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El Sínodo de Nicea también estableció un cierto nú mero de cá nones o

prescripciones sobre la disciplina; pero ha habido mucha discusió n sobre


el

nú mero. Dimos aquí nuestra opinió n sobre esta cuestió n, que ya hemos
discutido en el Tü binger Theologische Quartalschrift.

Veamos primero cuá l es el testimonio de aquellos autores griegos y


latinos que vivieron en la época del Concilio, en cuanto al nú mero.

a. El primero en ser consultado entre los autores griegos es el erudito


Teodoreto, que vivió aproximadamente un siglo después del Concilio de

Nicea. É l dice, en su Historia de la Iglesia: “Después de la condena de los


arrianos, los obispos reunieron uno má s y decretaron veinte cá nones

sobre la disciplina eclesiá stica ".

b. Veinte añ os má s tarde, Gelasio, Obispo de Cizico, después de mucha


investigació n sobre los documentos má s antiguos, escribió una historia
del

Concilio de Nicea. Gelasio también dice expresamente que el Concilio


decretó veinte cá nones; y, lo que es má s importante, da el texto original
de

estos cá nones exactamente en el mismo orden y segú n el tenor que


encontramos en otros lugares.

c. Rufino es má s antiguo que estos dos historiadores. Nació cerca del


período en que se celebró el Concilio de Nicea, y aproximadamente medio

siglo después escribió su detallada historia de la Iglesia, en la que insertó


una traducció n latina de los cá nones de Nicea. Rufino también sabía só lo

de estos veinte cá nones; pero como ha dividido la sexta y la octava en dos


partes, ha dado veintidó s cá nones, que son exactamente los mismos que

los veinte proporcionados por los otros historiadores.


d. La famosa discusió n entre los obispos africanos y el obispo de Roma,
sobre el tema de las apelaciones a Roma, nos da un testimonio muy

importante sobre el verdadero nú mero de los cá nones de Nicea. El


presbítero Apiario de Sicca en Á frica, después de haber sido depuesto por

muchos delitos, apeló a Roma. El Papa Zó simo (417-418) tomó en


consideració n el llamamiento, envió legados a Á frica; y para probar que
tenía el

derecho de actuar así, citó un canon del Concilio de Nicea, que contiene
estas palabras: “Cuando un obispo cree que ha sido destituido

injustamente por sus colegas, puede apelar a Roma, y el obispo romano


hará que los jueces decidan el asunto in partibus.” El canon citado por el

Papa no pertenece al Concilio de Nicea, como afirmó , fue el quinto canon


del Concilio de Sá rdica (el séptimo en la versió n latina) Lo que explica el

error de Zó simo es que en las copias antiguas los cá nones de Nicea y


Sá rdica está n escritos consecutivamente, con las mismas figuras y bajo el

título comú n de cá nones del Concilio de Nicea; y Zó simo podría optima


fide caer en un error que compartió con muchos autores griegos, sus

contemporá neos, que también mezclaron los cá nones de Nicea con los de
Sá rdica. Los obispos Africanos, al no encontrar el canon citado por el

Papa en sus copias griegas o latinas, consultaron en vano también la copia


que el obispo Ceciliano, que había estado presente en el Concilio de

Nicea, había traído a Cartago. Los legados del Papa declararon entonces
que no confiaban en estas copias, y acordaron enviar a Alejandría y

Constantinopla para pedir a los patriarcas de estas dos ciudades copias


auténticas de los cá nones del Concilio de Nicea. Los obispos africanos

deseaban a su vez que el Papa Bonifacio diera el mismo paso (el Papa
Zó simo había muerto mientras tanto en 418), que pidiera copias a los
Arzobispos de Constantinopla, Alejandría y Antioquía. Cirilo de Alejandría
y Á tico de Constantinopla, de hecho, enviaron copias exactas y fieles del

