Las once. Ya cosí .. Las dos. Estate


asomando al balcón.. Ya hemos comido.
¿No ha venido Don Juan? -Aún no ha venido.
-Dame algún libro que de amores trate.

-Señorita, las cinco. -A la Alameda.


-Allí viene Don Juan. ¡Jesús, qué airoso!
¿ Me mira atento? - y bien? -Al coliseo.

Las doce. A casa .. -¿y qué, Don Juan se queda?


-Sí, mas calla. -Señora ¿y vuestro esposo?
-No vendrá .. Con Inés .. Así lo creo.
(Diario, 24 de Febrero de 1812).

PABLO DE LA LLAVE.
Naturalista y político.

Nació en Córdoba (de Veracruz) el I I de Febrero de


1773. Fueron sus padres don Francisco Antonio de la
Lla ve, capitán de milicias del regimiento de Tres Vi-
844
llac:, y doña Gertrudis Fernández de Ávila. Estudió
en el Colegio de San Juan de Letrán, donde luego, en
1791, fué profesor de filosofía. Al año siguiente reci-
bió el grado de doctor en teología por la Universidad.
Fué ordenado sacerdote en 1801; pasó á Europa y vi-
vióalgunosañosen Francia. En España estudió lenguas.
clásicas y orientales. Hizo algunas traducciones de li-
bros ~agrados del hebreo al castellano. Por sus co-
nocimientos en historia na tural, lo nombró el Rey di-
rector del Jardín botánico de Madrid y profesor de
botánica. A causa de la invasión francesa, se trasladó
de Madrid á Cádiz, donde defendió por medio de la
prensa los ideales que perseguían eH las Cortes espa-
ñolas los diputados americanos. Se hizo tan notable
por la vehemencia de sus escritos, que en r8I4, al ser
suprimidas las Cortes, fué reducido á prisión, como
lo habían sido algunos de los diputados. Más tarde
obtuvo una prebenda en la Catedral de Osuna, por in-
flujo de la condesa de Benavente. Durante su perma-
nencia en la Península, clasificó, en unión del natura-
lista mexicano Mociño, unas trescientas aves que la
expedición de historia natural, llamada de Nueva Espa-
ña, había remitido al gabinete de Madrid, y que hacía
quince años permanecían en la bodega de Retiro, sin
que hasta en tonces hubieran sido abiertos los cajones
que los contenían. Vuelto á su patria en r823, fué
nombrado, du rante el periodo e/ecutizlo, ministro de Jus-
ticia y Negodos eclesiásticos, puesto que desempeñó-
hasta 1825. Al año siguiente ocupó, aunque por corto
tiempo, la canongía de tesorero de la catedral de Va-
lladolid (Morelia). Su Estado natal lo nombró, en
1830, senador. Perteneció á varias sociedades cientí-
ficas y literarias de Europa. Dedicado constantemente
á sus estudios favoritos, los de botánica, descubrió nue-
vos géneros de plantas que dedicó á la memoria de los
primeros caudillos de la indepe ndencia. Ded icó, tam-
bién, á su discípulo y amigo Juan Martínez de Lejar-
zá, un género de la familia de las Bombáceas, bajo el
nombre de Leiarza funebris. Este, á su vez, le dedicó
otro género, con el nombre de Lla'vea,· y el Dr. Alfre-
do Dugés, naturalista francés radicado en Guanajua-
to, uno zoológico con el de Lla7Júce (Ll. axinus). Mu-
rió este sabio mexicano el 16 de Junio de 1833 en la
hacienda de Corral, cerca de Córdoba (Veracruz). De
los pocos escritos conocidos del Dr. La Llave, men-
cionaremos los siguientes: Memorias del Ministerio de
Justicia. de los años de 1823 y 1825: Discurso patrió-
tico pronunciado el 16 de Septiembre de 1828 (México,
imprenta del Aguila, dirigida por José Ximeno, 1828);
Memoria sobre el Quetzal/ototl, Ifénero nuevo de a'l'es: dió
á esta ave el nombre genérico de Pharomachrus Moci-
nno, en memoria del naturalista Mociño (el trabajo, es-
crito en 1831, se publicó en el periódico El Fénix de
la libertad, números 206 y 207, de Julio de 1833); Re-
gistro trimestre Ó colección de Memorias de historia,
literatura, ciencias y artes, por una Sociedad de li-
teratos, 1832 (el Dr. D. Nicolás León dice que esta
publicación la fundó y dirigió el Dr. La Llave, y da no-
ticia de once escritos de éste publicados en el tomo se-
gundo de dicha obra, y reimpresos en el apéndice al
periódico La Naturaleza); 11/ovorum velfelabihum des-
criptiones. (In lucem prodeunt opera Paulli de La Llave
.eI Joannis Lexarza. Ráp. Mexic. Ch,. Fasciculus I.
Quadraginta descriptiones complectens querum tredecim
totidem Ifenera nov a exhibent. Mexici. Apud Martinum
Rh'eram. Ann. Dom. M.DCCC.XXI V. Id. FasclCu/uS
JI.); reimpreso por la Sociedad Mexicana de Historia
N atural; Descripción de allfunos líquen es nuev os, Cádiz,
1820; Bl/si/eras (Formica melllffera), Descripción y cla-
sificación de este género de hormigas: puede verse este
trabajo en el Diccioario mexicano de 1853-1856.
C ON SULTAR.: Sosa; Alamán, Historia de México. to-
·mo III, págs. 64, 125 Y 230; tomo IV, págs. 140 y
I4 J ; Bustamante, Cuadro histórico, tomo 1, pág. 269;
l. M. Tornel, R eseña ltistórica, pág. 201; Dr. N. León,
Biblioteca botdnico-lIlexicana, artículo Lla'lJe; El Fénix
de la liber tad, periódico de Julio de 1833, núms. 19 6 ,
199, 206 Y 207·

FR. JOSÉ NICOLÁS DE LARA.


Orador sagrado.

Nació en Mérida el 5 de Diciembre del año de 17sr;


sus padres fueron don J ulián de Lara y doña Petrona
de Argáiz. Estudió humanidades y se graduó de Ba-
chiller en filosofía en el Colegio de Jesuitas de Mé-
rida, y más tarde se dedicó á la teología en el Semi-
nario de San Ildefonso, siendo su maestro el Dr. don
Pedro de Mora y Rocha. En I I de Junio de 1770 ob-
tuvo una bEca mayor de oposición en el dicho Semi-
nario; en Noviembre de 1.773 fué nombrado catedráti-
co de latinidad y en Junio de 1775 de vísperas de Teo-
logía. En el mismo año de 1773 recibió de manos de don
Diego de Peredo las órdenes del subdiaconado (en Sep-
tiembre) y del diaconado (en Diciembre); luego se le
confirió el sacerdocio Y obtuvo gran número de empleos
y dignidades: maestro de familiares en la casa del Obis-
po, teólogo consultor, secretario de cámara y gobierno,
juez de testamentos y capellanías, visitador general de
Tabasco y Carmen, cura de Sacalum, y luego del Sa-
grario de la Catedral de Mérida; por último, desde 16
de abril de 1780, Rector del Seminario; Cuenta el Dr.
1usto Sierra, de cuyo extenso artículo publicado en el
Diccionario de historia y g-eografía (México, 1853-56)
tomamos estas noticias, que tuvo á la vista el informe
rendido por Lara de su visita á Tabasco, y lo juzga
con encomio. Habla también de su gran rigidez moral,
que alguno llegó á llamar Jansenismo. Fué después vi-
sitador general del Petén; catedrático de prima de teo-
logía; rector del colegio de San Pedro (desde Junio"
de I783); provisor, chantre y dignidad en la Catedral,
y finalmente arcediano, bajo el gobierno episcopal de
Fr. Luis de Piña y Mazo. El cual, á pesar de haberle,
como se vé, honrado grandemente, y escrito al Rey en
diversas ocasiones ponderando ~la singular yextraordi-
naria literatura, conducta ejemplar, prudencia y celo~"
del Padre Lara, le persiguió cruda y tenazmente á la
postre, sin que se ~epa bien por qué causa, quitándo-
le el rectorado, reduciéndolo á prisión y excomulgan-
do á toque general de campanas al alcalde Pastrana
por ser amigo y defensor del sacerdote caído en des-
gracia. Vino éste á México, donde predicó algunas
veces, siempre elocuentemente; y después de desagra-
viar públicamente en la Catedral de Mérida al enojado
Obispo Piña y Mazo, profesó definitivamente en la Or-
den de San Agustín, cuyo hábito había vestido ya en el
noviciado de Chalma, el 3 de marzo de I787. En sus
últimos años se dedicó á la oratoria sagrada y desem-
peñó muchas comisiones honrosas. Murió el día 6 de-
Enero de I808. "
De sus sermones fueron célebres el que pronunció
en Mérida para desagraviar al obispo Piña y Mazo,"
y el que compuso en honor de San Agustín, sobre el
cual improvisó un dominico estos versos:
Si el grande Agustín viviera
y ante él Lara predicara,
dijera Agustín, de Lara,
lo que Lara de él dijera.

Escribi6, según Beristáin, Aleg-aciones y Defensas


furldicas; De7Jocionario á San Ag-ustln, (México, I789;"
y reimpreso en I80I); Elog-io del Apóstol y E v ang-elista
San Juan, Patrono de los Escritores de México (Méxi-
co, I793); Devocionario á la Sangre de Jesucristo (Mé-
xico, I794); y Las Rúbricas del Misal Romano en verso
.castellano, y E/ercicio patético en obsequio del Sanllsimo
Nombre de Jesús (ambas obras inéditas). El Dr. Sierra
.afirma que los manuscritos que, bajo el nombre de La-
ra, se publicaron en el Museo Yucateco, más que suyos
parecen ser del Dr. Monreal.
CONSULTAR. Beristáin; Sosa; biografía por Justo
Sierra (padre) en el Diccionario mexicano de 1853-56;
Pimentel, Novelislas y oradores mexicanos, cap. VIII.

lVIIGUEL DE LARDIZABAL y URIBE.


Político.

No conocemos una biografía que dé idea completa


.de la vida de este famoso per:sonaje. Se sabe que na-
·ció en 1744, pero no cuándo murió. Como su hermano
Manuel, tuvo por lugar de nacimiento la hacienda de
San Juan del Molino (Tlaxcala). En Puebla fué alum-
:no del Seminario Palafoxiano y en México del Colégio
de San Ildefonso; pasó á España el año de 1761, y en
la U ni versidad de Valladolid cursó, según parece, teo-
logía y ambos derechos. Terminados sus estudios, no
se dedicó á la iglesia, sino á la poHtica; hacia 1785 fué
secretario de D. Ventura Caro en la Comisión encar-
.gada de estudiar los límites entre España y Francia,
y después empleado en ministerios, hasta llegar á ofi-
·cial primero. Desterrado de la Corte, por Godoy, en
1794, pasó la provincia de Guipúzcoa, de donde era
.oriundo, y se encargó de la dirección del Seminario Pa-
triótico de la villa de Vergara. Allí se hallaba todavía
en 1808, y se dice que en Vitoria arengó á Fernando VII,
.al pasar éste camino de Bayona, tratando de disuadirle,
respetuosamente, de su viaje. El rey no at~ndió á tan
.oportuno aviso, pero honró á Lardizábal con una plaza
·en el Consejo de Indias, en Madrid. De la capital espa-
Bola marchó, cuando la invadieron los franceses, á Cá-
diz, donde fué miembro de la Junta Central, como re-
presentante de México, nombrado en 1809. Allí también
formó parte del Consejo de Regencia, en 1810. Simpati-
zó poco con las Cortes, y, al declararse estas soberanas y
cesar la Regencia, se le confinó en Alicante. Desde allí
lanzó su famoso Manifiesto, por el cual se le llevó preso
á Cádiz, para ser juzgado en tribunal que designaron
las mismas Cortes: el fiscal pidió para él pena de
muerte, pero solamente se le condenó á destierro.
Partió Lardizábal á Inglaterra, y no volvió hasta
1813. Poco después de la supresión de las Cortes,
Fernando VII le hizo su ministro universal de Indias.
En este cargo hizo laudables ensayos en pro de la pa-
cificación de América, adoptando como método el de
halagar á los hijos de las colonias, concediendo empleos
y atendiendo peticiones. Extinguido el ministerio, ocu-
pó una plaza de Consejero de Estado, pero al fin cayó
en desgracia (se dice que á causa de indiscreciones
sorprendidas en su correspondencia) y se le puso pri-
sionero en el castillo de Pamplona. Pronto logró que-
dar libre, y volvió á encargarse de la dirección del
Seminario de Vergara. Debe de haber fallecido en
GuipÚzcoa.
Sus escritos responden todos á algún objeto políti-
co ó práctico. Beristáin enumera los siguientes: Apolo-
~ía de los alfo tes de Navarra y los chuetas de Mallorca,
.con una breve dilfresión á los (Jaqueros de Asturias (Ma-
drid, imprenta de Ibarra, 1786); Apololfía del método
de estudios del Seminario de Vergara (Vitoría, 1806);
Aviso importante y urlfente á la nación upañola, relati-
vo á Cortes (Coruña, imprenta de Boltas, 18I1; reim-
presión en Madrid, por D. Francisco La Parte, 1815);
JJ1ánifiesto que presenta á la nación el ConseJero de Esta-
do D. Milfuel de Lardizábal y Uribe, uno de los cinco
,que compusieron el Supremo ConseJo de Relfencia de Es-
850

paña é Indias, sobre su política en la nocJu del 24 dI


Septiembre de 1810 (Alicante, 18r 1).
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Arr6niz; Sosa; Dic-
cionario mexicano de 1853- 56; Conde de Toreno, His-
toria del levantamiento, g-uerra y revolución de España,
edici6n Rivadeneyra, págs. 283, 289, 394, 395 Y 396;
Mier, Historia de la revolución de Nueva España, 1,
273; Bustamante, Tres sig-los de México, IlI, 334:
Cuadro histórico, 1, 71; Alamán, Historia de México, 1,
3 0 8; IlI, 84, 85, 86, II3, 133: IV, 141, 143, 249,358-,
460 Y 549; Joaquín Lorenzo Villanueva, Vida literaria,
Londres, 1825, tomo 1, 178, 189; II, 48 Y 59.

JOSE NICOLAS LARRAGOITI.


Jurista.

D. J osé Nicolás Feliciano Larragoiti, nacido en San


Miguel el Grande (de Guanajuato), fué alumno del
Colegio de San Ildefonso ~en México; presbítero; abo-
gado del Ilustre y Real Colegio; doctor en ambos de-
rechos por la Universidad y catedrático en ella; de-
fensor de testamentos, capellanías y obras pías de la
curia; examinador sinodal del arzobispado; cura pro-
pietario del Sagrario, adjunto á la Catedral Metropo-
litana. Muri6 en la epidemia de 1813. Según Osores,
sus funerales fueron un acontecimiento en la ciudad,.
pues asisti6 la nobleza en su mayoría y gran número
de pobres, con quienes se dice era extraordinariamen-
te caritativo. Beristáin lo incluye entre los escritores
citando su Defensa de la jurisdicci6n eclesiástica de}
Obispo de Michoacán, en el recurso de fuerza que in-
terpuso en la Real Audiencia de la capital la Con-
gregaci6n del Oratorio, de San Miguel el Grande
(México, 1782).
CONSULTAR: Beristáin; Osores~
BRUNO Y JOSE RAFAEL LARRAÑAGA
Poetas.

Los hermanos Larrañaga (Bruno Sabino ó Francisco


y José Rafael) pertenecen más al siglo X VII 1 que al
XIX, aunque en éste vivieron todavía. Nacieron ambos
en la provincia de Zacatecas (Rafael en la ciudad capi-
tal y Bruno en el Real de Asientos), y estudiaron en
el Seminario de Durango. Bruno estudió también en
el Seminario de San Juan, de Guadalajara, y en el
Colegio de San Ildefonso, de México; fué secretario
del Obispo Macarulla, de Nueva Vizcaya (Dllrango), y
tesorero mayordomo de la ciudad de México por los
años de 1804. Murió en 1816. José Rafael vivió más
tiempo, pero ninguno de los conatos de biografía re-
lativos á él da la fecha de su muerte. Sobre ambos her-
manos es interesante consultar las Gacelas de litera-
tura de Alzate, donde se hallan las críticas de éste y
de Mociño. Beristáin trae datos biográficos y opinio-
nes encomiásticas sobre ellos: su ejemplo ha encontra-
do secuaces, numerosos si se considera el escaso valer
literario de los Larrañaga.
Ambos Larrañaga eran latinistas estudiosos. Bru-
no escri bió La A mérica socorrida en el gobierno del Vi-
rrey Conde de Gálvez (México, 1786), egloga en latín,
con su traducción castellana por él mismo, donde ha-
blan dos pastores: Títiro (el reino de Nueva España,
desolado por el hambre de 1785) y Melibeo (la capital,
que le comunica las providencias virreinales).
También es de Bruno el Poema lzeroico en celebridad
de la colotación de la estatua colosal de bronce de nues-
tro católico monarca el Sr. D. Carlos IV, Rey de Espa-
ña y Emperador de las Indias (México, 1804, imprenta
de Mariano de Zúñiga y Ontiverosj existe en la Bi-
852

blioteca Nacional, página 248 del catálogo de la Octa-


va división). Contiene un epigrama latino de Juan
Francisco de Azcárate en seis versos, con su traduc-
ción en décima castellana; el parecer de Beristáin pa-
ra que se publicara el poema, la opinión del Síndico
Procurador General del Común de la Ciudad de Mé-
xico, que lo era el ya citado Azcárate, larga de doce
páginas, y dos comunicaciones más, relativas á la pu-
blicación del folleto. El poema viene al fin, en seis
páginas de pentámetros latinos, con su traducción en
diez páginas de endecasílabos castellanos.
En latín tiene expresiones bien sonantes, ya que no
nuevas:
.... Spes o fidissima rerum;
Deliciae populum: Pacis venerabili Numen
Salve Augustum, ingens: Orbis Rex Optime, Salve.
En castellano, la versificación es bastante correcta;
no abunda en sinéresis, como la de los contemporá-
neos, sino al contrario:
Sois en leales aras recibido ... .
Se conmovía con solemne fiesta ... .
Para que yo la vea se presenta ... .
Tiene, empero, algunos errores:
Desprendida de celestial esfera ....

y aciertos fonéticos que bien podemos llamar incons-


cientes:
La púrpura marítima tiñera ....

La expresión, en general, se arrastra pesadamente


.Y es poco poética.
Proyectó Bruno componer una Margiltida. Había
de ser un poema en elogio de Fr. Antonio Margil de
Jesús, hecho con versos entresacados de Virgilio,
-por lo cual se llamaría también Eneida apostólicfl,-
y traducido luego en versos castellanos. El prospecto
se publicó en 1788 (ú 89?). Alzate lo criticó en su Ga-
ceta de literatura (25 de Junio de 1789) en un artículo
intitulado «Bando promulgado en el Monte Parnaso,
con ocasión del prospecto publicado por D. Bruno
Francisco Larrañaga, y hallado entre varios papeles
venidos del otro mundo por el Barco de Acheronte.»
El artículo es ingenioso y hace trizas el proyecto de
la Marg'ileida. Siguieron dos artículos en 1790, uno de
Mociño (bajo el seudónimo de Joseph Velázquez) y otro
de Alzate. Bruno Larrañaga se defendió en una Apo-'
logia por la. Margileida y su prospecto (México, impren-
ta de los Herederos de D. ]oseph de Jáuregui, 1789;
existe en la Biblioteca Nacional, página 253 del catá-
logo de la Octava división). Parece que las censuras
de la Gaceta lograron impedir la realización de la:
M argileida.
] osé Rafael escribió, según Beristáin, una D emos-
tración evidente de los muchos y gravÍsimos defectos
que contiene la Tabla de Ecuaciones de las Epactas
del P. Cristóbal Clavio en su Tratado de Cómputo, y
solicitó defenderla en acto público, escolástico, junta-
mente con otra obra suya, Cómputo eclesiástico nueva-
mente ilustrado y extendido. Los manuscritos existían
en el Convento de Franciscanos de Churubusco. Hi-
zo también el Via-crucis en verso castellano (impren-
ta de Ontiveros, 1805). José Fernando Ramírez (Adi-
ciones á la Biblz'oltca de Beristáin) agregó otra obra á
la bibliografía de los Larrañaga: un poema escrito por
ambos hermanos, con el título de Revilla Gigedo No-
vce Hispanice P r o-Rex Poema: está en latín, en sete-
cientos cincuenta versos, traducidos en otros tantos
castellanos (México, 1794).
Pero la víctima destinada á los hermanos Larrañaga
era Virgilio; y si Bruno no terminó su centón cristiano de
ver sos de la Eneida, en cambio José Rafael la empn:n-
dió con toda la obra del poeta mantuano. En vano AI-
zate arremetió contra la versión de la Egloga VIII,
en su periódico Observaciones sobre la flsica, historia
natural artes útiles (¡787): la traducción de Virgi-
ljo apareció íntegra, en los años de 1787 á 1/89, im-
presa en la Oficina de los Herederos del Lic. D. Jo-
seph de ] áuregui, y forma cuatro tom os en 89.
La traducción de Larrañaga es la primera completa
de Virgilio en verso castellano; circunstancia que, á
falta de mayor mérito, ha sido alegada por sus pane-
giristas. (Otro mexicano anterior, Toxica, hizo una
traducción de Virgilio, no sabemo s si íntegra, la cual
no llegó á imprimirse). Desde Berist áin, que encon-
traba estimable la labor de Larrañaga y no tuvo repa-
ro en ponerla al cotejo con las versiones de Fray Luis
de León, del Brocense, de Cristóbal de Mesa y de
Gregorio Hernández de Velasco, ha sido tradicional
entre escritores mexicanos aplaudir esta traducción;
Manuel de Olaguíbel llega á enorgullecerse de ella,
como mexicano; y el juicio de éste lo reproducen Pi-
mentel y Sosa.
La opinión de D. Marcelino M enéndez y Pelayo
(véanse sus notas sobre traductores de Virgilio, al
frente de la versión de la Entida, hecha por Miguel
Antonio Caro y publicada por la Biblioteca Clásica ma-
tritense, v además la A ntololfla de poetas hispano-ame-
ricanos: es bien diversa. «La manera prosaica de
Iriarte,-dice en la última obra citada,-tuvo discípu-
lo fervoroso en el latinista D. Rafael Larrañaga, au-
tor de una menos que mediana traducción de Virgilio,
que hace buena la que de los cuatro primeros libros de
la Entida había publicado el fabulista de Canarias.»
En efecto, la versificación de Larrañaga es por todo
extremo incorrecta y la expresión corre siempre á tan
bajo nivel, que no podría entresacarse un solo pasaje
calificable de verdaderamente poético. ¡Cuánta indus-
tria desperdiciada en tan larga empresa!
Vayan, sin embargo, muestras escogidas al azar:
855
-Títiro, tú á la sombra recostado
de la extendida encina verde y fresca,
cantas alegre rústicas canciones
de tu humilde zampoña á la cadencia;
mas nosotros dejamos los confines
y amados campos de la patria nuestra:
nosotros de ella vamos desterrados;
tú, ocioso, Títiro. en la sombra fresca,
enseñas á las selvas que resuenen
á tu hermosa Amarilis en cadencias.
-iOh Melibeo! Sabrás que Dios me ha dado
esta quietud por su piedad suprema;
y por tan grande beneficio siempre
justo será que por mi Dios lo tenga;
y que se vean sus aras muchas veces
de mis corderos con la sangre llenas.
Porque él ha hecho (como estás mirando)
se apacienten seguras mis ovejas;
y á él, finalmente, debo que á mi gusto
descanse y cante con mi agreste avena.
-No te envidio, por más que me he admirado
al ver de turbaci6n llena la tierra.
Si n6, mírame á mí, que aun tan enfermo
llevo mis cabras, y ahora cargo apenas
ésta, que así pariendo dos hijuelos
entre esos avellanos, me los deja
en una peña si n abrigo i oh triste!
que del aumento la esperanza eran.
Pero este daño, si el entendimiento
no fuera necio, conocer pudiera
viendo del rayo heridas las encinas,
y viendo lo predice la corneja
desde el c6ncavo roble, muchas veces,
dando prenuncios con su voz funesta ....
(Egloga I).

De aquí ioh Mecenasl tomaré principio


á referir lo que en las sementeras
856
alegre y fe rtilice los sembrados;
en qué signo convenga arar la tierra;
cómo se han de juntar vides con olmos;
qué cuidado á los bueyes les convenga;
cuál sea el esmero del menor ganado
y de parcas abejas la experiencia ..... .
CCeórg"icas, 1).

¿ Cómo pensaste tan secretamente


de mi tierra apartarte y de mi casa?
¿ Y ni el amor que te he tenido, ingrato,
ni mi mano ofrecida y mi palabra
te podrán detener? ¿Ni ver á Dido
que una muerte cruelísima le amaga?
¿ No ves también, oh cruel, que en el invierno
quieres echar al agua tus armadas
y en medio de aquilones te apresuras
á entregarte á mar alto con tal ansia? ...

Huésped sólo te llamo; que de esposo


aun resta que me cumplas la palabra.
Mas ¿ por qué me detengo en darme muerte?
¿ Espero acaso ver que mis murallas
mi hermano Pigmalión crudo destruya?
¿O mirarme cautiva del cruel Yarbas?
O por lo menos, si antes de tu fuga
siquiera un hijo tuyo me quedara;
si un pequeñuelo Eneas por mi consuelo
viera jugando en medio de mi sala,
y que éste, no en lo cruel y lo perjuro,
sí en el rostro, y no más. te semejara,
ni engañada del todo me creyera
ni me juzgara tan desamparada ....
CEncida, IV).

CONSULTAR: Cauta de literatura, de Alzate (1788 á


1795); Beristáin; Osores; Bustamante, Cuadro histúri-
857
c(), 1, 301; Dicci()nari() mexicano, 1853-5 6 ; José Fernan-
do Ramírez, A dici()nes á la Bibli()teca de Beristáin; Pi-
mentel, Hist()ria de la p()esla en J'Jéxic(), cap. X; Ma-
nuel de Olaguíbel, biografía de J. R. Larrañaga, en-
H()mbres ilustres mexican()s, E. L. Gallo, editor; Sosa,.
Mexican()s distinguid()s.

JOSE IGNACIO LARRAÑAGA.


Orador sagrado.

Sobrino de Bruno y José Rafael Larrañaga, nacido'


en Fresnillo (Zacatecas). Doctor en teología y pres-
bítero. Fué catedrático de artes y luego de teología en
el Colegio de San Ildefonso, de México, donde había
sido alumno, y autor de un El()gi() de la Virgen de
Guadalupe pronunciado en la fiesta anual de su cole-
giata el año de 1794 (impreso, según Beristáin, en~
1796).
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

JOSE DIONISIO LARREATEGUl.


Botánico.

Sólo sabemos de él que fué médico, y, ya siéndolo


estudió botánica con D. Vicente Cervantes . Public6·
una Respuesta ap()l()gética sobre la castilloa elástica en
la Gazeta de literatura, de Alzat~ (5 de Noviembre de-
1794 y 30 de Enero de 1795) y, en folleto, sin año ni
pie de imprenta, con el título de Descripci()nes de plan-
tas, el discurso que pronunció el rC? de Junio de 1795,
en la apertura del estudio de botánica d ¡rigido por-
858
Cervantes: este discurso fué traducido al francés por
M. Lescalier y publicado en París en 1805 con el tí-
tulo de Descriplion bOlanique du Chira1zlhodendron, ar-
bre du Mexique nouvellemenl connu et remarquablt par
son aspect et sa beauté, por ser ésta la planta que servía
á Larreátegui para dar en su discurso un ejemplo de
descripción científica. Según Beristáin, la Respuesta
sobre la castilloa, aunque suscrita por Larreátegui, era
obra del Dr. Luis Montaña.
CONSULTAR: Beristáin; Nicolás León, Biblioteca Bo-
.tánico-Mexicana.

JUAN JOSE LEJARZA.


Botánico.

Nació Juan José Martínez de Lejarza en Valladolíd


de Michoacán en 1785; allí empezó sus estudios, y en
1797 vino á México y entró al Colegio de Minería,
donde cursó física, matemáticas y dibujo: se cita el
hecho de que en uno de sus exámenes le interrogó
Humboldt. Después de breve plazo, durante el cual le
hicieron regresar á su tierra natal los cuidados domés-
ticos y se alisté en la tpilicia provincial, cuando con-
taba veinte años, continuó sus estudios. Pablo de La
Llave habla de algún amigo (el cual pudo muy bien
ser él mismo) que instruyó entonces á Lejarza en la
botánica, y dice cómo gustaba de las ciencias natura-
les, excepción hecha de la mineralogía, por la cual sen-
tía instintiva repugnancia. Formó la estadística de
Michoacán y parte de la carta geográfica de la misma
provincia. Tres veces fué elector popular; fué también
.regidor y septenviro del Colegio Provincial y al fin fué
.llamado al Tribunal Supremo. Intervino en la política
.de la República afiliado al partido liberal. Estudió
859

principalmente cuestiones de botánica; hizo una clasifi-


cación de las orquídeas fundada en la semilla y el polen.
Exploró los alrededores de Morelia (San Miguel del
Monte, Jesús del Monte, Santa María de los Altos,
Tzitzio, Hacienda del Rincón, Quinceo é Irapeo) y
algunas poblaciones de la comarca CAcámbaro, Aquit-
zio, Undameo, Guandacareo, Turicato, Ario y Para-
cho), recogiendo ejemplares para sus colecciones. Fa-,
lleció el 29 de Septiembre de 1824 á las ocho y media
de la noche. Pablo de La Llave, en memoria de su
amigo, puso á una planta de la familia de las bombá-
ceas el nombre de Le;'arza funebris.
Escribió: un itinerario militar, aprobado por el Con-
sejo Supremo de Guerra, siendo aún lugarteniente
elegido por el Colegio de su Prefectura; y, en compa-
ñía de Pablo de la Llave, una Novorum vegetabilium
descriptiones ( Fasciculi I et I I, quadraginta et sexagin-
la descriptiones complectens, quarum tredecim totidtm ge-
nera n07'a exhibent. Mexici, 1824-25. Apud Martinum
Riveram. Existe en la Biblioteca Nacional, segundo
suplemento, página 277. Reimprimióla en 1881 la So-
ciedad mexicana de Historia Natural).
En 1827, imprimióle Rivera un tomo de poesías. No
fué tan afortunado en ésto como en sus investigacio-
nes científicas. El tomito, después de unas citas de
Ovidio y de Boileau, empieza por una serie de ana-
creónticas heptasilábicas donde el improvisado bardo,
entre invocaciones del Divino Hom ero, el lír ico de
Theos, Ovidio, Arriaza y Meléndez, celebra con su po-
bre lira á Súchil la indita,
que á recoger verdura
viene de madrugada.
Tienen, al pronto, estas coplillas la facilidad que el
mismo metro parece naturalmente prestarles, aunque
haya heptasílabos que ni á duras penas lo son, como
éste:
860
Paseábame dis/rafdo
no lejos de una fuente .....
Iniciase después una sección de Odas donde ensayar
con igual suerte, el metro de silva, combinando, según
era el uso bizarro, los símbolos de la mitología pagana
con los nombre de Valladolid, Michoacán y demás.
En la Imitación del P. González es curioso citar to-
do el trozo primero, siquiera para que se vea la clase
de música de que sabían gustar las Lauras michoa-
canas:

Pulsaba Laura hermosa


cierta noche las teclas de su piano,
cuando en su blanca mano,
digna émula del lirio y de la rosa,
que con varia expresión tierna y vehemente
modulaba á Bee/ho1Jen dulcemente,
envidioso se atreve
á clavar su aguijón un mosco aleve ....

En las Letrillas tiene momentos algo felices, aun-


que fugacísimos:

Los que buscaren


finos amores,
en mi cestillo
escoj an flores .. . .
Llorad, ojos, pues que osados,
sin calcular nuestro riesgo,
hasta el cielo de Corina
os eleváis indiscretos ....

El Soneto A la A urora en Zinaplcuaro es cunoso


aun por lo confuso:

No con paso tranquilo y perezoso


unzas tu carro, refulgente aurora;
861

deja las perlas y las rosas hora


y en blandos sueños al helado esposo.
Hoy no visites á Memnón quejoso
ni aguardes á la estrella precursora,
que vino el día, que ha llegado la hora
de ver sus luces en mi dueño hermoso.
Ni del imperio que Agustín levanta
el falso resplandor ya te detenga,
que en Michoacán verás la libertad ....
Ya me obedece: el gallo también canta.
vengan mis armas, mi caballo venga:
sal pronto, oh sol, que corro á mi beldad.

El tomo, en conjunto y en detalle, tiene escasísimo


valor.
CONSULTAR: Sosa; Nicolás León, Biblt'oteca Botáni-
.co-mtxicana; Biografía escrita por Pablo de la Llave,
.en latín, trad. al castellano por Careaga.

JOSE ANTONIO LEMA Y CASAS


or ad or s a g r a d o.

Nacido en Valladolid de Michoacán; en México fué


alumno de los Colegios de San Ildefonso (hacia 1751)
y del Cristo; se graduó de doctor en la Universidad,
y tuvo allí el cargo de bibliotecario; fué capellán y sa-
·cristán mayor del Convento de religiosas de San Lo-
renzo, canónigo y secretario de la Colegiata de Gua-
.dalupe, y por último prebendado de la Catedral de
Puebla. Publicó un Elogio de la Virgen de Guadalu-
pe, pronunciado en la fiesta de su santuario, el 12 de
.Diciembre de 1801 (México, imprenta J áuregui, 1802).
CONSULTAR: Beristáin; Osores.
862

ANTONIO LEON GAMA


Matemático.

Antonio Le6n Gama, uno de los más distinguidos


hombres de ciencia que produjo Méxicc. en el siglo
XVIII, vivió hasta el segundo año del siglo XIX. Ha-
bía nacido en 1735 y sido alumno del Colegio de San
Ildefonsoj su padre, Gabriel Le6n Gama, fué aboga-
do notable, y, según parece, descendiente de la fami-
lia portuguesa á que perteneci6 Vasco de Gama. An-
tonio Le6n hizo por sí s610 extensísimos estudios cien-
tíficos; pero comenz6 tarde á publicar sus trabajos,
y sus bi6grafos dicen que nunca lleg6 á ocupar la
posici6n de que fué merecedor. Durante cuarenta años·
fué oficial mayor de la Real Audiencia de México; el
Virrey Manuel Antonio Flores le estim6 no poco, y lo
mismo se dice del segundo Virrey Conde de Revillagi-
gedo: ambos le encomendaron trabajos científicos. Fué
grande amigo de Joaquín Velázquez de Le6n, quien lo
propuso al Colegio de Minería para catedrático de me-
cánica, aerometría y pirotécnica: el nombramiento no
se confirm6, probablemente porque antes de la aper-
tura del instituto muri6 Velázquez de Le6n. Sin brille>
exterior, y, á lo que parece, con poca holgura perso-
nal, continu6 su vida hasta 1802, año en que muri6,
á 12 de Septiembre: se le enterr6 en la Iglesia de la
Profesa.
Le6n Gama cultivó relaciones con algunos hombres
de ciencia europeos, tales como Lalande, el capitán
Malaspina y el abate De la Chappe. Se le atribuye ha-
ber determinado, con exactitud no alcanzada antes, la
latitud de México. Publicó algunos calendarios, con
observaciones astron6micas personales: escribi6 los
números 16 á 20 de la Gazeta (1784), y colabor6 des-
pués en ella: uno de los trabajos que di6 al peri6dicO'
fué la Impugnaci6n sobre un pretendido hallazgo de
la cuadratura del círculo. Hizo imprimir, en folletos y
libros, estudios sobre el eclips;e de sol de 24 de Junio
de 1778 (México, imprenta de Ontiveros, 1778); ~obre
el uso medicinal de las lagartijas de Guatemala con-
tra el cáncer (México, 1782), cuestión en que intervi-
nieron el médico chiapaneco y catedrático de la U ni-
versidad de Guatemala Dr. José Flores, el valenciano
Manuel Moreno, primer director anatómico del Hospi-
tal Real de México, y el mexicano] osé Vicente Gar-
cía Vega; sobre las auroras boreales, con motivo de la
que se observó en México el 14 de Noviembre de 1789;-
sobre las piedras que se encontraron en la plaza prin-
cipal de México el año de 1790 (1792): excelente di,.
sertaci6n, reimpresa por Bustamante en 1832, y antes-
traducida al italiano y publicada en Roma en 1804, en
la imprenta de Sa1t>moni, bajo el titulo de Saggio
de!l'astronomia, cronologia e mitologia degli alllichi me--
ssicani; sobre el cómputo de los siglos (1800); y nue-
vamen te sobre las piedras de la plaza de México
(1802). Se dice que dej6 manuscritos estudios exten-
sos sobre la Cronología y la Numérica y Gnomónica
de los antiguos mexicanos, un tratado de Perspectiva
práctica y una Historia Guadalupana, relación de no-
ticias sobre la Virgen de Guadalupe.
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Arróniz; Sosa; Dic-
cionario mexicano de 1853-56; Humboldt, Ensayo po-
lítico sobre el Reino de la Nueva España, trad. cast. de
González Arnao, París, 1822, tomo 1, 174, 238.

JOSE LEZAMA
Escritor religioso.
Nació en el Obispado de Puebla y estudi6 en los
Colegios de San Gregorio y San Ignacio. Obtuvo en.
·'la U ni versidad de México el grado mayor de teolo-
-gía, y era hacia 1816, según dice Beristáin, catedrá-
tico y Rector del Colegio de Puebla.
Con motivo de la guerra de independencia escribió
Exhortación á la Paz (México, imprenta de Ontive-
ros, 1811).

MARIA DOLORES LOPEZ


Poetisa.

Dama residente en Tehuacán, que concurrió al cer-


-tamen en honor de la estatua de Carlos IV. La oda
con que entró al concurso aparece en los Cantos de las
.musas mexicanas (1804) y la reprodujo D. José María
Vigil en la antología de Poetisas mexicanas (1893).

MANUEL LOPEZ BUENO


Periodista.

Veracruzano; en su ciudad natal publicó el Jornal


. . .de Veracruz durante algunos meses del año de 1805.
CONSULTAR: Beristáin; José Toribio Medina, La im-
yrenta en Veracruz.

ANTONIO LÓPEZ MATOSO.


Escritor político.

El Lic. D. Ignacio Antonio López Matoso nació en


México; fufalumno del Colegio de San Ildefonso; por
.la U ni versidad, bachiller en filosofía y licenciado en
865
derecho; abogado y relator de la Audiencia. Simpati-
zó con la insurrección, estuvo complicado en la cons-
piración de Abril de 1811 Y SE! le tuvo prIsionero en
Ulúa hasta 1821. Al consumarse la independencia,
volvió á ser relator de lo Civil; pero murió poco des-
pués, cuando iba á ocupar su nuevo puesto de juez de
letras en Veracruz. Según Beristáin, reformó los Es-
tatutos del Colegio de Abogados de México (edi-
ción en 1808, imprenta de Ontiveros); publicó una
Exhortación á los habitantes de México sobre la im-
portancia de la unión entre españoles europeos y
americanos (México, imprenta de Arizpe, 1810), una
traducción del Discurso de D' Aguesseau sobre la dig-
nidad de los abogados (México, 1812), y unas Insti-
tuciones sobre derecho público, extractos de las obras
del mismo D'Aguesseau (México, Ontiveros, 1813).
CONSULTAR: Beristáin (en la M); Osores; Manuel
Cruzado, Bibliog-raf!a ;"urídica mexicana; Martirolog-io
de alg-unos de los primeros insurg-ent es ... , 1814, pág. 5.

JOSÉ MARIANO LÓPEZ TORRES.


Orador sagrado.

Presbítero del Obispado de Michoacán. Publicó,


según Beristáin, un Sermón paneg-Irico-moral sobre la
Virgen de Guadalupe (México, imprenta de Arizpe,
1810).

JOSÉ MARíA MADARIAGA.


Poeta.

Versificador mediano y fecundo; escribe multitud


de versos en ocasiones solemnes, religiosas y políti-
cas. Publicó muchos himnos á favor de los realistas
29
866

en la guerra de independencia, especialmente en El


Noticioso Ceneral. Firmaba J. M. M. Y Dama Caray
(véase, por ejemplo, Diario de .i.lféxico, 10 de Agosto
de 1810).

MARIANO IGNACIO MADRAZO.


Poeta.

No hay de él noticias biográficas. En el Diario de


México, con fecha 7 de Octubre de 1806, y bajo el
anagrama de Noriama Ciciona Mazorda, publica el
siguiente agradable Soneto á una mufer que fué aplau-
dida y celebrada por lurmosa, y se '¿leía despreciada por
ser VU'jtl:

Flora es aquella cuya edad luciente


alma fué del abril, copia del cielo,
cuyo dorado, cuyo hermoso pelo
equivocó las luces del oriente.
Fueros impuso á amor, que blandamente
introdujo en el pecho más de hielo,
y, casi libre del común recelo,
creyó que su beldad no era accidente.
Ya de todos se mira despreciada,
siendo horror, siendo enfado á los sentidos,
á quien avisa, en vez de hacer engaños.
Ni aun por su edad, de nadie es venerada;
con que nos muestra que años divertidos
en la cuenta del tiempo no son años.
867

JUA N LUI S MAN EIR O.


Bióg rafo.

Nacid o en Verac ruz á 22 de Febre ro de 1744. Fué


alumn o, con beca, del Coleg io de San Ildefo nso en
Méxi co; y antes de cump lir quinc e años entró de je-
suíta, en el Conv ento de Tepo zotlá n. Marc hó á Italia
en 1767, al ser deste rrada la Comp añía de Jesús . Lo-
gró volve r solo á Méxic o, en 1799, y vivió aquí, ais-
lado, unos tres años. Murió el 16 de Novi embr e de
1802, y se le enter ró en el Conv ento carm elita de San
Seba stián .
Segú n Beris táin, dejó manu scrito s una Vida de la
Virge n, en latín, é inscri pcion es y epigr amas en me-
moria del Obisp o Biem pica, de Pueb la; publi có un
Elogi o de Anton io León Gama y una Relac ión de las
exequ ias del Arzob ispo Núñe z de Haro , de Méxi co
(Méx ico, 1802 ). En Italia tradu jó al latín la céleb re
y discu tida obra del jesuí ta chilen o Lacu nza, La V~­
nida del ilfesía s en gloria y maJestad, publi cada en cas-
tellan o con el nomb re de Josaf at Ben- Ezra: la tradu c-
ción latina corrió manu scrita por Euro pa (v. Menél1-
dez y Pelay o, Histo ria de los hetero doxos españoles,
tomo II, págin as 409 á 412). Publi có duran te su des-
tierro (Bolo nia, eJo, typ. Leelii á Vulpe ) tres obras bio-
gráfic as, en latín: De lJitis aliquo t mexicanorutll alio-
rumq ue qui SilJe 'lIirtute sive lit/eri s Mexic i in primi s ./lo-
rueru nt, tres tomo s, 1791 (obra que ha servi do de
fuent e princ ipal para la biogr afía de los jesuít as me-
xican os); De vita Anton ii Lopez ii Porti lli (1791 ); Dt
lJita Petri Mali racerdotis mexic ani (1795 ). Las tres
existe n en la Bibli oteca Nacio nal de Méxi co (pági nas
156, 299 Y 499 del catálo go de la Nove na divis ión);
allí se halla tamb ién (pági na 262 del catálo go de la
868
Octava división) el manuscrito de una obra, al parecer
inédita, aunque no importante, de Maneiro: un cua-
derno que contiene nueve composiciones poéticas en
castellano, alusivas algunas á la expulsión de los je-
suítas y á su permanencia en Italia; varias parecen
escritas desde 1767. Las composiciones son menos
que medianas; la mejor versificada es la que se titula
Soliloquios de una pastora:

Sonoros ruiseñores
no cantaban amores,
no bulliciosa erraba
y, cual suele, llamaba
la tórtola afligida
su consorte perdida.
Jilgueros, cardenales,
tantas veces testigos de mis males
¿ qué en aquel día os hicisteis?
O volasteis de horror ó enmudecisteis ....
Alcé por un momento
mis moribundos ojos, y al contento
de ver aquel mi fino
Euralio, tantos años peregrino,
el alma conmovida
á mi sér restituida,
mutuos tiernos abrazos
pedí, salté, desfallecí en sus brazos ....

El manuscrito no parece autógrafo, pues abunda


en faltas de ortografía y no tiene correcciones.
En una continuación manuscrita que puso José Ma-
ria Lafragua á El Parnaso Mexicano (México, 1855)
y que existe en la Biblioteca Nacional (página 258 del
catálogo de la Octava división), se encuentra una de
esas composiciones de Maneiro: décimas al enviar un
retrato suyo á sus hermanas, en 1790; son menos que
medianas. Esto indica que las poesías de Maneiro
~ran conocidas, si no es que se habían publicado.
869
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Sosa; Juan N. Ro-
dríguez de San Miguel, La República Mexicana en
1846 (aparece allí, junto con una biografía de Manei-
ro, un retrato suyo litografiado); Bustamante, Tres
siglos de México, tomo III, 4.

FRANCISCO MANIAU y
TORQUEMADA.
Crítico literario.

Hijo del sevillano Francisco Maniau Ortega, Con-


tador general de la Renta del Tabaco en México; na-
.c ió probablemente en Jalapa, donde nacieron sus her-
manos José Nicolás y Joaquín, y se graduó de doctor,
no sabemos en qué facultad, en la Universidad de Mé-
XICO.
Figuró como censor en el jurado del certamen de
sainetes abierto en 1806, y formuló su juicio, desfavo-
rable á la lÍnica pieza presentada en el primer plazo
del certamen, juicio al que se conformaron los otros
dos censores del jurado y que se publicó en el Diario
de México desde 26 de Abril hasta 6 de Mayo de 1806.
Ofrece interés extractar algunos conceptos de este
extenso juicio, por los cuales se obtendrá alguna no-
ción de las ideas críticas entonces reinantes en Méxi-
co. Los principios generales en que funda su crítica
el Dr. Maniau son los Que se tenían por aristotélicos,
apoyados por los franceses del siglo XVII, pero al co-
menzar parece advertirse un eco de las ideas de Dide-
rot en cuestión de teatro:
«La comedia se ha tenido generalmente por un dra-
ma que, divirtiendo al hombre, trata de reformarlo por
medio de la burla. Esta definición le convino bien
870
mientras ella se mantuvo sujeta en aquellos límites; pe-
ro después que, con suma ventaja del teatro y de los
hombres, no sólo se ha empleado en ahuyentar el vicio.
las preocupaciones y extravagancias, sino también en
enseñar la virtud con preceptos, documentos y ejem-
plos; cuando ella ha procurado infundir en los asisten-
tes el amor conyugal, el amor recíproco de padres é
hijos, la humanidad, el espíritu público, y otras virtu-
des apacibles, que no tocan en la esfera de lo trágico:
la comedia se ha hecho ya un drama más universal, al
cual correspondía dar una definición más extensa, y no
tan limitada como la que le aplican comúnmente los au-
tores: con especialidad si se ha de aprobar la opinión
de los dramáticos de nuestro tiempo, que, apartándo-
se del dictamen de algunos antiguos, aprueban los
dramas mixtos conocidos por el nombre de tragicome-
dias.
«Entretanto que la comedia ha tom:tdo esta nueva
extensión, ó más bien, que se ha creado un nuevo gé-
nero desconocido de la antigüedad, el sainete, entremés
ó petipieza se ha apropiado todos los derechos y carac-
teres de la comedia primitiva, y ha quedado sujeto á
sus leyes con el mayor rigor. A él pertenece única-
mente desterrar el vicio y las extravagancias humanas,
y á este fin no le es permitido usar de otras armas que
las de la sátira y el ridículo. El convencimiento, la ex-
citación de los afectos, todo aquello, en fin, que toca
á la razón, imaginación ó al corazón de un modo gra-
ve y circunspecto, aunque muy útil en otra clase de
piezas, en el sainete está enteramente fuera de su lu-
gar, como que no pueden contribuir semejantes idéas
á excitar la risa, formando la burla del vicio que se
pretende exterminar ....
«Considerado bajo de este aspecto el sainete que se
examina, se advierte prontamente que él se ha apropia-
do sin razón el título de tal: todo en él es grave y serio.
Comencemos por el título: Al mayor libertinaJe la pru-
dencia corla el 'llicio. Dejemos á un lado la redundancia
de este tema, en el cual es inútil una de las dos pala-
bras liberlina/e, vicio; pues si hubiesen de subsistir
ambas, resultaría el extravagante sentido de que la
prudencia, sin destruir el libertinaje en su totalidad,
s610 lo corta en aquella parte que puede llamarse vicio
ó exceso, como si todo él no lo fuera. Lo que nos im-
porta observar es, atendida no la expresión sino el
concepto que encierra, que el eje ó fundamento de to-
da la pieza, y el ohjeto á que se dirige, es reformar
por medio de la prudencia un desorden que corría sin
freno: es establecer una ver:lad moral que, debiendo
reformar una de las princi pales partes de las operacio-
nes de la vida, exige en el ánimo tanta atención y cir-
cunspecci6n para aprovecharla cuanta es su misma
gravedad é importancia, excluyendo por tanto las gra-
cias y donaire del ridículo, que harían con ella una
compañía deforme .Y viciosa.
«El desempeño de la misma pieza está demostrando
que no era fácil ni decente hacE-rlo de otra manera.
Consiguiente el autor en seguir la gravedad de su te-
ma, discurre hasta el término del drama por lances
que, unidos á la acci6n principal, no pueden excitar
la complacencia y la risa. Un hombre fluctuando entre
sus amores y sus insoportables deudas, lamentando
sus pasadas disipaciones y extrema pobreza, oprimido
de las importunas pedidas de una mujer inconsiderada
á quien adora; ésta arrebatada de sus vanos deseos,
entrando en empeños que no puede sostener, reconve-
nida tenazmente de los acreedores, insultada de una
criada, escarmentada de los excesos á que la ha lleva-
do su extraviada conducta, reformada al fin, como su
amante, cuando uno y otro no encuentran ya salida á
sus desgracias : todos estos objetos, mu y lejos de con-
tribuir á la risa, mueven directa y alternativamente el
desprecio, la lástima, la ira, y por último, aquel dulce
contento que causa la vista de una reforma inespe-
rada.
<Por eso el referido asunto era más propio de una
comedia, y le convendría más justamente este título.
Su idea. en efecto, es noble é importante; la acción toda
es una pintura muy verdadera y natural de lo que pa-
sa diariamente. Un hombre y una mujer que, deján-
dose llevar inconsideradamente de sus deseos, tocan
aquel punto en que el retroceso es inevitable y la re-
forma necesaria. Nada es más cierto que el que el
hombre forma con sus mismas pasiones unas cadenas
indisolubles y que el único medio de salir de ellas en
estos casos es recurrir al orden de que se había des-
viado. Presentar esta verdad personificada, por decir-
lo así, en los sujetos convenientes, es dar una lección
la más útil para el gobierno de la vida, es hacer visi-
ble á todos el grave daño que causa por sí mismo el
vicio y escarmentar á todos los que se hallan en ese
infeliz estado, hablando á la conciencia de cada uno
de un modo expresivo y elocuente ....
<Mas como tratando de calificar una pieza dramá-
tica no se debe fijar solamente la atención en su méri-
to moral, el cual aun suele ser muy pequeño por parte
de la invención, si se atiende á que los hombres rudos
y libertinos conservan cierto fondo de rectitud, pasa-
remos á observar aquella composición en su conformi-
dad con las reglas del arte y de la naturaleza. Des-
de luego se presenta que la acción no es simple y
una ....
<Es muy posible que se tenga por rigurosa esta cen-
sura; pero este rigor lo es del arte y no del censor ...
El arte da por defectuosos todos aq uellos dramas en
que las peripecias que se admitan, y de consiguiente
los personajes, no dependan de uno solo, DO influya
una mutación en las demás, y sobre todo si ellas no
concurren en un mismo punto sino en diversos tiem-
pos.
«Hemos venido á caer insensiblemente á una de las
materias más esenciales del drama, á saber, el uso del
tiempo, y, para proceder con orden, estableceremos:
por lo respectivo á nuestro sainete una triple división: -
1 9 , tiempo de la material representación del drama; 2°, _
tiempo de la acción del drama; 39 , tiempo supuesto por
el drama. El primero será de dos horas, ó poco más; '
el segundo de diez; el tercero de veinte y cuatro ó
veinte y seis ....
«La falta de personajes se echará de ver mejor ha-
blando, como vamos á hacerlo, de las impropiedades,
inverosimilitudes é inconsecuencias de que abunda es-
ta pieza. Comencemos por los monólogos ó soliloquios,
que, en mi opinión, fundada como se va á ver, es uno
de los mayores defectos del poeta. Se puede decir que '
el pensamiento es el lenguaje del hombre consigo mis-
mo, y que las voces ó palabras son el lenguaje del-
hombre con los demás. Puesto el hombre en soledad,
piensa, discurre, medita, y pondrá también en acción
todos sus afectos; pero no usará de los signos que los ,
representan, esto es, de las palabras, hasta no verse
en la necesidad de dar á algún otro parte de sus sen-
timientos ó ideas. Empleará alguna vez las exclama-
ciones é imprecaciones; pero ellas serán unas erupcio-
nes rápidas de las agitaciones interiores que lo con-
mueven, para reducirlo prontamente al silencio. En sus-
apróstrofes á los seres inanimados procede con la mis-
ma celeridad, y, si se detiene largo tiempo en el uso·
de la expresión, es suponiendo otro sér diferente que '
lo escucha, tal como la suerte, el hado, el destino, la
fortuna, que se presentan á su imaginación como per-
sonificados, ó bien Dios, los espíritus invisibles, los..
santos, los genios ó demonios. ' .. »
En el Martirologio de allfunos de los primeros insurlfen-
tes que publicó Bustamante extractándolo de apun-
tes de la Junta de Seguridad (1841) se dice de D.,
Francisco l\'Íaniau: «Fué denunciado por haber profe-
rido en el teatro que en Oaxaca se pasó por las armas·
al Excmo. Sr. Saravia, á Régules y Bonavia por sal-
-dar Morelos un piquito que tenía pendiente con el
Exmo. Señor Virrey, de resultas de lo que por su or-
-den se ejecutó con Bravo y dos compañeros. Su expo-
sición llevaba el espíritu, según se pintaba, de mur-
murar las disposiciones justas del gobierno y manifestar
una excesiva compasión hacia aquellos infames cabe-
cillas que aún no pagaron con las vidas sus atroces
delitos; pero, no habiéndose podido justificar suficien-
iemente, se mandaron archivar las actuaciones, de con-
formidad con el pedimento fiscal.»
En 1808, el Dr. Maniau quiso fundar un semanario
dedicado principalmente á estudios históricos, pero la
mala voluntad de Juan López Cancelada hizo fracasar
el proyecto.

