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I.

Han mostrado en otra parte que es muy posible que estos cá nones
representen decisiones reales de los Padres de Nicea; pero sea esto así o
no, ciertamente encarnan el modo de la

Iglesia en el siglo IV. Solo diecisiete añ os después de Nicea, San Julio pudo
hablar de la 'costumbre' de referir el juicio sobre el Obispo de Alejandría a
Roma como una de las direcciones

de los Padres de Nicea, con la aprobació n de San Atanasio, él mismo


Obispo de esa ciudad oriental.

Renunciemos, entonces, a la cuestió n de si en realidad, o só lo


virtualmente, Nicea pasó en Sardica a examinar su testimonio sobre el
tema de las apelaciones a Roma.

Tres son de especial importancia en relació n con este tema

El Canon Tres decide que los obispos no pasen de una provincia a otra,
"para que no parezca que cerramos la puerta de la caridad". Si se trataba
de Sardica, es posible que tuviera

especial consideració n por Eusebio, que había pasado de Berytus a


Constantinopla; si Nicea, puede haber estado relacionado con su paso de
Berytus a Nicomedia, donde era obispo

cuando se reunió el Concilio de Nicea. El canon disponía ademá s que en el


caso de que un obispo tuviera un 'caso' contra otro obispo, el
metropolitano debería convocar un sínodo

provincial. Si el acusado enumera su caso, no se le permitiría apelar por sí


mismo a algunos obispos vecinos, como era la tendencia, pero si lo
deseaba, se organizaría una apelació n

para él y en la misma regió n. No se trata aquí de apelar a Roma en el


sentido técnico de otoñ o. Pero 'Julio, el obispo de Roma' (si esa es la
lectura verdadera para algunas copias tienen
'Silvestre', que sería la lectura verdadera si el canon fuera niceno en su
origen), se le pedía que resolviera los jueces que deberían del nuevo
sínodo, si se consideró conveniente que se

volviera a escuchar el caso. Al decidir esto, que consistía en pedirle a


Roma que seleccionara a los jueces, la fó rmula inusual agrega como una
razó n: ‘Honremos la memoria del apó stol

Pedro’. Suponiendo que sea sarda, contendría una sentencia del Concilio
de Tiro. La irregularidad de ese concilio consistió en el hecho de que el
emperador no solo convocó un

concilio sin consultar a la Santa Sede, sino que seleccionó a los jueces. El
historiador griego Só crates dice del Concilio de Antioquía: ‘ Julio, obispo
de la Antigua Roma, no estuvo allí,

ni envió un representante, aunque la regla eclesiá stica ordena


expresamente que la Iglesia no hará cá nones sin el consentimiento del
obispo de Roma ‘(ii. 8). Es difícil suponer que

Só crates se refiera aquí a cualquier otro signo que no sea un canon de


Nicea. Pero sea como fuere, el dispositivo de los Eusebianos fue una
innovació n radical en la constitució n de la

Iglesia. i se hubiera permitido este camino, el arrianismo, que tuvo tanto


éxito en atraer hacia sí mismo primero a Constantino y luego, de manera
aú n má s decisiva, a su hijo

Constancio, habría ganado el día. Si se le hubiera permitido al emperador


convocar concilios para casos de apelació n, sin referencia a la Santa Sede,
como había hecho Constantino en

el caso de Tiro y Constancio en el caso de Antioquía; Ademá s, si se


hubiera permitido a la Corona nombrar a los jueces, se habría destruido la
característica má s fundamental de la
política de la Iglesia. Habría dejado de ser apostó lico en su gobierno; y,
cuando el imperio se dividió en varias naciones, cada tribu habría tenido
su propia Iglesia nacional

independiente. La teoría de las Iglesias nacionales independientes se


habría convertido en un hecho, la unidad de la Iglesia habría desaparecido
y la tutela de la santa fe se habría

hecho imposible. No es de extrañ ar, entonces, que los Padres Sardos, si el


canon era suyo, decidieran seguir honrando la memoria del apó stol
Pedro; o que los Padres Nicenos (cuyo

canon suponemos que representa) en vista de los principios


fundamentales necesarios en el futuro inmediato, en lugar de una
experiencia tan amarga como los Padres Sardos habrían

dicho, dijeron entre ellos: 'Honremos la memoria del Apó stol Pedro ', en
este su comentario registra estas declaraciones de los Padres Nicenos
utilizadas en la discusió n sobre el

canon.

II El Canon Cuatro trata de las apelaciones a Roma. ¿Qué sucedería en el


caso de los obispos que, habiendo perdido su causa en la segunda corte,
recurrieron desde allí a Roma? Allí no

debe estar ocupada por otro. Este era un asunto que los Padres de Nicea
podían predecir fá cilmente que probablemente sucedería en el futuro, o si
el canon es sarda, esto ya había

surgido; y aquí no se registran las declaraciones informales de los


miembros del consejo, y el ocupante particular de la Santa Sede no se
menciona. Ahora es simplemente 'el obispo

de Roma'.
III Canon Siete, nuevamente, trata del caso de un obispo que, habiendo
sido condenado en el tribunal de primera instancia a saber. el sínodo de
su provincia apela, sin recurrir a un

segundo sínodo, directo a Roma. Entonces, de acuerdo con el canon,


pertenecerá al ‘obispo de Roma’ decir si cree que es un caso de
revocació n; y si decide afirmativamente, le

corresponderá remitir el caso a los obispos de la provincia contigua a la


que residen los obispos condenados, o enviar a un legado a posteriori, que
podrá resolver el caso, ya sea por sí

mismo o en conjunto con los obispos de la provincia vecina.

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