Credo y los cá nones de Nicea; y dos sabios de Constantinopla, Teilo y


Tearisto, incluso tradujeron estos cá nones al latín. Su traducció n nos ha
sido

conservada en las actas del sexto Concilio de Cartago, y contiene só lo los


veinte cá nones ordinarios. Podría pensarse a primera vista que contenía

veintiú n cá nones; pero si lo consideramos má s de cerca, vemos, como ha


demostrado Hardouin, que este artículo vigésimo primero no es má s que

una nota histó rica adjunta a los cá nones de Nicea por los Padres de
Cartago. Está concebido en estos términos: “Después de que los obispos

hubieran decretado estas reglas en Nicea, y después de que el santo


Concilio hubiera decidido cuá l era la antigua regla para la celebració n de

la Pascua, se restableció la paz y la unidad de fe entre Oriente y Occidente.


Esto es lo que nosotros (los obispos africanos) hemos considerado

correcto agregar de acuerdo con la historia de la Iglesia.”

Los obispos de Á frica enviaron al Papa Bonifacio las copias que les habían
sido enviadas desde Alejandría y Constantinopla, en el mes de

noviembre de 419; y posteriormente en sus cartas a Celestino I (423-


432), sucesor de Bonifacio, apelaron al texto de estos documentos.

e. Todas las colecciones antiguas de cá nones, ya sea en latín o en griego,


compuestas en el siglo IV, o con toda seguridad al menos en el siglo V,

coinciden en entregar só lo estos veinte cá nones a Nicea. La má s antigua


de estas colecciones se hizo en la Iglesia Griega, y con el transcurso del

tiempo se escribieron un gran nú mero de copias de ellas. Muchas de


estas copias nos descendieron nú mero; muchas bibliotecas poseen
copias: así
Montfaucon enumera varias en su Bibliotheca Coisliniana. Fabricius hace
un catá logo similar de las copias de su Bibliotheca Graeca a las que se

encuentran en las bibliotecas de Turín, Florencia, Venecia, Oxford, Moscú ,


etc; y agrega que estas copias también contienen los llamados cá nones

apostó licos, y los de los concilios má s antiguos.

El obispo francés Jhon Tilius presentó en París, en 1540, un manuscrito de


una de estas colecciones griegas tal como existía en el siglo IX. Contiene

exactamente nuestros veinte cá nones de Nicea, ademá s de los llamados


cá nones apostó licos, los de Ancira, etc. Elis Ehinger publicó una nueva

edició n en Wittemberg en 1614, utilizando un segundo manuscrito que se


encontró en Augsburgo; pero la colecció n romana de los concilios había

dado antes, en 1608, el texto griego de los veinte cá nones de Nicea. Este
texto de los editores romanos, con la excepció n de algunas variaciones

insignificantes, era exactamente el mismo que el de la edició n de Tilius. Ni


el erudito jesuita Sirmond ni sus coadjutores han mencionado qué

manuscritos se consultaron para preparar esta edició n; probablemente


fueron manuscritos extraídos de varias bibliotecas, y en particular de l

a del Vaticano. El texto de esta edició n romana pasó a todas las siguientes
colecciones, incluso a las de Hardouin y Mansi; mientras que Justell en su

Bibliotheca juris Canonice, y Beveridge en su Synodicon (ambos del siglo


XVIII), dieron un texto algo diferente, también cotejado de manuscritos, y

muy similar al texto dado por Tilius. Bruns, en su reciente Bibliotheca


Ecclesiastica, compara los dos textos. Ahora bien, todos estos manuscritos

griegos, consultados en tiempos tan diferentes y por todos estos editores,


reconocen só lo veinte cá nones de Nicea, y siempre los mismos veinte que

poseemos.
Las colecciones latinas de los cá nones de los Concilios también dan el
mismo resultado, por ejemplo, la má s antigua y la má s notable de

todas, la Prisca, y la de Dionisio el Menor, que se recopiló hacia el añ o


500. El testimonio de esta ú ltima colecció n es má s importante para el

nú mero veinte, ya que Dionisio se refiere a la Graeca auctoritas.