]OAQUIN MANIAU y TORQUEMADA


Político.

J alapeño; hermano de Francisco y José Nicolás Ma.


'niau; sucedió á su padre, D. Francisco Maniau Orte-
ga, como contador general de la Renta del Tabaco;
fué también comisario ordenador de los Reales Ejér-
citos. Colaboró con D. Fabián Fonseca y D. Carlos
de U rrutia en la vasta obra sobre el régimen econó-
mico de la colonia, ordenada por el segundo virrey
Conde de Revillagigedo y publicada, más de medio
siglo después, con el título de Historia g-eneral de la
Real Hacienda (6 vols., México, imprenta de Vicente
'·GarcÍa Torres, 1845). Beristáin dice que Maniau es-
cribió, por sí solo, en 1793 un resumen de la obra,
.el cual quedó inédito (existía en copia, en los archi-
vos del Virreinato).
Electo diputado, por la intendencia de Veracruz,
.á las Cortes españolas de 1810, estuvo en ellas
des de Marzo de 18r I hasta su disolución. Ocupó
á principios de 1813 la presidencia de ellas, y terció
en diversas cuestiones: propuso se revocara la or-
den de libertad del cabotaje entre las colonias, y cen-
suró las escandalosas representaciones del Consulado
de México. En general, su conducta pareció ser más
de adhesión á España que de defensa de América; pe-
ro, al suprimirse las Cortes, en Mayo de 1814, con el
triunfo del absolutismo, fué uno de los diputados pre-
sos por sospechas de que tuviese ideas liberales. Aun-
que, según D. Joaquín Lorenzo Villanueva, no se le
pudo probar ningún acto subversivo, permaneció con-
finado h.asta que Fernando VII, en 29 de Mayo de
181S, le indultó, si bien imponiéndole multa de mil
duros á beneficio del Hospital General.
Al regresar á México, según Alamán, fué director
de la Renta del Tabaco, donde, como queda dicho,
había sido ya contador: murió, no sabemos cuándo,
en el desempeño de aquel puesto.
CONSULTAR: Beristáin; Alamán, Historia de México,
tomo I, apéndice, doc. IS; nI, págs. 34, 80, 96; IV,
140, 394; Humboldt, Ensayo político sobre el reino de
la NUe71a España, trad. de González Arnao, París,
1822, tomo I, pág. 200; Joaquín Lorenzo Villa nueva,
Vida literaria, 182S, tomo Il, 25, 103, 122, 140 á 142,
IS6, 159, 161, 173, 179.

JOSE NICOLAS MANIAU


y TORQUEMADA
Orador sagrado.

Nacido en Jalapa, y hermano de Francisco y Joa-


quín Maniau. Fué alumno de los Colegios de San Pe-
dro, San Juan y San Pablo, en Puebla; catedrático de
876
historia y disciplina eclesiásticas, latín y retórica;
doctor en teología por la Universidad; presbítero; su-
cesivamente, cura y juez eclesiástico de Chilapa, ca-
nónigo de la Catedral de Puebla, prebendado y por
fin lectoral de la Metropolitana. Fué padrino y protec-
tor del poeta Ortega.
Según Beristáin, escribió en Septiembre de 1800,.
dirigiéndola desde Chilapa al intendente de Oaxaca
D. Antonio Mora, una Descripción del gigante Martln
Salmerón: el manuscrito existía en la Biblioteca de la
Catedral Metropolitana.
Publicó, siendo ya lectoral en M éxico, la Oración
fúnebre del Señor Don Ignacio Paz y Tagle pronuncia-
da en las solemnes honras que en memoria de éste ce-
lebró la Archicofradía de Ciudadanos de la Santa Ve-
racruz (México, imprenta de Alejandro Valdés, 1829).
CONSULTAR: Beristáin.

MANUEL MANSO
Poeta.

Manuel Manso, que perteneció á la A rcadia de M é-


xico con el nombre de Alexis, es quizás el peor poeta
de todos los árcades. Escribía poco, y en el Diario de
México firmaba Leuman-Nomas y Manoela Muns.

PEDRO JOSE MARQUEZ.


Crítico de arte.

Nació en San Francisco del Rincón, de Guanajuato,


el día 22 de Febrero de 1741. En 1763 ingresó en la
877
Compañía de ] esús. Enseñaba latinidad en el Colegio
del Espíritu Santo de Puebla, cuando en 1767 fué ex-
pulsado del país junto con sus compañeros de Orden
por la pragmática de Carlos IlI. Refugióse en Italia,
<londe se entregó al estudio de las artes arquitectóni-
cas, y allí escribió sus obras, que le valieron el título
.de socio de las Academias de Roma, Florencia, Bolo-
nia, Madrid y Zaragoza. En 1814 regresó á México,
tras una ausencia de cuarenta y siete años. Fue maes-
tro de novicios en el Colegio de San Ildefonso, que
había vuelto á manos de los jesuítas, y murió en
1820. Escribió las siguientes obras: Tavole nelle
.quali si mostra il punto del mezzo I;iorno é della mezza
notte, del nascere e tramontare del sole, secondo il meri-
.diano di Roma (Roma, imprenta de Salomoni, 1790);
Delle case di citá degü antichi romani secondo la dottrina
di Vitru vio (Impreso por Salomoni, 1795); Delle ville
Ai Plinio il giovane, con un appendice sugli atrii de/la
.S. Scrittura e gli Scamilli impari di Vitr u71io (Salomo-
ni, 1796); Dell 'ordine dorico, ricerche (Salomoni, 1803);
Due antichi monumenti di architettura messicana illustra-
ti (Imprenta de Salomoni, 1804); Saggio dell'astrono-
.m ia, cronologia e mitologia degli anticlli messicalli (Im-
prenta de Salomoni, 1804): esta obra es una traduc-
ción, aumentada con un apéndice y notas, de la Des-
crtpción histórica y cronológica de las dos piedras que se
Jtallaron en la plaza principal de la ciudad de México el
año de I790 que en 1792 publicó D. Antonio León
Gama); Esercitazt'oni architettoniche sopra g/i spettacoli
degli anticJti, con appendice sul bello in generale (Impre-
sa por Salomoni, 1808; el apéndice se había publicado
ya en Madrid, en castellano, en 1801); Ilustrazioni de-
.lIe 'llilla di Mecenate in Tivoli (Roma, imprenta de Ro-
. 1 8 12,.
manIS, '\
Don Bernardo Couto cita las siguientes obras iné-
ditas: Apuntamientos, por orden alfabético, p ertfnecientes
.á la arquitectura, donde se ex ponen -¡!arias dtJctrillas de
878
M. Vilruvio Pol/ion; De/le strulture antiche, disertazione,'
y una traducci6n italiana de Vitruvio, con amplias
notas.
Sobre el estudio de lo be/lo del P. Márquez dice D.
Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de las
ideas estéticas:
<Del jesuíta D. Pedro Márquez conocemos un dis-
curso sobre lo bello en g-entral, estampado en Madrid
(1801), pero, al parecer, tan poco leído, que ni siquie-
ra hace menci6n de él el diligente Beristáin, al tra-
tar de otras obras de su autor en la Biblioteca Hispa-
no-A m frica na Septentrional (1). Este discurso s610 es
notable por la confusi6n de ideas que en él reina. De-
fine la belleza "aquello en qu~ el espíritu se compla-
ce", confundiéndola con el agrado, y distingue tres
géneros de objetos agradables. Los del olfato, gusto y
tacto, que forman la primera clase, no pueden en ri-
gor llamarse bellos, pero pueden espiritualizarse 6-
trasmudarse en objeto del espíritu. A la segunda clase
pertenecen los objetos de la vista y del oído. A la ter-
cera los que se perciben inmediatamente por las potencias
espirituales sin que sea necesario la intervención de los
sentidos. S610 éstos y los anteriores pueden llamarse
bellos, porque bello es 10 que causa placer al espíritu.
En los objetos bellos van siempre unidas las dos cua-
lidades de verdad y bondad.
<Ya se ve cuán lejos está el autor de la teoría de Ar-
teaga, y aun de toda racional Estética. Llega á usar-
como sin6nimos las palabras belleza, verdad y bien, y
sobre esta confusi6n ilógica discurre del modo siguien-
te: "Lo bello es bueno, lueg-o los actos de amor y g-ozo
ccJn que la llo/untad abraz a el bien p1'esente serán los mis-
mos con que percibirá lo be/lo. Es también verdadero:

(1) Sobre lo bello en general. Discurso de D. Pedro Mdr-


quez , presbitero, socio de las Academias de Bellas Artes de
Madrid, de Florencia y de Bolonia, á su amigo . .... . En la
oficina del Diario, año 1801: 31 páginas.
879
luego cualquiera de los actos con que el entendimien-
to conoce las verdades será á propósito para la percep-
ción de lo bello por part~ de esta potencia". Por ejem-
plo, las demostraciones matemáticas. i Cuán prolífico
es el error, y cuán ineludibles sus consecuenciasL
"Cualquiera de los actos del entendimiento (prosigue)
puede concurrir á la percepción de la belleza, con tal
que en ellos se presente á la voluntad el objeto bello
como bueno y como verdadero. . . . . . Basta una sim-
ple aprensión de que el objeto se conforme á lo bueno
y verdadero, y aun basta muchas veces aquello que
llamamos instinto .....• Los objetos, para ser bellos,
han de conformarse á los principios de bondad y de-
verdad. . . . .. Las formas perfectas que el arte ó la
naturaleza presentan á nuestros ojos, en tanto son be-
llas, en cuanto, pasando sus ideas por los órganos, y
llegando á nuestro esptritu, éste, con las acciones de
sus potencias, reconoce en ellas las cualidades de ver--
dad y belleza, conforme á las leyes de la naturaleza y
del arte".
<El espíritu es solo quien goza el placer de la be-
lleza. La percepción de ésta es de dos modos, interna
y externa. Es interna la que proviene de los princIpios
que nos son innatos, ó que influyen en nosotros, sin que
procedan de discursos ni raciocinios formados.
<En las últimas páginas de su discurso parece como
que el P. Márquez vuelve sobre sí, y comprende que-
en la belleza debe de haber cierta incóg-nita cualidad,
independiente de la verdad y del bien. Esta incÓfflllia-
cualidad la busca en la regularidad, en la novedad,
etc., y, no encontrándose satisfecho con ninguna de-
estas explicaciones, acaba por referirla á la perfecció"
que se muestra como mUlla, de uno de dos modos: ó
presentando sucesivamente sus cualidades, ó recono-
ciéndolas el espíritu una después de otra. "La perfec-
ción y novedad del objeto perfecto, y el movimiento
del espíritu hacia lo agradable, son los dos requisitos.
880

~ necesarios en el asunto de la percepción de la belleza,


cualquiera que ésta sea."
«El discurso termina con estas palabras, que pare-
cen arrancadas de un diálogo de Platón: Felices, por
Itanto, llamemos desde ahora á los que sepan gustar,
no de los objetos puramente sensibles, sino de los que,
.aunque sea por la vista y oído, comunican su verdade-
ra belleza; pero más felices los que sepan hallar pla-
·cer en los objetos espiritualizados, y tanto más cuanto
esto~ objetos se acerquen más á la fuente y origen de
.la verdad y del bien, puesto que en razón de lo que
,pasean ó participen de estas cnalidades, se hallarán
Gonstituídos en mayor y más alto grado de belleza,
.hasta llegar al infinito~.
CONSULTAR: Beristáin; Osares; Sosa; Diccionario
'mexicano de 1853-56, excelente biografía por José
Bernardo Cauto; M. Menéndez y Pelayo, Historia de
las ideas estllicas en España, siglo XVIII, tomo 1, 112
;á 1I5; tomo II, 319; Humboldt, Ensayo polítito sobre
.la Nueva España, trad. de González Arnao, 1822, to-
.mo lI, págs. 69 y 70.

RAMON MARTíNEZ DE LOS Ríos.


Escritor político.

N ació el Lic. D. Ramón Esteban Martínez de los


Ríos en San Luis Potosí. Estudió en el Seminario
Conciliar de Valladolid de Michoacán, hasta el curso
..de filosofía, y en el Colegio de San Ildefonso, de Mé-
'xico, hizo sus estudios de jurisprudencia. Era aho·
gado de la Audiencia de Guadalajara y, por incorpo·
ración de título, llegó á serlo de la Real Audiencia
.de esta capital y fué individuo del Ilustre Colegio de
Letrados. Hacia 1810, residía en Querétaro, donde
88r
desempeñó los encargos de Síndico y Regidor yalcal-
de ordinario. En r 8 r4 nombróle su ciudad natal di-
putado á las Cortes de España, mas sobrevino la di-
solución de éstas y él no llegó á salir del territorio
mexicano. Fué, baJo la República, diputado al primer
congreso constituyente (r822), y luego al Congreso de
1825. Escribió, según Beristáin y Osores, una Pro-
clama de la república de indios de Querétaro á los
pueblos de su Gobierno (Impresa en :México, 1810);
Apuntes de alg-u1las circunstancias notables de la revolu-
ción actual (México, Imprenta de Ontiveros, 1810:
se anuncia en el Diario de Aféxico del 31 de Di-
ciembre de r8ro); Parabién á los eJércitos americanos
de Fernando VII (Impreso en México. I8Ir); refu-
taciones á un sermón del Provincial de San Francisco
(Querétaro), P. Gutiérrez, publicadas en El Bachiller
Alesna.
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

PEDRO DE MENDIZABAL.
Orador sagrado.

Hermano de Luis de Mendizábal, D. Pedro José de


Mendizábal fué, sucesivamente, colegial del mayor
de Santa María de Todos Santos, Doctor teólogo de
la U niversicad de México, capellán y rector del Co-
legio de San Juan de Letrán, examinador sinodal del
Obispado de Durango y del Arzobispado de México,
cura de la parroquia de Santa Ana y, en fin, diputado
á Cortes por la provincia de San Luis PotosÍ. Escri-
bió, según Beristáin, un Sermón de rOlfalzva á la Vir-
lfell del Pueblito de Querétaro (Impreso en México,
Arizpe, I8ro). Fué predicador activísimo, según pue-
10
882

de verse en el Diario de Mlxico, en los avisos de ser-


mones.
CONSULTAR: Beristáin.

MARIA JOSEFA MENDOZA.


Poetisa.

Según Beristáin, nació en Guanajuato y publicó


Cánticos devotos sobre los cuatro n07Jísimos: muerte, Jui-
cio, infierno y gloria (México, imprenta J áuregui, 1802).
Según José Rosas Moreno, apuntes sobre GuanaJuat(J
(México, 1876), fué el primer poeta que cantó á la
independencia. No hemos podido, sin embargo, encon-
trar sus poesías.

FR. MANUEL MERCADILLO.


Escritor religioso.

El Dr. y Maestro Fr. Manuel Mercadillo nació en


México. En 1784 tomó beca de seminarista en San 11-
defonso, y, concluidos casi sus estudios, el hábito de la
Merced en el convento capitular de la Provincia de la
Visitación; fué presentado y maestro por su Orden;
maestro en artes, doctor teólogo y catedrático de filo-
sofía en la Universidad; en su Provincia, comenda-
dor de varios conventos y dos veces provincial; en la
curia eclesiástica arzobispal, sinodal para órdenes y
licencias y para oposiciones de curatos. Murió en 20
de Septiembre de 1825. Escribió, según Osores, una
Apololf"Ía de la aparición de la virgen de Guadalupe,
refutando á D. Juan Bautista Muñoz, el Secretario de
la Real Academia de la Historia de Madrid, quien
había aprovechado las ideas de Fr. Servando de Mier.
Guridi Alcocer y G6mez Marín, como es sabido, escri-
bieron también con este prop6sito. Dej6 también un
manuscrito de Comentarios al Catecismo de Pío V con
índice de cuestiones doctrinales.
CONSULTAR: Osores.

JUAN NEPOMUCENO MIER y


ALTAMIRANO
Poeta.

Queretano. Colabor6 en el Diario de México con su


firma, con sus iniciales J. N. M. A. Y con el anagra-
ma Maromani Al/itri. Obtuvo un premio y un accésit
en el certamen de 1816 en honor de los jesuitas.

JOSE MAHIANO MOCIÑü


Botánico.

José Mariano Mociño (cuyo apellido se escribía en


su tiempo Moziño) naci6 en Temascaltepec, después
de mediado el siglo XVIII. Fué alumno distinguido
del Seminario Tridentino, de la Academia de San Car-
los (de bellas artes) y de la Universidad de México,
donde se hizo médico; sirvi6 como catedrático de filo-
sofía en Oaxaca y luego de matemáticas y de botáni-
ca en la Universidad metropolitana.
Al llegar á Nueva España, en 1787, la comisi6n en-
cargada por el rey Carlos III de explorar científica-
mente toda la América septentrional española, bajo la
dirección de D. Martín de Sessé y Lacasta, y fundarse
(en 1788) el Jardín Botánico, Mociño, con otros me-
xicanos, entró á trabajar con los naturalistas venidos
de Europa. En 1789 salió de México como miembro
de la expedición exploradora, de la cual llegó á ser el
más importante después de Sessé. Los trabajos de la
expedición duraron desde 1789 hasta 1804; y en ese
tiempo, aunque por intervalos volvía á la capital, re-
corrió más de tres mil leguas, desde la California has-
ta Costa Rica. Describió la flora de Guatemala; visi-
tó el volcán del] orullo, y el de San Andrés Tuxtla en
erupción (1793); hizo observaciones sobre las costas
del Pacífico; propuso la introducción de camellos en
el país; en Centro América hizo estudios sobre los
temblores, sobre el azogue, el añil, las aguas potables
y la curación de la lepra; y en México experimentó las
propiedades curativas de diversas plantas en los en-
fermos de los hospitales.
En 1804, Sessé y Mociño tuvieron listos un herba-
rio de cuatro mil especies, en gran número las nue-
vas, y una colección de otros tantos dibujos colorea-
dos de animales y plantas, hechos por el español] uan
Cerda y el mexicano Atanasio Echeverría, y al mismo
~iempo escritas elos obras: Flora mexicana y Plantae
N07) (Je Hispaniae. Con este bagaje se embarcaron rum-
bo á España, donde no lograron lo que esperaban, es-
pecialmente la publicación de sus obras. Mociño, sin
embargo, fué bien pronto estimado en los círculos in-
telectuales; desde su llegada, en 1804, fué director de
la policía médica durante la epidemia de fiebre amari-
lla ocurrida en Andalucía, y presentó una Memoria
sobre el asunto á la Real Academia de Medicina de
Madrid. Fué miembro de dicha Academia, donde
llegó á sf'cretario y presidente; di rector del gabinete
de historia natural, donde dió cursos de zoología
( los primeros en España) y clasificó, en unión del
885
mexicano Pablo de La Llave, los animales allí eXIs-
tentes.
Mociño acept6, aunque no parece que de buena ga-
na, el gobierno de los franceses en España, y se neg6
á reconocer al presidente de la Academia de medicina
impuesto por José Bonaparte, M. Barrois. Tuvo
que salir de España con los franceses, y pas6 en
Francia miserias y penalidades . Encontr6 un apoyo,
sin embargo, en la amistad del insig-ne De Candolle,
á quien encomend6 la guarda de sus obras y parte de
las colecciones formadas en la expedici6n de México.
Se dirigi6 varias veces á personajes y corporaciones
de España, pidiendo se le permitiera el regreso á la
metr6poli; y al fin logr6 que se le concediera el per-
miso. Decidi6 partir, y esta partida di6 ocasi6n á un
suceso curioso y de los más pintorescos en la historia
de la ciencia moderna. Pidi6 Mociño á De Candolle le
devolviera los mil cuatrocientos dibujos de plantas
americanas que le confi6; y De Candolle, que había
comenzado á copiarlos, pero que s610 tenía hasta en-
tonces cerca de cuatrocientos, apel6 á todos sus ami-
gos de Ginebra, donde había ido á residir, y puede de-
cirse que la ciudad entera se puso á su servicio: más de
cien dibujantes, profesionales y aficionados, hombres
y mujeres, dirigi dos por Mme. Lavit, se dedicaron á
reproducir los dibujos que faltaban. En diez días que-
dó copiado el resto de la col ección (unos mil cien
ejemplares) y ésta fué devuelta á Mociño.
Emprendi6 el naturalista mexicano la ruta hacia
España; y i€ sabe que lleg6 á ella, para morir poco
después. Hay incertidumbre sobre la fecha y el lugar;
sin embargo, parece aceptable el testimonio de Pablo
de La Llave, quien dice que muri6 en Barcelona, en
la casa del respetable jurisconsulto D. Jacobo de Vi-
llaurrutia, en 1821.
La célebre colecci6n de plantas americanas se dis-
pers6: una parte pas6 al ] ardín Botánico de Madrid;
886
se cree que otros ejemplares figuran hoy, con nombres
de diversas procedencias. en el Museo Británico y en
otras colecciones importantes. Se ignora el paradero
de los dibujos.
Mociño escribió no poco. Fué colaborador de Alza-
te en las Gacetas de literatura (1788 á 1795), en las
cuales, bajo el seudónimo de Joseph Vdázquez, publi-
có sus críticas á los escolásticos y á la Margileida
proyectada por Bruno Larrañaga. En la Gaceta de
Valdés publicó (19 de Septiembre de 1801) el Discur-
so sobre la reforma de la materia médica, pronuncia-
do en la apertura de las clases de botánica en el ] ar-
dín. Beristáin dice, además, que escribió una Descrip-
ción del Jorullo en versos latinos, y se sabe que hizo
epigramas en latín.
Hay otros trabajos suyos, la mayor parte de los
cuales han sido reimpresos en La Naturaleza, órgano
de la Sociedad de Historia Natural. Además, según el
Diccion.:lrio de historia y geografía (México, 1853-56),
publicó en 1803, en la imprenta de Zúñiga y Ontive-
ros, los Elementos de medicina de Brown, traducidos y
amplificados por él, por Sessé y por Montaña.
Las obras capitales de Mociño, escritas en colabo-
ración con Sessé, Flora mexicana y Plantas de Nueva
España, habrían quedado inéditas sin el esfuerzo de
la Sociedad de Historia Natural, de México, la cual
logró obtenerlas en España y las publicó en 1887 (im-
prenta de Ignacio Escalante).
CONSULTAR: Beristáin; Sosa; Diccionario mexicano
de 1853-56; Santiago R9.mírez, prólogo á la Flora me-
x icana; Pimentel, Historia de la poesía en Me:cico, cap.
X; Humboldt, Ensayo poNtice) sobre la Nueva España,
trad. de González Arnao, tomo I, págs. 230 y 231; De
Candolle, Mémoires el souvenirs.
887

LUIS MONTAÑA.
Escritor político y versificador.

Este personaje, que gozó de influencia por su posi-


ción social, por sus estudios y escritos, y finalmente
por sus tertulias literarias, nació en Puebla en 1755;
allí estudió humanidades y filosofía en el Seminario
Palafoxiano, y teología en el Colegio de San Ignacio.
En la Universidad de México estudió para médico,
obtuvo el título de doctor, joven aún, y poco después
entró á desempeñar la cátedra de vísperas de medicina,
en la cual estuvo largos años. Más tarde fué nombra-
do catedrático de clínica en el Hospital General de San
Andrés é individuo del Tribunal del Protomedicato.
La Academia Médica de Ma.drid le hizo su miembro,
lo mismo que la Sociedad Médico-quirúrgica de Cádiz
(1810). Se elogia la actividad que desplegó durante
la epidemia de México en 1813.
Fué hombre de aspiraciones enciclopédicas, y se di-
ce que profundizó el estudio de la química y de la bo-
tánica. Aprendió, además del latín, e1 griego, el inglés,
el francés y el italiano. En sus últimos años, hizo de
su casa centro de reuniones. concurridas por los hom-
bres más distinguidos de México en el orden intelec-
tual, quienes formaron allí una especie de academia li-
teraria con ejercicios y certámenes. Murió en México
el 27 de Junio de 1820. Pablo de La Llave dedicó una
planta con el nombre de Montanoa.
Tradujo y amplificó, según se dice en el Diccionario
de historia y Ifeolfra.fía (México, 1853-56), en unión de
Martín de Sessé y J usé Mariano Mociño, los Elemen-
tos de M~dicina de Brown (México, imprenta de Onti-
veros, 1803). Publicó además, según Beristáin, una
Oda en respuesta al Br. J. V. (México, imprenta de
Ontiveros, 1798), Canto á la nación española armada
888
contra la Francia (México. imprenta de Arizpe, 1808),
La Fortaleza, poema en elogio de "Fernando VII (im-
prenta de Arizpe, 1808), Llanto de la América por el
decreto imperial que despoja al nuevo rey José Bote-
llas (Bonaparte) de la corona de España, poesía sati-
rica (Arizpe, 1808), Satisfacción á los milicianos mexi-
canos, victoriosos en el Monte de las Cruces (1810),
Oda á la gloriosa acción del Monte de las Cruces
(1810), Guana;'uato invadida, oda elegiaca (imprenta
de Ontiveros, 1810), Perelfrinación. de la milalfrosa ima-
Ifen de Nuestra Señora de los Remedios, rasgo épico (im-
prenta de Arizpe, 1810), Crisis de la insurrección t1l
Acatita de Ba;'án, oda (1811).
Obras en prosa: Discurso sobre las afinidades botáni-
cas, pronunciado en el Jardín Botállico de México (im-
preso en los Anales de laJ Ciencias Naturales de Ma-
drid, 1803), Reflexiones sobre la revolución de indepen-
dencia (México, imprenta de Arizpe, 1820), Modo de
socorrer á losfenfermos de la epidemia actual en los casos
en que no halla médico que los asista (imprenta de Ariz-
pe, 1813), ' Respuesta á don J. S. M. sobre el arbol del
hule ó castilloa elástica, escrita por él y suscrita por
su discípulo José Dionisio Larreátegui en la Gauta dt
Literatura de Alzate.
Seg(m el mismo Beristáin, dejó manuscritos tres in-
formes dirigidos al gobierno virreinal: el primero, so-
bre los baños del Peñón; el segundo, sobre el desagüe
de las lagunas: el tercero, sobre el vómito negro de
Veracruz; y una composición en octavas reales, en elo-
gio de Fernando VII. Según el Diccionario arriba men-
cionado, comenzó á publicar, en latín, la obra PrO!lu-
tiones et concertationes medicO! pro Hippocratis aphoris-
mis interpretandis, que no terminó, según puede verse
en el número de El Noticioso General correspondiente
al 17 de Octubre de 1817.
En la Biblioteca Nacional de México existen varios
folletos del Dr. Montaña (páginaa 259 y 260 del catá-
889
logo de la Octava división, 379 y 415 del catálogo de"
la Novena). Uno de ellos contiene las Reflexiones arriba
citadas, contra la insurrección (fueron reproducidas
en la Colección de documentos para la historia de la g-ue-
rra de independencia, de Hernández y Dávalos, tomo III,
doc. 137); otro, un escrito intitulado Carácter polltico y -
marcial de los insur~en'es, comprobado en Aculco el 7 de
Noviembre (México, imprenta de Ontiveros, 1810). Los
demás contienen composiciones poéticas: La Fortaleza,_
la oda sobre la acción del Monte de las Cruces, Gua-
naiuato invadida, la Oda al Virrey Venegas, el Raslfo'
épico sobre la Virgen de los Remedios, la Crisis de la
insurrecció1l. Hay también versos suyos en la Colección -
de poesías publicada, á modo de periódico, en elogio de
Fernando VII (1808).
La poesía del Dr. Montaña es medianamente co-
rrecta en su versificación y selecta en su lenguaje. Pa--
ra el gusto de su tiempo (según se ve por el Dicciona-
rio de 1853-56) sus versos eran de <estilo hinchado y
campanudo»; hoy nos parece menos prosaico que el de
la generalidad de sus contemporáneos, aunque no era
evitable el prosaísmo en temas políticos como los que -
él trataba, y en época de gusto prosaico.
Algunos versos del poema La .fortaleza darán idea-o
de su estilo:

" ... No ya el trueno


hiere el nervio en tremores ....

¿ Qué Hércules combine


con activa firmeza la dulzura
doquier que le destine
amiga suerte, ó suerte airada y dura .... _

Aun tú, mies escogida


de germen patriarcal ..... .
890
Ó cuando Bondad suma
~ abre el propiciatorio,
y en la tierna efusi6n de sus piedades ....

Corf(l, de do anclas leva


de nuestras naves desmedrada suma ....

y encrespa en su melena real corona,


y corva garra y dientes encarniza
en lobo que al cachorro hizo cruel daño ....

¿De elefante membrudo


conducidos al llano
asirios carros crugirán gravosos?

.. . . Desnudos pechos
han puesto sus confianzas
en el nombre de Dios de las venganzas ....

Alamán se burla de las R~fl~xiones del Dr. Monta-


· ña, famosas en su tiempo, por errores de apreciaci6n
tales como atribuir la revoluci6n al hecho de que Cunos
cuantos americanos, aunque leales é ilustrados, no
podían sobreponerse al resentimiento de que algunos
,europeos inconsiderados, sin sentimientos ni educa-
ci6n, los han insultado> y dar como raz6n para amar
á España la de que ella enviara á México <los direc-
tores y los operarios de las artes, los libros y los ade-
lantamientos en las letras>: sobre esto último observa
Alamán, con criterio que hoy no faltaría quien llama-
. ra de materialismo histórico, que la raz6n es más para
provocar guerra que para infundir amor. En verdad,
.las R~flexiones de Montaña no fundan mejor que otros
trabajos de la época la crítica de la insurrecci6n,-el
problema, concreto y complejo por todo punto, no era
fácil de discutir con la mera cultura de libros y ejer-
,cicio de aulas,-pero son hábiles á ratos, y están es-
891

critas con estilo mejor que el usual entonces. Vaya de


muestra el comienzo:
«Las naciones ven y oyen con asombro las empre-
sas de Napoleón. Los hombres no saben cómo enten-
der y explicar el éxito que logra. Rastrean los cami-
nos que sigue, cavilan, discurren, y todo es estupor.
Los planes del tirano y sus proyectos que deslum-
bran, causaron una especie de admiración, cual se
debiera á un genio extraordinario, ó á algún principio
incógnito y sublime, superior á los ordinarios esfuer-
zos de la naturaleza. Así se preocuparon, después del
Egipto, las regiones de Europa. Y ¿en qué confía Na-
poleón cuando pone esas asechanzas á la virtud, á los
soberanos y á los pueblos, que algunos miserables
italianos llamaron miras impenetrables?
«Para descifrar este misterio de iniquidad, compa-
triotas, no es necesario leer grandes libros, cursar las
aulas, emprender viajes, introducirse en los gabinetes,
ni profundizar en la política. Napoleón, que sabe aña-
dir á su astucia la osadía y desvergüenza, no tiene
más especulación que valerse de las mismas pasiones
del hombre. ¡Cuán cierto es que ellas han hecho siem-
pre al género humano el juguete de los facinerosos
atrevidosl No son por cierto peculiares al usurpador
de Europa los conocimientos de las propensiones del
corazón. Todos los filósofos ¿ qué digo yo? todos los
hombres de mediana razón las conocen, como las han
siempre conocido; y si cuando todos nos compadece-
mos de la debilidad humana, abusa de ella Napoleón,
es porque él ha roto aquel freno del decoro y de la
moral que contiene á cada uno en su deber.
«Ved, americanos, todo el secreto. Si los franceses
se prostituyen á la esclavitud y á la vileza: si otros
pueblos se alucinan: si los leales pasan á traidores ,
los modestos y timorato s á insurgentes, los hijos de
la patria á sus verdugos, no ha empleado en estas
obras tenebrosas el tiran o otro esfuerzo que nuestra
89 2
propensión alodio, á la envidia, á la discordia. al in-
terés y al libertinaje. No nos engañemos: aún más que
el cálculo político, conducen tales empresas las pasio-
nes, ó lisonjeadas con maña, ó avivadas con oportu-
nidad. Nuestra seducción interior, que es obra de ellas,
dispone á la exterior que se consuma por sugestiones
y promesas. Tal es en última análisis el germen de las
revoluciones, aun de las más violentas al hombre. y
aun de las que se conciben con mayor torpeza, como
es la que, por sum a desventura, ha comenzado. En
todo caso de convulsión política influyen los genios
inquietos en dos clases de hombres. A saber: en los
que están domi nados de las viles pasiones, y en los
ignorantes. Lisonjean á aquellos con promesas, con
dinero y con libertad, y deslumbran á estos con char-
las y sofisterías ...... :1>
CONSULTAR: Beristáin; Diccionario mexicano de
1853-56; Alamán, Historia de México, I, 396; Pimen-
tel, Historia de la poesía en México, cap. X; Nicolás
León, Biblioteca Botánico-Mexicana.

JOSE DEMETRIO MORENO


BUENVECINO.
Orador sagrado.

Nacido en Veracruz, hacia 1760; alumno del Colegio


de San Ildefonsc en México; doctor en teología y cá ..
nones por la Universidad; cura párroco del castillo de
San Juan de Ulúa, de Orizaba, de Atlixco y de Hua-
juápam; vicario foráneo y comisario de la Inquisición
en la Mixteca; párroco y vicario foráneo de Izúcar;
examinador sinodal del Obispado de Puebla y preben-
dado de la Catedral angelopolitana; consejero de esta-
do bajo la República. Publicó, según Beristáin, El
893
triunfo de la Iglesia, elogio del ap6stol Pedro, pronun-
dado en la Catedral de México (México, I80!), y una
Oración f>aneg"Írico-moral en honor de la Virgen con-
.quistadora, pronunciada en Puebla (México, imprenta
de Arizpe, I809).
En elogio del Dr. Moreno compuso su sobrino José
María una sola oda que public6 en folleto con el título
de Odas á la libertad mexicana (Puebla, Imprenta Li-
beral, I822).
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

JOSE MARIA MORENO.


Poeta.

Del Br. en cánones (y después licenciado) José


María Moreno, aunque publicó muchas obras, no hay
,d atos biog ráficos. S610 sabemos que en I 82 I adq uiri6,
-en Puebla, la Imprenta Liberal de Troncoso Herma-
nos. PimenteI. que le llama Moreno Buenvecino (era
sobrino del Presbítero Dr. José Demetrio), da cuenta
de sus obras: Poesías (dos tomos; Puebla, Imprenta
Liberal de Troncoso hermanos, I82I); Odas á la li-
bertad mexicana (Puebla, en su Imprenta Liberal,
I822); Laura, tragedia en cuatro actos y en verso
(Puebla, Imprenta Liberal, I822); Mixcoac, tragedia
en tres actos y en verso (Puebla, Imprenta Liberal,
I823); América mex icana libre, drama alegórico en dos
actos y en verso (Puebla, Imprenta Liberal, I823);
Xicoléncatl, tragedia en cinco actos y en verso (Pue-
bla, Imprenta del Patriota, á cargo de S. J. de Arro-
yo, I827). Hay otra obra dramática de Moreno, que
eziste, como todas las anteriores, en poder de D. Luis
'González Obreg6n: Adela ó la constanscia de las viu-
.das, 6pera jocoseria en dos actos (Puebla, Imprenta
Liberal, 1823). También hay edición aparte, hecha
en la Imprenta Liberal, de la égloga Atoyac, dedicada
á Almansa, con fecha de 1820.
Los versos de Moreno son profusos é incorrectos;
sus ex-presiones abundan en vulgaridad y prosaísmo.
Suele mostrar facilidad, sin elevarse nunca á verdade-
as alturas poéticas. Así, en los romances:

Zagales amigos
que me veis llorar
desde que la aurora
nos da claridad
hasta que la tierra
se empieza á enlutar:
de mi llanto es causa
la flor de Atoyac ....

Zagala más linda


que rosa de abril:
el amor me quema
desde que te vi.
Tus ojos son fuego,
tu boca un rubí,
tus mejillas rosas
y fresco alhelí.
Tus cabellos de oro
son la red sutil
de do nadie puede
su pecho evadir.
¡Ay, zagala hermosa,
duélete de mí,
que de amores muero
desde que te ví!

Las anacreónticas imitan con frecuencia el carácter


de sus primitivos modelos:
No en mi amorosa flauta
himnos daré á la gloria
del sabio á quien Minerva
ciñe inmortal corona;
ni menos al guerrero
que con ira sañosa
á su inocente hermano
la dulce vida acorta ....

La anacre6ntica Al pulque, aunque incorrecta y po- -


co brillante, es, entre las varias que en este tiemso se '
escribieron sobre la bebida mexicana, casi la única que -
no tiene un grosero sabor popular:
\

IBlanco, espumoso pulquel


¡Consolador festivol
V én, y amigo refresca
mi labio desequido.

Por ti el duro trabajo


del bochornoso estío
soporta con paciencia
y aun con placer el indio ....

Alude al pulque en otras anacre6nticas: -

.. y el mancebo Dalmiro,
que de sabroso pulque
llevaba un cantarillo ....

iMira qué fresco y lindo,


qué espumoso, qué blanco,
bulle el divino pulque
en el profundo vaso! ....

Segundamente mando
que, enterrado mi cuerpo, .
89 6
plantes encima de él
un maguey verde y fresco ....
. . Es que á mi tumba vengas
de pámpanos ornada
la sien, y rosas frescas;
y sobre ella derrames
anchas jícaras llenas
de delicioso pulque ....
y revolviendo vino
y mexicano néctar,
un lleno y ancho vaso
taimada me presenta ....
En las Iglog-as se encuentran también pasajes agra-
.dables:
/' Yace un sagrado bosque á la ribera
del Atoyac ondoso y cristalino,
do, enlazando la verde cabellera
el sauce y tilo y el robusto encino,
forman una espesura placentera
do los rayos del sol no hallan camino;
que dentro hay fresca, deliciosa sombra,
lobreguez dulce, y flores por alfombra.
Con tanta lentitud el claro río
por quella espesura caminaba
que enamorado del lugar sombrío
al regalado sueño se entregaba ....
Y bajo un verde, enmohecido tronco
de un elevado encino corpulento,
asiendo un caracol inmenso y bronco
Atoyac lo hinche con robusto aliento:
cual rayo truena aquel acento ronco ....
que el eco multiplica por ei viento;
:la selva al gran sonido se ensordece,
.Y la ribera gime y se estremece ... .
897
Sus sonetos y sus elegías eróticas son muy media-
nos, aunque llenos de reminiscencias clásicas: hay una
imitación de «U n soneto me manda hacer Violante.»
Como versificador satírico, suele tener intención. En
.s us fábulas hay algunos buenos temas:

Había en Grecia un cierto Pirro


hombre de duro cerebro,
que en las aulas propugnaba
con énfasis este aserto:
No hay evidencia en el mundo;
de todo dudar debemos.
U n día convidó á comer
á Aglauro, joven travieso,
más que Cupido amoroso
y más que las Grecias bello;
·el cual aceptó el convite
y fué en el instante á verlo,
no por él, sino por Cloe:
Cloe, de hermosura portento,
con la cual casado estaba
nuestro filósofo terco.
Llega en fin el convidado,
saluda á Pirro y Cloe tierno,
y pasa entre los dos hombres
este dialoguito bello:
-¿ Estáis bueno, Pirro amigo?
-Me parece que estoy bueno.
- y Cloe ¿goza de salud?
--No es imposible.-Yo tengo
gran gozo en acompañaros,
y ya que feliz os veo ....
-Corregid esa expresión,
pues que no sabéis de cierto
si me veis.-iCómo que nó!
¿ Pues por ventura estoy ciego
-ó padezco cataratas?
31
89 8
-Puede ser .-iFamoso cuento!
Tengo tan buena la vista
que alcanzo hast~ lo más lejos.
-Quizás será ilusión óptica.
-iQué óptica ni qué camueso!
Pues ¿por qué dudáis, decidme?
-Aglauro, dudar debemos
de todo.-¿ Cómo de todo?
-Lo dicho: ni más ni menos.
-¿y vos dudáis que me veis?
-Sí, amigo; dudarlo debo.-
Calló Aglauro, pero al punto
sonó un amoroso beso
en la mejilla de Cloe.
Violo Pirro, y hecho un fuego
-{cómo,-le dice,-traidor,
tenéis tal atrevimiento
de besar á mi mujer?
-Corregid, Pirro, ese aserto
y decid: me ha parecido . ...
-IQué corregir ni qué cuerno!
iSi lo he visto con mis ojos!
-De todo dudar debemos ... .
Quizás será ilusión óptica ... .
-Idos noramala luego
de mi vista, y entended
que si en las aulas defiendo
mi sistema, de otro modo
en mi casa me gobierno ....

La pulga á la abeja:
.... Suerte dura
es, amiga, comer el pan de llanto
y en triste habitación vivir reclusa.
Mas yo, viva, risueña, suelta, alegre
brinco y salto; su ruda faz adusta
jamás me muestra el ímprobo trabajo;
899
mi alimento es la sangre dulce y pura
de las damas. ¿ Qué más? Lope de Vega
tuvo aun mi misma muerte por fortuna.

De El coyote y la zorra:
Érase este coyote un gran monarca;
de todos los coyotes totonacos
el más astuto y hábil, el más diestro
en buscar el pan nuestro cotidiano.
No le arredraba ni con dos navajas
el más valiente y presumido gallo,
ni el llanto de las damas,-las ovejas,-
lo movía á compasión por ningún caso,
y no obstante sus barbas respetables
se engullía muy aprisa á los chivatos.
Pues este gran señor, por consentir
á los ruegos de todos sus vasallos,
casarse resolvió, y á este fin manda
á dos coyotes plenipotenciarios ....

Sus epigramas no son muy graciosos, pero tienen


bastante sabor de costumbres locales. Así, de las:lite-
ranas:
¿Por qué ni una sola vez
lee Suárez un poeta hispano
y muestra tanta altivez?
Porque olvidó el castellano
y aun no babosea el francés.

-Dí la verdad sin pasión:


¿no imito en mi estilo todo
al viejo Teyo Anacreón?
-Digo que á la perfección,
si no en lo poeta, en lo beodo.
A veces muestra encono contra los europeos:
-¿Por qué el asiático tanto
los cuernos, dime, aborrece,
9 00
Y el culto europeo pe.rece
que tiene en ello su encanto?
-iQue esto no sepas, Lidoro,
que hasta los niños comprenden!
iNo sabes tú que descienden
de Europa y de love-Toro!

La mayoría de los epigramas va contra las mujeres,


á veces de manera desagradable:

Dijo uno que la mujer


á misa va por pasearse,
por chismear á confesarse,
y á comulgar por comer.

Sus letrillas satíricas é invectivas tienen el mismo


carácter y defectos que los epigramas y fábulas.
La obra mejor versificada de Moreno es su canto
],a batalla de Ronces'lJalles, breve pero con pretensio-
nes épicas desde su entrada virgiliana:

Las armas canto y el varón hispano,


el carpiense Bernardo siempre invicto,
que al gran Roldán de sobrehumano aliento
el polvo en Roncesvalles morder hizo.
Tú ioh musa, del Olimpo habitadora,
Caliope excelsa! baja al ruego mío,
y en mis versos derrama la elocuencia
y el sacro fuego que al cantor divino
del hijo de la diosa, fuerte Aquiles,
libró de eterno, vergonzoso olvido.
Carlomagno, ceñida la cabeza,
en cien batallas, de laurel altivo,
miraba con placer libre al de Italia,
domeñando al lombardo, y ya sin brío
al soberbio sajón, en guerra duro ....
Mas Alecto, furiosa á tal designiq,
9 01
viendo de su enemigo el sacro triunfo,
en las hondas cavernas del Cocito
se pone en pié: las órbitas sangrientas
de sus ojos lanzaban fuego vivo ....
Revuelve en su cabeza mil delitos
y pensamientos de hondo luto y llanto ....
Menos animado, pero á ratos robusto, es el poema
El destin!) del pecador; y lo mismo puede decirse de las
odas religiosas y políticas, en las cuales se advierten,
ademá~, grandes incorrecciones. U na de ellas es en
elogio de Iturbide, á quien vuelve á celebrar en la
oda (que sólo es una, aunque en la portada del folle-
to dice Odas) á Id libertad mexicana.
CONSULTAR: Pimentel, Historia de la poesfa en Mé-
xico, cap. XIX.

PABLO lVIORENO.
Pedagogo.

El yuca teca D. Pablo Moreno gozó de fama local


como maestro y lo fué de personajes como ZavaJa y
Quintana Roo. Nació en Valladolid de Yucatán el 23
de Enero de 1773; estudió en el Seminario de San Il-
defonso, de Mérida, y más tarde obtu va allí cátedras
de latinidad y filosofía: fué el primero que enseñó allí
metafísica moderna y propagó nociones nuevas sobre
derecho (era lector de Bentham, Filangieri, Benjamin
Constant). Fué procurador de indios, nombrado por el
capitán general de Yucatán D. Benito Pérez; y bajo la
República desempeñó los cargos públicos de alcalde de
Mérida, secretario general del gobierno (en dos oca-
siones), diputado provincial y miembro del Congreso
Constituyente.
La Legislatura del Estado de Yucatán le concedió
9 02
en 1832 una pensi6n vitalicia. Muri6 en Mérida ella
de Septiembre de 1833.
Se dice que escribi6 varios opúsculos, relativos
principalmente á Yucatán; pero s6lo se publicaron
unos cuantos, entre ellos un artículo de observacio-
nes sobre el Qut/ole. Se recuerda también, como tra-
bajo estimable, su defensa de Nording de Witt.
CONSULTAR: Biografía escrita por Zavala; Ensayo
histórico . ... del mismo, tomo 1, pág. 123; José María
Tornel, Reseña histórica, 1852, pág. 43; Sosa, Mexi-
canos distinguidos; Museo Yucateco, Campeche, 1841,
págs. 16, 147, 281; tomo II, I á 15, 41 á 46.

JOSE MARIA MUNIVE.


Escritor religioso .
.
Nacido en México; presbítero; capellán del Monas-
terio de religiosas de la Encarnaci6n, en México. Pu-
blic6, según Beristáin, un Breve resumen de la vida de
San Felipe de Jesús (México, imprenta J áuregui, 1802),
y una Carta edificante sobre la vida de la Reverenda
Madre Inés Josefa del Coraz6n de Jesús, religiosa del
Convento de Carmelitas descalzas (México, 1805).
CONSULTAR: Beristáin.

PABLO MUÑOZ DE CASTRO.


Escritor religioso.

Fué nacido en esta capital, empleado en el Ensaye


Mayor de Moneda, y autor de dos devocionarios, uno
á la Virgen (1804) y otro á San Bonifacio (¡80S) .
CONSULTAR: Beristáin.
FRAY ANTONIO NARVÁEZ.
Orador sagrado.

Franciscano; misionero apostólico del Colegio de


propag-anda ¡¡de de Querétaro; examinador del Obis-
pado de Durango. Publicó, según Beristáin, un Ser-
món sobre la exaltación de la Cruz (México, 1802).
CONSULTAR: Beristáin.

FRAY JOSÉ NAVA.


Orador sagrado.

Mexicano; franciscano, predicador general de su


Orden, lector jubilado, regente de estudios en el Con-
vento de Durango y custodio de la Provincia de J alis-
cOi examinador sinodal de los obispados de Guadala-
jara y Nuevo León, y asistente para las oposiciones
á canonjí as en la Catedral de Monterrey. Publicó, se-
gún Beristáin, Sacrificio de obras y de palabras ofreci-
do á Dios por los franciscanos de Zacatecas en 26 de
Octubre de 1786 (México, imprenta J áuregui, 1790)
y Elog-io fúnebre de Juan José Yandiola, del Orden de
Santiago, teniente coronel de ejército y comandante
de dragones en Nueva Vizcaya,-hoy Durango (Méxi-
co, imprenta J áuregui, 1802).
CONSULTAR: Beristáin.
MANUEL OMAÑA.
Escritor religioso.

Nacido en Santiago Tianguistengo, pueblo pertene-


ciente á la Diócesis de México; hermano del Obispo
de Oaxaca Gregorio Omaña (tI800); fué rector del Se-
minario Tridentino, del cual había sido alumno; doc-
tor y catedrático de teología en la Universidad de
México; cura de Cuernavaca, y cura y canónigo ma-
gistral de la Catedral Metropolitana. Fué, con el Dr.
José Patricio Fernández de Uribe(¡742-I796), censor
del sermón predicado por Fr. Servando Teresa de Mier
sobre la Virgen de Guadalupe.
CONSULTAR: Beristáin; Colección de documentos .. ..
de Hernández y Dávalos, tomo 111, págs. 80 á II2.

IGNACIO ORILLA.
Orador sagrado.

Don Ignacio Orilla fué cura párroco de Tepalcate-


pec en el partido de Apatzingan.
Publicó un Sermón de Gracias en la Jura de la Jun-
la Central de España I Indias (México, Arizpe, 1809).
CONSULTAR: Beristáin.

FRAY JOSÉ MARíA DE ORRUÑO


IRASUSTA y URANGA.
Orador sagrado.

Mexicano; predicador, de la Provincia de San Die-


go (franciscanos descalzos); guardián del Convento
905

de Churubusco. Beristáin le llama «acérrimo enemi- -


go de los filósofos modernos y celoso declamador con-
tra los revolucionarios de su patria»; dice que publi---
có un Sermón paneg-írico-moral, pronunciado en la
Catedral, en la fiesta de desagravios mandada insti-
tuir por Felipe V (México, imprenta de Benavente,
1814); otro Sermón predicado el 2 de Febrero de 1814 -
(México, Benavente, 1814); y otro con el título ¿Pa-
ra qué sirven los frailes en el mundol predicado al Ca-
pítulo provincial de la provincia de San Diego (México, _
1815): lo reprodujo Hen:Iández y Dávalos en el tomo
V, doc. 179, de la Colección de documentos para la his-
toria de la g-uerra de independencia. Otro aún, existe

en la Biblioteca Nacional (pág. 256, Catálogo de
la Octava división): Oración fúnebre pronunciada el -
dfa 16 de Noviembre de 1815 en el solemne ani'lIer-
sario que de orden de S. M. se celebra anualmente
en la Santa Ig-lesia Catedral de México por las almas -
de nuestros difuntos militares (México, Benavente,
1815): es una vehemente diatriba contra la guerra de
independencia, escrita en vulgar estilo.
CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, N ovelistas y ora·
dores mexicanos, cap. IX.

MAGDALENO OSIO.
Poeta.

El P. Magdaleno Andrés Osio (ú Ocio) y Ocampo-


nació en Guanajuato el 28 de Noviembre de 1746; en
México fué alumno del Colegio de San Ildefonso, des-
de 1759; entró en la Compañía de Jesús, en el Conven-
to de Tepozotlán, en 1762. Al ser expulsada la Com-
906

paOla en 1767, pasó á Italia, donde, según Beristáin,


-cdió sabrosos frutos de literatura amena.> En México
había escrito un Poema en honor de San Ignacio de
Loyola. en quinientos veintiocho exámetros latinos.
De él se conoce un soneto en italiano en honor de la
Virgen de Guadalupe, escrito en Roma y publicado
-en la Cauta de MlxictJ, suplemento de 11 de Diciem-
.bre de 1805:

Q uella di Guadalupe imagin bella,


colla nel Regno Messico dipinta,
di stelle adorna e rai dorati cinta,
modesta e insiem vezzosa Verginella.
¿ chi e dessa mai? Divina copia e quella
della di Dio gran Genitrice. Vinta
questa d 'amor, dal suo bel cuore spinta,
nel comparir cosi par que favella:

Diletti Indiani, di materno cuore,


eccovi il pegno nel rittrato mio,
opra che al mondo recara stupore.

¿ Chi a voi lo dice per vostro ben? lo.


¿ Chi concepl si bel disegno? Amore.
¿ Chi poi col dito lo dipinse? Iddio.

~ Sartorio lo tradujo al castellano:

De Guadalupe aquella imagen bella


que México venera allá pintada,
de estrellas y de rayos adornada,
.modesta y graciosísima doncella,

¿ qué imagen es? Divina copia es ella


de la Madre de Dios, que penetrada
-de un dulce amor, al darse retratatada,
estas voces parece que destella:
907
¡Indios qup.ridos, ved en este encanto
la hermosa prenda de un amor materno
que á todo el orbe llenará de espanto!

¿Quién lo asegura así? Mi labio tierno.


¿Quién concibió el diseño? El amor santo.
¿Quién lo pintó después? El Dios eterno.

Según el DIario de México de la misma fecha, el so-


neto fué dicho (¿ improvisado?) por Osio «en el convi-
te que el día 12 de Diciembre de 1802 hubo en casa de
D. Juan de Arrieta en Roma. >
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

JUAN JOSE DE OTEIZA y VERTIZ.


Matemático.

El Dr. Juan J osé de Oteiza y V értiz nació en Fe-


brero de 1777 y murió el 9 de Septiembre de 1810, en
México. Era hermano del Presbítero D. Joaquín de
Oteiza y V értiz, que murió en 1837 siendo canónigo
magistral de la Catedral Metropoli tana. Se dice que
D. Juan J osé era, como su hermano, versado en teo-
logía; pero su verdadera afición fué por las matemáti-
,c as y las ciencias físicas. Ayudó á Humboldt en sus
trabajos geográficos y estadísticos sobre México: el
sabio menciona los estudios de Oteiza sobre las pirá-
mides de Teotihuacán.
Publicó en el Diario de México (8 de Noviembre de
1805) un discurso que pronunció en acto público del
Colegio de Minería, en defensa del proyecto de bom-
bas del director, Fausto de Elhuyar, contra el dicta-
men formulado por el capitán de navío Joaquín Za-
I'auz, amén de algunos trabajos más breves (19 Y 20
9 08
Mayo de 1806). Se dice que dej6 escritos ensayos de
ob;ervaciones físicas.
CONSULTAR: Semanario UOnÓlIllcO, 13 de Septifmbre
de 1810; Humboldt, Ensayo político sIIh'e la .LVue'i.'a Es-
paña, trad. de González Arnao, París, 1822, tomo I~
35 8 .

FRANCISCO PALACIOS.
Poeta.

S610 tenemos un dato sobre él: fué compromlsano


de Santa María en las juntas electorales de México en
Diciembre de 18 [3.
Escribía, en prosa y en verso, en el Diario de Mé-
xico, con las firmas F. P., F. Soilacap, y F. Cioslapa.
Su prosa está á veces bien construída, pero suelen ir
intercalados en ella versos endecasílabos:
«Muerte dulce, descanso único de mi desesperada
existencia, vén, no dilates remisa el gozo, el grande
gozo que sentirá mi fatigado coraz6n con tu presencia.
No imagines me intimide tu palidez, ni tu segur te-
rrible y destructora. No, jamás, nunca; yo mismo te
presentaré el pecho, y me aproximaré tanto á tí que
sea sin duda helada víctima de tu acierto y mi felici-
dad. ¡Ayl Qué negra y espantosa es para mí la tene-
brosa noche de mi vidal Parece que nací á ser única-
mente el ludibrio y la befa del tiempo y la fortuna .. :.
(Refinada hiPocondría, DIario 20 de Enero de 1808).
Puede verse también, como muestra curiosa de este
escritor, la Carta á 1m enamorado (Diario, 5 de Abril
de 1815) disuadiéndolo del amor.
Tiene facilidad en el epigrama:
90 9
Si no voy á visita,
si no tengo cortejo,
ni salgo con amigos,
ni voy á 105 paseos,
ni toco la guitarra,
ni canto con despejo
¿ será porque soy santo?
No, que es no haber dinero.

Sabor quevedesco tiene este soneto:

Verás, amigo, un burro alivolante,


un buey tocar la flauta dulcemente,
correr una tortuga velozmente,
y puesto á volantín un elefante;

en requesones vuelto el mar de Atlante


y del Guadiana el agua en aguardiente;
el Ebro, el Duero y Tajo con corriente
de generoso vino de Alicante.

Verás presente al sol, lucir la luna;


verás de noche al sol claro y entero;
verás parar su rueda la fortuna.

Estos portentos, sí, verás primero


que puedas encontrar mujer alguna
que quiera al hombre falto de dinero.

(Al amor inüresado, Diario, 9 de Enero de 1806).


El soneto parece escrito, más que en México, en
·España, pues las alusiones que contiene son netamen-
te españolas; pero acaso baste suponer que el autor era
·español. José María Lafragua, en la continuación ma-
nuscrita que puso al Parnaso mexicano publicado en
México en 1855, dice que el soneto es de Frar.cisco
.Palacios; y, en efecto, lleva la firma F. P., si bien
9 10
años más tarde (Diario, 7 de Junio de 1815) aparece
nuevamente, firmado Quidtllll. Estas confusiones, por
lo demás, eran comunes en el Diario.
No carece Palacios de facilidad para la poesía er6-
tica:

Dime, Coridón triste.


¿qué tienes? ¿por qué "lloras?
¿qué es lo que te atribula?
¿ qué es lo que te acongoja?
¿No me respondes? ¿Callas?
¿ Me ves tierno, sollozas,
y, lleno de amargura,
al desconsuelo tornas?
Tú amas, sí, ya lo advierto , ...

(Letrilla, Diario, 26 de Julio de 1906).


En una anacreóntica tiene un curioso giro familiar~

¡Qué Baco, ni qué porral


¡Qué Apolo, ni qué cuernol
Donde está la hermosura
del bello niño ciego ....

(Diario, 17 de Enero de 1807).


Comienza agradablemente un soneto erótico (14 de
Enero de 1807) con epígrafe de Propercio:

¿ Dónde te encuentras, li hertad perdida?


¿En dónde estás, sosiego apetecido?
Dulce gozo halagüeño ¿ dó te has ido,
que no te encuentra mi alma dolorida?

Desde que á Doris vi, mi triste vida


amargura, dolor y llanto ha sido ....
911

FRANCISCO PATIÑO.
Orador sagrado.

El Presbítero Lic. D. Francisco Patiño, meXicano,..


fué alumno, y luego maestro de estudiantes y secre-
tario del Seminario Tridentino de esta capital; cura y ..
juez eclesiástico de Coyuca, en la Diócesis de Méxi-
co. En 1818 era, en Tepozotlán, cura y rector del Se- -
minario, y fué presentado para el curato de San Agus-
tín de las Cuevas (Tlalpan), seg{m se dice en El No-
ticioso General (30 de Noviembre de 1818). PublicÓ', -
según Beristáin, un Sermón pronunciado cuando la "
jura de Fernando VII, en Acapulco (México, impren .. ·
ta de Ontiveros, 1809).

FRAY PEDRO PABLO PATIÑO.


Escritor religioso.

Nacido en el actual Estado de Veracruz; francisca- -


no descalzo; lector de filosofía predicador y vice-co-
misario de la Tierra Santa, por el Rey, en la Provin-
cia de San Diego (franciscanos de México). Publicó, .
según Beristáin, una Disertáción crftico-/to-jilosójiCeí '
sobre leí conservación de la santa imag-cn de iVuestra Se-
ñora de los Ang-e!es que se venera extramuros de uta '
ciudad de Méx ico (México, imprenta de Ontiveros,
1801: existe en la Biblioteca Nacional, Novena divi-
sión, pág. 303), Y varios A ña lt;'os , Cartillas ó Direc-
torios de! rezo para los franciscanos descalzos de Mé.
xico, con notas. El mismo bibliógrafo dice que Pati. ·
9 12
-ño dejó diversos manuscritos en los Conventos fran-
-ciscanos de Tacubaya y Churubusco.
CONSULTAR: Beristáin.

JUAN NAZARIO PEIMBERT y


HERNANDEZ.
Político.

Nacido en México; alumno del Colegio de San Ilde-


fonso; Abogado de las Audiencias de México y Guada·
lajara; asistente real á oposiciones de la canongía peni-
tenciaria de la Catf'dral de Durango. Simpatizó con la
insurrección y se dice que los conspiradores de Abril de
1811 le tenían señalado para ocupar el puesto de mi-
nistro de la Audiencia en el Gobierno independiente
·que se proyectaba. Su hija doña Margarita Peimbert
fué aprehendida en Junio de 1812, y depositada en la
casa del Lic. Mariano Primo de Rivera, por sospechas
de comunicación con los insurgentes: la señorita Peim-
-hert, en realidad, parece haber sostenido correspon-
dencia con el insurgente Lic. J iménez, con quien se
había pensado ca3arla; más tarde, muerto en la guerra
-su primer novio, contrajo matrimonio con el Lic. José
Ignacio Espinosa, uno de los aprehendidos como sos-
-pechosos en el mismo mes de Junio de 1812 y más
tarde, bajo la República, ministro del presidente Bus-
-tamante, en 1830.
El Licenciado Peimbert discurrió varios proyectos
de utilidad social y práctica, de cuyo éxito sabemos
·'p oco: la Academia de señoras que estableció en su pro-
pia casa y duró unos dos años, según el Dr. Osores;
y el Asiento me:'Cicano de noticias. Este proyecto, que
iué aprobado por los Virreyes Marquina é Iturrigaray,
913
aunque la Junta Superior de Real Hacienda no quiso
acordarle la subvención necesaria para que llegara á
hacerse efectivo, tenía el carácter de agencia de colo-
caciones á la vez que de empresa periodística: la em-
presa anunciaría ventas, alquileres, solicitudes de em-
pleados y de empleos particulares, estado del tiempo,
recetas médicas, estadística de entierros y bautismos,
direcciones de profesionales, y, en suma, cuanta.s no-
ticias pudieran convenir á las necesidades del público.
El proyecto se publicó en suplemento á la Gazeta de
México, el 11 de Febrero de 1803: el Asiento se esta-
bleció con recursos particulares en Mayo del mismo
año, y duró algún tiempo, según se colige del pros-
pecto del Diario, impreso en Septiembre de 1805.
Peimbert murió en 1827, siendo oidor de la Audien-
ocia del Estado de :México. Osores dice que publicó
tres obras: Modo de construir fuentes económicas para
surtimiento del pltblico con limpieza; Noticia, ó modo fá-
ál de tenerla en México, sobre amas de leche, criados do-
mésticos, etc.; proyecto de la Academia de Señoras. To-
do parece indicar que los dos primeros trabajos no son
otra cosa que el prospecto del Asiento de noticias, el
-cual no cita Osores por su nombre.
CONSULTAR: Osores; Martirologio de algunt1s de los
primeros insurgentes.... publicado por Bustamante,
r841; Bustamante, Tres siglos de México, IlI, 203;
-A lamán, Historia de México, lII, 148.

JOSÉ PEÑA CAMPUZANO.


Orador sagrado.

Doctor en teología y canónigo magistral de la Ca-


tedral de Michoacán. Publicó, según Beristáin, una
.oración fúnebr e, en latín, en memoria de Fray Anto-
32
914
nio de San Miguel, Obispo de Michoacán, pronuncia-
da en la Catedral de Valladolid-hoy Morelia-(Mé-
xico, 1805).
CONSULTAR: Beristáin.

JaSE PEREDa y GALLEGOS.


Escritor religioso.

José Joaquín Antonio Peredo y Gallegos nació


por los años de 1733 en Tiripitío, obispado de
Michoacán. Fué alumno de oposición en el Colegio
de San Ildefonso de México; doctor en teología y de-
cano de la Universidad de esta capital; calificador de
la Inquisición; cura propietario del Sagrario de la Me-
tropolitana, beneficio que renunció para retirarse al
Oratorio de San Felipe Neri. Fué, según Osores, va-
rón de mucha lectura (se dice que tenía una de las·
más ricas bibliotecas de particulares en su tiempo) y
de grande memoria (en un acto público en la Univer-
sidad recitó de coro los cuatro libros de las Institu-
ciones de J ustiniano). Murió en su Oratorio el día I~
de Marzo de 1813. Publicó un Sermón de honras del
Virrey Conde de Gálvez y un Discurso dogmático so-
bre la potestad eclesiástica (México, Ontiveros, 1812) ..
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

FERNANDO PEREZ MARAÑaN


Político.

El Licenciado Fernando Pérez Marañón era gua-


najuatense; fué alumno del Colegio de San Ildefonso,
en México; abogado de la Real Audiencia, con ejercicio
9 15
aquí yen su ciudad natal; regidor de ésta hasta alcan-
zar el decanato; alférez de la provincia, y luego inten-
dente (nombramiento, éste último, que no aceptó de
Hidalgo y sí de Calleja, en Noviembre de 1810). Con-
tinuó en ese puesto, según parece, hasta la consuma-
ción de la independencia. Después de ésta, fué, en la
misma Guanajuato, jefe ~uperior político; y por fin,
bajo el imperio de Iturbide, ministro del Supremo
Tribunal de Justicia. Se cree que haya muerto poco
después.
Beristáin lo incluye entre los escritores por ser au-
tor de la Vindzcación del Ayuntamiento de Guanajuato
sobre la toma de la Alhóndiga de Granaditas (Méxi-
co, imprenta de Ontiveros, 1811).
CONSULTAR: Beristáin (en la M); Osares; Alamán,
Historia de México. 1, 415; II, 64; Mier, Historia de
la revolución de Nueva España, 1, 335, 353; Busta-
mante, Cuadro histórico, J, 47, 103; Colección de docu-
mentos para la historia de la Ifuerra de independencia, de
J. E. Hernández y Dávalos, tomo II, doc. 243.

ANTONIO JOAQUIN PEREZ


lVIARTINEZ.
Orador sagrado y político.

El Ilmo. y Rvmo. Sr. Dr. don Antonio Joaquín Pé-


rez y Martínez Robles nació en Puebla el 13 de Mayo de
1773. Estudió en los colegios de San Luis y San Ig-
nacio y Carolino. En éste fué catedrático de teología
moral. Fué vice-rector del Seminario, secretario del
Ilmo. Biempica, cura de Puebla, prebendado y canó-
nigo magistral de esa Catedral. En 1810 fué electo di-
putado á las Cortes españolas, de las que fué presiden-
te. Cuenta el Conde de Toreno que cuando Fernando
916
VII disolvió las cortes (1814), en la noche del 10 al II
de Mayo, en que se hicieron tantos arrestos, el general
Eguía intimó á Pérez Martínez de orden del Rey para
que, como presidente, declarara disueltas las Cortes,
y no opuso éste reparo alguno: aun se sospecha q!le lo
hizo de buena voluntad y por acuerdo anteriormente
tomado. Consta ésto en el documento núm. 4 del apén-
dice al tomo IV de la Ifistoria de .!IIéxico de Alamán.
Pérez, además, firmó más tarde la representación de
los 69 (los Persas). Pimentel, sin embargo, dice que
representó dignamente á su patria en las Cortes de Cá-
diz. Mas como el 19 de diciembre de ese mismo año
obtuvo la mitra de Puebla, sustituyendo á González
del Campillo, muerto el año anterior, las sospechas
parecieron aún más fundadas. Consagrósele en Ma-
drid en Marzo de 1815 y entró á Puebla justamente
en Marzo del siguiente año. En Abril de 1821 el coro-
nel realista don Francisco Eguía debía conducirle á
Madrid por orden de las Cortes de España. pero el
pueblo lo impidió amotinándose. Se adhirió después,
el obispo, al plan de Iguala y fué miembro de la Jun-
ta Provisional y de la Regencia. Murió en 26 de Abril
ee 1829, siendo el único prelado de la República, pues
muchas sedes estaban vacantes y los poco~ obispos
estaban ausentes. Iturbide le nombr6 caballero de la
Orden de Guadalupe. (1)
De sus obras cita Beristáin, además de las pastora-
les y edictos publicados á nombre del obispo Biempi-
ea, y los propios suyos, un Sermón moral implorando
la felicidad de las armas españolas impreso en Puebla
por el Sf>minario Palafoxiano (1794); una oración fú-
,ubre que pronunci6 en la Catedral de Puebla á la
muerte de Biempica y que se imprimi6 en Madrid por

(r] Es extraño que en los libro~ de biografías mexicanas no se


enc lentre una verdadera de ninguno de los primeros diputados
mexicanos á Cortes españolas. salvo de Ramos Arizpe; las pocas
·~ue hay son muy incompletas.
917
Jbarra (1804). En la Biblioteca Nacional (Catálogo de
la 9~ División, pág. 387) bay un Discurso suyo dirigido
á los electores de provincia en la Catedral de Puebla
el 17 de Septiembre de 1820; y la Constitución del lVa-
cional y Pontificio S eminario Palafoxiano de Puebla,
sancionada por su actual prelado el Ilmo. Sr. don Antonio
Joaquín Pérez Martín ez, impresa en Puebla, por More-
no bnos., 1826 (Catálogo de la 9~ División, pág. 388).
Pimentel cita además los panegíricos de la Virgen
de Guadalupe (1808), Santa CataHl'Ia (Puebla, 1819),
San Agustín (Puebla, 1817), San Felipe Neri (leído
en el Oratorio de Puebla el 31 de Mayo de 1819; Ca-
tálogo del Segundo suplemento, pág. 200, Biblioteca
Nacional) y Santa Clara (Puebla, 1819); Y tamhién
una Exhortación patriótico-salfrada relativa á la guerra
con los franceses (Puebla, 1810), un discurso en la pro-
clamación y jura de la independencia (182 1) Y otro en
la coronación de Iturbide en la Catedral de México
(21 de Julio de 1822, impreso en Puebla en 1822).
CONSULTAR: Beristáin; Conde de Toreno, Historia
del levantamiento, Ifuerra y revolución de España, edi-
ción Rivadeneyra, pág. 522; Joaquín Lorenzo Villa-
nueva, Vida literaria, Londres, 1825, tomo 1I, 27, 28,
87, 91, 92,93, 100 á 103, 106, 107, 112, 118, 251; Her-
nández y Dávalos, Colección de docum entos para la Gue-
rra de Independencia de Méx ico, tomo VI, núm~. 503 y
504; Alamán, Historia de .111lxico, IJI, págs. 15, 52, 96;
IV, págs. 139, 394, 441 Y siguientes, y, en el apéndi-
ce, documento número 4; Pi mentel, 1Vovelistas y Ora-
dores Mex icanos, capítulo IX.

ANTONIO PEREZ VELAse O


Poeta.
Fué amigo de infancia de Navarrete, y declara
(Diario de Méx ico, 15 de Febrero de 1806) que se de-
9 18
dicó á la poesía siguiendo el ejemplo del delicado poe-
ta michoacano. Efectivamente, le imita y aun le co-
pia (Diario, 16 de Febrero de J 806). Declara también
haberse <dedicado después á estudios más serios>. El
mismo Diario anuncia (29 de Mayo) que en los días
30 y 31 de Mayo y 7 de Junio de 1806 iba á pre-
sentarse en acto público en la U niversidad para gra-
duarse de médico: debía en esas ocasIOnes decir un
discurso sobre la doctrina de Boerhaave, sobre la de
Cullen y sobre la de Brown, discurrir y discutir sobre
el vómito negro, sobre himenología, sobre obstetricia,
sobre la física de Para, la teoría eléctrica de Franklin,
la térmica de Lavoisier, y sobre el galvanismo según
las experiencias de Humboldt.
Acaso era pariente de otros dos Pérez Velascos que
cita Beristáin, uno el Presbítero Andrés, escritor reli-
gioso (años de 176'1 y 66), y otro el médico quereta-
no Francisco, agregado á la Expedición científica di-
rigida por Sessé y de quien el bibliógrafo decía con-
servar manuscrito un poema á la Inmaculada Concep-
ción.
Antonio Pérez Velasco, que en el Diario de Mexico
se firma Antpeve, no vuela alto como poeta. Hay, sin
embargo, pasajes bien versificados en su Canto á la
Concepción de María (Diario, 6 de Diciembre de
18 1 5):

La ciudad del Señor, cuyos cimientos


formó su Autor sobre los montes santos,
siendo de todos los merecimientos
sus firmes fundamentos sacrosantos ....

Dios la llena de gracia y de pureza


como azucena cándida entre espinas ....

Es la fuente cerrada
donde está nuestra dicha vinculada ....
9 19
Es el jardín cerrado
abierto sólo para Dios su amado ....

En prosa escribe, sobre la enseñanza de la medici-


na y sobre la agricultura en México (Diario, 15 Y 31
de Octubre de 1805, 3 de Febrero, 2 y 3 de Marzo,
18 y 19 de Abril y 21 de Mayo de 1806.)

JUAN PICAZO y TIMMERMANN.


Pedagogo.

Aunq ue Beristáin y Osores dicen que el doctor Pi-


cazo y Timmermann nació en San Luis Potosí, e] Ca-
nónigo don Vicente de P. Andrade ha comprobado
que fué originario de San Miguel Allende. Aprendió
latín con don Andrés de Riaño en México, y teología
en San Ildefonso. En este mismo Colegio dió cátedra
de latinidad, y fué rector en el de San Juan de Letrán
y en el Seminario Correccional de Tepozotlán. Interi-
namente desempeñó el curato de Tlalnepantla. Fundó
una capellanía á beneficio de los seminaristas de San
Ildefonso. Tuvo en México un Colegio ó estudio par-
ticular donde fué alumno Anastasio de Ochoa.
Publicó las dos obras siguientes: Preceptos breves
y útiles para las pr im eras clases de la Gramática lati-
na (México, imprenta de Ontiveros, 1802); y Precep-
tos para las zUtimas clases de la Gramática Latina
(México, imprenta de Ontiveros, 1803).
CO NSULTAR: Beristáin; Osores.
9 20

JaSE PICHARDO.
Orador sagrado.

Nacido en Cuernavaca, el año de 1748; fué alumno


y después catedrático de latín y de filosofía en el Co-
legio de San Juan de Letrán, en México; capellán del
Hospicio de Pobres y presbítero del Oratorio de San
Felipe Neri durante veintitrés años. Beristáin lo pin-
ta como hombre <de estudio incansable, de instruc-
ción sólida, varia y amena, de ingenio varonil, de crí-
tica acérrima, y de memoria prodigiosa>; dice que
llegó á reunir una biblioteca de seis mil volúmenes,
conoció el griego, el hebreo, y varias lenguas vivas de
los aborígenes mexicanos. De 1808 á 1812 escribió,
por encargo del gobierno virreinal, un extensísimo in-
forme sobre los límites de la Luisiana y de Texas.
Publicó un Elogio de San Felipe Neri (México, im-
prenta de Ontiveros, 1803) y dejó manuscritos una
Vida de San Felipe de Jesús, una inconclusa Historia
de la Virgen de los Remedios, y muchos sermones y
opúsculos.
Era, además, anticuario y, según Humboldt, «muy
versado en la historia de su patria>, especialmente en
antigüedades aztecas.
CONSULTAR: Beristáin; Humboldt, Ensayo político
sobre la Nueva España, trad. González Arnao, París,
1822, tomo 1, 327,355.

JaSE MARIANO PONCE DE LEON.


Orador sagrado.

Nacido en Oaxaca; estudió en el Convento francis-


cano de Tebuacán y en el de Puebla, así como en el
9 21
Seminario Palafoxiano, donde llegó á ser catedrático~
de retórica y de historia y disciplina eclesiásticas.
Vistió la beca del Colegio Teo-jurista de San Pablo,
de Puebla; fué cura párroco y juez eclesiástico en
Amozoc, Tepango, Teziutlán y Coyomeápan; se gra-
duó de Maestro en teología de la Universidad de Mé-
xico, y ganó en oposición la canonjía magistral de la
Catedral de Oaxaca, donde llegó á tesorero y chan-
tre, siendo además rector del Seminario de Santa
Cruz, regente de estudios y catedrático de teología.
Hacia el fin de su vida pasó á Puebla como preben-
dado, y murió allí en 1814. Publicó, según Beristáin,
un Sermón moral de dedicación (Mexico, 1804), un
Sermón de rO{fativa por Pío VII (México, 1809), un
Sermón para la Epifanía, predicado en Oaxaca (Gua-
temala, 1809), Sermón de g-racias por los triunfos de
las armas españolas contra los franceses (México, _
imprenta de Ontiverós, 1809), El {fenio de la jJaz, can-
to en elogio del Obispo de Puebla Campillo (Puebla,
1812), y Oda en elogio del Conde de Castroterreño,
comandante del ejército realista en el Sur de México ·
(México, 18r 3).
CONSULTAR: Beristáin.

JOSE MATIAS QUINTANA.


Escritor político.

Don José MatÍas Quintana, padre de D. Andrés


Quintana Roo, nació en Mérida el 24 de Febrero de '
1767, Y fué hijo de D. Gregorio Quintana y Doña Mar-
tina del Campo y León.
Aunque no hizo estudios universitarios, sino que, -
concluida su educación primera, se dedicó al comercio, .
9 22

'en el cual llegó á adquirir buena posición, fué siempre


hombre de aficiones intelectuales. En 1813 fundó, en
Mérida, un periódico que duró alrededor de un año,
con el titnlo de Clamores de la fidelidad americana ó
fragmentos para la Izistoria, según D. Francisco Sosa ~
Se hizo sospechoso al gobierno, tal vez á causa de su
periódico, y en 1814 se le envió preso á San Juan de
Ulúa. Consumada la independencia, fué diputado á la
Legislatura del Estado de Yucatán y, en 1827, dipu-
tado al Congreso Nacional. Murió en México el 30 de
Marzo de 1841.
Sus producciones, fuera de los artículos de periódi-
· co (entre los cuales se cita El Jacobinismo en México,
dedicado á Santa Anna), se reducen á un solo libro de
carácter religioso, Meditaciones, del cual, según el Sr.
Sosa, hay tres ediciones, hechas dos en Yucatán y
,una en México, en 1810.
CONSULTAR: Francisco Sosa, Mexicanos disting"Ut'dos;
.Zavala, Ensayo histórico, 1, 123; II. 27, 332.

RAMON QUINTANA DEL AZEBO.


Poeta.

Miembro de la Arcadia de México, donde se llamó


Dame/as; en el Diario de .llJéxiro escribía, en prosa y
en verso, con diversas firmas: Anatnik, Zeoba, Zeobá-
-del, Mr. Noa, M. Noar, El Sonámbulo, El Tlo Caran-
do, y A. del Q. R.: estas últimas iniciales son las suyas
...jnvertidas, y no las de Andrés Quintana Roo, que só-
lo aparecen en 1810 (dos veces), cuando tenía éste
veinte años. Fué amigo del ilustre centro-americano
Antonio José de Irisarri, á quien dedica unos versos
.de despedida (Diario, 15 de Diciembre de 1806). Pu-
92 3
blic6 en folleto la oda Al cumpleaños de Fernando VII
el Deseado (México, imprenta de Arizpe, 1808).
Quintana del Azebo vale poéticamente más que la
mayoría de sus compañeros del Diario, exceptuados
los verdaderos poetas,-Navarrete, Ochoa y Sánchez
de Tagle. Junto á Barazábal y á Barquera, parece
realmente poeta; .Y todavía está por encima de Juan
María Lacunza y de Rodríguez del Castillo. Su versi-
ficación es bien entonada y su expresi6n tiene cierta
pureza; se advierte en él á un lector de los poetas más
sonoros de la lengua castellana. Sin embargo, no lo-
gra sostener el vuelo poético, y no puede entresacar-
se de las suyas una poesía completa, digna de anto-
logía.
Hay muchos pasajes en sus composiciones que ha-
rían suponer, tomados aisladamente, á un poeta su-
perior. Así de la oda sáfica La resurrección del Señor:

Al Báratro profundo derrocado


va el ángel de las sombras, y á su orgullo
da el Santo vencedor entre cadenas
término oscuro .. _...

Dulcísonas las arpas de oro suenan


siguiendo los acentos con que el triunfo
celebran ante el trOll0 innumerables
ángeles puros ....
(Diario de México, 29 de Marzo de 1807).
De la oda A un amig-o:
Concédase á mi voz en este día
cantar. amigo, tu natal dichoso,
y en métrica armonía,
al dulce s6n de mi rabel gracioso,
hacer que suenen por el vago viento
los ecos de mi gozo y mi con ten to ....
(Diario, 18 de Julio de 1807).
92 4

Citaremos íntegras dos poesías que dan idea cabal


de su estilo. La primera, dedicada á los árcades de
México, se irüitula Idilio:
Así, mientras pastaba sus ovejas,
Dametas entonaba amantes quejas.
¿ El tiempo llegará, sensible Delia,
en que mi amor conozcas, ó se extinga
la llama que fomenta mi ternura?
iAy me! Callando gimo, y me es mi pena
muy más terrible que el helado invierno.
¿De qué me sirve, dí, que cabe el olmo
que dócil con sus ramas cubre el techo
de mi pajizo albergue, tú con Ana
afable me saludes, y te sientes
sobre el árido césped prevenido?
¿De qué, que airosa tú con diestra mano,
capaz de embelesar al mismo Apolo,
la lira pulses, y que con mi flauta
tus sones acompañe distraído?
i Oh Delia! de aumentar mi pena triste.
Si algún pastor me viera, y que á tu lado
las horas se deslizan blandamente;
que te acompaño en los sencillos bailes
de la inmediata aldea, y que placiente
escuchas tú mi voz, y yo la tuya,
feliz ioh Delia! á mi pasión diría.
Más iay! tus gracias, do á la par se ostentan
tu virtud, y el candor que hay en tu seno,
si halagan á mi amor, mi mal aumentan.
¡Oh Delia! ¿y he de amarte sin consuelo?
¿ y he de amarte y callar el que te amo?
¿ó acaso un hado injusto me condena
á eterno suspirar y eterna pena?
Dos veces pulular al trigo he visto
y al manzano otras tantas deshojado,
92 5
Y yo en mi mal constante siempre miro
volver los astros al usado giro,
sin que á mi pecho torne la alegría .
.¿y cómo tornará, si desde el día
que amor libró á mi pecho el dardo insano,
amante á Lelio sigues? Dí: ¿ su choza
que excede á las demás, cuanto al lentisco
el lúgubre ciprés, á amar te incita?
,¿ O acaso los rebaños numerosos
que el valle ameno cubren? ¡Cuánto, Delia,
se engaña quien feliz al rico piensa!
A Lelio advierte, advierte cuál se agita,
las creces combinando de su aprisco:
en el soto, en la aldea, en la cabaña,
y lo que es más, hermosa, en tu presencia
no sabe sino hablar de su opulencia.
Él mira indiferente el casto hechizo
-que vive en tu semblante, y tu sonrisa
más dulce que la miel y añejo vino.
¿y así le estimas? ¿O de un padre avaro
las leyes obedeces? ¡Oh destino!
iPluguiera á amor, que nunca á mí tu Lelio
de amigo el dulce nombre dado hubiera,
que libre entonces, al hablar contigo,
mi pena te dIría, y nunca fuera
mi rémora fatal un buen amigo!

(Diario de México, 13 de Mayo de 1808).

La segunda es una oda libre A I Sueño:

No en torno de mis sienes


tus alas giren, sueño pavoroso;
tus negras alas, que en el Lete undoso
humedecidos traen
al mísero mortal descanso incierto.
Te estima el fatigado, como al puerto
el pávido piloto; el vagabundo
conságrate en ofrenda
la mitad de su vida; en todo el mundo
la ruda ceguedad de los mortales
te llama por alivio de sus males.

Mas yo, deidad mentida,


amada sólo por el vulgo ciego,
en nada estimo aquel letal sosiego
con que al viviente brindas engañosa;
sin tí, con grato anhelo
contemplaré en la noche silenciosa
los astros relucientes, que en el cielo
con su inmutable giro y dependencia
muestran la omnipotencia
del Sér Supremo que los ha creado.
Sin tí, la amable ciencia
mis horas llenará con sus dulzuras~
veréme ¡oh sueño! siempre rodeado
de las delicias puras,
y á tu feudo tirano sustraído
podré decir al menos que he vivido.

¿ Es otra cosa el hombre aletargado


que un fiel retrato de la triste muerte?
En él sólo se advierte,
por señal de existencia, que respira;
al cuerpo entorpecido no le queda
un solo movimiento
que defenderle pueda
de la mano cruel de un enemigo.
Las temibles pasiones, al abrigo
de la sorda inacción que predomina,
al noble entendimiento, en su abandono,
osadas le sorprenden,
y al punto le derriban de su trono.
1nexpertas del mando,
927
el regio cetro empuñan, y agitando
los fútiles deseos, representan
al corazón tranquilo y sosegado
las sombras, los espectros y peligros,-
que luego se fomentan
en la agitada y débil fantasía,
que los juzga veraces, cual si fueran
examinados á la luz del día;
y en tanto el infeliz que así padece
lamenta y gime y llora y se estremece.

¿ Es ésta tu quietud, injusto sueño?


¿ Y á ti te llama el hombre, que debiera,_
al ver tu adusto ceño,
abominarte como á monstruo ó fiera?
¿Apenas el callado mundo indica
que ya domina en él tu duro imperio, .
no te encuentra propicio
el vil asesinato, el adulterio,
el robo y todo vicio?
Tú mismo armaste la traidora mano '
de Ulises y Diomedes contra Reso.
El precepto inhumano
de Dánao sus hijas confIaron
al tiempo del olvido:
entonce el brazo débil alarmaron
con la acerada punta, y en el pecho·
lo esconden del esposo ya dormido;..
y el grato nupcial lecho,
en quien reinara la delicia pura,
conviértese en horror y sepultura.
El Dárdano guerrero, que al unido ·
poder del falso griego
dos lustros resistiera,
es sorprendido en la quietud primera .
de la callada noche; el leve fuego
sus edificios tumba; airado Marte
terrores vibra; el golpe y el amago
un mismo tiempo siguen;
la muerte y el estrago
aniquílanlo todo, y en un punto
vemos en la gran Troya armipotente
cadáveres y escombros solamente~

Mavorte á Citerea
,reduce á sus halagos, cuando Febo
su leve carro en la región nerea
había sumergido ....
Mas ¿por qué inadvertido
me canso refiriendo
.tus crímenes, tus fraudes y traiciones?

Del Erebo y la Noche aborto horrendo,


hermano de las furias y la muerte,
oscuro esposo de las tristes sombras,
huye lejos de mí. Déte el averno,
,que fué la cuna de tu ilustre suerte,
··eterna habitación, descanso eterno.
Allí contino gimas,
.y nunca, nunca abiertas
se muestren á tu vista las dos puertas
por donde á los mortales
llegan .. .. 1Cielos! IAy me! Yo desfallezco.

Así escribía cuando .... (ime estremezco


.al sólo recordar mi susto y penal)
·cuando improviso siento
· estremecerse todo mi aposento
y que se me acercaba
con paso diligente
· el hórrido Morfeo ....
¡Ay Dios! iY cuál le ví! Su negra frente
el opio soñoliento coronaba
· con la ardiefJte amapola entretejido;
sus centellantes ojos
vertían iras, crueldad y enojos:
negro era el rostro, y negro su vestido;
disforme su estatura;
y levantando en la atezada mano
un ramo humedecido que empuñaba,
con semblante inhumano,
"mortal envanecido, que con necias
expresiones, al sueño así desprecias,
ríndete á su poder", dijo, y rociando
mi rostro pavitante
con el negro licor que destilaba
el verde ramo~ al punto desparece.

Entonces, como si un brillante rayo


muy inmediato á mí pasado hubiera,
el cuerpo se entorpece;
é involuntariamente, de un desmayo
muy dulce poseído,
rendíme al lecho, y me quedé dormido.
r Diario de México, 9 y 10 de Enero de 1808)
En la poesía satírica es fácil, pero no abunda en
gracia. Pueden verse sus silvas A un peso fuerte (Dia-
rio, 17 de Julio de 1807), Al cllrarro (9 de Enero de
1807), y las octavas reales sobre La vida feliz (26 de
Enero de 1806) que terminan con este rasgo curioso:

Que aquí también alaba un zarai"ate


su manta, su facal y su petate.
Entre sus epigramas pueden citarse estos:
-Pues tú no vas á la escuela,
yo tampoco, Juana, iré.
-¿ y si preguntan? -Diré
que me ha dolido una muela.
-¿y si tu papá severo
quiere darte, BIas, castigo?
33
930
-No, que con llorar consigo
de mi mamá cuanto quiero.
(Diario, 3 de Noviembre de 1805.)

-¿No soy linda, Fabio? -Sí.


-¿y qué tal toco? -Muy bien.
-¿ Mi voz te agrada? -También.
-¿Bailo airosa? -Ya lo ví.
-Visto bien, soy bien dispuesta ...
Dí: ¿qué falta á mis primores?
-Que el que los tienes ignores
y aprendas á ser honesta.
(Diario, lC? de Ncviembre de 1806).

MANUEL QUIROS y CAlVIPOSAGRADO


Escritor político.

De él sólo dice Beristáin que publicó un Lamentabü


llanto de la ciudad de Mlxico por la muerte de Carlos
III (México, imprenta J áuregui, 1789; existe en la
Biblioteca Nacional, Novena división, pág. 4 11,) Y
El abuso tolerado (México, imprenta J áuregui, 1812).

JOSE ANTONIO REYES.


Poeta.

Versificador que colaboraba en el Diario de Mlxicf1


bajo las firmas J. A. R. Y Josl Otero Seniany. Escribe
versos eróticos y satíricos. De los últimos puede ci-
tarse este epigrama (Diario, 9 de Julio de 1806):
93 1
En las manos me pusiste
á Cicerón y á Virgilio;
pero, á la verdad, Lucilio,
¿por eso mi maestro fuiste?

Me obligaste á traducir
estas obras con presteza;
mas ¿su mérito y belleza
me enseñaste á discernir?

Por su carácter de época copiaremos el romance in-


titulado Pérdida (Diario, 16 de Diciembre de 1805): •

Ayer en el paseo
se perdió un currutaco:
tiene el pelo á la Tito,
de almizcle perfumado;
el fleco disparejo,
hasta las cejas largo;
un sombrero chiquito,
muy bien encañonado,
que del sol no defiende
el rostro en el verano
ni del aire las sienes
en el in vierno helado.
Desde éstas se prolonga,
del carrillo á lo largo,
la patilla poblada
que se avecina al labio.
Lleva un lienzo en el cuello,
relleno de mil trapos;
la camisa bordada,
y en el pecho un retrato,
al que á cada momento
ve con ojos livianos.
Mil cintas desde el hombro
le bajan al costado,
932

y desde allí comienzan


los calzones, tan anchos
que el viento dentro de ellos
se pasea á su salvo.
Como no gasta bolsas,
trae pendientes de ganchos
dos campanas enormes
de acero pavonado.
U sa casaca corta
por el faldón, y en lo alto
un cojín, con que imita
fielmente á un jorobado.
Tiene envueltas las piernas
en cueros encarnados,
como azabache negros
de la espinilla abajo.
En el café asistía,
y por la noche al teatro;
solía jugar tresillo
ó billar, de prestado.
Comía con sus amigos
ó ayunaba á traspaso;
dormía en una accesoria
de las de taza y plato.
Los domingos y fiestas,
en el Perdón parado,
al Padre de la misa
veía de cuando en cuando.
Chupa puro muy grueso,
habla un idioma extraño,
compuesto allá á su modo
de francés é italiano.
Baila bien contradanza,
bolero afandangado,
y casi á todas horas
ejercita su canto.
933
Se suplica á cualquiera
que llegare á encontrarlo,
lo lleve á la coque/a,
quien le dará su hallazg-o.

No sabemos si este versificador es el mismo Lic. D.


Antonio Reyes que el 12 de Febrero de 1811 fué de-
rrotado y muerto por Herrera (el ex-lego juanino) y
Blancas, en Santa María del Río, cuando, en compa-
ñía de D. Ignacio Iragorri, marchaba á Guadalajara á
unirse á Calleja, llevándole hombres, dinero y piezas
de artillería (Bustamante, Cuadro histórico, I, 195, Y
Alamán, Historia de Mlxico, lI, 156).

JOSE MARIA RIBA Y RADA.


Escritor religioso.

Naci6 en Rosario (perteneciente hoy al Estado de


Sinaloa) el 12 de Octubre de 1760. Estudi6 en Gua-
dalajara, y luego en México, en el Colegio San Ilde-
fonso; en la Universidad se gradu6 de bachiller en
ambos derechos. Sirvi6 varios curatos en las di6cesis
de Sonora y Guadalajara; fué vicario foráneo y juez
eclesiástico de Rosario; tuvo otros diversos cargos
(tales como provisor, vi cario general y visitador ordi.
nario) y lleg6 por fin á gobernador, en sede vacante,
de la di6cesis de Sonora; de ahí pas6 como prebenda-
do á la Catedral de G uadalajara, donde luego fué
maestresc uelas. Figur6 como miembro en el Congreso
Constituyente de 1824 y diputado en 1825 y 26. No
sabemos cuándo muri6.
Beristáin dice que Riba (6 Riva, según Osores) le
ayud6 con noticias para su Biblioteca y public6 una
Explicación de la Bula de la Santa Cruzada, con rela-
934
ci6n á la América (México, imprenta de Ontiveros,
1802).
CONSULTAR: Beristáin; Osores.

ALEJANDRO MARIANO ROBLES.


Escritor político.

Naci6 en Guadalajara. Estudi6 jurisprudencia, pe-


ro no lleg6 á recibirse de abogado. pues, al regresar á
Europa el Virrey Azanza, le faltó protección. Colabo-
ró en el Diario de Mlxico con la firma AIe;'andro Arai-
món Brosel. Murió, joven aún, en México, el 12 de Oc-
tubre de 1807, siendo pasante en el bufete del Licen-
ciado Verdad.
En uno :le sus escritos, publicado en el Didrio el 18
de Octubre de 1805, propone, contra lo indicado en el
prospf'cto de dicho periódico, se escriba libremente de
política. <En España, -dice,-se conocen las me-
jores doctrinas políticas, y en la misma corte del So-
berano y á presencia de sus principales ministros se
anuncian al público con una libertad de que la igno-
rancia, la envidia y la preocupación ' de nuestros ma-
yores habían despojado á los escritores. ¿ Por qué,
pues, en la América, trozo tan precioso de la monar-
quía española, se ha de carecer de ellas, principalmen-
te cuando en estas remotas regiones se carece de cá-
tedras en que pudieran enseñarse como en la sabia
Europa .... . . ?:. . .... .
CONSULTAR: Diario de Mlxico, 18 de Octubre de
1807, artículo necrológico por El Melancólico (Busta-
manteo )
935

FRAY JOSE ROCHA.


Escritor religioso.

Nacido en León de Guanajuato; lector de prima de


teología en el Colegio franciscano de Celaya, y comi-
sario de la Tercera Orden. Publicó, según Beristáin,
La amada del Señor, elogio de la Concepción de Ma-
ría (México, imprenta de Ontiveros, 1797); Venta/as
del estado religioso (México, imprenta de Ontiveros,
1799); y Paneglricos Maria/es (México, Ontiveros,
1802).
CONSULTAR: Beristáin.

JOSE MARIANO RODRIGUEZ DEL


CASTILLO.
Poeta y prosador.

Guanajuatense; Íntimo amigo de José Victoriano Vi-


llaseñor (De!io). Fué el fundador de la Arcadia de
México, dentro de la cual se llamó Amintas y luego
Tirsis. En el Diario de México escrihía, ya con estos
nombres, ya con el de Mosta za, ó con sus iniciales J . •
M. R. C., invertidas á veces, C. R. M. J. Es poeta
mediano; generalmente trivial, pero muestra facilidad
aun en poesías insignificantes, como el romance que
comienza (Diario de México, 4 de Junio de 1808):

Cuando el genio festivo


con sus pintadas alas ....

y la Anacreóntica á la prima vera (Diario, 9 de Abril


de 1807):
Amigos, empecemos
entre apacibles risas
á gozar de las horas
que el hado nos destina .. . .

Es, entre los poetas menores del Diario, quien más


se acerca á la felicidad de los romances eróticos y pas-
toriles de Navarrete:

Parlera golondrina
que con canto festivo
á los hombres anuncias
el astro matutino ....

(Diario, 15 de Julio de 18u).

Salve, pueblo felice


á quien la amable Flora
escogió por su asiento
y estancia deliciosa ....

(Diario, II? de Agosto de 1811).

La mano poderosa
de Júpiter supremo
destinó á los amores
edades como al tiempo ....

(Diario, IQ de Abril de 1812).

U n goloso muchacho,
metido en una huerta,
alegre discurría
mirando con viveza
de una tendida parra
los racimos que cuelgan.
Pero no, ya se inclina
de las doradas peras,
937
hacia el durazno corre,
ya se vuelve á la higuera:
de aquesta el fruto corta,
pero apenas lo prueba.
Su gusto aún más provocan
encarnadas ciruelas;
los verdosos pepinos
y las moras sangrientas.
Su ambición todo abarca,
todo le lisonjea,
come luego otra cosa,
y al fin todo lo deja.
Así yo entusiasmado
entre muchas bellezas,
quiero decir de todas
porque todas me alegran.

( A nacrtóntica I I, Diario, 17 de Junio de 1808.)'

Volaba por el prado


un~ mariposilla,
como el aire ligera,
bordada de mil .pintas.
Diáfanas como el éter
sus alas peregrinas
y esmaltadas con oro,
al viento se tendian.
Ya en un florido mirto
su vuelo suspendía,
ya en el jazmín posaba,
ya en unas clavellinas.
N o hay flor do no se pare,
y aunque ellas se retiran
con timidez donosa,
sus cálicés las liba.
IOh feliz mariposal
IQuién tuviera tu dicha,
pues, gustándolas todas,
ninguna te cautival

(Anacreóntica III, Diario, 21 de Junio de 1808).

No carece de elegancia este Soneto:

Seis veces el invierno adusto y frío


ha quitado á los campos la hermosura;
seis veces ha que su inclemencia dura
grillos ha puesto á aqueste humilde río;

mas otras tantas el pintado estío


ha vestido los valles de verdura,
ornando con mil flores la llanura,
la abundosa pradera, el bosque umbrío.

El otoño con frutos sazonados


ha traído sus fértiles cosechas,
dejando los trabajos bien premiados
del labrador, sus ansias satisfechª,s;
y sólo mis amores mal pagados
sus cadenas no aflojan tan estrechas.

(Dian'o, 18 de Julio de 18I1).

Tiene otro soneto, muy inferior á éste, pero con


.agradable comienzo:

Cuantas produce flores el verano,


cuantos madura granos el estío ....

(Diario, 19 de Agosto de 1807).

Pero en Rodríguez del Castillo llama la atención, no


'Su poesía, sino su prosa, en la cual se advierte una
peculiar cualidad poética. Difícil es encontrar en Mé-
939
xico, en la época del Diario, una página de prosa más
de licadamente escrita que la intitulada Mis sentimien-
tos, dedicada á Navarrete:
«Volví triste á mi cabaña, y el antiguo amigo me
presuntó:-¿ Por qué estás amarillo y por qué á tus
ojos falta la vivacidad ?-Y yo le respondí:-Tus her-
manos los hombres han metido la angustia en mi co-
razón. Ellos me miraron de mal gesto, me hablaron
con doblez, y yo estoy triste. Si me faltan amigo~, ¿ á
quién amaré?-Y Delio me dijo:-Está sereno, que si
ellos te han desamado, muy presto suspirarán por tu
compañía y se dolerán de haberte injuriado; y aunque
esto no fuera, Delio es como nacido del mismo vien-
tre que tú y partirá contigo las delicias de su cora-
zón .-Y yo le respondí:-El Supremo Sér impelió
dos almas iguales á distintos senos, y él mismo las
ha juntado para su delicia. Nuestras cunas se me-
cieron á un tiempo, y, cuando no teníamos acciones
de hombre, estábamos acostados bajo una sola som-
bra, y después retozamos como dos corderitos geme-
los en un valle. La razón divina nos alumbró, hermo-
sa como la primera alborada, y fuimos amigos. El in-
fortunio tomó los primeros pasos de mi juventud, y tú
lloraste {:n secreto; tus ojos estaban agitados ~n mi
presencia por el llanto, y tus palabras maravillosas
alternaban en mi turbado espíritu como la primavera
y el invierno. Con todo, mi corazón no puede menos
que llorar porque le han angustiado; y si la tierra que
habitamos está floreciente cuando se desatan las llu-
vias, también amarillea en el otoño, y los vientos
arrancan las hojas y las revuelven por el suelo.-Y
me dijo:-Cuando estés entre los hombres, serás co-
mo los sembrados con langosta, y cuando conmigo,
como la tórtola con su polluelo.-Y yo me complacía
en su deci r. El genio de la amistad nos tenía cubier-
tos con sus alas, y yo suspiraba desechando el pesar
como un hálito nocivo.
940
cEntonces m'e propuso ir al bosque á coger unos pa-
nales para nuestras hermanas; yo consentí al momen-
to, y olvidé con su dulzura todas mis pesadumbres.
El umbroso bosque es muy semejante á mi madre"
que ya no habita con nosotros. Ella me ponía cariño-
samente á sus pechos, y el bosque me liberta del ar-
diente sol, y me refrigera con sus delgadas aguas; mi
madre me cantaba canciones para que me durmiera, y
el bosque tiene pajaritos que cantan llamando al sue-
ño; mi madre me traía frutas en teniendo hambre, yel
bosque no me niega cuantas produce; mi madre jamás.
dijo mentira, y el bosque no me ha engañado. Ama-
ble bosque, yo te quiero porque eres semejante á mi
madre; ahora estoy tris;te, diviérteme como ella lo ha-
cía. Quiere á mi Delio, pues ella lo llam6 mi herma-
no, y su cariño se dividi6 entre los dos sin envidia;
ella nos abrazaba á un tiempo en sus faldas, y noso-
tros la besábamos á competencia; y cuando aún no sa-
bíamos andar, nos tomaba al uno y al otro por los
brazos, y sostenía nuestros pasos titubeantes; y cuan-
do ella se apart6 de nosotros para siempre, nos dijo-
por última raz6n:-Amaos como hermanos; los dos
sois mis hijos, y mi memoria os servirá en lo futuro.-
y cerr6 sus labios para no hablar más. Él y yo gemi-
mos profundamente, y nuestras lágrimas se mezclaron
en su muerte. Desde entonces, los dos nos llamamos
huérfanos sobre la tierra, sin que hayamos tenido
quien nos eche una mirada de compasi6n. Sé, pues,
¡oh lindo bosque! tan benéfico para nosotros como-
aquella que ya no alentará.
cY tú, poeta sensible, á quien consagro estas deli-
ciosas memorias, recíbelas con agrado; sean plausibles
á tu oído, en todo diverso al del soberbio guerrero y
codicioso negociante, que han cerrado las puertas de
su :coraz6n á las voces del maternal cariño y de la
amistad.>
(Diario de México, 15 de Agosto de 1808.)
94 1
Son menos interesantes otras dos páginas en prosa:
Mis deseos, dedicada á Anastasio de Ochoa (Diario, 16
de Abril de 1808) y La canción de Amintas (2 de Junio
-de 1808).

ANASTASIO JOSE RODRIGUEZ


DE LEON
Poeta.

Presbítero mexicano, capellán del Palacio Virreinal


y cura castrense de los Militares Inválidos.
Era medianísimo versificador; pero componía versos
-en todas las ocasÍones solemnes, políticas y religiosas.
Beristáin, pródigo en elogios, en este caso confiesa
,que <este eclesiástico laborioso, eficaz y muy dedica-
do al culto de Dios y sus santos, ha acreditado en sus
versos más la sencillez y limpieza de sus afectos que
el arte, las gracias y las bellezas de las musas.::' Sus
versos se encuentran en hojas sueltas, en la Gazeta,
en el Diario y en El Noticioso General, así como en
folletos formados de tributos poéticos en diversas oca-
siones. En la Biblioteca Nacional de México se con-
servan varios folletos y papeles impresos de Rodrí-
guez de León (páginas 262 y 263 del catálogo de la
Octava división): contienen versos de felicitación á los
Virreyes Iturrigaray y Venegas, al Arzobispo Lizana,
elogios de la Audiencia, de los hermano~ Antonio, J a-
cobo y Ciro de Villa U rrutia, de Miguel Lardizábal,
y composiciones sobre algunos otros temas de actua-
lidad.
94 2

FR. FRANCISCO ROJAS Y ANDRADE.

Orador sagrado.

Descendiente de príncipes aztecas, según Beristáin:


naci6 en México en 1775; de quince años entr6 á la
Orden de Santo Domingo, y á los dieciséis profes6.
Pas6 entonces al Colegio Pontificio de Porta-Creli,
donde estudi6 tres años filosofía y seis teología. A los
veinticuatro de su edad fué doctor en teología por la
U niversidad. En seguida obtuvo cátedra en el Con-
vento dominico de Guadalajara, y poco después en el
grande de México, adonde regres6. En 1802 se gradu6
aquí de doctor en artes; en 1804 se le nombr6 lector de
teología del Colegio de Porta-Creli, donde enseñó por
siete años; hacia 1811, catedrático de doctrina de San-
to Tomás en la Universidad, de donde era ya Maes-
tro. Fué también examinador sinodal del arzobispado
y calificador de la Inquisici6n. En su Orden siguió
ascendiendo hasta llegar á provincial de México. Mu-
ri6 aquí el 7 de Agosto de 1826: se le enterr6 en el
Convento grande.
Según el Dr. Orellana, fué predicador activo, y aun
hubo quienes le llamaron Demóslenu mexicano. Beris-
táin dice que public6 un Elogio fúnebre de D. Pedro
Romero de Terreros, segundo Conde de Regla (Méxi-
co, imprenta] áuregui, 1810), y un Sermón de gracias
por la restituci6n de Fernando VII al trono (México t
18 1 4).
CONSULTAR: Beristáin; Diario de México, 28 de Fe-
brero de 18 II; folleto del Dr. Orellana, publicado an6-
nimamente con el título de Apuntes biográficos de los
trece rdigicJsos dominicos que en eslado de momias se ha-
llaron en d osario de su Convenio .... , México, 1816
943
(aparece allí un grabado de la momia de Fr. Francisco ·
Rojas y Andrade).

FR. JUAN DE ROJAS Y ANDRADE ..


Orador sagrado.

Hermano de Fr. Francisco Rojas y Andrade, á no·


ser que Pimentel cambiara el nombre de Frandsco por
el de Juan y se trate de una sola persona. Los datos.
biográficcs que da Pimentel sobre Fr. Juan son casi
los mismos que da Beristáin sobre Fr. Francisco: <na-
cido en México, y descendiente de los más ilustres ca-
ciques mexicanos, presentado en teología y doctor de-
ella, maestro en actos por la Universidad, calificador
del Santo Oficio, examinador sinodal del Arzobispado'
de México y del obispado de Puebla, prior provincial"
de la provincia de Santiago de Nueva España.>
Pimentel dice haber leído varios sermones suyos y-
de uno de ellos, Panelfírico del Venerable Fr. Francis-
co Posadas (México, I8I9), cita el siguiente pasaje,
no carente de vivacidad:
<Si exhorta al sufrimiento en las adversidades, es..
cu ando los ejercicios de la paciencia le exaltan sobre
el varón más fuerte y el más célebre conquistador, en
sentencia de los Proverbios: cuando acostumbrado á
glorioso! vencimientos, tiene al lecho en que soporta
graves dolencias por una li¡;era cárcel de los amzgos d~
Dios, que se dIgna tratarle como si fuera uno de ellos.
Reprende la vana elección del pod~roso, que se olvida
de su ruin principio y de su asqueroso término, colo-
cado en la esfera de aquellos serafines con seis alas-
manifest ados á Isaías, que empleando dos en remon-
tarse á la altura de la santidad,. con las restantes cubren.
944
·sus esmaltes y gracas, yen su concepto es un siervo
inútil que no había hecho cosa buena en su vida. Ins-
ta sobre el desprendimiento de los bienes de la tierra
-cuando en sus pocos y despreciables muebles, en el
roto y remendado hábito, publica que la pobreza era
·el centro de sus delicias; cuando, expedito como Jacob
para luchar con su contrario, no retiene cosa alguna
temporal de donde pudiera asirse para derribarle. Des-
cubre la belleza y encantos de la pureza, de la virtud
singular que nos asemeja á los ángeles, pudiendo ase-
gurar lo que San Pablo á los de Corinto: voto enim
-fJ1Ilnes '[JOS esse sicut me ipsu11l, deseo que fueseis, como
yo, tentado de diversos modos, acometido con toda la
fiereza del angel de Satanás, me conservo ileso por la
virtud del que me conforta. A semejanza de aquel
Príncipe celestial que detiene á Josué para que se des-
calce antes de pisar una tierra santa, clama contra la
falta de respeto, contra los corrillos y conversaciones
á las puertas del templo, enseñando con los hechos
que es casa de oración, ocupándose, acompañado de
crecido concurso, los días en devotos ejercicios, en
dulces y tiernas canciones que le dictaba el amor para
·celebrar á Jesús sacramentado. Pide, estrecha con ar-
dor al socorro de los necesitados después de haber en-
tendido en los alivios del hambriento, del encarcelado
~ y del enfermo con sus cortos arbitrios y con lo que por
sí mismo recogía de la piedad ajena, después que le
admiraron cubriendo al desnudo, no de los abundantes
vellones de sus ovejas, como Job, sino de su escasa y
necesaria ropa. Si persuade que los miembros, instru-
mentos de la iniquidad, se purifiquen con los rigores
de la penitencia, icon cuántos y qué extraordinarios
sacrificios había procurado santificarsel Sangrientas y
diarias disciplinas; cadenas á la cintura y al cuello,
con una cruz sembrada de quince púas; ásperos cili-
cios en todo el cuerpo fueron los instrumentos con que
.avasalló su inculpada carne. Exija el P. San Juan
945
Crisóstomo en el Predicador evangélico ese tejido de
virtudes para ser luz del mundo y sal de la tierra: en
Francisco éste es el principal distintivo. Escuela
del P. S. Agustín á Secundino Maniqueo: que opine lo
que quiera de su conducta con tal de que la conciencia
no le acuse y confunda delante del Juez E terno, esta
es la completa satisfacción de Francico á los ojos de
Dios y de los hombres: operarium incon./usibilem.
«Pudo con toda verdad asegurar, á los que escu-
charon sus discursos, lo que el Apóstol: ni de obra
buena, ni de ramo alguno de santidad me he determi-
nado á trataros si antes no lo ha obrado en mí Jesu-
cristo.»
CONSULTAR: Pimentel, Novelistas y oradores mexica-
nos, cap. IX.