f. Entre los testigos orientales posteriores podemos mencionar ademá s


Focio, Zonaras y Balsamon. Focio, en su Colecció n de los cá nones, y su

Nomocanon, así como los otros dos escritores en sus comentarios sobre
los cá nones de los antiguos Concilios, citan y conocen só lo veinte cá nones

de Nicea, y siempre los que poseemos.

g. El canonista latino de la Edad Media también reconoce só lo estos veinte


cá nones de Nicea. Prueba de ello es la célebre colecció n españ ola,

atribuida en general pero erró neamente a S. Isidoro (fue compuesta a


principios del siglo VII), y en la de Adriano (así llamada porque fue
ofrecida

a Carlos el Grande por el Papa Adriano I). El célebre arzobispo de Reims


Hincmar, primer canonista del siglo IX, atribuye a su vez só lo veinte

cá nones al Concilio de Nicea; e incluso el pseudo-Isidoro no lo asigna má s.


Frente a estos numerosos e importantes testimonios de la Iglesia Griega

y latina, que son uná nimes en reconocer só lo veinte cá nones de Nicea, y


exactamente los que nos han sido transmitidos, no podemos

considerar auténtica la letra latina que se pretende han sido escritas al


Papa Marcos por San Atanasio, en las que se dice que el Concilio de Nicea

promulgó primero de todos los cuarenta cá nones Griegos, luego veinte


cá nones latinos, y que luego el Concilio volvió a reunir y ordenó en forma

unida estos setenta cá nones. Una tradició n, erró neamente establecida en


Oriente, pudo haber hecho que se aceptara esta carta. Sabemos, de hecho,
que en algunos países del Este se creía que el Concilio de Nicea había
promulgado este nú mero de cá nones y algunas colecciones contienen
setenta.

Felizmente, desde el siglo XVI hemos estado en posesió n de estos


supuestos cá nones de Nicea; por tanto, podemos juzgarlos con certeza.

El primero que les dio a conocer Occidente fue el jesuita J. Baptista


Romanus, quien, habiendo sido enviado a Alejandría por el Papa Pablo IV,

encontró en la casa del patriarca de esa ciudad unos manuscritos á rabes


que contenían ochenta cá nones del Concilio de Nicea. Copió los

manuscritos, llevó su copia a Roma y la tradujo al latín, con la ayuda de


Jorge de Damasco, un obispo maronita. El erudito jesuita Francis Turrians

se interesó por este descubrimiento, y un comerciante de Alejandría que


estaba en Roma hizo revisar y mejorar la traducció n del padre Baptista.

El erudito Jesuita Francis Turrians se interesó por este descubrimiento, y


un comerciante de Alejandría que estaba en Roma hizo revisar y mejorar

la traducció n del padre Baptista. Por la misma época, otro jesuita, Alfonso
Pisano, compuso una historia latina del Concilio de Nicea, con la ayuda

de la obra de Gelasio de Cízico, que acababa de ser descubierto; y a


petició n suya Turrianus le comunicó la traducció n latina de los cá nones
á rabes.

Pisanus los recibió en su trabajo. En la primera edició n, el testimonio de la


supuesta carta de San Atanasio a Marcos le hizo reducir los ochenta

cá nones a setenta; pero en las ediciones posteriores renunció a esta


abreviatura y publicó los ochenta cá nones en el orden de los manuscritos

á rabes. Fue así como la traducció n latina de los ochenta llamados cá nones
á rabes de Nicea pasó a las otras colecciones de los Concilios,
particularmente a la de Venecia y Binius. Sin embargo, algunas
colecciones má s recientes adoptaron el texto de una traducció n posterior,
que había

hecho Turrianus.