FRANCISCO ROJAS Y ROCHA


Poeta.

Nacido en México; hijo del Dr. Rojas y Abreu, oidor


de la Real Audiencia; caballero maestrante de Ronda
y comisario de guerra de los Ejércitos. Escribió, se-
gún Beristáin, dos poemas: Lá bendición de Panzacola
y conquista de la Florida por e! Conde de Gálvez (Méxi-
co, 1785) y Eloeio de Carlos IV y de! Virrey Brand-
forü (inédito). Acaso sea el que publicaba versos reli-
giosos en el Diario de Mé).,;co (18I1 y 1812) con la
firma El CartuJo Xorsá Ó Xarsó.
CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, Historia de la poe-
sla en México, cap. X.

34
JOSEFA ELVIRA ROJAS y ROCHA
Poetisa.

Nacida en México; hermana del versificador Fran-


cisco Rojas y Rocha. Beristáin elogia su cultura, for-
mada personalmente, y cita una obra suya: Versión
parafrástica del Stabat Mater (México, imprenta de
Ontiveros, 1803); indica, además, que us6 el ~eud6Di­
mo Jaroscharo y public6 una que otra composici6n en
los peri6dicos: un mediano soneto suyo en honor de la
Virgen de Guadalupe aparece en la Cauta de México
(II de Diciembre de 1805).
CONSULTAR.: Beristáin; Pimentel, Hisll'rta de la poe-
sta en México, cap. X.

JOSE MARIA ROl\lERO DE TERREROS


Hombre de ciencia.

D. José María Antonino Romero de Terreros, pri-


mer Marqués de San Crist6bal, fué hijo del primer
Conde de Regla, D. Pedro Romero de Terreros, y
de Doña María Antonia de Trebuesto y Dávalos de
Bracam onte, y naci6 ello de Mayo de 1766. A los
nueve años de edad se le traslad6 á España, donde se
educ6; fué allí teniente de fragata y mayordomo de
semana del Rey, y recibi6 en Cádiz, en 1802, el hábito
de Santiago. Pas6 después á París, donde se gradu6
de doctor en medicina por la Universidad. Muri6 allí,
soltero, el 13 de Junio de 1815.
Humboldt habla de él en est05 términos: .... cEI
Marqués de San Crist6bal se ha distinguido en París
por sus conocimientos en física y fisiología. . .. El Se-
947
ñor Terreros (que es el nombre con que se ha conoci-
do en Francia á este sabio modesto) ha preferido du-
rante muchos años la instrucci6n que le proporcionaba
su permanencia, en París á una gran fortuna de que
s610 podía gozar viviendo en México mismo.:'
D. Francisco de Fagoaga, en una carta á su tío el
Can6nigo D. Ciro de Villaurrutia, citada en el libro
Los Condes de Regla de D. Manuel Romero de Terre-
ros y Vinent, dice que C:el Marqués de San Cristóbal
se mat6 á sí mismo tomando arrobas de quina para
hacer experiencias.:'
CONSULTAR: Humboldt, Ensayo polílit:o sobre Jlluez'a
España, trad. González Arnao, París, 1822, tomo 1,
240; Romero de Terreros, Los Condes de Rq!la, Méxi-
co, imprenta de M. León Sánchez, 1910, págs. 67, 79
Y 80.

JOSE MARIA RONDA.


Orador sagrado.

Michoacano; presbítero; doctor en teología por la


Universidad de México; rector del Colegio de Santa
María de Todos Santos, donde había sido alumno;
examinador sinodal del Obispado de Michoacán; cura
de Ocoyoacac, en el Arzobispado de México, donde
muri6, joven aún, antes de 1816. Beristáin dice que
public6 un Discurso moral sobre la dignidad del sacer-
docio, motivado quizás por la intervenci6n de los curas
en la guerra de independencia (México, imprenta de
Arizpe, 1812\ Por el Diario de México se ve que fué
predicador acti vo.
CONSULTAR: Beristáin; Diario de México, 12 y 20 de
Enero, 28 de Febrero, 18 de Mayo, 8 de Junio de
18Il.
ANTONIO RUBIN DE CE LIS.
Escritor religioso.

Nacido en México; fué alumno del Colegio de San


Ildefonso; se dedicó á la iglesia, y entró á la Congre-
gación del Oratorio de San Felipe Neri, donde fué dos
veces prepósito y largos años director de la . Casa de
ejercicios espiri tuales. Beristáin lo pinta como hombre
activo y piadoso, y dice haber predicado en memoria
suya en la última década del siglo XVIII. Sin embar-
go, por la edición de Los dulclsimos amores de Mariano
de ]eslÍs, hecha en I802 (v. tomo 1, pág. 2I5) parece
que debe colegirse que aún vivía en el citado año. Pu-
blicó unas Con versaciones familiares entre el alma y
Cristo (México, 179I).
CONSULTAR: Beristáin; Osares.

CASANDRO DE RUEDA Y BEI{AÑEJOS.


Poeta.

De este modesto versificador aparecieron dos compo-


siciones, no incorrectas, en la Cazeta de Literatura, de
Alzate (Enero de I792): Endechas á la muerte de Iriar-
te y traducción, en sáficos, de la oda Pindarum quis-
(juis . ... , de Horacio. La modestia del escritor se re-
vela en la carta con que envió la traducción: .... "Vm.
puede borrar y sustituir lo que le plazca; pues estoy
muy lejos de creer que carezca de yerros. . .. Tal vez
alguno extrañará el género de metro que escogí; pero,
ademá.s de que los sáfico-adónicos son adaptables á la
Íll dole de nuestra lengua, á mí me basta la autoridad
de buenos poetas castellanos que los han usado en sus
composiciones " .
949
No tenemos datos para confirmar ni negar la afirma-
ción, hecha por Beristáin, de que el nombre de Ca-
sandro de Rueda y Berañe;os sea anagrama. Sí es de
advertir, en cambio, que las dos composiciones citadas
no fueron impresas aisladamente, como podría enten-
derse por los datos de la Bibliottca Hispano-americana
septentrional, sino insertas en la Gazela de Alzate.
CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, Historia de la poe-
sfa en México, cap. X,

ANTONIO SALGADO.
Poeta.

Versificador; colaborador frecuente del Diario de


México. Es vulgar y prosaico; tiene uno que otro so-
neto mediano (Diario, 17 de Mayo de 1808 y 30 de
Octubre de 1810). Puede citarse este epigrama suyO!

-Tanto en verso como en prosa


mis pensamientos explico;
tan fácilmente critico
como hago una oda amorosa,
un soneto, un madrigal,
una comedia, un sermón ....
-En todo picas, Antón,
pero todo lo haces mal.

A un poetastro, Diario, 2 de Septiembre de 1813).


950

JOSÉ MARíA SANCHEZ.


Orador sagrado.

Nacido en Querétaro, fué allí presbítero prefecto de


la Congregación de Guadalupe. Publicó, según Beris-
táin, un Sermón de gracias, pronunciado en Querétaro,
por la restitución de Fernando VII (México, imprenta
de Benavente, 1814).

JUAN JOSÉ SANDI.


Orador sagrado.

Sacerdote de Aguascalientes. Publicó, según Beris-


táin, un Sennón de gracias por la jura de Fernando VII
(México, imprenta Jáuregui, 1809).

RAFAEL SANDOVAL.
Filólogo.

Beristáin dice que era "indio noble, descendiente de


españoles ilustres y de caciques mexicanos". Nació en
México; fué alumno del Colegio de San Gregorio; ba-
chiller en teología y presbítero; tuvo á su cargo las
parroquias de Chiconcuautla, Ecatzingo, Tetela y Xo-
chimilco; fué misionero y catedrático en el Seminario
de Tepozotlán, enseñó lengua mexicana en el Semina-
rio Tridentino y en la Universidad de México, y fué
examinador sinodal del arzobispado. Publicó un Arte de
la leng-ua mexicana (México, imprenta de Valdés, 1810).
CONSULTAR: Beristáin.
95 1

FR. ]OAQUIN SARDO


Escritor religioso.

Pohlano; fraile agustino: fué predicador jubilado y


prior de los conventos de Chalma y Atlixco, en la
provincia del Santísimo Nombre de Jesús, de su Or-
den. Publicó una Relación histórica y moral de la por-
tentosa imagen de Nuestro Señor Jesucristo crucificaó~
aparecida f1l una de las cuevas de San Miguel de Chal-
ma, hoy Real COnlJento y Seminario de este nombre, de
relIgiosos ermitaños (México, imprenta de Arizpe, 1810:
existe en la Biblioteca Nacional, Novena edición, pág.
310).

FRANCISCO SEDAN O
Historiador.

Mercader de libros, nacido en México por los años


de 1742 y muerto en 1812. Beristáin dice que era «in-
genio naturalmente claro y crítico, muy instruído en
la historia profana y sagrada, y extraordinariamente
devoto de la imagEm de María Santísima de Guadalu-
pe.:' El mismo autor de la Biblioteca Hispano-america-
na Septentrional cita los siguientes manuscritos que le
fueron donados por su amigo Sedano: Colección crono-
lógica de noticias sobre la Virgen de Guadalupe, su
santuario y colegiata, desde 1531 hasta 1807; Recuer-
dos del culto y tradición del milagro; y A notaciones á
las obras que siguen: Elogio de D. Cosme de Mier
publicado en suplemento de la Cazeta (4 de ] unio de
1805); If'istoria de la aparición de la misma Virgen
publicada por el Br. Miguel Sánchez en 1648; Mani-
952

jiesto satisfactorio del Dr. Bartolache (en estas notas


críticas de Sedano, que Beristáin juzga clél.cónicas,
muy acertadas y de mucha gracia>, se rebate, entre
otras cosas, la opinión de que no es de pita de mag-uey
sino de palma el ayate de Juan Diego); Pensil Aml!rica-
no de Ignacio Carrillo y Pérez (estas notas creía ha-
berlas visto García Icazbalceta en poder de don José
Maria Andrade); Cartas del mismo Carrillo y Fray
José Téllez Girón; Tablas Estadísticas del barón de
Humboldt; y Baluartes de México del Lic. Mariano
Veitia (relación de las cuatro imágenes de las Vírge-
nes de GuadaJupe, de los Remedios, de la Piedad y
de la Bala, simulacros protectores de la ciudad). Di-
ce don José Fernando RamÍrez que de las cincuenta y
cinco notas sobre Veitia, treinta y nueve se refieren á
la efigiefguadalupana y las otras dieciséis á la de los
Remedios. Sedano atacó la opinión de Veitia, de que
el ayate de la Guadalupana sea de algodón.
Otro manuscrito de Sedano, no mencionado por Be-
ristáin, existía en poder de D. José María de Agreda
y Sánchez y fué publicado por D. Joaquín García
Icazbalceta: Noticias de .llféxico (edición de La Voz de
México, 1880). Es una colección de datos curiosos,
reunidos!por el autor durante toda su vida, y clasifi-
cados en!orden alfabético.
CONSULTAR: Beristáin: biografía escrita por García
Icazbalceta; José Fernando Ramírez, A dicionu á la
Bibliottca de Beristáin.

JOSE IGNACIO SIERRA


Hacendista.

Colaborador de D. Fabián Fonseca, D. Carlos de


Urrutia y D. Joaquín Maniau en la obra sobre el régi-
953
men económico del virreinato, ordenada por el segun-
do Virrey Conde de Revillagigedo y publicada en
1845 con el título de Historia ~eneral de la Real Ha-
cienda.
CONSULTAR: Beristáin.

PEDRO MARIA SOLANO


Escritor religioso.

Nacido en Irapuato; fué alumno de los Seminarios


Tridentinos dé Valladolid (Morelia) y lvIéxico; en este
último dió luego cátedra de latín. Se graduó de bachi-
ller en teología por la Universidad, y se ordenó pres-
bítero. Fué maestro de teología moral y rector del Se-
minario Correccional de Tepozotlán; cura párroco de
la misma villa; cura de Ocoyoacac, y, desde fines de
1818, de Santa Rosa de Querétaro. Existe un folleto
suyo en la Biblioteca Nacional (Novena división, pág.
414): Carta familiar, que para utilidad pública, y con
anuencia de su obediencia perpetuo el Exmo. I Ilmo. Se-
ñor Arzobispo, da á luz la Venerable Santa Escuela
de la Inmaculada Concepción de la parroquia de la San-
ta Vera cruz, remitida á esta por el Br. Don Pedro Ma-
rIa Solano, catedrático de moral en el Real Colegio de-
Tepozotlán (México, imprenta de Arizpe, 1810): es una
breve exhortación contra la guerra de independencia.
CONSULTAR: Beristáin; El Noticioso General, 30 de
Noviembre de 1818.
954

FRAY MARIANO SOTO.


Polemista.

N ac i do por los años de 1775. Vistió el h ábi to de


·dominico en 1792 y estudió, con Fray Ramón Ca-
-saus, filosofía y teología en el colegio de Portacceli,
durante nueve años, en los cuales defendió dos actos
de filosofía y cuatro de teología. Obtuvo por oposición
la cátedra de artes del mismo colegio, y allí mismo
-enseñó lugares teológicos y teología por espacio de diez
años. En dos actos públicos sustentados en la iglesia
.grande de Santo Domingo y presididos por su maes-
tro el Dr. Casaus, refutó el Homo attritus del carmeli-
ta Fr. Antonio de San Fermín. Sucesivamente desem-
peñó los cargos de regente de estudios, lector super-
·n umerario y vice-rector del Colegio. N o admi tió
.algunos cargos honoríficos que le fueron conferidos
por la comunidad. Murió el 9 de Enero de 1829.
Su refutación del Homo attritus se publicó en 1802
-con el título de Illitialistttrum probabilior tutiorque doc-
trina asserla et propulfnata, initialistce pIures ti censuris
vindicati et in tuto positi: alia nonnulla animadversa et
con./utata. Hisa defendendis in certamine thesibus et P.
Fr. Mariano Soto, ordinis Pr(J!dicator. prceses, aderit
P. F,'. Raymundus Casaus el Torres (ilfexici, Ex Iyp.
Matritensi: existe en la Biblioteca Nacional, Octava
división, pág. 253).
Además de sermones, Fr. Mariano escribió poesías:
publicó algunas, parece que en folleto, con el título de
Alfonias de un filóso./o. Dos sonetos suyos, menos que
medianos, figuran en los Cantos de las musas mexicanas
á la estatua de Carlos IV (1804). Sin embarg-o, si to-
davía se recuerda alguna vez á Fr. Mariano Soto. no
-es por sus trabajos ~obre temas religiosos ni menos
955
por sus versos, sino por sus polémicas con El Pensa-
.dor jlfexicano. En 1820, cuando el res tablecimiento de
la libertad de imprenta hizo aparecer en México mul-
titud de folletos, puede decirse que Fernández de Li-
zardi era el centro de atracci6n de todas las discusio-
nes: su más activo contrincante, en ese año, fué el P.
Soto. No hay, empero, gran cosa que señalar en los
·escritos del fraile dominico: la forma es fácil y á ratos
tiene buen sabor castizo, pero la argumentaci6n es
siempre desmañada y virulenta. Es de mencionarse
La Palinodia de J. F. L., Pensador lIEexicano, Perio-
.dista Eléctrico (México, oficina de Joaquín y Bernardo
de Miram6n, 1820), folleto en el cual Fr. Mariano
ataca juntamente á Jovellanos por su Pan y Toros,
reimpreso entonces aquí por Ontiveros, y á Lizardi
como patrocinador de la reimpresi6n. En la Biblioteca
Nacional existen varios folletos pertenecientes á esta
polémica (Novena divisi6n, págs. 421,431 y 432).
CONSULTAR: Apuntes biog-ráficos de los trece rdig-iosos
dominicos que en estado de momias se hallaron en el osa-
ri¡} de su convento .. .. 1861 (contiene un grabado de la
momia de Fr. Mariano Soto).

PELA YO SUAREZ
Poeta.

Colaborador del Diario de México, bajo diversas


formas: El payo S. Z" P. s., Eo lip a , Lepoay, Urasez,
E. Luzyo Sarapee. Es unas veces gemebundo y otras
satírico. Puede citarse este epig-rama suyo (Diario, 3
de Julio de 1806):

A su esposo, con viveza,


Juana dijo:-En tí he notado
que siempre andas agachado
y muy baja la cabeza.
Él hubo de replicar:
-Puede ser, mujer, manía;
pero recelo algún día
con el techo tropezar.

MANUEL GERMANO TORAL CABAÑAS


Escritor político.

Mexicano; presbítero del Arzo bispado de México;


fué cura y juez eclesiástico de las parroquias de Ame-
cameca, Aculco y Tequisquiac. Enemigo acérrimo de
los insurgentes, proyectó, de acuerdo con el Coman-
dante García Rebollo, unas misiones en Querétaro
contra la revolución, y las emprendió junto con el
mercedario Fr. Manuel Estrada, Fr. José Albino Ló-
pez y el franciscano cura de Río Verde, Fr. Isidro
Carranza. Presidente de estas misiones, intentó esta-
blecer una especie de tribunal de la inquisición en que
se perseguía á todo sospechoso de infidencia. Este cu-
ra, sus compañeros y los religiosos de la Cruz nega-
ban la absolución á cuantos no delataban á todos los
simpatizadores de la causa insurgente de quienes tu-
vieron noticia. Las delaciones fueron muchas; casi to-
das provenían de mujeres; y alcanzaron á toda suerte
de personajes, tales como el felipense don Dimas de
Lara y el Dr. Félix Osores.
Escribió contra la insurrección Desenffaño de falsas
imjJosturas, en tres partes, de las cuales dedicó la úl-
tima á los asturianos, conterráneos de su padre (Mé-
xico, imprentas de Ontiveros y de Arizpe, 18Il y 1812~
Biblioteca Nacional, Novena División, págs. 377 y
381). Estos Desenffaños de falsas imjJosturas están es-
957
critos en lenguaje sencillo, que quiere hacerse acccesi-
ble al pueblo; no carecen, sin embargo, de afeites re-
tóricos, propios del mal gusto reinante, y de citas la-
tinas de la Biblia. Publicó, además, un folleto: Pronós-
tico funesto de inmensos males en que pretenden anelfar á
la América las implas máximas de la rebelión (México,
imprenta de Valdés, 1818).
CONSULTAR: Beristáin; Bustam1nte, Tres siglos de
México, tomo IV, págs. 96 y siguientes: Alamán, His-
toria de México, tomo III. págs. 394 á 39 6 .

MANUEL DE LA TORRE LLOREDA


o r a d o r s a g r a do.
Nacido en Pátzcuaro, Michoacán, el 6 de Junio de
.1786. Sus padres, D. Francisco Justo de la Torre y
Doña Rosa Palacio. Muerto su padre, añadió á su
;ilombre el apellido Lloreda, por gratitud al segundo
·esposo de su madre, D. Francisco Lloreda. En Valla-
dolid (hoy Morelia), fué alumno del Seminario Ponti-
ficio; continuó sus estudios en la Universidad de Mé-
:xico; volvió á Valladolid, ganó por oposición una cáte-
dra de teología, ordenó se presbítero; fué después ca-
pellán de oposición y sacristán mayor de la iglesia de
Jacona y cura de Santa Clara. En 1808, como sospe- '
choso de afecto á las ideas de independencia, se le en-
vió preso al convento del Carmen; el arzobispo-virrey
Lizana le hizo poner en libertad. Figuró en la corte
-de Iturbide; fué diputado, más tarde, al Congreso
.constituyente de Michoacán (1824) y redactor de la
Constitución de aquel Estado, y, al fin, cura de Pátz-
lCuaro, éargo en que murió el 26 de Julio de 1836.
Publicó, según Beristáin, un Sermón sobre la Asun-
.ción (México, imprenta de Ontiveros, 1808) y des-
.cripciones de las honras fúnebres de los Obispos de
958
Michoacán Fr. Antonio de San Miguel y D. Marcos
Moriana (México, imprenta J áuregui, 1810). El Dia-
rio de .J.J1lxico de 26 de Diciembre de r806 publica este
soneto suyo A ¡ cilfarro, firmado con el anagrama Le-
lardo Munda, soneto que en el Parnaso Michoacano de
Torres fué reproducido con muy grandes alteraciones:

Tan solamente tú, cigarro amigo,


eres amigo fiel y verdadero,
sólo tú, leal y fino compañero,
estás sin variación siempre conmigo.
Tú de mis gustos eres el testigo
y en mis tristezas vienes el primero,
y si quiero tener un consejero,
quien me hable sin disfraz tengo contigo.
Tu fuego las pasiones simboliza
. .
en que ansIOso yo InISmO me consumo,
bebiendo el fuego que mi aliento atiza;
y si advierto tus voces, me presumo
que me pintas mi fin en la ceniza
'" y retratas mis gustos en el humo.
,
CONSULTAR: Beristáin (en la L); Parnaso Michoaca-
no, publicado por Mariano de Jesús Torres, 1905.

JOSE MARIA TORRES GUZMAN.


Orador sagrado.

El Doctor D. 10~é María Torres Torija y Guzmán


fué rector del Coleg io de San Ildefonso y cura de San-
ta Ana, en México, de 1822 á 1829. El Dr. Osores,
aunque lo menciona al hablar de Sartorio, no le con-
cede artículo especial en sus Noticias bibliolfrájicas,
aunque no había sido alumno del Colegio que llegó á
dirigir.
959
Pronunció, en el citado año de 1829, la Oración fú-
nebre por el P. Sartorio, en las exequias que celebró·
la Archicofradía de la Santa Veracruz (México, im- '
prenta de Valdés, 1839).

ANTONIO TORRES TORIJA.


Escritor político.

Poblano; estudió humanidades el el Seminario de '


San Jerónimo; en el Seminario Tridentino de México,
jurisprudencia; se graduó de abogado; fué agente fis-
cal de la hacienda pública durante treinta años; tuvo '
los cargos de Rector del Colegio de Abogados, funda-
dor y presidente de la Academia de Jurisprudencia
teórico-práctica, alcalde del crimen supernumerario
de la Real Audiencia de México y oidor honorario de:·
la Audiencia de Guadalajara. Publicó, según Beris-
táin, Males de la desunión y utilidades que debe produ--
cir la confraternidad (México imprenta de Arizpe, '
1810).

JUAN NEPOMUCENO TRONCOSO.


Periodista.

Nació en Veracruz el 12 de Mayo de 1779. Sus pa-


dres, D. Adrián Félix Troncoso y Doña Ana María
Bueno. Estudió dieciocho meses en el Colegio de Te-
huacán. En 1793 pasó á cursar filosofía en el Semina-
rio Palafoxiano de Puebla; en la Universidad de Mé-
xico obtuvo el grado de bachiller en artes (1795), y '
hasta 1803 continuó sus estudios en el citado Se-
minario: al siguiente año se recibió de abogado ..
Tuvo una imprenta, la Liberal. El 30 de Noviembre '
960
de 1820 salió á luz su periódico La AbeJa Poblana,
primero impreso en Puebla y en el cual, el 1 9 de Mar-
zo del siguiente año, se publicó el Plan de Iguala,
que amaneció fij ado en las esquinas de las calles. Es-
to hizo que la autoridad interviniese; y, buscando el
responsable del periódico y no encontrándole, porque
la firma era supuesta, aprisionaron en el convento de
dominicos al editor y al redactor y los trasladaron
luego á su morada, bajo fianza. En cuanto á Tronco-
so, habiendo el gobernador de Puebla, D. Ciriaco
Llano, escrito al virrey que no quedaban sino dos ca-
minos, ó enviarlo á la prisión de San Juan de Ulúa ó
dar1e un curato fuera de la ciudad, se le dió el curato
·de Molcajac, desde donde continuó escribiendo los nú-
'meros de La AbeJa y enviándolos á Puebla.
Se valió, para esto, del sacerdote D. José María
'Troncoso, su hermano mayor (1777-1841) Y condue-
ño de la Imprenta Liberal, el cual fué abogado postu-
lante en negocios eclesiásticos y en civiles (desde
1829), tuvo varios cargos en el obispado de Puebla,
.entre esos el de provisor, bajo el Obispo Pérez Mar-
tínez (1816), y bajo la República fué diputado á la
Legislatura de Puebla (1823), á la de Veracruz (1828)
y senador de la nación (1833). Como La AbeJa siguió
.circulando, el gobernador intentó aprisionar á D. Jo-
sé María, quien logró evadirse y venir, según parece,
á México.
Llano formó proceso, á nombre del cuerpo de ofi-
ciales del regimiento de infantería de Extremadura, á
Juan Nepomuceno, por un papel que éste escribió inti-
tulado: Pascuas á un Militar. Otro proceso se formó en
su contra por cierta cantidad que se dice había reci-
,b ido de Iturbide para comprar una imprenta en los
Estados U nidos. Ambos expedientes se han perdido,
y sólo se conservan algunas fojas y la respuesta de
Troncoso en es te segundo pleito.
Murió en Tlacotepec, el 29 de Diciembre de 1830,
9 61
cuando el Congreso Nacional le acababa de conceder
una pensión de cien pesos mensuales.
Parece que cuando Troncoso pasó de Puebla á Tla-
cotepec, se perdieron muchos opúsculos que había es-
crito: su casa se encontró abierta y vacío su escrito-
rio. Hay noticia de que había escrito una historia de
la independencia de México (desde el 16 de Septiem-
bre de 1810 hasta la consumación), obra que había
de publicarse al morir él. Asimismo, escribió una di-
sertación sobre las prisiones y destierros que se ha-
cían por órdenes reservadas según las facultades ex-
traordinarias que el Congreso concedió al Presidente
<le la República. Publicó, además de su periódico y
de las citadas Pascuas á un Militar, varios folletos:
Dar que '¡Jan dando,' Peor es lo Roto que lo lJescosido;
Impug-nacióll al papel titulado Lotería de 32 millones
.de jesos; Qut cosa son los francmasones; Carta al Pen-
sador Mexicano; Mi carta al pueblo; Avisos al Pueblo;
Apologla del manifiesto del Señor Ag-ar; Carta de un
gallego á un T(J1"ibio,' Carta al autor de un manifiesto
publicado con el nombre de A los sensatos y ciudadanos
pacíficos; Examen imparcial de la respuesta que la Su-
prema Junta Provincial de Gobierno dió á las cinco
representaciones de los americanos en las que pedían se
aumentase el número de sus Diputados suplentes: D e-
rechos y obltg-aci01les del Ciudadano; Carta á don Fran-
cisco Manuel Sánchez de Tagle; Mi carta al emperador
Francisco; A los americanos amal1,te) de la iusticia y el
orden les habla Juan Nepomuceno Troncoso; Fábulas
(México, imprenta Ontiveros, 1819): estas, que no
pasan de la medianía común por entonces en el géne-
ro, son su obra más conocida.
Según una biografía anónima de Troncoso publica-
.da en el ' Diccionario de Historia y Geog-rafía (México
1853-56), de la cual tomamos estos datos bibliográ-
ficos, Troncoso sabía el francés, el inglés, el italiano
y bastante del griego (además de latín, indispensable
35
9 62
entonces) y tradujo las Cartas duna polonull, del
Marqués de Caracciolo, NajJoleón en Santa Elena, El
funeral de Arabet y el Dictamen de la Junta de teólo-
gos de Friburgo sobre el valor de los sacramentos ad-
ministrados por los sacerdotes juramentados de Fran-
cia.
CONSULTAR: La Abeia Poblana; Diccionario mexica-'
no, 1853-56; Pimentel, Historia de la jJotSla en Mlxico,
cap. XIX; Sosa, Mexicanos distinffuidos, biografías de
Juan Nepomuceno y José María Troncoso.

FRANCISCO URAGA.
Poeta.

Nacido en Valladolid de Michoacán (Morelia); doc-


tor en teología; en el Seminario de su ciudad natal fué
alumno de oposición y después catedrático de latini-
dad, filosofía y teología; fué también notario revisor
de la Inquisici6n, sacristán mayor de Marfil, cura pá-
rroco de Silao y de San Miguel el Grande. Escribía
versos, generalmente medianos, sobre los principales
sucesos políticos y eclesiásticos: Beristáin dice que
los hizo en ocasi6n de recibimiento de obispo en Va-
lladolid, en las exequias del Obispo Rocha, de la mis-
ma di6cesis, en las de Carlos HI, en las proclamacio-
nes de Carlos IV y de Fernando VII, en las exequias
de Pío VI, en las honras fúnebres de los militares
(sin duda los muertos en la guerra de independencia)
y sobre los sucesos de España y la insurrecci6n de
México. De los versos que escribi6 sobre los últimos
asuntos se encuentran algunos en el Diario de Mlxico,
firmados Dr. Affaur y Agaru. Como curiosidad pue-
den señalarse los que escribió en elogio de Iturbide,
jefe realista entonces, publicados el 25 de Junio de
1812. Escribía también en prosa, y Beristáin mencio-
na varios Discursos sobre bellas le/ras y mora/u.
El presbítero Dr. Agustín Rivera, en su libro La
jiloso/la en NUe'lla España. al hablar de las costumbres
escolares, cita un célebre ve;'amen del Dr. U raga. <El
Ilmo. Sr. Labastida, dignísimo arzobispo de México,
-dice,-que, como es bien sabido, se form6 en el Se-
minario de Morelia, y que recogi6 las tradiciones de
dicha casa, me ha referido el vejamen que el Dr. D.
Francisco Uraga compuso con el título de La linterna
de Dióg-enes y pronunci6 en el mismo Seminario en
Agosto de 1803, en la conclusi6n de su enseñanza de
la filosofía. En todos los seminarios de la Nueva Es-
paña, todos los can6nigos, aun los muy ancianos,
venciendo sus achaques, siempre á los vejámenes acu-
dían, para reírse grandemeute de lo que decían de los
muchachos, que era la galanura de aquellos tiem-
pos .....
<Era éste (el Dr. U raga) de buen talento y tan au-
daz cuando escribió y pronunció su vejamen, que en
su comparación algunos peri6dicos mexicanos de nues-
tra edad, y aun uno que otro de la prensa cat61ica,
son unos tristes. Estruj6 el honor y los derechos, no
solamente de sus discípulos, sino también de muchas
personas respetables por su posición social. A sus dis-
cípulos los ment6 por su nombre y apellido, como era
costumbre; no así á las demás personas, pero indic6
á cada una con alguna circunstancia por la que era
generalmente conocida en la sociedad, con alusiones
y señas tan marcadas, que el auditorio reconoci6 á ca-
da una en aquella fotografía. Por ejemplo, si un sa-
cerdote se apellidaba Uraga y se contaba de él que era
tan tento que una vez, al decir la misa, se le había
perdido la hostia después de consagrada, y el autor
del vejamen decía: Encontré á mi tocayo y le prt¡[untl
si ya habla hallado la h(lstia ¿quién no había de decir
Es el Padre Urag-a y reirse á carcajadas? El Dr. U ra-
ga se propuso buscar al hombre de Diógenes, y, no
habiéndolo encontrado entre sus discípulos, discurrió
por todo el Seminario é hizo la caricatura de cada uno
de los catedráticos. Después se salió del Seminario
con su linterna y entró en el Colegio de San Nicolás,
perpetuo rival del Seminario, y puso de perlas á cada
uno de los catedráticos. Después se metió en la casa
dd Intendente (D. Felipe Díaz' de Ortega, que era
como hoy el gobernador de un Estado), y dijo que el
personaje que habitaba aq uel palacio tampoco era el
h ombre que buscaba Diógenes. Los canónigos de Va-
lladol id (Morelia) se rieron de lo que el Dr. U raga
dijo ¿e los estudiantes y aun de lo que dijo de los ca-
tedráticos, porque esto segundo, aunque no era fre-
cuente en los vejámenes, tampoco era desconocido en
la historia de ellos, y aun de vez en cuando alguna
fisga á personas de categoría superior á la de los ca-
tedráticos, porque la lengua no reconoce un determi-
nado valladar; pero cuando oyeron que tocaba al In-
tendente, comenzaron á temer por sí mismos; y no se
eq ui vocaron, porq ue el Dr. U raga, metiéndose en la
Catedral, arremetió á todos los canónigos y á cada
uno lo ridiculizó; y, en fin, se metió en ei obispado, y
hasta al Señor Obispo, que era el Ilmo. D. Fray An-
tonio de San Miguel, le di/o el SUe110 y el dese1zltJ.ce, co-
mo dice el adagio castellano. Ese día los canónigos
de Valladolid salieron de la aula mayor con sus gran-
des solideos y coletas como toros banderilleados, y el
Señor Obispo, altamente ofendido, prohibió para lo
de ade lante los vejámenes en su seminario.»
Siendo cura de San Miguel el Grande, en 1810,
cuando Hidalgo entró en la villa, en la noche del 16
d e Septiembre, Uraga, dice el Dr. Riv era, <íhuyó con
t edo y linterna.~ Sobrino suyo era el General José
L i):Jez Uraga, hijo de Morelia.
En 1825, el Dr. Uraga vivía aún y seguía siendo
C ~l ;· él. y juez eclesiástico de San Miguel el Grande.
965
CONSULTAR: Beristáin; Alamán, Historia de México.,
tomo III, apéndice, pág. 75; Agustín Rivera, La Filo-
sofía tn Nueva España, págs. 177 y siguientes.

JUAN DE DIOS URIBE.


Poeta.

Poeta poco fecundo, pero á veces elegante. Escribe


en el Diario de México con su firma, á veces con sólo
su apellido Uribe Ó con el anagrama Rubie: allí se en-
cuentran sus medianas composiciones A la Virg-en de
Guadalupe, en sáficos (13 de Diciembre de 1806), á la
misma virgen contra Hidalgo, también en sáficos (11
de Diciembre de 1810), en elogio de Navarrete (25 de
Diciembre de 1806) y en elogio de Calleja (27 de Fe-
. brero de 18 I I ) .
Es algo mejor su Eleg-ía á la muerte de Lizana
(Dz'ario, 16 de Marzo de 1811):

Opusiste, por fin, de ira una nube


entre tu oreja ioh Dios! y nuestro llanto;
y al pontífice santo
que plácido nos diste
desapareces en el tiempo triste ....
y que vuestro abundoso y tierno llanto,
en que el dolor acerbo se difunde,
vuestra mejilla inunde,
y por la amarga boca
vuelva á beberla el corazón de roca ....
Mas no turbes su tímida modestia
bajo el silencio de la losa fría,
y hasta el postrero día
guarda su quieto sueño,
de ciprés coronada y ~. de beleño.
966
En 1812 public6 una traducción de los Himnos en
alabanza de la misma Virgen de Guadalupe (que pa-
rece haber sido la devoci6n de U ribe, como la de tan-
tos escritores mexicanos de su tiempo), compuestos
en latín por el jesuíta mexicano Vicente L6pez. Tres
de eJ)os (probablemente no eran más) fueron repro-
ducidos en el folleto de Rodríguez de San Miguel, La
R~pública Mtxil"ana en 1846, donde se dice que Uribe
había sido oficial de la secretaría del virreinato. La
primera de estas poesías es en sáficos:

Tres veces visten verde prodigioso


de Guadalupe cerros y riberas,
hasta que posa cuarta vez la augusta
sombra materna ....

La segunda en romance endecasílabo:


¿ Qué artífice pintar manda (sacando
de entre la nieve repentinas flores)
el sin par rostro de la reina excelso
sobre la manta vil de un indio pobre?
¿Quién á la veste cándida el etéreo
manto de zafir puro sobrepone,
vivas luces bordándole los rayos
de las estrellas, como en alta noche?
¿ Por qué, velando el sol detrás, las guardias
le hace con sus dorados resplandores?
¿Por qué la luna, so el calzado, ostenta
de plata y de carmín los tornasoles?
¿ Por qué el Atlante alígero no teme
que lo sepulte un cielo 6 que lo agobie?
Tú así lo mandas, Trinidad augusta
cuya diestra potente rige el orbe,
y el fiel americano, por tal prenda,
mientras exista ensalzará tu nombre.

La tercera es también en sáficos:


967
¿Qué indican esas suplicantes manos?
¿Los mansos ojos fijos en el suelo?
¿La planta expuesta, que al dragón amaga
hórrido vuelco? ...

De este poeta es, por último, un delicado soneto


gongorino, que lleva por título Mi deseng-año, arrima-
do á una .fuente que estaba muy rica de iaspes, pero sin
agua:
¿ No eres tú la que quiso á la mañana
imitarle las perlas atrevida,
y en flor de jaspes tienes prevenida
por nieve, mármol; pórfido, por grana?
Pues ese viento de tu pompa ufana,
ese enjugó tu cristalina vida,
que quien se puso tan envanecida
fué providencia que quedase vana.
¿ Qué olorosa merced te debe el prado,
engañando, de fuente, tantas flores
que alistaron su vida á tu cuidado?
Mentiste la esperanza á sus verdores.
¡Oh aviso superior de lo criado!
IOh propiamente imagen de señores!
(Diario, 12 de Marzo de 1811).

CONSULTAR: Diario de México, 18 de Diciembre de


1812; Juan N. Rodríguez, de San Miguel, La Repú-
blica Mexüana en 1846.

JOSÉ VALDÉS.
Poeta.

Versificador, quizás de la familia de Manuel Anto-


nio Valdés. Escribió en muchas ocasiones políticas
9 68
Y religiosas: sobre la estatua de Carlos IV (Cantos d~
las musas mexicanas, 1804: allí se dice que era bachi-
ller, había sido alumno del Seminario Tridentino de
México, y lo era entonces del de Tepozotlán); sobre
la Virgen de Guadalupe (Cauta de Mlxico, 1 I de Di-
ciembre de 1805); sobre la Virgen de los Remedios
(Diarto de Mlxico, 29 de Junio de 1808).
Sus versos son huecos y enfáticos, pero á veces so:.
noros:

La ninfa indiana, célebre amazona


que plumas viste de belleza rara,
á quien Cupido armó de su arco y jara,
y hace rica en metal la ardiente zona . ...
(Sonetos á Carlos IV).

FR. JOSÉ FRANCISCO VALDÉS.


Escritor religioso.

Nacido en México, fraile franciscano, fué lector y cus-


todio de la provincia de San Diego [México] y califi-
cadorde la Inquisición. Murió ya entrado el siglo XIX.
Publicó, según Beristáin, Panegíricos de San Felipe
de Jesús [México, imprenta de Ontiveros, 1782] y de
San Juan de Dios [México, imprenta de Hogal, 1786},
una Oración fúnebre en la traslación de los restos de
los franciscanos descalzos á nuevo panteón [México~
imprenta de Hogal, 1787] y gran número de devocio-
narios, novenas y días en honor de diversos santos,
hasta 1803. De él registra el Dr. Nicolás León, ade-
más de catorce novenas, tríduos, etc., dos sermones:
á S. Felipe de Jesús (México, Ontiveros, 1782), y á
S. Juan de Dios (Ontiveros, 1786); una Vida de Santa
Ana (Ontiveros, 1794), y Llanto de la Religión, des~
969
cripción de las exequias del prImer Conde de Regra
(Ontiveros, 1796).
CONSULTAR: Beristáin; Nicolás León, Bibliog"raffa
llfexicana del Siglo XVJ J J.

MANUEL ANTONIO VALDES~

Periodista.

Este patriarca del periodismo mexicano nació en


México el 17 de Julio de 1/42; sus padres fueron Don /1
Miguel Benito Valdés, natural de Ziaña. en Oviedo,
y Doña María Murgía y Tavera, mexicana.
Fundó la Gazeta de México el 14 de Enero de 1784 y la
dirigió hasta el 30 de Diciembre de 1809, fecha en que
se convirtió, de periódico oficioso, en periódico franca-
mente oficial. La Gazeta fué, en manos de Valdés, un
periódico interesante, con noticias de todo el país y de
Europa y Asia, con artículos sobre asuntos científicos y
con trabajos literarios de tarde en tarde. Valdés escá-
bió buena parte de él. Beristáin le atribuyó todas es-
tas obras: Canción á la vista de un desengaño, imi-
tada de la famosa del mexicano Fray Matías de Bo-
canegra (México, imprenta de los herederos de doña
María de Rivera, 1765: existe en la Biblioteca Nacio-
nal, Octava di visión, pág. 255); Glorias del Patriarca'
San José, en verso heroico (México, imprenta del Co-
legio de San Ildefonso, 1767); Bosque;'o del lteroísmo
del Exmo. Señor Baylío Fr. A 1itonio Jlfaría Bucareli y
Ursúa, Hinestrosa, Laso de la Veg"a, Villac!s y Córdoba
...... (México, imprenta Ontiveros, 1779); Ares del
águila mexicana por la muerte del Virrey Bucareli,
(1779); Apuntes de algunas de las gloriosas ácciones del'
Exmo. Señor don Bernardo de Gálv ez, Conde de Gálvez,"
970
:Vil'r~)', Go!urnador)' Capitán G~n~r(J1 que fui de uta
.Nu~va España, ele., en romance endecasílabo (Méxi.
co, imprenta Ontiveros, 1787: Biblioteca Nacional,
Octava División, pág. 262); Tribulacionu d~ los fieles
. d~ la parü oriental del Asia, probablemente traducción
ó comentario del escrito del misionero francés Claude
Letondal, que visitó México en 1803; E/olfio de Carlos
IV (México, imprenta de Ontiveros, 1791); Comp~nd;o
d~ los sucesos de Bonaparlt, en dos sonetos (Biblioteca
Nacional, Novena división, pág. 3Q9). Debieron de
imprimirse junto con obras ajenas, ó en periódicos, las
siguientes composiciones: Romance heroico en elogio de
San José; G/osa del soneto á la Virgen de Guadalupe
-de Luis Sandoval Zapata (poeta gongorino, mexicano,
.del siglo XVIII); Sonetos á la Virgen de Guadalupe
(muchos, dice Beristáin); poesías á la estatua de Car-
los IV (Cantos de las musas mexicanas, imprenta de
'Ontiveros, 1804). El Dr. Nicolás León, en su Biblio-
.J[rafla mexicana del siglo XVIII, señala otra produc-
ción de Valdés: Versos mudos á Maria Sma. (de Gua-
daJupe), en hoja suelta, 1780.
Valdés fué quien introdujo en México los coches de
alquiler, llamados entonces de providencia, en 1793, y
gozó del privilegio de ellos hasta 1802. Tenía el gra-
-do de coronel de los ejércitos españoles, y en 1810 el
Consejo de Regencia de España le concedió el título
de Impresor honorario de cámara del Rey. Murió en
México el 8 de Abril de 1814. Existe un retrato suyo,
pintado por Ignacio Ayala, en el Museo Nacional.
Hayen los versos de Valdés grandes descuidos, es-
pecialmente métricos, pero no escasean elegancias cul-
teranas:

U na alegre mañana,
en que la Diosa Flora en todo ufana
bordaba con primores,
en campañas de mirtos y de flores,
97 1
figuras tan hermosas,
compuestas de clave]es y de rosas,
que, aunque ella ]as pintaba,
de ver copia tan beHa se admiraba;
pues allí la azucena
de cándidos ornatos toda Hena,
pasaba por galante
á hacerle competencias al diamante.
E I da ve] encarnado
de la rosa se vía fatigado
siendo su carmesí
envidiado en el todo del rubí:
y en fin, las rosas bellas
haciendo competencia á las estrellas,
según lucía cada una
eran estrellas, eran sol y luna;
y aun 1m musa parece
que el conjunto de luces no encarece,
pues allí parecía
que habiendo el gran titán, rubí del día,
su carro á Faet6n fiado
segunda vez se vía á despeñado
no en el famoso río
que monumento fué de su albedrío,
sino entre la floresta
que pante6n de sus rayos hizo Vesta,
porque allí las Eliadas
en estatuas se vieron transformadas,
que en aquellos jardines
cornucopias tuvieron de jazmines,
sirviéndole de adorno
al lucido contorno,
que era ya transformado en alta esfera,
de olorosas estreHas primavera
A este sitio en que Flora se recrea
de Venui catre y cielo de Amaltea,
donde las tiernas aves


97 2
con dulces trinos, con acentos graves,-
divierten su capilla
que es de olores la octava maravilla.
U n noble ciudadano
á divertir sus penas salió en vano;
pues remedio no hallaba,
cuando en ellas su pecho naufragaba.
Desahogar pretendía
la llama horrenda que en su pecho ardía~
mirando de las flores
lo vario de matices y colores;
y lo que hallaba entre ellas
era más ocasión á sus querellas,
viendo que entre delicias
gozaban del amor lihres caricias,
cuando él con mil desvelos,
prisionero se vía de sus celos,
por ser aborrecido,
y de todos esperanza desposeído;
y así desesperado,
entre lágrimas tiernas anegado,
se quejó de esta suerte
para explicar la causa de su muerte~
Hermosísimas flores, que hechiceras
enamoráis las a ves más sonoras
suspendiendo los tiempos y las horas,
por ser en la floresta duraderas.
¡Qué bien significáis que ya parleras,
os saludan al alba más canoras,
cuando á sus ojos sois encantadoras,
que enmudecen sus flautas vocingleras!
Si llenas de mis penas y pesares
os hallarais cubiertas de temores,
puede que vuestras glorias singulares
convirtiéndose fueran en rigores,
para que vuestros ojos vueltos mares
lloraran sin consuelo sus amores.
(Cánción á un deseng-año.J
9i3
Era mejor escritor en prosa, dentro de su carácter
periodístico (que acaso {ué él quien primero tuvo ple-
namente en México). Puede recordarse como ejemplo
su Necrolog-ía de Alzate, verdadero artículo de perió-
dico al modo del siglo XVIII (según el patrón de
Feijóo), impreso en la Gaceta de 4 de Marzo de I799.
Citaremos algunos párrafos:
«El día 2 del mes próximo anterior (Febrero de
I799) falleció en esta ciudad, á los sesenta y un años
-cumplidos de edad, el Bachiller Don] osé Antonio de
Alzate y RamÍrez, presbítero de este arzobispado, su-
jeto ciertamente digno de que se empleara en su elogio
otra pluma adornada de la facundia y elocuencia que
mendiga la mía; pero como á estos defectos añadiría el
de la ingratitud si no correspondiera en esta ocasión
con las mismas demostraciones de amistad que siem-
pre le merecí, desde luego procuraré dar la idea que
pueda de su relevante mérito, confiando que los lec-
tores disimularán sus defectos en vista de la verdad
con que se forma.
«Nació este benemérito americano en el pueblo de
Ozumba, de la provincia de Chalco, de padres igual-
mente nobles que virtuosos, numerándose rama del
fecundo tronco que produjo á nuestra celebrada Sor
Juana Inés de la Cruz, fénix aclamada de su siglo por
su sobresaliente numen poético y vasta literatura, de
,quien fué sobrino nieto nuestro Alzate.
«Trasladado á esta capital, emprendió la carrera de
los estudios que lo proporcionaron al sacerdocio; y,
habiéndolos concluido, continuó con aq uellos á que lo
conducía su genio. inclinado desde entonces á inves-
tigar los arcanos de la naturaleza. Las ciencias natu-
rales, las matemáticas, de que adquirió luces nada co-
munes y profundos conocimientos, fueron desde su
infancia los obj e tos favoritos de sus entretenimientos,
dándose á ellas con tanto tesón y constancia que, ne-
,gado á toda concurrencia pública y retirado siempre,
974
á semejanza de los estoicos, s610 fué conocido por sus
escritos y de aquellos pocos genios análogos al suyo.
«Gastaba gran parte de su considerable patrimonio
en hacerse de los mejores autores que tratan de la
verdadera física. y en acopiar los instrumentos pro-
porcionados para las observaciones; comenz6 la serie
no interrumpida de experimentos que le granjearon un
no vulgar nombre, y que en parte hubieran felicitado
á la patria, si, como fueron celebrados de los impar-
ciales, hubieran sido adoptados por todos aquellos á
quienes se dirigían. Tales fueron los relativos á intro-
ducir el aire necesario para la respiraci6n en las mi-
nas abandonadas por su falta. Los dirigidos á perfec-
cionar el beneficio para la extracci6n de la plata y so-
bre la mineralizaci6n. Los repetidamente controverti-
dos sobre la reforma de los malacates, etc.
«Pudiera baber abandonado este plan de vida en
vista de los amargos frutos que le producía; pero co-
mo por otra parte se había hecho su pasi6n dominan-
te, por amor á la causa común, la investigaci6n de los
secretos de la naturaleza, la propagaci6n de inventos
que juzgaba útiles, é impugnar opiniones y prácticas
que le repugnaban, lejos de amilanarse cuando no co-
rrespondían los éxitos á sus deseos, si veía se le frus-
traba una tentativa, emprendía otra de la misma 6 de
distinta clase. Puede decirse que así en esto como en
producir escritos, raros le habrán aventajado en la
constancia; pues aunque por superiores determinacio-
nes se vi6 en dos ocasiones precisado á interrumpir
sus tareas, las continu6 inmediatamente que ha1l6 pro-
porci6n para ello. Así se verific6 con los primeros
.Diarios literarios que public6 semanariamente desde
Marzo hasta Mayo de 1768; que continu6 al cabo de
cuatro años, aunque variando el título (Asuntos va-
rios sobre cüncias y artes), y que, interrumpidos tam-
bién por semejante acontecimiento que los otros, vol-
vieron á ver la luz pública en el de 87 con el de Ob-
975
ur'{Jactonu sobn la flsica, historia natural y artu útt--
lu.
«Cuán vastos fueron sus conocimientos en estas:
materias lo califican la diversidad de especies que pro-
movió y disputó relativas á estos ramos, entre las
cuales se encuentra un crecido número de produccio-
nes originales, partos de su continua meditación y re-
petidas observaciones, y otras mil, á más de peregri-
nas, Ó vertidas con novedad, ó ilustradas con notas:
oportunas. ¿y cuántas de éstas leyó y estampó París,
más de una vez, con aprecio, celebrando las no vulga-
res luces de este digno socio corresponsal de aquella
célebre Academia? Si este papel ofreciera el campo
necesario, se haría un exacto Índice de las materias
que trató con magisterio; pero, debiéndome ceftir á lo
que el tiempo proporciona, me contentaré con remitir-
á los lectores á los expresados periódicos y á los que
posteriormente publicó .. _ , ..
«Tuvo nuestro Alzate sus defectos, como los tienen
todos los escritores; pero cotejado su número con el
de las bellas producciones de su fecundo ingenio,
desaparecen como á la vista de las luces del día las
sombras de la noche. Terminó su carrera; pero exige
el agradecimiento, y bien podré decir la justicia, que
así como él tuvo presentes á otros literatos para tejer-
les en sus muertes los elogios correspondientes á su
merito, así nosotros procuremos hacer vivir su memo-
ria. Satisfago de algún modo esta obligación con de-
cir brevemente que Alzate sirvió al orbe literario co-
mo buen filósofo, trabajó por ser útil á la patria como
buen patricio. y observó siempre una conducta arre-
glada como buen sacerdote.~
CONSULTAR: Beristáin; Pimentel, Historia de la poe-
sla en México, cap. X; Luis González Obregón, Méxi-
co '[-'le}", cap. LVI. Los cocha; Alamán, Histori.l de'
México, l, 123; Joaquín García lcazbalceta, artículo-
sobre Tlpog-raffa mexicana; Diario de México, 25 de-
Febrero de IBI l.
976

IGNACIO VARGAS
Poeta.

El Lic. Ignacio Vargas fué alumno del Colegio de


San Ildefonso, graduado de la U ni versidad, abogado
del Ilustre y Real Colegio y de la Real Audiencia, y,
ante esta última, Defensor de Pobres. Publicó, según
Beristáin, un Elogio ltistórico de la Virgen de Guada-
.lupe, en tercetos, con notas, el año de 1794: se reim-
primió en 1798, sin las notas, que la censura juzgó ill-
con ven ien tes.
Publicó además, según Osores, durante más de
treinta años, Ccrlendarios astronómicos y curiosos de Mé-
..xico.
CONSULTAR: Beristáinj Osores, Diario de Jllxico, 14
) 1 24 de Octubre de 1805.

CARLOS VARR6N.
Poeta.

N acido en Fresnillo [de Zacatecas] j fué alumno, allí,


del Seminario de San Luis Gonzaga, y en México,
desde 1788, del Colegio de San Ildefonso, donde estu-
dió ambos derechos, hasta graduarse de licenciado é
incorporarse en el Ilustre y Real Colegio de Abogados
[del cual se eligió consiliario en 18I1]. Fué abogado
de prestigio en la capital, según el Dr. Oosores, pero,
babiéndosele juzgado sospechoso, al estallar la insurrec-
ción, regresó á la provincia de Zacatecas, donde mu-
rió en 1828. Dejó, según el mismo Osores, UD tomo de
poesías inéditas.
977
CONSULTAR: Osores; Diario d~ México, 19 de Febre-
ro de 18Il.

IGNACIO MARIANO VASCONCELOS


y VALLARTA.
Orador sagrado.

Poblano; nieto de Francisco Vasconcelos, Marq ués


de Monserrate, que se hizo sacerdote en la vejez y mu-
·r ió, de jesuíta, en olor de santidad [1755]; fué alumno
y después catedrático del Colegio Palafoxiano de Pue-
hla, doctor de la Universidad de México, y canónigo
y dignidad de la Catedral de Oaxaca. Publicó, según
Beristáin, una Oración fúnebre, en latín, en elogio de
José Gregorio de Ortigoza, obispo de Oaxaca [Guate-
mala, imprenta de Ignacio de Beteta, 1798], un S~r-
11lón d~ ~racias por la libertad del Papa Pío VII [Mé-
xico, imprenta J áuregui, 1816] y otro por la libertad
de Fernando VII [México, imprenta Jáuregui, 1815]:
pronunciados los tres en Oaxaca.
CONSULTAR: Beristáin; Alamán, Historia de Jféxico.
1 V, 43.

FRANCISCO VELASCO.
Escritor político.

N acido en Guadalajara; fllé alumno del Colegio de


San Ildefonso en México hacia 1763; se graduó de Doc-
tor en ambos derechos; fué catedrático de prima de
leyes en la Universidad de Guadalajara, asesor del
tribunal en el Consulado (mercantil) de aquella ciu-
.dad, vocal de la Junta de Seguridad V presidente de
978
la de Requisición, allí mismo; por fin, Intendente de la
provincia, llamada entonces Nueva Galicia, y diputa-
do electo por ella á las Cortes de España, no sabemos
en qué año.
Según el Dr. Osores, «pasó á México, promovido
de asesor general del virreinato, de donde ascendió á
ministro togado y á mini stro ú oidor en la Real Au-
diencia.:' Aunque Osores le llama D. Francisco Ve-
lasco de la, Vara (Beristáin le nombra solamente Fran-
cisco Ve/asco), no parece posible compaginar la biogra-
fía que de él se da en las Noticias de los alumnos d~
San Ildefonso con los datos que proporciona el Marti-
rolog'io de alg'unos de los primeros insurg'enttS publicado
por Bustamante, donde se dice de un Dr. Francisctl
Ve/asco de la Vara, prebendado de Guadalupe, lo si.
guiente: «Se pasó al infame partido de los rebeldes,
donde existe desde el mes de Marzo de I8I2; en clase
de jefe militar se ha hallado en varias acciones, según
lo publican las Gacetas; en Monte Alto ha estado bas-
tante tiempo con una división á sus órdenes, la que
ha ocasionado perjuicios de consideración según de
pública voz y fama se ha dicho; y entre los rebeldes ha
tenido también la ocupación de escribir varios papeles
excitando á la insurrección, los que se han dado á luz
por medio de la imprenta: se formó causa por la juris-
dicción unida, quien pasó al Señor subcolector de Me-
dias Anatas, Dr. Gamboa, por orden de la Junta de
seguridad, los cuadernos relativos á los bienes del
prebendado y las demandas de varios acreedores, para
cuyo pago apenas alcanzan, siendo entre otras la del
Santuario por más de mil y tantos pesos que llevó en
medallas de oro y plata al irse los malvados. También
resultaron varias especies que se creyeron pertenecer
al conocimiento de la Inquisición y se enviaron á su
tribunal las de esta clase. El Virrey, en uso del pa-
tronato real, le privó de la canonjía de Guadalupe.~
Beristáin cita, por lo contrario, un escrito de Velas-
979
co en contra de la insurrección, intitulado Observ acio-
nes dirigidas á la humilde porción del pueblo (Guadala-
jara y México, 1811).
Según Osores, D. Francisco era hermano del Dr. D.
José Nicolás Velasco de la Vara, abogado y sacerdo-
te, catedrático en la facultad de leyes de la U iliversi-
dad de México y prebendado de la Catedral Metropo-
litana.
CONSULTAR: Beristáin; Osores; Martirologio de al-
gunos de los primeros insurg-entes . ... , extractados por
Bustamante de apuntes de la Junta de Seguridad,
1841.

JOAQUíN VELÁZQUEZ DE LEÓN.


Ma temá tico .

Joaquín Luciano Velázquez de Cárdenas y León, á


quien se suele estimar como el más notable de los as-
trónomos y geodestas mexicanos en el siglo XVIII,
(no obstante haber sido contemporáneos suyos Alzate,
Bartolache, Antonio León Gama y Francisco Javier
Gamboa), nació en la hacienda de Santiago Acebedo-
da, cerca del pueblo de Tizacapan, el 21 de Julio de
1732. De niño tuvo un maestro indígena, Manuel Asen-
sio, quien le enseñó lenguas mexicanas y aun se
dice que elementos de escritura jeroglífica. Vino á
México, y fué alumno del Seminario Tridentino,
donde fundó con varios amigos una academia para
el estudio de las matemáticas. Se dice que fué lec-
tor asiduo de Bacon y de Newton, y que, careciendo
de instrumentos, se decidió á fabricar, para uso per-
sonal, anteojos y cuadrantes, en unión de un amigo
suyo, de apellido Guadalajara (probablemente Diego
Guadalajara, de quien dice Beristáin que escribió un
980
manual sobre el uso de los reloj es); más tarde encargó
á Inglaterra mejores aparatos.
Se hizo abogado de la Real Audiencia y fué indivi-
duo de su Ilustre Colegio; llegó á distinguirse en el
foro; pero nunca abandonó las ciencias matemáticas
y físicas, y, movido de afán enciclopédico, dpdicó tam-
Aién horas al estudio de las letras y de las artes plás-
ticas. Se le nombró catedrático de matemáticas en la
U ni versidad, y se le encomendó varias veces la cons-
trucción de los arcos triunfales que se erigían en oca-
siones solemnes: así, en el año de 1761, uno para la
entrada del Virrey Marqués de Cruíllas, y dos para
eelebrar la exaltación de Carlos III al trono; en 1771,
uno para la entrada del Virrey Bucareli; en 1784, uno
para el recibimiento del Virrey D. Matías de Gálvez.
Su último trabajo se dice fué la medalla conmemorativa
del nacimiento de un infante real: la descripción de es-
ta medalla aparece en la Gazeta de Mexico de 16 de
lVlayo de 1786.
Acompañó al Marqués de Sonora, D. José de Gálvez,
en su viaje á las Californias, en 1768; dió allí reglas
prácticas para la explotación de minas; hizo observa-
ciones astronómicas que le permitieron descubrir erro-
res cometidos pn los mapas de México usados en ton-
<!es; y observó además el paso de Venus por el disco
del Sol (3 de Junio de 1769), el eclipse de luna de 18
de Junio y el paso de Mercurio por debajo del Sol, el
9 de Noviembre del mismo año. Sus observaciones so-
hre el paso de Venus figuran entre las que esa ocasión
reunió y puhlicó Cassini.
En 1770 le encargó el Virrey Marqués de Croix la
redacción de un informe sobre las minas de la colonia,
informe que fué presentado el 9 de Febrero de 177 1; se
le encargó después un informe histórico sobre los lagos
dd Valle de México y el desagüe de la ciudad, y un
nuevo proyecto de desagüe, en que trabajó durante
1773 y 1774, con extraordinaria minuciosidad, según
9 81
relata Antonio León Gama. Hizo mapas de Nueva
España. Presentó al Rey Carlos III, en el mismo año
de 1774, un informe, suscrito juntamente con Juan Lu-
cas de Lasaga, relativo á las condiciones de la explota-
ción minera en México y la conveniencia de formar un
Cuerpo ó Tribunal y una Escuela de Minería, proyecto
sobre el cual resolvió favorablemente la Corte española
en Julio de 1776, fundándose el Tribunal en Mayo de
1777 y el Colegio en Enero de 1792, en local provisio-
nal, pues su edificio propio no fué comenzado sino en
1797 ni terminado hasta 1813. Velázquez de León fué
nombrado director general del Tribunal de Minería, car-
go lleno de ocupaciones. En ese puesto y en el de
Consiliario de la Academia de San Carlos y con los
honores de alcalde de corte, murió en México el 6 de
Marzo de 1786.
Beristáin cita, como obras suyas, la Rej>resentación,
á nombre del Tribunal de Minería, pidiendo que los
utensilios, pertrechos y demás efectos pertenecientes
al laboreo de minas no causaran alcabala (México, im-
prenta de Ontiveros, 1781); y, manuscri tos, el Discur-
so sobre el beneficio de las minas de Nueva España,
especialmente en California. y un trabajo intitulado
Conocimzentos interesantes sobre la Historia Natural en
las cercanlas de México. Deben agregarse las descrip-
ciones de los arcos triunfales que construyó, en los
cuales él mismo ponía los emblemas é inscripciones;
la relación de sus observaciones sobre el paso de Ve-
n us por el disco del sol; la Representación sobre la ne-
cesidad de crear el Cuerpo y el Colegio de Minería, con
fecha 25 de Febrero de 1774, publicada el mismo año;
el Informe sobre los lagos y el desagüe, así como el
proyecto de desagüe, fechado en 15 de Diciembre de
1774; y diversos trabajos que escribió siendo director
del Tribunal minero.
Aunque Velázquez de León pertenece por entero al
siglo XVIII, hemos querido darle cabida en este ín-
dice por sacar del olvido sus producciones poéticas.
Le6n Gama dice Que escribía frecuentemente versos
latinos y castellanos, con facilidad y frecuencia, y de
hecho, en ambos idiomas los escribía para los arcos
triunfales que se le encomendaban. El Diario de MI-
xico publica, con fechas 8, 12 Y 13 de Junio de 1806,
tres elegantes sonetos gongorinos, con esta indicaci6n:
<del difunto Don J. v. L.~ A nuestro juicio, son del
insigne matemático mexicano estas poesías, de las
cuales copiamos dos á continuaci6n: es la primera un
Soneto á una uñori/a, á quien, es/ando mirándose en un
tspe/o, se le cayó é hizo pedazos:

Ojos son los espejos, pues reciben


la imagen que después nos representan,
y copias tantas á la vista ostentan
cuantas sacan á luz y en luz conciben.
Espejos son los ojos, pues perciben
Jos objetos que luego nos presentan,
fieles traslados que en cristal se asientan
6 en diáfano papel con luz se escriben.
Ese espejo, Belisa, por más verte
quebrarse quiso con estudio y arte:
que antes sola una vez te mir6 advierte;
ahora se añadi6 un ojo en cada parte.
Cíclope antes de vidrio, en mejor suerte
se hizo Argos de cristal para mirarte.

La segunda es un Soneto al más dichoso de los clave-


les, que mereció nacer en el meJor abril de los labios de
Gerarda:

Estrella de carmín, que á ser llegaste


lisonja del abril en que naciste,
tú que copero de la aurora fuiste
y en néctares de amor te consagraste,
á vida superior te trasladaste,
pues de Gerarda el labio mereciste;
de su esplendor tu rosicler teñiste
en la respiración que le usurpaste.
Sumiller de coral, perlas embozas
cuando purpúreo rey á otros prefieres:
ámbar exhalas que robando gozas;
flor te acreditas, pero mucho adquieres,
pues cuando ufano en su beldad reposas,
más que clavel, el labio suyo eres.

CONSULTAR: Beristáin; Arróniz; Sosa; biografía es-


crita por Antonio León Gama, en el Diccionario mexi-
cano de r8S3-s6; Humboldt, Ensayo político sobre Nue-
va España, trad. González Arnao, París, r822, 1, págs.
234 á 238.

MARIANA VELÁZQUEZ DE LEÓN.


Poetisa.

Probablemente hija de D. Joaquín Velázquez de


León; estimada en su tiempo como mujer culta. El
Diario de México publica una que otra producción su-
ya, con esta indicación: <de Doña M. V. L.>; así, un
soneto ditirámbico á Napoleón (5 de Marzo de r806),
en el que llega á decirle:

i Hasta el sacro laurel se honra en tu frente!

Se encuentran versos suyos, además, en la Gáceta


(II de Diciembre de r80S), en los Cantos de las musas
mexicanas en honor de Carlos IV (r804) y en la Justa
memoria del heroísmo de Felipe Peón Maldonado, co-
lección de tributos que publicó Quintana Roo en r8ro.
Las octavas á Carlos IV, fáciles y triviales, fueron
reproducidas por D. José María Vigil en la antología
de Poetisas mexicanas.
JUAN IGNACIO VILLASEÑOR y
CERVANTES.
Poeta.

Hermano, menor según parece, de José María Villa-


señor. Era presbítero del Oratorio de San Felipe Ne-
ri. Colaboró con su hermano en el folleto conmemora-
tivo del grito de Dolores, que lleva el título del poema
La Libertad. En el certamen de 1816 en honor de los
jesuitas obtuvo un premio con una poesía.

JOSE MARIA. VILLASEÑOR y


CERVANTES.
Poeta.

Nacido en México; alumno del Colegio de San Juan


de Letrán, á los dieciocho años de edad catedrático de
filosofía allí mismo, y más tarde examinador de teolo-
gía. Entró, siendo teólogo pasante, como familiar del
Virrey Flores en 1787; fué empleado de hacienda, se-
cretario y contador de la intendencia del ejército en
Jalapa (1807-8) Y contador de la Renta de la lotería
en México. Publicó, según Beristáin, El eJercitante ú
puad{)r a1'repentido, en cinco cantos; Septenario al Cris-
to de Santa Teresa; El Paroxismo de la América por
la muerte del Arzobispo Virrey Lizana (México, im-
prenta ] áuregui, 1811); Fesfi'llas aclamaciones de la vi-
lla de Jalapa á Fernando VII (México, imprenta de la
9 85
calle del Espíritu Santo, 1809); y poesías á la estatua
de Carlos IV (en los Cantos de las musas mexicanas.,
publicados por el mismo Beristáin, 1804) y á la jura
de Fernando VII (Colección de poesias en honor de es-
te suceso, 1808). Beristáin cita además, como manus-
critos, dos poesías: La América afligida, por la ausen-
cia del Virrey Conde de Revillagigedo, y Honor y leal-
tad del escuadrón urbano de México .
En la Biblioteca Naciona:l (páginas 260, 261, 263 Y
264 del catálogo de la Octava división, y páginas 315
y 434 del catálogo de la Novena división) se encuen-
tran escritos de Villaseñor, publicados en folletos: los
versos con motivo de la jura de Fernando VII; las
Festi7.1as aclamaciones de la villa de Jalapa; las Poesías-
que preparaba para el día de la jura de la Constitu-
ción (México, imprenta de Arizpe, 1820); La gloria
de la nación por su r ey)- por su unión, melodrama ale-
górico representado en el Teatro de México en la so-
lemnidad de la jura de la Constitución (México, im-
prenta de Juan Bautista de Arizoe, 1820); un Desallogo'
del sentimiento de un americano en la muerte de O'Do-
nojú (México y Puebla, 1821); y la Libertad, poema
en honor del aniversario del grito de Dolores (México,
imprenta del Aguila, 1827). Como se ve, el cantor de
la monarquía española hubo de convertirse en pane-
girista de la independencia.
Aunque ninguna poesía de Villaseñor puede consi-
derarse completa y digna de una antología, en él se
encuentran pasajes no carentes de elegancia.
Así, en un soneto á la estatua de Carlos IV:

Dannos su luz el sol, su influjo el cielo~


el campo su verdor, su olor las flores,
y, entre el suave matiz de sus colores,
su líquido cristal el arroyuelo;

da, liberal y fértil, nuestro suelo


en frutos y riquezas superiores
cuanto pudieran sus habitadores
apetecer con ambicioso anhelo ..... .

En los versos á Fernando VII expresa este bueno


:aunque irrealizable deseo, en forma prosaica:

El nombre Gachupln queda extinguido,


el de Criollo también es sepultado,
el de Indio y demás ya no es mentado,
cuando en Fernando todos se han unido ....

Las Fulivas aclamacionu d~ Jalapa son un largo y


.archi-prosaico romance endecasílabo. Igualmente pro-
saico, pero menos vulgar en su lenguaje, es el melo-
drama La gloria d~ la nación. Vulgarísimo el romance
·endecasílabo La Lib~rlad.
CONSULTAR: Beristáin.

JOSE VICTORIANO VILLASEÑOR.


Poeta.

Guanajuatense; miembro de la Arcadia de México,


·en la cual figuraba con el nombre de DeNo; amigo Ín-
-timo de José Mariano Rodríguez del Castillo; muri6
entre 1809 y 1810. (V. el Diario d~ lJflxico, 19 de Fe-
.b rero de 1811). En el Diario firmaba generalmente J.
v. V. Sus poesías son, por lo común, triviales. Cita-
Iemos una de las mejores:

¡Oh Nísida, más blanca


que cándida azucena,
y mucho más graciosa
que alegre primavera!
98 7
¿ Cuando será el felice
instante en que te vea
menos dura á mis lloros.
y más blanda á mis quejas?

¿ Cuando, bella enemiga,


tendrán premio mis penas,
y sentirá tu pecho
de amor las crudas flechas?

¿ Cuándo .? Pero ¡ay! en vano


es amansar las fieras,
es correr tras los vientos,
y es el ablandar peñas.

(Diario, 5 de Enero de 1807).

JOSÉ lVIARIANO VIZCARRA.


Orador sagrado.

Nacido en México; fué alumno y después catedráti·


co del Seminario Tridentino; doctor en teología; cura
y juez eclesiástico interino de Actopan y de Cuerna-
vaca, donde fué propietario desde fines de 1818. Pu-
blicó, según Beristáin, un Elogio fúnebre de los mili-
tares españoles y americanos (Mexico, imprenta Jáu-
regui, 1815), predicado en la Catedral de México, y
una Oráción eucarlstica por la libertad de Fernando
VII (México, 1815).
CONSULTAR: Beristáin; El Noticioso General, 30 de
Noviembre de 1818.
988

JOSE MARIA ZELAA E HIDALGO.


Escritor religioso.

Hijo de Querétaro: presbítero; prefecto de la Con-


gregación de Guadalupe, en su ci udad natal; murió-
en 1813. Publicó, según Beristáin, Querelaro agrade-
cid¡l por haberla librado Dios de los males de la insu-
rrección (México, imprenta de Arizpe, 18I1) y Vida
de la Beata Verónica de ]ulianis (México, imprenta
de Arizpe, 1812): ésta se encuentra en la Biblioteca
Nacional (p. 192, catálogo de la Novena división). Su.
obra principal es la continuación del libro de Sigüen-
za y Góngora inti~ulado Glorias de Queretaro (1680),.
relativo á la fundaci6n é hi"toria de la mencionada
Congregación de Guadalupe, y contentivo, además
de una descripción é historia de la ciudad de Queré-
taro y de sus alrededores con biografías de sus hijos-
notables: la obra, adicionada por Zelaa, se publicó en
México en 1803 (imprenta de Ontiveros: existe en la
Biblioteca Nacional, pág. 315 del catálogo de la No-
vena división). En 1810, el sacerdote queretano pu--
blicó unas Adiciones á la obra (México, imprenta de
Arizpe). Se hizo una reimpresión en 1862, por Maria-
no Rodríguez Velásquez.
CONSULTAR: Beristáin; artículo de D. Valentín F :-
Frías, publicado en las Memorias y revista de la socie-.
dad «Antonio Alzate», 1906.

JOSE MARIA DE ZENON y MEJIA.


Orador sagrado.

Presbítero michoacano; doctor; catedrático de pri.


ma de teología escolástica en el Colegio de San Nico-
9 89

'lás, de Valladolid (Morelia). Publicó un Sermón pre-


.dicado el 3 de Enero de 1811 en la Iglesia de los je-
suítas, de Valladolid, en una función de gracias del
ejército realista: lo reprodujo Hernández y Dávalos en
su Colección de documentos. No se levanta sobre el ni-
vel común de los sermones pronunciados sobre igual
tema.
CONSULTAR: Hernández y Dávalos, Colección de do-
.cume1ttos para la historia de la ffuerra de independencia,
.tomo III, doc. 154 .

JOSE HILARION ZUÑIGA.


Poeta.

El Br. José Hilarión Zúñiga Para y Gascendan, na-


cido en México, y alumno del Colegio de San Ilde-
fonso, figuró con una mediana oda en el certamen so-
bre la estatua de Carlos IV (Cantos de las musas mexi-
.canas, 1804).
CONSULTAR: Osores.
990

EXTRANJEROS
El número de hombres de letras y ciencia que, si
bien nacidos fuera de México, aquí vivieron ó estuvie-
ron algún tiempo. hacia principios del siglo XIX, se
acerca, aunque no lo iguala, al número de escritores
mexicanos por nacimiento en la misma época. Habría
sido nuestro deseo conceder á cada uno de estos ex-
tranjeros igual espacio que á los nacidos en México,
pues, sobre todo tratándose de españoles, cabe decir
que ellos integraban, tanto como los naturales del
país, el cuadro literario del período de independencia.
Pero, si bien habíamos emprendido sus biograf ías, la
falta de espacio nos obliga á reducirlas á unas cuan·
tas indicaciones, que sólo en casos especiales se exten-
derán á más.

ESPANOLES.

MANUEL ABAD QUEIPO (¿ 17so?-182S).-As-


turiano; hijo ilegítimo del Conde de Toreno; vino á
América en 1769; fué obispo presentado de Michoacán,
cuya diócesis gobernó de 1808 á 1815; obispo, presen-
tado también, de Lérida. De este personaje, célebre
por su ingerencia en la política de México y de Espa-
ña, más que por sus actos propiamente eclesiásticos,
existe una excelente bio-bibliografía, escrita por don
Joaxuín García Icazbalceta; para conocerle en su papel
de defensor activísimo del gobierno español, durante
la guerra de independencia, deben consultarse las obras
históricas de Bustamante y Alamán.
FR. FRANCISCO AGUILAR.-Cordobés; fraile
dominico; orador sagrado. Fué tambien poeta y pole-
99 1
mista: publicó en 1812 Jug-udes contra e! ;'ug-uelillo por'
una Censora americana. Estuvo en México de 1810 á-
1812. V. Beristáin.
FRANCISCO MATEO AGUIRIANO.-Nacido en
Alesanco, Calahorra; doctor de la Universidad de Mé-
xico, donde estuvo de 1766 á 1772; obispo de Calaho-
rra y diputado á las Cortes de Cádiz. V. Beristáin y
la Historia de los hderodoxos españoles, de Menéndez y
Pelayo (tomo III, pág. 179).
GUILLERMO AGUIRRE y VIANA ct18II).-
Nacido en Álava; doctor en leyes por la Universidad.
de Alcalá. Fué oidor de la Audiencia de Guadalajara
y luego oidor y regente de la de México, donde muriór
Beristáin lo incluye entre los escritores por un traba-
jo relativo á negocios de la Audiencia. V. Alamán,.
Historia de México, 1, 50, 167 á 173, 213 á 217, 312,
344·
MANUEL ALCAIDE Y GIL.-Valenciano; doctor.
en teología por la Universidad de Valencia; vino á.
México en 1810 y estuvo aquí por lo menos hasta 1813_
Hizo imprimir dos de las oraciones que pronunció aquí.
V. Beristáin y la Colección de documentos para la his-
toria de la g-uerra de independencia, de Hernández y
Dávalos (tomo lII, págs. 541 á 560).
PASCUAL IGNACIO APEZECHEA.-Nacido en
Goizueta (Navarra); hizo estudios de ingeniería; vino
joven á México, donde tuvo el cargo de apartador
general del oro y la plata, y murió en 1813, dejando
escrito un Nuez/o proyecto de! desálfüe Ifeneral de México.
V. Beristáin.
FRANCISCO ARÁMBARRI. - Vizcaíno. Vivi6
mucho tiempo en México, fué empleado en la oficina
de la Administración de Arbitrios y redactó las ruido·
sas representaciones dirigidas por el Consulado de Mé-
xico á las Cortes de Cádiz. Alamán, Historia de Mé-
xico, III. 76; Bustamante, Tres Siglos de México, IlI,.
33 6 á 377.
99 2
FRANCISCO JAVIER BALMIS.-EI ilustre va-
lenciano propagador de la vacuna en América hizo
cuatro viajes al nuevo mundo, y, aparte de su labor
de. propaganda, hizo estudios de botánica, describi6
plantas y descubrió propiedades curativas en algunas.
La expedición de la vacuna que él dirigió llegó á Mé-
xico en Septiembre de 1804; pero, antes de su lle-
gada, en Abril del mismo año, el Virrey Iturrigaray
había hecho traer vacuna de la Habana. V. Beris-
táin; Gaceta de Mlxico, 26 de Mayo y 27 de Octubre
de 1804; Nicolás León, Biblioteca botánico-mexicana.
MARTIN J. BARANDIARÁN.-Nacido en Her-
nani (Guipúzcoa); militar; publicó en 1812 un Ensayo
.sobre el orilftl1 y remedio de nuestros males (Imprenta
Arizpe). V. Beristáin.
MANUEL DE LA BÁRCENA-Nacido en Aso-
ños (Santander); niño pasó á América, y vivió en Mi-
-choacán; fué doctor en teología por la Universidad de
México; sucesivamente canónigo lectoral, tesorero,
maestrescuelas y arcediano de la Catedral vallisoleta-
na: por último, gobernador del obispado. Publicó tres
sermones, según Beristáin, y redact6 proclamas del
Cabildo eclesiástico de Valladolid de Michoacán. En
política figuró como miembro de la J unta Suprema
Provisional Gubernativa, y como tal firm6 el Acta de
Independencia; luego form6 parte de la Regencia
(1822).
JOSE MARIA DEL BARRIO. Granadino; doctor
y maestro de la Universidad de Granada; racionero
de la Catedral de México. Publicó una Oración fúne-
.bre, en latín, sobre el Arzobispo Núñez de Haro (180I).
V. Beristáin.
BASILIO BAYÓN.-Nacido en la Villa de Rueda
(en la Abadía de Medina del Campo); militar; peleó
contra los franceses; siendo ya coronel, vino á México
en 1810 con el Virrey Venegas. Publicó un Epítome
.del arte de la guerra (1811). V. Beristáin.
993
FR. JOSÉ BELDERRÁIN .-Vasco; fraile agusti-
no; prior de la provincia del Santísimo Nombre de Je-
sús en México. Publicó en 1810 una Exhortación con-
tra la guerra de independencia. V. Beristáin.
ANTONIO BERGOSA y JORDÁN.-Nacido en
Jaca (Aragón); joctor en teología y cánones; pertene-
ció á la Inquisición en México; fué obispo de Oaxaca,
desde 1800 hasta 1812, año en que pasó como arzo-
bispo á México. En 1814, desaprobado por Fernando
VII su nombramiento para la arq uidiócesis, hecho por
la Regencia, volvió á su primitiva diócesis de Oaxaca.
Bergosa estaba lejos de ser buen escritor, pero publi-
có, aparte de sus edictos, pastorales y sermones, una
Vida de Santa Orosia (1803). Sus escritos contra la
insurrección son extraordinariamente virulentos. V.,
junto con Beristáin y El Episcopado Mexicano, de don
Francisco Sosa, las obras históricas de Bustamante
y Alamán.
FÉLIX MARíA CALLEJA DEL REY.-EI terri-
ble general de los ejércitos realistas y virrey de Méxi-
co (Enero de 1813 á Septiembre de 1816) fué incluído
por Beristáin entre los escritores por sus proclamas.
PEDRO CANEL y ACEVEDO.-Nacido en Cas-
tropol (Asturias). Abogado y militar. Estuvo en Mé-
xico hacia 1805. De regreso en España, peleó contra
los franceses. Beristáin dice que escrih ió, aunque no
publicó, Memorias ltútóricas y políticas de México. Es-
cribió, además, sobre política y derecho, y tradujo en
verso las Heroidas de Ovidio.
FRAY DIONISIO CASADO .-Castellano; fraile
agustino; fué en Méxicc, por elección de 1807, prior
del Convento grande de su Orden. Publicó aquí dos de
sus Sermones (1806 á 1809). V. Beristáin; Pimentel,
ll/ove/islas y Oradores Mexicanos, cap. IX.
FRAY RAMON CASAUS Y TORRES.-Arago-
nés, nacido en Jaca (1765); dominico; vino á América
en 1788; doctor en teología; catedrático de doctrina de
37
994
Santo Tomás en la Universidad de México; rector del
colegio de Portacceli y Arzobispo de Guatemala. Es-
cribió varios sermones y libros sobre asuntos religio-
sos y fué uno de los más terribles defensores de la
causa realista durante la guerra de independencia.
VICENTE CERVANTES (lj5S-1829).-Nacido
en Zafra (Extremadura). Se hizo notar por sus estu-
dios en ciencias naturales y en farmacia. Vino á Mé-
co en 1787 á desempeñar la cátedra de botánica en la
Universidad, y la dió durante treinta y ocho años.
Dirigió el Jardín Botánico, y ayudó á la Expedición
científica exploradora dirigida por Sessé. Murió en
México. Sus principales trabajos son clasificaciones y
descripciones de plantas: los más extensos, sin embar-
go, la Ag-rosltlfraphia m~xicana y el Hortus mexicanus,
permanecen inéditos. V. Beristáin; José García Ramos,
Elog-io histórico (reproducido en el Boletín de la Socie-
dad de Geografía y Estadística).
FRANCISCO CONEJ ARES.- . Francisco de Paula
Alonso y Ruiz de Conejares nació en Navarra y se
doctoró en la Universidad de México; después de la
Independencia fué Abad de la Cole~iata de Guadalu-
pe. En verso escribió sobre asuntos políticos yen honor
de generales realistas; en prosa publicó un Resumen
histórico-militar de los hechos de Juan Martín el Em-
pecinado (México, Arizpe, 18I!). Tuvo fama de ser
uno de los mejores poetas españoles de su tiempo, en
la Colonia, aunque sus versos no sobrepujan el nivel
común de entonces. V. Beristán; Pimentel, Historia
de la poesla en México, cap. X.
SILVESTRE DfAZ DE LA VEGA Cr 1812).-
Sevillano. Vino á México en 1778, y murió aquí; fué
director general del Tabaco y reformador de la Renta
de este ramo. Publicó en México, en 1786, un Discurso
sohre los dramas y su representación, Y Reglas de g-o-
bierno sobre el teatro en México. Dejó otras obras ma-
nuscritas. V. Beristáin.
995
FAUSTO DE ELHUYAR y SUBISA (1757-
1833).-El insigne matemático y químico, descubridor
del tung-steno y director del Tribunal de Minería en Mé-
xico, nació en Logroño; viajó, estudiando, por casi
toda Europa; fué catedrático en el Seminario de Ver-
gara; descubrió en 1785 (según Beristáin, En unión
de su hermano Juan de Elhuyar, que murió siendo di-
rector de Minas en Nueva Granada) el tung-steno; en
1788 vino á México, como director del Tribunal de
Minería, y trajo consigo peritos mineros alemanes;
visitó muchas minas del país; trabajó por la fundación
del Colegio de Mi nería ideado por Velásq uez de León, y
logró verlo establecido en 1792; permaneció en México
hasta 1821, fecha en que volvió á España: allí fué
nombrado, pocos años después, director general de
Minas. Murió en Madrid. Escribió y pu blicó trabajos
de orden científico y discursos para actos públicos.
V. Beristáin; Diccionario mexicano de 1853-56.
FRANCISCO FERNANDO FLORES.-Toleda-
no; siendo niño vino á México C1765). Alumno y lue-
go catedrático de griego y de filosofía en el Seminario
Palafoxiano de Puebla; Bachiller en teología por la
Universidad de México. En España se hizo doctor
por la Universidad de Ávila; fué catedrático de griego
en Salamanca y Capellán de honor del Rey. Publicó
obras sobre asuntos religiosos y una 'lJt'da del Arzobis-
po Núñez de Haro al frente de la Colección de obras
de éste (Madrid, Ibarra, 1806).
MANUEL DE FLORES.-Toledano. Doctor en
Cánones; en México fué Secretario del Arzobispo N ú-
ñez de Haro, de 1771 á 1800, é Inquisidor fiscal. Pu-
blicó en Madrid C1806) un Resumen Histórico de la
vida de dicho Arzobispo. A nombre de éste inició pro-
ceso á Fray Servando de Mier por su sermón sobre la
Guadalupana. Se le atribuye, además, una parte de
105 edictos y pastorales de Haro. V. Beristáin.
FABIÁN FONSECA ct 1813).-Granadino. Vivió
996
muchos años en México y murió aquí. Por encargo
del segundo Virrey Conde de Revillagigedo empren-
dió, en unión de Carlos de Urrutia, y con José Igna-
.cio Sierra y J oaq uÍn Maniau como subalternos, la vas-
1a obra de estudio del régimen económico colonial,
-que vino á publicarse en 1845, con el título de Ifisto-
ria g-e1/.eral de la Real Hacienda. V. Beristáin.
PEDRO JOSÉ FONTE (r777-1839).-Aragonés,
nacido en la villa de Linares y muerto en Madrid. Ar-
aobispo de México desde 1815 hasta 182I. Al consu-
'rnarse la independencia, salió de México y dejó vacan-
te la sede, sin querer renunciarla, hasta 1838, año en
.q ue el Papa Gregorio XVI le obligó á ello. Beristáin
,lo cita entre los escritores por sus sermones, procla-
mas y pastorales. V. Sosa, El EpIScopado Mexicano.
DIEGO GARCfA CONDE.-Catalán; Coronel del
Regimiento Provincial de Dragones de Puebla; derro-
tado y prisionero en Acámbaro en 7 de Octubre de
1810 por la tropa de Luna: libertado en Aculco. Fué
después comandante de Armas de Zacatecas. Escribió
una relación de la batalla de Aculco. Autor de versos
políticos y músico. V. Beristáin; Alamán, Historia de
Allxico, 1, apéndiCe 18.
PEDRO GARCfA y GARCfA.-Santanderino; vi-
no á México de corta edad; estudió en el Colegio de
San Ildefonso; Abogado. Escribió un folleto contra la
insurrección intitulado Prosperidades de la unión y de-
sastres del vicio opuesto (México, Valdés, 1810). V.
Osores.
FERNANDO GA VILA. - Actor, bibliotecario, y
luego director del Coliseo Nuevo de México. Escribió
p )esías y una que otra composición dramática. V. Pi-
mentel, Historia de la poesía en México, cap. X.
GASPAR GONZÁLEZ DE CANDAMO ct 1814).-
Asturiano; doctor teólogo y catedrático de hebreo en la
U ni versidad de Salamanca; canónigo de la Catedral de
·Guadalajara y de la Metropolitana. Publicó un Elog-io
997
fúnebre de Carlos IJI (México, 1789) y otro del Arzo--
bispo N úñez de Haro (México, 1801). V. Beristáin.
CIRIACO GONZÁLEZ CARVAjAL.-Sevillano;:
abogado; Oidor decano de la Audiencia de Manila;.
Miembro de los Supremos Consejos de España é In-
dias (1801) y de justicia, y Ministro interino de Ul-
tramar (1812); en México estuvo á principios del si-
glc pasado, hasta 1809, y fué, entre otras cosas, Di-
rector de la Academia de j urisprlldencia teórico-
práctica. Publicó una Disertación sobre los principios-
del derecho (1773) y muchos otros trabajos sobre cues-
tiones políticas y financieras. V. Beristáin y Alamánr
FRAY BERNARDO GONZÁLEZ nfAZ.-Astu-
riano; fraile agustino; en España fué catedrático de la
Universidad de Valadolid; en México, rector del Cole-
gio de San Pablo y calificador del Santo Oficio. Pu-
blicó aquí, según Beri stáin, tres sermones, de 1808 á
181 4.
JOSÉ GONZÁLEZ TORRES nE NAVARRA.-
Sevillano; hijo de la Casa de los Marqueses de Cam-
po verde; viajó por Europa y tuvo cargos en el Perú y
en Cuba. Autor del Canto á Cortés ~n UltÍa (México,
Arizpe, 1808), firmado con el seudónimo de G. de Agui-
lar, y de escritos políticos y pedagógicos. V. Beristáin.
FRAY MIGUEL HIDALGO.-Dos homónimos
tuvo el Libertador: uno mexicano, teólogo, que flore-
ció hacia 1760; otro andaluz, dominico, maestro teólo-
go en la provincia de Santiago, que publicó Glorias
Dominicanas en su tsclarecido é ilustre militar Tercer
Orden (México, J áuregui, li9S) y Compendio histórico'
Sacro-profano, t eo/ógico· dogmátuo y fi/osófico-cristt'anlJ'
(México, Ontiveros, 1801). V. Beristáin.
VALENTfN HORTIGOZA.-Nacido en Arratia,.
Málaga; doctor por la Universidad de México. Según
Beristáin, publi có una Eplsto/a latina sobre la inmi-
nencia de un cisma (Cádiz, 1813).
JOSÉ IBARGOYEN.-Guipuzcoano. Publicó, se-
99 8
gún Beristáin, una traducción de las Oraciones para la
proximidad de la muerte, de Bossuet (México, 1812);
y Reglas de Orto¡¡-rafía, extracto del tratado que en
México hizo imprimir Mateo Alemán (México, J áure-
gui).
JUAN MARTíN DE JUANMARTI~ENA.-EI
Lic. Juan Martín de J uanmartiñena, abogado español
que vivió largos años en México y fué ministro honora-
rio de la Real Audiencia, publicó un virulento y mal es-
crito opúsculo intitulado Verdadero ori¡¡-en, carácter,
C(1 UJas, resortes, fines y pro¡¡-resos de lel re7Jolución de

Nu eva España, y defensa de los europeos en ¡¡-entral resi-


dentes en ella, y especialmente de los autores de la aprehen-
sión del Virrey D. José úe Iturri¡¡-aray .. .... (México,
Arizpe, 1820) . Hace larga referencia á este escritor
BU5tamante (Tres si¡¡-los de México, III, 225: IV, 78;
Cuadro histórico, IV, 144 á 148); Alamán le menciona
tamhién (Historia de México, 1, 164, 191; III, 4II;
IV, r07).
IGNACIO LERDO DE TEJADA.-Riojano; doc-
tor teólogo y rector del Colegio de Minería de México.
Publi~ó, según Beristáin, un Discurso con motivo del
regreso de los jesuitas (México, J áuregui, r816) y co-
laboró en El ami¡¡-o de la patria.
FRANCISCO XAVIER DE LIZANA y BEAU-
MONT (I75D-1811).-Riojano, nacido en Arnedo, y
muerto en México, siendo Arzobispo (desde 1803), Fué
virrey, entre Garibay y Venegas, de Julio de 1809 á
Septiembre de 1810. Beristáin le incluye entre los es-
critores por sus sermones, proclamas y pastorales. V.
Sosa. El Episcopado Mexicano.
JOSÉ LONGINOS (t 1803).- Riojano (nacido en
Lograño). Vino á México en 1787 en la expedición
científica de Sessé, de la cual fué miembro activo; mu-
rió en Campeche. V. Beristáin.
FRAY MANUEL LÓPEZ BORRICÓN.-Nacido
en Hornillayuso (Burgos); franciscano; Lector de filo-
999

sofía, definidor y provincial (18I1). Publicó una ex-


hortación á sus hermanos de Orden (México, Arizpe,
18 11). V. Beristáin.
JUAN LÓPEZ CANCELADA.-De este CUriOSO
personaje, tipo en que se resumen los defectos que los
nativos de México atribuían al g-achupín, sería intere-
sante, aunque difícil, formar una biografía. Como nos
fnIta espacio para ello, nos limitaremos á unas cuan-
tas indicaciones rápidas. Cancelada, después de pre-
sentars e en México como comercian te y con aficiones
de periodista, logró entrar como redactor de la Gazeta
de México, dirigida entonces por Valdés. En 1808,
Iturrigaray le desterró de la Corte, y poco después le
permitió volver, pero con prohibición de entrar á los
cafés. Después de la prisión de este Virrey, Cancela-
da se creyó triunfante: pero su audacia llegó hasta
presentar una acusación calumniosa contra el respeta-
do D. J acobo de Villaurrutia y además disgustó al ar-
zobis 90·virrey Lizana con la constante censura que de
su política hacía en conversaciones: se le procesó y se
le envió á España bajo partida de registro. Allí, sin
embargo, quedó libre, y en Cádiz, donde se hallaban
entonces las Cortes, se lanzó á escribir sobre asuntos
de América; publicó el periódico El Tellg-rafo Ameri-
cano y dos folletos contra Iturrigaray, á los cuales se
contestó c:)n el nombre de el abogado de é -i te, Lizarza,
en folletos escritos por el diputado de México, Beye de
Cisn e ros . No sabemos qué suerte corrió después Can-
celad a ell España. Aunque literariamente nada vale,
debe recordársele, si no por sus escritos, por su acti-
vidad en reimprimir en Mé x ico producciones españo-
las; por él se reprodujeron aquí, el año de 1808, en
folletos, la Oda á España, de Quintana, el Himno de
la Victoria, de Arriaza, El Dos de Mayo, de Gallego,
y otras muchas poesías patrióticas, así como escritos
políticos. V. Alamán, Historia de Méx ico, I, 115, 123,
164, 177, 21 3, 253, 268, 310; HI, 63,64; Bustamante,
Tres sig-Ios de México, IH, 215.
1000

FRANCISCO MARRUGAT y BOLDÚ.-Cata-


lán; doctor en teología'y catedrático de la Universidad
de México. Defendió, en acto público, los LUJ!ares leo-
lóJ!icos de Melchor Cano; escribió versos laudatorios
y formuló un plan de estudios del colegio de San Juan
de Letrán, del cual fué Rector. V. Beristáin
JOSÉ MONTER y ALARCÓN.-Empleado de
Hacienda y Comisario ordenador de los ejércitos es-
pañoles. Beristáin lo cita como autor de la Relación
de festejos por Fernando VII hechos en Zacatecas.
BENITO MARtA MOXÓ y FRANCOLI.-Cata-
lán; benedictino de Tarragona; doctor y catedrático
de la Universidad de Cervera; obispo auxiliar de Mi-
choacán y Arzobispo del Plata. Publicó un Comenta-
ri,) en defensa de los filósofos griegos tenidos por
ateos (Cervera, 1799) y varios sermones. Se di-
ce que escribía en varias lenguas, vivas y muertas.
V. Beristáin.
FRAY FRANCISCO NÚ~EZ.-Rondeño; francis-
cano; misionero y vicario del Colegio de propaJ!anda
fide en Querétaro. Publicó De la mds alta perfidia los
11lds J!loriosos efectos, oración fúnebre por los españo-
les muertos en la guerra contra Napoleón (México,
Onti veros, 1809). V. Beristáin.
FRAY ]OSÉ]OAQUtN OYARZÁBAL.-(t 1815).
Guipuzcoano; fraile de San Francisco; provincial de
México, donde murió; publicó dos tomos de Anotacio-
nes sobre la cuestión de la inmunidad eclesiástica sus-
citada por la Insurrección (México, Arizpe, 1812).
V. Beristáin.
FRAY CAYETANO PALLÁS.-(t 1814). Arago-
nés (nacido en Benavarre); dominico; presidente de
las misiones de California; regente primario del cole-
gio de Portacreli. Escribió, en prosa y en verso, so-
bre asuntos religiosos. V. Beristáin.
FLORENCIO PÉREZ COMOTO.-Gaditano; mé-
dico· cirujano en la Real Armada. Publicó discursos
1001

y disertaciones sobre cuestiones de medicina y de po-


lítica. Fué uno de los más inteligentes folletistas que-
atacaron la insurrección. Colaboró activamente en
El Amti"o de la Patria.
JUAN BUENAVENTURA PORTEGUEDA.-
Vizcaíno (nacido en S omo rostro); vivió en Buenos
Aires y México; murió en la toma de la Alhóndiga de
Granaditas, en Guanajuato. Escribió un poema en-
decasílabo, Buenos Aires re,,'onquistado (México, OntÍ'-
veros, 1808) y Sentimientos de Religión, obra póstu-
ma (México, Ontiveros, 1811).
RAMÓN POSADA Y SOTO.-Asturiano; en Gua-
temala fué oidor de la Audiencia; en México, fiscal de
Hacienda; en España, fiscal del Supremo Consejo de
1ndias y Presidente del Tribunal Supremo de J usti-
cia. Escribió sobre cuestiones jurídicas y financieras.
V. Beristái n.
PEDRO LUCIO PUENTE.-Asturiano; abogado;
oidor de la Audiencia de México. Publicó unas Re-
flexiones sobre el bando del virrey Venegas (de 25 de
julio de 1812) que sometía al fuero militar á los insur-
gentes (México, J áuregui, 1812).
JOSÉ MARtA QUIRÓS.-Andalu z; capitán reti-
rado; secretario del ConsuladtJ de Verac ruz. Escribió
la Balanza del comercio marítimo de Veracruz para
los años 1810 y 1811, Y el folleto Voz imperi?sa de la
verdad y deseng-aiios políticos cont ra preocupaciones v ul~
g-ares (México, Ontiveros, 1810). V. Beristáin.
FERMtN REIGADAS.-S antanderino; oficial de
la marina española; viajó por Eu ropa y América. Vi-
no á México y se ocupó en negocios de minas. Escri-
bió versos y folletos políticos, y un estudio del sistema
de Copérnico; y publicó un periódico, El Aristarco. Fué
uno de los principales defensores del gobierno espa-
ñol en la lucha por escrito sobre la guerra de indepen-
dencia. Beristáin dice, además, que tenia inédito UD
ensayo de historia de la insurrección.
1002
JUAN ANTONIO RIA~O.-(1¡57-18Io). Santan-
.derino; capitán de fragata y teniente coronel de los ejér-
citos españoles. Fué intendente de la provincia de
Guanajuato y murió defendiendo contra los insurgen-
tes la Alhóndiga de Granaditas. Beristái~ lo inclu-
'ye en su Biblioteca como autor de un Epítome de los
Elunentos de Medicina de Brown, impreso en Puebla.
Atamán (Historia de México. 1, 75, 120, 353, 4 1¡, 424 •
.427) habla con alto encomio de sus cualidades y de su
,influencia moral é intelectual.
ANDRÉS MARIANO DEL Rfo.- Matritense;
miembro de sociedades científicas en España; catedrá-
tico de mineralogía en el Colegio de Minería de Mé-
xico. Escribió diversos trabajos científicos y discursos
pronunciados en actos públicos. Beristáin menciona
sus tratados de orictog-nosia (paleontología) y geogno-
sia. El primero, impreso en México por Ontiveros en
1795, es, según Humboldt (Ensayo, 1, 233), la mejor
obra mineralógica que había en castellano en aquel
tiempo.
RAMÓN ROCA (t 1820) .-Ramón Roca era gra-
nadino; capitán de infantería; gobernador (¿militar?)
·de las Californias y oficial mayor de la Secretaría del
virreinato. Beristáin sólo le atribuye unas Rimas de
arte mayor, en castellano antiguo, en elogio del Vi-
rrey Venegas (México, Jáuregui, 1812), el prospecto
de un periódico que no llegó á publicarse, Museo me-
.xicano (México, Ontiveros, 1812: Biblioteca Nacional,
Octava división, pág. 248), y los primeros escritos
insertos en El Amig-o de la Patria. Usó el seudónimo
de .Afarón Dáurico. Publicó, además, una brillante
Oda á las invencibles tropas de NUelJa España (Méxi-
.ca, Ontiveros, 1812: Biblioteca Nacional, Octava di-
visión, 262); Cartas á D. F. M. sobre la variación de
nuestro sistema g-ubernativo, escritas el año de 1813 por
Marón Dáurico (México, Benavent~, 1815: Biblioteca
Nacional, Novena división, 39¡); y Los dos g-emelos ó
1003
Los líos burlados, ópera cómica, con mílsica de D. Ma·
nuel Corral, estrenada en 18 r6 (imprenta de Bena-
vente: la posee D. Luis González Obregón). Fué el me-
jor poeta español que visitó México en la época. V. Be-
ristáin; El Noticioso General, 16 de Febrero de r820;
Bustamante, Tres sig"/os de J11¿xico, III, 335; IV, 43;
Cuadro Izistórico, I, 3 r 5; II, 38 á 40, 58, 253, 255;
Mora, México y sus revoluciones, IV, 324.
ANACLETO RODRfGUEZARGÜELLES.-Mé.
dico y cirujano jubilado de la Real Armada. Publicó
un Tratado de la fiebre remitente (18 r 1) Y colaboró en
la Gacela de México. V. Beristáin.
ISIDORO SÁENZ DE ALFARO.-Riojano (naci-
do en Arnedo); sumiller de cortina del Rey; goberna-
dor del Arzohispado de México; inquisidor aquí y antes
en Barcelona. Alamán le atribuye influencia prepon-
der<l nte en el gobierno archiepiscopal de su primo Li-
zana. Beristáin lo incluye entre los escritores por
sus circulares y otros documentos eclesiásticos.
FRAY FRANCISCO DE SAN CIRILO (¿ 1736?-
1809).-Se llamaba en el siglo Francisco Aurai é Hi-
dalgo. Kacido en Cádiz hacia 1736; carmelita: dos ve-
ces provincial en México; censor de la Inquisición;
muerto en 21 de Febrero de 1809. Publicó varios ser-
mones en México (¡771 á 1805).
FRAY ANTONIO DE SAN FERMIN.-(¿ 1740? t
1806). Navarro; carmelita; provincial de su Orden; obis-
po electo de Charcas (hoy capital de Bolivia). Publicó
el H omo attritus (México, 1801), libro sobre la peni-
tencia, atacado por el Dr. Casaus y Fray Mariano Soto.
y defendido por Beristáin. Dejó otras obras inéditas.
:MARTfN DE SESSÉ Y LACASTA.-EI sabio na-
turalista aragonés Martín de Sessé vino á México, en
1787, como jefe de la expedición que debía explorar
científicamente la América septentrional española por
disposición del gobierno de Carlos 1I1. El director del
Jardín Botánico de Madrid, Casimiro Gómez Ortega,
100 4

Jo hizo nomhrar para este cargo, y con él hizo en viar


á México á J oc;é Longinos, al dibujante Juan Cerda, y
á Juan del Castillo, aragonés, botánico mayor del
Hospital de Puerto Rico, y miembro de la expedición
desde 1787 á 1793, año en que murió: en memoria su-
ya se denominó al hule castilloa elástica.
Los trabajos preparatorios de la expedición comen-
zaron en Diciembre de 1787, en México. Dehía princi-
piarse por instalar en México un Jardín Botánico, y
así se hizo, efectuándose la solemne apertura el IQ de
Mayo de 1788, con discurso de Sessé. Al día siguiente,
en la inauguración de los cursos de botánica, habl6
Vicente Cervantes. Gran número de jóvenes mexicanos
acudió á inscribirse en el Jardín y aun á ofrecerse pa-
ra la expedición; entre esos se contaban José Mariano
Mociño, José Dionisio Larreátegui y José María Bus-
tamante. Al iniciarse la expedición, se agregaron á
ella Mociño y el dibujante mexicano Atanasio Echeve-
rría.
La expedición duró desde 1789 hasta 1804 y reco-
rrió todo el trayecto propuesto, desde la California
hasta Costa Rica. Se hicieron en ella observaciones
geológicas, meteorológicas y geográficas; pero el pro-
pósito principal era estudiar la flora, y á ello se diri-
gieron los mayores esfuerzos. La Comisión sufrió di-
verso¡ cambios; Vicente Cervantes permanecía en Me-
xico, al frente del Jardín Botánico, para dirigirlo y re-
cibir los ejemplares que se enviaban de la expedición;
Castillo murió en 1793; Longinos en 1803; el mexicano
Maldonado se agregó en 1795. Sessé y Mociño fueron
el alma de la expedición. En 1795 tenían escrita la
Flora mexicana; en 1803, otra nueva obra, Plantas de
Nueva España. Mientras tanto, tradujeron y ampliaron,
en unión del Dr. Luis Montaña, los EltmentoJ de me-
dicina de Brown, y los publicaron bajo el nombre de
Mociño (México, imprenta de Ontiveros, 1803). Sessé
había sido catedrático de medicina en la Universidad
1005

de México y examinador sinodal del Tribunal del pro·


to-medicato, cargos que desempeñaba cuando no le
retenían fuera de la capital los trabajos de la expedi-
ción.
En 1804 partierolil para España Sessé y Mociño con
sus manuscritos y sus colecciones de dibujos y de ejem-
plares disecados. No obtuvieron lo que esperaban en
premio de sus esfuerzos. Se les concedieron puestos,
pero no se publicaron sus obras. Sessé murió en 1809,
-en Madrid.
Las Plantas de Nueva España y la Flora mexicana
·fueron publicadas mucho después, por la Sociedad de
Historia Natural de México (imprenta de Ignacio Es-
calan te, 1887).
Beristáin no cita de Sessé otros escritos que la Ora-
ción inaugural del Jardín Botánico (México, imprenta
de Ontiveros, 1788) y una disertación, en controver-
.sia con Alzate, sobre la seda silvestre.
FR. JOSÉ XIMENO .-Valenciano; fraile de la
·Orden de San Francisco, misionero del Colegio de Pro-
.paganda Fide, de Zacatecas. Escribió en defensa del
.gobierno español durante la guerra de independencia.
No sabemos si era pariente de Rafael Xime:no, maes-
tro de primeras letras en México, que publicó unas
Reglas de Ortog-rafía (México, 1790).