Poco después de que apareciera la primera edició n de Alphonso Pisanus,


Turrianus conoció a un joven turco convertido llamado Paul Ursinus, que

sabía muy bien el á rabe y entendía el Latín y el Italiano. Turrianus le


confió una nueva traducció n de los ochenta cá nones á rabes. Ursinus, al

prepararlo, hizo uso de otro antiguo manuscrito á rabe, descubierto en la


biblioteca del Papa Marcelo II. (1555). Este segundo manuscrito

concordaba tan bien con el de Alejandría, que ambos podrían tomarse


como copias de un mismo original. Turrianus publicó esta traducció n

má s precisa en 1578. Lo acompañ ó de notas y añ adió un Proemio, en el


que intentaba probar que el Concilio de Nicea promulgó má s de veinte

cá nones. Todas las colecciones de los Concilios desde Turrianus han


considerado su posició n como probada y han admitido los ochenta
cá nones.

En el siglo siguiente, el Maronita Abraham Echellensis realizó las má s


profundas investigaciones en referencia a los cá nones á rabes del Concilio
de

Nicea; y lo llevaron a la opinió n de que estos cá nones debían haber sido


recopilados de diferentes Naciones orientales, de los Sirios, Caldeos,

Maronitas, Coptos, Jacobitas y Nestorianos, y que habían sido traducidos a


muchas lenguas Orientales. Al mismo tiempo, comenzó , y con verdad, la

sugerencia de que estas colecciones Orientales eran simplemente


traducciones de originales Griegos antiguos, y que, en consecuencia,
también en
la Iglesia Griega deben haber contado má s de veinte cá nones de Nicea.
Después de haber comparado otros manuscritos Á rabes que había

obtenido, Echellensis dio una nueva traducció n latina de estos cá nones en


París en 1645. Segú n estos manuscritos, había ochenta y cuatro cá nones

en lugar de ochenta. Sin embargo, esta diferencia surgió mucho má s de la


disposició n externa que de los propios cá nones. Así, los cá nones

decimotercero, decimoséptimo, trigésimo segundo y cincuenta y seis de


Turriano fueron divididos cada uno en dos en la traducció n de Abraham

Echellensis; por otro lado, el cuadragésimo tercero y el ochenta y tres de


Echellensis formaron cada uno dos cá nones en la obra de Turrianus. El

vigésimo noveno, trigésimo séptimo y cuadragésimo primero de A.


Echellensis faltan en Turrianus; pero, de nuevo, Echellensis no tiene el
canon

cuadragésimo quinto de Turrianus. Un estudio superficial de estas dos


colecciones de cá nones llevaría a la conclusió n de que eran casi idénticas;

Pero no es así. Los cá nones correspondientes en las dos traducciones a


veces tienen un significado completamente diferente. Solo podemos

concluir que los traductores Á rabes entendieron el original Griego de


manera diferente, o que los manuscritos que usaron mostraron
variaciones

considerables. La ú ltima suposició n es la má s probable; explicaría có mo


los ochenta y cuatro cá nones á rabes contienen los veinte auténticos

cá nones de Nicea, pero a menudo con cambios considerables. Sin contar


estos ochenta y cuatro cá nones, Echellensis también ha traducido al latín
y

publicado un nú mero considerable de decretos eclesiá sticos, [en griego] ,


constitutiones, también atribuidos al Concilio de Nicea. Añ adió a su obra
una traducció n al latín del prefacio Á rabe, que precedía a toda la
colecció n del manuscrito, junto con una docta disertació n en defensa de
los

ochenta y cuatro cá nones, con un buen nú mero de notas. Mansi ha


conservado todos estos artículos y Hardouin también ha reproducido la
mayor

parte de ellos.

Es cierto que Oriente creía que el Concilio de Nicea había promulgado


má s de veinte cá nones: el sabio anglicano Beveridge lo ha probado,

reproduciendo una antigua pará frasis á rabe de los cá nones de los


primeros cuatro Concilios Ecuménicos. Segú n esta pará frasis Á rabe,
encontrada

en un manuscrito de la Biblioteca Bodleiana, el Concilio de Nicea debió


haber elaborado tres libros de cá nones: el primero contenía ochenta y

cuatro cá nones, referidos a sacerdotes, monjes, etc. ; el segundo contiene


los primeros veinte cá nones auténticos; el tercero es solo una serie de

reglas para reyes y superiores. etc.

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