HISPANO-AMERICANOS
SIMÓN BERGAÑO y VILLEGAS. - Mediano
rversificador guatemalteco, que desde su patria se hizo
miembro de la Arcadia de México y colaborador del
Diario.
MANUEL DE LA BODEGA Y MOLLINEDO.-
Limeño; hermano del mar ino Juan de la Bodega; doc-
-tor por la Universidad de Alcalá, y catedrático de le-
yes allí mismo; oidor de la Audiencia de Guatemala,
1006

y luego de la de México, donde fué además asesor ge-


neral del Virreinato. En España fué miembro del Su-
premo Consejo de Indias. bajo Fernando VII. Publi-
có estudios y escritos jurídicos. V. Beristáin.
SIMÓN BOLfvAR.-EI libertador sur-americano-
visitó México en 1799 (en recuerdo de ello se ha colo-
cado una lápida en la casa donde babi~ó y se le ha.
dado el nombre de Bolívar á la calle). Bolívar, si no-
un literato, fué un hombre de alta capacidad intelec-
tual, y sus escritos son memorables por más de un
motivo. Prueba de su genial if.ltuición en cuestiones
sociales es la Carla escrita en 1815 sobre los caracte-
res y el porvenir de los pueblos hispano-americanos,.
de la cual conviene recordar aquí las observaciones
relativas á México, asombrosas en quien visitó el país-
por breve tiempo y ~ntes de que se alcanzara la inde-
pendencia.
MAN UEL CAMPO RIVAS.-Costarricense; doc-
tor en cánones y leyes por la Universidad de Bogotá;
teniente gobernador y asesor del Chocó y de Popayán;
oidor de la Audiencia de Guatemala, luego de la de-
Guadalajara y por fin de la de México. Publicó mu-
chos trabajos de orden político é histórico y varias.
traducciones de obras francesas. V. Beristáin.
FR. MATfAS DE CÓRDOBA.-Nació en Ciudad
Real de Chiapas (hoy San Cristóbal Las Casas), per-
teneciente antes á la capitanía general de Guatemala
y hoy al Estado de Chiapas, de la Federación Mexi-
cana. Floreció en Guatemala y fué una de las princi-
pales figuras intelectuales de Centro-América á fines
del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Fué frai-
le dominico; doctor de la Universidad de San Carlos,
de Guatemala, y catedrático en ella. Publicó La tUlta-
liva del león y el éxito de su empresa, extensa fábula, y'
trabajos sobre la lectura de au tores clásicos y sobre'
el traje de los indios. V. Beristáin; M. Menéndez y
Pelayo, prólogo á la Antologla de poetas hispano-ame-
rüanos, tomo I, págs. CLXIX y CLXX.
1 00 7

HAFAEL GARCfA GOYENA [1766-1834].--EI Dr~


Rafael Ignacio García Goyena nació en Guayaquil l

(Ecuador); á los doce años de edad vino á Guatemala,.


y allí pasó el resto de su vida. Fué abogado de presti-
gio. Publicó en vida, según Batres ] áuregui, un tomo
de poesías, en Guatemala; en París se imprimió p~stu­
mamen te la Colección completa de sus fábulas (librería de:
Rosa, 1836). No sabemos si estuvo en México, cosa
nada improbable; pero por lo menos fué colaborador
literario de los periódicos mexicanos, especialmente
de El N¡)ticioso General (11 Y 13 de Marzo, 5, 8 y lO>
de Junio, 31 de Agosto, 4 y 9 de Septiembre, 16 de
Octubre, 14 de Diciembre de 1818; 27 de Enero de'
1 81 9).
ANTONIO JOSÉ DE IRISARRI (1786-1868).-
<Uno de los hombres de más entendimiento, de más
vasta cultura, de más energía política y de más fuego ,
en la polémica que América ha producido,> dice Me-
néndez y Pelayo. Irisarri, hijo de familia opulenta,
nació en Guatemala; viajó desde joven; intervino en
la política de varios países americanos, especialmente
de Chile y de su patria; redactó muchos periódicos
Publicó multitud de folletos políticos, una narración
novelesca. El cristiano errante, un volumen de Po es (as,
satíricas y burlescas (Nueva York, 1867) Y las Cues-
tiones filológicas (Nueva York, 1861), obra clásica en'
puntos de lengua castellana. En México estuvo á los
veinte años de su edad, en 1806, y colaboró en el Dia-
rio de llféxico con el seudónimo de Sr. Dionisio Iraeta'
Rf/ón (20, 28 Y 30 de Junio, 4 y 18 de' Julió, 7 de
Agosto, 11 Y 16 de Noviembre de 1806). Irisarri no
fué verdadero poeta, sino escritor político y lingüista;.
pero creemos interesante copiar, según se prometió en
el EstudIO preliminar de esta primera parte, las dos.
mejores composiciones que publicó aquí y que no sa-
bemo:; hayan sido reimpresas:
1008
-El que su vida pasa en distracciones,
<:omo yo, Albano, la pasé en un día,
todas las puertas cierra á la alegría,
camino sólo da á las aflicciones.
En mar n ivega de tribulaciones
sin piloto, sin brújula, sin guía;
es caminante por errada vía
,con riesgo de asesinos y ladrones.
Es cordero que, lejos del rebaño,
despedazan los lobos carniceros
a't pastor afligiendo con su daño:
estos son, pues, los cuadros verdaderos
en que veo sin pasión y sin engaño
Jos afectos del hombre lisonjeros.
-Si, como fueron, á tornar volvieran
aquellos gratos apacibles días,
que así causaran las delicias mías
como vE'loces no desparecieran,
los labios míos de contino rieran
y en ellos fueran todas alegrías;
y aún tú, mi musa, con placer verías
los versos dulces que 'á mi bien dijeran.
Mas ya á los ecos de mi voz doliente
tan sólo endechas entonar es dado
mientras que Lisis permanezca ausente.
Me parece que tri~te miro el prado,
triste el río, y muy más triste la fuente
en do miré alegre al dueño amado.

CONSULTAR: M. Menéndez y Pelayo, prólogo á la


Antologia de podas lzispano-americanos, tomo 1, págs.
CLXXVII á CLXXIX.
MIGUEL MARIANO ITURBIDE (t 18II).-
Guatemalteco; ministro del Tribunal de la Contadu-
ría mayor de Nueva España. Murió aquÍ. Dejó ma-
nuscrita, según Beristáin, una Impugnación sobre el
proyecto de reforma de la Real Hacif:'nda presentado
por Ibargoyen en 1795.
1009
FR. JOSE ANTONIO DE LIENDO GOICOE-
CHEA.-Costarricense; franciscano; doctor de la Uni-
versidad de Guatemala; nació en 1755 y murió des-
pués de 18I1. De México sólo visitó Chiapas, que
entonces pertenecía á Guatemala. Después de haber
sido lector de teología en Ciudad Real de Chiapas,
fué catedrático en la Universidad guatemalteca, du-
rante veinte años, y provincial de su Orden. Fundó
dos poblaciones de indígenas: San Esteban de Tonja-
gua y Nombre de Jesús Pacura. Fué hombre de vasta
cultura científica y publicó muchos escritos de diverso
género. En el Diario de México hay una interesantísi-
ma carta suya (18 de Agosto de 1806).
JUAN ANTONIO MIRALLA.-Argentino; estu-
dió medicina en Lima; conspiró contra España en
Colombia (donde fundó en 1821, con Vargas Tejada y
Fernández Madrid, El Ar/fos), en los Estados Unidos
y en México; fué comerciante en la Habana; murió en
Puebla en 1825. Aunque fué poeta y periodista, se dis-
tinguió sobre todo por las excelentes traducciones que
hizo de las Cartas de Jacopo Ortis (Habana, 1822;
Buenos Aires, 1835) de Ugo Foscolo, y de la clásica
eleg-ía E1l el Ctmenttrio de una aldea de Thomas Gray
(1823). V. Menéndez y Pelayo, Prólogo á la Antolo-
j[ía de Poetas hispano-americ:allos, tomo IV, Ar/fentilla.
BERNARDO MORENO GUZMÁ~.- Cirujano
caraqueño, residente en México á principios del siglo
XIX. Publicó una Descripción de la epidemia de Mé-
xico en 1813, con indicaciones de medios de librarse
de ella y de las recaídas (México, J áuregui, 1813).
FR. ANDRÉS RODAS (1734-1809) .-Guatemal-
teco; fraile franciscano; guardián de varios conventos;
publicó dos trabajos sobre cómputos eclesiásticos
(1786 á [805). Parece que visitó México. V. Beris-
táin.
FR. MELCHOR DE TALAMANTES.-(17 6 S-
1809). Fray Melchor de Talamantes Salvador y Bae-
1010

za nació en Lima; profesó en la Orden de la Merced


y se graduó de doctor en teología en la Universidad de
su patria; tuvo allí diversos cargos de religión y de
enseñanza; y vino á México á fines de 1779. Observó
aquí conducta poco ajustada á las reglas de su Orden,
pero tuvo gran éxito como orador (se conservan de él
un sermón impreso, Pllnelflrico de Santa Teresa, y dos
manuscritos, uno polltico-moral predicado en la Real
Capilla del Palacio en 1800 y una oración fúnebre
por los militares españoles muertos en la guerra,
pronunciado en 1803). En 1807, el Virrey Iturri-
garay le comisionó para que reuniera datos y escri-
biera un informe los límites entre los Estados Uni-
dos y el reino de Nueva España (trabajo que hubo
de terminar el P. losé Pichard:)). Fray Melchor
emprendió el trabajo con toda la amplitud que en éste
cabía. Entre tanto, sobrevinieron los sucesos de 1808,
y Fray Melchor formuló planes de nueva organización
política, en los que se esbozaba la independencia, uno
de los cuales, el proyecto de Con¡rreso Nacional de
Nueva España, lo envió al Ayuntamiento, con el seu-
dónimo de Irsa. Sobrevino la prisión de Iturrigaray,
y Talamantes fué preso el 16 de Septiembre de 1808;
se le formó proceso, del cual fueron jueces, por lo Ci·
vil, el Oidor González Carvajal, y por lo eclesiástico,
el vicario (después arzobispo) Fonte; se registró su
habitación y se recogieron ocho escritos suyos sobre
los sucesos políticos de actualidad entonces; se le de-
claró culpable de infidencia, y se dispuso enviarle á
España bajo partida de registro.
Detenido en Veracruz, en la prisíón de San 1uan de
Ulúa, murió allí, víctima del vómito negro, en Mayo
de 1809. Sobre este precursor de la independencia me-
xicana debe consultarse el folleto Fray Melchor de Ta-
lamantes, biolfrafla y escritos póstumos (México, tipo de
la V da. de F. Díaz de León, Sucs., 1909): la biografía,
excelente, es obra de D. Luis González Obregón; los
10II

ristesco son el Congreso Nat"ional del Reino de Nueva


España y el discun'o filosófico sobre Representación na-
cional de las Colonias.
BONIFACIO TOSTA.-Guatemalteco; teniente de
navío español; fué secretario del gobierno militar é
intendencia de Zacatecas. Figuró como artillero en las
filas realistas durante la guerra de independencia, y
se encontró en las acciones de Aculco, Guanajuato y
Calderón. Beristáin lo incluye entre los escritores co-
mo autor de un Telélfrafo marltimo, especie de diccio-
nario de señales.
CARLOS DE URR UTIA y MATOS .-Habanero.
Gobernador intendente de Veracruz, y de la Isla de San-
to Domingo. Con Fonseca escribió la obra intitulada
Historia Ifeneral de la Real Hatienda (México, I845),
por orden de Revillagigedo y auxiliado por Joaquín
Maniau y José Ignacio Sierra.
ANTONIO y JACOBO DE VILLAURRUTIA.- J
Nacieron en Santo Domingo (capital hoy de la Repú-
blica Dominicana), el primero en el año de 1755, el
segundo en 23 de Mayo de 1757. Sus padres, Don
Antonio de Villaurrutia y Salcedo, mexicano, oidor
de la Audiencia de Santo Domingo durante largos
años, y Doña María Antonia López de Osorio. Her-
manos de ella fueron el canónigo D. Ciro y la Seño-
ra Doña María Magdalena, que casó con el opulento
D. Francisco Cayetano de Fagoaga y Arozqueta, pri-
mer Marqués del Apartado, y fué madre del hombre
público D. Francisco de Fagoaga. Antonio y J acobo
de Villaurrutia hicieron estudios en México, el prime-
ro hasta recibirse de abogado, yel segundo iniciándo-
se en la carrera eclesiástica. Antonio pasó á España
é incorporó el título de abogado en los Reales Cole-
gios; J acobo ~e unió á él en 1772, yendo entre los fa-
miliares de Lorenzana, cambió luego la carrera ecle-
siástica por la del foro, estudió en Valladolid y Tole-
do, donde alcanzó los grados de Maestro en Artes y
1012
Doctor en Leyes, y obtuvo finalmente las licencias de
abogado. Ambos hermanos fueron colaboradores en
el Correo de los Cielfos de Madrid; pertenecieron á so-
ciedades diversas, y fueron socios fundadores de la
A cademia de Literatos Españoles (1785), á la que per-
tenecieron, entre otros, el helenista Ranz Romanillos
y e~ Canónigo Antonio Sánchez Val verde, distinguido
escritor dominicano que murió en México en 1790. D.
J acobo sirvió cinco años el corregimiento de Alcalá de
Henares, mientras su hermano era nombrado oidor
en la Audiencia de Charcas, hoy capital de Bolivia
(1787-1803); fué, después, oidor de la Audiencia
de Guatemala, en 1792: allí dirigió la Gacela y fun-
dó la Sociedad Económica. En 1804 volvió á Nue-
va España como alcalde del crimen de la Real Au-
diencia, y en 1805 fundó, con Bustamante, el Dia-
rio de Mlxito. Intervino en las juntas políticas de
1808, y fué, según Atamán, el único que obró de bue-
na fe en aquel conflicto de ambiciones encontradas.
Cancelada le acusó de traición; hubo intrigas en su
contra, y cuando él solicitaba, por derecho de alcalde
decano, la plaza de oidor que quedó vacante por la
muerte de Álvarez de l\fendieta, el Virrey Venegas le
trajo de EE:paña (Septiembre de 18ro) un nombramien-
to para la Audiencia de Sevilla, lo que, según el mis-
mo Alamán, se estimó como un destierro honroso. Con-
tra esto protestó Villaurrutia, elevando su queja has-
ta las Cortes españolas en Julio de 1811; pero, desaten-
dida su solicitud largo tiempo y estrechado por el Vi-
rrey á salir de México, lo hizo, tras agrias contesta-
ciones, en Enero de 1814. Aceptó en España la pla-
za de oidor de la Audiencia de Barcelona. Consuma-
da la independencia de México, volvió aquí y se le
nombró Regente de la Audiencia. En r824, sustitui-
da esta audiencia por la Corte Suprema de JustIcia,
st>gún la nueva Constitución, no se le nombró ministro
del nuevo cuerpo, por creerse, erróneamente, que aún
1013
pertenecía á España la isla de Santo Domingo, donde
hahía nacido él. El Congreso del Estado de México,
sin embargo, le hizo presidente del Tribunal Supremo
de esa entidad federativa, en Diciembre del mismo año.
Ces6 en su cargo en 1827, por caída del gobierno; pero
en Septiembre se le nombr6 juez de letras de México y
en Enero de 1828 juez de circuito del Distrito Federal.
En Noviembre, fué ministro de la mencionada Corte
de Justicia por elección constitucional y la presidi6
en 1831. Muri6, víctima del c6lera, el 23 de Agosto
de 1833. Había casado dos veces. De su primer ma-
trimonio tuvo dos hijos: Eulogio, general de brigada
del ejército mexicano, y Wenceslao, que desempeñ6 la
secretaría del Consulado de México en la Habana y
pas6 después á París.
De D. Antonio s610 sabemos que, posteriormente
al desempeño de su cargo en la Audiencia de Charcas~
lo tuvo igual en la del Plata; fué gobernador de la
provincia de Puno, y, en 1809, regente de la Audien-
cia de Guadalajara. Dice Alamán (Historia de México,
tomo I I, 90) que muri6 en España, siendo consejero
de Indias.
Ta nto D. Antonio como D. J acobo de Villaurrutia
fueron periodistas y escritores sobre cuestiones jurí-
dicas y políticas. D. J acobo, ;:¡ demás, escribi6 sobre
otros varios temas y tradujo obras diversas, entre ellas
una novela, Memorias para la historia de la virtud, cu-
yo autor ignoramos (acaso pudiera ser la Pamela de
Richardson).
V. Beristáin; Diccionario mexicano de 1853-56, y
obras hist6ricas de Mier, Alamán y Bustamante, en
los episodios en que intervino D. Jacobo.

Fuera de los ciudadanos españoles, tanto de la pe-


nínsula como del Nuevo Mundo, sabido es que s610
por excepci6n podían los extranjeros venir á México.
1014

En los comienzos del siglo XIX, solo unos cuan-


tos europeos pueden mencionarse entre los hombres
de significación intelectual que visitaron el reino. El
Conde de Colombini (D. Francisco María Colombini y
Camayori), aunque italiano de nacimiento y árcade de
Roma con el nombre de Aufidio Pileyo, se había espa-
ñolizado y pertenecía al ejército real, en el cual llegó
hasta teniente coronel: en México publicó muchos ver-
sos españoles. Beristáin menciona al misionero fran-
cés Claude Letondal, que vino aquí á recoger limosnas
para la propaganda católica en el Asia y publicó un
folleto sobre el asunto en 1804. Quedan, por último,
los peritos alemaraes que acompañaron á D. Fausto
de Elhuyar, uno de los cuales, Luis Leinder, dió
aquí las primeras lecciones oficiales de química expe-
perimentalj y, en fin, la memorable expedición de
Alexander von Humboldt y Aimé Bompland.
EL TEATRO.

Sucintamente trataremos en esta nota del movimien-


to teatral en México, durante el período de 1800 á
1821. Pocas noticias se encuentran para formarla.
Desde luego, no contamos, en el primer quinquenio,
sino con las casi nulas que suministra el único perió-
dico de entonces, la Gaceta de MéxicJ, el cual, si bien
es cierto que anunciaba las funciones que se celebra-
ban en el Coliseo, con motivo de los días de los mo-
narcas y de los príncipes de Asturias, así como de la
toma de posesión y los cumpleaños de los virreyes,
no daba el nombre de las obras que se ponían en es-
cena, ni el de sus autores, ni menos hacía juicio algu-
no acerca de tales represen taci ones.
Con ]a aparición del Diario de México, desde ~l 1 9
de Octubre de 1805, las noticias de espectáculos pú-
blicos comienzan á ser más circunstanciadas, y este pe-
riódico será el que principalmente nos sirva de guía.
Las obras que en nuestro Coliseo se representaron
durante la centuria comprendida del año de 1700 á
1800, fueron las del teatro español de los siglos XVII
y XVIII, y á fines de este último y principios del si-
guiente, algunas, traducidas y arregladas del teatro
francés y tal cual del inglés, como el Otelo de Sha-
kespeare, puesto en escena aquí el año de 1806. [x] En
N ueva España, literatos como I turriaga, OchoJ., Guri-
di y Alcocer, Lacunza y Barquera escribieron piezas
teatrales de las que no se conserva más que el nom-
bre, pues estas composiciones corrían manuscritas, no
fueron nunca impresas y se perdieron.
(1) Dz·ario, 15 de Mayo de 1806 y 9 de Marzo de 1808.
1016

Victorio Rocamora, I[alán de lIl tlsica de la compañía


que durante la temporada de 1804 y 1805 trabajó en
el Coliseo, anunció para el 2 de Diciembre de este úl-
timo año su segundo heneficio, y uno de los números
del programa fué la representación del melodrama El
N fl[ro sensible, probablemente de autor nacional, y cu-
ya segunda parte escribió, más tarde, El P ensador
Afexicano.
Ello del mismo mes abrió el Diario de .I.Mlxico un
concurso de sainetes para premiar con veinticinco pe-
sos el mejor. Este debería arreglarse, en su dura-
ción, por los de D. Ramón de la Cruz, evitando el
autor los chistes que pudieran' 'ofender la modestia y
el decoro". Los sainetes deberían presentarse antes del
15 de Febrero del siguiente año, concediéndose quin-
ce días más á los autores residentes fuera de México.
Diez días después de lanzada la convocatoria se pre-
sentó una composición que "tiene mérito, pero no es
saine/e, que es lo pedido, sino tonadilla. ó letra de to-
nadilla, y lo avisamos,-dice el Diario,-sin pérdida
de tiempo porque el autor podrá aspirar al premio en
el que falta, y podrá servir de advertencia á otros
que hayan incurrido en la misma equivocación".
Una sola obra se recibió en el primer plazo, intitu-
lada: Al mayor libertinaJe la prudencia corta el vicio.
Los tres censores nombrados para calificar los saine-
tes que se presentaran al concurso dieron el 19 de Mar-
zo su dictamen, escrito concienzudamente por don
Francisco Maniau y Torquemada, (1) y con el que se
conformaron los otros dos censores; esa sentencia fué
desfavorable al autor. Durante el segundo plazo se
recibieron El blanco por fuerza y Las queJas infun-
dadas, obteniendo el primero el premio ofrecido. ALier-
to el pliego que contenía el nombre del autor, resultó
ser éste don Antonio Santa Ana, de la Real Medalla,

(1) Véase su biograffa.


1017

Capitán de la Compañia provincial de milicias de neg'ros


de Veracrllz, y maestro de alarife, de edad de nOZlellta
a1ios cumplidos en el presente de 1806. Este sainete fué
representado el 9 de Julio y anunciado como "Crítica
nueva: nominada El blanco por fuerza, escrita en este
reino, y la que sacó el premio, según se anunció en los
papeles públicos, la cual se ejecutará con el mayor
esmero, trajes propios que pide, y demás necesario á
su acierto". Esta es una de las obras que ha sido im-
posible encontrar: no podemos, por tanto, juzgar de su
mérito literario.
Terminado este concurso, ofreció nuevamente el
Diario veinticinco pesos para el autor de un sainete·
que se presentara antes del día 4 de Noviembre, ad-
virtiendo que: para obtener el premio, debía la pieza.
ser buena en sí misma y no sólo la mejor de las presen-
tadas, de manera que se premiaría la mejor entre las
calificadas como buenas. Ofreció también un premio
de cien pesos, con iguales prevenciones para la mejor
comedia que se presentara antes del 13 de Junio de
1807.
Cuatro fueron los sainetes nuevamente presentados,
obteniendo el premio el que escribió don Franci sco
Escolano y Obregón, oficial de libros de la Fielatura
de la Real casa de Moneda, con el título de Elmise-
rabIe ellg'añado Ó la niña de la media almendra (1). El
jurado calificador acordó un accésit para El Hidalg'o·
en Medellln; su autor es don Juan Policarpo, vecino·
de Veracruz. (2)
En el año de 1806 se estrenaron en nuestro Coliseo
las siguientes obras: en Abril, El Café, comedia de:
Moradn; en Junio, Napoleón Bonajarte en el paso del'

(1 ) De este autor se conoce solamente un romance . .B'ttrlesca;.


distribuddn del cu~rpo de D . .'lfanuel Godoy, publicado en la.
Coleccidn d~ po~stas en honor de Fernando VII. (Biblioteca Na-
cional, Catálogo, 8'" división, pág. 26I.)
(2) Se imprimió ese año, y existe en la Biblioteca NacionaL
[Octava división, pág. 256].
1018
A dlg-e , y la balalla de A1'CO/e, drama heroico, "ori-
ginal, compuesto por un ing-enio de este Teatro"; en
Julio El blanco por fuerza y el drama Bonaparle en
Eg-iplo y loma del Cairo, representada tres noches con-
secutivas; en Septiembre, La Shore, de autor descono-
cido, El Rábula y La Mexicana en Ing-laterra, de auto-
res mexicanos; en Octubre, El error y el honor, y
La subordinación, drama trágico en tres actos; en
Diciembre, El Barbero de Sevilla, ópera de Paesie·
110, la primera del teatro italiano que se representó
-en México. Ya antes el Pbro. Manuel Zumaya, maes-
tro de capilla de la Catedral Metropolitana, había es-
crito una ópera, },a Parltnope, que fué representada
en el Teatro del palacio virreinal é impresa en 1711;
traducido al castellano y musicado varias óperas italia-
nas y escrito un drama, El Rodrzg-o, representado en
el Palacio Virreinal en 1708.
Escaso de :lOticias está el periódico que consulta-
mos respecto al año de 1807, pues se reduce á anun-
ciar do~ ó tres funciones durante los primeros meses.
U n artículo humorístico de crítica literaria de don Ra-
món Quintana, publicado en Agosto, nos informa que
se escribieron y representaron tres petipiezas, La
.muerte del pollo y la de su dueño, La burla de los tama-
Jitos y Ayunar para comer, esta última representada
en un teatro particular. Según Quintana, valían bien
poca cosa estas tres obras.
El 12 de Diciembre se representó en Guadalajara el
.coioquio religioso Las ajJariciones de Nuestra Señora
de Guadalupe, escrito por el Br. D. José Beltrán
(Diario, 27 de Diciembre de 1807).
Dentro del término señalado para que se presen-
taran comedias á disputar el premio de cien pesos,
. solamente dos concurrieron al certamen, La Mamola y
La Florinda, que no sabemos si se representaron.
El 18 de Julio se puso en escena el sainete de Esco-
lano y Obregón premiado en el segundo concurso.
1019

En Enero de 1808 se representó por primera vez El


si de las niñas, <!lue fué muy gustado por el público
mf>xicano. Se puso en escena varias veces la exce-
lente comedia, y, según las crónicas de entonces, "la
representación nada dejó que desear."
En Marzo apareció en la Gaceta y en el Diario un
convite para una Tragedia Nacional cuyo argumento
se tomaría de "las antigü~dades de este hemi~ferio,
desconocido á los europeos" . El español que convocó á
este concurso ofreció cien pesos para el que presentara
la obra más perfp.cta, recomendando que el título fue-
ra en lengua índica. Y en Junio el Diario avisa que
solamente una trage d ia intitulada Xóchitl se había
presentado aspirando al premio ofrecido. Esta trage-
-dia no fué impresa y probablemente ni representada;
no conocemos, por consigui ente, el nombre de su
autor.
A pesar de la e xcit ación que reinaba en Nueva Es-
paña con mo tivo de los acontecimientos de la Metró-
poli, los virreyes asistían frecuentemente al coliseo.
La noche del 30 de Agosto del mismo año recibió la
virreina en ese local noticias de España, por medio de
una carta de un hermano suyo que llegó á Veracruz,
procedente de Cádiz; noticias muy favorables que con-
firmaban la gloria de la nación española y sus brillan-
tes y sólidos triunfos: "y S. E., dice el Diario, rebo-
sando de al egría, y viendo la curiosa inquietud de los
espectadores, echó la carta á la luneta, desde donde
saltó uno con ella al proscenio, y, luego que calmaron
los vivas que todo el concurso daba á S. E., se leyó
en alta voz por el primer galán, y concluída se repitie-
ron las aclamaciones de viva Fernando séptimo, y la
EX17la. Señora Virreina."
A título de curiosidad publicamos un programa del
-circo de Don Felipe Lailson:
<Real circo ecuestre.-Hoy (20 de Noviembre de
¡808) se dará la cuarta función de esta temporada, en
1020

la cual la compañía ecuestre dará pruebas nada


equívocas de los vivos deseos de complacer á un pú-
blico tan generoso. Se efectuarán muchas maniobras.
y suertes que hasta ahora no se han visto. Entre otras,
las grandes pirámides sohre dos caballos. D. Felipe
maniobrará y volteará sohre un caballo con pies.
atados. Se hará el gran salto de la cinta. Se concluirá
esta función con el famoso caballo alias el Boleano-
(sic), que arrojará fuego por la hoca, narices. ojos y
orej ;J s, montado por D. Felipe, que también t€'ndrá
fu€'gos movibles, cubriendo todo el caballo.»
A la semana siguiente, y con motivo de los plausi-
bles días de la Exma. Sra. Virreina, dispuso Lailson
una función extraordinaria en la que D. Felipe haría
"la muy deseada y célebre maniobra del UJ"are Hung-a-
ro con sable en mano y en seguida la famosa y hermo-
sa escena del Monte-aucid, ó el borracho á caballo".
En Diciembre, el Arzobispo Lizana prohibió los co-
loquios que se representaban en bodegas y patios. Al-
guna vez estas representaciones se hicieron en el Co-
liseo.
En el mismo mes, á fines, se celebró por cuatro no-
ches consecutivas la Jura de Fernando VII. Se cantó-
el himno A la g-uerra, á la g-uerra españoles ..... .
"El pueblo unía sus voces con las personas del tea--
tro con tal entusiasmo, que no podía oirse sin experi-
mentar la más tierna emoción." Las últimas noches
se añadió el Himno de la Victoria, de Arriaza, música
de Meléndez, cantando las estrofas el primer galán
Luciano Cortés y coreándolo los demás actores y et
plÍblico. (Gacela de Mlxico, núm. 144, Dbre. 24 de-
1808) •
En este año se representó por primera vez la come-
dia Nobleza de un fiel amilfo y premio de la traición, co-
media del segundo tercio del siglo XVIII y que sin
embargo fué anunciada como moderna.
Ocupada por completo la atención pública con lo
1021

.que en España y México pasaba en política, los de-


más asuntos ocuparon lugar secundario, y forzosamen-
te al teatro le cupo igual suerte. El asentista dejó el
negocio y la compañía lo tomó por su cuenta, suce-
diendo, con esto, que no contara con elementos sufi-
·cientes para sostenerse, y las representaciones fueran
·deficientes. El público comenzó á negarle su favor.
Con frecuencia se encuentran remitidos de quejas
por la decadencia de los espectáculos públicos. Es-
te e3tado se acentuó más en los siguientes años, y, has-
-ta fines del período que nos ocupa, pocos son los acon-
tecimientos dignos de relatarse.
El Santo tribunal de la Fé publicó un edicto (5 de
Agosto de 1809) sobre prohibición de libros, y entre
'los prohibidos in totum se encuentran: el melodrama
·en dos actos El nee-ro y la blanca, de don Vicente Ro-
dríguez de Arellano, poeta español de fines del siglo
XVIII (la causa de la prohibición fué estar compren-
·dida la comedia en la regla diez y seis del expurgatorio,
ser revolucionaria, y "preparar en su fondo mucha
ruina en lo social, político y moral": esta obra se repr e-
'sentó en nuestro Coliseo en Julio de I806); el melodra-
ma en un acto El nl'e-ro sensible, "comedia manuscrita:
por promoverse en ella con capciosidad la insurrec-
-ción de los esclavos contra sus legítimos dueños"; y
Ja comedia intitulada El falso Nuncio de Portue-al, de
-autor mexicano, que, á juzgar por la crítica que de ella
hizo un suscritor del Diario, era la peor -de nuestras
,11lrelfsimas comediaJ, en lo que estuvo conforme el pe-
riódico, pero añadiendo que cuando se representaban
·esta pieza y otras -semejantes estaban llenos el 1Il0S-
,quete y las cazuelas.
El 25 de Junio de 1810 la compañía del Teatro dió
una representación en honor del Diputado elegido por
la capital para su representante en las Cortes, Dr .
.don José Beye de Cisneros.
En el primer semestre de 1813 se pusieron en esce-
1022

na, aparte de obras dramáticas, las óperas Clara y


Adolfo, El marinerito, La Isabela, y El reloJ de made-
ra, y á principios del segundo, otra, Una travesura,
que ohtuvo gran éxito.
El 2 de Octubre se representó la comedia El neo-
g-ro más prodigioso, escrita por un ing-enio de esta Cor-
te. De su mérito lit erario se puede juzgar por el si-
guiente descabellado juicio r~mitido al Diario:
<Sr. editor: Mi inclinación á todo lo prodigioso me
impelió á ir la noche del 2 del corriente al coliseo,
persuadido de que iba á tener un rato divertido con la
comedia del Neg-ro más prodigioso; y aunque creí que
no sería de lo mejor pensé fuese menos mala que la de
GenO'lleVa, El escon dido y la tapada, La moza de cán-
taro, y otras que por desgracia se han representadó
en estos días; m ás me engañé, pues no sólo me pare-
ció disparatada, sino escandalosa é indigna de repre-
sentarse, por las siguientes razones:
<Muchas cosas prodigiosas se ven en esta comedia:
un negro sólo resistir poderosos ejércitos; tener el re-
trato de una mujer facultad para detener á un hombre
tan fiero que va á matar á uno que está durmiendo;
un demonio á quien le da cuidado un etiope que no
sabemos si es gentil, judío ó cri stiano, bien que su
nombre sea Moisés; una semejanza del hallazgo de es-
te negrito, expuesto en las aguas, con el Moisés del
pueblo de Israel, ser alimentado de una serpiente;
juntarse los anuncios del sabio Cosicurbo (que no- sa-
bemos qué religión tenía) con las conjeturas del de-
monio y las profecías del venerable eremita de la Te-
baida, Isidoro; un Leopoldo rey de Egipto y sus·
hijas, pero sujetos al Soldán, de que no hay ni
puede haber noticia en las historias pasadas, ni
tampoco del rey etiope, cuyo reino defendía el prodi-
gioso negro; un gracioso ermitaño que pedía limosna.
en los desiertos; un cúmulo de disparates sin pies ni
cabeza .... contra el decoro y la verdad de la religión,.
I023

fingiendo aparICIOneS y mostrando en ellas que, aun-


que el obstinado no ponga de su parte nada, ni sea·
lavado con el sacro bautismo, con sólo irse al desierto'
se salva.
«Estos y otros absurdos se hallan en esta comedia·
no prodigiosa, sí diablesca, semejante á las de MarttI
y muy parecida á las de los santos, que están justa-
mente prohibidas por las falsedades que contienen, y
por ser contra el decoro y respeto de la religión, que
es tan delicado; pero en el coliseo no se trata de otra
cosa sino es de la utilidad, aunque el público respeta-
ble esté, como lo está, mal servido, y que la ilustra-
ción no sólo no se aumente, sino que cada día sea me-
nos. ¿ y esto se tolera?
«Cualquiera hombre de mediano talento conocerá que-
tengo razón, y se reirá al oír las comparaciones y exa-
geraciones del poeta, que al río Nilo llama undosa mu-
ralla, para decir luego que dispara bombas, pero bom-
bas tan frías como la nieve; y, mudando la metáfora, le'
llama después monstruosa hidra de plata, para compa-
rar con sus siete cabezas las siete embocaduras que'
tiene al mar: ¿qué elegancias no se figura el poeta cul-
to en decir transportines de nieve, mancha de! cristal,
luna negra en marco blanco, parto de la sombra, borrón
de! tintero de la noche? ¿ qué en llamar á una cueva
bostezo de la montaña por donde e! aire respiraba? ¿qué-
nos quiso decir en las ale7.'osas infancias de cuatro au-
roras, las iras de cuatro noclus tiranas? ¿Qué ingenio.
no mostró en la pintura de la lucha del negro con la
sierpe, y en la descripción del tigre y del león, y de'
las ruedas negras de aquél, de cómo barre éste con su'
melena encrespada, y cómo el ciervo
escribe en sus astas
con naturales guarismos
la cuenta de su edad larga?
«En fin, si me pusiera á contar los desatinos de que
tanto abunda nuestra comedia, sería una cosa muy su-
102 4
perior á mis luces: baste con las apuntadas para ve-
nir en conocimiento del mérito de ella, y para que sir-
va de estímulo á los grandes ingenios que hay en esta
<:apital, y que pueden dedicarse, no á parcialidades que
los degradan, sino al remedio y extinción de semejan-
tes comedias, que es lo que desea su afectítimo servi-
dor.-D. E. J.:.
A principios del año de 14 se suscitó una polémica
cespecto de los coloquios, y por ella sabemos que este
género de piezas teatrales, que en México eran exclu-
sivamente religiosas, se representaban en el Teatro y
,e n algunos corrales de los barrios, intercalándose en
los entreactos, entremeses y bailes.
El29 de Septiembre del mismo año es digno de men-
dón por haber comenzado en ese día las representaciones
de comedias, óperas y zarzuelas por medio de títeres,
que tanta popularidad alcanzaron en el país. El nom-
bre con que anunciaron el espectáculo fué el de Tea-
tro de muñecos, y las funciones que se efectuaban en
el Palenque de gallos. La primera pieza que se repre-
sentó fué El pintor fingido, y, en los intermedios, un
famoso dúo y el sainete Ca.fés y Fondas. Los precios
de las localidades eran: asiento de bancas y gradas,
2 reales; en jaulas, 3 reales; jaulas por entero, 3 pe-
sos; asiento en segundos ó presidios, 1 real. Tomando
abono por un mes, se rebajaba una cuarta parte de la
,entrada.
Así comenzó una diversión que durante muchas ge-
neraciones hizo las delicias de los niños y aún sigue
siendo gustada por ellos. Oigamos á don Guillermo
Prieto referir sus impresiones infantiles á propósito
de este espectáculo, allá por el año de 1827:
«Los títeres de la calle de Venero, en donde se lle-
vaba el arte á toda su perfección, me sacaban de qui-
.cio materialmente, me endiosaban.
«Aquel negrito enamorado y batallador que desen-
lazaba á puntapiés todas las escenas; aquel don Fo-
1025

Has que prolongaba el pescuezo y la enorme nariz,


con asombro de los niños; aquella Mariquita, querida
del Negrito, dulce con el prójimo, bailadora y gazmo-
ña; aquel Juan Panadero que tenía ciertas inconve-
niencias con el público, y aquellos coristas rezanderos
y santurrones frente al guardián, y pícaros, fandan-
gueros y tremendos de desvergüenza en su ausencia,
-eran para mí seres reales, amistades entrañables, afec-
tos á que me habría sacrificado gustoso.
<Mi influjo con los titiriteros era decisivo; se escu-
-chaban como de oráculo mis decisiones, citando mi
persona con honra y señalándome como recomenda-
-ción y apología del teatro de autómatas.
«El teatro que acabo de mencionar se encontraba
en la calle de Venero; los sábados en la tarde era el
·. convite: los niños más peripuestos y de mejor presen-
cia paseaban, colgado!e de bastones lujosos, á los títe-
res más populares, yen marcha triunfal, seguidos de una
·comitiva de histriones y con la música á retaguardia,
recorrían las calles de Mesones, Corchero, Puente de
la Aduana Vieja, etc., etc.

~Caballeros y señoritas, niños y criados, se agolpa-


,ban á los balcones al ruido de la música; la gente for-
maba espesa valla á la orilla de las banquetas; la co-
.rriente de sombreros, rebozos, vendimias, etc" etc.,
rodeaba la procesión.
«Formando en ésta en primer término, íbamos mar-
chando, gravedosos, los padrinos conductores de los
títeres, y en primera línea yo.
«Mis padres se asomaron al balcón, y al fijarse y
verme mi señora madre en puesto tan distinguido, es-
tuvo á punto de morir de la cólera; mi padre mandó á
·unos criados á apearme del empleo, y yo solté lloran-
do los títeres, marcando así mi primera derrota como
.hombre público.»
Por primera vez se emplea el nombre de pastor ela apli-
39
1026

cado al género dramático conocido más generalmente


en México con el de coloquios, al anunciar una función
en el Tealro de niños, sito en la calle del Parque de la
Moneda número 5, para la noche del 7 de Mayo de
1815. No es aventurado asegurar que el P ensador Me-
xicano fué el primero en usar este vocablo, pues antes
de él no se registra ninguna pieza dramática dEi'nomi-
nada asÍ. Pudiera ser que la pastorela, ejecutada por
niños, según anunciaban, fuese escrita por Fernández
de Lizardi, quien más tarde escribió la intitulada La
noche más z'enlurosa ó el premio de la inocencia, que ha
sido reimpresa muchas veces, siéndolo la última vez
por la extinguida casa editora de Alfuilar 1Hz/os.
En 1816 se estrenó en el Coliseo la ópera cómica
en dos actos titulada Los dos lfelllelos ó los /Íos burlados,
letra del poeta español don Ramón Roca y música de
don Manuel Corral, compositor de los teatros de Ma-
drid, avecindado en Méxicc. desde 1809. Este músico,
á quien sus contemporáneos llamaron insilfne composi-
101', escribió en España varias óperas, grandes sona-
tas, doce minués dedicados á Fernando VII, varia-
ciones, para clave solo, sobre la canción italiana su!
marlfine d'un fiume, marchas y zorzicos patrióticos; y
en México, la ópera Los dos gemelos, grandes variacio-
nes con acompañamiento de violín obligado y violon-
celo, variaciones para clave solo, concierto de clave
obligado á toda orquesta, música para canto y orques-
ta, y para canto y clave. Era devoto de la mÚRica de
Haydn y algunos creyeron que plagió á este inmortal
compositor, pero él probó que sus obras no tenían más
punto de contacto con las de aquél <que guardar un
mismo tiempo, y en usarse algunas modulaciones, que
tienen alguna semejanza con las de Haydn, cosa muy
común en todo género de composiciones, no sólo de
música, sino de todo lo científico que se ha tratado
por diversos sujetos, cuando se escribe de una misma
materia>.
10 2 7

Luciano Cortés, José María Amador, José Antonio


Herrera, José Agustín Spetali, Andrés del Castillo y
Agustina Montenegro, cómicos que tenían de vivir en
el país más de dos lustros, tomaron la empresa del
teatro en Abril de 1817 por el término de tres años, y
dieron la primera función el domingo 6 del mismo mes
poniendo en escena Las mocedüdes del Cid, la obra de
Guillén de Castro.
La nota culminante del año 19 fué la venida del ac-
tor y autor don Juan López Extremera quien, en-
tre otras obras dramáticas, escribió la comedia Los
piratas en el bosque de los sepulcros y la tragedia en cin-
co actos Doña Inés de Castro.
De esta última se ocupó un escritor anónimo, El abo-
nado, en un remitido al Noticioso General, y, por ser
algo interesantes las opiniones que contiene, yocupar-
se ya en ese tiempo de la escuela romántica, triunfante
años más tarde, copio los párrafos siguientes:
<.::No es mi ánimo elogiar indifentemente todas sus
composiciones, ni mucho menos dar una noticia crítica
de ellas; lo primero porque esto sería obra larga, y lo
segundo porque, habiéndolas visto una !Sola vez, no
podría hablar con la exactitud que se necesita.
Diré sin embargo que aunque la mayor parte, á lo
menos, de las que se han representado hasta ahora,
pertenecen al maldito gusto romántico, no debe cul-
parse en mi opinión al Sr. Extremera, porque un hom-
bre que, como él, vive del concepto y del aplauso pú-
blico, no puede hacer otra cosa que seguir las huellas
de los que á la sazón dominan en el teatro.
«Bien sabido es que desde que Alemania produjo al
corruptor Kotzebue se soltaron en la patria de los Cor-
neilles y de los Racines mil autorcillos estrafalarios
que con sus novelas frías, fastidiosas é inmorales ates-
taron los teatros de ese fárrago de comediones en que
el poeta cede al tramoyista el derecho de causar en los
espectadores el terror y la compasión, yen que á fuer-
1028

.za de pistoletazos, de truenos, de rayos y de grandes


crímenes se intenta suplir la falta del carácter y si-
tuaciones trágicas.
«También lo es que nuestros infelices traductores se
ocupan hace tiempo en verter al español semejantes
mamarrachadas, y que la multitud las prodiga aplau-
sos que no merecen. ¿Qué tiene, pues, de extraño que
el Sr. Extremera haya seguido este mismo gusto? Re-
pito que en nada es culpable, y añado que algunas de
sus comedias de este género, por ejemplo la de Los
piratas en el bosque de los Sepulcros, son infinitamente
superiores á todas esas del Hombre de la ulva negra,
El error y el honor, La luJa del misterio, Las minas de
Polonia, etc., etc., que tanto agradan á la mosque-
tería.
c:Viniendo ahora á Doña Inés de Castro, es preciso
confesar que el señor Extremera ha hecho una exce-
lente tragedia de un drama lleno antes de enormes des-
varíos aunque también de grandes bellezas; y que su
empresa se parece más á la de Corneille con el Cid de
don Guillén de Castro que á la de Trigueros con la
Estrella de Sczrilla de Lope de Vega.
c:Las escenas están bien dispuestas: la versificación
es llena y majestuosa: los caracteres están bien soste-
nidos: el tono trágico reina desde el principio hasta
el fin; y la catástrofe puede ponerse al lado . de las de
Zaira, Orestes y Pelayo.
Al tiempo de la representación procuré comparar las
escenas con una que he leído de la tragedia francesa,
del mismo título, de La Motte; y ninguna encon-
tré enteramente igual. Puede suceder, sin embargo,
que el Sr. Extremera se haya valido de ella para com-
poner la suya; pero esto á mi parecer en nada dismi-
nuiría su mérito.>
Este escritor pertenecía á una sociedad formada de
personas cultas, concurrentes al Coliseo, denominada
Lf1s amigos de buen gusto, ]os que en colectividad fir-
1029

maron otro remitido al Noticioso elogiando al mismo


sujeto.
En Enero de 1820, al anunciarse la representación
de Doña Inés de Castro, advierte el autor que ha refor-
mado la obra conforme á las indicaciones de El abona-
do, y la dedica á Los amig-os del buen g-usto, cuya protec-
tora mano se extendió á su favor. En este año yen el
siguiente, la vida teatral fué, con pocas variantes, igual
á los anteriores en cuanto á las rapresentaciones; no se
registraron estrenos de nuevas piezas ni acontecimien-
to de que tengamos noticia digna de relatarse.

N. R.
LAS IMPRENTAS.

1800-1821.

MEXICO.
Al terminar el segundo tercio del siglo XVIII, con-
taba la capital de Nueva España con seis imprentas,
una de ellas, la de Eguiara, enriquecida con caracte-
res griegos, hebreos y otros raros. Sin duda que, da-
do lo costosos que resultaban las impresiones, hubie-
ron de clausurarse algunas de las tipografías; no que-
daban, al comenzar el siglo XIX, sino dos: la de doña
María Fernández de J áuregui, y la de don Mariano
José de Zúñiga y Ontiveros.
IMPRENTA DE ]AUREGUI.-En 1766 estable-
ció el Lic. D. J oseph de Jáuregui, en la calle de San
Bernardo, una imprenta que dirigió hasta su muerte
( 1777). Los herederos siguieron con ella en la misma
calle hasta 1793 en que la trasladaron á la de Santo
Domingo y esquina de Tacuba. Al año siguiente apa-
rece bajo el nombre del Br. J oseph Fernández de J áu-
regui, y en 1801, bajo el de doña María. Parece ser
que este establecimiento fué vendido ó arrendado hacia
1815, pues las últimas impresiones que conocemos con
el nombre de J áuregui son de ese año.
IMPRENTA DE ONTIVEROS.-Al hablar de
este establecimiento el Sr. D. Joaquín García Icazbal-
10 31

<:eta, en su opúsculo Tipografía mexicana (¡) asienta


únicamente que «D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros,
que ejerció en el último tercio del siglo, hasta li92,
se hizo notar por la limpieza de sus ediciones: su hijo
D. Mariano sostuvo dignamente el nombre de la casa
hasta 1825.'>
Habiendo ohtenido nuevos datos, podemos rectificar
y adicionar los ministrados por el Sr. Icazbalceta.
Existe en la Biblioteca Nacional un volumen en 4 9 ,
pasta de pergamino, intitulado Llanto de la .lama (2)
obra en que se describen las «reales exequias de la Se-
renísima Sra. Doña María Amalia de Sajonia, reina
de España, celebradas en la santa iglesia Catedral de
la imperial corte mexicana, los días 17 y 18 de Julio
de 1761>; y al fin las dos oracionés, latina y castellana,
pronunciadas en esa solemnidad. Pero lo que ocupa
la mayor parte del libro es la descripción de la Pira,
ejecutada por el célebre pintor mexicano Miguel Ca-
brera, descripción acompañada de veintiocho láminas
que representan los varios pasajes de la vida de la rei-
na, y alegorías de las virtudes de que estuvo adorna-
da. La impresión de este libro es clara, bien ejecuta-
da y con profusión de adornos. Está hecha «En la
Imprenta Nueva Antuerpiana de D. Christoval y D.
Phelipe de Zúñiga y Ontiveros. En la calle de la Pal-
ma.'>
Por el pie de imprenta se viene en conocimiento que
esta ofici na fué fundada por los hermanos Onti veros,

(1) Diccionario de Historia y de Geografía.-México, 1854. To-


mo V . Pág. 961.
(2) Ca tálogo. N ovena divisi6n, pág. 299. La misma obra está
descrita en la Bibliog raffa Mex ica na d el s iglo XVIII del Dr.
N icolás Leó n, publicada en el Boletfn d el Instituto Bibliográfico
M exicano, primera parte, sección primera. De este mismo año de
176 1 y de los dos sigui e nte s hay obras anotadas como impresas por
los he rmanos Ontiveros en la segunda parte, sección primera, de la
citada bi b liografía. Puede consultarse también la colección de ca-
lendarios de los años de 1761 á 1794. Catálogo de la Biblioteca
Nacional, primera di visión, pág. 77.
10 3 2

los que siguieron en sociedad cuatro años, pues ya en


1763 aparece D. Felipe como solo propietario de ella.
En 1782 la traslad6, de la calle de la Palma, á la del
Espíritu Santo, donde permaneci6 hasta su desapa-
rición en 1832.
D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, según Beristáin (1)
naci6 en México; fué cfilomatemático insigne y agri-
mensor, titulado por el Rey, de tierras, aguas y minas
de Nueva España, impresor, de la Capital, de los más
acreditados:". Di6 á luz desde el año de 1752 hasta el
1780 las Efemérides calculadas y pronosticadas seg-ún el
Meridiano de llféxico, impresas en 8 9 , con la noticia v
explicaci6n de los eclipses y otros fen6menos; Explica-
ción del Pronóstico de México, 1753; Respuesta satisfac-
toria á las anotaciones hechas á las Efemérides mexica-
nas, 1756; Bomba hidráulica para levantar las ag-uas,
1770. Además, public6 Calendarios y Guías para fo-
rasteros, desde 1761 hasta 1792.
Hizo progresar el arte tipográfico en México, con el
cuidado y buen gusto que puso en todas sus impresio-
nes, y por el constante empeño en mejorar su taller,
euriqueciéndolo con los mejores tipos de Amberes y
Madrid.
Después de su muerte, tres años estuvo la imprenta
en poder de sus herederos; pas6, en seguida, al de D.
Mariano su hijo, el que la dirigi6 inteligentemente has-
ta 1825. Este, como su padre, era persona ilustrada,
y amante de los estudios astron6micos. En la Gaceta
de México y en los calendarios editados por él, desde
1795, (2) public6 algunas de sus observaciones, sien-
do notable para su tiempo la que hizo del eclipse de
Sol del día 21 de Febrero de 1803. (3) Era agrimen-
sor también titulado por S. M.
( 1) BibHoteca Hispano-americana Septentrional. Tomo n.
Artículo Ontiveros [D. Felipe de Zúñiga].
(2) Biblioteca Nacional. Catálogo. Primera división, pág. 77.
(3) Gaceta de México. Tom. XI. Núm. 31, de I I de Marzo de
18°3·
1033
Es digna de mencionarse la conducta que observó á
la entrada del Ejército Trigarante á esta capital. En
vista del deplorable estado en que llegaron las tropas
insurgentes del Gral. Guerrero, abrió una suscripción
con el fin de comprar vestuario para los soldados li-
bertadores, la cual produjo la cantidad de 3,570 pe-
sos, 5 y medio reales, según lista publicada el 15 de
Octubre de 1-821 (¡). Él fué quien suscribió mayor.
cantidad para ese patriótico objeto.
Muerto D. Mariano en 1825, siguió la imprenta ba-
jo el nombre de la <Testamentaría de OntiverOS:1>, has-
ta 1832, pasando después á poder de D. José Uribe y
Alcalde, á cuyo cargo había estado algunos años. (2}
IMPRENTA DE ARIZPE.-GarcÍa Icazbalceta,
en el opúsculo citado, al hablar de D. Juan Bautista
de Arizpe, dice que <estableció imprenta y librería
(esquina de la I~ calle de la Monterila y Capuchinas)
por ·los años de 1803 á 1805,:1> en lo que sufre una
equivocación, pues si bien es cierto que antes había
establecido librería, no fué sino el 19 de Mayo de 1807
cuando abrió al público la imprenta, según puede ver-
se en el Diario de Méx ico del día 6 del citado me s y
año. En el Diario de 4 de Julio de 1807 hay esta no-
ta, en un artículo intitulado I mpug-nación: <Tres im-
prentas hay ya en México, bien surtidas. Gracias al
Diarista que promovió el establecimiento de la tercera
y á quien se debe el establecimiento de la nue va de
Veracruz, y por consiguiente el restablecimiento del
Diario mfrcanlil.~
El 20 de Enero de 1814 (3) arrendó Arizpe su es-
tablecimiento á D. JOSE MARiA DE BENAVENTE, quien
la conservó hasta el 25 de Febrero de 1817. La G ace-
la del Gobierno, de esa fecha, avisa que la imprenta,

[1] Biblioteca NacionaL Novena di visión, pág. 349.


[2] Véanse Calendarios citados en la nota núm. 4.
[3] Cacet a d e México, Tomo V. Núm . 514 de Enero 20 de.
1814·- Diario d e Méx ico, núm. 2 0, de ig ual fecha.
10 34

-«aum€'ntada con varias clases de letra madrileña nue-


va y hermosa, vuel ve á seguir á cargo de D. Juan
Bautista de Arizpe que la tuvo en otro tiempo.~ En
-efecto, siguió éste al frente de su oficina, la que sin
.duda ganó mucho con el nuevo material traído de Es-
paña.
El 14 de Septiembre de 1821 (1) (no en Agosto co-
'mo asentó Icazbalceta en el opúsculo ya citado) la
vendió, ó, lo que es más probable, comisionó á D.
Celestino de la Torre para su venta ó fraccionamiento;
adquirieron la oficina y parte de la letra doña Hercu-
lana del Villar y socios, el 19 de Febrero de 1822, (2)
y continuó aquella en el mismo local hasta Julio, en
-que fué trasladada al entresuelo de la casa núm. 1 de
la calle de Capuchinas. Durante los meses de Agosto,
'Septiembre y Octubre de 1823, las impresiones de esa
-casa aparecen bajo el nombre de «Imprenta de la ciu-
dadana Herculana del Villar y socios, calle de Capu-
-chinas, I.~ En Noviembre del mismo año, el estable-
-cimiento quedó á cargo del ciudadano Adrián Requel-
bao (3)
IMPR ENTA DE V ALDÉS.-Don Manuel Antonio
Valdés, activo periodista mexicano, fundador y direc-
tor de la Gacela de México, desde Enero de 1784 has-
ta Diciembre de 1807, estableció al año siguiente,. en
la calle de Zuleta, un taller tipográfico. En 18I1,
·concedió á Valdés el Consejo de Regencia, á nombre
de Ferdando VI I, (4) el título de impresor honorario
de Cámara de Su Majestad. Las impresiones de esta
<oficina son recomendables por lo esmeradas y correc-
tas. Beristáin llama á Valdés uno de sus (de México)
me/ores y más exactos impresores, bien instruido tu las

[9] Gaceta de 1I1éxz"co. Tomo XII. Núm. 125 de 15 de Septiem-


.bre de 1821.
[10] Notidoso General. Núm. 14 de ¡9 de Febrero de 1822.
[Il] Redactor MunidPal. Núm. 1, de 3 de Noviembre de
1823·
[12] Diario de México, núm. 1972. Febrero 25 de 1811.
1035
Bellas Le/ras. A su muerte (8 de Abril de 1814) su
hijo D. Alejandro Valdés y Téllez Girón quedó al fren-
te de la casa.
En Octubre de 1821 la Regencia del Imperio le en-
comendó las impresiones del gobierno, tomando, el es-
tablecimiento el nombre de Imprenta Imperial, que
conservó hasta el último día del año de 1822, pues el
gobierno adquirió entonces para sus trabajos la oficina
·de D. ] osé María Ramos Palomares, «dejando al Sr. D.
Alejandro Valdés con la misma condecoración de impre-
sor de Cámara de S. M. 1. por los interesantes servi-
cios que ha prestado en su oficina, que llevará el título
de 1mperial, como que siempre se cuenta con ella para
el más cumplido desempeño de los asuntos de gobier-
no.:' (Noticioso General de 27 y 30 de Diciembre de
1822).
Lo'5 últimos impresos con el nombre de D. Alejan-
dro son de 1833.
Las citadas fueron las principales imprentas de Mé-
xico en el período de 1800 á 1821, existiendo, ade-
más, en los años de 20 y 21, las siguientes de menor
categoría:
Oficind. de D. ] osé Benavente y Socios.
Oficina de los C.C. militares D. Joaquín y D. Ber-
nardo Miramón, calle de Jesús núm. 16.
Oficina de D. José María Betancourt, calle segunda
de la Monterilla, núm. 7.
Imprenta y Fábrica de letra de D. Manuel Salas,
calle 3~ de San Francisco. Las impresiones hechas con
la letra fundida por Salas son muy imperfectas. Exis-
ten algunas en la Biblioteca Nacional (Novena divi-
sión, págs. 421 y 422). No fué Salas el primero que
fabricó letra en México. El Conde de Gálvez concedió
licencia, en 1786, á don] osé Francisco Dimas Rangel
para abrir punzones y matrices de letra de imprenta
(según asiE.nta Bustamante en Los tres siglos de Méxi-
.co, tomo 1II, 83), el cual tenía establecimiento tipográ-
fico en la calle del Puente de Palacio, pues hay registra-
das en la Bibliotec a de Beristáin, y en la B/Mios rafía
del siglo XVIII del Dr. L~ón, algunas obra~ impresas
por él. Nació Rangel en Valladolid de Micho(lcán (hoy
Morelia); se dedicó al estudio de las ciencias físicas y
matemáticas; fué notable constructor de relojes para.
torre, contándose, entre varios que fabricó, los de las
catedrales de México y Lima; otros de repetición para
las catedrales de Durango y el Nuevo Reino de León
(Monterrey); y además los de Santo Domingo, de
Cuautla; Carmelitas, de Salvatierra; Puruándiro; Co-
legio apostólico de Pachuca, (máquina de quince días
de cuerda); Hospicios de Santo Tomás y de San Ja-
cinto; Hospicio de pobres de México (éste último con
máquina de ocho días de cuerda); Convento de Regina;
Parroquia de Santa Catarina mártir, y otro para el
Real de Zimapán. El reloj que construyó para la ca-
tedral Metropolitana se estrenó el 14 de Agosto de
1807 á las doce del día; fabricó la muestra, que era de
estuco y llevaba números romanos, el artista D. Manuel
Tolsa, escultor de su S. M., etc. (1) Pretendió esta-
blecer el telégrafo por medio de telescopios acromáti-
cos (1810). Fundió cañones para ]a seguridad de la
colonia (1810), y algunas de las campanas que aún se
oyen en ]os templos de la ciudad. El Diario de Mlxi-
co de 4 de Mayo de 1814 da la noticia de que se había
reimpreso la real orden sobre instrucción de arreglo
económico-político de Ayuntamientos constitucionales;
y que <para mayor comodidad se ha hecho ]a edición
en octavo, de letra muy hermosa, qüe lleva la reco-
mendación de haberse abierto nuevamente en esta ca,.
pital por don Francisco Dimas Rangel.~
Bustamante dice, en la obra citada, que Rangel vi-
vió pobre y murió pobrísimo, y que los mexicanos,
<sabiendo cuáles eran los quil ates de su claro enten-

(1) Diario de .M éx ico. Agosto 14. 25 Y 26 de 1807·


1037
dimiento, no lo apreciaron como debían, ni alargaron
su mano para socorrerlo en los últimos días de su ve-
jez, en que la indigencia le hizo apurar su amarga co-
pa.> No cita la fecha de su muerte, pero ésta debió
de ocurrir después de 1818. El Noticioso General, pe-
riódico de Octubre de ese año, avisa que en la imprenta
-de Valdés se halla de venta el calendario «compuesto
por D. Francisco Dimas Rangel, filomatemático, maes-
tro maquinista de la Real Fábrica de armas de chis-
pa y profesor en la noble y real arte de relojería en
·esta Corte.> Según Beristáin, escribió unas Adver-
tencias para el buen uso de los relojes de bolsillo (1787)
Y Disertaciones sobre auroras boreales, impresas de
1789 á 1791.

PUEBLA.
México fué la primera población del Nuevo Mundo •
-que gozó de los beneficios de la imprenta (1536), Li-
ma la segunda (1584), (1) Cambridge, Mass. (Estados
Unidos) la tercera (r639), (2) Y Puebla la cuarta
{164 0 ) (3).
(1) M. Menéndez y Pelayo, prólogo á la Antologla de poetas
llispano-americanos, publicada por la Real Academia Española.
Tomo UI, pág. CLX.
(2) Calendario de Cumplido para 1845. Notas para la historia
·de los progresos de la tipografía en la República.-Isaiah Thomas.
The History of Printing in America. Vol. I. Albany, N . Y.; Joel
Munsell, Printer. 1874. Pág. 14, 42 Y siguientes.-Histoire de la
Presse en Angleterre el aux Etats-Ullis. M. Cucheval Clarigny.
París, 1857. Amyot, éditeur des oeuvres de Napoleón III et de la
.Semaine Poli tique.
(3) Boletín Bibliográfico Mexicano. México, 1902. Núm. 3.
Pág. 42, Artículo del Dr. Agustín Rivera.-Ensayo Bibliográfico
Mexicano del siglo XVII, por Vicente de P. Andrade. México,
1899. Imprenta del Museo Nacional. Bibliografía de Puebla. Pág.
793 .-Isaiah Thomas. Obra citada -Veinte años más tarde que en
Puebla, apareció la imprenta en Guatemala, siendo el primer im-
presor José de Pineda Ibarra, y debiéndose este inestimable bene-
ficio al Ilmo .obispo don fray Payo Enríquez de Rivera. Biblio.! [ra-
fía d e la imprent a en Guatemala en los sl~<[los XVII y X V III,
por Juan Enrique O'Ryan. Santiago de C,hile, Imprenta Elzevi-
.riana. MDCCCXCVIl.
Los impresores que ejercieron en esta última pobla-
ción durante lCls dos últimos tercios del siglo XVII p

fueron: Manuel de los Olivos; Juan de Alcázar; Co-


legio de San Luis; Juan Borja Infante; Viuda de Bor-
ja; Miguel Ortega; Diego Fernández de León, Conde
de Viñaza: VIlla Real, y los herederos de éste. En el
siglo XVI II; Sebastián de Guevara y Ríos; José Pé-
rez; Miguel de Ortega y Bonilla; Viuda de Miguel de
Ortega; Cristóbal Tadeo de Ortega y Bonilla y Pedro
de la Rosa.
y en el período que nos ocupa: Pedro de la Rosa;.
Imprenta liberal de Troncoso hermanos, luego de Mo-
reno hermanos, é Imprenta del Gobierno.

OAXACA.
Doña Francisca Flores introdujo introdujo la im-
prenta en esta provincia en 1720; ocupa, por tanto, et
tercer lugar entre los establecimientos de México. Por
los datos adquiridos hasta hoy, se sabe que la existen-
cia de esta oficina fué muy corta; ignórase la causa de
ello.
En 181 I, el Br. don José María Idiáquez, de la Or-
den de los Filipenses, abrió al público una imprenta,
de caracteres imperfectos, y carente de los elementos
tipográficos más necesarios para hacerla medianamen-
te aceptable. De este taller se sirvió el cura Morelos
para hacer imprimir el periódico Correo Americano del
Sur, llamándose desde entonces aquél Imprenta Na-
cional del Sur.
El patriotismo del P. Idiáquez no se conformó con
poner á disposición de Morelos la imprenta, sino que
se dedicó á la difícil tarea de fundir tipos para abas-
tecerla. Véase lo que dice, entre otras cosas, don Car-
los María Bustamante, en carta fechada en el Orato-
rio de Antequera el 23 de Noviembre de 1813: <Den-
1039
tro de seis ú ocho días puede salir ya Aranguito con\
la letra y demás cosas de la imprenta, llevando com-
pleto surtimiento de la redonda; sigo ahora surtiendo>
su bastardilla. Pero es extraordinaria y suma la nece-
sidad de estaño que padezco; y para completar la que-
lleva he tenido (con mil trabajos) que comprar un po-
co á 2 Y 3 pesos libra: costo intolerable y muy gravo-
so. Por lo mismo, espero que V~ E., á la más posible
brevedad, me remita á esta tesorería porción conside-
rable de él; en la inteligencia de que continuaré sur-
tiendo aún más de lo prometido.
«Hasta esta fecha no se me ha respuesto cosa algu-
na á mi representación, pero ví un oficio de S. A. S ...
que dirige á los Ministros de cajas Nacionales para
que se me pague á 14 pesos millar y se me habilite,..
de 40nde conozco haberse adoptado mi propuesta apo-
yada por V. S. Doyle, pues, las gracias por sus favo-
res, contando siempre con ellos:..
Probablemente esta imprenta corrió la misma suer--
te que la de Sultepec.

GUADALA]ARA.

Esta ciudad fué la cuarta de Nueva España que.


contó con imprenta. La estableció don Mariano Val-
dés y Téllez Girón en 1793, dirigiéndola hasta 1807.
Pasó á poder de don ] osé Fruto Romero. Medina, en.
su interesante folleto La imprenta en Citada/aJara de
México, dice que Romero falleció el 22 de Febrero de
1820, y que «la imprenta siguió á cargo de sus here-
deros y de su viuda, doña Petra Manjarrés y Padilla,
de cuya exclusiva cuenta quedó, según resulta de los
pies de imprenta, en el mismo año de 1820, y la tuvo
á su cargo hasta Marzo del siguiente, en que creemos
pasó á poder de don Mariano Rodríguez.:'
Conoc;:emos impresiones hechas en la «Imprenta de
1040

~a viuda de ] osé Fruto Romero:' de los años de 18 2 3


y 1825.
Conviene también hacer una cita al tratar de esta
imprenta. D. Carlos M. Bustamante en el Cuadro His-
tórico, tomo 1, pág. 176, dice: «Luego que Hidalgo
llegó á Guadalajara, se le presentó el Dr. Fr. Fran-
cisco de la Parra, religioso dominico, que á la sazón
estaba encargado de la dirección de la única imprenta
que había en aquella ciudad, la que puso á su dispo-
'sición, y por medio de ella se comenzó á fomentar la
revolución publicando varios manifiestos, proclamas,
órdenes, y El Despertador Americano. Halló el Sr. Hi-
dalgo en dicho religioso las mejores disposiciones pa-
'fa hacer grandes servicios á la patria, pues Parra pu-
blicó á su costa los impresos que veían la luz .... :.
Don Lucas Alamán en las Correcciones y adiciones
:al tomo segundo de la Hislf'ria de México, págs. 62 y
63, niega que el P. Parra haya prestado los servicios
que refiere Bustamante, pero no dice una palabra res-
pecto de la imprenta.

VERACRUZ.

Un año más tarde que en Guadalajara fué introdu-


.cida la imprenta en Veracruz, por don Manuel López
Bueno, natural de ese puerto. Este impresor publicó
·e n 1806 el Jornal de Veracruz, periódico de comercio,
agricultura y artes. Ejerció hasta 1812, según don
José Toribio Medina. (1)
En 1807, como vimos al tratar de la imprenta de
Arizpe, el editor del Diario de MéJ.,ico promovió el es-
tablecimiento de aquella, ~ igualmente de otra en Vera-
cruz, así como el restablecimiento del Diario Mercan-

[1] José Toribio Medina. La Imprenta en Vera cruz [1794-


1821J, Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1904·
104 1

tilo Public610 don J osé Mariano Almansa, natural de


México, pero educado en España, en donde recibi6
los honores de Síndico Personero, Regidor y Alferez
Real y Consejero de Hacienda: durante la Regencia
por la cautividad de Fernando VII, Consejero de Es-
tado por la América Septentrional. Entr6 en terna y
suerte con los hermanos Lardizábal, para diputado de
Nueva España en la Junta Central. Desde muy joven,
-se había radicado en Veracruz. (1)
En 1821 había una oficina llamada «Imprenta del
<Gobierno Imperial, de Priani y socios>.

SULTEPEC.
Al abrazar resueltamente la causa de la in dependen-
·cia el Dr. don José María Cos, comprendi6 que era in-
-dispensable propagar las ideas de emancipaci6n, por
las que se luchaba desde 1810. Pero las poblaciones
-en que habia establecimientos tipográficos estaban ba-
jo el dominio español.
Con una constancia y una habilidad que maravi-
llan, construy6 Cos caracteres de madera, prensa de
imprimir y los útiles más indispensables; todo esto
·elaborado sin elementos y bajo la tenaz persecuci6n
de las tropas realistas. A pesar de ello, se logró publi-
car en Abril de 1812 el Ilustrador Nacional, peri6dico
célebre en los anales de la bibliografía por las extra-
.ordinarias condiciones en que fué hecho. Poco tiempo
dur6 esta imprenta, que, no obstante su imperfecci6n,
llen6 por completo el fin que se propuso su autor.
En el mes de Mayo del mismo año, los Guadalupes,
.s ociedad secreta formada por patriotas mexicanos,
.compr6 á un español un retal de imprenta que se apre-
suraron mandar á la Junta y que sustituy6 á la cons-
(1) Beristáin, obra citada. Artículo Almansa (D . josé Ma -
.,-ian o).
4C
1042

truída por Coso El impresor encargado de ella fué don


José Rebelo, oficial de la imprenta d~ Arizpe, fusila-
do por los realistas cuando conducía unos pliegos pa-
ra el Congreso de Apatzingán (1815). La mayor par-
te de esta imprenta desapareció en la tierra caliente,.
cuando Armijo perseguía de muerte en el Sur los tris-
tes restos del ejército de Morelos.

NUEVO LEON.

Son muy escasos los datos que pudimos encontrar


respecto al establecimiento de la imprenta en esta
provincia, por lo que preferimos copiar lo que á este
respecto escribió don Eleuterio González, en la Bio-
g-ra.!Ia del Dr. Mier:
<Al reducir á prisión al Doctor Mier, le saquearon
su equipaje y le recogieron todos sus libros y papeles,
así como su imprenta. Esta quedó como una cosa inú-
til, pues allí nadie sabía hacer uso de ella, y muchísimos
ni aun siquiera se imaginaban para qué podía servir; la
dejaron depositada, y así estuvo seis años, hasta que,.
como dice el mismo Doctor Mier en su primera carta.
al Doctor Can tú, encargó á don Felipe de la Garza
que la trajera á Monterrey, como en efecto la trajo y
la entregó al Gobierno, al que sirvió de mucho, por
haber sido la primera imprenta que tuvo, pues la que
trajo Arredondo en el año de 1813, encontrada entre·
el botín recogido después de la batalla de Medina, era
tan pequeña que apenas se podían imprimir en ella
cuarterones de papel. Aún existe hoy, y sirve todavía
en la imprenta del Gobierno de Nuevo León, la pren-
sa que fué del Doctor Mier. El actual director de la
imprenta, C. Viviano Flores, la conoce bien; y sería
muy conveniente marcarla y conservarla como un mo-
numento histórico de importancia:..
1 0 43

YUCATAN.
Todos los escritores que se han ocupado en estudiar
la península yuca teca están contestes en consignar el
año de 1813 como el de la introducción de la Impren-
ta en Mérida, y en que fué don Francisco Bates, suje-
to ilustrado y de ideas avanzadas, el q\le la hizo ve-
nir de Europa, poniéndola bajo la dirección de don
José Fernández Hidalgo. (1)
Esta fué la única imprenta que hubo en Mérida
hasta 1821, aunque haya pasado á otras manos y por
consiguiente cambiado de nombre varias veces. (2)

JAUJILLA.
La Junta subalterna Que el Congreso de Apatzin-
gán instaló, temiendo ser disuelto, durante su dilata-
da marcha á Tehuacán de las Granadas, quedó esta-
blecida cerca de la laguna de Tzacapu, dentro de un
fuerte levantado por los insurgentes. Contaba la jun-
ta con el valioso elemento de la imprenta, dirigida
ésta por el impresor Teodosio López de Lara, el cual
cobraba siete pesos por cuarterón, y además el valor
del papel para las impresiones. El primer impreso que
salió de esas prensas fué la Gazeta del Gobierno Pro-
visional Mexicano de las Provincias del Poniente, perió-
dico redactado por el Dr. don José San Martín, canó-
nigo lectoral de la catedral de Antequera (Oaxaca).
(1) Don Francisco Sosa. al ocuparse de la sociedad de San-
juanistas en la biografía del Pbro. Manuel ]iménez Salís (Manual
de biografía Yucateca, 1866), dice: «En esta sociedad fué donde
se palpó la absoluta necesidad de traer, aunque fuese á gran cos-
to, como se hizo, la primera imprenta á Yucatán, para hacer más
populares las nuevas ideas. Esto pasaba en 1813.::'
(2) José Toribio Medina. La .Imprenta en Mérida de Yuca-
tán [1794-1821]. Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1904'
1044
Las tropas del gobierno sitiaron el fuerte (Diciem-
Bre de 1817), y á los ocho días, estrechado el sitio, lo-
gró salir parte de la junta, á fin de que la nación no
quedara acéfala de gobierno. Cumplido y San Martín,
miembros de dicha junta, lograron evadirse á las dos
de la mañana, en una canoa, llevándose consigo la
imprenta. (1) No se sabe el fin que tendría ésta.
IMPRENTA DEL EJÉRCITO DE LAS TRES
GARANTíAS. - Las noticias más completas de esta
imprenta y de las de Tulancingo y Tepozotlán, se en-
C!:uen tran en un párrafo de la sexta carta, tomo V del
Cuadro histórico, de Bustamante, que dice:
HEn fines de Febrero (182¡) se presentó en aquella
6iudad (Puebla) el capitán Magán, con el objeto de
solicitar letra y prensa, llevando firma en blanco de
D. Miguel Cavaleri, para pagar sus costos sin dete-
nerse en cantidades, habiendo sido inútiles los esfuer-
zos que en razón de esto había hecho en México. Ten
t-óle la ropa al impresor Pedro de la, Rosa, esperando
en su amistad antigua con él, pero inútilmente; mas le
ofreció allanar la dificultad D. Ignacio Alconedo, her-
mano del célebre D. Luis Alconedo, de quien otra vez
hemos hecho honrosa memoria por sus importantes
servicios á la patria y fin trágico. Llevó~o al padre
prep6sito de la Concordia de Puebla, D. .Joaquín
Furlong, el cual confió el secreto á D. Mariano
Monroy, oficial de su imprenta, quien con él mismo
imprimió el plan de Iguala y la proclama con que
se publicó, comprometiéndose éste á marchar con
la letra que le proporcionó dicho eclesiástico. Ma-
gán y Monroy partieron juntos, y al llegar á Cho-
j ula, el primero comunicó el asunto que tenía en-

tre manos, al Licenciado D. José Manuel de He-


r ·era, cura interino que era de San Pedro. Decidióse
J 'lego á seguirlos, y los tres emprendieron su viaje

( r) Bustamante. Cuadro histórico, tomo IV, págs. 234, 235


Y 5° 7·
1045

hasta Iguala; bien que Herrera se separó tomando por


el rumbo de Chilapa. La letra sacada de Puebla y sus
conductores estuvieron á punto de ser descubiertos por
el furibundo español Uber. Afortunadamente en el ejér-
cito de Iturbide se encontró á Victoriano Ortega, sar-
gento de milicias de México, el cual hizo las cajas, re-
glas y cuanto se necesitó para habilitar las prensas, y
otros herreros de la misma tropa, trabajaron los demás
artefactos necesarios. Salieron imperfectos, pero sur-
tieron su efecto, y con ellos, bajo la dirección de dicho
Herrera, se trabajó el periódico intitulado El kIe-
xicano independiente, en que puede decirse que está con-
signada la mayor parte de la historia de la independen-
cIa ..... .
"Posteriormente se publicó, por medio de otra im-
prenta en Tulancingo, El mosquito, y aún en Tepozo-
tlán se puso otra, en que no tuvo poca parte el difunto
Pensador Mexicano."
Esta última pertenecía á los hermanos Miramón,
establecidos en México con imprenta desde antes de
1820. En ella se imprimió el Diario político-militar me-
xicano. Pocos días estuvo en Tepozotlán; pasó de allí
á San Bartolomé Neucalpan, después á Tacubaya y
finalmente á esta ciudad. Otra imprenta fué estableci-
da en Tepozotlán en 1821, denominada Imprenta por-
tátil del ejercito. En el1a se imprimió el periódico
Ejercito Imperial mexicano dI' las tres garantías; Bus-
capiés á los españoles y americanos que aun sostienen te-
merariamente en México el cómico gobierno del Sr. No -
vella; A los españoles que militan en el ejercito imperial
de las garan.tfas , el L. F. M. G, y Breve noticia de lo
ocurrido con la división del Sr. Concita y de los señorf's
Quintanar y Bustamante. Estos impresos se encuentran
en la Biblioteca Nacional, Novena división, pág. 383.

N. R~
FOLLETOS Y PERIODICOS.

LA ESTATUA DE CARLOS IV.

Al ser inaugurada la estatua de Carlos IV en su for-


ma definitiva, el 9 de Diciembre de 1803, sustituyendo
la provisional de yeso colocada en la Plaza mayor de
México, se escribieron muchos versos cultos y popu-
lares, y además, gran número de poetas (unos des-
cientos) concurrieron al certamen abierto por Beristáin.
Declara éste, en el Bre'lJe prólo/fo que puso á la colec-
ción de las principales poesías recibidas para el certa-
men, que concibió la idea de convocar á los poetas el
24 de Noviembre y que la puso en práctica en seguida,
con aprobación del Virrey Iturrigaray, publicando el
Convite el mismo día, probablemente en hojas sueltas •
(también apareció en la Gazeta de México del 28).
El Convite decía así:
«U na Persona amante de las Bellas Letras y de las
Nobles Artes ofrece á las Musas Mexicanas los Pre-
mios siguientes:
<l. Cincuenta pesos, ó una alhaja equivalente, á la
mejor Inscripción latina á la Estatua Ecuestre de Car-
los IV.
«2. Lo mismo al mejor Soneto en elogio' de la Bon-
dad con que Carlos IV concedió á México el honor de
su Estatua.
C:3. Lo mismo á las mejores tres octavas alabando
la generosidad con que el Exmo. Sr. Marqués de Bran-
ciforte ha costeado la Estatua.
1 0 47

<4. Lo mismo al Epigrama latino en alabanza de D.


Manuel de Tolsa, natural de Valencia, Director de Es-
cultura de la Real Academia de las Nobles Artes, Ar-
tífice de la Estatua.
<5. Lo mismo á la mejor Oda castellana de seis es-
trofas elogiando la lealtad de los Mexicanos.
«6. Lo mismo al mejor Romance que pinte la Plaza,
Pedestal y Estatua.
«Los que aspiren á estos Premios pondrán sus pa-
peles para el día 5 del próximo Diciembre en poder
del Capitán Don Rafael de Ortega, Secretario de Car-
tas del Exmo. Sr. Virrey.
<Los jueces serán los Señores Don Ciriaco Gonzá-
lez Carvajal, Oidor de esta Real Audiencia y Ministro
honorario del Supremo de las Indias, Caballero de la
Real Orden de Carlos III; Dr. D. José Mariano Beris-
táin, de la misma Orden, y Dr. Don Gaspar González
de Candamo, ambos Canónigos de esta Santa Iglesia,
con los M. RR. PP. Doctores Fr. Ramón Casaus, de
la Orden de Predicadores, catedrático de teología de
la Real Universidad, y Fr. Melchúr de Talamantes,
Definidor General del Real y Militar Orden de la Mer-
ced.
<Se da esta Noticia al Público, y se celebrará la ad-
judicación de Premios con jicencia del Superior Gobier-
no, y con la misma se imprimirán las Composiciones
premiadas .»
Beristáin declara que posteriormente al día fijado se
recibieron otras composiciones, de las que publicó al-
gunas en la colección de las mejores. Esta colección
llevó el título Cantos de las musas mexicanas con motivo
de la colocación de la ertatua eques/re de bronce de nues-
tro augusto soberano Cdrlos IV (México, Imprenta de
Ontiveros, 1804).
Los premios quedaron distribuidos así: inscripción
latina, Dr. Manuel Gómez Marín; soneto, J osé María
Villaseñor y Cervantes; octavas, Josefa Guzmán, co-
legiala. de San Ignacio; epig'rama latino, Bruno Larra-
ñaga; oda, Francisco Manuel Sánchez de Tagle; ro-
nlance endecasílabo, el mismo G6mez 1\.farín. Los otros
poetas que concurrieron, y cuyas composiciones se pu-
blicaron, son José l\Jfariano Almansa, Fr. Francisco
Antelo (1), Lic. Juan Francisco de Azcárate, Dr. Ma-
riano Aznares (médico de Madrid), Mariano Barazá-
bal, Lic. Francisco Xavier Barrera y Andonaegui,
abogado, Vicente Beristáin de Souza, Manuel María
Carohita, Fr. Ram6n Casaus (R. C.), José Agustín de
Castro, José Mariano Castro, el Conde de Colombini p
Francisco de Paula Alonso y Ruiz de Conejares, Dr.
José María Couto (catedrático de ret6rica en la Uni-
versidad), Lics. J osé y Félix Díaz Luna, Dr. Agustín
Pomposo Fernández de San Salvador, Dr. José Miguel
Guridi y Alcocer (J. M. G. A.), Pbro. Br. Manuel
Gutiérrez Huesca, José Nicolás Irigoyen (oficial se-
gundo del Tribunal de Minería), José Itúrriz (comer-
ciante de Veracruz), María Dolores L6pez, Manuel
L6pez de Lara, Br. Joaquín Martínez, Antonio Mén-
dez Prieto y Fernández (correo mayor que fué del rei-
no y regidor decano de la capitaI), Fr. Cayetano Pallás,
Dimas Peláez, Dr. Manuel Ramírez (maestro de ce-
remonias en la Universidad), José Ramos, Fermín de
Reigadas, Fr. Francisco de la Rocha, José de Rojas

(1) De Fr, Francisco Antelo, que también hizo versos cuan-


do la ascensión de Fernando VII al trono y el levantamieuto de
España contra los franceses [1808], se dice en el Martirolo/{io de
algunos de los primeros insurgentes .... formado por Busta-
mante con apuntes de la Junta de Seguridad y publicado en 186I~
«Religioso franciscano, procesado por adicto al partido de la in-
surrección; se pasó su causa al Señor Arzobispo .... > Bustaman-
te añadió por su cuenta esta nota: «Era excelente humanista, y
autor del epigrama latino que se ve en el tomo 1 del Cuadro his-
tórico, que comienza:

Gratulor ingenue quod sit tibi nata puella,


Hispano vetri, non socienda viro , , , ,

ó sea felicitación al Marqués de Rojas por haberle nacido una hi-


ja que no se casaría con español, cuyo pronóstico se verificó.:'
1049

(catedrático de matemáticas en el Colegio de Guana-


juato), Sal vador de Roncal Cervalada, Luis Sánchez :
Velásquez (colaborador del Diario de México), Lic ..
Félix Sandoval, Dr. Juan Santa María (de la Real
Academia Latina Matritense), Pbro. Br. José Manuel'
Sartorio, Fr. Mariano Soto, el Marqués de Uluapa,
Nicolás Ambrosio Urtazu, José Valdés, Manuel An-
tonio Valdés, Fernando Vasallo, Mariana Velásquez:
de León, Br. José Hilarión Zúñiga y varios anóni-
mos.
No estará demás recordar que en 1796, al inaugu-
rarse la estatua provisional de Carlos IV, se le hicie-
ron versos, y que todavía antes, en 1790, al subir di-
cho rev al trono, la Universidad celebró un certamen.
Se publicó entonces un volumen intitulado Obras de
eloqüencia y poesfa premiádas por la Real Uni7 ersidad de -
1

Jl1lxico en el Certamen literario que celebró el día 28 de '


Diciembre de I790 con motizJo de la exaltación al trono
de nuestro católlCo monarca el Sr. D. Carlos IV rey de
Espaila y de las Indias (México, por Don Felipe de ZÚ-
ñiga y Ontiveros, 1791). Suscribió la dedicatoria, á ·
nombre de la Universidad, su rector, D. Gregorio
Omaña y Sotomayor, obispo de Oaxaca más tarde.
Obtuvieron premios: el Lic. Francisco de Castro Zam-
brano y el Dr. Feliciano Pablo Mendivil, con oracio-
nes latinas; Sartorio y José de Ayarzagoitia, diputado-o
del Común de la capital, con elogios en prosa; GÓmez .
Marín, Manuel Calderón de la Barca, el coronel Ra-
fael Amar, Juan Bermúdez Castro, José Mariano Cas-
tro, José Eduardo de Cárdenas, el Dr. Juan Francisco,
de Castañiza, el Dr. Juan José Gamboa, Sartorio,
Clementa Vicenta Gutiérrez del Mazo y Velarde y una
colegiala de San Ignacio (lo mismo que Josefa Guz.
mán depués), con poesías castellanas; Castro Zam--
brano y el Br. Gutiérrez Huesca con epigramas lati~
nos.
1050

Las Gacetas de México.

De los orígenes de las Gacetas de .llféxico da cuenta


García Icazbalceta en su notable artículo TiPolfrafla
Mexicana (Diccionario de Historia y Geografla, 1853-
1856). La primera que menciona es de 1671; era una
hoja no periódica, con noticias del exterior y relacio-
nes de prodigios.
En el siglo XVIII las hojas tituladas Gdcetds se
convirtieron en un verdadero periódico: la Gdcetd de
Méxiro y noticias de Nueva España, título al que se
añadió después el de FlorilelfitJ historial: duró sólo de
Enero á Julio de 1722. Reapareció, publicándose
mensualmente, en 1728, y duró hasta 1739; volvió á
reaparecer á principios de 1740, con el nombre de
Mercurio de México, para morir en 1742. No tuvo
sucesor directo.
El P. Alzate publicó en 1768 un Diario Literario y
-en 1772 Asuntos varios sobre ciencias y artes. El mismo
año apareció el Mercurio Volante, del Dr. Bartolache,
y en 1788 la Gaceta de Literatura de Alzate: la Gaceta
de .1.11éxico apareció al fin, no heredando de sus ante-
cesores sino el título, en Enero de 1784, y dirigida
por Manuel Antonio Valdés. Esta, dice García Icaz-
balceta, "vino á ser como el origen de los periódicos
.iJficiales, que con varias denominaciones y sin inte-
rrupción notable se han conservado, hasta el día de
hoy." La Gacela de Valdés terminó á fines de 1809
(por entonces ya la redactaba López Cancelada) pero
le siguió inme~jatamente la Gaceta del Gobierno de
México, cuyo primer número apareció el 2 de Enero
de 1810. Adquirió grande importancia el periódico
·con motivo de la guerra de independencia, comenzada
105 1

muy poco después, y vino á ser en manos del gobierno


español un arma poderosa contra sus adversarios.
Duró hasta el 29 de Septiembre de r821, tomando
desde el siguiente número el nombre de Gacda Impe-
rial.
El contenido de este periódico, al comenzar el siglo,
lo forman, aparte de las noticias, artículos sobre cro-
nología, geología, botánica, medicina, artes, etc .. es-
·critos por Antonio León Gama, Andrés del Río, Mo-
ciño, Dr. Rodríguez Argüelles y otros. Pocas pro-
¿ucciones poéticas. Con el tiempo, la Gaceta da ca-
da vez menor cabida á asuntos de ciencia y arte. Al
-convertirse en gubernativa, no trae sino política y no-
tícias.

Diario de México.

Los Lics. Carlos María d.e Bustamante y ] acobo de


Villa Urrutia, este último originario de la Isla de San-
to Domingo, fundaron el Diario de Méx ico, primera pu-
blicación de carácter cotidiano que apareció en Nue-
va España. Apareció el primer número el l° de Oc-
tubre de r805, publicándose con ligeras interrupciones
hasta. el 4 de Enero de 18r7.
Durante los tres primeros años de su publicación,
el Diario se ocupaba en las cosas de México, y, á la
llegada de buques de Europa, copiaba durante varios
días noticias de los periódicos españoles y extranjeros.
A partir de 1808, el Diario se interesa por la política
española en Europa y América, y publica gran canti-
dad de noticias, bandos y decretos. La opinión del
periódico es variable: en r806 suelen encontrarse elo-
gios á Napoleón, pero de 1808 en adelante se le insulta
constantemente, con grosería muchas veces. Con rela-
10 52

ci6n á la independencia de México, el Diario guarda


prudente actitud; muy pocas veces habla de la revolu-
ci6n, y cuando lo hace es para condenarla. Sin em-
bar~o, se le atribuían intenciones revolucionarias. En
la Representación de los oidores de México tÍ las Cor-
tes de España contra la Constitución de 1812 se decía
(párrafo 77): "El Diario, papel que desde el prin-
cipio de estas desgraciassemb raba ideas sedicio-
sas bajo el velo de anécdotas y expresiones equívocas,
entendidas de todos y celebradas de los malos, fué el
que di6 el primer ataque á las tropas de la naci6n. H

En general, y sobre todo al principio, el Diario es


reflejo exacto de la vida de la ciudad, no tanto en su
aspecto oficial, como en el familiar y callejp.ro, á la
vez que en el intelectual; y en éste, es el 6rgano que
da á conocer á los escritores que habían de llenar en
México el primer tercio del siglo XIX.

Fernando VII Yel levantamiento de España


contra los franceses.

Sabido en México el día 29 de Julio de 1808 el le-


vantamiento del pueblo español contra Napole6n J, que
se anunci6 por papeles sueltos á las 5 de la mañana,
suscitóse grande entusiasmo, el pueblo pase6 por las
calles retratos de Fernando VII, hubo salvas y repi-
ques, y en las esquinas aparecieron papeles, procla-
mas y versos en abundancia, los cuales empezó á re-
producir el Diario de Mé.x:ico desde el 5 de Agosto si-
guiente. El Diario de 30 de Julio señala, como sIgno
de la fraternidad que despert6 la noticia, <una uni6n
notablemente desordenada de españoles europeos y
1053

:americanos>, y añade el I<? de Agosto que «los mexi-


.canos, llenos ya del espíritu y entusiasmo español,
~cómo no hemos de regocijarnos? ... > y todo esto se
publicaba bajo el título Lealtad mexicana.
Los Ayuntamientos, los Colegios, y hasta las agru-
paciones comerciales participaron de la excitación li-
teraria, y así los sombrereros dedicaron á Fernando y
.á la patria esta cuarteta:

La vida tengo de dar


en defensa de la. fe,
y por Fernando y la patria
la sangre derramaré.

La noche del 8 de Agosto, las Señoritas María Gua-


.dalupe Gallardo y Cecilia Ortiz cantaron en el teatro
.unas coplas boleras alusivas, con música del maestro
Aldana. Cuatro días después publicó el Diario un ar-
tíCulo de Bustamante intitulado Unión, paz, fraterr.i-
,dad, benevolencia eterna, donde se señala esta circuns-
tancia particular: <Hasta los poetas más oscuros y
chabacanos han concurrido indirectamente .... por me-
.dio de un número asombroso de versos>.
Acuñ6se una medalla conmemorativa, á instancias
del mismo Bustamante; los bandos y las noticias ocu-
paron muchos días la atención del país; hiciéronse ora-
ciones públicas á la Virgen Guadalupana implorando
sostén para el Deseado Fernando; hubo procesiones
r-eligiosas por las calles, con imágenes y con cirios;
pasearon el retrato de Bonaparte con música, escriba-
no y verdugo, leyendo en cada esquina una sentencia
en verso., después de lo cual le aplicaban doscientos
azott's.
La proclamación de Fernando VII se hizo intem-
pestivamente el día 13 de Agosto: el Virrey Iturriga-
ray se apresuró á hacerla, pretendiendo así desvane-
cer los rumores que corrían sobre su infidelidad á Es-
10 54

paña. La ciudad erigió monumentos improvisados p


con ornamentación y versos: estos se publicaron en el
folleto Colección de los adornos polticos distribuidos ell los-
tres tablados que la noble ciudad de Mé."tictl erigió j en
que solemnizó la proclamación y jura de nuestro amado
soberano . ..... (México, imprenta de Arizpe).
En fin, la noche del 28, estando la Señora Virreina
en el teatro y hahiendo recibido allí carta en que se
declaraban los triunfos españoles, como todos los ojos
la mirasen con inquietud, echó la carta á la luneta,.
saltó uno con ella al proscenio, y la leyó en voz alta
el primer galán en medio de aclamaciones y vivas.
De las muchas poesías que entonces sonaron en bo-
ca de la gen te, se coleccionaron las que parecieron
mejor y se publicaron por entregas con el título Colec-
ción de poulas que se han podido juntar escogiendo las-
que han parecido más dig-nas de darse á la prensa, de la
cual llegaron á salir treinta y nueve números, impre-
sos en la oficina de Doña María Fernández de J áure-
gui (Biblioteca Nacional, Octava división, pág. 259) ..
Entre estas composiciones figuran varias anónimas y
otras firmadas con iniciales; las hay, también, del P. Fr.
Francisco Antelo, Mariano Barazábal, Juan Bermúdez.
Castro,el Br. Leandro Cabezas (cura de Zimapán), Car-
los Calderón de la Barca, J osé Agustín de Castro, el Con-
de de Colombini, el Dr. Francisco de Paula Alonso y
Ruiz de Conejares, Francisco Escolano y Obregón, Ma-
riano Esparza, José M~ Fernández de Herrera, Manuel
González, María Josefa González de Cosío, Joaquín Fer-
nández de Lizardi, José María de Madariaga, Dr. Luis.
Montaña, José Antonio Palacios, Manuel Pinzón (es-
cribano del Consulado), José Mariano Rodríguez del
Castillo, J osé Cesáreo Rodríguez Tomelloso, José,
María Terrero, Br. Bernardo Valdés, Br. José Valdés,.
] osé María Villaseñor y Cervantes, Rafael Ximeno y
el Doctor Pánfilo de Zarandajas, primer poeta con /tono-
rts de tablita y asiento en el Portal de las Flores de MI-·
1055
xico, presidente de la. Junta de prima, sexta y nona en ler
Unlt1crsidad de TU11lbaburros, catatumba mayor y primer
ministro del Rey de Copas, socarrón de capa y espada"
petimetre ab initio y /falán de in il!o tempore, en esta ca-
pital y sus prol1incias, etc. etc. etc. De estos versos,
unos son en elogio de Fernando, otros en contra de-
Napole6n, y de ellos hay que s610 están dedicados á
aplaudir los que hizo el Conde Colombini. Todas es-
tas poesías tienen el sello de la producci6n precipita-
da y de prop6sitos momentáneos, y s610 una que otra
se distingue por un estilo mejor cuidado, como el ro-
mance endecasílabo La A uristena, de Doña Josefa E.
y B., que figura en el número 26 de la colecci6n.
Por desgracia, de esta efervescencia poética no se-
conservan las manifestaciones verdaderamente popu-
lares y callejeras, que no pudieron faltar en esta oca-
si6n, y que probablemente fueron, en su desgarro y
su lirismo ingenuo, mejores que las producciones cul-
tas. Rasgos humorísticos no escasearon, como ya se-
vi6 por la poesía del llamado Dr. Zaranda/as, y así
se escribieron versos pala el convite que había de ce-
lebrar la Le/fión de honor en la muerte de Bonaparte y
se public6 una genealogía de éste, señalándole por as-
cendientes sirvientas de taberna, vendedoras de hari-
na y trigo y ladrones de horca, datos todos que decían
sacar de los peri6dicos de Baltimore. Pero el regocijo-
fué de un instante; pronto vol vieron las discordias á
su natural estado, acab6 la pasajera fraternidad entre
europeos y americanos, y, como se dice en la Relación
de las demostraciones que htzo el vecindario de Zacatecas,
escrita por] osé Monter y Alarc6n é inclusa en el nú-
mero 28 de la Colección de poesfas,
un portento divino lo obr6 todo
constante en la sustancia y en el modo.
Los impresos de 1808 y 1809 relativos á Fernando-
VII y al levantamiento de España contra los france-
~ ses, fueron, además de las poesías ya indicadas, pu-
blicadas en el Diario y en la Colección, algunas otras
. dadas á luz aisladamente (asÍ, de D. Agustín Pompo-
so y del impresor Manuel Antonio Valdés)j las Rela·
. dones de festejos por la ] ura en diversas ciudades (por
ejemplo. Valladolid de Michoacán, Puebla, Aguasca-
lientes *)j proclamas y manifiestos oficiales (así, los
.de Iturrigaray, Garibay y Lizana)j exhortaciones
de obispos (especia]mente de González del Campillo,
de Puebla), sermones (de Díaz Calvillo, Fr. Francis-
·co Núñez, y otros) y algunos folletos escritos aquí,
'humorísticos á veces. Es de advertir, sin embargo,
··que la mayor parte de ]0 que se publicaba sobre estas
cuestiones venía de España: proclamas, disertaciones,
folletos de invectiva y sátira. odas, himnos y hasta
fábulas, todo se reproducía en México. López Cancela-
da fué activísimo en esta propaganda, y por él se hi-
zo buena porción de estas reimpresiones. El silencio
..de los mexicanos debe atribuirse á la desazón que ha-
bía creado en los ánimos el desenlace de las juntas po-
líticas de 1808.
En la Biblioteca Nacional existen muchos de estos
;folletos (Octava división, págs. 259 á 263, Y Novena
división, págs. 358, 359, 367 Y 395 á 418): gran nú-
.mero de ellos perteneció á D. Llicas Alamán, quien
los menciona en su Historia de México 0, 177).

SEMANAR'IO ECONÓMICO DE NOTICIAS CURIOSAS Y ERU-


..DITAS SOBRE AGRICULTURA Y DEMÁS ARTES Y OFICIOS.
1808-18IO).-Fuudado por el infatigable periodista Lic .
.Juan vV. Barquera, «con objeto de facilitar, por medio
de un papel corto, la ilustración que se halla en grande
en las obras voluminosas y escasas>. Contiene artícu-
los sobre agricultura, a.rtes, historia natural, medici-

(*) Esas se publicaron en folletos especiales. Otras, las de Za-


. catecas, ya citada, y de Jalapa, se imprimieron en la Culección
. de poesías.
1 0 57

na, higiene, educación, comercio, estadística, etc., to-


dos ellos bastante interesantes, y algunos traducidos
.de obras francesas é inglesas. Contiene, además, ar-
tículos literarios y sobre moral.
EL MENTOR MEXICANo.-Continuación del anterior
periódico, variando el nomhre, "como más análogo,
'(el nuevo) á los artículos de educación popular que em-
prenderemos adelante, como objeto de mucha impor-
tancia en el día," dice Barquera en el último número
.del Semanario. Un solo año se publicó el Mentor(I81 d.
EL CORREO DE LOS NIÑOS. -Durante algunos me-
ses del año de 1813 publicó Barquera, según sus bió-
'. grafos, eSle pe: iódico, el primero que en México se
-consagraba á la niñez.
CORREO SEMANARIO POLÍTICO y MERCANTIL DE MÉ-
Xlco.-Comenzó el 8 de julio de 1809 y terminó el 30
de Octubre de 1811. Lo dirigía josé Ruiz Costa.
Luego cambió el nombre inicial por el de Telégrafo
,Americano (2 de Noviembre de I811 á 28 de junio de
1812), el cual se fundió al fin con el Diarto de .lI1lxico.

La insurrección.

De los folletos publicados en 1810, ocupa el primer


.lugar el titulado "Pronóstico de la felicidad america ·
:na, justo regocijo de México, natural y debido desa-
hogo de un español americano por el feliz arribo á
-eSt2S Provincias del Exmo. Señor Don Francisco Ja-
vier Venegas, Virrey, Gobernador y Capitán General
.de esta Nueva España." Este folleto fue escrito á raíz
-de la llegada del flamante virrey (el Diario lo anun-
·cia en Septiembre 2 1) Y no es . otra cosa que una
ininterrumpida serie de alabanzas al recién venido, y la
. t:numeración de sus hechos de armas en la Península.
41
Como un torrente siguieron. á este escrito, otros con-
tra el Cura Hidalgo y los que le secundaban. En la
imposibilidad de citar en una nota todos los folletos
publicados entonces, por carecer la mayor parte de in-
terés literario, y no conociendo de otros más que el
título, tomado de la Cauta y del Diario, haremos
mención de los más sobresalientes.
El anti-Hidallfo. "Cartas de un Doctor mexicano
al Br. D. Miguel Hidalgo Costilla, ex-cura de Dolo"-
res, ex-sacerdote de Cristo, ex-cristiano, ex-america-
no, ex· hombre y Generalísimo de salteadores y asesi-
nos", obra del obispo Casaus: es el escrito más pro-
caz y cáustico de cuantos se dieron á la estampa en
esos días. De estas cartas se insertaron tres en el
Diario por orden del virrey, publicándose todas por
entregas. Fueron muy celebradas por los realistas, y
algunos las declararon monumentos de sabiduría. No te
parecieron otro tanto á D. Carlos María de Bustamante,
el cual dice que "en un pleito de verduleras se guar-
daría mas decoro que en esta invectiva fulminada con-
tra un hombre que no tenía más crimen que haber pro-
clamado la libertad de su oprimida patria .... "
En efecto. Para atacar á Hidalgo, el obispo Casaus
no se preocupa de escribir correctamente sino de bus-
car los vocablos más virulentos, que encuentra y pro-
diga á millares.
Otro escrito como el anterior, Centinela contrtl [us
seductores, debido á la pluma del Lic. Francisco Es-
trada, del que se publicaron tres números, ataca al
monstruo de la seducción (Hidalgo), emisario de Na-
poleón que quiere entregar la Nueva España á los
franceses para que se pierda la religión y sea do-
minante la lib~rtad d~ conci~ntia. Del mismo autor
es El Centinela de Santialfo, Diálolfu entre la Ronda d~
la Tupan y un clérilfo: es una exhortación dj.rigida
á los indios para que peleen contra los insurgentes.
Un clérigo se presenta á las altas horas de la noche
1059

en el Tecpan, solicitando hablar á la Ronda de los


leales y valientes indios, y ofrecerles sus armas, que
son las de la persuasión, para que combatan en las fi-
las del rey. Se presenta una mujer desolada y cuen-
ta que salió en busca de su marido y que sabe que
murió en la batalla del Monte de las Cruces. "¡ Pobre
de mí! ¡Desgraciado marido! ¡Maldita sea la guerra!"
y el clérigo le contesta que maldita es la guerra que ha-
cen los insurgentes, no la de las tropas del rey. «¿ Có-
mo, pues,-Ie dice,-dudáis que Dios haya recompen-
sado á ese tu marido, que murió cumpliendo su deber,
en el estado en que Dios lo colocó de soldado del rey?
Tu marido murió en defensa de la justicia, y su re-
compensa pende de la mano de Dios, mujer feliz que
tuviste tan dichoso marido.> Estrada publicó, ade-
más, El militar cristiano, ó Diálog-o entre Mariquita y
un soldado raso; La erudita contra los insurg-entes, ó Diá-
log-o entre una currutaca y D. Felipe; El Patriotismo
.
de/lancero, ó Diálog-o entre Mariquita y un lancero .
Cartilla de Párrocos "compuesta por un americano
para instrucción de sus feligreses, sobre los errores,
absurdos y herejías man ifiestas que comprende el m-i-
nifiesto publicado por el apóstata y traidor Miguel
Hidalgo Costilla," sin fecha ni lugar de impre!:>ión, es
otro de los folletos que más impresión han de haber
causado. Se ignora quién sea su autor. Publicáron-
se también algunas exhortaciones, siendo notables la
que dirigió á los habitantes de México el Lic. Anto-
nio López Matoso, relator de la Real Audiencia, y la
Exhortación instructiva que el R. P. Fr. José Belde-
rráin, provincial del Dulcísimo Nombre de Jesús,
de Agustinos de México, dirigió á los prelados y re-
ligiosos de dicha provincia. En ambos escritos la
tendencia principal es borrar para siempre los odiosos
nombres de g-achupines y criollos, aconsejando la paz,
la unión y la concordia; y se hace notar en eH os el es-
tilo mesurado.
1060

Los anteriores folletos y los que en seguida enu-


meramos, en gran parte anónimos, pertenecen al úl-
timo trimestre del año de 10 (los anuncia el Diario):
Carlas patrióticas de un padre á su hz/o, sobre la COIl-
duda que debe observar contra liJS seductores insurg-entes;
Discurso sobre los males que puede callsar la desunión en-
tre espaf'ioles ultramarinos y americanos (de Díaz Cal-
villo); Memoria cristiano-política sobre lo mue/lo que la
l VUe'lh l España debe temer de su desunión en partidos, de

don Agustín Pomposo Fernández de San Salvador;


Carta .familiar de la Santa Escuela de la Santa Vera-
cruz; Carta de un concolelfa á don Milfuel Hit/alifo, de
BIas Abadiano; Elolfio á la pericia militar, reputación
y óuen nombre de los señores don Torruato Tru;'illo y don
Félix María Calle/a, por don Anastasio José Rodríguez
de León; México valiente; Carácter polltico y marcial
de los insurlfentes; Prevención conz'eniente a los relilfiJsos
de Santo Domilllfo por el proz1incial de dicho cOnl1enlo,
Fr. Domingo Barreda; Muestra de ag-radecimienlo á
¡YIaria Santísima de los Remedios, de Fernández de San
Salvador; Desenlfaño á los indios, haciéndoles ver lo que
deben á los españoles; Diálolfo entre un dralfón, una tor-
hilera, y su marido Pascual; Afanifiesto filantrópico so-
b.re las circunstancias del día, por don Manuel del Cam-
po y Rivas; Proclama de una amerICana á sus compa-
tndas; Carrera del cura Hidallfo: arietes; El Napoüón
de A mérúa; Apuntes de alg-unas circunstancias notables
de la r evolución actual, de MartÍnez de los Ríos; La
A mlrica en d trono español, exclamación de Fernández
de San Sal vador .

Periódicos Insurgentes

Ei DESPERTADOR AMERICANo.-Periódico fundado


I!mr Hidalgo al ocupar Guadalajara y cuya dirección
encomendó al cura de Mascota, Dr. D. Francisco Se-
1061

vera Maldonado, colaborando con éste el Dr. don Jo--


sé Angel de la Sierra. Comenz6 á publicarse el 20
de Diciembre de 1810 y tHmin6 el 17 de Enero del si-
guiente año. Solamente siete números aparecieron,
y fueron impresos en la oficina de José Fruto Romero,
única que había por entonces en el interior del virrei-
nato. Este fué el primer peri6dico de los insurgentes.
ILUSTRADOR NACIONAL.-·Fundado y redactado en
Sultepec por el Dr. don J osé María Cos é impreso con
los caracteres de madera que él mismo construy6.
Seis números se publicaron, de II de Abril á 16 de Ma-
yo de 1812.
1 LUSTRADOR AMERICANO. -Continuaci6n del ante-
rior peri6dico, impreso con los tipos adquiridos por
los Guadalupes y en el que se publicaron brillantes ar-
tículos en pro de la independencia, y además, el Plan
de paz y {fuerra, partes militares, ploclamas, manifies-
tos y poesías. Con el Dr. Cos colaboraron los Lics.
Ray6n y Quintana Roo y el Dr. Velasco. De este pe-
ri6dico se publicaron treinta y seis números ordina-
rios y tres extraordinarios.
SEMANARIO PATRIÓTICO AMERICANo.-Don Andrés
Quintana Roo fund6 este semanario en Julio de 18121
y fueron sus colaboradores Cos, Ray6n y Velasco. Se
imprimi6 en la misma imprenta del Ilustrador.
GACETA DEL GOBIERNO AMERICANO EN EL DEPARTA-
MENTO DEL NORTE.-Fundado por don José María
Licéaga, miembro de la Suprema Junta Nacional In-
surgente, durante su visita á las provincias del Norte~
Se publicaron tres números, uno de ellos, el primero,
extraordillario. Están impresos en la Imprenta Na-
cional del Norte, establecida en la Isla Licéaga, isla
que se levantaba en la laguna de Yuririapúndaro (Gua-
najuato). Este peri6dico estaba consagrado á publicar
exclusivamente noticias y partes militares. El número
extraordinario está fechado el 7 de Agosto de 1812, Y
los dos restantes el 23 y 30 de Septiembre del mismo
año.
1062

EL DESPERTADOR DE MICHOAC.,(N .-Periódico del


que hay pocas noticias, no obstante que se publicaron
eincuenta números.
SUD.-Continuación del anterior, del que se cono-
cen dos números, el 5 I Y el 53, existentes en la Biblio-
teca Nacional.
CORREO AMERICANO DEL SUR.-Fundado pcr orden
de Morelos, en Oaxaca, bajo la dirección del Lic. don
J osé Manuel de Herrera, y más tarde dirigido por
Bustamante. De este periódico se publicaron treinta
y nueve números ordinarios (de 25 de Febrero á 25 de
Noviembre de 1813) y cinco extraordinarios, publica-
dos en los meses de Marzo, Julio, Agosto, Septiem-
bre y Diciembre de este año. Fué impreso en la
oficina del Br. don José María Idiáquez, llamada des-
de entonces Imprenta Nacional del Sur. Contiene
esta publicación artículos patrióticos, partes milita-
res, poesías y reproducciones de artículos del Ilus-
trador Americano.
Al terminar el Correo America1lo del Sur, el 18
de Diciembre de 1813, parece que los in5surgentes de-
jaron de publicar periódicos; y solo siguieron impri-
mienuo, como antes, proclamas, manifiestos, decretos,
catecismos políticos, y hasta un Calendario para 1815.
La prensa insurgente reaparece en 1817, con la Ga-
cela del Gobierno Provisional lifexicano de las pro7 in-
1

cías del Poniente redactada por el canónigo lectoral


Dr. José de San Martín, quien se dice babía pensado,
el año anterior, publicar otro periódico con el título de
Memorias para la historia de la revolución mexicana.
La nueva Gacela comenzó en 20 de Marzo de 1817 y
parece haber terminado en Octubre del mismo año.
Por el mismo tiempo, D. Francisco Javier Mina, al
desembarcar con su expedición, hizo publicar en su
imprenta portátil, bajo la dirección del Dr. Joaquín
Infante, el Boletín de la División Ausiliar (sic) de la
Rtj>ública Mexicana, del cual sólo se conoce el número
1, impreso en Soto la Marina.
PERIODICOS DEL EJÉRCITO TRIGARANTE.-AI orga-
nizarse el Ejército Trigarante, Iturbide hizo comprar
una imprenta, publicar el Plan de Iguala y luego un
periódico, El M e/icano Independiente, dirigido por el
Dr. José Manuel de Herrera.
A mediados del mismo año, se publicaba en la im-
prenta Portátil del Ejército el periódico de noticias
militares que llevaba el título de E/ército Imperial
Meji'cano de las Tres Garantías. Los números que se
conocen aparecen impresos en San Juan del Río, Ha-
cienda del Colorado y Querétaro.
En la misma imprenta se publicó después, el mis-
mo año, el Busca-Pies.
Aparecieron, por último el Diario Político Militar
Me/ica1l(J, impreso en Tepozotlán por los hermanos Mi-
ramón, y El Mosquito, en Tulancingo.

1811-12

En 1811 continuó la campaña por escrito contra la


insurrección, aunque menos activa. A ella pertenecen
folletos como los siguientes:
-Nuevo encuentro del valiente mameluco D. Qui/ote
con su. escudero Sancllo en las riberas de México, diálo{fo
en zlerso entre amo y criado, para instrucción de la pre-
unte historia revolucionaria, en que i{fualmente se ridicu-
liza el execrable proyecto del cura Hidal{fo y socios: se
publicaron varias entregas, redactadas por Ignacio
Carrillo y Pérez.
-La defensa del cllraHúlal{fo combatida por la razón,
diálolfo entre Doña Justa y un clérzlro.
-Relación del cie{fo toluqueño, en que expresa, en un
romance de arte menor, la {fracia del indulto {feneral
concedido por el EX!1lo. Sr. Virrey.
-Discurso contra el fanatismo y la impostura de los
rebeldes de N lleva España, dedicado tÍ todos los llUmbres"
de bien, por FermÍn de Reigadas (Arizpe).
-Declaración brf.'l/e de la cartilla que man{liesta las-
llfrt'iías y errores que comprende el manifiesto publicado
por el apóstata y traidor Mlffuel Hidalffo y Costilla, por
Fr. José Ximeno (Arizpe).
-El literato insurffente desenffañado y arrepentido.
-Desenffaño de falsas imposturas, por el Br. Manuel
Germán Toral y Cabañas (Ontiveros). Apareció á
modo de periódico, en varias entregas. Las dos últi-
mas partes (segunda y tercera) fueron publicadas en'
la imprenta de Arizpe. La primera y segunda parte sa-
lieron á luz en 18I1; y en I8I2 la tercera.
-La 'l/irtud venffada, Declamación ffenial contra er
sistema pernicioso de la rez'olución, por el Dr. Francisco
Alonso Ruiz de Conejares (Arizpe).
-El 16 de Septiembre. BrC'l/e recuerdo que hace un in-
dividuo, sobre los males que ha causado la revolución sus-
citada en esta fecha, el año de 1810.
-Clamores de la América, y recurso á la protección de
Maria Sma. de Guadalupe, en las presentes necesidades,.
por don Sejo Amira de Narte (José María de Terán),
en la imprenta de Arizpe.
-Relación cristiana de los males que ha sufrido Gua-
dalaJara por los insurffentes.
- -Discurso patriótico, contra la rebelión que acaudilla.
el Cura Hidalffo, y 'lIenta/as que ofrece la unión de todos
los buenos ciudadanos, por el Dr. Florencio Pérez Co-
moto (Arizpe).
-Discurso sobre los males que puede causar la desu-
nión entre españoles ultramarinos y americanos, por el
P. Juan B. Díaz Calvillo (Arizpe).
-Manilitsto contra las instrucciones comunicadas por
el Emperador de los .franceses á sus emisarios destinados
á incitar la sublevación de los Americanos (Impreso en
Lima y reimpreso en México por Arizpe).
-Pública vindicación del Ilustre Ayuntamiento de-
1065

GuanaJudto, Justificando su t:onducta moral y política en-


la entrada y crímenes que cometieron las ¡luestes ú¡sur--
g-entes alfalll"lladas por sus con/eos Milfuel Hidalg¡} é IIf-
nacio Allende, folleto escrito por Fernando Pérez Ma-
rañón.
Fernández de Lizardi se dió á conocer con folletos:-
hay noticia de que publicó veintiséis en 181 l.
A 1812 pertenecen algun os folletos del Lic. Estra-
da (Carta imparcial sobre e/fuero del clero; La {'erdad-
'l/ indicada contra la insurgencia y sus satélites) y de D.
Agustín Pomposo (Com,ite á los verdaderos amantes de
la religión católica y de la patria; Desenlfaños que á los ·
insurlfenles de N U~l!a España, seducidos por los franc-
"nasones, alfentes de Napoleón, dirilfe la verdad de la re-
lilfión católica y la experiencia).
Per o lo más característico fué la fundación de pe-
riódicos doctrinarios-no ya simples publicaciones por
entregas-contra la guerra.
DIALOGOS ENTRE FILOPATRO y ACERAIO.-Publica-
ción, probablemente semanaria, 1810 y 11, formada por
quince diálogos, escritos por Beristáin (reimpresos
por Hernández y Dávalos, en la Colación de documentu.)
para la historia de la Ifuerra de independencia, tomo II,
doc. 257). Este escrito, como todos los de Beristáin,
tiene por objeto poner de manifiesto los beneficios de
que es deudora la N ueva España á la Metrópoli y la
ninguna justicia de la ins urrección.
EL ARISTARco.-De don FermÍn de Reigadas; cons-·
ta de veinte números hebdomadarios y de un Discurso
que puede reputarse como el prospecto del periódico.
En todo él se ocupa el autor en refutar el manifiesto
de Hidalgo publicado en Guadalajara. Comenzó á pu-
blicarse en Junio de 1811. Está reproducido en la ci-
tada obra de Hernández y Dávalos (tomo II, docs. 25&
y 259).
EL VERDADEl'{O ILUSTRADOR AMERICANo.-En 1812,
á raíz de la aparición del periódico de Sultepec, fundó-
1066
el canónigo don José Mariano Beristáin este semana-
rio con el exclusivo objeto de atacar al.falso Ilustrador.
Conocemos diez números, escritos con vehemencia: en
todos ellos no se hace más que impugnar el epígrafe y
la Invocación'del primer número del Ilustrador de Coso
EL AMIGO DI!. LA PATRIA.-Excelente periódico, re-
dactado por Ramón Roca, Florencio Pérez Comoto
(estos dos fueron los redactores principales: al uno se
le debe la mayor parte de los primeros escritos, al
otro la mayor parte de los últimos), Vicente Cervan-
tes, Berist áin y aun Juan Wenceslao Barquera.
EL TELÉGRAFO DE GUADALA]ARA.-Redactó y ex-
pensó esta publicación Maldonado, el que poco antes
escribiera el Despertador. Su objeto fué, en esta vez,
defender al gobierno español y anatematizar la revo-
lución. Consta de dos tomos: el primero de 41 núme-
ros (27 de Mayo de 18I1 á 24 de Febrero de 1812) y
el segundo de 43 (14 de Mayo de 1812 á 4 de Febre-
ro de 1813) publicados semanariamente. De los pe-
riódicos de esa época, fué el mejor escrito, como
puede verse por los artículos que figuran en esta an-
tología.
Además, en 181 I apareció El Especulador Patriótico,
dedicado al Virrey Venegas; y en 1812, El Público Cu-
rioso y leg:o hablador, El Perico de la Ciudad y La eru-
.dita mexicana. Ramón Roca lanzó el prospecto de un
periódico de literatura, historia y diversas cuestiones:
Muse{l/ifexicano, del cual publicó tres números.

La libertad de imprenta en 1812

PERIÓDICOS DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI.-El Pen-


sador Mexicano fué el primer periódico que apareció
en México á raíz de la Constitución de Cádiz, promul-
gada el 30 de Septiembre de 1812. Se imprimía en la
1067

-oficina de Doña María Fernández de J áuregui y se


vendía los jueves. Aparecieron trece números, y,
entre el 9 9 y el 10Q fué encarcelado Fernández de Li-
zardi y suprimida la libertad de imprenta.
Cada número consta ordinariamente de ocho pági-
nas en 8 Q ; el primero lleva una portada y una dedica-
toria del periódico al lector. Los dos primeros con-
tienen un artículo sobre la libertad de la imprenta, en
el que se trata de las ventajas que resultan de escri-
bir 8in censuras ni aprobaciones, y se prueba que la
dicha libertad se aviene nat uralmente con la religión
y la lealtad al Rey.
El artículo más importante de los publicados en El
Pensador, y en que mejor se muestra la audacia de
Lizardi, es sin duda el intitulado Sobre la exaltación de
la nación española y abatimiento del anttlruo despotismo,
que comienza con estas palabras: <La soberanía resi.
de esencialmente en la nación.:'
El número 9Q está dedicado al Virrey Venegas, al
cual aconseja El Pensador sobre el modo de conducir-
se con los aduladores, sobre puntos de administración,
sobre el fuero eclesiástico y especialmente sobre el
bando de 25 de Junio de 1812. Por este artículo fué
preso Lizardi, el 7 de Diciembre, encerrado en la cár-
cel de la corte y aun puesto en capilla, en el Cuarto
del Olvido. Pero poco después obtuvo clemencia, se
le suspendió la incomunicación, y al cabo de siete
meses alcanzó la libertad. Mientras tanto había se-
guido escribiendo desde la cárcel su periódico, que se
publicó con censura, y lo continuó después de salir de
la prisión (segnnda parte, 1813). Los suplementos del
Pensador llevaban el nombre de Pensamientos extraor-
.d inarios.
Después de un intervalo, El Pensador volvió á pu-
blicarse en 1814, en la misma imprenta] áuregui (ter-
cera parte).
Bajo la colonia, posteriormente á El Pensador, Fer-
1068

nández de Lizardi publicó tres periódicos: Alacena de·


Frioleras (Imprenta Jáuregui, 1815), Ratus entreteni-
dus ó Mis-:elánea util y curiosa, compuesta df 7'a,.ias pie-
zas ya impresas (Imprenta de Valdés, [819), y El Con-
ductor Eléctrico, primero de la restauración rlt' la Cons-
titución (1820).
]UGUETILLOS. Con este nombre puhlicó el Lic. Car-
los María de Bustamante, en 1812, un periódico del
que solamente seis números vieron la luz pública. Apro-
vechó la libertad de imprenta, concedida entonces, para
externar sus ideas progresistas, siguiendo el estilo-
irónico del Pensador Mexicano, aunque en lenguaje
más castizo; pero no pudo contener su exaltación, y,.
no queriendo correr la misma suerte de Fernández de-
Lizardi, abrazó sin amhajes la causa insurgente.
M uy interesante es este periódico y poco conoci-
do; puede juzgarse de él por los siguientes párrafos
del primer número:
«¿Con que podemos hablar? ... tEstamos St'lfurosl
preg-untó Doña Rodríguez á D. Quijote, en aquella
visita nocturna, que tan cara le salió por el capricho
de la duquesa, y en que temió el buen Hidalgo que
peligrase su virginidad, preservada en la venta el
merced de la vigilancia del arriero sobre Maritornes .
. . . . Pues á ello, Dios me guíe y la peña de Fra ncia,
y la trinidad de Gaeta, y beso mi péñola, como las.
indias el primer medio de las peras que venden.
«Ha llegado á mis manos el adjunto papel, que su-
pongo será de alguno de los bedeles de esta U ni ver-
sidad, y que debidamente presento en una tira útil'
para que no se me crea sobre mi palabra de honor,
pUE7s no soy militar, ni jamás he ceñido tizona; el cual,
escrito con letras grandes de molde, dice: «Cito á U ..
sub pfEna jJrtestiti para el juramento de la Constitución
que será el viernes 9 á las ocho en la capilla de la Real y
Pontificia Universidad. Y se suplican cortinas, é ilu-
minación en las casas de los Sres. Dres., ese d{a y no-
10 6 9

.che, por no poderse hacer en dicha universidad por las


.actuales circunstancias ... .
«Diríjome ahora á cierto Pensador Me:'l:icano, que se
nos ha presentado hoy de patitas en México .... Bue-
'nos días, cara hermosa, saludamos á usted con el
ángel. ¿ De cuándo acá le ha venido en gana pensar
.sobre diversas materias y pensar bien? Cuidado, por-
-que el que mucho habla . ... etc. Somos unos pobretes,
limitados, y apenas podemos acertar en una cosa; los
omniscios como Leibniz son aves raras en el mundo ....
«Venga ahora el Elogiador del Sr. mariscal Calleja.
·¿Quién será este pobrecito hombre? ¡Ah! Sin duda que
·es el primer elogio que forma en su vida .... Pero ¡quél
¿ Es elogio, ó merece el nombre de tal, el que ha publi-
-cado? En él no hay economía ni decencia oratoria; su
lenguaje es de taberna; sus relaciones, si no son falsas,
son exageradas;su aplicación de textos de la Escritu-
ra, chabacana é inoportuna; pensamientos, bellezas,
flores, idioma, ni lo conoce nec si sjJiritus sanctus exau-
.divimus: pésame haberlo comprado ¡ay de mis dos
reales que me faltan para pan l .... ~
En el num. 2 continúa la felpa al elogiador y por
ende al elogiado. El tercer Jug-uetillo se ocupa en de-
fender el fuero eclesiástico contra la opinión del Lic.
Francisco Estrada. Después de lamentarse de los ma-
les que afligen á la Nueva España desde Septiembre
de 1808 y declarar que aun los llamados á ilustrar al
pueblo cometen <errores de magnitud», termina su
·exordio diciendo: «Yo jamás me revestiré ni haré pa-
sar por un pedagogo de este gran pueblo; mas, como
individuo de él, no dejaré de indicarle lo que me pa-
rezca ajustado á la razón y justicia y que deba saber,
dejando á salvo la re9utación Y honor literario de nues-
tros escritores, á quienes debo respeto y comedimien-
to, como á sabios que pudieron errar, como á conciu-
.dadanos, y á algunos como amigos míos.»
Entra en materia para sostener que los sacerdotes
10 70

insurgentes, antes que ser juzgados por la autoridad


secular, deben ser degradados conforme á lo di 5puesto
por las leyes eclesiásticas. No se conformó con aducir
pruebas tomadas de concilios y escritores de la iglesia~
sino que quiso contar con la aprobación de algún pro-
minente miembro del clero, y en una nota final dice:
«Como el autor de este papel e5 un pobre lego, y la
materia de que trata es muy delicada, para no errar,
sin embargo de la libertad de imprenta, lo pasó á cen-
sura privada del Br. D. José Manuel Sartorio, quien
la dió en los términos siguientes: Nada hallo aquí ni
contra la religión ni contra la eclesiástica disciplina».
El cuarto número contiene la defensa contra los
ataques de un periódico que con el nombre de JUlful-
Its contra el fUlfudil/o por una cel1sora americana (es
sin duca el periódico escrito por el cordobés Fr. Fran-
co Aguilar, que Beristáin cita con el nombre de La
Censora Mexicana) apareció en aquellos días. En el
quinto ntlmero comienza á publicar la memoria justifi-
cativa del Ayuntamiento en los sucesos de 1808, escri-
ta por el Lic. Verdad. En el sexto y último JUlfuetillo-
publicó una carta abierta al Virrey, bastante atrevida.
cExmo. Sr.: Tengo el honor por primera vez de diri-
gir á V. E. la palabra, dándole las más justas gracias
por haberse pri vado de asistir al baile que dió la com-
pañía de cómicos de esta capital la noche del 22 de.
corriente. No puedo menos de creer que V. E. está
formando el duelo por las desgracias que afligen á este
hermoso país, y que está penetrado de los más vivoS'-
deseos de restituirle la tranquilidad y suspirada paz.
V. E. 10 conseguirá, sin duda, si se penetra seriamen-
te de aquella importante máxima que vierte el Sr. Ma-
riscal de campo D. Miguel de Álava al Consejo de
Regencia y que dice: Es, pues, preciso que S. A. pien-
se seriamente en un gobierno para esta corte, que de-
be dar impulso á todo el reino y que sus individuos.
vengan con la oliva eH lugar del estoque.
107 1

"V. E., Sr. Exmo., no puede quedar á cubierto de


responsabilidad con los votos del Real Acuerdo, aun-
que le dé muchos, pues V. E. es responsable á la nación
por s/mismo, tanto en lo que haga como virrey goberna-
dor en materia de gobierno, como en la clase de mer~
efecutor de las leyes, cual es el caso en que se halla,
haciendo reducir á observancia la Constitución. Per-
mítame V. E. que tome la antorcha de las leyes, y á
la luz de ellas justifique mi s aserciones ....
"Acuérdese V. E. que el haber pretendido tenaz-
mente Feiipe II que existiese cierto tribunal en Ho-
landa, resistiéndolo el pueblo, produjo el amargo fru·
to de que solo el Duque de Alba cortase ocho mil ca-
bezas, perdiéndose al fin aquella~ posesiones para la:
España. i Qué oportuna lec ción de la historia para
el presente caso!"
Todos los artículos de este periód ico los firmó Bus-
tamante con el nombre de El censor de Anlequera.
Contra esta publicación aparecieron muchos impre-
sos, tales como El Primer JUlfuelillo balido con sus mis-
mas armas; Conslulación á los JUlfuetillos; Respuesta
del dOlfiador del Sr. Callefa al Censor de Anlequera;
Lalt'¡[azos al Censor . ... , y dos periódicos de vida efí-
mera, El JU¡ruetÓIl y JUlfudes conlra el JUlfuetillo. Pue-
den consultarse estos impresos en la Biblioteca Nacio·
nal (Novena división, págs. 412 y 413).

1813 á 1819.

Las publicaciones entre 1813 y 1819 son escasas.


Pocos son los folletos que aparecen: podrían recordar-
se los que aún lanzaron D. Agustín Pomposo Fernán-
des de San Salvador (Ad7J(1'Iencia ell.fcl'lJOr de la sacra-
l/sima dl,¡[nidad sacerdotal, 1813; El modelo de los cris-
lianos presenlado á los insurlfenles de América, 1814);
10 72

·el Dr. Pedro González de Arauja y San Román, racio-


nero de la Catedral Metropolitana (Impug-nación de!
Decrelo constituciollal para la libertad de la América 6
sea la Constitución de Apatzingán, en 1816); Manuel
-Germán Toral y Cabañas, José Julio García de To-
rres, y uno que otro más. Fernández de Lizardi pu-
·b lic6 algunos: se conocen catorce con fechas que abar-
·can de 1812 á 1819. Hay también sermones, en-
tre los cuales se señala el del Domingo de Ramos, de
Beristáin, en 1815; y debe recordarse que el regreso
de Fernaf.ldo VII á España en 1814 di6 motivo á otros
muchos.
En forma peri6dica, se publicaron El af!/t~o de los
JlOmbres, de Beristáin, comenzado en 1812; El Curioso
Afexicano y El patriota ó e! órg-ano de la paz, 1813; El
Redador Meximno, 1814; Las sombras de Heráclito y
Demócrito, 1815.
EL NOTICIOSO GENERAL.-Eite periódico se fund6
el 24 de Julio de 1815 y duró hasta 1824. En el Diario
.de jlféxico (26 de Julio de 1815) se atribuye su fundaci6n
á J. C. (¿Joaquín Conde?). Salía primero dos veces
por semana, y luego los lunes, miércoles y viernes, en
tamaño 49 mayor, en cuatro páginas; y se imprimi6
·-en las oficinas de Benavente. En su redacci6n inter-
vino Juan Wenceslao Barquera.
Bajo el gobierno colonial publicaba noticias euro-
peas (muchas) y del país: las oficiales llevaban el tí-
-tulo de Gacela del Gobierno de México, peri6dico del
..cual se tomaban; las comerciales de la ciudad llevaban
·el nombre de Econumía interior. Después de la inde-
pendencia, se preferían las noticias del país. Hay
~ucha colaboración poética (Barazábal, Madariaga,
·el Conde de Colombini, Florencio Pérez Comoto, J o-
sé María Villaseñor, Francisco Ortega, J er61limo To-
rrescano, Manuel Gómez Marín, Rafael García Goye-
na): es de notar la abundancia de himnos; también
.aparecen escritos sobre cuestiones científicas, litera-
1073
rias y pedagógicas (José María Tornel, Mariano Es-
parza, José Ignacio Paz, El tocayo de Clarita, colabo-
loador también del Diario).

1820-1821

La libertad de imprenta, al ser restablecida en Mayo


de 1819, dió por resultado la publicación de folletos y
hojas periódicas, que por raro caso excedían de cuatro
páginas, y en que se trataba, generalmente en tono
chocarrero y avinagrado, toda suerte de asuntos: por
igual manera los relativos á la Constitución española
que los referentes á la fabricación de puros y cigarros;
lo mismo la defensa y exaltación del virrey que el ar-
te de la taquigrafía.
Los folletos, que casi siempre se vendían á medio
real, constituían de seguro una ganancia cierta para
sus autores y editores, pues no de otra manera se ex-
plica su abundancia. El catálogo de la Biblioteca Na-
cional consigna en su Novena división (páginas 349,
358, 367, 381, 382 Y 418 á 435) más de quinientos
folletos publicados en el año de 1820.
Por la diversidad de las materias que tratan es de
todo punto imposible aventurar una clasificación que
á todos los comprenda. La libertad de imprenta y la
Constitución fueron sin duda los asuntos que dieron
pie á mayor número de ellos (así, Consulta constitucional
sobre la libertad de imprenta; Consejos á IOJ escritores
del dla; La constitución variada; Es justa comparaczón
báciga y constitución).
Los hay además sobre cuestiones sociales, del tipo
de Pretensiones de los anglo-americanos, sobre la liber-
tad de presos, humorísticos, de crítica teatral, etc.
Las representaciones al Rey, á la soberana Junta Gu-
bernativa y á las altas dignidades civiles y eclesiáso
ticas de la colonia, forman multitud.
42
1074

Buena parte de los folletos de 1820 se emple6 en


atacar é insultar al Pensador Mexicano, con quien se
discutía sobre política, sobre puntos de teología, so-
bre trabajos y maltrato de reos eclesiásticos, y cuan-
to se ocurriera. El P. Soto (Fr. Mariano) alcanzó no-
toriedad por sus folletos contra Fernández de Lizar-
di; pero en defensa de éste se escribían otros también
(Jud/ay contra/ud/a, El Pensador Mexicano es todo con-
tradicción; Verdadera prisión y traba/os del P. Lequeri-
ca; Cartas del Je1/ero censor al Pensador Mexicano; El
carácter del Pensador Mexica1lo descubierto y desafiado;
Preg-unta al Pensador sobre bag-a/es y coches de Provi-
dencia; La Ciudadana al Pensador Mexicalzo; El Cam-
panero á su compadre el Pensador Mexicano).
El Lic. ]uanmartiñena public6, anónimo, en la im-
prenta de Arizpe, un opúsculo con el título de Verda-
dero orig-en, carácter, causas, resortes fines y progre-
sos de la revolución de Nueva España . . .... , en que
se echa sobre Iturrigaray la culpa del movimiento re-
volucionario. Sobre esto se escribió buen número de
folletos, que, según Bustamante, no hicieron sino en-
cender más los rencores entre g-achupines y americanos.
Á veces se descubre, entre el fárrago abrumador de-
hojas volantes y entre folletos de nombres ridículos, y
de títulos como Un bocadito salado al autor más preo-
cupado y Re1.1olti/o y pulque para el revoltiJo del P.
Soto, tal cual artículo serio que delata los malos
manejos que del dinero de los conventos hacían los
frailes (Lág-rimas que 'lJierten á los pies de su Ilmo. Pre-
lado las religiosas de la Soledad, Sa1/, Jerónimo, elc., de-
Puebla) 6 que señala vicios de la sociedad novo-his-
pana en 105 primeros años del siglo XIX.
Es cosa curiosa de ver c6mo al an6nimo autor de
cualquier folleto contestaba algún amigo del injuriado
6 bien este 6 aquellindividuo de ideas opuestas; y de·
esta manera se suscitaban controversias larguísimas
que siempre redundaban en perjuicio del buen nombre
de ambos contrincantes.
1075
Además de los folletos, hubo en 1820 y 2 I varias
publicaciones en forma periódica: hechas en la impren-
ta de Valdés, El Diario Constitucional (satírico), El
Religioso Constitucional, El Americano, la Miscelánea d~
comercio, artes y literatura; en la imprenta de Arizpe,
La leva forzosa, La canoa; en la imprenta de Onti-
veros, El Conductor ElIctrico (de Fernández de Lizar-
dO, la Gaceta extravagante de Cáyo Puto.

VERA CRUZ
El primer periódico que apareció en el puerto fué
el Jornal Económico Mercantil de Veracruz, cuyo edi-
tor fué Manuel López Bueno, impresor del Consu,-
ladJ, y dueño de imprenta. Este periódico fué dia-
rio, y apareció, no en 1805, como se dice desde Be-
ristáin, sino desde le;> de Marzo hasta 31 de Julio de
1806. (1) Cada número constaba de cuatro páginas en
4e;> y contenía avisos comerciales y de otro orden, no-
ticias de cargamentos de buques, artículos sobre agri-
cultura é industrias, descripción de regiones y pro-
vincias. Nunca se publicó allí literatura; pero sí es
curioso advertir que en los primeros números se sos-
tuvo una discusión, provocada por un artículo de
P. C. A. (¿Pedro Canel Acevedo?), sobre la propie-
dad de la palabra Jornal, por periódico, en castellano.
Don José Mariano de Almansa publicó en 1807 y
1808 el Diario Mercantil, que no hemos podido ver.

PUEBLA.
El año de 1812 salió en la ciudad de Puebla el pros-
pecto de un periódico, que había de publicarse bajo la
(1) Existe en la Biblioteca Nacional, Primera división , p ág. 80.
V., además, La Imprenta en Veracruz, de D. José Toribio Me-
dina.
protección del Señor Obispo y que se prometía satis-
facer tales necesidades públicas como estas: « .... ten-
dréis en este periódico .. lo que pasa todos los días en
esta populosa ciudad. El devoto que frecuenta los
templos sabrá con más facilidad el orador que le ha
de predicar, las festividades más célebres á que debe
asistir, las indulgencias y jubileos que puede ganar:
los dueños de alhajas ú otros muebles perdidos ten-
drán una linterna con que buscarlos; los comerciantes
un nuevo corredor que avise los precios y las ventas;
los artistas recién venidos un cartel que anuncie su
habilidad; los tribunales un pregonero que publique
sus providencias; los lImos. Prelados un correo que
haga circular sus edictos: en fin, los muertos ilustres
tendrán su plañidera, y su panegirista los virtuosos ..
Embellecerán nuestro periódico el poeta con sus gra-
cias, el orador con sus razonamientos, el político con
sus medidas, el filósofo con sus discurso, el jJroyectista
con sus invenciones; aun el crítico con moderada sáti·
ra y el jocoso con sus bufonadas .... el gobierno jus-
to y liberal bajo cuya egida vivimos no sabrá negar-
nos los partes y noticias interesantes que dicen rela-
ción á la guerra,» El periódico se llamaría El Caduuo
de Puebla, y no simplemente Diario porque, aparte de
parecer vulgar el nombre á los editores, «la pobreza
del tiempo y con ella la falta de subscripciones podría
hacer que lo que al principio es diario se convirtiera
después en sem lnarío, y últimamente en nada, deján-
donos la sola gloria de inventores.:' Habría además un
buzón público adonde podrían llegar las cartas libres
de porte, que con el sobre: Al Caduceo de Puebla, diri-
gieren los ingeniosos habitantes de aquella ciudad y sus
provincias. Se prometía, pues, el periódico, aun por
el formato y el tipo de imprenta, muy semejante al
Diario de México, y sin duda que el redactor del pros-
pecto tuvo muy presente el del Diario. según que has-
ta recuerda palabras de aquél, mas no se sabe qué
10 77

azares impidieron la publicación inmediata de esta ho-


ja, y la retardaron hasta después de consumada la in-
dependencia, por lo cual no toca ocuparnos aquí de
ella. En la Biblioteca Nacional (catálogo del 2° Su-
plemento, pág. 199) se encuentran este prospecto y
el número 67 del Caduao, correspondiente al 8 de Mar-
zo de 1825.
Así, el primer periódico de aquella ciudad es, ver-
daderamente, La Abeja Poblana que fundó en No-
viembre de 1820 don Juan Nepomuceno Troncoso,
pues aunque don Luis González Obregón cita como
anterior El Redactor poblano (que no hemos logrado
conocer), añade también que <por sus dimensiones
y materias, apenas puede dársele el nombre de perió-
dico .»
El prospecto de La Abe/a salió el 9 de Noviembre
de 1820, y el 30 del mismo mes el primer número:
cuatro páginas en folio, á dos columnas, Imprenta Li-
beral de Troncoso Hermanos (que más adelante aparece
de Moreno Hermanos). En lo alto de la página se ve
la indicación del tomo; debajo, el número del ejem-
plar y una abeja encerrada en una corona de laurel es-
tilo primer Imperio: La Abe/á Poblana, «Primer perió-
dico que se publica en esta Ciudad de la Puebla de los
Angeles en uso de los derechos que ha declarado la
Constitución política de nuestra monarquía española
ju rada en 3 de Junio de 1820.;'> Después se lee el si-
guiente epígrafe: Un periódico es un centinela que sin
cesar vela sobre los intereses del pueblo. El Doctor Jebb.
Este epígrafe se mantiene hasta el número 28, que co-
rresponde al 3 de junio de 1821. En el número 41, de 6
de Septiembre, 1821, aparece este anónimo:

La libertad de imprenta es un escudo


contra la prepotencia y fanatismo;
es la única que enfrena al despotismo,
es torrente de luz al pueblo rudo.
En el suplemento á este mismo número aparece otro
nuevo epígrafe: Sin la libertad de imprenta no hay Patria
ni hay Felicidad.
Salió, como la mayoría de los periódicos coloniales,
con irregularidades é intermitencias, á lo cual contri-
buyó la circunstancia de que fué perseguido Troncoso y
aprisionado con el editor. Intentó el gobernador Lla-
no acabar con el periódico haciendo salir de la ciudad
á Troncoso, mas continuó éste publicándolo por con-
ducto de su hermano don] osé María, en medio de las
persecuciones (1). En la colección que se conserva en
la Biblioteca Nacional hay desde el número primero del
primer tomo (30 de Noviembre, 1820) hasta el núme-
ro 7 del tomo segundo (31 de Diciembre de 1821); es
decir, cuarenta y tres números para el tomo primero
(pues faltan del 79 al 13 9 y el 409, y los números 44 y
45 están reducidos en una sola tirada), más catorce su-
plementos y dos alcances; siete números para el segun-
do tomo, de los cuales el último consta de una sola
página. Falta desgraciadamen te el suplemento del mí-
mero 14 del primer tomo (1 9 de Marzo, 1821) en que
se publicó el Plan de Iguala, y sólo se tiene de él la
noticia que dá el numero 15 siguiente en un Aviso al
Público.
Otro periódico apueció en Puebla antes de la con-
sumación de la Independencia: La Carreta (imprenta
de D. Pedro de la Rosa, 1820). En 1821, ya en la im-
prenta de Moreno, es decir, después de mediados de
Agosto, apareció El Farol.

YUCATAN.

Establecida la imprenta en Yucatán en 1813. apare-


ció inmediatamente un periódico político, EL ARISTAR-

(1) Véase el artículo sobre este personaje en el Indice Biográfico.


1079

CO, fundado por don Lorenzo de Zavala, colaborando


en él don Francisco Bates y probablemente Quinta-
na (D. :\Iatías), ]iménez Solís, Velázquez, y alguncs
otros, pertenecientes á los SanJuanistas, sociedad com-
puesta de ilustrados yucatecos y á la cual se debió la
introducción de la imprenta.
D. Gustavo ~Iartínez Alomía, en el trabajo Introduc-
ción de la imprenta en Campuhe, publicado en el B ole-
tín del Institu to Bibliográfico ~1exicano, da noticia de
los s iguientes periódicos publicados en la península
yucateca:
EL ~h SCEL •.\XEO. 1813-14.
EL REDA.CTOR MERlDA.XO. 1813.
EL SEYA-"A.L DE LA. DIP U TACIÓ~ PROVINCIAL. 1813.
CLAllORES DE LA FIDELIDAD A:YERlCA~A COXTRA LA
OPRESIÓX, Ó FRAGYEXTOS PARA LA mSTORIA FUTURA.
1813-14. Escrito por don José Matías Quintana.
EL SABATlX O . 1 8 14-15.
EL FILÓ SOFO ~IERIDA.XO. 1814-15.
~. R.
Adiciones y Correcciones.

ESTUDIO PRELIMINAR.

Pág. XX.-Donde se dice que Navarrete marchó de


M éxico á la provincia de Michoacán, debe entenderse
provincIa en el sentido eclesiástico: la franciscana de
San Pedro y San Pablo, que tenía por centro Valla-
dolid y abarcaba Querétaro y Guanajuato.
Pág. XXXVIII.-Al correr de la pluma, se dice
del P. Sartorio que era cura de la Santa Veracruz: no
fué, en realidad, sino miembro de la Arcbicofradía de
la Santa Veracruz, la cual bizo honras fúnebres al
poeta.
Pág. LIV, nota.-Aunque, siguiendo la tradición
de Bustamante y Alamán, hemos llamado al obispo
de Valladolid Abad y Queipo, debe recordarse que él
escribía sus apellidos sin la conjunción: Abad Queipo.
Pago LXXXIX.-Los títulos de los folletos de D.
Agustín Pomposo Fernández de San Salvador no es-
tán citados con toda exactitud: fueron tomados de Be-
ristáin. Pueden rectificarse en la nota bio-bibliogáfi-
ca sobre aquel escritor.
Pág. CXXVIII.-Habría sido adecuado citar, á
propósito de la libertad de imprenta en 1812, el pri-
mer JUlfUetillo de Bustamante. Se copian trozos de
esta boja periodística en la nota sobre Folletos y perió-
dicos.
Pág. CXXXIV.-Por error de pluma se llama M/n-
1081
dez Bringas á Fr. Diego Miguel Bringas Encinas, de -
quien se habla más en detalle en Ja pág. XC.
Pág. CCXLI.-Aunque hoy se duda si realmente
se dieron Iturbide y Guerrero el llamado abrazo de
A catempan, en esa ó en otra población, la noticia tie-
ne por base, además de la conformidad de los histo-
riadores, una carta de Iturbide que cita Bustamante '
(Cuadro histórico, tomo V, pág. 105).

NAVARRETE.- I. El Convento franciscano de -


Querétaro donde profesó Navarrete pertenecía á la
provincia de San Pedro y San Pablo, pero no llevaba
el nombre de los dos Apóstoles.
2. El Lic. D. Genaro García acaba de adquirir un'
legajo de papeles que contienen autógrafos de Nava-
rrete y noticias sobre él reunidas por Bustamante'
(cartas de Fr. Juan Méndez, Fr. José M. Carranza, y
otros). El legajo procede de Jos papeles de Juan
Wenceslao Barquera, de quien pasó á su hijo D. Ja--
cobo, muerto poco ha.-El mismo Sr. García posee '
un buen retrato de N avarrete, al óleo, diverso del que
se conoce por el grabado que figura en la edición de
los Entretenimientos poéticos hecha por Valdés y que
ha sido reproducido muchas veces: además de las re-
producciones que indicamos ya en nuestra nota icono-
gráfica, mencionaremos las de la publicación Museo'
Mexicano [1869], en litografía de Hesiquio Iriarte,
la edición de 1885 de la Historia de la poes{a en Mé-
xico de Pimentel y el Parnaso mexicano de 1886.
3. Bustamante tuvo el proyecto de hacer una edi-
ción de las poesías de Navarrete; pero no logró darle '
cima. V. el Diario de México, 20 de Octubre de 180 9,
24 de Julio y 2 de Agosto de 1812.
4. Se nos informa que existe una edición de poesías
selectas de Navarrete, hecha en Puebla, en la Impren--
ta de la calle de los Gozos, hacia 1877. No hemos 10"-
grado ver la edición.
5. En la casa donde nació Navarrete, en Zamora de
Michoacán, se ha colocado una lápida conmemorativa.
SARTORIO.-I. Á las fuentes de consulta que in-
·dicamos, agregaremos las siguientes: Osores, Noticias
bio-bibliol!rájüas de alumnos del Colel!io de San Ildejon-
so, artículo Sartorio; Bustamante, Tres siglos de Mé-
xico, 111, 282; IV, 272; Martirolol!io de all!unos de los
primeros ins url!en tes, publicado por Bustamante.
2. El retrato de Sartorio ha aparecido, no sólo en
el insignificante grabado en madera que va en la edi·
ción de las Poesías, sino también en excelente lilogra-
fía, ya muy rara, de Hesiquio Iriarte, publicada (co-
·mo la de Navarrete) en el Museo Mexicano (r869),
,con los trabajos críticos de Pimentel que luego pasa-
ron á su Historia de la poesía en Mexico, y en la edi·
.ción de 1885 de ésta.
JOSÉ AGUSTíN DE CASTRO.-I. Por nota ne-
crológica publicada en el Diario de México (2 I de ju-
nio de 1814) sabemos ahora que D. José Agustín de
Castro nació en Valladolid de Michoacán en 1730 y
.murió en México el I I de junio de 1814. Dejó, según
·el Diurio, obras que estaban en vías de publicarse por
suscripción (probablemente no se llevó esto á cabo) y
otras inéditas.
BERIST ÁIN.-r. El autor de la Biblioteca Hispa-
.no-Americana Septentrional intervino en las juntas
políticas de 1808 y fué de los presos después de la inu-
sitada destitución de Iturrigaray; pero quedó pronto
en libertad.
2. Á las fuentes de consulta indicadas en la nota
.bio-bibliográfica debemos agregar las siguientes: Bio-
grafía de Beristáin, por D. José Toribio Medina, en
el tomo IV de la Biblioteca Hispano-Americana Sep-
.tentritJllal, que comprende las notas, antes inéditas,
sobre escritores anónimos (Santiago de Chile, Impren-
ta Elzeviriana, r897); Francisco Javier de la Peña,
Bnve noticia de la Biblioteca Hispano-Americana Sep.
lentrional y apololfía de su autor . ... , México, impren-
ta de J. M. Lara, 1842 (Biblioteca Nacional, Octava
división, pág. 248); M. Menéndez y Pelayo, prólogo de
la Antología de poetas ltispano-americanos, tomo J, págs.
LXII, CLIX.
AGUSTíN POMPOSO FERNÁNDEZ DE SAN
SAL VADOR .-Bibliografía: Acción de Ifracias á nues-
tra Ifenerala María SS. de los Remedios, disipadora de
lás nubes fulminantes de la ira de Dios. México (r810),
Oficina de Valdés. (Existe un ejemplar en poder de
Don Luis González Obregón: es la misma obra que ha-
bíamos indicado según Beristáin).
Excitación á los realistas lieles contra los rebddts
(México, imprenta de Ontiveros, 1815).
Cartas americanas dirigidas por el Conde Gian-Ri-
naldo Carli á su sobrino el Marqués de Pietra-Pelosa,
desde el año de 1777 al de 1779, traducidas del italiano
por don Fernando Pimentel Ixtliulxuchit!, baJo cuyos
nombres, aunque propios de su familia, se ocultaba por
allfunas razones el doctor don Alfustfn Pomposo Fernán-
dez de San Salvador, Rector tercera vez de la Imperial
y Pontificia Universidad.-México, Imprenta de Onti-
veros, 1821. (Existe un ejemplar en poder de Don Luis
González Obregón; la traducción debió de formar tres
tomos, pero sólo se publicó parte del primero).
BRINGAS ENCJNAS.-Bibliografía: Sermón pre-
dicado por el M. R. P. Fr. Diego Miguel Bringas, en
la función de la jura de la Constitución que hicieron
el Sr. Comandante, oficiales y tropa de la guarnición
de la ciudad de Querétaro, impreso en la oficina de
Arizpe: lo anuncia la Gaceta del Gobierno de México,
17 de Julio de 18 r 3.
MALDONADO . - 1 . En El Noticioso General de 24
de Mayo de 1822 se anuncia la publicación de El Fa-
nal del Imperio Mexicano ó Miscelánea política extrac-
tada de las me/ores fuentes, por el autor del Contrato
social (Contrato de asociación para la República).
2. La indicaci6n que figura en la pág. 163, al calce
del artículo tomado de El Telég-r!lfo de GlIadalafara y
que dice «El Despertador Americano, NI? I~. debe ir
en la pág. 157, al calce de la Dúertació1t á todos los Ila-
bitantes de América.
COS.-r. El Dr. Cos naci6 en 1774 y murió el 16
de Noviembre de 1819. V. El Noticioso Gl'neral, 10 de
Enero de 1820.
2. No fué el Dr. Cos quien redact6 el jVanijiuto
que hacen al pUl'blo mexicano los representantes de las
provincias de la América Septentrional, sino Quintana
Roo. V. la Gaceta del Gobierno de México, 19 de Oc-
tubre de 1815. El Decreto constitucional para la liber-
tad de la América mexicana, comunmente llamado
Constitución de Apatzing-án, debi6 ser redactado por
Bustamante, Quintana Roo y José Manuel de Herre-
ra, según aparece de una declaraci6n de Morelos (V.
Colección de documentos . ... de Hernández y Dá valos,
torno VI, doc. 44); pero lo que expresa el propio Bus-
tarnante en su Cuadro histórico (tomo III, pág. 189)
sobre ausencia y enfermedad de cinco diputados (él
mismo, Quintana Roo, Ignacio L6pez Ray6n, Manuel
Sabino Crespo y Antonio de Sesma) y la circunstan-
cia de que no se atribuya á sí mismo ni á Quintana
mayor ingerencia que á los otros tres en la redacci6n
del decreto, hacen pensar en que éste hubo de ser re-
dactado principalmente por Herrera; y, puesto que,
entre los restantes diputados presentes, Cos era el más
conspicuo en capacidad intelectual, no creemos aven-
turado suponer que él haya auxiliado á redactar la
primera Constituci6n mexicana.
3. En el edicto de la Inquisición de México fechado
en 8 de Julio de 1815 y publicado en la Gaceta dd Go-
bierno de México del día 11, se prohibe <un serm6n
predicado por el rebelde Dr. José María Cos en el
pueblo de Santa Ana de los Lobos, que comienza La
construcción de un edijiclo, en que abusando crimi-
1085
nalmente de las palabras del Evangelio portee inJertO
non preevalebunt adversus eam, supone la Iglesia en
los revolucionarios, y fuera de ella al gobierno espa-
ñol y cuantos defienden su causa .... Bien sabe este
soberbio ignorante que al Santo Oficio no le coge de
nuevo su modo de pensar desde que le prohibió, mu-
,c hos años hace, cierto sermón que predicó en Zacate-
cas .... »
JUAN WENCESLAO BARQUERA.-I. Barque-
ra enviudó en 1813 (véase el Diario de México, 1° y 6
.de Septiembre de 1813). Su esposa se llamaba Igna-
cia (en anagrama, Ganicia). En Febrero de 1814-seis
meses después de haber enviudado-casó en segundas
nupcias con Doña María Concepción Villar y Coronel:
.así consta en documentos que posee el Lic. D. Gena-
ro García y que son parte de un legajo de papeles re-
lativos á Barquera.
2. En la Biblioteca Nacional (Novena división,
pág. 349) existe la Balanza de Astrea, prevenciones po-
./lticas que hace á sus compatriotas el represt1lfanfe de
Querétaro en la Excma. Diputación Provincial de Mé-
xico (México, imprenta de Arizpe, 1820).
3. Entre los documentos que posee el Sr. García
relativos á Barquera exi5ten varias reproducciones de
.retratos de éste.

Indice biográfico.

1. ]. M. ALCALÁ Y OROZCO.-Hay larga notí-


·cia de él en el Martirologio de los insurg-elltes publica-
do por Bustamante: por ella se ve que ciertamente se
.interesaba por la causa de la independencia.
2. JUAN FRANCISCO DE AZCÁRATE.-He-
1086
mos encontrado otro trabajo de Azcárate, del cual no
se da noticia en ninguna obra, ni siquiera en la Bi-
bliogra./la JlIrldica mexicana de Cruzado: un proyecto
(México, imprenta de Valdés, 1820) de Colección de
duretos dictados por el Rey desde 9 de Marzo hasta 9 d~
Julio del año de I826 con el obJeto de restablecer la C01f,S-
litución política de la monarqula ' española. El proyecto
contiene, en medio del estilo pomposo de Azcárate,
notas eruditas sobre el derecho español. La colección,
si es que comenzó á publicarse, no debió de pasar de
unos cuantos pliegos.
3. MARIANO BARAZÁBAL.-La fábula que mo-
tivó la prisión de Barazábal, El leproso y el pasaJero,
se publicó en el Diario de México (4 de Agosto de
1812). En el número de 14 de Octubre de 1812 publi-
có este versificador una Sil7.1a á Fernando VII, con
notas, una de las cuales se refiere á su propia prisión.
4. JOSÉ IGNACIO BASURTO.-Sus fábulas fue-
ron reimpresas en México por Alejandro Valdés (1827)
Y en Toluca, en la imprenta del Esti:ldo, á cargo del
C. J. Matute (1834).
5. JOSÉ BEYE DE CISNEROS.-D. Francisco
Beye de Cisneros, ahad de Guadalupe, era hermano
de D. José. V. Alamán, Historia de México, 1, 268.
6. MANUEL LÓPEZ BUENO.-Por error de plu-
ma se dice en la nota biográfica de este periodista que .
publicó el Jornal de Veracruz en 1805: en realidad lo
hizo de IC? de Marzo á 31 de Julio de 1806.
López Bueno vivía aún en 1826, pues figura en la
lista de socios del Instituto de ciencias, literatura y
artes (Memorias del mismo, México, Imprenta del Su-
premo Gobierno, 1826).
7. ANTONIO LÓPEZ MATOSO.-Firmó en el
Diario de México con los anagramas Tomasa On/ondo
Pozi, Antonia Pozelo Mosto y Timo/eo Ponlanozosa.
8. JOSÉ PICHARDO.-El informe qUE. escribió
este ilustrado sacerdote (1808. 1812) sobre límites de la
1087

Luisiana y de Texas, Ó sea, entre los Estados Unidos:


y el reino de Nueva España, no es otra cosa que la
continuación del trabajo emprendido por Fr. Melchor-
de Talamantes, por orden del virrey Iturrigaray.
9. MANUEL DE LA TORRE LLOREDA.-No
sabemos por qué en la col€!cción La Musa Oaxaqueña
se atribuye á José María Alvarez (t 1854) el soneto Ar
Cig-arro, publicado, casi cincuenta años antes de la
muerte del poeta de Oaxaca, en el Diario de México
con la firma de Lelardo Munela, claro anagrama de
Manuel L/onda. Como no creemos que haya razón,:
plausible para discutir la paternidad de este agradable
soneto, lo incluímos en la nota biográfica del poeta mi-
choacano.
10. JUAN NEPOMUCENO TRONCOSO.-Este ·
periodista fué quien tuvo la feliz idea, aunque la reali-
zó con poco acierto, de reimprimir las Gacetas de Lite-
ratura de Alzate, en Puebla, en la imprenta del Hos-
pital de San Pedro, el año de 1831.
EXTRANjEROS.-RAMON ROCA. Del Museo '
Mexicano proyectado por este poeta español se publi-
caron, no sólo el prospecto, sino hasta tres números,
de 19 á 8 de Julio de 1813.
EL TEATRO.-EI Otelo que se representaba en',
México á principios del siglo XIX era una adaptación,
hecha por don Teodoro de la Calle, de la refundición .
francesa de Ducis: había sido estrenada en Madrid,
por Máiquez, el 19 de Enero de 1802.
El N eg-ro más prodigioso, aunque anunciado en el
Diario como escrito por «un ingenio de esta corte»,
debe de ser la obra de don Juan Bautista Diamante
(siglo XVII), pues sin duda esta misma es la que aún
se representaba en España en el siglo XVIII: consta,
por ej emplo, que la representó la compañía de Euse-
bio Ribera, en Madrid, en la temporada de 1794-1795.
V. el libro de don Emilio Cotarelo y Mori, Isidoro -
Má iquez y el t eatro de su tiempo (Madrid, 1902).
Para datos sobre el teatro en México, de 1805 á
1088
~ 1821, deben consultarse, ante todo, el Diario y El No-
-ticioso General. El magistral Catálog-o bibliog-ráfico y
..biog-ráfico del Ieatro antig-uo español desde sus oríg-e-
nes hasta mediados del siglo X VIII, por don Cayeta-
ne Alberto de la Barrera y Leirado (Madrid, 1860),
. ayuda á orientarse eutre la :multitud de obras nada
nuevas por lo general, que en México se representaban
en aquel tiempo. No debe, sin embargo, olvidarse la
estimable Reseña histórica del teatro en Mlxico, de don
Enrique de Olavarría y Ferrari (cuatro tomos, Méxi-
.co, 1895).

FIN DE LA PRIMERA PARTE


ERRATAS

PÁGINA LíNEA DICE DEBE DECIR

M 20 en ella en él
XII 29 frágiles, ruidos frágiles ruidos
XIV 28 Miguel Manuel
XXIX 26 chavacano chabacano
XXXVIII 20 objetos mi objetos, mi
LVIII 26 Antonio Francisco
LXII 4 mexicana mexicanas
LXIII I 1790 169 0
LXXI 21 infame Corso infame Corso
CXXXI 27 chavacanería chabacanería
CXXXIII 21 ageno ajeno
CXXXIX 15 literaria; literaria:
CXLIV 22 una un
CLV 21 agena ajeno
CLX 7 del Negro Negro
CLXV 9 Panagi rista Panegirista
CLXXI 21 complacido, en complacido en
CLXXXIII 28 jJolltica instructiva jJolltico-illst r /tct ¡va
CXCVII nota Descartes Locke Descarte~, Locke
CXCVII nota iniciada por iniciado por
CCXXXV 13 ternura tersura
CCLII 41 tres cuatro
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PÁGINA LíNEA DICE DEBE DECIR

662 28 Miguel Manuel


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856 32 Ellcida Eneida
864 17 1805 1806
86 5 19 181 4 184 1
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89 0 n crugirán crujirán
897 15 Grecias Gracias
9 14 18 coro los coro pasajes de los
967 25 Rodríguez, de Rodríguez de
969 10 Murgía Murguía
97 1 22 vía á vía
9 85 20 Arizoe Arizpe
99 2 16 Y 17 Asoños Azoños
1007 7 sus sus
JOU 1 ristesco escritos
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I. NDICE.

Pá"Y5.

I( FR. SERVANDO TERESA DE MIER ........ .. . ... . . .


Relación de lo que sucedi6 en Europa al Dr. Mier:
Cap. l ............ . . ....... . . : ............ 425
Cap. IV................. .... . ...... . ..... 443
Cap. V....... ...•..... . . ... .. . ..... .... 457
MANUEL DE LARDIZABAL y URIBE. . . .. . . ........ 489
Del primer legislador de los godos. . ....•. . . .••. . . . . . 492
De las cualidades y circunstancias que deben concurrir
en las penas. . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . • . • . . . . . .. .... 495
Del tormento .. ....... ' . . . . ........ , ..... , . . .. . ... 519
JOSE MIGUEL GURrDI ALCOCER.... .. . . ......... . 545
Apuntes de su vida:
Legajo I-Apunte 8-Teología . . ....... . ... S50
Legajo 2-Apunte 1-Jurisprudencia . . . . . . . . 552
Legajo 2-Apunte 2-Dos lances raros...... 554
Legajo 2-Apunte 4-'Desgracias ...•.....•. 5S6
Legajo 2-Apunte s-Elecci6n de estado y pro-
tector. . ...•.. . . . .... 558
Legajo 3-Apunte 6-El mayor virrey de Mé-
XICO. • ••••• • • • • ••• •• 560
Legajo s-Apunte 2-0posici6n de la Magis-
tral de México.. . . . . . 564
Legajo s-Apunte 3-Hermosura extraordina-
ria . . . . . . . . • .••• . . . . S67
Legajo s-Apunte 4-Contratiempo . . . . . . • . • 570
Legajo s-Apunte s-Despedida del juego.. . S72
Proclama.. . . .. .. . ... .. . . ... . . . . . . . . .... . . . 574
FRANCISCO MANUEL SANCHEZ DE TAGLE....... S77
La privación inútil ......... " . • . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . S81
Soneto XXXI. -Contrici6n poética . . . . . . . . . . .. ..... S84-
Odas anacreónticas (X). . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 585
Odas pindáricas:
I El entusiasmo en una noche serena . ..... , ... . . . .. 586
IV Al Ilmo. Sr. D. Fr. Ramón Casaus . . ... . ..... . .. S88
XIII Al cumpleaños de Silvia. . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . 591
Elegías:
I A la muerte de J. A. Paz. . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . 593
1°9 2
Pá~s .

Odas religiosas:
VIII A San Vicente de Paúl . . . . . . . . . . . . . • . . . . . 598
Odas filosóficas:
1 A la Luna en tiempo de discordias civiles.... ..... 602
Odas heroicas:
lII A la salida de Morelos de Cuautla.......... .. . . . 607
VI A la derrota del Ejército español que invadió el
territorio mexicano ... . .......... .. ... . . . 610
FRANCISCO ORTEGA . . ... ...... .... . .. ...... .. .. . 61 9
Los ojos de Delia [IV-V] . . ............•......... .. . 622
En la instalación de la Diputación Provincial . . .. ... . 62 4
A Iturbide en su coronación .. . .... . .. .. ......... . . 628
La música .............. . ..... . ...... . . ......... . 63 1
La Venida del Espíritu Santo ....... .. . . ..• ......... 63 8
APENDICE
¡.J '. Indice biográfico de la época . ... ... ..... . .. . ...... . . 661
Mexicanos . .. ' " ... ... . . .... ..... . ......... .. ... . 666
Extranjeros ..... .. . .. . ..... .... . . . . ..... . ... .... . . 99°
El teatro.. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . .. .. ' .. . 101 5
Las imprentas ...... . . ... .. . . .. ... .. ... . . . . : . ..... . 1°30
Folletos y periódicos . .. . ...... ... ... . . .... . . . . ... . 1')46
Adiciones y rectificaciones .......... . ... ... . ....... . J080
Erratas .. .. . ... .. ... . . .. ........... .. . ... . . . .. .. . 108 9

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